la ciudad de al lado

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La ciudad de al lado Clear ideas, 1958 - Rene Magritte Esa tierra que con nada se mezcla. Pero en ella yacemos y somos ella, Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra. Ana Ajmátova Querida hermana Alma

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Relatos de Recados menores Libro de Milagro Haack

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La ciudad de al lado

Clear ideas, 1958 - Rene Magritte

Esa tierra que con nada se mezcla. Pero en ella yacemos y somos ella, Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.Ana Ajmtova

Querida hermana Alma

Hoy amanecimos con lluvia de toda la noche despus de un calor infernal, ahora no para de llover y los temores se agrandan por los bajones de luz, por las alergias, por los benditos manuelitos (todava existen) que entran por todos lados, dndose golpes, dejando sus alas los pobres- sobre el piso. Eso me trae recuerdos del terreno donde crecimos rodeadas de rboles, de espacios para escaparnos a curiosear todo lo mgico, aquellos escondidos en el monte. Tiempos de encuentros, de ir a la misa, al colegio, caminando kilmetros para ir a otra ciudad, luego retornar a la casa jugando con lo desconocido dentro de ella, lejos de la nuestra ciudad de al lado, porque eso era, una ciudad con sus puntos cardinales, por ejemplo a qu no te acuerdas el limtrofe por el sur? Pues te refresco la memoria, con la Santa Cecilia, por el norte con el Cerro Las tres Cruces, por el este con el famoso Los Nisperos, un poco ms all, estaba la bodega de Arrallago, por el oeste con nuestro lago, el lago despus del Campo Alegre. El parque y la quebrada que atravesaba toda la ciudad. Todo era como perfecto, sabemos que los caminos dentro de la ciudad eran muy frecuentes, muchas veces pasbamos la noche en vela, quizs, no s si mirabas las estrellas desde algn rincn de un rbol que nos tocaba. Todo pasaba muy rpido, sin embargo, aquella pequea inocencia nos llevaba de la mano a otros lugares como el de este hoy, con el primer aguacero caen los mangos. Bueno, mi abuela deca que no era bueno comerlos, pero no recuerdo si alguna vez le hicimos caso.Recuerdas nuestra casa de la infancia, pareca enterrada, casi no se vea desde la calle, eso era bueno. La de la ta Olga, estaba ms abajo que la nuestra y ms antigua. Tena un zagun que daba miedo, muy limpio, demasiado limpio, pero el escape de la abuela estaba ms bajo, un ranchito donde cocinaba una sopa que me gustaba y an siento su sabor, como el de su guarapo, las caraotas. Todo junto al abismo que nos separaba de Los Nsperos. Nuestra abuela Andrea, pequea de estatura, charlaba mucho hasta cuando estaba sola. Hay un detalle que no puedo pasar por alto la casita del Abuelo, era un misterio, llegaba directo a ella, luego sala al monte en busca de sus espacios de siembra. l era distinto a nuestra abuela, no charlaba mucho, siempre callado cuando llegaba de su trabajo a continuar el de la casa, cuidar sus plantas de maz. Bueno, el da se presta para ello, es como el olor a caf recin colado, con las montaas llenas de niebla y sobre todo, aqu no hay goteras, aunque por eso me levant pensando, buscando una para colocarme debajo de ella y volverme a dormir, sin pensar en desconectar todo para cuidar los enseres vivos an. Hay detalles leales haciendo puentes hacia el otro lado, no slo hacia ciudad, sino por el fro recordando la partida, esas separaciones de vida, pero mucho ms las que por ley natural nos dejan un universo para seguir vaciando vistazos de La ciudad de al lado hacindonos llegar el aroma del patio de la ta Paula bajando la cruz de mayo, despus de pasar das vistindola con ese amor por los ritos, siempre misteriosa, oculta tras el manto de sus andanzas llena de risas. Todos los fragmentos alegricos, despejando la entrada de cada puerta, de aquel patio sin altura, donde el lmite no era el problema, eran los misterios, los secretos muy bien guardados en cada bal aparentemente abandonado; todos hoy se miran uno a otros entre lneas para que otro da se disuelvan con la lluvia con cada hoja arrastrada por el mojado viento por toda su maana, nuestra maana de la ciudad de al lado.Hermana Alma, me imagino que tus recuerdos son visiones desde otro punto de encuentro, pero te doy los mos, los compartidos volando zamuras, despus de hacerlas nosotras mismas, junto al recoger merey para ponerlos al fuego y comernos sus semillas bien quemaditas. Mucho ms tenemos de la infancia, mucho ms como los pjaros cantando, el cristofu anunciado la mudanza de alguno, hacia el ltimo espejo. Hoy a pesar que contina lloviendo, sin el barro del patio o la calle llena de agua para introducir los pies viniendo del colegio.Tal vez, la Sombra se aloja por el ojo de este hoy, testigo de un mar no visto, sin embargo, la mirada, esa mirada callando la savia, el de compartir la misma sangre en un inseguro instante se unen dando abertura a esa otra ciudad que visitaremos pero, por ahora estamos bajo el cuido de aquellos das. Es bueno recorrer el puente, traer aquellos buenos piensos bajo su sombrero, custodindonos desde el crculo del otro lado hacia este de regreso. Un gran abrazo y siempre estoy

Milagro Haack

De recados menores.