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1 Diplomado de Historia contemporánea de Venezuela.UPEL.FRB 7 de diciembre de 2013. 3ª Conferencia; versión provisional, sujeta a revisión. LA DISPUTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA Germán Carrera Damas Escuela de Historia Facultad de Humanidades y Educación. U. C. V. Advertencia metódica: Guardando la vigencia de lo propuesto en otras de mis conferencias acerca del necesario enfoque de los histórico, ubicándolo en el largo período; como condición, además, para la correcta percepción de la vigencia de la dialéctica de continuidad y ruptura, la presente conferencia versará, de manera preferente, sobre la primera etapa del proceso de la evolución histórica de la sociedad venezolana, -el denominado Independencia-, que consistió en la ruptura del genésico nexo colonial, con el propósito de emprender la conformación de un Estado independiente. Mas el enfoque histórico así definido no puede sustraerse al hecho de que en el lapso transcurrido desde la culminación de esa etapa inicial, en el campo de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, hasta el presente, tanto el concepto mismo de independencia nacional, como las circunstancias históricas correlativas, han experimentado cambios nada circunstanciales; y, lo que resulta especialmente relevante, la secuencia de estos cambios ha desembocado en la necesidad de ver el de la independencia nacional como un proceso todavía abierto, si entendemos tal independencia como el pleno ejercicio de la Soberanía nacional; ejercicio compatible con la naturaleza de la inserción-participación de la sociedad venezolana en los esquemas de dominación, predominio y cooperación internacional que caracterizan el mundo actual; escenario en cuya fase pionera participamos los venezolanos con la fundación consensuada de la República de Colombia, la anexión a ésta de Quito y la promoción de la denominada liga anfictiónica, instalada en Panamá el 22 de junio de 1826. Vista la cuestión propuesta para esta conferencia, con arreglo al hecho de que el concepto mismo de independencia nacional, como las circunstancias históricas correlativas, han experimentado cambios nada circunstanciales, no luce excesivo, menos aún desatinado, concebir la disputa de la independencia como una constante de la evolución de nuestra área de estudio, entendida la Venezuela contemporánea como

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Page 1: LA DISPUTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA · 2 la Venezuela republicana. Por consiguiente, me permitiré cerrar este tratamiento del tema con una sumaria presentación de los rasgos

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Diplomado de Historia contemporánea de Venezuela.UPEL.FRB

7 de diciembre de 2013.

3ª Conferencia; versión provisional, sujeta a revisión.

LA DISPUTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA

Germán Carrera Damas

Escuela de Historia

Facultad de Humanidades

y Educación. U. C. V.

Advertencia metódica:

Guardando la vigencia de lo propuesto en otras de mis conferencias acerca del

necesario enfoque de los histórico, ubicándolo en el largo período; como condición,

además, para la correcta percepción de la vigencia de la dialéctica de continuidad y

ruptura, la presente conferencia versará, de manera preferente, sobre la primera

etapa del proceso de la evolución histórica de la sociedad venezolana, -el denominado

Independencia-, que consistió en la ruptura del genésico nexo colonial, con el

propósito de emprender la conformación de un Estado independiente.

Mas el enfoque histórico así definido no puede sustraerse al hecho de que en el

lapso transcurrido desde la culminación de esa etapa inicial, en el campo de

Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, hasta el presente, tanto el concepto mismo de

independencia nacional, como las circunstancias históricas correlativas, han

experimentado cambios nada circunstanciales; y, lo que resulta especialmente

relevante, la secuencia de estos cambios ha desembocado en la necesidad de ver el de

la independencia nacional como un proceso todavía abierto, si entendemos tal

independencia como el pleno ejercicio de la Soberanía nacional; ejercicio compatible

con la naturaleza de la inserción-participación de la sociedad venezolana en los

esquemas de dominación, predominio y cooperación internacional que caracterizan

el mundo actual; escenario en cuya fase pionera participamos los venezolanos con la

fundación consensuada de la República de Colombia, la anexión a ésta de Quito y la

promoción de la denominada liga anfictiónica, instalada en Panamá el 22 de junio de

1826.

Vista la cuestión propuesta para esta conferencia, con arreglo al hecho de que

el concepto mismo de independencia nacional, como las circunstancias históricas

correlativas, han experimentado cambios nada circunstanciales, no luce excesivo,

menos aún desatinado, concebir la disputa de la independencia como una constante de

la evolución de nuestra área de estudio, entendida la Venezuela contemporánea como

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la Venezuela republicana. Por consiguiente, me permitiré cerrar este tratamiento del

tema con una sumaria presentación de los rasgos básicos de tal evolución.

Introducción:

En La disputa de la Independencia se reflejó la naturaleza compleja del

fundamento histórico-político del nexo colonial. Con ello se puso de evidencia la

incorrecta interpretación historiográfica del nexo colonial como un vínculo

unidireccional de dominación-subordinación, establecido entre una metrópoli

dominante y una colonia subordinada. Este enfoque ha generado confusiones

extremas, como denominar la monarquía española al Poder político metropolitano; y

subestimar, si no omitirlo, el decisivo papel desempeñado por la creación de la

República de Colombia, como cuestión central de esa disputa, en la culminación de su

primera etapa.

Una aproximación crítica a la cuestión revela que en el marco de La disputa de

la Independencia se entrecruzaron variantes de la misma; si bien cabe reconocer que

ese manojo de variantes corrió al amparo de una expresión sintética, -por lo mismo

de alcance global-, y de profundo y arraigado fundamento en los ámbitos social y

político. Tal fue la confrontación entre el Poder Político metropolitano, de origen

divino, representado por la Corona y personificado en el Rey; y el derecho de

conquista, representado por el Poder social criollo, como resultante socio histórico

del proceso de implantación de la sociedad monárquica colonial.

En esa confrontación se desenvolvieron las disputas políticas, como lo fueron

las interprovinciales, rebrotadas como reacción ante la concentración del poder

pretendida por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII; y las

que desde muy temprano brotaron entre los nacientes poder civil y poder militar,

dirimiendo la naturaleza del régimen postcolonial; como las suscitadas por la

canalización de las disputas sociales, ya en curso, representadas por la lucha de los

esclavos por su libertad y la de pardos y criollos por la igualdad; y como la más

enconada, y no menos global que la primera de carácter político, que lo fue de

naturaleza ideológica y de carácter espiritual, que podría expresarse como la pugna

entre la ancestral y predominante conciencia monárquica cristiana católica y la

surgente y novedosa conciencia republicana, para el caso calificada de impía por

cuanto desacataba la Voluntad divina.

A partir de la crisis política del nexo colonial, así estructurado, en los inicios del

siglo XIX, el dominante condicionamiento religioso de la sociedad rigió los nuevos y

más violentos términos de la prolongada y generalizada confrontación ocasionada. El

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tratamiento historiográfico de esta compleja cuestión sociopolítica, muestra dos

caras: la visible, política, está representada por la valoración heroica y patriótica del

conflicto; la oculta, social, está representada por la actitud de los actores ante le

preservación de la estructura de poder interna de la sociedad implantada monárquica

colonial; y, en ella, sobresalientes, la cuestión de la esclavitud, como institución, y la

de sus arraigadas manifestaciones económicas y sociales.

La visión de esta fundamental confrontación ha padecido los rigores de dos

actitudes historiográficas, no necesariamente contradictorias y, quizás, más

complementarias de lo que ellas mismas parecerían admitir. Las historiografías patria

y nacional, confluyentes en la historia oficial, -por ende, aun cultivadas-, no solamente

centran su atención en los hechos sociopolíticos, sino que subestiman o desestiman

las otras áreas de lo histórico; o, eventualmente, las usan como telón de fondo de lo

heroico, dando el predominio en éste a lo militar. Por su parte, la que denomino

historiografía materialista primaria intentó dar de lo histórico una versión

determinada por lo socioeconómico; si bien llegó hasta el punto de subestimar el

papel del hombre como actor de lo histórico y la intrínseca condición plural de lo

histórico como hecho social.

A su vez, el estudio histórico practicante de un enfoque integral del hecho

social, y regido por la vigencia de la dialéctica de continuidad y ruptura, induciría a

formular planteamientos que requerirían un tratamiento que desbordaría los límites

de una conferencia; razón por la cual me limitaré a suscitar sumariamente algunas

cuestiones. Al mismo tiempo, someteré a la consideración de Uds. la evolución de mi

tratamiento de esta fase de nuestra acontecer histórico. Para este fin me referiré,

puntualmente, a cinco de mis obras, que cito en orden cronológico de aparición.(1)

Parte I.- En el nexo colonial, como área global de realización del Poder

colonial, se conjugaban y confrontaban El Poder político metropolitano y El Poder

social criollo, según se desprende del análisis directo del proceso; cuyos resultados se

compaginan, en buena parte, con el de carácter historicista-jurídico ofrecido por

Simón Bolívar en su Contestación de un americano meridional a un caballero de esta

isla, llamada Carta de Jamaica; fechada en Kingston, en el 6 de septiembre de 1815.

El eslabón entre los términos de esta complementación de poderes lo representaba el

criollo, en su papel de dominador cautivo, vale decir de soberano en el marco del

ejercicio del Poder social criollo y de vasallo de la Corona, en el marco del Poder

político metropolitano. (2)

A.- Una vez superada la primera fase del proceso simultáneo de

descubrimiento-exploración-conquista-colonización, representada por la formación y

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consolidación de los iniciales núcleos primeros y primarios de implantación de la

nueva sociedad, los fundamentos del Poder político metropolitano resultaban de la

concentración del monopolio de la fuerza, de la facultad exclusiva de impartir justicia,

y de la conjunción de la investidura divina de la monarquía colonial con la

determinante fuerza de la conciencia religiosa. Juan Germán Roscio ofreció una visión

crítica de tal fusión de factores de poder, sintetizándola en la formula: “Dios y el Rey,

el Trono y el Altar envolvían unas mismas nociones en el catecismo religioso-político

del Gobierno español. (3)

B.- Los fundamentos del Poder social criollo consistían en la propiedad

excluyente de la tierra económicamente rentable; en la condición de esclavócratas,

entendiendo por tales también la condición de usufructuarios y guardianes del

régimen discriminatorio social y racial concomitante. Estas eran las bases del

privilegio del desempeño de la función municipal, según las actas del Cabildo de fines

del siglo XVIII, en función de lo cual se tejieron, entre criollos y peninsulares

residentes, rivalidades nada des desdeñables, por cuanto concernían al minucioso e

inmediato gobierno de la vida social en la jurisdicción correspondiente.(4) La

acentuación de estas rivalidades aumentó de nivel en razón del debate sobre la

legitimidad del planteamiento independentista; de lo que dio testimonio sistemático

el testigo de excepción, Simón Bolívar, en un muy mencionado pasaje de su su

llamada Carta de Jamaica:

“El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y

pobladores de América, que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes

de España [¿por qué lo eran solamente de España?] convinieron solemnemente con

ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles que lo hicieran a

costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la

tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con

otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar”….

Por ello firmó que fuese ….”una especie de propiedad feudal la que allí tenían

los conquistadores para sí y sus descendientes”…. De allí que consideró un

contrasentido el que existan ….”leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a

los naturales de España en cuanto a los empleos civiles, eclesiástico y de rentas”….

Por consiguiente, ….”con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos

subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales [los criollos] de la autoridad

constitucional que les daba su código.” (5)

C.- La conducta del criollo, como dominador cautivo, expresaba la legitimación

de su papel como contralor de la conflictiva sociedad sobre la cual ejercía su papel

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hegemónico. Cumplía el papel de principal eslabón en la cadena representada por el

nexo colonial, por cuanto derivaba de su devota sujeción al Monarca la autoridad que

ejercía sobre el todo social, actuando como curador y guardián de la estructura de

poder interna de la sociedad monárquica colonial. Lo que se puso reiteradamente de

manifiesto contrarrestando las repercusiones de la lucha de los pardos por la

igualdad y de la lucha de los esclavos por su libertad; y rechazando las posturas

abolicionistas de la esclavitud e igualitarias en lo social: desde la de Simón Rodríguez

recomendando la educación de los pardos; la proposición abolicionista e igualitaria

adelantada por los conjurados de La Guaira, en 1797, sobre abolición de la esclavitud

y de la servidumbre de los indios; la de Francisco de Miranda al proclamar, en 1806,

la reivindicación y defensa de los indios; y la del Fiscal de Su Majestad, Andrés Level

de Goda, cuando intentó exaltar la modesta liberalización de la sociedad, -en el

sentido de la formación del Poder público y de la ciudadanía de los pardos-, pautada

en la Constitución política de la Monarquía Española, con motivo de su juramentación,

en Caracas, en junio de 1820.

Parte II.- Una difícil y urgente decisión básica quedó planteada como

consecuencia del desenlace de la ruptura del nexo colonial: ¿Instaurar una monarquía

independiente o constituir una república? La decisión estaba condicionada por la

naturaleza monárquica de la sociedad colonial; y regida por la capacidad de preservar

la estructura de poder interna de esa sociedad; en el entramado de cuya estructura de

poder interna prevalecían la discriminación socio-racial y la preservación de la

esclavitud. Atendiendo a estas vitales necesidades, era poco menos que

incuestionable la probada eficacia del ordenamiento monárquico colonial; como si

parecía serlo el azar republicano, visto y padecido lo ocurrido en Francia. Ante esta

situación se desplegaba una gama de posibles soluciones, cuyos polos estaban

representados: uno, por una monarquía independiente, siguiendo el curso que

tomaron los portugueses brasileños y que intentaron tomar los mexicanos bajo

Agustín I; el otro, por una República liberal esclavista, como la instaurada en las

emancipadas colonias británicas de América del Norte y en las venezolanas de 1811 y

1819. ¿O por una república que contemplase la abolición de la esclavitud mediante su

extinción progresiva, a la colombiana? La primera opción, monárquica, ya debatida en

1815 por Simón Bolívar, en la llamada Carta de Jamaica, no dejó de estar presente,

como se puso de evidencia en la discusión estimulada por su Proyecto de Constitución

para Bolivia, fechado en Lima, en el 25 de mayo de 1827; y la previsión de un régimen,

representado por La República liberal autocrática, en la cual se conjugaron las

atribuciones de la monarquía absoluta con el formato constitucional republicano.

Laureano Vallenilla Lanz se destacó como teórico de este engendro del Poder

republicano minado por el despotismo.

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A.- Nada de artificial ni de circunstancial se advierte en el escenario en el cual

se planteaba la cuestión de la forma jurídico política que habría de adquirir la

sociedad una vez roto el nexo colonial. Tal se desprende de la comprobación de una

realidad básica: la sociedad colonial venezolana era genuina y gozosamente

monárquica. Parece posible apoyar esta afirmación en comprobaciones demostrables

como las siguientes: en las denominadas Ordenanzas de Gual y España, formadas en

función de la conjuración de 1797, se pauta la convocatoria a un acto en el cual

habrían de concurrir ….“Diputados con amplios poderes para la declaración de la

Yndependencia, establecimiento del Gobierno Gral. interino del Estado, y particular

de cada Pueblo y Provincia”…. Ya en curso la reivindicación autonomista que llevó a la

formación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, se

planteó la posibilidad de seguir el ejemplo brasileño y ofrecer refugio a la familia real;

y una vez restaurado el nexo colonial por los venezolanos comandados por el Coronel

José Tomás Boves, en 1814, y consolidado por el Gral. Pablo Morillo, en 1815, se vivió

en la sociedad monárquica colonial así rescatada, sin que se conozcan intentos de

rebelión, hasta junio de 1821. En suma, una situación reconocida y estigmatizada por

Simón Bolívar en el mencionado Manifiesto de Carúpano, fechado en el 7 de setiembre

de 1814, en el cual la cuestión de la condición monárquica de la sociedad fue expuesta

en términos de insuperable dramatismo: ….”No, no son los hombres vulgares los que

pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la

ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha

dependido nuestra suerte: ella estaba en manos de nuestros compatriotas que

pervertidos han fallado contra nosotros”….

B.- El desalentador balance de la campaña emprendida como enviados del

Congreso de Nueva Granada ….”a destruir a los españoles, a proteger a los

americanos, ya restablecer los gobiernos republicanos que formaban la

Confederación de Venezuela”…., según reza el denominado incorrectamente Decreto

de Guerra a Muerte, dictado en Trujillo el 15 de junio de 1813, marcó un decisivo giro

en la disputa de la Independencia. Puso de manifiesto que el enemigo a vencer no lo

era tanto el peninsular español por destruir como el americano-venezolano por

proteger. El Simón Bolívar que apenas iniciaba su aprendizaje de la dinámica del

régimen sociopolítico colonial, no había estimado debidamente la correlación entre la

lucha por la libertad y el disfrute de la libertad, en función de la incorporación de los

esclavos y los pardos a la crisis política del nexo colonial, y por lo mismo a la lucha

por la Independencia. Es más, vio esa participación como una intrusión maléfica de la

cual dio la explicación, exculpatoria de sí mismo, contenida en el citado Manifiesto de

Carúpano. Topó con un precedente colonial cuyo poder se reveló superior a sus

empeños libertadores: la lucha de los pardos por la igualdad y la de los esclavos por

su libertad estaban enfrentadas, en primer lugar, con las aspiraciones del todavía

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pequeño grupo representativo, genéricamente, de quienes monopolizaban el Poder

social criollo y aspiraban a completar el control de dicho Poder, substrayéndolo a la

rectoría del Poder político metropolitano; que como tal cosa lucía para ellos la lucha

por “destruir a los españoles”, amén de lo impío de tal empeño, según la prédica de

los frailes.

C.- Cabe colegir, de la frustrante experiencia de 1813-1814, que aun no estaba

del todo clara en la visión político estratégica de Simón Bolívar la circunstancia de

que tras aquel trágico telón se tomaba cuerpo la gestación de la más grave disputa

que habría de enfrentar él mismo hasta su último día. Tal fue la confrontación entre el

todavía embrionario Poder civil y el surgente Poder militar, llamada a regir el curso de

la disputa de la independencia en el seno de los independentistas. Esto, no obstante

que fue su comprensible reacción ante el fracaso del primer conato republicano,

ocurrido en el brevísimo lapso de 1811-1812. (Me valgo de las fechas para subrayar

el señalamiento de que estamos enfocando acontecimientos ocurridos en un período

ya no breve sino muy breves). En rigor de los hechos, él había formalizado esta

contienda mediante el denominado Manifiesto de Cartagena, fechado en Cartagena de

Indias en el 15 de diciembre de 1812. En ese documento, el ardoroso joven en cuyo

debe figuraban la pérdida de Puerto Cabello, el haber participado en la conjura para

entregar a su Comandante Gral. Francisco de Miranda al Poder metropolitano

restablecido, y la obtención de un pasaporte, que le permitió evadir la represión para

iniciar, realmente, su heroica lucha, descargó en el Poder civil toda la responsabilidad

por el desastre. ¿Pudo valorar, apropiadamente, la integridad intelectual e ideológico-

política de los pensadores que animaron la formación de la República mediante la

declaración de Independencia, acontecimientos en los cuales su participación fue

marginal? Se abrió, de esta manera, un frente que aumentó en encono mediante la

conversión del mandato del Congreso de Nueva Granada en una dictadura comisoria

de cuestionable legalidad.

C.- En el escenario de la disputa de la Independencia así conformado, en el cual

tomó fuerza la heroica y enconada confrontación perceptible como la pugna por el

mando supremo en el seno del Poder militar, no dejó de tener importancia, a veces

relevante, la confrontación con los escasos sobrevivientes de los causahabientes del

inicial Poder civil. Aunque de brevísima vigencia, motivó la Asamblea de la Villa del

Norte, Isla de Margarita, reunida en el 7 de mayo de 1816. Electo en ella Jefe supremo

del Ejército y de la República. Simón Bolívar proclamó: “El Congreso de Venezuela

será nuevamente instalado, donde y cuando sea vuestra voluntad. Como los pueblos

independientes me han hecho el honor de encargarme de la autoridad suprema, yo os

autorizo para que nombréis vuestros diputados en Congreso, sin otra convocatoria

que la presente, confiándoles las mismas facultades soberanas que en la primera

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época de la República”…. Mas cuando, siguiéndose por lo proclamado, se reunió en

Cariaco, en el 8 de mayo de 1817, el Congreso de esa manera autorizado, y se declaró

restablecido el régimen federal, quedó puesto de evidencia que no era tal el Congreso

entrevisto y convocado por Simón Bolívar. La disolución de este efímero cuerpo

legislativo pareció cerrar la confrontación con el Poder civil, cediendo el escenario a

la lucha por el control del Poder militar, episodio que culminó con el juicio y ejecución

del Gral. Manuel Piar. Una vez resuelta esta disputa por el control del Poder militar fue

posible y necesario restaurar la República, para lo cual era requisito transar con los

representantes sobrevivientes del Poder civil, ahora subordinados, lo que quedó

consagrado en el Congreso reunido en Angostura, al amparo del magistral discurso de

instalación pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819. Se estableció así

una especie de tregua en la disputa entre el Poder militar y el Poder civil, que perduró

hasta la definitiva victoria de los independentistas, en la batalla librada en la llanura

de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, por el ejército de la República de Colombia

comandado por el general colombiano, nacido cumanés, Antonio José de Sucre.

PARTE III.- Las repercusiones de la consiguiente la demolición, y el

desmembramiento, del Virreinato del Perú, para entonces la potencia militar del

Imperio, fueron de creciente profundidad e intensidad en el seno de la República de

Colombia. Cabe diferenciarlas entre las de efecto inmediato y las de más lento

desarrollo. En el primer caso, vale destacar dos. En primer lugar, se desvaneció el

temor de una posible reconquista colonial mediante la concomitancia de rebeliones

internas alentadas por la esperanza del respaldo virreinal; sobre todo en

coordinación con un intento de reconquista a partir de los manejos, -reales y aun más

supuestos-, de la Santa Alianza. Esto, a la par de las consecuencias sociales del

licenciamiento de las tropas vencedoras y de la disminución del contingente regular,

acentuadas esas consecuencias por la precariedad del Erario, lo que contribuyó a

agudizar la perturbación del orden público. En segundo lugar, pero sin mucho tardar,

quedó puesta de manifiesto, especialmente para los representantes, en Venezuela, del

Poder social criollo en proceso de restablecimiento, la pérdida de valor estratégico de

la República de Colombia como medio para alcanzar y consolidar la Independencia.

A.- Es posible considerar que la espléndida victoria de Ayacucho significó, a un

tiempo, la consagración política y estratégica de la República de Colombia y el inicio

de su declinación, por obra de la reanudación política de la disputa de la

Independencia. Reaparecieron los mismos actores, si bien desempeñando papeles en

parte renovados. En el marco de una estructura de poder interna de la sociedad sólo

parcialmente restablecida, se hicieron presentes, con renovados bríos, las demandas

del Poder militar, incómodo por la relegación de que era objeto en razón de la

instauración de una república moderna y liberal, sobre determinada por una

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renaciente y renovada vocación civil. Ya no se trató solamente del justo reclamo de

los haberes militares, sino de la aspiración de una participación activa en el mundo

político, y por consiguiente en la función pública; ¿inspirado todo, también, en una

suerte de versión del derecho de conquista? Pero expresado como renuencia ante el

control del Poder por civiles que, se alegaba, no habían contribuido con su sangre al

logro de la Independencia; civiles que habían llegado a disminuir el aporte a ella de

los militares, al consagrar la fórmula de una República de Colombia que, como

veremos, situaba la significación de la libertad, proporcionada por sus leyes, por

encima de la independencia alcanzada por medio de las armas. El memorial de

agravios y de reivindicaciones dirigido por la División del Magdalena del Ejército de

Colombia a la Gran Convención de Ocaña, firmado en el 25 de febrero de 1828, se

inicia con un comedida suplica dirigida a los “Señores de la Gran Convención”:

“Los jefes y oficiales de los Cuerpos situados en el departamento de

Magdalena, por sí y por los soldados que componen estos mismos Cuerpos,

humildemente suplican con la deferencia y respeto debidos, se les permita manifestar

libremente á los Representantes de la nación la triste situación á la que están

reducidos después de 18 años de sacrificios sin ejemplo en la historia de los pueblos

más guerreros.” (6)

Apoyado en circunstanciados e ilustrativos planteamientos, este documento

ofrece una suerte de versión militar de la lucha por la Independencia, que merece

detenido estudio crítico, partiendo del reconocimiento de que se propuso dar cuerpo

a los requerimientos del Ejército libertador de Colombia, y por los mismo, igualmente

del entonces Departamento de Venezuela.

B.- La disputa de la independencia, reanudada políticamente, que marcó el

inicio de la declinación de la República de Colombia, en lo concerniente a la disputa

de la Independencia que cursó en Venezuela hasta la tregua lograda en Angostura en

1819, incorporó a los primarios motivos de esa disputa, en lo concerniente a la

confrontación entre el Poder civil y el Poder militar, un factor que representó la

continuidad respecto del escenario sociopolítico en el cual se produjo el acto inicial de

la aspiración de autonomía, en 1810. Envuelto, como entonces, en el temor a la

repercusión de las posturas liberales en el régimen sociopolítico, ocupó su espacio el

destino de la esclavitud, si bien encubierto en una especiosa argumentación sobre el

independentismo venezolano desvirtuado por la no participación directa de la alta

representación social criolla en las decisiones pro Colombia tomadas en Angostura,

en 1819, y en la Villa del Rosario de Cúcuta, en 1821. En el fondo de la disputa así

reanudada estaba la gran diferencia respecto de la significación económica de la

esclavitud entre Nueva Granada y Venezuela, tanto en lo económico como en la

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significación de esa institución en la conformación del Poder social criollo, que fuera

partícipe del Poder colonial, en correlación con el Poder político metropolitano,

convertido, por efectos de la ruptura del nexo colonial, en clave única del

restablecimiento de la estructura de poder interna da la sociedad comprometida a

hacerse republicana.

C.- Dos nuevos factores determinaban la agudización de la situación así creada,

además de la derivada de la consagración constitucional de la extinción de la

esclavitud como objetivo a no demasiado largo plazo. Uno era la evolución

experimentada en la postura de Simón Bolívar respecto de la esclavitud, desde 1813-

14 hasta 1825. Había partido de la solicitud de que “las tropas de S.M.B. cooperen

también con las nuestras a destruir los bandidos y reducir los esclavos a su deber.”(7)

Culminaba con la vehemente requisitoria contra la esclavitud formulada en 1826, que

fue incorporada al texto constitucional sintetizada como la abolición de la esclavitud a

partir de la promulgación de la Constitución propuesta para la República Bolívar.

¿Postura personal o conciencia de cambio social? Las respuestas podrían hacer valer

lo dicho al Gral. Francisco de Paula Santander en carta fechada en Chuquisaca en el 27

de diciembre de 1825: …..”estoy haciendo una constitución muy fuerte y muy bien

combinada para este país, sin violar ninguna de las tres unidades [¿poderes?] y

revocando, desde la esclavitud abajo, todos los privilegios”.

Parece sostenible la gran importancia que tuvo la cuestión de la abolición de la

esclavitud como motivo para la reanudación política de la disputa de la

Independencia, entablada entre los fundadores de la República de Colombia y, según

el dicho de un colega historiador colombiano, los venezolanos que no se fueron con

Bolívar. ¿Fue ésta la principal causa de la ruptura de la República de Colombia, si bien

oculta tras el argumento emponzoñado de la no participación directa en su creación y

del fabricado temor al Bolívar-Rey?

D.- Estimo que merece un atento estudio crítico el Capítulo V, titulado

“Venezuela en la Unión Colombiana” [¿Por qué no en la República de Colombia?], del

Vol. I de la clásica gran historia del Poder Civil en Venezuela, -titulada Historia

Constitucional de Venezuela-, que nos legó José Gil Fortoul. Este denso capítulo se

desenvuelve, de hecho, entre polos conclusivos. El primero, revelador de la visión de

la naciente Historia nacional, orgánicamente vinculada con la Historia patria,

sentencia, refiriéndose a la breve estancia de Simón Bolívar en Venezuela, en 1827:

“Bolívar se dedicó a mejorar en lo posible todos los ramos de administración. Apenas

había ley de la República [de Colombia] que se cumpliese eficazmente en Venezuela; y

puede afirmarse que a este respecto, su unión con Nueva Granada fue más bien

motivo de atraso que de progreso.” El otro polo, referido a la crisis política separatista

y a sus promotores, es reveladora del juego de intereses sociopolíticos que la animó:

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“Aliáronse, pues, en 1826, las dos fuerzas políticas que venían determinando

desde los últimos años de la Colonia, la evolución constitucional de Venezuela, a

saber: la aspiración de la oligarquía civil e intelectual a dictar leyes para una sociedad

en formación [¿Alude a la colonial, en el sentido ya dicho, o a la republicana naciente?]

y la voluntad de un guerrero prestigioso [Parecía referirse a José Antonio Páez; como

pareció hacerlo Simón Bolívar en la carta, antes mencionada, que desde Chuquisaca,

fechada en el 27 de diciembre de 1825, dirigió a S.E el General F. De P. Santander: “Yo

creo que Escalona [Gral. Juan Manuel] no sirve para mandar en Venezuela, porque no

tiene bastante capacidad, y Venezuela necesita de un hombre muy superior, o, por lo

menos, que tenga una inmensa popularidad.”?] que representó, según las

circunstancias, o el mando de hecho entre dos revoluciones, o la dictadura, o la

autocracia. Ambos factores, armonizados unas veces, y otras en pugna, empujaron a la

masa popular, en todo el siglo XIX, por rumbos no bien definidos todavía [¿entonces o

también en el momento cuando sentencia el historiador?]”. (8)

Cabe subrayar que esta breve carta revela detenida consideración de sus

términos, de parte de su autor; -y detenido enfoque crítico de parte del historiador-,

quien añadió importantes consideraciones y un vaticinio: …..”Es muy lamentable que

Páez se haya metido a candidato para un destino {¿electoral?] que no puede ejercer,

pues yo mismo le tengo miedo, con tener más práctica en los negocios y más

conocimiento”….”Todo esto es muy sensible, pues de una división a una destrucción

no hay en Colombia más que un paso.”

Si bien el enfoque de la cuestión de la disputa de la independencia por José Gil

Fortoul podría suscitar, a estas alturas, algunos reparos, relativos a las respectivas

motivaciones de los sectores sociales enfrentados, contribuye a dar sentido a la

invocación del programa del 19 de Abril de 1810, enfrentándolo a la fundamentación

político constitucional de la República de Colombia. Arroja luz sobre la motivación

subyacente en la aspiración autonomista que marcó el brote de la crisis política del

nexo colonial. La interpretación, por la historiografía nacional, de la formación de la

Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, -es decir los de La

Corona-, como un disimulado propósito independentista, no advierte (¿o desdeña?) el

propósito de conservar de la estructura de poder interna de la sociedad monárquica

colonial, como el objetivo determinante de la crisis política. Basta una aproximación

sumaria a esta conflictiva situación para percibir el grado de encono alcanzado por la

controversia, luego de Ayacucho; tal se desprende de los siguientes fragmentos de la

obra del prócer Francisco Javier Yanes titulada Apuntamientos sobre la legislación de

Colombia, fechada en 1823:

“La legislación de Colombia engendrada en Angostura en 15 de agosto y 17 de

diciembre de 1819, dada a luz en Cúcuta en 12 de julio y 30 de agosto de 1821, y

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procreada en Bogotá en los años subsecuentes, merece una historia escrita por un

filósofo y un historiador imparcial, que manifiesten al mundo su origen exiguo, sus

progresos gigantescos, las grandezas y primores que ella encierra, la sabiduría y

finura de sus autores, y en fin las ventajas que ellos hacen al añejo secretario de

Florencia [Maquiavelo]”…. (p. 23). “Se conoce a primera vista que los autores de esta

grande obra, que unos llaman ley política, otros fundamental, otros sagrado código, y

no falta (sic) quienes con más propiedad la denominan carta, se propusieron por

modelo la constitución promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, que tomó

bastante de la francesa del año 5º, y de la de los Estados Unidos sólo aquello que era

indispensable para dar un viso de republicano al sistema que concedían a Colombia.

Pero se nota esta diferencia, que todo lo que tiende la constitución española a la

forma republicana, se encamina la colombiana a la monárquica. En aquella todo

deriva y termina en las cortes, en esta todo empieza, se remite y encarga al ejecutivo.

No nos detendremos en analizar los vicios de organización, estructura y equilibrio de

los poderes que ella ha creado, porque nuestro principal objeto se dirige a manifestar

que esta constitución no establece ningunas garantías políticas; y que respecto de la

libertad civil, e individual, se han hecho varias e ilusorias por las leyes secundarias

algunos principios que en varios lugares ella (sic) se han sembrado estudiosamente, o

del todo ineficaces por defecto de leyes que los segunden.” (p. 30). (9)

Reivindicar de esa manera la denominada constitución de Cádiz, marcaba un

significativo contraste con la actitud asumida por los representantes del Poder social

criollo, fuesen o no independentistas, respecto de ese mismo código cuando fue

promulgado, por ser considerado, dados sus contenidos sociales liberalizadores,

contraproducente respecto del propósito de salvaguardar la estructura de poder

interna de la sociedad monárquica colonial.

Parte IV.- En síntesis: la disputa de la Independencia guarda una correlación

estrecha, y hasta orgánica, con la confrontación entre el Poder militar y el Poder civil,

antes, durante y después del auge de la fase bélica primaria de la contienda

independentista.

Antes: El sometimiento de la insurrección de Valencia, en 1812, reveló que la

suerte de la recién instaurada República habría de depender más de la fuerza que de

la ley. De allí la primera dictadura comisoria, confiada a Francisco de Miranda. Las

fracasadas operaciones militares para reducir a la obediencia a Coro y Guayana,

anunciaron la virtualidad de una guerra civil; que se hizo internacional cuando la ya

constituida República de Colombia intervino militarmente en el Virreinato del Perú.

Pero lo sucedido en Valencia anunció las brumadoras potencias cuyo poder Simón

Bolívar se vio obligado a reconocerlo en el tantas veces mencionado Manifiesto de

Carúpano, fechado en el 7 de septiembre de 1814.

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Durante: En el denominado Manifiesto de Cartagena, fechado en Cartagena de

Indias, en el 15 de diciembre de 1812, fueron sentadas las bases conceptuales del que

ha sido perdurable desprestigio del Poder civil; el cual alcanzó su clímax con el

denominado Decreto de Guerra a Muerte, fechado en el Cuartel General de Trujillo, en

el 15 de junio de 1813; y con la instauración de un gobierno fuerte en 1813-1814; de

lo cual me he ocupado en mi estudio titulado Algunos problemas relativos a la

formación del Estado en la Segunda República venezolana-. Ganó atenuantes esta

posición política en la denominada Carta de Jamaica, fechada en Kingston, en el 6 de

septiembre de 1815, luego del tremendo impacto adverso reflejado en el mencionado

Manifiesto de Carúpano, sobre el cual dijo su autor, Simón Bolívar, en carta a

Francisco Javier Yanes, fechada en Bogotá, en el 27 de octubre de 1827: “Mando a Vd.

mi manifiesto de Carúpano para que vaya a los documentos: este es muy

importante”…. Pero el fracaso de la república fuerte que habría debido convalidar lo

manifestado en Cartagena, dejó abonado el terreno de la disputa de la independencia

para que persistiese, y recobrase fuerzas de seguidas, una tensa situación que, luego

del episodio del denominado despectivamente Congresillo de Cariaco, y del juicio y

ejecución del Gral. Manuel Piar, halló, en el Congreso instalado en Angostura, la

ponderación requerida, entre el Poder militar consolidado y el Poder civil sometido,

para el establecimiento de una suerte de tregua en la disputa de la Independencia.

Después: La victoria de Ayacucho, y el despeje del horizonte estratégico-

político, al disiparse el temor de una reconquista colonial por obra de las fuerzas

mancomunadas del Virreinato del Perú y de la Santa Alianza, como atmósfera que

envolvió las consecuencias del licenciamiento de los ejércitos, despertaron las

aspiraciones de los militares a usufructuar, política y administrativamente, la

Independencia, sobrepasando el reclamo del pago de sus haberes como recurso para

contrarrestar la precariedad resultante del licenciamiento de los ejércitos y la

reducción de las fuerzas regulares.

Mas, de manera general puede afirmarse que durante esta porción de la

evolución de la disputa de la Independencia. ésta estuvo determinada, esencialmente,

por las manifestaciones de la cruenta y prolongada ruptura del nexo colonial. De allí

su enfoque historiográfico como una Independencia por conquistar, propicio a que

haya sido considerada, al menos preferentemente, asunto de militares.

A.- Creo que vale subrayar la comprobación de que la transformación del

inicial intento reformista del nexo colonial, realizado en 1810-1811, en una abierta

confrontación bélica civil, estuvo impregnada de los conflictos socio-raciales

subyacentes en la sociedad monárquica colonial, que he intentado caracterizar en mi

estudio sobre La crisis de la sociedad colonial venezolana (10) Conflictos sintetizados

en las fórmulas lucha por la libertad y lucha por la igualdad, vistas de acuerdo con la

especificidad de los sectores sociales comprometidos en ellas. Por su libertad

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luchaban, como correspondía, los esclavos, tomando la salida natural de la fuga; si

bien eran frecuentemente acusados de promover rebeliones que desembocaban en

represión ejemplarizante. Por la igualdad luchaban los pardos, enfrentados a la

discriminación socio racial de que eran objeto, en todos las áreas; pero también los

criollos y los peninsulares pugnaban entre ellos por cargos, dignidades y privilegios,

reclamando todos igualdad. La subestimación de la potencial peligrosidad de estas

confrontaciones propias de la sociedad colonial, ha llevado a la errónea

interpretación de las denominadas influencias de la revolución francesa; que, al menos

en los albores de la crisis política, parecen haber operado más por su rechazo que por

su imitación.

B.- Una vez ventiladas, en la lucha armada, las pugnas y los enfrentamientos

generados en el ámbito de la sociedad monárquica colonial, el precepto colombiano

respecto de la Independencia y la Libertad, sintetizó la que así llego a ser proclamada

como la cuestión fundamental en la instauración de una República moderna liberal.

Consistía en que ella debía ser edificada atendiendo a la norma sobre esos principios

enunciada en el Considerando del Decreto legislativo de 23 de junio de 1823,

Haciendo extensivo a los Estados Unidos de América, el beneficio del artículo 12 de la ley

de 25 de setiembre del año 11º [de 25 de setiembre de 1821, Sobre los derechos de

importación en todos los puertos de la República]: “Que la Nación colombiana, libre por

sus leyes, é independiente por medio de sus armas, se ha impuesto el deber de

respetar el derecho sagrado de igualdad de las demás naciones civilizadas del

mundo”….

Esta declaración de principios conducía a que fuese replanteada, en el curso de

la instauración de la República moderna liberal, la red de conflictos sociopolíticos que

rigió el brote de la crisis política del nexo colonial. Lo que debía ser procurado, -como

corresponde a la naturaleza de determinaciones constitucionales- , ciñéndose al Art.

3º de la Sección I del Título I, de la Constitución de la República de Colombia,

promulgada el 6 de octubre de 1821, por los ya colombianos nacidos venezolanos

Simón Bolívar, Presidente; Pedro Briceño Méndez ministro de marina y guerra;

Pedro Gual, ministro de hacienda y relaciones exteriores; y Diego B. Urbaneja,

ministro del interior y de justicia. El artículo reza: “Es un deber de la Nacion proteger

por leyes sábias y equitativas la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad de

todos los colombianos.” A su vez, la Independencia fue proclamada de manera

terminante en el “Art. 1º La Nación Colombiana es para siempre, é irrevocablemente,

libre e independiente de la monarquía española, y de cualquier otra potencia ó

dominación extranjera: y no es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni

persona.”

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C.- La necesidad de restablecer, en esas complejas condiciones, la estructura de

poder interna de la sociedad, llevada por las armas a ser independiente, como

requisito para la implantación del régimen sociopolítico republicano moderno liberal,

-ineludiblemente trastornada esa estructura a lo largo de la disputa de la

Independencia-, estimuló la ruptura de la República de Colombia; y generó las

condiciones para que la disputa de la Independencia se resolviera en favor del Poder

militar, bajo los auspicios de los reivindicadores de los principios del 19 de abril de

1810. Promovieron pronunciamientos populares, en las cuales se trató de patriotismo

y de lealtad a principios populares. (11). La valoración crítica de estos actos de

resistencia a la República de Colombia requiere una cuidadosa apreciación del

significado de los conceptos clave de pueblo y patriotismo. A estos efectos estimo

pertinente el atento estudio del Capítulo II de la obra de Guillermo Durand G., titulada

Visión y reflexión en torno al pasado colonial (Época colonial). Caracas, Fondo Editorial

de la Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela. 2011,

pp. 135-143. (12).

Parte V.- La proyección republicana de la disputa de la Independencia,

resultante de la ruptura de la República de Colombia, se extendió en Venezuela, desde

1830 hasta 1945-1946. En ese transcurso evolucionó notablemente tanto en su

naturaleza como en los procedimientos sociopolíticos concomitantes. Pasó desde ser

asumida y librada como un conflicto, a ser concebida y puesta en práctica como

expresión de la necesaria construcción de una nueva sociedad. Parece posible

distinguir, en esta evolución, las siguientes instancias del proceso de cambio social,

tanto en lo político como en lo económico; todos concernientes a la instauración del

régimen sociopolítico republicano liberal:

A.- La originaria disputa de la independencia, suscitada por la necesidad de

preservar la estructura de poder interna de la sociedad colonial, que llevó a la ruptura

del nexo colonial, tomó un curso diplomático, en lo concerniente al relacionamiento

con la metrópoli originaria; y de cambio social, en lo concerniente a la estructura de

poder interna de la sociedad, comprometida a edificar una república moderna liberal,

como secuela de su integración en la República de Colombia, que comenzó a portar el

alias Gran Colombia.

En una primera instancia, caracterizada por la conversión oportunista de los

anti bolivarianos en bolivarianos, se fraguó la conformación del culto a Bolívar. En la

generación de este proceso político-ideológico se advierte la necesidad política de

justificar su fracaso, por quienes se hicieron comisionar, en 1830, para restablecer la

estructura de poder interna de la sociedad; con el fin de hacer con ello posible el

advenimiento de la satisfacción de las aspiraciones fomentadas al calor del discurso

independentista. La creciente insatisfacción social había llevado a que fuese puesta en

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duda la oportunidad, si no la necesidad misma, de la sangrienta y destructiva lucha

independentista. La coartada de los separatistas consistió en una doble operación

ideológica, mediante la cual se combinó la consagración de la Independencia como

resultado suficiente de la lucha, con el endosado de la responsabilidad por ese

resultado a Simón Bolívar, El Libertador.

Las consecuencias de esta habilidosa operación ideológica lucieron

incontrovertibles: se consagró la Independencia como el legado incuestionable de los

militares, representados por su máximo e incuestionable representante, usado como

sombra legitimadora. Pero ocurría que los hechos revelaban que tan glorioso legado

había sido mal servido por los legatarios, los pueblos; y ha debido ser rescatado por

quienes lo han pretendido inconcluso y expuesto a perderse, de no ser por el probado

celo de sus autoproclamados curadores y tutores, los eternos militares que

conquistaron la Independencia, sobreponiéndose a la “pacatería” de los civiles de

siempre.

B.- La disputa por la independencia, expresa en los términos de la

confrontación entre el Poder civil y el Poder militar, evolucionó desde la condición de

haber sido resuelta, a favor del Poder militar, atendiendo a un objetivo procurado en

condiciones conflictivas, a la de ser un propósito vuelto conducta sociopolítica con

pretensiones de ser genérica. La consecuencia de este extravío de la razón histórica

ha sido convertir la inicial satisfacción de una necesidad objetiva de orden

sociopolítico, en un obstáculo para el desarrollo del carácter social del orden,

substituyéndolo por la regimentación, generadora del desorden inherente a la

centralización absoluta del Poder público y al ejercicio discrecional del mismo.

Parece haberse cumplido el dictamen de Simón Bolívar en la ya mencionada carta al

Gral. Francisco de Paula Santander: ….“Venezuela necesita de un hombre muy

superior, o, por lo menos, que tenga una inmensa popularidad.” ¿Valdría decir José

Antonio Páez y sus imitadores de todos los tiempos? En este curso se han producido

meandros, generadores de confusión, entre la Independencia como valor histórico

logrado y las actitudes sociopolíticas requeridas para lograr su consolidación

jurídico-político y su desarrollo socio-jurídico.

C.- La disputa de la independencia surgida como consecuencia del

establecimiento de una articulación plena con el Sistema capitalista mundial en

expansión, procurada esta articulación desde los Congresos de la República de

Colombia, desembocó en el enfrentamiento con las manifestaciones colonialistas de la

evolución de tal Sistema, desde el estatus del colonialismo tradicional al imperialismo

moderno.

La Venezuela república independiente en el seno de la República de Colombia,

al separarse de ésta como Estado, de inmediato tuvo que enfrentar sola la tarea de

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encaminarse hacia la superación de la sobrevivencia, social, económica, cultural y

hasta espiritual, del régimen socio-político colonial. Se inició de esta manera la toma

de conciencia de una realidad cuya persistencia hacía que resultasen frustrantes

quimeras las esperanzas de superación del atraso social generalizado, mediante el

concurso, en forma de capital y brazos (tecnología) de las economías más

desarrolladas. Tuvo inicio de esta manera una nueva modalidad de la disputa de la

Independencia, -¿La simbolizada, en la transición de los siglos XIX a XX, como la

contienda multifacética entre civilización y barbarie, al modo del Gral. Civilizador

Antonio Guzmán Blanco, o al de Doña Bárbara?-, consecuencia de la creciente

articulación de la sociedad venezolana con el Sistema capitalista mundial en

expansión.

D.- La disputa de la Independencia, planteada en los términos del cambio de

naturaleza en la articulación con el Sistema capitalista mundial en expansión, vivió,

desde 1930, los efectos del surgimiento, en el curso de la guerra mundial librada en el

lapso 1914-1918, de la primera revolución expresamente destinada a combatir el

Sistema capitalista mundial y su vocación imperialista; combate planteada como un

enfrentamiento a escala también mundial, en el cual se intentó involucrar a la

sociedad venezolana, planteándose con ello, de nuevo, la disputa de la independencia

en términos sociopolíticos internos conflictivos.

E.- En el curso de este último enfrentamiento, la disputa de la Independencia

generó dos alternativas. Ha sido posible presentarlas, la una, como la Independencia

procurada como enfrentamiento con fuerzas adversas, tanto internas como externas,

bajo la genérica fórmula de lucha contra el imperialismo y su aliado el latifundismo; y

la otra, como construcción de la independencia mediante el cambio social

democrático y el desarrollo socioeconómico, resumidos en la doctrina de la revolución

democrática, formulada por Rómulo Betancourt.

Se creó de esa manera una situación de dependencia que tocó el extremo de la

supervivencia alimentaria durante la II Guerra mundial; y de vulnerabilidad de la

independencia nacional, durante la denominada Guerra fría. Rómulo Betancourt dejó

luminosos y reiterados testimonios de esta situación, como lo he expuesto en mi obra

Rómulo histórico. (13) También en términos de Ramón J. Velásquez, en su ensayo

“Aspectos de la evolución política de Venezuela en el último medio siglo”. (14)

“La segunda guerra mundial va a constituir un factor de primera importancia

en la transformación de los hábitos políticos en Venezuela. Desde los días de la guerra

civil española, las mayorías del país habían tomado posición de abierto partidarismo

por la causa de la democracia. El fascismo nunca tuvo en Venezuela simpatías, no

obstante las afirmaciones de los sociólogos del positivismo gomecista acerca de la

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índole del pueblo y de la larga tradición de gobierno de fuerza que había padecido el

país”…. (pp. 43-44)….”La segunda guerra mundial y el triunfo final del frente

antifascista, señalan el comienzo de una nueva etapa en le vida política y social de

América Latina”…. (p. 57).

Rómulo Betancourt no se detuvo en la denuncia de las graves consecuencias

que el conflicto crecientemente mundial pudo representar para la indefensa

Venezuela, vinculada con el escenario mundial como importante proveedora de

petróleo, sino que proyectando tal situación pudo formular una creativa concepción

de la independencia nacional:

“En otro nivel, la vigencia del principio de la autodeterminación de los pueblos

informó el ejercicio de la Soberanía nacional en materia petrolera; y en el reclamo de

ajuste de los términos del intercambio comercial. Con el concepto de

autodeterminación de los pueblos guarda relación el criterio, formulado por Rómulo

Betancourt, de que la independencia económica, -a lograrse gracias a la formación de

la que él concebía como una auténtica economía nacional diversificada-, sería la

culminación de la secuencia compuesta por la independencia nacional, -lograda

mediante la ruptura del nexo colonial-; y de la independencia política, -lograda

mediante el derrocamiento de La Dictadura liberal regionalista-. En síntesis, que la

genuina independencia nacional era procurada mediante el establecimiento del

régimen sociopolítico liberal democrático, representado por La República liberal

democrática-. El resultado de esta secuencia habría de ser el perfeccionamiento de la

condición de Venezuela como una nación libre e independiente. “ (Rómulo histórico, p.

137).

Esta innovadora visión de la disputa de la independencia, requirió la

superación de dos enfoques, uno tradicional y el otro propuesto entonces como el

único promisorio. El tradicional consistía en la creencia de que la manera de erradicar

la dictadura era luchar por la libertad. El promisorio se basaba en la teoría leninista

del Poder, centrado en la lucha contra el imperialismo, demoliendo sus bases sociales

en los países afectados, representadas en primer lugar por los terratenientes

latifundistas. Por unos años ambos enfoques coincidieron sobre este último aspecto,

propuesto también por el agrarismo revolucionario mexicano, como requisito

suficiente para hacer realidad la pretendida independencia nacional de sociedades

calificadas, para el caso, de semicoloniales. Fraguó así la creencia de que de esa lucha

derivaría, necesariamente, la plena independencia nacional.

Compenetrado, crítica y creativamente, con estos enfoques, Rómulo

Betancourt advirtió que era otra la cuestión de fondo. Estaba representada por la

conjunción de la formación democrática del Poder público y por la incorporación de

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la sociedad, como un todo, a la promoción de la independencia nacional y a su

consolidación. La contraposición entre la Dictadura y la Libertad fue reemplazada por

la que fundaba la libertad en la erradicación del despotismo dictatorial mediante la

instauración de la Democracia; como tal basada en el rescate y el pleno y libre

ejercicio de la Soberanía popular.

Pero, así abierto el camino hacia la genuina independencia nacional, transitarlo

sólo sería posible mediante la transformación del régimen socioeconómico que

posibilitaba el dominio ejercido por los imperios y su clientela criolla. Por

consiguiente, la plena y genuina independencia advendría con el cambio de la

estructura de poder interna de la sociedad, basado ese cambio en medidas como el

sufragio directo, universal y secreto; la participación social y política de la sociedad

por medio de los partidos políticos y los organismo sindicales; el rescate de la

predominante población rural mediante una reforma agraria que la estimulase para

ponerse en marcha hacia la plena ciudadanía y la modernidad; la definición de nuevos

y justos términos con las economía dominantes, que propiciaran la superación del

atraso general de la sociedad mediante el desarrollo social y económico; etc. En suma,

se cambió el enfoque de la disputa de la independencia: en ella se enfrentan quienes

siguieron y pretender seguir viendo la derrota del imperialismo y sus agentes locales

como el inicio de la la Independencia, y quienes veían y ven esta último como la

culminación de un profundo y amplio proceso de construcción nacional, basado en el

ejercicio de la liberta y el disfrute del bienestar.

Consideración final: El predicamento actual de la Independencia, y las

implicaciones de la históricamente atrasada versión de la disputa de la Independencia

que lo genera, admite controversiales enfoques, que abarcan desde lo político hasta lo

económico, pasando por lo ideológico y lo cultural. No parece razonable entrar, en

esta conferencia, en extensas consideraciones al respecto. Pero no creo posible eludir

la que parece una conclusión obvia de lo que vengo planteando: en la lucha por la

independencia, iniciada en 1811, aunque poblada de interrupciones y hasta de serias

rupturas, ha prevalecido la continuidad de una aspiración colectiva que se ha

manifestado lúcida, creativa y tenaz.

Caracas, noviembre de 2013.

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NOTAS Y TEXTOS DE APOYO

1.- Boves, aspectos socioeconómicos de la guerra de independencia, 1968.

El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela,

1970. La crisis de la sociedad colonial, 1976. El dominador cautivo. Ensayo sobre

la formación cultural del criollo venezolano, 1988. La dificultad de ser criollo, 1993.

Colombia: 1821-1827. Aprender a edificar una república moderna liberal, 2010.

Rómulo histórico. La personalidad histórica de Rómulo Betancourt visto en la

instauración de la República popular representativa y en la génesis de la democracia

moderna en Venezuela. 2013. Quizás merecería particular atención: Germán Carrera

Damas, “La guerra, y la independencia misma, fueron expresiones de una disputa

prolongada y compleja”. La disputa de la Independencia y otras peripecias del método

crítico en historia de ayer y de hoy. Caracas, Ediciones ge, 1995, pp. 9-65.

2.- El dominador cautivo. Ensayos sobre la formación cultural del criollo

venezolano. Caracas, Editorial Grijalbo, 1988.

3.- “Extracto de una noticia de la revolución que sirve de introducción a la

historia de los padecimientos del Doctor Roscio, escrita por él mismo.” Testimonios

de la época emancipadora. Caracas, Asociación académica para la conmemoración del

bicentenario de la Independencia, 2011, p. 170.

4.- “Dan motivo para ocurrir a la piedad de V.M. las continuas vejaciones y

desaires que padece nuestra estimación por el Cavildo, o Ayuntamiento de esta

Ciudad, y algunos naturales sus secuaces. Quienes sin deparar en los derechos que

nos asisten, como a legítimos Españoles, y a los que cada uno de nosotros tiene por

su nacimiento y sangre, quieren atropellarnos quitándonos las distinciones, que da el

País, de que debemos gozar, cuando no con más derechos a lo menos con igual al de

ellos. Y no sólo en esta Provincia sino en quantos Países dominan las rectas piadosas

Leyes de V.M., pues que somos sus Basallos.

“Así es (Señor) que nosotros no podemos ser Alcaldes, Regidores. Oficiales de

Milicias, ni (en una palabra) obtener en esta Ciudad empleo alguno honorífico, sin

embargo de Nuestra aptitud y capacidad conocida para cualquiera destos empleos.

Para los de Alcalde, porque estando la elección en la pluralidad de botos en los

Regidores como estos son Criollos recaen en sus compatriotas las elecciones. Para

Regidores porque no permiten que nuestras posturas en el remate de estos oficios se

efectúen, pues se nos oponen de palabra y por escrito suponiendo en los Criollos

mejor derecho para su goce. Y para los empleos de Milicias, porque no creiéndonos

(sic) dignos de gozar de los Títulos y Gracias, que V.M. dispensa a estos Cuerpos;

sobre suponer a los Naturales de mejor calidad y condición que la nuestra. Tienen a

menos alternar con nosotros, bien, que sin otro fundamento que el de quererlo todo

para sí a Título de Patricios solamente.” (C-8. Carta enviada al Rey por un grupo de

españoles peninsulares avecindados en la Ciudad de Caracas, suplicando el derecho

de acceso a cargos públicos en iguales condiciones que los criollos. Caracas, 18 de

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junio de 1769). Lila Mago de Chópite, El Cabildo de Caracas durante el período de los

Borbones. Cartas del Cabildo de Caracas 1741-1821. Caracas, (Biblioteca de la

Academia Nacional de la Historia, No. 271). Fuentes para la Historia colonial de

Venezuela, 2012.

5.- Es evidente el contraste entre el testimonio recogido en la nota inmediata

precedente y la afirmación hecha en la denominada Carta de Jamaica. Quizás valga

tomar en consideración cuánto pesaron las circunstancias en el ánimo del autor de

esta última, induciéndolo a formular tan rotunda afirmación. Quizás lo condicionaban

el fracaso de su república fuerte; y quizás, también, fue una repercusión de su alegato,

al respecto, contenido en el Manifiesto de Carúpano. De otra manera resultaría difícil

comprender, también, que llegase al extremo de sostener lo que corre en el párrafo

de la Carta… que se abre con la siguiente aseveración: “La posición de los moradores

del hemisferio americano ha sido, por siglos puramente pasiva: su existencia política

era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre y por

lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad”…. No obstante, ha

de prestarse atención a la posibilidad de que en la carta de los peninsulares al Rey se

trasluciese la presunción de quienes representaban en su presente la dominación

política tradicional en vías de debilitamiento, mientras que en la carta de Simón

Bolívar se expresaría la reivindicación de la maduración del Poder social criollo.

6.- ¡OJO: Entra el documento No. 299 del Volumen I de Materiales para el

estudio de la Cuestión agraria en Venezuela, (1800-1830), pp. 499-511,

7.- “Instrucciones para el Comisionado de Venezuela cerca de S.E. el

Comandante en Jefe de las fuerzas de tierra de S.M.B. y el Almirante de la Estación de

Barbados.” Cuartel General de Caracas, junio 19 de 1814.

8.- José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela. Caracas, MCMXLII,

Vol. I.

9.- Francisco Javier Yanes, Manual político del venezolano y Apuntamientos

sobre la legislación de Colombia. Estudio preliminar de Rogelio Pérez Perdomo e Inés

Quintero. Caracas, Asociación Académica para la conmemoración del Bicentenario de

la Independencia, 2009.

10.- La crisis de la sociedad colonial venezolana. (Cuadernos de Difusión

No. 5). Caracas, Dirección de Cultura de la Gobernación del Distrito Federal, 1976.

Segunda Edición: Caracas, Monte Ávila Editores, 1983.

11.- (Véanse: El acta de San Francisco, en “Pronunciamiento de la Ciudad de

Caracas [1829]”. Documentos que hicieron historia. 1810-1989. Vida Republicana de

Venezuela. Caracas, Ediciones Presidencia de la República, 1989, pp. 354-366.

12.-

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13.- Rómulo histórico. Caracas, Editorial Alfa, 1ª edición, 2013, 2ª

edición, 2013.

14.- Venezuela Moderna. Medio siglo de historia, 1926-1976. Caracas,

Fundación Eugenio Mendoza, 1976.