la díada “derecha–izquierda” como fundamento de la cartografía política

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__________________________________________________________________ Laissez-Faire, No. 34 (Marzo 2011): 1-12 Marco Antonio Del Río Rivera Es peligroso tomar tus ideas de los de- más. De ellos debes recoger información. Pero las ideas, como la experiencia, de- ben ser de tu propiedad. Lord Acton 1 1. Introducción. En general, tanto los políticos como los periodistas y los analistas políticos tien- den a mirar el campo político como un escenario donde pugnan dos bandos: la “derecha” y la “izquierda”. En esta vi- sión, se trata de una suerte de dos ejérci- tos que buscan la victoria. El trofeo es el control del aparato estatal, el “poder” en el sentido más básico del término. En las sociedades democráticas estos ejércitos combaten bajo ciertas normas, y la lucha es básicamente una lucha por ganar votos en los procesos electorales. En sociedades donde la democracia no existe o es débil, la lucha por el poder puede tomar las formas sangrientas del golpe de estado, la revolución o incluso la guerra civil. La caracterización al uso es simple, y se puede hallar en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia. La derecha es el “conjunto de personas que profesan ideas conservadoras”, mien1 Ensayos sobre la Libertad y el Poder, trad. Paloma de la Nuez (Madrid: Unión Editorial, 1999), p. 378. tras que la izquierda es el “conjunto de personas que profesan ideas reformistas o, en general, no conservadoras”. O sea que, mientras la derecha serían los con- servadores, o en términos más agresivos, los reaccionarios, la izquierda está consti- tuida por los progresistas. En el discurso cotidiano muchas veces se suele añadir, de forma implícita, algu- nos elementos adicionales. La derecha defiende el statu-quo, el actual sistema de dominación capitalista y el reparto de privilegios que genera. Por ello, la gente de la derecha básicamente defiende in- tereses y prebendas, y en esa defensa está dispuesta a sostener las más feroces dic- taduras. Casi por definición, la derecha no puede ser democrática, y si juega a la democracia lo hace de mala gana, acep- tándola como una desagradable imposi- ción de la realidad. En cambio, la iz- quierda busca la construcción de un mun- do mejor, más justo en cuanto más iguali- tario. La izquierda lucha por ideales, por la utopía de una sociedad fraterna. Por ello, su compromiso con la democracia es auténtico. Evidentemente, así planteadas las cosas, confesarse “de derechas” su- pondría casi una bravuconada de mal gusto. En efecto, ninguna persona, con cierta sensibilidad humana y en su sa- La Díada “Derecha–Izquierda” como Fundamento de la Cartografía Política Marco Antonio del Río R. es profesor de Teo- ría Económica, Finanzas y Matemáticas Apli- cadas en la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), Santa Cruz, Bolivia.

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En general, tanto los políticos como losperiodistas y los analistas políticos tienden a mirar el campo político como un escenario donde pugnan dos bandos: la “derecha” y la “izquierda”.En las sociedades democráticas estos ejércitos combaten bajo ciertas normas, y la lucha es básicamente una lucha por ganar votos en los procesos electorales. En sociedadesdonde la democracia no existe o es débil, la lucha por el poder puede tomar las formas sangrientas del golpe de estado, la revolución o incluso la guerra civil.

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    Laissez-Faire, No. 34 (Marzo 2011): 1-12

    Marco Antonio Del Ro Rivera

    Es peligroso tomar tus ideas de los de-ms. De ellos debes recoger informacin. Pero las ideas, como la experiencia, de-ben ser de tu propiedad.

    Lord Acton1

    1. Introduccin. En general, tanto los polticos como los periodistas y los analistas polticos tien-den a mirar el campo poltico como un escenario donde pugnan dos bandos: la derecha y la izquierda. En esta vi-sin, se trata de una suerte de dos ejrci-tos que buscan la victoria. El trofeo es el control del aparato estatal, el poder en el sentido ms bsico del trmino. En las sociedades democrticas estos ejrcitos combaten bajo ciertas normas, y la lucha es bsicamente una lucha por ganar votos en los procesos electorales. En sociedades donde la democracia no existe o es dbil, la lucha por el poder puede tomar las formas sangrientas del golpe de estado, la revolucin o incluso la guerra civil.

    La caracterizacin al uso es simple, y se puede hallar en el Diccionario de la Lengua Espaola de la Real Academia. La derecha es el conjunto de personas que profesan ideas conservadoras, mien

    1Ensayos sobre la Libertad y el Poder, trad. Paloma de la Nuez (Madrid: Unin Editorial, 1999), p. 378.

    tras que la izquierda es el conjunto de personas que profesan ideas reformistas o, en general, no conservadoras. O sea que, mientras la derecha seran los con-servadores, o en trminos ms agresivos, los reaccionarios, la izquierda est consti-tuida por los progresistas.

    En el discurso cotidiano muchas veces se suele aadir, de forma implcita, algu-nos elementos adicionales. La derecha defiende el statu-quo, el actual sistema de dominacin capitalista y el reparto de privilegios que genera. Por ello, la gente de la derecha bsicamente defiende in-tereses y prebendas, y en esa defensa est dispuesta a sostener las ms feroces dic-taduras. Casi por definicin, la derecha no puede ser democrtica, y si juega a la democracia lo hace de mala gana, acep-tndola como una desagradable imposi-cin de la realidad. En cambio, la iz-quierda busca la construccin de un mun-do mejor, ms justo en cuanto ms iguali-tario. La izquierda lucha por ideales, por la utopa de una sociedad fraterna. Por ello, su compromiso con la democracia es autntico. Evidentemente, as planteadas las cosas, confesarse de derechas su-pondra casi una bravuconada de mal gusto. En efecto, ninguna persona, con cierta sensibilidad humana y en su sa-

    La Dada DerechaIzquierda como Fundamento de la Cartografa Poltica

    Marco Antonio del Ro R. es profesor de Teo-ra Econmica, Finanzas y Matemticas Apli-cadas en la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), Santa Cruz, Bolivia.

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    no juicio, en los tiempos que corren, deseara identificarse como conservador o peor an reaccionario.

    Ello explica que mientras confesarse de izquierda habla bien de la persona, la gente de la derecha, si se identifica como tal, lo hace bajo el signo de la ver-genza. Es casi evidente la razn, dadas las definiciones en uso. Esto tambin explica que sea precisamente la gente de la izquierda quien utilice con mayor entu-siasmo esta dicotoma, pues claramente les favorece, al tiempo que les eleva la autoestima: les permite creerse y sentirse mejores personas.

    Para muchas personas, esta caracteri-zacin del campo poltico les resulta c-moda. Permite definir el espacio de la lucha poltica e ideolgica en trminos simples: por un lado, los compaeros o camaradas; por el otro lado, el enemigo. Se trata de un mundo en blanco y negro, donde la toma de decisiones y las fideli-dades no entraan mayores dudas e incer-tidumbres. Sin embargo, cuando se em-pieza a reflexionar en ella, las dudas que van surgiendo se multiplican presurosa-mente. El objetivo de este breve trabajo es precisamente reflexionar crticamente sobre esta forma de mirar el campo pol-tico. Esto de entrada supone un riesgo. Ya Jos Ferrater Mora (1994: 209-11) sea-laba que cuestionar la tipologa derecha-izquierda suele ser interpretado, en cier-tos crculos, como una prueba de ser de derechas. Pero esa situacin no elimina la necesidad de examinar crticamente una prctica social, por muy extendida que sea, y por mucho que incomode a quienes se hallan a gusto apoltronados en ella. Escapar a los conceptos estereotipa-dos, anot Czeslaw Milosz, es tarea in-grata pues llevamos en nosotros la ten-dencia a las generalizaciones, incluso hasta el abuso, de forma profundamente arraigada.

    2. Usos y significados. Norberto Bobbio (1998) observ que la dicotoma izquierda-derecha, aplicada en el contexto de la poltica puede tener diversos usos. Un primer uso sera des-criptivo. Los trminos permiten un es-quema clasificatorio donde los diversos actores del proceso poltico son agrupa-dos y encasillados. Como toda clasifica-cin, la clasificacin en bandos es mu-tuamente exclusiva y totalmente inclusi-va. Esto significa que todo poltico, o partido poltico o incluso cualquier actor del proceso poltico, debe ser necesaria-mente ubicado en una de las dos catego-ras. Nadie puede quedar fuera.

    Un segundo uso de la dada, seala Bobbio, es axiolgico: permite emitir juicios de valor sobre los actores y sus acciones en el proceso poltico. Es, por lo tanto, una formulacin que permite adhe-siones y aversiones. Finalmente, se ten-dra un uso histrico. En este caso, los diferentes grupos de accin poltica de distintas etapas de la historia de un pas se clasifican como de izquierda o dere-cha. A diferencia del uso descriptivo, que mira bsicamente el presente, el histrico mira al pasado.

    La combinacin de estos dos enfo-ques, el descriptivo y el valorativo, fue de uso comn en la arena poltica, hasta fi-nes de los aos 80 del siglo XX. En efec-to, el desmoronamiento del socialismo real en los pases de Europa Oriental y el colapso de la Unin Sovitica a inicios de a dcada siguiente, junto al fin de la gue-rra fra supusose pensen tal mo-mento, el fin de las ideologas. En tal escenario, la claridad con que se delinea-ban los bandos perdi nitidez y se gener un gran debate sobre la pertinencia del uso de la dada. Han surgido nuevas in-terpretaciones, o nuevas alternativas para el uso de los trminos. Ya se mencion

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    que el Diccionario de la Academia esta-blece dos ecuaciones bsicas: Derecha = Conservadores

    Izquierda = Progresistas A partir del trabajo de Norberto Bobbio, sin embargo, se ha planteado una nueva interpretacin. Lo que distingue a la iz-quierda de la derecha es la bsqueda de la realizacin en las sociedades humanas de un valor: la igualdad. En este sentido, el progresismo busca la igualdad, en el sen-tido de eliminar las diferencias que bsi-camente se remiten a la clase, la raza y el sexo. En este sentido, mientras el grito de guerra de la izquierda es Viva la igual-dad!, la derecha responde Viva la de-sigualdad!, al menos en la interpretacin de Joaqun Estefana (1998).

    El problema de esta interpretacin, que gustosos aceptan los hombres y mu-jeres que se identifican como de izquier-da, es que la Revolucin Francesa elev las banderas, no de la Igualdad, sino tam-bin de la Libertad y de la Fraternidad. Resulta absolutamente curioso que el ideal de la libertad para todos los hom-bres y mujeres sea ignorado. Pero ello no es gratuito: los liberales y los libertarios son parte de la derecha. Por ello, frente a las ecuaciones de Bobbio-Estefana: Derecha = Enemigos de la Igualdad entre

    las personas

    Izquierda = Partidarios de la Igualdad entre las personas

    se podra, con similar legitimidad, anotar: Derecha = Partidarios de la Libertad de

    las personas

    Izquierda = Enemigos de la Libertad de las personas

    Sin embargo, no es el objetivo de esta reflexin intentar siquiera establecer in-terpretaciones ms o menos novedosas, o curiosas, para la dada.

    3. Origen de la dada. Jos Ferrater Mora (1994) resalta el ca-rcter absolutamente circunstancial del origen de la dada. Si los hombres de la Gironda se hubieran sentado en el ala izquierda de la Convencin de 1792, mientras que los hombres de la Montaa se hubiesen ubicado a la derecha, los sig-nificados de la derecha y la izquierda hoy seran exactamente al revs.

    Vale pues, por ello, mirar por un mo-mento el escenario de la Convencin de 1792, un teatro donde los actores delinea-ron el rumbo que habra de tomar la Re-volucin Francesa, y que ha definido de manera sustancial el curso de la historia y del pensamiento poltico del mundo occi-dental.

    Afortunadamente, tenemos una pre-

    ciosa descripcin de tal escenario en la obra de Vctor Hugo, El Noventa y Tres. Este autor no ahorra adjetivos para desta-car su importancia histrica: Hay un Himalaya y hay una Convencin: la Con-vencin es quizs el punto culminante de la historia. Luego de funcionar tempo-ralmente en el Picadero, la Convencin se traslad al palacio de las Tulleras. All, en un saln de sesiones de cuarenta y dos metros de longitud, diez de ancho y once de altura, se libraron las ms terribles batallas retricas e ideolgicas de la Re-volucin Francesa. Vctor Hugo describe con lujo de detalles la disposicin fsica de la sala y sus smbolos, antes de descri-bir la ubicacin de los bandos. A la de-recha de la sala estaba la Gironda, que la compona una legin de pensadores; a la

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    izquierda la Montaa, que era un grupo de atletas. En el primer grupo destaca-ban las figuras de Brissot, Gensonn, Condorcet, Petin; en el segundo grupo se encontraban los jacobinos, con Danton como jefe y Saint Just entre sus miem-bros. En cuanto a Robespierre, anota Vic-tor Hugo: No perteneciendo exclusiva-mente a ninguno de esos partidos, pero infundiendo respeto a uno y a otro, se ergua un hombre, Robespierre.

    Sin embargo, y esto es lo que debe-

    mos destacar, en la Convencin no esta-ban slo presentes la Gironda (la derecha) y la Montaa (la izquierda) sino que Hu-go identifica otros dos partidos, la Llanu-ra y el Pantano:

    El fondo inferior de la Asamblea se lla-maba la Llanura. All estaba todo lo fluc-tuante; los que dudan, los que vacilan, los que retroceden, los que aplazaban, teme-rosos unos de otros. La Montaa se com-pona de gente selecta. La Gironda tam-bin; la Llanura de la muchedumbre; esta llanura se resuma y se condensaba en Sieyes.

    El escritor juzg con severidad al autor de El tercer estado y que fuera uno de los idelogos fundamentales del proceso re-volucionario. Y finalmente, el cuarto bando, el Pantano:

    estanque asqueroso, en el que se transparentaba el egosmo y en el que tiri-taban las esperanzas mudas de los rem-blones, todos los oprobios y ninguna ver-genza; la clera latente, la rebelin bajo la mscara de la servidumbre. Cnicamen-te asustados los pantanistas, tenan todas las clases de valor y de la cobarda; prefe-ran la Gironda y votaban con la Monta-a; el desenlace dependa de ellos, y se inclinaban al lado de la causa que crean que iba a triunfar; entregaron la cabeza de Luis XVI a Vergniaud, la de Vergniaud a Danton, la de Danton a Robespierre y la

    de Robespierre a Tallien; anatematizaron a Marat vivo y divinizaron a Marat muer-to. Todo lo sostenan hasta el momento oportuno de derribarlo todo; posean el instinto de dar el golpe decisivo a todo lo que vacilaba . Constituan el nmero, la fuerza y el miedo, y por eso tenan la audacia de las infamias.

    Lo que interesa destacar de esta mag-

    nfica descripcin de la Convencin de 1792 es que los bandos, o los partidos, en el escenario del proceso poltico y social de la Revolucin Francesa, no se reducan a dos, la Gironda y los Jacobinos. Estos, eso s, representaban las posturas ideol-gicas. Pero haba otros actores que no encuadraban en esos dos bandos. La Lla-nura y el Pantano son los bandos que, sin poseer ideas definidas, definieron el rum-bo del proceso. No plantea esto el hecho de actores y partidos que juegan en el campo poltico en funcin de intereses antes que de ideologas? La descripcin de Vctor Hugo nos plantea la posibilidad de polticos y partidos que no encajan en la clsica dada de izquierda y derecha. 4. De los Bandos a la Recta, y de sta a

    la Circunferencia. En el discurso poltico habitual, la dere-cha y la izquierda representan dos ban-dos, o ejrcitos, que segmentan el campo poltico. Ideologas e intereses encajan con precisin en una u otra categora. No hay intersecciones. Esto implica que cada actor o cada partido debe encajar necesa-riamente en una ellas. Se trata, no cabe duda, de una visin maniquea. Si de un uso estrictamente descriptivo se pasa a un uso valorativo, el bando propio ser el bando de los buenos; el otro ser el de los malos, de los perversos y de los prfidos. En el propio se lucha por la consecucin de grandes y nobles ideales. En el otro, se lucha por intereses perversos, por mantener

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    Figura 1. Derecha e Izquierda como con-

    juntos mutuamente excluyentes. privilegios. En el propio, las fuerzas del bien, en el otro las fuerzas del mal.

    Esta visin maniquea puede funcionar muy bien en sociedades cuyo proceso poltico est marcado por la ausencia de la democracia. Sin embargo, en el escena-rio de las sociedades democrticas, la pluralidad poltica empieza a generar nuevos desafos. El ms importante lo plantea la alternancia. En un proceso electoral gana un partido de la izquierda, el siguiente gana otro partido, esta vez de la derecha. Cmo entender que el pueblo vote y proporcione el triunfo electoral al enemigo, si ste representa todo lo peor? Este simple hecho cuestiona el mani-quesmo bsico de la dada. La democra-cia degrada el encono poltico, el enemi-go se convierte en simple adversario.

    Adems, la democracia obliga a nego-ciar y a realizar acuerdos, por lo cual el adversario no es eterno, se vuelve ocasio-nal o circunstancial. El monstruo adquie-re rostro humano, y exige respeto. La poltica deja de ser ese mbito donde el poder corona el esfuerzo y la derrota se paga con la vida o el destierro.

    Los partidos polticos, en la medida en que deben buscar los votos de los ciu-dadanos buscan marcar diferencias. La disidencia alcanza a los propios partidos. Y la disidencia, que en la visin bsica de la dada se entenda como traicin, ahora puede conformar otro partido, con igual legitimidad y derecho para buscar el voto ciudadano. Tanto la derecha como la iz-quierda se fraccionan, y en ese proceso habr polticos y partidos ms dispuestos a la tolerancia y al dilogo. La unidad (tanto de la derecha como de la izquierda) se pierde: aparecen los moderados y los radicales. El campo poltico asemeja aho-ra la recta de los nmeros reales. Aunque no se pueda identificar un centro (como Robespierre, segn nos lo pinta Vctor Hugo) se identifican ahora una extrema izquierda, una izquierda moderada, una derecha moderada y una derecha radical. Diversos partidos se ubican en ese espec-tro, unos ms cerca del hipottico centro, otros ms lejos de l.

    Centro Extrema Izquierda

    Extrema Derecha

    Izquierda Moderada

    Derecha Moderada

    Izquierda Derecha

    Figura 2. La recta de las posiciones polticas.

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    Precisamente, cruzando la idea de la dada izquierda y derecha con la ponde-racin de los valores de la libertad y la igualdad, junto a la distincin entre mo-derados y extremistas, Bobbio (1998) llega a identificar cuatro posturas bsicas:

    a) La extrema izquierda: los jacobinos. Movimientos polticos e ideolgicos igualitarios y autoritarios. b) El centro izquierda: el socialismo libe-ral y la socialdemocracia. Movimientos polticos e ideolgicos que buscan com-patibilizar la libertad con la igualdad. c) El centro derecha: partidos conserva-dores que son fieles al mtodo democrti-co. Ponderan la libertad pero defienden la igualdad en el plano jurdico. d) La extrema derecha: el fascismo, el nazismo. Movimientos polticos e ideol-gicos que son antiliberales y desigualita-rios.

    En un esfuerzo imaginativo, se podra pensar en un sistema de medicin. Se establece un valor central, a un lado los polticos y los partidos reciben valores ms altos mientras mas derechistas sean, al otro lado reciben menores valores mientras ms izquierdistas se confie-san. El orden podra ser al revs. Lo sus-tantivo es que con un slo nmero po-dramos ubicar las posiciones de los acto-res del proceso poltico.

    Pero mirando, siempre desde la pers-

    pectiva de una sociedad democrtica, dara la impresin que la recta se tuerce y que los extremos se terminan por juntar. La recta da lugar a una suerte de circunfe-rencia. En efecto, la izquierda ms radical se confiesa enemiga de los valores demo-crticos lo mismo que la extrema derecha. Esto no es mera especulacin, pues hay

    evidencia histrica al respecto. La frgil democracia alemana, instaurada luego de la Primera Guerra Mundial, fue feroz-mente acosada tanto por los grupos de choque de los comunistas como por las SA de los nacionalsocialistas. Al final se impusieron los ms violentos, los nazis, y con ellos acab la Repblica de Weimar. Tanto comunistas como fascistas compar-ten su desprecio y odio por las formas de la democracia representativa, y coinciden en su apetito por el uso de la violencia tanto para acceder al poder como para perpetuarse en l.

    En el plano ideolgico, no resulta cu-

    rioso constatar que mientras los anarco-capitalistas y los ms rabiosos libertarios postulan la desaparicin del Estado, uno de los padres del Socialismo Cientfico, Friedrich Engels, postulaba que en la sociedad comunista tambin desaparece-ra el Estado? En efecto, en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y del Estado, Engels anotaba: La sociedad, que organizar de nuevo la produccin sobre las bases de una asociacin libre e igualitaria de los productores, transporta-r toda la maquinaria del Estado all don-de, desde entonces, les corresponde tener su puesto: al museo de antigedades, jun-to al torno de hilar y junto al hacha de bronce (1946: 200). As el anarquista, el comunista y el libertario radical suean con una sociedad sin Estado.

    5. Crtica psicolgica. A este punto la dada se ha fracturado. La visin dualista del campo poltico ha da-do paso a una visin de posiciones diver-sas. Por analoga, el campo poltico es como un espectro donde imaginando un centro, los polticos y los partidos se van ubicando, unos mas cerca del centro, otros ms lejos de l. Sin embargo, cabe

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    la pregunta por qu se impuso y, en cier-tas circunstancias, se vuelve a imponer esa visin dualista del campo poltico. Junto a los usos descriptivo, valorativo e histrico que identific Bobbio, existe un cuarto uso, cuya identificacin fue reali-zada por Paul Watzlawick, en su libro El Lenguaje del Cambio. Se trata del uso retrico. Como psicoterapeuta, Watz-lawick ha destacado la importancia del lenguaje en la percepcin y comprensin que las personas adquirimos de la reali-dad. Y esto toma mayor relevancia, en cuanto, desde la percepcin que tenemos de lo que suponemos la realidad, ac-tuamos en consecuencia. En cierto modo, el lenguaje condiciona nuestra visin de la realidad, y por ello condiciona nuestra conducta.

    Bajo esta premisa general, Watz-

    lawick explica la llamada ilusin de al-ternativas. El ejemplo clsico es el caso del juez que se dirige al acusado y le pre-gunta: Ha dejado, por fin, de maltratar a su mujer? Si responde que no, signifi-ca que sigue maltratado a su esposa. Si responde que s, acepta que la maltrataba en el pasa-

    do. Es la tpica situacin donde cualquier respuesta implica una condena. Y como se sabe, es ampliamente usada en los inte-rrogatorios de la polica. Se trata de plan-tear una pregunta de tal manera que su-giere dos alternativas para la respuesta, pero que, en su formulacin, esconde otras posibilidades. Si un padre le pregun-ta a su hijo si va a estudiar Derecho o Administracin, implcitamente es-t negando la posibilidad de que estudie Medicina o Arquitectura.

    Watzlawick identific que en el am-biente de los aos treinta el discurso pol-tico en Alemania planteaba a los ciuda-danos la pregunta de si apoyaban a los nazis o a los comunistas. Planteada as la situacin, se exclua claramente otra po-sibilidad: la democracia.

    Se puede apreciar claramente que la

    dada izquierda-derecha opera como una ilusin de alternativas, y encajo-narse en ella supone perder de vista otras posibilidades. No es pues gratuito que su uso fuera tan extendido en el discurso poltico dominante de los regmenes tota-litarios.

    Democracia

    Dictadura

    Nacional Socialsmo

    Caos bolchevique

    Figura 3. La ilusin de alternativas (tomado de Watzlawick 1986: 99).

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    6. Crtica histrica. Manuel Pastor (1994) ha identificado tres grandes concepciones ideolgico-polticas vigentes desde el siglo XIX: el liberalis-mo, el conservadurismo y el socialismo. Por su parte, Miquel Caminal Bada (1996) identifica el liberalismo, el con-servadurismo, el socialismo y el naciona-lismo. En todo caso, se trata en rigor de verdaderas familias ideolgicas, donde si bien se encuentran elementos fundamen-tales comunes, hay diversas tendencias.

    En la izquierda se suele ubicar las dis-tintas variedades de socialismos. Ya en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels identifican: a) el socialismo reaccionario, que inclua el socialismo feudal y clerical (antecedente de la Teologa de la Libe-racin?), y el socialismo verdadero alemn; b) el socialismo conservador, donde incluan a Proudhon; c) el socia-lismo y comunismo crtico utpico, don-de anotaban a Owen, Saint-Simon y Fou-rier; y d) el propio, el socialismo cientfi-co. Luego, en las vicisitudes del marxis-mo irn surgiendo otras tendencias: los bolcheviques y el leninismo, el trotskis-mo, el estalinismo, el maosmo y el cas-trismo, entre otros. Y no se debe olvidar a Eduard Bernstein, creador de la Segunda Internacional y de la socialdemocracia europea, por un lado, y el socialismo in-gls. Las relaciones entre todas estas ten-dencias han estado muy lejos de ser coin-cidentes, y entre sus representantes se han establecido las ms agrias disputas. Es conocido, por ejemplo, el tono mordaz e irnico con el que Marx y Engels se refe-ran a los socialistas utpicos. De forma semejante Lenin no dud en calificar de oportunista a Bernstein, y de renega-do a Kautsky, no haciendo economa de otros adjetivos, siendo el ms suave el de traidores. Finalmente, los celos de Sta-lin supusieron la muerte de todos los

    hombres que hicieron la Revolucin de Octubre, para finalmente llegar al asesi-nato de Trotsky en Mxico. Tampoco se debe olvidar que en el fragor de la guerra civil espaola, al tiempo que los republi-canos luchaban y moran frente a los ejr-citos de Franco, en la retaguardia los co-munistas mataban sin misericordia a los socialistas y a los anarquistas.

    Una lectura atenta de los escritos de

    Lenin, que destin varios miles de pgi-nas a criticar a Bernstein y al socialismo ingls, cuestiona la idea de ver la izquier-da como una unidad de ideales. Para Le-nin, el socialismo democrtico era una traicin a las ideas de Marx y Engels, y era inaceptable que el partido revolucio-nario transara con las formas de la demo-cracia burguesa y liberal.

    En el mbito de la derecha se suele

    incluir todo lo que no sea socialismo. Por ello, abarcara el conservadurismo, el liberalismo y el nacionalismo (incluyendo las distintas variedades del fascismo). Funciona pues como un cajn de sastre donde se mete todo aquello que no entra en la otra caja. Y esto no parece precisa-mente adecuado, por decir lo menos. En efecto, Salvatore Saladino (1971), en su exposicin de las caractersticas de la derecha italiana, tiene la prudencia de distinguir entre la antigua derecha italiana caracterizada como moderada, conserva-dora, social, parlamentaria y liberal, de la nueva derecha nacionalista que surgi en 1890, y cuyos representantes ms desta-cados fueron Enrico Corradini y Gabrielle dAnnunzio. La antigua derecha era mo-derada en los mtodos y conservadora en las perspectivas, deseaba mantener el orden bajo trminos constitucionales y parlamentarios. En cambio, la derecha nacionalista buscaba el poder para crear un nuevo orden, favoreca el cambio pero apartndose de la democracia. En cuanto

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    al fascismo, Saladino se muestra reticente a incluirlo en la derecha: en realidad el fascismo nunca abandon del todo sus races izquierdistas (1971: 176). Muchos intelectuales hoy no mostraran la pru-dencia de Saladino. Y aqu est precisa-mente el problema: qu rigor conceptual puede tener una categora donde se inclu-yen sin mayor duda a hombres de ideas y actitudes tan diversas como Piero Gobet-ti, Luigi Einaudi y Benito Mussolini en el caso italiano? El caso italiano es para-digmtico pues, en la comprensin usual del trmino, la derecha incluira a los liberales monrquicos que crearon la Re-pblica Italiana, la derecha nacionalista que aparece en 1890, y el fascismo de Benito Mussolini (ex-socialista por cier-to). Los ejemplos se pueden multiplicar al infinito. En los campos de concentracin nazis murieron miles de judos monrqui-cos y de judos liberales. Todos dere-chistas, las vctimas tanto como los ver-dugos? En resumen, no parece razonable una clasificacin que incluye en la misma categora posiciones ideolgicas tan di-versas como el Liberalismo (partidario bsicamente del Estado de Derecho), en sus diversas variantes, y el Fascismo (par-tidario del Estado Totalitario).

    Pero no slo la dada se torna proble-

    mtica cuando nos referimos a las ideolo-gas polticas y los personajes que las encarnaron en cierto momento del proce-so histrico. Si volvemos a las definicio-nes del Diccionario, en determinados contextos histricos aparecen nuevas pa-radojas.

    Consideremos el caso de la URSS en

    1988. Por un lado, Gorbachov haba ini-ciado un proceso de reformas para sacar al pas del estancamiento econmico. Por otra parte, los miembros ms duros del partido miraban con desconfianza dicho proceso, pues supona introducir cambios

    que habran de modificar la estructura del poder, y por lo tanto la posibilidad de que sus puestos de poder y prestigio sufrieran algn tipo de menoscabo. Y no cabe duda que tambin existan grupos que anhela-ban un proceso ms agresivo de reformas y cambios. En tal escenario, luego de setenta aos de revolucin bolchevique, quines eran los revolucionarios y qui-nes los conservadores? Quines repre-sentaban el statu quo (la derecha) y qui-nes apuntaban al cambio (progresistas)? Contra las identificaciones ideolgicas, la jerarqua del PCUS representaba la posi-cin conservadora y la defensa del statu quo.

    Adems, en la idea de la izquierda

    como movimiento progresista hay un componente de corte metafsico, muy coherente con su herencia marxista. El poltico o intelectual de izquierdas sabe cul ser el rumbo de la historia. De al-guna manera, se sabe hacia dnde avan-zan las sociedades. El futuro ha dejado de ser el escenario de la incertidumbre y existen leyes de la historia que permi-ten conocer el camino que tomarn las sociedades humanas. Se trata, evidente-mente de una clara reminiscencia de la ideologa decimonnica del progreso. Hay en esto cierta arrogancia: la izquier-da cree conocer el futuro, y desde ese futuro juzga las instituciones vigentes. Marx y Engels saban que la sociedad del futuro habra de ser socialista primero y comunista despus. Crean que las leyes de la historia exigan la superacin del capitalismo. Para ellos el socialismo no era una exigencia tica (el Manifiesto se refiere con desprecio a los socialistas utpicos), sino una necesidad histri-ca. Cabe la pregunta: cmo saban eso? Hoy pensamos que antes que un saber cientfico esa presuncin era un acto de fe. Es ms o menos evidente lo que de-fiende la derecha conservadora. En

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    cambio, la izquierda progresista cree saber hacia donde avanza la humanidad.

    7. Crtica cartogrfica. Se ha sealado anteriormente que en aras de un mayor poder descriptivo, la dada podra convertirse en un espectro donde las posiciones expresen los diversos mati-ces del pensamiento y la accin poltica. Por analoga con la recta de los nmeros reales se podra imaginar un sistema de medicin que permita ubicar a polticos y partidos en esa escala. Ahora bien, se tratara, en todo caso de un sistema uni-dimensional de medicin.

    Si se quiere ubicar un punto de la su-perficie terrestre se requiere dos medidas: la longitud (la distancia a un meridiano) y la latitud (la distancia a la lnea del Ecua-dor). Pero adems en muchos casos se requiere la altitud (distancia a la superfi-cie del nivel del mar). As, para ubicar un avin en vuelo se necesitan tres medicio-nes: longitud, latitud y altitud. Por analo-ga, si se desea establecer la posicin po-ltica de una persona, no deberan tomar-se en cuenta ms elementos que la sola ubicacin en una recta imaginaria? Cons-truir una cartografa poltica parece, de principio, un problema ms complejo que construir una simple cartografa.

    Que no basta una visin unidimensio-

    nal del tema ha sido planteado con cierto desenfado por Xavier Sala i Martn (2002: 60-69). Comentando sobre el campo poltico estadounidense ha obser-vado que la gente de derechas (los repu-blicanos) es partidaria de limitar la inter-vencin del Estado en la economa mien-tras que los progresistas (los demcratas, que adems para mayor confusin se identifican como liberales) desean lo contrario. Como una mayor intervencin

    del Estado en la economa supone una mayor presin tributaria, concluye Sala i Martn que los conservadores no quieren que el Estado se meta en sus billeteras, mientras que los progresistas desean que el Estado meta ms mano en los bolsillos de la gente. Pero, tambin ocurre que los conservadores desean que el Estado les ayude a imponer ciertas creencias religio-sas o polticas y que no permita ciertas prcticas como por ejemplo el aborto o el matrimonio gay. Por el contrario, los libe-rales americanos son partidarios de que cada cual haga con su cuerpo y su vida privada lo que mejor le plazca. As pues concluye este economista cataln que, en EE.UU., los conservadores no quieren que el Estado se meta en la economa pero s esperan que regule la vida sexual de las personas, mientras que los liberales americanos desean una mayor interven-cin del Estado en la economa, pero que no se meta para nada con la vida sexual de sus ciudadanos.

    8. Fundamentos para la cartografa poltica.

    Qu es lo que determina la postura pol-tica de una persona, o de un movimiento poltico? No cabe duda que son diversos los factores que definen la ubicacin de una persona en el campo poltico. Sin embargo, habiendo constatado la insufi-ciencia que implica el uso de la clsica dada izquierda-derecha, se hace nece-sario buscar nuevos fundamentos para la cartografa poltica.

    Baste sealar ac que al menos tres factores determinan la posicin poltica de un ciudadano. En primer lugar, y como ya fue sealado hasta el cansancio por el marxismo clsico y la economa neoclsi-ca, los intereses. En buena parte, las posi-ciones polticas estn condicionadas por

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    el lugar que ocupan las personas en la estructura social. En segundo lugar, y como intent demostrar Max Weber, los principios o valores. Se trata de un ele-mento de fundamental importancia. Un gran nmero de personas aspiran a cons-truir y vivir en una sociedad que se ajuste a ciertos ideales, y donde se hayan mate-rializado e institucionalizado ciertos valo-res. Sin este componente no se podra entender cmo los partidos polticos de orientacin proletaria se han llenado, a lo largo de la historia, de los hijos de la bur-guesa, que renegando de su clase y sus intereses han comprometido sus vidas en proyectos sociales de otras clases socia-les. Y finalmente, en el plano ideolgico, colocados frente a los valores de la liber-tad y la igualdad, no todos mostrarn la misma preferencia. Habr quien prefiere ms libertad, y habr tambin quien pre-fiera ms igualdad. Y cada hombre y mu-jer tiene derecho a tener distintas prefe-rencias que los dems. As, intereses, principios y preferencias generan agrupa-ciones diversas de personas en el campo poltico.

    9. Conclusiones. En general, en el discurso sobre la confi-guracin del campo poltico, se suele utilizar la dada izquierda-derecha para ubicar a los participantes, en una suerte de cartografa poltica. El uso de esta di-cotoma tiene diversas dimensiones: des-criptiva, valorativa e histrica. Sin em-bargo, posiblemente la ms importante es su dimensin retrica. Es una clasifica-cin que sirve al poder en cuanto define cierta percepcin de la realidad poltica, y condiciona a los actores polticos a actuar en consecuencia. La dada es funcional al poder pues tiende a ocultar la pluralidad de posturas polticas que pueden existir en la sociedad, y funciona como factor

    aglutinante frente al enemigo.

    Sin embargo, desde una perspectiva analtica presenta varias dificultades. Primero, es difcil que el campo poltico se pueda segmentar en slo dos bandos. Esto supone cierto abuso conceptual, y las vigorosas (y a veces sangrientas) pug-nas entre las diversas corrientes ideolgi-cas y partidarias que se han dado en el mismo bando, as lo demuestran. No es gratuito que la dicotoma haya sido susti-tuida, en las sociedades democrticas por un espectro con posiciones moderadas y extremistas. Por otra parte, la definicin de la derecha como conservadora y la izquierda como progresista no deja de hacer aguas en ciertos procesos histri-cos, donde la defensa del rgimen revolu-cionario se torna conservadora. Este ca-rcter relativo hace que la dada slo pue-da ser usada en ciertos contextos histri-camente muy determinados: Slo dentro de un determinado contexto sigue siendo legtimo usar palabras, que entonces pier-den sus sentidos generales y adquieren sentidos especficos (Ferrater Mora, 1994).

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