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CRITICÓN, 56.1992, pp. 103-115. La espada y la pluma contra Francia en el siglo xvn: cartas de Quevedo y Saavedra Fajardo* por María Soledad ARREDONDO (Universidad Complutense de Madrid) «... en España se satisface con la espada a las veras y con la pluma a las burlas» 1 , decía Quevedo en 1638, cuando contestaba a «... un discursillo impreso en París, donde siempre está de preñez o de parto la novedad, y la mentira en pie» (p. 1031). Como respuesta al «discursillo», Quevedo toma la pluma y narra en tono burlesco «el trágico fin lastimoso y mísero que tuvieron las armas de Francia en Fuenterrabía» (p. 1031). La pluma, sin embargo, servía también para las veras y para cuestiones graves, como dice Saavedra Fajardo en carta de 1637 escrita en Ratisbona: «... ya las cosas han llegado a tal extremo que no las puede remediar la fuerza, sino el ingenio; y conviene obrar con la una y con el otro» 2 . Las «cosas» a las que se refiere Saavedra son las que se derivan de la confrontación hispano- francesa, declarada abiertamente en 1635 por el Manifiesto del rey Luis XIII, que no era sino la explosión de una guerra latente y encubierta entre los dos países que se disputaban la hegemonía europea. Ante tal situación, es fácil comprender que la tradicional antipatía 3 hispanofrancesa se * Este trabajo fue presentado en el Coloquio Internacional España y Francia. Imágenes recíprocas en textos autobiográficos (memorias, cartas, textos varios escritos en primera persona), celebrado en noviembre de 1989 y organizado por la Casa de Velázquez y el Grupo de Estudio de la Imagen de Francia en las letras hispánicas. Transcurridos tres años sin que se publiquen las Actas, mantengo el texto sin alteraciones, salvo alguna aportación bibliográfica indicada con [ ], puesto que no conozco nuevos estudios sobre las obras en que se basa. 1 Francisco de Quevedo, La sombra del Mos de la Forza se aparece a Gustavo Horn, preso en Viena, en Obras Completas, ed. Felicidad Buendía, Madrid, Aguilar, reimpresión 1979, pp. 1030-1034; la cita en p. 1030, y las restantes de esta obra en el cuerpo del texto. 2 Diego de Saavedra Fajardo, Obras Completas, ed. Ángel González Palencia, Madrid, Aguilar, 1946, p. 1328. Aunque está incluido en el Epistolario, este escrito, titulado Discurso de Don Diego de Saavedra Fajardo sobre el estado presente de Europa, es más un informe o memorial que una carta. En adelante, Discurso... para las citas. 3 La Antipatía de franceses y españoles, de Carlos García, es sólo una muestra de ese tipo de literatura que opone diametralmente a los dos pueblos, y que subraya muy bien el título de La Mothe Le Vayer, Discours de la contrariété d'humeurs qui se trouve entre certaines nations et notamment entre la française et l'espagnole. Para estas cuestiones, ver Michel Dévèze, 1635. Le heurt idéologique franco-espagnol.

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CRITICÓN, 56.1992, pp. 103-115.

La espada y la pluma contra Francia en el siglo xvn:cartas de Quevedo y Saavedra Fajardo*

por María Soledad ARREDONDO(Universidad Complutense de Madrid)

«... en España se satisface con la espada a las veras y con la pluma a las burlas»1, decíaQuevedo en 1638, cuando contestaba a «... un discursillo impreso en París, donde siempre está depreñez o de parto la novedad, y la mentira en pie» (p. 1031). Como respuesta al «discursillo»,Quevedo toma la pluma y narra en tono burlesco «el trágico fin lastimoso y mísero que tuvieronlas armas de Francia en Fuenterrabía» (p. 1031).

La pluma, sin embargo, servía también para las veras y para cuestiones graves, como diceSaavedra Fajardo en carta de 1637 escrita en Ratisbona: «... ya las cosas han llegado a tal extremoque no las puede remediar la fuerza, sino el ingenio; y conviene obrar con la una y con el otro»2.

Las «cosas» a las que se refiere Saavedra son las que se derivan de la confrontación hispano-francesa, declarada abiertamente en 1635 por el Manifiesto del rey Luis XIII, que no era sino laexplosión de una guerra latente y encubierta entre los dos países que se disputaban la hegemoníaeuropea. Ante tal situación, es fácil comprender que la tradicional antipatía3 hispanofrancesa se

* Este trabajo fue presentado en el Coloquio Internacional España y Francia. Imágenes recíprocas entextos autobiográficos (memorias, cartas, textos varios escritos en primera persona), celebrado ennoviembre de 1989 y organizado por la Casa de Velázquez y el Grupo de Estudio de la Imagen de Franciaen las letras hispánicas. Transcurridos tres años sin que se publiquen las Actas, mantengo el texto sinalteraciones, salvo alguna aportación bibliográfica indicada con [ ] , puesto que no conozco nuevosestudios sobre las obras en que se basa.1 Francisco de Quevedo, La sombra del Mos de la Forza se aparece a Gustavo Horn, preso en Viena, enObras Completas, ed. Felicidad Buendía, Madrid, Aguilar, reimpresión 1979, pp. 1030-1034; la cita enp. 1030, y las restantes de esta obra en el cuerpo del texto.2 Diego de Saavedra Fajardo, Obras Completas, ed. Ángel González Palencia, Madrid, Aguilar, 1946,p. 1328. Aunque está incluido en el Epistolario, este escrito, titulado Discurso de Don Diego de SaavedraFajardo sobre el estado presente de Europa, es más un informe o memorial que una carta. En adelante,Discurso... para las citas.3 La Antipatía de franceses y españoles, de Carlos García, es sólo una muestra de ese tipo de literatura queopone diametralmente a los dos pueblos, y que subraya muy bien el título de La Mothe Le Vayer,Discours de la contrariété d'humeurs qui se trouve entre certaines nations et notamment entre la françaiseet l'espagnole. Para estas cuestiones, ver Michel Dévèze, 1635. Le heurt idéologique franco-espagnol.

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exacerbara. Los ingenios españoles se van a sumar a la fuerza de las armas para luchar contra elenemigo francés. Y esos ingenios, entre los que se cuentan Quevedo y Saavedra, van a ser losresponsables de lo que hoy llamaríamos una campaña de imagen; campaña, por cierto, paralela,pero de signo contrarío, a la que se estaba llevando a cabo en Francia, orquestada por el CardenalRichelieu4, que premiaba con el ingreso en la Academia Francesa a los escritores que le eran fíeles.

José María Jover5 ha estudiado la polémica a que dio lugar el Manifiesto de Luis XIII,publicado en junio de 163S, y las respuestas indignadas de los escritores españoles a lasacusaciones vertidas en la declaración de guerra. De todas ellas hemos escogido dos para estaocasión, por la importancia de sus autores y porque su forma epistolar permite conocer el yo de losmismos. Dichas obras -la Carta al serenísimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII6, de Quevedo,y la Respuesta al manifiesto de Francia1, atribuida por Jover a Saavedra Fajardo- poseen, además,el interés de no ser piezas aisladas en la producción de ambos escritores, por lo que respecta a lacuestión hispano-francesa. Tanto Quevedo como Saavedra fueron personajes políticos y, comotales, en distintas etapas de sus vidas, participaron, más o menos directamente, en laconfrontación.

Antes de 1635, Quevedo conoció de primera mano -cuando acompañó al Duque de Osuna aSicilia y Ñapóles- los entresijos de la política italiana, estrechamente implicada en la pugna porlas alianzas a favor de una y otra potencia, y por la importancia estratégica de pasos como el de LaValtelina. Esta experiencia política se reflejó en escritos como el Lince de Italia u zahori español(1628), dirigido a Felipe IV a modo de informe o memorial sobre el problema español en Italia.Quevedo lo relaciona con el creciente poder de Francia, cuyos intereses italianos despiertan elrecelo de nuestro autor. Años más tarde, en la década de 1640, la «revoltosa Francia» volverá aaparecer en otros escritos suyos como el Panegírico a la Majestad del Rey Nuestro Señor donFelipe IV y La rebelión de Barcelona no es por el güevo ni es por el fuero.

Saavedra Fajardo, por su parte, desarrolla una extensa labor como libelista al margen de sucarrera diplomática, pero tan estrechamente ligada a ésta que aprovecha informaciones, noticias yrumores para convertirlos en propaganda8. Como es natural en quien ejerció cuarenta años ladiplomacia al servicio de España, la cuestión francesa fue para Saavedra preocupación9 que seprolongó hasta los últimos años de su vida, y así lo atestiguan dos opúsculos escritos entre 1643y 1645, Suspiros de Francia y Locuras de Europa.

en Actes du 94e Congrès National des Sociétés Savantes, Pau, 1969, I, pp. 23-38; y mi artículoRelaciones entre España y Francia en los siglos xviyxvii: testimonios de una enemistad, en Dicenda.Cuadernos de Filología Hispánica, 3, 1984, pp. 199-206.4 Ver Luis Suárez Fernández, Notas a la política antiespañola del Cardenal Richelieu, en Simancas, 1,1950. pp. 5-53.5 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación, Madrid, CSIC, 1949. Agradezco alprofesor Jover sus amables y útilísimas orientaciones para este trabajo.6 Cito por el facsímil, de Madrid, Clásicos El Árbol, 1980, que reproduce la edición de Zaragoza, En elHospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1935 [sic]. Las restantes citas de esta obra, en elcuerpo del texto, C. Para los problemas textuales de la carta, v. mi artículo Notas para una edición de laCarta a Luis XIII de Quevedo, en J. Cañedo e I. Arellano, eds., Edición y anotación de textos del Siglo deOro, Pamplona, EUNSA, 1986, pp. 13-37.7 Cito por la edición de Madrid, Francisco Martínez, 1635. En adelante, R.8 John C. Dowling (El pensamiento político-filosófico de Saavedra Fajardo, Murcia, Academia AlfonsoX el Sabio, 1957) afirma que Saavedra era un experto en la divulgación de falsas noticias.' «Su obsesión es Francia», dice Luis Martínez Agulló, Saavedra Fajardo y Europa, en Revista de Estudiospolíticos, 161, 1968, pp. 97-108.

DOS CARTAS ANTIFRANCESAS DE QUEVEDO Y SAAVEDRA FAJARDO 105

Nos hallamos, pues, ante dos escritores de talla, pertenecientes a la misma generación, muybien informados ambos y que ponen su talento al servicio de una causa política y patriótica.Precisamente por cuestiones de política y de patriotismo, Quevedo y Saavedra van a replicar alManifiesto francés en primera persona, eligiendo como ilustre destinatario de sus escritos al propiorey de Francia. Pero su distinta manera de entender la política y el patriotismo hace que las dosréplicas difieran formalmente, mostrando la personalidad de sus autores.

Cuando Quevedo escribe la Carta a Luis XIII, que se publicó al mes de conocerse elManifiesto, se halla en uno de sus periodos relativamente favorables como cortesano. Es secretariode Felipe IV, y sus cambiantes relaciones con el Conde Duque no parecen estar en malmomento10. El yo de Quevedo es, pues, el de un español adicto al régimen, y su Carta... respondea una afrenta que le afecta como español y como miembro de la clase dirigente. Así se explicantanto la apología de la monarquía española, como el estilo retórico y erudito de la Carta. Quevedocontesta como patriota ofendido por las acusaciones de traición, y aprovecha, de paso, paramanifestarse ante Felipe IV11 y su valido como vasallo útil y ejemplar. Su vena crítica, suarrogancia, su apasionamiento y su espíritu burlesco, o se atenúan en esta obra grave, o seemplean contra el enemigo; éste ya no es un valido, un noble influyente o un escritor cultista,sino el enemigo por autonomasia, que es la Francia traicionera, ambiciosa y herética de Richelieu.

Saavedra Fajardo no es un personaje conflictivo para el poder. En 1630 dedicó a Olivares lasIntroducciones a la política y razón de Estado del rey católico Don Fernando, y en 1635, comopremio a sus servicios, es nombrado Consejero de Indias, cargo del que no tomó posesión hasta1643. Curtido en Italia (hasta 1633) y posteriormente en el centro de Europa, durante momentostan cruciales como la batalla de Nordlingen (1634), es un diplomático ya avezado que comprende lamagnitud del problema creado por la declaración de guerra. A diferencia de Quevedo, no precisahalagar al poder para hacerse perdonar escritos anteriores. Por lo tanto, su réplica al Manifiesto notiene por qué ser de índole oficial, e incluso resulta más útil y persuasiva presentándola desde otroángulo. De ahí que su Respuesta al manifiesto de Francia se presente como obra anónima, en laque un supuesto traductor publica el Memorial enviado al rey cristianísimo por uno de sus másfieles vasallos.

José María Jover, en su memorable estudio, fue el primero en atribuir a Saavedra laRespuesta..., sin que la critica posterior lo haya desmentido12, ni se haya preguntado las razonesdel anonimato. No es ésta la ocasión de probar con un estudio estilístico lo que la autoridad de

1 0 Esta afirmación no puede ser tajante, tratándose de una vida tan plagada de avatares como la deQuevedo. La cronología de sus obras tampoco ayuda, habida cuenta de los problemas de fechación demuchas composiciones. Algunas de las más contestatarias pueden haberse escrito entre 1632-1635, sinque el autor les publicara, por cautela. Éste es el caso, según sus editores más recientes, de algunoscuadros de La hora de todos, obra representativa, por cierto, de la francofobia de Quevedo. Ver a esterespecto la excelente introducción a la ed. de J. Bourg, P. Dupont y P. Geneste, Madrid, Cátedra, 1987.V. también, J. H. Elliott, Quevedo and the Count-Duke of Olivares, en J. Iffland, éd., Quevedo inperspective..., Newark, Juan de la Cuesta, 1982, pp. 227-250; y su más reciente El Conde Duque deOlivares, Barcelona, Crítica, 1990; así como R. A. Stradling, Felipe IV y el gobierno de España. 1621-1665, Madrid, Cátedra, 1989, p. 183.11 Raimundo Lida (Quevedo en sus cartas, en Prosas de Quevedo, Barcelona, Crítica, 1981, p. 33)pensaba que había habido una colaboración entre el rey y Quevedo a propósito de la Carta.12 Agradezco a D. Quintín Aldea la información que amablemente me ha brindado. Habrá que esperar a lossiguientes volúmenes de su España y Europa en el siglo XVU. Correspondencia de Saavedra Fajardo, I,Madrid, CSIC, 1986, para completar los escasos datos que poseemos de Don Diego en 1635. [Haaparecido ya el volumen H, pero se refiere sólo a 1634: La tragedia del imperio: Wallenstetn 1634.]

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Jover proponía, pero baste para apoyarlo que el Saavedra libelista de 1635 va a repetir su actuaciónen años sucesivos. Es decir, que va a seguir disfrazando su identidad para que sus escritos depropaganda sean más eficaces. Si en 1635 se dirige a Luis XIII con la voz de un caballero francés,en Suspiros de Francia (1643) lo hará de nuevo, encamando esta vez a la propia Francia; y, enambas ocasiones, el caballero y la nación exponen a su rey las desgracias e injusticias de la guerrabuscada, declarada y mantenida por el cardenal Richelieu13.

Saavedra emplea, por lo tanto, una técnica de ocultación de personalidad, por medio de la cualsirve doblemente a su patria: el diplomático negociará en las cancillerías y firmará obras graves,como las Empresas o la Corona gótica, y el propagandista divulgará libelos astutos, asumiendoidentidades fingidas.

Sobre esta guerra de papeles que siembran rumores se pronuncia el mismo Saavedra en sudiálogo Locuras de Europa, escrito en Münster por las mismas fechas que los Suspiros... Allíalude a tres discursos franceses «soberbios, impíos y ambiciosos»14, relacionados con la políticaanti-española en los Países Bajos. Pero, al mismo tiempo, reconoce la validez del sistemapropagandístico, en carta dirigida a Felipe IV:

También me manda V. M. que esparza algunos tratadillos que puedan inducir a la paz, deshacer losdesignios de Francia y descubrir la sincera intención de V. Magd. Y siempre he trabajado en esto,reconociendo lo que mueven y que de ello se valía Richelieu...1S

A continuación, cita tres de esos tratadillos, para añadir:

...y, estando en esa Corte, compuse los Suspiros de Francia, que agradaron a V. Magd., y se sirvió dedar intención que se publicarían, ... y luego que llegué aquí imprimí, en Francfort, una Carta de unfrancés a otro del Parlamento de París, ... la cual carta espero que hará buenos efectos en Francia porlo que aquellos vasallos aborrecen la guerra. Pero mayores se verán de otro tratado que he enviado aimprimir a Bruselas, sin autor ni lugar... Y tengo por cierto que será este tratado muy importante paraturbar a Francia... (P. 1383)

Una cita tan extensa se justifica porque en ella se declara:1) La eficacia de la propaganda y el reconocimiento de que era moneda corriente entre franceses

y españoles. También lo admite Quevedo, con su pronta respuesta al «discursillo» francés, y consus frecuentes ataques, más o menos satíricos16, a personajes o comportamientos galos.

2) La orden expresa de Felipe IV para que Saavedra se dedique a tareas panfletarias.3) La paternidad del autor sobre determinados libelos, algunos perdidos hasta ahora.4) La finalidad declarada de que se escriben para «turbar a Francia».

13 Para la importancia que Saavedra concedía al Cardenal francés, ver J. Dowling, Saavedra Fajardo yRichelieu: la frustración de un designio maquiavélico, en Monteagudo, 64, 1984, pp. 21-27.14 Diego de Saavedra Fajardo, Locuras..., en Obras Completas, éd. cit., p. 1204.15 Id. Carta fechada en Münster, 1644, en Obras Completas, p. 1383.16 Para poemas satíricos y burlescos contra franceses, ver Poesía original completa, ed. J. M. Blecua,Barcelona, Planeta, 1981. No me refiero a ellos porque sólo he elegido textos en que Don Francisco semanifiesta en primera persona. Tampoco me ocupo de una obrita tan jugosa para la francofobiaquevedesca como es la Relación en que se declaran las trazas con que Francia ha pretendido inquietar losánimos de los fidelísimos Flamencos..., cuya autoría ha puesto en duda A. López Ruiz, Quevedo: unapócrifo más, enP.SA., 60, 1971, pp. 121-138. Ni a la pieza contra Richelieu, Visita y anatomía de lacabeza del Eminentísimo Cardenal Armando Richelieu, editada por Josette Riandière en Criticón, 25,1984, pp. 19-113.

DOS CARTAS ANTIFRANCESAS DE QUEVEDO Y SAAVEDRA FAJARDO I °7

Esto último me parece especialmente relevante, porque explica el disfraz francés que Saavedraadopta en su Respuesta al manifiesto... de 1635. Si bien el autor no menciona esta obra, reconoceque «siempre he trabajado en esto» y, quizá por su habilidad, el propio monarca le encomiendadicha labor en 1644.

En cualquier caso, la voz de 1635 parece la misma que la de 1643 en Suspiros..., y correspondea la de un autor cosmopolita, capaz de presentarse ante los franceses como uno de ellos. Aunque elpropósito final de Saavedra sea promover los intereses españoles, el medio de conseguirlo es turbara Francia. De ahí la radical diferencia entre el yo declarado de un patriota español, caballero deSantiago, como Quevedo, y el yo «francés» que Saavedra estrena en 1635, y del que se vale hasta1644. El primero defiende a España y el segundo revoluciona a Francia.

Quevedo y Saavedra sirven a su país desde distintas facetas de sus personalidades respectivas. Elorgullo y la gravedad hispanas se manifiestan en la Carta de Quevedo, que renuncia en esteopúsculo a su personalidad satírica17, para lograr una obra que enaltezca a los españoles y losembravezca contra los franceses. La astucia del diplomático Saavedra se exhibe en la acumulaciónde argumentos que revuelvan las filas francesas y frenen la guerra contra España. El primer escrito,firmado orgullosamente por Quevedo, refleja las tesis oficiales; y el segundo, anónimo, encarna lasquejas y rumores del pueblo francés.

Los dos textos se dirigen expresamente al rey y lo hacen idénticamente en primera persona;pero la Carta se escribe desde el bando español y la Respuesta desde el francés. Así, los dosescritos utilizan una primera persona del singular18 - o , alternativamente, un «nosotros»- que es lavoz de dos pueblos distintos; y la manera como sus emisores establecen un contacto directo con elreceptor es un apostrofe frecuente (Sire, Señor, Vuestra Majestad), que es protocolario en Quevedoy abiertamente crítico en el Saavedra «francés». Y es que el anónimo Memorial de là Respuesta seengendra como protesta enviada al rey cristianísimo, por uno de «sus más fieles vasallos» quesufre la carencia de libertad para expresar su opinión. Por eso, dice, «Esta consideración me obligaa ocultar mi nombre a V. M.» (p. 1), dado que «Mi designio es representar la verdad totalmentedesnuda» (p. 2). La discrepancia con la política de su país sólo es posible desde el anonimato y,amparada en él, la voz «francesa» se plantea el Memorial como arma de agitación, lo que seconfirma al final del escrito:

... creo auer cumplido con lo que un fiel vassallo debe a su señor, cuando no hallando otro modo pararepresentar a V. M. las borrascas que le amenazan he publicado este auiso para que, perseguido comolo ha de ser del señor Cardenal por el ruido que ha de hazeT en el mundo, llegue a noticia de V. M., quepodrá sacar del grande prouecho, assí para sí mismo como para todo su reino. (/?., p. 52)

Por el contrario, Quevedo anuncia desde el principio:

Yo hablaré con V. Majestad con tal respeto, que por ninguna palabra sea culpado en tan descortésinobediencia... Leed estos ringloncs con la benignidad que a vuestra grandeza merece un Españolestremadamente amartelado de vuestras glorias... (C, p. 2)

17 Para las «personalidades» quevedescas, ver Henry Ettinghausen, Quevedo ¿un caso de doblepersonalidad?', en V. García de la Concha, éd.. Homenaje a Quevedo. Actas de la I Academia literariarenacentista. Salamanca, Universidad, 1982, pp. 27-44.18 «Yo hablaré» (p. 2), «yo me persuado» (p. 5), «No pretendo yo» (p. 12), dice Quevedo en la Carta...;«mas yo los tengo» (p. 10), «a mi ver» (p. 16), «yo quiero» (p. 23), dice la Respuesta... de Saavedra.

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Y las consideraciones que hace al rey francés sobre los yerros de la política anexionista,anticatólica y desagradecida del Cardenal son presentadas, al final de la Carta, como serviciodesinteresado: «... que solo me ha movido a escriuiros estos ringlones el feruoroso zelo de vuestroseruicio, el cual con afición muy humilde y reuerente abrasa mis entrañas...» (C, p. 49). Por todolo cual, quizás, añade Quevedo:

... os halléys deudor a la miseria del más despreciado español, que soy yo. Hombre de ningunadotrina y destituido de todo bien, en quien solo assiste, por la piedad de Dios, zelo católico que, delas entrañas de Iesú Christo todas ardientes en caridad, por su ley sacrosanta se ha deriuado a micorazón, verdaderamente solícito y feruorosamente amartelado de vuestros aciertos. (C, p. 44)19

Estas diferencias reflejan sobradamente el yo exhibido por ambos autores, tan parcial y fingido-por cierto- en el uno como en el otro. Porque ninguno desea prestar servicios al rey francés, sinoal español, y tanto el uno como el otro se recubren de una máscara ficticia: la religiosa yrespetuosa, que se convierte en arma arrojadiza contra la herejía francesa (Quevedo), y la crítica ysarcástica del caballero francés, que reniega de la guerra y denuncia la opresión del pueblo(Saavedra). Estas características aproximan los dos textos al documento autobiográfico20, en tantoque'exponentes de la subjetividad21 de sus creadores y del momento histórico que marcó a loshombres públicos de su generación. Ese momento está impregnado de una francofobia exageradapor la guerra, pero matizada por una culpabilidad muy concreta: la del Cardenal Richelieu.

Éste es un punto de fundamental coincidencia entre los dos escritos: aunque la Carta... y laRespuesta... se dirijan al firmante del Manifiesto, que es el rey, las maldades e injusticias seachacan a su valido. Ahora bien, la técnica empleada para inculpar a Richelieu oscila entre lasalusiones -clarísimas, desde luego- de Quevedo, y las declaraciones descaradas e insultantes delcaballero francés. Así, en la Carta, se atribuye el Manifiesto a los ministros del rey, pero, en

!9 Como ya anotó Astrana en su ed. de la Carta... (Epistolario de Quevedo, Madrid, Reus, 1946), Juan deJáuregui censuró en su Memorial al rey nuestro Señor el adjetivo «amartelado», por considerarlo pocorespetuoso. Sobre este asunto, una Relación del 18 al 25 de octubre de 1636 dice lo siguiente: «El señorDon Juan de Jáuregui ha sacado un discurso sobre que se ha de hablar y tratar bien de palabra a losenemigos, el cual dicen lo han tomado muy mal los superiores. La jácara que ha compuesto el señor DonFrancisco de Quevedo contra Franceses sigue otro diferente estilo y va con ésta» (La Corte y laMonarquía de España en los años de 1636 y 1637, ed. A. Rodríguez Villa, Madrid, L. Navarro, 1886,p. 62). Según J. M. Blecua, la jácara es La toma de Valles Ronces, pp. 1363 y siguientes de su ed. citada.Ver también J. A. Cid, 'Centauro a lo picaro' y voz de su amo: Interpretaciones y textos nuevos sobre«La vida y hechos de Estebanillo González», I: La «Sátira contra los monsiures de Francia» y otrospoemas de 1636-1638, en Criticón, 47, 1989, pp. 29-76.20 Jean Molino (Stratégies de l'autobiographie au Siècle d'Or, en L'autobiographie dans le mondehispanique. Actes du Colloque International de La Baume-les-Aix, Aix-en-Provence, Université, 1980,pp. 115-137) propone para la autobiografía una definición más amplia que la de Philippe Lejeune, paraque quepan en ella poemas autobiográficos, memorias, novelas más o menos autobiográficas, etc. Por suparte, el propio Lejeune (Le pacte autobiographique (bis), en L'autobiographie en Espagne. Actes duColloque International de la Baume-les-Aix, Aix-en-Provence, Université, 1982, pp. 7-25) retoma sudefinición y admite mayores posibilidades para el género autobiográfico.21 En el caso de Quevedo, comparto las afirmaciones de Lía Schwartz Lerner referidas a La hora de todos,pero extrapolables, creo, a buena parte de su producción: «El criterio de objetividad no gobierna laproducción de un texto satírico quevedesco. Los sucesos históricos que aparecen mencionados estánsiempre sujetos al control ideológico de un autor singular que postula una única manera de percibir elmundo: la suya» (Sobre «La hora de todos»: discurso satírico de historia, en Co-Textes, 2, 19881, pp. 3-15).

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realidad, bajo esos ministros se esconde un único y poderoso ministro, culpable de la huida aFlandes de la reina madre («por descansarse del Cardenal de Richelieu vuestro priuado», p. 4), y delDuque de Orléans (amenazado por el mismo, p. 6), fuga doble que «no acusaba corona, sinocapelo» (p. 9); culpable, igualmente, de fomentar la herejía, por lo que «... la vestidura delEminentíssimo Cardenal... se pondrá más colorada con la vergüenca que con la grana» (p. 15); y,lo que es más grave, culpable de conspirar para «la usurpación desse muy poderoso ychristianíssimo reyno que tiene V. Magestad de Dios y de su espada» (p. 41). Por todo ello,utilizando la simbología de los cuatro jinetes del Apocalipsis, Quevedo designa a Richelieu cuandohabla del caballo rojo (la sangre), que llevará al rey posteriormente al pálido (la muerte):

Delante de vuestros ojos (si no encima dellos) tenéis este color Roxo... tías este caballo TOXO OSaguardan el negro y el pálido y... si subís en éste os llamarán muerte... (P. 23)

El Memorial del caballero francés es mucho más explícito, cuando se refiere a los mismossucesos: Richelieu es el hombre que «ha destruido a la Reyna que le levantó, que ha hecho todocuanto ha podido por infamar a V. Majestad (de que el saca todo su lustre...» (p. 18),«persuadiendo a V. Majestad que Monsieur su hermano único le quería quitar su Centro [sic]...»(p. 4); es, además, un «sacerdote apostatado» (p. 50), «... de tal manera enemigo de toda suerte deReligión que hace que todas siman a su ambición y en su corazón las tiene por ridiculas y viuecomo el mayor de los ateístas» (pp. 18-19). Por lo tanto, el rey ha de despertar y abrir suentendimiento (p. 52) para comprender que a Richelieu «... le tenemos por el más cruel acote conque podemos ser castigados, y ganaremos en mudarle por cualquier otro» (p. 48), porque «su reynofuera un mui pobre y miserable estado, si en él no se pudiera hallar otro que Richelieu sobre quiensossegar y confiarse...» (p. 52).

Este último mensaje resume bien la intención del escrito, que es fomentar el descontento contrael privado; por ello, y para halagar a los franceses, se especifica al final que Richelieu -con todossus atributos de hombre furioso, embustero y bárbaro- es verdaderamente una lacra dolorosa yvergonzosa, impropia del pueblo francés:

... será bastante satisfación de mi trabajo que por aquí conozcan los Estranjeros que las vilezas,perfidias, juramentos falsos, sobornos, barbaridades e impiedades de que se sime el Cardenal en elgouierno de la Francia parecen más abominables y horribles a los verdaderos y legítimos Francesesque a ninguna otra nación del mundo. (P. 53)

De esta manera, el aparente halago de Quevedo a Luis XIII, fruto de su condición de cortesanodevoto de la monarquía, se torna en Saavedra halago al pueblo francés, para que se rebele contra susopresores. Si Richelieu era el primero de ellos, los dos escritos dirigidos a Luis XIII insinúancómo el propio rey -por su debilidad, ofuscación y pasividad- puede convertirse en responsable delos males imputables a su ministro.

Efectivamente, pese al tono reverente de la Carta de Quevedo, ésta no deja de manifestar que elrey es poco menos que un títere en manos de su valido:

Empero hallo la propia culpa y más descrédito en vuestra soberanía, en obedecer para esto suastucia... (C, p. 5)

Y le aconseja: «Caed, señor, o apeaos deste cauallo, que en caer de otro estuuo la salud de sanPablo...» (p. 23). De lo contrario, el rey católico se verá obligado a intervenir para extirpar el mal

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que «tiene oy oprimida y justiciada vuestra nobleza, huida vuestra Sereníssima Madre, y fatigadoscon violencias, y rumores vuestros buenos vassallos» (p. 41).

Así, tras el respeto inicial, la Carta va ganando en dureza contra el destinatario, a medida que sevan rebatiendo sucesivamente los términos del Manifiesto: «A los reyes no es lícito contradezirlos,mas es permitido (mejor informados) responderlos» (p. 34). Y la respuesta no deja de seraltivamente irónica, como cuando apunta hacia las dobles interpretaciones de los interesespolíticos:

Vos a la aduertencia del Rey mi señor, la llamáys despojo: y al despojo que vos abéis hecho de Plaçasagenas, llamáis amparo. Pudistes, señor, trocar los nombres a las cosas, mas no el juyzio a los quelas oyen, y vieron, para conocerlas por lo que ellas son. (C , p. 39)

O cuando se alude a la responsabilidad del rey en los sacrilegios cometidos por sus heréticas tropas:

Vos ungido con olio de la Chrisma, como Christiano; con olio del Cielo como Rey Christianíssimo;por esta acción y hablando este olio, podéis dezir: Perdí el olio y la obra. (C , p. 15)

Se pasará así, paulatinamente, a amenazas como las siguientes:

Oy el Rey mi señor prouocado de vuestras armas, os buscará, pues assí lo queréis, no con nombre deenemigo. Su apellido sera Católico vengador... (p. 23)

Porque si proseguís, Silio Itálico, grande Orador, sumo Poeta, dos vezes Consul, os assegura, que losEspañoles se abalancarán a vos con valentía... (p. 46)

Sin embargo, ninguna amenaza tan clara y subversiva como la que se halla en el Memorial...del supuesto caballero francés. Por espacio de tres páginas, se argumenta cómo, si es lícito que losflamencos se sacudan el yugo español «por los trabajos y incomodidades que les da su legítimoSeñor» (R., p. 15), igualmente lo es que los franceses hagan lo propio con el monarca que losviolenta:

Y por esta razón todos los Franceses nos hallamos absueltos de la obediencia y fidelidad que deuemosa V. Magestad, porque nunca vassallos han sido tan afligidos y violentados como los vuestros,después que el Cardenal ha tenido la dirección. (R., p. 15)

Tras recordar a Luis XIII que «la mayor parte de las Prouinrias deste Reyno pertenecen a V.Magestad por contratos recíprocos, por los quales se han sometido a vuestra Corona, con condiciónde que les guardaríades sus priuilegios» (p. 15), y que el Cardenal los ha convertido en esclavos, seconcluye: «assí que nos hallamos con mucha más razón de someternos a otro gouierno, y librarnosdesta opressión» (p. 16); advirtiendo además al rey:

... el intento de la institución de las Monarquías no fue dar esclauos a los Reyes, sino Padres alpueblo, y Ministros a la ley, y un Rey apenas dexa de ser justo, quando pierde el derecho de reynar.(/?., p. 16)

Naturalmente, este rey, además de ser justo, ha de ser lúcido y ha de estar bien informado de loque sucede. Por el contrario, Luis XIII se nos pinta en la Respuesta... como un personaje débil,dominado según Saavedra por el «Director de vuestra voluntad» (p. 1). Por eso, en variasocasiones, el autor aparenta confundir la real autoría del Manifiesto: «... la orden que da VuestraMagestad, o por mejor dezir, el Cardenal con su nombre...» (p. 21). Se llega, incluso, a solicitar

DOS CARTAS ANTIFRANCESAS DEQUEVEDO Y SAAVEDRAFAJARDO H l

del rey que escape de su ámbito, viciado por las intrigas del Cardenal, y que tome contacto con larealidad:

Si V. Magestad se sirviera una vez disfraçarse, escucharía los gemidos y lástimas de su Pueblo, yconocería que nada ai más injusto que lo que se le haze sufrir debaxo de la autoridad de su Real nombre.(R; P. 17)

Y también, más de una vez, se pide al rey con firmeza que despierte del engaño en que el Cardenallo tiene sumido:

Si V. M. no despierta esta vez, tenga por destruida su Corona, y perdidos a los Franceses. Bienenajenado tiene V. M. su entendimiento, si piensa, que no podrá subsistir sin el ayuda de aquel ídoloque se ha fabricado... (/?., p. 52)

La Carta y la Respuesta coinciden, pues, en prevenir a Luis XIII contra el valido y enamenazarle, más o menos veladamente, con las consecuencias de su pasividad. Pero coinciden,además, en la reclamación de justicia. Este aspecto es, en definitiva, el punto central de lapolémica, ya que, como señaló Jover, lo que mueve a los polemistas a tomar la pluma es elsentimiento común de que España quedaba vejada por los argumentos del Manifiesto francés. Seexige, por lo tanto, justicia para con la actitud española y se responde a cada uno de los términosdel Manifiesto demostrando que la ingratitud y traición achacadas a España son, en realidad,ingratitud y traición francesas. Sin detenemos en todos los puntos alegados por la declaraciónfrancesa y rebatidos, con desigual acierto, por los polemistas, es preciso señalar que Quevedo ySaavedra se refieren a ellos de muy distinta manera, por la diferente extensión y tono de susescritos.

La Carta de Quevedo, aunque responde a las acusaciones, se centra en una cuestión muyconcreta y de índole religiosa: el sacrilegio cometido por las tropas francesas, capitaneadas porChatillon, en Tirlemont. Por ello Quevedo, a la par que enumera sucesivamente ofensas yprovocaciones de los franceses, parece dejarlas a un lado («No me dio ocasión de embaraçar vuestrasoberana atención...» la alianza contra la Casa de Austria, «Ni el auer dado en Italia vuestrastropas... Ni el auer quitado sus tierras al Duque de Lorena...», C , p. 13), hasta llegar al aspectoque le interesa recalcan

Nada de todo esto hirió mi ánimo y arrebató mi pluma encaminándola con feruor animoso a vuestroseruicio. Apoderóse, empero, de mi espíritu el saco de Mos de Xatillon en Tillimon... porque ...degolló la gente: forcó las vírgines, y las Monjas consagradas a Dios: quemó los Templos, yConuentos, y muchas Religiosas, rompió las Imagines: profanó los vasos Sacrosantos... (C ,pp. 14-15)

En suma, Quevedo reclama justicia a Luis XIII, pidiéndole que castigue a los profanadores, yaque, de lo contrario, el Rey Cristianísimo será responsable del sacrilegio cometido. Por ellosolicita «efectos de caridad justiciera», para que «os vean cuchillo y fuego de los que son fuego ycuchillo a los verdaderamente creyentes en la Fe Católica Romana» (C, p. 49).

La Respuesta atribuida a Saavedra es más extensa y minuciosa. El caballero francés se refiere atodos y cada uno de los puntos del Manifiesto, para demostrar que la declaración de guerra es tansólo un subterfugio, la «última locura del Cardenal de Richelieu» (/?., p. 2), con un fin exclusivo:«... tener el espíritu de V. Magestad embaraçado en esta confusión y quitarle el conocimiento desus malos designios» (/?., p. 14).

1 1 2 MARÍA SOLEDAD ARREDONDO Criticón, 56,1992

No es una guerra deseada por el pueblo, esquilmado por tener que sustentar ejércitos endistintos frentes, sino provocada por el Cardenal «para que pensando en sola ella nos olvidemos detodos los males y agravios que del hemos recebido» (p. 48). En resumen, que «el Cardenal porsacar un ojo a España, quiere arrancar el coracón de la Francia» (p. 52).

Ante la declaración del Manifiesto, el caballero francés expone el sentimiento popular dedebilidad física y económica. Esta última es una razón que pesa en todo el escrito, con la quecontaría el autor para movilizar a los descontentos. El pueblo no sólo participa en la formación delos ejércitos (con tropas en Italia, otras en Francia por si hay levantamientos, otras para guerrearcontra el Emperador y contra el Duque de Lorena, más las que asisten al rey de Suecia y a losholandeses), sino que el «estado pobre y sin jugo» (p. 7) ha de sustentar «a lo Real diez o dozecasa infames que el Cardenal patrocina por ser de su sangre» (p. 43). Por lo tanto, Francia, que «ensu mayor prosperidad no ha conseguido jamás sustentar un exército sin desollar al pueblo» (pp. 7-8), se ve ahora obligada a «mantener para siempre un exército en pie, y embiar nuestro dinero auna parte de donde no lo podremos recobrar por ningún género de comercio» (p. 27), hallándosecon que «ya ni tiene dineros, ni modo, o medio por donde los pueda tener» (p. 51).

Existe, pues, un agudo sentimiento de queja ante la injusticia cometida con el pueblo francés,que se deriva de una declaración de guerra injusta. En este aspecto la Carta y la Respuesta sediferencian notablemente, aunque ambas se apliquen a consolidar la imagen de una Franciaprovocadora y belicosa.

Quevedo responde a las acusaciones, sin entrar en consideraciones tales como la licitud oilicitud de la guerra. Su postura de cortesano vinculado a la monarquía española, y hasta portavozde ella, le impide, por orgullo, rechazar la guerra. Incluso la admite, o parece admitir las sucesivasprovocaciones e intervenciones de los franceses, como algo casi natural:

Estas acciones son de moderada hostilidad: y a los Reyes persuade a que las executen, o la pretensión,o el odio, tal vez el orgullo, y las más la ambición codiciosa... (C , p. 13)

Frase en la que queda patente que el odio, el orgullo y la ambición son cosa de reyes, perofranceses en este caso. Y es que Quevedo se esfuerza en aclarar que es Francia quien ha buscado laguerra y no España. Por ejemplo, cita como autoridad a Cicerón, que dice de los franceses: «conlos mismos Dioses inmortales traxeron guerra...» (p. 30). Y recuerda a Luis XIÜ que, desde que sedeja llevar por Richelieu, «auéis quitado la paz de la tierra» (p. 23), para reprocharle, cuandoresponde a la acusación de que España se preparaba para un ataque:

Syre, si llamáis tener paz con nosotros hazernos en Flandes una guerra desmentida; y en Alemaniapública, y en Italia con un amparo mal rebocado fatigar la Christiandad; porque [sic] llamáis guerranuestra justa defensa? (C, p. 26)

Como consecuencia de ello, brotan las afirmaciones arrogantes de que España responderá en loscampos de batalla; afirmaciones que -malévolamente- rememoran derrotas francesas, como labatalla de Pavía: «... que prouocados a la batalla procurará nuestra defensa (por toda ley permitida)acompañar la recordación del Bosque de Pavía con otro cualquier sitio» (p. 24); o como el frustradoataque de los galos al Capitolio: «De Roma arrojó a los Franceses con sus graznidos un Ganso:mejor aparato es para apartarlos de Italia, Lorena, Flandes y Alemania, Águilas Imperiales yLeones de Castilla» (p. 44).

La Respuesta atribuida a Saavedra encara la declaración de guerra enjuiciándola desde tresplanteamientos distintos, que coinciden en presentar la guerra como intrínsecamente mala. En

DOS CARTAS ANTEFRANCESAS DE QUEVEDO Y SAAVEDRA FAJARDO H3

primer lugar, esta guerra es una calamidad para el exhausto pueblo francés. En segundo lugar, elManifiesto es injusto para con España y está mal fundamentado:

... este designio no solo está mui mal probado, sino que de ninguna manera se puede probar... (/?.,p . 35)

Y assí no veo argumento concluyeme para tener a los Españoles por ingratos... (R., p. 40)

Y, en tercer lugar, cualquier guerra abierta es, por principio, censurable. En este último punto,sin duda el más interesante para los historiadores y los profesionales del derecho y de la política22,la Respuesta despliega matices variadísimos. Sin intención de agotarlos, enumeraré tan sólo dos.El primero es toda una declaración de pacifismo23; la guerra es una práctica primitiva y, desde quelos hombres se agruparon en monarquías y repúblicas, «... aquel será mejor Político, que supieremejor mantener los hombres en paz, amistad y unión...» (p. 2). Además, son «ridículos» los que,creyéndose expertos en cuestiones de Estado, afirman que la monarquía flaca ha de «batir el hierropara enflaquecer a la más fuerte» (p. 10), porque mejor es un «mediana Monarquía biengouernada...» (p. 11) -Francia-, que una «con muchos miembros dispersos» (p. 12), comoEspaña. Y, por último, es erróneo sostener que la guerra sirve para «tener los espíritus inquietos yconservar la disciplina militar», porque para ello basta con que se «exercite perfectamente lajusticia» (p. 50).

Ahora bien, todo esto se refiere a la guerra abierta o guerra «viva»24; pero la Respuesta alude aun segundo matiz en el hecho bélico: la «guerra debaxo de nombres prestados, y con capa agena»(p. 13), mencionada también por Quevedo. El caballero francés anónimo propone esta alternativa,casi maquiavélica25, ante la hipotética necesidad de que una «grande monarquía como la nuestra»deba tener «su poco de guerra...» (p. 50). En tal caso, antes que una guerra declarada y total, espreferible «... que en toda Europa sea escuela militar, como aora lo es, el País Baxo» (p. 51); losholandeses como vecinos son peligrosos para Francia; es mejor que las tropas españolas continúenocupadas luchando contra ellos en los Países Bajos, es decir, que actúen a modo de corazainterpuesta entre Francia y Holanda, y esto, además, «eternamente»:

2 2 Ver, por ejemplo, Manuel Segura Ortega, La filosofía jurídica y política de las «Empresas» de SaavedraFajardo, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio-Caja de Ahorros de Murcia, 1984; también, y conbibliografía actualizada, la edición de la correspondencia de Saavedra por Q. Aldea, cit., y, desde el puntode vista sociológico, J. A. Maravall, Moral de acomodación y carácter conflictivo de la libertad (Notassobre Saavedra Fajardo), en CuHi, 1971, pp. 257-258, 663-693.2 3 Para esta cuestión, ver José María Jover, 1635. Historia de una polémica..., ob. cit., pp. 397-399, yManuel Segura Ortega, La filosofía.... ob. cit., pp. 254-256.2 4 «Guerra abierta por mar y por tierra», decía el Manifiesto de Luis XIII. Cito por la traducción deJerónimo de Mascareñas, en Sucesos del año de 1635 en que Francia rompió la paz con España, ms.Biblioteca Nacional de Madrid 2366, f. 215 v. En una Relación de noticias del 1 al 5 de junio de 1637 semenciona la posibilidad de «suspensión de armas», pero «no es bien recibido todo lo que no es guerraviva con Francia». Ver La corte y la monarquía..., ob. cit., p. 146. En 1635 se pasa de una «guerra fría» auna «guerra total», como señala Stradling, Felipe IV..., ob. cit., p. 128.2 5 Utilizo el término en el sentido de su pragmatismo. Es común en los estudiosos de las ideas políticassaavedrianas la afirmación de su anti-maquiavelismo y la declaración de posibilismo, tacitismo, etc. Ver,por ejemplo, E. Tierno Galván, El tacitismo en las doctrinas del Siglo de Oro español, en Anales de laUniversidad de Murcia, 100, 1947-48, pp. 954-975; y A. Joucla Ruau, Le tacitisme de Saavedra Fajardo,París, Eds. Hispaniques, 1977.

1 1 4 MARÍA SOLEDAD ARREDONDO Criticón, 56,1992

Con un pequeño socorro que podemos continuar secretamente a los Olandeses, ocuparemoseternamente todo el poder de España en aquel País, y passaremos alegremente quietos y pacíficos ennuestras casas... (R., p. 20)

Así que, frente a una declaración de guerra abierta contra los «subditos, tierra y vasallos» delrey de España, como aparecía en el Manifiesto, el caballero francés, contrario a la guerra por tantasrazones, propone esa guerra «debaxo de la máscara y nombre de otro» (p. 45); guerra que, según él,«sufría hasta aquí España con gran paciencia» (p. 19) y que permitía a los franceses quedarsetranquilos en sus casas.

La astucia de Saavedra26 se hace especialmente patente en esta propuesta, nada descabellada, ami entender, para los franceses descontentos. De haber cuajado el pacifismo y la política de guerraencubierta defendida por el vasallo francés, quizá se hubiera adelantado la entrada española enCorbie (1636). No hay que olvidar cuál era el propósito de la Respuesta, reiterado por Saavedra dosaños más tarde: «fomentar los movimientos de Francia...» (Discurso..., p. 1327). Había que agitara Francia contra la política belicosa de Richelieu porque, como dice en el mismo escrito de 1637,«... no se compondrá el mundo hasta que la fuerza externa y las inquietudes internas pongan en elúltimo aprieto a Francia» (Discurso..., p. 1325).

El «aprieto» venía de lejos y era común a las dos potencias. En 1634, Olivares enviaba unacarta a Felipe IV en la que preveía la guerra y se apresuraba a tomar medidas «... porque el estadopresente es tan apretado que cualquier dilación descaminará todo»27. En junio de 1635, Luis XIIIafirmaba en su Manifiesto que las injurias españolas «no an permitido dilatar más nuestro justoresentimiento» (f. 231 v.), y pedía a sus aliados «que tomen las armas y se ajunten con nosotrospara el establecimiento de una paz general» (ff. 214 v. y 215 r.).

Con esa llamada se desbarataba la hegemonía española sobre el mundo europeo. Tratando, si node prolongarla, al menos de mantenerla, los ejércitos españoles actuaron como «fuerza externa»,con éxitos decrecientes hasta la Paz de los Pirineos. Junto a ellos, los escritores constituyeron unafuerza paralela, encargada de levantar el ánimo español -caso de la Carta-, de desprestigiar alenemigo que ya estaba en Cataluña -La rebelión de Barcelona...-, o de sembrar las «inquietudesinternas» en las filas francesas, con misivas de autoría fingida como las de Saavedra. Pero esa laborfue tan meritoria como estéril: si en 1635 Saavedra-«caballero francés» afirmaba con sarcasmo enla Respuesta... que «el fin desta nueua guerra... es derramar sangre suficiente para fundar una pazfirme y segura» (p. 5), diez años después, en Suspiros de Francia, Saavedra continuaba suplicandopatéticamente esa paz28 con la voz de la nación enemiga y vecina.

2 6 Es posible, como afirma Jover, ob. cit., p . 408, que en este fragmento Saavedra dejara traslucir suconvencimiento de que Flandes era la «herida abierta» de la monarquía hispana.2 7 John Elliott y José F. de la Peña, Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares. Política interior1621-1645, Madrid, Alfaguara, 1978-81, H, p . 115.2 8 Porque «quien advierte mis calamidades internas me llora como a vencida y esclava», p . 115 de la ed.de Quintín Aldea, Don Diego Saavedra Fajardo y la Paz de Europa (dos documentos inéditos) en el tercercentenario de la Paz de los Pirineos (1659-1959), en Humanidades, XI, 22, 1959, pp. 103-124.

DOS CARTAS ANTDFRANCESAS DEQUEVEDO Y SAAVEDRA FAJARDO H 5

ARREDONDO, María Soledad, La espada y la pluma contra Francia en el siglo XVII: carias de Quevedo ySaavedra Fajardo. En Criticón (Toulouse), 56, 1992, pp. 103-115.

Resumen. En este artículo se estudia la imagen de Francia en dos textos del siglo XVII redactados enprimera persona: la Carta a Luis XIII, de Quevedo, y la Respuesta al manifiesto de Francia, atribuida aSaavedra Fajardo. Los dos escritos coinciden en presentar una imagen negativa de Francia, y enresponsabilizar el Cardenal Richelieu de los males de la guerra; pero los autores de ambos documentosutilizan argumentos y estilos diferentes, como lo eran sus personalidades respectivas y los objetivos quese proponían.

Résumé. L'image de la France dans deux textes du XVIIe siècle écrits à la première personne: la Carta aLuis XIII, de Quevedo , et la Respuesta al manifiesto de Francia, attribuée à Saavedra Fajardo. Ces deuxpamphlets présentent une image pareillement négative de la France et rendent le Cardinal Richelieuresponsable des malheurs de la guerre; mais chacun des auteurs a recours à des arguments et à un styledifférents, qui varient en fonction de sa personnalité propre et de son objectif particulier.

Summary. This article studies the image of France displayed in two texts of the seventeenth century,both of them written in First person: Carta a Luis XIII, by Quevedo, and Respuesta al manifiesto deFrancia, attributed to Saavedra Fajardo. Both writings agrée in presenting a négative image of France,and making Cardinal Richelieu responsible of the war evils; however, the style and reasons of eachauthor aie différent, due to their also différent personalices and purposes.

Palabras Clave. Francia. Guerra. Imagen. Propaganda. Quevedo. Saavedra Fajardo.

TEXTES ET DOCUMENTS DU «CENTRE DE RECHERCHESUR L'ESPAGNE DES XVIe et XVIIe SIÈCLES» (CRES)

Directeur : Augustin REDONDO

II

Josette RIANDIÈRE LA ROCHE

NOUVEAUX DOCUMENTSQUÉVÉDIENS

Une famille à Madrid au temps de Philippe II

Préface d'Augustin REDONDO

Publications de la SorbonnePresses de la Sorbonne Nouvelle

La deuxième collection du «Centre de Recherche sur l'Espagnedes XVIe et XVIIe siècles» (URA 1242), aux Publications de laSorbonne, a été créée pour accueillir les travaux individuels peuvolumineux émanant des membres de la formation, qu'il s'agissede textes ou de documents importants commentés, liés auxprogrammes d'investigation du CRES. Le premier volume était enrapport avec les travaux de notre Centre sur le corps ; le deuxième,qui paraît aujourd'hui, est à mettre en relation avec les recherchesdu CRES portant sur la famille et les parentés. JosetteRIANDIÈRE LA ROCHE s'est attachée, en effet, à obtenir unemeilleure compréhension de l'auteur du Buscón et de l'image qu'ila voulu donner de lui, Francisco de Quevedo se masquant trèssouvent. Pour cela, elle a mené une enquête qui l'a conduite àexaminer les origines de l'écrivain, les caractéristiques de sonmilieu familial et de sa formation. Elle nous livre, dans cetouvrage, le fruit de son travail archivistique, les documentsexhumés étant mis en situation, replacés dans leur contexte globalet commentés.

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