la renovación del gremialismo

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La renovación del Gremialismo Columna publicada en El Puclítico 25 de Marzo de 2012 A inicios de marzo, tuvimos en Humanidades el clásico foro de movimientos “políticos” en razón de nuestros novatos. Estuvo más animado que de costumbre, puesto que en parte fue superada esa tediosa desidia a decir lo que cada movimiento cree y lo distingue. Claro está, sin ofender, aunque algunos se dieron por muy dolidos, tema quizá para otra columna. Sí quisiera destacar la pregunta de un oyente, posiblemente no novato, al representante gremialista que, parafraseando, dijo: ¿Cómo ustedes, que hasta el año pasado se oponían a participar en esto, ahora lo promueven? Nuestro compañero había hablado de temas contingentes, de regionalismo, Doctrina Social de la Iglesia; de un proceso de renovación en el gremialismo de la UC. Admito la validez de la pregunta, sobre todo para quien lleva tiempo oyéndonos, porque es cierto el cambio de matiz. Ahora bien, sería un error verlo como una claudicación de la “despolitización de los cuerpos intermedios” (“politización” en el sentido de someterse a, o asumir labores de partido político). Esta confusión se produce al creer que entre el “apoliticismo” y la “politización” hay sólo un paso, cuando en realidad pudieran señalarse al menos cuatro. Primeramente, un apoliticismo absoluto, sinónimo de indiferencia, que se nos ha atribuido por décadas y el que, por justicia, debe admitirse su falsedad, puesto que nunca hemos llamado a la “despolitización de las personas” (la mayoría de los gremialistas tiene opiniones políticas) y que si fuéramos tan indiferentes, todos, desde Jaime Guzmán en adelante, sólo nos hubiéramos dedicado a estudiar, que ya es sobrada labor. El segundo paso, es el del compromiso con el cuerpo intermedio y sus asuntos, histórica bandera del gremialismo. El tercero, es el de la reflexión en temas externos, fundada en la búsqueda del conocimiento, quehacer universitario, el cual además nos prepara para atender los problemas de la realidad como futuros profesionales; lo cual es absolutamente compatible con la autonomía de los cuerpos intermedios. El cuarto es la “politización”, la intervención como cuerpo intermedio en asuntos ajenos, la cual también puede tener matices (como entidad única, dentro de un conglomerado o con dependencia de directrices externas, la más vil de todas). El cambio ha consistido en enfatizar aquello que siempre concordó con los principios pero que la praxis dejó de acentuar. Este año el gremialismo local y nacional cumplen 45 años, rumbo al

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Alejandro Tello

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La renovación del Gremialismo

Columna publicada en El Puclítico 25 de Marzo de 2012

A inicios de marzo, tuvimos en Humanidades el clásico foro de movimientos “políticos” en razón de nuestros novatos. Estuvo más animado que de costumbre, puesto que en parte fue superada esa tediosa desidia a decir lo que cada movimiento cree y lo distingue. Claro está, sin ofender, aunque algunos se dieron por muy dolidos, tema quizá para otra columna.

Sí quisiera destacar la pregunta de un oyente, posiblemente no novato, al representante gremialista que, parafraseando, dijo: ¿Cómo ustedes, que hasta el año pasado se oponían a participar en esto, ahora lo promueven? Nuestro compañero había hablado de temas contingentes, de regionalismo, Doctrina Social de la Iglesia; de un proceso de renovación en el gremialismo de la UC.

Admito la validez de la pregunta, sobre todo para quien lleva tiempo oyéndonos, porque es cierto el cambio de matiz. Ahora bien, sería un error verlo como una claudicación de la “despolitización de los cuerpos intermedios” (“politización” en el sentido de someterse a, o asumir labores de partido político). Esta confusión se produce al creer que entre el “apoliticismo” y la “politización” hay sólo un paso, cuando en realidad pudieran señalarse al menos cuatro.

Primeramente, un apoliticismo absoluto, sinónimo de indiferencia, que se nos ha atribuido por décadas y el que, por justicia, debe admitirse su falsedad, puesto que nunca hemos llamado a la “despolitización de las personas” (la mayoría de los gremialistas tiene opiniones políticas) y que si fuéramos tan indiferentes, todos, desde Jaime Guzmán en adelante, sólo nos hubiéramos dedicado a estudiar, que ya es sobrada labor. El segundo paso, es el del compromiso con el cuerpo intermedio y sus asuntos, histórica bandera del gremialismo. El tercero, es el de la reflexión en temas externos, fundada en la búsqueda del conocimiento, quehacer universitario, el cual además nos prepara para atender los problemas de la realidad como futuros profesionales; lo cual es absolutamente compatible con la autonomía de los cuerpos intermedios. El cuarto es la “politización”, la intervención como cuerpo intermedio en asuntos ajenos, la cual también puede tener matices (como entidad única, dentro de un conglomerado o con dependencia de directrices externas, la más vil de todas). El cambio ha consistido en enfatizar aquello que siempre concordó con los principios pero que la praxis dejó de acentuar.

Este año el gremialismo local y nacional cumplen 45 años, rumbo al

medio siglo ¿Qué puede esperar un gremialista como quien escribe, del cual durante este año se escaparán raudos los días y las horas de su estadía en la Universidad y en su Movimiento? ¿Qué pueden esperar novatos, simpatizantes, recelosos y adversarios acerca de la renovación del gremialismo? Me permito por este medio público sugerir y someter al cuestionamiento de los lectores al menos dos énfasis de los que, creo, podría beneficiarse no sólo el Movimiento, sino toda la representación estudiantil.

En primer lugar, propongo fortalecer los grupos locales para contrarrestar la tendencia a la oligarquización de la “política universitaria”. Uso el término “política”, por el símil que existe con la “política grande”. Como señalara Weber, los sistemas democráticos tienden a la oligarquización, y en la UC se demuestra. ¿Quién se dedica a “político profesional” universitario? No solo quien tenga la pasión, sino quien disponga de tiempo, esto es, de la posibilidad de retrasar sus estudios, implicando cierta aprobación y capacidad de su familia o aval en cancelar algunos aranceles más. Esta evidente, pero incomoda verdad, acontece en mayor o menor medida en todos los movimientos y muestra que el número de elegibles se reduce del total de los adherentes, y quien no sea de los idóneos deberá pagar un alto costo personal. ¿Qué de los “funcionarios” de movimientos? Requieren, según la lógica imperante, sacrificar buena parte de su vida personal mientras más alto se hallen, pero además, deben contarse dentro de la red social eje del movimiento, participar de sus formas de sociabilidad, desarrollar una “carrera funcionaria” impecable que inste a sus superiores a darle un beneplácito para ascender, en el caso de las agrupaciones más jerárquicas, o de asumir un liderazgo demagógico, en las de tipo más asambleario.

Parece no haber mejor manera de tener gente dedicada casi exclusivamente en dichas tareas, pero se admitirá que la oligarquización es su efecto secundario: la decisión, influencia y participación de pocos, incluso en los grupos más asamblearios. Creo que el fomento, no solo el reconocimiento, de grupos gremialistas locales, atenuaría este efecto y las lógicas de “club electoral” para el resto de los adherentes, pasando a ser algo más que participantes de un par de actividades anuales. El grupo local fomentaría el desarrollo de liderazgos e iniciativas creativas, que bien pueden ser coordinadas por la directiva central, atendiendo de mejor forma a los problemas de cada carrera o territorio, y en perfecta alineación con la autonomía de los cuerpos intermedios.

En segundo lugar, sugiero iniciar un periodo introspectivo rumbo a comprenderse como gremialistas, en nuestra trayectoria histórica y en la realidad presente, y asumir esa identidad con todo lo que implique. Esta identidad, hoy presente, está fundada principalmente en otros motivos y

escuetamente en lo fundamental de un movimiento: sus principios. El desconocimiento de nuestra historia y la fundamentación intelectual de nuestras convicciones sirve a minutos para permitirnos cierto vergüenza acerca de lo que somos y pensamos, tanto más bajo la presión del adversario, justificando nuestras omisiones (o traiciones) como “prudencia” o “táctica”. Hay que tener convicción y regirse conforme a ello, y si se va a actuar de otra manera, se deberá tener en cuenta que en ello se nos puede ir el alma.

Mucho de estos procesos ya han iniciado dentro del gremialismo local, hay entusiasmo, pero siempre es preciso tener voces que aticen los procesos y que, aunque se reciban como algo ingrato, conviden a innovar siempre con fidelidad a los principios cardinales de hombre, sociedad y Estado que poseemos y que son parte fundamental de nuestra vigencia en el tiempo y de nuestro servicio por la Patria, Dios y la Universidad.

Alejandro Tello

Licenciado en Historia

Columnista El Puclítico