LA GUERRA DEL MUNDO NIALL FERGUSON

La Guerra de los Cien Años del siglo XX

Reseña al libro de Niall Ferguson Luis Torras

Pocos siglos han acumulado tantos epítetos como el siglo XX: el siglo de los grandes avances científicos, el “corto siglo XX”, el siglo olvidado, de los intelectuales, el siglo de Occidente, de los Estados Unidos, pero sobretodo el siglo “letal”, de la violencia y de la guerra. En la postrimerías del siglo XIX, –siglo de consolidación de los imperios Occidentales–, el escritor H.G. Wells imaginó un “mundo en llamas”, un mundo en guerra y destrucción como consecuencia de una invasión alienígena en la Tierra en su novela La guerra de los mundos. “Las casas se desplomaban al derretirse bajos sus efectos, arrojando llamaradas; los árboles se convertían en fuego con gran estruendo” escribía Wells en una novela que giraba entorno a la idea de ciencia ficción del exterminio de la humanidad por parte de seres de planetas lejanos en un mundo, el de ayer en feliz expresión de Zweig, basado en grandes imperios, libre intercambio, patrón oro y paz. ¿Quién podía pensar en 1898 que el infierno descrito por Wells iba a sucederse durante la larga primera mitad del siglo XX solo que los protagonistas no iban a ser alienes, sino humanos de carne y hueso? ¿Qué explica esta gran violencia del siglo XX y en especial en las cinco décadas que van de 1904 a 1953? Típicamente, nos recuerda el historiador Niall Ferguson en la introducción de esta monumental obra, la explicación principal a las dos guerras mundiales, y sus aledaños, –que el historiador británico trata de forma continua (a mi juicio con acierto) como una moderna guerra de los cien años–, debido a un conflicto de ideas, en una primera dimensión, nacionalismos extremos; y como un conflicto de clases,

una segunda dimensión con el conflicto comunismo-capitalismo. Estas son, argumenta el autor, unas explicaciones como poco incompletas, sino erróneas. El elemento central que explica el relato del grueso de la violencia durante la primera mitad del siglo XX es la violencia xenófoba, primero, racial después: alemanes (y no únicamente alemanes) contra judíos, rusos contra el resto de etnias del nuevo dominio soviético, japoneses contra chinos, por poner solo las piezas principales que configuran este macabro puzle.

El elemento racial permitió a los hombres convertir a otros de sus semejantes en alienígenas, en “no personas”, en personas deshumanizadas, paso previo imprescindible a poder llevar a cabo matanzas a gran escala buscando el exterminio del enemigo. En la mayoría de casos, como muestra el libro, la violencia

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no fue como en otros casos por el coche entre fuerzas en el campo de batalla, sino más bien en forma de asesinato masivo contra minorías o directamente la inanición como resultado de una u otra forma de totalitarismo, siempre con el telón de fondo étnico y racial. Una segregación, la genética, que como recuerda el propio Ferguson es un mito: hay más varianza genética dentro de una misma raza que entre razas (lo que no es óbice para que todavía queden cafres que utilicen la genética como argumento). En poco tiempo se pasó del milagro de los Imperios multiétnicos y multinacionales, a la discriminación primero, segregación y exterminio después, de grupos humanos según momento y latitud. Herman Göring acertadamente cualificó la Segunda Guerra Mundial como “la gran guerra racial”, una concepción política y cultura pero que, sin embargo, no tendrá, como decíamos, ninguna base científica.

Las tesis de Ferguson oscilan de una manera muy personal (y creativa) entre la versión marxista de la historia de Eric Hobsbawn para quién el “corto siglo” XX (1914-1989) fue debido a “guerras religiosas” en referencia al fanatismo de las

ideologías seculares de origen decimonónico (véase The Age of Extremes) y la visión liberal-conservadora de Paul Johnson para quién las guerras del siglo XX hunden sus raíces en el naufragio moral de Occidente (relativismo moral y declive de la responsabilidad individual) y el rechazo al grueso de los valores judeo-cristianos (véase Tiempos Modernos). Con gran crudeza, Ferguson recrea algunos de los episodios de exterminio más sádicos y crueles: los crematorios de Auschwitz capaces de eliminar a 12.000 judíos al día (en algunos momentos se llegó a los 18.000), las violaciones masivas en Nankín (cerca de 1.000 al día durante casi dos meses) con el asesinato de 260.000 civiles chinos, la crueldad del régimen estalinista, o los horrores de la aldea de Jedwabne donde los cerca de 1.000 judíos que vivían allí fueron exterminados no por extraños sino por sus propios vecinos con los que habían convivido toda su vida.

ALGUNOS HORRORES DEL S.XX

Evento Fechas Víctimas Primera Guerra Mundial

1914-1918 10 millones

Guerra Civil Rusa 1918-1922 1,5 millones Gran Hambruna rusa

1920-1921 8 millones

Régimen Stalin 1922-1953 20 millones II Guerra Mundial - Holocausto - Víctimas Rusia - Victimas Polonia - Nankín - Hiroshima y Nagasaki - Guerra sino-japonés

1937-1945 60-80 m. 6 millones

26 millones 5,6 millones

260.000 220.000

17-22 m

Guerra de Corea 1950-1953 1,5 millones Gran hambruna China (Mao)

1959-1962 32 millones

Pol Pot (Camboya) 1975-1978 2 millones Genocidio tutsi 1994 1 millón Genocidio bosnio 1992-1995 8.000 La intervención política, el estatismo extremo, es discriminatoria por definición y será el elemento central que condenara la sociedades modernas multiétnicas y multinacionales al colapso. Lo explica de

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forma lúcida Ludwig von Mises cuando habla de “crisis del intervencionismo”, la versión suave del estatismo cuyas consecuencias es el declive económico (véase Interventionism: An Economic Analysis), y de “guerra total” para referirse a un intervencionismo duro (eliminación de facto de la idea de propiedad privada, ‘rule of law’ y separación de poderes) que conduce inexorablemente a la guerra (véase Gobierno Ominipotente). El primer acto de esta escalada de violencia que acabará en el estruendo total de Hiroshima y Nagasaki, empezará en 1905 en San Petersburgo, Rusia, con la acto de apertura de la Revolución Rusa. Un año antes, y contra pronóstico, las fuerzas imperiales japonesas habían dado un duro golpe a la decadente dinastía del zar Nicolás II incapaz de articular un plan de reformas creíble para el país. La Intelligentsia bolchevique y revolucionaria ya habían ocupado las universidades y habían envenenado al pueblo con el virus revolucionario, ignorando todos los errores de la Revolución Francesa, perfectamente descritos y explicados por gentes como Tocqueville y Burke (véase el magnífico libro de Richard Pipes, La Revolución Rusa). Pese al fracaso de los hechos de febrero de 1905, donde el orden imperial occidental y el comunismo chocaron por primera vez, la suerte de los viejos imperios Occidentales ya estaba echada. Como era previsible, la caída del imperio ruso, –y como sucediera en Francia–, no iba alumbrar una sociedad libre y abierta sino que daría paso a un imperio muchísimo peor: más cruel, violento y autoritario, que condenaría a Rusia y al conjunto de Europa del Este a soportar los horrores del yugo comunista durante prácticamente todo el siglo. LA GUERRA GLOBAL

La Revolución Rusa y el auge del Imperio soviético no se entienden, a su vez, sin el desastre humano que supuso la Primera Guerra Mundial. Nunca un atentado terrorista –el primero de la era moderna– tuvo unas consecuencias tan profundas. El asesinato del heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro, –ejemplo de los problemas que se derivan del nacionalismo cuando este erosiona los principios de igualdad ante la ley (bastión de defensa contra las minorías) en una sociedad multiétnica–, cometido por un pequeño comando de jóvenes anarquistas bosnios reclutados por organización terrorista parecía sacada de un cómic de Tín Tín, puso el pequeño continente Europeo patas arriba. ¿Cómo un simple atentado pudo acabar en una guerra que segaría la vida de 10 millones de personas y cambiaría las cosas para siempre? Ferguson establece una interesante comparación con el universo físico de las placas tectónicas. El Archiduque Francisco José era asesinado en la fina línea de colisión entre los imperios de Occidente y Oriente: Sarajevo era un crisol étnico que había estado bajo el paraguas Otomano, ahora bajo la influencia de Viena. La muerte del heredero al trono hizo reverberar las placas tectónicas, en este caso de la geopolítica imperial de cuya onda expansiva, debido al complejo sistema de alianzas, no escapará nadie provocando un conflicto global a las pocas semanas. Los explica muy bien Barbara Tuchman en su clásico libro The Guns of August.

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El imperio Austro-Húngaro chocaba con el imperio ruso por el control de los Balcanes. Al mismo tiempo, Alemania y Francia reaccionaron, como en juego de ajedrez, alineándose con unos y otros respondiendo a lo que consideraban la mejor posición para defender mejor sus intereses. El impero británico fue el último en tomar partido en contra el eje Austro-Alemán cuyo dominio homogéneo del continente constituía su mayor amenaza. El escenario de la guerra era ya global. En ambos bandos, paradójicamente, las fuerzas eran enormemente diversas y heterogéneas donde convivían católicos, protestantes y judíos, o aristócratas o con soldados de extracción humilde. Sin embargo, la violencia y la crueldad de esta primera guerra mundial será notablemente mayor que en cualquier otra guerra. Poco a poco, el enemigo se le ira transformando en alíen (tendencia que ira in crescendo durante toda la primera mitad de siglo): el objetivo pasará de ser ganar la guerra al exterminio del enemigo. En los escenarios de guerra donde las diferencias étnicas sean más clara, la violencia contra el enemigo será más fuerte hasta llegar a los horrores del Holocausto o las violaciones y matanzas masivas a civiles en Nankín. El nuevo imperio soviético tardo poco en dar muestras de los horrores que sería capaz de producir. Trotsky mismo, un periodista metido a revolucionario que será, de alguna manera, la cara más amable de los bolcheviques, será quién institucionalice la práctica de fusilar a desertores del Ejército Rojo en el mismo campo de batalla, unos prolegómenos al régimen de Terror que caracterizara la Unión Soviética. Entre otras cosas, los soviéticos también empezaran su propio conflicto étnico, especialmente cuando llegué al poder un georgiano, Yosef Stalin, lo constituye un caso más de la fe del converso, un elemento también muy presente en los nacionalismos del siglo XXI.

CAMPO DE BATALLA LA TIERRA La gran virtud de la ambiciosa obra de Ferguson es la visión holística y completa que da sobre todo el periodo 1904-1953: el inicio lo marca el primer ataque de Japón contra el status quo imperial, y concluye (aunque simplemente con un punto y seguido) con el armisticio con el que concluye la Guerra de Corea, contienda que puede leerse como epílogo de la Segunda Guerra Mundial o acto de apertura de la Guerra Fría (fría únicamente sobre el papel). Ferguson da una interesante perspectiva donde las dos guerras mundiales, junto con sus aledaños y derivadas, son abordadas de manera continua, como una segunda guerra de los cien años. Ferguson sostiene que las causas de la gran violencia de ambas guerras son comunes: de hecho es fácil ver como la Paz en falso de Versalles, con la que se pretendió cerrar la Primera Guerra Mundial no era más que la semilla de la segunda. Pese a que se enfatiza el inusitado carácter violento del siglo XX (que seguirá hasta los 90s con los genocidios en Yugoslavia y África central),

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el libro también matiza al final en un interesante apéndice las cifras: lo cierto es que, por desgracia, en la Historia de la Humanidad habían habido otros muchos periodos de violencia similar en cuanto a número de muertos, no en cuanto a la moral de esta violencia (de ahí la fuerza, por ejemplo, de los argumentos del bueno de Paul Johnson). A continuación, a modo de índice enriquecido, paso a listar los hechos históricos que aborda el amplio paraguas que constituye La Guerra del Mundo:

— Escenario pre-1914: los grandes Imperios

— La cuestión judía: contexto global más allá del Nazismo

— Declive de la Rusia zarista — Auge del militarismos Japonés — Expansión del marxismo — Verano de 1914: fallas geológicas y

la doble alianza — Primera Guerra Mundial (1914-18):

desgaste y odio al enemigo — Paz de Versalles (1919):

desintegración de Imperios en Europa y Oriente Medio

— Revolución y Guerra civil rusa (1918-22)

— Los locos años 20s y la Gran Crisis de 1929

— La Gran Depresión (1929-1944) (vista muy somera, imprecisa en muchas cosas)

— Consolidación imperio soviético: Stalin

— Auge de Hitler y del fascismo — Racismo y segregación en el Tercer

Reich (1933-39) — La teoría del “espacio vital” — 1931 invasión de Manchuria por

parte de Japón — La guerra sino-japonesa (1937-45) — Las alternativas ante el rearme

totalitario: disuasión o apaciguamiento

— El aislacionismo americano: Hoover/Roosevelt

— 1930s: el inexorable camino hacia la 2GM: las violaciones al Tratado de Versalles

— Pacto de Múnich (Septiembre 1938) y Pacto Molotov-Ribbentrop (Agosto 1939)

— Invasión de Polonia 1 septiembre de 1939 (casus belli) por parte de Hitler y Stalin:

— El auge del Eje entre 1939-1942 — El exterminio Judío (la solución

final) — La masacre de Nankín — El contraataque aliado (1943-45) — La importancia de la economía, los

recursos y la logística — Los errores estratégicos de Hitler — La crueldad recta final de la guerra:

exterminio y represalias — Hiroshima y Nagasaki — Los soviéticos en Europa del Este: el

cambio de un totalitarismo a otro — La salida en falso en la Guerra del

Pacífico — La República China de Mao — La guerra de Corea (1950-53) — Potsdam y Núremberg

El libro incluye un largo epilogo en donde, con algunas de las tesis del libro aún en mente, se repasan de forma muy somera otros grandes episodios de la intensa historia del siglo XX: - La guerra fría post-1953: entre el “juego de los gallinas” y el ajedrez diplomático - La lógica de la guerra nuclear y la moderna teoría de juegos - La crisis de los mísiles de Cuba (1962): el pulso Kennedy/Jruschov - La guerra en el tercer mundo - Nixon en China (1972) - Vuelta a la violencia étnica (1990s) - Deng Xiaoping y la apertura de China (1979) - La revolución iraní (1979) - La amenaza “Eurabia” - Apéndice: los números de la Guerra del Mundo

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Churchill, Roosevelt y Stalin en la cumbre de Yalta. EL ARTE DE SABER LEER HISTORIA Leer historia no es tarea fácil. No es lo mismo, por poner un ejemplo, aproximar la Segunda Guerra Mundial que estudiar cálculo infinitesimal; lo primero requiere más esfuerzo y criterio por parte del lector. Esfuerzo, para distinguir los elementos factuales de la explicación de la valoración de los hechos. Criterio, para luego poder enjuiciar en sus justos términos dicha valoración. En cuanto a lo primero, Ferguson –intelectual riguroso y honesto– facilita el ejercicio al separar de forma nítida la parte histórica de su valoración. Ferguson, además, no únicamente separa bien sus juicios de valor, –siempre con cierto sesgo anglófilo–, añadiendo incluso hipótesis de lo que se llama “historia ficción”: es decir, hipótesis alternativas sobre como hubiera evolucionado los eventos históricos si ciertos eventos se hubieran desarrollado de otra manera (véase su Virtual History). Con respecto a la parte interpretativa del libro, a parte de algunos tics excesivamente anglófilos por parte del autor, lo cierto es que Ferguson ofrece al lector una valoración muy rica y equilibrada de lo que fueron estos largos años de guerra. Como en otras de sus obras, el profesor de Stanford acude a menudo a fuentes en primera persona, prensa, obras escritas esos años, cartas y diarios para tratar de aproximar de manera rigurosa la visión y

consensos que tenían los contemporáneos en el momento de los hechos. De esta manera, –seguramente no siempre–, Ferguson limita la trampa del historicismo o del revisionismo. En este sentido, el autor también utiliza con gran habilidad la alta literatura de esos años para entender bien la cosmovisión, la política o los grandes consensos –equivocados o no– sobre los grandes temas. Ferguson utiliza, por ejemplo, fragmentos y citas del ya citado Wells, Webb, Tolstói, Balzac, Barbusse, Mann, Bulkárov, Roth, Forster, Remarque, Scott-Fitzgerald, Solzhenitsin, Kipling, Tolkien, Zola, Grass, Kafka o Orwell y también de grandes cineastas como Chaplin o Lang. Ferguson utiliza la fuerza de la plasticidad de las grandes obras artísticas que utilizaron algunos de los elementos claves en el desarrollo de la tumultuosa historia del mundo en el siglo XX para fijar los grandes eventos históricos en la mente del lector.

Bomba atómica sobre Nagasaki (Japón) el 9 de agosto de 1945.