la nueva otan-la otra cara del pacto de washington

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La nueva OTAN -La otra cara del Pacto de Washington A. Hernández Antorcha núm 7, febrero de 2000 El panorama de las relaciones interimperialistas esta que arde, precisamente cuando los heraldos de la guerra humanitaria nos habían prometido una larga etapa de estabilidad mundial. Los incendiarios son los mismos que en abril de 1999 habían decidido, tras la firma del Pacto de Washington, repartirse el mundo equitativa y amigablemente, convirtiendo el planeta en un inmenso campo de concentración, en esa especie de aldea global controlada por la mano de hierro de las intervenciones militares otanistas. Con la configuración de la nueva OTAN y los planes de la UE de formar en el menor tiempo posible su propia organización militar, nos encontramos ante una situación en la que, como ya comentan algunos analistas, los movimientos sísmicos y los huracanes que se preparan en el seno de la comunidad internacional no van a tener nada que envidiar a los que ha desatado la naturaleza en los últimos meses. Con el Tratado de Washington las potencias imperialistas integradas en la OTAN mostraron claramente sus intenciones de convertirse en gendarmes del planeta; era una declaración de guerra contra todos los pueblos y contra aquellos Estados que no se sometiesen a su vasallaje y se resistiesen a aceptar las nuevas normas de dependencia y saqueo. Aquel Pacto declaró abiertamente su patente de corso para actuar en cualquier parte del mundo mediante la nueva divisa de administrar la guerra para preservar la paz, inaugurando una nueva etapa, superior, de la barbarie imperialista. Se trataba, a fin de cuentas, de acordar en el papel un nuevo reparto del mundo. Para llevarlo a cabo se pondría en marcha, aparte de los ya habituales chantajes, bloqueos, etc., una estrategia consistente en desestabilizar países o áreas regionales enteras y atizar los conflictos y las rivalidades entre los pueblos, con el fin de pasar después a pacificarlos de la forma humanitaria que todos sabemos; después vendría el reparto del botín de acuerdo con el nivel de participación de cada cual. Esta era una de las caras de ese Pacto que convulsionó al mundo. Pero en el reverso de esa moneda estaban los nuevos elementos que iban a echar mucha más leña al fuego de las contradicciones interimperialistas existentes hasta ese momento. A las rivalidades y disputas entre las principales potencias integradas en la OTAN, cada vez más agudas, se les iban a unir nuevos contenciosos, algunos de gran calado. El primero, y el que más saltaba a la vista, era que se trataba de un Pacto demasiado yanqui; un Pacto que estaba programado y gestionado por EEUU, lo mismo que las grandes líneas estratégicas de la nueva OTAN. El gran hermano quería hacerse valer y mostrar, una vez más, a sus socios de correrías, sus pretensiones hegemonistas, para dejar claro que él (como sucedió en el conflicto de Kosovo, terminado oficialmente un día antes de celebrarse la Cumbre de Washington) no estaba dispuesto a compartir el liderazgo de la OTAN con nadie y mucho menos a transigir con las deslealtades y competencias de algunos de los Estados integrados en la Alianza. La situación no era nueva. Este Tratado venía a ser el resultado de varias Cumbres -a las que se unían diversas Conferencias al más alto nivel y el reajuste de no pocos acuerdos bilaterales de EEUU- celebradas en los últimos años, y en las que el gendarme yanqui

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  • La nueva OTAN -La otra cara del Pacto de Washington

    A. Hernndez Antorcha nm 7, febrero de 2000

    El panorama de las relaciones interimperialistas esta que arde, precisamente cuando los heraldos de la guerra humanitaria nos haban prometido una larga etapa de estabilidad mundial. Los incendiarios son los mismos que en abril de 1999 haban decidido, tras la firma del Pacto de Washington, repartirse el mundo equitativa y amigablemente, convirtiendo el planeta en un inmenso campo de concentracin, en esa especie de aldea global controlada por la mano de hierro de las intervenciones militares otanistas. Con la configuracin de la nueva OTAN y los planes de la UE de formar en el menor tiempo posible su propia organizacin militar, nos encontramos ante una situacin en la que, como ya comentan algunos analistas, los movimientos ssmicos y los huracanes que se preparan en el seno de la comunidad internacional no van a tener nada que envidiar a los que ha desatado la naturaleza en los ltimos meses.

    Con el Tratado de Washington las potencias imperialistas integradas en la OTAN mostraron claramente sus intenciones de convertirse en gendarmes del planeta; era una declaracin de guerra contra todos los pueblos y contra aquellos Estados que no se sometiesen a su vasallaje y se resistiesen a aceptar las nuevas normas de dependencia y saqueo. Aquel Pacto declar abiertamente su patente de corso para actuar en cualquier parte del mundo mediante la nueva divisa de administrar la guerra para preservar la paz, inaugurando una nueva etapa, superior, de la barbarie imperialista. Se trataba, a fin de cuentas, de acordar en el papel un nuevo reparto del mundo. Para llevarlo a cabo se pondra en marcha, aparte de los ya habituales chantajes, bloqueos, etc., una estrategia consistente en desestabilizar pases o reas regionales enteras y atizar los conflictos y las rivalidades entre los pueblos, con el fin de pasar despus a pacificarlos de la forma humanitaria que todos sabemos; despus vendra el reparto del botn de acuerdo con el nivel de participacin de cada cual. Esta era una de las caras de ese Pacto que convulsion al mundo.

    Pero en el reverso de esa moneda estaban los nuevos elementos que iban a echar mucha ms lea al fuego de las contradicciones interimperialistas existentes hasta ese momento. A las rivalidades y disputas entre las principales potencias integradas en la OTAN, cada vez ms agudas, se les iban a unir nuevos contenciosos, algunos de gran calado. El primero, y el que ms saltaba a la vista, era que se trataba de un Pacto demasiado yanqui; un Pacto que estaba programado y gestionado por EEUU, lo mismo que las grandes lneas estratgicas de la nueva OTAN. El gran hermano quera hacerse valer y mostrar, una vez ms, a sus socios de correras, sus pretensiones hegemonistas, para dejar claro que l (como sucedi en el conflicto de Kosovo, terminado oficialmente un da antes de celebrarse la Cumbre de Washington) no estaba dispuesto a compartir el liderazgo de la OTAN con nadie y mucho menos a transigir con las deslealtades y competencias de algunos de los Estados integrados en la Alianza.

    La situacin no era nueva. Este Tratado vena a ser el resultado de varias Cumbres -a las que se unan diversas Conferencias al ms alto nivel y el reajuste de no pocos acuerdos bilaterales de EEUU- celebradas en los ltimos aos, y en las que el gendarme yanqui

  • haba llevado la voz cantante en medio de constantes refriegas con los dems socios otanistas, especialmente con los ms poderosos, que vean cmo EEUU pretenda hacer lo mismo que durante los aos de la guerra fra: continuar decidiendo la poltica imperialista mundial y asegurarse el control de uno de sus ms relevantes instrumentos: la OTAN.

    Las consecuencias de estas pretensiones iban a sucederse una tras otra. Los planes de formacin de la nueva OTAN -no pocos de los cuales haban sido ensayados en los laboratorios de la guerra del Golfo, en las sucesivas guerras balcnicas y en algunos que otros conflictos en los que el imperialismo yanqui siempre ha llevado la batuta militar- tienen bastante que ver con el reforzamiento de las estructuras y el despliegue militar del imperialismo yanqui en buena parte del mundo. Lo mismo se podra decir del famoso Nuevo Concepto Estratgico (tan nuevo que ya haba sido puesto en marcha en 1991) y que se haba ido construyendo y perfilando en las salas del Pentgono, que es donde se incuban, y seguirn incubndose, las decisiones de la OTAN mientras sta siga existiendo.

    Pero en la misma Cumbre de Washington surgieron otras divergencias que no han cesado de agravarse desde entonces. Se trata de los planes de ampliacin de la Alianza imperialista a diversos pases del Este, programados en exclusiva por EEUU, que no se anduvo con reparos a la hora de poner en la primera lnea de entrada a Ucrania, Bielorrusia y a la misma Estonia, pases que tienen mucho que ver, por una parte, con el intento de dificultar el expansionismo alemn hacia el Este y, por otra, con la preparacin de su propio terreno -va OTAN- para el asalto, en su momento, al botn ruso. A esto hay que sumar las presiones de EEUU para tratar de dificultar la puesta en marcha del aparato militar europeo y sus pretensiones indisimuladas de convertirlo en un apndice de la organizacin otanista. Otra cuestin de no menor importancia era el negarse a admitir cualquier rearme fuera de los programados por la propia Alianza; as mantena su superioridad militar no slo en lo que a cantidad de armamento se refiere, sino tambin en cuanto a calidad, ya que se frenaran las investigaciones europeas en el terreno de la tecnologa militar. Quedaba claro para todo el mundo que lo que EEUU buscaba era que el resto de los Estados integrados en la Alianza imperialista estuviesen en una posicin de dependencia con respecto a su arsenal militar y, por lo tanto, en inferioridad; al final slo se consiguieron medios acuerdos que inmediatamente se convirtieron en papel mojado ya que Alemania, junto con otros Estados europeos, proseguira su propia carrera armamentista.

    Lo cierto es que desde la II Guerra Mundial no habamos asistido a una polarizacin tan clara de los antagonismos interimperialistas; de ello dan muestra los continuos enfrentamientos entre los europestas, capitaneados por Alemania, con el apoyo destacado de Francia, y los denominados aliancistas, comandados por el anfitrin de aquella Cumbre y su esforzado lugarteniente, Gran Bretaa. Y este cuadro a dos bandas est tomando tal cuerpo que no faltan ya los que aseguran que sobre l, vaivenes y reajustes aparte, se estn conformando decididamente los bloques militares antagnicos de un futuro no muy lejano, por lo menos en lo que al escenario blico europeo y a su entorno inmediato se refiere.

    Por eso, se puede asegurar que el Tratado de Washington, lejos de ser un armonizador en la poltica de rapia y de saqueo imperialista, como sostienen los portavoces de la OTAN, va a destapar mucho ms la caja de los truenos mundiales. Por lo pronto, este

  • Pacto tiene ya sembradas suficientes minas en su lnea de flotacin como para hacerlo volar en mil pedazos. De poco les van a valer las normas de obligado cumplimiento y las Conferencias peridicas para ir regulando los contenciosos, cuando lo que est haciendo cada Estado integrado en la Alianza es tratar de fortalecer sus posiciones a costa de debilitar las del competidor, en un escenario en el que las intrigas, las confabulaciones y las acusaciones mutuas se entremezclan con los acuerdos hasta el punto que no se sabe donde empiezan unas y donde acaban los otros. Los planes para un nuevo reparto de extensas reas del mundo y las intervenciones militares, ms complejas y costosas que las llevadas a cabo hasta la fecha, van a echar ms lea al fuego de sus rivalidades. Cunto tiempo tardarn las principales potencias en meterse abiertamente unas en el terreno y en las decisiones de las otras, en sus reas de influencia y de mercado?, quin determinar qu pas o rea regional hay que desestabilizar, cercar y terminar agrediendo militarmente sin que ello desencadene un conflicto aadido?, y no digamos nada sobre esa forma proporcional de reparto del botn que han establecido.

    Podemos estar seguros que este Tratado, este nuevo Pacto de Munich, como en su da fue calificado por nuestro Partido, acabar siendo arrojado al basurero de la Historia. De nada sirven los intentos de querer equipararlo, por su importancia y trascendencia, con el que dio origen a la creacin de la OTAN en 1949. Aquel Pacto tena como principal misin agredir a la URSS y a los dems pases del campo socialista, y era precisamente la presencia de la URSS y de este campo socialista, de ese poderoso enemigo comn a todos ellos, al que se una un movimiento revolucionario extendido por buena parte del mundo, lo que haca que las contradicciones interimperialistas quedasen mitigadas, ocupando un lugar secundario. Ahora, el escenario mundial es muy diferente, la compuerta que ha dado paso al estallido de esas contradicciones hace tiempo que ha quedado abierta de par en par, es el momento de la preparacin de la guerra de todos contra todos; de ah que cualquier intento por frenar esta tendencia al enfrentamiento no cosechar ms que fracaso tras fracaso. De momento, lo que est claro, y de ello se vienen haciendo eco algunos medios de comunicacin, es que nunca se haba puesto en marcha un Pacto con tantos contenciosos y tantas infidelidades por parte de los firmantes.

    Nueva OTAN, viejos problemas No es de extraar que, tras esta borrascosa Cumbre, la mquina de guerra aliancista comenzara a emitir chirridos. Hasta los voceros que haban sostenido que estbamos ante una OTAN con futuro, capaz de durar 100 aos, unos meses despus empezaron a mostrar su preocupacin: las reformas de la OTAN dejan entrever serias divergencias, los planes de formacin de la nueva Alianza se ralentizan, el reparto de papeles en los cuarteles de mando es objeto de controversias, etc. La OTAN volva a ser un marco de las rivalidades y disputas imperialistas, algo que ha venido sucediendo desde que, a principios de los aos 90, con el final de la guerra fra, encontr una nueva justificacin a su existencia, una nueva redefinicin a su estrategia y estableci un nuevo mbito de actuacin; eso sucedi en la Cumbre de Roma, celebrada en 1991, cuando se produjo el primer gran viraje de la Alianza, cambindose una parte del articulado fundacional y la directiva poltico-militar del Equilibrio Estratgico por el Nuevo Concepto Estratgico.

    Desde entonces, los problemas, las deslealtades e incluso las insubordinaciones en el seno de la Organizacin Atlantista han estado a la orden del da, llegando en algunos

  • momentos a poner en entredicho hasta su misma existencia. La desestabilizacin de la Alianza naca y se desarrollaba en su interior. Por una parte, los EEUU mantenan su intencin de sostener a toda costa la existencia de la OTAN, con el fin de convertirla en un apndice de sus pretensiones hegemonistas en todo el mundo; no en vano las lneas fundamentales de la Nueva OTAN eran una prolongacin de la llamada Fase de Pausa Estratgica, un conjunto de planes de gran alcance mediante los cuales el imperialismo yanqui no slo trataba de extender su dominio en el Tercer Mundo y preparar todas las condiciones para aduearse de Rusia y de otras repblicas ex-soviticas, sino tambin fortalecer sus posiciones dentro de los pases capitalistas ms desarrollados, entre los que se encontraban sus principales competidores y, naturalmente, todos sus socios de la Alianza, clavando sus garras ms fuertemente, si cabe, en el viejo continente. De esta manera, la OTAN que comenzaba era, principalmente, lo mismo que la vieja, un instrumento del imperialismo yanqui.

    Por otra parte, estaban el resto de los socios aliancistas, a los que tambin se les haban despertado sus apetitos expansionistas, especialmente en el caso de Alemania, que se estaba haciendo con las riendas de la CE y haba comenzado a ampliar su espacio vital con los excelentes resultados que todos conocemos. Los EEUU empezaban a encontrarse con serias dificultades en el paseo militar que prevean; dificultades agravadas, adems, por la enorme crisis econmica en la que estaban sumergidos, lo que entorpeca sus movimientos y proyectos de intervencin militar a gran escala. Es en ese momento, cuando los jerifaltes de Washington decidieron calmar las aguas de lo que ya comenzaba a denominarse el problema europeo. Se lleg as a la Cumbre de Bruselas, celebrada en 1994, cuando la OTAN atravesaba por su peor momento desde la cada del muro; de ella salieron tres acuerdos: aligerar la presencia de tropas estadounidenses en territorio europeo y reestructurar nuevamente la organizacin en su conjunto, crear la nueva identidad militar europea en el seno de la OTAN y ampliarse hacia los pases del Este. As se producira el segundo gran punto de viraje de la nueva Alianza.

    A partir de aqu se estableci la directiva estratgica Asociacin para la Paz (APP), con la que se acordaba mantener la estabilidad de Europa (los Balcanes eran ya un hervidero de problemas donde chocaban los diferentes intereses imperialistas); con esta directiva se pona en marcha la mquina de guerra otanista para intervenir en esa zona y se daba un gran empuje al cerco a Rusia. Junto a todo esto empezaron a funcionar el Estudio a Largo Plazo (LTS) y el Concepto de Agrupaciones de Fuerzas Conjunto-Combinadas (CJTF), en los que se encontraban ya presentes las grandes lneas, tanto estratgicas como de la organizacin militar propiamente dicha, que aos despus desembocaran en el plan de la OTAN de convertirse en el gendarme mundial. En ese momento el aliancismo de los socios otanistas haba subido de grados y, quien ms o quien menos, estaba echando ya las cuentas de su parte en el botn, sobre todo EEUU que, adems, haba conseguido frenar las tendencias centrfugas dentro de la Alianza.

    Esta situacin fue interpretada por algunos gobiernos europeos como una europeizacin de la OTAN, como una muestra de que EEUU aflojaba la presin y el control que vena ejerciendo sobre ella; ese momento fue aprovechado por Francia -que no se encontraba dentro de la estructura militar de la Alianza-, para implicarse en las misiones de paz, incorporando sus tropas a las fuerzas multinacionales de agresin, y poder participar as en el reparto del botn. Pero esta participacin de los imperialistas franceses iba a introducir otro elemento de discordia ms dentro de los planes de la OTAN, ya que algunas de sus iniciativas pronto iban a chocar con el gendarme yanqui.

  • No tardaran mucho los aliados europeos en convencerse de que una cosa eran los acuerdos y otra su ritmo de aplicacin e incluso la interpretacin de los mismos. EEUU volva a las andadas, aprovechndose de su influencia sobre determinados Estados, como Gran Bretaa, socio destacado de la Alianza y segundo en importancia en el organigrama de mandos, y de las propias divisiones y antagonismos existentes entre otros Estados europeos; adems, Alemania no estaba todava en condiciones de revolver demasiado la olla otanista. El resultado fue una reduccin simblica de las tropas yanquis acantonadas en Europa, una mnima reduccin de su arsenal blico, sin mover, por supuesto, ni un slo misil nuclear de los muchos y de todo tipo de que dispone en el viejo continente, y el desmantelamiento de algunas de sus bases para trasladar sus efectivos e infraestructuras a otras. De esta manera, y pasado el tiempo, EEUU se habra de presentar a la firma del Pacto de Washington contando con el 65% de los efectivos humanos de que dispone el conjunto de la OTAN en las llamadas fuerzas de reaccin rpida, las principales fuerzas especializadas en operaciones de agresin.

    Si ya hemos visto en lo que quedaba la reduccin de la presencia militar estadounidense en Europa, lo mismo iba a suceder con respecto a los acuerdos establecidos para poner en manos de la UEO (Unin Europea Occidental) una parte de los medios militares de que dispona la OTAN cuando los aliados europeos lo necesitasen; un acuerdo con el que los EEUU pretendan salir al paso de las exigencias de los europestas de dotarse de una cierta autonoma militar, aunque eso s, dejando muy claro de entrada -como as lo manifestara por aquel entonces el Secretario de Estado norteamericano-, que habra muy pocas operaciones europeas en las que EEUU no quiera o no pueda intervenir; tan pocas como que en la intervencin militar en Bosnia -la primera de envergadura en Europa desde el final de la guerra fra-, no slo fueron los imperialistas yanquis los que decidieron cundo y cmo llevarla a cabo, sino que tambin sus tropas fueron las que estuvieron en primera lnea. Y es que EEUU nunca estuvo interesado en potenciar a la UEO, ya que esto slo poda significar una va de escape para los Estados europeos a la hora de realizar sus propias operaciones militares, algo que entraba en contradiccin con su papel preponderante en la Alianza y con la unidad de la misma. Ya en 1991, el experto del Pentgono, Wolfowitz, haba manifestado: Tenemos que impedir a Europa que desarrolle un sistema de seguridad exclusivamente europeo que podra desestabilizar la OTAN.

    De ah que los planes para avanzar en la identidad militar europea se convirtieran en un fiasco. Desde su formacin en 1954, la UEO no ha dejado de ser ms que una seudo-organizacin militar, hasta tal punto que todos los pases integrados en ella han canalizado sus fuerzas militares no a travs de la UEO, sino de la OTAN. Esta pretendida organizacin europea de defensa sigue careciendo en la actualidad de tropas y slo cuenta con algunas instalaciones de satlites, con centros de estudios estratgicos y con unas estructuras de mando poco menos que simblicas por no decir fantasmales. Pero el que la UEO fuera inoperante en el terreno propiamente de intervencin militar no quera decir que, para el imperialismo yanqui, sus aliados europeos no tuvieran que cumplir un papel de primer orden. Su misin consista en pagar buena parte de los costes del aparato de la Alianza y poco menos que la totalidad de las nuevas aventuras militares en Europa, ya que ellos no estaban para muchos dispendios. A eso se referan los continuos alegatos de los imperialistas yanquis cuando instaban a sus aliados europeos para que aumentaran su contribucin a la existencia de la OTAN, todo eso adobado, claro est, con la promesa de otorgar a Europa cierta autonoma militar. Es decir que EEUU pona la estrategia e incluso las fuerzas militares y Europa el dinero

  • porque, segn declaraban los jerifaltes del Pentgono, EEUU no estaba haciendo ms que sacar las castaas del fuego a sus aliados europeos, ayudndoles a mantener la estabilidad en su patio trasero, incluido el de la siempre explosiva Rusia.

    Todo esto no hizo ms que ir recrudeciendo los viejos problemas, y aadindoles otros nuevos, llegndose a hablar hasta de la existencia de un juego de intrigas y contraalianzas dentro de la misma OTAN que atentaban contra su unidad.

    El desafo euro-alemn La Nueva Alianza ha visto desfilar durante estos ltimos aos toda una serie de intentos de crear organizaciones militares imperialistas independientes de sus propias estructuras. Entre los ms significativos se encuentran el pacto bilateral para la formacin del cuerpo de ejrcito franco-alemn acordado en 1991. La creacin, en 1995, del llamado Euroejrcito del Sur formado por Francia, Italia, Espaa y Portugal y cuyo objetivo era integrar una fuerza terrestre de accin rpida y otra martima, claramente dirigidas a controlar el Mediterrneo y el Magreb lo que entraba en franca competencia con las prerrogativas sobre el Flanco Sur determinadas por la OTAN. En 1996, se constituye el Eurocuerpo, integrado por Alemania, Francia, Blgica, Espaa y Luxemburgo, que a pesar de que nunca ha tenido una significativa relevancia militar, siempre ha mantenido abierta una especie de caja de reclutamiento para que cualquier Estado se pueda adherir a sus estructuras y proyectos. Muy poco despus, se vuelve a relanzar, a travs de la UEO, la formacin del aparato militar europeo, llegndose a un acuerdo con la OTAN, mediante el cual se estableca el principio de que seran fuerzas separadas aunque no separables y que la conduccin de las operaciones militares se llevara a cabo con mandos de doble gorro (OTAN y UEO); sin embargo, este proyecto, como todos los que han intentado ser canalizados a travs de la UEO, quedara inoperante. A todo esto se uniran una serie de Pactos bilaterales, a partir de los cuales las maniobras militares conjuntas y la fabricacin coordinada de armamentos cobraban cada vez ms relevancia, lo que seguira socavando la cohesin aliancista.

    Frente a estos movimientos, EEUU se propuso reforzar an ms su poder en la Alianza; esto se vi tras la Cumbre de Madrid, celebrada en 1997, cuando los acuerdos, propuestos por los Estados europeos, de establecer diversas reformas en las estructuras de mando y un funcionamiento ms participativo y equitativo se quedaron en papel mojado. Resultado de este golpe de timn, como se calific entonces, fue el copo que los generales estadounidenses hicieron del Mando Supremo para Europa (SACEUR) y el acaparamiento de la direccin de una buena parte de los Cuarteles Generales Regionales (los segundos en importancia), bien directamente o a travs de sus ms fieles aliados, dejando para el resto de los Estados miembros los cuarteles de menor nivel. Al mismo tiempo, EEUU pasaba a controlar de forma exclusiva el Organismo de iniciativas estratgicas, el Programa de nuevas incorporaciones e iba a determinar las zonas crticas a las que hay que prestar una vigilancia especial; zonas que, naturalmente, tienen mucho que ver con los escenarios de friccin y de rivalidad que mantiene con algunos de sus aliados. Y como remate a todo esto se destap el escndalo del llamado Sistema Echelon -Red Escaln por otro nombre-, la famosa red de espionaje yanqui en Europa creada en los tiempos de la guerra fra frente a los pases del Pacto de Varsovia, y que ahora se dedica a espiar a los Estados europeos de la Alianza. El bandazo yanqui fue tan espectacular y descarado que el europesmo gan para su causa a un buen nmero de Estados que hasta ese momento se haban mantenido dubitativos

  • ante la oferta de aceptar la proteccin yanqui o el tutelaje ms o menos encubierto de la Gran Alemania.

    La cuestin es que EEUU haba vuelto a imponer su diktak, de tal manera que, a las puertas de la Cumbre de Washington -el tercer gran punto de viraje en la configuracin de la Nueva OTAN-, tena tanto poder dentro de ella como al final de la guerra fra. La ltima guerra balcnica, con la agresin militar a Yugoslavia, lo vendra a confirmar. All, el gendarme yanqui, que tom en sus manos el peso mayor de las operaciones militares, quiso dejar bien claro que no slo no estaba dispuesto a que Alemania se metiera en sus reas de influencia, colocndole un tapn militar que le dificultara el acceso hacia el Cucaso y la zona euroasitica, sino tambin demostrar quin llevaba la iniciativa o, lo que es lo mismo, que no estaban dispuestos a que el escenario europeo se convirtiera poco a poco en un feudo alemn; Europa -sealaba el representante cubano en una asamblea de la ONU a propsito de esta guerra- ha sido tratada como un socio menor. EEUU es quien toma las decisiones, fija la estrategia, ejerce el mando, dispone de los medios militares necesarios y ensaya su nueva y criminal tecnologa en el polgono europeo.

    Pero la respuesta europesta no se hizo esperar. Apenas unos das despus de finalizada la guerra de agresin a Yugoslavia, los portavoces de la UE anunciaron la puesta en marcha de la Poltica Europea de Seguridad y Defensa (PESC), con la que se trataba de formar, sin prdida de tiempo, el brazo militar del imperialismo europeo coaligado. No pocos comentaristas afirmaron que era la respuesta a la exhibicin militar de EEUU en esa guerra; otros, por el contrario, no han conseguido interpretar -o no les interesa- cmo despus de esa unidad militar mostrada durante las semanas de agresin, ahora se monte este desafo por parte de los aliados europeos; y mucho menos, cuando el jefe militar que ha quedado al mando de las fuerzas de ocupacin multinacionales en Kosovo es un cualificado general de la Bundeswehr (el ejrcito alemn); aspecto, ste ltimo, que, dicho sea de paso, a Alemania le importa poco, porque sabe que el papel de su general no deja de ser el de una figura decorativa y que a EEUU y a sus incondicionales britnicos slo se les podr sacar algn da de Kosovo y de su entorno por la fuerza de las armas. De ah que a finales del pasado ao, los Estados integrados en el Eurocuerpo (encabezados por Alemania y Francia) hayan propuesto a los otros miembros de la UE, que no forman parte de ese aparato militar, que participen en su reforzamiento con la pretensin nada menos! de que en el menor tiempo posible pueda asumir las tareas de paz que actualmente ejerce la OTAN en los Balcanes.

    Todo indica que no ha de pasar mucho tiempo sin que veamos a las tropas de la UE en los campos de batalla, lo que dudamos es que lo hagan bajo el manto de las estructuras de la OTAN. Lo dems, la dinmica de rplicas y contrarrplicas que viene dominando en las relaciones interimperialistas, es la continua escalada hacia la confrontacin, en la que los EEUU volvern a replicar, no cabe duda, con el chantaje y las presiones para romper los planes militares europeos, al tiempo que seguirn explotando a fondo las rivalidades y contradicciones existentes entre los Estados de la UE, con el fin de restarle adeptos al europesmo y ganarlos para su causa.

    As pues, la poderosa OTAN, aparte de sus innumerables crmenes, no ha estado haciendo otra cosa que caminar de una Cumbre a otra, de una Conferencia a la siguiente, a caballo entre la alianza y la fractura, entre la relativa unidad de accin y el peligro de accin por libre por parte de algunos de sus miembros, demostrando que su

  • historia reciente es la de toda una serie de acuerdos convertidos, en su mayor parte, en cenizas que se lleva el viento. Sin embargo, hoy por hoy, nadie parece estar dispuesto a romper definitivamente la baraja, dando as por finalizada la existencia de esa organizacin militar, de esa especie de muro de contencin que, con su derribo, iba a adelantar la confrontacin militar directa entre las grandes potencias; unos, como en el caso de Alemania, porque necesita ms tiempo para reforzar su podero militar, establecer slidas alianzas y ganar nuevas posiciones; otros, como en el caso de los socios menores, porque no les queda ms remedio que seguir tragando con lo que decidan las grandes potencias y, en el caso de EEUU, porque necesita la existencia de la OTAN para sostener sus posiciones en Europa. Todo apunta a que ser el desarrollo acelerado de las contradicciones y disputas lo que, llegado a un alto nivel de agudizacin, provocar el rompimiento de la Alianza, y por ah van los tiros ya que es totalmente inconcebible unir lo que est enfrentndose, meter en un mismo bloque militar lo que no es ms que un conjunto de tendencias expansionistas antagnicas.