la relación pasado y futuro

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La Relación Pasado y Futuro

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    Con la finalidad de interrogarse sobre la articulacin de los tiemposhistricos, partimos de las herramientas propuestas por Reinhart Ko-selleck. A las tres configuraciones de la relacin entre campo de expe-riencia y horizonte de espera, que detecta en la historia occidental,proponemos agregar dos etapas suplementarias. Regresamos previa-mente sobre la relacin pasado/presente, a travs de la evocacin deuna experiencia comparativa, por la cual un historiador medievalistase encuentra sumergido en las realidades contemporneas del surestemexicano donde se manifiestan extraos desfases temporales y don-de persisten formas de organizacin comunitarias tradicionales. Setrata sin embargo de un mundo en el presente, y es apoyndonos so-bre el anlisis de los textos producidos por el movimiento zapatistaque definimos la configuracin contempornea de los tiempos hist-ricos como dominacin de un presente perpetuo cuyo peso tiende areducir tanto nuestro campo de experiencia como nuestro horizontede espera. Al referirse a las mismas experiencias, nos esforzamos dedibujar el horizonte de un adelantamiento o por lo menos una crti-ca de esta dominacin del presente perpetuo. En la confluencia de lacultura indgena y de una doble crtica de la vulgata marxista y delpresente neoliberal, los textos zapatistas ofrecen algunos recursospara pensar en una recuperacin conjunta del pasado y del futuro, ar-ticulados en figuras inditas o por lo menos prohibidas tanto por la li-nealidad progresista de la modernidad como por la descomposicinde inspiracin posmoderna. Pasado y futuro se contestan y puedenmezclarse en una discordancia de los tiempos imprevisible, contribu-yendo a la reafirmacin de un pensamiento decididamente histrico,indispensable para restaurar de un mismo movimiento un espacio deexperiencia y un horizonte de espera abierto.

    (Historiografa, zapatismo, Edad Media, pasado/presente/futuro)

    A HISTORIA FRENTE AL PRESENTE PERPETUO.ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRELA RELACIN PASADO/FUTURO

    Jrme Baschet*UNIVERSIDAD AUTNOMA DE CHIAPAS

    L

  • L A H I S TOR IA F R ENTE A L P R E S ENTE P E R P E TUO

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    riadores por Marc Bloch, pero que calificaremos ms bien de concep-cin semihistrica), la sociedad medieval, prolongada hasta el sigloXVIII, presenta una configuracin ambigua, desdoblada. El desplieguede una visin lineal de la historia libera un horizonte de espera inditoy aplastante, inscrito en la perspectiva escatolgica del Fin de los Tiem-pos. Pero este horizonte de espera est completamente proyectado en elms all y asociado a la preocupacin del destino en el otro mundo,mientras que, en este bajo mundo el campo de experiencia sigue impo-nindose como referencia dominante, segn la lgica de las sociedadesrurales. En el siglo XVIII, el proceso de disociacin entre espera y expe-riencia llega a un grado de ruptura que da origen a las nociones moder-nas de historia, de progreso, de revolucin.3 Se abre entonces, esta vezen este bajo mundo, la impaciencia de un futuro nuevo que, lejos de ver-se sometido a las experiencias anteriores, se aleja siempre ms de ellas.4

    Surge as un tiempo completamente histrico, asumido en su irreversi-bilidad y no obstante rpidamente recuperado y controlado desde elmomento que se inscribe en la lnea previsible del progreso llevando ha-cia un fin de la Historia anunciado.

    Esta conceptualizacin-demostracin muy convincente nos incita aintentar agregarle dos momentos suplementarios. El primero, apenasesbozado por R. Koselleck, se refiere a la configuracin en la cual nosencontramos actualmente. Se caracteriza por fenmenos ampliamentecomentados pero cuyas manifestaciones espectaculares remontan so-bretodo a los ochenta. Adems del debate emblemtico sobre el fin dela historia a partir de 1989, es importante subrayar aqu la crtica de las

    J RME BASCHET

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    INTRODUCCIN

    Las observaciones que siguen tienen por objeto la relacin entre lostiempos histricos y ms particularmente la relacin pasado/futuro.1 Seapoyan sobre una experiencia doble: primero la de la historia medievaly luego una gran vuelta por San Cristbal de las Casas (Chiapas, Mxi-co) que sin embargo no quisiramos tomar como pretexto para justificaro disculpar las divagaciones que siguen. Aunque a esa distancia, lacuestin de la interrelacin entre el trabajo histrico y la preocupacinde nuestra realidad contempornea, llevada de manera tan ejemplarpor Marc Bloch y no obstante percibida desde nuestra actualidad desen-cantada con tanto escepticismo vuelve a encontrar una acuidad a lacual es difcil sustraerse.

    Partiremos de la semntica de los tiempos histricos propuesta porR. Koselleck. Mostrando que la concepcin del tiempo histrico se cons-truye a travs de la tensin entre campo de experiencia y horizonte deespera, el autor nos permite localizar tres configuraciones principales enel transcurso de la historia occidental.2 En la Antigedad (como en lamayora de las sociedades tradicionales), los ritmos cclicos de la natu-raleza y de los trabajos agrcolas imponen su sello a las representacionesdel tiempo histrico. El tiempo es menos lo que pasa que lo que vuelve;y el horizonte de espera es l de la repeticin de la experiencia de los an-cestros. Estructurada por el cristianismo (bautizada religin de histo-

    * [email protected] Este texto es la versin ligeramente transformada de una comunicacin presentada

    durante el segundo coloquio Historia a Debate (Santiago de Compostela, julio de1999). Contestbamos ah a la solicitud de los organizadores, en el prolongamiento de latesis 12 formulada por C. Barros, La Historia que viene, Historia a debate, Santiago deCompostela, 1995, vol. 1, p. 109-111: Se tiene a sustituir el viejo paradigma pasado/pre-sente/futuro por otra formulacin, pasado/futuro/presente, en la que pasa a primer pla-no aquello que esta por venir. Quiero agradecer a Alain Guerreau, Michael Lwy y Jac-ques Revel por sus observaciones y sus crticas que me ayudaron a elaborar la versinpresente de este trabajo.

    2 R. Koselleck, Le futur pass. Contribution la smantique des temps historiques, trad. fr.,Pars, EHESS, 1990; as como Lexprience de lHistoire, trad. fr., Pris, EHESS-Gallimard-Seuil,1997.

    3 Para el proceso de destruccin lenta que, hasta el siglo XVII, autoriza la expresinlocal en mbitos particulares, de un tiempo lineal y cumulativo, en el seno de una visindominante que sigue siendo cclica; cfr. K. Pomian, Lordre du temps, Pars, Gallimard,1984, p. 40-57.

    4 Sera necesario completar este anlisis recordando que la afirmacin de moderni-dad tiene por repercusin el auge del romanticismo: la crtica del presente en nombre deun pasado juzgado humanamente superior es el reverso exacto de la modernidad y loacompaa como su sombra (es importante subrayar que la visin romntica participa delrgimen moderno de historicidad, en cuanto reconoce dolorosamente la ruptura entrepasado y presente, entre espera y experiencia); cfr. M. Lwy y R. Sayre, Rvolte et mlanco-lie. Le romantisme contre-courant de la modernit, Pars, Payot, 1992.

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    riadores por Marc Bloch, pero que calificaremos ms bien de concep-cin semihistrica), la sociedad medieval, prolongada hasta el sigloXVIII, presenta una configuracin ambigua, desdoblada. El desplieguede una visin lineal de la historia libera un horizonte de espera inditoy aplastante, inscrito en la perspectiva escatolgica del Fin de los Tiem-pos. Pero este horizonte de espera est completamente proyectado en elms all y asociado a la preocupacin del destino en el otro mundo,mientras que, en este bajo mundo el campo de experiencia sigue impo-nindose como referencia dominante, segn la lgica de las sociedadesrurales. En el siglo XVIII, el proceso de disociacin entre espera y expe-riencia llega a un grado de ruptura que da origen a las nociones moder-nas de historia, de progreso, de revolucin.3 Se abre entonces, esta vezen este bajo mundo, la impaciencia de un futuro nuevo que, lejos de ver-se sometido a las experiencias anteriores, se aleja siempre ms de ellas.4

    Surge as un tiempo completamente histrico, asumido en su irreversi-bilidad y no obstante rpidamente recuperado y controlado desde elmomento que se inscribe en la lnea previsible del progreso llevando ha-cia un fin de la Historia anunciado.

    Esta conceptualizacin-demostracin muy convincente nos incita aintentar agregarle dos momentos suplementarios. El primero, apenasesbozado por R. Koselleck, se refiere a la configuracin en la cual nosencontramos actualmente. Se caracteriza por fenmenos ampliamentecomentados pero cuyas manifestaciones espectaculares remontan so-bretodo a los ochenta. Adems del debate emblemtico sobre el fin dela historia a partir de 1989, es importante subrayar aqu la crtica de las

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    INTRODUCCIN

    Las observaciones que siguen tienen por objeto la relacin entre lostiempos histricos y ms particularmente la relacin pasado/futuro.1 Seapoyan sobre una experiencia doble: primero la de la historia medievaly luego una gran vuelta por San Cristbal de las Casas (Chiapas, Mxi-co) que sin embargo no quisiramos tomar como pretexto para justificaro disculpar las divagaciones que siguen. Aunque a esa distancia, lacuestin de la interrelacin entre el trabajo histrico y la preocupacinde nuestra realidad contempornea, llevada de manera tan ejemplarpor Marc Bloch y no obstante percibida desde nuestra actualidad desen-cantada con tanto escepticismo vuelve a encontrar una acuidad a lacual es difcil sustraerse.

    Partiremos de la semntica de los tiempos histricos propuesta porR. Koselleck. Mostrando que la concepcin del tiempo histrico se cons-truye a travs de la tensin entre campo de experiencia y horizonte deespera, el autor nos permite localizar tres configuraciones principales enel transcurso de la historia occidental.2 En la Antigedad (como en lamayora de las sociedades tradicionales), los ritmos cclicos de la natu-raleza y de los trabajos agrcolas imponen su sello a las representacionesdel tiempo histrico. El tiempo es menos lo que pasa que lo que vuelve;y el horizonte de espera es l de la repeticin de la experiencia de los an-cestros. Estructurada por el cristianismo (bautizada religin de histo-

    * [email protected] Este texto es la versin ligeramente transformada de una comunicacin presentada

    durante el segundo coloquio Historia a Debate (Santiago de Compostela, julio de1999). Contestbamos ah a la solicitud de los organizadores, en el prolongamiento de latesis 12 formulada por C. Barros, La Historia que viene, Historia a debate, Santiago deCompostela, 1995, vol. 1, p. 109-111: Se tiene a sustituir el viejo paradigma pasado/pre-sente/futuro por otra formulacin, pasado/futuro/presente, en la que pasa a primer pla-no aquello que esta por venir. Quiero agradecer a Alain Guerreau, Michael Lwy y Jac-ques Revel por sus observaciones y sus crticas que me ayudaron a elaborar la versinpresente de este trabajo.

    2 R. Koselleck, Le futur pass. Contribution la smantique des temps historiques, trad. fr.,Pars, EHESS, 1990; as como Lexprience de lHistoire, trad. fr., Pris, EHESS-Gallimard-Seuil,1997.

    3 Para el proceso de destruccin lenta que, hasta el siglo XVII, autoriza la expresinlocal en mbitos particulares, de un tiempo lineal y cumulativo, en el seno de una visindominante que sigue siendo cclica; cfr. K. Pomian, Lordre du temps, Pars, Gallimard,1984, p. 40-57.

    4 Sera necesario completar este anlisis recordando que la afirmacin de moderni-dad tiene por repercusin el auge del romanticismo: la crtica del presente en nombre deun pasado juzgado humanamente superior es el reverso exacto de la modernidad y loacompaa como su sombra (es importante subrayar que la visin romntica participa delrgimen moderno de historicidad, en cuanto reconoce dolorosamente la ruptura entrepasado y presente, entre espera y experiencia); cfr. M. Lwy y R. Sayre, Rvolte et mlanco-lie. Le romantisme contre-courant de la modernit, Pars, Payot, 1992.

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    menudo transformarse en regresin temporal.7 En la experiencia chia-paneca, numerosos indicios de esta sensacin se refieren justamente alas concepciones del tiempo. Llama la atencin sobretodo la persisten-cia de un tiempo an en parte insensible a la tirana de la medida hora-ria o que slo lo admite con una flexibilidad sorprendente. As la acep-tacin o rechazo del horario de verano, propuesta atravesada por losconflictos sociales y polticos y sntoma de las fallas de la nacin mexica-na, crea una coexistencia de temporalidades discordantes en el seno deuna misma entidad territorial que evoca para el medievalista la diversi-dad de las medidas del tiempo y de las referencias del calendario permi-tida por la fragmentacin feudal. Pero en el sureste mexicano, son tam-bin los ritmos de la historia los que se encuentran desacordados: existeall otra cronologa, otro ritmo del tiempo vivido y del tiempo histri-co. En Chiapas, todos los puercos son grises! De ese gris que los hocicosde los puercos europeos han perdido desde hace siglos y cuyos descen-dientes Michel Pastoureau tuvo que teir en rosa para contratarloscomo extras de la pelcula El nombre de la Rosa.

    Pero por ms que multipliquemos los ejemplos, no lograremos ja-ms una Edad Media. A lo sumo una coleccin de efectos de medievalis-mo, comunes a numerosas sociedades an mayoritariamente rurales (elsector primario ocupa 60% de la poblacin chiapaneca). Hay que agre-garle, sin embargo, elementos ms especficos. Recordemos por ejemploque en el transcurso del siglo presente, las grandes fincas, al mismotiempo que se encontraban integradas a la economa de mercado, con-servaron en su seno formas de explotacin de una arcasmo impresio-nante, a veces hasta 1970.8 El caso de los peones acasillados, campesi-

    J RME BASCHET

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    nociones de progreso y de historia universal.5 Por otras razones queevocaremos ms tarde, proponemos caracterizar esta configuracincomo dominacin de un presente perpetuo cuyo peso tiende a ahogar elconocimiento crtico del pasado tanto como a oscurecer las perspectivasdel futuro, a reducir tanto nuestro campo de experiencia como nuestrohorizonte de espera.6 El segundo aadido se referira a la perspectiva ac-tual de un adelantamiento, o por lo menos de una crtica de esta domi-nacin del presente perpetuo. La empresa resulta ser, por supuesto,muy delicada sobretodo si se propone ser ms que un deseo piadoso ouna conjetura estrictamente personal. Por esa razn nos apoyremos so-bre el anlisis de una experiencia prctica y discursiva observada du-rante la vuelta mencionada antes.

    EDAD MEDIA/CHIAPAS: ACTUALIDAD DE LO INACTUAL

    No se puede disociar la articulacin pasado/futuro de la relacin pasa-do/presente, que define ms directamente la posicin del historiador.La abordaremos entonces a travs de la interrogacin siguiente: porqu estudiamos las sociedades antiguas? La cuestin se resolvera fcil-mente si fuera posible ir, en el presente, al encuentro del pasado, si pu-diramos por ejemplo, concebir el viaje a Chiapas como una suerte deremonte en el tiempo. De hecho, el desplazamiento espacial parece a

    5 Para la discusin sobre el fin de la historia suscitada por las publicaciones de F. Fu-kuyama y tambin por sus antecedentes en la cultura europea desde el medio del siglo,cfr. P. Anderson, The Ends of History, Londres, 1992 (utilizado en lengua castellana, Los fi-nes de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996).

    6 Observaremos numerosos paralelos entre la hiptesis propuesta aqu y la de F. Har-tog que analiza el agotamiento del rgimen moderno de historicidad (tal como lo defineR. Koselleck) en beneficio de un presentismo cuya fecha de 1989 simbolizara el triun-fo y cuyos Lugares de memoria dirigidos por P. Nora resultaran ser el sntoma historiogr-fico; cfr. F. Hartog, Temps et Histoire. Comment crire lhistoire de france?, AnnalesH.H.S., 1995, 6, p. 1219-1236. Sin embargo admitiremos algunas diferencias, sobretodo enla medida que entre los antecedentes del presente perpetuo, no retenemos ciertas mani-festaciones histricas que F. Hartog considera como prefiguraciones del presentismo.

    7 Vase el ejemplo de Aby Warburg, que abandona momentneamente las fiestas flo-rentinas del Renacimiento por los rituales de los indios de Nuevo Mxico y convierte subsqueda histrica en desplazamiento geogrfico; cfr. P.-A. Michaud, Aby Warburg etlimage en mouvement, introduccin de G. Didi-Huberman, Pars, Macula, 1998.

    8 A. Garca de Len, Resistencia y utopa, Era, 1985 (que subraya, p. 19, que en Chiapasel tempo histrico es otro). En la introduccin a la segunda edicin (1997, p. 24) anotasi Chiapas en su arquitectura material e inmaterial sigue siendo una reliquia de nuestromedioevo fundador (la poca colonial), no cabe duda tampoco que sus ladrillos y ci-mientos son en su mayora amasados con arena y argamasa de futuro, cualquier cosa queste sea.

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    menudo transformarse en regresin temporal.7 En la experiencia chia-paneca, numerosos indicios de esta sensacin se refieren justamente alas concepciones del tiempo. Llama la atencin sobretodo la persisten-cia de un tiempo an en parte insensible a la tirana de la medida hora-ria o que slo lo admite con una flexibilidad sorprendente. As la acep-tacin o rechazo del horario de verano, propuesta atravesada por losconflictos sociales y polticos y sntoma de las fallas de la nacin mexica-na, crea una coexistencia de temporalidades discordantes en el seno deuna misma entidad territorial que evoca para el medievalista la diversi-dad de las medidas del tiempo y de las referencias del calendario permi-tida por la fragmentacin feudal. Pero en el sureste mexicano, son tam-bin los ritmos de la historia los que se encuentran desacordados: existeall otra cronologa, otro ritmo del tiempo vivido y del tiempo histri-co. En Chiapas, todos los puercos son grises! De ese gris que los hocicosde los puercos europeos han perdido desde hace siglos y cuyos descen-dientes Michel Pastoureau tuvo que teir en rosa para contratarloscomo extras de la pelcula El nombre de la Rosa.

    Pero por ms que multipliquemos los ejemplos, no lograremos ja-ms una Edad Media. A lo sumo una coleccin de efectos de medievalis-mo, comunes a numerosas sociedades an mayoritariamente rurales (elsector primario ocupa 60% de la poblacin chiapaneca). Hay que agre-garle, sin embargo, elementos ms especficos. Recordemos por ejemploque en el transcurso del siglo presente, las grandes fincas, al mismotiempo que se encontraban integradas a la economa de mercado, con-servaron en su seno formas de explotacin de una arcasmo impresio-nante, a veces hasta 1970.8 El caso de los peones acasillados, campesi-

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    nociones de progreso y de historia universal.5 Por otras razones queevocaremos ms tarde, proponemos caracterizar esta configuracincomo dominacin de un presente perpetuo cuyo peso tiende a ahogar elconocimiento crtico del pasado tanto como a oscurecer las perspectivasdel futuro, a reducir tanto nuestro campo de experiencia como nuestrohorizonte de espera.6 El segundo aadido se referira a la perspectiva ac-tual de un adelantamiento, o por lo menos de una crtica de esta domi-nacin del presente perpetuo. La empresa resulta ser, por supuesto,muy delicada sobretodo si se propone ser ms que un deseo piadoso ouna conjetura estrictamente personal. Por esa razn nos apoyremos so-bre el anlisis de una experiencia prctica y discursiva observada du-rante la vuelta mencionada antes.

    EDAD MEDIA/CHIAPAS: ACTUALIDAD DE LO INACTUAL

    No se puede disociar la articulacin pasado/futuro de la relacin pasa-do/presente, que define ms directamente la posicin del historiador.La abordaremos entonces a travs de la interrogacin siguiente: porqu estudiamos las sociedades antiguas? La cuestin se resolvera fcil-mente si fuera posible ir, en el presente, al encuentro del pasado, si pu-diramos por ejemplo, concebir el viaje a Chiapas como una suerte deremonte en el tiempo. De hecho, el desplazamiento espacial parece a

    5 Para la discusin sobre el fin de la historia suscitada por las publicaciones de F. Fu-kuyama y tambin por sus antecedentes en la cultura europea desde el medio del siglo,cfr. P. Anderson, The Ends of History, Londres, 1992 (utilizado en lengua castellana, Los fi-nes de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996).

    6 Observaremos numerosos paralelos entre la hiptesis propuesta aqu y la de F. Har-tog que analiza el agotamiento del rgimen moderno de historicidad (tal como lo defineR. Koselleck) en beneficio de un presentismo cuya fecha de 1989 simbolizara el triun-fo y cuyos Lugares de memoria dirigidos por P. Nora resultaran ser el sntoma historiogr-fico; cfr. F. Hartog, Temps et Histoire. Comment crire lhistoire de france?, AnnalesH.H.S., 1995, 6, p. 1219-1236. Sin embargo admitiremos algunas diferencias, sobretodo enla medida que entre los antecedentes del presente perpetuo, no retenemos ciertas mani-festaciones histricas que F. Hartog considera como prefiguraciones del presentismo.

    7 Vase el ejemplo de Aby Warburg, que abandona momentneamente las fiestas flo-rentinas del Renacimiento por los rituales de los indios de Nuevo Mxico y convierte subsqueda histrica en desplazamiento geogrfico; cfr. P.-A. Michaud, Aby Warburg etlimage en mouvement, introduccin de G. Didi-Huberman, Pars, Macula, 1998.

    8 A. Garca de Len, Resistencia y utopa, Era, 1985 (que subraya, p. 19, que en Chiapasel tempo histrico es otro). En la introduccin a la segunda edicin (1997, p. 24) anotasi Chiapas en su arquitectura material e inmaterial sigue siendo una reliquia de nuestromedioevo fundador (la poca colonial), no cabe duda tampoco que sus ladrillos y ci-mientos son en su mayora amasados con arena y argamasa de futuro, cualquier cosa queste sea.

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    rada).11 Estas percepciones pueden ser el punto de partida de una expe-riencia de alteridad que, al distanciarnos de nuestras costumbres, per-fora algunas aberturas delgadas que no son quiz intiles desde elmomento en que nos esforzamos en entrever las realidades de un mun-do tan diferente del nuestro como la Edad Media. Todo lo que ayuda adesprenderse de las evidencias de nuestro tiempo es til de agarrar, se-gn la leccin bien entendida de la antropologa histrica. Y si una po-blacin extica cualquiera pudiera convenir a eso, no es malo quizpara un medievalista de una generacin sin vnculos rurales tener unafamiliaridad con una sociedad an ampliamente tradicional a la cualadems, el cristianismo proporciona marcos de referencia esenciales(aunque slo parcialmente aceptados).

    Se trata aqu de un mundo vivo, por lo tanto en el presente. Pero sinpor eso reproducir el esquema evolucionista de una historia universalfuncionando como una regla graduada nica, a lo largo de la cual las di-ferentes sociedades tomaran lugar en su carrera unnime hacia el pro-greso, podemos admitir que existen presentes ms presentes que otros yal inverso presentes ms cargados de pasado. Como otros lugares singu-lares, Chiapas da la sensacin de una discordancia de los tiempos, unacontemporaneidad de lo no-contemporneo o [una presencia] de lo no-contemporneo en lo contemporneo, segn la expresin de R. Ko-selleck.12 Para terminar con este punto, me permitir una comparacinimprobable entre San Cristbal de las Casas y Roma. Dos ciudades don-de el historiador se siente a gusto porque puede, cotidianamente y a cadavuelta de calle, husmear el pasado, tocarlo con los dedos. Dos ciudadesde la anamnesia donde los estratos normalmente enterrados de la evolu-cin histrica afloran con una singular evidencia. La rememoracin noslleva por cierto hacia direcciones muy diferentes pero en una ciudadcomo en la otra, el tiempo reputado impalpable parece hacerse sensible.

    Al mismo tiempo que conservamos el hilo de la cuestin (porquestudiamos las sociedades antiguas?), es ahora necesario invertir laperspectiva, oponiendo a los efectos de proximidad del pasado la dis-

    J RME BASCHET

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    nos obligados a residencia, sobretodo a travs del mecanismo de lasdeudas contradas en los comercios-monopolios del hacendado, incita,ms all de todas las diferencias, a una comparacin con dos de los ras-gos fundamentales de la relacin feudal de dominio: la fijacin de loshombres al suelo y la admisin del poder sobre las tierras y del podersobre los hombres.9 Por cierto estos elementos ya no tenan la misma im-portancia global y se inscriban entonces en un sistema de conjunto to-talmente diferente. Nada de feudalismo por supuesto sino, por lo me-nos, una sorprendente supervivencia de formas de explotacin de tipofeudal, articuladas con una lgica global capitalista. Pensamos igual-mente en los modos de organizacin de las comunidades indgenas.Lejos de constituir una realidad ideal y fuera del tiempo, las comunida-des actuales son el resultado de una historia larga y compleja en el cursode la cual fueron repetidas veces transformadas y reconstruidas. Unaetapa importante de este proceso es la transferencia del modelo de la co-munidad lugarea medieval realizada por la Conquista, al mismo tiem-po que el auge de la ideologa cristiana de la fraternidad espiritual quela acompaa y que se vuelve a encontrar hasta en sus formas ms re-cientes reactivadas por los adeptos de la teologa de la liberacin. Se tra-ta aqu de formas de organizacin que el desarrollo del capitalismo hizodesaparecer en Europa occidental desde hace dos siglos y que persistencon obstinacin en una lucha resucitada en contra de las polticas neoli-berales que buscan imponer al campo mexicano las normas de propie-dad conformes a las exigencias del mercado (Reforma del artculo 27 dela Constitucin). Los efectos de medievalismo mencionados aqu no es-tn sin relacin con esta resistencia, caracterstica de las zonas ruralesmexicanas y avivada por razones propias a las poblaciones indgenas ya su marginalizacin secular.10

    Nada de todo esto nos puede facilitar una inteligibilidad, ni de laEdad Media europea ni del Chiapas contemporneo, sino slo algunassensaciones comparativas (la comparacin sugiere, no explica sealaMarc Bloch, siendo sin embargo ardiente defensor de la historia compa-

    9 A. Guerreau, Le fodalisme. Un horizon thorique, Pars, Le Sycomore, 1981.10 E. Florescano, Etnia, Estado y Nacin, Mxico, Aguilar, 1998.

    11 M. Bloch, comparacin y Pour une histoire compare des socits europen-nes, retomado en Histoire et historiens, Pars, A. Colin, 1995, p. 87-93 y p. 94-123.

    12 Le futur pass, op. cit., p. 318.

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    rada).11 Estas percepciones pueden ser el punto de partida de una expe-riencia de alteridad que, al distanciarnos de nuestras costumbres, per-fora algunas aberturas delgadas que no son quiz intiles desde elmomento en que nos esforzamos en entrever las realidades de un mun-do tan diferente del nuestro como la Edad Media. Todo lo que ayuda adesprenderse de las evidencias de nuestro tiempo es til de agarrar, se-gn la leccin bien entendida de la antropologa histrica. Y si una po-blacin extica cualquiera pudiera convenir a eso, no es malo quizpara un medievalista de una generacin sin vnculos rurales tener unafamiliaridad con una sociedad an ampliamente tradicional a la cualadems, el cristianismo proporciona marcos de referencia esenciales(aunque slo parcialmente aceptados).

    Se trata aqu de un mundo vivo, por lo tanto en el presente. Pero sinpor eso reproducir el esquema evolucionista de una historia universalfuncionando como una regla graduada nica, a lo largo de la cual las di-ferentes sociedades tomaran lugar en su carrera unnime hacia el pro-greso, podemos admitir que existen presentes ms presentes que otros yal inverso presentes ms cargados de pasado. Como otros lugares singu-lares, Chiapas da la sensacin de una discordancia de los tiempos, unacontemporaneidad de lo no-contemporneo o [una presencia] de lo no-contemporneo en lo contemporneo, segn la expresin de R. Ko-selleck.12 Para terminar con este punto, me permitir una comparacinimprobable entre San Cristbal de las Casas y Roma. Dos ciudades don-de el historiador se siente a gusto porque puede, cotidianamente y a cadavuelta de calle, husmear el pasado, tocarlo con los dedos. Dos ciudadesde la anamnesia donde los estratos normalmente enterrados de la evolu-cin histrica afloran con una singular evidencia. La rememoracin noslleva por cierto hacia direcciones muy diferentes pero en una ciudadcomo en la otra, el tiempo reputado impalpable parece hacerse sensible.

    Al mismo tiempo que conservamos el hilo de la cuestin (porquestudiamos las sociedades antiguas?), es ahora necesario invertir laperspectiva, oponiendo a los efectos de proximidad del pasado la dis-

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    nos obligados a residencia, sobretodo a travs del mecanismo de lasdeudas contradas en los comercios-monopolios del hacendado, incita,ms all de todas las diferencias, a una comparacin con dos de los ras-gos fundamentales de la relacin feudal de dominio: la fijacin de loshombres al suelo y la admisin del poder sobre las tierras y del podersobre los hombres.9 Por cierto estos elementos ya no tenan la misma im-portancia global y se inscriban entonces en un sistema de conjunto to-talmente diferente. Nada de feudalismo por supuesto sino, por lo me-nos, una sorprendente supervivencia de formas de explotacin de tipofeudal, articuladas con una lgica global capitalista. Pensamos igual-mente en los modos de organizacin de las comunidades indgenas.Lejos de constituir una realidad ideal y fuera del tiempo, las comunida-des actuales son el resultado de una historia larga y compleja en el cursode la cual fueron repetidas veces transformadas y reconstruidas. Unaetapa importante de este proceso es la transferencia del modelo de la co-munidad lugarea medieval realizada por la Conquista, al mismo tiem-po que el auge de la ideologa cristiana de la fraternidad espiritual quela acompaa y que se vuelve a encontrar hasta en sus formas ms re-cientes reactivadas por los adeptos de la teologa de la liberacin. Se tra-ta aqu de formas de organizacin que el desarrollo del capitalismo hizodesaparecer en Europa occidental desde hace dos siglos y que persistencon obstinacin en una lucha resucitada en contra de las polticas neoli-berales que buscan imponer al campo mexicano las normas de propie-dad conformes a las exigencias del mercado (Reforma del artculo 27 dela Constitucin). Los efectos de medievalismo mencionados aqu no es-tn sin relacin con esta resistencia, caracterstica de las zonas ruralesmexicanas y avivada por razones propias a las poblaciones indgenas ya su marginalizacin secular.10

    Nada de todo esto nos puede facilitar una inteligibilidad, ni de laEdad Media europea ni del Chiapas contemporneo, sino slo algunassensaciones comparativas (la comparacin sugiere, no explica sealaMarc Bloch, siendo sin embargo ardiente defensor de la historia compa-

    9 A. Guerreau, Le fodalisme. Un horizon thorique, Pars, Le Sycomore, 1981.10 E. Florescano, Etnia, Estado y Nacin, Mxico, Aguilar, 1998.

    11 M. Bloch, comparacin y Pour une histoire compare des socits europen-nes, retomado en Histoire et historiens, Pars, A. Colin, 1995, p. 87-93 y p. 94-123.

    12 Le futur pass, op. cit., p. 318.

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    esta historia europea en una tierra de Amrica central. Porqu intere-sarse, desde Mxico, de una sociedad tan lejana en el tiempo y en elespacio? Ciertamente podramos subrayar ampliamente que la historiamedieval explica la formacin de Europa y la dinmica de su auge y desu expansin de la cual una de las consecuencias es nada menos que laConquista y la colonizacin de las Amricas por los europeos. En esteentonces, el mundo medieval nace del otro lado del Atlntico de modoque la Edad Media constituye la mitad de las races de la historia deMxico. Por otra parte, este vnculo histrico directo hace posible com-paraciones estrechas entre numerosas instituciones, prcticas y repre-sentaciones europeas y amerindias: organizaciones comunitarias, insti-tuciones urbanas, universidades, cultos de santos e imgenes, cofradas,para dar slo algunos ejemplos.14 Una Edad Media cercana mucho mscercana de lo que cree la opinin pblica vuelta parte integrante de lahistoria de Mxico. El trabajo del historiador se hace aqu actualizacin,ya que permite una reapropiacin presente de hechos pasados, a vecesolvidados o denegados.

    Sin embargo, es sobre el proceso inverso que quisiera insistir ya quela puesta en el presente aun si es indispensable, es peligrosa, sobretodosi no tiene conciencia de sus lmites. En cualquier pasado, tal como lopercibimos hoy, hay algo de radicalmente muerto, de separado de ma-nera irreversible de los vivos que somos (pero los muertos mismos vi-ven, en el pensamiento de los vivos) y es en eso tambin que radica suinters para nosotros. As, la (larga) Edad Media puede considerarsecomo un universo opuesto al nuestro:15 mundo de tradicin antes dela modernidad, mundo rural antes de la industrializacin, mundo de laomnipotencia de la Iglesia antes de la laicizacin, mundo de la fragmen-tacin feudal antes del triunfo del Estado, mundo de dependencias in-terpersonales antes del asalariado. En breve, la Edad Media es para no-sotros un antimundo de antes del reino del mercado.

    J RME BASCHET

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    tancia irremediable que nos separa de l; ya no un pasado presente sinoun pasado rebasado y despegado, muerto en suma. Eso nos regresa a laambigedad misma de la posicin del historiador, agarrado entre dosexigencias contradictorias: de un lado, la voluntad de ser participe en elmundo contemporneo, de practicar una historia que en lugar de serhija de su tiempo slo sin saberlo estara en interaccin constante conlas preocupaciones del presente; del otro, la necesidad de conferir a ladisciplina histrica una cierta autonoma que le permita definir sus ob-jetivos y sus criterios de validacin sin estar sometida ni a los imperati-vos utilitarios del mercado ni a la esclavitud que impone el servicio deuna causa por ms excelente que pueda ser. Si el cuestionario del histo-riador se forma y evoluciona en funcin de las interrogantes del pre-sente, no quita que escribir la historia al capricho nicamente de lascuestiones de actualidad sera una limitacin absurda. Estaramos con-denados a ignorar lo que, en el pasado, es radicalmente diferente de no-sotros y sobretodo, al retener slo los aspectos considerados actuales yal abandonar los dems, nos prohibiramos entender de manera globallas sociedades del pasado, restituir la lgica de su funcionamiento y desu evolucin. El provecho para hoy no se vera tampoco asegurado yaque el pasado no permite de ninguna manera explicar el presente aunsi, de manera paradjica, est excluido entender el presente ignorandotodo del pasado.13 Cmo entonces conciliar este deseo de una historiaen el presente y esta inmersin en un pasado necesariamente distante denosotros? Cmo asumir nuestro papel social sin caer en la trampade las necesidades del instante, ni volver a caer en las simplificaciones deuna historia oficial o militante? Cmo aventurarse en la complejidadnecesaria a la comprensin total de otra poca, sin perder el hilo que nosune con nuestros compromisos ciudadanos, lo que nos precipitaraentre los anticuarios denunciados por Marc Bloch?

    La cuestin es ms ardua an para quien estudia una poca remota,como la Edad Media occidental y para quien, adems, debe de ensear

    13 Segn el balanceo introducido por Marc Bloch entre la denuncia del dolo de losorgenes (jams un fenmeno histrico se explica plenamente fuera del estudio de sumomento) y la anotacin de que la incomprensin del presente surge fatalmente de laignorancia del pasado, Apologie pour lhistoire, Pars, A. Colin, 1993, p. 85-98.

    14 Para una definicin ms precisa de esta situacin comparativa, remito a Mundosde aqu. Mundos de all. Confrontation des mondes, en Trace, 34, 1998, p. 74-78.

    15 J. Le Goff, Pour un long Moyen Age, en LImaginaire medival, Pars, Gallimard,1985, p. 7-13-

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    esta historia europea en una tierra de Amrica central. Porqu intere-sarse, desde Mxico, de una sociedad tan lejana en el tiempo y en elespacio? Ciertamente podramos subrayar ampliamente que la historiamedieval explica la formacin de Europa y la dinmica de su auge y desu expansin de la cual una de las consecuencias es nada menos que laConquista y la colonizacin de las Amricas por los europeos. En esteentonces, el mundo medieval nace del otro lado del Atlntico de modoque la Edad Media constituye la mitad de las races de la historia deMxico. Por otra parte, este vnculo histrico directo hace posible com-paraciones estrechas entre numerosas instituciones, prcticas y repre-sentaciones europeas y amerindias: organizaciones comunitarias, insti-tuciones urbanas, universidades, cultos de santos e imgenes, cofradas,para dar slo algunos ejemplos.14 Una Edad Media cercana mucho mscercana de lo que cree la opinin pblica vuelta parte integrante de lahistoria de Mxico. El trabajo del historiador se hace aqu actualizacin,ya que permite una reapropiacin presente de hechos pasados, a vecesolvidados o denegados.

    Sin embargo, es sobre el proceso inverso que quisiera insistir ya quela puesta en el presente aun si es indispensable, es peligrosa, sobretodosi no tiene conciencia de sus lmites. En cualquier pasado, tal como lopercibimos hoy, hay algo de radicalmente muerto, de separado de ma-nera irreversible de los vivos que somos (pero los muertos mismos vi-ven, en el pensamiento de los vivos) y es en eso tambin que radica suinters para nosotros. As, la (larga) Edad Media puede considerarsecomo un universo opuesto al nuestro:15 mundo de tradicin antes dela modernidad, mundo rural antes de la industrializacin, mundo de laomnipotencia de la Iglesia antes de la laicizacin, mundo de la fragmen-tacin feudal antes del triunfo del Estado, mundo de dependencias in-terpersonales antes del asalariado. En breve, la Edad Media es para no-sotros un antimundo de antes del reino del mercado.

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    tancia irremediable que nos separa de l; ya no un pasado presente sinoun pasado rebasado y despegado, muerto en suma. Eso nos regresa a laambigedad misma de la posicin del historiador, agarrado entre dosexigencias contradictorias: de un lado, la voluntad de ser participe en elmundo contemporneo, de practicar una historia que en lugar de serhija de su tiempo slo sin saberlo estara en interaccin constante conlas preocupaciones del presente; del otro, la necesidad de conferir a ladisciplina histrica una cierta autonoma que le permita definir sus ob-jetivos y sus criterios de validacin sin estar sometida ni a los imperati-vos utilitarios del mercado ni a la esclavitud que impone el servicio deuna causa por ms excelente que pueda ser. Si el cuestionario del histo-riador se forma y evoluciona en funcin de las interrogantes del pre-sente, no quita que escribir la historia al capricho nicamente de lascuestiones de actualidad sera una limitacin absurda. Estaramos con-denados a ignorar lo que, en el pasado, es radicalmente diferente de no-sotros y sobretodo, al retener slo los aspectos considerados actuales yal abandonar los dems, nos prohibiramos entender de manera globallas sociedades del pasado, restituir la lgica de su funcionamiento y desu evolucin. El provecho para hoy no se vera tampoco asegurado yaque el pasado no permite de ninguna manera explicar el presente aunsi, de manera paradjica, est excluido entender el presente ignorandotodo del pasado.13 Cmo entonces conciliar este deseo de una historiaen el presente y esta inmersin en un pasado necesariamente distante denosotros? Cmo asumir nuestro papel social sin caer en la trampade las necesidades del instante, ni volver a caer en las simplificaciones deuna historia oficial o militante? Cmo aventurarse en la complejidadnecesaria a la comprensin total de otra poca, sin perder el hilo que nosune con nuestros compromisos ciudadanos, lo que nos precipitaraentre los anticuarios denunciados por Marc Bloch?

    La cuestin es ms ardua an para quien estudia una poca remota,como la Edad Media occidental y para quien, adems, debe de ensear

    13 Segn el balanceo introducido por Marc Bloch entre la denuncia del dolo de losorgenes (jams un fenmeno histrico se explica plenamente fuera del estudio de sumomento) y la anotacin de que la incomprensin del presente surge fatalmente de laignorancia del pasado, Apologie pour lhistoire, Pars, A. Colin, 1993, p. 85-98.

    14 Para una definicin ms precisa de esta situacin comparativa, remito a Mundosde aqu. Mundos de all. Confrontation des mondes, en Trace, 34, 1998, p. 74-78.

    15 J. Le Goff, Pour un long Moyen Age, en LImaginaire medival, Pars, Gallimard,1985, p. 7-13-

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    de la crcel.18 Obligacin principalmente espacial por un lado, obliga-cin principalmente temporal por el otro: as puede sealarse, dicho demanera esquemtica, la oposicin radical entre le mundo medieval y elmundo moderno.

    Podemos entonces a la vez esforzarnos para volver actual la EdadMedia o trabajar para arrojarla a lo ms lejos, hasta hacer de ella la in-versa de nosotros mismos. Las dos actitudes son a la vez justas y excesi-vas y podran combinarse en el anlisis de la dinmica histrica quelleva del universo medieval al mundo moderno. Pero queremos subra-yar aqu que el segundo enfoque no es menos importante que el prime-ro, ya que si la historia es historia es porque el pasado es, al mismo tiem-po que ntimamente ligado a nuestro presente, fundamentalmentediferente, separado y en eso inactual. Tal es la paradoja de la historia talcomo nos interesa: debe de transformar lo inactual del pasado en unacuestin actual; debe de revelarnos la actualidad de lo inactual.

    LA HISTORIA, PUENTE ENTRE PASADO Y FUTURO

    Si la relacin pasado/presente, en su ambigedad misma, est en el co-razn de la actitud prctica del historiador; la articulacin pasado/futu-ro determina la concepcin del tiempo histrico, con referencia a la cualse inscribe su trabajo. Como base de reflexin sobre este punto, presen-taremos algunas anotaciones sobre la relacin entre pasado, presente yfuturo tal como se manifiesta en la produccin textual del neozapatismodesde 1994. Recurrir a este tipo de textos, ajenos a la produccin univer-sitaria, podr sorprender con ms razn por el hecho de que no tienenpor objeto elaborar una teora de la historia. Se trata de textos prcticos,comprometidos en la accin poltica. Sin embargo no se ve nada queprohba recurrir a ellos por poco que seamos capaces de justificar su in-

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    Seamos un poco ms concretos: en el mundo moderno, el tiempoparece constituir la dimensin principal por la cual se impone la opre-sin ya que, sobre la base del trabajo asalariado y del clculo del tiem-po de trabajo forma que sigue dominante en las relaciones de produc-cin, se desarrollaron consecuencias mltiples para seres cada vez msapresurados y estresados, sometidos a esta tirana de los relojes y aesta compulsin de saber qu hora es, de la cual habla Norbert Elias.16

    De hecho, una regla hace sentir sus efectos en todos los aspectos de lavida: el tiempo es dinero. Al contrario, podemos sostener que en lasociedad medieval, era la relacin al espacio la que estaba en el coraznde la organizacin social y de las relaciones de produccin: la primeracondicin del funcionamiento del sistema feudal era la fijacin de loshombres al suelo, su integracin en una clula espacial restringida, a lavez feudo, seoro y parroquia en la cual tenan que ser bautizados,cumplir con sus deudas eclesiales y seoriales y por fin ser enterradospara alcanzar en la muerte la comunidad de sus ancestros.17 En nuestromundo deslocalizado, donde el lugar est en trance de ya no ser una di-mensin intrnseca de los seres y de los acontecimientos, en el cual cual-quier cosa podra finalmente ocurrir indiferentemente en cualquierpunto del globo, perdimos afortunadamente sin duda, pero para caeren otra forma de sumisin este sentido de la localizacin necesaria. Essintomtico que el principal castigo que imponen las justicias modernasfuera de la pena de muerte sea la crcel: privacin de libertad y trabaa la capacidad de desplazamiento, localizacin forzada. En la Edad Me-dia, la crcel era un recurso muy accesorio mientras que el destierro eraal contrario esencial: ruptura del vnculo entre el individuo y su lugarde vida (y por eso casi una muerte social), constitua una obligacin dedesplazamiento, una deslocalizacin forzada o sea el contrario exacto

    16 N. Elias, Du temps, trad. fr., Pars, Fayard, 1996.17 Sobre el dominio espacial en el feudalismo, vase A. Guerreau, Quelques carac-

    tres espcifiques de lespace fodal europen, en N. Bulst, R. Descimon, A. Guerreau,editores, LEtat ou le Roi. Les fondations de la modernit monarchique en France (XVe-XVIIIe si-cles), Pars, EHESS, 1996, p. 85-101.

    18 Vase H. Zaremska, Les bannis au Moyen Age, Pars, Aubier, 1996. La importanciadel destierro es por supuesto la inversa de la stabilitas loci en la sociedad medieval y comolo subraya Claude Gauvard en el prefacio del libro, en este universo, de una cierta ma-nera el exilio es peor que la muerte (p. 12).

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    de la crcel.18 Obligacin principalmente espacial por un lado, obliga-cin principalmente temporal por el otro: as puede sealarse, dicho demanera esquemtica, la oposicin radical entre le mundo medieval y elmundo moderno.

    Podemos entonces a la vez esforzarnos para volver actual la EdadMedia o trabajar para arrojarla a lo ms lejos, hasta hacer de ella la in-versa de nosotros mismos. Las dos actitudes son a la vez justas y excesi-vas y podran combinarse en el anlisis de la dinmica histrica quelleva del universo medieval al mundo moderno. Pero queremos subra-yar aqu que el segundo enfoque no es menos importante que el prime-ro, ya que si la historia es historia es porque el pasado es, al mismo tiem-po que ntimamente ligado a nuestro presente, fundamentalmentediferente, separado y en eso inactual. Tal es la paradoja de la historia talcomo nos interesa: debe de transformar lo inactual del pasado en unacuestin actual; debe de revelarnos la actualidad de lo inactual.

    LA HISTORIA, PUENTE ENTRE PASADO Y FUTURO

    Si la relacin pasado/presente, en su ambigedad misma, est en el co-razn de la actitud prctica del historiador; la articulacin pasado/futu-ro determina la concepcin del tiempo histrico, con referencia a la cualse inscribe su trabajo. Como base de reflexin sobre este punto, presen-taremos algunas anotaciones sobre la relacin entre pasado, presente yfuturo tal como se manifiesta en la produccin textual del neozapatismodesde 1994. Recurrir a este tipo de textos, ajenos a la produccin univer-sitaria, podr sorprender con ms razn por el hecho de que no tienenpor objeto elaborar una teora de la historia. Se trata de textos prcticos,comprometidos en la accin poltica. Sin embargo no se ve nada queprohba recurrir a ellos por poco que seamos capaces de justificar su in-

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    Seamos un poco ms concretos: en el mundo moderno, el tiempoparece constituir la dimensin principal por la cual se impone la opre-sin ya que, sobre la base del trabajo asalariado y del clculo del tiem-po de trabajo forma que sigue dominante en las relaciones de produc-cin, se desarrollaron consecuencias mltiples para seres cada vez msapresurados y estresados, sometidos a esta tirana de los relojes y aesta compulsin de saber qu hora es, de la cual habla Norbert Elias.16

    De hecho, una regla hace sentir sus efectos en todos los aspectos de lavida: el tiempo es dinero. Al contrario, podemos sostener que en lasociedad medieval, era la relacin al espacio la que estaba en el coraznde la organizacin social y de las relaciones de produccin: la primeracondicin del funcionamiento del sistema feudal era la fijacin de loshombres al suelo, su integracin en una clula espacial restringida, a lavez feudo, seoro y parroquia en la cual tenan que ser bautizados,cumplir con sus deudas eclesiales y seoriales y por fin ser enterradospara alcanzar en la muerte la comunidad de sus ancestros.17 En nuestromundo deslocalizado, donde el lugar est en trance de ya no ser una di-mensin intrnseca de los seres y de los acontecimientos, en el cual cual-quier cosa podra finalmente ocurrir indiferentemente en cualquierpunto del globo, perdimos afortunadamente sin duda, pero para caeren otra forma de sumisin este sentido de la localizacin necesaria. Essintomtico que el principal castigo que imponen las justicias modernasfuera de la pena de muerte sea la crcel: privacin de libertad y trabaa la capacidad de desplazamiento, localizacin forzada. En la Edad Me-dia, la crcel era un recurso muy accesorio mientras que el destierro eraal contrario esencial: ruptura del vnculo entre el individuo y su lugarde vida (y por eso casi una muerte social), constitua una obligacin dedesplazamiento, una deslocalizacin forzada o sea el contrario exacto

    16 N. Elias, Du temps, trad. fr., Pars, Fayard, 1996.17 Sobre el dominio espacial en el feudalismo, vase A. Guerreau, Quelques carac-

    tres espcifiques de lespace fodal europen, en N. Bulst, R. Descimon, A. Guerreau,editores, LEtat ou le Roi. Les fondations de la modernit monarchique en France (XVe-XVIIIe si-cles), Pars, EHESS, 1996, p. 85-101.

    18 Vase H. Zaremska, Les bannis au Moyen Age, Pars, Aubier, 1996. La importanciadel destierro es por supuesto la inversa de la stabilitas loci en la sociedad medieval y comolo subraya Claude Gauvard en el prefacio del libro, en este universo, de una cierta ma-nera el exilio es peor que la muerte (p. 12).

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    moderno en va de globalizacin, el hoy es el nuevo tirano que para ase-gurar mejor su dominacin, hunde el pasado en el olvido y obnubilacualquier perspectiva de un futuro que no sea la repeticin o la amplifi-cacin de la dominacin presente. Negando el futuro, la dominacincree y hace creer en su eternidad. Semejante a Macbeth. El poder se con-templa en el espejo de su invencibilidad, negndose a creer que el bos-que pueda caminar hasta su palacio. La versin ms reciente de sutriunfo es la proclamacin, en su ventaja, del fin de la Historia cuyas rui-nas del Muro de Berln proporcionan el escenario impecable. Frente aesta lgica, los textos zapatistas apuestan a una recuperacin conjuntade la conciencia histrica del pasado y de una perspectiva de futuro.

    Al mismo tiempo que se encuentra asociado a los mltiples trmi-nos que suscita el deseo de un mundo mejor, el futuro se presenta bajoformas que se distancian de las tradiciones revolucionarias del siglo quetermina. Habiendo renunciado al concepto unificado y maysculo deRevolucin y a la idea de una vanguardia que se supone debe de guiarel pueblo hacia el destino final del cual tiene la presciencia, los textos za-patistas dan paso a un futuro deseado pero sin certidumbre, diferentepero imprevisible, posible pero slo condicional. Se trata de un futuroque no puede ser predeterminado, que no se anuncia con ningn plantrazado previamente y que es imposible de conocer antes de haber em-pezado a avanzar.

    En combinacin estrecha con esta concepcin del futuro, la relacinpasado/futuro se establece de manera a veces sorprendente, como ates-tiguan formulas tales como mirar atrs para ir hacia delante o la que,ms paradjica an, recomienda de avanzar hacia atrs.21 Por eso, nose trata de ninguna manera de promover un regreso al pasado. El futurono podra ser una repeticin del pasado (puesto que se trata de un futu-

    J RME BASCHET

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    ters, como sntomas de aspectos a veces desapercibidos de nuestromundo contemporneo. Por otra parte, un juicio sobre el levantamien-to zapatista en Chiapas no es de ninguna manera necesario aqu. Basta-r admitir que los zapatistas no son ni los santos hroes de la ltimaefusin revolucionaria de fin de siglo ni los espectros grotescos de unaarqueo-guerrilla y que ms sencillamente dan forma a un movimientosocial tejido de contradicciones pero cuya realidad y cuyo impacto soninnegables.

    Las referencias a la historia son omnipresentes en los textos zapatis-tas, tanto bajo la forma particular de la historia mexicana cuyos smbo-los son objeto de una lucha encarnizada, que bajo la forma universal dela Historia mayscula, evocada con gusto como instancia de legiti-macin.19 Su estatuto estratgico tiene que ver igualmente con la repre-sentacin del conflicto como lucha de la memoria contra el olvido, tr-mino que se volvi sinnimo de la explotacin y el racismo sufridos porlas poblaciones indgenas. Sin embargo, el olvido no se analiza slo enrelacin con la dominacin colonial o neocolonial; tambin tiene senti-do por el conjunto de la humanidad en el momento que se consideracomo rasgo caracterstico de la lgica neoliberal. Esta impone en efectoel reino de un presente perpetuo que niega lo antes y lo despus y hacedel hoy el nuevo altar al cual todos deben de sacrificar.20 En el mundo

    19 Para todo lo que sigue respecto a los textos zapatistas, vase el anlisis ms com-pleto propuesto en : Colectivo Neosaurios, La rebelin de la historia, en Chiapas, 9,2000, p.

    20 En el mundo de la modernidad, el culto al presente es arma y escudo. El hoyes el nuevo altar en que se sacrifican principios, lealtades, convicciones, vergenzas, dig-nidades, memorias y verdades. El pasado no es ya, para los tecncratas que nuestro paspadece como gobernantes, un referente a asimilar y sobre el cual crecer. El futuro no pue-de ser, para estos profesionales del olvido, nada ms que un alargamiento temporal delpresente. Para derrotar a la Historia se le niega a sta un horizonte que vaya ms all delahora y aqu neoliberal. No hay antes ni despus del hoy. La bsqueda de la eterni-dad es por fin satisfecha: el mundo del dinero no es tan slo el mejor de los mundos posi-bles, es el nico necesario, La mesa de San Andrs : entre los olvidos de arriba y la memoriade abajo (marzo de 1998), reproducido como los otros textos mencionados aqu, en La re-vuelta de la memoria. Textos del subcomandante Marcos y del EZLN sobre la historia, San Cris-tbal de las Casas, CIACH, 1999, p. 208-209.

    21 La primera frmula es sugerida por la lectura de Lewis Carroll: Como Alicia des-cubre que para alcanzar a la Reina Roja, debe caminar hacia atrs, nosotros debemos vol-tear al pasado para caminar adelante y hacernos mejores. En el pasado, podemos encon-trar caminos hacia el futuro; otros comunicados afirman somos la necia historia que serepite para ya no repetirse, el mirar atrs para poder caminar hacia delante, o hacen elelogio de los cangrejos que saben que la mejor forma de avanzar es para atrs (Ibid., p.198, 219-220).

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    moderno en va de globalizacin, el hoy es el nuevo tirano que para ase-gurar mejor su dominacin, hunde el pasado en el olvido y obnubilacualquier perspectiva de un futuro que no sea la repeticin o la amplifi-cacin de la dominacin presente. Negando el futuro, la dominacincree y hace creer en su eternidad. Semejante a Macbeth. El poder se con-templa en el espejo de su invencibilidad, negndose a creer que el bos-que pueda caminar hasta su palacio. La versin ms reciente de sutriunfo es la proclamacin, en su ventaja, del fin de la Historia cuyas rui-nas del Muro de Berln proporcionan el escenario impecable. Frente aesta lgica, los textos zapatistas apuestan a una recuperacin conjuntade la conciencia histrica del pasado y de una perspectiva de futuro.

    Al mismo tiempo que se encuentra asociado a los mltiples trmi-nos que suscita el deseo de un mundo mejor, el futuro se presenta bajoformas que se distancian de las tradiciones revolucionarias del siglo quetermina. Habiendo renunciado al concepto unificado y maysculo deRevolucin y a la idea de una vanguardia que se supone debe de guiarel pueblo hacia el destino final del cual tiene la presciencia, los textos za-patistas dan paso a un futuro deseado pero sin certidumbre, diferentepero imprevisible, posible pero slo condicional. Se trata de un futuroque no puede ser predeterminado, que no se anuncia con ningn plantrazado previamente y que es imposible de conocer antes de haber em-pezado a avanzar.

    En combinacin estrecha con esta concepcin del futuro, la relacinpasado/futuro se establece de manera a veces sorprendente, como ates-tiguan formulas tales como mirar atrs para ir hacia delante o la que,ms paradjica an, recomienda de avanzar hacia atrs.21 Por eso, nose trata de ninguna manera de promover un regreso al pasado. El futurono podra ser una repeticin del pasado (puesto que se trata de un futu-

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    ters, como sntomas de aspectos a veces desapercibidos de nuestromundo contemporneo. Por otra parte, un juicio sobre el levantamien-to zapatista en Chiapas no es de ninguna manera necesario aqu. Basta-r admitir que los zapatistas no son ni los santos hroes de la ltimaefusin revolucionaria de fin de siglo ni los espectros grotescos de unaarqueo-guerrilla y que ms sencillamente dan forma a un movimientosocial tejido de contradicciones pero cuya realidad y cuyo impacto soninnegables.

    Las referencias a la historia son omnipresentes en los textos zapatis-tas, tanto bajo la forma particular de la historia mexicana cuyos smbo-los son objeto de una lucha encarnizada, que bajo la forma universal dela Historia mayscula, evocada con gusto como instancia de legiti-macin.19 Su estatuto estratgico tiene que ver igualmente con la repre-sentacin del conflicto como lucha de la memoria contra el olvido, tr-mino que se volvi sinnimo de la explotacin y el racismo sufridos porlas poblaciones indgenas. Sin embargo, el olvido no se analiza slo enrelacin con la dominacin colonial o neocolonial; tambin tiene senti-do por el conjunto de la humanidad en el momento que se consideracomo rasgo caracterstico de la lgica neoliberal. Esta impone en efectoel reino de un presente perpetuo que niega lo antes y lo despus y hacedel hoy el nuevo altar al cual todos deben de sacrificar.20 En el mundo

    19 Para todo lo que sigue respecto a los textos zapatistas, vase el anlisis ms com-pleto propuesto en : Colectivo Neosaurios, La rebelin de la historia, en Chiapas, 9,2000, p.

    20 En el mundo de la modernidad, el culto al presente es arma y escudo. El hoyes el nuevo altar en que se sacrifican principios, lealtades, convicciones, vergenzas, dig-nidades, memorias y verdades. El pasado no es ya, para los tecncratas que nuestro paspadece como gobernantes, un referente a asimilar y sobre el cual crecer. El futuro no pue-de ser, para estos profesionales del olvido, nada ms que un alargamiento temporal delpresente. Para derrotar a la Historia se le niega a sta un horizonte que vaya ms all delahora y aqu neoliberal. No hay antes ni despus del hoy. La bsqueda de la eterni-dad es por fin satisfecha: el mundo del dinero no es tan slo el mejor de los mundos posi-bles, es el nico necesario, La mesa de San Andrs : entre los olvidos de arriba y la memoriade abajo (marzo de 1998), reproducido como los otros textos mencionados aqu, en La re-vuelta de la memoria. Textos del subcomandante Marcos y del EZLN sobre la historia, San Cris-tbal de las Casas, CIACH, 1999, p. 208-209.

    21 La primera frmula es sugerida por la lectura de Lewis Carroll: Como Alicia des-cubre que para alcanzar a la Reina Roja, debe caminar hacia atrs, nosotros debemos vol-tear al pasado para caminar adelante y hacernos mejores. En el pasado, podemos encon-trar caminos hacia el futuro; otros comunicados afirman somos la necia historia que serepite para ya no repetirse, el mirar atrs para poder caminar hacia delante, o hacen elelogio de los cangrejos que saben que la mejor forma de avanzar es para atrs (Ibid., p.198, 219-220).

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    para su estabilidad. Sin embargo, esta relacin entre pasado y futuroadopta tambin una forma ms general que tiene que ver con el conjun-to de la humanidad en la medida que descansa sobre la crtica del tiem-po dominante en el mundo contemporneo. Si el presente perpetuofunda su dominacin sobre el olvido del pasado y la negacin del futu-ro, la historia debe de esforzarse en restablecer, en el mismo movimien-to, memoria del pasado y posibilidad del futuro. Rechazar la tirana delhoy supone una conciencia histrica, indispensable para romper la ilu-sin del fin de la historia y reabrir la perspectiva de un porvenir que nosea repeticin del presente. Las cosas siempre fueron as: casi no exis-te veneno que, destilado en el aire del tiempo, sea ms til para garanti-zar sumisin y resignacin. La historia al contrario, al remontar el tiem-po, demuestra que lo que se da hoy por inevitable, necesario, natural, esslo una construccin reciente y probablemente no menos transitoriaque las realidades anteriores. En los textos zapatistas, es entonces laidentificacin del presente perpetuo como adversario fundamental queconduce a proponer una alianza estratgica entre pasado y futuro. Fren-te al presente eternizado, sinnimo de olvido y de desesperanza, se tratade invertir esta siniestra gramtica de los tiempos histricos colocandoun pie en el pasado y el otro en el futuro.23

    Tal figura se distancia sensiblemente de las tradiciones revoluciona-rias de este siglo, nutrido del evolucionismo marxista por no hablar deldogma estaliniano de las cinco fases de la historia universal, garantiza-do por presuntas leyes.24 La interaccin con la realidad y el pensamien-to indgenas parece haber favorecido tal transformacin. La conserva-cin, incluso la reactivacin, de las estructuras comunitarias asegura lapresencia de una forma social que podemos calificar de precapitalista oque por lo menos es suficientemente ajena a la lgica del desarrollo ca-pitalista para que las polticas neoliberales se empleen en hacerlas desa-parecer. Una situacin que no est sin relacin fue comentada por Marx

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    ro abierto, de un camino que no est trazado). Ciertamente observamosen los textos zapatistas una contradiccin entre la referencia a un tiem-po cclico que nos regresa siempre a lo mismo y la esperanza de un fu-turo diferente. Pero la contradiccin se resuelve en parte en la medidaque la repeticin cclica aparece cuando comparamos la situacin pre-sente con el pasado (se trata entonces de amplificar retricamente, confines polticos, la permanencia innegable de la opresin y de las desi-gualdades sociales), mientras que cuando miramos el futuro desde elpresente, la lucha poltica permite abrir perspectivas inditas. Perocmo entablar una alianza positiva entre pasado y futuro que no noslleve a reproducir maana lo viejo de ayer? Mirar hacia atrs debe deser entendido primero como un alegato para el conocimiento histrico.Si frente al camino futuro no-trazado, es til mirar el camino ya recorrido,es primero para medir los errores y detectar los atolladeros. El conoci-miento del pasado permite separarse de l, evitar ser de nuevo su vctima.

    Pero se trata tambin de reconocer en el pasado ciertos elementos depositividad si consentimos en entender en esta expresin no formas devida o de pensamiento que se tratara de reproducir tal como cual sinogrmenes de inspiracin, puntos de apoyo para una crtica presente yun proyecto futuro. Este rasgo est estrechamente ligado a la dimen-sin indgena del levantamiento. El pasado valorado se asocia con lacultura de los pueblos indios, descendientes de los primeros habitantesde las tierras americanas.22 Y la afirmacin de una alianza necesaria en-tre pasado y futuro es otra manera de revindicar la integracin de lospueblos indgenas a la nacin mexicana, considerada indispensable

    22 Es necesario sin embargo procurar no encerrar los pueblos indgenas en una iden-tidad-en-el-pasado. Los textos neozapatistas mismos se rebelan en contra de la folklori-zacin de los indgenas y su transformacin en piezas de museo nos ofrecan un rincnms bonito en el museo de la historia, La revuelta, ibid., p. 22; Son seres vivos, no los f-siles que quisiera la propaganda del poder global, EZLN. Documentos y comunicados, M-xico, Era, t. 3, p. 263. Adems, la cultura indgena, aun en sus sectores ms tradicionalis-tas, no menosprecia las imgenes de la modernidad y ofrece a veces las combinacionesms improbables de la costumbre y del futurismo. As, segn los habitantes tzeltales deCancuc, al interior de la montaa donde viven sus dobles (chulel) rebosan signos de lamodernidad occidental tales como celulares, cameras de video, helicpteros, aviones,etc(P. Pitarch Ramon, Chulel : una etnografa de las almas tzeltales, Mxico, FCE, 1996).

    23 una rebelin con sangre mayoritariamente indgena ha desafiado el desencantopresente poniendo un pie en el pasado y otro en el futuro, La rebelin de la memoria, op.cit, p. 205.

    24 Vase la crtica de M. Godelier, Les socits prcapitalistes et le mode de productionasiatique, Pars, Cerm, 1967.

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    para su estabilidad. Sin embargo, esta relacin entre pasado y futuroadopta tambin una forma ms general que tiene que ver con el conjun-to de la humanidad en la medida que descansa sobre la crtica del tiem-po dominante en el mundo contemporneo. Si el presente perpetuofunda su dominacin sobre el olvido del pasado y la negacin del futu-ro, la historia debe de esforzarse en restablecer, en el mismo movimien-to, memoria del pasado y posibilidad del futuro. Rechazar la tirana delhoy supone una conciencia histrica, indispensable para romper la ilu-sin del fin de la historia y reabrir la perspectiva de un porvenir que nosea repeticin del presente. Las cosas siempre fueron as: casi no exis-te veneno que, destilado en el aire del tiempo, sea ms til para garanti-zar sumisin y resignacin. La historia al contrario, al remontar el tiem-po, demuestra que lo que se da hoy por inevitable, necesario, natural, esslo una construccin reciente y probablemente no menos transitoriaque las realidades anteriores. En los textos zapatistas, es entonces laidentificacin del presente perpetuo como adversario fundamental queconduce a proponer una alianza estratgica entre pasado y futuro. Fren-te al presente eternizado, sinnimo de olvido y de desesperanza, se tratade invertir esta siniestra gramtica de los tiempos histricos colocandoun pie en el pasado y el otro en el futuro.23

    Tal figura se distancia sensiblemente de las tradiciones revoluciona-rias de este siglo, nutrido del evolucionismo marxista por no hablar deldogma estaliniano de las cinco fases de la historia universal, garantiza-do por presuntas leyes.24 La interaccin con la realidad y el pensamien-to indgenas parece haber favorecido tal transformacin. La conserva-cin, incluso la reactivacin, de las estructuras comunitarias asegura lapresencia de una forma social que podemos calificar de precapitalista oque por lo menos es suficientemente ajena a la lgica del desarrollo ca-pitalista para que las polticas neoliberales se empleen en hacerlas desa-parecer. Una situacin que no est sin relacin fue comentada por Marx

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    ro abierto, de un camino que no est trazado). Ciertamente observamosen los textos zapatistas una contradiccin entre la referencia a un tiem-po cclico que nos regresa siempre a lo mismo y la esperanza de un fu-turo diferente. Pero la contradiccin se resuelve en parte en la medidaque la repeticin cclica aparece cuando comparamos la situacin pre-sente con el pasado (se trata entonces de amplificar retricamente, confines polticos, la permanencia innegable de la opresin y de las desi-gualdades sociales), mientras que cuando miramos el futuro desde elpresente, la lucha poltica permite abrir perspectivas inditas. Perocmo entablar una alianza positiva entre pasado y futuro que no noslleve a reproducir maana lo viejo de ayer? Mirar hacia atrs debe deser entendido primero como un alegato para el conocimiento histrico.Si frente al camino futuro no-trazado, es til mirar el camino ya recorrido,es primero para medir los errores y detectar los atolladeros. El conoci-miento del pasado permite separarse de l, evitar ser de nuevo su vctima.

    Pero se trata tambin de reconocer en el pasado ciertos elementos depositividad si consentimos en entender en esta expresin no formas devida o de pensamiento que se tratara de reproducir tal como cual sinogrmenes de inspiracin, puntos de apoyo para una crtica presente yun proyecto futuro. Este rasgo est estrechamente ligado a la dimen-sin indgena del levantamiento. El pasado valorado se asocia con lacultura de los pueblos indios, descendientes de los primeros habitantesde las tierras americanas.22 Y la afirmacin de una alianza necesaria en-tre pasado y futuro es otra manera de revindicar la integracin de lospueblos indgenas a la nacin mexicana, considerada indispensable

    22 Es necesario sin embargo procurar no encerrar los pueblos indgenas en una iden-tidad-en-el-pasado. Los textos neozapatistas mismos se rebelan en contra de la folklori-zacin de los indgenas y su transformacin en piezas de museo nos ofrecan un rincnms bonito en el museo de la historia, La revuelta, ibid., p. 22; Son seres vivos, no los f-siles que quisiera la propaganda del poder global, EZLN. Documentos y comunicados, M-xico, Era, t. 3, p. 263. Adems, la cultura indgena, aun en sus sectores ms tradicionalis-tas, no menosprecia las imgenes de la modernidad y ofrece a veces las combinacionesms improbables de la costumbre y del futurismo. As, segn los habitantes tzeltales deCancuc, al interior de la montaa donde viven sus dobles (chulel) rebosan signos de lamodernidad occidental tales como celulares, cameras de video, helicpteros, aviones,etc(P. Pitarch Ramon, Chulel : una etnografa de las almas tzeltales, Mxico, FCE, 1996).

    23 una rebelin con sangre mayoritariamente indgena ha desafiado el desencantopresente poniendo un pie en el pasado y otro en el futuro, La rebelin de la memoria, op.cit, p. 205.

    24 Vase la crtica de M. Godelier, Les socits prcapitalistes et le mode de productionasiatique, Pars, Cerm, 1967.

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    Sin cometer el absurdo de identificar las comunidades rusas de losaos 1880 con las del Mxico actual, podemos por lo menos ayudarnoscon este recuerdo para analizar la alianza del pasado y del futuro quesugieren los textos zapatistas. En esta ptica, un futuro de transforma-cin social no significa necesariamente el rechazo y la negacin de lasformas sociales pasadas, aparentemente condenadas por el progreso.Poner un pie en el pasado para construir otro futuro no es necesaria-mente la marca de un arcasmo obtuso ni de un culto conservador de latradicin.27 Puede ser tambin la marca de una conciencia de la discor-dancia de los tiempos histricos. Si admitimos que la historia entera noavanza al mismo paso sobre la lnea derecha del progreso ineluctable,entonces es posible intentar encuentros improbables entre el pasado delas comunidades indgenas que sobrevivieron a la imposicin del mer-cado, y el destino futuro de una humanidad que se niega a la autodes-truccin. Lejos de ser el desarrollo de una lnea nica y necesaria, la his-toria est hecha de posibilidades mltiples, logradas o abandonadas,intentadas u olvidadas. Se encuentra tambin tejida de arritmias, detemporalidades diferentes que se entrelazan en los procesos sociales yvuelven imposible unificar la historia universal bajo la forma de una fle-cha rectilnea, dirigida hacia un futuro predeterminado.

    En suma, los discursos zapatistas caminan entre tres tiempos pre-existentes el tiempo cclico de las comunidades, el tiempo lineal de lamodernidad y del marxismo, el presente perpetuo del mundo contem-porneo y un cuarto tiempo an en va de elaboracin. Del tiempoindgena, retoman la valorizacin positiva de ciertos aspectos del pasa-do, pero sin dejarse encerrar en el crculo de la repeticin. Comparten

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    mismo, admitiendo as la posibilidad de una mezcla de los tiemposhistricos, comnmente ordenados sobre la lnea derecha de la evolu-cin humana. En la carta dirigida en 1881 a Vera Zassoulitch, como enlos borradores de aqulla, critica vivamente la imposicin a todos lospueblos de un esquema histrico nico y universal y abre la posibilidadde que la comunidad rural rusa y sus formas colectivas de organizacinpuedan sobrevivir e integrarse directamente en un sistema capitalista,sin ser destruidas por la lgica capitalista de expropiacin de los pro-ductores.25 Esta posibilidad es slo condicional y depende en una granmedida de impulsos exteriores viniendo del Occidente. Y es cierto tam-bin que esta hiptesis est formulada dentro de una coyuntura quepermite a Marx imaginar una derrota inminente del zarismo mientrasque doce aos ms tarde, circunstancias ms desfavorables llevan a En-gels a considerar con mucho escepticismo el porvenir de las comunida-des rusas. Pero la evolucin ulterior no podra de ninguna manera des-calificar el diagnstico condicional de Marx y menos an la insistenciacon la cual rechaza la idea de una evolucin histrica universal y prede-terminada. Al contrario, se trata de reconocer que la historia puedeaprovechar circunstancias cada vez nicas para deshacer los esquemasdemasiado simples y abrir vas inditas e imprevisibles. En este caso, esla existencia simultanea del presente capitalista y de organizaciones he-redadas de tradiciones antiguas que permiten formular la hiptesis deun puente directo entre este pasado y un futuro mas all del capitalis-mo. Pero, es necesario, para darse cuenta de eso, estar en condiciones depensar una contemporaneidad de situaciones no-contemporneas.26

    25 Carta a Vera Zassoulitch (borrador): porque en Rusia, gracias a una combinacinde circunstancias nicas, la comunidad rural, todava establecida a escala nacional, pue-de deshacerse de manera gradual de sus caracteres primitivos y desarrollarse directa-mente como elemento de la produccin colectiva a escala nacional: es justamente graciasa la contemporaneidad de la produccin capitalista que puede apropiarse de todos bene-ficios positivos y sin pasar por sus horribles peripecias, citado y comentado en D. Ben-said, Marx lintempestif. Grandeur et misre dune aventure critique (XIXe-XXe sicles), Pars,Fayard, 1995, p. 42-43. Vase el conjunto de los textos sobre la comunidad rusa reunidosen K. Marx y F. Engels, Escritos sobre Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuader-nos de Pasado y Presente, 90, Mxico, 1980.

    26 D. Bensaid, ibid., p. 42-43, retoma a este respecto la expresin de R. Koselleck.

    27 Agradezco a Michael Lwy haberme indicado que la lgica zapatista es, a este res-pecto, muy similar a la del romanticismo revolucionario: a la diferencia del romanti-cismo restitucionista que busca restaurar el pasado pre-moderno, aquel no apunta a unregreso al pasado sino a una vuelta por el pasado, y utiliza la nostalgia del pasado paraproyectarse adelante, hacia un porvenir nuevo y utpico (Rvolte et mlancolie, op. cit., p.300-303). Sin embargo, quiz sea necesario reconocer que el discurso zapatista dibuja unaconfiguracin en parte especfica : si se enuncia de cierta manera como inversa de la mo-dernidad, habla tambin desde un mundo en parte premoderno y al mismo tiempo seinscribe crticamente en el contexto del presente perpetuo de la posmodernidad.

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    Sin cometer el absurdo de identificar las comunidades rusas de losaos 1880 con las del Mxico actual, podemos por lo menos ayudarnoscon este recuerdo para analizar la alianza del pasado y del futuro quesugieren los textos zapatistas. En esta ptica, un futuro de transforma-cin social no significa necesariamente el rechazo y la negacin de lasformas sociales pasadas, aparentemente condenadas por el progreso.Poner un pie en el pasado para construir otro futuro no es necesaria-mente la marca de un arcasmo obtuso ni de un culto conservador de latradicin.27 Puede ser tambin la marca de una conciencia de la discor-dancia de los tiempos histricos. Si admitimos que la historia entera noavanza al mismo paso sobre la lnea derecha del progreso ineluctable,entonces es posible intentar encuentros improbables entre el pasado delas comunidades indgenas que sobrevivieron a la imposicin del mer-cado, y el destino futuro de una humanidad que se niega a la autodes-truccin. Lejos de ser el desarrollo de una lnea nica y necesaria, la his-toria est hecha de posibilidades mltiples, logradas o abandonadas,intentadas u olvidadas. Se encuentra tambin tejida de arritmias, detemporalidades diferentes que se entrelazan en los procesos sociales yvuelven imposible unificar la historia universal bajo la forma de una fle-cha rectilnea, dirigida hacia un futuro predeterminado.

    En suma, los discursos zapatistas caminan entre tres tiempos pre-existentes el tiempo cclico de las comunidades, el tiempo lineal de lamodernidad y del marxismo, el presente perpetuo del mundo contem-porneo y un cuarto tiempo an en va de elaboracin. Del tiempoindgena, retoman la valorizacin positiva de ciertos aspectos del pasa-do, pero sin dejarse encerrar en el crculo de la repeticin. Comparten

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    mismo, admitiendo as la posibilidad de una mezcla de los tiemposhistricos, comnmente ordenados sobre la lnea derecha de la evolu-cin humana. En la carta dirigida en 1881 a Vera Zassoulitch, como enlos borradores de aqulla, critica vivamente la imposicin a todos lospueblos de un esquema histrico nico y universal y abre la posibilidadde que la comunidad rural rusa y sus formas colectivas de organizacinpuedan sobrevivir e integrarse directamente en un sistema capitalista,sin ser destruidas por la lgica capitalista de expropiacin de los pro-ductores.25 Esta posibilidad es slo condicional y depende en una granmedida de impulsos exteriores viniendo del Occidente. Y es cierto tam-bin que esta hiptesis est formulada dentro de una coyuntura quepermite a Marx imaginar una derrota inminente del zarismo mientrasque doce aos ms tarde, circunstancias ms desfavorables llevan a En-gels a considerar con mucho escepticismo el porvenir de las comunida-des rusas. Pero la evolucin ulterior no podra de ninguna manera des-calificar el diagnstico condicional de Marx y menos an la insistenciacon la cual rechaza la idea de una evolucin histrica universal y prede-terminada. Al contrario, se trata de reconocer que la historia puedeaprovechar circunstancias cada vez nicas para deshacer los esquemasdemasiado simples y abrir vas inditas e imprevisibles. En este caso, esla existencia simultanea del presente capitalista y de organizaciones he-redadas de tradiciones antiguas que permiten formular la hiptesis deun puente directo entre este pasado y un futuro mas all del capitalis-mo. Pero, es necesario, para darse cuenta de eso, estar en condiciones depensar una contemporaneidad de situaciones no-contemporneas.26

    25 Carta a Vera Zassoulitch (borrador): porque en Rusia, gracias a una combinacinde circunstancias nicas, la comunidad rural, todava establecida a escala nacional, pue-de deshacerse de manera gradual de sus caracteres primitivos y desarrollarse directa-mente como elemento de la produccin colectiva a escala nacional: es justamente graciasa la contemporaneidad de la produccin capitalista que puede apropiarse de todos bene-ficios positivos y sin pasar por sus horribles peripecias, citado y comentado en D. Ben-said, Marx lintempestif. Grandeur et misre dune aventure critique (XIXe-XXe sicles), Pars,Fayard, 1995, p. 42-43. Vase el conjunto de los textos sobre la comunidad rusa reunidosen K. Marx y F. Engels, Escritos sobre Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuader-nos de Pasado y Presente, 90, Mxico, 1980.

    26 D. Bensaid, ibid., p. 42-43, retoma a este respecto la expresin de R. Koselleck.

    27 Agradezco a Michael Lwy haberme indicado que la lgica zapatista es, a este res-pecto, muy similar a la del romanticismo revolucionario: a la diferencia del romanti-cismo restitucionista que busca restaurar el pasado pre-moderno, aquel no apunta a unregreso al pasado sino a una vuelta por el pasado, y utiliza la nostalgia del pasado paraproyectarse adelante, hacia un porvenir nuevo y utpico (Rvolte et mlancolie, op. cit., p.300-303). Sin embargo, quiz sea necesario reconocer que el discurso zapatista dibuja unaconfiguracin en parte especfica : si se enuncia de cierta manera como inversa de la mo-dernidad, habla tambin desde un mundo en parte premoderno y al mismo tiempo seinscribe crticamente en el contexto del presente perpetuo de la posmodernidad.

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    a una inmovilizacin en el presente idealizado en un caso, desengaa-do en el otro.30

    Fuera de la ciencias sociales, otras formas de relacin con el pasado,sucedneos diversos del gusto por las races y de la ola memorial seamplifican sintomticamente. La invasin de celebraciones y aniversa-rios cualquiera que sea el beneficio puntual que la investigacin histri-ca pueda sacar de l, marca la sumisin del conocimiento del pasado auna perspectiva que es, literalmente, la de la actualidad y del instantepresente (contribuyendo de esa manera a su mercantilizacin). En cuan-to al futuro, beneficia de menos espacio. Sin embargo, aqu tambin, lascelebraciones tienen su lugar y la que nos prometen para el ao 2000 noes la menos pattica. Al celebrar el presente de su propio futuro, las na-ciones desarrolladas entienden magnificarse ellas mismas, en la autosa-tisfaccin ms impdica. Gracias a una fecha desprovista del menor sig-nificado histrico, pero en la cual los restos de milenarismo recalentadose mezclan con un siglo de sueo futurista, las democracias liberalespreparan la puesta en escena planetaria de su triunfo eterno. Si de hoyen adelante el futuro es presente es porque el presente es el futuro de lahumanidad. El presente perpetuo no sabra aprovechar mejor ganga.

    Experiencia y espera no ausentes sino cada vez ms estrechas y amenudo desviadas en engaifa se borran entonces en beneficio de unomnipresente. Esta lgica que es necesario entender como un procesotendencial, nunca totalmente realizado sino reforzndose siempre semanifiesta de mil maneras por la dictadura de los tiempos breves y de

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    con la modernidad la esperanza de que el porvenir sea mejor que el pre-sente pero rechazan toda visin lineal y finalista y reconocen que estefuturo est abierto, incierto y por lo tanto ni predeterminado, ni conoci-do con anticipacin. Del tiempo que domina hoy, retienen en parte lacrtica postmoderna del progreso y de un futuro ineluctablemente pro-metedor pero afirman la necesidad de reconstruir una concepcin de lahistoria radicalmente opuesta al rgimen del presente perpetuo y capazde integrar experiencia y espera. Rechazando la desagregacin postmo-derna de los procesos histricos y criticando al mismo tiempo la lineali-dad evolucionista de la modernidad, estos textos abren la posibilidadde reconocer una discordancia de los tiempos y apuestan a una recu-peracin conjunta del pasado y del futuro.

    RESISTIR AL PRESENTE PERPETUO

    Algunas observaciones ms generales son necesarias antes de concluir.Conviene primero regresar sobre la nocin de presente perpetuo. Aque-lla no significa por supuesto la desaparicin de toda referencia al pasa-do o al futuro.28 El conocimiento histrico no est (todava) muerto, aunsi el tiempo de las dudas sucede a las gestas conquistadoras y la con-traccin de las ventas a la expansin editorial.29 Adems de sus dificul-tades internas, le es necesario enfrentar la difusin de las versionesneoliberales del fin de la historia y digerir la crtica de inspiracin pos-moderna que cuestiona la posibilidad de pensar en una perspectiva his-trica unificada. Estos dos enfoques son por cierto diferentes y aun am-pliamente contradictorios entre ellos. Pero el presente perpetuo es quizprecisamente el polo de atraccin comn que hace sentir sus efectossobre uno y otro, llevando a una desaparicin del horizonte de espera y

    28 Remitimos a este respecto a los anlisis de F. Hartog que subraya que el presentis-mo es siempre preocupado, a la vez ansioso de previsiones (bajo la forma de un futuroya conocido y finalmente ya presente) y vido de memoria (Temps et histoire, art. cit.,p. 1225-1227).

    29 G. Noiriel, Sur la crise de lhistoire, Pars, Berln, 1996.

    30 M.A. Cabrera Acosta, la historia y las teoras del fin de la historia, Historia a De-bate, op. cit., I, p. 209-221; J.F. Lyotard, La condition postmoderne, Pars, Minuit, 1979;Lenthousiasme, Pars, Galile, 1986 y, para un conjunto de definiciones contrastadas de laposmodernidad, vase N. Casullo (ed.), El debate modernidad/posmodernidad, BuenosAires, 1993 (textos de M. Berman, P. Anderson, J. Habermas, J.-F. Lyotard, P. Burger, F.Crespi, A. Huyssen, etc.) Nietzsche denunciaba ya el culto del presente perpetuo, en-seado por los legionarios del instante presente y echaba la culpa a esta admiracindel poder de la historia que se transforma en cada instante en una pura admiracin delxito y conduce a la idolatra de lo real que Hegel leg a las generaciones siguientes porhaber sugerido el fin de la Historia sin haberlo proclamado l mismo (De lutilit et desinconvnients de lhistoire pour la vie, Considrations inactuelles, II, Pars, Gallimard-Folio,1990, p. 147, y el comentario de P. Anderson, Los fines de la historia, op. cit., p. 59).

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    a una inmovilizacin en el presente idealizado en un caso, desengaa-do en el otro.30

    Fuera de la ciencias sociales, otras formas de relacin con el pasado,sucedneos diversos del gusto por las races y de la ola memorial seamplifican sintomticamente. La invasin de celebraciones y aniversa-rios cualquiera que sea el beneficio puntual que la investigacin histri-ca pueda sacar de l, marca la sumisin del conocimiento del pasado auna perspectiva que es, literalmente, la de la actualidad y del instantepresente (contribuyendo de esa manera a su mercantilizacin). En cuan-to al futuro, beneficia de menos espacio. Sin embargo, aqu tambin, lascelebraciones tienen su lugar y la que nos prometen para el ao 2000 noes la menos pattica. Al celebrar el presente de su propio futuro, las na-ciones desarrolladas entienden magnificarse ellas mismas, en la autosa-tisfaccin ms impdica. Gracias a una fecha desprovista del menor sig-nificado histrico, pero en la cual los restos de milenarismo recalentadose mezclan con un siglo de sueo futurista, las democracias liberalespreparan la puesta en escena planetaria de su triunfo eterno. Si de hoyen adelante el futuro es presente es porque el presente es el futuro de lahumanidad. El presente perpetuo no sabra aprovechar mejor ganga.

    Experiencia y espera no ausentes sino cada vez ms estrechas y amenudo desviadas en engaifa se borran entonces en beneficio de unomnipresente. Esta lgica que es necesario entender como un procesotendencial, nunca totalmente realizado sino reforzndose siempre semanifiesta de mil maneras por la dictadura de los tiempos breves y de

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    con la modernidad la esperanza de que el porvenir sea mejor que el pre-sente pero rechazan toda visin lineal y finalista y reconocen que estefuturo est abierto, incierto y por lo tanto ni predeterminado, ni conoci-do con anticipacin. Del tiempo que domina hoy, retienen en parte lacrtica postmoderna del progreso y de un futuro ineluctablemente pro-metedor pero afirman la necesidad de reconstruir una concepcin de lahistoria radicalmente opuesta al rgimen del presente perpetuo y capazde integrar experiencia y espera. Rechazando la desagregacin postmo-derna de los procesos histricos y criticando al mismo tiempo la lineali-dad evolucionista de la modernidad, estos textos abren la posibilidadde reconocer una discordancia de los tiempos y apuestan a una recu-peracin conjunta del pasado y del futuro.

    RESISTIR AL PRESENTE PERPETUO

    Algunas observaciones ms generales son necesarias antes de concluir.Conviene primero regresar sobre la nocin de presente perpetuo. Aque-lla no significa por supuesto la desaparicin de toda referencia al pasa-do o al futuro.28 El conocimiento histrico no est (todava) muerto, aunsi el tiempo de las dudas sucede a las gestas conquistadoras y la con-traccin de las ventas a la expansin editorial.29 Adems de sus dificul-tades internas, le es necesario enfrentar la difusin de las versionesneoliberales del fin de la historia y digerir la crtica de inspiracin pos-moderna que cuestiona la posibilidad de pensar en una perspectiva his-trica unificada. Estos dos enfoques son por cierto diferentes y aun am-pliamente contradictorios entre ellos. Pero el presente perpetuo es quizprecisamente