la mujer del puente

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La mujer del puente 1º de ESO – A Curso 2009 - 2010

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Obra teatral de los alumnos de 1º de ESO. Colegio San Miguel Arcángel. Curso 2009 - 2010

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Page 1: La mujer del puente

La mujer del puente

1º de ESO – A

Curso 2009 - 2010

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LEYENDA EN PROSA

El puente de San Martín, que antaño servía de acceso a una de las puertas de entrada a la muralla toledana, fue levantado en el siglo XIII en sustitución de otro que hubo más abajo. Sobre la clave central de uno de los arcos, en un hueco tapado por la vegetación que ha ido creciendo espontáneamente en los resquicios de las piedras, se encuentra una hornacina que guarda la talla de una mujer, protagonista de una hermosa leyenda.

Habían pasado más de treinta años desde que el puente quedara muy dañado durante las contiendas entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara, cuando el arzobispo Tenorio decidió acometer una ambiciosa reforma de la obra y mandó llamar al mejor arquitecto de la época, que al poco tiempo llegó a la ciudad y comenzó su tarea con verdadera pasión.

El ahínco de los obreros y el apoyo de los toledanos, deseosos de ver concluida la edificación, hizo que llegara el día en que ésta tocaba a su fin. Pero la tarde anterior a la fecha en la que debían quitarse los andamiajes que sujetaban la obra, el arquitecto se mostraba muy preocupado y, al llegar la noche, salió de su casa sin querer dar ninguna explicación a pesar de las preguntas de su esposa.

Cuando regresó estaba pálido como un muerto y se encerró en su estudio llorando desconsoladamente. Ante la insistencia de su mujer, por fin accedió a explicar que había cometido un gravísimo error de cálculo, y que en el momento que se quitaran los andamios para inaugurar el puente, éste se vendría abajo con todos los que estuvieran sobre él. Tampoco era capaz de acudir al arzobispo a contarle lo que había sucedido porque la noticia correría por todo el reino y jamás volvería a encontrar trabajo. Tras su confesión, continuó llorando amargamente y la mujer estuvo un rato pensativa hasta que, con gran resolución y viendo todo su futuro y el de su familia en entredicho, cogió una tea y salió de la casa.

Era una noche tormentosa y, ocultándose de trecho en trecho, la esposa del arquitecto logró llegar al puente y, temblando de miedo, prendió la tea y la lanzó sobre el maderaje que servía como armazón. Al principio parecía que la lluvia iba a apagar el fuego, pero por fin éste se extendió y

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la mujer volvió a su casa dejando a sus espaldas los andamios envueltos en llamas.

Un rato después, los toledanos pudieron escuchar un gran estruendo que al principio atribuyeron a la tormenta. Pero al día siguiente vieron con gran desengaño que todas las maderas se habían quemado y el puente se había derrumbado sobre el río. Naturalmente, pensaron que la culpa había sido de algún rayo y, de inmediato, el arzobispo encomendó al arquitecto que iniciara de nuevo las obras, que se concluyeron con cálculos perfectos.

Tras la inauguración, la mujer del arquitecto, que no tenía la conciencia muy tranquila, pidió audiencia al arzobispo y le contó lo que había sucedido. El prelado, sorprendido por el valor y la nobleza que había demostrado intentando salvar a su esposo, no sólo guardó el secreto, sino que rindió su homenaje personal a la mujer mandando colocar la talla que aún permanece en el puente y que todos los visitantes pueden observar hoy en día.

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OBRA DE TEATRO

Autoras: Irene Araque

Sara Casalengua

Pilar Higuero.

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Escena 1:

A las orillas del río Tajo. El puente de San Martín al fondo. Hay un anciano sentado a la sombra de un árbol cercano al río. Observa el paisaje y se pone a leer un periódico. Pasa por ahí una niña con coletas y un vestido rojo con una sonrisa en la cara al compás de su alegre trotecillo. Se acerca al anciano.

ANDREA: Hola, ¿qué haces?JEREMÍAS: Leer un periódico. (Responde tajante y eleva el periódico para ocultar su cara a la niña)ANDREA: ¡Ah! ... ¡qué interesante! Mi papi también lee el periódico, pero los domingos solo, porque el resto de los días llega a casa muy cansado... ¿Qué dicen hoy los señores del periódico?JEREMÍAS: Pues yo lo suelo leer todos los días. Los "señores del periódico", como tú los llamas, dicen cosas que no son adecuadas para ti. Así que vete a jugar con tus muñequitas y a perseguir mariposas, niña. (Mueve la mano indicando que la niña se vaya, como si quisiera decir que se vaya muy lejos)ANDREA: Es que mi mami me ha dicho que no pase de aquel puente de allí. ¿Vienes conmigo? ¡Ah!, y mi nombre no es "Niña", es Andrea.JEREMÍAS: Vale... no tengo otra cosa que hacer, así que te acompaño hasta allí y me vuelvo a mi casa, a la tranquilidad. Y yo me llamo Jeremías.ANDREA ¡Pues vamos para allá!

Agarra a Jeremías de la mano que no sujeta el periódico y empieza a trotar exactamente con el mismo paso con el que había venido, quizás un poco más rápido. Al cabo de un par de pasos, Jeremías la suelta, apoya las manos en las

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rodillas y resopla hasta recuperar el aliento. Andrea sigue un poco, pero se gira.

JEREMÍAS: Andreíta, que ya no estoy para estos trotes. Vamos un poco más despacio, admirando el campo y todas las cosas bonitas que hay en él: las flores, el agua, el aire, la hierba ...ANDREA: Vale... (no muy convencida). Oye, Jeremías ¿qué es eso que hay en el puente?JEREMÍAS: ¿El qué, Andreíta?ANDREA: La cara de una mujer que se parece mucho a mi mami.JEREMÍAS: Pero ¿es que nunca te han contado de quién es esa cara que se parece tanto a tu mami?ANDREA : No...(Mira hacia otro lado)JEREMÍAS: Pues esa cara es de una mujer muy valiente, y además tiene una leyenda.ANDREA: ¿Me lo juras por las Barbies?JEREMÍAS: (Asombrado) No te fastidia... ¡Ay! Andreíta, fíate de mí.ANDREA: Vale, me fío de ti. ¿Pero cómo es eso de que la cara que se parece a mi mami tiene una leyenda?JEREMÍAS: ¿Quieres que te la cuente?ANDREA: ¿Tiene princesas y príncipes azules?JEREMÍAS: No, pero al final hacen como un homenaje a la mujer que dices que se parece a tu mami.ANDREA: Bueno, vale, cuéntamela. Pero a las dos tengo que estar en casa. Si no, mami y papi se enfadarán.JEREMÍAS: Pues siéntate un poquito y escucha.

Escena 2:

El mensajero llega apresurado al despacho del Arzobispo, que está decorado con retratos de

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motivos religiosos a los lados y al fondo, tras el escritorio, con un altar con la Virgen de Toledo.

MENSAJERO: Señor mío, me ha costado mucho, pero al final lo hice. Le di su mensaje al mejor arquitecto del país. He visto alguna de sus obras. Son muy bonitas y sólidas. Espero de vuestra inmensa generosidad que se acuerde de mí.

Hace una reverencia y le besa el anillo.

ARZOBISPO: Gracias, Fermín, por haberle hecho llegar el mensaje que le escribí. Y vuestro trabajo será recompensado mañana mismo, a la hora del almuerzo.MENSAJERO: Espero ansioso esa recompensa. Bueno, le dejo que hable con el arquitecto.

Antes de salir le hace una reverencia

ARZOBISPO: Fermín, haga pasar al arquitecto.

Entra el arquitecto y se quita el sombrero

ARQUITECTO: Buenas tardes, Arzobispo. ¿Puedo preguntar para qué se me ha llamado con tanta prisa?ARZOBISPO: Quiero que reconstruyas el puente de San Martín, puesto que fue destruido por las guerras y batallas de hace unos años entre Enrique de Trastámara y Pedro el Cruel. Toledo ha crecido mucho y necesita ese puente con urgencia.ARQUITECTO: Pues, no sé yo si puedo hacerlo ahora, creo que tendrá que esperar. Estoy acabando una catedral en Cuenca.ARZOBISPO: No creo que pueda rechazar mi oferta.

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Le enseña una bolsa repleta de monedas

ARQUITECTO: Dejaré a mi mejor hombre al cargo de aquella obra para venir a trabajar a su servicio.ARZOBISPO: Bueno, está bien, arquitecto. Te espero en dos semanas como máximo.ARQUITECTO: Pero todavía no está todo dicho, señoría.ARZOBISPO: (Le mira asombrado, dejando lo que está haciendo) ¿A qué se refiere?ARQUITECTO: El tema de los albañiles, carpinteros, canteros y demás personal para la construcción... ¿Quién los traerá? ¿Usted o yo mismo he de elegirlos?ARZOBISPO: Dejaremos esa tarea a cargo de mi secretario. Él conoce bien a buenos trabajadores de Toledo. ¿Le he resuelto su duda?ARQUITECTO: Claro que me la ha resuelto. Dentro de un par de semanas estaré trabajando en la reconstrucción. Hasta pronto, señor arzobispo.

Se retira.

ARZOBISPO: (Haciendo sonar una pequeña campana) ¡Secretario!SECRETARIO: (Entrando) Señor...

ARZOBISPO: Como sabéis, necesito que escojáis un grupo de hombres expertos en construcción. Deberán presentarse exactamente dentro de dos semanas en la puerta de la catedral en cuanto el gallo cante, para reconstruir el puente de San Martín, que quedó destruido treinta años atrás. El arquitecto que acaba de salir se ocupará del proyecto y de supervisar las obras. Poneos a su

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servicio. Así que las mujeres vayan a comprar para sus maridos e hijos pan, embutidos de matanza y buen calzado. A los hombres que consigan los puestos de trabajo, se les dará una bolsa con cinco monedas de plata y una de oro a la semana.SECRETARIO: Como ordenéis, arzobispo Tenorio. (Se retira)

Escena 3:

De fondo, el puente de San Martín. Se ve a unas mujeres lavando en el río.

CARMEN: Pos ayer me vino mi Juan y me contó que ya pronto acaban las obras del puente.ANTONIA: ¡Ay, Carmen! ¡Menos mal! Por fin voy a poder ir a ver a mi hermana. Porque mi casa está al laíto del puente y to' se movía cuando pasabas por los maderos.ADELA: ¡Ay mujer!, me da gusto verte así de contenta, muchacha, aunque a mí también me da una alegría, que yo tengo una prima que su suegra tiene unas tierras al lao de las de una muchacha que vive al laíto del puente, y decía que estaba harta de los ruidos, los gritos y los chapuzones que oía desde su casa, que casi no podía dormir, pobre muchacha.LUCRECIA: Normal que me os quejéis tanto. Si tuvierais un marido como el mío no viviríais como pordioseras.

Adela deja de lavar y se pone en pie, con los brazos en jarras y cuando habla, gesticula mucho, demostrando así su enfado.

ADELA: ¡Cállate ya! Además, yo tengo una

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huerta al laíto del puente y la tengo perfecta: ni un problema ni na.LUCRECIA: Bueno, ya verás con el tiempo cómo acaban toas las verduras echás a perder, de tanto polvo y piedras y basura que cae.CARMEN: Yo estoy de acuerdo con Lucrecia.ANTONIA: Y eso, ¿por qué?CARMEN: Porque a mí me ha pasao. Tenía unos olivos y tos se me han echao a perder, así que no te creas que me gusta mucho que lo construyan al laíto de mis olivos.LUCRECIA: ¿Ves, Adelita, cómo yo siempre tengo razón en lo que digo? Ese puente no ha sido buena idea.ANTONIA: Pero ¿cómo que no es buena idea? Si no hacen el puente no podemos ir a ver a la Paqui.CARMEN: Tiene razón Antonia. Yo soy muy amiga de Paqui y la pobre está ahí incumunicá.LUCRECIA: Pos yo creo que la Paqui estará mu bien en su casa haciendo ganchillo.ADELA: Pos yo estoy con Antonia. Yo creo que lo de rehacer el puente ha sido mu buena idea.

Escena 4:

El arquitecto llega a casa a paso rápido, con una mano en la frente y resoplando. Camina apresurado hacia su habitación y cierra la puerta de un portazo. Su mujer, que ha observado su comportamiento, se acerca y se apoya en la puerta. Se oye el ruido de truenos. MUJER: Cariño... ¿Qué te pasa?ARQUITECTO: Vete. ¡Déjame en paz! (En tono despectivo, gritando entre sollozos, que se esfuerza por disimular).

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La mujer se separa de la puerta ante el comportamiento de su marido.

MUJER: Hombre, cuen... cuéntamelo. No te pongas así.ARQUITECTO: La he pifiado. ¡Morirá gente! ¡Y entre ellos nosotros!MUJER: No será para tanto, hombre. Déjame entrar.ARQUITECTO: Está bien, ya todo da igual.

La mujer abre la puerta y ve al arquitecto sentando frente a la mesa, con un montón de planos desorganizados y apoyando la cabeza sobre los codos.

ARQUITECTO: He hecho mal los cálculos y estoy seguro de que, en cuanto retiremos los andamios de madera, el puente se derrumbará. Probablemente morirán los que estén encima y al lado. Pero, si lo digo, mi reputación se ira al garete, no me volverán a encargar ninguna obra más y quizá vaya a la cárcel. ¿Lo entiendes? (Desesperado) Esto es terrible. No sé qué hacer.MUJER: Vaya... ¿Estás seguro de que pasará eso?ARQUITECTO: Muy seguro. Cuando pase, probablemente me condenen a muerte.MUJER: ¡Eso es terrible! ¿Qué podemos hacer?ARQUITECTO: No hay nada que se pueda hacer. Estamos perdidos. (Se gira mirando a su mujer, que se pone la mano en la cabeza, pensativa) De todos modos, gracias por preocuparte. Al decírtelo me he quedado más tranquilo, pero esto no tiene solución... MUJER : ¡Tengo una idea! Es una locura, pero... las situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas.

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La mujer sale de la habitación, saca una antorcha de un mueble y la prende. Sale del escenario.

Escena 5:

En el mercado. Mujeres comprando.

ANTONIA: ¿Oísteis el rayo de ayer?, Que yo estaba en mi cama dormía y escuché el rayo y pensé que se me había caío la casa encima. Mi marido me dijo que él iba a ver lo que pasaba, se vistió, subió la cuesta y vio el puente caío.LUCRECIA: Pues yo he oído por el mercado que la sobrina de la costurera real iba a visitar a su novio, que está trabajando de no sé qué en el puente, pero vamos, algo no muy importante. El caso es que ha ido y ha visto el puente derruido y los andamiajes medio quemaos. Se ha pegao un susto la pobrecilla...ADELA: ¡Por las cosechas del campo! ¡Pues yo, si no fuera por vosotras ni me enteraba! Eso sí, yo oí los truenos de la tormenta de anoche, que casi no pude pegar ojo.LUCRECIA: Pos anda, pos que no enterarte de lo que ha pasao...CARMEN: Adela ¿cómo no te puedes haber enterao de la tormenta que ha habío, si hasta a los cochinos se les ha erizao el rabo?ADELA: Pos hija, no lo he oio.

Escena 6:

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Salón del palacio arzobispal. Entra la mujer del arquitecto deprisa, con pelos de loca...

ARZOBISPO: Mujer, me ha dicho el secretario que necesitabas hablar conmigo inmediatamente y no te pensabas ir hasta que te recibiera. ¿Puede saberse qué es eso tan urgente? Estoy muy ocupado.MUJER: Señor arzobispo Tenorio, tengo que contarle algo...ARZOBISPO: Siéntese y hable con calma, por favor.MUJER: (Tranquilizándose un poco) Verá... ¿Usted se acuerda de la tormenta de la semana pasada?ARZOBISPO: Pues claro... Menuda nochecita que me dio, y menudo disgusto el del puente destruido otra vez... pero por suerte no quiso Dios que hubiera que lamentar mayores desgracias. MUJER: Pues... (Toma aire antes de proseguir y suspira, preparándose para la reprimenda que espera del Arzobispo) Verá. Debo confesarle algo que no me deja dormir en paz desde entonces. (Hace una pausa y solloza) Mi marido había cometido un error en los cálculos. Cuando quitaran los andamios la gente moriría al caerse el puente. Pero si reconocía el error perdería su prestigio y se quedaría sin trabajo o algo peor (solloza de nuevo). Así que cogí una antorcha. Entonces... fui al puente y lo prendí fuego a los andamios. (La mujer se echa a llorar, cubriéndose la cara con las manos, avergonzada por tener que confesar un acto semejante y prosigue entre sollozos, intentando exculparse) ¡Entiéndame! Si no lo hubiera hecho muchísimas personas habrían muerto, probablemente mi marido habría sido ahorcado y yo me habría quedado viuda, sin dinero y con una mala

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reputación, en caso de haber seguido viva y en libertad pues también era posible que me hubieran mandado ahorcar o a la prisión.ARZOBISPO: ¡¡Por el amor del cielo!! (llevándose las manos a la cabeza y mirando al techo. Después, empieza a andar con nerviosismo de un lado a otro de la estancia) Bueno, usted sabrá que es un acto grave, que podría y debería ser castigado duramente. ¿Me equivoco?MUJER: Claro, su Señoría. Pero no podía hacer otra cosa. (Llorando) Se trataba de mi marido, señor. (La mujer se arroja a los pies del arzobispo) Le suplico que nos perdone. No podemos seguir con esta carga en la conciencia.ARZOBISPO: (Cogiéndola del brazo y levantándola) Levanta, mujer. Debo ser compasivo, porque lo has hecho para evitar desgracias y para ayudar a tu marido. Has sido generosa y yo lo seré también contigo. Vete en paz. Fingiré que no ha pasado nada y la tormenta seguirá siendo la responsable.MUJER: ¡Muchísimas gracias! (La mujer se lanza a abrazarle y acto seguido se da cuenta de lo que acaba de hacer y se separa bruscamente, arrodillándose y besando el anillo del arzobispo. Acto seguido, sale muy contenta de la sala)

Escena 7:

Sala del palacio arzobispal. Pasea el arzobispo con un escultor.

ARZOBISPO: Os he hecho llamar para que esculpáis una talla que será colocada en el puente de San Martín, por fin reconstruido tras el desgraciado derrumbe de hace un año. Una pequeña escultura de una vara de alto, más o

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menos. Tiene que representar a una mujer de mediana edad, cabello suave, ondulado y largo, grandes ojos, esbelta figura y rostro angelical.ESCULTOR: Señor Arzobispo, nosotros nos encargaremos de todo lo que conlleva hacer esa talla. Y ponerla en el puente...ARZOBISPO: Espero que lo hagan rápido y perfectamente o, si no, más vale que se vayan buscando un nuevo oficio.ESCULTOR: Estese tranquilo, puede confiar en nosotros para hacer esta tarea.ARZOBISPO: Adiós. Les espero en una semana.

El escultor se despide haciendo una reverencia al salir del despacho del Arzobispo.

Escena 8:

En la orilla del puente de San Martín se ve a ANDREITA y a JEREMÍAS sentados a la sombra de un olivo.

JEREMÍAS: Así que ya sabes lo de la cara en el puente. Fue una mujer muy valiente.ANDREITA: Me ha gustado mucho esa historia de abueletes...JEREMÍAS: ¿Cómo que de abueletes? Si lo sé, no te la cuento.

Suenan dos campanadas.

ANDREITA: Están dando las dos. Jopetas, mamá se va a poner como una furia. ¿Jeremías?JEREMÍAS: ¿Qué quieres?ANDREITA: ¿Tú me podrías llevar a casa? Es que yo no sé ir a mi casa solita, porfi, porfi, porfi...

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JEREMÍAS: Está bien, te llevo hasta la plaza y desde allí sigues tú, ¿vale?ANDREITA: Vale, porque yo, como soy una niña grande, puedo ir sola ese cacho porque me lo sé. Bueno, solo un poquitín, pero no pasa nada. Seguro que alguna vecina me ayuda.

Se les ve salir del escenario cogidos de la mano y sonriéndose