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PAÍS DE POETAS Notas de viaje 2013 por Niall Binns O CTUBRE 3. – Amanecer sin nubes sobre los Andes. Queda media hora para el aterrizaje en Santiago de Chile. “A la izquierda se ve el Aconcagua, el pico más alto de América”, anuncia el piloto en inglés y en español, y el avión se escora hacia la izquierda en un empuje de turistas franceses. Hay al menos veinte alrededor de mi asiento. Van, al parecer, a la Isla de Pascua. Recuerdo que a comienzos de los años noventa, cuando aún vivía en Chile, se imprimió

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País de poetas

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Page 1: País de Poetas Por Niall Binns

PAÍS DE POETAS

Notas de viaje 2013

 

por Niall Binns

 

OCTUBRE 3. – Amanecer sin nubes sobre los Andes. Queda

media hora para el aterrizaje en Santiago de Chile. “A la

izquierda se ve el Aconcagua, el pico más alto de

América”, anuncia el piloto en inglés y en español, y el

avión se escora hacia la izquierda en un empuje de turistas

franceses. Hay al menos veinte alrededor de mi asiento.

Van, al parecer, a la Isla de Pascua. Recuerdo que a

comienzos de los años noventa, cuando aún vivía en Chile,

se imprimió en Francia una colección de sellos de la

“Polynésie Française” que incluía la Isla de Pascua.

Provocó tanta bronca en Chile que tuvo que ser retirada

para evitar un conflicto diplomático.

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*

El “tránsfer” que me conduce hacia el centro lleva

puesta Radio Cooperativa. Los anuncios hablan de

inseguridad –Ya no tengo miedo dice una voz de mujer,

ostensiblemente aliviada gracias a no sé qué seguro del

hogar–, y exaltan las virtudes de universidades privadas y

de clínicas con médicos y enfermeras tan amables que me

sentía como en casa. El negocio del miedo, el negocio de

la salud, el negocio de la educación superior: temas clave

en el Chile de hoy y en estos meses de campaña electoral.

*

En el pasillo del quinto piso espero al poeta y crítico

Federico Schopf. Cuando llegué a Chile en marzo de 1991,

me dijeron: “Para saber de poesía chilena, hay que asistir a

las clases de Schopf”. Lo hice y somos amigos desde

entonces. En la puerta del edificio me ha dejado una nota

cómplice, “Voy & Vuelvo”: es un guiño al crucifijo vacío

que escogió Nicanor Parra para la contratapa de sus Obras

completas.

*

Page 3: País de Poetas Por Niall Binns

Desde un codo de la escalera se ve la Avenida Vicuña

Mackenna y a lo lejos, a través y por encima de una capa

trémula de esmog, el perfil casi fantasmal de los Andes.

Por la mañana, la cordillera se recorta con nitidez contra el

horizonte; al atardecer habrá dejado de existir.

*

En los años sesenta, como jovencísimo profesor de

estética en la Universidad Austral de Valdivia (“príncipe de

las tinieblas” lo llamaban), Federico formó parte del grupo

Trilce y publicó su libro Desplazamientos. Diecinueve años

más tarde, en 1985, después de que Pinochet hiciera de su

“generación de los sesenta” una generación “dispersa” o

“diezmada” y él mismo se exiliara durante más de una

década en Alemania, publicó Escenas de peep show.

Veinte y cuatro años pasarían hasta La nube. Pero su

laconismo poético es cosa del pasado: he leído, antes de

viajar, el borrador de dos nuevos poemarios, o quizá sean

uno solo titulado El derrumbe, donde los estragos del

tiempo y la tenue permanencia anhelada por la poesía –

leitmotivs de toda la obra de Federico– están sombrados

por el naufragio vital y la inminencia del fin; por la

extinción del último amor y la felicidad que “pasa como la

Page 4: País de Poetas Por Niall Binns

sombra de las nubes / sobre el paisaje iluminado por el sol /

y por los ojos del que ya no espera nada / camino del

crepúsculo o del metro”; sombrados, en fin, por la nada, la

derrota, el suicidio que espera. Pocos placeres se comparan

al de una botella de Ardbeg, el más turboso de los whiskys,

compartida con Federico, y con el lanudo Cosme, casi

ciego y completamente sordo, tumbado en el suelo a

nuestros pies.     

 

OCTUBRE 4. – Recuerdo una entrevista en que

Gonzalo Millán, habitualmente tan ácido, reconocía que en

Chile había “más chincoles que gorriones”. Cada vez que

regreso a Santiago, en la primera mañana, antes de abrir los

ojos, sé que estoy en Chile por el canto inconfundible del

chincol. Durante los años que viví al lado de la casa de

Pablo Neruda en Bellavista, me despertaban los chincoles

con los tres silbos agudos y el alargado trino final de su

canto. Neruda lo comparaba a una “pequeña flauta de

agua”, o un “pequeño violín fragante”, pero he descubierto

con los años que el chincol no solo cambia de nombre de

país en país –es “chingolo” en el Río de la Plata,

“pichitanka” en Bolivia, “copetón” en Colombia, y a veces

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simplemente “gorrión” en Ecuador–, sino que cambia

también de canto. Es un pájaro con dialectos, y en el Río de

la Plata y en Ecuador el trino se mutila; en Bolivia, termina

con una cadencia más grave. Ahora bien, el canto que me

conmueve es el del chincol; es el canto de mis breves

raíces chilenas. Pienso, por otra parte, después de los años

vividos en Santiago y los tantos años en los que he vuelto a

Chile en persona o en los libros, que mi paladar literario,

mi oído de lector de poesía, han sido moldeados y afinados

o tal vez desafinados en estas tierras. Y la tradición de la

poesía chilena es una tradición, diría yo, que se ha apartado

de los demás dialectos de la poesía en castellano; es una

tradición que respira de otro modo y que se ha hecho

peculiarmente hermética, casi autosuficiente, como si no

fuese necesario, para un poeta chileno, nutrirse de otras. Un

editor de Santiago me dijo una vez que no publicaba más

que a poetas chilenos, estadounidenses y británicos, porque

los de otros países no interesaban a sus lectores, no

vendían... Me decía también que la poesía en Chile era

heavy metal: si un “escritor” en Chile pasase una noche en

la cárcel, le-sacarían-la-chucha; si fuese un poeta, en

cambio, no. Lo respetarían: “es poeta”. Son mitos de un

país de poetas.

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*

Ya se sabe de sobra, ya se ha repetido hasta la saciedad,

pero el dictamen de Menéndez y Pelayo será siempre

impagable en su inconsciente ironía. En su antología

hispanoamericana publicada para las celebraciones del

Cuarto Centenario, su exploración por las ramas del gran

tronco de la poesía española, aseveraba que el pobre Chile

era un país no de poetas sino de historiadores, que el

carácter “positivo, práctico, sesudo, poco inclinado a

idealidades” de sus progenitores vascos era una condena

irremediable, y que “no eran ‘orgías de imaginación’ lo que

había que temer a los chilenos”.

*

En la Biblioteca Nacional de Santiago, la sección de

Referencias Críticas sobrevive como una reliquia de otros

tiempos. Desde finales de los años sesenta, Justo Alarcón,

Juan Camilo Lorca y otros bibliotecarios peinaron cada día

los periódicos de Chile en busca de referencias a autores

chilenos, que iban recortando y archivando con una

disciplina que han sabido agradecer generaciones de

lectores y estudiosos y cuyos frutos, cada vez más, se van

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subiendo a la red. Desde la jubilación de Juan Camilo, hace

un par de años, dirige la sección Tomás Harris. Harris es

uno de los poetas notables surgidos durante la dictadura y

es autor sobre todo de Cipango, una reunión de libros que

hurgan en espacios fantasmagóricos en los que conviven la

América indígena diezmada por los conquistadores, la

ciudad de Concepción patrullada y violentada por los

verdugos de la Dictadura y el plató ensangrentado de una

película de zombis. Nunca lo había conocido en persona

pero me son familiares sus ojos hundidos, su rostro curtido

de marinero y bebedor escocés. Su último libro, Perdiendo

la batalla del Ebr(i)o, abandona el barroquismo de su obra

anterior para ensayar un testimonio poético de la lucha con

el alcohol, y al testimoniarla recurre a los compañeros de

viaje de rigor, a los escritores dipsómanos: a Joseph Roth, a

Malcolm Lowry, a Baudelaire, Poe y Rihaku. Me extraña

que Jorge Teillier no se encuentre en el libro, pero no.

Harris y Teillier son de familia distinta. El prólogo del

libro, “Los hijos de la Sed y la lluvia”, es de Carlos Decap,

amigo de Harris desde sus días de estudiante y de

aprendices de poeta en Concepción; y a Carlos Decap se

dedica uno de los poemas más potentes del libro, “La

batalla siempre perdida en la negra espalda del tiempo”:

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“Perdimos la batalla del Ebro; Carlos, / Como el Cónsul. /

Contra un batallón de doce mil botellas de tinto nada se

puede / Ni las Magas ni las Nadjas y sus clamores / Pueden

contra esa arremetida fatal. / Somos los hijos de la sed y la

lluvia / Y como se suele decir en las márgenes del Biobío /

Nacimos mojados por fuera y mojados por dentro;

entonces, / Mejor el lomo de tu Gato Negro de mierda /

Ronroneándonos en el hígado / Que el farfullar del

aguacero / Sobre nuestros abolidos ponchos de castilla”.

 

OCTUBRE 5. – Viajo en autobús a Las Cruces, punto

central de lo que un funcionario ha bautizado como el

“litoral de los poetas”: ocho kilómetros al sur está la casa y

tumba de Vicente Huidobro en Cartagena, ocho al norte la

casa y tumba de Neruda en Isla Negra. Nicanor Parra llegó

a Las Cruces en los ochenta, “hace una porrada de años” –

así me lo dice– y Las Cruces le obligó a revisar su noción

de la pertenencia y las raíces. Llegó con el “filosofema”

siguiente: si encuentras “tu” lugar en la tierra, hay que

abandonarlo de inmediato para así retenerlo vivo en la

cabeza, porque si te quedas, el hechizo no tardará en

perderse. Pero la magia de Las Cruces conquistó a Nicanor

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y se mantiene para él tan viva como siempre. Llegó y le fue

imposible irse.

*

He llegado a Las Cruces sin avisar. Ya me acostumbré

a que el teléfono suene y suene sin respuesta. Rosita –la

mujer que cuida a Nicanor y su casa desde el año 2000– me

dice que suba a la planta de arriba y allí está el poeta, a sus

99 años, tumbado en una cama leyendo. “¡No puede

ser!...”, me dice, “Welcome home!”, y paso las horas

siguientes disfrutando la conversación de un Nicanor tan

brillante, tan lúcido, tan memorioso como siempre. 

*

El último poema de Nicanor empieza así: “LUZ

NATURAL / o la revolución de las gallinas / Hay que

aprender de los que saben +”. En su búnker de Las Cruces,

donde tan pocas veces se contesta el teléfono, es inevitable

que cada vez menos gente lo visite, y no sé si será la

soledad lo que lleve a Nicanor a pasar los días repasando

su vida. Me habla de su hermana Violeta, de sus hijos, de

su madre y de una infancia vivida sin luz eléctrica. Hace

pocas semanas lo visitó Juanita, la mujer mapuche que

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cuidara su casa antes de Rosita. Cuando Nicanor se

levantó, al anochecer, para encender las luces, le pidió que

no lo hiciera, que con luz eléctrica la noche no se siente...

El poema termina con dos versos-eslóganes: “¡POR UNA

PATAGONIA SIN REPRESAS! / ¡POR UNA

ARAUCANÍA SIN REPRESAS!”. Me extraña el tono pero

me cuenta Nicanor: después de tantos años en que

denunciaban su falta de compromiso social, ahora sí, por

fin, está cumpliendo con lo que pedían… 99 años, con toda

la lucidez y el sentido del humor intactos. En mi último

viaje, me dijo: “¡Quién tuviera 80 años!”.

*

Más que en otros países, el sentido del humor está visto

en Chile como una virtud. Lo he notado estos días en

Santiago: aunque hablemos de alguien que nos produce

antipatía, Federico apunta de pronto, perdonándolo: “Pero

tiene sentido del humor...”. ¿Más que en otros países? Se

dice en Chile, normalmente como burla pero a la vez,

quizá, con una pizca de verdad, que los chilenos son los

ingleses de Sudamérica. Si existe realmente esa pizca de

verdad, debe de estar en el carácter esquivo de ambos

países, en las formas indirectas de expresión, en la ironía y

Page 11: País de Poetas Por Niall Binns

socarronería... Por algo los años en Oxford fueron tan

fértiles para Nicanor, que es –a fin de cuentas, si se me

permite la hipérbole– el poeta cómico de la lengua más

grande desde Quevedo.

 

OCTUBRE 18. – No conozco una ciudad tan bella

como Valdivia. Tengo buenos amigos aquí, y sobre todo un

amigo del alma, Oscar Galindo, que participó como yo, a

mediados de los años noventa, en el grupo poético

madrileño Estruendo Mudo. Se ha convertido con los años

en uno de los especialistas mundiales sobre poesía

latinoamericana de las últimas décadas y es vicerrector de

la Universidad Austral y probable candidato al rector en las

elecciones de 2014. Le pregunto dónde está ese poeta que

había en él y encuentro en su casa la

antologíaestruendomudo que publicamos en España en

2003. Allí están memorables versos suyos que todos

celebrábamos: “Toda la noche se oyeron pasar pájaros /

pero no eran señal de ruta alguna / sólo pájaros perdidos en

medio de la tempestad / rota la brújula, el ala quebrada, /

fauna muerta ya al nacer...”. El libro que allí se

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anuncia, Fin de signo, cuyo título ya entonces se estaba

quedando obsoleto, nunca se ha publicado.

*

¿Qué pasa cuando conviven en una misma persona el

poeta, el crítico, el profesor de literatura y el gestor

universitario? El poeta, casi siempre, sale perdiendo y la

poesía de los críticos, de los profesores universitarios suele

pecar además de un formalismo inerte; a veces, supongo,

tendrá que invernar, a la espera de un año en calma, de

eclosión. De todos modos, en esta ciudad con su bello

mercado fluvial (donde el aún candidato Sebastián Piñera

casi se perdió la cara en las fauces de un lobo marino:

busquen la foto en google: vale la pena), me quedo con

unos viejos versos de Oscar: “Al atardecer, / cuando los

últimos pescadores se han marchado / y los pelícanos se

acurrucan sobre su propio pecho, / he vuelto a buscarte en

la feria fluvial. / La feria que fluye como el tiempo / a la

orilla de un río verde. / Y en el breve instante en que el río

se detiene / te he visto caminando hacia mi encuentro / con

una música en los labios que sólo yo adivino / y mis brazos

se extienden / como un par de lancinantes gladiolos rojos”.

Page 13: País de Poetas Por Niall Binns

 

OCTUBRE 21. – En la ciudad más bella abundan los

lugares mágicos. Un autobús me lleva hacia el oeste, por la

orilla del Río Valdivia, hasta llegar al mar y luego hacia el

norte hasta San Ignacio. Camino diez kilómetros más y

llego a Curiñanco. En mapudungun el topónimo significa

“águila negra”, y cuando la carretera de la costa gira hacia

la derecha y veo delante de mí la inmensa playa, los

extensos kilómetros de majestuoso oleaje vapuleando la

costa y rugiendo, de un barranco de pronto se levantan tres

jotes –zopilotes, gallinazos, auras tiñosas...– para

escoltarme cuesta abajo hacia la arena. La imagen de los

jotes me lleva a esbozar un poema, el primer embrión de

poema que escribo en más de un año (con águilas negras

patrullando la playa y un cormorán que “se posa ante el

mar con las alas abiertas venerándolo”). El poeta en mí

también se ha asfixiado en manos del investigador, del

docente.

*

Después de horas en Curiñanco un autobús me lleva a

la pequeña bahía de Los Molinos. Está cerrada la

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Mariscoteca pero en una mesa junto a la ventana de La

Bahía pido una cerveza Kunstmann y empanadas de

marisco. Sin querer me dejo llevar por una conversación en

la mesa de al lado: un hombre y una mujer hablan,

apasionadamente, de Humberto Díaz-Casanueva, uno de

los poetas más oscuros y metafísicos de Chile, autor de un

imponente “Réquiem” y alumno, en los años treinta, de

Heidegger. Es como si el tópico se confirmara: Chile, país

de poetas (en España, en la mesa de al lado, nadie habla de

José Ángel Valente o Antonio Gamoneda).

*

Vi a Humberto Díaz-Casanueva dos veces. En abril de

1991, fue invitado a leer en el Campus Oriente de la

Universidad Católica, poco después de que en las mismas

puertas del Campus muriera acribillado el profesor de

Derecho Constitucional, ex asesor de Pinochet y senador

de la U.D.I. Jaime Guzmán. Recuerdo su condena

categórica del asesinato antes de leer. La segunda vez fue

en octubre del año siguiente, en la lectura poética más

impresionante a la que he asistido en mi vida. Fue en la

Casa Central de la Católica, ante un público multitudinario,

en un día de lluvia torrencial, y la lluvia se oía potentísima

Page 15: País de Poetas Por Niall Binns

en cada silencio que se abría entre los versos y los poemas.

Fueron cinco los que leyeron: el primero, Jorge Enrique

Adoum, al que se presentó –con palabras de Neruda– como

el “mejor poeta de América Latina”; el segundo, Díaz-

Casanueva; el tercero, un muy nervioso Gonzalo Rojas; el

cuarto, Nicanor Parra, que leyó “Defensa de Violeta Parra”

y volvió a sentarse hasta que los gritos de “¡Nicanor!,

¡Nicanor!” lo obligasen a levantarse otra vez y seguir; la

quinta y última, Claribel Alegría, tuvo la triste suerte de

leer mientras una parte del público abandonaba la sala.

Después de la lectura de Adoum –un anticipo, si recuerdo

bien, de Postales del trópico con mujeres–, Díaz-

Casanueva ascendió al escenario con la ayuda de una mujer

joven, quizá su hija, y leyó “Réquiem”, que fue muy

aplaudido, y luego otro poema largo, que fue aplaudido

también pero menos. Cuando se embarcó, en cambio, en un

tercer poema, los aplausos se convirtieron en abucheos y la

joven tuvo que subir para interrumpir al poeta y bajarlo del

escenario. Murió la semana siguiente.

*

De Los Molinos voy caminando hasta Niebla, donde

me sorprende ver una Escuela “Juan Bosch”. Resulta que

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en los años cincuenta Bosch, un importante cuentista y

primer presidente democrático de la República

Dominicana, pasó parte de su largo exilio en la costa

valdiviana. Sigo mi camino y llego, al otro lado de Niebla,

a la casa de dos poetas y amigos entrañables, Bruno

Serrano y Heddy Navarro, que en los años noventa

acogieron en su bar Fértil Provincia a mi hermano Hamish

y su gaita escocesa. El jardín de la casa desciende hasta el

río y la mesa de trabajo del pequeño salón tiene vistas

extraordinarias. Heddy –que publicó hace poco, en Cuatro

Propio, su poesía reunida Palabra de mujer– me cuenta el

impacto que está teniendo el entorno del río y de los

bosques en su obra y me regala una botella de cerveza

artesanal que ella misma fabrica allí en la casa. Bruno,

cuyo Olla común fue en los años ochenta uno de los

poemarios de militancia más pugnaz contra la dictadura,

está trabajando en un quiosco de la Feria del Libro, donde

mañana presentará su último libro,Exhumación del olvido.

Cronología de la Dictadura, 1973-1989.

 

OCTUBRE 22. – Me reúno en el Café del Moro con la

poeta y traductora Verónica Zondek. Me regala La ciudad

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que habito, una nada complaciente meditación poética

sobre Valdivia, y un libro fascinante, Instalaciones de la

memoria, que firma junto con el fotógrafo Patricio Luco

Torres. En torno a un pueblo fantasma, antes poblado por

mineros del salitre en el Desierto de Atacama, la poesía de

Verónica acompaña las imágenes en blanco y negro,

miradas oblicuas sobre las ruinas que han sido tomadas a

través de ventanas ruinosas o grietas en las paredes: “¿Cuál

es el eco? / ¿Cuál el fantasma que ronda solo? / ¿Cuál la

imagen fatua que adorna la tumbadera? // Observador

acordonado: / He visto el camino de los famélicos perros

en abandono // ¿Y la planicie extensa de la arena?”.

 

OCTUBRE 23. – Paso la noche en Osorno, en la casa

de mi amigo Roberto Chacana, profesor de psicología y

literatura en la Austral y que a comienzos de este siglo

participó en un taller que yo dirigía en la Universidad

Complutense. Lo llamábamos el Arenque Rojo. Un “red

herring”, en inglés, es una táctica de distracción empleada

a la perfección por los colegiales británicos. Dicen que un

arenque ahumado restregado sobre las huellas de un zorro

despista a los sabuesos, los aparta de su ruta y su misión.

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Parecía una bella imagen para la poesía. Chacana era el

poeta experimentado del grupo. Llegaba al taller con un

libro ya publicado, Punto cero, que empezaba con “Última

hora”: “Dios y el Diablo han aceptado por fin / sentarse a la

mesa / después de años de hostilidades / nuestros líderes

parecen recobrar la cordura / inclinándose por el camino

del diálogo”... No sé si Chacana será el caso de otro poeta

(o antipoeta) asfixiado por el profesor y el crítico. Su

poesía, eso sí, está invernando. Por ahora se dedica, con

obsesiva y productiva y sardónica fruición, a escribir sobre

Kafka y la familia...

 

OCTUBRE 24. – Me recoge del terminal de autobuses

de Valdivia la poeta y graffitera Yenny Paredes, autora

deManoblanca y los pájaros del pavimento y directora de

la revista Ciudad Circular. Durante una cena de un viaje a

Valdivia en 2001, Yenny sacó de su bolso un aerosol rojo y

me dijo: “Hay un edificio azul a la vuelta. Escoge tú el

verso”. Me vino a la cabeza, de Residencia en la tierra,

“¿Por qué una negra noche / se acumula en la boca?”, y allí

quedó, en tinta roja sangre y la letra escultural de Yenny,

inmortalizada (por el momento) en una foto. En otro viaje,

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en un muro del centro, justo debajo del torreón colonial,

pintó también en rojo un verso de Vallejo: “¡Oh escándalo

de miel de los crepúsculos!”; cuando pasé por allí al día

siguiente, estaban los limpiadores municipales

eliminándolo. Capté varias imágenes: “¡Oh escándalo de

miel de los cre”; “¡Oh escándalo de mi”. Me lleva Yenny a

visitar las fábricas abandonadas de Collico, a orillas del

Calle Calle. Quedaron bajo el agua después del gran

terremoto de 1960 y han sido un paraíso para los graffiteros

más intrépidos –así me lo muestra Yenny–, pero están a

punto de sucumbir ante una nueva oleada de construcción.

 

OCTUBRE 25. – Algunos saben ser a la vez poetas,

profesores y críticos. Tal vez ayude trabajar en un campus

sobre una isla rodeada por tres ríos. En la casa de Verónica

Zondek y su marido, el pintor Menashe Katz, se celebra un

grandioso asado, y allí están Sergio Mansilla Torres, poeta

–como Oscar– de origen chilote que publicó hace algunos

añosCauquil, y Yanko González, autor de Metales

pesados –cuyo título dio nombre a una exitosa cadena de

librerías–, que me regala su nuevo libro Elabuga. En mi

último viaje, me contó el proyecto: una indagación poética

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sobre el suicidio, y más concretamente sobre el

ahorcamiento. Elabuga es el lugar donde se ahorcó Marina

Tsvietáieva en 1941 y hasta el propio Yanko se ahorca en

este libro, provocando numerosos epitafios de amigos y

poetas –entre ellos Verónica y Menashe– en las guardas de

este libro de facción artesanal y médula perturbadora.

Cuánta pena –como siempre– despedirme de Valdivia, de

Oscar y Zita y tantos amigos.

 

OCTUBRE 26. – Almuerzo en Santiago en casa de

María Inés Zaldívar, que acaba de publicar Bruma, un

diálogo poético con imágenes del fotógrafo Bruno Ollivier.

Están allí también mi amigo Patricio Lizama, profesor de

literatura de la Universidad Católica, la poeta colombiana

Luz Mary Giraldo y el poeta chileno, residente en París

desde el Golpe 1973, Waldo Rojas. Luz Mary me regala su

antología Diario vivir, en la que me impresiona la

delicadeza sensorial de sus poemas más recientes; de

Waldo mantengo en la memoria un magnífico poema sobre

moscas: “Saltimbanquis del aire, trapecistas, migajas de un

gran demonio pulverizado, / Esas tiernas, sucias moscas,

diminutos ídolos del asco universal”...

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OCTUBRE 28. – Patricio ha organizado, en la

Católica, un seminario sobre “La Guerra Civil Española y

su impacto en América Latina”. Entre una y otra sesión me

encuentro de paso con el poeta y crítico Pedro Lastra,

siempre cordial y cuya cordialidad como escritor ha

descubierto la poesía chilena para tantos alumnos y

lectores. Acaba de publicar Al fin del día 1958-2013.

Poesía completa, que incluye textos de los últimos años

que no conozco y otros que son ya clásicos suyos: “Ya

hablaremos de nuestra juventud, / ya hablaremos después,

muertos o vivos / con tanto tiempo encima, / con años

fantasmales que no fueron los nuestros / y días que

vinieron del mar y regresaron / a su profunda

permanencia…”.

 

OCTUBRE 31. – He vuelto a Las Cruces. De las

muchas cosas que admiro en Nicanor está la insaciabilidad

de sus búsquedas poéticas. A partir de los 75 años –cuando

otros poetas abandonan su oficio o en vez de callarse dan

vueltas y vueltas sobre lo mismo–, ha sabido inventar y

Page 22: País de Poetas Por Niall Binns

desarrollar un nuevo subgénero para la poesía, los

“discursos de sobremesa”, se ha reinventado como poeta

visual neodadaísta con las grandiosas exposiciones de sus

“Artefactos visuales” y “Obras públicas” y se ha dedicado

a la traducción de Shakespeare y notablemente al

impresionante Lear, rey & mendigo, estrenado en Santiago

en 1992 y publicado por la Universidad Diego Portales en

2005. Los muebles del salón de su casa están cubiertos

como siempre de sus lecturas recientes –entre ellas un

epistolario precisamente de Diego Portales– pero Nicanor

guarda en su cabeza, de manera apabullante, tantas lecturas

de largas décadas, una vasta antología viva de poesía. Si se

trata de Dylan Thomas, allí está, perfectamente

memorizado, el “Poem in October”; si de Yeats, “When

You are Old” y una imagen que estremece a Nicanor: “the

shadows of your changing face”; si de Robert Frost, los

tetrámetros yámbicos de “Stopping by Woods on a Snowy

Evening”: “The woods are lovely, dark, and deep, / But I

have promises to keep, / And miles to go before I sleep,

/And miles to go before I sleep”.

*

Page 23: País de Poetas Por Niall Binns

Están, sobre todo, las ediciones de Shakespeare. Es de

larga duración la pasión de Nicanor por Shakespeare. En

1950, cuando los funcionarios del British Council lo

entrevistaron para enterarse de por qué no acudía a las

tutorías del profesor Milne, fue Shakespeare quien permitió

que se le prorrogara la beca. Les explicó, exagerando por

supuesto –así me lo dice Nicanor– que pasaba su tiempo en

Stratford upon Avon leyendo a Shakespeare en el

cementerio donde está enterrado y toqueteando la tumba

con sus pies. Ante la mirada incrédula de los funcionarios,

se puso a recitar de memoria el soliloquio de Hamlet hasta

que lo detuvieron... Al día siguiente lo llamaron para

confirmar la renovación de la beca y para explicar la

decisión con palabras memorables que Nicanor retiene en

su memoria memorablemente traducidas al castellano:

“Oxford se hizo para perder el tiempo; claro, de la manera

más provechosa posible”. Una versión de ese mismo

soliloquio de Hamlet se publica como poema de Nicanor

en Hojas de Parra (1985), con el título “Ser o no ser”;

recuerdo haber leído a un crítico que alababa las

resonancias quevedianas del texto...

*

Page 24: País de Poetas Por Niall Binns

Nicanor me cuenta una anécdota fascinante. En los

años sesenta o más probablemente, quizás, a comienzos de

los setenta, acudió con su amigo el crítico Frank MacShane

a una clase de W.H. Auden en la Universidad de Columbia.

El poeta inglés, ya evidentemente con ganas de jubilarse,

llegó con 45 minutos de retraso y se sentó allí, sin decir

nada, hasta que MacShane le preguntara por el poema

“Spain”. Auden no contestó, frunció el ceño y tras varios

minutos más de silencio se levantó para transcribir en la

pizarra un soneto de Shakespeare en el que faltaban una

serie de adjetivos. Los alumnos tenían que decidir los

adjetivos más apropiados para llenar los huecos. Después

de varios minutos, ante los titubeos y adivinaciones de los

demás, Nicanor –que sabía el soneto de memoria– levantó

la mano y dejó patidifusos al poeta inglés y a los

compañeros de clase acertando con cada una de las

palabras.

*

Recuerdo un ensayo de Turguenev que hablaba de Don

Quijote y Hamlet como tipos opuestos de la naturaleza

humana, y como modelos constrastados para el escritor

moderno. Los grandes modelos para Nicanor, en cambio,

Page 25: País de Poetas Por Niall Binns

han sido Cristo y Hamlet, y me recita de memoria un

pasaje en que Hamlet trata con particular crueldad a Ofelia,

asediándola a preguntas con fuertes insinuaciones sexuales.

“You are merry, my lord”, le dice Ofelia, y él le espeta: “O

God, your only jig-maker. What should a man do / but be

merry?”. To jig-make: bailar, vivir de fiestas, contar

chistes. El pobre Hamlet –me dice Nicanor– fue incapaz de

actuar, de cumplir con lo que exigía su destino: seguía

contando chistes no más. “Y yo hice lo mismo –me

cuenta– durante cuarenta o cincuenta años”. ¿Pero ahora

qué? No sirve ni el jig-making de Hamlet ni el sacrificio de

Cristo. Ambos murieron jóvenes, y Cristo además a los 33

años, mientras que Nicanor ha cumplido 33 x 3.

*

La solución reside, tal vez, en el Código de Manú...

Hace tiempo leí en una entrevista la fascinación de Nicanor

por este texto sagrado del hinduísmo, según el cual, me

explica, existen cuatro etapas en la vida del hombre

superior: una primera etapa, que sería la del neófito o lector

de las escrituras sagradas; una segunda, que es la del galán;

una tercera, la del anacoreta, que va desprendiéndose de la

hembra, de la familia y de los bienes terrenales; y por

Page 26: País de Poetas Por Niall Binns

último, una cuarta etapa, que es la culminación de la

anterior: la del asceta o mariposa resplandeciente. Me dice

Nicanor que hace seis o siete meses abandonó

definitivamente la segunda de estas etapas.

 

NOVIEMBRE 1. – Me levanto temprano (fiel a la

sabiduría de las gallinas), bajo al centro de Las Cruces y

salgo caminando hacia la bahía de Cartagena. Hay garzas

blancas, gaviotas, correlimos y poquísima gente. El ávido

aleteo y los chillidos de los ostreros me retrotraen a

veranos de mi infancia en la costa escocesa. Aun a cinco o

seis kilómetros de distancia, la casa de Nicanor, con su

tejado oscuro y grandes ventanas se luce contra el fondo de

un breve boscaje de eucaliptos. Presidiendo la bahía está la

blanca estatua de una Virgen del Mar, erguida a cuatro

metros del suelo sobre un ancho plinto en forma de

damajuana. Está rodeada de geranios y macetas con flores

reales y de plástico y sobre el plinto hay centenares de

placas de agradecimiento: Gracias Virgencita, Gracias

Virgen del Mar, Gracias “Stella Maris” por el favor

concedido. Uno de los agradecimientos más elaborados

reza: “Stella Maris / Junto al mar que te arruya [sic] noche

Page 27: País de Poetas Por Niall Binns

y día / llegan tus hijos, oh María / buscando tu dulce

protección. / Yo, ignorado peregrino / a tus plantas me

postro en el camino / y clamo para mí tu bendición”.

*

Es el Día de los Muertos y suenan las campanas de la

iglesia de Las Cruces. “Habría que decir Día de los

Compañeros”, me dice Nicanor. Pero no oye las campanas.

Abre la ventana y grita: “¡Toquen más fuerte, hombre!”.

*

Ha llegado “Tsunami”, hijo del “Chamaco”, y Nicanor

nos muestra a su nieto y a mí los resultados de una

encuesta, hecha a cien especialistas en el tema, sobre la

“mejor canción chilena” del siglo XX. Está feliz que esté

allí su hermana con la “mejor” canción, “Gracias a la vida”

y con la quinta más votada, “Volver a los 17”. En tercer

lugar está “Te recuerdo Amanda”, y Nicanor me habla con

cariño de Víctor Jara y hasta me dice que él la habría

puesto en primer lugar. No conoce, en cambio (yo tampoco

la conocía), la segunda canción más votada, “Mira niñita”

de Los Jaivas, pero Tsunami lo busca en su I-Pad y

quedamos allí los tres escuchándola en silencio.

Page 28: País de Poetas Por Niall Binns

 

NOVIEMBRE 2. – Nicanor me mostró, anoche, las

docenas de cuadernos de trabajo que guarda en su casa.

Algunos son antiguos –de los años sesenta– y me quedaría

leyéndolos durante semanas. Se mezclan en ellos un diario

de vida, apuntes de clase, página tras página de ecuaciones

matemáticas, borradores de poemas... Me pregunto qué

pasará con ellos cuando muera Nicanor –me cuesta

pensarlo, pensar que algún día ya no lo encontraré aquí en

Las Cruces–, si alguien sabrá guardarlos como el tesoro

que son, o si terminarán dispersos, vendidos al mejor

postor.

 

NOVIEMBRE 4. – Almuerzo en la calle Lastarria con

César Cabello, editor de Piedra de Sol y poeta. En un

epílogo a su primer libro, Las edades del laberinto, el

crítico Grinor Rojo hablaba de un desgarrado “barroco

mapuche”. Pues sí, su obra es una modulación bien

peculiar en el neobarroquismo que recorre la poesía

latinoamericana y una vuelta de tuerca, marcadamente

urbanizada, mestiza y poblada de voces marginales, en la

Page 29: País de Poetas Por Niall Binns

poesía mapuche que desde hace 25 años, con tanta avidez,

se está leyendo y publicando en Chile. He leído el borrador

del nuevo poemario de César, Poemas delincuenciales.

Como sus libros anteriores, tiene la gracia de ser una

escritura desde y no sobre los márgenes; en este caso,

desde y no sobre la delincuencia.

 

NOVIEMBRE 11. – Llego tarde al Mundial Poético de

Montevideo. Más tarde aún llega mi pareja, la dramaturga

Denise Despeyroux, que dejó en casa su pasaporte el

viernes pasado y no logró subirse al avión en Barajas. El

Mundial ha sido organizado con entrañable pasión por

Martín Barea y da gusto estar en un festival con voces tan

diversas. Son tres los chilenos invitados. A Héctor

Hernández Montecinos no lo conocía en persona. Sabía de

él, desde luego, como el más internacional de los jóvenes

poetas chilenos actuales. Me regala su imponente Debajo

de la lengua, que con sus 482 páginas es aún más

voluminoso que los anteriores Guión y Coma.

Extravagante en la avidez insistente de sus reescrituras, es

heredero de Neruda, De Rokha y Zurita en su afán de

vastedad, y heredero de sus mayores también en el desafío

Page 30: País de Poetas Por Niall Binns

combativo de sus tomas de posición: “‘Tenís que podar’

me dicen algunos poetas / que les iría mejor como

jardineros, / ‘no escribai tanto’ me dicen algunos poetas /

que les iría mejor como vendedores de celulares, / ‘puro

tecleo’ me dicen algunos poetas / que les iría mejor como

cajeros de bar. / (...) ellos no salen de sus hojitas cagadas

de miedo / creyendo que la gordura de un libro / es gula y

voracidad / y que la dieta es el mejor camino para este

trastorno, / lo que no entienden / es que este exceso no es

más que / el hambre acumulada de tantos años en los que

no pude comer / y sobre todo la necesidad, / la necesidad

de poder esconder entre tanto / lo mínimo que soy yo

mismo para mí”.

 

NOVIEMBRE 12. – Llego demasiado tarde para

escuchar a Héctor Hernández, pero en la Biblioteca

Nacional me impresiona la lectura de Paula Ilabaca. ¿Por

qué será que leen tan bien, casi siempre tan bien, los poetas

chilenos? En España, los recitales suelen ser temibles, es

como si los propios poetas se aburrieran a sí mismos; pero

me ha parecido siempre curioso cómo los chilenos, más

bien retrotraídos por naturaleza –hablo, por supuesto, de

Page 31: País de Poetas Por Niall Binns

estereotipos–, pierden pudor en el escenario, y cómo los

argentinos, en cambio, tan seguros de sí mismos, tan

directos en su trato, se apocan evitando todo histrionismo

cuando se trata de leer poesía. Hay algo hipnótico,

envolvente en la lectura de Paula Ilabaca, pero claro, tengo

el oído y el paladar afinados en Chile. Será por eso, quizá,

pero la suya es la voz que se me ha quedado dando vueltas

por la cabeza.

 

NOVIEMBRE 13. – Por un percance doméstico, Raúl

Zurita no pudo viajar el sábado en el vuelo previsto. Que el

propio Zurita, de su propio bolsillo, haya comprado un

pasaje para llegar a Montevideo este lunes ha conmovido

profundamente a Martín Barea y sus organizadores. Han

publicado aquí su antología Queridos seres humanos, y

Zurita fascinó ayer al contestar a una entrevista

curiosamente deshilvanada en la Biblioteca. Pero hoy, en el

Teatro Verdi, ha deslumbrado al público. Leyó poemas de

su nueva antología y culminó el recital y el festival con su

“Canto a su amor desaparecido”. Son pocos los poetas, y

pocos los poemas, capaces de estremecer físicamente de

ese modo. Hubo gente llorando, gente pasmada que salía

Page 32: País de Poetas Por Niall Binns

del teatro en silencio, retumbando en sus oídos el "pegado,

pegado, a las rocas, al mar y a las montañas", gente que se

llevaba esa extraña sensación de haber presenciado y

tocado algo mágico. El don divino de la poesía. O algo

parecido. Y se fue Zurita, rodeado de amigos y

admiradores, a cenar en La Ronda y refugiarse temprano en

su hotel.

 

DICIEMBRE 13. – Después de cinco semanas

trabajando en la Biblioteca Nacional del Uruguay, paso una

noche en Santiago, en casa de Federico Schopf. Con

Federico y Pilar García, cenamos en un restaurante peruano

con pisco sour y suspiros limeños, y la última noche del

viaje se despide con buena conversación y una botella de

Talisker de la Isla de Skye.

 

 

Niall Binns

(Londres, 1965) Ha publicado los libros de poesía 5 love songs (1999), Tratado

sobre los buitres (2002), por el que obtuvo el premio Gabriel Celaya ese mismo

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año; Canciones bajo el muérdago (2003) y Oficio de carroñero (Caracas, 2006).

Como ensayista ha publicado, entre otros, Un vals en un montón de escombros:

poesía hispanoamericana entre la modernidad y la postmodernidad (1999), Nicanor

Parra (2000), La poesía de Jorge Teillier: la tragedia de los lares (2001), ¿Callejón

sin salida? La crisis ecológica de la poesía hispanoamericana (2004) y La llamada

de España. Escritores extranjeros en la guerra civil(2004). Ha preparado las

ediciones de Páginas en blanco (2001) y Obras completas & algo + (2006, 2011),

ambos de Nicanor Parra, y de El árbol de la memoria (2000) de Jorge Teillier. Es

director de la investigación El impacto de la guerra civil española en la vida

intelectual de Hispanoamérica (http://impactoguerracivil.blogspot.com). En 2013,

publicó el libro Ecuador y la guerra civil española.