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LA HISTORICIDAD DEL HOMBRE M. FLICK - Z. ALZEGHY ATENCÂO: Este texto é uma adaptação do cap. 2 do livro, que se pode baixar na internet: FLICK,M. ALSZEGHY, Z. Antropologia Teologica. Salamanca: Segueme, 1969, cap.II. El hombre, imagen de Dios. 5. La historicidad del hombre, p. 113/33 Motivación: No podemos entender al hombre como un ser a-histórico y estático. Por concebido alejado de la historia, de la vida en avance; por una visión del hombre sin dinamismo v sin deseos radicales de cambiar cosas, arrastramos los cristianos la pasada carga de cambiar la historia en favor de la mayoría. Objetivos: Entender al hombre como un ser con una dimensión histórica: ser que se construye progresivamente en la historia, haciendo de ella la historia de su salvación individual y colectiva. 2.1. ORIENTACIONES HISTORIOLOGICAS. • La historia es una serie de acontecimientos humanos, individuales colectivos, pertenecientes al pasado, a través de los cuales la persona o la colectividad se modifica a sí misma. • La historia es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro. 2.2. LA HISTORIA EN LA PALABRA DE DIOS. 2.2.1. La historia horizonte de la revelación. • La historia es el trasfonde que se presupone continuamente en la revelación. 2.2.2. La historia, objeto de la reveIación en el Antiguo Testamento. • Dios es el verdadero protagonista de la historia. Dios conduce la historia hacia la salvación. 2.2.3. La historia, objeto de reveIación en el Nuevo Testamento. • La comunidad cristiana se considera como heredera de las promesas hechas a Israel. • La gran novedad de la visión neotestamentaria es el descubrimiento del papel de Cristo, verdadero y único salvador. • El cristiano vive una gran tensión entre el «ya» y el «todavía no» de la salvación plena de Cristo. 2.3 REFLEXIÓN TEOLOGICA SOBRE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

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LA HISTORICIDAD DEL HOMBRE M. FLICK - Z. ALZEGHY

ATENCÂO: Este texto é uma adaptação do cap. 2 do livro, que se pode baixar na internet:

FLICK,M. – ALSZEGHY, Z. Antropologia Teologica. Salamanca: Segueme, 1969, cap.II. El hombre, imagen de Dios. 5. La historicidad del hombre, p. 113/33

Motivación: No podemos entender al hombre como un ser a-histórico y estático. Por concebido alejado de la historia, de la vida en avance; por una visión del hombre sin dinamismo v sin deseos radicales de cambiar cosas, arrastramos los cristianos la pasada carga de cambiar la historia en favor de la mayoría. Objetivos: Entender al hombre como un ser con una dimensión histórica: ser que se construye progresivamente en la historia, haciendo de ella la historia de su salvación individual y colectiva.

2.1. ORIENTACIONES HISTORIOLOGICAS.

• La historia es una serie de acontecimientos humanos, individuales colectivos, pertenecientes al pasado, a través de los cuales la persona o la colectividad se modifica a sí misma. • La historia es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro.

2.2. LA HISTORIA EN LA PALABRA DE DIOS.

2.2.1. La historia horizonte de la revelación. • La historia es el trasfonde que se presupone continuamente en la revelación.

2.2.2. La historia, objeto de la reveIación en el Antiguo Testamento. • Dios es el verdadero protagonista de la historia. • Dios conduce la historia hacia la salvación.

2.2.3. La historia, objeto de reveIación en el Nuevo Testamento. • La comunidad cristiana se considera como heredera de las promesas hechas a Israel. • La gran novedad de la visión neotestamentaria es el descubrimiento del papel de Cristo, verdadero y único salvador. • El cristiano vive una gran tensión entre el «ya» y el «todavía no» de la salvación plena de Cristo.

2.3 REFLEXIÓN TEOLOGICA SOBRE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

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2.3.1. Noción de ia historia de Ia salvación.

• Es Ia serie de acontecimientos temporales, conocidos a la luz de la fe, por los que Dios invita a Ia humanidad a Ia salvación, por los que la humanidad responde a esta vocación divina, y que van preparando, por su mutua conexión, la salvación escatológica.

2.3.2. Cuestiones abiertas. • EI problema de la misma noción de salvación: en qué sentido y en qué medida el progreso humano tiene un valor positivo con la salvación, y sus frutos pueden formar parte de la perfección escatológica. • Otro problema es la relación que la historia de la salvación tiene con el tiempo: la duración en que se realiza la construcción de la salvación, etc. • Finalmente la referente a la marcha de la historia de la salvación: si en círculo cerrado o lineal abierto, etc. O sea, si la historia de la salvación es una especie de círculo histórico cerrado o se encamina hacia un objetivo que está siempre más allá.

(texto motivacional) 2. A EXPERIÊNCIA DA HISTORICIDADE DO HOMEM

A nossa concepção do mundo é histórica e não natural. Em outras palavras: a vida

humana está sujeita a transformações que provêm, não do agir mecânico da natureza, mas da intervenção do homem. Este modifica as leis da natureza, subjuga o mundo, prevê e planeja. O futuro do homem não é algo que pode ser deduzido de sua essência metafísica abstrata, mas está em aberto. O homem mesmo não é mais definido em termos de ser e de fato, mas em termos de poder ser ainda-não-feito-e-experimentado..mas possível. Disso resulta que não podemos partir do fato da criaturabilidade do homem. Não se nega, evidentemente, que ele seja criatura de Deus, sempre dele dependente. Ao nível da história não há uma oposição entre Criador e criatura, porque o próprio homem também é criador e foi feito criador. Como distinguir o que cabe à natureza e o que cabe à graça ou ao trabalho do homem auxiliado pela graça? A graça deverá ser pensada como atualização do ainda-não-experimentado mas possível no homem, este entendido não como uma natureza acabada em si mesma, mas em abertura total, cujo referente último é sempre o Absoluto autodoando-se como gratuito.

Ademais, os antropólogos nos advertem que o homem jamais é um ser natural, mas cultural. Sempre interpreta e transforma o mundo. Dado que a graça atravessa sempre todo o homem de tal sorte que ela vem sempre misturada com a ação humana, como distinguir natureza e graça? A distinção não pode ser operada a priori, mas somente a posteriori.

BOFF, Leonardo. A graça libertadora no mundo. Petrópolis: Vozes/Lisboa- Portugal, 1976, p. 40/1

Antes de comenzar este tema, sería interesante que expIicitase la dimensión histórica del hombre desde su propia experiencia. Para ello responda a esta pregunta: Hasta quê punto tiene usted consciencia clara de la dimensión histórica de su condición humana? Indique signos externos de esta consciencia:

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INTRODUCCIÓN

• La teoIogía clásica contemplaba el tema del hombre creado a imagen de Dios dentro del contexto de la espiritualidad del alma: el hombre participa efectivamente de la específica semejanza con Dios precisamente por su vida intelectual. Esta consideración de la imagen en sí misma está plenamente justificada, pero no corresponde del todo con el punto de vista de la revelación. La Escritura habla de la imagen no de una manera estática -describiendo 10 que es el hombre-, sino más bien de una manera dinámica -refiriéndonos su devenir y su desarrollo-; por eso, la revelación de la imagen de Dios en el hombre está al comienzo del libro del Génesis, donde se narra la historia primordial del pueblo de la alianza. Deseando mantener la perspectiva bíblica, pasamos en nuestra antropología teológica del tema de la imagen al de la historicidad del hombre.

• La historicidad es una dimensión de la existencia humana de la que ha sido consciente la teología desde el principio, aun cuando no la haya convertido en objeto de reflexión explícita. La verdad es que hasta hace pocos decenios no se hablaba mucho en teología de historia y de historicidad: resulta significativo el hecho de que en las grandes enciclopedias teológicas sólo han aparecido muy recientemente artículos dedicados a esta categoría. Los teólogos se preocupaban más de las esencias de las realidades, naturales y sobrenaturales, que de su existencia concreta y de su devenir. Cuando se hablaba de «historicidad» se quería decir sencillamente que un hecho determinado había acaecido en el espacio y en el tiempo (por ejemplo, la «historicidad» de la muerte y la resurrección de Cristo).

• La preocupación por la historia, entendida como un aspecto de toda existencia, es un «signo de los tiempos». La viva conciencia de la historicidad ha penetrado en la civilización contemporánea y se ha demostrado indispensable para comprender el fenomeno humano bajo el aspecto cultural, sociológico, económico, etc. Pues bien, la teología no puede ignorar las categorías-clave de la sociedad en que vive. Por eso, la antropología teológica pIantea explicitamente la cuestión sobre el desarrollo reflexivo del tema de la imagen dentro de la categoría historicidad. En esta investigación, en la que se encuentran una exigencia de la reveIación y una exigencia del pensamiento contemporáneo, resulta de una importancia primaria el evitar toda imprecisión en los conceptos. En efecto, al leer la Biblia con las preocupaciones filosóficas de hoy existe el peligro de caer en aquellas contaminaciones de la palabra de Dios, que el desarrollo teológico anterior no siempre supo evitar, y que han provocado el actual retorno a las fuentes. Para ello, en este tema empezaremos con la elaboración del concepto de historia, planteando luego la cuestión de qué manera puede y debe ser utilizado este concepto en la expIicación teológica de la imagen de Dios en el hombre.

2.1. ORIENTACIONES HISTORIOLOGICAS

Ciertas afirmaciones precientíficas, como por ejemplo: «el feudalismo ha pasado a Ia historia», o bien <da aprobación de esta ley tiene una importancia histórica», demuestran que

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el pensamiento espontáneo designa con la palabra «historia» una categoría muy compleja. Las reflexiones metódicas que tienden a aclarar la estructura de esta categoría constituyen ya en la actualidad toda una ciencia aparte, la «historiología. La reflexión teológica no puede entrar en diálogo con el pensamiento contemporáneo si no tiene en cuenta algunas orientaciones fundamentales de esta rama de las ciencias humanas.1

La palabra española «historia» viene del griego tOTopla, que significa el conocimiento o la investigación de determinadas realidades o sucesos. Nuestra atención va más allá de esta «historia descrita», para preocuparse de la historia vivida, de los hechos que pueden convertirse en objetos de la narración histórica. Se trata, por tanto, de acontecimientos pertenecientes al pasado. Pero no todo el pasado es historia. Por ejemplo, la erupción de un vo1cán es un hecho histórico' solamente en cuanto este acontecimiento ha dejado huellas en el devenir humano. Por eso la historia abraza acontecimientos humanos, tomas de posición individuales y colectivas. Estas tomas de posición son provocadas: el hombre ordinariamente no empieza a obrar si no recibe un impulso, si no siente un «desafío»; entonces reacciona, en sentido positivo o negativo, ante una situación determinada, por factores externos (eI clima, Ios cataclismos, la presión de los enemigos, el deseo de lucro o de progreso) o por factores internos (tensiones sociales, tendencias no satisfechas, etc.).

La reacción humana ante la urgencia de una situación no es solamente la reacción de la bestia que huye del peligro o busca la presa; el hombre, ante el desafio de la situación "manipula» su misma realidad, tanto desde el punto de vista corporal (se «entrena» para nuevas tareas), como desde el punto de vista intencional (construye una civilización, crea nuevas formas colectivas de vida que se concretan en nuevas instituciones). Hemos de advertir que la serie de tales acontecimientos se convierte en historia en sentido propio cuando generalmente puede describirse en la narración histórica v ser comprendida como devenir, es decir, como una unidad que explica genéticamente el presente. Por eso, los hechos puramente internos o puramente individuales no pertenecen a la historia en su interioridad y singularidad. .

Así pues, la historia es una serie de acontecimientos humanos, individuales o

colectivos, pertenecientes al pasado, a través de los cuales la persona o la colectividad, estimulada por hechos externos e internos, se modifica -se desarrolla, se transforma o se destruye- a sí misma, en cuanto tal serie puede ser conocida, descrita y explicada por el espíritu humano. La historia, así definida, es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro: el hombre, consciente de 10 que ha acontecido en e] pasado, toma una postura en el presente, trazándose un pIan que habrá de realizar en el futuro.

Es claro que esta definición sólo puede aplicarse de una forma impropia a la evolución

del universo, en la que por medio de progresivas mutaciones se van formando seres cada vez más perfectos y complejos hasta llegar a la humanización, después de la cual la humanidad se va adaptando, por diferenciaciones accidentales, a los versos ambientes en donde vive. De esta «historia natural» difiere la historia verdaderamente humana, por ser esta última el fruto de unas opciones libres con las que el genero humano va construyendo su propio devenir. En el ámbito de la historia humana universal se distinguen varias historias: puede limitarse el flujo del devenir en relación con el tiempo (“la historia del siglo XVI"), con el espacio ("la historia de España») o con una determinada actividad humana (“historia del arte»); pero en realidad cada

1 Cf. las obras citadas en el n. 150; brevemente, N. ABBAGNANO, Dizionario di filosofia, Torino, 1964,

817-826.

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vez nos damos cuenta de que la historia es una, puesto que el desarrollo total de la humanidad constituye un único proceso, cuyas varias secciones están en interdependencia continua. Por eso no se puede comprender una sección sin tener en cuenta a las demás. Tampoco es posible dividir la historia pasada de la que pasa actualmente, ya que precisamente comprendiendo y aceptando su devenir en el pasado es como la persona o la comunidad va construyendo su propia existencia concreta. Por ello la historia contada es siempre el camino del devenir existencial.

La historiología propone diversos esquemas gráficos para describir el "sentido" de la historia, es decir, su unidad en la variedad de las acontecimientos: el círculo, la línea espiral, la línea ondulada, la línea recta ascendente o descendente, e incluso la línea quebrada, para expresar la idea de que la historia se repite siempre como las estaciones, o repite ciertas figuras como la edad del hombre, o va continuamente hacia formas más perfectas o más ricas de la vida, o decae en un empobrecimiento, o procede al azar sin regularidad alguna. Pero es preciso evitar la utilización demasiado rígida de estos esquemas, como ai decir. por ejemplo que la idea griega de la historia no puede representarse más que por un círculo; en efecto, se trata de generalizaciones que no pueden aplicarse en un sentido totalmente unívoco y que no excluyen fenómenos parciales heterogéneos y desviaciones.

Para dejar suficientemente clarificado el tema de la historia y de la historicidad,

aplique al hombre la descripción de la historia contenida en el párrafo 2.1 (sobre todo el recuadro), elaborando una definición de la historicidad como atributo del fenómeno humano.

2.2. LA HISTORIA EN LA PALABRA DE DIOS

2.2.1. La historia, horizonte de la revelación

La historia es el trasfondo que se presupone continuamente en la revelación: la historicidad es uno de los atributos de la noción cristiana de hombre. En efecto, el hombre es una criatura, por consiguiente un ente potencial, que vive en medio de cierta indeterminación al no poseer necesariamente toda su perfección desde el principio. Forma parte del mundo material, y por tanto está sometido al tiempo; el modo específico de su ser es la mutación: la Escritura subraya repetidas veces la suma labilidad y la breve duración de la existencia humana, parangonándola con la eterna inmutabilidad de Dios; por eso, la yerba que se seca rápidamente es una de las imágenes empleadas con más frecuencia para caracterizar a duración del hombre (Sal 103,15 18; Is 40,6-7). Por otra parte, el hombre es imagen de Dios, es decir, un ser personal: por eso no solamente acepta pasivamente los cambios, sino que cambia construyéndose a sí mismo, respondiendo libremente al desafío de las situaciones y comprometiéndose por unos valores y unas personas, imponiéndose de este modo una norma y una forma de existir. La Escritura insiste entonces en la responsabilidad del hombre ante su propia suerte (Eclo 15,17-20). Además, como el hombre es un ser social. no solamente construye su propio porvenir, sino también el de la colectividad en donde vive. Sabido es cuánta importancia se le dedica en el Antiguo Testamento a la solidaridad en el bien y en eI mal 2.

2 ) J. SCHARBERT, Unsere .Sünden und die Sünden unseres Viiter:. Biblische Zeitschrift 2 (1958), 14-26' ID

Solidarietiit in Segen und Fluch im Alt~n Testament und setner Umwelt, Bonn, 1958; ID., HeiÚmiiíler im

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2.2.2. La historia, objeto de revelación en el Antiguo Testamento

La fe no sólo supone que el hombre está sometido a la historia, sino que contiene

varias afirmaciones, con las que desde el Antiguo Testamento se va modificando y enriqueciendo aquella visión de la historia que el hombre puede construir tomando como base su propia experiencia. a)

La primera de estas afirmaciones es que el verdadero protagonista es Dios. Con esto no se suprime la función histórica del hombre, pero se la especifíca. La actividad humana en si misma no basta para la construcción de la existencia (Sal 127), aunque es la condición para que Dios vaya actuando sus designios. Los libros históricos del Antiguo Testamento refieren el pasado del pueblo escogido dentro de un esquema de cinco actos, que aparecen como un emblema en el libro de los Jueces: Dios da un mandato acompaiándolo de promesas y de amenazas; eI pueblo desobedece; Dios interviene con un castigo admonestador; el pueblo se vuelve hacia Dios; Dios se muestra de nuevo propicio y 10 salya. Esta visión de la historia pertenece esencialmente al mensaje de los profetas (ler 44,20-23); a razón por la que el pueblo tenia que mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos de primer éxodo era precisamente para que a la luz de este recuerdo se hiciese también eficaz en el presente a influencia de Dios, guia de la historia de Israel (Ex 13,3-10; Dt 26,1-10; Sal 95). b)

Además de indicar aI protagonista de esta historia, el Antiguo Testamento nos selia la cuál es el término al que Dios conduce la historia de Israel: la salvación. Este concepto recibe un significado cada vez más profundo y trascendente. Después de la liberación de Egipto, después de haber entrado en la tierra prometida y de haber estabelecido un reino relativamente poderoso, todavia queda algo por esperar; por otra parte, incluso en el destierro, incluso frente a enemigos de superioridad aplastante y frente a la misma muerte, todavía queda un~ esperanza. La salvación es un bien universal y definitivo, que habrá de satisfacer todas las exigencias de todos y para siempre. EI pueblo no sabe cuándo ni cómo se cumplirán las promesas del Señor, pero la fe en Yahvé lleva consigo la aceptación de semejante visión de la historia 3. Esta espera de la salvación, que empapa toda la oración y la religión de Israel 4, no es sin embargo totalmente indeterminada. Están convencidos de que se realizará en un tiempo determinado, fijado por la divina providencia. Se comprende, además, que tendrán que acercarse a la salvación a través de las males, de los sufrimientos individuales y colectivos, internos y externos, que les servirán de prueba y castigo. Uno de los temas más elocuentes en los que se expresa esta fe, es el dia del Señor, terrible v fascinante a la vez.

2.2.3. La historia, objeto de la revelación en el Nuevo Testamento a)

En el Nuevo Testamento nos volvemos a encontrar, más desarrolladas y completas, las ideas del Antiguo Testamento sobre Dios, protagonista de la historia, el cual, por medio de la

Alten Testament und im alten Orient, Freiburg, 1964; F. SPADABORA, Collecttivismo e individualismo nel Vecchio Testamento, Rovigo, 1953. 3 Cf. W. TIULLING, Salvación: CF 4, 174-180, con Ia bibIlografía que allí se cita. (5) Cf. VTB 733-738

4 Cf. VTB 198-203.

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actividad humana, conduce a los hombres, y particularmente a su nuevo pueblo, hacia la salvación. La comunidad cristiana se considera como heredera de las promesas hechas a Israel: «Ia salvación viene de los judíos» (ln 4,22), pero el «descanso» completo y definitivo le está reservado al nuevo pueblo (Heb 4,19-10) a formar parte del cual están llamados todos los hombres (1 Tim 2,4). EI Nuevo Testamento determina de forma concreta su propia situación actuaI dentro de Ia veterotestamentaria de la salvación, como Ia plenitud de los tiempos (Ef 1,9-10; GáI 4,4), esto es, el momento en el que Dios lleva a cabo su designio de salvación, preparado por las distintas situaciones históricas anteriores, y que se manifestará aún con mayor clari dad en el porvenir. La valoración del «hoy» en la historia de la salvación resulto esencial importancia en el mensaje del Nuevo Testamento 5.

b)

La gran novedad de la visión neotestamentaria es el descubrimiento del papel de Cristo, verdadero y único salvador. En efecto, la salvación completa y definitiva se tiene por la participación en la vida de Cristo glorioso, que se obtiene por medio de la libre acogida de sicha participación en el seguimiento y la muerte de Jesús. Esta acogida realiza por as palabras y los testimonios externos y por la acción interior de Cristo. La presencia de Cristo supone una nueva era en la historia, en la que la voluntad salvífica de Dios se manifiesta de una nueva manera, provocando una respues1a hombre. «EI tiempo se ha cumplido y eI reino de Dios está cerca; convertíos y cree la buena nueva» (Mc 3,17-8). EI pasado, eI «una vez» se opone el presente, al «ah( (GáI4,8-9; CoI3,17-8). Mientras que eI pasado era un tiempo de esclavitud, de mue de pecado, ahora se manifiesta presente la fidelidad de Ia fuerza salvífica de Dios, lleva a cabo la salvación en los que creen (Rom 3,23-26). La época presente es ocasión -un «kairos»- de aceptar la saIvación, un «hoy» (Hebr 3,7-19); «ahora I tiempo favorable; ahora el día de la salvación» (2 Cor 6,2).

Este «ahora» tiene cierta duración (“ante el Señor un día es como mil anos y anos como un día»: 2 Pe 3,8), a fin de que todos puedan aceptar el evangelio y del trar en su espera la autenticidad de su fe (Mt 22,2-14; Lc 13,16-25)6. Pero aun CU13 esta «era» implique a salvación ya presente, es sin embargo una era de crisis : prueba, en espera del propio futuro, porque la salvación todavía no se ha pos, definitivamente. La presencia de la salvación en Cristo se cree, pero no se ve. «1 sigue como al principio de la creación» (2 Pe 3,4). En la tensión característica entre «ya ahora» y el «todavía no», el cristiano mira hacia arriba y levanta Ia cabeza porque su redención se aproxima (Lc 21,28). La oposición entre el presente y el futuro n sin embargo la misma que hay entre la ausencia y la presencia, sino la que existe e Ia presencia oculta en germen y la presencia manifiesta plenamente desarrollada 3,3-4; 1 Jn 3,2). La venida definitiva de Cristo, la «parusía», no nos traerá por conguiente una novedad esencial, sino que manifestará y llevará a su plena maduración que ya ha sido realizado en el día actual de la salvación (Mt 24,30; 1 Cor 15,23; 1 2,15; 3,13; 2 Tes 2,8; 1 Jn 2,28). Por eso la actitud esencial de la comunidad salvación consiste en servirse del tiempo presente (CoI 4,5), en espera del fin (Apoc 22,14-20).

Antes de pasar a la reflexión teológica del tema que estamos estudiando queremos dejar claro eI concepto de historia en la Escritura. Con este objet elabore usted un esquema de la concepción bíblica de la historia, tanto en t Antiguo Testamento como en eI Nuevo. 'Para ello va a dar los siguientes pasos:

5 P. BLXTER, Historia de la salvación: CF 2, 213-227. (8) Cf. VTB 733-738.

6 Cf. J. DUPONT, O. c. en el n. 151.

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a) Principales afirmaciones do At sobre la historia:

b) Aspectos nuevos que sobre la historia aporta el N.T.

c) Síntesis: concepto de historia en la Sagrada Escritura

2.3. REFLEXION TEOLOGICA SOBRE LA HISTORIA DE LA SALVACION 2.3.1. Noción de historia de la salvación a)

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La Escritura enseña que la humanidad tiene una historia: lo cierto es que el mensaje bíblico (interpretado en el apartado 2.2.3.) se encuentran las diversos elementos de la definición de la historia (tal como veíamos en el apartado 2.1.). No obstante la revelación nos habla de una historia determinada añadiendo a la definición nuevos elementos que la concretan. En primer lugar, el término de la historia conocida por la fe no es un «punto omega» cualquiera, sino la salvación, bien definitivo y completo del hombre, consistente en la participación de la vida filial de Cristo glorioso. Además, el agente de esta historia no es exclusivamente, ni principalmente, el hombre. sino sobre todo Dios, el cual no sólo condiciona la historia o la provoca, desafiando ai hombre con sus premias y castigos, sino que obra la misma respuesta humana (aun respetando su libertad), y se convierte de esta manera en verdadero protagonista de la historia (apartado 2.2.2.). Finalmente, los acontecimientos humanos, individuales y colectivos, son considerados por Ia revelación bajo el perfil característico de su relación positiva o negativa con Ia salvación. Entre estos acontecimientos podemos distinguir tres categorías, que constituyen una especie de triple estrato de la historia considerada por la fe.

• La primera categoría de acontecimientos está constituida por los hechos con los que cada individuo acepta la invitación divina -se va disponiendo progresivamente a la justificación. acoge la nueva creación, y en consecuencia actúa en conformidad con la nueva vida que ha recibido, tendiendo hacia la salvación escatológica- o, por el contrario, rechaza la gracia y rehusa la salvación.

• La segunda categoría de hechos comprende los acontecimientos relativos al desarrollo del pueblo escogido, que en el Antiguo Testamento (a través de la vocación de Abraham, la historia de los patriarcas, la liberación de Egipto, el pacto del Sinaí y las vicisitudes del reino) fueron preparando la plenitud de los tiempos y que son continuados por la Iglesia en el Nuevo Testamento. Esta categoría de hechos va preparando através del tiempo la comunión de los santos y lleva a cabo el designio amoroso de Dios, el cual quiere que Cristo sea primogénito entre muchos hermanos.

• La tercera categoría se extiende más allá del pueblo escogido y abraza todos los acontecimientos, por los que la humanidad entera, incluso la anterior al pacto y la que permanece fuera de los cuadros de la comunidad de salvación del Antiguo y Nuevo Testamento, toma posiciones en relación con la salvación: a esta última categoría pertenecen Ils acontecimientos expuestos en los primeros diez capítulos del Génesis, la figura de los «santos paganos» y las instituciones religiosas que eventualmente tienen una relación -positiva o negativa- con la salvación. b)

Tomando como base estas consideraci6nes se introdujo en la categoría de historia de Ia salvación. Esta categoría fue difundiéndose en la teología protestante a partir del siglo XIX, especialmente por la obra de J. Ch. von Hoffmann, profesor de la facultad de teología luterana de Erlangen(t 1877) (10). En la teología católica este concepto, introducido en buena parte bajo el infujo de O. Cullmann, aparece también en la encíclica Ecclesiam suam (n. 41) y ha sido utilizado varias veces en eI concilio Vaticano II (DV 2; GS 41, etc.).

Partiendo de las observaciones hechas anteriormente, la historia de la salvación

podría definirse como la serie de acontecimientos temporales conocidos a la luz de la fe, por

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los que Dios invita a la humanidad a la salvación por los que la humanidad responde a esta vocación divina, y que van preparando, por su mutua conexión, la salvación escatológica.

Podríamos distinguir en ella una historia de la salvación individual, particular (la que se

realiza por la revelación judeo-cristiana) y general (que se actúa en aquellos a los que no ha llegado el anuncio de esta revelación). c)

Dada esta diversidad de significados, también el comienzo y el fin de la historia de Ia salvación puede determinarse de manera diferente. La historia de la salvación individual se extiende entre el nacimiento (o el bautismo, o el comienzo de la vida moral) y la muerte. La historia de la salvación general empieza en un sentido amplio con la misma creación, que es precisamente la primera manifestación de la voluntad salvífica divina, con la que Dios empezó a preparar el escenario, e incluso la materia, en la que Cristo cabeza habría de encarnarse. En un sentido más reducido, el comienzo de la historia general de la salvación puede fijarse en el momento de la primera hominización, o bien en el momento en que Dios hizo sentir por primera vez en una conciencia humana la llamada hacia la salvación. EI comienzo de la historia particular de la salvación fue la llamada de Abraham con la promesa de bendecir en él a todos los pueblos (Gen 12,3). EI final de la historia de la salvación, general y particular, tendrá lugar cuando Dios haya sometido a Cristo todas las cosas y sea él mismo todo en todos (l Cor 15,28).

Para profundizar en este importante tema de la noción de la historia de la salvación, le sugerimos la siguiente reflexión sobre los puntos de vista del Vaticano II. La reflexión tiene dos momentos:

1.°) En primer lugar responderá a Ias cuestiones que Ie vamos a indicar, sin Ia ayuda

deI concilio.

2.°) Posteriormente, y tras una lectura reposada de los textos que sugerimos, va a contrastar lo que ha escrito con lo que aporten dichos textos sobre la historicidad del hombre. (Hay que tener en cuenta que este concilio es el primer documento del magisterio que trata explícitamente de la historicidad esencial del hombre.)

1. Cuáles son las razones por la que cree usted que hoy se plantea con mayor

preocupación que en el pasado el problema de Ia historia, es decir. del sentido de la vida, de la actividad humana y del último fin de la historia?: GS 3, 4,54.

1ª respuesta:

2ª respuesta:

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2. Por qué y en qué sentido la historia humana en el plan divino forma una unidad que tiene su centro en Jesucristo?: GS 2, 5, 10, 24, 54; LG 48.

1ª respuesta:

2ª respuesta:

3. Quáles son los dos aspectos de la historia humana que distingue el concilio?: GS 3-6, 10, 76; AG 9 (cf. Populorum progressio, n. 14-15 y 21).

1ª respuesta

2ª respuesta:

4. Qué relación existe entre el progreso económico, social, etc., y el avance del reino de

Dios?: GS 34, 64, 93. Cuáles son sus recíprocas influencias?: GS 39, 42-44.

1ª respuesta:

2ª respuesta:

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5. Finalmente, recoja las indicaciones con que el concilio especifica la doctrina sobre la

historia, en los textos siguientes: AA 7; DH 12; AG 5.7; GS 20,37; 40,53-55; 62, 74, 76.

1ª respuesta:

2ª respuesta:

2.3.2. Cuestiones abiertas.

La introducción del concepto de historia de la salvación en la teología católica no solamente nos ofrece un marco externo de la dogmática clásica, sino que exige también un replanteamiento de dicha doctrina. La exigencia de construir la teología católica según el esquema histórico es entendida en tres sentidos diferentes:

• Este postulado puede referirse a la importancia de los hechos concretos irrepetibles, por los que Dios realiza la salvación; dentro de esta perspectiva se relega a segundo término «lo que es», la estructura óntica, natural y sobrenatural, de la realidad, al contrario de 10 que hacia la teología tomista. Los promotores de esta concepción se inspiran de buen grado en el pensamiento de Cullmann.

• Este postulado puede referirse también a Ia importancia del devenir existencial por el que Ia persona va construyendo su propia forma definitiva; esta tendencia disminuye Ia importancia de los hechos externos (del «mito»), cuyo anuncio no es más que la ocasión para el acontecimiento existencial. En esta tendencia es muy importante el influjo de R. Bultmann (l1).

• Existe finalmente una tercera forma, que considera el devenir existencial del hombre no tanto como un hecho que ha de realizarse (individual y colectivamente), sino más bien como un esquema objetivo, descrito en la revelación. Este esquema considera los hechos históricos y antiguos como condiciones para el devenir objetivo salvífico, y Ia persuasión sobre la verdad de estos hechos como postulado fenomenológico de la autenticidad de tal devenir. Nuestra antropología está orientada según esta concepción. tos tres esquemas indicados con justificables, con tal que no se lleven a tal extremo que excluyan alos demás. Pero resulta ciertamente erróneo sobreponer y mezclar los tres esquemas. Para concretar a distinción entre los mismos, es preciso darse cuenta de los problemas siguientes, que todavía no han sido solucionados.

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a)

EI primer problema se refiere a la noción misma de salvación. Hace algunos decenios era común la opinión de que la salvación querida por Dios era la del alma, y esta expresión bíblica (ef. 1 Pe 1,9) se explicaba en un sentido muy poco bíblico, como si se tratase exclusivamente de la perfección sobrenatural del alma espiritual, a la que se aiiadiría como complemento meramente extrínseco la resurrección del cuerpo. La unilateralidad de esta consideración provocó un exceso contrario: la evolución técnica, cultural y política de la humanidad casi llego a identificarse con el advenimiento progresivo del reino de Dios. EI concilio ha afirmado, por una parte, que la actividad humana en el mundo tiene un valor en relación con la salvación, y que los frutos de tal actividad llegan incluso a encontrarse de algún modo en el reino escatológico; mas por una parte, ha aiiadido que es preciso distinguir con atención el progreso «terreno» del progreso del reino de Dios (GS 39).

Quedan entonces algunos puntos por determinar:

• En qué sentido y en qué medida el progreso humano tiene un valor positivo en relación con la salvación, dado que el evangelio y la espiritualidad de los primeros siglos cristianos han considerado la riqueza y la cultura «mundana» más bien como un peligro para la salvación.

• En qué sentido los frutos del progreso humano pueden entrar a formar parte de la perfección escatológica, dado que el progreso terreno no es idéntico con el del reino de Dios.

Para solucionar estos interrogantes hay que tener en cuenta la naturaleza analógicamente estructurada de la gloria de Dios, que excluye toda solución simplificada unívocamente. Existe una literatura abundante que tiende a resolver estos problemas referentes a da dimensión cósmica de la vida de Cristo». b)

Otro problema es el que se refiere a la relación que la historia de la salvación tiene con el tiempo. Esta .cuestión se plantea:

• A propósito de los acontecimientos que nos plantea Ia Biblia, como constitutivos de Ia historia de Ia salvación. Algunos de estas acontecimientos se han realizado ciertamente en el espacio y en el tiempo (como, por ejemplo, la muerte y la resurrección de Cristo);respecto a otros(la historia del paraíso, las episodios del éxodo, el coloquio con la samaritana, las plagâs apocalípticas, etc.) es posible preguntarse si no significarán acaso una presentación dramática de las factores que están continuamente presentes en la existencia humana.

• La cuestión se plantea igualmente a propósito de los períodos de la historia de la salvación: los distintos tiempos descritos por Pablo (la esclavitud bajo la ley, la libertad bajo la gracia) parece que solamente son distintos estratos continuamente presentes en la vida, de cada hombre y de la Iglesia, con diversas acentuaciones en el tiempo.

• Este problema se plantea finalmente a propósito de la duración en que se realiza la construcción de la salvación Quizás no sea necesario que el progreso del hombre hacia la salvación tenga en todos las casos una dimensión temporal. La conversión de Pablo en el camino de Damasco pudo tener lugar en un instante, aunque no pueda ser descrita más que mediante un diálogo entre Pablo y Cristo, a través del tiempo. Semejantes «saltos» no temporales tienen quizás más importancia de la hasta ahora dada al final de la vida humana.

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Con otras palabras, todavía se confunde con demasiada frecuencia la concepción lineal y la puntualizada existencialmente de la historia de la salvación.7 c)

Hay otro tercer problema que se refiere a la marcha de la historia de la salvación. Entre las diversos esquemas que nos propone la historiología (cf. n. 2.1. de esta Unidad Didáctica), hay que excluir el círculo de las civilizaciones primitivas, según las cuales los acontecimientos que se desarrollan en el tiempo se mueven en torno al centro sacral: no importa lo que sucede en el tiempo, ya que el misterio está siempre presente en cada acontecimiento. De la misma forma, también es ajena a la visión cristiana la consideración circular de la civilización helenista, que admite un eterno retorno de los mismos períodos. En efecto, la explicación cíclica no puede adaptarse al misterio de la salvación cristiana, ni siquiera en el sentido de que Dios restituiría por medio de Cristo la perfección que se poseyó al principio y que se perdió por culpa del pecado: el don de Cristo supera con mucho al dano producido por el pecado (Rom 5.15).

Por consiguiente, la historia de la salvación tiene que representarse como un segmento de una línea ascendente, que simboliza un aumento de perfección entre un punto inicial v un punto terminal. Pero sigue en pie el problema de cómo hay que comprender con mayor precisión esta subida, este aumento de perfección. En efecto. a través del tiempo, va creciendo ante todo la imagen de Dios, constituida por la comunión de las santos, unidos ya con el Cristo glorioso. Crece también la virtualidad de realizar la plenitud de Cristo, presente ya antes Ia ley, más acentuada en Israel perfecta después de la encarnación, hasta el punto de que queda excluida una nueva era de salvación (en el sentido de Joaquín de Fiore). Pero r:cree además Ia propia perfección, realizada por la comunión humana, que vive en la tierra? (Hay un progreso continuo -prescindiendo de recaídas episódicas- en la civilización, en la cultura, en la santidad? Crece también continuamente la misma Iglesia, en la posesión cada vez más profunda de la palabra de Dios que se le ha confiado y en el compromiso vivido de la caridad? A estos interrogantes la teologia no les da una respuesta unívoca; en los diversos períodos de la historia de la teologia se ha proyectado en la historia de la salvación el esquema historiológico(de decadencia, de progreso, etc.) al que se inclinaban los pensadores, cuando reflexionaban sobre la experiencia de su propia época.

CONCLUSION

AI término de este tema queda claro que la imagen de Dios, que resplandece de manera tan diversa en cada uno de los hombres y en la humanidad, se ve sujeta a la historia, nes decir, se va construyendo progresivamente en el tiempo. Esto no excluye la existencia de esa imagen ya desde el comienzo de su desarrollo y su permanencia a través de las diversas fases de su historia. Sin embargo, tal permanencia no debe concebirse a la manera como, según una metafísica primitiva, la substancia permanece inmóvil baja el flujo de los accidentes. Se trata, por el contrario, de una continuidad que podría parangonarse con Ia que existe entre semilla y eI árbol, entre el niño y la persona adulta. En la historia de la salvación individual, el niño apenas nacido es ya en cierto sentido imagen de Dios, pero se convierte en imagen en otro sentido cuando es bautizado, y más todavía cuando, al llegar a su vida moral, acepta con' su opción personal vivir como discípulo de Cristo. En la historia de la salvación colectiva, la Iglesia está en continuidad con Israel, y la IgIesia triunfante constituye la cima el desarrollo de

7 Cf. a este propósito Ia recensión de W. KASPER sobre Ia obra Mysterium salutis: Theologische Revue 65

(1969), 1-6.

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la IgIesia militante. Sin embargo, la diferencia entre el modo con que el mismo pueblo de Dios refleja Ia imagen de su creador y salvador se refiere no sólo a la corteza de un núcleo invariable, sino que modifica toda la estructura de la imagen.

Además de las mutaciones por las que la criatura participa más o menos de la imagen

de Dios, existen otras mutaciones que pueden tener lugar aun cuando permanezca la misma intensidad de la imagen; y se refieren al modo con que la misma imagen idéntica tiene que verificarse en lo temporal. Semejantes mutaciones son las que le exigen a la IgIesia y á los individuos el desafio de las diversas situaciones (sociológicas, culturales, etc.) y las invitaciones correspondientes a la gracia. EI esfuerzo por ser siempre auténticamente imagen de Dios en Ias diversas fases de la existencia y de la historia, le impone al cristiano y a la IgIesia la necesidad de vigilar y de escudriñar los signos de los tiempos.