la novela inconclusa

23
1 Naria, la contorsionista, estaba intentando entrar en la valija de viaje que su madre le había regalado muchos años atrás. Ella nunca había dicho por qué se la había regalado, aunque varias personas del circo se lo habían preguntado, ya que no parecía un objeto común. Era el objeto por el cual Naria hubiese peleado con la vida. Para el resto del mundo sus recuerdos sobre su familia, especialmente su madre, eran un tanto borrosos. O esa era otra de sus habilidades, dejar espacios en blanco donde mejor le conviniese. El mago, sentado, miraba un televisor en blanco y negro. Noticias. Le encantaban las noticias. Aunque solo escucharlas, no le importaba nada de lo que pudiese suceder en el mundo. -¿Por qué seguís probando meterte en esa valija? -preguntó alzando la vista. -Lo dice el tipo que quiere ser equilibrista -respondió Naria mientras curvaba la pierna en un ángulo en apariencia imposible. -No es para que te enojés. Merluk apagó el televisor. Se quedó con la manos cruzadas sobre la pequeña mesa plegable del trailer que compartía con su ocasional compañera. Llevaban juntos diez años aunque nadie hubiese podido decir una palabra cierta sobre la naturaleza de sus relaciones. Por momentos parecían hermanos, por momentos un viejo matrimonio. Ellos tampoco se preocupaban por aclarar nada. -No respondiste. Naria suspiró y volvió a acomodarse. No parecía frágil o particularmente pequeña, pese a que era capaz de entrar en los lugares más diminutos que alguien pudiese imaginar. -Porque sí -dijo. -¿Nunca me vas a decir desde cuándo tenés la valija? -No. No estaba molesta. No era la primera vez que hablaban del asunto. La obsesión de ella por meterse en esa valija no parecía estar

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1

Naria, la contorsionista, estaba intentando entrar en la valija de viaje que su madre le haba regalado muchos aos atrs. Ella nunca haba dicho por qu se la haba regalado, aunque varias personas del circo se lo haban preguntado, ya que no pareca un objeto comn. Era el objeto por el cual Naria hubiese peleado con la vida. Para el resto del mundo sus recuerdos sobre su familia, especialmente su madre, eran un tanto borrosos. O esa era otra de sus habilidades, dejar espacios en blanco donde mejor le conviniese. El mago, sentado, miraba un televisor en blanco y negro. Noticias. Le encantaban las noticias. Aunque solo escucharlas, no le importaba nada de lo que pudiese suceder en el mundo.

-Por qu segus probando meterte en esa valija? -pregunt alzando la vista.

-Lo dice el tipo que quiere ser equilibrista -respondi Naria mientras curvaba la pierna en un ngulo en apariencia imposible.

-No es para que te enojs.

Merluk apag el televisor. Se qued con la manos cruzadas sobre la pequea mesa plegable del trailer que comparta con su ocasional compaera. Llevaban juntos diez aos aunque nadie hubiese podido decir una palabra cierta sobre la naturaleza de sus relaciones. Por momentos parecan hermanos, por momentos un viejo matrimonio. Ellos tampoco se preocupaban por aclarar nada.

-No respondiste.

Naria suspir y volvi a acomodarse. No pareca frgil o particularmente pequea, pese a que era capaz de entrar en los lugares ms diminutos que alguien pudiese imaginar.

-Porque s -dijo.

-Nunca me vas a decir desde cundo tens la valija?

-No.

No estaba molesta. No era la primera vez que hablaban del asunto. La obsesin de ella por meterse en esa valija no pareca estar guiada por la necesidad de hacer un nuevo truco. Ya tena bastantes y como el circo se la pasaba yendo de un lado al otro, no era difcil pensar que poda repetirse por el resto de su vida.

-Y vos, por qu quers ser equilibrista? -dijo ella, sentndose frente a Merluk. El trailer era tan ridculamente pequeo como ellos dos, pero tenan todo lo que necesitaban.

-No quiero ser equilibrista.

-Te vi el otro da haciendo el ridculo con Vulgus.

Naria se ri.

Merluk pens que haba algo especialmente particular en la forma en la que ella se rea. Nunca pareca ofensiva, aunque quisiese serlo.

-Me estaba enseando algunas cosas.

-Vas a subir al trapecio?

-Puede que lo haga, sera tan terrible?

-Si no te mats en el proceso...

-No es la idea.

-No sos particularmente... diestro para lo fsico.

-Soy mago!

Naria hizo una mueca. Los trucos de Merluk eran tan bsicos que a veces, si estaba enfermo, lo reemplazaba Lucano, uno de los malabaristas.

-Ahora vas a decir que mis trucos no entretienen -dijo Merluk.

Se levant y mir por la ventanilla del trailer. Haca un rato que haba oscurecido. Los animales emitan algunos ruidos dispersos en sus jaulas. La ciudad pareca extraamente lejana. Merluk pensaba qu habra sido de l si hubiese nacido en otra familia. Su padre era domador de leones, su madre finga que lea el futuro en las ferias. Lo nico que saba su madre era descubrir lo que cada persona quera escuchar y eso se aplicaba tambin a su familia. A veces pensaba que esa era la razn por la que su padre se arriesgaba en sus trucos.

l era un tipo con suerte, si ser domador de leones era una forma de llamarse afortunado. Nunca haba salido ms lastimado que algunas heridas menores. Haba muerto tan feliz como un hombre puede serlo. Su madre se haba marchado y Merluk se haba quedado en el circo. Desde nio le gustaba la magia, aunque tambin se preguntaba cmo era el mundo normal. Lo que vea en las noticias. Qu haran las personas que iban a las funciones? Las que pertenecan a ese afuera que nunca lograba entrar de todo al circo.

-Sos entretenido, sino Ulrico te hubiese echado -dijo Naria, refirindose al dueo del circo, un alemn de mal talante que llevaba generaciones en el negocio segn afirmaba. Aunque algunos decan que era un noble arruinado que haba montado un circo solo porque le sonaba arriesgado-. Pero no vas a salir en esa televisin que tanto mirs. No con esos trucos.

-No pretendo ms que esto.

-Y lo de Vulgus?

-Eso es otro asunto.

Merluk no saba para qu guardar el misterio. Tarde o temprano se enteraran desde Ulrico hasta el ltimo enano del circo por qu llevaba das empeado en aprender algunas de las cosas que Vulgus haba tardado una vida en aprender.

-Bueno, tampoco es tan importante -dijo Noela.

Tal vez era por el asunto de la valija, pens Merluk.

La valija estaba entre ellos desde que l tena memoria. Recordaba perfectamente el da en el que Naria haba llegado al circo. Era la nica que no era hija de alguien que ya trabajara en el circo y que quisiese prolongar una tradicin familiar. Se haba presentado con la valija en la que ahora intentaba meterse y una sombrilla. Llevaba un vestido antiguo y gastado. Nadie entenda bien qu pretenda. Pero ella pidi hablar con el dueo del circo. Vaya uno a saber por qu ese da Ulrico estaba de humor, o si fue que simplemente se dej vencer por la belleza de una muchacha que pareca realmente fuera de lugar all, entre el olor a animales y las carpas a medio montar. La cuestin es que l accedi a verla. No se sabe lo que hablaron. Pero ese da, todos dejaron de trabajar para ver salir a la chica del trailer de Ulrico y dirigirse hasta un diminuto barril que haba quedado abandonado. La chica dej la valija a un lado, cerr la sombrilla e hizo lo imposible. Se meti dentro del barril. Luego sali, con una sonrisa que indicaba que aquello no haba sido nada. Nadie aplaudi, no hubo ninguna ovacin, pero si un silencio que premiaba aquello que poda calificarse de inslito fuera de un lugar como ese. Ulrico acept a Naria luego de otras pruebas.

No fue desde siempre que comparti trailer con Merluk, pero el tiempo y las conversaciones hicieron lo suyo para que esa mudanza se produjera.

-Quiero probar nuevos trucos.

Naria alz la vista. Merluk la observo con la timidez que solo ella poda producirle. Su piel plida sus ojos azules en los que convivan ms emociones que los payasos que hacan el nmero del automvil, metindose todos dentro y saludando mientras giraban por la arena.

-Y qu tiene que ver Vulgus?

-Quiero hacer trucos en la altura. Algo que cause una impresin. Una verdadera impresin.

-Podras ensearles los trucos a Vulgus y que l los haga en el trapecio.

-No sera lo mismo.

-Creo que s.

-Cambiara algo si pudieses meterte en esa valija?

Naria mir la valija de su madre. Llevaba tantos aos tratando de meterse dentro que ya no poda ni recordarlos. Lo practicaba una y otra vez, pero siempre algn msculo, algn giro fallaba y volva a sentir que todo empezaba de nuevo. Todo est empezando de nuevo todo el tiempo, pens. Pero era un pensamiento naif. Cada vez que la embargaban los pensamientos, se concentraba para que se alejaron. Su padre le haba enseado varios trucos para mantener la mente firme en un objetivo. Sin embargo, tampoco nadie saba quin le haba enseado todo lo que saba sobre el contorsionismo. Sobre Naria se contaban todas las historias posibles. Algunos le preguntaban a Merluk, esperando que l hubiese sido el depositario de alguna confidencia, pero Naria no le haba contado mucho. Sus padres no tenan importancia en sus relatos. Ella no hablaba del pasado, viva en un presente continuo. En un continuo que implicaba tratar de entrar en la valija y cerrar la tapa. Porque ese era el truco completo, tampoco bastaba con entrar y ver el mundo desde all adentro.

Merluk le haba preguntado qu senta cuando estaba encerrada en cajas de vidrio, cmo se vean las cosas desde all. Naria la haba contestado que no vea nada, que sus ojos no eran parte del truco. No era conciente de la gente, de lo que dijeran, si murmuraban, si se rean, de si haba nios molestos. Ella poda concentrarse bajo cualquier circunstancia. Cuando estaba entrando en el interior de algo, solo exista su cuerpo. Ella solo era capaz de sentir su cuerpo y poda sentir cada fibra, cada tomo. No necesiba ver, solo sentir cmo su estructura se adaptaba a otra estructura, a otra que le era ajena, pero que pasaba a ser propia. Pasaba a ser parte de ella misma y entonces el truco estaba hecho. Luego sala del lugar y todo haba concluido. El pblico la aplauda y comentaban cmo era posible que ella hiciese algo como eso. Pero eso era habitual en el circo. Todo pareca imposible. Pero todo era cuestin de prctica. No es que cualquiera pueda hacer las cosas que nosotros pueda hacer cualquier cosa, le haba dicho Ulrico alguna vez. Eso de que tenemos las mismas capacidades es una tontera. Solo algunos nacemos para esto. Como solo algunos nacen para otras cosas. Qu se yo. La verdad es que no me importa demasiado lo que sucede fuera del circo. Naria pensaba que Ulrico, pese a que todos le tenan cierto temor, era un hombre amable con el cual se poda conversar. Que l poda entenderla.

-No s qu cambiara si lo lograra. Cuando este dentro de la valija y cerrs la tapa, te lo voy a poder decir.

Merluk sacudi la cabeza. l realmente deseaba que Naria lograra hacer el truco, pero muy en el fondo estaba convencido de que nunca podra lograrlo. Y los aos pasaban. Como tambin pasaban para l. Aprender a caminar por la cuerda floja a su edad? Por supuesto, le haba dicho Vulgus, pase por aqu, cualquiera puede hacerlo.

La sonrisa de aquel hombre calvo lo haba humillado ms que si lo hubiesen abofeteado. Pero tampoco Vulgus pretenda ser cruel. Al menos no del todo. Quizs al principio haba credo que Merluk pretenda burlarse de su arte. Suceda a veces. La gente con habilidades es susceptible. Salvo que las habilidades sean las de fingir, como las de su madre. Adivinar el futuro es imposible le haba dicho una vez. Bueno, quizs haya brujas de verdad, no lo s.

Entonces, para qu. Por qu no. La gente quiere escuchar cosas, yo s lo que quieren escuchar y se los digo. Todos salimos ganando.

Excepto Merluk que a veces comprenda que el juego tambin poda encerrarlo a l. Si su madre saba todo, no sabra cmo engaarlo a l? En una poca crea que sus padres no podran mentirle. Luego se dio cuenta de que ellos tambin podan ser enemigos potenciales. Tal vez su padre no. Su padre no era ms que un loco que no vea la hora que un maldito len le comiera la cabeza en medio de una actuacin. Ser una magnfica noticia.

Pero su madre poda engaarlo.

El futuro puede adivinarse, bueno, no el futuro exactamente, le haba dicho Naria cuando Merluk le haba contado la historia de su familia. Se pueden saber cosas, Es cuestin de percepcin.

La magia es percepcin.

La magia verdadera no existe. Yo puedo ver los hilos, que otros no los vean solo depende de m. Pero saben que hay hilos.

Quieren creer que no los hay, le dijo Naria. Si quieren creer que no los hay, entonces no los hay.

Es decir, dijo Merluk, que mi madre era una verdadera bruja, segn tu razonamiento.

No estoy razonando, solo estoy pensando cosas. No s si existen las verdaderas brujas. Tu madre no lo era. Nadie que sea bruja se viste con esa ropa y usa una bola de cristal. Pero creo que tal vez alguien pueda ver lo que otros no pueden ver.

Alguien en tu familia era vidente?

Todos lo somos en algn punto.

Demasiado new age para mi gusto.

Naria se haba encogido de hombros.

Nunca pensaste, dijo, que a veces las verdades son realmente como esas frases de las galletas de la fortuna?

S, alguna vez.

Eso es llegar a un punto de acuerdo.

Claro, la verdad es una galleta de la fortuna.

Es tan cierta como cualquier otra cosa.

Merluk encendi de nuevo el televisor. En la India un tren haba chocado contra otro, haba muertos y heridos. Se acercaban elecciones, los candidatos besaban nios y mentan en varios pases, en varios idiomas.

-No sabemos lo que nos espera -dijo Merluk-. Y si los otros lo saben, no creo que nos lo digan.

Pero aquello era una conversacin del pasado.

En el presente, Naria dijo que tena sueo. Se acomod en su cucheta, ellos no dorman juntos y dio las buenas noches. Merluk coment que mirara un rato ms de televisin y que luego ira a dormir tambin. Maana, quera hablar con Ulrico sobre sus nuevos trucos.

-Buena suerte -dijo Naria, cerrando los ojos y abrazando la almohada.

-La suerte tambin es una galleta de la fortuna.

Naria se ri.

Merluk mir la valija de Naria. Seguro que haba una historia all dentro, all mismo, pero quizs nunca la supiera.

2

Contrariamente a lo que se pudiese pensar, el trailer de Ulrico no era ms lujoso que el de los dems integrantes del circo. La diferencia era que l no tena que compartirlo con nadie. Y que no haba una cucheta, para dormir sino una cama ms o menos respetable oculta tras un biombo. En las paredes del trailer se despersaban toda clase de cuadros con fotos de los lugares que el circo haba visitado durante los largos aos que haba estado vagando por el mundo. Ulrico no era el dueo original, sino que se lo haba comprado a un par de hermanos tan viejos como el encantar de serpientes. Por eso segua llevando el mismo nombre. El Circo de Los Hermanos Lencor. Ancin y Vector Lencor haban muerto haca como treinta aos, no mucho despus de vender el circo. Ulrico pensaba que eso mismo los haba matado, pero aquello era una reduccin simplista. La verdad tambin poda ser que ambos estaban demasiado viejos. Que no haba un romantisismo implicito en la historia de dos hermanos que haban heredado un circo que llevaba como cien aos dando vueltas por aqu y por all, incluso en pocas donde algo como un circo pareca poco interesante. Una poca donde llegaban a ciudades donde grupos de jvenes que no saban ni como deletrear sus propios nombres, les arrojaban cosas o ensuciaban las carpas para protestar por el trato a los animales. Animales que coman mejor que los miembros del circo. Pero aquello era algo con lo que Ulrico haba aprendido a convivir. No es que aceptar la juventud. En algn aspecto, era cierto la idea que muchos tenan de l, es decir, que nunca haba sido joven. O al menos nunca haba pensado que aquello fuera un mrito. S, los animales tenan derechos. S, los animales eran cuidados. Pero sabiendo que la gente mora por nada, era tan importante el destino de un len o de un elefante? Ulrico no era un humanista. Nunca haba tenido una buena opinin sobre la raza humana o cualquier cosa relacionada a ella, pero pensaba que haba algo en el asombro de los nios al ver al imponente len que vala la pena enfrentarse a la naturaleza que otros crean haber descubierto.

Pero los golpes a la puerta de su trailer no tenan probablemente nada que ver con sus pensamientos sobre el mundo o sobre la gente o sobre las campaas de conciencia sobre temas polticamente correctos.

Ulrico dej de leer el diario y se levant a abrir. El mago Merluk estaba all parado, tan delgado e indefenso como siempre. A veces incluso se preguntaba si el truco de las espadas no resultaba simplemente porque su cuerpo no poda ser encontrado por los falsos filos.

-Qu pasa? -pregunt.

-Quera hablarle unos minutos, de ser posible -dijo Merluk.

Ulrico poda haberle dicho que tena muchas cosas importantes de las que ocuparse, pero supuso que las tiras cmicas del diario podan esperar un rato ms y lo hizo pasar. Merluk agradeci agachando levemente la cabeza y entr al trailer. No era la primera vez que estaba all. Su padre lo haba llevado varias veces cuando l era nio. El padre de Merluk haba sido el domador de aquel circo hasta su muerte. Esto no haca que Merluk fuese ms simptico a los ojos de Ulrico o que le dispensara un trato diferente, pero al menos lo haca saber de qu iban las cosas en aquel pequeo mundo.

Ulrico lo hizo sentar tras su escritorio. Luego se acomod l y se lo qued viendo como si fuera una atraccin ms. Era obvio que no iba a iniciar aquella conversacin en la que no tena mayor inters.

-Seor Ulrico -dijo Merluk, y por un segundo dej su mente vagando en el simple hecho de que no conoca el apellido del dueo del circo, de que nadie lo conoca, de que siempre haba sido Ulrico y de que siempre lo sera y de que haba demasiadas cosas que eran de una manera y que nunca sera lo otra, quizs como la valija de Naria y que se senta cansado, que el traje de mago, apenas un saco, una camisa y unos pantalones, le pesaban demasiado, como si estuviese cargando conejos y palomas dentro de l, pero se dio cuenta de la expectacin de su interlocutor y logr continuar-. Quera decirle que estoy preparando unos nuevos trucos, que puede interesarle al circo.

Ulrico alz una ceja. Le pareca absurdo que alguien ms que l pudiese saber lo que le interesaba al circo pero no dijo nada. Que el chico dijera lo que tena para decir y luego se fuera.

-Qu clase de trucos?

-No son los trucos en s -dijo Merluk-. Sino dnde se llevarn a cabo.

-Y eso dnde ser?

-En la cuerda floja. Quiero ser un mago aereo.

Ulrico se lo qued mirando. Merluk no supo cmo interpretar aquello, estaba pensando que se haba vuelto loco o crea que era una gran idea? La cara de Ulrico pareca modelada en una piedra vieja y desconocida.

-Un mago aereo -repiti.

-As es. Estuve hablando con Vulgus para que me ensee a caminar por la cuerda floja o usar los trapecios.

-Algn logro?

-Todava estoy aprendiendo.

-Y cul sera, entonces, el objeto de esta conversacin?

Merluk dud, en realidad no se haba planteado para qu decrselo a Ulrico, porque de cualquier forma iba a enterarse. Pero crea que ser parte del circo era tambin una forma de no ser un solitario y aquel hombre deba conocer las cosas por su propia boca, aunque luego le dijese que era un demente y lo olvidara.

-Quera que lo supiera -dijo Merluk.

-Ahora lo s. Pods irte.

Merluk pens en preguntar si le interesaba la idea de aquella rutina, pero qued demasiado sorprendido por el tono definitivo de Ulrico. Por supuesto que era el de siempre, pero quizs, en el fondo, esperaba que aquel tono se demorara un poco ms en salir a la luz.

Vencido se levant y fue hasta la puerta del trailer sin que Ulrico lo acompaara.

-Durante aos -la voz del dueo del circo le lleg de mucho ms atrs del escritorio, le lleg como si estuviesen en el interior de una caverna tan profunda como inexplorada-, tu padre meti la cabeza en las fauces de esos leones. Lo vi tantas veces que ya no me causaba sorpresa. Lo creo que nadie vea era que cada vez la dejaba un poco ms de tiempo. Esperaba algo. Espers algo, Merluk? Es eso?

Merluk pens en Naria y su obsesin por meterse en la valija que haba sido de su madre. La respuesta que ella le haba dado. La nica respuesta que ahora le resultaba posible.

-Lo sabr cuando est en el aire -respondi Merluk.

-No dejs que Vulgus te mate. Y cerr la puerta cuando salgs.

Merluk asinti silenciosamente, quizs sin darse cuenta de que Ulrico no poda verlo y sali del trailer. Afuera, el da estaba comenzando y cada uno estaba demasiado ocupado en su tarea. Mir las jaulas de los animales, ninguno de los leones que estaban all haban sido parte del grupo de su padre.

Merluk se pregunt qu se sentira meter la cabeza all adentro. Qu era, en definitiva, esa atraccin por escapar del afuera.

Pero tampoco se lo pens mucho. Ya Vulgus lo estaba esperando. La cuerda floja, el extrao equilibrio de estar colgando de la nada. Y jugar con magia.

3

En lo alto se poda ver la cuerda, la cima de la carpa, oscureciendolo todo, como una enorme cpula que fuese cerrndose para el deleite de alguien tan claustrofbico como Merluk. En medio de la cuerda, haba una puerta. Ms abajo se vea la red de proteccin y abajo de ella haba otra puerta.

Cuando Merluk lleg, Vulgus estaba examinando la puerta de abajo. Al verlo entrar, sonri burlonamente.

-El truco de las puertas -dijo.

-As es.

-Hice que lo montaran segn tus especificaciones. La puerta de arriba est en la mitad del trayecto de la cuerda. No hubiese sido mejor ponerla ms cerca de la tarima para dar un salto hacia ella y listo?

-No, no quiero saltar hacia la puerta. Eso sera sencillo.

-Lo sencillo es efectivo.

-Pero no es lo que quiero. Quiero caminar hacia la puerta.

-Y entrar.

-Y entrar, s. Y luego salgo por la puerta de abajo.

-Y todos se sorprenden.

Vulgus hizo un grandilocuente gesto sarcstico que Merluk decidi ignorar. Necesitaba al equilibrista para aprender el truco. Bueno, no exactamente el truco, el asunto de las puertas lo vena haciendo haca aos, pero nunca lo haba practicado en la altura. La idea era simple, las puertas estaban separadas por una distancia considerable y Merluk entraba por una y mgicamente sala por la otra sin que nadie se enterara de cmo haba salvado semejante distancia.

-Vas a hacerlo tambin de abajo para arriba? -pregunt Vulgus.

-No s, puede ser. Por ahora me parece mejor que el pblico me vea subir y luego caminar por la cuerda que meterme por la puerta de abajo y salir arriba.

Vulgus se encogi de hombros.

-Pero eso de hacerlo sin red... -dijo.

-Acaso no puedo?

-Yo podra hacerlo, pero vos no tens prctica. Pretends aprender a caminar sobre la cuerda en unos cuantos das. No pods prescindir de la red. De hecho sera conveniente que usaras un arns con cable para caminar.

-Con eso puesto no podra entrar por la puerta. Cmo paso la soga de un lado al otro?

-Te pods sacar la soga justo antes de entrar.

-Quedar solo un segundo realmente balanceandome.

-S.

Merluk sacudi la cabeza.

-No, arruinara el espectculo, hay que hacerlo as. Tengo que aprender a caminar por la cuerda. Aunque sea solo por ese pequeo tramo.

-Como quieras. Vamos de nuevo.

Vulgus le hizo una sea para que se fuera hacia la escalera que permita ascender, pero en ese momento un pequeo movimiento de tierra hizo que los dos hombres se quedaran quietos.

-Qu fue eso? -dijo Merluk.

-No lo s, pero no es la primera vez que lo siento.

-Yo tampoco, pero nunca uno tan fuerte.

Vulgus dio un paso pensando que ya todo estaba tranquilo, pero el piso volvi a temblar. No pareca un terremoto, pero era imposible deducir de qu poda tratarse. Merluk se qued confundido. En ese momento, Ulrico se les acerc.

-Hoy van a tener que olvidarse de la cuerda floja -dijo.

-De qu est hablando? -dijo Vulgus-. Tenemos que ensayar, adems a la noche hay funcin.

-Esta noche no habr funcin.

-Hubo un terremoto? -pregunt Merluk.

Ulrico pareci quedarse unos segundos perplejo, pero luego asinti.

-S, fue un terremoto y no se sabe si puede haber otro, no nos podemos arriesgar. Tampoco podemos arriesgar al pblico.

-Como si tuviesemos tanto -murmur Vulgus.

-Qu?

-Nada.

Ulrico lo mir como ordenndole que se callara, que no quera escuchar nada al respecto. Y es que Vulgus tena razn, cada vez vena menos gente a las funciones, quizs porque el lugar no era el adecuado, varios miembros del circo pensaban que estaban en el peor lugar de la ciudad y que mejor hubiese sido moverse, pero nadie se animaba a decirselo a Ulrico, l siempre decida dnde instalar el circo. Solo que esta vez se haban quedado ms tiempo del habitual en un sitio que pareca el menos indicado del mundo para montar las carpas.

-Ms tarde podrn probar lo que quieran -dijo Ulrico, yndose rpidamente.

-Lo siento, chico -dijo Vulgus, dndole una palmada a Merluk.

-S, yo tambin.

Merluk se alej, sin antes darle una mirada a las puertas. Estar adentro, estar afuera, en qu cambiaba las cosas?

4

Ulrico volvi a su trailer y se asegur de que la puerta estuviese perfectamente cerrada. Se acerc hasta su escritorio y agarr una bola de cristal dentro de la cual se vea una casa cubierta por la nieve. La hizo girar y se escuch un ruido profundo, grave, como de las entraas de la tierra. Luego quit la alfombra del suelo y esper a que la puerta trampa se abriera. Poca gente saba de la existencia de aquel artilugio y la idea era que as se mantuviese.

Cuando Ulrico mir hacia abajo, una luz le dio en la cara. Despus apareci un enano con una lmpara que iluminaba como un sol en miniatura.

-Bromurio? -dijo Ulrico.

-Esperabas a Santa Claus? -contest el enano.

-Vas a tener que hacer algo con esa actitud.

-Puede esperar. Lo importante es, qu quiere a estas horas? Se supone que solo debemos vernos de noche.

-Esper no puedo gritar desde ac arriba.

Ulrico dio un salto hacia la puerta trampa. Cay en tierra. Un tnel se abra hasta donde la vista poda alcanzar. Sombras de enanos se movan aqu y all, portando carretas con rocas que arrojaban a un costado. Un sistema de iluminacin, un tanto pobre, permita que pudiesen trabajar.

-Ahora se siente cmodo? -dijo Brumorio.

-Nunca se est cmodo ac abajo.

-A m no me molesta.

Ulrico mir al enano, el cual le devolvi una sonrisa ridcula. Llevaba la ropa sucia y la cara manchada de tierra.

-Qu fueron esos temblores? -pregunt Ulrico-. Voy a tener que suspender otra funcin. Los dems van a empezar a sospechar.

-Qu quiere que le diga. Para hacer una tortilla, hay que etctera. Y todo eso. Usted sabe que no podemos hacer un tnel sin volar la piedra. Ac tenemos piedras por todas partes. Cree que a los enanos nos gustan las piedras? No, no nos gustan. No importa lo que la mitologa le diga. A los enanos no les gusta bajo tierra cavando, haciendo joyas o criando gusanos, o lo que sea que los enanos hacen. No nos gusta.

Ulrico alz las manos para que Brumorio detuviera su discurso.

-Les pago muy bien por lo que estn haciendo.

-Cmo vamos a disfrutar el dinero si vivimos ac abajo? Al menos los otros enanos hacen nmeros all arriba.

-Los dbiles arriba, los fuertes abajo. Eso es lo que funciona.

-Para usted.

-Para los enanos tambin.

-No vamos a discutir la poltica de los enanos ahora. Quiero saber si encontraron algo.

Brumorio se encogi de hombros.

-Piedras. Y ms piedras.

-Adems de piedras.

-Todava nada. Pero creo que esta vez estamos en el lugar correcto. El sitio se corresponde bastante con el mapa de los hermanos Lencor. Al menos es la cueva ms parecida a la que describe el Libro de la Gran Carpa. Eso es algo.

Ulrico mir una vez ms por el tnel. Llevaba tantos aos en aquella bsqueda que poda casi repetir de memoria el Libro de la Gran Carpa. Los hermanos Lencor tambin lo habran podido hacer, de haber estado vivos. Pero ellos se haban dejado vencer. Mantener el Circo, mantener la bsqueda, haba sido demasiado. O eso era lo que haban dicho en el momento de traspasrselo a Ulrico. Ni siquiera les importaba el dinero que l les haba pagado. Era una suma como cualquier otra, un simple gesto de intercambio. Estaban sencillamente en sus ltimas fuerzas. Haban tratado de decirle a Ulrico que a l poda pasarle lo mismo, pero l lo haba desechado. Los hermanos Lencor tambin le advirtieron que ellos tuvieron la misma reaccin cuando recibieron el circo de sus padres y cuando recibieron El Libro de la Gran Carpa. Mientras hacan ms anotaciones al margen, mientras seguan expandindolo como un libro infinito. Que, en algn punto lo era. Aquel enorme libraco guardaba la memoria de generaciones enteras de cada dueo del circo, de cada buscador. De cada avance, de cada fracaso. Acaso la verdad haba existido alguna vez?

-Y qu pasa si no lo encontramos? -pregunt Brumorio, como si estuviese leyendo los pensamientos de Ulrico.

-Tiene que estar en alguna parte.

-Puede ser un engao.

Brumorio dej la lmpara a un costado y se sent en el suelo. Ulrico lo observ brevemente y luego imit el gesto. Estaba tan cansado que ya ni recordaba lo que era dormir o comer adecuadamente. Ms en las ltimas semanas, cuando los progresos haban sido tan evidentes. Cuando las cosas estaban tan cerca de sus manos.

-Alguien pudo haber escrito el libro para hacerse famoso -dijo Brumorio.

-El primer redactor del libro es desconocido -objet Ulrico-. Pocos son los que han firmado de puo y letra. Adems, el saba que la obra iba a ser continuada, por eso dej tantas pginas en blanco, tantas dudas, para que el libro fuese continuado. No saba realmente lo que tena entre manos, esperaba que otro concluyera lo que l no pudo.

-Bueno, supongamos que no fue un engao. Pudo haberse equivocado.

-l jura haberlo visto todo!

Brumorio hizo un gesto de fastidio.

-Tenemos magos, hacemos ilusiones, a veces hay verdad, a veces solo fingimos, el pblico no diferencia las cosas. El Libro de la Gran Carpa puede ser lo mismo. Su autor original pudo haberse dejado engaar y escribir lo que vio, lo que sinti y todo eso como si fuese real.

-Vamos a discutir qu es real y qu no? No estamos un poco ms grandes para eso?

-No, no pretendo discutir lo real y lo no real. Pretendo discutir si vale la pena seguir excavando tierra tras tierra. Si el libro no es una mentira. Si no estamos persiguiendo una ridcula quimera.

-Vale la pena hacerlo.

-No lo s. Aunque sea cierto y finalicemos exitosamente nuestra bsqueda, tal vez todo no sea ms que humo y espejos.

-Basta -dijo Ulrico, levantndose-. Ustedes sigan haciendo su trabajo. Y con mayor sutileza. Necesitamos tener funciones para que nadie sospeche nada.

Brumorio se par tambin y tom la lmpara.

-Como quiera. Es su dinero y usted es el jefe.

Hizo un saludo irnico con la mano en la frente y se march por el tnel, iluminando las formas de forzudos enanos que se dispersaban por ms de un kilmetro en lo profundo.

Ulrico se qued unos segundos inmvil y luego volvi a subir por la puerta trampa. Regresar al trailer lo hizo sentirse como un buzo que acabara de descomprimirse luego de una larga inmersin.

Tap el escondite con la alfombra e hizo girar la bola de cristal. Luego abri uno de los cajones del escritorio y sac El Libro de la Gran Carpa. Se sent en su cmoda silla de cuero y una vez ms observ los grabados. Las diferentes letras, los diferentes lenguajes. Pgina a pgina. El mismo objetivo.

5

Merluk pas el da en la ciudad. Como no haba funcin, no haba gran cosa para hacer en el circo y prefiri observar la ciudad que desde algunas semanas los cobijaba. Para l, todas las ciudades eran lo mismo. Sin embargo, no era como otros del circo que vean aquellas carpas como su nico hogar. Merluk saba que ningn lugar era su hogar. Ni aquellos edificios grises, ni aquellas carpas grandilocuentemente engaosas. La pompa de lo futil.

Cerca del medioda fue a un restaurante donde comi un sandwich y observ a la gente. Sac una baraja de cartas y se puso a hacer un solitario. No era un juego que lo entusiasmara demasiado, pero si se pona a hacer algn truco, caba la desagradable posibilidad de que se le acercaran nios o padres, o ambas cosas a un mismo tiempo y eso era algo que poda dejar pasar. Se pregunt qu estaran haciendo los dems, pero como algo fugaz. No le importaba tampoco. Quizs era ms intrigante saber dnde estaba su madre. En qu feria estara llevando a cabo sus engaos. No era la nica bruja de feria que haba conocido. Cuando la madre de Merluk dej el circo de los hermanos Lencor, fue reemplazada por Ruviena. Ruviena era joven y por lejos ms fraudulenta que su propia madre. No le alcanzaba con montar una pequea carpa para fingir leer una bola de cristal. No, por supuesto que no. Tena todo un nmero en el que hasta hablaba con los espritus. Lo mejor era el asunto del ectoplasma. Pona los ojos en blanco y de su boca salan unas formas blancuscas que caan al piso como en los primeros aos del espiritismo. Nadie haba descubierto cmo lo haca. Aunque lo cierto es que quizs a nadie le importara. Merluk haba trabado una cierta amistad con Ruviena y haba tenido la sutileza de nunca preguntarle cmo haca semejantes embustes. Ella se lo agradeca siendo secundndolo en sus actos. Era una mujer muy bella, de eso no caba duda. Se deca, incluso, que Vulgus haba querido seducirla, pero sin suerte. Pero a Merluk no le interesaba, al menos en ese aspecto.

-Existen los fantasmas? -le haba preguntado Merluk, alguna vez.

Ruviena haba sonreido, mientras encenda un cigarrillo. Sus ojos parecan perdidos en alguna pasado borroso y con pocas ganas de hacerse presente.

-Quizs no como lo pensamos.

-Eso no es una respuesta.

-Puede que existan.

Y no dijo nada ms. Y Merluk tambin se sinti insatisfecho, como cada vez que hablaba con alguien del circo o de ferias o cuando se tomaba la molestia de visitar a mediums profesionales o lo que fuera que estuviese relacionado con algo fuera de este mundo de cosas tan simples y aburridas y complejas y necesarias y prescindibles como lmparas y sillas y mesas.

Nunca exista ninguna prueba de nada, de nada que fuese tangible. Todo estaba teido por la idea de que haba un fraude, o por lo menos un engao consentido.

Cualquier abstraccin tiene parte de mentira, le haba dicho su padre. El amor, la libertad, la matemtica, todo es susceptible de mentir. Un nmero enamorado es la forma ms retorcida de evadir la verdad que conozco. Un nmero es una forma de soledad y la soledad tambin es una abstraccin transitoria. Existe la muerte, pero eso al final del reflejo de los espejos.

Merluk se golpe en la frente para dejar de divagar. Volvi a ver las cartas que tena sobre la mesa. Estaba perdiendo en su propio juego. Guard la baraja y pag su almuerzo.

El resto del da lo us para pasear por la ciudad, leer los diarios y enterarse de las noticias acerca de misteriosos temblores. Pens que deba visitar la ciudad con Naria. Se lo dira luego.

A la noche regres. Los trailers estaban silenciosos.

En el suyo, Naria flexionaba las piernas. La valija de su madre estaba en el suelo, como una meta tan cercana como imposible.

Merluk entr y se sent. Encendi la televisin. Era un alivio para l la existencia de canales de noticios que funcionaran las veinticuatro horas. Odiaba cuando era chico y la pantalla se volvia gris, la transmisin terminada. No ms noticias. No ms saber qu pasaba en algn lugar del mundo que quizs nunca conocera. O que no le importara lo suficiente.

Naria dej sus contorsiones y fue hasta una pequea heladera. Tom una botella de t fro y se sent frente a Merluk.

-Estuviste en la ciudad? -pregunt.

-S. Me gustara que vinieses conmigo.

Naria hizo un gesto de disgusto.

-No s si quiero estar de nuevo en la ciudad. No es que no me gusten las ciudades, pero toda esa gente. No la soporto.

-Trabajamos entreteniendo gente.

-La gente nos entretiene a nosotros. Ellos son nuestro espectculo. No sirven para otra cosa. No te equivoqus.

Naria abri la botella y bebi un largo sorbo.

-No entiendo por qu no te gusta la gente.

-No s si no me gusta. A vos te gusta?

Merluk vacil. Le gustaba Naria, Ruviena, incluso Vulgus. Algunos otras personas del circo.

-Bueno, creo que a nadie le gusta la gente como concepto. Es algo demasiado general. Nos relacionamos con particulares.

-No, nos relacionamos con nadie. Estamos solos, Merluk.

-Ahora no estamos solos.

-S, estamos solos.

Naria apoy la botella sobre la pequea mesa plegable y mir fijamente a Merluk, al punto que l se sinti levemente intimidado y el sonido del televisor pas a ser un murmullo indescernible que se perda en un fondo, en un paisaje lejano al que no poda llegar aunque quisiese hacerlo. Y en ese momento, s que hubiese escapado de los ojos de Naria.

-Decime algo -dijo ella-. Cuntas veces te presentaste a concursos de magia?

Merluk se qued perplejo por la pregunta y tard unos segundos en responder.

-No s... un montn de veces. No lo recuerdo.

-Alguna vez ganaste?

-No.

-Pero, cuntas veces te dijeron que eras especial?

-Qu?

Absorbido por la fiereza de los ojos de Naria, Merluk sinti que todo el mundo desapareca. Ya no era solo el televisor. Era todo, el trailer, el circo. Todo. Solo existan esas pupilas que se clavaban en su pasado. Que buscaban entre todos esos recuerdos que, vistos desde la distancia, tal vez no eran ms que un montn de tonteras. Algo que, si un desconocido hubiese encontrado, no hubiese vacilado en tirar al fuego para hacerlo desaparecer.

-Cuntas veces alguien te dijo que ibas a triunfar tarde o temprano? Cuntas veces te dijeron que lo tuyo era diferente? Que si hacas este pequeo cambio o este otro, todo mejorara. Que podan ayudarte con esto, que podan ayudarte con aquello.

-Muchas veces.

-Y algo cambi? Acaso este circo es tan importante?

Merluk no saba qu responder. A veces dudaba de todas sus convicciones. Le resultaba fcil pensar que el circo era el mundo y a veces pensar que no. Contradecirse en cuestin de minutos, incluso.

-No lo s. Tal vez es un mundo, pero un mundo pequeo. Algo que est en medio del otro mundo. De otros mundos.

-Una explicacin que en tu timidez busca evadir lo esencial. Estamos perdidos en este circo mientras en los concursos de magos siguen ganando los tipos que cortan por ensima a una mujer al medio.

-No es tan as...

-Simplifico lo evidente, pero sabs que tengo razn. Sos especial? Bienvenido a mi mundo. Porque yo s que este circo no es mi mundo.

-La valija es tu mundo?

Naria se ri.

-Yo soy mi mundo. La valija solo es algo que tengo que hacer. Pero si muriera hoy mismo, no derramara una sola lgrima por no haber podido entrar a la valija.

-Pero entonces...

-Entonces, nada. Yo quiero entrar a la valija, da tras da. Todos los das de mi vida. Y todos los das fallo y todos los das lo vuelvo a intentar. Pero ni los fracasos ni los intentos constituyen mi vida.

-Mi fracaso es mi vida?

Merluk se mir el traje viejo que llevaba puesto. Recin en ese momento pens que todo el da haba andado as por la ciudad. Que la gente habra pensado que era un don nadie o, justamente, ni siquiera habran reparado en l. Naria tena razn, cuando haca sus trucos, pensaba que era especial, pero cuando el conejo terminaba de salir de la galera, cuando sus orejas escuchaban el mnimo sonido del exterior, entonces todo terminaba en un aplauso tan vaco como una tumba milenaria.

-Yo no voy a decirte qu es o no es tu vida. Solo voy a decir que dejs de mentirte.

-Quers decir que no tengo futuro?

-No. Lo que digo es que no creas que ests destinado a algo en particular. Sea el fracaso o sea el xito. Los magos van a estar ah cuando te vayas de este mundo. La magia va a seguir existiendo.

-Como una manera de expiar el dolor.

-El dolor es la peor de las trivialidades.

Naria termin la botella de un solo trago y la arroj a un tacho de basura. El ruido hizo que Merluk volviese a la realidad del trailer. De la noche entrando por las ventanas, a travs de las cortinas abiertas. Se senta como un condenado que acabara de cumplir su tiempo tras las rejas y ahora no tuviera la menor idea de cmo continuar.

-Esto no me sirve para nada -dijo finalmente.

Apag el televisor y se qued en silencio. Naria lo observaba, pero no con la misma fijeza que antes. Su cara se haba dulcificado. No senta piedad o lstima por l, al menos era lo que Merluk perciba. Quizs podra haber acotado que el amor tambin era la peor de las trivialidades, pero aquello hubiese sonado artificial en su boca. l no era un hombre sentencioso. Tampoco era su padre. Era de los Ssifos que tampoco se animan a silbar mientras que empujan la piedra por la colina. Solo empujan mientras sienten sus huesos crujir bajo el peso y luego la ven rodar vuelta abajo. Y regresan a empujarla una vez ms.

-Lo siento, tal vez no te tendra que decir estas cosas -dijo Naria.

-Es lo mismo. S qu tens razn. Pero todos tenemos razn y eso no me ayuda en nada.

-Qu te ayudara?

-Meter la cabeza en uno de esos leones y esperar a que cierre de una vez la boca.

Naria se ri.

-Una salida rpida y melodramtica. Tu estilo perfecto.

-No tengo estilo. La magia muta. Y este mago es el que hoy reclama dormir.

Merluk se levant y se meti en su cucheta. Al igual que Naria, tampoco se molestaba en cambiarse. La nica concesin que hizo fue la de quitarse los zapatos.

Los zapatos que durante aos haba usado su padre, parado frente a los leones de fauces afiladas como un ltimo pensamiento antes de dormir.

6

El taladro hizo debidamente su trabajo. En medio de la oscuridad del enorme cuarto, asom un casco con linterna y luego una pequea cabeza. El resto no tard demasiado. Brumorio emergi del suelo, seguido de Ulrico, que traa una linterna.

-Tronva desactiv los sistemas de alarmas? -pregunt Ulrico.

Brumorio se dio vuelta para mirarlo y la luz del casco le dio a Ulrico directamente en la cara, hacindolo parpadear violentamente.

-No me ilumins con eso! -grit.

-Creo que tus gritos responden tu pregunta -dijo irnicamente Brumorio-. Y la pregunta que vas a hacer despus. S, Tronva desactiv las alarmas y s, Tronva se encarg de que los guardias esten debidamente dormidos con el somnifero que puso en el caf que tomaron hace un rato.

Ulrico miro a su subordinado y por un momento pens en arrancarle esa pequea cabeza soberbia de los hombros. Pero las capacidades de Brumorio lo hacan imprescindible para los trabajos que se tenan entre manos.

-Lo que no entiendo es por qu no pudiste consultar los libros de da -dijo Brumorio.

-Esta parte de la Biblioteca Pblica no es exactamente pblica. Aqu se guardan libros demasiado antiguos para ser prestados a cualquiera. Hay que tener alguna acreditacin acadmica. En fin, habra que dejar demasiados rastros.

-El agujero en el piso no les parecer sospechoso?

-Ya tendremos que los libros que quiero y nadie nos va a encontrar en las alcantarillas de una ciudad tan grande. Es el robo perfecto.

-Robar un banco sera perfecto. Me estoy cansando un poco de esto de los tneles.

-Preferis seguir con los payasos, recibiendo sifonazos?

Brumorio sacudi la cabeza. La sola idea de seguir con esos imbciles que se crean graciosos le revolva las tripas. Ver un zapatn le provocaba arcadas.

-No me quejo del trabajo. Pero como le dije hoy a la maana, si no podemos disfrutar el dinero que nos paga, no s para qu vamos a esforzarnos por ganarlo.

-Cuando descubramos todos los misterios de El Libro de la Gran Carpa, entonces podremos disfrutar del dinero. Y de muchas cosas ms.

-Siempre y cuando no sea una mentira.

-Para eso venimos a robar libros. Tal como pensabas. Esta es la ciudad de la que habla el libro. Aqu no solo yace el objeto de nuestra bsqueda, sino informacin vital sobre el libro.

-Y eso por qu es?

-Cuando compr el circo de los Lencor, no saba que ellos se haban desecho de su enorme biblioteca, la vendieron para pagar algunas deudas. Ya haban decidido que continuar la bsqueda era ntil y solo se dedicaron a conservar el circo. Los libros los compr un coleccionista privado que tambin estaba interesado en el Libro.

-Saba para qu sirve?

-No lo creo. La cuestin es que l dedujo que el autor que inici el Libro, haba vivido en estas tierras. Esta ciudad fue muchas veces reconstruida.

-Los hermanos Lencor no conocan esta ciudad?

-No. Como es obvio por los comentaristas del Libro, nadie ha logrado descifrar todo el rompecabezas completo. Los que averiguan para qu sirve el Libro, no saben cmo utilizarlo; los que tienen una pista de dnde buscar no saben qu buscar, etc. Nadie uni todas las piezas. Excepto nosotros.

-Pero, por qu los libros estn ac. Qu pas con el coleccionista.

-Lo mismo que lo que sucedi con los hermanos Lencor y con todos los que poseyeron el Libro. Se rindi. l crea que deba buscar en la superficie de la ciudad, no por debajo. As que gast sus fuerzas y su dinero y finalmente desisti. Don los libros y desapareci de la escena.

-Mutis por el foro.

-Exactamente. Y ah es donde entramos nosotros. Nosotros sabemos qu buscar, dnde buscar, slo necesitamos... precisin. Los libros de los Lencor pueden darnos eso.

-Vamos a llevarnos toda una biblioteca?

-No, solo necesitamos dos o tres. Son complementarios de El Libro de La Gran Carpa.

Ulrico se acerc a las estanterias con la lmpara. Fue observando los pesados tomos de cuero, las miles de pginas dormidas que ese esparcan por los recovecos de la biblioteca. Si se lo hubiesen propuesto, habran podido conseguir algunas ganancias sustanciales con varios de los libros que all se almacenaban con el aire y la temperatura justa para evitar su destruccin.

Ulrico pensaba que aquello era un tanto ridculo. Que el tiempo deba hacer su trabajo y que cualquier intento por detenerlo era absurdo. Lo que deba ser destruido, lo ser. Pero, ahora agradeca que todo el mundo no pensara como l ya que necesitaba refugiarse en el pasado para concluir sus planes.

Planes que solo Brumorio conoca. Los dems enanos trabajaban teniendo una vaga idea de lo que hacan. No era importante que supieran todos los detalles, solo recibir una sustancial paga. Y que los alejaran de los payasos y sus insoportables actos. De hecho, Brumorio era el que accidentalmente haba llevado a Ulrico al conocimiento del Libro. Aquel enano poda haber llenado los espacios en blanco de la historia del dueo del circo.

Lo cierto es que Ulrico mismo se haba encargado de echar a correr los ms diversos rumores sobre su pasado. Su encuentro con Brumorio lo haba cambiado todo.

Se haban cruzado muchos aos atrs, una noche que Brumorio estaba en un bar en otra de las tantas ciudades perdidas que los circos visitaban. Algunos ebrios se haban fijado en l y se haban confabulado para burlarse de su estatura y sus deformidades. Pero Brumorio no era presa fcil y haba empezado a los golpes. Cosa que no dio grandes resultados porque los otros eran demasiado y pronto se vio rodeado. De no ser por la aparicin del descomunal Ulrico que a botellazo limpio separ las aguas, quizs hubiese muerto aquella noche.

Ulrico no se preciaba por ser un buen samaritano, pero aquella noche estaba de mal humor y haba pensado que una batalla campal contra unos borrachos era una buena causa. Una causa como cualquier otra para levantar la moral. Como dao colateral, ayud a Brumorio a salir de los aprietos en los que se haba metido.

Brumorio, le agradeci llevandolo al circo en el que aquel momento trabajaba, el Circo Itinerante de Uzrael, a tomar unas copas de un licor que, segn el enano, era exquisito.

Pero lo exquisito no fue el licor. Al menos no para Ulrico. Sino la visin casi beatfica de una de las atracciones de aquel circo. La enana Darlea. La enana mimo. La hermana de Brumorio.

Ambos vivan junto a otros veinte enanos en un mismo trailer, apretados al punto que pensaban que cualquier da el trailer implosionara para arrastrarlos al ms absoluto colapso. Cuando Brumorio lleg al circo, su hermana corri a su encuentro. Ulrico se enamor al instante. Apenas se dio cuenta de la preocupacin de ella y de cmo Brumorio la calm explicndole que Ulrico lo haba salvado. Ella hizo algunos gestos para agradecerle. Ulrico comprendi que ella era muda. Por eso, el dueo de ese circo, Uzrael, haba decidio usarla como enana mimo. Una gran atraccin, segn l pensaba. Uzrael era un viejo mezquino. Su circo estaba en ruinas. Cualquier cosa poda transformarse en una atraccin. No es que el acto de Darlea fuese particularmente grotesco a los ojos de Ulrico, la cuestin eran todas los dems espectculos que el circo ofreca. Durante esa noche, que pareci eterna, Ulrico, Brumorio y Darlea hablaron, lo hicieron interrumpidos por los comentarios de los otros veinte enanos que se quejaban de no poder dormir. Ulrico les dijo que no era tiempo de dormir, que deban irse de all. Que no podan tolerar semejantes abusos. Pero los enanos le dijeron que no haba esperanzas fuera del circo.

Fue entonces que Darlea habl a travs de seas, paredes imaginarias y sogas propias de su arte de mimo y le cont a Ulrico lo que una vez haba escuchado un par de das atrs. El Libro de la Gran Carpa. Un libro con secretos inimaginables. Uzrael haba hablado de aquello con otros hombres, sin saber que Darlea estaba ah o sin importarle. Ver a una enana perpetuamente con la cara pintada de blanco, con los labios rojos, no era algo que llamara la atencin de aquel viejo. Que la mereciera. Brumorio no crea en la existencia del libro, lo haba desechado como una fantasa ms, como un delirio del viejo. Pero Ulrico crey, quizs porque quiso creer en cualquier cosa que viniese de Darlea. Y, su determinacin se hizo ferrea.

-Tenemos que conseguir ese libro.

-Se dice que est en algn circo -tradujo Brumorio, de las seas de su hermana-. Pero no se sabe en cual. Uzrael lo ignora.

Ulrico medit unos instantes. Necesitaba actuar. Pero primero haba que meditar. Les dijo a los enanos que volvera luego de hacer algunas averiguaciones y as lo hizo. Durante semanas, en las que la imagen de Darlea estuvo siempre presente en sus pensamientos, habl con cuanto saltimbanqui, tragasables, payaso o mujer barbuda encontr en su camino. Y exactamente dos meses despus de aquella noche en la que cambi su vida, regres al circo de Uzrael, tambin de noche. Despert a los veintidos enanos y les dijo todo lo que haba averiguado. Los rumores decan que eran los hermanos Lencor los que tenan el libro y se rumoreaba que pronto venderan su circo. Que ya no queran saber ms del asunto. Ellos tenan que apoderarse del circo para tener el libro.

-Pero no tenemos dinero.

Ulrico comprendi que solo quedaba un camino por tomar. Con ayuda de los veintidos enanos tom por asalto el trailer de Uzrael, mat al viejo y se llevaron todo el dinero que pudieron. Esperaron pacientemente para que la estela del crimen se disipara y all apareci como un comprador frente a los Lencor.

Todo hubiese sido maravilloso, por supuesto. Si Darlea todava estuviese viva. Si ella hubiese permanecido en este mundo para ver el triunfo que se acercaba. La conclusin de los sueos de Ulrico, que tambin eran los de ella.

Pero aquello era otra historia que Ulrico no quera recordar.

-Lo encontr -dijo Brumorio, regresando a Ulrico a un presente en el que Darlea no era ms que una visitante de sus sueos.

Ulrico se acerc al estante y estudi el libro que le mostraba Brumorio.

-S, es este -dijo-. Y ac estn los otros.

En total, tres libros. Los guard en un viejo bolso y le indic a Brumorio que volvieran al agujero.

-Lo tapamos? -dijo el enano.

-No ser necesaria, nuestro truco ya fue hecho, que se entretengan rumiando sobre los secretos que dejamos -dijo Ulrico.

Y ambos bajaron a las alcantarillas para regresar al circo.

7