la elite no siempre piensa lo mismo

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    MUISCAS

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    Prohibida la reproduccin parcial o total de este material,sin autorizacin por escrito del Instituto de Estudios Sociales y Culturales -Pensar-

    Muiscas : representaciones, cartografas y etnopolticas de la memoria / Carl HenrikLangebaek Rueda...[et al..] ; editora Ana Mara Gmez Londoo. Bogot : EditorialPontificia Universidad Javeriana, 2005.

    380 p.Incluye referencias bibliogrficas.ISBN: 958-683-643-6

    1. MUISCAS HISTORIA. 2. MUISCAS VIDA SOCIAL Y COSTUMBRES.3. CHIBCHAS - HISTORIA. 4. ESTUDIOS CULTURALES - COLOMBIA. 5. ETNOLO-GA - COLOMBIA. I. Langebaek Rueda, Carl Henrik. II. Gmez Londoo, Ana Mara, Ed.III. Gamboa Mendoza, Jorge Augusto. IV. Francis, Michael J. V. Herrera ngel, Marta Cle-mencia. VI. Correa Rubio, Franois, 1951- VII. Guarn Martnez, scar. VIII. Trimborn,Hermann, 1901-. IX. Restrepo, Luis Fernando. X. Lpez Rodrguez, Mercedes. XI. Durn,Carlos Andrs.

    CDD 986.100498 ed. 21

    Catalogacin en la publicacin - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca General

    ech. jul. 21/2005

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    ANA MARA GMEZ LONDOOEditora Acadmica

    MUISCAS:REPRESENTACIONES, CARTOGRAFASY ETNOPOLTICAS DE LA MEMORIA

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

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    Reservados todos los derechosPontificia Universidad Javeriana, Instituto PensarCarl Henrik Langebaek, Jorge Augusto Gamboa, Michael J. Francis,Marta Herrera ngel, Franois Correa, scar Guarn Martnez,

    Ana Mara Gmez Londoo, Hermann Trimborn, Luis Fernando Restrepo,Mercedes Lpez Rodrguez, Carlos Andrs Durn

    Editorial Pontificia Universidad JaverianaTransversal 4 N 42-00 primer pisoEdificio Jos Rafael Arboleda, S.J.Bogot

    DireccinSelma Marken Farley

    Coordinacin editorial

    Alfredo Duplat Ayala

    Coordinacin de autoedicinFernando Serna Jurado

    Correccin de estiloGustavo Patio Daz

    Diseo de coleccinEsteban Ucrs

    AutoedicinSandra P. Rodrguez Pardo

    Fotomecnica e impresinJavegraf

    Primera edicin, agosto de 2005Nmero de ejemplares: 500ISBN: 958-683-643-6Impreso en Bogot

    Diseo de portada a partir de: Cacica. PinturaMadera. Iglesia Doctrinera de Sutatauza. Cundinamarca.

    Instituto de Estudios Sociales yCulturales

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    vi i

    Tabla de Contenido

    IntroduccinIntroduccinIntroduccinIntroduccinIntroduccin 66666

    RRRRResistencia indgesistencia indgesistencia indgesistencia indgesistencia indgena y trena y trena y trena y trena y transfansfansfansfansfororororor maciones ideolgicas entrmaciones ideolgicas entrmaciones ideolgicas entrmaciones ideolgicas entrmaciones ideolgicas entre lose lose lose lose losmuiscas de los siglosmuiscas de los siglosmuiscas de los siglosmuiscas de los siglosmuiscas de los siglos XV IXV IXV IXV IXV IYYYYY XVIIXVIIXVIIXVIIXVII 2 42 42 42 42 4Carl Henrik Langebaek

    Los caciques muisca y la transicin al rgimen colonialLos caciques muisca y la transicin al rgimen colonialLos caciques muisca y la transicin al rgimen colonialLos caciques muisca y la transicin al rgimen colonialLos caciques muisca y la transicin al rgimen colonialen el altiplano cundiboyacense durante el sigloen el altiplano cundiboyacense durante el sigloen el altiplano cundiboyacense durante el sigloen el altiplano cundiboyacense durante el sigloen el altiplano cundiboyacense durante el siglo XVIXVIXVIXVIXVI (1537-1560)(1537-1560)(1537-1560)(1537-1560)(1537-1560) 5 45 45 45 45 4

    Jorge Augusto Gamboa M.

    PPPPPoboboboboblacin,lacin,lacin,lacin,lacin, enfenfenfenfenfererererermedad y cambio demomedad y cambio demomedad y cambio demomedad y cambio demomedad y cambio demogggggrfrfrfrfrficoicoicoicoico,,,,, 1537-1636.1537-1636.1537-1636.1537-1636.1537-1636.DemoDemoDemoDemoDemogggggrrrrrafa histrica deafa histrica deafa histrica deafa histrica deafa histrica de TTTTTunja:unja:unja:unja:unja: una miruna miruna miruna miruna mirada crticaada crticaada crticaada crticaada crtica 7 47 47 47 47 4Michael J. Francis

    Muiscas y cristianos: delMuiscas y cristianos: delMuiscas y cristianos: delMuiscas y cristianos: delMuiscas y cristianos: del biohotebiohotebiohotebiohotebiohote a la misa y el trnsito haciaa la misa y el trnsito haciaa la misa y el trnsito haciaa la misa y el trnsito haciaa la misa y el trnsito haciauna sociedad individualistauna sociedad individualistauna sociedad individualistauna sociedad individualistauna sociedad individualista 152152152152152Marta Herrera ngel

    La lite no siempre piensa lo mismoLa lite no siempre piensa lo mismoLa lite no siempre piensa lo mismoLa lite no siempre piensa lo mismoLa lite no siempre piensa lo mismo 180180180180180Carl Henrik Langebaek

    El imperio muisca: invencin de la historiaEl imperio muisca: invencin de la historiaEl imperio muisca: invencin de la historiaEl imperio muisca: invencin de la historiaEl imperio muisca: invencin de la historiay colonialidad del podery colonialidad del podery colonialidad del podery colonialidad del podery colonialidad del poder 200200200200200Franois Correa

    De brbaros a civilizados: la invencinDe brbaros a civilizados: la invencinDe brbaros a civilizados: la invencinDe brbaros a civilizados: la invencinDe brbaros a civilizados: la invencinde los muiscas en el siglode los muiscas en el siglode los muiscas en el siglode los muiscas en el siglode los muiscas en el siglo XI XXI XXI XXI XXI X 228228228228228scar Guarn Martnez

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    viii

    Lo mLo mLo mLo mLo muisca:uisca:uisca:uisca:uisca: el diseo de una carel diseo de una carel diseo de una carel diseo de una carel diseo de una car tototototogggggrrrrrafa de centrafa de centrafa de centrafa de centrafa de centrooooo..... ChigChigChigChigChigys Mie:ys Mie:ys Mie:ys Mie:ys Mie:

    el mundo de los muiscas recreado por la condesael mundo de los muiscas recreado por la condesael mundo de los muiscas recreado por la condesael mundo de los muiscas recreado por la condesael mundo de los muiscas recreado por la condesaalemana Geralemana Geralemana Geralemana Geralemana Gertrtrtrtrtrud vud vud vud vud von Pon Pon Pon Pon Podeodeodeodeodewils Drwils Drwils Drwils Drwils Drniznizniznizniz 248248248248248

    Ana Mara Gmez Londoo

    La organizacin del poder pblico en las culturasLa organizacin del poder pblico en las culturasLa organizacin del poder pblico en las culturasLa organizacin del poder pblico en las culturasLa organizacin del poder pblico en las culturassoberanas de los chibchassoberanas de los chibchassoberanas de los chibchassoberanas de los chibchassoberanas de los chibchas 298298298298298Hermann Trimborn

    Reflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolticasReflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolticasReflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolticasReflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolticasReflexiones sobre los estudios muiscas y las etnopolticas

    de la memoriade la memoriade la memoriade la memoriade la memoria 316316316316316Luis Fernando Restrepo

    Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot:Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot:Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot:Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot:Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot:espacios sociales de construccin de la memoriaespacios sociales de construccin de la memoriaespacios sociales de construccin de la memoriaespacios sociales de construccin de la memoriaespacios sociales de construccin de la memoria 332332332332332Mercedes Lpez Rodrguez

    Ser un mSer un mSer un mSer un mSer un muisca houisca houisca houisca houisca hoyyyyy..... La identidad mLa identidad mLa identidad mLa identidad mLa identidad muisca como pruisca como pruisca como pruisca como pruisca como proooooyyyyyectoectoectoectoectocolectivo de organizacin poltica y cultural en la localidadcolectivo de organizacin poltica y cultural en la localidadcolectivo de organizacin poltica y cultural en la localidadcolectivo de organizacin poltica y cultural en la localidadcolectivo de organizacin poltica y cultural en la localidadde Bosa (Bode Bosa (Bode Bosa (Bode Bosa (Bode Bosa (Bogggggot Dot Dot Dot Dot D.C.C.C.C.C.).).).).) 348348348348348Carlos Andrs Dran

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    AgradecimientosAgradecimientosAgradecimientosAgradecimientosAgradecimientos

    Como joven investigadora, agradezco a la Biblioteca Nacional,al Archivo Histrico Javeriano, a la Biblioteca General de laPontificia Universidad Javeriana, al Instituto Iberoamericano deBerln y a Hubert Frank, de la Biblioteca Adveniat en Essen. AlPrograma de Especializacin en Estudios Culturales de la Pontificia

    Universidad Javeriana, al Instituto Colombiano de Antropologa eHistoria (ICAHN), a la Facultad de Ciencias Sociales, especialmente alos historiadores Jaime Humberto Borja y a Germn Meja. Asi-mismo, a la arquitecta e historiadora Silvia Arango, por permitirmegenerosamente su archivo, por su ejemplo y por su compaa en lasexposiciones de Etnografa Brasilera en Ro de Janeiro. Al artista

    Jos Antonio Gonima. Por ltimo, al profesor Luis FernandoRestrepo, del Departamento de Estudios Latinoamericanos de laUniversidad de Arkansas, quien ha respaldado y nutrido incondi-cionalmente esta iniciativa; a la profesora Sarah de Mojica, y al pro-

    fesor Carlos Rincn, del Zentralinstitut Lateinamerika de la FreieUniversitt Berlin, porque sus aportes directos e indirectos han edi-ficado una forma de ver la cultura. Como compiladora del volu-men, agradezco los valiosos artculos enviados por los autores paraeste libro, ya que su colaboracin no tuvo prejuicios sobre la edad yel corto recorrido intelectual de la compiladora. Agradezco su com-promiso y generosidad con esta publicacin. Personalmente, deseoagradecer al Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar, de laPontificia Universidad Javeriana, por haber promovido el entusias-

    mo con respecto a este campo de estudio y por su apoyo a estainiciativa editorial. En especial, a mi tutora Carmen Milln deBenavides, por su consagrado compromiso con el saber; a su di-rector, Guillermo Hoyos Vsquez, y a Mercedes Corpas, por suapoyo y asesora constante. A todos los que acompaaron este re-corrido, Josefina de Achury, Rafael Achury, Rudolf Hommes, CristineBlanche e hijo, Victoria von Kirschten, Gloria Guardia, ZarifaMohamed Mustafa y Luis Ernesto Gmez en Berln, al Programade Jvenes Investigadores Pensar, al asesor editorial de esta compi-

    lacin, Santiago Gutirrez Villar, familia y amigos: gracias.

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    [Los conquistadores]Se pusieron al modo de saluagesvistindose de mantas coloradas

    cubiertas las cabeas con plumajescon vozes altas y regocijadas

    hazen ostentacion de nueuos tragesdiziendo tierra buena tierra buenatierra que pone fin a nuestra pena.

    Juan de Castellanos,Elegas de varones ilustres de Indias

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    PrefacioCarta al lector

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    Para qu dar importancia al estudio de esta cultura precolombina, para muchosdesaparecida, si lo que hace falta es un examen de los conflictos polticos y sociales yde la violencia que vive el pas actualmente?

    La presente iniciativa editorial surge de un encuentro y una peticin que, en sumomento, fueron problemticas. El encuentro se refiere al hallazgo de un libro deleyendas muiscas escrito por una condesa alemana, con el que tuve contacto en Bo-got a travs del Programa de Jvenes Investigadores del Instituto Pensar, y la peti-cin, un ao despus, de incorporar este texto en la agenda curricular de algunasescuelas de Cota y Cha, adonde asistan nios de los resguardos muiscas de la saba-na. A travs de grupos que asumen estas interpretaciones del pasado para empren-der una tarea de recomposicin identitaria percib la exigencia del presente en mitrabajo y decid conducir esa publicacin.

    El deseo de apropiacin de la escritura por parte de grupos tradicionalmenteexcluidos de ella hoy hace parte de una apuesta ms amplia, ligada a reclamos deciudadana y territorio, y constituye un programa poltico en disputa donde se nego-cia el afianzamiento de las comunidades indgenas en Colombia. Fui invitada a las

    Jornadas Pedaggicas desarrolladas en Cota y Cha inicialmente porque tener unlibro de escrito por una condesaalemana evocaba el prestigio del barnvonHumboldty, finalmente, porque los grupos que lideraban la actividad pretendan encontrarmediadores y aliados en esta difcil transaccin comunicativa entre las maestras deescuela y los lderes de los resguardos. Sin duda, las situaciones descritas extendan ellmite acadmico que haba dispuesto en un principio a mi trabajo de publicar conotros jvenes investigadores en una serie de cuadernos del Instituto Pensar. Mi tarea

    investigativa entonces iniciaba un dilogo con comunidades indgenas. Junto con elprofesor Luis Fernando Restrepo, de la Universidad de Arkansas, advert la necesi-dad de agrupar una memoria dispersa en artculos, ponencias y seminarios para

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    propiciar el encuentro con otras comunidades productoras de conocimiento. Trata-

    mos de poner a la orden del da aquello escrito junto a investigaciones en curso, a finde anunciar el curso de las reflexiones y de propiciar el canal de encuentro con otrosinvestigadores, organismos del gobierno y comunidades interesadas en el complejocampo de las representaciones indgenas y la memoria cultural de la nacin.

    Reflexiones sobre Historia, memoria e identidadse unen en esta compilacin paradialogar con un nuevo lector, con el que esperamos este libro tenga contacto yalguna funcin. La tarea intelectual de desacralizar los archivos, de amplificar la mira-da colonial hacia el estudio de las resistencias y de las transformaciones sucedidasposterior a la conquista constituyen una labor que pretende ampliar referentes en

    otras latitudes distintas a las del acostumbrado crculo lector de la Serie Colonia.Aunque es poco usual que el compilador no sea un investigador experto en el

    tema y, adems, no sea ni antroplogo ni historiador, me atrevo, con el permiso queda la juventud, a distanciarme del protocolo acadmico de la empresa editorial paraconducir esta iniciativa gracias a la generosidad de los autores y la confianza de laSerie Colonia del Instituto Pensar.

    El hallazgo del libro de leyendas muiscas de la condesa Gertrud von Podewils yla sorprendente tarea con una nueva comunidad lectora fueron el motor inicial de lapresente tarea editorial. Para entonces esto empataba con mi asombro sobre la mag-nitud de la biblioteca de Estudios Latinoamericanos de Berln, durante un perodode consulta en Alemania. Desde ese momento, existi una preocupacin fundamen-tal en mi ejercicio profesional: ser que la cotidianidad colombiana nos aleja delprivilegio y compromiso de tener una mirada crtica y reflexiva sobre nosotros mis-mos? Cuando comenc la reconstruccin de archivo de bal sobre la condesa, yahaba recibido el grado de psicloga y haba comenzado a tener mi propia prcticateraputica privada. Reciba algunos pacientes y supervisaba mis casos con un equipode psicoanalistas. Sin embargo, la pregunta por la investigacin en Colombia y en

    torno a la construccin cultural de la nacin desbord los siguientes diez aos deformacin analtica. Asimismo, la peticin de participar en las jornadas pedaggicasde los resguardos de Cha y Cota posicionaron una nueva funcin al estudio quehaba iniciado.

    Muchas veces me pregunt y lo hacan otros tambin con insistencia quhaces estudiando las representaciones que una condesa hace de lo muisca? Paraquin? No quisiera darle una respuesta dirigida ni tampoco ponerle una labor espe-cfica al trabajo investigativo, pues esto sera una posicin paternalista similar a la quehan adoptado los movimientos indigenistas del siglo XXy algunos estudios subalter-

    nos que pretendieron posicionarse con la bandera de entender la inconmensurabilidadde lo Otro. Lo nico que se puede pretender es iniciar un dilogo constructivo quecomprometa no slo a los estudios culturales, sino al ejercicio de la ciudadana.

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    Prefacio

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    Adems, animar el trabajo de otros jvenes investigadores que desde la literatura,1 el

    cine,2 y distintos talleres3 buscan comprender la encrucijada a la que se enfrentan losgrupos indgenas y, especficamente, los cabildos muiscas de la sabana. En esta cartaal lector me uno al renovado empeo de una generacin joven y manifiesto el deseode compilar, en un solo volumen, los trabajos de otros investigadores para ofrecereste libro al ocano de una fecunda recepcin.

    Berln, diciembre de 2004Ana Mara Gmez Londoo

    1 Me refiero al estudio de Miguel Rocha Vivas, El hroe de nuestra imagen: visin del hroe en las literaturasindgenas de Amrica, publicado recientemente por la Universidad de los Andes y el Convenio AndrsBello.2 La referencia corresponde al documentalVolviendo a lo muisca: cabildo muisca de Bosa, de Carlos AndrsDurn, joven investigador de la Universidad de los Andes. Carlos Andrs se gradu de Ciencia Polticaen el 2004 de la misma universidad con la monografa El cabildo muisca de bosa: el discurso de un nuevomovimiento social tnico y urbano, tesis dirigida por el antroplogo Roberto Pineda Camacho. Actualmente

    est finalizando sus estudios en pregrado en Antropologa y magster en Antropologa Social.3 Taller de cortometraje financiado por la comisin Carolina Oramas, que se realiza a partir de noviem-bre de 2004 en el resguardo muisca de Sesquil.

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    Introduccin

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    Introduccin

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    El presente trabajo agrupa estudios desde la temprana Colonia, encargados dedesacralizar los archivos con los que se ha escrito la historia de la sociedad muisca. Enprincipio, son estudios que modifican algunas interpretaciones en el campo de la histo-ria, la demografa y la ritualidad muisca. Por otro lado, comprende investigaciones cuyapreocupacin ha girado en torno a las representaciones pre y posconquista, a fin decomprender la actualidad e importancia del tema, con una reflexin sobre algunosresguardos y raizales muiscas de la sabana de Bogot.

    Los estudios presentados en este volumen dejan entrever la perspectiva de losestudios culturales poscoloniales y el giro que stos introducen en los estudiosantropolgicos, histricos y literarios. Cada uno de los artculos enviados por investiga-dores vinculados al Instituto Colombiano de Antropologa e Historia (ICAHN), el Mu-seo de Arte Colonial, el Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universi-dad de Arkansas, el Departamento de Historia de la Universidad de Florida, la Facultadde Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, el Departamento de Antropolo-

    ga de la Universidad Nacional y el Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javerianaconstituye una entrega crtica sobre el pasado colonial y su redefinicin en la actualidad.Se trata de un texto donde la realidad muisca es puesta entre parntesis y supedita-

    da al entorno en que fueron y son pensadas las relaciones con ese otro cultural indgena.Todos los artculos resaltan una nueva geografa para la literatura tradicional y permitenofrecer al lector nuevas ventanas para avanzar las bibliografas razonadas. En estesentido, se relaciona con otros trabajos anteriores de la Serie Colonia del instituto Pen-sar, como el Epitome del Nuevo Reino de Granada, de Carmen Milln de Benavides;Anto-loga crtica de Juan de Castellanos, de Luis Fernando Restrepo, yLos indios medievales de fray

    Pedro de Aguado, de Jaime Humberto Borja, ya que suma esfuerzos en la comprensinde estos sistemas de representacin colonial sobre los que se levantaron las ideas deorigen de los Estados nacionales.

    ESTAPAGIN

    ACAMBIAA

    GOSTO0

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    Esta iniciativa aparece junto con otras tentativas que se adelantan en el interior de

    las universidades colombianas, las cuales, a travs de la conformacin de grupos deinvestigacin,1 publicaciones y simposios promovidos en conjunto con entidadesgubernamentales,2 han acogido el compromiso en torno al debate de la construc-cin de la memoria indgena en Colombia, desde perspectivas multidisciplinarias.Cabe destacar que la tarea aqu emprendida se ocupa especficamente de un gruposocial que ha dado mucho que hacer a la sociedad colombiana por los ltimosquinientos aos. Desde las campaas de extirpacin de las idolatras de los siglos XVIyXVII, la mirada nostlgica del siglo XIX, hasta la idealizacin de los indigenismos delsiglo XX, la memoria muisca, como lo afirma Luis Fernando Restrepo en esta com-

    pilacin, no ha podido ser suprimida completamente de la memoria nacional. Apa-rece y se actualiza permanentemente a travs del arte, tal como puede notarse en eltrabajo de la artista Maria Fernanda Cardoso,3 as como tambin hace parte de lostitulares de prensa que se refieren al ltimo muisca de la sabana de Bogot (ElTiempo, 1993) y, de la misma manera, anuncia una paradoja entre el discurso espe-cializado, que insiste en enmarcarla como cultura del pasado en relacin con unorigen de la cultura nacional, y las huellas de su presencia, que susurra no solamen-te en los nombres de las calles, tiendas, adornos, vestidos de reinas de belleza, festi-

    vales tnicos en Bogot,4 y hasta en el pasaporte que exhibimos en el conciertointernacional, sino a travs de su materializacin en grupos de Bosa, Cha, Cota,Sesquil y otros, que reivindican su presencia y literacidad5 ante el gobierno nacional.

    La distribucin de los artculos del presente volumen est directamente relaciona-da con los tres descriptores escogidos para la compilacin: lasperspectivas cartogrficas,el hecho representacionalyel proyecto de las etnopolticas de la memoria. Estos tres descriptoresactan como referentes para enmarcar una actitud investigativa, una preocupacinepistemolgica y una propuesta de reflexin poltica que resulta de la orientacintransdisciplinar de los investigadores aqu reunidos.

    El primer descriptor escogido: cartografa, usa el ideologema del estudio geo-grfico para designar el ejercicio intelectual de trazarlos elementos que han cons-tituido la realidad, as como la labor de sealaryrelacionarlas fuerzas sociales, pol-ticas y culturales que han estructurado aquellos mapas culturales con los querepresentamos el mundo (Mojica 4) y, en este caso, la memoria muisca. La primeraaparicin del trmino cartografacorresponde a un ensayo titulado Ecriavian non:un nouveau cartographe, perteneciente a Gilles Deleuze,6 que enfatiza el surgi-miento de perspectivas tericas cuyo inters primordial es proponer un mapa cognitivopara entender la cultura (Castro 94). Es decir, se preocupa por establecer un con-

    junto de disposiciones en el espacio que permita descifrar la lucha por el controlsocial de los significados que determinan los campos disciplinares y las prcticasculturales (Wallerstein 171).

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    Introduccin

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    Esta actitud investigativa se traduce en el estudio de las representacioneso lo que

    podemos definir como construcciones individuales y sociales que ordenan y rigen elmundo mediante el lenguaje (qtd. Hall). Con esta actitud investigativa lacartogrfica y el objeto de estudio el hecho representacional se pretendeiniciar el proyecto de las etnopolticas de la memoria, que sintetiza el esfuerzo de desmon-tar la historia moderna latinoamericana. Esta historia que engloba los discursos delnacionalismo construidos por lites polticas y culturales colombianas, los criollismos,indigenismos, negritudes y mestizajes, cuyas polticas han sido establecidas en trmi-nos paternalistas y formas literarias como realismos mgicos han sostenido nuestraproblemtica percepcin de identidad nacional (Romn de la Campa 32). Esa His-

    toria, con mayscula, que ha restringido los marcos de comprensin con los cualesabordar el complejo entramado de la ciudadana mundial y pluritnica a la que nosaboca el nuevo milenio.

    El texto de Carl Langebeak, Resistencia indgena y transformaciones ideolgi-cas entre los muiscas de los siglos XVI yXVII, que inaugura la primera sesin de este

    volumen, nos introduce en el arte de contar las prcticas culturales de aquellos gru-pos que no accedan a la estructura colonial y que dependan de la facilidad demoverse en el mundo de la marginalidad en oposicin al orden espaol (Langebeak).En este caso, aquellas prcticas establecidas por los chuquesy la comunidad muiscadurante los siglos XVI y XVII. Con ello nos sita en el plano de las resistencias ypermite que las entendamos como formas de reapropiacin del espacio de poderpor parte de los grupos subalternos. En su artculo enmarca las estrategias que adop-taron los lderes religiosos durante el perodo colonial, que fue decisivo en la cons-truccin de la idolatra (Borja 95).

    Cuestionando la posicin de Reichel Dolmatoff y Ann Osborn en su estudio de lospueblos kogui,7 sostiene que las sociedades indgenas han sobrevivido por su capaci-dad de acondicionar sus referencias del pasado a su vigencia actual y no por el soste-

    nimiento de sus antiguas tradiciones. En este sentido, presenta una manera de entenderla memoria, la que recobra el antiguo sentido del trmino que designa una presencia enla pluralidad de tiempos y no se limita al pasado (Certeau92). La memoria, en suartculo, no cuenta con un enunciado general, una organizacin dispuesta y muchomenos fija, pues se entiende que la memoria se moviliza en relacin con lo que sucede.Por ello su texto nos invita a ver las transformaciones de las tradiciones a la luz de uncontexto colonial para aclarar que la sociedad muisca ha cambiado sus tradiciones ydebe su sostenimiento al despliegue de estratgicas acciones o jugadas en trminosde Certeau que buscan dislocar y recomponer las relaciones de poder.

    Tanto su forma de entender la resistenciacomo la manera de hacer compleja lanocin de memoria constituyen el conjunto conceptual que le permite al autor cuestio-nar la idea de la desaparicin de las culturas como consecuencia de la prdida de

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    tradiciones prehispnicas y, asimismo, destronar la funcin del antroplogo como aquel

    encargado de rescatarlas. Con este giro conceptual, no solamente trasluce su apata a laexpresin asimilacin pasivade la sociedad muisca, sino que introduce una manera deconsiderar la relacin colonial como un proceso de articulacin de tcticas y estrategiasdonde los grupos subalternos negocian constantemente sus significados culturales. Setrata de un nuevo acento histrico que anuncia el dinmico proceso de dominacincolonial en el cual las sociedades andinas no son vctimas pasivas, sino sujetos histricosque responden tcticamente a la violencia colonial (qtd. Restrepo).

    De la misma manera, Jorge Gamboa contrasta el imaginario que muchos inves-tigadores han creado con respecto a los caciques muiscas como tteres sin volun-

    tad del Estado colonial,8 para demostrar que las sociedades andinas en ningnmodo aceptan pasivamente la colonizacin. El uso del sistema jurdico castellano,entre otros usos por parte de los caciques muiscas, dispone una nueva manera decomprender el cambio en las instituciones nativas del gobierno. Las noblezas localesy los jefes regionales, afirma el autor, ampliaron su participacin y recompusieron lasformas tradicionales de poder gracias a la amplia gama de actividades jurdicas quepermita el orden colonial. En semejanza al caso de los altptl, en Mxico, los indiosaprendieron a escribir en clave hispnica (literatura, religin, tributos y asuntos coti-dianos) para adaptar y posicionar su cultura durante la temprana Colonia.

    El artculo de Martha Herrera, Muiscas y cristianos: del boihotea la misa y eltrnsito hacia una sociedad individualista,propone una mirada al sistema de creen-cias muiscas, organizado en consonancia con la organizacin social, econmica ypoltica de esta sociedad. Su objetivo es identificar el sentido que tuvo la imposicinde una nueva religin y con ello la supervivencia y transformacin negociada deciertas prcticas con su religiosidad tradicional. Su artculo nos conduce a analizar lasformas religiosas practicadas en el momento de la invasin y permite confrontarlascon aquellas que le fueron impuestas a la sociedad muisca. Adems, captura crticamente

    los elementos que se disputaron y conjugaron entre el biohotey la misa cristiana en elproceso de convivencia iniciado los siglos XVII yXVIII.Por otro lado, el artculo de Michael Francis se ubica en el acalorado debate

    acadmico asociado con el cambio demogrfico en el nuevo mundo entre 1537 y1636. Para dicho perodo, el gran espectro de clculos encontrados en las fuenteshace que los investigadores resignados a escoger cualquier dato o cifra que impactesu capricho o prejuicio acudan a una determinacin demogrfica arbitraria, en es-pecial en las explicaciones asociadas con los brotes epidmicos y las cadaspoblacionales de la poblacin nativa de Tunja. Su principal aporte en el marco de

    este debate es el estudio sistemtico que presenta sobre las fuentes cannicas paradeterminar el tamao de la poblacin muisca en la vspera de la Conquista y eldescenso ocurrido despus de sta.

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    En la tarea de desacralizar los archivos, Michael Francis cuestiona el mtodo em-

    pleado por Friede9 enAlgunas consideraciones sobre la evolucin demogrfica en lapoblacin de Tunja. La invencin de poblaciones y capitanas por parte de Freidecontrasta con las del reconocido historiador Germn Colmenares en la Provincia deTunja en el Nuevo Reyno de Granada, y, aunque este ltimo trabajo parece representaruna mayor flexibilidad para marcar los perodos de descenso y cambio demogrfico,ninguno de los trabajos que presenta le es del todo satisfactorio al autor para explicar lacada poblacional ocurrida entre 1560 y 1562. El estudio de Francis aporta una crono-loga general de las enfermedades epidmicas en la provincia de Tunja, que causaron lamuerte del 80% de la poblacin nativa. El mtodo porcentaje de despoblacin, uno

    de los ms aceptados por los demgrafos, se desmitifica en el estudio de MichaelFrancis, quien nos presenta una nueva cartografa para comprender los fenmenos quehan sido contados por la historiografa y los estudios geogrficos tradicionales.

    El acento de todos los artculos enmarcados en esta primera sesin:perspectivascartogrficas, asumen la perspectiva de ver la historia, la poltica y la sacralidad, comoun conjunto de negociaciones en el marco de una relacin colonial, es decir, asumenel reto de entender la manera como se entretejen lo hegemnico y lo subalterno enmedio de relaciones conflictivas. Al tiempo, nos acercan a la manera cmo los gru-pos subalternos crean, reformulan y reconfiguran sus identidades en relacin con losgrupos dominantes y cuestionan la rigidez de algunas categoras de anlisis social quela antropologa y la historia han utilizado y legitimado para entender estos procesos.

    El proceso de occidentalizacin de la poblacin nativa implic definir cons-tantemente la relacin colonial y el desarrollo permanente de nuevas estrategias deadaptacin y resistencia. Mientras el artculo de Carl Langebaek seala el surgi-miento paralelo de un tipo de resistencia marginal que no se acomodada a laestructura colonial, que estuvo representada por los chuquesy hombres adultos dela comunidad, el artculo siguiente: Los caciques muisca y la transicin al rgimen

    colonial en el altiplano cundiboyacense durante el sigloXVI

    seala la resistenciagenerada por la lite vinculada al rango secular de la sociedad nativa, al ofrecer unamplio panorama sobre las estrategias utilizadas por los caciques para mantener surango dentro de la sociedad.

    Si bien en el campo de la cultura material, la economa y la organizacin poltica loscambios fueron grandes, tambin puede afirmarse lo mismo en el campo de la reli-gin, lo cual contradice la postura de Reichel Dolmatoff,10 quien afirma que los con-tactos parecen haber afectado muy poco la estructura de las ideas religiosas bsicas. Elartculo de Martha Herrera surge en contraposicin a esta postura, al anunciar la

    readecuacin que impuso la invasin sobre la sacralidad muisca, pero sobre todo alestablecer que dicho sistema de creencias slo puede ser analizado como parte integralde su organizacin material, social, econmica y poltica. Es decir, en sincronacon sus

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    cambios. Con esto se afirman las pautas culturales muiscas como un drama social,

    donde la funcin del ritual biohoteyentai, ms que sostener la estructura social,reconfigura permanentemente elementos de sta y los transforma.

    El hecho representacionalEl hecho representacionalEl hecho representacionalEl hecho representacionalEl hecho representacional

    En un perodo histrico como el nuestro, donde diversas comunidades del pueblomuisca empiezan a salir del anonimato e invisibilidad (Restrepos. p.), logra entenderse lafrase de Willey, quien anota que el afn por conocer el pasado es sucedido por perodosen los cuales cabe preguntarse cmo, para qu y para quin indagamos este pasado11

    (Langebeak, La lite). En sntesis, dispone la exigencia de explicar los factores socialesque condicionaron y condicionan la investigacin del pasado.

    La lite no siempre piensa lo mismo, de Carl Langebeak, es una versin modi-ficada para la presente edicin, segn nuevos resultados de investigacin de su re-ciente libroArqueologa colombiana: ciencia pasado y exclusin. En sntesis, el artculo sugiere

    que las interpretaciones del pasado indgena no siempre corresponden a interesesneutrales o cientficos, porque pertenecen a intereses de clase de grupos que com-parten, en diversos momentos, el control del Estado.12 Sin embargo, para el autor, eluso poltico de las interpretaciones no debe entenderse como una posicin estataldominante, sino como un conjunto de posiciones antagnicas e irreconciliables, queevite as una correlacin simplista entre intereses de Estado y estudios antropolgicos.Tanto el indigenismo ms chovinista como el hispanismo ms aberrante coexistenen Colombia, desde sus orgenes hasta nuestros das y han sido practicados porgrupos que comparten en alguna medida el poder poltico (Langebeak, La lite).

    Siguiendo esta pauta inaugural, los textos (crnicas y relaciones), as como la lite-ratura indgena, indigenista e indianista,13 no se consideran una encarnacin del esp-ritu de los tiempos, sino una representacin modelada dentro de una culturaheterognea. Hagan lo que hagan, los autores no escriben libros. Los libros sonfabricados por escribas y otros artesanos, por mecnicos, ingenieros y otras mqui-nas (Chartier 55). Esta conocida afirmacin de Roger Chartier, que aparece en sulibro El mundo como representacin, posiciona la salvedad que destacamos paraeste apartado del presente volumen: no existe ningn texto o interpretacin fuera delsoporte que lo da a leer, pues la fuente escrita se encuentra tambin determinada por

    la manera como llega a su lector. Dedicar la atencin a las formalidades prcticas, comolas denomin Michel de Certeau, bien sea en el campo de la produccin y o de larecepcin, permite relacionar los discursos con los principios de regularidad que

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    ordenan y controlan una realidad, as como interrogar sus modos de acreditacin y

    veracidad. Los artculos enmarcados en esta sesin se interesan por el hechorepresentacional, a modo del apoyo que determina la escritura y la valida, haciendode este hecho el factor con el que construimos la historia social y por ende lamemoria oficial de la sociedad muisca.

    Siguiendo esto, es posible afirmar que la representacin colonial ha permanecidoy ha sido proyectada hacia el presente. Si bien el artculo de Carl Langebeak enmarcael desarrollo de los estudios arqueolgicos y etiolgicos desde el siglo XVI hastainicios del siglo XX, para discutir el impacto de esa relacin en la antropologa colom-biana actual, los artculos siguientes puntualizan detalladamente algunos de los esque-

    mas de representacin que l menciona y que se han mantenido vigentes desde elsiglo XVI hasta el XX. Especficamente aquellos que configuraron el paradigma delindio muisca como indio civilizado durante el siglo XIXy aqullos usados para enal-tecer una cartografa continental y nacional de centro durante las primeras tres dca-das del siglo XX. Por ello, La lite no siempre piensa lo mismo se considera unartculo introductorio y seminal en la discusin de este apartado. En esta marcha, elartculo de Franois Correa rastrea las interpretaciones de la organizacin poltica delos muiscas generadas desde el Eptome de la conquista del Nuevo Reino de Granada, ascomo las crnicas de Aguado, Castellanos, Oviedo, Simn y Rodrguez Freyle, quehan construido el dudoso tercer imperio de Amrica. scar Guarn profundiza lainvencin de los muiscas en el siglo XIXy su vinculacin con un discurso patriticoilustrado y Ana Mara Gmez refleja una continuidad de este discurso en una narra-tiva especfica que ocurre a principios del siglo XX. Los tres ensayos siguientes cons-tituyen una revisin sobre historias coloniales, republicanas y nacionales que confor-man buena parte de nuestra memoria vigente sobre esta comunidad indgena.

    El primero, a partir de representaciones asociadas con la guerra, la expansinterritorial, la centralidad del poder y el afn imperial de Bogot, reconstruye la histo-

    ria de una estratificacin poltica piramidal cuyo poder se apoyaba en la capacidad einteligencia militar de la sociedad muisca y cuyo orden estaba supeditado a una orga-nizacin dinstica. Con estos elementos se representa lo americano bajo la perspec-tiva del modelo de conquista espaol, que haca de la guerra el instrumento de lapoltica. Esa representacin colonial es hoy la historia de Colombia y ha sido prorro-gada hasta nuestros das sin aparente transformacin.

    El segundo presenta el rescate de lo prehispnico que ocurre desde 1793 en laspaginas del Papel Peridico de Santa fe de Bogoty el Semanario de la Nueva Granadahasta la segunda mitad del siglo XIX, con textos oficiales como el Compendio histrico

    del descubrimiento y colonizacin de la Nueva Granada,del general Joaqun Acosta,pasando por la exaltacin romntica de los muiscas de las novelas histricas,14 queconformaron la idea de un protoestado muisca que sirvi a los fundamentos de la

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    repblica ilustrada. Su inters puede comprenderse a la luz del artculo de Ana Mara

    Gmez, quien destaca otro intento de etnificacin, es decir, de una puesta en escena delo tnico que permitiera encontrar una raz civilizatoria chibcha en la base de la naciona-lidad colombiana.

    Queda claro entonces que la etnificacin aqu descrita corresponde a unainstrumentalizacin discursiva que representa a lo indio desde el poder y que lo hacedebidamente funcional a la construccin de la identidad nacional. En el caso de lainvencin de los muiscas en el siglo XIX, se describe la necesidad de tender un lazoque uniese a los muiscas protoestatales y a los criollos republicanos a fin de justificarla Nueva Granada como Repblica. Con este discurso, el centro andino debairradiar la civilizacin hacia las perifricas regiones brbaras de tierra caliente, y, atravs de ello, reconocer el necesario planteamiento de un proyecto nacional que,por lo menos en teora, tuviese un sabor interclasista (Guarn).

    En consonancia, Lo muisca: el diseo de una cartografa de centro busca pre-sentar el libro de leyendas muiscas escrito por la condesa alemana Gertrud vonPodewils Drniz,el Chigys Mie, como un artefacto cultural que sirve a esta tecnologade lo nacional. Esto es, un discurso ligado a la evolucin y constitucin del Estadonacional que privilegi lo muiscapara enaltecer el centropoltico administrativo, perosobre todo cultural de la nacin colombiana: Bogot, a fin de amparar el proyectode la hegemona conservadora de principios del siglo XX.

    La invencin de lo muisca, sugerida por estos tres artculos, deja entrever la pers-pectiva del hecho representacionalcomo cosmologa poltica (Gnecco 175), es decir,como pauta que estructura relaciones sociales y codifica una memoria con la cualimaginamos el presente. Sin duda, aquella que separa cuidadosamente la alteridadindgena prehispnica de la contempornea. La revisin del diseo establecido porlos relatos del siglo XIX yXX sirve para revisar el patrn que contina reinando ennuestra comprensin de los grupos tnicos nacionales (Gnecco 218).

    En el campo de la narrativa latinoamericana, basada en el inters por la historia delas mentalidades cuyo soporte inicial lo encontramos en Levy-Bruhl y en la antro-pologa clsica, las representaciones amerindias hicieron eco con el diseo de unacartografa continental que conceba la cultura humana como una evolucin en la quelos pueblos americanos estaban en una de las etapas ms primitivas. Renovaron unmapa imperial donde Europa, o el viejo mundo, como lo aclara Hegel en sus Lec-ciones sobre la filosofa de la historia,ha alcanzado su madurez y seguira siendo elcomienzo de la historia del mundo. Esta forma de presentar la tradicin europea,ms especficamente, la tradicin espaola y catlica como poseedoras de todo lo

    que los amerindios necesitaban, y cuya imagen deba permanecer tan pura eincontaminada como la lengua (Walde 72), se ha mantenido como una constante ennuestra historiografa nacional.

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    La tarea de revisar los sistemas de representacin colonial que sostienen la historia

    de Amrica constituye el reto de los estudios aqu presentados. Se trata de volvercrticamente a esta memoria social y recomponer los elementos que nos permitenparticipar con nuevos referentes en el paradigma constitucional de la ciudadanacolombiana, que an no ha logrado adoptar una forma del todo incluyente yparticipativa.

    Etnopolticas de la memoriaEtnopolticas de la memoriaEtnopolticas de la memoriaEtnopolticas de la memoriaEtnopolticas de la memoria

    Por la noche hacemos el ritual de la luna, prendemos nuestras antorchas, porque la

    candela de nosotros no se puede apagar. Cabildo Indgena de Bosa. El Espectador,30 de octubre de 2004

    A la luz de la Carta Constitucional de 1991 de Colombia, donde se reconoce a lacomunidad nacional como pluritnica, se concibe como problemtico el surgimien-

    to de una comunidad indgena en la sabana de Bogot que haba sido emparentadacon los mayas y con los incas: los muiscas. Esta sociedad, que ocup el Nuevo Reinode Granada, hoy declara estar viva y ser duea de una tierra ancestral. No extinta nipor la colonizacin ni por la modernidad, reclama una base comn y se reinventa as misma negociando con los imaginarios de la sociedad mayoritaria que insiste en

    verla como cultura del pasado. En este marco, el artculo que abre esta sesin, a lamanera de una reflexin sobre los estudios muiscas y las etnopolticas de la memoria,centra su anlisis en una pregunta central: cmo ha sido el proceso de reconoci-miento y dilogo establecido entre los estudios muisca y las comunidades

    condiboyacences? Adems, interpela la relacin entre el saber especializado deantroplogos y el sistema educativo.

    Lo muisca encarna una paradoja sustancial que el autor precisa revisar: lo muiscaaparece en el discurso especializado como cultura del pasado en relacin con unorigen de la cultura nacional y, al tiempo, enmarca una nueva aparicin y enunciaempezamos a salir del anonimato e invisibilidad a la que fuimos sometidos. Losartculos acogidos en la tercera sesin del volumen examinan los procesos culturalesque han mediado entre las comunidades de la sabana y la sociedad colonial.

    Luis Fernando Restrepotoma en cuenta el tema de la memoria muisca en Co-lombia y entiende como memoria el complejo de narraciones y prcticas simblicasque dan sentido o sentidos al pasado en un momento dado: un presente determi-

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    nado, que busca encausar o abrir el futuro. En sntesis, considera lo muisca como

    un concepto cultural y lamenta que existan pocos estudios de antroplogos,etnohistoriadores, arquelogos, gegrafos y literatos que contemplen esta perspecti-

    va. Para el autor, esta va de anlisis se hace indispensable para evitar caer en unnativismo acrtico y esencialista, asimismo, para abordar los procesos en los quemedia cmo se vende, consume y aquello que queda por fuera de esa escenificacin.Qu recordar? Cmo recordar? Para qu recordar? Son las tres preguntas quetodo investigador que trabaje sobre el tema de la memoria debe hacerse.

    En suma, su artculo sita el tema muiscaen la relacin Estado-ciencia para en-marcar la elaboracin de polticas de la memoria. En este marco coincide con

    Langebeak (La lite) que tanto Estado como ciencia no son campos monolticosde pensamiento, sino que estn configurados por contradicciones internas que espreciso reconocer.

    En el recorrido que nos propone, revive el artculo del 15 de septiembre de 1993,publicado en la revista Semana, titulado El ltimo muisca, que compara con lamirada de la comisin corogrfica del siglo XIX. Es una mirada nostlgica quetiende a suprimir la violencia de la colonizacin y a identificar la cultura muisca con elpaisaje nacional (Restrepo s. p.). En la misma prospectiva seala el texto de Eduar-do Caballero Caldern Suramerica: tierra del hombreyestudia la memoria oficial pre-sentada en el Museo de Oro, recreando su experiencia como visitante del SalnDorado. Contrasta la legitimidad que tienen los muiscas para el Estado frente algrupo uwas y los embera cato, para ubicar la concepcin colonial de la naturalezaque se mantiene en el imaginario nacional. Por otro lado, ilustra el trabajo de la artistaMaria Fernanda Cardoso en su propuesta Corona para una princesa chibchay las celebra-ciones de los campesinos cundiboyacences de San Pascual Bailn, como indicadoresde una memoria que esta profundamente marcada por la colonizacin.

    Considerando lo anterior, el autor plantea el futuro retorno de lo muisca, dadoque los actuales procesos de reindigenizacin de los discursos polticos de los Andesy Mesoamrica, como el panmayanismo coinciden con su apreciacin. Concreta-mente, el artculo siguiente: Los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogo-t: espacios sociales de construccin de la memoria,examina los recientes procesosa travs de los cuales algunas comunidades campesinas de la sabana de Bogot hanempezado a definirse a s mismas como raizales, descendientes de muiscas. Exploracmo se entreteje la memoria nacional y la memoria local, as como lo hegemnicoy lo subalterno en la produccin de significados y sentidos sobre el pasado. Se inte-rroga cmo las comunidades actuales emplean de manera estratgica estas construc-

    ciones sobre el pasado, en medio de las relaciones conflictivas con lo nacional y conel Estado. En suma, explora la configuracin etnopoltica que establecen los raizalesmuiscas. A travs de la combinacin de las herramientas conceptuales y metodolgicas

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    de la antropologa social y la antropologa histrica, reflexiona sobre cmo los miem-

    bros de los resguardos muiscas y raizales de la sabana de Bogot han emprendido elproceso de reindianizacin de sus discursos polticos.

    Siguiendo la pauta que la autora sugiere, su artculo intenta reflexionar sobre elcaso de los resguardos de Bosa, Cha, Cota y Suba, a fin de realizar una aproxima-cin al proceso de desarticulacin de los resguardos, las circunstancias que motiva-ron el proceso de redefinicin y el papel de los lderes en la configuracin de undiscurso poltico que sustenta el proceso. Asimismo, presta especial atencin al lugardesempeado por el pasadocomo articulador de los discursos y las prcticas socia-les encaminadas a la bsqueda de lo tradicional y lo comunitario.

    Este proyecto no busca establecer si en realidad estas comunidades pueden o nodefinirse acadmicamente como indgenas, intenta aproximarse a las estrategias em-pleadas por estos grupos para crear una identidad sobre s mismos, dirigida al exte-rior con discursos que hacen hincapi en la cohesin interna, en la tradicionalidad delos proyectos y en su anclaje en formas de vida social comunitaria ampliamentedifundidas. Por otro lado, se interroga sobre cmo se viven estos procesos en elinterior de las comunidades donde existen diferencias, rupturas, posicionamientosdivergentes de los miembros que se expresan como oposiciones entre mayores yms jvenes, mujeres y hombres, urbanos y rurales.

    La conceptualizacin de la diferencia cultural, en trminos de lo tnico, ha ocurridosiempre en medio de relaciones de dominacin colonial y de desigualdad radical. Elproceso de reconocimiento de la condicin de ser indgena est atravesado por unreconocimiento colectivo, una pertenencia a un grupo social poseedor de una diferen-cia cultural sustancial y, en muchas ocasiones, esencial. Qu sucede cuando la diferenciacultural no es extrema? Qu sucede cuando hay cercana en las prcticas culturales conrespecto de grupos que aunque pertenecen a la sociedad mayoritaria comparten uncarcter de subalternidad con las comunidades indgenas? Con respecto a la definicin

    de identidades, existe un hilo que atraviesa el entramado: el paso del tiempo, su existen-cia como indgenas desde antes de la llegada de los colonizadores europeos, la referen-cia al pasado. Pero ms all del paso objetivo del tiempo, lo que permite hacer proyec-tos de vida en el presente y sobre el futuro es la construccin de una memoria comn,su apropiacin cultural, la elaboracin de narrativas sobre el pasado y la construccinde significados sociales compartidos, y ste es uno de los puntos ms conflictivos de laconstruccin identitaria raizal muisca.

    Qu es entonces ser un muisca hoy? La identidad muisca, como un proyectocolectivo de organizacin poltica y cultural, logra verse en el extremo suroccidental

    de la ciudad con el ltimo artculo de esta compilacin, a travs de la etnografarealizada con los miembros del cabildo de Bosa durante 2003 y 2004. Esta aproxi-macin nos permite aprehender un relato construido desde cuando se crea la Alcal-

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    da Local de Bosa, en 1954, y el municipio de Bosa es anexado a la ciudad de

    Bogot. Es la respuesta de los sujetos a quienes, frente a la reconfiguracin que laurbe, se exigi asumirse como diferentes y, en cierto sentido, agruparse como movi-miento social para insertarse a la vida multicultural y democrtica de una ciudad queest cada vez en mayor contacto con la globalizacin econmica y cultural.

    La etnognesis de una comunidad indgena que se organizar como cabildo enBosa surge a raz de la relacin entre la tierra heredada la identificacin de lasescrituras del resguardo, la Carta Constitucional de 1991 y el Convenio 169 de laOrganizacin Internacional del Trabajo (OIT), mediante el cual se ratifica que la prin-cipal forma de ser indgena es autorreconocerse como tal. Esta afirmacin pasa

    por una organizacin poltica del cabildo (gobernador, vicegobernador, alcalde mayor,alcalde menor, alguacil mayor y menor, secretario y tesorero) y una organizacinsocial interna (Consejo de Mayores,15 el Consejo de Mujeres16 y el Consejo de Jve-nes17) que inicia una vez se dan las condiciones sociopolticas necesarias para que sepueda construir y enunciar un discurso poltico de carcter tnico. Este proceso esamparado por otras actividades culturales, como el Festival del Sol y la Luna celebra-do el 12 de octubre de cada ao.

    El reconocimiento tnico oficial para el resguardo de Bosa fue otorgado en 17de septiembre de 1999. Sin embargo, la Direccin General de Asuntos Indgenas(DGAI), hoy Oficina de Asuntos tnicos del Ministerio de Gobierno, reconoce pordecreto slo una parcialidad indgena, es decir:

    Un grupo o conjunto de familias de ascendencia amerindia, que tiene concienciade identidad, que comparten valores, rasgos usos o costumbres de su cultura ascomo formas de gobierno gestin, control social o sistemas normativos propiosque la distinguen de otras comunidades tengan o no ttulos de propiedad, o que nopuedan acreditarlos legalmente o que sus resguardos fueron disueltos, divididos odeclarados vacantes.

    El Decreto 2164 de 1995 cobra importancia, por cuanto estipula los criteriostcnicos para llevar a cabo la adjudicacin de resguardos y, al tiempo, indica losaspectos de los que carece la poblacin para ser completamente indgena. All escuando empieza un proceso de recuperacin cultural e invencin de tradiciones; sinembargo, afirma el autor, la comunidad no ha hecho ningn tipo de reclamo conrespecto a la consolidacin de un resguardo a partir de las titulaciones que actual-mente poseen las familias de Chisguasuque, Neuta, Tunjo, Fitat, Garibnello, Orobajo,entre otras. Sus intereses corresponden ms a la creacin de una instancia de organi-zacin poltica colectiva que a la ilusin de conformar un territorio de resguardo que

    restringira el dominio de la tierra (Durn).La conformacin como cabildo, en cambio, brinda garantas para el desempeodemocrtico de todos los miembros que participan en ste. Es la instancia que les

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    permite dirigirse, sin mediacin poltica externa, ante el Consejo Local de Cultura, el

    Consejo Distrital, la Alcalda y las distintas organizaciones nacionales. Asimismo, lespermite gestionar servicios de salud, cupos escolares y universitarios y organizaractividades culturales y polticas. Con todo esto, slo nos queda seguir observando yparticipando de las nuevas configuraciones sociales y exigencias polticas en un pasque se declara a s mismo pluritnico, pero que no ha logrado acoger la plurivocalidadde todos los grupos tnicos de la sabana de Bogot.

    En sintona con una conversacin democrtica que admita el plpito del pasadoen el centro nacional, esperamos esta compilacin sea una accin que continu lareflexin sobre la construccin de una memoria indgena en Colombia y siga estimu-

    lando el trabajo emprendido en centros acadmicos, instituciones de gobierno yotros inquietos lectores que se vean convocados a participar.

    Berln, diciembre de 2004Ana Mara Gmez Londoo

    Coordinadora del Programa de Jvenes InvestigadoresInstituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar,

    Pontificia Universidad Javeriana

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    NotasNotasNotasNotasNotas

    1 Entre los grupos de investigacin destacados en Colombia pueden nombrarse los esfuerzos del Institu-to Colombiano de Antropologa e Historia (ICANH), de la Universidad del Cauca, en torno a jurisdiccinespecial; el grupo Filosofa de la Conquista, de la Universidad de los Andes; el grupo de Epistemologay Lgica Aplicadas, de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la Universidad del Rosario; el grupode Antropologa, y Geografa, y el grupo de Historia, Ambiente y Poltica, adscrito al Instituto deEstudios Ambientales de la Universidad Nacional de Colombia. Con esta abreviada mencin de losgrupos universitarios, algunos registrados ante Colciencias, temo dejar de lado la valiosa iniciativa deaquellos grupos particulares que emprenden una lectura simblica del ancestro indgena y aqullas

    vinculadas a la redefinicin del pensamiento amerindio, por lo que pido se tenga en cuenta que existen

    esos grupos en las diferentes universidades anteriormente mencionadas que no gozan an de un recono-cimiento institucional pleno.2 Especficamente nos estamos refiriendo a dos simposios realizados en Bogot durante 2004. Elprimero de ellos, el II Simposio Colombiano de Historia, Ambiente y Poltica, realizado en agosto yorganizado entre Colciencias, el ICANH, la Universidad Central, el Instituto de Estudios Ambientales dela Universidad Nacional y el Instituto de Estudios Ambientales para el Desarrollo (IDEADE) de laPontificia Universidad Javeriana, cuyas memorias aparecieron en la revista NmadasNo. 22, que editael Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, en marzo de 2005, y el simposio laConstruccin de la Memoria Indgena: Perspectivas Multidisciplinarias, realizado en septiembre de2004 y organizado conjuntamente entre el Banco de la Repblica y la Universidad de los Andes. Lasmemorias de este evento sern editadas en el 2005 por la Universidad de los Andes.3 La Corona de espinas chibcha(1990-2002) fue exhibida en la exposicin retrospectiva de los ltimos

    veinte aos de la artista Mara Fernanda Cardoso, en el Museo de Arte del Banco de la Repblica,durante agosto y octubre de 2004. Esta Corona, realizada con lagartijas disecadas, funciona en losplanos literal y simblico. Por un lado, alude a la ornamentacin precolombina; pero, por otro, abando-na, al tiempo, los medios de representacin tradicionales. Con ello se enmarca una resonancia poticaque relaciona mito e historia, y que sustituye la alegora de la imagen por su realidad.4 El parque El Talento, ubicado en la esquina de la calle 14 con carrera 5, del barrio La Candelaria enBogot, sirvi de sede para la Feria de las Tradiciones, entre el 30 de septiembre y el 3 de octubre de2004. En sta participaron representantes de los cabildos muisca, inga, kichwa, as como gruposafrodescendientes, raizales de San Andrs y Rom, quienes realizaron una exposicin y venta de sus

    artesanas, las cuales, entre otras actividades, siguen siendo la base de su subsistencia. La iniciativa surgedel convenio suscrito entre la Secretara del Gobierno Distrital y la Alianza Entre Pueblos, organizacincoordinada por Juan Carlos Gamboa, quien ha sido promotor de los procesos de reindianizacin de estosgrupos tnicos en Colombia.5 La intencin de recobrar el trmino en un sentido distinto a la mera codificacin directa o indirecta dela palabra impresa se desprende de un grupo de investigadores que desde 1980 se opuso a la visindicotmica entre oralidad y escritura, y a la idea de la equiparar literacidad con alfabetizacin. Entreestos estudios se destaca el trabajo de Sylvia Scribner y Michael Cole en The Psychology of Literacy, quienesa travs del estudio de una escritura indgena (el vai en liberia) reconocieron que existen diferentes tiposde literacidad y que stas deben observarse integralmente conectadas con el mundo social y simblicosin privilegiar como orden cognitivo superior el pensamiento analtico, lgico o abstracto, pues se trata

    de pensar la literacidad en plural y entender el conjunto de prcticas discursivas directamente relaciona-das con la identidad de quienes la practican como ingredientes que dan sentido a una cultura. Junto conlos Nuevos Estudios de la Literacidad (NEL) se anudan diversos trabajos desde las ciencias sociales y la

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    crtica literaria que articulan la discusin entre cultura y poder en el contexto latinoamericano, al

    resaltar la importancia del contexto de descolonizacin. Ejemplos de estos trabajos en los aos noventason los de Antonio Cornejo Polar (Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad sociocultural en laliteraturas andinas), Martin Lienhard (La voz y su huella: escritura y conflicto tnico-cultural en Amrica Latina1492-1988), Carlos Ivn Degregori (Educacin y mundo andino) y Rodrigo Montoya (Por una educacinbilinge en el Per).6 Deleuze, Gilles. Ecriavian non: un nouveau cartographe. Critique343 (1975). Foucault, Michel. Unnuevo cartgrafo: vigilar y castigar. Barcelona: Paids, 1987.7 Reichel Dolmatoff, Gerardo. Contactos y cambios culturales en la sierra nevada de Santa Marta.Revista Colombiana de Antropologa1.1 (1953): 17-122. El chamn y el jaguar: estudio de las drogas narcticasentre los indios de Colombia. Mxico: Siglo XXI, 1978.Arqueologa de Colombia: un texto introductorio. Bogot:

    Segunda Expedicin Botnica, 1986.8 Esta posicin surge contraponindose a la lectura de otros investigadores que se han dedicado a lacolonia temprana como Martha Herrera, Marta Zambrano y Eduardo Londoo. Citados en la bibliogra-fa del articulo citado.9 Poblacin, enfermedad y cambio demogrfico. Michael Francis10 Gerardo Reichel Dolmatoff en su artculo Contactos y cambios culturales en la sierra nevada deSanta Marta.11 Carl H. Langebaek, Universidad de los Andes.12 Para trabajos ms recientes a la publicacin original al artculo La lite no siempre piensa lo mismose recomiendan las publicaciones de Cristbal Gnecco y Carlo Emilio Piazzini.13 Histricamente la crtica ha distinguido entre la literatura indianista, indigenista e indgena. Laprimera se caracteriza por rendir una visin idealizada del indgena. La segunda se enfoca ms en laactual situacin de las comunidades indgenas y aboga en su favor, aunque generalmente se trata de unaliteratura producida por intelectuales letrados y urbanos que hablan en nombre de los indgenas. Laliteratura indgena es considerada propiamente la literatura producida por escritores indgenas. LuisFernando Restrepo. Proyecto: Enclaves de la memoria colombiana: los muiscas y la literatura indianista eindigenista siglosXIX-XX.14Sulma, de Jos Joaqun Borda; Aquimin y Sugamuxi, de Luis Vargas Tejada, yAquimin-Zaque, dePrspero Pereira Gamba.15 El Consejo de Mayores est cargo de la recuperacin de la historia oral y es la mxima autoridad del

    cabildo.16 El Consejo de Mujeres se organiza en torno actividades artesanales y gastronmicas.17 El Consejo de Jvenes trabaja en investigacin y recreacin cultural al interior del cabildo.

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    Ana Mara Gmez Londoo

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    Resistencia indgena ytransformaciones ideolgicasentre los muiscas de los

    siglos XVI yXVIICarl Henrik Langebaek*

    * Departamento de Antropologa, Universidad de los Andes.

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    Dentro de las narrativas que existen en la antropologa es constante la del indgenatradicional, cuya historia es la del apego al pasado. En contraposicin a ese apego,Occidente se piensa y narra a s mismo como dinmico, expansivo y cambiante.Esta doble imagen se ha agudizado a medida que se fortalecen los movimientosrenacentistas pensados como un regreso al pasado, as como la supuesta vida en unmundo que se ha venido a llamar metafricamente? poscolonial y, al menosretricamente, una preocupacin por la diversidad y por el multiculturalismo en elmundo globalizado de hoy.

    En este contexto, no es sorprendente la idea de que las comunidades indgenasjams han estado ms amenazadas y que podran ser aplastadas rpidamente por lasociedad dominante. Esta idea, aunque no es nueva a mediados del siglo XIXya sehaba fundado la Sociedad Protectora de Aborgenes cobra cada vez ms fuerza:la vida espiritual de las comunidades indgenas, su ltimo vnculo con el pasado, seperder de forma acelerada por la presencia del misionero o del Estado en aquellaszonas donde todava, pero no por mucho tiempo, ha logrado sobrevivir. En estanarrativa, el indgena subsiste en la medida en que no cambia. Pero si lo hace, pasa aser otra cosa, especficamente occidental.

    En Colombia, las narrativas sobre el indgena resistente al cambio se han ocupadoante todo del mundo de sus ideas. Desde sus inicios, la etnografa en el pas se concibicomo una tarea de rescate de las formas de ver el mundo, distintas a la dominante,pues, de otro modo, desapareceran en el curso de pocas generaciones. Es sorprenden-te encontrar que incluso criollos de fines del siglo XVIII planteaban la urgencia de untrabajo de rescate para saber cmo eran las sociedades indgenas que pronto desapare-

    ceran. Los cientficos sociales, en particular los etngrafos, equipados con su formaobjetiva de descifrar las ricas formas de ver el mundo de los indgenas, tenan laresponsabilidad ineludible de rescatarlas: en el mundo de las ideas, en esas formas de

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    ver el mundo, se encontraba suspendida la frgil capacidad de los grupos oprimidos

    para sobrevivir.Los exponentes ms importantes de esta narrativa en Colombia han sido Gerardo

    Reichel-Dolmatoff y Ann Osborn. El primero sostena, desde los aos cincuenta,que a partir de la Conquista existi una marcada desproporcin de la aculturacin,en los diferentes aspectos culturales. En el campo de la cultura material, de la subsis-tencia, tecnologa y economa, los cambios fueron muy grandes (Contactos 13),mientras que en el campo de la religin los contactos parecen haber afectado muypoco la estructura de las ideas bsicas, tocando apenas ciertos aspectos del ceremo-nial (Contactos 116).

    En su ltima sntesis de arqueologa colombiana, Reichel-Dolmatoff afirmaba quedespus de una expedicin militar de 1599, que finalmente acab con la resistenciaindgena en la sierra nevada de Santa Marta, los taironas no fueron exterminados:

    Sera demasiado trgico querer ver en estos acontecimientos el final de la culturatairona, tal y como se conoce a travs de sus esplndidos vestigios arqueolgicos. Porfortuna, los indgenas que lograron sobrevivir en la Sierra Nevada de Santa Marta, hansabido mantener viva la tradicin de sus antepasados y constituyen, hoy en da una delas sociedades indgenas intelectualmente ms avanzadas de Amrica. (Arqueologa201).

    Desde esa perspectiva, los mitos indgenas se construan, en la narrativa delantroplogo, como versiones inmodificables del pasado. Cuando se trataba de surelacin con el pasado prehispnico, se asuma que aun se transmitan intactos paradar cuenta de una visin del mundo que era la ltima en transformarse despus delcontacto (Osborn 11). Sin embargo, una lectura atenta del trabajo de Reichel-Dolmatoff muestra que incluso en el caso de los koguis, la resistencia indgena inclu-y profundas transformaciones ideolgicas y cambios en los roles de los lderes.Hoy en da es claro que los indgenas de la sierra nevada han estado inmersos en un

    mundo colonial desde el siglo XVI y que es imposible entender su historia actual sin(acudir a) ste (Uribe).Quizs el texto clsico al cual se acude para argumentar la resistencia al cambio

    entre los indgenas de Colombia se refiere precisamente a los koguis de la costanorte: Contactos y cambios culturales en la sierra nevada de Santa Marta, de Reichel-Dolmatoff. En este trabajo se presenta la historia de los indgenas de la sierra nevadacomo la permanente y frgil lucha de los koguis por mantener la cultura de susantepasados, como respuesta a la arremetida espaola y durante el auge de la coloni-zacin y el avance de la civilizacin. Reichel-Dolmatoff estim que la resistencia

    cultural de la dcada de los cincuenta fue el ltimo esfuerzo por lograr conservar sustradiciones de origen prehispnico, en cabeza de los mamas o lderes religiosos. Sinembargo, en su intento por mostrar la continuidad entre los taironas de la sierra

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    nevada de Santa Marta y los koguis de mediados del siglo XX, el autor demostr,

    paradjicamente, todo lo contrario: que en el siglo XVI no existan los taironas comotales, sino una serie de sociedades con marcadas diferencias regionales que vinieron aser conocidas como taironas slo gracias a los cronistas espaoles. Adems, que lainfluencia colonial fue notable al explicar muchas de las migraciones de la costa de lasierra: la introduccin de nuevas tecnologas y un poder cada vez mayor de losmamas en el campo poltico. Es ms, incluso en el campo de lo ideolgico demos-tr que gran parte de lo tradicional no era ms que resultado de la conquista misma.

    En la descripcin de Reichel-Dolmatoff, la celosa preservacin de la tradicinkogui recae en la figura de los mamas. Ellos, mediante movimientos que el inves-

    tigador denomina renacentistas, habran logrado conservar lo esencial de la tradi-cin tairona. El caso se analiza con detalle para tres pueblos koguis fundadosrecientemente: San Andrs, por el mama Julin; San Jos, por el mama Hui, yMamarongo, por el mama Javier. Los dos primeros se crearon en alturas medias,en tierras aptas para la agricultura y cerca de los colonos. Mamarongo, en cambio,se instituy en una zona cubierta de rocas, poco apta para la agricultura (Reichel-Dolmatoff, Contactos 84).

    En San Jos la gente debi abandonar el cultivo de papa, batata y arracacha parareemplazarlos por pltano, caa de azcar, malanga, yuca y frjol; se inici la industriapanelera que no era viable en su lugar de origen, y, con ello, el intercambio activo conlos colonos, quienes a su vez los provean de sal y ron. En San Andrs, los poblado-res no cambiaron mucho su dieta tpica de clima templado, pero el acceso a produc-tos de tierra fra continu siendo imposible. Los antiguos tabes alimenticios indge-nas, basados en una estricta diferenciacin entre alimentos autctonos e importados,fueron imposibles de mantener en San Andrs, difciles en San Jos y slo posiblesen Mamarongo.

    De acuerdo con Reichel-Dolmatoff (Contactos 87), las tres fundaciones

    renacentistas se vieron afectadas profundamente por el carcter de los mamas quelideraron cada fundacin. Mama Julin, el fundador de San Andrs, es descrito comoun mama a pesar suyo; obligado a practicar su oficio por presin de su padre, yentregado al vicio del alcohol. Mama Javier, fundador de Mamarongo, era un exper-to tallador de mscaras, tradicional e inmensamente respetado por la comunidad.Iguales caractersticas tena su hijo Ignacio, quien lo sucedi en el cargo. La historia delos tres pueblos es, segn Reichel-Dolmatoff, profundamente distinta: en San Jos ySan Andrs la situacin alimenticia era buena y los contactos con los colonos, fre-cuentes. Mamarongo, por el contrario, fue fundado en un sitio aislado. En los dos

    primeros pueblos, poco a poco, creci el problema del alcohol y se evidenci cadavez ms la dependencia del comercio con los colonos; las tierras se empezaron avender, los matrimonios con indgenas de otras comunidades se hicieron cada vez

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    ms comunes y la vida ceremonial decay por completo (Contactos 91). En

    Mamarongo los problemas de alimentacin fueron graves, pero las actividades cere-moniales se incrementaron, as como el regreso a lo tradicional.

    En todas las fundaciones se hizo necesario reinterpretar la historia local. El lugarde la fundacin de San Andrs haba sido ocupado, segn la mitologa kogui, por losubatshi, los cuales eran considerados gente mala. Los mamas, en palabras de Reichel-Dolmatoff trataron ahora de suprimir estas tradiciones, o por lo menos empeza-ron a interpretarlas en nuevos trminos, dando a entender que la regin de San

    Andrs haba sido ocupada en tiempo antiguo por los antepasados directos de loskogui [. . .] Los sitios arqueolgicos que aparecieron por aqu y por all se conectaron

    pronto con mitos bien conocidos (Contacto 93). Muchos lugares fueron incor-porados en nuevos mitos (94).

    En Mamarongo, la fundacin del pueblo fue acompaada de activos procesosde adivinacin y complejas ceremonias. Los caminos que llevaban a las reas decolonizacin fueron cerrados, no se toler que la gente hablara castellano, se prohi-bi el consumo de carne excepto del monte y de sal y se hizo hincapi en elconsumo de alimentos ceremoniales. Adems, mama Ignacio ense la manufacturade ollas de barro y, en general, estableci un modo de vida tradicional. Pero inclusoen Mamarongo, no todo fue el regreso a lo antiguo: Reichel-Dolmatoff observabaque toda la gente utilizaba vestidos blancos impecablemente limpios, as comomochilas blancas y gorras blancas; sin embargo, anota que el traje corresponda altpico de los kursha-tuxe, de los cuales haba muy pocos miembros en la poblacin.

    Al preguntarles por qu se utilizaba este traje que evidentemente no era tradicio-nal para la mayora de la gente, muchos informantes contestaron que lo utilizabanporque queran ser como su mam (Contactos 104). La insistencia en ser comolos miembros de kursha-tuxeafect, desde luego, las normas exogmicas. Incluso sedio una nueva interpretacin de la historia tribal: mama Ignacio anunci a la comu-

    nidad que haba adivinado ser la reencarnacin de Bnkua-s, un personaje mtico,distinguido como hijo de la madre (Reichel-Dolmatoff, Contactos 105).Otros mamas de la regin confirmaron la adivinacin y entonces mama Ignacio

    pas a tener un estatus muy por encima del de otros mamas y empez a ser conocidoespecialmente por la capacidad de adivinar aguaceros, muertes, visitas, entre otros. Elcambio ms importante probablemente tuvo que ver con la relevancia que adquiri elculto a la Madre con respecto al culto a Sol, que perdi peso (Reichel-Dolmatoff,Contactos 106). A este nuevo culto, como si fuera absolutamente tradicional, hacenreferencia casi todos los textos que tratan sobre sabidura tradicional de los koguis.

    El trabajo de Reichel-Dolmatoff, lejos de demostrar que los koguis han sobrevi-vido por el apego incondicional al pasado, ilustra precisamente lo contrario: ellos,como tales, han sobrevivido por su capacidad de acondicionar sus referencias del

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    pasado a su vigencia actual. Con frecuencia se asume que los grupos indgenas han

    llegado a nuestros das sin transformaciones significativas, y que es ahora, con elinflujo de los colonos, misioneros o petroleras, cuando se encuentran en inminentepeligro de perder sus tradiciones.

    Pero la anunciada desaparicin de los indgenas es evidentemente insostenible ycualquier prediccin negativa al pasado parece poco sustentada. El mundo de hoyno es el que imagin tan slo una generacin anterior de antroplogos. Las culturasno estn desapareciendo y el mundo no se est homogeneizando. La conclusin deSahlins de que las culturas estn reapareciendo de formas que nosotros nunca ima-ginamos (XXI, traduccin del autor) hubiera sido impensable tan slo hace unosaos. La idea de justificar el trabajo de los antroplogos como una especie de rescatede tradiciones y culturas irremediablemente condenadas a la extincin se pone cada

    vez ms en duda. Hoy, evidentemente, el otro tiene una extraordinaria oportuni-dad de sobrevivir.

    El caso de los muiscasEl caso de los muiscasEl caso de los muiscasEl caso de los muiscasEl caso de los muiscas

    Es poco probable que la capacidad de sobrevivir sea una posibilidad exclusiva delpresente. El dinamismo de los koguis para transformarse en el mundo contempor-neo quizs se pueda comparar productivamente con lo sucedido en otras partes de

    Amrica desde el siglo XVI. Es relativamente fcil reconocer cambios en las socieda-des contemporneas. Cada generacin se piensa, con buenas o malas razones, testigode vertiginosos cambios; de tal forma, el pasado tiende a aplanarse y los cambios sepiensan lentos. Este artculo parte de la premisa de que en el pasado colonial colom-biano estuvieron vivas dinmicas como las descritas por Reichel-Dolmatoff entrelos koguis, aunque no se ha emprendido una crtica sistemtica de la visin de lassociedades indgenas como apegadas a la tradicin y resistentes al cambio, al menosno por parte de quienes nos interesa los siglos XVI yXVII, salvo pocas excepciones(Gruzinski, La red yLa colonizacin;Salomon).

    Para gran parte de los investigadores que trabajan sobre los muiscas, los siglos XVIyXVII constituyeron una poca de tenaz resistencia de los indgenas al cambio, me-diante el apego a su cultura tradicional. Se asume que la supervivencia de ritos, cere-monias y mitos representa una prueba de resistencia a la cultura tradicional (Pacheco,

    Historia). Para Eugenio el que los espaoles encontraran especialistas religiosos ydecomisaran ofrendas en Fontibn a finales del siglo XVI indica el xito de los muiscasen su intento por conservar su ideologa prehispnica.

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    Con igual lgica, el fin de la ideologa muisca correspondera a la poca en la

    cual se encontraron los ltimos indicios de ritos y ceremonias de carcter prehispnico.Esta fecha podra fijarse, dependiendo del autor, a finales del siglo XVII o a inicios delXVIII, cuando los sacerdotes espaoles encontraron por ltima vez santuarios indge-nas con dolos no cristianos en uso (Zamora 128). Las prcticas religiosas muiscasfueron una preocupacin constante de las autoridades civiles y religiosas espaolas,sobre todo a partir de la ltima mitad del siglo XVI (AGN 21 f 726r). Cientos delegajos en los archivos de Colombia y Espaa son pruebas de sta.

    Por otro lado, la preocupacin espaola por la supervivencia de las costum-bres religiosas se remonta a 1550, cuando una Real Cdula advirti a la Audiencia

    de Santa Fe que muchos indgenas persistan en mantener sus idolatras (Restrepo,Real Audiencia 379). En 1561, la Audiencia orden buscar los dolos muiscaspara destruirlos (Restrepo, Documentos 97). Esta bsqueda continu a lo largodel siglo XVI y hasta finales del XVII (Pacheco, Historia 455). De ah en adelante,la idolatra dio paso a otras formas de marginalidad con respecto a la Iglesia,como la brujera y la hechicera, las cuales francamente ya no tenan un contenidoestereotipadamente indgena.

    En este artculo se propone que los ritos y las ceremonias muiscas de los siglosXVI yXVII sufrieron rpidas transformaciones y que de alguna manera sus sentidos ycontenidos eran ya ampliamente coloniales poco tiempo despus de la llegada de losespaoles. El argumento central es que la resistencia cultural no se bas en la conser-

    vacin de las ceremonias, ritos y mitos prehispnicos, sino en su rpida adaptacin ycambio de acuerdo con las circunstancias impuestas por la conquista. Si bien esindudable que lo que fue descrito como idolatra por los espaoles se orden segnlos criterios que provenan originalmente de una matriz cultural indgena, sta nomanifiesta durante los siglos XVI yXVII, y, segn critica Gruzinski, una aprehensinpropiamente indgena de aquello que para los indios constitua la realidad objetiva y

    su esencia (La colonizacin 153), ms propia de la fantasa de un mundo inmvil ymilagrosamente preservado (174), sino una compleja estrategia de resistencia quecomprendi diversas respuestas, segn la naturaleza de la sociedad indgena y eldiverso grado de incorporacin a la sociedad colonial.

    Otro argumento importante para este artculo es que las decenas de documentosen los cuales los espaoles se quejan de la existencia de sacrificios, borracheras, san-tuarios ychuqueso especialistas religiosos (AGNRH 21 f 762r-7v;AGN Coleccin DCosta2f 73r-75v; Langebaek, Buscando; Londoo; Tovar; Borja) no son la pruebatanto una forma de supervivencia, sino el resultado de la conquista misma. Esto se

    plantea desde dos perspectivas: como una estrategia de resistencia indgena, perotambin como resultado de la asimilacin colonial de los saberes indgenas. Estatransformacin ha sido anotada por Gruzinski (La colonizacin) y Cervantes, para el

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    caso mexicano, y se puede ilustrar con dos citas correspondientes a autores espaoles

    en las que vemos sus percepciones de la religin indgena. La primera corresponde ala fresca descripcin del Eptome atribuido a Jimnez de Quesada, en la cual seafirma que muy recin culminada la conquista militar de los muiscas:

    Q[uan]to a lo de la religin destos indios, digo que, a su manera de herror sonreligiossimos, porque allende de tener en cada pueblo sus templos [. . .], tienen fuera delalugar, ansi mesmo, munchos con grandes carreras y andenes [. . .] Y a cada cosa [. . .]tienen sus or[acion]es [. . .] Es tanta la devocin que tienen [. . .] que no yrn a p[ar]teningu[n]a, ora sea a labrar a su heredad, a ora sea a otra q[ua]lquiera p[ar]te, que no lollevan en una espuerta pequea colgando del brazo [. . .] especialm[en]te en la provincia

    de Tunja, donde son ms religiosos. (qtd. Ramos 300-1).

    Esta impresin contrasta con la de los cronistas de finales del siglo XVI y hasta bienentrado el XVII, quienes se quejan de las actividades del diablo entre la poblacinindgena y el estado lastimoso de la doctrina cristiana. Veamos la de Juan Valcrcel,una vez consolidado el dominio colonial, en 1687: Conclusin es tan cierta comolastimosa que los indios de la provincia en lo general son idlatras sin que hasta hoyhayan recibido la f catlica que se les ha predicado [. . .] /siendo universales en elloslos agueros (en Langebaek, De cmo convertir 203).

    Tanto en los mritos que el autor del Eptomeencontraba en la religin de losmuiscas del momento del contacto, como en las quejas de Juan de Valcrcel sobre lapeligrosa idolatra de los muiscas del siglo XVII existe un proceso de construccincolonial de esa idolatra. Una vez quebrada la resistencia civil y militar, los mecanis-mos de resistencia amplificaron deliberadamente los aspectos ideolgicos, cierta-mente de origen nativo, y por lo tanto la figura de ciertas clases de chuques, endetrimento de las autoridades tradicionales en cabeza de los caciques ychuquesdemayor prestigio. Los muiscas intensificaron el papel de la ideologa y la transforma-ron en un arma de resistencia que probablemente poco tena que ver con el papelque desempeaba la religin antes del siglo XVI. La consecuencia lgica de este argu-mento es que el contenido de la ideologa muisca descrito en documentos de lossiglos XVI yXVII es ya ampliamente colonial, destinado a ser utilizado en un contextocolonial, con amplias transformaciones en su sentido social y cultural en relacin conlas tradiciones prehispnicas.

    Dos principios sirven ac para explicar la amplificacin de lo que los espaolesllamaron idolatra y, luego, su desaparicin. El primero es reconocer la historicidadde lo tnico, as como los mltiples procesos dinmicos mediante los cuales se trans-

    form (Linnekin; Wolf). En particular, se puede hacer hincapi en el proceso decambio cultural en contextos de contacto que Salomon ha descrito como criollizacin.Aqu se entiende ese proceso como la estrategia mediante la cual la poblacin indge-

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    na, adems de las propias jerarquas coloniales, interioriz como nativos aspectos

    culturales deformados y exagerados y les asign un contenido prehispnico.Se trat, en trminos de Salomon (1993: 233), de una respuesta de los grupos

    dominados desde abajo, la cual consisti en simplificaciones que inicialmente eran tole-radas en ciertos contextos tiles, antes de adquirir el estatus de nativas. Una hiptesisal respecto es que la identidad comunitaria como indios, que se inici a partir delsiglo XVI y se diluy en la identidad de mestizo con especial fuerza en el siglo XVIII,coincidi con el apogeo de la idolatra. Y su decadencia coincidira con la disolucinde la sociedad indgena en beneficio la mestiza. Un trnsito parecido observa Pinedaentre la caracterizacin de los objetos asociados a la idolatra aborigen hacia objetos

    de coleccionismo, el cual tambin se dio entre los siglos XVII yXVIII.El segundo principio presupone asumir a las comunidades indgenas de los An-

    des orientales no como entidades homogneas, sino como grupos heterogneos,esto es, divididas en sectores cuyos intereses no siempre eran idnticos. Esto a su vezimplicara aceptar que la occidentalizacin de las prcticas prehispnicas y laindigenizacin de los discursos ibricos fueron procesos simultneos, que afectaronde manera desigual a los diferentes sectores que componan la sociedad muisca, e,incluso, en un contexto ms amplio, a la sociedad colonial en su conjunto (Gruzinski,La red 425).

    En un trabajo anterior (Langebaek, Buscando) se propuso que el manejo dela ideologa muisca implicaba la existencia de dos jerarquas chuques: un grupo rela-tivamente minoritario que tena funciones polticas y religiosas, que era el equiva-lente a los chamanes ms prestigiosos, y otros grupos mucho ms abiertos, queprcticamente incluan a todos los hombres adultos de la comunidad. Reciente-mente Hugh-Jones ha diferenciado entre chamanismo vertical y chamanismo hori-zontal. Esta distincin puede ser til para caracterizar los dos mbitos de chuquesdescritos entre los muiscas. El chamanismo vertical se caracteriza por la existencia

    de una lite vinculada con el manejo secular de la sociedad y su poder se basausualmente en un conocimiento cerrado y dogmtico relacionado con el culto alos ancestros y con la coherencia y organizacin de la sociedad. El chamanismohorizontal, abierto potencialmente a los hombres adultos de la comunidad, escomplementario al poder secular y su poder, ms que respetado, es temido. Loschamanes de estas dos clases se diferencian i