la ciudad y la higiene pública

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La ciudad y la higiene publia Madrid en la primera mitad deI 8iglo XIX Par Federico José Ponte Chamarra Historiador L A imagen que de SImisma nos muestra una gran ciudad es siernpre compleja y varie- pinta; en ella tienen cab ida inseparablemente la luz y la sombra, la asombroso y la mediocre, el lujo y la miseria. En cierta med ida podr iamos de - cir que la ciudad es distinta para cada uno de sus habitantes. En ella unos prosperan, otros pad ecen y otros tucha n jrremed iable rnente par sobre vivir . La ciudad no es, por tante, iqual para todos . y su descripciô n no puede ser par ello uniforme. Seguramente la vision mas pintoresca de la ciu- dad es la que relatan los viaieros que la visitan y en mayor medida los de otros paises y culturas. Estos viajeros escnbian posiblemente influidos por el ca rac ter arriesgado y aventurera que aun poseian los grandes viajes de principios dei sigla pasado, par la mentalidad romantlca que tenian muchas de elles y par las diferencias - a veces tan acusadas y lIamativas- entre las cost umbres de sus pueblos y el nuestro. Para un viajero francés de princip ios dei si - glo X IX, Madrid, ciudad pequena y desértica, re- pleta de campanarios y conventos ciertarnente parecidos a los rninaretes turcos, tenia un aspec- ta de ciudad oriental. Sus calles limpias y asea- das eran frecuentadas. adernas de par los con- sabidos ciudadanos. por una sin guJa r variedad de capuchinos y de manies de Ioda clase de bar- bas y colores (L'Echo du Soir, 31 de octubre de 1826) (1). El aspecta de la ciudad, segùn otro observa- dor extranjero no menas irnpresionado, era exce- lente y los afort unados madrile rïos no precisaban de ningû n estuerzo para mantener inclu so li mpias sus calles, gracias a la bondad dei clima seco de la ciudad (P. G. Bussy, Campagne el souvenirs d 'Espagne, 1823).

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Artículo publicado en 1989 en la revista Historia 16.

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Page 1: La ciudad y la higiene pública

La ciudad y la higiene publiaMadrid en la primera mitad deI 8iglo XIX

Par Federico José Ponte ChamarraHistoriador

LA imagen que de SI misma nos muestra unagran ciudad es siernpre com pleja y varie­

pinta; en ella tienen cab ida inseparablemente laluz y la sombra, la asombroso y la mediocre, ellujo y la miseria. En cierta med ida podriamos de­cir que la ciudad es distinta para cada uno desus habitantes. En ella unos prosperan, otrospad ecen y otros tuchan jrremed iable rnente parsobrevivir . La ciudad no es, por tante, iqual paratodos . y su descripciô n no puede ser par ellouniforme .

Seguramente la vision mas pintoresca de laciu­dad es la que relatan los viaieros que la visitan yen mayor medida los de otros paises y culturas.Estos viajeros escnbian posiblemente influidospor el caracter arriesgado y aventurera que aunposeian los grandes viajes de principios dei siglapasado, par la mentalidad romantlca que tenianmuchas de elles y par las diferencias - a veces

tan acusadas y lIamativas- entre las costumbresde sus pueblos y el nuestro.

Para un viajero francés de princip ios dei si­glo XIX, Madrid , ciudad pequena y desértica , re­pleta de campanarios y conventos ciertarnenteparecidos a los rninaretes turcos, tenia un aspec­ta de ciudad oriental. Sus calles limpias y asea­das eran frecuentadas. adernas de par los con­sabidos ciudadanos. por una singuJar variedadde capuchinos y de manies de Ioda clase de bar­bas y colores (L'Echo du Soir, 31 de octubre de1826) (1).

El aspecta de la ciudad , segùn otro observa­dor extranjero no menas irnpresionado, era exce­lente y los afortunados madrilerïos no precisabande ningûn estuerzo para mantener incluso limpiassus calles, gracias a la bondad dei clima seco dela ciudad (P. G. Bussy, Campagne el souvenirsd 'Espagne, 1823).

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Esta ciuda d soleaca, limpia y seca -opinionde estos antiguos turistas- , tenta entre sus mu­rallas algunas de las calles mas be llas de Euro­pa (calle Alcalà, Toledo, Atocha, Mayor, etc.) ydispon ia, segùn la duquesa de Abrantes -exper·ta bebedora de agua segùn ella misma se defi­nia- , de luentes bondad osas y saludables (Mé·moires secretes ou souvenirs historiques sousNapoléon..., Paris, 1837).

No era ésta, sin embargo, la vision de la ciu­dad que tenian algunos esc ritores que nacierony vivieron en la capital, como Mesonero Roma­nos! para quien la esplendorosa corte de princi­pios dei siglo XIX:

Presentaba toasvie el tnismo aire viitenescoque queda âesctito por un testiqo contempor é­neo a mediados dei sig lo anterior: su atumbrado ,su limpieza, su salubridad, su poucie urb ana, enfin, eranpoco mas que insignificantes: la seguri­-sea rmsm«, comp rometida absolutamente a cadapaso, hacia precisa a cada ciudadano salir de no­cbe bien armada y dispuesto a sufrir un combateen ca da esquina; sus mercados, desprovistos debastimentos y solo ab iertos , en virtud de las te­sas y privifeg ios, a las clases mas eteveaes: suscomuniceciones con las provincias poco menasque ineccesibies: sus estsbtecimientos de ins·ttuccion y de bene licencia en el estado masdeplorable; sus. celtes y paseos, yermos ycubiertos de yerba 0 de suciedad por la de­sidia de la autoridad y el abandono de lapootecior; y los cadàveres de ésta seput­tados en medio de eila, en las boveaeso a las puertas de las ig lesias, 0 exnu­mados de tiempo en tiempo en grandesmondas para ser conducidos en lascarreteras al estercotero comùn (2) .

Pero, si.bien es importante la imagende la ciudad , 10 es mas aùn la de susmoradores, ya que muches de los pro­blemas qu e aqu ejaban a Madr id enesta época eran produc idos mas bienpor los mates hàbitos y malsanas cos­tumbres de sus ciudadanos que por lespropias carencias e inconvenientes de laciudad . Estos males habites y las defi­cien clas en la salud pùbli ca hab ian enra­recido tante el aire de Madrid que en un in·forme de i Ayuntam iento sobre la higiene , deiano 1804, se presenta una estampa de los ha­bitantes de Madrid en los anos anter iores a lasreformas de Carlos III ciertamente paté tic a, aun­que hoy al leerlo no podemos evitar el esboza runa cie rta sonns a:

Vista de la calle Mancebos y dei bemo de la Moreria enMadrid. en unaplumilla de La llustracion Espanola y

Americana. 1877 (izovieroaj. Mesonero Romanos (abajo)

Antes de que la magnificencia de nuestro ex­cetente monarca Carlos III hiciese limpiar las rna­reas de inmundicie, eran tan endémicas en Ma­dr id las escroiutes 0 lamparones y la raquitifis aencanijamiento, que los costurone s de i cueuo semiraban coma las armas de la villa y eran cono­cidos en las provincies los meatitetïos par figuri­lias de co tor amarillo de cera, los d ientes cstie­dos, co rcobados y contrshechos, de ruin figuracon su voz de tiple; ennegreciéndose los borde­dos, las hebi llas de oro y p lata y los tocado res delos mismos meta/es que han desaparecido con lalimpieza (Archivo de la Villa de Madrid 1/14 6/22).

La higiene pûblica

~egûn este informe municipal, las medidas in­dispensables para la rneiora de la higiene publi- ~

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ca que deberian de tomarse en Madrid eran, en­tre otras, las descritas a continuaciôn:

1. Limpieza dei canal dei Manzanares, lIenode fango y suciedad inmunda hasta paner susaguas corrientes y cristalinas.

Este trabajo deberian realizarlo pres idiar ios ypresos de leves delitas a quienes debi a alimen­tarse con gazpachas de ajoli a zumo de ajo conaceite y buen tinta de La Mancha, agua rdiente aran.

II. L1evar a hondonadas fuera de la pob laci6ny a distanc ia suficiente, libres de influjo de los ai­res, las piràmides de estiércol que afean tantocerca de la Puerta de Embajadores, Santa Bàr­bara y Puerta de los Pozos.

III. Trasladar a las alueras de la poblac i6nlas fàbricas estableci das en su rec into, de co­las, peines, cuerdas de guitarra, velas de sebo,curtidurias dei Hastro. de las huertas dei Car­men y de i Salvado r, coma de la huerta dei Baya;las herrerias, las zaurdas de los ce rdos y sus 10­daza les abundantes en las Panade rias, en don ­de los crfan envueltos en tada crase de inmun­dicia . Deb e condu cirse también a los barries ba­jas alejados dei centro los herradores que tra­ba lan en las ca lles angostas (coma la callede los Peligros, herrando mulas y cabanes fren­te al gab inete de Historia Natural), con conside­rable riesgo y fetidez para los c iudadanos. De­beria, asirnisrno, prahibirse la realizacî6n desang rias, la quema de carros y el esquileo deanimales en las calles, patios y cuadras de lascasas debido al pestilente olor que producen enla ci udad.

IV. Hasta que se verifique el canal de i Jara­ma y las alcantarillas, debe de cuidarse la lim­pieza de los pozos inmundos, las secre tas y lasalcan tar illas, proh ibiendo con grandes penas eldeponer en las canes y zagu anes de las casas.Asimisrno deb e multarse a los conductores delos ca rras de limp ieza q ue lIenan sus cubas desuerte que se vierte la inmundicia par las calles,o bien cuando 10 realizan rnaliciosamente .

V. Verifiquese a costa de la cont ribucion deivecindario una limpieza gen era! de todo s los ba­sure ras, zaguanes, buhardillas, patios interio­res, bodegas, aceras y calles , asi coma repa­rand o los mead eros de los portales, cuyos con­ductos est àn obstruido s en muchas casas y entoda s las caballerizas. Debe de prohibirse rigu­rosa mente el que muc hes indigentes que vivenen las buhardillas viertan sus deposic iones enlos tejad os , obstruyendo los canalones y cau ­sando goteras en las casas .

VI. Hàgase resp onsables a los vecmos detodo animal muerto que se halle en las inmedia­c lones de sus casas , obligândoles a extraerlosinmediatame nte para que no se ernponzonen losindige ntes que comen carnes mortecinas y nocausen con sus efJ uvios notables danes.

VII. La policla urban a debe vig ilar que los 10­greros que hacen acopio de surtidos de pata­tas, uvas, melane s y otros comestibles, cuidende su extracci6 n cuando se les pud ren, comode los confiteros , botilleros y bodegoneros quevierten en las cat les los desperdicios de sus res­pectivos oficios.

VIII. Oeben vigilarse los pozos de agua du l-

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Pobres dei ssêo de San Bernardino de Madrid (izquierda).Inauguraci6n deI ferrocarril Madrid-Alicante, 1858 (derecha)

ce y limpiarlos mas a menudo , evîtando asf laproduccion de tantas insectas y la fetidez quese praduce en ellas debida a la incuria de losvecinos.

IX. Oeben vigilarse espec ialmente los mer­cadas de pescada cuya fetidez es una de lasmas perniciosas para la salud, y suele en vera­no anunciarse a mucha distancia a los olfatosmas finos.

X. Los carbaneros, cerra jeras, pellejeros yotros oficios deberfan instalarse en los arraba­les de la ciudad evitanda asi los problemas quehacen padecer a los transeuntes los continuosacarreas de carbon realizadas par bueyes ynovillos .

XI. Oeben cuidarse las calle juelas sin saliday los muchas recadas que tiene la ciudad y queno han sido limpiados en sig los, y son unos au­t énticos albergues eternos para la inmundicia.

No es de extranar que tadas estas habitos ymalas usas hicieran que el aire de Madrid tue­ra, sequn palabras de Mesonero Romanos, me­mica.

De la lectura de los escritares de aquella épo­ca y de mùltiples bandas municipales al respec ­ta, se lIega a la conclusion de que los prab le­mas de higîene que padecfa Madrid tenian fun­damentalmente una doble causa. Par un lado,

"": - _.~

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las dilicultades que encierra el datar a una granciudad de los servicios suficientes que permî­tan una mejara de la calidad de vida, en un tiem­po hist6rico en el que las adm înistraciones mu­nicipales estaban tadavia poco desarralladaspara solventar los problemas derivados dei ex­cesivo y a veces incontrolado crecîmiento deuna gran uree . y en el que los ade lantas técni­cos eran caros y diffciles de aplicar. Y por otro,la desidia de los habitantes de Madrid y la con­tinua inobservancia por parte de éstos, de losbandos municipales en materia de higiene. Porello es corriente encontrar con frecuencia en es­tas bandas, junta a la prohibicion de algunapr àctica. la frase : Advirtiéndose demasiadodescuido en la puntual observancia de la resue l­ta sobre este particular..

No parecen , pues, desencaminadas las refor­mas que pretendfa el informe antes citado de1804; Mesanera Romanos, hacienda referenc iaen su Manual HisI6rico-Topogràfico, de 1854, ala situacion dei Madr id de los anos treinta, prac ­ticarnente retrata el misma Madrid que queda re­flejado en el informe. Hauser, basandose eneste autar cancluye que en 1834 la limpieza dela Corte se encontraba en el mismo estado deabandono que en el sig la anterior y que veinteanos después hab la mejorado la limpieza super­ficial de las calles, pero seguia tenienda la ca­pital una insuficiencia notable de alcantarillas ypar tante una deficiente salubr idad en el sub­suelo (Madrid desde el punta de vista médicosociat, Madrid, 1902, pàg . 210).

AI margen de las consideraciones que hacia lit'HISTORIA 16/103

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el informe sobre los problemas que ocasio na­ban a la salud pùb lica algun as pràctlcas pocosaludables de los habitantes de la vill a, la cau­sa qu iz à mas imp ortante de la que de rivabanmuchas de estas com portamientos era el insu­ficiente abastec imiento de aguas a la ciu da d yla inexistenc ia de un buen sistema de dis tribu ­elon de la misma.

Crea que es fécil imaginar las consec uenciassanitarias de una gran urbe de rn às de 170.000hab itantes en estas cond lciones (3).

El problema dei agua

La falta de este sistema de dist ribuc i ôn deaguas en la ciudad tenia su repercusién inmedia­ta en las vivendas en las que se sufrlan todos losinconvenientes derivados de esta carencia. La hi·giene persanal (4) y colect iva deblan acomodar­se, por tanto, a esta situacion, Ouiza la conse­cuenc ia mas notable de todo esta era el mal oïorde las casas, dei que decia Mesonero Romanosmi oueu: lIeg6 casi a neut ratizarse con las conli­nuas exhalaciones de los pozos, albanales, co­munes y vertederos de la tal casa (Escenas Ma­trilense s, pég. 59). Si estas inconvenientes eranpad ec idos par pe rsonas de clase media (5), est àcil imaginar las con diciones de vida de losbarrios madrileiios mas desfavorec idos. Hacien­da referencia a las cond iciones de vida de losbarrios pobres de Madrid en la segunda mitaddei sigl0 XIX, Hamser decia:

La gran mayoria de las calles de la parte infe­riot de los distritos dei Hospilal, de la lnelusa yde la Lalina, se encuentra desproviste de alcan­larillado; igualmente, una gran parte de las casasde estas betrios, sobre todo aquellas lIamadas devecin dad, carecen de agua, teniendo que ir abuscarla a la fuente p r6xima. Coma estas casa sse hallan ocupadas par la clase jomalera y me­nes/erosa, se comprenderé tecilmente el esladodep lorable de su vecindario a quien falta la masindispensable a la vida que es luz, aire y agua.(Ob. cil. pég. 314.)

Esta circonstancia es perfectamente aplicablea la primera mitad dei sig la.

No podemos olvidar que Madrid era un puntaimportan te de inmigracién donde venlan a pa rargentes de muchas provinc ias en busca de unamejor oportunidad para viv lr y terminaban en mu­chas ocasiones con escasos 0 nulos recursos so­breviviendo en algùn cua rtucho de la capital. Es­tas gentes - asi coma muchas otras de la Cor­te-, inqui linos de hab itac ionas insal ubles y pocohigiénicas, optaban as! par deshacersede susdesperdicios e inmundicia par las ventanas y bal­canes de sus casas con el acostumb rado gritode iagua va!, confiando que , a la puesta de sol,barriera el Ayuntamiento sus po rquerlas.

Hacienda Antonio Flores reterencla precisa­mente a este tema decia en una de sus obras:

Eslaba el vig ilante (refiriéndose al serena) conel mayo r desasosiego, sin atreverse a descansar

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en ningùn punta; con especialidad debajo de losbalcones. Porque era el casa de abrirse con es­trépito una ven/ana y salir una voz d iciendo iaguava 1 y caer el sueto un golpe de agua , que la os­curidad de la noche no permitie ver si era tutbte,pero el ruido indicaba que no era muy delgada...y coma ta que de noche se hace, de d ia apare­ce en media de las ca lles y aun en las orilla s yneste en las paredes, y en otras partes, si neotesida noche de viento apa recia vertido la que laautoridad hab ia mandado verter. (Ayer, hoy y ma­nana, Madr id , 1857, pég . 19.)

Pero coma estas aguas sucias y la basura quelas acompa naba no podian permanece r en lascaltes, el primer cuadro que alumbraba el sol erael de dos mulas que, arrastrando un enorme ta­blén, iban recogiendo toda la inmun dicia y llevan­dola a los vertederos que no eran sine unosbarrancos a zanjas abiertas a los ext rernos de lapoblacion ,

El Ayuntamiento publicé varias bandas prohi­biendo esta mala costumbre de deshacerse delos desperdicios e inmundicias par los balconesy ventanas, amenazando con enormes multas.pero las medidas no tuvieron, durante muchatiernpo, ningùn éxito.

Comovernas, no todas lascr iticas sobre los vi­cios y costumbres de un pueblo muestran siern­pre el rnisrno caracter grave y eircunspecto, y enellas tienen cab ida tamb ién la rnordaz, la satincoy hasta la poesia, coma nos la muestra este poe­ma, El Madrid de Ahora, publieado en Et Estu­dianle en 1839:

No mejor podré pinta rteel estado de la villa;de aldea hay casas en ellay aun cosas de oeneut«

Verdad es que no hay de esoque lIamamos policia;pero sabra par las callesen su lugar la inmundicia.. Cada paso es un peligrodice la expresi6n antigua.mas no mejar que a Madrida alguna casa se aplica.

Porque al andar par la calle,es conlingencia p rop incuade rec ib ir cosme IIuevede balcones y buhardillas.

Ya una macela le empapa,ya unos panales le pringan,ya una escoba le empolva,ya un botijo te bauliza.

La hora lIega que debieraser quietud mas ttenquite,y empiezan los chirrionessu ca rrera eslab lecida .

Maq uinas de Saba lin!,diab6lica artilleria,contre el oueto asesladay el aida asesina (6).

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Toda Madrid a tal horaes pura ... no se qué digay el aire espeso se mascaBun mas bien que se respira.

En etmostere corruptala cap ital sumergidamarca el bar6metro enunc iosque no hay nariz que no alijan.

A Ialta dei a/umbradola grata Iragancia guiaal pobre que un poco tardea su casa se retira.

Diversas escenas deiParque dei Relira de

Madrid (plumilla de Laüustracton Espaôotay

Americana.1871)

El hec ha, pues, deque las viviendas notuvieran agua cor rien­te hacla depender alas familias de i servi­c io de los aguadoresque transportaba n elagua desde las fuen­tes pùblicas a las ha­bi taciones par un esti­pendia (7). Este servi­cio estaba muy gene­ralizado en Madrid yestuvo sujetoa una re­g lame ntaci6n . La faltade un sistema de dis­tribu cio n de agua su­ponl a que las tuentespùb licas fueran de vi­ta! importancia para elabastecirniento deloshabitantes de la villaque no ten lan la tortu­na de disponer de pa­zas de agua potableen los patios de suscasas; pero esta ca­rencia de agua obliga­ba también a que di­chas fuentes sirvieranademàs para muy d i­versos usascomo pei ­narsey afeitarse, lavarcoches y calesines eincluse como pila desuministro en caso deincendio.

Los aguadores

A pesar de los co n-tinuos bandas munici­

pales prohib iendo esta utilizacion tan ind isc rimi­nada de las fuentes pùblicas que enturbiaba elagu a y la de jaba inservible para dar de beber alas caballerlas y ot ros usas, estas habites resul­taron dificiles de erradicar.

Las fami lias que haclan usa peri6d lcamente de iservic io de los aguadores, almacenaban el aguaen tinajas de barra , bien para disponer de una pe­que na reserva, bien para ahorrarse algunas pe­setas ya que los aguadores cobraban conformeal numero de viajes; al no sorneter estas perso­nas, segun Hauser, a una limpieza mas cuidado­sa las tinajas y cacharras donde almacenaban el

HISTORIA 161105

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agua potable, no era de extranar que estas aguascontuvieran, generalmente, una teune vetiede deanimaliculos acuàlicos (Ob. cil. p. 266):

De 10 dicho hasta aqul respecta a los prable­mas de salubridad de rivados de la talta de unared de distribucion de aguas, podemos con clui rque en este aspecta el problema de Madrid tentauna doble vertiente: por un iaco, dota r a la ciu­dad de un sistema de alcantarillado y desagüesque eliminara las aguas residua tes de la pob la­elon: en este cas o, el prob lema era complejo, yaque la canalizaci ôn suoterranea que existla en lacapital no ten ta por objeto, segün pa labras dePhilip Hauser, reeoger las inmundicias de las ca­sas ni obedecfa tampoco a un plan preconcebi­do; esta canalizacion. segün este autor, tenta porobjeto:

Recoger las aguas pluviales y las inmundlciasdlseminadas par las esnes, p ues no es poslblepensa r que hubiera sida destinada al alejamientade las mate rias lecales de las casas. En p rimerlugar, Madrid carecla de aguas hasta para losusas dotn ésticos y, en segundo luga r, los pozos

1 negros de las casas no fenian comuniceclon conla alcan tarilla de fa calle, y su fimpieza se elec­tuaba de cuando en cuendo. a expenses dei mu­ntcip io, par los carros de Saba tini. Es sab ido queno puede haber limpieze en las casas, en las etsr­jeas y en Jas afcantariflas sin corrientes de agua(Ob. cu. pp . 212-213).

El otro prablema consistia en lograr traer haciaMad rid aguas Iimpias suficientes desde los riosde la provincia , y dotar a la capital de un sisternaurbano de distribueion dei agua potab le. Ambosproblemas fueron solvent àndose, en la medidade 10 pos ible, una vez pasadas las prim eras dé­cadas dei sigla XIX, aunque no estuvieron exen­tas de dificultades.- Hasta que tueran construidos conductos paraunir los pozos de las casas a las de las alca nta­rilias, éstos deblan ser ümpiados regularmentepar el Ayuntamiento; en este caso, el suelo de se­d imentos detrlticos en el que descansa la Corteocasionaba no poc os problemas a los madr ile­rios. En un informe dei Ayuntamiento en el que semostraban los resu ltados de la inspeccion de lospozos alcan tariuados ent re 1824 y 1831 (A. V. M.4/29614), se serialaban las conti nuas filtracionesque se producian en los pOZOS cuando el terrenoera arenoso, y las aguas fecales se extend ian agran distancia a través de las tierras porosas,con taminando los ramales de agua potab le de laciudad . Este hecho se venta ob servando en loscont inuos minados que se realizaban en distintaszonas de Madr id y por las conti nuas reclarnacio­nes de los vecinos, que se quejaban de los per­juicios que les ocasionaban los pozo s de las ca­sas med ianeras. Este hecho hab la tacilitado eldesagüe de muchos pozos en los primeros anosde su cons truccio n, pero hab lan empapado ycontaminado el terreno. Este tipo de terreno se­dimentario habla perjud icado tamb ién a los po­cos canales de distribucion de ag ua potable y asus ramaies, quedàndose algunos obstruidos por

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la gran cantidad de materias calizas que Ileva­ban. En ocasiones. el exceso de materiales d i­sueltos en las aguas no las hacia aconsejablespara su cons umo.

Las soluciones a estas prob lemas se irian ma­terializando, afortunada mente, en la segunda par­te de i siq lo, con la extension y mejora de la redde alcantarillado y con la creaci6n de i Canal deIsabel l!.

NOTAS

(1) Ver Eugenio Sarrabto La vida en Madr id duran te la ocu­paci6n francesa. 1808-1813, Il Congreso Hist6rico ote-naclona lde la Guerre de la tndependencta. Zaragoza, 1964, p. 171.

(2) Mesonero Romanos, R. fi antiguo Madr id: paseos hist6­rico-anecd6ticos por las cenee y casas de esta villa, Madrid ,1861, p. LXVII.

Este aspecta de los ntos lunerarios y el problema de la saludpûblica pued e verse detenicamente en mis articu las. Los en­terramientos en Espafia, Madrid, Historia 16. nèrn . 113, pp.86-92 , Y en La transformaciOn de los enterramientos en el si­glo XIX; la creac i6n de los cementerios municipa les y su proble­mstice. Madrid . Anales dei Instituto de Estudios Madriletlos.1985 .

(3) Segûn P. Hauser. los 2.990.562 litros claros de que dis­ponta Madrid en tiempos de Femanoo VII scpco ranuna mediade 15 litras por hab itante , c anl idad considerada msuticiente (noes extrano. teniendo en cuenta que esta cantidad engl obaba elusa pùbûco y privado de la meme).

(4) Antonio Rar es en una de sus ob ras nos relata la visita auna casa madr üena y otee a este respecta: Pieza en aonae la­varse el cuerpo no hay ninguna, pero en todas el/as puede co­tocerse una jo/aina para estregarse los ojos y mojarse las unas.La Sociedad de 1850. Madrid , Alianza , 1968, p. 59.

Ante esta circunstancia , la hig iene person al era obl igada ha­ce rta en las casas de bano s. de las cuales decra Mesonero Ro­manos : Todo esta muy bien. .. y sin duda que reve/a un ade/an­10 en /a civi/izaci6n de nuestro pu eblo; pero (,qué es el/a tcae­via?, una docena de establecimientos entre buenos y mece . yen todos ellos, coma unas cien to cincuenta p ilas para serviciode un pu eblo de doscientas mit aimas. Escenas...• p. 245.

(5) la imitaci6n de los modelas de vida franceses. sobre Iodapanslenses, por parte de la asse media espa nota. hab la lIega­do ioc fuso al lenguaje. Sin embargo. en materia de higiene pn­vada hab la notab les dilerencias con aqueüa. Pi y Montes. cons­c ientes de esta situaci6n ciert arnente oaraoopce. qu iso oejartacon acert ado humer un espacioentre sus urees y ast escnbioen una oc asion. Subimos la esca /era y entramos en el cuartode Penco .... me gui6 el cneoo, y al lIegar a una pete. sala acuM a. me dijo: Esta es la camara de mi senora; yo. que 01ca­mara y oti que todo apesraba camolosgatos de Argalia. y peorque antes las calles de Madrid , le pregunté: t Esta la seoora enel rerrete? iSeflo r. not, toue esta en la fea/erta! Pi y Montes .Ouince dias en Madrid, Barcelone . 1830 .

(6) l os veciros deb ran saca r la basura a la ca lle despuésde las once de la noche y debian abandonarla en media deésta; po sterlormente. estas inmundicias eran arrastrada s por untab16n transversal, tirade por unas mutas: A. V. M. 21177/158 .Existfan también unos basureros para escombros de obras yotros desbechos. que eran limpiados una vez a la semana. AV. M. 21173/91.

(7) Hauser, cnttcando la falla de cela de alg unos de estasaguadores, decfa de ellos qu e en los veranos de sequfa y deescasez de agua tenian rodavfa mas ganancia, pues vendianel agua a los que no eran sus clientes a raz6n de unas pesetaspar cuba; y. para po der salis/acer a los pedidos de un mayornumero de pe rsonas, recogian algunos el agua esrancada enlos pilones. sa/urada de poIva y de otras sustancias extranas.Madrid desde el punta... p. 266.