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LA CASCADA

Salvador Rodríguez Barrionuevo

LA CASCADA

Salvador Rodríguez Barrionuevo

Segunda Edición

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Título Original: “La Cascada" Autor: Salvador Rodríguez Barrionuevo SRB – Plaza de España, 11, bajo, 30201 Cartagena E-mail: sr-b@hotmail.es

Diseño y maquetación: SRB DL: MU- 523-2013

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Cerré los ojos, y cerré también mis pensa-mientos. El misterio de la Santísima Trinidad, es un misterio y por lo tanto escapa a la mente humana, y lo mejor es no profundizar en él buscando un “entendimiento” del mismo. Sin embargo, Ernesto, ese día, aquella mañana, yo agradecí al Espíritu Santo, que utilizando aquella cascada, me recordase que Dios, Espíritu Infinito, en su divina naturaleza tiene tres Personas distintas...

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INTRODUCCIÓN Querido Ernesto:

Me preguntas si conozco algún libro con información sencilla sobre el tema de la Santísima Trinidad.

Personalmente he leído algo en un libro del padre Bernadot. Sin embargo, hace tres años, y relacionado con

la Santísima Trinidad, yo tuve una experiencia un tanto singular. Fue en una excursión. Allí en plena naturaleza había una cascada… (Después te lo cuento)

Ahora, sin embargo como introducción te voy a co-piar la descripción que hace el padre Bernadot de la San-tísima Trinidad, de la criatura humana y de Cristo Jesús:

Refiriéndose a la Santísima Trinidad dice: “Dios es el Océano de la vida. Y esta vida, que es Luz y Amor, tiene

sed de expansionarse y de darse. Eternamente se da el Padre a su Hijo; juntamente el Padre y el Hijo se dan al Espíritu Santo, comunicándole su única divinidad”

Dice de Cristo Jesús: “Colocado en la cima de todo, introducido en la adorable Trinidad, Jesús comulga sin medida en la vida que inunda su corazón y su alma, llena todas sus potencias de inteligencia y de ternura, de suerte que Cristo Jesús viene a ser a su vez el Océano de la vi-da”.

Y refiriéndose a la criatura humana escribe: “Eter- namente también, por una inefable misericordia, ha re-suelto Dios comunicar su vida santa y beatífica a la criatura, decirle su Verbo, darle su Espíritu, hacerla co-mulgar en su naturaleza en la Luz y en Amor".

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AGUA VIVA

Como te adelantaba antes, hace unos tres años tuve una experiencia increíble. Una auténtica aventura.

Fue una excursión familiar. Un fin de semana libre de compromisos. Sólo una noche fuera de casa, en la mon-

taña, en un lugar tranquilo, y efectivamente el lugar lo era. Aire limpio, esplendido día de sol y excelente tem-peratura.

Bajamos hasta un valle precioso lleno de pinos an-

cestrales. Además de los pinos, pudimos encontrar todo tipo de arbolado, y plantas silvestres por doquier. No podía faltar un riachuelo de aguas cristalinas recorriendo

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el centro del valle, y también lo había, aunque su caudal no era abundante. Era un riachuelo que posiblemente a-cababa de nacer.

Unos cartelones aconsejaban al visitante seguir el curso del riachuelo aguas arriba. Había un sendero, me-dianamente protegido, no apto para pies delicados, que poco a poco, conducía hacia unas rocas bastante elevadas sobre el nivel del valle. Cerca del sendero seguíamos viendo el riachuelo.

No con poco esfuerzo físico continuamos el ascenso,

por el “sendero” buscando el origen de aquél riachuelo, cuyas aguas ciertamente eran cada vez más cristalinas.

Hubo premio. De pronto una cascada de agua que caía desde una gran altura se presentó diáfana antes nuestros ojos. El espectáculo era sencillamente mara-villoso. Todo aquello llamaba a la puerta de nuestra sen-sibilidad.

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LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Aquél fantástico paisaje se presentaba ante nuestros ojos como diciendo: ¡Aquí estoy! ¿No me ves? Estoy aquí desde hace siglos, y tú me ves hoy... ¿Qué te sugiero?, parecía decir.

Era realmente un bello espectáculo. El agua caía y caía desde una gran altura. Abajo las rocas habían formado un pequeño lago de unos tonos verdes, claros y

obscuros.

Curiosamente, las rocas dividían la cascada, y de un “chorro” inicial se formaban tres “chorros” diferentes. Uno en el centro, otro a la derecha y otro a la izquierda.

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Los tres “chorros” caían sobre el lago de un modo muy singular. Casi no hacían ruido, y sus figuras y sus perfiles quedaban perfectamente dibujados y asombro-samente reflejados sobre la superficie del estanque. Formaban parte del estanque, le daban “color”…

Tan sólo hacía unos días había estado repasando el capítulo de la Santísima Trinidad en un pequeño libro de teología, y aquella cascada me lo trajo a la memoria.

Ernesto, te soy sincero, yo miraba la cascada en su origen una y otra vez. Veía tres chorros que en su inicio eran un solo chorro... y los tres chorros tenían la misma naturaleza. “Una naturaleza y tres personas distintas; cada persona es ella, no otra”, leeremos después en el Símbolo Atanasiano.

Te repito, yo miraba arriba en el inicio de la cascada. Tres “chorros” que en su origen eran un mismo “chorro”. Cerré los ojos, y cerré también mis pensamientos...

El misterio de la Santísima Trinidad, es un misterio y

por lo tanto escapa a la mente humana, y seguramente es mejor no profundizar excesivamente en él buscando un “entendimiento” del mismo.

Sin embargo, Ernesto, ese día, aquella mañana, yo agradecí al Espíritu Santo, que utilizando aquella cascada, me recordase que Dios espíritu infinito, en su divina naturaleza tiene tres Personas distintas...

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JESUCRISTO

Pasaron unos minutos. Algunas personas se acer- caban. Deseé hacer unas fotos de aquella cascada, y las hice.

Sin embargo, cuando tenía el visor enfocado, me di cuenta de que ofuscado por aquellos tres maravillosos chorros de agua pura y cristalina, había ignorado, un cuarto "chorro".

Era igual que los otros, de la misma naturaleza: agua viva pura y cristalina.

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Este cuarto chorro era un chorro más pequeño, que nacía del “chorro de la derecha” y que igualmente y con gran caudal se “unía” al estanque.

De inmediato volví a mi fantasía: Identifiqué aquél

“chorro más pequeño” con la figura de Jesucristo. Volví a recordar el pequeño libro de teología: En Jesús, auténtico hombre, tendríamos una sola persona, y sin embargo dos naturalezas.

Yo tuve el atrevimiento de asociarlo, aunque fuera de un modo simbólico, con ese “chorro más pequeño” que se desprendía del “chorro de la derecha”. Intenté volver a la realidad, pero no pude. “Algo” había en aquél “chorro”, que yo no podía o no sabía interpretar.

Me puse a pensar en Jesús... Jesús, como un “chorro de agua viva” que viene del Cielo, junto y unido a los tres “chorros” de la Santísima Trinidad.

¡Ah!. Pero, ¿y aquella roca? Aquella roca podría explicarlo todo. Efectivamente: el chorro más pequeño, el que nacía del “chorro de la derecha”, era visible en todo su trayecto, menos en un pequeño trecho antes de su unión con el estanque. En ese trecho quedaba oculto a nuestros ojos. Aquella roca lo ocultaba a nuestra vista.

No te rías Ernesto. El día era esplendido, aquella cascada era preciosa, yo me acababa de leer la “Teología para todos” de F.J Sheed, hasta el empacho, y tú ya conoces hasta donde llega mi fantasía. Bien, yo me atreví

a interpretar aquél trayecto oculto con los tres días que Jesús permaneció sepultado.

Jesús muere realmente, bajo a los infiernos para redimir también a los justos, que durante siglos espe-raban su llegada, en el seno de Abraham... y queda oculto a nuestra vista durante tres días.

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El chorro más pequeño que en ese trayecto era invisible, ahora lo volvíamos a ver otra vez. Es como si viéramos a Jesús de nuevo, pero ahora "vemos" a Jesús Resucitado.

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LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Había un quinto “chorro" Ernesto. Era de color amarillo. Te aseguro, que inicialmente aquél “chorro de color ama-rillo claro” no tenía para mí una clara interpretación.

Sin embargo, ese otro “chorro más pequeño”, que se

desprendía del “chorro de la derecha”, vino a darme la pista.

Existía un contacto sutil entre los dos. Ambos muy

cerca, pero separados “caían” al estanque. Se “unían” al estanque pensaba yo. Sin embargo, la unión de este chorro amarillo con el estanque, quedaba invisible. Que-daba oculta por una roca.

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Este chorro de color amarillo también caía desde

arriba. Su origen, sin embargo, estaba en un lugar dife-rente; pero en un momento determinado se unía, contac-taba, con ese otro "chorro" que habíamos identificado con la figura de Jesús. Podría simbolizar a la Santísima Virgen María…

¡Aquél “chorro” amarillo!

El espectáculo era fascinante. Durante mucho tiempo no pude apartar mi vista de éste chorro amarillo, al que me imaginación unía inseparablemente con los otros cho-rros.

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LA HUMANIDAD.

Pero, ¿y el estanque?, Ernesto. De la misma natu-raleza que los “chorros”, pero con un color diferente. Te contaba antes que la “caída” de los “chorros”, todos, sobre el lago era de un modo muy singular. Casi no hacían ruido. Parecía la unión de dos elementos de la mis-ma naturaleza.

Además todos los “chorros” quedaban asombro-samente reflejados en su superficie, formando parte del mismo. Le adornaban. Le daban una inusitada belleza. Blanco sobre verde...

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Es la Humanidad pensé. Millones y millones de seres humanos, representados en ese estanque. Te copiaba en el prólogo la definición del Padre Bernardot sobre la criatura humana y te lo repito ahora:

“Eternamente también, por una inefable misericor-dia, ha resuelto Dios comunicar su vida santa y beatífica a la criatura, decirle su Verbo, darle su Espíritu, hacerla co-mulgar en su naturaleza en la Luz y en Amor".

¡La criatura humana! Un ser creado por Dios

Querido Ernesto, continuando con esta bella fantasía, el estanque seríamos nosotros los humanos hechos a imagen y semejanza de los tres “chorros” que caían en él.

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EL DIABLO

Sin embargo el agua de éste estanque en contacto con la tierra ya no sería agua pura y limpia. Además, si te fijas bien, en el lado opuesto al “chorro de color amarillo claro” puede verse algo parecido a un “chorro oscuro y negro” que también cae sobre el estanque, y cuyo signi-ficado no puede ser otro que … el Diablo.

Recuerda Ernesto que este estanque tenía una sa-

lida. Su salida era ese riachuelo que hemos ido viendo durante nuestro “ascenso” hasta llegar a ese estanque de paz.

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En este estanque el agua se está renovando cons-tantemente. La “suciedad” de esas aguas, desaparece rá-pidamente con el impulso y la infinita pureza de esos “chorros de agua viva” que vienen desde lo alto...

Este estanque además estaba asentado sobre roca… como la Iglesia de Cristo.

Es pues evidente que la “suciedad” que nos su-ministra el Diablo está presente tanto en ese estaque co-

mo en todo el mundo, y en directo contacto con nosotros. Sin embargo, no olvidemos que también desde el Cielo, se nos suministran esos “chorros de agua viva” auténticos chorros de infinita pureza… _

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EL MUNDO

Como te decía Ernesto hice unas fotos, fotos que guardo con gran cariño, y que han quedado como tes-timonio de uno de los días más singulares de mi vida.To-do ha sido una fantasía me repetía a mí mismo una y otra vez. Sin embargo me esperaba otra sorpresa.

Verás:

Estuve allí mucho rato. Vinieron a buscarme. Era tar-de, pero a mí me costaba mucho irme de allí .Una y otra vez me parecía ver el Espíritu Infinito de Dios, cayendo en tres vertientes sobre el mundo.

No podía apartar la vista del “chorro más pequeño” que yo identificaba con Jesús, cayendo sobre el mundo, uniéndose al mundo, sin parar, constantemente, Él lo dijo: "Yo me quedaré con vosotros para siempre"

Tampoco podía apartar la vista de aquél otro “chorro amarillo claro”. Diferente de los otros, pero cayendo des-de arriba y uniéndose al estanque. También sobre este mundo.

Miré al cielo entre los árboles. Pude ver un sol es-pléndido, luminoso, como jamás lo había visto antes. Lo miré fijamente, hasta deslumbrarme, como intentando ver qué había detrás, pero su luz era tan intensa que no tuve otro remedio que cerrar los ojos.

Intenté entonces cerrar también mi mente y mi fan-tasía.

Hicimos el camino de regreso, y durante el descenso mientras pensaba una y otra vez en lo sucedido, decidí enterarme del nombre de aquél lugar.

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Aquél paraje tenía un guarda forestal. Era un hom-bretón, de bastante edad, fornido, muy agradable y son-riente.

Le pregunté echando mano del tono más agradable que pude: ¿Dónde estamos? ¿Cómo se llama este lugar?

Sonriendo me dijo: Está Usted en el Mundo.

Este es el Nacimiento del Mundo.

Confieso que me quedé perplejo.

Su sonrisa se hizo más amplia. Está usted en el nacimiento del río Mundo. Esos chorros de agua que usted ha visto son los “Chorros del río Mundo”.

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Le faltó sólo decirme que eran los "Chorros de la Vi-da"

Aquella noche querido Ernesto, me costó mucho tra-bajo conciliar el sueño.

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CONCLUSIÓN

Han pasado tres años. El recuerdo de aquella ex-cursión y de aquella cascada, me venía a la memoria con bastante frecuencia. También el estanque, y el reflejo de aquellos “chorros”, todos, sobre su superficie. Agua sobre agua. La misma naturaleza en la cascada y en el estan-que. Arriba “divinidad”. Abajo “humanidad”.

La foto con ser bella, sin embargo era sólo eso, una foto. Le faltaba “reflejar” todo el movimiento, toda la e-nergía, toda la “vida”, que yo tan persistentemente re-cordaba. La unión de la cascada con el estanque, producía un ruido muy agradable y tenue, que también era musi-cal.

Ruido, movimiento, energía y vida... El estanque era impresionante y el reflejo de los chorros de agua sobre él, más impresionante todavía.

Viendo esos intensos reflejos sobre el agua, imagi-

naba a la “criatura humana”, absolutamente a todas las criaturas humanas, representadas en ese estanque, co-mulgando con la naturaleza de su Dios, en la Luz y en el Amor.

¡Comulgando con la naturaleza de su Dios en la Luz y en el Amor! Esa era la situación de Adán y Eva en el Paraíso, donde podían ver a Dios “cara a cara” e inun-

darse de su Luz y de su Amor.

Adán y Eva veían a Dios “cara a cara”. Existía una u-nión de afectos, una unión de voluntades, y también de gestos de amor mutuo.

Gestos de amor mutuo, donde cada gesto de amor del Creador, era correspondido por la criatura humana.

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Ese ruido, ese movimiento, esa energía, esa vida en

la cascada y en el estanque, ¿no serían el reflejo y la con-secuencia de esos gestos de amor?

Posiblemente no. Esos gestos de amor no producen ruido...

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En otra ocasión volvimos al nacimiento del río Mundo, y vimos los "chorros" otra vez, pero ese día la fo-to era diferente. Me cuentan los nativos que la mor-fología y la disposición varían casi de un día para otro.

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Como te prometí al principio y para que no exista confusión en los conceptos, te transcribo la doctrina de la Iglesia sobre el Misterio de la Santísima Trinidad:

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SÍMBOLO ATANASIANO

Antífona. Gloria a ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre. (T. P. Aleluya). 1. Todo el que quiera salvarse, es preciso ante todo que profese la fe católica: 2. Pues quien no la observe integra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente. 3. Y ésta es la fe católica: que veneremos a un solo Dios en la Trinidad santísima y a la Trinidad en la unidad.

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4. Sin confundir las personas, ni separar la sustancia. 5. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo. 6. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad, les corresponde igual gloria y majestad eterna. 7. Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal el Espíritu Santo.

8. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. 9. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. 10. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. 11. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo

eterno. 12. De la misma manera, no tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso. 13. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. 14. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino un omnipotente.

15. Del mismo modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. 16. Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios. 17. Así, el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor.

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18. Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Se-ñor. 19. Porque así como la verdad cristiana nos obliga a creer que cada persona es Dios y Señor, la religión católica nos prohíbe que hablemos de tres Dioses o Señores. 20. El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni en-gendrado.

21. El Hijo procede solamente del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado. 22. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente. 23. Por tanto hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. 24. Y en esta Trinidad nada hay anterior o posterior, nada

mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí. 25. De tal manera que, como ya se ha dicho antes, hemos de venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad. 26. Por tanto, quien quiera salvarse, es necesario que crea estas cosas sobre la Trinidad. 27. Pero para alcanzar la salvación eterna es preciso

también creer firmemente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. 28. La fe verdadera consiste en que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.

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29. Es Dios, engendrado de la misma sustancia que el Padre, antes del tiempo; y hombre, engendrado de la sustancia de su Madre santísima en el tiempo. 30. Perfecto Dios y perfecto hombre: que subsiste con alma racional y carne humana. 31. Es igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.

32. El cual, aunque es Dios y hombre, no son dos Cristos, sino un solo Cristo. 33. Uno, no por conversión de la divinidad en cuerpo, sino por asunción de la humanidad en Dios. 34. Uno absolutamente, no por confusión de sustancia, sino en la unidad de la persona. 35. Pues como el alma racional y el cuerpo forman un

hombre; así, Cristo es uno, siendo Dios y hombre. 36. Que padeció por nuestra salvación: descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos. 37. Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. 38. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios

hechos. 39. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno. 40. Esta es la fe católica, y quien no la crea fiel y firme-mente no se podrá salvar.

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Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Antífona. Gloria a ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre. (T. P. Aleluya). V. Señor, escucha mi oración.

R. Y llegue a ti mi clamor.

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El Símbolo Atanasiano fue atribuido a Atanasio de Alejandría (+373> pero muy probablemente es posterior al siglo IV. Escrito en Latín, es un resumen didáctico de la doctrina cristiana y se centra especialmente en el dogma de la Santísima Trinidad. Gozó de gran autoridad en la Iglesia Latina y su uso se extendió rápidamente a todos

los ritos de Occidente. Puede rezarse y meditarse una vez al mes, especialmente en el tercer domingo, como signo de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima. Santa Teresa de Ávila nos cuenta en su autobiografía cómo meditando este símbolo recibió gracias especiales para penetrar en este inefable misterio: "Estando una vez rezando el Quícumque vult -escribe la santa-, se me dio a entender la manera de cómo era un solo Dios y tres personas tan claramente, que yo me espanté y me consolé mucho. Hízome tan grandísimo provecho para

conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas..."

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Índice

Introducción ........................................ 5 Agua Viva ........................................... 7 La Santísima Trinidad ............................. 9 Jesucristo ............................................. 11 La Santísima Virgen María ....................... 15

La Humanidad ....................................... 17 El Diablo ................................................ 19 El Mundo ............................................... 21 Conclusión ............................................. 25 Símbolo Atanasiano ................................. 29

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Bibliografía:

Arocena, Félix Maria, Contemplar la Eucaristía, Rialp

Bernadot, M.V. De la Eucaristía a la Trinidad, Cuadernos Palabra Cantalamessa, Raniero, La Eucaristía nuestra santificación, Edicap

Card. F.X. Nguyen van T. Testigos de Esperanza, E. Ciudad Nueva. Editores del Catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica, Grafo SA

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Escrivá de Balaguer, Josemaría, Surco, Rialp Escrivá de Balaguer, Josemaría, Forja, Rialp

Escrivá de Balaguer, Josemaría. Es Cristo que pasa, Rialp Facultad de Teología Navarra, Sagrada Biblia, Eunsa.

Fernández Carbajal, Francisco, Vida de Jesús, Palabra

Philippe, Jacques, La Paz Interior - Patmos. Martín Descalzo, Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, Ed. Sígueme.

Navarro Valls, Joaquín, El realismo humano de la Santidad, Albayzin Ortiz López, Jesús, Conocer a Dios, Rialp

Rodríguez Barrionuevo, Salvador Fue un día antes, Ed. N. Gómez Sheed Frank J. Teología para todos, Palabra.

Vázquez de Prada A. El Fundador del Opus Dei Rialp.

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La foto de La Cascada, fue tomada en la primavera de 2004, y se corresponde con los llamados "Chorros del Río Mundo". El Nacimiento del Río Mundo se encuentra en la localidad de Ríopar (Albacete).

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Dice, refiriéndose a la Santísima Trinidad: “Dios es el Océano de la vida. Y esta vida, que es Luz y Amor, tiene sed de expansionarse y de darse. Eternamente se da el Padre a su Hijo; juntamente el Padre y el Hijo se dan al Espíritu Santo, comuni-cándole su única divinidad”.