la gaceta - abril 2003 - un aniversario y dos centenarios - octavio paz

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La Gaceta - Abril 2003 - Un Aniversario y Dos Centenarios - Octavio Paz

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  • del Fondo de Cultura Econmica

    ISS

    N:

    0185

    -371

    6

    David A. Brading Octavio Paz

    y la potica de la historia

    Jorge Cuesta Raz del hombrede Octavio Paz

    Leonardo Martnez Carrizales

    Octavio Paz. El templereligioso de los aos treinta

    Guillermo Sheridan Examen de Jorge Cuesta

    Al ChumaceroLa poesa de XavierVillaurrutia

    Yvon GrenierRevolucin y revelacinen Octavio Paz

    Louis PanabireJorge Cuesta: saber y poder

    Anthony StantonSobre Laurel, Octavio Pazy Xavier Villaurrutia

    Un aniversario y dos centenarios

    Octavio Paz (quinto aniversario luctuoso)Jorge Cuesta (1903-2003) Xavier Villaurrutia (1903-2003)

    Octavio Paz El desconocido

    Xavier se escribe con equis Conversacin con Robert Nozick y Enrique Krauze

    Xavier VillaurrutiaAcerca de la muerte

  • del Fondo de Cultura Econmica

    DIRECTORAConsuelo Sizar Guerrero

    EDITORDavid Medina Portillo

    CONSEJODE REDACCINAdolfo Castan,

    Joaqun Dez-Canedo Flores, Mario Enrique Figueroa,

    Daniel Goldin, Lorena E. Hernndez,Francisco Hinojosa, Ricardo Nudelman

    ARGENTINA: Alejandro KatzBRASIL: Isaac Vinic

    CHILE: Julio Sau AguayoCOLOMBIA: Juan Camilo SierraESPAA: Juan Guillermo Lpez

    ESTADOS UNIDOS: Benjamn MirelesGUATEMALA: Sagrario Castellanos

    VENEZUELA: Pedro Tucat

    REDACCINMarco Antonio Pulido

    PRODUCCIN

    Vincula, S. A. de C. V.IMPRESIN

    Impresora y EncuadernadoraProgreso, S. A. de C. V.

    La Gaceta del Fondo de Cultura Econmica es una publicacin

    mensual editada por el Fondo de Cultura Econmica, con domici-

    lio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedre-

    gal, Delegacin Tlalpan, Distrito Federal, Mxico. Editor responsable:

    David Medina Portillo. Certificado de Licitud de Ttulo nmero 8635 y

    de Licitud de Contenido nmero 6080, expedidos por la Comisin Ca-

    lificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de

    1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Econmica es un nombre re-

    gistrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el nmero

    04-2001-112210102100, de fecha 22 de noviembre de 2001. Registro

    Postal, Publicacin Peridica: PP09-0206. Distribuida por el propio Fon-

    do de Cultura Econmica.

    Correo electrnico: [email protected]

    SUMARIOABRIL, 2003

    OCTAVIO PAZ: Xavier se escribe con equis 3

    OCTAVIO PAZ: El desconocido 7DAVID A. BRADING: Octavio Paz y la potica

    de la historia 8OCTAVIO PAZ: Conversacin con Robert Nozick

    y Enrique Krauze 11YVON GRENIER: Revolucin y revelacin

    en Octavio Paz 14LEONARDO MARTNEZ CARRIZALES: Octavio Paz. El temple

    religioso de los aos treinta 17GUILLERMO SHERIDAN: Examen de Jorge Cuesta 20

    JORGE CUESTA: Raz del hombrede Octavio Paz 22

    LOUIS PANABIRE: Jorge Cuesta: saber y poder 23XAVIER VILLAURRUTIA: Acerca de la muerte.

    Presentacin de Miguel Capistrn 26AL CHUMACERO: La poesa de Villaurrutia 27

    ANTHONY STANTON: Sobre Laurel,Octavio Paz y Xavier Villaurrutia 28

    ILUSTRACIONES DE JOS MORENO VILLA, CARLOS OROZCO ROMEROY XAVIER VILLAURRUTIA

    ABRIL, 2003SUMARIO

    LA GACETA2

  • pronto se volva aguda y metlica, como por la humedad de los ojos grandes y

    ribe con equis

    p

    Ofrecemos a continuacin unfragmento de Xavier Villaurrutia en

    persona y en obra, de prxima reimpresin bajo el sello de

    nuestra casa editorial.

    En 1931 yo era estudiante en laEscuela Nacional Prepara-toria. Con otros tres amigosSalvador Toscano, Arnul-

    fo Martnez Lavalle y Rafael Lpez Ma-lo haca una pequea revista literaria:Barandal. En ella tambin colaborabanJos Alvarado, Enrique Ramrez y Ra-mrez, Ral Vega, Manuel Rivera Silva yotros muchachos de nuestra edad o unpoco mayores que nosotros como Ma-nuel Moreno Snchez. Se nos ocurripublicar, en cada nmero, como un su-plemento aparte, poemas y textos de es-critores que admirbamos: Alfonso Re-yes, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia,Salvador Novo. Los invitamos y todosellos aceptaron. Con ese motivo visita-mos a Novo. En aquellos aos era jefedel Departamento Editorial de la Secre-tara de Educacin Pblica y despacha-ba en una oficina de la planta baja delprimer piso. Trabajaban bajo sus rde-nes, en un cuarto minsculo que tam-bin serva de antesala, Xavier Villau-rrutia y Efrn Hernndez. Alto, un pococados los hombros, ya ligeramente obe-so, Novo reinaba sobre sus dos amigos ysubordinados con una indefinible mez-cla de cortesa e insolencia. Vesta trajesamplios y de telas claras, a la moda de

    Xavier se esc

    Octavio Pazentonces, ms como un alto empleadode una compaa norteamericana quecomo un dandy mexicano. En aquel M-xico lleno todava de supervivencias delsiglo XIX, Novo afirmaba casi como undesafo su voluntad de ser moderno. Nosazoraban sus corbatas, sus juicios irre-verentes, sus zapatos bayos y chatos, suel chirrido de un tren de juguete al darla vuelta en una curva. Era el personajede sus cuentos: inteligente, tmido, reti-cente, perdido en circunloquios que de-sembocaban en paradojas, falsamentemodesto, extravagante y, ms que dis-trado, abstrado, girando en torno auna evidencia escondida pero cuya apa-ricin era inminente. Novo era brillanteadrede; Hernndez, tambin adrede, opa-co. Villaurrutia no pretenda ser humil-de ni inclinaba la cabeza: la ergua y lamova de izquierda a derecha y de dere-cha a izquierda, entre curioso y desde-

    OCTAVIO PAZ: Claro, los escritores no puesaca con ellos, si no lo es con los demque criticarla, en esto estoy de acuerdo; es una vctima, porque despus de todo, le va peor a un campesino o a un obrero rio con cncer.

    ELENA PONIATOWSKA: Pero los escritoresu ira o su descontento; la expresan. En

    O. P.: Yo creo que tienen razn los edescontento. Sin rebelda no hay gran artda sea el valor supremo del arte. Si lo fuebra que hacer caones o bombas; pero contenga, sobre todo en nuestra poca, uLA GACETA3

    da. Esto es lo que distingue a la obra moa las obras del pasado. Antes, las obras hacen frente a la sociedad, y generalmen

    Suma de Octavio Paz,tomo 15 de las Obras completas dpardos bajo las cejas estrictas y la am-plitud noble de la frente. El pelo era ne-gro y levemente ondulado.

    Desde la primera vez que habl conl me di cuenta de que saba or. Ade-ms, saba responder. Dos virtudes ra-ras, sobre todo entre escritores. Hablabasin precipitacin. A veces esta cualidadse transformaba en defecto: se le veaorse. Tambin desde el principio mesorprendi su hermosa voz, grave y flu-yendo como un ro obscuro. Sus adema-nes eran sobrios y exactos. Dos notasconstantes, espuela y freno: la irona, a

    den aspirar a que la sociedad sea paradi-s. Hay que quejarse de la sociedad y hayero no creo vlido pensar que el escritor

    por muy mal que le vaya a un poeta joven,o a una seora de su casa o a un millona-

    s tienen ms posibilidades de manifestarcambio, un campesino...scritores en expresar su indignacin, sue, con lo cual no quiero decir que la rebel-ra, entonces no habra que hacer arte, ha-pienso que no existe un gran arte que nona dosis esencial y fundamental de rebel-pelo untado de stacomb, sus cejas depila-das, sus anglicismos. Su programa eraasombrar o irritar. Lo consegua.

    Villaurrutia y Hernndez eran del-gados, frgiles y bajos de estatura. Ahterminaba su parecido. Efrn Hernn-dez asomaba entre los papeles y libros desu enorme escritorio una sonriente carade roedor asustado. Detrs de los espe-juelos acechaban unos ojos vivos, irni-cos. Vesta como un escribiente de nota-ra. Tena una vocecita cascada y que de

    oso. Un pjaro que reconoce sus terre-nos y define sus lmites. Como Novo,era elegante pero, a diferencia de suamigo, buscaba la discrecin. Vesta tra-jes grises y azules de tonos obscuros. Alcaminar, con la mirada en alto, taconea-ba con fuerza. Usaba unas camisas blan-cas, inmaculadas y que demasiadoamplias acentuaban la delgadez de sucuello. Piel mate, labios delgados, narizde ventanas anchas, una fisonoma quehabra sido ms bien comn de no serderna y digo desde Cervantes frentese hacan en la sociedad; actualmente sete en contra de ella.

    entrevista con Elena Poniatowska incluida en ele Octavio Paz, impreso recientemente por el FCE.

  • qumico de una compaa azucarera

    a

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    eveces cruel, y la cortesa. Aos despusdescubr que sus buenas maneras ocul-taban un temperamento irritable y quelos epigramas que disparaba defendana un ser inseguro y angustiado, vctimade abulias y depresiones. Aunque noera lo que se llama una persona natural,me pareci que, a diferencia de Novo yde Hernndez, no jugaba a ser su perso-naje. Mejor dicho: l tambin, como to-dos los hombres fuera del comn, era

    JULIO SCHERER: La historia de Plural, tamria ms amplia: la de las relaciones entr

    OCTAVIO PAZ: Una historia tan antigusiglo XIX es ininteligible sin las luchas idles; lo mismo sucede con el siglo XX. Parmordialmente de literatura, arte y pensaxicana, tambin fue hispanoamericana a lo que ocurra no slo en el dominio dAbrimos ventanas y dimos a conocer idera. Vuelta ha seguido la misma trayectota influencia, lo mismo en las revistas yla orientacin general de nuestra literamos sido voceros de partidos, iglesiasnuestras preocupaciones. Las sociedadsexuales, espirituales, econmicas, jurciones son tambin de orden poltico. Mcolisiones gracias a la poltica. Sin poltvencia ni cultura: no hay sociedad. Si sehay que interrogar a su cultura: a sus leformas econmicas, sus creencias... y poltica es parte de la cultura y sin ella nni a nuestra sociedad.

    Tela de jutomo 15 de las Obras completas damistad porque, a pesar de su cordiali-dad, nuestro trato se limit al intercam-bio de ideas y opiniones. A veces Cues-ta me lea sus poemas y ensayos, otrasera yo el que le lea mis cosas; nunca, apesar de que esos aos fueron los de susdesastres, cedi a la confidencia o a laqueja. Relacin intelectual no desprovis-ta de pasin y aun de encarnizamiento:nos interesaban las mismas ideas y losmismos temas pero desde orillas opues-

    bin la de Vuelta, es parte de una histo-e los intelectuales y la poltica. como la historia misma. En Mxico, eleolgicas entre conservadores y libera-a limitarnos a Plural: fue una revista pri-

    iento. Aunque fue una publicacin me- internacional. Estuvimos muy atentose la lengua espaola sino en las otras.as, tendencias y personalidades de fue-ia. Creo que en esto hemos tenido cier- suplementos culturales de hoy que enura. Y voy al grano: aunque nunca he-o gobiernos, la poltica ha sido una dees son redes de relaciones biolgicas,dicas, religiosas, estticas. Estas rela-ejor dicho: son relaciones y no meras

    ca no hay organizacin social, ni convi- desea conocer lo que es una sociedad,es, sus monumentos, sus ciencias, sus

    sus instituciones polticas. En suma, lao es posible entender a nuestro mundo

    icios, entrevista con Julio Scherer incluida en el Octavio Paz, impreso recientemente por el FCE. LA GACETA4que estaba, si no recuerdo mal, entreGante y 16 de Septiembre. Cuando lle-gu, me encontr en la antesala con Xa-vier Villaurrutia. Me dijo que l y Cues-ta me llevaran a la comida y me dio losnombres de los otros asistentes: el grupode Contemporneos en pleno. De prontome di cuenta de que se me haba invita-do a una suerte de ceremonia de inicia-cin. Mejor dicho, a un examen: yo iba aser el examinado y Xavier y Jorge mispadrinos.

    Un taxi nos llev a un restauranteque estaba frente a una de las entradasdel Bosque de Chapultepec, cerca delmercado de flores: El Cisne. Recuerdomuy bien a los asistentes: Ortiz de Mon-tellano, Jos y Celestino Gorostiza, Sa-muel Ramos, Octavio G. Barreda, JaimeTorres Bodet, Enrique Gonzlez Rojo,Elas Nandino y el Abate Mendoza. Tresausentes: Pellicer, Novo y Owen. (Esteltimo viva en Colombia.) Se habl delas opuestas ideas de Goethe y Valryacerca de la traduccin potica, pero, so-bre todo, se habl de Gide, el comunis-mo y los escritores. Eran los das de laGuerra Civil en Espaa. Todos ellos eranpartidarios de la Repblica; todos, tam-bin, estaban en contra del engagementde los escritores y aborrecan el realis-mo socialista, proclamado en esos aoscomo doctrina esttica de los comunis-tas. Me interrogaron largamente sobrela contradiccin que les pareca advertirentre mis opiniones polticas y mis gus-tos poticos. Les respond como pude. Simi dialctica no los convenci, debe ha-berlos impresionado mi sinceridad puesme invitaron a sus comidas mensuales.No pude volver a esas reuniones: al po-co tiempo dej Mxico por una largatemporada primero estuve en Yuca-tn y ms tarde en Espaa. Mi tratocon Villaurrutia volvi a interrumpirse.

    A mi regreso, en 1938, Xavier y Octa-vio G. Barreda me invitaron a su tertu-lia, en el Caf Pars. Hay que aclarar queel Caf Pars tuvo dos pocas. La prime-ra, que yo no conoc, fue la de la calle deGante. Lo frecuentaban Cuesta, Cardo-za y Aragn, Xavier, Salazar Malln, Pe-pe Gorostiza y, cuando estuvo en Mxi-co, Artaud. El Caf Pars de mi tiempoestaba en la calle 5 de Mayo. El grupo sereuna todos los das, salvo los sbadosy los domingos, entre las tres y las cua-tro de la tarde. Los ms asiduos eran Ba-un personaje pero sus gestos coincidancon su mscara. Cuando nos dio los poe-mas para Barandal insisti en que los fo-rros de la plaquette fuesen del papel conque se cubren los muros de las habita-ciones. l mismo escogi la marca, el pa-pel y los colores. Ms que una confe-sin, una definicin. Verde y oro sobrefondo negro: colores nocturnos comosu poesa; tapisserie: el poema concebidocomo una forma cerrada, alcoba verbalcuyas paredes son pginas y las pgi-nas puertas que, de pronto, se abren ha-cia un corredor que termina en un golfode sombra.

    Estos primeros encuentros con Vi-llaurrutia fueron superficiales y no losrecordara si no hubiese sido el princi-pio de un trato ms frecuente. Dej deverlo por algunos aos pero en 1935 co-noc a Jorge Cuesta y casi inmediatamen-te se entabl entre nosotros una relacinque nunca se rompi. Digo relacin y no

    tas. Nuestras coincidencias se situabanen capas ms profundas: si nuestras opi-niones eran distintas no lo eran nuestrosgustos estticos y nuestras preferenciasy animadversiones intelectuales.

    En los primeros das de enero de 1937apareci un pequeo libro mo (Raz delhombre). Jorge escribi un artculo y lopublic en el nmero inicial de Letrasde Mxico, la revista de Barreda. La no-ta de Cuesta no fue del agrado de algu-nos de sus amigos, que vean de reojomis poemas y mis opiniones polticas.En ese mismo nmero de Letras de Mxi-co, y en la misma pgina, apareci unanota sin firma en la que se juzgaba seve-ramente un poema mo. Supe ms tardeque haba sido escrita por Bernardo Ortizde Montellano. Un poco despus Jorgeme invit a una comida y mencion, sinexplicaciones, que asistiran otros ami-gos suyos. Acept y quedamos en quepasara a recogerlo en su oficina. Era

  • rreda, Xavier, Samuel Ramos, el pintor aquellas palabras inteligentes, apasiona-

    Orozco Romero, Carlos Luqun y Celes-tino Gorostiza. No menos puntualesfueron dos espaoles que llegaron unao ms tarde: Jos Moreno Villa y LenFelipe. Tambin concurran, aunque conmenos frecuencia, Jos Gorostiza, JorgeCuesta, Elas Nandino, Ortiz de Monte-llano, Magaa Esquivel y Rodolfo Usi-gli. A veces, ya al final de este perodo,se presentaban Jos Luis Martnez y, es-pordicamente, Al Chumacero. En unamesa distinta, a la misma hora, se reu-nan Silvestre Revueltas, Abreu Gmez,Mancisidor y otros escritores ms o me-nos marxistas. Ya al caer la tarde llegabaotro grupo, ms tumultuoso y colorido,en el que haba varias mujeres notablesMara Izquierdo, Lola lvarez Bravo,Lupe Marn, Lya Kostakowsky y ar-tistas y poetas jvenes como Juan Soria-no y Neftal Beltrn.

    En nuestra mesa se discuta y se con-taban chismes literarios y polticos: elsignificado de las palabras happiness ydemocracy en Whitman, el realismo fan-tstico y el socialista, el cante jondo y losversculos bblicos... Durante una tem-porada nos dio por dar ttulos de libros,levemente deformados, a personas y si-tuaciones. Un escritor de pequea estatu-ra y que sala con una rubia de bustoeminente se llam inmediatamente Tar-tarn en los Alpes. El bastn de El Caba-llero (el mismo de uno de los epigramasde Xavier) se transform poco a poco enun rgano prensil como el archibrazode Fourier. La saga de El Caballero y suBastn contena episodios memorables:con su Bastn El Caballero haba soste-nido el techo de su casa la noche deltemblor y con su Bastn probaba todaslas maanas la temperatura de su bao.

    Salamos del Caf Pars a la ya desdeentonces inhospitalaria ciudad de Mxi-co con una suerte de taquicardia, no ssi por el exceso de cafena o por la an-gustia que todos, en mayor o menorgrado, padecamos. A veces, con MorenoVilla y Len Felipe o con Barreda, Xa-vier y Jos Luis Martnez recin llega-do de Guadalajara pasebamos porla ciudad. Mientras Barreda anunciaba lamuerte inminente de la literatura, Xa-vier imperturbable continuaba hablan-do de los poemas franceses de Rilke o,ante la clera de Len Felipe, de Whit-man como poeta para boy scouts. Anoche-ca, los amigos se dispersaban y todasdas o irnicas se volvan un poco de airedisipado al doblar una esquina. Yo sentaque caminaba entre ruinas y que los tran-sentes eran fantasmas. De esos aos sonlos sonetos que llam Crepsculos de la ciu-dad en homenaje y rplica a Lugones pe-ro, asimismo, a Xavier Villaurrutia:

    Yazgo a mis pies, me miro enel acero

    de la piedra gastada y del asfalto:pisan opacos muertos maquinalesno mi sombra, mi cuerpo verdadero.

    En 1938 la editorial Sur de BuenosAires, gracias a la intervencin de Al-fonso Reyes, public el libro central deVillaurrutia: Nostalgia de la muerte. JosBianco, el secretario de Sur, le haba es-crito a Xavier pidindole que encargasea algn escritor mexicano la nota quedebera publicar la revista.

    Xavier me pregunt si yo quera es-cribirla. Asent, y as comenzaron miscolaboraciones en Sur y mi amistad conBianco. Las reuniones en el Caf Pars mellevaron a colaborar con Xavier y juntosemprendimos algunos trabajos literarios.Los ms notables fueron la fundacinde El Hijo Prdigo y Laurel, la antologade la poesa moderna en castellano. Eleditor y animador de El Hijo Prdigo fueOctavio G. Barreda. El primer consejode redaccin estuvo compuesto por Xa-vier, Al Chumacero, Celestino Gorosti-za, Antonio Snchez Barbudo y yo. Erala unin, como puede verse por esta lis-ta, de dos generaciones, la de Contempo-rneos y la nuestra, la de Taller y TierraNueva. Unos y otros coincidamos enciertas actitudes morales y estticas que,ms all de los cambios literarios y pol-ticos, han sido esencialmente las mismasque ms tarde sostendran la Revista Me-xicana de Literatura (en sus dos pocas),Plural (el autntico) y Vuelta. La situa-cin de entonces no era muy distinta ala de ahora: El Hijo Prdigo, sobre todoen sus primeros nmeros, fue una revis-ta polmica que defendi, frente a laconfusin entre arte y propaganda, la li-bertad de la imaginacin.

    Laurel provoc reacciones an msviolentas que El Hijo Prdigo, pero no essta la ocasin para contar la historiade ese escndalo. A m se me ocurri laidea de hacer la antologa. Con ella que-ra mostrar la continuidad y la unidad

    LA GACETA

    5 CALENDARIO

    El Premio Octavio Paz de Poe-sa y Ensayo fue otorgado es-te ao, por unanimidad, a JosEmilio Pacheco, poeta, ensayis-ta, narrador y traductor de am-plia y reconocida trayectoria enel mbito de la literatura hispa-noamericana contempornea.

    Recientemente, nuestra casaeditorial realiz una nueva edi-cin de toda su poesa bajo el t-tulo de Tarde o temprano [Poe-mas 1958-2000], volumen queregistra una labor de ms decuatro dcadas de fidelidad a laliteratura y la lectura, a la escri-tura y a su personal demonio,la reescritura: Escribir es elcuento de nunca acabar y la ta-rea de Ssifo. Paul Valry acer-t: No hay obras acabadas, sloobras abandonadas. Reescribires negarse a capitular ante laavasalladora imperfeccin.

    Anteriormente, Pacheco hasido distinguido con el PremioNacional de Poesa Aguasca-lientes (1969), el Premio XavierVillaurrutia (1973) y el PremioNacional de Literatura y Lin-gstica (1991). Asimismo, esmiembro de El Colegio Nacionaldesde 1986. Enhorabuena por elautor memorable de Tarde otemprano, Las batallas en el de-sierto y Morirs lejos.

    El 12 de marzo el Colegio Wi-lliams Mixcoac institucin enla que Octavio Paz realiz susprimeros estudios record alNobel mexicano con motivodel quinto aniversario de su fa-llecimiento. Con este acto, seiniciaron las diversas activida-des que en nuestro medio cul-tural celebran a uno de los au-tores universales que vieronlas letras de nuestros pas enel pasado siglo. Entre dichosactos, se llevaron a cabo la

  • Despus, nada. El gran silencio mexica-de la poesa de nuestra lengua. Era unacto de fe. Crea (y creo) que una tradi-cin potica no se define por el concep-to poltico de nacionalidad sino por lalengua y por las relaciones que se tejenentre los estilos y los creadores. Es cu-rioso, tanto a la generacin de Xavier co-mo a la ma, a pesar de haber profesadola doctrina del cambio y la ruptura opor eso mismo?, nos preocup siem-pre la idea de continuidad. Habl conBergamn, que era el director de la edito-rial Sneca, le propuse el libro y le dijeque yo no podra hacerlo solo. Acept in-mediatamente mi idea y me pregunt sihaba pensado en algn colaborador.No, no haba pensado pero all mismose me ocurri el nombre de Villaurrutia.Tambin lo acept y enseguida sugirilos nombres de dos poetas espaoles:Emilio Prados y Juan Gil Albert. Dos ge-

    neraciones de espaoles y mexicanos:Villaurrutia/Prados y Gil Albert/Paz.

    Desde el principio Xavier dirigi nues-tros trabajos. Todas las tardes Xavier yyo nos veamos, a veces en la BibliotecaIberoamericana que estaba en la calle deLuis Gonzlez Obregn y otras en laeditorial Sneca. El trabajo consisti,primero, en escoger a los poetas que de-beran figurar en la antologa y, des-pus, en elegir los poemas y escribir lasnotas biogrficas y bibliogrficas. Emi-lio Prados no asista a las reuniones. Sucolaboracin se limit a la seleccin desus propios poemas. Gil Albert estaballeno de buena voluntad pero conocaapenas la poesa hispanoamericana, demodo que no pudo ayudarnos muchoen la seleccin de los poetas nacidos enAmrica. En cambio, s particip en la se-leccin de los poetas espaoles y en lade los poemas.

    El ttulo de la antologa y el epgrafede Lope (presa en laurel la planta fugitiva)se le ocurrieron a Bergamn. Al final, unpoco antes de enviar los textos a la im-prenta, Bergamn sugiri algunas supre-siones (Larrea, Dmaso Alonso) quecometimos la debilidad de aceptar.Tambin a ltima hora Villaurrutia yBergamn decidieron, con la aprobacinde Prados sa fue su nica interven-cin, eliminar al grupo de poetas j-venes que formaban la cuarta seccinde la antologa (Miguel Hernndez,Juan Gil Albert, Luis Rosales, LezamaLima, yo mismo y otros que no recuer-do). Me opuse y Gil Albert conmigo. Nonos hicieron caso. El prlogo de Xavier

    alude no sin irona a este incidente: Alprimer grupo de poetas de esta antolo-ga han sucedido, al menos, puesto queuna nueva y en formacin se agita e im-pacienta, dos promociones... Esos agi-tados e impacientes ramos nosotros.Pero Neruda no se indign, como dijodespus en el Canto general, por la ex-clusin de Miguel Hernndez sino porla inclusin de Vicente Huidobro. Aho-ra, al cabo de tantos aos, pienso queBergamn y Villaurrutia tenan razn: sal-vo en el caso de Miguel Hernndez, eraprematura la inclusin de los poetas queen aquellos aos ramos los jvenes.

    A fines de 1943 dej, por muchosaos, Mxico. Al principio Barreda y al-gunos otros amigos me escribieron.

    LA GACETA6no. De vez en cuando tena noticias deXavier, nunca directamente. Pero en1949 publiqu Libertad bajo palabra y leenvi un ejemplar. A los pocos meses re-cib Canto a la primavera y otros poemascon una dedicatoria tan efusiva y gene-rosa que todava me conmueve. Entrelas cosas buenas que me han ocurrido seencuentran esas lneas de Xavier. Pero alo bueno siempre sucede lo malo. Unamaana de 1950 me encontr, en la em-bajada de Mxico en Pars, a Rufino Ta-mayo. Me salud serio y me dijo: Sa-bes la noticia? Muri Xavier Villaurru-tia. Como ocurre con frecuencia en esoscasos, o las palabras de Rufino sin or-las. No sent nada. Unas horas despus,ya a solas, me di cuenta de lo que signi-ficaban realmente. Pero hago mal en ha-blar de significacin: la muerte no la tie-ne y esto es lo que nos deja indefensosante ella. No podemos decir nada frentea la que dice nada. La muerte es la in-sig-nificacin universal, la gran refutacinde nuestros lenguajes y nuestras razones.

    Durante esos aos en Pars a vecespensaba en el regreso a Mxico y me re-peta, mentalmente, aquellos versos deTablada dedicados a Lpez Velarde:Qu triste ser la tarde, / cuando a M-xico regreses / sin ver a... X. V. Terminpor regresar, nueve aos ms tarde. UnMxico distinto. Nuevos amigos: CarlosFuentes, Jorge Portilla, Ramn y Ana Xi-rau, Elena Poniatowska, Jaime GarcaTerrs. En alguna reunin encontr aElas Nandino. Hablamos y recordamosa Xavier. Siempre generoso, al cabo deuna semana recib un paquete de su par-te. Era un pequeo libro de pastas rojas.Lo abr y descubr que era el ejemplar deLibertad bajo palabra que yo haba envia-do a Xavier aos antes. Xavier lo habamandado empastar y lo haba anotadocon cuidado. En la ltima pgina habaescrito, con su letra clara y menuda, unpoema de cuatro lneas, probablementeuno de los ltimos que escribi: Palabra.Lo leo como un oblicuo comentario a milibro y a la poesa:

    Palabra que no sabes lo quenombras.

    Palabra, reina altiva!Llamas nube a la sombra

    fugitivade un mundo en que las nubes

    son las sombras.

  • a Xavier Villaurrutia

    La noche nace en espejos de luto.Sombros ramos hmedoscien su pecho y su cintura,su cuerpo azul, infinito y tangible.No la puebla el silencio: rumores silenciosos,peces fantasmas, se deslizan, fosforecen, huyen.

    La noche es verde, vasta y silenciosa.La noche es morada y azul.Es de fuego y es de agua.La noche es de mrmol negro y de humo.En sus hombros nace un ro que se curva,una silenciosa cascada de plumas negras.

    Noche, dulce fiera,boca de sueo, ojos de llama fija,ocano,extensin infinita y limitada como un cuerpo acariciado a obscuras,indefensa y voraz como el amor,detenida al borde del alba como un venado a la orilla del susurro

    o del miedo,ro de terciopelo y ceguera,respiracin dormida de un corazn inmenso, que perdona:el desdichado, el hueco,el que lleva por mscara su rostro,cruza tus soledades, a solas con su alma,ensimismado en su rida pelea.Su pensamiento recorre siempre las mismas salas deshabitadas,sin encontrar jams la forma que agote su impaciencia,el muro del perdn o de la muerte.Pero su corazn an abre las alascomo un guila roja en el desierto.

    Suenan las flautas de la noche.Canta dormido el mar;ojo que tiembla absorto,el cielo es un espejo donde el mundo se contempla,lecho de transparencia para su desnudez.

    l marcha solo, infatigable,encarcelado en su infinito,como un fantasma que buscara un cuerpo.

    Poema tomado del tomo 11 de las Obras completasde Octavio Paz, Obra potica I,

    FCE/Crculo de Lectores (Letras Mexicanas, 1997)

    LA GACETA7

    El desconocido

    Octavio Paz

    presentacin del libro Octavio

    Paz y la potica de la historiamexicana, de David A. Bradingcon la presencia del historia-dor ingls y de Enrique Krau-ze y, asimismo, una maratnde lectura de homenaje el da31 de marzo celebrando, estavez, el que habra sido el cum-pleaos 89 del poeta. Talesactividades concluyen con laedicin del tomo 15 de la Obrascompletas que el FCE ha venidopublicando en coedicin conCrculo de Lectores de Espaa.

    Este nmero de La Gaceta,por su parte, se suma a tal ce-lebracin y la acompaa con elhomenaje de otras dos fechas:los centenarios de Xavier Vi-llaurrutia y de Jorge Cuesta.

    Maurice Blanchot (1908-2003),el escritor ms secreto de laliteratura universal de nuestrosdas, segn escribe Patrick K-chichian en Le Monde, muri elpasado 20 de febrero a la edadde 95 aos.

    Considerado uno de los ma-yores crticos que ha dado elvigsimo siglo, su fama ape-nas si se corresponde con supresencia pblica: nunca acep-t dar entrevistas, conferenciaso recibir premio alguno. La ni-ca imagen que se conoce de les una fotografa que data de1929, esto es, cuando tenaapenas 21 aos. Kchichian nosrecuerda que en los aos trein-ta Blanchot fue una figura inte-lectual destacada de la JeuneDroite, desempeando una in-tensa actividad periodstica enla prensa extremista de aquelentonces (Journal des Dbats,LInsurg y Combat), enemigamuy a la Action Franaisede la democracia liberal y desus valores fundados en el hu-manismo universalista. Despusde la segunda Guerra, paradji-camente, los asuntos del judas-mo, la Shoah y Auschwitz seconvertiran para Blanchot enalgo ms que un tema: una ob-

  • Las siguientes pginas formanparte de Octavio Paz y la potica de

    la historia mexicana, editado esteao dentro de nuestra Seccin

    de Obras de Historia. Del mismo autor hemos

    publicado Una Iglesia asediada:el obispado de Michoacn, 1749-1810(1994), Caudillos y campesinos en la

    Revolucin mexicana (1996), Minerosy comerciantes en el Mxico

    borbnico, 1763-1810 (1997) y Orbeindiano: de la monarqua catlica a la repblica criolla, 1492-1867 (1998).

    En 1953 Paz volvi a Mxicotras nueve aos de exilio, endonde permaneci hasta 1959desempeando un cargo en

    la Secretara de Relaciones Exteriores ydedicado a escribir poesa y crtica. En lasegunda edicin aumentada de El labe-rinto de la soledad (1959) releg La dia-lctica de la soledad a un apndice e in-sert un nuevo captulo ocho tituladoNuestros das. Como corresponda ala poca de la Guerra Fra, Paz deplorlos efectos del imperialismo para conde-nar inmediatamente la tirana totalitariade la Unin Sovitica que dispers to-das las esperanzas que alguna vez des-pert la revolucin socialista. En cuantoa Mxico, tuvo cuidado de enfatizar que,no obstante que el pas viva bajo el r-gimen de un solo partido, su gobiernose haba abstenido del terror organizado,no haba abrazado una ideologa mono-

    Octavio Paz y

    David A. Bradingltica y era relativamente abierto en su re-clutamiento. Como haya sido, si Mxicohasta antes de la Revolucin haba sidoun objeto pasivo en el interior del siste-ma imperialista, al igual que la mayorade los pueblos de la periferia, ahoraingresaba a la historia universal comoun objeto activo. No obstante la sensatapertinencia de todas estas observacio-nes, Paz no escribi aqu con toda sufuerza y, a decir verdad, para emplearlos trminos de su crtica a El luto huma-no de Jos Revueltas, el captulo quedcontaminado de poltica y sociologay apenas mostr el vuelo de su imagina-cin. Ms an, Mxico y Latinoamricaquedaron atrapados, por no decir querelegados, por la Revolucin cubana, lacual inaugur ms de una dcada de fer-mentos izquierdistas, de guerra de gue-rrillas y, a modo de reaccin, de regme-nes militares.

    En 1961, en reconocimiento a su esta-tura literaria, Paz fue nombrado emba-jador en la India, un pas gobernado porJawaharlal Nehru, quien aspiraba a lo-grar una dirigencia a mitad del caminode la Unin Sovitica y de los EstadosUnidos. Si para Paz su estancia en la In-dia signific una alegra personal y ani-m su inspiracin potica, las noticiasde los acontecimientos en Mxico lo lle-varon a renunciar en 1968. En ese ao deextendida militancia estudiantil por to-do el mundo, un verano de protestas, deenfrentamientos con la polica y mani-festaciones pblicas, en la ciudad deMxico alcanzaron su desdichado cl-max en el mes de octubre, cuando lasunidades del ejrcito abrieron fuego so-bre una manifestacin estudiantil, ma-tando al menos a 35 personas e hiriendoprobablemente a muchas ms. Esta ma-sacre sucedi apenas unos das antes dela inauguracin de los Juegos Olmpicosen la ciudad de Mxico el 12 de octubrey por tanto demostr al mundo el carc-ter autoritario del rgimen que goberna-ba al pas.

    la potica deTras su renuncia en protesta por lamasacre, Paz se refugi en los EstadosUnidos e Inglaterra y en 1970 publicPosdata, en donde trat de descifrar elsignificado interno de los hechos de Tla-telolco. En el prefacio describi este lar-go ensayo como una secuela de El labe-rinto de la soledad y como un ejercicio de

    LA GACETA8su imaginacin crtica, dando a enten-der que formaba parte o preludiaba unaobra ms amplia sobre el desarrollo y larevolucin en Latinoamrica. Inspirado,sin duda, por la observacin de AlfonsoReyes de que hemos sido convidadosal banquete de la civilizacin cuando yala mesa estaba servida, Paz escribiuna encendida diatriba:

    Los modelos de desarrollo que hoynos ofrecen el Oeste y el Este soncompendios de horrores: podremosnosotros inventar modelos ms hu-manos y que correspondan a lo quesomos? Gente de las afueras, morado-res de los suburbios de la historia, loslatinoamericanos somos los comensa-les no invitados que se han colado porla puerta trasera de Occidente, los in-trusos que han llegado a la funcin dela modernidad cuando las luces estnpor apagarse llegamos tarde a todaspartes, nacimos cuando ya era tardeen la historia, tampoco tenemos unpasado o, si lo tenemos, hemos escu-pido sobre sus restos, nuestros pue-blos se echaron a dormir durante unsiglo y mientras dorman los robarony ahora andan en andrajos, no logra-mos conservar ni siquiera lo que losespaoles dejaron al irse, nos hemosapualado entre nosotros...

    Y a pesar de todo lo anterior, agregPaz, Latinoamrica ha producido poetasy escritores que han sido pares de losmejores en todo el mundo. Pero cmocrear una sociedad que no terminara nien los helados parasos policiacos delEste ni en las explosiones de nuseas y

    la historiaodio que irrumpen el festn del Oeste?Buena parte del problema tena que vercon la identidad y con la relacin de M-xico con los Estados Unidos. Sin embar-go, ese pas gigante estaba absorbidopor su propio monlogo perpetuo y nohaca caso de sus vecinos. Sin embargo,era la esperanza de Paz que los recientes

  • movimientos entre los negros, las muje- do, teniendo cuidado de no levantar la

    9

    sesin; asimismo, su posicin

    poltica se desplazara haciauna izquierda militante muchasveces radical.

    De Blanchot sobrevivirn, sinduda, sus profundas meditacio-nes en torno a lo que l denomi-n el espacio literario ttuloen espaol de uno de sus libroscapitales, con sus penetran-tes anlisis de nombres y obrascentrales en la tradicin intelec-tual occidental, de entre las cua-les el FCE ha publicado los si-guientes ttulos: De Kafka a Kaf-ka y Lautramont y Sade, ambosde la coleccin Breviarios.

    La Pontificia Universidad Ca-tlica del Per acaba de pu-blicar un grueso volumen dehomenaje a Jorge EduardoEielson, indiscutiblemente otrode los grandes poetas hispa-noamericanos que al igualque Gonzalo Rojas o BlancaVarela contina escribiendoy regalndonos las invaluablessorpresas de su obra poticams reciente. En efecto, el li-bro editado por la PUCP en suFondo editorial 2002 bajo el t-tulo de Nudos. Homenaje a J.E. Eielson rene toda la poesadel autor, incluidos algunospoemas inditos hasta antesde esta publicacin.

    El trabajo de recopilacin yedicin estuvo a cargo de JosIgnacio Padilla, quien realizuna labor titnica al conseguirintegrar en 600 pginas de granformato varios apartados extra-poticos, es decir, que renenensayos, entrevistas, prosas yobra grfica de Eielson; de igualmodo, Jos Ignacio Padilla reu-ni tambin una amplia gamade textos que constituyen, di-gamos, un volumen que podradenominarse Eielson ante lacrtica, con textos notables deJulio Ramn Ribeyro, Julio Or-tega, Javier Sologuren, Jos Ko-zer y William Rowe, entre mu-chos otros. res y los chicanos indicaban que los Es-tados Unidos podran estar a punto decambiar y estar listos para dialogar conMxico.

    Curiosamente, la retrica de la vio-lencia del prefacio no encontr otra ex-plosin semejante en las primeras dossecciones de Posdata, en las cuales, a pe-sar de que Paz seal que un peridicoextranjero calcul en 350 las muertes enTlatelolco, no incurri en ningn tipode lamento formal. En vez de eso, comen-t la cruel irona de que en el preciso mo-mento en que el gobierno mexicano te-na la esperanza de mostrar al mundolas dimensiones y la velocidad del pro-greso econmico del pas al hacer las ve-ces de anfitrin de los Juegos Olmpicos,los estudiantes mexicanos haban alza-do su voz en pblico, protestando por-que la desigualdad social segua siendoextrema y pidiendo democracia. Una vezms, Paz advirti sobre los efectos ma-lignos de la civilizacin tecnolgica, loque equivala a decir que la modernidadreduca a los trabajadores a meros ins-trumentos y que ignoraba o suprima to-da esa parte del hombre que clamabapor el amor y el arte.

    Al volverse a la historia reciente, Pazconfes que, pasado el momento anr-quico de la Revolucin, Mxico haba sidogobernado por una serie de presidentestodopoderosos, electos regularmente porel rgimen de un solo partido, siempreen el poder, que ahora llevaba el nom-bre grotesco de Partido RevolucionarioInstitucional (PRI). Slo que esta maqui-naria burocrtica estaba flanqueada poruna influyente clase de banqueros e in-dustriales. No obstante un impactanteciclo de crecimiento econmico, el pas se-gua padeciendo una tremenda desigual-dad social. Paz se quej de la corrup-cin del lenguaje practicado por el rgi-men, del golfo entre las palabras y larealidad y se puso a corretear a un anti-guo espantajo al condenar los recientesmurales como oratoria pintada. Final-mente, seal la fabulosa reverenciapblica con la que se trataba a los presi-dentes cuando estaban en el poder, y seremont hasta la victoria de Carranza,Obregn y Calles sobre los movimientospopulares de Zapata y Villa, movimien-tos que fueron incapaces de crear un Es-tado. En todo esto, Paz escribi con untono moderado, crtico y a la vez medi-emocin ni de dirigir ningn ataquefrontal a la autocracia presidencial.

    En la tercera seccin de Posdata, Pazafirmaba que exista el otro Mxico,un pas y un pueblo muy alejados delprogreso de la minora activa, el cualposea una gaseosa realidad, un sub-suelo psquico, en el que las viejas creen-cias e ideas, por fragmentarias que fue-ran, seguan formando una estructuraideolgica, que a su vez creaba predis-posiciones y por tanto tena influenciaen los actos. Ciertamente que toda so-ciedad, por no decir que cada indivi-duo, estaba involucrada en un dilogocasi perpetuo con su historia, y que si sesuprima la memoria del pasado esedilogo habra de emerger repentina-mente del inconsciente colectivo en losmomentos de crisis. Paz coment: Loque ocurri el 2 de octubre de 1968 fue,simultneamente, la negacin de aque-llo que hemos querido ser desde la Re-volucin y la afirmacin de aquello quesomos desde la Conquista y an antes.El subsuelo psquico de Mxico estabacolmado de fantasmas y con facilidadpoda provocar pesadillas. No eraesencialmente simblica la historia in-terna de cada pas? Para Paz, la masacrede Tlatelolco tuvo todas las caractersti-cas de un acto ritual: un sacrificio, ce-lebrado para conservar en el poder al Es-tado mexicano. Aadi: Doble realidaddel 2 de octubre de 1968: ser un hechohistrico y ser una representacin sim-blica de nuestra historia subterrnea oinvisible [...] esa tarde la historia visibledespleg, a la manera de un cdice pre-colombino, nuestra otra historia, la in-visible, lo que equivale a decir que elsignificado de los smbolos se volvitransparente.

    A manera de explicacin, Paz invoca la geografa y la historia, y declar queMxico luca fsicamente como una granpirmide que se levantaba en una suce-sin de colinas desde las costas del Ca-ribe y el Pacfico hasta llegar al santua-rio de la plataforma del Anhuac. Eraaqu en donde los pueblos nativos ha-ban levantado sus pirmides, en Mxi-co-Tenochtitlan, en donde los aztecashaban ofrecido sus sacrificios de vcti-mas humanas, para que con su sangrederramada los dioses y el mundo se for-talecieran. Sin embargo, los aztecas ha-ban sido los ltimos en llegar al An-

    LA GACETA

  • me bloque de teologa petrificada. leyes existentes. Los presidentes de M-huac; herederos de una civilizacin clsi-ca que concluy en el siglo IX, legitimaronsu poder recin adquirido derrotando alos toltecas, de cuyos monarcas decandescender. Tal era el prestigio de Mxi-co-Tenochtitlan que Hernn Corts le-vant su nueva capital en medio de susruinas y estableci as una continuidadentre el Estado azteca y el rgimen es-paol, una continuidad no slo relativaa la sede del poder sino tambin en lamanera en que los gobernantes eranpercibidos por los pueblos sobre los queejercan su autoridad. Paz aadi: Losvirreyes espaoles y los presidentes me-xicanos son los sucesores de los tlatoa-nis aztecas. Ms an, tan profunda, yano digamos instintiva, era la sensacinde continuidad que cuando Mxicorompi con Espaa su independencia sejustific llamando a la nacin mexica-na, ya en existencia antes de la Con-quista y a punto de recuperar su liber-

    tad. As, esta ficcin histrico-jurdicaconsagraba la legitimidad de la domina-cin azteca: Mxico-Tenochtitlan era yes el origen, la fuente del poder. Y estenfasis en la continuidad con el sombrombito de los aztecas se renov y exten-di luego de la Revolucin.

    Al proponer entonces que el moder-no Estado mexicano era el heredero di-recto de los gobernantes del Anhuac,Paz pronunci entonces una amargaelega sobre los aztecas y los mexicanosque haban estudiado su cultura y suimperio:

    Nuestros crticos de arte se extasanante la estatua de la Coatlicue, enor-La han visto? Pedantera y heros-mo, puritanismo sexual y ferocidad,clculo y delirio: un pueblo de solda-dos y sacerdotes, astrlogos y sacri-ficadores. Tambin de poetas: esemundo de colores brillantes y pasio-nes sombras estaba atravesado porbreves, prodigiosos relmpagos depoesa. Y en todas las manifestacionesde esa nacin extraordinaria y terri-ble, de los mitos astronmicos a lasmetforas de los poetas y de los ritosdiarios a las meditaciones de los sa-cerdotes, la obsesin, el color, el tufode la sangre. Como esas ruedas de su-plicios que aparecen en las novelas deSade, el ao azteca era un crculo de 18meses empapados de sangre; 18 cere-monias, 18 maneras de morir: por fle-chamiento o por inmersin en el aguao por degollacin o por desollamien-to... Danza y penitencia.

    Por cul aberracin religiosa ysocial una ciudad de la hermosurade Mxico-Tenochtitlan fue el tea-tro de agua, piedra y cielo de un alu-cinante ballet fnebre? Y por culofuscacin del espritu nadie entrenosotros no pienso en los naciona-listas trasnochados sino en los sa-bios, los historiadores, los artistas ylos poetas quiere ver y admitir queel mundo azteca es una de las aberra-ciones de la historia?

    No contento con vivir en tal salvajis-mo, Paz arguy entonces que a los azte-cas no se les poda comparar con la barba-rie de Gengis Khan, ya que debido a sucoherencia teolgica sus atrocidades eranms parecidas a las guerras de religinemprendidas en Europa o a los crmenesde los Estados totalitarios en el siglo XX.

    Por este legado prehispnico, la his-toria mexicana difera de la de los otrosEstados latinoamericanos. Mientras esasRepblicas estaban dominadas general-mente por caudillos, en Mxico, en cam-bio, los polticos ms exitosos eranaquellos que parecan ser tlatoanis. Ladistincin estaba entre Jurez y SantaAnna, o entre Carranza y Villa. Esto es,el tlatoani es impersonal, sacerdotal einstitucional [...] el caudillo es persona-lista, pico y excepcional. El caudilloacceda al poder en tiempos de crisis ycreaba su propia ley, mientras que el tla-toani heredaba el poder y afirmaba las

    LA GACETA

    10xico, Paz deca, no eran sino tlatoanis engrande, cabezas de toda una casta deburcratas e idelogos, moderno sacer-docio, cuya autoridad se derivaba de sucargo, el cual se heredaba y transmitaen ordenada sucesin. Obviamente quetal forma de gobierno siempre corra elpeligro de la petrificacin, y en pocas decrisis haca falta otro tipo de dirigente.

    A manera de conclusin, Paz exami-n la geografa simblica de la ciudadde Mxico. Tlatelolco fue originalmenteel centro secundario de Mxico-Tenoch-titlan, con su templo y mercado propios.Luego se estableci all un conventofranciscano y, ah junto, el famoso Cole-gio de Santa Cruz, fundado para educara los hijos talentosos de la nobleza ind-gena. Soport siglos de olvido hasta quedespus de la segunda Guerra Mundialel gobierno construy un conjunto degrandes edificios habitacionales y lo bau-tiz como la Plaza de las Tres Culturas.La continuidad del asentamiento de Tla-telolco tena su paralelo en la plaza prin-cipal de Mxico, el Zcalo, y el PalacioNacional. Sin embargo, en donde Pazatin fue en su anlisis del Museo Na-cional de Antropologa, construido en elBosque de Chapultepec y concluido en1964. ste es un edificio de gran belleza,diseado con salas de exposicin quedesembocan en un gran patio rectangu-lar, cuya organizacin obliga a los visi-tantes a pasar por las primeras culturasclsicas de Mxico antes de llegar a lassalas dedicadas a los aztecas, al fondodel patio, un rea dominada por la fa-mosa piedra del Calendario y la mons-truosa estatua de la Coatlicue. Qu eraeste museo, deca Paz, sino una celebra-cin de la apoteosis-apocalipsis de M-xico-Tenochtitlan. En efecto, sirvi comotemplo del Estado mexicano, el autopro-clamado heredero del Mxico prehisp-nico. Lo que el museo demostraba erala supervivencia, la vigencia del mode-lo azteca de dominacin en nuestra his-toria moderna. Paz conclua afirmandoque en nuestra poca la imaginacin escrtica y nos deba ensear a soar y adistinguir entre los espectros de las pe-sadillas y las verdaderas visiones.

    Aunque Paz describi Posdata comola continuacin de El laberinto de la so-ledad, difera considerablemente en suaproximacin a la historia mexicana.Hasta ah Paz haba presentado una in-

  • terpretacin esencialmente dual, acen-

    LA GACETA

    ROBERT NOZICK: Una de las corrientesoriginales del radicalismo planteaba elproblema de la propiedad en esos mis-mos trminos: consideraba que los tra-bajadores tenan derecho al fruto de sutrabajo. Asimismo, una de sus vertientesconceba la propiedad de una maneracercana al socialismo. Bien. Usted habl

    capitalistas. El Estado reacciona y buscala ayuda de los que no son barones: en lasociedad moderna, de los trabajadoresunidos en sindicatos. As resultan tres po-deres: los grandes sindicatos, los grandescapitalistas, y un Estado fuerte que notarda en abusar de su poder. La nicamanera de contrarrestar su fuerza estuando el contraste entre tradicin ymodernidad, catolicismo y liberalismo.En su lugar ahora postulaba una conti-nuidad subyacente entre Anhuac,Nueva Espaa y Mxico, una continui-dad que puede observarse mejor en lamanera en que se ejerca el poder polti-co. Pero esta nueva interpretacin eraalgo ms que una manera simblica deatacar la autocracia presidencial? Al re-ferirse a la barbarie de los sacrificioshumanos en Mxico-Tenochtitlan, eraobvio que Paz tena en mente la masa-cre de Tlatelolco. Por ese motivo, al re-ferirse al tlatoani como el ancestro pol-tico de los virreyes y los presidentes,aislaba un rasgo impactante de la histo-ria de Mxico: la anulacin de los meroscaudillos y la idolatra que con tantafrecuencia rodeaba a los gobernantesdel pas. Cuando Paz atribuy la masa-cre, al menos en parte, al recrudecimien-to del otro Mxico, un pas y una so-ciedad cuyos fantasmas exigan seraplacados, evoc la imagen de un in-consciente colectivo an acosado porcreencias y comportamientos prehisp-nicos tan poderosos que eran capacesde influir aun en los actos del gobierno.Lo que aqu encontramos es un eco deese conocido contraste hispano-ameri-cano entre civilizacin y barbarie, tanelocuentemente establecido por Domin-go Faustino Sarmiento en su Facundo.Para este argentino, su pas estaba des-garrado por una lucha entre las ciuda-des y las pampas, la libertad y el despo-tismo, Europa y Amrica, y en particularentre los ejrcitos regulares y uniforma-dos conducidos por oficiales profesio-nales y las hordas de gauchos guiadaspor los caudillos que fundaban su po-der en la aplicacin del terror ms queen la razn. Una anttesis muy semejan-te se puede observar en Paz, si bien ensu caso la barbarie y el terror an presen-tes en Mxico se podan atribuir a la ma-ligna y oculta influencia de los aztecas ysus dioses. Todo esto era muy distantede la vitalidad exuberante y de la reno-vada comunin que l alguna vez discer-niera en esa fiesta de las balas, la Revo-lucin mexicana.

    Traduccin de Antonio SaboritOfrecemos enseguida un fragmento de la conversacin

    sostenida por Octavio Paz, RobertNozick y Enrique Krauze durante

    el Congreso Mundial de la Cultura,organizado por la UNESCO

    en la ciudad de Mxico en noviembre de 1982. Este

    dilogo est incluido en el tomo15 de las Obras completas de

    Octavio Paz, Miscelnea III, quenuestra casa editorial public

    recientemente.

    PROPIEDAD Y MONOPOLIO

    OCTAVIO PAZ: Ahora pode-mos pasar al problema dela propiedad. Cada vez meconvenzo ms de que la li-

    bertad debe basarse en la propiedad. Es-to puede escandalizar a mucha gente deizquierda pero es porque se confunde so-cialismo con propiedad estatal. El progra-ma de Marx era otro: para l los trabaja-dores deben recuperar y administrar lapropiedad que los capitalistas les hanquitado. De modo que la libertad y es-to es algo que muchos intelectuales lati-noamericanos ignoran o han olvidadoes inseparable de la propiedad. Usted nopuede gozar de libertad si no puede dis-poner de sus propias cosas. Sin embar-go, esta propiedad debe tener algn l-mite para que no llegue a oprimir a losdems. El problema de la propiedad essemejante al del Estado: cmo evitarque sea un instrumento de dominacin?

    Conversacin

    Nozick y Enri

    Octavio Paz11de una propiedad pequea personal ylimitada, pero en realidad el anarquis-mo no tiene modo de limitar esa propie-dad. Le dar un ejemplo: la gente podratener alguna pequea propiedad perso-nal y despus, por un convenio mutuoque los anarquistas tendran que permi-tir, esa propiedad aumentara. Si yo tu-viera alguna propiedad personal, y de-seara que usted me diera lecciones depoesa, podra decirle: Seor Paz, que-rra dedicar una hora a criticar mi poe-sa, a cambio de lo cual le dara algo demi propiedad personal? ste es un con-venio entre nosotros dos; un anarquistano podra impedirlo. En qu momentopodra detenerse este proceso en una so-ciedad anarquista? Si esta sociedad fue-ra amante de la poesa, habra muchaspersonas que desearan estudiar con us-ted. Podra dar gratis las lecciones, escierto, pero no habra nada malo en quepidiera algo a cambio de sus ensean-zas. Esto muestra cmo crecera la pro-piedad privada, incluso en un sistemaanarquista que originalmente slo prove-yera a sus individuos de una propiedadlimitada. La libertad anarquista tendraque asegurarme, tambin, la libertad dedarle mi propiedad.

    O. P.: La historia verifica lo que us-ted dice. En la sociedad feudal, el reyera dbil. Era el par de los barones. Di-lema: o los barones se hacen ms y mspoderosos o la monarqua los somete.Al someterlos, la monarqua se vuelveabsoluta. En una sociedad con un Esta-do dbil, la propiedad privada comienzaa crecer espontneamente y convierte alEstado en un instrumento de los baro-nes, es decir, de las grandes compaas

    con Robert

    que Krauze

  • crear una serie de frenos y equilibrios, LA MORAL OBLIGATORIA ES MORAL?

    que realmente slo funcionan en las pe-queas sociedades.

    R. N.: Quisiera agregar una conside-racin. La izquierda socialista sostieneque el Estado sirve frecuentemente parareforzar los derechos de propiedad exis-tentes. No creo que esto sea necesaria-mente malo; depende de si estos dere-chos son justos o no. En buena parte deAmrica Latina se han otorgado gran-des extensiones de tierra, segn el capri-cho del rey o del gobernante. Me pareceque en estos casos no se puede alegar underecho justo a la propiedad. El Estadorefuerza y sostiene usurpaciones. Una delas maneras en que el Estado acta a fa-vor de los grandes propietarios consisteen excluir la competencia: las socieda-des capitalistas utilizan al Estado paraadquirir monopolios. Estos monopoliosno son resultado de las fuerzas libres delmercado sino de los derechos exclusivosque el gobierno concede a algunas em-presas. Los empresarios privados usanal Estado para proteger su posicin eco-nmica y lograr que la competencia seailegal. Si pudiramos impedir que el Es-tado favoreciera a unos en detrimentode otros, si impidiramos que intervi-niera en la economa, dejando libre lacompetencia, entonces tendramos unsistema ms fluido con un menor creci-miento de los grandes capitales y conotros beneficios.

    ENRIQUE KRAUZE: Se me ocurre un ca-so distinto. Hay pases que han tenidoque imponer algunas restricciones a ladesmedida derrama de productos trans-nacionales. Algunos de estos productosson inofensivos, es cierto, pero otros...

    R. N.: Puede darme un ejemplo?E. K.: La propaganda en los medios

    masivos de comunicacin. Por ejemplo:Alimente a su beb con la maravillosa le-che Nestl. Con este mensaje, la radio yla televisin inducen indebidamente a lagente a consumir un producto perjudicial.En este tipo de situaciones el Estado pue-de, quiz, intervenir de manera positiva.

    R. N.: Es un ejemplo interesante. Setrata de un producto particular, de algoparecido a una sustancia que engendraun hbito. En casos de este tipo siemprepuede uno preguntarse: Dejaremosque la gente que no conoce las conse-cuencias del uso del tabaco comience afumar, a sabiendas de que es tan difcildejar de hacerlo una vez que se ha co-menzado? Lo que ocurre con la lechees un poco distinto pues, de todos mo-dos, hay que alimentar a los nios. Sinembargo, si las madres utilizan una fr-mula durante cierto tiempo, luego nopodrn darle el pecho a sus hijos. Elegiruna cosa ahora les impedir elegir otracosa despus; fumar cigarrillos ahorapuede hacernos muy difcil dejar de ha-cerlo despus... Deseara saber ms so-bre la leche Nestl. S que mucha de supropaganda provino de fuentes en lasque normalmente no confo, que se dis-cuti si era perjudicial o si era ms sana,aunque se mezclara con agua, que la le-che de una madre mal alimentada. Sediscuti qu era lo mejor para los nios.En cuanto a los adultos: para m no re-presenta un problema dejar que hagansus propias elecciones.

    O. P.: Tomemos otro ejemplo, que enesta ocasin afecta a los adultos: los in-gleses vendan opio a los chinos.

    R. N.: En cierta ocasin, el editor deun importante peridico chino me ha-blaba de la libertad individual y trajo acolacin este mismo caso. De qu mo-do podan los ingleses dominar a la so-ciedad china mediante la venta delopio? Cmo se puede realmente domi-nar a una sociedad? Le vendan opio a lagente, lo cual provocaba que algunaspersonas fueran menos activas que lonormal: slo deseaban irse a un fumade-ro a aspirar opio. Esto debilitaba a la so-ciedad en cierta medida, ya que la genteno era capaz de participar en ella demanera activa y creadora. Pero cmo sepermiti que los britnicos dominarana la sociedad china? Fue as: un sector dela sociedad china deseaba el opio; entreellos, algunos lo fumaban sin llegar a loms bajo, sin volverse viciosos. Los in-gleses no queran que fueran otros losque los surtieran y, por la fuerza, impu-sieron un monopolio. Las amapolas nopodan cultivarse en China. Si los in-gleses hubieran tenido el monopolio dela comida, o de cualquier otra cosa que lagente necesitara mucho, entonces estamisma gente habra tenido que hacer loque los ingleses desearan. No se tratabatanto del vicio que provoca el opio, nidel opio mismo, sino de que los inglesesimpusieron un monopolio: Si deseanadquirir esto decan, tendrn queadquirirlo con nosotros y slo con noso-tros. Lo que hicieron los ingleses fueeliminar la competencia.

    LA GACETA

    12O. P.: Hay dos formas de considerar es-to. Por un lado, los ingleses tenan elmonopolio e imponan al gobierno chi-no la venta del opio; por otro lado, po-demos suponer que el gobierno chinono tena nada que ver en ello y que losingleses tenan libertad total para ven-der el opio en China. Deba permitirloel gobierno chino? Era o no moral im-pedir la venta libre del opio?

    R. N.: Aqu hay dos preguntas: unase refiere a los individuos y otra a lacolectividad. La primera es sta: debeun gobierno permitir que sus indivi-duos echen a perder sus vidas? La se-gunda puede plantearse as: si un nme-ro grande de individuos desea echar aperder su vida hasta el punto en que estotiene consecuencias sociales importantes,debe dejar el gobierno que esto suceda?

    O. P.: Si se trata de una persona, po-demos lamentar que beba mucho. Si setrata de una colectividad, entonces unotiene que pensar en...

    R. N.: ...lo que le suceder a la socie-dad. Si un gran porcentaje de la pobla-cin escoge hacerlo, entonces... Supon-gamos que toda esa gente quisieraabandonar el pas: el gobierno no ten-dra que permitirlo.

    E. K.: Algo similar a lo que usteddescribe est ocurriendo ahora en Mxi-co. Una parte significativa de la burgue-sa compra bienes y propiedades en losEstados Unidos. Se trata de un fenmenocolectivo de desnacionalizacin. ste esotro ejemplo de una situacin en la que elEstado tiene que decidir si debe actuar ono. Aunque quiz la mejor actuacin se-ra manejar con inteligencia la economa.

    R. N.: La gente no es propiedad de lasociedad. La opinin que dice: desea-mos que el pueblo desempee un papelimportante en el desarrollo econmico,porque es lo que nuestra sociedad nece-sita, puede ser una noble opinin, perotal vez no beneficie efectivamente a laactividad econmica. Supongamos queuna buena cantidad de personas, deseo-sas de dedicarse a la poesa, desempe-an actividades econmicas mnimaspara vivir y pasan el resto de su tiempoescribiendo y leyendo poesa. No sugie-ro que esto sea como ser opimanos, pe-ro podra considerarse as desde el puntode vista de la sociedad. El gobierno nopodra decir: Lo sentimos, pero necesi-

  • poeta es ms importante que recibir guien puede decir: utilice este produc-

    o

    v

    t

    i

    proteccin. Tal vez pensaran que segui-ran siendo poetas aunque otro Estadolos conquistara.

    Hace un momento se habl de limi-tar algunos productos para proteger a lagente. Esos lmites siempre son impues-tos por el gobierno, que tiene una opi-nin particular acerca de cmo deberavivir la gente. La mayora de los quecreen que es razonable que el gobiernoimponga esos lmites porque la genteno tiene toda la informacin pertinente,y cosas por el estilo, supone que losfuncionarios gubernamentales son gen-te como ellos. En realidad, no lo son. In-cluso si alguna vez lo fueron, dejaron deserlo al convertirse en funcionarios. Poresto desconfiara si el gobierno me acon-sejara que viviese de esta o aquella ma-nera. Hay que ver cmo se elige a losfuncionarios del gobierno y hay que verquines llegan a ser funcionarios. Si tuvie-se que pedirle a alguien consejos acercade cmo vivir mi vida, me cuidara mu-cho de preguntrselo a un funcionario.

    to, y otro: no lo utilice. En un sistemaplural, y aunque a uno no le gusten laselecciones de mucha gente, algunos eli-gen cosas diferentes, lo cual permite quehaya un cierto nmero de opciones dis-tintas. En cambio, si es el gobierno elque toma las decisiones con el pretextode que l tiene ms medios para saberqu es lo que conviene, y si al tomarlasse equivoca, sus errores nos afectan a to-dos. Es imposible creer que el gobiernotoma siempre las decisiones adecuadas.Tambin es imposible disear un siste-ma general que compense los erroresdel gobierno y evite que sus consecuen-cias sean atroces.

    O. P.: No nos gusta el Estado porqueimpone cosas y no creemos que quienesdirigen el Estado sean ms prudentes quenosotros. Esto es lo fundamental y en loque coincidimos.

    R. N.: No slo se trata de que cometanerrores o sean imprudentes. Mis objecio-nes van un poco ms all: tampoco quieroque me impongan decisiones acertadas.LA GACETAtamos que esta sociedad se desarrollepor otros cauces; es cierto que a ustedesles gusta leer poesa y escribirla, pero nocooperan con nosotros, de modo queno vamos a permitir que sigan con lapoesa. Aun as, la gente podra contes-tar: No tienen derecho a impedrnoslo.No somos propiedad suya y no tenemospor qu cooperar con ustedes. Lo quedeben hacer es no molestarnos.

    O. P.: Si furamos absolutamente li-bres podramos hacer cualquier cosa, in-clusive matarnos unos a otros. Por esodecidimos tener un Estado y cederleparte de nuestra libertad. Esto implicaque personalmente debo ayudar al Esta-do a defenderme. Tengo que cumplircon el servicio militar, o trabajar todoslos das en la fbrica, o ir a la escuela. ElEstado me permite cierta libertad y meprotege de mis vecinos y de la interven-cin extranjera. Eso le concede derechoa pedirme algo en cambio. Podra pedir-me que no consumiera herona, porqueafecta mi capacidad para trabajar el n-mero de horas necesario.

    R. N.: El problema es saber qu esta-ramos dispuestos a ceder nosotros. Podrasuceder que diferentes personas cedie-ran porciones distintas de su libertadpara recibir proteccin del Estado. Si yodeseo que me proteja, puedo renunciara determinadas libertades: cedo mi li-bertad de atacar a los dems, por ejem-plo. Pero esto no quiere decir que puedanhacer conmigo lo que quieran. Cuandovoy al mdico, dedico parte de mi tiem-po y de mi dinero a que me cure. l pue-de aconsejarme que deje de fumar, o quehaga ms ejercicio pero nada ms. En nin-gn momento le concedo derecho paraobligarme a hacer esas cosas. As que pue-de haber lmites a la libertad que yo cedo.

    O. P.: Pienso en la sociedad interna-cional. Si el Estado y la sociedad sonbuenos y poderosos, pero se ven amena-zados desde fuera, no s cmo se podraevitar la coercin. La solucin consisti-ra quiz en tener un Estado mundial?Pero ese Estado, no sera ms tirnico?

    R. N.: Supongamos que la mayorade una sociedad no desea ceder ningu-na de sus libertades a cambio de protec-cin y que, adems, desea dedicarse a lapoesa o a cualquier otra actividad queno contribuya a la defensa del pas. Si ungrupo percibe el peligro que esto impli-ca para la sociedad, habla sobre l conlos dems, y aun as encuentra que lamayora no desea la proteccin del Esta-do, entonces puede inferirse que, para lamayora, algunas cosas son ms impor-tantes que la proteccin que ofrece el Es-tado. Ellos diran que vivir la vida de un

    JULIN ROS: Me gustara empezar preguembajador.

    OCTAVIO PAZ: No, de ninguna manerado la embajada fue una liberacin. Esten que serv en el cuerpo diplomtico dtradiccin entre mi situacin oficial y mse trataba de dos mundos paralelos,que no me senta avergonzado de serporque, fundamentalmente, estuve siempxicana.

    J. R.: Ya que hemos encarrilado la clelas tuyas, sera interesante conocer Cmo ingresaste en el cuerpo diplom

    O. P.: Yo ingres al servicio diplomdifcilmente, como periodista y con empte una poca tuve que trabajar en el Bantando billetes viejos, los billetes que se(ramos un grupo de 10 personas) nosque ya estaban sellados y que no tenanban a un horno. Algo demoniaco. Vi, dla otra cara del rgimen capitalista. Tamdinero es un signo, pero un signo queque se coman millones de pesos que y

    Soloen 13Cuando uno destaca estos proble-mas y los discute, las cosas siempre secomplican. Sin embargo, me parece quela limitacin es peor que la libertad. Enel caso de la publicidad, por ejemplo, al-

    ntndote si el poeta tiene nostalgia del

    . Me siento ms libre ahora. Haber deja- no quiere decir que, durante los aos

    e Mxico, haya experimentado una con-i actividad potica. Siempre pens que

    independientes. Adems, debo decirir al gobierno de Mxico en el exteriorre de acuerdo con la poltica exterior me-

    onversacin por estas actividades para-cmo el poeta se meti a diplomtico.tico?ico por casualidad. Viva en Mxico muyleos extravagantes. Por ejemplo, duran-co Nacional contando billetes, pero con- van a quemar. De modo que a nosotros pagaban un sueldo por contar billetes valor, y despus esos billetes los lleva-ramos, el otro aspecto de la economa,bin, el carcter fantasmal del dinero: else destruye. Vi las grandes llamaradasa no eran millones sino papel viejo.

    a dos voces, entrevista con Julin Ros incluida el tomo 15 de las Obras completas de Octavio Paz,

    impreso recientemente por el FCE.

  • Fragmento tomado de From Artto Politics, Octavio Paz and the

    Pursuit of Freedom, cuya traduccin al castellano serpublicada en breve dentro de

    nuestra Seccin de Obras de Historia.

    Paz nunca propuso una nue-va teora de la revolucin.Debe observarse esto sin ol-vidar qu poco novedoso se

    ha dicho al respecto desde Tocqueville.No obstante, los textos de Paz sobre larevolucin son refrescantes gracias a suconciencia de las mltiples dimensionescomplementarias, y en ocasiones para-djicas, de este fenmeno distintivo dela modernidad.

    La revolucin es un fenmeno moder-no pero con hondas races en la premo-dernidad. Paz, junto con muchos ms,nos recuerda que la revolucin es tantoun salto hacia el futuro como un inten-to de reconciliar el presente con algunosorgenes mticos. Por ejemplo, es bien sa-bido que Zapata deseaba recuperar el sta-tu quo ante, previo a las reformas liberalesy a la modernizacin de Porfirio Daz.Una revolucin puede tener una serie demotivaciones, no todas progresistas ocompatibles. En una frmula clsica su-ya, por ejemplo, Paz presenta la revolu-cin como una pasin generosa y un fa-natismo criminal, una iluminacin y unaobscuridad. La Revolucin mexicana fuetanto tradicional como progresista, pues

    se despleg en dos direcciones: fue el

    Revolucin y

    en Octavio Pa

    Yvon Grenierencuentro de Mxico consigo mismoy en esto reside su originalidad his-trica y su fecundidad; adems, pa-ralelamente, fue y es la continuacinde las distintas tentativas de moder-nizacin del pas, iniciadas a finesdel siglo XVIII por Carlos III e inte-rrumpidas varias veces.Es visible el gozo de Paz al analizarla fiesta de las balas desde distintos n-gulos histrico, poltico, psicolgico,mitolgico y artstico y siempre con sufamosa propensin a ver, en las contra-dicciones aparentes, dimensiones com-plementarias de fenmenos amplios ycomplejos, y en fenmenos en aparien-cia simples y homlogos, mosaicos sin-crticos. Quiz valga la pena recordar allector que toda esta sutileza se articulen un pas y regin donde la palabra m-gica revolucin es de amplio uso en unsentido estrictamente maniqueo, si esque el PRI, o, ms recientemente, el PRD,no la privaron ya de todo significado.

    La revolucin es, para Paz, la expre-sin poltica mxima de la ideologa delprogreso. Sin ste, el concepto de revo-lucin sera absurdo, pues revolucinmenos progreso no es sino revuelta.La revolucin es la idea poltica progre-sista par excellence, la creencia ltima enuna tabula rasa y la produccin sistem-tica de un futuro mejor. De este modo,sus crticas al progreso, la modernidad yla revolucin son en esencia una y lamisma y, no obstante, el fenmeno dela revolucin merece una atencin espe-cial en los textos de Paz, pues yace enla encrucijada turbulenta donde conver-gen y en ocasiones colisionan tres de susgrandes pasiones: su bsqueda perdura-ble del cambio radical, su afecto romnti-co y personal por la Revolucin mexicanay su feroz crtica a la retrica revoluciona-ria que elaboran sus colegas intelectuales.

    La postura de Paz respecto de la re-volucin est, como la misma historiapoltica de Mxico, llena de paradojas. Ariesgo de parecer un lugar comn, dira

    revelacin

    zque su corazn deseaba creer en la revo-lucin mientras su mente la rechazabade modo deliberado, disposicin que lodot de una posicin ventajosa (si bienincmoda) para entender este cenit depasin y razn. En otras palabras, Pazofrece tanto una apologa de la Revolu-cin mexicana como una crtica liberal

    LA GACETA14de las revoluciones en general, en parti-cular de las que defendieron sus colegasintelectuales contemporneos mexicanos(y latinoamericanos).

    Es interesante observar que Paz lla-ma a la revolucin la religin pblicade la modernidad, y a la poesa, la re-ligin privada de la modernidad, quees lo mismo que decir que revolucin ypoesa tienen una base religiosa comn.Ambas son imposibles de comprendersin considerar los impulsos irracionalesque las anima, la bsqueda de algo queest ms all, o en algn lugar ms pro-fundo, del reino de los intereses. Estealgo es la bsqueda cuasirreligiosa deuna reconciliacin total con el otro, tantofuera como dentro de uno mismo, y esinasequible en trminos estrictamentemorales o polticos; est, por decirlo as,en algn grado significativo, ms alldel bien y del mal.

    En su juventud, este vstago de unactivista zapatista y nieto de un pensa-dor liberal muy independiente y en oca-siones rebelde, se vio cautivado por lamusa, la revolucin. Mucho despus deperder casi todas sus ilusiones acercade los modelos de revoluciones polticasen el mundo, permaneci en l el encan-to de la posibilidad de una revolucinesttica e incluso moral. Por ejemplo, supasin por el surrealismo fue ms moralque artstica y mucho ms artstica quepoltica. Por moral debe entenderse nouna doctrina exhaustiva, sino un intentoromntico de changer la vie mediante la re-novacin del lenguaje, un deseo de creeren la capacidad de los artistas de cam-biar a la sociedad de forma drstica. In-cluso su obstinacin en creer que el so-

    cialismo no est muerto tras la deba-cle que ese edificio ideolgico padecidesde todos los ngulos posibles pue-de leerse como un acto de fe desespera-do por parte de alguien que nunca separcomo afirm en una entrevista con Gui-llermo Sheridan en 1997 lo que sientode lo que pienso. Se tiene la impresin de

  • que Paz senta que era su deber defender nas como de los asentamientos euro- que result ser su real subestructura po-

    el cambio radical de los partidarios delstatu quo y ste, desde una perspectivademocrtica pluralista, de los revolucio-narios irresponsables y profesionales.

    Paz desconfiaba de la clase de mura-lismo ideolgico que patrocinaron va-rios gobiernos mexicanos. No obstante,prest un apoyo consistente a los mitoslegitimadores centrales del rgimen encurso: la naturaleza en esencia populary radical de la Revolucin mexicana. Pa-ra l, se trat de un momento unifica-dor, un momento de la verdad en que elpueblo se descubri a s mismo comouno solo. Ms all de la Revolucin deZapata, Madero o Pancho Villa, siemprehay en Paz esta revolucin mtica, nicae indivisible. Nacido en el seno de unafamilia que particip de forma directaen la Revolucin, Paz probablemente seidentifica con ella. Cuando sostiene quela Revolucin mexicana fue el inespe-rado rebrotar de una vieja raz comuni-taria y libertaria, es tentador observarque l tambin reconoce su propia deudacomunitaria y libertaria con su entorno.La Revolucin mexicana, como seala enPosdata (1970), careca de base ideolgicala caracterstica ms importante paraun romntico, omisin que, en su opi-nin, permiti al trmino revolucinquiz ceder a una facilidad lingstica.Expresa esta postura en su discurso deaceptacin del Premio Nobel:

    A diferencia de otras revolucionesdel siglo XX, la de Mxico no fue tan-to la expresin de una ideologa mso menos utpica como la explosinde una realidad histrica y psquicaoprimida. No fue la obra de un grupode idelogos decididos a implantarunos principios derivados de una teo-ra poltica; fue un sacudimiento po-pular que mostr a la luz lo que esta-ba escondido. Por esto mismo fue,tanto o ms que una revolucin, unarevelacin. Mxico buscaba el pre-sente afuera y lo encontr adentro,enterrado, pero vivo.

    Esto apunta a un nivel ms de anli-sis del fenmeno revolucionario porparte del autor de La otra voz. Durantedcadas, Paz reflexion sobre la necesi-dad de recobrar realidades enterradas,con lo que se refera a prcticas popula-res antiguas tanto de los pueblos indge-peos. De forma interesante, Paz buscade nuevo races preliberales, premoder-nas, de libertad. Acerca de estas reali-dades enterradas, afirma:

    Es la misma realidad subterrnea queaparece en los movimientos campesi-nos europeos de la poca de la Refor-ma y, en Mxico, en todos los levanta-mientos agrarios desde la Coloniahasta el siglo XX. Los intelectuales de-ben recoger esta herencia, sembrar esasemilla de verdad y repensar en la pro-mesa que esconde: vivir en armona enpequeas comunidades es una aspira-cin social e individual, tica y estti-ca que ilumina, en todas las civilizacio-nes, a la antigua nocin de edad de oro.

    Y sobre estas semillas de libertad ydemocracia del tiempo de la Colonia:

    En el caso de Mxico lo mismopuede decirse de otros pases de Am-rica Latina los principios democr-ticos fueron implantados, en primertrmino, por los espaoles: ayunta-mientos, audiencias, visitadores, jui-cios de residencia y otras formas deautogobierno y crtica del poder. Estassemillas democrticas fueron desarro-lladas y radicalizadas, sucesivamen-te, por los ilustrados del siglo XVIIIy, sobre todo, por los hombres quelucharon por la independencia denuestro pas y por los que consuma-ron, en los siglos XIX y XX, la reformapoltica democrtica. En este sentido,la democracia mexicana o msexactamente: los siempre amenaza-dos islotes democrticos del Mxicocontemporneo ha sido una recrea-cin original, con frecuencia heroica,de unos principios descubiertos porlos pueblos y los intelectuales euro-peos en su lucha contra las distintasformas de dominacin que ha cono-cido el hombre desde su origen.

    La postura de Paz ante la Revolucinmexicana debe entenderse desde la po-sicin privilegiada anterior. Lejos de sertan slo una ruptura, fue de hecho eldespertar de algo sin direccin y apenasracionalizado; fue una suerte de resu-rreccin. Lo que otorga a la Revolucinmexicana su encanto, fue para Paz su di-simulada dimensin no revolucionaria,

    LA GACETA

    15pular, no racionalizada, romntica. Notena futuro, pero, de forma muy pareci-da a la poesa, s tena una presencia, puesse conectaba con esta realidad subterr-nea y enterrada.

    Esto nos lleva de regreso al tema quefue origen de tanta afliccin para Paz: larelacin entre la poesa y la poltica revolu-cionarias. Como sostiene en El arco y la lira:

    La gesta de la poesa de Occidente,desde el romanticismo alemn, ha si-do la de sus rupturas y reconciliacio-nes con el movimiento revoluciona-rio. En un momento o en otro, todosnuestros grandes poetas han credoque en la sociedad revolucionaria, co-munista o libertaria, el poema cesarade ser ese ncleo de contradiccionesque al mismo tiempo niega y afirmala historia. En la nueva sociedad lapoesa ser al fin prctica.

    La revolucin y la poesa apuntan almismo ideal, pero slo una lo ha alcan-zado: la segunda. A la revolucin la con-fiscaron ideologas autoritarias, mien-tras la posibilidad misma de revolucinse evapor con la propia modernidad.La revolucin poltica se relaciona conlos acomodos del poder, mientras lapoesa se refiere a una dimensin mu-cho ms profunda y fundamental de laexperiencia humana. La poesa es, unavez ms, el premio de consolacin de lamodernidad. Esto se relaciona con la cr-tica liberal de Paz a la revolucin.

    Paz fue un producto lcido del sigloXX; creyente en el cambio radical, poco apoco molde sus creencias de las contin-gencias de la historia. Una evaluacinrpida de las revoluciones modernas re-vela que la Revolucin estadunidensegener una repblica estable con la ma-yora de las caractersticas estructuralesbsicas de una democracia, pero esta Re-volucin no fue precisamente la clase dejuego suma-cero que se suele denomi-nar revolucin; se trat primero y antesque nada de una guerra de independen-cia que cort los lazos institucionalescon una matriz semejante pero lejana.Todos los dems casos de revolucionesmodernas produjeron en esencia el mis-mo resultado: un Estado ms fuerte,ms centralizado, ms penetrante (Fran-cia y Mxico) y casi siempre ms autori-tario, militarizado y represivo (todas las

  • caz: desmont las construcciones lin nunca es del todo clara, y la princi-

    ayuno particular de dimensin univer-sal. Estas revueltas son por lo generalproducto del subdesarrollo y sus prota-gonistas no son clases sociales o indivi-duos, sino naciones. Esto, en su opi-nin, es la gran limitacin sera msacertado decir: condenacin de todaslas revoluciones en los pases atrasados,sin excluir, por supuesto, ni la rusa ni la

    l

    a

    o

    D

    eideolgicas de las revoluciones, lesarranc la mscara religiosa y las mos-tr en su desnudez histrica, profana.El liberalismo no se propuso substi-tuir esas construcciones con otras; landole misma de esta tradicin inte-lectual, esencialmente crtica, le haprohibido proponer, como las otrasgrandes filosofas polticas, una me-tahistoria. Este dominio haba sidoantes de las religiones; el liberalismono ofreci nada en cambio y circuns-cribi la religin a la esfera privada.Fund la libertad sobre la nica ba-se que puede sustentarla: la autono-ma de la conciencia y el reconocimien-to de la autonoma de las conciencias

    pal se encuentra entre estas dos, por unaparte, y revolucin, por otra. Una granrevolucin la francesa, por ejemplotiene dos caractersticas fundamenta-les: es producto del desarrollo y tiene unsignificado e implicacin universales. EnMxico se dio una conexin entre revo-lucin y socialismo que Paz no explorade modo sistemtico. En una larga en-trevista publicada en 1977 sostiene queel socialismo fue pensado y diseadopara los pases desarrollados, lo quesignifica que no slo la revolucin esinasequible para los pases tercermun-distas, sino el socialismo tambin.

    En cambio, las llamadas revolucionesdel Tercer Mundo son expresiones de unrevoluciones del siglo XX, con la posibleexcepcin de la Revolucin mexicana).Todas las revoluciones del siglo XX tu-vieron su Lenin, excepto los mexicanos,que contaron con muchos Mirabeaus,Saint-Justs y Napoleones.

    As, a la crtica romntica del libera-lismo y a la aclamacin romntica de larevolucin, Paz aade una crtica liberala la revolucin. En su discurso de acep-tacin del Premio Tocqueville (1989), Paznos dice por qu es necesaria e insufi-ciente una crtica liberal a la revolucin.

    La crtica de las revoluciones ha sidohecha por los nostlgicos del ordenantiguo y por los liberales (en el sen-tido amplio del trmino liberal: msque una doctrina un temple filosfi-co y poltico). A la inversa de la crti-ca reaccionaria, la liberal ha sido efi-

    [Octavio Paz] por su parte, considera qums pginas sobre el arte, la historia y lapletas hay un tomo entero dedicado a la Ins de la Cruz, otro acerca del arte mexila poltica de Mxico. Cuatro tomos, cadcomenc a escribir y a publicar, hace mlas excomuniones; cuando era muchachcesado; despus, los estalinistas, decrems tarde me llamaron reaccionario, vendcos aos me dijeron que era vocero del y casi agente de la CIA... Me pregunto, sbles? Me gustara pertenecer a ella, es ilnido la suerte de tener lectores y amigosducen; la crtica, lo mismo la mexicana quNo puedo quejarme...

    Soy otro, soy muchotomo 15 de las Obras completas dajenas. Fue admirable y tambin te-rrible: nos encerr en un solipsismo,rompi el puente que una el yo al ty ambos a la tercera persona: el otro,los otros. Entre libertad y fraternidadno hay contradiccin sino distanciauna distancia que el liberalismo noha podido anular.

    La crtica liberal de Paz a la revolu-cin en especial a las revoluciones, noa la mexicana comienza con una tipo-loga de violencia poltica y una proposi-cin sobre la relacin entre revoluciny desarrollo. En Corriente alterna (1967) yPosdata, as como en varias publicacio-nes posteriores, Paz descompone el con-cepto omnisciente y encantador de re-volucin en tres categoras distintas:revolucin, revuelta y rebelin. De he-cho, la distincin entre revuelta y rebe-

    e es el escritor mexicano que ha escritoliteratura de su pas. En mis Obras com-iteratura mexicana, otro sobre sor Juanacano y, en fin, un libro sobre la historia y uno de ms de 500 pginas. Desde ques de 60 aos, han llovido las condenas y me acusaron de extranjerizante y afran-

    taron que era un trotskista y un traidor;ido al gran capital. Incluso hace unos po-epartamento de Estado norteamericano

    oy de la familia de los grandes indesea-ustre; sin embargo, reconozco que he te- entraables. Mis libros se reeditan y tra-e la de fuera, ha sido generosa conmigo.

    s..., entrevista con Silvia Cherem incluida en el Octavio Paz, impreso recientemente por el FCE. LA GACETA16china. Paz nunca explica esta intuicincon la clase de elaboracin terica y em-prica que satisfara a un cientfico pol-tico, pero se entiende con facilidad que,para l, slo las naciones ms avanza-das tuvieron los medios suficientes paracontemplar siquiera la utopa de colo-nizar el futuro. Los pases subdesarrolla-dos como los latinoamericanos estn de-masiado fragmentados, son demasiadoelitistas y muy poco democrticos paraintentar nada ms que revueltas caudi-llescas y revoluciones de palacio.

    Para Paz, la revolucin ya no es posi-ble en el centro desarrollado (en opo-sicin a periferia), por razones que nodesarrolla de modo sistemtico ms allde la explicacin lgica de que las revo-luciones necesitan una ideologa omnis-ciente, una gran narrativa, una creen-cia slida en la posibilidad de una basesocial fuerte; parafernalia que est todomenos extinta en el ocaso de la moder-nidad. En efecto, cul sera una ideolo-ga revolucionaria posible a finales delsiglo XX? Y ms an, si la revolucin pro-piamente dicha no es ya una opcin enel mundo desarrollado y si tampoco loes en el subdesarrollado (donde nuncalo fue, en primer lugar), invocar la pa-labra mgica en el mundo de hoy no esms que un engao. En consecuencia, losrevolucionarios contemporneos Cas-tro, Che Guevara, los sandinistas, Mar-cos, etctera son en parte charlatanes,a menudo de la clase peligrosa. Uno noadquiere mucha popularidad en loscrculos intelectuales latinoamericanoscon esa clase de ideas.

    Traduccin de Ricardo Rubio

  • rEn un ensayo sobre las gene-raciones culturales de M-xico en el siglo XX, EnriqueKrauze, al referirse a los es-

    critores y periodistas ms jvenes de lageneracin de 1929, afirm que Jos Re-vueltas, Efran Huerta y Octavio Paz,entre otros, vivieron sus mocedades in-telectuales en un ambiente posedo porla pasin religiosa. Segn el historiador,todos ellos aguardaban el inminente de-rrumbe del capitalismo y el arribo del mi-lenio.1 De acuerdo con su estudio, estesentimiento era un rasgo comn en losintegrantes de esa generacin.

    Aos ms tarde, el investigador An-thony Stanton volvi sobre el tema, pe-ro con un objetivo ms delimitado: laprehistoria esttica de Octavio Paz, dis-persa en sus escritos juveniles.2 En su ar-tculo, Stanton advirti una pasin reli-giosa en las convicciones que el jovenpoeta abrigaba en torno de su profesiny su objeto: la poesa, el poema. Tam-bin la advirti en una de sus preocupa-ciones ms importantes: el poeta, la iden-tidad del poeta. Con el paso de los aos,el propio Paz, al margen de sus escri-tos de juventud, ha reflexionado sobrelas opiniones que abrig y las obsesio-nes que padeci alrededor del senti-miento religioso y sus nexos con la poe-sa y la idea de revolucin.

    El periodo en que Octavio Paz ad-quiri una identidad pblica al lado desu generacin abarca un decenio. Se tra-ta de un lapso cuyos acontecimientossellaron la suerte de un grupo de escri-tores, artistas e intelectuales; convieneponer lmites a ese trecho. En un extre-mo, las agitaciones estudiantiles y la

    Octavio Paz.

    de los aos t

    Leonardo Martnecampaa presidencial de Jos Vasconce-los en 1929; en el otro, la partida de Pazde Mxico en 1943. Consigno algunas va-riantes significativas en lo que se refierea las fronteras del periodo: al principio, lapublicacin de la revista estudiantil Ba-randal; al final, Taller y El Hijo Prdigo, elpacto germano-sovitico, la Guerra Ci-vil espaola y el asesinato de Trotsky.Estamos ante uno de los episodios msdramticos de la historia intelectual ypoltica de Mxico en el siglo XX. Algoms: uno de los episodios que marcuna pauta definitiva para la compren-sin de nuestro tiempo. Una poca enque, como Paz se ha empeado en decir-lo con el propsito de hacer llegar anuestros odos el rumor de esa poca,para los protagonistas y las vctimas deesos das no haba distancia entre la lite-ratura y la historia: la revolucin poti-ca y la revolucin social eran las carasde una misma moneda.

    Es necesario matizar este dicho: msque la descripcin de un estado de co-sas, Paz confesaba con estas palabras undeseo, una aspiracin, un sueo com-partido. Si, como Paz recuerda, por unlado lea a Bujarin y a Plejanov perotambin a Eliot y a Kafka; por otro, edu-caba en 1937 a los trabajadores y a sushijos como miembro de la Unin de Es-tudiantes Pro-Obrero y Campesino, ycomo maestro de educacin secundariaen Mrida, al tiempo que se someta a laautoridad intelectual de Jorge Cuesta yXavier Villaurrutia. Por una parte, el jo-ven poeta segua atento las revolucionesestticas de su poca y, por otra, presta-ba sus servicios en los preparativos de larevolucin social que se avecinaba enMxico. Una vez ms, en esto ltimo, unsueo colectivo, una aspiracin. Sin em-bargo, los senderos paralelos de esa pa-sin revolucionaria terminaron por bifur-carse. Entonces Paz comenzara a vivirun conflicto que se agravara ms y mscon el tiempo: la contraposicin entre misideas polticas y mis convicciones estti-

    El temple re

    einta

    z Carrizalescas y poticas.Este periodo fue dominado en buena

    parte por los Contemporneos, por elinflujo de estos escritores sobre los jve-nes, casi adolescentes, poetas. Encuen-tro de dos generaciones, docencia, apren-dizaje, colaboracin y, al final, disputa.Desde esta perspectiva, habra que aa-

    LA GACETA17dir a la nmina de personajes y hechosculturales del momento la amistad dePaz con Cuesta y Villaurrutia; la inicia-cin de aqul en la sociedad literaria, apa-drinado por estos poetas en el restau-rante El Cisne; la tertulia del Caf Pars;el Congreso de Valencia; las colabora-ciones de Paz en la revista Sur de Bue-nos Aires y la preparacin de la antolo-ga de poesa hispanoamericana Laurel.Se trata de una serie de hechos que reve-la el modo en que una nueva generacinde escritores mexicanos, la de Paz, impo-na sus gustos, sus preocupaciones y suvocabulario en contraste con el vocabu-lario, las preocupaciones y los gustos dequienes haban presidido el panoramaliterario de Mxico desde la segunda mi-tad de los aos veinte. Es la bsqueda yla afirmacin de una personalidad co-lectiva que pasa por la crtica de los ma-yores, la crtica de la imagen que esosmayores tienen de s mismos comomiembros de una sociedad literaria y desu oficio. Un parricidio estratgico queEnrique Krauze ha sealado como unaconstante en la sucesin de las genera-ciones de la cultura mexicana de nues-tro siglo. En sus pginas sobre el tema,la generacin de Paz hace acto de pre-sencia como una promocin de incon-formes y disidentes. Un grupo de parri-cidas.3

    Los recuerdos que Paz nos ha legadosobre estos asuntos hablan de un ambien-te de inconformidad y de lucha, de unadistancia que los jvenes poetas de en-tonces profundizaran poco a poco paradepositar en ella el capital de su autono-ma literaria e intelectual. Al recordar latarde de su iniciacin literaria en El Cis-

    ligioso ne, Paz escribi estas lneas:

    Todos ellos [los Contemporneos]eran partidarios de la Repblica; to-dos, tambin, estaban en contra delengagement de los escritores y aborre-can el realismo socialista, procla-mado en esos aos como doctrina

  • esttica de los comunistas. Me inte- el escepticismo y la sospecha en los expona sus opiniones, al mismo tiempo

    rrogaron largamente sobre la contra-diccin que les pareca advertir entremis opiniones polticas y mis gustospoticos. Les respond como pude.

    En posteriores evocaciones autobio-grficas, Paz volvi sobre el tema de suencuentro/desencuentro con los poetasde Contemporneos, pero tambin so-bre un malestar intelectual cuyos prime-ros jueces fueron Cuesta y Villaurrutia;asumido con todas sus consecuencias, elmalestar servira a Paz como argumentopara criticar las actitudes pblicas deaqullos.

    Recuerdo que en 1935, cuando lo co-noc, Jorge Cuesta me seal la dis-paridad entre mis simpatas comu-nistas y mis gustos e ideas estticas yfilosficas. Tena razn, pero el mis-mo reproche se poda haber hecho,en esos aos, a Gide, Breton y otrosmuchos, entre ellos al mismo WalterBenjamin. Si los surrealistas francesesse haban declarado comunistas sinrenegar de sus principios, y si el cat-lico Bergamn proclamaba su adhe-sin a la revolucin sin renunciar a lacruz, cmo no perdonar nuestrascontradicciones? No eran nuestras:eran de la poca. En el siglo XX la es-cisin se convirti en una condicinconnatural: ramos realmente almasdivididas en un mundo dividido.

    De acuerdo con la explicacin queOctavio Paz ofreci luego de variosaos sobre estos acontecimientos, la ex-periencia violenta de la Revolucin me-xicana resulta uno de los motivos prin-cipales de que los Contemporneosguardaran una distancia algo ms queprudente con respecto de los asuntos p-blicos. La misma experiencia histricaque abri a la generacin de Los SieteSabios las puertas de la administracinpblica, persuadi a los Contempor-neos de lo contrario. Se trata del mismoperiodo, pero asumido con actitudes di-vergentes; divergencia histrica que nosremite a otra ms elemental, biolgica:la edad.