la ciudad malalaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/la... · m. bernal,...

78
LA CIUDAD MALA (Cádiz en el imaginario andaluz) Juana Camacho Ortega Javier Fernández Reina

Upload: vutram

Post on 11-Mar-2018

218 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

LA CIUDAD MALA

(Cádiz en el imaginario andaluz)

Juana Camacho Ortega

Javier Fernández Reina

Page 2: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

2

0- La historia nacional-regionalista y la otra hist oria

“el caso excepcional de Cádiz, (…) un enclave genuina y exclusivamente

fenicio en el ámbito más occidental de Europa”

A. Caballos Rufino, Tartesos y el Carambolo

[Niebuhr] criticaba asimismo a los fenicios por su falta de raíces.

M. Bernal, Atenea negra

La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge, en buena

medida, como emulación de las que se cocían en otros territorios. El diseño de la

unidad, la grandeza y la libertad a partir de una plétora de pluralidades, miserias y

determinaciones varias urgió una propedéutica conceptual, un esquema de nociones que

permitiera estructurar la materia historiográfica en función del sentido buscado. Los

términos que pronto se demostraron imprescindibles fueron “mestizaje”, “absorción de

sangres y culturas”. Esta clave operativa, ciertamente de gran rendimiento, necesitó sin

embargo de un complemento ineludible: el “origen”. Había que anclar de alguna manera

la cadena de las sucesivas absorciones de pueblos, fijar una base sobre la que hubiese

actuado la primera de las modificaciones. Sin un tiempo y un lugar iniciales el proceso

de las mezclas se disemina hacia el atrás del tiempo y hacia los lados del espacio, se

precipita en una especie de entropía retroactiva incompatible con la determinación

sustancial que toda identidad pide.

Al origen se le puso por nombre Tarteso (1). La cosa así nombrada es descrita de

forma oscilante en la historiografía que en sentido muy laxo denominaremos

andalucista, como una federación de ciudades, un reino, o incluso un imperio, como la

heredera de la cultura megalítica o la cuna de la civilización helénica (hipótesis

aventurada por Blas Infante). La otra historiografía ha llegado a la conclusión de que

nunca hubo ese origen postulado. No encuentra por ninguno de sus métodos ese Tarteso

Page 3: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

3

anterior a la colonización, no ya como exuberante monarquía o próspera ciudad, sino ni

siquiera como una sociedad mínimamente compleja o elementalmente urbana, distinta

de la pura tribalidad que entonces predominaba en toda la península. Mito pergeñado a

partir de unas pocas alusiones oscuras y equívocas de las fuentes antiguas, hoy la

historia científica elude Tarteso, o lo usa como término descriptivo del impacto de la

colonización fenicia sobre el valle del Guadalquivir y territorios aledaños.

La desustancialización del origen primeramente pretendido, su desinflamiento

hacia la vaguedad de una sombra casi fantasmal, podía aún recuperarse para los

intereses de la historiografía de aliento andaluz. Inmemorial es vocablo de conveniente

ambigüedad. Lo desdibujado por remoto, lo apenas diferenciado por embrionario es, si

no aporte positivo de legitimidad identitaria, crédito a largo plazo y beneficio de la

duda. Y, a fin de cuentas, toda autoctonía está abocada a esa oscuridad amniótica. El

problema fue que la oscuridad no era tal. Afloraba la memoria de una fuente de luz

demasiado cruda demasiado cerca de las pretendidas tinieblas primigenias. Las rasgaba.

Imaginemos lo que supuso para ese imaginario casi adámico la noticia de que a

media hora de navegación de su Andalucía de chozos redondos se erigía una ciudad,

alotóctona y potente. Una ciudad poblada por gentes que sabían leer y escribir, fabricar

cerámica a torno y vidrio, construir casas pétreas de planta cuadrangular, navegar en

alto bordo, tejer paños de púrpura. Esas gentes, inventoras de la polis al decir de

Nietzsche, y que en aquella época estaban enseñando a los griegos algunas técnicas

fundamentales, establecieron con los indígenas de tierra firme unas relaciones

modélicamente coloniales, basadas en lo que los historiadores que las han estudiado

denominan “intercambio desigual”. González-Tabanera (Las raíces de Europa), después

de calificar el concepto tradicional de Tarteso de “entelequia”, lo explica como el

recuerdo de un probable “estado vasallo en la región de Gádir” dominado por “una

especie de Compañía de Indias protohistórica”. El desfase cultural era de una

envergadura como apenas llegó a serlo en el siglo XIX el que legitimó a los ojos

europeos la colonización de los africanos; ni siquiera la explotación de las principales

riquezas naturales del territorio, el beneficio de la plata, o la elaboración del vino y el

aceite, comenzaron antes de que los gaditanos asumieran la dirección de la economía de

la zona. El impacto de la fundación del emporio se percibe en todos los aspectos de la

sociedad autóctona. Los lugareños empiezan a invocar dioses fenicios, a trazar más

cuadradas sus chozas, a mirar con más respeto a sus jefes tribales, ahora cargados de

Page 4: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

4

deslumbrantes recompensas por hacer trabajar a su gente en las minas y en los campos:

los barcos no pueden ir vacíos a Tiro.

Un régimen de explotación colonial que utiliza una red local de protoseñoritos se

consideró intolerable como primera página de la historia de Andalucía. Al menos para

quienes, a las notas de su himno, cantan su esperanza de que volveremos a ser lo que

fuimos. Máxime cuando la heterotopía gaditana, lejos de constituir un episodio

pasajero, se mantuvo durante siglos. Heterotopía en el sentido que le dio Michel

Foucault: un espacio segregado de su entorno por una discontinuidad. En efecto, los

habitantes de la pequeña isla estaban en todos los sentidos menos en el físico más cerca

de Tiro o de Cartago que de las comarcas que tenían delante, distinguiéndose

progresivamente en esto de las fundaciones fenicias de tierra firme. Y cómo no, si

mucho más tarde, ya siglo y medio después de la incorporación al mundo romano,

consta que la ciudad conservaba su lengua, sus costumbres y sus instituciones, nacidas

todas en el otro extremo del Mediterráneo.

Pero tan brutal infortunio tuvo un respiro. Justo cuando empezaba a apabullar la

larga mano gaditana en los asuntos iniciales de Andalucía –el arqueólogo José Luis

Escacena apunta en una reciente publicación la probabilidad de que la actual capital de

la región fuera en su origen una colonia de Cádiz-, justo entonces vino a España Adolf

Schulten. El visionario de Tarteso por motivos profesionales –quería hacerse famoso

como Schliemann descubriendo alguna ciudad perdida. Aparte de sus desvaríos por los

arenales de Doñana y por los de la filología clásica y bíblica, su aportación a la

protohistoria nacional, y de rechazo a la regional, consistió en una buena nueva traída de

su país: los indoeuropeos, encabezados por los brillantes griegos, eran definitivamente

los buenos de la historia antigua; en cuanto a los semitas, en especial los entrometidos

fenicios, la consigna se resumía en desprecio y ninguneo. Acabada la segunda guerra

mundial se abrió en Europa el dossier crítico de esa tergiversación de manifiesta

componente ideológica, pero, en la España de Franco, mandarines como García Bellido

o Tovar apuraron aún durante decenios la inercia de una forma de antisemitismo que

gozaba de simpatías oficiales. En la primera página de su España y los españoles hace

dos mil años (1945), el primero de los citados caracteriza a los fenicios de “interferencia

histórica (…) que sirvió durante casi toda la Antigüedad de pantalla opaca que impidió

que las luces griegas llegasen a iluminar clara y nítidamente estas apartadas regiones de

la oikouméne”.Y en la segunda, Cádiz aparece como el instrumento interferidor: “un

hito importante clavado por los púnicos unos 200 ó 300 años antes de que sus rivales

Page 5: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

5

comenzasen a interesarse por nuestro lejano mercado”. Hito clavado, y encima por los

indeseables, no es quizá la metáfora más digna para saludar la entrada en escena de la

primera ciudad “española”, pero en la historia nacionalista todo vale.

Reavivado por el racismo europeo, este antisemitismo no es una novedad en la

historiografía hispánica. En su notable Tarteso. La construcción de un mito en la

historiografía española, Manuel Álvarez ha reconstruido su largo recorrido. Desde sus

inicios en el siglo XVI, los habitantes de Cádiz quedan bien caracterizados como

pérfidos comerciantes atraídos por las riquezas de un país, feliz hasta su llegada, que

ellos acabarán tiranizando. Ocampo, cronista oficial del emperador Carlos, a propósito

de un tardío conflicto armado entre autóctonos y gaditanos al que aluden fuentes

antiguas, describe así a los insulares: “crueles y matadores, según Aristóteles apunta,

diciendo llamarse Fenices, porque solían matar á quantos hallaban donde quiera que

viniesen con sus navíos. Y porque (…) en lengua Griega significa matar, los llamaron

Fenices, y Fenicon al tal deseo de hacer muerte…”. Con Juan de Mariana, redactor de la

primera historia completa de España, “se consolida una imagen muy negativa de los

fenicios y cartagineses que arraiga con enorme fuerza en la historiografía española. Eran

–continúa Álvarez-, a su juicio, gentes “de avaricia insaciable, de grande crueldad y

fiereza, compuestos de embustes y de arrogancia, gente impía y maldita…”. En cambio

“Argantonio y, por extensión, Tarteso, se perciben como reservas de españolidad que se

opone, al menos temporalmente, a la conquista de los orientales.” Los historiadores

ilustrados del XVIII rehabilitan pasajeramente a los fenicios, en quienes reconocen una

especie de “ilustrados de la Antigüedad” y los civilizadores de los primitivos españoles.

Sin embargo, es curioso que ni siquiera en ese contexto la ciudad de Cádiz se libre de su

marca negativa. Los hermanos Rodríguez-Mohedano loan la sabiduría del legendario

Argantonio, entre otros motivos “por su voluntad de contar con el apoyo de otros

pueblos frente a unos gaditanos –los únicos fenicios no asimilados a los españoles- (el

inciso es de Álvarez) crecientemente ambiciosos”. Y Masdeu, el otro historiador

importante del periodo, vuelve a atribuir la caída de Tarteso “a un enfrentamiento con

los fenicios de Cádiz y a la intervención cartaginesa en auxilio de sus hermanos de

sangre.”

Lo que el nuevo racismo europeo aportó fue la opción de potenciar el elemento

griego, muy precario en la zona para la actual historia científica, como antídoto de la

demasiado contundente presencia semita. Para Joaquín Costa el nombre de Argantonio

“no es íbero, ni etíope, ni fenicio, sino aryo”. Y sospecha que su padre era griego. Esta

Page 6: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

6

vena helenófila tendrá espléndido futuro imaginario en las novelas que aquí se

examinan. También lo tendrá otro importante trabajo conceptual de Costa, a saber, el

desdoblamiento esquizoide de la ciudad problemática -problemática porque, siendo

mala, las fuentes más consistentes se empeñaban en que también era todo- en un alma

pérfida, extranjera, y un alma buena asimilable a la patria, escasa por entonces de urbes:

“Costa diferencia entre una Cádiz tyria -fenicia- y una Cádiz tartesia -greco-indígena-”.

Antes de sonreírnos ante este espectacular expediente ad hoc, meditemos lo arduo de

poner en pie una historia patriótica, no de la nada, sino contra la otra historia.

Como alemán de su época, Schulten se mostró duro con estas componendas que

no limpiaban suficientemente Tarteso del elemento étnico incorrecto. En absoluto podía

admitir la identificación de Tarteso con Gádir por su incompatibilidad con la atractiva

tesis de un imperio occidental ajeno al mundo fenicio. A partir de sus principios firmes

las conclusiones fluyen sin dificultad: “Dado que Tartessos es una antigua civilización

occidental, la identificación de su capital con la colonia fenicia de Gádir no puede ser

más que una confusión”. El Padre de la Patria andaluza estaba libre de esa clase de

confusiones. “Los cráneos de los trogloditas andaluces examinados por el doctor

Maestre de San Juan, dice éste que se refieren al tipo caucásico, o sea al denominado

tipo europeo” (El ideal andaluz, p. 55). Y una página más allá, otra inferencia

indubitable: como los “autóctonos andaluces” tenían escritura fonética ya en el

mesolítico “no fueron, pues, los fenicios los que nos enseñaron a expresar con letras el

pensamiento”.

Habiendo desarrollado bien la historia nacional española la invención de Tarteso

y la difuminación del papel de la primera ciudad de Occidente como elementos

importantes de su construcción, los historiadores de Andalucía, de Guichot en adelante,

se ahorraron desgaste neuronal, pues esos instrumentos eran igual de útiles para su

discurso. Ellos tampoco escaparon a la alternativa: o borrar Cádiz (su dimensión

determinante) del mapa inicial de Andalucía, o desfigurarla hasta privarla de su carácter

foráneo. Una parte de Andalucía no podía preceder a Andalucía. Ni ser extranjera.

En el ámbito de la investigación rigurosa de las últimas décadas han acabado por

diluirse las fantasías asociadas a una civilización indígena anterior a la fundación de

Gádir, o independiente de su influjo colonial. Pero las inercias identitarias son tenaces,

y lábiles. Refrenadas en la esfera científica, fluyeron hacia otras menos controladas.

Expulsadas de la historia, buscaron una segunda vida en la novela histórica. Género de

promisión por las libertades que ofrecía, allí se instalaron las pulsiones integristas y el

Page 7: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

7

desamor a la ciudad insular, el orgullo del terruño y las ansiedades edípicas, la buena

conciencia y la mala fe. El propósito aquí empeñado es analizar esa ingenuidad en su

reciente avatar literario.

Nota

(1) Aceptamos la grafía propuesta por M. Álvarez en Tarteso. La construcción de un

mito en la historiografía española, aunque en las citas se respetarán las formas

Page 8: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

8

alternativas que aparecen en las novelas (Tartessos, Tartesos, Tartesis). Igualmente

transcribimos tal cual la palabra cananea sarím, empleada en la primera de las obras que

comentamos, tomada ahí por singular a pesar de su forma de plural. En cambio, hemos

uniformado el nombre antiguo de Cádiz como Gádir, porque al acentuar la última sílaba

-consenso de todos los narradores, exceptuado el que fue también catedrático de

historia-, se desnaturaliza un topónimo que ha mantenido el acento original en todas las

lenguas que ha atravesado, incluida la versión castellana vigente.

Page 9: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

9

1- Tartessos , de José María Maeso: el grado pleno

La historia con hache minúscula: Argantonio (630-550) reina en Tartessos,

cuyos principales productos comercializan los fenicios de Cádiz. Hiarbas, pentarca de

la plata, se siente atraído por Anae, pitonisa en el templo de Turpa, la capital del reino.

Cuando ésta desparece, él navega en su búsqueda hasta los mares del norte y hasta el

extremo Mediterráneo. Su amigo Milo, hijo del sufete de Gádir, es el principal

sospechoso de la fechoría. Hiarbas, reducido al cabo de sus aventuras a la esclavitud, se

encuentra con el gaditano, cuya actitud hostil –lo compra para que reme en su nave-,

junto a los indicios que Hiarbas ha detectado de una trama cartaginesa para hacerse con

el control del comercio de occidente, le inducen a los peores presagios. Regresados a

Tartessos, el héroe descubre que Anae actuaba como agente púnica, y que había sido

detenida en secreto por el propio Argantonio en el interior del país. Antes de que pueda

rescatarla, otros involucrados en la trama la envenenan. Milo, también al servicio de

Cartago, expía su traición a Tartessos inmolándose en un ritual gadirita.

Page 10: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

10

Lo otro cercano

“Gádir, la ciudad vecina de la nación tartesia”

(p. 43)

El prefacio de la novela ofrece, como perla freudiana, una denegación

(Verneinung) liminar: “el país Tartéside no es un mito... ¡es una realidad!” (p. 16).

Publicada en 2004, se escribe -y debe leerse- tal que si la arqueología no hubiese

reducido el fabuloso reino justamente a puro mito historiográfico. Esta generosa licencia

literaria respeta, no obstante, un límite preciso, cuya transgresión habría supuesto la

renuncia a la pretendida cualificación genérica. Malamente aspiraría al marbete de

novela histórica un texto que, fantaseando casi al completo sobre la sociedad evocada,

además borrase de la escena el único de sus elementos conspicuamente verídico. Incluso

el estrato más laxo del subgénero exige contrarrestar la invención con una proporción de

referencia real, de modo que la exaltación idealizada de los orígenes de Andalucía,

intención declarada del libro, no podría prescindir de su lado oscuro: “esos zorros de

Gádir” (p. 85).

Esa asumida dualidad se anuncia incluso antes de que empiece la lectura, pues el

mapa del territorio provisto en el volumen no se titula “Tartessos”, sino “Tartessos y

Gádir” (reproducción en pág. 60). Primer gesto de disimulación, relegar a una ubicación

más discreta la doble evocación que, de acuerdo con la lógica del relato, bien hubiera

podido figurar en la portada. Porque, en efecto, aquella lógica se configura

esencialmente como oposición binaria de las dos entidades, según un juego de antítesis,

intentados atenuamientos y contradicciones, cuyo despliegue constituye el escenario

conceptual de la historia. Distinguir cuál es el término positivo de la oposición y cuál el

nagativo es tarea que el lector ejecuta sin excesivo gasto de sutileza.

De un lado, a Tartessos se le atribuyen una serie de descriptores que lo

identifican con la Andalucía esencial, verificada así en su origen, o sea,

intemporalizada. Su eterna identidad se sustenta en símbolos mítico-culturales de

inequívoco reconocimiento. El peinado de la sacerdotisa de Turpa aparece “rematado

por una peineta de plata”. Como si ya por allí murmurasen los antitaurinos, el padre de

Page 11: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

11

Hiarbas defiende las corridas de toros en unos términos algo familiares: “Degollar a un

animal es propio de matarifes incivilizados, hijo, pero los tartesios expresamos nuestro

valor inmolando con respeto a la más poderosa de las bestias (...). Rondamos al toro

como la hembra corteja al amante (...) y es el destino ineluctable el que decide quién

debe morir y quién debe vivir tras el sagrado ritual (...). No mostramos crueldad y sí

admiración, pues barbarie sería no concederle ninguna posibilidad para defender su

vida” (p. 99). Después se pasa de la teoría a la práctica, con la crónica minuciosa de un

sacrificio ante una multitud –denominada “público”-, que consume durante el

“ceremonial” “higos, dátiles y refrescos” (...)” (p. 100). “El animal, acosado y

extenuado, buscó la seguridad de los maderos bufando como el trueno. El final del

ceremonial se acercaba (...)” (p. 102). Poco antes hemos sabido de una singular especie

de romería tartesia celebrada en un paraje de arenales, agua y pinos, “próximo –indica

una nota- a la actual Sanlúcar de Barrameda”. Ellas llevan “trajes con bandas fruncidas”

(p. 49), se bebe generosamente “vino de Xera”, a la imagen divina se la invoca como

“Estrella Matutina” (p. 50), en su derredor “retumbaron los panderos y tañeron las

flautas” (ibid.). Hay un poco de desmadre -“jarana”, extravíos de parejas “entre los

pinares”, “lujuriosas cópulas” (p. 50-51)-, pero cuando, en la alta madrugada, el gentío

ve aparecer la efigie de la diosa en una carroza adornada con flores, “la promiscuidad se

convirtió en recogimiento y en clamores de éxtasis religioso” (p. 51). La mujer tartesia,

por su parte, parece pintada por Julio Romero de Torres, “de armoniosas formas,

mediana estatura, ondulante como un tallo florecido, con la piel color de ébano (...) ojos

negros” (p. 41). Item más, “admiró su cabellera azabache, peinada en rizos con sartas de

diminutos peines de oro, el bermellón de sus labios como granadas” (p. 41).

Del otro lado está la islita donde no hay nada de esto, caracterizada antes que

nada por la ausencia de los rasgos positivos acumulados en el polo identitario. El lector

andaluz sabe que Cádiz es hoy día la única ciudad de su comunidad autónoma que

carece de plaza de toros, la única que no tiene feria. Por si acaso, la novela explicita el

pasmo turístico de Milo cuando se consuma el rito de los arenales: “La sobrenatural

escena de las candelas (...) y el ardor del pueblo ante la diosa conmovieron lo indecible

al fenicio, quien, maravillado, confesó: -Hiarbas, (...) te aseguro que nunca vi a un

pueblo más devoto de la diosa Tierra que el tuyo” (p. 52). Natural esta sorpresa ante los

hermosos y libres ritos de la fecundidad en plena naturaleza en quien, como vecino de la

sórdida Gádir, sólo conocía otra cara bien distinta de la promiscuidad: “Vendían la

belleza de sus cuerpos sin recato por sólo unos siclos (...). Muchas, robadas de sus

Page 12: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

12

lejanos poblados, se habían acostumbrado a soportar una vida miserable de crueldad y

desesperación, pero, resignadas a su triste suerte, dispensaban sus favores a los

marineros y a los galanos de Gádir” (p. 131). En vez de los pinares y las violetas, “

sórdidas cantinas atestadas de facinerosos y truhanes de la peor hez” (ibid.); en vez del

convivial vino de Xera, el masikos, “una bebida fenicia fermentada y viscosa aborrecida

por el tartesio” (p. 130); frente a las divinidades indígenas, que bendicen y colman a sus

adoradores (Cf. p. 50), “los insaciables dioses” (p. 521) de la ciudad intrusa.

Cielo y tierra, sus regímenes de gobernación, continúan el juego casi monótono,

de tan simétrico, de las oposiciones. El ámbito sobrenatural sirve de escena a una de las

antítesis más dramáticas entre los modos de ser de las dos entidades contrapuestas a lo

largo de toda la novela. Antes de involucrar las intimidades personales de la historia en

un avatar que constataremos pronto, la pregona la voz autorizada, intempestiva del

augur tartesio, al parecer tan molesto por la maldad de los dioses que adoran los

gaditanos como por su condición extranjera: “Las deidades luminosas de Tartessos (...)

soportan con ira contenida a los sanguinarios ídolos trasladados por los fenicios del País

de la Púrpura. Nuestros dioses incruentos han entrado en confrontación abierta con las

deidades tirias, y asisten con estupor a los sacrificios humanos en nuestro suelo de

armonía” (p. 96). Cuando comienzan a mostrarse proféticas, al rey le martillea la

memoria de esas admoniciones, que aseguraban “la consumación de Tartessos por la

promiscuidad de los luminosos dioses con las sangrientas deidades fenicias” (p. 450). Y

al lector, quizá, la reiteración de los adjetivos calificativos y la misma obsesión por la

mezcla con lo extranjero. La confrontación declarada por el augur se repite en la esfera

de la gobernación humana –de tales dioses, tales hombres. Los tartesios aman a

Argantonio, “refractario a la tiranía, no había tartesio que no lo nombrara con el título

de padre”, y su dignidad monárquica de derecho divino no empece la bendición de “una

ciudadanía libre” (p. 77). En el lado oscuro de la novela se recorta la silueta

absolutamente simétrica de los gobernantes gaditanos; descubre el lector que el régimen

republicano no tiene por qué librar a un pueblo del despotismo más oriental: “por la

escala descendía, soberbio como un pavo real, Zakarbaal de Gádir seguido del más

lujoso séquito que jamás se había presentado en el muelle de Turpa (...). El sufete (...)

con afectada dignidad se acomodó la capa de tafetán de Babilonia (...) parecía la

comitiva de un sátrapa de Susa, altanera... (p. 518).

Pero en uno y otro margen del corte axiomático, es cada sociedad íntegra la que

recibe connotaciones complementarias. En tierra firme, saturación idílica, la edad de oro

Page 13: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

13

sin apenas rebozo: “la fraternidad de los clanes tartesios bajo el imperio inexorable de

las leyes esculpidas en oro” (p. 77), “y ordenaron -los egregios civilizadores de

Tartessos- la vida social del reino con decretos honrados” (p. 445), “La habitan gentes

hospitalarias que conviven como iguales (...) poco belicosos, afables con los ancianos

(...) en armonía con la naturaleza” (p. 23). En la ciudad insular, naturalismo

decimonónico, la edad de hierro del comercio deshumanizado: barrios de prostíbulos

“donde los robos y asaltos eran habituales” (p. 131), militarismo a gran escala, “el

control del triángulo de hierro de las bases tirias de Cartago y Gádir” (p. 72), sobre todo

idiosincrática avidez: “¡Esos cicateros gadiritas las revenderán en Esmirna, Tiro y Sidón

a más de trescientos!” (p. 84), “la interesada aristocracia comercial y los sacerdotes tan

codiciosos como una camada de hienas” (p. 132), “los sidonín de Gádir (...). Por el oro,

esos cananeos son capaces de los más siniestros atropellos” (p. 170), “¡Amasadores de

riquezas, cananeos avarientos!” (p. 519). Y la natural auxiliar de la codicia, la doblez,

ínsita en el “astuto Zakarbaal” (p. 132), que clava “sus maliciosas pupilas, plenas de

sutileza” (p. 139), como en todo su pueblo: “los sidonín estáis desprovistos de alma,

pero conocéis la manera de agradar a un hombre” (p. 324), “¡Habladores de lenguas

impostoras” (p. 521), “¡Ya lo decían nuestros abuelos, no te fíes nunca de un fenicio”

(p. 520).

La partición de buenos y malos, de lo entrañable y lo detestable, de nosotros y

ellos, no se asusta de la redundancia, como vemos, ni de la saturación. No renuncia a

adornos racistas, empleando expresiones que recuerdan las consagradas a los judíos por

la moderna sátira antisemita; dos personajes secundarios, índices del tipo humano

medio que puebla las calles de Cádiz, son designados como “mercachifle” (p. 467), uno,

el otro, fenicio oriental que explícitamente se asimila a los gaditanos al calificarlos de

hermanos, más floridamente como “saco de manteca, lujurioso y amasador de riquezas”

(p. 320). Y, después del cuerpo, el atuendo: el tocado fenicio es el “grotesco lébbede

rojo” (p. 200). No se priva tampoco de la semántica connotativa que en las películas

populares ensombrece a los villanos y sus pertenencias antes incluso de que inauguren

el despliegue de sus maldades, previniendo así el lujo de signos que se malgastarían

como neutros. Un “cielo gris violáceo” cubre la primera travesía del héroe tartesio a

Gádir, aquí sobrenombrada “La Fortaleza” (p. 123). Se cruza con “barcos fenicios

negros como la pez” (ibid.). En el puerto encuentra naves de guerra “con feroces

nombres” (p. 125). Y cuando el protagonista entra en la segunda Tiro, lo primero que

Page 14: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

14

vemos con sus ojos son “los cuerpos horrendamente despellejados de dos corsarios” (p.

126).

Estrategias de integración

“los fenicios de Gádir, sus todopoderosos socios y vecinos”

(p. 75)

El nacionalismo simbólico-cultural topa en la novela con el mismo escollo que

en la historiografía. Una vez demonizados la ciudad intrusa y sus habitantes advierte

que, en lugar de sanarla, ha enconado la infección. Un tumor incrustado en la epidermis

del territorio desgarra su clausura, cuestiona su totalidad. ¿Y cómo evitar que prolifere,

que envenene con sus negras metástasis coloniales todo el cuerpo del país “morada de

los dioses de la luz” (p. 246)?

A todo discurso que no puede encarar la verdad se le impone ineludible la

necesidad de lo verosímil. Construir una probabilidad a partir de lo imposible es el

trabajo retórico por excelencia, y también la operación del mito, ese relato que desanuda

las contradicciones de los hombres. Modelándolo como materia plástica, rearticulando

el discurso en las intimidades de sus estratos lingüísticos, las figuras de la poesía y de la

retórica ejercen de fórceps en los partos difíciles de significados. Uno de los más

potentes de estos instrumentos, la metonimia, ocupa el hipocentro de nuestro texto o,

por mejor decir, se extiende por todo su subsuelo como red de pasadizos ofrecidos a una

circulación segunda, disimulada de sus sentidos. La metonimia postula que las cosas

cercanas comparten siempre algo más que cercanía; que sus respectivos significantes

pueden traspasarse parte de sus significados. Si la característica más escandalosa de la

ciudad intrusa es justamente su intrusión, como si Tiro con toda su sociedad, sus

templos y sus lébbedes rojos la hubieran remolcado cuatro mil millas para fondearla a

Page 15: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

15

cuatro de tierra firme, ¿cómo extrañarse de que los bajos fondos del discurso novelístico

adquieran un sesgo metonímico? La difícil recuperación de la entidad que ha definido

en términos de inversión del polo positivo y santo no encontraría otra base posible que

esa, innegable, de la proximidad: desde el fondo inmemorial de las prácticas de la magia

de contacto los humanos se inclinan a creer que las cosas inmediatas se traspasan las

almas y los valores.

En un verso compuesto antes de que naciera Platón, al estrecho de Gibraltar se le

llama las “Puertas Gaditanas” (Gadeirídas pýlas). Maeso, siguiendo quizá a un

bibliotecario alejandrino con fama de poeta oscuro, corrige a Píndaro: “Puertas

Tartésicas” (p. 325). ¿Desliz? No, deslizamiento. Inocente por mínimo. Está tan cerca

que... Pero por mucho que se insista en la condición de vecinos, ¿puede de verdad un

“socio” ser “todopoderoso” ? (Cf. P. 75). ¿En qué consiste una sociedad en la que la

desigualdad roza lo absoluto?

Para lubricar ese severo desajuste están los deslizamientos propiciados por la

infraestructura metonímica. Poco menos insistentes que las fórmulas de oposición ya

revisadas, forman una contracorriente de aquellas que se reconocen inaccesibles a la

franca refutación. Sin negarlas de frente, las deniega. Sin propiamente objetarlas, las

relativiza. Las socava sin atreverse a tocarlas a fuerza de la incesante circulación de

deslizamientos que debería concluir en un deslizamiento circular de los sentidos.

Remolino, vorágine primigenia de un universo, o de una comunidad humana.

Tarteso, sociedad eminentemente rural para los arqueólogos, no sólo se contagia

en la novela de la urbanidad gaditana, sino que esta le llega adornada de una de las más

conspicuas señas de identidad, seguramente ya del Cádiz antiguo, pero sobre todo del

moderno: “cobijaba entre sus murallas una caótica maraña de miradores” (p. 70). Es

curioso que esas murallas, como las gaditanas, sufran el “hostigo de las batientes olas

del mar” (ibid.), cuando el mapa nos indica que se ubica en el extremo más resguardado

de un lago. Puede, pues, comenzar el trasvase de contenidos entre las dos ciudades, la

real y la fabulada, la aislada y la cabecera de un extenso territorio. Una de las columnas

inscritas que los historiadores sitúan en el templo principal de Cádiz cruza a la

población de enfrente en la página 72. En la 76, es todo el “patriciado comercial del

mar” el que se desplaza a la tierra firme. También las rutas oceánicas fenicias, cuyo

control fue uno de los motivos de la fundación de Gádir, pasan a sus vecinos del interior

(p. 236 y passim). Y no menos el cosmopolitismo de la ciudad insular; si creemos a la

página 38, la mayoría de los tartesios disfrutaba “de la emoción estética de la Hélade” y

Page 16: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

16

se comportaba “conforme a sus armoniosos cánones”. Sin embargo, Filóstrato escribe

en su Vida de Apolonio: “Llegado a Gádeira un correo de posta, que les ordenó que

celebraran sacrificios en honor de Nerón como triple vencedor en Olimpia, los de

Gádeira entendían de qué victoria se trataba (...) puesto que, como dije, están al tanto de

las costumbres de los griegos; pero las poblaciones vecinas de Gádeira, ni sabían lo que

eran los juegos olímpicos, ni qué era un certamen, ni una competición...”.

Pero las contradicciones con las fuentes históricas no son las más graves; larga

es la mano de la licencia literaria. Las propiamente disonantes son aquellas que

enfrentan la fábula consigo misma, las que rompen su coherencia interna y, con ella, la

verosimilitud. Si el fundador de la dinastía tartesia pereció “en lucha desigual” con el

Hércules Gaditano (=Mélqart) (p. 442), ¿es apropiado que precisamente el templo de

este último constituya “el oasis espiritual de los dos pueblos, el fiador de las alianzas

entre Gádir y Turpa” (p.134). ¿Y qué queda de tan espiritual fiador de alianzas, visto al

trasluz de esta promesa de Argantonio: “No está lejano el día en el que los sacerdotes de

Mélqart dejarán de decidir el precio de nuestros metales” (p. 117). Al ocuparse el relato

directamente de la índole de esas relaciones comerciales, el abanico de oscilaciones se

mantiene muy amplio. Cuando en la página 87 se califica de “temeraria” la propuesta de

abrir “las abundancias de Tartessos a los mercaderes helenos”, parece olvidarse que

diez páginas antes se da por hecho que el reino garantiza a los mercaderes de todo el

Mediterráneo sus fondeaderos para “el comercio abierto” (p. 77); ¿Y aquello de que la

arribada al tal lugar es el “gran secreto de los navegantes fenicios” (p. 15), que le tienen

hecho un “cerco” (p. 252)? ¿Un cerco abierto? Mientras que en la página 75 “los

fenicios de Gádir” están al servicio de los indígenas como sus “agentes comerciales”, en

la 116 se pregunta dramáticamente el monarca: “¿Hemos de permanecer con los brazos

cruzados hasta que Gádir nos devore?”. Comprensible que duerman en el olvido “los

tiempos en que intercambiábamos abalorios y cuentas de vidrios con los reyezuelos de

la otra orilla” (p. 140), que, con poca delicadeza quizá, recuerda el sufete a sus aliados;

pero el término reyezuelos pone en evidencia las pretensiones de Argantonio de que la

monarquía tartésica sea anterior a la fundación de Cádiz (Cf. p. 442 y 116). O, si ya

existía cuando aquellos trapicheos plurales, entonces no era tan monarquía.

El último recurso que le queda a la narración para atenuar la descomposición de

sus mínimos de coherencia pasa por extender el dispositivo metonímico. Estrategia de

diversión, un tercer elemento prolonga la cadena de deslizamientos más allá de Gádir: la

Cartago que en la tradición clásica del etnocentrismo asume la principalía de la maldad

Page 17: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

17

fenicia. La proximidad física entre los dos hitos iniciales se sustituye aquí por otra

funcional y simbólica. Igual que los contenidos positivos de la ciudad importada tienden

a desplazarse hacia la indígena, se intenta deslizar algunos de sus aspectos indeseables

hacia el ámbito de la responsabilidad e instigación púnicas. En su puesto medular de la

terna, Cádiz accede también por momentos a una especie de medianía en la maldad,

incluso, por contraste con la eximia, absoluta de sus parientes de África, a una bondad

relativa. Involucrado íntimamente este expediente en la peripecia de los protagonistas,

explicitaremos su operación cuando centremos nuestra lectura en aquella.

Hay momentos de la novela en los que el conflicto colonial se siente inocultable.

La resistencia es tal, no obstante, que su misma tematización se reviste todavía de los

rasgos típicos de lo reprimido. “Una rebeldía latente contra Gádir y sus gobernantes se

palpaba en el ambiente” (p. 520). “Una insidiosa corriente hostil a Gádir tomaba

cuerpo” (p. 170). Esta contra, insidiosa, ¿anida sólo en el alma de los tartesios, o

impregna también la de quien los evoca? En el prefacio, para calificar de ricas las dos

comunidades elige dos adjetivos que sólo en una lectura –y quizá en una escritura-

rápida se tomarían por homogéneos, por inocentes; Gádir es “opulenta”, Tartessos,

“pródigo” (p. 21).

Las personas

“Milo era un fenicio distinto a los demás (...) soñador y

escasamente mercantil”

(p. 36)

“Novela a medio camino”, dice su presentación en cubierta, “entre la epopeya y

el thriller histórico”. Pasemos de los amplios frescos de intención sociopolítica,

Page 18: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

18

comprensiblemente proclives a lo mítico y a lo ideológico, a los personajes sujetos a

motivaciones más concretas, inmersos en vicisitudes no tan previsibles. Descendamos

en la escala de la abstracción por ver si en lo individual sensible, provisto de nombre y

rostro y sexo, se abren otros caminos, o si, al menos, la obsesión identitaria se diluye. Al

trío épico de comunidades sucede otro humano, quizá demasiado humano y, sobre todo,

quizá demasiado minuciosamente paralelo al otro. Hiarbas, el tartesio de pura cepa;

Milo, el sarím de Gádir; y Anae que, en la anagnórisis final, se revela la inesperada

vicaria de Cartago. Pero esto todavía no lo sabemos.

De momento, la pitonisa de Turpa circula por la novela como una indígena a

todos los efectos. El hijo del sufete es su amante, y es el amigo también del “pentarca de

los metales” de Argantonio. Doble anudamiento con la raza vecina que trae los mejores

augurios de conciliación a la antítesis irrecuperable para el estrato más generalizante de

la historia. Ahora bien, cuando en su primera aparición Milo abraza “efusivamente” a

Hiarbas, el novelista precisa que lo hace “sin sombra de falsedad” (p. 37). Así que el

lector no tiene más remedio que empezar a preguntarse si este fenicio va a ser de verdad

“distinto a los demás”.

La tenue sospecha del lector no sufrirá decepción. Cuando Hiarbas, después de

partir en busca de la desaparecida Anae a escondidas de Milo, acaba cayendo en manos

de este, le revela a un colega de infortunio que “la venganza es un plato exquisito para

cualquier fenicio”, y al lector que, definitivamente, Milo era un fenicio cualquiera. La

más espectacular de las revelaciones se demora todavía hasta la teatral conversación de

Hiarbas con el rey. Perplejo ante las acusaciones contra Anae de este, farfulla: “¿Y qué

la indujo a traicionar a Tartessos? ¿La codicia, la ambición... ?” (p. 434). Sin vacilar, el

soberano responde: “Su sangre”. Al todavía más perplejo de que se ponga en duda la

lealtad de su propio clan, que cree también el de ella, Argantonio lo tranquiliza

descubriéndole que, aunque fue criada en el clan, el padre era ibero y su madre...

cartaginesa.” ¿Cartaginesa? –se sorprendió y sonrió-: ¡Eso explica muchas cosas!” (p.

ibid). Y tantas, en cascada. Después de todo, la supuesta pura sangre no era más que hija

de una vecina de Cádiz empeñada, por más señas, en introducir los impíos sacrificios

infantiles en el país de los dioses de la luz. De ahí el destierro de por vida y, en el

corazón de su vástaga, vengativo odio eterno como es propio de la raza.

La cadena de amistad y mediación Hiarbas-Milo-Anae era falsa, porque sólo el

metal de su primer eslabón se demuestra de ley. A la larga ingenuidad del tartesio

responden los fenicios con la simulación, rasgo predominante de la estirpe que, junto a

Page 19: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

19

la codicia, ya señalaba la cara etnográfica de la novela. La atractiva pitonisa es la que ha

seducido a Milo hacia la conspiración, como Eva al primer hombre, como Cartago

pronto, al final del siglo V, a la peor mano de Cádiz (“con una mano regaláis y con otra

robáis”; p. 530) a la participación en un recrudecido régimen de explotación colonial.

La fuerza de la sangre y la fuerza de los sentidos, los ancestros comunes y la común

pasión, convergen para hacer ineluctable el nudo que ata a los traidores. La esfumada

lealtad de Milo (“Se muestra leal”; p. 88) confirma la antítesis desplegada en los

paquetes teóricos insertos en el discurso narrativo, en vez de cuestionarla como parecía.

Si esto pasa con el mejor de los gaditanos, ya no hay nada que esperar; la frustración de

la vicisitud personal, en efecto, contagia la última perspectiva histórica del libro, apenas

velada en una interrogación in memoriam alusiva al por entonces inminente

estrechamiento de lazos entre Cartago y Cádiz: “¿Pretendía (...) adelantarse a los

tiempos que nos aguardan?” (p. 547).

La resonancia perfecta entre los planos general e individual sustrae esa novela

histórica al ámbito de la otra novela (la moderna, para intentar entendernos). Lucáks

caracterizaba esta por su héroe problemático, irrecuperablemente antagónico del mundo

en el que vive. Los de nuestro relato pertenecen, en cambio, a la categoría de los héroes

épicos, solidarios de sus sociedades. La derrota de Héctor ante Aquiles es ya la futura

ocupación de Troya por las mesnadas griegas; la conjura del gadirita y la medio

cartaginesa anticipa la traición general de una Gádir aliada a los odiosos norteafricanos.

La creación de Hiarbas, Milo y Anae promete un plano privilegiado para la mediación

estética, es decir, distanciado y relativamente independiente de la carga ideológica que

lastra los discursos más abstractos de la obra. Sin embargo, la homologabilidad exacta

entre los esquemas semánticos de ambos planos, la implicación completa de las

respectivas comunidades en cada personaje frustran esa expectativa, reduciendo la

posible disonancia de la peripecia novelesca a acorde redundante.

La supuesta expiación de Milo elige como instrumento precisamente el molk,

cuya intentada introducción en Tartessos por la madre de Anae había horrorizado a los

indígenas. La parafernalia religiosa no pretende ocultar su carácter de sacrificio político,

pero la verdadera dimensión de este se elude entre plegarias a Baal y cuchillos de

bronce, como si el ritual estuviese destinado a distraer a los lectores, y no sólo a los

tartesios. Una trama púnica contra el estado aliado es expiada con la eliminación del

hijo del mandatario de Cádiz; en el código ético de la política un acto tal se reviste de

una significación muy precisa, que apenas deja margen a ingenuidades. Tiene, además,

Page 20: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

20

todo el aspecto de lo que los políticos llaman un cierre en falso. La crisis histórica –la

intrusión de lo extranjero en lo propio- sigue abierta; pero, entretanto, las pulsiones

defensivas se han cobrado un par de víctimas.

Page 21: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

21

2- El hombre de la plata , de León Arsenal: el grado cero

La historia con hache minúscula: Necesitado de dinero para comprar una bailarina

gaditana, Alongis saquea la tumba de un jefe tribal usando el salvoconducto sustraído a

su tío, hombre de confianza de Argantonio. Con la prostituta y con una pieza, el pacto

de plata, fatal para sus poseedores, se embarca en Gádir rumbo a Tiro, pero ambos

perecen en un ataque pirata. El antiguo dueño de la muchacha, el griego Eutiques,

escapa con vida y, junto a otro rico griego de Mainake, planea burlar el monopolio

fenicio del comercio septentrional con ayuda del pacto robado. Uno de los parásitos de

Eutiques, que lo hurta con la idea de lograr una recompensa de los tartesios, es atacado

por un indígena del interior. Los de Mainake parten hacia las sierras en su demanda.

Después de sangrientas aventuras entre tribus levantiscas, es el tío de Alongis quien

consigue recuperar la plata maldita para su legítimo dueño, el rey de Tartessos.

El “Tartessos bastante verosímil” anunciado en la contracubierta apunta, con el

componente adverbial que subrayamos, hacia las formulaciones de mala fe denegatoria

difícilmente eludibles cuando se novela un reino en el que la historiografía

contemporánea ve sólo la fabulación de orígenes prestigiosos. Sin embargo es verdad

que, por contraste con nuestra anterior lectura, recibimos en esta la impresión de una

relativa sobriedad. Ayuda que la peripecia de los personajes, allí netamente subalterna al

esquema conceptual, presenta aquí valor propio; ya no ilustración concreta de lo

abstracto, sino propósito principal de una novela de aventuras clásica. El cuadro político

no desaparece, pero es menos político y más sociológico. La misma índole de los

personajes da cuenta del cambio de óptica; en vez de un ministro de Argantonio, un

simple soldado; en lugar del príncipe de Gádir, uno de sus innúmeros mercaderes; y una

Page 22: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

22

vulgar prostituta sustituye a la sacerdotisa del templo capitalino. Por lo demás, lejos de

concentrar lo esencial de la historia como aquella terna, sus aparentes correlatos

comparten el protagonismo con una pléyade de hombres y mujeres poco jerarquizada.

No faltan las claves simbólicas que inducen en el lector las identificaciones

preceptivas entre el pasado y el presente. La condición mestiza de las danzarinas se

traduce en la convergencia de índices folclóricos muy codificados; para el andaluz, sus

“castañuelas de arcilla –un instrumento de lo más popular en estas tierras” (p. 28); para

el gaditano, las canciones “llenas de guiños y dobles sentidos, otras eran soeces y

explícitas (...) despertaban las risotadas” (p. 29), transparente alusión a las coplas del

carnaval insular. La presentación de la troupe explicita esta dualidad adversativa:

“Cantadoras de Gádir, aunque se trataba en realidad de cuatro mestizas de la costa

suroriental; jóvenes y morenas, con el pelo negro y los ojos oscuros, y una gracia

natural en los movimientos. Pero era en Gádir donde habían sido adiestradas para el

canto y el baile, en la antigua tradición de esa famosa escuela” (p. 28). Famosa, porque

los clásicos latinos se hacen eco de las escandalosas “puellae gaditanae”. Tampoco

están ausentes las contradicciones que cuesta la sublimación de la realidad tartesia.

Magón, el mercader de Cádiz, recuerda el “tiempo en que no tenían [los tartesios] más

que piraguas, pero no tardaron en copiar de nuestras naves”; el mismo que en la 96

habla de una posible expedición gaditana a los mares del norte como “una intrusión en

comercios que siempre han sido suyos [de los tartesios]”; para que la verosimilitud se

enmarañe todavía un poco nos enteraremos después que un proyecto griego de

navegación al norte debería burlar “el bloqueo fenicio” (p. 117). El factor griego

aparece incluso potenciado en la obra de Arsenal, en la que la modalidad optativa de

Maeso -aquel íntimo deseo de Argantonio de contar con un contrapeso que lo liberase

de la dependencia de una sola raza y de una sola ciudad- se metamorfosea en otra real:

pululan por esta antigua Andalucía casi tantos helenos como semitas, y uno de los

escenarios es la fantasmal Mainake, supuesta colonia focense de la que los arqueólogos

no han hallado el más mínimo indicio.

Pero, en general, el enfoque es menos vertical, menos sucintamente político, más

encarnado en un cierto espesor social y, sobre todo, etnográfico. El delirio de un

imperio bien ordenado cede su plaza a un casi verosímil hervidero de tribus hostiles

entre sí, en el que los tartesios se imponen con dificultad como “primi inter pares” –

quizá por el motivo que señala el gaditano Magón: “Los tartesios son una raza que

asimila con rapidez (...). Aprendieron de nosotros minería y metalurgia, y

Page 23: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

23

orfebrería...”(p. 85). Y la euforia de un país de jauja occidental se circunscribe ahora a

una “clase acomodada” de indígenas -cuya descripción evoca el señoritismo

terrateniente-, “dados al lujo y la molicie, así como a la ostentación, (...) competían (...)

en el número y la riqueza de alhajas, en una amalgama de refinamiento y barbarie” (p.

27).

Topografía ternaria

Una porción importante de la novela -los capítulos 1 al 6, con un paréntesis en el

3 para el robo de la tumba- es, antes que nada, la topografía diferencial de tres espacios.

En seguida, la historia se pondrá en marcha para no detenerse ya, será movimiento

incesante de cabalgadas, de persecuciones a través de mares y sierras apenas descritos.

Pero antes de ceder a esa pulsión dinámica la rige otra bien distinta, bajo la cual las

acciones de los personajes permanecen en un segundo plano, tras el primero y

fundamental de los escenarios urbanos en que aquellos se insertan. Casi al contrario que

los protagonistas de Maeso, símbolos encarnados de entidades políticas, la fauna

humana de Arsenal se diluye en sus respectivos nichos ecológicos, plural y

hormigueante. Veremos que la estructuración de los tres espacios muestra una esencial

homologabilidad con la de aquella terna de próceres, como si la hubieran sucedido en la

condición protagónica.

Respecto de la oposición básica de la capital indígena y la ciudad oriental, el

Qart cumple la (frustrada) función mediadora de Milo; ciudadela construida por los

gaditanos a las puertas de Tarteso, intensifica, con su acercamiento a la ya cercana, la

figura metonímica que permite las operaciones integradoras entre colonos y

colonizados. La proximidad afectiva y sentimental de Milo se transforma en una literal,

puramente física, que no anula la ambivalencia ínsita en aquella truculenta historia del

corazón, sino que la traduce a otro código. ¿Por qué los fenicios no sólo llevan su

“gorro cónico” (p. 18) cuando acuden a Tartessos, sino también su ciudad?

Page 24: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

24

Entre la intimidad y el apartheid se despliegan las tres estaciones que

sucesivamente acogen al texto, vector que las atraviesa apuntando a lo otro desde lo

propio. La primera encierra la sede del poder tartesio, un palacio imaginado según el

modelo cretense o micénico de una cronología muy anterior, “dédalo de patios, galerías

y estancias que formaban el palacio de Argantonio” (p. 24); su principal habitante

procesiona “a lo largo del pasillo de piedras ciclópeas”, ataviado de púrpura, gran

pectoral y una “fabulosa máscara de toro, forjada en oro y bronce” (p. 23). Sin embargo,

quizá precisamente a causa de la inmediatez del Qart, la misma capital está minada de

filtraciones semitas. La casa donde se celebra la jarana con las danzarinas se dice “de

clara inspiración fenicia” (p. 27); en cuanto a las chicas, ya sabemos de su

adiestramiento en Gádir.

En lugar de un palacio, en el Qart es toda la ciudad la que se guarece tras

murallas. La bulla callejera, el ajetreo comercial lo caracterizan como una reproducción

a escala de Gádir. Su condición medial, por delante: “aun siendo un lugar fenicio (...) no

dejaba de ser un puerto occidental” (p. 38), desequilibrada hacia la otredad cuando su

templo de Astarté se califica de monumental según la “costumbre de los fenicios en

tierras extrañas” (p. 65). El santuario, “tanto centro de negocios como lugar de culto”

(ibid.), se nos entrega como anticipo del célebre de Mélqart, que cumplía esas funciones

en el cercano emporio.

Por fin, la plena ciudad fenicia, “abigarrada y populosa”, con “edificios de

viviendas de varios pisos, (...) tumultuosa y comerciante” (p. 89), conjunto urbano antes

que engastadura de monumentos. Fuera de la jurisdicción del rey teocrático, en Cádiz la

seguridad ciudadana -que en el Qart había empezado a quebrarse con la mención de “un

par de desharrapados (...) ladronzuelos (...) de esos que quitan una cadena o un dije de

un tirón... (p. 69)- deja definitivamente que desear; en tierra firme alguien considera la

eventualidad de “despachar” a Alongis, el ladrón, y añade: “Eso es más fácil hacerlo en

Gádir que aquí” (p. 72). No sabía qué verdad de orden universal salía por su boca quien,

poco después, estará a punto de perecer allí a manos de una banda de matones.

Tres núcleos diferenciados por sus determinaciones, tres escenarios naturales

según para qué clase de aconteceres, se suceden en una escala descendente, un poco

hegeliana, desde la idealidad sagrada hasta el pragmatismo comercial. Tarteso, marcado

por el arcaismo teocrático, teatro para procesiones de reyes enmascarados, o para el

robo sacrílego. El Qart, extensión de la intrusa, lugar franco propicio al intercambio de

mujeres -allí tiene su base la compañía gadirita que actúa por la zona- y también de

Page 25: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

25

diosas (Astarté). Y, en lo hondo de la escala, el espacio gaditano de la mercancía, donde

ésta reina sin límites y conforma toda la vida social, donde el primer templo, a un

milenio de distancia del sacro palacio de Argantonio, es “principal centro de comercio”

(p. 90).

La mirada lejana

Al catálogo de los tres espacios adyacentes, antepuesto a la diégesis aventurera

que se enseñorea del resto de la novela, lo precede todavía un capitulo designado por el

autor con el número cero, una especie de frontis grabado o de emblema del libro al

gusto seiscentista. Escrito en un registro de desolación épica ausente del cuerpo de la

obra, relata las postrimerías de una batalla salvaje. Los tartesios “danzaban y gritaban

(...) mientras personajes lúgubres, de mantos blancos y rostros pintarrajeados, recorrían

el campo con hachas en las manos, dando el golpe de gracia a los moribundos” (p. 17).

Restablecida así la hegemonía sobre la tribu rebelde, “el amo de Tartessos” cruza entre

los muertos y las últimas refriegas en busca del cadáver del jefe rival y, al encontrarlo,

queda “contemplando en silencio el rostro de su enemigo” (p. 20). Lo singular es que

este cuadro de claroscuro macbetiano carece de autonomía, con toda su carga trágica,

con toda su angustia, constituye sólo un espectáculo ofrecido a la contemplación de un

grupo de señores fenicios. La mayoría son forasteros, de Tiro, por eso el gaditano

Magón, en buen anfitrión, los había acompañado “hasta el campo de batalla (...) por

hacerles de guía”. Durante el combate, “rodeados siempre de sus mercenarios griegos”,

permanecen tan ajenos al peligro como si asistieran a una proyección cinematográfica.

A la mención de los golpes de gracia sucede inmediatamente la del frío interés con el

que los espectadores los seguían, “observándolo todo y comentando entre ellos” (p. 17).

No son sádicos ni romanos divirtiéndose en el circo, sino gente con cierto interés

etnológico -“habían querido ver la forma de guerrear de los pueblos del lejano

occidente” (p. 18)- y, sobre todo, político. La primera de las expectativas queda

Page 26: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

26

colmada por “el colorido y la furia desplegada”, aunque se perdían un poco en “la

vorágine de bailes, desafíos y luchas” (ibid.). Claro que “movían la cabeza al comparar

esos ejércitos tribales con la infantería, los arqueros, los carros de los imperios

orientales” (ibid.). Respecto de su interés más práctico, también la jornada resulta

rentable, “porque todo eso -los detalles de la batalla- eran como señales en la tierra,

signos que podían servir a los fenicios de Gádir para navegar en las turbulentas aguas de

la política indígena” (ibid.). Tanto que Magón, “viendo la cosecha de cadáveres y las

columnas de prisioneros maniatados, no pudo evitar un gesto de suficiencia” (ibid.). Y

se jacta ante los tirios -que “habían hecho lo imposible porque los gaditanos apoyasen a

los rebeldes”- de que los suyos habían acertado en el pronóstico del resultado. Aquellos

replican: “Si Gádir hubiera hecho algo, puede que esta batalla hubiese tenido un final

distinto” (ibid.). A lo que Magón responde con consideraciones de política colonial.

Los gaditanos han decidido no intervenir: separados de los indígenas que se

entrematan como por una gran pantalla de cristal, los observan neutros desde la lejanía

de otra humanidad -o de una inhumanidad. Su observar la escabechina, su comentarla,

los hace sujetos frente a unos seres reducidos a objeto no tanto de sus deseos como de

sus especulaciones. Pero, finalmente, ellos mismos se objetivan en la conciencia del

lector, que reconoce en sus actitudes, al contemplarlos desde su butaca contemporánea,

los signos inequívocos de una de las lacras de la Historia. La sobriedad que hemos

reconocido a esta novela, la neutralidad insidiosa de los fenicios de su prólogo, que es

también la hábil neutralidad de su enunciación, constituye un recurso de persuasión

literaria quizá más efectivo que los excesivamente enfáticos acumulados en la de

Maeso.

Page 27: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

27

3- Arganthonio, rey de Tartessos , de Juan Carlos

Alonso: el grado puro

La historia con hache minúscula: Arganthonio, todavía príncipe, solicita la mano de

Aretusa, la princesa de Gádir. Ophas, hermano de esta, nada más subir al trono gaditano

asesina al rey de Tartessos y a la propia Arethusa. Arganthonio cumple la venganza

matando al parricida en combate singular. Suceden un viaje del nuevo monarca por el

Mediterráneo y otras incidencias del reinado, hasta su catástrofe final a manos de los

cartagineses.

Busquemos esa Andalucía preludial, de claras constantes históricas (...) sólo y

suficientemente, a Tartessos.

(p. 202)

Comprendiendo, eso sí, que Tartessos es sólo esto: “el mítico JARDÍN DE LAS

HESPÉRIDES, la ATLÁNTIDA edénica evocada por Platón, el TARSCHISCH

opulento mencionado por la Biblia, el hospitalario PAÍS DE LOS FEACIOS descrito

por Homero en La Odisea y el conjunto de tribus que formaban la TURDETANIA

protohistórica, tienen el mismo modelo y la misma entidad: TARTESSOS” (p. 14). El

interés de un texto abiertamente naif radica en que disimula peor las intenciones, quizá

no tan distintas de las subyacentes en las otras novelas estudiadas como lo sugerirían las

primeras impresiones que produce esta narración delirante. Sobre todo si, como

veremos, la misma delirancia mantiene con la relativa prudencia de las otras unas

Page 28: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

28

relaciones después de todo fraternales, separada como está de ella por una diferencia de

grado -de grado de “simulación”, en buena medida- antes que de naturaleza.

Simplemente, un delirio mal controlado pierde capacidad suasoria. Y ofrece más inerme

los recovecos de su anatomía.

La primera cautela negligida por Alonso se refiere a la inscripción genérica de

su obra, deficiente cumplidora de los requisitos actuales del estatuto narrativo.

Acumular los registros de la ficción y el ensayo historiográfico debilita el libro en vez

de potenciarlo. El carácter formal de este pecado quedará en evidencia cuando, en un

próximo apartado, veamos cómo Maeso incurre en esa misma dualidad en el fondo,

relegando la segunda manera, eso sí, a un espacio textual canónicamente separado del

de su obra novelística. Ese no respetar las formas, o sea, la clasificación vigente de los

discursos, provoca en un libro, por ejemplo, un amplio rechazo frente a su derecha

reivindicación de la Atlántida andaluza, mientras que en el otro el lector acepta mejor

los mismos diez reyes, de clara prosapia platónica, sometidos a un Argantonio

descendiente de Poseidón (Cf. Maeso, p. 41), porque ese material sublimatorio de la

originaria identidad regional atraviesa sus filtros críticos como legalizada mercancía

literaria.

El segundo pecado de lesa ingenuidad es la declaración de los propósitos

ideológicos. Incluida en una colección titulada “Corona de España”, dedicada a

“cuantos han ejercido la REALEZA en el suelo de ESPAÑA” (p. 5, mayúsculas del

original), el libro lleva tres prólogos, uno de ellos firmado por el presidente de la

Fundación Santa María de Bujedo, “consagrada al estudio de la Historia de Castilla”. En

ellos se afirman sin rodeos las intenciones y los presupuestos fundamentales de su

escritura. Como punto de partida, la reivindicación identitaria: “Tartessos y su Rey,

ambos fundamento y gala de la actual Andalucía” (p. 6). El entronque con la tradición

nacional de historiografía esencialista: “[Tartessos] uno de los más apasionantes

elementos del sustrato de España” (p. 7) –item este muy especialmente reprimido por

sus inmediatos sucesores. El folclorismo: “disposición natural para la canción y la

danza, afición al toro y al caballo, alegría sana que emana de la paz, del ambiente, del

sol y del vino” (p. 8). La intemporalidad: “Me he interesado por las invariantes

andaluzas y las he buscado desde su raíz” (p. 11). La ineludibilidad de la remisión al

origen: “el esclarecimiento de la vida de nuestro pueblo (...) es imposible de todo punto

si se prescinde de sus orígenes” (p. 9). La minimización del papel de Cádiz: “realizaba

ante la Turdetania la misma función comercial que Hong-Kong respecto a China” (p.

Page 29: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

29

157). La brusca desaparición, como alibí del silencio de la arqueología: “El hundimiento

en el mar de la ciudad (...) fue tan fenómeno telúrico como la irrupción de la lava del

Vesubio en Pompeya” (p. 13).

Aparecida el mismo año que la de Alonso, dos antes que la de Maeso, esta

hermana mayor (su estilo arcaico nos inclina a este reconocimiento honorífico) nos

ofrece quizá un mapa de líneas bien marcadas con que orientarnos en los territorios a

veces deliberadamente vagos de sus émulas –y no nos referimos a los geográficos. No

que ambas novelas puedan reducirse a las claves de la convenida pionera, ni que deba

obviarse el contraste entre la deuda ostensible de la más reciente y la probablemente

nula de su casi coetánea. Lo importante es que, en el breve corpus que de momento

consideramos, resulta mínimo el material exclusivo de una sola obra y, aún más

decisivo, casi todo lo que comparten puede organizarse sin violencia en un sistema

progresivo de trasformaciones. Con la salvedad apuntada de que la progresión de las

transformaciones se sitúa en un plano estructural, sin correspondencia cronológica. El

motivo fundamental de la villanía gaditana servirá para ilustrar en alguna medida su

funcionamiento. Alonso opta por la personificación, mostrándonos al rey de Gádir, “de

torva mirada” (p. 27), como el malo de su película. En Maeso, cuyo aparato nocional le

sigue inmediatamente en el sistema, el motivo se mantiene incorporado en un individuo,

con una ligera atenuación: se desplaza del gobernante de Cádiz a su hijo primogénito;

asimismo, el hieratismo de un término tan chocante como “rey de Gádir” es objeto de

una rebaja, también cicatera porque, no menos chocantemente, el sufete -magistratura

dúplice de las repúblicas urbanas fenicias, similar al consulado romano- se nos presenta

como “el rey sufete de Gádir” (p. 36), descubriendo en ese peregrino apaño su

procedencia textual inequívoca. Como vimos, en consonancia con su enfoque más

sociológico que político, en Arsenal el villano personal se transforma en uno colectivo,

la comunidad de los cínicos comerciantes que explota el hinterland gaditano.

La función mediadora sufre un proceso matamórfico parecido, desde la máxima

concreción personal en la Aretusa de Alonso, cuyo cuerpo es valor de cambio y paz

temporal entre Gádir y Tartessos, pasando por la incipiente abstracción de las relaciones

que ligan a la tríada protagonista de Maeso -esas relaciones, que se revelarán lábiles, y

no las mismas personas cifran ahí las expectativas de mediación-, hasta la impersonal,

multitudinaria de la tercera novela: el Qart amurallado Cádiz en Tartessos. Como el

correlato positivo del villano se mantiene personalizado en Argantonio, su eclipse

Page 30: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

30

gradual constituye el índice de las fases; presencia imponente en el relato más hierático,

cuarto protagonista en el de Maeso, personaje casi episódico en el otro.

Otro motivo que atraviesa las esclusas reguladoras de este pequeño sistema es el

de la hostilidad armada entre la comunidad indígena y la ciudad alotóctona. En Alonso

el enfrentamiento se aborda sin tapujos, y sin dudas sobre la solidaridad de Cádiz con la

hipermala Cartago. Como respuesta a las amenazas de esta, en el consejo de Argantonio

se propone llevar “el exterminio a Gádir, como se quebranta el trigo con la muela” (p.

134). Y ante el asedio púnico de Mainake (recordemos, colonia griega), “hostigar a

Gádir, suspendiéndola de agua y sal” (p. 136). ¿Y si Mainake la arrasaban? Uno del

consejo sugiere “vengar a Mainake en Gádir” (ibid.): obsérvese sobre qué pura

evocación del antisemitismo helenófilo se martillea en este pasaje. En Maeso el registro

de la guerra se aminora al grado de tentativa; conspiración seria, finalmente abortada.

Mientras que el tratamiento del tema espinoso por Arsenal alcanza una alta cota de

corrección política, al reducirlo a equilibrada alternativa de opiniones: “Los ricos de la

ciudad [Gádir] están divididos en dos bandos: amigos de Cartago y amigos de

Tartessos” (p. 96).

Casi como si hubiera encargado un sondeo -recalcando así la clave sociológica

que lo distingue de sus colegas, cuyos libros, amparados en el carácter de santuario

conservador que suelen asumir los subgéneros narrativos, pueden calificarse, tanto

literaria como historiográficamente, de premodernos. De manera ostensible el de

Alonso, para quien el ser de los pueblos se concentra en reyes de derecho divino, más

matizadamente en Maeso, que hace de sus protagonistas, no tipos sociales o étnicos

como nuestro narrador más maduro, pero sí, al menos, próceres con cierto grado de

representación política.

La constancia de estas transformaciones homologables entre sí otorga al sistema

de las tres novelas carácter explicativo. En alguna medida constituye una suerte de

hipertexto superpuesto, o subyacente, a los textos particulares; dicho de otra manera, las

interpretaciones de sentido de cada relato pueden prolongarse más allá de sus límites e

incluir elementos propios de los otros. Por ejemplo, en la novela de Arsenal el motivo

de la conexión Cádiz/Cartago, una de las articulaciones decisivas de sus émulas, aparece

desactivado. La atribución a la comunidad comerciante gaditana de la discreta pero

implacable marca de enemigo natural -no personal, por así decir económico, estructural,

anónimo: la situación colonial es la que determina, más allá de empatías individuales-

convierte en ociosa una explicación -la de la mala compañía- de la que, en cambio, no

Page 31: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

31

pueden prescindir los relatos menos capaces de diluir el reproche directo y moralizante

de maldad en determinaciones estructurales -exculpatorias en cuanto ajenas a las

voluntades humanas.

Parece propuesta moderada la pertinencia, para un corpus tan reducido y

compacto, de una dimensión -la intertextualidad- postulada por la teoría literaria como

principio de análisis del infinito universo narrativo. Se trata, en definitiva, de ayudar a

ver mejor cómo nuestras novelas se debaten, con variados medios y suerte, ante un

mismo problema, que es tanto historiográfico e ideológico como propiamente narrativo;

el de la resolución más simétrica posible de una relación asimétrica.

Page 32: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

32

4- La estirpe de Argantonio... y el periplo de un teso ro ,

de José J. Ruiz Pérez: la saga sigue

La historia con hache minúscula: Cuando la conquista romana de la península, Habis

de Ispal, directo descendiente de Argantonio, recibe de su abuelo el tesoro real tartésico.

Bebro de Gádir, al servicio de los cartagineses, lo roba y entrega al protagonista a sus

enemigos. Después de una larga cautividad Habis vuelve a su tierra, donde descubre y

da muerte al gaditano. Durante un levantamiento contra los romanos es proclamado rey

de Híspalis, convirtiéndose en el caudillo de los pueblos revoltosos; pero, recuperado al

fin el tesoro gracias a una afortunada coincidencia, se somete pacíficamente a los

ocupantes.

En 2008, cuando podía parecer agotado el recorrido natural de la narrativa

andalucista y anti-gaditana de los orígenes, llega a las librerías un nuevo título. Nuevo,

tal que lo puede ser un individuo clónico, se dirá quizá. Se trata, en efecto, de una obra

que, ya desde el título, induce un síndrome de déjà-vu. A los fantasmas identitarios los

rige, cómo no, la pulsión de la repetición. Y, después de todo, estamos estudiando un

subgénero novelístico, así que, lejos de extrañar, los estereotipos masivos deben

integrarse esencialmente en nuestra comprensión. Por eso, el análisis de esta última

producción se ceñirá al rápido inventario de los elementos que, detectados en las obras

previamente examinadas, van perfilando con nitidez ya bien acusada los contornos de

Page 33: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

33

eso que hemos calificado de subgénero, es decir, de un esquema capaz de

autorreplicarse indefinidamente.

Los buenos

Un lugar: “los antiguos pobladores de este rincón del planeta que ahora

llamamos Sevilla” (p. 9).

Un héroe: Habis, que “asumió el liderato que por sangre le correspondía”,

víctima del malvado gaditano (“sufrió una cruel saparación de su ciudad”, p. 9).

Un pueblo: “el pueblo tartéside, nación que vivía en la diáspora provocada

por la desaparición de su estado hacía más de trescientos años (...) sobrevivía sin

identidad en la tierra de sus mayores” (p. 27).

Una cultura: Habis había sido “educado (...) en la esencia de las raíces

tartésicas” (p.28).

Un fundador: “rey Gerión [el asesinado por el fundador de Cádiz], el

fundador de la civilización tartésica” (p. 29).

Los malos

Un villano: “-Bebro de Gádir –lo saludó evocando sus orígenes fenicios-... (p.

34).

Una ciudad: “Gádir, [cuyos habitantes fenicios] se aprovecharon de nuestra

industria en metales” (p. 49).

Un pueblo: “los que han venido a llevarse nuestra plata” (p. 68).

Una babilonia: “la metrópli gadirita” (p. 79), donde casi lo primero que se

encuentra el protagonista son las consabidas rameras (p. 87).

Una raza: Cuando Habis, horrorizado ante la traición de Bebro, que lo entrega

a los cartagineses, le pregunta “¿Por qué?”, esta es la respuesta: “-Bueno... No hay nada

malo en apoyar a mi propia raza y además ganar una buena bolsa de oro –le arguyó sin

pudor-.” (p. 103).

Page 34: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

34

Una profesión: Al volver a encontrar al “traidor gadirita” (p. 175), la

ocupación de este responde a uno de los cánones del antisemitismo antifenicio,

“cambista de monedas” (ibidem). “Bebro estaba sentado en un rico escabel sobre una

tarima, delante de un amplio mostrador donde se apilaban las monedas de todas las

procedencias (...) que los cambistas vendían y compraban con abusivas comisiones” (p.

182).

Un sobrenombre: “un préstamo que le hizo el fenicio Bebro, el serpiente,

como es conocido” (p. 185). Cuando Habis lo elimina, se intensifica de inmediato su

carácter de héroe positivo: “¡ Orfea, saluda al hombre que ha hecho justicia!” (p. 184).

Las transacciones

La simplificación en dos campos morales, positivo y negativo, ya sabemos que

no puede alcanzar una perfección sin residuos. Ello debido, en primer lugar, a las

impertinencias de la historiografía científica, que insinúa cosas como que el reino de

Tartesos nunca existió o que Ispal, la primitiva Sevilla, fue una pequeña colonia

gaditana. No es que el subgénero necesite someterse a la historia no-mítica, pero hay

momentos en que la pretensión de veracidad, todo lo ingenua que se quiera, pone difícil

evitar algunas interferencias. Ispal es en la página 32 “urbe tartéside”, pero, en la

anterior, “pequeño enclave fenicio”. El reinado de Argantonio se describe como

soberano y feliz en la página 48 (“comerciábamos con los fenicios de Tiro y con los

griegos de Focea”), pero, en la siguiente, ya se restringe severamente el cuadro:

“comerció en exclusiva con los fenicios de Gádir”, y se reconoce el régimen colonial:

“Argantonio aceptó esa dependencia fenicia”.

El segundo motivo de componendas, más insidioso y decisivo, es la necesidad

de rebajar el índice de malvada extranjería en la imagen de Cádiz, de modo que no

rechine de manera irrecuperable con su contemporánea integración en la Comunidad

Autónoma. Los giros empleados en este apartado resultan igualmente familiares. El

único personaje gaditano del reparto es el gran traidor al servicio de Cartago; de sus

conciudadanos se dice, no obstante, “estos fenicios gadiritas han sido sensatos y ha

preferido la paz y el comercio antes que luchar por sus hermanos de Cartago” (p. 54). El

matiz es el de siempre: hermanos “sensatos” -es decir, menos malos- de los malvados

Page 35: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

35

por excelencia. Incluso el término, de sonoridad casi siniestra en las primeras páginas de

la novela, gadirita, se transforma de pronto (p. 87) en un inusitado gadetanos, que

connotativamente los asocia a turdetanos, es decir, al bando de los buenos. Ello, justo

cuando se trata de la interesada divergencia con sus “hermanos de raza” al final de la

guerra con los romanos. He ahí la lógica de que cuando Habis busca a Bebro pregunte a

todo el mundo “por el traidor gadirita”, volviendo el autor, por motivos del guión y de

sus connotaciones serpenteantes, al gentilicio más consagrado.

Page 36: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

36

5- Allí donde el sol se pone , de Rafael Juan y Seva Redondo:

del otro lado

La historia con hache minúscula: Hiram es hijo de un fuerte comerciante de Tiro. Su

hermano Hanno llega a comandar el ejército que defiende a la ciudad del asedio

babilonio. Nerum, gran sacerdote de Mélqart, urde con los sitiadores una traición para

arrebatar el poder al rey Itobaal, en el curso de la cual provoca la muerte de los padres

del protagonista, que Hanno logra vengar. Hiram, sobre el que pueden recaer sospechas

del homicidio, pasa por muerto y recorre largamente el Mediterráneo antes de llegar a

su destino anhelado: Gádir. Allí, el templo de Mélqart carece de gran sacerdote desde

que el anterior fue llamado a sustituir en la ciudad madre al asesinado. Un oráculo

designa al recién llegado como sucesor, lo que provoca las iras de Karchedón, un

partidario de los sacrificios humanos. Vencidas las resistencias, anuncia sus propósitos

de depuración ética del gran santuario.

“Pude entender entonces por qué mis antepasados, cuando llegaron

aquí, supieron que este era el lugar elegido, que aquí debía estar una ciudad

hermana de Tiro, que en este lugar (...) debían levantar una réplica de su ciudad

de origen”

(p. 655)

Page 37: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

37

Que nuestro subgénero traslade el centro de su atención afectiva sólo unas

decenas de kilómetros, desde tierra firme a la islita urbana apostada enfrente, puede

significar un cambio absoluto de decorado narrativo. De pronto, ya no vemos Cádiz

desde el otro lado de la bahía, y desde una mirada ambigua, sino, con los ojos de la

esperanza y los anhelos más íntimos, desde el otro lado del mundo. Ha desaparecido la

frontera permanente entre civilización y barbarie, sustituidos sus vivos colores por la

fundamental homogeneidad de una koiné transmediterránea. El antisemitismo latente o

desvergonzado, la helenofilia un poco cargante, ceden su lugar a la “admiración por un

pueblo [el fenicio] que (...) sentó las bases para el desarrollo de la cultura occidental” (p.

9). El terruño, envidiado y único, a los espacios abiertos de las largas singladuras entre

urbes parecidas. Las raíces, a la libre elección de una ciudad. ¿Dónde está España, o la

pre-España? ¿Dónde el más leve presagio de Andalucía?

Ni una peineta que entresacar de las páginas, ni una romería en los pinares o una

triste pre-capea. Pero, además, sobre todo para algún insular que nos siga por el

itinerario de estas lecturas, un esponjamiento del corazón hasta ahora agobiado con el

peso de cuentas pendientes al cabo de veinticinco siglos. Por fin páginas limpias, no

sólo de castañuelas y de señoritos cargados de alhajas, sino de irresueltos edipos y

resentimientos sordos. Páginas cuyo análisis se justifica, en consecuencia, como piedra

de toque de los precedentes; su contraste propiciará quizá una perspectiva más completa

de un objeto histórico-literario respecto del que el importante consenso de los textos

hasta ahora comentados amenazaba con intimarnos el reconocimiento de una cierta

incuestionabilidad ideológica, de una, por así decir, naturalidad.

Primera divergencia estructural, la metáfora sustituye a la metonimia como

figura organizadora del relato. Hasta aquí se trataba de negociar las difíciles relaciones

semánticas entre comunidades diferentes, inmediatas en el espacio; ahora, inversamente,

de construir la identidad de dos ciudades remotas. Las trescientas páginas que narran el

progreso de Hiram por el Mediterráneo las atraviesa una suerte de Gadirlust

irrefrenable: “Nunca desfallecí, nunca dejé de luchar, nunca dejé de pensar en Gádir

como mi objetivo” (p. 654). Deseo motor, que sólo en un plano banal es el de una nueva

vida; en realidad, lo es de recuperar la vida dejada en la ciudad asediada por

Nabucodonosor -el amigo de la infancia, y hasta la novia añorada lo esperan en Cádiz.

Pulsión de recobrar el tiempo perdido por la reconstrucción metafórica de su espacio.

Page 38: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

38

Un gozo singular le embarga al pasear la primera vez por las calles gaditanas, porque

“su semejanza con las de Tiro era total. Los fundadores de Gádir habían dibujado, en

sus inicios, una estructura que replicaba prácticamente la de su ciudad” (p. 513). Gozo

regodeado en la carta al hermano: “Me gustaría que pudieras ver Gádir. Es una réplica

de nuestra amada Tiro. La isla, sus playas, los bosques y montañas cercanos, todo hace

parecer que los dioses decidieron poner la misma tierra en dos lugares distintos. O

quizás cuando contemplaron la belleza de Tiro decidieron repetirla en otro lugar” (p.

521).

Contra la identificación obsesiva de Andalucía consigo misma, una

rimbauldiana negación de identidad: Cádiz es Tiro; Cádiz es otra ciudad. Yo es otro.

Reiterada en cada faceta descriptiva o valorativa. Cádiz, como Tiro en Levante, es

“centro de control de todas las actividades de la zona” (p. 499), y la prolonga hasta en

su tarea progenitora: “Desde Gádir se fundaron varias colonias más” (ibid.). En una y

otra ciudades, los dos templos más importantes del orbe dedicados a Mélqart (Cf. p.

488), ambos dotados de poder político, ambos regidos por sacerdotes perversos que

usan el terror del molk para perturbar el orden civil. Cádiz está al borde del caos, justo

como la reina del Líbano, y, paroxismo en esta celebración de la gemelidad, la saca de

la crisis el hermano de quien cumple el mismo papel allá lejos.

Ya se percibe, claro, que el metafórico desplazamiento de la ciudad oriental -al

que sigue milla a milla el viajero e iniciático de Hiram- no se basta para fundar el relato.

Las dos ciudades son iguales también en que encierran una desigualdad, una hendidura

que quiebra la lisura deseada de toda comunidad. La ambición desmesurada de los

sacerdotes gaditanos alimenta un conflicto sin el que el relato carecería de tensión que

resolver, es decir, de razón de ser como tal relato. El enfrentamiento opone el poderoso

colegio sacerdotal a los comerciantes y, en general, a la sociedad civil de la urbe. Su

formulación no constituye quizá el aspecto más sólido de la novela, su elaboración

resulta precaria. Pero lo que debe retener nuestra atención es el hecho decisivo de que la

oposición dinamizadora de la historia (y, pretendidamente, de la Historia), siempre

externa en las novelas tartesias, se convierte aquí en una de carácter interno. En lugar

de un diferendo con otra comunidad -naturalmente, como otra, mala-, constitutivamente

nacionalista, uno que divide una sola sociedad –y, por tanto, embrionariamente de

clases. Conversión asimismo previsible, pues una sociedad organizada como república

urbana, dotada de algo que apetece llamar sociedad civil, parece más madura para la

asunción de ese género de conflictos que una monarquía teocrática, cuyas opciones de

Page 39: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

39

supervivencia pasan casi ineludiblemente por la externalización de las tensiones más

graves. El enemigo exterior es sólo optativo mientras la comunidad se define por lo que

tiene de común con otra; imprescindible, en cambio, si su definición consiste en la

tautológica afirmación de su ser como lo propio. En este caso, la resolución del mal

pasa por la derrota o ahuyentación de amenazas foráneas -colonos gaditanos o bélicos

cartagineses-; en el primero, puede alcanzarse, sin tales ayudas, la integración

anunciada en las últimas líneas de la novela: “Pero la relación del templo con los

habitantes era diferente, ya no se acercaban a él con temor, sino con alegría; ya no lo

consideraban algo lejano, sino que se hallaba integrado en la vida de la ciudad” (p. 673).

Relevo de la metonimia por la metáfora y del mal exógeno por uno endógeno;

¿qué consecuencia tienen estos deslizamientos sísmicos? Una honda, sorda, el canje del

origen postulado como necesaria -e imposiblemente- propio en el imaginario andaluz,

por otro impropio, que, libre de pesadillas autoctonistas, francamente se reconoce como

origen no originario, como repetición de otra cosa -enorgulleciéndose de la filogénesis

de la comunidad antes que de la metafísica ontogénesis perseguida por los

nacionalismos. Otra conspicua, afluente de la asimetría a la que ya hemos empezado a

aludir: Tartessos está prácticamente ausente de esta novela centrada en el Cádiz

contemporáneo del reinado de Argantonio, la época de su legendario auge. Al país

frontero de la ciudad se dedican, en sus cerca de setecientas páginas, dieciséis líneas (de

Creta, de Malta o de Ibiza se habla infinitamente más). Doce de ellas forman un

parrafito descriptivo, a modo de entrada enciclopédica, con datos ostensiblemente

extraídos de novelas que bien conocemos. Pero sus sublimes designaciones decaen aquí

hasta el uso, reiterado, del término zona, la segunda de cuyas apariciones muestra bien

qué clase de interés pragmático la induce: “tanto la ubicación como la abundancia de

materias primas, hacían de la zona un enclave privilegiado para el comercio de Tiro” (p.

499). Objeto colonial, pues, sin más historia ni misterios: “Nuestra cercanía y control de

las tierras que producen metales preciosos es nuestra garantía” (p. 612).

Su aparición posterior a la floración de textos tartesios hace más llamativo el

desdén de este por ese rico material legendario y etnológico. El hecho de que ni siquiera

como adorno o ambientación se le haya franqueado la entrada en sus páginas induce a

apreciar la tajante índole de la asimetría de estos relatos, que es también quizá la

asimetría de las sociedades que centran sus respectivos intereses. De un lado, la

presencia masiva de Cádiz -sería más justo decir obsesiva- cada vez que se intenta poner

Page 40: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

40

literariamente en pie el mito historiográfico de Tarteso. Del otro, la superfluidad de este

último para la evocación antigua de la ciudad insular.

Page 41: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

41

6- La novela de España , de Manuel Gómez-Moreno: los

precedentes (1)

La historia con hache minúscula (y mayúscula): recreación en cuadros descriptivo-

narrativos de la historia peninsular, desde la prehistoria hasta el apogeo del califato.

Después de un ciclo dedicado a la edad de piedra, el segundo de los seis en que se

divide el libro está centrado en Tarteso, el tercero, en Cádiz. Al final del volumen, la

sección titulada Reversos eruditos explica sucintamente las bases historiográficas de

cada capítulo.

“Pero, ¿acaso el más sesudo historiador no hace lo mismo? ¿Acaso, cuando

muy seriamente se acomete el análisis de un gran hecho (...) no hay precisión, a

lo último, de fundar sobre inducciones gratuitas, aunque razonables, los

móviles, o sea, la esencia histórica?

(p. 14)

Una eminencia universitaria legitimaba con este insólito libro la empresa futura

de un puñado de novelistas, desbrozando un terreno intermedio entre la historia y la

ficción al que se podía acceder desde cualquiera de los dos campos. Legitimidad libre

de escrúpulos asépticos, como se infiere del voto formulado sobre la actitud de su

lector: “que tu curiosidad histórica se exalte y colabores animoso en la obra de

vindicaciones nuestras, ineludible por honor y por interés” (p. 15). Qué clase de

vindicaciones, qué clase de honor, lo insinúa el título del volumen a todo mediano

entendedor. Era la gran época europea de los nacionalismos historiográficos, y el

Page 42: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

42

español aún no cedía al andalucista la propiedad de Tarteso, cuyos acentos regionales

se explican aquí por el paisanaje de su autor con el gran Argantonio. Viaducto esta obra,

pues, para el transporte hacia el género narrativo de los conceptos fundamentales de la

historiografía esencialista, y también incipiencia de lo específico andaluz, la deuda con

ella de las novelas tartesias que estudiamos no puede minusvalorarse; ni tampoco su

diferencia: relativamente al día del estado científico de la cuestión en aquel periodo

prearqueológico, sus sucesoras continúan, ochenta años después, al mismo día que ella.

Como historiador, a Gómez-Moreno le inquietaría la idea de su paraíso

protohispánico, pintado con los colores de la edad saturnia, se esfumara ante la

existencia contemporánea de cierta ciudad provista de todos los avíos de la civilización

mercantilista. Encara esta dificultad con ayuda de un procedimiento literario sin

equivalente posible en el discurso historiográfico que en otros momentos cultivaba.

¿Cómo reconocer, pero sólo tácitamente, el papel apabullante de Cádiz? Un registro

simbólico lo libra de formulaciones expresas que serían incompatibles con sus pulsiones

nacionalistas de pureza autóctona. Sustancial rentabilidad obtenida de la licencia

narrativa: Gádir abre el tercer ciclo -en el único capítulo de todo el libro que lleva el

nombre de una ciudad-, pero está subrepticiamente presente ya en el segundo, dedicado

a un primer Tarteso supuestamente pregaditano. Un héroe catalizador, Hérgoris, preside

ese ciclo tartesio; su nombre es una sutil desviación de Gárgoris hacia Hércules, con el

que después acabará identificándose -más precisamente, con el Hércules Gaditano o

Mélqart (p. 119). El lugar de su muerte y enterramiento se sitúa en una enigmática isla,

desde entonces sagrada para los tartesios, denominada isla de Hérgoris; no será hasta la

página 117 cuando el lector descubra, como por casualidad, qué isla de la costa

peninsular designaba esa perífrasis –que aquí no hará falta precisar.

Procedimientos oblicuos que, como hemos visto, crearon escuela entre los

obligados a tratar narrativamente la cuestión gaditana, espinosa para toda aspiración de

autoctonía. Lo oblicuo, la mala fe, sirven para la asimilación, para la integración de la

ciudad en el proyecto nacional o regional; eso no excluye, tampoco en los tardíos

émulos, el empleo de lenguajes menos correctos en las ocasiones en que la ciudad

aparece a la luz más cruda de su extranjería. Bajo el epígrafe Gádir, el capítulo XXIII se

inaugura con esta frase: “Dícese de ciertas aves que poseen un olfato dispuesto para

ventear la carroña a distancias enormes” (p. 115). En efecto, de muy lejos venían

cuando “aparecieron las naves de Tiro, tanteando costas (...) husmeando su riqueza;

luego, cautamente (...) aquellos fenicios...” (ibid.). O, más informalmente -al referirse a

Page 43: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

43

ellos como clientes potenciales de las “muchachas disolutas” de la ciudad-, “aquellos

mercaderes gordos” (p. 118). Reconozcamos que los antiguos gaditanos no eran unos

santos, que iban a lo suyo, con la consecuencia de “un desequilibrio creciente entre

Tartesis y Gádir: ésta, cada día más sobre sí, mejor dotada; Tartesis, en cambio, se

hundía lo mismo en el fango de su estero” (p. 132). Cuando Gómez-Moreno imagina

que, a la caída de Tiro, Cádiz se debilita, es comprensible el deseo de venganza

indígena. Entonces los gaditanos, dando la muestra extrema de su tenaz alotoctonía,

piden ayuda a “la colonia hermana de Cartago” (p. 140), “recelosa, calculadora, incapaz

de pulsar los latidos generosos de este pueblo hispano” (p. 171).

A pesar de la referencia nacional, lo que así se arruinó era ya, otra vez, la

Andalucía eterna. “Ellas se ajustan sus mantillas (...) con las manos sujetan

repiqueteadoras conchas (...) al ritmo de las palmadas (...) corean el baile formando

ruedo (...). Una muchacha queda sola en medio, (...) las palmadas y ¡olés! crujen

alrededor” (p. 80). “La gente de Tartesis (...) era alegre (...) la animación, locuacidad y

gracejo de la gente joven (...). Donde había una muchacha (...) la alegría era inevitable

(...) las sales y agudezas” (p. 87). Los campesinos son denominados por Gómez-Moreno

“los cortijeros” (p. 92). Entre sus diversiones están las “corridas de toros” (p. 85). Como

eterna, sin embargo, su muerte no es definitiva. Florecida con Tarteso, agostada bajo el

aliento deletéreo de Gádir, “Hispali, sucesora suya -entendamos, de Tarteso- nos dará

indicios de resurgimiento” (p. 167).

Page 44: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

44

7- La novia de Gádir , de Luis de Torres-Quevedo: los

precedentes (2)

La historia con hache minúscula: El naviero gaditano Abdosir sacrifica a su hijo

recién nacido cumpliendo un antiguo voto a Astarté. De su hija Amattanit se prendan

Aluro, un jefe cántabro mercenario de los cartagineses, y el propio Amílcar Barca.

Antes de perderla, el cántabro la secuestra y huye con ella hacia su tierra. Bostar sale en

su persecución por mandato de Amílcar, encontrándose en Numancia con Cartalón,

comisionado también por el general para atraerse a los numantinos a su bando. Bostar

rescata a Amattanit, pero Aluro escapa y, en una refriega con los cartagineses, acaba

dando muerte a Amílcar. La última voluntad del caudillo es que Amattanit se case con

uno de sus hijos.

A beneficio de nuestro solaz, los precedentes que descubrimos tienen también

esta vertiente libre de neurosis identitarias, de tortuosidades edípicas; una imagen no-

andaluza del Cádiz antiguo, sin responsabilidades históricas ni inquinas pluriseculares,

en la que se refleja una ciudad ni mala ni buena -como todas las ciudades. Ejemplar a

este respecto es el tratamiento del inevitable molk que, por vez primera, vemos con ojos

menos estrictamente modernos. El padre ha decidido un sacrificio cuyo potencial

dramático se rebaja con un argumento racional, el del amigo griego discípulo de

Epicuro –“acaso estaba destinado a morir tempranamente. Y aunque viviera hasta una

lejana vejez, ¿qué son unos años más o menos?” (p. 94)-, y con otro psicológico, a

Page 45: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

45

cargo este de la propia hermana: “apenas siente ya una vaga lástima por el niño que va a

morir (...) al saber que el pequeño había sido ofrecido a Ashtart desde antes de su

nacimiento, le parecía que se alejaba al punto de ella. Ya no le pertenecía” (p. 99).

Misma esquiva de esquematismos maniqueos en los demás aspectos sensibles de la vida

insular. El sacerdote Ahiram no disimula un punto de fanatismo cuando le tocan el

molk, pero está organizando una biblioteca con las miras universalistas de la de

Alejandría, donde estudió, y ha leído tanto como el filósofo Teodoto (Cf. p. 58). El

armador Abdosir, su pasión mercantilista, dan desde luego la tonalidad de la urbe, pero

en ella quizá abra una escuela de filosofía el mentado seguidor de Epicuro (p. 78). La

disolución pecaminosa de las visiones indigenistas se atempera hasta la aprobación del

propio sabio: “Comer bien, beber un buen vino de Cartago, y luego ver danzar a una

gadirita: he aquí un placer que el propio Epicuro no desdeñaría. Un placer como el

Maestro recomendaba, sereno, tranquilo...” (p. 114). El imperialismo cartaginés muestra

sus dientes, sin que la ciudad hermana, unida en las plegarias -“al interior de tus

ciudades fieles, / al interior de Gádir y Cartago” (p. 101)- se demonice: “Cartago, y

nuestra Gádir en medio del agua, como una Tiro del Occidente. Así ha sido siempre” (p.

69), y eso que corren los críticos años de las guerras púnicas. La propia índole de las

relaciones con la potencia del momento se matiza en la complejidad de sus facetas:

“Somos cartagineses. –Para los extranjeros, ciertamente; pero ¿lo somos para Cartago?”

(p. 41). Y la conclusión pragmática de Abdosir es que Cartago tiene la fuerza militar “y

Gádir puede prosperar a su lado” (p. 42).

La convergencia de intereses se hace ostensible a propósito del compromiso de

su hija con Amílcar, quien, junto a la belleza de la joven, aprecia la red de relaciones de

su futuro suegro; muchos personajes de la república cartaginesa, medita el caudillo,

“son, en realidad, factores de Abdosir, dominados por unos préstamos de los que no

pueden prescindir” (p. 126). Cierto que el creciente militarismo inquieta a muchos

gaditanos, añorantes de la más apacible simbiosis con Tiro; la compensación recibida es

el fortalecimiento de las funciones capitalinas de Gádir, proyectadas ahora sobre una

gran parte de la península. En la ciudad está la residencia permanente del hombre fuerte

de Cartago, allí se imparte justicia y se ven las apelaciones y quejas contra los

gobernadores de las provincias (p. 105). Desde allí se administra la máquina púnica

desplegada en Iberia, con las ocasiones de negocio que se pueden imaginar. Cuando el

régulo de Numancia quiere que su hija sea la “envidia de las numantinas, acostumbradas

Page 46: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

46

a las cuentas de resina, a las joyas de bronce”, ¿qué le regala? “Dos collares de oro,

fabricados en Gádir y comprados muy caramente” (p. 184).

Tocamos una diferencia con la otra novela gaditana comentada, que nos interesa

señalar. En Allí donde el se pone Cádiz se veía desde Tiro, desde distintas estaciones

mediterráneas y desde dentro de la misma ciudad, siempre en la ignorancia casi absoluta

de la inminencia del territorio continental. Aquí, en cambio, la península está presente,

sus tierras escenifican más de un tercio del relato; hay menos excusa, pues, para la

preterición de la región inmediata, la famosa Tarteso-Turdetania. Y, sin embargo, a

pesar de todo, ni rastro de la proto-Andalucía, como si se hubiera hundido en el océano

igual que la Atlántida, o como si los novelistas hubiesen alcanzado un consenso

respecto de su ajenidad a la historia de Cádiz.

¿Ni rastro? Hay, sí, en la página 143, la inopinada irrupción de un grupo de

“campesinas, hijas de opulentos indígenas” que “avanzan por la calle, mirando

tímidamente a todos los lados. A las losas pulimentadas del pavimento, a las hermosas

casas (...). ¡Ojos llenos de admiración los de las turdetanas! Viven en algún pueblecito

del interior donde sus padres o sus maridos cultivan sus tierras (...). Todos los años

vienen a vender sus cosechas a Gádir, y, cuando regresan, las llevan regalos e historias

de la ciudad en medio del mar azul, de su puerto lleno de navíos. ¡Y ellas, allá en su

rincón, han soñado tantas veces con venir a verla, con figurar entre los seres

privilegiados que pueden decir: Cuando yo estuve en Gádir... (p. 143). El tópico

sainetero del paletismo de la tierra firme, muy persistente en el imaginario insular,

constituye la única respuesta, y apacible, que encontramos en las novelas gaditanas a la

demonización de la ciudad que obsesiona a las tartesias.

Page 47: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

47

8- La Historia en historietas

“Me daría por satisfecho si salieses entonado, incorporando estas

escenas como cosa vista”

M. Gómez-Moreno, La novela de España, p.15

En ese voto sobre el efecto de su libro en el lector, el historiador metido a

ficciones apelaba -sin nombrarla porque apenas tenía nombre ni concepto en la España

de 1924- a una forma narrativa dotada de potencial pedagógico envidiable. El lector en

trance de conocimiento de sus orígenes se fía más de lo visto que de lo argumentado,

sobre todo si, debido a que no todo encaja a la perfección, hay que argumentar mucho.

Sin llegar al poder convincente de la televisión, que es ver con los propios ojos, se le

acerca en la medida en que, aunque con ojos ajenos, sigue siendo ver. Que alguien me

argumente que los tartesios además de piraguas fluviales tenían navíos de alto bordo, es

una cosa; otra, que mi vista escrute los detalles de jarcias y aparejos, la acumulación de

trirremes en el puerto. Al configurador de imágenes del pasado le ofrece, además, una

licencia suplementaria; ya la novela ha descendido un buen trecho desde la cota de

abstracción de la historia, y de sus exigencias conceptuales, pero todavía lo mal

conocido, lo dudoso, debería, en puridad, quedar un poco sumido en su difuminado

intrínseco cuando se escribe; cuando se dibuja, hay obligación de evocar cada cosa con

una imagen de perfiles concretos, libre de vaguedades o complejidad dialéctica.

Impensable, pues, que la novela histórica de la Andalucía originaria no se hubiera

prolongado en el cómic histórico, su continuación natural por otros medios.

De 1939 data la quizá primera instancia de cómic tartesio, usuaria aún de medios

expresivos que sólo moderadamente son otros. La sección de la revista Chicos titulada

Page 48: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

48

Estampas de España venía dedicada en el número 74 a El imperio tartésico, que no eran

aquéllos tiempos de reinos ni de otras mariconadas. Sucinta y estática, tal que la

anunciaba su marbete, consta de un breve texto tipográfico bajo un díptico de viñetas.

“Existía el Imperio Tartesio en la región que hoy se llama Andalucía”, la cual se

describe en el código saturnio que puede suponerse; a seguido irrumpe, en la última

frase, la Historia post-edénica: “Gerión o Theron, fue un monarca sin suerte, porque su

escuadra hubo de luchar con la de los tirios (hombres de la Fenicia, comerciantes y

ambiciosos) y durante el combate ardieron de repente las naves como heridas por

extraños rayos”. Como la referencia del guión es al único texto que cuenta el hecho -

Macrobio, Saturnalia, I, 20, 12- resulta fácil señalar las desviaciones respecto de la

fuente. Esta denomina a los rivales del rey español (“rex Hispaniae”, es decir, un rey de

Hispania) con un término bastante preciso: Gaditani, que el adaptador vierte por otros

que lo son menos, rezumantes de piadoso eufemismo: tirios, hombres de Fenicia, más

una cualificación étnica general. Otra modificación del adaptador consiste en disimular

con un giro sutil (“hubo de luchar”) que el agresor fue precisamente el “monarca sin

suerte”. Otra, en ocultar el móvil ostensible del ataque -robar el tesoro del templo de

Mélqart-, quizá porque el vicio de la ambición lo había ya atribuido a los otros -por no

hablar ahora de la codicia. Lo último, y lo menos importante, desdeña dar a entender

que el triunfo espectacular no se debió a ningún prodigio o fenómeno natural, sino a la

astucia de los Gaditani –a una “púnica estratagema”, al decir de Schulten, no muy

amigo de los fenicios, pero bastante más amigo de la verdad que nuestro adaptador.

Aun en el improbabilísimo caso de que accediera a alguna clase de crítica

textual de este estilo, el joven lector de aquella historieta poseería para entonces una

impresión difícilmente borrable, porque construida tanto o más a partir de la percepción

de las ilustraciones que de la comprensión del texto. Aquellas lo doblan con exactitud,

pero sin palabras, es decir, con hechos. A un lado, un paisaje campestre, apacibles toros

que pastan, feracidad, pureza -la Tarteso-Andalucía antes de la llegada de los

extranjeros. Al otro, sin transición, brutalmente, el fragor de la batalla o, por mejor

decir, la mortandad terrible de los españoles-andaluces. Vemos dos barcos, uno de ellos

casi en primer plano, ambos en llamas; desesperados, algunos tripulantes se arrojan a las

olas, otro flota agarrado a un madero, en el límite de la extenuación. No vemos a los

fenicios-gaditanos, ausentes de la imagen como el término gaditanos está ausente del

texto, recurso cinematográfico de buena escuela, elipsis intensificadora de lo siniestro

como inmostrable. Por sus hechos los conoceréis.

Page 49: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

49

Nos apetecería añadir, y por sus traducciones. Todavía descansaba este producto

pionero demasiado en un texto seguido, de modo que sus tensiones con el discurso de la

historia más o menos disciplinada, al situarse en un plano conspicuo, derivan pronto en

el cuestionamiento de su potencial didáctico. Transcurrido medio siglo, aparece otra

obra de muy otra amplitud -ocho tomos encuadernados para el despliegue, por

provincias, de la “Historia de Andalucía” completa- y, sobre todo, de una más profunda

comprensión de los recursos específicos que el género ofrece a la empresa. Antes de

comentar el empleo de estos, conviene señalar que en el plano textual las cosas apenas

han mejorado, por más que en la presentación firmada por el presidente de la Junta de

Andalucía se hable de “rigor científico y conceptual”. Unos innominados -a fuer de

inexistentes- “textos griegos” apoyan la trasnochada fantasía del origen cretense de los

tartesios, recién instalados (“después de la guerra de Troya”, cuya datación corriente es

-1184) cuando llegan los fenicios; claro que, para que la precedencia no se estreche

mucho, se retrasa un centenar de años la fundación tradicional de Cádiz, sobre la que sí

hay testimonios textuales. Esta sorpresiva aloctonía casi onírica, colada un poco de

contrabando, cumple función de antídoto; si hay que reconocer en algún momento que

la civilización urbana vino de fuera, que sea de Creta -o de Cipango- antes que de esa

Gádir que dicen los arquólogos. Los tartesios no sólo tienen ciudades, sino que las

comunican entre sí levantando (sic) “algunos canales”, incluso, mirabile visu, a través

de comarcas montañosas. El molk conserva de tal modo su morbo que, en la nómina de

los templos gaditanos, el de Astarté se sustituye por uno dedicado a Moloch que nunca

hubo -ni dios ni nadie, sino el nombre de un sacrificio.

Para beneficio de la obra este flojo texto ocupa un plano discreto bajo la

corriente principal de las imágenes, de bastante fuerza impresiva como para que, lejos

de funcionar como ilustración, reduzca más bien a aquel al estatuto de comentario.

Fragmentario, incidental, sus oscuridades casi nunca ocupan las zonas centrales de la

retina lectora, absorbida por la imagen y su sintaxis diferente. Cruce de la novela y el

cine, en este tipo de cómic la prosa narrativa sufre una suerte de vampirización, no sólo

una reducción cuantitativa; el vigor de sus nudos y lógicas palidece a favor de una

sintaxis basada en el montaje, es decir, en la continuidad de lo discontinuo. Ni el grado

de flexibilidad ni las consiguientes precisiones exigibles en la construcción de las frases

-en especial, de los periodos hipotácticos- condicionan la construcción por

yuxtaposición de fragmentos icónicos descriptivos o narrativos, más libre en la medida

Page 50: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

50

del menor índice de consecuencia impuesto por su sucesión. En el límite, su

consecuencia se disuelve en su simple secuencia.

Veamos cómo resuelve nuestra historieta el escollo de la fundación de la ciudad,

difícil de integrar en la historia esencialista de Andalucía por su incompatibilidad con su

propia fundación –en los dos sentidos, histórico e historiográfico, de esta palabra. Las

dos primeras viñetas empiezan a contar la versión de la otra historia, la que no está al

servicio de la patria; reconocemos el desembarco de un contingente humano cuyo medio

de transporte -barcos de aspecto fenicio- y caudillo -Hércules, fundator Gadium-

permiten identificarlo como el de los primeros gaditanos. La tercera, sin embargo,

presenta una discontinuidad apenas, oscuramente asumida por el texto, que incluye,

cosa significativa, un índice metonímico; seguimos contemplando una escena de

desembarco -¿el mismo?-, pero ahora el lugar se designa como “presumiblemente”

cercano a Cádiz. Las siguientes viñetas, sin más aclaraciones sobre el salto, asumen

que, efectivamente, ya no son los gaditanos los protagonistas de la historia, sino los

tartesios. En la octava estamos de nuevo en Cádiz, con detalles de la construcción de la

ciudad en las siguientes. Para más confusión -si la leemos como críticos, mucho menos

si vemos la historia como sus lectores canónicos- el texto de esa ilustración, la que

recupera la historia interrupta de la colonia fenicia, adopta el registro de un nuevo

comienzo: “Hacia el año mil (...) otro pueblo, pueblo de marinos, los fenicios, viajan

desde la ciudad de Tiro haciaTartesos...”. Y, sin embargo, en la primera viñeta constaba

que Hércules había llegado “a Cádiz”. Las cuentas no salen, ¿dos o tres fundaciones?

Las viñetas 3-7, al insertarse entre los dos membra disiecta de la fundación gaditana,

estalla esta en dos pedazos, que el énfasis en el nuevo comienzo acaba por convertir en

definitivamente inensamblables. Esta hendidura -reverso del montaje: lo continuo

interrumpido- hace hueco a la fundación andaluza, que se beneficia de la yuxtaposición

en sus dos cabos. En el primero accede al estatuto de leyenda tradicional de los

orígenes del que goza la fundación de Cádiz por Hércules (mientras que la de Tarteso

por los cretenses es una moderna y erudita), con la aspiración, por tanto, de trasuntar un

sentido histórico -sólo un poco difuminado. Aquí la juntura se muestra especialmente

desdeñosa de lo que en una novela mediana se impondría como lógica del relato: justo

cuando el recién llegado mata a Gerión, patriarca tartesio, se pasa, sin transiciones, al

momento inaugural de un pueblo que no parece echarlo de menos. Y, segundo grado del

ascenso a la realidad objetiva, por su otro extremo se contagia del segundo jirón de los

inicios gaditanos, ya plenamente históricos; por eso en las tres últimas viñetas el

Page 51: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

51

gentilicio tartesios reemplaza al más épico de “gentes del mar”, utilizado en las

primeras; por eso en aquellas vemos ya indígenas puestos a distintas faenas y no, como

en las dos primeras, hermosos griegos posando con toda la armadura. Cortar y pegar de

este modo, mecánica sencilla, rentable. Sobre todo por lo que ahorra –explicaciones y,

con ellas, sus probables consecuencias, las contradicciones. Una escena del magno

Argantonio en su sala del trono cretense puede colindar con otra que ilustra las

explotaciones mineras fenicios “mediante los indígenas”; nadie explica cómo se

compagina una monarquía de ese fuste con el trato de esclavos que sus súbditos reciben

de unos extranjeros.

Caracterización, figurines y atrezo contribuyen a potenciar ese lenguaje poco

comprometido, hecho de insinuaciones, de signos que dicen más de lo que estarían

dispuestos a reconocer. La desencajada mueca de Hércules se avecinda de la noble

expresión de los prototartesios-protohelenos. La labor casi apacible de los primitivos

andaluces ocupados en la excavación de un canal contrasta con el espectáculo de la

cantera explotada por los fenicios, donde los indígenas curvan el espinazo bajo fuerte

vigilancia militar y el látigo de un cómitre. Las mujeres con los pechos fuera delante de

Argantonio hace innecesaria la afirmación textual de su prosapia cretense. La sebosa

fealdad de los magistrados cartagineses a los que el de Cádiz solicita ayuda le ahorra a

su viñeta algunos adjetivos derogatorios. Una escena que parece sacada de lo más crudo

de la Ilíada -cadáveres pisoteados por formaciones todavía compactas, oscura lluvia de

flechas- porta este texto tranquilizador: “Cádiz continuó su vida comercial salvo alguna

escaramuza con los pueblos vecinos”; entre andaluces no hay guerras.

Addenda

A título informativo dejamos rápida constancia de otras dos publicaciones cuyo

comentario amenazaría estas páginas de reiteraciones excesivas, hasta tal punto se

Page 52: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

52

mantiene inconcuso el consenso sobre el papel de Cádiz en la España y la Andalucía

antiguas.

* Mitos, héroes y monstruos de la España antigua, de Pollux Hernúñez, incluido en una

colección juvenil profusamente ilustrada. “Pero he aquí que a causa de estas vacas [las

de Gerión] Tartesos perdió su rey, pues la envidia y la insolencia [se anuncia así al

mítico fundador de Cádiz] se aliaron para acabar con Gritón [castellanización del

nombre] (p. 16). Después del robo “Hércules se había escondido en una gruta cerca de

la isla de Gádeira (en el norte de la cual se asienta hoy Cádiz) (...) [Gerión, flechado por

su enemigo, cae] y quedó inmóvil, allí, al norte de la isla” (p. 17) “Aunque carente de

una cultura propia, el pueblo fenicio [difundió la civilización por el Mediterráneo] (...)

por motivos de lucro” (p. 36). “Sólo les interesaba la ganancia en el comercio” (p. 37).

“Al principio, los que se asentaron en Gades mantuvieron relaciones pacíficas con los

tartesios (...). Pero pronto... (ibid.). “A Ferocio elevaron una queja los mercaderes

tartesios cuando se resintieron de la competencia desleal que les hacían los fenicios”

(ibid.). Una embajada propone a los gaditanos un pacto, “a lo que el consejo de

gobierno de Gádir, compuesto en su mayoría de comerciantes, respondió: -El comercio

es una actividad libre (...). No tenemos, por tanto, intención alguna de concluir ningún

acuerdo que delimite esa libertad” (ibid.). Andalucía, en armas contra la islita: “En

primer lugar las naves tartesias, saliendo por el Guadalquivir (...) se dirigieron hacia la

isla de Gádir” (p. 40). Después de la derrota, se explica que “los dioses de Tartesos,

menos poderosos que los temibles dioses fenicios Mélqart y Reshef -pues ya se sabe

que los fuertes siempre tienen a los mejores dioses des parte-” (p. 41). La denegación

(Verneinung) de sometimiento: “No se convirtieron, sin embargo, en esclavos de los

fenicios” (ibid.). Por su parte, la abuela de Argantonio quería un nieto para “educarlo en

el odio a los fenicios” (p. 44). Pero ella muere cuando tiene doce años, “sin haber

podido hacer de él el gran caudillo antifenicio que tanto había soñado” (ibid.). Y cuando

este, a su vez, se extingue, definitivamente “el sur de la Península quedó a merced de

los fenicios” (p. 45).

*Pequeña historia de Andalucía, de Rafael Marín, cómic en formato desplegable. Estar

editado por el Ayuntamiento gaditano lo inclina a una integración excepcionalmente

imperiosa: “Aquí podríamos situar el inicio de Andalucía como pueblo: cuando mil

años antes de Cristo un grupo de navegantes fenicios funda esta colonia: Gádir”. La

viñeta muestra a los primeros gaditanos, ricamente vestidos, ofreciendo telas a unos

Page 53: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

53

indígenas en taparrabos. El autohalago continúa en la segunda: “Cádiz, con tres mil

años de historia, es la ciudad más antigua de toda Europa”. Pero en la tercera irrumpe la

previsible corrección política, si bien emparedada entre recelosas reservas: “O tal vez el

primer pueblo definido fuera este: Tartessos, que hoy es casi una leyenda”.

Page 54: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

54

9- Didáctica y divulgación

Supervisado por la Administración

“los tartesios fueron el primer pueblo que utilizó la

escritura en la Península Ibérica”

Geografía e Historia. 1(Andalucía), Editorial Algaida, p. 226

¿Está la isla de Cádiz en la Península Ibérica? ¿Puede considerarse a los fenicios

un pueblo? Una ciudad demasiado netamente extranjera, ¿debe figurar en la historia de

Andalucía? Preguntas como estas podrían asaltar las entendederas de algún alumno

despierto en uno de los muchos centros que usan el manual de Algaida, editorial de la

región. Quizá justo la autoctonía motiva el esquema enfáticamente binario que adopta la

unidad 13, consagrada a la península en la antigüedad; sus dos primeros apartados, los

que afectan más de lleno a los orígenes meridionales, se titulan: 1. La llegada de los

pueblos extranjeros y 2. El reino de Tartessos. Desdeñando la relativa asepsia de los

editores madrileños, que se quedan en “pueblos colonizadores” ( término imposible

porque degradaría el gran reino a territorio colonizado), el andaluz prioriza la claridad

de conceptos en el mensaje a trasmitir; aunque la perplejidad del chico avispado nos

intima ya el riesgo de que ciertas claridades segreguen un nuevo tipo de oscuridades.

Con objeto de reducirlas al máximo, al final de la unidad hay una sección que ayuda a

organizar la información aportada resumiendo “las ideas principales”; se propone al

alumno construir una frase sobre cada pueblo con los conceptos que se indican. Para

“Fenicios”, el único nombre propio que consta precisa su ubicación principal: “Gádir”.

Para “Tartessos” se ofrece “Valle del Guadalquivir” (p. 228). Dos pueblos distintos y

una sola cercanía, a cuyas tortuosas transacciones metonímicas nos han habituado las

novelas.

Page 55: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

55

Como sólo se dispone de una página para los autóctonos y media para los

fenicios, hay que ir enseguida al grano de la doble operación requerida por la afirmación

identitaria: sublimar la endeble realidad histórica de unos y difuminar la impertinente

conspicuidad de los otros. Además de haber escrito los primeros en España, ya eso lo

sabe el alumno, resultan los tartesios también los primeros súbditos, con reyes de la

resonancia de Gárgoris, Habis y Argantonio, recién desembarcados de la ficción

legendaria en un texto escolar del siglo XXI -larga vida para el famoso longevo. Siguen

un par de periodos adversativos, dos pulsos a la desdicha arqueológica que amenaza

ningunear al gran reino. El primero, en el punto de reconocer la cronología científica

(“desde el siglo VIII”, p. 226), se construye con un aunque: “Aunque su origen es

anterior”, pues iría contra lo admisible que los extranjeros hubieran llegado antes del

propio origen. El segundo se construye con un pero: “Se tienen pocas referencias de su

urbanismo”, y ahora, atención todos los alumnos: “pero, por los restos encontrados, se

puede hablar de verdaderas ciudades” (ibid); ¿qué restos de ciudades serán esos que

apenas llegan a constituir referencias urbanísticas? La afirmación de que “su esplendor

se debía a las riquezas mineras” quizá hubiera requerido alguna matización en cuanto a

la naturaleza del esplendor, teniendo en cuenta que en la página anterior consta que

fueron los extranjeros quienes “transmitieron a los pueblos indígenas las técnicas

metalúrgicas”; ¿sería como el esplendor de aquella Sudáfrica de cuyas entrañas se

extraían los más enormes diamantes para las joyas de la corona?

Inseparable, la otra cara de esta moneda de cambio -de papeles- exige

deflacionar la imagen de una ciudad que se antoja un accidente de -o peor, para- la

esencia a definir. Se preguntaba el alumno crítico si los fenicios serían un pueblo; al leer

el giro sobre su asentamiento en Occidente podría insinuársele una respuesta: “A

principios del primer milenio, algunos comerciantes se establecieron...” (p. 225) –unos

cuantos comerciantes, por su cuenta y riesgo... La alta cronología incluso se omite al

describir “Gádir (Cádiz), importante núcleo comercial” –y nada más: la mención de la

primera polis de Occidente ni siquiera incluye el término ciudad, sino sólo el

vergonzante núcleo. Otro de los manuales de la misma editorial (Patrimonio Cultural de

Andalucía) asegura a los alumnos que “desde hace algunos años, los andaluces estamos

tratando (...) conocer nuestro verdadero pasado” (p. 7). Deseémosle más verdadero que

las “verdaderas ciudades” tartesias.

Page 56: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

56

Publicado por la Administración

“acabar con Tartessos no es fácil”

J. Alvar y J. Mª. Blázquez, Los enigmas de Tartessos, 1993

Nuria Herrero López, una vez presentada como historiadora, nos expone una

situación que ella califica de problemática: “Tartessos ha pasado vertiginosamente de

ser la primera civilización urbana de Occidente a ser simplemente el resultado de los

contactos con los colonizadores orientales, donde el peso del mundo tartésico ha ido

decreciendo a medida que iba aumentando la investigación sobre los fenicios

occidentales (...). Se ha intentado dar solución a estos problemas...” (p. 14). Un lector

ingenuo podría preguntarse extrañado: ¿Qué habría que solucionar? ¿Por qué

problemas? Los historiadores, si no sentir, ¿no deberían al menos mostrar indiferencia

sobre lo que la “investigación” decida que es más verdad, Tartessos o Gádir, indígenas o

extranjeros? Exigencia esta asimismo ingenua, desde luego, si se la pretende a prueba

de inmersión en contextos ideológicos. Precisemos el muy denso de las líneas

transcritas: un dossier dedicado a Tarteso en Andalucía en la Historia, revista de la

Fundación Centro de Estudios Andaluces, adscrita a la Dirección General de Estudios

Andaluces, de la Consejería de la Presidencia. En la presentación, el político-director

pone alto el listón a los colaboradores científicos: “primer Estado estructurado”,

“ciudades con alto grado de urbanización”, etc. Se ha procurado establecer un puente

que salve los posibles abismos en la figura del coordinador del dossier, Jesús Maeso,

viejo conocido nuestro como creador de aquel Milo de Cádiz que, al final, no “era un

fenicio distinto a los demás”. Si el catedrático Gómez-Moreno se metió a novelista,

ochenta años después son más bien los novelistas los que, haciendo el viaje inverso -hoy

una licenciatura no ocupa lugar- se ponen al servicio de las instituciones interesadas en

defender, frente a la ciencia inamistosa, valores tales que “dinastías míticas (...)

asumidas por la conciencia del pueblo andaluz como elemento de prestigio y distinción”

(p. 12, artículo de Maeso).

¿De quiénes tan cercanos y molestos busca distinguirse esa “conciencia”? Lo

cierto es que la promoción de un reflejo a entidad con luz propia requiere disimular la

Page 57: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

57

existencia de focos demasiado próximos. En un epígrafe atrevido -para publicarse en

2004, y en una revista que se dice “de historia”- el coordinador da el tono del dossier:

“sus míticos reyes, (...) creadores de una realidad política cierta y constructores de uno

de los primeros focos civilizadores de occidente”; la mínima sostenibilidad de esto pasa

por desaparecer un inmediato foco semita del que aquellos indígenas sabemos que

recibieron demasiadas cosas. La elisión táctica de Cádiz la practica Maeso en su artículo

sin excesivos escrúpulos. En la entradilla ha anunciado que lo único que confirma la

“misteriosa existencia” del reino (confirmar una existencia misteriosa pertenece al

registro de lenguaje equívoco del que más abajo veremos otros ejemplos) son “los

textos bíblicos y griegos”. Pues bien, resulta que la única alusión hebraica a Tarteso que

reconoce como auténtica es una del Libro de los Jubileos, donde se menciona tres veces

“un concepto geográfico estrechamente relacionado con Tartessos, Gádir (Cádiz)” (p.

11); ahí la ciudad ya no llega a la concreción de núcleo, se queda en concepto

geográfico. En cuanto a los griegos, observemos cómo traduce un pasaje de Estesícoro:

“Gerión nació en una caverna rocosa de la isla de Eryteia, junto a las fuentes de raíces

argénteas del río Tartessos” (p. 12). En realidad, el poeta dice

σχεδον αντιπερας κλεινας Ερυθειας, “casi frente a la ilustre Erytheía” y sigue:

“junto al inmenso curso del Tartessos de raíces de plata... (traducción de César Pemán,

Las fuentes literarias sobre la fundación de Cádiz, p. 42); pero a él, como andaluz, le

convendría mucho el nacimiento del autóctono Gerión en la isla, en vez de “enfrente”,

porque así las referencias griegas a “la ilustre Eritia”, bien identificada con Cádiz,

podrían atribuirse a Tarteso -por un desplazamiento metonímico con el que estamos

familiarizados.

No obstante, se entiende que en una causa tan desesperada se recurra sobre todo

a las oblicuidades tortuosas, al enturbiamiento deliberado de las aguas del discurso. Una

frase parentética nos entera de que Habis, primer legislador de Tarteso, mantuvo,

¿simple coincidencia?, “los primeros contactos con los fenicios” (p. 13). Pauta que en

buena medida siguen los otros colaboradores del número. Uno puede, al explicar la

“estructura urbana” en el Bajo Guadalquivir, aportar ejemplos que reconoce “sin ningún

tipo de ordenación urbanística” (p. 16). Otro insistir -repetido a menudo, es casi un tic

defensivo ante el fantasma del intercambio desigual- que “Tartessos no sólo ofreció a

los fenicios metales, sino también productos manufacturados” (p. 24), sin que ni aquí ni

en ninguna otra de sus insistencias se nombre ni una sola de esas manufacturas. Un

tercero, después de reconocer tanto como que “en la historiografía más reciente, Gádir

Page 58: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

58

viene siendo considerada no como colonia de matriz púnica, sino como polis

independiente (al igual que Atenas, Corinto o la propia Cartago), controladora de un

área de influencia”, acaba rechazando los enfrentamientos armados con los indígenas

transmitidos por las fuentes, porque “defender un ataque de ese tipo equivaldría a caer

en una contradicción manifiesta” (p. 28). ¿Cuál? La única pista la ofrece un argumento

tautológico: “no puede separarse a la antigua Cádiz del mundo tartésico” -¿la proverbial

paz permanente entre los vecinos?

Una vez y otra topamos en nuestras inquisiciones la metonimia seminal, la

figura iterativa de una semiótica que fundamenta en la contigüidad física la negación de

toda discontinuidad. Incluso en los momentos en que prevalece una franca, a veces

exasperada oposición de la ciudad y el territorio, el dispositivo metonímico suele estar

latente, pronto a intervenir en misión reparadora o, cuando menos, lenificante. Figura

por excelencia de la integración, palpita en el corazón del pensamiento territorial , y

enfrenta su fuerza, teñida menos de odio que de sincero escándalo, a toda aspiración de

enclave o insularidad. En su casa natural, la novela, conserva la ventaja de su

consistencia con una de las marcas básicas de ese género discursivo, cuyas tramas,

connotaciones y sentidos simbólicos se tejen de inmediateces estáticas o dinámicas, de

vecindades y aproximaciones entre personajes, objetos y lugares -discreto mimetismo

de su pretensión específica en la floresta de la generalizada metonimia narrativa. Si la

hemos seguido también un poco más allá, a través de registros menos legitimadores de

tal artificio, era para comprobar hasta qué grado de insistencia la determinaba la carga

de su núcleo ideológico.

Page 59: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

59

10- El escudo robado

“el sello de Cádiz se separa de lo que es habitual en los sellos medievales

españoles. (…) El tema icónico referido a la antigüedad pagana es

probablemente caso único (…). Hemos de considerar, pues, un hecho

destacable que Cádiz se aparte de los tipos habituales y elija algo sin

semejanzas en su entorno”

F. Menéndez-Pidal

Montaje más audaz que el de ningún cómic, síntesis y reciclaje de material

legendario superiores al de cualquier novela, historiografía con respaldo institucional,

didáctica potenciada por una difusión permanente, ¿no era el escudo de Andalucía la

carta robada del cuento de Poe, desde el principio ofrecida cifra abierta de nuestras

pesquisas, y protegida por el desconcierto de su misma excesiva, casi desafiante

apertura? Concentrado simbólico impagable, pero sobre todo, para nuestro propósito

crítico, impagable sinceridad la de su presentación, ¿habrá sido vano el rodeo por

historias e historietas? ¿No flagraba ahí, a un tiempo, el hecho en estado puro y su

desenvuelta confesión? Y, aun así, un camino menos sinuoso nos arriesgaba a chocar

con esa instancia, aparentemente de una pieza, sin la capacidad de descomponerla en

unas articulaciones que ahora nos son reconocibles, y hasta familiares; es decir, de

explicarla.

La promoción de un escudo municipal a símbolo de su comunidad autónoma

carece de paralelos en el resto de España. Cuando faltaba enseña propia del territorio, se

procuró suplirla con un criterio de representación igualitaria; Canarias, por la vía de la

síntesis icónica -siete islas esquemáticas- y Euskadi, por la de la simple adición de las

Page 60: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

60

armas de sus tres provincias, ejemplifican bien este proceder. Impensable que para

escudo del País Vasco pudiera servir el de Guipúzcoa, y menos aún el de San Sebastián

o Bilbao, o que el de Canarias mostrase la silueta de Tenerife con exclusión de las

demás islas. La Gran Enciclopedia de Andalucía recoge la severa opinión del heraldista

Delgado y Orellana, que “califica de servilismo la idea de copiar el escudo de Cádiz de

forma que resultan idénticos ambos blasones”. Pero en las dos últimas frases de la

entrada apela tal sentencia: “Sin embargo, sus opiniones están condicionadas por una

excesiva rigidez -qué duda cabe que ortodoxa- en los temas heráldicos. Ha de ser el

pueblo andaluz el que, con su refrendo, consagre el escudo de Blas Infante como su

escudo”. Y mientras se hace del pueblo andaluz, ya va siendo, de momento, el de Blas

Infante.

¿Cómo se justifica esta peregrina iniciativa de convertir en genérico de toda la

región el símbolo heráldico de un territorio de once kilómetros cuadrados, una brizna

desgajada del continente andaluz, y literalmente omitido -por razones técnicas- en

muchos mapas que figuran en las rotulaciones institucionales? Antes que nada, por el

argumento de su adaptador: “el escudo de Andalucía está basado en el escudo de la

ciudad de Cádiz, cabecera de nuestro pueblo, después de Tartessos”. Sabemos que

Infante no compartía con Cernuda la absurda idea de una capital insular para la región,

así que en “cabecera” sólo puede entenderse origen. Y aquí empieza, con apenas el

respiro de una coma, la dialéctica adversativa de los peros y los aunques que ya

conocemos, la mala fe como turbia agua de enfriar los puntos de fricción excesiva. La

cabecera de un río es su manadero, ¿y cómo puede fluir de más arriba? ¿Qué es un

origen que viene después de otra cosa?

La arqueología pretende que Cádiz es antes que Tarteso, como estimuladora

colonial de lo hasta entonces indiferenciado del resto de la tribalidad ibérica. Ante tal

irregularidad, los constructores del origen nacional andaluz optan por un camino de

negaciones, que es también uno de contradicciones. Infante invoca la originariedad al

justificar el préstamo que toma de Cádiz, pero parece no advertir que, al reservar a

Tarteso el primer y, por tanto, auténtico origen, está con eso anulando la fuerza lógica

de su argumentación. Si se busca el símbolo en el principio, ¿por qué no, entonces, en

Tarteso? ¿Por qué no, en vez de los leones, los toros de Gerión, en lugar del fundador

gaditano, el tricéfalo indígena? Se comprenderá que esta alusión es como mentar la

bicha; porque la versión helenizante del viejo Mélqart, patrono de la ciudad insular y el

patriarca de la estirpe tartésica se relacionan entre sí de un modo que niega a la elección

Page 61: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

61

entre ellos cualquier aspiración de inocencia. No hay manera de obviar que el divino

héroe venerado en el templo de Gádir lo primero que hizo al desembarcar en estas

latitudes fue robar sus riquezas pecuarias y dar muerte a su dueño indígena. Como héroe

civilizador, el personaje popularizado por los griegos en todo el mundo mediterráneo

traducía bien el papel que sus protegidos atribuían a Mélqart en la fundación del

emporio, es decir, en el contacto asimétrico con los autóctonos y su secuela de

dominación colonial. El hecho de que incluso en época tardía se le siguiese conociendo

como específico Hercules Gaditanus, prueba que la vinculación con su figuración tiria y

con las circunstancias locales estuvo siempre presente.

Si el sentido de esa relación se retuvo en la antigüedad, nunca, de tan obvio, ha

llegado a perderse, ni siquiera entre los que adoptan la perspectiva de los perdedores de

la leyenda. En la novela que hemos considerado el grado pleno de nuestro complejo

imaginario, por desplegarlo quizá en su mayor completud, no falta el reconocimiento de

esa significación polarizada. Cuando Hiarbas cruza el brazo de mar que separa su tierra

de la isla fenicia, lleva una rama que ha cogido del árbol plantado sobre la tumba de

Gerión; en el templo, no olvida renovar el sometimiento inaugural, depositándola “a los

pies del semidiós (…) su legendario antagonista de la otra orilla” (p. 126). De modo que

este matador de Gerión y robador de las riquezas autóctonas debe representar el alma

privativa de Andalucía -la expresión subrayada es de la página oficial de la Junta,

subsección Escudo. ¿Por qué este dislate que bordea la humillación simbólica gratuita?

La respuesta más a mano podría consistir en recordar que el escudo de Andalucía viene

a ser, antes que adaptación, una especie de fotocopia de su modelo. De hecho, hasta el

lema de referencia expresamente local permanece: Hercules fundator dominatorque, y

sólo se ha borrado de ella, como cubierta con típex en las urgencias de la reproducción,

la palabra Gadium que determina de qué es fundador y caudillo el héroe. ¿Pereza

mental? ¿Parálisis del caco de símbolos que teme ser sorprendido en cualquier

momento? Y ya puestos, ¿por qué no ocupar el hueco de lo borrado con el Beticae que

se supone? ¿A estas alturas pudor?

El hecho innegable de la reproducción cuasi-mecánica no explica nada,

evidentemente. Un indigenismo consecuente jamás aceptaría tales rozamientos

temerarios: inimaginable mentor mexicanista Cortés, o Santiago sobre su caballo

blanco. Y si todavía se pudiera aquí apelar al socorrido mestizaje, pero, ¡ay!, los

paladines no se muestran inclinaciones amorosas, ni hay a mano una hija del trucidado

para el vencedor, ni siquiera una viuda. Una cosa es sincretismo -conjunción hacia un

Page 62: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

62

atenuamiento de las diferencias- y otra el simple cambio de polaridad sin conjunción de

nada. Una opción, y legítima, la revancha simbólica que busca la muerte del matador, y

otra bien extraña y diferente la repetición de una escena original de la que ni los detalles

comprometedores o hirientes han sido evacuados. Delito sin castigo es el plagio que

sepulta en el olvido a su modelo, pero crimen menos impune la mimesis que lo evoca, y

que en su pecado lleva la penitencia del sonrojo.

En consecuencia de la última alternativa consignada, el portal del Parlamento de

Andalucía se inclina por vigorizar el plagio hasta esa impunidad que concede la

destrucción del original. Con un “ideado por el Padre de la Patria” toma un impulso que

se mantiene a lo largo del sintagma siguiente: “que tomó como referente al Hércules

fundador”; he aquí un nuevo tipo de Hércules a incluir en la nómina tradicional, junto al

gaditano o el farnesio: el fundador. No obstante, el máximo dinámico se alcanza

precisamente en la caracterización de este último avatar del héroe: “representación de

las civilizaciones griega y tartésica”. Como tal Hércules fundador -¿de qué?-, libre

ahora de adherencias gaditanas -“No permitiré a los gadiritas monopolizarnos

eternamente”, había ya anunciado el rey de Tarteso en la novela de Maeso (p. 87)-,

reniega de su pasado turbio y se proclama, por fin, puramente griego y andaluz, quizá lo

que había deseado en su fuero interno desde hacía siglos, sobre todo cuando arreció el

antisemitismo en la historiografía europea, y luego, un poco más todavía, al florecer el

moderno andalucismo. Limpieza étnica en dos tiempos encadenados: ya no puede ser

semita; ergo, en puridad, tampoco gaditano.

¿Será esta la “dialéctica pueblo/escudo” a que alude la página oficial de la Junta

-que hace pensar, como siempre que se enfatiza la identidad, en aquella dialéctica de

identidad pueblo/Führer y en otras de alta concentración simbólica-? Tratemos de

esquivar la permanente tentación a la ironía que nos irradia cada sentencia de este

lenguaje administrativo/semiótico. No, el texto del Parlamento representa sólo el pico

de una opción subalterna en el tratamiento de la cuestión; su propia zafiedad la relega a

un plano bien discreto tras la actitud hegemónica, caracterizada más bien, como hemos

comprobado, por los tonos indecisos -quizá porque no pueden dejar de serlo. Quizá

porque se trate, más hondamente que de la pretendida “dialéctica de identidad”, de una

dialéctica de imposible. Pasa en el campo escueto del escudo lo mismo que en el

extenso de las novelas: para que la idea de Andalucía cierre sobre sí misma debería

amputarse de un exiguo enclave cuya precedencia y exogenia combinadas se lo hacen

inasimilable. Si sólo fuera anterior, fijaría el origen del territorio en tanto lo primero

Page 63: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

63

andaluz; si sólo foráneo, se agregaría, con la naturalidad o el dolor de todo mestizaje, a

lo andaluz previo. La anterioridad asociada a una persistente extranjería -la ciudad

siempre se quiso más próxima de lo lejos, llamárase Tiro, Cartago, Roma, Génova o La

Habana, que de lo cerca- convierte el enclave en una contraditio in adiecto; sobra lo

añadido, lo puesto al lado, ¿pero lo añadido a qué?; cuando desembarcó allí no había

ninguna Andalucía nombrable, ningún Tarteso identificable… Tras cada intento de

extirpación de ese mínimo enclave se abre un vacío, inquietante por desproporcionado.

En el escudo de la esencia la solución tiene que ser la misma que en las novelas

del origen. Conceder a Cádiz un espacio desproporcionado, al tiempo que se la niega de

todas las maneras simbólicamente posibles. Cederle el campo entero del escudo, y

tachar su nombre. En realidad hasta casi inscribir el nombre, porque no se omite el lema

que lo incluye, suspendido sólo al borde de la palabra precedente. Inscribir su nombre,

pero tachado.

Page 64: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

64

OBRAS EXAMINADAS

Cap. 1

Maeso de la Torre, Jesús, Tartessos, Barcelona, Edhasa, 2004.

Cap. 2

Arsenal, León, El hombre de la Plata. En las fronteras de Tartessos, Madrid, Valdemar,

2000.

Cap. 3

Alonso, Juan Carlos, Arganthonio, rey de Tartessos (670-550 a. C.), Burgos, La

Olmeda, 2000.

Cap. 4

Ruiz Pérez, José J., La estirpe de Argantonio... y el periplo de un tesoro, Sevilla,

Fundación Colegio de Médicos de Sevilla, 2007.

Cap. 5

Juan y Seva Redondo, Rafael, Allí donde el sol se pone, Madrid, Slovento, 2005.

Cap. 6

Gómez- Moreno, Manuel, La novela de España, Madrid, Júcar, 1974 (1ª ed. 1928).

Cap. 7

Page 65: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

65

Torres-Quevedo, Luis de, La novia en Gádir, Madrid, Espasa-Calpe, 1940.

Cap. 8

Chicos, nº 74, 2-VIII-1939

Historia de Andalucía, tomo IV, Granada, Roasa, 1991.

Mitos, héroes y monstruos de la España antigua, Madrid, Anaya, 1988.

Oliveira, Ángel y Marín, Rafael, Pequeña historia de Andalucía, Cádiz, Ayuntamiento,

1979.

Cap. 9

Geografía e Historia. 1º Eso (Andalucía), Sevilla, Algaida, 2002.

Geografía e Historia. 1º Eso (Andalucía), Madrid, Santillana, 2002.

Geografía e Historia. 1º Eso (Andalucía), Madrid, Anaya, 2003.

Geografía e Historia. 1º Eso (Andalucía), Madrid, Oxford Educación, 2002.

Patrimonio Cultural de Andalucía. 4º Eso, Sevilla, Algaida, 1997.

Andalucía en la Historia, Sevilla, Fundación Centro de Estudios Andaluces, 2004.

Cap. 10

Escudo de Andalucía (Ley 3/1982, de 21 de diciembre sobre el Himno y el Escudo de

Andalucía).

www.juntadeandalucia.es/SP/JDA/CDA/Secciones/Simbolos_de_Andalucia/JD...

www.parlamentodeandalucia.es/opencms/export/portal-web-parlamento/elpar...

Page 66: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

66

Page 67: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

67

ILUSTRACIONES

Page 68: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

68

Maeso de la Torre, Jesús, Tartessos

Page 69: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

69

Page 70: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

70

Page 71: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

71

Page 72: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

72

Page 73: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

73

Page 74: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

74

Page 75: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

75

Page 76: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

76

Pequeña Historia de Andalucía, editado por la Delegación de Cultura del

Ayuntamiento de Cádiz cuando fue regida por un concejal andalucista.

Page 77: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

77

Los malvados sacerdotes gaditanos imploran a Reshef para que destruya

las fuerzas tartesias.

Page 78: LA CIUDAD MALAlaciudadinsular.wdfiles.com/local--files/la-ciudad-mala-ensayo/LA... · M. Bernal, Atenea negra La historia de propósito identitario es reciente en Andalucía y surge,

78