la economía de la provincia de málaga

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La economía de la provinica de Málaga

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  • La economade la provincia

    de MlagaJoaqun Aurioles Martn

    Antonio Parejo Barranco

    Coordinadores

  • La Fundacin Cajamar no se responsabiliza de la informacin y opiniones contenidas en esta publicacin, siendo responsabilidad exclusiva de sus autores.

    Edita: CAJAMAR Caja Rural, Sociedad Cooperativa de CrditoProducido por: Fundacin CajamarDiseo y maquetacin: Francisco J. FernndezImprime: Escobar Impresores, S.L. El Ejido (Almera)ISBN-13: 978-84-95531-38-4Depsito legal: AL-2921-2007Fecha de publicacin: Noviembre 2007

    Del texto: autores. De la edicin: CAJAMAR Caja Rural, Sociedad Cooperatica de Crdito.

    La economa de la provincia de Mlaga

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproduccin total o parcial de esta publicacin, as como la edicin de su contenido por medio decualquier proceso reprogrfico o fnico, electrnico o mecnico, especialmente imprenta, fotocopia, microfilm, offset o mimegrafo, sin la previa autorizacinescrita de los titulares del Copyright.

  • En memoria deAdolfo Aurioles Martn,malagueo de raz y vida,

    universitario de vocacin y compromiso

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    1. El marco histrico (1833-2000) ..................................................................................... 25Antonio Parejo Barranco

    2. Mlaga en el contexto regional, nacional y europeo ..................................................... 97Joaqun Aurioles Martn

    3. Caractersticas del sistema productivo de la provincia de Mlaga ............................ 143M Luisa Gmez Moreno

    4. La poblacin de la provincia de Mlaga ...................................................................... 213Carmen Carvajal Gutirrez

    5. La ordenacin del territorio en la provincia de Mlaga ............................................... 261Alfredo Rubio Daz y Eduardo Serrano Muoz

    6. Mlaga ante los retos de la nueva economa ............................................................. 355Salvador Moreno Peralta

    7. Los malagueos frente al crecimiento: reconquista de la estructua y procesosde integracin social .................................................................................................... 399Mercedes Camarero Rioja

    8. Desequilibrios en el mercado de trabajo .................................................................... 447Flix Borrego Gil

    9. Innovacin y Parque Tecnolgico ................................................................................ 467lvaro Simn de Blas

    Presentacin .......................................................................................................................... 9

    Introduccin .......................................................................................................................... 11

    ndice

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    La economa de la provincia de Mlaga

    10. El sector de la construccin en la provincia de Mlaga .............................................. 523Isabel Rodrguez Navarro

    11. El turismo en la provincia de Mlaga .......................................................................... 549Carmelo Pellejero Martnez

    12. Comercio, territorio y consumo en la provincia de Mlaga: el tiempo de lasgrandes transformaciones .......................................................................................... 603Alfredo Rubio Daz

    13. Una economa emergente: Antequera ........................................................................ 669M Luisa Gmez Moreno y Antonio Parejo Barranco

    ndice de autores ............................................................................................................... 729

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    Presentacin

    Con un claro y acertado pensamiento de mi respetado y admirado Jos AntonioMuoz Rojas sobre "Mlaga y su provincia" inician la introduccin D. Joaqun Auriolesy D. Antonio Parejo, coordinadores de este trabajo, sobre La economa de la provinciade Mlaga.

    Siendo nuestra economa malaguea una gran conocida, como se demuestra por lasnumerosas publicaciones peridicas que hacen el seguimiento de su evolucin, y por lostrabajos y estudios de carcter especfico y sectorial que ltimamente se han realizado.

    Espero que esta publicacin de carcter estructural, nos d una visin de conjunto dela economa malaguea y nos aproxime al devenir de la provincia.

    Las luces y sombras del discurrir histrico de nuestra provincia desde 1833, cuandoJavier de Burgos dibuja el mapa de las actuales provincias espaolas, van conformando laMlaga que hoy conocemos y que se proyecta hacia un futuro en el que intervienen deforma vigorosa la globalizacin y la competitividad.

    Agricultura, pesca, comercio, industria, turismo y la actual y creciente demanda denuestro propio suelo, incluso del que llamamos turismo residencial, han ido conformandopoblacin y territorio y definiendo la morfologa de la provincia. Quizs, el resultado msdestacado de este tejer y destejer a lo largo del tiempo, haya sido la configuracin de unapoblacin, de unos malagueos, plurales en procedencia, formacin y cultura, que nosenriquecen, y como en otras pocas su integracin y convivencia se conseguir y perfeccio-nar con el transcurrir del tiempo.

    Luis de la Maza GarridoCOPRESIDENTE DE CAJAMAR

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    La economa de la provincia de Mlaga

    El anlisis de los cambios estructurales producidos en los distintos sectores econ-micos de la provincia, es el objeto de la publicacin que tienen entre sus manos. Cada sectorproductivo debe continuar desarrollando un tejido empresarial que d respuesta a los nue-vos desafos derivados de la globalizacin y de la competencia creciente entre pases. Perono podemos olvidar que es necesario crear estrategias de diversificacin productiva, princi-palmente en actividades con alta aportacin de valor aadido, que infundan un mayorequilibrio en la generacin de empleo y riqueza. Importantes proyectos de comunicacinterrestre, area y martima, demandadas durante muchos aos, como tren de alta velocidad,carreteras, ampliacin del aeropuerto internacional, desarrollo del puerto de contenedoresy recinto terminal de cruceros, como ms destacados, ayudarn a poner en valor el poten-cial econmico de nuestra provincia malaguea.

    La Fundacin Cajamar ha querido contribuir con esta publicacin, al reconocimien-to del papel desempeado por esta provincia trabajadora y emprendedora, en el procesode modernizacin de la economa andaluza y espaola. En este meritorio proyecto hantrabajado un nutrido grupo de profesores universitarios, as como reconocidos profesio-nales. Todos ellos han sido coordinados por D. Joaqun Aurioles y D. Antonio Parejo,prestigiosos profesores de la Universidad de Mlaga, a los que queremos agradecer pbli-camente su aportacin y la de todos sus colaboradores a una obra que, sin duda, se conver-tir en un referente para el conocimiento de la economa de la provincia de Mlaga.

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    Introduccin

    Joaqun Aurioles y Antonio ParejoUniversidad de Mlaga

    "La provincia tiene un cuento distinto. Si la Naturaleza hubiera estudiado Dere-

    cho Administrativo (pero cmo va a estudiar Derecho Administrativo la Naturale-

    za?), seguramente hubiera sealado distintos lmites a la de Mlaga. Quiero decir que

    los lmites administrativos y naturales de Mlaga tienen poco que ver. Cualquier

    parecido con la realidad es puramente accidental. Pero de lo accidental y de estos

    juegos con la naturaleza pueden surgir grandes cosas y no lo ha sido chica la de

    encerrar en un recinto administrativo tal variedad de paisaje, de hermosura y contras-

    te, como se contiene en eso que se llama provincia de Mlaga. Es la capital natural de

    una regin de la costa de Guadiaro a Adra, poco ms o menos. Los lmites del norte

    son menos precisos geogrficamente y por lo tanto ms poticos. All donde el aire

    es dulce y nunca hiela, donde se piensa en la nieve cuando los almendros dejan caer

    sus ptalos sobre los montes con un mes de adelanto, o como dijo el poeta, la nieve

    se equivoca y donde dijo blanco puso almendro. Coincide esta lnea con el perfil de

    unos montes que en unos sitios se alejan y en otros se acercan ms a la costa"

    Jos Antonio Muoz Rojas (1998): "Mlaga y su provincia"; en Antequera, norte de mipluma. Antequera, Fundacin Unicaja; p. 148.

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    La economa de la provincia de Mlaga

    Abrir un libro de economa con las palabras de un poeta implica asumir -intentandohacer de ello cmplice al lector- que el tronco comn en el que descansan todas lasciencias sociales debe soportar esfuerzos y compromisos muy diversos. Que todos, endefinitiva, aspiramos a lo mismo, aunque nuestras herramientas y caminos sean distintosy los objetivos que pretendemos alcanzar aparentemente diversos: intentar comprender loque nos rodea; cambiar aquello que no nos gusta; beneficiarnos de lo que satisface nues-tras necesidades; asegurar el futuro de los que nos sucedern. Quiz demasiados argu-mentos; tantos que no siempre son posibles ni compatibles entre s, pero que al caboexplican la tensin permanente que agobia a las sociedades actuales: sujetas a recursosfinitos (cuyo lmite, adems, parece vislumbrarse con mayor certeza que nunca en losinicios del siglo XXI), pero dependientes de un imaginario tecnolgico que desde la revolu-cin industrial identific progreso, crecimiento y consumo con bienestar hasta convertirlosen los iconos definitorios del hombre (y la mujer) contemporneos.

    Valga lo anterior para comenzar definiendo el sentido ltimo de este libro: instrumen-tal en la medida que ayuda a conocer mejor el marco econmico (en ltima instanciasocial) que nos define; didctico desde el momento en el que se plantea hacer partcipe deese conocimiento al ms amplio nmero de personas posible; tambin comprometido ybeligerante porque al menos intenta aportar gotas de reflexin, elementos de debate ydiscusin y en definitiva propuestas de cambio para un territorio compartido en estosmomentos por cerca de un milln y medio de personas. Un territorio de encuentros ydesencuentros seculares -hasta milenarios- y por ello sostn fsico de grandes iniciativassociales y econmicas aunque tambin de sonados fracasos. Solar de agentes innovadores,comprometidos con proyectos de futuro, pero asimismo de aquella funcin empresarialque William Baumol calificaba como "destructiva", es decir la que no aporta riqueza parala regin y en la que el empresario simplemente se identifica como una especie de depre-dador de rentas y consumidor suntuario.

    Tal es el marco fsico y sobre l la sociedad malaguea se ha agrupado histrica-mente en ncleos urbanos de distinto tamao -casi siempre ms en el litoral que en elinterior, estableciendo lazos de compromiso desde lo individual a lo colectivo, desde loprivado a lo pblico; en el fondo, generando relaciones sociales y econmicas entreellos y con el exterior, dependientes de la posicin que cada agente social ocupe en laestructura productiva y de la cantidad de recursos que sea capaz de extraer de su propioterritorio o de adquirir fuera del mismo. Recursos resueltos en factores de produccincuya variable composicin ha condicionado la sucesin de determinados modelos de

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    crecimiento econmico y desarrollo social (unos ms exitosos que otros; algunos ef-meros, los restantes ms perdurables), en una secuencia en la que nunca debe olvidar-se la participacin exterior: tanto privada (inversiones, mercados, acceso a materiasprimas y bienes intermedios) como pblicas (el papel de la Administracin en cualquierade sus versiones: sea el Estado espaol o ms recientemente la propia comunidadautnoma y la Unin Europea).

    Pues bien, de acuerdo con los anteriores argumentos, durante el ltimo sexenio delsiglo XX y el primero del siglo XXI la provincia de Mlaga ha tenido un comportamientoeconmico impecable. En ese periodo, sus tasas de crecimiento y generacin de empleohan contribuido a situarla en el primer lugar de las espaolas, lo que le he permitido reducirsensiblemente las distancias que la separaban de la media nacional y superar con ampli-tud la regional: datos que en ltima instancia parecen acercarla al sueo de la convergen-cia con la Unin Europea.

    Tal dinamismo, acompaado de un aumento demogrfico en el que los movimientosmigratorios desempean un papel fundamental, se ha conformado sin embargo en base auna limitada aportacin sectorial, en la que la construccin y el turismo, seguidos a dis-tancia por determinados servicios y ramas manufactureras -estas ltimas intensivas encapital, incluido el capital humano- se han convertido en los ejes bsicos de la actividadproductiva provincial. Inversiones procedentes de los fondos estructurales europeos, decapitales originados fuera de las fronteras de la Unin -a veces de dudosa procedencia- ydel propio medio local, que han inyectado una extraordinaria liquidez al sistema, tantocomo para permitir que se haya producido -se est produciendo- una mejora sustancial desu dotacin de infraestructuras, que sus niveles de desempleo se reduzcan a niveles delfinal de la dictadura franquista, y que la renta familiar disponible haya experimentado unaumento superior al 15% a lo largo de la ltima dcada.

    El presente volumen analiza los componentes fundamentales de esta fase expansiva,pero no se limita exclusivamente a ello. La intencin de los dos coordinadores de la obraera ir ms all de ofrecer a los potenciales lectores una puesta al da de nuestros conoci-mientos sobre el comportamiento actual de la economa malaguea. Se sealan, obvia-mente, las lneas que acaban de resumirse en los prrafos anteriores, pero tambin lassombras que permanecen de pocas pasadas y acechan en un futuro inmediato. Tambinse aportan argumentos que ayuden a definir opciones para hacer frente lo mejorpertrechados posible a un futuro ms o menos inmediato sobre el que por ahora slo

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    La economa de la provincia de Mlaga

    tenemos constancia del alto grado de incertidumbre que genera, al menos entre aqullosque nos dedicamos al oficio social que por encima de las distintas especialidades nosengloba a todos los cientficos.

    La cuestin no es, ni mucho menos, irrelevante, sobre todo porque la alternativaactual tiene unos lmites territoriales y temporales que inevitablemente harn que se plan-tee a corto o medio plazo la viabilidad de un modelo generador de rentas y riqueza peroconsumidor intensivo de suelo y recursos no renovables, y que adems se basa en elempleo intensivo de trabajo escasamente cualificado; factores que en ltima instancialastran su productividad y terminan trasladando el problema al mbito de la competitividadinternacional.

    sta es la otra razn por la que el futuro es todava ms incierto. La globalizacinest conformando un nuevo marco de competencia internacional que penalizar especial-mente a aquellas zonas en las que sus ventajas comparativas (y competitivas) no seacompaen de ganancias sensibles de su productividad. Competir en un mundo globalizadosignifica no slo especializarse, sino tambin apostar decisivamente por el conocimiento,y tal asignatura se encuentra entre las pendientes de este rincn del Mediterrneo. Resul-ta indispensable, por tanto, conocer nuestras debilidades para intentar corregirlas, comotambin apuntar posibles alternativas que permitan asumir otros modelos de desarrollo notan dependientes de un medio tan extraordinariamente frgil como el que nos sustenta.

    Todo lo anterior se encuentra, explcita o implcitamente, en el libro que el lector tieneentre sus manos. No hemos pretendido, sin embargo, exhaustividad; ni tampoco consen-so. Quien lea detenidamente las pginas que siguen encontrar enfoques, planteamientose interpretaciones diferentes, que en ltima instancia son el reflejo de los matices con quela propia comunidad cientfica -representada aqu por arquitectos, economistas, gegra-fos, historiadores y urbanistas- asume como resultado del estudio de la problemticaactual de la provincia.

    Por nuestra parte, la labor de coordinacin se ha limitado a sealar unos mnimosindispensables para la homogeneizacin de contenidos y mantener varias reuniones juntoal resto de los autores, donde se han discutido las cuestiones fundamentales; a partir deah, cada especialista, en funcin del encargo inicial, ha asumido el desarrollo de un temadeterminado. Los textos arrancan con una introduccin histrica sobre la trayectoria eco-nmica de la provincia malaguea desde su creacin en 1833 hasta finales del siglo XX,

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    continan con el necesario encuadre comparativo y sectorial, para adentrarse posterior-mente en el anlisis de los recursos humanos (desde la perspectiva demogrfica, perotambin social y del mercado de trabajo) y fsicos (la funcin territorial) concluyendo conenfoques que atienden puntualmente a sectores productivos definitorios de la economaprovincial en el alba del tercer milenio (la construccin, el turismo, y las actividades co-merciales) y a uno de los municipios que est protagonizando en estos momentos una delas transformaciones ms profundas de toda la provincia: Antequera.

    Es lo que viene tras estas pginas de introduccin. Mientras tanto, hasta que ellector llegue a ese punto, s nos interesa proporcionarle el hilo que le permita ensartar, enun solo collar, los numerossimos argumentos desplegados a lo largo del texto. Lo hace-mos con la nica intencin de facilitarle una mnima gua de referencia, que le permitatransitar por espacios desbrozados por primera vez en muchos casos, y adems porespecialistas pertenecientes a ciencias sociales quiz no excesivamente distantes entres, pero s lo suficientemente retiradas como para que cada uno utilice su propio utillajemetodolgico y su particular lenguaje narrativo. El apretado resumen de todas las contri-buciones recogidas en el libro que viene a continuacin debe entenderse desde tal pers-pectiva, aunque tambin a modo de justificacin de las conclusiones generales que cie-rran estas lneas introductorias y que nos ha parecido ms oportuno incluir al principio queal final del volumen.

    El acuerdo es prcticamente unnime a la hora de establecer la gran cesura de lahistoria econmica malaguea ms reciente o, expresado de otra forma, los orgenes dela situacin actual. Fue, en efecto, la dcada de los 60 la que actu de bisagra entre dosrealidades, la de una economa marcada por la tradicin y la autarqua caracterstica de lamiopa econmica del franquismo y la del intenso proceso posterior de terciarizacin afian-zado en torno al turismo. Se estaba produciendo el trnsito desde una actividad que poraquel entonces no dejaba de ser ms que testimonial o incipiente, pero que en la termino-loga de estos tiempos reconoceramos como emergente. No habra de pasar demasiadotiempo para que comenzasen a aparecer otros calificativos representativos de la rapidezcon que evolucionaba. En los aos 80 se comenzaba a hablar del turismo de sol y playacomo segmento maduro dentro del sector y, posteriormente, de agotamiento de un mode-lo que algunos pretendan enterrar cuando tan slo haban transcurrido tres dcadas des-de su nacimiento.

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    La economa de la provincia de Mlaga

    Tuvo lugar un profundo cambio estructural que, en el caso de Mlaga, tena en elturismo su principal rasgo diferenciador, pero que tambin participaba de otros comunes alresto de Espaa, como el proceso de industrializacin. En cualquier caso, el atractivoindustrial de Mlaga se vea fuertemente limitado, no tanto por su incompatibilidad con eldesarrollo turstico, como en algn caso se ha argumentado, como por encontrarse aisla-da y rodeada de los importantes incentivos a la localizacin industrial de los polos indus-triales en Granada, Crdoba y Sevilla, adems del Plan de Promocin Econmica delCampo de Gibraltar. La consecuencia, junto con los efectos de las crisis industriales y elfuerte protagonismo del turismo, es que la industria nunca lleg a cuajar de manera signi-ficativa en la economa malaguea hasta fechas recientes. Una de sus consecuencias esel progresivo abandono de la tradicional vocacin comercial de la zona, hasta el punto deque se reduce significativamente el tradicional grado de apertura comercial y que el saldode los intercambios se vuelve acusadamente deficitario.

    En cualquier caso, la economa malaguea ha crecido intensamente a lo largo deestas ltimas cuatro dcadas de profundas transformaciones. En Mlaga ha crecido lapoblacin y todava ms el producto, por lo que, en ltima instancia, tambin ha crecido elnivel de vida de sus ciudadanos. El crecimiento ha sido incluso mayor que en el conjuntode Espaa y de Andaluca y, sobre todo, las diferencias a su favor han sido especialmenteacusadas desde la ltima dcada del siglo pasado. A pesar de todo, resulta difcil despren-derse de una cierta sensacin de frustracin cuando al abandonar el siglo XX el PIB porhabitante de los malagueos equivala al 80% de la media espaola, y el de los espaolesal 80% de la Europa de los 15.

    En el ltimo medio siglo la economa malaguea ha experimentado grandes cambiosy avances, aunque con desigual distribucin de sus consecuencias. De entrada, el progre-so no ha servido para corregir las desigualdades de renta, sino ms bien para lo contrario.En este proceso se ha conseguido tambin la quiebra definitiva de la agricultura tradicio-nal, y de sus abundantes connotaciones de subsistencia, adems de haber podido con-templar como la emigracin hacia el norte de Europa y de Espaa golpeaba con particularintensidad a algunas comarcas del interior. Tambin se generaliza el desastre urbansticoy ecolgico, especialmente en el litoral, pero no se consigue consolidar una base indus-trial lo suficientemente potente como para convertirse en foco de innovacin y de integra-cin comercial con el exterior.

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    Con la dcada de los 80 tienen lugar dos efemrides que condicionarn decisivamen-te el futuro de la economa malaguea. Por un lado, la constitucin de Andaluca en Comu-nidad Autnoma y el surgimiento de un nuevo poder poltico regional con importantesimplicaciones sobre la ordenacin del territorio. Por otro, la entrada de Espaa en laComunidad Europea, con el consiguiente acceso a los fondos de ayuda al desarrollo que enpocos aos contribuir a corregir el endmico dficit de infraestructuras heredado del rgi-men anterior. Tras unos aos de profundas convulsiones polticas, derivados del cambio dergimen, y econmicas, consecuencia de las crisis del petrleo, de la reconversin indus-trial y de la explosin del fenmeno del desempleo, al que tambin contribuye la inversinde los flujos migratorios, la economa malaguea se adentra en los aos ms crticos desu historia reciente por la magnitud con que recibe el impacto de la crisis del 93.

    El proceso de recuperacin que comienza a percibirse en 1994, tras tres devaluacionessucesivas de la peseta entre septiembre de 1992 y mayo de1993, que se dejaron sentir enun repunte inmediato de los ingresos por turismo y por exportaciones, tendr una especialrepercusin en la economa malaguea. Como es lgico, su especializacin turstica leconceda una importante ventaja de partida para engancharse al tirn de la demanda exter-na, pero si esto era algo comn al conjunto de las zonas tursticas espaolas, en caso dela Costa del Sol hay que reconocer una particular habilidad para adaptarse a las transfor-maciones que son consustanciales a todo cambio de ciclo. Actividades que hasta enton-ces aparecan como incipientes o emergentes, como el turismo rural, el de golf o la inte-gracin del conjunto de Andaluca en una oferta de circuitos tursticos cuya base de parti-da era la Costa del Sol, se terminan de consolidar con la superacin de la crisis. Ademsestaba el turismo residencial, que hacia el final de la dcada protagonizar, junto con lademanda interna y el conjunto del boom inmobiliario, una etapa de crecimiento sin prece-dentes, no tanto por la intensidad del mismo, como por la longitud del periodo durante elque transcurre.

    La economa malaguea es, durante estos aos, el mejor escaparate de lo que estocurriendo en la economa espaola, aparentemente inmune al contagio de la crisis quese extiende por Europa desde el comienzo del nuevo siglo, que sigue manteniendo en elturismo el principal baluarte de su economa y de su imagen a nivel internacional. Lainestabilidad caracterstica de los aos 2000-2004, con los atentados del 11-S, las crisissanitarias, los conflictos blicos y los costes de la prevencin del terrorismo, parecenpasar por la economa espaola y por su sector turstico sin causar excesivos destrozos.En particular, la Costa del Sol parece beneficiarse, no solamente de su condicin de

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    La economa de la provincia de Mlaga

    destino maduro y, en consecuencia seguro, sino tambin de la evolucin en el comporta-miento de las empresas hacia posiciones ms conservadoras en la valoracin del riesgode sus proyectos de expansin. Puede afirmarse, en consecuencia, que las crisis deseguridad y sanitarias, junto con las convulsiones en sectores estratgicos, como el delpetrleo, han terminado por favorecer la estabilidad de la demanda turstica hacia la Costadel Sol en lo que va de siglo.

    Pero la decisiva contribucin del turismo al extraordinariamente dinmico comporta-miento de la economa malaguea desde la ltima crisis se limita al tramo que discurre enla dcada anterior. A partir de 1997 se comienza a componer la frmula que permitir alconjunto de la economa malaguea quedar al margen de la crisis turstica, que sin embar-go afecta a otros destinos, como los archipilagos, y subirse al tren que mantendr alconjunto de la economa espaola en tasas elevadas de crecimiento y creacin de em-pleo, mientras que en la mayor parte de Europa se instala la recesin. El componenteprincipal es la recuperacin de la demanda interna, tanto del consumo de las familiascomo de la inversin empresarial, al que acompaan desde el principio una escalada en elprecio de la vivienda y una mejora en las condiciones de financiacin, en ambos casos sinprecedentes. El turismo tambin mantiene su contribucin positiva a la coyuntura, perofundamentalmente a travs del turismo residencial (el alojamiento en establecimientoshoteleros pierde cuota con respecto a otras formas alternativas), y con el turismo interioren el lugar que aos antes correspondi al extranjero. Con el paso del tiempo se vanintegrando nuevos componentes entre los que destaca la entrada en circulacin del Euro,que no slo facilita la movilidad de capitales dentro de la zona, sino tambin un importanteaumento de la liquidez, probablemente auspiciado por el afloramiento de capitales hastaentonces opacos al fisco. Aunque se trate de procesos difcilmente observables, existeninvestigaciones que sugieren la posibilidad de que la Costa del Sol, y ms concretamentesu mercado inmobiliario, haya figurado entre los destinos preferidos por los capitalesaflorados por este procedimiento a nivel europeo.

    Puede afirmarse que la economa malaguea de estos ltimos aos es el reflejo de lasuperposicin de acontecimientos cuyos efectos expansivos han coincidido con el co-mienzo de la decadencia de otros. Como consecuencia de todo ello, Mlaga se ha conse-guido situar a la cabeza del ranking provincial espaol durante lo que llevamos de ciclo. Elproceso, no obstante, viene acompaado de una serie de caractersticas que introducenincertidumbre no solo respecto a su sostenibilidad, sino tambin sobre la conveniencia deinsistir en la misma direccin que hasta ahora.

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    El fuerte sesgo terciario de la economa malaguea puede ayudar a entender el redu-cido peso de la industria en la composicin de su valor aadido, pero resulta ms difcil dejustificar que el peso se vaya reduciendo significativamente, excepto en lo que se refiere ala industria auxiliar de la construccin. La industria es la puerta de entrada de la innova-cin y el cambio tecnolgico, adems de contribuir como ningn otro sector de actividad ala generacin de tejido productivo por la intensidad de sus vnculos con otras actividadesauxiliares y transformadoras. Adems la industria influye, ms que ninguna otra actividad,en la competitividad del conjunto de la economa, como demuestran los pases emergen-tes, que vienen ganando cuota de manera ininterrumpida desde que comenz el siglo enlos mercados internacionales y creciendo bastante ms intensamente que los pases dela OCDE. El hecho tiene tres importantes implicaciones a nuestros efectos: a) por unlado, que su estrategia se basa en la competencia a base de bajos costes en la produc-cin de manufacturas; b) por otro, que cada ao es mayor la porcin de riqueza internacio-nal generada con salarios reducidos, lo que en la prctica se traduce en que desde haceaos se viene asistiendo a una reduccin del salario real internacional; c) por ltimo, queEuropa, consciente de la imposibilidad de defender su privilegiada posicin en un mundoque camina en la direccin sealada, ha plasmado su eleccin estratgica en la denomina-da Agenda de Lisboa, cuyos elementos bsicos se resumen en capital humano (empleos decalidad y estables), medio ambiente y sostenibilidad y sociedad del conocimiento.

    La economa malaguea, ubicada en la periferia espaola, que a su vez sigue siendoparte de la periferia europea, parece sentirse identificada con las caractersticas propiasde un modelo de produccin emergente, en lugar de un sistema propiamente occidental.Las principales contradicciones se perciben en la intensidad de la urbanizacin del litoral,denunciadas y ampliamente documentadas por diferentes organizaciones no guberna-mentales (ver, por ejemplo, el informe Destruccin a toda costa 2005 de Greenpeace) y laextensin de las prcticas de corrupcin poltica, hasta propiciar la preocupante presenciade delincuencia organizada, pero sobre todo en que no avanza en la direccin que sealanlas recomendaciones de la UE.

    La importante labor del PTA no impide apreciar la escasa permeabilidad de su activi-dad sobre el conjunto de la actividad productiva provincial, especialmente sobre la indus-tria, cuyo peso en VAB es inferior en menos de la mitad al de la industria de la construc-cin desde 2003. Por otra parte, tambin se estara produciendo un deterioro en la calidaddel empleo que se percibe a travs del descenso relativo en el nivel de cualificacin de lapoblacin ocupada, sobre todo si nos comparamos con le media espaola, y en el aumen-

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    La economa de la provincia de Mlaga

    to de la precariedad laboral. Todo ello da como resultado un descenso en la evolucin delsalario real medio, en la lnea de lo que ocurre en el resto del mundo, pero con doscaractersticas importantes. Por un lado, que la causa est en un proceso de renovacinen el mercado de trabajo en el que la mayora de las entradas corresponde a jvenes einmigrantes y las salidas a personal con altas retribuciones. Por otro lado, que tras lasalida de estos ltimos, las condiciones de retorno son tan complejas que con frecuenciaterminan por provocar su expulsin del mercado laboral.

    De acuerdo con este punto de vista, la economa malaguea se ha movido durante laltima dcada por un territorio difcilmente catalogable. La habilidad para dar acogida a losimpulsos que han movido al conjunto de la economa espaola durante la pasada dcadale ha permitido definirse como la provincia ms dinmica de toda Espaa, pero tambin seha visto impelida a admitir una profunda transformacin en sus estructuras productivasbsicas, que habran evolucionado hacia formas de produccin menos expuestas a lacompetencia. Este proceso se ha realizado gracias a una serie de circunstancias cuyapermanencia en el tiempo est amplia y razonablemente cuestionada. Una de estas hasido la inmigracin, que no slo ha permitido que los extraordinarios niveles de produccinse hayan conseguido en el contexto de salarios reales a la baja dominante a nivel interna-cional, sino que ha asumido la imprescindible funcin de cubrir el creciente vaco entre unaeconoma basada en el turismo y la construccin y una oferta local de trabajo que sedesarrolla de espaldas a este proceso.

    En cualquier caso, el encaje sin tensiones de la inmigracin, tanto laboral comoresidencial, en el modelo de crecimiento que se ha desarrollado en los ltimos aos es elreflejo de una sociedad con experiencia en materia de hospitalidad derivada de su ampliatradicin turstica. Este atributo adquiere una relevancia especial cuando, en el contextode un mundo globalizado y frente a nuestra condicin de periferia de una de las zonas msdesarrolladas del mundo, se plantean cuestiones como cules son nuestras oportunida-des? o qu cabe esperar de la accin poltica?

    Si se extrae del concepto de aldea global la idea de compatibilidad entre el desmem-bramiento de las funciones de produccin y la creciente concentracin de la propiedad delcapital, a la economa malaguea no le queda otra opcin que profundizar en su "nicho decompetitividad", definido en torno al turismo y los servicios personales. Tan radical inter-pretacin contiene implicaciones de dos rdenes. Por un lado, que si hay que aceptarlocomo un postulado inamovible, los movimientos de los ltimos tiempos apuntan en una

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    direccin equivocada. En efecto, el tpico recurrente de la aberracin que supone la Costadel Sol, que tan fcilmente se difunde, con independencia de que se ajuste o no a larealidad, supone un lastre de imagen incompatible con la pretensin de mantenerse en unmercado tan voltil como el turstico-residencial. Si el objetivo de la Costa del Sol esfigurar en el catlogo de eleccin de turistas e inmigrantes, la decisin de acabar con elmodelo de explotacin intensiva e irresponsable del medio fsico y natural se haceinapalazable. Por otro, que el exceso de radicalismo impide percibir oportunidades alter-nativas de crecimiento, entre las que incluso podra tener cabida el concepto de creci-miento urbano como factor estructurante de un nuevo modelo crecimiento econmico.

    Esta perspectiva, sin duda discutible por su notable carga de confianza en la existen-cia de un orden subyacente en la forma en que se manifiestan los acontecimientos, tienela ventaja de asignar funciones compatibles a elementos tan cercanos como el ParqueTecnolgico de Andaluca o la propia Universidad, asignando al sector pblico como fun-cin principal la de proveer infraestructuras, fundamentalmente de movilidad, tanto internacomo con el exterior, y servicios bsicos y no privatizables. La opcin exige, no obstante,una eleccin comprometida e igualmente radical, basada en la idea de que el crecimientourbano tiene que levantarse sobre la contribucin de los inmigrantes y que la eleccin dellugar para emigrar normalmente combina calidad de vida y/o oportunidades de empleo.

    En lo que se refiere a lo que cabe esperar de la accin poltica, todo depende delmodelo econmico. Si se insiste en la trayectoria de las ltimas dcadas, basada en elpredominio del binomio turstico-inmobiliario, nuestra condicin de periferia europea y laspropias orientaciones de la poltica regional europea aconsejaran evolucionar en el senti-do de reforzar el componente cosmopolita del modelo y frenar el especulativo. Se trata, endefinitiva, de impulsar un nuevo modelo de relaciones sociales y econmicas que mantie-ne la acusada extraversin del anterior, es decir, su dependencia de mercados exteriores,pero que incorpora como novedad el reforzamiento de su marca de hospitalidad a travs dela restitucin de la deteriorada imagen de la provincia en relacin con el medio ambiente,con la transparencia y honestidad de las instituciones y con la calidad de los serviciosprivados. Desde un punto de vista estrictamente econmico, todo esto plantea exigenciasde accesibilidad y hospedaje, servicios residenciales bsicos de calidad (oferta educativay cultural, asistencia social y sanitaria, servicios tcnicos especializados) y el estableci-miento de una estrategia territorial que defina su funcin en la red de territorios europeos yel papel de su economa en el conjunto de Andaluca, Espaa y el Mediterrneo.

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    La economa de la provincia de Mlaga

    Desde este punto de vista, resulta de utilidad extraer de la Estrategia Territorial Euro-pea (1999) las ideas bsicas de que la realidad territorial europea es profundamente des-igual y de creciente complejidad, con algunas implicaciones relevantes:

    Se refuerza las funciones de red en la definicin del papel territorial de los grandescentros urbanos.

    Se modifica el papel de las zonas rurales, que asumen funciones residenciales ymodifican las productivas tradicionales.

    Aparicin de problemas de frontera en regiones perifricas.

    Aumento de los desequilibrios en materia de innovacin y conocimiento.

    Amenazas sobre la diversidad natural y cultural.

    Como conclusin, tres tipos de propuestas: impulsar un desarrollo urbano policntricoque reconsidere las tradicionales relaciones entre el campo y la ciudad; estrategias inte-gradas de transporte que favorezcan el desarrollo policntrico del territorio comunitario; yproteccin del patrimonio natural y cultural.

    Desde la perspectiva de la economa malaguea, el inters de la Estrategia TerritorialEuropea se centra en dilucidar si a medio plazo puede convertirse en el sustituto de lapoltica de cohesin, es decir, si en el futuro se limitar a mantener su actual condicin deestrategia orientadora sobre usos del suelo, o puede constituirse en la base sobre la quelevantar un modelo de planificacin estratgica. La opcin es trascendente y adquierenotoriedad en la medida en que la poltica de cohesin convencional se ve desbordada porla magnitud de las desigualdades territoriales, tras las ltimas ampliaciones de la Uninhacia el este de Europa. La valoracin de esta posibilidad hay que realizarla en el contextode las iniciativas comunitarias al respecto y del fracaso de poltica de cohesin surgida dela Estrategia de Lisboa, lo que obliga a considerar el alcance de la iniciativa de la Junta deAndaluca sobre el Plan de Ordenacin del Territorio de Andaluca.

    La cuestin es que el POTA plantea tres planes subregionales diferentes para laaglomeracin urbana de Mlaga, la Costa del Sol oriental y la occidental y esta fragmen-tacin plantea un debilitamiento de la posicin estratgica de la provincia de cara a su

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    IntroduccinJoaqun Aurioles Martn y Antonio Parejo Barranco

    encaje en cualquiera que sea el futuro de la poltica regional europea. Tanto desde unaperspectiva estrictamente funcional, es decir, considerando exclusivamente razones deeficacia interna, como desde una perspectiva estratgica, es decir, desde la bsqueda deun posicionamiento adecuado en virtud de los derroteros por los que la Unin Europeadecida finalmente abordar el problema de los desequilibrios territoriales y regionales, laconcepcin de un espacio metropolitano fragmentado y ajeno a realidades tan complejasy potentes como las comarcas de Antequera y el Guadalhorce, juega en contra de lasposibilidades futuras de zona.

    Las anteriores son algunas de las ideas que los autores que participan en este volu-men desarrollan de forma sistemtica a lo largo de las pginas que siguen. El apretadoresumen que ha conformado esta introduccin slo ha pretendido destacar las aportacio-nes fundamentales que un primer recorrido por sus textos puede proporcionar. Pero setrata, en todo caso, de una seleccin subjetiva, y por tanto susceptible de modificar: enltima instancia, son las colaboraciones incluidas en este libro las que deben de propor-cionar al lector interesado la informacin necesaria para explorar alternativas de futuro losuficientemente respetuosas con los recursos, humanos y fsicos, presentes y futuros,capaces de garantizar un bienestar corrector de desequilibrios sociales, compatible con elcrecimiento y viable en un mundo crecientemente globalizado.

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    El marco histrico(1833-2000)

    Antonio Parejo BarrancoUniversidad de Mlaga

    1. Introduccin

    El 30 de noviembre de 1833 un Real Decreto firmado por la regente Mara Cristinasancionaba el proyecto elaborado desde el Ministerio de Fomento por Javier de Burgos,para la reforma de la divisin civil del territorio espaol. Con escasas modificaciones, lasprovincias entonces conformadas son, con su nombre, capital y lmites, las mismas quehan llegado a nuestros das. Sin duda, se trata de la reforma territorial ms exitosa de lasnumerosas que han ocurrido en la Espaa contempornea: la divisin provincial ha sidocapaz de atravesar periodos constitucionales e inconstitucionales, monarquas, dictadu-ras y repblicas; convirtindose en el elemento territorial bsico en periodos de centraliza-cin estatal; mantenindose escasamente discutida en etapas tan descentralizadas comola que vivimos en estos momentos1.

    Y sin embargo, su secular consolidacin contrasta con el escaso peso alcanzadocomo objeto de anlisis en los medios acadmicos. Al menos en la historiografa econ-mica -y presumo que algo similar ocurre en otras especialidades afines- lo cierto es que laprovincia no ha tenido demasiado predicamento2. Quiz por su condicin de territorio inter-medio entre la ciudad -muchos especialistas han hecho de la historia local el destino casiexclusivo de sus inquietudes investigadoras- y la regin, que en su vertiente histrico-administrativa ha absorbido un porcentaje elevado de recursos intelectuales en las tresltimas dcadas3; quiz porque implica sumir algo que a los historiadores econmicosnos hace sentir sumamente incmodos: el hecho de que unidades administrativas, denaturaleza poltica y como tales conformadas por zonas no necesariamente articuladasentre s ni productivamente interdependientes, configuren regiones econmicas; en otraspalabras, que sean aquellas las que puedan terminar definiendo el sentido de nuestrasinvestigaciones.

    1 Sobre la creacin de las provincias y sus antecedentes, vase CALERO (1987).2 Tanto es as que slo conozco la publicacin de una nica historia econmica de una provincia espaola: la de Granada,

    un proyecto reciente dirigido por TITOS (1998).3 Vanse, por ejemplo, NADAL y CARRERAS, comps. (1990), y ms recientemente GERMN; LLOPIS; MALUQUER y

    ZAPATA, dirs. (2000).

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    La economa de la provincia de Mlaga

    No obstante, como tendremos ocasin de comprobar en lo que sigue para el casoespecfico malagueo, la creacin de las provincias no fue slo un proyecto poltico destina-do a consolidar el marco centralizado del primer estado liberal espaol, sino el resultadodefinitivo de un proceso que hincaba sus races al menos en el ltimo tercio del siglo XVIII,en el que, entre otros factores, desempearon un papel central los de naturaleza econmi-ca. En realidad no poda ser de otra forma: el nuevo rgimen liberal basaba su supervivenciaen el apoyo de los grupos econmicos que participaban de las reglas del juego capitalista,entonces emergente. Independientemente de que el poder social se encontrase todava enla tierra, las relaciones de mercado no slo definan a esas alturas un porcentaje muyelevado del marco productivo agrario, sino que adems exigan del medio urbano para sureproduccin: se dirigiese al consumo inmediato, a la comercializacin interior o exterior oa asuntos tan diversos como la sancin legal de las transacciones o el necesario recursoa medios externos de financiacin. Todas estas funciones las cubri la ciudad del siglo XIX-la expresin "burguesa" o "industrial" es ahora secundaria-. Los ncleos urbanos queadems fueron distinguidos con la capitalidad se beneficiaron de inversiones pblicas -enforma de infraestructuras, mejores servicios o simplemente rentas del trabajo de los fun-cionarios-, lo que las convirti en ms atractivas para la inversin privada y a la postre endestino preferente de movimientos migratorios. De nuevo la productividad ms elevada delos sectores que alimentaban su crecimiento -la industria y los servicios- impuls el dife-rencial salarial con respecto a las zonas rurales, generando las primeras economas deaglomeracin, y con ellas la articulacin de un espacio econmico crecientementehomogeneizado y dependiente de la capital. Pero, repito, ni el hecho de fijar unos lmitesdeterminados ni el de la eleccin de una ciudad concreta como capital fueron decisionesexclusivamente polticas, ni mucho menos aleatorias: en el fondo, la inspiracin francesa deaquella reforma implicaba aceptar implcitamente los planteamientos de los economistasclsicos, quienes pensaban en la ampliacin del mercado como el nico factor capaz desuperar las contradicciones que atenazaban la economa del antiguo rgimen (en definitiva,la incapacidad de alimentar a una poblacin en crecimiento) y en ese momento tal requisitolo cumplan aquellas ciudades ms pobladas y mejor comunicadas, especialmente por vamartima. En el caso del litoral espaol ese doble criterio se impuso en todas las provincias-con la excepcin de Granada, en Andaluca, y las cuatro gallegas- y entre ellas, por su-puesto, en la malaguea. Desde los primeros proyectos destinados a reformar la divisinadministrativa del Estado -la creacin de las provincias martimas en 17994- Mlaga siem-

    4 Ese ao, un Real Decreto orden la creacin de seis nuevas provincias "martimas", con el objetivo explcito de mejorarla recaudacin fiscal, entre ellas la de Mlaga, aunque sus lmites eran bastante distintos -mucho ms litorales- a los queconformaran el proyecto definitivo. Ms cercano a ste se encontraba la divisin propuesta por Felipe Bauz en 1813,y similar el de 1822. GARRIGS PIC (1982).

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    El marco histrico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    pre fue considerada como la capital natural de ese espacio econmico. Puede que suinfluencia no alcanzara con la misma fuerza a todas las comarcas que finalmente queda-ran incluidas en sus lmites provinciales -las de Antequera y Ronda estaban igualmenteabiertas a las de Sevilla, Cdiz y Granada; aquella perteneci al reino de Sevilla durantetodo el antiguo rgimen, aunque, paradjicamente, su dicesis dependa del obispadomalagueo-, pero, como comprobaremos ms adelante, no existe discusin posible encuanto al potencial demogrfico o econmico de la Mlaga de finales del siglo XVIII ocomienzos del XIX con respecto a las ciudades entonces ms pobladas del interior.

    Por todo lo que acaba de apuntarse, creo que ha llegado el momento de rehabilitar ala provincia como marco territorial especfico para la historia econmica. Y para ello, nadamejor que comenzar a hacerlo en un libro de economa como ste, dotado de un acusadocomponente de interdisciplinariedad. Adems, el encuentro entre varias materias cientfi-cas que aqu se propone resume su expresin ms acabada en un territorio que, desdesus orgenes como unidad administrativa, encierra las singularidades fsicas y econmi-cas caractersticas de toda Andaluca. Entre las primeras, debe recordarse que las cuatrograndes unidades fsicas de la regin se asoman a esta provincia: la depresin del Guadal-quivir lo hace a la depresin de Antequera; las cordilleras bticas a la Serrana de Ronda,el surco intrabtico al valle del Guadalhorce y la Axarqua. Unas regiones geogrficas enlas que histricamente han convivido iniciativas productivas de marcada vocacin agraria,de naturaleza muy distinta en cuanto a la estructura de la propiedad, las formas de gestiny los usos del suelo, pero tambin otras vinculadas a las actividades comerciales y fabriles:baste recordar en este sentido la vocacin exportadora malaguea y el carcter precursorde gran parte de sus impulsos manufactureros en el siglo XIX y en las primeras dcadasdel XX. En ltima instancia todos y cada uno de los modelos de crecimiento que handefinido a la regin durante los dos ltimos siglos y medio.

    Implcita y explcitamente, acabo de mencionar las dos grandes lneas argumentalesque sostendrn el texto que sigue. La primera alude al territorio, a la conformacin ydesarrollo de regiones econmicas unidas por un determinado lazo administrativo5. Lasegunda, a la materializacin de los distintos tipos de crecimiento y cambio estructural

    5 Sutil en ocasiones si se quiere, pero vlido desde la perspectiva que aqu me interesa plantear, sobre todo si se tiente encuenta que ofrece una ventaja no siempre asumida por los especialistas: el hecho de que hasta fechas recientes todoslos datos elaborados por la administracin central lo hacen con este nivel de desagregacin. Lo que resulta aplicable atodas las fuentes de origen fiscal (la contribucin territorial, el subsidio industrial, los consumos, etc), as como a lasrecopilaciones estadsticas publicadas desde mediados del siglo XIX a nuestros das (desde el primer Anuario Estadstico-1859- al resto de las estadsticas sectoriales, tanto econmicas como sociales).

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    La economa de la provincia de Mlaga

    que se han sucedido desde el ltimo tercio del siglo XVIII a nuestros das. La dimensinpuramente territorial remite en ltima instancia a la existencia de ciudades medias con lareciente excepcin de la capital- que han sido capaces de polarizar un determinado espa-cio econmico definible tanto por sus recursos fsicos y humanos como por su orientacinproductiva. Antequera, Ronda, Marbella, Mlaga o Vlez-Mlaga son los ncleos urba-nos que todos asociamos con una actividad econmica concreta, a los queconsideramos dominantes dentro de una zona de influencia de contornos conocidos ya los que asimismo percibimos dotados de unas seas de identidad cultural que lossingulariza y diferencia de cada uno de los restantes. Por su parte, la vertiente relativaa los modelos de crecimiento alerta sobre el carcter esencialmente dinmico delcapitalismo y ms concretamente acerca del papel desempaado por los dos grandesfenmenos que han marcado su trayectoria contempornea: la ampliacin de los mer-cados (un factor que debe entenderse en el sentido ms amplio posible: desde elcrecimiento demogrfico a la mejora de los niveles de renta y la articulacin del territo-rio) y la innovacin tecnolgica. Con los lmites impuestos por la disponibilidad derecursos -los fsicos pero tambin los humanos- y la intervencin del Estado, estosmodelos de crecimiento han terminado impregnando comportamientos sociales, que a suvez han condicionado adaptaciones locales ms o menos exitosas.

    Cmo conciliar territorio y crecimiento en perspectiva histrica manteniendo comomarco de anlisis una determinada unidad administrativa? Adelantar que mi inters fun-damental con el texto que sigue reside en ofrecer nuevos argumentos que, desde la histo-ria econmica, permitan responder ms adecuadamente a los interrogantes que dan sen-tido a este libro. Trasladar al lector que la situacin actual de la economa de la provinciade Mlaga que comenzar a diseccionarse en el captulo siguiente es el resultado de unproceso iniciado hace ms de dos siglos, que es necesario conocer en sus lneas funda-mentales para poder llevar a cabo un diagnstico adecuado de las circunstancias ycondicionantes que alumbran o asombran los inicios del siglo XXI. Un proceso acumulativo,dinmico -ya se ha apuntado-, pero no siempre lineal ni homogneo. Al contrario, surcadode profundas desigualdades -territoriales y sociales- y punteado por momentos extraordi-nariamente crticos que, generalmente, han desembocado en rupturas ms o menostraumticas. Estos momentos de inflexin permiten identificar al menos tres grandes se-cuencias cronolgicas, que sern las que estructuren el presente trabajo en otros tantosperiodos. A cada uno de ellos correspondera una determinada presin sobre los recursos,un caracterstico modelo productivo y una particular articulacin (interior y exterior) delterritorio. Una distribucin que, como veremos a continuacin, escapa de la que suele ser

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    El marco histrico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    usual en trabajos de historia econmica -pese a su naturaleza, todava pendientes decoyunturas polticas- pero que considero til para los objetivos que pretendo alcanzar eneste captulo y que he ido desgranando en los prrafos anteriores. En definitiva, me intere-sa sobre todo el largo plazo, los grandes movimientos de fondo; estoy convencido que esen su identificacin donde podremos avanzar un diagnstico ms acertado sobre la situa-cin actual y las posibilidades que se abren en un futuro inmediato, lo que ocupa y preocu-pa en este volumen.

    El primero de los periodos en los que se divide este trabajo se extiende entre 1765y1833. Escapa por ello cronolgicamente a la historia de la provincia, considerada strictosensu, pero resulta de tratamiento obligado porque durante esas dcadas -lasinterseculares entre el Setecientos y el Ochocientos- se pusieron gran parte de lasbases que marcaran el desarrollo posterior de la provincia. Su cronologa coincide, agrandes rasgos, con lo que los especialistas denominan economa orgnica avanzada.La periodizacin elegida (1765 es una fecha simblica: el ao en el que el puerto deMlaga fue autorizado a comerciar directamente con las colonias; 1833 no slo sealael nacimiento efectivo de la provincia, sino tambin la fecha, no menos simblica, en laque Heredia comenz la fabricacin de hierros a la inglesa) resulta suficientementeilustrativa de la singularidad malaguea, insertada en un marco general dominado toda-va por una agricultura extensiva de bajos rendimientos pero vinculadas a especialidadesproductivas vinculadas al sector terciario.

    El segundo periodo seleccionado (1833-1959) marca la larga transicin de la econo-ma orgnica a otra basada en la explotacin de los recursos de origen mineral. Su largorecorrido abraza la materializacin de los dos grandes paradigmas tecnolgicos en laprovincia (la primera y la segunda revolucin industrial), pero tambin el de la plenadisponibilidad de los factores de acuerdo con las reglas de la economa liberal, unacondicin que afect a la modernizacin agraria, de los transportes y a la ampliacin delos mercados. Se trata, sin duda, de la etapa ms brillante aunque asimismo ms frus-trante y crtica, en sus resultados finales, de toda la historia de la economa malaguea:la de los grandes proyectos modernizadores de los Heredia y los Larios -y de los menosconocidos de los empresarios del primer tercio del siglo XX- pero tambin la de la profun-da depresin abierta a comienzos de los aos treinta y prolongada con la Guerra y lalarga posguerra Civil (1959, el ao del Plan de Estabilizacin, supone el retorno a lospresupuestos econmicos liberales, sustrados, junto con el resto de las libertades, porla dictadura franquista).

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    La economa de la provincia de Mlaga

    La tercera y ltima de las etapas contempladas en este trabajo (1960-2006), repre-senta, indudablemente, la poca de la gran transformacin provincial: el salto de unaeconoma que, pese a los proyectos manufactureros, continuaba siendo todava a media-dos del siglo XIX bsicamente agraria, a otra crecientemente terciarizada. Precisamenteen el periodo en el que otras economas estaban transitando a la tercera revolucin tecno-lgica, el turismo, la construccin y determinados servicios vinculados comenzaban aimponerse como base de la estructura productiva malaguea, definiendo un modelo depresin sobre los recursos que retornaba al suelo, aunque con componentessustancialmente distintos a los de etapas anteriores. Ahora ya no se trataba de la agricul-tura -progresivamente convertida en una actividad marginal- sino de las posibilidades queotorgaban el sol, el clima y su localizacin litoral.

    Esta triple secuencia cronolgica que acaba de resumirse se traduce en un dobleproceso de crecimiento econmico y cambio estructural; ambos son mucho ms pro-fundos en la etapa ms reciente a nosotros que en cualquier otra anterior. El primerose alcanza gracias a una asignacin cada vez ms eficiente de los recursos disponi-bles -tanto humanos como fsicos, lo que termina repercutiendo en la productividad delos factores- y supone aumentos perceptibles de los niveles de renta. El segundo es unfenmeno bastante ms complejo, pero que a la postre implica cambios en la distribucinde la poblacin activa, urbanizacin o mejor dotacin de capital humano. De ambos parti-cipa el conjunto de la provincia y de manera diversa, segn los factores que irn exponin-dose a continuacin, cada una de las regiones econmicas que la conforman. Los dosdeben de considerarse sin perder en ningn caso la perspectiva comparativa: de un lado,los resultados malagueos responden asimismo a la pertenencia de la regin a un pasque transita del antiguo al nuevo rgimen de imperio a nacin, una mudanza con conse-cuencias econmicas negativas que a la postre terminar convirtiendo a Espaa en unapotencia media durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, y que slo en las dcadasfinales de esta ltima centuria, al amparo de su integracin en la Unin Europea, lograrque el pas homologue su estructura productiva y sus niveles de renta a los de sus vecinoscontinentales. En fin, tampoco debe olvidarse que las competencias asumidas desdehace aproximadamente un cuarto de siglo por la comunidad autnoma de que forma partela provincia de Mlaga han terminado de condicionar la trayectoria de sus actividadeseconmicas.

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    El marco histrico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    2. Las bases del crecimiento econmico liberal (1765-1833)

    A finales del siglo XVIII, Mlaga comparta las caractersticas fundamentales de laseconomas orgnicas, ms o menos avanzadas, que an definan al conjunto del continen-te. Economas agrarias, fuertemente vinculadas al medio natural, relativamente relaciona-das con los mercados -como suministradores de materias primas e insumos intermediosy destinatarios de la produccin final- y sujetas a una tensin casi permanente entrepoblacin y recursos: expresado en otros trminos, su capacidad por alimentar a unapoblacin en crecimiento se encontraba limitada por la reducida productividad de los fac-tores empleados, y por la escasa comercializacin de sus excedentes.

    Lo anterior es cierto pero, como cualquier reduccionismo terico, resulta insuficientepara aprehender todos los matices que conforman cualquier realidad histrica, sobre todoen el caso de una zona como la malaguea, tradicionalmente abierta al exterior -los ante-cedentes podan remontarnos al menos a los tiempos de la Btica romana-, y por ello conuna relacin histricamente intensa con el mercado, renovada con la aparicin del comer-cio colonial a partir del siglo XVI y especialmente desde 1765, cuando el puerto de Mlagafue autorizado a comerciar directamente con las colonias ultramarinas y cuando tambinse revitalizaron las relaciones comerciales con el norte de Europa. Factores que condicio-naron la extensin de una agricultura tempranamente acostumbrada a producir para elmercado, y con ella el crecimiento de ncleos urbanos polarizadores de todas estasiniciativas -por encima de todos la propia ciudad de Mlaga-, que canalizaban ese exce-dente en base al establecimiento de redes mercantiles, financieras y de servicios engeneral, imprescindibles para sostener unas actividades muy lejanas del autoconsumocampesino caracterstico de otras zonas europeas.

    Sin embargo, pese a esa indudable dimensin urbana, es preciso insistir en la impor-tancia del medio fsico para las economas de finales del antiguo rgimen y en el factordemogrfico como elemento bsico de presin ante la limitada intervencin de la tecnolo-ga en los procesos productivos. Tambin, en la importancia de la agricultura y la ganade-ra como base productiva del territorio analizado.

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    La economa de la provincia de Mlaga

    a) Recursos fsicos y humanos

    Como es sabido, los recursos naturales han ejercido, histricamente, una influenciaconsiderable sobre las actividades econmicas. La situacin geogrfica, el relieve, lascondiciones climticas o las caractersticas del suelo y el subsuelo, actuaron y actancondicionando orientaciones y especializaciones productivas, lmites de aprovechamientoenergtico y asentamientos humanos. En el periodo que nos ocupa en este epgrafe lapresin humana sobre esos recursos se ejerca fundamentalmente sobre el suelo. Conse-cuentemente, como ocurra en el resto de Espaa y prcticamente en toda Europa Occi-dental, la economa del territorio que luego conformara la provincia de Mlaga era, comolas restantes europeas, bsicamente orgnica, una definicin que implica el predominiode las actividades productivas vinculadas al factor tierra, pero tambin su sujecin a unrecurso finito, que en las condiciones tecnolgicas de la poca y de acuerdo con lasestrictamente fsicas -especialmente las climatolgicas- caba aumentar sobre todo me-diante nuevas roturaciones, y bastante menos recurriendo a la irrigacin, al drenaje de lasmarismas o a la especializacin.

    Las economas orgnicas tenan adems un grado de autosuficiencia muy elevado:apenas incorporaban insumos procedentes del exterior -fertilizantes o tecnologa, por ejem-plo-, mientras que comercializaban un porcentaje variable de su produccin en el mercado,y en cualquier caso lo hacan preferentemente en mercados locales o comarcales. En talescondiciones, la tierra satisfaca la mayor parte de las necesidades: alimentos, vestido, cal-zado, combustible y materiales de construccin. Tal dependencia descansaba en un equili-brio inestable, en el que el suelo, el sol y el agua eran los elementos fundamentales: suconfluencia proporcionaba la energa renovable necesaria para los procesos productivos,aseguraba la reproduccin del ciclo anual de las cosechas y el mantenimiento de una caba-a ganadera imprescindible como fuente de nutrientes para la poblacin y de abono para latierra, pero tambin el de los pastos y bosques que exiga la alimentacin del ganado y lasatisfaccin de las necesidades energticas y de materias primas de los consumidores.

    Estas restricciones ecolgicas variaban en funcin de las caractersticas del mediofsico, lo que explica que tanto la localizacin del territorio considerado como su relieve o suclima se conviertan en elementos bsicos para entender la naturaleza de la estructura pro-ductiva as como los resultados alcanzados por estas economas preindustriales. Y en estepunto, la situacin malaguea, como la del conjunto andaluz, no resultaba particularmentefavorable, especialmente en comparacin con las zonas ms hmedas del continente.

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    El marco histrico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    Para empezar, el relieve malagueo es especialmente montaoso. Una montaa"media" pero peor dotada de recursos y con algunas singularidades negativas con respec-to a otras reas montaosas peninsulares: entre otras, dificultades para avanzar haciauna orientacin ganadera de carcter intensivo, especializacin agrcola volcada al merca-do -pero un agricultura "pobre" como comprobaremos ms adelante- y mayor presindemogrfica. Una caracterizacin que, utilizando criterios no restrictivos de altitud, pen-diente y desnivel relativa afecta a un porcentaje muy elevado de la extensin superficial dela provincia y especialmente a los extremos oriental y occidental de la misma6.

    Por lo que respecta a la climatologa, el clima mediterrneo es el dominante, y ellosupone amplios periodos de insolacin -coincidentes adems con temperaturas elevadas- yun rgimen de lluvias no demasiado abundante (entre los 500 y 700 mm anuales), recibidopreferentemente en los meses de invierno. Tales rasgos ofrecen variaciones temporalesacusadas (ciclos secos; precipitacin intensa) y tambin diferencias espaciales que engeneral implican el traslado de la precipitacin al otoo y primavera conforme sustituimosla influencia atlntica -ms presente en la depresin de Antequera- por la mediterrnea y laescasez progresiva de las lluvias a medida que nos desplazamos hacia el Este7.

    Por ltimo, la suma de relieve y clima configura una determinada estructura hidrogrfica.Una red fluvial ms o menos apropiada para desempear las tres grandes funciones vincu-ladas a la actividad productiva: regado para la agricultura, aprovisionamiento energtico ymedio de comunicacin. Pero en esta materia, la posicin de Mlaga ha sido tradicional-mente deficitaria. El ro de mayor caudal es el Guadalhorce -el Genil, apenas la roza por elnorte-, pero ni sus caractersticas ni las de los restantes -elevado estiaje, torrencialidad-los ha hecho particularmente adecuados para regar grandes extensiones de terreno, queslo permitieron las obras hidrulicas del siglo XX8, ni mucho menos navegables, lo que haimpedido la construccin de una red de canales que antes del ferrocarril permitiera movergrandes volmenes de mercancas.

    6 GMEZ MORENO (1989), pp. 18-37.7 Estas diferencias pueden contrastarse en RODRGUEZ MARTNEZ (1977); GUARNIDO OLMEDO (1977) y JUSTICIA

    SEGOVIA (1988).8 Los datos disponibles sobre la extensin del regado apuntan a que a mediados del siglo XVIII no deba sobrepasar el 5%

    del suelo cultivado. El porcentaje se mantuvo prcticamente inalterable en el medio siglo siguiente. GMEZ AMIN(1986), p. 104.

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    La economa de la provincia de Mlaga

    En tales condiciones, y teniendo en cuenta las caractersticas del relieve malagueo yespecialmente las dificultades orogrficas para comunicar el interior y el litoral, los medios ylos modos de transporte disponibles no sufrieron apenas modificacin con respecto a po-cas anteriores, ni tampoco se llevaron a cabo grandes obras de infraestructura9. Con lasalvedad de la construccin del camino real entre Mlaga y Antequera (abierto al trfico en1797) y del que iba de la capital a Mlaga (finalizado en 1787), el resto de las carreterasmantenan unas condiciones que las hacan intransitables durante buena parte del invierno.

    En cuanto a los recursos humanos, como el resto de Andaluca, el territorio corres-pondiente a la posterior provincia de Mlaga nunca ha estado excesivamente pobladohasta fechas recientes. La afirmacin resulta valida en toda su extensin para el AntiguoRgimen. A finales del siglo XVI la suma de la poblacin censada en todo el obispado -deextensin coincidente, a grandes rasgos, con la divisin administrativa creada en 1833-apenas alcanzaba las 100.000 personas; a comienzos del XVIII la cifra apenas se habamodificado, aunque en los ltimos compases de esa centuria ya se superaban los 250.000.La tasa de crecimiento demogrfico malagueo durante el Setecientos fue, por tanto, muyelevada (cercana al 1% anual), pero no se reparti de manera homognea ni territorial nicronolgicamente: el aumento fue generalizado en la primera mitad -sin duda como res-puesta a la profunda crisis demogrfica del siglo anterior- pero no tanto en la segunda:entonces se desplaz casi exclusivamente al litoral, benefici especialmente a Mlaga yperjudic sobre todo a la depresin de Antequera, que tuvo un crecimiento negativo entre1752 y 179710. Los dos municipios son representativos del fenmeno que afect en esapoca al resto de la regin y a casi toda Espaa: la crisis de las ciudades medias delinterior y la emergencia de ncleos urbanos situados en la periferia y vinculados a merca-dos exteriores. En 1650 Mlaga y Antequera, con 24.000 y 22.000 habitantes respectiva-mente eran la octava y la novena ciudades ms pobladas de Espaa; en 1797 la primerase haba estancado en los 16.000 habitantes (lo que la desplaz al puesto 19 del rankingnacional), mientras la segunda ya superaba los 51.000 (en el 8 lugar de las espaolas)11.

    Por lo dems, todas las poblaciones malagueas presentaban entonces rasgos pro-pios de una demografa de tipo antiguo, con elevadas tasas vitales y participacin funda-mental de la mortalidad infantil (posiblemente superior al 250 por mil) y todava de la de

    9 Quiz con la excepcin de la construccin de obras de captacin y trada de agua a Mlaga (el acueducto de San Telmo)10 El comportamiento demogrfico de la primera se estudia en SANZ SAMPLEAYO (1998); la segunda en SANZ SAMPELAYO

    y SNCHEZ-LAFUENTE (1995).11 PAREJO (2002).

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    carcter catastrfico. Es cierto que la incidencia de estas ltimas fue menor y ms espa-ciada que en el siglo XVII, pero ello no impidi que continuase distorsionandocoyunturalmente las cifras de entierros anuales de muchas poblaciones malagueas: yadems, no slo debido a epidemias, sino tambin, pese a los indudables avances de laproduccin de alimentos y de los intercambios, y al menos hasta mediados del XVIII,como consecuencia de la subalimentacin que a su vez provocaban las malas cosechas.Aunque paradjicamente, la ms grave de todas estas crisis de sobremortalidad no ocurrioen el siglo XVIII sino en el XIX: la epidemia de fiebre amarilla de 1803 y 1804, que enAntequera elev la mortalidad a ms de 2.500 personas (lo que significaba nada menosque un 18% de la poblacin) y en Mlaga, por las estimaciones disponibles, a ms de4.00012. El siglo XIX comenzaba por tanto con una nueva y profunda recesin demogrfica,si bien las cifras disponibles -pese a su carcter fragmentario y escasa fiabilidad- indicanque se super con relativa rapidez, probablemente gracias de nuevo al aporte migratorioprocedente del interior de la regin, que a su vez debe relacionarse con la tempranarecuperacin econmica del litoral, a la que se aludir ms adelante. En cualquier caso, elao del nacimiento de la provincia se encontraban censados alrededor de 390.000 mala-gueos (un 56% ms que en 1797): ms de 65.000 vivan en la capital, 17.000 en Antequera,14.000 en Vlez, 13.000 en Ronda y 8.000 en Con y Estepona, las ciudades entoncesms pobladas de la provincia.

    b) Los limites del crecimiento agrario

    La confluencia de relieve, temperaturas y pluviosidad ha condicionado histricamentelos aprovechamientos agrarios, no permitiendo en ningn caso, de acuerdo con las condi-ciones tecnolgicas del antiguo rgimen, rendimientos elevados. Tampoco avanzar en ladireccin apuntada en la Europa hmeda: incrementar los rendimientos elevando la dota-cin de estircol disponible, pero sin aumentar el terreno dedicado a pastos, mediante laintroduccin de plantas forrajeras que garantizasen la alimentacin del ganado y permitie-sen el crecimiento de la cabaa. En tales condiciones, la produccin deba aumentarsepor la va extensiva, precisamente en perjuicio de los otros dos pilares que garantizaban laestabilidad del sistema: la ganadera y los bosques.

    12 Para Mlaga, CARRILLO y GARCA BALLESTER (1980).

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    Teniendo en cuenta lo que acaba de apuntarse, cualquier valoracin que se hagasobre el comportamiento del sector agrario malagueo en la ltima fase del Antiguo Rgi-men debe coincidir en sealar que se consigui un moderado aumento de la produccinde alimentos, pero tambin que este crecimiento se alcanz sobre todo con la roturacinde nuevas tierras y apenas mediante la elevacin de los rendimientos por unidad de super-ficie cultivada. Una agricultura extensiva, que en el caso del cereal produca esencialmen-te para el abastecimiento de los ncleos urbanos ms cercanos -la concentracin de lapoblacin y el dominio ejercido por las oligarquas locales que acaban de apuntarse abun-dan en esta direccin-, y en lo que se refiere al viedo y a determinados cultivos leososhacia mercados exteriores, pero cuya expansin estaba obstaculizada al menos por laincidencia de tres tipos de factores: las limitaciones medioambientales -disponibilidadesde agua y abono orgnico, fundamentalmente-, las referidas a la innovacin tecnolgica ya la introduccin de nuevos cultivos y las de carcter institucional. Estas ltimas puedenplantearse desde las restricciones que afectaban a la utilizacin de los factores, y espe-cialmente a la tierra: amortizada y vinculada en un porcentaje elevado -esto es, al margendel mercado-; pero tambin, de manera ms concreta, teniendo en cuenta los interesesde aquellos grupos no excesivamente interesados en una ampliacin de la superficie cul-tivada a costa de las tierras pblicas: oligarquas locales beneficiadas de la elevacin de larenta de la tierra que haba condicionado su propia escasez y la necesidad de aumentar laproduccin de alimentos para atender a una poblacin en crecimiento.

    La confluencia de las anteriores variables explica los moderados avances consegui-dos en los niveles de produccin y las todava menores ganancias en la productividad.Cosechas sometidas a bruscas oscilaciones anuales, que adems aportaban volmenesmedios que apenas experimentaron modificaciones sustanciales, y que incluso tuvieronnumerosos problemas para mantener los niveles de produccin alcanzados a mediadosdel siglo XVIII. Un fenmeno paralelo a otro an de mayor calado: el descenso secular dela produccin de grano en las comarcas del litoral, que sin duda debe relacionarse con unligero avance de otros esquilmos y con las mayores posibilidades de importacin de ce-real. A la postre, la depresin de Antequera y el Campo de Cmara, tradicionalesabastecedores de cereal panificable de la capital terminaron perdiendo esa condicin anteel empuje demogrfico de sta y la mayor competitividad de los trigos procedentes delnorte de frica o de otros puntos del Mediterrneo.

    Tales circunstancias explican que el dominio de las sementaras de grano no fueratan abrumador en esta zona como en el conjunto de los reinos andaluces. En este senti-

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    do, el balance entre productos agrarios para el consumo interior y productos de exporta-cin result claramente favorable a los segundos debido sobre todo a la especializacinvitcola de la costa oriental. As, los clculos ms aproximados sobre la distribucin delsuelo cultivado en lo que dcadas ms tarde conformara la provincia de Mlaga, sealanque el viedo ocupaba en la segunda mitad del siglo XVIII alrededor de un 20% del suelocultivado, aunque se trataba de un esquilmo repartido muy desigualmente: desde el mono-cultivo que prcticamente representaba en muchos municipios de la zona de la Axarquahasta presencias marginales en la depresin de Antequera o la Serrana de Ronda13. Por elcontrario, estas eran claramente zonas cerealisticas -especialmente la primera, cuyo por-centaje de tierra cultivable era bastante ms elevado que la de la rondea14- un cultivo quecon ms del 70% de superficie ocupada en el total provincial empujaba a los restantes aposiciones poco menos que marginales: apenas un 6% de la superficie agrcola para elolivar y alrededor del 4% para los restantes cultivos leosos y los productos de huerta.

    La estructura de la propiedad que sustentaba la anterior trayectoria presentaba unacusado desequilibrio: en la zona incorporada en fechas ms tempranas a Castilla(Antequera lo fue en 1410), las grandes explotaciones tenan un protagonismo indudable;en las tierras de Mlaga y en la Axarqua, la pequea propiedad era dominante. En aque-llos, primero la compensacin al apoyo militar recibido y luego la necesidad de asegurarsu defensa, llev a la Corona a efectuar grandes donaciones de tierras a los seores quehaban intervenido en las distintas campaas, y ms tarde tambin a los propios Ayunta-mientos; en las comarcas orientales, la permanencia inicial de sus anteriores pobladoresprovoc pocas modificaciones en la propiedad de la tierra, en la que las explotaciones depequeo tamao representaban la norma, aunque, salvo en el caso de Mlaga, los conce-jos tambin llegaron a ser grandes propietarios15.

    Con todo, a lo largo del Antiguo Rgimen la situacin evolucion hacia una progresivaconcentracin de la propiedad de la tierra: las oligarquas que controlaban los concejosincrementaron sus patrimonios mediante la inversin de parte de las rentas que la tierra lesproporcionaba, pero tambin usurpando baldos y comunales, que la Corona terminaraconfirmando en su mayora a cambio de compensaciones econmicas. El resultado fue la

    13 JUSTICIA SEGOVIA y RUIZ SINOGA (1987).14 En su trmino municipal, el cereal ocupaba en 1752 el 82,5% de la superficie cultivada (lo que significaba alrededor de

    30.000 ha), seguido a mucha distancia del olivar (en torno a las 4.000), el viedo (600 ha) y los cultivos hortofrutcolas(sobre las 500 ha). PAREJO (1985).

    15 A mediados del siglo XVIII las tierras municipales representaban un 31,5% del trmino municipal de Antequera; un 33,9%del de Archidona; un 39,2% del de Vlez; y slo un 10,7% del de Mlaga. FERNNDEZ PARADAS (2002), p. 44.

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    conformacin de grandes patrimonios rsticos, que en ningn caso alcanzaron las dimen-siones de la depresin de Guadalquivir o de la campia cordobesa, pero que ocasional-mente fueron notables. La inversin rstica fue comn tambin a la Iglesia, que adems sebenefici -sobre todo despus del Concilio de Trento- de donaciones de fieles cada vezms frecuentes e importantes, hasta tal punto que a mediados del Setecientos sus pro-piedades -amortizadas- llegaban a superar el 15% de la superficie provincial.

    El avance de la gran propiedad se acompa tambin de una mayor presin sobre losrecursos del suelo por parte de aquellos grupos con capacidad legal para hacerlo. Doscuestiones deben sealarse en esta direccin: la progresiva extensin del rgimen seo-rial y la prctica cada vez ms frecuente de las vinculaciones. El primero hincaba susorgenes en los tiempos de la repoblacin medieval, y en rigor supona la asuncin dedeterminadas funciones -fiscales, polticas, judiciales- por parte de los seores, delega-dos de la Corona en aquellos territorios en los que ejercan su jurisdiccin16, que en lastierras malagueas no tuvieron, sin embargo, una presencia excesivamente elevada: en eloeste destacaba el seoro de Casares y los de Caete y Teba; en las comarcasnororientales, los del duque de Osuna, seor de Archidona. Junto a ellos, la condicinrealenga siguieron mantenindola las ciudades, y con ellas sus trminos, de mayor pobla-cin -Mlaga, Antequera, Ronda, Con o Vlez.

    Junto a estos seoros de origen feudal, durante los siglos XVII y XVIII fue amplindosela consideracin seorial a aldeas y donados situados en concejos realengos. El fenme-no debe relacionarse directamente con el crecimiento de un nuevo grupo social, conforma-do inicialmente por los grandes arrendatarios de fincas municipales, eclesisticas ynobiliarias, cultivadores directos de la tierra que en muchos casos llegaron a consolidarparalelamente un patrimonio inmueble muy importante, lo que les permiti controlar comoregidores el poder municipal y beneficiarse de los numerosos ennoblecimientos dictadospor los ltimos austrias y los primeros borbones para aliviar sus penurias econmicas.Esta nueva elite local recibi tambin pequeas competencias jurisdiccionales que aten-dan ms al prestigio del linaje que al montante de los ingresos que les suponan, yacostumbr a vincular al mayorazgo sus mejores fincas, que de esta manera quedabanfuera del mercado de la tierra. En cualquier caso, el protagonismo alcanzado por estasoligarquas resultar bsico para entender la posterior transicin al Nuevo Rgimen: en los

    16 No obstante, las investigaciones disponibles parecen confirmar que en los compases finales del antiguo rgimen losingresos percibidos por los seores por este concepto ya no eran tan elevados y que adems se encontraban gravadoscon numerosas cargas. Vase el caso del duque de Osuna en Archidona en ATIENZA (1987) y ALMOHALLA (1986).

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    concejos pertenecientes a los dominios seoriales ejercieron una activa oposicin frenteal intento de la antigua aristocracia por convertir en propiedades de pleno derecho aquellassobre las que slo haban recibido la jurisdiccin; en los de realengo, desempearan unpapel nuclear en el control de las casi siempre extensas propiedades municipales, hastaterminar sancionando los trminos en los que se llevara a cabo su privatizacin.

    Seores, pequea nobleza urbana, grandes propietarios seglares o laicos, todoshacan descansar en la tierra la base de sus rentas y de su prestigio. Una realidad comple-ja, que desde la perspectiva productiva completaban pequeas y medianas explotacionesy desde la social un amplio y heterogneo grupo de campesinos, conformado por peque-os propietarios, arrendatarios y jornaleros, categoras que a menudo poda compartir unmismo individuo. Explotaciones de carcter familiar en todos los casos, numricamenteimportantes, resultado en ocasiones de los repartos de tierras concejiles llevados a cabopor los polticos ilustrados en la segunda mitad del siglo XVIII17; en otras de las sucesivasparcelaciones realizadas sobre fincas ajenas a la existencia de cualquier vinculacin, ytambin, sobre todo en la zona ms oriental, de una situacin de partida claramenteinclinada al dominio de la pequea propiedad18.

    Las actividades vinculadas a la economa agraria se completaban con la explotacin delos bosques, la ganadera, la pesca y tambin con otras de carcter protoindustrial. Las dosprimeras desempeaban una funcin bsica en el modelo de economa orgnica dominanteen la poca. El monte pblico -conformado en un porcentaje muy elevado por los comunalesde los ayuntamientos- se encontraba sujeto a una intensa y extendida explotacin vecinal(suministraba energa, fertilizantes, materiales de construccin y alimentos para personas yganado), lo que le otorgaba una mltiple dimensin ecolgica (garante del equilibriomedioambiental que permita la reproduccin del sistema), econmica (ingresos comple-mentarios para familias campesinas) y social (amparo para la pobreza de los grupossociales ms desfavorecidos). La ganadera ofreca a su vez los nutrientes necesariospara la tierra, pero tambin proporcionaba energa, alimentos y materias primas para laindustria. Sobre la extensin de aquella y el nmero de cabezas de sta disponemos dedatos fragmentarios y no siempre fiables correspondientes a la etapa final del Antiguo

    17 La privatizacin de las tierras municipales afect en la segunda mitad del siglo XVIII prcticamente a todos los concejos,aunque su trayectoria y consecuencias econmicas y sociales fueron muy distintas. En cualquier caso, contribuy a laconsolidacin de la pequea y la mediana propiedad bastante ms de lo que aceptaba la historiografa econmica hastahace unos aos. Vase la ms completa revisin de este asunto en FERNNDEZ PARADAS (2002).

    18 JUSTICIA SEGOVIA (1988), pp. 87-91.

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    Rgimen: ya se ha sealado que algunos de los ayuntamientos malagueos fueron losmayores propietarios de su trmino municipal, y debe apuntarse ahora que en un porcen-taje elevado se trataba de tierras comunales, por lo que no sera muy aventurado afirmarque la extensin del monte malagueo deba rondar las 100.000 hectreas a finales delsiglo XVIII; en cuanto a la ganadera, las estimaciones disponibles para ese periodo cifranlas cabezas en torno a las 600.000, con predominio del ganado menor -lanar y caprino- yen general de carcter estante Una cabaa que en las comarcas dominadas por la granpropiedad, dependa de grandes propietarios y arrendatarios agrcolas y tambin ganade-ros que aprovecharon las grandes extensiones de sus fincas, propias o arrendadas, paradesarrollar un modelo mixto de explotacin en el que la integracin agropecuaria era muyintensa y la participacin ganadera imprescindible como suministradora de abonos, ren-tas y trabajo agrcola. Una situacin, que pese a la marginacin de algunos de sus prota-gonistas como consecuencia de las reformas institucionales -seores y conventos funda-mentalmente-, se mantuvo al menos hasta los primeros compases de la revolucin liberal,si acaso con una mayor participacin el ganado de labor (del 6 al 12% entre ambasfechas) y el de cerda (del 11 al 17%), frente al descenso porcentual experimentado por ellanar (del 47 al 43%), el cabro (del 27 al 20%) y el vacuno (del 9 al 7%).

    c) Industria dispersa e inicios de la industrializacin

    Como se ha apuntado en el caso del sector agrario, la situacin de las actividadesindustriales en el periodo anterior a la industrializacin era tambin la propia de una econo-ma de base orgnica: esto es, se encontraba dominada por la elaboracin de alimentos,el textil, los curtidos y la madera, presentando una estructura organizativa de carctertradicional, tanto por lo que se refiere a los sistemas de trabajo, la escasa comercializacinde sus productos o su bajsimo nivel de mecanizacin. En definitiva, peso abrumador delos bienes de consumo, todos ellos con bajos niveles de elaboracin incorporados, depen-dientes en mayor o menor medida de materias primas e insumos intermedios procedentesdel inmediato medio agrario (grano, vid, aceituna o caa de azcar en el caso de lasalimenticias; lana, seda, lino, cuero, barrilla o esparto para los textiles, los curtidos, eljabn y el papel). Tampoco las diferencias eran excesivas en cuanto a los modelos en losque se organizaba la produccin y comercializacin de estos productos, ni en lo que serefiere a la naturaleza de los mercados atendidos. En cuanto a la estructura producti-va, la industria agremiada urbana conviva con el trabajo disperso a tiempo parcial y

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    con las manufacturas estatales concentradas. Por lo que respecta a la composicinde la demanda -salvo en puntos especializados y en pocas concretas- sta no acos-tumbraba a sobrepasar los lmites regionales, situndose preferentemente en merca-dos locales o comarcales.

    La dimensin agroindustrial de estas actividades fue, en cualquier caso, muy eleva-da. En algunos casos, como la harina, el azcar o el aceite, vinculada entonces al merca-do interior; en otros con una clara vocacin hacia mercados exteriores. Alimentos y bebi-das marcaron esa especializacin, presente en la mayora de los espacios econmicosagrarios malagueos -desde la depresin de Antequera a la Axarqua o el litoral- y de laque participaron activamente grupos empresariales vinculados a la comercializacin deeste tipo de productos.

    Los casos del vino y de las pasas resultan sin duda paradigmticos de estas activi-dades agroindustriales. Aprovechando las ventajas derivadas de la recuperacin de la de-manda europea que tuvo lugar en las primeras dcadas del Setecientos y ms tarde deldecreto de Libre Comercio de 1765, ambos esquilmos incrementaron de manera sustan-cial sus niveles de produccin, hasta acentuar la especializacin vitcola de los Montes yde la Axarqua, las zonas de la provincia en las que preferentemente se localiz su cultivo:aquella traduciendo esa especializacin agraria en la elaboracin de vino dulce, de eleva-da graduacin, obtenido a partir de la uva Pero Ximn, mientras que las vides de la tierra deVlez se dedicaron sobre todo a la obtencin de pasa. En la zona de los Montes se fuearticulando una estructura agroindustrial que, sin grandes modificaciones pervivira duran-te buena parte del siglo XIX: predominio de la mediana propiedad, control de la produccinpor parte de una heterognea burguesa urbana y una primera elaboracin del vino en loslagares instalados en las propias fincas. Una vez fermentado, el caldo se trasladaba aMlaga, en cuyas bodegas era convenientemente mezclado -a menudo con vinos proce-dentes de otras zonas productoras andaluzas- y ms tarde distribuido en mercados exte-riores por los grandes comerciantes malagueos.

    De las restantes actividades agroindustriales, la elaboracin de aceite, localizadasobre todo en la comarca de Antequera, ni representaba en esta poca porcentajes eleva-dos de valor aadido ni tampoco ofreci innovaciones tcnicas ni organizativas de inters(caldos de poca calidad, molinos de viga en las propias explotaciones agrcolas). Bastan-te ms crtica era la situacin del azcar de caa: su incapacidad para competir con elazcar brasileo y antillano, las cargas fiscales que tena que soportar y los bajos rendi-

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    mientos agrcolas e industriales suelen situarse como los factores desencadenantes de laquiebra azucarera producida en el litoral malagueo -tambin en el granadino y el almeriense,nicas zonas en las que poda aclimatarse la planta- a lo largo del siglo XVIII: de tal forma,a finales de esa centuria su cultivo haba desaparecido prcticamente de la costa, con loque apenas quedaban en funcionamiento algunos trapiches en Vlez y Torrox.

    Al margen de la actividades agroindustriales que acaban de sealarse, el resto de laactividad artesanal vinculada al mundo agrario tuvo un comportamiento mucho ms limitadoen este periodo. Pese a su elevada presin demogrfica, la agricultura de montaa, cercana ala subsistencia, que en otras regiones aceler la complementariedad con actividades textilesa tiempo parcial -controladas por el capital comercial y con su produccin destinada a merca-dos exteriores-, apenas gener tal vinculacin en las tierras malagueas: al contrario, la mayo-ra de los casos conocidos apuntan la existencia de actividades marginales -localizadas sobretodo en la serrana de Ronda-, reducidas a la produccin de gneros de baja calidad, elabora-dos en los propios domicilios por mano de obra femenina e infantil, destinados al autoconsumoo a un mercado de limitada extensin (local o comarcal).

    Frente a la relativa atona del sector rural, la industria localizada en las ciudades,preferentemente textil, ofreci durante todo el antiguo rgimen un mayor dinamismo, almenos en lo que se refiere a aspectos organizativos, laborales y empresariales, aunquepor lo que sabemos la mayor parte de estas iniciativas se encontraban a finales del sigloX