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LA TRADICION CÁTARA SIGUIENDO EL HILO DE LA HISTORIA. La persecución pertinaz contra la “Fraternidad de los buenos Cristianos” como así se hacían llamar los perfectos Cátaros, se prolongó aún ochenta y cinco años después de la caída de Montsegur, 1329, fue el año de la caída final de las Tres Iglesias del Sabarthez, (Ussat, Bouan, Ornolac), habían transcurrido 85 años, finalizados por unas hecatombes y unos sufrimientos inimaginables. La Fraternidad Cátara, cerraba sus puertas en 1329. La cruzada había durado 120 años. Existe una historia muy poco conocida, la de la transmisión oral de la “Fraternidad Cátara”, a través de los siglos. La tradición Gnóstica, nos dice que la humanidad, desde su caída nunca ha sido, ni olvidada, ni abandonada a su suerte. Diversos enviados, aun a costa de sus vidas, han creado Fraternidades que se han manifestado en el tiempo para despertar en el hombre el recuerdo de su procedencia, a una realidad que el hombre ya no recuerda. Y así, periódicamente, cuando los tiempos son propicios, enviados de las Fraternidades precedentes, vuelven a encarnar para unir en el presente a los hombres con el hilo dorado del recuerdo de su procedencia.

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Page 1: LA TRADICION CÁTARA · 2018. 10. 20. · LA TRADICION CÁTARA SIGUIENDO EL HILO DE LA HISTORIA. La persecución pertinaz contra la Fraternidad de los buenos Cristianos como así

LA TRADICION CÁTARA

SIGUIENDO EL HILO DE LA HISTORIA. La persecución pertinaz contra la “Fraternidad de los buenos Cristianos” como así se hacían llamar los perfectos Cátaros, se prolongó aún ochenta y cinco años después de la caída de Montsegur, 1329, fue el año de la caída final de las Tres Iglesias del Sabarthez, (Ussat, Bouan, Ornolac), habían transcurrido 85 años, finalizados por unas hecatombes y unos sufrimientos inimaginables. La Fraternidad Cátara, cerraba sus puertas en 1329. La cruzada había durado 120 años.

Existe una historia muy poco conocida, la de la transmisión oral de la “Fraternidad Cátara”, a través de los siglos. La tradición Gnóstica, nos dice que la humanidad, desde su caída nunca ha sido, ni olvidada, ni abandonada a su suerte. Diversos enviados, aun a costa de sus vidas, han creado Fraternidades que se han manifestado en el tiempo para despertar en el hombre el recuerdo de su procedencia, a una realidad que el hombre ya no recuerda. Y así, periódicamente, cuando los tiempos son propicios, enviados de las Fraternidades precedentes, vuelven a encarnar para unir en el presente a los hombres con el hilo dorado del recuerdo de su procedencia.

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LAS TRES IGLESIAS DEL SABARTHEZ

Iglesias de Ussat

De Bouan

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De Ornolac

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GUARDIANES DE LA FRONTERA – (Los Patriarcas) Cuando una Fraternidad ya no puede hacer su trabajo, porque sus miembros son hostigados y perseguidos, se retira, cierra sus puertas. Pero siempre hay un miembro de dicha Fraternidad que permanece encarnado en esta naturaleza, estos son los llamados “Guardianes de la Frontera”. Ellos Mantienen así el hilo conductor que une la humanidad con su origen divino, es como la espada clavada en el lomo del dragón, que como relatan las leyendas le incordia constantemente y le impide dominar plenamente a los habitantes “del país del exilio”. Los escritos sobre los cátaros que han llegado a nosotros, se basan sobre todo en los archivos de sus detractores, los sacerdotes dominicos fundadores de la Inquisición, y en particular por los detallados registros inquisitoriales de Jacques Fournier, un inquisidor del siglo XIV que consiguió el papado como retribución a su activismo anti cátaro en Sabarthez. La tradición oral del catarismo es en esencia multiforme e imprecisa; franquea los siglos en forma de canciones populares como “el canto del Boyero” y “Se Canta”, de plegarias como el “Peyre Sant” o de leyendas como el poema épico de la “Cansó de la Crosada”. Estos, son de los pocos testimonios directos de esta tradición oral. El largo poema de la “Cansó de la Crosada”, histórico y épico a la vez, relata la tragedia de la cruzada contra los Albigenses, de 1209 a 1218-19, (en realidad la cruzada duro hasta bien entrado el siglo XIV). Pero el despertar de la tradición oral del catarismo data del siglo XIX, lo inició “Napoleón Peyrat” con su libro, “Histoire des Albigeois: les Albigeois et l'Inquisition”. Pastor protestante originario de Bordes-sur-Arize, apasionado por la historia de su familia que, según él, se remontaba a los siglos XIII y XIV, Napoleón Peyrat estaba persuadido que, además de las fuentes históricas del catarismo, persistía una tradición oral y mítica que se remontaba a los siglos XIII y XIV. Él describe la leyenda catara con inflamadas imágenes impregnadas de una inmensa poesía. Siguiendo el camino trazado por Napoleón Peyrat, otro historiador regional, hoy poco conocido, trabajó toda su vida para demostrar que Sabarthez fue la cuna del catarismo. Su nombre es “Adolphe Garrigou”. Adolphe Garrigou, (1802-1897) es todavía hoy una personalidad importante de Tarascon-sur-Ariége. Administrador del departamento del Ariége desde los acontecimiento de 1848, se consagró hasta su muerte, a la prehistoria y la historia regional. Casi centenario, haciendo gala de su larga barba blanca, continuaba recorriendo los caminos en busca de señales de la tradición catara, lo que le valió el sobrenombre de "Patriarca de Sabarthez", Pero, adentrémonos ahora en la historia...

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Tarascon - Ariege Las inmediaciones de la gruta de Lombrives eran desde siempre un terreno de juego maravilloso para los jóvenes de la pequeña ciudad de Tarascón. En la pequeña plaza de Tarascón donde se encontraba la casa familia de los Garrigou, cerca de la vieja iglesia, a algunos metros de la Torre Saint Michel, antigua torre fortificada de la época de Carlomagno y dominada por la antigua Torre de Castalia, las calles recordaban las pequeñas aldeas de Cataluña. A menos de una hora de camino ya se encontraba la montaña. En cuanto acababa la clase, el joven Adolphe Garrigou corría con sus amigos hacia el sur, franqueaba las fortificaciones de la puerta de España, bordeaba el abrupto acantilado, después subía por las laderas pedregosas y recubiertas de maleza de la "Montaña Sagrada", muy por encima del Ariége. El río corría justo debajo como una serpiente plateada. Allí, en la falda de la montaña, se desplegaba una naturaleza salvaje, inviolada durante siglos. En la ladera de los acantilados se abrían decenas de cavidades a cual más misteriosa, otros tantos lugares de juego para los jóvenes del pueblo. Durante el día, se cobijaban a la sombra de los viejos terebintos de tronco atormentado, que desprendían los alcanforados olores de resina, y cuando llegaba la tarde, y las sombras se proyectaban en el valle, las sombrías aberturas de las grutas que exhalaban un delicioso frescor y fragancias de caliza y humedad se tornaban cuevas misteriosas y espantosas a la vez. Una de estas grutas, la preferida de los jóvenes pues cruzaba la montaña de lado a lado en un rosario de salas que parecían bajar hasta el centro de la tierra, llevaba el nombre del Ermitaño. La leyenda decía que un anciano extraño y solitario había habitado allí recientemente, completamente solo, meditando sobre no se sabe qué pensamientos elevados del evangelio cristiano.

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Grutas de la “Montaña Sagrada” Algunos habitantes de Tarascón testimoniaban que lo habían visto, cual sombra huidiza, en medio de las sombras de la gruta. Se había encontrado, oculta en una oquedad de la roca, una vieja Biblia medio corroída por la humedad con extraños signos manuscritos aquí y allá. Y justo frente a esta gruta misteriosa del Ermitaño, al otro lado del valle, se abría una vasta abertura en medio de la pendiente. Era la entrada de la inmensa gruta de Lombrives. Se sabía que esta gruta gigantesca, de la que se decía que había albergado a Hércules y cuyo alto acceso era entonces muy difícil, servía desde hacía algunos años de guarida a una banda de maleantes, lo que le añadía todavía más emoción a las aventuras de los jóvenes. El joven Garrigou conocía bien la existencia de esos contrabandistas, proscritos y maleantes... Aunque no podía distinguirlos claramente, esos personajes le hacían temblar y soñar a la vez. La figura del "simpático maleante" formaba parte del paisaje social de esa época. Cabe señalar que, después de la Revolución Francesa de 1789, diez años antes de que él naciera, la población pirenaica rural vivió un drama. En esta región, al igual que en otras partes de Francia, el mundo antiguo se deshacía de dolor. En pocos años había prácticamente desaparecido la autonomía político-administrativa de las provincias pirenaicas. La Revolución puso fin a las asambleas de los Estados provinciales y a las asambleas de los valles.

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Al no disponer de ningún medio legal de protesta ni de defensa, la población pirenaica, sin tener todavía plena conciencia de ello, se sumerge poco a poco en la ilegalidad a partir del período revolucionario y esquiva, rodea, desvía lo esencial de la nueva legislación. El contrabando se generaliza, se hace habitual el robar a los ricos propietarios lo que anteriormente podían tomar gratuitamente de sus tierras, así como esquivar los derechos de Aduana organizando pasos de productos por los caminos montañosos... La obligación del servicio militar proclamado en 1798 es considerado como una calamidad. Para evitarlo se utilizan miles de artificios: suscripción de un seguro al nacimiento de un niño, falsificación de los registros de nacimiento, compra (costoso) de un sustituto, tentativa de corrupción de los miembros del consejo de revisión, exilio en América, etc. En caso de fracaso, queda la deserción. Igualmente unánime se manifiesta el rechazo a la nueva legislación forestal decretada por el Código de 1827 Para población de pequeños criadores, era indispensable el acceso de los rebaños al bosque, que constituía el pasto en las estaciones intermedias. Desde hacía siglos, el bosque era la providencia: no solo acogía los rebaños sino que permitía extender el volumen de tierras cultivables cuando la presión demográfica estaba en su máximo; abastecía, leña y toda la madera necesaria para la vida cotidiana: zuecos y utensilios de cocina, carpintería doméstica y estructuras de carros y carretas. El Código de 1827 ponía fin a lo que los forestales y los grandes propietarios consideraban como pillajes anárquicos que condenaban a medio plazo los bosques. Se establecen grandes multas para castigar a los delincuentes, pero la necesidad era todavía mayor. En la primavera de 1829 estalla una verdadera revuelta contra la aplicación del Código que inflama todo el departamento del Ariége. Otra razón del comienzo de la disidencia de una parte de la población es que, además de la presión financiera ejercida desde París por el poder centralizado, las nuevas leyes echaban por tierra la herencia espiritual del "pensamiento forestal", prohibiendo el uso milenario del pasto de los rebaños en el bosque y la recogida de madera de árboles muertos, atropellando el delicado sistema de creencias de los campesinos y de los forestales. La antigua estructura de este "pensamiento forestal" se remonta a las sociedades nómadas del Neolítico. En los vastos bosques, que recubrían en esta época del final de la glaciación el sur de Europa, ya existía una "organización pujante, profundamente espiritual y en estrecha unión con los elementos naturales, unos 5000 años antes de nuestra era. El conocimiento de las virtudes de las plantas, la tala ritual de ciertos árboles sagrados y su venta era el patrimonio de ciertas comunidades, así como la transformación de la leña en carbón -el carbonar- y el misterioso proceso alquímico de transformación del mineral de hierro en metal la forja. Con la llegada del imperio galo-romano, la posterior conquista de los visigodos y de los árabes, y las primeras grandes ciudades del año 1000, como Toledo o Tolosa, el "pensamiento forestal" desapareció poco a poco, al ritmo de la deforestación que las construcciones de edificios y carreteras hacían necesaria. Sin embargo, en los valles salvajes de Sabarthez aún de difícil acceso, y dependiendo de un derecho feudal particular que les garantizaba cierta autonomía, las corporaciones de carboneros que vivían en el bosque perduraron mucho tiempo.

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Montaña Sagrada y el valle de Ussat al fondo

Según el historiador Jean Palou, estas sociedades forestales, todavía presentes en el siglo XIV, fueron el último refugio de los faidits cataros que vivían "en medio de los bosques", convirtiéndose en depositarías de una tradición oral del catarismo en torno a Sabarthez. Según Jean Palou, los "caballeros proscritos", los faidits cataros de la edad media desposeídos de todos sus bienes que vivían en la clandestinidad, aportaron ciertos conocimientos esotéricos a esas sociedades forestales que se propagaron entre los leñadores de los bosques. Estos conocimientos fueron guardados y retransmitidos muy especialmente en las logias de los Carbonari de Occitania. Es pues a partir de la Restauración en 1814 cuando numerosas Ventas comenzaron a estructurarse en las principales ciudades del Languedoc, Toulouse, Limoux, Foix, etc. Había en sus filas numerosos oficiales pues, en su conjunto, el ejército era ya bonapartista y desaprobaba las condiciones de la Restauración. Éste era el caso del regimiento de Foix, ciudad provista de guarnición cerca de Tarascon-sur-Ariége. El número de desertores y contrabandistas era inmenso y la mayor parte de las grutas y cavidades naturales les servían de refugio. Las grutas de Lombrives y de Sabart, en particular, se convirtieron en el lugar de encuentro de grupos de centenares de "bandidos", disidentes y desertores. Al beneficiarse de la ayuda de la población local, su arresto era prácticamente imposible. Los soldados del Octogésimo Tercer Regimiento de Infantería de Foix fueron los encargados, en 1812, de desalojar a los "bandidos". Algunos de los oficiales de este regimiento estaban en contacto con los grupos revolucionarios italianos de los Carbonari con quienes compartían las opiniones políticas antipapistas, revolucionarias y el "pensamiento forestal".

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Entrada a la gruta de Lombrives

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Y así entramos en contacto con el hilo conductor entre la historia y el catarismo. Este regimiento de Foix, por otra parte, tenía una larga tradición en materia de espiritualismo. En efecto, hacia 1760, un tal Martínez de Pasqually, personaje aventurero y misterioso cuya vida resulta casi desconocida, había fundado en Foix un movimiento de inspiración rosacruz y francmasón. De Pasqually no utiliza el término "Rosacruz", sino que al igual que grupos espiritualistas alemanes que consideraban este término como demasiado banalizado, tornó la denominación de "Réau-Croix" o Verdaderos Caballeros Masones Elegidos Cohens del Universo. En esta misma ciudad de Foix, Martínez de Pasqually recluta a quien llegaría a ser su más eminente discípulo: un teniente del regimiento de Foix, Louis-Claude de Saint-Martin (1743-1803), quien será conocido como el Filósofo Desconocido. Es muy probable que, a causa de esta herencia espiritual los Carbonarí del regimiento de Foix estuvieran al corriente de las grandes verdades esotéricas de su tiempo, y sabían que tal y como la Rosacruz lo anunciaba desde 1614 en Alemania, una reforma general del mundo era necesaria. Sin lugar a dudas, era una de las razones por las que los Carbonarí de Francia se opusieron vigorosamente a la Restauración y organizaron complots para derribarla. En 1817, uno de los oficiales de dicho regimiento, puesto que conocía bien la región y sus grutas recibió la misión de reconocer el terreno con el objetivo de realizar una redada de la banda de delincuentes que se burlaban abiertamente de las fuerzas del orden y del poder central de París. Es, sin duda, durante una de esas misiones de reconocimiento en el bosque cuando se encontró con el joven Garrigou y, poco a poco, le fue invadiendo un sentimiento de amistad hacia él. El oficial estaba totalmente inflamado por el "pensamiento foresta revolucionario” y los rituales de los Carbonarí, así como por los conocimientos esotéricos de Sos Elegidos Cohens. Esto impresionó mucho al joven Garrigou que escuchaba las narraciones del oficial con gran veneracion. Ante él, como hilos multicolores que tejen un magnífico tapiz, tomaban vida las antiguas imágenes de los pueblos del bosque, los druidas y sus círculos de piedra, las fraguas incandescentes escupiendo sus chispas de fuego, así corno los conceptos de la reintegración de los seres a lo divino, el mundo de la cólera de Jakob Bóhme y el imperio del amor de los buenos cristianos de la edad media. Debido a la gran amistad y hermandad que se había forjado entre los dos, el oficial Carbonarí, cuya misión llegaba a su fin, decidió entonces confiar al joven Adolphe Garrigou un gran secreto. Adolphe tenía entonces 23 años (su partida de nacimiento había sido falsificada, para retrasar su reclutamiento). En 1822, el joven Garrigou recibió una convocatoria para una visita muy especial en la vasta y oscura gruta de Lombrives. Pero esta vez no se trataba de una charla amistosa a la sombra de los terebintos con el oficial Carbonari, sino de algo infinitamente más serio, ¡la transmisión de un gran secreto! Nos podemos imaginar al joven penetrando bajo las inmensas bóvedas de la "catedral" de Lombrives, en un silencio y una oscuridad absoluta, escuchando el ritual de entronización de los Carbonari, después prestando el juramento del secreto, rodeado por un círculo de oficiales. A continuación de esta iniciación, cuyo contenido no se conoce con exactitud, pero que se supone tenía una relación con el verdadero cristianismo de la Iglesia Catara, Adolphe Garrigou se encontró a la cabeza de la Venta Carbonari de Tarascon-sur-Ariége y Ussat, cuyo nombre era Los compañeros de Sabarthez.

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Gruta de Lombrives, sala de La Catedral Adolphe Garrigou iba a entrar en la vida activa. Su familia poseía una fortuna. Era una de las herederas de la antigua tradición de fraguas y acerías que databan de la Edad Media. Entró a trabajar con su tío en la producción y venta de acero. De 1842 a 1848, sintiéndose obligado a redactar una serie de artículos de prensa cuando la situación en el Ariége estaba muy agitada, Garrigou no tuvo ningún temor en afirmar y sostener sus opiniones republicanas y la impostura de los Borbones. La revolución de febrero de 1848, que desembocó en el derribo de la monarquía y la instauración de un gobierno republicano, le permitió ser nombrado por aclamación pública alcalde de Tarascón y más tarde administrador del departamento del Ariége. Como miembro de la Academia de las Ciencias, continuó sumergiéndose en la prehistoria y la historia regionales y publicó varios ensayos históricos. Demostró el origen caucasiano de los pueblos íberos estudiando las migraciones neolíticas y la Edad del Hierro, y estableció la existencia de los pueblos celtíberos y las tribus de Askos en los Pirineos Sus investigaciones le aportaron la certeza de una tradición druida-cristiana-pirenaica, que se remonta a Montano y a Prisciiano, De esta forma buscó durante medio siglo, recorriendo su país natal, la huella de los últimos cataros.

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Adolphe Garrigou estaba convencido de que las montañas de Sabarthez habían sido uno de los últimos refugios de los cataros. Estableció que varias grutas del valle del Ariége, utilizadas como santuarios desde el Neolítico, habían sido utilizadas por los cataros como lugares de iniciación en los siglos Si y XIII. En 1855, se propuso habilitar, a sus expensas, el acceso a la inmensa gruta de Lombrives donde, 33 años antes, se convertía en un Carbonari. En los profundos pasillos de Lombrives, Garrigou descubrió además una gran cantidad de grafitís, una estela discoidal sobre la que estaba grabada una estrella de cinco puntas. En Ussat, en la spoulga llamada "Belén", descubrió una representación del pentagrama grabado en la roca. El símbolo de la estrella de cinco puntas, o pentagrama, representaba para los cataros el Hombre Perfecto, aquel que "recorre el camino de las estrellas". Garrigou descubrió también allí una placa de bronce sobre la cual aparecía esculpida en relieve una paloma con las alas desplegadas, idéntica a las que más tarde se encontrarían en Montségur. A Garrigou no siempre le comprendían sus compatriotas. ¿Qué necesidad tenía, un jubilado como él, de aventurarse en las oscuras grutas y de gastar todo su dinero en dudosas búsquedas? Había emprendido la excavación de la inmensa gruta de Lombrives a sus expensas. A continuación se volcó en la exploración de las espulgas de Ussat, Ornolac y Bouan, citadas en los registros de la Inquisición y que la tradición popular relacionaba con los cataros. Sin embargo, todas estas excavaciones eran muy costosas, lo que llevó a Garrigou a experimentar una gran desesperación al ver muy mermados sus recursos y por lo tanto, considerarlos insuficientes para continuar los trabajos después de haber gastado una considerable fortuna.

Plaza Garrigou en Tarascon, a la izquierda, detrás del muro de la torre, la casa de la familia Gadal

contigua a la casa de Adolphe Garrigou

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En 1890, la familia Gadal ocupaba la casa contigua a la suya en la plaza central del casco antiguo de Tarascón y las dos familias se conocían e intercambiaban pequeños favores. A Antonin Gadal, que por entonces tendría unos doce años, le invadió un sentimiento de amistad por el anciano vecino un poco huraño; ese anciano de larga barba blanca que parecía un ermitaño le contaba las historias más fascinantes sobre su país. Antonin leía con voz todavía vacilante y el anciano, cuya vista se reducía, le instaba a leer más y más. Esos encuentros con el "Patriarca" iban a dejar en el joven Gadal una impresión muy profunda. Durante largas veladas y paseos en las montañas cercanas, Garrigou le contaba una historia de la región muy diferente a la que él aprendía en la escuela. Gadal presentía un misterio acerca de la verdadera religión de su país: todos hablaban con palabras veladas de los cataros, los "cristianos puros", de "tesoros ocultos", pero nadie le podía explicar de qué se trataba verdaderamente. El maestro de su escuela se atenía a la postura oficial de la Iglesia, la del prelado católico Ignacio Von Dóllinger, y enseñaba que los cataros constituían una peligrosa herejía anticristiana, una "herejía maniquea" que proliferó en la Edad Media en el Ariége, una herejía reprimida con razón por la Iglesia de Roma pues era un peligro para el orden social. Pero Gadal presentía que la verdad debía ser otra. El propio Adolphe Garrigou le hablaba al joven Gadal de sus firmes compromisos políticos contra la monarquía de los Borbones, de su afiliación, desde la Restauración en 1814, a la sociedad secreta de los Carbonari, de su aversión hacia el poder centralizado y de los vínculos de los Carbonari con la tradición interior del cristianismo verdadero. Le explicaba, poco a poco, las reglas de esta sociedad secreta y las leyes del "Reino del Amor" de los Puros, despertando la joven conciencia de Gadal a un mundo totalmente nuevo. Adolphe Garrigou, sintiendo que sus fuerzas se debilitaban, decidió finalmente transmitir a su joven alumno un secreto particular, un secreto que, según él, había atravesado siglos: una tradición espiritual de la cual él era el depositario, una fuerza que, decía él, se remontaba al origen del cristianismo, transmitida de "apóstol a apóstol" hasta el siglo XIII. Esta fuerza, el conocimiento del verdadero cristianismo, era el verdadero "tesoro de los cataros", un tesoro que no estaba constituido ni de oro ni de plata. Después de la despiadada represión de la Inquisición, el "tesoro" había sido guardado "en lugar seguro", es decir, en el corazón de los hombres que guardaban la fe de un verdadero cristianismo. Una tradición de eremitas nació en el valle del Ariége, y las ermitas que se sucedían en las múltiples grutas en el flanco de las montañas guardaban, como su más preciada joya, el conocimiento de los "puros", de los verdaderos cristianos. El pensamiento libre de toda autoridad. El corazón abierto y purificado. Los actos auténticos y puros. Éste es el conocimiento que le había sido confiado en lo más profundo de la caverna de Lombrives por un oficial Carbonari, para que a su vez él lo transmitiera a su sucesor. Adolphe Garrigou murió en 1897 casi centenario.

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El joven Gadal

El joven Gadal tenía apenas 20 años. Terminó sus estudios de profesor y se preparó para viajar e ir al encuentro de su primer empleo. La rica biblioteca de Garrigou fue dispersada y sus archivos desaparecieron poco a poco. Las pocas obras publicadas cuando aún estaba vivo se agotaron pronto y sus notas inéditas donde consignaba sus descubrimientos, se dispersaron. Pero en sus últimos años, el anciano Garrigou, Patriarca de Sabarthez, eremita de larga barba, antiguo detentar de los secretos del pensamiento del bosque., había formado un discípulo y un sucesor: era Antonin Gadal. Gadal recordará durante toda su vida sus enseñanzas. Dedicó a su maestro Garrigou su obra cumbre: “En el camino del Santo Grial”, y también él transmitió el tesoro de la tradición oral. Al acabar sus estudios, Antonin Gadal solicitó ser nombrado profesor en Provins, cerca de París, tal vez porque ésta era la patria del célebre trovador Guiot de Provins. Allí se casó el 3 de abril de 1901 (cuando contaba 32 años) con Anne Bonnans. Durante los primeros años del siglo XX, "los años locos", París es el centro intelectual y el faro de todo el mundo. Pero Gadal sólo frecuenta los círculos literarios regionalistas occitanos en París, donde probablemente fue introducido por su amiga, la joven escritora y periodista "ariegeoise" Isabelle Sandy (1884-1975). Allí conoció al escritor Maurice Magre. Originario de Tolosa, Magre se había instalado en París, en 1898, en cuyos círculos literarios se había hecho notar inmediatamente debido a la calidad de su pluma.

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Gozaba a principios de siglo de una reputación controvertida, por la publicación de una selección de poemas al estilo "bodelariano", y estaba implicado en investigaciones esotéricas. Magre presentó Gadal a sus amigos: Rene Guénon, los hermanos Jean y Agustín Chaboseau, poseedores de una filiación con “Louis-CIaude de Saint Martin”, y el joven médico Gerard Encausse, que más tarde sería “Papus”, así como al rosacruz Joséphin Peladan. En este círculo tintado de teosofía y pensamiento rosacruz, Gadal comenzó su trabajo. Su herencia no la transmitió hasta mucho más tarde, hacia el final de su vida, cuando en 1954 se encontró con los fundadores de otro movimiento rosacruz. Pero, esto es otra historia...

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Siguiendo el hilo de la historia.

Martínez de Pasqually

Louis-Claude de Saint-Martin

El oficial desconocido

Napoleón Peyrat

Adolf Garrigou

Antonin Gadal