la pérdida de los derechos, del significado de la experiencia y de la inserción social

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Ponencia presentada en el Foro Internacional "Desplazados internos en Antioquia"

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  • La prdida de los derechos, del significado dela experiencia y de la insercin social

    A propsito de los desplazados en Colombia*

    de de Estudios ende Estudios de los

    Desde 1995 Colombia ha descubierto la ampliacin del fenmeno del"desplazamiento forzado". Hasta esa fecha, losdatos estimativos hacan referenciaa la existencia de quinientos a seiscientos mil desplazados. Segn las evaluacionesms recientes, su nmero est alrededor de un milln quinientos, lo que significaque constituyen un problema social y poltico mayor. Refugiados en condicionesprecarias se concentran ya en medianas y grandes ciudades, y lo harn an msen el futuro: todo hace pensar que los desplazamientos forzados van a continuar.

    Hasta el momento son pocos los trabajos dedicados a la situacin de losdesplazados. Se sabe poco de sus experiencias pasadas, no siempre se conoce suubicacin en las ciudades receptoras, y menos la manera como se adaptan a ellas.Ignoramos si en la nueva conformacin de grupos se mantienen los antagonismoso las solidaridades permanecen, si se desarrollan estrategias individuales o las decooperacin. No siempre est claro si la mayora desea permanecer all dondepudieron refugiarse o si prefiere, dadas circunstancias favorables, regresar a suspueblos y veredas. Somos an menos capaces de definir una poltica al respecto.

    * Ponencia que el autor present en el Foro Internacional "Desplazados internos enAntioquia", organizado por el Comitato Internazionale per lo Sviluppo dei Popoli(CISP) Italia.

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    En este artculo quisiera proponer algunas reflexiones complementariasconcernientes al contexto de los desplazamientos actuales como tambin a lasimplicaciones de la experiencia del desplazamiento.

    1. El reconocimiento del desplazamientoEl desplazamiento es un problema poltico y social cuya dimensin real no

    se deja abordar fcilmente. Colombia no ha podido jams sanear los efectos deotra experiencia masiva de desplazamiento, como fue la de laViolencia de los aoscincuenta. Todo hace pensar que se necesitarn varias dcadas para saldar cuentascon la experiencia actual, que pesar sobre otras tantas generaciones.

    Si el tema de los desplazados no apareci sino recientemente en el centro dela escena, no es solamente porque se ha agravado singularmente en los ltimosaos.

    Durante mucho tiempo, una gran parte de la opinin pblica se acostumbra vivir en una situacin de "ni guerra-ni paz", reaccionando sobre todo a losacontecimientos de contornos ms terribles,a masacres impresionantes, a magnicidios,a atentados terroristas, y manifestndose especialmente sensible a fenmenos deviolencia urbana que la afectaba directamente como los sicarios y las bandasjuveniles. Pero no tom conciencia sino muy tardamente de las transformacionesprofundas que la violencia haba producido, de la expansin de las guerrillas, delas nuevas estrategias territoriales de los paramilitares o de la continua expansindel cultivo de la droga.

    Para que se comprenda lo que estaba aconteciendo no bastaba con que semultiplicaran los desplazados en las ciudades. Se necesitaba, tambin, que laopinin pblica y sus voceros adoptaran nuevas categoras para pensar losfenmenos de la violencia.

    Mientras tales fenmenos fueron percibidos como una suerte de mal crnicoque golpeaba ciertas zonas rurales o como el resultado de una economa de ladroga inducida desde el exterior y que tendra sus lados buenos y malos, losdesplazamientos no podan aparecer sino como realidades capilares e individua-les. Por supuesto no era posible ignorar la campaa de exterminio que golpeabaa la Unin Patritica, ni tampoco las acciones de desestabilizacin realizadas porlos narcotraficantes o el aumento del poder de la guerrilla y de los paramilitares.Pero no se quera reconocer que todo esto engendraba verdaderas situaciones deterror en diversas regiones. Muchos, sin duda, saban que en las ciudades comoBarrancabermeja o Apartad existan fronteras invisibles entre los barrios bajo la

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    tutela de uno u otro grupo y que los habitantes vivan en medio del miedo. PeroColombia es un archipilago: lo que sucede en una regin no parece necesaria-mente ser susceptible de difundirse hacia las otras.

    Los portavoces de la opinin pblica llevaban a cabo lo que puede llamarseuna negacin colectiva, en la medida en que no se solidarizaban verdaderamentecon alguna de las partes en conflicto; sin ubicarse ante lo que pareca unenfrentamiento confuso donde los protagonistas de la violencia combinaban a sumanera todas las formas de lucha, pronunciando discursos polticos, acaparandorecursos financieros y utilizando mtodos de gran delincuencia, se negaban areconocer que una buena parte de la poblacin estaba sometida a una verdaderasituacin de guerra.

    Recin cuando la polarizacin de los enfrentamientos se volvi evidente laspercepciones comenzaron a cambiar. El empuje de las fuerzas paramilitares y lasmasacres sistemticas que lo acompaan, la expansin de las guerrillas y elfortalecimiento de su capacidad militar han quebrado la banalidad de la violencia.Slo as, se ha podido tomar conciencia de la existencia de poblaciones que estnen medio de fuegos cruzados, sometidas al terror, en amplias regiones del pas.Los fracasos de las fuerzas militares, que empezaron con la operacin de lasFuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) en Las Delicias y siguieroncon varios otros reveses, acabaron por convencer que el conflicto ya no tenamucho en comn con la violencia rutinaria. Fue entonces cuando el problema delos desplazados emergi a plena luz. El recrudecimiento de los enfrentamientosy los desplazamientos masivos de poblaciones no son ms que dos caras de unamisma situacin.

    El tema de los desplazados est, ahora s, en la agenda nacional. Pero anas suscita incomodidad. El Congreso ha aprobado una ley pero se sabe queninguna ley, por si sola, hace una poltica y el gobierno parece tener dificultad enadoptar alguna. Las autoridades locales no muestran gran afn por ocuparse deltema: adems de las dificultades financieras a las que se ven enfrentadas, insistenen que los desplazados engendran tensiones sociales y que una ayuda a su favorcontribuye a fijarlos definitivamente en el sitio donde sea otorgada. An lasorganizaciones no gubernamentales tienen dificultades para identificar los obje-tivosa seguir, cuando se trata de irms all de las acciones asistenciales de primeranecesidad. Se debe buscar la instalacin definitiva de los desplazados en lasciudades o, por el contrario, se debe favorecer el regreso a sus lugares de origen,cuando ste es posible? Existen diferentes respuestas a esta pregunta que depen-den de la manera como se interpreta la violencia y sus posibles salidas.

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    2. La prdida de la insercin social, del significado de laexperiencia y de los derechosEn el libro Ell p i Hannah Arendt comenta la situacin de los

    desplazados europeos en el perodo del fascismo y de la Segunda Guerra Mundial.Se trata del traslado de los desplazados hacia otros pases, llamados "aptridas"a pesar de ellos. Su tragedia, dice Arendt, se puede leer en un triple plano.

    Consiste, en primer lugar, en el hecho de que los desplazados han sidoarrancados de los puntos de referencia de su identidad personal y colectiva einclusive de aquellos que marcan su memoria. La prdida de su "residencia" noes slo una prdida de propiedades, sino de todos los elementos que losenmarcan en una tradicin que es parte de su individualidad. La prdida de laresidencia, escribe Arendt, significa "la prdida de toda la trama social en la cualse ha nacido, y en la cual se ha organizado un espacio particular en el mundo'".

    En segundo lugar, la tragedia consiste en que la expulsin no se origina enuna oposicin explcita al rgimen sino en su pertenencia a categoras negativasbasadas en caractersticas consideradas como "naturales": se trata simplemente deque "nacieron en una mala categora de raza o de clase":'. Son entonces "inocen-tes" golpeados por una persecucin poltica carente de sentido para ellos.

    Finalmente, la tragedia proviene de que los aptridas se encuentran despro-vistos de todo derecho. Los derechos, los que se han definido a lo largo del sigloXIX, estn relacionados con la pertenencia a una comunidad nacional. Losaptridas son por principio los "sin derechos". Su gran desgracia, comenta Arendt,es la "de haber dejado de pertenecer a una comunidad. Su tara no es que no soniguales frente a la ley, sino que no existe para ellos ninguna ley'".

    Los desplazados colombianos no son aptridas: son miembros de unacomunidad poltica pero, en muchos aspectos, se parecen a los aptridas. Han sidosustrados a su "trama social"; han sido privados de vnculos sociales que lespertenecan en su lugar de origen. Muchos de ellos tienen familiares muertos enel conflicto, la mayora de las unidades familiares se han resquebrajado y bastaver los hogares de los desplazados compuestos por mujeres solas. La ruptura dela memoria est en el centro de su experiencia.

    1 Hannah Arendt. . Pars, Fayard, 19822 Ibid.p. 2763 Ibidp.2784 Ibidp.280

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    Los desplazados no pueden sino apelar a su "inocencia". En la mayora delos casos, no han sido expulsados por haber tomado parte activa en las confron-taciones. Si la raza o la clase no es la causa, su lugar de residencia s lo es, ya quetuvieron que huir porque habitaban en talo cual zona. No es frecuente tampocoque logren conferir un sentido a lo que les ha sucedido. Los conflictos en su reginde origen no responden a objetivos con los que se identifican.

    Son, ellos tambin, los "sin derechos" . Es cierto que disfrutan tericamentede los derechos de todos los ciudadanos colombianos y que pueden reclamar elestatuto jurdico de los desplazados. Pero esos derechos son abstractos ya que noposeen losmedios para hacerlos valer. Por un lado su desorganizacin, por el otrolas presiones a las que estn sometidos, los privan de la posibilidad de actuarcolectivamente. Saben que estn catalogados como "desplazados" y que losdesplazados se vuelven frecuentemente "sospechosos" . Los mismos refugiadosen una ciudad, por el hecho mismo de provenir de una zona determinada, seexponen a ser catalogados como pertenecientes a un grupo u otro, a pesar de quemuchos de ellos buscan mezclarse con la poblacin de su nueva residencia paraevitar ser estigmatizados como actores de la violencia.

    Aunque no son aptridas, los desplazados colombianos viven la experienciade la triple prdida descrita por Arendt: prdida de la insercin social, delsignificado de la experiencia y de los derechos.

    Es cierto, sin embargo, que la suerte de los desplazados colombianos sediferencia en diversos aspectos de la corrida por los refugiados europeos. Hay quesubrayar que los desplazados colombianos no han tenido jams acceso a unaciudadana plena y total. Se han acostumbrado desde hace mucho tiempo a vivirbajo el signo de la violencia y no pueden esperar encontrar un refugio seguro nisiquiera en las grandes ciudades. El desplazamiento no es, aS, una simplecoyuntura sino que es vivido como una condicin social casi permanente.

    3. La negacin de la ciudadana y las lgicas de proteccinLa ciudadana supone, adems de derechos y deberes reconocidos por el

    Estado, la atribucin a los individuos de la dignidad ligada a su pertenencia a unacomunidad poltica nacional. Pero muchos son los desplazados que no han tenidojams acceso a tal ciudadana, sobre todo entre quienes provienen de las zonasde colonizacin ms o menos reciente.

    En Colombia el acceso a la tierra ha sido siempre incierto, ligado a media-dores polticos. Ya en 1930, en ciertas zonas cafeteras, los colonos no posean la

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    tierra sino a travs de intercambios con los jefes polticos locales; estos ayudabana los colonos a recibir tierras a cambio de sus votos y los votos aseguraban aaquellos jefes los recursos polticos para llevar a cabo las transacciones polticascon las autoridades departamentales o nacionales. Adems, no faltaron casos enlos que los ttulos de propiedad eran de hecho revocables. Por ejemplo, el pueblode Trujillo, en el norte del Valle del Cauca, estudiado por Adolfo Atehorta",donde se muestra cmo, a lo largo de cincuenta aos, las estrategias personalesde los jefes polticos podan en todo momento llevar a la expulsin de los colonos.En zonas de colonizacin reciente, como la Amazona, Urab o el sur del Cesar,la obtencin de los ttulos de propiedad sigue siempre con retraso la ocupacinde la tierra y en muchos casos no llega a lograrse.

    Alfredo Molano describe perfectamente el peregrinaje de los colonosamaznicos, obligados a revender las mejoras logradas en sus terrenos aquienes poseen capitales y a ubicarse cada vez ms lejos. En Urab, el empujede los grandes dominios, en manos de los propietarios tradicionales o de los"nuevos ricos" (los narcotraficantes), ha expulsado a los colonos. Estamos lejosdel estatus del campesino europeo, heredero de generacin en generacin delas tierras familiares. Para utilizar la expresin de Arendt, la garanta sobre lapropiedad de la tierra es lo que engendra una insercin en la "trama social": esportadora de una memoria y de un futuro por medio del cual el individuo sereconoce como persona.

    En Colombia, la relacin con la comunidad nacional sigue siendo en ciertamedida una ficcin y prevalece la dependencia de redes particulares de poder.Tambin en Europa la insercin de los campesinos en la poltica nacional fueun largo proceso, durante todo el siglo XIX, y fue largo igualmente el perodode dependencia respecto de los "notables". Sin embargo, la situacin colom-biana difiere de la europea ya que los colonos pueden sufrir sanciones,incluyendo la expulsin y a veces la muerte, cuando no se someten al ordenestablecido por el lder local. Un vez ms, el caso de Trujillo aporta la pruebade que, en un municipio rico y situado cerca de importantes ejes de comunica-cin, la violencia manejada por un gamonal alcanza a tener el rango de reglasocial. Con mayor razn, en regiones de poblacin reciente, los colonos seencuentran sin otra alternativa que plegarse a la tutela de cualquier grupopoltico que disponga de medios de fuerza.

    5 AdolfoAtehorta. Elpode e. e , e.Cali, Gobernacindel Valle del Cauca, 1996

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    Tales grupos pueden ser manejados por los polticos tradicionales perotambin por la guerrilla y, recientemente, por los paramilitares. Cuando estosgrupos ejercen su poder por largo tiempo, terminan por engendrar comportamien-tos de identidad colectiva. En TrujiIIo, la identidad colectiva provena del prestigiodepartamental reconocido al gamonal. En las zonas de Urab, donde las Farc hanestado presentes desde la llegada de los primeros colonos (como en las veredasde San Jos de Apartad o Belen de Bajir), los habitantes han interiorizado loscomportamientos exigidos por la organizacin armada. En los dos casos seevidencia una identidad delegada, mientras que la subordinacin a los agentespolticos va a la par con la prohibicin de toda accin colectiva autnoma. En lugarde la ciudadana, de los derechos y de formas de accin propias, predomina laobediencia hacia quienes se han apoderado del poder.

    En los ltimos aos, diversos autores han hecho referencia a la lgica deproteccin que mantiene generalmente la relacin de los habitantes con estospoderes. Han subrayado adems la desorganizacin y la violencia cotidiana queexista ya entre los colonos, particularmente en las zonas de cultivo de la coca,antes de que las organizaciones armadas se implantaran e instauraran reglas paradirimir los conflictos y sancionar las infracciones. Esta es una manera de retomarel anlisis en trminos de accin racional, como lo ha desarrollado Diego deGambetta a propsito de los fenmenos mafiosos del sur de Italia",

    Pero tales anlisis tienen sus lmites en el caso colombiano. Por ejemplo, lacoercin utilizada por los ncleos de poder toma generalmente rasgos arbitrarioso excesivos y la proteccin se parece fuertemente al terror. Es as como en losprimeros aos del decenio del ochenta, un frente de las Farc (en el MagdalenaMedio) comenz a practicar el secuestro de manera indiscriminada con toda lapoblacin. As, la problemtica de la extorsin reemplaza la de proteccin. Se hanmultiplicado desde entonces casos similares. Esmuy probable que si los habitan-tes de los barrios de Barrancabermeja bajo la influencia del Ejrcito de LiberacinNacional (Eln) o de los paramilitares pudieran alzar la voz, revelaran que el ordenque les ha sido impuesto se parece a una disciplina carcelaria. Por otra parte, elvalor de la proteccin desaparece cuando surgen otros protagonistas: los lmitesde las zonas se vuelven inciertos y la gente descubre que maana puede caer bajola tutela de otro protector. Ala poblacin no le queda entonces como recurso sinoadoptar un perfil lo ms bajo posible mientras se produce el reemplazo del grupo.En este contexto toda nocin de derecho es absurda.

    6 Diego de Gambetta. . 01 Cambridge(Mass.),1993

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    La nocin misma de desorganizacin es discutible. Es cierto que en algunaszonas de colonizacin convergen poblaciones de origen muy diverso. En lasplantaciones bananeras de Urab coexisten paisas, chilapos y chocoanos. En laszonas de cultivo de coca y amapola, los colonos rurales de todas las procedenciasse mezclan con individuos de origen urbano. Debe concluirse que esta mezclaimplica necesariamente desorganizacin y violencia? De hecho en muchos casos,los colonos manifiestan una notable aptitud para organizarse por medio de lasJuntas de Colonizadores, del rol de los "fundadores", etc. La desorganizacin yla violencia surgen a gran escala slo cuando comienzan a circular recursosmonetarios abundantes y cuando comienzan a ejercer influencia los actoresorganizados de la violencia.

    Lo cierto es que muchos colonos se ubican en un horizonte de corto plazo.Pretenden permanecer slo el tiempo necesario para acumular algunos medioseconmicos. Un estudio ha mostrado la gran rotacin de la mano de obra en lasplantaciones de banano a comienzos de los aos ochenta. En las zonas de cultivosilcitos la mayor parte de los colonos se consideran de paso y por lo tanto no hacennada para mejorar su hbitat. Pero esta limitacin del horizonte temporal preva-lece, an ms, cuando la violencia organizada invade la escena y las lgicas deproteccin pierden su utilidad.

    En cuanto a la conciencia de ciudadana, difcilmente pueda tener muchasustancia en el cuadro de semejante horizonte temporal. Tampoco puede conse-guirla cuando las instituciones formales parecen singularmente abstractas ylejanas. La ciudadana implica, ante todo, el sentimiento de pertenecer a unconjunto social concreto y de beneficiarse de las garantas que ofrecen lasinstituciones. Tanto lo uno como lo otro son escasos en muchas regiones. El"sentimiento comunitario" no puede ser sino frgil, menos en razn de laheterogeneidad de la poblacin que de las presiones ejercidas por las redespolticas. En cuanto a las instituciones, su presencia no se mide sino por lasocasionales inversiones realizadas por el Estado. Ahora bien, tal presencia sedefine tambin en el plano simblico y el hecho es que estn ausentes a menudolos actores capaces de dar sustento a cualquier proceso de institucionalizacinsimblica. Los jueces, los policas, los alcaldes y los concejales municipales sevuelven partcipes de las interacciones que van definiendo las reglas de hecho delos juegos locales. Tienen que formar parte de las redes organizacionales preva-lecientes, luchar por la apropiacin del poder, negociar con los protagonistas dela violencia. Nada ms lejos de la institucionalidad democrtica.

    Para muchos de los habitantes de una zona bajo la violencia, el Estado tomafrecuentemente el aspecto de losmilitares, que inspiran generalmente tanto miedo

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    como los otros protagonistas de la violencia, y an ms. Yello no solamente porlos "deslices" que cometen; su imagen se ve deteriorada tambin por sus frecuen-tes compromisos con intereses inconfesables. El caso de Trujillo ofrece, una vezms, un ejemplo al respecto, puesto que la masacre de 1991 no hubiera sidoposible sin la colaboracin entre militares y narcotraficantes. Esta complicidad conlos para militares ha aparecido a la luz despus en muchas zonas y la poblacinha aprendido a adivinar la inminente incursin de los paramilitares a partir de lasdisposiciones tomadas por los militares. No faltan tampoco los casos en los cualeslosmilitares parecen adherir a las representaciones de las lites civiles, identifi-cando espontneamente a los colonos como los "brbaros" . Pero si la animosidadfrente a los militares supera generalmente a la que inspiran otros protagonistas,ellose debe tambin a que no buscan, salvo excepciones, una presencia establecon la proteccin que sta implica; proceden en cambio frecuentemente a realizaroperaciones fugaces en las zonas bajo el dominio de la guerrilla, retirndose tanrpido como han llegado, sin dejar el tiempo a la poblacin de establecer lasestrategias de adaptacin. Atravs de ellos, el Estado es visto entonces como unEstado peligroso, que obliga en muchos casos al desplazamiento forzado.

    Los desplazamientos forzados no afectan la existencia de individuos queestaran asegurados por su calidad de "ciudadanos"; afecta, en cambio, a pobla-cionesacostumbradas a adaptarse en cada momento a las formas de coaccin quepesan sobre ellos. Poblaciones que no ignoran que son desde siempre desplaza-dosen potencia.

    4. El desplazamiento: una representacin instalada en la largaduracinLaviolencia es parte de la experiencia de la casi totalidad de los individuos.

    Sise les pregunta a los colonos por qu llegaron a establecerse en una regindeterminada, responden casi unnimemente: "por causa de la violencia". Eselugarcomn merece ser cuestionado.

    La alusin a la violencia no se refiere siempre al episodio de la Violenciademediados de siglo. Puede referirse a las huellas ms o menos imaginariasdejadas por las guerras civiles, como lo muestra el poblamiento de Trujillodondesemantiene la referencia a la de los Tambin puede estarbasada sobre los recuerdos del periodo posterior a la Violencia. Sin embargoen la mayor parte de los casos sigue siendo el episodio de la Violencia el quesirvede marco constitutivo de la memoria. Poco importa que dos generacionessehayan sucedido despus. Todo sucede como si el presente no hubiera sidojamsotra cosa que la continuacin de ese perodo. Las marcas que ha dejado,

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    directas o no, se encuentran en las representaciones que los colonos tienen delmundo social y poltico.

    Los recuerdos de la Violencia alimentan la representacin de un primerdesplazamiento masivo de poblacin. Aunque los padres o los abuelos se hayanestablecido en otras zonas rurales o en la ciudad, el traumatismo trasmitidopermanece casi siempre vivo como si, desde entonces, la vida social hubieraestado afectada por la inestabilidad.

    Estos mismos recuerdos testimonian constantemente que la nocin decomunidad nacional carece de contenido. La Violencia ha inculcado una convic-cin: la divisin entre comunidades cuenta ms que la pertenencia a una mismanacin. Tampoco los partidos tradicionales, en su mejor -o peor- poca, fueroncomunidades unificadas. An durante la Violencia siguieron siendo coalicionesprecarias de mltiples redes de poder; tanto o ms que un proceso de divisin, laViolencia favoreci procesos de fragmentacin. No es sorprendente que paramuchos colombianos la idea nacional no tenga un contenido muy preciso y quesean referentes ms importantes los poderes legales o ilegales.

    Colabor en la perpetuacin de la memoria de la Violencia que, cuandofinalizo el episodio, ni los gobernantes ni las otras elites sociales hayan hecho lamenor tentativa para dar cuenta de lo sucedido y de sus responsabilidades. Lafrmula del Frente Nacional ofreci un eplogo poltico, que se puede juzgarbueno o desastroso, pero que fue, tambin, un acuerdo para imponer silenciosobre los aos recientes. Ningn tribunal se constituy para juzgar a quienesiniciaron la Violencia: las clases populares fueron las nicas enjuiciadas. Hubounanimidad entre las elites socio-polticas para acusarlas por su falta de educa-cin, por su "barbarie", etc. As, las vctimas tuvieron que asumir toda la respon-sabilidad por la tragedia que haban vivido. Ms an, no pudieron insertar suexperiencia personal en una narracin colectiva que hiciera acceder a la Violenciaal estatus de drama colectivo y socialmente reconocido, como aconteci condramas que acompaaron la historia de otros pases.

    En semejantes condiciones, la memoria no puede sino tomar caminos msproblemticos. Para muchas personas se trata del recuerdo de una humillacinque no ha encontrado hasta ahora ninguna expresin poltica. Se manifiestatambin frecuentemente a travs de la percepcin de itinerarios familiares oindividuales de un lugar al otro. Pero para casi todas las personas toma la formade un imaginario segn el cual lo social y la poltico estn condenados a seratravesados permanentemente por la violencia, puesto que sta constituye larealidad oculta de las relaciones sociales. Se trata de un imaginario colectivo pero

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    que no existe sino refractado a travs de las experiencias individuales y que setraduce en una desconfianza radical hacia las instituciones. Inclusive el lenguajedel derecho no parece ser sino un engao; todos saben que no es ms que unrecurso ms al servicio de estrategias meramente instrumentales, cuando noilegales, que van construyendo reglas de hecho, las nicas que sirven.

    No todos los movimientos migratorios de la poblacin durante los aossesenta y setenta estn conectados con las secuelas de la Violencia. La ocupacinprogresiva de las tierras libres se hubiera producido de todos modos: muchoscolonos partieron libremente con la esperanza de encontrar mejores condicionesde subsistencia. Pero an en este caso, estaban convencidos que su migracin fueuna consecuencia de la violencia. La violencia es una experiencia histricafundadora de la que todo parece derivar. Desplazamiento forzado y migracinvoluntaria pueden ser percibidos en los mismos trminos: los de una violencia quecontina. Y el desplazamiento forzado aparece frecuentemente, como la migra-cin, siendo parte del orden de las cosas.

    En entrevistas que realic a nuevos desplazados, lo que ms me llam laatencin fue constatar que lamentan menos la prdida de sus casas que las de suspobres pertenencias, los productos de sus parcelas, los animales. Como si laresidencia no fuera ms que una estacin precaria, un itinerario sin fin, mientrasque estos bienes les permitiran comenzar otra etapa.

    5. Lonuevo en el desplazamientoYa observ que la violencia actual tiende a tomar localmente la forma de una

    guerra civil como sucedi en el caso de la Violencia. Recurre cada vez ms a losmismosmtodos de terror. Sus protagonistas, los paramilitares sobre todo, ya nosecontentan con matar, sino que repiten las prcticas descritas por Mara VictoriaUribe:mutilan los cuerpos con el fin de demostrar que estn dispuestos a destruirhasta los ltimos restos de lo que es un humano". No se trata de procedimientos"naturales" y no estaban difundidos en los aos ochenta. Atestiguan que se haproducido una reinvencin de la tradicin como si, para sembrar el terror, bastaracon volver a los ritos de la anterior Violencia y acudir a la memoria que de ellosse conserva. Sin embargo, la violencia actual se distingue claramente en muchosaspectos de la Violencia anterior.

    7 Mara Victoria Uribe. Meter, con/ o s es de c enel , 1948-1962. Bogot, Cinep, 1992

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    En primer lugar debe anotarse que la poblacin est lejos de identificarse conlos actuales protagonistas, como s lo hizo, directa o confusamente, con los actoresde laViolencia. Durante este episodio la poblacin se identificaba con los partidostradicionales as como lo hacan tambin los actores organizados, an cuandopersiguieran objetivos mltiples. Los protagonistas actuales pueden tener porcierto sus simpatizantes, pero la inmensa mayora de los habitantes de las zonasde violencia no se reconoce en ellos ni considera que acten en funcin de unalnea divisoria que tenga sentido para el pas. El recurso al terror y al horrorencuentra aqu una explicacin. Se pretende implicar a la poblacin, sometindo-la y obligndola a huir, demostrando que toda neutralidad es imposible.

    Una segunda diferencia reside en que los protagonistas de la Violenciaanunciaban en voz alta, claramente, las razones por las cuales combatan y cuandono lo hacan sus razones eran evidentes para todo el mundo. Los protagonistasactuales son menos elocuentes. Es indudable que los dirigentes nacionalescomenzaron a expresarse a partir del momento en que se comenz a hablar denegociacin. Pero en las localidades permanecen callados la mayor parte deltiempo. Desde hace mucho tiempo renunciaron a convencer; les basta concontrolar los habitantes sin interesarse mucho en sus sentimientos. Se descubreaqu otro origen de la reanudacin de las prcticas del terror: stas substituyen allenguaje. No hay necesidad de lanzar discursos: las prcticas hablan por si solasy su interpretacin no plantea duda alguna.

    La violencia actual se diferencia adems por otro hecho: las fronteras queseparan un grupo de otro son infinitamente mviles. En los tiempos de laViolencia, las fronteras espaciales entre un campo y otro terminaban por serevidentes: haba municipios liberales y municipios conservadores. Hoy no es as.Las fronteras se desplazan sin cesar segn el ritmo de los avances de un bando odel otro, yms cuando los paramilitares logran desalojar a la guerrilla. Esta guerratiene un giro ms moderno puesto que sus protagonistas armados son capaces degolpear lejos de sus bases principales. Los paramilitares logran realizar accionesen zonas de guerrilla, lo mismo que a la inversa. En estas condiciones laspoblaciones no tienen ninguna garanta de estar al abrigo del terror. Saben quela proteccin otorgada por un grupo u otro slo tiene una validez limitada; hanaprendido que cuando el control de una zona pasa a manos de otro protagonistaarmado, son ellos quienes tendrn que responder por todos los gestos que hayanrealizado y sern castigados por el ms mnimo.

    Hay otra novedad respecto a losaos cincuenta: laviolencia destruye todos losmecanismos de confianza. La confianza en los actores armados, cuando exista, sederrumba ya que muchos de loshabitantes han vivido la experiencia de las promesas

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    no cumplidas cuando llega la hora y han visto al protector dejar, sin vacilar, a lapoblacin librada a su propia suerte. Nadie ignora que muchos guerrilleros ymilicianos se han pasado a las filas de los para militares y que sern ellos quienes"sealarn" luego a los sospechosos. La literatura sobre los traumatismos de guerramuestra abundantemente que la confusin de los civiles no es jams tan grandecomo cuando se ven enfrentados a los actos de quienes cambiaron de bando.

    En fin, la violencia actual rompe la confianza en el interior de la mismapoblacin porque cualquiera puede tener un vecino o un pariente que milita con eladversario. La ley del silencio que reina en las zonas de violencia no es solamenteel reflejo el terror sino que tiene que ver con una desconfianza generalizada. Losdesplazamientos se efectan en medio de ese terror y de esa desconfianza.

    Es realmente problemtico hablar globalmente de los desplazados. Losdesplazamientos acontecen en condiciones muy diferentes con consecuenciastambin diferentes. Se dan desplazamientos "organizados" donde los habitantesse dirigen hacia una localidad cercana, en principio provisionalmente, para huirdel terror que estn viviendo. Tales desplazamientos no siempre son espont-neos.Enmuchos casos sedan bajo elcontrolde un grupo armado, ms especficamentede la guerrilla. Todos los testimonios muestran que, cualquiera que sea elsentimiento de los desplazados hacia su "protector" , el xodo se vive como unaprueba terrible y seguramente ser el preludio de una salida inevitable y de maneradefinitiva de la zona de origen.

    Otros desplazamientos son la respuesta a amenazas o asesinatos; quienesparten slo tienen pocos instantes para escapar. Existen as mismo desplazamien-tos masivos que llevan a la desocupacin de toda una zona. Tambin haydesplazamientos individuales, Estas diferentes modalidades influ-yen en el sentido que los desplazados dan a su situacin.

    En casi todos los casos, el desplazamiento toma finalmente el aspecto de unaaventura individual o familiar. Donde existan solidaridades, stas se dislocanfcilmente aunque los refugiados se reagrupen por procedencia y establezcanmnimas formas de cooperacin con personas conocidas, pero posibilidades desolidaridad mas extensa estn minadas por la ampliacin de la desconfianza.Desconfianza que est en la base de un proceso de individualizacin acompaadopor la impotencia de los individuos para asumirse como responsables de suexistencia.

    Se suma, adems, la incertidumbre. Hay desplazados que parten "parasiempre" mientras que muchos piensan regresar. Interviene aqu nuevamente elcorto plazo que inhibe cualquier proyeccin sobre el futuro.

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    La experiencia individual de los desplazados es como una explosin detodos sus puntos de referencia. No es casualidad si en las entrevistas se refierena menudo a visiones muy contradictorias. Llevan las sensibilidades que adquirie-ron donde vivan y mantienen a veces un discurso marcado por la influencia delas guerrillas si es que su zona de origen estaba bajo control de stas, al mismotiempo ya no creen en los actores armados. Esperan la ayuda del gobierno y delas otras autoridades pero son portadores de una nueva humillacin que alimentasu falta de confianza en las instituciones. Quieren protestar pero no confan en lasposibilidades de accin colectiva. Ms all de su identidad social, es su identidadcomo sujeto individual la que est puesta en tela de juicio.

    6. El aislamiento en los espacios urbanosLo que les queda en comn a los desplazados es el miedo y las imgenes del

    terror que transportan con ellos. Un miedo y un terror que, aun cuando se ubiquenen otro sitio, no los abandona. Porque la desconfianza subsiste hasta en lasciudades.

    En este sentido la situacin actual tambin se distingue de la de los aoscincuenta. Durante la Violencia, las ciudades eran refugios ms o menos segurospara los desplazados. Es cierto que los asesinatos urbanos de los desplazados noestuvieron ausentes en esos aos y se sabe que los "pjaros" golpearon en Caliy en otras ciudades. Tambin es cierto que muchos refugiados deban establecerseen terrenos de invasin con el riesgo de suscitar la reaccin violenta de la polica.Pero esos refugiados podan por lo menos sustraerse a la influencia de susantiguos gamonales y otros gestionarios locales de la violencia.

    En la actualidad las cosas acontecen de otra manera. Las ciudades ya norepresentan un refugio y los desplazados no pueden soar con escapar a lainfluencia de los protagonistas que han conocido en el lugar de la partida y menosan de los que actan en el medio urbano. Ya no hay espacios libres de lainfluencia de las redes informales o ilegales de poder en Colombia.

    Estas redes pueden estar formadas por bandas juveniles, por milicias quecontrolan losbarrios, por individuos que mantienen contacto con la guerrillao con losparamilitares.Puede tratarse tambin sencillamente de lasorganizaciones que asumenlavozde asentamientos de desplazados. Entre todas estas redes las interferencias sonmuchas. No faltan los casos en los cuales los desplazados por la accin de losparamilitares y por la accin de las guerrillas se encuentran instalados los unos cercade los otros, lo que agudiza todava ms las tensiones. En cualquiera de estascondiciones se hace difcilla emergencia de lazosque den cohesin a losdesplazados.

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  • Estudios Polticos No. 14. Medelln, Enero.Junio 1999

    La situacin, entonces, no esmuy diferente de la que tenan cuando partieron.Prevalece nuevamente la desconfianza, los rumores circulan, es cotidianamenteposible la incursin de uno o de otro grupo, la sensacin de ser espiados por losagentes de cada uno de losbandos es general. Los desplazados pueden considerarsecomo rehenes ya que de un da para otro pueden ser instrumentalizados en funcinde planes que no son los suyos. Mientras tanto, alimentan los argumentos de cadabando para denunciar los desmanes del otro.

    No slo son rehenes sino tambin sospechosos. Lo son a los ojos de lapoblacin que est alrededor de los asentamientos y se preocupa por el desordenprovocado por los nuevos habitantes urbanos. Lo son igualmente para lasautoridades, convencidas que su instalacin favorece la intromisin de los gruposarmados y no saben qu medidas tomar, dudando como lo hemos sealado, entreaceptar su instalacin definitiva y presionar para hacerlos regresar al punto departida. Lo nico claro para esas autoridades es que estn en frente de unproblema social explosivo, ms an cuando el desempleo masivo hace ilusoria laposibilidad de empleo de los recin llegados en la ciudad. La manera como lasautoridades han delimitado los asentamientos, alejndolos lo ms posible delcentro de la ciudad, muestra la intensidad de esta manera de ver las cosas, sinatenuar con ello el desorden ocasionado.

    Se comprende perfectamente por qu tantos refugiados se esfuerzan porescapar a su condicin, buscando introducirse individualmente en la ciudad, soloso con la ayuda de parientes. Esfuerzos que pueden ser exitosos si se poseen losmedios para empezar una actividad econmica. Pero elmotivo principal es sin dudaotro. Manifiestan el deseo de escapar a la condicin de rehenes y de sospechososas como el de sustraerse de las redes informales que se encuentran en las ciudades;el deseo, en fin, de huir de la violencia. Se constata nuevamente un proceso deindividualizacin, esta vez inducido por la estrategia de fundirse en la ciudad.

    Cuando existe una organizacin colectiva, la violencia puede aparecer encualquier momento. Si no es posible abandonar los vnculos con el grupo paraprobar suerte, conviene al menos limitar los contactos a familias y conocidos demucho tiempo, participando lo menos posible en la organizacin para evitar elriesgo de ser tildados una vez ms como "activistas".

    7. Observaciones finalesHannah Arendt dice que no hay ley para los aptridas. Si se ha hecho una

    ley especfica para los desplazados, stos saben que tal ley no sirve sino paralos miembros especializados de la "sociedad civil" que hablan por ellos. No

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  • Daniel Pcaut/La prdida de los derechos, del significado de la experiencia y de la insercin social

    modifica su suerte y tampoco impide que estn sometidos a otras leyes de hecho,que hacen prevalecer los actores que disponen de la fuerza y de otros mediosde coercin.

    Desde el punto de vista de las autoridades y de los observadores, losdesplazados constituyen un problema social y poltico. La coyuntura econmicaactual no permite esperar que el problema social pueda ser resuelto pronto y lacoyuntura poltica no ofrece tampoco muchas razones para el optimismo. Laguerra puede durar y, con ella, el flujo de nuevos desplazados.

    En estas condiciones, es sin duda necesario reflexionar sobre lo que implicala experiencia misma del desplazamiento. Esta se inserta en una historia msamplia, donde el desplazamiento constituye una prueba repetitiva. Si las estrate-gias de los desplazados se ubican en el corto plazo, el imaginario que las subtienderemite a representaciones instaladas en la larga duracin. Sobre el teln de fondode la violencia y de las migraciones sucesivas, una ciudadana nunca conseguidaaparece, nuevamente, fuera de alcance.

    La Violencia de los aos cincuenta es el origen de un traumatismo que no haencontrado jams un lugar en una historia colectiva que le habra dado, sino unajustificacin, al menos un sentido. Elriesgo de que suceda lomismo con la violenciaactual es grande, porque los factores que la alimentan y las interacciones entre losactores son an ms heterogneos y complejos que los de los aos cincuenta. Enesa poca se poda soar con que, ms all de la catstrofe vivida, lasvctimas podanbeneficiarse de un proceso de modernizacin que se daba en el mbito mundial. Nopasa lo mismo ahora, con la crisis de los procesos de modernizacin y la prdida desentido que se experimenta en el conjunto de las sociedades.

    Tampoco es posible pensar que un acuerdo de paz puede poner trmino ala violencia. El desajuste de las relaciones sociales y polticas durante el perodoreciente ha sido demasiado profundo como para que pueda creerse que laviolencia desaparecer por la mera decisin de los actores organizados.

    Resolver el problema de los desplazados, implica nada menos que rehaceruna nacin, lo que quiere decir, a la vez, una sociedad y sus instituciones. Lanacin ha permanecido siempre incompleta; hoy est hecha pedazos.

    Lo que significa que la tarea va ms all del tiempo de un gobierno y an deltiempo de quienes todava piensan sinceramente que el uso de la violencia puedellevar a algo mejor.

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