la construccion de franco-2

20
“Este es el Caudillo”. Fotografía de Helmuth Kurth. Retrato aparecido en Vértice nº 4, julio-agosto de 1937

Upload: monica-gruber

Post on 17-Sep-2015

9 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Imagen de Franco

TRANSCRIPT

  • Este es el Caudillo. Fotografa de Helmuth Kurth. Retrato aparecido en Vrtice n 4, julio-agosto de 1937

  • a imagen de todos los dictadores fascistas arras-tra y proyecta los oscuros designios colectivos que los llevaron al poder. Las moder-nas dictaduras son (y eso es lo ms perverso de su horror) el envs de la vida demo-crtica. Es falso suponer que unos grupos esbozan una imagen de s mismos y de suslderes y la imponen a una opinin pblica crdula o maleable. Son, en realidad, losintereses y las pasiones previas ms difusas las que dibujan al salvador que necesitany cuando encuentran el aventurero o el iluminado que puede encarnarlas, la mitaddel trabajo ya est hecho: no hay liderazgo que no suponga una complicidad demo-crtica que pasa a ser obediencia. Todo fascismo tiene y se enorgullece de tener-la una fase conspiratoria y apostlica, tras la que se percibe una poderosa pulsin deunidad, que es la violencia de la simplificacin. Pero, en el fondo, significa el paulatinoconsenso de muchos intereses a los que solamente une el repudio por la democra-cia. Decir nazismo no es solamente mentar un grupo de excombatientes que renensus nostalgias en cerveceras. Tambin entraa hacerlo de militares profesionalesnacionalistas, de clases medias que amalgama el antisemitismo, de obreros sin traba-jo dispuestos a acusar de su desgracia a una indefinida oligarqua. Detrs de Mussoli-ni hay catlicos y ex-socialistas, grandes propietarios agrcolas y pequeos comer-ciantes, universitarios y semianalfabetos. Y lo mismo sucede con las aguas turbias quela resaca de 1940 llev al rgimen de Vichy y, por supuesto, con los ingredientes queen 1936 salieron a la calle (o permanecieron en sus casas, cerradas a cal y canto)cuando se sublev el ejrcito de Marruecos.

    La imagen de cada uno de los personajes que se alz con la representacin deaquellos movimientos fue el promedio de la necesidad y la invencin. Benito Musso-lini y Adolf Hitler evocan, de entrada, un ingrediente de identificacin plural: uno yotro encarnan a la gente que dej su juventud en las trincheras de la Primera Gue-rra Mundial, el uno para sufrir las consecuencias de una injusta derrota y el otro paradenunciar las limitaciones de una victoria que estaba siendo gestionada por polticos

    JOS

    -C

    AR

    LO

    S M

    AIN

    ER

    LLa construccinde Franco:primeros aos

    Nociones de iconologa del caudillaje

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

  • incompetentes y traicionada por obreros comunistas. Sin la huella de guerra europea,no se entendera la naturaleza paramilitar de la constitucin de los nuevos partidos yla simpata cmplice que todava suscitaba la propaganda juvenilista que se difundientre 1914 y 1918. La juventud en armas y la generosidad fraternal del antiguo com-batiente son el antdoto de una sociedad sin ilusiones, de la burocracia sin imagina-cin, de la burguesa egosta, de la trivializacin internacional de valores: as se cons-tituyeron las referencias de una moral de autoexigencia, devocin y rigor en la queconfluyeron los intereses de una derecha desilusionada por sus lderes y de unaizquierda nacionalista que desconfiaba fuertemente del internacionalismo. El Hitlerde Mein Kampf (1926) se present como el mrtir de aquel purgatorio y el paladniluminado que haba de rescatar las glorias de Alemania, aunque estas fueran enbuena medida el lgubre, monumental y pesado pangermanismo decorativo, ela-borado por la burguesa alemana desde 1870 hasta 1914 (el repudio de la tradicinmoderna, asociado siempre a la condena del arte degenerado de 1935, fue par-cial, sin embargo: un pintor expresionista y mstico como Emil Nolde cont con laadmiracin de Goebbels y el noruego Edvard Munch fue considerado un alto expo-nente de la creatividad germnica). El proyecto esttico de Mussolini fue, en el fondo,mucho ms autnomo. De ah que conviviera con mayor soltura con los desplantesfuturistas, con la pintura metafsica o con la arquitectura de vanguardia, o incluso quetuviera sus fuerzas divididas en la significativa polmica entre los strapaese ruralistasy los stracitt, exaltadores de lo urbano contemporneo.

    La elaboracin iconogrfica de los liderazgos representativos descans, en amboscasos, en un punto de partida idntico: hombres en la primera madurez, serios ymagnticos, permanentemente vestidos de uniforme que era smbolo de su vigilanciay permanentemente confrontados a la multitud que les aclama, como signo de la res-ponsabilidad histrica que han hecho suya. El uno aade ademanes que bordean elridculo de virilidad agresiva; el otro prefiere proyectar cierto misticismo reconcen-trado e hiertico que estalla en una oratoria convulsa: ambas adherencias dicen, sinduda, mucho ms de sus pretorianos que de s mismos. El caso ms llamativo (y, sinembargo, muy importante para valorar la construccin de la imagen de Franco) es eldel mariscal Philippe Ptain que, en muy breve espacio de tiempo, fue erigido comocaudillo de Francia. Aquel octogenario encarn, como l mismo deca, al padrecolectivo, ya que difcilmente poda ser el hermano mayor o el hijo heroico: he hechodon de ma personne, deca, en frase que Franco pronto hizo suya. Y no pareciquerer imponer un nuevo rgimen sino restaurar algo que se haba quebrado; larevolucin nacional de Ptain se concibi como un regreso a las fuentes, que ibams all de los partidos e intereses que agrupaba. Ptain pretenda ser algo msque los generales ambiciosos y que los polticos amortizados que le seguan, que losproalemanes ardorosos o que los muchsimos grupsculos seudorrevolucionarios,fascistas o simplemente reaccionarios, que le flanquearon. No es casual que la defini-

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s28

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

  • cin de su creacin poltica tat Franais y su liderazgo Chef de ltat fuerancopiadas por Franco; uno y otro orillaban as la definicin ideolgica Repblica oMonarqua que entendan insuficiente y exaltaban lo que su tarea tena a la vez decontinuidad y refundacin. La idea de lealtad fue bsica en ambos casos. Ptain lohaba sacrificado todo por Francia y tena derecho a exigir de cada francs el pago en

    29Jos-Carlos M a i n e r

    Detalle de la lmina

    de Carlos Senz de Tejada

    La Falange, reproducida

    en Vrtice n 4, julio-agosto de 1937

    pitu&pituHighlight

  • la misma moneda. El general valetudinario que interrogaba desde los carteles acercadel sacrificio que estaban dispuestos a hacer sus sbditos inspir, sin duda, el Francoalgo ms joven que peda disciplina y que en los aos otoales de su mandato vitali-cio, gustaba presentarse como el hombre providencial abrazado a su juramento deservicio.

    La consagracin de lo militarCada imagen habla a un pblico y, a la vez, lo hace patente, lo visualiza. Ptain era

    la France ternelle, desviada de su autenticidad despus de 1918 (e incluso antes,cuando el mariscal de Verdun hubo de sofocar los motines de las trincheras en1917). Con Franco se impuso tambin la imagen del militar profesional, sin ambicio-nes polticas explcitas, que haba vindicado el honor nacional en los tiempos turbiosde la guerra marroqu y que, en fechas ms recientes, haba mostrado mano de hie-rro en la represin de la huelga revolucionaria de Asturias. Y no solamente es l, sinoel grupo profesional al que perteneca...

    La edicin popular de la carpeta Forjadores de Imperio tiene fecha de 1939 y encie-rra una treintena de cartas postales que reproducen los originales fotogrficos del

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s30

    Izda. Cardenal Gom por Jaln ngel

    Dcha. Francisco Franco por Jaln ngel

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

  • profesional zaragozano Jaln ngel (a finales de los aos setenta, la Librera Generalde Zaragoza todava tena ejemplares de ella: el mo lleva el precio de aquellas calen-das, setenta y cinco pesetas). Con la curiosa excepcin del purpurado Cardenal Isi-dro Gom, todos son militares. La abre Franco que posa con la Laureada que se haautootorgado; siguen Gonzalo Queipo de Llano (hablando al micrfono de RadioSevilla), Emilio Mola, Fidel Dvila, Juan Vign, Jos Moscard y Juan Yage, nico queostenta la camisa azul de Falange. Y cierran la serie el veterano general Virgilio Caba-nellas, los coroneles Hel Rolando de Tella, Buruaga y Castejn y penltimo enorden el general Mizzian, marroqu, que sera Capitn General de La Corua y orga-nizador del futuro ejrcito del reino de Marruecos. No es que la figura de Franco sediluya entre las que lo auparon, sino que la imagen que recibe el comprador entu-siasta es poderosamente institucional: el Ejrcito como marco de referencia y legiti-midad, expresada en la galera de camaradas de armas. El culto de Franco no esexcluyente y deja lugar a cultos secundarios: Moscard o el supremo sacrificio de lavida de un hijo; Varela o la admiracin por el soldado que tiene dos Laureadas; Gar-ca Morato o el as de la aviacin; Monasterio o el atrevido impulsor de una de las lti-mas cargas de caballera; Queipo o la astucia propagandstica; Aranda o la resistenciaheroica; Milln Astray ausente en la carpeta o la exhibicin procaz de sus minus-valas heroicas...

    Lo primero que signific ese horizonte de guerreras y de botas fue la aceptacinde la superioridad de lo militar por parte de la clase media espaola. No era asuntofcil, sin embargo. Desde principios de siglo, el antimilitarismo fue junto al anticaci-quismo y el anticlericalismo una de las identidades ms estables de las clases emer-gentes en los medios urbanos. La vinculacin de militarismo y rechazo de los nacio-

    31Jos-Carlos M a i n e r

    Izda. Queipo de Llano por Jaln ngel

    Centro. Yage por Jaln ngel

    Dcha. El Mizzian por Jaln ngel

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

  • nalismos perifricos se escenific convenientemente enel asalto de 1905 a la redaccin del Cu-Cut y la respuestapopular a la Ley de Jurisdicciones, decretada por elgobierno, agrup las fuerzas progresistas en un anticipode lo que, aos despus, sera el sintagma maldito, rojosy separatistas. Que, por otro lado, ya haban pedido res-ponsabilidades juntos despus de la vergenza de 1898 ylas volveran a reclamar en la mescolanza de incompeten-cias profesionales y estafas econmicas que jalonaron losdas del protectorado marroqu. En 1923, con la dictadu-ra de Primo de Rivera, se produjo un estado de excep-cin militar que su promotor nunca desarroll del todo.Fue un gobierno cvico-militar de perfil ideolgico delibe-radamente muy bajo, que su primer manifiesto asociabacon reveladora y cmica plasticidad a la virilidad biencaracterizada. Solo en su interior fermentaron elemen-tos que se desarrollaron despus de 1936: la ideade movimiento nacional unificador, la aversin por lapoltica tradicional de partidos, la mitificacin del ordenpblico.

    Lo que en 1936 prevaleci fue la otra clase media: laque haba seguido los halagos a los jefes del ejrcito defrica (en las crnicas de sociedad de peridicos comoABC), la que suministr madrinas de guerra a aquellosjvenes oficiales en busca de medallas y de ascensos y laque consider en 1932 que los decretos de ManuelAzaa heran una vieja alianza entre las timoratas peque-

    as burguesas y los defensores del orden. Po Baroja expres su desdn hacia ella,con la franqueza de siempre, en el eplogo Palinodia y nueva clera, de Juventud,egolatra (1917). Yendo en el trenecito de San Sebastin a la frontera francesa se haencontrado una familia tpicamente mesocrtica: El padre, un seor flaco, cetrino yavinagrado; la madre, una mujer morena, de ojos negros, gorda, llena de joyas (...);una hija de quince a veinte aos, bonita, con un novio teniente. La conversacinaborda inmediatamente los dramticos sucesos de agosto, con el estallido de la huel-ga general. Deban matarlos a todos salt la novia del teniente. Disparar contrala tropa! Qu bandidos! Y luego teniendo un rey como el que tenemos! exclamla seora gorda, la del color de la parafina de las bujas, con aire lastimero. Nos hanreventado el veraneo. S, yo creo que deban matarlos a todos. Y no solo a ellos salt el padre, sino a los que los dirigen; a los que escriben, a los que tiran la pie-dra y esconden la mano. Baroja saba muy bien qu clase de percal tena a mano...

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s32

    Varela por Jaln ngel

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

    pitu&pituHighlight

  • Pero, veinte aos despus, el liberal fatigado abdicaba de buena parte de su radica-lismo. Segua rindiendo culto a los grandes hombres que han intentado aclarar elmundo: Demcrito y Epicuro; Lucrecio y Marco Aurelio; Coprnico y Kant, pero adespecho de esa profesin de laicismo pensaba que la pedantera y el determinis-mo emborrachan a las gentes. Ya no puede haber explicaciones, ni razonamientos, nicrtica, sino solo violencia fsica, fuerza de las armas. En una poca as, tan brbara ytan bestial, vale ms un tirano que cien mil. Con un tirano, quiz se pueda vivir y dis-cernir ; con cien mil, imposible. Y conclua, pginas despus: Hoy los liberales tene-mos que pensar en la posibilidad de la dictadura. La aceptaramos con gusto si ellapudiera dar el mnimum de esencia liberal necesaria para la vida del pensamiento, yal mismo tiempo acabara con la repugnante crueldad que hoy reina en Espaa(ambos textos en Ayer y hoy, Santiago de Chile, 1939; solo en la nueva edicin deObras completas, Barcelona, 2000, XVI).

    Modas de guerraNadie ignoraba que lo militar era el ingrediente bsico de la sublevacin de julio

    de 1936 y la hoja clandestina del 4 de mayo de 1936, escrita por Primo de Rivera enla Crcel Modelo de Madrid, es muy explcita al respecto de aquella temprana subor-dinacin: Habr todava entre vosotros soldados, oficiales espaoles de tierra, mary aire quien proclame la indiferencia de los militares por la poltica?, comenzaba. Yconclua: Jurad por vuestro honor que no dejaris sin respuesta el toque de guerraque se avecina. Cuando hereden vuestros hijos los uniformes que ostentis, here-dern con ellos: O la vergenza de decir, cuando nuestro padre vesta este uni-forme dej de existir lo que fue Espaa. O el orgullo de recordar : Espaa nose nos hundi porque mi padre y sus hermanos de armas la salvaron en elmomento decisivo. Vrtice, la revista falangista de guerra, dedic su nmero 4(julio-agosto de 1937), Al Ejrcito, y en su entrega 18, noviembre de 1938, inclu-y un trabajo de Ernesto Gimnez Caballero, Trajes y modas de nuestra gue-rra, que no deja de ser profundamente revelador de un talante (y hastade una abdicacin), en el marco de una revista que procuraba elevar lamoral de retaguardia con sus secciones de cotilleos (Chau-chau cine-matogrfico) o sus satinados reportajes fotogrficos sobre tendencias dela decoracin o de las modas femeninas. Dos son las tesis del autor de Genio deEspaa: toda nueva poltica es una intervencin del poder en el atuendo de sus sb-ditos (Carlos V el Csar y Felipe II el Duce del Escorial dictaron muchas pragmticaspara regular el imperial atuendo y lograr un estilo hispnico, del mismo modo queMussolini ha dado mnitos para vestir en la nueva Italia); la vida espaola de hoy(como advierte el ojo potico que debe estar atento como el del cazador) estcondicionada por lo militar y en ese marco se producen los fenmenos ms intere-santes de la moda actual.

    33Jos-Carlos M a i n e r

    Bota alta (dibujo de Teodoro Delgado,

    aparecido en el artculo de Gimnez

    Caballero, Trajes y modas de

    nuestra guerra, Vrtice n 18,

    noviembre de 1938)

  • Lo que sigue es una estrambtica (y un tanto delirante) fenomenologa de lamoda castrense en plena contienda. Se enumera primero lo que nos viene defuera, que no es poco: de los rusos se han adoptado los gorros de visera, los forrosde astracn y los capotones de abrigo; de los ms cercanos hermanos rabes, la can-dora que es la ms bella de todas las prendas de abrigo y que viene a ser varian-te morisca del brial o ciclatn castellano, as como la sahariana que ha tenido unxito triunfal en nuestra oficialidad este verano. Aunque seala que esta prendacazadora ceida y holgada, elegante y desenvuelta se ha imitado de las tropascoloniales italianas destacadas en Libia. A cambio, las telas rayadas de chilaba y la che-chia o fez moruno, ms castizas, estn llamadas a imponer su huella en la moda feme-nina: de las primeras vio tejer en Xauen una con destino a la seora de FernndezCuesta y alab mucho su gusto; el tocado, sin duda, tendr graciosa aplicacinfemenina en das de paz. Lo germnico ha estado tambin presente. Se han impues-to los briches, o pantalones abombados: Si esta guerra ha servido para algo ha sidopara reaccionar contra el horrendo, abogadesco, democrtico pantaln largo. Res-taurando la bota de montar, el pantaln briche y la espuela. Casi todos los genera-les han optado por l, aunque conozca variantes: por ejemplo, el general Varela es

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s34

    1. Candora

    2. Sahariana

    3. La canadiense

    4. Bota navarra

    5. Auxilio social

    (Dibujos de Teodoro Delgado,

    aparecidos en el artculo

    de Gimnez Caballero,

    Trajes y modas de nuestra guerra,

    Vrtice n 18,

    noviembre de 1938)

    1

    23

  • un entusiasta de la media bota espaolsima. Abolengo germnico ha de tener tam-bin la canadiense, prenda que ha debido bajar desde el Canad hasta el robustotalle de un general Yage que gusta mucho de usarla y de arroparse con ella.

    Romana es, en cambio, la camisa, prenda fascista por antonomasia y que engar-za con tradiciones mediterrneas. Su apogeo ha impuesto el cuello vuelto o laanticorbata que fue, en realidad, el resultado democrtico y liberal de una bata-lla ganada en el siglo XVIII, contra la clsica, catlica y espaolsima golilla, quehoy parece rebrotar en las puntas del cuello abiertas sobre la guerrera. Pero dems adentro todava han surgido atuendos de signo popular. Destaca entreellos la bota navarra con sobrecabeza de lana blanca vuelta sobre el tobillo quees el calzado ideal del avance y uno de los hallazgos ms bellos y maravillosos deesta guerra. Tanto que solo en el verano y por tierras levantinas ha tolerado labota navarra ser sustituida por otro calzado milenario e ibersimo en Espaa: lasandalia de esparto, la clsica y genial alpargata. Venido del sayo ibrico y quizemparentado con la casulla eclesial, el capote-manta evoca la Legin: Verde ycon forro blanco de seda, cuello de fina piel! Es ver a Franco en Marruecossobre su caballo blanco. Es verle asomarse al balcn de los orgenes del movi-miento (...). Es ver embozarse como un modelo de distincin y gallarda al glo-rioso mutilado Milln Astray en su exquisito y fino capote legionario. Pero tam-poco cede en casticismo el tabardo (el general Aranda es un gran guerrero detabardo y cayado), ni el universalizado pantaln negro de pana, que proporcionael tipo de labrador en armas, milicia de concejo medieval, terruera y en herman-dad, completado quiz con aquella boina roja que pudo comprobar en Italia, dondeestaban presentes todos los colores de la cromtica camisera fascista, que era el msapreciado distintivo de los camaradas espaoles.

    Tambin a las mujeres les ha llegado la nueva elegancia de la guerra, y no solo porla va del fez o las telas de chilaba. El modelo futuro ser, sin duda, Carmen Polode Franco que pareci dar la norma con sus trajes enlutados, simples, hogare-os. Para las ms jvenes, la lnea de la moda futura la marcan las chicas de Sec-cin Femenina, Pilar Primo y Mercedes Sanz Bachiller, la joven viuda de OnsimoRedondo: La blusilla azul, la faldita negra, el zapato negro y bajo, el cinto de cuero:he aqu el atuendo casi carmelitano que Pilar ha fijado, adems de el delantal blan-co, puesto sobre el uniforme por Auxilio Social, por el gusto firme y delicado deMerceditas Sanz Bachiller.

    La exaltacin del mando: metonimias del poder El delirio uniformador de Gimnez Caballero no es un hecho aislado. Los carte-

    les e ilustraciones de Carlos Senz de Tejada o de Teodoro Delgado se complacenen la estilizacin de las botas navarras, en el flamear de las camisas abiertas sobre elpecho, en el terciado de las boinas o en el recatado vuelo de los delantales (sobre

    35Jos-Carlos M a i n e r

    4

    5

  • las largas faldas) de las grciles enfermeras y asistentes de Auxilio Social. Los niosvestirn habitualmente camisa azul y boina roja, como si el pas entero estuvierapoblado de flechas y pelayos. Y el vestuario de los filmes que, en los aos siguientes,reflejen los aos de la preguerra o de la guerra no olvidar confrontar el marcial uni-forme militar de los hroes con el cuidadoso y aburguesado atuendo de los seori-tos rojos y, por supuesto, con el desaliado amenazador de las hordas.

    El estilo castrense es la nueva mstica: la unidad al servicio ymando de una capitana. Por eso se glosa tan a menudo laexpresin mitad monje, mitad soldado que corrige significati-vamente, castizamente, aquella otra ms laica del fascismo ita-liano, libro e moschetto, fascista perfetto. Aqu no hace faltaleer, porque siempre hay alguien que lo hace por nosotros. Unapgina de Vrtice representa inmejorablemente el paradigma alconfrontar la imagen inquisitiva de un monje joven y la ilumina-da de un miliciano falangista, pintados ambos por Benito Prieto(nmero 25, agosto-septiembre de 1939). El comentario litera-rio annimo no tiene desperdicio: Monjes y soldados: un coris-ta del Real Monasterio de Nuestra Seora de Guadalupe y uncaballero alfrez de Infantera. Dos rostros de la mocedad deEspaa, en los que no se adivina quin vigila, si el monje o elsoldado, ni quin de ellos est en milicia y utiliza ms castrensesarmas. La pasividad obediente es lo nico que se exige del sb-dito. El poder, ms que gobernarlo, lo sustenta: lo crea.

    A la constitucin de la nueva mstica corresponde el uso rei-terado de la imagen fotogrfica de Franco, siempre en atuendomilitar y a plana completa: en el nmero 4 de la misma Vrtice(julio-agosto de 1937), bajo la inscripcin Este es el Caudillo,

    se reproduce la fotografa de Helmuth Kurth, de Munich; en el 6 (noviembre de1937), una fotografa de Pepe Campa; en el 20 (mazo de 1939), al borde la victo-ria, nueva foto de Calvache sobre la que se imprime un soneto de Jos Mara Alfaroque es retrica pura pero puede ser paradigma de muchos otros. La asociacin deFranco a la espada que resuelve y determina va a ser obsesiva en los vates de la vic-toria, como iremos viendo: Por la gracia del puo, en t, la espada / se hizo corcel deimperios y de mares. Menos frecuente es el aliento vanguardista y un si es no es lor-quiano de lo que sigue: El litoral del sueo desempaan / las bayonetas en su furiaalada. / Canta el laurel tu senda sin azares / y el Ebro, Duero y Tajo te acompaan.Aunque tambin venga a parar en liturgia obligada la enumeracin de geografaspeninsulares como expresin de la omnmoda potestad del triunfador de la guerra...

    En la primavera de 1939 la Librera Santarn, de Valladolid, puso en los escapara-tes la Lira blica. Antologa de los poetas y la guerra, cuyo prlogo fechado en el II Ao

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s36

    Benito Prieto, Retrato de un falangista,

    en Monjes y soldados, Vrtice n 25,

    agosto-septiembre de 1939

  • Triunfal, 1937 se felicitaba por la abundante cosecha de libros de versos inspiradospor la contienda y por los que habrn de surgir a tenor de lo que al autor de la anto-loga, Jos Sanz y Daz, viene percibiendo como encargado que es de la seccin espe-cfica que la revista de humor La Ametralladora dedica a las composiciones de lospoetas combatientes.

    Una de los primeros que antologa en su libro es el soneto El Generalsimo, deFelipe Cortines y Murube, que insiste de nuevo en la fetichizacin de una espadaque el ms lego lector de Freud asociara al falo dominador de un padre justamenteenfurecido: ... Espaa / contempla tu valor y tu hidalgua, / Caudillo de la santa rebel-da / que en la luz imperial su acero baa. En el poema La mano de Franco, deAntonio R. Guardiola, el atributo carismtico del poder pasa a ser la mano, a la queasigna el poder taumatrgico de los monarcas sanadores de la tradicin medieval. Eltono de uncin narrativa y los versos largos y litrgicos son lo ms apropiado a tanatrevida transposicin:

    37Jos-Carlos M a i n e r

    Benito Prieto, Retrato de un monje,

    en Monjes y soldados, Vrtice n 25,

    agosto-septiembre de 1939

  • Yo he visto en Salamanca, en un balcn barroco,

    la mano milagrosa del fuerte General.

    Y aunque se abri velada en cortesano guante

    yo v que era del pueblo aquella mano leal.

    (...) nadie pregunte, blasfemo, quin le mueve,

    No comprendis, amigos, que le ha inspirado Dios?

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s38

    Foto de Calvache. Retrato aparecido

    en Vrtice n 20, marzo de 1939

  • Pero su carisma tambin procede del ejemplo de Cisneros y de la reina Isabel laCatlica. Decididamente, no es mano cortesana la que rige con tanta firmeza losdestinos del pas. Lo junta todo: es sanadora pero tambin de experto nauta, detimonel de gloria, y hasta es de pontfice cuando imparte su bendicin al pueblo.Otro soneto, mucho ms conocido, el de Manuel Machado, se apoya tambin en laintencionada reduccin metonmica de la majestad del jefe. Pero ahora la parte visi-ble de la metonimia es la sonrisa, una observacin que no parece compadecersedemasiado con la imagen hiertica o con la mueca de cordialidad poco espontneaque nos transmiten los retratos del Caudillo. Pero Manuel Machado insiste en que elCaudillo de la nueva Reconquista es hombre que sabe vencer y sonrer (por dosveces, en los versos segundo y quinto) y concluye su poema con un terceto de inne-gable bro:

    Para una Espaa que el ayer no niega,

    para una Espaa ms y ms y ms Espaa,

    la sonrisa de Franco resplandece!

    (Una interpretacin benvola, pero no descabellada,del poema habra de insistir en el deseo de una Espaaque el ayer no niega y que, sin duda, se refiere al legadoliberal cercano, lo que seguramente colocara la exaltacinde un Franco sonriente que inspira fe y amor ms en elterreno persuasivo de lo propiciatorio que en el mbitoretrico de la aclamacin. Puede, a fin de cuentas, queManuel Machado escribiera un soneto ms cauteloso delo que se piensa).

    El poema del autor de Alma se reprodujo en la suntuo-sa Antologa potica del Alzamiento (Establecimiento Cerny Librera de Cervantes, Cdiz, 1939; el colofn precisaque fue el Tercer Da de la Resurreccin de NuestroSeor Jesucristo en el Ao MCMXXXIX de Cristo y III delTriunfo de Espaa), compilada por Jos Villn y dedicadaa Jos Mara Pemn, poeta y alfrez. El libro se divide ensiete cantos (aunque, en rigor, son ocho), el ltimo de loscuales se llama Cantos del Caudillo. All se recoge unpoema francs, de Armand Godoy, inspirado por otraexpresin del poder que el uso convirti en liturgia: la tri-ple invocacin del nombre del Caudillo. No falta, en sucaso, la inicial y ya conocida invocacin a la espada (DonQuichotte et le Cid ont trempe ton pe / dans les eaux

    39Jos-Carlos M a i n e r

    Fotgrafo no acreditado.

    Retrato aparecido en Vrtice n 25,

    agosto-septiembre de 1939

  • du Jourdain, dans le sang des Martyrs) pero eston nom, cri trois fois toujours lo que alpoeta le parece que cubre de bienes el presen-te, el pasado y el futuro. Todo se triplica en suimaginacin pica:

    Porteur du triple gloire de nos prires

    ton nom, perant les murs des villes prisonires

    leur annonce le Pain, la Concorde et lAzur.

    Es indudable que la triple enunciacin cere-monial coincidi con un uso fascista (Duce,Duce, Duce) pero pienso que, por asociacinfontica e intencional, estuvo ms cercana delSanto, Santo, Santo de la oracin que elsacerdote pronuncia en la Misa, inmediatamentedespus del Prefacio y antes del Canon, o parteinvariable. Y no es casual tampoco que el sorti-legio de lo triple se reitere en la invocacin delnombre de Espaa seguida de sus atributos:una, grande, libre. Tambin en el poema delgaditano Eduardo de Ory, El gran caudillo,recogido en la seleccin de Jos Sanz y Daz,encontramos un soneto que se vertebra alrede-dor de la consigna, emblema del poder:

    Franco, Franco, Franco grita todo el mundo

    Franco, Franco, Franco es clamor de gloria

    Franco, Franco, Franco con gozo profundo

    exclama el soldado tras de la victoria

    Para concluir en el verso noveno con la renovacin de la jaculatoria y la procla-macin del total rendimiento:

    Franco, Franco, Franco: tu nombre gigante

    nimbado de excelsa Gloria fulgurante

    pasar a la Historia con letras de oro.

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s40

    Desfile de la Victoria

    en Madrid, 19 de mayo de 1939

  • Mitologas del origen

    Todo hroe salvador tiene un origen mtico. En la mitologa cristiana y en la ger-mnica, la salvacin est asociada a alguien que forma parte del linaje pecador peroque previamente ha experimentado una transformacin, una depuracin que lo con-vierte en prenda del rescate colectivo: Cristo o Parsifal. Jos Mara Pemn, en suconocido Poema de la Bestia y el ngel (Jerarqua, Pamplona, 1938), desarrolla laleyenda Los dones de las tres hadas, que habla elocuentemente de tal predestina-cin. Tres son las que llegan a la cuna blanca que espera la visita en un rincn deGalicia. La primera tiene los ojos negros, tristes / como las infinitas noches de BeniArs y le aporta al nio que duerme una espada con lujoso puo de oro y puntaimpaciente. La segunda, de ojos verdes como los pinos / de Salamanca y Burgos,le trae una pesa de plata, smbolo de su ponderacin y gobierno. La tercera lamirada celeste le regala la misma sonrisa que exalt Manuel Machado y se dirige asus compaeras:

    Con tu espada invencible conquistar la tierra

    y los vientos y el sol.

    Con tu pesa medida, conquistar el respeto...

    Con mi sonrisa conquistar el amor!

    41Jos-Carlos M a i n e r

    Detalle del mural el enviado de Dios

    de Reque Meruvia pintado en los aos

    cincuenta para la Sala de la Guerra Civil

    del Archivo Histrico Militar de Madrid

  • Eduardo Marquina, a cuyo teatro potico tanto deba la inspiracin de Pemn, publi-c en 1941 un poemario, Los tres libros de Espaa, que reanudaba aunque en tonobien diferente su vieja vocacin de poeta civil y withmaniano de comienzos de siglo.El libro se divide en tres partes Espaa en ocaso (vsperas), Espaa militante (acta)y Espaa en albas (triunfos); la ltima es la ms breve y la que nos interesa por msque todas tres sean ejemplo preclaro de las abdicaciones morales de un escritor defama y de la alarmante cercana de su estro al ridculo grandilocuente. Se inicia con

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s42

    Jos Antonio: profeta del imperio,

    escultura de Aladrn, foto de Aracil

    aparecida en Vrtice n 4,

    julio-agosto de 1937

  • tres sonetos dedicados al mozo Jos Antonio (Te d el Caudillo paz bajo su espa-da), pero muy pronto es la figura de Franco la que acapara el mrito de la victoria:

    Un nombre Franco, Franco, Franco el nombre,

    smbolo y flor de Espaa,

    salta de todas las bocas,

    se apoya en todas las gargantas,

    y atraviesa el espacio, prendido

    en el velln del aire de la Patria.

    l es quien aparece como Cid Francisco Franco el Justo, convertido por graciade la omnipresente espada, siempre en medida, vrtice y ncleo / de las anchurasde Espaa y es invocado en trminos de taumaturgo creador, como ya conocemos:Csar sobre este pavs / de un bosque Laureadas, / t has dado bulto a la vida / delos que la disipaban, / t has dado vida a los muertos / rozndoles con la espada.Pero Marquina no se resiste a dejar de aadir de su cosecha algo a la mitologa heroi-ca en el poema Tres madres (Ancdota imaginaria). Presenta a Franco, aclamadoen una plaza de Oviedo, y entre la muchedumbre enfervorizada, a tres madres unamarroqu, una navarra y una gallega que han clamado Hijo! al ver al hroe,

    Porque ve en l su Cid, la de la media luna;

    porque es tan hombre en todo, la de Navarra, hombruna;

    y la tercera que, en verdad, lo dijo

    porque meci su cuna.

    Franco ha dudado: No s a cul prefiero. Y mientras la musulmana y la navarraagradecen sus halagos, la gallega se va modestamente porque yo s que con misbesos / quedme para siempre en tu memoria. Los signos del hroe medieval com-parecen tambin en un poema de resonancias rubenianas (algo datadas a la fecha),Capitn, de Lope Toledo, incluido en nuestra ya conocida antologa de Sanz y Daz,Lira blica. Una bella dama medieval languidece en su castillo, esperando al hroe quepasa de ser el hijo deseado por toda mujer al pretendiente soado por toda virgen:

    Es un prncipe moreno por los soles africanos

    y va al frente de un cortejo de seores,

    paladines de la guerra,

    que saltaron el estrecho -espuma y yodo-

    persiguiendo los fulgores de una estrella.

    Un prncipe que es fraile. Y es soldado y es poeta.

    Un atleta

    43Jos-Carlos M a i n e r

  • temerario de la historia (...).

    Ya se acerca!

    Con sus jvenes guerreros, ya se acercan

    los que avanzan en sus rabes corceles!

    Yage, Tella, Castejn, Varela,

    Buena escolta, capitn, qu buena escolta tenedes!

    En la misma antologa, quien firma con las siglas A.G.L., esautor de un romance, El juramento de las Huelgas, que fes-teja el solemne acto de constitucin del Consejo Nacionalde Falange Espaola en el invierno de 1937. Es, por supues-to, una clara maana de invierno, / maana de Romanceroy campanas y clarines saludan al buen Caudillo, / seor delos altos hechos / que por las puertas del Cid / cabalga nobley austero, al frente de sus generales / de gloria y polvocubiertos, rodeado de la guardia mora, / blanco fulgor deldesierto. Bastantes aos despus, aquellos soldados cetri-nos, ataviados pintorescamente y armados de sus anacrni-cas lanzas, seguiran siendo el smbolo del poder de Franco,un autohomenaje permanente a su biografa ideal de guerre-ro y una muestra, sobre todo, de su discutible y bastantepompier sentido de la escenografa: la mezcla de orgullo cam-pamental (el africanismo), de falso medievalismo decorativo(su concepcin de la monarqua militar) y de esplendor reli-gioso (los ritos bajo palio). Pero esta alianza de lo profano ylo sacro era tambin muy querida para sus leales, y el propioA.G.L. no duda en evocarla, al hilo de los acontecimientos deLas Huelgas:

    Entre las nubes de incienso,

    abaten viejos obispos

    sus tonsuras hasta el suelo

    y se abaten las banderas

    ante el augusto misterio.

    La construccin de Franco: P r i m e r o s A o s44

    Juan Francs,

    pintura idealizante de Franco

  • Todo poder es, en resumen, un misterio. Pero el de Franco era un misterio trans-parente: se construy a medias entre su propia vanidad y su mezquindad esttica y elsueo adulador de sus leales, que no eran mucho mejores que l. Todo fascismo esfundamentalmente kitsch; el nuestro lo fue en grado superlativo. La ms famosa de lascomposiciones laudatorias gracias a un ttulo de Francisco Umbral ha sido, sinduda, Franco, leyenda del Csar visionario, que cierra los Poemas de la Falange eter-na, de Federico de Urrutia (Aldus, Santander, 1938). Pero no tiene nada que noconozcamos ya: el Marruecos legendario donde se fragu el mito, la consabidaespada de un guerrero de antao y la unidad disciplinada de bosques de brazosalzados, que remata, otra vez, el triple grito, con un efecto de eco csmico en nues-tro caso:

    Y por los vientos del mundo

    con temblor de meridianos,

    desde la Amrica virgen

    hasta el Oriente lejano,

    retumb el nombre del Csar.

    Franco!... Franco! Franco! Franco!

    45Jos-Carlos M a i n e r

    This is a study of how Francos public persona was initiallyconstructed in the propaganda of the regime, particularly inclose relationship to the expectations and identity of the socialgroups that had been victorious in the civil war. Through a seriesof journalistic and literary texts, which starkly contrast withwhat happened with other fascist leaders, we see the uniqueglorification of a militaristic identity for Franco (surprisingly afternearly forty years of an antimilitary intellectual tradition)authoritative and paternal as well as an appeal to historicalmythification of questionable quality.a b s t r a c t

    Constructing Franco:The early years

    Sumario: Siguiente: