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Cuando uno revisa la producción arquitectónica de las décadas siguientes a la instauración del régi- men franquista en España, y toma conciencia de la época y las circuns- tancias en las que se construyeron muchos de los edificios, es inevitable plantearse cómo fue posible que lle- garan a edificarse. En primer lugar, porque no encajan en el denominado estilo nacional que el Gobierno inten- tó establecer como símbolo de su poder, y, en definitiva, porque vivién- dose la situación de aislamiento y sequía informativa que se sufrió, en el fondo no resultan tan distintos —al menos conceptualmente— de lo que se venía construyendo fuera de nues- tras fronteras. La cuestión merecía una reflexión que bien podría haberse abordado intentando analizar el grado de con- tacto con el exterior que mantuvieron una serie concreta de profesionales de los que, sin lugar a dudas y sólo remitiéndonos a sus obras y escritos, puede afirmarse que estuvieron “sobradamente” informados de la evolución de la arquitectura extranje- ra coetánea. Sin embargo, lo que se buscó desde el principio con esta investigación no fue el estudio de esos casos particulares, sino, sobre todo, el rastreo de las opciones con las que contaron el grueso de titula- dos y estudiantes de arquitectura de la época para incorporarse al mundo que los rodeaba. Así, el objetivo se centró en la locali- zación y presentación de los cauces fundamentales de entrada de infor- mación sobre arquitectura foránea entre dicho colectivo, entendiendo que fueron esas vías las que hicieron posible su puesta al día con las corrientes internacionales. Después de detectarlas y clasificarlas, el tra- bajo continuó con el análisis de cada una de ellas, en un intento de mos- trar su contribución al proceso de internacionalización de la arquitectu- ra española de esos años. Para termi- nar, se elaboró un estudio más deta- llado del que se considera el principal medio a través del cual los arquitec- tos pudieron recibir noticias extranje- ras: las publicaciones periódicas. 1 Durante los años cuarenta la activi- dad cultural del país vivió momentos de verdadera indigencia provocados por las consecuencias de la reciente Guerra Civil. Entre las más inmedia- tas, habría que señalar la falta de comunicación con el exterior y el ais- lamiento a que se sometió al régimen franquista, que continuaría durante toda esa década y que comenzaría a aliviarse progresivamente en la siguiente. En lo que a arquitectura se refiere, el fin de la contienda nacional trajo con- sigo, en primer lugar, el exilio volun- tario o forzoso de algunos de los arquitectos que habían encabezado las filas de nuestro incipiente movi- miento moderno prebélico, así como la inhabilitación de otros tantos para el ejercicio de la profesión. El bando de los vencedores tomó el control del medio profesional, y muy poco des- pués de finalizar la guerra, el 23 de septiembre de 1939, se creaba la Dirección General de Arquitectura (DGA), que en sus inicios concentró sus objetivos en la reconstrucción, el decoro de la capital y la dignificación de los edificios oficiales. La arquitec- tura racionalista, identificada y con- vertida en símbolo de la República, fue rechazada no sólo por los políti- cos, sino por una gran mayoría del pueblo, y durante toda la década, el estilo “nacional” dominó el panorama arquitectónico español. Incluso los medios de difusión se sometieron a los dictados de los ganadores; así, Arquitectura, la revista del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), reapareció en 1941 —rebau- tizada como Revista Nacional de Arquitectura— en el marco de las publicaciones amparadas por la DGA. Y qué podría decirse de la ense- ñanza de la arquitectura, que se tornó más anacrónica que nunca. Así pues, con todos los ámbitos bajo con- trol, no parecía que hubiese muchas posibilidades de salida. CUADERNO DE NOTAS 12 LA MODERNIDAD IMPORTADA 9 Ana Esteban Maluenda La modernidad importada Historia de una investigación

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Cuando uno revisa la producciónarquitectónica de las décadassiguientes a la instauración del régi-men franquista en España, y tomaconciencia de la época y las circuns-tancias en las que se construyeronmuchos de los edificios, es inevitableplantearse cómo fue posible que lle-garan a edificarse. En primer lugar,porque no encajan en el denominadoestilo nacional que el Gobierno inten-tó establecer como símbolo de supoder, y, en definitiva, porque vivién-dose la situación de aislamiento ysequía informativa que se sufrió, enel fondo no resultan tan distintos —almenos conceptualmente— de lo quese venía construyendo fuera de nues-tras fronteras.

La cuestión merecía una reflexiónque bien podría haberse abordadointentando analizar el grado de con-tacto con el exterior que mantuvieronuna serie concreta de profesionalesde los que, sin lugar a dudas y sóloremitiéndonos a sus obras y escritos,puede afirmarse que estuvieron“sobradamente” informados de laevolución de la arquitectura extranje-ra coetánea. Sin embargo, lo que sebuscó desde el principio con estainvestigación no fue el estudio deesos casos particulares, sino, sobretodo, el rastreo de las opciones conlas que contaron el grueso de titula-dos y estudiantes de arquitectura dela época para incorporarse al mundoque los rodeaba.

Así, el objetivo se centró en la locali-zación y presentación de los caucesfundamentales de entrada de infor-mación sobre arquitectura foráneaentre dicho colectivo, entendiendoque fueron esas vías las que hicieronposible su puesta al día con lascorrientes internacionales. Despuésde detectarlas y clasificarlas, el tra-bajo continuó con el análisis de cadauna de ellas, en un intento de mos-trar su contribución al proceso deinternacionalización de la arquitectu-ra española de esos años. Para termi-nar, se elaboró un estudio más deta-llado del que se considera el principal

medio a través del cual los arquitec-tos pudieron recibir noticias extranje-ras: las publicaciones periódicas.1

Durante los años cuarenta la activi-dad cultural del país vivió momentosde verdadera indigencia provocadospor las consecuencias de la recienteGuerra Civil. Entre las más inmedia-tas, habría que señalar la falta decomunicación con el exterior y el ais-lamiento a que se sometió al régimenfranquista, que continuaría durantetoda esa década y que comenzaría aaliviarse progresivamente en lasiguiente.

En lo que a arquitectura se refiere, elfin de la contienda nacional trajo con-sigo, en primer lugar, el exilio volun-tario o forzoso de algunos de losarquitectos que habían encabezadolas filas de nuestro incipiente movi-miento moderno prebélico, así comola inhabilitación de otros tantos parael ejercicio de la profesión. El bandode los vencedores tomó el control delmedio profesional, y muy poco des-pués de finalizar la guerra, el 23 deseptiembre de 1939, se creaba laDirección General de Arquitectura(DGA), que en sus inicios concentrósus objetivos en la reconstrucción, eldecoro de la capital y la dignificaciónde los edificios oficiales. La arquitec-tura racionalista, identificada y con-vertida en símbolo de la República,fue rechazada no sólo por los políti-cos, sino por una gran mayoría delpueblo, y durante toda la década, elestilo “nacional” dominó el panoramaarquitectónico español. Incluso losmedios de difusión se sometieron alos dictados de los ganadores; así,Arquitectura, la revista del ColegioOficial de Arquitectos de Madrid(COAM), reapareció en 1941 —rebau-tizada como Revista Nacional deArquitectura— en el marco de laspublicaciones amparadas por laDGA. Y qué podría decirse de la ense-ñanza de la arquitectura, que setornó más anacrónica que nunca. Asípues, con todos los ámbitos bajo con-trol, no parecía que hubiese muchasposibilidades de salida.

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Ana EstebanMaluenda

La modernidad importadaHistoria de una investigación

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Primera página y«Presentación» delnúmero 1 de laRevista Nacional deArquitectura.

Antoni de Moragas

Miguel Fisac

José AntonioCoderch

Francisco Cabrero

Sin embargo, un reducido grupo dejóvenes arquitectos que habíancomenzado su formación antes delconflicto —y que, por tanto, constitu-yeron las primeras generaciones detitulados de la posguerra— no tarda-ría en reaccionar ante la situaciónque estaban viviendo y establecería laposibilidad de tender un vínculo conla modernidad. Entre estos “pionerospuente”, formados todos en los cáno-nes de la enseñanza academicista,habría que señalar la presencia deJosé Antonio Coderch (titulado en1940), Francesc Mitjans (t. 1940),Antoni de Moragas (t. 1941) y ManuelValls (t. 1942), en el núcleo barcelo-nés; y de Francisco Cabrero (t. 1942),Rafael Aburto (t. 1943), Alejandro dela Sota (t. 1941), Miguel Fisac (t.1942) y José Luis Fernández del Amo(t. 1942), en Madrid.

Utilizando los pocos medios de quedisponían, estos jóvenes decidieroncolaborar en la construcción de unanueva cultura; una operación en laque era necesario conocer la realidaddel momento —para poder transfor-marla— y que se planteó desde lossectores más activos como una vuel-ta a la normalidad desde el restable-cimiento del contacto con el exterior yla iniciación de una continua revisiónpolémica de la arquitectura.

Algunos autores e incluso protago-nistas de ese momento, como el pro-pio José Luis Fernández del Amo,han insistido en un restablecimiento

«casi milagroso» de la normalidad yen la labor que llevaron a cabo, desdela «incomunicación», estos arquitec-tos pertenecientes a las primerasgeneraciones que salían de las escue-las después de la Guerra Civil:

La nueva generación vivía el ambienteconfinado de un país en forzada inco-municación con los de su común cultu-ra, sin posibilidades de intercambio.Esto es cierto, pero ¿quién detiene elempuje de la creatividad allí donde losestímulos propios son incontenibles?Verdad es que ni la política lo fomen-taba, ni la sociedad ofrecía el climapropicio para su cultivo. Pero una vezmás, el genio temperamental, la luci-dez adivinatoria de nuestros artistas,hizo que emergiera el fruto de sus cre-aciones.2

Sin embargo, el milagro no resideúnicamente en que reactivasen lamodernidad desde el aislamiento—porque, como se verá más adelante,sabían (o podían haber sabido) bas-tantes más cosas de las que se podíasuponer a priori—, sino más bien enel arrojo y la constancia que demos-tró esa generación «huérfana» —comola definió Miguel Fisac— por darforma a todo lo que habían soñado,visto y anhelado. Y con ello no se pre-tende afirmar que fuese un caminocómodo y practicable. Hoy por hoy,nadie duda que querían renovarse yque lo consiguieron. El objetivo delestudio, por tanto, no fue investigareste hecho, sino profundizar en cómo

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lo lograron y, más específicamente,en los medios con los que contaronpara incorporar el mundo que losrodeaba a la cultura y el arte españo-les. ¿Y cómo puede alguien equipa-rarse con algo que no conoce?

De ahí que la investigación se con-centrase en presentar el conocimien-to de lo foráneo como medio paraacceder a la realidad y transformarla,una herramienta que no es —nimucho menos— la solución definiti-va, pero que, sin duda, fue una de lasque utilizaron para descubrir y con-solidar la modernidad en el espaciosocial de una época en la que «losartistas [...] sintieron desde el princi-pio la necesidad de abrir el panoramacultural y relacionarse con quieneshacían un trabajo de interés en cual-quier otro lugar».3

En otro orden de cosas, para explicarel ámbito temporal y geográfico en elque se localiza la investigación, esnecesario que nos situemos por unosinstantes en el momento en que cul-mina la Guerra Civil. Una vez finali-zada la contienda, los que se autode-nominaron nacionales instalaron enMadrid su Gobierno y parecían supe-

ran los ecos del no pasarán de ladefensa de la ciudad imponiendo sucriterio en todos y cada uno de losámbitos de la sociedad. Lejos demantenerse al margen de todo esto,la arquitectura se convirtió en uno delos instrumentos propagandísticosdel nuevo régimen. El interés por lasarquitecturas de Herrera y Villanuevaque ya mostraron los primeros impul-sores de la búsqueda de la arquitec-tura nacional en la época republicanase reanimó, aunque dejando a unlado la racionalidad que les había lla-mado la atención a estos y concen-trándose en el mimetismo comoherramienta para recuperar esos“momentos gloriosos” de la arquitec-tura española. Así pues, esta“supuesta” tradición arquitectónicamadrileña se irguió como estandartede lo franquista —y, por tanto, de “loespañol”— oponiéndose a cualquiereco de modernidad. Pero esta ansiadaunidad, basada en la común utiliza-ción de lenguajes históricos, en reali-dad encerraba entendimientos muydistintos de lo que pretendía la arqui-tectura.

Esto que, en principio, se ambiciona-ba para la totalidad del territorionacional no consiguió arraigar entodos los lugares, como en Barcelona—el otro gran foco arquitectónico delpaís—, que respondería con histori-cismos más afines a su propia tradi-ción, permaneciendo hasta ciertopunto ajena a lo madrileño y, portanto, a “lo supuestamente español”.

Por el contrario, en Madrid, la bús-queda de una arquitectura nacionalque expresase la victoria de los nue-vos gobernantes fue un hecho. Así, laincipiente arquitectura moderna deantes de la guerra desapareció brus-

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Centro deInvestigacionesBiológicas de losPatronatos Cajal yFerrán del CSIC(1951), de MiguelFisac.

Vivienda unifamiliaren la calle del DoctorArce (1955), deAlejandro de la Sota.

Ministerio del Aire,de Luis GutiérrezSoto, auténtico sím-bolo del ‘estilonacional’ propugna-do por el estado.

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camente de su panorama para dejarespacio libre al academicismo comoimagen del Estado: Madrid, capitalrepresentativa de la Nación y sede delRégimen, debía transformarse en el“Gran Madrid”.

Con el Gobierno instalado en la capi-tal e intentando desde allí imponer suarquitectura nacional como paradig-ma de “lo nuestro”, Madrid se presen-ta como uno de los lugares más afec-tados por la aversión a “lo extranjero”y, por tanto, más acertados paralocalizar esta investigación. Es más,su propia situación geográfica —másalejada de la frontera o de los bordesmarítimos— sin duda influyó en lasdificultades que tuvieron para buscaruna salida más allá de su ámbitoinmediato.

En cuanto a lo que tiene que ver conla elección del periodo de estudio, hayque decir que en un principio se plan-tearon dos opciones: hablar de déca-das o hablar de años. La idea, sinembargo, estaba clara: se trataba desumergirse en el momento de recupe-ración de la arquitectura españolarespecto a la internacional, y esolocalizaba la investigación en los cin-cuenta y los sesenta, pero, en elcamino, surgieron una serie dehechos y documentos que animarona elegir un par de años concretoscomo límites.

En su número de abril de 1968, larevista madrileña Nueva Forma inclu-ía unas «Notas Historiográficas1949»4 en las que se reunían algunasde las más importantes propuestas o

realizaciones arquitectó-nicas que confluyeron eseaño alrededor de Madrid.La reseña es la última deuna serie que se iniciabael año anterior y en la quese presentaban paralela-mente algunos de loshechos arquitectónicosmás significativos de losaños veinte y cuarenta.En la que dedicaron a1949 describían varios delos proyectos participan-tes en algunos de los con-cursos más significativosde entonces, como elMonumento a la Repúbli-ca Argentina, el Monu-mento a los Caídos y laplaza de la Moncloa o la

basílica de Nuestra Señora de laMerced. La selección destacaba, enprimer lugar y con una imagen sensi-blemente mayor que el resto, la pro-puesta de Francisco Cabrero premia-da en el concurso para la CasaSindical del paseo del Prado. Además,el dibujo en cuestión se acompañabade un comentario aparecido en GranMadrid con motivo de la recienteinauguración del edificio, en el que semanifestaban las tendencias «tanvarias» que habían mostrado los par-ticipantes.

Si se analiza por un instante lo ante-rior, puede advertirse que, ya en1968, Fullaondo —con cierta “clarivi-dencia”, dado el reducido lapso tem-poral transcurrido— destacaba el año1949, y la victoria de las propuestas“modernizantes” de Cabrero y Aburtoen el importante concurso deSindicatos, como el claro remate deuna etapa, adelantándose a la mayo-ría de historiadores y críticos que, enlas décadas siguientes, presentarondicha fecha —y la construcción deledificio del paseo del Prado— como elmomento de transición entre laautarquía más pura y la apertura dela arquitectura española hacia elexterior. Y no sólo lo dijo en su revis-ta, sino que ese mismo año lo afirmófehacientemente durante una de lasSesiones de Crítica que se organiza-ban en la capital, en una ponenciaque dedicó, precisamente, a «LaEscuela de Madrid»:

El golpe definitivo, el acta de naci-miento de la Escuela de Madrid, seproducía, sin embargo, en el Concursode Sindicatos (año 1949), dondeCabrero y Aburto obtienen el primerpremio, y, lo que es más raro en nues-tra querida España, la construcción.Porque Sindicatos es el primer edificio,realmente importante, construido enMadrid de acuerdo con unos criteriosen los que, a pesar de todos los pesa-res, a pesar de las resonancias monu-mentalistas, mussolinianas, etc., pre-valece la caracterización moderna.5

Además de Sindicatos, en 1949 tam-bién se concentran otras noticias enel ámbito madrileño que denotan uncierto gusto incipiente por la moder-nidad. Ese año, el joven Miguel Fisacdescubriría a Asplund en su viaje alos países nórdicos, y un ya maduroLuis Gutiérrez Soto cambiaría el tipode arquitectura que venía haciendo

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Dibujo de la propues-ta ganadora del con-curso para la CasaSindical del Paseodel Prado (1949), deFrancisco Cabrero yRafael Aburto.

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para afrontar una nueva etapa en sutrayectoria con el proyecto del edificiodel Alto Estado Mayor. TambiénCabrero iniciaría las obras de losdúplex de la Colonia Virgen del Pilary vería rematado el pabellón de la IFeria Nacional del Campo que pro-yectó junto a Jaime Ruiz; Oíza gana-ría —asociado con Laorga— otro con-curso para edificar una basílica, lapolémica Arantzazu, y RamónVázquez Molezún conseguiría el pen-sionado en la Academia de Roma,convirtiéndose así en el primer arqui-tecto que disfrutaría de la beca tras elparéntesis de la Guerra Civil.

Fuera de Madrid, el Colegio Oficial deArquitectos de Cataluña y Baleares(COACB) inauguraba su ciclo de con-ferencias y actividades culturales,animado por la presencia de algunosextranjeros como Alberto Sartoris oAlfred Ledent, y participaba muy decerca en la organización de la VAsamblea Nacional de Arquitectos—que se celebró entre las ciudadesde Barcelona, Palma y Valencia—, enla que el mismo Sartoris y Gio Pontise asomarían por primera vez a laobra de Coderch y Valls. También sehablaba de reconstruir el pabellón de

Alemania de la Exposición de 1929 yse comenzaban obras tan significati-vas como La Ricarda, de BonetCastellana.

Solamente por todos los hechos quese han expuesto, el año 1949 es espe-cial, pero además resulta ser el pri-mero, en mucho tiempo, en el queempiezan a concentrarse signos derecuperación de la modernidad.6

Además, había que elegir 1949 por-que, a estas alturas de la historia, seha convertido ya en un año míticopara casi todos...

Volviendo al número de NuevaForma, ya se ha comentado la coinci-dencia de la búsqueda de un estilonacional en las etapas pre y posbéli-ca, algo que parece que quería expre-sar Fullaondo al presentar en parale-lo ambos periodos. Aun sin la certezaabsoluta de que esto fuese así, seentiende que no se trata de unacasualidad que lo hiciese de esamanera, como tampoco que termina-se precisamente en 1949, un añoque, como se ha visto, reúne tantoshechos significativos. Dando unaúltima vuelta de tuerca, cabría refle-xionar sobre el momento en que sepublicaron estas notas historiográfi-cas.

El año 1968, al margen de la arqui-tectura, evoca rápidamente el MayoFrancés y las revueltas estudiantilesen contra de lo establecido. El síndro-me de 1968 se extendió por todaEuropa, incluida la España franquis-ta, que contemplaba el nacimientoefectivo de la organización terrorista

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Edificio del AltoEstado Mayor, deGutiérrez Soto

Viviendas de laColonia Virgen delPilar, de Cabrero

Basílica deArantzazu, de Oíza yLaorga

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Torres Blancas(1961-1968), deFrancisco JavierSáenz de Oíza.

ETA. Y precisamente ese año, JuanDaniel Fullaondo sitúa el final de surecorrido “historicista” en 1949.

Realmente, sin atender a lo estricta-mente arquitectónico, 1968 resultauna fecha tan singular que no haríafalta explicar en modo alguno su elec-ción como final de una etapa. Peroresulta que, además, y sin que lle-guen a confluir en él tantos hechoscomo en el año 1949, en 1968 se cul-mina una de las obras más emblemá-ticas de la ciudad: Torres Blancas.

El proyecto, que se remonta a 1961,supuso un verdadero hito en la arqui-tectura española y ocupó, práctica-mente desde sus inicios, numerosaspáginas tanto en las revistas nacio-nales7 como en las foráneas.8

Además, algunos autores han vistoen la finalización de este edificio laculminación y manifestación definiti-va de la etapa organicista española,así como de la etapa de reencuentrocon una modernidad que empezaba aser reconocida, definitivamente, fuerade nuestras fronteras.

Y no sólo resulta ser un año deimportantes realizaciones arquitectó-nicas. 1968 es también el momentoen que ve la luz uno de los clásicos dela historiografía de la arquitecturamoderna española: la Arquitecturaespañola contemporánea9 de LluísDomènech Girbau.

Así pues, y aun a riesgo de que laelección de dos fechas tan precisaspudiese parecer algo forzada, 1949 y1968 se presentaron como principio yfin de un singular periodo en el que laarquitectura madrileña —y, en gene-ral, la española— recorrió velozmentey casi “de puntillas” la distancia quela separaba de la internacional. Encualquier caso, estas fechas se toma-ron como orientativas y no como defi-nitivas, es decir, situaban el trabajopero no impedían que el ámbito tem-poral fluctuase en los casos en losque se viese necesario. Porque aun-que la acotación cronológica anteriorse corresponde con acontecimientoshistóricamente significativos y elperiodo transcurrido entre ambosaños muestra suficiente homogenei-dad, hay que dejar constancia de quese propuso como parte de un contex-to mayor en el que constituye, eso sí,una etapa característica en la que laarquitectura madrileña recobraba

paso a paso el pulso de la moderni-dad.

Una vez establecidos los límites, eltrabajo se concentró en el núcleo fun-damental de la investigación: presen-tar un panorama, más o menosamplio y más o menos articulado, dela actividad arquitectónica delmomento, y ahondar, específicamen-te, en la que estuvo más orientada asu puesta al día con las corrientesinternacionales. Dicho de otra mane-ra: se trataba de apuntar hacia loscanales de entrada de la informaciónextranjera en nuestro país y de resu-mir o presentar la aportación quecada una de estas vías de contactocon el exterior representó en el cono-cimiento de la arquitectura contem-poránea. No obstante hay que volvera insistir ahora en una idea que ya seviene manejando y que no se debeolvidar durante el desarrollo de todoel discurso: la particularidad de cadacaso y lo distintas que resultaron serlas trayectorias y los intereses decada uno de los arquitectos.

Los cauces de entrada de informaciónextranjera que se presentan en el tra-bajo se eligieron con el convencimien-to de que fueron los más frecuentes yasequibles para la mayoría de losarquitectos madrileños. La Escuela yel Colegio de Madrid,10 sus bibliote-cas, las publicaciones foráneas, lasreuniones, exposiciones, e incluso losviajes, se consideran todos ellosmedios, en mayor o menor medida, alalcance del grueso de la profesión.

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Entrada de laEscuela TécnicaSuperior deArquitectura deMadrid en los añoscuarenta.

Estudiantes en lasaulas de la ETSAM.

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Por el contrario, no se han abordadootros que, como los contactos perso-nales, se consideran parte de la his-toria particular de cada uno.

Además de seleccionarlos, se mues-tran clasificados en dos grupos per-fectamente diferenciados: el de losobligatorios, es decir, los que compar-tieron todos aquellos que estudiarony ejercieron en Madrid; y el de losoptativos, o sea, los que resultaronfrecuentes pero no fueron ineludi-bles. Entre los primeros, se han estu-diado la Escuela de Arquitectura y elColegio de Madrid —incluyendo, porsupuesto, las bibliotecas de amboscentros—, que, entre el mucho menosuniforme elenco de actividades en lasque pudieron participar, destacanpor ser los únicos focos de culturarealmente comunes a todos los arqui-tectos, ya que muchos asistirían aexposiciones, otros intervendrían encongresos internacionales y unoscuantos viajarían a lugares más omenos remotos, pero lo que resultainnegable es que para ejercer su pro-fesión todos tuvieron que pasar, pri-

mero, por la Es-cuela, y después,por el Colegio. Portanto, el recorrido seinicia por estos doscauces fundamenta-les, entendiendo condicha denominaciónno tanto los que a lalarga resultan serlos principales o losque tienen más pe-so, sino los que seconsidera que debe-

rían haber sido principio, origen ocimiento de lo que aquí se está tra-tando.

Tras analizar tanto los planes deestudio vigentes en el periodo objetode investigación como los textossobre la educación impartida, asícomo a través de las conversacionesmantenidas con los que fueron alum-nos —incluso profesores— en esosaños, la Escuela de Arquitectura deMadrid se ha revelado como una ins-titución anclada en el pasado, en laque el interés por lo foráneo no tuvosu origen, ni mucho menos, en quie-nes impartían clase, sino más bien enel propio alumnado, que alimentó sucuriosidad fuera de las aulas.

Los estudiantes de los años cuarentarecordarían tiempo más tarde a susprofesores como a unos «extraños».11

Para hacerse una idea de lo que se lescontaba, basta con rememorar algu-nos datos de su periplo proyectual,que comenzaban de la mano de LuisMoya, quien recibía directamente alos procedentes del ingreso y losintroducía en la disciplina clásicamediante una serie de ejercicios queperdurarían más de dos décadas—como el de la hornacina y el edificiosimétrico—, y lo terminaban conModesto López Otero, quien, año trasaño, instruía a sus oyentes en lasbondades de la arquitectura de KarlFriedrich Schinkel.

Lo peor de todo, según JulioVidaurre, es que «los planteamientosde los trabajos antes comentados vie-nen “forzados”, por ser ese tipo derespuestas [...] que la sociedad domi-nante exige. La coherencia entreestos trabajos escolares y la arquitec-tura de la realidad circundante es,alarmantemente, total».12 Así pues, laEscuela pierde ese papel de «labora-torio» que intenta «ofrecer a la socie-dad los resultados más positivos desu trabajo, para así tratar de mejorarlas condiciones de vida del hombre» yse reduce a desempeñar «un meropapel de suministrador de lasdemandas preestablecidas por lasociedad».13 Y tiene razón cuandohabla de la «gravedad de esta renun-cia, por parte de la Escuela, a ser eltaller libre, imaginativo y responsableque cabría esperar de un centro uni-versitario». Una renuncia que, a lalarga, terminaría provocando la des-integración del proceso de aprendiza-

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Sáenz de Oíza,Sánchez Prieto yCarlos Flores en unavisita a las viviendasen ‘Puerta Bonita’ deCarabanchel Alto(1957).

je arquitectónico y la consiguienteindiferencia entre el alumnado antela propuesta gráfica proyectual, y queafectaría como docentes a los quehabían comenzando a sufrirla comoestudiantes en los años cuarenta,entre los cuales figuraban los querepartieron su educación entre losaños anteriores y posteriores a laguerra, como Francisco Cabrero,Rafael de Aburto, Miguel Fisac —elúnico que no llegó a dar clase—,Alejandro de la Sota y José LuisFernández del Amo, y los que comen-zaron los años de carrera una vezfinalizada la contienda, como JoséAntonio Corrales, Ramón VázquezMolezún, Francisco Javier Sáenz deOíza y Julio Cano Lasso.

A finales de los cuarenta, siendo yadirector de la Escuela Emilio Canosa,algunos de estos recién licenciadosllegaron a las aulas para comenzar sutrayectoria docente. Con ellos se ini-ciaba lo que años más tarde —denuevo en 1968— Juan DanielFullaondo definiría como «una autén-tica carrera contra el tiempo, unintento desesperado de ponerse aldía, de ponerse de pie, de adquiriruna estatura existencial, cultural ytécnica, que le permitiera comunicar-se con el vasto panorama europeo, elrecuperar el tiempo tontamente per-dido en los años 40».14 El primero,Francisco Javier Sáenz de Oíza, fuellamado a la Escuela en 1948 paraexplicar Salubridad e Higiene, unaasignatura que impartió durante unadécada y que compatibilizó —primerocomo auxiliar y desde 1952 comotitular— con la docencia de proyec-tos.

Sin embargo no sería hasta el final dela década de los cincuenta, y de lamano de Javier Carvajal —quien sus-tituyó en 1959 a Villanueva comoencargado de la cátedra de Proyec-tos—, cuando hiciesen su apariciónpersonajes como Antonio FernándezAlba, probablemente el mejor ejemplode un grupo reducido de nuevosdocentes que, a partir de ese momen-to y durante la década de los sesenta,aspirarían a aportar métodos e ideasmás o menos renovadores del contex-to didáctico, en un intento por recu-perar una escuela que participase, asu vez, en la creación de una nuevacultura arquitectónica.

Los jóvenes profesores hablaban delos grandes maestros del movimientomoderno, pero también gustaban deanunciar a sus alumnos los nuevospersonajes que iban apareciendo enel panorama internacional, y a cuyaobra ellos mismos iban teniendoacceso. Si nos detenemos un momen-to para releer esto último, podríamosreparar en que estaba comenzando aproducirse un hecho relativamentecurioso: en un momento en que lacultura moderna en el ámbito madri-leño todavía se encontraba en unperiodo de clara y minoritaria forma-ción, resultaba complicado que laEscuela consiguiera enseñar unaarquitectura que aún no había sido“adoptada” por la mayoría. Así pues,

sólo podían enseñarla los que la prac-ticaban, por lo que la renovación dela arquitectura en la ciudad y en laescuela se produjeron prácticamenteen paralelo.

El problema es que sólo fueron unospocos y, aunque puede afirmarse quea finales de los sesenta ya se respira-ba cierta modernidad en estaEscuela, buena parte de la enseñan-za real continuó resistiéndose a loscambios. Los que tuvieron la suertede pasar por los cursos de aquellosque hemos citado —así como de otrostantos que no se han mencionadoaquí— gozaron de la oportunidad deque les introdujesen en la moderni-dad esos que les llevaban sólo unos

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Estudiantes en lasaulas de la ETSAM.

Carlos de Miguel,personaje clave en lareactivación de laarquitectura españo-la de la segundamitad del siglo XX.

años de ventaja. Sin embargo hubootros muchos —tal vez la mayoría—que pasaron por la Escuela sin poderescuchar a ninguno de sus profeso-res hablar ni tan siquiera de los gran-des maestros del MovimientoModerno.

En cambio, el estudio de la historia ydocumentos relacionados con elColegio de Arquitectos de Madrid hanproporcionado un retrato del mismomucho más internacional, teniendoen cuenta que gracias a su actividadse produjeron más intercambios,tanto de visitas —con todo lo que ellopudo conllevar: encuentros, confe-rencias, exposiciones...— como detextos y publicaciones. No obstante,todo el afán que mostraron en parti-cipar en actividades y, en general, enestar al corriente de lo que ocurría enel resto del mundo, obedeció enbuena manera a su empeño por for-mar parte del ámbito arquitectónicointernacional.

El año 1949, momento en que secelebraron las primeras elecciones ala junta de gobierno desde 1935, y enlas que resultó elegido decanoAntonio Rubio Marín, marca el iniciode una nueva etapa en la historiacolegial, que, hasta entonces, habíaido consolidándose como institución—desde su nacimiento, en 1931—,pero que no había conseguido activarla vida corporativa en su más ampliosentido cultural y social. Y entre lasnovedades que se vivieron esos años,habría que citar —probablemente, laprimera— la incorporación a la orga-nización de Carlos de Miguel, una

figura a la que, a partir de ahora, seirá nombrando en cada uno de loscauces que se repasen.

Carlos de Miguel había ganado elconcurso para ser director de laRevista Nacional de Arquitectura(RNA) en 1948. Desde ese momento yhasta 1973, no sólo continuaría ejer-ciendo dichas labores de un modoininterrumpido, sino que se erigiríaen uno de los pilares fundamentalesen los que se apoyaría toda la activi-dad cultural del Colegio. Desde estaposición, De Miguel se convirtió enuno de los personajes que colaboróde una manera más activa en la difu-sión de lo foráneo; eso sí, entendien-do que lo que le movió no fue un inte-rés específico por lo extranjero, sino,sobre todo, la reactivación de la cul-tura arquitectónica española.

Aparte de organizar las Sesiones deCrítica de Arquitectura (SCA) —enlas que nos detendremos más adelan-te—, de potenciar visitas de arquitec-tos extranjeros a Madrid —como la deAlvar Aalto en 1951, al que, aprove-chando su estancia en Barcelonapara impartir unas conferencias,consiguió traer a la capital y hacerleparticipar en las citadas SCA—,anduvo todos esos años preocupadopor incentivar la participación de losarquitectos españoles en concursosinternacionales, para los que consi-guió una serie de ayudas económicascon objeto de poder sufragar en partelos costes que les suponía. Tambiénestuvo implicado en la mayoría —sino en todas— de las publicacionesque hizo el Colegio, desde las ya nom-

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Sesión de Crítica deArquitectura dedica-da al Edificio Girasolde José AntonioCoderch (1967).

Portadas de RNA yArquitectura, publica-ciones de las que fuedirector Carlos deMiguel entre 1948 y1973.

bradas RNA y posterior Arquitectura,hasta el Boletín de Información delCOAM, en el que incluso ejerció untiempo como director.

En realidad, la preocupación por losconcursos internacionales y por laspublicaciones fue algo que cultivó elColegio como institución duranteambas décadas, sobre todo duranteel decanato de Luis Blanco Soler,entre 1959 y 1963. Pero más quetodo esto, lo que mantuvo alerta esosaños a la junta directiva fue la incor-poración y evolución del COAM comomiembro de la Unión Internacional deArquitectos (UIA). Desde que se esta-blecieron los primeros contactos, conla asistencia en 1953 al III Congresode la organización celebrado enLisboa, y una vez aceptado el ingresode la delegación española en la reu-nión del año 1955 en Holanda, laparticipación como miembros activosy respetados en todas las actividadesque se proponían se convirtió en unode los objetivos primordiales delCOAM. De esta forma, acudieron acada uno de los congresos y sesionespreparatorias de los mismos, y desig-naron a una serie de colegiados paraque participasen en todas lasComisiones de Trabajo de la organi-zación, entre los que no podía faltar,por supuesto, Carlos de Miguel.

Fuera de lo que supuso toda la expe-riencia con la UIA, y dejando a unlado los contactos particulares quemantuvo el COAM, habría que dete-nerse unos momentos en los eventosen los que participaron, como la asis-

tencia —relativamente frecuente— adiversos encuentros europeos, entrelos que podría destacarse el viaje quehicieron Antonio Perpiñá y Carlos deMiguel en 1956 para participar en laSesión de Urbanistas Europeos quese celebró en Hamburgo. Por otraparte, cabría citar algunas de lasexposiciones de arquitectura contem-poránea que divulgaron: entre lascelebradas fuera de España, princi-palmente las Bienales del Museo deArte Contemporáneo de São Paulo—para las que también concedieronayudas con el objeto de poder enviartrabajos de españoles—; y entre lasque se organizaron en territorionacional, habría que destacar lasdenominadas «Arquitectura alemanahoy» y «Arquitectura británica de

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Carlos de Miguel yAntonio Perpiñá par-ticipando en laSesión de UrbanistasEuropeos que secelebró en Hamburgoen 1956.

Portada del catálogode la exposición«Arquitectura alem-ana hoy», celebradaen las Salas deExposición de laDirección de BellasArtes en 1956.

Cartel de la exposi-ción «Arquitectura fin-landesa», celebradaen la Capilla delAntiguo Hospital deSanta Cruz deBarcelona en 1959.

hoy», que se celebraron en 1956 y1964 respectivamente, en la Sala deExposiciones de la Dirección Generalde Bellas Artes.

En cuanto a las que organizaron, esineludible referirse a la de «Arquitec-tura finlandesa», del año 1960, en losSalones de la Sociedad Española deAmigos del Arte, que, una vez más,vino a Madrid aprovechando la mues-tra previa que se hizo en Barcelonacelebrada en paralelo a la exposiciónsobre «Arquitectura española» que seenvió a Helsinki.

La lista de actividades en las que seinvolucró el COAM durante ambasdécadas es mucho más extensa,15

pero lo que aquí se ha recordadobasta para proporcionar una ideasuficientemente ajustada de lo quefueron los intereses internacionalesdel Colegio en esos años y reflexionarunos instantes en torno a ellos. Y sedice intereses porque lo que más hallamado la atención durante el estu-dio no ha sido la cantidad de cosasque supieron y que transmitieron alos colegiados —que no fueron preci-samente pocas—, sino, sobre todo, elafán que mostraron por incorporarsea las actividades que organizaban losorganismos arquitectónicos interna-cionales. Esto que se comenta, lejosde convertirse en una mera afirma-ción de los gustos de las sucesivasjuntas de gobierno del COAM, com-porta un significado mucho más pro-fundo. Y es que aparte de querer par-ticipar en los eventos que se organi-

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Sala de lectura de laBiblioteca de laETSAM en los añoscuarenta.

zaban, lo que más deseaban erahacerlo en las mismas condicionesque el resto, es decir, no querían sen-tirse inferiores, y por eso trabajaronpara informarse y para informar, por-que sabían que en el momento en quecontrolasen el panorama podríanincorporarse ya de una manera eficaza las actividades que mantenían suscolegas extranjeros.

Por todo esto, y por el carácter tandistinto de ambas instituciones, sontan desiguales los casos de la Escuelay el Colegio de Madrid. Y aunque yase ha hecho referencia a ello, es con-veniente incidir una vez más en elpunto que parece que marca la dife-rencia. Porque no tiene nada que verel espíritu que movía a cada colectivo.Los docentes defendían unos conoci-mientos que, aunque antiguos, consi-deraban que eran los más adecuadosen esos momentos de incertidumbre;y no miraban fuera porque no creíanque hubiese nada más interesanteque lo que ellos mismos defendían.Sin embargo, la junta de gobierno delCOAM necesitaba contactos, alian-zas, participar en las reuniones, sen-tirse parte de un colectivo muchomás amplio. Y para ello, lucharondesde el principio por saber lo queocurría más allá de nuestras fronte-ras. No se trata ahora de cambiarradicalmente la idea que se tenía alrespecto y de mostrar al grupo madri-leño como uno de los más activos deEuropa, porque, de hecho, pocasveces tomaron la iniciativa a la horade organizar eventos. Pero de ahí aconsiderar que no sabían o que noparticiparon en ellos hay una distan-cia considerable.

En ambos casos, sus bibliotecas res-pectivas recibieron un buen númerode publicaciones extranjeras.Probablemente no todas las desea-bles, pero sí las suficientes para queaquellos con voluntad pudieran infor-marse —aunque fuese como toma decontacto— a través de libros y revis-tas. En general, el estudio de estosarchivos no hace sino confirmar laidea de partida de la investigación, esdecir, que los madrileños sabían —opudieron saber— mucho más de loque a priori uno podría imaginarse. Yes que, aun tratándose de bibliotecascuya dotación económica para laadquisición de volúmenes fue sensi-blemente diferente, el estudio de susfondos arroja el mismo resultado: enambas se recibieron muchas obrasforáneas o dedicadas a la arquitectu-ra extranjera que podrían haberseconsultado.

Si se comparan los libros registradosen la Escuela con los del Colegio, seobserva una ligera superioridad deejemplares y títulos de la bibliotecadel COAM respecto a la ETSAM, sólorota en algunos casos puntuales,como el de los textos de Le Corbusier,que en la Escuela16 duplicaron prác-ticamente —y no sólo en ejemplaressino también en títulos— a los delColegio.17 Dado que el número detítulos —editados en castellano— deun mismo autor es distinto en cadaentidad, la razón de la ventaja delCOAM debemos buscarla en las edi-ciones extranjeras, que, de nuevo,abundaban allí más que en laEscuela.

Tampoco hay duda de que, en lamayor parte de los casos, las prime-ras ediciones que recibieron fueronediciones en castellano —que llega-ban a España, sobre todo al princi-pio, desde Argentina— lo que, eviden-temente, ralentizó —junto a la faltade presupuesto, desde luego— larecepción de algunos títulos, comoPioneros del diseño moderno,18 cuyaedición original data de finales de losaños treinta y del que no se obtuvoun solo ejemplar hasta 1959, o comoEspacio, tiempo y arquitectura,19 quese publica en 1941 y no llega a estasbibliotecas hasta después de 1955.

En cuanto a las revistas extranjerasrecibidas, si se comparan los dos fon-dos resulta muy llamativa la simili-tud en cuanto a los países de proce-

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Número de ejemplares y títulos de libros registrados en las bibliotecas del COAM y de la ETSAM entre 1949 y 1968

Comparación de un conjunto de libros seleccionados aleatoriamente en las bibliotecas de la ETSAM y el COAM

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dencia se refiere. Difícilmente la grá-fica comparativa podría haber mos-trado un equilibrio mayor en los pun-tos de inflexión; eso sí, con el COAMligeramente por encima casi siempre.Nada más se dan dos casos un tantoexcepcionales: el de las publicacionesperiódicas alemanas, que en elColegio doblan en número a las de laEscuela, y el de las francesas, algomás numerosas aquí que en el prime-

ro. Aparte de las diferencias ocasio-nales que se dan en los años derecepción de ciertos títulos, tal vez lomás reseñable serían las ausencias,como la de Bauwelt. Aunque, sinduda, la más llamativa de estasausencias resulta ser la de Casabella,una de las revistas consideradas fun-damentales por la mayoría y que, sinembargo, en la Escuela brillaba porsu ausencia.

Pues a pesar de todo lo que contie-nen, en las conversaciones quedurante el transcurso de esta investi-gación se han mantenido con algunosde los protagonistas del momento, semencionó que no solía hacerse uso deellas, al menos hasta bien entrada lasegunda mitad de los cincuenta. Eneste sentido, parece que hay una dife-rencia muy grande entre ambas déca-das, y que en la de los sesenta fuemucho más frecuente la consulta deambos fondos.

Respecto a la compra de ejemplarespor parte de particulares, los datos sehan obtenido en su mayoría de losrecuerdos de quienes por aquelentonces ya practicaban esa especiede “vicio” que supone la adquisición

de libros de arquitectura paramuchos de nosotros. Y por lo que sededuce de las conversaciones que semantuvieron, parece ser que no hubomucha actividad en este sentido,principalmente porque no había dine-ro para hacerse con ellos. Eviden-temente hubo personas que fueronprocurándose títulos y conformandosu propia biblioteca, pero en generalresultaba muy costoso hacerse con

bibliografía. Por eso las librerías utili-zaron el método de las sucesivasaportaciones mensuales hasta alcan-zar la cantidad necesaria para facili-tar la adquisición de libros. Las másfrecuentadas, sin duda, fueronInchausti y Centropress, ambasespecializadas en arte y arquitectura,y fuente de suscripciones y pedidos alextranjero. También fue habitualentre los alumnos de la Escuela lacompra organizada de títulos dentrode un grupo, es decir, cada uno com-praba un volumen diferente queluego intercambiaba con sus compa-ñeros. De esta manera tuvieron acce-so a muchos más libros y revistas delas que hubieran podido poseer porseparado.

Así, utilizando diversas fórmulas fue-ron conociendo los que casi todoshan coincidido en señalar como susprimeros libros sobre arquitecturamoderna: Espacio, tiempo y arquitec-tura, de Sigfried Giedion; Saber ver laarquitectura e Historia de la arquitec-tura moderna, de Bruno Zevi; La cul-tura de las ciudades, de LewisMumford; y Pioneros del diseñomoderno, de Nikolaus Pevsner. Algomás tarde le llegaría el turno a Leo-

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Comparación de número de revistas extranjeras por países de origen en las bibliotecas de ETSAM y COAM

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Portadas de algunosde los primeros librosque se manejaronsobre arquitecturamoderna.

nardo Benevolo, quien con suHistoria de la arquitectura moderna,traducida muy pronto al castellanopor la editorial madrileña Taurus,acapararía ventas en las librerías dela capital. En cualquier caso, hay queaclarar que el caso del libro deBenevolo no se trata, ni muchomenos, de algo aislado, y que lamayoría de los textos se fueronadquiriendo según iban llegando lastraducciones de las editoriales argen-tinas, principalmente Nueva Visión yEdiciones Infinito.

En cuanto a las revistas, parece que,por lo general, L’Architecture d’Au-jourd’hui y The Architectural Revieweran las dos más manejadas, segui-das de cerca por Domus y Casabella,aunque la mayoría ha consideradoque la primera de estas tenía unamayor aceptación en el ámbitomadrileño. Después, según los gus-tos, unos se decantaban por las esta-dounidenses Architectural Forum oArchitectural Record, y otros, por lainglesa Architectural Design. Añosmás tarde, Zodiac también atraeríalectores; así como Perspecta, algomás específica pero también delgusto de muchos.

Por otra parte, la información sobrearquitectura extranjera no sólopudieron obtenerla a través de lostextos elaborados fuera de nuestrasfronteras. Aparte de los libros tradu-cidos al castellano por las editorialesargentinas, en España algunas casascomenzaban asimismo a traducir alespañol textos interesantes. Se acabade citar uno de los casos más signifi-cativos: el texto de Benevolo Historiade la arquitectura moderna, publicadopor Taurus sólo tres años después desu primera edición italiana.20

Además de Taurus, Blume y, sobretodo, Gustavo Gili fueron incluyendoprogresivamente entre sus coleccio-nes algunos títulos relacionados conel extranjero.21

Sin embargo, más que la labor efec-tuada por las editoriales —que enninguno de los casos sorprende nipor exceso ni por defecto—, llama laatención el papel desempeñado poralgunos organismos oficiales dentrodel ámbito de las publicaciones sobreasuntos foráneos. Concretamente, laque llevó a cabo el Ministerio de laVivienda a través de su SecretaríaGeneral Técnica (SGT). Desde princi-pios de los sesenta se dedicaron a

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Portadas de algunasde las revistas másconsultadas en elperiodo de estudio.

editar unos folletos o catálogos agru-pados en distintas series que se ibancreando y conformando según apare-cían nuevos temas en las publicacio-nes. Así continuaron durante variosaños, hasta que a partir de 1967 todoeste conjunto de textos termina orga-nizándose en una única colección:Documentos Informativos, conforma-da por siete series finalmente deno-minadas «Legislación extranjera»,«Temas de Urbanismo y Vivienda»,«Temas de Arquitectura y Técnica dela construcción», «Actividades Inter-nacionales», «Medio ambiente urba-no», «Estudios de estadística econó-mica» y «Desarrollo comunitario».

En resumen, la colección acogiómuchos más epígrafes dedicados alextranjero y publicados en España delos que se podría haber previsto enun principio,22 pero también muypocos con un verdadero contenidocrítico y en los que realmente pudie-se encontrarse el caldo de cultivonecesario para una generación dearquitectos que más que informaciónnecesitaba verdadera educación.

Dejando temporalmente a un lado elasunto de las publicaciones —hastaque se aborde el tema de las revistasautóctonas—, y entrando de lleno enesos cauces facultativos —los quefueron opcionales para cada uno deellos y, en consecuencia, los que pro-dujeron unos resultados más hetero-géneos en el conjunto de los arquitec-tos madrileños—, habría que dete-nerse unos instantes a mencionar las

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reuniones y conferencias a las quepudieron asistir.

Evidentemente, cualquier iniciado eneste tema al que se le preguntasesobre las conferencias más destaca-das de esos años en Madrid respon-dería que las de Alvar Aalto de 1951 ylas de Richard Neutra de 1954. Perohubo muchas más, tal vez no tanrenombradas ni dictadas en sumayoría por arquitectos extranjeros,aunque igualmente interesantes porla actualidad de sus contenidos.

En general, hubo una serie de insti-tuciones y organizaciones que poten-ciaron la celebración de estosencuentros. En primer lugar, el

Colegio de Arquitectos, que, aunquesólo sea por el patrocinio de lasSesiones de Crítica de Arquitectura,merece ocupar un puesto relevanteen este relato. También el InstitutoTécnico de la Construcción ejerció,desde su Sala Costillares —adondeacudieron, entre otros, Neutra,Vagnetti, Salvadori o Ponti—, unadestacada labor de difusión del pano-rama arquitectónico coetáneo. Otrosorganismos, como el Aula deFomento de las Artes y el Aula dePlástica del Servicio Nacional deEducación y Cultura o el propioMinisterio de la Vivienda, se encarga-ron —sobre todo en la década de lossesenta— de organizar ciclos de con-ferencias no específicamente orienta-dos a lo foráneo, pero en los que, sinembargo, se abordaron temas que

tenían que ver con ello y a los queacudieron algunos personajesextranjeros. Y, por último, hay quecitar la labor efectuada por algunasasociaciones como la Agrupación deEstudiantes de Arquitectura, quienesdurante una temporada se ocuparonde organizar actos, charlas y confe-rencias por algunos colegios mayoresde la ciudad universitaria.

Pero, sin duda, los ciclos más impor-tantes fueron las Sesiones de Críticade Arquitectura (SCA) y, algo mástarde, los Pequeños Congresos. En elcaso de las SCA, además, llegaron alconjunto de los colegiados a través delas trascripciones publicadas enArquitectura, la revista del COAM.Esto último se considera un factorfundamental, ya que aunque casisiempre participaban en los encuen-tros más o menos los mismos arqui-tectos, el “debate” llegaba a todos losque leían la revista. Sin embargo, hayque reconocer que la mayor parte delas veces los temas de discusióntuvieron que ver con asuntos neta-mente españoles y que, además, lamención de las SCA a cualquiera quele suenen no le trae a la memoria,precisamente, los encuentros en losque se habló sobre lo foráneo, sinootros que van asociados a aconteci-mientos que, como la sesión celebra-da en la Alhambra y posterior redac-ción del famoso Manifiesto,23 con elpaso de los años se han elevado a lacategoría de sucesos ineludibles encualquier texto que trate sobre laépoca. Lo que no quita para que, sin

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Portada de “La ciu-dad no es un arbol”,de ChristopherAlexander, uno delos ‘DocumentosInformativos’ publi-cados por laSecretaría GeneralTécnica delMinisterio de laVivienda.

Trascripción publica-da en RNA de laprimera Sesión deCrítica deArquitectura, dedica-da al edificio de laONU en Nueva Yorky celebrada enMadrid en 1950.

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embargo, las SCA se inaugurasen afinales del año 1950 hablando de unedificio extranjero: el de la ONU enNueva York.24 Aparte de este, y a lolargo de sus más de dos décadas devigencia —interrumpidas sólo tresaños, entre 1960 y 1963—, las SCArecorrieron algunos otros edificiosforáneos o directamente relacionadoscon lo extranjero, como fue el caso dela estación Termini de Roma,25 laembajada de los Estados Unidos enMadrid,26 el pabellón de España en laExpo de Bruselas27 y dos tiendas deWright y Scarpa incluidas en lasesión preparada por Juan DanielFullaondo sobre «El fenómeno de latienda en el contexto de la ciudad».28

También hubo un par de ellas dedi-cadas a la figura y obra de Alvar

Aalto29 y de Le Corbusier.30 Pero, engeneral, las SCA que se dedicaron alo foráneo no trataron sobre edificioso personajes concretos, sino sobretemas mucho más abiertos, como esel caso de las tituladas «Arquitecturaen el Brasil»,31 «La organización delas oficinas de arquitectura enNorteamérica»,32 «Viaje de estudios aEEUU»,33 «Ideas generales sobre laInterbau Berlín 1957»34 y algunashíbridas en las que se trataron con-ceptos tan globales que no se tieneclaro si se refieren a lo de dentro o alo de fuera.35

Las últimas SCA de las que se tieneconstancia se celebraron en los pri-meros años de la década de los seten-ta, ya cerca del momento en que

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Foto de los firmantesdel Manifiesto de laAlhambra.

Portadas de algunosnúmeros de laRevista Nacional deArquitectura en losque se publicaronSesiones de Críticadedicadas a asuntosextranjeros. Deizquierda a derecha,el edificio de la ONU(RNA 109), el pabe-llón de España en laExpo de Bruselas 58(RNA 198) y LeCorbusier (RNA 119).

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Carlos de Miguel diría su adiós defi-nitivo a las tareas de dirección deArquitectura. No se sabe a cienciacierta si esto fue lo que motivó sudesaparición o si, como ya parece queocurrió cuando estuvieron esos tresaños sin celebrarse, su ocaso lomarcó el propio desgaste o el desáni-mo de los asistentes. Tampoco hayque desestimar las diferencias de cri-terio que comenzaban a hacersepatentes entre las distintas genera-ciones de arquitectos que acudían aellas. En cualquier caso, durante eltiempo que duraron las SCA, estasconstituyeron, sin lugar a dudas, unode los lugares más idóneos para queexistiese “comunicación” entre loscompañeros de profesión y un autén-tico “escenario” en el que se fueronmostrando —y no sólo a los asisten-tes, sino a la mayoría de colegiados através de sus transcripciones en larevista— los asuntos que en esemomento interesaban a los arquitec-tos madrileños.

Dejando a un lado el resto de confe-rencias o ciclos que se celebraron, yque tampoco fueron excesivamentefrecuentes, si se habla de congresos,es inevitable mencionar la celebra-ción durante esos años de los deno-minados Pequeños Congresos, que,aunque ni se celebraron en Madrid,ni se caracterizaron específicamentepor su carácter internacional, duran-te los sesenta congregaron a un buennúmero de arquitectos por toda lageografía española. La idea, al pare-cer, surgió de los catalanes, quienes,encabezados por Oriol Bohigas, esta-blecieron contacto con Carlos deMiguel a través de Perpiñá, e inicia-ron la andadura con un par de reu-niones que se celebraron la primeraen Madrid, a finales de 1959, y la

segunda en Barcelona, a mediadosdel año siguiente.

Como se ha comentado, los PequeñosCongresos no se orientaron a temasinternacionales, más bien todo locontrario; casi todos se centraron enasuntos que afectaban directamentea la arquitectura española, lo que, sinembargo, no implica que obviasen loque ocurría fuera de nuestras fronte-ras. Y, de hecho, a partir del VICongreso comenzaron a acudir aellos arquitectos extranjeros, comoCandilis, Portas, De Carlo oEisenman, que expresaron sus ideasen ponencias que se leyeron en lassesiones. Incluso hubo un PequeñoCongreso, el de 1967, que se celebra-ría fuera de España, en Portugal, ydonde tendrían la oportunidad dedescubrir la obra de un emergenteÁlvaro Siza. En resumen, un intere-sante ciclo que se extendió algo másde una década y que fue lugar deencuentro entre los arquitectos espa-ñoles y algún que otro personaje forá-neo de verdadero interés en elmomento.

Al margen de la participación en loscongresos organizados por la UIA, nohay mucho que reseñar sobre lasreuniones celebradas fuera de nues-tras fronteras a las que acudieron losmadrileños. Únicamente me gustaríaseñalar un hecho que a mí personal-mente me ha llamado muchísimo laatención y que es la ausencia de noti-cias sobre el Team X y los CIAM(Congresos Internacionales de Ar-quitectura Moderna), por los que elColegio no mostró el más mínimointerés en todo el periodo y que ape-nas aparecen reseñados en las revis-tas.

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Momento del coloquioque se celebró en laSesión de Crítica deArquitectura dedica-da a “El fenómenode la tienda en elcontexto de la ciu-dad” (1968). Dederecha a izquierda,Carlos de Miguel,Juan DanielFullaondo (ponente),Rafael Moneo y JoséAntonio Corrales.

Imagen del transcur-so del PequeñoCongreso de Málagade 1963. De izquier-da a derecha,Fernando Higueras,Francisco JavierSáenz de Oíza yRicardo Bofill.

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En cuanto a las exposiciones, ya sehan ido citando algunas de las que secelebraron en España al hilo de loque se ha comentado sobre el Colegiode Arquitectos, entre las que habríaque volver a nombrar la de «Arqui-tectura Finlandesa», de 1960, por eléxito que obtuvo y por la organizaciónen paralelo de una serie de conferen-cias y coloquios en los que participa-ron numerosos protagonistas cerca-nos al “mundillo” arquitectónico.

Y si se habla de exposiciones dearquitectura en esos años, no hayque olvidarse de EXCO (ExposiciónPermanente de Información de laConstrucción), un organismo que, sinestar orientado expresamente al estu-dio de la arquitectura foránea, sinembargo colaboró activamente en elmontaje y organización de numerosasmuestras en esos años. Aunque susorígenes se remontan a 1933, nosería hasta 1957, con la creación delMinisterio de la Vivienda, cuandocambiase su denominación primitivapor la definitiva EXCO y se trazasensus objetivos, secciones y caracterís-ticas de actuación, que, además desus competencias para la investiga-ción de materiales o sistemas y suempleo racional en la edificación,incluyeron una intensa actividad enel ámbito de las exposiciones, organi-zadas sobre los temas más diversos.

Y, para no perder la costumbre,detrás se encontraría, una vez más,Carlos de Miguel, quien ostentaría elcargo de jefe del Servicio deExposiciones durante todo el periodode estudio.

Muy renombrada fue la primera delas muestras que celebraron, la que

en el año 1960 dedicaron al «Equipodoméstico», y a cuya inauguraciónasistieron numerosas figuras políti-cas y de las organizaciones colegiales.Pero habría que esperar un par deaños más para que organizasen unadedicada expresamente a un temaforáneo: «Las artes decorativas finlan-desas». Montada por Timo Sarpa-neva, la exposición estuvo recorrien-do diversas ciudades europeas conunos contenidos muy similares entodas ellas. En el caso de Madrid,además, estuvo acompañada de unacelebrada conferencia a cargo deAntonio Fernández Alba, que actuócomo comisario del evento.

Tras esta llegarían algunas de lasmás recordadas, como la del«Peregrino en el Camino de Santiago»y la de «Gaudí». Pero no sería hastafinales de 1964 cuando se celebrasela otra gran exposición de la EXCOdedicada a un tema extranjero: «Laarquitectura actual de América».Montada por Javier Feduchi, recogíauna selección de obras construidasen el continente americano por arqui-tectos de diversas nacionalidades,entre las cuales pudieron verse edifi-cios de Candela, Harrison yAbramovitz, Levi, Pei, Saarinen,SOM, Durrell Stone, Villanueva oYamasaki.

Fuera de España, las que más intere-saron, sin duda, fueron las Trienalesde Milán y las Bienales de Venecia yde São Paulo, sobre todo aquellas enlas que estuvo implicado algún espa-ñol. Un caso parecido a lo sucedidocon las Exposiciones Universales quese organizaron en el periodo: intere-saron todas, pero la que despertó unamayor expectación fue la de 1958 en

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Carlos de Miguel,como jefe del Serviciode Exposiciones deEXCO, acompaña aFrancisco Franco ensu visita a la exposi-ción celebrada en1968 sobre la labordel Instituto Nacionalde la Vivienda.

Exposición sobre«Las artes decorati-vas finlandesas»,montada en loslocales de la EXCOen 1962.

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Bruselas, por el éxito que en ellaobtuvo el pabellón español.

Con ello concluimos este recorridopor las exposiciones, un camino queen España se comienza a transitarmuy lentamente y que, ya a finales delos sesenta, llega a alcanzar un ritmoconstante que continuaría a lo largode los años. Sólo hay un aspecto queensombrece un poco este panorama,yo diría que atractivo: aunque lo forá-neo estuvo presente en un númeroconsiderable de las muestras organi-zadas, realmente hubo muy pocasque se dedicasen específicamente aello. Y respecto a lo que se ha comen-tado sobre los éxitos cosechados enlos grandes acontecimientos expositi-vos y en las ferias internacionales, dala impresión de que, en realidad, enla mayoría de los casos, no obedecie-ron a una verdadera valoración de loscontenidos que se mostraron, sino auna inteligente manera de exhibirtoda una serie de clichés que teníanque ver con lo hispano.

En los viajes apenasvamos a detenernosunos instantes, dadoque de todos los cana-les de información quese han presentado,este es el más difícil decuantificar y clasificar,porque va íntimamen-te ligado a la biografíaparticular de cadaarquitecto. Lo que síresulta evidente, y asíse fue confirmandodurante todo el de-

sarrollo del trabajo, es que al comien-zo se realizaron muy pocos y que fue-ron aumentando de forma exponen-cial a medida que avanzaban losaños. En cualquier caso no es unmedio que se haya valorado comofundamental para esta investigación.

Por el contrario, las que sí han resul-tado primordiales han sido las publi-caciones periódicas, más concreta-mente las madrileñas, que han desta-cado por varias razones entre el restode medios de difusión contemplados.En primer lugar, porque la idea deque constituyeron la fuente funda-mental de alimentación intelectual delos arquitectos y estudiantes de esosaños es algo aceptado y proclamadopor una gran mayoría. En ese senti-do, este trabajo reafirma, aportandodatos concretos y un estudio porme-norizado específico, la tesis de parti-da del mismo, así como las opinionesexpresadas al respecto en algunostextos ya conocidos al iniciar la inves-tigación, pero que no se habían con-trastado con información objetiva.Además, el hecho de haberlas exami-nado y comparado con el resto decauces de difusión permite ahoraafirmar que fueron la herramientamás fácil, más barata y, por tanto,más accesible con la que contaron losarquitectos para conseguir informa-ción sobre el extranjero, una informa-ción que ha resultado ser mucho másnumerosa de la que ya se creía quecontenían antes de comenzar el tra-bajo.

Por todo ello, se han mostrado comouna forma óptima de estar al día enlos acontecimientos arquitectónicosmundiales. Y aunque algunas vecesse ha echado en falta un poco más de

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Entrada a la exposi-ción «La arquitecturaactual de América»,montada en loslocales de la EXCOen 1964.

Encuentro entre Miesvan der Rohe yCarlos de Miguel enel transcurso de unode los viajes de ésteúltimo a EEUU(1964).

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calidad y extensión en la informaciónque contienen, por el contrario, lacantidad de sucesos a los que serefieren ha colmado, e incluso reba-sado, las expectativas iniciales. Laspersonas que compusieron los equi-pos de redacción —habitualmente aldía de las tendencias de actualidad—se enteraron de mucho de lo que ocu-rrió fuera y lo sirvieron “en bandeja”al resto de sus compañeros.

Y esto que se acaba de señalar es pre-cisamente el último aspecto por elque las publicaciones periódicasresultaron especialmente interesan-tes para esta investigación: son frutode las personas que compusieron sus

redacciones y que colaboraron conellas, quienes, evidentemente, divul-garon lo que consideraron más inte-resante. Esto significa, aparte de loobvio, que al estudiar los contenidosde las revistas no sólo se ha exami-nado la información que les llegó yque transmitieron, sino también elcriterio y los gustos de los que lascrearon, lo que ha quedado patenteen el análisis que se ha efectuado delas tres revistas madrileñas conside-radas como las más destacadas den-tro del periodo de estudio: Arquitec-tura, Hogar y Arquitectura y NuevaForma.

Aparte de la cantidad y calidad de lopublicado sobre lo foráneo, cabeexponer ahora otro tipo de conclusio-nes, como por ejemplo dónde se loca-lizaba dicha información. En estesentido hay que señalar la importan-cia que adquirieron las secciones fijascomo elementos equilibradores de lamisma. Y entre ellas, sin duda,habría que destacar los «30 d a» deArquitectura elaborados por MarianoBayón, y que en la mayor parte de suandadura estuvieron dedicados ex-clusivamente a la difusión de laarquitectura extranjera más actual.De no ser por esta sección y algunasotras, esos artículos se habrían redu-cido a ejemplos dispersos sujetos alos gustos de los redactores o a laocasional llegada de noticias exterio-res. Sin embargo, la propia periodici-dad de las secciones obligó a buscarreferencias foráneas constantes queenriquecieron el panorama de los

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Arquitectura, Hogary Arquitectura yNueva Forma, las«tres revistasmadrileñas» másdestacadas paraeste estudio.

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medios madrileños. Ade-más, las revistas, en lamedida en que incluían unmayor número de seccio-nes en las que se tocabantemas extranjeros, los dis-tribuían en sus páginas deuna manera más constan-te y equilibrada que en elresto.

Así ocurrió en Arquitecturay en la Revista Nacional deArquitectura, tal vez elparadigma de lo que seestá comentando. Por otraparte, ambas fueron lasque abordaron un mayornúmero de artículos defondo, de reportajes más omenos extensos sobre laarquitectura foránea y—un dato significativo—las que dedicaron unmayor número de páginasal desarrollo de concursosinternacionales, segura-mente, por el especial inte-rés de Carlos de Miguel eneste tipo de certámenes.Sin embargo, hay queseñalar que las razonesque llevaron a De Miguel a publicaruna serie de concursos internaciona-les y no otros, parece que tuvieronque ver, una vez más, no tanto conun interés en la difusión de la arqui-tectura extranjera como con el ensal-zamiento de la española, ya que en lagran mayoría de los concursos publi-cados participó algún equipo españoly, muchas veces, la información faci-litada se ciñó a esos proyectos.

En otras, como Informes de laConstrucción, la dedicación a loextranjero se centró en la publicaciónde edificios recientes, más concreta-mente los estadounidenses. La cons-tante presencia de este tipo de repor-tajes en sus páginas ha disparado enalgunos puntos las gráficas elabora-das a lo largo del trabajo (véase gráfi-ca de revistas en página siguiente,donde se muestran precisamente losartículos dedicados a edificios extran-jeros publicados en las seis revistascontempladas, y donde Informessupera con creces al resto en todo elperiodo).

Es indudable el interés que tienenalgunas revistas consultadas, que,como Nueva Forma, vinieron a apor-

tar un halo de modernidad al panora-ma un tanto monocorde que reinabaentre las publicaciones periódicasmadrileñas. Con este aspecto ya secontaba a la hora de abordar la inves-tigación y, de hecho, la consulta desus números no hizo más que reafir-mar lo que ya se sabía por la existen-cia de algunos exhaustivos trabajosprevios en los que se ponía de mani-fiesto dicha circunstancia. Hay, ade-más, otras publicaciones que tam-bién destacan, y no sólo por la canti-dad, sino por la calidad y el interés delo publicado. Como Hogar y Arquitec-tura, en la que su director, CarlosFlores, consiguió ir incorporando pro-gresivamente a su primitiva estructu-ra —la divulgación de la labor de laObra Sindical del Hogar— temas deactualidad, que a la larga llegarían aocupar un número de páginas igual omayor que el destinado a su objetivoinicial.

En cuanto al carácter que adquierenlas publicaciones periódicas entre elresto de cauces presentados, se con-sidera que constituyen un estadiointermedio entre los medios “comu-nes” a todos los arquitectos y los “cir-cunstanciales” propios de cada uno.

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Primera página del«30 d a» aparecido enArquitectura 70.

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No todo el mundo leía las mismasrevistas, pero todos —o casi todos—hojeaban alguna o incluso varias.

Lo que parece una realidad es que,sólo repasando las páginas de lasrevistas más accesibles, la mayoríade los arquitectos madrileños podríanhaber estado suficientemente infor-mados de lo que ocurría fuera denuestras fronteras, al menos de unaforma muy general, y que cada unopodría haberse cultivado en funciónde su interés y sus posibilidades. Contodo, hay que reconocer que la mayo-ría no tenía más que leves conoci-mientos de los trabajos más divulga-dos, y que tan sólo unos cuantosestaban realmente “al día” en lo que aarquitectura moderna extranjera serefería.

Por tanto, el desconocimiento generaldel colectivo no debe achacarse —co-mo ha venido haciéndose de formasistemática— únicamente al aisla-miento o a las dificultades de entradade información desde el exterior—que evidentemente existieron—,sino también, y podría afirmarse quesobre todo, a la falta de interés quemostró la gran mayoría por lo que sehacía fuera.

También cabe abordar un asunto queaún no se ha planteado de una mane-ra directa: ¿se estableció un debatereal a través de las revistas? Pues apesar de la cantidad de artículos que

se han presentado, la respuesta esnegativa. Podría decirse que más quedebate se trató de un discurso. A tra-vés de los medios se lanzaron las pro-puestas de un nuevo tipo de arqui-tectura adaptado al caso español,pero no se intentó participar en lasdiscusiones que se dieron en otrospaíses, simplemente se las contemplódesde lejos y se adoptó lo que intere-só. Parece como si, una vez más, laprincipal razón para intervenir enellas hubiese sido la de no sentirseinferiores. Pese a ello, aquí dentro seconocían y generaban pequeñas dis-cusiones paralelas. De nuevo, la ideaque se viene manejando sigue latenteen estas reflexiones: más que dificul-tades para informarse de lo foráneo,lo que había era cierto desinterés. Elapego por la propia arquitectura y elinterés por mejorarla fue muchomayor que la atracción por lo que sehizo fuera de nuestras fronteras.

En cuanto a los personajes que máscolaboraron en la divulgación de loforáneo, como ya se ha venido anun-ciando, el más significativo resultaser Carlos de Miguel. Su figura esfundamental en todo lo que conciernea las actividades culturales que sehan expuesto. De nuevo, sin embar-go, hay que recordar que no fue unapersona más expresamente interesa-da por lo foráneo que por lo de den-tro, sino en general por la evolución ypuesta al día de la arquitectura espa-ñola.

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Distribución a lo largo del periodo de estudio de los artículos publicados sobre edificios extranjeros en RNA y Arquitectura,Informes de la Construcción, Hogar y Arquitectura, Nueva Forma, Temas de Arquitectura y el Boletín de Información de laDirección General de Arquitectura.

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Se ha comentado que alrededor deCarlos de Miguel giraron publicacio-nes, contactos, viajes, conferencias ycongresos. No obstante, tal vez sulabor más encomiable fuese la de reu-nir de vez en cuando a los arquitectosde toda España para charlar o discu-tir.

Además de Carlos de Miguel, losdirectores de las otras revistas —es-pecialmente Carlos Flores y JuanDaniel Fullaondo— actuaron comoexcelentes mediadores en el conoci-miento de lo foráneo. Por otra parte,Mariano Bayón y Antonio FernándezAlba, desde la redacción o la colabo-ración en distintos medios, son otrosde los referentes para tener en cuen-ta. Respecto a los de “fuera”, habríaque señalar a Sartoris, Ponti y Zevicomo algunos de los articulistas másfrecuentes. Y en cuanto a obra cons-truida publicada, no cabe duda deque el más divulgado fue RichardNeutra, que alcanzó dichas cotas,desde luego, gracias a la revistaInformes de la Construcción.

En general, los resultados de los dis-tintos análisis efectuados dejanpatente las diferencias entre los cin-cuenta y los sesenta. En cuanto a la

entrada de información, en la prime-ra de esas décadas se evolucionódesde la ignorancia mantenida hastaentonces hacia una formación pro-gresiva, alimentada por los textos ypublicaciones que iban apareciendo yllegando. Fueron los años más acti-vos en cuanto a formación se refiere,a diferencia de los sesenta, en los quese consolidaron las nuevas ideasadoptadas en la década anterior.Además, en los sesenta comenzaron aaflorar las diferencias entre las dosgeneraciones de “modernos”: la de los“mayores”, los pioneros que buscaronen la modernidad una salida al estan-camiento en que se hallaba sumida laarquitectura española, y la de losmás “jóvenes”, formados con la mira-da puesta en los anteriores y que, a lalarga, terminarían enfrentándose aellos por considerarlos “antiguos”.

Sin embargo, hay algo común aambas décadas, algo que las convier-te en un periodo especial y que, pocoa poco, en la medida en la que ibanconociéndose datos y documentoscon los que reconstruir la historia deesos años, fue incorporándose a lamisma hasta erigirse en una de lasclaves fundamentales de la recupera-ción y evolución de la arquitectura

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Primeras páginas delos artículos «Balance1960» y «Panoramade la arquitectura enel 1960», publicadosen la revistaArquitectura en1961, que reprodu-jeron o se inspiraronen otros original-mente publicados enThe ArchitecturalReview yL’Architectured’Aujord’hui unosmeses antes.

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española: el espíritu de superaciónque movió a un colectivo que “necesi-taba” sentir que formaba parte de lascorrientes internacionales. Sin duda,el mayor atractivo del relato radica enel ánimo y la energía que movieron aese “grupo” madrileño —inconexo ydesorganizado, pero tenaz— en elcamino de reincorporación al mundoque los rodeaba. Y después de todo loque se ha comentado puede afirmar-se que los arquitectos españoles deesos años lo consiguieron.

Notas

1. Para más información, véase EstebanMaluenda, Ana: La modernidad importada.Madrid 1949-1968: cauces de difusión dela arquitectura extranjera [tesis doctoralUPM]. Madrid: [Esteban Maluenda, A.],2007.

2. Fernández del Amo, José Luis: «Las artesplásticas en España 1950-60» («AbstractArt in Spain 1959-60», publicado en larevista Studio International, 1007,Londres, 1984), en Palabra y Obra.Escritos reunidos. Madrid: Servicio dePublicaciones del COAM, 1995, págs. 195y 196.

3. Ruiz Cabrero, Gabriel: «Preguntas aAntonio Fernández Alba», en L’arquitecturai l’art dels anys 50 a Madrid. Catálogo dela exposición. Barcelona: Fundació LaCaixa, 1996, pág. 57.

4. «Notas Historiográficas 1949». NF, 27,abril 1968, pág. 72.

5. Fullaondo, Juan Daniel: «La Escuela deMadrid». Arquitectura, 118, octubre 1968,pág. 13.

6. «En 1949, en el momento en que se termi-na el aislamiento, las sanciones, la retira-da diplomática y el cierre de fronteras, seproduce un cambio apreciable en el terre-no de la arquitectura». CIRICI, Alexandre:La estética del franquismo. ColecciónPunto y Línea. Barcelona: Gustavo Gili,1977, pág. 180.

7. Flores López, Carlos: «En torno a TorresBlancas. Proyecto de Sáenz de Oíza». H yA, 49, noviembre-diciembre 1963.«Proyectos para el conjunto residencialTorres Blancas». H y A, 49, noviembre-diciembre 1963, pág. 22.«Torres Blancas en la trayectoria deFrancisco Sáenz de Oíza», Nueva Forma-ElInmueble, 11, noviembre-diciembre 1966,pág. 19.«Sáenz de Oíza y su edificio TorresBlancas». Cúpula, 125, septiembre 1967,pág. 492.Fernández Longoria, Francisco:«Construcción y contrapunto en las TorresBlancas», Arquitectura, 120, diciembre1968, pág. 2.«La estructura de Torres Blancas, Madrid.España». IC, 226, diciembre 1970, pág. 43.

8. «Torres Blancas, Madrid 1963».Aujourd'hui: art et architecture, 52, febrero1966, pág. 32.«La Tour Blanche. Appartements-jardins àMadrid». L’Architecture d’Aujourd'hui, 130,febrero-marzo 1967, pág. 32.«Torres Blancas. Madrid». Baumeister,junio 1967, pág. 214.

«Torres Blancas. Madrid». L’Architectured’Aujourd'hui, 142, febrero-marzo 1969.«Un episodio a Madrid: Le Torres Blancas».Domus, 485, abril 1970, pág. 726.«Torres Blancas. Madrid». L’Architectured’Aujourd'hui, 149, abril-mayo 1970, pág.62.«L’édifice ‘Torres Blancas’ à Madrid(Espagne)». La Technique des Travaux,147, mayo-junio 1971, pág. 166.

9. Domènech Girbau, Lluís: Arquitecturaespañola contemporánea. Barcelona:Blume, 1968.

10. Escuela Técnica Superior de Arquitecturade Madrid (ETSAM) y Colegio Oficial deArquitectos de Madrid (COAM).

11. «El ingreso en la Escuela de Arquitecturase hacía aprobando dos cursos deCiencias Exactas de la UniversidadCentral y los dibujos de las AcademiasPrivadas. Me enfrentaba con el mundouniversitario en plena proclamación de laRepública. La incertidumbre política, eldesasosiego social y el desconcierto en losestudios, al comenzar, dejaron su impron-ta. Cada cual se defendía arbitrariamente:profesores y alumnos. No dudé nunca deuna vocación a la que me entregaba, perono me veía acompañado ni asistido. Eranextraños».«Treinta preguntas a José Luis Fernándezdel Amo». En José Luis Fernández del Amo.Un proyecto de Museo de ArteContemporáneo. Catálogo de la exposición.Madrid: Museo Nacional Centro de ArteReina Sofía, 1995, pág. 51.

12. Vidaurre, Julio: «Panorama histórico:1845-1970», en Ideología y enseñanza dela arquitectura en la España contemporá-nea. Madrid: Tucar Ediciones, 1975, pág.68.

13. Ibídem, pág. 67.14. Fullaondo, Juan Daniel: «La Escuela de

Madrid». O. cit., pág. 11.15. Véase Esteban Maluenda, Ana: O. cit.16. Le Corbusier: Le Modulor-essai sur une

mesure harmonique a l'hechill. Bolonia,1951.—Cómo concebir el Urbanismo. BuenosAires: Infinito, 1959.—Concerning town planning. Londres:Architectural Press, 1948.—Cuando las catedrales eran blancas.Buenos Aires: Poseidón, 1948.—El Modulor. Ensayo sobre una medidaarmónica a la escala humana aplicable uni-versalmente a la Arquitectura y la mecáni-ca. Buenos Aires: Poseidón, 1961.—El urbanismo de los tres establecimientoshumanos. Buenos Aires: Poseidón, 1964.—La vivienda del hombre. Madrid: EspasaCalpe, 1945.—Mein Werk. Sttutgart: Gerd Hatje, 1960.—Mensaje a los estudiantes de arquitectu-ra. Buenos Aires: Infinito, 1961.—Oeuvre complete 1946-1952. Zürich:Girsberger, 1953.—The Chapel at Ronchamp. Nueva York:Frederick A. Praeger Publishers, 1957.—Vers une architecture. París: Les EditionsG. Crès, 1958.

17. Le Corbusier: U.N. Informes de la comisióndel Cuartel General. Buenos Aires: G.Kraft, 1948.—Ronchamp. Stuttgart: Gerd Hatje, 1957.—Cuando las catedrales eran blancas:viaje al país de los tímidos. Buenos Aires:Poseidón, 1958.—Vers une architecture. París: Les EditionsG. Crès, 1958.—El Modulor. Ensayo sobre una medidaarmónica a la escala humana aplicable uni-

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versalmente a la Arquitectura y la mecá-nica. Buenos Aires: Poseidón, 1961.—La ciudad del futuro. Buenos Aires:Infinito, 1962.—La ville radieuse. París: Vicent Freal,1963.

18. Pevsner, Nikolaus: Pioneers of modernmovement, from William Morris to WalterGropius. Londres: Faber & Faber, 1936. Fue publicado en 1958 por la editorialInfinito de Argentina con el título Pionerosdel diseño moderno: de William Morris aWalter Gropius.

19. Giedion, Sigfried: Space, Time andArchitecture. The growth of a new tradition.Cambridge: The Harvard University Press,1941.

20. Benevolo, Leonardo: Storia dell'architetturamoderna. Bari: Laterza, 1960.—Historia de la arquitectura moderna.Madrid: Taurus, 1963.

21. Por citar algún ejemplo:Galardi, Alberto: Nueva arquitectura italia-na. Barcelona: Gustavo Gili, 1967.Hatje, Gerd: Diccionario ilustrado de laarquitectura contemporánea. Barcelona: Gustavo Gili, 1964.Joedicke, Jürgen: Candilis-Josic-Woods:una década de arquitectura y urbanismo.Barcelona: Gustavo Gili, 1968.Kultermann, Udo: Arquitectura contempo-ránea: panorama de las nuevas construc-ciones en el mundo. Barcelona: GustavoGili, 1958.—Arquitectura moderna en África.Barcelona: Gustavo Gili, 1963.Nervi, Pier Luigi: Pier LuigiNervi.Construcciones y proyectos.Barcelona: Gustavo Gili, 1958.—Nuevas estructuras. Barcelona: GustavoGili, 1963.Tempel, Egon: Nueva arquitectura finlan-desa. Barcelona: Gustavo Gili, 1968.

22. Entre otros títulos cabría destacar:Alexander, Christopher: El esquema de lascalles. Madrid: Ministerio de la Vivienda,SGT, 1968.—La ciudad no es un árbol. Madrid:Ministerio de la Vivienda, SGT, 1968.—Sistema de muros gruesos. Madrid:Ministerio de la Vivienda, SGT, 1968.Buchanan, Colin D.: El tráfico en conexióncon la ordenación urbana. Madrid:Ministerio de la Vivienda, SGT, 1963— El transporte urbano. Madrid: Ministeriode la Vivienda, SGT, 1965.—Las repercusiones del Informe Buchanan.Madrid: Ministerio de la Vivienda, SGT,1966.—El informe Buchanan sobre tráfico urba-no: (introducción, capítulos I y II). Madrid:Ministerio de la Vivienda, SGT, 1966.—El informe Buchanan sobre tráfico urba-no: (capítulos IV y V; apéndice 3). Madrid:Ministerio de la Vivienda, SGT, 1966.—La información pública ante el problemade tráfico urbano. Madrid: Ministerio de la Vivienda. SGT, 1967.Doxiadis, Constantinos A.: El hombre y lacomunidad mundial: construyendo el futu-ro. Madrid: Ministerio de la Vivienda, SGT,1967.Mumford, Lewis: Estudio crítico sobre elNuevo Plan Regional Norteamericano paraimpedir la megalópolis. Madrid: Ministeriode la Vivienda, SGT, 1966.Safdie, Moshe: La anatomía de un sistema.Madrid: Ministerio de la Vivienda, SGT,1968.

23. Manifiesto de la Alhambra. Madrid:Dirección General de Arquitectura, 1953.

24. «Edificio de la O.N.U. visto por arquitectos

españoles. Sesiones de Crítica deArquitectura. Sede permanente de laO.N.U. en Nueva York». RNA, 109, enero1951, pág. 21.

25. «Sesión de Crítica de Arquitectura.Estación Termini, en Roma». RNA, 113,mayo 1951, pág. 28.

26. «Sesión de Crítica de Arquitectura. Edificiode la Embajada de U.S.A. en Madrid».RNA, 162, junio 1955, pág. 21.

27. «El pabellón de España en la Exposiciónde Bruselas». RNA, 198, junio 1958, pág.1.

28. «El fenómeno de la tienda en el contexto dela ciudad». Arquitectura, 111, marzo 1968,pág. 21.

29. «El arquitecto Alvar Aalto en las Sesionesde Crítica de Arquitectura celebradas en elmes de noviembre en Madrid». RNA, 124,abril 1952, pág. 19.

30. «Le Corbusier». RNA, 199, julio 1958, pág.29.

31. «Arquitectura en el Brasil». RNA, 156,diciembre 1954, pág. 35.

32. «La organización de las oficinas de arqui-tectura en Norteamérica». RNA, 167,noviembre 1955, pág. 35.

33. «Viaje de estudios a Estados Unidos». RNA,184, abril 1957, pág. 37.

34. «Ideas generales sobre la Interbau Berlín1957». RNA, 193, enero 1958, pág. 26.

35. «Rascacielos en España». RNA, 158, febre-ro 1955, pág. 29.«Los plásticos y la construcción». RNA,160, abril 1955, pág. 39.«La arquitectura y la jardinería». RNA, 163,julio 1955, pág. 21.«El Diseño Industrial». RNA, 173, mayo1956, pág. 21.«Plazas». RNA, 181, enero 1957, pág. 19.

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