la lectora de jade

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La Lectora de Jade

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    Jade, una joven periodista decepcionada por una reciente ruptura decide secuestrar a su abuela Jeanne para impedir que la internen en una residencia.Juntas se van a vivir al piso de Jade en Pars, donde emprendern un viaje literario yemocional que les cambiar la vida para siempre. Jeanne le confesar a Jade que llevatoda la vida leyendo libros a escondidas, porque en su pueblo y en su poca noestaba bien visto que las mujeres leyeran, ya que se consideraba una prdida detiempo. Los conocimientos literarios de Jeanne impresionan a Jade que le propone asu abuela que lea la novela que ha escrito y que han rechazado varias editoriales. Lajoven descubrir en su abuela una voraz y apasionada lectora, y entre ellas seestablecer un dilogo que les ayudar a comprender el sentido de la novela de Jade yde sus propias vidas. Gracias a su abuela, Jade conseguir el valor y la confianzanecesarias para volver a enamorarse de un joven y atractivo mdico indio llamadoRajiv. Y Jeanne, por su parte, en sus intentos por encontrar a un editor para la novelade su nieta, conocer a Albert, un veterano y culto editor con el que descubrir que elamor se puede presentar a cualquier edad.

  • FRDRIQUE DEGHELT

    La lectora de Jade

    Traduccin de Claudia Casanova

    Principal de los Libros

  • Sinopsis

    Jade, una joven periodista decepcionada por una reciente ruptura decide secuestrar a su abuela Jeanne para impedir que la internen en unaresidencia. Juntas se van a vivir al piso de Jade en Pars, dondeemprendern un viaje literario y emocional que les cambiar la vida parasiempre. Jeanne le confesar a Jade que lleva toda la vida leyendo libros aescondidas, porque en su pueblo y en su poca no estaba bien visto quelas mujeres leyeran, ya que se consideraba una prdida de tiempo. Losconocimientos literarios de Jeanne impresionan a Jade que le propone a suabuela que lea la novela que ha escrito y que han rechazado variaseditoriales. La joven descubrir en su abuela una voraz y apasionadalectora, y entre ellas se establecer un dilogo que les ayudar acomprender el sentido de la novela de Jade y de sus propias vidas. Graciasa su abuela, Jade conseguir el valor y la confianza necesarias para volver aenamorarse de un joven y atractivo mdico indio llamado Rajiv. Y Jeanne,por su parte, en sus intentos por encontrar a un editor para la novela de sunieta, conocer a Albert, un veterano y culto editor con el que descubrirque el amor se puede presentar a cualquier edad.

    Ttulo Original: La grand-mre de Jade Traductor: Casanova, Claudia 2009, Deghelt, Frdrique 2013, Principal de los Libros ISBN: 9788493897826 Generado con: QualityEbook v0.73

  • La escritura llega como el viento, est desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada excepto eso, la propia vida. MARGUERITE DURAS

  • En cuanto se enter de la noticia, Jade decidi ir a buscarla. Su abuela Jeanne, suMamoune, haba perdido el conocimiento. No la haban encontrado hasta el dadespus del ataque, estirada en el suelo de la cocina, en la granja de Saboya dondeviva. La noche siguiente, cuando Jade se dispona a salir con sus amigos, habasonado el telfono. Las once de la noche. Jade haba dudado si coger o no la llamada.A esa hora, seguramente sera Julien, con el alma magullada y ganas de verla. Vacil,descolg el auricular suspirando y oy la voz de su padre, que viva en Polinesiadesde haca unos doce aos. Su padre le dijo que Mamoune se haba desmayado, ytambin le dijo que haba otro problema: sus hermanas, las tas de Jade, se negaban aadmitir que el desmayo fuera un fenmeno aislado. Decan que poda volver a pasar, ycon eso bastaba a las tres hijas de Jeanne, que vivan a tiro de piedra de su casita,pero nunca iban a visitarla. Decidieron esgrimir la seguridad; Mamoune no tuvo vozni voto en la decisin, y las tres hermanas excluyeron del debate al resto de la familiaque viva ms lejos. Serge, el padre de Jade, saba que sera imposible arrancar a sumadre, de ochenta aos, de su casa de toda la vida invitndola a sus islas lejanas. Yde todas formas, nadie le pregunt qu opinaba. La orden de ingreso de Mamoune enuna residencia con asistencia mdica ya estaba firmada y sus hermanas acababan deinformarle de la situacin. Intenta averiguar qu traman le dijo a su hija esa noche. Parece que estemporal, pero a su edad, quin sabe? Al or la inquietud en la voz de su padre, Jade se pregunt por qu razn sus tasqueran deshacerse tan rpido de la madre que los haba criado a todos, sin tansiquiera darle una oportunidad ni plantearse ayudarla. El malestar de Jade creca amedida que escuchaba lo que su padre le contaba acerca del complot contraMamoune. Una de las hermanas era mdico, as que todo era muy fcil: con uncertificado mdico poda ingresar a Mamoune en una residencia. Slo por untropezn, el primero en toda su vida , pens Jade. Seguro que era una locura, pero decidi que a la maana siguiente se subira alcoche, sin darle ms vueltas, e ira hasta all para sofocar la indignacin que le ardaen el estmago. A lo largo del camino, saba que repasara mentalmente los pros y los

  • contras, inclinndose por unos u otros segn los kilmetros que la separasen deMamoune. Siempre le pasaba lo mismo con las decisiones que tomaba en caliente. Fue lo mismo cuando Jade decidi dejar a Julien: un arrebato repentino. El quehaba credo que sera el hombre de su vida, y que durante cinco aos lo haba sido.Desde haca dos meses viva sola, en su apartamento. Sera capaz de compartir suvida con una octogenaria, despus de concluir que no poda vivir con un hombre?No, no: era perfectamente ridculo, y no tena punto de comparacin. Jade saba quepronto su doble la acribillara a preguntas: esa, la que meta siempre palos en lasruedas en cuanto Jade ceda a sus impulsos. La otra, la que era cerebral y todo lomeda con lgica, le presentara los argumentos pertinentes para frenar sus arrebatos.Le dira, por ejemplo, que se pasaba todo el da trabajando y no podra vigilar siMamoune estaba bien. O que si sus tas tenan razn, si su abuela realmentenecesitaba asistencia mdica permanente, ella no podra permitirse una enfermeraveinticuatro horas al da con su reducido sueldo de periodista free-lance. Tambin surgan preguntas an ms perturbadoras. En el fondo, qu saba Jade desu abuela Mamoune? No mucho. La adoraba desde su ms tierna infancia, eso s: unaabuela con perfume de rosas o violetas, segn los das o su estado de nimo. Separeca al hada buena de Cenicienta, con sus trenzas blancas recogidas en un moo ysus ojos claros. Era bajita, algo regordeta, y siempre haba cuidado de los pequeosde la familia porque saba cmo hablar con ellos, o cmo regaarlos con voz dulce,sin hacerles las preguntas que los adultos hacan a los nios. Qu te han enseadohoy en la escuela? Qu querrs ser de mayor? Con ella, no haba ningn abismoentre el mundo de los nios y el de los adultos. Era maternal, posea una ternuraenvolvente y su risa era como una meloda que te alegraba y te daba ganas de rer conella. Jade record que su abuela era hija de un agricultor y de una comadrona. Mamounele haba enseado una vez una fotografa de sus padres, el da de su boda, y a Jade lepareci que aunque parecan quinceaeros tenan rostros de ancianos. l luca unbigote pequeo, de campesino de principios de siglo, y ella tena los cabellosrecogidos en un moo, y una expresin muy seria. En aquella poca no se sonrea enlas fotos. Su hija Jeanne haba trabajado como obrera en la fbrica del pueblo desdejoven. Pero, qu sentido tena que Jade intentara recordar quin era Mamoune, oJeanne? Slo contaba su deseo de salvarla de su suerte. O quiz... Jeanne conoci a su marido, Jean, en la fbrica donde ambos trabajaban. Entoncesella era muy joven. A sus diecisis aos, a Jeanne le fascin aquel joven moreno de

  • facciones angulosas que tan bien conoca las montaas y al que no parecaninteresarle las mujeres. Sin embargo, la haba cortejado. Una vez casados, Jeanne sehaba consagrado a sus hijos, y luego a los hijos de los dems. Siempre haba unbuen puado de cros en la casa, y ella saba mandar en su mundo sin enfadarse.Ningn nio quera desobedecer a Mamoune ese era el apodo que le haban puestolos pequeos, porque era demasiado buena como para defenderse. Jeanne correga asu manera a los ms caprichosos: los consolaba, y los miraba con dulzura. Sus ojoseran como una sonrisa azul, salpicada de motas grises, que los hunda de inmediatoen un mar de vergenza por haberse atrevido a desobedecer. Jean llegaba tarde,trabajaba duro y empujaba a sus hijos a superarse en sus estudios para que pudieranabandonar el mundo de los oficios y los trabajos manuales y acceder a estudiossuperiores. De sus tres hijas, dos se haban licenciado en Derecho y eran abogadas, yla tercera era mdico. Se sinti orgulloso de haber llevado a buen puerto la misinque se haba marcado. Su nico hijo, Serge, el padre de Jade, haba jugado en ciertomodo el papel de rebelde. Era pintor. Viva en una isla lejana, al margen de lasociedad, en compaa de una artista bohemia tan imprevisible como l: la madre deJade. El marido de Mamoune haba muerto de un ataque al corazn tres aos atrs, y habadejado a su esposa desamparada. Ella, tan independiente a su lado, pareca haberdejado una parte de s en la tumba de su esposo. El traslado de Mamoune a la residencia estaba previsto para el sbado. Jade decididesembarcar en su casa el viernes al medioda. Era el da siguiente. No tena muchotiempo para pensar. Poco despus de la llamada de su padre, Jade se plante despertara su abuela para susurrarle por telfono: vengo a buscarte. Como si fuera un secreto.Para que comprendiera, con esa frase ms propia de un secuestro, la confirmacin delo que Mamoune ya habra adivinado. Que sus hijas le haban vendido unperodo de prueba en la residencia, con edulcorados pretextos, para justificar elhecho de empaquetar sus objetos preferidos. Le habran dicho que se trataba de unaconvalecencia, de un traslado temporal, y Mamoune, que no era tonta, habra fingidocrerselo. Pero la urgencia era la misma: tendra que irse de su casa, aunque slo fuerapara cambiarla por la de su nieta Jade. Vivirs conmigo en Pars durante un tiempo y despus decidiremos juntas siquieres quedarte conmigo o si prefieres volver a tu casa, y en qu condiciones

  • pensaba decirle su nieta. As, Jade tena la impresin de que no le ocultaba la gravedad de su estado, quehaba provocado que la quisieran ingresar en la residencia, y al mismo tiempocompartira con ella sus dudas. La transparencia y la franqueza jugaran a su favor.Mamoune, que haca aos que se negaba a ir a Pars, no se hara de rogar esta vez. Alfin y al cabo, sera Jade quien se lo pedira: Jade, la hija del vstago preferido de suabuela, y vistas las circunstancias, escogera su bando. Jade ya saba qu dira Mamoune. Lo que ms me molesta de estos sitios empezara, sin nombrar las residenciases que estn llenos de viejos. Yo tambin lo soy, claro aadira rpidamente,porque no soy precisamente una jovencita, pero me parece que las generaciones queviven mezcladas... Y aqu se detendra, para reflexionar un poco, y terminara:Quiz te pueda resultar til, despus de todo. Y esta ltima frase, tan tpica de ella, hara que las lgrimas acudieran a los ojos deJade. La joven se imaginaba a Mamoune, y su redondez envuelta en un vestido azul,buscando con el ceo fruncido para qu demonios poda servir su existencia, como sifuera un objeto descartado; y lo hara con la mayor seriedad del mundo.

  • Mamoune Tengo tanto miedo de no recordar y de ser incapaz de cuidar sola de mi pequeaexistencia. Hasta hoy, la vida no me lo ha dado todo, pero s me ha concedido loesencial. Cosas que yo no le peda: formas de satisfacer una curiosidad por lo nuevo,por el descubrimiento, que ni yo saba que posea. Estoy segura de que algunosdirn que lo que me ha pasado hoy era previsible. Cuando an trabajaba en la fbrica,una compaera que era africana les deca a todas las madres: Dormid con las cunasde vuestros hijos cerca cuando son bebs, porque si no cuando seis mayores no oscuidarn . Yo en esa poca todava no tena hijos. Seguramente se me olvidaron susconsejos, y no tuve las cunas de mis hijas lo bastante cerca: lo he descubierto ahora. No las culpo. Incluso creo que las entiendo. Qu van a hacer conmigo? A mi edadsoy un lastre y no me arrepiento de haber llegado aqu. Soy demasiado vieja, eso s, yestoy demasiado cansada. Y ahora, propensa a los desmayos. Y maana, qu? Me gusta la vista que tengo desde la ventana de mi cocina sobre el jardn. Desdeque Jean muri no es lo mismo, pero no me canso de observar a los pjaros mientraslavo los platos. Nos complementbamos tanto, l y yo, en el corazn de nuestrosilencio. Sola labrar la tierra hasta que llegaba la estacin invernal. En invierno, yocontemplaba los arbustos desnudos mientras beba el primer caf de la maana y meimaginaba los colores con los que podra vestir mi jardn cuando llegara laprimavera. Cada maana, la tierra negra me susurraba al odo un espectculo distintodel da anterior: tulipanes amarillos o rojos, forsythias, clemtides, prmulas. Loscolores y las formas desplegaban frente a m su esplendor, y entonces llegaba el granda de la compra de semillas. Y luego, unas semanas ms tarde, esperaba conimpaciencia que el jardn revelase a Jean qu colores haban ganado esa vez. Eso sincontar con el viento, que siempre se las arreglaba para jugar con mis combinaciones,as que cuando florecan las plantas, siempre haba sorpresas. En voz alta me quejaba,porque mis cuidadosos diseos terminaban mezclados, pero en el fondo me gustabaque una brisa imprevista le diera un toque salvaje a mi jardn. La primavera acaba de empezar. Como si supiera que iban a arrancarme de mi casa,este ao no he plantado nada. Despus de la muerte de Jean, sin embargo, no haba

  • dejado de hacerlo ni una temporada. Cada mes de abril, y slo hubo tres, nuestrojardn recuperaba su esplendor. Hasta me pareca que era un pequeo homenaje a suausencia, como si la tierra se esforzase por dar lo mejor de s misma. Las vecinas quevenan a visitarme se tranquilizaban al verme tan dedicada como siempre a mislabores de jardinera, y alababan mi habilidad con las flores y las plantas. Nadie se dacuenta del mensaje que me enviaba el que ya no estaba a mi lado: que ahora me tocabacontemplar, a m sola, la belleza de nuestro jardn. Tenamos tanta complicidad cuando estbamos juntos! Con los aos, su boca mudhasta convertirse en un plido trazo que hablaba de emociones contenidas. La ma,por el contrario, haba conservado su carnosa redondez, y se distraa con charlasvoltiles que no iban a ninguna parte. Y la piel de nuestros hijos, cuando loabrazaban, le transmitan una dulzura que yo senta que se aplastaba como la pulpade una fruta sobre su recia mejilla; la de un hombre trabajador que me saludaba misternuras cotidianas con sonrisas slo para m. Creo que estaba soando con l cuando me sent mal y me dio ese desmayo que aveces parece que me reprochan. No, no fue exactamente as. Acababa de sacar labasura. El fro de este final de invierno era hmedo, y decid prepararme un vaso deleche caliente. Volv a la cocina. Pero mi memoria hace trampas: se inventa una accincontinua, cuando no hay ms que vaco. La realidad es que me encontraron al dasiguiente, cada frente a la nevera. Me gustara poder decir que sent algo. Seguro queme he desmayado antes, en circunstancias parecidas, y nadie ha hecho una montaade eso. Pero quiz ya no estoy en la edad de la indulgencia, ni siquiera en la de lapiedad. Ya no me pasan una, esa es la verdad. De momento me alegro de que la nia venga a buscarme. Es una seal del cielo queme dice que debo seguir adelante. No tengo suficiente energa como para rebelarme,nunca la tuve. Sin duda, por eso siempre me libr de las sospechas cuando estuve enla Resistencia de la regin de Saboya. Las miradas de los dems resbalaban sobre m.Era invisible, no alguien de quien preocuparse. Nac vieja y dulcemente resignada,condenada a la amabilidad y a la franqueza. Gracias a mi sempiterna docilidad, no siento ningn rencor hacia mis tres hijas.Cuando Jean y yo tenamos casi sesenta aos, se dieron cuenta de que estbamoscamino de ser ms mayores de lo que son ellas hoy a la misma edad. Quieren negar eltiempo, aunque eso implique alejarme a m tambin, como si lo llevara cogido de lamano. Mi preciosa Denise se oper la nariz y apart la cara para disimular porque no

  • quera ver mi expresin sorprendida. No crea que fuera a darme cuenta! Yo, quetantas veces haba acariciado su naricita cuando era pequea, pensando que tena elperfil de una estatua egipcia. Me guard mucho de decir nada, pero pienso que,despus de la operacin, perdi la gracia que emanaba de la incomodidad que sentahacia su propio apndice nasal, una especie de timidez adolescente que se disolvien su arrolladora seguridad en cuanto se liber de su defecto. Por qu cambiar de rostro? Antes, uno naca guapo, o guapa, o amable o valiente.Y cuando el valor superaba a la belleza, eran las vecinas las que contaban lasimperfecciones del cuerpo o de la cara. Pero en el fondo todo el mundo acostumbrabaa aceptar la suerte que le tocaba. Feo o guapo, joven o viejo, uno poda rerse decualquier cosa, existir sin que nadie se molestase. Quiz el recuerdo de esa toleranciaes lo que me permite burlarme de la situacin en la que me encuentro, y contra la queno me atrevo a protestar. Ellas tienen su vida. Hete aqu que vuelvo a empezar, buscando excusas para sucomportamiento. Pero la verdad es que la jovencita que viene en mi busca medemuestra que mis hijas no han movido un dedo para salvarme de esto. Cuando me hallamado, me ha parecido muy segura de s misma, y no he sabido negarme a una cosaque, en realidad, anhelaba con todas mis fuerzas. Que una buena estrella viniera acuidar de la libertad de una anciana. Qu curioso ha sido el miedo que he experimentado cuando Denise, la primeramdico de nuestra familia, me ha hablado de descansar y de solucin temporal. Hasido el miedo de un nio, una especie de tornillo se ha clavado en mi estmagoempujado por el sentimiento de una impotencia injusta. Antes, nunca se me habaocurrido que mi vida pudiera pertenecer a los dems.

  • La prisa de su huida pint el da de colores singulares. Cuando Jade le dijo querecogiera su ropa y que se llevara solamente lo imprescindible, Mamoune sinti unaligera reticencia que pronto desapareci por necesidad. Adems, saba que alabandonar voluntariamente su hogar, un da antes del traslado previsto hacia laresidencia, Mamoune declaraba la guerra contra sus hijas. Mxime cuando no habahablado con ellas para comunicarles su desacuerdo por la decisin que habantomado. Su vida, de hecho, haba sido todo lo opuesto a esa brusca rebelin sinpreaviso. Por su parte, Jade tena miedo de arrastrar a su abuela a un mundo que noera el suyo, y no estaba segura de nada. Slo conoca el lado ms razonable ytranquilo de la anciana, pero no le haba dicho un da la propia Mamoune que todoser humano tiene una parte oculta, y que todos podemos ser, en el fondo, extraos eincluso extranjeros? Mientras as pensaba, Jade no paraba de hablar: Esas mantas de lana que estn allado de la cama son tuyas? Quieres que las ponga en la maleta? Aqu el clima es mshmedo que en Pars. Podras llevarte la lmpara de la mesita de noche; s que letienes cario. No, no te preocupes, hay sitio en el maletero de mi coche, y ademsquiero que te sientas como en casa. Llvate todo lo que te guste. En realidad tema que su abuela aprovechara algn silencio para anunciarle quedesista, que no ira con ella, y por eso Jade llenaba los vacos frenticamente.Mamoune trotaba de una habitacin a otra, llevando y trayendo ropa y objetos queguardar en sus maletas. Reuna sus enseres con la misma diligencia con la queparticipara en una yincana o un juego de mesa de detectives. Cuando son eltelfono, dio un respingo. Jade la mir con una expresin de duda. Decidieron nodescolgar y se miraron con angustia hasta que dej de sonar. Mamoune aprovech elsilencio para confesarle a Jade con voz culpable: Antes de que me llamaras para venir a buscarme, intent irme. Fue cuando mi hijame avis para decirme que haban tomado la decisin, junto con el mdico, deingresarme en la residencia de Annecy. Dijo que estaba rodeada de rboles, que eramuy cmoda y tena asistencia mdica las veinticuatro horas, y que estara muycontenta. La verdad es que me preocup un poco esa manera de tranquilizarme. Asque no tard en preparar la maleta. Sal por la puerta del fondo del jardn, la que da alpequeo cementerio. No tena ni idea de a dnde ir, pero cruc el camposanto para

  • llegar a la carretera abandonada que va por detrs del pueblo. Mientras caminaba porel sendero de piedra con mi maletita de ruedas, pareca como si los cuervos mehablaran, burlndose de m. Con sus graznidos, me pareca escuchar la voz de losmuertos: Se va de mudanza, seora? No le parece que se adelanta un poco? No lehar falta maleta; cuando llegan nuestros visitantes, dejan la bolsa en la entrada .Todas las estelas sobre las que se alineaban fechas de principio y de fin de la vida meanimaron. Me dije que despus de todo, yo segua viva, y que mis hijas lo hacan pormi bien. Y ahora has cambiado de opinin? le pregunt Jade. Por toda respuesta, Mamoune puso su Biblia encima de la maleta, antes de cerrarla. Aunque su ta no iba a venir a buscar a Mamoune hasta el da siguiente, Jadedecidi ponerse en camino lo antes posible. A pesar del cansancio, una vez salieran,pronto se alejaran de la casa de Mamoune, y eso las protegera de posiblesencuentros embarazosos y de disputas familiares, que Jade quera evitar. Mamoune,despus de abrazar la habitacin con una mirada velada de lgrimas, sigui a su nietay le pidi que cerrara los postigos y la puerta. La esper, mientras terminaba dehacerlo, sentada en el pequeo banco donde sola contemplar sus flores. Recorrieron los primeros kilmetros en silencio, y Mamoune incluso parecacabecear. Lo cierto es que el revuelo la haba cansado un poco. Jade la miraba dereojo, y se repeta que tena ochenta aos, casi sin poder creerlo. Ms bien parecaque su edad se hubiera disuelto en el cario que emanaba, como si Mamoune fueraeterna. Tena arrugas, claro, pero siempre desprenda un halo de buena salud, y no elaire gris y enfermizo de algunos ancianos con los que Jade se cruzaba en Pars.Incluso cuando estaba enfadada lo cual suceda en raras ocasiones, Jade jams lahaba visto prescindir de esa voz tranquila, casi velada, que la caracterizaba. Tena unligero acento de Saboya que aumentaba cuando hablaba de su hogar, de su jardn ode la gente a la que amaba. Cuando Jade pensaba en su edad y se olvidaba del lazo que las una, senta miedo.Tena miedo de estar cometiendo un error, miedo de no poder ocuparse de Mamoune,miedo de haberle mentido cuando le propuso salvarla de la residencia. Varias veces alo largo del trayecto, al mirar por el retrovisor, crey ver el coche de la ta Denise,persiguindolas. Y si las tas decidan venir a pedirle cuentas? Qu les dira, y cmo impediraque se llevaran a Mamoune? Hasta ahora, Jade era la nieta simptica con la que hablarde literatura o de la universidad. La joven no saba qu pensaran sus tas de la

  • nueva versin de Jade, la justiciera que secuestraba a su madre. Aunque su padre le hubiera pedido que se ocupara de Mamoune, Jade no se hacailusiones: la Polinesia estaba muy lejos y ella estaba sola y tendra que asumir lasconsecuencias de lo que estaba haciendo. Adems, estaba el tema de la custodia, unasunto jurdico del que nada saba. Cmo se pona a una persona bajo la custodiade otra? Quin la examinaba para declarar que no era capaz de ocuparse de susasuntos? Sera la forma en que las hijas de Mamoune intentaran recuperar a sumadre? Jade no tena ganas de entrar en una guerra que la obligara a pensar en sustas como enemigas. Haban recorrido un centenar de kilmetros y el cansancio empezaba a roerle lanuca. Jade decidi abandonar la carretera en busca de un pequeo hotel donde pasarla noche. Si segua conduciendo, corra el riesgo de dormirse. De repente, notaba elpeso de la responsabilidad hacia su abuela, y se dijo que nada volvera a ser comoantes, y que no podra vivir con la misma despreocupacin. No tena ningn derechoa ponerla en peligro. La historia de Mamoune le enseaba que uno poda terminar muy solo en la vida, apesar de haber estado casado y tener cuatro hijos: seis personas que vivan, secruzaban y coman juntas en una casa que herva con sus risas. Senta miedo, tambin,por el destino de Mamoune. No soportaba la idea de que una persona que habaentregado tanto amor quedara abandonada. Pero, era necesario realizar la hazaa deun salvamento para evitar los malos sentimientos? Jade no quera que su abuela sequedara sola; pero dnde entraba el peso de su propia soledad? Si arrancaba aMamoune de su casa y la transportaba a su propio mundo, estara Jade menos sola? En el hostal slo quedaba una habitacin. Estaba al borde de un riachuelo porquehaba sido un antiguo molino, segn les dijo la duea mientras les enseaba suhabitacin, con dos camas individuales en una buhardilla cuya nica ventana daba albosque. Jade vio que Mamoune, a pesar de su cansancio, se esforzaba por mantenersedespierta. Te acuerdas, nia, de que cuando eras pequea siempre queras dormir en mihabitacin? Claro que se acordaba: sola suplicarle que la dejase entrar, lo justo para echar unasiesta en su cama, hundir la cara en su almohada y aspirar el aroma de rosas y violetas.Y cuando pasaba alguna noche en la casita de piedra y de madera de Mamoune, Jade

  • se despertaba muy pronto, a las cinco de la maana, para acurrucarse al lado de suabuela antes de que esta se levantara. As, lograba unir sus sueos a los de su abuela,llenos de ternura, y esa hora robada a la maana, y abrazada a Mamoune, estabapoblada de maravillosos sueos. Cmo podra haberlo olvidado? Por toda respuesta, sin embargo, Jade deposit un beso en la frente de Mamoune, yle dijo: En Pars, mi piso tiene unos sesenta metros cuadrados, pero all tendrs tuhabitacin y yo no vendr a molestarte cada da. Slo una maana de cada dos aadi Jade, con carita de splica. Mamoune se ech a rer y la joven sigui con su explicacin: Ya vers, tu habitacin da a la parte de atrs del edificio, a los jardines del patiointerior. Yo tengo dos balcones, uno en la cocina y el otro en el comedor. A la vueltade la esquina de donde vivo, hay un pequeo jardn silvestre, que es de un museo. Jade saba hasta qu punto le importaba a Mamoune la naturaleza, porque muchasveces haban paseado juntas por la montaa y su abuela le haba sealado ynombrado sin vacilar todas las plantas que vean, y adems le explicaba su funcinculinaria o curativa. Saba mucho de herboristera y, en cierto modo, su saber la habatransformado en una especie de bruja, duea de los secretos de las pociones mgicasque haca brotar en su jardn. Contempl a su abuela, que pareca perdida en la clidahabitacin. Le pregunt: Tienes hambre?

  • Mamoune No he dormido bien. En sueos, vea la puerta abrindose y Denise apareca ennuestra habitacin para llevarme. Se deslizaba en la oscuridad para no despertar aJade y me arrastraba con ella, y yo no poda exhalar ningn grito. Qu sueo msestpido! Por qu me siento culpable ahora? Esta maana hemos salido temprano,entre la neblina, y yo no le contado nada a Jade de mi noche de pesadillas. Y claro, hetenido que echar una cabezada por el camino. Mi nieta pensar que soy una marmota. Quiz son los valles del paisaje, o la niebla de primera hora de la maana, pero mimente deriva por caminos melanclicos. Me acuerdo de mi madre, cuando sala paraasistir en el parto a las mujeres del pueblo. Se meta unas velas bajo la pelliza cuandosaba que la familia que iba a ayudar era pobre, y se iban a dormir cuando se pona elsol porque no tenan con qu alumbrarse. Me acuerdo de mi abuelo, de su carreta y dela muerte de nuestro nico caballo, cuya prdida sumi a la familia en un aislamientodifcil de ocultar a la nia que yo era entonces. Los episodios de mi vida hansucedido as, a lo largo del camino, sin que yo pudiera hacer nada por impedirlo.Ahora desfilan incansables en mi espritu. Casi hemos llegado al corazn de Pars. Mientras estamos en un atasco, Jade seconcentra en la conduccin y yo me dejo llevar por mis reflexiones de vieja dama. Meha dicho que vive en una calle detrs de P igalle, y que su distrito es a la vez unpueblo y un pedazo de la gran ciudad. Me pregunto cmo es posible. He estado pensando durante todo el camino que nos conduca hasta su casa,mientras contaba los rboles, un trayecto que pareca una huida hasta que llegamos alas afueras de la capital. En cuanto dejamos atrs la periferia, fue como si nossumergiramos en otro mundo. Me concentro en identificar los prestigiososmonumentos que pueblan las calles. No reconozco la ciudad que abandon durantelos aos cincuenta. Los edificios siguen ah, pero parecen hundidos en un oleajeincesante de circulacin, de ruidos y olores nauseabundos. Y en cuanto a lostransentes, parece como si anduvieran al lado de su propio cuerpo. Observo sin quese percate la bonita cara ovalada de mi nieta de treinta aos. Recuerdo que se cort supreciosa melena rubia durante uno de sus primeros viajes. En el oficio de periodista,

  • una mujer debe adaptar su coquetera a las exigencias de la vida prctica, sola decir.Ahora apenas le roza los hombros cuando gira bruscamente la cabeza para orientarseen el trfico del final del da. Su mirada se cruza con la ma, y sus grandes ojos decolor almendra me sonren. Como si se hubiera quitado no s qu peso de encima, sedesliza con facilidad entre los dems vehculos. Tiene un aire de felizdespreocupacin. Me doy cuenta de lo aliviada que est de llegar aqu, a su ciudad,como si mi secuestro fuera ahora algo irreversible y nadie pudiera alcanzarnos. Eso esque no cuenta con la ira de mi hija pequea, porque no tengo ninguna duda de queintentar viajar hasta aqu para llevarme de vuelta. Mi nieta, sin saber lo que estoy pensando, punta sus hbiles golpes de volantecon comentarios sobre los usos y costumbres de los parisinos. Por lo que dice,parece un pueblo de brbaros maleducados. No veo ninguna relacin entre lo quedesfila frente a m y lo que ella cuenta. Cae la tarde, las calles estn animadas y eltrfico es intenso. Yo estoy cansada ya, y llena de dudas. Quiz ya no tengo edadpara estas correras. De hecho, hasta me parece que sigo viva en un universo al que yano pertenezco. Incluso se me hace un mundo tener que deshacer la maleta y guardarmis objetos personales, que hemos empaquetado a toda prisa. Cmo puede ser que ami edad una cosa tan sencilla se me haga un mundo? Como si no hubiera vividosituaciones peores! Es cierto que es la primera vez que me escapo as. Ni siquiera durante la guerra tuveque esconderme o abandonar el pueblo. Pasaba mensajes entre los maquis que seocultaban en las montaas, y los jefes de las organizaciones de la Resistencia deAnnecy. Era solamente un paseo. Ser que soy incorregiblemente vieja, y basta. Oque me disperso en mis recuerdos. Jade aparca el coche en una pequea plaza arbolada, en el paso de peatones, segndice. Sale de su asiento, con su metro setenta y cinco en pie, y se estira frunciendo elceo. Est valorando sus posibilidades de evitar una multa. Las campanas suenancomo si quisieran saludar nuestra llegada. Jade sonre y dice: Las ha fabricado un seor de tu pueblo. Las campanas que se oyen aade sonlas de Montmartre. Ya vers, ser como estar en casa. Incluso ya ests en mi buzn: J.Coudray , porque tenemos la misma inicial en el nombre de pila y en el apellido. Me digo, orgullosa, que la pequea de mi Serge se ha convertido en una jovenhermosa y esbelta, y muy amable. Con el placer de haber llegado pintado en su rostro,todo el cansancio se ha borrado de su expresin. Es un privilegio de la juventud,mientras que yo...

  • Ahora que voy a vivir con ella, tendr que enfrentarme a esa diferencia cada da.Uno se acostumbra a vivir solo. Cuando Jean muri, cre que se acababa el mundo.Que yo me volvera invisible, porque l ya no estaba all para ocultar mis errores ymis defectos; porque ya no estaba all para protegerme. Pero no sucedi nada de eso;slo descubr que haba envejecido. Mi vida con Jean me lo haba ocultado, porqueyo me vea en sus ojos, que seguan siendo los de nuestra juventud. Tampoco yo levea avanzar por los caminos del tiempo. As que tambin entonces empec a observar. Al fin y al cabo, la vejez no interesa anadie, verdad? Cuantos ms viejos hay, ms jvenes son. Me acuerdo de un tiempoen que decir la palabra viejos no daba la sensacin de ser descorts. Hoy en dano se puede decir eso, hay que decir tercera edad , como si fuera la cuartadimensin. Se dice octos por octogenarios, la ltima coquetera de una raza nuevaque me parece cobardemente cmplice de estas florituras verbales. Es como si paratener una vejez como debe ser, uno tuviera que vivir una segunda juventud. Quparadoja ms enternecedora! Rejuvenecer o desaparecer, esa es la eleccin. No lesculpo, as son las cosas. Cuando yo era joven, los viejos eran viejos, y hoy que soyvieja, toca sentirse joven. Hay que decidir vivir en un mundo en el cual se valora laedad que tenemos, mientras no la aparentemos. Y claro, cada vez son ms losempeados en ocultarse en franjas de edad que no les tocan. Como una especie deguerra de los vivos, y en cuanto a los dems, los que no pueden hacer trampa, losdisimulamos como podemos. S que, por aadidura, esta locura, la huida que hoy emprendo, me empuja a unadependencia econmica que no quiero en ningn caso que le pese a mi nieta. Jade seha dado cuenta de mi bochorno esta maana en el hostal, y en seguida me hamurmurado: Por el dinero no te preocupes, vers cmo nos arreglamos. A plena luz del da, comprend lo incongruente de mi situacin: he escapado comosi fuera una ladrona, y mi correo no me seguir. En qu piensa una durante unahuida? Slo en salvar el pellejo. De qu hua, en realidad? Del encierro o de lavejez? Y ahora todo parece muy bonito, pero qu voy a hacer yo en esta ciudad, yen la vida de Jade?

  • Podra echarte una mano... Su abuela apenas murmur esas palabras, pero fueron el principio del grandescubrimiento que hizo Jade el domingo. Conoca a Mamoune desde siempre, yllevaban viviendo juntas una semana. Ese da, Jade conoci a Jeanne. Al principio no comprendi la propuesta de su abuela, que estaba un poco molestaporque haba odo su conversacin telefnica con un amigo. Jade le hablaba de lanovela que haba escrito y que quera publicar. Como no conoca a nadie en el sector,hizo un envo al azar, dicindose que si era lo bastante buena, alguien la editara.Pero empezaron a llegar las cartas de rechazo, una detrs de otra, e incluso cuando eleditor deca que le haba gustado, pareca que no haba conquistado al lector quepoda convertir su manuscrito en un verdadero libro, con pginas y tapas y cubierta.Decan que saba contar una historia; que haba logrado muy buenos pasajes; quesus descripciones eran cautivadoras... Pero tambin llegaban cartas que informabansecamente, con un estilo lapidario, que la novela no encajaba con la lnea editorialdel sello, como si todo hubiera ido bien si ella y su manuscrito fueran distintos.Puesto que los interlocutores siempre se ocultaban bajo el trmino genrico de comit editorial , Jade haba terminado por imaginarse una asamblea de viejosbarbudos con gafas que, tras enormes pilas de manuscritos, intentaban devolverlosen lugar de decidir los que queran publicar. Estaba desanimada, en suma, y no habaescrito ni enviado nada ms; se haba concentrado en su trabajo, el de periodista, yhaba abandonado la idea de ser escritora. Al fin y al cabo, como periodista free-lance en la prensa escrita, tena experiencia yera seria; pona el corazn en lo que haca y tena una red de contactos que legarantizaba encargos de forma ms o menos regular; eso s, siempre pedan msesfuerzo por menos dinero. Y ahora su abuela le propona ayudarla! Cmo pensaba hacerlo? Jade ni siquierase atreva a preguntrselo para no ofenderla, como si la mera pregunta pudiera hacersentir a Mamoune que su nieta la vea como una mujer que no saba nada de laliteratura. Aunque lo cierto es que se mora de ganas de saber qu poda aportar suabuela a su manuscrito. Tal vez sentido comn e instinto, pens Jade. Pero laslecturas de Mamoune seguro que se haban limitado a su Biblia y al peridico localdesde haca ms de sesenta aos. Aunque era verdad que durante un tiempo haba

  • sido bibliotecaria voluntaria del pueblo. Sin embargo, ni siquiera gracias a esaexperiencia poda ofrecerse como lectora experta de un manuscrito rechazado. Su abuela la miraba, entretenida, como si estuviera leyendo lo que pensaba y seestuviera divirtiendo muchsimo. Si quieres, nos preparamos un t, me siento contigo y te explico lo que quierodecir dijo Mamoune. Jade puso el agua a calentar; temblaba ligeramente, como si presintiera que lasrevelaciones de Mamoune no seran triviales. Mientras segua el ritual de gestos dela preparacin del t e introduca las bolsitas en la tetera de agua hirviendo, Jaderecord que fue ella la que inici a Mamoune en el t, cuando su abuela se cans de laachicoria. Como si fuera ese su pie, Mamoune empieza a hablar, a contarle unahistoria. Susurra, como si alguien estuviera espindolas. Y mientras habla, observa lareaccin de Jade con suma atencin. Desde hace muchsimo tiempo, soy una gran lectora. Asidua, amante de loslibros, podra decirse. S, as es. Los libros fueron mis amantes, y con ellos enga atu abuelo, que nunca supo nada durante toda nuestra vida en comn. Jade tuvo la impresin que Mamoune le estaba confesando una actividad tanpecaminosa como si hubiera hecho la calle: la literatura como acto lujurioso. Surostro se haba metamorfoseado y, a la vez avergonzada y orgullosa, su abuela parecaotra mujer, mucho ms joven. Por qu no me lo dijiste nunca ni a m ni a nadie de la familia? No nos hubieraparecido mal que te gustara leer, abuela. Mamoune suspir y sacudi la cabeza, seal de que estaba en profundo desacuerdocon el giro de la conversacin. Despus de presenciar su transformacin, a Jade letranquiliz encontrar en el rostro de su abuela una reaccin que conoca. Acurdate de cmo era mi poca. Yo era slo una obrera en un valle lleno defbricas e industrias, hija de campesinos y montaeses, y luego fui esposa de unobrero. Tena un certificado de estudios, y eso ya era poco habitual en una mujer de lazona. Me dedicaba a vigilar a los nios, y seguramente lo haca bien, porque noparaban de traerme ms para que los cuidase. No tiene ningn mrito: me encantan. Ytambin los incorpor a mis tretas para disimular que lea. Por ejemplo, les lea a losbebs extractos de Victor Hugo, de Flaubert o de Joyce. Qu dices, abuela! exclam Jade, asombrada. Comprendi la enormidad de larevelacin que estaba haciendo su abuela: conoca a Joyce, lo cual era de por sinimaginable, y encima, se lo lea a los cros! Eso s que pareca una novela: pero

  • Mamoune no tena aspecto de estar bromeando. Pues s, tus hermanos disfrutaron de los pasajes de Ulises durante la hora de lasiesta, para evitar que nadie nos oyera. Era como una especie de msica del lenguaje.Entindelo, por esa poca me ejercitaba leyendo en voz alta los textos ms difciles. Pero es que no entiendo cmo empezaste a leer tan intensamente, abuela. Fue enla escuela? No, qu va. Mucho ms tarde. Pequea ma, la verdad es que me gustaba mucholeer, pero tena que ayudar a mis padres en la granja, y con ms motivo porque mimadre tena que salir casi siempre a atender un parto aqu y all. Y en casa notenamos libros. Un da, cuando estaba embarazada de mi cuarto hijo, la mujer delnotario, de cuya hija pequea yo haba sido canguro, se fue del pueblo y se instalen la ciudad. Bendita sea esa mujer! Me trajo a casa una caja de libros que no podallevarse. Haba obras de la condesa de Sgur, Jack London, Victor Hugo, Colette,Julio Verne, Edmond Rostand e incluso clsicos del teatro como Molire y Racine.Me dediqu al principio a las novelas de Julio Verne, que mi to abuelo sola leernosen voz alta. Luego deslic una mirada por las pginas de Los miserables, y a partir deese da me acostumbr a leer cada da unas pginas, siempre ms y ms pginas. Qudescubrimiento tan maravilloso! Semana tras semana, me lata el corazn con fuerzamientras devoraba libro tras libro, leyndolos todos de cabo a rabo. Y qu decir delicario! Jams haba visto una representacin, pero me aprend todos los papeles dememoria. Alceste me encantaba, qu extraordinario misntropo! En ese momento, Jade repar en algo sorprendente. No recordaba haber visto jamsa su abuelo con ningn otro libro que no fuera su Biblia, su sempiterna Biblia.Tampoco entenda por qu Mamoune no se haba atrevido a contarle la verdad a sumarido. La anciana adivin la causa de la extraeza de su nieta. Al principio no me ocultaba por malicia, sino porque me daba vergenza. Leer erasinnimo de holgazanera. Slo los ricos leen, decan en su casa, o en la de su abuelopaterno, porque no saben hacer nada ms con los dedos, ni tampoco tienen nada quehacer, por otra parte, con las manos! La lectura estaba reservada a los intelectualesociosos y afortunados que no tenan que deslomarse para ganarse la vida. Y a medidaque el placer y el descubrimiento se instalaron en mi nimo, lo que aprenda en loslibros me convenca de que era mejor no decir nada. As era: se senta otra mujer, la misma que ahora estaba hablando con Jade. Cuantoms se adentraba en el mundo de los libros, ms creca en su interior la sensacin deque estaba traicionando a la clase a la que perteneca. En cierto modo viajaba: se

  • independizaba. Adems, era una mujer que acceda al mundo de la erudicin, y quedescubra la vida porque poda juntar las palabras, conjugar sus actos. Hasta lepareca que corra peligro, como si hubiera descubierto un secreto. Miraba a sualrededor y vea los personajes y escuchaba los dilogos prisioneros en las pginasde sus libros. Comprenda lo que estaba en juego en los dramas cotidianos de lasnovelas. Al permitir la entrada de los libros en su vida, Mamoune por fin tuvo unavida propia, y herramientas para comprenderla. Continu: Casi sin querer, decid que esa libertad que me haban concedido, que era casi unprivilegio, deba permanecer en la sombra. Al principio todava me senta culpable:era una madre, una esposa, una mujer que deba ganarse el pan. No puedes entenderlo,porque esto sucedi en un mundo antiguo que ya no existe. Pero no era cierto: aunque todava estaba asombrada, Jade empezaba a entender queel mundo de su abuela era el de las servidumbres ms difciles de vencer, porque sonlas que nos imponemos nosotros mismos y debemos desaprender con mucho esfuerzo:olvidar la tontera y la miseria que uno cree merecer. Mamoune proceda de un pasconvencido de la elegancia del fatalismo. La aventura lectora de su abuela deslumbr a la joven, que no dejaba de mirarfijamente el rostro redondo de Mamoune, porque cuando hablaba de sus libros, supiel se tea de color y su cara esbozaba expresiones desconocidas para Jade. Con el paso del tiempo me sent ms audaz, y ya no esperaba a que todos se fueranpara leer, sino ocultaba los libros bajo el forro de piel de mi Biblia. Si supieras lasobras, nada catlicas, que devor bajo las barbas de todos dijo Mamoune conmalicia. Jade not que ni siquiera sus palabras eran las mismas. Era la misma Mamoune quele deca antao que el sbado haba que hacerse la permanente y que all la dejaran oliendo a rosas ? Y sin embargo, Jade crea ser la persona que ms habaobservado a Mamoune de toda la familia. Crea conocer su perfil tierno, la dulceblandura de sus mejillas, sus gestos lentos y a veces mecnicos. Ahora comprenda ladistancia que la separaba de su abuela y entenda su resignacin para con la vida quesus hijas haban decretado y que ella no haba escogido, como si siempre lo hubierallevado dentro, sin querer nombrarlo ni reconocerlo. Jade nunca haba odo a Mamoune hablar de filosofa, ni siquiera emitir el msmnimo juicio acerca de la vida. Se acordaba de cmo preguntaba al abuelo, durante eldesayuno, acerca de las noticias que se publicaban en el peridico. Cuntosmuertos hay hoy? Qu pasa en el mundo?

  • Durante su charla, el t se haba enfriado y ninguna de las mujeres haba bebido unsorbo. Ya casi era de noche, y la luz que se retiraba dibujaba sombras cansadas en elcuerpo de Mamoune, que miraba a Jade con una sonrisa relajada. Tena razn: a pesarde sus esfuerzos, Jade no entenda del todo ese mundo pasado del que le hablaba.Pero la bocanada de ternura que senta al escucharla borr todas las reticencias de laprimera semana de convivencia. Cmo haba podido dudar? Mamoune era increblee imprevisible. Jade presenta que, a su lado, ira de sorpresa en sorpresa. Puso elagua de nuevo a hervir mientras los ltimos rayos del da arrojaban plidos reflejossobre la mesa de la cocina. Su abuela se haba callado, como si Jeanne hubieradesaparecido y su lugar lo ocupara de nuevo Mamoune, la que Jade siempre habaconocido. La abuela del da a da cotidiano de la pequea, la que preparaba pan deespecias y con la que recoga tulipanes en el jardn para decorar la mesa losdomingos y das de fiesta. Si quieres tener flores bonitas en las macetas para primavera, tendremos queplantar las semillas pronto dijo su abuela mirando hacia fuera. Si quieres, ya lohar yo. En aquella ventana, ves? All da el sol a partir de las dos de la tarde, y esun buen lugar, al abrigo del viento.

  • Mamoune Siento que la he desconcertado, que crea conocerme y ahora descubre que suabuela no encaja con la imagen que tena de m: quiz es como si perdiera su sueo denia pequea, incluso. No me gustara haberla decepcionado. Creo que an no haentendido la razn de mi secretismo. Es tan difcil explicarle a una joven nacida en1977 cules son las reglas, las convenciones y las tradiciones de una persona quenaci a principios del siglo pasado. No s si algn da podr transmitirle todo lo queaprend de mis mayores. Cuanto ms jvenes son los abuelos de hoy en da, ms lejosme queda el tiempo que he vivido. Todo mi futuro, de hecho, est sumergido en elpasado, y cuando le he contado mi historia a Jade, me ha parecido que estaba lejos dem. Cmo podra hacerle entender que en mi poca no se poda gastar luz y perder eltiempo sin hacer nada? Llegu a los libros de golpe, como una intrusa, sin la instruccin que proporcionanla inclinacin y la aptitud hacia la lectura. Al abrir sus tapas, eleg lo peor que podahacer una mujer de mi entorno. Contemplaba un mundo que tena prohibido, y eraperfectamente consciente de que no era el mo. Luego volv a cerrar la puerta, pero yaera imposible olvidar lo que haba vislumbrado: un espacio inmenso, sin el cual yano poda vivir. Por qu no abandonar mi pueblo, entonces, y vivir en otro universo,uno que me permitiera estudiar, incluso conocer la ciudad? Por qu opt por ir yvenir entre mi tierra y la otra, la que deseaba sin sentir que fuera ma del todo? No los: pero tuve mucho cuidado, cada vez, de cerrar la puerta y de no mezclar jams misdos vidas: la de sencilla habitante de un pueblo de las montaas, y la de lectora denovelas. Cuando viva la primera, pensar en la segunda me daba fuerzas, porque en esosmomentos de lectura no crea que pudiera existir ninguna otra forma de vida. As, mimanera de vivir, muy tmida al principio, cambi notablemente. Descubr que el mundo de los libros, con el poder de su sabidura, cambiaba a veceslo que yo crea conocer, como los cuentos que repetan mi madre y mi abuela cuandoestbamos todas sentadas frente al fuego. Historias que yo crea escritas por los mosse evaporaban en la naturaleza de donde haban surgido, y sus autores se olvidaban

  • de sus modestos orgenes. As pues, soy una mujer entre dos culturas. S el nombre de todas las plantas ytambin sus virtudes teraputicas porque mi madre me las ense. S ms historiasque las que tiene mi hijo en su biblioteca, y l ya no sabe nada, porque posee loslibros. Antes de que el hombre del tiempo anuncie sus errneas predicciones paramaana, el cielo me murmura lo que no dicen las imgenes de los satlites. Mi abuelo,que era pastor, me ense a interpretar las nubes. l no saba leer y deca que lamuerte se burla de los libros y del saber. No hay modo de empleo, ni gua del ms alldisponible en una librera, ni nadie que pueda ensearnos. Un atisbo de infinito, a losumo, y saber que todo lo que muere en la naturaleza termina por renacer. O es slonuestra esperanza? A veces, cuando hablaba con los abuelos de los nios que cuidaba, detectaba a unlector que perteneca a su mundo, igual que yo al mo, convencido de que los obrerosy los campesinos leen peridicos, como mucho, pero no libros. Y la irona del asuntoradicaba en que, pese a que ignoraban los dictados del sentido comn y el saber de latierra, no sentan que haban perdido algo precioso. Ni siquiera saban que un dapodan haber sido ricos: mi abuelo me enseaba la montaa, los amaneceres y losrboles, y me deca que mirara con atencin esos tesoros y que nunca los perdiera. Nohay nada peor que olvidar que es esa riqueza la que nos alimenta, porque hay quienla pierde con una gran indiferencia. Con el tiempo, me dije que el mundo no era tan grande, y que cuando una envejecelas cosas se reducen a lo esencial. De joven, me habra gustado correr hasta el finaldel camino, y me imaginaba que all encontrara el mar, porque yo viva entremontaas y saba que en estas no terminaba ningn camino. El mar era mi misterio, yle conceda la virtud de los viajes que la tierra no tena. Soaba con irme, de buenamaana, sin decirle nada a nadie. Cuntos secretos vivieron en mis silencios! Con mis compaeros del pueblo, finga aspirar a un sueo, mucho ms cotidianoque mis quimeras de viaje: ir a vivir al valle, donde estaba el progreso. Mi abuelo, encambio, hablaba del valle como si fuera un lugar de perdicin. Deca que all uno seganaba la vida demasiado rpido, y que luego no le daba tiempo de disfrutarla. Lasfactoras de all abajo fabrican muertos, me susurraba en voz baja, como si meadvirtiera. Las fbricas de tornos del valle de l'Arve, que mi madre llamaba el vallede lgrimas y mi padre el valle de las larvas ,1 no me queran. Contrataban, sobretodo, a hombres. Logr encontrar trabajo en una pequea fbrica un poco ms lejos, yganaba lo suficiente como para saber lo que cuesta el pan y el sudor de la frente. A mis

  • padres era lo que ms les importaba: que supiera lo que cuestan las cosas. Y que, almismo tiempo, comprendiera lo que significa vivir lejos de la familia.

  • Rpidamente, Mamoune adopt el apartamento parisino de su nieta. Se extasiabaante la extica decoracin, tan distinta de su casa de Saboya. Adoraba las guirnaldasde colores de la cocina, decorada como un barco, arreglada como si fuera la vela de unbuque. Jade quera que su abuela fuera feliz all, y se esforz por decorar suhabitacin al gusto de Mamoune. Ni siquiera haba pensado en ello antes de ir abuscarla. Casi no tuvo tiempo de cerrar la puerta de su despacho, que habaconvertido en su dormitorio provisional con un colchn en el suelo. No deseaba quesu abuela supiera que no dorma en una cama. Lo nico que le haba importado a Jadeera salir corriendo, ir a por ella y traerla a Pars sana y salva, y haba postergado losdetalles sobre cmo se instalara la anciana en el piso. Julien se haba llevado casitodas sus cosas haca un mes y Jade todava se estaba acostumbrando a volver aocupar su propio espacio, que haba sido de los dos durante cinco aos. Para susorpresa, apenas conservaba vagos recuerdos de su vida en comn. Para no aguantarla presin de los amigos que se haban puesto de parte de Julien, haba dejado deverlos, porque no entendan que ella pudiera aburrirse junto a un tipo tan formidable,divertido y atento. Jade, en cambio, senta que necesitaba pasin, un hombre quehiciera que cambiase el sentido de la circulacin de la sangre en sus venas. Tenaganas de vibrar y de sentir que su corazn se desbocaba, y no de escuchar latidoscomo el tic tac de un reloj de cocina. Mientras preparaba la primera comida que iba a compartir con su abuela, Jade pensque jams le haba cocinado nada a Mamoune. Siempre era la abuela la que estaba alfrente de los fogones, incluso cuando no estaba en su casa. La anciana la observaba,sin poder reprimir su sorpresa, y comprendi que todo lo que Jade saba de la cocina,lo haba aprendido de ella. Durante largo tiempo, la propia Jade pensaba que no seralo bastante hbil, que jams podra ejecutar ese ballet donde cada gesto parecetranscurrir de forma simultnea: saltear las cebollas, coger los siguientesingredientes, cortar una lechuga, rectificar la sal mientras se comprueba la tarta queest en el horno. Pero haba pasado tanto tiempo observando a su vez a Mamoune, ensu cocina econmica de la casita de las montaas, que cuando tuvo que cocinar unagran cena por primera vez, fue como si todo lo que haba aprendido mirndola se le

  • hubiera grabado en el cerebro en su totalidad. Jade llevaba un tiempo sin ver a su abuela antes del rescate, pero la anciana intuaque algo no iba bien con el chico al que siempre haba llamado tu Julien . Al cabode unos das de estar en Pars, le hizo la pregunta, cambiando su denominacin: Qu ha pas con ese Julien ? Se march o fuiste t quien lo echaste? Jade intent explicrselo: No creo que furamos una pareja de verdad, nunca lo fuimos. Slo dosadolescentes que vivan juntos. Cuando pensaba en el futuro, siempre haba otrohombre, alguien a quien conocera ms tarde, con el que vivira una historia de amorfantstica y con el que tendra un montn de hijos hermosos, una especie de cuentode hadas con un toque cotidiano. Qu idiotez, no? Mamoune se limit a sonrer, y decir enigmticamente: Un buen hueso no cae nunca en la boca de un perro bueno. Jade se dio cuenta, hablando con Mamoune, de que todava no saba lo que querade la vida. Animada por la mirada benevolente de su abuela, le haba revelado unaespecie de lista de requisitos del hombre ideal, pero no haba nada concreto, todo eraindefinido. Era verdad que para encontrar el amor verdadero uno tena que habervivido intensamente? Sera capaz de reconocerlo, por puro instinto, cuando sepresentara ante ella? No se atreva a preguntrselo a Mamoune. Cmo iba a hablarde amor con una mujer cincuenta aos mayor que ella? Y qu sabra Mamoune, a susochenta aos, de todo lo que Jade, con treinta, esperaba de un hombre? Mximecuando ni la propia Jade saba si esperaba a un hombre o a varios. Y t, antes de conocer a Papounet, qu esperabas de un hombre? le dijo porfin, dndole la vuelta a la pregunta. No es que buscara una respuesta que aplicar ensu vida, sino que ms bien senta curiosidad por cmo haba sido la experiencia de suabuela. Nada! exclam Mamoune rpidamente. Para una chica como yo, que no tenadinero ni era la ms bonita del pueblo, no haba nada que esperar, slo que viniera elamor. El sueo secreto de todas las chicas de mi poca, supongo. Encontrar un buenchico, trabajador, cuya familia, con un poco de suerte, viviera cerca. En mis tiempos,la familia era lo primero, y las historias sobre la gente no se olvidaban tan pronto.Por ejemplo, mi abuela era hija de una de las posedas de Morzine, y por eso lallamaban la hija del Diablo. Le cost muchsimo encontrar marido, y al final se cascon un muchacho que no era del pueblo, y que no saba nada de su apodo y su famade diablesa.

  • Las posedas de Morzine? Pero eso es una leyenda, no? Mamoune esboz una ancha sonrisa. La atencin de su nieta atizaba sus recuerdoscomo si soplara sobre sus brasas, y bastaba avivarlos un poco para que de repenteempezaran a arder en su memoria. De pequea, le haba contado tantas historias a sunieta sin tener un libro en las manos, que Jade an crea que su abuela viva en uncuento de los que sola sacarse de los bolsillos de su delantal. La corrigirpidamente: No, no. La historia de las posedas es verdad. Las llamaban las diablesas, lasdemonacas. Un centenar de chicas del pueblo tuvieron crisis terribles durante variosaos. Golpeaban las cosas, chillaban insultos terribles y cosas as, de modo que losdel pueblo empezaron a decir que el diablo les sala por la boca, que estabanposedas. Mi abuela, hija de una de estas mujeres, haba dado a luz en plena crisis.Ojal se hubieran olvidado de todo. Mamoune suspir y prosigui: Cuando lania, que fue mi madre, se hizo comadrona, las almas piadosas del pueblo dijeron quegracias a sus malas artes, quiz naciera una nueva estirpe de diablos. Te imaginas? Y qu sucedi? Pues que la necesidad hizo el resto: nadie era tan buena comadrona como mimadre, y la buena salud de los nios que haba ayudado a nacer acall los rumores, ycon el tiempo la historia se olvid. Slo contaba su reputacin: cuidaba de la madrey del beb, y nunca fall. Pero siempre vivi preocupada por la posibilidad de unaccidente, que sin duda hubiera hecho aflorar de nuevo los rumores de susantecedentes diablicos. Era una historia inslita, pero el hecho de que se la contara Mamoune, que estabaall con ella, le confera verosimilitud y cercana. La abuela de su abuela: no hacatanto tiempo de eso, aunque la leyenda pareca sacada de la Edad Media. Pero loimportante era que Mamoune le haba hablado a Jade de un tiempo en que ellatambin fue adolescente, y como ella, tambin haba tenido una abuela, separada porlos mismos aos de su nieta. Como Jade. Igual que ella, de verdad? Jade no estabasegura. Pero no importaba, en el fondo, porque a raz de las charlas que mantenan las dos, yde los momentos que nunca haban compartido antes, Jade se dio cuenta de que a suvida parisina le faltaba algo, aunque todava no saba sealar qu era. Sala con susamigos, iba al teatro y al cine, se lo pasaba bien y gozaba de una vida rica e intensa.Cmo explicar entonces la plenitud que senta al escuchar a Mamoune? Haba dadola espalda a sus races, sumergindose en la placentera vida de una joven moderna.

  • Ahora, gracias a Mamoune, descubra los hilos que la conectaban con un mundo msantiguo, y senta como si pudiera seguir el curso de su vida, tejiendo a partir de latrama de la que haba nacido. Ya no era un rompecabezas solitario en busca de laspiezas dispersas. La semana transcurri con calma. Jade tena que entregar dos o tres artculos, y nopoda alejarse de Pars. Durante las dos primeras semanas, ambas mujeres esperabanque las tas de Jade desembarcaran en cualquier momento en el apartamento. Jadeescribi una larga carta a su padre, pidindole que le explicara a sus hermanas que apartir de ahora, ella se ocupara de Mamoune. No se senta con fuerzas de declararlesla guerra a sus dos tas abogadas y a la tercera, mdico, utilizando argumentos querebatiran con facilidad apelando a que eran mayores que ella y saban ms de la vida.Jade ignoraba lo que les habra dicho su padre, pero el silencio de las tas no latranquilizaba. Era la calma antes de la tormenta. Mamoune, que conoca bien a sushijas, opinaba lo mismo. Mamoune, te esfuerzas demasiado. Has limpiado los cristales y has encerado elparqu le reproch Jade un da. Si no vas con cuidado, tendr que dejarte ir a esadichosa residencia, a ver si all descansas un poco. Cario! Es la primera vez que me regaas as declar Mamoune. Lo siento,pero soy incapaz de estarme quieta. Siempre hay algo que ordenar en una casa, yestoy segura de que no ser eso lo que me mate. Cada da, Mamoune se pona un delantal estampado, como los que Jade la habavisto llevar cientos de veces. Antes de limpiar, se lo ataba encima de un vestidosencillo, de tonos beige, o unos pantalones negros. Los domingos, una camisablanca y la cadenita de oro que le haban regalado por su comunin. Poco despus desu llegada, Jade acompa a Mamoune durante una visita guiada por el barrio y sedio cuenta de que algunos comerciantes ya la conocan por su nombre. Mamoune ledijo que le gustaba sentarse en el jardn del museo de la Vida Romntica por la tarde,y Jade haba albergado la esperanza de que aprovechara ese momento de soledad paradescansar e incluso echar una siesta. Se daba cuenta de que Mamoune haca unesfuerzo enorme por no caer dormida encima del plato despus de los postres de lacena, para que no pensara que era demasiado vieja. No sirve de nada que te esfuerces en disimularlo, Mamoune le haba dicho Jade,medio divertida. Despus de todo eres mayor, y en el fondo es por eso por lo que

  • estamos viviendo juntas. Las discusiones sobre la limpieza del hogar se haban incrementado, y Jade tuvoque enfadarse para evitar que quitara el polvo de las estanteras de libros. La jovenhaba exclamado: No me gusta que ests subida encima de una silla todo el da! Soy lo bastante mayor para decidir si me hace falta un taburete o no declarMamoune. Y adems, no es ms peligroso que ponerme a cuatro patas para encerarel parqu, que por cierto estoy segura de que nunca se ha pulido como debe ser. A tusuelo le haca mucha falta un buen repaso! Y no te olvides de que el olorcito a ceraque se nota al entrar te ha gustado mucho, t misma me lo has dicho al entrar rematMamoune, casi como una provocacin. Dulce es, pero no dcil, haba pensado Jade dicindose que se preocupabademasiado de la seguridad de Mamoune, y muy poco de sus ocupaciones. Alprincipio la llamaba varias veces al da para asegurarse de que todo iba bien. Inclusohaba pensado en meterle algo en el bolso, una tarjeta con su direccin, osimplemente un recordatorio al que pudiera recurrir si tena una ausencia. Lo msdifcil era proponrselo sin ofenderla, claro. A Jade le daba vergenza planterselo,porque tena la sensacin de traicionar a su abuela, pero no poda evitar tener miedode que Mamoune volviera a desmayarse o a perder el conocimiento. Promteme que me dirs si te encuentras mal, o si te sientes confundida. Si no mecuentas cmo ests, o tus problemas de salud, y las tas luchan por recuperarte, notendr argumentos con que defenderte le dijo un da Jade. Si quieres que nosdejen en paz, tenemos que ser intachables y que tu salud est controlada al ciento porciento. Te lo prometo dijo Mamoune. Pero Jade no se qued tranquila: su abuela estaba muy preocupada por ella y noquera causarle ningn problema, y por ese motivo era perfectamente capaz deocultarle la verdad o peor an, de quitar importancia a sus achaques. Perteneca a unageneracin que no se quejaba ni se preocupaba por su estado de nimo a todas horasdel da y de la noche. Mamoune haba insistido en abrir un bote en el que ambas depositaran unacantidad de dinero al principio de la semana, para los gastos de su extraaconvivencia. Jade se dio cuenta, por el tono de voz de su abuela, de que no tenaninguna intencin de ser una carga econmica para ella. Simblicamente, Mamounehaba pagado la primera compra de alimentos mientras deca:

  • Nunca haba credo en lo que decan de que en Pars la vida es ms cara, peroahora empiezo a entenderlo.

  • Mamoune Mientras recojo la mesa del desayuno, Jade se dispone a salir a trabajar. Siempretiene la delicadeza de excusarse cuando no tiene tiempo de ayudarme. Me gusta verlapasar, como un torbellino de viento, mientras busca un pauelo y se peina a la vez,consulta su agenda y se lava los dientes, o lee una carta al tiempo que se pone lachaqueta. Parece como si no pudiera hacer una sola cosa a la vez. Para m, que soy tanlenta, es todo un espectculo. Claro que Jade no puede hacerse a la idea de cmo era mi vida anterior: una mujersola, en su pueblo, que se precipita hacia la soledad de su vejez. Algunas veces meacercaba a una residencia para visitar a una de mis vecinas, con la que ya no meencontraba por la calle; habamos mantenido una cierta amistad. Al cabo de dosmeses ya estaba comiendo slo verduras, y me dijo que una zorra que no dejaba demirarnos haba intentado estrangularla durante la noche. Era una mujer que jamshaba pronunciado una palabrota durante cuarenta aos como vecinas, y en unsantiamn se haba vuelto una bruja amargada. Tambin visitaba a otra, que meexplic sin que yo supiera qu decirle que el cuidador del fin de semana le metamano cuando la acompaaba a su habitacin. En cuanto a las que haban conseguido escapar a la residencia, me contaban conpelos y seales los problemas de salud de sus cuerpos decrpitos, como disfuncionesurinarias o arterias taponadas. Incluso haban perdido inters por los nietos, a lostodava mencionaban de vez en cuando, pero que antes haban sido el centro de susvidas. Acaso yo era inmune a las enfermedades, o me haba vuelto intolerante? Creoque no: tena mi parte de miserias, pero era demasiado discreta como para invadir misconversaciones con la lista de mis piezas defectuosas. Prefera hablar de flores, desemillas, de lluvia y de viento, y de todas las cosas hermosas que nos rodean, y queellas, al parecer, haban dejado de ver. Jade me abraza antes de irse, y su perfume huele a primavera. Te apetece algo especial para la cena de esta noche? le pregunto. Me mira consternada y dice: Mamoune, ya te he dicho que despus de tomarme las pastas de miel del desayuno

  • soy incapaz de pensar en lo que me apetecer comer por la noche. Adems, qudeprimente, saberlo con tanta antelacin! Pero aade, como consolacin squiero que escojas algunas citas de entre tus lecturas y me las cuentes. Ya sabes, deesa libreta de cuentas literarias que llevas. Las novelas y sus frases maravillosamente diablicas que te atrapan y no te dejantranquila! Desde el mismo instante en que la lectura se apoder de m, quiseconservar las palabras, sent la necesidad de copiarlas en una libreta, como si asdejara mi huella sobre los escritores que me gustaban. As que opt por copiarlas enmi cuaderno de gastos, una libreta que saba que nadie excepto yo mirara. No podaquedarme los libros: eleg ocultar las pepitas de oro. A menudo, cuando terminaba de escribir un poema o una frase en mi cuaderno, larelea. Contemplaba la belleza del extracto del texto, transcrito por m, y mepreguntaba siempre si quien lo haba escrito por primera vez habra percibido lamagia de su creacin. A veces, cuando copiaba las palabras, me echaba a llorar. Otras,la retahla de palabras se grababa con tanta fuerza en mi corazn durante la lectura,que para anotarla en mi cuaderno, escondida entre las cifras, no tena que releerla.Cuando llen mi primer cuaderno por completo, pens que acto seguido deba copiarde nuevo casi todo el contenido de las grandes obras que me haban deslumbrado,pues estaba convencida de que todo era importante y que se condensaba en la luz dela escritura. Con el tiempo me moder, y aprend a escoger el fragmento que revelabalo que estaba buscando de veras ese da. Cuando vuelvo a leer un libro, meses o aosdespus, nunca es la misma frase la que me llama la atencin. Como si la lectora deantao tuviera ahora deseos e intenciones diferentes. Por cierto, Jade no me ha dicho si guarda, como yo, un cuaderno de reflexiones ycitas. En una futura escritora me parece algo indispensable. Hay tantos libros en lasestanteras de este apartamento... Algunos los le hace mucho tiempo, pero como noeran mos, no siempre pude volver a leerlos. En mi habitacin, que deba ser la suyaantes de que yo llegara, hay una biblioteca que ocupa toda una pared, y casi me pasola segunda noche de mi estancia picoteando entre sus pginas, reencontrndome contal o cual autor como con un amigo con el que hubiera perdido el contacto. Cuando le cont que le haba ocultado mi pasin por la lectura incluso a Jean, me dicuenta de que Jade no comprenda la razn de mi silencio. Pero, cmo iba aconfesarle a mi compaero que el beso que me haca soar y aspirar a un amor carnalimposible era en realidad el de Cyrano de Bergerac? Hasta el da de mi muerte, eincluso aunque pierda la memoria, creo que podr recitar de corrido:

  • Qu es un beso, al fin y al cabo, sino un juramento hecho poco ms cerca, unapromesa ms precisa, una confesin que necesita confirmarse, la culminacin del amor,un secreto que tiene la boca por odo, un instante infinito que provoca un zumbidode abeja, una comunin con gusto a flor, una forma de respirar por un momento elcorazn del otro y de gustar, por medio de los labios, el alma del amado? . Ahora, mientras recorro mi cuaderno de citas, de poemas, de fragmentos de todos loslibros que he amado, es como si mi vida soada estuviera guardada ah dentro,acurrucada entre las pginas. No puedo volver a leer esa libreta sin que las lgrimasacudan a mis ojos. Es mi vida, en realidad, contada por los autores ms importantesdel mundo. Es un libro nico, el ms preciado que poseo, porque he depositado mispasos en las palabras que el cielo me susurraba, el mismo que acoge mis amores deliteratura. Me doy cuenta de que mi pequea Jade se preocupa por m y, sin embargo, hacemucho que no me senta tan bien. Cuando salgo a dar una vuelta por el barrio, veo losrostros de la gente que imagino haber conocido en el pasado, pero an tienen lamisma edad que cuando los trat, como si yo fuera la nica que ha envejecido. Hay tanta gente en Pars. Para m, que vengo de un pequeo pueblo, una pequeaexcursin cotidiana abarca todo un mundo en mi bolso. Al volver, me preparo un t ycontemplo mis manos. Me hablan del trabajo que he realizado a lo largo de los aos,de los gestos que he repetido, del sol en verano y de la dureza de los inviernos. Mismanos, que fueron las compaeras de mi alma, son los fantasmas de los cuerposarrancados y las heridas que han permanecido abiertas. Son las que se posaban sobretu piel, Jean. Las que recogieron mi llanto cuando t ya no estabas. Y ahora, mientrasme dirijo a ti, es la primera vez que mis ojos estn secos. Desde hace tres aos no hepensado en ti sin derramar una lgrima. Y mi nieta no sabe los milagros que se hanproducido desde que vino a buscarme. Sean malas o buenas, las consecuencias denuestros actos son siempre un misterio.

  • Mamoune y su nieta llevaban diecisiete das compartiendo techo. Esa maana,despus de desayunar juntas en el balcn, Jade se haba ido para saludar elmaravilloso mes de junio, con su idlico clima. La joven se senta feliz porque latemperatura era benigna para con Mamoune, que no tena que permanecer encerrada enel piso, ella que siempre haba vivido al aire libre, en la montaa. Ya tendra tiempode acostumbrarse a los lluviosos das parisinos, que una vez el cielo empezaba apintarse de gris parecan sucederse sin fin. Mientras caminaba hacia el metro, Jade se fij una vez ms en que los parisinossiempre andaban mirando hacia el suelo. Pens que la belleza de una ciudaddependa de la inclinacin a la felicidad de sus habitantes, pero rpidamente sedibuj una sonrisa en sus labios al recordar que Mamoune, esa maana, le habapropuesto ir a comprar terciopelo rojo para coser las cortinas. La noche anterior, Jadele haba descrito los maravillosos cortinajes teatrales que le hubiera gustado poneren el comedor, mientras se quejaba de los exorbitantes precios que le haban pedidoen la tienda de decoracin. Y Mamoune se haba redo, burlndose con dulzura. Menuda generacin de chicas! No sabis fabricar nada con vuestras manos.Acurdate de que cuando nos vinimos a Pars metimos mi mquina de coser en tucoche, y gracias a ella pronto tendrs tus cortinas. Jade la haba mirado, perpleja, mientras Mamoune se pona a buscar sus gafas porensima vez desde que vivan juntas. Ests segura? haba preguntado Jade, mientras recorra la estancia con lamirada para intentar distinguir el estuche azul de las gafas de su abuela. Ya te dije que te sera de utilidad repuso Mamoune, acabando de repasar sublusa con la plancha. Jade se haba despedido con un beso sonoro en la mejilla de la anciana, y le habadejado al lado las gafas, que acababa de encontrar encima del sof. Est bien! Si crees que puedes hacer algo tan complicado, adelante, a condicinde que no las cuelgues t sola, para que pueda ayudarte yo. Maana nos iremos a unalmacn de telas. Seguro que no has visto uno igual en tu vida. No vendr tarde estanoche, cudate mucho. Cerr la puerta suavemente y Mamoune se qued sola en el apartamento. Un poco ms tarde, en un recodo del metro, Jade casi se dio de bruces con una mujer

  • paraltica que estaba de rodillas en el suelo, apostada con su beb, y que tenda lamano pidiendo limosna. La joven suspir. Haba llegado a Pars al principio de suvida profesional, y Jade haba sido testigo de la lenta metamorfosis de la capital,como solan llamar a la gran ciudad en su casa de las provincias. Incluso en unaciudad ms grande, como Lyon, donde haba vivido antes, el da a da era distinto.Aqu la vida se haba endurecido, y la indiferencia haba ganado terreno. El gentoiba y vena con un creciente desprecio hacia los pobres y los miserables, queengrosaban las filas de los sin techo. El trabajo de Jade, que debera haberseconcentrado en denunciar esta situacin, la empujaba en direccin contraria: lainanidad de las exigencias de la prensa diaria le daba vergenza. Cada vez se lehacan ms cuesta arriba los artculos que le encargaban, completamente ftiles, y quesi bien correspondan al talante de su tiempo, a ella no le apetecan nada, nirespondan a lo que quera hacer. Ese da tena que pasar por la sede de una revista femenina para la que trabajabacomo colaboradora externa desde haca unos diez aos. All gozaba del privilegio detener una mesa que todo el mundo consideraba la mesa de Jade , pero que al mismotiempo serva para acoger a todos los free-lance que colaboraban con la revista. Ellaera la que sola utilizarla ms a menudo, pero se haba negado a integrarse en esaredaccin. Le gustaba la idea de escribir para una revista femenina, pero detestaba elespritu de cotorras que reinaba en ese tipo de entorno. Todos los defectos de lasmujeres tenan su encarnacin casi caricaturesca en una u otra persona de laredaccin. Nadie recordaba que la revista haba sido en tiempos pionera en elmovimiento de la liberacin de la mujer y que cuando las dems slo publicabanpatrones de punto, esa publicacin haba abierto sus columnas de opinin para quese expresara una nueva generacin de mujeres. Ahora las periodistas en plantilla sededicaban a artculos vacuos, que carecan de espritu crtico y no aportaban ningntipo de conocimientos al lector. Eran colorines, como se deca en la jerga del gremio,para vender la revista. Jade segua creyendo, a pesar de su desacuerdo con la lneaeditorial que su categora de colaboradora externa no le permita expresarabiertamente, que la inteligencia todava tena posibilidades de resultar vencedoraen el combate. Pero siempre le rechazaban los artculos que propona, porquehablaban de problemas que una revista ligera y entretenida se negaba a abordar.Cuando haba escrito un artculo sobre la responsabilidad corporativa, haba tenidoque negociar penosamente lo que iba a poner sobre la marca de cosmticos querepresentaba ms del setenta y cinco por ciento de los ingresos publicitarios de la

  • revista. Entre maquillaje y lentejuelas surga la injerencia del mundo del dinero. Una periodista amiga suya, que era mayor, se pona a dar golpecitos impacientescon la punta del pie cuando Jade le deca que quera dejarlo todo atrs y que setrataba de honrar el pedazo de papel que guardaba en su bolso, donde pona carnde prensa . Su amiga le responda que era ms bien un carn de tensa , yargumentaba que la resistencia consista en aguantar y quedarse. Tena que seguirescribiendo, conseguir testimonios, hacer que los lectores de la revista reflexionaseny profundizasen en cuestiones peligrosas, para derrumbar el edificio de la estulticia.Jade crea en esa teora, pero slo a medias. En el seno de la redaccin no tena muchas amigas, pero se llevaba bien con una delas redactoras jefe, ex gran periodista, intuitiva e inteligente, y sola hablar tambin amenudo con la que llevaba la seccin de libros. Esta le aconsejaba editoriales dondemandar su novela, dndole los nombres de los editores o los directores de coleccin.Para las chicas de la seccin de moda, Jade era invisible, porque se vesta como unsaco, sin marcas ni nada que les llamara la atencin el tiempo suficiente como paramirarla dos veces. En cuanto a las que se dejaban los higadillos en los artculos defondo con ttulos del estilo Cmo ser la mejor en la cama? , Tercer hijo, antes odespus del primer amante? , seguro que nunca haban ledo sus artculos demasiado deprimentes, ni tampoco la saludaban. Por suerte, Jade tambin tenacontactos en una revista cientfica donde era prcticamente la nica mujer, y en unsemanal orientado a las cuestiones sociales que abordaba temas de verdad. A vecestena que irse de viaje con el fotgrafo de la redaccin para preparar los textos queacompaaran a su reportaje fotogrfico, y se converta en una estrella! Como intentaba mantener las apariencias de una buena relacin con el equipo de larevista, de vez en cuando acompaaba a las chicas a tomar algo hacia las seis, alterminar la jornada, a un bar espaol. All se reuna una pequea comunidad demadrileos a tomar sus tapas y su vino tinto. Cuando estaba de buen humor, el patrnsacaba una guitarra e improvisaba algunos acordes. En este ambiente festivo,rindose de todo y de nada, Jade lograba establecer con las dems periodistas de laredaccin una relacin fcil y relajada, algo imposible de conseguir entre las frasparedes de cristal de su puesto de trabajo. Esa noche, Jade dijo que no poda acompaarlas a cenar. Aadi rpidamente,aunque se pas ms tiempo del que quera explicndolo, que la esperaba su abuela,que acababa de venir a vivir con ella. La gente la mir con curiosidad, consternacin,sorpresa e incomprensin... Y sobre todo detrs de los rostros escpticos, ley el

  • miedo en la mirada de casi todos. No importaba si tenan veinticinco o cuarenta ycinco aos: todas imaginaron por un instante que vivan con sus abuelas, y notardaron en prorrumpir en una lluvia de comentarios. Es una carga muy pesada, sobre todo si se trata de una persona mayor. A vecesson peores que los nios pequeos le dijo concretamente una mujer que tenaaspecto de sufrir mucho con sus dos hijos, y que siempre trataba de colocarlos encasa de los dems para poder pasar un rato tranquila. Jade se fue a toda velocidad para cortar por lo sano, algo mareada a causa de la copaque haba tomado, y en sus odos an resonaban las palabras de los dems: Estsloca! Eres demasiado joven para atarte a una responsabilidad tan importante. Sers sucuidadora y su enfermera, y ya no podrs salir nunca ms. Acabas de firmar tusentencia de galeras, ser como volver a vivir con los padres a los treinta! Assalan los comentarios, como un chorro, un nico pensamiento que se reproduca conuna meloda tintineante, casi alegre. Pero luego estaba el placer de volver a ver aMamoune, de rozar su suave mejilla al llegar a casa, de apretar sus manos con cario yde saber cmo le haba ido el da y qu haba hecho. Y mira, si no estaba muycansada, igual saldran a comer un poco de pasta al italiano, la pequea cantina quehaba en la calle de los Mrtires. Conoca bien al dueo, y seguro que les dara sumejor mesa; sera amable con Mamoune y alabara su peinado. l tambin tena unaabuela a la que adoraba, en la Toscana. Una abuela, no una carga! Cuando Jade abri la puerta, lo primero que vio fue el rostro angustiado deMamoune, tan cambiada que casi no la reconoci. Qu te ha pasado? Te encuentras bien? Su abuela sonri con aire cansado, y trat de tranquilizarla, recuperando en parte suaspecto plcido de costumbre. Se frotaba las manos y, por fin, confes: Me haba preocupado. Has llegado ms tarde que de costumbre... Baj la vista,como si quisiera retirar lo dicho. Aadi, avergonzada: Pero es que t tienes todoel derecho del mundo de volver cuando quieras, faltara ms... Jade record que le haba dicho a Mamoune que ese da volvera ms pronto y ataj: No, abuela, es culpa ma. Tendra que haberte avisado. Es que he ido a tomar unacopa con las dems chicas de la revista, y no me he acordado de lo tarde que era. Porqu no me has llamado al mvil? No quera molestarte, nia. No quiero ser la abuela nerviosa que se preocupa a lamenor oportunidad. Qu vergenza, de verdad. Mira que angustiarme por nada! Vas apensar que...

  • Mamoune, lo que pienso es que de ahora en adelante me preocupar de avisartepara que no sufras. Y t, poco a poco, te acostumbrars a mis caticos horarios deperiodista. La prxima vez no te imaginars que me han violado en el metro, o vete asaber qu cuentos corren en las provincias sobre la inseguridad en Pars. Pero cmo sabes...? Pues porque yo tambin escuchaba las conversaciones que mantenas con lasvecinas del pueblo, Mamoune. Para que me perdones, vamos a cenar fuera.Guardaremos ese guiso que has preparado para maana, te parece bien? Porque esoes guiso, verdad? aadi Jade acercndose a la cocina. Como quieras, cario. No lo pongas en la nevera, todava est caliente. Mientras se dirigan al restaurante, su abuela le cont que el da que habacumplido cuatro aos, Jade le haba dicho: Mamoune, cuando t seas vieja yo habr crecido y ser grande, y cuando temueras, yo ser vieja. Despus me morir yo tambin? Pues s, todo el mundo se muere, cario. Entonces te echaste a llorar desconsolada: decas que no queras morirte. Jade se ech a rer, porque no se acordaba de esa ancdota en absoluto. Se diocuenta de que Mamoune se haba emocionado al contrsela. La abuela explic: Hoy te res, pero entonces llorabas con autntica desesperacin, con lgrimasterriblemente verdaderas. Estabas triste de verdad, y yo no saba cmo consolarte, sino era dicindote que faltaba mucho para que todo eso pasase. Pero lo cierto es queno logr tranquilizarte. Era muy propio de Mamoune, tomarse a los nios y sus emociones muy en serio,entregarles toda su atencin, como si fueran en ese instante las personas msimportantes del mundo. Pero todos los cros piensan cosas as, no? pregunt Jade. No exactamente. T eras una nia que tena la cabeza llena de dramas, y eras muyconsciente de las cosas. Hoy s, aunque en aquel entonces no lo saba, que podrahaber apostado algo a que te convertiras en escritora. Por cierto, podras darme a leertu manuscrito. Si es que an ests de acuerdo en que lo lea.

  • Mamoune Acaba de irse, sin dar un portazo. Ha cerrado suavemente la puerta tras de s. Antesme ha preguntado si estaba bien, si podra hacerlo sola, con un punto de tierna ironaen la voz. Es para que no me sienta una vieja, que es lo que soy; una anciana a la quehay que vigilar como a un cazo de leche al fuego. Mi nieta tiene tacto, y buen gusto.Esta maana, mientras lavaba las tazas de caf del desayuno, delicadamenteestampadas de flores, me he fijado en todos los detalles de su cocina. La pequeaestantera donde guarda las especias, los distintos tipos de aceite, las cestas demimbre colgadas del techo con ajo, tomillo y laurel. Hay una butaca colocada cercade la ventana, y parece que la haya puesto ah para que descanse, mientras cocino unplato y despus otro. La primera vez que repar en ella pens que ah me terminara elcaf una vez ella se marchara por la maana. Me gustan las cocinas, y esta ofrece laposibilidad de tener baldosas, como en el campo, en un apartamento de ciudad, enlugar de esos horribles azulejos. En mi casa slo se viva en la cocina. El comedor, que tena parqu, era para los dasde fiesta, y el saln era el lugar reservado para los hombres: un espacio triste, queola a tabaco y a debate poltico. Si hubiera podido revelar mi amor por los libros, sintener que ocultarlos, lo que me obligaba a no poseer ms que uno o dos, habrapuesto mi biblioteca en la cocina. No me habra importado manchar de grasa laspginas! Despus de algunos aos, al abrir los volmenes, habran escapado de suspginas diversos aromas: romero para Maupassant, curry para Baudelaire, cebollaspara... Qu autor podra emitir este olor azucarado que despiden las peladuras alprincipio de la coccin? Cunto me habra gustado esa cocina-biblioteca! As, mientras buscase mi libro derecetas para asegurarme de las proporciones de una salsa complicada, me dara debruces con esa india de cuyo nombre no me acuerdo, qu tontera!, la que escribi Elolor...: Aad olivas, pimientos asados y piones al curry del pollo... Cmo puedeser que seas ms bella ahora que ya no piensas en m? Me habra redo de mi propiainsolencia, y habra seguido el curso de mi vida culinaria. La de aquella cuyos dedospelan, cortan, mezclan y desmigan, mientras dejo que mis pensamientos se cuelguen

  • de los ttulos y me desplazo para alcanzar una cazuela o un paquete de azcar. P ienso en esta cocina cuando me instalo en la butaca naranja de Jade. Por lamaana, la estancia est casi a oscuras. La madera absorbe toda la luz; Jade me explicayer que haba querido reproducir el interior de un barco. Y heme aqu, embarcada en lugar de su Julien, el manitas, que la ayud a completarsu proyecto de decoracin. Jade no habla demasiado de l, y yo solamente le vi dosveces. Pasaron una semana en el chalet de las montaas. Me acuerdo de que pens,cuando los vi, que hara con l lo que le viniera en gana, y que luego acabara porcansarse. No pareca lo bastante resistente frente al torbellino que era mi nieta, que loarrastraba a un montn de actividades despus de preguntarle, con la boca pequea,si le apeteca ir aqu o all. Mientras fui testigo de sus vidas durante esos das, estaba claro que Jade no sepasara toda la vida frente a un chico que an no era un hombre, y que no le llevaba lacontraria en nada. Supe que se cansara ms pronto que l de ver satisfecho hasta elms nfimo capricho sin tener que pelear por ello. Debe ser porque estoy acostumbrada a observar a las parejas jvenes: cuando mecruzo con alguna, incluso mientras paseo por la calle, intento imaginrmelas a loscincuenta. Me fijo en sus ojos y procuro detectar a aquellos cuyo resplandor seapagar con la edad y esos otros que, por el contrario, ardern cada vez con ms fuerzaContemplo sus gestos y adivino cul se convertir en el ms aparente. Pero Jade y Julien, por mucho que los observara, no me daban la sensacin de quefueran a ir ms all de unos cinco aos. Llegu a la conclusin de que Jade sequedara a su lado hasta que conociera otro con el que gozar ms, o si no seseparaban, languidecera con su facha de empresario de pompas fnebres. Es que tiene mucha energa, mi pequea nieta! Lo demostr al venir a buscarme porimpulso, pues me imagino que su decisin no fue fruto de ninguna reflexin pausada.Vino con la misma fogosidad que la deposit en esta tierra el da que naci. Me habragustado que mi madre an viviera y poder contarle, a ella que era comadrona, que sutataranieta haba nacido rompiendo su cordn umbilical, una llegada fulgurante quehasta la fecha su vida explosiva no ha desmentido. Cuando su padre decidi irse a vivir bajo un cocotero, Jade slo tena diecisieteaos, pero se qued en Francia, a pesar del dolor que le produca estar tan lejos de supadre.

  • T lo entiendes, verdad, Mamoune? Qu voy a hacer yo en ese pas? Qu mequedar por imaginar en un sitio donde los colores de la puesta de sol hacen vibrar elalma? me deca. Para mi padre y mi madre, que son pintores, est bien, pero yo...Me aburrir: slo arena, playas y lagos, sin un pice de cultura ni nada que aprender. Habra podido contestarle que no se necesita mucho para aprender a vivir, peroentenda muy bien la sed de la que me hablaba. Acaso no la haba experimentado yotambin, las mismas ganas de vivir en una ciudad, de ver cosas nuevas sin cesar? As que me limit a tranquilizar a mi hijo y a defender a Jade frente a mi nuera. Tendr a sus tas, y adems es una chica razonable, trabajadora y entusiasta.Podis confiar en ella les dije. Y si os echa de menos y quiere cario, puedevenir a ver a su Mamoune. De modo que Serge y Lisa cedieron. Se fueron, y solamente se llevaron a los doshermanos de Jade, ms pequeos. Pero s bien que a pesar de todo el tiempo que hatranscurrido, sigue echando de menos a sus padres y sus hermanos. Al da siguientede que llegara, me ense todo el aparato informtico que tena montado para podertelefonear por ordenador. Y ahora, hasta yo participo diariamente en esasconversaciones tan modernas en las que te filman. As he podido volver a ver a mihijo, y al resto de la familia. Hacen muecas ralentizadas mientras hablan, y yo me doycuenta de hasta qu punto ha progresado el ser humano, pues pertenezco a otrotiempo, uno en que cruzar el Atlntico en avin se consideraba un milagro. Pero aveces, cuando contemplo a mi nieta despus de una conversacin que pareceacercarnos mucho, pero que en realidad nos hace ms conscientes de la distancia quehay entre nosotras, me pregunto si esas formas de comunicacin no son peores que lapropia ausencia. Lo que nos distingue a Jade y a m es que todo me sorprende. Cualquier cosa es unanovedad que me maravilla, y aunque en mis tiempos he llegado a conocer algnadelanto tecnolgico, no logro olvidar el pasado en que estos prodigios eranimpensables. En cambio, Jade procede de un universo totalmente opuesto al mo.Ahora todo es posible. Y lo que todava no existe, pronto ser realidad. En sugeneracin no se dice nunca , sino dentro de diez o veinte aos . Nosotros sobamos con las aventuras de Julio Verne, que mi to abuelo lea a unpuado de cros que lo escuchbamos boquiabiertos. Verne era uno de los pocosescritores que conocamos en mi pueblo. Mi abuelo haba heredado de su padre, queera amigo del editor de Verne, unos bellos volmenes de color rojo que se aduearon,solitarios, de la estantera de su casa. A veces me pregunto si no fue l quien logr

  • sembrar en mi espritu el amor por los libros. En una familia que slo conoca latradicin oral de los cuentos narrados al lado del hogar, la llegada de las aventurasde Verne impresas en pginas en blanco y negro debi ser toda una revolucin.

  • Cuntame cmo te va con tu abuela. Qu tal es la vida con ella? Por fin una persona sensata, pens Jade, y le produjo alegra notar una genuinacuriosidad en su pregunt