la librería del señor livingstone

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LALIBRERÍADELSEÑORLIVINGSTONEMónicaGutiérrezArtero

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Primeraedición:septiembre2017©MónicaGutiérrezArtero-2017RegistrodelaPropiedadIntelectual:B-2375-17Diseñodecubierta:©JavierMoránPérezTodos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en elordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escritade los autores del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra porcualquiermediooprocedimiento,comprendidos la reprografíayel tratamientoinformático,asícomoladistribucióndeejemplaresmediantealquileropréstamopúblicos.

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CAPÍTULOIAl señor Livingstone le parecía abominable que Roberta Twist hubiese

bautizado a su único hijo, en la iglesia presbiteriana de St. Andrew, con elnombre de Oliver. Y no porque tuviese nada en contra de los feligresespresbiterianos,ocontra laespantosacúpuladeSt.Andrew, sinoporqueestabaconvencidodequehacíafaltamuchamaldadparadejarabandonadoenlapuertadesulibrería,delunesaviernes,aunniñollamadoOliverTwist.

EdwardLivingstonehabíaperdidolacuentadelosañosquehacíaqueeralibrero.Nosetratabadeunapasionamientovocacionalsinodeunacuestióndesupervivencia: el señor Livingstone entendía mejor los libros que a los sereshumanos. Si bien esta última observación no era del todo cierta—incluso ellibreromástaimadotienesusexcepciones—,lavidaenunalibreríaconsistíaenmuchoslibrosypocosclientes.

Su librería ostentaba el orgulloso rótulo azul con letras blancas deMoonlight Books y ocupaba un viejo inmueble de dos plantas en una de lascallecitas del barrio del Temple. Compartía su humilde ubicación con unazapateríamasculinaquehabíaconocidotiemposmejores,alláporlosañosveintedelsiglopasado,yconunsastre tananciano—extraordinariamenteparecidoaMr. Magoo— que la mayoría de sus clientes ya no iban a precisar de susservicios nunca más. Al señor Livingstone no le importaba la ubicación algoescondidadesulibreríapueserafirmepartidariodequelasvidassinunapizcademisterionotieneninterés.

Desdelacalle,MoonlightBookseratodomaderapintadadeazulypulcrosescaparates.Trasloscristalesenmarcados,unacoreografíadeatractivasnovelasdeficciónatraíalamiradadelostranseúntesconmayoromenoréxito.NoeraelseñorLivingstonequienseocupabadelescaparatismodesunegocio,perosíquesolía dar el visto bueno, con un escueto gruñido, a los títulos que exhibía.Lapuertadelalibrería,tambiéndemaderaazul,teníauncuriosopomoenformadeplumaquelosvisitantesempujabanparaentrarhaciendosonarunascampanillasdebienvenidadepeculiartañido.

A sus cuarenta y todos años, Edward Livingstone había ordenado sunegociosegúnsupropiafilosofíadelectura:losclásicosenlaplantainferiorylos autores contemporáneos en el piso superior, junto a los libros de filosofía,viajes,mapas,teología,historiayotrasdisciplinas;demaneraquenisiquieralosautores más modernos podían librarse de la atenta mirada de los Aristóteles,Plutarcos, Tucídides, Voltaires, Rosseaus o Kants, dignos guardianes de lamodernidad.Desuelosdemaderapulida,yquejumbrosaporlosachaquesdela

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edad, paredes de un color olvidado—quizás violeta en sus buenos tiempos—tras las enormes estanterías repletas de libros, ambos pisos de la librería secomunicaban por una única escalera de caracol, cuyos escalones, también demadera, estaban regiamente escoltados por una hermosa barandilla negra dehierroforjadoafiligranadaconhermosasrosasymotivosvegetales labradosenel mismo metal. El señor Livingstone creía que para subir a disfrutar de losautoresdelpisodearribaeranecesariohaberleídogranpartedelosdeabajo,deahísupeculiardistribución.Ysobresuextraordinariabarandillamodernistanosolía hacer comentarios en voz alta pero, si los clientes observadores no sehubiesen extinguido en este siglo, sin duda no habría pasado desapercibida ladelicadísima caricia de la yema de los dedos del librero sobre su oscurasuperficiesiemprequetransitabaporaquellaescaleraprodigiosa.

Era necesario alzar la mirada hacia los cielos de la librería una nocheestrellada para comprender el nombre con el que su propietario la habíabautizado—a opinión del señor Livingstone con mejor criterio que el de laseñora Twist para con su único hijo—. Coronabamajestuosa el alto techo devigasdemaderadel segundopisouna respetableclaraboyacristalinade formapiramidal.Duranteeldía,apenasdejabapasar la luz,amenudolluviosade lasrutinaslondinenses,perosiunosetomabalamolestiadealzarlamiradaenunanocheclarayserena,teníaunapanorámicahermosísimadeloscielosestrelladoscon luna. Junto con la escalera de caracol, el propietario deMoonlightBooksconsiderabasuclaraboyacomounodesusbienesmáspreciados.

Edward Livingstone, que tenía cierto parentesco lejano con el médico,activistaanti-esclavistayexploradorescocésquedescubriólascascadasdelríoZambeze—bautizadas por él como Cataratas Victoria—, había cambiado losmapas y los diarios de su victoriano antepasado por el papel mucho menosaventurerodesuslibrospreferidos.Comobuenlibrero,suMundoerasulibrería;suEstado,lalectura;ysuConstitución,elíndicealfabéticodetítulosyautoresquehabía informatizadohacíaunosañospeseaqueeracapazdeencontrardememoriacualquierejemplarqueelclientelesolicitase,inclusoenelpeordesusdías.

El día en el queOliverTwist venció con su lógica aplastante de niño deocho años el dogma laboral del señorLivingstone, hasta entonces inamovible,era martes. Atardecía con la acostumbrada rapidez de los noviembreslondinenses,laslucesdelalibreríayaestabanencendidasyhabíatrespersonasen la planta inferior curioseando lasmesas de novedades. El suelo demaderavieja y pulida crujía bajo los pies de los visitantes deMoonlight Books y elexcéntricolibreroestabamásgruñóndeloqueerahabitualenél.

Aquella tarde, Edward Livingstone había subido y bajado la hermosa

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escaleradecaracollassuficientesvecescomoparaperderlacuentayelresuello.Habíaestadocolocandoejemplaresreciénllegados—lasmañanasdelosmarteseran para los proveedores— y se sentía tan cansado que precisó sentarse unmomentoenunodelossofásmoradosdelaplantasuperior.

—Deberíacontrataraalguienparaqueleayudase.LavocecitasabihondadeOliverTwist,quehabíaacampadoconsumochila

ysuslibrosdeastronomíaensurincónhabitual,laseccióndeHistoria,molestóalseñorLivingstone.

—Ytúdeberíasirteacasa.Oliver,quesabíaqueteníapocasprobabilidadesdequesumadrepasaraa

recogerle antes de la hora del cierre de la librería, se encogió de hombros yvolvióameter lanarizenunenormetratadosobre las lunasdeJúpiter.Estabatan acostumbrado a la brusquedad de su anfitrión como éste lo estaba a supresenciasilenciosaenelpisodearriba.

Cadadía, a la salidadel colegio, seencontrabaen lapuertaconClara, lainterinadelosTwist,queleentregabalameriendayleacompañabaensilenciohasta Moonlight Books. Oliver no conocía con exactitud las obligacionescontractuales de Clara pero se hacía una idea bastante concisa de en qué noconsistían: él.La empleadade suspadresprocuraba cumplir conel trámitededeshacersedelengorroconlamayorrapidezy,aserposible,ensilencio.OliverimaginabaqueClaraleconsiderabaunpaquetequedebíaentregar.Nadieensusanojuiciodaconversaciónalospaquetes.

Al señorLivingstoneno le caía especialmentemalOliver. Pensabaque amenudo había dado muestras de un valioso sentido común —el mismo queescaseabaentre lasdecenasdepersonasquecruzabancadadía lapuertadesulibrería— y toleraba con paciencia sus manías de niño superdotado. Aunqueestaba convencido del dudoso gusto de la señora Twist por su contribución aexacerbarelodiodelosescolaresenemistadosconDickensdesdesumástiernainfancia—elseñorLivigstonesuponíaqueloshogaresmodernosestigmatizabanaDickensyfomentabanlalecturademalignosautoresafrancesados—.RobertaTwist era una abogada guapa como la Reina de las Nieves y con la mismapredisposición que ésta a dejar que su corazón congelado sintiese un poco decompasiónporel abandonocotidianode suhijo.Al librerono le importabaelcoeficientedeOliver,eintentabaignorarlosdramasfamiliaresquelorodeaban,perosabíaapreciarensujustamedidalasobservacionesdelchico.

Unavez,cuandoEdwardtodavíacreíaposiblequelapresenciadelchicoenlaseccióndeHistoriafuesetemporal,lepreguntóporquépasabaallílastardes.

—¿Noprefieresjugaralquidditchcontusamigos?—No tengo amigos—le había contestado sentado en el suelo, entre un

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montóndelibros.—Noesnecesarioquesean tusamigospara jugarconellos—rectificóel

señorLivingstoneconscientedequesuagendadeamistadestampocorebosabanombres.

—Megustaestaraquí.Esamismatarde,ellibrerovolvióallamarlaatencióndelaseñoraTwist.—Estonoesunaguardería,nopuededejaraquíasuhijocadatarde.—Yaledijequeme indicaseunprecioporhora—contestómuydigna la

ReinadelasNievesconelmaletínenunamanoyelteléfonomóvilenlaotra.La abogada, fiel al principio de que todo tiene un precio en este mundo, eraincapazdecomprenderqueMoonlightBookssehallaraalmargendecualquierdichocostumbrista.

—Estoesunalibrería.Nocobramosporaparcarniños.—Oliveresuncliente.Noensucia,nomolesta,nomuerde—resumióantes

desaliratodaprisaporlapuerta.Su hijo se había encogido de hombros y la había seguido con las orejas

coloradas por la vergüenza. Al día siguiente le había explicado al señorLivingstonequelaideadepasarlastardesenMoonlightBookshabíasidosuya,encontradelaopinióndesuspadres.

—Me apuntaron a unmontón de actividades extraescolares pero ningunamegustaba.Conseguíquemeechasendetodas.

—¿Cómo?—Fingiendo que me quedaba dormido en sus clases. Los psicólogos

desaconsejan a los padres que obliguen a sus hijos a realizar actividadesacadémicasquenodeseen.Ysolomeinteresainvestigarelespacio.

Edward, que había perdido la fe en las teorías psicopedagógicasmuchosaños atrás, no quiso indagar en la veracidad de la explicación. Pero sintiócuriosidadporsaberporquéhabíaelegidosulibrería.

—Notengodemasiadoslibrossobreastronomía.—Perodesde aquí puedenverse las estrellas cuando anochece—lehabía

contestadoOliver.Nopodíaculparal chicode sentirseagustoenelúnico lugardelmundo

queéltambiénconsiderabaunrefugio.Aunqueno fue esaverdad laquedisuadió al señorLivingstonede seguir

protestandosobrelashorasquepasabaOliverensulibrería—protestasalasqueRoberta Twist no hacía el menor caso—, ni el que su presencia pasasedesapercibida a los demás clientes. Tampoco fue su respetuoso amor por loslibrososuadmiraciónporlaclaraboyapiramidaloporqueseganaselasimpatíadellibrero.OliverTwistpasóaformarpartedelrincónsurdelpisosuperiorde

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MoonlightBooksporlafuerzadelacostumbre.Acampabaallítodaslastardesdespuésdelcolegio,sesentabaenelviejosuelodemadera,sacabasustesorosde la mochila (mapas celestes antiguos, sextantes, libros, papel y lápices decolores)ysesumergíafelizenlainmensidaddeluniverso.Tantosdíasrepitiósuceremonial de astronauta libresco que se integró en la memoria cotidiana delseñorLivingstone,hastaquefueconscientedeecharledemenoslasemanaenlaqueunagripeloretuvoensucasa.

Edwardsintiósuslumbaresdoloridas,moviólospiesparacomprobarquesuspiernas conservaban todavíaun leve temblorpor el esfuerzo,ymaldijo ensilencioladecrepitudqueacompañabaalosviejoslibreros.Quizássíquehabíallegadolahoradecontrataraalguienmásjovenqueleechaseunamanoconlospedidosyconelcontrabandodelibrosalolargodelospeldañosdesuorgullosaescaleradecaracol.

—Espero que no te estés refiriendo a ti mismo —interpeló el señorLivingstoneasuinquilinocuandoéstelesugiriólaidea.

—No.Necesitotodomitiempoparaconvertirmeen...—...enelastronautamásjovendelmundo.Sí,yalosé.—Contrateaununiversitario.Sonfuertesynolesimportatrabajaratiempo

parcial.—Notengoporcostumbreseguirlosconsejosdeunmocosodeseisaños.—Tengoochoaños,dosmesesytressemanas.—Loquesea—gruñóelseñorLivingstoneleyendoel títulodel libroque

sosteníasuinterlocutor—.Estalibreríalagestionoyo,nolosniñosastronautasdelaslunasdeJúpiter.

Si fuese posible que el sonido de unas campanillas resultase lúgubre alespíritueseseríasindudaeldelapuertadeMoonlightBooks.Sutañidoanunciólallegadadenuevosclientes,olasalidadealgunodelosqueestabandentro,yEdwardLivingstonesupoquedebíabajaryatenderlacajaregistradora.

—Que conste —dijo el librero cuando todos los huesos de su columnacrujieronalponerseenpie—quesicontratoaalguienatiempoparcialparaqueme ayude no será porque lo hayas decidido tú, sino el peso abrumador de lasnuevas edicionesde los atlas geográficos quemehevisto obligado a arrastrarhastaaquíarribadurantetodalatarde.

Edwardbajódenuevosusapreciadasescaleras,comprobóquetodoseguíaen orden —hacía tiempo que había dispuesto que los acontecimientosinesperadosocurrieransolamentelosjueves—ycontemplóconanhelosumesaespecial.SolounaexcepciónasusqueridosclásicosalbergabalaplantabajadeMoonlightBooks:loslibrosilustrados,lapequeñaycoloridadebilidaddelseñorLivingstone.Nopodíaevitar,peseasusmuchosañosdeexplorador literarioy

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sabio(oquizásprecisamenteporello),caerrendidoentrelaspáginasbellamenteilustradasde cualquier ejemplar con el que tropezase, ya fuese enun catálogoconlasnovedadesdeunaeditorialoeneldescubrimiento—siempreasombroso,comoeldeldoctorLivingstoneoriginal—deunararaantigüedad.Lasnovísimasy hermosas ediciones de Benjamin Lacombe, Tim Burton, Iban Barrenetxea,Sara Morante, Charlotte Voake, Stephen Biesty o Quentin Blake compartíanfelizmente una enorme mesa de pisos con ediciones bien conservadas de lasláminasdeMauriceSendak,GeorgeBarbier,AlphonseMucha,TolouseLautrecoGustaveDoré.PesealaférreadisciplinayordenalaqueelseñorLivingstonesometía a sus queridos libros, era esta zona ilustrada la más asilvestrada ysalvaje, muchas veces tierra de nadie y de todos, encuentro de pintores,dibujantes, grabadores, publicistas, diseñadores y demás ilustrísimos (eilustradísimos)habitantesdelpincel.

Remataba la mesa de estos tesoros un pequeño pedestal sobre el quereposabaunavitrinasuavementeiluminada.Ensuinterior,elseñorLivingstonehabía depositado, abierto, el diario original de su antepasado explorador:Observaciones cartográficas, zoológicas, botánicas y geológicas del sur deÁfrica(1849-1851).NosetratabadeningunaediciónsinodeldiariooriginaldeldoctorDavidLivingstone,queellibrerohabíaheredadodeunatíasolterahacíaunos diez años. Pese a queEdwardmostraba su histórica reliquia familiar sinmás alardesque aquella pequeñavitrina, quienes le conocían sabían lomuchoque la tenía en estima. Su celo en el cuidado del manuscrito era tal que nisiquiera había accedido a enseñárselo a Oliver, pese a las protestas del chicoporquelaalturadelavitrinanoledejabacontemplarlamaravilladelexplorador.

Quizásporesapequeña islaanárquicaentre losmaresdisciplinadosdesubienordenadalibrería,oquizásporquenuncahabíaganadoelpremioScroogeallibreromásgruñóndelañopeseahaberestadonominadoentresocasiones,elseñorLivingstonenotardóensuavizarsuceñoarrugadoysaltarsesusprincipiossobrenohacercasodelosbuenosconsejosdeunniño.EsamismatardecolgóuncartelenlapuertadeMoonlightsBooks:Senecesitaayudante.

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CAPÍTULOIIAgnes Martí soltó un doloroso quejido cuando consultó por Internet el

saldo de su cuenta bancaria. Llevaba tres meses en Londres y no habíaconseguidoeltrabajodignoqueseprometiócuandobajódelavión.

—Mevoy—leshabíadichoasuspadresantesdedejarsuBarcelonanatal—.Estoyhartadetantaprecariedad,detantorecorteeninvestigaciónydetenertrabajo solo cuatro meses al año. Me he cansado de las excavaciones deprimavera y de mendigar con mi currículo por las calles de esta ciudadinclemente.

Sus padres, que parecían más tristes que impresionados por su heroicodiscurso,asintieronsinconvencimiento.Noestabansegurosdeestarpreparadosparaafrontarel síndromedelnidovacíoconelque tanto leshabíaamenazadounatíapsicóloga.

—¿Quéquiereshacerallí?—preguntósumadre.—Megustaríatrabajarenunmuseo.Delosgrandes.EnelBritishMuseum.Agnespronunciólasdosúltimaspalabrasenvozmuybajita.Leparecíauna

osadíapensarsiquieraenelBritishMuseumporqueellanuncahabíasidodelasque sueñan en pantalla grande y a todo color. Pero, quizás, si se atrevía averbalizarsusmásalocadosdeseos,encontraríaelcorajenecesariopara lucharporellos.NoesqueAgnesfueseunaincondicionaldelafilosofíanew-ageperotodoslossereshumanosnecesitanalgunavezcreerenlabondaddesusdestinos.

FueelpaisajecrepusculardelassuavesondulacionesdeOxirrinco,durantelas excavaciones de primavera, el que le había inspirado la idea de emigrar aLondresenbuscadenuevasoportunidadesprofesionales.Agnesera licenciadaen Arqueología y desde hacía cinco años trabajaba, en períodos temporalesdiscontinuos,enelyacimientoquedirigíaelprofesorJosepPadró.Oxirrinco,oEl-Bahnasa,situadaalsudoestedeElCairo,habíasidolaciudaddePer-Medyeddel Alto Egipto, un enclave cultural y comercial esplendoroso en épocahelenísticayun rincónabandonado tras la invasiónárabedel sigloVII.Desdefinales del siglo XX, la Universitat de Barcelona, la Societat Catalanad'EgiptologiayelServiciodeAntigüedadesdeEgiptoliderabanunproyectodeinvestigación histórico-arqueológico de la zona. Sus yacimientos, laconservación de las estructuras recuperadas, sus nuevos descubrimientosarqueológicos,ylainvestigaciónsobrelaépocahelenísticaenelAntiguoEgiptoeranloscantosdesirenaquecautivabanaAgnescadaaño.Conlacaídadelsol,terminadasujornada,laarqueólogapaseabaporlashermosasruinasobservandoloscoloresúnicosdeÁfricaenelsuaveasentarsedelpolvosobrelosperfilesde

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laexcavación.LegustabaimaginarqueFlindersPetriehabíacaminadoporesosmismossenderosdetierraypiedraenlosañosveintedelsigloanterior.

Resultabasencillodejarsellevarporelromanticismodelaarqueología,porelcompañerismodelosinvestigadoresyelentusiasmodesuprofesor.Perocadaverano,cuandosesuspendíanlostrabajosdecampoyAgnesvolvíaaBarcelona,surgía inevitable el choque con su insatisfactoria realidad: seguía sin tener untrabajoestable,vivíaconsuspadresy todossusamigosarqueólogossehabíanmarchado del país o malvivían de contratos basura. Resistía la tentación dededicarsea laenseñanzaporque teníamiedodesucumbira laclaustrofobiadelas aulas, y engañaba su desazón estival redactando trabajos de investigaciónsobre los progresos enOxirrinco.Hasta la fecha había publicado tres, uno deellos reconocido por el doctor Josep Padró y otros arqueólogos de prestigio.Sabía que era insuficiente para abrirle las puertas del British, pero se habríaodiadoasímismasinolohubieseintentado.

DesdequesehabíamudadoaLondres,habíaexprimidosuscontactoshastael punto de hacerse insoportable, conocía de memoria la dirección de mediadocenadeagenciasdetrabajodelaciudadyhabíaentregadopersonalmentesucurrículo en todos los museos que visitaba. Nadie parecía necesitar unaarqueólogadelaantigüedad.Nisiquieraenlosrinconesmásinsospechadosdelosreputadostemplossagradosdelosingleses.

—NotenemosexcavacionesenStratfortUponAvon—ledijo,muyseria,laseñoradepeloblancoygafasdeconchaquehabíatenidolaamabledeferenciadeleersesusreferenciasenlasegundaplantadelaBritishLibrary.

—Notieneporquéserunaexcavación.—Discúlpeme,peronoentiendoporquéquieretrabajarconnosotros.Sabe

queestoesTheShakespeareSociety,¿verdad?—Quizás necesiten desenterrar algún manuscrito. O comprobar su

antigüedad.—Trabajamosconlingüistasydemásseresextraños,noconarqueólogos.—Tendránhistoriadores.—Debería comprobarlo en los anales —se rio la señora de su propio

ingenio.—Losarqueólogossonhistoriadoresqueseensucianmáslasmanos.—Puescomonoseaconelpolvodeloslibros...—Podríalimpiarlos.FueeneseprecisoinstantecuandoAgnesMartítomóconscienciadequela

desesperaciónylatristezahabíanempezadoahacerlaenloquecer.Abandonó trágicamentea laseñoradepeloblancoycongafasdeconcha

—muchasJulietashabríanadmiradosudramáticasalidadeescena—ydejóque

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suspasoslallevaranhastalaestacióndetrendeSaintPancras.Agnesnosentíaunaespecial inclinaciónpor lasestaciones ferroviariasperoSaintPancras, consuladrillobermellón,susarcosojivalesysubellísimaestructura,lehabíarobadosucorazóndedesempleadaerrante.Laespectacular fachadagóticaaparecíaenlas películas de Harry Potter simulando ser el exterior de su estación vecina,KingCross,muchomás discreta.AAgnes siempre le había intrigado por quéJ.K.Rowlingnohabíasituadoelandén9y3/4,desdedondepartíaelexpresoaHogwarts,enelinteriordeSaintPancras.

Peronohabíasidoningunacuestión literaria laquehabíaenamoradoa laarqueóloga a los pocos días de su llegada a Londres. Si Agnes había halladocierta paz y consuelo en la estación de Saint Pancras, además de por suarquitectura,habíasidopordospersonas,unademetalyotradecarneyhueso:laestatuadelpoetaJohnBetjeman,cercadelaentradaprincipal,ysucompañerade piso, Jasmine, que trabajaba de camarera en la pequeña tienda café queFortnum & Mason tenía casi a pie de andanas. La primera le recordaba elrománticoespíritudelalibertad,perotambiéneltesónyesfuerzoporseguirlosdictadosdelcorazón.LasegundalecaíabienyletraíaearlgreyconunanubedelecheyelpedazodecarrotcakemásricodeLondres.

JohnBetjemanhabíaluchadoincansableporlaconservacióndelaestacióndeSaintPancrascuandoLondresseplanteabamuyseriamentesuderriboosucompleta transformación tras los bombardeos de la Segunda GuerraMundial.Sostenía, incansable, que Saint Pancras era "demasiado hermosa y demasiadorománticaparasobrevivirenunmundodehormigón"y,poresomismo,debíasobrevivir. Fue su apasionado romanticismo la pieza clave que sostuvo yconservó el edificiooriginal que en el sigloXXI constituía unode los tesoroslondinenses,yofrecíaunafugazesperanzaalasarqueólogascansadas.

AAgnes le encantaba la esculturadeBetjeman,obradeMartin Jennings,sujetándoseelsombreroconlacabezaalzada,contemplandolaluminosabóvedade la estación. Le parecía tan reconfortante como encontrarse con un viejo yqueridoamigo.Asuspies,circundándole,unfragmentodeunodesuspoemas,WinterSeascape:

HerewherethecliffsaloneprevailIstandexultant,neutral,free,AndfromthecushionofthegaleBeholdahugeconsolingsea.Aquellatardedeprimaveraenlaquehabíatocadofondo,saludóensilencio

alpoetaysedirigiópresurosaaFortnum&Mason.Entróenlatiendaysesentóen el fondo, donde estaban lasmesas redondas dispuestas para la hora del té,aunqueAgnes todavía ignorabaquéhora debía ser esa puesto que, por lo que

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habíapodidoobservarhasta la fecha, los londinensesparecían tomarloa todashoras.Jasmine,unamujeronanegra,devivacesojoscastañosygenerosasonrisa,salió de la trastienda y se alegró al verla. Por intermediación de una amigacomún, le había alquilado una de las habitaciones más grandes de su piso yestabaencantadadeque,porunavez,suinquilinaleresultasetansimpática.

—¿Lodesiempre?—Sí,porfavor.Noseleescapóalacamarerayarrendatariaeltonodederrotadesuclienta

peroprefirióservirleeltéyeltrozodepastelantesdepreguntarleporsusairestrágicosdeJulietaabandonada.

—MehanechadodelaShakespeareSociety.—¿LesmencionasteaMarlowe?—Lesdijequeeraarqueólogaynecesitabatrabajo.Agnes removió su té con la cucharilla y se fijó en el delicado dibujo de

florecillasrojasyverdesquedecorabalatazadeporcelana.—Sinoconsigoalgopronto, tendréquevolver.Voymaldefondosyesto

estáresultandomásdifícildeloquepensaba.—¿PorquéseteocurriópensarqueencontrarunbuentrabajoenLondres

seríamássencilloqueenBarcelona?—seinteresóJasmine.—PorqueesLondres,ciudaddelasmaravillas...Ydelosmuseosquepasan

demí.—MiqueridaAlicia—sonrió lacamarera—,estonoes lamadrigueradel

ConejoBlanco.—Podríatrabajaraquí—sesorprendióasímismaAgnespronunciandoen

vozalta.—¿Enlafiestadeno-cumpleañosdelSombrereroLoco?Laagradableiluminación, ladecoraciónencálidostonosdemaderaclara,

elaromadeltéreciénhecholainvitabanarefugiarseenesaposibilidad.Jasminenegóenérgicaconungestodecabezaquepusoenmovimientosus

rizososcuros.—Noduraríasniunasemana.—Soyexpertaenlareconstruccióndevasijas.Vuestrastazasnopuedenser

tandistintasalasterrasigillatas.El encargado, un belga delgaducho y pálido que corría el riesgo de ser

confundidoconelproductoenunanunciodeescobas,llamóaJasmineparaqueatendieseaunaparejadereciénllegados.Agnesocupólaausenciadesuamigaendarbuenacuentadesutartadezanahoriasyfantasearsobrelaprobabilidaddeemplearsecomocatadoraderepostería.

—Semehaocurridoalgo—interrumpióJasminesusensoñacionescuando

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estuvodevuelta—.Antes,cuandotehellamadoAlicia...Hayunlugar...—¿Lamadrigueradelconejo?—No, aquí en Londres. El barrio del Temple. Creo que es justo lo que

necesitas para olvidarte de esos pensamientos tan funestos que te acompañanhoy.

—¿Haymuchosmuseosysociedadeshistóricas?—No.—¿Entoncesporquéquieresquevaya?—Porque...porqueyaloverás.—¿Yquévoyahacerallí?¿ContradeciralaReinadeCorazoneshastaque

pida a gritosmi cabeza? Ni decapitada dejaría de obsesionarme conmimalafortuna.

Agnesletendióasuamigalatazayelplatovacíossintiéndosegruñonaymalhumorada.

—¿Quévoyaencontrar,Jasmine?—suspiró.—Dependedeloqueestésbuscando.AgnesabandonóSaintPancrasconlastreenelcorazónylacertezadeque

elpolvoamarilloquehabíaensuciadolasbotasdePetrieenOxirrincolehabíanubladosubuenjuiciocuandoseleocurriólaideadeemigrar.Dispuestaasacarunbilletedevueltaconlastristesmigajasdesucuentacorriente,decidiódarleunaoportunidadalasugerenciadeJasminecomounabonitamaneradedecirleadiós a aquella ciudad extraordinaria.Mientras bajaba las escaleras delmetroquelallevaríahastalaparadadelTemple,rumiabasuderrota.

Entre laorilladelTámesisyFleetStreet,nodemasiadolejosdeWaterlooBridge,losMidleTempleGardensseextiendencomounafrondosaalfombradebienvenidaalremansodepazquesonlascallecitas,patiosyjardinesdelTemple.Agnes los atravesó prendida del encanto otoñal de sus parterres en flor y ladiversidad de colores de sus altos árboles, su pesimismo súbitamente ensuspenso.CuandoatravesóelarcoqueconstituyelaentradaalTempledesdeelEmbankmentpensóquesiemprehabía tenidouna ideamuydistintade laCity.Caminarporaquelentramadodecalles,apenastransitadas,limpiasysilenciosas,le reconcilióconelmundo.Había leídoensuBaedekerque lamayoríade losabogados de la City —los miembros de los Inn of Courts— y demás seresprodigiosos vivían en aquellas pintorescas casas, casi todas en formaciónalrededordebonitospatiosajardinados.

Jasminehabíaacertadocuandopensóqueunpaseoalatardecerporaquelpedacito de encanto inglés sería un bálsamo para la desazón de su amiga.IgnorandoquelasnubesrosassealejabanendirecciónalTámesisyqueelcielo

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setornabagrissobresucabeza,Agneshabíarecuperadosuespírituaventureroyrecorría curiosa nuevos caminos. En un arranque de osadía intentó visitar laIglesiadelTemple.Tresveces.Nologróencontrarmaneradeentrarenellahastael cuarto intento, pero celebró su desorientación prescindiendo demapas y derelojes.

Descansó en media docena de bancos incomodísimos para disfrutar delsilencio de los diminutos jardines, tan cuidados, y por primera vez enmuchotiemposupoversecomounaAliciaperdidaenellaberinto,sintemoralgunoporignorarlasalida.Yporqueunlugarquedacobijoalosabogadosnopuedeserdefiar—pormuypacíficoqueparezca—,yporqueesehabíasidoelúnicodíaenelquelaprevisoraarqueólogahabíasalidosinparaguas,empezóallover.

Lanoche,cómplicedelalluvia,secerniórápidasobrelaciudad.Empezóano parecer tan atractiva la aventura de vagar sin rumbo. Agnes abandonó lacontemplación desde los bancos y echó a andar en dirección al río. O esoesperaba.Pensóquelavidateníaunsentidodelhumorpeculiarcuandosediodebruces con la entrada a la Iglesia del Temple. Volvió sobre sus pasos,desorientada, consciente de que la lluvia arreciaba empapando sus cabelloslarguísimos de princesa exiliada, volviéndole pesado el abrigo y echando aperdersusúnicoszapatospresentables.

Aldoblarlaesquinadeunnostálgicoedificioeduardianoalzólacabezaen

busca del nombre de la calle. Quizás porque sus ojos se llenaron de agua, aAgnes le parecieron de un azul onírico los artesonados que enmarcaban unatienda singular. En el mismo color, un cartel con letras blancas de preciosacaligrafíapresidíaunosescaparatesdealegreiluminaciónquecontrastabanconlainclemenciadesuspiesmojados.

—MoonlightBooks—leyóenvozalta.Sin otra excusa que la de refugiarse de la lluvia conmucho retraso—su

cerebro sehallabaagradablementedesconectado,quizás atrofiadopor elpolvodel desierto egipcio que todavía acumulaba—, posó sumano derecha sobre elpomoenformadeplumayentróenlalibrería.

Agnesprefiriópensarqueeraelfríodesusropasmojadasynoellúgubretañidodelascampanillasdelapuertaloqueerizóelvellodesupiel.

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CAPITULOIIIEl amor de Edward Livingstone por Sioban Clark era profundo como el

océano.Probablemente él no habría empleado esas palabras para describir sussentimientospero,desdeelprimerohastaelúltimorincónmásescondidodesuconciencia,sabíaqueeranciertas.Lahabíaconocidoestandoambosinmersosenun mar de libreros y editores vociferantes. Mientras todos a su alrededoropinabansobrelaidoneidaddesubirlospreciosdelasedicionesenrústicahastaalcanzar el escándalo, ella leía. Edward se había acercado impelido por lacuriosidad—quesoloentiendeunlectorporotro—dedescubrirel títulode lanovelaquetanabsortalatenía.Coneltranscurrirdelosañoslecostabadecidirsi se había prendado primero de su agradable apariencia, de su capacidad deaislarsedelamultitud,deladelicadezaconlaquesusblancasmanossosteníanel libro o de que ese libro fuese El anticuario, de sir Walter Scott. Habíantranscurridodoceañosdesdeentonces.

Sioban había empezado su carrera laboral como comercial en PenguinClassics. Visitaba las librerías de Londres con los catálogos de novedades yconvencía a los libreros de que los autores de siglos pasados siempre eran unvalorfiable.LaúnicarazónporlaquenuncahabíaentradoenMoonligthBooksera porque Edward no necesitaba ser convencido de nada que se hubiesepublicadoconanterioridadalsigloXX;lasnovedadesdelcatálogodePenguinllegaban,íntegrasysindiscusión,asulibreríacadames.

La tarde en la que coincidió con el señor Livingstone en el cónclave delibrerosy editoresvociferantes,Sioban leía enbuscadeuna calmaque estabamuylejosdesentir.Hacíaapenasunmesque,juntoaunbuenamigodesuépocauniversitaria, había fundado su propia editorial. La habían bautizado con elnombre de Symbelmine, con la esperanza secreta de que un día la suerte lesalcanzase para publicar alguna obra de J.R.R.Tolkien.Como el capital inicialera irrisorio, durante los dos primeros años habían decidido publicar buenasadaptaciones de obras cuyos derechos de autor hubiesen expirado. No habíanhechomásqueempezarperoSioban,quepensabaqueaqueleraelproyectomásimportante de su vida, tenía pesadillas con imprentas y distribuidores. Susinquietudes nocturnas habían llegado a tales extremos que a menudo sedespertabasobresaltadaconlaimagenenlacabezadeunaportadahorrorosadeOrgulloyprejuicioqueincluíazombissangrantes.

—¿Qué tal por Monkbarns?—la había interrumpido Edward en aquellareunióndelgremio.

Siobanalzólavistadesulibroysequedómirandoaaquelhombrealtoy

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delgado,depelooscuro,gafassinmonturaypequeñosojosazules.—¿Disculpe?—Esunodemislibrosfavoritos—leaclaróseñalandoelejemplarquetenía

ensuregazo.Acontinuaciónletendiólamanoysonrió.—EdwardLivingstone,librero.

Coneltiempo,elseñorLivingstonenoestabasegurodesienaquelprimeracercamiento había tenido la intención consciente de flirtear con la hermosalectorade sirWalterScott;perosabíaquesus sonrisas,habitualmenteescasas,erancapacesdedesarmarcualquiercoraza.

—Sioban Clark, comercial —estrechó su mano—. Disculpe, no, soyeditora... de una editorial. De una editorial pequeña. No, nueva. Nueva ypequeña.Oh,porfavor,nomedejeseguirhablando,dispáremeoalgo.

—Quizásluego.Ahorameapetecemuchomásunatazadeté.¿Porquénomeacompaña?

—Sí, por favor. Le prometo mantenerme muy ocupada masticandoemparedados.

Ese fue el primero de muchos otros tés con emparedados de pepino, laantesaladecenas,depaseosporelparque,desesionesdepelículasenblancoynegro, y de visitas a otras librerías. Pues es una verdad universalmentereconocida que toda historia de amor que valga la pena empieza con unainvitaciónatomarelté.

Doce años después, la pequeña editorial de Sioban Clark seguía siendopequeña, aunque la satisfacción que proporcionaba a su creadora era enorme.Conel transcurrirdelosmeseshabíadejadoatráslaspesadillassobreportadasespantosas y distribuidores caprichosos; su sueño era tranquilo y reparadorexcepto,quizás,durantelasemanaenlaquesucontableaparecíaconlatemibledeclaración de impuestos trimestrales y el balance de pérdidas y ganancias.Sioban, que compartía contable con Edward —un joven pelirrojo llamadoPercivalDonohue—,deseabaposeerel talentodeésteparamantener lasangrefríaantelaevidenciadequenoganabanmásqueparacubrir losgastosdesusrespectivosnegociosydedosvidassencillas.

—Nonosdedicamosaloslibrosparaganardinero,nisiquieraporqueseaunnegocio,unamaneramásomenoshonradadeganarselavida.

—Habla por ti —se quejaba Sioban cuando a su librero preferido leentrabanesasínfulasfilosóficas—yoquierocomprarmeunbolsonuevoyestemesnovaapoderser.

—¿Qué importan los bolsos cuando acabas de editar La expedición deHumphreyClinker,deTobiasSmollet.

—Dicho así, haces que me sienta juzgada y censurada por el bueno de

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Tobias.—Élodiabaloslujos.—¿Eralibrero?—Escritoryeditor—sentenciabafelizEdward—.Loslibrosnosonnuestro

negocio,sonnuestravida¿Desdecuándovivirreportabeneficiosmonetarios?—Eraunbolsotanbonito...Unanochedelunallena,eneltranscursodeunpicnicalaluzdeunavieja

linterna portátil, bajo la claraboya cristalina de Moonlight Books, el señorLivingstonelehabíapedidomatrimonioaSiobanporvezprimera.

—Cásateconmigo—habíadichomientraschocabasucopadechardonnayconladelaeditora.

—¡Edward!—Tengotodosloslibrosdetucatálogo.Esoesamor.—Amorporloslibros.—Cásateconmigopormislibros.—Claroqueno.—Cásateconmigopormidinero.—Túnotienesdinero.—Entonces,cásateconmigoporquetequierocomonohequeridonuncaa

nadie.Nisiquieraaloslibros.Sioban había acallado sus delirios con un larguísimo beso bajo la noche

estrellada.—Te quiero, Edward, te quiero muchísimo. Y por eso mismo no voy a

casarmecontigo.El señor Livingstone estudió con detenimiento el pozo de sabiduría que

escondíanlosirisdesuamadayescuchópacientelasrazonesporlasqueSiobanhabíaperdidolafeenelmatrimonio.Haciendogaladesusextraordinariasdotesde estratega, no osó rebatir ni uno solo de sus argumentos; guardó silencio yarchivó,concienzudo, la información.Ella lehabíadichoque leamaba,eso leconcedíatiempoparaconvencerla.

Desdeaquellanochedelunallena,elseñorLivingstonehabíarebatidocadaunadelasrazonesdeSiobanylehabíapedidoquesecasaraconélenotrasdosocasionesdistintas.Laúltimarespuestadelahermosaeditoranohabíasidotanfirme,nimuchomenos,comohabíasonadolaprimeravezquehabíarechazadosu propuesta. Edward tenía el secreto convencimiento de que los librerospacientessalíanvictoriososdesushonorableslides.

Los jueves, laeditorapasaba la tardeenteraenMoonlightBooksdespués

desaliracomerconsupropietario.Sabíaqueeseeraeldíadelasemanadelos

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acontecimientos inesperados y disfrutaba en secreto de la cara de mártir deEdwardcadavezquelascampanillasdelapuertasonabanparadejarpasoalaincertidumbre.Sioban solía echarle unamano con los catálogos y renovaba elescaparate,peropasabacasitodoeltiempoenelpisodearriba,enlaseccióndeHistoria, merendando con Oliver o escuchando extasiada las conferencias delpequeño genio sobre losmisterios del universo. Sin embargo, aquel jueves lehabíadeparadounplacerañadido:Oliverhabíagrabado,conelconsentimientodelosimplicados,lasentrevistasqueelseñorLivingstonehabíaestadohaciendoesasemanaenbuscadeayudante.ASiobanempezabaadolerleelestómagodelarisa.

—Yestafuelatercera.Unachica,estudiantedebiología—leaclaróTwistantesdereproducirelarchivodesonidoensuteléfonomóvil.

»—¿Puedegarantizarmequetodosloslibrosdeestalibreríaestánimpresosenpapelreciclado?

»—¿Disculpe?»—Elgramajeadecuado,ynivelesdecloroaceptables.Ah,y la tinta,sin

excesodeplomoyavaladaporelconsejoreguladorde...»—¿Vaacomersealgunodemislibros?»—¡Ya salieron los prejuicios!—la chica sonaba muy indignada—. ¡Lo

diceporquesoyvegana!—Ahoravienencasicincominutosenlosquelaestudiantedebiología le

explicaalseñorLivingstonelarelacióndirecta,ymalvada,muymalvada,entreladeslocalizacióndelaindustriaalimentariaylaocasióndeoportunidaddelasimprentas—advirtióOliver.

—Ponmelasiguiente,porfavor.Siobanseenjugólaslágrimasquelecorríanporlasmejillas.Semoríadela

risa con solo imaginar la cara de Edward. Él, que siempre había sido tanreticente a hablar incluso con los clientes, se veía en la tesitura de formularentrevistasaunapandilladelunáticosenbuscadetrabajo.

»—Cuéntemesuexperiencialaboral—seescuchabalavozdellibreroenlagrabacióndeOliver.

»—Preparocócteles.Enunacoctelería.Cadanoche,denueveados.»—¿Yporquéquieretrabajarenunalibrería?»—Porelhorario.Puedocompatibilizarloconeldelacoctelería.Ynocreo

quevenderlibrosseatandistintoaponerbebidasenunbar.»—Enabsoluto.»—Clientes que beben y clientes que leen, ¿ve? Cada uno tiene sus

adiccionesyocupasutiempodeociocomomejorleparece.»—Esustedunpoeta.

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—Cuando se fue, me tomé dos dedos de whisky con hielo. No iba tandesencaminado—lesinterrumpióelseñorLivingstoneasomandoporlaescaleradecaracol—.Mealegraquemidesdichaosresultetandivertida.

SiobanyOliverlemiraronrisueños.—Esto es buenísimo, Edward, material de primera —le animó ella—.

PodríaspublicarunlibrocomoeldeCosasrarasqueseoyenenlaslibrerías,deJenCampbell.Tendríamuchoéxito.

—Meacusaríandepocacredibilidad.—Elcandidatonúmerodieznoestabamal—intervinoOliverbuscandoel

archivodeaudio.»—... y podría hacer una performance para demostrar la disfunción del

post-neo-realismo según la escuela deViena.Blindaría el escaparate como unbunker, esparciría tripas de cerdo por las paredes y abriría una trinchera quesimbolizase...

»—¿Sedacuentadequeestoesunalibrería?»—Claro.»—¿Unlugardondesevendenlibros?»—Porsupuesto.»—¿A personas que desean leerlos?¿Personas sin ningún interés en las

tripasdecerdo?Edwardpusolosojosenblancoysenegóaseguirescuchando.Enelpiso

de abajo, las campanillas habían vuelto a sonar, pese a que ya era la hora delcierre.

—Os odio —sentenció antes de bajar con las risas de la pareja a susespaldas.

ElseñorLivingstoneestabaapuntodedecirlealareciénllegadaqueibaacerrar cuando se quedó paralizado al pie de sus extraordinarias escaleras. Lachica, de largos cabellosmojados por la lluvia, había dejado junto a la puertaabrigo, zapatos y calcetines, y caminaba descalza sobre los suelos demaderacrujiente de Moonlight Books. A Edward le pareció que la librería enteracontenía el aliento, expectante, cuando ella avanzó admirando las altísimasestanteríasatestadasysedetuvojuntoalamesadeloslibrosilustrados.Ajenaaque estaba siendo observada, se puso de puntillas para admirar la vitrina decristalysuvaliosocontenido.Al librerolepareciócomosiunaninfadescalzahubieseentradoensusdominiossubyugadaporunamagiatanantiguacomolaspáginasdeldiariodesuantepasado.

El último peldaño de las escaleras se quejó bajo el pie de Edward y lareciénllegadasegiróensudirección.

—EseldiariooriginaldeldoctorDavidLivingstone,supongo.

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Alescucharlavozdeladesconocida,SiobanyOliverasomaronlascabezascondisimuloporelhuecodelaescalera.

—Oh, disculpe, qué broma tan estúpida.Debenhabérsela hechomillonesdeveces.

—Nocrea.LamitaddelaspersonasqueentranaquínoalzanlosojoshastalavitrinaylaotramitadnisiquierasabenquiénfueDavidLivingstone.

Edwardmirócondetenimientoalajoven.Pálida,degrandesojoscastañosymejillas sonrosadaspor el cambiode temperatura conel exterior.Pensóqueparecíatristeyperdida.No,tristeno.Melancólicayperdida.

—Unodelosmotivosporlosquemehicearqueólogafueporlahistoriadeldoctor Livingstone y del señor Stanley—le confesó la chica—. Aunque mispadreslejuraránquefueporIndianaJones.

—Noleculparíasiasífuese.Nadieluceunfedoratanbiencomoél.Allibrerolegustósusonrisa.—Es muy tarde y no encuentro el camino de vuelta al metro, ¿podría

indicarme,porfavor,cómollegarhastalaestación?—¿Quéestación?—Unacualquiera,laqueestémáscerca.—Nolesirvecualquierestación.Dependedeadóndedeseevolver.Al señor Livingstone le gustó sentirse como el Gato de Cheshire, pero

Sioban,todavíaespiandodesdeelpisosuperior,pusolosojosenblanco.—Dígame—lainterrogóEdward—,¿dedóndeviene?—DeSaintPancras.—Meencantaesaestacióndetren.ConlaestatuadeJohnBetjeman.Elrostrodelamuchachaseiluminóconunanuevasonrisa.—Amítambién.—¿SabequeBetjemanfuealumnodeC.S.LewisenelMagdalene?Lewis

solíadecirdeélqueeraunmojigatoharagán.—YocreoqueencontrósumotivacióncuandodecidiósalvarSaintPancras.ElseñorLivingstone,quecompartíaunaideaaproximadasobreelpoeta,la

observóatentamenteporencimadesusgafasyletendiólamano.—Edward Livingstone —se presentó formalmente—, propietario de

MoonlightsBooks.—Agnes Martí —respondió ella estrechando su mano—, arqueóloga

perdida,arruinadaysintrabajo.¿EsustedparientedeldoctorLivingstone?—Untataranietooalgosimilar.¿Hadichoquenotienetrabajo?Agnesnegóconlacabeza.Sucabelloempapadoledabaunairetrágicode

princesaabandonadabajolalluvia.—Noseasuste—leconfesóelseñorLivingstoneenunsusurro—perovoy

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a invitarla a tomarel téy cuando lopronuncieenvozaltadosdemisamigosmáspeculiaresbajaránenestampidaenbuscadebizcochos.Soninofensivos.

—¿Porquéibaentoncesaasustarme?—Porqueme temo que le pedirán que se quede a trabajar enMoonlight

Books.

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CAPÍTULOIVSeguíalloviendoacántaroscuandoAgnesfueinvitadaformalmenteaunté

con bizcochos de nata en Moonlight Books. Mientras el señor Livingstonepreparabalateteraenlatrastiendaquelehacíalasvecesdedespachoyalmacén,SiobanyOliversepresentaronsindemasiadasformalidadesylecomentaronlatradicióndelúltimotélosjueves.

—Es en el rincón de los románticos —le explicó el niño mientras laacompañabahastaellugarindicado.

Agnes no tuvo que preguntar a qué se refería en cuanto tropezó con lossillonestapizadosenterciopelodecolorciruelayunamesitabajaenlaesquinaenlaqueconfluíanlasobrasdeShelley,Byron,Coleridge,Wordworth,Goethe,Keats, Scott y demás apasionados dolientes aquejados por la enfermedadincurabledelromanticismo.

Quizás fue por los bizcochos de nata; o por los agradables habitantes deaquellalibreríadesuelosdemaderayescaleradehierroforjado;oporlaraudaincursión de la abogada rubia que secuestraba cada noche a Oliver Twist; oporquealcierredelatienda,Siobanhabíacompartidountaxiconellahastalamismapuertadesucasa.Quizásfueportodo—poreltéylaamabilidadbajolalluvia, por la magia de las noches de noviembre en el Temple— que AgnesaceptólaofertadelseñorLivingstoneparatrabajarenMoonlightBooks,deunaasietedelatarde,todoslosdíasdelasemanaexceptodomingos.

—Nopuedo pagarte demasiado—se había excusado el librero—, apenastengobeneficiospararegalarleunbolsoaSiobanporNavidades.

—Nodejesqueempieceahablardedinero—leadvirtiólaaludida—oteconvencerádequeloslibrossonunaformadevidaquenorequieresalario.

—¡Admirable Miranda, cumbre de toda admiración, que vales lo que elmundomásestima![1]—citósuenamoradoporrespuesta.

Pero antes de salir de la librería, el señor Livingstone le había pasado aAgnes,amododeadelantodesucontrato,unpapelitoescritoamanoconsushorarios, vacaciones y la especificación de una cantidad salarial que a ella lepareciógenerosa.Seprometióasímismaque,peseaaceptarlaofertadetrabajodeEdward,sereservaría lasmañanasparaseguirbuscandosu lugarenunodelos museos de la ciudad. No había sido una rendición al encanto de loshabitantes de la singular librería sino un oasis en medio de su desesperaciónprofesional.

—No sé demasiado de libros, excepto queme gustan. Sobre todo los dehistoria antigua y arqueología. También los de paleontología —le había

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aseguradoaLivingstone.—Edwardsecontentaconquenodeseescomértelos—sonrióconmisterio

laeditora.El señor Livingstone no había dado explicaciones o instrucciones para

tranquilizarlaalrespecto,perotampocolehabíapreguntadoporsuexperiencialaboral o sus motivaciones. Parecía extrañamente convencido de que Agneshabía entrado en su librería por el conjuro mágico que había colgado en elescaparatede su tiendaunosdíasatrás:senecesitaayudante.No le importabaque anduviese a la caza de un lugar más adecuado a sus ambicionesprofesionales ni que fuese incapaz de encontrar Moonlight Books al díasiguiente.YAgneshabíaaceptadolaofertaalaprimera,dispuestaadarseotraoportunidad antes de comprar el billete de avión de vuelta a Barcelona.Necesitaba ingresos para persistir en su aventura y tenía la sensación de queaquellalibreríaibaasersuchalecosalvavidasenunsentidomástrascendentalqueeleconómico.

AgnesvivíaenKensington,cercadeEarl'sCourt,enunade laspequeñas

casasdedospisosconpatioymini-jardínquesalpicabanlascallecitasinterioresde las grandes avenidas. Una amiga, que se había trasladado a Oxfordrecientemente, le había recomendado el contacto de Jasmine, y Agnes habíaalquilado a ciegas una habitación. Cuando llegó a la dirección que le habíaproporcionadosupoquehabíaempezadoconbuenpiesuaventuralondinense.

Lamodesta casita erapropiedadde la abuelade Jasmine, quehacíaunosañossehabíaidoaviviralcampoconunahermanasolteraylehabíadejadoasuúnica nieta la vivienda. Jasmine completaba su sueldo de Fortnum &Masonalquilandounade lashabitacionesdelpiso,opciónqueseestaba replanteandodesde que los dos últimos inquilinos habían resultado ser apestosos y pocopuntuales con el pago. Le había dado una oportunidad a Agnes porque veníarecomendada por una amiga común, pero no respiró tranquila hasta que laconoció.Leparecióunachicasimpáticayresponsable,ordenadaporfueraypordentro.ContribuyóasutranquilidadelsuavearomadealgodónquedesprendíaasupasoyqueelearlgreydeFortnumfuesesutépreferidoentodoeluniversoconocido.

—Llegas tardísimo —la saludó Jasmine desde el salón principal de laplantabaja.

—Siqueríasdeshacertedemípodríashaberlodichoenvozalta,eninglés.Loentiendobastantemejordesdequevivoaquí.

—Tehasperdido.—La próxima vez que me envíes al Temple asegúrate de dibujarme un

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mapadeltesoro.—Estásempapada.Veacambiarteyasecarteelpelo,ycenamosalgo—le

recomendósucompañerapiso.—¿Novasapreguntarme?Jasminelamirósincomprender.—¿Novasapreguntarmesiloheencontrado?—insistióAgnes.—¿LaiglesiadelTemple?—Eltesoro.—¿Vasaexcavarenlastumbasdelostemplarios?—sehorrorizósuamiga.—Casitanbuenocomoeso:voyatrabajarenMoonlightBooks.—¿Esoesunmuseodetemplariosmuertos?—Dejadescansarenpazalostemplarios,Jasmine.No,esunalibrería.No

hay espadas ni órdenes religiosas ni tendré que reconquistar tierra santa. Perotendré un sueldo y las mañanas libres para seguir con las entrevistas y labúsquedadelgrial.

—Pues si eso es lo que deseas, me alegro muchísimo —sonrió congenerosidad—. ¿Por qué no vas arriba a cambiarte y secarte y salimos paracelebrarlo?Invitoyo.

La nevera de Jasmine siempre estaba llena a rebosar de exquisitasdelicatesendeFortnum&Mason,puestoqueerapolíticadelaempresaquesusempleados se llevasen a casa el excedente del día, los envasados a punto decaducar o con alguna irregularidad en el etiquetado, y todo aquello que no sedestinabaacomedoressociales.PeroinclusoAgnes—queadorabalacomidayeltédelacompañíaquehabíainventadolosScotteggsparaviajeros,donadolacomidapara lasexpedicionesafricanasbajoelauspiciode laReinaVictoria,yenviadocestosconproductosdeprimeranecesidadalassuffragetteencarceladaspor sus acciones activistas— a veces necesitaba un respiro de tanto históricoglamour.Cuandoestosucedía,lasinquilinasdelapequeñacasadeKensingtonbajabanalpubdelaesquinaparadisfrutardeunapintadecervezanegraytodaslas patatas fritas que acompañaban a las buenas hamburguesas de R.Cadwallader.

El Darkness and Shadow, pese a su tenebroso nombre, era un pubtradicionallondinensedebarrio.Esosuponíaqueaveceseraasaltadoporhordasde futboleros y, otras, se convertía en hogar de jubilados que jugaban a losdardos;erasededeasociacionesdeteatroypoetas,yelrefugiodealgúnturistadespistado recién salido de la estación deEarlCourt. Su decoración, en tonosverdesygranates,deparedesdepiedraysueloymobiliariodemadera,sufríadeun exceso de fotografías de mineros inexplicablemente alternadas conreproduccionesdeespadassajonasynormandasdemileniosremotos.Agnesno

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estabaseguradesilefascinabanmáslashermosashojasgrabadasconmotivosdeotrostiemposoelcontrasteconlasdramáticasescenasmineras.

El pub, que había sido taberna y hospedería en la niebla de los tiempos,habíapermanecidoenlamismafamilia,pasandodepadresahijosalolargodetodoelsigloXIX,hastaqueaprincipiosdelXXlohabíacompradounmagnatede las franquicias.Había sido cerradoymultado en los años veinte por servirpastelesdecarneenNavidad—elmincepieestabaprohibidoporleydurantelasfestividadesnavideñas—yhabíasidobombardeadodurantelaSegundaGuerraMundial.Constituía,enesencia,unpedacitodelahistoriadeLondresendondesus cansados habitantes encontraban un oasis de relativa paz, camaradería yexcelente cerveza. Desde finales del siglo anterior era propiedad de SolomonDrake, que regentaba la recia barra de madera junto a su hijo Michael. LosDrake,quenegabancualquierparentescoconel famosopirataascendidoa sir,sabíanquesuclientelasedebíaasucálidahospitalidad,asucanaldedeportesyalabuenamanodesucocinero,R.Cadwallader,ungalésdetanmalgenioquenunca habían osado preguntarle a qué nombre correspondía la inicial queprecedíaasuapellido.

Hayunproverbiochinoquedice"sinosabessonreírnoabrasunnegocio".LosDrake,cuyabarbaparecíadificultarleslagimnasiafacialenesesentido,losuplíanconamabilidad, simpatíaybuenas intenciones.ConocíanaJasminedemucho tiempoatrás, apreciabansuoptimismoy su sentidodelhumor,poresosiempre que el Darkness and Shadow no estuviese atestado por ser día departido, le ponían una mesa baja y una o dos cómodas butacas junto a lachimenea en cuanto la veían entrar. Aquella noche lluviosa, sentarse junto alfuegoenlaagradablepenumbradelDarknessfueunabendición.

Agnes, con el pelo seco, pantalones cómodos y jersey rosa de lana, searrellanó en su sillón deshilachado y se le escapó un pequeño suspiro desatisfacción.Lasllamasdanzabanalegrementeconelchisporroteodelosleñosydotaban de una luz cálida y acogedora a su alrededor. Las espadas sajonascruzadas sobre la chimenea, dos de las piezas preferidas de la arqueóloga,presidíanlaescenadesuavepenumbra.Lailuminacióntenue,elmurmullodelasconversacionesdelosotrosparroquianos,lamaderaylapiedradelDarkness...todocontribuíaalhechizodebienestarqueconfortalasalmasdelosviajerostrasunalargajornada.

—Por los comienzos—alzó Jasmine supintade cervezanegra en cuantoMichaellessirvió.

—PorundíamásenlaciudaddeHowardCarter.—¿EseeseldelamaldicióndeTutankamón?—La misma maldición que caerá sobre mí cuando tenga que realizar la

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declaracióndelarentaelpróximoaño.—Te ayudaré —prometió Jasmine —, lucharemos juntas contra las

absurdasleyesbritánicas.—¿Cómosondeabsurdas?—Veamos...EsilegalmorirseenelParlamento—enumeróconlosdedosa

medidaqueenunciabalasleyes—.Nopuedesirentaxisitieneslapeste.Puedesmataraunescocésdentrodelasmurallasdelcastilloperosolosivaarmadoconarco y flechas. Y, eh..., sí,mi preferida: si aparece una ballenamuerta en lascostasbritánicas,sucabezapertenecealrey;ylacola,alareina,perosoloenelcasodequenecesitevarillasnuevasparasucorsé.

—Rellenaré el formulario de criadora de elefantes en lugar del detrabajadora por cuenta ajena y me deportarán por pagar impuestos sobrecacahuetes,¿verdad?

—Mealegraríaquetequedases...Agnesaseguróqueellasentíalomismo.—...ymeayudesconelalquiler—seriosuamiga.AgnesempezóatrabajaroficialmenteenMoonlightBooksunlunesporla

tarde.Pasólamañanadiseñandoundetalladoplandebúsquedadeempleocomoarqueólogaycalculóqueenunpardemesessehabríaentrevistadocontodossuscolegaslondinenses.Antesdesalirdecasa,seaseguródequellevabaenelbolsoun mapa detallado del Temple con el itinerario para llegar hasta la librería.Omitióapropósitoladireccióndelaiglesiadelostemplarios;Jasminetodavíateníasusdudassobresicederíaalatentacióndedesenterrarlos.

En su primer día, consiguió hacer sonar las lúgubres campanillas de lalibrería concincominutosde adelanto a suhorade entradaoficial.Apenas sehabíaperdidounpardevecesantesdellegar.

—No voy a devolverle el dinero, señora Dresden—sentenciaba EdwardLivingstonemientras unamujer bajita de cara enrojecida y cabellos violeta leseguíaporlospasillosqueformabanlasestanteríasdelaplantabaja.

Agnesdejósuabrigoysubolsoeneldespachodellibreroconrapidezparanoperdersedetalledelaescena.

—Peroustedmedijo que esta novela era divertida—protestaba lamujerblandiendo un ejemplar de Reina Lucía, de E. F. Benson— y no pasaabsolutamentenada.

—Esoeslodivertido.—Noloes.Siquisieraunlibroenelquenosemovieseniunahojaleeríaa

HenryJames.—James no es divertido. Usted me pidió una novela divertida y le

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recomendéaBenson.¿Acasonosehareído?—Sí,unpoco.—¿Love?¿Quéleapeteceestasemana?—Unahistoriaenlaqueocurranmuchascosas.—¿Quétipodecosas?—Cosas...LaseñoraDresdensefuedelalibreríacincominutosmástardeconSueño

deunanochedeveranoyElmercaderdeVenecia,deWilliamShakespeare.—Esa—explicóaAgnescuandolapuertasehubocerradotrassuclienta—

eralaseñoraAgathaDresden.Ledarátormentocadalunesporlatarde.—¿Algunavezledevuelveeldinero?—Porsupuestoqueno.Ensutacañocorazoncitotaimadosabequedisfruta

concadaunadeesaslecturas,aunqueinsistaenlocontrario.Lonotoenelbrillodesusojoscuandomeexplicaquélehanparecido.

—¿Sinexcepción?ElseñorLivingstonemiróaAgnesporencimadesusgafassinmontura.Le

gustabalaperspicaciadesunuevaayudante.—Chica lista. Siempre hay excepciones. Le devolví el dinero con Ana

Karenina y nunca he vuelto a recomendarle un autor ruso. Le dan dolor decabeza.

Edwardlaacompañóalalmacényledioinstruccionessobreelordendelasestanteríasylaorganizaciónpendiente.

—Los lunes, la señora Dresden. Los martes llegan las novedades y losproveedores.Tendréquelidiarconloscomercialesdelaseditoriales, temoqueestarábastantesolaesatarde,peroselasapañarábien.Losprimerosmiércolesde cadames se pasaDonohue, el contable. Los viernes esto es un caos, peronunca logro entender por qué. Los sábados hacemos caja con un montón deejecutivos aburguesados, camino de algún restaurante para almorzar,convencidosdequeseránmenoscapullossileenesteocualquierotrolibroquelesharecomendadoelúltimogurúdelatele.

—¿Ylosjueves?—¿Qué pasa los jueves?—se detuvo un momento el señor Livingstone

paracogeraire.—DelmiércolesdeDonohuehapasadoalviernesdecaos.Noséquépasa

losjueves.—Yotampoco.Nadielosabe.Eseldíadelossucesosimprevistos.Edwardmirócon severidadaAgnesy levantóeldedo índicede lamano

derechaparaadvertirla.Despuéscambiódeideaysiguiórecorriendolosestantesseñalandoaquíoallá,segúnencontrabalibrosfugadosdesuslugareshabituales.

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—Oliverllegacadatardesobrelascuatroymedia—siguióexplicando—,quenoteenredeconsusconferenciassobreastronomía.Procuramantenertealmargendelatrayectoriadesumadrecuandopasearecogerle;esabogada,yalosabes. El té para los residentes de Moonlight Books se sirve al cierre, esotambiénlosabes,enelrincóndelosrománticos.Lasnochessinluna,tenemospermisodeldueñoparasubiracontemplarlasestrellasencuantodesaparezcanlosclientes.EltelescopioesdeOliver,perolousamostodosporturnosmientrasélnodejadehablarsobrelasCariátidesynoséquémás.

Agnes, que había admirado sin reservas la claraboya piramidal de lasegunda planta de la librería, suspiró de anhelo. No le costaba imaginarse, lapróxima noche sin luna, estirada sobre el cálido suelo de madera, la miradaperdida en el firmamento, la agradable voz deOliverTwist desgranándole lasconstelaciones,defondolaconversacióndeSiobanyEdward,consuscariñosaspuyas de amantes de los libros. Si no se andaba con cuidado, sucumbiría sinremedio al hechizo de aquel extraño cofre gigante de libros escondido en elentramadoimposibledelascallejuelasdelTemple.

—¿Quién es el tipo desaliñado que se sienta bajo la lamparilla azul?—preguntóenvozbajamientrasseguíaaEdwardporlalibreríacolocandolibrosporordendeautor.

—Ah,sí.Esnuestroescritorresidente.Formapartedelmobiliariodelunesajueves.Ignorodóndeescribeelrestodelasemana.Sueloservirleunatazadetécongalletassobrelascinco.Suspreferidassonlasdepasas.

—¿Porquésesientaaquí?—Dicequelaseñalwi-finollegabienalotroextremodelalibrería.Esuna

excusa,sinduda.Sospechoquesehaenamoradodelalamparillaazul.—Mereferíaaqueporquévieneaquí,aMoonlightBooks,aescribir.ElseñorLivingstoneseencogiódehombros.Queunescritorprefiriesesu

libreríaalStarbucksdelEmbankmentcomorefugioenelquecrearsushistoriasledevolvíaciertadefeenlahumanidad.

—Todoslosescritoresestánchiflados.Noledesearíaniamipeorenemigotanlamentableocupación—concluyóellibrero.

—¿Quéescribe?—Esunmisterio.Agnes disfrutó sin reservas de su primer día como aprendiz de librera.

Edwardexplicabaconpacienciaygracialaspeculiaridadesdesunegocio;eraunplacer escucharle hablar de la librería y sus habitantes, sobre todo porquederrochabacariñoenlosdetalles.

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CAPÍTULOVLas semanas pasaron con rapidez y, un día, cuando Agnes paseaba

melancólicaporCoventGarden,sumidaensuspensamientos,conlamúsicadefondodeuncuartetodecuerdadelosestudiantesdelconservatorio,contemplóauna chica sobre una escalera y supoquenoviembre había quedado atrás en elcalendario. No fue por la escalera, ni porque los músicos interpretaran aBeethoven, ni siquiera porque el frío viento de la ciudad le acariciase lasmejillas; fue por los adornos navideños que la joven de la escalera estabacolocandosobrelapuertadesutienda.DiciembrevestíaLondresdedickensiananostalgia.

—¿Dónde ha estado esta mañana? —le había preguntado el señorLivingstone en cuanto llegó a la librería y sepercatódelmisteriosopesar quedesbordabansusojos.

PuedequeEdwardfuesegruñónyestuvieseaquejadodeciertamisantropía,pero Agnes le despertaba una extraña curiosidad; quizás por esos aires deprincesatriste,oporsutendenciaacaminardescalzasobrelamaderaantiguadeMoonlight Books, o por la falsa impresión de que su largo cabello siempreestabaapuntodeenredarseentre lasvolutasvegetalesde laescaleracadavezquesubíaalprimerpiso;oporque,despuésdetantosaños,ibaaresultarqueelseñor Livingstone tenía más sangre normanda que sajona —pues el espírituexploradorsiemprehabíasidonormando—corriendoporsusvenasinglesas.

—EnCoventGarden.—Ah—murmuró—,sehadadocuentadequeseavecinanlasNavidades.Agnesibaapreguntarcómohabíallegadoasemejanteconclusión,cuando

unancianodepobladísimascejasblancas,pelodelmismocolor,bajaestaturayvisiblepanzaentróenMoonlightBooks.Susojosapenaseranvisiblesentrelospliegues de las bolsas pero su sonrisa iluminaba aquel rostro, sin dudabondadoso.EraidénticoaMr.Magoo.

—Hum, hum —carraspeó—, por fin conozco a la bella ayudante deEdward.

—Agnes,esteesmiviejoamigo,CharlieCaldecott.Eselpropietariodelasastreríadelotroladodelacalle—hizolaspresentacioneselseñorLivingstone—.Sospechoquevieneacuriosear.

—Vengoatomarelté—sedefendióelaludido—.Yaconoceratunuevalibrera.

—Encantada,señorCaldecott.—El encanto es todo suyo, hum, hum. Gasté todo el que me quedaba

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duranteelsiglopasado.MientrasEdwardpreparabalatetera,elseñorCaldecottsearrellanóenuno

delossillonesdelrincóndelosrománticosyleguiñóunojoaAgnes.—Me alegra que ese gruñón por fin haya dado su brazo a torcer y haya

contratado una ayudante. No es que Moonlight Books haya hecho de él unhombremillonario,perolosHadossabenquehaceañosquenecesitabaalgodeayuda.

—No crea, a mí me parece bastante autosuficiente. Hay días en los quetengolasensacióndequesolomeempleaporcaridad.

—Exceptocuandotienequesubirybajaresasdichosasescalerascincuentavecesaldía.

—Shhhh—leriñóAgnesalverqueLivingstoneseacercabaconlabandejadelté—,élestáorgullosísimodeesasescaleras.

—Yyodemistrajes,querida,peropasarondemodaen1956.ElseñorCaldecottsequedóatomareltéyaderrocharalgodeeseencanto

queélasegurabahaberperdidotiempoatrás.Ellibreroysuayudantesefueronturnando para darle conversación mientras atendían a los clientes. Cuandoestuvo preparado para cruzar la calle y volver a abrir su negocio, llevaba unaenorme sonrisa en los labios y se daba golpecitos de satisfacción en suprominentebarriga.

—Quététanagradable,hum,hum—ibadiciendomientrassemarchaba—.Aúnnosehanperdidolasbuenascostumbresentrevecinos.

—Y ese—resumió el señor Livingstone cuando la puerta se cerró a susespaldas—eraMr.Magoo.

Agnesserioyleaseguróqueaellatambiénselohabíaparecido.—¿Dóndeirámañana?Tengounitinerarioquecreoquelegustará.Yalgo

más,espere...Edwardbuscóenelcajóndelmostrador,bajolamáquinaregistradora,yle

tendióunsobredecolorcrema.—Referencias—dijo—.Buenas.Lachicacogióelsobreymiróladireccióndelremitente.—221 Baker Street ¿Me da referencias para que me emplee Sherlock

Holmes?¿Quélehacepensarquenecesiteaunaarqueóloga?—El doctor Watson me aseguró que habían desenterrado unos huesos

sospechosos.—SerándelsabuesodelosBaskerville.—Por muy ocurrente que me parezca nuestra conversación, estoy

intentandoexplicarlealgo—lallamóalordenellibrero—.MedijoquealgunasmañanassolíapasearporHydePark.

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—Sí,cuandomecanso,mesientoenunbancofrentealaensenadadelospatos.

—Noexistetalcosa.—Sí que existe. Junto al lago, frente a la glorieta de losmúsicos, dónde

estánlospatos.—¿Esoslamentablespollos?—Patos.—Loquesea—elseñorLivingstonehizoungestodeimpaciencia—.Salga

deHydeParkporlapuertadeMarbleArc,eneldistritodeMarylebone,ysubaporBakerStreet.Antesdellegaralaparadademetrodelmismonombre,unadelasmásantiguasdeLondres,fíjeseenlacasaquehayentreelbancoyunatiendadetelefonía.EneseedificiovivieronytrabajaronArnoldBennettyH.G.Wellsendiferentesépocasdesuvida.Recorreralgunascallesdeestaciudadtodavíaconllevaelplacerdelasviejasrutasliterarias.

Agnes pensó que le gustaría conocerlas con la guía y la compañía delsiempresorprendenteseñorLivingstone.Aligualquesuantepasado,lachicaselo imaginaba como un explorador incansable de la selva de asfalto, avezadodescubridor de aspectos literarios de la ciudad, narrador de los misterioslibrescosdeLondres.

—Sisigueadelante,juntoalacasamuseodeSherlockHolmes(quenoestáexactamenteenel221deBakerStreetsinounpoquitomásarriba,casitocandoaRegent'sPark),encontrarálatiendadelaseñoraHudson.

—¿Esunabroma?—No,esunatiendadesouvenirs.EntreypregunteporAliceShawn.Esla

conservadora de la casa museo, pero también se ocupa de asesorar a otrosmuseosmetropolitanos.

—Estáhartodemí,¿verdad?—Noseaingrata,AgnesMartí.ConsidérelomiregalodeNavidad¿Oacaso

creequemellegaeldineroparapagarleelsueldoyademáscomprarlealgoenHarrods?

Agneshabíaseguidoconentusiasmo lasdetalladas indicacionesdel señorLivingstone.DiodecomeralospatosenHydePark,pasófrenteaMarbleArc,sedetuvoantelacasadeArnoldBennettyH.G.Wells,yadmirólaantigüedadde la estación de Baker. Incluso había resistido con valor la tentación depracticar el deporte nacional de los londinenses—queueing, el arte de hacercola,casitanpopularcomolaatemporalhoradelté—yvisitarlarecreacióndelacasadeHolmesyWatsonenel221B.HabíaencontradoaAliceShawnjustodonde el señor Livingstone le había prometido. Gracias a su carta derecomendación había sido recibida con amabilidad, entrevistada con respeto y

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escuchadaconatención.LaseñoraShawnque,aquejadadeciertoromanticismovictoriano,encontrabalasexcavacionesenOxirrincodesucurrículumdelomásevocador, le aseguró que aunque en aquellosmomentos no sabía cómo podíaserle de ayuda, conservaría sus datos por si se diese alguna oportunidadprofesionalquepudieseinteresarle.

Agnes volvió a casa cansada y vencida por la desesperanza. No habíaalbergadoilusioneslaboralesensuexpediciónaBakerStreet,perolaexcursióndesdeHydeParkhastaRegent'sParkhabíaresultadoagotadorayhabíatenidoelinesperadoefectodehacerlasentir insignificante.Alolargodelaemblemáticacalle,sorteandoturistasconsuscámarasdefotosylondinensesconsusenormesvasosdepapelllenosdecafé—habíacontadohastamediadocenadeStarbucksyCostaenBaker—,habíanvueltoasorprenderlalosverdesyrojosbrillantesdelosadornosnavideños.

DecidióquenovolveríaaBarcelonaporNavidad.Lesuperaba la tristezainherentedeesasfechasylacertezadequeseríaincapazdesentarsealamesaconmiríadas de hermanos, tíos, primos y sobrinos que le preguntarían por sutrabajo,sunovioosusplanesdevida,todoelloinexistente.Imaginólaestaciónde Saint Pancras, con John Betleman, iluminada con centenares de lucecitasblancas;unacenaconJasmine,enelDarkness&Shadow,ylosbuenosdeseosdelosDrake,suscalcetinesdesastradoscolgadosdelaviejachimenea;unbesodeOliverTwistbajoelmuérdagoqueSiobanhabríacolgadodelosbellosarcosde piedra de las ventanas del segundo piso de Moolight Books; EdwardLivingstone gruñendo por lamarea de clientes estresados por las compras deúltimahoraypor los cantantesdevillancicos apostados en lapuerta. Imaginóque nevaría en Navidades. Lo deseó con todas sus fuerzas, las pocas que lequedaban ese día de expedición. Comprendió que necesitaba el silencioaterciopeladodelaireinmóvilasualrededormientrascaíanlosprimeroscopossobresucabeza.

»—Niño—ledijocortésmente—,¿porquélloras?»Peter Pan, que también era bellamente cortés, pues había aprendido

excelentesmodalesenlasfiestasyceremoniasdelashadas,selevantóehizoungentilsaludo."

ParaunobservadorpocoavezadopodríaparecerqueOliverTwistnoestabaatentoalalectura.PeroAgneseraconscientequedesdehacíaunpardepáginas,elniñohabíadejadosusanotacionesyyanoajustabaeltelescopio.Latardedefinales de noviembre había oscurecido el cielo prematuramente vistiendo detinieblalahermosacúpulatransparentedeMoonlightsBooks.AgnesleíaPeterPanenvozaltaconciertaemocióndisimuladaencadaunodesussilencios,pues

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enestemundohaylibrosquesiempreseleenconelentusiasmoylailusióndelaprimeravez.

"—Segundoaladerechaydespuéssiempreadelantehastalamañana."AlachicanoseleescapólasutilmuecadedisgustodeOlivercuandolas

campanillasdeabajosonaronytuvoquedejarellibroybajarlasescalerasparaatender a los clientes. El señor Livingstone había salido a una conferenciaeditorialytardaríaunahoramásenvolver.

—¿Tienen DVD? —preguntó un hombre joven enfundado en un bonitoabrigogrisyconbufandadeBurberry.

—Estoesunalibrería—lesonrióAgnesamododeexcusa.—¿Peronotienenlaspelículas?Ellalemirósincomprender.—Las adaptaciones cinematográficas de los libros—aclaró el hombre—.

MehanrecomendadoMataraunruiseñorperonomegustaleer.Prefieroverlapelícula.

—TengounejemplardelanoveladeHarperLee.Esunlibromaravilloso,unarecomendaciónexcelente.

—Ya.El hombre seguía cercade la puerta, esperando.Agnesno sabía quémás

podíadecirle,apartedequelegustabamuchosuabrigogris.—Entonces,¿tienelapelícula?—No.—¿Ynopuedoencargarla?—Estoesuna librería,novendemospelículas—insistiómirandoa través

del escaparate por si se trataba de un programa de cámara oculta. La calleparecíadesierta,exceptoporunaseñoraqueacababadesalirde lasastreríadeCharlieCaldecott,enlaaceradelotrolado.

Una pareja de mediana edad entró en la librería y su irrupción pareciódevolver algo de cordura al hombre del abrigo, que se marchó murmurandosobre el Armagedón y el advenimiento de Amazon. Los recién llegadoscuriosearonunosminutos las estanterías de la planta baja y luego subieron enbusca de novelas clasificadas por género literario. Contestaron negativamentecuandoAgneslespreguntósipodíaayudarlesenalgo,asíqueprefirióquedarsejuntoalamáquinaregistradora.LapuertavolvióaabrirseylaseñoraDresdenentrómuyazorada,seguramenteporquenoeralunes.

—Necesito que me aclare algo ahora mismo —suplicó con la caraenrojecidaysucabellovioletadespeinado—.Frodonosemuere,¿verdad?Nopuedemorirse,echaríaaperdermisexpectativas.

En un segundo a Agnes se le ocurrieron media docena de desastres

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literariosmuchomás terriblesqueechar aperder las expectativasde la señoraDresden,perodisimulósuspensamientosconunaserenasonrisa.LamujeragitósinpiedadLacomunidaddelanillo,encuadernadaenrústica,delantedesucara.

—Estáherido,enlaCimadelosVientos,porunadagadeMorgul.CreoquehasidoeljefedelosNazgul,elReyBrujodeAngmar.

—Estoyimpresionada,señoraDresden.—Yo también. Esa clase de heridas mata a sus víctimas, por

envenenamiento¿CreequeTolkieneraunescritortancruelcomoparaasesinaraFrodo?

—No creo que la crueldad de los escritores tenga nada que ver con sustramas —reflexionó Agnes—. Fíjese en los escritores de novela negra ypolicíaca,parecenpersonasencantadoras.Almenos,lamayoría.

La mujer se acercó un poquito más y bajó la voz para hacerle unaconfidencia.

—PeroTolkienteníaorcos—susurró—.Orcos.—¿Porquéno sigue leyendounpocomásy así salededudas respecto a

Frodo?Ellunespuedepasarsearecogerelsiguientelibro,elseñorLivingstoneletendrápreparadoLasdosTorres.

—Peromequedapocoparaterminareste—sequejó—¿YsinoseresuelveenestetomolodeFrodo?

Agnes,quehabíaleídoElseñordelosanillosenlaadolescencia,buscóensumemoria.

—Estoy casi segura de que lo de la herida de Frodo se resuelve en elejemplarquetieneusted.Perovoyamirarunmomentoenlatrastiendaporsiyahallegadolasegundaparte,espere.

CuandoAgnes volvió, lamujer parecía sumida en una especie de trancecataléptico.Leaseguróqueelejemplartodavíanohabíallegadoperoqueestaríaallí el lunes, sin falta. La señora lamiró con desconfianza, aunque algo en laresolución de la joven la convenció de que no le quedaba más remedio quevolveracasayterminarellibro.Respiróhondo,sepasóunamanoporlafrentesudorosayserompióelhechizodesuapasionadalectura.

—No sé por qué he venido —murmuró agitando la mano a modo dedespedida—,nisiquieraeslunes.

Lapuertasecerróasusespaldas.Agnestodavíanohabíaperdidolasonrisatras la impetuosa incursión de la señora Dresden cuando la pareja que habíasubidoalpisodearribaseplantócariacontecidaanteelmostrador.

—Estamosbuscandounlibro.Hastaaquítodobien,pensólaarqueóloga.—Esverdeconletrasdoradas.

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Agnes esperó a que siguieran con la descripción pero ambos guardaronsilencioylamiraronfijamente,comosifuesesuturnoenlaconversación,comosiestuvieseapuntodehaceruntrucodemagiaysacardicholibrodesuchistera.Recordó que no tenía chistera y carraspeó inquieta; pensaba que después delhombredelabrigo,ydelaseñoraDresdenylasdagasdeMorgul,semerecíaunaventasencilla.

—Simediceneltítulooelnombredelautor,quizáspuedaayudarles.—Esverdeconletrasdoradas—repitiólaseñora.El señor Livingstone no le había dado instrucciones sobre la ordenación

cromática de las estanterías, pero sí que le había sugerido que consultase loscatálogos de las editoriales para familiarizarse con los formatos de lascolecciones. Agnes los puso sobre el mostrador y se apresuró a hojearlos enbusca del solicitado color verde. Persephone Books y Faber & Faber teníanalgunoslibrosquecoincidíanconladescripcióndelsospechoso.

—No, no es ninguno de estos —se quejó el hombre cuando les huboenseñadoelcatálogo.

—Lo siento —concluyó Agnes—, con tan poca información... ¿Norecuerdanaquégéneropertenecíaodequétratabaelargumento?

—¿Género?—Fantasía,humor,romance,policíaca,desesperante...La pareja negó, a medio camino entre la decepción y el enfado por la

ineptituddelaimprovisadalibrera.—PasaremoscuandoestéEdward—sentencióelhombre.Y se marcharon sin siquiera despedirse. Agnes guardó los catálogos,

abatida.—Noesculpatuya—laconsolóOlivercuandovolvióalpisodearriba.—Síloes.Notengoniideadelibros.—Pero conoces a Peter Pan y sabes que Frodo no muere en la primera

parte.—Shhhh,esoesspoiler.—Muypequeño.Mediano—serioOliverporsuingeniosareferenciaala

estaturadelhobbit.—Nodeberíaestaraquí.Soyarqueóloga.—¿Poresoestástriste?—Noloestoy.—SiyodigoquesoyastronautaysigoenelplanetaTierra,medeprimiré,

porque ¿qué clase de astronauta es el que no sale de su propio barrio?—leexplicóOliverconpaciencia.

—Unomuyfrustrado—murmuróAgnesdemalhumor.

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—Hablascomomipsicopedagoga.—Tambiéndebedesentirseasí.—El truco está en no decir "soy arqueóloga" o "soy astronauta".Tú eres

muchascosas:persona,ayudantedelseñorLivingstone,guapa...—Gracias.—...buenalectoradePeterPan,simpática,lista...Ytodasesascosassete

danmuybien.Nodeberíasestartriste.Agnes reflexionó unos instantes sobre la lógica de la argumentación de

Oliver.Sihabíaperdidodevistaquesuvidaeraalgomásqueelamorquesentíapor su profesión explicaba que se hallara en Londres intentando encontrar unlibroverdecon letrasdoradas.Pero si aceptabaque laarqueologíanoeramásque una pequeña parte de su ser, todo adquiría proporciones de relativacatástrofe.Noeraelfindelmundonotenereltrabajodesussueños,nisiquieraloeraelnotenerningúntrabajo,perolafelicidadnodadecomer,niproporcionaun techo bajo el que cobijarse, ni paga la factura delmédico cuando estamosenfermos. Puede que ser guapa y leer a J.M.Barrie se le diese bastante bien,pero seguía soñandoconexcavaciones, fragmentosde sigillata, nuevas teoríassobre civilizaciones perdidas y la conservación de hermosas piezas de laantigüedad.

—Nosabíaqueestuviesetriste—resumiósuscavilaciones—.Peroquizássí lo esté. No encuentro mi lugar en el mundo, como si fuese un astronautaperdidoeneluniversoconmuchasganasdevolveracasa.

—Entoncesnomepreocuparía.Oliver eramuyguapo cuando sonreía; con esos hoyuelos en lasmejillas,

susojos redondosdemirarpor el telescopio, su suavecabello rubio cortadoacepillo.

—¿Porquéno?—Porque tarde o temprano siempre aparece alguien que te quiere para

llevartedevueltaacasa.—LedevolvióelejemplardePeterPany lepusosumejorcaritadecordero:—¿Siguesleyendounpocomás,porfavor?

ElseñorLivingstonellegótardeydemalhumordesucónclavedelibreros

yeditores;sideéldependiese, todaaquellagentenocontinuaríasiendoniunacosa ni la otra. Despidió a Agnes un poco antes de las siete, desoyendo suslamentacionessobrenoséquéclientesmerecedoresdeseramenazadosporlosterroresdeunadagadeMorgul,ysufrióensilencioeldesdéndeRobertaTwistcuandopasóarecogerasuúnicoretoño.

—Tieneustedunhorariodelomáspintoresco—sequejóenvozdemasiadoalta mientras arrastraba a su hijo, con su correspondiente mochila, escaleras

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abajo.—Lamentoqueinterfieraconelsuyo—lecontestóconsarcasmoelseñor

Livingstone.—Yonotengohorarios.Buenasnoches.—Hastamañana,señorLivingstone—sonrióunapresuradoOliver.—Nadiehasidojamáscapazdedescifraraunabogado—suspiróEdward

cuandolapuertasehubocerradotrasellos—,solodemalinterpretarlos.Se sirvió un par de dedos dewhisky, sin hielo, dio la vuelta al cartel de

cerrado, y se encaminó al rincón de los románticos en busca de refugio en elsillóncolorciruela.Perocuandopasópordelantedesuidolatradamesadelibrosilustrados comprendió por vez primera la expresión helarse la sangre en lasvenas.

La vitrina que contenía el diario de David Livingstone, Observacionescartográficas,zoológicas,botánicasygeológicasdelsurdeÁfrica(1849-1851),estabavacía.

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CAPÍTULOVI—No puedo creer que estés tan tranquilo, Edward. Sé lo mucho que

significaesediarioparatiyahoranoapareceporningunaparte.SiobanhabíareservadomesaenunpequeñorestauranteitalianodelSoho,

cercano a las oficinas de su editorial. Conocía bien la aversión del señorLivingstoneporesazonadelaciudad,peroamenudoleconvencíaparaquedarallírecordándoleelalicientedepasearporCharingCrossRoad—laimaginacióndellibreroeratanfirme,desdeunaperspectivaliteraria,queeracapazdeseguirviendoMarks&Co.dondesoloquedabaunMcDonald's—yporlapromesadelos mejores espaguetis a la Norma del mundo. Edward le había contado ladesaparición del documento de la vitrina de Moonlight Books pero lo habíahechoconlaligerezadequiencomunicaquelamañanaestánubladaenLondres.

—Ponermenerviosonoharáqueeldiariovuelvaasuvitrina—lerespondióenrollandosusespaguetisconesmero.

—Debesdenunciarsudesaparición.—¿Nohayqueesperar48horas?—Esoesparalaspersonas.Setratadeunrobo.—Nosabemossihasidorobado.SiobandejóeltenedorenelplatodeensaladaCésarqueestabacomiendoy

lomiróatónita.Despuésdetantosañosseguíasinacostumbrarsealaexcéntricapersonalidaddesupareja.

—¿Yquéotraposibilidadhay?—ledijo.Élseencogiódehombros,reacioa compartir teorías rocambolescas con la editora. Percibía que no estaba dehumorparaseguirleeljuego.—Edward,esunrobodeunobjetovalioso.Sitúnodenuncias,loharéyo.

—Mepareceprecipitado.Tengociertassospechassobreloquepodríahaberpasado.

—¿ComotusteoríassobreporquéloslibrosdeWilkieCollinsaparecieronunamañanaenelsuelo?ElaborastetodaunatesissobrelaculpadeMarkTwain.

—Hacesqueparezcaabsurdo.—Porqueloera.—Por supuesto, Twain es demasiado amable como para tirar al suelo los

libros de cualquier otro escritor. Incluso si visitase la librería en forma deectoplasmaseguiríasiendoconsiderado.

Sioban golpeó con impaciencia el tenedor contra la copa de vino paraterminar con las fantasiosas digresiones literarias de aquel hombre imposible.Edwardcaptólaindirecta.

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Consideraciones fantasmales aparte, el señor Livingstone estabaconvencido de que la desaparición del diario de su antepasado tenía unaexplicaciónbastantemás sencilla,ymenos truculenta,que ladeun ladrón.LeenternecíalafeciegadeSiobansobreelvalordeloslibrosylaprobabilidaddequealguienpudiesepensarquerobarloseraunnegociolucrativo.

—Estavez tengouna ideaunpocomásvagaymenossobrenatural,pero,aunasí...—sedefendió.

—Aunasívoyallamarahoramismoalhijodeunaamigamíaparaqueteayudeconladenunciayabrainvestigación.

—¿Esescritordenovelapolicíaca?—Espolicía.—DelMI5.—Claroqueno.—DeScotlandYard.—¿Quéimportaendóndetrabaje?—Losabía,esdeScotlandYard.—¿Yqué?TeapellidasLivingstone,noHolmes.Siobandioporzanjadalacuestión,terminaronlacomida,ylosdosamantes

se separaron en términos poco cariñosos antes de dirigirse a sus respectivostrabajos. La editora no entendía la reticencia de Edward a investigar ladesaparicióndeunadesusposesionesmáspreciadas;yallibreroleparecíaunaexageración inmiscuir a un policía de Scotland Yard en una cuestión quesospechabaquepodíasolucionarélmismosindemasiadascomplicaciones(ysinquetuviesenadaqueverenelasuntoelfantasmadeMarkTwain).

LlovíacuandoAgnesMartí llegóaquella tardeaMoonlightBooks.Como

la primera vez que la chica entró en la librería, Edward la contempló ahurtadillas mientras se desembarazaba del abrigo y los zapatos. Llevaba unasmediasnegrasgruesas,unafaldaconvueloafranjasblancasynegrasyunjerseyde cuello barco también negro. El librero pensó que era como si la AudreyHepburn deDesayuno con diamantes se hubiese escapado de una película deTimBurton.Elsuspiroaudibledesucontable,PercivalDonohue,lesacódesuensimismamiento.

—Niseteocurra—leespetóentredientesmientraslepropinabauncodazo.—¿Qué?¡Nohedichonada!—Yasabesqué.Teheoídosuspirar.—Nosuspiraba.—Te conozco, Percy. Conozco tu pésimo gusto para las corbatas y los

calcetines, y tu querencia romántica a enamorarte de las muchachas guapas

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perdidasbajolalluvia[2].Elcontable,unjovenpelirrojoque,enefecto,llevabaunahorriblecorbata

calabazaycalcetinesajuego,negóconlacabezaydesaparecióeneldespachodeEdwardparaponeraldíalosnúmerosdelnegocio.

—Agnes—llamóelseñorLivingstone—.Noquieroquetepreocupesperonecesitosabersiayer,mientrasestuvefuera,pasóalgoinusualenlalibrería.

Nada de lo que ocurría en Moonglight Books le parecía usual a laarqueólogapero,comonoestabadeltodoseguradequeesaopiniónhalagaseohirieseasupropietario,prefirióguardárselaparaella.VolvióaexplicarlelodeltipodelosDVD,laseñoraDresdenconsusdagasdeMorgulylaparejadellibroverdeconletrasdoradas.

—Creo que elmatrimonio del libro verde le conocía porque dijeron quevolveríanapasarcuandoestuvieseusted.

—¿Ella era rubia ymuy alta, y él era calvo y con una barba a lo SantaClaus?

Agnesasintió.—SeríanlosRosemberg.Yesomerecuerda...El señor Livingstone subió raudo a la segunda planta, dejando que las

yemas de sus dedos rozasen por costumbre la bella barandilla de volutas dehierronegrodesuescalera.CuandovolvióabajarletendióunlibroaAgnes.

—Mr. Rosenblum sueña en inglés —leyó la chica en la portada—, deNatashaSolomons.

—Esimprescindiblequelolea.Porlodeemigraraunanuevaciudadytal.Yporlodelidioma,supongo.

—Edward,¿porquémeestabapreguntandoporlatardedeayer?—Veamos. Pasó el tipo del DVD, la señora Dresden, pasaron los

Rosemberg, y supongo que arriba estabaOliver—.Buscó la confirmación deAgnesydirigiólamiradahaciasumesadelibrosilustrados—.¿Noechanadaenfalta?

Lachicasiguióladireccióndesumiradaysepercatódelavitrinavacía.—¡No!—MetemoquehemosvueltoaperderaldoctorLivingstone.Unmontón de preguntas se atropellaron en la cabeza deAgnes, pero no

acertóaformularningunaenvozalta.Sabíalomuchoqueel libreroapreciabaaquelmanuscritovictoriano.Selellenaronlosojosdelágrimascuandointentódeciralgoalrespecto.

—Oh,no,porfavor,nollore.PienseeneldesastredelasexcavacionesdeTroya.Allíseperdiómuchomás.

—Novoyallorar—seatragantóAgnes—.Peroessoloque...queyono...

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quesientoque...—Todoesolosé—lacortóconunademán—.Séqueustednohatocadoel

diario, y que no tiene idea de cuál puede ser su paradero actual. En cambio,intuyoque...

El señor Livingstone fue interrumpido por una ráfaga de aire fríoprocedente de la calle, seguido por el lamentable tintineo de las campanillas.Sioban traspasó el umbral de la librería como una hermosa reina isabelinadespeinada por haberse peleado con su paraguas. El fantástico estrépito de lalluviaylatormentasobrelascallesdelTempleacompañósuentrada.

—¡Habla otra vez, ángel resplandeciente!—la recibió Edward—. Porqueestanocheparecestanesplendorosasobremicabezacomounaladomensajerocelesteantelosojosestáticosymaravilladosdelosmortales.[3]

Alaeditoraseleacentuólasonrisayselesuavizaronlasarrugasdelceño.Colgósuabrigoenelpercherodelaentradayenfilóhacialatrastienda.

—Invítame a un té, Edward Livingstone—le advirtió a su Romeo—, oniegaa tupadreyrehúsa tunombre.O,sinoquieres, júrame tansoloquemeamasydejaréyodeserunaCapuleto[4].Pero—añadió—,portodoslosdioses,hazmeunté.

Sioban saliómalhumoradadel despachoun cuarto de hora después de su

llegada. Hizo algunas llamadas telefónicas desde la planta superior y despuésdedicócasiveinteminutosalinfructuosointentodeentablarconversaciónconelescritorresidente.Siendounaavezadaconocedoradelcarácterintrovertidoylatorpezasocialdelamayoríadedichosespecímenes,aAgneslesorprendióquelaeditora no perdiese la esperanza de sacar de su mutismo al habitante bajo lalamparilla azul. Por fortuna, fue una tarde de pocos clientes porque EdwardsiguióencerradoeneldespachoconDonohuedejandosolaaunapreocupadaydistraídaAgnes.

Sabía que el diario de su antepasado era importante para el señorLivingstone,peronoestabaseguradequefueseporsuvalorhistórico.Sihabíaalguien en aquella librería que comprendiese la verdadera trascendencia deldocumento,eraella.Cuandoen1849eldoctorLivingstonepartióhaciaÁfricapoco se sabía de tan exótico continente. El explorador cartografió —conextraordinaria precisión, considerandoque solo contaba con sus observacionesastronómicas— el desierto de Kalahari, el lago Ngami y el río Zambeze; yelaboróminuciososinformesdezoología,botánicaygeologíadelazona,siendopionero en el descubrimiento de nuevas especies. En las décadas de los añoscincuentaysesentaexploróincansableelcursodelríoZambezeylosterritorios

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adyacentes, intrigado por su difícil navegación, los rápidos y las cascadas;bautizósuscataratas,enlafronteradeZambiayZimbaue,conelnombredelareina. En 1865, la Royal Geographical Society lo puso al mando de laexpediciónquepartióenbuscadelnacimientodelríoNilo;perocercadellagoTanganica, en 1870,David Livingstone desapareció; hasta queHenry Stanley,dosañosdespués,logródarconélenlaciudaddeUjiji,enlasinmediacionesdellagoTanganica.Eldiarioheredadodatabade1849a1851,losañosdelaprimeraexpedición, quizás los más interesantes desde el punto de vista de losdescubrimientoscartográficos,zoológicos,botánicosygeológicos.

AAgnesnosololeinquietabaladesaparicióndeunareliquiavictorianadetanto valor histórico-científico sino también la posibilidad de que el librerosospechasedeella.Noesquehubiesedadomuestrasdetalessuposiciones,peroAgnes,queteníalaempatíasuficientecomoparaponerseenlapieldelotro,sedabacuentadequeellaeraelúnicofactornuevoenlaecuación;que,hastasullegada,cuandosoloEdwardestabaacargodelalibrería,nadalehabíaocurridoaldiariooasuvitrina.SiestuviesenenunanoveladeAgathaChristie,ellaseríala principal sospechosa: conocía el valor del documento, había tenidooportunidad de robarlo durante la ausencia de su propietario, tenía un buenmóvil(¿económico?¿cultural?¿pasional?¿estupidez?),eranuevaenlatiendaynadiepodíaofrecerleunacoartadasólida.

CuandoOliver llegódelcolegio,asombrosamentesecopesea la tormentaque seguía asolando los cielos londinenses, encontró a Sioban sentada sobrecojines en el suelo, junto a la estantería de los filósofos, escribiendo en suportátil.Asuladoteníaunpardemanuscritossobrelosqueestabaredactandoelinformedelectura.

—42 semanas y Un cadáver muy frío—leyó Oliver los títulos en lasrespectivasportadas.

—Dameuncuartodehoraysubocontigo—leprometióSiobansindejardeteclear.

Se tropezó con Agnes en el piso de arriba, parecía desconcertada,despistadísima,buscandosinéxitounlugardefinitivoparaUnabrilencantado,deElisabethvonArmin.

—Nosésideberíaponerloenlauveoenlaa—leconfióalniño—.Oenlapedeprimavera,oalladodelacaja,conlasofertas,paraquealguienlocompredeunamalditavezymesalvedeestaestúpidaincertidumbre.

—¿Estásenfadada?Venamerendar,tengopanconchocolate.Pan con chocolate era un conjuromágico que devolvía a las arqueólogas

exiliadasasusdíasinfantilesdefelicidadenlacocinadesuspadres,cuandolomáspreocupantequepodíaofrecerelmundoeraquenolainvitasenaunafiesta

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de cumpleaños. Oliver hacía gala de una enorme generosidad al ofrecerlecompartirsemejanteclásico.

—No estoy enfadada—suavizó el semblante—. Es que ahoramismo norecuerdosiPoiroterabelgaofrancés,ymeponeextrañamentenerviosa.

OliverTwist,quenoteníaniremotaideadequiéneraeltalPoirot,dijoquelaesperabaenlaseccióndeHistoriayquelereservaríalamitaddesumeriendasinotardabademasiadoenreunirseconél.Lachicaasintiódistraídayvolvióalpiso de abajo, donde el rítmico tecleo de Sioban y del escritor residente tejíacuriosaspartituras.

En la cabeza deAgnes se desarrollaba una versión deMuerte en el NilocuandolapuertadeMoonlightBooksseabriódegolpe,arrancóeltopedegomadelsueloyseestrellóenlaestanteríaquelafranqueabaconunruidoespantoso.Las campanillas se desprendieron y cayeron al suelo emitiendo su sombríotintineoporvezpostrera.Unabotamilitarlasaplastósinpiedadcontraelsuelodemaderaquejumbrosa.

El señor Livingstone y Percival Donohue, que acababan de salir deldespachoy se encontrabanmás cercade la puerta, sevolvieron sobresaltados.Sioban dudaría más tarde si había visto cómo el contable daba un pasitotembloroso para ocultarse tras el librero. Oliver asomó la cabecita por labarandilladelaescalerayseleolvidóseguirmasticandosupanconchocolate.Hasta el escritor residente levantó lamirada y frunció el ceño, irritado por lainterrupción.Aquella librería seestabavolviendodemasiadoemocionanteparasusnecesidadesliterarias,quizásdeberíaplantearselaposibilidaddemudarsealStarbucksdelEmbankment.

Contra la tiniebla de la tormenta como telón de fondo, precedido por elestruendo de los truenos y la lluvia, un hombre alto, vestido de azul oscuro,chalecoantibalasyarmado,lescontemplódesdeeldinteldelapuerta.

—¡John!Mealegrodequehayaspodidopasarteconlaqueestácayendo—se adelantóSioban a saludar al recién llegado con una calidez y simpatía quecontrastabaconlotenebrosodelaescena.Lediounpardebesosenlasmejillassindejarseintimidarporlaarmaduradelhombre.

Elvisitantecerrólapuertaasusespaldas,recogiólasfallecidascampanillasdelsueloyselastendióaltodavíapasmadoseñorLivingstone.

—Sientohaberaplastadosus...er...susloquesean—sedisculpó.—Edward,esteesJohnLockwood.Teayudaráconelrobodeldiario.Livingstoneletendióunamano,queelpolicíaseapresuróaestrechar,yse

dispusoaaceptartamañacomplicaciónporlealtadasuinsistenteJulieta.—ScotlandYard—afirmómásquepreguntó.—Sí,señor.

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—Alabaríasudiscreciónperomehequedadosinaliento.Siobanlelanzóunamiradadeadvertenciayellibreroparpadeóresignado.—Esteesmicontable,PercivalDonohue.Elduendecillorubioconlacara

manchadadechocolateesOliverTwist.YelhadadescalzajuntoalasescalerasesAgnesMartí.

JohnLockwood,quehabíaobservadoacadaunodeellosamedidaqueelseñorLivingstonehacíalaspresentaciones,saludóconunbrevecabeceoymiró,conloqueallibreroseleantojóciertoasombro,asunuevaayudante.

—Bien—dijoasintiendo.AAgnesnoleparecióquetuviesenadaencomúnconHérculesPoirot.

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CAPÍTULOVIINohabíasido la intencióndeJohnLockwoodentrarenMoonlightBooks

comounelefanteenunacacharreríaeinquietarasushabitantes.Habíapensadoen aprovechar que la unidad blindada que le transportaba desde el aeropuertopodíavolverarecogerleenveinteminutosporlalibrería;ycomohabíadejadoel fusil de asalto y parte de su equipamiento en el furgón, se sentía menosamenazador de lo que parecía a los ojos de los libreros. Salía pocas vecesarmado, ymenos de uniforme y con chaleco, pero esa tarde había tenido quecolaborarenunsimulacroantiterroristaconelMI5ylapolicíaenHeathrowy,desdelosatentadosde2005,esosignificaballevarelequipoalcompleto.

Elmundosehabíavueltoloco,aunqueJohnpreferíapensarquesolodelapuertanúmero8deNewScotlandYardhaciafuera.HabíatenidonoticiadelosatentadosdelmetrodeLondresdel21dejuniode2005enAfganistán,dondesehallabarealizandotrabajosdecontraespionaje.RecordabaqueestabacenandoenlacantinadelSAS[5],cuandounodelostenientesapagólaspantallasylesleyóun comunicado. Todos guardaron silencio, al principio incrédulos y despuéshorrorizados.Aquellanochecobraronconcienciadequecuandovolviesenacasanosoloelloshabríancambiadoparasiempre.

John se licenció del ejército al año siguiente y se fue de cabeza a laspruebas de acceso de la policía metropolitana de Londres. Ahí seguía en laactualidad, con el rango de inspector jefe, para orgullo de su abuela ydesconsuelo de sus padres, que hubiesen deseado cualquier otra vocación deservicio —excepto quizás la de misionero— para su único hijo. El señorLockwooderamédicoynosecansabadeinsistirleaJohnsobrelomuchoquelegustaríaquesiguiesesuspasos.

LamadredeJohn,Anne,eraprofesorajubiladadeliteraturainglesayhabíaconocidoaSiobanenelBalliol,cuandoéstahabíacursadosuasignaturadurantedos trimestres. Su amistad había transcendido las aulas y los años, y seguíanviéndoseamenudo. Johnhabíacoincididocon laeditoraenalgunacomidaencasa de sus padres, pero era la primera vez que veía al señorLivingstone. Suimpresiónfuebuena,leparecióungenuinolibreroinglés,delosdelsigloXX,ocomoélseimaginabaquedebíanser loslibrerosdeesaépoca:excéntricos,unpoco gruñones pero honestos, rendidos admiradores de Shakespeare y muycríticoscontodolopublicadodespuésde1950.

Legustóaquellalibreríaatestadadelibros,consussuelosdemaderaysusparedes de ladrillo casi ocultas por las altas estanterías. Exceptuando alpusilánimedelcontable,yaltaciturnopersonajequetecleabasindescansobajo

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unalamparillaazul,Johnsesorprendiópensandoquesitodaslaslibreríasdelaciudad tuviesen un Oliver Twist en su segundo piso y una hermosa libreradescalzaenelprimero,susventasmejorarían.

ElseñorLivingstoneseapresuróadespedirsedesucontable,yacompañóaJohnalamesadeloslibrosilustradosparamostrarlelaubicacióndelavitrinadonde había estado el diario. El policía percibió la reticencia del hombre, suinsistente silencio mientras Sioban le explicaba las circunstancias de ladesaparición.

—Si he entendido correctamente —resumió John cuando terminó laexposición de los hechos y le invitaron a tomar asiento en el despacho de latrastienda—,sediocuentadeladesaparicióndeldiarioel juevesporlanoche,antesdelcierre.—ElseñorLivingstoneasintió—Lavitrinaintacta,comoahora,ynolahanlimpiadodesdeentonces.

»Aquellatardeustednoestabaenlalibrería,perosísuayudante.Pasaroncuatro clientes distintos por la tienda. El tipo de los DVD, el matrimonioRosembergylaseñoraDresden¿Medejoalgo?¿Unavisitacomercial?¿Algunareparación?¿Serviciodelimpieza?¿Repartodecomidaadomicilio?

—Si piensa que tocamos los libros con los dedos pringados de pizza lastrescientaspersonasquedesfilamosporaquítodoslosdías...

—Esoestodo,John—interrumpióSiobanalseñorLivingstone—.Fueunatardetranquila.

—¿Vaadenunciarelrobo?—Encasodequelosea—señalóEdward.—Sipudiesesecharnosunamanosinpasarpor loscanalesoficiales, te lo

agradecería—intervinodenuevoSioban.John tenía la sensación de que la mayoría de robos en Londres no eran

denunciadosjamás.Laspersonastendíanagestionarenprivadosusproblemasy,por mucho que los tiempos hubiesen cambiado, seguían sintiendo ciertadesconfianzapor los policías (inclusopor los que se habíandejado el fusil deasaltoenelfurgón).

—Entrevistaréextra-oficialmenteaesaspersonaslasemanaqueviene,perosieldiarionoaparececuandoterminemispesquisas,prometedmequecursaréisunadenunciaencomisaría.

—¿EnScotlandYard?—sealarmóelseñorLivingstone.—Dondeleparezcamásconveniente.El teléfonodelpolicía emitióunzumbidoy, tras consultar supantalla, se

despidiódesusinterlocutores.—Meestánesperando.El señor Livingstone le pasó una de sus tarjetas de visita y prometió

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contestaralteléfonoparafacilitarlelalocalizacióndelossospechosos.Eltipodelos DVD seguía siendo una incógnita y la librería carecía de cámaras deseguridad,peroJohnledijoquenosepreocuparaalrespecto.Edwardnoparecíaenabsolutopreocupado.

Se despidió de Sioban con un par de besos y la promesa de ir a comerpronto a casa de Anne, y salió del despacho para encontrarse con la libreríailuminada por las luces azules de la sirena silenciosa. El furgón blindado leesperabaenlapuerta.

Podríahaberseidoeneseinstante,sinsiquieramiraratrás.Cubrirencincozancadasladistanciaqueleseparabadelacalleyvolveralruidoylafuria.Peroun extraño anhelo le rondaba el corazón cuando regresó sobre sus pasos y seasomó al recodo de una de las estanterías en busca de la chica de los piesdescalzos.

—Tengoqueirme—ledijocuandotropezóconsushuidizosojoscastaños—perolasemanaquevienenecesitaréhablarcontigo.

EllaasintióconlacabezayJohnsequedóprendadodesupielblanquísima,sumiradaacuosa, lacurvadecerezadesus labiosentreabiertos, la ligerezadesuspiesdescalzos,casidepuntillassobre lossuelosdemaderaviejísimade lalibrería. Parecía a punto de echar a volar, como un hada sorprendida por lacámara fotográfica de Lewis Carroll. Pensó que su madre se hubiese sentidoorgullosadesusreferenciasculturales.

—Nos vemos —prometió John antes de marcharse con un peso en elestómagoquejuraríanohabersentidoantesdeentrarenlalibrería.

Leparecióescucharunsuspirotemblorosoasusespaldas.EranochededadosenelDarknessandShadowyunapandadejubilados,

lamayoríacongorrasobresusrespectivascalvas,bebíancervezayafinabanlapuntería.AgnesyJasmineloscontemplabandistraídasdesdesurefugiojuntoalachimeneaencendida.

—¿Aquévieneesacara?Este fileteempanadoestá riquísimo¿Espor laspatatas?

LaproverbialcalmadeJasminereconfortabaasuamiga,peroesanocheeraincapazdedespejarlosnegrosnubarronesqueenturbiabansuestadodeánimo.Oquizáseraporquehabíacometidoelerrordepedirensaladaenlugardepatatasparaacompañarsufilete.

—EsporeldiariodeldoctorLivingstone.Agneslehabíacontado,al llegaracasadesdeel trabajo,eldesafortunado

incidente.

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—Nadie que te conozca un poquito puede creerte capaz de robar ni unaservilletaenunMcDonald's.Dejadepreocuparte.

—Pero es que ese es el problema, que el señor Livingstone apenas meconoce.Ylopocoquesabedemíesqueestoyobsesionadaconlabúsquedadetrabajodearqueóloga—sequejómientrasrevolvíalalechugadesuensaladaconeltenedor.

—Esqueestásobsesionada.—Soyarqueóloga.—Ydale—Jasminediountragodecervezaespumosaylamiróalosojos

—.Segúneseempecinamientotuyo,¿quésoyyo?,¿camarera?,¿devoradoradefiletesempanados?,¿amiga?¿casera?,¿nieta?,¿unamujernegraconproblemasdesobrepeso?Somosmuchascosas,Agnes.Lacomplejidaddeunserhumanoescasi infinita.Nopuedesandarpor lavida repitiéndotequenoeresmásqueuna arqueóloga porque entonces el resto de cosas que hagas o sientas no tesupondránmásquerutinaytristeza.

AgnesrecordólaspalabrasdeOliverTwistalrespectodesusdones;"eresbuenalectoradePeterPan",lehabíadichoelniñosabio.Enunbreveespaciode tiempo, dos personas de cuyo sentido común se fiaba le habían llamado laatención sobre la parcialidad de sus miras. La vida era mucho más que unacarreraprofesional.

—Y es en esa rutina, en esos gestos cotidianos —prosiguió Jasmine—dóndedeberíasbuscarlafelicidad.

—Comoenelfileteempanado.—Exacto.—Entiendoloqueintentasdecirmeperoesonoquitaquesigapreocupada

porloquepuedapensardemíelseñorLivingstone.—¿Queeresunalibreraresponsableyentusiasta?—Que he robado el diario de su antepasado para vendérselo a la British

Libraryacambiodeunempleo.—No estamos en el siglo XIX y tú no eres ninguna ladrona de tumbas.

Aunque te confieso que tuvemis dudas cuando empezaste amerodear por laiglesiadeltemple.

Agnesignorólasbromasdesuamigayreanudósucena,sinmuchoéxito:nopodíaevitarseguirdándolevueltasalasuntodeldiario.

—Quizás el señor Livingstone no piense que soy culpable—resumió alpocorato—peroJohnLockwoodseguroquemetienelaprimeraenlalistadesospechosos. Si hubieses visto cómo me miró antes de irse... Y me dijo quehablaríaconmigolasemanaqueviene,peroalestilode"miraquédientesmáslargostengo,Caperucita".

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—¿El guapo agente de ScotlandYard que entró a punta de pistola en lalibrería?

—Noentróapuntadepistola.—Peroesguapo.—Yonohedichoeso.—Perolopiensas.Solomehascorregidoenlodelapistola.—Seríaundramaquemedetuvieseunpolicíafeoporrobareldiario.Jasminesoltóunacarcajadayapuntóasuamigaconeltenedor.—Estásaprendiendo,Caperucita—ledijo.AgnesignoróelcomentarioyledetallólaconversaciónconLockwood.—Amí nomeparece que eso demuestre que sospeche de ti. Seguro que

piensaqueeresmaravillosa,contuspintasdearqueólogavictorianayesamiradatanmelancólica.Yhablandodecosasmaravillosas...

Jasmine llamó la atención de Michael Drake, el más joven de lospropietariosdelDarkness,yelhombreseacercóalamesa.

—¿Todo bien, chicas? —preguntó secándose las manos en su delantalgranate.

—Estefilete...—Porfavor,Jasmine,nomehagasenviarlodevueltaalacocina.Nosabes

qué carácter se gasta R. Cadwallader. No te lo cobraré, pero deja que yomedeshagadeéldiscretamente.

Jasmineleapartódeunmanotazocuandointentabaretirarleelplato.—Este filete es lomás delicioso que he comido en años. Pero que no se

enteremiabuela,porfavor.El alivio del hombre fue tan visible que incluso ensayó un amago de

sonrisa,yesoquelosDrakeeranfamososporlapocahabilidaddesusmúsculosfaciales.

—¿Porquéletenéistantomiedoavuestrococinero?—preguntóAgnesconcuriosidad.

—Es galés y se apellida Cadwallader, que proviene de la palabraCadwalader,quesignifica líderen labatalla:cadesbatallaygwaladrsignificalíder.PerotienemásdeCadqueotracosa.Y,porsinooshabéisdadocuenta,enlasparedestengounmontóndeespadas.

—Meencantanlasespadas—leasegurólaarqueóloga.—Puesnotodassondeatrezo.Jasmine expresó su admiración por los conocimientos lingüísticos de su

anfitrión.—Notengoniideadegalés—aclaróelhombre—,todoestomeloexplicó

el pensionista que había sido su jefe antes de venir a trabajar en elDarkness,

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junto con una colección de anécdotas escalofriantes sobre su genio y lainconveniencia de preguntarle por su nombre, a menos que se quisieseexperimentarunamuertelentaydolorosa.

—Quéexageradosquesoislosbaristas.Detantoescucharlasfantasmadasdelosclientesconunpardecervezasdemásseoshacontagiadoelgustoporlolegendario—leriñóJasmine—.Dilequesalga,porfavor,quequierofelicitarleenpersonaporestacena.Siempremehangustadosushamburguesasperoesto...

—¿Estássegura?Como ella aseguró estarlo, el más joven de los Drake partió rumbo a la

cocinacontandichosamisión.—¿Porquétientasalasuerte?—leseñalóAgnesasuamiga.—Porquelafortunasolosonríealosvalientes.—CuandohablasasímerecuerdasalseñorLivingstone.—¿Porquesomoslosdosigualdesabios?—PorqueandatodoeldíacitandoaShakespeareyaDickens,desafiandola

pacienciadelosclientes.—Buenas noches —les interrumpió un hombre pelirrojo de apariencia

bastantecivilizadaparatratarsedeuntemiblelíderenlabatalla.JasminesequedómirándoleboquiabiertayAgnes lediounapatadaen la

espinillapordebajodelamesa.—Augh...—Miamigaqueríafelicitarleporsucena.—Este filete empanado es el mejor que he comido nunca —reaccionó

Jasmineescrutandolaimpasiblemiradadelpelirrojoenlapenumbradelpub—.Queríadartelasgraciasyfelicitarteportubuenacocina.

R. Cadwallader asintió impertérrito y se retiró de vuelta a sus fogones,dejandoalasdosmujeresestupefactas.

—Soloqueríaseramable.—Hayunaleyenda,delsigloIIIantesdenuestraera,queexplicaporquées

unaafrentamuygravefelicitarauncocinerogalésporsusfiletes—dijoAgnesconseriedad.

—¿Ymelocuentasahora?—sealarmósuamiga.—Vaadesafiarteaunduelo,alamaneragalesa.—Meestástomandoelpelo.—Porsupuesto.Jasmineletirólaservilletaalacabezaperonotuvotiempodereplicarala

broma.R.Cadwalladerestabadevueltaconunapequeñabandejaquepusoentrelasdoscomensales.

—Macaronsdepistacho,recetadelchef.

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Esperóaqueterminasendedarlelasgraciasycarraspeónervioso.—Nadiemehabíafelicitadoantespormicomida.Graciasavosotras.Ycuandosonrió,nadiehubiesedichoquelasangredeunterrible,ytemido,

caciqueguerrerogaléscorríaporsusvenas.

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CAPÍTULOVIII—¿QuélehaparecidoStoner,señoraDresden?—Menosentretenidoquemirarcómosesecaunaparedreciénpintada.ElseñorLivingstoneletendiólamanopararecogerelejemplardellibrode

JohnWilliams,buscóunapáginaenconcreto,yleyó:—Eraunacasasolitarialigadaauninevitabletrabajoduroenlaqueélera

hijoúnico.Cerró la novela ymiró a la señoraDresden por encima de sus gafas sin

montura.—Esto es Stoner. Un universo entero en una sola frase. John Williams

podríaresumirletodaslasobrasdeDostoievskienunpárrafoyustedleestaríaeternamenteagradecida.

—Oh—dijolaseñoraimpresionada.—¿Quéleapeteceleerestasemana?Ellanodudóunsoloinstanteantesderesponder:—Terror.—Corríjamesimeequivoco,perocreorecordarqueStephenKingyaledio

sumerecido.—Kingmegustamucho,peroquieroprobarotroautor.—¿Quécosasledanmiedo?LaseñoraDresdenseencogiódehombrosyEdward reparóenquehabía

entradoenlalibreríacalzadaconzapatillasdeestarporcasa.—Veoqueaestasalturas,estádevueltadetodoespanto—concluyó.—Cuando era joven me daban miedo la declaración de impuestos, las

historiasdeserenosdemiabuelayminochedebodas.Esa última cuestión inspiró al señor Livingstone, que se apresuró a

desaparecerdelavistadesuclienta.VolviódelrincóndelosrománticosconunbonitoejemplarforradoentelaverdeolivadeFrankenstein,deMaryShelley.

—Este —advirtió a la señora antes de entregárselo— es el libro másterroríficojamásescrito.

—Penséqueerasobreunmonstruo.—Estaré contigo en tu noche de bodas —recitó de memoria el señor

Livingstone—¿Quépuedesermásterroríficoqueeso?Allibreronose leescapóelescalofríoquerecorrióelvoluminosocuerpo

delaseñoraDresdenalescucharsuspalabras.Perocomoalmismotiempohabíamirado la contraportada del libro, se quedó con la duda de si había sidoprovocadoporlasveintiúnlibrasquecostabaelejemplar.

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Eraunatardetranquilaenlalibrería.CuandolaseñoraDresdensefue,conla bolsa de papel que contenía su ejemplar deFrankenstein bien sujeta y susdanzarinesrizosvioletascomounhalodefelicidadentornoasucabeza,Edwardcedióalatentacióndesuslibrosilustrados.EscogióElherbariodelashadas,deBenjaminLacombeySébastienPerez,rellenóyencendiósupipa,ysedispusoadisfrutar del libro bien retrepado en uno de los sillones del rincón de losrománticos.Minutosdespués,algirarunapágina,lesorprendiótenercompañíaensupacíficorefugio;Agnesestabasentada,con laspiernascruzadasalestiloindio, en un sofá frente al suyo. Por unos instantes, el señor Livingstone seconcedióunrespirodelafealdaddelmundo.Contemplóladelicadaposturadesuespalda,unmechóndecabellocastañocayendoaldescuidoporelhombro,lagrácilinmovilidaddelasmanos,unbenditolibrosobreelregazo...

—¿Quéestáleyendo?—seobligóaconjurarlaevanescenciadelhechizodesuayudante.

Agnes le mostró la cubierta de Por no mencionar al perro, de ConnieWillis.

—PrimerohabráleídolanoveladeJerome[6].—Talycomoustedmerecomendó.—Buena chica —El señor Livingstone consultó su reloj de bolsillo y

decidió dar la tarde por concluida—. Parece que hoy no vamos a vendermáslibros. Los londinenses creen en una leyenda no escrita que asegura que esmuchomásdivertidoconcentrar todas lascomprasen lahoraanterioralcierredelalibrería,el24dediciembre.¿PorquénoaprovechayvaaesaexposiciónenlaTate,deTurnerysusmalditasruinasgriegas,porlaquesuspirabaayer?

—¿Noleimportaquememarcheantes?—seanimóconlapropuesta.El señor Livingstonemiró significativamente su pipa y su precioso libro

ilustradoylaobservóporencimadelasgafassinmontura.—Podréconelestrés.—¿Porquénomeacompaña?—Los ingleses no vamos a exposiciones de Turner, preferimos otras

actividadesmásennoblecedorascomolacazadelzorrooelcríquet—bromeóellibrero—.Peroahoraquemencionoalpintor,merecuerdaquesiquiereseguirsentándoseenestossillonesymantenerintactosuhonor,debeleeresto...

Edwardsegiróasuizquierdayencontróconfacilidadellibroqueandababuscando:Elañodelveranoquenuncallegó,deWilliamOspina.

—ElseñorOspinaapuntaqueesoscoloresenloscielosdesuTurnerquizásno fuesen producto de la incurable enfermedad del romanticismo sino que sedebieron a las cenizas del volcán que... No pienso contarle más —decidiórepentinamente.Letendióelejemplaryellaloaceptódebuengrado—.Váyase

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ypiensequeConstabletampocoestáasalvodelasospecha.Agnes acató obediente la orden de su jefe y se apresuró a abrigarse con

esmeroantesdeaventurarseenelfríoairedediciembre;pero,sobretodo,antesdequeunclienteentraseporlapuertadelalibreríaylahiciesesentirseculpableporabandonarensusgarrasalseñorLivingstoneysumisantropía.

Cuando Sioban se pasó a hacerle compañía media hora antes del cierre,

encontró a Edward meditabundo detrás del mostrador, con la pipa apagadatodavíaenlamano.

—¿Tan mal ha ido hoy?—le preguntó tras darle un beso rápido en loslabiosydesenredarsedesubufanda.

—¿Eh?No, no, estaba pensando... Le acabo de colgar el teléfono a JohnLockwood.

—Esperoquehayassidoamableconél.—Carezcodelvocabularioadecuadoparaexpresarcuánto.Siobanpreparóeltéeneldespachoylosirvióendostazas;selotomaron

depie,enelmismomostradorsobreelqueseguíaacodadosutaciturnolibrero.—¿QuéqueríaJohn?—SaberdóndeestaríaAgnesmañanaporlamañana.ElseñorLivingstonediounsorboalatazayleguiñóunojoasuchica.—No estamos enfocando este asunto con inteligencia —resumió sus

pensamientosenvozaltaalcabodeunmomento.—SiterefieresaJohn,teequivocas.—Discúlpame si me llevé una falsa impresión de su delicado intelecto

cuandoentróaquíarmadohastalosdientesyrompiómipuerta.—Solofuerontuscampanillasyestabashartodeellas.Decíasquetehacían

sentir como si estuvieses en el cementerio de Whitechapel, en la épocavictoriana.

—Eso es absurdo —se molestó Edward—. Era más como Highgate, en1815.

Siobanignorólapuntualizacióneinsistióensudefensa:—Para que lo sepas, John tuvo unas notas altísimas en su examen para

inspector.—¿Sí?¿Telodijoél?PensabaqueesascosasdelMI5eransecretas.—ScotlandYard.—EsosnisiquieraatraparonaJackelDestripador.—Ymelodijosumadre.El señor Livingstone alzó una ceja y sus ojillos brillaron con malvada

ironía.

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—¡Eresunesnob!—perdiólapacienciaSioban.—Solosoyunpobrelibrero.—NotetomasanadieenserioquenohayapasadocincoañosenOxford.—Dijolahermosaex-alumnadelBalliol.SiobanresoplóindignadayEdwardentendióquehabíaidodemasiadolejos

en su desencanto por la humanidad. Cogió una de susmanos y la besó. Paracompletar laescenademudadisculpavolvióa llenar la tazade ladoncelladearomático té y le ofreció un emparedado. Esperó a que le diese el primermordiscoparavolveralacarga.

—Lo que intento decirte es que hay unamaneramuchomás sencilla deresolveresto.

LaeditoralemiróensilencioyelseñorLivingstonegritó:—¡OliverTwist!¡Bajaahoramismoporlosrectoscaminosdelalealtad[7]!—NosécómoDickensvaaayudarteconesto.—NoesDickens,esOliverTwist.Sienestalibreríatenemosuncerebrode

uncocientesuperiora150quizáshallegadoelmomentoderecogerlosfrutosdeponerloatrabajar.

Oliver se plantó delante de los dos adultos, pidió permiso para coger unemparedadoySiobanleayudóasentarsesobreelmostrador.

—Tú,duendecillorubio—leinterpelóelseñorLivingstone—,sabesdóndeestáeldiarioperdido.

OliverseencogiódehombrosmasticandoadoscarrillosperoEdwardnosedioporvencido.

—Latardeenlaquedesapareció,estaballoviendo—aseguró.—ComocasisiempreenLondres—sequejóSioban.PerolosengranajesmentalesdeOliveryahabíanempezadoagiraryestaba

demasiado aburrido comopara resistirse a entrar en el juego que le ofrecía elseñorLivingstone.

—Esmalaideasacarpapelviejoalacallesiestálloviendo.Nadiequerríaestropearellibro—apuntó.

—Quien se llevase el diario —continuó Edward con la línea depensamientodelniño—,siesquehasalidodeaquí,eraalguienqueconocíasuvalorynoqueríadañarlo.Poresolavitrinaestáintacta.Setomólamolestiadeforzarlacerradura,enlugarderomperlaurna,portemoraquepudieseestropearsucontenidodealgunamanera.

»Poresamismarazón,siafuerallovía,quizásescondióellibroaquímismo,entretodosestoslibrosesfácilqueunomáspasedesapercibido.Tuvoqueactuarcon rapidez si no quería arriesgarse a que alguien le viera; proteger undocumentotanantiguodelahumedadnecesitasutiempo.

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—¿Peroporquéibaahacersemejantecosa?¿Noqueríallevarseeldiario?—dudóSioban.

—Porquelaintencióndelladrónnoerarobarnada—dijomisteriosamenteEdward.—Estoydeacuerdoconelgeniecilloastronauta.

—¡Oliver!Recogetuscosas.La madre del pequeño les sorprendió al plantarse en el rincón de los

románticos.Quizás el tintineo de las campanillas de la puerta había resultadolúgubre para los clientes del señor Livingstone, pero al menos ponían sobreaviso a los habitantes de Moonlight Books de las incursiones de temiblesabogadas.

MientrasTwistsaltabaalsueloyobedecíalasórdenesmaternas,laseñorasedirigióaldueñodelalibrería.

—¿PiensacerrarenNavidades?—Detestaríaqueellocausaraelmenordesajusteensusplanes.—Olivertienetressemanasdevacaciones—selamentó—.Desdeellunes

quevienehastaelmiércolesdespuésdeReyes.Quiereveniraquí.Excepto losdíasfestivos,porsupuesto.

—Porsupuesto.Embutido en un anorak azul marino y con la voluminosa cartera

sobresaliendopordetrásdesucabecillaprivilegiada,Oliveresperabaasumadredispuestoairse.

—Adiós, Sioban —pronunció muy educado—. Hasta mañana, señorLivingstone.

—Clara,miayudante, le traerádespuésdelalmuerzo—subrayó laseñoraantesdedesaparecerdelamanodesuúnicohijo.

—¿QuiénesClara?—rompióelsilencioSiobancuandosehubocerradolapuerta.

—Suayudante.—Yaloheoído.—CreoqueeslaadolescenteandrajosaquesueltaaTwistenlapuertasin

dejardemirar lapantalladelmóvil.Llevomeses sospechandoque se tratadealgunaespeciedeliquenextraterrestre.

—¿Unliquenextraterrestrecondiplomaoxoniense?—Lamentaríaqueasífuese.—¿Porsuincapacidaddeoratoria?—PorlaimbecilidadquemuestraalnodirigirlelapalabraanuestroOliver.LahabitacióndeAgnes, en la segundaplantadelpisoquecompartíacon

Jasmine, era espaciosa y con cierta tendencia al azul. Las primeras mañanas

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despuésdeinstalarse,pasabaalgúntiempomirandoporsuventana.Legustabala vista parcial del pequeño patio ajardinado del porche de la entrada, y elsilencioque se respiraba incluso a tanpoca altura.El tráficode las dos callesprincipales entre las que se erigía la isla de casasquedaba amortiguadopor ladistanciaylaacústicaamabledelparaje.

DeCromwellRoad apenasvislumbrabaparte de la entradadeunhotel yunasoficinasdecristalestintadosqueostentabanelrótulodeLovecraft&CarterBookeepers.AAgnesleencantabaesecartel,porsusnombresyporelmisteriode la última palabra. Le gustaba fantasear sobre esosBookeepers, imaginar elinterior del local como una fastuosa biblioteca, regentada por las señorasLovecraftyCarter—bibliotecariasatemporales,rarísimasyconpistolasalcinto—, que guardaban, en fabulosas cámaras acorazadas, tesoros librescos apenasvistosporunaspocaspersonas;librospeligrosos,carísimos,extraños,mágicos,que sus propietarios depositaban allí por su seguridad y la de quiénes loscodiciaban. Solo cuando cayó en la cuenta de que la palabra bookeepers serefería a tenedores de libros de cuentas, gestores, perdió todo elmisterio y lamagia.

Estabaconvencidadequeensuvidamuchascosashabíanresultado justoasí, exóticas y maravillosas hasta que desentrañaba su misterio y descubría,desolada, que no eranmás que rutina. EnOxirrinco,mientras paseaba por lasexcavaciones,a laesperadequela llamasenparacenar,perdíalamiradaenelhorizonterosayocredelosfabulososcieloscrepuscularesafricanosypensabaen su vocación. Sabía que desde fuera la arqueología pasaba por ser unaprofesión fascinante, con la pátina de aventura y nostalgia de que la habíanrecubierto las películas de Indiana Jones y otros buscadores de tesoros. A lapráctica, eran muchas horas de duro trabajo en suelos en distintos grados dedescomposiciónargilosa,enarchivospolvorientosoenaulasdeclasificación.

Pero al entrar en Moonlight Books había sucedido, por vez primera, elfenómenocontrario: lasencillezcotidianadetraspasarlapuertadeunalibreríalondinensesehabíaconvertidoeneliniciodealgoexcepcional.Sinapercibirse,conelpasode losdías,Agneshabíaempezadoavera travésde los librosdelseñorLivingstoneconel filtrode loextraordinario.Leasombrabaquehasta lafechanohubiesededicadocincominutosaobservar lasestrellas tras las lentesdeuntelescopio,apreguntarseporlaalineaciónúnicadeJúpiterconelcometa67P, o a entender por qué la sonda Rosetta y su módulo de aterrizaje Philaehabíansidobautizadasasí.Nocomprendíacómonosehabíafijadoantesenlamagia de los libros ilustrados como espejo de la Historia, o en la nostalgiarománticadeprincipiosdelsigloXIXqueseguíatiñendorinconesúnicosdelaciudadynosolodelalibreríadeEdward.

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SumiradaseiluminabaconunanuevaedicióndeLatempestad,oconlascuitas de la señora Dresden, con las disquisiciones de Oliver Twist, con laimpasibleflemabritánicadeEdwardLivingstone.Elmundoeragrisysolosiseaprendía a mirar se volvía uno capaz de percibir algún retazo de coloresbrillantes. Había empezado a comprender que la felicidad surge de los brotesmáspequeñoseinesperados.Ysepreguntabasieraposiblequetodaslascosasbuenasdelavidacupiesenenunalibrería.

Mientras daba de comer pan duro a los patos y sostenía con desgana unlibro en la otra mano, sentada en uno de los bancos próximos a la orilla delSerpentine, frente al templete de Hyde Park, Agnes pensaba en que ya no leparecíaelfindelmundoserunaarqueólogadesterrada.NoteníaprisaporvolveraBarcelonayhabíalogradodeshacerse—almenosunpoquito—delaansiedadde la búsqueda y las entrevistas en las agencias de colocación. Le rondaba lacertezadequepodría llevarunavidaamabley felizconJasmineyMoonlightBooks, que ellos serían el antídoto a su temporal desazón. Tanteaba laposibilidaddeachacar supersistente tristezaa laproximidadde lasNavidadescuandoselehundiólamiradaenlosazulísimosojosdeJohnLockwood.

—¿Quédemoniosestásleyendo?Noera,nidelejos,lamejorfórmulaparainiciarunaconversaciónconuna

chica; y mucho menos cuando tenía previsto resultar simpático, pocoamenazadorynadasuspicaz,pornohablardepersuadirlasobresusintencionesdeacusarladerobo.Peroaunquelaestababuscandodesdequehabíaentradoenel parque por Hyde Park Corner, junto a Apsley House, le había vuelto adescolocar encontrarse con la cadencia de sus largos cabellos mecidos por elviento ligero, sus mejillas sonrosadas por el frío de diciembre, la miradasorprendidayacuosadesushermosos,grandes,ojoscastaños.TampocoayudabaalsosiegodeJohnellarguísimoyacampanadoabrigogrismarengoajustadoalacintura,desparramadosobreelbancodemaderaasualrededor,coneseairedeprincesarusaenelexilio.

Agnes le tendió el libro de cubiertas rojas y pequeñas letras negras,demasiado impresionadapor la irrupcióndelhombrecomoparacontestarledemaneraespontánea.

—Eneas el Táctico —leyó en voz alta el policía—. Poliorcética. LaestrategiamilitargriegaenelsigloIVa.C.¿Lecturaligeraporlasmañanas?

—Esun tratadomuycuriososobre ladefensade lasciudades.Elcapítulosobre contraseñas sorprendería a los informáticos por su atemporalidad, porejemplo.¿Cómomehasencontrado?

—EdwardLivingstonemedijoqueestaríasaquí.—¿Vasaacusarmedelrobodeldiario?

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—¿Deberíahacerlo?Johnsemordiólalengua,enfadadoconsigomismo.Lahabíaabordadocon

torpezaynoestabamejorandolascosas.—Déjameinvitarteauncafé—seapresuróaañadir—.Teagradeceríaque

me explicases todo lo que recuerdes sobre la tarde en la que desapareció eldocumento. Aquí hace demasiado frío como para seguir hablando y me dangrimalospollos.

—Patos.Agnesleslanzóunúltimotrozodepanyseatrevióavolverseaencontrar

conlosojosdelhombre.Seguíadepie juntoalbanco,esperandosurespuesta.Le pareció que había algo, quizás en la posición de susmanos, en la rigidezmarmórea de su postura y de su expresión, que le recordaba a las estatuasimperialesromanasdelBritish.Selevantósindesprendersedelazuldesusojosysonrió.

—Preferiríaunté—pronuncióconloslabiosentumecidosporelfrío.—Unté,entonces—concedióJohn.Semetiólasmanosenlosbolsillosparanocederalatentacióndeapartarle

unmechóndepelocastañoqueelvientohabíaalborotadosobre sumejilla; elsúbito deseo de enterrar la palma en la suave línea de su cuello, tan cálido...Estaba justo frente a él, tan cerca que podría tocarla con apenas extender losdedos. Pero ya no le miraba, había alzado la cabeza hacia los cielos grises,súbitamente enmudecidos y quietos.No había viento, ni sol, ni nubes, solo lacúpulagrismarengo,delmismocolordesuabrigodeprincesaeneldestierro.Todo era silencio. El tiempomismo se había quedado en suspenso, el alientocontenidoenunoslabiosentreabiertos.

Bajó la cabeza de sedosos cabellos castaños y sus ojos buscaron los deJohn.Unalevesonrisaacariciólacomisuradesuboca.

—Estánevando—dijoconalgoparecidoalafelicidad.Los primeros copos de diciembre descendieron suavemente sobre ellos, a

orillasdeunlagosinuoso,conlapromesadeteñirdeblancolasaltascopasdelashayasylossecularestejos.

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CAPÍTULOIXBajoelparaguasazuldeAgnes,cogidosdelbrazo,elparqueasualrededor

noeramásquesilenciodealgodónyelsusurrode losaltosabetosalmecersecon lentitud soñadora. Resultaba extraño acompasar el movimiento al de otrapersonacuandosellevabatantotiempocaminandoensolitario.

John sujetaba el paraguas con lamano derecha y guiaba con paso firmehacia lasalidadeHydePark,porSerpentineRoad,endirecciónaGreenPark.Leagradabalaconfianzaconlaquelachicasehabíaacomodadoenelrefugiode subrazo, apretada contra su costado izquierdo.Era apenasuna cabezamásbajaqueélysulargopeloaveceslerozabaelmentón.Disfrutódelmomentoenel que el mundo no era más que lo que había bajo la protección de aquelparaguasazul;segurodeque,enesosinstantes,nadaimportabamásalládelasnubecillasblancasdelarespiracióndelhadadelseñorLivingstone.

CuandosalierondelparqueycaminaronalolargodePicadilly,eltráficodeMayfair, agravado por el atasco que siempre cambiaba al capricho de laclimatología, rompió el hechizo callado de su aislamiento. Pese a que seconsiderabaunhombreprácticoypocodadoaanalizarsentimientos,aJohnleparecióqueleembargabalanostalgiadelosaltosabetosylashayasfrondosasdeHydePark.

—¿Cuánto tiempohacequevivesenLondres?—lepreguntóaAgnessinaflojarelpaso.

—Desdeseptiembre.Paramí,eslaprimeravezquenievaenlaciudad.—Novoyacreermequevinisteaquíporelclima.—En Barcelona no tenemos nieve y causa terribles traumas en nuestras

infancias—sonrió—.Buscotrabajo,dearqueóloga¿Noesporesoquevenimostodos?

—Sifuesesiempreasí,asídesencillo...Trasladarsedepaísenbuscadeunaoportunidadlaboral,ynoporcausadeunaguerra,delhambre,delaenfermedad,de lamuertey ladesesperación.—Agnes leobservócon curiosidad,superfilserio,lamiradaperdidamásallá,enelhorizontedelascúpulaslondinenses—.EstuveenAfganistán—sevioobligadoaaclarardespuésdeunabrevepausa—.Amenudopasabaporpueblosquenoeranmásqueruina.Solocuandosalesdecasatomasconscienciadequehasnacidoenelladoamabledelplaneta.

Algo intimidados por el serio cariz que había tomado su conversaciónguardaronsilenciounosinstantes.Suspasosapenasseoíanentreladensidaddeltráficoylasráfagasdevientoqueacompañabandeprontolatormentadenieve.Avanzaban tranquilos, a buen ritmo, con la seguridad de las zancadas de

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Lockwood marcando el rumbo. El pensamiento fugaz de que estaba a salvomientras siguieseenlazadaalbrazodeaquelhombreatravesó laconcienciadeAgnes.

—Edward no cree en la bondad de ninguna civilización—dijo ella trasreflexionar sobre las palabras de John—. Ni siquiera después de leer a LarsMytting[8]estásegurodeque losnoruegosseandel todoperfectosen loqueaculturaancestral,sociedadycostumbresserefiere.

—¿Yquépiensaunaarqueóloga?—No me atrevería a decir de ninguna civilización antigua que fuese

perfecta,peroquizásdeberíamospreguntarleaunantropólogo.—EnScotlandYardtrabajamosconuno.Nuncasacamosnadaenclarode

sus conclusiones, excepto cuando se va de copas con los psicólogos deldepartamento.

Por el aniversario de la primera publicación de Alicia en el país de lasmaravillas, deLewisCarroll, el escaparate deFortnum&Mason enPicadillyrecreabaextraordinariasescenasdellibro:eltédelSombrereroLoco,laReinadeCorazonesensujardín,AliciayelConejoBlancocayendoporlamadriguera...Agnes,quesehabíaparadoacontemplarlasdesde lacallesiemprequepasabapor allí, pensaba que era la escenificaciónmás hermosa del clásico deCarrollquehabíavistojamás.Peroestavez,cuandollegaronalnúmero181dePicadillyStreetsolovislumbródereojolaimagenquedeellosdosdevolvíaelcristaldelos bonitos aparadores artesonados en oro ymalaquita. Se preguntó quién eraaquellaextrañaquecaminabadeprisayconfiadadelbrazodeJohnLockwood.Unpardedesconocidosbajoelmismoparaguas,bajoloscielosgrisesredimidosporlanievetanblanca.

Agnescreíaenlaimportanciademedirbienladistanciaquemanteníaconlaspersonaspuestodasellascontribuían,positivaonegativamente,adefinirlosdetalles de quién era ella. Somos nuestro pasado. Pero también somos elcompendiodeunmillóndeaportacionesdelotro,porquenadieesimpermeable;y que todos esos pequeños añadidos constituyan una galaxia de buenas yenriquecedoras intenciones depende de quién nos acompañe en el camino. LaarqueólogasabíaqueelseñorLivingstonelehabíaaportadoserenidadyapreciopor aquello que es único y original en cada ser humano; cuando estaba conOliversesentíamenosdesencantada,capazdemirarelmundoconojosnuevos,sinprejuicios;conSioban,mássensataypráctica;Jasmineleteñíadeesperanzayoptimismoinclusolosmomentosmásoscurosdeldía.

Edward le mencionó una vez que William Faulkner había escrito: "Lasoledadeslamejorrespuestaanteunmundoplagadodegentevacíaymalvada"

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[9].—Loquedemuestra,comoyamehizosospecharlahuidadeHenryDavid

Thoreaualosbosquesconsuhacha,quenotodoslosamericanossonamigables—habíabromeadoellibrero.

Agnesnosehabíaatrevidoapreguntarlesiesahabíasidolacertezaquelehabía llevado a aislarse en la burbuja deMoonlight Books, donde nadamalopodíapasarle;unmundoasumedidadonde lagentevacíaymalvadano teníacabidapues¿cómoibanaservillanosloslectoresasiduos?

No es que la librería hubiese cambiado su naturaleza—Agnes sabía quecuando se rebasaba la adolescencia eso era poco probable— pero, desde queestaba en Londres, sus nuevos amigos y todos esos libros que el señorLivingstonelehabíarecomendadohabíanobradolamagiadehacerlaaprender,de cambiar ligeramente su forma de ver la vida. Quién era ella junto a JohnLockwood, frente aquel maravilloso escaparate, era todavía un misterio pordescubrir.

Ajeno a los pensamientos de su acompañante, John esperó al refugio delporche porticado de Fortnum para cerrar el paraguas e invitarla a entrarsosteniendo la puerta.El interior de la tienda los recibió con sus cálidas lucesprendidasdel techo,suenormeescalinatademármolyunsinfíndeguirnaldasnavideñasqueadornabanlamagníficadisposiciónpalaciega.Lasuntuosidaddeaquelhalleratalque,siemprequelovisitaba,aAgnesleparecíacomosiLuisXIVestuvieseapuntodedarcomienzoelbailedeprimavera.Jamássehubieseatrevidoadecirenvozaltasemejanteblasfemiaentierrainglesa,porsupuesto,peronopodíadescribirdeotramaneralacontradictoriasensacióndeligerezayadornoexcesivoquelaenvolvíaenlaprimeraplantadelatiendarestaurante.

—¿EsdemasiadoprontoparasubiralJubilee[10]?—Siempreeselmomentoperfectopara subir al Jubilee.Soyuna rendida

admiradora de una civilización capaz de darle semejante empaque al sencilloactodetomarseunatazadeté.

Lockwoodseacercóaellacomosifueseahacerleunaconfidencia.—Esparaimpresionaralosturistas.ElsusurroensuoídodisipómomentáneamenteelfríodeAgnes.Johncedió

a la tentacióndeacariciarleelpelocon laexcusadequitarlealgunoscoposdenieve amedio derretir que se habían posado sobre su cabeza. Ella contuvo elaliento,deltodoinmóvil,temerosaderomperelinstantedeintimidad.

—Peronopienso subir en esa reliquiade ascensor—carraspeó el policíaparalibrarsedelhechizo.

—¿Sufres claustrofobia?—Agnes imaginó lo difícil que sería embutir la

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corpulencia de su acompañante en el pequeño elevador con ascensoristaincluido.

LarazónporlaquelaarqueóloganuncasehabíaquedadoatomareltéenelJubilee,peseaquehabíasubidoalgunavezparaadmirarelsalón,eraqueleintimidabansusrecepcionistas.Llegabahastalaúltimaplanta,sepresentabaantesussonrientescarasdebienveniday leasaltaba lasensaciónde irandrajosa,odespeinada,oserdemasiadopobreparamerendarensucompañía,otodasesascosasa lavez.Perocuandoaparecióenelvestíbulodel Jubilee, algo jadeantedespuésdesubirtodasesasescaleras,acompañadadeJohnsesintióformidable.Tenía los zapatos mojados, los pies helados, el abrigo salpicado de nievederretidayelpeloamediocaminoentrelaaparienciadeungatomojadoylosrestosdelnidodeunpájarosilvestre;peronadadeesoleimportócuandoJohnpidiómesa para dos y las recepcionistas losmiraron de arriba a abajo con susonriente desaprobación acostumbrada. Al policía le resbaló el escrutiniomientras cruzaba el bonito parqué de madera natural en dirección a losventanalesdePicadilly.Ignorólamesaqueleofrecíalarubiaypulcraempleada,enelrincónmásoscurodelaparednorte,yeligiósitiojuntoalaventana,bajolaluzsobrenaturaldeuncielodetormenta.

—Aquíestarábien,gracias—dijoconfirmeza.AAgneslepareciócomosihubiese sacado su placa de Scotland Yard para indicar que se trataba de unseriosísimoasuntooficial.Larubianocontestó,peroyanoparecíatansonriente.

Johnretiróunadelasdossillasparaofrecerleasientoyesperóaqueellasedeshiciese del abrigo y se acomodase para imitarla. Durante unos momentosambosdisfrutarondelavistaatravésdelcristalydeladanzaarmoniosadeloscoposalotrolado.PocasciudadessontanhermosascomoLondresenNavidadbajounacapadenieve.

—¿QuécreesquepuedehaberpasadoconeldiariodelseñorLivingstone?—le preguntó John después de encargar dos servicios de té con galletas ybizcochos.

—No lo sé.Todosparecenconvencidosdequedesapareció la tardeen laqueestuvesolaalcargodelalibrería.Perononoténadafueradelocomún...yyonomelollevé—añadióconénfasis.

—Un tipo indignado porque en una librería no vendían DVD, losRosembergysulibroverde,ylaseñoraDresdenconalgodeunarmablanca...

—UnpuñaldeMorgul.—¿Todoesoteparece"nadafueradelocomún"?Agnes sonrió y al policía le pareció que todo a su alrededor cobraba

luminosidad.—Noenvidiotutrabajo—concluyó.

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—Ese diario es un documento excepcional. El valor para el señorLivingstoneessentimental,perodesdeunpuntodevistacientíficoehistórico...

—Túereslaprincipalsospechosa.—Sí.—Sitesirvedealgo,estoyconvencidodequetúnotehasllevadoeldiario.—Síquemesirve.—Agradezco tu confianza pero podría ser un poli malísimo, ¿por qué

piensasquemicriterioesacertado?—Porquecreesenmiinocencia.John soltó una carcajada, le resultaba imposible dejar demirarla.Bajo la

extrañaluzdelatormentadenieveseleantojabadeunabellezaconmovedora.Susojoscastañosprendidosdelossuyos,susonrisa,ladelicadezadesusmanos,lacadenciasencilladesuspalabras.

Guardaron silencio mientras les servían el té en grandes teteras deporcelanablancadecoradasconpajarillosyhojitasorientales.Pequeñosplatosajuego,condiminutasgalletas,bocaditosdecremainglesa,bizcochosesponjososrellenosdepasas,dechocolate,demermeladadegrosella, llenaron lamesadecálidaalegría.Agnesnopudoocultar la ilusióndelmomento, lomuchoquelecomplacía aquel preciso instante. Incluso mientras leía libros de improbablesexpediciones, comoCrónica de una cacería de troles, de JamesMcBryde, nopodía dejar de imaginarse a los exploradores británicos —impecablementevestidosa larígidamodade1899,enfangadosyexhaustos,perdidosenmediode los páramos daneses—, consultando su reloj de bolsillo, maldiciendo conexquisita educación por el lamentable estado de sus botines y parando paratomarelté.

—Me encanta—dijo—, es como en todos esos libros que me hace leerEdward.

—¿Librossobreté?Agnesnegóconlacabeza.—Literatura británica, clásicos, mucho Arnold Bennett, pero también

novelasbritánicashoycasiolvidadasaunquetuvieronmuybuenaacogidaenlaépocadeVirginiaWoolf,D.H.LawrenceoJamesJoyce.

—¿Novelasdedetectives?—Algunas —sonrió ella—. Como las de Edmund Crispin, Dorothy L.

Sayers,NgaioMarshoGeorgetteHeyer.PerosobretodoliteraturadefinalesdelsigloXIXhastamediadosdelXX.AunqueaveceshaceexcepcionesymeponeenlasmanosalgúnlibrodecienciaficcióndeConnieWillis,deTimPowersodeOrson Scott Card. En casa, es Jasmine la queme hace leer feelgood, paracompensarme de tanto misterioso pesar, atormentados románticos y veleidoso

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humorbritánico.—¿Quéesesodelfeelgood?—Novelasenlasquelosprotagonistasjamáscomenacelgas—resumióella

pensandoentodoslostítulosquelehabíadescubiertosuamiga—.Historiasenlasque apenasocurrenada extraordinario, cuyosprotagonistasno songrandeshéroes. Historias en las que la felicidad semide en pequeñosmomentos y sehallaenlosgestosmáscotidianos...

—ComotomarseuntéenelJubileeconlamujermáshermosadeLondres.Johnsintióunaagradableoleadadecalidezenelestómagocuandounsuave

rubortiñólasmejillasdelaninfa.SihubieseleídoPornomencionaralperro,de ConnieWillis, se habría dado cuenta de que llevaba un tiempomirando aAgnesexactamente igualquecuandoNedHenryvioporvezprimeraaVerity.Quizás Lockwood no supiera qué se sentía bajo los efectos del vértigotranstemporal,perosiHenryse lohubiesedescritohabríacomprendidoeneseinstantealgunasverdadessobreloqueleestabasucediendo.

—Esto —susurró Agnes abarcando con un amplio gesto las vistas deLondresbajolatormentadenieve,elsalónenteroyelbellísimodesplieguedeporcelanaydulcesquehabíandispuestoparaellosdos—esmagia.

Cuando Agnes llegó esa tarde a Moonlight Books, convencida de haber

vivido uno de los momentos más felices de su existencia, encontró al señorLivingstonedepésimohumor,discutiendoconCharlieCaldecott.

—No es ningún castigo divino, hum, hum —defendía el viejo sastresentadoenunodelosbutaconesdelrincóndelosrománticos.

—Esomismo dijeron los londinenses del incendio de 1666. Como si lastropelíasdeCromwellyladecapitacióndeCarlosInotuviesennadaqueverensudesgracia.

—Esquenotuvieronnadaquever.—LacolumnadelMonumenteshorrorosa—insistióenfurruñadoellibrero.—Mi profesora de ciencias me explicó que Hooke instaló dentro del

Monumentuntelescopio—metióbazaenlaconversaciónOliverdesdeelpisodearriba—.Nuncahepodidoverlo.

—¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué está de tan mal humor? —intervinoAgnes.

El señorCaldecott saludóconungestodecabezaa la recién llegaday leaclaró:

—Los ingleses no tenemos humor, hum, hum. Ni bueno, ni malo. Solopragmatismoybolsasdeaguacaliente.

—Llegaustedtarde—gruñóLivingstone.

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—Agnes,venaleermePeterPan—lallamóOliverdesdelasalturas.Resistiéndosealatentacióndesubiryretomarlalectura,leindicóaTwist

queloharíamástardeyrepitiólapreguntaalseñorLivingstone.—Me han vuelto a nominar para el premio Scrooge —contestó entre

dientes,escudándosetrassupipa—.Portercerañoconsecutivo.—El Premio Scrooge —aclaró Caldecott— se concede al librero más

gruñóndelaño.Unaespeciedegalardón,hum,hum,quereconoceelgradodeexcentricidaddeloslibreroslondinenses.

—¿HaganadoelseñorLivingstonealgunavez?—Nunca—sonrióelancianosastre.Una corriente de aire frío, procedente del exterior, se coló en la librería

cuandoSiobanentróapresuradaytriunfal.—¡Me he vuelto loca! —anunció eufórica—. Acabo de comprar los

derechosparapublicarlascartasdeJ.R.R.Tolkien—¿Tehasvueltoloca,mujer?—repitióelseñorLivingstonetodavíaensu

papeldeEbenezerScrooge.—Absolutamente.Prestamás atención,EdwardLivingstone.Loacabode

decir.EstabaenSouthbank,enelmercadonavideñodellibro,alaspuertasdeunsimposio sobre trolls (los infraseres que revientan novelas, no los seresfantásticos)yderepentemeencontréenmediodeunadiscusiónentrealguiendeHoughtonMifflinHarcourtynoséquiéndelaTolkienEstate.

—¿El señor Mifflin? —preguntó Caldecott esperanzado— ¿El de Lalibreríaambulante?

—HoughtonMifflineselgrupoeditorialqueeditaactualmentelasobrasdeTolkien.

—Perdona a nuestro Charlie, tiene tanto en común con ChristopherMorley...

—Puesnotevendríanadamalunpardefantasmasparatulibrería[11],hum,hum.

—¿Y qué pasó? —preguntó Agnes algo molesta por tanta interrupciónliteraria.

—No lo sé todavía, fue todo tan confuso... La discusión subió de tono,aparecieronChristopherTolkienysumujer,yCathleenBlackburn,deManches&Co.Ypenséquesinoeravalienteentonces,noloseríanunca.

—Mi valquiria —suspiró el señor Livingstone mirándola con fingidoarrobo.

—Oh,calla,malvadolibrero.—Nolehagascaso—intervinoCaldecott—,hanvueltoanominarleparael

premioScrooge.

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—Enhorabuena,cariño.—Grrrrrr—farfullóEdwardllevándoselapipaalabocaparadisimularlo

mucho que le disipaba elmal humor la felicitación y el beso en lamejilla deSioban.

—¿Yquélesdijiste?Agnesnopodíacreerqueenaquellalibreríaellafueselaúnicaqueestaba

impacientepor saberquépasabacon las cartasdeTolkien.Su té enel Jubileecon John Lockwood empezaba a quedarse muy pequeño comparado con lamañanaquehabíatenidoSioban.

—Lesmiréalosojosylesdije,contodalasangrefríadelaquefuicapaz,que una de las razones por las que había fundado una editorial llamadaSymbelmyne era por el sueño de publicar a J.R.R. Tolkien. La esposa deChristopher me preguntó por qué. Y le contesté: porque no entiendo laconcepciónmitológicadelaliteraturabritánicasinTolkien,porquemisañosenel Balliol College no hubiesen tenido ni la mitad de encanto sin conocer lahistoria de Oxford durante la Segunda Guerra Mundial, la historia de losInklings;porque tambiénamímehubiesegustadoalmorzar losmartesenTheeagle and child, y leer en voz alta diatribas imaginarias contra F.R. Leavis, oinventarmeunaóperasobreHamletenislandésantiguo.

—Ah,Oxforden laSegundaGuerraMundial... unperíodoarquitectónicodesafortunado, sin duda, pero con cierto encanto libresco— divagó el señorLivingstone—. Nada que ver con la época victoriana y su sucesión derecepciones en traje de noche, una pesadilla para los editores. Y no es quedefiendaelartevictoriano,anoserquetengaesetoquedegoticismotandeJohnBetjeman...

—EntoncesCathleenyChristophermedijeronqueibanaponeralaventalosderechosporlascartasdesupadre,laseleccióndeHumphreyCarpenter—Siobanrealizóunapausadramáticabiencalculadaque lesmantuvoa todosensuspense (incluido el señor Livingstone y sus divagaciones arquitectónicas)hasta que añadió—: He invertido todo el capital que no tenemos enSymbelmyne, pero he comprado esosmalditos derechos de edición. Por sieteaños. Pienso publicar las cartas dentro de tresmeses, con prólogo de alguienmaravilloso,ymuyélfico,quetodavíanohedecidido.

—Enhorabuena,queridaSioban—leaplaudióCaldecott—.Hum,hum,estomereceunbuentragodeesewhiskyescocésqueelrácanodetunoviosiempretieneescondidoparacualquiervisita.

—Nopiensodecirosdóndeestá.—Agnes,cielo,enlasegundaplanta,enlaseccióndemisterio,detrásdela

coleccióndeDorothyL.Sayers.YotraerélosvasosyCaldecott,elhielo.

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—Estoesinsultante.EnlaépocavictorianayenelOxforddeTolkien.—Bésame,Edward.Estoyarruinadaperotequiero.El señor Livingstone obedeció a regañadientes, hasta que sus labios

encontraronlosdesuhermosavalquiriayolvidócualquierreticencia.—HacesquemeresulteimposibleganaresecondenadopremioScrooge—

gruñócontrasuboca.

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CAPÍTULOXFaltaba una semana para Navidad. Agnes recorría Covent Garden

escogiendo obsequios para sus amigos; Oliver negociaba incansable con sumadre licenciaparapasarunanoche sin luna en la librería;Siobany su sociovolvíanarepasar laescasa liquidezdeSymbelmyneconlaesperanzadehaberolvidado algún ingreso pendiente; y John Lockwood entraba en MoonlightBooksconunadiscrecióntanexquisitaquesehubieseganadolaadmiracióndeEdwardsiestesehubiesepercatadodedichoacontecimiento.

—SeñorLivingstone—saludóaldueñodelalibreríaencuantolelocalizócercadelamesadelibrosilustrados.

—InspectorLockwood—lerespondióel libreroconunejemplardeViajedeunnaturalistaalrededordelmundo,deCharlesDarwin,enlasmanos—¿Yahaencontradomidiario?

Alpolicía leparecióque lanzaba lapreguntasindemasiadointerés,comouna fórmula de cortesía hacia un loco obsesionado por su peculiar afición aseguirlelapistaadocumentosdesaparecidos.

—Todavíano.VengodeentrevistarmeconlosRosemberg.—¿Creequesededicanalcontrabandodemanuscritosantiguos?—Creo que están... que son un poco extraños. Tienen la casa llena de

maceterosconplantasespeluznantes.—Sonbotánicos.—Peroesasplantas...Lockwoodseinterrumpiócuandounhombre,impecablementevestidocon

trajeycorbata,abrigooscuroyunenormemaletínnegro,seplantóanteellos.—Disculpe—sedirigiómuyeducadoalseñorLivingstone—,necesitoleer

Alicia,deLewisCarroll.—¿EnelpaísdelasmaravillasoAtravésdelespejo?—Enmicasa,porfavor.—¡Cáspita! Voy a buscarle un ejemplar con ambas ediciones

inmediatamente.SialguienenestaciudadmereceleeraCarrollesusted.Acodadoenelmostrador,JohnesperópacienteaqueelseñorLivingstone

envolvieseycobraseelejemplardeAliciaalhombretrajeado.—Ahí va un espécimen humano con el que me gustaría tomarme una

cerveza—confesóellibrerocuandosehubocerradolapuertadelatiendatrassucliente.

—SeñorLivingstone—lellamóalordenelpolicía—.LosRosemberg.—Ah,sí,losRosembergysusveleidadesbotánicas.

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—Nocreoqueellossellevaseneldiario,comonofueseporequivocación.MecostócincominutosquerecordasenquehabíanestadoenMoonlightBooksycasidiezquemedijesenporquéhabíanido.

—Sí,asísonmisqueridosHanselyGretel.—Nosellamanasí.—Peronuncalogroacordarmedesusnombresy,seancualessean,Hansely

Gretelmeparecenmuchomásadecuados.—Mesorprendequeseancapacesdevolverasucasacadavezquesalende

ella.Nolesimaginoperdidosenunbosque.Nisiquieradaríanconlacasadelabruja.

—Ya había pensado en eso—asintió Livingstone meditabundo—. Si losRosembergsehanllevadomidiarioesimprobablequerecuerdendóndelohanescondido.

—Lo queme parece improbable es que conociesen siquiera la existenciadeldiario.Anoserqueustedlotuvieseplantadoenuntiesto,jamásllamaríasuatención.

Edward estaba a punto de puntualizar queObservaciones cartográficas,zoológicas,botánicasygeológicasdelsurdeÁfricasíquepodríahaberllamadolaatencióndeHanselyGretel,porsusmagníficasdescripcionesdeplantasraras,cuando la señora Dresden entró en la librería muy apresurada. Volvía a ir enpantuflas y parecía haberse puesto todo lo que tenía en el armario paracontrarrestar la fría mañana de diciembre. Sus rizos violetas, alborotados,brincaban alegres sobre su cabeza. Ignoró a John como si fuese invisible y sedirigiópresurosahaciaelseñorLivingstone.

—Quiero escribirle una carta al profesor Gervase Fen —dijo sinpreámbulos—,¿seríatanamabledeproporcionarmesudirecciónpostal?ViveenOxford.

Ellibreronoexteriorizóningunaseñaldeextrañezaporlairrupcióndesuclientahabitual,nisiquieraporsudemanda,oporlaausenciadeunprotocolariosaludo. John admiró en silencio la robusta flema del señor Livingstone, sepreguntó si sería por los años de trato con tan peculiares lectores o por sunaturalezaimpertérrita.

—SeñoraDresden,Fenesdeficción—advirtióellibrero.—No.EsdeOxford,estoysegura.—Merefieroaqueesunpersonajeinventado.Productodelaimaginación

deEdmundCrispin.—¿Y a usted le parece normal que alguien con un apellido tan ridículo

comoesesearealyencambioelprofesorGervaseno?—EdmundCrispineraelseudónimodeRobertBruceMontgomery.

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LaseñoraDresdenlemirócondesconfianza.—¿Porquéqueríaenviarleunacarta?¿Tienealgúncasoparaél?—Unmisterio,unenigma,undesafío—formulóconciertobrillopícaroen

susojillososcuros.—Ah,entoncespuedohaceralgomejorporusted,queridaseñora.Estees

JohnLockwood,inspectordeScotlandYard.A la señora Dresden pareció gustarle lo que veía, pues asintió

apreciativamentetrastomarsesutiempoenrepasaralcorpulentopolicía.—¿Ytambiénesdeficción?—No,esdeLondres.—Porfavor,señorLivingstone—lesuplicóJohnpensandoenloindefenso

quesesentíapeseairarmado.El librero le guiñó un ojo y desapareció unos instantes escaleras arriba.

Volvió a bajar con un voluminoso libro de portada blanca, letras negras ycoloridosdibujosdeanimales.

—TrilogíadeCorfú,deGeraldDurrell—leyólaseñoraDresdencuandoselotendió.

—Le ayudará a relajarse y a olvidarse del siempre lluviosoOxford.Creoque tanta aventura a bordo del Lily Christine le ha excitado un poco laimaginación.

Cuando la señora Dresden se marchó con su nueva lectura, Edward seatrevióacalibrarelgradodedesesperacióndelpolicíaobservándoleporencimadesusgafassinmontura.Nolollevabadeltodomal.

—No parece que se esté tomando en serio lo de recuperar su diario—sentencióJohn.

—Sicreequeesemanuscritonoesimportanteparamí,seequivoca.Lockwood le devolvió la mirada con serenidad y decidió resumirle sus

pesquisas antes de que la dichosa puerta del camerino de los hermanosMarxvolvieseaabrirseyaparecieraotro locode los librospidiendounejemplardeLoremipsum.

—HoyhedescartadoalosRosembergyayertuveaccesoalasimágenesdela cámara de seguridadquehay al final de esta calle.Localicé la entraday lasalidadeltipodelosDVD,fuerápidoynollevabaningúndiariocuandosefue,almenosenloquesepercibíaasimplevista.NocreoqueestuvieseelsuficientetiempoenlatiendacomoparaabrirlavitrinaycogereldiariosinqueAgnesleviese.

—Nos hemos quedado sin sospechosos, entonces —se resignó el señorLivingstone.

—¿YAgnesMartí?

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—¿Quépasaconella?—Estuvimoscharlando.Laacompañéatomarelté.—Esperoqueestuviesealaaltura.—EnelJubilee.—Mereferíaausted,JohnLockwood,noalté.El policía le miró intrigado. Dudó apenas unos instantes antes de

preguntarle:—¿Porquélecaigomal,señorLivingstone?—Todo locontrario.Ustedmegusta.Mucho.Poresosoymás... exigente

—parecióorgullosodehaberdadoconlapalabraprecisa—quesimeresultaseaborrecible.

Johnesperóaquesiguieseexplicándolesurocambolescateoríaempática.—Simecayesemal,comousteddice,osisospechasedelabondaddesus

intenciones, estaría mucho más relajado en su presencia. Nada negativo otraicionero puede cogernos de sorpresa de una persona a la que ya hemoscatalogadocomoelvillanodelahistoria.

»En cambio, opino que es el héroe de esta novela y, como tal, esperograndescosasdeusted.Peroalaveztemoquemedecepcione,deahíque,comobuensabueso,detecteciertadesconfianzapormiparte.

—¿Peroenquétemequeledecepcione?—Sabeperfectamentedequéestoyhablando,John.Hastaunpobrelibrero

miopeyconelcerebroenNarniasehadadocuentadecómomiraaminuevaayudante.

Si la afirmación del señor Livingstone sorprendió a Lockwood, supodisimularlobien.Mantuvo lamiradaen losojosazulesde su interlocutory sepermitiómediasonrisa.

—¿Ycómolamiro?—ComoJohnKeatsaFannyBrawne.Meolvidodetodosalvodevolvera

verte[12].—Sipiensaquesoyunhombrebueno,nodeberíatemerporsuayudante.—Peronoexistesemejantecosa,inspectorLockwood—sonrióEdward—.

Nohayhombresbuenos.Solointencionesperfectas.JohnsaliódelalibreríadelseñorLivingstonecomodeunsueñoprofundo:

confusoydesorientado.Caminóporlascallejuelaslimpiasdeldistritoyatravesólos Inner Temple Gardens en dirección al Embankment. Decidió ir andandohasta el corazón de la City, donde había quedado con Sarah para comer, ydespejarseunpoco.Nohabíasacadonadaenclarodesuvisitaa la librería,nihabía progresado en la investigación sobre el diario. Caminó junto al río, en

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direcciónalaLondonTower,ycruzóelTámesisporBlackfriarsBridge.Cuando llegóa lasoficinasdelgrupodecomunicaciónOgilvy&Mather,

contempló el Coca Cola London Eye con cierto pesar; esa rueda gigante leparecíauninoportunosímbolodesufracasoenelcasodeldiariodesaparecido.SarahsaliódeledificiodeOgilvypuntual,lediounbesorápidoytiródeélhaciasurestaurantepreferido,lacafeteríadelImperialWarMuseum.

—Noentiendoporquétegustacomeraquí—sequejóJohncontemplandoelfeoedificiodeSouthwarkqueconanterioridadhabíasidolasededelBethlemHospital.Pormásque intentaseacostumbrarsealcontrasteentresufachadadefrontispicio y columnas romanas, su elevada cúpula malaquita y el cuerpocuadradodeladrillosdeunmarróntrágico,noloconseguía.

—Esporlaensaladadecangrejo.Hablaronde trivialidadeshastaque sehallaron incómodamente instalados

ensendassillasdeplásticoblanco,frenteasusensaladasdecangrejo,conunadiminuta mesa de plexiglás entre ellos. John pensó, antes de dar el primerbocado,quelospretendidostrozosdecangrejodesuensaladasabríanigualquelossucedáneosdemueblesdelacafeteríasiestosfuesenpartedelmenú.

—Ya es oficial—interrumpió Sarah sus elucubraciones gastronómicas—,mevoyaHongKongamediadosdeenero.

—Nosésidartelaenhorabuena.—Claroquesí,esunascenso.Estoyentusiasmada.Hacíamásde tresmesesqueSarahyélhabíandejadodesalir juntos.En

partehabíatenidolaculpaesetrasladoaHongKong,porloqueelentusiasmodesuexnovialeresultabaunpocoofensivotodavíapormuchoquesealegrasepor su ascenso.Sabía que estaba siendo injusto al echarle parte de la culpa aléxito laboral de Sarah, su relación llevaba más de un año en tiempo muertocuandoella—siemprefuemásvalientequeLockwoodenreconocereldesastreemocional que les rondaba— se había decidido a darle nombre a lo que lesestabapasando.

—John,noqueremosestarjuntos—lehabíadichounaluminosamañanadedomingoenlaquehabíanquedadoparadesayunaryleerlaprensadominicalenuna de las terrazas de Covent Garden— y ninguno de los dos quiere ser elprimeroendecirlo.

—Entoncesdisimulemos—lehabíasonreídoél.—Noquierescasarteconmigo,nisiquieraestásyaenamoradodemí.—¿Porquédiceseso?—Porqueyosientoexactamentelomismo.Cuandosedespidieronaqueldía,conunlargoabrazoqueteníamuchode

definitivo,ellalehabíaarrancadolapromesadecontinuarconsurelaciónunos

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mesesmás,darseunasegundaoportunidad;Sarahadorabalaideadeelloscomopareja, la perfección de hacer realidad esa idea, pero a la práctica sabía queambos acabarían siguiendo caminos separados.Puedeque armonizasen juntos,quefuesenbuenosamigos,queseentendiesenbienytuviesenmuchoencomún,perolesfaltabalaclavedebóvedaquemanteníaenpielabellezadecualquierarquitecturaamorosa:noestabanenamorados,nuncalohabíanestado.Nienelmejor de sus días, pormucho que disimularan, no habían pasadomás allá desentir cariño por el otro. Salir juntos, barajar la idea de casarse, acompañarsemutuamenteenlamesadesusrespectivasfamiliashabíasidoreconfortanteperoenelfondosabíanqueningunodelosdosselohabíatomadonuncademasiadoenserio.Poreso,cuandounassemanasdespuésdeaquellamañanadedomingoenCoventGarden,lesurgiólaoportunidaddeocuparunpuestoenladireccióndelaoficinaenHongKongdeOgilvy&Mather,SarahsupoquehabíallegadoelmomentodedespedirsedefinitivamentedelproyectoidealizadodesurelaciónconJohn.

Frentealaensaladadecangrejo,elpolicíanoteníademasiadoapetito.Sumentehabíasaltadodelrescoldodesufugaznoviazgoalailusióndecomenzardenuevo,quizásconmejorsuerte.Comonosolíapracticarlareflexiónyladudaenmateriasentimental,estabadispuestoa lanzarsea laexpedición recónditaytentadoraquelesuponíaconoceralhadadescalzadelseñorLivingstone.

—Heconocidoaalguien—seleescapó.NoteníaplaneadoconfesarlenadaaSarah,perolaspalabrashabíansalidodesubocasindetenerseensu,hastalafecha,biencontroladofiltrocerebral.

—Nocreasquenomeponecelosaescucharalgoasí—bromeóella.—Noestoysaliendoconnadie,siesesoaloqueterefieres.—Notienesquedarmeexplicaciones,John.Meparecebienymealegrode

quesigasadelantecontuvida,pero...Johnesperóaqueellacontinuase.—¿TeimportaríaesperarhastadespuésdelasvacacionesdeNavidadpara

darlanoticiaanuestrasrespectivasfamilias?—¿Noquieresquesepanquehacemesesqueyanoestamosjuntos?—Másbienquenovamosacasarnos.Mimadresevaaponercomoloca,

ellasíqueestáenamoradadeti.—Muygraciosa.—NohedichonadaencasadelodeHongKong,nitampocodelonuestro.

Me apetece tener unas Navidades tranquilas, quizás las próximas no puedacelebrarlasencasa.

John reflexionó un momento sobre la petición de Sarah. No le parecíadescabellada.Suspadresintuían—seguramenteporqueSarahllevabamesessin

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aparecerporsucasaosermencionadaenlasparcasconversacionesconsuhijo—quesurelaciónpasabapormomentosmuybajos.PeroeldoctorLockwoodpreferiría cortarse una mano a preguntarle a su primogénito por sus asuntosamorosos; y Anne era demasiado aprensiva como para imaginarse a su únicohijoconelcorazónroto,asíquetambiénevitabaeltema.

—Venacenarel24—asintióelpolicía—.Soloestaremosnosotroscuatro,evitarás que mi padre y yo hablemos sobre algo que no sea la comida o laprevisióndelluviasparalasemana.

—Gracias.AtitetocaporAñoNuevo.Yprometoqueeldía2deenero,amástardar,tendréunareunióndeemergenciaconmifamiliaylespondréaldíademihuidadelpaísydelatristezadehacerlosinti.

—Penséquehabíasdichoqueestabasentusiasmada.—Queríadarlealgoderomanticismo.—Eso es imposible mientras se sostienen tenedores de plástico en la

cafeteríadeunantiguohospitalmilitar.Sarahsonriósatisfecha,comosiemprequelograbasalirseconlasuya,yle

señalóconelmencionadotenedordeplástico.—Explícamequiénesesachicaenlaqueestáspensando.—Nome apetece hablar de esto conmi exnovia—le devolvió la sonrisa

justoantesdeembarcarseenunpequeñodiscurso improvisadosobreparaguasazulesbajolanievedeHydeParkyloscuriososhabitantesdeciertalibreríaenelTemple.

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CAPÍTULOXIEraunanoche sin luna.El cielo londinense, excepcionalmente sin nubes,

lucíasuntuosoyestrellado.AlseñorLivingstonelehubiesegustadorecrearseenelrecuerdodeotrasveladassimilares,cuandoSiobanyélcelebrabanunpicnicdemedianochebajolagranclaraboyapiramidaldeMoonlightBooks.BrindabanconMoët&Chandon, se leían el uno al otropasajes de sus libros preferidos,filosofabansobrelavidaestelardeluniverso,yselamentabandelcansancioqueles impedía volver a aquella vida noctívaga de los veinte años.A veces, si laalineacióndelosastroserapeculiar,ylaeditoraparecíaembelesadaconalgúnpasajeespecialmenteterribledeMacbeth,elseñorLivingstonevolvíaapedirlematrimonio.

—Sehaderramadoelvinodelavidaysoloquedanpososparagloriarseenlabodega[13].Bajaconmigoalasbodegas,cariño,einvitemosaunarondaennuestra boda. Pues no hay mejor brindis en cualquier vida que aquel quecelebraseladichadeconvertirmeentuesposo.

—Norecuerdoesepasaje.—Cásateconmigo,bellaeditora.EntoncesSioban inventaba excusas sobre la libertad, la independencia, el

amorincondicionalyeltemoraconvertirseenunaLadyMacbethdepacotilla;pero, sobre todo, le explicaba a Edward lo desgraciadas que parecían sushermanasyamigascasadas.

—Sus cerebros se han trasmutado en los de sus abuelas, se lamentanconstantemente sobre calzoncillos tirados por el cuarto de bañoy hanperdidocasitodosusentidodelhumor.Lasrecordabamuchomásdivertidascuandoeransolteras,ahoracuestaunmundohacerlessonreírsiestánsobrias.

—¿Y si les aconsejas acónito para envenenar el té de sus respectivosmaridos?

—¿Porqué?—Porque,anoserquetengaslamalasuertedetoparconunforensemuy

espabilado,esunvenenodifícilderastrear.—No,tepreguntoqueporquévoyaaconsejarlessemejantecosa.—Paradevolverlesunpoquitodehumor...negro.Comoenesanovelatan

deliciosadeJeanTeulé,Latiendadelossuicidas.—Nomeescuchas,Edward.Tehedichoquehanperdidocualquiersentido

delhumor.Blanco,negrooverde.—A nosotros no nos ocurriría eso, amor mío. Seguiríamos siendo

literariamente felices, subiendo aquí las noches sin luna, tomando el té sin

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acónito (a menos que sufriésemos una epidemia de hombres lobo), yconcediéndolesalosfrancesesunasolaexcepciónasudesdeñosacultura.

—¿Losmiserables?—Elchampán.Pero esa noche, la ley se interponía entre sus recuerdos bajo la cúpula

estrellada y su nostalgia desencadenada de librero exiliado del siglo XIX: laseñoraTwist le estaba dando lamurga.Edward sabía que en el segundopiso,Oliver seguía—pegado a su telescopio— la conversación de su madre en laplantabaja.

—Usted no va a quedarse —afirmaba más que preguntaba la temibleabogadarubia.

—Ya casi ni estoy aquí —murmuró paciente Edward, súbitamenteinteresado en las dos adolescentes con pinta de estudiantes de vacaciones quecuchicheabanjuntoaloslibrosdeVirginiaWoolf.

—PeroOlivermehadichoquenoestarásolo.—AhíarribasuelenacompañarleRadcliffe,Wren,RosseyHerschel[14].—Nosabíaqueteníatantosamigos.Ellibreromiróceñudoasuinterlocutoraperoprefiriónosacarladelerror.

La señora Twist no solo había contribuido a privar a su hijo de disfrutar deDickensenelfuturo—unatentadoliterarioypatriótico—,sinoqueademássehabía desentendido de su inexistente vida social infantil. Estuvo tentado depreguntarleacuántasfiestasdecumpleañoslehabíaninvitadoduranteesecursoescolarpero,comolacrueldadnoeraunadelasdolenciasdelseñorLivingstone,prefirióguardarsilencioalrespecto.

—Noiráadejaraunmontóndecríossolos,durantetodalanoche,enunalibrería.

—¿Preferiríadejarlosenunhospicio?—Nosepongasarcásticoconmigo.Edward respiró hondo y buscó en su interior más escondido las últimas

onzasdepacienciaquelequedaban.—ComoOliverlehabráexplicado—ledijo—,sequedaránconél,durante

toda la noche, dos dignas representantes de la raza adulta. Pero si deseaacompañarles...

—Noseránecesario—seapresuróa interrumpir la señoraTwist—.Clarapasaráaporélmañana,antesdelasdiez.

Sehabíaconvertidoenunacostumbreelquesemarchasesindespedirse.—Nos llevaremos este —anunciaron las jóvenes lectoras tras depositar

sobreelmostradorUnahabitaciónconvistas,deE.M.Forster.ElseñorLivingstonelasmirómuyserioporencimadesusgafas.

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—¿Ha perdido la otra habitación?—dijo señalando hacia el estante queconteníalasobrasdeVirginiaWoolf—¿UnahabitaciónconvistasenlugardeUnahabitaciónpropia?

Laschicassemiraronentreellasylaquenoenrojecióhastalasraícesdesupelo claro miró al señor Livingstone señalando acusadora a su tímidacompañera.

—Quiereserescritorayestoyintentandoquitarleesaideadelacabeza.Enla sinopsis del libro de Forster dice que la protagonista encuentra el valornecesarioparacambiarsuvida.

—Paraserescritora tambiénhace falta sermuyvaliente—sedefendiósuamigaconunavocecitaapenasaudible.

ElseñorLivingstoneechóunvistazohaciael rincónde la lamparillaazulpara cerciorarse de que su escritor residente ya había dado por concluida lajornada.

—Hacefaltavalor...yunahabitaciónpropia—apuntó—.Aunquealgunaslibrerías ganan en misterio si añaden unas cuantas mesas de anti-novedades,sillonesacogedores,señalwifiysupropioescritorerrante.

—Losescritoressonpobres.Yovoyaserdentista.—Extraña elección —observó Edward muy serio—. Aunque es una

profesiónquedejaalagenteconlabocaabierta.—Tambiénungranlibro—sedefendiólaamigatímida.—Como Los miserables —apuntó el señor Livingstone con la nostalgia

todavíarondándoleporlacabeza.—¡Ja!Losmiserables.Seguroquevadeescritores.—Nohagacasoamiamiga—dijolachicatímida.—Comonohaganlapelícula,seguroquenoganasnidoscientaslibras—se

defendiólaaludida.QuizásporqueelseñorLivingstonehubiesedetestadolavisitadelfantasma

de las Navidades pasadas, o quizás porque las noches sin luna le volvíangenerosoporlosbuenosrecuerdos,fueenbuscadellibrodeVirginiaWoolfylopusosobreelmostrador.

—OfertadeSantaClaus—lesdijo—,doslibrosalpreciodeuno.—Oh,muchísimasgracias—sonrieronlaschicasalunísono.—Con una condición —advirtió él—, intercambiaos las lecturas y leed

amboslibros.—Tratohecho.—Elhallazgoafortunadodeunbuenlibropuedecambiareldestinodeun

alma[15]—citó el librero casi para el cuello de su camisa—.Y, por todos losdioses—añadióenvozaltaaldespedirsedesusjóvenesclientas—,¡quenose

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enteren vuestros padres de que queréis ser escritoras! Menuda deshonra paravuestrasfamilias.

EntróunmomentoenlatrastiendaycuandovolvióalalibreríaseencontróconOliverenmitaddelasescaleras.Cogidoporsorpresa,elniñoseapresuróaesconder a su espalda lo que fuese que llevara en las pequeñas manos. Susintentos de poner cara inocente casi hicieron atragantar de la risa al señorLivingstone.

—¿Oliver?—interrogóellibrero.—EstababuscandoaAgnesparaenseñarleunacosa.—Hasalidoacenarperovolverápronto.¿Quéqueríasenseñarle?—Nada—aseguró el niño subiendo el último tramo de escaleras a toda

prisa.AlseñorLivingstoneleparecióquetodavíaeracapazdeentenderalgunas

cosassobrelavanidaddelmundoylanaturalezahumana.CuandoAgnesllegóalDarkness&Shadow,Jasmineyaestabarepasandoel

menú en lamesa acostumbrada, junto a la chimenea. El señor Livingstone lehabíasugeridosalirantesdelahoradecierreparaquetuviesetiempoderecogersuscosasycenaralgo.

—Volveréparadormir—lehabíaconfirmadoella.—Nosabíaquefuesetanoptimista.—Pensabaquesetratabadeeso,dedormirbajolasestrellas.—SiconsiguequeOliverdejedehablarsobreellas.—Solotieneochoaños,enalgúnmomentosecansará.—Twist está enamorado del universo. Para los que aman el tiempo es

eternidad[16].Sedetuvounmomentojuntoalabarra,paradesembarazarsedelabrigo,el

gorro, losguantesy labufandadeGryffindorque lehabía regaladoOliver—porquesuimpaciencialeimpedíaesperarhastaeldíaveinticinco—ysequedóde piedra cuando volvió a mirar en dirección a su amiga: R. Cadwallader seerguíaen todasupelirrojamagnificencia juntoa lamesadeJasmine,parecíanestarcharlandomuyagusto.Sinosupieraqueerapocoprobable,hubiesejuradoversonreíralenormecocinerogalésenlapenumbradelasllamasdanzantesdelachimenea.

—¿Qué está pasando ahí? —le preguntó Agnes a Solomon Drake, queacabadeaparecertraslabarraconunabotelladeronenlamanoydosvasosenlaotra.

—Yonopienso irapreguntar—leaseguróelpropietariodelDarkness&Shadow.

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AgnessefijóeneltatuajequeasomabaporlaparteposteriordelcuellodeCadwalladerytuvounavisióndelcocineroenlabatalladeCatraeth,blandiendolaespadamásgrandedellocal,laqueestabacolgadaenlaparednorte,sobreelretratode las esposasy loshijospequeñosde losmineros tomandoel sol a lapuerta de sus casas. La risa cantarina de Jasmine la sacó de su ensoñaciónhistórica.

—Llevanasítodalasemana—leexplicóMichaeluniéndoseasupadretraslabarra.

—¿Jasminehavenidotodoslosdías?—Sí.Todosycadaunodelosdíasdelasemana.—Nosabíaqueesehombrepudiesesonreír.—Oentablarunaconversaciónqueincluyesealgomásquemonosílabos.Agnesesperóaqueelenormegalésvolvieseasusdominiosenlacocinay

seapresuróasentarseconJasmine.—Tehevisto—leadvirtió—.Parecíaismuyacaramelados.Noseleescapóelbrilloenlosojosdesuamigacuandohundióunasonrisa

traicioneraensupintadecervezanegra.—¿TúyR.Cadwallader?—seescandalizóAgnes.Jasmine soltó una risita victoriana, que sonó como jijijijijiji, en fabuloso

contrasteconsupocodelicadaconstituciónysumenospudorosocarácter.—¡Perosinohaceniunasemanaqueosconocéis!—Comosielamortuviesealgoqueverconeltiempo.—¡Amor!Hasdichoamor.—Nosécómoseráentucasa,arqueóloga,peroenlatierradeShakespeare

estar enamorado es algo que solo admite términos absolutos: lo estás o no loestás. No puedes estar un poco embarazada como no puedes estar un pocoenamorada.

Agneslacontemplócongenuinaadmiración.—¿YdequéeslaR?—Nomeheatrevidoapreguntarle.Jasmine había tenido unos cuantos novios y dos relaciones largas, pero

ninguno de ellos había dejado rastro alguno de su paso por el piso deKensington, como si no hubiesen sido capaces de traspasar ese umbral deintimidadconsupropietaria.CuandoAgneslehabíapreguntadoalrespecto,lacamarerasehabíalimitadoaencogersedehombrosconfilosofía.

—Laconvivenciadebe llegar connaturalidad—lehabía explicado—, sinesfuerzos por ninguna de las partes. Quizás por eso estoy pensando encomprarmeungato.

Michaelseacercóalamesa,lestomónotadelacenaysemarchóraudoy

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velozdevueltaasubarra.—¿QuévasahacereldíadeNavidad?—preguntóJasmine.—Leer.—Muy buen plan. Mi abuela quiere que vengas a leer a Surrey unos

cuantosdías.—¿Ytú?—Amímepareceunplandeleznable,ya tepuedes imaginar—sonrió—.

Mi abuela y la tía Prudence viven juntas en una casita en plena campiña,entregadasasustrespasiones:elbridge,labúsquedadeperegrinasexcusasparadespedir al jardinero que cuida de su pequeño cottage y los sombrerosestrambóticos.Hastalafechahancoleccionadounosveintidós.

—¿Sombreros?—Jardineros.—Nosé—dudóAgnes—,noquieroserunaintrusa.—Eso solo ocurre con la familia de sangre, nunca con la adoptiva. No

quieroqueestéssola,meapetecemuchoquevengasymiabuelaestádeseandoconocerte.Además,asímepondráslascosasmásfácilesconCadwallader.

—¿TambiéniráaSurrey?Su amiga asintió con la cabeza. Le explicó que el cocinero pasaría año

nuevoconsu familia, enGales,peroquenohabíahechoplanesparaNavidadporque trabajaría casi todos los días de esa semana. Habían estado hablandosobrelastradicionesdeesasfechasylanostalgiadeestarlejosdelagentequeteimporta durante las fiestas. Jasmine no había podido resistir la tentación deinvitarle a la comida de Navidad de su abuela y su tía, y Cadwallader habíaaceptado.

—Habíapensadoquepodríaisvenirjuntoseneltrendelasdoceytreinta.—Por suerte iré cargada de libros, así no se verá obligado a conversar

conmigo—bromeóAgnes.—Noexageres.Esunpoco tímidopero cuando está a gusto es unplacer

charlarconél.Yademás tieneunavozmuybonita—hizounapequeñapausa,miróasuinterlocutoraconcariñoyalzósucervezaparaproponerunbrindis—.Porloscomienzos.

—Porlosveintidósjardineros—respondióAgnes.Las chicas llegaron a Moonlight Books un poco después de la hora del

cierrecargadasconsussacosdedormir,almohadas,pijamasyunpequeñokitdesupervivencia consistente en galletas, bizcocho de mantequilla y un enormetermodechocolatecaliente.ElseñorLivingstone,quelasesperabaconlasllavesenlamano,estuvoapuntodecederalatentacióndequedarseaacompañarlas

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cuandoleinformaronsobreelfestín.AunquenolohubieseconfesadonibajolaamenazadesertorturadoconlalecturaenvozaltadetodaslasobrasdeHenryJames,lealegrabaelcorazónversulibreríallenadesacosdedormiryalegresexploradores.Suayudante lepresentóaJasmine,quienseganóelcorazóndelseñorLivingstoneencuantoexpresóadmiraciónporsurelojdebolsillo.

Edward aleccionó a Agnes sobre el correcto funcionamiento de lascerraduras,laalarmayelmecanismodelapersiana—trescosasquedebíanseraseguradas en cuanto el traspasase la puerta— y les deseó a todos buenas yestrelladasnoches.

—Ah,ymantengaaOliveralejadodelasobrasdeAristóteles—advirtióenelúltimomomento.

—¿Creequeesdemasiadopequeñoparaentenderlas?—Creoqueelestantenecesitaunrepasito.Podríancaerseynoquieroque

lohagansobresurubiacabeza.Agnes puso los ojos en blanco y acompañó al señorLivingstone hasta la

puerta.—Sinecesitaalgo...—insistióellibrero.—Nosepreocupe,tengosuteléfono.—IbaasugerirlequellamaseaScotlandYard.—Ja-ja.Muygracioso,señorLivingstone.—Mehandichoqueenvíanaunosagentesmuyatentos.Incluyenservicio

detéenelJubilee.—PenséquenolegustabanlosagentesdeScotlandYard.—Gananbastantesinelchalecoantibalas.Edwardleguiñóunojoasuayudante,saludóaJasmineagitandounamano

sobresucabezayalfinsaliódelalibrería.—Buenasnoches,buenasnoches.Ladespedidaesundolor tandulceque

estaríadiciendobuenasnocheshastaelamanecer[17]—leoyeronrecitardesdelacalle.

—¿DequéibaesodelserviciodetéylosagentesdeScotlandYard?—seinteresóJasmine.

—JohnLockwoodmeinvitóalJubileeelotrodía.—¿Ynomehabíasdichonada?—TútampocomehascontadolodeCadwallader.—Síquelohehecho.—Hace media hora y porque os he pillado haciendo manitas junto a la

chimenea.LacabezadeOliverasomóenloaltodelasescalerasconciertatimidez.—Ven,voyapresentarteanuestroastrónomo—decidióAgnes—y luego

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bajamosaponernoselpijama.—YmecuentaslodeLockwood.—Ytelocuento—concedióconunasonrisa.Agneshabía preferidono compartir connadie lamañana en la quehabía

paseadodelbrazodeJohnbajolanieveparaacabartomandoeltéenPicadilly.SehabíasentidotanagustoalamparodeaquelparaguasazulmientrasLondressecubríadeblanco,quetodavíalecostabahacersealaideadequenohabíasidounsueño.Johnyellahabíandetenidoelmundo.Habíancreadounparéntesisdeexcepcióny silencio,y sehabíanacomodadoallí duranteun instanteperfecto.No había palabras lo suficientemente precisas para explicarle a Jasmine, o aningunaotrapersona,todoloquehabíasentidoentonces;lomuchoqueleshabíacostado separarse, a la puerta de Fortnum &Mason; la indecisión de ella alofrecerle la mano, el olor de su loción para después del afeitado alcorresponderleélconunbesoenlamejilla;elvientoalborotandosuscabellos,elparaguasabiertoyolvidadoauncostado,eltiempocongelándoseeneseprecisomomento; tan juntos, tansolos, tan lejosdelestruendodel tráficoenloquecido,bajolosblanquísimoscoposdanzantes.

Aunque utilizó frases sencillas, cuidadosamente escogidas para disimularcualquiersentimentalismo,Jasminesupoleerentrelíneasquesuamigaintentabaexplicarleunprincipio.Elprincipiofrágilymaravillosodetodaslashistoriasdeamordeluniverso.

—¿Vaisavolveraveros?—Quizás.—Claroquevaisavolveraveros.—¿Eresadivina?—Soymuchascosas, al igualque tú, al igualque John, al igualque túy

Johnsoismuchasmáscosascuandoestáisjuntosqueporseparado.Pensabaqueya habíamos tenido esta conversación—sonrió Jasmine—. Puede que no seamuy sabia, pero todavía sé reconocer cuando alguien está colado por unaaprendizdelibrera.

Elegantes en sus respectivos pijamas rosas y blancos, acudieron alencuentrodesupequeñocaballero.Jasmineresbalabaensusgruesoscalcetines,pocoacostumbradaalamaderaamabledelalibrería.Agnessesentíaencasa.Elgenio del telescopio les esperaba impaciente, calzado con unas seriosísimaspantuflasgrisesynegras,ajuegoconsupijamadeBatman.Prepararonlossacosde dormir y las almohadas bajo la claraboya de Moolinght Books, apagarontodaslaslucesdelalibreríaehicieronturnosparamirarporeltelescopio.

Oliver les señalaba alguna estrella, una constelación, les contaba sobre ladensidaddeSaturnoolaslunasdeJúpiter.Lesexplicóqueendiciembre,Orión

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y Taurus eran más fáciles de localizar. A Jasmine le gustaban las estrellasfugaces y preguntaba sobre los agujeros negros o los meteoritos. Twistcontestabaconentusiasmo,complacidoporlaatentacompañía,consultabaensutableta y se deleitaba con los datos curiosos que recordaba Agnes sobre losdiosesgriegosysusrelacionescelestes.

Habíaalgomágicoencompartirungranpedazodebizcochodemantequillayunatazadechocolatebajolaclarividenteclaraboya;ensentarseenelsuelodemadera, noctámbulos sobre los sacos de dormir, y escuchar el silencio de loscentenares de libros alrededor; en imaginar que la eternidad era justo eso, lacompañíacalladadelaliteraturaenunalibreríacerrada,laexpectacióninfinitadeesosvolúmenessilentesbajolanocheestrellada.Risasporlanarizmanchadadechocolate,añoranzainfantil,ylasensacióndeestarrozandoconlapuntadelos dedos la felicidad más absoluta. Un momento tan perfecto como laconstelación de Cassiopea a través del telescopio de Oliver Twist. Nochemágica.

Cansados,arropadosporlacamaraderíaylacertezadequenoeranmásquediminutos puntos vestidos con pijamas rosas, blancos y de Batman en lainmensidaddelespaciosideral,semetieronensusrespectivossacosdedormiry,conlamiradaperdidaenelcielonocturno,estavezsinningúntelescopiodepormedio,sintieronlaagradablecariciadelsueño.

—Agnes—sonólavocecitadeOliverTwistenlaquietuddelaoscuridad—,¿teacuerdasdelbesoescondidodelaseñoraDarling?

—Claro.PeterPan—leaclaróaJasmine.—AmíVenussiempremehaparecidoasí,comoelhoyueloqueWendyve

comounapromesa.Porqueparecequeestécercaperonuncasepuedealcanzar.—Elbesoescondido—sonrióAgnes.—Quizásalgúndíapodamosvisitarlo—dijoJasmine.—Preferiríaqueno—lesaclaróTwist—.Perdería todoelmisterio.Como

cuandoeltatara-tatara-tatarabuelodelseñorLivingstonecartografióelKalahari,recorrióelZambezeyllamóasuscataratascomolareinaVictoria.Despuésyanoquedónadaqueexploraroinvestigar.

Agnesestuvodeacuerdoconelrazonamientodelfuturoastronauta:—Soloelenormeeignotoespacio.—Siemprehepensadoqueyanoquedanvidascomoladelosexploradores

delsigloXIX—reflexionóJasmine.Laarqueólogaasintió.Alcabodeunminutopreguntóenvozbaja:—Oliver, ¿sabíasque laúnicaguíade laquedisponíaDavidLivingstone

paranoperderse en el desiertodelKalahari era laobservacióndel cielo?—elniño respondió negativamente—. Lord Rosse, uno de los más destacados

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astrónomos del sigloXIX le enseñó a utilizar el telescopio y a cartografiar latierrasegúnlalecturadelasestrellas¿SabesquiéneraWilliamHerschel?

—¿ElastrónomoquedescubrióUrano?—Exacto.Nosoloeraastrónomo,tambiéneramúsicoeinventor.Ideóuno

de los primeros telescopios. El conde deRosse construyó los suyos siguiendopartede las instruccionesdeHerschel, aunquecasi todos susplanos sehabíanperdido.Esefueeltelescopioqueleenseñóausaraltatara-tatara-tataranietodelseñorLivingstone.

—Quizás por eso tiene una librería con observatorio incluido, por lagenética—aventuró—.Mehagustadomuchonuestranochesinluna—bostezóelniño—.Tenemosquerepetirlapronto.

—Duérmete,Oliver—susurróella.Se quedaron un rato más así, en silencio, acunadas por la respiración

profundayregulardelpequeñoastrónomo,observandolasconstelaciones.—Ahora comprendomuchas cosas. Esta librería es asombrosa—susurró

Jasmine.—ComoOliveryelseñorLivingstone.ComoSiobanyCaldecott.—Entenderíaquetequedasesaquíparasiempre.—Siempreesmuchotiempo.—¿Quétienequevereltiempoconelamor?—lerecordósuamiga—.Es

imposiblenoenamorarsedeesto.Nosécómovasadespedirteeldíaenelqueencuentrestudestinodearqueóloga.

Agnesguardósilencio.Noleapetecíapensarendespedidasaquellanoche.VieroncruzarelcielolamismaestrellafugazyJasmineformulóenvozaltaeldeseodeconocerelverdaderonombredeCadwallader.Serieronbajitoparanodespertar a Oliver y las amigas hablaron sobre el amor y el inicio de sushistorias.

—Tengoalgunosamigosqueestánenamoradosde la ideadeenamorarse,pero que son incapaces de irmás allá de la teoría—reflexionó Jasmine en laoscuridad—.Otros, que no saben estar solos y se autoconvencen de que cadanuevaparejaeslaperfectaydefinitiva.Peroyocreoqueloúnicoperfectoeselprincipiodeunahistoriadeamor,elmomentoenquelosdososmiráisalosojosy comprendéis que la búsqueda ha llegado a su fin porque ya os habéisencontrado.Elfinaldelaespera,cuandotodoseresuelve.

—ComodiríaelseñorLivingstone,Elviajeterminaconelencuentrodelosenamorados[18].

Jasmineguardósilencio,casivencidaporelcansanciodeldíaylosbuenospresagiosde lanoche.AAgnes leparecióquehablabaentre sueñoscuando leoyópreguntar:

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—¿Dequétienesmiedo,Agnes?Todoslosprincipiossonhermosos.Ella no contestó en seguida, temerosa de ponerle nombre a su inquietud,

felizmenteacurrucadaen lacalidezdesusacodormir,entreOlivery Jasmine.Sintiólaviejamaderadelalibreríacrujiryacomodarseparapasarlanoche,lasestanterías rebosantes de libros poniendo el telón de fondo a su fantásticaaventuradeexploradoresespaciales.Trasunaúltimamiradaalhermosocielosinluna,cerrólosojosysuspiró.

—Dequetodoseamentira—susurrócondesconsuelo.

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CAPÍTULOXIIEralanocheantesdeNavidady,peseaqueMoonlightBookslucíaelcartel

de "Cerrado" en su hermosa puerta de madera azul, dentro reinaba un alegreambiente de expectación. Todos se habían vestido con susmejores galas paraasistiralaentregadepremioslibrescosdelaño,enLeadenhallMarket.Siobanservía burbujeantes copas de champán mientras esperaban el coche que lesllevaría hasta allí. La editora iba ataviada con un elegante vestido de seda encolorburdeosquehacíajuegoconelpañuelodelseñorLivingstone.AgneshabíaelegidounlarguísimovestidonegrodeescotecruzadoyllevabaelpelorecogidoenunvoluminosomoñoquehabíasidolaadmiracióndeCharlieCaldecott.

—MerecuerdaustedaAudreyHepbrun,enCharada—habíaexclamadoelsastreconsusojillosbrillantes.

Edward, que parecía algo incómodo en su mejor traje gris —americana, pantalón y chaleco—, y consultaba amenudo su reloj de bolsillo,mostrósudesacuerdo.

—Agnesnotieneelpelotanoscuro.Mr.Magoonosedioporaludido.—Que poco cinéfilo eres. Es el espíritu, Edward, el espíritu. No le haga

caso,señorita,estácelosoporqueélnosepareceaCaryGrant.LograciosodelasuntoeraqueelseñorLivingstonesíqueteníaunairealo

CaryGrantenelqueAgnesnohabíareparadohastaquelamiopíadeCaldecottselohabíahechonotar.

—Dejadle,estánerviosoporlanominaciónalpremioScrooge—intervinoSiobanconlarisabailándoleenlacomisuradeloslabios.

—Paparruchas—pronuncióestupendoelseñorLivingstone—,selodaránaSebastien,comocadaaño.

—¿Quiénesese?—seinteresóAgnes.—Unlibreroignorantequesehacepasarpormalhumoradocadavezqueun

clientelehaceunapreguntaquenosaberesponder.—¡Edward!—leregañóSioban.—Es cierto. Disimula su ignorancia con malas caras y no tiene ningún

estilo.—Nosabíaqueexistíandistintosestilosparaestarenfurruñado—confesó

CaldecottaAgnesenvozbaja.Si eso era cierto, el señor Livingstone hacía gala de uno peculiar y

extraordinariomientras sostenía en unamano su pipa apagada y en la otra surelojdebolsillo.Conel chaleco, el relojy susgafas sinmontura, se sintióun

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poquitocomoelConejoBlancodeAliciaenelpaísdelasmaravillas.—En su caso, ganar el Scrooge solo es evidencia de su vasto

desconocimiento literario. Tiene gracia que le premien en un certamen,precisamente,literario.

—Esunaveladasobreelmercadodellibro,nosobreliteratura—lecorrigiólaeditora.

—SebastiennodistinguiríaentreambosniquelediesenenlacaraconunadelasestanteríasdelaBodleian.

—¿Dónde es la entrega de premios?—preguntó Agnes rechazando otracopa de burbujas para no acabar pareciendo una Audrey Hepbrun demasiadoachispada.

—EnelLeadenhallMarket.—¡Quéenfermedad,laépocavictoriana!—Edward cree que fue un período particularmente desafortunado para la

arquitectura.—Excepto Saint Pancras —corearon a la vez el señor Livingstone y la

arqueóloga.Semiraroncon respetuosoafecto.Ambos recordaban laprimeravisitade

Agnes a la librería: venía de tomar el té en Saint Pancras y había sido suadmiración por el empeño de John Betjeman la que había desencadenado elmisterioso mecanismo que llevó a Edward a ofrecerle trabajo en MoonlightBooks.Aunqueapenashabíatranscurridounpardemesesdesdeentonces,alosdos les parecía conocerse desde hacía mucho más. Edward se habíaacostumbradoapasaralgunastardeshaciendorecadosoderutalibrera,dejandola tienda a cargo de su ayudante; compartía el té de las cinco con ella y conOliver, comentaban algunas lecturas y se marchaba rumbo a alguna de suslibrerías preferidas, como Hatchards, en St. James, o The London ReviewLibrary,enBuryPlace.

—TienequevenirundíaconmigoaHeywoodHill—leprometíaaAgnessiemprequeseacordaba, justoantesdesalirde la tiendahaciasus libreríasdecabecera—. Nancy Mitford trabajó allí de dependienta durante la SegundaGuerraMundial,portreslibrasalasemana.

—¿YaNothingHill?—letanteabaella.ElseñorLivingstonegruñíaindignado:—Eraunabuenalibreríahastaquefilmaronaquellapelículayse llenóde

turistas¿Sabíasque JaneAusten,LordByronyOscarWilde, entreotros, eranclientes asiduos de Hatchards? Una tarde cerraremos Moonlight Books y leilustrarésobrelarutalibreralondinenseconmásempaquedeAlbión.

—¿Va a cerrar la librería? —se alarmaba Oliver cuando les escuchaba

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conversarsobresusexpediciones.—Losientomucho,tendrásqueiradivertirtealplanetario.—Nomedejanentrarsolo.—Unatremenda,aunquenadasorprendente,faltadesentidocomúnporsu

parte.Peroesnecesarioqueestadamaconozcalaslibreríasadecuadasparaunaaprendizdelgremio.

—Yotambiéniré.Noquieroserlibreroperosíquesoylector.—Ah, sabio Twist—pronunciaba soñador el señor Livingstone como un

LawrenceOlivierinterpretandoaHamletsobreelescenario—,parasoñarnoesnecesariocerrarlosojos,nosbastaconleer[19].

Agnessehabíaacostumbradoasusinesperadascharlassobreliteraturadesiglos pasados, anécdotas de escritores y recomendaciones de títulos que a suvezllevabananuevaslecturasrecomendadas,comounaredinfinitaypreciosademaravillasparaellaaúninexploradas.AntesdeconoceralseñorLivingstonesus encuentros con la novela de ficciónhabían sido escasos.Leía, sobre todo,ensayocientíficoarqueológico,históricooantropológicoynoteníatiempoparalaimaginaciónnilapoesía.EnMoonlightBookshabíatenidolaoportunidaddesumergirseenlaprosadeWordsworth,Shelley,Milton,Keats...Siempreconlosbuenos consejos de Edward, sus pistas, su guía para encontrar la ruta y noperdersealaderivadelodesconocido.

PerosobretodosehabíaadaptadobienalarutinaagradabledecomerconJasmine—encasa,enSaintPancrasoenelDarkness&Shadow,dependiendode loshorariosde su amigayde las sobrasdeFortnum&Mason—,y cruzardespués por los jardines atemporales del Temple hasta la librería, con lagratificantepromesadelosquetienenunbuenlugarhaciaelqueencaminarsuspasos.LosclienteshabitualesdelseñorLivingstone,eltédelatardeconOliver,las lecturas en el rincón de los románticos, la callada presencia del escritorresidentebajolalamparillaazul,lasfrecuentesvisitasdeSioban...Todoformabaparteahoradesupequeñavidalondinense,diminutosgestosyrutinascotidianasque contribuían a una felicidad discreta, casi advenediza por inesperada.También John Lockwood había entrado en ese inicio de nueva vida en elmismísimomomentoenelquetraspasólapuertadeMoonlightBooks.

CharlieCaldecott,cansadodelasquejasdesuanfitriónporelvictorianismodelqueparecíanhabercaídopresostodosloslectoresdelaciudad—porculpade una complicada teoría de la conspiración que incluía la lectura de autoresfranceses—,sacóaAgnesdesuspensamientos:

—¿HubiesespreferidoelRoyalAlbertHall?—Voyaahorrarosmiopiniónalrespecto—gruñóellibrero.—¿HasestadoenelLeadenhall?—lepreguntóSiobanaAgnes.Lachica

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negóconlacabeza—.Teencantará.YaOlivertambién.AllíserodaronalgunasescenasdelCallejónDiagondeHarryPotter.Estaremosdevueltaalassiete.

Desde lacalle,unavoluminosafigura intentóabrir lapuertade la libreríasin éxito y se conformó con dar golpecitos en el cristal hasta que alguienacudieseensurescate.LosinconfundiblesrizosvioletasdelaseñoraDresdennodejabanlugaradudasdelaidentidaddelintempestivovisitante.

—Rápido,apaguemoslasluces—sugirióCaldecott.—No todos son tan cegatos como tú, mi buen amigo —dijo el señor

Livingstonemientrasacudíaaabrir—.SeñoraDresden,lalibreríaestácerrada,comobienmuestraelcartelitodelapuerta,ynosotrosestamosapuntodesalir.

—Esunaemergencia.—Lo mismo le dije a Patrick Rothfuss cuando terminé El temor de un

hombresabioy lesolicitéelsiguientevolumendelasagadeKvothe.Yaveelcasoquemehahecho.

—Esto es distinto. He terminado de leerUna temporada para silbar —suspirólabuenaseñora—.MesientohuérfanayesNavidad.

El señor Livingstone la contempló con inevitable cariño, reparó en suabrigodepielessintéticas,suspantuflasdefelpaylosespantososcalcetinesdepollitosvoladoresqueasomabanporencima,ysintiócómoelterribleespíritudelasNavidadesfuturasleseñalabaconeldedo.

—Estábien.Espereaquíunmomento.—¿Un poquito de champán, señora Dresden? —le ofreció Sioban para

amenizarlelaespera.—Sí,gracias.Yasabecómosondeangustiantesestasemergenciasde los

lectores.—Claro,tengounaeditorial.—Elotrodíaestuvecharlandoconuneditor.—¿Conocido?—Jamáshubiesehabladoconélsinonoshubiesenpresentadoantes—se

sorprendió la señora—.Meconfesóqueestabaapuntode sacara las libreríasuna novela tan aburrida que a todo el que la leyese le entrarían ganas desuicidarse.

—¿Yporquélaqueríapublicar?—Esecologista.No era quizás lamejor noche para improvisar una lectura de salvamento

paraunadesusclientasmáspeculiares—elseñorLivingstonejamásutilizabalapalabra entrañable—, pero la librería estaría unos días cerrada y a Edward ledisgustabasufaltadeprevisión.Deberíahaberdejadoalaseñorabienprovistadelecturaparalasfiestas,perohabíatenidolacabezaenlasnubesporculpade

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lanuevaediciónilustradadeLaleyendadeSleepyHollow.Estabariéndosedesupropiaocurrencia,porlodecabezaenlasnubesySleepyHollow,cuandoOliverTwistinterrumpiósuingeniosopensamiento:

—SeñorLivingstone.Elniñollevabaunesmoquinhechoamedidaysehabíapeinado,quizáscon

un excesode entusiasmoydegomina, sus rubios cabellos.Había llegado a lalibrería media hora antes acompañado por Clara, la asistente de su madre,vestidoconsushabitualesvaquerosysudaderadeTheBigBangtheory,perosehabíacambiadoenelpisodearriba.

—¿Quéllevaspuesto?ParecesBibundé[20].—Tengoqueconfesarlealgo.Edward se quitó las gafas y miró al pequeño pingüino con los ojos

súbitamente desbordados por la ternura. Oliver hizo un puchero, le tendió unpaquete cuidadosamente envuelto en papel de seda y se echó a llorar condesconsuelo.

—Perdóneme,señorLivingstone.Edwardcogióelpaqueteque leofrecíaelniñoehizoalgoquemás tarde

achacaría a un grave problema de concentración: recibió al pequeño entre susbrazosyloestrechóconternura.

—MiqueridoTwist—pronuncióellibreroconlavozrotaporlafaltadecostumbre—,nohaynadaqueperdonar.

—Quería devolverlo—sollozóOliver— pero siempre hay unmontón degenteentrandoysaliendodelalibrería.YlanochequemequedéconAgnesyJasminesemeolvidó.

—Ah,esasconstelaciones.Tieneslacabezaenelespacio,Twist.ElseñorLivingstoneseseparódelniñoyleofreciósubonitopañuelocolor

burdeos.Siobanentenderíasupérdidacuandoleexplicaselosnoblesmotivosdesusacrificio.Mientrasledabaunmomentoalchiquilloparaqueserecuperase,desenvolvió el papel de seda y confirmó que se trataba del diario de suantepasado:Observacionescartográficas,zoológicas,botánicasygeológicasdelsurdeÁfrica(1849-1851).

—No parece muy sorprendido —observó Oliver mientras se sonaba lanariz.

—Sospechabaquehabíassidotú.Ereslaúnicapersonaqueconozcocapazdeperpetrarunroboperfecto.Lacerraduradelavitrinaestabaimpecable,sinunsoloarañazo.

—Encontré en Youtube un tutorial para abrirla con un par de clipsmetálicos.

—QuiénquiereaSherlockHolmesteniendoYoutube—reflexionóEdward.

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—¿Creequesoyundelincuente?—Creoque tienes un cerebro extraordinario y espero que lo utilices para

hacerelbien.Loquedescartaquesigaslospasosprofesionalesdetumadre,metemo.

—Soloqueríaleerlo.—Losé.—Esa vitrina estaba demasiado alta, no alcanzaba a verlo. Tuve que

subirme a su mesa de libros ilustrados para forzar la cerradura. Pero no piséningunodesusejemplares—seapresuróaañadircuandopercibióelsobresaltodesuinterlocutor.

—¿Porquénomelopediste?—Lohice.Medijoquenoeraunlibroparaniños.—Peroesofuehacemuchotiempo,cuandotodavíanoteconocíabien.—Ustednoqueríaquemequedaseensulibrería.—Peronadaesinmutable,¿noescierto?Elniñolemiróconesperanza.—Sivasapreguntarme...—dijoelseñorLivingstone—.Cualquieraquete

conozcayteaprecie,mibuenTwist,desearíaparatialgomejorqueestascuatroparedesylaúnicacompañíadelibrosyadultos.

—Megustanloslibros.—Sí,sonpreferiblesalosadultos.—Notodoslosadultosestántanmal.Agnes...—Agnesnocuenta,esunhada¿NotehasdadocuentadecómoleePeter

Pan?ElcerebrocientíficodeOliverserebelabacontraesafantástica idea,pero

pensó que no le convenía contradecir al propietario del objeto que habíamantenidosecuestradosinsupermisodurantecasidossemanas.SesentíamásculpableinclusoquecuandoolvidódevolverenlabibliotecaViajealcentrodelaTierra, de JulioVerne, y lo tuvo ocho días y siete horas ilegalmente en supoder.

—Tepropongounpacto—seinspiródesúbitoellibrero—.Olvidamosesteasuntodeldiarioy tú tecomprometesa traeraalgúncompañerodeclasea lalibreríadevezencuando.

—Nadievaaquerervenirconmigo.—¿Tú has visto esto,Oliver?Una cúpula piramidal transparente (que ya

quisieraelLouvre),untelescopio,unmontóndenovelasgráficasallíabajo,téybizcochosparamerendar,unhadadescalzaqueleeextraordinariamentebienloslibrosdeaventuras...SidedicarasunadécimapartedetuscélulasgrisesapensarencómohaceramigosenlugardealosanillosdeSaturno...

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Desdeabajo,lacristalinavozdeSiobanlesllegóconclaridad.—¡Oliver! ¡Edward! Bajad inmediatamente o nos vamos sin vosotros. El

cocheestáesperando.ElseñorLivingstoneleofreciólamanoderechaalpequeñopingüinoyeste

seapresuróaestrechársela.—¿Quétehaparecidoeldiario?—Es fabuloso, excepto por las partes religiosas. David se pone un poco

pesado cuando intenta convencer a los bakuena de que sus danzas y cánticosparapedirlalluviaalosdiosesnosirvendenada.

—Supongo—estuvodeacuerdoelLivingstonedel sigloXXI—queparaunescocésesasdanzasnoteníandemasiadosentido.

Edwardleprometióqueseguiríancomentandoeldiario,leindicóquefuesea tranquilizar a Sioban, y se apresuró a coger un par de libros para la señoraDresden.Cuandobajóalaplantaprincipal,todoshabíansalidoexceptoella.

—Tenga—leofrecióconsumejorsonrisa—,esteesmi regalonavideño.Un pequeño presente para agradecerle todos estos años de lealtad. No sé quéharíasinnuestrasestrambóticascharlas.

LaseñoraDresdentomóconcariñoloslibrosdelasmanosdesulibrerodecabecerayleyólasportadasenvozalta.

—Matar al tío, de Rohan O'Grady. Los pequeños macabros, de EdwardGorey—alzó lavista,emocionada,ymiróal señorLivingstoneconverdaderoarrobo—.Gracias,parecenencantadores.

—Comousted,señoraDresden.Allibreroleparecióquelaseñoraemitíaunlargosuspiroquesonabacomo

unohhhhhmuy sostenidoydelicado.Apretó susdosnovelas contra el pecho,conmimo,ylemirócontodaslaslucesdeNavidadprendidasdesusojos.

—FelizNavidad,señorLivingstone.—Felizsolsticiodeinviernoparaustedtambién,miqueridaseñora.Cerró la puerta tras ella, colocó con atento cuidado el diario de su

antepasadodevueltaenlavitrinayapagólaslucesdelatienda.Contemplósulibrería en penumbra y, si hubiese sido de la clase de personas que suspiran,hubiesesuspiradodesatisfacción.Todovolvíaaestarenordenenelmundo.

Seapresuróaponerseelabrigo,echarotramiradaasureloj,saliralacalleyasegurarlapersianadelatienda.Siobantocabaelclaxondelcochealquiladoconverdaderoentusiasmo.

—¡De nada sirve correr! —le gritó el señor Livingstone de un humorinmejorablepeseasuvictorianodestino.

—¡Lo que conviene es partir a tiempo!—terminó Sioban la cita de LaFontaine.SucarcajadaresonóalegreenlasdesiertascallesdelTemplelanoche

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antesdeNavidad.

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CAPÍTULOXIIILeadenhallMarket, enGracechurch street, inaugurado por vez primera a

mediadosdelsigloXVI,esunodelosmercadosmásantiguosdeLondres.Sinembargo,debesuaspectovictorianoalasremodelacionesdesiglosposterioresyalaactualprofundarestauración—querespetóelestiloinglésdelXIX—desuselementos decorativos y arquitectónicos. Su peculiar belleza reside en lacapacidadde trasladar enel tiempoa susvisitantes, encuantodesembocanensusgaleríasabovedadas,yenelencantomágicoquedesprendensusvidrierasymoldurasdemaderapintada.SituadoenlaCity,barriohabituadoalasoficinasde acero y cristal, constituye un oasis extraño y maravilloso en plenaarquitecturadelsigloXXI.

Consideraciones victorianas aparte, al señor Livingstone le gustabaLeadenhall, sobre todo bajo la luz tamizada que se colaba por sus bóvedasacristaladasdurantelosatardeceresdeotoño.Leparecíaunlugartandecadenteynostálgico,tancargadoderecuerdosygloriasdeotrostiempos,queamenudose sorprendía imaginandoaGeraltdeRivia tomándoseun téenalgunode suspequeños cafés. En secreto se alegraba de que las películas de Harry PotterhubiesencontribuidoalocalizarelCalderoChorreanteyelCallejónDiagonenaquellas galerías comerciales. Un par de tardes al mes, si conseguía irsetemprano de Moonlight Books, no era una novedad verle visitando conensimismada curiosidad las librerías, papelerías y tiendas de regalos quepoblabanelpeculiarmercado.

LanocheantesdeNavidad,labellísimailuminacióncenitaldeLeadenhallMarket envolvía encalidez suparticular atmósfera.Laentregade losBookersPrizesdelañoteníalugarenlaplazacentraldelmercado,justoenlaconfluenciade sus cuatro galerías, frente a The Pen Shop. Los organizadores, optimistas,habíandispuestoelespacioconvariasdecenasdesillasplegablesyunapequeñatarima;peropesealoavanzadodelahora,apenashabíapúblicoasistente.SoloOliveryAgnesparecíansorprendidosporlaescasaconcurrencia.

—Este añohaymuchísimagente—comentó el señorLivingstone cuandoOliverhizolaobservación.

—Másqueenlospremiosdecríquet—comentóCaldecottconunguiñodesusdiminutosojillos.

Sioban,exultanteyhermosacomounamañanadeprimavera,semovíaporla plaza saludando a unos y a otros.Recibía las felicitaciones por su próximaedicióndelacartasdeTolkienconunleveruborenlasmejillasyeltemblorenlosdedosdequiénsabequeestáapuntodeasirconfuerzaunsueñolargamente

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anhelado. El señor Livingstone, quizás recabando méritos de última hora,procurabanocruzarsumiradaceñudaconnadieyrespondíaconungruñidoalossaludosdesuscompañerosdelgremio.

Paraunserajenoasemejanteceremonia,laentregadelosBookersPrizesesdifícildecomprender,unviejoritolondinensecasisecretoparatodosaquellosquenoamanloslibrosylaslibrerías.Latradicióndeestoscertámenesanualeshabíanacidodurante laépocaRegencia,conmotivode la iniciativadel futurorey George IV—por aquel entonces Príncipe de Gales, regente de su padreenfermo, el rey George III— de incentivar la proliferación de imprentas yeditoriales.Ensusiniciosnoeramásqueunasencillaceremoniaenlaqueunodelosconsejerosrealesofrecíaunopíparoconviteyentregabaalgunaslibrasygalardones a personas acostumbradas a no tenermuchoque llevarse a la bocaporsuspocorentablesocupacionesprofesionales.Coneltranscurrirdelosaños,sehabíaperdidoalministrodeturnocomooficiante,ytodorastromonárquicoogubernamental,parapasaradependerdelabuenavoluntaddelaAsociacióndeLibrerosyEditoresdeLondres.Durante lasegundamitaddelsigloXIXhabíaconsistido en una especie de ayuda financiera disimulada a las prensas yeditoriales que semostraban simpáticas con el gobierno.En el siglo posterior,sobretododuranteloslocosañosveinte—elseñorLivingstonesospechabaquelacombinaciónentreunexcesodechampányelcharlestónhabíatenidomuchoque ver con el cambio—, la ceremonia había ido derivando hacia su vertientemás burlesca. En la actualidad, esas reminiscencias satíricas habían quedadodiluidasenelnostálgicoydecadenterecuerdodeunmundoquehabíatenidosusaños de esplendor durante una época inexacta en los mapas temporales de lacivilizaciónbritánica.

Las categorías nominadas eran el Premio SombrereroLoco al editormásexcéntricodelaño;PremioEärendilalcatálogoeditorialmásélfico(Siobancreíafirmementequeeraunpoéticosinónimode"catálogomenosvendible");PremioCumbresBorrascosasalalibreríamásromántica;yelPremioScroogeallibreromásgruñóndelaño,categoríaenlaqueelseñorLivingstonesolíasereleternonominadoynuncaganador.

ExceptoEdward,quelesinformódequesetratabadeunviejoperiodistadeprogramasculturalestelevisivosdelosaños80,nadieconocíaalpresentadordelaceremonia.Losganadoresdelasedicionesanterioreseranlosencargadosdeotorgar los galardones del presente año. Agnes miraba distraída la extrañasucesióndepersonajes subiendoybajandode la tarimacuandoOliver, que sesentabaasulado,lesusurró:

—Estoesmuyaburrido¿CuándoletocaalseñorLivingstone?—Nopuedetardarmucho.Siobandijoqueestaríamosalassieteencasa.

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Elniñoconsultósurelojdigital.—YonocreoqueEdwardseagruñón—leconfióasuamiga—aunquese

esfuercemuchoporparecerlo.—Shhhh—leadvirtióAgnes—quenoseentere.Aéllegustapensarquelo

consigue.—Yparaterminarnuestraagradablevelada—decíaelpresentadorconuna

sonrisa cansada—, entrega el Premio Scrooge, al libreromás quisquilloso delaño,DianaTrewlany,ganadoradelaediciónanterior.

La señora Trewlany, con una expresión tan adorable que nadie hubiesesospechadodesustendenciaskafkianas,subióalatarimaycogióelsobrequeletendía el presentador. Agnes miró al señor Livingstone, pero este parecíaconcentrado en la contemplación del artesonado victoriano de los techos delmercado.Siobanlecogíalamanoymanteníaunaligerasonrisaenloslabios.

—El Premio Scrooge al librero más malhumorado es para... EdwardLivingstone,deMoonlightBooks—exclamóconentusiasmo.

Todosloshabitualesdelalibreríaselevantaronalunísonoyestallaronenunentusiastaaplauso.Edwardintentóponercaradesorpresa—quepasóporunaimitaciónbastanteaceptabledeunalechuza—ysedejóabrazarybesar(peseasuantológicamisantropía)porsusseresqueridos.Rodeadoporlaalegríadesuscuatro personas vivas favoritas en el mundo, pensó que el verdaderoreconocimiento a su tarea librera no era recibir el Premio Scrooge sino haberpodidoasistiresanochealaceremoniaacompañadoporellas.Peseaquenoerahabitualensuscostumbreshacerunaintrospecciónvital,nisiquieraahoraqueseterminabaelaño,sediocuentadequesentíauncariñosinceroeindispensableporsusamigos.Despuéssepreguntósiseestabahaciendodemasiadoviejoparaseguir desencantado con el resto de la humanidad. Se levantó con ciertasolemnidad, besó a Sioban y subió la tarima para recibir la estatuilla deEbenezeerScroogedemanosdelaseñoraTrewlany.

Terminada la velada se despidieron de todos los asistentes, dejaron a

Charlie Caldecott enAlmack's, donde cada 24 de diciembre se reunía con suextensa familia para cenar, y llevaron a Oliver a su casa. La abogada Twist,magnífica en su papel deMilady deWinter tras las cortinas de su casa estiloTudor,nisiquierasalióadesearlesfelizNavidad.

—O Navidad —reflexionó el señor Livingstone en voz alta mientras elcocheseguíasucamino—.Sinelfeliz.

—¿Quéplanestienesparaestanoche?—preguntóSiobanaAgnesparanodaralasalosdeliriosimaginativosdesulibrero.

—Ninguno.MañanamemarchoaSurrey,parapasarunosdíasconJasmine

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ysufamilia.—¡Ah, lamítica campiña inglesa!Te parecerá estar dentro de unode los

librosdeD.E.Stevenson.—Entoncesestarémuyagusto.—EslanocheantesdeNavidad,¿porquénovienesconnosotrosacenaren

casadelosLockwood?—Porsupuestoqueirá—intervinoelflamanteganadordelpremioScrooge

incorporándosealaconversación—.Nadiedeberíaestarsoloestanoche.—Tencuidado,cariño,sialguienteescuchapodríarevocarladecisióndel

jurado—leadvirtióSioban.—Vengaacenarconnosotros,Agnes.AJohnlealegraránotenerquepasar

lanochehablandoconcuatrovejestoriossobreloscuentosChaucer.—ElmaridodeAnne,David,esmédico,nocreoseamuyfavorableaese

temadeconversación.—¿Por qué no? En época de Chaucer la población a menudo se veía

asoladaporlapeste.Agnesasintióconlacabeza,elpulsosúbitamenteaceleradoaldarsecuenta

de que iba a cenar con John. Desde que tomaran el té en el Jubilee, aquellamañanade intensasnevadas,nohabíanvueltoaverse.ElseñorLivingstone lamanteníaaltantodelosavancesdelainvestigacióndeldiariodesaparecidoperoparecíaqueestoshabíansidonulosenlosúltimosdías.Pensóenqueelpolicíanotardaríaendesaparecerdesusvidasencuantocerraseunainvestigaciónquenollevabaaningúnsitio.

Mientras el coche corría por las casi desiertas calles de Holborn haciaBloomsbury—Sioban había dicho que los Lockwood vivían cerca delmuseoDickens—,arrulladaporlaconversacióndesusacompañantes,Agnesinvocólamiradaazuldel inspector.Recordabaconunsentimientodecalidez las fuertesmanosdelpolicíasujetandoelparaguasbajolanieve,cogiéndolaconsuavidaddelbrazo,apartándolecondelicadezadelrostrounmechóndecabellohúmedopor loscoposblancos.Porque temíacomprobarquenohabía sidomásqueunespejismo, le asustabavolver a encontrarse con susmanos atentas, esamiradallena de infinitas promesas, la voz profunda y sosegada de los hombres quesabenexpresarconjusticiaelpensamiento.

—Elamor,comolatos,nopuededisimularse[21]—lehabíaexplicadounavezelseñorLivingstone.

Agnessospechabaquenoeraprecisamente tos lapromesaquehabíasidocapazdeleerenlosojosdeJohnLockwood,enelrocedesusmanos,durantelaextraordinariamañanadealgodónblancoquehabíancompartidobajoloscieloscerradosdeLondres.

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Sioban despidió al chófer frente a la casa de los Lockwood, una bonitaconstrucciónde inspiracióneduardianade ladrillovistoyventanasabovedadasenmarcadasencolorcrema.Encuanto llamóal timbre,Annesalióa recibirlescon una cálida sonrisa. El señor Livingstone, que apretaba su estatuilla deEbenezeer Scrooge como si fuese el único asidero que le salvase de unprecipicio,soportóensilencioelritualdesuanfitrionadeestrecharalasvisitasenuninjustificadoabrazo.

—Pasad,pasad—lesinvitóalegrecomonuncahabíansidolascampanillasde la puerta de Moonlight Books—. ¡Qué noche tan fría! Agnes, me alegramuchoquetehayasanimadoavenir,Siobanmehahabladomuchodeti.

Dejaron sus abrigos colgados en el perchero del vestíbulo y SiobanconvencióaEdwarddequesuestatuillapodíaquedarsecompletamenteasalvoallí, en uno de sus bolsillos. A Agnes le divirtió la mirada anhelante que ellibrerolededicóasuabrigoantesdeabandonarloyentrarenelcomedordelosLockwood.

—Creo que a John ya le conocéis todos.Este esmimarido,David—lespresentóAnnea los recién llegados—.YestaesSarah—dijocogiendopor lacinturaaunachicajovenquepodríahabersidoeldobledemissPhryneFisher—,laprometidademihijoJohn.

Hubo una pequeña vorágine de saludos, besos y felicitaciones festivasmientras el doctorDavid Lockwood, servía el inevitable ponche navideño.AlseñorLivingstonenolepasódesapercibidoqueAgnessequedabamortalmentepálidamientrasintentabamantenerunatemblorosasonrisayqueJohnseponíatanrojocomounvolcánapuntodeentrarenerupción.Esquivólamiradadesuanfitrión, se aseguró de que Sioban incluía en su conversación al resto de lospresentesysedirigiófuriosoyenvozbajaalpolicía.

—Penséquehabíamosquedadoenqueustederaelhéroedeestanovela.El hombre se encogió de hombros incapaz de desprender lamirada de la

ayudantedellibrero,queenelotroextremodelahabitaciónintentabaresponderalaspreguntasdeDavidsobresuvidaenLondresdemaneraquenosenotasedemasiadolopocoqueestabaentendiendodelidiomalocalenesosmomentos.

—Malditasea,míreme,leestoyhablando—leespetóelseñorLivingstone.—Noesloqueparece.—¿SumadretieneotrohijoquesellameJohn?—Claroqueno.—Entonces sí que es lo que parece. Por todos los dioses, ¿en qué estaba

pensando?¡ConPhryneFishernadamenos!Seguroquetambiénvaarmada.—SellamaSarah—contestóelpolicía,quenoteníalamenorideadequién

eramissFisheroporquédemoniosleparecíaalseñorLivingstonequepudiese

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llevarpistolaencasadesuspadres—ynoesmiprometida.—Suspadresparecenconvencidosdelocontrario.—Porqueloera,peroyanoloes.—Memaravilla su conjugación verbal ¿Desde cuándo? ¿Desde hace dos

minutos?¿DesdequehavistoentraraAgnesenestacasayquedarsemáspálidaque la dama Shalott?—el señor Livingstone se horrorizó de símismo por lodramático de sus palabras—. Si llevase guantes —resumió en voz alta— leretaríaahoramismoaunduelo,inspectorLockwood.

—Nosoyelvillanodeestahistoria.—Dijo el prometido de Phryne mientras miraba con ojos de cordero

degolladoalhadadescalza.—Edward —intervino Sioban cuando Anne y Sarah salieron de la

habitaciónenbuscade losaperitivos—¿Qué leestáshaciendoalpobre John?Pareceapuntodesufrirunataquecardíaco.

—¡Ja!Carecedetalórganoenelquesufrirnada.—SeñorLivingstone,simepermitehablarconAgnesunmomento...—¡Porencimadelascenizasdemilibrería!—Edward,quizásJohndeberíasalvarladelasgarrasdesupadre.Pareceun

pocomareada,ahoraquemedoycuenta.—Debeserporladagaquellevaclavadaenelcorazón.—Cariño,¿peroquétepasa?¿Dóndeestátufamosopragmatismoinglés?—Ahogadoenmisangreescocesa,malditasea.—Si es por el premio Scrooge, ya no es necesario que sigas haciendo

méritos.—SeñorLivingstone...—intentóexplicarseJohn.—Noentiendocómohepodidoequivocarmetantoconusted—selamentó

ellibrero—.Consemejantesagentes,nomeextrañaqueScotlandYarddejaseelcaso de Jack el Destripador sin resolver. Lo que me sorprende es que no sefuesendetabernasconél.

—¡A lamesa, familia!—exclamó alegreAnne con un par de fuentes dealmejasensalsaverdeycanapésvariados.Juntoaella,Sarahdepositabatodouncargamentodefiambresydemásdeliciasgastronómicasinglesas.

—John,cariño...—Nosabesqueenfermoestátodoaquíenmicorazón[22]—recitóelseñor

Livingstoneentredientes.—Québienhueletodo—sonrióSiobansentándosealamesayarrastrando

asulibreropreferidotrasellaparasepararledelpobreinspector.—Apodrido,comoenDinamarca[23]—insistióél.

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Agnes,sentadajuntoalpadredeJohn,parecíaapuntodeecharseallorar;elseñorLivingstonedudabaquefueseporlapatéticaconversacióndelhombre.

—John,siéntate.¿Tesirvounplato?—No,es...—EstuveenBarcelonahaceunosaños,enuncongresodecirugía—seguía

incansableDavidLockwood—.Megustósuciudad.SobretodoesatorrecomoladelaCity,¿cómolallamanallí?

—Las almejas están estupendas este año. ¿Cómo ha ido la entrega depremios?—preguntabaAnne.

—Dondeahoraestamossondagaslassonrisasdeloshombres[24].—Cariño,nocreoque...—¿EsoesHamlet?—Hecambiadodepríncipe,aunquelatraicióneslamisma.—Edward.Entonces ocurrieron algunas cosas a la vez en el sinsentido en el que se

habíaconvertidolacenaencasadelosLockwood:elseñorLivingstoneempezóaquejarseenvozaltadelapatadaqueSiobanacababadepropinarlepordebajode la mesa; Anne, nerviosa con tanta cita airada y porque su hijo parecía unpasmarote incapaz de tomar asiento, derramó parte de la salsa verde sobre suesposo y sus ensoñaciones arquitectónicas; Agnes empezó a murmurar unaexcusa sobre una terrible jaqueca y la conveniencia de irse en ese mismoinstante,antesdecaermuertasobreelhermosomantel;yJohn,convencidodequeel infiernoeraunacenanavideñaencasadesuspadres,seguíasinacertarsiquieraamoversepesealainsistenciadeSarahydesumadre.

—Deverdad,creoquedeberíairme.—¡Tenmáscuidado,Anne!Estaesmimejorchaqueta.—Ahoramesometesaladisciplinadelaviolenciamásnoescontramíque

deberíasdirigirtuira.—¿RicardoIII?—EdwardLivingstone,paraservirle.—¿Esquenadievaaprobarlasalmejas?—Tienenmiedodequeselastiresporencima.—Simedisculpan,lacabezamevaaestallar.—¡Esporesedichosopremio!—¡Callaos!—gritó Johnporencimadelcorodeabsurdasconversaciones

entrecruzadas—¡Unmomento,porfavor!Papá,esosevaconuntrapohúmedo,deja de quejarte.Mamá, tranquilízate, son amigos que han venido a cenar, noThe Lord Chamberlain'sMen. No te dejes amilanar por el torrente de locuraliteraria del señor Livingstone, en otras circunstancias es un ser bastante

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civilizado;lodeestanocheesculpamía.Agnes...Elpolicíaseacercóalachica,lacogiódelasmanosylaobligóaponerse

en pie. En sus ojos leyó una tristeza infinita, un cansancio que no recordabahaber encontrado allí lamañana en la que la encontró frente alSerpentine, enHydePark,ycaminaronjuntosbajolanieve.

—Agnes,lamentomuchotodoesto.Sifuesestanamabledeacompañarmeunmomento...

—¡Eslachicadelparaguas!—gritóSarahentendiéndolotododegolpe.—Agnesyyotenemosqueirnos—dijoJohncontodalacalmadelmundo

prendidadesusmanos—,Sarahosexplicaráporquéencuantohayamossalidoporesapuerta.

—Pero,John,hijo,esNavidad...—¿Dóndevaisair?Lockwood aprovechó el factor sorpresa, y que el señor Livingstone se

manteníaenmilagrososilencio,parasalirdelahabitación,recogersuabrigoyeldeAgnes del vestíbulo y apresurarse a arrastrar tras de sí a la chica fuera decasa.Antes de adentrarse en la espesa niebla nocturna que había envuelto lascallescomounfríosudario,escuchóconmediasonrisalavozdeSarahdiciendoqueteníaqueexplicarlesalgo.LeparecióqueEdwardcontestabaqueaquellaseestabaconvirtiendoenlamejorcenaalaquehabíaasistidoenmuchotiempo.

—Yesoque todavíanohaprobado las almejas—resonó lavozdeAnnerecuperandosuaplomohabitual.

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CAPÍTULOXIVMuya supesar,EdwardLivingstone tuvoque reconocerqueel inspector

Lockwoodposeíaciertoestilohaciendomutisporelforo.CuandoJohnyAgnessalierondeescena,SarahseapresuróatomarlapalabraparaexplicarunterriblemalentendidoqueincluíaciertapromociónaHongKong,undesamormutuoylacancelaciónde los planesdebodadedos familias.Como los destinatarios deldiscurso de miss Fisher eran únicamente los señores Lockwood, Siobanaprovechóparadesembarazarsedelosterriblesponchesenlamacetadeunficuscercano a la mesa. Aclaró las grandes copas de cristal con un poco de agua,volvió a repetir la operación de regadío, y las llenó de vino blanco. ComoEdward parecía secretamente divertido con lo que estaba aconteciendo en elsalón de los padres del inspector, la editora sacó algunas conclusiones alrespecto.

—¿TúsabíasqueJohnestaba locoporAgnes?—lepreguntóenvozbajaparanodesconcentrarasusanfitriones.

—Shhhh, que no quiero perderme la mejor parte —le advirtió el señorLivingstoneaceptandolacopadevino.

—¿Yquéparteesesa?NohacemásquerepetirquelahanpromocionadoenOgilvy&Mather.Noestoyescuchandoyyaeslaterceravezquelodice.

—Cuandoresuelveelasesinato.—NoeslamissFisherauténtica.—¿Desdecuándohasperdidotodoelromanticismo?—Desdequetratoconescritores.En vista de que el apasionado discurso se alargaba, Sioban se sirvió una

ración de las famosas almejas en salsa verde. Sí que estaban deliciosas, se lodiríaasuamigaencuantodejasedehacerlepreguntasincómodasasuexnuera.

—¿TienesideadeadóndehanpodidofugarseJohnyAgnes?—lepreguntóaEdwarddespuésdepasarleunabandejadecanapésdedudosaapariencia.

—¿ATroya?—No te hagas el despistado, tú sabes algo del rapto de la bella Helena.

Estabasrarísimohaceunmomento.—He estado rarísimo desde que aprendí a leer, corazón —al señor

Livingstone le daba mucha ternura que Sioban olvidase a menudo susexcentricidades, leparecíaunapruebadeamor—.Perosi te refieresaquemesulfuraba que el inspector estuviese jugando con los sentimientos de miayudante...

Laeditoraencajólaúltimapiezadelrompecabezasylesorprendiólamanta

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aterciopelada que arropó en esos momentos su corazón. Edward, el librerocascarrabias,elcoleccionistadespistadode libros ilustrados,elúnicohabitantedelplanetaempadronadoenlaLunaatiempocompleto,habíasidocapazdeverconotrosojos.NosolosehabíapercatadodelaadmiracióndeJohnporAgnes—cosa de la que ni siquiera Sioban, que se jactaba de tener una sensibilidadespecial derivada de la literatura, había hecho—, sino que además se habíaerigido,conshakesperianapasión,enpaladíndelachica.Despuésdetantosañosjunto a ese misántropo ensimismado y maniático, todavía era capaz desorprenderla como guardián abanderado de la justicia amorosa. Disimuló lomuchoquelehabíaconmovidoentenderloylecogiólamanopordebajodelamesa.

—¿Qué?—sesorprendióelseñorLivingstone.—Nada—lecontestóella.Todo,pensó.Cuando salieronde la cenade losLockwood, tras aguantar enpie, y con

una botella de vino blanco entre pecho y espalda, trescientas cincuenta y unadisculpasdeAnneydemissFisher,ylaebriaindiferenciadeDavid,EdwardySiobanentraroneneltaxiquelesesperabaypartieronrumboalpisodeella.Elcoche atravesaba despacio las calles casi desiertas, navegando entre la nieblaespesa de la noche mientras el corazón de la editora bailaba una rumbaacompasada. Pasaban por delante de la estación de Paddington, camino deNothingHill,cuando,presadeunaimpacienteinspiración,leindicóalconductorquelesdejasefrenteaKensingtonGardens.AgarróaEdwardfuertedelamanoytiródeélhastaencontrarunadelascancelasdeentrada.

—No es que no aprecie el romanticismo de morir congelados, entre laniebla,alaspuertasdeestoshermososjardines—dijoelseñorLivingstoneconsuhabitualcalma—,pero,enunaescaladelunoaldiez,¿cómodeachispadateencuentras?

—Calla,Edward.Estonotienenadaqueverconelvino.Sioban le tendiósuszapatosde tacónyseapresuróaescalar lapuertade

hierropintadodenegroconsorprendentefacilidad.Cuandoestuvodelotrolado,reclamó su calzado y apremió al hombre a que siguiese sus pasos. El señorLivingstonesehizoderogar.Podíaentenderqueun librero inglés,enfermoderomanticismo, saltase la verja del cementerio de Highgate para llorar aescondidassobrelatumbadesuilícitaamante,peroexponersealahumedadyelfrío de una noche de diciembre por visitar unos jardines de dudoso interésbotánico...

—Cariño, si algún agente de la ley tuviese a bien indicarnos nuestrainfracción, terecuerdoqueenestosmomentosnoestoyenloqueseconsideraprecisamentelasmejoresrelacionesconScotlandYard.

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—Noseascobarde.—Estábien,todoamanteesunsoldadoenguerra.—¿VasasaltarovasaquedarteahítodalanocherecitandoaOvidio?Al señorLivingstone le costó un pocomás que a su chica sortear la alta

verja de hierro que cerraba los jardines de Kensington a los merodeadoresnocturnosyotrospoetasvictorianos.Cuandoloconsiguió,serecompusolaropaylededicóunamiradatriunfalasueditora,queseaguantabalarisaconbastanteéxito.

—¿NofueenestosjardinesdondeseperdióPeterPan?—preguntó.SeenlazódelbrazodeEdwardyechóaandarendirecciónalcorazóndel

parque.—Noseperdió—puntualizóelseñorLivingstone—.Peternoeraunniño

perdido.Saltódesucochecitoyabandonóasuniñeraencuantocomprendióquelosadultosesperabandeélquecreciese.Perosí,fueenestosjardines.Hayunaestatuasuya,simalnorecuerdo,endirecciónsur.

Sioban ledejóhablar.Otrade lasmuchascosasqueadmirabadeEdwardera su respeto por las rarezas ajenas. El librero sentía auténtica pasión poraquellaszonasinexploradasenlosmapasdelosdemás.LeencantabaposarlosdedosenelHincsuntdraconesde lascartografíasantiguasyespecularcon laimaginaciónsobrelasmaravillasallíescondidas.Poreso,cuandoSiobanhabíadetenidoeltaxienmediodeningúnsitioylehabíainvitadoaacompañarlaensuaventuradeprofanadorade jardinesajenos,ningunapalabrade reprochehabíasalidodesuslabios.

Larubiaeditoraescogióunrobleespecialmenteantiguoyrobusto,extendióbajo la protección de sus altas ramas su fular de lana, y tiró deEdward hastaconseguirquesesentaraasulado.

—Nadienosdedicaráunaestatuasiestanochedecidimosnocrecernuncajamás—susurrómuycercadeél.

Súbitamente emocionado, o quizás porque los férreos dedos del fríoinvernal habían hecho presa en él, el librero la envolvió en unmedio abrazoapretado.

—EdwardLivingstone—vertióSiobanconcuidadosapronunciaciónensuoído—,¿meharíaselenormehonordecasarteconmigo?

SiunmeteoritogigantehubiesecaídoenesosmomentossobreKensingtonGardens, habría sido muy probable que el señor Livingstone apenas hubieselevantadounacejaantesdecomentaralgúndetalleinteresantesobrelaextinciónde los dinosaurios o sobre la justa destrucción del Serpentine Bridge. Pero elimpactodelaspalabrasdeSiobannopodíacompararseengrandiosidadyefectoconeldeningúnmeteoritogigante.Edwardsintióqueunnudodeemociónsele

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agolpaba en la garganta y que su estómago se encogía de pura felicidad. Porprimeravezensuvidaadulta,noencontróningunacitaqueleacompañase;puesnadaenlaliteraturapodíaglosarsemejantedicha.

—Elhonoresmío—respondióantesdebesarla.Notósumejillahúmedaporlaslágrimas,aunqueapenasletemblólamano

cuandolallevóhastasurostroparasecárselas.ContemplósusincreíblesojosalaluzdelalunaydelasestrellasysecompadeciódelpobreOliverquenuncatendría,nisiquieraconsutelescopio,semejantecomprensióndeluniverso.

Edwardlepreguntóporquéhabíacambiadodeidea.—Mehedadocuentadelomuchoqueteamaba—lecontestóella.—¿Nolosabíasdurantetodosestosaños?—Telodirédeotramanera:sabíaqueteamabaperonocómoteamaba.—¿Ycómoeseso?—Porencimadecualquierprejuiciosobreelmatrimonio.SiobanleexplicóquedurantelaextrañacenaencasadelosLockwoodle

habíaconmovidolaternuraconlaquehabíasalidoendefensadeAgnes.—Sé lo difícil que te resulta interesarte por el mundo más allá de los

cristales del escaparate de tu librería—le dijo—. Si en aquel comedor habíaalguienquesupieseelverdaderovalordetuactitud,erayo.

—¿PoracosaralinspectorLockwoodconunmontóndecitasdeWill?—No—leconfióSiobandespuésdeun largobeso—.Por serunode los

pocossereshumanosqueconozcocapacesdeponerseenpiecontralainjusticia.Estuvieronbesándoseysusurrándosepromesasytonteríasduranteunbuen

rato,hastaqueelsilenciodelanocheseimpusoy,conlentitud,recuperaronsusantiguos seres. Pero ya nada era igual bajo la piel de ambos, el Edward y laSioban de ahora eran ligeramente mejores. Quizás porque habían aceptadoNuncaJamásensuscorazones.

—¿MepidesenmatrimonioporqueestásenlaruinaporculpadelascartasdeTolkien?

—Puedes tener la total certeza de que esa es la razón —se rio Siobandescansandolacabezasobresuhombro.

—Gracias, John Ronald Reuel Tolkien—pronunció el señor Livingstonealzandolamiradahacialaaltacopadelroblequeloscobijaba,conunasonrisadeprofundasatisfacción.

Johnestabatannerviosocuandosalióalacallequenisiquierasediocuenta

del frío, de la humedad y de la niebla espesa que se había apoderado de laciudad.Pendientedelapersonaalaquellevabacogidadelamano,síquenotóellevetemblorqueseapoderódeellaencuantoenfilaronGowerStreet.Sequitó

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subufandaazuldelana,paróunmomento,ylaenvolvióconcuidadoalrededordelcuellodeAgnesMartí.

—Labufandaesdelmismocolordetusojos—tiritólachicaporromperunsilencioqueleeraincómodo.

—Puestenemosquedarnosprisaporquenoquieroqueseadelmismocolordetuslabios.

—¿Perodóndevamos?CuandoJohnhabíaescapadodelsalóndesuspadres,dejandolaarduatarea

dedarexplicacionesaSarah,noteníaningunaideasobreeldestinodesuhuida.No había pensado más que en librarse de la locura transitoria del señorLivingstoneydelpesodesupropiaculpa.Yaunqueaquellaprecisanoche losHadosdeldestinohabríandedecidirsiJohnylasexcentricidadesdelpropietariodeMoonlightBooksvolveríanacoincidirenlamismahabitación,noencontrabalugar en el que reconciliarse con el hada descalza de desconcertados ojoscastaños.Solo cuandoGowerStreet se convirtió enBloomsburyStreet supo adóndedirigirsuspasos.Seledababienimprovisarplanesdecampaña,inclusoentiemposdepaz.

—Es una sorpresa—dijo sin soltarla de la mano—. Pero también es unlugartranquilodondepodréexplicartelapequeñaconfusióndeestanoche.

—Notienesporquédarmeningunaexplicación.—Por favor, deja que lo haga. Lo necesito. Aunque no sé por dónde

empezar. Nunca he conseguido entender por qué es tan sencillo engañar a lagenteytancomplicadocontarleslaverdad.

—Porquelomalosiempreesmásfácildecreer.Agneshabíacomprendido,encuantoJohnlahabíasecuestradodelacena

infernal, que nada podía ser tan terrible como parecía. En el salón de losLockwood, superado el primer instante de desconcierto por el anuncio delcompromiso, seguido del ataque insufrible de la personalidad deDavid, habíasucumbidoaunapunzadadedolor.Reconocíaquesehabíadejadoenvolverconrapidez por una tristeza asfixiante; no tanto porque hubiese empezado ailusionarseconlaprobabilidaddeempezaralgoconJohnsinoporladecepciónque supone descubrir que alguien a quien creemos honesto pueda tenercomportamientos tan equívocos. Agnes, que era una firme partidaria de noarriesgarparano sufrir ningunamala consecuencia, sehabía saltado todos susprincipios al abandonar la rutina e instalarse en Londres en busca de unaoportunidadlaboral.Pero,peseasuvalentía,todavíadudabacuandoJasminelaempujabahacialodesconocido.

—Si te quedas encerrada en ese caparazón tan duro que tienes te estásperdiendo conocer a mucha gente interesante—le decía cada vez que Agnes

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rechazabasuofertadesalirconsusamigos.—Lamayoríadelaspersonasnosoninteresantes,sonmezquinas.—TuseñorLivingstoneempezóapensarcosascomoesaymiracómoha

acabado.—¿Cómo?—Viviendoatravésdeloslibros.—Entoncestienelamejordelasvidas.Jasminehabíareflexionadoduranteunosmomentosyhabíareconocidosu

derrota.—Verdad.Noheestadoacertadaenelejemplo.Perotienesquearriesgarte

más, la malevolencia humana te alcanzará de todas formas aunque te quedesencerradaenestahabitación.Pordesgracia,amigamía,nopodemosexcluirnosdelmundo.

—Amenosquenosmudemosaviviralosbosques.ComoThoreau.—¿Conunhacha?—Aprenderéautilizarlasiesnecesario.Jasminesacudiólacabezaconenergía,nolograbaimaginarsealadelicada

arqueólogacortandoárbolesconunhacha.—Ya no existe ese tipo de vida—le aseguró—El gobierno te cosería a

impuestos por edificarte una cabañita, te multaría por cultivar sin pesticidashomologados y te enviaría legiones de inspectores de sanidad, psicólogos yasistentessocialesparalaspersonasenriesgodeexclusiónsocial.Tuvidaseríauninfierno.Lapolicíatearrestaríaporsuponerunpeligrodeincendioforestalalcocinarenelbosque,oalgosimilar,yJohnLockwoodtendríaqueirasacartedelacárcel.Conloquevolveríamosalpuntodepartida.

—¿Quépuntodepartida?—Eldeteneraunguapoinspectorentuvida.—NoestábamoshablandodeJohn.—Perotodoestárelacionado.—¿Conqué?—Conelamor.Quizás por su naturaleza confiada, quizás porque Jasmine le había

contagiado algo de su férreo optimismo, pero sobre todo porque caminaba enplena noche de la mano de John Lockwood, sospechaba que debía formularalgunas preguntas antes de tomarse en serio el sorprendente anuncio delcompromiso del policía con la bella publicista de Ogilvy. Decidió, con susabiduría acostumbrada, esperar a que John encontrase elmomento y el lugarpara aclararle ese punto antes de perder toda esperanza. No es que él se lehubiesedeclaradoaqueldíaenelJubilee,perolahabíamiradodeaquellaforma,

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con el azul de sus ojos tan cargado de promesas... Y aunque no estabanresultandolasNavidadestranquilasquesehabíaprometidoeseaño,fugarsedelacenadeunafamiliainglesaycorrerentreelpurédeguisantesentaninusualcompañíatampocoestabanadamal.Respiróprofundamenteelairefríonocturnoyseguardótodaslaspreguntasenelbolsillo.Viveelmomento,pensó,siempreestásatiempodemudartealosbosquesyconvertirteenelquebraderodecabezadelosinspectoresdesanidad.

Caminabandeprisa,casialtrote,porlascallesdesiertasydeescasotráfico,

echándoleunacarreraalfrío.Yentonces,enunúltimodoblarlaesquinahacialaizquierda a la altura de Russell Street, Agnes perdió el aliento. Sabíaexactamente dónde estaba. John no se detuvo en la gran plaza cuadrada decementogrisqueantecedíaalhermosopórticoneoclásico,sinoquesedirigióalextremomásorientaldeledificio.Llamóaladiscretapuertametálicayalpocotiempo salió uno de los guardas del turno de noche. Lockwood se identificócomo inspector de Scotland Yard y le entregó su placa al hombre para quepudiesecomprobarsuidentidad.

—SifuesetanamabledeavisaraCliveJudge,porfavor.El guarda les hizo pasar y llamó a su compañero por el walkie talkie.

Agnes,todavíaconlarespiraciónentrecortada,contemplólabellamagnificenciadelGranAtriodelBritishMuseumbajolacúpulanocturnadecristalyacerodeNormanForster.

—Nopuedocreerqueestemosaquí—susurró.Johncontuvolasonrisa,atentoalasindicacionesdelguarda.—Llegaráenunminuto,inspectorLockwood.CliveJudgeeraunhombrepequeñitoyredondoquedabalasensaciónde

sentirsemuyagustodentrodeluniformey,engeneral,dentrodelplanetaTierra.Se acercó a ellos a zancadas, tan grandes como se lo permitían sus cortaspiernas,con lacara rubicundayfelizde laspersonasquesabendisfrutarde lavidaynoamargárselaalosdemás.EncuantolotuvoaunadistanciaasequibleabrazóaJohnylepalmeólaespaldaconunafuerzainesperadaparaunhombredesuestatura.

—Feliz Navidad, amigo mío —su voz cantarina competía con loscascabelesdeltrineodeSantaClaus—¿Peroquéhacesaquí?Esnochedecenaenfamilia.

—Quién fue a hablar.Esta esAgnesMartí, una buena amiga a quienmegustaríaregalarunavisitanocturna,contupermiso.

Clive observó a Agnes aprobadoramente, como si solicitar la rondanocturna en el British fuese solo prerrogativa de las más exquisitas

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sensibilidades. Saludó a la chica con un apretón de manos y les invitó aacompañarles.

—Nosemeocurreun regalonavideñomásespecialqueeste—dijomuyserio.

Los dos hombres dedicaron los siguientes minutos a interesarse por susrespectivasfamiliasyproyectosprofesionales,preguntarseporamigoscomunes,yrecordaralgunaanécdotadelpasado.Satisfechalaamistosacuriosidad,ClivesituóasusvisitantesbajoelmismocentrodelahermosacúpulayleexplicóaAgnesalgunosdetallessobreeledificio.

—ElBritishMuseumabrióporprimeravezsuspuertasalpúblicoen1759—pronunció solemne—, en la mansión Montagu, en el mismo barrio deBloomsbury. Pero se quedó pequeño a una velocidad asombrosa, sobre tododebidoalaamplituddelascoleccionesetnográficas,dehistorianaturalydelabiblioteca. Por eso, en 1852 empezó a construirse este edificio neoclásico,diseñado porRobert Smirke. El frontón de la fachada principal es deRichardWestmacott.

»Suconstrucciónnofinalizóhasta1857,conlasalacircularenlaquenosencontramos. Para ganar espacio, la ciudad inauguró a su vez el Museo deHistoria Natural, que albergó la colección correspondiente del British; y suextensabiblioteca, laBritishLibrary, encontró tambiénun sitiopropio junto aSaint Pancras, como ya sabéis. En el año 2000 se amplió el edificio con elfamosoGranAtriodelaReinaElizabethII,elcorazóndelmuseo,diseñadoporelarquitectoNormanForster.NosoloeslaplazacubiertamásgrandedeEuropasino que además es una de las más hermosas. Y su espectacular cúpula, dearmazóndeacero,tienemásdemilquinientosparesdecristales.ElLouvrenoescompetencia.

Agnes pensó que aunque el señor Livingstone hubiese puesto pegas a laconstrucción victoriana delBritish, se hubiese reconciliado conClive por estaúltimaobservación.

—¿Pordóndequeréisempezar?—preguntóelguarda—.Estaréatentoconlossensoresdemovimientodelassalasquemeindiquéis.

Johnlainvitóatomarlainiciativa.—LaPiedraRosetta—afirmó sin dudarlo ni un instante—.Y después el

Partenón.Clive volvió amirarla con admiración y asintió con la cabeza, como un

maître experimentado que alaba en silencio la buena elección del vino queacompañaráalacena.

—Entoncesosdejoaquí—dijoseñalandolaentradadelasalaenlaqueseexponía la famosa piedra que descifró Champollion—. La colección del

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Partenónestá...—En la sala Duveen —se le adelantó Agnes—, en esta misma planta,

cruzaremosporAsiria.—Exacto—apostillóClive—. Fue un diseño de JohnRussell Pope, pero

resultódañadaenlosbombardeosalemanesdelaSegundaGuerraMundialyfuereconstruidaaprincipiosdelosaños60.

—Me estáis dando dolor de cabeza —dijo John, que empezaba aarrepentirseunpoquitodelaeleccióndesuregalonavideño.

Clivesoltóunabrevecarcajada,volvióapalmearlasespaldasdesuamigoylesdeseóquetuviesenlamásagradabledelasvisitas.

—Sin prisas—advirtió—, porquemañana no abrimos. Pero no os vayáissindespedirosocaerásobrevosotroslamaldicióndeHowardCarter.

John le aseguró que ni por toda la colección egipcia del British se leocurriríasemejantedisparate.

—Disfrutaddelavisita.Sintiéndose hormigas en la inmensidad de los altos mármoles del

impresionante museo, Agnes y John cubrieron la breve distancia que lesseparabadelapiedraRosetta.Suspasossobreelsuelopulidoapenasresonaban,como si hubiese nevado también dentro del edificio y una mullida alfombrablancaamortiguasesucamino.Elsilencioresultabatanabrumadorqueningunodelosdososóromperlo.

AlgunosminutosdespuésdehaberdejadoatráslaurnadecristaldeRosettaycruzadotodalacolecciónasiria,AgnesirrumpióenlasalaDuveenysoltóunsonorosuspirodeadmiraciónalverlosfrisosyesculturasdelPartenón.Aunquehabíaestadoallíotrasveces,eralaprimeravisitaenlaquenohabíanadiemásenlasala.Laquietudinvitabaalacontemplación.

—¿Cuántas veces has estado aquí? —preguntó John adivinando suspensamientos.

—Algunas.Agnes recorrió la exposición de los mármoles de Elgin en reverente

silencio, disfrutando de los detalles y de la nueva perspectiva de la soledadnocturna. Se movía en la agradable penumbra de las luces de emergencia,destacadoelprotagonismodecadaunadelaspiezasporsusrespectivosfocos.SedetuvoantelasesculturasdelfrontónorientaldeFidiasquerepresentabanaAtenea,Zeusyelrestodedioses,posiblementeunodelosconjuntosesculturalesmásbellosydemáscomplejidaddelmundo.

John ladejóvagarpor la sala, contemplándolaaunadistanciaprudencialmientrasellasedeleitabaenlasesculturascomosifueselaprimeravez.Desdeque habían escapado de la casa de sus padres le quemaba en la garganta una

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explicaciónasucomportamiento.NecesitabacontarlequeSarahyanoeramásque pasado, explicarle los términos del acuerdo al que habían llegadotemporalmente;pedirledisculpasporelmalentendido,pordejarquepensara—aunquehubiesesidotansolounminuto—,quesupaseobajolanievenohabíatenidomásvalorqueeldeunespejismo.Lockwooddeseabapronunciarenvozaltaquesehabíaenamoradopero,dealgunaforma,lacarreraatravésdelfríoyde la niebla y la solemnidad de aquella visita nocturna al British no habíanpropiciadoelmomentodeningunaexplicación.Leconmovíaprofundamenteelsilencio de Agnes, su reticencia a hacer preguntas al respecto o a mostrarsemolestaporelepisodiodurantelacena;comosielsolohechodedejartraslucirsudesencanto,sududaosudesilusión, laexpusiesedemanera insoportablealjuiciodeJohn.

Ajena a los pensamientos del policía, la arqueóloga sentía cómo, enpresenciadeaquelpedazodepatrimoniouniversal,laasaltabanlosrecuerdosdesus veranos en Oxirrinco. Podía imaginar con facilidad qué habían sentidoCarter, Clark o Petrie, ese sentimiento de pequeñez ante tal testimonio de laHistoria,esaemocionantepuertaalpasadoqueeraelPartenón.Momentosasílerecordaban por qué había decidido seguir sintiéndose arqueóloga cuando suúnicomediodesubsistenciaeraunapequeñalibreríaenelcorazóndelTemple.

Al cabo de un tiempo, todavía emocionada ante el frontón oriental deFidias,segiróhaciaJohnysonriócontimidez.

—GraciasporesteextraordinarioregalodeNavidad.El inspectorLockwood se levantaba cadamañana con el deseode luchar

contra las pequeñas injusticias humanas y a la vez con la esperanza de quellegaseeldíaenquenofuesenecesario.Quizásesenoibaasereldíaenelqueocurrieseelmilagro,peroprecisamenteallí,coneltestigomudodelosdiosesdepiedra, en uno de los templos antiguos conservadosmás extraordinarios de lacivilización,ibaacumplirseotrodesueños.

Presode la impaciencia, incapazdemantenerpormás tiempoladistanciaqueleseparabadelhadadescalzadelseñorLivingstone,Johncruzólaestancia,seplantóaescasoscentímetrosdelachicayenmarcóconsusmanosdesoldadoeldelicadorostrodepielblanca.Pensóqueningúntesorodelosquealbergabaaquel edificio podía compararse a ese par de enormes ojos castaños que lesosteníanlamiradaconciertasorpresa.

—Eso debería decirlo yo—pronunció con voz ronca John justo antes debesarla.

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CAPÍTULOXVExisten besos capaces de detener el mundo. Paralizan el aire alrededor,

congelan el tiempo y dejan en suspenso el pensamiento. La vida misma semantiene quieta, temerosa de romper con su aleteo el hechizo de tanextraordinario encuentro. Solo los niños que alguna vez aplaudieron fuerteporque creían en las hadas pueden entender de adultos que existan besos así,capacesdedetenereltiempo.

Fueron las campanadas de la vecina St. Martin's Church, anunciando lamedianoche,lasquevolvieronaponerenmarchaelrelojenelBritishMuseum.

—Feliz Navidad —dijo John separándose unos centímetros de lostentadoreslabiosdelhada.

Agnes repitióenvozalta sudeseoperonoosómoverse, seguíapresadelconjuro de aquel primer beso, con las piernas temblorosas y el vértigo en elestómago, con el recuerdo en la piel de la caricia de otras manos. Todavíaincapaz de deshacer el refugio que la mantenía entre sus brazos, el inspectorLockwoodhundiólamiradaenaquellosincreíblesojoscastañosypronuncióenvozbaja:

—Es cierto lo que dicen.No hay nadamás hermoso que unamañana deNavidad.

—Todavíaesdenoche.—Peroyaesmañana.Nohayoscuridadsitúestásconmigo.Volvióabesarla,despacio,ensilencio,comosielBritishnofuesemásque

una inmensaboladecristal,deesasquecontienen tempestadesdenieveensuinteriorcuandoseagitan,pequeñasburbujasdemagiaenmanosinfantiles.Losdioses decapitados de Fidias maldijeron no tener ojos para contemplar tanprodigiosoinstante.

Johnrecogiólosabrigosylosextendiósobreelsuelo,alospiesdelfrontónoriental del Partenón. Tomó a Agnes de las manos y se acostaron sobre elimprovisadolecho,conlabufandaazuldealmohada,ellarguísimopelodeellacomo una suave cascada ondulada contrastando con sus tonos de chocolate ycaramelo.Desdeallíteníanunaampliavisióndeltechoartesonadoconmotivosdóricos.

—Noestanrománticocomomirarlasestrellas—observóelinspector.—ElBritishnotienetecho,esinfinito.Agnesdoblólabufandaylosabrigosbajosuscabezasparalograrunmayor

ángulo de inclinación. Cuando volvieron a reclinarse, podían ver lasimpresionantesesculturasyrelievesgriegos.

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—Friso este, oeste y sur —indicó la arqueóloga mientras señalaba losdiferentes fragmentosescultóricos—.LosesculpieronFidiasy losartesanosdesuacademiaentrelosaños443y438antesdenuestraera.Midirectordetesis,peseahaberseespecializadoenImperioAntiguoEgipcio, reconocíaqueera laobraescultóricamásbellahechaporelhombre.

Johngirólacabezahaciaella,contemplósuperfilsuaveenlapenumbradelas lucesdeemergenciaypensóquediscrepabade laopinióndelprofesor.Sehallaba en presencia de lo más bello que jamás había tenido la suerte decontemplar,ynoestabaesculpidoenmármolblanco,precisamente.

—SelesllamalosmármolesdeElginporquefueThomasBruce,condedeElgin,quiénordenósutrasladodesdeAtenasaLondresen1801paraprotegerlosdelasagresionesambientalesydelafaltadevoluntaddeconservacióninsitudelaépoca.Desdefinalesdelsiglopasado,Greciahareclamadosudevoluciónenmuchasocasiones,peroGranBretañaesreaciaacontestarasupetición.

—Ah,lasmalvadaspolíticasdelImperio.—Ningunanaciónestálibredemaldad,históricamentehablando.—¿Crees que deberían volver a Atenas? —preguntó John haciendo un

pequeñogestoconlacabezaensudirección.—No lo sé. Ocurre lo mismo con muchísimas piezas egipcias. Si los

arqueólogos británicos y franceses, en sumayoría, no se hubiesen llevado susdescubrimientos a sus respectivos países apenas quedaría hoy nada de tanvaliosopatrimonio;todosehubieseperdidoentrelosprofanadoresdetumbas,elmercado negro de antigüedades, actos de destrucción terroristas, guerras y lamonstruosacorrupcióndelosgobiernosdeElCairo.Erantiempossalvajesy,enelsigloXIX,Europaeraunlugarrelativamentemásseguroparaesostesoros.

—Todos los tiempossonsalvajes—intervinoJohnconscientede susdíasenelejércitoodelasactualesguardiasconchalecoantibalasenelaeropuerto—.Ahoraesasreliquiasnoestánsegurasenningúnsitio.

—No son reliquias, ni tesoros, son el testimonio cultural de otrascivilizaciones.Pertenecenatodalahumanidadyporesomismo,porsucarácteruniversal,deberíadarnosigualelpaísomuseoenelqueestuviesenexpuestas.

—Elproblema,entonces,esquetodavíasomosincapacesdeentendernosanosotrosmismoscomohumanidadsinhacerdiferenciasderaza,religión,génerooideología.

—Pero ya nada es seguro —susurró Agnes con la voz ahogada por latristeza.

Johnseincorporósobreuncodoyseinclinóhaciaella.Conlamanoquelequedaba libreacariciósussuavesy largoscabelloscastaños,y ladetuvoensumejilla.

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—Hayvariascosasquesíloson—dijoantesdebesarlaconternura.Agnes recordó las palabras de Jasmine sobre que el amor no era una

cuestióndetiemposinodecertezas,yporprimeravezseatrevióatocaraJohnsinmiedoaquesedesvanecieseconlasprimeraslucesdeldía.

Lesinterrumpióuncarraspeonerviosomagnificadoporelecodelosaltostechosylasalavacía.

—John,sientomolestaros—dijoCliveJudgedesdeeldintelde lagaleríadelPartenón—.Sabesqueestásrodeadodecámarasdeseguridad,¿verdad?

Después de asegurarle a su amigo que había encontrado el único ángulomuertodelasala,LockwoodsepusoenpieysedispusoaacompañaraClive.

—Vuelvo en seguida—le prometió aAgnes—.No salgas corriendo, porfavor.

—Lahas impresionado,¿eh?—bromeóelguardiadeseguridad,alhilodesuúltimafrase,encuantoestuvieronfueradelalcancedelosoídosdelachica.

—Sontodasesasesculturas.—Si lachicaesarqueóloganocreoque salgacorriendoporunascuantas

piezasdemármolmaliluminadasporlaslucesdeemergencia.—Nopiensoreconocerningunaotraalternativa.JohnvolvióalasaladelPartenónempujandounpequeñocarritometálico

cargadocontazas,unateterahumeante,bollitosdecanela,magdalenasdenata,tostadas,mantequillaymermeladadealbaricoqueynaranjadulce.LerecordóaAgnesquesehabíanfugadodecasadesuspadressincenaryqueningunavisitaalBritisheracompletasinprobarelserviciodecatering.Sirvióeltéenlastazasydispusoelpequeñopicnicenelsuelo,sobreunaenormeservilletaextendida,alos pies de los abrigosque constituían su isla de calidez en la inmensidaddelmármolcircundante.

—BreakfastatTiffany's—bromeóAgnescuando tuvodelanteelpequeñobanquete.

—SupongoqueparaunaarqueólogaestoesmejorqueTiffany's.La chica admiró las tazas a juego de la bonita tetera de porcelana rosa y

florecillas azules. Sentía una sensación de irrealidad, como si todo aquello nofuesemás que un oasis amedio camino entre las brumas del sueño y la duranitidezdelavigilia.

Sentadoenel suelo,con laspiernasdobladasy lamiradaprendidade losojoscastañosdeAgnes,mientrasremovíadistraídosutazadetésinazúcar,JohnporfinleexplicósuhistoriaconSarah.

—Estuvimossaliendomásdeunaño,inclusonosprometimos,aunquelosúltimos meses ambos sabíamos que ese tren ya había pasado de largo para

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nosotros.Supongoquetardamosenabordarlacertezaporquenuestrasfamiliasestaban entusiasmadas con la posibilidad de una boda y porque Sarah teníaidealizadanuestrarelación.Creoquelegustabalaideadelosdoscomoparejamásque la realidaddeque lo fuésemos,no sé simeexplico.Supongoque sedejó llevar por todas las veces que tuvimos que escuchar eso de "hacéis tanbuenapareja".

Agnesasintiómientrasmordisqueabaunatostada.Prontoamaneceríaylasprimeraslucesdelnuevodía,atravésdelamajestuosacúpulacenital,dotaríande un blanco resplandeciente las enormes columnas de mármol. Las sombrascederíanconsuavidadlafantásticaarquitecturaquehabíanabrazadodurantelanocheylosdiosesdelPartenónperderíanpartedesumisterio.SepreguntócómohabíasidocapazdepensarquesutéenelJubileeseríainsuperable.

La arqueóloga aprendiz de librera tenía el pelo alborotado, las mejillasarreboladasy los labiosmás rojosde lohabitual. Johnestabadespeinadoy sutrajeoscuronecesitabaunplanchado.Peroamboscompartíanlamiradabrillanteynuevadequiénesacabandeestrenarelamorenunanochedeinvierno.

—Sarahmepidióque retrasáramoshastadespuésde las fiestasexplicaranuestrospadresquehacíamesesqueestábamosseparados.Ellase iráprontoaviviraHongKongyqueríatenerunasNavidadestranquilasantesdesoltarleesaotrabombaasufamilia.

—YotambiénqueríaunasNavidadestranquilas.Johnalzólaspalmasdelasmanoshaciaarribaymiróenderredorconcara

divertida.—¿Mástranquilasqueesto?Agnesatrapóunadesusmanosylapusosobresucorazón.—Mástranquilasqueesto—ledijomirándolealosojos,compartiendolos

dossusaceleradoslatidos.Lockwood,quesehabíadescubiertomásdébildeloquesospechabacada

vez que se proponía guardar las distancias con aquella chica, se inclinó paravolverlaabesar.

—No sé qué voy a hacer,AgnesMartí—pronunció contra sus labios—,estoyperdidodesdequeteviaquellanocheenlalibrería,contuspiesdescalzosytulargopeloflotandoalrededor.Mirándomeexactamenteigualquecomomemirasahora.

—¿Cómo?—Comosiviesesenmítodoslosfuturosdelmundo.Johncondujodespacioporlascallesfantasmalesdeunaciudadcasivacía.

Disfrutando del silencio, de la ausencia de tráfico y de los tímidos rayos del

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primersolde lamañana.Ni rastrode laespesanieblade lanoche,comosi lamismameteorología desease ofrecer su rostro más amable en esa mañana deNavidad. Sentían en el estómago —sobrevolando el desayuno de bollitos ytostadasconmermelada—lasmariposasdelanocheenvelaporelamorreciénestrenado.

—Oh,no—sequejócompungidoelinspector.—¿Quéocurre?—AcaboderecordarquetengoquedisculparmeconelseñorLivingstone.

Noterías,notienegracia.Dicequelecaigobien.—¿Entoncesdequétequejas?—Deque,precisamenteporeso,esperagrandescosasdemí.Agnessegiróensuasientoylemiróconlarisabailándoleenlosojos.—Todosesperamosgrandescosasdeti—dijo—.Laculpaestuya.Después

deaquellaentradaespectacularenlalibrería,durantelatormenta,esnormalquetengamosellistóntanaltorespectoatusposibilidades.

—Muygraciosa.—TecargastelascampanillasdelseñorLivingstone.—Yasustéasucontable.—Suscorbatassíqueasustan.—No he sido capaz de encontrar ese dichoso diario —señaló

apesadumbrado—.Me pasaré por la librería y le recomendaré que curse unadenunciaporloscanalesoficiales.Esperoquemehagacaso.

—Cerraráunosdíasporvacaciones—leadvirtióAgnes—,perosospechoqueleencontrarásallídetodosmodos.

—¿Porqué?—PorqueesMoonlightBooksyél,EdwardLivingstone.CuandollegaronaladirecciónenKensingtonqueAgneslehabíaindicado,

Johnaparcóelcocheenunacalleparalelaycaminaronhastalapuertadelacasa.Pesealareticenciadelachica,élhabíainsistidoenacompañarlahastaWaterlooStation,desdedondesalíasutrenhaciaSurrey.

—Suboarecogerlamaletaybajoenseguida—leaseguró.—Bien.—¿John?—Sí.—Sinomesueltasnopuedoirme.—Claro,quéestupidez.—A la vuelta de la esquina está elDarkness&Shadow, ¿por qué nome

esperasallí?Detodasformas,hequedadoenelpubconR.Cadwallader.Agneslehabíaexplicadolahistoriadecómoconocieronalcocinerogalésy

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lacuriosarelaciónquehabíasurgidoentreJasmineyél.Johninsistióenllevaraambosalaestación.

—Me irá bien un café —asintió el inspector—. Necesito estar un pocodespejadoparaenfrentarmealaspreguntasdemimadreyalaconferenciademipadresobrequeyavasiendohoradequesepaquéhacerconmivida.

—Pensabaqueyalosabías.—Peroélno.Agneslediounbesorápidoenloslabios.—Hastaahora.—TeesperoenelDarkness.—¿John?—¿Qué?—Siguessinsoltarme.Aunquenopensabadecirloenvozalta,elinspectorLockwoodtemíaque,si

ladejabair,elhadadescalzaecharíaavolarsobrelostejadosdeLondres,hacialasegundaestrellaaladerechaytodorectohastaelamanecer.

CuandoJohnentróenlaoscuridaddemadera,espadasyfotosdeminerosqueeraelDarkness&Shadownosupodecirquiénquedómásdesconcertado,sielindividuoconbarbadedetrásdelabarraoél.

—Noservimospastelesdecarne[25]—seapresuróaaclararMichaelDrake—.Yestamoscasicerrados.Haciendoinventario.

—Soloquierouncafé—dijoJohn.Sepreguntóquéclasedenegociohacíainventarioysaludabaalosclientes

advirtiéndolessobrelaausenciadepasteldecarneeldíadeNavidad.Perocomoelmás joven de losDrake no tardó en ponerle delante una humeante taza deexcelente café y una esponjosa magdalena de arándanos, decidió que no leimportabanlasexcentricidadesfestivasdeningúnbaristadeKensington.

La magdalena había sido una cortesía navideña de R. Cadwallader, quesalió de la cocina y se sentó cerca de John tras saludar con un gruñidoininteligible a la concurrencia. Por las señas que le había dado Agnes, elinspector supuso que aquel armario pelirrojo era su escolta para Surrey.Algointimidado por la silenciosa mole del cocinero, terminó el café e intentócoincidir con la mirada deMichael Drake en busca de apoyo moral, pero elbarmanparecíasúbitamenteconcentradoenladisposicióndeunalíneaperfectadevasosaltos.

ComoelángelqueJohnsospechabaqueera,Agnesaparecióen lapuertadelpubcargadaconunavoluminosabolsadeviaje, llenándolo todoconla luzdelexterior.

—Ah,yaestamostodos,¿nosvamos?

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LockwoodyCadwalladersepusieronenpiecomounsolohombre.—FelizNavidad,Michael—sedespidiólachica.—Pobrecilla—dijo Solomon Drake uniéndose a su hijo tras la barra en

cuantosemarcharon—,tenerquepasarlasNavidadesconsemejantebestia.—Aunquesusmagdalenasdearándanossonexcelentes—apuntóMichael.ElpropietariodelDarknesstuvoquedarlelarazón.LadespedidaenWaterlooStationfuerápidaydepocaspalabras,comolo

había sido la travesía en coche hasta allí. En el vestíbulo de la estación, R.Cadwallader,taciturnoycortés,seofrecióacomprarlosbilletesparadejarlesunmomentoasolas.Laparejaseintercambiónúmerosdeteléfonoysemiraronsinsaber cómo despedirse. Su intimidad apenas había durado unas horas, pocotiempoparaelamorymenosparalaspalabras.

Johnteníalaterriblesensacióndequeaqueladióseraunpreludiodelfin,dequeAgnessealejabasinbilletedevuelta.Nosearrepentíadehaberlehechopartícipedesussentimientos,puespensabaqueelequívococonSarahlehabíabrindado una oportunidad que no había dudado en aprovechar. Pero ahora,incapaz de deshacer el abrazo en el que la retenía, no encontraba las palabrasjustas para decirle que la echaría demenos aunque jamáshubiesehabitado ensusrutinasmásalládelpensamiento.El inspectorLockwood,acostumbradoaltrato firme y algo áspero que su entorno esperaba de él, temía haber sidodemasiado impulsivo con la chica que estaba a punto de coger el tren directohacia Surrey. La besó por última vez sin sospechar que cualquier explicaciónsobrabaenlavehementepromesadesuslabios.

Extrañamenteserena,envueltaensularguísimoabrigogris,conelcabelloderramándosesobrelaespalda,tanligeraqueparecíacaminarsobrelapuntadelospies,Johnlaviodesaparecerendirecciónalasandanasacompañadaporlaenormemole del cocinero galés. Solo, enmedio de la estación decorada conguirnaldasycoronasverdesyrojas,recuperóelritmopausadodesurespiración,diomedia vuelta y salió al aire frío de lamañana con un sombrío peso en elcorazón.

En cuanto el tren dejó atrás la estación, Agnes se dejó mecer por suagradabletraqueteo.Leagradecióasusilenciosoacompañanteeltermodetéylos dulces caseros que tuvo a bien compartir con ella, y no tardó en quedarsedormidaparacompensarlashorasdevigiliadetanextraordinarianoche.Antesdeabandonarseporcompletoalsueño,supoquenohabíadejadodepensarenJohndurante todo ese tiempo, en su abrazoprotector, en el firme tactode susmanos, en la pregunta de sus ojos azules que ella había dejado sin respuesta.Recordó sus besos y el vértigo, elmudomármol ancestral del Partenón como

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únicotestigodelatempestadqueleshabíaarrastradomásalládecualquierotraplaya.Quéextrañoqueesesentimientoantiguocomoelmundofueseencambiotan ligerocomoparano lastrarle lospies.Bienalcontrario,sentíaquesoloenbrazosdeJohneracapazdevolar.

R. Cadwallader, con la inusitada delicadeza de sus manos de cocineropaciente, arropó a Agnes con su manta de viaje y se acomodó en su asientoensimismadoenelpaisajequehabíaempezadoacobrarvelocidad.

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CAPÍTULOXVICuandoteníadiezaños,EdwardLivingstonedeseabaserjinetedelaKing's

Troop. Por aquel entonces vivía con sus padres en Gloucester Crescent y supadre solía despertarlo para que viese pasar a la guardiamontada cabalgandohacia Regent's Park, donde se ejercitaba. El resonar de los cascos en elpavimento los anunciaba con antelación y, en las madrugadas de invierno,cuando los jinetes sematerializaban entre la oscuridad y la niebla, precedidosporelfaroldelprimerodeellos,resultabadeunromanticismoabrumador.

ConeltrasladodelacuartelamientodelaKing'sTroopdeSt.John'sWoodaWoolwich y la perentoria llamada de la literatura, Edward fue olvidando aaquellosjinetes,retazosdeunanostalgiaqueInglaterrasenegabaaperder.

Pero aquella mañana, el señor Livingstone se había reencontrado con laKing'sTroopentrelaspáginasdeLadamadelafurgoneta,deAlanBennett,ysufrió una leve crisis profesional. Pese a haberse tomado una semana devacacionesestabaenMoonlightBooks,comosilosañosdeprácticalehubiesenconvertido en un fantasma local, incapaz de existir fuera de las paredes de sulibrería.Intentóimaginarsealomosdeuncaballodeguerra,coneluniformedegala de la artilleríamontada, surgiendo de la oscuridad al galope con el sabledesenvainado.Noloconsiguiósinqueleentrasenganasdereír.SilosHadoslehubiesendotadodetanrománticaimaginación,habríaoptadoporconvertirseenparlamentario.

Se preparó una tetera, llenó la pipa y halló refugio en el rincón de losrománticos, bien retrepado en el sillón morado, con una caja de libros paraacomodarlospies.Sobrelamesilla,lasúltimasnovedadesdelibrosilustrados;elcosquilleode la felicidadmásabsoluta,enelcorazón.Peroapenassehabíallevadolaprimeratazadehumeanteearlgreyaloslabioscuandounrepiqueteoinsistente a la puerta le fastidió el momento. Se levantó con algún que otrojuramentoenpicto,fuehastalaentradaymiróporelcristaldelescaparateantesdeabrir.OliverTwist,haciendohonorasunombre,ejercíadeniñoabandonadoenelumbraldesutienda.

—La librería está cerrada —dijo el señor Livingstone en cuanto abrióseñalándoleelcartelqueasíloatestiguaba.

—Peroustedestádentro.—¿Hasvenidoparaseñalarmeobviedades,astronautadepacotilla?—Hevenidosolo.—Perotumadresabequeestásaquí—aventuróellibreroentrecerrandosus

ojillostraslasgafasyescrutandoconatenciónlaactituddelniño.Edwardcreía

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a la señora Twist capaz de acusarle de secuestro y no le apetecía en absolutotenerqueleersesudenunciajudicialalrespecto.

—Sí.VivimoscercayClaraestádevacaciones.—Túyyoestamosdevacaciones—insistióelseñorLivingstone.—Poresomismodebemoshacercosasquenosgustan.—Comoestaraquí—resumióEdward—.Estábien,pasa.Haygalletascon

tropezonesdechocolateycaramelosobreelmostrador.Nohabíatenidotiempomásqueparadisfrutardelprimerlibrodesupilade

elegidos y empezar la segunda taza de té cuando alguien volvió a llamar a lapuerta.

—¡Portodoslosdioses!Antes de mirar a su visitante se cercioró de que el cartel de "Cerrado"

estaba claramente visible, y colgado del lado correcto, y que seguía siendolegibleeninglés.

—Disculpe, sé que la librería no está abierta al público pero habíapensado...

El señor Livingstone miró a aquel individuo que acaba de decir quepracticabaunodelosdeportesmenospopularesdelaactualidadysepreguntódequéleservíapensarsiacababaaporreandolapuertadeunalibreríacerrada.

—Ah, es nuestro escritor residente—dijo con el ceño fruncido—.No lehabíareconocidosinlalamparillaazul.

—Necesitounlugartranquilodondeescribir.—Lalibreríaestácerrada.—Esolaconvierteenunlugartranquilo.—Nocrea.—Leagradecería...—Estábien,pase.Peronomeagradezcanada.Ymuchomenosseleocurra

ponermeenlosagradecimientosfinalesdesulibro,porfavor.—Nadieleelosagradecimientos.—Yo sí lo hago —dijo muy convencido el señor Livingstone—. Para

asegurarmedequenoaparezcoenellos.Lesirvióunatazadetéalescritor,quesehabíaapresuradoainstalarsebajo

su apreciada lamparilla azul, y volvió a su rincón de lectura con ciertadesesperanzaporculpadeunrefrán.

—Nohaydossintres—dijoenvozbaja.Pero antes de que apareciera un tercer visitante en la librería cerrada, el

librero tuvo que atender una llamada telefónica. Era su buena amiga AliceShawn, que ademásde desearle un feliz año le trasmitió inquietantes noticias.No tuvo tiempo de reflexionar sobre lo que la conservadora le había dicho

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porque alguien volvió a llamar a la puerta. Esta vez no eran los golpecitostímidosdeOliver,nielrítmicosonidodeunosdedoságilessobreelteclado.Lamaderapintadadeazulretumbabaconelsonidorotundodeunasmanosfuertesydecididas.

—InspectorLockwood—saludóEdwardencuandoabriólapuerta.—SeñorLivingstone.—Pase. Y hágame un favor, arranque ese cartel de Cerrado y pisotéelo

comohizoconlascampanillas.Paraloquemesirve...John, que no estaba dispuesto a volver a disculparse por las dichosas

campanillas,lemirósombríoalpasarporsulado.Rechazólatazadetéquelepropuso el librero y prefirió quedarse de pie, junto almostrador, con cara dedesearestarencualquierotrolugar,comoporejemplo,enlabocadeunvolcánapuntodeentrarenerupción.

—Megustaría...El señor Livingstone se quedó sin saber qué era lo que le gustaría a

Lockwoodporqueaesteseleolvidócontinuarlafraseencuantovioque,enlavitrina, sobre los libros ilustrados, volvía a estar el diario del exploradorvictoriano.

—Lohaencontrado.—¿Elqué?—dijoEdwardhaciéndoseeldespistado—.Ah,sí.Eldiario.—¿Dóndeestaba?—YaledijeaSiobanqueteníamisdudassobrequesetratasedeunrobo.—¿Cómoloharecuperado?—¿Yusted?Johnlemirósincomprender.—¿Cómo ha recuperado usted lo que había perdido?—insistió el señor

Livingstone.—Nosédequémehabla.—DeAgnes.El inspector Lockwood hizo algo que llevaba sin hacer desde tercero de

primaria:sesonrojó.—NoestamoshablandodeAgnessinodeldiario.—Estabaperdidoyfuihallado[26].—Esustedimposible,señorLivingstone.—Tan imposible que voy a casarme con la editora más increíble de

Londres.—Enhorabuena—dijoJohnsinpoderevitarciertotonodeinterrogación.—Nopareceustedmuyconvencido.—EsquemecaebienSioban.

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—Entonces le tranquilizará saber que fue ella quien me pidió enmatrimonio.

—Todostenemosmalosdías.El librero se llevó las manos al pecho simulando que había recibido un

certerodisparo.—Augh,inspector.Havenidoconánimodevenganza.—Lerecuerdoquemecastigósincenar.Edward negó con la cabeza, apesadumbrado por las bárbaras costumbres

navideñasdelosoficialesdeScotlandYard,yvolvióasurincóndelectura.Elinspectornotuvomásremedioqueseguirle.

—¿Vaacontarmelodeldiario?—Simeexplicael raptode labellaHelena.Dígameque lehizo inmortal

conunbeso[27]ymequitaréelsombreroanteusted.—Digamosquesoyinmunealasbalas—serindióJohnanteelbuenhumor

desuanfitrión.—¡Magnífico! Entonces, digamos que el diario se lo llevó prestado un

amigoqueseolvidódeavisarmedequelotendríaunosdías,paraestudiarloconmásdetenimiento.

—¿Cuándoselodevolvió?—Lamismanocheenlaqueaustedseleconcediólainmortalidad.—¿Losabíacuandovinoacenaracasademispadresynomedijonada?—Estabaocupadoretándoleaunduelodehonor.—Sí—dijopesarosoelpolicía—,heintentadoolvidarlo.—John—pronunciósolemneelseñorLivingstone trashaber reflexionado

unossegundos—,voyaencomendarleunamisión.Noporqueconfíeenusted...—Gracias.—Elsarcasmonocombinabienconsuchalecoantibalas.—Nosésisehadadocuentadequevoydepaisano.—Bah,ustedsiemprevaarmadoyespeligroso.—¿Quéesloquequiere?—¿Lapazenelmundo?—SeñorLivingstone...Acabadedecirmeque,peseaquenoconfíaenmí...—Lehadolido.—...vaaencomendarmeunamisión.—Ah,sí.Rápido,antesdequeAgathaDresdenllameaesadichosapuerta.—¿Cómosabe...—Estámirándonosatravésdelescaparate.NohizofaltamásparaqueaJohnselecontagiaselapremuradellibrero.—Dígame.

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—TienequedecirleaAgnes...Unosgolpecitosderatóntímidosonaronenlalibrería.Millicent y Prudence, la abuela y la tía abuela de Jasmine, vivían en un

pequeño cottage rosa a las afueras de Franham, un pueblecito de casasgeorgianas del siglo XVIII en el oeste de Surrey, muy cerca del condado deHampshire. Pese a que sentían cierta debilidad por sacar de quicio a susjardineros,laprimeravezqueAgnescontemplósucuidadapropiedadpensóqueestabasoñando;nuncahabíacontempladounjardíntanbelloenelcorazóndelinvierno. Aunque los árboles frutales, los rosales y las aulagas se mecíandesnudos de flores y frutos al compás de los vientos, las plantas aromáticas,inmunesa losrigoresde laestación,mostrabanunasaludablegamadeverdes,morados y vainillas. Sobre el tejado oscuro de la casita rosa, enredaderastrepadorasymásrosalesaguardabanpacienteslaprimavera.

Milly resultó ser una señora casi tan alta como su nieta, de voluminosasformas y cabellos blancos rizados que contrastaban con su tezmorena. Sentíapredilecciónporlosvestidosdelanaylosteníaentodosloscoloresdelarcoirisaunque,comosufríadedaltonismo,nosolíaacertaralahoradecombinarlosconel resto de su indumentaria. Sus ojos, grandes y observadores, a menudo seentrecerraban pensativamente detrás de sus gafas de montura púrpura conbrillantes. Prue era algo más bajita que su hermana y compensaba el deliriocromáticodeMillyconpantalonesgrisesyjerséisentonoscrema.Adoctrinadadurante cincuenta años por su difundo marido —a quien jamás se le viomalgastar ni un penique en la taberna del pueblo— ahorraba en peluqueríaluciendounapelucaoscura;cadavezquesusobrinaledecíaqueconsemejanteaderezolerecordabaalasintegrantesdeTheMarvelettes,PruesearrancabaconMr.Postman.

Selesnotaba,enlasmiradasquesededicabanlaunaalaotra,enlasrisitascompartidascadavezquecometíanunaindiscreción—comounasveintevecesaldía—queseprofesabanunprofundocariño.Hacíanfrentecomúncontralosjardineros desalmados delmundo, coleccionaban sombreros estrambóticos quesolo seponían losdomingosypaseabanpor lasgeorgianas callesdeFranhamconlaúnicafinalidaddesaludaratodossusconocidosycotillearlossietedíasdelasemana.

MillyyPruerecibieronconcariño,besossonorosyachuchonesalaamigade Jasmine, su ojito derecho, y les impresionó lo mucho que ocupaba R.Cadwalladerdentrodelpequeñocottage.Tardarondíasendejardecontenerelalientocadavezqueveíansudelicadavajilladeporcelanaenlasenormesmanosdelcocinero,otropezarconsusbotazasenlaentradadelacasa.

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Pero como eran generosas y tenían cierta debilidad por la desproporcióncircense—ensujuventudhabíanestadotanenamoradasdeunmalabaristayundomadordeleonesquesololaintervencióninextremisdesupadre,quelaspillósaltando por la ventana en plena noche, había conseguido evitar su fugadoméstica—,acogieronalgiganteconnostálgicaternuraymirabanconbuenosojos ladiscreta relaciónquemanteníaconJasmine.Prontoseacostumbraronaque lasacompañasealmercado, lasescoltaseensuspaseosporelpuebloosesentasejuntoalachimeneamientrascontestabaunsinfíndepreguntassobresufamilia enGales. Aunque nada salvaba a Cadwallader de ser el centro de lascuitasdelashermanasdurantelascomidasycenasenlapequeñacasadecampo.

—Todavíanohasprobadolosmuslitosdepatoconfitado.—Tienesqueacompañarlosconlasalsadenaranjayciruela.—Sí,esperfectaparacombatirlosmalospresagios.—Ylamelancolía.—Cierto,Prue,selevealgodecaídoalpobre.—Échalemássalsa.—¿Quémedida?—Lasuficienteparalevantarelánimodeunhombregrande.—Tendráunaindigestiónydespuésdeeso...—Despuésdeesodeberíacomerunpocodefiambre—¿Conlaindigestión?—Conlacremadealmendras.JasmineyAgnescasiseatragantabandelarisaconelrápidointercambio

deocurrenciasdelasancianasylasosegadaamabilidaddeR.Cadwalladerquecomía en silencio, agradecía la preocupación de las señoras y tomaba notamentaldeencargarsepersonalmentedecocinarelsiguienteágapequesesirvieseenaquellamesa.

Agnes agradeció la invitación de su amiga para pasar las festividadesnavideñas en el acogedor hogar de su abuela. Todavía desconcertada por laprecipitaciónconlaqueJohnLockwoodlehabíaabiertosucorazón,transitabansussentimientosporlosextrañoscaminosdelacontradicciónmásabsoluta.Tanprontosentíaaceleradosloslatidosensupechoyvértigoenelestómagocomocaíaenlosbrazosdelamelancolíaylatristezamásinexplicables.Disfrutabadela compañía de las ancianas porque la distraían de sus abismos sentimentalespero,amenudo,losgestosdecariñoqueJasmineyR.Cadwalladercompartíanle recordaban las manos del inspector apartándole un mechón de pelo de lafrente, posándose en su cara con tantadelicadeza, laproximidadde sus labiossobre su piel... y cuando eso ocurría, las paredes y los techos de la casita seestrechaban a su alrededor hasta el punto de necesitar salir al exterior, bajo la

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lluvia o contra el viento del este, y casi salir corriendo por los paisajes de laplácidacampiñaenbuscadeconsueloalaurgenciadesudesazón.

Jasmine, que percibía con claridad la inquietud de Agnes pero habíapreferido concederle tiempo y espacio en lugar de interrogarla al respecto,contenía caricias y besos en presencia de su amiga. El talante tranquilo ytaciturnodeCadwalladerhabíaencontradoenFranhamunrefugiofamiliarenelquesentirseagusto.Cadadíaquepasabaencompañíadelasdoshermanasseafianzabasuconfianzaytropezabaconmenosfrecuenciacontodoslosmueblesde la casa. Se sentía feliz junto a Jasmine y solo fruncía levemente el ceñopecoso cuandoAgnespaseaba su inquietudpor la casapara terminar huyendocomoProserpinaperseguidaporHades.Nohubiesedichojamásnadaenvozaltahastaqueunatarde,excepcionalmenteluminosaydespejada,enlaqueMillyyPruetrabajabaneneljardínseatrevieronacomentarlatristezadelaarqueóloga.

—Marchitaelromeroasupaso—asegurólaabuela.—Yanocheoíaullaraloslobos—dijolatíaPrue.Jasminelasmiróconincredulidad.—Nohay lobos enSurrey—dijo—.Yno creoqueAgnes tenganada en

contradevuestroromero.—Oh,noesculpasuya.—Esesatristezaquearrastra.—Lehemosañadidojazmínasutazadechocolate.—Peronohaservidodemucho.—Sinosquedaraalgodemadreselva...Jasmine advirtió a su abuela y a su tía que dejasen de envenenar el

chocolatedeAgnesy las conminóaque semetieranen suspropiosasuntosydejasenenpaz losde losdemás.Perocuandoa la terceranochedesuvisitaaFranham Agnes tampoco dio muestras de querer compartir las razones de sudesasosiego,yenvistasaqueelromerosíqueparecíaalgodesmejorado—ynodeseabatenerqueconducirhastaelhospitalmáscercanoconuncasogravedeintoxicaciónalimentariasilashermanascontinuabaninsistiendoensusremedioscaseros contra la tristeza—, Jasmine esperó a que la chica se retirase a suhabitaciónylasiguióalcabodeunmomento.

—¿Puedopasar?—Adelante.—¿Tanto echas de menos la comida de Fortnum & Mason? No puedes

añorar el Darkness & Shadow porque nos hemos traído a su cocinero connosotras.

—Sientosiheestadoalgocalladaestosdías.—¿Soloalgocallada?Lastumbasdetustemplariossonmáselocuentesque

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tú. ¿Quéha pasado con el inspectorLockwood?—preguntó Jasmineyendo algranodelacuestión—.Tehedejadotiempodesobraparaquemeloexpliquespeseaquemeestoymuriendodecuriosidad.

—Considéralo una justa venganza. No me enteré de que salías conCadwalladerhastaqueospilléenelDarkness.

—No despistes, ¿qué pasó con Lockwood? —insistió la chica—¿Reconoció que acababa de enrolarse en un barco pirata y que partía para losmares del sur en tres días? ¿Tiene un inconfesable pasado como dentista?¿Abogado?

Agnes puso cara de estar a punto de lanzarle a la cabeza las poesíascompletas de Alfred Tennyson para que se callara. Más que apiadarse de lacuriosidaddesuamiga,comprendióquesino lecontabaalgode loquehabíaocurrido ya podía irse despidiendo del sueño reparador de los silenciososnocturnosdeFranham.

—Casi cenamos juntos en casa de sus padres. Con Sioban y el señorLivingstone.Fueundesastre—claudicólaarqueóloga.

—¿Porqué?¿ElseñorLivingstonerecibiólavisitadetresfantasmas?—No,élinterpretóesepapel.—¿Eldelfantasma?—Eldelostres.Agnesleexplicóasuamigaelequívocodelacenaysufugaposterior.—Nos hemos intercambiado números de teléfono, supongo que

quedaremoscuandovuelvaaLondres.—¿TeregalóunavisitanocturnaporelBritishMuseumy loúnicoque le

distetúacambiofueelnúmerodeteléfono?—Nosbesamos.—Eresperversa,AgnesMartí—Jasminepercibióelbrillodetristezaenlos

ojosdesuamiga.—¿Tanmalofue?—Fueperfecto—pronuncióconunhilodevoz.—Te entiendo, a mí también me hacen llorar los besos perfectos en el

BritishMuseumlanochedeNavidad.Noséenquéestápensandoesehombre,sacarte a rastras de una cena horrible para jurarte su amor eterno frente a lamomiadeRamsésII.

—FuefrentealosmármolesdelPartenónynomejuróamoreterno.—Perocuandotebesódijoesode"desdeestasparedescienmilsiglosnos

contemplan".Agnesserindióalavenacómicadesuamigaymoviólacabezasonriendo.

Jasmine estaba de buen humor y no iba a rendirse tan fácilmente pormuchasevasivasquelediese.

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—Cuéntamelo todo. ¿Fueunbeso a loCasablanca omás al estilo deLoque el viento se llevó? No, no me lo digas, fue muy Tolkien, muy Arwen yAragornenelPartenón.

AgnesserioyechóaJasminedelahabitación,asegurándolequeloúnicoqueleocurríaesqueestabaagotabayquenecesitabadormirdespuésdetantasemociones.

—Buenasnoches,arqueóloga.—Buenas noches —Agnes esperó hasta que su silueta se recortó en el

umbraldelapuertaparaocultarsusonrisa—.Jasmine.—¿Qué?—Fue como el de Anakin y Padme justo antes de salir a la arena en

Geonosis.—¿Porque John está a punto de pasarse al lado oscuro y a ti te quedaba

genialelrecogidoAmidalaquetehiceparalaentregadelpremioScrooge?Agnes negó en silencio, sus hermosos ojos castaños brillantes en la

penumbradelahabitación.—Porque fueun instantede rendición,ocultoa losojosdelmundo, justo

antesdevolveralaarena.

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CAPÍTULOXVIIAgnes se acostumbró a las plácidas rutinas de la campiña inglesa con

pasmosafacilidad.Se levantaba tardepor lasmañanas,echabaunamanoen lacasa —porque, por alguna misteriosa razón, sus anfitrionas no le dejabantrabajar en el jardín—, o acompañaba a Jasmine a comprar al pueblo. LeíaPenélopeylasdocecriadas,deMargaretAtwood,despuésdecomer,ydedicabalamayorpartede la tarde,hasta lapuestadesol,adar largospaseossolitariosporloshermosospaisajesdeloestedeSurrey.Caminabatranquilaatravésdeloscampos nevados, disfrutaba del aire frío llenando sus pulmones. Le parecía,cuando respiraba profundamente en la solitud del paisaje, que llevaba mesesconstreñidapor la contaminación, pero tambiénpor el temory la duda.No sehabíasentidotanlibredesdesusveranosenOxirrinco,cuandopaseabaencalmaporentrelassilenciosastumbasdereyesolvidados.

La amplitud del horizonte no tenía más fin que el consuelo de los altosárboles de hoja perenne mecidos por el viento del crepúsculo. Por doquier,pequeños vallados testimoniaban la presencia humana, pero no solía cruzarseconcasinadiedurantesuslargospaseosylasoledadleacentuabalasensaciónde paz en el alma. Cuando sentía que la tristeza le ensombrecía el ánimo,preferíavagarporelbosquecillodeabedulesyrobles,veladaporlanostalgiayel recuerdo imprecisodeunaArwencaminode losPuertosGrises,perdidayatodaesperanza.

Amenudo llegaba hasta el ríoWey y contemplaba su cursomenguado ytranquilo. En primavera, el deshielo volvería sus aguas bravas y teñiría defrescuralaslindesverdísimasqueahoradormíanbajounsuavemantodenieveyturba.A unamilla delWey, escondidas en uno de sus suaves recodos,Agneshabía descubierto las ruinas de la abadía deWaverley. Sus arcos y columnassupervivientes, el espíritu de sus altosmuros salpicados de hiedra trepadora ymusgodatabandelsigloXII.HabíasidolaprimeraconstruccióncisterciensedeInglaterraylaarqueólogahabíaleídorespetablesteoríassobresuimportanciaenlalíneadedefensabritánicadurantelaIIGuerraMundial.Pocoquedabadesugrandeza y, aun así, la nostalgia de sus restos impregnaba el paraje deromanticismo, de silencioso misterio. No se le ocurría un lugar mejor dondehallar refugio para sus pensamientos y acallar los acelerados latidos de sucorazóncadavezqueelrecuerdodeJohnLockwoodlealterabaelpulso.

Pensativa entre las ruinas de una abadía cisterciense, caminando con laligerezadesuspiesdeninfa,AgnesparecíamásquenuncaelhadaqueelseñorLivingstone siempre había sospechado que era. Sus cabellos mecidos por el

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viento,lalargabufandablancaondeando,elgrácilcuerpocasisuspendidoaunpalmodelsueloporsuspasossuavesentrelascolumnasderrumbadas,bajoloseternosarcosojivalesdeotrosiglo.

Agnesvolvíaacasaconlosojosllenosdeluzylamelancolíapisándolelostalones.Sedeshacíadesuscapasdeabrigoysecolabaenlacocinaconcuidadode no tropezarse con nadie. Se preparaba una tetera y se instalaba frente a laúnicapareddecristaldelacasa,enunadelassillasdemimbredela tíaPrue,arropadaporunasuavemantadepunto,consutazadetéentre lasmanosylamiradaperdidaeneljardíndormido.Leencantabaaquelmurotransparentequetanto desentonaba con el estilo clásico de paredes de piedra de la cocina. Leparecía como si un arquitecto veinteañero de Candem hubiese pasado por elpequeño cottage rosa para intentar integrar su arquitectura en la naturalezacolindante pero se hubiese quedado a medias. La calidez de la cocina, susaromas hogareños y el crepitar constante de su chimenea siempre encendidaduranteeldíacontrastabanagradablementeconlaajardinadaintemperiedelotroladodelcristal.

—Un penique por tus pensamientos—le dijo Jasmine un anochecer en elquelaencontróasíinstalada.

Agnesguardósilencioyleacercóotrasillademimbre.Suamigaaceptólainvitación,sesirvióunatazadetéysesentóasulado,tambiéndecaraaljardín.

—Hayuncuadro,enelVictoriaandAlbertMuseum,deFrancesDanby...CreoquesellamaEldesconsuelo[28]—Jasminediounsorboasutéydesplególa manta de las rodillas de Agnes para que tapara a las dos—. Si no fueseimposible,alcarecerdeunamáquinadeltiempo,juraríaqueDanbyseinspiróenti mirando este jardín. No entiendo tu tristeza —dijo en voz baja—, ni tusreservas.

—Cobardía,miedo.—Hascruzadotúsolamediocontinenteparabuscartelavida,nocreoque

esoteconviertaenunacobarde.—Nosoyvaliente.Jasminediootrosorboaltéyvolvióaperderlamiradaeneljardíndesu

abuela.—Tegustaestapareddecristal—reflexionóenvozalta—.Notienenada

queverconelrestodelacocinaodelacasa,pero...—Esperfecta.—Puesesproductodeundesastre.EltíoRoberteramuyaficionadoajugar

albillarperolatíaPruenoqueríavernienpinturaunadeesasenormesmesasrayandosussuelosdemadera;asíqueRobertselasingenióparaconvencerasuesposadequeledejaseconstruirseunahabitacióndejuegosprivadasoloparaél

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ysubillar.Eltíonoeraprecisamenteunentendidodelaarquitectura,nisiquieradelbricolaje,perotampocoestabadispuestoapagaranadieporsusdebilidadeslúdicas.Noconozcotodoslosdetalles,perosíséqueapenashabíaempezadolasobrasdeampliacióncuandosecayótodalaparedestedelacocina.

Agneslanzóunaexclamacióndesorpresa.—Sí,estapared.Undesastre.EltíoRobertnosoloibaaquedarsesinsala

dejuegossinotambién,sinahorros.Elarquitectolesdijoquenecesitabareforzartodosloscimientosdelacasayapuntalarelmuronorteademásdereconstruirlapared.

—¿Yquépasó?—Decidióqueningúnarquitectolondinenseibaadecirleloquepodíaono

hacer en su casa. Llamó a un amigo que trabajaba en contratas públicas y lepidiósisabíadealgúnmaterialaislantequelehubiesesobradodelaúltimaobra.El amigo le dijo que en las últimas semanas solo había estado reparandoTheShardofGlass,peroquepodíahacerleunbuenprecio.

—¡No!—Sí—serioJasmine—.Esaparedqueteparecetanromántica,comoun

poemaalanaturalezadeKeats,noesmásquelosrestosdeseriedelrascacielosmásfuturistadeEuropa.

—Estacocina,estejardín...nopodíansermásdiferentesqueelcorazóndeaceroycristaldelaCitylondinense.

Jasmineasintióbuscandolamiradadesuamiga.—Quecayeselapareddelacocinafueundesastre.Peroestuvoenlamano

deltíoRobertconvertirloenalgohermoso.Podríahabersucumbidoalmiedoyal desánimo pero no lo hizo; conformarse con pensar que la casa se caería ydeprimirseporsuosadíaylapérdidadelosahorrosdesuvida.

—Silavidatedalimones...—asintióAgnes—.Fuevaliente.—Ser valiente es no rendirte, seguir adelante aunque estés muerto de

miedo.—NosécómodejarentraraJohnenmivida—confesófinalmenteAgnes

—.Hacetantotiempoquenobajolasdefensas,quenocompartomividaymiintimidadquetengomiedodehaberolvidadocómosehace.Despuésdeunsigloviviendotraslasmurallasyelfoso,temoserincapazdeabrirmeanadie.Y,enelcasodequeesosucediera,measustaladevastaciónquepudieradejarasupaso.

—¿Porquédiceseso?—PorqueJohnLockwoodeselúnicocapazdehacerpedazoscadaunade

mis defensas. Porque ha decidido que así sea y ya no puedo resistirme a suasedio.Porquefirmomirendiciónencadaunodesusbesos.Perosobretodo—cuando se giró hacia Jasmine ya no le temblaba la voz— porque no podría

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perdonarmeromperelcorazóndeunhombrebueno.—Todosaldrábien—Jasminelecogiódelamanoyjuntascontemplaronel

reflejopálidodelalunallenasobreeljardín.Unhermosoplenilunioinvernal—.Pero aunque no fuese así, aunque se derrumbase tu vida entera, como sederrumbóelmurodeestacocina,quieroquerecuerdesqueinclusodeentrelasruinasdelmayordelosdesastrespuedennacerarquitecturastanextraordinariascomoesta.

John Lockwood dijo que llegaría a las cuatro pero a las tres ya estaba

llamandoalapuertadelapequeñacasarosa.Porculpadesuanticipación,noseencontróprecisamenteconlabienvenidaqueesperaba.Ungigantepelirrojoconcarademalaspulgasocupabatodoeldinteldelapuertaynoleinvitabaapasar.

—Soy el inspector Lockwood —se le escapó a John. Intimidado, habíarecurridoalafórmulaoficial.

—Bien—asintióR.Cadwallader.—NosconocimosenLondres,enlaestacióndeWaterloo.—Sí.—MegustaríahablarconAgnes.—¿Quién es, querido? —Milly se asomó curiosa arrastrando por el

entarimadodemaderaoscuraellarguísimovestidocolorlavandaquellevabaesedía—. ¡Ohhhhh! —exclamó al ver a John. Se quitó las gafas y las limpiócuidadosamenteconlamangaantesdevolvérselasaponerycomprobarquesuvistanolehabíaengañado.

—Será el nuevo jardinero —se animó Prue haciéndose un hueco entreCadwalladerysuhermana—.Especifiquéalaagenciaqueloenviaranantesdequeacabasenlasvaca...Ohhhhh.

—Nuncahabíamostenidounotanguapo—seleescapóaMilly.—Como si eso tuviese algo que ver para acertar con el abono de las

hortensias—sequejósucompañera.—Buenastardes,joven.Pase,pase.Ahoramismovaaexplicárnoslotodo.

Peronoaquí,quehacefrío.—Conunatazadeté,frentealachimenea.—Ynosloexplica.—¿Elqué?—acertóapreguntarJohn.—¿Puesquévaaser?Lodelabono.—Elabono...¿alteatro?—JohnmiróaR.Cadwalladerenbuscadeayuda.

Había leído en alguna parte que los guerreros galeses tenían cierto código dehonorquelesobligabaaasistiralosviajerosenapuros.Oalgosimilar.

—Elabonoparalashortensias—leechóuncableelcocinerodelDarkness

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& Shadow, quizás recordando las costumbres de sus antepasados; o quizás,porqueestabaempezandoadarlepenaelinspector.

—Guapoperotonto—suspiróPrue—.Loveíavenir.—Nomeestásayudando—sequejóelpolicíaaCadwallader—.Señoras,

nosoyelnuevojardinero.—Quétontería.Porquéibaadecirqueeraeljardinerosiluegonoloes.—Esquenolohedicho.—Ysinoeseljardinero,¿porquélehaenviadolaagencia?—seextrañó

Milly.—Nomehaenviadoningunaagencia.—Espolicía—aclaróCadwallader.—¿Sehanequivocado?—insistiólaanciana.Derepentecayóenlacuenta

delasituación—.Prue,hemoscometidoalgunairregularidad.—Yatedijequenofuebuenaideaecharaljardinerodelasemanapasada,

teníacaradeconocerunmontóndearguciaslegales.—Noestoydeservicio.—Ah,esoloexplicaríatodo—seanimaronsusanfitrionas—.Ensutiempo

libresededicaalajardinería.—¡AgnesMartí!—gritóLockwooddandounpasoatrásenelumbraldela

puerta—¡ScotlandYard!—¿Havenidoadetenerla?—semaravillóMillyconlosojosbrillantespor

laemocióntrassusgafasvioletas.—Sisehametidoenunlío,ahoraestáennuestracasayseacogeasagrado

—sepusomuyseriaPrue.—Eso es para las iglesias... de un reglamento del siglo XIX—masculló

John.Entoncesaparecióelhada,vestidaconunjerseyblancodecuelloalto,largo

hastalasrodillas,elcabellosueltosobreloshombros,descalza,encalcetinesdelana verdemanzana y con lasmejillas arreboladas por haber estado cerca delfuego del hogar. Su sonrisa iluminó el mismo cielo y salvó al inspectorLockwooddeladesesperaciónmásabsoluta.

—¿QuéquiereScotlandYard?—preguntóclavandosusojosenlosdeJohn.—Ayuda—dijoél,lavozsúbitamenteronca,elpulsoaceleradoylamirada

firmeenlosojoscastañosmáshermososdeluniverso.Caminabanapresurados,dejandosuspisadassobre lanieve,bajouncielo

teñidoderojosynaranjas,deluzdecrecienteypromesasnuevas.—Parecías un poco intimidado por R. Cadwallader—nubecillas blancas

bailabanalsondelaspalabrasdeAgnes.Apresuróelpasoparaacompasarseal

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deJohn.—¿Solounpoco?Ella soltó una carcajada y el policía aprovechó para cogerla de la mano

enguantada. La miró, sonriente, y le pareció como si los días en el campohubiesenacentuadoeseairetansuyodeestarapuntodeecharavolar.

—Pensabaqueibasarmado.—Noestoydeservicio,peroesehombreescapazdeintimidarauntanque.—¿Tehacostadoencontrarlacasa?—Bastante.PeroencuantoheapagadoelGPSlaheencontradoenseguida.

¿Dóndevamoscontantaprisa?—Ahora lo verás —le contestó Agnes sin desvelar el misterio mientras

cruzaban el Wey por un puentecillo de piedra que había conocido mejorestiemposalláporlaépocadelmurodeAdriano—.¿QuéeratanurgentequenopodíaesperaraqueregresaraaLondres?

Johnsedetuvoalotroladodelríoylabesócondelicadeza.—Esto—susurrócontrasuslabios—.YunmensajedelseñorLivingstone

—añadióconfalsofastidio.Agnes le instó a caminarunosmetrosmás, hastaunbancodemadera en

medio de ninguna parte. Pero cuando John se sentó, le conmovió laimpresionante vista más allá de las colinas. Distintas tonalidades de verde,dibujadas por la geometría de los cultivos, salpicadas de ovejas blancas, sefundíanenelhorizontebajolaluzmenguantedelatarde.Undescansoparalossentidos.

John recuperó el aliento y le tendió su teléfono a Agnes. De repente lepesabanlasmanosylecostabamirarla.

—Edwardmepidióque tedijeraque tienesque llamaraestenúmero.Élmismolopusoenlamemoria.

—¿Ahora?Élasintió.—PreguntaporAliceShawn.Dilequiéneresyellatecontará.—¿Túsabesquévaadecirme?—Llama—dijoelinspectorLockwoodconexpresiónindescifrable.Johnguardósilenciodurante todoel tiempoqueduró laconversación, las

manosenterradasenlosbolsillosylavistaclavadaenelverdepaisaje.Cuandoella puso fin a la llamada, se produjo una extraña pausa en el transcurrir deltiempo,delavidamisma.AunqueLockwoodnocreíaeneldestino,leparecióescuchar,pordebajodelrumordelvientoentrelosárbolescercanos,comosilosengranajesqueajustabanel suyoestuviesen saldandouna largacuentacon los

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Hados.—Alice Shawn acaba de ofrecerme un trabajo de conservadora de la

colecciónegipciaenelAshmoleanMuseum.Leyeronenmicurrículosobrelasexcavaciones en Oxirrinco, llamaron a mi profesor, el doctor Padró, y él merecomendóparaelpuesto.ElAshmoleany laUniversitatdeBarcelonahabíanformadopartedelmismoequipodeinvestigadoresdeunproyectocomúnhaceunos años.Debo superar unpar de entrevistas, perodiceque soy la candidatamásadecuadaparaelpuestoyquesejuegaelsuyosinomecontratanenunpardesemanas.

—Felicidades.Agnesabrazóa Johncon fuerza.Teníaganasde reír,debailar,decantar.

Podríahaberechadoavolareneseprecisoinstante.Sololapresenciadeaquelhombrebuenolamanteníaentierra.Sintiócomosilaenormepiedrabajolaquesemanteníanconstreñidostodossussentimientossedesprendíayrodabacolinaabajo.Lainvadióunplacenteroalivio,unasensacióndelevedadyalegría.YlacertezadequeestabaenamoradadeJohnLockwood.

—Gracias.—¿Esloquedeseabas?—Loes.PoresovineaLondres.Esunagranoportunidad.Esta vez fue John quien la abrazó. Lamantuvo casi unminuto apretada

contra su corazón. Cuando se separaron, le pareció que la sonrisa de Agnesconteníatodalaluzdelmundo.

—¿ElAshmoleanquedamuylejos?—susurróel inspectorLockwoodconelmiedoenelazuldesusojos—.¿Elpuestorequiereviajaramenudoydurantelargosperíodosdetiempo?

—ElmuseoestáenOxford.Ymetemoquepocovoyasalirdelasoficinasyeltallerderestauración.

Johnsoltóunamaldiciónentredientes.—ElseñorLivingstonemedioaentenderquelaofertadetrabajoerauna

especiedepeligrosaexpediciónalaszonasinhabitadasdeDinamarca.Dijoalgosobrecazartrols.

—Acabasdedecirquetealegraspormí.—Sí.—¿Tealegrabasdequemefueseacazartrolsaremotastierrasdanesas?—Teníamisreservas,perosiesesoloquetehacefeliz...—John,elAshmoleanestáenOxfordylomáspeligrosoquepuedepasarte

sivashastaallíapasarelfindesemanaconmigoesquetengasqueesquivaralLilyChristinedelprofesorFen.

—¿Nadadetrols?

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—Niunpelodetrols.—¿Nideestepasdanesasdeshabitadas?—SoloOxford,susagujassoñadorasyelrecuerdodelosInklings.—Hasdichosivoyhastaallíapasarelfindesemanacontigo.—Sí.Y, por primera vez desde que John había dado ese paso en el British

Museum,fueAgnesquiénlebesó.—HubieseidohastaDinamarca—aseguróLockwoodcuandosuslabiosse

separaron.—Nosabesnadasobretrols.—Túmehubiesessalvado—ledijotodavíainclinadosobreella,tancerca

quepodíacontarcadaunadelaspecasqueformabanladelicadaconstelacióndesunariz—.Túmehassalvado.

—¿De qué habría de salvarte una librera descalza, John Lockwood? —susurróAgnesconscientedelhoyueloescondidoenlacomisuradesuslabios.

—Delruidoylafuria.Puede que el resto de Inglaterra se preparase para pasar otra noche con

temperaturas bajo cero, pero para ellos el frío era algo que había quedadorelegadoalrecuerdodeuntiempoenelquetodavíanocaminabandelamano,respirandoalunísonoelamablesilenciode lacampiña,elviento invernalyelaroma de los abedules recién talados para alimentar las chimeneas vecinales.Duranteelcaminoderegresoalpequeñocottage,Johnhabíavueltoapensarenel temibleguardiángalésdesupuertaysuscompinches, tormentodemiríadasdeincautosjardineros.

—¿Peroesestoreal?¿Onoesmásqueunsueño?—interrumpióAgnessuspensamientos.Leexplicólosmuchoscurrículosquehabíaenviadoalprincipiode llegar a Londres, las entrevistas, el cansancio, el esfuerzo y, finalmente, ladesesperación y la derrota. Le parecíamentira que por fin pudiese tener a sualcanceelproyectoprofesionalquesiemprehabíaanhelado.

—Noesningúnsueño—latranquilizóJohn—.Yariesgodevolveraserconfundidoporeljardinero,tediréquesecumpleesode"siembrayrecogerás".

—Temo que esto no sea más que una de esas novelas feelgood que leeJasmine,endondesiemprehayunfinalfelizporque,¿dequéotraformapodríacompensarsealoslectoresportodoslosproblemasylasmalasnoticiasconlosquelidianadiariofueradesuslibros?

—Entonces nome importa si esto es ficción. Siempre que no te vayas aDinamarca.

Alolejos,lapequeñacasarosarefulgíaenlaoscuridad,todassusventanas

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inferioresalegrementeiluminadas,comounfaroterrestreenlanoche,guíaparatodoslosperegrinosperdidos.Agnessedetuvounmomento,estrechólasmanosdeJohnylemiróconfiadaysonriente.

—InspectorLockwood,esunhonortenerleamilado.Elegiríasucompañíainclusoenunaexpedicióndecazadetrols.

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CAPÍTULOXVIIIEljueves,díadelossucesosimprevistosenMoonlightBooks,OliverTwist

entró en la librería conun cachorrode labrador de color canela.Niñoyperroibanunidosporloslazosinvisiblesdelamorincondicionalquesolopuededarseentreunserhumanodecentedeochoañosyunaboladepelofeliz.

—No—dijoelseñorLivingstoneencuanto lesviocruzar lapuertadesutienda.

—Usteddijoquepodíatraeraunamigo.—Esoesunperro.—Tambiénesmiamigo.El aludido movió alegremente el rabo y se lanzó a mordisquear con

entusiasmo losbajosdel pantalóndel librero.Edward se apresuró a levantarloconunasolamano,inspeccionóalsujetojadeanteconmiradacríticaporencimadelasgafasyselodevolvióasudueño.

—Espeludo,caminasobrecuatropatasybabealibros—sentenció.—Noespecificóelnúmerodepatascuandomedijoquepodíatraeramigos

—se defendió Oliver volviendo a poner en el suelo al cachorro—. Y Liv nocomelibros.

—¿HasllamadoLivatuperro?—EslaabreviaturadeSeñorLivingstone.—Ereselniñomásdescaradodelhemisferionorte,OliverTwist.—SoyelúniconiñoqueconoceentodoelplanetaTierra.—Se debe a que siempre dejo para después conocer a los niños. Es un

asuntotantrabajosoquelovoypostergandoypostergando,tantoquecuandomedecidoaconocerlesyasehanconvertidoenadultos.

—¿No se alegra de que yo le haya ahorrado la molestia viniendo a sulibrería?

—Estoylocodecontento—pronuncióellibreroconabsolutaseriedad.—Noloparece.—Seráporqueintentasentrarconunperroenmitienda.—¡Bah! Déjelo subir de una vez —se quejó el escritor residente

malhumorado—.Nohayquiéntrabajecontantaconversación.—Me gustaba más cuando no tenía diálogo —le confesó el señor

LivingstoneaOliverenvozmuybaja.Se fuehacia la trastiendamurmurando algo sobre el exilio del escritor al

StarbucksdelEmbankment,lamalditalamparillaazulylaperentorianecesidaddeotra tazade té,yOliver seapresuróa interpretar su fugacomounpermiso

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implícitoparasubiralpisosuperiorconLiv.Cuando el señor Livingstone salió con los catálogos editoriales del

trimestre,unpardepersonaspululabanentrelasestanteríascurioseandolibros.Seinstalótraselmostradoryesperópacienteaquellegasenlaspreguntasdelashordasbárbaras,comonotardóenocurrir.

—Voy a llevarme este para mi sobrino—dijo un treintañero despeinadoponiendo en manos de Edward un ejemplar deCuentos extraños para niñospeculiares,deRansomRiggs—.Laprimerapartelegustó.

—Esteesunlibroderelatos—leadvirtióelseñorLivingstone—.Notieneprimeraparte.Nisegunda.

—Sílatiene,leacompañéalcineaverlaylaprotagonizabaEvaGreen.—SerefiereaElhogardemissPeregrineparaniñospeculiares,delmismo

autor.—Esa.—LasegundaparteesLaciudaddesolada.—Peroenestelibrotambiénaparecenlosdichososniñospeculiares.—Supongo—concedióelseñorLivingstonequeempezabaaestarhartode

la absurda conversación—, pero son relatos independientes sobre el universocreadoporRiggs.

—Creoquenolegustanloscuentos.—¿ARiggs?—Amisobrino.—Entoncesdudoquedisfrutedeestelibro.—Perocomoeslasegundaparte...—No lo es —insistió el señor Livingstone con el ceño fruncido por el

enfado.—¿Cree que pueden leerse de manera independiente? Porque estaba

pensando...—Permítamequelodude.—Ah,entonceshayqueleeranteselprimero.—Mereferíaasuúltimaobservación,ladequeestabapensando.—Ah,yaveo,esustedunodeesoslibreros.—¿Desalmados?—Tenga—intervinoAgnesMartíofreciéndolealclienteunejemplardeLa

ciudad desolada. El señor Livingstone no la había visto entrar en la librería,concentradocomoestabaendarlelaréplicaalrecalcitrantetíodelniñopeculiar;debía de haber llegado hacia muy poco pues todavía llevaba puesto su largoabrigogrisysusmejillasestabansonrosadasporelcambiodetemperaturaconelexterior—.Estelegustarámás.

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—Ajá, a eso me refería. Muchas gracias, señorita. Da gusto encontrarlibrerascomousted.

Agneslecobróellibro,seloenvolviópararegaloyesperóaquesalieradelatiendaparaquitarseelabrigo,labufandayloszapatos.PorelrabillodelojovigilabaaEdwardquesehabíaretirado,ensilencioyenfurruñado,alfondodelalibrería donde una muchacha bajita seguía mirando las estanterías como sifuesensupeorenemigo.

—¿Puedoayudarleadecidirse?—NoeracostumbredelseñorLivingstonehablarconlosclientessiellosnosedirigíanaélprimero,peroaAgneslediolasensacióndequesuintervenciónconeltíopeculiarlehabíamolestadodealgunamaneraeintentabademostrarlequeeraperfectamentecapazdevérselasconlosvisitantesmásdifíciles.

—No,nopiensocomprarniunodeesoslibros—lecontestólaaludida—.Nomegustaleer.

ElseñorLivingstonedemostrósudesconciertoelevandounasolaceja.—Heentradoporlacalefacción.Hoyhaceunfríotremendo.—¿Leapeteceunté?—lepreguntóAgnesaEdwardparaevitarlaréplica

mordazqueseguramenteteníaenlapuntadelalengua.—Sí,gracias—contestólachicabajitaqueodiabaloslibros.Agnessefijóenlavenaquehabíaempezadoapalpitarleallibrerobajoel

ojo izquierdo y se apresuró a tomarle suavemente por el codo para que leacompañasehaciaelrincóndelosrománticos.Cuandovolvió,contéparadosysendasporcionesdebizcochodechocolateycremainglesa,elseñorLivingstoneparecíaalgomásrelajadoensusillónmoradodegrandesorejas.

—Hola —le dijo lacónico—. No voy a preguntarle cómo ha sido suestanciaenlabucólicacampiñainglesaporqueselaveradiante.

—Gracias.—¿Recibiómimensaje?—Yasumensajero—AgnessepusocoloradayalseñorLivingstonesele

escapóunsuspiro.—¿Cuándosemarcha?—Alice me dijo que me llamaría la semana que viene para informarme

sobrelafechadelaprimeraentrevista.—MereferíaacuándoteníapensadodejarMoonlightBooks.Semiraronensilencio.AlseñorLivingstoneseleolvidólacitaliterariaque

estaba a punto de pronunciar en voz alta; en los ojos deAgnes asomaba unatristeza infinita. Aunque hubiese querido responder "nunca", aunó fuerzas ysusurróconunhilodevoz:

—Siaustedleparecebien,esperaréhastaquetengaunaofertaenfirme.

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—Quédese todo el tiempo que desee —dijo Edward antes de dar unreconfortantesorboasutazadeté—.Oxfordpuedeesperar.

—¿PorquéledijoaJohnquemeibaaDinamarcaacazartrols?—Fue una lamentable confusión.Le comenté que acababa de recibir una

nueva edición deCrónica de una cacería de troles, de JamesMcBryde, y élmostróinteréspor...

—SeñorLivingstone.—Caíenlatentacióndehacerlesufrirunpoquito—confesóellibrerocon

un brillo travieso en la mirada. Se había olvidado de Oliver y su perro, delescritor residente, del tío peculiar y de la chica de la calefacción. Esa era lamagiadelashadasenMoonlightBooks.

—TambiénmedijoqueeldiariodeldoctorDavidLivingstonehabíasidodevueltoasulugar.

—Yolocogí—confesóOliverirrumpiendoenelrincóndelosrománticosprecedidoporsunuevoamigo.AbrazóaAgnesconunanaturalidadquetuvoeldondeconmovera laarqueólogay lepresentóalpequeño labrador—.EsteesLiv.

Edwardchasqueó la lenguacondesaprobaciónmientrasAgnesalborotabaelpelodeambascriaturas.

—HacéisquemesientacomosiestuvieseenunanoveladeEnidBlyton—sequejó.

—Uy,séaloqueserefiere,JasminemeobligóaleerElolvidadoartedeguardarsecretos,deEvaRice.

—Lainusualtendenciadesuamigaalaternuramásinsoportablemetienesubyugado.

—Elmundo seríaun lugarmejor sinonosavergonzáramosde tenerdíasentrañables.

—¿Quéesentrañable?—preguntóTwistmientrasdabacuentadeltrozodepasteldechocolatequeAgneshabíacompartidoconél.

—Tú.—Noconfundaalfuturoexploradorespacialcondefinicionesinexactas—

lariñóelseñorLivingstone—.Hatraídounperroamilibrería,seestázampandosu pastel y confundió al inspector Lockwood con sus dotes de cerrajeroyoutuber.Esonoesnadaentrañableparaunniñodeochoaños.

—¿PorquénoledijoaJohnqueeldiariolohabíatomadoprestadoOliver?—Porqueeraunsecretoentrecaballeros.—Yporquenosgustabateneral inspectorenlalibrería—confesóelniño

—.Dabaunpocodemiedo, comoesahistoriadeLos imaginarios[29] quemeestásleyendo.

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—AAgnestambiénledabamiedoelinspectorLockwood.Creíaqueibaacomérsela—leguiñóunojoelseñorLivingstone.

—Penséqueibaaarrestarmeporrobareldiario.—Todos sabemos que el índice de criminalidad entre las licenciadas en

arqueologíanohacemásqueaumentar.Lasestadísticasmásrecientesapuntan...—Cuéntemequépasóconeldiario—leinterrumpióAgnes.—Antes dígame de qué tenía miedo. Pero ahórrese la excusa de la

detenciónpolicial.—Erauntemorjustificado.—¿De qué tenía miedo, Agnes? ¿Por qué la asustaba la posibilidad de

enamorarsedeJohnLockwood?—¿Quélehacíapensareso?—UnaobservaciónmuyinteligentedeSioban.—CreíquesoloestabadepasoenLondres.ElseñorLivingstonellenósutazadetéylamiróporencimadelasgafas

con el ceño fruncido. Oliver, que esperaba queAgnes le leyese algomás dellibrodeHarrold,selimpiólosúltimosrestosdepasteldechocolateenlamangade su jersey y se instaló cómodamente a esperar a los pies del hada descalza.ApoyóladelgadaespaldaenlaspiernasdelachicayacogióaLivensuregazo.Estaba tanagustoycalentitoqueno tardóendarcabezadascomounancianofrentealachimenea.

—Muybonito—sentencióEdwarddespuésde considerar su respuesta—.Pensabaabandonarnosatodosalaprimeradificultadquesepresentase.

—No es eso, pero hay personas que necesitan más tiempo para abrir sucorazón.

—¿Cómosifueseunaostra?—Comosifueseunserhumanoatribuladolejosdesuhogar.—Elhogaresellugardondeguardamosloslibros[30].AgnesdisfrutódellivianopesodeTwistensuspies,delatranquilatardeen

MoonlightBookspasadaslasajetreadascomprasnavideñas,delaromadelearlgreyydelchocolate.Sereclinóensuasiento,suspirófelizymiróalrecalcitrantelibreroconlasonrisabailándoleenlosojos.

—¿Qué va a hacer en abril? —le preguntó el señor Livingstonecompartiendoelmomentodepazconsuarqueólogaprestada.

—Leer.—Esporrespuestascomoesapor lasquesehaconvertidoenunademis

personasfavoritasenelmundo.—Ustedmehacontagiado.—EnabrildebeestardevueltaenLondres;debeasistirsinfaltaamiboda.

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—¡Oh,señorLivingstone!Mimássentidaenhorabuena¿Cómo..?—La noche antes de Navidad. Cuando salimos huyendo de la espantosa

casadesus futurospadrespolíticos.Me lopidióSioban—añadióorgullosoellibrero—,enKensingtonGardens.

—Mealegromuchísimo.—Noestétansegura.—¿Porqué?—Porquevoyapedirlequeseamipadrina.La tarde transcurrió apacible. Pocos clientes se aventuraban a desafiar la

nieveenbuscadeunbuenlibro.Comosisetratasedeunametáforadelavida,lamayoríadelaspersonascarecíandelvalornecesarioparasaliralaintemperieenbuscadeaventuracuandoencasa teníancalefaccióny tele.Elhogardeuninglésessucastillo,aunquecarezcadebiblioteca.

Agnes disfrutó del té con el señor Livingstone, leyó a Oliver y a Livalgunas páginas deLos imaginarios y deCuentos por teléfono[31], repuso lascoleccionesdeclásicosquehabíansidoexpoliadasdurantelasfiestas—Edwardtenía la teoríadequenadie sabíaqué regalarle al abuelito enNavidadeshastaque una búsqueda en Google asociaba las palabras "viejos" y "clásicos"—,ordenólasestanteríasyseesforzópormantenerenlamemoriacadadetalledeaquellugarquelahabíaacogidocuandomásperdidasehallaba.Lossuelosdemadera, que crujían agradablemente bajo sus pasos descalzos, la hermosaescaleradehierroforjadoconsusvolutasvegetales,lacúpulasemienterradaenlanieve,lasrisasdeOliverTwistenlaseccióndeHistoria—yanuncamássoloalamparodesutelescopio—,elteclearsuavedelescritorresidente,centenaresdelibrosesperandopacientesaserdescubiertosporloslectores,lamesadelosilustradosdelseñorLivingstone,lavitrinaconeldiarioreaparecido...

CuandoRobertaTwistpasóabuscarasuhijoylesdeseófelizañonuevo,dejando boquiabierto al señor Livingstone, este decidió que ya había tenidosuficienteparaunsolodía.Despidióalniñoyasuhomónimopeludodesdelapuerta,giróelcarteldecerrado—quefinalmentehabíadecididoconservarpeseasudecepcionanteineficaciaenelpasado—ylerecordóaAgnesqueerahoradequevolvieseaImladris.

—O donde quiera que residan las hadas —gruñó con la pipa entre losdientes.

—Megustaríaquedarmeparasiempre.Esteeselúnicolugarenelquemesientoasalvodelmundo.

—LerecuerdoquefueaquídondelaencontróJohnLockwood.Agnes sonrió. Se puso los zapatos, el abrigo, los guantes y la bufanda, y

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paseó lanostalgiade sumiradapor lahermosa libreríade suelosdemaderayescaleradecaracol.

—Aquítodoesposible.—Encontrarásucamino,Agnes.Lotienebajosuspies.El librero adivinó sus intenciones y la detuvo con un gesto. No estaba

seguro de poder mantener su célebre fachada imperturbable si el hada seempeñabaenabrazarlo.

—Durante todamividaheestadobuscandoun lugarcomoeste.Unlugardondeseryomismaysalir,sintemoralguno,alencuentrodelafelicidad.

Se ajustó la bufanda azul de John alrededor del cuello y se despidió conlágrimasenlosojos.

—Hastamañana,señorLivingstone.Se preguntó cuántos días más tendría el privilegio de pronunciar esas

mismas palabras y salió a la calle sin mirar atrás. Apenas había dado mediadocenadepasoscuandoescuchólavozdellibreroasusespaldas.

—Agnes.EdwardhabíasalidodeMoonlightBooks.Allíquieto,enmediodelaacera,

bajolasuaveluzdelasantiguasfarolasdelTemple,enmangasdecamisa,consu chaleco gris y la cadena de su reloj de bolsillo dibujando una sonrisapequeñita.Agnes,quesehabíavueltohaciaélalescucharquelallamaba,quisoguardarlo, justo así, para siempre en su memoria, pues no se le ocurría unaimagenmáscercanaalverdaderocarácterdellibreroqueesaestampataciturnaysobriadelgentleman victoriano.Los primeros copos de la noche empezaron acaer,suaves,perezosos,sobresuscabezas.

—Agnes—repitióEdwardLivingstone—,el lugarquebuscanoestáaquí—hizo una pausa y le dedicó una de sus singulares sonrisas—; sino en sucorazón.

Yestavezsí,desoyendocualquierprotestaquepudiesehaberpronunciado,lachicadeshizoelcaminoquehabíaemprendido,atravésdelairemoteadodeblanco,seplantófrenteallibreroyleabrazótanfuertecomosupo.

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EPÍLOGOEraundíaclarodeprimavera,cuandoAgnesMartípusolamanoderecha

sobre la pluma del picaporte de Moonlitght Books y empujó la puerta paraentrar.Hacíaunpardemesesdesdelaúltimavezquehabíaestadoallípero,encuantopercibióelolordeloslibrosnuevosysintiólamaderadesussuelosbajolospies,fuecomosinosehubiesemarchadonunca.

—¡La librería está cerrada!Ah, es usted—sonrióCaldecott pareciéndosemásquenuncaaMr.Magoo—.Llegaenelpeordelosmomentos,EdwardnoparadecitaraTucídides.

Agnesprefiriónodecirlealviejosastreque,enbuenomalmomento,habíasido invitada al enlace y tenía intención de acompañar al novio hasta el altar.Caldecottparecíaabrumadodandovueltaspor la libreríasinningúndestinoenparticular,comosifuesentantaslastareaspendientesquenoencontraseporcuáldeellascomenzar.

Oliverbajólasescalerascorriendoyselanzóasusbrazos.—¡Pero qué guapísimo estás! —exclamó Agnes después de estrechar y

besaralpequeñoastronauta.—Se llama trajedesemilevita—le informóelniño—.ElseñorCaldecott

melohaprestado.Dicequelollevóunrusomisteriosocuandoerapequeño.—ElzarNicolásII,delosRomanov—apuntóelsastredesdelaestantería

delosDickensylosTwain.—Olíacomosilohubiesellevadopuestoduranteunpartidodecríqueten

verano—leconfesóOliverenvozbaja—,peromamálollevóala tintoreríayahoranoestámal.

—¿DóndeestáelseñorLivingstone?—Claralohasacadoadarunpaseo.—¿Estabanervioso?—No,teníaquehacerpis.Agneslemiródesconcertada.—Serefierealperro—leaclaróelseñorLivingstoneoriginalplantándose

entrelosdosyajustándolelacorbataaTwist.—Yalosabía—mintióAgnes.—¿Quéhaceaquí?—Soysupadrina.—¿Yhatraídolaspistolas?—Semehanolvidado.—Al igual que llegar hasta la iglesia del Temple —dedujo el señor

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Livingstonemirándolaconsusojillosazulesporencimadelasgafas.Estuvoapunto de sonreír cuando Agnes tuvo la delicadeza de asentir y encoger loshombrosconaspectocontrito.Edwardcontemplóasuex-aprendizdelibreraylepareció tan bella como siempre. Llevaba el pelo recogido en un altomoño ylucíamagníficamenteun larguísimovestido azul celeste con escote palabradehonor y tirantes caídos de seda. Cuando se movía, el vestido susurraba a sualrededor y acariciaba con solemnidad la antigua madera de los suelos de lalibrería.

—Sino sospechase de su debilidadpor laRevoluciónFrancesa—dijo elseñorLivingstonearreglándoselaspararecordarleconunmohínlomuchoqueledisgustaba todo lo francés—, le diría que hoy me parece hermosa como unajovenreina.

—Gracias.Ellibreroconsultósurelojdebolsillo,enunaimitaciónbastanteaceptable

delConejoBlancodeAliciaenelpaísde lasmaravillas e instó aAgnesparaqueleacompañase.

—Tenemostiempodeunatazadeté—sentencióconseriedad.Puso cuatro copas de champán sobre el mostrador, abrió una botella de

Moët&Chandonysirvióelespumosoydoradolíquido.LacuartacopalallenóconaguadevichyyselaofrecióaOliver.EsperóaqueCaldecottterminaseconsusimaginariastareasurgentes,lellamóalorden,ybrindaronconlasolemnidadquelaocasiónrequería.

—Recordadqueelsecretodelafelicidadestáenlalibertad,yelsecretodelalibertad,enelcoraje—citóelseñorLivingstoneconsucopaenalto.

—Seloadvertí—suspiróelsastre—.Tucídidesdurantetodalamañana.—Porlafelicidad,lalibertadyelcoraje—asintióAgnesantesdebeberde

sucopa.—¿Qué buenas nuevas me trae de Oxford, portadora del anillo? —le

preguntóellibrerodespuésdesaborearlasburbujas.—HacequemesientacomoFrodo.—¿Porelanillo?Esustedmipadrina.—Por Oxford —le guiñó un ojo Agnes a su antiguo patrón—. No hay

nuevas,sololasantigüedadesdesiempre,abuenrecaudoenelAshmolean.—Circunstanciaquemeparecedelomástranquilizadora.—Nocrea,losoxoniensesnopiensanlomismo.—EsosedebeaquehanrecibidolavisitadelinspectorLockwood.—Oh,sí—serioAgnes—.Nolequepaduda.—Bien,meromperíaelcorazónquenovinieseamiboda.AgnesleestabaexplicandoqueJohnsehabíaofrecidoarecogeraSiobany

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llevarla hasta la iglesia en su coche cuando un pequeño torbellino de rizosvioletas,vestido floreadoypantuflas, rebasó la—aesasalturas—desesperadadefensadeCharlieCaldecottylesinterrumpió.

—¡SeñorLivingstone!—¡SeñoraDresden!—¿Porquéestátanelegante?—¿Nopuedeunlibrerorecibirasusclientescomosemerecen?—Va a casarse dentro de unos cuarenta minutos, señora Dresden —

interrumpió el sastre poniendo los ojos en blanco. Empezaba a comprender aEdwardcadavezquesequejabasobrelainvisibilidaddelletrerodeCerradoqueseguíacolgado,bienvisible,enlapuertadelatienda.

—¿Y qué hace todavía en la librería? ¿No debería estar de camino de laiglesiaodelayuntamientoodeunbosquecercadeAtenas[32]?

—Laiglesianoestámuylejos...creo—balbucióAgnes.ElseñorLivingstonelafulminóconlamirada.—Ah,entoncestengotiempodellevarmealgoparaleerestefindesemana

—dijolaseñoraantesdedesaparecerescalerasarribaconunalegretrotedesusrizosvioletas.

En esos momentos la puerta de la librería volvió a abrirse y el escritorresidente, con la vista clavada en las estanterías del fondo como un UlisesdivisandoÍtaca,lessaludóconuneducadobuenosdíasantesdeinstalarseensumesitahabitual.

—Disculpe... —empezó a decirle el señor Caldecott que pese a susrecientesfracasosnosedabaporvencido.

—No temolestes,Charlie—le interrumpióEdward—.Dejémoslebajo elbenignoinflujodesulamparillaazul.

—Pasaréentoncesmástardeparacerrar—seofrecióAgnes.—Porlosviejostiempos—alzóellibrerosucopa.—Porlosviejosamigos—corearonCaldecottyAgnesalunísono.—Será mejor que suba a echarle una mano a la señora Dresden con la

elección de su nueva lectura o tocarán las doce de la noche y Cenicientamedejará su alpargata—dijo el señorLivingstonemirando significativamente lospiesformalmentecalzadosdeAgnesqueapenassobresalíanporelbordedesuvestido—.Bonitoszapatos,Watson.

—Gracias,estimadoHolmes.Lachicacontemplólalibreríaensupacíficaquietud,coneltecleodefondo

delescritorresidente,lavozamortiguadadelaseñoraDresdenponiendopegasalas sugerencias de Edward en el piso superior, las pequeñas motas de polvobailando con delicadeza en un haz de luz procedente del escaparate sobre la

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hermosa escalera, el orden ateniense de Tucídides en las estanterías, un niñorubio,consemilevitaeimpaciente,revolviendolamesadelibrosilustrados.

—¿PorquénoseadelantaconOliver?—lesugirióAgnesaCaldecott.—Buenaidea,asítranquilizoaSiobansobrelashonorablesintencionesde

suprometido.—¿Porquéibaatenerningunadudaaestasalturasdelahistoria?—Porquemientrasestéentrelibros,Edwardescapazdeolvidarsehastade

supropiaboda—leadvirtióelsastredesdelapuerta—.Vamos,Oliver.—PrefieroirconAgnes.—Yoiréenseguida—leprometióella—.EncuantolaseñoraDresdense

hayahechoconelbotíndeestasemana—seinclinójuntoalniñocuandopasóporsuladoyescrutósusvivacesojos—.NotehabrásllevadoningúnotrolibrovaliosodelamesapreferidadeEdward,¿verdad?

—¡Perosinoestánbajollave!—seindignóOliver.UnosminutosdespuésdequeCaldecottyTwistabandonasenlalibreríacon

destinoalaiglesia,laseñoraDresdenbajólasescalerasseguidadecercaporelseñorLivingstone.Ellibrerofuehastaelmostrador,pusounarespetablepiladelibrosenunabolsadepapel, lecobró,yleadvirtióquenovolviesealatiendaantesdelmesdemayo.

—Porqueestarédelunademiel.—¿EnNarnia?—¿Acabadehacerunchiste,señoraDresden?Laseñorasesonrojó,orgullosa,yseleescapóunarisilladecolegiala.—Sioban y yo nos vamos un par de semanas a recorrer las tierras de sir

WalterScott.Yasabe,claymores,castillosylosrudoshombresdeWallace.—¿Hastamayo?—Hastamayo—confirmóellibrero.LaseñoraDresdenhizounmohín.—Nosequeje,señoramía.LeacabodevendertodalasagadeCanciónde

Hieloyfuego,deGeorgeR.R.Martin.Tienelecturahastaquellegueelinvierno.La señora se despidió de Edward, le deseó una feliz luna de miel y le

recomendóquenoperdiesedevistaaSiobanenlasHighlands,pueshabíaleídoalgunas novelas al respecto de la fogosidad amorosa y el descaro de sushabitantesquehabíandespertadosususpicaciarespectoaloshombresdelnorte.El señor Livingstone le prometió que estaría atento y que le informaríapuntualmentedetalcuestiónencuandoestuviesedevuelta.LaseñoraDresdenaseguró que decidiría el destino de sus próximas vacaciones dependiendo deldictamenqueletrajeseEdwardsobreloshighlanders.

—Irésinmimarido—pronunciósoñadoraantesdesalirdelalibrería.

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—Bien —dijo el señor Livingstone en cuanto se quedaron a solas (elescritorresidentenocontabacomopersonamientrasestuvieseenplenoprocesodecreación).

—Bien—dijoAgnes.Edward se puso la chaqueta de su traje, alisó las solapas, atusó la rosa

blanca que tan cuidadosamente le había puesto en el ojal Charlie Caldecott,volvióaconsultarsurelojdebolsilloymirósonrienteaAgnestrasdevolverloalinteriordelchalecogris.

—¿Preparada?Agnesasintiórisueña,enlazósubrazoconeldelseñorLivingstone,recogió

conlaotramanolacoladesuvestidodegasaydieroncasiunavueltadebaileparaencararlapuerta.

—Noestoysegurodequeseatotalmentelegaltenerunapadrinatanguapaeinteligente—bromeóellibreroantesdesalir.

—NosarriesgaremosaqueelinspectorLockwoodledetenga.—Laheechadodemenos,Agnes.—Y yo a usted —se emocionó la arqueóloga—. Aunque tiene un

entarimado de madera excelente, en el Ashmolean está muy mal vistodescalzarseeneltrabajo.

—Malditosmuggles—gruñóelseñorLivingstone.Salieron de la librería y disfrutaron de la tibia caricia del sol sobre sus

rostros.Eraundíaexcelenteparaempezarunanuevaaventura.—IglesiadelTemple—dijoAgnes—,¿derechaoizquierda?ElseñorLivingstonesoltóunparderoncascarcajadas,quesonaroncomo

siestuviesenoxidadasporel tiempoque llevabanendesuso,ypalmeófeliz lamanodelhadasobresubrazo.

—¿Acasoimporta?Disfrutedelcamino.

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AGRADECIMIENTOSEsperoque,adiferenciadelseñorLivingstone,aAnaGonzálezDuqueya

AnaBoloxnolesmolesteaparecerenestapáginadellibropuesparaellassonmismáscariñososagradecimientos.Graciasporacompañarmeenestaspáginasyporlasrisascompartidas,hasidounviajedelomásagradableavuestrolado.Aunquesidijeraqueno tengoadjetivosparaagradecerosvuestraamistadsolovosotrassabríaisqueestaríamintiendo.

También quiero darle las gracias a JavierMoránPérez, que entendiómistorpes indicaciones a la perfección cuando le dije que quería una portada sinfoto,yquediseñólascubiertasdeestelibroconinfinitasabiduríaeimpecableelegancia.

Y, por supuesto, pues no podría ser de otramanera, ami Ingeniero. Portodo.Siempre.

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NOTADELAAUTORALector,siestahistoriatehahechopasarunratoagradable,recuerdaquetu

valoración en las redes sociales y enAmazonme ayuda a seguir publicando;pues,comodecíaWilliamShakespeare,"Anunciadconcienlenguaselmensajeagradable,perodejadquelasmalasnoticiasserevelenporsísolas."

Gracias.

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OTROSLIBROSDELAAUTORACuéntameunanoctalia,Amazon2012Unhotelenningunaparte,Amazon2014ElnoviembredeKate,Rocaeditorial2016Contacto:Páginadeautora:http://monicagutierrezartero.comTwitter:@MnicaserendipiaFacebook:Serendipia.MonicaE-mail:[email protected]

[1]ActoI,escenaII,Latempestad,WilliamShakespeare.[2]EltédelosviernesenMoonlightBooksenlaantologíaderelatosLalibreríaalavueltadela

esquina,Amazon,2015.[3]ActoII,escenaII,RomeoyJulieta,WilliamShakespeare.[4]Ídem[5]SpecialAirService,principalgrupodeoperacionesespecialesdelReinoUnido.[6]EdwardserefiereaTreshombresenunabarca,deJeromeK.Jerome.[7]ElseñorLivingstonehacereferenciaaunacitadeOliverTwist:"Loscaminosdelalealtadson

siemprerectos."[8]AgnesserefiereaEllibrodelamadera,deLarsMytting.[9]Mientrasagonizo,deWilliamFaulkner[10]John se refiere alDiamond JubileeTeaSalon, en laúltimaplantadel edificiodeFortnum&

MasonenPicadillystreet.EsunsalóndetéquesecaracterizaporsueleganciaestiloRegenciayporsuslegendariosserviciosdeté.

[11]CaldecottestápensandoenlacontinuacióndeLalibreríaambulante,deChristopherMorley:Lalibreríaencantada.

[12]CartasdeJohnKeatsaFannyBrawne.[13]ActoII,escenaIII,Macbeth,WilliamShakespeare.[14]ElseñorLivingstoneserefiereafamososastrónomosbritánicosdeépocasanteriores.Herschel

yLordRossefueronpionerosenlafabricacióndelosprimerostelescopios.[15]MarcelPrévost[16]WilliamShakespeare[17]ActoII,escenaII,RomeoyJulieta,WilliamShakespeare.[18]WilliamShakespeare[19]MichelFoucault

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[20]Bidundéelpingüino,deMichelGay,unodeloslibrospreferidosdeOliver.[21]Ovidio[22]Hamlet,deWilliamShakespeare[23]"AlgoestápodridoenelestadodeDinamarca",Hamlet(ActoI,escenaV)[24]ActoII,escenaIV,Macbeth,WilliamShakespeare.[25]El Darkness & Shadow había sido cerrado y multado en los años 20 del siglo anterior por

contravenirlaleyqueprohibíaservirmincepieenNavidad.[26]Lucas15:32[27]"¿Fueesteelrostroquelanzómilnaves,yquemólasaltastorresdeIlium?Ah,dulceHelena,

hazmeinmortalconunbeso."MARLOWE,Christopher:LatrágicahistoriadelDoctorFausto.[28]DisappointedLove,FrancisDanby(1821)VictoriaandAlbertMuseum.[29]Losimaginarios,deA.F.Harrold[30]sirRichardF.Burton[31]GianniRodari[32]LaseñoraDresdenhacereferenciaaSueñodeunanochedeverano,deWilliamShakespeare.

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TableofContentsCAPÍTULOICAPÍTULOIICAPITULOIIICAPÍTULOIVCAPÍTULOVCAPÍTULOVICAPÍTULOVIICAPÍTULOVIIICAPÍTULOIXCAPÍTULOXCAPÍTULOXICAPÍTULOXIICAPÍTULOXIIICAPÍTULOXIVCAPÍTULOXVCAPÍTULOXVICAPÍTULOXVIICAPÍTULOXVIII