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LA RELIGIÓN JUDÍA
DEFINICIÓN
La religión cuya creencia y práctica se basan en las
enseñanzas de la Torah y en la codificación y comentarios de la
Tradición y de la Ley Oral, contenidos en la Halajah, o Ley Judía.
DESARROLLO
El D’os de Avraham de Itzjak y de Yaakov escogió al
Pueblo Hebreo para que fuera receptor, depositario, observante e
instructor de Su Torah, es decir, de Su Voluntad a favor de todo el
Género Humano.
Ellos no fueron los fundadores de la Religión Judía, sino, los
Patriarcas de dicho pueblo, el cual, después de su salida de Egipto,
empezó a llamarse: Pueblo de Israel, cuyo remanente, después de
la diáspora babilónica y medo-persa, abrazó al Judaísmo, como su
religión nacional.
En la Tana”j hay suficientes ejemplos de que (a pesar del
compromiso colectivo y explícito, adquirido en tiempos de
Mosheh y reiterado en los días de Yehoshúah, de los Jueces, de
los Profetas y de los Reyes) la responsabilidad asumida fue,
muchas veces y por largos periodos, pasada por alto. Cito dos:
“En aquel tiempo el Eterno dijo a Yehoshúah: ¡Hazte de
cuchillos afilados y vuelve a circuncidar, por segunda vez, a los
hijos de Israel!” (Jos 5:2)
´
“Dijo Jilkiyahu, el Sumo Sacerdote, a Shafán, el Escriba:
¡He hallado el Séfer Torah en la Casa de Hashem! Jilkiyah le dio
el Séfer a Shafán y lo leyó.” (2R 22:8) “Cuando el Rey escuchó
las palabras del Séfer Torah, rasgó sus vestiduras.” (2R 22:11)
“El Rey ordenó a todo el Pueblo, diciendo: ¡Celebren Pésaj para
el Eterno, el D’os de ustedes, conforme a lo que está escrito en
este Séfer de la Alianza!” (2R 23:21) “No se había vuelto a
celebrar Pésaj desde los días de los Jueces que gobernaron a
Israel, ni en ninguno de los periodos de los Reyes de Israel, ni de
los de Yehudah.” (2R 23:22)
“Yoshiyahu barrió a las personas que consultaban a los
muertos, a las que se decían poseídas por espíritus de muertos,
las estatuillas, los ídolos y todas las abominaciones que se veían
en la Tierra de Yehudah y en Yerushalaim, para cumplir las
palabras de la Torah que estaban escritas en el Séfer que
Jilkiyahu, el Sacerdote, había hallado en la Casa de Adonái.”
(2R 23:24)
No fue, sino hasta después del retorno del remanente de
Israel (en el exilio, bajo el dominio babilónico y medo-persa) a la
Tierra Prometida, que por primera vez en su historia, admitiendo
la realidad del abandono de la sagrada tarea asignada por el
Eterno (Ne 1:7), Haknéset Hagdolah/La Gran Asamblea,
consolidó al Judaísmo como la religión de los hebreos, inspirada
en la Torah y en el terreno (delimitado por Ezrah, el Escriba) de
los Profetas, de los Escritos y de la Ley Oral (Esd 3:10, Ne 10:29,
12:24 y 45), constituyéndola como la fe básica y medular en el
proceso de restauración del Pueblo plantado en su propia Tierra,
reunificado por su creencia, por su lengua, por Jerusalem, por el
Beit Hamikdash y por su indiscutible y legítimo derecho a la
autodefinición, a la autodeterminación, a la libertad, a la
soberanía y a la independencia.
Fue muy poco lo que duró el tranquilo respiro de este
supremo ideal. Había pasado tan sólo un instante cuando se inició
la horrenda tortura de tres siglos de dominación helénica que
influyó notablemente, con su cultura y con su filosofía, en el
pensamiento de los judíos.
Esto se puede comprobar, por ejemplo, al acercarnos a la
idea de Mesías que el Judaísmo ya venía manejando para los
inicios del Siglo I de la Era Común:
1. Un concepto hebreo, sí
2. Totalmente ajeno al helenismo
3. Pero profundamente distorsionado por éste.
Me refiero a la neo-imagen grecorromana del judaísmo
helenizante, esto es, a la de “Caudillo Libertador” del dominio
imperial, no a la de:
1. Péleh/Admirable
2. Yoetz/Consejero
3. El Guibor/D’os Fuerte
4. Aví-Ad/Padre Eterno
5. Sar-Shalom/Príncipe de Paz...
Proclamada por Ishaiah, el Profeta (Is 9:6).
Reinterpretando las verdaderas expectativas expuestas en la
Tana”j y acogiendo la retorcida perspectiva mencionada, es decir,
del judaísmo helenizado, antropocéntrico, o aristotélico, presente,
incluso, en el Judaísmo Ortodoxo de Sefarad, del Siglo XIII:
Absolutamente, nadie hubiera calificado
como Mashíaj de Israel.
De hecho... ¡Nadie lo hizo!
Ningún ser humano consiguió, nunca, liberar a Israel de la
dominación de Roma. Para hacerlo, el mesías, xristós, o cristo,
hubiera tenido que ser alguien similar, o superior a Alejandro
Magno, a Heracles, a cualquier otro semidiós del Olimpo, o, peor
aún, a una combinación de todos ellos.
No se puede llamar liberación de Roma:
1. A seis centurias de opresión
2. Ni a la destrucción, por segunda vez, del Beit Hamikdash
3. Ni al fracaso sostenido, sumatoria del de innumerables
“mesías” (definidos, así, por el judaísmo helenizado),
como fue la derrota del “mesías” Shim’ón Bar Kojbah
4. Ni a la tortura, hasta la muerte, de su “mentor”, el Rabino
Akivah Ben Yosef
5. Ni al “infanticidio-genocidio-suicidio” colectivo de los
seguidores del “mesías” El’azar Ben Yair, en la fortaleza
de los celotes, llamada Metzadah, o Masada
6. Ni a la expulsión del Pueblo de Israel de su Tierra
Ancestral, para permanecer, por dos mil años, en el exilio,
disperso por todas las naciones del mundo, víctima de la
discriminación, del desprecio, de la persecución, de la
tortura y del exterminio, en nombre del cristo
grecorromano, es decir, del mesías de la religión
elaborada y acogida por el imperio de los césares.
La citada helenización del Judaísmo, a través de los siglos,
desembocó en infinidad de contradicciones e incongruencias,
todas ellas irreconciliables con el Judaísmo de Ezrah y de
Nejemiah, del Siglo V antes de la Era Común.
El fenómeno, debido a su naturaleza heterogénea y a la
irreconciliación mencionada, no demoró en provocar la
fragmentación, o, mejor dicho, la sectarización de aquel joven
neo-judaísmo… Así:
1. Los esenios, después de llegar a la conclusión de
que el grueso del Pueblo de Israel era incapaz de
entender y de implementar su sueño purista,
decidieron aislarse y recluirse dentro de sus
monasterios, en el desierto
2. Los saduceos, creyendo en la reencarnación,
afirmando la autoridad divina de todas las adiciones
indiscriminadas que se habían hecho a la Ley Oral y
desdeñando el concepto de la resurrección,
terminaron siguiendo un camino diametralmente
opuesto al de los fariseos
3. Éstos prefirieron, más allá de la fe y de la filosofía,
jugar el doble discurso de ser: La voz de Roma en el
Sanedrín y la de éste ante el gobernador romano
4. Los celotes, considerando a los esenios, cobardes, a
los saduceos, conformistas y a los fariseos, traidores,
optaron por la protesta, la agitación, el
levantamiento y la revuelta.
En el Siglo I de la Era Común, en medio de aquella
debilitante y contraproducente fragmentación, en la Tierra de
Israel, aún oprimida por el Imperio Romano, aparece la Kehilah
de Yeshúah, con el mismo mensaje que el Eterno ya había hecho
resonar, durante siglos de negligencia humana, a través de las
palabras de Sus incansables profetas, accesible a todos los seres
humanos... ¡Teshuvah!...
Esto es: Reconciliación con Avinu Shebashamaim/nuestro
Padre que está en los Cielos, con Su Voluntad, expresa en la
Torah, con el ser interior, con el Género Humano y con el resto de
la Creación, como única forma de consolidar la libertad y la paz
genuinas, no definidas según el contexto social de determinado
momento, sino según la misericordia del Lleno de Gracia:
“¡Ama al Eterno, tu D’os bejol levaveja/con toda tu
voluntad, bejol nafsheja/con todas tus emociones y bejol
meodeja/con todo tu empeño!... ¡Ama a tu semejante como a
ti mismo!... De estas dos Mitzvot depende toda la Torah y
dependen los Profetas.” (Mt 22:37, 39 y 40)
El mensaje de D’os, practicado e impartido por Yeshúah
reñía, inevitablemente, con:
1. El hermetismo de los esenios…
“¡Créeme, mujer!... Vendrá el tiempo en el que, ni en
este monte, ni siquiera en Jerusalem, el Padre podrá ser
adorado.” (Jn 4:21)
2. El carácter divino que los saduceos atribuían a sus
interpretaciones de la Torah y de la Ley Oral, utilizadas
como sustento para sus exigencias y juicios en contra del
resto de la Humanidad...
“Sus Talmidim Le preguntaron, diciendo: ¡Rabí!...
¿Transgredió él, o transgredieron sus padres, para que
naciera ciego?... Yeshúah les respondió: Ni él, ni sus
padres… Esto ha sucedido con el propósito de que las obras
del Eterno se manifiesten en él.” (Jn 9:2-3)
3. El doble discurso de la élite farisea...
“Yeshúah respondió, diciendo: Al césar pertenece lo que
es del césar y al Eterno pertenece lo que es del Eterno.” (Mr
12:17)
4. La consigna de los celotes, parecida a aquella de “la
causa justifica los medios”...
Entonces Yeshúah le dijo: Pon tu espada en su lugar,
porque todos los que tomen espada… ¡A espada perecerán!”
(Mt 26:52)
El pueblo no tenía otro camino, sino el de claudicar entre
todas esas fangosas distorsiones.
La alternativa de Yeshúah fue la opción definitiva para
muchas personas judías, griegas y romanas. Esto desató crítica,
juicio y persecución, hasta el colmo de llegar a movilizar, sin
ninguna clase de escrúpulos, todas las falanges posibles, para
recuperar la fuerza desintegrada, a favor de los intereses vanos y
políticos de los desbandados y enflaquecidos frentes sectarios….
Hasta el inmoral extremo de recurrir al engaño y al error, para
legalizar un crimen, con el fin de dejar al Rebaño sin Pastor...
El repudio en contra de Yeshúah, como Mashíaj, por parte
de los líderes de las sectas reconocidas, promovido por la errada
sensación de amenaza en perjuicio de sus mezquinos y enconados
intereses, hizo que éstos lo acusaran, falsa y arbitrariamente, ante
el pueblo (que, en forma creciente, había venido simpatizando con
su persona, con su obra y con su consigna de amor y de paz), de
blasfemo, exigiendo para Él, la pena capital.
Sabido era, de antemano, que existía una prohibición
excepcional, en todas las provincias del imperio, en cuanto al
libre ejercicio de las leyes locales, en relación con la pena de
muerte, como sentencia emanada de la aplicación de dichas
legislaciones.
Sólo Roma tenía la potestad de ejecutarla, siempre y cuando
su veredicto tuviera sustento en el debido proceso, basado, por
encima de todo, en la comprobación de un delito claramente
tipificado en su código de leyes.
Entonces, los cabecillas sectarios, elevaron su mordaz
acusación de blasfemo (sin contenido en la ley romana) a la de
traidor, al considerar, desde su nuevo punto de vista, que
Yeshúah se había proclamado César...
Así, los sectarios hicieron su nueva denuncia, el gobernador
romano no se quiso comprometer y, en conjunto, éste y aquellos,
manipularon al populacho para que fuera, en forma improcedente,
el que tomara la decisión final: “¡Cuélgalo del palo hasta que
muera!”...
Su delito, según la reinterpretación del liderazgo sectario, la
espuria aplicación de la Lex Romana y el improvisado jurado
judío pueblerino, con el asentimiento final de Pontius Pilatus,
“incólume” gobernador romano de la Provincia de Judea:
Yeshúah de Natzéret
“REY DE LOS JUDÍOS”
Cuatro décadas después de estos vergonzosos hechos, los
romanos destruyeron el Beit Hamikdash, acabaron con la última
resistencia de los celotes, en Masada y expulsaron a la población
judía de la Tierra de Israel.
Durante los siguientes dos siglos y medio, el decadente
imperio, en su último y desesperado intento de supervivencia, fue
fabricando su nueva religión, colocando a la cabeza, una versión
compuesta por el acople de una tergiversación del Yeshúah
histórico que he mencionado, llamado, en adelante, Iesús y el, ya
añoso, concepto de mesías grecorromano, denominado, en lo
sucesivo, Christus.
En el Siglo III de la Era Común, Constantino hizo de aquélla,
la religión universal de Roma. Esa monstruosa criatura anti-judía,
como era lógico esperar, nunca dejó de perseguir,
despiadadamente, a los judíos, a lo largo de las centurias.
Esta tenaz persecución dio inicio al desarrollo de un
fenómeno reactivo bilateral, cuyo resultado es el estatus bipartita
al que denomino: Cristianismo anti-judío y Judaísmo anti-
cristiano.
Dejando a un lado el primer componente, deseo ocuparme
del segundo, es decir, del Judaísmo anti-cristiano:
Empiezo manifestando que:
Los hechos citados en los dos párrafos anteriores
constituyen una triste, desconcertante y evidente realidad.
Añado que:
Es un error el llegar a la pobre e irreflexiva conclusión de
que el Judaísmo siempre ha sido anti-cristiano, pues el repudio de
éste es, como lo he asegurado, el resultado de un fenómeno
reactivo de siglos de resentimiento, de rechazo, de amargura y de
odio en contra de la Iglesia de Roma.
En el sendero doloroso de esta historia, me detengo en la
España del Santo Oficio, la Sefarad romanizada del Siglo XIII de
la Era Común, para escuchar a Maimónides, con inspiración
reactiva anti-cristiana, diciendo lo que la Religión Judía nunca
había dicho antes y que llegó a convertirse en el credo del
Judaísmo Ortodoxo de los siglos venideros, el mismo que,
durante ochocientos años, ha cuestionado inútilmente, no a
Yeshúah, Adonái y Mashíaj, sino a Iesus Christus, el mesías
grecorromano inventado por la religión de Constantino… A ese
mesías que, como se ha podido ver, nunca ha existido.
Vuelvo a las palabras del Rabino Mosheh Ben Maimón
(Maimónides, o Ramba”m): Me refiero a sus Trece Fundamentos
de la Fe Judía. Específicamente puntualizo parte del tercero y del
duodécimo:
III. “El Creador no es corporal, no lo alcanzan las
influencias corporales” (contrario a la impartición de los
discípulos de Yeshúah, quienes dieron fe de que Él, el Mashíaj, es
D’os, murió por la salvación de todos los seres humanos que se
acojan a ese beneficio y resucitó para Vida Eterna, con esa
promesa para todos ellos).
XII. “El Mashíaj vendrá” (opuesto a la impartición de
aquéllos mismos, quienes dieron testimonio de que Yeshúah, el
Mashíaj, había sido levantado hacia la Alta Mansión y que, de esa
misma forma, volvería).
CONCLUSIÓN
1. El Judaísmo fue abrazado como la fe nacional del Pueblo de
Israel, en el Siglo V antes de la Era Común
2. El Judaísmo empezó a hacerse anti-cristiano a partir del
tiempo de la expulsión del Pueblo de Israel de su Tierra
Ancestral, a finales del Siglo I de la Era Común
3. El Judaísmo contemporáneo es un matiz del que se definió
en la época de Maimónides, en el Siglo XIII de la Era
Común
4. El mesías inexistente que inútilmente cuestiona el Judaísmo
anti-cristiano no tiene relación con la realidad de la persona,
ni del testimonio, ni de la impartición, ni de la muerte, ni de
la resurrección, ni del Sharet en la Alta Mansión, ni del
retorno de Yeshúah, Adonái, Bajur de Hashem, Mashíaj de
la Humanidad, Cordero del Eterno que quita la trasgresión
del Género Humano y Hakóhen Hagadol, según el Orden de
Malkí Tzédek, Quien siempre ha existido, sigue, continuará
haciéndolo y volverá…
Y eso, damas y caballeros, lo crean o no… ¡Es inminente!...
El Rúaj y la Kalah dicen:
“¡Ven Yeshúah, Adonái!”
¡Marán Atah!
“¡Examínenlo todo y retengan lo bueno!”
Rav Shaul (I Tm 5:21)
Dr./Rb. Conrado R. Umaña