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y La Macaronesia Central en la Antigüedad Francisco García-Talavera (Director del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife) Fotos: F. García-Talavera, L. Sánchez-Pinto y J. López Rondón Purpurarias Afortunadas UNA PARADA EN LA MACARONESIA Islas más allá de las Columnas de Hércules

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MAKARONESIA

�La Macaronesia Central

en la AntigüedadFrancisco García-Talavera

(Director del Museo de Ciencias Naturalesde Tenerife)

Fotos: F. García-Talavera, L. Sánchez-Pintoy J. López Rondón

PurpurariasAfortunadas

UNA PARADA EN LA MACARONESIA

Islas más allá de las Columnas de Hércules

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Boletín de la Asociación Amigos del Museo de Ciencias Naturales de TenerifeMAKARONESIA 61

PURPURARIAS Y AFORTUNADAS

abordar un tema que no ha hecho más quegenerar controversia y confusión a lo largode siglos. No es que pretenda con esta humil-de aportación despejar todas las incógnitasplanteadas, pero sí contribuir en lo posible aello, sugiriendo nuevos caminos, con unahipótesis factible y razonable.

En esta difícil tarea de identificaciónnesonímica, la interpretación de los pocostextos antiguos que hacen referencia a nues-tro archipiélago debe ser extremadamenteaséptica y flexible, teniendo en cuenta queestamos hablando de unos hechos que ocu-rrieron hace más de 2.000 años, cuando larealidad geográfica, climática, política, eco-nómica y tecnológica era muy diferente a laactual. Sólo desde esa perspectiva diacrónicay con esas premisas generosas intentamosaproximarnos a la verdad.

DEL MITO A LA REALIDAD GEOGRÁFICA

esde que estas islas fueron consi-deradas el extremo occidental dela antigua Ecumene –o sea, el

límite hacia el Oeste de la Tierra conocida ypoblada– y durante más de dos milenios, sehan visto envueltas en un halo mítico y mis-terioso que motivó a autores clásicos comoHomero, Hesíodo o Platón a localizar enellas sus mitos fantásticos –que siempreescondían algo de realidad– del “Jardín delas Hespérides”, los “Campos Elíseos”, las“Islas de los Bienaventurados” (Makaronnesoi) o la “Atlántida”.

Pero es con Estrabón (64 a.C.-21d.C.),Plutarco (46-120 d.C.) y, sobre todo, conPlinio el Viejo (23-79 d.C.) cuando las islaspasan a ser reales y localizables en los confi-nes del proceloso océano Atlántico, frente ala antigua Mauretania. Vemos que en esa

n una fresca noche de febrero de1976 zarpamos a bordo del“Agamenón”, un pequeño barco

cedido por el Instituto Oceanográfico deTenerife para la que resultaría, a la postre,una expedición histórica. Íbamos a bordonueve componentes de un equipo científicomultidisciplinar perteneciente al MuseoInsular de Ciencias Naturales de Tenerife y ala Universidad de La Laguna. El objetivoeran las islas Salvajes y en ese viaje preten-díamos darle un impulso al conocimiento dela gea, fauna y flora del pequeño archipiéla-go macaronésico, y de sus relaciones biogeo -gráficas con Canarias y Madeira. Los intere-santes resultados de la campaña fueronpublicados en 1978 por el Aula de Culturadel Cabildo de Tenerife y se convirtieron enun referente obligado para futuras investiga-ciones sobre la Macaronesia.

No era la primera ni la última vez quevisitamos las Salvajes, pero resulta curiosoque en esa ocasión el nombre de la embarca-ción que nos transportó allí, hace 30 años,fuera el de “Agamenón”, héroe mítico de laantigüedad griega que, en cierto modo, guar-da relación con el tema de este artículo.

Más de una veintena de campañas ocea-nográficas y expediciones científicas noshan permitido conocer a fondo la naturalezay geografia de los archipiélagos macaronési-cos y las costas de “Berbería”, desde Azoresa Cabo Verde y desde Marruecos a Senegal.La experiencia adquirida nos ha enseñado ainterpretar y contrastar datos e información.Sin ella habría sido muy difícil llegar a ela-borar la hipótesis propuesta. Del mismomodo, los conocimientos acumulados a lolargo de tantos años de investigación sobre elpasado de nuestras islas y de la fachadaatlántica del vecino continente, han contri-buido, en buena parte, a mi “atrevimiento” al

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época se comienza a hablar de dimensiones,distancias, características de su flora, fauna,clima y hasta de su número. Por todo ellopodemos decir, sin temor a equivocamos,que es a partir de esas fechas (comienzosde la Era cristiana) cuando nuestras islasmacaronésicas entran a formar parte dela Historia de la Humanidad y, en nuestrahumilde opinión, creemos que este hechoimportantísimo aún no ha sido valorado ensu justa dimensión.

LAS ISLAS DE LOS BIENAVENTURADOS(AFORTUNADOS) DE PLUTARCO

ntre todos los textos antiguos de laépoca romana existen tres que,desde nuestro punto de vista y el

de otros investigadores, son claves para dis-cernir –cuando se hace referencia a lasAfortunadas– si se trata de islas reales perte-necientes a Canarias o a Madeira. El prime-ro de ellos se lo debemos a Plutarco(Ca. 96 d.C.) quien, en su bio-grafia de Sertorio (“Vidas”,VIII-IX), dice lo si -guiente:“... pasando el

Es trecho Gaditanodobló a la derechay tocó en la parteexterior de Iberia,poco más arribade la desemboca-dura del Betis,que confluye en elAtlán tico, y danombre a la parteque baña de esta re -gión. Dié ronle allí noti-cias unos marineros, conquienes habló de ciertas islas

del Atlántico, de las que entonces venían.Estas son dos, separadas por un breve estre-cho, las cuales distan de Africa (Libia) diezmil estadios, y son llamadas de los Biena -venturados. Las lluvias en ellas son modera-das y raras, pero los vientos, apacibles yprovistos de rocío, hacen que aquella tierrafértil no sólo se preste para arar y sembrar,sino que espontáneamente produzca frutos,que por su abundancia y buen sabor bastenpara alimentar sin esfuerzo a aquel puebloocioso. La bonanza en las estaciones, y lasuavidad de su cambio son el rasgo caracte-rístico de estas islas... de tal manera que seha extendido hasta aquellos bárbaros lafirme creencia de que allí están los CamposElíseos y la mansión de los Bienaventuradosque cantó Homero”.

Pues bien, la primera conclusión a la quellegamos tras la interpretación de este textode Plutarco es que, según le contaron aSertorio los marinos béticos del sur de

Iberia, a comienzos del siglo I a.C., lasislas de las que venían –posi -

blemente de pescar– estabanya habitadas. El hecho deque fueran dos, separa-das por un breve estre-cho, con un climasuave y con pocallu via, pero con unsuelo fértil que pro-duce mu chos fru-tos, y a una distan-cia de 10.000 esta-dios (unos 2.000km) de África –no sere fiere al continenteafricano sino al África

Pro con sular, o antigua Nu -mi dia, la parte oriental de la

actual Argelia, cuya frontera con

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UNA PARADA EN LA MACARONESIA

Moneda fenicia con navío.

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la Mauritania era el rio Ampsaga, hoy lla-mado uad el Kebir (como el Guadalquivirandaluz), que significa río grande–; nos haceconsiderar que se trataba de Lanzarote yFuer teventura, cuyas características con -cuer dan con todos los parámetros geográfi-cos, agrarios y climatológicos descritos. Almismo tiempo, esto nos lleva a descartar aotras islas candidatas, como podrían serMadeira y Porto Santo, con las que no con-cuerdan la pluviometría ni la distancia alAfri ca Nova Proconsular y, sobre todo, por-que no estaban habitadas.

Otro dato importante es que Plutarco serefiere a los pobladores de estas islas comobárbaros, indicando que, al menos en esaépoca, sus habitantes (los mahos) continua-ban con sus costumbres y cultura ancestralesy, por lo tanto, no eran gentes totalmente“punizadas” o “romanizadas” –a pesar de susfrecuentes contactos con esas culturas me -diterráneas–, sino una población de origennorteafricano y bereber. Este hecho ha sidoratificado también genéticamente (Rando etal., 1999 y Maca Meyer et al., 2004, entreotros). Según estos autores, el poblamientohumano de Canarias se produjo de Este aOeste, comenzando en Lanzarote y Fuerte -ventura, y con una población claramenteportadora de marcadores genéticos norteafri-canos (haplogrupos de ADN mitocondrial).

LAS AFORTUNADAS DE POMPONIO MELA

tro de los textos que hemos esco-gido como importante para definiry localizar a estas islas de la

Macaronesia central en la Antigüedad se lodebemos a Pomponio Mela (Ca. 43 d.C.),quien, en un fragmento de su obra “deChorographia” (III, 10: 102-103; trad. V.Bejarano), nos dice:

“Situadas enfrente, las islas Afortunadasabundan en plantas que crían espontánea-mente, y con los frutos que nacen sin pararunos tras otros alimentan a sus despreocupa-dos habitantes más felizmente que a otrasciudades civilizadas. Una isla es muy célebrepor la extraña naturaleza de dos fuentes. Losque han probado el agua de la una acabanmuriéndose por la risa que les provoca; maspara los afectados por este mal, el remedioconsiste en beber agua de la otra fuente”.

Al igual que Plutarco, que escribió su obra(“Vidas”) a finales del siglo I d. C., Pom po nioMela nos habla de unas agradables y fértilesislas habitadas, cuyos “afortunados” poblado-res viven tranquilos y felices con sus recursos.Pero, a diferencia de aquél, no menciona elnúmero de islas Afortunadas, lo que hace difí-cil su localización, aunque sí las sitúa “enfren-te” (de la costa atlántica del sur de laMauritania). No obstante, la novedad de estetexto es la existencia, en una de esas islas, dedos fuentes con “aguas” de buena y mala cali-dad. Esto, en cierto modo, nos recuerda alrelato de Plinio, con los dos tipos de “árbolescomo la férula” en la isla de Ombrion, queanalizaremos más adelante. Lo que sí parececlaro, según comenta Pomponio Mela, es queesas islas estaban ya habitadas. En cuanto alcurioso dato de las dos fuentes, muy bienpodríamos situarlas en Alegranza, isla escasade agua y abundante en tabaibas dulces yamargas, que pudieron haber sido la causa dela “enfermedad de la risa”.

LAS AFORTUNADAS DE PLINIO Y LASPURPURARIAS DE JUBA

l tinte natural color púrpura, sím-bolo de nobleza, poder y riquezaen la Antigüedad Clásica, obteni-

do por los fenicios a partir de los moluscos

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PURPURARIAS Y AFORTUNADAS

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gasterópodos marinos del grupo de losmurícidos (Trunculariopsis trunculus, Bo -linus brandaris y Stramonita haemastoma)fue objeto de un intenso comercio desdefinales del segundo milenio a.C. en todo elMedi te rrá neo y en el Atlántico conocido.Fue la épo ca de la expansión fenicia haciaOcci dente, con el establecimiento de colo-nias en lugares estratégicos de sus costas(Ca. 1100 a.C.), algunas tan alejadas comoGadir (Cádiz) en el litoral atlántico de lapenínsula Ibé rica, o Lixus (Larache) yMogador (Essaoui ra) en la fachada atlánti-ca de Marruecos. Por esas fechas, el valio-so colorante natural se conocía como“Púrpura de Tiro” porque era esa ciudadfenicia (en el actual Líbano) la principalproductora y la que controlaba el comerciode los tejidos teñidos, hasta tal punto, queincluso el etnónimo “fenicio” derivó de la

Mercado de la púrpura.

UNA PARADA EN LA MACARONESIA

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denominación griega “phoinix”, que signi-fica rojo oscuro, el color púrpura más pre-ciado, y que es producido, precisamente,por Stra monita haemastoma, muy abundan-te en las Canarias orientales de aquellaépoca, como hemos constatado paleontoló-gicamente.

Tras la fundación de Cartago (actualTúnez) por los fenicios en el año 814 a.C., elcomercio de la púrpura fue pasando a manosde los cartagineses, sus primos hermanos,llegando a ser conocidos éstos también comopúnicos (deformación del vocablo phoinixaplicado a los fenicios).

Con la caída de Cartago (146 a.C.) losromanos se adueñaron e impulsaron este im -portante comercio, aprovechando, en mu chasocasiones, la infraestructura y localización delas antiguas factorías y tintorerías fenicias ypúnicas. Es en este contexto donde comien-zan a nombrarse las “Islas Pur pu ra rias”.

Si ahora analizamos el texto fundamen-tal de Plinio (“Historia Nat.” VI, 32) –elmás importante y trascendental sobre laidentificación, la geografia y naturalezade las Islas Cana rias (al menos parte deellas) en la época romana–, vemos quecomienza diciendo:

“Y no hay una información más segurade las islas de la Mauretania. Se sabe, almenos, que unas pocas fueron descubiertaspor Juba frente a los Autóloles, en las cualeshabía decidido producir púrpura getúlica”.

Dado que el mismo Plinio sitúa a losAutóloles entre el Cabo Guir y el Cabo Jubi(“Hist. Nat.” 5.10), cabe pensar que se estárefiriendo a las Canarias orientales, distribui-das y alineadas casi paralelamente a esacosta, y a unos 100 km de distancia de ella.

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MAKARONESIA

Sin embargo, la mayoría de los autoresrecientes se inclinan por el islote deMogador a la hora de localizar las Pur pu -rarias, sobre todo a raíz de las investigacio-nes de A. Jodin (1967), que encontró allí res-tos arqueológicos de un establecimientoromano de la época de Juba y, sobre todo,abundante material fenicio-púnico datadoentre los siglos VII y VI a.C., que se corres-ponderían con una factoría de la época. Todoesto viene avalado, además, por documentosantiguos como el “Pseudo Escilax” en elque se llega a identificar Mogador con lacélebre isla de Cerne.

Nosotros, en cambio, somos contrarios alocalizar las islas Purpurarias en Mogador,entre otras razones, porque en realidad setrata de un islote de apenas 0,5 km2 de super-ficie, 900 m de longitud máxima y 29 m dealtura, flanqueado por varios roques de 26,13 y 10 m de altura, los mayores, y distantedel litoral menos de 1 km. El islote estásituado sobre una manga arenosa que lo unea tierra firme con profundidades que nosobrepasan los 4 m. Pero en ningún caso sele puede dar el tratamiento de archipiélago,máxime cuando es posible que en aquellaépoca el nivel del mar podría estar 2 ó 3metros por debajo del actual, quedandoconectado a tierra en marea baja y ser sim-plemente un promontorio, eso sí, muy estra-tégico e idóneo para fundar una factoría,como los que solían escoger los fenicios.Además, si nos fijamos en el texto, dice:

“se sabe que unos pocas fueron descu-biertas por Juba” (las Purpurarias), mientrasque Mogador, tan cerca del continente, evi-dentemente ya era conocida.

Al igual que nosotros, P. Barker-Webb yS. Berthelot (1836-1850), G. Chil y Naranjo(1876), A. Díaz Tejera (1988) y otros, sitúan

las Purpurarias en Lanzarote y Fuerte -ventura, pero en nuestro caso, como explica-remos más adelante, incluimos el archipiéla-go Chinijo y Lobos, como también lo hizoÁlvarez Delgado (1944).

Siguiendo con el mismo texto, Pliniodice a continuación:

“Hay quienes piensan que mas allá deéstas (las Purpurarias) están las Afortunadasy algunas otras islas, de las que el mismoSeboso transmite también las distanciasdiciendo que Junonia dista de Gades750.000 pasos y que a otros tantos en direc-ción al ocaso están Pluvialia y Capraria;que en Pluvialia no hay otra agua que la delluvia; que a 250.000 pasos de éstas seencuentran las Afortunadas enfrente del cos-tado izquierdo de Mauretania, en el rumbode la octava hora del Sol, que se llamanInvalle por su concavidad y Planasia por suaspecto, que el contorno de Invalle es de300.000 pasos y que en ella crecen árbolesde una altura de ciento cuarenta pies “.

INVALLE Y PLANASIA

quí Plinio está diferenciando clara-mente las Purpurarias de lasAfortunadas y señala, además, la

existencia de “otras islas” (que podrían serlas Salvajes). Es obvio que la informaciónque relata la obtuvo a través de otros autorescomo Seboso y, por lo tanto, al no llegarnosde primera mano, los datos geográficos, dis-tancias y medidas hay que tomarlas con cier-tas reservas.

Estamos convencidos de que para Pli nio,al igual que otros, las Afortunadas eranMadeira y Porto Santo, pues en su descrip-ción dice que son dos: “Invalle” (Madeira)

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por su concavidad y Planasia (Porto Santo)por su aspecto plano. Los que conocemosbien estas islas hemos observado que lasimpresionantes “ribeiras” de Madeira, algunascon paredones de más de 1.000 m, surcan laisla a modo de profundos tajos o valles(Invallis =entre valles). Estos serían los impre-sionantes huecos a los que Plinio se re fierecuando dice: “vocari Invallem a convexitate”,pues convexitate significa también: concavi-dad, hueco. Por su parte, los 140 pies de altu-ra (40 m) de los árboles a que alude, puedenser alcanzados por algunas especies de lau -risilva, como es el caso del til (en aquella é po -ca la laurisilva de Madeira estaba intacta y enalgunas zonas llegaba hasta la misma cos ta).

El contorno de 300.000 pasos (1 paso =1,478 m), que a primera vista parece exage-rado, no lo es tanto si tenemos en cuenta quepodría tratarse de una circunnavegación acierta distancia de la isla, en la que estarían

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Islote de Mogador. (Foto: F. García-Talavera).

incluidas la Punta de S. Lorenzo y lasDesertas. Por otro lado, todos sabemos quePorto Santo es una isla, en general, muyllana, de escaso relieve y con poca alturasobre el nivel del mar, salvo algunas monta-ñas del norte y este.

También podemos añadir que, en el textoque comentamos, la orientación de lasAfortunadas (Madeira) es bastante real,puesto que las sitúa “hacia el ocaso, en elrumbo de la octava hora del sol” (probable-mente partiendo desde Gades, que equival-dría al oeste-suroeste), y “enfrente del costa-do izquierdo de Mauritania” (la fachadaatlántica del Norte de Marruecos).

Pero cuando habla de la distancia, trans-mitida por Seboso, de 750.000 pasos desdeGades a Junonia se está refiriendo a una delas Purpurarias (para nosotros La Graciosa),distancia que por otro lado es muy aproxi-

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mada (1.100 km),teniendo en cuentala deriva marina.

También nos di -ce que Pluvialia yCapraria, más al o -ca so, distan otro tan -to (de Gades, no deJunonia). Estas islaspodrían co rres pon -derse con Ale gran zay Mon taña Cla ra o,incluso, con las Sal -vajes, y a partir de e -llas calcularía la dis -tancia a las A for tu -nadas (Ma deira) de250.000 pasos (375km), que más o me -nos concuerda con la realidad.

Veamos ahora la continuación del célebretexto de Plinio:

“Juba averiguó sobre las Afortunadas losiguiente: que también están situadas bajo elMediodía (hacia el Sur), cerca del Ocaso, a625.000 pasos de las Purpurarias, de suerteque hay que navegar por encima del Ocaso250.000 pasos y a continuación se busca elOrto durante 375.000 pasos. Que la primera,sin rastro alguno de edificios, se llamaOmbrion; que tiene entre los montes unacharca y unos árboles parecidos a la férulade los que se obtiene agua exprimiéndolos,de los negros amarga y de los más blancosagradable de beber; que la segunda se llamaJunonia; en ella hay un pequeño temploconstruido únicamente con piedras, que muycerca está la isla menor del mismo nombre, acontinuación Capraria, repleta de lagartos;que a la vista de ellas está Ninguaria, que harecibido su nombre de sus nieves perpetuas,

cubierta de nubes. Que la más cercana a éstase llama Canaria por la cantidad de canes deenorme tamaño, de los cuales le trajeron dosa Juba; que en ella (Ninguaria) aparecen rui-nas de edificaciones. Que si bien todas abun-dan en cantidad de frutos y de aves de todaclase, ésta (Ninguaria) asimismo abunda enpalmeras productoras de dátiles y en conífe-ras; que hay abundancia de miel y que tam-bién se crían papiros y siluros en los ríos;que estas islas están infestadas de monstruo-sos animales marinos en putrefacción que elmar arroja a tierra frecuentemente”.

LAS VERDADERAS PURPURARIAS

a primera conclusión a la que lle-gamos tras la lectura de esta partedel relato es que Juba, o sus infor-

mantes, conocieron de primera mano lasAfortunadas, esto es, Madeira y PortoSanto, a las que diferenciaban claramente,como ya comentamos, de las Purpurarias,o sea, las Canarias orientales.

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PURPURARIAS Y AFORTUNADAS

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Invalle: Ribeira Brava (Madeira). (Foto: F. García-Talavera).

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Para poder fijar el rumbo y las distanciastan aproximadas (625.000 pasos y no 500.000ó 750.000) tuvieron que realizar el viaje, por-que dice Plinio: “Juba averiguó sobre las A -for tu nadas...” y en párrafos anteriores, comoya hemos señalado, también comenta:

“Hay quienes opinan que más allá deéstas (las Purpurarias) están las Afor tu na -das... en el rumbo de la octava hora del Sol...”

Pero, en nuestra opinión, lo que quizáshaya creado la confusión que se ha venidoarrastrando hasta la actualidad, es que esasdistancias y rumbos se referían al trayecto denavegación menos complicado, según ladirección de los vientos dominantes y las co -rrientes marinas: o sea, desde Madeira al ar -chipiélago Chinijo. Estamos convencidos deque, al menos inicialmente, y eso es lo quereflejan las palabras de Plinio, Juba, o susemisarios, no conocían el resto del archi-piélago canario. Todo esto nos lleva areplantear muchas cosas.

Así, el trayecto desde las Afortunadas alas Purpurarias para cubrir la distancia de625.000 pasos (949 km) de que nos hablaPlinio pudo ser el siguiente: saliendo dePorto Santo, la isla más “habitable” en aque-llos momentos, se recorren 250.000 pasos(370 km) con rumbo norte-sur (sobre elOcaso), pues según ellos las Afortunadasestaban en el límite de lo conocido, en dondese ponía el Sol, y por consiguiente muchomás al poniente que las Canarias orientales.Tras unos dos días de navegación llegarían ala altura de las islas Salvajes, desde las cua-les muy rara vez se divisa el Teide, y desdeallí tomarían rumbo este (hacia el Orto) paracubrir 375.000 pasos (550 km) en dos tra-mos: el primero desde Salvajes hasta Ale -granza (Ombrion), la primera de las Pur -purarias, y el resto siguiendo la alineaciónNNE-SSW de estas islas, hasta acabar enNinguaria (Fuer teventura).

Veamos ahora la descripción que hacede cada una de las seis islas Pur -

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Planasia: Porto Santo. (Foto: F. García-Talavera).

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en sus montes. Puesbien, en el interior de lacal dera de Alegranza enaquella época, muchomás lluviosa que la ac -tual, es muy probableque hubiese una peque-ña laguna. Esto ocurreactualmente en las cal-deras de Azores y no erainfrecuente, hace siglos,en contrarse con estaschar cas en el interior decalderas y conos volcá-nicos antiguos de Ca na -rias (montaña Bir ma geny La Caldereta de La

Orotava, en Tenerife, o la caldera de Ban da -ma en Gran Canaria), co mo consta en docu-mentos de los siglos XV y XVI.

ambién nos dice que “en sus mon-tes crecían unos árboles como laférula, de los que se obtenía agua

(o jugo) amarga en unos y buena para beberen otros”. Lo cual nos está indicando, ade-más, que se trataba de la zona xérica de unaisla baja y sin vegetación arbórea comoAlegranza, y no de la exuberante La Palma,como otros argumentan. Vemos claramenteque aquí se está refiriendo Plinio a tabaibasde gran porte, probablemente a la tabaibadulce (Euphorbia balsamifera) y a la tabaibaamarga (E. regis-jubae). Curiosa mente, elnombre genérico de este grupo de plantasderiva de Euphorbio, el médico de Juba.Según Plinio y Dioscórides, fue Juba IIquien descubrió esta extraña planta, de laque se obtenían importantes productos(medicinales, látex, etc.), y la denominó“euphorbos” por llamarse así su queridomédico griego y cuyo hermano, llamadoAntonius Musa, también fue un famosísimomédico del emperador Octavio Augusto.

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MAKARONESIA

PURPURARIAS Y AFORTUNADAS

Posible itinerario de la expedición de Juba.

purarias (no de las Afortunadas). Estees, según nuestra hipótesis, el segundo ymás importante error de interpretacióndel texto. La descripción que hacePlinio es de las Purpurarias, que eranlas islas donde Juba decidió producirla púrpura. El rey mauretano conocía osabía de las Afortunadas y probablemen-te las tendría como reserva de pesca, demadera, o como un buen lugar donderetirarse. Pero las verdaderamente estra-tégicas eran las Pur purarias, por su cer-canía al continente y por sus recursos,marinos fundamentalmente.

EL “ESTANQUE” DE OMBRION

l derrotero seguido por las navesde Juba –posiblemente siguiendoreferencias cartaginesas o de mari-

nos de Gades, aunque, con toda seguridad,ellos conocían la ruta directa desde Lixus oMogador– sería: saliendo desde Madeira ypasando por, o muy cerca de Salvajes, arriba-rían en primer lugar a Ombrion (Alegranza)que, según comenta Pli nio, tenía una charca

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AArrcchhiippiiééllaaggoo CChhiinniijjoo ((FFoottoo:: LL.. SSáánncchheezz--PPiinnttoo))..

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MAKARONESIA

A la vista de ésto, creemos que la tabai-ba debe ser otro de los productos a tener encuenta entre los recursos naturales que ofre-cía Canarias en la Antigüedad. Además,Euphorbia regis-jubae, que crece en nues-tras islas, fue descrita por Webb y Berthelotdedicándosela a Juba II, seguramente conmotivo de este texto de Plinio. Con anterio-ridad, en el siglo XVIII, Viera y Clavijo(“Dicc. His. Nat.”) ya apuntaba la posibili-dad de que a lo que se refería Plinio, sobrelo que estamos comentando, era a estos dostipos de tabaiba.

Otro hecho importante que podemosdeducir de todo esto es que probablementeJuba no llegó más abajo de Mogador, puessolamente un poco más al sur, en el litoral de

Cabo Guir (Aguer), aparece el que conside-ramos como paradigma de los “enclavesmacaronésicos con tinentales”, conteniendoabundantes tabaibales y, por lo tanto, si loshubiese conocido, no se referiría a las eufor-bias como “extrañas plantas parecidas a laférula”. Los que sí llegaron, con seguridad,fueron los fenicios y cartagi neses en susperiplos por las costas africanas.

EL “TEMPLETE” DE JUNONIA

iguiendo con el texto, la segundaisla que nombra es Junonia (LaGraciosa), en la que había en aquel

momento un pequeño templo construidoúnicamente con piedra (y no, como apareceen muchas traducciones, construido única -

Imperio romano en el año 40 a.C.

UNA PARADA EN LA MACARONESIA

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men te con una sóla piedra). Nos hemos deci-dido por asimilar Junonia a La Graciosa porvarias razones. Primero, porque concuerdacon la estrategia fenicia y púnica de estable-cer sus factorías y puertos principales enlugares estratégicos, con bahías resguardadasy con islotes y promontorios que las prote-gieran, como es el caso de Mogador o deGadir. No muy lejos de esta última ciudadhubo una pequeña isla también llamadaIunonia, donde se adoraba a Astarté (Hera),Tanit o Juno, se gún las épocas. En este senti-do, de todos es co no cido que El Río, entreLanzarote y la Gra cio sa, constituye un buenpuerto-refugio, sobre todo para embarcacio-nes de poco calado como las de aquellaépoca. Ya G. Glas (1764) topografió y resaltólas excelencias de este fondeadero, por estarabrigado a los fuertes temporales del norte.Otra de las razones es que todo apunta a quecuando Juba arribó a las Purpurarias, Lan -zarote y Fuerteventura estaban pobladas, deahí el pequeño templo que encontró en Ju -nonia o las edificaciones de Ninguaria. Ade -más, hay indicios, como ya comentamos, deque posiblemente cuan dolle garon fenicios y/o púni-cos a sus costas, ya es ta -ban habitadas y sus po bla -dores pudieron es ta blecercon ellos algún ti po de co -mercio para a pro ve charsus importantes re cur sosma ri nos y terrestres.

El reciente descubri-miento, por parte nuestra,de un yacimiento paleon-tológico del Ho lo ce no ma -rino conteniendo restos ar -queo lógicos consolidados(García-Talavera, 2002),viene a confirmar la pre-sencia y estancia en La Caldera de Alegranza. (Google Earth).

Gra cio sa, al menos temporal, de antiguas civi-lizaciones mediterráneas. Los fragmentos dece rámica a torno fueron datados en unos 900-1.000 años a.C., lo que nos llevaría a la épocafenicia. Si a esto añadimos huesos de cabra yde aves marinas, restos malacológicos y, sobretodo, los abundantísimos fragmentos macha-cados de Stramonita haemastoma (antigua-mente Purpura o Thais haemastoma) encon-trados en ese yacimiento, no nos queda masremedio que pensar en cierta actividad antrópi-ca en la isla, que irá siendo dilucidada a medi-da que avancen las investigaciones en curso.

En las inmediaciones de este importanteyacimiento, y posiblemente relacionados conél, se encuentran los restos semienterrados delo que parece ser una construcción de grandespiedras calcareníticas extraídas del mismolugar –algunas con señales de haber sido tra-bajadas–, que ocupa una superficie visible deunos 30 m2. La arena que lo cubre, el mar enlos temporales y, sobre todo, la mano delhombre, han desmantelado lo que tal vez pu -diera ser el “templete” que menciona Plinio.

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que ño tamaño (Gallo tia atlantica), en com-paración con los de las otras islas, los cualesevolucionarían así debido a los condicionan-tes ecológicos insulares.

LA “NIEVE” DE NINGUARIA

continuación viene una parte muyimportante, en nuestra opinión, deltexto de Plinio:

“...que a la vista de ellas está Ninguaria,que ha recibido este nombre de sus nievesperpetuas, cubierta de nubes...

Desde lo alto de la caldera de Alegranza(300 m) hay posibilidades de ver las monta-ñas del noroeste de Fuerteventura (a una dis-tancia de 90 km) en días de mucha visibili-dad, al igual que desde la caldera deMontaña Clara. Y si tenemos en cuenta queen la época de Juba no existían las montañas

JUNONIA MINOR Y LOS LAGARTOS DECAPRARIA

l texto de Plinio nos habla tambiénde otra isla más pequeña y cercanaa Junonia, Junonia Mi nor, que

para nosotros no pue de ser otra queMontaña Clara. Y luego pasaron a Ca -praria (Lanzarote), donde encontraron queestaba, según relata: “lacertis grandibusrefertam”, cuya traducción debería ser:“plagada de lagartos o con grandes con-centraciones de lagartos” y no, como se havenido repitiendo por la mayoría de autores:“repleta de grandes lagartos”. Es ta es otrarepetitiva confusión, por mala traducción,que ha llevado a gran parte de esos investi-gadores a trasladar Capraria a El Hierro,amparándose, también, en la des cripción quede esta isla se hace en “Le Canarien” (“...lagartos enormes como gatos”). Todos sabe-mos que en las islas Canarias orientalesabundan los lagartos, pero éstos son de pe -

Tabaibas amarga y dulce (Foto: J. López Rondón).

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Reproducción del mapa de Ptolomeo, siglo II d.C. con las seis islas Purpurarias.

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petuas. Aunque pueda parecer descabellado,se trata de Fuerteventura, la isla principaly con más recursos de las seis del relato pli-niano. Veamos por qué. Si asumimos, comoya hemos comentado, que el derrotero segui-do por las naves de Juba al llegar a Ombrion(Ale granza) es hacia el sur, visitarían prime-ro el archipiélago Chinijo y luego Lanzarote.Desde allí observarían una gran isla cuyasmontañas estaban cubiertas de nubes –for-madas por los alisios, muy intensos en lasestaciones de primavera y verano, que escuando se viajaba en aquella época–, dejan-do entrever en sus lade-

FFiigg.. 1133.. CCeerráámmiiccaa aa ttoommoo.. YYaacciimmiieennttoo ppaalleeoonnttoollóóggiiccoo ddee BBaahhííaa ddeell SSaallaaddoo,, LLaa GGrraacciioossaa..((FFoottoo:: FF.. GGaarrccííaa--TTaallaavveerraa))..

del Fuego ni gran parte de Timanfaya, for-madas durante la erupción de 1730-1736, laprobabilidad de avistamiento era aun mayor.

Decimos que es importante este fragmen-to del texto, porque con la nueva interpreta-ción que le damos cambia todo el sentido delmismo, al igual que sucedió con la confusiónentre Purpurarias y Afortunadas.

Para nosotros Ninguaria no es lo que seha aceptado hasta ahora como una evi-

dencia: Tenerife, por las nieves per-

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apenas desembarcaron en las islas en aque-llos momentos, máxime si, como hemosapuntado, ya estaban pobladas Lanzarote yFuerte ventura, y temían ser atacados.

LOS “PERROS” DE CANARIA

iguiendo con el texto, veamos loque dice a continuación: “Que lamás cercana a ésta se lla -

ma Canaria por la cantidad

RRuuiinnaass aannttiigguuaass eenn bbaahhííaa ddeell SSaallaaddoo,, LLaa GGrraacciioossaa ((FFoottoo:: FF.. GGaarrccííaa--TTaallaavveerraa))..

ras depósitos blanquecinos, sobre todo enJandía. Lo que a ellos les pareció nievedesde sus naves y a distancia, no era otracosa que la blanca arena organógena trans-portada por el viento y acumulada en man-chones, contrastando con las oscuras rocasbasálticas. Nosotros hemos podido compro-bar personalmente este efecto recorriendo enbarco las costas de barlovento de Jandía endías nublados. Todo esto nos lleva a pensar,también, que la descripción que relata Pliniosería producto de un primer viaje de recono-cimiento y que

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“Nieves perpetuas”: nubes y arenas organógenas en las cumbres de Jandía. (Google Earth).

de canes de enorme ta maño, de los cuales letrajeron dos a Juba“.

Asimismo, consideramos que la interpre-tación de este fragmento es de suma impor-tancia, dada la trascendencia que ha tenido yla que, a su vez, tendrá esta nueva lectura deltexto de Plinio. Todos los autores, práctica-mente sin excepción, han dado por hechoque la Canaria de Plinio coincide, sin duda,con Gran Canaria. Sin embargo, siendocoherentes con nuestra hipótesis, estaríamoshablando, en realidad, de la isla de Lobos, lamás cercana a Ninguaria (Fuerteventura).

Recientemente, Jiménez (2005) ha resalta-do el hecho de que los “canes” de Ca na ria

no eran perros sino “lobos marinos”, con locual estamos de acuerdo, pues esta “novedad”ya la habíamos comentado hace años en algúnmedio de comunicación y a él personalmente.Pero, con lo que no estamos de acuerdo, esque a los emisarios de Juba les llamara laatención la gran abundancia de lobos marinosen una sola isla y que ésta fuera Gran Canaria,ya que, probablemente, estaría habitada y loslobos marinos extinguidos o a punto de hacer-lo. Por otra parte, su abundancia en la isla deLobos en aquella época, también nos estáindicando que Lanzarote y Fuerteventura yaestaban pobladas por los mahos, que explota-ban, y probablemente comerciaban, con eserecurso (pieles, sebo, carne), como lo atesti-gua el inventario arqueológico de la cueva de

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Villaverde (Hernández et al., 1988). Por todolo cual, la foca monje (Monachus monachus)seguramente habría quedado confinada a laisla de Lobos y a pequeños enclaves, pocoaccesibles, del archipiélago Chinijo, deLanzarote y de Fuerteventura.

Lo que viene a continuación (del texto)se refiere a Ninguaria (Fuerteventura) y noa Canaria, como repetitivamente se ha idocopiando e interpretando por malas traduc-ciones del texto original. Después de unpunto y coma, dice:

“..., que en ella (Ninguaria) aparecenvestigios de edificaciones (un signo más deque estaba o estuvo habitada); que si bien entodas abundan en cantidad los frutos y avesde toda clase, ésta asimismo abunda en pal-meras datileras y en coníferas “.

Los “frutos” que comenta Plinio, no sonfrutas como normalmente imaginamos, sinoproductos o recursos naturales, fundamen-talmente marinos. Y las aves, tanto nidifi-cantes como de paso, en aquella época se -rían muy abundantes en las islas e islotesorientales de Canarias.

Asimismo, sabemos que siempre fueronconocidos los grandes palmerales de Fuer -teventura, muchos de los cuales eran de lapalmera datilera (Phoenix dactylifera), comose documenta desde la conquista. Más proble-mático parece, a primera vista, lo de las coní-feras, pero una vez más hay que acudir a laperspectiva temporal y a la diacronía, con fle-xibilidad en la interpretación y darnos cuentade que es posible que en los altos de Jandíaexistiesen pinos (hace 18.000 años la altura dela isla sobre el nivel del mar era de casi 1.000metros). En un estudio sobre el cambio de lacomposición y estructura de la vegetaciónentre los siglos III y IX d. C. (Machado,

1996), llevada a cabo en carbones del materialarqueológico de la Cueva de Villaverde(Fuerteventura), se constató la presencia deespecies arbóreas mesófilas, hoy extinguidasen la isla, entre las que destaca Pinus cana-riensis (pino canario) y algunas especies delaurisilva. Además, cabría la posibilidad deque los enviados de Juba confundieran conpinos los abundantes tarajales de los barran-cos y costas de Fuerteventura.

EL “PAPIRO” Y “LOS SILUROS”

igue el texto: “que hay abundan-cia de miel y que se crían tambiénel papiro y siluros en los ríos”.

La abundancia de miel es muy fácil deconstatar pensando en una época más lluviosay húmeda que la actual, con abundante flora-

Lobos marinos.

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ca– está en la “Guía Geo gráfica” de ClaudioPtolomeo, en cuyos mapas sitúa a las islas delos Biena venturados (Maka ron nesoi) en elmeridiano 0. Al observar algunas de las re -construcciones de su mapa del mundo occi-dental conocido, vemos que en la mayorparte de las ediciones medievales aparecenlas seis “Fortunatas insulas” (las Purpu ra -rias de Plinio) alineadas paralelamente a lacosta atlántica norteafricana y prácticamentesituadas entre los meridianos 0 y 1. Losnombres griegos que le asigna Pto lomeo secorresponden, a grosso modo, con los de Pli -nio, y son, de norte a sur:

Aprósitos (Ombrion), Heras (Junonia),Plui tale (Junonia Minor), Kaspeiria (Ca pra ria),Kanaria (Canaria) y Pintuaria (Nin gua ria).

La conclusión que sacamos de todo estoes que en la época del geógrafo egipcioClaudio Pto lomeo (100 - 178 d. C.) se se guíaconservando la tradición pliniana sobre lasituación de las seis Afortunadas - Purpu -rarias, y no figuraban todavía otras islas,aparte de las que representa mucho más cer-canas a la costa de Mauretania (Mogador yotras), que nada tienen que ver con ellas.Pero lo más importante para nosotros, ade-más del número (6), es el orden en que lassitúa de norte a sur, pues en todas las versio-nes aparece Aprósitos = Ombrion en primerlugar y Ninguaria (Pin tuaria) como la última,la más meridional. En este sentido, debemosañadir que el nombre griego Aprósitos(Inaccesible) que le asigna Ptolomeo aOmbrion está acorde con las grandes dificul-tades que, aún hoy en día, encontramos a lahora de desembarcar en Alegranza.

La penúltima isla que Ptolomeo sitúa en sumapa es Canaria (Lobos), colocándola entreKapraria (Lanzarote) y Ninguaria. Esto con-cuerda perfectamente con nuestra hipótesis:

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ción en primavera (como sucedió 7.000 añosantes con la gran proliferación de las abejasAnthophoridae). Pensemos que por aqueltiempo, en la vecina costa africana aún habíagrandes ríos y lagos, con cocodrilos, hipopó-tamos, elefantes y otros animales tropicales.

Los ríos a los que se refiere Plinio son losgrandes barrancos de Fuerteventura (la islacon más recursos hídricos y de toda índoleentre las Purpurarias), que en aquel tiemposerían verdaderos cursos fluviales. Inclusohoy en día subsisten algunos con flujo conti-nuo de agua, como es el caso del barranco delos Molinos, en cuyo cauce hay grandes char-cos con abundantes juncos (Scirpus holoscho-enus), el papiro a que se refiere Plinio, yanguilas (Anguilla anguilla), los siluros deltexto, que todavía son pescadas en Fuer te -ventura, al igual que en Gran Canaria, Tene -rife y otras islas (Lo ren zo Perera et al., 1998).

Por último, Plinio también hace referen-cia a que “estas islas (las Purpurarias) estáninfestadas de monstruosos animales enputrefacción que el mar arroja a tierra fre-cuentemente.”

Se trata, indudablemente, de los varamien-tos por causas naturales de ballenas, ror cuales,cachalotes, calderones y otros cetáceos. Eseste un fenómeno que, desgra cia damente, sesigue produciendo en nuestras costas, aunqueahora casi siempre es de bido a la acción antró-pica (contaminación, ma niobras militares,embarcaciones rápidas, etc.).

EL MAPA DE PTOLOMEO

onsideramos, finalmente, que laclave que nos ha llevado a plantearesta nueva hipótesis –que de ante-

mano sabemos va a generar mucha polémi-CCCC

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Canaria es la isla de Lobos yNinguaria Fuerteventura, y además cree-mos que este discurso es más coherentecon el texto de Plinio, ya que de esta mane-ra se evitan los “malabarismos” y “arre-glos” que muchos autores “Canaria-cen-tristas” tienen que hacer para situar aCanaria como la última y principal del rela-to de Plinio y además, albergando “mana-das” de grandes perros, cuyos restos nuncahan sido documentados arqueológicamen-

te. Y en el caso de que esto fuera así, enton-ces sería lógico pensar que si Juba conocióGran Canaria, también tuvo que conocerTenerife (la mayor, más alta y más visible adistancia) y, en consecuencia, La Palma, LaGomera y El Hierro, cosa que, segúnhemos explicado, parece ser que no suce-dió. El que en ningún momento del relatoaparezca el impresionante pico del Teide,

nos reafirma en nuestros postulados. Luegopasarían muchos, muchos años y sigloshasta que nuestras islas, pobladas desdehacía mucho tiempo, fueran “redescubier-tas” y rescatadas del olvido medieval.

En fin, Purpurarias o Afortunadas, da lomismo. Aquí la Historia y la Naturaleza sedan la mano, y lo importante es que Canariasy Madeira compartieron protagonismo en laAntigüedad como “Afor tunadas” y han per-

manecido ligadas históricamente desde elsiglo XV. Los dos archipiélagos se enmarcanen una de las regiones insulares (la Maca -ronesia) que alberga mayor biodiversidad ennuestro planeta, además de poseer un clima yuna situación geoestratégica excepcionales.Un honor que, desde siempre, les ha recono-cido la Humanidad y de lo cual los macaro-nesios nos sentimos muy orgullosos.

PURPURARIAS Y AFORTUNADAS

Charco en el barranco de los Molinos, Fuerteventura. (Foto: L. Sánchez-Pinto).

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