la pirámide del fuego nuevo del barrio taxhuadá

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LA PIRÁMIDE DEL FUEGO NUEVO DEL BARRIO TAXHUADÁ EN MIXQUIAHUALA Carlos Hernández Reyes Una pirámide azteca-otomí con evidencias de que en ella se llevó a cabo la ceremonia del Fuego Nuevo o “atado de los años”, fue explorada en Mixquiahuala, en el barrio de Taxhuadá. Fue descubierta cuando vecinos del lugar empezaron a demoler un montículo para utilizar la piedra como material de construcción para la nueva barda del cementerio, en cuyo perímetro se encuentra el monumento. Las autoridades municipales informaron del hallazgo al arqueólogo Jorge R. Acosta del Instituto Nacional de Antropología e Historia, quien en ese entonces se encontraba dirigiendo los trabajos de la VI Temporada de Exploraciones en la zona arqueológica de Tula, en 1946. Las exploraciones arqueológicas de la primera temporada en Mixquiahuala empezaron el 20 de mayo de 1946 y continuaron hasta el 23 de junio. Los trabajos fueron costeados por el gobierno del Estado de Hidalgo que entonces presidía el Lic. Vicente Aguirre y por el INAH. Dice Acosta – quien dirigió los trabajos- “Además de esta estructura, no omito manifestar, que otras fueron localizadas al Norte de la misma. Consistentes en su mayoría de pequeñas plataformas, que en su parte mas alta apenas y alcanzan una altura de 2.00 m., sobre el piso natural” (Mixquiahuala, Hidalgo. Exploraciones Arqueológicas, temporada I. 1946. Informe inédito). El monumento estaba formado por dos etapas constructivas; la mas reciente, tenia un piso enlajado y estaba muy destruida, por lo que después de explorarla y tomarle sus datos – dibujo de los croquis, medidas, fotografías – se procedió a demolerla para explorar la mas antigua. Esta primera época se encontró en buenas condiciones de conservación y fue la que

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Hallazgo arqueológico

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Page 1: La pirámide del Fuego Nuevo del barrio Taxhuadá

LA PIRÁMIDE DEL FUEGO NUEVO DEL BARRIO TAXHUADÁ

EN MIXQUIAHUALA

Carlos Hernández Reyes

Una pirámide azteca-otomí con evidencias de que en ella se llevó a cabo la ceremonia del Fuego Nuevo o “atado de los años”, fue explorada en Mixquiahuala, en el barrio de Taxhuadá. Fue descubierta cuando vecinos del lugar empezaron a demoler un montículo para utilizar la piedra como material de construcción para la nueva barda del cementerio, en cuyo perímetro se encuentra el monumento. Las autoridades municipales informaron del hallazgo al arqueólogo Jorge R. Acosta del Instituto Nacional de Antropología e Historia, quien en ese entonces se encontraba dirigiendo los trabajos de la VI Temporada de Exploraciones en la zona arqueológica de Tula, en 1946.

Las exploraciones arqueológicas de la primera temporada en Mixquiahuala empezaron el 20 de mayo de 1946 y continuaron hasta el 23 de junio. Los trabajos fueron costeados por el gobierno del Estado de Hidalgo que entonces presidía el Lic. Vicente Aguirre y por el INAH. Dice Acosta –quien dirigió los trabajos- “Además de esta estructura, no omito manifestar, que otras fueron localizadas al Norte de la misma. Consistentes en su mayoría de pequeñas plataformas, que en su parte mas alta apenas y alcanzan una altura de 2.00 m., sobre el piso natural” (Mixquiahuala, Hidalgo. Exploraciones Arqueológicas, temporada I. 1946. Informe inédito).

El monumento estaba formado por dos etapas

constructivas; la mas reciente, tenia un piso enlajado y estaba muy destruida, por lo que después de explorarla y tomarle sus datos – dibujo de los croquis, medidas, fotografías – se procedió a demolerla para explorar la mas antigua. Esta primera época se encontró en buenas condiciones de conservación y fue la que

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Acosta restauró y que puede verse actualmente en el cementerio de Taxhuadá. Este monumento no ha recibido nunca trabajos de mantenimiento y ha sido prácticamente abandonado por las autoridades correspondientes, pues en la época en que era encargado de la zona arqueológica de Tula el señor Abundio Suárez mandaba periódicamente un vigilante de Tula a desyerbar la pirámide, barrerla y mantenerla limpia.

La pirámide es llamada Donijá por los vecinos de

Mixquiahuala vocablo que en otomí quiere decir “iglesia vieja”. Tiene su fachada hacia el poniente con una ligera desviación de 6 grados hacia el noreste. Es de planta rectangular y mide 22.67 m de oriente a poniente por 14.20 m de norte a sur; los muros mejor conservados llegan a medir mas de 4 m de altura. En esta etapa constructiva, la mas antigua, el piso es de estuco - mezcla de cal apagada, arena y agua - de buena calidad.

Al explorar la fachada apareció una baja plataforma o

zócalo con una pequeña escalinata de dos gradas delimitadas por alfardas y en la parte superior de la plataforma se encontraba el cuerpo piramidal, construido dejando al frente una explanada. Al eje de la pirámide y a 1.50 m de la escalera que da acceso a la parte alta se localizó una cavidad rectangular o fogón que mide 77 cm por lado y tiene una profundidad de 67 cms. Abajo del fogón de la época mas reciente se encontró otro de dimensiones semejantes, aunque menos profundo y es el que podemos observar hoy en día. Las paredes, de los dos fogones en las dos épocas, fueron construidos de piedras y unidas con lodo, sin evidencias de que hubieran estado revocadas de estuco.

La cavidad es un teotlekuilli o brasero divino, donde se

encendía el Fuego Nuevo. Cuando el fogón fue explorado, dice Acosta que se encontraron gran número de fragmentos de cerámica Tenochtitlan Negro sobre Naranja del periodo azteca III y también IV mezclados con abundantes restos de ceniza. Dice Acosta que al “parecer se trata de una ruptura intencional de

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vasijas como era la costumbre indígena precortesiana al celebrar estas fiestas, lo que quedó demostrado nuevamente al unir los tepalcates hallados… que dieron como resultado numerosas vasijas completas”. También en los primeros escalones de la pirámide aparecieron mas vasijas rotas que pudieron unirse y que se encontraban todavía en 1980 en la bodega del antiguo museo de la zona arqueológica de Tula, donde yo los vi con los datos anotados por el propio Acosta.

En la parte norte de la plataforma de la estructura I - la

mas antigua- apareció el entierro de un adulto colocado directamente sobre el piso de estuco. Es un entierro primario en decúbito dorsal - es decir boca arriba- y con los brazos cruzados sobre el pecho; está orientado con el cráneo hacia el poniente y las extremidades inferiores hacia el oriente. Probablemente se trata del prisionero que era sacrificado durante la ceremonia del Fuego Nuevo sobre quien el sacerdote colocaba un trozo rectangular de madera blanda llamado teocuahuitl o madero divino con el que con un palillo de madera dura llamado mamalhuaztli, haciéndolo girar vigorosamente sobre el anterior, producía el fuego.

Las dos épocas, ambas aztecas, sólo difieren en algunos

detalles constructivos. En la época I el núcleo es de piedras irregulares sin ningún amarre; en la época II el núcleo es de grandes piedras unidas con lodo. En la época I el acabado de taludes y muros era de piedras pequeñas, usándose en las esquinas piedras de basalto bien cortadas para reforzar las aristas; para la época II fueron utilizados bloques de basalto bien cortados para el acabado de taludes, muros y esquinas. De la época más reciente Acosta dejó evidencias de los arranques de los taludes y del enlajado, aunque en la actualidad están casi azolvados y no se ven.

Los teotlekuilli o braseros, construidos en la plataforma de

acceso son casi iguales, tanto en dimensiones como en sistema constructivo. Estos fogones debieron ser usados en la

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ceremonia del Fuego Nuevo y si la última fue celebrada en 1507, la anterior corresponde a 1455. ¿Pero cuándo se efectuaba y en qué consistía esta ceremonia? La Toxiuh Molpilia “ atado de los años” o Fuego Nuevo, se efectuaba cada fin de siglo indígena de 52 años que era cuando coincidían en la misma fecha el Xihuitl o calendario solar - 18 meses de 20 días mas 5 aciagos – y el calendario ritual o Tonalpohualli - 13 meses de 20 días – que era de carácter adivinatorio. Esta ceremonia tenía el propósito de volver a atar los años y reanudar el tiempo, pues el siglo anterior había terminado.

Había el temor entre los aztecas y los pueblos

conquistados, según estaba profetizado en la Leyenda de los Soles, de que el sol no volvería a salir, pues el mundo había pasado por varias creaciones que habían terminado por cataclismos. El sol podría no volver a salir más, dejando al mundo en tinieblas; entonces los monstruos nocturnos tzitzimime - posible personificación de los planetas y de las estrellas fugaces- bajarían a la tierra por gigantescas telas de araña y devorarían a la humanidad. Tres días antes del fin del siglo apagaban todos los fuegos en casas, altares y templos; arrojaban sus ídolos de madera a las acequias y rompían todas sus vasijas. A las mujeres encintas les colocaban máscaras de pencas de maguey y las encerraban en las trojes o graneros para que si no se encendía el fuego, evitar que se transformaran en fieras y a los niños también les ponían máscaras y los mantenían despiertos -pellizcándolos- por temor de que se volvieran ratones. La espera se tornaba angustiosa.

En la capital del imperio azteca, México-Tenochtitlan, la

ceremonia del Fuego Nuevo se efectuaba en una pirámide que se encuentra en la parte alta del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, Distrito Federal y en Mixquiahuala debió llevarse a cabo en la pirámide de Taxhuadá, aunque también existe la posibilidad de que tuviera lugar en el cerro del Elefante, donde hay un centro ceremonial azteca-otomí, y el fuego se trajera a esta pirámide de Taxhuadá y se colocara en el fogón que está en la plataforma de acceso.

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La noche del 29 de noviembre los sacerdotes ataviados

como los dioses aztecas emprendían una solemne procesión al cerro de la Estrella y en el camino el sacerdote del barrio Copolco, que era el responsable de encender el fuego, iba ensayando con los maderos la manera de producirlo. Al llegar a la pirámide escrutaban expectantes el firmamento esperando la salida de las Pléyades – un conjunto de estrellas de la constelación de Tauro- y al producirse, cerca de la media noche, la culminación de estas estrellas al llegar al cenit y rebasarlo, el sacerdote colocaba sobre el pecho de un noble prisionero sacrificado el teocuahuitl o madero divino, sobre el que con un grueso palillo llamado mamalhuaztli, por rotación producía el fuego. Entonces los sacerdotes estallaban en gritos de júbilo y la gente que desde los cerros cercanos observaba, se sacrificaba los lóbulos de las orejas con navajillas de obsidiana y hasta a los niños que estaban en la cuna les punzaban las orejas y arrojaban la sangre rumbo al cerro de la Estrella. El mundo y la humanidad seguirían existiendo y el sol continuaría saliendo por otros 52 años más y las Pléyades proseguirían su curso por el firmamento.

Los aztecas hacían coincidir la ceremonia del Fuego

Nuevo con el nacimiento de su dios Huitzilopochtli “El Colibrí del Sur”, deidad de la guerra, y el Fuego Nuevo era colocado frente a su altar en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan. Después era llevado por jóvenes corredores con antorchas a todos los templos y altares y de ahí les era entregado por los sacerdotes a los moradores de las casas; éstos encendían una hoguera en sus patios celebrando la llegada del fuego y preparaban un pan de amaranto y miel llamado tzohualli, que actualmente es una golosina que se conoce como alegría, y que era lo único que podían comer hasta que al medio día sacrificaban codornices y sahumaban con copal hacia los cuatro puntos cardinales. Terminado esto podían comer.

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Mixquiahuala, según Robert H. Barlow, formaba parte del señorío de Axocopan, actual Ajacuba, que era una de las provincias norteñas del imperio azteca que había sido conquistada por Moctezuma Ihuilcamina en 1440, según aparece documentado en la Lámina VIII del Códice Mendocino. En esta lámina está representada con su jeroglífico la capital de los pueblos conquistados y frente a el aparece una pirámide con su templo en llamas, símbolo de conquista. Así esta provincia otomí conocida como Teotlalpan, fue incorporada al imperio azteca. Con la conquista pasó a ser tributaria que entregaba, junto con las otras poblaciones sujetas, cuya cabecera era Axocopan, 800 cargas de mantas ricas pequeñas, 400 cargas de mantas pequeñas con borde blanco y negro, 800 cargas de mantas pequeñas blancas, 400 cargas de enaguas y huipiles, 42 trajes de guerreros con escudos, 4 trojes: una de maíz, otra de frijoles, una de chía y otra de huahutli y 400 cántaros de miel de maguey espesa.

Los aztecas impusieron a los otomíes de la Teotlalpan su

arquitectura, cerámica y religión e incluso el dios principal de la provincia de Axocopan era Huitzilopochtli. Éstos construyeron en Mixquiahuala junto con los otomíes la pirámide de Taxhuadá y en este monumento se llevó a cabo la ceremonia del Fuego Nuevo, en 1455, quince años después de que fuera conquistada por los aztecas. Posteriormente sobre la primera pirámide se edificó otra nueva de mayores dimensiones donde 52 años mas tarde se efectuó la ultima ceremonia del Fuego Nuevo, en 1507.

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Pirámide del barrio Taxhuadá, Mixquiahuala.

Sobre la pirámide se encuentra una base cúbica de cemento y una cruz

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Fachada de la pirámide con su escalinata

Lado sur de la pirámide

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Lado norte de la pirámide

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Señalando el teotlekuilli o brasero divino para el Fuego Nuevo

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Cerro de la Estrella en la cima se observa un mamalhuaztli para encender del Fuego Nuevo

Huitzilipochtli dios azteca cuyo nacimiento coincidía con la ceremonia del Fuego Nuevo.

Era el dios principal de Axocopan

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Mujeres embarazadas encerradas en trojes y niños con máscaras de penca de maguey, antes de la celebración del Fuego Nuevo.

Códice Borbónico