la santa iglesia catÓlica frente al tercer milenio · proclamando un nuevo orden de vida...

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APÉNDICE II LA SANTA IGLESIA CATÓLICA FRENTE AL TERCER MILENIO II. I. El llanto de Nuestra Señora en La Salette Texto tomado del libro: Profecías de Nuestra Señora de La Salette. “Estando muy cerca de la Bella Señora, delante de Ella, a su Derecha, comienza a hablar y las Lágrimas empiezan a caer de sus hermosos Ojos” Melania Calvat. Vidente de las Apariciones de la Santísima Virgen en La Salette

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APÉNDICE II

LA SANTA IGLESIA CATÓLICA FRENTE AL

TERCER MILENIO

II. I. El llanto de Nuestra Señora en La Salette

Texto tomado del libro: Profecías de Nuestra Señora de La

Salette.

“Estando muy cerca de la Bella Señora, delante de

Ella, a su Derecha, comienza a hablar y las Lágrimas

empiezan a caer de sus hermosos Ojos”

Melania Calvat. Vidente de las Apariciones de la

Santísima Virgen en La Salette

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Estando muy cerca de la bella Señora, delante de Ella, a su derecha,

comienza a hablar y las lágrimas de dolor empiezan a caer de sus hermosos

ojos:

“Si mi pueblo –dijo- no quiere someterse, me veré obligada a dejar caer

el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más.

¡Hace tanto tiempo que estoy sufriendo por vosotros! Si quiero que mi

Hijo no os castigue, estoy encargada de orar a Él incesantemente y no hacéis

caso.

Melania: esto que yo te voy a decir ahora, no será siempre un secreto;

puedes publicarlo en 1858.

Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los sacerdotes por su mala vida,

por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los santos misterios; por su

amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de

impureza.

Sí, los sacerdotes piden venganza, y la venganza pende de sus cabezas.

¡Ay de los sacerdotes y de las personas consagradas a Dios, que por sus

infidelidades y su mala vida crucifican de nuevo a mi Hijo! Los pecados de las

personas consagradas a Dios claman al cielo y piden venganza, y he aquí que

la venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra a nadie que implore

misericordia y perdón por el pueblo; ya no hay almas generosas ni persona

digna de ofrecer la Víctima sin mancha al Eterno por el mundo.

Dios va a castigar al mundo de una manera sin precedentes. ¡Ay de los

habitantes de la tierra! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse

a tantos males juntos.

Los jefes, los guías del pueblo de Dios, han descuidado la oración y la

penitencia, y el demonio ha ofuscado sus inteligencias; se han convertido en

esas estrellas errantes que la antigua serpiente arrastrará con su cola para

hacerlos perecer (Apocalipsis XII, 4). Dios permitirá al diablo poner divisiones

entre los soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán

penas físicas y morales. Dios abandonará a los hombres a sí mismos y enviará

castigos que se sucederán durante más de treinta y cinco años.

Que el Vicario de mi Hijo, el Soberano Pontífice Pío IX, no salga ya de

Roma después del año 1859; pero que sea firme y generoso; que combata con

las armas de la Fe y del amor. Yo estaré con él.

Que desconfíe de Napoleón; su corazón es doble, y cuando quiera ser a

la vez Papa y Emperador, pronto se retirará Dios de él. Es esa águila que

queriendo siempre elevarse caerá sobre la espada de la cual quería servirse

para obligar a los pueblos a sometérsele.

Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del

Señor de los señores; también será entregada a la guerra. La sangre correrá

por todas partes. Las iglesias serán cerradas o profanadas. Los sacerdotes y

religiosos serán perseguidos; se les hará morir, y morir de una muerte cruel.

Muchos abandonarán la Fe, y el número de los sacerdotes y de los religiosos

que apostatarán de la verdadera religión será grande; entre otras personas se

encontrarán también muchos obispos.

Que el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues

ha llegado el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la

tierra y en los aires.

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En el año 1864 Lucifer, con un gran número de demonios, serán

desatados del infierno. Abolirán la Fe poco a poco, aún entre las personas

consagradas a Dios; las cegarán de tal manera que, a menos de una gracia

particular, esas personas tomarán el espíritu de esos malos ángeles. Muchas

casas religiosas perderán completamente la Fe y se perderán muchísimas

almas.

Los libros malos abundarán en la tierra, y los espíritus de las tinieblas

extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al

servicio de Dios y obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza.

Habrá iglesias dedicadas al servicio de esos espíritus. Algunas personas serán

transportadas de un lugar a otro por los mismos, y entre ellas algunos

sacerdotes, por no seguir el buen espíritu del Evangelio, que es espíritu de

humildad, de caridad y de celo por la gloria de Dios.

Resucitarán algunos muertos y justos. Y se verán por doquier prodigios

extraordinarios, porque la verdadera Fe se ha extinguido y la falsa luz

alumbra al mundo. ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado

únicamente a atesorar riquezas sobre riquezas, a poner en salvo su autoridad y

a dominar con orgullo!

El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la

Santa Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Ésta será la hora de las

tinieblas. La Santa Iglesia tendrá una crisis espantosa.

Dado el olvido de la Santa Fe de Dios, cada individuo querrá gobernarse

por sí mismo e imponerse a sus semejantes. Se abolirán los poderes civiles y

eclesiásticos; todo orden y toda justicia serán hollados; no se verá por doquier

otra cosa que homicidios, odio, envidia, mentira y discordia, sin amor para la

patria ni para la familia. El Santo Padre sufrirá mucho (San Juan Pablo II). Yo estaré con él hasta

el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra

su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él (Benedicto XVI) ni su

sucesor (Francisco) -que no reinará mucho tiempo- verán el triunfo de la

Santa Iglesia de Dios (Simón Pedro).

Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y

hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al

ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios.

En el año 1865 se verá la abominación en los lugares santos. En los

conventos, las flores de la Iglesia estarán corrompidas y el demonio se

convertirá en el rey de los corazones. Que los que están al frente de las

comunidades religiosas vigilen a las personas que han de recibir, porque el

demonio usará de toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a

personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres

carnales se extenderán por toda la tierra.

Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre

correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el

italiano, y enseguida habrá una guerra universal que será espantosa. Por

algún tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, porque el Evangelio

de Jesucristo no es ya conocido. Los malvados desplegarán toda su malicia, se

matará, se asesinará aún dentro de las casas.

Al primer golpe de su espada fulminante las montañas y la naturaleza

entera temblarán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los

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hombres traspasan la bóveda del Cielo. París será quemada y Marsella

engullida. Varias grandes ciudades serán sacudidas y hundidas por

terremotos. Se creerá que todo está perdido. No se verán sino homicidios, no se

oirá más que ruido de armas y blasfemias. Los justos sufrirán mucho; sus

oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán al Cielo y todo el pueblo de

Dios pedirá perdón y misericordia e implorará mi ayuda e intercesión.

Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su misericordia con los justos,

mandará a sus ángeles que den muerte a todos sus enemigos. En un abrir y

cerrar de ojos los perseguidores de la Santa Iglesia de Jesucristo y todos los

hombres esclavos del pecado perecerán, y la tierra vendrá a quedar como un

desierto. Entonces se hará la Paz, la reconciliación de Dios con los hombres.

Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas

partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia, que será

fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de

Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán

grandes progresos en la Fe, puesto que habrá unidad entre los obreros de

Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.

Esta paz entre los hombres no será larga: veinticinco años de

abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son la

causa de todos los males que suceden en la tierra.

Un precursor del Anticristo, con un ejército compuesto de muchas

naciones, combatirá contra el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo;

derramará mucha sangre y pretenderá aniquilar el culto al Creador para que

se le considere a él como Dios.

La tierra será castigada con todo género de plagas; habrá guerras

atroces, hasta la última, que harán los diez reyes aliados del Anticristo, los

cuales se propondrán un mismo fin (destruir la Fe en el verdadero Dios) y serán

los únicos que gobernarán el mundo. Antes de que esto suceda habrá una

especie de falsa paz en el mundo. No se pensará más que en divertirse. Los

malvados se entregarán a todo género de pecados; pero los hijos de la Santa

Iglesia, los hijos de la Fe, mis verdaderos imitadores, crecerán en el amor de

Dios y en las virtudes que me son más queridas. ¡Dichosas las almas humildes

guiadas por el Espíritu Santo! Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la

plenitud de la edad.

La naturaleza clama venganza contra los hombres y tiembla de espanto

en espera de lo que debe suceder en la tierra empapada de crímenes. Temblad

tierra y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que

interiormente os adoráis a vosotros mismos, temblad; pues Dios va a

entregaros a su enemigo, porque los lugares santos están corrompidos;

muchos conventos no son ya casas de Dios, sino pastizales de Asmodeo y de los

suyos.

Durante este tiempo nacerá el Anticristo, de una religiosa hebrea, de

una falsa virgen, que tendrá comunicación con la antigua serpiente, maestra

de impureza.

Su padre será obispo. En su nacimiento vomitará blasfemias, tendrá

dientes; en una palabra, será una encarnación del demonio; lanzará gritos

espantosos, hará prodigios y no se alimentará sino de impureza. Tendrá

hermanos, que aunque no sean como él, demonios encarnados, serán hijos del

mal; a la edad de doce años llamará ya la atención por las ruidosas victorias

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que alcanzará. Bien pronto se pondrá al frente de dos ejércitos, asistido por

legiones del infierno.

Se cambiarán las estaciones. La tierra no producirá más que malos

frutos. Los astros perderán sus movimientos regulares. La luna no reflejará

más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán en el globo terrestre

movimientos convulsivos y horribles terremotos que tragarán montañas y

ciudades enteras, etc.

Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo.

Los demonios del aire, con el Anticristo, harán grandes prodigios en la

tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de

sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será

predicado por todas partes, y todos los pueblos y todas las naciones conocerán

la verdad.

Yo dirijo un apremiante llamamiento a la tierra; llamo a los verdaderos

discípulos del Dios vivo, que reina en los cielos; llamo a los verdaderos

imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los

hombres; llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que ya se me han

consagrado, a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, a los que llevo, por

decirlo así, en mis brazos; a los que han vivido de mi espíritu; finalmente,

llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos, a los fieles discípulos de

Jesucristo, que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la

pobreza y en la humildad, en el desprecio y en el silencio, en la oración y en la

mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y

desconocidos del mundo.

Ya es hora de que salgan y vengan a iluminar la tierra. Id y mostraos

como hijos queridos míos. Yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre que

vuestra Fe sea la luz que os alumbre en esos días de infortunio. Que vuestro

celo os haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo.

Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número que ahí veis; pues he aquí el

tiempo de los tiempos, el fin de los fines.

La Santa Iglesia será oscurecida, el mundo quedará consternado. Pero

he ahí a Enoch y a Elías, llenos del Espíritu de Dios; predicarán con la fuerza

de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas

serán consoladas; harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo y

condenarán los errores diabólicos del Anticristo.

¡Ay de los habitantes de la tierra! Sobrevendrán guerras sangrientas,

hambres, pestes y enfermedades contagiosas; lluvias de un granizo espantoso;

tempestades que arruinarán ciudades; terremotos que engullirán países; se

oirán voces en el aire; los hombres se romperán la cabeza contra los muros;

llamarán a la muerte y, por otra parte, la muerte será su suplicio. Correrá la

sangre por todas partes. ¿Quién podrá perseverar, si Dios no disminuye el

tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y las oraciones de los justos

Dios se aplacará. Enoch y Elías serán martirizados. Roma pagana

desaparecerá. Caerá fuego del Cielo y consumirá tres ciudades. El universo

entero será preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado

al verdadero Cristo, que vivía entre ellos. Ha llegado el tiempo: el sol se

oscurece; sólo la Fe vivirá.

He aquí el tiempo: el abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las

tinieblas. He aquí la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del

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mundo. Se remontará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo; será

lanzado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá, y la tierra, que durante

tres días estará en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego y la

bestia se hundirá para siempre, con todos los suyos, en los abismos eternos del

infierno.

Entonces el agua y el fuego purificarán la tierra y consumirán todas las

obras del orgullo de los hombres y todo será renovado: Dios será servido y

glorificado!”

II. II. El Modernismo: Encíclica “Pascendi” de Su Santidad

San Pío X

II. II. 1. Introducción

Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiado de lo

alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el

depósito tradicional de la Santa Fe, tanto frente a las novedades profanas de la

doctrina como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época

alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su

Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género

humano, “hombres de doctrinas perversas”1, “charlatanes y engañadores de

la gente”2, “impostores y engañados al mismo tiempo”

3.

Gravedad de los errores modernistas

1. Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en

modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con

artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las

energías vitales de la Santa Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera

posible, el reino de Nuestro Señor Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso,

si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la

bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha

de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo

exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya

ir a buscar los fabricantes de errores y herejías entre los enemigos declarados: se

ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio de

la Santa Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos

declarados.

Hablamos, venerados hermanos, de un gran número de católicos seglares

y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de

amor a la Santa Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y

teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con

venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se

1. Hechos de los Apóstoles XX, 30

2. Tito I, 10

3. II Timoteo III, 13

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presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Santa

Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más

sagrado en la obra de Nuestro Señor Jesucristo, sin respetar ni aun la propia

persona del Divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría

de puro y simple hombre.

2. Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los

enemigos de la Santa Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que,

prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus

doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Santa

Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido

peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la

Santa Iglesia, no desde afuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está

casi en las entrañas mismas de la Santa Iglesia y en sus mismas venas; y el daño

producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo

conocen a la Santa Iglesia4. Añadáse que han aplicado la segur no a las ramas, ni

tampoco a débiles retoños, sino a la raiz misma; esto es, a la Fe y a sus fibras

más profundas. Mas una vez herida esa raiz de vida inmortal, se empeñan en que

circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna

de la Fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por

corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica

es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al

católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que facilmente sorprenden a los

incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias

que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia.

Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad,

constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a

granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables.

Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han

pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan

corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten

para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que solo es obra de la

tenacidad y del orgullo.

A la verdad, Nos habíamos esperado que algún día volvieran sobre sí, y

por esta razón habíamos empleados con ellos, primero, la dulzura como con

hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad,

las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad

de nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la cabeza para erguirla enseguida

con mayor orgullo. Ahora bien: si solo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez

disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de

4. Cf. El 29 de junio de 1972, el Papa San Pablo VI, desde la Basílica de San Pedro, denunciaba el ataque de estos

enemigos internos con estas palabras: “el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios..., se creía que

después del Concilio Vaticano II, había llegado una jornada de sol para la historia de la Santa Iglesia , ha

venido, en cambio, una jornada de nubes, de tempestad, y de oscuridad”; igualmente el Papa Benedicto XVI,

antes de iniciar su pontificado, denuncó abiertamente cuánto se ha agitado la barca de la Santa Iglesia en el

oceano de la historia, por parte de teorías que no son católicas, pero que se han logrado infiltrar en el pensamiento

católico y al interior de la Santa Iglesia Católica, y el mismo día de su inicio como sucesor del Apóstol San

Pedro, pidió oraciones, para que Dios lo asistiera y lo protegiera de los lobos que se encontraban en medio de él y

al interior de la Santa Iglesia, y para que no huyera ante ellos por el miedo de no enfrentarlos; ver: Lista

Cronológica de los Papas. 260. San Pablo VI. Págs. 152-153. 263. Benedicto XVI. Págs.155-167

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silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la mascara a esos

hombres y de mostrarlos a la Santa Iglesia entera tales cuales son en realidad.

3. Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y

con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer

jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en

cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se

les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad estas son

perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas

mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre

sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los

remedios más adecuados para cortar el mal

II. II. 2. Exposición de las doctrinas modernistas

Para mayor claridad en materia tan compleja, preciso es advertir ante todo

que cada modernista presenta y reúne en sí mismo variedad de personajes,

mezclando, por decirlo así, al filósofo, al creyente, al apologista, al reformador;

personajes todos que conviene distinguir singularmente si se quiere conocer a

fondo su sistema y penetrar en los principios y consecuencias de sus doctrinas.

4. Comencemos ya por el filósofo. Los modernistas establecen, como base

de su filosofía religiosa, la doctrina comúnmente llamada agnosticismo. La razón

humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir, de las

cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni

derecho de franquear los límites de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse

hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las

creaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser

objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece, que Dios de

ningún modo puede ser sujeto de la historia.

Después de esto, ¿qué será de la teología natural, de los motivos de

credibilidad, de la revelación externa? No es difícil comprenderlo. Suprimen

pura y simplemete todo esto para reservarlo al intelectualismo, sistema que,

según ellos, excita compasiva sonrisa y está sepultado hace largo tiempo.

Nada les detiene, ni aun las condenaciones de la Santa Iglesia contra

errores tan mostruosos. Porque el Concilio Vaticano (I) decretó lo que sigue: “si

alguno dijere que la luz natural de la razón humana es incapaz de conocer con

certeza, por medio de las cosas creadas, el único y verdadero Dios, nuestro

Creador y Señor, sea anatema”5. Igualmente: “si alguno dijere no ser posible o

conveniente que el hombre sea instruido, mediante la revelación divina, sobre

Dios y sobre el culto a él debido, sea anatema”6. Y por último: “si alguno dijere

que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que,

en consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración

privada deben ser movidos los hombres a la Fe, sea anatema”7.

5. De revelatione. Can. 1

6. Ibíd. Can 2

7. De fide. Can. 2

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Ahora, de qué manera los modernistas pasan del agnosticismo, que no es

sino ignorancia, al ateísmo científico e histórico, cuyo carácter total es, por lo

contrario, la negación; y, en consecuencia, por qué derecho de raciocinio, desde

ignorar si Dios ha intervenido en la historia del género humano hacen el tránsito

a explicar esa misma historia con independencia de Dios, de quien se juzga que

no ha tenido, en efecto, parte en el proceso histórico de la humanidad, conózcalo

quien pueda.

Es indudable que los modernistas tienen como ya establecida y fija una

cosa, que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la historia; en la esfera de una y

otra no admiten sino fenómenos: Dios y lo divino quedan desterrados.

Pronto veremos las consecuencias de doctrina tan absurda cómo fluyen

con respecto a la sagrada persona del Salvador, a los misterios de su vida y

muerte, de su resurrección y ascensión gloriosa.

5. Agnosticismo este que no es sino el aspecto negativo de la doctrina de

los modernistas; el positivo está constituido por la llamada inmanencia vital.

El tránsito de uno al otro es como sigue: natural o sobrenatural, la religión,

como todo hecho, exige una explicación. Pues bien: una vez repudiada la

teología natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a la revelación al

desechar los motivos de credibilidad; más aún, abolida por completo toda

revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del hombre la

explicación apetecida, y debe hallarse en lo interior del hombre; pero como la

religión es una forma de la vida, la explicación ha de hallarse exclusivamente en

la vida misma del hombre. Por tal procedimiento se llega a establecer el

principio de la inmanencia religiosa. En efecto, todo fenómeno vital –y ya queda

dicho que tal es la religión- reconoce por primer estimulante cierto impulso o

indigencia, y por primera manifestación, ese movimiento del corazón que

llamamos sentimiento. Por esta razón, siendo Dios el objeto de la religión,

siguese de lo expuesto que la Fe, principio y fundamento de toda religión, reside

en un sentimiento íntimo engendrado por la indigencia divina. Por otra parte,

como esa indigencia de lo divino no se siente sino en conjuntos determinados y

favorables, no puede pertenecer de suyo a la esfera de la conciencia; al principio

yace sepultada bajo la conciencia, o, para emplear un vocablo tomado de la

filosofía moderna, en la subconsciencia, donde también su raiz permanece

escondida e inaccesible.

¿Quiere ahora saberse en qué forma esa indigencia de lo divino, cuando el

hombre llegue a sentirla, o, logra por fin convertirse en religión? Responden los

modernistas: la ciencia y la historia están encerradas entre dos límites: uno

exterior, el mundo visible; otro interior, la conciencia. Llegadas a uno de éstos,

imposible es que pasen adelante la ciencia y la historia; más allá está lo

incognoscible. Frente ya a este incognoscible , tanto al que está fuera del

hombre, más allá de la naturaleza visible, como al que está en el hombre mismo,

en las profundidades de la subconsciencia, la indigencia de lo divino, sin juicio

alguno previo (lo cual es puro fideismo) suscita en el alma, naturalmente

inclinada a la religión, cierto sentimiento especial, que tiene por distintivo en

envolver en sí mismo la propia realidad de Dios, bajo el doble concepto de

objeto y de causa íntima del sentimiento, y el unir en cierta manera al hombre

con Dios. A este sentimiento llaman Fe los modernistas: tal es para ellos el

principio de la religión.

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6. Pero no se detiene aquí la filosofía o, por mejor decir, el delirio

modernista. Pues en ese sentimiento los modernistas no solo encuentran la Fe,

sino que con la Fe y en la misma Fe, según ellos la entienden, afirman que se

verifica la revelación. Y, en efecto, ¿qué más puede pedirse para la revelación?

¿No es ya una revelación, o al menos un principio de ella, ese sentimiento que

aparece en la conciencia, y Dios mismo, que en ese preciso sentimiento religioso

se manifiesta al alma aunque todavía de un modo confuso? Pero, añaden aún,

desde el momento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la Fe, tenemos

ya que aquella revelación versa sobre Dios y procede de Dios; luego tiene a Dios

como revelador y como revelado. De aquí, venerables hermanos, aquella

afirmación tan absurda de los modernistas de que toda religión es a la vez natural

y sobrenatural, según los diversos puntos de vista. De aquí la indistinta

significación de conciencia y revelación. De aquí, por fin, la ley que erige a la

conciencia religiosa en regla universal, totalmente igual a la revelación, y a la

que todos deben someterse, hasta la autoridad suprema de la Santa Iglesia, ya la

doctrinal, ya la preceptiva en lo sagrado y en lo disciplinar.

7. Sin embargo, en todo este proceso, de donde, en sentir de los

modernistas, se originan la Fe y la revelación, a una cosa ha de atenderse con

sumo cuidado, por su importancia no pequeña, vistas las consecuencias

histórico-críticas que de allí, según ellos, se derivan.

Porque lo incognoscible, de que hablan, no se presenta a la Fe como algo

aislado o singular, sino, por lo contrario, con íntima dependencia de algún

fenómeno, que, aunque pertenece al campo de la ciencia y de la historia, de

algún modo sale fuera de sus límites; ya sea ese fenómeno un hecho de la

naturaleza, que envuelve en sí algún misterio, ya un hombre singular cuya

naturaleza, acciones y palabras no pueden explicarse por las leyes comunes de la

historia. En este caso la Fe, atraída por lo incognoscible, que se presenta junto

con el fenómeno, abarca a éste todo entero y le comunica, en cierto modo, su

propia vida. Síguense dos consecuencias.

En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno, esto es,

en cuanto es levantado por la Fe sobre sus propias condiciones, con lo cual queda

hecho materia más apta para recibir la forma de lo divino, que la Fe ha de dar.

En segundo lugar, una como desfiguración –llámese así- del fenómeno,

pues la Fe le atribuye lo que en realidad no tiene, al haberle sustraído a las

condiciones de lugar y tiempo; lo que acontece, sobre todo, cuando se trata de

fenómenos del tiempo pasado, y tanto más cuanto más antiguos fueren.

De ambas cosas sacan, a su vez, los modernistas, dos leyes, que, juntas con

la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la crítica histórica. Un

ejemplo lo aclarará: lo tomamos de la persona de Cristo. En la persona de Cristo,

dicen, la ciencia y la historia ven solo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la

primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto

presente carácter divino. Por la segunda ley, la persona histórica fue

transfigurada por la Fe; es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las

condiciones históricas. Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue

desfigurada por la Fe; luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y

todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educación, lugar y

tiempo en que vivió.

Extraña manera, sin duda, de raciocinar, pero tal es la crítica modernista.

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8. En consecuencia, el sentimiento religioso, que brota por vital

inmanencia de los senos de la subconsciencia, es el germen de toda religión y la

razón asimismo de todo cuanto en cada haya habido o habrá. Oscuro y casi

informe en un principio, tal sentimiento, poco a poco y bajo el influjo oculto de

aquel arcano principio que lo produjo, se robusteció a la par del progreso de la

vida humana, de la que es –ya lo dijimos- una de sus formas.

Tenemos así explicado el origen de toda religión, aún de la sobrenatural:

no son sino aquel puro desarrollo del sentimiento religioso. Y nadie piense que la

católica quedará exceptuada: queda a nivel de las demás en todo. Tuvo origen en

la conciencia de Cristo, varón de privilegiadísima naturaleza, cual jamás hubo ni

habrá, en virtud del desarrollo de la inmanencia vital, y no de otra manera.

¡Estupor causa oir tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones,

tamaña balsfemia!¡Y sin embargo, venerables hermanos, no son los incrédulos

sólo los que tan atrevidamente hablan así; católicos hay, más aún, muchos entre

los sacerdotes, que claramente publican tales cosas y tales delirios presumen

restaurar la Santa Iglesia! No se trata ya del antiguo error que ponía en la

naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural.

Se ha ido mucho más adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra

santísima religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y

espontáneo de la naturaleza. Nada, en verdad, más propio para destruir todo el

orden sobrenatural.

Por lo tanto, el Concilio Vaticano (I), con perfecto derecho, decretó: “si

alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y

perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar

por sí mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de

todo bien, sea anatema”8.

9. No hemos visto hasta aquí, venerables hermanos, que den cabida alguna

a la inteligencia; pero según la doctrina de los modernistas, tiene también su

parte en el acto de Fe, y así conviene notar de que modo.

En aquel sentimiento, dicen, del que repetidas veces hemos hablado,

porque es sentimiento, Dios, ciertamente, se presenta al hombre; pero, como es

sentimiento y no conocimiento, se presenta tan confusa e implicadamente que

apenas o de ningún modo se distingue del sujeto que cree.

Es preciso, pues, que el sentimiento se ilumine con alguna luz para que así

Dios resalte y se distinga. Esto pertenece a la inteligencia, cuyo oficio propio es

el pensar y analizar, y que sirve al hombre para traducir, primero en

representaciones y después en palabras, los fenómenos vitales que en él se

producen. De aquí la expresión tan vulgar ya entre los modernistas: “el hombre

religioso debe pensar su Fe”.

La inteligencia, pues, superponiéndose a tal sentimiento, se inclina hacia

él, y trabaja sobre él como un pintor que, en un cuadro viejo, vuelve a señalar y a

hacer que resalten las líneas del antiguo dibujo: casi de este modo lo explica uno

de los maestros modernistas. En este proceso la mente obra de dos modos:

primero, con un acto natural y expontáneo traduce las cosas en una aserción

simple y vulgar; después, refleja y profundamente, o como dicen, elaborando el

pensamiento, interpreta lo pensado con sentencias secundarias, derivadas de

8. De revelatione. Can. 3

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aquella primera fórmula tan sencilla, pero ya más limitadas y más precisas. Estas

fórmulas secundarias, una vez sancionadas por el magisterio supremo de la Santa

Iglesia, formarán el dogma.

10. Ya hemos llegado en la doctrina modernista a uno de los puntos

principales, al origen y naturaleza del dogma. Este, según ellos, tiene su origen

en aquellas primitivas fórmulas simples que son necesarias en cierto modo a la

Fe, porque la revelación, para existir, supone en la conciencia alguna noticia

manifiesta de Dios. Mas parecen afirmar que el dogma mismo está contenido

propiamente en las fórmulas secundarias.

Para entender su naturaleza es preciso, ante todo, inquirir qué relación

existe entre las fórmulas religiosas y el sentimiento religioso del ánimo. No será

dificil descubrirlo si se tiene encuenta que el fin de tales fórmulas no es otro que

proporcionar al creyente el modo de darse razón de su Fe. Por lo tanto, son

intermedias entre el creyente y su Fe, son signos inadecuados de su objeto,

vulgarmente llamados símbolos; con relación al creyente, son meros

instrumentos. Mas no se sigue en modo alguno que pueda deducirse que

encierren una verdad absoluta; pues, como simbolos, son imágenes de la verdad,

y, por lo tanto, han de acomodarse con el sentimiento religioso, en cuanto éste se

refiere al hombre; como instrumentos, son vehículos de la verdad y, en

consecuencia, tendrán que acomodarse, a su vez, al hombre en cuanto se

relaciona con el sentimiento religioso. Mas el objeto del sentimiento religioso,

por hallarse contenido en lo absoluto, tiene infinitos aspectos que pueden

aparecer sucesivamente, ora uno, ora otro. A su vez, el hombre, al creer, puede

estar en condiciones que pueden ser muy diversas. Por lo tanto, las fórmulas que

llamamos dogma se hallarán expuestas a las mismas vicisitudes, y, por

consiguiente, sujetas a mutación. Así queda expedito el camino hacia la

evolución íntima del dogma.

¡Cúmulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se resquebraja y

destruye toda religión!

11. No sólo puede desenvolverse y cambiar el dogma, sino que debe; tal es

la tesis fundamental de los modernistas, que, por otra parte, fluye de sus

principios.

Pues tienen por una doctrina de las más capitales en su sistema y que

infieren del principio de la inmanencia vital, que las fórmulas religiosas, para

que sean veraderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento,

han de ser vitales y han de vivir la vida misma del sentimiento religioso. Ello no

se ha de entender como si esas fórmulas, sobre todo si son puramente

imaginativas, hayan sido inventadas para remplazar el sentimiento religioso,

pues su origen, numero y, hasta cierto punto, su calidad misma, importan muy

poco; lo que importa es que el sentimiento religioso, después de haberlas

modificado convenientemente, si lo necesitan, se las asimile vitalmente.

Es tanto como decir que es preciso que el corazón acepte y sancione la

fórmula primitiva y que asimismo sea dirigido el trabajo del corazón, con que se

engendran las fórmulas secundarias. De donde proviene que dichas fórmulas,

para que sean vitales, deben ser y quedar asimilidas al creyente y a su Fe. Y

cuando, por cualquier motivo, cese esta adaptación, pierde su contenido

primitivo, y no habrá otro remedio de cambiarlas.

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Dado el carácter tan precario e inestable de las fórmulas dogmáticas, se

comprende bien que los modernistas las menosprecien y tengan por cosa de risa;

mientras, por lo contrario, nada nombran y enlazan sino el sentimiento religioso,

la vida religiosa. Por eso censuran audazmente a la Santa Iglesia como si

equivocara el camino, porque no distingue en modo alguno entre la significación

material de las fórmulas y el impulso religioso y moral, porque adhiriéndose, tan

tenaz como estérilmente, a fórmulas desprovistas de contenido, es ella la que

permite que la misma religión se arruine.

Ciegos, ciertamente, y conductores de ciegos, que, inflados con el soberbio

nombre de ciencia, llevan su locura hasta pervertir el eterno concepto de la

verdad, a la par que la genuina naturaleza del sentimiento religioso: para ello han

fabricado un sistema “en el cual, bajo el impulso de un amor audaz y

desenfrenado de novedades, no buscan dónde ciertamente se halla la verdad y,

despreciando las santas y apostólicas tradiciones, abrazan otras doctrinas vanas,

fútiles, inciertas y no aprobadas por la Santa Iglesia, sobre las cuales –hombres

vanísimos- pretenden fundar y afirmar la misma verdad9.

Tal es, venerables hermanos, el modernista como filósofo.

12. Si, pasando al creyente, se desea saber en qué se distingue, en el

mismo modernista, el creyente del filósofo, es necesario advertir una cosa, y es

que el filósofo admite, sí, la realidad de lo divino como objeto de la Fe; pero esta

realidad no la encuentra sino en el alma misma del creyente, en cuanto es objeto

de su sentimiento y de su afirmación: por lo tanto, no sale del mundo de los

fenómenos. Si aquella realidad existe en sí fuera del sentimiento y de la

afirmación dichos, es cosa que el filósofo pasa por alto y desprecia. Para el

modernista creyente, por lo contrario, es firme y cierto que la realidad de lo

divino existe en sí misma con entera independencia del creyente. Y si se

pregunta en qué se apoya, finalmente, esta certeza del creyente, responde los

modernistas: en la experiencia singular de cada hombre.

13. Con cuya afirmación, mientras se separan de los racionalistas, caen en

la opinión de los protestantes y seudomísticos.

Véase, pues, su explicación. En el sentimiento religioso se descubre una

cierta intuición del corazón; merced la cual, y sin necesidad de medio alguno,

alcanza el hombre la realidad de Dios, y tal persuación de la existencia de Dios y

de su acción dentro y fuera del ser humano, que supera a toda persuación

científica. Lo cual es una verdadera experiencia, y superior a cualquiera otra

racional; y si alguno, como acaece con los racionalistas, la niega, es

simplemente, dicen, porque rehusa colocarse en las condiciones morales

requeridas para que aquélla se produzca. Y tal experiencia es la que hace

verdadera y propiamente creyente al que la ha conseguido.

¡Cuánto dista todo esto de los principios católicos! Semejantes quimeras

las vimos ya reprobadas por el Concilio Vaticano (I).

Cómo tranquean la puerta del ateísmo, una vez admitidas juntamente con

los otros errores mencionados, lo diremos más adelante. Desde luego, es bueno

advertir que de esta doctrina de la experiencia, unida a la otra del simbolismo, se

9. Cf. Gregorio XVI. Carta Encíclica “Singulari Nos” (sobre la condenación de libro: Paroles d‟un croyant, de

Lamennais), del 25 de junio de 1834; ver: Lista Cronológica de los Papas. 252. Gregorio XVI. Pág. 148

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infiere la verdad de toda religión, sin exceptuar el paganismo. Pues qué, ¿no se

encuentran en todas las religiones experiencias de este género? Muchos lo

afirman. Luego ¿cón qué derecho los modernistas negaran la verdad de la

experiencia que afirma el turco, y atribuirán sólo a los católicos las experiencias

verdaderas? Aunque, cierto, no las niegan; más aún, los unos veladamente y los

otros sin rebozo, tienen por verdaderas todas las religiones. Y es manifiesto que

no pueden opinar de otra suerte, pues establecidos sus principios, ¿por qué causa

argüirían de falsedad a una religión cualquiera? No por otra, ciertamente, que por

la falsedad del sentimiento religioso o de la fórmula brotada del entendimiento.

Mas el sentimiento religioso es siempre y en todas partes el mismo, aunque en

ocasiones tal vez menos perfecto; cuanto a la fórmula del entendimiento, lo

único que se exige para su verdad es que responda al sentimiento religioso y al

hombre creyente, cualquiera que sea la capacidad de su ingenio.

Todo lo más que en esta oposición de religiones podrían acaso defender

los modernistas es que la católica, por tener más vida, posee más verdad, y que

es más digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los

orígenes del cristianismo.

Nadie, puestas las precedentes premisas, considerará absurda ninguna de

estas conclusiones.

Lo que produce profundo estupor es que católicos, que sacerdotes a

quienes horrorizan, según Nos queremos pensar, tales mostruosidades, se

conduzcan, sin embargo, como si de lleno las aprobasen; pues tales son las

alabanzas que prodigan a los mantenedores de sus errores, tales los honores que

públicamente les tributan, que hacen creer fácilmente que lo que pretenden

honrar no son las personas, merecedoras acaso de alguna consideración, sino más

bien los errores que a las claras profesan y que se empeñan con todas veras en

espasir entre el vulgo.

14. otro punto hay en esta cuestión de doctrina en abierta contradicción

con la verdad católica.

Pues el principio de la experiencia se aplica también a la Tradición

sostenida hasta aquí por la Santa Iglesia, destruyéndola completamente. A la

verdad, por tradición entienden los modernistas cierta comunicación de alguna

experiencia original que se hace a otros mediante la predicación y en virtud de la

fórmula intelectual; a la cual fórmula atribuyen, además de su fuerza

representativa, como dicen, cierto poder subjetivo, que se ejerce, ora en el

creyente mismo para despertar en él el sentimiento religioso, tal vez dormido, y

restaurar las experiencias que alguna vez tuvo; ora sobre los que no creen aún,

para crear por primera vez en ellos el sentimiento religioso y producir la

experiencia.

Así es como la experiencia religiosa se va propagando extensamente por

los pueblos; no sólo por la predicación en los existentes, más aún en los

venideros, tanto por libros y revistas cuanto por la trasmisión oral de unos a

otros.

Pero esta comunicación de experiencias a veces se arraiga y florece; a

veces envejece al punto y muere. El que reflorezca es para los modernistas un

argumento de verdad, ya que toman indistintamente la verdad y la vida. De lo

cual colegiremos de nuevo que todas las religiones existentes son verdaderas,

pues de otro modo no vivirían.

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15. Con lo expuesto hasta aquí, venerables hermanos, tenemos bastante y

sobrado para formarnos cabal idea de las relaciones que establecen los

modernistas entre la Fe y la ciencia, bajo la cual comprenden también la historia.

Ante todo, se ha de asentar que la materia de una está fuera de la otra y

separada de ella. Pues la Fe versa únicamente sobre un objeto que la ciencia

declara serle incognoscible; de aquí un campo totalmente diverso: la ciencia trata

de los fenómenos, en los que no hay lugar para la Fe; ésta, por lo contrario, se

ocupa enteramente de lo divino, que la ciencia desconoce por completo. De

donde se saca en conclusión que no hay conflictos posibles entre la ciencia y la

Fe; porque si cada una se encierra en una sfera, nunca podrán encontrarse ni, por

lo tanto, contradecirse.

Si tal vez se objeta a eso que hay en la naturaleza visible ciertas cosas que

incumben también a la Fe, como la vida humana de Nuestro Señor Jesucristo,

ellos lo negarán. Pues aunque esas cosas cuenten entre los fenómenos, más en

cuanto las penetra la vida de la Fe, y en la manera arriba dicha, la Fe las

transfigura y desfigura, son arrancadas del mundo sensible y convertidas en

materia del orden divino. Así, al que todavía pregunta más, si Nuestro Señor

Jesucristo ha obrado verdaderos milagros y verdaderamente profetizado lo

futuro; si verdaderamente resucitó y subió a los cielos: no, contestará la ciencia

agnóstica; sí, dirá la Fe. Aquí, con todo, no hay contradicción alguna: la

negación es del filósofo, que habla a los filósofos y que no mira a Nuestro Señor

Jesucristo sino según la realidad histórica; la afirmación es del creyente, que se

dirige a creyentes y que considera la vida de Nuestro Señor Jesucristo como

vivida de nuevo por la Fe y en la Fe.

16. A pesar de eso, se engañaría muy mucho el que creyese que podía

opinar que la Fe y la ciencia por ninguna razón se subordinan la una a la otra; de

la ciencia ni se podría juzgar de ese modo recta y verdaderamente; mas no de la

Fe, que, no sólo por una, sino por tres razones está sometida a la ciencia. Pues,

en primer lugar, conviene notar que todo cuanto incluye cualquier hecho

religioso, quitada su realidad divina y de la experiencia que de ella tiene el

creyente, todo lo demás, y principalmente las fórmulas religiosas, no salen de la

esfera de los fenómenos, y por eso cae bajo el dominio de la ciencia. Séale lícito

al creyente, si le agrada, salir del mundo; pero no obstante, mientras él viva,

jamás escapará, quiéralo o no, de las leyes, observación y fallos de la ciencia y

de la historia.

Además, aunque se ha dicho que Dios es objeto de la sola Fe, esto se

entiende tratándose de la realidad divina y no de la idea de Dios. Esta se halla

sujeta a la ciencia, la cual, filosofando en el orden que se dice lógico, se eleva

también a todo lo que es absoluto e ideal. Por lo tanto la filosofía o la ciencia

tienen el derecho de investigar sobre la idea de Dios, de dirigirla en su

desenvolvimiento y librarla de todo lo extraño que pueda mezclarse; de aquí el

axioma de los modernistas: “la evolución religiosa ha de ajustarse a la moral y

a la intelectual”; esto es, como ha dicho uno de sus maestros, “ha de

subordinarse a ellas”.

Añádase, en fin, que el hombre no sufre en sí la dualidad; por lo cual el

creyente experimenta una interna necesidad que le obliga a armonizar la Fe con

la ciencia, de modo que no disienta de la idea general que la ciencia da de este

mundo universo. De lo que se concluye que la ciencia es totalmente

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independiente de la Fe; pero que ésta, por el contrario, aunque se pregone como

extraña a la ciencia, bebe sometérsele.

Todo lo cual, venerables hermanos, es enteramente contrario a lo que el

Papa Pío IX, nuestro predecesor, enseñaba cuando dijo: “es propio de la

filosofía, en lo que antañe a la religión, no dominar, sino servir; no prescribir lo

que se ha de creer, sino abrazarlo con racional homenaje; no escudriñar la

profundidad de los misterios de Dios, sino reverenciarlos pía y

humildemente”10

.

Los modernistas invierten sencillamante los términos: a los cuales, por

consiguiente, puede aplicarsele lo que ya Gregorio IX, también predecesor

nuestro, escribía de ciertos teólogos de su tiempo: “algunos entre vosotros,

hinchados como odres por el espíritu de la vanidad, se empeñan en traspasar

con profanas novedades los términos que fijaron los Santos Padres, inclinando

la inteligencia de las páginas sagradas... a la doctrina de la filosofía racional,

no fiara algún provecho de los oyentes, sino para ostentación de la ciencia... .

Estos mismos, seducidos por varias y extrañas doctrinas, hacen de la cabeza

cola, y fuerzan a la reina a servir a la esclava11

.

17. Y todo esto, en verdad, se hará más patente al que considera la

conducta de los modernistas, que se acomoda totalmente a sus enseñanzas. Pues

muchos de sus escritos parecen contrarios, de suerte que cualquiera fácilmente

reputaría a sus autores como dudosos e inseguros. Pero lo hacen de propósito y

con toda consideración, por el principio que sostienen sobre la separación mutua

de la Fe y de la ciencia. De aquí que tropecemos en sus libros con cosas que los

católicos aprueban completamente; mientras que en la siguiente página hay otras

que se dirían dictadas por un racionalista.

Por consiguiente, cuando escriben de historia no hacen mencion de la

divinidad de Cristo; pero predicando en los templos la confiesan firmisimamente.

Del mismo modo, en las explicaciones de historia no hablan de concilios ni de

Santos Padres; mas, si enseñan el catecismo, citan honrosamente a unos y otros.

De aquí que distingan también la exégesis teológica y pastoral de la científica e

histórica.

Igualmente, apoyándose en principio de que la ciencia de ningún modo

depende de la Fe, al disertar acerca de la filosofía, historia y crítica, muestran de

mil maneras su desprecio de los maestros católicos, Santos Padres, concilios

ecuménicos y Magisterio eclesiástico, sin horrorizarse de seguir las huellas de

Lutero12

; y si de ellos se les reprende, quéjanse de que se les quita la libertad.

Confesando, en fin, que la Fe ha de subordinarse a la ciencia, a menudo y

abiertamente censuran a la Santa Iglesia, porque tercamente se niega a someter y

acomodar sus dogmas a las opiniones filosóficas; por lo tanto, desterrada con

este fin la teología antigua, pretenden introducir otra nueva que obedezca a los

delirios de los filósofos.

10. Brev. Ad Ep. Wratislav, del 13 de junio de 1857; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 253. Beato Pío

IX. Pág. 148

11. Ep. Ad Magistros Theologia. Paris, non. iul. 1223; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 176. Gregorio

IX. Págs. 134-135

12. Cf. Prop. 29 damn. a; León X. Bula “Exsurge Domine”, del 16 de mayo de 1520: “hásenos abierto el camino

de enervar la autoridad de los concilios, contradecir libremente sus hechos, juzgar sus decretos y confesar

confiadamente lo que parezca verdadero, ya lo apruebe, ya lo repruebe cualquier concilio”; ver: Lista

Cronológica de los Papas. 215. León X. Pág. 140

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a) La Fe

18. Aquí ya, venerables hermanos, se nos abre la puerta para examinar a

los modernistas en el campo teológico. Mas, porque es materia muy escabrosa, la

reduciremos a pocas palabras.

Se trata, pues, de conciliar la Fe con la ciencia, y eso de tal suerte que la

una se sujete a la otra. En este género, el teólogo modernista usa de los mismos

principios que, según vimos, usaba el filósofo, y los adapta al creyente; a saber:

los principios de la inmanencia vital y el simbolismo. Simplicísimo es el

procedimiento. El filósofo afirma: el principio de la Fe es inmanente; el creyente

añade: ese principio es Dios; concluye el teólogo: luego Dios es inmanente en el

hombre. He aquí la inmanencia teológica. De la misma suerte es cierto para el

filósofo que las reprensentaciones del objeto de la Fe son sólo simbólicas; para el

creyente lo es igualmente que el objeto de la Fe es Dios en sí: el teólogo, por

tanto infiere: las representaciones de la realidad divina son simbólicas. He aquí

el simbolismo teológico.

Errores, en verdad grandísimos; y cuán perniciosos sean ambos, se

descubrirá al verse sus consecuencias. Pues, comenzando desde luego por el

simbolismo, como los símbolos son tales respecto del objeto, a la vez que

instrumento respecto del creyente, ha de precaverse éste ante todo, dicen, de

adherirse más de lo conveniente a la fórmula, en cuanto fórmula, usando de ella

únicamente para unirse a la verdad absoluta, que la fórmula descubre y encubre

juntamente, empeñándose luego en expresarlas, pero sin conseguirlo jamás. A

esto añaden, además, que semejantes fórmulas debe emplearlas el creyente en

cuanto le ayuden, pues se le han dado para su comodidad y no como

impedimento; eso sí, respetando el honor que, según la consideración social, se

debe a las fórmulas que ya el magisterio público juzgó idóneas para expresar la

conciencia común y en tanto que el mismo magisterio no hubiese declarado otra

cosa distinta.

Qué opinan realmente los modernistas sobre la inmanencia, difícil es

decirlo: no todos sienten una misma cosa. Unos la ponen en que Dios, por su

acción, está más intimamente presente al hombre que éste a sí mismo: lo cual

nada tiene de reprensible si se entendiera rectamente. Otros, en que la acción de

Dios es una misma cosa con la acción de la naturaleza, como la de la causa

primera con la de la segunda; lo cual, en verdad, destruye el orden sobrenatural.

Por último, hay quienes la explican de suerte que den sospecha de significación

panteísta, lo cual concuerda mejor con el resto de su doctrina.

19. A este postulado de la inmanencia se junta otro que podemos llamar de

permanencia divina: difieren entre sí, casi del mismo modo que difiere la

experiencia transmitida por tradición. Aclarémoslo con un ejemplo sacado de la

Santa Iglesia y de los sacramentos. La Santa Iglesia, dicen, y los sacramentos no

se han de creer, en modo alguno, que fueran instituidos por Cristo. Lo prohíbe el

agnosticismo, que en Cristo no reconoce sino a un hombre, cuya conciencia

religiosa se formó, como en los otros hombres, poco a poco; la prohíbe la ley de

inmanencia, que rechaza las que ellos llaman externas aplicaciones; lo prohíbe

también la ley de la evolución, que pide, a fin de que los gérmenes se

desarrollen, determinando tiempo y cierta serie de circunstancias consecutivas;

finalmente, lo prohíbe la historia, que enseña cómo fue en realidad el verdadero

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curso de los hechos. Sin embargo, debe mantenerse que la Santa Iglesia y los

sacramentos fueron instituidos por Cristo. Pero ¿de qué modo? Todas las

conciencias cristianas estaban en cierta manera incluidas virtualmente, como la

planta en la semilla, en la ciencia de Cristo. Y como los gérmenes viven la vida

de la simiente, así hay que decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo.

Más la vida de Cristo, según la Fe, es divina: luego también la vida de los

cristianos. Si, pues, esta vida, en el transcurso de las edades, dio principio a la

Santa Iglesia y los sacramentos, con toda razón se dirá que semejante principio

proviene de Cristo y es divino. Así, cabalmente concluye que son divinas las

Sagradas Escrituras y divinos los dogmas.

A esto, poco más o menos, se reduce, en realidad, la teología de los

modernistas: pequeño caudal, sin duda, pero sobreabundante si se mantiene que

la ciencia debe ser siempre y en todo obedecida.

Cada uno verá por sí fácilmente la aplicación de esta doctrina a todo lo

demás que hemos de decir.

b) El dogma

20. Hasta aquí hemos tratado del origen y naturaleza de la Fe. Pero, siendo

muchos los brotes de la Fe, principalmente la Santa Iglesia, el dogma, el culto,

los libros que llamamos santos, conviene examinar qué enseñan los modernistas

sobre estos puntos. Y comenzando por el dogma, cuál sea su origen y naturaleza,

arriba lo indicamos. Surge aquél de cierto impulso o necesidad, en cuya virtud el

creyente trabaja sobre sus pensamientos propios, para así ilustrar mejor su

conciencia y la de los otros. Todo este trabajo consiste en penetrar y pulir la

primitiva fórmula de la mente, no en sí misma, según el desenvolvimiento

lógico, sino según las circunstancias o, como ellos dicen con menos propiedad,

vitalmente. Y así sucede que, en torno a aquélla, se forman poco a poco, como ya

insinuamos, otras fórmulas secundarias; las cuales, reunidas después en un

cuerpo y en un edificio doctrinal, así que son sancionadas por el magisterio

público, puesto que responden a la conciencia común, se denominan dogma. A

éste se han de contraponer cuidadosamente las especulaciones de los teólogos,

que aunque no vivan la vida de los dogmas, no se han de considerar del todo

inútiles, ya para conciliar la religión con la ciencia y quitar su oposición, ya para

ilustrar extrínsecamente y defender la misma religión; y acaso también podrán

ser útiles para allanar el camino a algún nuevo dogma futuro.

En lo que mira al culto sagrado, poco habría que decir a no comprenderse

bajo este título los sacramentos, sobre los cuales defienden los modernistas

gravísimos errores. El culto, según enseñan, brota de un doble impulso o

necesidad; porque en su sistema, como hemos visto, todo se engendra, según

ellos aseguran, en virtud de impulsos íntimos o necesidades. Una de ellas es para

dar a la religión algo de sensible; la otra a fin de manifestarla; lo que no puede en

ningún modo hacerse sin cierta forma sensible y actos santificantes, que se han

llamado sacramentos. Estos, para los modernistas, son puros símbolos o signos;

aunque no destruidos de fuerza. Para explicar dicha fuerza, se valen del ejemplo

de ciertas palabras que vulgarmente se dice haber hecho fortuna, pues tienen la

virtud de propagar ciertas nociones poderosas e impresionan de modo

extraordinario los ánimos superiores. Como esas palabras se ordenan a tales

nociones, así los sacramentos se ordenan al sentimiento religioso: nada más.

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Hablarían con mayor claridad si afirmasen que los sacramentos se instituyeron

únicamente para alimentar la Fe; pero eso ya lo condenó el Concilio de Trento:

“si alguno dijere que estos sacramentos no fueron instituidos sino sólo para

alimentar la Fe, sea anatema”13

.

c) Los libros sagrados

21. Algo hemos indicado sobre la naturaleza y origen de los libros

sagrados. Conforme al pensar de los modernistas, podría no definirlos

rectamente como una colección de experiencias, no de las que estén al alcance de

cualquiera, sino de las extraordinarias e insignes, que suceden en toda religión.

Eso cabalmente enseñan los modernistas sobre nuestros libros, así del

Antiguo como del Nuevo Testamento. Es sus opiniones, sin embargo, advierten

astutamente que, aunque la experiencia pertenezca al tiempo presente, no obsta

para que tome la materia de lo pasado y aun de lo futuro, en cuanto al creyente, o

por el recuerdo de nuevo vive lo pasado a menera de lo presente, o por

anticipación hace lo propio con lo futuro. Lo que explica cómo puede

computarse entre los libros sagrados los históricos y apocalipticos. Así, pues, en

esos libros Dios habla en verdad por medio del creyente; más, según quiere la

teología de los modernistas, sólo por la inmanencia y permanencia vital.

Se preguntará: ¿qué dicen, entonces, de la inspiración? Esta, contestan, no

se distingue sino, acaso, por el grado de vehemencia, del impulso que siente el

creyente de manifestar su Fe de palabra o por escrito. Algo parecido tenemos en

la inspiración poética; por lo que dijo uno: “Dios está en nosotros: al agitarnos

Él, nos enardecemos”. Así es como se debe afirmar que Dios es el origen de la

inspiración de los Sagrados Libros.

Añaden, además, los modernistas que nada absolutamente hay en dichos

que carezca de semejante inspiración. En cuya afirmación podría uno creerlos

más ortodoxos que a otros modernos que restringen algo la inspiración, como,

por ejemplo, cuando excluyen de ellas las citas que se llaman tácitas. Mero juego

de palabras, simples apariencias. Pues si juzgamos la Sagrada Biblia según el

agnosticismo, a saber: como una obra humana compuesta por los hombres para

los hombres, aunque se de al teólogo el derecho de llamarla divina por

inmanencia, ¿cómo, en fin, podrá restringirse la inspiración? Aseguran, sí, los

modernistas la inspiración universal de los libros sagrados, pero en el sentido

católico no admiten ninguna.

d) La Santa Iglesia

22. Más abundante materia de hablar ofrece cuando la escuela modernista

fantasea acerca de la Santa Iglesia.

Ante todo, suponen que debe su origen a una doble necesidad: una, que

existe en cualquier creyente, y principalmente en el que ha logrado alguna

primitiva y singular experiencia para comunicar a otros su Fe; otra, después que

la Fe ya se hecho común entre muchos, está en la colectividad, y tiende a

reunirse en sociedad para conservar, aumentar, propagar el bien común. ¿Qué

viene a ser, pues, la Santa Iglesia? Fruto de la conciencia colectiva o de la unión

13. Sessione 7. De sacramentis in genere. Can. 5; cf. Ver: De los Sacramentos en General. Págs. 193-297

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de las ciencias particulares, las cuales, en virtud de la permanencia vital,

dependen de su primer creyente, esto es de Cristo, si se trata de los católicos.

Ahora bien: cualquier sociedad necesita de una autoridad rectora que tenga

por oficio encaminar a todos los socios a un fin común y conservar

prudentemente los elementos de cohesión, que en una sociedad religiosa

consisten en la doctrina y el culto. De aquí surge, en la Santa Iglesia Católica,

una triple autoridad: disciplinar, dogmática, litúrgica.

La naturaleza de esta autoridad se ha de colegir de su origen: y de su

naturaleza se deducen los derechos y obligaciones. En las pasadas edades fue un

error común pensar que la autoridad venía de fuera a la Santa Iglesia, esto es,

inmediatamente de Dios; y por eso, con razón, se la consideraba como

autócratica. Pero tal creencia ahora ya está envejecida. Y así como se dice que la

Santa Iglesia nace de la colectividad de las conciencias, por igual manera la

autoridad procede vitalmente de la Santa Iglesia. La autoridad, pues, lo mismo

que la Santa Iglesia, brota de la conciencia religiosa, a la que, por lo tanto, está

sujeta: y, si desprecia esa sujeción, obra tiránicamente. Vivimos ahora en una

época en que el sentimiento de la libertad ha alcanzado su mayor altura. En el

orden civil, la conciencia pública introdujo el régimen popular. Pero la

conciencia del hombre es una sola, como la vida. Luego si no se quiere excitar y

fomentar la guerra intestina en las conciencias humanas, tiene la autoridad

eclesiástica el deber de usar las formas democráticas, tanto más cuanto que, si no

las usa, le amenaza la destrucción. Loco, en verdad, sería quien pensara que en el

ansia de la libertad, que hoy florece pudiera hacerse alguna vez cierto retroceso.

Estrechada y acorralada por la violencia, estallará con más fuerza, y lo arrastrará

todo –Santa Iglesia y religión- juntamente.

Así discurren los modernistas, quienes se entregan, por lo tanto, de lleno a

buscar los medios para conciliar la autoridad de la Santa Iglesia con la libertad

de los creyentes.

23. Pero no solo dentro del recinto doméstico tiene la Santa Iglesia gentes

con quienes conviene que se entiendan amistosamente: también las tiene fuera.

No es ella la única que habita en el mundo; hay asimismo otras sociedades a las

que no puede negar el trato y comunicación. Cuáles, pues, sean sus derechos,

cuáles sus deberes en orden a las sociedades civiles es preciso determinar; pero

ello tan solo con arreglo a la naturaleza de la Santa Iglesia, según los modernistas

nos la han descrito.

En lo cual se rigen por las mismas reglas que para la ciencia y la Fe

mencionamos. Allí se hablaba de objetos, aquí de fines. Y así como por razón del

objeto, según vimos, son la Fe y la ciencia extrañas entre si, de idéntica suerte lo

son el Estado y la Santa Iglesia por sus fines: es temporal el de aquél, espiritual

el de ésta. Fue ciertamente lícito en otra época subordinar lo temporal a lo

espiritual y hablar de cuestiones mixtas, en las que la Santa Iglesia intervenía

cual reina y señora, porque se creía que la Santa Iglesia había sido fundada

inmediatamente por Dios, como autor del orden sobrenatural. Pero todo esto ya

está rechazado por filósofos e historiadores. Luego el Estado se debe separar de

la Santa Iglesia; como el católico del ciudadano. Por lo cual todo católico, al ser

también ciudadano, tiene el derecho y la obligación, sin cuidarse de la autoridad

de la Santa Iglesia, pospuestos los deseos, concejos y preceptos de ésta, y aun

despreciadas sus representaciones, de hacer lo que juzgue más conveniente para

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utilidad de la patria. Señalar bajo cualquier pretexto al ciudadano el modo de

obrar es un abuso del poder eclesiástico que con todo esfuerzo debe rechazarse y

condenarse.

Las teorías de donde estos errores manan, venerables hermanos, son

ciertamente las que solemnemente condenó nuestro predecesor Pío VI en su

Constitución Apostólica Auctorem fidei14

.

24. Mas no le satisface a la escuela de los modernistas que el Estado sea

separado de la Santa Iglesia. Así como la Fe, en los elementos –que llaman-

fenoménicos, debe subordinarse a la ciencia, así en los negocios temporales la

Santa Iglesia debe someterse al Estado. Tal vez no lo digan abiertamente, pero

por la fuerza del raciocinio se ven obligados a admitirlo. En efecto, admitido que

en las cosas temporales sólo el Estado puede poner mano, si acaece que algún

creyente, no contento con los actos interiores de religión, ejecuta otros

exteriores, como la administración y recepción de sacramentos, éstos caerán

necesariamente bajo el dominio del Estado. Entonces, ¿qué será de la autoridad

eclesiástica? Como ésta no se ejercita sino por actos externos, quedará

plenamente sujeta al Estado. Muchos protestantes liberales, por la evidencia de

esta conclusión, suprimen todo culto externo sagrado, y aun también toda

sociedad externa religiosa, y tratan de introducir la religión que llaman

individual.

Y hasta este punto no llegan claramente los modernistas, piden entre tanto,

por lo menos, que la Santa Iglesia, de su voluntad, se dirija donde ellos la

empujan y que se ajuste a las formas civiles. Esto por lo que añade a la autoridad

disciplinar.

Porque muchísimo peor y más pernicioso es lo que opinan sobre la

autoridad doctrinal y dogmática. Sobre el Magisterio de la Santa Iglesia, he aquí

como discurren. La sociedad religiosa no puede verdaderamente ser una si no es

una la conciencia de los socios y una la fórmula de que se valgan. Ambas unidas

exigen una especie de inteligencia universal a la que incumba encontrar y

determinar la fórmula que mejor corresponda a la conciencia común, y a aquella

inteligencia le pertenece también toda la necesaria autoridad para imponer a la

comunidad la fórmula establecida. Y en esa unión como fusión, tanto de la

inteligencia que elige la fórmula cuanto de la potestad que la impone, colocan los

modernistas el concepto del magisterio eclesiástico. Como, en resumidas

cuentas, el magisterio nace de las conciencias individuales y para bien de las

mismas conciencias se le ha impuesto el cargo público, síguese forzosamente

que depende de las mismas conciencias y que, por lo tanto, debe someterse a las

formas populares. Es, por lo tanto, no uso, sino un abuso de la potestad que se

concedió para utilidad prohibir a las conciencias individuales manifestar clara y

abiertamente los impulsos que sienten, y cerrar el camino a la crítica

impidiéndole llevar el dogma a sus necesarias evoluciones.

14. Proposición 2: “la proposición que dice que la postestad ha sido dada por Dios a la Santa Iglesia para

comunicarla a los Pastores, que son sus ministros, en orden a la salvación de las almas; entendida de modo que

de la comunidad de los fieles se deriva en los Pastores el poder del ministerio y régimen eclesiástico, es

herética”. Proposición 3: “además, la que afirma que el Pontífice Romano es cabeza ministerial, explicada de

suerte que el Romano Pontífice, no de Cristo en la persona de San Pedro, sino de la Santa Iglesia reciba la

potestad de ministerio que, como sucesor del bienaventurado Apóstol Pedro, verdadero Vicario de Cristo y

cabeza de toda la Santa Iglesia, posee en la universal Iglesia, es herética”; cf. Ver: Lista Cronológicas de los

Papas. 248. Pío VI. Págs. 146-147

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De igual manera, en el uso mismo de la potestad, se ha de guardar

moderación y templanza. Condenar y proscribir un libro cualquiera, sin

conocimiento del autor, sin admitirle ni explicación ni discusión alguna, es en

verdad algo que raya a tiranía.

Por lo cual se ha de buscar aquí un camino intermedio que deje a salvo los

derechos de todos de la autoridad y de la libertad. Mientras tanto, el católico

debe conducirse de modo que en público se muestre muy obediente a la

autoridad, sin que por ello cese de seguir las inspiraciones de su propia

personalidad.

En general, he aquí lo que impone a la Santa Iglesia: como el fin único de

la potestad eclesiástica se refiere sólo a cosas espirituales, se ha de desterrar todo

aparato externo y la excesiva magnificencia con que ella se presenta ante quienes

la contemplan. En lo que seguramente no se fijan es en que, si la religión

pertenece a las almas, no se restringe, sin embargo, sólo a las almas, y que el

honor tributado a la autoridad recae en Cristo, que la fundó.

e) La evolución

25. Para terminar toda esta materia sobre la Fe y sus “variantes gérmenes”

resta, venerables hermanos, oir, en último lugar, las doctrinas de los modernistas

acerca del desenvolvimiento de entrambas cosas.

Hay aquí un principio general: en toda religión que viva, nada existe que

no sea variable y que, por lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo que en

su doctrina es casi lo capital, a saber: la evolución. Sí, pues, no queremos que el

dogma, la Santa Iglesia, el culto sagrado, los libros que como santos

reverenciamos y aun la misma Fe languidezcan con el frío de la muerte, deben

sujetarsen a las leyes de la evolución. No sorprenderá esto si se tiene en cuenta lo

que sobre cada una de las cosas enseñan los modernistas. Porque, puesta la ley

de la evolución, hallamos descrita por ellos mismos la forma de la evolución. Y

en primer lugar en cuanto a la Fe. La primitiva forma de la Fe, dicen, fue

rudimentaria y común para todos los hombres, porque brotaba de la misma

naturaleza y vida humana. Hízola progresar la evolución vital, no por la

agregación externa de nuevas formas, sino por una creciente penetración del

sentimiento religioso en la conciencia. Aquel progreso se realizó de dos modos:

en primer lugar, negativamente, anulando todo elemento extraño, como, por

ejemplo, el que provenía de la familia o nación; después, positivamente, merced

al perfeccionamiento intelectual y moral del hombre; con ello, la noción de lo

divino se hizo más amplia y más clara, el sentimiento religioso resultó más

elevado. Las mismas causas que trajimos antes para explicar el origen de la Fe

hay que asignar a su progreso. A lo que hay que añadir ciertos hombres

extraordinarios (que nosotros llamamos profetas, entre los cuales el más

excelente fue Cristo), ya porque en su vida y palabras manifestaron algo de

misterioso que la Fe atribuía a la divinidad, ya porque lograron nuevas

experiencias, nunca antes vistas, que respondían a la exigencia religiosa de cada

época.

Mas la evolución del dogma se origina principalmente de que hay que

vencer los impedimentos de la Fe, sojuzgar a los enemigos y refutar las

contradicciones. Júntese a esto cierto esfuerzo perpetuo para penetrar mejor todo

en cuanto en los arcanos de la Fe se contiene. Así, omitiendo otros ejemplos,

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sucedió con Cristo: aquello más o menos divino que él admitía la Fe fue

creciendo insensiblemente y por grados hasta que, finalmente, se le tuvo por

Dios.

En la evolución del culto, el factor principal es la necesidad de

acomodarse a las costumbres y tradiciones populares, y también la de disfrutar

el valor que ciertos actos han recibido de la costumbre.

En fín, la Santa Iglesia encuentra la existencia de su evolución en que tiene

necesidad de adaptarse a las circunstancias históricas y a las formas

públicamente ya existentes del régimen civil.

Así es entonces como estos modernistas siempre hablan de cada cosa en

particular.

Aquí, empero, antes de seguir adelante, queremos que se advierta bien esta

doctrina de las necesidades o indigencias (o sea, el lenguaje vulgar, dei bisogni,

como ellos la llaman más expresivamente), pues ella es como la base y

fundamento no sólo de cuanto ya hemos visto, sino también del famoso método

que ellos denominan histórico.

26. Insistiendo aún en la doctrina de la evolución, debe además advertirse

que, si bien las indigencias o necesidades impulsan a la evolución, si la

evolución fuese regulada no más que por ellas, traspasando fácilmente los fines

de la tradición y arrancada, por lo tanto, de su primitivo principio vital, se

encaminará más bien a la ruina que al progreso. Por lo que, ahondando más en la

mente de los modernistas, diremos que la evolución proviene del encuentro

opuesto de dos fuerzas, de las que una estimula el progreso mientras la otra

pugna por la conservación.

La fuerza conservadora reside vigorosa en la Santa Iglesia y se contiene en

la tradición. Represéntala la autoridad religiosa, y eso tanto por derecho, pues es

propio de la autoridad defender su tradición, como de hecho, puesto que, al

hallarse fuera de las contingencias de la vida, pocos o ningún estímulo siente que

la induzcan al progreso. Al contrario, en las conciencias de los individuos se

oculta y se agita una fuerza que impulsa al progreso, que responde a interiores

necesidades y que se oculta y se agita sobre todo en las conciencias de los

particulares, especialmente de aquellos que están, como dicen, en contacto más

particular e íntimo con la vida. Observad aquí, venerables hermanos, cómo

yergue su cabeza aquella doctrina tan perniciosa que furtivamente introduce en la

Santa Iglesia a los laicos como elementos del progreso.

Ahora bien: de una especie de mutuo convenio y pacto entre la fuerza

conservadora y la progresista, esto es, entre la autoridad y la conciencia de los

particulares, nacen el progreso y los cambios. Pues las conciencias privadas, o

por lo menos algunas de ellas, obran sobre la conciencia colectiva; ésta, a su vez,

sobre las autoridades, obligandolas a pactar y someterse a lo ya pactado.

Fácil es ahora comprender por qué los modernistas se admiran tanto

cuando comprenden que se les reprende o castiga. Lo que se les achaca como

culpa, lo tienen ellos como un deber de conciencia.

Nadie mejor que ellos comprenden las necesidades de las conciencias,

pues la penetran más íntimamente que la autoridad eclesiástica. En cierto modo

reúnen en sí mismos aquellas necesidades, y por eso se sienten obligados a

hablar y escribir públicamente. Castíguelos, si gusta, la autoridad; ellos se

apoyan en la conciencia del deber, y por íntima experiencia saben que se les debe

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alabanzas y no reprensiones. Ya se les alcanza que ni el progreso se hace sin

luchas ni hay luchas sin víctimas: sean ellos, pues, las víctimas, a ejemplo de los

profetas y Cristo. Ni porque se les trate mal odian a la autoridad; confiesan

voluntariamente que ellas cumplen su deber. Sólo se quejan de que no se les

oiga, porque así se retrasa el “progreso” de las almas; llegará, no obstante, la

hora de destruir esas tardanzas, pues las leyes de la evolución pueden refrenarse,

pero no del todo aniquilarse. Continúan ellos por el camino emprendido; lo

continúan, aun después de reprendidos y condenados, encubriendo su increíble

audacia con la máscara de una aparente humildad. Doblan fíngidamente sus

cervices, pero con sus hechos y con sus planes prosiguen más atrevidos lo que

emprendieron.

Y obran así a ciencia y conciencia, ora porque creen que la autoridad debe

ser estimulada y no destruida, ora porque les es necesario continuar en la Santa

Iglesia, a fin de cambiar insensiblemente la conciencia colectiva. Pero, al afirmar

eso, no caen en la cuenta de que reconocen que disiente de ellos la conciencia

colectiva, y que, por lo tanto, no tienen derecho alguno de ir proclamándose

intérpretes de la misma.

27. Así, pues, venerables hermanos, según la doctrina y maquinaciones de

los modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Santa Iglesia. En la cual

sentencia les precedieron aquellos de quienes nuestro predecesor Pío IX ya

escribía: “esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas

alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y sacrílega osadía,

introducirlo en la religión católica, como si la religión fuese obra de los

hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con trazas humanas pueda

perfeccionarse”15

.

Cuanto a la revelación, sobre todo, y a los dogmas, nada se halla de nuevo

en la doctrina de los modernistas, pues es la misma reprobada ya en el Syllabus,

de Pío IX, y enunciada así: “la revelación divina es imperfecta, y por lo mismo

sujeta a progreso continuo e indefinido que corresponda al progreso de la razón

humana”16

, y con más solemnidad en el concilio Vaticano (I), por estas palabras:

“ni, pues, la doctrina de la Fe que Dios ha revelado se propuso como un invento

filosófico para que la perfeccionasen los ingenios humanos, sino como un

depósito divino se entregó a la Esposa de Cristo, a fin de que la custodiara

fielmente e infaliblemente la declarase. De aquí que se han de retener también

los dogmas sagrados en el sentido perpetuo que una vez declaró la Santa Madre

Iglesia, ni jamás hay que apartarse de él con color y nombre de más alta

inteligencia”17

; con esto, sin duda, el desarrollo de nuestros conocimientos, aun

acerca de la Fe, lejos de impedirse, antes se facilita y promueve. Por ello, el

mismo Concilio Vaticano (I) prosigue diciendo: “crezca, pues, y progrese

mucho e incesantemente la inteligencia, ciencia, sabiduría, tanto de los

particulares como de todos, tanto de un solo hombre como de toda la Santa

Iglesia, al compás de las edades y de los siglos; pero sólo en su género, esto es,

en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma sentencia”18

.

15. Carta Encíclica “Qui pluribus”, del 8 de noviembre de 1846; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 253.

Beato Pío IX. Pág. 148

16. Cf. Syllabus. Preposición 5; ver: Lista Cronológica de los Papas. 253. Beato Pío IX. Pág. 148

17. Constitución Apostólica “Dei Filius”. C. 4

18. L. C

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28. Después que, entre los partidarios del modernismo, hemos examinado

al filósofo, al creyente, al teólogo, resta que igualmente examinemos al

historiador, al crítico, al apologista y al reformador.

Algunos de entre los modernistas, que se dedican a escribir historia, se

muestran en gran manera solícitos por que no se les tenga como filósofos; y aun

alardean de no saber cosa alguna de filosofía. Astucia soberana: no sea que

alguien piense que están llenos de prejuicios filosóficos y que no son, por

consiguiente, como afirman, enteramente objetivos.

Es, sin embargo, cierto que toda su historia y crítica respira pura filosofía,

y sus conclusiones se derivan, mediante ajustados raciocinios, de los principios

filosóficos que defienden, lo cual fácilmente entenderá quien reflexione sobre

ello.

Los tres primeros cánones de dichos historiadores o críticos son aquellos

principios mismos que hemos atribuido arriba a los filósofos; es a saber: el

agnosticismo, el principio de la transfiguración de las cosas por la Fe, y el otro,

que nos pareció podía llamarse de la desfiguración. Vamos a ver las

conclusiones de cada uno de ellos.

Según el agnosticismo, la historia, no de otro modo que la ciencia, versa

únicamente sobre fenómenos. Luego, así Dios como cualquier intervención

divina en lo humano, se han de relegar a la Fe, como pertenecientes tan sólo a

ella.

Por lo tanto, si se encuentra algo que conste de dos elementos, uno divino

y otro humano -como sucede con Cristo, la Santa Iglesia, los sacramentos y

muchas otras cosas de ese género-, de tal modo se ha de dividir y separar, que lo

humano vaya a la historia, lo divino a la Fe. De aquí la conocida división, que

hacen los modernistas, del Cristo histórico y el Cristo de la Fe; de la Santa

Iglesia de la historia, y la de la Fe; de los sacramentos de la historia, y los de la

Fe; y otras muchas a este tenor.

Después, el mismo elemento humano que, según vemos, el historiador

reclama para sí tal cual aparece en los monumentos, ha de reconocerse que ha

sido realzado por la Fe mediante la transfiguración más allá de las condiciones

históricas. Y así conviene de nuevo distinguir las adiciones hechas por la Fe,

para referirlas a la Fe misma y a la historia de la Fe; así, tratándose de Cristo,

todo lo que sobrepase a la condición humana, ya natural, según enseña la

psicología, ya la correspondiente al lugar y edad en que vivió.

Además, en virtud del tercer principio filosófico, han de pasarse también

como por un tamiz las cosas que no salen de la esfera histórica; y eliminan y

cargan a la Fe igualmente todo aquello que, según su criterio, no se incluye en la

lógica de los hechos, como dicen, o no se acomoda a las personas. Pretenden, por

ejemplo, que Cristo no dijo nada que pudiera sobrepasar a la inteligencia del

vulgo que le escuchaba. Por ello borran de su historia real y remiten a la Fe

cuantas alegorías aparecen en sus discursos.

Se preguntará, tal vez, ¿según qué ley se hace esta separación? Se hace en

virtud del carácter del hombre, de su condición social, de su educación, del

conjunto de circunstancias en que se desarrolla cualquier hecho; en una palabra:

si no nos equivocamos, según una norma que al fin y al cabo viene a parar en

meramente subjetiva. Esto es, se esfuerzan en identificarse ellos con la persona

misma de Cristo, como revistiéndose de ella; y le atribuyen lo que ellos hubieran

hecho en circunstancias semejantes a las suyas.

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Así, pues, para terminar, a priori y en virtud de ciertos principios

filosóficos -que sostienen, pero que aseguran no saber-, afirman que en la

historia que llaman real Cristo no es Dios ni ejecutó nada divino; como hombre,

empero, realizó y dijo lo que ellos, refiriéndose a los tiempos en que floreció, le

dan derecho de hacer o decir.

29. Así como de la filosofía recibe sus conclusiones la historia, así la

crítica de la historia. Pues el crítico, siguiendo los datos que le ofrece el

historiador, divide los documentos en dos partes: lo que queda después de la

triple partición, ya dicha, lo refieren a la historia real; lo demás, a la historia de la

Fe o interna. Distinguen con cuidado estas dos historias, y adviértase bien cómo

oponen la historia de la Fe a la historia real en cuanto real. De donde se sigue

que, como ya dijimos, hay dos Cristos: uno, el real, y otro, el que nunca existió

de verdad y que sólo pertenece a la Fe; el uno, que vivió en determinado lugar y

época, y el otro, que sólo se encuentra en las piadosas especulaciones de la Fe.

Tal, por ejemplo, es el Cristo que presenta el evangelio de San Juan, libro que no

es, en todo su contenido, sino una mera especulación.

No termina con esto el dominio de la filosofía sobre la historia. Divididos,

según indicamos, los documentos en dos partes, de nuevo interviene el filósofo

con su dogma de la inmanencia vital, y hace saber que cuanto se contiene en la

historia de la Santa Iglesia se ha de explicar por la emanación vital. Y como la

causa o condición de cualquier emanación vital se ha de colocar en cierta

necesidad o indigencia, se deduce que el hecho se ha de concebir después de la

necesidad y que, históricamente, es aquél posterior a ésta.

¿Qué hace, en ese caso, el historiador? Examinando de nuevo los

documentos, ya los que se hallan en los Sagrados Libros, ya los sacados de

dondequiera, teje con ellos un catálogo de las singulares necesidades que,

perteneciendo ora al dogma, ora al culto sagrado, o bien a otras cosas, se

verificaron sucesivamente en la Santa Iglesia. Una vez terminado el catálogo, lo

entrega al crítico. Y éste pone mano en los documentos destinados a la historia

de la Fe, y los distribuye de edad en edad, de forma que cada uno responda al

catálogo, guiado siempre por aquel principio de que la necesidad precede al

hecho y el hecho a la narración. Puede alguna vez acaecer que ciertas partes de la

Sagrada Biblia, como las epístolas, sean el mismo hecho creado por la necesidad.

Sea de esto lo que quiera, hay una regla fija, y es que la fecha de un documento

cualquiera se ha de determinar solamente según la fecha en que cada necesidad

surgió en la Santa Iglesia.

Hay que distinguir, además, entre el comienzo de cualquier hecho y su

desarrollo; pues lo que puede nacer en un día no se desenvuelve sino con el

transcurso del tiempo. Por eso debe el crítico dividir los documentos, ya

distribuidos, según hemos dicho, por edades, en dos partes -separando los que

pertenecen al origen de la cosa y los que pertenecen a su desarrollo-, y luego de

nuevo volverá a ordenarlos según los diversos tiempos.

30. En este punto entra de nuevo en escena el filósofo, y manda al

historiador que ordene sus estudios conforme a lo que prescriben los preceptos y

leyes de la evolución. El historiador vuelve a escudriñar los documentos, a

investigar sutilmente las circunstancias y condiciones de la Santa Iglesia en cada

época, su fuerza conservadora, sus necesidades internas y externas que la

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impulsaron al progreso, los impedimentos que sobrevinieron; en una palabra:

todo cuanto contribuya a precisar de qué manera se cumplieron las leyes de la

evolución. Finalmente, y como consecuencia de este trabajo, puede ya trazar a

grandes rasgos la historia de la evolución. Viene en ayuda el crítico, y ya adopta

los restantes documentos. Ya corre la pluma, ya sale la historia concluida.

Ahora preguntamos: ¿a quién se ha de atribuir esta historia? ¿Al

historiador o al crítico? A ninguno de ellos, ciertamente, sino al filósofo. Allí

todo es obra de apriorismo, y de un apriorismo que rebosa en herejías. Causan

verdaderamente lástima estos hombres, de los que el Apóstol diría: “por cuanto

conociendo a Dios y no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias sino

que se envanecieron, y su insensato corazón fué oscurecido en sus

pensamientos. Pues, jactándose de ser sabios, han resultado necios”19

; pero

ya llegan a molestar, cuando ellos acusan a la Santa Iglesia por mezclar y barajar

los documentos en forma tal que hablen en su favor. Achacan, a saber, a la Santa

Iglesia aquello mismo de que abiertamente les acusa su propia conciencia.

31. De esta distribución y ordenación -por edades- de los documentos

necesariamente se sigue que ya no pueden atribuirse los Libros Sagrados a los

autores a quienes realmente se atribuyen. Por esa causa, los modernistas no

vacilan a cada paso en asegurar que esos mismos libros, y en especial el

Pentateuco y los tres primeros evangelios, de una breve narración que en sus

principios eran, fueron poco a poco creciendo con nuevas adiciones e

interpolaciones, hechas a modo de interpretación, ya teológica, ya alegórica, o

simplemente intercaladas tan sólo para unir entre sí las diversas partes.

Y para decirlo con más brevedad y claridad: es necesario admitir la

evolución vital de los Libros Sagrados, que nace del desenvolvimiento de la Fe y

es siempre paralela a ella.

Añaden, además, que las huellas de esa evolución son tan manifiestas, que

casi se puede escribir su historia. Y aun la escriben en realidad con tal desenfado,

que pudiera creerse que ellos mismos han visto a cada uno de los escritores que

en las diversas edades trabajaron en la amplificación de los Libros Sagrados.

Y, para confirmarlo, se valen de la crítica que denominan textual, y se

empeñan en persuadir que este o aquel otro hecho o dicho no está en su lugar, y

traen otras razones por el estilo. Parece en verdad que se han formado como

ciertos modelos de narración o discursos, y por ellos concluyen con toda certeza

sobre lo que se encuentra como en su lugar propio y qué es lo que está en lugar

indebido.

Por este camino, quiénes puedan ser aptos para fallar, aprécielo el que

quiera. Sin embargo, quien los oiga hablar de sus trabajos sobre los Libros

Sagrados, en los que es dado descubrir tantas incongruencias, creería que casi

ningún hombre antes de ellos los ha hojeado, y que ni una muchedumbre casi

infinita de doctores, muy superiores a ellos en ingenio, erudición y santidad de

vida, los ha escudriñado en todos sus sentidos. En verdad que estos sapientísimos

doctores tan lejos estuvieron de censurar en nada las Sagradas Escrituras, que

cuanto más íntimamente las estudiaban mayores gracias daban a Dios porque así

se dignó hablar a los hombres. Pero ¡ay, que nuestros doctores no estudiaron los

Libros Sagrados con los auxilios con que los estudian los modernistas! Esto es,

19. Romanos I, 21-22

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no tuvieron por maestra y guía a una filosofía que reconoce su origen en la

negación de Dios ni se erigieron a sí mismos como norma de criterio.

32. Nos parece que ya está claro cuál es el método de los modernistas en la

cuestión histórica. Precede el filósofo; sigue el historiador; luego ya, de

momento, vienen la crítica interna y la crítica textual. Y porque es propio de la

primera causa comunicar su virtud a las que la siguen, es evidente que semejante

crítica no es una crítica cualquiera, sino que con razón se la llama agnóstica,

inmanentista, evolucionista; de donde se colige que el que la profesa y usa,

profesa los errores implícitos de ella y contradice a la doctrina católica.

Siendo esto así, podría sorprender en gran manera que entre católicos

prevaleciera este linaje de crítica. Pero esto se explica por una doble causa: la

alianza, en primer lugar, que une estrechamente a los historiadores y críticos de

este jaez, por encima de la variedad de patria o de la diferencia de religión;

además, la grandísima audacia con que todos unánimemente elogian y atribuyen

al progreso científico lo que cualquiera de ellos profiere y con que todos

arremeten contra el que quiere examinar por sí el nuevo portento, y acusan de

ignorancia al que lo niega mientras aplauden al que lo abraza y defiende. Y así se

alucinan muchos que, si considerasen mejor el asunto, se horrorizarían.

A favor, pues, del poderoso dominio de los que yerran y del incauto

asentimiento de ánimos ligeros se ha creado una como corrompida atmósfera que

todo lo penetra, difundiendo su pestilencia.

33. Pasemos al apologista. También éste, entre los modernistas, depende

del filósofo por dos razones: indirectamente, ante todo, al tomar por materia la

historia escrita según la norma, como ya vimos, del filósofo; directamente, luego,

al recibir de él sus dogmas y sus juicios. De aquí la afirmación, corriente en la

escuela modernista, que la nueva apología debe dirimir las controversias de

religión por medio de investigaciones históricas y psicológicas. Por lo cual los

apologistas modernistas emprenden su trabajo avisando a los racionalistas que

ellos defienden la religión, no con los Libros Sagrados o con historias usadas

vulgarmente en la Santa Iglesia, y que estén escritas por el método antiguo, sino

con la historia real, compuesta según las normas y métodos modernos. Y eso lo

dicen no cual si arguyesen ad hominem, sino porque creen en realidad que sólo

tal historia ofrece la verdad. De asegurar su sinceridad al escribir no se cuidan;

son ya conocidos entre los racionalistas y alabados también como soldados que

militan bajo una misma bandera; y de esas alabanzas, que el verdadero católico

rechazaría, se congratulan ellos y las oponen a las reprensiones de la Santa

Iglesia.

Pero veamos ya cómo uno de ellos compone la apología. El fin que se

propone alcanzar es éste: llevar al hombre, que todavía carece de fe, a que logre

acerca de la religión católica aquella experiencia que es, conforme a los

principios de los modernistas, el único fundamento de la Fe. Dos caminos se

ofrecen para esto: uno objetivo, subjetivo el otro. El primero brota del

agnosticismo y tiende a demostrar que hay en la religión, principalmente en la

católica, tal virtud vital, que persuade a cualquier psicólogo y lo mismo a todo

historiador de sano juicio, que es menester que en su historia se oculte algo

desconocido. A este fin urge probar que la actual religión católica es

absolutamente la misma que Cristo fundó, o sea, no otra cosa que el progresivo

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desarrollo del germen introducido por Cristo. Luego, en primer lugar, debemos

señalar qué germen sea ése; y ellos pretenden significarlo. mediante la fórmula

siguiente: Cristo anunció que en breve se establecería el advenimiento del reino

de Dios, del que él sería el Mesías, esto es, su autor y su organizador, ejecutor,

por divina ordenación. Tras esto se ha de mostrar cómo dicho germen, siempre

inmanente en la religión católica y permanente, insensiblemente y según la

historia, se desenvolvió y adaptó a las circunstancias sucesivas, tomando de éstas

para sí vitalmente cuanto le era útil en las formas doctrinales, culturales,

eclesiásticas, y venciendo al mismo tiempo los impedimentos, si alguno salía al

paso, desbaratando a los enemigos y sobreviviendo a todo género de

persecuciones y luchas. Después que todo esto, impedimentos, adversarios,

persecuciones, luchas, lo mismo que la vida, fecundidad de la Santa Iglesia y

otras cosas a ese tenor, se mostraren tales que, aunque en la historia misma de la

Santa Iglesia aparezcan incólumes las leyes de la evolución, no basten con todo

para explicar plenamente la misma historia; entonces se presentará delante y se

ofrecerá espontáneamente lo incógnito. Así hablan ellos. Mas en todo este

raciocinio no advierten una cosa: que aquella determinación del germen

primitivo únicamente se debe al apriorismo del filósofo agnóstico y

evolucionista, y que la definición que dan del mismo germen es gratuita y creada

según conviene a sus propósitos.

34. Estos nuevos apologistas, al paso que trabajan por afirmar y persuadir

la religión católica con las argumentaciones referidas, aceptan y conceden de

buena gana que hay en ella muchas cosas que pueden ofender a los ánimos. Y

aun llegan a decir públicamente, con cierta delectación mal disimulada, que

también en materia dogmática se hallan errores y contradicciones, aunque

añadiendo que no sólo admiten excusa, sino que se produjeron justa y

legítimamente: afirmación que no puede menos de excitar el asombro. Así

también, según ellos, hay en los Libros Sagrados muchas cosas científica o

históricamente viciadas de error; pero dicen que allí no se trata de ciencia o de

historia, sino sólo de la religión y las costumbres. Las ciencias y la historia son

allí a manera de una envoltura, con la que se cubren las experiencias religiosas y

morales para difundirlas más fácilmente entre el vulgo; el cual, como no las

entendería de otra suerte, no sacaría utilidad, sino daño de otra ciencia o historia

más perfecta. Por lo demás, agregan, los Libros Sagrados, como por su

naturaleza son religiosos, necesariamente viven una vida; mas su vida tiene

también su verdad y su lógica, distintas ciertamente de la verdad y lógica

racional, y hasta de un orden enteramente diverso, es a saber: la verdad de la

adaptación y proporción, así al medio (como ellos dicen) en que se desarrolla la

vida como al fin por el que se vive. Finalmente, llegan hasta afirmar, sin ninguna

atenuación, que todo cuanto se explica por la vida es verdadero y legítimo.

35. Nosotros, ciertamente, venerables hermanos, para quienes la verdad no

es más que una, y que consideramos que los Libros Sagrados, según el Concilio

Vaticano (I), como “escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios

por autor”20

, aseguramos que todo aquello es lo mismo que atribuir a Dios una

mentira de utilidad u oficiosa, y aseveramos con las palabras de San Agustín:

20. De Revelatione. C. 2

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“una vez admitida en tan alta autoridad alguna mentira oficiosa, no quedará ya

ni la más pequeña parte de aquellos libros que, si a alguien le parece o difícil

para las costumbres o increíble para la fe, no se refiera por esa misma

perniciosísima regla al propósito o a la condescendencia del autor que

miente”21

. De donde se seguirá, como añade. el mismo Santo Doctor, “que en

aquéllas (es a saber, en las Escrituras) cada cual creerá lo que quiera y dejará

de creer lo que no quiera”.

Pero los apologistas modernistas, audaces, aún van más allá. Conceden,

además, que en los Sagrados Libros ocurren a veces, para probar alguna doctrina,

raciocinios que no se rigen por ningún fundamento racional, cuales son los que

se apoyan en las profecías; pero los defienden también como ciertos artificios

oratorios que están legitimados por la vida. ¿Qué más? Conceden y aun afirman

que el mismo Cristo erró manifiestamente al indicar el tiempo del advenimiento

del reino de Dios, lo cual, dicen, no debe maravillar a nadie, pues también El

estaba sujeto a las leyes de la vida.

¿Qué suerte puede caber después de esto a los dogmas de la Santa Iglesia?

Estos se hallan llenos de claras contradicciones; pero, fuera de que la lógica vital

las admite, no contradicen a la verdad simbólica, como quiera que se trata en

ellas del Infinito, el cual tiene infinitos aspectos. Finalmente, todas estas cosas

las aprueban y defienden, de suerte que no dudan en declarar que no se puede

atribuir al Infinito honor más excelso que el afirmar de El cosas contradictorias.

Mas, cuando ya se ha legitimado la contradicción, ¿qué habrá que no

pueda legitimarse?

36. Por otra parte, el que todavía no cree no sólo puede disponerse a la Fe

con argumentos objetivos, sino también con los subjetivos. Para ello los

apologistas modernistas se vuelven a la doctrina de la inmanencia. En efecto, se

empeñan en persuadir al hombre de que en él mismo, y en lo más profundo de su

naturaleza y de su vida, se ocultan el deseo y la exigencia de alguna religión, y

no de una religión cualquiera, sino precisamente la católica; pues ésta, dicen, la

reclama absolutamente el pleno desarrollo de la vida.

En este lugar conviene que de nuevo Nos lamentemos grandemente, pues

entre los católicos no faltan algunos que, si bien rechazan la doctrina de la

inmanencia como doctrina; la emplean, no obstante, para una finalidad

apologética; y esto lo hacen tan sin cautela, que parecen admitir en la naturaleza

humana no sólo una capacidad y conveniencia para el orden sobrenatural -lo cual

los apologistas católicos lo demostraron siempre, añadiendo las oportunas

salvedades-, sino una verdadera y auténtica exigencia.

Mas, para decir verdad, esta exigencia de la religión católica la introducen

sólo aquellos modernistas que quieren pasar por más moderados, pues los que

llamaríamos integrales pretenden demostrar cómo en el hombre, que todavía no

cree, está latente el mismo germen que hubo en la conciencia de Cristo, y que él

transmitió a los hombres.

Así, pues, venerables hermanos, reconocemos que el método apologético

de los modernistas, que sumariamente dejamos descrito, se ajusta por completo a

sus doctrinas; método ciertamente lleno de errores, como las doctrinas mismas;

apto no para edificar, sino para destruir; no para hacer católicos, sino para

21. Epistola XXVIII, 3

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arrastrar a los mismos católicos a la herejía y aun a la destrucción total de

cualquier religión.

37. Queda, finalmente, ya hablar sobre el modernista en cuanto

reformador. Ya cuanto hasta aquí hemos dicho manifiesta de cuán vehemente

afán de novedades se hallan animados tales hombres; y dicho afán se extiende

por completo a todo cuanto es cristiano. Quieren que se renueve la filosofía,

principalmente en los seminarios: de suerte que, relegada la escolástica a la

historia de la filosofía, como uno de tantos sistemas ya envejecidos, se enseñe a

los alumnos la filosofía moderna, la única verdadera y la única que corresponde

a nuestros tiempos.

Para renovar la teología quieren que la llamada racional tome por

fundamento la filosofía moderna, y exigen principalmente que la teología

positiva tenga como fundamento la historia de los dogmas. Reclaman también

que la historia se escriba y enseñe conforme a su método y a las modernas

prescripciones.

Ordenan que los dogmas y su evolución deben ponerse en armonía con la

ciencia y la historia.

Por lo que se refiere a la catequesis, solicitan que en los libros para el

catecismo no se consignen otros dogmas sino los que hubieren sido reformados y

que estén acomodados al alcance del vulgo.

Acerca del sagrado culto, dicen que hay que disminuir las devociones

exteriores y prohibir su aumento; por más que otros, más inclinados al

simbolismo, se muestran en ello más indulgentes en esta materia.

Andan clamando que el régimen de la Santa Iglesia se ha de reformar en

todos sus aspectos, pero príncipalmente en el disciplinar y dogmático, y, por lo

tanto, que se ha de armonizar interior y exteriormente con lo que llaman

conciencia moderna, que íntegramente tiende a la democracia; por lo cual, se

debe conceder al clero inferior y a los mismos laicos cierta intervención en el

gobierno y se ha de repartir la autoridad, demasiado concentrada y centralizada.

Las Congregaciones romanas deben asimismo reformarse, y

principalmente las llamadas del Santo Oficio y del Índice.

Pretenden asimismo que se debe variar la influencia del gobierno

eclesiástico en los negocios políticos y sociales, de suerte que, al separarse de los

ordenamientos civiles, sin embargo, se adapte a ellos para imbuirlos con su

espíritu.

En la parte moral hacen suya aquella sentencia de los americanistas: que

las virtudes activas han de ser antepuestas a las pasivas, y que deben practicarse

aquéllas con preferencia a éstas.

Piden que el clero se forme de suerte que presente su antigua humildad y

pobreza, pero que en sus ideas y actuación se adapte a los postulados del

modernismo.

Hay, por fin, algunos que, ateniéndose de buen grado a sus maestros

protestantes, desean que se suprima en el sacerdocio el celibato sagrado.

¿Qué queda, pues, intacto en la Santa Iglesia que no deba ser reformado

por ellos y conforme a sus opiniones?

38. En toda esta exposición de la doctrina de los modernistas, venerables

hermanos, pensará por ventura alguno que nos hemos detenido demasiado; pero

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era de todo punto necesario, ya para que ellos no nos acusaran, como suelen, de

ignorar sus cosas; ya para que sea manifiesto que, cuando tratamos del

modernismo, no hablamos de doctrinas vagas y sin ningún vínculo de unión

entre sí, sino como de un cuerpo definido y compacto, en el cual si se admite una

cosa de él, se siguen las demás por necesaria consecuencia. Por eso hemos

procedido de un modo casi didáctico, sin rehusar algunas veces los vocablos

bárbaros de que usan los modernistas.

Y ahora, abarcando con una sola mirada la totalidad del sistema, ninguno

se maravillará si lo definimos afirmando que es un conjunto de todas las herejías.

Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la

esencia de cuantos errores existieron contra la Fe, nunca podría obtenerlo más

perfectamente de lo que han hecho los modernistas.

Pero han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión católica, sino,

como ya hemos indicado, absolutamente toda religión. Por ello les aplauden

tanto los racionalistas; y entre éstos, los más sinceros y los más libres reconocen

que han logrado, entre los modernistas, sus mejores y más eficaces auxiliares.

39. Pero volvamos un momento, venerables hermanos, a aquella tan

perniciosa doctrina del agnosticismo. Según ella, no existe camino alguno

intelectual que conduzca al hombre hacia Dios; pero el sentimiento y la acción

del alma misma le deparan otro mejor. Sumo absurdo, que todos ven. Pues el

sentimiento del ánimo responde a la impresión de las cosas que nos proponen el

entendimiento o los sentidos externos.

Suprimid el entendimiento, y el hombre se irá tras los sentidos exteriores

con inclinación mayor aún que la que ya le arrastra. Un nuevo absurdo: pues

todas las fantasías acerca del sentimiento religioso no destruirán el sentido

común; y este sentido común nos enseña que cualquier perturbación o

conmoción del ánimo no sólo no nos sirve de ayuda para investigar la verdad,

sino más bien de obstáculo.

Hablamos de la verdad en sí; esa otra verdad subjetiva, fruto del

sentimiento interno y de la acción, si es útil para formar juegos de palabras, de

nada sirve al hombre, al cual interesa principalmente saber si fuera de él hay o no

un Dios en cuyas manos debe un día caer.

Para obra tan grande le señalan, como auxiliar, la experiencia. Y ¿qué

añadiría ésta a aquel sentimiento del ánimo? Nada absolutamente; y sí tan sólo

una cierta vehemencia, a la que luego resulta proporcional la firmeza y la

convicción sobre la realidad del objeto. Pero, ni aun con estas dos cosas, el

sentimiento deja de ser sentimiento, ni le cambian su propia naturaleza siempre

expuesta al engaño, si no se rige por el entendimiento; aun le confirman y le

ayudan en tal carácter, porque el sentimiento, cuanto más intenso sea, más

sentimiento será.

En materia de sentimiento religioso y de la experiencia religiosa en él

contenida (y de ello estamos tratando ahora), sabéis bien, venerables hermanos,

cuánta prudencia es necesaria y al propio tiempo cuánta doctrina para regir a la

misma prudencia. Lo sabéis por el trato de las almas, principalmente de algunas

de aquellas en las cuales domina el sentimiento; lo sabéis por la lectura de las

obras de ascética: obras que los modernistas menosprecian, pero que ofrecen una

doctrina mucho más sólida y una sutil sagacidad mucho más fina que las que

ellos se atribuyen a sí mismos.

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40. Nos parece, en efecto, una locura, o, por lo menos, extremada

imprudencia, tener por verdaderas, sin ninguna investigación, experiencias

íntimas del género de las que propalan los modernistas. Y si es tan grande la

fuerza y la firmeza de estas experiencias, ¿por qué, dicho sea de paso, no se

atribuye alguna semejante a la experiencia que aseguran tener muchos millares

de católicos acerca de lo errado del camino por donde los modernistas andan?

Por ventura ¿sólo ésta sería falsa y engañosa?

Mas la inmensa mayoría de los hombres profesan y profesaron siempre

firmemente que no se logra jamás el conocimiento y la experiencia sin ninguna

guía ni luz de la razón. Sólo resta otra vez, pues, recaer en el ateísmo y en la

negación de toda religión.

Ni tienen por qué prometerse los modernistas mejores resultados de la

doctrina del simbolismo que profesan: pues si, como dicen, cualesquiera

elementos intelectuales no son otra cosa sino símbolos de Dios, ¿por qué no será

también un símbolo el mismo nombre de Dios o el de la personalidad divina?

Pero si es así, podría llegarse a dudar de la divina personalidad; y entonces ya

queda abierto el camino que conduce al panteísmo.

Al mismo término, es a saber, a un puro y descarnado panteísmo, conduce

aquella otra teoría de la inmanencia divina, pues preguntamos: aquella

inmanencia, ¿distingue a Dios del hombre, o no? Si lo distingue, ¿en qué se

diferencia entonces de la doctrina católica, o por qué rechazan la doctrina de la

revelación externa? Mas si no lo distingue, ya tenemos el panteísmo. Pero esta

inmanencia de los modernistas pretende y admite que todo fenómeno de

conciencia procede del hombre en cuanto hombre; luego entonces, por legítimo

raciocinio, se deduce de ahí que Dios es una misma cosa con el hombre, de

donde se sigue el panteísmo.

Finalmente, la distinción que proclaman entre la ciencia y la fe no permite

otra consecuencia, pues ponen el objeto de la ciencia en la realidad de lo

cognoscible, y el de la Fe, por lo contrario, en la de lo incognoscible. Pero la

razón de que algo sea incognoscible no es otra que la total falta de proporción

entre la materia de que se trata y el entendimiento; pero este defecto de

proporción nunca podría suprimirse, ni aun en la doctrina de los modernistas;

luego lo incognoscible lo será siempre, tanto para el creyente como para el

filósofo. Luego si existe alguna religión, será la de una realidad incognoscible.

Y, entonces, no vemos por qué dicha realidad no podría ser aun la misma alma

del mundo, según algunos racionalistas afirman.

Pero, por ahora, baste lo dicho para mostrar claramente por cuántos

caminos el modernismo conduce al ateísmo y a suprimir toda religión. El primer

paso lo dio el protestantismo; el segundo corresponde al modernismo; muy

pronto hará su aparición el ateísmo

II. II. 3. Causas y remedios

41. Para un conocimiento más profundo del modernismo, así como para

mejor buscar remedios a mal tan grande, conviene ahora, venerables hermanos,

escudriñar algún tanto las causas de donde este mal recibe su origen y alimento.

La causa próxima e inmediata es, sin duda, la perversión de la inteligencia.

Se le añaden, como remotas, estas dos: la curiosidad y el orgullo. La curiosidad,

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si no se modera prudentemente, basta por sí sola para explicar cualesquier

errores.

Con razón escribió Gregorio XVI, predecesor nuestro: “es muy deplorable

hasta qué punto vayan a parar los delirios de la razón humana cuando uno está

sediento de novedades y, contra el aviso del Apóstol, se esfuerza por saber más

de lo que conviene saber, imaginando, con excesiva confianza en sí mismo, que

se debe buscar la verdad fuera de la Iglesia católica, en la cual se halla sin el

más mínimo sedimento de error”22

.

Pero mucho mayor fuerza tiene para obcecar el ánimo, e inducirle al error,

el orgullo, que, hallándose como en su propia casa en la doctrina del

modernismo, saca de ella toda clase de pábulo y se reviste de todas las formas.

Por orgullo conciben de sí tan atrevida confianza, que vienen a tenerse y

proponerse a sí mismos como norma de todos los demás. Por orgullo se glorían

vanísimamente, como si fueran los únicos poseedores de la ciencia, y dicen,

altaneros e infatuados: “no somos como los demás hombres”; y para no ser

comparados con los demás, abrazan y sueñan todo género de novedades, por

muy absurdas que sean. Por orgullo desechan toda sujeción y pretenden que la

autoridad se acomode con la libertad. Por orgullo, olvidándose de sí mismos,

discurren solamente acerca de la reforma de los demás, sin tener reverencia

alguna a los superiores ni aun a la potestad suprema. En verdad, no hay camino

más corto y expedito para el modernismo que el orgullo. ¡Si algún católico, sea

laico o sacerdote, olvidado del precepto de la vida cristiana, que nos manda

negarnos a nosotros mismos si queremos seguir a Cristo, no destierra de su

corazón el orgullo, ciertamente se hallará dispuesto como el que más a abrazar

los errores de los modernistas!

Por lo cual, venerables hermanos, conviene tengáis como primera

obligación vuestra resistir a hombres tan orgullosos, ocupándolos en los oficios

más oscuros e insignificantes, para que sean tanto más humillados cuanto más

alto pretendan elevarse, y para que, colocados en lugar inferior, tengan menos

facultad para dañar.

Además, ya vosotros mismos personalmente, ya por los rectores de los

seminarios, examinad diligentemente a los alumnos del sagrado clero, y si

hallarais alguno de espíritu soberbio, alejadlo con la mayor energía del

sacerdocio: ¡ojalá se hubiese hecho esto siempre con la vigilancia y constancia

que era menester!

42. Y si de las causas morales pasamos a las que proceden de la

inteligencia, se nos ofrece primero que todo y principalmente aquella de la

ignorancia.

En verdad que todos los modernistas, sin excepción, quieren ser y pasar

por doctores en la Santa Iglesia, y aunque con palabras grandilocuentes subliman

la escolástica, no abrazaron la primera deslumbrados por sus aparatosos

artificios, sino porque su completa ignorancia de la segunda les privó del

instrumento necesario para suprimir la confusión en las ideas y para refutar los

sofismas. Y del consorcio de la falsa filosofía con la Fe ha nacido el sistema de

ellos, inficionado por tantos y tan grandes errores.

22. Carta Encíclica “Singulari Nos”, sobre la condenación de libro: “Paroles d‟un croyant”, de Lamennais, del

25 de junio de 1834; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 252. Gregorio XVI. Pág. 148

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Táctica modernista

En cuya propagación, ¡ojalá gastaran memos empeño y solicitud! Pero es

tanta su actividad, tan incansable su trabajo, que da verdadera tristeza ver cómo

se consumen, con intención de arruinar la Santa Iglesia, tantas fuerzas que, bien

empleadas, hubieran podido serle de gran provecho. De dos artes se valen para

engañar los ánimos: procuran primero allanar los obstáculos que se oponen, y

buscan luego con sumo cuidado, aprovechándolo con tanto trabajo como

constancia, cuanto les puede servir.

Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos:

el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la tradición, el

magisterio eclesiástico. Contra ellas dirigen sus más violentos ataques. Por esto

ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y teología escolástica, y ya

hagan esto por ignorancia o por miedo, o, lo que es más cierto, por ambas

razones, es cosa averiguada que el deseo de novedades va siempre unido con el

odio del método escolástico, y no hay otro más claro indicio de que uno empiece

a inclinarse a la doctrina del modernismo que comenzar a aborrecer el método

escolástico.

Recuerden los modernistas y sus partidarios la condenación con que Pío

IX estimó que debía reprobarse la opinión de los que dicen: “el método y los

principios con los cuales los antiguos doctores escolásticos cultivaron la

teología no corresponden a las necesidades de nuestro tiempo ni al progreso de

la ciencia. Por lo que toca a la tradición, se esfuerzan astutamente en pervertir

su naturaleza y su importancia, a fin de destruir su peso y autoridad”23

.

Pero, esto no obstante, los católicos venerarán siempre la autoridad del

Concilío II de Nicea, que condenó “a aquellos que osan..., conformándose con

los criminales herejes, despreciar las tradiciones eclesiásticas e inventar

cualquier novedad..., o excogitar torcida o astutamente para desmoronar algo

de las legítimas tradiciones de la Santa Iglesia Católica”. Estará en pie la

profesión del Concilio IV Constantinopolitano: “así, pues, profesamos conservar

y guardar las reglas que la Santa, Católica y Apostólica Iglesia ha recibido, así

de los Santos y celebérrimos Apóstoles como de los concilios ortodoxos, tanto

universales como particulares, como también de cualquier Padre inspirado por

Dios y maestro de la Santa Iglesia”. Por lo cual, los Sumos Pontífices Romanos

Pío IV y Pío IX decretaron que en la profesión de la Fe se añadiera también lo

siguiente: “admito y abrazo firmísimamente las tradiciones apostólicas y

eclesiásticas y las demás observancias y constituciones de la misma Santa

Iglesia”.

Ni más respetuosamente que sobre la tradición sienten los modernistas

sobre los santísimos Padres de la Iglesia, a los cuales, con suma temeridad,

proponen públicamente, como muy dignos de toda veneración, pero como

sumamente ignorantes de la crítica y de la historia: si no fuera por la época en

que vivieron, serían inexcusables.

43. Finalmente, ponen su empeño todo en menoscabar y debilitar la

autoridad del mismo ministerio eclesiástico, ya pervirtiendo sacrílegamente su

origen, naturaleza y derechos, ya repitiendo con libertad las calumnias de los

23. Syllabus. Preposición 13; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 253. Beato Pío IX. Pág. 148

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adversarios contra ella. Cuadra, pues, bien al clan de los modernistas lo que tan

apenado escribió nuestro predecesor:

“Para hacer despreciable y odiosa a la mística Esposa de Cristo, que es

verdadera luz, los hijos de las tinieblas acostumbraron a atacarla en público con

absurdas calumnias, y llamarla, cambiando la fuerza y razón de los nombres y

de las cosas, amiga de la oscuridad, fautora de la ignorancia y enemiga de la luz

y progreso de las ciencias”24

.

Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas

ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan

valerosamente por la Santa Iglesia. No hay ningún género de injuria con que no

los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen

la erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia

oponiéndoles la conjuración del silencio. Manera de proceder contra los católicos

tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna moderación,

con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los libros de

éstos, llenos por todas partes de novedades, recíbenlos con gran admiración y

aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa la tradición y

el magisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. Finalmente, ¡cosa

que pone horror a todos los buenos!, si la Santa Iglesia condena a alguno de

ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino que

llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad.

Con todo este estrépito, así de alabanzas como de vituperios, conmovidos

y perturbados los entendimientos de los jóvenes, por una parte para no ser

tenidos por ignorantes, por otra para pasar por sabios, a la par que estimulados

interiormente por la curiosidad y la soberbia, acontece con frecuencia que se dan

por vencidos y se entregan al modernismo.

44. Pero esto pertenece ya a los artificios con que los modernistas

expenden sus mercancías. Pues ¿qué no maquinan a trueque de aumentar el

número de sus secuaces? En los seminarios y universídades andan a la caza de

las cátedras, que convierten poco a poco en cátedras de pestilencia. Aunque sea

veladamente, inculcan sus doctrinas predicándolas en los púlpitos de las iglesias;

con mayor claridad las publican en sus reuniones y las introducen y realzan en

las instituciones sociales. Con su nombre o seudónimos publican libros,

periódicos, revistas. Un mismo escritor usa varios nombres para así engañar a los

incautos con la fingida muchedumbre de autores. En una palabra: en la acción,

en las palabras, en la imprenta, no dejan nada por intentar, de suerte que parecen

poseídos de frenesí.

Y todo esto, ¿con qué resultado? ¡Lloramos que un gran número de

jóvenes, que fueron ciertamente de gran esperanza y hubieran trabajado

provechosamente en beneficio de la Santa Iglesia, se hayan apartado del recto

camino! Nos son causa de dolor muchos más que, aun cuando no hayan llegado a

tal extremo, como inficionados por un aire corrompido, se acostumbraron a

pensar, hablar y escribir con mayor laxitud de lo que a católicos conviene. Están

entre los seglares; también entre los sacerdotes, y no faltan donde menos eran de

esperarse: en las mismas órdenes religiosas. Tratan los estudios bíblicos

24. León XIII. Motu Proprio “Ut mysticam”, del 11 de marzo de 1889; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas.

254. León XIII. Pág. 149

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conforme a las reglas de los modernistas. Escriben historias donde, so pretexto

de aclarar la verdad, sacan a luz con suma diligencia y con cierta manifiesta

fruición todo cuanto parece arrojar alguna mácula sobre la Santa Iglesia.

Movidos por cierto apriorismo, usan todos los medios para destruir las sagradas

tradiciones populares; desprecian las sagradas reliquias celebradas por su

antigüedad.

En resumen, arrástralos el vano deseo de que el mundo hable de ellos, lo

cual piensan no lograr si dicen solamente las cosas que siempre y por todos se

dijeron. Y entre tanto, tal vez estén convencidos de que prestan un servicio a

Dios y a la Santa Iglesia; pero, en realidad, perjudican gravísimamente, no sólo

con su labor, sino por la intención que los guía y porque prestan auxilio utilísimo

a las empresas de los modernistas.

Remedios eficaces

45. Nuestro predecesor, de feliz recuerdo, León XIII, procuró oponerse

enérgicamente, de palabra y por obra, a este ejército de tan grandes errores que

encubierta y descubiertamente nos acomete. Pero los modernistas, como ya

hemos visto, no se intimidan fácilmente con tales armas, y simulando sumo

respeto o humildad, han torcido hacia sus opiniones las palabras del Pontífice

Romano y han aplicado a otros cualesquiera sus actos; así, el daño se ha hecho

de día en día más poderoso.

Por ello, venerables hermanos, hemos resuelto sin más demora acudir a los

más eficaces remedios. Os rogamos encarecidamente que no sufráis que en tan

graves negocios se eche de menos en lo más mínimo vuestra vigilancia,

diligencia y fortaleza; y lo que os pedimos, y de vosotros esperamos, lo pedimos

también y lo esperamos de los demás pastores de almas, de los educadores y

maestros de la juventud clerical, y muy especialmente de los maestros superiores

de las familias religiosas.

46. I. En primer lugar, pues, por lo que toca a los estudios, queremos, y

definitivamente mandamos, que la filosofía escolástica se ponga por fundamento

de los estudios sagrados.

A la verdad, “si hay alguna cosa tratada por los escolásticos con

demasiada sutileza o enseñada inconsideradamente, si hay algo menos concorde

con las doctrinas comprobadas de los tiempos modernos, o finalmente, que de

ningún modo se puede aprobar, de ninguna manera está en nuestro ánimo

proponerlo para que sea seguido en nuestro tiempo”25

.

Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga

la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás

de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que

siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos,

mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá

estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios,

que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las

órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente

25. Leon XIII. Carta Encíclica “Aeterni Patris”; cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 254. León XIII. Pág.

149

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presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones

metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.

47. Colocado ya así este cimiento de la filosofía, constrúyase con gran

diligencia el edificio teológico.

Promoved, venerables hermanos, con todas vuestras fuerzas el estudio de

la teología, para que los clérigos salgan de los seminarios llenos de una gran

estima y amor a ella y que la tengan siempre por su estudio favorito. Pues “en la

grande abundancia y número de disciplinas que se ofrecen al entendimiento a

codicioso de la verdad, a nadie se le oculta que la sagrada teología reclama

para sí el lugar primero; tanto que fue sentencia antigua de los sabios que a las

demás artes y ciencias les pertenecía la obligación de servirla y prestarle, su

obsequio como criadas”26

.

A esto añadimos que también nos parecen dignos de alabanza algunos que,

sin menoscabo de la reverencia debida a la Tradición, a los Padres y al

Magisterio eclesiástico, se esfuerzan por ilustrar la teología positiva con las luces

tomadas de la verdadera historia, conforme al juicio prudente y a las normas

católicas (lo cual no se puede decir igualmente de todos). Cierto, hay que tener

ahora más cuenta que antiguamente de la teología positiva; pero hagamos esto de

modo que no sufra detrimento la escolástica, y reprendamos a los que de tal

manera alaban la teología positiva, que parecen con ello despreciar la escolástica,

a los cuales hemos de considerar como fautores de los modernistas.

48. Sobre las discíplinas profanas, baste recordar lo que sapientísímamente

dijo nuestro predecesor: “trabajad animosamente en el estudio de las cosas

naturales, en el cual los inventos ingeniosos y los útiles atrevimientos de nuestra

época, así como los admiran con razón los contemporáneos, así los venideros

los celebrarán con perenne aprobación y alabanzas”27

. Pero hagamos esto sin

daño de los estudios sagrados, lo cual avisa nuestro mismo predecesor,

continuando con estas gravísimas palabras: “la causa de los cuales errores,

quien diligentemente la investigare, hallará que consiste principalmente en que

en estos nuestros tiempos, cuanto mayor es el fervor con que se cultivan las

ciencias naturales, tanto más han decaído las disciplinas más graves y elevadas,

de las que algunas casi yacen olvidadas de los hombres; otras se tratan con

negligencia y superficialmente y (cosa verdaderamente indigna) empañando el

esplendor de su primera dignidad, se vician con doctrinas perversas y con las

más audaces opiniones”28

. Mandamos, pues, que los estudios de las ciencias

naturales se conformen a esta regla en los sagrados seminarios.

49. II. Preceptos estos nuestros y de nuestro predecesor, que conviene

tener muy en cuenta siempre que se trate de elegir los rectoresy maestros de los

seminarios o de las universidades católicas.

Cualesquiera que de algún modo estuvieren imbuidos de modernismo, sin

miramiento de ninguna clase sean apartados del oficio, así de regir como de

enseñar, y si ya lo ejercitan, sean destituidos; asimismo, los que descubierta o

26. León XIII. Carta Apostólica “In magna”, del 10de diciembre de 1889

27. Ibíd. Discurso 7, del 7 de marzo de 1880

28. L. C

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encubiertamente favorecen al modernismo, ya alabando a los modernistas, y

excusando su culpa, ya censurando la escolástica, o a los Padres, o al Magisterio

eclesiástico, o rehusando la obediencia a la potestad eclesiástica en cualquiera

que residiere, y no menos los amigos de novedades en la historia, la arqueología

o las estudios bíblicos, así como los que descuidan la ciencia sagrada o parecen

anteponerle las profanas. En esta materia, venerables hermanos, principalmente

en la elección de maestros, nunca será demasiada la vigilancia y la constancia;

pues los discípulos se forman las más de las veces según el ejemplo de sus

profesores; por lo cual, penetrados de la obligación de vuestro oficio, obrad en

ello con prudencia y fortaleza.

Con semejante severidad y vigilancia han de ser examinados y elegidos los

que piden las órdenes sagradas; ¡lejos, muy lejos de las sagradas órdenes el amor

de las novedades! Dios aborrece los ánimos soberbios y contumaces.

Ninguno en lo sucesivo reciba el doctorado en teología o derecho canónico

si antes no hubiere seguido los cursos establecidos de filosofía escolástica; y si lo

recibiese, sea inválido.

Lo que sobre la asistencia a las universidades ordenó la Sagrada

Congregación de Obispos y Regulares en 1896 a los clérigos de Italia, así

seculares como regulares, decretamos que se extienda a todas las naciones29

.

Los clérigos y sacerdotes que se matricularen en cualquier universidad o

instituto católico, no estudien en la universidad oficial las ciencias de que

hubiere cátedras en los primeros. Si en alguna parte se hubiere permitido esto,

mandamos que no se permita en adelante.

Los obispos que estén al frente del régimen de dichos institutos o

universidades procuren con toda diligencia que se observe constantemente todo

lo mandado hasta aquí.

50. III. También es deber de los obispos cuidar que los escritos de los

modernistas o que saben a modernismo o lo promueven, si han sido publicados,

no sean leídos; y, si no lo hubieren sido, no se publiquen.

No se permita tampoco a los adolescentes de los seminarios, ni a los

alumnos de las universidades, cualesquier libros, periódicos y revistas de este

género, pues no les harían menos daño que los contrarios a las buenas

costumbres; antes bien, les dañarían más por cuanto atacan los principios

mismos de la vida cristiana.

Ni hay que formar otro juicio de los escritos de algunos católicos,

hombres, por lo demás, sin mala intención; pero que, ignorantes de la ciencia

teológica y empapados en la filosofía moderna, se esfuerzan por concordar ésta

con la Fe, pretendiendo, como dicen, promover la Fe por este camino. Tales

escritos, que se leen sin temor, precisamente por el buen nombre y opinión de

sus autores, tienen mayor peligro para inducir paulatinamente al modernismo.

Y, en general, venerables hermanos, para poner orden en tan grave

materia, procurad enérgicamente que cualesquier libros de perniciosa lectura que

anden en la diócesis de cada uno de vosotros, sean desterrados, usando para ello

aun de la solemne prohibición. Pues, por más que la Sede Apostólica emplee

todo su esfuerzo para quitar de en medio semejantes escritos, ha crecido ya tanto

29. Cf. ASS 29 (1896) 359

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su número, que apenas hay fuerzas capaces de catalogarlos todos; de donde

resulta que algunas veces venga la medicina demasiado tarde, cuando el mal ha

arraigado por la demasiada dilación. Queremos, pues, que los prelados de la

Santa Iglesia, depuesto todo temor, y sin dar oídos a la prudencia de la carne ni a

los clamores de los malos, desempeñen cada uno su cometido, con suavidad,

pero constantemente, acordándose de lo que en la constitución apostólica

Officiorum prescribió León XIII: “los ordinarios, aun como delegados de la

Sede Apostólica, procuren proscribir y quitar de manos de los fieles los libros y

otros escritos nocivos publicados o extendidos en la diócesis”30

, con las cuales

palabras, si por una parte se concede el derecho, por otra se impone el deber. Ni

piense alguno haber cumplido con esta parte de su oficio con delatarnos algún

que otro libro, mientras se consiente que otros muchos se esparzan y divulguen

por todas partes.

Ni se os debe poner delante, venerables hermanos, que el autor de algún

libro haya obtenido en otra diócesis la facultad que llaman ordinariamente

Imprimatur; ya porque puede ser falsa, ya porque se pudo dar con negligencia o

por demasiada benignidad, o por demasiada confianza puesta en el autor; cosa

esta última que quizá ocurra alguna vez en las órdenes religiosas. Añádase que,

así como no a todos convienen los mismos manjares, así los libros que son

indiferentes en un lugar, pueden, en otro, por el conjunto de las circunstancias,

ser perjudiciales; si, pues, el obispo, oída la opinión de personas prudentes,

juzgare que debe prohibir algunos de estos libros en su diócesis, le damos

facultad espontáneamente y aun le encomendamos esta obligación. Hágase en

verdad del modo más suave, limitando la prohibición al clero, si esto bastare; y

quedando en pie la obligación de los libreros católicos de no exponer para la

venta los libros prohibidos por el obispo.

Y ya que hablamos de los libreros, vigilen los obispos, no sea que por

codicia del lucro comercien con malas mercancías. Ciertamente, en los catálogos

de algunos se anuncian en gran número los libros de los modernistas, y no con

pequeños elogios. Si, pues, tales libreros se niegan a obedecer, los obispos,

después de haberles avisado, no vacilen en privarles del título de libreros

católicos, y mucho más del de episcopales, si lo tienen, y delatarlos a la Sede

Apostólica si están condecorados con el título pontificio.

Finalmente, recordamos a todos lo que se contiene en la mencionada

constitución apostólica Officiorum, artículo 26: “todos los que han obtenido

facultad apostólica de leer y retener libros prohibidos, no pueden, por eso sólo,

leer y retener cualesquier libros o periódicos prohibidos por los ordinarios del

lugar, salvo en el caso de que en el indulto apostólico se les hubiere dado

expresamente la facultad de leer y retener libros condenados por quienquiera

que sea”.

51. IV. Pero tampoco basta impedir la venta y lectura de los malos libros,

sino que es menester evitar su publicación; por lo cual, los obispos deben

conceder con suma severidad la licencia para imprimirlos.

Mas porque, conforme a la constitución Officiorum, son muy numerosas

las publicaciones que solicitan el permiso del ordinario, y el obispo no puede por

sí mismo enterarse de todas, en algunas diócesis se nombran, para hacer este

30. Ibíd. 30 (1897) 39

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reconocimiento, censores ex officio en suficiente número. Esta institución de

censores nos merece los mayores elogios, y no sólo exhortamos, sino que

absolutamente prescribimos que se extienda a todas las diócesis. En todas las

curias episcopales haya, pues, censores de oficio que reconozcan las cosas que se

han de publicar: elíjanse de ambos cleros, sean recomendables por su edad,

erudición y prudencia, y tales que sigan una vía media y segura en el aprobar y

reprobar doctrinas. Encomiéndese a éstos el reconocimiento de los escritos que,

según los artículos 41 y 42 de la mencionada constitución, necesiten licencia

para publicarse. El censor dará su sentencia por escrito; y, si fuere favorable, el

obispo otorgará la licencia de publicarse, con la palabra Imprimatur, a la cual se

deberá anteponer la fórmula Nihil obstat, añadiendo el nombre del censor.

En la curia romana institúyanse censores de oficio, no de otra suerte que

en todas las demás, los cuales designará el Maestro del Sacro Palacio Apostólico,

oído antes el Cardenal-Vicario del Pontífice in Urbe, y con la anuencia y

aprobación del mismo Sumo Pontífice. El propio Maestro tendrá a su cargo

señalar los censores que deban reconocer cada escrito, y darán la facultad, así él

como el Cardenal-Vicario del Pontífice, o el Prelado que hiciere sus veces,

presupuesta la fórmula de aprobación del censor, como arriba decimos, y

añadido el nombre del mismo censor.

Sólo en circunstancias extraordinarias y muy raras, al prudente arbitrio del

obispo, se podrá omitir la mención del censor. Los autores no lo conocerán

nunca, hasta que hubiere declarado la sentencia favorable, a fin de que no se

cause a los censores alguna molestia, ya mientras reconocen los escritos, ya en el

caso de que no aprobaran su publicación.

Nunca se elijan censores de las órdenes religiosas sin oír antes en secreto

la opinión del superior de la provincia o, cuando se tratare de Roma, del superior

general; el cual dará testimonio, bajo la responsabilidad de su cargo, acerca de

las costumbres, ciencia e integridad de doctrina del elegido.

Recordamos a los superiores religiosos la gravísima obligación que les

incumbe de no permitir nunca que se publique escrito alguno por sus súbditos sin

que medie la licencia suya y la del ordinario.

Finalmente, mandamos y declaramos que el título de censor, de que

alguno estuviera adornado, nada vale ni jamás puede servir para dar fuerza a sus

propias opiniones privadas.

52. Dichas estas cosas en general, mandamos especialmente que se guarde

con diligencia lo que en el art. 42 de la constitución Officiorum se decreta con

estas palabras: “Se prohíbe a los individuos del clero secular tomar la dirección

de diarios u hojas periódicas sin previa licencia de su ordinario”. Y si algunos

usaren malamente de esta licencia, después de avisados sean privados de ella.

Por lo que toca a los sacerdotes que se llaman corresponsales o

colaboradores, como acaece con frecuencia que publiquen en los periódicos o

revistas escritos inficionados con la mancha del modernismo, vigílenles bien los

obispos; y si faltaren, avísenles y hasta prohíbanles seguir escribiendo.

Amonestamos muy seriamente a los superiores religiosos para que hagan lo

mismo; y si obraren con alguna negligencia, provean los ordinarios como

delegados del Sumo Pontífice.

Los periódicos y revistas escritos por católicos tengan, en cuanto fuere

posible, censor señalado; el cual deberá leer oportunamente todas las hojas o

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fascículos, luego de publicados; y si hallare algo peligrosamente expresado,

imponga una rápida retractación. Y los obispos tendrán esta misma facultad, aun

contra el juicio favorable del censor.

53. V. Más arriba hemos hecho mención de los congresos y públicas

asambleas, por ser reuniones donde los modernistas procuran defender

públicamente y propagar sus opiniones.

Los obispos no permitirán en lo sucesivo que se celebren asambleas de

sacerdotes sino rarísima vez; y si las permitieren, sea bajo condición de que no se

trate en ellas de cosas tocantes a los obispos o a la Sede Apostólica; que nada se

proponga o reclame que induzca usurpación de la sagrada potestad, y que no se

hable en ninguna manera de cosa alguna que tenga sabor de modernismo,

presbiterianismo o laicismo.

A estos congresos, cada uno de los cuales deberá autorizarse por escrito y

en tiempo oportuno, no podrán concurrir sacerdotes de otras diócesis sin Letras

comendaticias del propio obispo.

Y todos los sacerdotes tengan muy fijo en el ánimo lo que recomendó

León XIII con estas gravísimas palabras: “consideren los sacerdotes como cosa

intangible la autoridad de sus prelados, teniendo por cierto que el ministerio

sacerdotal, si no se ejercitare conforme al magisterio de los obispos, no será ni

santo, ni muy útil, ni honroso”31

.

54. VI. Pero ¿de qué aprovechará, venerables hermanos, que Nos

expidamos mandatos y preceptos si no se observaren puntual y firmemente? Lo

cual, para que felizmente suceda, conforme a nuestros deseos, nos ha parecido

conveniente extender a todas las diócesis lo que hace muchos años decretaron

prudentísimamente para las suyas los obispos de Umbría: “para expulsar -

decían- los errores ya esparcidos y para impedir que se divulguen más o que

salgan todavía maestros de impiedad que perpetúen los perniciosos efectos que

de aquella divulgación procedieron, el Santo Sínodo, siguiendo las huellas de

San Carlos Borromeo, decreta que en cada diócesis se instituya un Consejo de

varones probados de uno y otro clero, al cual pertenezca vigilar qué nuevos

errores y con qué artificios se introduzcan o diseminen, y avisar de ello al

obispo, para que, tomado consejo, ponga remedio con que este daño pueda

sofocarse en su mismo principio, para que no se esparza más y más, con

detrimento de las almas, o, lo que es peor, crezca de día en día y se confirme”32

.

Mandamos, pues, que este Consejo, que queremos se llame de Vigilancia,

sea establecido cuanto antes en cada diócesis, y los varones que a él se llamen

podrán elegirse del mismo o parecido modo al que fijamos arriba respecto de los

censores. En meses alternos y en día prefijado se reunirán con el obispo y

quedarán obligados a guardar secreto acerca de lo que allí se tratare o dispusiere.

Por razón de su oficio tendrán las siguientes incumbencias: investigarán

con vigilancia los indicios y huellas de modernismo, así en los libros como en las

cátedras; prescribirán prudentemente, pero con prontitud y eficacia, lo que

conduzca a la incolumidad del clero y de la juventud.

31. Carta Encíclica “Nobilissima Gallorum”, del 10 de febrero de 1884; cf. Ver: Lista Cronológica de los

Papas. 254. León XIII. Pág. 149 32

. Acta de Concesión al Episcopado de Umbría, de noviembre de 1849. Título 2. Artículo 6

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Eviten la novedad de los vocablos, recordando los avisos de León XIII:

“no puede aprobarse en los escritos de los católicos aquel modo de hablar que,

siguiendo las malas novedades, parece ridiculizar la piedad de los fieles y anda

proclamando un nuevo orden de vida cristiana, nuevos preceptos de la Iglesia,

nuevas aspiraciones del espíritu moderno, nueva vocación social del clero,

nueva civilización cristiana y otras muchas cosas por este estilo”33

. Tales modos

de hablar no se toleren ni en los libros ni en las lecciones.

No descuiden aquellos libros en que se trata de algunas piadosas

tradiciones locales o sagradas reliquias; ni permitan que tales cuestiones se traten

en los periódicos o revistas destinados al fomento de la piedad, ni con palabras

que huelan a desprecio o escarnio, ni con sentencia definitiva; principalmente, si,

como suele acaecer, las cosas que se afirman no salen de los límites de la

probabilidad o estriban en opiniones preconcebidas.

55. Acerca de las sagradas reliquias, obsérvese lo siguiente: Si los obispos,

a quienes únicamente compete esta facultad, supieren de cierto que alguna

reliquia es supuesta, retírenla del culto de los fieles. Si las “auténticas” de

alguna reliquia hubiesen perecido, ya por las revoluciones civiles, ya por

cualquier otro caso fortuito, no se proponga a la pública veneración sino después

de haber sido convenientemente reconocida por el obispo. El argumento de la

prescripción o de la presunción fundada sólo valdrá cuando el culto tenga la

recomendación de la antigüedad, conforme a lo decretado en 1896 por la Sagrada

Congregación de Indulgencias y Sagradas Reliquias, al siguiente tenor: “las

reliquias antiguas deben conservarse en la veneración que han tenido hasta

ahora, a no ser que, en algún caso particular, haya argumento cierto de ser

falsas o supuestas”.

Cuando se tratare de formar juicio acerca de las piadosas tradiciones,

conviene recordar que la Santa Iglesia usa en esta materia de prudencia tan

grande que no permite que tales tradiciones se refieran por escrito sino con gran

cautela y hecha la declaración previa ordenada por Urbano VIII, y aunque esto se

haga como se debe, la Santa Iglesia no asegura, con todo, la verdad del hecho; se

limita a no prohibir creer al presente, salvo que falten humanos argumentos de

credibilidad. Enteramente lo mismo decretaba hace treinta años la Sagrada

Congregación de Ritos: “tales apariciones o revelaciones no han sido

aprobadas ni reprobadas por la Sede Apostólica, la cual permite sólo que se

crean píamente, con mera Fe humana, según la tradición que dicen existir,

confirmada con idóneos documentos, testimonios y monumentos”34

. Quien

siguiere esta regla estará libre de todo temor, pues la devoción de cualquier

aparición, en cuanto mira al hecho mismo y se llama relativa, contiene siempre

implícita la condición de la verdad del hecho; mas, en cuanto es absoluta, se

funda siempre en la verdad, por cuanto se dirige a la misma persona de los

Santos a quienes honramos. Lo propio debe afirmarse de las reliquias.

Encomendamos, finalmente, al mencionado Consejo de Vigilancia que

ponga los ojos asidua y diligentemente, así en las instituciones sociales como en

cualesquier escritos de materias sociales, para que no se esconda en ellos algo de

modernismo, sino que concuerden con los preceptos de los Pontífices Romanos.

33. Instrucción S. C. NN. EE. EE, del 27 de enero de 1902

34. Decreto del 2 de mayo de 1877

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56. VII. Para que estos mandatos no caigan en olvido, queremos y

mandamos que los obispos de cada diócesis, pasado un año después de la

publicación de las presentes Letras, y en adelante cada tres años, den cuenta a la

Sede Apostólica, con Relación diligente y jurada, de las cosas que en esta nuestra

epístola se ordenan; asimismo, de las doctrinas que dominan en el clero y,

principalmente, en los seminarios y en los demás institutos católicos, sin

exceptuar a los exentos de la autoridad de los ordinarios. Lo mismo mandamos a

los superiores generales de las órdenes religiosas por lo que a sus súbditos se

refiere

II. II. 4. Conclusión

Estas cosas, venerables hermanos, hemos creído deberos escribir para

procurar la salud de todo creyente. Los adversarios de la Iglesia abusarán

ciertamente de ellas para refrescar la antigua calumnia que nos designa como

enemigos de la sabiduría y del progreso de la humanidad. Mas para oponer algo

nuevo a estas acusaciones, que refuta con perpetuos argumentos la historia de la

religión cristiana, tenemos designio de promover con todas nuestras fuerzas una

Institución particular, en la cual, con ayuda de todos los católicos insignes por la

fama de su sabiduría, se fomenten todas las ciencias y todo género de erudición,

teniendo por guía y maestra la verdad católica. Plegue a Dios que podamos

realizar felizmente este propósito con el auxilio de todos los que aman

sinceramente a la Santa Iglesia de Cristo. Pero de esto os hablaremos en otra

ocasión.

Entre tanto, venerables hermanos, para vosotros, en cuyo celo y diligencia

tenemos puesta la mayor confianza, con toda nuestra alma pedimos la

abundancia de luz muy soberana que, en medio de los peligros tan grandes para

las almas a causa de los errores que de doquier nos invaden, os ilumine en cuanto

os incumbe hacer y para que os entreguéis con enérgica fortaleza a cumplir lo

que entendiereis. Asístaos con su virtud Jesucristo, autor y consumador de

nuestra Fe; y con su auxilio e intercesión asístaos la Virgen Inmaculada,

destructora de todas las herejías, mientras Nos, en prenda de nuestra caridad y

del divino consuelo en la adversidad, de todo corazón os damos, a vosotros y a

vuestro clero y fieles, nuestra bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 8 de septiembre de 1907, año quinto

de nuestro pontificado.

Píus PP. X35

Nota de los autores: a partir de Immanuel Kant (1724-1804) el

pensamiento racionalista y agnóstico ejerció un fuerte influjo sobre la teología

protestante, de modo particular en Alemania, donde se encontraba el centro de

las nuevas corrientes filosóficas, dando lugar al llamado protestantismo liberal

que acabó negando la inspiración de la Sagrada Escritura, los milagros y

35. Cf. Ver: Bibliografía. Sitios de Referencia. Carta Encíclica Pascendi del Papa San Pío X. Pág. 637

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profecías, la divinidad de Cristo; y presentando la Sagrada Biblia como una

simple colección privilegiada de experiencias religiosas. Estas ideas habían de

ser difundidas en el resto de Europa por Louis-Auguste Sabatier, quien

sostenía que la esencia del cristianismo reside “en una experiencia religiosa,

en una revelación íntima de Dios obrada por primera vez en el alma de Jesús

de Nazaret, que se verifica y repite, sin duda menos luminosa, pero

claramente reconocible, en el alma de todos sus verdaderos discípulos”. Para

este autor es preciso, sin embargo, distinguir esas experiencias vitales de las

explicaciones teológicas y dogmas que de ellas se han deducido. De este

modo, los dogmas no serían -para Sabatier- más que la transposición de

emociones “en una noción intelectual que se constituye en su imagen

expresiva y su representación”, es decir, sería el elemento variable y sujeto a

cambio. En este clima intelectual surgió el modernismo

II. III. Fátima: ¿no debemos obedecer al Corazón de Nuestra

Madre?

II. III. 1. El testimonio de Sor Lucía

Reproducimos dos textos interesantes con testimonios de Sor Lucía.

1) Parte de la Tercera Memoria de Sor Lucía que se refiere a las

apariciones del Ángel de Portugal y a las seis apariciones de la Santísima Virgen

María a los pastorcitos de Fátima. Este texto está tomado del libro: Documentos

de Fátima.

2) Parte de la conversación de Sor Lucía con el Padre Agustín Fuentes,

sacerdote mejicano, postulador de las causas de beatificación de los pastorcitos

Francisco y Jacinta Marto. Este texto está tomado del libro: Toute la verité sur

Fatima. Le Troisième Secret. (Toda la verdad sobre Fátima. El Tercer Secreto).

Sor Lucía relata los interrogatorios de las autoridades eclesiásticas y sus

penurias para poder cumplir puntualmente con los pedidos de la Santísima

Virgen María:

“Mi secreto pertenece a Dios; lo pongo en sus manos para que haga de él

lo que más le agrade”.

El Padre Galamba le pedía: Señor Obispo, mándele que diga todo, todo,

que no oculte nada. Y Vuestra Excelencia, asistido por el Espíritu Santo,

contestó rotundamente: Eso no lo mando, en asuntos de secretos yo no me meto.

¡Gracias a Dios! Cualquier otra orden me habría supuesto una fuente de

perplejidades y escrúpulos. Con una orden contraria me habría preguntado a mí

misma millares de veces: ¿a quién debo obedecer, a Dios o a su representante?

Y probablemente, sin encontrar la solución permanecería en una verdadera

tortura interior.

Después Vuestra Excelencia continuó hablando en nombre de Dios:

Escriba, hermana, las apariciones del Ángel y de Nuestra Señora porque es

para gloria de Dios y de Ella misma.

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“Qué bueno es Dios. Es Dios de paz y por ese camino conduce a los que

en Él confían.

Empiezo pues mi nueva tarea y cumpliré las ordenes de Vuestra

Excelencia y los deseos del Padre Galamba.

Exceptuando la parte del Secreto que por ahora no me es permitido

revelar, diré todo. Voluntariamente no dejaré nada. Pienso que si se me olvida

algo serán detalles de poca importancia.

Apariciones del Ángel

Por lo que puedo calcular me parece que fue en 1915 cuando sucedió la

primera aparición de lo que pienso era un Ángel, ya que él, por entonces, no se

manifestó con claridad. Y debía ser por los meses de abril a octubre de 1915 a

juzgar por las particularidades de la estación36

.

En la ladera del Cabezo que mira al sur, mientras rezaba el Santo Rosario

con mis tres compañeras: Teresa Matías, María Rosa Matías, su hermana, y

María Justina de Casa Vieja, vi, que sobre el arbolado del valle que estaba a

nuestros pies, flotaba una especie de nube más blanca que la nieve, algo

transparente y con forma humana. Mis compañeras preguntaron qué era.

Respondí que no sabía. En días diferentes se repitió otras dos veces.

La aparición dejó en nuestro espíritu una cierta impresión que no sé

explicar. Poco a poco esa impresión se fue desvaneciendo y creo que si no fuera

por los hechos que se siguieron, con el tiempo habría venido a olvidarse por

completo.

Las fechas no las puedo precisarlas con seguridad, porque en aquel

tiempo yo no sabía todavía contar los años, ni los meses, ni siquiera los días de

la semana. Pienso, sin embargo, que debió ser hacia la primavera de 1916

cuando el Ángel se nos apareció en el lugar del Cabezo.

Ya dije, en el escrito de Jacinta, cómo subíamos la ladera buscando un

abrigo, y cómo fue allí, después de comer y rezar, donde comenzamos a ver, a

cierta distancia, sobre los árboles que se extendían en dirección al Este, una luz

más blanca que la nieve, con la forma de un joven transparente más brillante

que un cristal atravesado por los rayos del sol. A medida que se aproximaba

fuimos distinguiendo sus facciones. Estábamos sorprendidas y absortas; no

decíamos nada.

Al llegar junto a nosotros nos dijo: “no temáis, soy el Ángel de la Paz.

Rezad conmigo”. Y arrodillándose, inclinó su frente hasta el suelo. Llevados por

un movimiento sobrenatural, lo imitamos y repetimos las palabras que le oímos

pronunciar: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por

los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”. Después de repetir

esto tres veces, se irguió y dijo: “rezad así, los Corazones de Jesús y de María

están atentos a la voz de nuestras súplicas”. Y desapareció.

El ambiente sobrenatural que nos rodeaba era tan intenso, que casi no

nos dimos cuenta, de nuestra propia existencia durante mucho tiempo y

permanecimos en esta posición en que nos había dejado repitiendo siempre la

misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa y tan íntima que ni

36. Cf. Sor Lucía comienza a narrar las apariciones del Ángel y de la Santísima Virgen María; ver: Bibliografía.

Vídeos de referencia. Las Apariciones de la Virgen María en Fátima. Pág. 638

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entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente todavía sentíamos

nuestro espíritu envuelto por esa atmósfera, que sólo muy lentamente

desapareció.

Ninguno pensó en hablar de esta aparición ni en recomendar secreto. Se

imponía por sí solo. Era tan íntima que no era fácil decir sobre ella la menor

palabra. Quizá nos hizo tan fuerte impresión por ser la primera tan manifiesta.

La segunda debió ser en la mitad del verano, en esos días de mucho calor

en que traíamos los rebaños a casa a media mañana para volver a sacarlos al

atardecer.

Fuimos, pues, a pasar las horas de la siesta a la sombra de los árboles

que rodean el pozo ya varias veces mencionado. De repente vimos al Ángel junto

a nosotros:

“¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los corazones de Jesús y de María

tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al

Altísimo oraciones y sacrificios”.

¿Cómo nos tenemos que sacrificar? Pregunté.

“De todo lo que podáis, ofreced a Dios un Sacrificio de reparación por

los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los

pecadores. Atraed así la paz para vuestra patria. Yo soy el Ángel de la Guarda,

el Ángel de Portugal. Sobre todo aceptad y soportad con resignación el

sufrimiento que Nuestro Señor os envíe”.

Estas palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz

que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba y quería ser amado;

el valor del Sacrificio y cómo le era agradable; y cómo por atención a él,

convertía a los pecadores. En consecuencia, desde ese momento empezamos a

ofrecer al Señor todo lo que nos mortificaba pero sin discurrir ni buscar otros

sacrificios y penitencias, excepto la de pasarnos horas seguidas en tierra

repitiendo la oración enseñada por el Ángel.

La tercera aparición pienso que debió ser en octubre o a finales de

septiembre, porque ya no íbamos a pasar la siesta a casa.

Como ya dije en el escrito sobre Jacinta, nosotros pasábamos desde la

Pregueira –pequeño olivar de mis padres-, a la Lapa, dando la vuelta a la

ladera del monte por el lado de Aljustre y Casa Vieja. Rezamos el Santo Rosario

y la oración que el Ángel nos había enseñado en la primera aparición. Estando

allí se nos apareció por tercera vez, trayendo en la mano un cáliz y sobre él una

hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre; dejando, el

cáliz y la hostia, suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la

oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo: yo Te adoro

profundamente y Te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los

ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. y por los

infinitos méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de

María, Te pido la conversión de los pecadores”. Después se levantó, tomó de

nuevo en la mano el cáliz y la hostia y me dio la hostia a mí. Lo que contenía el

cáliz se lo dio a beber a Francisco y a Jacinta diciendo al mismo tiempo:

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“tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo horriblemente ultrajado

por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”.

De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma

oración: Santísima Trinidad, etc. Y desapareció.

Llevados por la fuerza de lo sobrenatural que nos envolvía, imitábamos al

Ángel en todo, es decir, nos postrábamos como él y como él, repetíamos la

oración que nos enseñó. La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa que

nos absorbía y aniquilaba casi por completo. Parecía como si nos hubiera

quitado por un largo espacio de tiempo el uso de nuestros sentidos corporales.

En esos días, hasta las acciones más materiales las hacíamos como llevados por

esa misma fuerza sobrenatural que nos empujaba. La paz y la felicidad que

sentíamos, eran grandes, pero sólo interiormente; el alma estaba completamente

concentrada en Dios. Y al mismo tiempo el abatimiento físico que sentíamos era

también fuerte.

Me extrañó la orden de jurar

No sé porque, las apariciones de Nuestra Señora producían en nosotros

efectos muy diferentes. La misma alegría íntima y la misma paz y felicidad, pero

en vez del abatimiento físico, sentíamos una cierta agilidad expansiva; en vez del

aniquilamiento ante la divina presencia, era un exultar de gloria; en vez de esa

dificultad para hablar, un cierto entusiasmo comunicativo. No obstante, a pesar

de todos esos sentimientos yo sentía la inspiración de callar, sobre todo algunas

cosas.

En los interrogatorios, esta inspiración interior me indicaba las

respuestas que, sin faltar a la verdad, no descubriesen lo que debía por entonces

ocultar. En este sentido sólo me quedaba una duda. Si no debí haber dicho todo

en el interrogatorio canónico. Pero no siento escrúpulo de haber callado, pues,

por entonces, aún no tenía yo el conocimiento de la importancia de ese

interrogatorio. Lo tomé como uno de tantos a los que ya estaba acostumbrada.

Únicamente me sorprendió la orden de jurar. Como por otra parte era el

confesor37

quien me lo mandaba, y juraba decir la verdad, lo hice sin dificultad.

Ni por asomo sospechaba yo en aquel momento, que el demonio sacaría de ahí

para atormentarme más tarde un sinfín de escrúpulos. Pero gracias a Dios ya

pasó todo.

Hay todavía otra razón que me confirma en la idea de que hice bien en

callar. A lo largo del interrogatorio canónico uno de los interrogadores, el Dr.

Marques dos Santos, pensó que podría prolongar la lista de sus preguntas, y

trató de llegar un poco más al fondo. Antes de responder, con una simple mirada

interrogué a mi confesor. Él me sacó del apuro respondiendo por mí; hizo

comprender al interlocutor que traspasaba los derechos que tenía.

Casi lo mismo me pasó en las declaraciones al P. Fischer. Autorizado por

Vuestra Excelencia y por la Madre Provincial, y quien parecía tener el derecho

de preguntarme todo. Pero gracias a Dios vino también acompañado por el

confesor. En un determinado momento me hizo una pregunta, muy estudiada,

sobre el Secreto. Me sentí perpleja sin saber que responder. Una mirada, y el

37. Cf. Su confesor era en ese entonces (1924) Monseñor Manuel Pereira López

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confesor que me había entendido, respondió por mí. El P. Fischer comprendió

también y se limitó a taparme la cara con unas revistas que tenía delante.

Así me ha ido mostrando Dios que todavía no era llegado el momento

designado por Él.

Paso pues, a escribir las apariciones de Nuestra Señora. No me detendré

a contar las circunstancias que las precedieron ni las que siguieron después, ya

que el Padre Galamba me ha dispensado de ello.

¡Soy del Cielo!

13 de mayo de 1917. Jugando con Jacinta y Francisco arriba, en lo alto

de la cuesta de Cova de Iría, queríamos hacer una pared alrededor de un

matorral y vimos de repente una especie de relámpago.

-Es mejor irnos a casa, dije a mis primos, está relampagueando y puede

venir una tormenta.

-Sí, vamos.

Y comenzamos a bajar la ladera empujando a las ovejas en dirección a la

carretera.

Al llegar más o menos a la mitad de la ladera, casi junto a una encina

grande que allí había, vimos otro relámpago y unos pasos más adelante, vimos

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sobre una carrasca38

una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol y

esparciendo una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua

cristalina atravesado por los rayos del sol más ardiente. Nos paramos

sorprendidos por la aparición. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la

luz que la cercaba o que Ella esparcía. Como a metro y medio de distancia, más

o menos.

Entonces nos dijo la Señora:

-No tengáis miedo, yo no os hago daño.

-¿De dónde es Usted? Le pregunté.

-Yo soy del cielo.

-¿Y qué es lo que Usted quiere de mí?

-Vengo para pediros que volváis aquí durante seis meses seguidos el día

trece y a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Y todavía

volveré una séptima vez.

-¿Yo también iré al Cielo?

-Sí, vas a ir.

-¿Y Jacinta?

-También.

-¿Y Francisco?

-También, pero tiene que rezar muchos rosarios.

Me acordé entonces de preguntar por dos jóvenes que habían muerto

hacía poco. Eran amigas mías y estaban en mi casa aprendiendo a tejer con mi

hermana mayor.

-María de las Nieves, ¿está ya en el Cielo?

-Sí, ya está.

(Me parece que tenía 16 años).

-¿Y Amelia?

-Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo.

(Me parece que tenía 18 o 20 años).

Y continuó:

-¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que os

quiera enviar en reparación por los pecados con que Él es ofendido y de

súplica por la conversión de los pecadores? -Sí, queremos.

-Vais pues, a sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestra

fortaleza.

Fue al pronunciar estas últimas palabras: “la gracia de Dios..., etc.”,

cuando abrió las manos por primera vez, comunicándonos una luz tan intensa

como el reflejo que de Ella se expandía. Esta luz nos penetró en el pecho hasta

lo más íntimo de nuestra alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, que

era esa luz, más claramente que cuando nos vemos en el mejor de los espejos.

Entonces, por un impulso interior, también comunicado, caímos de rodillas y

repetimos desde lo más profundo: “Santísima Trinidad, yo Te adoro. Dios mío,

38. Cf. Una carrasca es una encina pequeña

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yo Te amo en el Santísimo Sacramento”. Pasados los primeros momentos,

añadió Nuestra Señora:

-Rezad el Santo Rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo

y el fin de la guerra.

Enseguida comenzó a elevarse serenamente subiendo en dirección hacia

al Este y desapareció en la lejanía de la inmensidad. La luz que la rodeaba iba

abriendo un camino en el mundo cerrado de los astros. Por esto dijimos alguna

vez que vimos abrirse el cielo.

Me parece que ya dije en el libro de Jacinta, o en una carta, que el miedo

que sentíamos no era propiamente a Nuestra Señora sino a la tormenta que

suponíamos iba a venir, y era de ésta, de la tormenta, de la que queríamos huir.

Las apariciones de Nuestra Señora no infunden temor pero sí sorpresa. Cuando

me preguntaban si había sentido miedo y decía que si, me refería al miedo de los

relámpagos y de la tormenta que creía próxima, de esto fue de lo que quisimos

huir, pues estábamos acostumbrados a ver relámpagos sólo cuando tronaba.

Tampoco los relámpagos eran propiamente relámpagos, sino más bien el

reflejo de una luz que se aproximaba. Refiriéndonos a esta luz hemos dicho

algunas veces que veíamos venir a Nuestra Señora, pero propiamente a Ella sólo

la distinguíamos en esa luz cuando ya estaba sobre la encina. El no sabernos

explicar, y el querer evitar preguntas fue lo que dio lugar a que unas veces

dijésemos que la veíamos venir y otras que no. Cuando decíamos que si, nos

referíamos a que veíamos aproximarse esa luz, que al final era Ella. Cuando

decíamos que no, queríamos decir que propiamente a Nuestra Señora sólo la

veíamos cuando ya estaba sobre el árbol.

¿Me quedo sola?

13 de junio de 1917. Después de rezar el Santo Rosario con Jacinta y

Francisco y otras personas que allí estaban, vimos de nuevo el reflejo de la luz

al que llamábamos relámpago, que se aproximaba, y enseguida a Nuestra

Señora sobre la carrasca en todo igual que en mayo.

-¿Qué quiere de mí? Le pregunté.

-Deseo que vengáis aquí el trece del mes próximo, que recéis el Santo

Rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero.

Le pedí la curación de un enfermo.

-Si se convierte, se curará dentro de este año.

-Quería pedirle que nos llevara hasta el cielo.

-Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto; pero tú te quedarás algún

tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y hacerme amar.

Él quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón. -¿Me quedo sola? Pregunté con pena.

No, hija, ¿sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi

Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.

Al decir estas últimas palabras abrió las manos y nos comunicó por

segunda vez el reflejo de aquella luz tan intensa. En ella nos veíamos como

sumergidos en Dios. Francisco y Jacinta parecían estar en la parte que se

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elevaba hacia el cielo y yo en la que se esparcía por tierra. Delante de la mano

derecha de Nuestra Señora había un corazón rodeado de espinas que parecía se

le clavaban por todas partes. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de

Nuestra Señora ultrajado por los pecados de los hombres y que pedía

reparación.

A esto nos referíamos, Señor Obispo, cuando decíamos que Nuestra

Señora nos había revelado un Secreto en junio. Ella no nos había dicho todavía

nada sobre este particular, pero sentíamos que Dios a eso nos movía.

¡Rusia se convertirá!

13 de julio de 1917. Momentos después de haber llegado a Cova de Iría y

estando junto a la carrasca rezando el Santo Rosario con una gran multitud de

gente, vimos el reflejo de aquella luz ya conocida, y enseguida, a Nuestra Señora

sobre la carrasca.

-¿Qué desea de mí? Le pregunté.

-Quiero que volváis el trece del mes que viene y que continuéis rezando

el Santo Rosario todos los días en honor de Nuestra Señora del Santo Rosario,

para obtener la paz en el mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella os

puede ayudar.

-Querría que nos dijese quién es y que hiciera un milagro para que todos

crean que Usted se nos aparece.

-Continuad viniendo todos los meses. En octubre diré quién soy y lo que

quiero, y haré un milagro para que todos vean y crean.

Aquí hice algunas peticiones que ahora no recuerdo bien. Lo que me

acuerdo es que Nuestra Señora dijo que para alcanzar durante el año las

gracias que pedían era necesario que rezasen el Santo Rosario todos los días. Y

continuó:

-Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, sobre todo cuando

hagáis algún sacrificio: Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los

pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado

Corazón de María.

Al decir estas palabras, de nuevo abrió las manos como en los meses

anteriores.El reflejo pareció penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego.

Sumergidos en este fuego estaban los demonios y las almas, como si fuesen

brasas transparentes y negras o bronceadas y con forma humana. Llevados por

las llamas que de ellos salían, juntamente con horribles nubes de humo, flotaban

en aquel fuego y caían para todos los lados igual que las pavesas en los grandes

incendios sin peso y sin equilibrio, entre gritos de dolor y desesperación que

horrorizaban y hacían estremecer de espanto.

Debió ser ante esta visión cuando dije aquel ¡ay!, que dicen me oyeron

decir. Los demonios se distinguían por formas horribles y repugnantes de

animales espantosos y desconocidos pero transparentes igual que carbones

encendidos.

Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra

Señora que nos dijo con bondad y tristeza:

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“Visteis el infierno donde van las almas de los pecadores. Para salvarlos

Dios quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón.

Si hacen lo que yo os diga se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra

va a acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI

comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz

desconocida39

, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar

al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las

persecuciones a la Santa Iglesia y al Santo Padre.

Para impedirlo vendré a pedir la Consagración de Rusia a Mi Corazón

Inmaculado y la Comunión reparadora de los Cinco primeros Sábados de Mes.

Si atienden a mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, ella esparcirá

sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones contra la

Santa Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho

por sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Al final Mi Corazón Inmaculado

triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será

39. Cf. Prodigio que se cumplió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en la noche del 24 al 25 de enero de

1938, y que fue visto en toda Europa

“¡Al Final mi Corazón Inmaculado triunfará!”

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concedido al mundo algún tiempo de Paz. En Portugal se conservará el dogma

de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, sí podéis decírselo.

Cuando recéis el Santo Rosario, decid pues: “oh Jesús mío,

perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego eterno del infierno y

lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las que más lo

necesitan”.

Se siguió un momento de silencio y pregunté:

-¿No quiere nada más de mí?

-No, hoy no quiero más.

Y como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección hacia el Este,

desapareciendo en la lejanía del firmamento.

¡Haré un milagro!

15 de agosto de 1917. Como ya dije lo que ocurrió este día no me detengo

en ello y paso a la aparición, según mi modo de ver, del día 15 al atardecer.

Claro que bien puede ser que yo esté confundida ya que entonces no sabía

contar los días del mes; sin embargo, conservo la idea que como que fue el

mismo día que llegamos de la Vila Nova de Ourén.

Estando con las ovejas en compañía de Francisco y su hermano Juan, en

el lugar llamado Valiños, y sintiendo que algo sobrenatural se aproximaba y nos

envolvía, sospechando que Nuestra Señora podría aparecerse y teniendo pena

de que Jacinta no la viera, pedimos a Juan que fuese a llamarla. No quería, y

sólo fue corriendo cuando le ofrecimos dos monedas.

Entre tanto Francisco y yo vimos el reflejo de la luz que llamábamos

relámpago, y un momento después de llegar Jacinta, vimos a Nuestra Señora

sobre la carrasca.

-¿Qué quiere Usted de mí? Le pregunté.

-Quiero que continuéis asistiendo a Cova de Iría, el día trece y que sigáis

rezando el Santo Rosario todos los días. El último mes haré el milagro para

que todos crean.

-¿Qué desea que hagamos con el dinero que deja la gente en la Cova de

Iría?

-Que hagan dos andas. Una, la llevas tú con Jacinta, y otras dos niñas

vestidas de blanco, y la otra, que la lleven Francisco y otros tres niños. Las

andas son para la fiesta del Santo Rosario. El dinero que sobre es para ayuda

de una capilla que mandarán a hacer.

- Querría pedirle la curación de algunos enfermos.

-Si, a algunos curaré durante el año.

Y tomando un aire triste añadió:

-Rezad, rezad mucho y haced sacrificios y oren por los pecadores, pues

van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por

ellas.

Y como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección hacia el Este.

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¡Continuad rezando el Santo Rosario!

13 de septiembre de 1917. Al aproximarse la hora, fui con Jacinta y

Francisco y una muchedumbre de personas que apénas nos dejaban andar. Las

carreteras estaban llenas de gente.

Todos nos querían ver y hablar. Allí no había respeto humano. Numerosas

personas y hasta ciertas señoras y caballeros, pasando por entre la multitud que

se apiñaba a nuestro alrededor, se postraban de rodillas ante nosotros y nos

pedían presentásemos sus necesidades a Nuestra Señora.

Los que no conseguían acercarse clamaban desde lejos: “por amor de

Dios, pedid a Nuestra Señora que cure a mi hijo que está lisiado; otro, que cure

al mío que es ciego; otro, que cure al mío que es sordo; que me traiga a mi

marido y a mi hijo que están en la guerra; que convierta a un pecador; que me dé

la salud a mí que estoy tuberculoso, etc...”.

Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad. Algunos

gritaban desde los árboles o desde las paredes donde se habían subido para

vernos pasar. Diciendo a unos que sí y dando a otros la mano para ayudarlos a

levantarse del suelo, fuimos andando gracias a unos señores que abrían paso

entre aquella multitud. Cuando ahora leo en el Nuevo Testamento esas escenas

tan encantadoras del paso de Nuestro Señor por la Palestina, recuerdo éstas

que, tan niña aún, Él me hizo presenciar en esos pobres caminos y carreteras de

Aljustrel a Fátima y Cova de Iría. Y doy gracias a Dios, ofreciéndole la Fe de

nuestro buen pueblo portugués. Y pienso:

“Si esta gente reacciona así delante de tres pobres criaturas sólo porque

a ellas se les concedió misericordiosamente la gracia de hablar con la Madre de

Dios, ¿qué no harían si viesen delante de sí al mismo Jesucristo?”

Bien, pero no es esto lo que tenía que escribir. Fue una distracción de la

pluma que se me escapó por donde yo no quería. ¡Qué le vamos a hacer! Otra

cosa más innecesaria; no la quito para no inutilizar el cuaderno.

Llegamos al fin a Cova de Iría, junto a la carrasca, y comenzamos con el

pueblo a rezar el Santo Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y,

enseguida, a Nuestra Señora que nos dijo:

-Continuad rezando el Santo Rosario para alcanzar el fin de la guerra.

En octubre veréis también a Nuestro Señor, a Nuestra Señora de los Dolores,

a Nuestra Señora del Carmen y a San José con el Niño Jesús para bendecir al

mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios pero no quiere que dormáis

con la cuerda; llevadla sólo durante el día.

-Me han dicho que le pida muchas cosas: la curación de un sordomudo, la

curación de algunos enfermos... .

-Sí, curaré a algunos, a otros nó. En octubre haré el milagro para que

todos crean.

Y comenzando a elevarse desapareció como de costumbre.

¡Soy la Virgen del Santo Rosario!

13 de octubre 1917. Salimos muy pronto de la casa contando con las

demoras del camino. La gente era una masa, y la lluvia torrencial. Mi madre

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temiendo que fuese aquél el último día de mi vida, con el corazón angustiado

ante la incertidumbre de lo que ocurriría, quiso acompañarme. Por el camino,

las mismas escenas del mes anterior, ahora más numerosas y conmovedoras.

Ni el barrizal de los caminos impedía a aquella gente arrodillarse en

actitud humilde y suplicante. Llegados a Cova de Iría, junto a la carrasca,

llevada por un movimiento interior, pedí a todos que cerrasen los paraguas para

rezar el Santo Rosario. Poco después vimos el esplendor de la luz y enseguida a

Nuestra Señora sobre la carrasca.

-¿Qué quiere Usted de mí?

-Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor. Que yo soy la

Virgen del Santo Rosario y que continuéis rezando el Santo Rosario todos los

días. La guerra va a terminar y los soldados volverán a sus casas.

-Tengo que pedirle muchas cosas: la curación de unos enfermos, la

conversión de unos pecadores, etc.

-Unos sí. Otros no. Es preciso que se conviertan; que pidan perdón de

sus pecados.

Después tomó un aspecto más triste y dijo:

¡No ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido!

Y abriendo las manos, las hizo reflejar en el sol. Y mientras se elevaba,

continuaba proyectando en el sol el reflejo de su propia luz (Apocalipsis XII, 1).

He aquí el motivo por el cual pedí que lo mirasen. No era querer llamar hacia él

la atención de la gente, pues ni siquiera me daba cuenta de la presencia del sol;

lo hice sólo llevada por un impulso interior que a eso me movía40

.

40. Cf. En ese momento se produjo el milagro del sol que lo contemplaron miles de personas. Según varias

declaración de algunos de estos testigos, después de una llovizna, se despejó el cielo y el sol lució como un disco

opaco que giraba en el cielo, y oscilando se dirigió en dirección a la tierra trazando un patrón de zig-zag. Los

testigos reportaron también que el suelo y sus ropas, que habían estado mojados por la lluvia, se habían secado

completamente. Este es el milagro que la Santísima Virgen María les había prometido a los tres videntes, Jacinta,

Francisco y Lucía, en las apariciones precedentes del 13 de julio, 15 de agosto y 13 de septiembre de 1917

“Unos 70.000 Espectadores asistieron al Milagro solar en

Fátima, el 13 de Octubre de 1917”

Fotografía original

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Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al

lado del sol a San José con el Niño y a la Santísima Virgen María vestida de

blanco con un manto azul. San José con el Niño parecía bendecir al mundo en

unos movimientos que hacía con la mano en forma de cruz. Poco después,

desvanecida esta aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora que daba la

impresión de ser la Virgen de los Dolores. Nuestro Señor parecía también

bendecir al mundo de la misma manera que San José. Desaparecieron de nuevo

y me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma semejante a la Virgen del

Carmen.

Esta es, Señor Obispo, la historia de las apariciones de Nuestra Señora en

Cova de Iría en 1917. Siempre que por algún motivo tenía que hablar de ellas,

procuraba hacerlo con las menos palabras posibles, en el deseo de guardar para

mí sola esas cosas más íntimas, que, tanto me costaba manifestar. Pero

como son de Dios y no mías, y Él ahora, por medio de Vuestra Excelencia, me

las reclama, ahí van. Restituyo lo que no me pertenece. Voluntariamente no me

reservo nada. Me parece que sólo faltan algunos pequeños detalles de los

Los Tres Videntes de Fátima: Jacinta, Francisco y

Lucía

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referentes a las peticiones que yo hacía. Como eran cosas meramente materiales

no les daba tanta importancia, y, quizás por eso, no se me grabaron tan

vivamente en el espíritu. Por otra parte, eran tantas, tantas. Debido tal vez a la

preocupación en recordar las innumerables gracias que debía pedir a Nuestra

Señora tuve la equivocación de entender que la guerra acababa el mismo día

trece.

Muchas personas se han manifestado admiradas por la memoria que Dios

me quiso dar. Por su bondad infinita la tengo ciertamente, bastante privilegiada

en todos los sentidos, pero en estas cosas sobrenaturales no es de admirar,

porque se graban en el espíritu de tal manera que es casi imposible de

olvidarlas. Por lo menos nunca se olvida el sentido de las cosas que ellas

indican, a no ser que Dios quiera también hacerlo olvidar”

II. III. 2. Apartes de una carta de Sor Lucía al Papa Venerable

Pío XII

Tuy, 2 de diciembre de 1940.

...Vengo, Santísimo Padre, a renovar un pedido que ya ha sido varias veces

presentado a Vuestra Santidad. El pedido, Santísimo Padre, viene de Nuestro

Señor y de Nuestra buena Madre del Cielo.

En 1917, en la parte de las apariciones que nosotros hemos llamado “el

Secreto”, la Santísima Virgen a revelado el final de la guerra que desolaba

entonces la Europa, y ha anunciado otra a venir, diciendo que para impedirla,

Ella vendría a pedir la Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado y la

Comunión Reparadora de los cinco primeros sábados de mes, y prometiendo, si

se le escucharía sus pedidos, la conversión de esa nación y la paz... .

Hasta 1926 esto queda en secreto, según la orden expresa de Nuestra

Señora... (Sor Lucía cuenta enseguida las apariciones de 1925-1926, y continúa):

Los Santos Francisco y Jacinta Marto han sido

canonizados por el Papa Francisco, el 13 de Mayo

de 2017, en Fátima. Portugal

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En 1929 Nuestra Señora, por medio de una aparición, a pedido la

Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado, prometiendo que Ella

impediría, por este medio, la propagación de los errores de ese país, y aseguraría

su conversión... :

... De repente, toda la capilla se iluminó de una luz sobrenatural, y sobre el

altar, apareció una cruz luminosa, que llegaba hasta el techo. Al interior de una

luz más brillante, se veía, sobre la parte superior de la cruz, la figura de un

hombre, del cual se veía solamente el busto y hasta la cintura (el Padre), sobre su

pecho, se encontraba una paloma, igualmente luminosa (el Espíritu Santo), y

clavado a la cruz, el cuerpo de otro hombre (el Hijo).

Un poco por encima de la cintura (de Aquél), suspendido en el aire, se veía

un cáliz y una gran Hostia, en la cual caía algunas gotas de sangre del rostro de

Jesús crucificado, y de la herida del costado. Estas gotas, deslizándose en la

Hostia, caían dentro del cáliz.

Debajo del brazo derecho de la cruz, se encontraba Nuestra Señora con su

Corazón Inmaculado en la mano (era Nuestra Señora de Fátima, con su Corazón

Inmaculado en la mano izquierda, sin espada, ni rosas, pero si rodeado con una

corona de espinas y de él salían llamas).

Debajo del brazo izquierdo de la cruz, grandes letras, como de un agua

cristalina, que corrían deslizándose sobre el altar formando estas palabras:

“Gracia y Misericordia”.

Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad,

recibí luces sobre este misterio y que no me es permitido de revelar.

Enseguida (la Santísima Virgen) me dice:

“El momento es llegado, donde Dios pide al Santo Padre de hacer, en

unión con todos los obispos católicos del mundo, la Consagración de Rusia a

mi Corazón Inmaculado. ¡Él promete de salvarla por este medio..., y dar al

mundo algún tiempo de paz!” Algún tiempo después, dí cuentas a mi confesor del pedido de Nuestra

Señora. Él se empleó a llevarla acabo y lo hizo llegar al conocimiento de Su

Santidad Pío XI.

Al curso de varias comunicaciones intimas, Nuestro Señor no ha dejado de

insistir sobre este pedido, y ha prometido finalmente que, “si Vuestra Santidad

quisiera hacer la consagración del mundo al corazón Inmaculado de María, con

una mención especial de Rusia, y ordenar que, en unión con Vuestra Santidad,

todos los obispos católicos del mundo la hagan al mismo tiempo”, Él acortaría

los días de tribulación a través de los cuales a decidido castigar las naciones de

sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de la persecución contra la

Santa Iglesia y contra Vuestra Santidad.

(Al final de la carta):

... Santísimo Padre, si yo no estoy equivocada en la unión de mi alma con

Dios, “Nuestro Señor promete una protección especial a nuestra Patria durante

esta guerra, en razón de la consagración que los Excelentísimos Prelados

portugueses han hecho de la Nación al Corazón Inmaculado de María, ¡y esta

protección será la prueba de las gracias que Él acordaría a otras naciones, si

ellas le serían igualmente consagradas!”41

41. Cf. Testimonios sobre las Apariciones de Fátima. P. Juan de Marchi. M C. Imprimátur del Obispo de Leiria,

del 26 de abril de 1966. Ed. Missōes Consolata. Cova da Iria. Portugal. 1966. Págs. 349-350

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II. III. 3. El secreto de la aparición del mes de julio

Texto tomado del libro: Testimonio sobre las Apariciones de Fátima.

De una entrevista del R.P. Jongen, sacerdote monfortiano holandés, con Sor

Lucía en febrero de 1946

-¿Cuándo, así pues, ha recibido usted el permiso del Cielo –como lo dice en

vuestras “Memorias”– para revelar este Secreto?

-En 1927, aquí, en Tuy. Ese permiso no se extendía a la tercera parte del

Secreto.

-¿Habló de eso a vuestro confesor?

-Sí, inmediatamente.

-¿Y qué ha dicho él?

-Él me ordenó escribir el Secreto, con la excepción de la tercera parte.

Pienso que él mismo no la ha leído; él me devolvió el papel. Poco después he

tenido otro confesor. Él me dio la orden de quemar todo, después de haberme

dicho de escribirlo de nuevo.

(La Hermana Lucía sonríe evocando sus recuerdos).

-Es una lástima que el Secreto no haya sido publicado antes de la guerra.

Así la predicción hubiera tenido más valor. ¿Por qué no lo ha hecho conocer más

temprano?

-Porque nadie me lo ha pedido.

(De repente, ella tiene una idea).

-Ese Padre jesuita podría escribir a mis confesores, para pedirles lo que yo

les he comunicado en 1927; eran los Padres José da Silva Aparicio y José

Bernardo Gonçalves.

-¿A quién, además, le ha revelado usted el Secreto antes de la guerra?

-A la Superiora Provincial, al Obispo de Leiria, y al Padre Galamba.

-¿Les ha revelado todo, sin excepción?

-No sé más.

-¿Revelando el Secreto ha querido limitarse a dar el sentido de lo que la

Santísima Virgen le había dicho, o ha citado literalmente sus palabras?

-Cuando hablo de las apariciones, me limito a dar el sentido de las

palabras que he escuchado. Cuando escribo, me dedico, al contrario, a citar

literalmente las palabras. He querido, por tanto, escribir el Secreto palabra por

palabra.

-¿Está segura de haber guardado todo en su memoria?

-Pienso que sí.

-¿Las palabras del Secreto han sido entonces citadas dentro del orden

como ellas le han sido comunicadas?

-Sí.

-¿La Santísima Virgen ha pronunciado realmente el nombre de Pío XI?

-Sí. Nosotros no sabíamos si era un Papa o un Rey. Pero la Santísima

Virgen a hablado de Pío XI.

-Pero la guerra no ha comenzado bajo Pío XI.

-La adhesión de Austria ha sido la ocasión. Cuando el acuerdo de Munich

había terminado, las Hermanas gozaban, porque la paz parecía salvada. Sabía

mucho más que ellas desgraciadamente.

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Pero este Padre jesuita advierte que la ocasión de una guerra no es la

misma cosa que su comienzo.

(Esta observación no hace ninguna impresión sobre la Hermana).

-Acabamos de abordar el sujeto de la “luz misteriosa”, de la cual habla el

Secreto.

Los astrónomos dicen que era una vulgar aurora boreal. ¿Por qué de la

cual usted ha escrito dentro de vuestras narraciones?

-No lo sé, pero me parece que si ellos examinaran bien la cosa, ellos

reconocerían que, viendo las circunstancias dentro de las cuales esa luz ha

aparecido, eso no sería, ni podría ser una aurora boreal.

-¿Por qué usted dice eso?

-Porque pienso que eso es así.

-Según el texto del Secreto, la Santísima Virgen habría dicho: “vendré a

pedir...”. ¿Ha venido Ella realmente a pedir eso?

-Sí.

-¿Cuando?

-En 1925. El 10 de diciembre de ese año, Nuestra Señora se me ha

aparecido con el Niño Jesús.

-¿Donde?

-En mi habitación42

.

-¿Qué le ha dicho la Santísima Virgen?

-“Mira, Mi hija, mi Corazón rodeado de espinas, con las cuales, los

hombres ingratos me traspasan a cada momento con sus blasfemias y sus

ingratitudes. Tú, al menos, busca a consolarme con la práctica de los Cinco

Primeros Sábados de Mes”.

-Se ha notado que Nuestro Señor había pedido más o menos con los

mismos términos la devoción a Su Sagrado Corazón a Santa Margarita María

Alacoque, ¿se diría que es una reminiscencia de Paray Le Monial?

(La Hermana sonríe, y su sonrisa traduce la inocencia y la dulzura de un

niño).

-¿La Santísima Virgen le ha pedido de difundir esta devoción de los Cinco

Primeros Sábados de Mes?

-No, pero hacerla conocer sí.

-¿Usted ha insistido más tarde al Obispo de Leiria, para que él realice el

deseo de la Santísima Virgen María en lo que concierne a los Cinco Primeros

Sábados de Mes?

-Sí.

-¿Por qué? ¿Es que la Santísima Virgen María se le ha aparecido de

nuevo?

-No. Yo sufría solamente de no ver satisfecho el pedido de Nuestra Señora.

-¿No ha hablado a ninguno de esta devoción?

-Me he dedicado a difundir esta práctica alrededor de mí, sin hablar sin

embargo de la aparición de Nuestra Señora o del Secreto.

-¿La Santísima Virgen ha hablado durante la aparición de 1925 de la

Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado?

-No.

42. Cf. Hay que señalar que en ese momento Sor Lucía no era todavía religiosa. Ella era postulante en Pontevedra.

España

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-¿Cuándo es que Ella ha venido a pedir esta consagración?

-El 13 de junio de 1929.

-¿Dónde ha tenido lugar esta aparición?

-A Tuy, dentro de la capilla.

-¿Qué ha pedido la Santísima Virgen María?

-Ella ha pedido “la Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado,

por el Papa, en unión con todos los obispos católicos del mundo”.

-¿No ha hablado Ella de la consagración del mundo?

-No.

-¿Ha hecho conocer el deseo de la Santísima Virgen al Obispo de Leiria?

-Sí.

-Hermana, ¿ha pedido usted desde 1925, que el Santo Padre consagre el

mundo, o solamente Rusia?

-Después de 1925, he pedido que se propague la Comunión Reparadora,

con la confesión, recitación del Santo Rosario y un cuarto de hora de

meditación, en los cinco primeros sábados de mes consecutivos.

Para obtener la realización de este pedido de Nuestra Señora, me he

dirigido a mi confesor, y a la Reverenda Madre Superiora, Madre María da

Dores Magalhaes. Por orden de la Reverenda Madre Superiora, he escrito al

confesor que había tenido anteriormente en Porto, Monseñor Pereira Lopez.

Como él no me respondía, por orden de la Reverenda Madre Superiora, hablé

del deseo de Nuestra Señora a un Padre jesuita, entonces residente en

Pontevedra (España), y actualmente en la sede de la Revista “Brotéria”, en

Lisonne, el Reverendísimo Padre Francisco Rodrigues.

En 1926, llegando a Tuy, rendí cuentas del pedido de Nuestra Señora al

confesor de entonces, el Reverendísimo Padre José da Silva Aparicio, Superior

de la Residencia de los Padres Jesuitas de esta ciudad. Actualmente él se

encuentra en Brasil, con el cargo de Padre maestro y rector de la casa de

formación que los Padres jesuitas tienen en Baturité, en el estado de Ceará.

En 1929, este Padre habiendo quitado la carga de confesor de la

comunidad, para ir a ejercer aquélla de Padre maestro de Oya, yo rendí cuentas

del pedido de Nuestra Señora, sobre la Consagración de Rusia, al Reverendo

Padre Francisco Rodrigues, quien pasaba a menudo por aquí, dirigiéndose a

Portugal, y al Reverendísimo Padre José Bernardo Gonçalves; que había venido

para reemplazar al Reverendísimo Padre Aparicio. Él se encuentra actualmente

como Superior de la Misión de Zambézia, en la Misión de Lifidge

(Mozambique). Este Padre me ordenó de poner eso por escrito, me prometí de

trabajar a la realización de los deseos de Nuestra Señora, informé de todo al

Obispo de Leiria, y obtuve que el pedido llegara al conocimiento de Su Santidad

Pío XI.

Yo he hecho conocer, igualmente, los pedidos de Nuestra Señora a mis

Superioras, la Reverenda Madre Provincial, Madre Eugenia de Sousa Monfalim,

fallecida en 1937, y a la Reverenda Madre Maestra, Madre María de Penha

Lemos, actualmente en Villa Nueva de Gaia (Porto), donde ella ejerce el cargo

de Secretaria de la Reverenda Madre Provincial, Madre María do Carmo Corte

Real.

En 1932, de Rianjo, donde, por orden de mis Superioras, he ido a

reposarme un mes, he escrito una carta a su Excelencia el Obispo de Leiria,

insistiendo sobre este mismo pedido de Nuestro Señor: “como el rey de Francia,

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ellos no escuchan mis pedidos; el Santo Padre consagrará la Rusia, pero será

demasiado tarde”.

En 1940, en otra carta a Monseñor el Obispo de Leiria, haciendo alusión

al incumplimiento de realización de los pedidos de Nuestra Señora, yo he

escrito: “Si el mundo supiera el momento de gracia que se le ha dado, y haría

penitencia...”.

En la carta que, por orden de mis directores espirituales, he escrito al

Santo Padre en 1940, he expuesto el pedido exacto de Nuestra Señora y pedí “la

consagración del mundo, con mención especial de Rusia”.

El pedido exacto de Nuestra Señora era “que el Santo Padre haga la

Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado, ordenando a todos los

obispos del mundo católico de hacerla al mismo tiempo, en unión con Su

Santidad”.

-Hermana, ¿piensa usted que estamos nosotros viviendo el período de

dominación de Rusia (anunciado por la Santísima Virgen), porque esta nación no

ha sido todavía consagrada especialmente?

-Pienso que se cumplen, ahora, las palabras de Nuestra Señora:

“si no se hace, Rusia expandirá sus errores por todo el mundo...”

II. III. 4. Cronología de una desobediencia

“Participa a Mis ministros, que en vista de seguir el ejemplo del rey de

Francia, en la dilatación de la ejecución de Mi petición, también lo han de

seguir en la aflicción”43

El 13 de junio de 1929-Doce años después de sus apariciones originales

en Fátima, el 13 de julio de 1917; Nuestra Señora se aparece de nuevo a Sor

Lucía en Tuy, España: Ella está de pie encima de una nube y al lado de su

Divino Hijo Jesús sobre la cruz, y dice: “ha llegado el momento en que Dios

pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los obispos católicos del

mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón, prometiendo

salvarla por este medio y en este día de oración y de reparación mundial”.

El 21 de enero de 1935-Sor Lucía escribe a su confesor, el Padre

Gonçalves, en respuesta a sus preguntas: “por lo que se refiere a Rusia me

parece que le gustará mucho a Nuestro Señor verle trabajando para que el santo

Padre realice Sus deseos... (Usted pregunta) si me parece bien que insista con el

señor Obispo, le diré que sí y que será muy del agrado de Dios; y segundo, si se

debe modificar alguna cosa; pienso que debe ser como lo pidió Nuestro

Señor...”.

Mayo de 1936-Nuestro Señor habla otra vez a Sor Lucía y le dice que “la

conversión de Rusia ocurrirá sólo cuando aquella nación sea solemne y

43. Cf. Nuestro Señor Jesucristo habla a Sor Lucía, referente a la Consagración de Rusia, en agosto de 1931. El

referimento explícito es a las apariciones de Paray Le Monial en 1689. Allí Nuestro Señor Jesucristo dio a Santa

Margarita María Alacoque un mensaje para el rey de Francia Luis XIV: “consagrar Francia a su Sagrado

Corazón”, mensaje que el rey nunca realizó

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públicamente consagrada al Corazón Inmaculado de María por el Papa junto

con todos los obispos”. En otra ocasión, Nuestra Señora dice a Sor Lucía que

“Rusia sería el instrumento del castigo mundial, si antes no se hubiera

alcanzado la conversión de „esa pobrecita nación‟ por medio de la

Consagración”.

El 31 de octubre y el 8 de diciembre de 1942-El Papa Pío XII, actuando

solo, consagra al mundo, pero no Rusia, al Corazón Inmaculado44

. Pocas

semanas después Winston Churchill observa que “los goznes de la suerte” han

cambiado, y los Aliados empiezan a ganar la mayoría de sus batallas contra los

ejércitos de Hitler. En la primavera de 1943, Nuestro Señor dice a Sor Lucía que

“la paz mundial no resultará de esta consagración, aunque la guerra sería

abreviada”. La Segunda Guerra Mundial continuará por dos años más.

Septiembre de 1943-Sor Lucía está muy enferma. El Obispo de Fátima

teme que muera y lleve el Tercer Secreto de Fátima con ella al sepulcro. Sugiere

que lo ponga por escrito y colocarlo en un sobre lacrado. Ella responde que tal

iniciativa sería demasiado para ella -pero si el Obispo tomara la responsabilidad

en darle la orden formalmente, ella obedecería con gusto-.

Octubre de 1943-Después de un mes de oración y reflexión, el Obispo de

Fátima, Su Excelencia José da Silva, da a Sor Lucía por escrito una orden formal

para que escriba el Tercer Secreto. Sor Lucía intenta obedecer enseguida, pero

por más de dos meses es misteriosamente incapaz de poner por escrito el Tercer

Secreto.

El 2 de enero de 1944-Nuestra Señora aparece de nuevo a Sor Lucía y le

pide escribir la tercera parte del Secreto dado a ella en Fátima en julio de 1917,

el cual llegó a ser conocido sencillamente como Tercer Secreto de Fátima: La

Virgen pide que “el Tercer Secreto sea revelado al mundo a más tardar en

1960”. Cuando luego le preguntaron por qué el Tercer Secreto tiene que ser

revelado en 1960, Sor Lucía declara: “porque la Santísima Virgen lo quiere así,

y será más claro en ese entonces...”.

El 17 de junio de 1944-Desde que Sor Lucía no permite a nadie, con

excepción de un Obispo, llevar la carta de una página conteniendo las palabras

de Nuestra Señora sobre el Tercer Secreto, hasta esta fecha no había sido

entregado al Obispo de Fátima. En este día un Obispo hace una visita cerca del

Convento en Tuy y Sor Lucía le entrega el Secreto. Él, a su vez, lo da al Obispo

de Fátima, Monseñor José da Silva, el mismo día, el Obispo puede leer el

Secreto inmediatamente, pero decide no hacerlo.

El 17 de junio de 1946-En respuesta a una pregunta al Profesor William

T. Walsh, Sor Lucía hace notar que Nuestra Señora “no pidió la consagración

del mundo” (como lo hizo el Papa Venerable Pío XII en 1942), pero sólo y

específicamente Rusia: “si se hace esto”, dice Sor Lucía, Nuestra Señora

promete “convertir a Rusia y habrá paz”.

44. Cf. Ver: Apartes de una Carta de Sor Lucía al Papa Venerable Pío XII. Págs. 536-537

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El 7 de julio de 1952-El Papa Pío XII consagra Rusia específicamente,

pero no en unión con todos los obispos católicos del mundo, porque no les pidió

participar, no siendo advertido de que esto era necesario. La guerra en Corea

continúa, al igual que otras guerras en diferentes partes del mundo; y en América

Latina surgen las guerrillas marxista que sustentan la insurgencia como medio

para llegar al poder.

El 2 de septiembre de 1952-El Padre Schweigl interroga a Sor Lucía

sobre el Tercer Secreto en su Convento en Coimbra, Portugal. Fue enviado allá

por el Papa Pío XII en una misión especial. A su regreso al Russicum en Roma,

el Padre Schweigl confía a uno de sus colegas: “no puedo revelar nada de lo que

aprendí en Fátima referente al Tercer Secreto, pero puedo decir que tiene dos

partes: una concierne al Papa. La otra lógicamente –aunque no puedo decir

nada- tendría que ser la continuación de las palabras: en Portugal se

conservará siempre el dogma de la Fe”45

.

El 17 de mayo de 1955-El Cardenal Ottaviani, cabeza del Santo Oficio

del Vaticano, es enviado por el Papa Pío XII al Convento en Coimbra para

interrogar a Sor Lucía referente al contenido del Secreto. La interrogación del

Cardenal Ottaviani será seguida por una orden de que el texto del Tercer Secreto

sea transferido al Vaticano.

Marzo de 1957-Poco antes de su transferencia al Vaticano, el Obispo Juan

Venancio sostiene el sobre conteniendo el Tercer Secreto bajo una fuerte

lámpara eléctrica. Observa cuidadosamente que el Secreto es más o menos de 25

renglones y está escrito en una sola hoja de papel con márgenes de tres cuartos

de centímetro en ambos lados.

El 4 de abril de 1957-Para mejor guardar el contenido del Tercer Secreto,

el sobre fue enviado a los Archivos Secretos del Santo Oficio. Sor Lucía fue

advertida por el Obispo de Leíria.

El 16 de abril de 1957-El texto del Tercer Secreto es transferido al

Vaticano, lacrado en el sobre original y puesto en otro sobre. El texto es

colocado en un cofre en los aposentos papales, como se ve en una foto en la

revista Paris-Match de la época.

El 20 de diciembre de 1957-El Padre Agustín Fuentes, entrevista a Sor

Lucía. Ella le habla de muchas naciones desapareciendo de la faz de la tierra y de

muchas almas yendo al infierno como resultado de ignorar el Mensaje de

Nuestra Señora de Fátima.

1958-El Padre Agustín Fuentes publica la entrevista con Sor Lucía. Es

leída ampliamente y nadie contradice su autenticidad. A continuación

transcribimos apartes de dicha entrevista:

45. Cf. Ver: El Testimonio de Sor Lucía. ¡Rusia se convertirá! 13 de julio de 1917. Págs. 530-532;

Cronología de una Desobediencia. El 26 de Junio de 2000. Págs. 554-555; Las Dos Columnas. Págs. 589-

590; Las Profecías sobre los últimos Siete Sumos Pontífices. Págs. 586-588

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Testimonio del Padre Agustín Fuentes

“La Santísima Virgen María está muy triste porque nadie hace caso de su

mensaje”

Desde hacía algunos años las visitas al Carmelo de Coimbra iban

escaseando. La última, de la que se había hecho eco la prensa, había sido la del

Padre Lombardi el célebre jesuita fundador del Movimiento por un Mundo

Mejor. Pero por supuesto otro testimonio, mucho más importante, nos revela los

pensamientos y los sentimientos de Sor Lucía a finales de 1957.

El Padre Agustín Fuentes, sacerdote mejicano que se preparaba para

postular las causas de beatificación de Francisco y Jacinta46

al mismo tiempo que

la de los mártires mejicanos de la persecución masónica del presidente Plutarco

Elías Calle (1924-1928). Y quién tuvo el privilegio de conversar largamente con

Sor Lucía el 20 de diciembre de 1957.

El Padre Fuentes ya se había reunido con la vidente de Fátima el 10 de

agosto de 1955.

De regreso a Méjico, el 22 de mayo de 1958, el Padre Fuentes dio una

conferencia en la Casa Matriz de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón

y de Nuestra Señora de Guadalupe, durante la cual repitió las palabras de Sor

Lucía.

La reseña de dicha conferencia, destaca el Padre Alonso, fue publicada

“en su texto original en español y en una versión inglesa abreviada, con todas

las garantías de autenticidad y todas las garantías jerárquicas entre las cuales

figura la del Obispo de Fátima”47

. El Padre Fuentes indica que se trata de un

mensaje recibido “de los propios labios de la vidente principal”.

Veamos ahora los extractos del texto original en español citado por el

Padre Alonso.

Diálogo de Sor Lucía con el Padre Agustín Fuentes

(26 de diciembre de 1957)

“Quiero contaros solamente la última conversación que sostuve con ella el

26 de diciembre del año pasado. La vi en su monasterio muy triste, pálida y

demacrada. Ella me dijo:

Nadie hace caso

“Padre, la Santísima Virgen está muy triste porque nadie hace caso de su

mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos siguen su camino, pero sin

hacer caso del mensaje. Los malos, al no ver caer sobre ellos actualmente el

castigo de Dios, continúan su vida de pecado sin preocuparen del mensaje.

Pero, créame Padre, Dios va a castigar al mundo de una manera terrible. El

castigo celestial es inminente”.

46. Cf. Como el proceso diocesano aún no estaba terminado, el futuro postulador trabajaba en los estudios

preparatorios para la organización de los procesos apostólicos 47

. Cf. Monseñor Sánchez, Arzobispo de Veracruz, concedió el imprimátur

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El secreto no revelado

“¿Qué falta, Padre, para 1960 y qué sucederá entonces? Será muy triste

para todos, no habrá nada de que regocijarse si antes el mundo no reza y no

hace penitencia.

No puedo dar otros detalles puesto que todavía es un Secreto, únicamente

el Santo Padre y su Excelencia el Obispo de Fátima podrían saberlo según la

voluntad de la Santísima Virgen, pero ellos no lo han querido, para no ser

influidos.

He ahí la tercera parte del mensaje de Nuestra Señora que seguirá siendo

Secreto hasta esa fecha de 1960”.

Rusia, castigo de Dios

“Decidles, Padre, que la Santísima Virgen muchas veces nos dijo, tanto a

mis primos Francisco y Jacinta como a mí misma, que muchas naciones

desaparecerán de la Tierra y que Rusia será el instrumento del castigo del cielo

para el mundo entero si antes no se consigue la conversión de esa pobre

nación”.

La batalla decisiva entre la Santísima Virgen María y Satanás: la defección

de las almas consagradas y de los sacerdotes

Sor Lucía me dijo también:

“Padre, el demonio está a punto de librar una batalla decisiva contra la

Santísima Virgen María y como sabe lo que más ofende a Dios y lo que en poco

tiempo le hará ganar la mayor cantidad de almas, hace todo lo posible para

ganar las almas consagradas a Dios, porque de esa manera deja desamparado

el campo de las almas y se apodera de él más fácilmente”.

Lo que santificó a Jacinta y a Francisco

“Decidles también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se

sacrificaron porque siempre vieron a la Santísima Virgen muy triste en todas sus

apariciones, jamás se sonrió con nosotros y esa tristeza, esa angustia que

notamos en Ella por causa de las ofensas hechas a Dios y de los castigos que

amenazan a los pecadores, traspasó nuestras almas y, en nuestras

imaginaciones infantiles, no sabíamos que inventar como medios para rezar y

hacer sacrificios.

Lo otro que santificó a los niños fue la visión del infierno”.

La misión de Sor Lucía

“Por eso, Padre, mi misión no es indicar al mundo los castigos que

llegarán ciertamente, si antes el mundo no se convierte, no reza ni hace

penitencia.

No, mi misión es indicar a todos el inminente peligro en que nos hallamos

de perder nuestra alma para siempre en el infierno si seguimos obstinados en el

pecado”.

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La urgencia de la conversión

Me dijo también Sor Lucía: “Padre, no esperemos que venga de Roma un

llamado a la conversión; no esperemos tampoco que venga de nuestros obispos

en sus diócesis ni tampoco de las congregaciones religiosas.

No, Nuestra Señora ha empleado a menudo esos medios y el mundo no les

hace caso. Por eso es necesario que ahora cada uno de nosotros empiece por sí

mismo su propia conversión espiritual.

Cada uno debe salvar no solamente su alma, sino también a todas las

almas que Dios haya colocado en su camino”.

Los últimos tiempos

“Padre, la Santísima Virgen no me ha dicho que estemos en los últimos

tiempos, pero Ella me lo ha hecho saber por tres motivos:

La batalla final

En primer lugar, porque me ha dicho que el demonio está a punto de

librar una batalla decisiva contra la Santísima Virgen y una batalla decisiva es

una batalla final en la que se verá de qué lado está la victoria y de que lado está

la derrota.

También desde ahora o estamos con Dios o estamos con el demonio; no

hay términos medios.

Los últimos remedios

En segundo lugar, porque Ella ha dicho, tanto a mis primos como a mí

misma, que Dios concedió los dos últimos remedios al mundo: el Santo Rosario

y la devoción al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María.

Y esos son Padre los dos últimos remedios, eso significa que no habrá

otros.

El pecado contra el Espíritu Santo

Y en tercer lugar, porque siempre en los planes de la Divina Providencia,

cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todo los otros recursos.

Ahora bien, cuando Dios ha visto que el mundo no ha hecho caso de

ninguno, entonces como diríamos en nuestra manera imperfecta de hablar, nos

ofrece con cierto temor, el último medio de salvación: su Santísima Madre.

Porque si nosotros rechazamos y despreciamos ese último medio ya no

tendremos perdón del Cielo, puesto que habremos cometido un pecado que el

Evangelio llama el pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en rechazar

abiertamente con pleno conocimiento y voluntad la salvación que se nos ofrece.

Recordemos que Nuestro Señor Jesucristo es un excelente Hijo y que no

permite que ofendamos ni despreciemos a su Santísima Madre.

Tenemos como testimonio patente la historia de muchos siglos de la Santa

Iglesia en la que, mediante ejemplos terribles, se nos muestra cómo Nuestro

Señor Jesucristo ha asumido la defensa del honor de su Santísima Madre”.

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Oración y sacrificio: el Santo Rosario

Me decía Sor Lucía: dos medios para salvar al mundo, la oración y el

Sacrificio”.

“En cuanto al Santo Rosario, Padre, la Santísima Virgen en estos últimos

tiempos que vivimos, ha dotado de una eficacia nueva al rezo del Santo Rosario.

De manera que no hay ningún problema por difícil que sea, temporal o sobre

todo espiritual, que se refiera a nuestra vida personal, a la de nuestras familias,

a las de las familias del mundo o a las comunidades religiosas, o también a la

vida de los pueblos y de las naciones, no hay ningún problema, repito, por difícil

que sea que no pueda resolverse por el rezo cotidiano del Santo Rosario. Con el

Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro

Señor y obtendremos la salvación de muchas almas”.

La devoción al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María

“Por último, la devoción al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen

María, nuestra Madre, considerándola como la sede de la clemencia, de la

bondad, del perdón y como la puerta segura para entrar en el cielo”.

El 9 de octubre de 1958-Muere el Papa Pío XII.

El 17 de agosto de 1959-Según las notas de los archivos, en acuerdo con

el Cardenal Ottaviani, el comisario del Santo Oficio, el Padre Pedro-Pablo

Felipe. O. P. lleva al Papa San Juan XXIII el sobre conteniendo el Tercer Secreto

de Fátima. Su Santidad dice: “esperemos, yo rezaré. Haré saber lo que he

decidido”48

.

En realidad, el Papa San Juan XXIII decidió devolver el sobre sellado al

Santo Oficio y de no revelar el Tercer Secreto de Fátima.

El 8 de febrero de 1960-A pesar del pedido expreso de Nuestra Señora a

Sor Lucía, y de las promesas reiteradas del Obispo de Fátima y del Cardenal

Patriarca de Lisboa, personas desconocidas en el Vaticano anónimamente

anuncian que el Tercer Secreto no será revelado probablemente “continuando a

ser mantenido bajo riguroso sigilo”. El anuncio por medio de la agencia de

noticias A.N.I. describe el texto así: “en círculos altamente fidedignos del

Vaticano se acaba de declarar al representante de la United Press International

que es muy posible que nunca venga a ser abierta la carta en que la Hermana

Lucía escribió las palabras que Nuestra Señora confió a los tres pastorcitos,

como secreto en la Cova de Iría”.

1960-A Sor Lucía le está oficialmente prohibido hablar sobre el Tercer

Secreto y no puede recibir visitantes con la excepción de sus familiares próximos

y gente que ha conocido por mucho tiempo: a su propio confesor de muchos

años, el Padre Aparicio, cuando regresa del Brasil, no le es permitido verla.

48. Cf. Del diario del Papa San Juan XXIII. 17 de agosto de 1959

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Octubre de 1962-Poco antes de la apertura del Concilio Vaticano II, el

Vaticano hace un acuerdo con Moscú de que el Concilio no condenaría la Rusia

Soviética ni el Comunismo en general, a cambio del cual dos observadores

Rusos Ortodoxos asistieran al Concilio, como fue deseado por el Papa San Juan

XXIII49

. Este acuerdo da principio a la llamada “Ostpolitik”, que obliga al

Vaticano a no condenar el Comunismo por nombre y, además, le impide la

condenación de regímenes comunistas en Europa del Este, los cuales persiguen a

los católicos.

Esta política nueva del Vaticano está en favor del “diálogo” y negociación

con los comunistas, Esta política se aparta de las enseñanzas de los Papas50

,

sobre la obligación para la Santa Iglesia de condenar y abiertamente oponerse al

Comunismo y absteniéndose de cualquier colaboración con los comunistas,

quienes siempre explotan tal colaboración para avanzar su guerra contra Cristo y

contra Su Santa Iglesia Católica.

El 4 de diciembre de 1963-El Papa San Pablo VI publica la Encíclica

“Sacrosanctum Concilium”, que autoriza la reforma de la Santa Misa51

.

El 21 de noviembre de 1964-El Papa San Pablo VI, durante las

ceremonias finales de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, consagra el

mundo otra vez al Corazón Inmaculado de María. De acuerdo con la Ostpolitik,

no hay mención de Rusia, para no ofender a los comunistas. La paz mundial

permanece evasiva: la Guerra de Vietnam continúa hasta los años de 1970 y

surgen movimientos de guerrillas en America Latina.

El 27 de marzo de 1965-El Papa San Pablo VI lee el contenido del

Secreto con el Sustituto, Monseñor Ángelo Dell’Acqua, después devuelve el

sobre a los Archivos Secretos del Santo Oficio, decidiendo no publicar el texto

del Tercer Secreto.

El 8 de diciembre de 1965-El Concilio Vaticano II termina.

1966-Para defender el Mensaje de Fátima contra los revisionistas, en 1966

el Obispo de Fátima, Mons. João Venancio comisiona un sacerdote claretiano,

muy erudito, el Padre Joaquín Alonso, para establecer una historia crítica y

completa de las revelaciones de Fátima. Diez años después, el Padre Alonso

terminará su obra titulada “Textos y Estudios Críticos de Fátima”. La obra

masiva presenta 5.396 documentos, desde los principios de las apariciones de

Fátima hasta el 12 de noviembre de 1974.

1967-Las Memorias de Sor Lucía son publicadas; en ellas revela el pedido

de Nuestra Señora en 1929 de la Consagración de Rusia. Una gran campaña

pública empieza con la recolección de miles de firmas pidiendo al Papa

consagrar Rusia. En este mismo año el Papa San Pablo VI, llevó adelante las

reformas queridas por el Concilio Vaticano II52

.

49. Cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 259. San Juan XXIII. Pág. 152

50. Cf. Ibíd. 257. Pío XI. Págs. 150-151

51. Cf. Ibíd. 260. San Pablo VI. Págs. 152-153

52. Cf. Ibíd

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El 11 de febrero de 1967-En una conferencia de prensa, el Cardenal

Ottaviani, quien ha leído el Tercer Secreto, revela que el Secreto está escrito en

“una sola hoja de papel”.

El 13 de mayo de 1967-Sor Lucía se reúne con el Papa San Pablo VI en la

plaza pública de Fátima durante su visita allá. En presencia de 1.000.000 de

peregrinos, ella ruega hablar con el Papa. Llora cuando el Papa la rechaza y le

dice “hable con su Obispo”. Según un experto, Sor Lucía rogó al Papa San

Pablo VI publicar el Tercer Secreto, pero él rehusó.

1969-El Papa San Pablo VI reforma el Misal romano e instituye la Misa

Nueva, conocida normalmente, como misa de San Pablo VI, que fue impuesta en

toda la Santa Iglesia53

.

1975-Después de diez años de estudiar los archivos de Fátima, el Padre

Alonso declara en público que la entrevista entre el Padre Agustín Fuentes y Sor

Lucía publicada en 1957, fue un reportaje verdadero y preciso de sus

declaraciones referente al contenido del mensaje de Fátima.

El 16 de octubre de 1978-Es elegido el Papa San Juan Pablo II. Quien lee

el Tercer Secreto a los pocos días de su elección, según lo dijo en una

declaración a la Associated Press en mayo del 2000 su portavoz Joaquín

Navarro-Valls.

El 13 de mayo de 1981-Al Papa San Juan Pablo II le disparan durante el

mismo aniversario de la primera aparición de Nuestra Señora, en Fátima. Los

tiros son disparados en el mismo instante en que el Papa se torna para mirar un

retrato de Nuestra Señora prendido en el suéter de una niña. Las balas no

alcanzan su objetivo. El Papa reconoce que Nuestra Señora intervino para salvar

su vida.

El 7 de junio de 1981-El Papa, mientras todavía se está recuperando de

sus heridas, consagra el mundo, pero no Rusia, al Corazón Inmaculado de la

Santísima Virgen María.

53. Cf. Ver: Breve Examen Crítico del “Novus Ordo Missae”. Págs. 560-580

San Juan Pablo II es auxiliado en el Momento del

Atentado del 13 de Mayo de 1981

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El 18 de julio de 1981-Su Eminencia, el Cardenal Franjo Seper, remite el

Secreto en dos sobres a su Excelencia Monseñor Eduardo Martinez Solamo,

Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano: uno blanco, con el texto

original de Sor Lucía en portugués; el otro de color naranja, con la “traducción”

del Secreto en italiano.

El Papa San Juan Pablo II lee el Tercer Secreto por la segunda vez.

El 11 de agosto de 1981-Monseñor Martínez a dado los dos sobres a los

Archivos del Santo Oficio54

.

El 12 de diciembre de 1981-El Padre Alonso muere. Pero antes de su

muerte, pudo publicar un número de artículos y libritos sobre Fátima. Aquí hay

algunas de las conclusiones más importantes de su investigación sobre el Tercer

Secreto:

“En el período, pues, que precede el gran triunfo del Corazón Inmaculado

de la Santísima Virgen María suceden algunas cosas tremendas que son objeto

de la tercera parte del Secreto. ¿Cuáles? Si „en Portugal se conservarán siempre

los dogmas de la Fe‟..., se sucede con toda claridad que en otras partes de la

Santa Iglesia esos dogmas, o se van a oscurecer, o hasta se van a perder”... .

“Sería, pues, del todo probable que en este período “intermedio” a que

nos estamos refiriendo (después de 1960 y antes del triunfo del Corazón

Inmaculado de la Santísima Virgen María), el texto del Tercer Secreto haga

referencias concretas a la crisis de la Fe en la Santa Iglesia y a la negligencia y

deficiencias mismas de los mismos Pastores y de la alta Jerarquía del

Vaticano”... .

Significativamente, Sor Lucía nunca corrige estas conclusiones del Padre

Alonso, aunque nunca vaciló corregir otras declaraciones de clérigos y de varios

autores referente a Fátima cuando estuvieron equivocados. El Padre Alonso tiene

acceso a los documentos y a Sor Lucía misma. Por tanto, su testimonio es

verídico y de capital importancia.

El 21 de marzo de 1982-Sor Lucía se reúne con el Nuncio papal, otro

Obispo y el Dr. Lacerda y les informa de los requisitos para la Consagración

válida de Rusia, según el pedido de Nuestra Señora de Fátima. El mensaje

completo de Sor Lucía no es transmitido al Papa por el Nuncio, a quien le es

dicho por el Obispo que le acompañaba no mencionar el requisito de que los

obispos del mundo participen en la consagración.

El 12 de mayo de 1982-La víspera de la visita del Papa San Juan Pablo II

a Fátima, L‟Osservatore Romano -el propio periódico del Vaticano- publica un

artículo por el Padre Umberto María Pasquale S.D.B. sobre una de sus

conversaciones con Sor Lucía y su carta subsecuente a él, acerca del tema de la

Consagración de Rusia. En esta entrevista, el Padre Pasquale, revela al mundo

que Sor Lucía clara y enfáticamente le dijo que Nuestra Señora de Fátima nunca

pidió la consagración del mundo pero sólo la Consagración de Rusia. El Padre

54. Cf. Hay que recordar el comentario que hizo San Juan Pablo II, en la audiencia general del 14 de octubre de

1981, sobre “el evento del mes de mayo: gran prueba divina”. Insegnamenti di Giovanni Paolo II. IV, 2. Ciudad

del Vaticano (1981). Págs. 409-412. (DC 1981. Núm. 1811. Págs. 620-622. NDLR)

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Pasquale también publica una copia fotográficamente reproducida de una nota

escrita a mano por Sor Lucía atestiguando a su conversación sobre este punto.

El Padre Pasquale, un sacerdote salesiano bien conocido, conoce a Sor

Lucía desde 1939. Hasta 1982 había recibido 157 cartas de ella. Aquí está su

propio testimonio, como fue publicado en el diario del Vaticano L‟Osservatore

Romano:

“Quise clarificar la cuestión de La Consagración de Rusia acudiendo a la

fuente. El 5 de agosto de 1978, en el Carmelo de Coimbra, he tenido una

entrevista larga con la vidente de Fátima, Sor Lucía. En cierto momento le dije:

“Hermana, me gustaría preguntarle algo. Si usted no puede responderme, ¡así

sea! Pero si puede responderme, estaría muy agradecido, para que usted me

aclare un punto el cual no es claro para mucha gente... . ¿Le ha dicho Nuestra

Señora alguna vez algo sobre la consagración del mundo a su Corazón

Inmaculado? „¡No, Padre Umberto! ¡Nunca! En la Cova da Iria el 13 de julio de

1917, Nuestra Señora prometió: “vendré a pedir la Consagración de Rusia a mi

Corazón Inmaculado para impedir el esparcimiento de sus errores por el

mundo, las guerras y las persecuciones contra la Santa Iglesia”55

. En 1929, en

Tuy, como Ella prometió, Nuestra Señora volvió para decirme que había llegado

el momento de pedir al Santo Padre que hiciera, en unión con todos los obispos

católicos del mundo, la Consagración de Rusia...‟”.

El 13 de mayo de 1982-El Papa San Juan Pablo II consagra el mundo,

pero no Rusia, en Fátima. Los obispos del mundo no participan.

El 19 de mayo de 1982-En L‟Osservatore Romano, el Santo Padre explica

por que no consagró específicamente a Rusia, declarando que había “tratado

hacer todo lo posible en las circunstancias concretas”.

1982-1983-En comentarios privados con sus amigos y familiares, Sor

Lucía repetidamente niega que la Consagración de Rusia ha sido hecha. Cuando

se le pidió decirlo públicamente a principios de 1983, Sor Lucía, dice el Padre

Joseph de Sainte Marie, tiene que tener “permiso oficial del Vaticano” antes de

poder hacer tal declaración.

El 19 de marzo de 1983-Al pedido del Santo Padre, Sor Lucía se reúne

otra vez con el Nuncio papal, el Arzobispo Portalupi, el Dr Lacerda; y esta vez

también con el Padre Messias Coelho. Durante esta reunión Sor Lucía confirma

que la consagración no fue hecha porque Rusia no se anunció claramente como

el objeto de la consagración y los obispos del mundo no participaron. Explica

que antes no pudo decirlo públicamente porque no tenía el permiso directo del

Vaticano.

El 8 de diciembre de 1983-El Papa San Juan Pablo II escribió a todos los

obispos del mundo, pidiéndoles unirse a él, el 25 de marzo de 1984, para

consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María. Incluyó, con su carta, su

texto preparado de consagración.

55. Cf. Ver: El Testimonio de Sor Lucía. ¡Rusia se convertirá! 13 de julio de 1917. Págs. 530-532;

Bibliografía. Vídeos de referencia. Tercer Secreto de Fátima: el Asesinato del Papa. Pág. 638

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El 25 de marzo de 1984-El Santo Padre en Roma, delante de 250.000

personas, consagra otra vez el mundo al Corazón Inmaculado de la Santísima

Virgen María. Inmediatamente después, el Papa se desvía de su texto preparado

y reza: “iluminad especialmente a las gentes de las cuales Vos Misma estáis

esperando nuestra consagración y entrega”. El Papa, así, públicamente

reconoce que Nuestra Señora de Fátima todavía esta esperando la Consagración

de Rusia.

El 26 de marzo de 1984-L‟Osservatore Romano publica las palabras

escritas arriba, exactamente como el Santo Padre las dijo.

El 27 de marzo de 1984-Como es reportado en el periódico italiano de los

obispos católicos Avvenire, el Santo Padre, tres horas después de consagrar el

mundo, reza en San Pedro pidiendo a Nuestra Señora bendecir “aquellas gentes

de las cuales Vos Misma estáis esperando nuestro acto de consagración y

entrega”.

1984-El experto de Fátima el Padre Messias Coelho públicamente insiste

que la Consagración de Rusia todavía no ha sido hecha. Mantendrá esta posición

consistentemente hasta el verano de 1989.

El 10 de septiembre de 1984-El Obispo Alberto Cosme do Amaral,

Obispo de Fátima, declara durante una sesión de preguntas y respuestas en el

aula magna de la Universidad Técnica de Viena, Austria: “el contenido del

Tercer Secreto trata de nuestra Fe... . La pérdida de la Fe de un continente es

peor que la aniquilación de una nación; y es verdad que la Fe está

disminuyendo continuamente en Europa”. Sus comentarios son publicados en la

edición de febrero de 1985 de la Mensagem de Fátima.

El 11 de noviembre de 1984-El Cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto

XVI), Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, da una entrevista a

la revista Jesús, publicación de las Hermanas Paulinas. Esta entrevista titulada:

“Aquí está el por qué la Fe está en crisis”, y publicada con el permiso explícito

del Cardenal. En la entrevista el Cardenal Ratzinger declara que la crisis de la Fe

está afectando a la Santa Iglesia alrededor del mundo. En este contexto, revela

que ha leído el Tercer Secreto y que el secreto refiere a “peligros amenazando la

Fe y la vida del cristiano y, por tanto, la vida del mundo”56

.

El Cardenal así confirma la tesis del Padre Alonso de que el Tercer

Secreto concierne a la apostasía esparcida por todas partes en la Santa Iglesia57

.

El Cardenal Ratzinger dice en la misma entrevista que el Tercer Secreto también

se refiere a “la importancia de „los Novissimi‟ (los Últimos Tiempos/Últimas

Cosas)” y que “si no es publicado, por lo menos por ahora, es para evitar el

confundir la profecía religiosa con el sensacionalismo...”. El Cardenal, además,

revela que “las cosas que tiene el Tercer Secreto corresponden con lo que ha

sido anunciado en las Santas Escrituras y con lo que ha sido dicho muchas veces

en muchas otras apariciones marianas, en primer lugar de Fátima”.

56. Cf. Ver: Cronología de una Desobediencia. El 2 de septiembre de 1952. Pág. 543

57. Cf. Ibíd. El 12 de diciembre de 1981. Pág. 550

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Junio de 1985-La entrevista de noviembre de 1984, en la revista Jesús, es

publicada en un libro que se llama The Ratzinger Report (el Informe de

Ratzinger). Referencias cruciales en la entrevista acerca del contenido del Tercer

Secreto han sido tachadas misteriosamente del libro. Este libro es publicado en

ingles, francés, alemán e italiano y alcanza más de 1.000.000 de copias impresas.

Aunque las revelaciones acerca del Tercer Secreto han sido censuradas, el libro

admite que la crisis de la Fe, que el padre Alonso nos dice, es profetizada en el

Tercer Secreto, ya está sobre nosotros y que abarca el mundo entero.

Septiembre de 1985-En una entrevista en la revista Sol de Fátima (una

publicación de los amigos del Ejército Azul español), Sor Lucía afirma que la

Consagración de Rusia todavía no ha sido hecha porque, una vez más, Rusia no

fue el objeto claro de la consagración de 1984 y el episcopado del mundo no

participó.

1985-El Cardenal Gagnon, en una entrevista con el Padre Caillon,

reconoce que la Consagración de Rusia todavía no ha sido hecha.

1986-María do Fetal públicamente cita a Sor Lucía (su prima) diciendo

que la Consagración de Rusia todavía no ha sido hecha. María do Fetal

consistentemente mantendrá que Sor Lucía le dijo esto hasta julio de 1989.

El 25 de octubre de 1987-En una audiencia con una docena de líderes

católicos, el Cardenal Mayer públicamente reconoce que la Consagración de

Rusia no ha sido hecha según el pedido de Nuestra Señora.

El 26 de noviembre de 1987-En una reunión privada el Cardenal Stickler

confirma que la Consagración de Rusia no ha sido hecha porque el Papa le falta

el apoyo de los obispos. “Ellos no le obedecen” dice el Cardenal Stickler.

1988-El Cardenal Gagnon admite que habló con el padre Caillon, y no

niega la veracidad de su relato, pero dice que no era destinado para su

publicación.

El 2 de julio de 1988-El Papa San Juan Pablo II publica el Motu propio

“Ecclesia Dei” para reunir los católicos tradicionalistas, quienes quieren

continuar unidos a la liturgia tridentina58

.

1989-Desde 1980, según cálculos conservativos, un 1.000.000 de firmas

han sido recibidas por el Vaticano en peticiones, pidiendo al Papa y a los obispos

del mundo, consagrar a Rusia al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen

María.

Julio de 1989-María do Fetal súbitamente contradice todas sus

declaraciones anteriores de su prima, Sor Lucía. María do Fetal ahora pretende

que Sor Lucía cree que la consagración de 1984 satisface el pedido de Nuestra

Señora.

58. Cf. Ver: Carta Apostólica Motu proprio “Ecclesia Dei” del Papa San Juan Pablo II. Págs. 591-593;

Carta Apostólica Motu proprio Data: “Summorum Pontificum”. Págs. 614-619

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Finales de agosto –principios de septiembre de 1989- El supuestamente

llamado “coup d‟état” (golpe de estado) tiene lugar en Moscú, la popular

“Perestroika”, en el cual el régimen comunista sigue un plan intencionado para

engañar al Oeste. Este plan fue escrito en parte en 1958 y publicado en 1984 por

el desertor de la KGB, Anatoliy Golitsyn, quien estuvo en la sesión que lo planeó

en 1958. Su libro “News lies for Olds” (Nuevas Mentiras por las Viejas) hace

148 predicciones acerca del plan de los comunistas rusos para la decepción

estratégica del Oeste. En 1993, 139 de sus predicciones se habían realizado.

El plan revelado por Golitsyn serviría bien para engañar la gente que cree

en Nuestra Señora de Fátima, pensando que los cambios meramente políticos de

1989 son parte del triunfo del Corazón Inmaculado profetizado por la Santísima

Virgen María en Fátima. De hecho, los cambios en Rusia durante este período,

mostrarán sólo una perversión más de la sociedad rusa, no la conversión de esta

nación.

El 13 de mayo de 1991-Sor Lucía declina ir a Fátima durante la visita del

Papa San Juan Pablo II, pero le es mandado hacerlo bajo santa obediencia. El

Papa visita Fátima por segunda vez, y tiene una reunión de media hora con sor

Lucía. Después de esta reunión, ningún anuncio es hecho, ni por el Papa ni por

Sor Lucía referente a que la Consagración de Rusia ha sido hecha.

El silencio del Santo Padre y de Sor Lucía referente a la Consagración de

Rusia es sumamente revelador.

1992-El primer volumen pesadamente editado del Padre Alonso de los

“Textos y Estudios Críticos de Fátima” es publicado, dejando 23 otros

volúmenes bajo cerradura y llave.

Diciembre de 1999-El segundo volumen de los manuscritos del Padre

Alonso es finalmente publicado, pero con redacción extremamente pesada. Los

otros 22 volúmenes todavía no son publicados, después de 25 años, aunque

fueron plenamente preparados para la prensa en 1975.

El 13 de mayo de 2000-Durante la ceremonia de beatificación de Jacinta y

Francisco, el Cardenal Sodano anuncia que el Tercer Secreto será revelado.

El 26 de junio de 2000-En una conferencia de prensa, el Vaticano publica

la Primera Parte del “Tercer Secreto” de Fátima, escrito por Sor Lucía el 3 de

enero de 1944, he aquí el texto publicado:

“Escribo en obediencia a Ti, mi Dios, quien me lo has pedido, por

intermedio de Su Excelencia Reverendísimo Monseñor el Obispo de Leiria y de

Vuestra Santísima Madre, quién es también la mía.

Después de las dos partes que he expuesto ya, hemos visto al lado

izquierdo de Nuestra Señora, un poco más arriba, un Ángel con una espada de

fuego en su mano izquierda; ella destellaba e irradiaba llamas que parecían

incendiar el mundo; pero ellas se apagaban con el contacto del esplendor que

emanaban de la mano derecha de Nuestra Señora en dirección hacia él; el

Ángel, indicando la tierra con su mano derecha, decía con una voz fuerte:

“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!” Y vimos en una luz inmensa, que es

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Dios: “algo parecido a la manera como se ven las personas en un espejo cuando

ellas pasan delante”, un Obispo vestido de blanco, “hemos tenido el

presentimiento que se trataba del Santo Padre”. Muchos otros obispos,

sacerdotes, religiosos y religiosas subían sobre una montaña escarpada, en la

cima de la cual había una gran cruz, de troncos toscos, como si ellos fueran de

madera de corcho con su corteza; antes de llegar allá, el Santo Padre cruzó una

gran ciudad a media ruina y, medio temblando, con un paso vacilante, afligido

de sufrimiento y de pena, pedía por las almas de los cadáveres que encontraba

sobre el camino; llegado a la cima de la montaña, arrodillado al pié de la gran

cruz, fue asesinado por un grupo de soldados, quienes le dispararon varios

tiros con arma de fuego y de flechas; y de la misma manera murieron los unos

después de los otros, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas, y

muchos laicos, hombres y mujeres de diferentes clases y categorías sociales.

Bajo los dos brazos de la cruz, había dos ángeles, cada uno con una copa de

cristal en la mano, dentro de la cual ellos recogían la sangre de los Mártires y

con la cual rociaban el mundo y las almas que se acercaban a Dios” 59

.

El 8 de octubre de 2000-Otra consagración del mundo, pero no la de

Rusia, es realizada en una ceremonia en el Vaticano. Esta ceremonia es llamada

una “entrega”. Aunque muchos dicen que la Consagración de Rusia es

imposible, unos 1.400 obispos y 76 cardenales están reunidos en el Vaticano en

esta fecha y fácilmente pueden mencionar a Rusia durante la “entrega”. De

hecho, un número grande de obispos piensa que esto es exactamente lo que van a

hacer. El texto de la entrega no es hecho público hasta el 7 de octubre, un día

antes de la ceremonia. El texto no hace ninguna mención de Rusia, pero

59. Cf. Esta visión hace referencia al asesinato del Papa Francisco; ver: Las Profecías sobre los últimos Siete

Sumos Pontífices. Págs. 586-588; Las Dos Columnas. Págs. 589-590; Bibliografía. Vídeos de referencia.

Tercer Secreto de Fátima: el Asesinato del Papa. Pág. 638

Esta Representación del Tercer Secreto de Fátima ha sido elaborada por el

Arquitecto Gil, por Orden expresa de Sor Lucía; ésta es la Imagen más

Popular que ilustra este Misterio

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menciona una “entrega” del mundo, “de los desempleados”, “de la juventud

buscando orientación” y de otros objetos de “entrega” -cualquier cosa y

cualquier persona excepto Rusia-.

El 30 de noviembre de 2000-La revista “Dentro del Vaticano” revela que

un Cardenal descrito como “uno de los consejeros más próximos del Papa”

admite que Su Santidad ha sido aconsejado de no hacer mención de Rusia en

cualquier ceremonia de consagración porque esto ofendería a los ortodoxos

rusos. Que la Ostpolitik y la diplomacia del Vaticano han impedido la

consagración específica de Rusia es aquí confirmada por un Prelado del

Vaticano.

El 16 de mayo de 2001-Reflejando el escepticismo creciente de millones

de católicos, la Madre Angélica declara en su programa en vivo de televisión en

esta fecha, que no cree que el Vaticano ha revelado la totalidad del Tercer

Secreto:

“Referente al Secreto, yo soy uno de aquellos individuos que piensan que

no se nos ha revelado la cosa entera. Quiero decir, uno tiene derecho a su

propia opinión, ¿no es así Padre? Esta es mi opinión. Porque pienso que esto da

susto. Y no creo que la Santa Sede va a decir algo que no sucede, que tal vez

suceda. ¿Después qué pasa si no sucede? Quiero decir que la Santa Sede no

puede arriesgarse a hacer profecías”.

El 11 de septiembre de 2001-Terroristas secuestran dos aviones y los

chocan contra las dos Torres Gemelas del centro de comercio mundial en la

ciudad de Nueva York, causando su destrucción. Otro avión secuestrado es

estrellado contra el Pentágono: Más de 3.000 personas mueren en uno de los

episodios más sangriento que el mundo ha visto. Este acto de guerra es la prueba

definitiva que la Consagración de Rusia, que Nuestra Señora prometió traería la

paz mundial, no ha sido hecha. El mundo a entrado en la etapa del Terrorismo

Internacional, que está aniquilando las naciones, y sumergiéndolas en un mar de

sangre; cumpliéndose así la profecía del castigo de Dios sobre el mundo por no

haberse consagrado Rusia al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María.

El 30 de septiembre de 2001-A pesar de la pretensión del Vaticano de

que el Tercer Secreto entero ha sido publicado, Sor Lucía permanece bajo

órdenes de no hablar en público sobre el Mensaje de Fátima, sin permiso del

Cardenal Ratzinger o del Papa mismo y como el mundo da vueltas en espiral

hacia bajo en violencia y en pérdida de la Fe, es todavía la muestra más clara que

la Consagración de Rusia permanece sin hacerse. La aniquilación de las naciones

cuelga en la balanza, y así, el mundo se prepara cada día para la guerra.

El 25 de octubre de 2001-El Cardenal Ratzinger (Benedicto XVI) admite

haber una “desestabilización del equilibrio interno de la Curia romana” debido

a las noticias sobre una carta de Sor Lucía dirigida al Santo Padre (después del

ataque terrorista de Nueva York, el 11 de septiembre) con respecto al Tercer

Secreto y a los peligros que amenazan el mundo y a la persona del Papa mismo,

el Cardenal Ratzinguer no niega explícitamente la existencia de esta carta. Esta

admisión indica que este escepticismo general que envuelve la revelación hecha

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por el Vaticano del Tercer Secreto de Fátima, el 26 de junio de 2000, se

extiende, evidentemente, hasta dentro de la Curia misma.

El 7 de diciembre de 2003-El periódico “L‟ homme nouveau” (Francia),

publica en su sección la revue de presse de Saint-Gilles, pág. 9, el siguiente

artículo tomado de la revista “30 Jours”: “en todos los países del antiguo

imperio soviético, el porcentaje de ortodoxos que van a la iglesia al menos una

vez por año es entre el 2 y el 8% de la población, y esos fieles están

concentrados en las regiones de Ukrania y de Bielorusia. Según las estadísticas

oficiales, en Moscu, de 17 millones de habitantes, 60.000 máximo, han ido a la

iglesia por las celebraciones de la última fiesta de Pascua, cifra que confirma la

baja progresiva de la práctica religiosa registrada en estos últimos diez años (al

comienzo de los años 90, en la época del entusiasmo por el “renacimiento

espiritual”, eran 200.000). Una distancia entre los proyectos y la realidad que,

más allá de toda polémica ecumenista, aproxima, en Rusia, la ortodoxia y la

minoría católica (...). El número de fieles de la Santa Iglesia Católica romana,

en las tierras de la santa Rusia, se situarían, entre 300 y 600.000. (...), sobre la

base de las estadísticas recogidas directamente en las parroquias de Rusia, los

católicos que frecuentemente van a la iglesia al menos una o dos veces al año no

sobrepasan los 45.000. Estos fieles están repartidos en 258 parroquias que se

encuentran casi todas en las ciudades de 20 a 30.000 habitantes”.

El 24 de marzo de 2004-La agencia de noticias del Vaticano, Zenit,

publicó el artículo titulado: “el Papa renueva el acto de entrega de 1984, en

respuesta a la petición de Fátima”: “en tiempos de violencia, terrorismo y

guerra, San Juan Pablo II volvió a poner el mundo en manos de la Virgen María

durante la audiencia general de este miércoles. El Santo Padre renovó en San

Pedro del Vaticano el acto con el que confió a la humanidad al Corazón

Inmaculado de María el 25 de marzo de 1984, Año Santo de la Encarnación,

respondiendo a lo que había pedido Nuestra Señora de Fátima. Entonces la

humanidad vivía momentos difíciles, de gran preocupación e incertidumbre –

recordó el Obispo de Roma-. Veinte años después, el mundo sigue marcado por

el odio, la violencia, el terrorismo y la guerra. Entre las numerosas víctimas que

la crónica diaria registra, se encuentran muchas indefensas e inocentes...”.

En el primer trimestre de 2004-El periódico “L‟appel de Notre Dame,

apostolat mondial de Fatima”. Publicó en su artículo “86 años después de la

primera aparición de Nuestra Señora del Sto. Rosario”: “sabemos todo lo que el

Papa San Juan Pablo II, después de su elección en 1978, a intentado para

responder al deseo de Nuestra Señora, pero sabemos también los impedimentos

repetidos encontrados y la falta de participación de los obispos al Acto de

Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María, el cual debía aportar

la paz a las Naciones, así como el regreso a la Unidad, con todo lo que eso

implica para la vida futura de la Santa Iglesia y la renovación espiritual de los

hombres”60

60. Cf. Parte de esta cronología a sido tomada de “El Mensajero de Fátima”; toda la verdad sobre la

desobediencia de los Papas en hacer la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María Santísima, como

la misma Santísima Virgen lo profetizó el 13 de julio de 1917 en Fátima, y como lo pedió a Sor Lucía, el 13 de

junio de 1929, en Tuy, con sus funestas consecuencias, se puede encontrar en los libros: “El Cuarto Secreto de

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II. III. 5. La misión de Sor Lucía

El 13 de febrero de 2005- Muere Sor

Lucía en el convento de las hermanas

carmelitas en Coimbra (Portugal), a la edad

de 97 años; muere sin ver la Consagración de

Rusia, y por tanto, sin ver hecho realidad el

pedido de la Santísima Virgen María; su

misión la continuará ahora desde el Cielo,

desde allí intercederá por el triunfo definitivo

de la Santa Iglesia Católica sobre el mundo.

Que solo se dará cuando el Santo Padre, en

unión con todos los obispos católicos del

mundo, haga la Consagración de Rusia al

Corazón Inmaculado de María Santísima61

.

En la segunda aparición, cuando Sor Lucía había pedido a Nuestra Señora

de llevarla al Cielo, a ella y a sus primos, la Santísima Virgen había respondido:

“Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero a ti, tú te quedarás aquí

todavía algún tiempo. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y

hacerme amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón

Inmaculado...”. ¿Y me quedaré aquí sola? Había preguntado la pequeña, toda

triste. “¡No, hija mía!... . ¿Esto te entristece mucho?... . ¡No te desanimes! Yo

nunca te abandonaré... . ¡Mi Corazón Inmaculado será tu refugio, y el camino

que te conducirá hasta Dios!”.

El triple triunfo del Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen

María:

“El Santo Padre me consagrará Rusia”.

“Que se convertirá”.

“Y será dado al mundo algún tiempo de paz”62

Fátima”, del periodista italiano Antonio Socci, y “El Secreto todavía Ocultado”, del abogado católico y escritor

Christopher A. Ferrara 61

. Cf. Sor Lucía muere sin ver hecha la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen

María; ver: Lista Cronológica de los Papas. 262. San Juan Pablo II. Págs. 153-155, en mayo de 1936 el

Sagrado Corazón de Jesús se aparece a Sor Lucía y ella le preguntó por qué quería la Consagración de Rusia al

Inmaculado Corazón de María, nuestro señor le contestó: “porque quiero que toda mi Santa Iglesia reconozca

esta Consagración como un triunfo del Corazón Inmaculado de mi Santísima Madre, con el fin de extender

luego su culto y poner la devoción al Corazón Inmaculado junto a la devoción a mi Divino Corazón”; ver:

Cronología de una Desobediencia. Mayo de 1936. Págs. 541-542 62

. Cf. Testimonios sobre las Apariciones de Fátima. P. Juan de Marchi. M C. Imprimátur del Obispo de Leiria,

del 26 de abril de 1966. Ed. Missōes Consolata. Cova da Iria. Portugal. 1966. Pág. 293; este triunfo no se ha

dado, estos dos hechos lo confirman claramente: 1) El 25 de abril de 2005 el Papa Benedicto XVI, en un llamado

a las religiones no cristianas, dice: “el mundo en el que vivimos está a menudo marcado de conflictos, violencia y

guerra, pero es necesario la construcción de la paz que es un don de Dios y por la cual continuaremos a orar sin

detenernos”. 2) El periodico italiano “Il Corriere della Sera”, del 26 de abril de 2005, publica en su página 10 un

artículo titulado: “el Confronto entre las Creencias”, que dice: “son tres los motivos de tensión entre católicos y

ortodoxos rusos. Moscú acusa a Roma de proselitismo, de ingerencia de los católicos de rito griego en Oriente y

de desiguldad entre ortodoxos y católicos de rito griego en Ucrania. Por esto el Papa Juan Pablo II jamás pudo

visitar Rusia”; el Papa Francisco, el 13 de octubre de 2013, hace un acto de confianza del mundo a la Virgen

Sor Lucía de Fátima

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II. III. 6. La devoción de los Cinco primeros Sábados de Mes

El mensaje de Fátima no quedó definitivamente cerrado con el ciclo de

apariciones de Cova de Iría, en 1917. El 10 de diciembre de 1925, Nuestra

cariñosa Madre, teniendo a su lado al Niño Jesús y sobre una nube luminosa, se

apareció a la Hermana Lucía (como Ella les había prometido el 13 de mayo de

1917), la única sobreviviente de aquellos que vieron a Nuestra Señora en Fátima;

en su celda del Convento de Doroteas en Tuy (España). Poniéndole su mano en

el hombro, le mostró un Corazón que tenía en la otra mano, rodeado de espinas.

Al mismo tiempo le dijo el Niño: “ten pena del Corazón de tu Santísima

Madre, que está rodeado con las espinas que los hombres ingratos

constantemente le clavan, sin quien le haga un acto de reparación para

quitárselas”. Enseguida le dijo la Santísima Virgen estas palabras llenas de

angustia:

“Mira, hija Mía, Mi Corazón rodeado de espinas que los hombres

ingratos en cada momento me clavan con sus blasfemias y sus ingratitudes.

Tú, al menos, haz por consolarme, y di a todos aquellos que durante Cinco

Meses, en el Primer Sábado: 1) Se confiesen. 2) Reciban la Sagrada

Comunión. 3) Recen los cinco misterios del Santo Rosario (Gozosos). 4) Me

María (pero no hace la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María santísima), en la Plaza de San

Pedro en Roma, delante de la estatua de Nuestra Señora de Fátima, traída desde el santuario de Portugal, se

dirigió a la Santísima Virgen María con estas palabras: "acoge con tu benevolencia de Madre el acto de

confianza que hoy hacemos con Fe, congrega a todos nosotros bajo tu protección y condúcenos a todos a tu Hijo

querido, Nuestro Señor Jesucristo";; ver: El Testimonio de Sor Lucía. ¡Rusia se convertirá! 13 de julio de

1917. Págs. 530-532

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acompañen durante 15 minutos meditando sobre los misterios del Santo

Rosario (Luminosos, Dolorosos y Gloriosos). 5) Con el fin de desagraviarme.

Yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias

para su salvación”.

Nota: la confesión se puede hacer durante los ocho días antes o después de

recibir la Santa Comunión; el Santo Rosario (cinco decenas, que corresponden a

los misterios del día sábado: gozosos) se puede rezar a cualquier hora del día; y

la meditación durante quince minutos de los otros quince misterios (luminosos,

dolorosos y gloriosos) se puede hacer en cualquier momento del día también63

.

¿Por qué cinco?

Cuando la Hermana Lucía, en oración, pregunta a Nuestro Señor

Jesucristo, el por qué de los Cinco Primeros Sábados de Mes, Él le respondió con

estas palabras:

“Hija Mía, el motivo es sencillo. Cinco son las clases de ofensas y de

blasfemias proferidas contra el Corazón Inmaculado de Mi Madre Santísima:

Las ofensas y las blasfemias contra Su Inmaculada Concepción.

Las ofensas y las blasfemias contra Su Virginidad Perpetua.

Las ofensas y las blasfemias contra Su Maternidad Divina, rehusándose

al mismo tiempo recibirla como la Madre de los hombres.

El tratar de infundir en el corazón de los niños la indiferencia, el

desprecio y hasta el odio hacia esta Inmaculada Madre.

Los ultrajes dirigidos a Ella en Sus sagradas imágenes”64

II. IV. Breve Examen Crítico del “Novus Ordo Missae”

II. IV. 1. Carta de los cardenales Ottaviani y Bacci al Papa San

Pablo VI

“Santísimo Padre,

Después de haber examinado y haber hecho examinar el nuevo Ordo

Missae preparado por los expertos “Comité para la Aplicación de la

Constitución sobre la Liturgia”, después de haber reflexionado largamente y

rezado, sentimos el deber, delante de Dios y delante de Vuestra Santidad, de

exprimir las siguientes consideraciones:

63. Nota de los Autores; cf. Ver: El Santo Rosario. Los Misterios del Santo Rosario. Págs. 443-446

64. Cf. Texto tomado de: El Centro de Fátima. R. Arulappa, arzobispo emérito de Madras-Mylapore. India.

Imprimátur Geraldo Scarpone OFM. Obispo de Comayagua. Honduras. 13 de julio de 1999

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1. Como le prueba suficientemente el examen crítico adjunto, si breve que

él sea, obra de un grupo de liturgistas y de pastores de almas, el nuevo Ordo

Missae, si se le consideran los elementos nuevos, susceptibles de apreciaciones

fuerte diversas, que ahí parecen sobreentendidos o implicados, se aleja de

manera impresionante del conjunto como del detalle, de la teología católica de

la Santa Misa, tal que ella ha sido formulada en la sesión XX del Concilio de

Trento, el cual, fijando definitivamente los “cánones” del rito, elevó una barrera

infranqueable contra toda herejía que podría atentar contra la integridad del

Misterio.

2. Las razones pastorales avanzadas para justificar tan grave ruptura,

aún si ellas tenían el derecho de subsistir enfrente de razones doctrinales, no

parecían suficientes. Tantas novedades aparecen dentro del nuevo ORDO

MISSAE, y en revancha tantas cosas eternas ahí se encuentran relegadas a un

lugar inferior o a otro lugar, -si encuentran ahí mismo todavía un lugar-, que

podría encontrarse reforzado y cambiado en certitud de la duda, que

desgraciadamente se insinúa en muchos medios, según el cual verdades siempre

creídas por el pueblo cristiano podrían cambiar o ser pasadas en silencio sin

que hubiera infidelidad al depósito sagrado de la doctrina al cual la Fe católica

está unida por la eternidad. Las recientes reformas han mostrado

suficientemente que nuevos cambios dentro de la liturgia no podrán hacerse sin

conducir al desasosiego, el más total, de los fieles, quienes manifiestan ya que

les son insoportables y disminuyen incontestablemente su Fe. Dentro de la mejor

parte del clero eso se nota por una crisis de conciencia torturante de la cual

nosotros tenemos testimonios innombrables y cotidianos.

3. Nosotros estamos seguros que estas consideraciones, directamente

inspiradas de aquello que escuchamos de los Pastores y del rebaño, encontrarán

un eco en el corazón paternal de Vuestra Santidad, siempre tan profundamente

preocupado de las necesidades espirituales de los hijos de la Santa Iglesia.

Siempre los sujetos, por el bien de los cuales es hecha la ley, han tenido el

derecho y más que el derecho, el deber, si la ley se revela toda al contrario

nociva, de pedir al legislador, con una confianza filial, su abrogación.

Por esto suplicamos insistentemente a Vuestra Santidad de no querer que

–en un momento donde la pureza de la Fe y la unidad de la Santa Iglesia sufren

de tan crueles laceraciones y de los peligros siempre mayores, que encuentran

cada día un eco afligido dentro de las palabras del Padre común- nos sea dada

la posibilidad de continuar recurriendo al íntegro y fecundo Misal romano de

San Pío V, tan alabado por Vuestra Santidad y tan profundamente venerado y

amado del mundo católico entero”.

Cardenal Ottaviani Cardenal Bacci

II. IV. 2. Breve Examen Crítico

1. El Sínodo episcopal convocado en Roma en el mes de octubre de 1967.

Tenía a pronunciar un juicio sobre la celebración experimental de una

Misa dicha “Misa Normativa”. Esta Misa había sido elaborada por el Consilium

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ad exequendam Constitutionem de Sacra Liturgia (Comité por la aplicación de la

Constitución conciliar sobre la liturgia).

Una tal Misa provocó la más grave perplejidad en medio de los miembros

del Sínodo: una viva oposición (43 non placet), numerosas y sustanciales

reservas (62 juxta modum), y, 4 abstenciones, sobre un total de 187 votantes.

La prensa internacional de información habló de un “rechazo” del Sínodo.

La prensa de tendencia innovadora pasó el suceso bajo silencio. Un periódico

conocido, destinado a los obispos y expresando su enseñanza, resumió el nuevo

rito en estos términos:

“Se quiere hacer tabla rasa de toda la teología de la Santa Misa. En

sustancia, se aproxima a la teología protestante que ha destruido el Santo

Sacrificio de la Misa”.

Dentro del nuevo Ordo Missae promulgado por la Constitución

Apostólica Missale romanum del 3 de abril de 1969, se encuentra idéntica en su

sustancia la “misa normativa”. Ello no parece que, dentro del intervalo, las

Conferencias episcopales en tanto que tales hayan sido contadas en ese asunto.

“El Canon romano, tal que él es Hoy, remonta a San

Gregorio el Grande, rechazar ese Canon equivaldría, de

la parte de la Iglesia romana, a renunciar para siempre

a la Pretensión de representar la verdadera Santa

Iglesia Católica”

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La Constitución Apostólica Missale romanum afirma que el antiguo Misal

promulgado por San Pío V (Bulla Quo primum tempore , del 19 de julio de

1570)65

, -pero que remonta en gran parte a San Gregorio el Grande y mismo a

una antigüedad más alta- fue durante cuatro siglos la norma de la celebración del

Sacrificio para los sacerdotes de rito latino. La Constitución Missale romanum

agrega que dentro de ese Misal, difundido en toda la tierra, “innumerables Santos

encontraron el alimento sobreabundante de su piedad hacia Dios”.

Y, sin embargo, la reforma que quiere poner ese Misal definitivamente

fuera del uso hubiera sido emitida necesaria, según la misma Constitución, “a

partir del momento donde comenzó a difundirse más dentro del pueblo cristiano

y a consolidarse el gusto de una cultura litúrgica de la cual convenía sostener el

fervor”.

Esta última afirmación encierra, de toda evidencia, una grave

equivocación.

Si en efecto el pueblo cristiano expresó su deseo, eso fue cuando –

principalmente bajo el impulso de San Pío X- él se dedicó a descubrir los tesoros

auténticos e inmortales de su liturgia. Nunca, absolutamente nunca, el pueblo

cristiano no ha pedido que, por hacerla mejor comprender, se cambie o se mutile

la liturgia. Lo que él ha pedido a mejor comprender, es la única, es la

incambiable liturgia, que jamás él no hubiera querido ver cambiar.

El Misal romano de San Pío V era muy querido al corazón de los

católicos, quienes, sacerdotes o laicos, lo veneraban religiosamente. No se ve en

qué el uso de ese Misal, acompañado de una iniciación apropiada, podría hacer

obstáculo a una mayor participación y a un mejor conocimiento de la liturgia

sagrada; no se ve por qué, todo reconociéndole de tan grandes méritos, como

hace la Constitución Missale romanum, no se le ha estimado más apto para

continuar alimentando la piedad litúrgica del pueblo cristiano.

Así pues, el Sínodo episcopal había rechazado esa “Misa Normativa” que

es hoy retomada en sustancia e impuesta por el nuevo Ordo Missae. Este no ha

sido jamás sometido al juicio colegial de las Conferencias episcopales. Jamás el

pueblo cristiano (y sobre todo en las misiones) ha querido una tal reforma de la

Santa Misa. No se llega de esta manera a discernir los motivos de la nueva

legislación que arruina una tradición de la cual la Constitución Missale romanum

ella misma reconocía que es incambiable después del siglo IV o el siglo V.

En consecuencia, no existiendo los motivos de una tal reforma, ella

aparece desprovista del fundamento razonable que, justificándola, la haría

aceptable al pueblo cristiano.

El Concilio había bien exprimido, en el número 50 de su Constitución

sobre la liturgia, el deseo, que las diferentes partes de la Santa Misa, fueran

reordenadas “de tal suerte que la razón propia de cada una de sus partes así que

sus conexiones mutuales aparezcan más claramente”. Vamos a ver cómo el

nuevo Ordo Missae responde a esos votos, de los cuales podemos decir que no

queda, en hecho de ello, ningún recuerdo.

El examen detallado del nuevo Ordo Missae revela cambios de una tal

portada que ellos justifican sobre él el mismo juicio que sobre la “Misa

Normativa”.

65. Cf. Ver: La Bulla Quo primum tempore. Págs. 316-319

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El nuevo Ordo Missae como la “Misa Normativa”, es hecho para

contentar sobre muchos puntos a los más modernistas de los protestantes.

2. Comencemos por la definición de la Santa Misa.

Ella es dada en el número 7 del segundo capítulo del Institutio generalis.

Este capítulo es titulado: “la estructura de la Misa”.

Aquí la definición:

“La Cena dominical es la sinaxis (asamblea religiosa) sagrada o el

agrupamiento del pueblo de Dios reuniéndose bajo la presidencia del sacerdote

para celebrar el memorial del Señor. Por esto vale, para la asamblea local de la

Santa Iglesia, la promesa de Cristo: “allí donde dos o más estén reunidos en mi

nombre, yo estaré en medio de ellos”66

.

La definición de la Santa Misa es pues, reducida a aquélla de una “cena”:

y esto reaparece continuamente (en los números 8, 48, 55, 56 del Institutio

generalis).

66. San Mateo XVIII, 20

La Santa Misa es un verdadero Sacrificio visible y no

una representación simbólica: “Nuestro Señor Jesucristo

quiso dejar a la Santa Iglesia un Sacrificio visible..., donde

estaría presente el Sacrificio sangriento que iba a

cumplirse una sola Vez sobre la Cruz..., desde el cual la

Virtud salvadora se aplicaría a la Redención de los

Pecados que cometemos cada Día”

Concilio de Trento. Sesión XXII. Can. I

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Esta “cena” es por otro lado caracterizada como siendo aquélla de la

asamblea presidida por el sacerdote; aquélla de la asamblea reunida a fin de

realizar “el memorial del Señor”que recuerda lo que Él hizo el Jueves Santo.

Todo eso no implica ni la Presencia real, ni la realidad del Sacrificio, ni el

carácter sacramental del sacerdote quien consagra, ni el valor intrínseco del

Sacrificio eucarístico independientemente de la presencia de la asamblea67

.

En una palabra, esta nueva definición no contiene ninguna de las

afirmaciones dogmáticas que son esenciales a la Santa Misa y que constituyen la

verdadera definición. La omisión, en un tal lugar, de esas afirmaciones

dogmáticas, no puede ser que voluntaria.

Una tal omisión voluntaria significa su “sustitución” y, al menos en

práctica, su negación.

Dentro de la segunda parte de la nueva definición, se agrava todavía más

la equivocación. Ahí se afirma en efecto que la asamblea en la cual consiste la

Misa realiza “evidentemente” la promesa de Cristo: “allí donde dos o más estén

reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos”68

.

Esta promesa concierne formalmente la presencia espiritual de Cristo en

virtud de la gracia.

En suerte que el encadenamiento y la continuación de las ideas, dentro del

número 7 del Institutio generalis, induce a pensar que esta presencia espiritual de

Cristo, a la intensidad cerca, es, cualitativamente homogénea a la presencia

sustancial, propia al Sacramento de la Eucaristía.

La nueva definición del número 7 es inmediatamente seguida al número 8,

por la división de la Santa Misa en dos partes:

- Liturgia de la palabra;

- Liturgia eucarística.

Esta división es acompañada por la afirmación que la Santa Misa

comporta la Preparación:

- De la “tabla de la palabra de Dios”;

- De la “tabla del Cuerpo de Cristo”.

A fin que los fieles sean “enseñados y restaurados”.

Hay ahí una asimilación de dos partes de la liturgia, como si se tratara de

dos signos de igual valor simbólico. Asimilación que es absolutamente ilegítima.

Ahí volveremos más adelante.

El Institutio generalis, que constituye la introducción del nuevo Ordo

Missae, emplea para designar la Santa Misa numerosas expresiones que serían

todas aceptables relativamente. Ellas son todas a rechazar si se les emplea –como

ellas lo son- separadamente y en absoluto: cada una adquiriendo una portada

absoluta del hecho que ella es empleada separadamente.

Aquí algunas de ellas:

- “Acción de Cristo y del pueblo de Dios”.

- “Cena del Señor”.

- “Comida pascual”.

- “Participación común en la mesa del Señor”.

- “oración eucarística”.

- “Liturgia de la palabra y liturgia eucarística”. Etc.

67. Cf. Concilio de Trento. Sesión XXII

68. San Mateo XVIII, 20

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Es manifiesto que los autores del nuevo Ordo Missae han puesto el

acento de manera obsesionable, sobre la cena y sobre la memoria que de ella se

hace, y no sobre la renovación (no sangrienta) del Sacrificio de la Cruz.

Se debe observar también que la fórmula: “memorial de la Pasión y de la

Resurrección del Señor”, no es exacta. La Santa Misa se refiere formalmente al

solo Sacrificio, que es, en sí, redentor; la Resurrección es de eso el fruto.

Nosotros veremos más adelante con qué coherencia sistemática, dentro de la

misma fórmula consagratoria y en general en todo el nuevo Ordo Missae, las

mismas equivocaciones son renovadas y repetidas con insistencia.

3. Vengamos ahora a las finalidades de la Santa Misa: a saber su

finalidad última, su finalidad próxima y su finalidad emanante.

a) Finalidad última: el fin último de la Santa Misa consiste en que ella es

un Sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad, -conformemente con la

intención primordial, declarada por Cristo mismo: “entrando en el mundo dice:

Tú no has querido ni víctima ni oblación, pero Tú me as formado un cuerpo.

Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: he

aquí que vengo -así está escrito de Mí en el rollo del Libro- para hacer, oh

Dios, tu voluntad”69

.

Esta finalidad última y esencial, el nuevo Ordo Missae la hace

desaparecer:

- Primeramente, del Ofertorio, donde no figura más la oración “Suscipe

Sancta Trinitas (o Suscipe Sancte Pater)”.

- Segundamente, de la conclusión de la Santa Misa, que no contiene más el

“Placeat tibi Sancta Trinitas”.

69. Hebreos X, 5; cf. Salmo XL, 7-9

La Santa Misa es un Sacrifico de Alabanza a la Santísima Trinidad, un

Sacrificio propiciatorio y primordialmente un Santo Sacrificio

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- Terceramente, del Prefacio: ya que el Prefacio de la Santísima Trinidad

no será más pronunciado que una vez al año.

b) Finalidad próxima: el fin próximo de la Santa Misa consiste en que

ella es un Sacrificio propiciatorio70

.

Esta finalidad es comprometida ella también: cuando la Santa Misa opera

la remisión de los pecados, tanto para los vivos como para los muertos, el nuevo

Ordo Missae pone el acento sobre la comida y la santificación de los miembros

presentes de la asamblea.

Nuestro Señor Jesucristo instituyó el Sacramento durante la Última Cena y

se puso desde entonces en estado de víctima para unirnos a su estado de víctima,

es por eso que esta inmolación precede la manducación o comunión eucarística y

encierra plenamente el valor redentor que proviene del Sacrificio sangriento. La

prueba de esto es que se puede asistir a la Santa Misa sin comulgar

sacramentalmente.

c) Finalidad emanante: el fin de la Santa Misa consiste en que ella es

primordialmente un Santo Sacrificio.

Ello es esencial al Sacrificio, cualquiera que sea la naturaleza, de ser

agradable a Dios, esto quiere decir, de ser aceptado como Sacrificio.

En el estado de pecado original, ningún sacrificio no sería, en derecho,

aceptable a Dios. El solo Sacrificio que puede y debe en derecho ser aceptado es

aquél de Nuestro Señor Jesucristo. También sería esto eminente conveniencia

que el Ofertorio remitió de entrada el Sacrificio de la Santa Misa al Sacrificio de

Cristo.

Pero el nuevo Ordo Missae desnaturaliza la ofrenda degradándola. Él la

hace consistir en una suerte de intercambio entre Dios y el hombre: el hombre

aporta el pan y Dios lo cambia en pan de vida; el hombre aporta el vino, y Dios

lo hace bebida espiritual: “Tú eres bendito, Señor Dios del universo, porque de

tu liberalidad hemos recibido el pan (o: el vino) que te ofrecemos, fruto de la

tierra (o: de la viña) y del trabajo del hombre, de donde provienen para nosotros

el pan de vida (o: la bebida espiritual)”.

Hay necesidad de señalar que las expresiones “pan de vida” (panis vitae)

y “bebida espiritual” (potus spiritualis) son absolutamente indeterminadas: ellas

pueden significar cualquier cosa. Nosotros encontramos aquí la misma

equivocación capital que dentro de la definición de la Santa Misa: en la

definición, en referencia a la presencia espiritual de Cristo en medio de los

suyos; aquí, el pan y el vino son cambiados espiritualmente: no se precisa más

que ellos lo son sustancialmente.

Dentro de la preparación de las oblatas71

, un juego parecido de

equivocaciones es realizado por la supresión de las dos admirables oraciones:

- Deus qui humanae substantiae... .

- Offerimus tibi, Domine... .

La primera de estas dos oraciones declara: “oh Dios que has creado la

naturaleza humana de una manera admirable y que de una manera más

70. Cf. Propiciatorio: que tiene la virtud de hacer a Dios propicio por una expiación, procurando el perdón de las

faltas 71

. Cf. Oblata: el pan y el vino llevados sobre el altar para ser consagrados

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admirable todavía la has restaurado dentro de su primera dignidad”. Esto es

una evocación de la antigua condición de inocencia del hombre y de su

condición actual de redimido por la Sangre de Cristo; es una recapitulación

discreta y rápida de toda la economía72

del Sacrificio después de Adán hasta el

tiempo presente.

La segunda de estas dos oraciones, que es el final del Ofertorio, se expresa

sobre el modo propiciatorio; ella pide que el cáliz se eleve cum odore suavitatis

en presencia de la Majestad Divina a la cual se le implora la clemencia; ella

menciona maravillosamente esta misma economía del Sacrificio.

Estas dos oraciones son suprimidas dentro del nuevo Ordo Missae.

Suprimir así la referencia permanente a Dios que aclaraba la oración

eucarística, es “suprimir toda distinción entre el Sacrificio que procede de Dios

y aquél que viene del hombre”.

Si se destruye así la llave de la bóveda, se es bien forzado de fabricar

andamiajes de reemplazo: si se suprime las finalidades verdaderas de la Santa

Misa, se es bien forzado de inventar misas imaginarias. He aquí, así pues, gestos

nuevos para mencionar la unión entre el sacerdote y los fieles, y aquélla de los

fieles entre ellos; he aquí la superposición, destinada a hundirse dentro de lo

grotesco, ofrendas hechas por los pobres y por la Santa Iglesia a la ofrenda de la

Hostia destinada al Sacrificio.

Por esta confusión la singularidad primordial de la Hostia destinada al

Sacrificio es borrada; de manera que la participación a la inmolación de la

Víctima devendrá una reunión de filántropos o un banquete de beneficencia.

4. Consideremos ahora la esencia del Sacrificio dentro del nuevo Ordo

Missae.

El misterio de la Cruz no es más mencionado de manera explícita. Él es

disimulado a la asamblea de los fieles. Esto resulta de numerosos dispositivos de

los cuales he aquí los principales.

a) El sentido dado a la denominada “oración eucarística”. El número 54 (in fine) del Institutio generalis declara:

“El sentido de la oración eucarística consiste en lo que toda la asamblea

de los fieles se une al Cristo para confesar las grandezas de Dios y ofrecer el

Sacrificio”.

¿De cuál Sacrificio se trata?

¿Quién es aquél que ofrece el Sacrificio?

Ninguna respuesta a estas preguntas.

El mismo número 54 da comenzando, una definición de la “oración

eucarística”:

“He aquí que comienza lo que constituye el centro y la cumbre de toda la

celebración, la Oración eucarística, o oración de acción de gracias y de

santificación”.

Se puede ver: los efectos son así, sustituidos a la causa. De la causa, no se dice una sola palabra. La mención explícita de la

finalidad última de la Santa Misa, que se encuentra dentro del Suscipe que se le

72. Cf. Economía: en sentido religioso es el conjunto ordenado y harmonioso de las disposiciones tomadas por la

Providencia para realizar la redención y la salvación del hombre

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ha suprimido, no es remplazada por nada. El cambio de fórmula revela el cambio

de doctrina.

b) La eliminación del rol desempeñado por la Presencia Real dentro

de la economía del Sacrificio.

La razón por la cual el Sacrificio no es más mencionado explícitamente es

que se le ha suprimido el rol central de la Presencia real.

Este rol central es puesto en una luz resplandeciente dentro de la liturgia

eucarística del Misal romano de San Pío V.

Dentro del Institutio generalis al contrario, la Presencia real no es

mencionada que una sola vez, dentro de una nota (nota 63 en el número 241),

¡que es la única citación del Concilio de Trento!

Esta mención se reporta en otro lugar a la Presencia real en tanto que

alimento. Pero no hay en ninguna parte alguna alusión a la Presencia real y

permanente de Cristo con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad dentro

de las especies transustanciadas. La palabra misma transustanciación no figura

en ninguna parte.

La supresión de la invocación de la Tercera Persona de Santísima Trinidad

(Veni Sanctificator), para que ella descienda sobre las oblatas como antaño ella

descendió al seno de la Santísima Virgen para cumplir el milagro de la Divina

Presencia, se registra dentro de este sistema de negaciones tácitas, de

desintegración en cadena de la Presencia real.

“En primer Lugar, el Santo Concilio enseña y confiesa abiertamente y

absolutamente que, dentro del Augusto Sacramento de la Santa Eucaristía,

Nuestro Señor Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre está presente

realmente y sustancialmente bajo las Apariencias sensibles del Pan y el Vino

después de la Consagración”

Concilio de Trento

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Finalmente es imposible de no notar la abolición o la alteración de los

gestos por los cuales se expresa espontáneamente la Fe en la Presencia real. El

nuevo Ordo Missae elimina:

- Las genuflexiones de las cuales el número es reducido a tres para el

sacerdote celebrante, y a una sola (no sin excepciones) para la asistencia, en el

momento de la Consagración.

- La purificación de los dedos del sacerdote encima del cáliz y dentro del

cáliz.

- La preservación de todo contacto profano para los dedos del sacerdote

después de la Consagración.

- La purificación de los vasos sagrados, que puede ser diferida y hecha

fuera del corporal.

- La palia protegiendo el cáliz.

- La doradura interior de los vasos sagrados.

- La consagración del altar móvil.

- La piedra sagrada y las reliquias puestas sobre el altar cuando éste es

móvil, o cuando se utiliza simplemente una mesa para una celebración fuera de

un lugar sagrado (esta última cláusula instaura en derecho la posibilidad de

“eucaristías domésticas” en las casas particulares).

- Los tres manteles del altar, reducidos a uno solo.

- La acción de gracias de rodillas (remplazada por un grosero

agradecimiento del sacerdote y de los fieles sentados, dando como resultado la

comunión de pie).

- Las prescripciones concerniendo el caso donde una Hostia consagrada

cae en el suelo, reducidas en el número 239 a un “reverenter accipiatur” casi

sarcástico.

Todas estas supresiones no hacen que aumentar de manera provocante el

rechazo implícito del dogma de la Presencia real.

c) El rol designado al altar principal. El altar es casi siempre designado con la palabra “mesa”: “el altar o mesa

dominical, que es el centro de la liturgia eucarística” (cf. Números 49 y 262). Se

estipula que el altar debe estar separado de las paredes para que se le pueda dar

la vuelta y que la celebración pueda hacerse cara al pueblo (número 262). Se

precisa que él debe estar en el centro de la asamblea de los fieles, a fin que la

atención se lleve hacia él (ibíd). Pero la comparación del número 262 y del

número 276 excluye exactamente que el Santísimo Sacramento pueda ser

conservado sobre el altar mayor. Esto consagrará una irreparable dicotomía entre

la Presencia del Soberano Sacerdote dentro del sacerdote celebrante y ésta

misma Presencia realizada sacramentalmente. Antes, esto era una única

Presencia73

.

En adelante, se recomienda de conservar el Santísimo Sacramento a parte,

en un lugar favorable a la devoción privada de los fieles, como si se tratara de

una reliquia.

Así lo que atraerá inmediatamente la mirada cuando se entrará dentro de

una iglesia, no será más el Tabernáculo, sino una mesa despojada y desnuda. Se

73. Cf. “Separar el tabernáculo del altar, es separar dos cosas que deben permanecer unidas por su origen y su

naturaleza”. Pío XII. Alocución al Congreso de liturgia. 18-23 de septiembre de 1956

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opone otra vez todavía “piedad litúrgica y piedad privada”, se levanta altar

contra altar.

Se recomienda con insistencia de distribuir a la comunión, las hostias que

han sido consagradas en el curso de la misma Misa, y también de consagrar un

pan de dimensión exagerada74

. Para que el sacerdote pueda compartirla con una

parte al menos de los fieles.Es siempre la misma actitud de desprecio hacia el

Tabernáculo como hacia toda piedad eucarística fuera de la Santa Misa; es un

nuevo y violento ataque a la Fe en la Presencia real en tanto que duren las

Especies consagradas.

d) Las fórmula de la Consagración.

La antigua fórmula de la Consagración75

es una fórmula propiamente

sacramental, de tipo intimativo y no de tipo narrativo.

He aquí tres pruebas:

A. El texto del relato de la Santa Escritura no es tomado a la letra. La

inserción paulina: “Mysterium Fidei” es una confesión de Fe inmediata del

sacerdote dentro del misterio realizado por Nuestro Señor Jesucristo dentro de la

Santa Iglesia por medio de su sacerdocio jerárquico.

B. Puntuación y caracteres tipográficos. Dentro del Misal romano de San

Pío V, el texto litúrgico de las palabras sacramentales de la Consagración es

marcado y puesto en evidencia de una manera propia.

El hoc est enim es en efecto separado por un punto a la línea de la

fórmula que lo precede: “... manducatae ex hoc omnes”. Este punto a la línea

marca el paso del modo narrativo al modo intimativo que es propio a la acción

sacramental.

Las palabras de la Consagración dentro del Misal romano, son imprimidas

en caracteres tipográficos mayores, en el centro de la página; muchas veces con

un color diferente.

Todo esto manifiesta que las palabras de la Consagración tienen un valor

propio y, en consecuencia, autónomo.

C. La anamnesis76

del Canon romano se refiere al Cristo en tanto que Él es

operante, y no solamente al recuerdo de Cristo o de la Cena como evento

histórico: haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis; en griego:

eis tem emou anamnesin; esto significa: “vueltos hacia mi memoria”. Esta

expresión no invita simplemente a recordarse de Cristo o de la Cena: es una

invitación a rehacer lo que Él hizo, de la misma manera que Él lo hizo el Jueves

Santo.

A esta fórmula tradicional del Misal romano, el rito nuevo sustituye una

fórmula de San Pablo: “hoc facite in meam commemorationem” que será

proclamada cotidianamente en lenguas vernáculas. Ella tendrá por efecto

inevitable, sobre todo dentro de estas condiciones, de desplazar el acento en el

espíritu de los auditores, sobre el recuerdo de Cristo. La “memoria” de Cristo se

74. Cf. El Novus Ordo Missae emplea raramente la palabra hostia, que es de uso tradicional dentro de los libros

litúrgicos, con la significación de víctima. Es siempre la misma voluntad sistemática de poner en evidencia

solamente los aspectos de “cena” y de “alimento” de la Santa Misa 75

. Cf. Ver: ¿Por qué la Santa Misa mejor debe ser en Latín? Págs. 330-333; La Santa Misa tradicional.

Págs. 333-345 76

. Cf. Anamnesis: nombre dado por los liturgistas a la oración que sigue la Consagración. Literalmente:

“recuerdo”

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encontrará designada como el término de la acción eucarística, cuando ella es el

principio.

“Hacer memoria de Cristo” no será más que un objetivo humanamente

perseguido. En lugar de la acción real de Orden sacramental, se instalará la idea

de “conmemoración”.

En el nuevo Ordo Missae, el modo narrativo (y no más sacramental) es

explícitamente nombrado dentro de la descripción orgánica de la “oración

eucarística”; en el número 55, por la fórmula: “relato de la institución”, y aún,

en el mismo lugar, por la definición de la anamnesis: “la Iglesia hace memoria

(memoriam agit) de Cristo mismo”.

La consecuencia de todo esto es de insinuar un cambio del sentido

específico de la Consagración. Según el nuevo Ordo Missae, las palabras de la

Consagración serán en adelante formuladas por el sacerdote como una narración

histórica, y no más como afirmando un juicio categórico e intimativo proferido

por Aquél en la persona de quién el sacerdote actúa: HOC EST ENIM CORPUS

MEUM y no hoc est Corpus Chisti.

“Si alguien dice que el Santo Sacrificio de la

Misa no es sino un Sacrificio de Alabanza y de

Acción de Gracias, o una simple

Conmemoración del Sacrificio realizado sobre la

Cruz, pero no un Sacrificio propiciatorio; o que

él no es aprovechable sino para Aquellos que

reciben a Cristo y que no se debe ofrecerlo ni

por los Vivos, ni por los Muertos, ni por los

Pecados, las Penas, las Satisfacciones y otras

Necesidades, que sea Anatema”

Concilio de Trento

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Finalmente, la aclamación destinada a la asistencia inmediatamente

después de la Consagración: “anunciamos tu muerte, Señor..., hasta que tú

vuelvas”, introduce, bajo un disfraz escatológico, una ambigüedad

suplementaria sobre la Presencia real. Se proclama en efecto, sin solución de

continuidad, la espera de la venida de Cristo al final de los tiempos, justo en el

momento donde Él ha venido sobre el altar, donde Él es sustancialmente

presente: como si la venida verdadera fuera solamente al final de los tiempos, y

no sobre el altar.

Esta ambigüedad es todavía reforzada en la fórmula de aclamación

facultativa propuesta en el apéndice (n. 2): “cada vez que comemos este pan y

bebemos este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta cuando tu vuelvas”. La

ambigüedad llega aquí al paroxismo, de una parte entre la inmolación y la

manducación, por otra parte entre la Presencia real y la segunda venida de Cristo.

5. Consideremos finalmente, el nuevo Ordo Missae en el punto de vista

de la realización del Sacrificio. Los cuatro elementos que intervienen dentro de esta realización son, por

orden: Cristo, el sacerdote, la Santa Iglesia, los fieles.

a) Situación de los fieles dentro del nuevo rito.

El nuevo Ordo Missae presenta el rol de los fieles como autónomo, lo que

manifiestamente falso. Esto comienza dentro de la definición inicial del número

7: “la Misa es la sinaxis sagrada o concentración del pueblo de Dios”. Esto

continúa por la significación que el número 28 atribuye al saludo que el

sacerdote dirige al pueblo: “el sacerdote, por un saludo, exprime a la comunidad

reunida la presencia del Señor. Por este saludo y por la respuesta del pueblo es

manifestado el misterio de la Iglesia reunida”. ¿Verdadera Presencia de Cristo?

Sí, pero solamente en tanto que asamblea manifestando o solicitando esta

presencia espiritual.

Esto se encuentra generalmente. Es el carácter comunitario de la Santa

Misa que reviene constantemente como una obsesión (números 74 al 152). Es la

distinción hasta el presente entre la Misa con pueblo (cum populo) y la Misa sin

pueblo (sine populo) (números 77 al 231). Es la definición de la “oración

universal u oración de los fieles” (número 45), donde se le destaca otra vez “el

rol sacerdotal del pueblo” (populos sui sacerdotii munus exercens): este

sacerdocio es presentado en este caso como ejerciéndose de manera autónoma,

por la omisión de su subordinación a aquél del sacerdote; y cuando el sacerdote,

consagrado como mediador, se hace el intérprete de todas las intenciones del

pueblo en el Te igitur y en los dos Memento.

Dentro de la “oración eucarística III” (Vere Sanctus, página 123 del

Ordo Missae), se va hasta decirle al Señor: “no dejes de reunir tu pueblo para

que desde la salida del sol hasta su ocaso, una oblación pura sea ofrecida en tu

nombre”. Este “para que” (ut) da a pensar que el pueblo, más bien que el

sacerdote, es el elemento indispensable en la celebración; y como no es más

indicado, aún en este lugar que es la ofrenda, esto es el pueblo mismo que se

encuentra representado como conferido de un poder sacerdotal autónomo.

“Dentro de estas condiciones y según este sistema, no sería raro que bien

pronto el pueblo sea autorizado a reunirse junto al sacerdote para pronunciar

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las palabras de la Consagración. En varios lugares, esto es ya un hecho

cumplido”.

b) Situación del sacerdote en el nuevo rito.

El rol del sacerdote es minimizado, alterado, falseado.

Primero: con relación al pueblo. Él es el “presidente” y el “hermano”,

pero él no es más el ministro consagrado celebrando in Persona Christi.

Segundo: con relación a la Santa Iglesia. Él es un miembro entre los otros,

un quidam de populo. En el número 55, dentro de la definición del epíclesis77

, las

invocaciones son atribuidas anónimamente a la Santa Iglesia: el rol del sacerdote

se desvanece.

Tercero: dentro del Confiteor vuelto colectivo, el sacerdote no es así más

juez, testigo e intercesor cerca de Dios. Es lógico que el sacerdote no tenga más a

dar la absolución, que ha sido efectivamente suprimida. El sacerdote es integrado

a los “hermanos”: el acólito que sirve la Santa Misa lo llama así en el Confiteor

de la “Misa sin pueblo”.

Cuarto: ya la distinción entre la comunión del sacerdote y la de los fieles

había sido suprimida. Esta distinción está, sin embargo, cargada de significación.

El sacerdote durante la Santa Misa, actúa in Persona Christi. Uniéndose

íntimamente a la victima ofrecida, de una manera que es propia al Orden

sacramental, eso exprime la identidad del Sacerdote y de la Víctima, identidad

que es propia al Sacrificio de Cristo, y que, manifestada sacramentalmente,

muestra que el Santo Sacrificio de la Cruz y el Santo Sacrificio de la Misa es

sustancialmente el mismo.

77. Cf. Epíclesis: oración de la liturgia eucarística solicitando la acción del Espíritu Santo sobre las oblatas

El Sacerdote uniéndose íntimamente a la Víctima ofrecida, de una manera que

es propia al Orden sacramental, expresa la Identidad del Sacerdote y de la

Víctima; Identidad que es propia al Sacrificio de Cristo, y que manifestada

sacramentalmente, muestra que el Sacrificio de la Cruz y el Santo Sacrificio de

la Misa es sustancialmente el mismo

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Quinto: no más una sola palabra en adelante sobre el poder del sacerdote

como ministro del Santo Sacrificio, ni sobre el acto consagratorio que le

pertenece propiamente, ni sobre la realización por su intermediación de la

Presencia eucarística. No se deja más aparecer lo que el sacerdote católico tiene

de más de un ministro protestante.

Sexto: el uso del número de ornamentos es abolido o hecho facultativo: en

ciertos casos el alba y la estola bastan (número 298). Estos ornamentos son

signos de la conformación del sacerdote a Cristo78

: ellos desaparecen. El

sacerdote no se presente más como revestido de todas las virtudes de Cristo; él

no será más que una especie de oficial eclesiástico, apenas distinguido de la

masa por una o dos cintas. El sacerdote será en suma, según la fórmula

involuntariamente humorística de un predicador moderno: “un hombre un poco

más hombre que los otros”79

.

c) Situación de la Santa Iglesia dentro del nuevo rito.

Esto quiere decir: relación de la Santa Iglesia a Cristo.

Dentro de un solo caso, en el número 4, se digna admitir que la Santa Misa

es una “acción de Cristo y de la Santa Iglesia”: es en el caso de la Misa “sin

pueblo”.

En revancha, dentro de la Misa “con pueblo”, no se expresa otro objetivo

que de “hacer memoria de Cristo” y de santificar la asistencia.

78. Cf. Exodo XXVIII, 1-43; ver: El Altar, Vasos Sagrados, Ornamentos y Partes de la Santa Misa. Págs.

326-330 79

. El R. P. Roguet

“Solo los Sacerdotes han recibido el Poder de consagrar la Santa Eucaristía, y de

distribuirla a los Fieles. El Uso de la Santa Iglesia a sido siempre, que el Pueblo

reciba la Sagrada Comunión de Manos de los Sacerdotes, y que los Sacerdotes

comulguen entre Ellos mismos, cuando celebran los Santos Misterios; Uso que

remonta a los Apóstoles y es fundado sobre el Ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo,

quien consagra su Cuerpo adorable y lo presenta a los Apóstoles de sus

propiasManos”

Concilio de Trento

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El número 60 declara: “el sacerdote celebrante..., se asocia el pueblo...,

ofreciendo el Sacrificio a Dios Padre por Cristo dentro del Espíritu Santo”. Se

hubiera podido decir: “asociar el pueblo a Cristo, quien se ofrece Él mismo a

Dios Padre...”.

Es dentro de este contexto que se inserta:

- La gravísima omisión del per Christum Dominum nostrum, fórmula que

significa y funda para la Santa Iglesia de todos los tiempos, la seguridad de ser

escuchada: “haré todo lo que pidíereis en mi nombre, para que el Padre sea

glorificado en el Hijo. Si me pedís cualquier cosa en mi nombre Yo lo haré”80

.

- El escatologismo nublado y maniático, dentro del cual la comunicación

de una realidad a la vez actual y eterna: la gracia, es presentada como el fruto de

un progreso a venir.

- El pueblo de Dios es “en marcha”, la Santa Iglesia no es más la Iglesia

militante que combate contra el poder de las tinieblas: Ella es peregrinante hacia

un avenir que no aparece más ligado a lo eterno sino únicamente a lo temporal.

Dentro de la “Oración eucarística IV”, la oración del Canon romano pro

omnibus orthodoxis catholicae fidei cultoribus es reemplazada por una oración

por “todos aquellos que Te buscan de un corazón sincero”.

Igualmente, el Memento de los muertos no menciona más aquellos que son

muertos cum signo fidei et dormiunt in somno pacis (marcados del signo de la Fe

y que duermen del sueño de la paz), sino simplemente “aquellos que son muertos

en la paz de Cristo”. Se les añade el conjunto de los difuntos “de los cuales sólo

tú conoces la Fe”; lo que constituye un nuevo atentado a la unidad de la Santa

Iglesia considerada en su manifestación visible.

Dentro de ninguna de las tres nuevas “oraciones eucarísticas” no figura la

menor alusión al estado de sufrimiento de los difuntos; en ninguna no hay lugar

para una intención particular por ellos: lo que, de nuevo, debilita la Fe en la

naturaleza propiciatoria y redentora del Santo Sacrificio de la Misa.

Un poco por todas partes, varias omisiones desvalorizan el misterio de la

Santa Iglesia profanándolo. Este misterio es desconocido antes que todo en tanto

que jerarquía sagrada. Los ángeles y los Santos son reducidos al anonimato

dentro de la segunda parte del Confiteor colectivo; han desaparecido de la

primera parte como testigos y jueces en la persona de San Miguel Arcángel. Las

diferentes jerarquías angélicas desaparecen también, hecho sin precedentes

dentro del nuevo Prefacio. Dentro de la “Oración eucarística”; desaparece

igualmente, en el “Communicantes”, la memoria de los Santos Pontífices y

Mártires sobre quienes la Iglesia romana permanece fundada, y quienes dieron

origen con San Gregorio a la Santa Misa romana.

Suprimida todavía, dentro del Libera nos, la mención de la Bienaventurada

Virgen María, de los Apóstoles y de todos los Santos: su intercesión y la

intercesión de ellos no es más pedida, aún en los momentos de peligro.

La unidad de la Santa Iglesia esta comprometida finalmente por esto: se ha

empujado la audacia hasta la intolerable omisión dentro de todo el nuevo Ordo

Missae, ahí incluido, en las tres nuevas “oraciones eucarísticas”, los nombres

de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, fundadamento y signo de la universalidad

de la Santa Iglesia. Sus nombres no figuran más que dentro del Comunicantes

del Canon romano.

80. San Juan XIV, 13-14; ibíd. XV, 16; ibíd. XVI, 24

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El nuevo Ordo Missae ataca aún al dogma de la Comunión de los Santos,

suprimiendo, cuando el sacerdote celebra sin acólito, todas las salutaciones y la

bendición final; y suprimiendo el Ite Missa est dentro de la Misa sin pueblo con

acólito.

El doble Confiteor al comienzo de la Santa Misa muestra cómo el

sacerdote, revestido de sus ornamentos que lo designan como ministro de Cristo,

e inclinándose profundamente, se reconoce indigno de una tan alta misión,

indigno del tremendum mysterium que él se dispone a celebrar. Después, no

reconociéndose (en el Aufer a nobis) ningún derecho de entrar dentro del Santo

de los Santos, él se recomienda (en el Oremus te, Dómine) a la intercesión y a los

méritos de los Mártires de los cuales el altar contiene las reliquias. Estas dos

oraciones y el doble Confiteor son suprimidos.

Son igualmente profanadas las condiciones que convienen para celebrar el

Santo Sacrificio en cuanto a que él es el cumplimiento de una realidad sagrada:

así, cuando la celebración tiene lugar fuera de una iglesia, el altar puede ser

reemplazado por una simple mesa sin piedra consagrada y sin la presencia de

reliquias (números 260-265).

La desacralización es llevada a su colmo por las nuevas y muchas veces

grotescas modalidades de la ofrenda. La insistencia es puesta sobre el pan

ordinario en lugar del pan ázimo. La facultad es dada a los niños acólitos, y a los

laicos durante la comunión bajo las dos especies, de tocar los vasos sagrados

(número 244). Una inverosímil atmósfera se encontrará creada dentro de la

iglesia: se verá en efecto allí, alternar sin tregua el sacerdote, el diácono, el

subdiácono, el salmista, el comentador (el sacerdote mismo en algunos lugares es

ahora el comentador, puesto que él es invitado a “explicar” continuamente lo

que está haciendo), los lectores hombres y mujeres, los clérigos o los laicos que

acogen los fieles en la puerta de la iglesia y les acompañan a sus puestos, que

hacen la colecta, que aportan las ofrendas, que seleccionan las ofrendas... . Y en

medio de una tal furia de regreso a la Santa Escritura, he aquí, en el número 70,

en oposición formal al Antiguo Testamento como a San Pablo, la presencia de la

mulier idonea, de la “mulier ad hoc”, quien por la primera vez dentro de la

Tradición de la Santa Iglesia será autorizada a leer las lecturas de la Sagrada

Escritura y a cumplir otros “ministerios que son desempeñados por otros fuera de

los miembros del presbyterium”.

Y por último la manía de la concelebración: ella terminará de destruir la

piedad eucarística del sacerdote y de esfumar la figura central de Cristo, único

Sacerdote y única Víctima, y de disolverla dentro de la presencia colectiva de los

concelebrantes.

6. Nos hemos limitado hasta aquí a un breve examen del nuevo Ordo

Missae y de las desviaciones las más graves con relación a la teología de la

Santa Misa.

Las observaciones que hemos hecho tienen sobre todo un carácter típico.

Será necesario un trabajo más amplio para establecer una evaluación completa de

los obstáculos, peligros y elementos espiritualmente y sicológicamente

destructores que contienen el rito nuevo.

Los nuevos cánones -llamados “oraciones eucarísticas”- han sido ya

criticados varias veces y con autoridad. Nosotros no mencionaremos más.

Observemos que la segunda “oración eucarística” había escandalizado

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inmediatamente los fieles por su brevedad. Se ha hecho observar entre otras

cosas que esta “Oración eucarística II” puede ser empleada con toda

tranquilidad de conciencia por un sacerdote que no cree más ni en la

transustanciación ni en el carácter sacrificial de la Santa Misa: esta “oración

eucarística” puede muy bien servir para la celebración de un ministro

protestante.

El nuevo Ordo Missae fue presentado a Roma como un “abundante

material pastoral”, como “un texto más pastoral que jurídico”, al cual las

Conferencias episcopales podrían aportar, según las circunstancias,

modificaciones conformes al ingenio y creatividad respectivos de los diferentes

pueblos.

En adelante, la primera sección de la nueva “Congregación por el Culto

Divino” será responsable “de la edición y de la constante revisión de los libros

litúrgicos.

A qué hace eco el boletín oficial de los Institutos Litúrgicos de Alemania,

de Suiza y de Austria escribiendo: “los textos latinos deberán al presente ser

traducidos en las lenguas de los diferentes pueblos; el estilo “romano” deberá

ser adaptado a la individualidad de cada Iglesia local: lo que ha sido concebido

sobre un modo intemporal deberá ser trasladado dentro del contexto movible de

las situaciones concretas, dentro del flujo constante de la Santa Iglesia universal

y de sus numerosas asambleas”.

La Constitución Missale romanum ella misma, oponiéndose a la voluntad

expresa del Concilio Vaticano II, da el golpe de gracia al latín como lengua

universal, afirmando: “dentro de una diversidad tan grande de lenguas se

levantará la misma y única oración de todos...”. La muerte del latín es así dada

como un hecho adquirido. Aquélla del gregoriano resulta inevitablemente: el

gregoriano que, por tanto, el Concilio Vaticano II había reconocido como “el

canto propio de la liturgia romana” y del cual él había ordenado que él guarde

“el primer puesto” (Constitución conciliar sobre la liturgia, número 116). La

libre elección, entre otros, de los textos del Introito y del Gradual termina de

eliminar el canto gregoriano.

El nuevo rito se presenta como pluralista y experimental, y como ligado al

tiempo y al lugar. La unidad de culto siendo así definitivamente destrozada, no

se ve más en qué podrá consistir en adelante la unidad de la Fe que le es

íntimamente ligada y de la cual por lo tanto se continúa de hablar como sustancia

que es necesario defender sin compromisión.

Es evidente que el nuevo Ordo Missae renuncia en hecho a ser la

expresión de la doctrina que el Concilio de Trento a definido como siendo de Fe

divina y católica. Y, sin embargo, la conciencia católica permanece para

siempre ligada a esta doctrina. Por eso resulta que la promulgación del nuevo

Ordo Missae pone a cada católico dentro de la trágica necesidad de elegir.

7. La Constitución “Missale romanum” habla explícitamente de una

riqueza de doctrina y de piedad que el nuevo Ordo Missae prestaría a las

Iglesias de Oriente.

Ese pretendido préstamo tendrá por resultado efectivo de alejar los fieles

del rito oriental: porque la inspiración del rito oriental no es solamente extraña,

ella es totalmente opuesta al espíritu del nuevo Ordo Missae.

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¿A qué, en efecto, se reducen esos préstamos que se declaran inspirados

por el ecumenismo?

En sustancia, a la multiplicidad de las anáforas81

, pero no a su disposición

ni a su belleza; a la presencia del diácono; a la comunión bajo las dos especies.

Pero parece bien que se le ha querido eliminar todo lo que, dentro de la

liturgia romana, era lo más próximo de la liturgia oriental; que se ha querido,

renegando el incomparable y inmemorial carácter romano de la liturgia,

renunciar a aquello que le era espiritualmente lo más propio y lo más precioso.

Se ha sustituido a la romanidad elementos que acercan el nuevo Ordo Missae de

ciertos ritos protestantes, y no más aquellos que eran los más próximos del

catolicismo: esos elementos degradan la liturgia romana y alejarán cada vez más

el Oriente, como ya se ha visto con las reformas litúrgicas que inmediatamente

ha precedido el nuevo Ordo Missae.

En revancha, el nuevo Ordo Missae tendrá el favor de los grupos

próximos de la apostasía, quienes, atacándose dentro de la Santa Iglesia a la

unidad de la doctrina, de la liturgia, de la moral y de la disciplina, provocan ahí

una crisis espiritual sin precedentes.

8. San Pío V había concebido la edición del Misal romano como un

instrumento de unidad católica82

.

La Constitución “Missale romanum” ella misma lo recuerda. En

conformidad con las prescripciones del Concilio de Trento, el Misal romano de

San Pío V debía impedir que pudiera introducirse dentro del culto divino alguna

de los errores sutiles por los cuales la Fe estaba amenazada por la Reforma

protestante.

Los motivos de San Pío V eran tan graves que jamás en ningún otro caso

no parecía haber sido más justificada la fórmula ritual y en este caso casi

profético que termina la Bula de promulgación del Misal romano (Quo primum

tempore, del 19 julio de 1570):

“Mas si alguien se atreviere a atacar esto, sabrá que ha incurrido en la

indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles San Pedro

y San Pablo”83

.

Se ha tenido la presunción de afirmar, presentando oficialmente el nuevo

Ordo Missae en la sala de prensa del Vaticano, que las razones alegadas por el

Concilio de Trento no subsisten más.

No solamente ellas subsisten, más aún, nosotros no vacilamos en afirmar

que esto existe hoy infinitamente mucho más graves. Es precisamente para hacer

frente a las insidiosas desviaciones que de siglo en siglo amenazaron la pureza

del depósito recibido84

, y que la Santa Iglesia a elaborado alrededor de este

depósito, las defensas inspiradas de sus definiciones dogmáticas y de sus

decisiones doctrinales85

. Estas definiciones tuvieron sus repercusiones

81. Cf. Anáfora: palabra que quiere decir “ofrenda”: oración eucarística de la Santa Misa de rito griego o de San

Juan Crisóstomo. Casi todos los ritos orientales disponen de varias anáforas 82

. Cf. Ver: Lista Cronológica de los Papas. 225. San Pío V. Págs. 141-142; La Santa Misa tradicional. Págs.

333-345 83

. Cf. Ver: La Bula Quo primum tempore. Págs. 316-319 84

. Cf. I Timoteo VI, 20-21 85

. Cf. El Concilio de Trento, en su sesión XIII (decreto sobre la Santa Eucaristía) declara su intención: “arrancar

hasta la raíz la cizaña de los errores execrables y de los cismas que el hombre enemigo..., a sembrado dentro de

la doctrina de la Fe sobre el uso y el culto de la Santísima Eucaristía, mientras que nuestro Salvador a dejado en

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inmediatas dentro del culto, que ha sido progresivamente el monumento el más

completo de la Fe de la Santa Iglesia. Querer a cualquier precio poner en vigor el

culto antiguo rehaciendo fríamente, in vitro, lo que al origen fue la gracia de la

espontaneidad fluyente, es caer dentro de ese arqueologismo insensato

condenado por Pío XII86

. Porque esto equivale, como se le ha visto

desgraciadamente, a desnudar la liturgia de todas las bellezas piadosamente

acumuladas durante los siglos, y de todas las defensas teológicas más que nunca

necesarias en un momento crítico, quizás el más crítico de la historia de la Santa

Iglesia.

Hoy, no es más al exterior, es al interior mismo de la catolicidad que la

existencia de divisiones y de cismas es oficialmente reconocida87

. La unidad de

la Santa Iglesia no es más a estar solamente amenazada: ella está ya trágicamente

comprometida88

. Los errores contra la Fe no son más solamente insinuados: ellos

son impuestos por las aberraciones y los abusos que se introducen dentro de la

liturgia89

.

El abandono de una tradición litúrgica que fue durante siglos el signo y la

prenda de la unidad de culto, su reemplazo por otra liturgia que no podrá ser que

una causa de división por las licencias innombrables que ella autoriza

implícitamente, por las insinuaciones que ella favorece y por sus ataques

manifiestos a la pureza de la Fe: he aquí que aparece, para hablar en términos

moderados, como un incalculable error.

Roma. Corpus Domini 196990

su Santa Iglesia este Sacramento como el símbolo de la unidad y de la caridad en las cuales Él a querido que

todos los cristianos estuvieran unidos y cónyuges entre ellos”; ver: Del Sacramento de la Eucaristía. Págs.

209-225 86

. Cf. Pío XII. Encíclica Mediator Dei: “retornar por el espíritu y el corazón a las fuentes de la liturgia sagrada

es cosa sabia y alabable, porque el estudio de esta disciplina, remontando a sus orígenes, es de una utilidad

considerable para penetrar con más profundidad y cuidado la significación de los días festivos, el sentido de las

fórmulas en uso y de las ceremonias sagradas; pero no es sabio ni alabable de regresar en todas las formas a la

antigüedad. De manera que, por ejemplo, sería salirse de la vía recta de querer darle al altar su forma primitiva

de mesa, de querer suprimir radicalmente los colores litúrgicos: el negro, de excluir de los templos las Santas

Imágenes y las estatuas, de hacer representar el Divino Redentor sobre la Santa Cruz de tal forma que no

aparecen más los sufrimientos agudos que Él ha soportado... . Una tal manera de pensar y de actuar haría

revivir esa excesiva y malsana pasión de las cosas antiguas que excitaba el Concilio ilegítimo de Pistoya, y

despertaría los múltiples errores que fueron al origen de ese falso Concilio y que resultaron, para el mayor daño

de las almas, errores que la Santa Iglesia, guardiana siempre vigilante del depósito de la Fe a Ella confiado

por su Divino Fundador a reprobado con buen derecho” 87

. Cf. Pablo VI. Homilía del Jueves Santo de 1969: “un fermento que es prácticamente aquél del cisma divide,

parcela y destroza la Santa Iglesia” 88

. Cf. Ibíd. “Hay igualmente en medio de nosotros esos cismas y esas divisiones que San Pablo denuncia con

dolor dentro del pasaje del cual acabamos de hacer la lectura” 89

. Cf. Es de notoriedad pública que el Concilio Vaticano II es hoy renegado por aquellos mismos que se

elogiaban de ser los padres. Ellos abandonaron el Concilio decididos a “hacer explotar” el contenido. Al

contrario, el Soberano Pontífice, en el momento de la clausura, declaraba que este Concilio no había introducido

ninguna mutación. Desgraciadamente la Santa Sede, con una prisa inexplicable, ha permitido o animado, por

intermedio del Comité para la aplicación de la Constitución sobre la Liturgia, una infidelidad siempre creciente a

los textos conciliares, infidelidad que va desde modificaciones aparentemente de pura forma (latín, canto

gregoriano, supresión de ritos venerables, etc.) hasta aquéllas que tocan a la sustancia de la Fe y que consagra el

Novus Ordo Missae. Las terribles consecuencias que hemos intentado poner en relieve dentro del presente estudio

han repercutido, de una manera todavía más dramática, dentro del ámbito de la disciplina y dentro de aquél del

magisterio eclesiástico 90

. Cf. Este Breve Examen Crítico del “Novus Ordo Missae”. se ha tomado de una edición de la Fundación

Lumen Gentium. Vauduz. Lichtenstein. 1995, y de la Revista “Itinéraires, cróniques & documents”. Suplemento

Núm. 141. Ed. Dominique Martin Morin. Paris. Francia. 1970; ver: El Modernismo: Encíclica “Pascendi” de

Su Santidad San Pío X. Págs. 484-523; Bibliografía. Sitios de Referencia. Breve Examen Crítico del Novus

Ordo Missae. Pág. 637. Vídeos de referencia. Antigua Liturgia vs Nueva Liturgia. Pág. 638

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II. V. Estadística de una pérdida de la Fe católica

CIUDAD DEL VATICANO. Los católicos en el mundo en el año 2002

ascendieron a 1071 millones respecto a los 757 millones de 1978, según datos

del “Anuario Pontificio 2004”, presentado a su Santidad San Juan Pablo II, el 3

de febrero de 2004.

El volumen constata al mismo tiempo la tendencia al aumento de

sacerdotes diocesanos y a la disminución de sacerdotes religiosos al igual que de

religiosas, que ya se viene presentando desde hace algunas décadas.

Según un comunicado del Vaticano que sintetiza algunas de las novedades

de la última edición del “Anuario”, grueso volumen en el que aparecen los

nombres de todos los obispos, miembros de la Curia romana, superiores de

congregaciones y de órdenes religiosas, etc. El número de las personas dedicadas

a la actividad pastoral es de 4’217.572, número ligeramente inferior al del año

anterior (4’270.069).

Durante el año 2003, según estos datos, el Santo Padre ha creado 30

nuevos cardenales y se han nombrado 175 nuevos obispos.

Los datos del volumen, que recoge los datos relativos al año 2002, revelan

que de una población de 6212 millones, los católicos bautizados son 1071

millones, es decir, el 17.2%91

.

El 50% de los católicos, según el “Anuario Pontificio”, está en el

continente americano, el 26.1% en Europa, el 12.8% en África, el 10.3% en Asia

y el 0.8% en Oceanía.

En relación con la población presente, el porcentaje de los católicos es el

siguiente: 62.4% en América, 40.5% en Europa, 26.8% en Oceanía, 16.5% en

África y el 3% en Asia.

Las personas comprometidas en la actividad pastoral son 4’217.572,

distribuidas del siguiente modo: 4695 obispos, 405.058 sacerdotes (de los cuales

267.334 diocesanos), 30.097 diáconos permanentes, 54.828 religiosos no

sacerdotes, 782.932 religiosas (de las cuales 51.371 son monjas de vida

contemplativa), 28.766 miembros de institutos seculares, 143.745 misioneros

laicos y 2’767.451 catequistas.

91. Cf. El número de bautizados es independiente del número de personas que practican verdaderamente la Fe de

la Santa Iglesia Católica y que reciben frecuentemente los sacramentos. La Santa Iglesia Católica sufre en estos

tiempos una crisis de apostasía general, que se refleja en el abandono y rechazo de la práctica de la doctrina

católica por parte de las naciones, y, en el estado de guerra y de violencia en el cual el mundo se encuentra. San

Francisco de Sales afirmaba: “lo que es el sol para la vida natural sobre la tierra, eso mismo es la Santa Misa,

verdadero Sacrificio de Cristo en el Calvario, para la moral y la vida espiritual en general e incluso, dentro de

ciertos límites, dice el Santo, para la vida material en la Santa Iglesia y en el mundo en todo tiempo y momento.

Destruid la Santa Misa, Sacrificio de Cristo, o deformadla y falsificadla, cambiando la idea esencial de

Sacrificio incruento de Cristo que ofrece el sacerdote al Padre, bajo las especies de pan y vino, y veréis cómo la

tierra toda comienza a sufrir desolación, miseria, desastres aunque no se conozcan sus causas, crímenes,

violencia, guerras, accidentes, desastres naturales como inundaciones, terremotos y hambre por doquier,

aumentarán y se multiplicarán en la misma proporción en que el Eterno Sacrificio sea suprimido, deformado o

falsificado. Si falla el Santo Sacrificio de la Misa, el mundo, estará perdido y caminará errante hasta que de

nuevo se encuentre con el auténtico y verdadero Sacrificio de Cristo en el altar”; igualmente el Venerable Papa

Pío XII, refiriéndose al Modernismo, profetizó con estas palabras la pérdida de la Fe católica en estos Últimos

Tiempos: “siento en mi entorno a los innovadores que quieren desmantelar el Sacro Santuario, destruir la llama

universal de la Santa Iglesia, rechazar sus ornamentos, ¡hacerla sentir remordimiento de su pasado heroico!

Bien, estoy convencido que la Santa Iglesia de San Pedro tiene que hacerse cargo de su pasado, o ella cavará su

propia tumba (…). Llegará un día en que el mundo civilizado renegará de su Dios, en el que la Santa Iglesia

dude como dudó San Pedro. Será tentada de creer que el hombre se ha convertido en Dios, que Su Hijo es

meramente un símbolo, una filosofía como tantas otras, y en las iglesias, los cristianos buscarán en vano la

lámpara roja donde Dios los espera, como la pecadora que gritó ante la tumba vacía: ¿dónde lo han puesto?”

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Con respecto a la situación de 2001, hay una disminución en el número de

sacerdotes religiosos (de 138.619 en 2001 a 137.724 en 2002).

Ha disminuido ligeramente el número de religiosas y el de catequistas. En

el año 2002 había 112.982 seminaristas, comparados con los 112.244 de 2001, se

puede constatar un aumento del 0.7%. Aumentan los candidatos al sacerdocio en

los continentes, africano (5.8%) y americano (1.4%), mientras que en Europa y

en Asia su número disminuye ligeramente.

El “Anuario Pontificio 2004”, presentado al Papa San Juan Pablo II, es

editado por la Librería Editorial del Vaticano92

.

Según datos del “Anuario Pontificio 2008”, publicado por la Santa Sede el

29 de febrero de 2008, el número de sacerdotes y religiosas en el 2006 cayó en

un 10% respecto al 2005, (7230 sacerdotes en menos)93

.

Según datos del “Anuario Pontificio 2012”, publicado por la Santa Sede el

10 de marzo de 2012, el número de católicos en Suramérica y en Europa en 2010

disminuyó en un 0.2%, y el número de religiosas bajó de 729.371 a 721.935; y

las cifras concernientes a la práctica sacramental revela una gran disminución;

las primeras comuniones y las confirmaciones, en particular, manifiestan

claramente una caida de la práctica del catolicismo en el mundo, en Europa sobre

todo, con una disminución de las confirmaciones en un 18% en 20 años

Según datos del “Anuario Pontificio 2013”, publicado por la Santa Sede el

13 de mayo de 2013, en los dos últimos años la presencia de católicos bautizados

en el mundo permanece estable, alrededor del 17,5%; en América y Europa el

aumento de los católicos y de la población es igual (0,3%). Según el informe,

una dinámica en fuerte decremento atraviesa el mundo de las religiosas profesas

que en este momento son 713.000, frente a las 792.000 de 2001. Hay menos

religiosas en Europa (-22%), Oceanía (-21%) y América (-17%)94

92. Cf. Esta estadística ha sido tomada del Anuario Pontificio de la Libreria Editorial Vaticana, edición en español

del 3 de febrero de 2004 93

. Cf. El Observador Romano, en su edición del 30 de marzo de 2008, publicó: “el número de musulmanes en el

mundo supera al de católicos, pues los primeros son el 19,2% de la población mundial y los segundos, solo el

17,4%”, según la edición de 2008 del Annuario Pontificio. (Esto demuestra claramente, que la religión católica

ya no es la religión más difundida en el mundo); en la XII Asamblea General del Sínodo de los Obispos

convocada a Roma por el Papa Benedicto XVI, del 5 al 26 de octubre de 2008, los padres sinodales han

certificado que el catolicismo vive tiempos difíciles. Debido a que la Sagrada Biblia se lee cada vez menos, se

interpreta mal y se traduce peor. También porque los obispos predican poco con el ejemplo, y los sacerdotes están

peor preparados culturalmente que nunca. Los obispos han hecho el balance y han sido unánimes en decir que la

crisis en la Santa Iglesia Católica es aguda 94

. Cf. El 10 de marzo de 2009, en la Carta sobre la remisión de la excomunión a los cuatro obispos de la

Fraternidad Sacerdotal San Pío X, el Papa Benedicto XVI hablando sobre la Fe, recordó que “en amplias zonas

de la tierra la Fe católica está en peligro de apagarse, como una llama que ya no encuentra su alimento”. Por

esta razón, mediante la Carta Apostólica en forma de Motu proprio “Ubicumque et semper”, del 21 de

septiembre de 2010, el Papa Benedicto XVI creó el Concejo Pontificio para la Promoción de la Nueva

Evangelización, para “promover una nueva evangelización en Iglesias de antigua fundación, y, en sociedades y

culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio”; según datos del Anuario Pontificio 2014,

presentado al Papa Francisco el 29 de abril de 2014, el aumento del número de católicos en el mundo (1.14%)

respecto al aumento del porcentaje de la población mundial (1.7%) no varía frente al 2013; según datos del

Anuario Pontificio 2015, presentado al Papa Francisco el 16 de abril de 2015, las vocaciones al sacerdocio ha

disminuido en un 2%, y las religiosas profesas han disminuido en un 10%; según datos del Anuario Pontificio

2016, presentado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede el 5 de marzode 2016, el número de religiosas

profesas disminuyen en un 10.2% y las vocaciones sacerdotales disminuyen en un 4%; ver: El Llanto de

Nuestra Señora en La Salette. Págs. 479-484; El Modernismo: Encíclica “Pascendi” de Su Santidad San

Pío X. Págs. 484-523; El Testimonio de Sor Lucía ¡Rusia se convertirá! 13 de julio de 1917. Págs. 530-532