la historia de las religiones

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La historia de las religiones Como dice Ortega, el hecho o realidad radical primera es nuestra vida. Nuestra propia vida es la realidad más indubitable y primaria con la que nos encontramos. El hombre necesita para hacer su vida de las cosas que le rodean. La inteligencia - como capacidad de hacer su vida con las cosas – es algo que el hombre comparte con el animal. Pero el hombre posee algo más: la razón, es decir, la aprehensión de todas las cosas, incluyéndose a sí mismo en primer lugar, como reales. Todas las cosas constituyen la realidad de cada hombre, de ella forman parte también su propio cuerpo y mente, así como todos los hechos que le afectan, como el nacimiento, la enfermedad y la muerte de él mismo y de los seres vivos que le rodean. El hombre descubre las conexiones de la realidad y uniendo unos elementos a otros construye un mundo. El hombre hace su vida, constituyendo su Yo, con esa realidad que le rodea, la circunstancia, que forma parte de su propio Yo. La realidad se impone al hombre a veces de forma irremediable, limita y condiciona las posibilidades de su vida, le impulsa a vivir y, en último término, es la que hace posible su vida. Como consecuencia de esta relación de dependencia que existe entre el hombre y la realidad, el hombre siente que la realidad tiene un poder sobre él. El hombre ha buscado siempre una razón o fundamento de ese poder de la realidad sobre su vida y lo ha representado por el concepto de Divinidad. De una u otra forma, el hombre ha intentado poder influir en la Divinidad para que le fuera favorable y, también, ha tratado de conocer cual sería la voluntad de la Divinidad. 1

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Page 1: La Historia de Las Religiones

La historia de las religiones

Como dice Ortega, el hecho o realidad radical primera es nuestra vida. Nuestra

propia vida es la realidad más indubitable y primaria con la que nos encontramos. El

hombre necesita para hacer su vida de las cosas que le rodean. La inteligencia - como

capacidad de hacer su vida con las cosas – es algo que el hombre comparte con el

animal. Pero el hombre posee algo más: la razón, es decir, la aprehensión de todas las

cosas, incluyéndose a sí mismo en primer lugar, como reales. Todas las cosas

constituyen la realidad de cada hombre, de ella forman parte también su propio cuerpo

y mente, así como todos los hechos que le afectan, como el nacimiento, la enfermedad

y la muerte de él mismo y de los seres vivos que le rodean. El hombre descubre las

conexiones de la realidad y uniendo unos elementos a otros construye un mundo. El

hombre hace su vida, constituyendo su Yo, con esa realidad que le rodea, la

circunstancia, que forma parte de su propio Yo.

La realidad se impone al hombre a veces de forma irremediable, limita y

condiciona las posibilidades de su vida, le impulsa a vivir y, en último término, es la que

hace posible su vida. Como consecuencia de esta relación de dependencia que existe

entre el hombre y la realidad, el hombre siente que la realidad tiene un poder sobre él.

El hombre ha buscado siempre una razón o fundamento de ese poder de la realidad

sobre su vida y lo ha representado por el concepto de Divinidad. De una u otra forma,

el hombre ha intentado poder influir en la Divinidad para que le fuera favorable y,

también, ha tratado de conocer cual sería la voluntad de la Divinidad.

En grandes líneas, la humanidad ha encontrado a través de la historia tres

formas diferentes para imaginarse o concebir la Divinidad:

a. La primera ve a la “deidad”, o poder de la realidad, en las propias cosas o

fuerzas de la naturaleza, a las que cree dotadas de un espíritu divino. Estos

espíritus divinos son los dioses. Son las religiones de la naturaleza o

politeísmo. En estas religiones se cree en la existencia – “desde siempre”-

de unas fuerzas primigenias, el cielo y la tierra, que originan todo lo que hay,

incluidos los dioses y los hombres. Los dioses y los hombres conviven en la

naturaleza y el hombre puede relacionarse con los dioses por medio de los

sacrificios y así conseguir que le sean favorables.

b. Algunas religiones politeístas han evolucionado hacia una segunda

concepción en la que se cree que la naturaleza procede de un Ser superior

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del cual emana y al que se mantiene unida, este Dios está de forma

inmanente en todas las cosas y es quien les da su poder, son las religiones

mágicas o panteísmo. El hombre puede ponerse en relación con Dios hasta

llegar a una unión mística o éxtasis. Todo lo que sucede es debido a la

voluntad divina y está determinado.

c. Finalmente la tercera concepción es la de un Dios único y personal, creador

y fundamento de la realidad; pero trascendente a ella. Al crear el mundo le

ha dado una ley natural que rige su orden y de donde proviene ese poder de

la realidad. Dios interviene en el mundo en mayor o menor grado y se

interesa por el hombre y le revela su Ley; pero el hombre está dotado de

libertad para cumplirla y salvarse o no. Son las religiones del libro o

monoteísmo. La relación del hombre con Dios se realiza a través del culto y

del sacrificio como actos de gratitud por los dones recibidos. El fin último del

hombre es la salvación y el encuentro con Dios en un paraíso.

Resulta evidente que a través de todas las religiones el hombre se dirige hacia

el mismo Dios, fundamento de todo lo existente. La evolución del pensamiento religioso

o historia de las religiones puede considerarse como un gradual avance en el

conocimiento de la realidad divina. La historia, en general, es la apropiación por cada

generación de las posibilidades abiertas por la anterior y la entrega a la siguiente

generación de aquellas posibilidades y de las nuevas posibilidades aportadas por ella.

Desde una perspectiva cristiana la Historia de las Religiones es la Historia de la

Salvación. A través de ella, el hombre va alcanzando un mayor grado de capacidad

para conocer la realidad divina y a medida que se desarrolla esta capacidad va

recibiendo la Revelación divina que se concreta en las diferentes religiones. Finalmente

la Revelación culmina en un momento histórico con la Encarnación del mismo Dios

como Hombre. Dios Padre, movido del mismo amor que le llevó a la creación, nos

envía a su Hijo para que conozcamos la Verdad de su esencia, inspirados por el

Espíritu de la Verdad. Pero aunque la Encarnación se produce en un momento

histórico, la capacidad del hombre para el conocimiento de la esencia divina no ha

llegado a su plenitud. La Historia de la Salvación continúa a medida que vamos

comprendiendo mejor el mensaje de Cristo.

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