la educación como negocio

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La educación como negocio y los estudiantes como consumidores (o la muerte de la Universidad) Alejandro Martínez Gallardo - 28/04/2015 a las 13:04:28 Bajo el paradigma neocapitalista, la educación superior ha marginado a las humanidades y renegado del espíritu original de la academia --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- El profesor Terry Eagleton ha hecho un diagnóstico de las instituciones de educación superior en Gran Bretaña en el que considera que las universidades están terminalmente enfermas, al menos si continúan abrazando un modelo clientelar de enseñanza. El sistema británico es sin duda distinto a los sistemas universitarios que se pueden encontrar en países latinoamericanos, sin embargo la tendencia de concebir la educación como un negocio, de desplazar las humanidades en favor de carreras técnicas y de fomentar el pensamiento utilitario en detrimento del pensamiento crítico se puede observar de manera global, por lo que podemos extrapolar en cierta medida el análisis de Eagleton a nuestros países particulares, aunque seguramente habrá algunas excepciones. Eagleton, escribiendo para Chronicle, se enfrasca en una franca diatriba en contra del sistema universitario de su país, en el cual ha servido y del cual ha obtenido beneficios económicos. Si bien hay que tomar con un grano de sal su condena de “la muerte lenta de la Universidad”, también debemos reconocer sus credenciales, especialmente en defensa de las humanidades, siendo profesor emérito de inglés y autor de decenas de libros. La seriedad del diagnóstico puede parecernos exagerada, pero si recuperamos el sentido original del mundo académico (la Academia que proviene de la escuela fundada por Platón), no es del todo equivocado. Regresando al origen, la filosofía platónica concibe que el fin de la educación es abrir el ojo interior, o el ojo de la mente, una forma de percibir desde una profundidad psíquica desarrollada a través de la vida filosófica. En La República, Platón señala que “lo que la educación debería ser, es el arte de la orientación” y que no se debe “implantar una visión” en la mente, sino simplemente enseñar a ver puesto que, como los prisioneros en la cueva, muchas veces ni siquiera hemos desarrollado un ojo (metáfora de la mente o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente de la luz. En otras palabras, esta educación está basada en un principio práctico de enseñar a pensar y no qué pensar, desarrollando la capacidad de percepción individual. Esta es también la esencia del método socrático, en el que el individuo llega a sus propias conclusiones ejercitando la dialéctica. De igual manera, siendo fiel a la filosofía platónica, la educación idealmente no sólo cultiva la razón del individuo, sino desarrolla su capacidad intuitiva, la cual es una forma superior de conocimiento según Platón, permitiéndole acceder a la noesis. Podemos ver este espíritu académico al servicio del alma humana, por ejemplo, en Erasmo de Rotterdam y en el génesis mismo del Renacimiento, ligado al surgimiento de las primeras universidades europeas y a la circulación de las ideas de Platón y Aristóteles, entre otros filósofos. Teniendo esto en mente, analicemos el estado de las universidades, siguiendo el diagnóstico del doctor Eagleton. El principal problema que detecta Eagleton es que las universidades han sido cooptadas por el modelo económico neocapitalista, haciendo que su operación y valores sean casi idénticos a los de una corporación. Teniendo un puesto a nivel de dirección en Oxford, Eagleton señala que sintió la necesidad de renunciar cuando descubrió que “esperaban que me comportara como un CEO más que como un académico”. Esto es seguramente una administración en favor de los intereses políticos y económicos de la universidad y no en favor de la cultivación de las mentes de los universitarios. Este modelo, nos dice el profesor Eagleton, está siendo adoptado a lo largo del mundo anglosajón a partir de Stanford y el MIT, universidades que han creado el modelo de la universidad empresarial. La creciente “bizantina burocracia” de las universidades cree que está manejando “General Motors”; y entonces

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Terry Eagleton.

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Page 1: La Educación Como Negocio

La educación como negocio y los estudiantes como consumidores (o la muerte de la

Universidad)

Alejandro Martínez Gallardo - 28/04/2015 a las 13:04:28

Bajo el paradigma neocapitalista, la educación superior ha marginado a las humanidades y renegado del

espíritu original de la academia

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El profesor Terry Eagleton ha hecho un diagnóstico de las instituciones de educación superior en

Gran Bretaña en el que considera que las universidades están terminalmente enfermas, al menos si

continúan abrazando un modelo clientelar de enseñanza. El sistema británico es sin duda distinto a los

sistemas universitarios que se pueden encontrar en países latinoamericanos, sin embargo la tendencia de

concebir la educación como un negocio, de desplazar las humanidades en favor de carreras técnicas y de

fomentar el pensamiento utilitario en detrimento del pensamiento crítico se puede observar de manera

global, por lo que podemos extrapolar en cierta medida el análisis de Eagleton a nuestros países

particulares, aunque seguramente habrá algunas excepciones.

Eagleton, escribiendo para Chronicle, se enfrasca en una franca diatriba en contra del sistema

universitario de su país, en el cual ha servido y del cual ha obtenido beneficios económicos. Si bien hay

que tomar con un grano de sal su condena de “la muerte lenta de la Universidad”, también debemos

reconocer sus credenciales, especialmente en defensa de las humanidades, siendo profesor emérito de

inglés y autor de decenas de libros. La seriedad del diagnóstico puede parecernos exagerada, pero si

recuperamos el sentido original del mundo académico (la Academia que proviene de la escuela fundada

por Platón), no es del todo equivocado. Regresando al origen, la filosofía platónica concibe que el fin de

la educación es abrir el ojo interior, o el ojo de la mente, una forma de percibir desde una profundidad

psíquica desarrollada a través de la vida filosófica. En La República, Platón señala que “lo que la

educación debería ser, es el arte de la orientación” y que no se debe “implantar una visión” en la mente,

sino simplemente enseñar a ver puesto que, como los prisioneros en la cueva, muchas veces ni siquiera

hemos desarrollado un ojo (metáfora de la mente o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente

de la luz. En otras palabras, esta educación está basada en un principio práctico de enseñar a pensar y no

qué pensar, desarrollando la capacidad de percepción individual. Esta es también la esencia del método

socrático, en el que el individuo llega a sus propias conclusiones ejercitando la dialéctica. De igual

manera, siendo fiel a la filosofía platónica, la educación idealmente no sólo cultiva la razón del

individuo, sino desarrolla su capacidad intuitiva, la cual es una forma superior de conocimiento según

Platón, permitiéndole acceder a la noesis. Podemos ver este espíritu académico al servicio del alma

humana, por ejemplo, en Erasmo de Rotterdam y en el génesis mismo del Renacimiento, ligado al

surgimiento de las primeras universidades europeas y a la circulación de las ideas de Platón y

Aristóteles, entre otros filósofos.

Teniendo esto en mente, analicemos el estado de las universidades, siguiendo el diagnóstico del

doctor Eagleton. El principal problema que detecta Eagleton es que las universidades han sido cooptadas

por el modelo económico neocapitalista, haciendo que su operación y valores sean casi idénticos a los de

una corporación. Teniendo un puesto a nivel de dirección en Oxford, Eagleton señala que sintió la

necesidad de renunciar cuando descubrió que “esperaban que me comportara como un CEO más que

como un académico”. Esto es seguramente una administración en favor de los intereses políticos y

económicos de la universidad y no en favor de la cultivación de las mentes de los universitarios. Este

modelo, nos dice el profesor Eagleton, está siendo adoptado a lo largo del mundo anglosajón a partir de

Stanford y el MIT, universidades que han creado el modelo de la universidad empresarial. La creciente

“bizantina burocracia” de las universidades cree que está manejando “General Motors”; y entonces

Page 2: La Educación Como Negocio

quizás podemos extender la metáfora automotriz a los estudiantes como autómatas, corriendo

mecánicamente con un solo programa básico: capitalizar económicamente sus estudios.

La enorme cantidad de dinero que circula en las universidades, permite que parafraseemos al

escritor de ciencia ficción y fundador de la cienciología, L. Ron Hubbard, quien famosamente dijo que si

uno quería hacerse millonario debía fundar una religión. Hoy en día si uno quiere hacerse rico parece un

buen plan de negocios fundar una universidad.

Eagleton nos dice que cuando “los profesores se convierten en gerentes, los estudiantes se

convierten en consumidores”. La regla de la administración de que “el cliente siempre tiene la razón”

reencarna en el mundo universitario en profesores que “fracasan si el estudiante reprueba” y en cursos

hechos a la medida para estudiantes que responden a modas y caprichos intelectuales, por lo cual vemos

cursos de “vampirismo en vez de victorianismo, sexualidad en vez de Shelley, fanzines en vez de

Foucault, el mundo contemporáneo en vez del medieval”. Perdemos entonces también la memoria

histórica, entendiendo que, regresando a Platón, aprender es esencialmente recordar.

El modelo económico dominante está ligado a una política tecnocrática, y por lo tanto las

“humanidades son las que más están siendo orilladas”. Se distribuyen fondos y becas en las

universidades para la ciencia, la medicina y la ingeniería, pero “se ha dejado de entregar recursos

significativos a las artes. No es disparatado cuestionarse si departamentos enteros de humanidades

desaparecerán en los años siguientes. Si los departamentos de inglés sobreviven, tal vez sea sólo para

enseñarles a los estudiantes de administración de empresas cómo usar el punto y coma”, dice

irónicamente Eagleton (dando una pista de algo que también podríamos perder, el humor crítico del

humanista). En el Renacimiento tuvimos a la Familia Medici, quienes se convirtieron en mecenas de

artistas y filósofos, especialmente bajo la influencia del gran filósofo neoplatónico Marsilio Ficino, quien

era llamado “doctor del alma”. Aún no se había perdido la noción de que el hombre tenía mucho que

ganar –ganancias incuantificables, capital espiritual– cultivando el arte por el arte, embelleciendo su

existencia. Hoy las universidades se mueven bajo el paradigma de que es la investigación científica la

que genera dinero, “no los cursos en expresionismo o la Reforma”.

Al suprimir o marginar a las humanidades también perdemos la esencia de la “universidad”, el

lugar en el que se expande el conocimiento de lo particular a lo universal, lo cual sugiere un amplio

abanico, un encuentro de todos los mundos, una totalidad, y no sólo un limitado espectro racionalizado y

atomizado conforme a la utilidad y la preponderancia económica. La palabra “universidad” pierde su

sentido, y por lo tanto cuando Eagleton ve la gradual muerte de la universidad no está del todo

equivocado; las instituciones educativas superiores siguen y seguirán pero tal vez las universidades estén

muriendo, porque “el espíritu” original está dejando el cuerpo o el campus.

Quizás este desplazamiento de las humanidades tenga también una agenda política más perversa

o al menos una utilidad poco mencionada. Puesto que, como nos dice Eagleton, el valor de las

humanidades yace en que “no se conforman a las nociones dominantes”. Esto es justo de lo que

hablábamos con la referencia al origen platónico de la academia: el pensamiento crítico, reflexivo e

intuitivo que no se alinea con el adoctrinamiento de la estructura de poder sin antes cuestionarlo.

Observando esta tendencia y colocándose un poco en la mente de Eagleton uno piensa en la

alegoría de Alphaville, la película de Godard no del todo lejana a la cueva de Platón o a la posterior

The Matrix. Una tecnocracia en la que las humanidades están virtualmente extintas y las personas no

recuerdan ya su existencia lo suficiente para poder cuestionar la realidad en la que viven. La película de

Godard es hiperbólica, una reimaginación de los estados totalitarios en un momento en el que Stalin y

Hitler estaban frescos en la conciencia; sin embargo, también es sensible a los mecanismos de

propaganda occidentales que utilizan la tecnología como herramienta fundamental de programación de

las masas, literalmente implantando imágenes en nuestra mente y no enseñándola a discernir. Tal vez

Eagleton exagera, al igual que Godard, y las universidades y nuestra sociedad no están en un curso

decadente. Lo que preocupa, sin embargo, es que podamos llegar a un punto en el que ya ni siquiera

Page 3: La Educación Como Negocio

seamos capaces de percibirlo, y que como ente social hayamos perdido la capacidad de ejercer un

pensamiento crítico o que ese mismo pensamiento crítico sea tan marginal que no tenga ningún peso e

influencia en las decisiones colectivas. Entre la marcha irrefrenable del materialismo, del capitalismo y

del progreso cientificista, con sus poderosas máquinas siempre encendidas, es difícil escuchar y darle

importancia a la voz del arte y del alma humana.