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Undíadeotoñode1686,unajovendedieciochoañosllamaalapuertadeuna casa señorial en el barrio más acomodado de Ámsterdam. NellaOortmansehatrasladadodelcampoalaciudadparaconvivirconsumarido,JohannesBrandt, un hombremaduro y distinguido comerciante que habitaen la mansión en compañía de su hermana soltera y rodeado de fielesservidores.

Como regalodeboda,Johannesobsequiaasu flamanteesposaunobjetomuydemodaentrelagentepudientedelaépoca:unaréplicadesupropiacasaenminiatura,queNelladeberápoblarconlasfigurascreadasporunadesconocidaminiaturistaquehaencontradoporazar.

Sinembargo,pocoapoco,elamablepasatiemposeirátransformandoenlaclave de una serie de inquietantes revelaciones que conducirán a Nella adesenmascarar los secretosmás oscuros de los actualesmoradores de lacasa—incluidosumarido—,arrojandoluzsobrelospeligrosqueamenazanlasupervivenciadesunuevafamilia.

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JessieBurton

LacasadelasminiaturasePubr1.0

Titivillus25.07.15

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Títulooriginal:TheMiniaturistJessieBurton,2014Traducción:CarlosMayor

Editordigital:TitivillusePubbaser1.2

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ParaLinda,EdwardyPip

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LassiglasVOChacenreferenciaalaCompañíaNeerlandesadelasIndiasOrientales,conocida en neerlandés como Vereenigde Oost-Indische Compagnie. La VOC,fundadaen1602,contabaconcientosdebarcosquecomerciabanporÁfrica,EuropayAsia,incluidoelarchipiélagoindonesio.

En 1669, la VOC tenía 50.000 trabajadores, 60 bewindhebbers (socios) y 17regentes. En 1671, sus acciones en laBolsa deÁmsterdam alcanzaban el 570 porcientodelvalornominal.

Debido a las buenas condiciones agrícolas y a la fortaleza económica de lasProvinciasUnidasdelosPaísesBajos,sedecíaquesuspobrescomíanmuchomejorquelosdeInglaterra,Italia,FranciaoEspaña.Losquemejorcomíaneranlosricos.

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«Saqueadplata,saqueadoro:nohayfindelasriquezasysuntuosidad

detodoajuardecodicia».

Nahum2,9

«Y,saliendodeltemplo,lediceunodesusdiscípulos:“Maestro,miraquépiedras,yquéedificios”.

YJesús,respondiendo,ledijo:“¿Vesestosgrandesedificios?Noquedarápiedrasobrepiedraquenoseaderribada”».

Marcos13,1-2

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LaIglesiaVieja,Ámsterdam.Martes14deenerode1687

El entierro debería haber sido una ceremonia íntima, ya que la difunta no teníaamigos. Sin embargo, en Ámsterdam las palabras son como el agua, inundan losoídosycedenpasoalapodredumbre,demodoqueelrincónorientaldelaiglesiaestáabarrotado.Lamujerpresencia la escenadesdeuna silladel coro, sinquenadie lavea, mientras los miembros de los gremios y sus esposas se acercan a la tumbaabiertacomohormigasatraídasporlamiel.AlpocoratoaparecenlosempleadosdelaVOCyloscapitanesdenavío,lasregentas,losreposteros…yél,ataviadoconelmismo sombrero de ala ancha. Intenta compadecerse de él. La compasión, adiferenciadelodio,puedeguardarseenunrinconcitoyolvidarse.

El techopolicromadode la iglesia(loúnicoquenodemolieron losreformistas)pendesobresuscabezascomoelcascodeunespléndidobuquevolcado.Esunespejodelalmadelaciudad;pintadosensusviejasvigas,Jesucristoenmajestadsostienelaespadayellirio,unbarcodecargadoradorompeeloleaje,laVirgendescansaenunamedia luna.Lamujer levanta laviejamisericordiade la silla contiguay susdedosrevoloteansobrelaimagenproverbialtalladaenlamadera.Elrelieverepresentaaunhombre que caga una bolsa de monedas con una mueca de dolor. «¿Qué hacambiado?»,sepreguntalamujer.

Algunacosa.Hasta losmuertos han hecho acto de presencia, bajo losas que ocultan cuerpo

sobrecuerpo,huesossobrepolvo,todoamontonadobajolospiesdelosasistentesalentierro. El suelo esconde mandíbulas de mujeres, la pelvis de un mercader, lascostillashuecasdeunnobleentradoencarnes.Allíabajohaycadáverespequeñitos,algunos del tamaño de una hogaza de pan. Observa que los presentes apartan lamiradadeesatristezacondensada,evitanpisartodaslaslosasdiminutasqueven,ylocomprendeperfectamente.

Enel centrode lamuchedumbre, lamujerdivisa loquebuscaba.Lamuchachaparece exhausta, desconsolada, ahí al borde del agujero. Apenas se fija en losciudadanosquehanacudidoporcuriosidad.Elféretroempiezaaavanzarporlanave;susportadoreslomantienenenequilibriosobreloshombroscomosifueralafundadeun laúd.A juzgar por sugesto, podría pensarseque algunosde ellos tienen susreservassobreesteentierro.«SerácosadePellicorne»,supone.Elmismovenenodesiempreinoculadoporeloído.

Por lo general, las procesiones de este tipo siguen un orden estricto, con losburgomaestresalacabezaylagentedeapiedetrás,perohoynadiesehamolestado.Lamujer supone que jamás ha habido un cadáver así en ninguna de las casas delSeñordelosconfinesdelaciudad,ydisfrutadeesacondiciónpeculiarydesafiante.Fundada sobre la base del riesgo, Ámsterdam reclama ahora seguridad, un paso

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ordenadoporlavida,salvaguardandoelbienestarqueeldinerootorgaconunamansaobediencia.«Tendríaquehaberme idoantesdeque llegaraestedía—piensa—.Lamuertesehaacercadodemasiado».

Elcírculosedeshacealabrirsepasoloshombresqueportanelféretro.Cuandolobajan al hoyo, sin ceremonia, lamuchacha se aproxima.Deja caer un ramillete defloresenlaoscuridad,yunestorninobatelasalasyasciendeporlaparedencaladadelaiglesia.Sevuelvenalgunascabezas,distraídas,peroellanoseinmuta,ytampocolamujerdelcoro:ambasobservanelarcodepétalosmientrasPellicorneentonasuúltimaplegaria.

Los portadores del féretro colocan la nueva losa en su sitio y una criada searrodillajuntoalastinieblasqueestánapuntodedesaparecer.Empiezaasollozary,cuando la muchacha exhausta no hace nada para poner coto a esas lágrimas, hayquiendetectaydesapruebatalfaltadedignidadydeorden.Dosmujeresvestidasdesedahablanentresusurroscercadelcoro.

—Estamosaquíprecisamenteporcomportamientoscomoése—murmurauna.—Si actúan así en público, de puertas adentro deben de ser como animales

salvajes—respondesuamiga.—Cierto.Pero¿quénodaríayoporverloporunagujerito?Ay.Las comadres contienen la risa y, en el coro, lamujer se da cuenta de que los

nudillosse lehanpuestoblancosdeagarrarcontantafuerza lamisericordiaconsumoralejatallada.

Una vez sellado de nuevo el suelo de la iglesia, el círculo se dispersa porcompleto. Los muertos están a raya. La muchacha, como una santa caída de unavidriera de la iglesia, saluda a los hipócritas que han acudido sin invitación y queemprenden su chácharamientras salen hacia las tortuosas calles de la ciudad. Lossiguenalfinlajovenysucriada,queavanzanensilencioporlanave,agarradasdelbrazo, hasta llegar al exterior. La mayor parte de los hombres regresará a susescritoriosysusmostradores,porquemantenerÁmsterdamafloterequiereuntrabajoconstante. «El esfuerzo nos dio la gloria—suele decirse—, pero la indolencia noshundiráenelmar».Yúltimamentelasaguasparecenacercarsemucho.

Vacíayalaiglesia,lamujersaledelcoro.Aprietaelpaso,puesnoquierequeladescubran.

—Lascosaspuedencambiar—dice,ysuvozretumbaenlasparedes.Cuando encuentra la losa recién colocada comprueba que se ha hecho a toda

prisa.Elgranitoestátodavíaalgomáscalientequeeldelasdemástumbas;aúnhaypolvoenlaspalabrascinceladas.Quetodolosucedidosearealidadresultaincreíble.

Se arrodilla y mete la mano en el bolsillo para concluir su labor. Ésta es suplegaria,unacasaenminiaturatanpequeñaquecabeenlapalmadelamano,nuevehabitacionesycincofigurashumanastalladasensuinterior,untrabajodelicadísimo,talladoenunacarreracontraeltiempo.Depositalaofrendacondelicadezaenellugarque desde el principio le había atribuido, bendiciendo el frío granito con dedos

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curtidos.Luego abre la puerta de la iglesia y busca instintivamente el sombrero de ala

ancha,lacapadePellicorne,alasmujeresvestidasdeseda.Todoshandesaparecidoypodríaencontrarseasolasenelmundosinofueraporelruidodelestorninoatrapado.Tiene quemarcharse ya, pero por un instante deja la puerta abierta para el pájaro,que,peseadetectarsuesfuerzo,revoloteahastadetrásdelpúlpito.

Cierraentonceslapuertaydalaespaldaalfrescointeriorparavolversehaciaelsol,querecorreloscanalesconcéntricosendirecciónalmar.«Estornino—piensa—,sicreesqueenesteedificioestásasalvo,noseréyoquientelibere».

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UNO

Mediadosdeoctubrede1686ElHerengracht,Ámsterdam

«Nocodiciessusmanjaresdelicados,porqueespanengañoso».

Proverbios23,3

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Desdefuera

En el umbral de la casa del hombre con el que acaba de casarse, Nella Oortmanlevantalaaldabaenformadedelfín,ladejacaeryseencoge,avergonzada,aloírelgolpesordo.Noacudenadie,aunquelaesperan.Seacordólahorayseescribieroncartas;quépococuerpoteníaelpapeldesumadreencomparaciónconeldeviteladelaresidenciaBrandt,tancaro.«No—sedice—,noesungranrecibimiento,teniendoencuentaquelaceremoniadelmespasadoyasecelebróenunabrirycerrardeojos,singuirnaldas,sincopadeesponsales,sinlechonupcial».Nelladepositaelpequeñobaúlylajaulaenelumbral.Esconscientedequetendráqueadornaresemomentoalescribir a los suyos, cuando haya encontrado la forma de subir, un cuarto, unescritorio.

Le llega la risade losbarqueros, tras rebotaren laparedde ladrillosde laotraorilla, y Nella se vuelve hacia el canal, sin bajar los escalones. Un muchachoenclenquehaidoaestrellarsecontraunavendedoraquellevaunacestadepescado,yun arenque medio muerto se desliza por la ancha parte delantera de su falda. ElásperogritodesuvozruralhaceestremeceraNella:

—¡Imbécil!¡Imbécil!Elmuchacho,queesciego,tantealatierraenbuscadelarenqueescabullido,ese

amuletodeplata, condedosvelocesqueno temen tocar cualquier cosa.Loagarra,riendoacarcajadas,yechaacorrerporlaorilladelcanalconsupresayconelbrazolibreextendidoypreparadoporsiacaso.

Nella lo aclama en silencio y se concentra en el inusual calor de octubre paraempaparse de élmientras dure. En esta parte, el Herengracht se conoce como «laCurvadeOro»,perohoyeseampliotramodelcanalseleantojamarrónyprosaico.Lascasasqueselevantanantelasaguasdecolorfangososonsoberbias.Contemplansu propia simetría en la superficie del agua, imponentes y hermosas, como joyasengastadasenelorgullodelaciudad.Porencimadesustejados,lanaturalezahaceloquepuedeparaestaralaaltura,ylasnubesdeazafránydealbaricoquereflejanlasteoríasdelagloriosarepública.

Nella se vuelve otra vez hacia la puerta, ahora entreabierta. ¿O estaba ya asíantes?Noestásegura.Laempuja,asomalacabezaalvacíoynotaelairefrescoquesubedelmármol.

—¿JohannesBrandt?—pregunta,envozalta,algoasustada.«¿Seráunabroma?—Piensa—.¿Vanatenermeaquíhastaenero?».Peebo,superiquito,rozalasvarillasdelajaulaconlapuntadelasplumasysu

leve piar se estrella contra el mármol. A su espalda, incluso el canal, que harecuperadolacalma,parececontenerlarespiración.

Nellaescrutalassombras,seguradeunacosa:alguienlaobserva.«Vamos,NellaElisabeth»,sedice,ycruzaelumbral.¿Laabrazarásuflamanteesposo?¿Ledaráunbeso?¿Oleestrecharálamanocomosisetratasedeunameratransaccióncomercial?

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Enlaceremonia,dondelosrodeabanlaescasafamiliadeellayniunsolomiembrodeladeél,nohizoningunadelastrescosas.

Parademostrarquelasmuchachasdepueblotambiéntienenbuenosmodales,seagacha y se descalza; lleva unos zapatos finos, de piel (losmejores que tiene, pordescontado),aunquenosabemuybienporquéseloshapuesto.«Pordignidad»,hadichosumadre,peroquéincómodaesladignidad.Golpeaconelloselsuelo,conlaesperanzadequeelruidoatraigaoahuyenteaquienlooiga.Segúnsumadre,Nellaes fantasiosa, está siempre en las nubes.Al ver los zapatos en el suelo, inertes, sellevaunadecepciónysesienteestúpida.

En el exterior, dos mujeres se llaman a voces. Nella se da la vuelta, pero laaperturadelapuertasólolepermiteverlaespaldadeunadeellas,alta,decabellosdorados,sincofia,quesealejaagrandespasoshacialosúltimosrayosdesol.ANellaselehasoltadotambiénunpocoelpeloenel trayectodesdeAssendelfty lasuavebrisa libera algún que otro mechón. Si se los recogiera ahora parecería aún másnerviosa,asíquedejaquelehagacosquillasenlacara.

—¿Vamosacoleccionaranimales?Lavozsurgeconseguridadyrapidezdelaoscuridaddelvestíbulo.Nellasiente

unescalofrío;laconfirmacióndesussospechasnoimpidequeselepongalacarnedegallina.Distingue una figura que asoma de las sombras con unamano tendida, noestáclarosienseñaldeprotestaodesaludo.Esunamujer,esbeltaybienerguida,vestida de negro riguroso y con la cofia almidonada y planchada con inmaculadaperfección. No se le escapa un solo mechón. Con ella llega también un aromasumamente levey extraño a nuezmoscada.Tiene los ojos grises y la boca severa.¿Cuántoratollevaobservándola?Peebogorjeaantesuaparición.

—SellamaPeebo—informaNella—.Esmiperiquito.—Esoyaloveo—respondelamujer,mirándolafijamente—.Omásbienlooigo.

Esperemosquenohayatraídomásbestias.—Tengounperropequeño,peroestáencasa…—Mejor.Ensuciaríanuestrashabitaciones.Arañaríalamadera.Esosperrillosson

una extravagancia de los franceses y los españoles—afirma la mujer—. Igual defrívolosquesusdueños.

—Yparecenratas—añadeunasegundavozdesdealgúnrincóndelvestíbulo.La mujer frunce el ceño y cierra por un instante los ojos, y Nella la observa

atentamentey sepreguntaquiénmás es testigode esa conversación. «Debode serdiezañosmás jovenqueella—calcula—,aunque tiene lapielmuytersa».Cuandopasaasuladoendirecciónalapuerta,Nelladetectaunaeleganciasegurayorgullosaenlosmovimientosdeladesconocida,quedirigeunabrevemiradadeaprobaciónalospulcroszapatoscaídosjuntoalapuertayluegosevuelvehacialajaulaconloslabiosmuyapretados.APeeboselehanahuecadolasplumasdemiedo.

Nella decide distraer su atención estrechándole la mano, pero la mujer seestremeceantesucontacto.

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—Huesosfuertesparaalguiendediecisieteaños—observa.—Me llamoNella.Yyahecumplido losdieciocho—replicaella, apartando la

mano.—Séperfectamentequiénes.—EnrealidadmellamoPetronella,peroencasatodoelmundome…—Yaloheoídolaprimeravez.—¿Esustedelamadellaves?—preguntaNella.Alguienreprimesinmuchoéxito

unacarcajadaenlassombrasdelvestíbulo.Ladesconocidanoseinmutaydirigelosojos hacia el crepúsculo perlado—. ¿Está Johannes? Soy su mujer. —Sigue sinobtener respuesta, pero Nella insiste, porque no parece que haya muchasposibilidadesmás—:Celebramoselmatrimoniohaceunmes,enAssendelft.

—Mihermanonoestáencasa.—¿Suhermano?Másrisasenlaoscuridad.LamujermiraaNelladirectamentealosojos.—SoyMarinBrandt—anuncia,comosiesodebierabastarparaquelamuchacha

lo entendiera todo.Apesarde ladurezade lamirada,Nelladetectaqueen suvozfallalaprecisión—.Noestáaquí.Creíamosqueestaría.Peronoestá.

—Entonces…¿dóndeestá?Marin levanta la barbilla.Agita lamano izquierda en el aire y de las sombras

cercanasalaescaleraemergendosfiguras.—Otto—dice.Selesacercaunhombre,yNellatragasalivayclavalospiesfríosenelsuelo.Ottotienelapieldeunmarrónmuy,muyoscuroportodoelcuerpo,elcuelloque

saledelacamisa,lasmuñecasylasmanosqueasomanporlasmangas:todoélesunainfinitud de piel marrón oscuro. Los pómulos prominentes, el mentón, la frenteancha,absolutamentetodo.Nellanuncahabíavistoaunhombreasí.

TienelaimpresióndequeMarinlaobservaalaesperadesureacción.Nadaenlamirada de los grandes ojos de Otto revela que haya percibido la fascinación maldisimuladadeNella.Seinclinaanteella,quelehaceunareverencia,mordiéndoseellabiohastaqueelsabordelasangrelerecuerdaquedebetranquilizarse.Lapieldeese hombre resplandece comouna cáscara de nuez pulida y el pelo, negro y tieso,brotadelcuerocabelludo.Esunanubedelanamullida,noestáaplastadoygrasientocomoeldelosdemáshombres.

—Eh…—titubeaNella.Peebo empieza apiar.Otto alarga lasmanos, cuyas ampliaspalmasofrecenun

pardezuecos.—Paralospies—dice.TieneacentodeÁmsterdam,peroalargaunpocolaspalabras,quesurgencálidas

ylíquidas.Nellaaceptaloszapatosylerozalapielconlosdedos.Congestotorpe,seponeelcalzado,conalgodeplataforma.Sondemasiadograndes,peronoseatreveadecirnadayalmenosleaíslanlospiesdelfríomármol.Yaseceñirálascorreasde

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pielluego,arriba,siesquellegaasubir,siesqueladejanpasardeesevestíbulo.—Ottoeselsirvientedemihermano—explicaMarin,conlosojosaúnclavados

enNella—.YéstaesCornelia,nuestracriada.Seocuparádeusted.Cornelia da un paso al frente. Tiene algún añomás que Nella, quizá veinte o

veintiuno,yesalgomásalta.Taladraconunamuecahostil a la reciéncasada; susojos azules la repasan de arriba abajo y detectan el temblor de sus manos. Nellasonríe, irritada por la curiosidad de la criada, y trata de responder con algúnagradecimiento vacuo. Siente una mezcla de alivio y vergüenza cuando Marin lainterrumpe.

—Permítame enseñarle el piso de arriba—seofrece—.Estará deseandover sucuarto.

NellaasienteyatisbaunamiradarisueñaenlosojosdeCornelia.Elgorjeoalegreprocedentedelajaularebotaenlasparedes,yMarinindicaalacriadaconungolpedemuñecaqueellugardelpájaroestáenlacocina.

—Peroelhumodelosfogones…—protestaNella.MarinyOttosevuelvenhaciaella—.APeebolegustalaluz.

Corneliasellevalajaulaylabalanceacomosifueraunbalde.—Concuidado,porfavor—pideNella.Marinmira a los ojos aCornelia, que se dirige a la cocina acompañada por la

tenuemelodíadelpiarintranquilodePeebo.

Enelprimerpiso,Nella se sienteempequeñecidaporel esplendorde sunuevocuarto.Marinselimitaaponermalacara.

—Cornelia ha exagerado con los bordados —asegura—, pero esperamos queJohannessolamentesecaseunavez.

Haycojinesconsusiniciales,unacolchanuevaydosparesdecortinascambiadashacepoco.

—Elgrosordelterciopeloesnecesarioparamantenerarayalasbrumasdelcanal.Éste erami cuarto—explicaMarin. Se dirige a la ventana paramirar las escasasestrellasquehanempezadoaaparecerenelcieloyponeunamanoenelvidrio—.Tienemejoresvistas,poresoselohemoscedido.

—No,no—contestaNella—.Enesecasotienequequedárselo.Estáncaraacara,cercadasporelcúmulodebordados,porlaabundanciadellino

recubierto por la «B» inicial de Brandt, que aparece envuelta en hojas de parra,atrincheradaennidosdepájaros,brotandoentreflores.Todasesas«B»tienenlatripaoronda,bieninflada,traszamparsesuapellidodesoltera.Conincomodidad,Nellasesienteobligadaapasarundedoportalprofusióndepunto,queempiezaaafectarleelánimo.

—¿SuespléndidaresidenciasolariegadeAssendelftescálidayestáasalvodelahumedad?—preguntaMarin.

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—Puedeserhúmeda—decidecontestarNella,mientrasseagachaparatratardeajustarse los grandes zuecos, que lleva mal sujetos—. Los diques no siemprefuncionanbien.Peronoesespléndida…

—Talveznuestrafamilianotengasuabolengo,peroquéimportaesofrenteaunacasa cálida, sin humedades y bien construida —la interrumpe Marin. No es unapregunta.

—Desdeluego.—Afkomst seyt niet —prosigue Marin. «El abolengo no es nada». Da un

manotazoauncojínparasubrayarlaúltimapalabra—.ElpastorPellicornelodijoeldomingopasadoyloanotéenlasguardasdelaBiblia.Sinosdescuidamos,creceránlas aguas.—Niega con la cabeza como si quisiera desechar una idea y agrega—:Escribiósumadre. Insistióenpagarelviaje.Nopodíamospermitirlo.Enviamos labarcazaderepuesto.¿Nosehabráofendido?

—No.No.—Muybien.En esta casa, pormucho que sea la de repuesto, no deja de estar

reciénpintadayteneruncamaroteforradodesedabengalí.Johannessehallevadolaotra.

LoquequieresaberNellaesdóndeestásumarido,conlabarcazabuena,yporquénoha regresadoa tiempopara recibirla.PiensaenPeebo,asolasen lacocina,cercadelfuego,cercadelascacerolas.

—¿Solamentetienendoscriados?—pregunta.—Nosbasta—replicaMarin—.Somos comerciantes, noholgazanes.LaBiblia

nosdicequeunhombrejamásdebehaceralardederiquezas.—No.Pordescontado.—Bueno,siesquelequedaalgunadelaquealardear—añadeMarin,clavándole

losojos,yNellaapartalamirada.La luzdelcuartoempiezaaextinguirse,yMarinacercaunamechaa lasvelas.

Son de sebo, baratas, cuando Nella esperaba cera de abeja más aromática. Lesorprendequesehayaelegidoesavariedad,conoloracarneytanhumeante.

—ParecequeCorneliahabordadosunuevoapellidoentodo—señalaMarinasuespalda.

«Sí,esoparece—piensaNella,recordandoelsiniestroescrutiniodelacriada—.Debedetenerlosdedosencarneviva,¿yaquiénleecharálasculpas?».

—¿CuándovendráJohannes?¿Porquénoestá?—pregunta.—Segúnsumadre,tieneustedmuchasganasdeempezarsunuevavidadecasada

enÁmsterdam—diceMarintrasunapausa—.¿Escierto?—Sí,peroparaesoserequiereunmarido.Sehaceunsilenciocubiertodeescarcha,yNellasequedapensandodóndeestará

elmaridodeMarin.Quizálohaescondidoenelsótano.Conunasonrisadirigidaaunodeloscojinesreprimeelimpulsoarrolladordesoltarunacarcajada.

—Quéhermosoestodo—observa—.Nohacíaningunafalta.

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—LohahechoCornelia.Yonotengoningunahabilidadparalasmanualidades.—Estoyseguradequenoescierto.—Hedescolgadomiscuadros.Mehaparecidoqueéstosseríanmásdesuagrado.Marin señala lapared, dedondependedeun clavounaparejade avesde caza

inmortalizadasalóleoconplumasygarrasenormes.Unpocomásalláhayunretratodeunaliebrecolgada,untrofeodecaza.Asuladoveunmontóndeostraspintadasen un plato con dibujos chinos ensombrecido por una copa tumbada, su vinoderramadoyuncuencollenodefrutapasada.Lasostrastienenunaireperturbador,tanabiertas,tanexpuestas.Encasa,lamadredeNellamanteníalasparedescubiertasdepaisajesyescenasbíblicas.

—Sondemihermano—explicaMarin,ymuestraunjarrónrebosantedeflores,plúmbeo, excesivamente coloreado y con media granada en la parte inferior dellienzo.

—Gracias—contestaNella,calculandoloquetardaráendarleslavueltaantesdeacostarse.

—Esta noche preferirá cenar aquí arriba—apuntaMarin—.El viaje ha duradomuchashoras.

—Sí, es cierto. Se lo agradeceré.—Nella se estremece interiormente ante lospicosensangrentadosdelasaves,susojosvidriosos,lacarneapeteciblequeempiezaaarrugarse.Alverlosleentranganasdealgodulce—.¿Tienenmazapán?

—No.Enestacasa…nosecomemuchoazúcar.Enfermaelalmadelagente.—Mimadrelomoldeabaparaformarfiguritas.Siempre había mazapán en la despensa, el único placer en el que la señora

Oortman demostraba las mismas preferencias que su marido. Sirenas, barcos ycollaresdejoyasazucaradas,depastadealmendraquesederretíaenlaboca.«Yanopertenezco a mi madre—piensa la muchacha—. Un día haré figuritas para otrasmanitaspegajosas,paravocesquepediránalgodulce».

—VoyadecirleaCorneliaquelesubaunpocodeherenbroodyquesogouda—anunciaMarin,ylasacadesuensoñación—.YunacopitadevinodelRin.

—Gracias.¿CuándocalculaquellegaráJohannes?Marinlevantalanarizypregunta:—¿Aquéhuele?Instintivamente,Nellasellevalasmanosalasclavículas.—¿Soyyo?—Nolosé.¿Esusted?—Mimadremecompróunperfume.Esenciadeazucena.¿Serefiereaeseolor?—Esoes.Azucenas—diceMarin,asintiendo,ytoselevemente—.Yasabeloque

dicendelasazucenas.—No.¿Elqué?—Brotanpronto,sepudrenpronto.Yconesaspalabrascierralapuertatrasdesí.

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Elmanto

AlascuatrodelamadrugadaNellaaúnnohapodidoconciliarelsueño.Esenuevoentornotanextraño,relucienteycubiertodebordados,impregnadodelolordelsebohumeante, le impide relajarse. Los cuadros siguen expuestos, ya que no ha tenidovalorparaponerlosdecaraalapared.Agotada,sinmoversedelacama,davueltasalosacontecimientosquehandesembocadoenesemomento.

Hace dos años, al morir el señor Oortman, en Assendelft se dijo que aquelhombreeraelpadredelasfábricasdecerveza.AunqueNelladetestabalainsinuacióndequesupadrenoeramásqueunPríapobeodo,tristementeresultósercierta.Losdejóatadosdepiesymanosconunbuenpuñadodedeudas:lasopaestabacadavezmásaguada, lacarne fueperdiendocalidady loscriadosempezaronadesaparecer.Nohabíaconstruidounarca,comosesuponíaquedebíanhacertodoslosholandeses,paralucharcontralacrecidadelasaguas.

—Debescasarteconunhombrequesepaguardarlosflorinesenelmonedero—ledijosumadre,cogiendolapluma.

—Sinotengonadaqueofrecer—objetóella.—Pero¡bueno!¿Tútehasvisto?¿Conquéotracosacontamoslasmujeres?Aquella frase la dejó aturdida. Que su propia madre la menospreciara así le

provocóunaangustiainusitada,ylaaflicciónporsupadredejópasoaunaespeciedeaflicción por sí misma. Sus hermanos pequeños, Carel y Arabella, tenían permisoparaseguirenlacalle,jugandoaloscaníbalesoalospiratas.

Durante dos años Nella ensayó para ser una señora. Andaba con una nuevaelegancia, aunque se quejaba de que no había adónde ir y por vez primera sintiódeseosdehuir del pueblo; noveía los cielos formidables, sólounabucólica cárcelque ya acumulaba una fina capa de polvo. Embutida en un corsé bien ajustado,practicabaellaúd,deslizandolospulcrosdedosporlostrastes,sinrebelarsetansóloporque la preocupaban los nervios de su madre. En julio, las indagaciones de laseñoraOortmandieronfrutoporfin,graciasalúltimodeloscontactosdesumaridoenlaciudad.

Llegóunacartaconladirecciónescritaconletraeleganteyfluidayconaplomo.Sumadrenoseladejóleer,peroalcabodeunasemanaNellaseenteródequeteníaquetocarparaunhombre,unmercaderllamadoJohannesBrandt,quehabíallegadoal campo procedente de Ámsterdam. Cuando el sol ya se ponía en las llanurasdoradasdeAssendelft,aqueldesconocidotomóasientoenelsalóndesucasa,quesedesmoronabapocoapoco,dispuestoaoírlatocar.

ANellaleparecióquesehabíaconmovido,ydehecho,alterminar,ledijoquelehabíagustado.

—Meencantaellaúd—aseguró—.Uninstrumentohermoso.Tengodoscolgadosenunapared,perohaceañosquenolostocanadie.

Y así, cuando Johannes Brandt («¡Treinta y nueve años, más viejo que

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Matusalén!», según dijo Carel) pidió su mano, Nella decidió aceptar. Rechazarlohabríaparecidouna ingratitudy, desde luego, una estupidez. ¿Quéotra posibilidadcabía,apartedela«vidadecasada»,enpalabrasdeMarin?

Después de la ceremonia oficiada en Assendelft en septiembre, y una vezinscritossusnombresenelregistrodelaparroquia,celebraronunbrevealmuerzoencasa de losOortman y Johannes semarchó.Había que entregar un cargamento enVenecia, explicó, y debía hacerlo él en persona. Nella y su madre se limitaron aasentir.Erasumamenteencantador,conaquellasonrisaladeadaylainsinuacióndeungranpoder.Ensunochedebodaslanoviadurmióigualquedurantelosúltimosaños,enlamismacamaquesuhermana(quenodejabadedarvueltas),ycadaunaconlacabeza en un extremo. Sin embargo, se dijo que tenía suerte. Se imaginabaresurgiendode las llamasdeAssendelft convertida enunanuevamujer, unamujercasada,ycontodalavidapordelante.

Elruidodeunosperrosenelvestíbulointerrumpesuspensamientos.Nellaoyeaun hombre. Es la voz de Johannes, está segura. Ha llegado su marido, está enÁmsterdam;concierto retraso,peroha llegado.Se incorporaensu lechonupcialyensayaadormilada:«Estoymuycontenta.¿Haidobienelviaje?¿Sí?Quéalegría,sí,quéalegría».

Sin embargo, no se atreve a bajar, la emocióndeverlono alcanza a superar latenazadelosnervios.Mientrasesperaconunaaprensióncrecienteenelestómago,seplanteacómoempezar.Finalmenteseponeloszuecos,seechaunchalporencimadelcamisónysaleconsigiloalpasillo.

Lasuñasdelosperrosrepiqueteanporlaslosas.Llevanelairedelmarenelpeloyaporreanlosmueblesconlacola.MarinhainterceptadoaJohannes,yNellalosoyehablar.

—Yonodijeeso—afirmaél,convozgraveyseria.—Vamos a dejarlo. Hermano, cuánto me alegro de verte. He rezado para que

volvierassanoysalvo.Cuando Marin sale de las sombras para verlo bien, la luz de su vela pierde

intensidadytitila.Inclinadasobrelabarandilla,estirandoelcuello,NellaobservaelbultoextrañodelmantodeviajedeJohannes,susdedostienenlasorprendentefuerzadeuncarnicero.

—Parecesagotado—agregaMarin.—Yalosé,yalosé.YelotoñodeLondres…—Es espantoso. Así que es allí donde has estado. Permíteme.—Con lamano

libreloayudaaquitarseelmanto—.Ay,Johannes,quéflacoestás.Llevasdemasiadotiempolejosdecasa.

—No estoy flaco.—Se aparta—. Rezeki, Dhana —llama a las perras, que losiguenconmuchafamiliaridad.

Nella asimila el extraño sonidode susnombres:Rezeki,Dhana.EnAssendelft,Carelhabíapuestoa susperrosMorro yOjoMorado, un reflejo poco imaginativo

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peromuyacertadodesucarácterysuaspecto.—Yalatenemosaquí,hermano—anunciaMarin.Johannessedetiene,peronosevuelve.Dejacaerloshombroseinclinalacabeza

unpocomássobreelpecho.—Ah—contesta—.Entendido.—Habríasidomejorquehubierasestadoaquípararecibirla.—Seguroquetúlohasllevadomuybien.Marin hace una pausa y se instala el silencio entre su rostro pálido y la

corpulenciaarqueadadelaespaldadesuhermano.—Noteolvides—leadvierte.—¿Cómo iba a olvidarme? —replica él, pasándose los dedos por el pelo—.

¿Cómoibaaolvidarme?ParecequeMarinvaaañadiralgo,peroenlugardeesosecruzadebrazos.—Quéfríohace—diceporfin.—Puesvetealacama.Yotengotrabajo.

Johannescierraunapuertatrasdesí,yMarinseechaelmantodesuhermanoporlos hombros. Nella se asoma un poco más y la ve hundir el rostro en los largospliegues del paño. La barandilla cruje, yMarin retira el manto con un latigazo yescudriña laoscuridad.Cuandoabreunarmariodelvestíbulo, lamuchacha regresaconsigiloasucuartoaesperar.

Al cabo de unosminutos, al oír queMarin cierra la puerta de su habitación alfinal del pasillo, Nella baja furtivamente. Se detiene ante el armario del vestíbuloesperandoverelmantocolgado,peroestáhechounbultoenelsuelo.Seagachaylorecoge. Huele a humedad, a un hombre cansado y a las ciudades que ha visto.Despuésdecolocarloenuncolgadorseacercaalapuertatraslacualhadesaparecidosumaridoyllama.

—¡PorelamordeDios!Yahablaremosporlamañana.—Soyyo.Petronella.Nella.AlcabodeunmomentoseabrelapuertayapareceJohannes,conlacaraentrelas

sombras.Quécorpulentoes.NellanorecuerdaqueleparecieratanimponenteenlaiglesiamediovacíadeAssendelft.

—Esposamía—lasaludaenespañol.Nellanoentiendeloquelehadicho.Johannesdaunpasoatrásylaluzdelavela

iluminasucara,curtidaymaltratadaporelsol.Sus iris,grisescomolosdeMarin,soncasitranslúcidos.Sumaridonoesningúnpríncipe,tieneelpelograsientopegadoalapielydeuntonometálicoysinbrillo.

—Yaestoyaquí.—Esoveo.—Johannesseñalaelcamisón—.Deberíasestardurmiendo.—Queríadartelabienvenida.

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Élseinclinahaciadelanteylebesalamanoconunoslabiosmásmullidosdeloquecabíaesperar.

—Yahablaremospor lamañana,Nella.Mealegrodequehayas llegadosanaysalva.Mealegromucho.

Sus ojos van de un lado para otro y no se posan en nada durantemucho rato.Nellasequedapensandoenelenigmadesufatigacargadadeenergíaydetectaunolor a almizcle en el aire, intenso y perturbador. Johannes regresa al resplandoramarillodeloqueparecesersudespachoycierralapuerta.

Nella permanece inmóvil un instante, mirando la escalera principal, que llevahacialamásabsolutaoscuridad.«Marinestarádormida,sinduda—sedice—.Sólovoyaecharunaojeada,paraasegurarmedequemipajaritoseencuentrabien».

Baja de puntillas la escalera de las cocinas y ve la jaula del periquito colgadajuntoal fogóndescubierto,cuyasascuasagonizantes iluminan levemente lasbarrasdemetal.«Todaslascriadassonpeligrosas—ledijosumadre—,perolasdeciudadsonlaspeores».Noleexplicóexactamenteporqué,peroalmenosPeeboestávivo,ensupercha,conlasplumaslevantadas,dandosaltitosygolpecitosenrespuestaalapresencia deNella. Lo quemás desea en elmundo es llevárselo a su cuarto, peropiensaenloquepodríahacerMarinsiseladesobedece;Corneliapodríaservirparacenardosmuslitosconunaguirnaldadeplumasverdes.

—Buenasnoches,Peebo—susurra.Por laventanadesucuartose levanta labrumadelHerengrachty la lunaenlo

altoesunamonedadesdibujada.Corre lascortinasyseabrigaconelchalantesdesentarseenunrincón, temerosaaúndeesacamagigantesca.SuflamanteesposoesunricomercaderdeÁmsterdam,unpoderenlasombra,unseñordelosmaresydetodossusbotines.

—Lavidaresultadifícilsinoestáscasada—ledijoundíasumadre.—¿Porqué?Habiendo presenciado cómo el constante enojo de su madre con su padre se

transformaba en pánico al descubrir las deudas que les había dejado en herencia,Nella le preguntó por qué tenía tantas ganas de amarrar a su hija a un riesgoposiblemente parecido. La mujer la miró como si hubiera perdido la razón, peroentoncessíledioexplicaciones:

—Porque el señor Brandt es un pastor de la ciudad y tu padre era una simpleoveja.

Nellamiraelaguamanildeplataquehayaunlado,elescritoriodecaobapulida,la alfombra turca, los cuadros voluptuosos. Un bello reloj de péndulo marcaplácidamenteelpasodeltiempo.Tienesolesylunasenlaesfera,yfiligranasenlasmanecillas.Es el relojmás hermosoque ha visto en la vida.Todoparece nuevoyhabla de riquezas. Nella no conoce aún ese lenguaje, pero cree que le hará falta.Recogedelsueloloscojinescaídosyloscolocasobreelcubrecamadesedaescarlata.

Laprimera vezque le vino la sangre, a los doce años, sumadre le dijo que el

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propósitodeaquelloeradar«laseguridaddeloshijos».Aellanuncaleparecióquehubiera razón alguna para sentirse segura, y menos cuando resonaban por todo elpueblolosgritosdelasmujeressometidasalosdoloresdelparto,seguidosaveces,pocodespués,porunféretrocaminodelaiglesia.

Elamoreraalgomuchomásimprecisoqueunasmanchasenunostraposdelino.La sangrede todos losmeses noparecía tener relación con lo que sospechabaquepodíaserelsentimientosoñado,algovinculadoalcuerpo,peroqueibamásallá.

—Esoesamor—afirmóenunaocasiónlaseñoraOortmanalvercómoaferrabaArabellaalcachorrilloOjoMoradohastacasiasfixiarlo.

Al cantar al amor, los músicos del pueblo hablaban, de hecho, de muchosufrimientoencubierto.Elamorverdaderoeraunafloren las tripascon lospétalosdesplegadosdel revés.Porélsearriesgaba todo,congranfelicidad,peronuncasinunasgotasdeconsternación.

LaseñoraOortmansequejabasiempredequenohabíabuenospretendientesenlos alrededores, y de losmuchachos del pueblo decía que no valíanmás que paramascarheno.Laciudad,yenellaJohannesBrandt,custodiabaelfuturodesuhija.

—Pero…¿Yelamor,madre?¿Loamaré?—¡Lamuchacha quiere amor!—exclamaba lamujer, con aire teatral, entre las

paredesdesconchadasdesucasa—.¡Quierequelavidaseadecolorderosa!Elmatrimonioera laoportunidaddemarcharsedeAssendelft,ydesdeluegoen

losúltimostiempossólohabíapensadoensalircorriendo.Yanoteníaganasdejugara los naufragios con Carel yArabella, pero eso no impide que ahora la invada ladecepción, ahora que está en Ámsterdam, sentada junto a su lecho nupcial vacío,comounaenfermerajuntoaunpaciente.¿Quésentidotieneestarahísisumaridonisiquiera la recibe comoDiosmanda?Trepa al colchónvacante, se hunde entre loscojines y toda seguridad en sí misma queda frustrada por lamirada desdeñosa deCornelia,laagresividaddelavozdeMarinylaindiferenciadeJohannes.«Mividaestádesvaída—sedice—.Noesdecolorderosanideningúnotro».

Apesardelointempestivodelahora,lacasaparecedespierta.Oyelapuertadelacalle,queseabreysecierra,yluegootraenelsegundopiso.Llegansusurrosyluegopasosamortiguadosporelpasillo,antesdequeelsilencioenvuelvalashabitaciones.

Aguza el oído, desconsolada, y un finísimo resquicio de luz de luna centelleasobre la liebrey lagranadapodridadel lienzo.El sosiegoes engañoso, comosi lacasaestuvierarespirando.Sinembargo,noseatreveasalirotravezdelacamaesaprimera noche. El recuerdo del recital de laúd del verano ha desaparecido y ahorasólo tiene en la cabeza las palabras de la vendedora de arenques, «¡Imbécil!¡Imbécil!»,aquelchillidoconacentodepueblo.

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Unnuevoalfabeto

Trasdescorrerlascortinasparaqueentretodoelsoldelamañana,CorneliaseacercaalextremodelacamarevueltadeNella.

—ElseñorharegresadodeLondres—informaalpiececilloqueasomaentrelassábanas—.Vanadesayunarjuntos.

Nella levanta de inmediato la cabeza de la almohada. Tiene la cara hinchadacomo la de un querubín. Oye a todas las criadas del Herengracht, cuyos mochoschocan contra los baldes como campanas sordas para limpiar la porquería de laentradadelascasas.

—¿Cuántohedormido?—Losuficiente—contestalacriada.—Tengolaimpresióndellevartresmesesenestacama,comohechizada.Cornelianopuedecontenerlarisa.—¡Menudohechizo!—¿Quéquieresdecir?—Nada,señora.—Seencogedehombros—.Vamos.Tengoquevestirla.—Anocheteacostastetarde.—Sí,¿verdad?EltonodeCorneliaesdescaradoyesasconfianzasdescolocanaNella.Ninguna

delascriadasdesumadrelecontestabaasí.—Oílapuertadelacalleenplenanoche—afirma—.Yotraenelpisodearriba.

Estoysegura.—Imposible.Tootlacerróconllaveantesdequeseacostarausted.—¿«Toot»?—Otto.Yo lo llamo así.A él losmotes le parecen una tontería, pero amíme

gustan.—Sacaunacamisola,se lapasapor lacabezay leponeunvestidoazulderayas plateadas—. Lo ha pagado el señor —agrega, con la voz cargada deadmiración.

LailusióndeNellaanteelregalosedesvaneceenseguida,porquelasmangassondemasiadolargasy,pormuchoqueaprieteCornelia,sutóraxpareceempequeñecidodentrodelcorsé,excesivamentegrande.

—La señoraMarin mandó sus medidas a la costurera—se lamenta la criada,tirando y tirando de las cintas y consternada al comprobar todos los palmos quesobran—.Selaspusosumadreenunacarta.¿Quévoyahacercontodoestodemás?

—Lacosturerahadebidodeequivocarse—concluyeNella,mirándoselosbrazosanegados—.Estoyconvencidadequemimadresabecuálessonmismedidas.

Cuando Nella entra en el comedor, Johannes está hablando con Otto,murmurandoalgo frenteaunosdocumentosextensos.Alvera sumujer, inclina lacabezaconunamiradarisueña.Elcolordesusojossehaintensificado,hapasadodela piel de pescado al sílex. Marin, que bebe a pequeños sorbos agua con limón,

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contempla el gigantescomapa que cuelga detrás de la cabeza de su hermano, conpedazosdetierrasuspendidoseninmensosmaresdepapel.

—Graciasporelvestido—logradecirNella.Ottosedirigeaunrincónysequedaalaesperaconlasmanoscargadasdelos

papelesdelseñor.—Será uno de ellos—contesta Johannes—.Encargué varios. Pero no te queda

comoesperaba.¿Notevaalgogrande?Marin,¿nolevaalgogrande?Suhermanasesientaycolocalaservilletaformandouncuadradoblancoperfecto,

unabaldosasueltaenlanegraextensióndesuregazo.—Muchometemoquesí,señormío—contestaNella,yeltemblordesuvozla

avergüenza.¿En qué punto concreto, en la vía de comunicación entre Assendelft y

Ámsterdam,quedóreducidosucuerponupcialaestacaricatura?Miraelmapadelapared,decididaanotoquetearlaabsurdacantidaddetelaquelesobraenlasmangas.AhíestáNuevaHolanda,con lacostabordeadadepalmeras,aguasazul turquesayrostrosdeébanoqueinvitanacualquieraqueselosquedemirando.

—No importa,Cornelia te los entrará—asegura Johannes, y cierra lamano entornoaunvasitodecerveza—.Ven,siéntate,comealgo.

Unpanduroyunescuálidopescadoesperanenunafuenteenelcentrodelmanteldedamasco.

—Hoydesayunamos frugalmente—explicaMarin,mirandode reojoelvasodesuhermano—.Ungestodehumildad.

—O la emoción de la renuncia —murmura Johannes, y se lleva un trozo dearenquealaboca.

Lahabitaciónquedasumidaenunsilenciorotoúnicamenteporelsonidodesutenuemasticación, y el pan conformauna barrera entre ellos, seco e intacto.Nellatrata de tragarse elmiedo,mira su plato vacío y se fija en el aura de tristeza queenseguidaenvuelveasumarido.«Imagínate todoloquecomerás,Nella—decíasuhermano,Carel—.MehancontadoqueenÁmsterdamsezampanfresasbañadasenoro».Quépocoloimpresionaríatodoesto.

—Marin,pruebaestacervezatanbuena—proponeJohannesalcabodeunrato.—Meprovocaindigestión.—Ladietadenuestrosconciudadanos:dineroyvergüenza.Nosepuedeconfiar

enunomismo.Vamos,atrévete.ÚltimamenteelvaloresalgomuypococomúnenÁmsterdam.

—Esquenomeencuentrobien.Johannesseríealoírla,peroMarinhaceunamuecadedolorynosonríe.—Papista—añade.

A lo largo del severo desayuno Johannes no se disculpa por no haber estado

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presentepara recibir a sumujer el día anterior.Sedirige a suhermanay,mientrastanto,Nellaseveobligadaaarremangarseparanoarrastrarlospuñosporelpescadograsiento.Ottorecibepermisopararetirarseylohaceconunareverencia,aferrandoconcautelalosfajosdepapeles.

—Encárgatetú,Otto—indicaJohannes—.Ydaleslasgraciasdemiparte.Nellasepreguntasiloshombresconlosquecomerciasumaridotambiéntendrán

criadosasíosiseráelúnico.InspeccionaelrostrodeOttoenbuscadealgúnrastrodedesasosiego,peroleparecehábilysegurodesímismo.

El precio del oro en lingotes, los cuadros comomoneda de cambio, la falta deatención de algunos de los cargueros que trasladan susmercancías desde Batavia:MarindevoraconavidezloschismesquevasoltandoJohannes,muchomásjugososqueeldesayuno.Sienalgúncasosemuestrareacioarevelaralgo,ellaselosonsaca,un honor que podría desvanecerse. Escucha con atención sus breves noticias de laventadetabaco,desedaycafé,decanelaysal.Habladelasnuevaslimitacionesdelshogunato al transporte de oro y plata desdeDejima, de los daños que ello puedeprovocar a largo plazo y de que la VOC está convencida de la conveniencia deanteponerelbeneficioalorgullo.

A Nella le marea un poco toda esa información, mientras que Marin parececoncentrada. ¿Qué se sabe del tratado con el sultán deBantén sobre la pimienta ycómo afectará a la VOC? Johannes le cuenta las rebeliones de los plantadores declavoenAmbon,cuyastierrasestánrepletasdeárbolesdebidoalosinteresesdelaVOC.Cuandoellalepreguntaporlanaturalezaexactadeesedescontento,elseñordelacasaselimitaahacerunamueca.

—Aestasalturas,Marin,lasituaciónhabrácambiadoyyanosabremosnada.—Yéseeselproblema,Johannes,condemasiadafrecuencia.—Acontinuación

se interesaporuna sedaquedebía recibirun sastredeLombardía—.¿Quién sehallevadolosderechosdeimportación?

—Nomeacuerdo.—¿Quién,Johannes?¿Quién?—HenryField.UncomerciantedelaCompañíaBritánicadelasIndiasOrientales

—contestaporfin.—¡Los ingleses!—exclamaMarin, dando un puñetazo en lamesa. Él lamira,

peronodicenada—.Piensaenloquesignificaeso,hermano.Piensa.Losúltimosdosaños.Permitirqueseloembolseotrohombre.Nohemos…

—PerolosinglesesnoscomprantodoellinodeHaarlem.—Conpreciosquedemuestranloagarradosqueson.—Lomismodicenellosdenosotros.Deloslingotesalossultanespasandoporlosingleses,laconversacióndeMarin

no deja de sorprender. Sin duda, Johannes se salta con ella una barrera prohibida:¿quéotramujersabetantosobrelosentresijosdelaVOC?

Nellasesienteinvisible,ninguneada.Acabadellegarynielunonilaotralehan

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hecho una sola pregunta, si bien ese intercambio pecuniario le ofrece almenos laoportunidad de examinar a su marido con discreción. Esa piel tostada: a su lado,MarinyNellaparecenfantasmas.Seloimaginaconsombrerodepirataenunnavíoazotadoporlasolasazuloscurodeunmarlejano.

Sigueadelanteypiensaenéldesnudo,elucubrasobre loque tienedebajode lamesa, lo que la espera. Su madre le ha contado lo que les sucede a las mujerescasadas:lavaraquecreceyprovocadolor,laposibilidaddequenoduremucho,elhúmedorastrodeunaalmejaentrelaspiernas.EnAssendelfthaymuchoscarnerosyovejas,noesdifícildescubrirloquesucedeexactamente.

—Noquieroseresaclasedeesposa—ledijoNella.—No hay otra. —Fue la respuesta, pero al ver el gesto de su hija la señora

Oortman se ablandó un poco, la abrazó y le acarició el vientre—.Tu cuerpo es lallave,cariño.Tucuerpoeslallave.

Cuandolamuchachapreguntóquécerradurateníaqueabrirexactamenteycómo,sumadresecerróenbanda.

—Tendrásuntecho.DagraciasaDios—sentenció.Pormiedo a que los otros dos vean esos recuerdos dibujados en su semblante,

Nellaclavalamiradaenelplato.—Dejemosyatodoeso—diceentoncesMarin,yNellasesobresalta,comosile

hubieraleídoelpensamiento.Johannessiguehablandodelosinglesesyapuraellíquidoámbarquequedaenel

fondodelvaso.—¿Has hablado con Frans Meermans sobre el azúcar de su mujer? —lo

interrumpeMarin, y ante su silencio ponemala cara—.Estámuerto de asco en elalmacén,Johannes.LlegódeSurinamhacemásdeunasemanaytodavíanoleshasdichoquévasahacerconél.Estánesperando.

Johannesdejaelvaso.—Me sorprende ese interés por la reciente fortuna de Agnes Meermans —

responde.—Lo que me preocupa no es su fortuna. Sé las ganas que tiene de abrir una

brechaennuestrasparedes.—¡Siemprecontussospechas!Quierequedistribuyasuazúcarporquesabeque

soyelmejor.—Entonces véndelo y termina esos tratos con ellos. Recuerda lo que está en

juego.—¡De todo lo que podría vender, insistes en esto! ¿Qué hay de la lekkerheid,

Marin,delapasiónporlodulce?¿Quédiríatupastor?—Johannessevuelvehaciasumujer—.Mihermanacreequeelazúcarnoesbuenoparaelalma,Nella,peroaunasíquierequelovenda.¿Quétepareceeso?

Lamuchacharecuerdaelrechazoasupeticióndemazapányagradecelaatenciónrepentina. «Las almas y losmonederos—se dice—. Estos dos están obsesionados

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conlasalmasylosmonederos».—Lo único que pretendo es que no se me lleve el diluvio. Temo a mi Dios,

Johannes. ¿Tú no?—replicaMarin, cortante. Agarra el tenedor como un pequeñotridente—.Véndeloya,hermano,teloruego.Almenostenemoslasuertedequenohayagremiodeazucareros.Ponemosnosotros lospreciosyelegimosalcomprador.Deshaztedeélydateprisa.Seríalomejor.

Johannescontemplaelpanintacto,quesigueenelcentrodelmantel.Nellaoyeque le suenan las tripas y se lleva lamano al vientre instintivamente, como si asípudieraacallarlas.

—Otto no aprobaría este nuevo libre comercio—afirma Johannes, mirando lapuertadereojo.

—Estodounholandés.Pragmático.Nisiquierahavistounaplantacióndecañadeazúcarconsuspropiosojos—contestaMarin,clavandolosdientesdeltenedoreneldamasco.

—Estuvoapunto.—Comprendenuestronegocio igualdebienquenosotros.—Losojosgrisesde

Marintaladranlosdesuhermano—.¿Noestásdeacuerdo?—Nohables en sunombre.Además, trabajaparamí, nopara ti.Yestemantel

costótreintaflorines,asíque,porfavor,dejadeagujereartodasmispropiedades.—Ayer por la mañana fui al puerto —espeta Marin—. Los burgomaestres

ahogaron a tres hombres, uno detrás de otro. Les colgaron pesos del cuello. Losmetieronenunsacoylosecharonalagua.

Seoyeelestruendodeunabandejaenelpasillo.—¡Rezeki,estatequieta!—gritaCornelia,peroNellasefijaenquelasdosperras

duermenplácidamenteenunrincóndelcomedor.Johannescierralosojosysumujersequedapensandoenquétendránquevertres

ahogados con un cargamento de azúcar, o las opiniones deOtto, o la intención deAgnesMeermansdeabrirunabrechaensusparedes.

—Séloqueesmorirahogado—murmurasumarido—.Noolvidesquehepasadocasitodalavidaenelmar.

EltonodeadvertenciadeJohannesnodetieneaMarin:—Preguntéaunseñorqueestabalimpiandoelmuelleporquélosburgomaestres

los habían condenado y me dijo que no tenían los florines que hacían falta paraaplacarasuDios.

Jadeante,sedetiene.Johannessehahundidoenlasilla,prácticamentedesolado.—¿NosesuponequeDiosloperdonatodo,Marin?—pregunta,aunquenodala

sensacióndequeespererespuestaalguna.

Elaireestárecalentadoyelambiente,cargado.ApareceCornelia,conlasmejillascoloradas, y recoge los platos. Johannes se levanta de la silla. Las tresmujeres lo

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miranconexpectación,perosaledelaestanciasinmás,dandogolpesalaireconunamano.NellatienelaimpresióndequeMarinyCorneliaentiendenelsignificadodeese gesto, y la primera coge el libro que ha bajado para el desayuno.Nella lee eltítulo:esWarenar,laobrateatraldeHooft.

—¿Conquéfrecuenciaviaja?—pregunta.Marindejaellibroychasquealalengua,fastidiada,cuandounapáginasedobla

contralamesa.—Mihermanoseva.Luegovuelve.Ysevaotravez.—Suspira—.Yaloverá.No

esdifícil.Podríahacerlocualquiera.—Nohepreguntadosieradifícil.¿QuiénesFransMeermans?—Cornelia,¿cómoestáhoyelperiquitodePetronella?—Estábien,señora.Bien.Lacriadaevita lamiradadeNella.Hoynohay risascontenidasnicomentarios

maliciosos.Parececansada,comosilapreocuparaalgo.—Necesita aire fresco—afirma Nella—. La cocina debe de estar cargada del

humodelosfogones.Megustaríaquevolarapormicuarto.—Sepondráapicotearalgodevalor—objetaMarin.—Noescierto.—Seescaparáporlaventana.—Nolaabriré.Marin cierra el libro violentamente y se marcha. La criada se pone derecha y

observalapuertaporlaquehasalidosuseñoraconlosojosazulesapenasabiertos.Trasuninstantedetitubeo,tambiénseva.NellasehundeenlasillaymiraelmapadeJohannessinverlo.Lapuertahaquedadoabiertayoye los susurrosdeMarinyJohannesdelantedeldespacho.

—PorelamordeDios,Marin.¿Noseteocurrenadamejorquehacer?—Ahoratienesunamujer.¿Adóndevas?—Tambiéntengounnegocio.—¿Quénegocioesése?Hoyesdomingo.—Marin,¿creesqueestacasafuncionaporartedemagia?Voyaverelazúcar.—Notecreo—respondeellaentredientes—.Nopiensopermitirestascosas.Nellaadviertequelatensiónentreloshermanosaumenta.Esunsegundolenguaje

mudoquesedesborda.—¿Quéotrohombrepermitequesuhermanalehableasí?Tupalabranoeslaley.—No,peroseacercamásdeloquecrees.Johannessalealacalleconpasodecidido.Nellaoyelaaterciopeladasuccióndel

airealcerrarseunavezmáslapuertaprincipal.Seasomayveasunuevacuñadaenelpasillo.Marinsehallevadolasmanosalacarayhahundidoloshombrosenungestodesufrimiento.

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Untrampantojo

CuandoMarinsubealprimerpisoysuspasossepierdenendirecciónasucuarto,Nellasedirigesigilosamentealaplantainferior,dondePeebochasqueaelpicoparallamarla. Se sorprende al descubrir que la jaula está colgada en la cocina buena,dondenosepreparaningúnalimento;elesfuerzosereservaparalaotra,ladetrabajo,alotroladodelpasillo.Lacocinabuenaesunasalaqueseempleaúnicamenteparaexponer la porcelana de los Brandt, sin cacerolas ni sartenes que salpiquen, sinmanchas en las paredes. Nella se queda pensando cuánto tiempo llevará Peeborespirando aire puro y, lo que aún la intriga más, a quién se deberá esa obra decaridad.

Ottoestásentadoanteunamesitaauxiliar,lustrandoconparsimonialacuberteríadeplataqueseutilizaráenelalmuerzo.Noesalto,perosíanchodehombros,ylasillalequedapequeña.Alverlaenelumbralseñalalajaula.

—Quéruidoso,elpajarito—comenta.—Lolamento.Melollevaríaamicuarto,pero…—Megustaoírlo.—Ah.Muybien.Graciasporponerloahí.—Nohesidoyo,señora.«Señora». Qué maravilla cuando lo dice él. Lleva la camisa impoluta, bien

planchada, sin un solo hilo suelto ni una mancha. Bajo el calicó, sus brazos semueven conuna elegancia natural. ¿Qué edad tendrá?Treinta años, tal vez algunomenos.Susbotasrelucencomolasdeungeneral.Todoenélesnuevo,desconocido.Quelallame«señora»ensupropiacasauncriadoderopatanpulcraes,derepente,elapogeodesuexistencia.Lagratitudleinundaelpecho,peronoparecequeOttosedécuenta.

Ruborizada,seacercaa la jaulayacariciaalperiquitoentre losbarrotes.Peeboemiteunleve«hic,hic»yempiezaapasarseelpicoporlasplumascomosibuscaraalgo.

—¿Dedóndees?—preguntaOtto.—Nolosé.Meloregalómitío.—Osea,quenonaciódeunhuevoenAssendelft.Nella niega con la cabeza. Nada tan vistoso y original podría haber nacido en

Assendelft.Sesienteincómodayaturdidaalavez:Ottosabeelnombredesupueblo.¿Qué pensarían de ese hombre sumadre, los ancianos de la plaza o los niños delcolegio?

Mientraselcriado levantaun tenedorypasaunagamuzapor losdientes,unoauno,Nellaclavalasyemasdelosdedosenlosbarroteshastaqueseleponenblancasy alarga el cuello para seguir con la vista las baldosas de las paredes, cuadradas yrelucientes, hasta llegar al techo, en el quealguienhapintadoun trampantojo:unacúpuladevidrioseabrecaminoenelyesohaciauncieloimposible.

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—Lo encargó el señor Brandt —explica Otto, siguiendo la dirección de sumirada.

—Esingenioso.—Esuntruco.Conlahumedad,notardaráendesconcharse.—PeroMarinmedijoqueestacasanoeshúmeda.Yqueelabolengonoimporta

nada.—Enesecaso,tengoqueestarendesacuerdoconella.—Ottosonríe.NellanosabeacuáldelasdosafirmacionesdeMarinserefiere.Contemplalos

enormes estantes empotrados, en los que tres inmensos vidrios protegen toda unavajilladeporcelana.Nuncahabíavistounacoleccióntancompleta.EnsucasateníanunascuantaspiezasdeDelftypocomás,puessehabíanvistoobligadosavenderelresto.

—Elmundodenuestroamoenunahileradeplatos—apuntaOtto,yNellaprestaatenciónparadescubrirsihayorgullooenvidiaensuvoz,peronodetectaningunadelas dos cosas. Habla con un tono calculadamente neutro—. Delft, Dejima, China.Vajillasdelossietemares.

—¿Mimaridonoeslobastantericoparaqueviajeotroensulugar?Ottofrunceelceñosinapartarlavistadelahojadelcuchilloqueestálimpiando.—Hayquemantenerlafortunaaflote,yparaesonohaydelegaciónquevalga.Al

quenovaconcuidadoseleescapaentrelosdedos.Terminaydoblalagamuzaconesmeroparaformaruncuadrado.—¿Poresotrabajatanto?Ottodibujaunaespiralconeldedo,dirigidaalafalsacúpuladevidriodeltecho,

hacialailusióndeprofundidad.—Susaccioneshansubidomuchísimo.—¿Yquésucedesilleganalomásalto?—Loquesucedesiempre,señora.Quelascosassedesbordan.—¿Yluego?—Pues luego supongo que se tratará de hundirse o flotar—contestaOtto, que

contempla ahora sus rasgos combados y encogidos en la plata convexa de unacucharasopera.

—¿Túteembarcasconél?—No.—¿Porquéno?Eressucriado.—Yanonavego.ANella le gustaría saber cuánto tiempo lleva viviendo en esta tierra artificial,

apuntaladaenlasmarismas,ganadaalmarabasedetenacidad.Marinacabadedecirqueesholandés.

—Elespíritudelseñorseencuentraagustoenlosmares—añadeOtto—.Elmíono,señora.

NellaalejalamanodelajauladePeeboysesientajuntoalachimenea.

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—¿Cómosabestantodelespíritudemimarido?—¿Acasonotengoojosyoídos?Nella se sobresalta. No esperaba ese descaro, aunque lo cierto es que también

Corneliasetomalalibertaddedecirloquepiensa.—Sí,porsupuesto,loque…—Elmar tiene algo a lo que la tierra no puede aspirar, señora. Ningún paraje

permaneceinmutable.—Otto.Ahí estáMarin, en la puerta.Otto se levanta.Ha idodisponiendo la cubertería

comounarsenaldearmasrelucientes.—Estátrabajando—dice—.Tienemuchoquehacer.—Sólolepreguntabaporeltrabajodelseñor—contestaNellaasucuñada.—Dejaeso,Otto—ordenaMarin—.Tienesqueenviarlospapeles.Dichoeso,damediavueltaydesaparece.—Señora—susurra el criado cuando los pasos aún no se han apagado—. ¿Le

daríaunapatadaaunacolmena?Sóloconseguiríaquelepicaranlasabejas.Nellanotieneclarosisetratadeunconsejoodeunaorden.—Mantendré la jaula bien cerrada, señora—agrega, señalando aPeebo con la

cabeza.Nella se queda escuchando sus pasos, que suben por la escalera de la cocina

ligerosyperfectamenteacompasados.

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Elregalo

Durante las dos noches siguientes Nella espera a que Johannes le ponga la manoencimaparaqueempiecesunuevavida.Dejalapuertadesudormitorioentornadaylallavecolgadasobreelgruesoentrepañoderoble,perocuandosedespiertaporlamañanaestáintacta,igualqueella.Alparecer,sumaridotrabajahastatarde.Porlanocheoyeelcrujidodelapuertadelacallealabrirseyamenudotambiénaprimerahora,cuandoelsolempiezaaascenderporelcielo.Laluzmortecinasefiltraporlospárpadoscuandoseincorpora,yactoseguidosedacuentadequevuelveaestarsola.

Una vez vestida, recorre sin rumbo fijo las habitaciones de la planta baja y elprimerpiso.Enlapartetrasera,lejosdecualquierposibleinvitado,ladecoraciónesmás austera, dado que todo el esplendor se ha reservado para las estancias cuyasventanas dan a la calle. Esas piezas delanteras son más hermosas cuando estándesiertas,cuandonohaynadiequedesgaste losmueblesodejehuellasdebarroenlossuelosabrillantados.

Husmeaen tornoa lascolumnasdemármol, laschimeneasvacías,ysumiradainexpertavadecuadroencuadro.¡Cuántoshay!Barcosconmástilesqueseelevancomo crucifijos hacia el cielo, paisajes de aspecto tórrido, más flores marchitas,cráneosdelrevésquehacenpensarentubérculosparduzcos,violasconcuerdasrotas,tabernasllenasdegentequebailatambaleándose,platosdoradosytazasesmaltadasque parecen de carey. Verlos todos tan deprisa provoca náuseas. El papel de lasparedes, de cuero conpandeoro, conservaunvagoolor a cerdoy le recuerda lasgranjasdeAssendelft.Apartalavista,yaquenodeseapensarenellugarquetantasganasteníadeabandonar,yseencuentraconampliostapicesbíblicosquecuelgandelospanelesdelapared:MaríayMartaconJesús,lasbodasdeCaná,elingeniosoNoéconsurobustaarca.

EnlacocinabuenasefijaenlosdoslaúdesdeJohannes,queCorneliatienebienlimpios,sujetosasendoscolgadoresenlosazulejos.Alargaelbrazoparabajarunoyda un brinco, alarmada, al notar que una mano disuasoria se ha posado ya en suhombro.

—Noesparatocarlo—espetaMarin—.Esunapiezadeartesaníaysilopuntealoestropeará.

—¿Me ha seguido? —Ante el silencio de su cuñada, Nella propina unosgolpecitosalosinstrumentos—.Tienenlascuerdasflojas.Porfaltadecuidados.

Damediavueltaysube laescaleraconpasoairado.EldormitoriodeMarin,alfinaldelpasillodelprimerpiso,sigueporexplorar,ydelejoscontemplaelojodelacerradurapensandoenlaceldaespartanaquedebedehaberalotrolado.Lafuriacasilaempujaaentrar.¿QuiénesMarinparaimpedirlenada?Alfinyalcabo,laseñoradelacasaesella.

Apesardetodo,regresaasucuartoyseenfrentaconconsternaciónalasplumasensangrentadasdelasavespintadas,conpicosdelagartoyorificiosnasalescurvados.

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¡Santocielo,sucuñadadetestainclusolamúsica!¿Nosabequeloslaúdesnoestánhechosparacolgardeunapared?

Por logeneral,Marinno ledirige lapalabrasinoesparadarle instruccionesosoltarlesermonessacadosdirectamentedelaBibliafamiliaryelegidoscasisiemprepara avasallarla. La primera vez que reúne a todos los habitantes de la casa en elvestíbulo para escuchar pasajes de las escrituras, Nella se sorprende de que seencargue ella. En Assendelft se ocupaba su padre cuando estaba sereno, yúltimamentequien lee a sushermanasy a sumadre esCarel, que a sus trece añostieneampliaexperiencia.

Enalgunosmomentos,Marinseacomodaenunabutacadeterciopeloverdedelsalónparaponeraldíaellibrodecontabilidad.Parecellevarconmuchadiligencialascuentasdelacasa,comosilascolumnasverticalesfueransupentagramanaturalylosnúmeros, notas musicales con las que el dinero familiar va trazando una mudamelodía. Nella quiere sabermás del negocio de sumarido, del azúcar de Frans yAgnesMeermans,perohablarconMarinnuncaresultafácil.

Noobstante,eltercerdíaentradiscretamenteenelcuartoenelqueestásentadacon la cabeza gacha, como si rezara. Como de costumbre, tiene el libro decontabilidadabiertoenelregazo.

—¿Marin?¿Puedohablarcontigo?Hastaahoranosehabíadirigidoaellaporsunombredepila,nilahabíatuteado;

siente con ello un arrojo extraño e insólito, pero el intento de establecer algo deintimidadfracasa.

—¿Sí?Marinlevantalacabezabruscamente,dejalaplumasobrelaspáginasabiertascon

ungestoteatralycolocalasmanosenlasintrincadashojastalladasdelosbrazosdelabutaca.DelaseveridaddesusojosgrisesNelladeducequeeldiálogosobreellaúdnoestáolvidado.Notaelescrutiniodelamiradadesucuñadayelpánicocreceensuinterior.Unagotadetintacaedelapuntadelapluma.

—¿Estovaasersiempreasí?—dice,sinmás.Lapreguntasinrodeoscargaelambiente,yMarintensalaespalda.—¿Así?¿Cómo?—Nolo…Noloveonunca.—SiterefieresaJohannes,puedoasegurartequeexiste.—¿Dóndetrabaja,exactamente?Nella dirige la conversación a preguntas que requieran una respuesta más

concreta,peroésa tieneunefectoaúnmásextrañoque laprimera:el semblantedeMarinseconvierteenunamáscara.

—En distintos lugares—contesta, con voz tensa y controlada—. La Bolsa, elmuelle,lasoficinasdelaVOCenlaOudeHoogstraat.

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—¿Yquéhaceexactamenteenesoslugares?—Siyolosupiera,Petronella…—Síquelosabes.Séquelosabes…—Convierte el barro en oro. El agua en florines. Vende las existencias de los

demásalmejorprecio.Llenasusbarcosyloshacezarpar.Seconsideraelpreferidode todo elmundo. Eso es todo lo que sé. Pásame el brasero, tengo los pies comoicebergs.

Nellasedicequedebedeser lasucesióndefrasesmáslargaquelehadirigidodesdequeseconocen.

—Siempre puedes encender el fuego—replica, y empuja uno de los pequeñosbraseros,muy caliente, haciaMarin, que lo detiene clavando el pie ante él.Al noobtenerrespuesta,prosigue—:Megustaríaverdóndetrabaja.Notardaréenhacerleunavisita.

Marin cierra el libro de contabilidad con la pluma atrapada dentro y se quedamirandolamaltrechacubiertadecuero.

—Notelorecomiendo.La muchacha sabe que le conviene dejar de hacer preguntas, porque siempre

recibeunnoporrespuesta,peroessuperiorasusfuerzas.—¿Porquéno?—Estáocupado.—Marin…—Tumadredebiódedecirtequelascosasseríanasí,¿no?—espetaMarin—.No

tehascasadoconelnotariodelpueblo.—PeroJohannes…—¡Petronella!Esunhombreocupado.Ytúteníasquecasarteconalguien.—Perotúno.Túnotehascasadoconnadie.MarintensalamandíbulayNellasienteunalevechispadetriunfo.—No—respondeMarin—.Perosiemprehetenidotodoloquequería.

~

Alamañanasiguiente,MarinescogeunproverbioyunahistoriaaleccionadoradeJob,yconcluyeconlasaguastransparentesdeLucas:

Masaydevosotros,ricos,porqueyatenéisvuestroconsuelo.Aydevosotros,lossaciados,porquetendréishambre.Aydevosotros,losqueahorareís,porquetendréisaflicciónyllanto.

Lee con rapidez, sin música, como si le diera vergüenza oír el eco de su voz

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contra las infinitas losas blancas y negras, y susmanos se aferran al atril como sifueraunabalsa.Nellalevantalosojosduranteelsermóndesucuñada,intrigadaporsaberporquésigueallí,soltera,sinunaalianzaeneldedoanular.Quizánohahabidoningún hombre con estómago suficiente para soportar el vapuleo.Nella saborea elplacerdeunpensamientomalicioso.

«¿Éstaesminuevafamilia?»,sepregunta.Pareceimposiblequeningunadeesaspersonas se haya reído jamás, con la excepción de algún amago ahogado en unamanga. Las tareas de Cornelia se le antojan interminables. Cuando no está abajocociendounesturión,sededicaasacarbrilloalosmueblesderobleypalisandro,asacudir las sábanas o a limpiar una ventana tras otra. Todo elmundo sabe que eltrabajo es virtud, que mantiene a los buenos holandeses a salvo de las garras delpeligrosolujoocioso,pero,apesardetodo,enellahayalgoquenoparecedeltodopuro.

Otto pone gesto pensativo mientras escucha. Al encontrarse con la mirada deNella aparta la suya precipitadamente. El contacto humano en un momento dereflexión espiritual como ése parece, en efecto, casi pecaminoso. Johannes decideapretarlasmanosparaformarunpuñodeoración,conlosojosclavadosenlapuerta.

Nellaregresaasucuartoytratadeescribirunacartaasumadreparacontarlesusapuros,perolaspalabrasqueescogenorevelansusmejorescualidades,senieganacorresponderasussentimientos.Nologradescribirsudesconcierto,susdiálogosconMarin,aunmaridoquehablatodaslaslenguasmenosladelamor,nialoscriados,cuyosmundosestánocultos,cuyarisatambiénesotrolenguaje.Acabagarabateandoalgunosnombres(«Johannes»,«Otto»,«Toot»)ydibujandoaMarinconunacabezagigantesca,asíquehaceunabolaconelpapelylolanzahaciaelfuego,aunquecaeapocadistancia.

Unahoradespuéssubenporlaescaleraprincipalvocesdehombre,unosladridosy la risa de Johannes.Nellamira por la ventanaqueda al río y ve a tres robustosobreros con sogas echadas al hombro. Salen de casa hacia el canal y vanarremangados.

Cuandoabrelapuertadesucuarto,Marinyaestáenelvestíbulo.—Johannes—laoyedecirentredientes—,¿sepuedesaberquéhashecho?La muchacha avanza en silencio por el descansillo y se le escapa un grito

ahogadoalverloquehandejadolostreshombresenelpisodeabajo.Sobre elmármol hayun aparador, una estructura imponente quemide casi una

vezymedialoquesumarido,queseencuentraasulado:esunarmariogigantescoquedescansasobreochoreciaspatascurvadas,conlapartedelanteracubiertapordoscortinasdeterciopelodecolormostaza.Johannes,quehaapartadoelatrildelaBibliaparahacersitio,apoyaunamanoenelarmazónycontemplalamaderarelucienteconunasonrisainfatigable.Parecereanimado;Nellanuncalohabíavistotanatractivo.

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Marinseaproximaalaparadorconprecaución,comosipudieracaérseleencimaoestuvieraapuntodecobrarvida.Rezekiseapartaconunfuertegruñido.

—¿Esunabroma,hermano?¿Cuántohacostadoesto?—Por una vez,Marin, mejor no hablar de dinero.Me dijiste que buscara una

distracción…—Nounamonstruosidad.¿Esascortinasestánteñidasconazafrán?—¿Unadistracción?—repiteNelladesdelaescalera.Marindamediavueltaparamirarla,horrorizada.—Esparati.Unregalodebodas—anunciaJohannes,ycuandodaunapalmada

enellateraldelaparadorparecequelascortinasseretuercen.—¿Yquées,esposo?—Es de roble y olmo. El olmo es resistente—afirma él, como si ésa fuera la

explicación que esperaba su mujer. Y volviéndose hacia su hermana añade—: Seutilizaparalosféretros.

—¿Dedóndelohassacado,Johannes?—preguntaésta,apretandoloslabios.—Enelpuertohabíaunhombrequedecíaquelequedabanunosaparadoresdel

taller de un carpintero fallecido—contesta él, encogiéndose de hombros—. Lo herefinadoconunrevestimientodecareyeincrustacionesdepeltre.

—Pero¿porquélohashecho?Petronellanonecesitaunacosaasí.—Esparaeducarla.—¡¿Qué?!—exclamaNella.JohannesbuscaaRezekiconlamano,perolaperraeludeasuamo.—Calla,preciosa.Calla.—Nolegusta—diceCornelia,quehabajadotraslospasosdesunuevaseñora.Nellasequedapensandosiserefiereaellaoalaperra.«Alasdos,porlovisto»,

deduce,alverqueaRezeki se leerizaelpelo.Lacriada sostiene laescobaante sícomounavara,comosiesperaseunataque.

—¿«Educarla»? —se mofa Marin—. Como si a Petronella le hiciera faltaeducación.

—Yodiríaquesí,ymucha—replicaJohannes.«Noescierto—piensalamuchacha—.Tengodieciochoaños,noocho».—Pero¿quées,esposo?—insiste,tratandodedisimularsuconsternación.Por fin,Johannesagarra lascortinasy,conunademánexagerado, lasabre.Las

mujeressequedansinhabla.Anteellashaaparecidoelinteriordelaparador,divididoennuevecubículos,algunosforradosdepapelestampadoconrelievesdeoroyotrosdeunrevestimientodemadera.

—¿Es…esestacasa?—diceNella.—Estucasa—lacorrigeJohannes,satisfecho.—Muchomásfácilde limpiar,esoseguro—apuntaCornelia,yalargaelcuello

paraverlashabitacionesdelaúltimaplanta.La fidelidaddel aparador es sobrecogedora, comosi la casa en laqueviven se

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hubiera encogido y un bisturí la hubiera cortado en dos para dejar sus órganos aldescubierto. Las nueve habitaciones, desde la cocina de trabajo hasta el salón,pasandoporeldesvánenelquesealmacenanlaturbaylaleñalejosdelahumedad,sonréplicasperfectas.

—Tambiénhayunsótanooculto—diceJohannes.Les muestra un espacio vacío disimulado debajo del suelo, entre la cocina de

trabajoylabuena.Enestaúltimaeltechoestápintadoconuntrampantojoidénticoaloriginal. Nella recuerda la conversación con Otto, cuando le dijo que las cosassiempresedesbordan,señalandoaquellacúpulairreal.

Rezekigruñeyrodeaelaparador.—¿Cuántohacostadoesto,Johannes?—preguntaMarin.—Elarmazón,dosmil—contesta él, sosegadamente—.Con las cortinasquedó

entresmil.—¿Tres mil florines? ¿Tres mil? Bien invertidos, darían para que viviera una

familiadurantevariosaños.—Marin, tú jamás has vivido con dos mil florines al año, por mucho que no

comasmásquearenques.Y,teniendoelcontratodelosMeermans,¿porquéhayquepreocuparse?

—Bueno,siestuvierashaciendoalgonomepreocuparía…—Porunavezenlavida,cállate.Marinseapartaaregañadientesdelaestructurademadera.Enesemomentollega

Ottode lacocinaycontempla lanovedadcon interés.Johannesparece ligeramentedesalentado, como si tuviera la impresión de que su gesto empieza a resultarcontraproducente.

ElrevestimientodecareyevocaenNellalosotoñosdeAssendelft,losnaranjasylosmarronesatrapadosenplenomovimiento,yCarelquelatomadelasmanosylahacedarvueltasbajo losárbolesdel jardín.Enefecto,hay incrustacionesdepeltrecomo finas venas de metal que recorren toda la superficie, incluso las patas. Lamadera y el carey provocan una extraña sensación. Incluso el contacto con lascortinasdeterciopelotransmiteciertaimpresióndepoder.

NellasabedeniñosdeAssendelftmásricosqueellaalosqueregalaroncasasdemuñecas,peroningunaeratanespléndida.Antesdequesupadresebebieratodoeldinerodelafamiliaquizáexistieralaposibilidaddequeellatambiénrecibierauna,máspequeñaqueésta,comoinstrumentodeprácticaparaaprenderaencargarsedeladespensa,delasmantelerías,deloscriadosydelmobiliario.Ahoraqueestácasadalegustaríacreerquenolehacefalta.

Sedacuentadequesumaridolaobserva.—Elsuelodelvestíbuloesidéntico—comenta.Señala bajo sus pies las losas blancas y negras y luego posa el dedo con

delicadezaenloscuadradosenminiaturaquelasreproducen.—Mármolitaliano—informaJohannes.

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—Nomegusta—terciaMarin—.YaRezekitampoco.—Bueno,nadiehadichoquelasperrastenganbuengusto—replicasuhermano.Marinseruborizaysedirigeconpasoairadoalapuertadelacalle,quecierrade

golpealsalir.—¿Adóndeva?—preguntaCornelia,queparecealarmada,yOttoyellasiguen

conlosojosasuseñoraporlaventana.—Creía que sería una buena sorpresa —dice Johannes, volviendo a mirar el

aparador.—Pero,esposo,¿quédebohacerconél?—preguntaNella.—Noestoyseguro—confiesaJohannes,algoperplejo,yacaricialascortinasde

terciopeloentreelíndiceyelpulgarantesdecerrarlas—.Yaseteocurriráalgo.

Desaparece en su despacho con el chasquidode un cerrojo.Otto yCornelia semarchan a toda prisa al piso inferior, en dirección a la cocina de trabajo.Nella, asolasconRezeki,quegimoteaporlasparedesdelvestíbulo,piensaensuregalo.Estádescorazonada. «Soy demasiado mayor para estas cosas —se dice—. ¿Quiéncontemplará esta obra?, ¿quién se sentará en estas sillas?, ¿quién se comerá estosalimentosdecera?».NotieneamigosnifamiliaenÁmsterdamquepuedanvisitarlayprorrumpirenexclamacionesdeadmiración:esunmonumentoasuimpotencia,asurefrenadacondicióndemujeradulta.«Estucasa»,lehadichosumarido,pero¿quiénpuede vivir en esas habitacioncillas, en esos nueve cuartos ciegos? ¿Qué clase dehombrecompraunregaloasí,pormuymajestuosaquesealaenvoltura,pormuybienhechoqueesté?

—Nohacefaltaquenadiemeeduque—diceenvozalta.RezekiaúllayNellalatranquiliza—:Notengasmiedo.Sóloesunjuguete.

«Talvezpuedahacerseunsombreroconlascortinas»,sedicemientraslassepara.Al contemplar el interior empieza a sentirse inquieta. El caparazón hueco de

maderadeolmoycareypareceobservarlacomosi lashabitacionesfueranojos.Lellegaunaconversaciónairadadesdelacocinadetrabajo:sobretodohablaCornelia,yOtto contesta sin levantar tanto la voz. Nella pone una mano indecisa sobre lamadera.Encontrasteconelterciopelo,resultarefrescante.Estáduracomounapiedrapulida.

«AhoraqueMarinhasalidoyesosdosestánabajo,enlacocinadetrabajo,podríair a buscar aPeebo y soltarlo un rato—piensa—. Johannes ni se enteraría, ymesentaríabienvervolaramipajarito».Sinembargo,aldejarasuespaldaelaparadorvelaescaleraysuimaginaciónseposadenuevoenellejanoagujerodelacerraduradeMarin,arriba,alfinaldelpasillo.«Olvídatedeestacasitademuñecas insultante—sedice,paraanimarse,ycierralascortinasdecolormostaza—.Puedesiradóndeteplazca».

Conelcorazónacelerado,abandonaelregalodeJohannessobreelmármoly,sin

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pensar más en el periquito, se dirige al cuarto de su cuñada. Sin embargo, en laescalera laaudaciadelvestíbuloempiezayaaflaquear.«¿Ysimedescubren?—sepregunta, con la imaginación desbordada mientras corre por el pasillo tan deprisacomoselopermitelafalda—.¿Quémepasará?».

Noobstante, abre lapesadapuertadeentradaal santuariodeMariny sequedaboquiabiertaanteelextraordinarioespectáculodesuinterior,quedisipatodareserva.

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Invasiones

Todavíaenelumbral,Nellasiguesindarcrédito.Por tamaño, lahabitaciónpareceuna celda demonja, pero con su contenido se podría llenar todoun convento. ¿EsposiblequeMarinhayacedidodebuengradolaamplituddesuantiguocuartoparainstalarseenesaceldainundadadefantasía?

Del techo cuelga una muda de piel de serpiente enorme adornada como unbanderín y con un tacto parecido al papel. Plumas de todas las formas y colores,pertenecientes en su día a las aves más exóticas, rozan sus dedos extendidos.Instintivamentebuscaunaverdeycompruebaconalivioqueningunaseparecealasde Peebo. Hay una mariposa, más ancha que la palma de su mano, clavada conalfileres en la pared; volutas de negro recorren el azul celeste de sus alas. Lahabitación rebosa olores. El más intenso es el de nuez moscada, pero tambiénreconoce el de sándalo, y hasta las paredes están impregnadas de olor a clavo ypimienta:sonaromasdecalorydeadvertencia.

Nella se adentra en ese espacio.En los sencillos anaqueles demadera hay unamiscelánea de cráneos amarillentos pertenecientes a animales que ni se atreve aadivinar: largas mandíbulas, morros chatos, dentaduras fuertes y afiladas. Unoscaparazones de escarabajo, resplandecientes como granos de café e irisados por laluz,lucensucolornegrocontintesrojos.Uncaparazóndetortugadelrevéssemeceligeramentecuandolotoca.Portodasparteshayplantassecas,bayas,vainasyhastasemillas desperdigadas, de las que proceden esos efluvios embriagadores. EsahabitaciónnoesdeÁmsterdam,pormuchoquereflejeelinstintodeacaparamientode sus habitantes.Más bien parece un inventario del alcance de la república entrecuatropequeñasparedes.

Hayunmapadelcontinenteafricano,gigantesco,tandesconocido.Enmitaddelacostaoccidentalveunlugarmarcadoconuncírculo:PortoNovo.EncimahayvariaspreguntasescritasconlaletrafirmedeMarin:«¿Tiempo?»,«¿Comida?»,«¿Dios?».VetambiénunmapadelasIndias,conmuchosmáscírculosyflechasqueindicandedónde proceden la flora y la fauna del cuarto. «Molucas, 1676», «Batavia, 1679»,«Java,1682»:viajesquesindudaMarinnuncahaemprendidoenpersona.

Encima de la mesa situada junto a la ventana reposa un cuaderno abierto queparececonteneruncatálogopormenorizadode todos losobjetos.Nella reconoce laescrituradeMarin,muchomásfluidaquesuspalabrascuandohabla,porsuparecidocon el sobre que recibió sumadre unosmeses antes.Vuelve a sentir la tensión dequien invade una propiedad ajena: anhela quedarse y descubrirmás cosas, pero laatemorizalatrampaqueellamismasehatendido.«TengoyotantodeseñoradeestacasacomolapequeñaArabelladeladeAssendelft»,sedice.

Enelmismoanaquel,másallá,hayunalámparadeaspectocurioso,conlasalasdeunpájaroylacabezayelpechodeunamujer.Nellaacercalamanoparatocarelmetal,fríoygrueso.Alladoencuentraunmontóndelibroscuyaspáginasdesprenden

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un olor terroso en el que se mezclan la humedad y la piel de cerdo. Levanta elprimeroylacuriosidadpordescubrirlasaficionesliterariasdesunuevacuñadahacequeseolvidedelpeligrodequealguiensubaporlaescalera.

SetratadeundiariodeviajestituladoLadesventuradatravesíadelBatavia.Enlas Provincias Unidas casi todo el mundo conoce la desgraciada historia delamotinamientodeCorneliszoonylaesclavituddeLucretiaJans,alaquedespuésseimplicóenelasesinatodelossupervivientes.Nellanoeslaexcepción,perosumadrereprobabalosdetallesmásobscenosdelrelato.

—Por esa Jans las señoras ya no viajan tanto, cosa que tampoco está mal—aseguróundíaelpadredeNella—.Lasmujeresabordotraenmalasuerte.

—Traensimplementelasuertequelesdanloshombres—replicósuesposa.Nellacierraellibro,locolocaensusitioypasalosdedoscondelicadezaporla

irregularcolumnadelomos.Haymuchísimos,pero,aunquelegustaríaleertodoslostítulos, sabe que no le conviene entretenerse. «Marin debe de dejarse sus buenosflorinesenestaafición»,presume,rozandoelpapel,gruesoydebuenacalidad.

Debajo de La desventurada travesía hay una obra de Heinsius, que estádesterradoporhomicidio,comotodoelmundosabe.Poseerunlibrosuyoescasiundelito,yNellaseasombraalveréseentrelosdeMarin.TienetambiénunaediciónenfoliodelAlmanaquedeSaeghman;Enfermedadesinfantiles,deStephanusBlankaart,yMemorable descripción de la travesía delNieuwHoorn, deBontekoe.Nella loshojea.Ladescripcióndeesteúltimocomprendehistoriasdeviajesypeligrosrepletasdemagníficosgrabados,costillasdenavíosnaufragados,amaneceres formidablesymares voraces. En una de las imágenes se ve una costa con olas al fondo queacaricianunagranembarcación.Enprimerplanohaydoshombresfrenteafrente.Elprimerotienelosbrazosylaspiernasrayadosconfinaslíneasnegras,unanilloenlanarizyunalanzaenunamano.Elotrovavestidoalestilotradicionalholandés.Sinembargo, muestran la misma expresión. Imperturbables, atrapados en las esferaslimitadasdesusexperienciasrespectivas,losseparaunabrechamayorqueelmarquesevedetrás.

El lomo es flexible, el libro se ha consultado con frecuencia.CuandoNella sedisponeacolocarloensulugar,suspáginasdejanescaparunpedazodepapelescrito.Seagachapararecogerloyalverloquediceledaunvuelcoelcorazón:

Tequiero.Tequiero.Pordetrásypordelante,tequiero.

Siente un hormigueo en el velo del paladar.Aturdida, repone el libro, pero nopuede soltar esa nota extraordinaria. Hay más palabras, palabras apresuradas ydanzarinasquenohaescritolamanodeMarin.

Eresunrayodesolporlaventana,yalbañarmeenélentroencalor.

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Unacariciaduramilhoras.Cariñomío…

Sienteunpinchazoenelbrazo:alguienselohaagarradoynolosuelta.AhíestáMarin,pálida,que leda lavueltacomosi fueraunamuñecade trapo.Elpapelcaebalanceándose, y Nella lo pisa para taparlo cuando Marin ya la arrastra hacia elpasillo.

—¿Hasmiradomislibros?—preguntaenvozbaja—.¿Loshasmirado?—No,no…—Sí,síqueloshasmirado.¿Loshasabierto?—Porsupuestoqueno…Marinlaaferraconmásfuerzayletiemblalamanodebidoalapresión.—Marin…—logradecir—.Meduele.Mehacesdaño.Sigue reteniéndola durante un par de segundos más, pero al final Nella logra

soltarse.—¡Selodiréamimarido!—grita—.¡Leenseñaréloquehashecho!—No nos gustan los traidores —contesta Marin entre dientes—. Vete. Ahora

mismo.Nella se aleja tambaleándose y con las prisas por salir de allí se da de bruces

contralapieldeserpiente.—¡Nadadeestoestuyo!—gritasucuñada.Lamuchachadaunportazoyelaromaaespeciasseevapora.Unavezasalvoen

laisladesucamaempiezaamurmuraralgocontralaalmohada,conlabocasecaylamente incrédula. «Una caricia dura mil horas». Esa tinta era el néctar de algúnsecreto:Marinnosehacasado.

Aunque la caligrafía era apresurada, Nella está convencida de que no era deMarin.«Notendríaquehaberentradoahí—piensa—.Escapazdehabermeesperadoentrelassombrasparapillarmeinfraganti».SeimaginaaMarincolgándolaconunacuerdadeunadelasvigasdeltecho:selecaeríanloszuecosalsacudirlospiesentrelas plumas, y la luz poética del sol calentaría su cuerpo helado al colarse por unaventana.

La ideaque teníade su cuñadaempiezaavariar.Marindeja caer sumonótonavestimentanegrayresurgecomounavefénix,envueltaensuaromaanuezmoscada.Nadadeazucenas,nadadesutilezasfloralesparaella.Cubiertaporlossímbolosdelaciudad, es digna hija de su poder: estudiosa secreta de mapas, anotadora deespecímenes…ytambiéndealgomásquenoresultatanfácildecatalogar.Nellaseimagina el olor a especias en lapiel deMariny laoye, al otro ladodelmanteldedamasco,indicarasuhermanoexactamentecómohayquecomerciar.¿Quiénesesamujer?«Pordetrásypordelante,tequiero».

Al día siguiente, muy poco antes del amanecer, baja de puntillas a la cocinabuena. El silencio envuelve la casa, incluso Otto y Cornelia duermen todavía.Resuelta, sin vacilar, Nella recoge la jaula de Peebo y se la lleva a su cuarto,

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convencidadequeapartirdeahoraserámejorqueno lequiteelojodeencimaalperiquito.

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«LaListadeSmit»

Por encima de la cabeza de Nella, Peebo pía y aletea feliz, dando vueltas aldormitorio,ylebrillanlosojitosnegros.

—PuedequeMarintedecapite—ledicesuamaparasopesarlaverosimilituddelaamenaza,mientrasseajustaelchalalcuerpoparadefendersedelfríomatinal.

Alaluzdeldíalepareceridículo,perorecuerdaquelasnormasdelacasaestánescritasenelagua.«Omehundoosalgoaflote»,piensa.Elmoratóndelpellizcodeayerpareceunapequeñasalpicaduradevinoyleduelesiseloaprieta.Desdeluego,esasombroso.¿AcasoJohannesnoveaMarin?Nohahechonadaparadomeñarla,apesardesuevidenteantipatíaporlamujerconlaqueacabadecasarse.

Alguienllamaconbríoalapuertayselehaceunnudoenelestómago.—Adelante—contesta,molestaalcomprobareltemorquerevelasuvoz.Marin,pálida,titubeaenelumbral.Nellaselevantaydejacaerelchalparaque

quedealdescubiertolamarcaoscurecida.Sucuñadaseponerígidayprefieremiraralperiquito, que se ha posado al pie de la cama. Lleva un libro aplastado contra elpechoysusfinosdedoslosujetanconintensidad.

—Voyatenerloenmicuarto—informaNella.—Ten.—EstodoloquerespondeMarin,convozronca,mientrasalargalamano

yleofreceellibro.—¿Quées?—«LaListadeSmit».Elregistrodetodoslosartesanosyloscomerciosdeesta

ciudad.—¿Y para qué me hace falta «La Lista de Smit»? —pregunta la joven,

arrebatándosela.—Paradecorartucasa.—¿Cuáldeellas,Marin?—Sidejasvacíoeseaparador,convertirásel regalodeJohannesenunderroche

pecaminoso.Estásobligadaahaceralgoconél.—Yonoestoyobligadaanada…—Ten.Pagarésconelselloylafirmademihermano—prosigueMarin.Sacaun

fajo del libro y sus dedos nerviosos lo retuercen—. Cualquier vendedor al que lecompresalgopuede llevarlosa laStadhuisycanjearlos.Sólo tienesqueescribir lacantidadyrefrendarlos.—Letiendelosdocumentoscomosiconelloalejaradesíaldemonio—.Nomásdemilflorinesporpagaré.

—¿Aquévieneesto,Marin?CreíaquesegúnlaBiblianohabíaquehaceralardederiquezas.

Apesardesuspalabras,Nellaestáentusiasmadaporrecibireldinero.NopodríaquedarmáslejosaqueldíaaciagoenquemuriósupadreyArabellanoencontróeneltarrodelasmonedasmásqueunbotónyunaarañabocaarriba.SedacuentadequeMarinjamáscomprenderíasualivio.

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—Cógelos,Petronella.La agresividad vuelve a extenderse entre ellas, como una mancha que ya les

resultafamiliar.CuandoNellaretira lospagarésde lamanodeMarin,comoeradeesperar,sedacuentadeloabatidaqueestásucuñada.«Siestoesunjuego,hemosperdidolasdos»,reflexiona,peroalpasarlosdedosporlospedazosdepapelpercibesupoderinvisible.

—¿Yquédirádeestomimarido?ElagotamientosereflejaenelrostrodeMarin,quecontesta:—Notepreocupes.Mihermanoconocelospeligrosdelaociosidad.

Unavezasolas,NellatratadenopensarnienMarinniensunotadeamor.Lleva«LaListadeSmit»alamesaescritorioylaabre.Ellibroestáorganizadoclaramentepor gremios en orden alfabético. Astrónomos, boticarios, cerrajeros, chocolateros,libretistasyvelerossonapenasalgunosde losoficiosquepaganuntantoaMarcusSmitparaque los incluya.Cadaunoescribesupropioanuncio,sinrestriccionesdecontenido.

Por laventanaveelcanal llenodevida.Losbarqueroscomentanla llegadadelfrescorinvernal,unvendedordepanpregonasumercancíaenunrincónapartadoydos niños chillan y juegan con un aro y un palo. En cambio, dentro de la casa elsilencioescasiabsoluto:ensucuartoúnicamenteseoyeel leve tictacdelpéndulodorado.Siguehojeandoellibroyalllegarala«M»unanunciolellamalaatención:

MINIATURISTASignodelsol,Kalverstraat

NaturaldeBergenAprendizajejuntoaLucasWindelbreke,granrelojerodeBrujas

TODOY,SINEMBARGO,NADA

No aparece nadie más en la categoría de miniaturistas, y a Nella le gusta suconcisión, su peculiaridad. No tiene ni idea de dónde está Bergen, ni de a qué sededicaunminiaturista,niseimaginabaquepudieraconsiderarsegrandeaunrelojero.Desdeluego,elminiaturistanoesdeÁmsterdam,esoestáclaro.Porconsiguiente,nopuedesermiembrodeunode losgremiosde laciudad,yaceptarun trabajoporelquepodríaganardinerounciudadanoregistradoesilegal.Seloenseñósupadre,queeradeLeidenyasegurabaquelasdraconianasleyesgremialesteníanmásculpadesudeclivequelasjarrasdecerveza.Y,porotrolado,tampocopareceposiblequeexistaungremiodeminiaturistas.Leextrañainclusoqueelanunciohayallegadoaapareceren«LaListadeSmit».

Liberadadelapresenciadesucuñada,Nellasientequesurebeldíacobracuerpo.Ni siquiera sehadisculpadoporpellizcarlacomosi fueraunaniña traviesa.Marin

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consusmapasysuautoritarismo,Johannesconsupuertasiemprecerrada,yCorneliay Otto… con el santuario que comparten, con su lenguaje mudo del corte, de lalimpieza,delpasodelmochoydelresplandordelcuchillo.

Nella se pone en pie de un brinco, desesperada por deshacerse de suspensamientos,deloqueMarinhallamado«lospeligrosdelaociosidad».Elaparadorlatraesincuidado,esunaofensaasumadurez,y,sinembargo,abreenabanicolospagarés y se da cuenta de que nunca había visto tanto dinero junto, aunque demomento sea sólo una promesa. Mientras Peebo pasa por delante de los caroscuadrosdeJohannes,Nellasesientaanteelescritorio,levantalaplumaydariendasueltaasufuriacongarabatosexplosivos:

Apreciadoseñor:Hevistosuanuncioen«LaListadeSmit»ydeseosolicitarsuayuda.Tengounacasadenuevehabitaciones,enminiatura,queseexhibeenun

aparador.Meatrevoaenviarleestastrespeticionesyquedoalaesperadesurespuesta.Hellegadoalaconclusióndequeestáespecializadoenelartedelosobjetospequeños.Esta listano es enabsoluto exhaustiva.Puedopagargenerosamente.

Artículo:unlaúd,consuscuerdas.Artículo:unacopadeesponsales,llenadeconfeti.Artículo:unacajademazapanes.Vayadeantemanomigratitud.PetronellaBrandt,signodeldelfín,Herengracht

Sunuevoapellidoseleantojatruncado,muybruscoencomparaciónconelqueha llevado durante dieciocho años.Todavía se siente incómoda al escribirlo, comoquienseponeunvestidoqueleperteneceperonoseadaptaasushechuras.Lotachay escribe en su lugar: «Gracias, Nella Oortman». Se dice: «Se dará cuenta y esposiblequesería».Guardalacartaenelbolsillojuntoconunpagaréportrescientosflorinesybajaalacocinadetrabajoparaversi,aunquesehayahechotarde,puededesayunaralgoenlaencimeradeCornelia,plagadadecicatrices.Unpanecillo,unatajadadecarne,cualquiercosamenosarenque.

Por lo que parece, Cornelia está rellenando un ganso con una zanahoria sinescatimar un ápice de violencia en la inserción. A su espalda, Otto se dedica aagujerearnuecesconalfileresqueanteshaafilado.Nellanoentiendeporquéhaceunacosaasí,peronoselopregunta,dandoporhechoqueleresponderíaconunadesusevasivashabituales.Enelfuegoborboteaunasalsa.CualquieradiríaqueCorneliay Otto son un matrimonio que prepara el almuerzo en su casita de pueblo. Nellavuelveapercibirsuintimidad,sucomodidad,ysesientedesgraciada.Aferralacarta

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quellevaenelbolsillo,tratandodesacarfuerzasdesuinsurrecciónanteelintentodeJohannesyMarindesometeralareciénllegada.«Sí,piensodecorarmicasa,Marin—decide—,contodoloquedetestas».

—¿Le duele, señora? —pregunta Cornelia, con las peladuras de zanahoriacolgadasdelamanocomoturbiasserpentinasanaranjadas.

Nellasearropaconelchal.—¿Aquéterefieres?—Alodelbrazo.—¿Mehasespiado?Ottolamirafijamente,perolacriadaselimitaasoltarunacarcajada.—Escomouncangrejoquesaledelcaparazónparaclavarsuspinzas,señora—

aseguraél—.Nosotrosnolehacemoscasoyustedtampocodebería.Corneliadejalaspeladurasenlaencimera.—Sehallevadosupájaro—observa,casiconadmiración—.Voyadecirlealgo.

LaseñoraMarinsólovistedenegro,perolodedebajoesotrahistoria.—¿Quéquieresdecir?—Cornelia—diceOttoamododeadvertencia.—El forro. —La criada parece decidida a contárselo—. Marta cibelina y

terciopeloentodoslosvestidos.Miseñora,quenoscitaaEzequiel,«Pondréfinalasoberbiadelospoderosos»,vaporahíconpielesclandestinas.

—¿Deverdad?Nella se ríe, abrumadaporelobsequio.Alentada, sequitael chal conungesto

secoparamostrarelmoratón.Corneliasilba.—Esosevaaponerbonito—pronostica,mirandoaOtto—.Peropasará.Como

todo.Nella,queesperabaunareacciónmásmaternal,sesientetorpe.—¿Anochevolvisteaacostartetarde?—pregunta.—¿Porqué,señora?—Corneliaechalaspielesdezanahoriaalfuegoyvaporel

mocho.A cada pregunta que hace, Nella se da cuenta de que el ambiente cordial se

desvaneceunpocomás.—Estoyseguradehaberoídovoces.Lacriadaseconcentraenelbaldedeaguasucia.—Nosotrosestamosdemasiadocansadosparaoírvoces—diceOtto.DhanasurgedelassombrasaltroteyacariciaconelhocicolamanodeNella.Se

echabocaarribaylebrindaelvientre,enelqueseveunamanchitanegra.Corneliasesorprendeantetaldesplieguedeafecto.

—Eso no lo hace con todo el mundo—afirma, con una pizca de admiración.Nellasedirigehacialaescaleraylacriadaledice—:Tenga,señora.

Letiendelamanoparaofrecerunpanecillocalienteuntadoconmantequilla,quela recién casada acepta. «En esta casa, las ofrendas de paz cobran formas muy

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extrañas»,piensa.—¿Adóndeva,señora?—preguntaentoncesOtto.—Salgo.Estápermitido,¿no?VoyalaKalverstraat.Aloírla,Corneliameteelmochoenelbalde.Elaguachocacontraloscostadosy

susuperficieseconvierteenunespejoroto.—¿Sabedóndeestá,señora?—diceOtto,amable.—Laencontraré—contestaNella.Notaque lecaengotasdemantequillapor la

muñeca—.Sueloorientarmebien.Otto y Cornelia intercambian otra mirada, esta vez más larga. Nella capta el

movimientolateralcasiimperceptibledelacabezadelcriado.—Laacompaño,señora—proponeCornelia—.Asímedaelaire.—Pero…—Serámejorquesepongaunabrigo—recomiendaOtto—.Hacemuchofrío.Corneliacogesuchalyleindicaelcaminoalaseñora.

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EnlaKalverstraat

—Santocielo—musitaCornelia—.Ottoteníarazón.Esteinviernovaasermalísimo.¿PorquéquiereiralaKalverstraat?

—Paradejarun recadoaalguien—contestaNella,molestapor la facilidadconquelainterrogalacriada.

—¿Aalguien?¿Aquién?—Anadie.Unartesano.—Comprendo.—Corneliatirita—.Habráquecomprarlacarnepronto,paraque

durecomomínimohastamarzo.Quéraroquenonoshayaenviadonada.—¿Quiénnonoshaenviadonada?—Daigual.—LacriadamiraalcanalyagarradelbrazoaNella—.Nadie.Las dos muchachas caminan muy juntas y avanzan a buen paso por el

Herengrachthaciaelcentrodelaciudad.Elfríoaúnnoesinsoportabledeltodo,peroya falta poco para que lo sea. Nella lo presiente. Al notar el brazo de Corneliaentrelazadoconelsuyoreflexionasobreloinsólitodeesecontacto.EnAssendelftloscriadosnuncasecomportabancontantafamiliaridad.Enlamayorpartedeloscasos,sehabríannegadoconvehemenciaahacerlo.

—¿Por qué no ha venido Otto? —pregunta, y cuando Cornelia no respondedecideinsistir—:Lohevisto.Nohaquerido.

—Sequedadonderesultamássencillo.—¿«Mássencillo»?—Nellaseríe,ylacriadafrunceelceño.La señora tiene la esperanzadequenovuelva a darle la calladapor respuesta,

perocuandosetratadeOttonoleimportahablar.—Tootdicequesusuerteesunaespadadedoblefilo.Estáaquí…yenrealidad

noestá.—Noloentiendo.—Lometieronenunbarconegrero,señora,queibadePortoNovo,enDahomey,

aSurinam.Suspadreshabíanmuerto.ElseñorhabíaidoavisitarlaCompañíadelasIndiasOccidentalesparavenderlescobreparasusrefineríasdecañadeazúcar.

—¿Quésucedió?—ElseñorvioelestadoenelqueseencontrabaTootyselotrajoaÁmsterdam.—Johanneslocompró.Corneliasemuerdeellabio.—Aveces,losflorinesfuncionanmásdeprisaqueunaoración.—QuenoteoigaMarin.Corneliahacecasoomisodel comentario; alparecer,hapasadoelmomentode

loschismorreossobreMarinysuspinzasdecangrejo.—Otto teníadieciséisañoscuando llegóyyo,doce.Y tambiéneranuevaen la

casa.Nella tratade imaginárselosenelumbral,comoellaunosdíasantes.¿También

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entoncesestaríaMarinacechandoen lassombrasdelvestíbulo?¿QuémundohabíadejadoatrásOtto?Legustaríapreguntárselo,peronosabesiquerríacontarlo.Nellahaoídohablardelaspalmeras,peronoescapazdeimaginarelcalordePortoNovo,el mundo de Surinam. ¿Cómo debió de ser cambiar todo aquello por paredes deladrilloycanales,ademásdeunidiomadesconocido?

—Ahora es todo un señor holandés, aunque hay quien no está de acuerdo—aseguraCornelia,yNelladetectaalgonuevoensuvoz—.Cuandollegósepasóunmessinhablar.Sóloescuchaba,escuchabaatodashoras.Esapielcomolosgranosdecafé.—Yconciertamaliciaañade—:Ustedlomira,mehefijado.

—Noesverdad.—Lomiratodoelmundo.Muypocagentehavistoaunhombrecomoél.Cuando

aún venían de visita, las señoras le colocaban pájaros cantores en el pelo como sifueraunnido.No lehacíaningunagracia.—Corneliasedetieneun instante—.NomeextrañaquelaseñoraMarinnosoporteasuperiquito.

Siguenadelanteporcallesparalelasaloscanales,sumidasenunsilenciopeculiar.Enloslateralesdelaslentasaguasmarronesquelasseparanseformaunafinacapadehielo.Nellatratadeinvocarlaimagendeljovencitonegroconlacabezallenadecantos de pájaros mientras los dedos de las señoras le toquetean el pelo. Seavergüenzadequesufascinaciónporélseatanevidente.Johanneslotratacomoaunhombre cualquiera y lo es, pero esa voz, ese rostro… En Assendelft nadie se locreería.

—¿Porquéhandejadodevenirlasseñoras?—pregunta.Sinembargo,estaveznohayrespuesta,yaqueCorneliasehaparadodelantede

una confitería; el cartel, encima de la puerta, muestra dos pilones de azúcar y elnombre«ArnoudMaakvrede».

—Vamos,señora.Entremos.Peseaquelegustaríademostrarunápicedeautoridad,Nellahuelelospastelesy

esincapazderesistirse.Elcalordelinterioresunadelicia.Alfondodelatienda,detrásdeunarco,Nella

distingue a unhombre corpulentodeunos cuarenta años, con la tez roja, que sudaanteelfogón.Alverlas,ponecaradecircunstanciasygritaalaire:

—¡Hanna,havenidotuamiga!Aparece entonces una mujer algo mayor que Cornelia, con la cofia bien

planchadayelvestidoblanqueadodeharinayazúcar.Seleiluminaelrostro.—¡Cornalina!—exclama.—¿«Cornalina»?—repiteNella,ylacriadaseruboriza.—Hola,Hanna.—¿Dóndetehabíasmetido?Hanna les hace un gesto para que se acomoden en el rincónmás fresco de la

tienda.Colocaelcartelde«Cerrado»en lapuerta,dejandoasupasounperfumeacanela.

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—¿Sepuedesaberquédiantreshaces,mujer?—gritasumarido.—Ay,Arnoud.Cincominutos—reclamaHanna.Laparejasemiraalosojosyél

vuelve a concentrarse en la cocinapara aporrear unasbandejas siguiendoun ritmoairado.Ella susurra—:Estamañana,bolados.Ypor la tarde,mazapanes.Mejornocruzarseensucamino.

—Pero tarde o temprano te lo encontrarás y será peor—apunta Cornelia, congestodepreocupación.

—Bueno,ahoraestás túaquíyquieroverte—respondesuamiga,mirándoladereojo.

Nella observa el suelo de madera reluciente, el mostrador bien limpio y lospasteles que engalanan el escaparate, apilados cual regalos irresistibles. No tieneclaroporquéCornelialahallevadoallíenlugardeirdirectamentealaKalverstraat,pero el olor de los dulces es delicioso. ¿Quién es Cornalina, esa muchacha másamable ymás jovial que ha hecho aparecer lamujer de un confitero?El bautismoverbalhasidoextrañoyrepentino,yhatrastornadolaesenciadeCornelia.Recuerdaloqueledijoaquellaprimeramañana,cuandolecontóquellamabaTootaOtto:«Aéllosmotesleparecenunatontería,peroamímegustan».

Elpapelqueutilizanparaenvolverlospastelesparececaroyhayhojasdecoloresvariados: escarlata, añil, verde hierba, blanco nube. Cornelia mira de modosignificativoaHannayagachalabarbillaenungestoquelaotraparececomprender.

—Echeunvistazo,señora,hagaelfavor—proponeHannaaNella.Lajovenobedeceyvagaporlaconfiteríafijándoseenlosgofres,lasgalletascon

especias, los siropes de canela y chocolate, los pasteles de naranja y limón y losbollitos de frutas. Observa también a Arnoud, que al otro lado del arco siguegolpeando las tercas bandejas de bolados enfriados, mientras trata de escuchar laconversacióndeHannayCornelia,quehablanenvozbaja.

—FransyAgnesMeermanssehanempeñadoenquelodistribuyaelseñor—diceCornelia—. Saben lo lejos que llegan sus negocios en el extranjero. Y la señoraMarinlofomenta,pormuchoquedetesteelazúcarypormuchoqueseaprecisamentedeellos.

—Podríanganarmuchodinero.Corneliaarrugalanariz.—Sí,podrían,perocreoquehayotrosmotivos.Hannadejapasarelcomentario;leinteresamáslavertientecomercialdelasunto.—¿Y por qué no lo vende aquí? Como no hay gremio que controle a esos

bribones,granpartedelazúcardeÁmsterdamserebajaenrefineríasdetresalcuartoconharina,yesoyvetea saberquémás.EnelNesyen lacallede losbolloshayreposterosypanaderosalosquelesvendríabienunproductodemáscalidad.

Arnoudsueltaunamaldicióncuandoporfinconsiguedespegaralgunosbolados.—Pruebealgo—ofreceHannadebuenhumor.Seacercaalmostradoryregresaconunpaquetitoarrugado.Nella,abrumadapor

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la lástimaconqueparecemirarla,desenvuelveelobsequioydescubreunabolademasafritacubiertadeazúcarycanela.

—Gracias—dice,yvuelveadirigirlavistahaciaArnoud,queestáencendiendoelhorno,parasimularqueconcentratodasuatenciónenelrollizoconfitero.

—Hanna,creoquehavueltoalasandadas—musitaCorneliaaúnmásbajo.—Laotraveznisiquieraestabassegura.—Yalosé,pero…—Nopuedeshacernada,Cornalina.Lacabezagacha:esloquenosenseñaron.—Hanna,ojalá…—Callaytenesto.Yacasinoqueda.Nella se da la vuelta a tiempo de ver que un paquete cambia de manos y

desaparecevelozmentedentrodelafaldadeCornelia.—Deboirme—anuncia lacriada,yse levanta—.Tenemosunavisitapendiente

enlaKalverstraat—agrega,sopesandolaúltimapalabraconungestosombrío.—Bueno,daleunapatadaalapuertademiparte—contestaHanna,apretándole

con fuerza lamano—.Han pasado los cincominutos. Tengo que ir a echarle unamanoaArnoud.A juzgarpor cómoaporrea las bandejas, cualquieradiría que estáforjandounaarmadura.

Unavezfuera,Corneliaaprietaelpaso.—¿QuiénesHanna?—preguntaNella—.¿Porquétellama«Cornalina»?¿Ypor

quévamosadarleunapatadaaunapuerta?Pero Cornelia se muestra apesadumbrada y taciturna; la charla con Hanna ha

suscitadounamelancolíainesperada.

LaKalverstraatesunacallelargayconcurrida,apartadadelcanal,dondemuchoscomerciantes ofrecen sus mercancías. Ya no se venden becerros y vacas, pero elestiércol de los caballos le confiere un ambiente acre y denso entre los talleres detinteyestampado,lasmerceríasylasboticas.

—¿Quétepasa,Cornelia?—preguntaNella.—Nada,señora—eslarespuestatardíayhuraña.Enesemomento,Nellaveelsignodelsol.Esunpequeñoastroreytalladoenuna

placa de piedra incrustada en la pared de ladrillo. Con su reciente pintura doradaparece un cuerpo celestial bajado a la tierra, un orbe refulgente del que surgenluminososrayospétreos.ANellalegustaríatocarlo,peroestámuyalto.Justodebajohayunlemagrabado:«Elhombretomaporunjuguetetodoloqueve».

—Poreso jamásdejade serunniño—apostillaCornelia,pensativa—.Llevabaañossinoíresedicho.

Miraaun ladoyotrode lacallecomosibuscaraalgo.Nella llamaa lapuerta,pequeñaysencilla,casiinadvertidaentreelruidoyelbullicio,yaguardalaaparicióndelminiaturista.

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Nohayrespuesta.Corneliapateaelsueloparaentrarencalor.—Señora,aquínohaynadie.—Esperaunmomento.Vuelveallamar.Cuatroventanasdanalacalleyleparecehabervistounasombra

enunadeellas,peronoestásegura.—¿Hayalguien?—grita,peronadiecontesta.No tienemás remedioquemeter la cartay el pagarépordebajode lapuertay

empujarlos con fuerza. En ese momento se da cuenta de que la criada hadesaparecido.

—¿Cornelia?—lallama,oteandolaKalverstraat.Elnombreseleahogaenlagarganta.Apocospasosdelapuertadelminiaturista,

unamujerlaobserva.No,esmásqueeso:lavigila.Inmóvilentrelamuchedumbrequeseapiñaenlacalle,tienelosojosclavadosenelrostrodeNella,queexperimentauna sensación desconocida: lamujer la examina con detenimiento y es como si laatravesara un haz de luz que la disecciona, que la impregna de una concienciarepentina de su propio cuerpo. La desconocida, que no sonríe, parece dispuesta aabsorberlaimagendeNellaysusojoscastañossemejancasinaranjasbajolatenueluzdelmediodía,mientrasquesupelodescubiertoparecehilodeoroclaro.

Unescalofrío,una intensaclaridad,penetraen loshuesosdeNella.Seajustaelchalalcuerpoylamujernodejadeobservarla.Todoparecemásluminoso,comosihubieracobradorelieve,aunqueelsolsiguetapadoporunanube.Nellasedicequelasúbitafaltadecalorpodríadebersealosladrillosviejos,alapiedrahúmeda.Quizá,peroesosojos…Nadie lahabíamiradoasíen todasuvida,conunacuriosidad tanplácida,tansubyugante.

Entoncespasaunmuchachoque tiradeunapesadacarretillay está apuntodeatropellaraNella.

—¡Porpocomepartesunpie!—legrita.—Pero¿quédice?—replicaelcarretillero.CuandoNellavuelveamirar,lamujerhadesaparecido.—¡Espere!—lallama,yechaaandarporlaKalverstraat.Vislumbra una nuca del color del trigo reluciente, pero entonces sale el sol de

detrásdelasnubesylaciega.«¿Quéquerrádemí?».Convencidadequelahavistodesaparecerporunestrechocallejón,seabrepasoconmásímpetuentrelagente.Seadentraeneloscurocorredoryledaunvuelcoelcorazónalverunafiguraalfondo,peroesCornelia,queestásola,mustia,temblandoanteunagranpuerta.

—¿Quéhaces?—preguntaNella—.¿Hasvistoaunaseñorarubia?Corneliapropinaunaágilpatadaalapuerta.—Todoslosaños—dice—.Pararecordarlasuertequetengo.—¿Dequéestáshablando?—Aquívivíayo—explicalacriada,cerrandolosojos.ElruidodeloscomerciantesdelaKalverstraatquedaamortiguadoporlosmuros

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del angosto callejón, donde Nella tiene que apoyarse en la puerta recién atacada.Encimadelarquitrabehayunaplacaconniñosvestidosconloscoloresdelaciudad,el negro y el rojo, y reunidos en torno a una paloma gigantesca. Por debajo, unaspalabrasformanunarimaforzada:

Somoscadavezmásycrujenlasparedes.Paraquenonosriñan,ayúdennosconsusmercedes.

—¿Unorfanato,Cornelia?¿Qué…?Perolacriadavuelveyaporelcallejónhacialavida,laluzyelruido.Nellatiene

queapretar el pasopara alcanzarla, alterada todavíapor lamiradapenetrantede lamujerdelacabellerarubia.

~

AlllegaralHerengracht,NelladescubrequeMarinhaorganizadoeltrasladodelaparadorasucuarto.Comonocabíaporlapuerta,lohansubidoporlafachadaconuncabrestante.

—Nopodíaquedarseenelvestíbulo—explica,mientrasabre lascortinascolormostaza para mostrar las nueve habitaciones vacías—. Es demasiado grande. Lodejabatodoaoscuras.

Aparte de la presencia molesta del aparador, el cuarto huele intensamente aazucenas. Por la noche, Nella encuentra el frasco de perfume de Assendelft rotodebajodelacama,dondeelaceitehaformadouncharcoviscoso.

—Hansidolosporteadores—aseguraMarincuandolemuestralosfragmentosdevidrioylepideunaexplicación.

Poco convencida, lamuchacha tira encima de lamancha varios de los cojinesbordadosconmotivodelaboda,conlaesperanzadequeabsorbanelolor.Sealegradehaberquitadodeenmediolosburlonesemblemasmatrimoniales.

SeechaenlacamayoyeaPeebochasquearensujaula.Eldesacertadoregalodesumadreimpregnaelaire,yNellapiensaenOttoyenCornelia.Eljovenesclavo,laniña huérfana. «¿Cómo llegaría de allí al Herengracht? ¿La “rescataría” Johannes,comoaOtto?¿Terescatótambiénati?»,sepregunta.Hastaelmomento,lavidaenesacasaparecelocontrariodelalibertad.

EnlaoscuridaddesudormitoriorecuerdalacabellerarubiayloscuriososojosdelamujerdelaKalverstraat.Hasidocomosiladesollara,igualqueaesosanimalesdeloscuadrosdesumarido,yluegodisgregarasucuerpomiembroamiembro.Y,sinembargo, al mismo tiempo se sentía de una sola pieza. «¿Por qué estaba esadesconocidaallí,enlacallemástransitadadeÁmsterdam,quieta,atenta?¿Notendría

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nadamejorquehacer?¿Yporquémemiraba?».Cuando la vence el sueño se imagina grandes bandejas de plata que Johannes

hacegirarmientrasmirasutechoembustero,laprofundidadquenoexiste.Enplenoascensoporesaagitadaespiraldepesadilla,ladespiertaungritobreveyagudo,comoeldeunperroquesufre.«QuizáhayasidoRezeki»,piensa,completamentedespejadayconelcorazónacelerado.

Vuelveahacerseel silencio,densocomouna teladeDamasco,yNellamiraelaparadorvacío.Monumental,casivigilante,comosillevaratodalavidaeneserincóndesucuarto.

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Unaentrega

Tresdíasdespués,CorneliasevaalmercadodelacarneconMarin.—¿Puedoacompañaros?—preguntaNella.—Vamosmásdeprisalasdossolas—respondedeinmediatoMarin.Johannes se hamarchado a su despacho de laVOC, en laOudeHoogstraat, y

Ottoestáeneljardíntrasero,plantandobulbosysemillasdecaraalaprimavera.Eljardínessudominio.AmenudosaleapodarnuevassiluetasenelsetoyaconversarconJohannessobrelahumedaddelsuelo.

MientrasNella cruza el vestíbulo con un puñado de frutos secos hurtados paraPeebo,unaserieatropelladadealdabonazoslasobresalta.Semetelosfrutossecosenelbolsillo,abrelospestillosytiradelapesadapuerta.

Enelescalónsuperiorseencuentraunjovenalgomayorqueella.ANellaselecorta larespiraciónalverlo.Eldesconocidotienelas largaspiernasmuyseparadas,comositrataradeocupartodoelespacio.Elpelo,castañoydesaliñado,remataunacarapálidadepómulostalladosconprecisiónsimétrica.Llevaropaalamoda,perose la ha puesto de cualquier manera. Los puños de la camisa sobresalen bajo lasmangasdellujosoabrigodecuero,ylasbotas,másflamantestodavía,selepeganalas pantorrillas como si no quisieran soltarlas.Lleva la camisa desanudada y en loalto asoma un triángulo de piel con unas cuantas pecas. Su cuerpo es toda unahistoria,deiniciovibranteyfinalincierto.Nellaseagarraalmarcodelapuertaconlaesperanzadedevolveraesehombrealmenospartedelbrilloquetanseguroestádeemitir.

—Unaentrega—diceel joven,sonriente,yNellasesorprendealoírsuvoz.Elacentoespeculiar,pocomelodioso,plano.Hablaenholandés,peroestáclaroquenoessulenguamaterna.

Rezeki empiezaadar saltosy a ladrar almuchacho,y legruñecuando tratadeacariciarla.Nellasefijaenquenollevanadaenlasmanos.

—Tienesquellamaralapuertadeabajoparaentregarunpedido—dice.—Porsupuesto—contestaél,conotrasonrisa—.Siempremeolvido.Nella,desconcertadaporsubelleza,quieretocarlelospómulos,aunquesolamente

seapara apartarlos de sí.De repente percibeunapresencia a su espalday se da lavuelta.Johannesllegaasualtura,daunpasoalfrenteyseinterponeentrelosdos.

—¿Johannes?¡Creíaqueestabaseneltrabajo!—exclama—.¿Porquéte…?—¿Quéhacesaquí?—preguntasumaridoalmuchachoconunhilodevoz,casi

unsusurro.NoprestaatenciónalaexpresióndeasombrodeNellaydeunempujónvuelvea

meterencasaaRezeki,quenodejadegruñir.Aunque el joven introduce una mano por dentro de la chaqueta con aire

despreocupado,lociertoesquesehaerguidounpocoyhajuntadolaspiernas.—Traigounpaquete—informa.

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—¿Paraquién?—ParaNellaOortman.MiraalosojosaJohannesmientrasdejacaerconaplomoelapellidodesolterade

Nella,queobservalatensareaccióndesumarido.Elmuchachosostieneunpaqueteenalto,yellasepercatadequellevaelsellodelsignodelsol.«¿Habráacabadoyamis piezas el miniaturista?», se pregunta, apenas capaz de reprimir el ansia dearrebatarleelbultoycorrerasucuarto.

—Tu señor trabaja deprisa —comenta, tratando de recuperar un ápice decompostura.

«Esunpaqueteparamí,noparamimarido»,sedice.—¿Aquémaestroserefiere?—preguntaJohannes.EljovenseechaareíryentregaelenvoltorioaNella,quelosostienepegadoal

cuerpo.—MellamoJackPhilips.DeBermondsey—sepresenta,y lebesalamanocon

unoslabiossecosysuavesqueleprovocanunescalofrío.—¿«Ber-mond-sey»?—repiteella.Notieneningunaimagenquevincularaesapalabraextraña;dehecho,notiene

ningúnsentidoqueatribuiraesemuchachotanpeculiar.—AlladitodeLondres.AvecestrabajoparalaVOCyavecespormicuenta—

explicaJack—.Enmipaíseracomediante.Enelvestíbulo,Rezekiladrayelruidoresuenaenelcielonublado.—¿Quiéntehapagadoparaquevinieras?—preguntaJohannes.—Portodalaciudadhaygentequemepagaparaentregarpaquetes,señor.—¿Quiénhasidoestavez?Jackdaunpasoatrás.—Sumujer,señor—responde—.Sumujer.HaceunareverenciaaNella,bajatranquilamentelosescalonesydesaparece.—Ven,Nella—diceJohannes—.Vamosacerrarlapuerta,haymuchoscuriosos.

~

Una vez dentro, encuentran a Otto expectante en lo alto de la escalera de lacocina,aferrandounrastrillodedientesafiladosyrefulgentes.

—¿Quiénera,señor?—pregunta.—Nadie—responde Johannes,y el criadoasiente.Entonces sevuelvehacia su

mujer, que se siente empequeñecer ante él: le parece más corpulento allí, en losconfinesdelvestíbulo—.¿Quéhayenelpaquete,Nella?

—Piezasparalacasademuñecasquemecompraste—contesta,conlacuriosidaddesaberquédiríasivieraellaúd,losmazapanesylacopadeesponsales.

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—Ah.Perfecto.Nellaleconcedetiempoparamostrarunamayorcuriosidad,peroesenvano.En

realidad,Johannesparecebastantealterado.—¿Quieresqueloabraarriba?Podríasveniraverlo—propone,conlaesperanza

dequelaacompañe—.Podríascomprobarcómovacreciendoturegalodeboda.—Tengoquetrabajar,Nella.Esmejorqueloabrasenlaintimidad—contestacon

unasonrisaforzada,yconunamanoseñalasudespacho.«¡Nonecesitoningunaintimidad!—exclamaensilencio—.Renunciaríaaellaal

instante,acambiodetuatención».PeroJohannesyasehamarchado,comosiempreconRezekipegadaalostalones.

~

Inquieta todavía por la aparición de Jack Philips de Bermondsey, Nella seencaramaa sugigantesca camay se sienta con el paquetedelante.Esvoluminoso,ancho comounplato llano, y está envuelto enpapel satinado atado conun cordel.Hayunafraseescritaentornoalsolenmayúsculasnegras:

TODAMUJERESELARQUITECTODESUFUTURO

Nella lo leedosveces,perplejayconunaleteodeemociónenelvientre.«Lasmujeresnoconstruyennada,ymuchomenossudestino—piensa—.Todosnuestrosdestinos dependen de Dios, y muchomás el de unamujer, que tras pasar por lasmanosdelmaridosesometealatorturadelospartos».

Extraeelprimerobjeto.Sostienelacajitadeplataenlamano.Tieneuna«N»yuna «O» talladas en la tapa, rodeadas de flores y parras. La abre con cuidado ycomprueba que las silenciosas bisagras en miniatura están bien engrasadas. En elinterior hay un pedazo de mazapán de factura esmerada, aproximadamente deltamañodeungranodecafé,ysuspapilasgustativassedespiertanantelaaparicióndela almendra azucarada. Clava una uña y se la lleva a la punta de la lengua: sí, esmazapándeverdad,inclusoperfumadoconaguaderosas.

Sacaunsegundoobjeto.Esunlaúd,nomáslargoquesudedoíndice,concuerdastambiéndeverdad,afinadas,yuncuerpodemaderaconlacurvaidóneaparaacogerel sonido de las notas.Nunca había visto nada así: quémaestría, qué esmero, québelleza la de esas piezas.Lo toca vacilante y se queda pasmada cuando se oye untímido acorde. Recuerda la esencia de lamelodía que interpretó para Johannes enAssendelftyvuelveatocarla,asolas.

Lasiguienteincursióntienecomoresultadolacopadeesponsalessolicitada.Esde peltre, no supera el diámetro de un grano de trigo y en torno al borde hay una

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parejaconlasmanosentrelazadas.Enlarepública,todoslosreciéncasadosbebendecopas así, como deberían haber hecho Johannes y ella en septiembre. Nella seimaginaasulado,tomandounsorbodevinodelRinenelviejohuertodesupadre,mientrasleslanzanarrozypétalosporlacabeza.Esacopitaesunrecuerdodealgoquenollegóasuceder,yloqueideócomounarebeldíacontraMarinderepenteleparecepatéticamentelamentable.

Al recoger los envoltorios para deshacerse de ellos,Nella se da cuenta de quedentro hay más cosas. «Tiene que ser un error —se dice, pero su tristeza setransformaencuriosidad—.Todoloqueencarguéestáyaencimadelacama».

Vuelcaelpaqueteycaensobreelcubrecamatresformasenvueltas.Forcejeaconla tela que reviste la primera y descubre dos butacas exquisitas. Los brazos llevantalladosleonesdeltamañodemariquitas,ylosrespaldosestánforradosdeterciopeloverdetachonadoconclavosdecobre.Enlamadera,monstruosmarinosseretuercenalrededordehojasdeacanto.Nellasedacuentadequeconoceesasbutacas.Lasviolasemanapasadaenelsalón:Marinestabasentadaenunadeellas.

Algo intranquila, desenvuelve el siguiente objeto. Un objeto pequeño peroconsistenteaguardaentre losplieguesdeuna tela,y lo liberade inmediato.Esunacunaderobleconfinasincrustacionesflorales,balancinesdehojalatayunribetedeencaje en la capota. Un discreto milagro de madera cuya presencia, no obstante,constriñelagargantadeNella.Selacolocaenlapalmadelamano,dondesemececonunvaivénperfecto,casiporsucuenta.

Ladejaencimade lacama.«Tienequeserunerror—decide—.Estosmueblesson para otra persona.Butacas, una cuna: quizá lo que encargaría cualquiermujerparaunaréplicadesucasa,peroyonolohepedido,desdeluegoqueno».Arrancaelpapeldeltercerpaqueteybajootracapadetelaazulapareceunaparejadeperrosenminiatura.Dos cuerpos de lebrel, pequeños comopolillas, cubiertos de pelo gris ysedoso y con cráneos del tamaño de guisantes. Entre los dos hay un hueso paramorder,untrocitodeclavopintadodeamarillo(eloloresinconfundible).Nellacogelosanimalesylosmiradecerca.Seleaceleralasangreportodoelcuerpo.Nosondosperroscualesquiera.SonRezekiyDhana.

Lossueltadegolpe,comosilahubieranpicado,yselevantadeunbrinco.Enelrincónoscurodelcuarto,lacasademuñecasesperasusnuevasincorporaciones.Lascortinassiguendescorridas,comofaldaslevantadassindecoro.Sepermiteunfugazvistazoaloscuerposcaídosdeloslebreles.Lamismacurvayelmismocolordelasijadas,esasmaravillosasorejasestilizadas.«Vamos,NellaElisabeth—recapacita—.Vamos.¿QuiéndicequesonlasmismasperrasqueahoraestánacurrucadasjuntoalacocinadeCornelia?».

Levanta los dos animales enminiatura para acercarlos a la luz.Tienen cuerposligeramenteesponjososypatasarticuladas,estánforradosdepielgrisderatónysonmullidoscomoellóbulodeunaoreja.Aldarleslavuelta,elpulsoseleconvierteenunlentogolpeteodesagradable.Unadelasdosperrastieneunamanchitanegraenel

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vientre,exactamenteenelmismositioqueDhana.Miraasualrededor.¿Hayalguienconella?Haceunesfuerzoporserrazonable.

«Porsupuestoqueno,Nella—sedice—.Estásmássolaquenunca».¿Quiénquerríatomarleelpeloasí?Cornelianotendríaeldineronecesarioparajugaraesascosas,nitiempo para idearlas. Y Otto tampoco, y sin duda no haría una petición así a undesconocidoporsupropiavoluntad,¿verdad?

Nella se siente invadida, como si alguien observara de cerca su insensatez dereciéncasada.«EsMarin—concluye—.Marin,quesevengaporelmatrimoniodeJohannes y porque me he interpuesto en su camino. Derrama mi perfume deazucenas,meprohíbeelmazapán,mepellizcaconfuriaelbrazo.“LaListadeSmit”meladioella.¿Porquénoibaapagaralminiaturistaparaatemorizarme?Paraellaesunsimpleentretenimientointrascendente».

Pero no. «Entretenimiento» e «intrascendente» no son palabras fáciles derelacionarconMarinBrandt,y,aunquehayapensadoensucuñada,Nellasabequenotienesentido.Marincomemenosqueunaratitaygastamenosqueunamonja,salvoenlibrosyenobjetoscuriososque,porotro lado,probablementehahurtadode losrecuerdos que trae Johannes de sus viajes.No puede ser obra suya, porque habríatenidoquededicarledinero.Sinembargo,vuelveamirarlosobjetosnosolicitadosyenpartedeseaqueseanobradesucuñada.«Porque,sinohasidoMarin,¿aquéclasedeaberraciónheabiertolaspuertasdeestacasa?»,sepregunta.

Alguienacabadeasomarseasuvidaylahadejadodescolocada.Siesosobjetosnohanllegadoporerror,lacunaesunaburladesulechomatrimonialaúnporvisitary de lo que empieza a parecerle una virginidad eterna. ¿Quién osaría talimpertinencia? Las perras, tan esmeradas; las butacas, tan exactas; la cuna, tansugerente:sediríaqueelminiaturistaobservaaldetallesuintimidad.

Vuelveasubiralacama,conscientedeltrastornoquehanprovocadoesaspiezas,dequesucuriosidadseagitaconun terrorcreciente.«Meniego—concluye—.Nopiensopermitirquemeintimidennidelejosnidecerca».

Con el tictac constante del péndulo de oro de fondo, rodeada de esos objetosinexplicables,escribeunasegundacartaalminiaturista.

Apreciadoseñor:Agradezcoel envíode losobjetosque solicité, entregadoshoypor Jack

PhilipsdeBermondsey.Sudestrezaesexcepcional.Obraustedmilagrosconlasyemasdelosdedos.Elmazapánestáespecialmentelogrado.

LaplumadeNellavacila,pero, sindarle tiempoacambiarde idea, lapuntaseposaenelpapelconunadescargafebrildepalabras.

Sin embargo, ha ampliado el encargo de un modo imprevisto. Con los

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lebreles,pesealaprecisiónconseguida,podríapensarsequehaacertadoporcasualidad,señormío,yaqueenestaciudadmuchagentetieneperrosdeesaraza.Sinembargo,yonosoycomomuchagenteyesosperros,lacunaylasbutacasnomepertenecen.ComoesposadeuncomerciantedealtorangodelaVOC,meniegoaquemeintimideunartesano.Graciasporsutrabajoysutiempo,perodoyporterminadasnuestrastransaccionesaefectosinmediatos.

Debuenafe,PetronellaBrandt

EscondelosobjetosdebajodelcubrecamayllamaaCorneliaparaquenoledétiempoaarrepentirseantesdedejarensusmanoslanotareciénredactadaysellada.Novaanegarquelaposibilidaddeecharseatrásesacuciante.«Acaboderechazaralgo—seplantea—.Unretoounpropósitoocultodeesaspiezasinesperadasqueyanuncasedesenmascarará.¿Mearrepentiré lomásmínimo?No—secorrige—.Sonimaginacionestuyas».

—¿Otravezelartesano?—preguntaCorneliaal leer ladirección—.¿Elquenoeranadie?

—Nolaabras—ordenaNella,ylacriadaasiente,porunavezenmudecidafrentealapremiodelavozdesujovenseñora.

Cuando ya se hamarchado a laKalverstraat,Nella se da cuenta de que no hadevueltolosobjetosnosolicitadosalminiaturista.Lossacadesuesconditey,unoporuno, va colocándolos en la casa de muñecas. Se diría que encajan a las milmaravillas.

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Labarcaza

Aldíasiguiente,Corneliaparecehaberrecuperadofuerzas.—Vamos, señora,déjemearreglarle esepelo—propone, entrandocondecisión,

seguidadecercaporMarin—.¡Selorecojo,leescondoesosmechonesrebeldes!—¿Yeso,Cornelia?—Johannesva a llevarte esta noche a unbanquete en el gremiodeplateros—

intervieneMarin.—¿Hasidoideasuya?Marinsevuelvehacialacasademuñecas,cuyascortinasestáncerradas,asalvo

demiradasindiscretas.—Leencantanlasfiestas—contesta—.Lehaparecidoapropiadoqueasistas.«Ahorasíquevaaempezarlaaventura—piensaNella—.Mimaridovaalanzar

subalsitaalosmarestormentososdelaaltasociedaddeÁmsterdamy,siendocomoes el mejor de los marineros, se encargará de guiarme». Decide olvidarse de loslebrelesydelacunaenminiatura,seagacha,meteunamanodebajodelacama,frotalosdedosenelaceitedeazucenay,delantedeMarin,selosrestriegaporelcuello.

NellaesperaaquesevayasucuñadaparapreguntaralacriadacómolefueenlaKalverstraat.

—Tampococontestaron—aseguraCornelia—,asíquepasélanotapordebajodelapuerta.

—¿Enlacasadelsignodelsol?¿Novisteanadie?—Anadie,señora,peroHannalemandarecuerdos.

~

—Marin,¿porquénovienes?—preguntaJohannesporlanoche,mientrasesperalabarcaza.

Lleva un traje de terciopelo negro de excelente factura, una camisa blancaalmidonadayunasbotasdepieldebecerroqueOtto,quienaguardaahoraconunaescobillaenlamano,halustradohastadejarcomoespejos.

—Bienmirado,creoquedebenvertecontumujer—contestaMarin,conlavistaclavadaensuhermano.

—¿Aquévieneesode«bienmirado»?—intervieneNella.—Hablaconlagente,Johannes—prosiguesucuñada—.Presumedeella…—Voyapresentarte,Nella—lainterrumpeJohannes,concaradepocosamigos

—.CreoqueesoesloquequieredecirMarin.—Y habla con FransMeermans, hermano.Va a asistir—añade ésta con gesto

serio—.Invítalosacenaralosdos.

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Johannesasiente,loquesorprendeaNella.¿Porquépermitequesuhermanalehableasí?

—Johannes,¿meprometes…?—Marin.—Johannessaltaporfinaloírlahablardenuevo—.¿Cuándohehecho

malmitrabajo?—Nunca—suspiraella—.Almenos,hastaelmomento.

~

Aunque tiene la boca seca, Nella siente el estómago como una nasa llena depeces.Eltrayectoporloscanaleshastaelgremiodeplateroseslaprimeraocasiónenquelosespososestánasolasfueradecasa.Ledalaimpresióndequeelsilenciovaaasfixiarla,perodentrodelacabezatieneunavoztanpotentequesindudaJohannestambiéndebedeoírla.QuierepreguntarleporelcuartodeMarinytodossusmapas,porOttoyelbarconegrero…Quierehablarledeloslebrelesdiminutos,delacuna,delhermosolaúdenminiatura.NopiensamencionaralamujerdelaKalverstraatysu mirada fija (por algún motivo, eso quiere guardarlo para ella sola), pero decualquierformaesincapazdeabrirlaboca.

Johannes empieza a limpiarse las uñas distraídamente. Las medias lunas desuciedaddesechadacaenflotandoalsuelodelabarcaza,yélsedacuentadequelomira.

—Cardamomo—explica—.Semetedebajodelasuñas.Comolasal.—Ah,claro.Nellainhalaelairedelaembarcación,elrastrodeloslugaresenlosquehaestado

su marido, el aroma a canela que lleva pegado a los poros de la piel. Desprendevagamenteaqueloloraalmizclequenotóensudespacholanochedesuregreso.Surostro curtido y su pelo, demasiado largo, quemado y enmarañado por el sol y elviento,desencadenanunanheloincómodo:undeseononecesariamentedirigidoaél,sinoasaberquésentirácuandoporfinyazcanjuntos.Elregalodelacasademuñecasyahoraelbanqueteenelgremio…¿Puedequesucedaesamismanochedespuésdelafiesta?Entrelosdos,arrebatadosporelvino,daránelpaso.

Elaguaestátantranquilayelbarqueroestanexpertoquedalaimpresióndequesemuevanlascasasynolabarcaza.Nella,másacostumbradaamontaracaballo,seinquietaconeseritmoreposadoquedeberíainfundirtranquilidad,peroqueaellaleprovocaprecisamentelocontrario.Tratadedisiparlosnerviosapretandolaspalmasdelasmanos.«¿Cómoempiezoaamarte?».Lapregunta,monumental,imposiblederelegar,ledavueltasymásvueltasenlacabezamientraslomira.

Seesfuerzaporpensar sólo encómoserá el salónde losplateros,unaestanciabañadaporuna luzdesvaída,conplatoscomomonedasgigantesyel reflejode los

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comensalesentodaslassuperficies.—¿Quésabesdelosgremios?—preguntaél,interrumpiendosuscavilaciones.—Nada.Johannesaceptalaignoranciadesumujerconunasentimiento,yellaestestigo

decómolaasimila.Legustaríasermásinteligente.—Eldelosplaterostienemuchodinero—leexplica—.Esunodelosmásricos.

Los gremios ofrecen protección ante las dificultades, aprendices y una vía paravender,perotambiéndeterminanelvolumendetrabajoycontrolanelmercado.PoresoinsistetantoMarinenquevendaelazúcar.

—¿Aquéterefieres?—Bueno,comoeldelchocolateyeltabaco,ylosdiamantes,lasedayloslibros,

esunmercadoabierto.Nohaygremio.Puedoponerelprecioquequiera.Enfin,losquepuedensonFransyAgnesMeermans.

—¿Yporquévamosalgremiodeplateros?—Paracenargratis.—Johannessonríedeorejaaoreja—.No,esbroma.Quieren

queaumentemiaportación,yesbuenoquesemevea.Soylagrietaenelmuroquedaaljardínmágico.

Nella se pregunta hasta qué punto es mágico su jardín y si de verdad puedepermitirse estirar tanto el brazo. Marin parecía muy intranquila por el gasto querepresentaba la casa de muñecas y… ¿qué fue lo que dijo Otto? «Las cosas sedesbordan».«Noseastonta.AhoravivesenelHerengracht»,piensa.

—Al parecer, Marin tiene mucho interés en que vendas el azúcar de FransMeermans—seatreveadecir,peroalmomentosearrepiente.

Seproduceunlargosilencio,tantoqueleparecequeseríamejormorirantesqueseguirsoportándolo.

—LaplantaciónesdeAgnesMeermans—respondefinalmenteJohannes—,peroahora la lleva Frans. El padre de ella murió el año pasado sin haber tenido hijosvarones,aunquelociertoesquenodejódeintentarlohastaelúltimomomento.—SedetienealverqueNellaseruboriza—.Lolamento.Nopretendíasertosco.Supadreeraunhombreespantoso,pero,apesardetodo,Agnesheredósusextensoscamposde caña de azúcar.Acabó apareciendo un nombre demujer en la escritura, pese atodoslosesfuerzosdelpadre.Ahora,ellalohadejadotodoenmanosdeFrans.Conesosconosdeazúcar,sehanvueltobastanteprósperosdelanochealamañana.Esprecisamenteloqueesperaban.

—¿«Loqueesperaban»?—Una buena oportunidad. —Johannes hace una mueca—. Los tengo en mi

almacényheaccedidoavenderlos.Mihermananohacemásqueponerloenduda.—¿Porqué?—Porque se pasa el día en casa y se le ocurren ideas, pero no comprende los

matices del comercio en sí. Yome dedico a esto desde hace décadas. Demasiadotiempo.—Suspira—.Hayqueandarconpiesdeplomo,peroellairrumpecomoun

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elefante.—Entendido—contesta Nella, aunque no tiene ni idea de qué es un elefante.

Podría tratarse de una flor elegante, pero por el tono de Johannes no parece queestuvieradedicandoningúncumplidoasuhermana—.Johannes,¿Marines…amigadeAgnesMeermans?

Sumaridoseechaareír.—Se conocen desde hacemucho tiempo y a veces resulta difícil querer a una

persona aquien se conocedemasiadobien.Ahí tienes la respuesta.Nopongas esacaradeasombro.

ElcomentarioseclavaenNellacomouncuchillodehielo.—¿Deverdadcreeseso,Johannes?—Cuandounollegaaconocerdeverdadaalguien,Nella,cuandovemásalláde

los gestos más cariñosos, de las sonrisas, cuando descubre la rabia y el miedolamentable que todos ocultamos, el perdón lo es todo. Todos lo necesitamosdesesperadamente.YMarinnoestámuy…dispuestaaperdonar.—Haceunapausa—.Hayalgunasescalasenestasociedady…aAgneslegustamuchosubirporellas.Lomaloesquenuncalegusta loquesevedesdearriba.—Sele iluminanlosojosanteunabromainvisible—.Enfin.TeapuestounflorínaqueFransllevaelsombreromásexageradodelafiesta,yseguroqueAgneslohabráobligadoaponérselo.

—¿Lasesposassuelenasistiraestascelebraciones?—Su presencia suele estar interdite—responde él con una sonrisa—, salvo en

ocasionesespeciales.AunqueentrelasmujeresdeÁmsterdamexisteunalibertaddelaquecarecenlasfrancesasylasinglesas.

—¿«Unalibertad»?—Puedenirsolasporlacalle.Lasparejasinclusopuedentomarsedelamano.—

Sedetieneotravezymiraporlaventanilla—.Estaciudadnoesunacárcelparaquientrazasucaminocorrectamente.Puedequelosdefueratuerzanelgesto,consus«well,Inever»ysus«çaalors»,peroestoysegurodequenostienenenvidia.

—Pordescontado—respondeNella,queunavezmásnocomprendesuspalabrasextranjeras,noentiendenada.

«Interdite». En el poco tiempo que llevaNella en la casa, ha oído a Johanneshablar con frecuencia en otros idiomas, lo cual la deja boquiabierta. No da laimpresióndequepretendapresumir;másbienbuscaalgoquesulenguamaternanologra expresar. Nella se da cuenta de que ningún hombre (ninguna persona, enrealidad)lehahabladonuncacomoJohannesenesemomento.Pesealasalusionesmisteriosas,latratadeigualaigual;esperaqueentiendaloquelecuenta.

—Venaquí,Nella—lepide.Obediente, con un poco de miedo, se acerca a su marido, que le levanta

ligeramenteelmentónparaalargarleelcuello.Lomirayseevalúanelunoalaotracomoesclavayamoenunmercado.Él lecoge lacaracon lasmanosyacariciaelperfildesujovenpómulo.Ellaseechahaciadelante.Notaquetienelasyemasdelos

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dedos ásperas, pero ha llegado el momento que esperaba. Le late el corazón confuerzaalnotarsucontacto.Cierralosojosyrecuerdalaspalabrasdesumadre:«Lamuchachaquiereamor.Quierequelavidaseadecolorderosa».

—¿Tegustalaplata?—preguntaJohannes.—Sí—musitaNella.Noquiereestropearelmomentohablandodemasiado.—Nohaynadaenelmundomáshermosoquelaplata.—LasmanosdeJohannes

seapartandesurostro,ellaabrelosojosdegolpeysienteunarrebatodebochornoalverseasí,conelcuelloestirado—.Voyaencargaruncollarparaesagarganta.

SuvozsuenalejanaentreelestruendodelospensamientosdeNella,queseapartaysefrotalagargantacomosiquisieraresucitarla.

—Gracias—contesta,sindarsenicuenta.—Ahoraestáscasada.Sesuponequehemosdevestirteconelegancia.Johannessonríe,peroparaNellalafrasetienealgodescarnado,yunapiedrade

miedoseendureceensuvientre.Sedacuentadequenotienenadaquedecir.—Novoyahacertedaño,Petronella—aseguraél.Lajovenmiraporlaventanillalamareaincesantedefachadasquevanpasando.

Aprieta los muslos con fuerza y se imagina el momento de la penetración. ¿Sedesgarraráalgo?¿Serátandolorosocomoteme?Seacualfuerelasensación,sabequenopodráevitarla,quedebehacerlefrente.

—Lo digomuy en serio.Muy en serio—insiste Johannes. Ahora le toca a élinclinarseunpocohaciaella.Elolora salyacardamomoestancadosysuextrañavirilidadamenazanconsofocarla—.¿Meoyes,Nella?

—Sí,teoigo,Johannes.Novas…ahacermedaño.—Muybien.Demínotienesnadaquetemer.Trasdeciresaspalabras,seapartadeellaysequedamirandolascasasdelaorilla

delcanal.NellapiensaenelgrabadodellibrodeviajesdeMarin,conelindígenayelconquistador, sus cuerpos separados por un abismo de incomprensión. Ya haanochecido del todo. Se fija en las luces de las barcas más pequeñas y se sientecompletamentesola.

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Matrimonios

Elsalóndebanquetesdelgremiodeplaterosesgrandeyestá llenodegentecuyosrostrossedifuminanenunamezcolanzadeojos,bocasyplumasquedansaltitosenlasalasdelossombreros.Asualrededorcreceeltintineodelacuberteríadeplataylascarcajadasmasculinasrebotanenlasparedesconelcontrapuntomássutildelasrisillas femeninas. La abundancia de comida es casi monstruosa. Hay hileras delargasmesasvestidasdedamascoblancoenlasqueseamontonanbandejasdepollos,pavos,frutaescarchada,empanadasconcincotiposdecarneycandelabrosdeplataretorcida. Johannes toma a Nella del brazo y muy juntos esquivan el mareantedesplieguesinsepararsemuchodelrevestimientodecaobaoscuradelasparedes.Dalaimpresióndequelossusurrosylasrisascontenidasrecorrenlaestanciaasupaso.

Las demás esposas se dirigen sigilosamente a sus puestos, como si supierandóndesentarse.Vantodasdenegroycon lapieldelbustocubiertadechorrerasdeencajequeapenasdejanaldescubiertounarendijadecarneblanca.UnaenconcretoclavaenNellaunosojosdecididosquerelucencomoelazabachealaluzdelasvelas.EsamiradanopodríasermásdistintadeladelamujerdelaKalverstraat.

—Sonríeyponteamilado—diceJohannes,dedicandounasonrisaforzadaaladesconocida—. Vamos a llenar el estómago antes de enfrentarnos a las masas—agrega,yNellaseimaginaque,denohabertantacomida,ladevoraríanviva.

Sesientananteunamesaenlaquesehaservidounprimerplatodecangrejo.—Granpartedemísereflejaenlacomida—comentaél, levantandoel tenedor

delmarisco.Nella,queobservalasesplendorosasbandejasdeplataylasformidablesjarrasde

vino,noentiendeaquéserefiere.Delantedetodaesagente,losproblemasquetieneconMarinquedanolvidados.Johannessemuestracordial,conscientedelasmiradasdelospresentes,ycharlaconsujovenesposacomosihubieranpasadoveinteañosjuntossurcandolossietemares.

—Unquesojovensalpicadodesemillasdecominomerecuerdaquesoycapazdesentirplacer—diceenvozalta—.LamantequilladeDelft,cremosayexquisita,tandistinta de las demás, me produce una enorme satisfacción. Vendo platos deporcelanaenesaciudadylacomproengrandescantidades.YlacervezademejoranaycirueladeCorneliamehacemásfelizqueunbuenacuerdocomercial.Tienequepreparártela.

—Mimadrelahace—respondeNella,alaquelosruidosdelamasticaciónyelestrépitodelafiestaempiezanaamilanar.Laenergíadelsalón,cristalizadacomolospedazosdefrutaazucarada,lafatiga.

—Los higos con nata agria para desayunar pronto en verano —prosigueJohannes, sin percatarse de nada—. Una delicia especial que me transporta a lainfancia,delaquesóloguardosabores.—Lamira—.Túrecordarásbienlatuya,sinduda,puestoqueesbastantereciente.

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Nellano sabe si esapulla es intencionadaoun síntomade sunerviosismo,delhechodehaber acudidoconcompañía a someterse a ese escrutinio.Sea como sea,sienteganasdenegarlo.Enesemomento,suinfancialeparecesumamentelejana.Laha sustituido una incertidumbre, un leve grado de consternación permanente. Lapiedrademiedoseabreparadarpasoaunaansiedadenfermizaensuestómago;nosoporta la estridencia de ese lugar, el timbre de la conversación, la invasión de lodesconocido.

—Dejélacunahacemucho—murmura,pensandoenelinesperadoobsequiodelminiaturistaysintiéndoseaúnmásdesorientada.

—La comida estimula el recuerdo—dice él—. Tiene un lenguaje propio. Laschirivías,losnabos,lospuerrosylasendivias…Y,sinembargo,soncosasquemascocuandonomeoyenadie.¡Yelpescado!Mispreferidossonlaplatija,ellenguado,elabadejoyelbacalao,peromecomoagustotodoloqueofrecenlosmaresylosríosdemirepública.

Nella advierte en su forma de hablar cierta voluntad de protegerla, como sianhelaraquesuspalabraslaimpidieransumirseenlapreocupación.

—¿Quécomescuandonavegas?—lepregunta,reuniendoelvalornecesarioparaseguireljuego.

—Comohombres—respondeél,dejandoeltenedorenelplato.Nella brinda una tímida carcajada que se desploma entre los dos y se estrella

contraelmantel.Johannessellevaotropedazodecangrejoalaboca.—Elcanibalismoeslaúnicaformadesobrevivircuandoseacabalacomida—

afirma—,peroyoprefiero laspatatas.Mi tabernapreferidade laciudadestáenlasIslasOrientales, cerca demi almacén.Hacen unas patatas calientes con una carnemuyjugosa.—Pinchavariasveceselcangrejoquetieneenelplato—.Eselugaresmisecreto.

—Peroacabasdehablarmedeél.—Escierto—reconoce,dejandodenuevoeltenedor—.Escierto.Parece concentrado en el comentario de su mujer y aparta la mirada hacia el

cangrejo.Nella,sinnadaqueañadir,tambiénexaminalacarneabiertayperecedera,laspinzasdelcolordelatintayelcaparazónconsustonosrojizosmásencendidos.Johannes arranca una pata y con el tenedor extrae los últimos restos de blancurafibrosamientrassaludaaunodelosplateros.Nellahaceunesfuerzoparacomerunbocaditodesuplato.Elcangrejoestásaladoyselepegaalosdientes.

Trasacabardelimpiarelsuyo,Johanneslaabandona.—No tardaré —asegura, con un suspiro—. Es trabajo —añade, como si le

supusieraunesfuerzo,yvaainstalarseenunrincónconungrupodehombres.Sin él, Nella se siente completamente expuesta, pero observa fascinada la

transformacióndesumarido.Siestácansadodehablardetrabajo,decomisionesydelestadodelcomercio, logradisimularlo.Quéapuestoesencomparacióncon losdemás,pormuchoquetambiénvistanchaquetasbuenasybotasdepiel.Elevansus

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risas por encimade sus sombreros y echan atrás la cabeza; Johannes, bronceadoysonriente, se sitúa en el centro del círculo de rostros alzados y distraídos,mejillasenrojecidasybarbasmoteadasdepedacitosdecangrejo.

«Podríaenamorarmedeél—piensaNella—.Deberíaresultarfácilserlamujerdeunhombre así.Y el amor tiene que llegar. Si no,me será imposible vivir.Tal vezcrezcapocoapoco,comolassemillasinvernalesdeOtto».

Losaprendicesempiezanaacercarseaél,amostrarleelresultadodesutrabajo,yJohannessostienecadaunade laspiezas,analiza losaguamanilesy los jarronesdeplataconrespetoydelicadeza.Conuncumplidodesuslabioslosjóvenessealejangozosos.Losdemáscomerciantesdanunpasoatrásyadviertenconperspicaciacómoiniciaeldebateartísticoyensalza losméritosde losgrabadosmarinos frentea losflorales.Semuestraerudito,observador,originalhastalamédula.Anotanombres,seguardaunacajitadeplata,indicaaunaprendizquevayaaverloalaVOC.

Nella contempla su segundo plato, un cuenco de vieiras rociadas con caldo decorderoysalsadecebolla,cuandoseacercalamujerdelamiradapenetrante.Caminaerguida y lleva el pelo rubio enroscado bajo una compleja toca coronada por unacinta de terciopelo negro con aljófares cosidos a lo largo de la curva. En silencio,NelladagraciasaDiosporpequeñosmilagroscomolahabilidaddeCorneliaconlacostura,quehapermitidoqueleajustaraelvestido.

Lamujersedetieneantelamesayhaceunapronunciadareverencia.—Bueno,yadecíanqueerajoven.Nellasujetaelbordedelcuenco.—Tengodieciochoaños.Ladesconocidaseenderezayrecorreelsalónconlosojos.—Nos intrigaba saber qué aspecto tendría—prosigue, siempre en voz baja—,

pero ahora compruebo que Brandt ha aplicado a la elección de esposa el mismoesmeroqueatodolodemás.Elapellido«Oortman»esmuyantiguo.¿YquésediceenelEclesiastés?«Mejoreselbuennombrequeelmásvaliosoungüento».

El tono es solícito, admirativo, pero comporta algo que aguijonea lavulnerabilidaddeNella.

Lamuchachatratadeliberarsedelbancoenelqueestásentada,peroelsobredelamesaylavoluminosafaldaseconfabulanpararetenerla.Lareciénllegadaaguardapaciente la reverencia, observando las dificultades de Nella. Tras escapar de laestrechaaberturaentreelcaballeteyelbanco,Nellaseinclinaporfinysurostroseacercaalafaldadebrocadonegrodesuinterlocutora,queseabreanteellacomolasalasdeuncuervoasfixiante.

—Ay, levántese, jovencita —le dice, y Nella piensa: «Demasiado tarde,señora»—.SoyAgnes,lamujerdeFransMeermans.VivimosenelPrinsengracht,enunacasaconelsignodelzorro.AFranslegustamucholacazayloeligióél.

Esedetalleíntimosequedaflotandoincómodamenteenelaire,yNellaselimitaasonreír,pueshaaprendidoyaconMarinqueelsilenciootorgaunamínimaventaja.

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AgnessellevalasmanosalatocayNellaveloquetienequever,losanillosqueadornan todosycadaunode susdedos:pequeños rubíes, amatistasyel resplandorverde ymineral de la esmeralda. Tal despliegue de piedras preciosas ante todo elmundo es muy poco holandés, la mayoría de las mujeres lleva las joyas bienenterradasentrelosplieguesdelaropa.NellatratadeimaginarselasmanosdeMarincontodosesosbrillos.

Anteelsilenciodelamuchacha,Agneslededicaunasonrisadelabiosprietosycontinúa:

—Somosprácticamentevecinas,delmismogebuurte.AgnesMeermans tieneuna formadehablar extrañay forzada.Suspalabrasno

parecenespontáneas,comosihubieraensayadosueleganciaanteelespejo.Nellasequedamirandoelhalohundidodealjófaresquerodeasualtivacabeza.Lasperlas,deltamañodedientesdeleche,centelleanbajolaluztitilantedeloscandelabros.

Agnes debe de ser algo mayor queMarin, pero su semblante delgado y pocoatractivonopresentamarcas:nohaylunaresnimanchasdesol,niojeras,nirastrodeesfuerzosodepartos.Pareceetérea,comosiapenashubierapasadolavidaporella,salvo por los ojosmarrones, que parpadean varias veces seguidas y luego quedanentrecerradosconunaindolenciafelina.SefijaenelvestidoplateadodeNella,ensucinturaestrecha.

—¿Dedóndees?—pregunta.—DeAssendelft.MellamoPetronella.—Unnombrefrecuenteque llevanmuchasmujeresdeestaciudad.¿Legustaba

Assendelft?Nellasefijaenquetienelosdientesligeramentemanchados.Seplanteacuálserá

lamejorrespuestaparaesamujer,quepareceestarsometiéndolaaunaprueba.—Salídeallíhaceoncedías,señora,ypodríahabersidohaceunadécada.—El tiempoesunacandelamuytercapara los jóvenes—contestaAgnes,entre

risas—.¿YcómolaencontróMarin?—¿Cómomeencontró?Agneslainterrumpeconunanuevacarcajadaqueesunaligeraexpulsióndeaire,

undesdénaspirado.Nosetratadeconversar,sinodelanzardardosyobservarcómose clavan. Parece haber un tono constante de regocijo en su voz, pero Nella estáconvencida de que hay una corriente incesante y oculta en la que se apoya estaseguridad,algoquepercibe,peronoescapazdeidentificarconunnombreexacto.Lamiraalosojosysonríe,yprotegesuangustiaconunosdientesmásblancosymásjóvenes.

Losoloresdelpolloguisadoylafrutacocida,juntoconelchapoteodelasjarrasde vino, amenazan con invadir el círculo cerrado que conforman las dosmujeres,perolaatracciónmagnéticaquesienteNellaporAgnesrepeletodolodemás.

—Una esposa para JohannesBrandt—prosigue ésta con un suspiro, y tira delbrazodeNelladelicadapero insistentementeparasentarlaasu ladoenelbanco—.

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Hapasadotantotiempo…Marindebedeestarmuysatisfecha;siemprehamantenidoque suhermanodebía tenerhijos,peroél semostraba tanexasperantealhablardedescendencia…

—¿Cómo?—«Nohaynadagarantizado.Puedeserfeopormuchoquenazcaentrelaspiernas

de una belleza, grosero pese a la decencia de los cuidados y estúpido pese a lainteligenciade lospadres»,aseguraba.Graciosohastaciertopunto,pordescontado.ComosiempreenelcasodeBrandt.Peroaalguienhayquetransmitirlotodo.

Parecemuyinsolente,muyimpertinente,queserefieraaélsóloporsuapellido,quehabledeélcontantalibertad.Nellaestáofendida,muda,incapazdeimaginarseenquécircunstanciasllegaríaahablarJohannesdesudescendenciaconesamujertanextraña.

Agnes levanta una jarra y sirve dos copas de vino. Durante unos instantes sequedanensilencio,contemplandolaembriaguezenaumento,lassalpicadurasdevinosobre el damasco, el destello de las bandejas vacías, los últimos platos que estánsirviendo.

—LaCurvadeOro—diceAgnes,yconlosojosledaunrepasocomosifueraunabarajadecartas—.ViniendodeAssendelft, tienequeparecerle algo tan lejanocomoBatavia—asegura,yserecogeunpeloimaginariodetrásdelaoreja,conloquelosdedosenjoyadosvuelvenarelucir.

—Unpoco.—Un matrimonio tan acertado como el mío es muy poco común. Frans me

consiente —susurra con aire conspiratorio—. Más o menos como la consentiráBrandtausted.

—Esoespero—respondeNella,quesesienteridícula.—MiFransesunbuenhombre.—Elcomentariogratuitoflotaenelairecomoun

desafío, y Nella se pregunta el motivo de tan extraña provocación. Puede que lasconversaciones de sociedad sean así, combativas y perturbadoras, disfrazadas decharlasdespreocupadas.Agnesprosigue—:¿Yyaconocealnegro?Unprodigio.EnmihaciendadeSurinamhaymuchos,peroyonohevistoaunosolo.

—Se refiereaOtto—respondeNella trasbeberunsorbodevino—.¿UstedhaestadoenSurinam?

—¡Quéencantadoraesusted!—ríeAgnes.—¿Esoquieredecirqueno?Lasonrisasecongela.Agnescasipareceafligida.—El hecho de que recibiéramos la plantación es un ejemplomaravilloso de la

beneficencia de Dios, señora. No había ningún hermano varón al acecho, ¿sabeusted?Soyhijaúnica.Nopodríajugarmelavidaenunviajedetresmeses,ahoraqueDios me ha confiado los panes de azúcar de mi padre. ¿Cómo iba a honrar sumemoriaencerradaenunbarco?

ANellaselesubeelvinoporlanariz.Agnesseleacerca.

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—Supongo que el negro quizá no será un esclavo en el más estricto sentido.Brandtnonospermitellamarloasí.Unparderegentasqueconozcotienenunoaquí,enÁmsterdam.Amímegustaríaunoquetocaraalgúninstrumento.¡Elrecaudadorgeneraltienetres,nimásnimenos,incluidaunamujerqueademástocalaviola!Esodemuestra que hoy en día todo se compra, supongo. ¿Cómo se sentirá? Es lo quequeremossabertodos.FuetípicodeBrandttraérselo…

—Agnes—interrumpe una voz, y lamujer se levanta precipitadamente—. Porfavor—agregaelhombrequetienendelante,haciendoungestoaNellaparaindicarquenosonnecesariaslasreverenciascuandosevavestidadepesadotafetán.

LoságilesdedosdeAgnesseentrelazanensuregazo.—Mimarido,elseñorMeermans—anuncia—.ÉstaesPetronellaOortman.—PetronellaBrandt—repiteél,mirandoalrededor—.Yalosé.Porunmomento,esaescena,conelhombreenpieylamujerasulado,vestidos

con opulencia y unidos por vínculos invisibles, es la imagen más perfecta de unmatrimonioquehavistoNella.Lasensacióndeunidadresultaintimidatoria.

Frans Meermans es algo más joven que Johannes y su rostro alargado no hasufrido los estragos del viento ni el sol; podrían comerse cinco vieiras en esamandíbulalimpiayamplia.Llevaenlamanounsombreroconelalamásanchaqueningúnotrodelospresentes.«Tedebounflorín,Johannes»,piensaNella, intrigadaporsaberquéotrotipodeapuestasganarásumarido.

Se imagina que Meermans es de esos hombres que no tardarán en engordar.«Tampoco sería de extrañar, teniendo en cuenta la comida que sirven en estoslugares».Huele un poco a perromojado y a humo demadera,más agreste que lapomada afrutada de su mujer. Se inclina hacia delante y coge una cucharillaresplandeciente.

—¿Esusteddelgremiodeplateros?—preguntaaNella.Agnesrespondeconunasonrisatensaaesechistesingraciaydice:—¿HablaremosconBrandtestanoche?Instintivamente,Meermans levanta la cabeza y recorre el salón con lamirada.

Johannessehaapartadodelgrupocercanoalamesaynoseloveporningúnlado.—Sí—contesta—.Elazúcarllevacasidossemanasensualmacén.—Tenemos…Tenéisqueacordarlascondiciones.Queellanopruebelosdulces

noquieredecirquelosdemásnopuedan.Agneslanzaalaireun«ja»quenotienenadadedivertido;sesirveotracopade

vinoyletiemblaligeramentelamano.—Tengoqueencontraramimarido—anunciaNella,puestaenpie.—Porahíviene—respondeAgnes,muyremilgada.Meermans se toca el ala del sombrero. Su mujer hace una reverencia lenta y

marcadaantelallegadadeJohannes.Meermanstensalaespaldaysacapecho.—SeñoraMeermans—saludaJohannes.Losdoshombresevitansaludarseconunareverencia.

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—Señor—suspiraAgnes,ysusojoscastañostomanbuenanotadelcortecarodesuchaqueta.Nellatienelaimpresióndequehaceungranesfuerzoparanoextenderelbrazoyacariciarlasolapadeterciopelo—.Veoqueestanocheestáprodigandosumagiahabitual.

—Nadademagia,señora.Soycomosoy.Agnes mira de reojo a su marido, que parece muy concentrado en el mantel.

Comosinotarasusojosenlanuca,Meermansinterviene:—Queríamostratarelasuntodelazúcar…Deja la frase amedias yNella detecta una nube de preocupación en su rostro,

medioescondido.—¿Cuándosevenderá?—terciaAgnes,ylapreguntaatizaelaire.—Lotengoporlamano,señora.—Porsupuesto,señor.Jamáspondríaenduda…—La corrupción de Van Riebeeck en el Goede Hoop, esos dichosos

emperadorzuelosdenuestrosasentamientoslejanos—diceJohannes—.LossobornosdeBatavia,losmercadosnegrosdeOriente…Lagentebuscabuenosproductosyyolesdigoqueelsuyoloes,señoramía.LasAntillasterminaránporsalvarnosatodos,supongo, pero no voy a llevar su azúcar a la Bolsa. El parquet es un circo; loscorredores, arpías enloquecidas. Este azúcar requiere una distribución cuidadosa ycontroladaenelextranjero…

—Peronoalosingleses—interrumpeAgnes—.Losdetesto.CuántosproblemasdieronamipadreenSurinam…

—A los ingleses jamás—garantiza Johannes, y con mano izquierda añade—:Estábienalmacenado.Puedeiracomprobarlosilodesea.

—Esustedmuypeculiar,señor,conesainsistenciaenvenderenelextranjero—comentaMeermans—.Lamayoríadelosbuenosholandesessequedaríanuntesoroasíparasímismos,ydadasucalidadalcanzaríaunbuenprecio.

—Ese amor propio me parece contraproducente. No ayuda a nadie. Fuera denuestrasfronterassenosconsiderapocofiables.Yonotengointencióndeserlo.¿Porquénopropagarlareputacióndesuazúcar?

—Parabienoparamal,tenemosqueconfiarenusted.—Heconservadounpandeazúcarencasa—intervieneAgnes,paracalmar las

aguas—.Esdeuna…unabellezamuysólida.Durocomoundiamante,dulcecomolamiel.Esodecíamipadre.—Juegaconelencajedelcuello—.Casinomeatrevoaromperlo.

Nellasebalanceayobservaelposodelacopadevino,ligeramenteembriagada.—Iré a Venecia por ustedes —informa Johannes—. Allí hay muchos

compradores.Noeselmejormomentoparaquelleguesuazúcar,peronolesquepadudadequehabrávenecianosdispuestosaadquirirlo.

—¿Venecianos?—sesorprendeAgnes—.¿Papistas?—Misuegroseesforzómucho,señorBrandt,paranollenarlosestómagosdelos

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católicos—aseguraMeermans.—Perounfloríntieneelmismovalorvengadedondevenga,¿noescierto?Un

auténticonegociantelosabebien.EnVeneciayenMilánsecomeazúcarcomoaquíenHolandaserespira…

—Vamos,Agnes—diceFrans—.Estoycansado.Yahíto.Seencasquetaelsombrerocomosifueraaponercotoasuspensamientos.Ellase

quedaalaexpectativayseproduceunsilencioviolento.—Enesecaso,buenasnoches—sedespidefinalmenteJohannes,conunaamplia

sonrisaquenoconsigueocultarlafatigaqueacusansusojos.—QuedenconDios—diceAgnes,yentrelazaelbrazoconeldesumarido.Cuando el matrimonio ya se aleja entre la pared de caoba y los manteles

maltratadosycubiertosdejarrasdeplatavolcadasyrestosdecomida,unasensacióndepreocupaciónseapoderadeNella.

—Johannes,hadichoMarinqueteníamosqueinvitara…Sumaridoleponelamanoenelhombroylahundeconsupeso.—Nella—suspira—,alagenteasísiempreesmejordejarlaconganasdemás.Sinembargo,cuandoAgnesvuelvelacabezayledirigeunamiradaaltiva,Nella

empiezaaponerloenduda.

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Eldespacho

Devueltaacasa, Johannesse tumbaenelbancodesedadel interiorde labarcazacomounafocavaradaenlaarena.

—Conocesamuchagente,esposomío.Teadmiran.—¿Creesquemedirigiríanlapalabrasinofuerarico?—diceél,sonriendo.—¿Somosricos?—sesorprendeNella,pero laspalabrasse leescapanantesde

que pueda detenerlas, la preocupación es demasiado evidente en su voz, y lainterrogación,demasiadofuerteyacusadora.

Johannes vuelve la cabeza hacia ella y se le queda el pelo atrapado contra elbanco,debajodelamejilla.

—¿Qué te pasa? No hagas caso de Marin, de lo que dice. Le gusta muchopreocuparse.

—NoesporMarin—respondeNella,peroacontinuaciónpiensaquequizásíseaporella.

—Que alguien le cuente algo con un poco de pasión no quiere decir que seacierto. He sido más rico, pero también más pobre. La diferencia nunca se notademasiado. —Habla más despacio, con la voz narcotizada por la comida y elcansancio de la velada—.En realidad,Nella,mi fortuna no es tangible.Está en elaire, sehincha, sedeshincha.Creceotravez.Loque se compraconella es sólido,peropuedesatravesarlaconlamanocomosifueraunanube.

—Pero, esposo mío, sin duda no hay nada más sólido que una moneda. —Mientrasélbostezaycierralosojos,Nellaseimaginaeldinerodesumaridocomoun vaho que se deshace y se regenera sin previo aviso—. Johannes, tengo quecontartealgo.—Haceunapausa—.Hayun…miniaturistaalqueheencargado…

Enesemomentosedacuentadequeelpesodelestómagollenolohavencidoysientedeseosdedespertarloparaseguirhaciéndolepreguntas.AdiferenciadeMarin,siempreledarespuestas interesantes.Sehaquedadoalgointranquilotras lapartidadeFransyAgnes;susojosgriseshanempezadoadarvueltasaideasprivadasyunavezmás la han dejado fuera. ¿Por qué parecíaMeermansmuchomenos entusiastaquesumujerantelaideadetratarconél?¿YporquéJohannesnoloshainvitadoacasa?

NellahuelelosrestosdelapomadafloraldeAgnesensusmanos.Leresuenanlastripasbajolaenaguadeencajeysearrepientedenohabercomidomás.LaedaddeJohannessedejaverenlacaídadelospárpadosyenlabarbilladesplomadasobreelpecho.Estácurtido,alostreintaynueveañostieneunrostrodecuentodehadas.Ellase queda pensando en los silencios que siguen a los momentos de afabilidad ylocuacidad de sumarido, antes de hundirse de nuevo en un aturdimiento sombrío.Nellacierralosojosyseapoyaunamanoenelvientreplano.«MásomenoscomolaconsentiráBrandtausted».

RecuerdalanotadeamorocultaenelcuartodeMarin.¿Dedóndehabrásalido?

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¿Cuántosdías,oaños,llevaríaentreesaspáginas?SepreguntacómolaleeráMarin,siconplacerocondesdén.Elsuaverocedelamartacibelinapordentrodelcanesúnegroysencillo,elramodenoviaconvertidoenuncráneoamarillentoenunestante.No.NadieseríacapazdeconsentiraMarin.Nosedejaría.

Levantalamanoenlapenumbraycontemplasualianza,susuñascomopálidasconchas rosas. Puede que en Assendelft no hubiera mucho más que la plaza delpueblo,peroalmenoslagentequesereuníaallílaescuchaba.EnÁmsterdamesunamarioneta,un recipienteenelque losdemásviertensuspalabras.Nosehacasadoconunhombre, sinoconunmundo.Losplateros,unacuñada, extrañosconocidos,unacasaenlaquesesienteperdidayotraenminiaturaquelaasusta.Enaparienciatiene muchas cosas al alcance de la mano, pero la asalta la impresión de que learrebatanalgo.

Cuandoentranencasasevuelvehaciaél,decididaahablar,peroseloencuentraagachado, concentradoenRezeki. Está claro que es su preferida.Le pasa la palmaahuecada por la cabeza y la perra enseña los dientes con placer, sin agresividad.Nadiehaencendidolasvelasdelvestíbulo,queestámuyoscuroporquenoentralalunaporlosaltosventanales.

—¿Tehandadodecomer,preciosa?—preguntaJohannesconvoztierna,cargadade amor, y cuandoRezeki responde golpeando el suelo con elmusculoso rabo, seechaareír.

LarisamolestaaNella,quevedepositadaenunanimallaatenciónquequisieraparaella.

—Bueno,mevoyalacama—anuncia.—Sí,sí—contestaél,poniéndosederecho—.Estaráscansada.—No,Johannes.Noestoycansada.Lomirafijamentehastaobligarloaapartarlosojos.—Tengoquetomarnotassobreesoshombresqueheconocido—aseguraél,yse

dirigeasudespachoseguidodecercaporlaperra.—¿Tehacecompañía?—preguntaNella,ypiensa:«Oncedíasasolascercademi

marido.ADioslecostómenoscrearelmundo».—Meayuda.Sitratoderesolverunproblemadirectamente,noloconsigo.Sime

ocupodeella,mevienelarespuesta.—Esdecir,queteresultaútil.—Sí—contestaJohannesconunasonrisa.—¿YcuántotecostóOtto?¿Tambiénteresultaútil?—preguntasumujerconvoz

fríayestridentedebidoalosnervios.Johannestuerceelgesto,yNellanotaelpalpitardelasangreenlacara.—¿QuétehacontadoAgnes?—Nada—responde,peroesciertoquelaspalabrasdeAgnesselehanquedado

muydentro.—Me limité a pagar el salario de Otto por adelantado —dice su marido con

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serenidad.—¿YOttocreequeloliberaste?Johannesaprietalosdientes.—Petronella,¿noestáscómodaviviendoaquíconél?—No,quéva.Esque…Nuncahabía…Quierodecirque…—Eselúnicosirvientequehetenido.Yquetendré—replica,ydamediavuelta.«Notevayas—ruegaNellaensilencio—.Sitevas,mevolveréinvisible,ahora

mismoenestevestíbulo,ynadiemeencontrarájamás».—¿EsRezekioDhana?—pregunta,señalandoalaperra,sentadaobedientemente

alpiedesuamo.Johannesarquealascejasydaunaspalmaditascariñosasalanimal.—Veoquehasprestadoatención.ÉstaesRezeki.Dhana tieneunamanchaenel

vientre.«Como si no lo supiera», piensa ella, recordando la figurita que espera en su

cuarto,enlacasademuñecas.—Tienennombrescuriosos.—EnSumatranoloson.—¿QuéquieredecirRezeki?Sesientejovenytonta.—Fortuna—contestaél.Semeteeneldespachoycierralapuerta.

~

Nella escruta la oscuridad y la alcanza una corriente de aire frío, como si sehubieraabiertounapuertaalotroladodelaslosasdemármol.Seleerizaelvellodelanuca.Hayalguienentrelassombras.

—¿Quiénandaahí?Delasprofundidadesdelacocinalleganvocesapagadas,murmullosinsistentes,

algún que otro golpe a una cacerola. La sensación de que la observan disminuyeligeramente y esos ruidos, pese a la distancia, la reconfortan. En busca de ciertaseguridad,deunsentidodelaproporciónqueseleescapaporeltamañodelacasa,extiendeunamanoytocalamaderadelmarcodelapuertadeJohannes.Entoncesleparece oír una respiración a su espalda y cree notar que algo le roza los bajos delvestido.Golpeaconlosdospuñoslapuertadelestudiodesumarido.

—Ahorano,Marin.—¡Soyyo,Nella!Nohaycontestación,yNella sequedamirando laoscuridad,esforzándosepara

nosucumbiralterror.

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—Déjamepasar,Johannes,hazelfavor.Cuandoseabrelapuerta,elresplandoramarilloestangratoquecasiselesaltan

laslágrimas.

Loquelellamalaatenciónesqueeldespachoparecemuchomásacogedorquecualquierotrapartedelacasa.Esunahabitaciónconunobjetivoclaro.Noengaña.YNella no se había sentido tan próxima a su marido como ahora. Johannes la dejaentrarycierra lapuerta,yNella tratadesacudirseelmiedoque laatenazabaenelvestíbulo.

—Ahífueranohaynadie,Nella—aseguraJohannes—.Eslaoscuridad.¿Porquénoteacuestas?

¿Cómo puede saber que estaba asustada, o que Agnes había alborotado sussentimientoshaciaOtto?«CuandoJohannesteobservaescomositecontemplaraunbúho—piensa—.Tesientesinmovilizada».

Haempezadoa llover, esun suavegolpeteonocturno, rítmicoy familiar.Enelcuartito hay unolor penetrante, como a papel, unamesa demadera alta unida congoznesa lapared,unbatiburrilloderollosyunaescribaníadeoro.Elhumodelasvelashacubiertoeltechobajodeverdugonesnegros,yeldibujodeespiralesdeunaalfombraturcadepelolargoapenasresultavisiblebajolashojassueltasescritasenidiomasquenoleresultanfamiliares.Por todasparteshayrastrosdesellosdeceraroja,algunosdeloscualessehanpegadoalalana.

Tienemapaspordoquier,másqueMarin.NellasefijaenlaformadeVirginiaydelrestodelcontinenteamericano,delMarePacificum,delasMolucasydeJapón.Estántodosmarcadosconfinaslíneasquesedispersanformandorombos.Soncartasdeprecisiónquenoestánsalpicadasdepreguntascargadasdeintención.Debajodelaventanaveunenormecofrecerradoconuncandado,demaderaoscuratallada.

—Ahíestánguardadoslosflorines—explicaJohannes,ysesientaensutaburete.ANella legustaríaquefueramásloboquebúho.Laayudaríaaocuparel lugar

que lecorresponde,o incluso leproporcionaríaunapistaparacumplir sucometidomarital.

—Quería…dartelasgracias—titubea—.Porlacasademuñecas.Tengomuchosplanes…

—Nohaydequé—respondeél,volviendoapropinargolpesalaireconunamano—.Eslomínimoquepodíahacer.

—Peroqueríademostrartemireconocimiento.Tratade imitar la eleganciadeAgnesMeermansy le acariciaunamangade la

camisa con unamano temblorosa. Le gustaría que esa unidad, esa estampa de unmatrimonio, fuerareal.Johannesnoreacciona.Losdedosdesumujer lomanoseancomolosdeunniñoinsistente.

—¿Sí?

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Nella baja lamano y la detiene en lo alto delmuslo. Jamás había tocado a unhombre de esemodo, ymuchomenos a alguien tan imponente. Siente el volumenmusculosodelapiernabajolagruesalana.

—Cuandohablasenesosidiomasmefascinas—dice.Sedacuentadeinmediatodequehacometidounerror.Johannesselevantadel

taburete.—¿Qué?—pregunta,tanconsternadoqueellasellevalasmanosalabocacomo

sipudieraborrarsuspalabras.—Sóloquería…Eraun…—Ven aquí—la interrumpe, y entonces la sorprende al acariciarle el pelo con

movimientosbruscos.—Losiento—diceella,aunquenosabeporqué.Johannesseinclina,laagarraporlosdelgadosbrazosylabesaenloslabios.La

impresión (esosalarmantes restos cálidosdevinoycangrejo) la sobrecoge,ydebehaceruntremendoesfuerzoparanotensarseanteelcontactodesumarido.Separaunpocoloslabios,aunquesóloseaparadispersarlapresióndeesaotraboca.ÉlsigueagarrandoaNella,quedecideenese instante,antesdequeelmiedoseapoderedeella,bajarlamanohastalapartedelanteradeloscalzonesdeJohannes.«Siestoesloquetienenquehacertodaslasmujeres—sedice—,talvezconlaprácticasevuelvamásplacentero».

Apenasdistinguelaprotuberanciaceñidadelaquenadasabe,peronoeslavaraqueleprometiósumadre,sinomásbienungusanoacurrucado,un…

Comosisusdedoshubieranaccionadounresorte,éllasueltayseapartaconunimpulsoparairachocarcontraelbordedelamesa.

—Nella.Diosmío.—Espo…—¡Vete!—legrita—.Saldeaquí.NellasealejadandountraspiéyoyeunúnicoladridodeadvertenciadeRezeki.

Johannescierradeunportazoyseoyeelgirodelallaveenlacerradura.Cuandoelespantodeencontrarseenesevestíbulotenebrososeapoderadenuevodeella,echaacorrerescalerasarribahaciasucuarto.

Descorrelascortinasdelacasademuñecas,queestáallí,ensurincón,ylacunaresplandece comoun insulto a la luz de la luna. Propina un puntapié a la pata delaparador,perolamasademaderaycareynocedey,encambio,seoyeelcrujidodesushuesos.Chilladedolor,peroseniegaallorar.Renqueandoporeldormitorio,vadandolavueltaaloscuadrosdesumarido.Desdelaliebreapresadahastalagranadapodrida,delprimeroalúltimo.

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Pasos

—¿Porquéestántodosloscuadrosdelrevés?—preguntaCornelia,ydevuelveasuposición natural el más cercano. Una oruga de óleo que surge de la granada searrastrahaciaelmarco.Lacriada seestremeceymira lacasademuñecas.Envozbaja afirma—: Puede aprender a vivir aquí, señora. Lo único que necesita esvoluntad.

Nellalaobservaconunojoabiertomientraslainvadelahumillacióndelavísperay laclavacontra lacama.Hundeel rostroen laalmohada.«¿EstabaCorneliaenelvestíbulo, escuchando el desarrollo del desastre? En ese caso, ¿por qué no meconsoló?». La idea de que alguien oyera su fracaso como mujer casada esdemoledora.

La reacción de Johannes recubre su espíritu como una película. Se daría decabezazos si con eso lograra dispersar esas ingenuas ilusiones de amor sincero, delechos conyugales, de risas y de hijos. Cuando la criada gira otro lienzo, con unaostraabiertasobreunfondoañiloscuro,Nella tiene la impresióndequese lecaenencimalasparedesrepletasdeimágenesdeanimalesmuertosyfloresmarchitas.

—CreoqueMarinhatratadodeendosarlelospeorescuadros,señora.Otra migaja, al menos: esa sonrisa burlona, un detalle revelado, Marin y su

astuciatraicionadosporalguienmástaimado.Corneliaabrelascortinasylaluzmatinaldefinalesdeoctubreconfiereatodoun

relieve abrupto.Hace unamueca y se quita un zueco para dejar al descubierto unpiececillo.

—Aunquenoselocrea,señora,lospiestambiénsemecansan.—Seapoyaenlaparedyempiezaafrotarselasuela—.Semecansanunhorror.Soncomolosdeunmuerto.

Nella se incorpora. En Assendelft no tenían criadas así, con esa sensación delibertaddeCornelia,quehaceydicecosasqueniseatreveríaaproponerenningúnotrolugar.Hablaconentusiasmoyfamiliaridad;elplacerdefrotarselospiesestangrandequesupera todapreocupaciónpor loquepiensesuseñora.«Talvezesalgoquetieneestacasa,unapermisividadquenocomprendo»,piensaNella.Sinduda,lavida entre esas cuatro paredes está descolocada: parece desatinada, pero algo losalumbra a todos. ¡Qué zurcidas están las calzas deCornelia, por las que se cruzanpulcras puntadas y alguna roncha de lana! ¿No podríaMarin darle unasmejores?RecuerdaelcomentariodeJohannessobresufortunanebulosaeintocable.

No logra olvidar el vago contacto con el cuerpo de Johannes, enroscado einsensible. Se estremece. Mientras Cornelia da la vuelta al cuadro de la liebrecolgada, siente que el resentimiento le escuece por la piel. «No tienes ni idea—querríadecir—.Yamegustaríavercómollevaslavidadecasada».

—Cornelia,¿porquéseempeñaMarinenvenderelazúcardeAgnes?—pregunta—.¿Somospobres?

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—¡Quécosas tiene, señora!—exclama,boquiabierta, la criada—.¿Pobres?LasmujeresdetodoÁmsterdamdaríanelbrazoderechoporestarensulugar…

—Nomesueltesunsermón,Cornelia.Tehehechounapregunta…—¿Conunmaridoque la trataconrespeto,que la llevaabanquetesy le regala

vestidosycasasdemuñecasdetresmilflorines?Nosdadecomer,sepreocupapornosotros.Ottoledirálomismo.

—Ottomedijoquelascosassedesbordan.—Bueno, el señor tiene muchos dones admirables —responde Cornelia con

precipitación, convehemencia—.AToot lohacriadocomoaunhijo. ¿Quiénmásharía una cosa así? ¿Un sirviente que habla francés e inglés? ¿Capaz de trazar unmapa,decomprobarlacalidaddeunrollodelanadeHaarlem…?

—Pero¿dequélesirvetodoeso?¿Dequénossirvenadaaningunodenosotros?—Enmiopinión,señora,suvidaacabadeempezar—diceCornelia,queparece

incómoda,yentoncesmetelamanoenelbolsilloprincipaldeldelantalydepositaungranpaqueteenlacama—.Tenga.Lohandejadodelantedelapuerta,esparausted.¿Quésucede?

—Nada—tartamudeaNella.El paquete inesperado, marcado con el signo del sol, descansa encima del

cubrecama.—Hoynohayarenques,supongoquesealegrará—agregalacriada,sindejarde

mirarelpaquete—.Mermeladasdeinviernoymantequillabatida.Elseñorhapedidocomerpronto.

Recogeelzuecodescarriadoy,sinagacharse,vuelveaponérselo.—Nomesorprende—contestaNella—.Granpartedeélsereflejaenlacomida.

Enseguidabajo.Una vez cerrada la puerta, sostiene el paquete con cuidado. «Yo no lo he

encargado—se dice—. En la carta indicaba expresamente al miniaturista que noenviaranadamás».Sinembargo,mientraslorecuerdasusdedosyarasganelpapel.«¿Quiénnoabriríaunpaqueteasí?»,razona.Recuerdalanotaconclaridad:«ComoesposadeuncomerciantedealtorangodelaVOC,meniegoaquemeintimideunartesano».

Caeunpapelbalanceándose.Llevaescritasunaspalabras:

LUCHOPARASALIRAFLOTE.

—¿Ah,sí,señorminiaturista?—diceNellaenvozalta.Inclina el paquete y cae toda una serie de objetos domésticos minúsculos.

Planchas largas como dos granos de cebada, cestitas, sacos tejidos, unos cuantostoneles y un mocho, un brasero para secar la ropa. Hay sartenes y cacerolas,cuchillitosdepescadoytenedorcillos,uncojínbordado,untapizenrolladoquerevelaelretratodedosmujeresyunhombre.Nellaestáconvencidadequeeselmismoquetiene Johannes abajo: Marta y María discuten por Jesús. El miedo empieza a

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mezclarseconlaindignaciónquesiente.Enunmarquitodoradoestápintadoalóleounfloreroynofaltaunaorugaquese

arrastra. «Es un motivo común», se dice Nella, tratando de conservar la calmamientrasmira la versión de tamaño natural que Cornelia acaba de descubrir en lapared.Vevarios libros exquisitamente encuadernados, algunospequeños comounamonedadeun stuiver, cubiertosde letras ilegibles escritas amano.Loshojea, casiesperando encontrar una nota de amor, pero no la hay. A todo eso se suman dosmapitasdelasIndiasyunaBibliaconunagran«B»enlacubierta.

Lellamalaatenciónunbultoindependienteenelquealgoresplandecedebajodela tela. Entre los pliegues encuentra una llavecita de oro colgada de un lazo. Labalanceaylafríaluzdelamañanalailumina.Espreciosa,pequeñacomolauñadesumeñique,yllevaforjadoconesmeroundibujoenrelievequelarecorrealolargo.Leparecedemasiadodiminutaparaabrirningunapuerta,esinútilperohermosa.

El paquete no contiene nada más: no hay ninguna nota, ninguna explicación,solamenteelextrañolemadesafianteyesetorbellinodeobjetos.Cornelialejuróquehabíaentregadolacartaenlaqueordenabaalminiaturistaquenovolvieraamandarnada.Entonces,¿porquélahadesobedecido?

No obstante, al contemplar esas piezas, de belleza extraordinaria y propósitoindescifrable,Nellaseplanteasideverdaddeseaquenohayamásenvíos.Estáclaroqueelminiaturistanotieneintencióndedesistir.

Con ternura,coloca losnuevosobjetosen lacasademuñecasdeunoenunoysienteunfugazarrebatodegratitudquelasorprende.

~

—¿Adóndevas?—preguntaMarinunahoradespués,cuandosucuñadacruzaelvestíbulo.

—A ninguna parte—responde Nella, pensando ya en el signo del sol, en lasexplicacionesqueseocultantraslapuertadelminiaturista.

—Ya decía yo. El pastor Pellicorne va a predicar en la Iglesia Vieja y meimaginabaquequerríasasistir.

—¿Johannesvaair?Johannesnovaair,haaducidoquedebepresentarseenlaBolsa,paraaveriguar

cuálessonlasúltimascifrasquecirculanporelparquet.Nellasepreguntasiloqueeludesumaridoeslaoración.

DesesperadaporvisitarlaKalverstraat,NellasequedarezagadadeliberadamentedetrásdeMarin,cuyospiesgolpeanlascallesquediscurrenjuntoaloscanalescomo

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silehubieranhechoalgunaafrentapersonal.Rezeki,nuncamuyfelizlejosdesuamo,lohaacompañadoalaBolsa.ParanodejaratrásaDhana,Nellacaminajuntoaella,yelanimal trotaobedienteconelmorronegroyhúmedo levantadohacia ladueñaqueacabadeadoptar.

—¿Soléisllevaralasperrasalaiglesia?—preguntalajovenaCornelia.—Sí.LaseñoraMarindicequeasaberloqueharíansolasencasa.—PodríatraeraPeebo.—Nodigastonterías—terciaMarinvolviendolacabeza,yNellaseasombraante

sucapacidadparaescucharcondisimulo.Haceundíaradiante;lostejadosdeterracotasondeuncolorcasibermellón,yla

temperatura, tanbajaquediluyecualquierhedorprocedentedelagua.Loscarruajespasanconsu traqueteo, loscanalesestán llenosdebarcoscargadosdehombres,debultosconmercancíaseinclusodealgunaqueotraoveja.RecorrenelHerengracht,suben por laVijzelstraat y cruzan el puente para llegar almercado de la turba, decaminoalaIglesiaVieja.Nellamiraconmelancolíahaciasudestinooriginal,antesdequeCornelialerecuerdeque,anoserquelaseñoramirepordóndeva,laseñoravaatropezarconlosadoquines.

En los barcos, detrás de las ventanas, en las orillas de los canales, la gente losmira.AcadapasoquedanantelascasasaltasyesbeltasdelosmercaderesdesedadelaWarmoestraat,antelosescaparatesquevendenmayólicaitaliana,tafetánespañol,porcelana de Núremberg y lino de Haarlem, los habitantes de Ámsterdam vanmostrandounaampliagamadeexpresiones.PorunmomentoNellasepreguntaquéhan hecho, pero entonces ve losmúsculos tensos de la nuca deOtto, que llama aDhanaparaponerlelacorrea.

—Pero¡sihabla!—oyedecirlamuchachaaalguienquesueltaunacarcajada.Sonpocas las bocasqueno sequedan abiertas ante la sorpresadever pasar al

criadoconesasmujeres.Algunosgestossetransformanparareflejarsospecha,otrosdesdén y otros directamentemiedo.Hay quienmuestra una absoluta fascinación yquiennopareceinmutarse,aunqueéstossontanpocosquenocompensanelresto.

Cuandoelgrupobajadesde laWarmoestraatpara llegara laparte traserade laIglesiaVieja, un individuo con cicatrices de viruela, sentado en un bancomenudoanteunapuerta,gritaalgoalverpasaraOtto:

—¿Yonoencuentrotrabajoyustedesempleanaeseanimal?Marinvacila,peroCorneliasedetiene.Desandavariaszancadasylevantaelpuño

aunpalmodelrostromarcado.—EstamosenÁmsterdam,CaradeCráter—loincrepa—.Aquíganaelmejor.Nella deja escapar una risa nerviosa y ahogada que se corta cuando el hombre

tambiénlevantaelpuñoantelacaradeCornelia.—Sí,estamosenÁmsterdam,puta.Aquíelmejorsabequéamigosleconvienen.—¡Esalengua,Cornelia!—lareprendeMarin—.Vámonos.—¡Aéltendríanquecortársela!

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—¡Cornelia!Santocielo,¿esquesomostodosanimales?—Tootllevadiezañosaquíynadahacambiado—murmuralacriada,ysereúne

consuseñora—.Yapodíanhaberseacostumbrado.—¿«Cara de Cráter»? Cornelia, ¿cómo has podido?—dice Marin, pero Nella

detectaunaclarainflexióndeaprobaciónensuvoz.Ottocontemplaelhorizonte,muchomásalládelosedificiosdeÁmsterdam.No

miraaCaradeCráter.—Dhana—dice,yelanimalsedetieneporfin,levantalacabezayseacercaaél

altrote—.Notealejesdemasiado,preciosa.—¿Esamíoalaperra?—suspiraCornelia,sofocada.

Aunque la gente sigue mirándolos con los ojos desorbitados, nadie más hacecomentarios.Nella se fija enque tambiénobservan aMarin.Es especialmente altaparasermujer,conesecuellolargoyesacabezabienerguida,comounmascaróndeproa que deja olas de rostros vueltos a su paso. Nella la ve con los ojos de lostranseúntes:laholandesaperfecta,inmaculada,bienparecida,queandacondecisión.Loúnicoquelefaltaesunesposo.

—¿QuépensaránalverqueJohannesnovienealaiglesia?—diceaOtto,yantesusilenciosevuelvehacialasdosjóvenesypreguntaasucuñada—:¿HainvitadoalosMeermansacenar?

Nellatitubea,apuntodementir.—Aúnno.Marin se detiene, incapaz de ocultar su rabia, con la boca convertida en una

indecorosa«O»deasombroylosojosgrisesmirandoaNelladeformaacusadora.—Bueno,nohepodidoobligarlo—sedefiendelamuchacha.—¡Santocielo!—exclamaMarin,ymeteelpieenuncharcodebazofia.Sigue

andandoconpasodecididoydejaalosotrostresatrás—.¿Esquetengoquehacerlotodoyo?

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Brotesyfrutos

EslaprimeravezqueNellaentraenlaIglesiaVieja.—¿Quién es ese Pellicorne?—susurra al oído de Cornelia—. ¿No leemos ya

mucholaBibliaencasa?Lacriadatuerceelgesto,porqueMarinlohaoído.—Tambiénhayquerendircultoenpúblico,Petronella—afirma.—¿Ydaigualloquehayaquesoportar?—musitaOtto.—Es Pellicorne—continúaMarin, haciendo caso omiso de sus palabras, para

recordarquesetratadeunpastorespecialmentenotorio—.Ylacivitasobserva.La iglesia deAssendelft es pequeñay, en comparación, ésta parece gigantesca.

Unascolumnasaltísimasdepiedrablancadividenlanaveysostienenlosarcos.Envariasdelasvidrierashayescenasbíblicas,yelsolatraviesasussantospintadosparainundarelsueloderojoacuosoyoro,deañilclaroyverde.Nellatienelaimpresióndequepodríazambullirse,perolosnombresdelosmuertosgrabadosenelsuelolerecuerdanqueloquepareceaguaesenrealidadpiedra.

Laiglesiaestáabarrotada;losvivosreclamansuterritorio.Nellasesorprendedeque se permita tanto ruido, los padres con niños pequeños, los chismorreos y lasbromas, los perros sin correa.Los ladridosy la cháchara infantil asciendenpor lasparedesencaladasylamaderadelacubiertaapenasabsorbeunapartedelossonidos.Unperrohacesusnecesidadesallícerca,conlapataapoyadatranquilamenteenunacolumna.Hayluzportodaspartes,comosiduranteunahoraDioshubieracentradotodasuatenciónenesealtotemployenloscorazonesquelatenensuinterior.

Cuando Nella baja la vista hacia la gente que se arremolina en la iglesia, elcorazónlemandauncálidoborbotóndesangrealestómago.

Allí está la extrañamujer de laKalverstraat, sentada a solas cercade la puertalateral,yelsolquesecuelaporunaventanasinimágenesiluminalapartesuperiordesurubiamelena.Unavezmás,observaatentamenteaNella.Nohaynadaneutroenesamirada,esactiva,curiosayhastainquisidora,peroladesconocidaestátanquietaquepodríaserunadelasfiguraspintadas,unasantacaídadelasvidrieras.

Lamuchachasucumbealasensacióndequelaestudiaynoacabadeencontrarlaapta,ysesienteincapazdeaguantarlaintensamirada,queentoncessedesvíahaciaOtto,CorneliayMarin, hastaDhana incluso, y los examina a los cinco. Sin darsecuenta,Nellaempiezaalevantarlamanoparasaludar,perolainterrumpelavozdeMarin.

—Esmuymayor,nodeberíasalir.—¿Qué?—diceNella,ybajalamano.—Laperra—contestaMarin,yseagacha.TratademoveraDhana,quesehainstaladoconfirmezaenelsueloyseniegaa

desplazarse.Empiezaagemir,conelmorrolevantadohacialahermanadesuamo,yarrastralasgarrasruidosamenteporlapiedra.

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—¿Sepuedesaberquélepasa?—Marinselevantaylefrotalaparteinferiordelacolumna—.Haceunmomentoestababien.

Nellavuelveamirarendireccióna lamujer rubia,peroyanoquedanadamásqueunasillavacía.

—¿Dóndesehabrámetido?—preguntaenvozalta.—¿Quién?—diceCornelia.Pesealaluzsolar,laiglesiaparecemuyfría.Laalgarabíaseelevaydisminuye

paraelevarsedenuevo, lagentesiguearremolinándosey lasillade ladesconocidapermanecevacía.Dhanaempiezaaladrar.

—Nadie—contestaNella,y,dirigiéndosealaperra,ordena—:Silencio.EstásenlacasadelSeñor.

CorneliaseríeentredientesyMarinlareprende:—Hacéis demasiado ruido las dos.No te olvides de que la gente está siempre

observando.—Losémuybien—replicaNella,perosucuñadayasehaapartado.

Comocorrespondeenlaprácticacalvinista,elpúlpitoestáenelcentrodelanave,dondelamultitudsecongregaengruposentremurmullos.

—Como las moscas ante un pedazo de carne —comenta Marin con desdéncuandoNella la alcanza, y avanza digna y lentamente por la nave—.No vamos asentarnos con toda esa gente.La palabra deDios llega lejos.Nohace falta abrirsepasocomoniñosdecuatroañosparaveralpastorPellicorne.

—Cuantomásseesfuerzanporparecerdevotos,menosmeconvencen—apuntaOtto.

UnasonrisillaseformaenlacomisuradeloslabiosdeMarin,perosedesvaneceencuantoaparecenlosMeermans.Agnes,quepareceflotarsobrelasgélidaslápidasconsugranfaldanegra,dejaunanubedeunafraganciaintensamentefloralasupaso.

—Hantraídoalsalvaje—susurraasumarido,conlosojosclavadosenOtto.—SeñoresMeermans—saludaMarin,ysacaelsalteriodeunbolsilloquellevaa

la altura de la cintura para pasárselo de una mano a otra como si estuvieraconsiderandoutilizarlocomoarmaarrojadiza.

Lasmujereshacensendasreverencias.FransMeermansseinclinaysefijaenlosesbeltosdedosdeMarin,quesemuevennerviososporelcuerodesgastadodellibro.

—¿Dóndeestásuhermano?—preguntaAgnes—.EldíadelJuicioFinal…—Johannes tiene trabajo. Hoy da las gracias a Dios de un modo distinto —

aseguraMarin,yMeermansresopla—.Esabsolutamentecierto,caballero.—Sin duda—responde él—. Es bien sabido que en laBolsa se congregan los

devotos.—Huboundescuidoenelgremiodeplateros—replicaMarin,pasandoporalto

su tono—.Mihermano tenía la intenciónde invitarlos, pero lasobligacionesno le

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permitenpensarenotracosa.—Haceunapausa—.Tienenqueveniracenaracasa.—Nonecesitamos…—empiezaMeermans,condesdén.—Seráunhonor,señora—lointerrumpeAgnes,conmaliciaenlososcurosojosy

una emoción contenida—, pero ¿no debería extender esa invitación la mujer deBrandt?

Nellanotaqueseruboriza.—Cenenconnosotrosmañana—insisteMarin,cortante.—¿«Mañana»? —repite Nella, sin poder contenerse. No parece propio de su

cuñadaprecipitarseasí,actuarcontantaprisa—.Pero…—Ynoseolvidendetraerunpandeazúcar.Loprobaremosybrindaremosporla

buenafortunaquelosespera.—¿Deseaprobarnuestrotesorocaribeño?Agnes hunde el mentón en el ostentoso cuello de piel que lleva y sus iris de

azabachetaladranasuinterlocutora.MarinsonríeyNellasepercatadeloatractivaqueesenesosmomentos,aunqueestéfingiendo.

—Enefecto—responde—.Tengomuchasganas.—Agnes—intervieneMeermans,y el nombrede sumujerqueda transformado

porunapuntedeadvertencia—,vamosaocuparnuestrolugar.—Nosveremosmañana—sedespideAgnes—.Yllevaremosunadulzuracomo

nohaprobadojamás.—Me entran ganas dematarlo—murmuraMarin con los ojos clavados en las

espaldas que se alejan. Nella no entiende a qué se refiere—. ¿«Tesoro caribeño»?¡Porfavor!¿CómosehabrácomprometidoJohannesaesto?

—Pero¿nolonecesitamos,señora?—susurraCornelia—.Ustedmismalodijo…Marinvuelvelacabezadegolpe.—No repitas mis palabras como un loro, jovencita. Escuchas detrás de las

puertas, pero no sabes nada. Limítate a poner una cena digna encima de la mesamañanaporlanoche.

Cornelia se echa hacia atrás, asombrada, y se agacha para encontrar unadistracción en la perra. En su rostro se ha congelado el orgullo herido. Marin serestriegalassienesycierralosojosconungestodedolor.

—¿Teencuentrasbien?—preguntaNella,quesesienteobligadaaintervenir.Marinlamira,distanteypreocupada.—Perfectamente.—Tenemos que sentarnos —anuncia Otto. Parece aislado, rodeado por los

comentariosqueacompañan todossusmovimientosyqueapenassedisimulanconbisbiseos—.Haysitioenelcoro.

ElpastorPellicorne subealpúlpito.Esalto, entradoen la cincuentena,vabienafeitadoyllevaelpelocanocortoyarreglado,yelalzacuelloanchoyblanquísimo.Suaspectorevelaquecuentaconcriadosatentos.

Pellicornenopierdeeltiempoenintroducciones.

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—¡Cuántafaltaderectitud!—bramaparahacerseoírapesardelosperrosylosniños,lospiesquecorreteanylosgemidosdelasgaviotasenelexterior.

Sehaceunsilencioy todos losojossedirigenhaciaél,menos losdeOtto,quecon la cabeza gacha se concentra en el nudo de susmanos entrelazadas. Nella sevuelve hacia Agnes, que levanta el semblante hacia el pastor como una niñaembelesada. «Qué rara es —piensa—. Tan pronto se muestra altiva y charlatanacomoinfantilydeseosadecausarbuenaimpresión».

—Enestaciudadhaymuchaspuertascerradasquenosimpidenver—prosigueelpastor, firme e implacable—,pero no creáis que podéis ocultar vuestros pecados aDios.—Susdedos afilados aferran el bordedel púlpitoy siguehablando sobre lascabezas de los feligreses—. Os descubrirá. Nada oculto quedará por revelar. Susángelesmiraránpor lasventanasy lascerradurasdevuestroscorazones,ydeberéisateneros a las consecuencias de vuestros actos. Nuestra ciudad se levantó en unaciénaga,nuestratierrayahasufridolairadeDios.Salimosvictoriososydomeñamoslasaguas,peronopodemosquedarnoscruzadosdebrazos:sitriunfamosfuegraciasalaprudenciayalabuenavecindad.

—¡Sí!—exclamaunindividuoentrelamultitud.Unreciénnacidoseponeallorar,yDhanagimoteaytratademetersedebajode

lafaldadeNella.—Sinosujetamosconfuerzalasriendasdenuestravergüenza—siguePellicorne

—, regresaremos todos almar. ¡Sed íntegros por el bien de la ciudad! ¡Examinadvuestrocorazónypensadenlospecadosquehabéiscometidocontravuestrovecino,oenlosqueélmismohacometido!

Hace una pausa dramática, la superioridadmoral lo deja sin resuello. Nella seimaginaa los feligreses abriéndose las costillaspara contemplar lamasa latentedesus corazones pecadores y mirando los de todos los demás antes de cerrar suscuerpos.Enuna esquinade la iglesia, un estorninobate las alas. «Alguiendeberíaabrirlelapuerta»,piensa.

—Siempresequedaatrapadoalguno—diceCorneliaenvozbaja.—Nopermitamosque lafuriadivinavuelvaahacernosdaño.—Seoyenvarios

gruñidosdeasentimientoentrelospresentesantelaspalabrasdePellicorne,cuyavozhaempezadoatemblarligeramentedelaemoción—.Eslacodicia.Lacodiciaeselcáncer que debemos extirpar. ¡La codicia es el árbol y el dinero, su raíz bienprofunda!

—También ha servido para comprar ese alzacuello tan bonito —mascullaCornelia.

ANellaselecortalarespiraciónaltratardereprimirlarisa.SeatreveamiraraFransMeermans.Mientraslaatencióndesumujersedirigealpúlpito,élobservaalasBrandt.

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—Nodebemosengañarnoscreyendoquehemosdominadolafuerzadelosmares.—Pellicornemodula la voz para convertirla en un zumbido insistente y arrulladorantesdeclavarelpuñal—.Sí,larecompensadeMammónhallegadoanosotros,peroundíanos ahogará a todos. ¿Ydóndeoshallaréis enesa jornadaaciaga?¿Dónde?¿Estaréisinmersosendulcesygrasientasempanadasdepollo?¿Sumidosensedasyristrasdediamantes?

NellaoyeaCorneliasuspirarymurmurar:—Ojalá.Ay,ojalá.—Tenedcuidado,tenedcuidado—adviertePellicorne—.¡Estaciudadprospera!

Sudineroosdaalasparaalzarelvuelo.Peroesunyugosobrevuestroshombrosydeberíaisprestaratenciónalmoratónquelleváisenelcuello.

Marinaprietamucholosojos,comosifueraallorar.Nellatienelaesperanzadequeseasencillamenteunaespeciedearrobamientoespiritual,unabandonoalafuerzade laspalabrasdevirtuosaadvertenciadePellicorne.Meermanssiguependientedeellas. CuandoMarin abre los ojos y se da cuenta, aprieta los nudillos en torno alsalterioyseretuerceenlasillaconelrostrocerosoymarcadoporeldolor.ANellaselehasecadolagarganta,peronoseatreveatoser.Pellicorneestáapuntodellegaralclímax,yloscuerposdelosfielessecongregan,sesolidifican,sontodoatención.

—¡Adúlteros! ¡Usureros! ¡Sodomitas! ¡Ladrones! —vocifera el pastor—.¡Cuidaosde todosellos, tened losojosbienabiertos!Avisadavuestrovecinosi seaproximalanubedelpeligro.Nodejéisqueelmalcruceelumbraldevuestracasa,puesunavezllegaelcáncernoresultafácilarrancarlo.ElsueloquepisamosseabriráylafuriadeDiospenetraráenlatierra.

—¡Sí!—exclamaelmismoindividuo—.¡Sí!Dhanaladracadavezconmásinquietud.—Calla—susurraCornelia.—¿Qué podéis hacer para ahuyentarlo? —clama Pellicorne, de nuevo a todo

pulmón, con los brazos alzados como elmismísimo Jesucristo—.Amad. ¡Amad avuestros hijos, porque son las semillas que harán florecer esta ciudad! Hombres,amad a vuestras esposas; mujeres, sed obedientes, por todo lo sagrado y bueno.¡Mantenedlacasalimpiayvuestrasalmasseguiránelejemplo!

Haterminado.Haysuspirosdealivio,vocesdeaprobación,undespertargeneraldepiernasqueseestiran.Nellaempiezaamarearse.Elsoliluminalaslápidas.«Sedobedientes». «Hombres, amad a vuestras mujeres». «Eres un rayo de sol por laventana,yalbañarmeenélentroencalor.Cariñomío».El reciénnacidovuelveallorarylasdoscuñadaslevantanlavistaalavezhacialamadre,quetrataenvanodehacerlo callar y acaba separándose de los demás feligreses para salir por la puertalateraldelaiglesia.

NellasiguelamiradadeMarinyambasobservanconenvidiaelexiguorecuadrode luzdoradaque se formaal salir lamadre.Eneste intensomundonuevoqueesÁmsterdam,enestafríaiglesiadeciudad,unahoradeadoraciónpareceunaño.

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~

Porlanoche,enelcuartodeNella,lalunailuminalacasademuñecasatrozos.El tictac del reloj de péndulo bate el aire como un pulso ahogado y parece cobrarvolumendentrode susoídos.Piensaen lamujerde la iglesia,que laobservabaensilencio.

—¿Porquénomedicesnada?—preguntaenalto,contemplandolosespaciosdesusnuevehabitacionesoscuras—.Tengoalgoqueteinteresa.¿Quées?

Noobtienerespuesta,porsupuesto,ylosobjetosdelacasademuñecasproyectanun resplandor plateado y tornadizo. «Mañana—piensa—, iré a ver alminiaturistapara dar por terminada de una vez por todas esta presencia impuesta. Sin duda, esinaceptable que envíe cosas que no se le han encargado. Eso es adentrarse en unterritorioprohibido».

EstácontentadehabersemarchadodeAssendelft,escierto,peronosesienteencasa:suhogarnoestánienaquelloscamposnienestoscanales.Vaaladeriva,comosihubieranaufragadoentrelailusióndesumatrimonioysuestadoactual,ylacasade muñecas, hermosa e inútil, le recuerda todo eso de un modo espantoso. Elretraimiento de Johannes ha empezado a desgarrarla. Se ha marchado en muchasocasiones,sinmás,alaBolsa,alaVOC,asualmacénjuntoalastabernasdelasIslasOrientales,dondelaspatatastienenlacarnemuyjugosa.Nomuestrainterésporella,noacudealaiglesia.«AlmenosMarinmeprestaatención,aunqueseaparadejarmemoratones», seconsuela. ¡Qué ridiculez, estar agradecidaporunpellizco!Nellahasoltadoelancla,peronohaencontradounlugardondeagarrarsealfondoylacadenalaarrastra,enorme,imparableypeligrosa,ylahundeenelmar.

Unosmurmullos la arrancande la autocompasión.Se incorporaynotaunavezmás el olor a esencia de azucenas que impregna el aire. «Hasta a mí empieza adesagradarme»,sedice.Cruzaelcuartoconsigiloyaguzaeloídoalabrirlapuerta.El pasillo está helado.Oye sin lugar a dudas dos voces procedentes del vestíbulo,palabras aventadas con un aliento apurado. Parecen nerviosas o asustadas, y desdeluegosondescuidadas,pueslossusurrossedispersanporlacasa.

Nelladudasi laestará traicionando la imaginacióncuandoseacallan lasvoces,resuenandospuertasalcerrarseylaquietudvuelveaadueñarsedelacasa.Avanzaporelpasillo,pegalafrentealosbarrotesdelabarandillayescucha,peroesenvano.Sólo queda el silencio, como si la madera de las paredes hubiera engullido a lospropietariosdelasvoces.

Cuandoempiezan los arañazos se le eriza el vellode losbrazos.Se lehaceunnudoenelestómagoybuscaconlosojoselorigendelruido,quevacreciendo,perono es más que Rezeki, solamente Rezeki, que levanta la vista hacia ella antes deescabullirse pegando el cuerpo al mármol. Avanza como un líquido derramado,suelto,comounafiguradelajedrezquesealejarodando.

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Unamujercasada

Alasdoce,Corneliayallevavariashorasenlacocinadetrabajopreparandolacenade los Meermans. Va a ser todo un festín: una comilona a base de alimentosinvernalessazonadosafondoconexquisitecesprocedentesdelostratosdeJohannesenOriente.

Nellalaencuentrasentadaalamesa,picandounparderepollosenormes.—¿Tienehambre?—preguntalacriada,alverlavacilarenelúltimoescalón,con

Dhanaasulado.—Unhambredelobo—contestaNella.Busca en su semblante rastros que puedan confirmar si ha pasado la noche en

vela,perolasirvientaparecemásbienaturdida.—¡Ya podía haber avisado antes!Le toca comer pan seco y arenque hasta que

haya terminado todos los platos. La señora Marin ha insistido. Estos repollosnecesitanunaliño.—Alver lacaraqueponeNella, seaplaca—.Estábien.Tenga.Cómaseunpuffert.Acabandesalirdelasartén.

Le acerca un plato en el que se amontonan las tortitas fritas y rebozadas deazúcar.

—¿QuétedioHannaenlatiendadesumarido?—preguntaNella.Dhanasedirigeasucama,juntoalfuego,ylasmanosdeCorneliaplaneansobre

loquequedadelosrepollos.Lastieneencarneviva,conlasuñasblancasdetantoexponerlasaljabón.

—Loque se está comiendo.—Cornelia se echa hacia delante.Qué redondos yquéazulessonsusojos,conelirisrodeadodeuncírculonegro—.Losúltimosrestosdel azúcar buenodeArnoud.Hanna tiene razón: casi todo el que sevende en estaciudadesmalísimo.QuépenaqueelseñorcoloquetodoeldeAgnesenelextranjero.

Con esa confidencia, Cornelia ha agrietado una coraza, y Nella siente que lainunda una sensación cálida. Se diría que hasta los repollos resplandecen comoverdesorbesantelaluzafabledelasllamasdelfogón.

~

Nellaaspiraunabuenabocanadadeairefríoytosealnotarelolordelasaguasresiduales. «En verano, este canal será un horror», piensa mientras avanza por laCurvadeOro.Demomento,encualquiercaso,leparecemaravillosoandarasolas,ytampoco se siente demasiado observada porque, como advirtió su marido en labarcaza,noestaninusualaquíveraunamujersincompañía.PasaporlaVijzelstraat,cruza la Reguliersdwarsstraat y llega a la Kalverstraat tras preguntar a alguien, yenseguida encuentra el signo del sol con el lema debajo: «El hombre toma por un

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juguete todo loqueve».Llamacon losnudillosa lapesadapuerta.Nohaymuchagenteen lacalle:prefierenquedarseencasaynopasar frío.ElalientodeNella setransformaenvaho.Vuelveallamar:

—¿Hayalguien?Ruega para sus adentros que acudan a abrirle. «Buenas tardes. Soy Nella

Oortman.PetronellaBrandt.Tengoquehablarconusted.Mehaenviadoobjetosquenoleheencargado.Megustan,peronoentiendoporquéhaactuadoasí».

Pegalaorejaalareciamadera,esperandoenvanooíralgúnpaso.Seechahaciaatrásymiralasventanasdelpisodearriba.Nohayvelasencendidas,niseoyeruidoalguno,perosepercibelaatmósferainconfundibledeloslugareshabitados.

Cuandoaparece el rostro en laventana,Nella retrocedeconun traspiéhacia laKalverstraat,ylaconmocióndehaberloreconocidolecortalarespiración.Elvidrioes grueso y está combado, cierto, pero esamelena es inconfundible. Se trata de lamujerquelaobservabaenlaiglesia.

Elpelorubiorefulgetraslassombrasoscurasdelvidrio,enelquelamujer,conelsemblante como una moneda deslucida, apoya una mano. Se queda quieta en esaposturaydirigeunamiradasosegadahacialacalle.

—¡Usted!—exclamaNella,perolamujernosemueve—.¿Porqué…?—Nosaldrá—lainterrumpeunavozmasculina—.Yapuedeintentarlo.Ganasde

denunciarlaalasautoridadesnomefaltan.Nellasevuelvehaciaelhombrequehabla.Estáaescasadistancia,sentadoala

puerta de lo que parece una tienda de lana.Nella traga saliva. Es el hombre de laviruela,CaradeCráter,elquellamó«animal»aOttoyrecibiólosgritosdeCorneliaenplenacalle.Decercatienelapielcomounaesponja,llenadeboquetesrosados.

Nellamiradenuevohacialaventana.Lamujerhadesaparecido,nohaynadiealotro ladodelvidrioyderepente lacasapareceapagada;sediríaquenadieviveenella.Seabalanzasobrelapuertayempiezaaaporrearla,comosilosgolpesfueranadevolverlavidaaledificio.

—Ya le he dicho que no contesta. Vive según su propia ley—afirmaCara deCráter.

Nellasedamediavueltaypegalaespaldaalapuerta.—¿Quiénes?Dígamequiénes.—Nohablamucho—contestaél,encogiéndosedehombros—.Tieneunacento

raro.Nadielosabe.—¿Nadie?¡Nomelocreo!—Bueno,notodossomosbuenosciudadanos,señora.Ésaguardalasdistancias.Nelladedicaunosinstantesarecuperarlarespiración.—En«LaListadeSmit»seanunciabaunminiaturistaenestadirección.¿Meestá

diciendoquelaúnicapersonaqueviveaquíesunamujer?CaradeCrátersequitaunashebrasdelanadelospantalonesycontesta:—Puessí,señora.Yasaberquéestarátramandoahídentro.

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—Todoy,sinembargo,nada.—Nomedigaquelasseñorasfinaslollamanasí.EsimposiblequeunamujervivasolaenelcentrodeÁmsterdam,alavistadelos

burgomaestres, los gremios y los puritanos hipócritas como Cara de Cráter. ¿Quéideasrondanbajoesamelenaclara?¿Porquéenvíaesosobjetossobrecogedoresquenadielehaencargado?

«Sóloquierosaberporqué»,piensa,ycierralosojospararecordarlasensacióninexplicable que le provocó lamirada de esamujer en la iglesia y, días antes, allímismoenlaKalverstraat.Estanmaravillosoquelepareceincreíble:¡unamujer!Elbochornolerecorretodoelcuerpoalpensarenloqueescribióenlasegundacarta:«Apreciadoseñor,doyporterminadasnuestrastransaccionesaefectosinmediatos».Peronoparecequelehayaimportado.Sediríaquealaminiaturistalegustasaltarselasnormas.

—Sólopuedehaberunarazónparaqueunamujerasíestésola—continúaCaradeCráter—.Esunaramera.Yelmuchachoquevinoabuscarlospaquetestambiéneraextranjero.EsostejemanejestendríanquelimitarsealasIslasOrientales.Lagentedecentequesólopretendetrabajaryvivirbiennodebería…

—¿Cuántotiempollevaaquí?—Tresocuatromeses,supongo.¿Porqué?Parecequeleinteresamucho.—No, no —contesta Nella, y la mentira se le atasca en la boca. Tiene la

impresión de traicionarla. Hace un esfuerzo, movida por el afán de proteger a ladesconocida, aunque no sabe exactamente por qué, y añade—:Nome interesa enabsoluto.

Leparecevermovimientoenunadelasventanasdearriba,perolaconfundeelreflejodeotramujerquesehaasomadoenelpisosituadoencimadelatiendadelanaparasacudirunaalfombrayqueparecemolestaporelalborotoproducidodelantedesucasa.

—Señor,sihablaconella…—Nisemeocurriría—lainterrumpeCaradeCráter—.Estáendemoniada.Nellarebuscaenelmonederoyleponeunflorínenlapalmamugrienta.—Sillegaraahablarconella…—Sevuelveygritalaspalabrasalaventana—:

¡DígalequeNellaBrandtlosiente!Yquenohagacasodesuúltimacarta.Loúnicoquequieroessaberelmotivo.Ydígale…queesperosupróximoenvío.

Mientras pregona esas palabras hacia la ventana empieza a dudar de que searealmentecierto.Sólolasviudasylasprostitutasvivensolas,algunasfelices,otrasencontra de su voluntad. Así pues, ¿qué hace allí exactamente la miniaturista,mandandoesosobjetos,vagandopor laciudadsincompañía?Nella ignoraconquéestájugando,perodesdeluegonopareceunjuguete.

RegresaporlaKalverstraatarrastrandolospies.ConcluyequealguiencomoCarade Cráter es incapaz de apreciar lo que tiene de extraordinario la existencia de laminiaturista.Porquesabeque—independientementedelaexplicaciónfinal—hade

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tratarse de algo extraordinario, aunque sólo sea por esos ojos, esa mirada, esospaquetesasombrososrepletosdepistasydehistorias.Nellanotauncosquilleoenlanucaysedalavueltaalinstante,comosialgolavincularaaesacasaconelsignodelsol.

Sinembargo,laKalverstraat,denuevoencalma,pareceignorarlapresenciaqueseocultaensusentrañas.

~

Alllegar,subecorriendolaescalerahastalacasademuñecasypasalosdedosporlascreacionesdelaminiaturista.Parecencolmadasdeunaenergíadistinta,cargadasde un significado que no logra descifrar, aunque el misterio las vuelve aún másadictivas.«Mehaelegido»,piensa,entusiasmadaanteesedescubrimientoyansiosaporsabermás.

LavozylospasosdeCornelia,queseacerca, lasacandesuensimismamiento.Correapresuradamentelascortinasdelaparador,justocuandolasirvientaasomayalacabezaporlapuerta.

—LosMeermansllegarándentrodemenosdeunahora—farfullalacriada—yelseñoraúnnohavuelto.

Enlaplantabaja,CorneliayOttosehandedicadoconahíncoalimpiar,afregaryasacarbrillo,asacudirlascortinasyaahuecarloscojines,comosilacasaestuvieradeformada y necesitara que alguien cumpliese la imposible tarea de alinearla denuevo.Lafayenzaylaporcelanadelacocinabuenarelucen,elnácarcentelleaenlasincrustacionesy,alverquehansustituidotodaslasvelasdeseboporotrasdeceradeabeja,Nellaaprovechaparainhalarsudelicadoaroma.

—Losquehaceresentreelcaostienensuslímites—oyemascullaraOttoalpasar,ysequedaconladudadequéquerrádecir.

Marin se hapuesto sumejor atuendonegro, aunqueno se ha rebajadohasta elpuntodeperfumarse.Envueltaenelescudodeunafaldavoluminosa,recorreelsalónde un lado a otro con pasos amplios, tan regulares como el péndulo del reloj. Suslargosdedosjugueteanconelsalterioyllevaelpelorecogidoporunarígidacintadeencajeblancoquedejaaldescubiertosusfacciones,atractivasperoseveras.Nella,aquienCorneliahaarregladootrodesustrajesnuevos,doradoenestaocasión,tomaasientoypregunta:

—¿DóndeestáJohannes?—Yallegará—respondeMarin.Cuantomás pisotea impacienteMarin el suelo recién lustrado,más ganas tiene

Nelladesubirasucuartoybuscarentre lasminiaturasalgunapistadeloquecabeesperarenelsiguienteenvío,siesquelohay,ydeloquesignificansussentencias.

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CuandolleganlosMeermans,seguidosporunaráfagadeairefríodelcanalquesecuelatrasellosenelvestíbulo,Johannestodavíanoharegresado.Ottohalimpiadotodaslasventanasyensusvidriossereflejaelparpadeodeveintevelasencendidasenel crepúsculo,mientras su fraganciademiel semezclaconelolormásacredelvinagreylalejía.

SiAgnesMeermanssefijaenelesfuerzoquehaexigidoMarinaloscriados,nolodemuestra conningúncomentario.Entra coneleganciayconunporte, ahora sí,perfecto,sinrastroalgunodelgesto infantildela iglesia.Lasmujeres intercambianreverenciasysólorompeelsilencioelcrujirdelasanchasfaldasalaplastarsecontrael suelo. A continuación, Frans da un paso al frente con expresión tensa. Marinlevanta la mano y él la acepta; el oro de su alianza, junto a la piel blanca de laanfitriona,pareceunaestridencia.Dalaimpresióndequeeltiemposeharalentizado;laslucescentelleanenelairequelosrodea.

—Señor—saludaMarin.—Señora.—Entren,haganelfavor—reclama,yretiralamanoparaacompañarloshastael

salón.—¿Estáelnegro?—preguntaAgnes,peroMarinfingenohaberlaoído.

Lasmujeres tardanunosminutosenacomodarseen lassillasen tornoal fuego,debidoalacantidaddetelaquelasenvuelve.Meermanssequedadepiejuntoaunaventana,mirando la calle.Nella se fija en las butacas de terciopelo verde, con susclavos de cobre y sus leones tallados en la madera, y piensa en sus réplicasempequeñecidas de la casa de muñecas. «¿Por qué se le habrá ocurrido a laminiaturistaenviarmeprecisamenteeso?»,sepregunta,desesperadaporsaberlo.

Sin embargo, el miedo late en su interior: «Me ha elegido, pero ¿para qué?¿Quién es esa mujer que me observa desde la distancia, que comenta mi vida?».Instintivamente,sevuelvehacialasventanas,pensandoqueallípodríaencontrarunacaraqueespiasedesdeelexterior,perofueralaoscuridadavanzay,además,lamoledeMeermansasustaríaacualquiermerodeador.

—Corneliadeberíacorrerlascortinas—apuntaMarin.—No—contestaNella.—Hacefrío,Petronella.Seríalomejor.—Siénteseamilado—terciaAgnes.Nella obedece y se acerca entre crujidos. Se siente ridícula con ese vestido

dorado.—¡Parece usted una moneda! —exclama la recién llegada, y el estúpido

comentario, lanzado con fuerza y alegría por los aires, se estrella contra laindiferenciadelosdemás.

—¿DóndeestáJohannes?—preguntaMeermans.

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—Enseguida viene, señor —dice Marin—. Se ha retrasado por un asunto detrabajoinesperado.

Agnesmiradereojoasumarido.—Estamosbastantecansados—observa.—¿Ah,sí?¿Yesoporqué,señoraMeermans?—preguntaMarin.—No,Agnes.Llámeme«Agnes».Marin,noentiendoporqué,despuésdedoce

años,todavíanoescapazdehacerlo—replicalaconvidada,riendoconese«ja»quesiempreestremeceaNella.

—Agnes—transigeMarin,envozbaja.—Detantobanquete,principalmente—explica la invitada,en tonocómplice—.

Cuántas bodas antes del invierno…¿Sabía queCornelis deBoer se ha casado conAnnetjeDirkmans?

—Elnombrenomedicenada.Agnestuerceelgestoyexponeellabioinferior.—Siempre igual—aclara a Nella, con un tono que mezcla una amonestación

jovialyunapulladeliberada—.Amímeencantanlasbodas.¿Austedno?NiMarinniNellacontestan.—El matrimonio es… —Agnes se detiene deliberadamente, al percatarse de

quiénessonsusinterlocutoras.Marintienelasmanostaninmóvilesenelregazoquepodríanestarcinceladasen

unatumba.Nellapercibeeltintineodiscordantedelaconversación,yensucerebrose van anudando las frases que quedan en suspenso, las palabras que no llegan adecirse.

Sólo se oye el crepitar del fuego y el crujir esporádico de las botas de piel deMeermanscuandocambiaelpesodeunpieaotro,sinapartarsedelaventana.Delacocinade trabajo llegauna ráfagadeoloresde losplatospreparadosporCornelia,caponesconmacisyromero,pichonesconperejilyjengibre.

—Tengo una curiosidad —anuncia entonces Agnes, y Marin se vuelve condesasosiego—.¿QuéregalodebodaslehahechoBrandt,Nella?

Lajovenmiraasucuñadaantesderesponder.—Unacasa.—¡Menudo bribón! —Los ojos de Agnes se salen de sus órbitas—. ¿Es un

pabellóndecaza?NosotrosvamosacomprarunoenBloemendaal.—La mía está revestida de carey —agrega Nella, que empieza a disfrutar—.

Sería…Seríaimposiblevivirdentro.—¿Yesoporqué?—Agnesestádesconcertada.—Es esta misma casa, reducida al tamaño de un aparador—explicaMarin, y

juntoalaventanaMeermanssevuelve.—Ah,unadeésas—diceAgnesconciertodesdén—.Creíaqueeradeverdad.—¿Usted tiene una? En la de Petronella hay incrustaciones de peltre—apunta

Marin.

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La actitud aniñada de la invitada vuelve a hacer su aparición y en su rostro sedibujaundesafíomomentáneo.

—Pordescontado.¡Ylamíaestácubiertadeplata!Elalardederiquezaquedadisueltoenunaespeciedementirijillaqueseestanca

entrelastresmujeres,quepermanecenensilencioymirancondetenimientolateladesusvestidos,incapacesdelevantarlavista.

—¿Aquiénhaencargadoqueselaamueble?—preguntaAgnesporfin.Nella titubea. La idea de que esamujer se presente en la Kalverstraat, de que

tenga relación con laminiaturista, de que sepa siquiera de su existencia, le resultainsoportable.Seríacomosilearrancaransusecretoymordisquearansusdetallesmásjugosos.

Comosidetectaraunadebilidad,Agnesseinclinahaciadelante.—¿Ybien?—Eh…—Mi madre me dejó algunas piezas de la infancia y Petronella las ha ido

utilizando—intervieneMarin.—Pero¿cómo?¿Ustedtuvoinfancia,Marin?—diceAgnes.—Voy por el vino del Rin —replica Marin, haciendo caso omiso de ese

comentarioydelagratitudquereluceenelrostrodeNella—.Ottonosehaacordadodesacarlo.

Saledelcomedor,llamandoavocesalcriado.Agneslaobservayserecuestaenlasilla.

—Pobrecita.Pobrecita—musita,ysevuelvehaciaNellaconexpresióndegranpreocupación—.Noséporquéestandesgraciada.—Seleacercaaúnmásyletomaunamano entre las suyas. Tiene los dedos húmedos como una rana sacada de unestanque—.Nuestrosmaridos,Nella,erantanbuenosamigos…—Aprietaconfuerzay las piedras de sus anillos retorcidos se hunden en la palma de su anfitriona—.SobrevivieronjuntosaalgunasdelaspeorestormentasquehavistoelmardelNorte.

—Tepreocupademasiadoelpasado,cariño—afirmasumaridodesdelaventana—.¿Noesmásinteresanteelpresente?

—Ay,Frans.—Ríe—.Nella,sumaridolehabrácontadoqueseconocieronalosveintidós años, cuando trabajaban en los barcos de laVOC, ¿verdad?Cruzaron elEcuador y pudieron esquivar las tormentas del Caribe gracias al impulso de losvientosdelnoreste.

Agnes lo relata como si fuera un cuento infantil memorizado tras años derepeticiones.

—Querida…—¡Teníantantoquedarysepusieronalserviciodelarepública!Pordescontado,

al final Frans encontró su lugar en la Stadhuis, pero las paredes de ladrillo deÁmsterdamjamáspodríanreteneraBrandt.

Cuandosumaridosedetieneenelumbral,lamiradadeAgneslosiguecomola

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deunhalcón.—¿LehacontadoBrandtsushistoriasdeBatavia?—preguntaaNella.—No.—Vendió la mercancía y multiplicó por cuatro el dinero con el que había

empezado. Llenó el bolsillo de florines gracias a su labia pasmosa y regresó contripulaciónpropia.

El tono de admiración de Agnes, teñido de un desdén indefinible, resultahipnótico.Aunque el relatoparece incomodar en ciertamedida aMeermans,Nellaansíamásinformación.

—Esofuehacediecisieteaños,Agnes—diceélconunacordialidadcontundente—.AhoraesmásfelizenlasIslasOrientales,atiborrándosedepatatas.

Nella se sorprende al verque salede la estancia como si viviera en esa casaysupiera adónde va. Oye que sus enérgicas pisadas se detienen al otro lado delvestíbulo y se lo imagina sentado en una silla, buscando un momento de alivio,aunquenocomprendedequéquierealejarseexactamente.

Enunacosatienerazón:AgneseslaúnicapersonadetodaslasquehaconocidoNellaa laque legusta recordarelpasado.Asumadre lahacíasufriryasupadre,llorar.YenÁmsterdamparecequetodoelmundoquieremirarhaciadelante,seguirconstruyendomás ymás alto a pesar de que el terreno pantanoso podría hundirseperfectamentebajosuspies.

Agnesparecesinresuello,algoarrebatada.Seencogedehombros,abrelasmanosypellizcacongestodistraídounamotadepolvoinvisibledelafalda.

—Todosloshombresestáncortadosporelmismopatrón—comenta,recuperandolaambigüedadylamadurez.

—Sinduda—respondeNella,pensandoquenopodríahaberdosindividuosmásdiferentesqueFransMeermansyJohannesBrandt.

—He entregado un pan de nuestro azúcar a su criada. Frans propone probarlodespuésdecenar.¿CreequeMarintomaráunacucharada?—Agnescierralosojos—.¡Todosesospanesdeazúcartanperfectos!Franssehaportado…maravillosamente.Elprocesoderefinadohaidocomounaseda.

—Ésahasidotodasuherencia,sinomeequivoco.Agnesparpadeaycontestaenvozbaja:—Conlasumisión,señoraBrandt,unasiempreconsiguemuchomás.LastripasdeNellarechazaninstintivamenteesaconfidencia.Decepcionadaante

eltensosilencioqueseformaentreellas,Agnesseendereza.—Aunquepuedequelleguemásazúcar,esimportantequesumaridocumpla—

asegura—.EltiemponosiempreespropicioenSurinam,ylosextranjerosatacandecontinuolastierrasdemipadre…Quierodecirnuestrastierras.Estacosechapodríasernuestraúnicafortunadurantemuchosaños.

—Sí,señora.Nossentimosmuyhonradosdequenoshayanelegido.—¿Ha estado en el despacho de su marido? —pregunta entonces Agnes,

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visiblementemásrelajada.—Nunca,señora.—YoacudoconbastantefrecuenciaalaStadhuis.Fransagradecemisvisitas,en

lasquelopilloinfraganti,porasídecir.Meemocionaversuslogrosenlaregulacióndeestarepública.Esunhombreexcepcional.Bueno,cuénteme—prosigue—,¿Marinla ha sometido a esos almuerzos a base de arenque, esos cataclismos culinarios decontención?

—Hemos…—¡Almuerzos de un solo arenque y vestidos negros sin adornos!—Se lleva la

manoal corazónyvuelvea cerrar losojos—.Peroes aquí, señora,dondeDiosvenuestrosverdaderosactos.

—Eh…—¿Leparecequesucuñadatienemalacara?—pregunta,yabrelosojosdegolpe

paraadoptarelmismogestodepreocupacióndeantes.Nellanosabequécontestar,esaconversaciónvolátillahadejadoagotada.Dala

impresión de queAgnes emana tristeza en oleadas caprichosas y, no obstante, susconfidenciasresultan tanconvincentesqueconfundeconfacilidad.TieneunanhelodealgoqueNellanopuedesaciar.

—Marin siempre había sido la más fuerte —agrega la invitada con una leveinflexiónderencor.

LosladridosdeRezekilibranaNelladelanecesidaddecontestar.—¡Ah!—dice Agnesmientras se recoloca el vestido—: Por fin ha llegado su

marido.

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Conversaciones

La cena, pese al hambre que tiene Nella y al talento culinario de Cornelia, es unsuplicio.Anteelsedosomanteldeblancurainmaculada,Agnessebebetrescopasdevino del Rin y habla de los maravillosos sermones del pastor Pellicorne y de sudevoción,de la importanciadesersiempreagradecido…yde los ladronesdepocamontaalosquehavistosalirdelaRasphuisconlasmanoscortadas.

—¿QuéeslaRasphuis?—preguntaNella.—Lacárceldehombres—explicaAgnes—.Alasmujeresqueseportanmallas

mandanalaSpinhuis,yenlaRasphuisamansanaloshombresfieros.Allívivenloslunáticos—añade,estirandoelcuellohaciadelanteyabriendomucholosojospararepresentartoscamentelalocura.Elgestoresultachocantey,alverquesuesposaloalargamásdelonecesario,Fransclavalosojosenelmantel—.Abandonadosporsusfamilias, que se limitan a pagar un tanto paramantenerlos allí a buen recaudo.—Señala a Nella con un dedo enjoyado—. Pero los hombres muy muy peligrososacabanenlasaladetorturasdelsótanodelaStadhuis,alladodelosalmacenesdondeseguardaelorodelaciudad.

Marinhablapocoynodejademirardereojoasuhermano,quebebealmismoritmoqueAgnesyaúnsetomaotracopamásantesdequeCorneliaretireelprimerplato. Conserva la calma, pero tiene la mirada algo perdida y la barba incipienteparecedeplataenelrostrobronceado.Observalacomidacongranconcentraciónyhundeeltenedorenlospedazosdepichónbañadosensalsadejengibre.AgnessigueperdiendolospapeleshastaqueMeermanstomalasriendasytratadeimpresionarlosconsucharlamercantil.Quierehablardezumodecañadeazúcaryherramientasdecobre, de pilones de azúcar y de hasta qué punto hay que castigar a un esclavo.Johannesmascaunazanahoriaconunaferocidadapenasreprimida.

Alfinal,cuandoyahanluchadoconlatortadeciruelasylanatalíquidaylashanengullido,concluidayalacena,nopuedeseguirobviándoseelverdaderomotivodelapresenciadelosMeermansenlacasa.AnteungestodeMarin,Corneliaentraelpande azúcar en unplato de porcelana, con elmismo cuidadoque si llevara a unreciénnacido.DetrásdeellaapareceOttoconunascucharillasenunabandeja.

Nellaexaminaelpandeazúcar,unaestructuracónicayreluciente,largacomosuantebrazo,decristalesmuycompactados.

—Lamitadde lacosechase transformóenpanesantesde la travesía—explicaMeermans—.LaotramitadseharefinadoenÁmsterdam.

—¿Cucharillas?—proponeJohannes,ylasdistribuye.Cadaunoaceptalasuya—.Cornelia,Otto,vosotrostambiéndeberíaisprobarlo.Seguramentesoislosexpertos.

Agnes abre las ventanas de la nariz y frunce los labios. Con cautela, CorneliaaceptaunacucharillayentregaotraaOtto.

Cuando Johannes exhibeunanavajita y sepone enpiepara realizar la primeraincisión,Meermansselevantadelasillaysacaunadagadelcinturón.Corneliasuelta

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ungritoahogado.—Permítame—diceelinvitado,blandiendolahoja.Johannessonríeysesienta.Marinpermanecerígida,conlasdosmanosapoyadas

enelmanteldedamasco.Laprimeravirutablancacaecomounrizojuntoalabasedelcono.—Parati—diceMeermans,yselaentregaasumujerconunademánexagerado.Agnes sonríe satisfecha. Su marido sigue distribuyendo más virutas y deja a

JohannesyaOttoparaelfinal.—Incroyable!—exclama,almeterseenlabocalaláminaquelehacorrespondido

—.Puedequetupadrenoengendrasevarones,cariño,peroconesteazúcarsellevólapalma.

Nella nota cómo se le derrite la viruta en la boca, dulce y granulada, y sedesvaneceenun instante.Dejaun rastrodevainillay lepega la lenguaalpaladar.Marinlevantalacucharillayapartalosojosdeldulzorquelaaguarda.Agnes,quenolapierdedevista,laveapretarelpuñoentornoalmangoyabrirapenaslabocaparatragarconrapidez.

—Esexcepcional—afirmaconunatímidasonrisamientrasdejalacucharillaenlamesa.

—¿Leapeteceotro,señora?—proponeAgnes.—Cornelia,¿quéteparece?—preguntaJohannes,yMarindirigealacriadauna

miradadeadvertencia.—Muybueno,señor.Delicioso.Nellanuncalehabíaoídounavoztanapocada.—¿Ytúquédices,Otto?—continúaJohannes.—¡DemosgraciasaDios,porquevaustedahacernosricos,Brandt!—interrumpe

Agnes.Johannessonríeyaceptaotravirutablancadelresplandecientepan.Nellasefija

enqueOttoselimpialabocacondelicadeza,siempreconuncontrolestrictodesusmovimientos.

—¿Cuándo se va a Venecia? —pregunta Meermans—. Con tantos palacios ytantasgóndolasserácasicomoestarencasa.

Marin,quesehaanimadoaprobarotravezelazúcar,sueltalacucharilla.—¿AVenecia?—¿Quéesunagóndola,cariño?—diceAgnesasumarido,conairesimpleyun

brilloenlosojos,productodelvinodelRinydeldeseoderecibiramor.—C’estunbateau—contestaél.—¿Qué?—sesorprendeAgnes,yNella sepreguntaporqué insistiráenhablar

tantoenunidiomaextranjero.—Dentrodemenosdeunmes.¿Talvezlegustaríaacompañarme,Frans?—dice

Johannes,ylevantaundedoparaagregar—:Ah,meolvidabadelomalquesoportaelagua.

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—Muypocoshombresseadaptanbienaunmarpicado—respondeMeermans,torciendoelgesto.

—Cierto.—Johannesapuralacopa—.Perosiemprehayquienesloconsiguen.Marinselevantadelamesaysugiere:—Petronella,¿porquénotocasellaúd?—¿El laúd? —repite la joven, a quien resulta imposible ocultar su sorpresa,

puestoquerecuerdalaadvertenciadenoacercarsealosinstrumentosdesumarido.—Esohedicho.Semiran por tercera vez en esa nochey, al comprobar la fatiga de los ojos de

Marin,Nellareprimetodaprotesta.—Porsupuesto,Marin—contesta—.¿Cómono?

~

Interpretarmúsica con el laúd es un placer, pero aún lo esmás contemplar losrostrosdelospresentesmientras lascuerdas,afinadasapresuradamente,obedecenasusdedos.Porunavez,Nellaesobjetodeunaatentaadmiración,ydurantecuarentaminutostocaenelcentrodeunaherraduradesillas.HastaOttoyCorneliaacudenaescucharla.

Elpolémicopandeazúcar,algoreducido,haregresadoalabolsaenquelohabíallevado Agnes, e impera la calma, penetrada de vez en cuando por unas notassencillasyunacanciónrasgadasobreunamorperdido.Johannesmiraasumujerconalgo parecido al orgullo. Marin contempla el fuego, atenta a la música, y Agnescabeceaadestiempomientrassumaridorecolocalasnalgasenlasilla.

LosMeermans se van al poco rato, con la promesa de seguir en contacto conJohannesennoviembreparaconocersusprogresos.Marincierralapuerta.

—Gracias a Dios que se han marchado —dice entre dientes—. Ya recogerásmañana—añade, dirigiéndose aCornelia, que no puede ocultar la sorpresa ante ladispensaqueleevitapasartodalanochefregandoplatos.

Entusiasmada con su triunfo,Nella abraza el laúd apoyada en una ventana delvestíbulo.Losinvitadosaúnestánbajandolosescalonesquellevanalacalle.

—Carey, Frans.—Agnes apenas se molesta en bajar la voz, o no lo consiguedespuésdetantovino—.Conpeltre.

—Calla,Agnes.—Quéregalodebodastanextraño.¡Cómofuncionanesasgrandesinteligencias!

Yoquierouna,Frans.Prontopodremospermitírnosla.Ylamíaserámejor.—Yonodiríaqueseaprecisamenteunagraninteligencia…—Y,porelamordeDios,¿hasvistolacaradeMarinmientrasprobabanuestro

azúcar?¡Llevabasemanasesperandovereso!Fransy,elSeñorhasidomisericordioso

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connosotros…—Cierraelpicodeunavez,eresinsoportable.Amedidaquevanalejándose,laseñoraMeermanssesumeenunsilencioqueya

novolveráainterrumpir.

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Unajovenabandonada

CorneliayahaencendidoelfuegocuandoNellasedespiertaalamañanasiguiente.Se viste ella sola, sinmolestarse en ponerse un petillo que la apriete: prefiere unablusayunchalecoatodoslosemballenadosconlosquepuedacastigarlaCornelia.

—¿Hallegadoalgúnpaqueteparamí?—preguntaaOttounavezabajo.—No,señora—contestaél,sediríaquealiviado.El comentario de Agnes sigue rondándole por la cabeza: «Frans agradecemis

visitas». Aunque tocar el laúd le levantó el ánimo, la velada le dejó un poso demalestar.

NotieneelmenordeseodecopiaraAgnesMeermansennada,peroconcedequetal vez sepa más sobre el matrimonio que ninguno de los habitantes de esa casa.«TienequeversequeapoyoaJohannes—sedice—,queloanimoensuslabores.¿Yacasoacambioprontomeapoyeéltambiénamí?».Decidesorprenderloensulugardetrabajoy,acontinuación,regresaralacasadelsignodelsol.SiCaradeCráternomerodeaporallí,cabelaposibilidaddequelaminiaturistasedecidaahablar.

~

Pese a que todas las habitaciones están de nuevo inmaculadas, la casa enterapareceenmudecida,comoexhaustadespuésdeunadisputa.LapuertadeldespachodeJohannessehaquedadoabiertayNellavesusmapasysuspapelesdesperdigadosporelsuelo.

Sinrumbofijo,semeteenelcomedorysetopaconMarin,quenohaacabadodevestirse.Sehaechadounabataporencimadeunablusayunafaldayalverlaselacierra con ambas manos. Lleva la melena castaña clara suelta, por los hombros;desprendeunlevearomaanuezmoscada.EscomoveraMarinatravésdeunalentequelasuavizayenriquece.

—¿JohannesyasehaidoalaOudeHoogstraat?—preguntaNella.En esemomento entraOtto para servir dos tazas de café, cuyo amargo olor le

agudiza los sentidos.Unas gotas caen de la boca de la jarra y se extienden por elmantel como islas vírgenes en un mapa. El criado se queda concentrado en lasmanchasqueacabadedejar.

—¿Porqué?—preguntaMarin.—QueríapreguntarledóndeestáBergen.—EnNoruega,Petronella.Nolomolestes.—Pero…—¿YporquéteinteresaprecisamenteBergen?Allíloúnicoquehacenesvender

pescado.

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Enelvestíbulo,Corneliacepillalaslosasblancasynegraspróximasalaentrada,conlacabezaagachada,concentrada.Ottosemarchaalacocina,dejandoasupasoelaromadelcafé.Ladébilluzdeoctubreentrasinfuerzaporlosaltosventanales,ylasvelas de sebo, rescatadas de su escondite, ya están encendidas. Nella descorre loscerrojosyabrelapuerta,yCorneliasedetieneyseyerguecuandoentraelairedelacalle.

—Señora,sólosonlasocho—dice,conlacabezaerguidaylasmanosaferradasalcepillocomosifueraunalanza—.¿Adóndevaaestashoras?

—Ahacerrecados—respondeNella.Sumalhumoraumentaalverelgestoescépticodelacriada.Sesienteatrapadade

nuevo. La incipiente sensación de poder infundida por el concierto de laúd se hadesvanecidoya.

—Lasseñorasnohacenrecados.Tienenquesabercuálessulugar.EsunabofetadaqueningúnsirvientedeAssendelftseatreveríaapropinar.—Esmejorquesequede—insisteCornelia.Casiparecedesdichada.Nellasevuelvepararespirarelairedelexterior,comosiquisieraapartarsedelos

efluviosahumadosdelasvelasydelrostroquelavigilaconatención.—En cualquier caso, no debería ir sola —murmura la criada, ya con más

delicadeza,yleponeunamanoenelbrazo—.Loúnicoque…—Alcontrarioquetú,Cornelia,puedoiradóndemedélagana.

~

Será interesante ver a su marido en su lugar de trabajo, ser testigo de susesfuerzosporconsolidarsufortuna.Seráunaformadecomprenderlo.NellaenfilaelKloveniersburgwal, hasta donde llega el olor del mar, y ve los palos de los altosbarcosamediadistancia.Mientrasandaalbordedelcanal,seplanteainclusomostraraJohanneslasminiaturasdesusqueridasperras.Seguroquelegustarían.

CruzaelarcoprincipaldeentradadelaVOCenlaOudeHoogstraat,cercadelaarmería, donde resuena el metal de los petos y escudos mientras los ordenan portallas.Esepuntoeselcentroneurálgicodelaciudad,paraalgunosinclusodetodalarepública.SupadreledijounavezqueÁmsterdamsehabíafundadoconlamitaddeldinerodestinadopor todoelpaís a lasguerras.Recelabade su riquezay supoder,pero en su voz esas suspicacias se mezclaban con un temor reverencial ymelancólico.

Nella recorre el perímetro del primer patio, aturdida por los ubicuosmuros deladrillos.Enelrincónmásalejadocharlandoshombresque,alverlapasar,lasaludan

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con amplias inclinaciones de cabeza. Ella les corresponde con una reverencia y laobservanconcuriosidad.

—NuncavemosmujeresenlaVOC—diceunodeellos.—Sólodenoche—apuntaelotro—,yhuelenaalmizcleyvainilla.—BuscoaJohannesBrandt—anuncia,conlavozcargadadeansiedadanteesas

insinuaciones.Elsegundoindividuotiene lafrentecubiertaporunaseriedegranosrojizos:es

pocomásqueunjovencito.«Dioshautilizadoelpincelconmalicia»,sediceNella.Loshombresintercambianunamirada.—Pase por ese arco y al llegar al segundo patio verá una puerta al fondo a la

izquierda—informaelprimero—.Esunazonareservada.Nopuedenentrarmujeres.Nellanotasusmiradasenlaespaldaalcruzaresesegundoarco.Nadierespondea

su llamada en la última puerta de la izquierda, así que, impaciente, la abre de unempujón.Elsalitrehacubiertolosescasosmueblesylasparedesdeesahabitación,fría y húmeda. Al fondo ve una escalera de caracol y empieza a subir, peldaño apeldaño,hasta llegaraunpisomásaireado,dondeun largopasillo llevahastaotragranpuertaderoble.

—¿Johannes?«Me paso la vida llamándolo —piensa—, siempre esperando delante de una

puerta».Corre hasta el despacho, veloz como una gata, cada vezmás emocionadapensandoenlasorpresaquevaadarle.

—¿Joha…?Alfinaldelpasillo,elpomoseresiste,ycuandoNellaledaunbuenempujónyla

puerta se abre de par en par, el nombre de su marido se le queda atascado en lagarganta.

Johannes está tumbado en un diván pegado a la pared del fondo, con los ojoscerrados, desnudo, desnudodel todo, incapazdemoverse, pues tieneuna cabelleracastañaydespeinadaenlaentrepierna.

Lamelenaparecepegadaaesapartedesumarido.YentoncesNellasedacuentadequelacabezasubeybaja,subeybaja.Estáunidaauncuerpo,auntorsoenjuto,aunaspiernasarrodilladasymedioocultastraseldiván.

Johannesabrelosojosaloírelportazoyselesalendelasórbitascuandoveasumujer. Empieza a retorcerse. La cabeza despeinada se levanta; pertenece a JackPhilips, que vuelve el pálido semblante hacia ella, con la boca abierta y los ojoscargadosdeespanto.Selevantaporelotroladodeldiván,ysupechodesnudoylisoatraelamiradahorrorizadadeNella.

Sumaridosemuevecomosiestuvierabajoelaguaynosecubre,quizánopuede.Reaccionamuydespacio,pareceincapazderespirar.Esacosa,elgusano,esunmástildeaparienciacarnosa,erguido,brillantedepurahumedad.JohannesapartaaJackyseponeenpiecomounafornidacortesanaensualcoba;suampliopechoparecemuypeludoencomparaciónconeldeljoven.

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Laluzgrisáceadeldíalosempalideceatodos.—Nella—empiezaadecirJohannes,peroellatienelacabezaenllamasyapenas

looye—.Sesuponíaquetú…Túno…Cuando Jack le lanza la camisa, se rompe el hechizo. Semueven los dos con

torpeza (brazos, dedos, rodillas), los dos asustados; mientras contempla su danzaapresurada,Nellasientequelefallanlasrodillas.Sinmoversedelapuerta,levantalavistayvequesumaridohalogradoponerseenpie.Extiendeunamano(haciaella,haciaJack,haciasuropa,nosabríadecir)comosiaferraraunascuerdasinvisiblesenelaire.YasuladoestáJackdeBermondsey,descamisado,quesepasalosdedosporelpelo.¿Esoquehayensubocaesunasonrisaburlona,unmohín?¿Otalvezlasdoscosasalmismotiempo?ElestruendoquerugeenlamentedeNellaterminaconesaideaylamuchachasellevalasmanosalosojos.

Loúltimoqueveeselpenedesumarido,queempiezaadeshincharse, largoyoscurocontralapartesuperiordelmuslo.

El silencio la ensordece, el dolor estalla en el centro de su corazón. Lahumillaciónbrotaenunanegraesporayseextiendepormillares,yelsufrimientoquehibernabaenellaencuentraporfinunavoz.

NosabesiJohanneslaoye,silaspalabraslleganasalirdesuslabios.—Imbécil,imbécil,imbécil—susurra,conlosojosmuyapretados.Tieneplomoen laspiernas, learde lapiel, lepesaelcuerpocomosi fuerauna

ruedademolino.Notaunasmanosdehombrequelaagarran,lalevantan,selecaelacabeza,alcanzaaver loscincodedosblancosdeunpiedeJohannes.EslaprimeravezquealguienlatocadesdequelapellizcóMarin.

—Nella—diceunavozconocida.Es Cornelia. Ha llegado Cornelia. Nella deja que la saque a tirones de la

habitación,quelaconduzcarápidaytorpementeporelpasillointerminable,comosihuyeranlasdosdeunaola.

Johanneslallama.Nellalooye,peroesincapazderesponder,yaunencasodepoder no sabe si querría. Su boca se niega a formar palabras, se le atascan en lalengua.

Cornelia baja con ella los últimos peldaños, le ordena poner un pie delante deotro.

—Por el amor deDios, señora, camine, haga el favor, camine para que puedallevarlaacasa.

Pasandelantedelosmismoshombres,quesiguenhablandoenelpatio.Corneliatienequearrastrarla,tapándolelacabezaparaquenadievealosestragosgrabadosenel rostro de su señora. Cuando toman el Kloveniersburgwal, la angustia de Nellaresurgeylesobrevienenlasarcadas.Cornelialecubrelabocacondecisión,yaqueun grito atraería demasiadasmiradas indeseadas en esas calles cercanas y siempreatentas.

Lleganacasa.Lapuertaseabrecomosituvieravoluntadpropia,peroentonces

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NellaveaMarinyaOtto,queesperanenlapenumbra.EscondelacaraypermitequeCornelia haga las veces de barrera y la ayude a llegar al piso de arriba. Sube a lacamaytiraenérgicamentedelasnuevassábanasnupciales,reciénbordadas.Trataderespirar,peroseahogaenunmardelágrimas.

Delomásprofundodesusersurgeelaullido,unchillidoquedesgarraelaire.Nella siente que alguien le acaricia la frente, una y otra vez, que alguien la

sostienemientras laobligaa tragaralgodebeber.Sedacuentadequesusaullidosempiezan a perder intensidad y el último ruido se extingue cuandoOtto,Marin yCorneliaseasoman,comolostresReyesMagosalpesebre,conrostrosquesonlunasllenasdepreocupación.

«La que se ha equivocado he sido yo —se dice—. Imbécil. No tenía quehaber…».

Desaparecen los rostros yNella se deja caermientras la imagen de sumaridodesnudosedesvanecebajouncharcooscuro.

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DOS

Noviembrede1686

«¿Acasounafuente,porunamismaabertura,echaaguadulceyamarga?».

Santiago3,11

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Delrevés

Ladespiertaladulzurairresistibledeunolor.AbrelosojosyveaMarinalpiedelacama, ensimismada, conunplatodegalletasdebarquillo en el regazo.Cuandonosabe que la observan parecemuchomás entrañable, con los párpadosmuy caídossobrelosojosgrisesylabocaconvertidaenunalíneadeabatimiento.Llevasietedíassentándosejuntoalacama,ydurantetodoesetiempoNellasehahecholadormida.

La imagen de Johannes y Jack Philips se ha pasado estos días golpeteando elcráneo de Nella como una polilla con su aleteo infatigable. A base de fuerza devoluntad,ellalehaimpedidoelvuelo,lahaatontadoylehacortadolasalas.Peronohadesaparecido.

¿Quémás debieronde hacer los dos antes de que llegara a aquel despacho, enaquel diván que era un mapamundi extendido, como dioses sobre su universo depapel? «No estoy hecha para esta vida de Ámsterdam —piensa, con ganas deencontrarsemuylejos—.Medalaimpresióndetenermenosdedieciochoaños,perosientolaspreocupacionesdeunamujerdeochenta».Escomositodasuvidahubieraempezado de golpe y tuviera que abrirse paso por un mar de suposiciones sinposibilidad de despejarlas. «Qué ingenua he sido al creer que podría hacerme conÁmsterdam, que podría estar a la altura de Johannes Brandt.Me he arrancado lasalas.Notengodignidad».

Lacasademuñecas,deshabitada,aguardaamenazanteenel rincón.Alguienhadescorrido las cortinas, y parece agrandarse cuando los rayos de sol iluminan sucontorno. También llama la atención deMarin, que deja el plato en el suelo y seacercapocoapoco.Metelamanoenelsalónenminiatura,sacalacunaylameceenlapalmadelamano.

—¡Nolatoques!—SonlasprimeraspalabrasquepronunciaNellaenunasemana—.Nadadeesoestuyo.

Marindaunrespingoydejalacunaensusitio.—Ahí te he dejado galletas de barquillo hechas con agua de rosas, canela y

jengibre.Corneliatieneunaparrillanueva.Nellasepreguntaquéhabráhechoparamerecerla.Elfuegoestáencendidoyarde

conímpetuyfulgor.Fuera,elinviernohallegadodeverdad,ydentrodeldormitoriosienteunrastrodefrío.

—¿Nodecíasque eramejorpara el alma tener el estómagovacío?—pregunta,aunquehaidoaceptandoloscuencosdehutspotylaslonchasdegoudaqueCorneliadejaba ante su puerta. Se da cuenta de que las acusaciones bullen en su interior, apuntodeestallar.

—Come—lepideMarin—.Porfavor.Yahablaremosluego.Nellaaceptaelplato,queesunapiezadeDelftconuncomplejodibujodeflores

y hojas.Marin le ahueca los cojines y regresa a su puesto, al pie de la cama.Lasgalletasestándoradas,ensupunto,crujientes,yelaguaderosassefundeenlaboca

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coneljengibre,quelahaceentrarencalor.Enunrincón,Peebograznaensujaula,comosipercibieraelplacerreticentedesudueña.

«¿Qué diráMarin cuando le cuente lo que he visto hacer a su hermano?», sepreguntaNella.

—Tal vez te gustaría levantarte. —Marin parece una reina que intentacongraciarseconunacampesina.

Nellaseñalalacasademuñecas.—Supongoqueseríasmásfelizsimevierasahímetida.—¿Quéquieresdecir?—MividaenÁmsterdamhaterminado.Marin se agarrota al oír eso, y Nella desliza el plato de galletas, que no ha

terminado,haciaella.—Seacabarontusórdenes,Marin.Ahoraloentiendotodo.—Noestoytansegura.—Puedesestarlo.—Nellatomaaire—.Ytengoquecontartealgo.LasangreinundaelpálidosemblantedeMarin.—¿Elqué?—pregunta,impaciente—.¿Dequésetrata?Nella,conunasensaciónpasajeradepodergraciasalainformaciónqueretiene,

cruzalasmanosencimadelacolchaymiralosojosseriosdeMarin.Notaelcuerpopesado,ancladoenlacama.

—Si me he quedado aquí toda la semana ha sido por algo. Johannes, tuhermano…No,soyincapazdedecirlo.

—¿Dedecirelqué?—Johanneses…Tuhermanoes…unsodomita.Marinpestañea.LaimagenobstinadadeJohannesyJackcobravidadenuevoen

lamente deNella.Un pedacito demasa se le pega a la garganta.Marin sigue sinhablar,prefiereestudiarelbordadodelcubrecama,lasgruesasinicialesarremolinadasentreelfollajeylospájarosdelbosque.

—Siento que estés tan disgustada, Nella —contesta por fin en voz baja—.Johannesesdistintoalamayoríadelosmaridos,esodesdeluego.

Al principio, la muchacha no lo entiende. Luego el semblante de Marin semuestra ante ella comoun libro abierto.La invade una sensación punzante que dacolorasusmejillasyrecorresusangreatodaprisa.

—¿Losabías?¿Losabías?—Notaqueseavecinaunsollozo.Escasipeorquevera sumarido desnudo en el diván del despacho con Jack—.Dios santo. Os habéisburladodemí.Hesidounaidiotadesdeelmomentoenquellegué.

—Nonoshemosreídodeti,Petronella.Jamás.Nadiesehaburladodeti.—Me habéis humillado. Y lo he visto con mis propios ojos. Esas cosas tan

horribles,repugnantes,quehacíacon…esemuchacho…Marinselevantaysedirigealaventana.—¿Johannesteparececompletamenterepugnante?

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—¿Qué?Sí.Lossodomitas…«Cuidaosdeellos.LafuriadeDiospenetraráenlatierra»,dijoPellicorne.¡Soysumujer,Marin!

Brotandesubocapalabrasquejamáshabíaimaginadoquepudierapronunciar.Acadasílaba,Nellasientequepierdepeso,comosihubieradelevitar.

Marinapoyalamanoabiertaenelvidriodelaventanayaprietacontantafuerzaqueseleblanqueanlasyemas.

—Unamemoriaprodigiosa,québienrecuerdasesesermón.—SabíasqueJohannesjamásmequerría.Marinlamiraalosojosycuandohablalefallalavoz:—No entendía que no pudiera ser. Yo… No siempre lo entiendo todo. —Se

detiene—.Perosíquetequiere.—Como a un animal de compañía. Y le gusta más Rezeki. Soy incapaz de

perdonaresteengaño,estahumillación.Sabíasloquemeaguardaba.Lasnochesquehepasadoalaespera…

—Nomeparecíaunengaño,Nella,sinounaoportunidad.Paratodos.—¿Porquéhablas enprimerapersona? ¿Esque Johannesni siquierameeligió

personalmente?—Johannes semostraba… reacio—vacilaMarin—.Noquería, pero…yohice

averiguaciones. Uno de los amigos de tu padre en Ámsterdammencionó vuestrasdificultades económicas. Tu madre se mostró encantada. Me pareció que todo elmundosaldríabeneficiado.

Nellalanzaelplatocontralostablonesdelsuelo,dondeseparteentrespedazos.—¿Y qué oportunidad he tenido yo, Marin? —exclama—. Lo has controlado

todo.Mehasencargado la ropa, llevas lacontabilidadde lacasa,mearrastrasa laiglesia,memetesconcalzadorenunbanquetedeungremioenelquetodoelmundomeobserva.Ypensarenloagradecidaquemesentícuandomedejastetocarellaúd.Quépenamedoy.Sesuponequesoylaseñoradeestacasa,peroestoyalaalturadeCornelia.

Marinsetapalacaraconlasmanosyelaireseenrareceentrelasdos.Nellasesientemásvitalalverelesfuerzodesucuñadapormantenerlacompostura.

—Deja de fingir que conservas la calma, Marin. Esto es un desastre. —LaslágrimasseacumulanyNellaluchaparamantenerlasaraya,peroaunasíbajanporsusmejillas—.¿Cómopuedoserfelizconunhombrequevaaarderenelinfierno?

ElsemblantedeMarinsetransformaenunamáscaradefuria.—Calla.Calla.Atufamilianolequedabamásqueelnombre,tupadreoshabía

dejadoenlaindigencia.Habríasacabadocasadaconungranjero.—¿Yquéhaydemaloeneso?—No habrías dicho lo mismo al cabo de diez años, cuando se reventaran los

diques, cuando tuvieras lasmanos en carnevivaydiez chiquillos correteando a tualrededor y pidiendo comida. Necesitabas seguridad, querías ser la mujer de unmercader… —Nella guarda silencio. Marin pregunta—: ¿Petronella? ¿Qué vas a

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hacer?A medida que el pánico va intensificándose en el discurso de Marin, Nella

empieza a comprender que por fin ostenta cierto poder real. «¿Creerá que voy aacudiralosburgomaestres?»,sedice.Sequedamirandosusfacciones,retorcidasyexangües,mareada ante la posibilidad de que alguien como ella, una jovencita dedieciochoañosdeAssendelft,pudieradenunciarante lospadresdeÁmsterdamquesumarido,unrespetablemercader,estáposeídoporeldemonio.

«Ay, podrías hacerlo —piensa. Y en ese momento no le faltan ganas—. Ydenunciar también a Jack Philips. ¿Quién te lo impediría si te decidieras? Podríasdespedazarlavidadeestamujerconunasolafraseylibrartedetantahumillación».

—Formaspartedeestafamilia,PetronellaBrandt—diceentoncesMarin,comosilehubieraleídoelpensamiento—.Suverdadsepegaaticomoelaceitealasplumasdeunpájaro.¿Quéquieres,volveralaindigencia?¿YquéseríadeOttoyCorneliasirevelaras nuestro secreto?—Extiende los brazos como si fueran alas, yNella notaque su cuerpo se contrae en el cama—. Las mujeres… no podemos hacer nada,Petronella.Nada.—Susojosbrillanconunaintensidadquenuncalehabíavisto—.Tansólopodemosaspirar,sitenemossuerte,asubsanarloserroresquecometenlosdemás.

—Agnesesbastantefeliz.—¿Agnes?Ay,Agnesinterpretasupapel,pero¿quépasarácuandosequedesin

texto?Esaplantacióneradesupadreyahoralahapuestoenmanosdesumarido.Measombraqueleparezcaunajugadataninteligente.¡Algunasmujerespuedentrabajar—exclamaMarin—,hacerlaboresagotadorasporlasquenolespagannilamitaddeloqueganaríaunhombre,peronopodemostenerpropiedades,nopodemosllevaruncaso a los tribunales! Lo único que podemos hacer es parir hijos que pasan a serpropiedaddenuestrosmaridos.

—Perotúnotehascasado,túno…—Haymujeresalasquesusmaridosnodejanenpaz.Unniñotrasotrohastaque

suscuerposquedancomosacosarrugados.—¡Prefieroserunsacoarrugadoaestarsola!«Unaesposaenpúblico,unavida

enprivado»,¿noesesoloquedicen?—¿Y cuántas mujeres mueren al dar a luz, Petronella? ¿Cuántas muchachas

acabansiendocadáveresensulechomarital?—¡Dejadegritarme!EnAssendelfttambiénhabíaentierros,¿sabes?Entiendoel

peligro.—Petronella…—¿SabíamimadrecómoeraJohannes?¿Losabía?Marin,sinresuello,sequedainmóvilymiraporlaventana.—Creoqueno,perosímedijoqueerasunajovencitaconimaginación,fuertey

capaz,yqueenlaciudadflorecerías.«Nellaencontraráelcamino»,meescribió.Medijo queAssendelft se quedaba pequeño para unamente como la tuya.Me lo creí

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encantada.—Talvezseacierto—respondelamuchacha—,peronoteníasderechoadecidir

quejamásviviríacomounamujerdeverdad.ElgestodedespreciodeMarinledesgarralapiel.—¿Quéquieredeciresode«unamujerdeverdad»?—Unamujerdeverdadsecasa,tienehijos…—¿Yentoncesyoquésoy,Petronella?¿Acasonosoyunamujerdeverdad?No

estoydeacuerdo.—Nitúniyolosomos.—Nopretendoperder losnervios—aseguraMarin trassuspirary restregarse la

frente—.Semeescapanynologrocontrolarlos.Lolamento.La sinceridad de la disculpa da lugar a unmomento de paz.Agotada,Nella se

echaenlacamayMarinrespirahondo.—Laspalabrassoncomoelaguaenestaciudad,Nella—dice—.Bastaríalagota

deunrumorparaahogarnos.—Entonces,¿Johannesy túsacrificasteismi futuroporqueelvuestropendíade

unhilo?—Elmatrimonio te ha beneficiado. ¿No es cierto?—preguntaMarin, cerrando

losojos.—Bueno,enAssendelftnomehabríaahogado.—Peroallívivíascomosiestuvierasbajoelagua.Unpuñadodevacas,esacasa

con corrientes de aire, ese aburrimiento. Me pareció que este matrimonio teproporcionaría…unaaventura.

—¿Nohabíasdichoquelasmujeresnovivimosaventuras?—replicaNella,yenese instante se acuerda de laminiaturista de laKalverstraat—. ¿Corremos peligro,Marin? ¿Por qué necesitamos el dinero del azúcar? Johannes no lo vendería si nofueranecesario.

—Hayquemanteneralosenemigoscerca.—YocreíaqueAgnesMeermanseraamigavuestra.—Los beneficios del azúcar nos protegerán—afirmaMarin, mirando una vez

másporlaventana—.EnÁmsterdam,Dios,peseasuinfinitabondad,nopuedeestarentodo.

—¿Cómopuedesdeciralgoasí?Tú,queerestandevota…—Mis creenciasno tienennadaquever con loquepuedo controlar.No somos

pobres,peroelazúcaresundiquecontralasolasquecobranfuerza.Ytútambiénnosproteges,Petronella.

—¿Yoosprotejo?—Pordescontado.Ytenporseguroqueteloagradecemos.EltorpereconocimientodeMarinsepropagaporlasangredeNellaylallenade

prepotencia. Trata de ocultar el placer que siente y se concentra en el dibujoarremolinadodelcubrecama.

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—Dime, Marin, ¿qué sucedería si Agnes y Frans descubrieran el secreto deJohannes?

—Quisiera creer que tendrían compasión.—Calla y busca una silla—. Pero lodudomucho.

SeformaundensosilencioyMarinsedejacaerlentamente,comounamarioneta:seledoblanlaspiernasyelcuelloyreposaelmentónenelpecho.

—¿Sabes loquehacencon loshombres comomihermano?—pregunta—.Losahogan.Lossacrosantosmagistradoslesatanunpesoalcuelloylostiranalagua.—Se diría que una ráfaga de desolación hunde su cuerpo—. Pero, aunque luego losacarandelaguayloabrieranencanal,seguiríansinencontrarloquebuscan.

—¿Porquéno?LaslágrimasrecorrenlasblancasmejillasdeMarin,queaprietaunamanocontra

elpechocomosiasídisminuyeraeldolor.—Porqueesalgoquellevaenelalma,Petronella.Esalgoquellevaenelalma,y

nohaymaneradearrancárselo.

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Decisiones

Nellaabrelapuertadesudormitoriounahoradespués,conlajauladePeeboenlamano.Elsolproyectaunaluztenueporlaventanadeldescansilloypintalapareddedelantedeamarillolimón.OyeaJohannesenelcuartitodeMarin,ellevefluctuardesusvocesatenuadas.Deja la jaula juntoal iniciode laescalerayavanzaconsigiloporelpasillo.

—¿Es que no puedesmantenerte alejado de esemuchacho?Me imagino cómopodríaacabartodoestoymepareceinsoportable.

—Notieneanadie,Marin.—Losubestimas.—Marinpareceagotada—.Loquenotieneeslealtad.—Túpiensaslopeordetodoelmundo.—He visto cómo es, Johannes. Nos chupará la sangre. ¿Cuánto le has pagado

ahora?—Nos ayuda vigilando el azúcar. Es un intercambio justo.Almenos así no se

dedicaaentregarpaquetesynovieneporaquí.NellacuentaloscompasesdelsilenciodeMarin.—Conquéojos tan ciegos contemplas elmundo—laoyedecir por fin, la voz

tensa,lairacontenida—.¿Porquéteparecequeelalmacénestámenosexpuestoqueesta casa?Habríaquemantenerlo completamente alejadode todo loque tengaqueverconnosotros.¿YsiPetronellaselocuentaasumadre…oalosburgomaestres?

—Nellatienecorazón,Marin…—Aunquetúapenashayasreparadoensuexistencia.—Noescierto.Noesjusto.Lehecompradoesacasademuñecas,losvestidos,la

llevéaesebanquete.¿Quémástendríaquehacer?—Yalosabes.Lasiguientepausaeslarga.—Tengolaimpresión—diceJohannesalfin—dequeeslapiezaquelefaltabaa

nuestrorompecabezas.—Ycorrespeligrodeperderla.Eldañoquehasprovocado,tufaltadeatencióna

lasnecesidadesdelosdemás…—¿Yo?Tuhipocresíacortalarespiración,Marin.Yateadvertíenagostodeque

nopodía…—Yyoteadvertíatideque,sinoteapartabasdeJack,sucederíaalgoterrible.

Nellanosoportaseguirescuchándolos.RegresaalaescalerayrecogelajauladePeebo.Mientras baja se da cuenta de que nunca había tenido tanto poder, ni tantomiedo.SeimaginaaJohannesdesapareciendobajoelagua,conelrostrocontraídoyelpeloarremolinadocomounamatadealgasgrises.Estáensumanoprovocarqueesosuceda.Llevanañosamparadosporlaproteccióndeesasparedes,deesapuerta

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gruesa,peroresultaquelaabrieronparadejarentraraNellaylascosashancambiadomucho.«Nonosgustanlostraidores»:laspalabrasdeMarinlerecuerdanlaextrañaunidaddeesegrupodegentealqueahoraperteneceamedias,yquepermanecealaesperadecomprobarsulealtad.

Al llegaralúltimoescalónsesientaydeja la jaulaa su lado.Peebo está en superchayseaferraaella,obediente.Nellaempiezaatirardelapuertecita,queseabredeparenparconunligerochasquido.Elpajarillodaunsaltodesorpresaysacudelacabeza,intrigado,antesdemirarlaparpadeanteconlosojillosencendidos.

Alprincipiovacila,peroluegoaprovechalaoportunidadyechaavolar.Daunavueltatrasotraporelinmensovestíbulo,cadavezmásarriba,paralanzarseluegoenpicado y aletear por el magnífico espacio mientras sus excrementos caen enabundancia sobre el mármol. «Que caigan —se dice Nella—. Que cubran estasdichosaslosasdemierda».

SeechahaciaatrásycontemplaelascensoenespiraldePeebo, tiritandoporelfríoque entrapor laventanade la calle, que sehaquedadoentreabierta.Elpájarorevoloteadeunextremodelvestíbuloalotro.Nellanotaelairequedesplazaalbatirlasalas,elmovimientodehuesosyplumas,finoscomoelpapel,lasacudidadelálulacuandoencuentraunaperchaenlasvigasquesudueñanoalcanzaaver.

Pese a las advertencias de sumadre acerca de lasmujeres a las que enterrarondemasiado pronto en el cementerio de Assendelft, Nella siempre había dado porhecho que algún día tendría un hijo. Se toca el vientre, en el que se imagina unacurva, un globo de carne con un niño oculto dentro. La vida en esa casa no essolamenteabsurda, sinoqueesun juego,unejerciciode falsedad.¿QuiénesNellaahora?¿Quésesuponequedebehacer?

—¿Hayhambre?—preguntaunavoz.Nella se sobresalta al ver surgir a Cornelia de debajo de la escalera, pálida e

inquieta.Nisemolestaenpreguntarleporquémerodeaporallí.Enesacasanuncaseestárealmenteasolas;siemprehayalguienqueobservaoescucha.¿Acasonoprestaatención también ella a los pasos, las puertas que se cierran y los murmullosapresurados?

—No—responde,aunquenoescierto.Enesemomentopodríacomerseelbanqueteenterodelosplaterossindetenerse,

dar cuenta de él hasta el último bocado para tener la impresión de que su cuerpoexiste.

—¿Piensadejarlovolandoporahí?—diceCornelia,señalandolasverdesplumasdePeebo,quesedejanverduranteuninstantealbajar,antesdeadentrarsedenuevoenlassombras.

—Pues sí—contestaNella—.El pobre esperaba estemomentodesde el día enquellegó.

Seagacha,ylacriadasearrodillaanteellayleponelasdosmanosenlasrodillas.—Ahoraestacasaessuhogar,señora.

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—¿Cómopuedealguienllamar«hogar»aestelugarcargadodesecretos?—Aquí sólo hay un secreto—replica Cornelia—.A no ser que usted también

guardeuno.—No—respondeNella,peropiensaenlaminiaturista.—¿QuéibaaencontrarenAssendelft,señora?Nuncahabladelpueblo,nodebe

deecharlomuchodemenos.—Nadiemepregunta,únicamenteAgnes.—Bueno,porloqueheoído,allíhaymásvacasquepersonas.—¡Cornelia!Sinembargo,Nellanolograreprimirunarisanerviosaalpensarenlolejosquese

sienteahoradeaquellacasa,deaquellago,deaquellosrecuerdosdeinfancia.Esosí,le gustaría que la gente no se refiriese a su pueblo con tanta desconsideración.«Podría encontrar la forma de volver —supone—. Mamá tendría que acabarperdonándome, sobre todo cuando le contara la verdad. Si me quedo, Johannesseguirá con sus escapadas y correrá el riesgo de sufrir la ira de los pastores y losmagistrados,conlaperspectivadelacondenacióneternacadavezmásdifuminadaencontrasteconsusdeseos.Yyo,mientrastanto,notendrécasinada.Niunapromesadematernidad,niunossecretoscompartidosdurantelanoche,niunacasaquellevar,excepto la que está dentro de un aparador, donde no puede prosperar ningún almahumana.Noobstante,hayquelucharparasaliraflote,éseeselmensajequemehizollegarlaminiaturista».

Assendelftespequeño, lacompañíaes limitadayestáancladoenelpasado.Encambio,enÁmsterdam lascortinascolormostazahanabiertounnuevomundo,unmundoextraño,unenigmaqueNelladesearesolver.Y,sobretodo,enAssendelftnoestálaminiaturista.

LamujerqueviveenlaKalverstraatesimprecisa,incierta.Puedeinclusoqueseapeligrosa,peroenesemomentoesloúnicoqueNellaconsiderapropio.Sivolvieraalcampo,no llegaríaasaberporquéhadecididomandarleesosobjetosqueno lehaencargado,jamásdescubriríalaverdaddesutrabajo.Lamuchachaesconscientedeque en realidad prefiere que los envíos sigan llegando, que no se detengan.En unmomentodefantasíaseleocurrequeacasoseasumeraexistencialoquelamantieneconvida.

—Cornelia,¿meseguisteaqueldíahastaeldespachodeJohannes?—pregunta.Lacriadapareceapesadumbrada.—Sí,señora.—Nomegustaquemesigan,peromealegromuchodequelohicieras.

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Historias

En la cocina de trabajo, la criada le ofrece una copa de kandeel hecho con vinocalienteyespeciasysesirvetambiénuna.

—Porfinhaypaz—dice.—Yonoquieropaz.Preferiríaunmarido.—Las empanadas ya deben de estar listas—contesta Cornelia, y se limpia las

manos en el delantal en elmomento en que un tronco del fuego se parte con unalluviadechispasresplandecientes.

Nelladejaelkandeelenlasuperficiegrasientadelamesitadepicarquevejuntoasurodilla.«Novoyahacertedaño,Petronella».EsloqueleprometióJohannesenlabarcazadecaminoalafiestadelgremiodeplateros.Siemprehaconsideradoquelabondadrequeríaesfuerzo,peronohacernada,unactodecontención,¿puedeesosertambiénunamuestradebondad?

Lehanenseñadoquelasodomíaesundelitocontranatura.Enesecasohaypocasdiferencias entre la doctrina de un pastor de Ámsterdam y la del sacerdote de suinfanciaenAssendelft.Sinembargo,¿estábienmataraalguienporalgoqueresideensualma?SiMarintienerazónyesealgonosepuedeextirpar,¿dequésirvetodoesesufrimiento?Nellabebeunsorbodekandeelydejaqueelsabordelasintensasespecias la aparte de la terrible imagende Johannes sumergido en unmar negro yfrío.

—También le he echado guisantes secos. Una idea nueva —dice la criadamientraselcalorseescapaporlapuertadelfogónyllenalahabitación.

Poneunaempanadaenunplato,larocíadezumodelimónycaldodecorderoylauntaconmantequillaantesdeacercársela.

—Cornelia,¿Marinhaamadoaalguienalgunavez?—¿«Amado»?—Esohedicho.Losdedosdelacriadaagarranconfuerzaelplato.—LaseñoraMarindicequeelamoresmejorcomofantasmaquecomorealidad,

esmejorperseguirloqueatraparlo.Nellaobservaladanzadelasllamas,queformanunarcoyluegodesaparecen.—Puedequedigaeso,peroheencontradoalgo.Unanota…Unanotadeamor,

escondidaensucuarto.Las mejillas de Cornelia se quedan sin color. Nella titubea, pero decide

arriesgarseypregunta:—¿LaescribióFransMeermans?—Por todos los ángeles del cielo—musita la pobre con un hilo de voz—. Es

imposible…Sinose…—Cornelia, quieres queme quede, ¿no es cierto? ¿Verdad que no quieres que

monteunescándalo?

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Lacriadalevantaelmentónylamiradesdearriba.—¿Estáregateandoconmigo,señora?—Talvez.Cornelia duda, y luego acerca un taburete y posa lamano sobre el corazón de

Nella.—¿Melojura,señora?¿Juraquenohablarádeestoconnadie?—Lojuro.—Entonces voy a contárselo. —Y en un susurro agrega—: Agnes Meermans

siemprehasidounagata,pormuchoqueescondalasgarras.Sedamuchosaires,peromírelabien,señora.Mirelapreocupaciónquesereflejaenelcentrodesusojos.EsincapazdedisimularsuopinióndeMarin…porqueMarinenamoróasumarido.

—¿Ah,sí?Corneliaseponeenpie.—Nopuedocontarletodoestosinmantenerlasmanosocupadasconalgo.Voya

prepararolie-koecken.Echaenelmorterouncuencodealmendras,unpuñadodeclavoyunaramitade

canela.Seponeatriturarlasalmendrasyelclavo,ysussusurrosysuportedesecretoy convicción resultan más deliciosos para Nella que la empanada que tiene en elplato.

—Cuandoloconoció,laseñoraMarineramuchomásjovenqueusted—continúatrascomprobarquenobajanadiepor laescalera—.Meermanseraamigodelseñorcuandoestabanempleadosenlatesorería.Elseñorteníadieciochoañosylaseñora,unosonce.

Nella trata de imaginarse a Marin de niña, pero Agnes tenía razón: resultaimposible.Tienequehabersidosiemprelamisma.Entoncesseacuerdadealgo,deundatoquenoconcuerda.

—Pero Agnes me dijo que Frans y Johannes se conocieron en la VOC a losveintidósaños.

—Bueno,seloinventó…oquizáMeermanslemintió.NuncahatrabajadoenlaVOC.ConocióalseñorenlatesoreríadeÁmsterdamyacabódedicándosealasleyesenlaStadhuis.Noesmuyimpresionante,laverdad:sequedóenunaoficinamientrassuamigosehacíaalamarconlacompañíamásimportantedelarepública.Semarea,señora.¿Seloimagina,unholandésquesemarea?

—Bueno,yoprefieroloscaballosalosbarcos.Corneliaseencogedehombrosyreplica:—Unos pueden echarte de la silla y los otros, por la borda. En fin,Meermans

conocióalaseñoraenlacelebracióndeSanNicolás.Habíamúsicaportodaspartes,cistros, trompas y violas, y la señora bailó con él más de una vez. Le parecía unpríncipe,muyapuesto.Ahoracomedemasiado,peroenaquellaépocatodoelmundoloadmiraba.

—Pero¿cómosabestodoeso,Cornelia?Seguramentenihabíasnacido.

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Corneliafrunceelceñoyechalaharinadetrigoyeljengibreparaluegoespesarlamasaconunbatidor.

—Eramuy pequeña, estaba en el orfanato, pero he ido atando cabos, ¿verdad?Lascerraduras—susurra,clavandolosojosazulesenlosdeNellaconunamiradadecomplicidad—.He logrado entenderlo todo.—Acercaun cuencopequeño llenodemanzanas y empieza a pelarlas sin romper la mondadura—. La señora tiene algoespecial.Esunnudoquetodosqueremosdeshacer.

Nella se queda pensando si habrá alguien con los dedos lo bastante diestros yágiles para desenmarañarla. Con sus cambios de humor y esos momentos degenerosidadquesefrustranporcualquiercomentariodesagradable,Marinesdetodoselloslaqueconmásfuerzapermaneceatada.

Corneliasiguebatiendo,yNellatienelasensacióndequeselehinchaelcorazóndebajodelascostillas.«EstamuchachafuealdespachodeJohannesasalvarme—sedice—.Siesoescierto,eslaprimeraamigadeverdadquehetenido».Apenaspuedecontenerse, en cualquier momento va a ponerse en pie para abrazar a esa extrañacriaturadelorfanatoquegozadelpoderdeconsolaralosdemásgraciasasusdotesparalacocina.

—El señor yMeermans eran buenos amigos—prosigueCornelia—, así que lovisitaba con frecuencia para jugar una partida de verkeerspel. Lo del amor llegódespués.¿Quéibaasaberdelamorlaseñoraalosonceaños?

—Yo tengo casi diecinueve y estoy casada, Cornelia, y sin embargo no puedodecirqueloentiendamuchomejorquesifueraunaniña.

LacriadasesonrojayNellarazonaparaasí:«Noparecequealhacersemayorseganeencerteza.Loúnicoqueseconsigueesmásmotivosparadudar».

—Lospadresde losseñoresmurieronpronto, lamadrecuando laseñoraMarinsólo teníacatorceaños.Yentoncessuhermanodejó la tesoreríapara trabajaren laVOC—prosigueCornelia—.MeermanssetrasladóalaStadhuis.

—¿Dequéfallecieronsuspadres?—Lamadreestabasiempreenfermay lospartos lahabíandebilitadomucho.A

duraspenassuperóelnacimientodelaseñora.Tuvomáshijos,apartedelseñorydelaseñoraMarin,claro,peronosobrevivióninguno.Habíapasadopocomásdeunañodesumuertecuandosumaridosucumbióaunasfiebres.Despuéselseñorseembarcóporprimeravezcon laVOCpara ir aBatavia.LaseñoraMarin teníaquinceaños.FransMeermanstrabajabaenlaStadhuis,perosinunacarabinanopodíaverseconél.

Nella se imagina a sumaridobajo cielos azules sofocantes, en arenas calientescubiertas de caparazones tintineantes y sangre derramada. Piratería y aventurasmientras Frans y Marin se quedaban aislados entre muebles de caoba y tapicesasfixiantes,entrecanalesdeaguasmansasyelrepiquedelascampanasdelaiglesia.

—El señor trató de convencerlo para que entrara en la VOC. Le dijo queaprovechara laoportunidad.«NocritiquesaFrans.No todoelmundoha tenido las

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mismas oportunidades que tú, Johannes, y a ti ya te parece bien», dijo un día laseñora.

Corneliadavueltasaunaspasasempapadasenunbolconelmangodelacucharademadera.

—LomalofuequeMeermansnopudoseguirlospasosdelseñor.Noconsiguióabrirlaspuertasidóneas,noinspiróaloshombres.Tuvounéxitomoderado,mientrasqueelseñorsehizomuyrico.Yluego,alcabodecincoaños,cuandoMarinhabíacumplido losveinte,Meermans sepresentódevisita sinque ella lo supiera.Habíaahorradodineroypidióalseñorlamanodesuhermanaenmatrimonio.

—¿Esperócincoaños?¿YquédijoJohannes?—Elseñorlorechazó.—¿Qué?¿Cincoañosdeesperaparallevarseunnoporrespuesta?Pero¿porqué?

Meermansnoteníamalareputación,¿verdad?Ydebíadequererlamucho.—El señor nunca hace nada sin una buena razón —replica Cornelia a la

defensiva,yvierteunprimerchorrodemasaenunasarténconaceitebiencaliente.—Sí,pero…—Meermans era apuesto, al menos para algunas, pero su reputación dejaba

bastante que desear.—Cornelia hace una pausa—. Tenía arranques de mal genio,siempre quería algo mejor. Y después de aquel desaire no volvió por aquí. Hastaahora.

Saca el buñuelo recién hecho y lo coloca con delicadeza en una bandejapreviamenteazucarada.

—RasquélapartedearribadelconodeazúcardeAgnes—explicaconpicardía.—TalvezJohannesqueríamanteneraMarindondeleeraútil—sugiereNella—.

Como un títere que le hacía las veces de esposa.Ahora ya tiene dos.—La criadatuerceelgesto—.Vamos,Cornelia.Ella sigue siendo la señoradeesta casa.Sabesperfectamente lo estricta que es, cómo nos mantiene a todos a raya. De todo esodebería ocuparme yo. Aunque… ¿te has fijado en lo distraída que pareceúltimamente?

Corneliasequedaensilencio.—Nohevistoningunadiferencia,señora—contestaporfin.—¿LlegóaenterarsedeloquehabíahechoJohannes?—Con el tiempo sí, pero por entoncesMeermans ya se había casado con una

amigadelaseñora.AgnesVynke.—Pronunciaesenombrecomosifueranlaspartesdel cuerpo de una avispa—. Su padre trabajaba en la Compañía de las IndiasOccidentalesysehabíahecho ricoenelnuevomundo.Lehabíaprohibidocasarsecon un hombre que no tuviera fortuna. El señor Vynke era un monstruo: ¡a losochenta años aún trataba de engendrar hijos varones para que ella no heredase!ElmatrimonioconMeermansfuelaprimerayúnicarebelióndeAgnes.Loadoracomosifueraunaenfermedad.PusoalasdemásesposasdelgremioencontradelaseñoraMarin sencillamente para asegurarse de que ese capítulo quedaba cerrado. Agnes

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ansiabaalgodepoder,peroentoncessemuriósupadreyledejótodosesoscampos.Nella recuerda la descripción que le hizo Cornelia de esas señoras que en sus

visitasleponíanpájarosenelpeloaOtto.¿SeríaAgnesVynkeunadeellasyMarinleprohibióvolver?

—Laboda fue un banquete colosal—prosigueCornelia—que pagóFrans condineroprestado,sinduda.Ésesiempretienedeudas.Lafiestadurótresdías.Peroyasabeloquedicendelasgrandesbodas:quesirvenparataparlafaltadeapetito.

Nellasesonroja.Silocontrariofueracierto,trassumíseraceremoniaJohannesyellanohabríansalidodesusaposentosduranteunabuenatemporada.

—Frans yAgnes llevan doce años casados y siguen sin tener hijos—recuerdaCornelia—.YentoncesaparecelaplantacióndecañadeazúcardeAgnes,queaéllevienecomocaídadelcielo.Mejorqueunheredero.Puedequecuenteconeseazúcarparareunirunlegado,peronoporesodejadequereralaseñoraMarin.

Sirveelprimerolie-koeck.AúnestácalienteylacortezafritasedeshaceentrelosdientesdeNellaparaliberarunacombinaciónperfectadealmendra,jengibre,clavoymanzana.

—¿YMarinsigueenamoradadeél?—Uy,estoysegura.Lemandaunpresentetodoslosaños.Cerdosyperdices,una

vez una pata de ciervo. Y la señora no se los devuelve. Es una especie deconversaciónmuda que siguen queriendomantener. Por supuesto, la que tiene queencargarsede todoes servidora:desplumar, trocear, rellenar, freír,hervir.Uncollardaríamenostrabajo.—Cornelialimpiaelcuencodelamasaconuntrapohúmedo—.Así se enteró la señora de que el señor había rechazado la propuesta de Frans. ElprimerpresentellegópocodespuésdelabodaconAgnes.

—¿Yquéera?—Yoacababadeentrarenlacasa.Recuerdomuybienalaseñoraenelvestíbulo

con un lechón salado en las manos. Estaba muy triste. «¿Por qué me envía unpresente,Johannes?»,preguntó,yelseñorselallevóaldespachoysupongoquetuvoqueexplicárselotodo.

—Santocielo.—Y desde entoncesMeermans no ha dejado de mandar cosas. Aunque nunca

ponesunombre,todossabemosqueesél.—Cornelia,queestámuyseria,serestriegalafrente—.Perolodelacartadeamoresdistinto.Unacartadeamorespeligrosa.Cierrelosojos,señoraNella,yolvídesedequelahavisto.

~

CuandoNella sube al vestíbulo para ofrecer aPeebo lasmigas delolie-koeck,llevalacabezallenadeimágenesdeMarindejoven,dirigiendomiradasdesonrojoal

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apuestoMeermans.Es como tratarde concebir a suspadresde solteros, cuando seenamoraron. «Preferiría ascender de lamano del amor—piensa—, llegar hasta lasnubes,nodesplomarmecontralatierra».Seimaginaingrávida,adorada,enloquecidadeéxtasis.

Novenada en lasvigas.Recorre lashabitacionesde laplantabaja llamandoaPeebo conelbrazoextendido,convencidadequeseposaráenellaconsubatirdealas, ese cuerpo que conoce tan bien, esos ojos brillantes. Sube al primer piso einclusocompruebaquenosehayarefugiadoenlacasademuñecas.

—¿Peebo?ElcuartodeMarinestácerradoconllave;quieredormir.Selepasaporlacabeza

unapesadillarepentinaconuncuerpopeladocuyasplumascuelgandeunacuerda.EldormitoriodeJohannes,escasamenteamueblado,tambiénestádesierto.—¿Peebo?ApareceDhana dando brincos. Ha notado que hay un problema, que hay que

perseguiralgo.Lamuchachaseimaginaalperiquitodestrozadoentrelasfaucesdelaperra, un mordisco afortunado, el curso más cruel de la naturaleza. El espanto leatenazaelestómagoyechaacorrerescalerasabajo.

—¡Cornelia!—grita—.¿SabesdóndeestáPeebo?Yentonces love: laventanadelvestíbuloyanoestáentornada,sinoabiertade

parenpar,yporellaentraunaráfagadeairefrío.

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Ochomuñecos

Durante toda la tarde, hasta el anochecer, Cornelia y Nella han recorrido el canalarribayabajollamandoalperiquito,perohasidoenvano.Dentrodecasalasvigasestándesiertas,noseoyeningúnaleteo.Desorientadoyconunambientegélido,esimposible que Peebo sobreviva mucho tiempo. La temperatura ha bajadorepentinamente,elhieloformaunafinacapasobreelHerengrachtylaúltimahebradelavidaanteriordeNellasehadesenredadoporelcielo.

—Losiento—musita—.Losiento.ExhaustaporlapreocupaciónyeldesvelocausadosporladesaparicióndePeebo,

a lamañanasiguienteencuentraun ramitode floresde intenso rojoyazulconunanota bajo la puerta de su cuarto. La invade la esperanza de que sean de laminiaturista,perosesorprendealcomprobarqueeltextoempiezaconunagran«N»capitular y la letra avanza apresurada, con una inclinación pronunciada, hacia elpuntofinal.

Nella:Vincapervincas azules para una amistad naciente, duraznillos como

reparación.Teregalaríaotroperiquito,perosóloseríauntristeremedo.Johannes

Nellahuelelasfloresenlapenumbradesudormitorioysudelicadafraganciasebateconsudoloryconelresurgirdelahumillación.¿Cómoserápasarelrestodesusdías casada con ese hombre complejo y hedonista, pero sin compartir un lechoconyugal? Johannes la incluirá en sus reuniones sociales, en sus fiestas y susbanquetesgremiales.Quieresersuamigo.Sinembargo,nocesaránlasinterminablesnoches de soledad y los días cargados de anhelo, mientras que el amor quedaráamuralladoparasiempre.Sienteganasdequelaminiaturistalemandealgopronto.Elmiedoaloquepuedaseresensímismounvalor,yaqueladistrae.

Entrelaza dos vincapervincas y se las pone detrás de la oreja. Jamás se habíafigurado una vida sin que nadie la tocara, pero en el fondo de su ser surge unavocecilla que se hace oír: «Estás aliviada de que no se te acerque». Reconoce elespantoquesintióalveraJohannesdesnudo.Desdequellegó,unagranpartedeellaha ansiado, e incluso intentado, transformarse en lo que desde hacemucho tiempoconsidera que debe ser una esposa de verdad, una mujer de verdad. Lleva tantotiempoanhelandoesatransformación,consolidándolaensumente,quehaperdidolanoción de su ambigüedad.Ahora el concepto de «unamujer de verdad» carece desentido.Sufirmedeseosefragmenta,purabrumadispersaensumente.¿Quéquieredecir,enelfondo,serunaverdaderaesposa?

Unallamadaalapuertalasacadelciclodispersodesuspensamientos.

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—HehabladoconOtto—informaCornelia,asomando lacabeza,perovacilaalverlosojoshinchadosdesuseñora—.Élnodejólaventanaabierta,yyotampo…

—Noleecholaculpaanadie,Cornelia.—Puedequevuelva,señora.—Novolverá.Quétontahesido.—Tenga—dice la criada envozbaja, entregándoleunpaquetemarcadocon el

signodelsol—.Lohandejadoenlapuertaparausted.La sangre deNella canturrea en su cabeza. «Es como simeoyera—piensa—,

inclusocuandonoabrolaboca.¿Quépretendedecirme?».—¿Lo ha traído… Jack? —pregunta, y le tiemblan ligeramente los dedos al

contactoconelpaquete,desesperadaporabrirlo.Cornelia se estremece al oír ese nombre, pero no aparta la vista de la mano

temblorosadesuseñora.—Estabafueracuandohesalidoafregarlosescalones—contesta—.Yodiríaque

elingléssemantendráalejado.Señora…¿quéhayexactamenteenestospaquetes?Nella sabe que no está preparada para hablarle de lamujer de laKalverstraat.

Aunquehabíadecididoque loúltimoquequeríaeraestar sola, ahoranoansíaotracosa;semueredeganasdedescubrirsincompañíaquéleofrecelaminiaturista.

—Nada.Objetosqueheencargadoparalacasademuñecas—responde.—¿Objetos?—Puedesretirarte.Cuandolacriadasemarchavolviendolacabeza,Nellavuelcaelpaqueteencima

delacama.Esimposibleestarpreparadaparaloqueve.Hayochofigurassobreunatiradeterciopeloazul.Tanreales,tandelicadas,son

objetosdeunaperfeccióninalcanzableparaunserhumano.Nellasesientecomoungiganteycogeunacomosifueraapartirse.EnlapalmadelamanotieneaJohannes,conunmantoañiloscuroceñidoalosanchoshombrosyunamanoprietaenunpuño.Laotraestáabiertayenseñalapalmaenungestocordial.LlevaelpelomáslargodeloqueselohavistoNella,justopordebajodeloshombros.Tienelosojososcurosylassombrasdelrostrolohacenparecermásdébilqueenvida.Llevacolgadadelcintounapesadabolsademonedas,casitanlargacomolapierna,yestámásdelgado.Labolsadesequilibralaarticulacióndelascaderasyloinclinahaciaunlado.

ElpelodelamuñecadeNellasesaledeltocado,comodehechosuelesuceder.Laminiatura,quellevaunelegantevestidogris,lamirafijamente,conciertoairedesorpresa en el semblante congelado.Conunamanita sostiene una jaula vacía cuyapuertaabiertasebalancea.Nellaexperimentaunaextrañasensacióncorporal,comosileclavaranalfilerespordebajodelapiel.

En laotramano, lamuñecamuestraunanotadiminuta, escritaconmayúsculasnegrasmuyclaras:

LASCOSASPUEDENCAMBIAR.

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Incapazdeseguirmirandoesaversiónenminiaturadesímisma,NellasigueconCorneliay sequedamaravilladaante susojosazules,que la representanconciertoairedealegría.Tienelamanolevantadadelantedelacaray,almirarlamásdecerca,dalaimpresióndequesehallevadoundedoaloslabios.

ElsiguienteesOtto,cuyopeloestáhechodelanadeovejateñida.ParecemáságilqueJohannes,ytambiénestámásdelgadoquesuequivalentereal.Nellaletocalosbrazos;el sencillouniformedecriadonodejaadivinar losmúsculosbiendefinidosquehaydebajo.Lajovenapartalosdedoscomomovidaporsuresorte.

—¿Otto?—dice en voz alta, y se siente como una tonta cuando la figurita nocontesta.

AcontinuaciónestáMarin,conlosojosgrisesclavadosenunhorizonteinvisible.Setratasindudadeella:elsemblanteesbelto,labocasolemnequeretieneunaideaque luchaporestallar.La ropaes sombría,comocorresponde: terciopelonegro,unampliocuellodeencaje sencillo.Fascinada,Nellapasa lasyemaspor lasestrechasmuñecas,losdelgadosbrazos,laanchafrenteyelrígidocuello.EntoncesrecuerdaloquelecontóCorneliasobreelforrosecretoymullidodelasobriavestimentadesucuñadaymeteeldedodebajodelcanesú.Detectaunafinapieldemartacibelina.

«Dios santo, ¿qué pasa aquí?», se pregunta, puesto que la miniaturista nuncahabía llegado tan lejos. Una llavecita de oro, una cuna, dos perras: podríaargumentarsequesondetallesgratosdelavidadomésticadeuncomerciante,perolodeesasfiguras…esotracosa.¿CómosabelaartesanaloquellevaMarinpegadoalapiel,oquePeebosehaescapado?

«Teconsiderabasunacajacerradaconllavedentrodeotracajacerradaconllave—se dice Nella—, pero esa mujer te ve. Nos ve a todos». Toca con un dedotemblorosolafaldadeMarin(queparecehechaconlamejorlananegradelmercado)yactoseguidoescondeesamuñecaenunaesquinadelsalónenminiatura,detrásdeunasilla,dondenadielavea.

Llegaelturnodeunafiguritamasculina,algomásbajaqueladeJohannes,consombrerodealaanchayespada,yvestidacon la libreade laMiliciadeSanJorge.Tienelacaragrandey,pesealaescasaarticulacióndesuvoluminosocuerpo,quedaclaroquesetratadeFransMeermans.LasiguienteesAgnes,consucinturadeavispaysusanillos,hechosdediminutosfragmentosdevidriosdecolores.Susemblanteesmásestrechodeloquerecuerda,peroahíestánlosconocidosaljófares,quepunteandeblancolanegracintadelacabeza.Desucuellocuelgaungrancrucifijoyconunamanosostieneuncónicopandeazúcarquenosuperaenlongitudaunahormiga.

LaoctavayúltimafiguracaedelterciopeloyNellalanzaungrito.Lorecogedelsueloycompruebaque,enefecto,esJackPhilips,conelabrigode

cuero,lacamisablanca,lospuñosquesobresalenporelextremodelasmangasylaspiernasembutidasenunasbotasajustadas.Elpeloestádespeinadoylabocaesrojocereza.«¿Porquéquerrálaminiaturistarecordarmeaestemuchachogrotesco?—sepregunta—.¿Porquéhedetenerloenmicasa?».

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No recibe respuesta alguna de las figuras, de esas poderosas reducciones quesiguen mirándola. Hace un gran esfuerzo para observar con tranquilidad a lospersonajes postrados en su cinta de terciopelo, hechos con esmero y detalle. Loscolocaunoporunoenescondrijosdelacasitadelaparador.

«No puede haber maldad en ellos, ¿verdad?». Pone mucho empeño enconvencerse,perotodoestopareceirmásalládelonormal,tenerunsignificadoqueNellanoconsiguedescifrar.Esmásqueunasimpleimitación.

Quedaotrobulto,demenortamaño,envueltoentelanegra.Casinosevecapazdeabrirlo,peroel impulsoesdemasiado fuerte.Nadamásdesenvolverlo, leentrannáuseas.Tieneantesíunpájaroverdeenminiaturaquelamiraconunosojitosnegrose intensos, hecho conplumasdeverdad, robadas a otra criaturamenos afortunada.Lasdiminutasgarrassondealambre,estáncubiertasdeceraypuedenmanipularseparaqueelanimalseposeencualquierparte.

Nella piensa que sumundo se encoge, pero parecemás difícil demanejar quenunca.

Se vuelve repentinamente. ¿Está la miniaturista allí en su cuarto, escondidadebajodelacama?Seagachaparacomprobarlo,apartalascortinasdelaparedconungestodecididoparasorprenderladesprevenidae inclusomiradetrásde lasde lacasademuñecas.Tan sóloencuentraespaciosvacíosque seburlande sudeseodecreer.«EresNella,laqueestásiempreenlasnubes—sedice—,consusfantasíasysuimaginacióncalenturienta.SesuponíaqueibasadejaraesaniñaenAssendelft».

Alotroladodelaventana,lagentecaminajuntoalHerengracht.Hoylacalleestámuyconcurrida,yaqueelhielodificultalanavegaciónporelcanal.Lavendedoradearenquesdapatadasalsueloenlaesquinaparaentrarencalorylosseñorespaseanconsusmujeresysuscriados,todosbienabrigadosparaprotegersedelfríoglacial.Algunos levantan la vista ymiran aNella al pasar, rostros vueltos como copos denievehaciaelcieloinvernal.

Nellasefijaentoncesenelpuente.Undestellodeunamelenarubia,estásegura.Vuelveasentirunpicorenlapielydebilidadenlastripas.¿Seráella?HaymuchospaseantesquecruzanelHerengrachtporesepuente.Nellaasomapartedelcuerpoporlaventana.Síqueesella:esamelenaresplandeciente,escondidaentreunamultituddesiluetasmásoscurasqueavanzandeprisaparaescapardelfrío.

—¡Espere!—gritaNelladesdelaventana—.¿Porquémehaceesto?Enlacalle,alguienseríe.—¿Es una lunática? —pregunta una mujer, y Nella siente el escozor de ese

escrutinioinjustoyterrible.Lacabellerarubiahadesaparecido.Lasdospreguntasquedanflotandoenelaire

sinrespuesta.

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Escritoenelagua

Nella baja a toda prisa por la escalera principal con el nuevoPeebo en miniaturametidoenelfondodelbolsillo.Calzadatodavíaconloszuecosdeestarporcasa,sedirigealapuertadelacalle,perosedetieneensecoaloírlasvocesintensasdeMarinyJohannesenelcomedor.Vacila,sinsabersisalirtraslaminiaturistaoescucharladiscusiónentreloshermanos.

—Dijiste que irías, Johannes, y debes ir.—Marinhabla envozbaja y conunacrudeza inusual—. He pedido que traigan una barcaza para llevarte al puerto.Corneliatehapreparadounbaúl.

—¿Qué? Me iré dentro de un par de semanas —responde él—. Hay muchotiempo.

—¡Estamos en noviembre, Johannes! Piensa en todos los pasteles y todas lasfiestasquevananecesitarazúcarenestasfechas.Sivasendiciembreserádemasiadotarde,apartedequelahumedaddelalmacénnobeneficiaráenabsolutoalazúcar…

—¿Yquéhayde la humedaddemis huesos si vandebarco enbarco con estetiempo?No tienesni ideade lomonótonoque esuntarmanos, de lo agotadorqueresulta hablar en italiano, comer con cardenales que no tienen otro tema deconversaciónqueeltamañodesuspalaciosenlaToscana.

—Tienes razón, y yo no. Pero, dado todo lo sucedido, sería prudente que… tealejaras.

—¿«Prudente»? ¿Por qué? —La voz de Johannes se anima con un tono deprovocación—.¿Quéestástramandoparacuandomevaya?

—Notramonada,Johannes.Mevendrábienrecapacitar.YaPetronellatambién.—Estoycansado,Marin.Tengocasicuarentaaños.—Elquedecidióvenderloenelextranjerofuistetú.Y,sitemolestarasenvisitar

ellechodetumujer,dentrodequinceodieciséisañospodríastraspasárselotodoatuhijo.Cuandoseasunviejochochopodráspasartelavidaenunataberna,metraerásincuidado.

—¿Quéhasdicho?¿Amihijo?Nella prácticamente nota el sabor del silencio que sigue. Cae sobre los tres,

JohannesyMarinenelcomedoryellafuera,comounmantodenievetandensoquesiunhombretropezaraenélpodríadesaparecer.Pegalamejillaalamaderayespera.Esoquehaoídoenlavozdesumarido…¿eraunanhelo?¿Oestansólolasorpresa?¿HastaquépuntoteníarazónAgnes,aquellanocheenelgremiodeplateros?«Nohaynada garantizado», habían sido, según ella, las palabras de Johannes sobre ladescendencia.«Silascosaspuedencambiar—piensaNella,acariciandoelpájaroenminiaturaquellevaenelbolsillo—,alomejorlagentetambién».

—Marin—suspiraJohannes,ysacadesuensimismamientoaNella,fundiendolanieve que la envolvía—. Pretendes que llevemos unas vidas perfectas, trazadas enmapasquenoconducenaningunaparte.Dentrodequinceañosseguramenteestaré

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muerto.—Ay,veonuestrosdestinosconclaridad,hermano.Esoesloquemehacesufrir.—Simevoy,tengoquellevarmeaOtto.—Lonecesitamosaquí—respondeMarin—.¿Tresmujeressolassinunhombre

quecarguelaleña?Prontovendránlasheladas.—¿Quieres dirigirmi negocio y no puedes levantar un tronco?En ese caso—

añadeJohannes,cuandoMarinnoreplica—,sólopuedollevarmeaotroayudante.—Niseteocurra…Nellairrumpeenlahabitación.Eslaprimeravezqueveasumaridodesdeaquel

día en su despacho. Un fugaz gesto de dolor se asoma al semblante de Johannesmientrasselevantadelasilla.Arrastralospiesconunandardesgarbado.

—Nella,¿noestarías…?—¿Quées eso?—lo interrumpe sumujer, señalandoelplano sobreelqueestá

inclinadaMarin.—ElplanodeVeneciadeDe’Barbari—diceésta,yreparaenlospétalosdelas

vincapervincasrecogidasdetrásdelaorejadeNella.—¿Hastenidosuerteconelperiquito?—preguntasumarido.Nellahundelamanoenelbolsillo.—No.—Ah.—Johannessedetiene,serascaelmentónconairepensativoylaobserva.

Luegomiradereojoasuhermana—.HedecididoquetengoqueiraVenecia,paramantenerconversacionesrelativasalazúcardeAgnes.

—¿AVenecia?—repiteNella—.Entonces,¿nopasaráslaNavidadaquí?—Nopuedogarantizarlo.—Ah.Nella se sorprende al oír el levedejo de desilusión en su propia voz.Marin se

quedamirándola.—Noshaparecidoqueseríalomejor—añadeJohannes.—¿Paraquién?—Paraelazúcar.—Paratodos—remataMarin.

~

Talcomopretendíasuhermana,JohannessubealabarcazadelaVOCdelantedesucasaparaquelollevealpuerto,dondevaaembarcar.Desdeelumbral,Nellatiritacuandosumaridolevantaunamanoreticenteparadespedirse.Ellarepiteelgesto,selimitaadespedirloconlamanoalzadaenelairefrío,sinagitarlasiquiera.

—Tehaspuestolasfloresenelpelo—diceél.

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—Sí.—Sefijaensupielbronceada,enlasarrugasmásclarasjuntoalosojos,enlaincipientebarbaplateada—.Comoreparación.

Anteesaspalabras,Johannesparecequedarsesinhablay,enesebrevemomentocompartidoentrelosdos,Nellatienelaimpresióndehaberganadoestatura,comosituvieraporfinsudignidadalalcancedelamano.

Rezekisaletrotandodelacasayladradedisgustoporvermarcharasudueño.—¿Llevaslospanesdeazúcardemuestra?—Basta con mi palabra, Marin —responde él con la voz debilitada por la

emoción.«¿Quién es este hombre al que tanto conmueve mi despedida?», se pregunta

Nella.—¿Porquénotelallevas?—diceMarin.—Memolestaría—contestaJohannes—.Cuídalabien.Nellaesperaqueesténhablandodelaperra.Marinsemuestratandistanteconsu

hermano que cuesta descubrir sus intenciones. «Se marcha, ¿no? ¿No es lo quepretendía?Talvez laminiaturistameenvíeprontoalgoquemeayudeadescifraraestaextrañamujer»,sediceNella,yaquelafiguritadesucuñadanoofreceningunapista.«Estanoche—decide—.Estanocheiréalacasadelsignodelsol».

Marin entra despacio, como si el frío le hubiera agarrotado las articulaciones.Corneliaobservaconatenciónel avance titubeantede su señora.ConOttoal lado,Nellasiguependientedelafiguradesumarido,quevaempequeñeciéndoseamedidaquelabarcazaavanzaporlaCurvadeOro.

—¿TúnoqueríasiraVenecia?—pregunta.—Yaheestado, señora.—Él tambiénmira la estelaenel agua—.Converuna

vezelPalacioDucalyabasta.—Amímegustaríaverlo.Podríahabermellevadoconél—respondeNella,yse

dacuentadequeCorneliayOttocruzanunadesusmiradas.Cuandoyavanaentrarencasa, los tresreparanenlapresenciadeJackPhilips

canal arriba.ANella se le revuelve el estómago. El inglés lleva lasmanos en losbolsillos y el pelo más despeinado que nunca, y mira con el ceño fruncido laembarcacióndeJohannesenladistancia.OttoayudaaNellaasubirlosescalonesylamuchachasehundealsentirsucontacto,dejaquelaguíeyoyeunruidosordoasuespaldacuandoCorneliacierralapuerta.

~

Enelexteriorhacaídolanocheinvernal.Elcieloesunríoprofundodeañilenelquebrillandesperdigadaslasestrellas,comolucecillasllevadasporlacorriente.NellasehasentadojuntoalaventanadesucuartoconlaminiaturadePeeboenelregazo.

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Hace tiempo que Jack ha abandonado su puesto. ¿Dónde estará ahora Johannes?¿Subiráaunadeesasgóndolas?¿RegresaráalPalacioDucal?«Porsupuestoquesí»,concluye Nella. Él es así. Se dirige a la casa de muñecas y coloca a Peebo condelicadezaencimadeunadelasbutacasdeterciopelo.«Lascosaspuedencambiar».Trata de no pensar en el periquito de verdad, suelto en una noche así, presa dehalconesybúhos.¿Esposiblequelaminiaturistalotengaabuenrecaudo?Pero¿dedóndemáspuedenhabersalidoesasplumitasrecortadas?Laideadequeesamujerselashayaarrancadoylehayahechodañoesinsufrible.

Ha llegadoelmomentodedescubrirlo. «Aestahoraharámuchísimo frío en laKalverstraat—piensa,mientrassecubreconelmantodeviaje—.Yasabercuántoratomecostaráconvenceralaminiaturistaparaquesalga».

Nella cuelga la llavecita de oro que le mandó la desconocida del cuello de lamuñecaquelarepresenta,yluegolaarropaconcuidadoensupropiacama.

—Notengomiedo—diceenvozalta.Alvolverse, captaunbrevedestello en ladiminutaclavículade lamuñeca.No

obstante,nopuedequitarsedelacabezalaideadequesóloesegestoqueacabadedepararasuminiaturagarantizasuregresosanaysalva.

Nunca ha salido a la calle de noche. En Assendelft sólo habría servido paratoparse con un zorro errante a punto demeterse en un gallinero. Sospecha que enÁmsterdamloszorrosadoptanformasmuydistintas.

Abrelapuertasinhacerruidoyaspiraunamaravillosafraganciadeespliegoquese difumina a medida que el vapor humedece el aire. El resto de la casa está ensilencio, únicamente le llega un chapoteo procedente del extremo del pasillo. Alparecer,Marin,queescondesussecretoscomoarmas,quellevavestidosforradosdemartacibelina,perocomearenquespasados,estádándoseunbañoenplenanoche.

Unbaño es un lujo a cualquier hora del día, pero semejante caprichonocturnodespierta la curiosidad deNella. Incapaz de reprimirse, avanza de puntillas por elpasilloyacercaelojoalacerradura.

Marin está de espaldas y le impide ver la tina, que ocupa la mayor parte delespaciolibrequequedabaensuminúsculocuarto.¿Quiénlahabrállevadohastaallíy la habrá llenado de agua caliente hasta el borde?No habrá sido ellamisma. Sucuñadanoes tanesbeltacomocreía:deespaldas, losmuslosy lasnalgasmuestranunaredondezquenormalmentequedaocultadebajodelafalda.LaropadeMarinesloprimeroqueseve,loqueanunciaalmundoquiénquiereser.

En cambio, desnuda es otra criatura, depiel pálida, debrazosypiernas largos.Cuandoseinclinaparaprobarlatemperaturadelagua,Nellacompruebaquenotienelos pechos pequeños. Está claro que se los comprime con corsés implacables. Sonmáscarnososymásredondosdeloesperado,comosipertenecieranaotrapersona.ANellaleprovocaunaextrañainquietudqueelcuerpodeMarinseaasí.

Marinmete una pierna en la tina de cobre y luego la otra, y va descendiendolentamente,comosiledoliera.Echalacabezaatrás,cierralosojos,elagualacubre.

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Permanecevariossegundossumergidayalparecergolpeauncostadodelatinaconlapiernaantesdesalirpararespirar.Loscapullosdeespliegosecosedeslizanporlasuperficieyliberansuaroma,yMarinsefrotalapielhastaqueseleponerosada.

Los mechones mojados se le pegan al cuello y le dan un aire juvenil, de unavulnerabilidad insoportable. Ante sí, en el estante, junto a todos los libros y loscráneosdeanimales,Nelladescubreuncuencopequeñoconnuecesconfitadasquerelucencomojoyasalaluzdelasvelas.NorecuerdaniunasolaocasiónenlaqueMarin haya comido en público un buñuelo, un gofre o un bollo, nada, con laexcepcióndel azúcardeAgnes,que tanto le costó tragar. ¿Lashabráhurtadode lacocina? ¿Se habrá confabulado Cornelia para satisfacer el secreto apetito de suseñora?

«Esmuypropiodeti,Marin—piensa—,escondernuecesconfitadasentucuartoycriticarmeporquemegustenlosmazapanes».Elazúcarylosarenques:loquecomeMarindefinealaperfecciónsusexasperantescontradicciones.

—¿Quéhashecho?—laoyepreguntar,derepente,alaire—.¿Sepuedesaberquéhashecho?

Da la sensaciónde queMarin espera algo con la vista fija en la nada, pero noobtienerespuesta.Nellanoseparaelojodelacerradura,aunquelaaterralaideadequeelsusurrodelosplieguesdelmantodeviajepuedadelatarla.Alcabodeunrato,Marinsaledelatinaconciertadificultad,ysesecalaspiernasylosbrazospocoapoco. Para ser alguien que come como un pajarito, que afirma ante el mundorenunciaralosplaceresdelosdulces,parecebienalimentada.Sevisteconunaanchacombinacióndelinoysesientaenlacama,alaizquierdadelatina,pararepasarloslomosdesuslibros.

Nellaesincapazdeapartarlosojos.Hanquedadoatráslasfaldasperfectasdesucuñada, sus petillos negros, losmedios halos blancos de las cintas que lleva en lacabeza.AhoraNellasabequéhaydebajodetodoeso;hacontempladolapiel.Marinextiendeunbrazoysacaunpapeldeunodeloslibros.Eslacartadeamor,nocabeduda,peroderepentelahacepedazoshastaquenoquedapapel,sinotansólounospétalos blancos que deja caer sobre la superficie del agua. Entonces oculta la caraentrelasmanosyseechaallorar.

«Al verla así debería sentirme poderosa—cavila Nella cuando los gemidos lelleganconfuerzaalosoídos—,peroinclusoenestemomentomeresultaesquiva».Comosuconcepcióndelamor,Marinsecrececonlapersecución;atrapadaasíesaúnmás inalcanzable. «¿Qué se sentiría—sepregunta lamuchacha—al contar con suconfianza,alcompartiresedoloryayudarlaasofocarlo?».

Entristecidadeimproviso,Nellaseretira.Jamásllegaráesedía.Laintimidadaldesnudo de ese momento recorre su cuerpo y apaga el deseo de enfrentarse alexterior,alfríoyalaoscuridad.Loquequiereesdormir.«Mañana»,sedice.Porelmomento,vaasacardelacamaasuversiónreducida,engalanadaconlallavedeoro,paravolveracolocarlaenlacasademuñecas.

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Se abriga bien con elmanto y se encamina a su cuarto, y en esemomento semueveunasombraen loaltode laescalera.Elextremodeunpie,un talónqueselevantaydesapareceenlaoscuridad.

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Elmuchachodelhielo

UncadáverhaascendidohastalasuperficiedelHerengracht,unhombresinbrazosnipiernas, tansólountroncounidoaunacabeza.Varios individuosasestangolpesdepicoalhieloparasacarloantelaatentamiradadeMarin,queseescondedetrásdelapuertadelacalle.Durantetodoelaño,elcanalseutilizacomovertederoy,cuandosesolidifica con el frío, emergen actos del pasado, sometidos al escrutinio de toda laciudad.Arrancaya lasegundasemanadeausenciadeJohannesy,amedidaqueseendurece el hielo, aparecen elementosmás prosaicos:muebles rotos, orinales, diezgatos en un círculo estrecho y lastimoso. Nella los ve y se imagina calentándoloshasta que resuciten y recuerden la tortura que han sufrido como un simple sueño.Cuando las autoridades se llevan el cadáver mutilado, Marin predice que eseasesinatoquedarásinresolver.

—Esascosassehicieronenlaoscuridadparaquedarseenlaoscuridad—afirma.Nella casi vuelve a oler el espliego de la tina de su cuñada. Marin parece

distraída,miraporlasventanasyvagaporlashabitaciones.A solas en su cuarto, envuelta en dos chales,Nella sostiene la figurita de Jack

Philips.AlnoestarJohannesleresultamásfácil.Jacktieneuncuerpoelásticoyelabrigodecuerosehaconfeccionadoconmaestría.Letiraligeramentedelpeloyseplantea si, allí donde esté, el inglés siente el dolor en el cráneo. Parece posible.«Esperoquesí»,piensa,ylainvadealinstanteunasensacióndepoder,unansiadedestrucción.Aunquelaemociónpersiste,Nellaofreceresistenciaydevuelvelafiguraalpisosuperiordelacasademuñecas,dondesequedainclinadahaciaunlado.

Fuera,unoscuantosgolfillosdecididospatinanenelcanal;suscuerposligerosnosonningunaamenazaparalarecientecortezadehielo.NellaseacuerdadeCarel,decómosedeslizabayresbalaba,dandoalaridosdealegría.Abrelapuertaprincipalylosoyellamarseunosaotros:«¡Christoffel!»,«¡Daniel!»,«¡Pieter!».Salealacalleybuscainstintivamenteenelcieloelañoradodestelloverde,peronolove.

Uno de los patinadores es el muchacho ciego, el que robó un arenque a lapescadera el día de la llegada de Nella. Los demás lo llaman «Bert». Parecedesnutrido,peroalmenos sediríaque saboreael alivio temporalque leofreceesadiversión,esaactividadfísicaconsusamigos.Nellaseasombraalverlopatinartandeprisa como los demás, con un brazo extendido, listo para la caída. El sueloresbaladizo pone a todo el mundo en el mismo lugar. El muchacho se alejadeslizándoseporelinterminablerayoheladodeluz.

Cada vez queNella tiene previsto ir a laKalverstraat,Marin le encuentra unaocupación.Nohahabidomáspaquetesdespuésdeaquelde lasochopersonasyelPeebo en miniatura, de modo que empieza a impacientarse. Johannes lleva dossemanasfueracuandollegadiciembre,ylajovenanunciaquedebeirporlosregalos

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navideñosdesufamilia.SaledecomprasporlascallesdeÁmsterdamyescogeunafusta milanesa para Carel y un jarrón de porcelana para tulipanes para su madre,objetosdignosde lamujerdeuncomerciantedeéxito.Mientrasrecorre lacalledelosbollosconCornelia,enbuscadelmejorpandejengibreparasuhermana,sedalavuelta constantemente con la esperanza de ver unamelenamuy rubia y unos ojosfríosycuriosos.Casianhelaquelaespíen:almenossesentiríaviva.

QuiereiralaKalverstraat,peroCorneliaselasingeniaparaacabarenlatiendadeArnoudMaakvrede,argumentandoqueArabellasemerecelomejordelaspasteleríasdeÁmsterdam.

—Hanprohibidoelpandejengibre—anunciaHanna,abatida—.Ocomomínimolasfigurasconformahumana.Arnoudcasiechabaespumaporlabocadelofuriosoquesepuso.Tuvimosquedesmigajarfamiliasenterasyvenderlascomorestos.

—¿Cómo?¿Porqué?—Los burgomaestres—responde, como si eso lo explicara todo, yCornelia se

estremece.Arnoud confirma que, en efecto, están prohibidas las figuritas de hombres y

mujeres, de niños y niñas, lo mismo que los puestos que vendían muñecas en elVijzeldam.Elmotivotienealgoqueverconloscatólicos,asegura.Losfalsosídolos,laimportanciadeloinvisibleporencimadelotangible.

—Lostíteressoncosasmuycuriosas—opinaCornelia.—NoporesotienerazónlaIglesia—replicaArnoud—.Piensaenloquecostará.—Habráquehacerfiguritasenformadeperro—apuntaHanna,nuncacarentede

iniciativas.

Enlugardelpandejengibre,NellacompraparaArabellaunlibrodegrabadosdeinsectos. Sospecha que preferiría los excelentes dulces de Arnoud, pero quizá levendrámejorunlibro,paraaprenderalgo.«Enagostonohabríaspensadounacosaasí»,sedice.Sesientecambiada,comosialguienladominarayellahubieramordidoelanzuelo.

Unavezencasa,Marinexaminalafusta.—¿Cuántohacostadoesto?Noesmásqueunniño.—Piensa en lo que hizo Johannes con mi casa de muñecas —señala Nella,

aturdidaporlascomprasquehahecho,conlasensacióndeserricaypoderosa—.Melimitoaseguirsuejemplo.

EnlatercerasemanadeausenciadeJohannescuelgancarámbanosdelosmarcosdetodaslaspuertas,detodaslasventanas,inclusodelastelarañasdeljardín,comodiminutasagujasdecristal.Loscuatrohabitantesdelacasaselevantanconfríoyseacuestantiritando.Nellaañoralaprimavera,lasflores,elolordelatierraremovida,

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los animales recién nacidos, el olor intenso y acre de la lana. Espera detrás de lapuertaaque lleguealgode laminiaturista,peroesenvano.Undía,al recordar lashistoriasdeHannasobrelosburgomaestres,alpensarenlaprohibicióndelostíteresnavideños,laasaltaladudadesiladesconocidavolveráamandarlealgo.

RegresaasucuartoyseencuentraaMarinconlasmanosenelaparador.Verlaallísuponeunaconmoción.Seabalanzasobreellaytratadecerrarlascortinas.

—¡Nohaspedidopermisoparaentrar!—No,escierto.Noesmuyagradable,¿verdad?—Marintienealgoenlamanoy

parecealterada—.Petronella,¿hashabladodenosotrosconalguien?«Diosmío,porfavor,quenohayaencontradosumuñeca»,pideNellaensilencio.

MarinabreelpuñoyapareceJackPhilips,tanapuestocomoeloriginal.—¿Quépretendeshacernos?—Marin…—Puedoentender laatracciónrelativade losmueblesy lasperras,pero…¿una

figuritadeJackPhilips?NellasequedaboquiabiertacuandoMarinabrelaventanaprecipitadamenteytira

aJackalacalle.Correhastaelalféizarparapresenciarsuagitadodescensoyloveaterrizarenmitaddelcanalhelado,inerteydesamparadoenesamasadeblanco.Seestremecedemiedodelacabezaalospies.

—Nodeberíashaberhechoeso,Marin—advierte—.Telodigoenserio.—Nojueguesconfuego,Petronella.«Lomismopodríadecirteyo»,piensaNella,mirandocondesconsuelolafigurita

desechada.—¡La casa demuñecas esmía, no tuya!—grita cuando su cuñadaya cierra la

puertadeldormitorio.

Jacksequedaalaintemperie,enelhielo.NellatratadeengatusaraRezekiparaque vaya a buscarlo, pero la perra gruñe al verlo, entre resbalones, con el peloerizado.Legustaríabajarenpersonaalcanalhelado;sinembargo,pesamásqueBertylosdemásgolfillos,queyanoandanporallí,conloquetampocopuedepedírseloaellos.Seimaginaqueelhieloserompebajosuspiesyseahoga,ytodoparasalvarunafiguritaquesesienteobligadaaproteger,aunquenosabeporqué.LeparecequemanteneraJackenelaparador,dondepuedavigilarlo,esevitarunpeligro.Entraencasaaregañadientes,maldiciendomentalmenteasucuñada.

Porlanoche,sucumbeaunsueñoagitadoenelqueflotanlaspalabrasdelacartadeamorhechatrizasporMarin.LasdiceJackysuacentoingléschocacontraellascomoun esquife en unmar picado.Es comoponerse al sol, como entrar en calor.«Por detrás y por delante, te quiero.Mil horas». Jack corre por los pasillos de lacabezadeNella,mojadoporelhielo,conunodeloscráneosanimalesdeMarinsobrelacabezadespeinada.Sedespiertasobresaltadayelsueñoleparecetanrealqueestá

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convencidadequeeljovenseencuentraenunrincóndelcuarto.Aldía siguienteesSanNicolás,6dediciembre.Alabrir lascortinasybajar la

vista,aNellaseleatascaelaireenlagarganta.LafiguradeJackestásentadaenelsuelo,apoyadaenelmarcodelapuerta,expuestaaunaluzglacial.

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Larebelde

CuandoNella se asomapara recoger la figura helada del escalón superior, la callesigue desierta. El hielo desprende volutas de bruma, como si soltara remolinos dealiento.

—¿Dóndesehametidotodoelmundo?—preguntaduranteeldesayuno,conJackescondidoenelbolsillo.

Concentrada en la tareadedesmigar condelicadezaun arenque,Marinnodicenada.

—Losburgomaestreshanvueltoasalirseconlasuya—aseguraconpesarOtto.ElcriadoacercaaNellauna tablacargadadeherenbrood yungruesodiscode

gouda bien amarillo. Su hastío ante la burocracia del Estado parece casi ferviente,casicomoeldeJohannes.

Marinabandonaelarenqueyremueveuncuencodecompota,conlasyemasdelosdedosazuladasentornoalacucharilla.Ledavueltasymásvueltassinapartarlavistadelarefulgentemaceracióndeciruelas.

—Se ha anunciado públicamente la prohibición demuñecos y títeres—señala.NellanotalafiguritaheladadeJackcontralapierna.Lapiezacausantedelconflictohaformadouncírculohúmedoyoscuroenlalana—.Papismo.Idolatría.Unintentonefastodeaprehenderelalmahumana.

—Cualquieradiríaquetedanmiedo—respondeNella—,quecasicreesquevanacobrarvida.

—Bueno,nuncasepuedeestarseguro—apuntaCornelia,que,comolasotrasdosmujeres,vaenvueltaenvariascapasderopa,ensucasochalesdeHaarlemconlosquesearropabien.

—Quéridiculez—espetaMarin.Nellaseimaginagranitosdeazúcaracumuladoscomolanieveenlascomisuras

delossolemneslabiosdesucuñadaenplenollantoduranteotrobaño.Alenvolverseen sus pieles camufladas, al devorar su reserva secreta de nueces confitadas, alproteger a su hermano impío, Marin vive entre dos mundos. ¿Ese eterno decoropúblicosurgerealmentedelmiedoaDiosodelmiedoasímisma?¿Quélateenesecorazónprotegidocontantocelo?

Unaireheladosilbaporlasgrietasdelasparedesdelcomedor.Hacemásfríoenlacasa,desdeluego,comosielairedelanochesehubieracoladoparaquedarse.

—Las chimeneas están encendidas—diceNella—,pero ni se nota. ¿Oshabéisfijado?

—Esporquelasreservasdemaderasehanreducido—explicaOtto.—Experimentaralgodefríononosvendrámal—respondeMarin.—Pero¿laexperienciasiemprehadesersufrimiento?—preguntaNella.TodossevuelvenhaciaMarin.—Enelsufrimientoencontramosnuestroverdaderoyo—dice.

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NellasigueaCorneliahastalacocinadetrabajo,dondehacemáscalor, todavíaconJackenelbolsillo.Lacriadacogeeltarrodelacompotadeciruelaconmuchoestruendoyblandeunrodilloparaatacarlamasadeunpastel.Ottollegatrasellasysaca un trapo para abrillantar un batallón de botas de primavera de Johannesdispuestasenfilajuntoalapuerta.

—Otto,¿porquénoafanasunpocodeturbadeldesván?Laseñoranoseenterará.—Elantiguoesclavoasiente,distraído—.AMarinleencantansusprivaciones,peroen esta ciudad nos gustan las comilonas. A puerta cerrada, me apuesto todas lascacerolas que tengo a que las señoras se echanhombrecillos de pande jengibre alestómago,diganloquediganlosburgomaestres.

—Ylosmaridoshincaneldientealasefigiesdesusmujeres—agregaNella.Es un comentario de mal gusto y queda sin digerir, en el aire. Es una

conversaciónsobrematrimonios,sobrehombrescomestiblesquecabenenlapalmade la mano. Prohibido hincarles el diente. Nella se ruboriza, avergonzada. Paradistraerse, se imagina escenasmás alegres en otras casas, celebraciones de puertasadentro,viviendasdecoradasconguirnaldasdepapelyramasdeabeto,bollosreciénsalidosdelhorno,risasycopasdekandeelabasedevinoycanela.EsosucedehoyportodalaciudadporqueesSinterklaas,lafiestadeSanNicolás,patróndelosniñosy losmarineros, celebrado con un carnaval que encubre cierto desafío.Ese día lespertenece.Lomismoquelagula,lomismoquelaculpa.

Resulta difícil imaginarse ahora a los Reyes Magos en el desierto abrasador,yendoaadoraraJesús,queestáapuntodenacer.ANellalegustaríaabrirlaspuertasy las ventanas para que entrase el espíritu de la revelación. Una ventana abiertapodríaservirparaabrirtambiénlamente.

—QuedapocoparalaNavidad.Y,luego,laEpifanía—diceCorneliaconciertoéxtasisprivadoenlavoz.

—¿QuétienedeespeciallaEpifanía?—ElseñornosdapermisoaTootyamíparaquenosvistamoscomoseñoresy

nossentemosasumesa.Nonostocahacernadaentodoeldía.Bueno—añade—,síquetengoqueprepararlacomida.LaseñoraMarinnodejaquelascosasvayantanlejos.

—No,pordescontado.—Ytambiénpreparounroscóndereyes,conunamonedaescondidaenlamasa

—diceCornelia—.Elquelamuerdaesreyduranteundía.Ottoseríe,elsonidotieneunfondoamargoyhacequeNellasedélavuelta.No

parecesalirdeél.Cuandolomira,éldesvíalamirada.—Tehantraídoesto—anunciaMarin,queacabadebajarlaescaleradelacocina.Nellasehaceilusionesdequelaminiaturistahayamandadoalgonuevo,perola

letra del sobre la sume en la melancolía antes incluso de abrirlo. Es la escritura

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ensortijadadelaseñoraOortman,queinvitaasuhijayasuyernoapasarpartedelasfiestasconellaenAssendelft.

«Carelteechademenos».LaselipsesylasrectassonundolorosorecordatoriodeunavidaqueparaNellahadejadodeexistir.

—¿Piensasir?—diceMarin.El tono de súplica de la pregunta la sorprende. Algo ha cambiado en Marin

durante las últimas tres semanas y entre sus arrebatos demal humormuestra unanuevavulnerabilidad.«Parecequedeverdadquierequemequede—sediceNella—.Además, ¿de veras puedo soportar el regreso, con el vientre plano ceñido por unvestido de seda deBengala, sin una criatura en ciernes de la que alardear, con unmatrimonioqueesunavictoriahueca?Johannespodríainterpretarelpapeldemaridoamorososinmuchoesfuerzo.Cuandohacefalta,seespabilamásquenadie.Peroyomehundiríanadamásverlacaradeilusióndemimadre».

—No—responde—. Creo que es mejor que me quede aquí. Les mandaré losregalosqueleshecomprado.Yairemoselañoqueviene.

—Locelebraremosaquí,anuestromodo—prometeMarin.—¿Nohabráarenques?—Niuno.Losdoscompromisosrevoloteanentreambasmujerescomounpardepolillase

impregnanelairedeunanuevaenergía.

NellavuelveacolocaraJackenlacasademuñecas,aunquenoestáconvencidadel todo.Todavía le parecemejor tenerlo donde pueda vigilarlo, pero su presenciasiguesiendodesconcertante.

Por la tarde, unosmúsicos clandestinos se arriesgan a tocar una canción en lacallecon laesperanzadeganarunasmonedas,yNellaseasomaaunaventanadelvestíbuloparaescucharsucantoacallantado.OttoyCorneliaandanporallí,mediomuertosdeganasdeveralosmúsicosydemiedoporloquepodríadecirMarin.

—¿YsisepresentalaMiliciadeSanJorge?—diceCornelia—.Tendríaqueverquéespadas.Patrullanparamantenerelorden,peropodríahabersangre.

—¿Aplastaríanlosviolines?Quevengan—replicaNella,irónica.—Hablaustedcomoelseñor.—Lacriadaríe.Marinrecomiendaasucuñadacerrarlaventanaycorrerlascortinas.—La gente va a verte asomada como una fregona… o algo peor—dice entre

dientesmientrasCorneliaseescabulle.Marinvadeun ladoaotropor lapenumbradelvestíbulo,aespaldasdeNella,

peroéstasigueescuchandoalosmúsicosyOttotambién,algoapartado.La flauta dulce acelera su tonadilla y el tambor marca un ritmo insistente y

turbador en la tensa piel de cerdo que late al ritmo del corazón de Nella. Otto lerecomendóensudíanodarunapatadaaunacolmena,peroellanovaadejardeser,

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enparte,unamuchachadepueblo.PiensaenJack,allí,ensucuarto;entodosellos,encerrados en sus habitaciones diminutas a la espera de que suceda algo. «No—decide—.Nomedamiedonadaquepuedapicarme».

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Elzorrofebril

Alamañanasiguiente,animadaporsurebeliónmusicalyladecisióndequedarseenÁmsterdamenNavidad,NelladecidedirigirsealaKalverstraatconlacartamáslargaquehaescritohastaelmomentoalaminiaturista.

Apreciada señora (sé que es una mujer, tiene vecinos dispuestos ahablar):

Le agradezco los ocho muñecos y la miniatura de mi periquito. Estoysegura de haberla visto en el puente del Herengracht, observando midesesperación en elmomento enquemedi cuentadequehabíaperdido elúltimovínculoconmiinfancia.¿Lareaparicióndemipajarilloesunaofertadeconsueloounaenérgicalección?

¿Sabeloquehahechosurecadero,eldolorquehaprovocado?Supongoquehasidoustedlaquehadevueltoesafigurilla,laquelahadejadoenlapuertadecasa.Nosésiporqueestáorgullosadesu trabajodeartesaníaoparaacosarme.Lamentoquesuadmirablecreaciónacabaraenelhielo,perosusintencionessiguensiendounmisterioyhayquienpierdelosnervios.

Me cuentan que los burgomaestres han intentado prohibir las imágeneshumanas de todo tipo. No sé si temerá usted su ira, con los mundos quefabrica, con esos ídolosminúsculos que se hanmetido sigilosamente enmicabezaytienenintencióndequedarse.Hacetiempoquenomeenvíanaday,sibienesciertoquemeinquietaloquepuedallegar,migranpreocupaciónesquedejedemandarmepaquetesporcompleto.

Supongoqueaúntengolaposibilidaddeencargarlealgúnobjeto,¿noesasí?Enesecaso,leruegoquemehagauntablerodeverkeerspel,mijuegodeestrategia y azar preferido. No voy a volver a la casa de mi infancia enNavidad y echo de menos esa clase de entretenimientos en mi vida.Consuéleme,entonces,conunaversiónenminiatura.

Un día, usted y yo nos conoceremos. Insisto. Estoy convencida de quesucederá. Tengo la impresión de que me guía como una estrella brillante,pero conmi esperanza convive elmiedo de que su luz no sea benigna.Nodescansaréhastasabermásdeusted,pero,mientrastanto,lacomunicaciónpor escrito debe ocupar el lugar de una mejor comprensión. Adjunto otropagaré por quinientos florines.Espero que con este aceite se lubriquen lastestarudasbisagrasdelapuertadesucasa.

Contodomiagradecimientoyanhelo,Firmalacarta:PetronellaBrandt

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Mira por la ventana para admirar la blanca extensión de hielo. La ciudad estápreciosaconesemantodeescarcha,elairefino,losladrillosmásrojosylosmarcospintadosdelasventanascomoojosinmaculados.SellevaunasorpresaalveraOttoandaratodaprisaporlacalle,juntoalcanal.Picadaporlacuriosidad,sinperderniunsegundoendesayunaroenponerseunabrigo,seguardalacartaenunbolsilloysaledecasasinquenadielavea,decididaaseguirloatodaprisa.

ElcriadocruzalaplazaDam,pasaantelaimponentenuevasededelaStadhuis,dondetienesupuestoFransMeermans,quepodríaestarallítrabajandoeneseprecisoinstante. «Vende el azúcar de su mujer, Johannes», piensa Nella, y le envía unmensajemudomientraspisaatodavelocidadlaarenaquehanesparcidoencimadelosadoquinesparaqueresultemásfácilandar.RecuerdaunavezmásaMarinenlatina, preguntando al aire: «¿Qué has hecho?». Sería mejor que los Meermans notuvierannadaqueverconellos.

TraslaocultacióndelDíadeSanNicolás,parecequelagentedeÁmsterdamhadecididodisfrutaralmáximodelaciudad.Hacesol,lascampanasdelaIglesiaViejaresuenan por los tejados resplandecientes y su canto es extraordinario. CuatrocampanasagudasrepicanparaanunciarelpróximonacimientodeJesús,yotramásgrave(lavozdeDios,sinceraypersistente)retumbabajosuclamor.Ennombredelaobedienciacomunal,pareceserqueciertamúsicasípuedetocarsebienfuerte.

Eloloracarnecocinadaimpregnaelaire,yOttopasajuntoaunpuestodevinoconespeciasmontado,sinelmenorreparo,frentealaentradaprincipaldelaiglesia.El pastor Pellicorne trata de ahuyentar a los vinateros mientras los ciudadanoscontemplanconanheloelcaballeteabombadoporelpesodelasvasijasrepletasdevino.

—Éseesmásestrechoqueelculodeunlechón—musitaunindividuo—.Lohaorganizadoelgremio,losburgomaestreshandadopermiso.

—Diosantesquelosgremios,amigomío—respondesuacompañante,poniendounavozaltiva.

—EsoesloquePellicornequierequepensemos.—Alegraesacara,mira—diceelotro,mostrandodosbotellitasdeunlíquidorojo

y humeante que esconde debajo del gabán—. Hasta le he metido un trocito denaranja.

Sealejanconprisahaciaparajesmenossaludables,yNellasealegradeperderlosdevista,ymástodavíadequenosedetenganamiraraOttoembobados.LosojosdePellicorneseclavanenella,quefingenodarsecuenta.

OttoentraenlaIglesiaViejaconlacabezagacha.Nellatiritaalcruzarelumbral,yaqueelinteriorparecemásfríoquelacalle.AunquesuobjetivoesseguiraOtto,nopuedeevitarunamiradaalrededorenbuscadeunacabezamuyrubia,unfarodoradoentreelmarrónyelblancoquedominanelespacio.Daunaspalmaditasalacartaquellevaenelbolsillo.Enestasfechas,¿nopodríahacerotravisitalaminiaturista,pararecordarasufamiliaenNoruega,pararezarporlaclemenciadelosburgomaestres?

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Loshilosde la imaginacióndeNellaempiezanahacerseunovilloyvanbordandoconversaciones hilvanadas a base de retazos. «¿Quién eres? ¿Por qué? ¿Quéquieres?». El problema es el siguiente: parece que si se acerca abiertamente a laminiaturista provoca su desaparición. Y, sin embargo, a menudo es ella quien sepresenta,observa,espera.Nellanotieneclaroquiéneslacazadorayquiénlapresa.

Nopierde de vista aOtto.Casi todas las sillas arracimadas en torno al púlpitoestánvacías,conlaexcepcióndealgunapersonasolaaquíyalláquetalveznotengaotrositioadóndeir.Pordescontado,lonormalesrezarencomún:lagenteseencargadeque todoelmundosepercatedesupresencia,comosiconeso laoración fueramáspura.Ottosesientay,sindejarsever,Nellaseapartaylovigiladesdedetrásdeunacolumna.

Elcriadomueveloslabiosfebrilmente.Noesunaplegariaserena,sinoferviente,casi angustiada. Resulta asombroso que haya ido hasta allí, a solas. ¿Qué lo haempujadoasentir talnecesidaddeacudira lacasadeDios,exponiéndoseaque lovean, teniendo en cuenta quién es y lo que puede suceder? Nella se fija en queretuercelasmanos,enquesucuerpoespresadelpánico.Algolaimpideacercarseaél.Noestaríabieninterrumpiraalguieneneseestado.

Se estremece y pasea lamirada por las sillas, por las blancas paredes y por eltecho, cubierto con antiguas pinturas católicas. ¡Cómo ansía que la miniaturistaaparezca ante ella! ¿Es posible que esté allí escondida en ese mismo instante,observándolosalosdos?

Asuespaldaempiezaasonarelórganoconunestruendoquelasacudehastalamédula.No le gusta ese instrumento tan escandaloso, prefiere el suave punteo dellaúd,elsosiegoatipladodelaflautadulce.Ungatoquehaentradopararesguardarsedelfríoseescabulleporlastumbasconelpelodepunta.SusmovimientosprovocanqueOtto levante lavista,yNella seesconde rápidamentedetrásde lacolumna.Setapalosoídosparamitigarlosbramidosdelórgano,cierralosojosyseabandonaalmareo.

Unamano le toca lamanga.Nellaaprietaaúnmás lospárpados,noseatreveamirar.Hallegadoelmomento:esesamujer,sehapresentado.

—SeñoraBrandt—diceunavoz.Al abrir los ojos, Nella se encuentra a AgnesMeermans, más delgada que la

última vez que la vio, con su rostro vulgar ahora más flaco y de un blancoresplandecienteentreuncuellodezorroyconejo.Nolesueltalamanga.

—¿SeñoraBrandt?—repite—. ¿Se encuentra bien? Si ni siquiera lleva abrigo.¡PorunmomentohepensadoqueelEspírituSantosehabíaapoderadodeusted!

—SeñoraMeermans.Hevenido…arezar.Agnesentrelazaunbrazoconelsuyo.—¿Oavigilarasusalvaje?—susurra,señalandoellugarqueocupaOtto,alotro

lado de la columna—.Muy inteligente por su parte. Todo cuidado es poco,Nella.¿Qué lepasa,queparece tanensimismado?—Agnesse ríeconsucortante«ja»—.

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Vamos—propone.Laenvuelveconunaestoladezorro,demasiadoapretada.Nellavuelveaolerla

pomadaafrutada.Lapielestáhúmedayfría.—No hemos visto mucho a Marin por la iglesia —comenta Agnes, mientras

ajustalaestolaalcuellodeNellaconunaspalmaditas.Pareceincapazdedejarlosdedosquietos.Nellasefijaenlolimpiosquelostiene,

sinanillos.Dala impresióndequevamediodesnuda.ElórganocalladerepenteyAgnessemuestrainquieta,comosiseresquebrajaramuypordebajodelbarnizbienlustradoquelacubre.

—ABrandttampoco—agrega—.Niausted.—Mimaridoestádeviaje.Agnesabrelasaletasdelanariz.—¿«Deviaje»?Fransnomehadichonada.—Tal vez no lo sabía.Creo que está trabajando para ustedes, señora.Ha ido a

Venecia.—Nella tratadezafarse—.Tengoquevolver,señoraMeermans.Marinnoseencuentrabien.

Pesea lasganasdehuir,de inmediato searrepientedeesaexcusa.LosojosdeAgnesseabrencomoplatos.

—¿Porqué?—pregunta—.¿Quétiene?—Unaafeccióninvernal.—Perosinuncaseponeenferma.Podríamandarleamimédico,aunqueMarinno

confíaenlosmédicos.Vuelven a oírse las notas del órgano, cae una sobre otra, un estrépito

antiarmoniosoaoídosdeNella.—Sepondrábien,señora.Eslatemporadadeloscatarros.Agnesvuelveaapoyarleunamanoenlamanga.—Dígale algo que podría hacer que se levantara de la cama: todami herencia

sigue en ese almacén de las IslasOrientales.—Lo dice casi entre dientes—. Esoscampos de caña de azúcar no son de fiar, señora, ¿quién sabe cuándo habrá otracosecha?Sumaridonohavendidounsolopandeloquehemoslogradorefinar.¿Yahora, por lo visto, se ha ido a Venecia con las manos vacías? Necesitamos esedinero.

—Lovenderá,estoysegura.Bastaconsupalabra…—Franshaidoalalmacén.Lohavistoconsuspropiosojos.Cuandomelocontó

me costó creérmelo. ¡Amontonados hasta el techo! Me dijo: «No tardará mucho,Agnes.Cristalizará.Ynuestrodinerosepudrirásinquelohayamosvisto».

Las notas del órgano resuenan en el tórax de Nella, que nota la crecienteinquietuddeAgnes.BuscaaOttoalotroladodelacolumna,peronohaynirastrodeél.

—Legarantizo,señora…—Amimaridonolegustaqueletomenelpelo—espetaAgnes—.Noteníaclaro

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que Johannes Brandt fuera el comerciante más indicado, pero yo insistí. Yo. LosBrandtcreenquepuedenconseguirlotodo,peronoescierto.Noseríandeél.Nidemí.

SealejaconlamismarapidezconlaquesehaabalanzadosobreNella,quelavecruzarlaiglesiaatodaprisa,encorvaday,porunavez,carentedeelegancia.Abrelapuertecitalateralydesaparece.

NelladecidequelomejoresvolveracasaeinformaraMarindeesaperturbadoraconversación.Y,sinembargo,lavisitaalaminiaturistasiguependiente.«LepediréaCorneliaquellevelacarta»,sedice,aúnaturdidaporlafuriadeAgnes.AbandonalaiglesiayregresaalHerengracht.

MientrasseacercaalacasaapresuradamenteparacontárselotodoaMarin,sedacuenta de que ha sucedido algo. La puerta está abierta de par en par, las enormesfauces del interior en penumbra. Oye los ladridos de las perras, pero ninguna vozhumana.Sedetieneyluegoasciendeensilencioporlosescaloneshastaunladodelaentrada.

Loprimeroquedistinguesonlasbotas,delapieldebecerromásfina,ahorayaunpocoraspada.Anteesaimagenselehaceunnudoenelestómago.Horrorizada,veaJackPhilips,conaspectofebrily lamala intenciónescritaen la frente,avanzaragrandeszancadasporelmármoldelvestíbulo.

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Grietas

Semiran cara a cara. Jack va sin afeitar, está famélico, el brillo de su piel se haapagado.Unasmanchasmoradasafeanlacurvainferiordesusojospenetrantes.Sinembargo,sigueteniendopresencia,conelabrigodecueroylasbotas.LaúltimavezqueNellaloviotandecercaibaconelpechodesnudoyestabaempapadodelsudordesumarido.Alrecordarlo,seahoga.

Corneliasubealacarreradesdelacocinaytratadesacarloaempujones.—¡Alto, tengo algo para usted, señora!—grita, levantando lasmanos con aire

inocente.Nellarecuerdasuextrañoacentoinglés,laincapacidaddeadaptarsealavibración

ylaguturalidaddelholandés.MetelamanopordentrodelabrigoyCorneliasetensacomounagata.

—Vuelvoaentregarpaquetes—asegura.—¿Qué?Tendríaqueestarvigilandonuestroazúcar—replicaNella—.Johannes

dijoque…—Chillaustedcomounratón.Se ha quedado con lamano extendida, como si el bulto que ofrece ilustrara el

insulto. Es menos voluminoso que el último, pero ahí está por fin, con elinconfundiblesignodel solen tintanegra.Nella se loarrebata,noquierequese leacerquenesosdedos.

Corneliasubealprimerpisoapresuradamente,blancademiedo.—Tengoqueverlo—diceJack—.¿Havuelto?Johannes,¿estásahí?—lollama

porelpasilloquellevaaldespacho.Arribaseabreunapuertaconunchasquido,yNellaoyelossusurrosdeCornelia.—¿EsverdadquesehaidoaVenecia?—preguntaelinglés—.Típicodeél.Nella se ruboriza al percibir otro tipode intimidad entre los dos hombres, otro

aspectoquehastaahorahabíanegado.—Ha cambiado nuestra plazaDam por el Rialto.Más pescado fresco—añade

Jackconunasonrisaforzada.Seacercaaellaconunainsistenciasosegadaenlavozypregunta—:¿Lecreyócuandoledijoqueibaatrabajar?

—¿Cómoseatreveavenir…?—Nunca sabrá tanto como yo de él, señora. En Venecia no trabaja nadie. En

Milánquizásí.EnVeneciasólohaycanalesoscurosycortesanas,ymuchachosquesoncomopolillas:vuelanhacialallamaquedamásluz.

ElcuerpodeNellapareceligero,comosilavozdeJacklahubierahipnotizado.Talvezhayasidobuenactor,ensupropioidioma.Sienteelcorazóndiminuto,comounguisantequerebotaentrelascostillas.

—¿Quépasaaquí?—LavozdeMarinimponesuautoridaddesdeeldescansillodelprimerpiso—.¿Porquéestáabiertalapuertadelacalle?

Aloírla,Jackseacercaparaqueloveayextiendelosbrazosencruz.«Quéguapo

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es,sí—piensaNella—.Quéindómito».Nopuededespegarlavistadeél.—Petronella,cierralapuerta—ordenaMarin.—Noquieroquedarmeencerrada…—Hedichoquelacierres,Petronella.Ahoramismo.Conmano temblorosa, obedece.El vestíbulo queda convertido en un escenario

mal iluminado, aunque no se atreve a pensar para qué clase de representación. SepreguntasiJohannessealegrarádeestarlejosdeesemuchachoasilvestradoosi,porel contrario, echademenos supresenciamagnética, esavoz saltarina.Un ruidodetelarasgadalaempujaavolverse.

Jack ha hundido una daga estrecha y larga en el lienzo de un bodegón. Laabundanciadefloreseinsectoshaquedadodesgarradacomounaheridaylospétaloscuelganenunánguloextraño.Cornelia,queestáenlaescaleraalladodeMarin,dejaescaparungemidodenáuseas.

—¡Quietoahí!—chillaNella,ysedice:«Controlalavoz.Tienerazónél:parecesunratón.¿Acasonoereslaseñoradeestacasa?».Seleretuerceelestómagoyselesecalaboca—.Otto—tratadedecir,perosuvozesapenasunsusurro.

—¡Philips!LafrialdaddelavozdeMarin,encomparación,desciendeportodalaescaleray

deja petrificado a Jack. Está claro que no es el único actor presente. Marin setransformayseconcentraporcompletoeneljovendepelooscuroquehapenetradoensusdominios.

—¿Cuántasveces tehedichoqueno teacerquesaestacasa?—pregunta,yunecodevuelvesuspalabras,loquemultiplicalaamenazadesupresencia.

Jackdavarios pasos atrás hasta el centrodel vestíbuloyMarin llega al últimoescalónsinprestaratenciónalcuadro.Elmuchacho,queaúnsostieneladagainerte,escupeenelsuelo.

—Límpialo.Laordenesclara.ÉlblandeladagaanteelcuerpodeMarinyledice:—Suhermanosepasaríaporlapiedrahastaaunperrosilesalieraacuenta.—Philips…—Dicenquetambiénselabeneficiaausted,queeselúnicohombredispuestoa

hacerlo.Marinlevantalamano.—Quéinsultotanmanido—replica,acercandolapalmacadavezmásalapunta

deladaga.Jackseapartaunpoco,peroapenasquedandosdedosentrelaafiladahojaylacarnedeMarin,queloprovoca—:Aversienelfondoeresvalienteono.¿Teatrevesahacermesangrar?¿Esesoloquepretendes?

Jackaferraelarmaconmásfuerzay,cuandoMarinponelamanodirectamentesobrelapunta,laretiradeinmediato.

—¡Zorra!—le grita—.Me dijo que no va a darmemás trabajo. ¿Quién habrátomadoesadecisión?

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—Vamos, Jack —dice Marin, serena y razonable—. Eso también lo hemoshablado.Dejadecomportartecomounchiquilloydimecuántovaacostarmequetevayasdeaquí.

—No, no quiero su dinero. He venido a demostrarle lo que les pasa a losentrometidos.

Conungrito, Jack levanta la dagahacia símismoy, casi sindar tiempoaqueNellavealoqueestásucediendo,Marinestiraunamanoyloabofetea.Jackdejacaerlosbrazosysequedamirándola,atónito.

—¿Por qué eres tan débil?—pregunta ella, entre dientes, aunque Nella se dacuentadequehaempezadoatemblar—.Esimposibleconfiarmínimamenteenti.

Jackserestriegalacaramientrasintentarecuperarlacalma.—Lohaobligadoadeshacersedemí.—Teequivocas.Johanneseslibre,perotúprefierescreerloquetedice.Erademi

padre—añadeMarin,señalandoladaga.—PuesJohannesmelaregaló.Ella saca del bolsillo un fajo de florines arrugados y se lo entrega. Le roza la

palmadelamanoconlosdedos.—Aquínosetehaperdidonada—dice.Jackacaricia losbilletesconairepensativoyentonces,sinprevioaviso, tirade

Marinhaciasíylabesaconímpetuenloslabios.—Diosmío—musitaNella.TantoCorneliacomoella,decididasasepararlos,selanzansobreMarin,que,sin

embargo, levantaunamanocomodiciendo:«Apartaos.Esta transaccióndebe tenerlugar».

Corneliasedetiene,incrédulayhorrorizada.Suseñora,agarrotada,noabrazaalmuchacho, pero el beso parece durar una eternidad. «¿Por qué hace eso? —sepregunta Nella—. ¿Y por qué lo permite ella?». Sin embargo, por un instante nopuede dejar de imaginarse lo que debe de sentir su cuñada con el contacto de unabocatanhermosa.

DerepenteseabrelapuertadelacalleyapareceOtto,quevuelvedelaiglesia.Su cuerpo entero se queda estupefacto cuando ve a Marin y a Jack entrelazados.Comosiseactivaraunresorteensuinterior,seprecipitahaciaellos.

—¡Tieneuncuchillo!—chillaNella,peroOttonosedetiene.Aloírla,JackseseparadeMarin,queretrocedetambaleándosehacialaescalera.—Laviejasabeapescado—sueltacondesdénalacaradeOtto.—¡Vete!Vete,sinoquieresquetemate—amenazaél.Jacksedirigealapuertaconbrío,peroreplica:—Aunquetevistascomounseñor,nodejasdeserunsalvaje.—Cerdo.—LavozdeOttoretumbacomoladelpastorPellicorne.—¿Qué, muchacho? —pregunta Jack, paralizado de golpe—. ¿Qué me has

llamado?

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Elcriadoseleacerca.—¡Otto!—exclamaMarin.—Sevaadeshacerdeti,salvaje—diceJack—.Sabequehashechoalgoyvaa…—¡Aléjatedeél,Toot!Noseastonto.—¡Quealguiencierrelapuerta!—…Dicequenopuedesfiartedeunnegroasqueroso.Ottolevantaelpuño.—¡No!—chillaCornelia,yJackdaunpasoatrás.Peroloúnicoquehaceelcriadoesapoyarlelapalmaenelpechosinhacerfuerza.

Esamano,unaplumadehierroqueseclava,subeybajaalritmodelarespiracióndelinglés.

—Letraessincuidado,jovencito—murmuraOtto—.Yahoravete.Retiralamano,yenesemomentoRezekientraenelvestíbulodandosaltosyun

hazdeluztenuedelexteriorleconfiereelcolordeunasetaclara.GruñeaJackconlas orejas aplastadas en lo alto de la cabeza.Agazapada sobre elmármol, trata deahuyentarlo.

—¡Rezeki!¡Apártate!—ordenaOtto.EldestellodepánicoenlosojosdeJackimpulsaaNellaaintervenir:—¡Jack!Jack,leprometoquediréaJohannesqueha…Peroelmuchachoyahaclavadoladagaenelcráneodelanimal.

Escomositodosestuvieranenelfondodelmarynadiepudierarespirar.Lahojarasgaelpeloylacarneconuncrujidoestremecedor,yRezekisederrumba.

Empiezaaoírseunlevegemidoquevaenaumento,hastaqueNellasedacuentadequesurgedeCornelia,queavanzatambaleándosehaciaelcuerpodelaperra.

Rezeki se ahoga. Jack ha hundido la daga con tanta fuerza que los dedos de lacriadanoconsiguensacarla.Porelmármolseextiendelaoscurasangreenplieguesdeescarlata.Conternura,temblorosa,Corneliaacunalacabezadelaperra,quesueltasus últimos estertores y asoma una lengua enrojecida e inerte por la boca abierta.Cuandolosnerviosdelaspatastiemblanhastaquedarinmóviles,lajovenlaabrazaconímpetu,desesperadaporretenerlacalidezqueyasedesvanece.

—Seacabó—susurra—.Suniñafavoritahamuerto.OttocierralapuertayseinterponeparasepararaJackdelmundoexteriorconsu

propiocuerpo.ElingléslograarrancarladagadelacabezadeRezekiysederramamássangreporlaslosas.

—¡Aparta!—grita,yselanzasobreelcriadocomounaflecha.Ledauncabezazoenelpecho,conlahojaenalto,yluchancuerpoacuerpo.Hay

una refriega, un titubeo—un instante—, y luego Jack da un paso vacilante haciaatrás.Semiraelcuerpoconterrorenlosojos.

EntoncessevuelvehaciaNella,queveque lleva ladagaclavadaen loaltodel

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pecho, debajo de la clavícula, peligrosamente cerca del corazón. Sus manosrevoloteanentornoalaempuñadura.

—¡Diosmío!—gritaMarin,alolejos—.¡No,porfavor,Diosmío!Jack se tambalea como un potrillo, extiende los brazos mientras le flojean las

piernas,yaldesplomarseseagarraalafaldadeNella.Searrodillanjuntossobrelaslosasblancasynegras,yenlacamisadelmuchachoempiezaaflorecerunrojomuyintenso.Ni siquiera el olormetálico de las sangres entremezcladas logra ocultar lafetidezdesuorina.

—Otto,¿quéhashecho?—preguntaNella,perosuvozsequedaenunsusurroafónico.

Jacklaabrazaylamuchachasientelapresióndelcalorrígidodelaempuñaduraentresuscuerpos.

—Estoysangrando—gimededolorelinglésaloídodeNella—.Noquieromorir.—Jack…—¡Levántate!—exclamaMarin—.¡Levántate!—Marin,semuere…—SeñoraNella—murmuraaloídodelajoven,agarrándolaconfuerza,comosi

seaferraraalavida.—Notepreocupes—diceella—.Vamosatraerteunmédico.—Ay,señora—murmura.ANellaleparecequeseestáriendo,aunqueeltocado

casi enmudece su voz—. Chiquilla. Para matarme hará falta mucho más que unpinchodemierda.

Nellatardaunmomentoencomprender.Jackreptaparaponerseenpie.Sedirigealapuertadandobandazos,conlahojaaúnclavada,conunbalanceomáspropiodeunataberna,embriagadoporsuactuación.Aellalecuestacasarlacamisaempapadade sangre, la empuñadura que sobresale y las súplicas de moribundo con esapetulancia,eseregocijomalsanoporhaberlehechocreerqueestabaalaspuertasdelinfierno.

—Melohecreído—confiesa.Otto se aparta, pasmado. El inglés abre la puerta y tras salir poco a poco a la

escasa luzdelexterior, sevuelvehaciaellosyse inclinaampliamentemientras susdedosmanoseanlaempuñadura.Conunamuecadedolor,sacaladagadelaheridaysemuestracomplacidoalverelgestodeespantodeNella.

—Me vendrá muy bien—afirma, conteniendo el derrame con una mano paralevantarconlaotralahojademetalescarlata—.Intentodeasesinato.Laprueba.

—Ojalásetehubieraclavadoenelcorazón—lediceNella.—Lo tengo bien escondido —replica él, y le sonríe victorioso, con el pelo

despeinadopegadoalafrenteyladagachorreanteenlamano.Damediavueltaybajalosescalonescorriendoconelcuerpoencorvado.Marin, con la cara manchada por la leve marca roja de los labios de Jack, se

derrumbacontraelrevestimientodemaderadelapared.

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—Jesús—susurra,losojosgrisesclavadosenOtto—.Jesús,sálvanosatodos.

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TRES

Diciembrede1686

«Supaladar,dulcísimo:ytodoélcodiciable.Talesmiamado,talesmiamigo,

oh,doncellasdeJerusalén».

Cantares5,16

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Manchas

—ElseñorencontróaRezekienunsaco—recuerdaCorneliaenmitaddelvestíbuloconlavozespesaporlacongoja.MiraaNella,queempiezaameterelcadáverrígidodelanimalenunsacodecerealvacío—.PorlapartedeatrásdelaVOC,haceochoaños.Estabanmuertostodosloscachorrosmenosella.

—Noshacefaltaunmocho,Cornelia.Zumodelimónyvinagre.Corneliaasiente.Siguehabiendorastrosrojosdesangreporelsuelodemármol,

pero la criada no se mueve. El marco del cuadro objeto del ataque de Jack estáapoyadocontralamaderadelapared.Marinhaordenadoquelovaciaran.

—Noleimportará,señora—haobjetadoOtto,peroellahainsistido.—Nolohagoporél—hacontestado—.Nosoportoverlomediodestrozado.El criado ha terminado el trabajo iniciado por Jack, aunque le ha temblado

ligeramentelamanoalcortarellienzoarasdelmarco.Ahora, en la cocina,MarinyOttohablan envozbaja. «Es culpamía—piensa

Nella—,porhabervueltoameterlafiguritadeJackencasadespuésdequeMarinlatiraseporlaventana.Ahíestaba,alamañanasiguiente,apoyadoenelúltimoescalón,comomalauguriode loque ibaa suceder.Si fue laminiaturistaquien lodejóahí,comoespantosopresagiodeloqueibaapasarenestevestíbulo,¿quésentidotienensusactos?¿Porquéinsistirenqueesacriaturanocivaestuvieracercadenosotros?».

—Cornelia, tenemos que limpiar esto —anuncia, saliendo de suensimismamiento.

TratadeintroducirlaspatasdeRezekienelsacoalafuerza,perosondemasiadolargas.

Cuando las dos jóvenes bajan a la cocina, las extremidades de la perra aúnsobresalendeformapocoelegante.Entrelosdestellosdelascacerolasimperaunairededesolación.ConlaNavidadalavueltadelaesquina, lamuertedeunanimaldecompañíamuyqueridoporsudueñopareceelprimeractodeunmacabrocarnaval.Suasesinoandasuelto,sehamarchadoconalgomásqueunaheridafísica.

Ottoposalasmanostrémulasenelrobleantiguodelamesa.Nellatienelasideasenmarañadas.Quiereconsolarlo,peroélnilamira.Dhanasehadesplomadojuntoalfuegoysollozamirandoelsaco.

—¿Podemosenterrarlaya?Porfavor—pideCornelia.Seproduceunapausaviolenta.—No—contestaMarin.—Peroempezaráaolermal…—Puesllévalaalsótano.LetocaaNellabajarconRezekiydejarlaconcuidado,enlapenumbra,encima

delamargahúmedaylaspatatas.

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—Pobre preciosa, pobrecita —musita, y el aliento se le queda clavado en lagarganta—.VeconDios.

—¿Ysi Jackmedenuncia?—preguntaOtto,denuevoen lacocina—.Tiene ladaga,laheridaparademostrarloyunalenguaviperina.Hadichoqueeralaprueba,hahabladodeintentodeasesinato.Lamiliciamedetendrá.¿Ysilepreguntanaquéhabíavenido?

—¡Precisamente!—exclamaMarin,dandounpuñetazoen lamesa—.Conozcoun poco a Jack Philips. Le gusta disfrutar de la vida. Es un fanfarrón, pero jamásacudiríaalasautoridades.Seríafirmarsupropiasentenciademuerte,ylosabemuybien.Esinglés,essodomitayhasidoactor.Nosemeocurrentrescosasquenuestrosburgomaestresdetestenmás.

—Notienedinero,señora.¿Dequéescapazunhombredesesperado?—comentaOtto,congestocadavezmássombrío—.Silepreguntanaquéhavenido,elseñorseveráinvolucrado.

NiegaconlacabezayenesemomentoseacercaCornelia,enérgica,conunacestadeherenbrood, unos trozos de achicoria y, en el otro lado, un pedazo generoso degouda.Nellacortaelquesomientraslacriadaempiezaatrabajaranteelfogón.Paracenarnohabránipatatasnisetas,porquenoseatreveniamirarhacialapuertadelsótano,muchomenos a adentrarse en su oscuridad.Nella se consuela con el ruidohabitualdelaactividaddomésticayresuelta,elclamormetálicodelascacerolas,lascebollasquesedoranenmantequilla,lapancetaquechisporrotea.Suritmoirregularpero constante le parece mejor en ese momento que la melodía navideña de unmúsicocallejero.

Cornelia coloca ante ellos las tiras de panceta frita, yNella se da cuenta de lopálidaquelahadejadolapreocupación.

—El señor me salvó —dice Otto—. Me lo enseñó todo. ¿Y cómo se lo hepagado?Rezeki…

—HasidoJack,notú.Ynohayningunadeudaquepagar—afirmaMarin—.Mihermanotecompróparasuesparcimientopersonal.

A Cornelia se le cae una cacerola pesada en el fregadero y echa pestes entredientes.

—Mediotrabajo,señora—replicaOtto.Marin rebaña la grasa de la panceta con un trozo de pan, pero no se lo come.

Nellanoconsiguesacudirseelmalhumor.Secreedecididaanodejarsearrasarporlosacontecimientosy,sinembargo,allíestásucuñada,másprovocadoraquenunca.

—Elmuchachoestávivo—espetaMarin—.Nohasmatadoanadie.JohannessepreocuparámásporRezekiqueporti.

EsaafirmaciónesunmazazoparaOtto.—Loshepuestoenpeligro—afirma—.Hepuestoatodosenpeligro.Marin lo toma de la mano. Es una visión extraordinaria—esos dedos juntos,

clarosyoscuros—,yCornelianopuedeapartarlamirada.Ottosesueltaysemarcha

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escalerasarriba.Marinlovealejarse,blancacomoelpapel,losojosconsumidos.—Petronella,deberíascambiarte—diceconunhilodevoz.—¿Porqué?¿Quétienedemaloestaropa?Marinlaseñalay,albajarlavista,lamuchachasepercatadequellevaelcorséy

lablusacubiertosdemanchasmarronesdelasangredelinglés.

~

Enelprimerpiso,NellatiritamediodesnudamientrasCornelialequitaconunaesponjalosúltimosrestosdelasangredeJack.Lavisteconunabataypidepermisopararetirarse.

—Ottomepreocupa,señora.Notienenadiemásconquienhablar.—Enesecaso,veconél.Esunalivioquedarsesola.Ledueleelcuerpoporla tensióndelamañana,aún

conserva la huella de los dedos de Jack en los brazos. Recoge la muñeca que larepresenta,yqueyacíainerteenlacocinaenminiatura,yaprietasucuerpecillocomosiconesofueraadesaparecerelmalestar.Leduelendeverdadlascostillasaloprimirlafigura,yduranteunbreveinstanteleparecequenohaydiferenciaentrelaversiónreducidaconfeccionadapor laminiaturistay susmiembroshumanos.«¿Yqué soy,sinoelproductodemipropia imaginación?»,sepregunta.Pero lacaritaovalada lamirasinrevelarnadayNellasigueofuscadaypresadelsufrimiento.

EncimadelacamaestáelpaqueteentregadoporJackunashorasantes.Haestadoapuntodedejarlodebajodelasilladelvestíbulo,sinsabersi leapetecíaabrirlo,yahora,alvolveramirarlo,unaespeciedepavorhúmedolerecorreelcuerpoentero.Sin embargo, ¿quiénmás puede abrir esos paquetes?No soportaría que fuera otrapersona.

Si la miniaturista es una extraña profesora que se niega a dar la lección porterminada, en ese momento Nella se siente la alumna más reticente. No haconseguidocomprenderelsentidodelaslecciones.Sólodeseaunaúltimaminiaturaqueleexpliqueloquequieredeellaesamujer.Abreelbultocondecisiónydescubreque,enefecto,contieneunúnicoobjeto.

Miraeldiminuto tablerodeverkeerspel que tiene en la palmade lamano.Lostriángulos no están pintados sin más, sino que son incrustaciones de madera, ytambiénhayfichasenunaminúsculabolsadetela.Suaromadesvelaquesetratadesemillasdecilantrocortadasporlamitadypintadasdenegroyrojo.

Nellasueltaeltableroyrebuscaporlosbolsillosdelafalda.Lalargacartaquehaescrito a la miniaturista esa misma mañana, en la que le pedía un tablero deverkeerspel,hadesaparecido.«Perosilatenía—recapacita—.CuandoheseguidoaOttoalaiglesialahenotadoenelbolsillo,luegohehabladoconAgnes,hevueltoa

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casayentoncesmeheencontradoaJackenelvestíbulo,caminandodeunladoparaotro.Después,meheolvidadodeellaporcompleto».

El tiempo se ha derretido; las horas no significan nada cuando no se puedenmedir.Nellavuelcaelpaqueteyunpapelsedesprendeconunaleteo.

NELLA:LAREMOLACHANOPUEDECRECERENELTERRUÑODELTULIPÁN.

«Mehallamadoporminombre»,piensa,peroelplacerpersonalqueesoprovocasedesvaneceenseguidaantelaextrañasentenciaqueapareceacontinuación.Sienteunavergüenzaque se apodera de ella. «¿Está diciendo laminiaturista que soyunaremolacha?—sepregunta—.Laremolachayeltulipánrepresentanexpresionesdelanaturalezacompletamentedistintas,unaprácticaysencillaencuantoaestructura,yelotro,decorativoymanipuladoporlamanodelhombre».

Nellasetocalacaraenungestoinstintivo,comosilarefinadacaligrafíafueraatransformarsusmejillasenalgoterroso,rollizoycarnoso,enunvegetalanodinodeAssendelft.Laminiaturistaes lacriatura radiante,eleganteydevivoscolorescuyafuerza atrae las miradas. «¿Querrá advertirme de que debo alejarme? ¿Querrádecirmequejamásllegaréacomprender?».

Se acerca entonces a la casa de muñecas y le quita el abrigo de cuero a laminiaturadeJack.Agarraunodeloscuchillitosdepescadoentreelíndiceyelpulgary se lo clava en el pechocomo si fueraun alfiler, lobastante cercade lagargantacomoparaqueseasfixie.Sehundedeunmodosatisfactorio,seadentraenelcuerpoblandoysobresalecomoundardoplateado.

VuelveadejarenlacasademuñecasalJackdiminuto,queahorareflejaconmásexactitudlanefastasituación,ycogeeldolorosorecordatoriodelcuerpodeRezeki.«Johannes debería haberte llevado consigo», le dice. ¿Cómo va a contarle, a suvuelta,loquelehasucedidoasuanimalpreferido?«Leofreceréestaminiaturacomoevocacióndesuvida—piensa,ytieneunaideaquelahacesentirculpable—.Así,mimaridonoseolvidarádecómoesJackenrealidad».

Los dedos de Nella dejan de acariciar la cabeza de la perra y se quedanpetrificados en lanuca, junto al cuello.Allí, en su cuerpecillo, hayunamarca rojairregular conuna formamuyparecida a la deuna cruz.La acerca a la ventana; esinconfundible,delcolordelóxido.Seleaceleraelcorazónyselesecalagarganta.No recuerda si esa marca existía ya antes, nunca la había mirado con tantodetenimiento.

Puedequeseaaccidental,quealaminiaturistaselecayeraunagotaderojosobrelacabezadelanimalalpasarelpincelporencima.Puedequenosepercataradelerrory las finas líneas se expandieran por la curva del cráneo. La figurita de Rezekipermanece en la mano de Nella con su cabeza articulada, y la marca de la partetrasera lehacepensarenunbautismomacabro.Hace fríoenelcuarto,yel cuerpomanchadodeRezekileprovocaunescalofríoquebajahastalarabadilla.

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Tratadecontrolarsuspensamientos.LaminiaturistanodebíadesaberqueOttoibaaclavarleladagaenelcuelloaJack,porqueelmuñecodeesteúltimollegósinmácula: «Esa historia he tenido que contarla yo por ella.Así pues, estas figuras…¿sonecosopresagios?¿Ohabrásidounacoincidenciaafortunada?».

Entonces tomaunadecisión:«Tienesque ira laKalverstraat.Estavez,nadadedistracciones,ytequedaráshastaquesalgalaminiaturista.SihasdepasartetodoeldíaallíenlacalleconCaradeCráter,aguantarás».

Mientrasdevuelvelaperraalacasademuñecas,lellegaelrecuerdoflotantedelaconversación entre Cornelia yMarin sobre ídolos papistas: la criada dijo entoncesquenuncasepuedeestarsegurodequeesascosasnovayanacobrarvida,yenesemomentolafiguradeRezekiparecevibrarconunaenergíaqueNellanoescapazdeidentificar.Y también la casa en sí: da la impresión de que el armazón demaderaresplandece,conesecareytanespléndidoyeseinteriortansuntuoso.Nellaobservasuimagenenminiatura,queagarralajaulita,latrampadoradaquenoencierranada.Ensilencio,recitalasnotasanterioresdelaminiaturista:«Lascosaspuedencambiar.Todamujereselarquitectodesufuturo.Luchoparasaliraflote».

«Pero ¿quién de las dos lucha para salir a flote y quién es la arquitecta? ¿Laminiaturistaoyo?», seplantea,y reaparece lamismapreguntade siempre, aún sinrespuesta:«¿Porquémehaceestoesamujer?».Esepersonajeanónimovivefueradelasociedad,sinlasatadurasdesusreglas.«Sinembargo,daigualsieresuntulipánounaremolacha—piensaNella—,alfinaltodoshemosderendircuentasaalguien».Rezeki estámuerta yPeebo, desaparecido; Jack anda suelto, y el azúcar deAgneslanguideceen las IslasOrientales:Nellapresiente la llegadadelcaosyúnicamenteansíaalgodecontrol.

Laminiaturistadebeayudarla.Laminiaturistalosabetodo.Enesacasa,todoelmundo tiene demasiadomiedo para hacer otra cosamás que tirarmuñecos por laventana,peroesonosirvedenada.Nellabuscapapelypluma.Escribe:

Apreciadaseñora:Laremolachacrecesinquenadielavea,mientrasqueeltulipánbrotaen

la superficie. El segundo complace las miradas, mientras que la primeraalimenta el cuerpo, pero ambas creaciones viven del suelo. Por separado,cadaunocumplesufunciónyningunodelosdosesmásvaliosoqueelotro.

Nellavacila,peroluego,incapazdecontenerse,continúa.

Y los pétalos del tulipán caerán al fin, señora.Caeránmucho antes dequebrotelaremolachadelatierra,suciaperovictoriosa.

Tienemiedodesergrosera,demasiadodirecta.

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Ayúdeme.¿Quédebohacer?

Deja la pluma. Se siente un poco tonta con tantas frases sobre plantas, pero almismo tiempo le da verdadero pánico pensar que la miniaturista sabía desde unprincipioloqueibaasucederconlaperradeJohannes.Antesdeveresamarcaenelcuello de Rezeki, Nella la consideraba una observadora, una maestra, unacomentarista, pero eso, eso esmás bien una profecía. ¿Sabe algomás? ¿Algo quepuedaevitarse?Peoraún:¿algoquehadecididoquedebeocurrir?

~

Ya casi rompe el alba cuandoNella sale a hurtadillas de su dormitorio con sucuarta nota para laminiaturista en el bolsillo delmanto de viaje. «Ésta no piensosoltarla—se dice—hasta ponérsela yomisma en la palma de lamano».Tiene unmiedoconsiderabledeloquepuedadescubrirenlaKalverstraat,porfincaraacaraconlamujerque,ademásdeverlosentresijosdesumundo,parecetambiéncapazdeconstruirlo.

Conuncandeleroenunamano,Nellacorrelentamentelospestillosdelapuertade la calle.Al abrirla, reconfortadapor la luz tenueque se levanta a lo lejos en elcielo,oyeunruidometálicoquesurgedelasentrañasdelacasa.Sequedainmóvilyelruidocontinúa.Mirahacialacalleyluegohacialacocina,ytitubea.«Otravez—piensa—.Siemprequellegaelmomentodeiraveralaminiaturistahayalgoenestacasaquemeretiene».

Elmartilleocercanoapelaasucuriosidadinnata,estaninmediatoquenopuedehacer caso omiso de él. «Llevo demasiado tiempo oyendo murmullos y ruidos»,decide,ycierralapuertaparabajardepuntillasycruzarlacocinabuenaenposdelsonido sin identificar.Las fuentes redondas (demayólica, deDelft ydeporcelana)relucenenlaenormealacenacomohilerasdeojosabiertoscuandopasa,iluminadasporunaúnicavela.

Se detiene y olfatea el aire.Hierro, tierra húmeda y una respiración esforzada.Piensa al instante en Rezeki. «Ha resucitado —decide—. De algún modo, laminiaturistaestáenestacasay lehadevuelto lavida».Pocoapoco,avanzaporelestrecho pasillo que separa la cocina buena y la de trabajo hacia la puertecita delfondo, donde se guardan los barriles de cerveza y los encurtidos. El olor es másintenso y se le pega a la parte de atrás de la lengua. Es sangre, ahora yainconfundible,ylarespiraciónsehaacentuado.

Nellasedetieneconlosdedosyaenelpomo,convencidacomoenunapesadilladequeRezekiestáalotrolado,dequeconsuslargaspatashalogradosalirdelsacoyestáarañandolapuertaparaescapar.Lamuchachatragasalivayempujalapuertadel

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sótano,aterradahastalamédula.AhíestáMarin,arremangada,conunfarolilloasulado,enlamesa,quedapoca

luz. Junto a él hay una serie de trapos blancos en los que al parecer está lavandomanchasdesangre.

—¿Quéhaces?—preguntaNella.Elaliviolerecorreelcuerpoentero,peseaquelaconfusióngeneradaporestaextrañaescena leplanteabatalla—.¿Sepuedesaberquédemonioshaces?

—Saldeaquí—ordenaMarin—.¿Mehasoído?Saldeaquí.Nelladaunpasoatrás,sorprendidaporlaferocidaddelavozdesucuñada,porla

rabia que tensa su rostro, por la impresionante mancha de sangre que tiene en lamejilla. Cierra de un portazo y sube corriendo la escalera de la cocina hasta elvestíbulo.MezclandomentalmentelamarcarojadeRezekiconlostraposcarmesíesdeMarin,saleatrompiconesporlapuertadelacalleybajalosescalonescuandoyaamanece.

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Dulcesarmas

La Kalverstraat, esa larga franja de ruido y comercio, está todavía relativamentetranquila.Pasaalgúnqueotro frutero tirandode sucarretilla,yungatoanaranjadocon iniciativa rebusca entre los huesos de animales que no acabaron en el canalanoche.MiraaNellaconsusojosamarillosyestiraelcuerporollizo,queatestiguasuhabilidadparaencontrarcomida.

Nella localiza el signo del sol y se detiene ante él, con la nota todavía en elbolsillo, respirandoel airehúmedo, el residuode labruma,elolor abasura tapadaprecipitadamente con paja. Llama a la puerta varias veces, en una sucesión quedemuestra seguridad en sí misma, y aguarda. No acude nadie. «Pienso quedarmeaquí, señora Tulipán, pienso esperar todo lo que haga falta para que me dé unarespuesta»,decide.

Daunpasoatrásymiralascuatroventanasdelafachada,elsoldoradoyellemagrabadodebajo:«Elhombretomaporunjuguetetodoloqueve».Pareceunamofa,yNellaseponedemalhumor.«Noesmicaso—sedice—.Ocomomínimohadejadodeserlo».NisuPeeboenminiaturanilapequeñaRezekiconsumarcadesangreleparecenjuguetesahora,nicreequepuedaobtenerdeelloselmenorconsuelo.

—¡Séqueestáahídentro!—grita,pesealotempranodelahora—.¿Quétengoquehacer?

De inmediato se abre una puerta a su espalda.Nella se da la vuelta y ve a unhombre gordinflón con un delantal, la cara rechoncha y la tripa que sobresale unpalmoenteroconrespectoalasbotas,plantadoconlosbrazosenjarras.Trasél,enunahabitacioncillafríacuelganlargoshilosdelanasinteñiryvariaspielesdeovejaclavadasalasparedes.

—Jovencita,nohacefaltaberrearcomosiquisieraquelaoyeranenAmberes.—Perdone,caballero.Hevenidoaveralaminiaturista.—¿Aquién?—pregunta,arqueandolascejas.Nellasevuelvehacialacasayel

hombredavariaspatadascontra el sueloparaentrar encalor.Conmásamabilidadañade—:Ah,ella.Puesnolecontestará.Novalelapenainsistir.

—Esomehandicho,peronomeimportaesperar—respondeella,mirándolounavezmás.

Elindividuocontemplalacasaconlosojosentrecerrados.—Puessemorirádefríoaquí.Hacemásdeunasemanaquenoentranadieenese

edificio.UnalevedesolacióngolpeaelestómagodeNella,quecontesta:—Nopuedeser.Siayermismomeenvió…—¿Cómosellama?—preguntaellanero.—¿Porqué?—Puedequetengaalgoparausted.—Mellamo…—Haceunapausa—.PetronellaBrandt.

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—Aguarde —dice él, y se adentra en la penumbra de su negocio. Cuandoreaparecellevaenlamanounpaquetitoconlaestampadelsignodelsol—.Estabaenlapuerta,ahídelante,peromeparecióqueunodelosgatospodíacogerlecariño.Porlovisto,elmuchachoinglésyanoleentregalospaquetes,asíquedecidíponerloabuenrecaudo.

Lo coloca en la mano abierta de Nella y mira de nuevo el dorado sol talladoencimadelapuertadelaminiaturista.

—¿Sepuede saber quéquiere decir esodeque el hombre tomapor un juguetetodoloqueve?—pregunta.

—Quieredecirquenoscreemosgigantes,peronolosomos.—Entiendo.—Vuelveaarquearlascejas—.Deberíaconsiderarmeinsignificante,

¿noeseso?—Enabsoluto,señor.Sóloquelascosas…nosonsiempreloqueparecen.—Soybastantegigantesco.—Ellaneroríe,extendiendolosbrazosaamboslados

delcuerpo—.Esolotengomuyclaro.Nellaserinde,sonríelánguidamenteymiradetrásdeéllapenumbradelnegocio,

agarrandoconfuerzaelpaquete.—¿Tienealguienqueleecheunamano?¿Unhombreconcicatricesdeviruela?—Ah,sí.Cargólanadurantedossemanasyluegoselargó.—¿Yesoporqué?—Elhombreseasustó.—¿Seasustó?—Estabacompletamenteaterrorizado.Semarchóenplenanoche.Asaberloque

lepasó.Nomuylejosseoyeunestampido,soldadosquemarchanporlaKalverstraat.El

laneroentraenlatienda.—LaMiliciadeSanJorge—murmura,yempiezaabajarlapersiana—.Apártese,

jovencita,sinoquiereacabaraplastada.—¡Espere!—exclamaNella, enfurecida—.¿Adóndeha idoesamujer?¿Lavio

marcharse?LaMiliciadeSanJorgeseacercaamenazadoraporelhorizonte,yelgatodeojos

amarillosseescabullejustoatiempo.Sobreelanchopechotodosloshombresllevanbandasrojasque,alcaptarlaluzinvernal,parecenserpentinasdesangre.Lasbotas,depunteradeacero,dejansurastroenlatierradelacalle,mientrasquelasarmasqueportan con exceso de entusiasmo resuenan en sus caderas: pistolas nacaradas ytrabucoscolgadosdelhombroparaquetodoelmundolosvea.

NelladistingueentreellosaFransMeermans,que,sacandopecho,miraconmalacaraelsignodelsol.

—¡Buenosdías!—saludaella,pero,alverla,élapartalacarayacercamáslapicaaltorso.

Se alejan entre una nube de polvo y desaparecen en lamañana deÁmsterdam

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marchandoconmuchoafán.LacallesequedaensilencioyNellasedacuentadequetienelosdedosdelos

piesentumecidosporelfrío.Abreelpaquetedemalamanera,furiosaporlagroseríadeFransMeermansyaúnmásporqueselehayaescapadodenuevolaminiaturista.«Cadavezquesalgoensubusca—sedice—,acabocompletamentesola».

Sinembargo,lafrustraciónsetransformaenalegríaalverloquetieneantesí,yaque se encuentra con una serie de dulces y pasteles diminutos.Pufferts y gofres arayascruzadas,personitasdepandejengibre,olie-koeckenespolvoreadosdeblanco,redondosyapetitosos.Parecenhechosconmasadeverdad,perocuandolostocasemuestranduros, implacables.Haytambiénotromensajeescritoenunpapel,debajodelosdulces:

NODEJESQUELASDULCESARMASCAIGANENELOLVIDO.

Nellamiralasventanasdelacasaygrita:—¿«Dulcesarmas»?Pasa la nota que ha escrito ella, esa súplica, por debajo de la puerta, y la

frustraciónsedesbordacuandolaluzmatinalalcanzalosvidriosyocultalossecretosdelaminiaturista.Miralosmanjaresincomestiblesysientelatentacióndelanzarlosalcanalmáscercano.«¿Quéquerrádecirconesto?—piensa—.Nuncasehaganadounaguerraconunarsenaldedulcesdelicadezas».

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Elvacío

CuandoNellavuelveacasa,Cornelialaesperaenlapuerta.—¿Quésucede?—dice,alverlaexpresiónafligidaenelrostrodelacriada.—Elseñor.HavueltodeVeneciayyahapreguntadodóndeestáRezeki.—¿Qué?Nellasientequeelaireseenrareceyunbultodemiedoleobstruyelagarganta.

Se imagina el cadáver bañado en sangre de Rezeki, que sigue en el sótano, y aJohannes,quenosabenadayesperaoírelrepiqueteodesuselegantespatas.

—Tienequedecírselousted,señora—suplicaCornelia—.Yosoyincapaz.Lajovenseñoracierralapuertasinhacerruidoymiraelsuelo,aliviadaporqueya

nosevenrastrosdesangre.Corneliahafregadocontodassusfuerzas:haempapadoelmármoldevinagreyzumode limónyhaechadoaguacalientecon lejíapor lasmanchas.Sinembargo,enlacasademuñecasnohasidoposibleborrarlamarcaenformadecruzdelacabezaenminiaturadeRezeki.

—¿Yporquéyo?—pregunta.—Porqueesfuerte,señora.Mejorquelosepaporusted.Nella no se siente fuerte. Cree estar mal preparada y le intimida pensar en la

historia que debe relatar. «Me haría falta un pocomás de tiempo para endulzar laverdad con alguna mentirijilla —piensa—. ¿Cómo se empieza una conversaciónasí?».

Johannesestáenmediodel salón,observandoelmarcovacíoapoyadosobreelmural que cubre las cuatro paredes. Ha traído dos gruesas alfombras con dibujosmatemáticos.«Ya tienenveinteo treintadeesos tapices—piensaella—.¿Paraquéquerránmás?».Hacemuchofríoenlaestanciayélllevapuestotodavíaelmantodeviaje.

Lesorprendequelosojosdesumaridoseiluminenalverla.ParecequeJohannessealegradeverdad.

—Johannes.Hasvueltosanoysalvo.¿Has…disfrutadodeVenecia?—pregunta,ymentalmenteoyeelholandéssinuosodeJack:«Máspescadofresco».

Élolfateaelaireyarrugalanarizanteelpersistentehedoravinagreprocedentedelvestíbulo.NellaruegaquelascacerolasdeCorneliaempiecenaborbotearprontoyloenmascaren.

—VeneciaesVenecia—contestaJohannes—.Losvenecianoshablandemasiadoymisrodillasnollevanbientantosbailes.

Sequedapasmadaalrecibirunprolongadoabrazo.LacabezasólolellegahastaelesternóndeJohannes,queleoprimelaorejacontraunpuntoenelqueoyeellatidodesucorazón.Cuandoélleclavaelmentónenlacoronilla,Nellasienteeneltorpeapretónunalivioinesperado.Eslaprimeravezquetienetantocontactoconél.Sus

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piesempiezanasepararsedelsuelocomosisehubieracolgadodeunaviga.CierralosojosyseleaparecelacaraennegrecidadeRezeki,quenolograborrarpormuchoquesefrotelospárpados.

—Estoymuycontentodeverte,Nella—aseguraJohannesantesdedejarlaenelsuelo—.¿Porquénohanencendidoelfuegoenestahabitación?¡Otto!

—Yotambién, Johannes—responde, tratandode rebuscarensumentepalabrasquesedesvanecencadavezqueseaproximaaellas—.¿Me…?¿Nossentamos?

ÉlsedejacaerenunasillaconunsuspiroyNella,sinsaberporqué,sequedadepie.

—¿Qué sucede?—pregunta Johannes, y lamuchacha entiendeque ese tonodepreocupaciónleharáperderlacalma.

—Nada,Johannes.Esque…Mehe…Agnessehaenfadadoconmigo—espeta,sinresuello.

Se ve incapaz, incapaz de decirlo. Resulta más fácil sacar el tema de AgnesMeermansquedarlelanoticiarelativaasuqueridaperra.

—¿Yporqué?—preguntaél,frunciendoelceño.—La…lavienlaIglesiaVieja.Dicequetodosuazúcarsigueenelalmacén.Que

podríaempezaracristalizar.Johannessepasalamanoporunladodelacara.—Noteníaderechoahablarteasí.Aparece Otto en el umbral del salón con una cesta de turba. Titubea, casi sin

fuerzasparalevantarlavista.—Ah,elfuego—diceJohannes—.Pasa,Otto,yhaznosentrarencalor.—Bienvenidoacasa,señor.—¿QuépreparaCornelia?—Pudindehígadodecerdoconcebada,señor.—¡Loquemásmegustaendiciembre!Asaberquéhehechoparamerecérmelo.Johannessonríe,vuelveaolisquearelaireyacariciaelmarcovacío.—¿Quéhapasado?Eraunodemiscuadrospreferidos.Ottocasiparecegrisconlatenueluzdelsalón.Johanneslomiraintrigado.—Unaccidente—intervieneNella.—Comprendo. Bueno, amontona las astillas para encender la chimenea, Otto.

Tengolospiestanfríosquesemevanacaer.NellasedalavueltayveenlapuertaaMarin,queaprietalamandíbulayvacila

antesdeentrardiscretamenteparaquedarsepegadaalapared.—¿CuántospanesdeazúcarhasvendidoenVenecia,hermano?—pregunta.—Hazunfuegobiengrande,Otto.—Hermano,¿cuántoshemosvendido?Sinmoversedelasilla,Johanneslevantaelmarcovacíoyselodejaapoyadoen

elregazo.Quedaenmarcadodecinturaparaarribayseponeahacermuecas.Adoptaunaposeregia,pagadodesímismoyridículo.

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—Cuesta tanto comopredije—anuncia—.Habría sidomejor ir a principiosdeaño.

—Enesecaso,quizádeberíasdejaresefuegotangrandeparacuandodeverdadestévendidoelazúcar,¿no?—ElposteriorsilenciodeJohannespareceenfurecerasuhermana—.«Alborotasucasaelcodicioso».

—Cadavezmerecibespeor,Marin.FuistetúlaquemeforzóasubiraunbarcorumboaItaliaconestefrío.Nomehablesdecodicia.Y,hazmeelfavor,dejadecitarla Biblia. Se hace pesado, teniendo en cuenta que tu devoción es cuando menosdudosa.

Marinsueltaunarisotada,unruidoextrañoenellaquedesgarraelaire.—Quiennodejadeprovocarerestú,noyo—replica,comosicadaunadeesas

palabraslecostaraungranesfuerzo.—Y deja de hablar de esta casa como si fuera tuya. Pertenece a Petronella—

agregasuhermanotrasquitarseelmantodeviajeylanzarlohechounbulto.Sus palabras cruzan el aire hacia Nella a toda velocidad, como un relámpago,

peroMarinlomiraaél,atónita.—Puesqueselaquede—sentencia.«¿Asídesencillo?»,piensaNella,volviéndosehaciaella.Nopareceposible;no

puedehablarenserio.—He malgastado la vida para que la tuya fuera más fácil —prosigue Marin,

aproximándoseasuhermano—.Somosmerosprisionerosdetudeseo.Johannessuspirayacercalasmanosalfuegoparacalentarse.—¿«Prisioneros»?—Sedirigealcriado,queestáde rodillasalotro ladode las

intensasllamas—.Otto,¿tútesientesprisionero?—No,señor—contestaconunhilodevoztrastragarsaliva.—Nella,¿tetengobajosietellaves?—No,Johannes—respondesumujer.Sin embargo, piensa que todas esas noches vacías a la espera de sus visitas le

parecieronsindudaalgunaunacárcel.Enesemomentolegustaríaestararriba,ensucuarto,enterradadebajodelacolcha.

—Estacasaeselúnicolugardondepodemosserlibres.—Johannesseechahaciadelanteyapoyalacabezaenlasmanos—.Ysobretodotú,Marin,nopuedesnegarlo.

—¡Qué tontería! —espeta ella. Nella intuye que esta discusión viene ya deantiguoy,comoelfuegodelachimenea,vacobrandocalor—.Quéegoístaeres.Tevienebientenermeaquíyprácticamentenitemolestasenescondertusactividades.

Johannes levanta la vista yNella se da cuenta de lo agotado que está, con lasmejillashundidasyconojeras.

—¿Tecreesquemevienebien?—pregunta—.¿Esésalahistoriaquetecuentas?Marin,encontradeloquedictabamiconciencia,mehecasadoconunaniña.Ylohehechoporti.

—No soy ninguna niña—musita sumujer, y por fin se deja caer en una silla,

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hundidaporlafuerzadeesaspalabras.Sinembargo,síquesesienteinfantil.Johanneslahatransformadoenuninstante.

Nellaanhelaqueacudasumadre,oquiensea,adarsecuentadesudolor,allevarseporfinelcadáverdeRezeki.

—¡Ynohacambiadonada!—exclamaMarin,haciendocasoomisodelasúplicadesuhermano—.LaactitudnegligenteanteelazúcardeMeermans,nuestrofuturo…

Johannesdaunapatada almarco, que sehace astillas y sedeslizapor el sueloabrillantado en el momento en que entra Cornelia, arremangada y con la frentesudada.Llevaunabandejaconvinoypan,peroalverel estropicio sequedaen lapuerta.

—¡Túnuncahastenidoquetransigir!—gritaelseñor.—Nohehechootra cosa.Crees quepuedes comprar lo abstracto, Johannes.El

silencio,lalealtad,elalmadelagente…—Tellevaríasunasorpresa…—Perodimeunacosa:¿quépasarácuandofinalmentetepillenconlasmanosen

lamasa?¿Quépasarácuandolosburgomaestresseenterendeloqueeres?Juntoalfuego,Ottoseatraganta.—Soydemasiadoricoparalosdichososburgomaestres.—No.—Marinhablaconseveridad—.No.Noprestasatención.Laquemirados

vecesloslibrosdecontabilidadsoyyo.Yo,ypermitequetedigaqueloquecuentanesunrelatobientriste.

JohannesselevantaypareceagarrotarsepocoapocoamedidaquelaspalabrasdeMarinseclavanenélconlafacilidadquedantreintaañosdepráctica.

—Siempretehascreídodistinta,¿noescierto?Notehascasado,teinmiscuyesen mi negocio. ¿De verdad consideras que por tener cuatro mapas de las IndiasOrientalesen tucuarto,unparde librosdeviajes,unasbayasmediopodridasyunpuñadodecráneosdeanimalessabescómoeslavidaenesoslugares?¿Sabesloquehagoparaquevivasconestascomodidades?Túsíquenotienesniidea.

Marinclavalamiradaensuhermanoydice:—Tengoquedarteunamalanoticia.«No—piensaNella—.Asíno».AOttoselecaeunpedazograndedeturbaenlos

tablonesdelsueloylasmigasnegrassedispersanporlamadera.—¡Si pudieran, los burgomaestres te azotarían por no haberte casado! Era lo

únicoqueteníaquehacer,hermanamía,casartebien,casarteconalguiencondinero.Ay,porDios,casartesinmás.Peronideesofuistecapaz.Lointentamos,¿verdad?Intentamoscasarte,peronitodoslosflorinesdeÁmsterdambastaronpara…

UnsonidosombríoeirregularsurgedelagargantadeMarin,quetuercelabocayreflejaenelrostroatodasluceslosañosdefrustración.

—¿Meoyesbien,Johannes?—Eresunainútilsinamistades,unfastidiodesdeeldíaenquenaciste…—Ayerpasóporaquítuinglés.Tumariposilladeburdel.¿Ysabesquéhizo?

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—¡No!—chillaNella.—Porsuculpa,tuadoradaRezekihamuerto.Johannesnosemueve.—¿Quéhasdicho?—Yamehasoído.—¿Qué?¿Quéhasdicho?—Jack Philips le clavó una daga en la cabeza en mitad del vestíbulo. Te lo

advertí,tedijequeerapeligroso.Johannes regresa muy lentamente a la silla y se sienta con una extraña

precaución,comosinoconfiaraenelcontactodelamadera.—Esmentira.—SinohubierasidoporOtto,podríahabernosmatadoatodos.—¡Marin!—chillaNella—.¡Bastaya!Johannesmiraasuesposa.—¿Escierto,Nella?—pregunta—.¿Omientemihermana?Ella separa los labios para responder, pero no lo consigue.Al ver su gesto, su

maridosetapalabocaparareprimirungrito.—Teníaunadaga,señor—explicaOtto,yadepie,conlosojosllenosdelágrimas

—.Creíaqueibaa…Yonoquería…—Jacknoestámuerto,Johannes.Ottotuvocompasión—interrumpeMarin—.Tu

inglesitose levantóysefueporsupropiopie,y luego tumujerbajóelcadáverdeRezekialsótano.

—¿Otto?—Johannespronunciaelnombredesucriadocomounapreguntaquenisiquierasoportaformular.

Caelamanodelacara,convertidaenunespacioenblancoalaesperadelembatedelatristeza.

—Fuetodomuyrápido—susurraNella.Sinembargo, Johannes, imbuidodeunaextrañaenergía, apartaa suhermanay

pasaalladodeCornelia,mudadeasombro,todavíajuntoalapuerta.Looyencruzarelvestíbuloa trompiconesybajara lacocina.Nella losigue.Alo lejos,sumaridoabrelapuertadelsótanoysudolorretumbaporelpasillo.

—Mi adorada preciosa —se lamenta—. Mi adorada preciosa, mi adoradapreciosa.Pero¿quétehahecho?

Nella se acercacon sigilo,haciendo frenteal impulsodedetenerse,yaqueunapartedesíledicequedebeintentarconsolarlo.Seloencuentraderodillas,acunandoalanimal,yarígido,conmediocuerpofueradelsacomanchadodesangre.LacabezadeRezekiseapoyaenelbrazodequienerasudueño,laheridapareceaceitosaenlapenumbra,losdientesquedanaldescubiertoenunamuecatorcida.

—Losientoenelalma—diceNella,peroélnopuedehablar.Levanta la vista hacia su esposa con los ojos llenos de lágrimas y se aferra,

incrédulo,alacriaturaquetantoamaba.

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Eltestigo

Durante un par de días se diría que la casa se lame las heridas en una especie dequietud suspendida.Marin permanece en su cuarto, Cornelia organiza las cajas debeneficencia que se enviarán a los orfanatos en Navidad, este año con tartas máspequeñasyconmenosempanadas.Otto losrehúyea todosysequedaenel jardín,dondeaguijoneainnecesariamentelatierracongelada.

—Vasaestropearlosbulbos—leadvierteCornelia,peroélnolehacecaso.Nellapercibeelolordelpotajedemanitasdecerdoquecueceenelfuegoyoyeel

rocedelosplatosyelchoquedelascucharasalritmodelaangustiadelacriada.Johannes sale esas dos noches. Nadie le pregunta adónde va por miedo a la

respuesta.Dosdíasdespuésdeladiscusión,aúltimahora,solaensucuarto,NellasedirigealaparadoryacercalamuñecadeAgnesalaluz,yatenue.Oyequeenalgúnrincóndelacasaalguienvomitaenuncuencodehojalata,salpicaduras,susurros,unarefrescante vaharada de té a la menta para calmar un estómago revuelto. A ellatambién le gustaría purgar algo: la zozobra que aguarda en su interior. Espera queJohannesestéenelalmacéndelasIslasOrientales,trabajandoparacolocarelazúcar,aunquelaconductadeAgnesenlaIglesiaViejafuetandesconcertantequeaNellalecuestacreerquelasperspectivascomercialesfueranelúnicomotivodesufuria.

AlexaminarlaminiaturadeAgnes,sienteunescalofríoquelesubeporlaespaldayenuninstanteseleponelacarnedegallina.Lapuntadelpandeazúcarsehavueltocompletamentenegra.Seleescapaungrito,trataderetirarlasesporasconlauñayloúnicoqueconsigueesquemanchenelrestodelpancomosifueranhollín.Tratadearrancarelcono,pensandoenenterrarloeneljardínparaanularsupoder,yalgoseparte:harotoladiminutamanodeAgnes.

Arrojalamuñecamutiladaalsuelosinsoltarlamanoseccionada,queconservaelpandeazúcarestropeado.

—Losiento—diceenvozbaja,sinsaberexactamenteaquiénpidedisculpas,sialamuñeca,aAgnesoalaminiaturista.

Ladestruccióndelamanitalepareceirrevocableynopuedehabermásculpablequeella.

Lasesporaspodríanserconsecuenciadelmaltiempo,peroenelprimerpisonohaytantahumedad.Podríasertiznedelachimenea,perolacasademuñecasnoestácercadelfuego.Tantasposibilidadeslógicasquenuncaacabandeencajar…ComolamarcadeRezeki,¿esamanchanegrahaexistidodesdeelprimermomento,diminutaycasi inapreciable? ¿O ha aparecido de unmodo inexplicable y se ha extendido enrespuestaalpánicoquesienteNellaalpensarenAgnes?«No,esonopuedeser—sedice—,quétontería.Hasidosencillamenteotraadvertenciamásquesetehapasadopor alto».Sequedamirando lashabitaciones, la coleccióndepasteles, la cuna, loscuadros, los cubiertos y los libros, arrepintiéndose por no haber prestado másatención a los muñecos y los perros en el momento de su llegada. ¿Habrá más

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bombasenminiatura,listasparaexplotar,quehayanescapadoasuescrutinio?Marinafirmaqueodia losmuñecospor la idolatría,peroeseconoennegrecido,

esamarcarojadeRezeki,esosejemplosextraordinariosdeartesanía…sonalgomásque idolatría. Son intromisiones que Nella sigue sin poder definir. Aquí se estácontandounahistoria, yparece ser ladeNella, perono se leda laoportunidaddecontarlaporsímisma.«Ellamueveloshilos—concluye—.Ellamueveloshilosyyonologroverlasconsecuencias».

Abre una vez más «La Lista de Smit». Las sentencias de la miniaturista,conservadasentresuspáginas,caencomoconfetialdesplegarseellomo.Encuentraelanuncio:«AprendizajejuntoaLucasWindelbreke,granrelojerodeBrujas.Todoy,sin embargo, nada». Y piensa: «Cada vez que voy a su casa, cada vez, y aporreocomounatontaesapuertaquenuncaseabre,mequedoigual.Loquierotodoydesdeluegonoconsigonada».Necesitaotratácticaylapistaestáenelanuncio,¿cómonose le ha ocurrido antes? Se acabaron las largas cartas, las réplicas ocurrentes ysemifilosóficas,lostulipanesylasremolachas,lascarrerasinvernalesquesólosirvenparapasarvergüenzaenlaKalverstraat.

Sedirigea todaprisaa lamesaescritoriodecaobayrecuerda laesperaante lapuertadeJohannesaquelprimerdía,lagentequedeambulabaporelHerengracht,elciegodelarenque,lasrisasdelasmujeres.«¿Meconoceríayalaminiaturista?—sepregunta—. ¿Sabría cómo anhelaba un cuarto, un escritorio, un papel queembellecieralatristeacogida?».

Sacaunahoja,mojalaplumayempiezalacarta:

ApreciadoseñorWindelbreke:Escriboparainteresarmeporalguienqueaprendióeloficioconusted.Loúnicoquesédeella,apartedequesetratadeunamujer,esqueesalta

ymuy rubia, yquememira como simeviera el alma.Sehametido enmivida, señor mío, y las miniaturas que me envía son cada vez másdesconcertantes. ¿Por qué motivo no me responde directamente, sino queprefiereconvertirmeenelcentrodesutrabajo?

Cuénteme cómo llegó a usted y por qué se marchó. ¿Qué fuerzas semueven en su interior para recrearmi vida enminiatura, sin que yo se lohayapedido,perodeunmodoexquisitoyconunmensajemisterioso?Laheconsideradomimaestrayahora,queDiosmeperdone,unaprofeta,perosiensudíafueundemonioquesededicabaaespiaryustedsevioobligadoaexpulsarla,leruegomelohagasaberporescrito.

Quedoalaespera,congranansiedad,Petronella

Alguien llama a la puerta.Nella esconde la carta debajo de un libro, corre lascortinasdelaparadoryrecogelassentenciasdelaminiaturista.

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—Adelante.SesorprendealverentraraJohannesarrastrandolospies.—¿Lohasencontrado?—pregunta,cerrándoselabatayguardandoenelbolsillo

lospapeles.LeresultaimposibledecirelnombredeJackenvozalta,perodaporhechoque

sumaridohapasadoconéllasdosúltimasnoches,aunquenadiesehayaatrevidoadecirlo.

—No,pordesgracia—contesta él,mostrando lasmanos comoun ladrón torpe,comosiJackselehubieraescapadoentrelosdedos.

—Parecesuncríoquemientedespuésderobarunpuffert,Johannes.Élarquealascejas.AunquelapropiaNellasesorprendedesufranqueza,locierto

esquecadavezlecuestamásocultarsussentimientosantesuesposo,queenvezdenegarlaacusacióntratadecongraciarseconella.

—Petronella, séquenoeresunaniña—afirma,y lagentilezacasi lehacemásdañoquelacrueldad.

—Haymuchascosasquenocomprendo—respondeella,sentándoseenlacamaymirandoelaparador,ahoracerrado—.Avecesenestacasaveouna rendijade luz,como si me hubieran regalado algo. Y, sin embargo, otros días siento que meenvuelvelaignorancia.

—Enesesentido,todossomosniños,desdeluego.Noqueríadecirloquedijeenelsalón.CuandoMarin…Mepone…

—LoúnicoquequiereMarinesquenotepasenada,Johannes.Lomismoqueyo.—Notenéisquepreocuparos.Nellacierralosojosaloíresaspalabrasysienteunenormedesasosiego.¡Cómo

tienequehabersufridosucuñadadurante todosesosañosconunhombrequecreequelafuerzadesuvoluntadbastaparadespejartodoslosproblemasdelaexistencia!ViveenÁmsterdam:hadesaberpor fuerzaqueenesaciudadnopuedesobrevivirsolo.

—Éstenoeselmatrimonioquetehabíasimaginado,Nella—reconoceentonces.Nellasequedamirándolo.Imaginalasfiestas,ciertasensacióndeseguridad,las

risaslejanasdecriaturasrollizas.Lasimágenessedesvanecenentrelosdos.TodoesoescosadeotraNella,unaNellaquejamásexistirá.

—Quizáimaginareraunatontería.—No.Nacemosparaimaginar—diceél,ysigueallí,incapazdemarcharse.Nellapiensaotravezenelúltimoenvíodelaminiaturista,lospastelescolocados

enunacestitaqueseescondetraslascortinascolormostaza.—Johannes,¿conseguistevenderalgodelazúcardeAgnesenVenecia?—Es una montaña, Nella.—Suspira, tras sentarse al pie de la cama—. En el

sentidoliteral.Yenelmetafórico.Tardaréunpocoenencontrarcompradoresenestaépoca.

—Pero¿tienesyaalguno?

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—Un par, sí. Un cardenal y uno de los cortesanos del papa. Se diría queúltimamente la gente tiene menos dinero que gastar—añade, con una sonrisa detristeza.

—Vas a tener que pensar en algo para el resto.Marin te atosigaría aúnmás sisupieraquesólohasencontradodoscompradores.Piensaque tienessuertedeestarhablandoconmigoynoconella.

—Noesperabaqueteconvirtierasenlamujerqueereshoy—reconoceJohannes,sonriendodenuevo.

Su principal obsesión es una noruega esquiva que moldea su vida medianteminiaturas;lasegunda,evitarquelafortunadeJohannessepudrajuntoalmar.NoeselpanoramaquelehabíapintadosumadreenAssendelft.

—Meconocespoco.—Lodecíacomouncumplido.Eresextraordinaria.—Johanneshaceunapausa,

parece incómodo—. En enero volveré a irme y les conseguiré sus beneficios.Mismercancíassiempresevenden—agrega,yextiendeporcompletolosbrazos,comosilamagnitudyladecoracióndesucasadelHerengrachtfueranpruebasuficiente.

—Pero…¿meloprometes,Johannes?—Teloprometo.—Unavezcreíentupalabra—recuerdaNella—.Esperoqueéstalacumplas.Defondo,elrelojdepareddalahoraconelterciopelodesupéndulo.—Ten—agrega, levantándoseyabriendoconcuidadolascortinasdelacasade

muñecas—.Estoesparati.Pone la miniatura de Rezeki en la mano de Johannes, que la mira con ojos

cansados,sinsabermuybien,alprincipio,dequésetrata.—¿Rezeki?—musita.—Guárdalaabuenrecaudo.Johannes se queda quieto unos instantes observando atentamente la diminuta

figuraquetieneenlamano.Luegolalevanta,acariciaelsedosopelogris,losojillosinteligentes,laspatasesbeltas.

—Jamáshabíavistounacosaasí.Enningunodemisviajes.Nellareparaenquenomencionalamarcaroja.Siprefierenoverla,muchomejor.—Esturegalodeboda,Johannes—diceenvozbaja—.SéqueRezekino tenía

formahumana,pero,detodosmodos,noselocuentesalosburgomaestres.Su marido la mira, mudo de emoción, aferrando el regalo como un talismán

reconfortante.Nellacierralapuertatrasélysequedaescuchandoelandarpausadohaciasucuartosumidaenunaextrañapaz.

Sinembargo,alamanecerCornelialadespiertademalamanera.Elcielosedivideen franjas de color naranja y azul marino: no pueden ser más de las cinco.Estremeciéndose,dejaatrás lossueñosde traposempapadosde rojoycuartoscadavezmáspequeños,yenseguidatomaconcienciadelfríoairedelamadrugada.

—¿Quésucede?

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—Despierte,señora,despierte.—Ya estoy despierta. ¿Qué ha pasado? —pregunta, al ver la cara larga de

Cornelia,quenopresagianadabueno.Elmiedocruzaenpicadosucuerpo—.¿QuélehapasadoaJohannes?

LasmanosdelacriadacaendelcuerpodeNellacomodoshojasmuertas.—Noeselseñor,sinoOtto—musita,casisinvoz—.Hadesaparecido.

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Almasymonederos

Corneliarevoloteaalrededordelseñor,cumpliendolasfuncionesdedoscriados.Leponelasbotasylemeteempanadasyunamanzanaenlosbolsillos,ledadecomerparacombatirelmiedo.Johannesenfundalosbrazosenlasmangasdelachaqueta.

—¿Dóndeestámigabándebrocado?—pregunta.—Digno de ti pedir eso ahora —replica Marin entre dientes, pálida de

agotamiento.—Noloheencontrado,señor—diceCornelia.—Voyamirarenelpuerto—anunciaJohannes—.¿Porquéhabráhuidoasí?—Ve también al almacén del azúcar —responde Nella, que sale tras él a la

carrera.Johanneslamiraconincredulidad.—Tootesloprimero.Nopodemosperderlo.Sinembargo,Nellanopuededejardepensarenelpanqueesperaarribaconla

puntaennegrecida.Esunaseñal,laminiaturistatratadeavisarloscomolosavisódelo deRezeki. Tiene que haber algo que se pueda hacer para no perder también elazúcar, sinduda,pero Johannes seha idoyningunamujerpuedepresentarseenelalmacéndesumaridosinprevioaviso.

~

LacamadeOttonopresentaindiciosdelucha,nohaymueblesrotos,lapuertanoestáforzada.Faltanunabolsayalgoderopa.

—Sehallevadoelgabándelseñor,estoysegura—diceCornelia.—Alomejorlovende—comentaNella.—Esmásprobablequeseloquedeparallevarlo.¿Porquéhatenidoqueirse?NellasedacuentadequenolehapreguntadoquéhacíabuscandoaOttoensu

cuartoalascincodelamañana,perolavecompletamenteamedrentadaeinterrogarlaenesemomentopodríasercontraproducente.

—Cornelia,venaquí—lallamaMarindesdeloaltodelaescalera.Subenyse laencuentranenelsalóncontreschaquetas,unchalydosparesde

calzasdelana,tratandodeencenderelfuegocontorpeza.Cuandoseincorporaparecemuycorpulenta,muchomásaltaqueNellayCornelia.

—Noconsigoencender la turba—sequeja,ysuspalabrassedeslizancomounpedazodemantequillaenunasartén.

—DeesoseencargaToot,señora.—Sidalaimpresióndequeseahogayselellenanlosojosdelágrimasnoesporelfuerteolordelaturba—.Amínosemedamuy bien. —Se agacha delante del hogar y su cuerpo hundido refleja un alma

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acongojada—.Hepreguntadoporelcanal.NohanmandadoaningúnafricanonialaRasphuisnialoscalabozosdelaStadhuis.

—¡Cornelia!—exclamaMarin, acomodándose en la misma silla en la que sehundióJohannesalenterarsedelosucedidoaRezeki.

Con los ojos rojos, incómoda con tanta ropa, no logra estarse quieta. Da unmordiscoaunpedazodetartademanzanadehaceunasemanaquelehallevadolacriadayluegolodejaaunlado.

Nella manda una oración a la miniaturista, esté donde esté en ese momento:«Señora,hagallegarunasalasamimarido.Quevuelemásdeprisahacialosbarcosqueestánzarpando.QueelqueridoOttosequedeenestatierra».

—Se escabullirá —predice Marin, interrumpiendo la ensoñación de Nella yfrotándoselassienescomositrataradeconcretaralgunaideainquietaquelevagaporel cráneo—. Se irá a Londres.A orillas del Támesis tendrá posibilidades de pasarinadvertido.

—Muysegurapareces—observaNella.—Ledijequenolepasaríanada—afirmaCornelia—.¿Porquénomehizocaso?—Porqueteníamiedo—contestaMarin,respirandoconmásdificultad.Recupera

latartademanzanaylatoquetea,hablandocasiconsigomisma—.Mejorquesehayaido. Al apartarse nos protege. ¿Y qué le pasaría a un hombre como Otto si loapresaranlosburgomaestres?

—Pero¿túsabíasqueibaamarcharse?—diceNella.AMarinseleescapaunatisbodedesalientoporlapregunta.—Es un hombre con sentido común—replica. Aparta la mirada y se alisa la

falda.—¿Fuistetúquienledijoquesefuera?—insisteNella,furibundaporlasevasivas

traslasqueseescondesucuñada.—Era elmalmenor. Puede que se lo sugiriese, pero no he obligado a nadie a

hacernada.—Yaséyocómofuncionantussugerencias.—¿Lohaechado,señora?—Cornelialamiraconelmásabsolutodeloshorrores

—.PerosidijoqueJacknolodenunciaría.—Lacapacidaddesorprenderdeesemuchachoesinfinita.Esoportunista.Sise

decidiera a atacarnos… Otto no tendría ni juicio, ninguna posibilidad desupervivencia.

—¡Cómo te gusta tenernos a todos en un puño,Marin! Con o sin juicio, Ottopuedemorirahífuera.

Corneliaseponeenpie.—Eselcriadodelseñor.—¿Yelmíono?—Marinlanzaelpedazodetartacontralaparedyestáapunto

dedaraCornelia,quepegaunrespingocuandoelplatoseestrellacontraelmuralalóleoquerepresentaunaescenacampestreylaspasasdeCorintochocancomobalas

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oscuras contra los bucólicos corderos. A gritos añade—: ¿Acaso nomemueve subienestar?AJohannesletraesincuidado.

—Pero¡siacabadesalirabuscarlo!—Johannes sólo sequiere a símismo—diceMarin entre dientes—.Ypor eso

estamoscomoestamos.Laspasassedeslizanporelmuralycaenalsuelocomoexcrementos.Marinsale

despaciodelahabitación,comosilepesaramucholaropa.

~

LaNavidad,cualparientepobredelapromesaquefueensudía,pasasinpenanigloria,ysiguesinhabernirastrodeOtto.LasdonacionesdealimentosseenvíanalosorfanatosyJohannesentierraaRezekienunjardínenplenahibernación.

—Nunca había visto así al señor —confiesa Cornelia, consumida por lapreocupación, a Nella—. Si hasta ha leído un pasaje de la Biblia. Era como siestuvieraausente.

Consumido y encerrado en sí mismo, Johannes sale todos los días, según él ahaceraveriguacionessobreelcriadodesaparecidoyatrabajarenlaventadelazúcarde los Meermans. Por momentos, Nella siente tentaciones de contar a Marin quesiguetodoenelalmacényqueFransestáfurioso,peronoparecequeningunadelasdospuedahacergrancosaalrespectoyelhumordeMarinesimpredecible.

Nolograsacudirsedelamentelasesporasdelaminiaturadelpandeazúcarylasmira a diario, convencida de que se habrán extendido. Sin embargo, el pan estáexactamente igual,yNellaseaferraaesehecho,puescreeyaapies juntillasenelpoder profético de la miniaturista. «Lucharé para salir a flote», se dice, pero elproblemaesqueno tieneni ideadeenqué lugar está emergiendo.Uncallejón sinsalida,supone,elfondodeunsaco,unaexistencialánguidaymuda.

EsincapazdeimaginardóndeestaráOtto,suausenciaesunapreguntaa laqueningunodeellospuedecontestar.Demomento,sufiguritanodaningunapista,porloqueNellaseagarraalasespeculacionesdelosdemáshabitantesdelacasa.MarinseempeñaenqueestáenLondres,JohannescreequeenConstantinopla.Corneliasehaconvencidodequepermaneceporlosalrededores.LecostaríademasiadoaceptarqueOttosehubieraalejadotantoporvoluntadpropia.

—Estarámejorenunaciudadportuaria—opinaNella—.EnAssendelft,lagentelecerraríalapuertaenlasnarices.

—¿Qué?¿Conestefrío?—sesorprendeCornelia.—Melocreo—replicaMarin.—Me cuesta creer que aceptaramarcharse—diceNella, mirándola a los ojos,

peroMarinlosaparta—.Nomecuadra.

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—Ay. Llevas aquí doce semanas, Petronella, y ni siquiera basta con una vidaenteraparasabercómovaacomportarseunapersona.

Corneliaempiezaadescuidarlosfregadosabasedevinagreyzumodelimón,losbarridos y los abrillantados, las coladas, las limpiezas, los cepillados y los azotes.NellamandasucartaaLucasWindelbrekeyesperaunarespuesta.Piensaqueelmaltiempoinvernalpodríaretrasaralmensajero,peroleparecequeessuúnicorecursoposible.

UndíadecidepreguntaraMarinsiJohanneslehacontadoqueelazúcarsigueenel almacén. La encuentra en el vestíbulo, donde ha adoptado la costumbre de darpaseosenlosquesedetieneconlamiradaperdidaanteelsalónenelquediscutióconsu hermano. Las nueces confitadas han salido de su cuarto y, amontonadas en uncuencoenunamesitaauxiliar,resplandecencomoescarabajos.Nellasesorprendealverlas;notienenadadenormalqueMarincomagolosinasdelantedetodoelmundo.«SupongoquesimepelearadeesaformaconCarel—piensa—,mecomeríamipesoenmazapán».

—Marin,debopreguntartealgo—empieza,ylaveestremecerseyaferrarelchalenelquevaenvuelta—.¿Eh?¿Quétepasa?

—Lasnueces.Hecomidodemasiadas—responde.Da media vuelta para subir a su cuarto y la oportunidad de conversar se

desvanece.

CorneliayNellapasanmuchotiempoenlacocina,dondehacemáscalor.Undía,aúltimahoradelatarde,cuandoMarinduermeyJohannesnoestáencasa,alguienllamaconfuerzaeinsistenciaalapuertaprincipal.

—¿Ysieslamilicia,quevieneporToot?—diceCornelia—.QueDiosseapiadedenosotros.

—Bueno,noloencontrarían,¿verdad?—replicaNella,quejamásreconoceríasualiviodelantedeMarin,perosealegradequeOttonoesté:seimaginaaJackentreungrupodemilicianos,apuntandoconundedoacusador.

Nodejandellamar.—Yavoyyo—decideNella, tratandodemantener, almenos, la ilusióndeque

llevalasriendas.«Todofuncionaalrevésenestacasa—piensa—,laseñoratienequerecibiralosinvitados».

Peseasusmiedos,traselvidriosóloreluceunsombrerodealaanchaenloaltodeunacaragrandeyalargada.Nellaabrelapuertaconbríoyelalivioquesientealno ver a la milicia apenas disminuye ligeramente cuando Frans Meermans sedescubre y entra sinmiramientos. El frío de diciembre se cuela con él. Hace unareverenciaymanoseaelaladelsombrero.

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—SeñoraBrandt—saluda—.Hevenidoaverasumarido.—DebedeestarenlaBolsa—contestaMarin.Nellasesobresaltayalvolverselaveenlaescalera.«Escomosisupieraqueiba

avenir»,piensa.Elambientehacambiadoysequedaalaexpectativadealgunaseñalreveladoradeafectoentrelosdos.Nollega.«Porsupuesto—sedice—.Marintienemuchapráctica,sabemantenerunaaparienciatranquila».

—YaheidoalaBolsa—replicaMeermans—.YalaVOC.Yavariastabernas.Mehasorprendidonoencontrarloallí.

—¿Acasosoyelguardiándemihermano,señor?—replicaMarin.—No.Pordesgracia—respondeMeermans,arqueandolascejas.—¿Leapeteceunacopadevinomientrasespera?—leofreceNella,puestoque

Marinseniegaasalirdelassombras.—EnlaIglesiaVieja—prosigueMeermans,dirigiéndoseahoraaella—ledijoa

mimujerquesumaridohabíaidoaVeneciaavendernuestroazúcar.NellasienteelescrutiniodeMarinenlanuca.—Enefecto,señor.Yaharegresado…—Esolosémuybien,señora.Elmásmínimomovimientodeunhombreasíes

objeto de atención. Brandt ha vuelto de su estancia entre los papistas venecianos.Hemos dejado atrás la Navidad y ya casi está aquí el año nuevo. Así pues, mepregunto:¿dóndeestánmisbeneficios?

—Estoyconvencidadequepronto…—Comonomehaescrito,anochefuialalmacénaaveriguarelresultadodeese

viajeaVeneciayestavezmellevéaAgnes.¡Cómomearrepiento!—SevuelvehaciaMarinconrabia.Selesalenlosojosdelasórbitas—.Noseharetiradoniungrano,señora. Ni un solo grano de ese endiablado azúcar. Son ustedes completamenteinútiles: toda nuestra fortuna, todo nuestro futuro, se va llenando de moho en laoscuridad.Lotoqué.Hayunapartequesehaquedadohechaunapasta.

EsevidentequeMarinnosaledesuasombro.No lograentender la situaciónydomeñarla.Nella, vencida por la culpa, la ve temblar, desarmada ante la furia delvisitante.

—Fr…Frans—tartamudeaMarin—,esoesimposible…—ConesobastaríaparallevaralaruinaaJohannesBrandt,yaDiospongopor

testigodequeyateníamotivossuficientes,peroalsalirdelalmacénvimosalgopeor.Muchopeor.

Marinseechahaciadelanteysaleligeramentedelassombras.—Loestávendiendo,Frans—diceenvozbaja, tuteándolo—.Queno tequepa

duda…—¿Sabesloquevimos,allícontralapared?Corneliasubeapresuradamentedelacocina.ANellaselesaleelcorazónporla

boca.Sientedeseosdeagarrarlasmanosdelacriadayformaruncírculoentornoaese hombre, para mantenerlos a raya a los dos: a él y a su corazón desbocado.

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«Debería habérselo dicho a Marin—se lamenta, y el aire vibra a su alrededor amedida que crece la cólera deMeermans—.Ya tenía sus sospechas, pero, si yo lehubiera confirmado que el azúcar estaba intacto y que Frans ya había ido a verlo,quizápodríahaberparadotodoesto.Eslaúnicacapazdeponerordenenlascosas».

MarinsubeunpeldañoanteelavancedeMeermans;eslocontrariodeunavisiónrománticaodeunamor tierno.Mientrasclavalosojosenella,dos imágenesdesuantiguapasióncobranvidaenlacabezadeNella:loslechonessaladosqueleregalóylahermosanotaqueleentregóélyqueellaescondióenunlibro.«Quenoseacruelconella»,implora.

—Lovimos—anunciaMeermansenvozbaja,peroconunaintensidadhipnótica—.Vimossuperversidad.

—Pero¿quédices?¿Quéperversidad,Frans?—Supongo que siempre lo has sabido —contesta él—. Cómo pasa el tiempo

pegadoalasparedesdelalmacén.Anteunacosaasínosepuedencerrarlosojos.—No.—Sí—replicaMeermans.SeyergueymiraaNella,quenopuedeapartarlavista

de su rostro triunfante—. El mundo tendrá que saber, señora, que su repugnantemaridosatisfacíasusbajosinstintos…conunmuchacho.

Nellacierralosojoscomosiasípudieraimpedirqueentrenenellaesaspalabras,pero es demasiado tarde. Cuando los abre, Meermans irradia una complacenciagrotesca. «Ay, no es usted quienme sorprende con esa noticia—piensa, sin podermirarloalosojos—.Almenosmimaridotuvoesedetalle».

Ningunadelastresconsiguedecirnada,yMeermanssecrispaantesusilencio.—Johannes Brandt es un degenerado —sentencia, como si quisiera atizar su

estupefacciónysupavor—.Ungusanoenlafrutadeestaciudad.Voyacumplirconmideberdeciudadanopiadoso.

—Tienequehaberunerror—musitaMarin.—Enabsoluto.Y,esmás,elmuchachoaseguraqueJohannesseaprovechódeél.—¿Qué?—diceNella.—Eresamigosuyo.—LavozdeMarinseentrecorta, le resbala lamanopor la

barandilla—.Nobusquesesecastigo,sabescómoacabará.—Miamistadconeseindividuoseextinguióhacemuchotiempo.—Entonces,¿porquéselopedisteaél?Contodoslosmercaderesquehay,¿por

quéelegisteamihermano?—Agnesinsistió—responde,yseponeelsombreroconbrusquedad.—Perotúaccediste,Frans.¿Porquéibasaaccedersinoquedabaalgodeafecto?Meermanslevantalamanoparahacerlacallar.—Nuestroazúcarestáigualdeabandonadoquesualma.Ycuandovilablasfemia

queestabacometiendofuecomosielmismísimoBelcebúhubieracaídodeloscielos.—¡Belcebú caerá sobre todos nosotros si sigues adelante, Frans! Hablas de

cumplir con tudeberanteDios,perocreoquepiensasmásen tus florines.Dinero,

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riquezas…Antesnoerasasí.«TienequeserJackelqueestabaconél»,piensaNella.Casisientedeseosdeque

lo sea, para que al menos haya cierta constancia, acaso algo de amor, en la luzcambiantedeesedesastre.SepreguntasiJohannesseguiráenelalmacén,sinsaberquelohandescubierto.«Tienequesaberlo—sedice—.Tienequemarcharse».

—¿Hablóustedconmimarido?—pregunta.—Porsupuestoqueno—replicaélcondesdén—.Agnesestaba…Tuvimosque

marcharnosdeallíinmediatamente.Aúnnoseharecuperadoporcompleto.—No busques ese triunfo, Frans —le suplica Marin—. Acabarás con todos

nosotros.Podemosllegaraunacuerdo…—¿Unacuerdo?Noteatrevasahablarmedeacuerdos.Johannesyahaacordado

porsucuentabastantesaspectosdemivida.—Frans,venderemoselazúcaryconesoacabaráel…—No,Marin—replica,abriendolapuertadegolpe—.Ahorasoyotrohombrey

nopiensodetenerestamarea.

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Lahuida

Cuando FransMeermans sale como un huracán al frío de la calle, las piernas deMarinceden.Esunaescenaperturbadora,comolacaídadeunárbolespecialmentehermoso.Corneliaselanzahaciaellaytratademantenerlaerguida.

—Es increíble—dice Marin, mirando a su cuñada—. ¿Puede ser cierto? ¿Deverdadpuedehabersidotaninsensato?

—Alacama,señora—ordenaCornelia,ylalevantaconunesfuerzodesesperado.SeencorvabajoelpesodeMarin,queselaquitadeencimaysesientaenunode

losprimerosescalones.—Frans va a acudir a los burgomaestres—asegura, y sus palabras laceran el

frágil ambiente que ha dejado tras de sí el visitante. Su aspecto da escalofríos: lamiradasinvida,elcuerpoflácido,lavozfaltadetodoímpetu—.Nohavenidoaquíprimeroaofrecernosclemencia.Sólopretendíapavonearse.

—Enesecaso, tenemosqueaprovecharnosde suprepotencia—respondeNella—.Johannesnosabequelovieron.Apenastieneunashorasparahuir.

—¿Elseñortambién?—preguntaCornelia—.Peronopodemosviviraquílastressolas.

—¿Seteocurrealgomejor?Elvestíbuloquedasumidoenunsilenciosepulcral.Molestaporhabersepuesto

de mal humor, Nella toquetea las sedosas orejas de Dhana, pensando en el panennegrecidodeAgnesque aguarda arribaypreguntándosedóndeandará Johannes.LoquehaenfurecidoaMeermanshasidoelazúcar,más inclusoquehabervistoaJohannesgozardeunafrutaprohibida.VariosmilesdeflorinespodríandeteneresarabiacontralosBrandt.

—Nosécómo,perotenemosquevenderelazúcar—señala—.Meermansbuscaunaretribución.

—Hadichoqueunaparteestabaestropeada.—Exacto. Una parte. Y seguramente exagera. Le gusta mentir. Quizá guarde

silenciosivendemossumercancía.—Nada puede cerrar la boca a ese hombre. Hazme caso. ¿Y qué propones?

¿ConocestúatodosloscompradoresdeEuropaydefueradeEuropa,Petronella?¿AloscocinerosdeLondres,alosreposterosmilaneses,alasduquesas,alosmarquesesyalossultanes?¿Hablascincoidiomas?

—Buscolaluz,Marin.Entreestaslúgubrestinieblas.

~

Unahoradespués,Nellaseencuentraantesucasademuñecas,buscandopistas

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enlashabitaciones,algunaseñalqueledigaquéhacer.Elrelojdepéndulodoradolebrindaunrecordatorioconstanteyterribledequesumaridoaúnnohavuelto,dequetranscurrenlosminutos.«Quéextrañoquealgunashorasparezcandíasyotraspasenvolando»,rumia.Fuerahaceunfríoatroz,notalosdedosdelospiesentumecidosyseimaginasucarneinerte,comoelhombrequeapareciómutiladodebajodelhielo.Almenoselalientoqueexhalaseconvierteenvapor.«Sigoviva»,sedice.

La luz de la luna se cuela por una rendija de las cortinas con una fuerzaextraordinaria y realza todos los remolinos que dibuja el peltre para convertirlo enmercurio encastrado en la madera. Las nueve habitaciones están iluminadas y losrostrosdesusocupantesprácticamenterelucen.LacopadeesponsalesdeNellaesunpálidodedal;elencajede lacuna,una telarañaresplandeciente.LamanoamputadadeAgnessigueencimadeunasillacualamuletodeplata,yelpandeazúcarconservasu blanco inmaculado excepto en la punta. Lo sujeta y trata de distinguir si se haennegrecido más. No lo sabe a ciencia cierta. Con las esporas negras claramentevisibles,permaneceenlapalmadelamanodeAgnescomoalgoinfectado.

«Nosoynisiquieraelalbañildelafortuna,muchomenossuarquitecto»,piensa.Las sentencias elípticas de la miniaturista y sus hermosas creaciones siguenencerradas en su propiomundo, tan palpable y sin embargo tan inalcanzable. Estanocheparecenburlarsedeella.Cuantomenosentiendelosmotivosdelaminiaturistapara actuar así,más poderosa le parece. Pide en sus rezos queLucasWindelbrekehayarecibidolacarta,quealgoleotorguelaclarividencianecesariaparadescubrirlaclave.

Saca la figura de su marido del aparador y la sopesa. ¿También previó eso laminiaturista,queelenemigodeJohanneslodescubriríaenelpuerto?Sigueteniendolaespaldainclinadahaciaunladoporlacargadelabolsadedinero.NoparecemásligerayNella tratadeverenesoundetalleestimulante,aunquenopuedeestardeltodoseguradeentenderquéquieredecirenrealidad.

Oye lapuertade la calle, seguidaporel chasquidoque indicaque Johanneshaentradoensudespacho.Deja laminiaturaen lacasademuñecas,bajacorriendoy,sinllamar,entradirectamente.

—¿Dóndehasestado,Johannes?—pregunta,yclavalospiesenlablandacapadelanadelaalfombra,cuyasfibrasestánimpregnadasparasiempredelolordeRezeki.

—¿Nella?Parececansado,yviejo,yalverlo,tambiénellasesientemásvieja.«Nosabeque

lohandescubierto»,concluye.Estáclaroquenotieneniidea.Seabalanzasobreélyloagarradelasmangas.

—Tienesqueirte,Johannes.Tienesquemarcharte.—¿Qué…?—Peroantesdebessaberalgo.Creoquehashecholoquehaspodidopormí,con

la casa demuñecas, el banquete de los plateros y las flores y los vestidos. Y conconversacionesqueeranparamíalgonuevoporcompleto.Quieroquelosepasantes

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deirte.—Siéntate,tranquilízate.Tienesmuymalacara.—No, Johannes.—Se interrumpeymira losmapasquehaya sualrededor, los

papeles,laescribaníadeoro,cualquiercosamenoslosojosgrisesquelamiranconserenidad—. Agnes y Frans… Te vieron, Johannes. En el almacén… con unjovencito.

Johannesagachalacabezayseapoyaenelaltotaburete.Sediríaquesehanrotolosengranajesdesuinterioryquepocoapocovadeteniéndose.

—Losburgomaestrestematarán—insisteellaantesusilencio,yoyelaspalabrasque salen de sus labios, sin cautela, arrastradas hasta mezclarse—. ¿Era… Jack?¿Cómohaspodido?DespuésdequetetraicionaraconloquelehizoaRezeki…

—Elquemeha traicionadonohasidoJackPhilips,Nella.—Nuncahabíaoídotanta fuerza en la voz de Johannes—.Ha sido esta ciudad.Han sido los años quetodoshemospasadoenestajaulainvisible.

—Peroélteha…—Cualquiera modificaría su conducta ante un escrutinio constante, ante tanta

beateríaexaltada:losvecinossevigilanyretuercencuerdasquenosatanatodos.—Perounavezmedijistequeestaciudadnoeraunacárcelparaquientrazarasu

caminocorrectamente.—Bueno, pues lo es—contesta Johannes, encogiéndose de hombros—. Y los

barrotes estánhechosdeunahipocresía asesina.Memarcharé estanoche, antesdequelahuidaseaimposible.

Esbrusco,estádolido,nopareceél.Nellasientequeseledeshacenloshuesos,quevaaresbalarporlaalfombradesumaridoyjamáspodrávolveraponerseenpie.

—¿Adóndevasair?—Losiento,queridaNella.—Suternuraescasiigualdeinsoportable—.Esmejor

que no te lo diga. Te lo preguntarán, y tienen formas de conseguir respuesta.—Revuelvelospapelesdelamesayleentregauno—.Heanotadounalistadenombres,gentequepodríaestarinteresadaenelazúcar.DáselaaMarin.Conocebienloslibrosde contabilidad, así que con eso no tendréis problemas. Voy a darte también elnombredeunagentedelaVOCenelqueconfío.

—¿Máscomisionesquecompartir,Johannes?Losbeneficiossereduciránmucho.—Veoquehasestadoprestandoatención.—Sonríeconesfuerzoyabrelasolapa

parasacarunfajodeflorines.Nellasedacuentadelovacíoquepareceelinteriordelachaqueta—.Peronocreoquepodáisvenderlosinunagente.

—¿Volverásconnosotras?Johannessuspira.—Nohayotraciudadcomoéstaenelmundo,Nella.Esradianteyexcesiva,pero

nuncalaheconsideradomihogar.—Entonces,¿dóndeestátuhogar?Johannesmiralosmapasdelapared.

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—Nolosé—contesta—.Dondehayaconsuelo.Yesoesdifícildeencontrar.

Porlanoche,sóloNellasepresentaadespedirasumarido,envueltoensumantodeviaje,encorvadoporelfrío.

—Adiós,Nella.—Te…echarédemenos.Johannesasienteyellavelágrimasensusojos.—No te quedas sola—asegura, dejando a un lado la emoción—.Cuentas con

Cornelia.—Sedetiene,recolocalacorreadelabolsayaojosdeNellaparecemuyvulnerable, un anciano obligado a emprender una aventura. Como si le leyera elpensamiento, añade—: Tengo amigos en muchos países. Todo saldrá bien. —Sualiento es como humo caliente en el aire helado y ella se queda mirando cómodesaparece el vaho—. Pensaré en ti. Debes estar pendiente de Marin, Nella.Cuidarla…Tenecesitamásde loquecrees.Ynopermitasque teobligueacomernadamásquearenques.

Labromaseleclavacomoundardoconungradodedolorquenoesperaba.Nosevecapazdesobrellevaresacamaradería tardía, ladulzuradeunentendimientoadestiempo.

—Johannes—musita—,prométemequevolverás.Sin embargo, sumarido no responde porque ha echado a andar ya en silencio

junto al canal, como buen experto en desaparecer, con la bolsa del dinerobalanceándoseenelcostado.«Novolveréaverlo»,piensaNella.

La noche se asienta, las estrellas resultan hostiles, el frío es un cuchillo en elcuello, pero Nella espera hasta el momento en que le resulta imposible distinguirentreJohannesylaoscuridadqueloengulle.

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Unaherradura

Ladespiertaunsonidometálicoprocedentedelexterior.Nellahapasadolanocheenel despacho de Johannes y la alfombra se le ha quedado marcada en la cara. AlprincipiocreequeelruidoprocededelascriadasdelHerengracht,quesumergenlosmochosenlosbaldesyfrieganlosescalonesparallevarsepordelantelosrestosdelúltimodíade1686.Porunmomentoloolvidatodoysequedamirandoloshermososmapasde sumarido.Luego recuerdadegolpe la rabiadeMeermansy lahuidadeJohannes,quecolmancualquierposiblevíadepensamientososegado.Miraeltecho,dondelasmanchasdelasvelassonnegrascomolasesporasdelpanenminiaturadeAgnes.

Alguienlallama.EsCornelia,convozaguda,histérica.—¡SeñoraNella!¡SeñoraNella!Sefrotalosojos.Elruidohacesado.Aturdida,seencaramaalbaúlymiraporla

ventana.Bandasrojassobrepechosfornidos,undestellodemetalbruñido,espadasypistolas.LaMiliciadeSanJorge.Entoncesempiezanaaporrearlapuertadelacalle.Corneliaentracomounaexhalación.

—Sonellos—musita,aterrada—.Hanvenido.NellacierralosojosydalasgraciasconrapidezporqueJohannesseencuentreen

unbarco,lejosdeallí.Marinyaestáenelvestíbulo,losgolpescontinúanylastresmujeressereúnenapresuradamentemientrasDhana,entreellas,pateaelsuelo.

—¿Sehaido?—preguntaMarin.Nellaasienteypercibeenelrostrodesucuñadaunsufrimientofugazquequeda

enmascaradodeinmediatoporeseaireausenteyaconocido.—Nopodríacontenermedelantedeesagente—diceMarin,yempiezaasubirlos

escalonesmientrasNellatratadecontrolaralaperra.—No,Marin…—Lo único que conseguiré será perder los nervios, sobre todo si va con ellos

FransMeermans.—¿Qué?Nopuedesdejarmesola…—Confíoenti,Petronella.MarinseesfumayCorneliaabrelapuerta.Enelúltimoescalónhayseisguardias

de laMilicia de San Jorge, vestidos con el uniforme de los guerreros adinerados.Exhiben sus petos de plata y peltre, y los trabucos se balancean a la altura de lacadera.Nellanodicenada,entrelazalasmanosyempiezanarevolvérselelastripas.ObservaaliviadaqueFransMeermansnoestáentreellos.

—Venimos por JohannesBrandt—anuncia el que estámás cerca de la puerta.TieneacentodeLaHaya, sus sílabas sonmásentrecortadasque lasde lagentedeÁmsterdam.

—Noestá,caballero—respondeNella,ynotalamandíbulafloja.«Nopiensopreguntarle aquéhavenido—decide—.Novoyadarle cuerda,ni

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unapulgada.Notendráoportunidaddehumillarnosaúnmás».Elguardialamiraalosojos.Esalto,aproximadamentedelaedaddeJohannesy

calvo, pero luce una barba más arreglada que los demás, con vetas canosas yterminadaendospuntas,alaantigua.

—¿Yadóndehaido?—pregunta.—Deviaje—contestaNellaconunamentirainstantánea,aunquenotalalengua

pesada,empapada,ylecuestaserconvincente.TratadeemularelgestoautoritariodeMarin,peroleafectalaseguridadcolectiva

que transmiten los seis hombres al mirarla con desaire con todas sus medallasresplandecientesy susbandas rojaspegadas al cuerpo comoadustosgallardetes defraternidad. Sus pechos se hinchan ante ella y también sus barrigas, bien llenasgraciasalosmejoresalimentos.

—Sabemosqueestáaquí—diceotro—.¿Noquerrámontarunescándaloen lapuertadesucasa?

—Buenosdías,caballeros.Nellaempiezaacerrar,peroelmilicianoencajaunpieparaimpedírselo.Entrelas

risas mal disimuladas de los otros cinco, hace fuerza contra la madera y por unmomento la joven y el soldado canoso acaban forcejeando. Gana él y los seisindividuosentranentropelconpasosquereverberansobrelaslosasdemármol.Sequitanelcasco,echanunvistazoalostapicesyloscuadros,larefinadaescalera,loscandelabrosdeparedylasventanasrelucientes.Noparecenmilitares,sinoabogadosapuntodeinventariarlasposesionesdeunfallecido.

—Veabuscaratuseñor,jovencita—bramaelprimerguardiaaCornelia.Alverquenosemueve,llevalamanoalaempuñaduradelaespada—.Veabuscarlootedetenemostambiénati.

—VamosallevarlaalaSpinhuisaqueleenseñenloqueesladisciplina—apuntaotro,riéndose.

Nella observa a los seis milicianos y duda de que hayan visto una batalla deverdad. Da la impresión de que les gustan demasiado los uniformes que visten.«Corre,Johannes—piensa, tratandodeaplastarelpánicoqueseapoderadeella—.Corre,vetemuylejosdeaquí».

—Selorepito,señores:mimaridonoestá.Y,ahora,buenosdías.—¿Sabeporquélobuscamos?—preguntaelprimerguardia,acercándoseaella.

Los otros cinco se despliegan en abanico para formar una especie de herradura entornoalasdosmuchachas—.CumplimosórdenesdelschoutSlabbaertydelprimerburgomaestre de la Stadhuis, señoraBrandt. Los carceleros de la Stadhuis esperanconimpaciencialavisitadesumarido.

—Cierra lapuerta—ordenaNella,yCorneliaseapresuraaobedecer.La luzseatenúaalbloquearlavidadelexterior—.Podránhablarconélcuandoloencuentren.

—¿Acasolohaperdido?—preguntaunodelosdemásguardias.—Medaenlanarizquesabedóndeestá—diceotro,yprovocamásrisas,queno

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sedisimulan.Nellalesdesealamuerteatodos.—UningléshadenunciadounaagresiónenlasIslasOrientales,señora—informa

elprimermiliciano—.Eldiplomáticodesupaísharemovidocieloytierraennombredesurey,yhaydostestigosquelocorroborantodo.

«LosMeermans y Jack deben de haber actuado juntos—concluyeNella—.Almuchacholehabránpagado,desdeluego,porinterpretarotrodesuspapeles.¿QuiénibaaimaginarseaAgnesyaFranscomoaliadosdeJackPhilips?Enfin,leshabrádadoigualantelaperspectivadevengarse».Nellaseimaginaquearrancalacabezaasusmuñecosylostresquedandecapitadosydespojadosdesupoder.

Sedacuentadequelasituaciónselevadelasmanosybuscadesesperadamenteen esos rostros un ápice de bondad, incluso de incomodidad. La más mínimadebilidadpuedeservirle,laexplotarásinpiedad.Hayunmilicianoqueparecemayorque Johannes, pero tiene lamisma cara bronceada y franca.Cuando se cruzan susmiradas, baja los ojos, y Nella decide explotar lo que espera sea una pizca devergüenza.

—¿Cómosellama,caballero?—Aalbers,señora.—¿Quéhaceustedaquí,señorAalbers?Noserebaje.Vayaaapresarasesinosy

ladrones.—Nofunciona.Esconscientedesupropiavoz,asustadaydesesperada—.Mimaridohacontribuidoalagrandezadeestarepública,¿noesasí?

—Meencargarédequelotratenbien.—Regresaráasucasa,juntoasumujer,yseolvidarádeél.—Sumaridoestáenunaprieto,señoraBrandt—intervieneelprimerguardia,que

recorre con paso firme el glorioso vestíbulo de Johannes—.Y nada de esto podrásalvarlo.

UnafuriavirulentaseapoderadeNella,unarabiatemeraria.—¿Cómoseatreven?—grita,yavanzahaciaellos.Losotroscincosedesbandan

comounbancodepecessorprendidos—.¡Ustedes,hombresimperfectosvestidoscongloriasusurpadas!

—¡Señora!—suplicaCornelia.—¡Fuera!Todos.Mehablanenmipropiacasacomobestias…—Muchomásbestialeslasodomíadesumarido,señoramía—replicaelprimero

desdeciertadistancia.Lapalabra reverberaenel aire.Nella sequeda sinaliento,petrificadaentre los

milicianosenmudecidos.Esunapalabraquedinamita loscimientosdeÁmsterdam,bajo sus iglesias y todas sus tierras, y hace astillas su preciosa vida. Después de«codicia» e «inundación», es la peor del vocabulario de la ciudad, equivale a lamuerteylosguardiaslosaben.Amilanadosporlabravuconadadesucabecilla,noseatrevenamiraraNellaalosojos.

Más arriba se oye el chasquido casi imperceptible de una puerta al cerrarse, y

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unospasosaceleradosenlacallequiebranesemomentoextrañoysuspendidoeneltiempo.Todos se dan la vuelta y un jovencito, que según los cálculos deNella nopasarádelosnueveaños,asomalacabezaencuantoseabrelapuerta,conunacaraquerebosaregocijoyconlabocaabiertapararecuperarelresuello.

—Lohemosencontrado—anuncia.—¿Muerto?—preguntaAalbers.Elmuchachosonríedeorejaaoreja.—Vivo.Aveintemillasalnortedeaquí.Lotenemos.Nella nota que se le hunde el estómago, que se le vencen las rodillas hacia el

suelo duro y frío.Alguien la agarra antes de que se desplome. EsAalbers, que lasostiene,peroaunasísetambaleamientraslainformacióndeljovencitoseabrepasoalafuerza.Casinopuederespirarysesientedesamparadaentretodosesoshombresalosquelestraesincuidadoquesumaridorecibaunjuiciojusto.

—¿Dóndeestaba,Christoffel?—preguntaelprimerguardia.—Enunbarco,señor,enlaisladeTexel.—Christoffelseadentraenelvestíbulo

con los ojos como platos ante la grandiosidad que lo rodea—. La avanzadilla loalcanzó.Gimoteabacomoungatito—agrega,yseponeamaullar.

—Santocielo—musitaAalbers.—No—diceNellaconunhilodevoz—.Mientes.—BromeabadiciendoquenohabíaestadonuncaenlaStadhuis.—Elmuchacho

ríe—.Bueno,ahoraselequitaránlasganasdebromear.Aalbersledaunabofetadaenlanuca.—¡Unpocoderespeto!—exclamamientraselcríochilladedolor.—Christoffelhaprestadoungran servicio a la república—intervieneelprimer

miliciano,agarrandodelbrazoaAalbers.—Lomismoquemimarido—espetaNella—.Duranteveinteaños.—Nolaentretenemosmás—diceél,ysedirigenalapuerta.—Esperen—pideNella, haciendo un esfuerzo para juntar las palabras—, ¿qué

van…ahacerconél?—Esonodependedemí,señora.Elschoutestudiarálaspruebas.Unaaudiencia

seguidadeunjuicio.Queserábreve,supongo,siesciertoloquecuentan.BajanlosescaloneshastalacalleconChristoffelcomomascotavictoriosaentre

ellosysealejanjuntoalcanalhaciaelcentro.Aalbersvuelvelacabezaunasolavezyhaceungestodeasentimiento,bruscoyavergonzado,dirigidoaNella.Elpasodelosmilicianosesdesparejo,comosielentusiasmoporeléxitosehubieraimpuestoaladisciplina.Tardanpocoenromperfilascontotalindiferencia,dándoseempujones,ylarisadeChristoffelresuenahastaquedesaparecen.

Nellatiritaalcontactoconelaireazuldelamañanadediciembre.Aambosladosdel Herengracht, unas cuantas sombras asomadas a las ventanas se ocultan de suvista.Muchosojoslavigilan,alparecer,peronadieacudeensuayuda.

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~

—Lomatarán—diceCornelia,encorvadasobrelosescalonesdelvestíbulo.Nellaseagachaasuladoyleponelasmanosenlasrodillas.—Calla,calla.TenemosqueseguirlohastalaStadhuis.—Nopodéishacereso—diceMarin,quehareaparecido,envueltaensuchal.Su

siluetasealargaalaluzdelasvelas.—¿Qué?—Sóloserviríaparallamarlaatención.—¡Marin,tenemosquesaberquévanahacerle!—Lomatarán—repiteCornelia,queempiezaatemblar—.Loahogarán.—Cornelia,porelamordeDios.Marincierralosojosyserestriegalassienes,yNellasienteunapunzadacaliente

de rabia ante su inercia, su reticencia a agarrar la situación por el pescuezo ysacudirlahastasubyugarla.

—¿Esqueno tienescorazón,Marin?Yo jamásabandonaríaamihermanoa susuerte.

—Perosiesprecisamenteloquehashecho,Petronella.LodejasteenAssendelftparasalvartetú.

—Yonodiríaqueestoseaunasalvación.—¿Quésabesdelosburgomaestres?—prosigueMarin—.Tú,quetehaspasado

lavidasubsistiendoenloscampos,bebiendolanatadetuspropiasvacas.—Esonoesjusto.¿Sepuedesaberquétepasa?Marin empieza a bajar hacia donde estáNella, al pie de la escalera, peldaño a

peldaño,conunaprecisiónlentaycuriosa.—¿SabesquémedecíaJohannes?—pregunta.Lamaliciadesuvozrasgaelaire

invernalyaNellaseleerizaelvellodelosbrazos—.«Lalibertadesalgoglorioso.Libérate,Marin.Túmismahaspuestolosbarrotesdetujaula».Bueno,liberarseestámuybien,perosiemprehayalguienqueacabapagando.

—Sienteslástimadetimismayesonosparaliza.Tuvistetuoportunidad…Marinextiende losbrazosde improvisoy clavaaNella contra laparedpor las

muñecas.—¡Suéltame!—grita lamuchacha, debilitadapor lamagnitudde la furia de su

cuñada.Corneliaseechaatrás,horrorizada.—No soy yo la que abandona a mi hermano —afirma Marin—. Ya me ha

abandonadoél.Lohemantenidotodoensecreto,cosadelaqueélhasidoincapaz.He pagado sus deudas en lamismamedida que lasmías.Y ya sé que creerás queahoralocomprendestodo,peronoescierto.

—Teequivocas.

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Marinlasueltaydejaquesehundacontralamaderadelapared.—No,Petronella—dice—.No.Elnudoestádemasiadoapretadoparati.

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Cuerposocultos

Nellahasalidoalescalónde laentradade lacasadeJohannes.Lavísperadelañonuevo transcurre sin ceremonia. Quiere que el frío la haga añicos, que la luz latransforme.La calle paralela al canal está desierta, y el hielo es una cinta de sedablanca que pasa entre las casas del Herengracht. Nunca había visto una luna tangrande,esmayorinclusoqueladelanocheanterior,unimpresionantecírculoclarodeenergía.Casitienelasensacióndequepuedeextenderelbrazoytocarla,dequeDioslahabajadodeloscielosparaquesumanohumanalaagarre.

TienelaesperanzadequeJohannesveaesalunaentrelosbarrotesdesucelda,enlasentrañasdelaStadhuis.Elintentodehuidaloharáparecermásculpable.¿Dóndeestá ahora Otto? ¿Y la miniaturista, que sigue escondiéndose? «Si no fuera porCornelia —piensa—, tal vez yo también huiría». Mientras la casa de verdad vamenguando,ydesaparecensusocupantesdeunoenuno,lademuñecasparecemásllena,inclusomásviva.

Por la puerta abierta a su espalda ha empezado a surgir un olor extraño y, alentrar,Nelladescubrequenoprocededelacocina.Oyeunlejanosonidoguturalenelprimerpiso,alguienjadea.Sigueelpeculiaroloryelruidoescalerasarribayporeloscuropasillohastadondeunfinomarcodeluzdevelasresaltalapuertadelcuartodesucuñada.Estaveznadadedulceespliegonidesándalo,sinounhedoraverdurapodridaquelaasfixia.

«Es un incienso repugnante que está quemando Marin —se dice—, una ideadesacertadaparaenmascararotrosolores».Perolosjadeossonenrealidadsollozos.Nellaaguzaeloídoyseagachaparamirarporelojodelacerradura,perodescubrequeestátapado.

—¿Marin?—susurra.No hay respuesta, tan sólo más sollozos. Nella empuja la puerta, que estaba

entornada. La habitación apesta, es un olor a maleza apelmazada, raíces y hojasamargasmaceradasparaextraersuspropiedadessecretas.Enlacama,Marinsostieneunvaso conunamezcla verde, delmismocolor que el aguadel canal, como si sehubieraservidoconuncucharónelsedimentomismodelfondodelHerengracht.Sucolecciónde cráneosde animales está tiradapor el sueloy algunos sehan roto enesquirlasdesigualesdehuesoamarillo.Alguienha rasgadopor lamitadunode losmapasdelapared.

—¿Marin?Pero,portodoslosdiablos…AloírlavozdeNella,levantalavista.Tienelacarasurcadadelágrimasycierra

losojosaliviada.Dejalamanoinerteypermitequelequiteelvaso.Nellaleponeunamano en la mejilla, en el cuello, en el pecho, en un intento de calmar su cuerpotembloroso,suslágrimasinagotables.

—¿Quétepasa?—lepregunta—.Losalvaremos,teloprometo.—Noesporél.Noestoy…

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No logra formar una frase. Nella siente la insólita flexibilidad del cuerpo deMarinbajolosdedosysigueoliendolarepugnantemezcladelvaso,quelerevuelveel estómago. Piensa en sus vómitos, en sus dolores de cabeza, en su novedosaapetencia de azúcar, de tartas de manzana y de frutos secos confitados. En sucansancio,ensuscambiosdehumor;Marineslacolmenaquenohayquepatearpormiedo a las picaduras. En su ropa abultada, en sus andares más lentos. En susvestidosnegros forradosdepieles,ensucartadeamorsecreta,hechamilpedazos.«Te quiero. Te quiero. Por detrás y por delante, te quiero». Y en ese «¿Qué hashecho?»quepreguntóalairedesdesubañodeespliego.

MarinnodetienelasmanoscuriosasdeNella,queporconsiguientevanbajando,más lentamente, por los pechos firmes y colmados de su cuñada hasta lo alto delabdomen,bienocultobajovariasprendasdecinturaalta.

Alapretar,Nelladejaescaparungrito.El tiempo se detiene. No existen las palabras. Únicamente unamano sobre un

vientre, el asombroy el silencio.El abdomenencubiertodeMarin es enorme, estáduro,llenocomolaluna.

—¿Marin?—pronunciasunombreenunsusurro,aunquenosabeacienciaciertasihallegadoasonar.

Nellasueltaelairecuandoelniñosedalavueltaensudiminutohogar,yenelmomentoenqueunpiececitoledaunapatadacaederodillasalsuelo.Marinsiguecallada, con la cabeza alta y los ojos, inflamados por el cansancio, perdidos en unhorizonte invisible, mientras el enorme esfuerzo de mantener el secreto se varetirandodesurostro.

Noesunacriaturapequeña.Esunbebéqueestácasilistoparallegar.—Noibaabebérmelo—estodoloquediceMarin.

~

Las paredes del cuarto parecen sencillamente los bastidores de un escenarioteatral,ytraselloshayotropaisajepocasvecesvislumbradohastaahora.Unlugarsinpintarqueseextiendeentodasdirecciones,sinpostesindicadoresnihitos, tansóloespacioinfinito.Marinpermaneceinmóvil,sentada.

Nellapiensaenlacunitadelacasademuñecasysienteunescalofrío.¿Cómolosabíalaminiaturista?Marinestáconcentradaenlavela,queesdeceradeabeja,nodesebo,ydesprendeunagradableoloramiel.Lallamabailacomounduendecillo,unpequeñodiosdelaluzqueseburladelaparálisisdelospensamientosdelasdosmujeres.¿Cómoempezar?¿Quédecir?

—Noselodigasanadie—comienzaMarinporfin,casisinvoz.—Nopuedehabermássecretosenestacasa.Corneliatienequesaberlo.

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—Si es que no lo sabe ya —contesta con un suspiro—. Me he dedicado amanchar trapos con sangre de cerdo para que no sospechara.—Mira de soslayo aNella—.Ytúconocesalaperfecciónlosojosdelascerradurasdeestacasa.

—Osea,queesoeraloquehacíasenelsótano.Yopensabaqueloslavabas.—Visteloquequeríasver.Nellacierralosojosylarecuerdaenelsótanoconlasmanosenrojecidasenalto.

Cómo se ha esforzado en nombre de su secreto, preparando su menstruaciónfantasmal,manteniendolailusióndequesucuerponohabíacambiado.Lamarcadacurva de su vientre es sensacional. Se ha duplicado (dos corazones, dos cabezas,cuatro brazos, cuatro piernas) como un monstruo del que queda constancia en eldiariodeabordo, enunaanotacióndeunode losmapas robadosa Johannes.Québienlohaocultado.

¿Cuántas veces ha sucedido? Los momentos robados sin que se enterasen niAgnes,niJohannes,nielrestodelaciudad.Esasombroso,yelhechodequesetratedeMarinacentúaaúnmáselescándalo.Fornicación,pielsobrepiel,laBibliaporlaventana.«Peroasíeselamor—piensaNella—.Estoesloqueteempujaahacer».

Marinhundelacaraenlasmanos.—Frans—dice,yesenombrebastaparatransmitirtodoloquehaencubierto,la

verdadquepodríaecharportierrasuvida.—Sehaenfadadoporlodelazúcar,Marin,nadamás.Tequiere.—Marinlevanta

la cabeza y la sorpresa se dibuja en su rostro exhausto—. Cuéntale lo del niño.Cuando lo sepa no querrá hacer daño a Johannes, porque ese acto te pondría enpeligro.

—No,Petronella.ÉstanoesunadelashistoriasdeCornelia.Se quedan en silencio unos instantes y Nella recuerda la horrible agresión de

Meermans,sugestodetriunfomientrasrelatabaloquehabíanvistoAgnesyél.—Lagentenotieneporquésaberlo,Marin.Senosdabienescondercosas.—Nolotengotanclaro—contestaella,restregándoselosojos.Respirahondo—.

Sisobrevive,esteniñoestarámanchado.—¿Manchado?—Porelpecadodesumadre,poreldesupadre…—Esunacriatura,Marin,noundemonio.Podemosmarcharnosdeaquí—añade

Nellaconmásdelicadeza—.Llevartealcampo.—Enelcamponohaynadaquehacer.Nellasemuerdelalenguayasimilalapulla.—Puesesomismo.Tampocohabrámiradasindiscretas.—¿Sabescómosedice«encinta»enfrancés,Petronella?Enceinte.ANellalehiervelasangre.CómosepareceMarinasuhermano:comoél,desvía

laconversaciónconesaslenguasextranjeras,seprotegecondetallesmundanos.—¿Y sabes qué más quiere decir enceinte en ese idioma? —insiste, y Nella

detectaunleverastrodepánicoensuvoz—.Unrecinto.Unamuralla.Unaclausura.

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Nellasearrodillaanteella.—¿Decuántoestás?—pregunta,paraserpráctica.—Deunossietemeses—contestaMarin,soltandoaireydescansandolosbrazos

sobreelvientre.—¿Siete?Jamáslohabríadicho.Mimadrehaestadoencintacuatrovecesdesde

quetengousoderazón,perocontigonomehepercatadodenada.—Porque no mirabas, Nella. He ensanchado las faldas y me he vendado los

pechos. —Nella no puede reprimir una sonrisa: incluso en esa situación, laenorgullecelobienquesehaencubierto,lobienquehaapartadolaverdaddelosojosdetodoslosdemás—.Peroahoramecuestaandar.Escomodoblarseencimadeunglobo.

—Dentrodenadasetenotará,pormuchasfaldasychalesquetepongas.—Almenossoyalta.Pareceréunavíctimadelaglotonería,laencarnacióndemi

pecado.Nellamiraelvasodereojo.Esepreparadopodríahaberlamatado.«Preparado»,

comosi fueraelprincipiodealgo,cuandoen realidadesel fin.EnAssendelftunajovenmurióporunapócimaabasedeeléboroypoleo.Losamigosdesuhermanolahabíanforzadoyunodeelloslehabía«hechounhijo»,comosueledecirse.Elpadrede la chica elaboró la mezcla y algo salió mal, porque la enterraron a la mañanasiguiente.

En el campo casi todo el mundo distingue una seta venenosa, un arbusto queprovocalamuerte.«Sietemesesesdemasiado»,piensaNella.Trashaberseesforzadotanto en ocultarlo, Marin habría muerto también. ¿Lo sabrá o no? Las dosposibilidadeslaperturban.

—¿Dedóndehassacadoelveneno?—Deunlibro—respondeMarin—.Losingredientesprocedendetresboticarios

distintos.Johannescreequetodaslassemillasylashojasquetengoselasherobadoaél,perolociertoesquelamitadsondecuranderosdeÁmsterdam.

—Pero ¿por qué esta noche? ¿Hasta ahora no te habías planteado qué ibas ahacer?—preguntaNella,perosucuñadamirahaciaotroladoyseniegaaresponder—.Marin,estospreparadossonmuypeligrosossinosetomandurantelosprimerosmeses—insiste,perosóloencuentrasilencio—.Marin,¿queríasqueelniñoviviera?

Siguesindecirnada,mirandoalvacío,perosetocaelvientre.Nellasefijaenunmontón de libros entre los que destaca un título, Enfermedades infantiles, deStephanusBlankaart,yresultaincreíblequenolellamaralaatenciónensuprimeravisitaalahabitación.

Marin también lomira y parece asustada, con un extraño aire juvenil.Nella letomalamanoyunlevepulsopasadeunapalmaaotra.

—Recuerdoqueeldíaquelleguébuscastemisdedos—dice.—No.Esonoescierto.—Marin,lorecuerdoperfectamente.

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—Túmedistelamanocomosifueraunobsequio.Temostrabastan…seguradetimisma.

—No,enabsoluto.Ytúbrindaste la tuyacomosimeseñalarasdóndeestabalapuerta.Dijistequeteníahuesosfuertesparaalguiendediecisieteaños.

—Quécomentariotanridículo.—Marinpareceperpleja.—Sobretodoporquehabíacumplidolosdieciocho.YahoralapieldeMarinsehaablandado;elintercambioescompleto.Sucuerpo

seapoyaeneldeNella,calmado,entregua.Alamuchachalecuestaacabardecreerlo que ha sucedido esa noche, en ese cuartito repleto de mapas. Es un hechodemasiadograndeparaasimilarlo:sumenterevoloteaporlosbordesparaadentrarseenélpocoapoco.Quierehacermuchaspreguntas,peronosabepordóndeempezar.

Mientras permanecen en esas circunstancias sin precedentes, se le ocurre unaidea. Ese niño podría ser la prueba de que Johannes es elmarido que debe ser, elcreadordeunafamiliaholandesacomoDiosmanda.Sinembargo,alverelsemblantepálidodesucuñada,sereprime.«Dameatuhijo,Marin,yprotegeeldestinodetuhermano»:nosonpalabrasfácilesdedecir,yprobablementemenosaúndeescuchar.Marinhahechosacrificiosdurantetodalavida,yunapropuestadeesecalibredebeplantearsecontacto.

—Habráquebuscaraunacomadrona—proponeconcuidado.—Tienesqueiralalmacénavercómoestáelazúcar—eslarespuestadeMarin.Empiezaatensárseleelcuerpo.—Pero,Marin,¿quévamosahacercontigo?Nella se asombra ante la capacidadde su cuñadapara dividirse de esemodoy

guardarelproblemadelembarazoenelbolsillocomosifueraunajoya.Marinselevantadelacamaconmovimientosinsegurosyseabrepasoentrelos

cráneosdesperdigadosporelsuelo.Ahoraqueno llevavolantesniadornosencimadelafalda,Nellavetodalacurvadesucuerpo,larotundidaddesuspechos.TraslosmurosdelcuerpoancladodeMarindavueltasunacriatura,poseídayposeedora,paraquienlamadrequeaúnnoconoceseráunadiosa.Elniñonaceráprontoy,peseasusilusionesdesinceridad,Nellasabequeéseseráelmayorsecretoquedeberánguardar.

Lamencióndelazúcarabreensumenteunrecuerdoapenasasentado.—Johannesmediounalistadenombresparalaventadelospanesdeazúcar—

anuncia, a regañadientes, puesto que no desea queMarin desvíe la conversación ydejeatráseltemadelacriatura.

—Ah,muybien.Pero,antesdequeNellapuedaproseguir,seoyenunospasosquesealejanporel

pasillo.—Cornelia—diceMarin—.¡Todaunavidaescuchandodetrásdelaspuertas!—Yahabloyoconella.—Supongoqueesimprescindible—suspiraMarin—,antesdequeseinventeotra

fabulación.

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—No le hará falta—respondeNella, yade camino a la puerta—.Aquí nohaynadamásfabulosoquelaverdad.

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Aladeriva

En el cuarto deNella,Cornelia semuestra en un primermomento callada y terca,peroacabadesmoronándose.Sedesplomasobrelacamacomosituvieraloshuesosdeceniza.

—Losabía—asegura,perosugestodeperplejidadtraicionatantafirmeza.Nellacorreasuladoylaabrazaconfuerza.«PobreCornelia—piensa—.Tehan

engatusado.Peroenlatrampadeesejuegodemanoshancaídotodos.EselmayortrucoquehahechoMarinentodasuvida;sóloquenoesuntruco,esalgoreal».

—Sabíaquelepasabaalgo—insisteCornelia—,peronoqueríacreérmelo.¿Unniño?

—Manchabatraposconsangredeanimalparaengañarnos.—Unaideainteligente—dicelacriada,yelceñofruncidosetransformaenuna

admiraciónreticente.—Desdeluego,másinteligentequequedarseenestadosinhabersecasado.—¡Señora!Corneliapareceescandalizada,yNellasedacuentadequenodebemencionarla

pócimaanteunahuérfana.«Aunquenomeextrañaríanada—sediceconunarrebatodeafecto—queestareinadelascerraduraslohubieraoídotodo».

Hayunniñoencamino.ElsecretodeMarinsehadesveladoyahoraNellaloveen el abultamiento de las cortinas, en la redondez de los cojines de su cuarto. Sequedamirandohaciaelcentrodelacama,másalládeCornelia.«Marintieneloqueyo nunca tendré», se lamenta. Espontáneamente, la imagen deMeermans yMarinjuntos penetra en su cabeza. Sus dos cuerpos, la tumefacción de Frans haciendofuerzaentresusmuslos, lavaraqueprovocadolor,élque lebaja lascalzas,que laabre,quegritaenelmomentoculminante.«Nosoyjusta—sedice—.Seguramentefuealgomás,yaqueesehombrecreíaqueunacariciadeMarindurabamilhoras,queellaeraunrayodesolenelquesebañabayentrabaencalor.Consemejantepoesía,¿cómopuedehabersalidotodotanmal?».

—¿Quévamosahacerconelniño?—preguntaCornelia.—SupongoqueMarinpodríallevarloaunorfanatoprivado.—¡No! —exclama Cornelia, poniéndose en pie de un salto—. Tenemos que

quedárnoslo,señora.—Eso no puedes decidirlo tú. Ni yo tampoco—responde Nella, pensando en

Johannesensucelda.Lacriadasecruzadebrazos.—Yocuidaríaaesacriaturacomounaleona.—Esposible,Cornelia,peronosueñesconloquenopuedestener.Ha sido demasiado severa y se da cuenta, pero la domina el agotamiento. Esa

frasepodríahabersalidoperfectamentedelabiosdeMarin.Lacriadaseapartaysedirigehacialacasademuñecas.Lalunasehaescondidodetrásdeunanubeylaluz

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delasvelasproyectaunbrilloirregularsobreelcarey.Comosiquisieraentretenerseconalgo,Cornelia abre las cortinasde terciopelo

amarilloyobservaelinterior.Nella,avergonzadaporelarrebato,nohacenadaparadetenerla.Cornelialevantalacunaylabalanceaenlamano.

—Québelleza—musita.«Tendríaquehabermedadocuenta—piensaNella—deque,detodoslosobjetos

que podía escoger,Marin eligió en primer lugar la cuna. ¿Quémás he pasado poralto?Demasiadascosas,ysigosinfijarmebien».

—¡Es ella! —exclama Cornelia, que ha cogido la muñeca de su señora y lacontemplaatónita—.Comosilatuvieraenlapalmadelamano.

LaminiaturadeMarincontemplaalasdosjóvenesconlabocabiencerradaylosojosgrisesinalterables.Corneliapasalosdedosporlacosturadelaampliafaldadesuseñoraylasuavelananegraleresultaplacenteraaltacto.Laacercaalavela.

—Cuídese,señora—susurra,ylaaferraconambasmanos.Cuando sus labios se posan en su vientre para besarla, da un paso atrás,

sobresaltada.—¿Quétepasa?¿Quésucede,Cornelia?—Henotadoalgo.Intranquila, Nella le arrebata la figurita, le levanta la falda y luego la enagua,

retirando una capa tras otra hasta llegar al cuerpo de lino relleno. Al tocar eldescubrimientodeCornelia,unasacudidanauseabundaleprovocaungritoahogado.Laminiaturistasehallevadootrabaza.

ElcuerpodisminuidodeMarinmuestralacurvainconfundibledeunembarazo.Unnúcleo, unanuez, algoque aúnno existe perono tardará en llegar.Lamuñecalleva la misma carga que la mujer que está al fondo del pasillo, con un vientreabultadoporelpasodeltiempo.

—¿Encargó una muñeca de la señora Marin en estado? —pregunta Cornelia,horrorizada.Cuandosusojosazulacianoseclavanenellaacusadores,Nellanotaqueseponerígida—.¿Cómohapodidotraicionarnosasí?

—No,no—responde,peroeldesprendimientohaempezado,elladrillosuelto,elagujeroeneldique.

—Yasabecómosepropaganlosrumores…—Esque…Nolaencargué,Cornelia.—¿Yentoncesquiénhasido?—Lacriadaestáhorrorizada.—Melaenvió…Yosólopedíunlaúdy…—¿Quién nos espía?—insiste, dando vueltas sobre sí misma y blandiendo la

muñecacomounescudo.—Laminiaturistanoesunaespía,Cornelia.Esalgomuchomásimportante…—¿Qué?¿Unamujer?Yocreíaqueesasnotaseranparaunartesano.—Esunaprofetisa.¡MiraelvientredeMarin!Venuestrasvidas.Tratadeayudar,

deadvertirnos…

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Corneliasacaunafiguradetrásdeotraylasaprietaenbuscademáspistasparadesecharlasunaaunatirándolasalsuelo.

—¿De advertirnos? ¿Quién es esa mujer? La que no era nadie… ¿Qué es esaminiaturista? —pregunta a gritos, estrujando su propia figurita en el puño,observándolahorrorizada—.Santocielo, señora,yohevividoconcuidado,hesidoobediente,pero,desdelallegadadeesteaparador,sehanabiertomuchaspuertasquesiemprehabíalogradomantenercerradas.

—¿Yesoestanmalo?Cornelialamiracomosihubieraperdidoeljuicio.—¡Elseñorestáenelcalabozo,OttosehamarchadoylaseñoraMarinllevaen

susenolavergüenzaconcebidaporelgranenemigodeestacasa!Nuestromundosehadesmoronado…yesa…miniaturista…¿nosvigilabadesdeunprincipio?¿Cómonoshaadvertido?¿Cómonoshaayudado?

—Losiento,Cornelia,losientomucho.NoselocuentesaMarin,teloruego.Laminiaturistatienetodaslasrespuestas.

—¡Noesmásqueunafisgona!—vociferaCornelia—.NodependodenadiemásquedeDios.

—Pero, si nosotras no sabíamos nada de lo de Marin, ¿cómo se enteró ella,Cornelia?

—Lohabríamosdescubierto.Dehecho,lohemosdescubierto.Nohacíafaltaquenoslodijeraella.

—Ymira esto.—Nella le muestra el pan de azúcar de Agnes ennegrecido—.Cuandollegóerablanco.

—Eshollíndelfuego.—Noseva.YRezeki teníaunamarcaenlacabezajustodondeJackleclavóla

daga.Corneliaseapartadelacasademuñecasyentredientespregunta:—¿Quiénesesabruja?—Noesningunabruja,Cornelia.EsunaseñoradeNoruega.—¡Una bruja noruega convertida en espía en Ámsterdam! ¿Cómo se atreve a

mandarleestosobjetosmaléficos…?—Nosonmaléficos.ElarrebatodeCornelialellegaalalma.Sesientediseccionada,igualqueantelos

ojos de su miniaturista secreta: su única posesión ha sido partida en dos y susentrañashanquedadoesparcidas.

—No teníanadaenestaciudad,Cornelia.Nada.Yellameprestóatención.Noentiendo por quéme eligió amí, no siempre entiendo losmensajes queme envía,perolointento…

—¿Quémássabeesamujer?¿Quéintencionestiene?—Nolosé.Tienesquecreerme: lepedíquenomandaranadamás,peronome

hizocaso.Eracomosicomprendieramidesdicha;siguióadelante.

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—Peroyohetratadodequefuerafeliz—protestaCornelia,frunciendoelceño—.Yoestabaaquí…

—Sí,yalosé.YloúnicoquehedescubiertoesquefueaprendizdeunrelojerodeBrujas. Le he escrito, pero es tan callado como ella.—Nella nota que su voz seconvierteenunsollozo,quelaslágrimascalientesamenazanconbrotardesusojos—. ¿Y qué fue lo que dijo Pellicorne en un sermón? «Nada oculto quedará porrevelar».

—Unamujernopuedeseraprendiz—replicaCornelia,haciendocasoomisodelaaflicción deNella—.Ningún hombre quiere enseñar a unamujer.Ningún gremio,salvoeldelascosturerasoeldelasapestosasporteadorasdeturba,laaceptaría.¿Y,total,paraqué?Estemundolohacenloshombres.

—Ellahacreadominutosysegundos,Cornelia.Hacreadotiempo.—Si no me hubiera dedicado a hervir sus esturiones, a echar especias a sus

pasteles y a limpiarle las ventanas, señora, yo también podría haber tenidomuchotiempo.Podríahaberhechofigurasmaléficasyhaberespiadoalagente…

—Perosiyatededicasaespiar.Enesesentido,eresigualqueella.Acaloradaysinresuello,Corneliaaprietaloslabiosysueltasumuñecadentrodel

aparador.—Nosoyenabsolutoigualqueella.Nellarecogeelvariopintorepartodepersonajesyenvozbajacontesta:—Nodeberíaperderlosnervios,Cornelia.—Yotampoco,señora—reconocelacriadatrasunapausa—,peromimundoha

cambiadodemasiadodeprisaúltimamente.Sehavenidoabajo.—Yalosé,Cornelia.Yalosé.Nella corre las cortinas del aparador para conseguir una paz momentánea. A

mododerespuestasilenciosa,Corneliacorretambiénlasdeterciopelodelaventanaylasdosmuchachassequedanenpenumbra.

—He de atender a la señora Marin —dice la criada, y da la espalda condeterminaciónalacasademuñecas.

Una vez a solas,Nella se imagina a laminiaturista de joven, tomando su grandecisión.TalvezCorneliaestéen locierto:quizánadiequeríacomprarsus relojes,preferían los que había hecho un hombre. Como no podía practicar para mejorar,renuncióacontrolar los ritmosartificialesdelhombreysevolvióhaciasu interior.«¿Enquémomentosedecantóporesossaltosmásíntimoseirregularesdeunavidapersonalyporquémeeligióamí?»,sepregunta.Apoyalacabezaenelcostadodelaparadoryelcontactoconlamaderafríaesunbálsamobienvenido.«Almostrarmemipropiahistoria—piensa—, laminiaturista sehaconvertidoen suautora.Cómomegustaríarecuperarla».

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CUATRO

Enerode1687

«Heaquíquesoishoyvosotroscomolasestrellasdelcieloenmultitud.[…]

¿Cómollevaréyosolovuestrasmolestias,vuestrascargasyvuestrospleitos?».

Deuteronomio1,10-12

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Esporas

ElprimerdíadelañoesparalosciudadanosdeÁmsterdamelmomentodeabrirlasventanasdepar enpar enundecidido ritual consistente endejar entrar el aire fríoparaquesellevelastelarañasylosmalosrecuerdos.NellasehavestidodecriadayCornelialaayudaaponerselasbotasylecuelgadelcuellolallavedelalmacéndesuseñor,comounamedalla.AúnnohallegadolaEpifanía,eldíadeladiferencia,perono hay tiempo que perder. Al ver a Cornelia se diría que espera que en cualquiermomentoaparezcaelmismísimoLuciferrodeadodeduendes,perohaprometidonohablar a Marin del secreto oculto bajo la falda de su muñeca, ni de la puntaennegrecidadelpandeazúcardeAgnes.

—Necesitapaz—lehadichoNella—.Piensaenelniño.Ésta se cierra el basto abrigo de Cornelia hasta el cuello. Trata demantenerse

firme,perotienelaimpresióndeestarhundiéndoseenlaciénagadelaciudadhastaunaprofundidadquepareceimposible,comosivolvieraalostiemposdellodoyelmar.

—NodeberíairustedsolaalasIslasOrientales—diceCornelia.—Notenemoselección.TúdebesquedarteaquíconMarin.Notardaré.—LléveseaDhana.Leservirádeescolta.

~

SaledecasayechaaandarjuntoalHerengrachtconlaperratrotandoasuladoylallavepesadacontraelpecho.QueríairantesalaStadhuisaveraJohannes,peroenÁmsterdammandaelflorínytienequeserpráctica.NosabeconquévaaencontrarseenlasIslasOrientales.

—¿Quién más puede encargarse,Marin?—ha recordado a primera hora de lamañana—. Johannes está en el calabozo. Si Agnes y Frans deciden no tenerclemencia,almenospodremossobornaraJackparaqueseretracte.

Marinhaasentidoparadarsuaprobaciónconambasmanosenelvientre.Desdequesehadescubiertoelembarazoparecequesucuerposehayaensanchado.«Soyunpangigantesco»,dijounavezlaseñoraOortmancuandoesperabaaArabella.AhoraparecequeMarintambiénestéaguardandoparaponerseaprueba,paracomprobarsisucarneesapropiada.Marinysunudodemasiadoapretado:¿quéquerríadecirconeso?

—DespuésvisitaréaJohannes,simedejanpasar—haañadidoacontinuación—.¿Quieresqueledéalgúnrecadodetuparte?

ElsemblantedeMarinsehaagarrotadodedolor.Hadejadocaerlasmanosalosladosysehaalejadoparaquedarsemirandoelsalón.

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—Nopuedodecirnada.—Marin…—Laesperanzaespeligrosa,Petronella.—Esmejorquenada.

El frío le clava pequeños cuchillos afilados en la cara. «Que llegue pronto laprimavera», ruega, y luego se pregunta si es buena ideadesear que el tiempopasedeprisaparaMarin,paraJohannes.Cuandoempiecelaprimavera,esposiblequesurepública familiar haya quedado hecha añicos a sus pies. Aprieta el paso parasacudirseelpesimismoyandaduranteunosdiezminutoshaciaelestedelaciudad.Lapartidadelaminiaturistalepesa,peronohaperdidolaesperanza,siguebuscandopor lascallesunatisbodesumelenarubia,sigueanhelandoque llamena lapuertaparaentregarotropaquete.Sinembargo,elsilenciollevaprolongándoseyamuchosdías.AunqueaCornelialehadichoquelaminiaturistalemuestraelcamino,Nellasesientesola,comosibuscaraalgoatientas.Necesitamássentencias,másminiaturas,paracomprender loquevaasucedery loqueyahasucedido.«Vuelva—piensaalcruzar uno de los puentes que conducen a las IslasOrientales—.No puedo seguiradelantesinusted».

Mireadóndemirehayagua,lagunasquietascomosifuerandevidrio,salpicadasde oscuridad cual espejo manchado cuando el tenue sol se esconde detrás de unanube. Cerca de allí una taberna sirve las patatas preferidas de Johannes, muyesponjosas.Noessorprendentequesealazonaquemáslegusta,cercadelmar,conmenosgente,conmuchosescondrijos.

Empiezan a aparecer los almacenes, edificios de ladrillo que se elevanhacia elcielo,muchomásanchos tambiénque lascasasarracimadasdentrodelanillode laciudad.Las Islas parecen desiertas a estas horas. «Lamayoría de la gente debe deestar durmiendo todavía—supone—, tras los excesos de laNochevieja».Supadrenunca hacía acto de presencia el día de Año Nuevo hasta bien entrada la tarde,cuandosedespertabaparadecirquenohabíacambiadograncosa.«Hoynopuedodecirlomismo—piensaNella—.Nadaesigualqueantes».OyesuspropiospasosyellevejadeodeDhana,quetrotaasulado.

Apesardelapazqueserespira,esospedazosdetierraseparadosporaguadicenalgomuyclaro,yesque todo tieneunmismoobjetivo:el ladomenosrefinadodelcomercio, laconservacióndesuministros, la reparacióndebarcos,elsustento tantode losmarineroscomode loscapitanes.Siguiendo las indicacionesdeMarin, llegaporfinalalmacéndesumarido,deseispisosdealtura,conunapuertecitanegraenlafachada.

Elcerrojoestábienengrasadoylapuertaseabreconfacilidad.NellaserecolocalafaldadeCornelia,quelevienegrande,yeldelantal.Handebatidoquéseríapeor,quedescubranaunacriadaenelalmacéndesuseñoroquedescubranasuesposa,y

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sehandecantadoporloprimero.AlareputacióndeJohannesBrandtnolehacefaltaelañadidodequelaseñoraPetronellasededicaacuriosearporlasIslas.SeimaginaaFrans y Agnes llegando hasta allí y dirigiéndose con sigilo a la parte trasera deledificio.

—Siéntateaquí,preciosa—ordenaaDhana.Tratadeconcentrarseenlalaborquetienepordelanteyacaricialacabezadelaperra—.Yladrasiseacercaalguien.

«Ahora que Jack ha desaparecido, tendríamos que tener un perro guardiánsiempreaquí»,piensa.

Al ver el interior, Nella se queda boquiabierta. Se siente muy pequeña en elprimerpeldañodeunaescalerademanolargayestrechaqueasciendeporcincopisosrepletos de lasmercancías de Johannes.Es el hombreque tiene todo lo quepuedallegaradesear,yresultatandolorosoquecasinoconsiguenimirar.Apesardetodasesascosas,Johannessehasentidoamenudodespojadodetodo.

Nellarecuerdaquesumisiónesurgenteyempiezaasubirlospeldañosenbuscadelazúcar.Tienelasensacióndeestartrepandoporlavidadesumarido.Subeysubeporlacámaracavernosaymásdeunavezseleenganchalafaldayestáapuntodecaerse. Deja atrás rollos de seda de Coromandel y Bengala; clavo, macis y nuezmoscadaencajonesdemadera etiquetados con la leyenda«Molucas»;pimientadeMalabar;cortezasdecaneladeCeilán;hojasdetéencajasquehanhechoescalaenBatavia;tablonesdemaderadeaspectocaro;pipasdecobre;planchasdehojalata,ymontones de lana deHaarlem.Deja atrás piezas de cerámica deDelft, barriles devinoconlasmarcas«España»y«Jerez»,embalajesdebermellónycochinilla,azogueparalosespejosylasífilis,baratijaspersasdeoroyplata.Aferradaalospeldaños,comprendelafascinacióndeMarinporeltrabajodesuhermano.«Estoeslavidareal—piensa Nella, mareada y sin aliento—. Aquí es donde acaban las aventuras deverdad».

Tienequesubircasihastaelaleroparaencontrar lospanesdeazúcar.Johannesloshacolocadoenmitaddelatarima,tapadosconlino,lejosdelahumedad.Antetalgradodeatención,Nellaseemocionaycasiseponeallorar.MeermanslehabíadadoaentenderquehabíadejadoelcargamentodeAgnestiradoporelsueloentrevelasderepuestoycabossinalquitranary luegohabíacerradolapuertasinmás.Noesasí.Johanneshasidocuidadoso.Haytantospanesquetocanlasvigasdeltecho.

Nella baja a la tarima con cierta dificultad, se acerca a la cobertura de lino ylevanta una esquina con cautela. Los panes de azúcar están amontonados comocañones.Parecequefaltauno,sindudaelqueAgnesllevóalacena,conelqueenrealidadnoendulzónada.«Siestosederrumbara—piensa—,meaplastaría».

Losconossuperanconcreceselmillar.Nellasearrodillajuntoalosqueparecenrefinadosmásrecientemente.Siguenenbuenestado, relucientes,yestánmarcados,enefecto,conlastrescrucesdelaciudaddeÁmsterdam.Enlaotramitad,refinadaen Surinam, hay algunos humedecidos, según nota al tocarlos, y se le quedan losdedosligeramentecubiertosporunapastablanca.Enlapartetraseradelaestructura

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deazúcarhanaparecido, escierto,unasdiminutasesporasnegrasque seextiendenporuncuartodeesamitad.Nadapuedesalvarlospreciososcristalesyaafectadosporel hongo. «Sin embargo,Meermans exageraba—piensaNella—, vio lo que quisover.Quizápodríamossecarlo:sindudapuedesalvarseunapartedecadapan».

Entusiasmada,prueba loquese lehapegadoa losdedos.«Simueropor lamerazúcarenmalestado,porunantojodelekkerheid,seguroquealpastorPellicorneleencantaría»,sedice.

Saca del bolsillo la lista de Johannes, repleta de nombres largos y recargados.Contiene los domicilios de condes y cardenales, una infanta, un barón, gente condeseos de endulzar su tiempo de recreo en Londres, Milán, Roma o Hamburgo,inclusoenlejanasdependenciasdelaVOC.EsasombrosoqueJohanneshayalogradocomerciarconindividuosdeEspañaydeInglaterra,conlomuchoquehacombatidosupaísconesosdos.NellarecuerdaalgoqueleoyódecirdelantedeMeermansenelbanquetedelosplateros:«Fueradenuestrasfronterassenosconsiderapocofiables.Yonotengointencióndeserlo».

Haymuchomásazúcardeloqueesperaba.LarealidaddeldesamparoactualdeJohannesyMarinpesa sobre sushombros.Cuando se lamentódequebuscar aunagenteparaqueviajaraalextranjeroensunombresupondríaun recortedemasiadograndeporsuvaliosacomisión,Johannesnolonegó.Leshacefaltaalguienqueestémáscerca,alguienquecomprenda,alguienconganasdeecharmanodeeseazúcar.Nella se queda en jarras, pensativa, mirando el patrimonio de Frans y Agnes. Yentonces se le ocurre: recuerda un comentario que oyó durante su primer mes enÁmsterdam,mientraspaseabacon losojoscomoplatosporunapastelería.Lohizouna persona que le cayó bien de inmediato, una mujer con desenvoltura yexperiencia.«Estamañana,bolados.Yporlatarde,mazapanes».

Nellaestruja la listade sumarido.«Sí—diceensilencioa los ladrillosya lasvigas,alacubiertademaderacalafateadadelosdominiosdeJohannes—.Séloquetenemosquehacer».

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LaStadhuis

Nella sigue a un guardia por el primer pasaje subterráneo de los calabozos de laStadhuisyluegoporunlargolateraldeledificio.Oyelastosesroncasylasquejasdelosreos.Ellugaresmayordeloquecreía.Parececrecerinexplicablementeamedidaque avanzan, desafía su sentido de la proporción. Celda tras celda, ladrillo trasladrillo,nosevecapazdeabarcarlo.

Empiezaaoírchillidosygemidos,barrotesaporreadosylloros.Levantabienlacabeza para que no se note que elmiedo se apodera de ella y trata de bloquear lacacofoníadelosaullidosdeloshombres.

Elguardiayellarecorrenunodelosladosdeunpatioalairelibre,encuyocentrove artilugios hechos de tablones unidos por pernos regulables.Otro artefacto tieneunahileradepinchosafilados.Elobjetivoesreformaralosreos,enelsentidomásliteralde lapalabra.Nellaaparta lavista,decididaanodejarseamedrentar; toca lallavedelalmacén,quellevaocultaenelpecho,yrecuerdasunuevaidea:«Nodejesquelasdulcesarmascaiganenelolvido».

—Aquíestá—anunciaelguardia,yabrelapuertadelaceldadeJohannes.Sequedarezagadoduranteunosmomentosinnecesariosyluegocierraconllave

trasella.—No vuelva demasiado pronto—pide Nella, y le entrega un florín entre los

barrotes.«Lascosasquemehaenseñadoestaciudad»,sedice.Elguardiasemeteeldineroenelbolsilloyenseguidasuspasossealejanhasta

dejardeoírse.Delexteriorlleganelruidodelasgaviotasquedanvueltasporelcieloyelestrépitolejanodeloscarrossobrelosadoquines.

Entre las sombras está Johannes, apoyado en una mesita. No hay ni sillas nitaburetes, demodo que Nella se queda recostada contra la puerta. El ambiente eshúmedo, elmusgo cubre las paredes cualmapa de verdes islas carentes de latitud.Johannesparecepensativo,peroestácargadodeenergía. Inclusoallí,despojadodesusderechos,conservalacapacidaddeimpresionar.

—¿Sobornasalosmilitares?—pregunta.—Nosconvieneganarnossuamistad—recuerdaNella,yelgrosormineraldelos

murosamortiguasuvoz.—HablascomoMarin—respondeél,sonriendo.Lehanpegadoenlosdosojosytienelapieldealrededordelcolordeuntulipán

mortecino.Elpelo,alborotado,pareceunmontóndealgasblanqueadasporelsol,yllevalaropamuysucia.Letiemblanlosbrazos,perosigueapoyadoenlamesa.

—NomedejantenerunaBiblia—dice—.Ninadaqueleerenabsoluto.Delbolsilloenelquenoestá la listaarrugadadecompradoresdeazúcarNella

extraetres lonchasdejamónahumadoenvueltasenpapel,mediopanecillocubiertode pelusa y dos olie-koecken pequeños. Cruza la celda con las manos abiertas yJohannesaceptalaofrenda,claramenteemocionado.

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—Tehabríasmetidoenunlíosilohubieranencontrado.—Sí—reconoceella,quevuelveaapartarseyempiezaabarrerunrincónconel

pie.—Estuveapuntodeconseguirlo.Nellaseconcentraeneserincónde lacelda,dondeunosratonesreciénnacidos

hacencrujir lapajayserevuelcanunosencimadeotrosconciegafamiliaridad.Sedejacaereneljergónyporsuinteriorsedespliegaunaprofundatristezaqueaturdesusansiasdeluchar.

—¿Quétehandicho?—Son hombres de pocas palabras —responde Johannes, señalando los ojos

morados.—Cuando teconocí—diceella,desesperadaporaplastar su tristeza—te traían

sincuidadolaBiblia,Dios,laculpa,elpecado,lavergüenza.—¿Yesocómolosabes?—No ibas a la iglesia, temolestaban los rezosdeMarin encasa.Ycomprabas

tantascosas…Comíassinmesura,disfrutabasdelosplaceresqueteapetecían.Erastupropiodios,elarquitectodetufortuna.

—Ymira el edificio quehe construido.—Sonríe, señalando las paredesque lorodean.

—Perohassidolibre,¿noescierto?Piensaenloslugaresquehasconocido.—Nellatragasaliva,lecuestamuchoesfuerzoseguirhablando.

—Mihermanasiemprehadichoquesoyunamezclaterribledeirresponsabilidadyresolución.

—¿PoresovolvisteaveraJack?—dice,yélcierralosojoscomosielnombreloanegara—.Tehatraicionado,Johannes.Eldineroquesepagayserecibe…

—No le he dado ni una moneda desde que clavó la daga a mi perra. —LaspalabrasdeJohannescaencomopiedras—.Leencarguélavigilanciadelazúcar,peroMarinsepreocupótantoquedecidídespedirlo.Entendíaamihermana,porsupuesto.Jackvolvióahacerderecadero,yentoncesfuecuandotodosetorció.Esverdadqueseguí viéndolo después de que matara a Rezeki, sí. —Su rostro se relaja en lapenumbra—.Jamásmehetopadoconuncuerpomáscargadodearrepentimientoporloquehabíahecho.

Nellasemuerdelalengua.SeguramenteJacknoteníaotroremedioqueaparentarquelosentíamucho,yJohannesasuvezsevioobligadoacreerensusinceridad.

—Debes de tenerle mucho aprecio… para perdonar una cosa así —dice. Sumaridoguardasilencio—.Johannes,¿era…amor?

Élsequedapensativoyellasesorprendeunavezmásdequesiemprelatometanenserio.

—ConJack tuve la impresióndeque…algo imposibledeasir…sevolvía realmuy deprisa.Y a qué velocidad,Nella.Almentirme, Jackme hizo ver la verdad.Comouncuadro,quepuederepresentartanbienalgosinllegaraserlojamás.Llegóa

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serparamí casi indistinguibledel amor.—Suspira—.Pero en realidadno fuemásqueuncuadrodelamor.¿Loentiendes?Laideadelamorfuemejorqueeldesastrequedejóasupaso.

Leofrecesusinceridadcomootroregaloinesperado.ParaNella,elcanalabiertoentrelosdospuedesermuyclaro,cristalino,peroalcerrarlosojossóloveunarroyoestancado.

—¿Teencuentrasbien,Nella?—Marincreequeelamoresmejorperseguirloqueatraparlo.—No me sorprende—asegura Johannes, arqueando las cejas—. No es mejor,

perosímásfácil.Sepuedeconfiarmásenlaimaginación.Y,sinembargo,alfinallapersecuciónsiempreteagota.

«¿Qué perseguimos todos?—se pregunta ella—.Vivir, no estar atados por lascuerdasinvisiblesdelasquemehablóJohannesensudespacho,oalmenossentirnosfelicesentresusnudos».

—¿AdóndeibascuandoteatraparonenTexel?—ALondres.Tenía laesperanzadedarconOtto.Marinparecíamuysegurade

quesehabíaidoallí.¿Cómoestámihermana?—Eres poderoso, Johannes. —Nella se siente forzada a evitar esa pregunta,

consciente de que en caso contrario su gesto revelaría la verdad—. Te vi en elbanquetede losplateros.Túmismolodijiste: losburgomaestresnopuedenhacertenada.

Aloírlasesientaeneljergón,asulado.—Eselcrimennefandum,Nella.Doshombres juntos.Anteesaacusaciónnadie

tienepoder, solamenteDios.Nohacernada sería consentirlo, tienequeverse a losburgomaestresactuar.

—¡EnesecasohayqueconseguirqueMeermanscambiedeopinión!Johannessepasaunamanotrémulaporlacoronilla,comosiallífueraaencontrar

unarespuesta.—Hantranscurridomuchosañosya,perounavezhicealgoquemolestómuchoa

FransMeermans—confiesa—.Yluegocometíundelitoaúnmásgrave,porquemefueronbienlascosas.Elecodeaquelasuntovieneahoraaperseguirme.

Nella se imagina al joven Johannes echando a Frans de su casa y a Marinmirándolo todo a escondidas, detrás de una ventana, esa desagradable humillaciónqueahoraloshaenvueltoatodos.

—Meparecióqueaceptarelencargodevendersuazúcarpodríallevarnosquizáauna entente —prosigue Johannes—, pero Frans se ha… amargado. Ha esperadomuchotiempoparavengarsedelosBrandt.Representotodoloqueodiayquiereser.YAgnes…Bueno,Agnesseguirásiempreelrastrodelasmigasenvenenadasdesumarido.

—Yocreoqueteadmira.—Pues eso sería aún peor. —Los ojos de Johannes resplandecen como dos

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cuentasgrisesenlapenumbra—.Mealegrodequehayasvenido.Nomelomerezco—agrega,tomándolelamano.

Nella supone que como mínimo, ya que no puede amarla, el agradecimientosignifica algo.Otro sustitutomás: ¿hasta cuándovan a seguir así?Y, sin embargo,prefierequedarseasuladoqueestarencualquierotrolugar.

—Sinoconfieso,habrájuicio—afirmaJohannes—.Dentrodeunassemanas.Seacomosea,noesperosalirdeaquíconvida.

—Nodigaseso.—Lodejarétodoprevisto.Parati,paraMarin,paraCornelia.YparaOtto,sies

que vuelve. —De repente se muestra enérgico, como un notario que divide unaherencia ajena—. En la audiencia habrá varios individuos del schepenbank deÁmsterdam,aunquelapresidiráelschoutPieterSlabbaert.

—¿Porquénoestarásóloelschout?—Por la gravedad de la acusación. Porque se trata demí. Porque, cuantomás

escandalosoeselcaso,mayoreselnúmerodenuestrosdevotosciudadanosqueseimplica.—Haceunapausa—.Peromeimaginoqueterminaránpronto.

—Johannes…—Las acusaciones de gravedad suelen acabar con una condena a muerte —

continúa, y su voz empieza a prender—. Además, al schout le gusta compartir laculpa.Cuantamásgenteparticipaenunritual,másjustificadoparece.

—EncontraréaJack.Lepagarémásparaqueseretracte.—Nellase imaginaelcofredeflorinesdeJohannescadavezmásvacíoyelazúcarcadavezmásnegroenelsextopisodelalmacén—.Ysemehaocurrido…

—Hay un guardia—la interrumpe Johannes, que piensa en otras cosas—. Lollaman«elPastorSangriento».—Leagarralamanoconfuerza—.Suoficioeseldesacerdote;sunaturaleza,ladeunmonstruo.

Laúltimapalabrasequedaflotandoenelaireenmohecido,gigantesca,imbatible.Nella se lleva una mano a la cara. Se ha enfriado por la humedad del ambiente.¿CómohapodidosobrevivirallíJohannesunsolodía?

—He visto a sus víctimas—prosigue—. Las arrastraban con todos los huesosdesencajados.Y no haymanera de recomponerlos. Piernas que ya no son piernas,brazosdealgodónempapado, tripas comocarnepodrida.Meabriránencanalparaobligarmeadecirloquesea.Lodiré,Nella,yseráelfinal.

HundeelrostrotodoloquepuedeenelhombrodeNella,quenotaelhuesodelanariz clavado en la carne y abraza a sumarido.Siente deseos de lavarlo de pies acabeza,dedejarlobienlimpio,conoloraespecias,concardamomometidodebajodelasuñas.

—Johannes—musita—. Johannes. Tienes una esposa.Me tienes amí. ¿No espruebasuficiente?

—Conesonobasta—contesta.«¿Yunhijo?—ansíapreguntar—.¿Serviríaunhijo?».NotaelsecretodeMarin

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en la punta de la lengua. «Más tiempo—piensa—. Lo único que quiero es mástiempo.¿Quiénsabequéhistoriapodríamoshabercontado,dehabérsenosconcedidodosmesesmás?».

—Ojaláhubierasidobastanteparati—dice.Johannesseapartayleponeunamanoenlamejilla.—Hassidounmilagro.Laluzdelaceldavadisminuyendo,elguardianotardaráenregresar.Nellanoha

pasado tanto tiempo a solas con su marido durante los cuatro meses de sumatrimonio.Recuerdahaberledicho,ensudespacho,lomuchoquelafascinaba.Alverlo ahora, esas palabras siguen siendo ciertas. Su conversación y susconocimientos,sumordazadaptaciónalashipocresíasdelmundo,sudeseodeserloque es. Lo ve levantar lamano hacia la vela y las crestas de sus dedos, fuertes yduras,leparecenhermosas.Conquéganasdeseaquesigaconvida.

Detantodarvueltasalastransformaciones,acómopuedencambiarlascosas,alas habitaciones que se ocupan y se vacían, a los cuerpos de dos hermanos que seabren para revelar dos secretos tan distintos, le entran ganas de mencionar a laminiaturista.Leparecequehapasadotodaunavidadesdequebajólaescalerayvioel aparador que la esperaba sobre el mármol. Cómo se ofendió ella y cómo seenfurecióMarin.

—¿LlegóadecirteJackparaquiéntrabajabaenlaKalverstraat?—pregunta.—Trabajabaparamuchagente.—¿ParaunamujerdeBergen?Esrubia.Seformóconunrelojero.Johannesdaunlevemordiscoaunodelosbuñuelosazucaradosyenciendeuna

velaenlamesa.Nellanotalamiradafríaenlanuca.—Nolamencionó.Lorecordaría.—Es laminiaturista a laqueencarguéamueblar la casademuñecas.Es laque

hizolafiguradeRezeki.Aloíreso,loscansadosojosdeJohannesseabren.—¿Unamujer?—Sí,esoparece.—Quéhabilidadyqué capacidaddeobservación tan extraordinarias.Lahabría

ayudado,dehabertenidolamásmínimaoportunidad.—Metelamanoenelbolsilloy,congestotiernoyemocionado,extraeelanimalillo—.Lallevosiempreencima.Esmimayorconsuelo.

—¿Deverdad?—diceella,convozahogada.Johannesleentregalaminiatura,Nellalaaceptarespetuosamenteyconlayema

deundedotemblorosoacaricialasuavidaddelacabezadeRezeki,consupielgrisderatón. En la nuca no queda ni rastro de rojo. Lomira varias veces, pero lamarcaherrumbrosadelaqueestabatanseguranoapareceporningunaparte.

—Noloentiendo—susurra.—Yotampoco.Nuncahabíavistounacosaasí.

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Nella mira por última vez el cráneo diminuto de la perra. Nada. «¿Lo vi deverdad?»,sepregunta.Ladudaseenfrentaalacerteza,yloquehavistoynovistodurantelosúltimosmesesledavueltasporlacabeza.

—Avecesmepregunto,cuandomequedobienquieto—dicesumaridoalcabodeunrato—,sinomehabrémuertoyotambién.

—Estásvivo,Johannes.Estásvivo.—Quémundotanextraño.Lossereshumanosseconfirmanmutuamentequeno

hanmuerto.SabemosqueésanoesRezekiy,sinembargo,enciertomodonospareceque sí,yasíunobjeto sólidoda lugaraun recuerdo informe.Ojalá fueraal revés,ojalápudiéramoshaceraparecer loquequisiéramos.—Suspiraysepasalasmanospor la cara—. Cuando Otto se marchó me reconocía tan poco en mí mismo quepodríahaberestadomuerto.

SedetieneyvuelveaguardaraRezekienelbolsillo.—Esta celda será a partir de ahora la brújula de mis horas de vigilia—dice,

abriendolosbrazoscomounmolinoencorvado—.Hayhorizontesentrelosladrillos,Nella.Esperayverás.

La muchacha se marcha en ese momento, incapaz de seguir soportando elcalabozo.Elmusgoylosratones,losruidosdeloshombresquechillancomoaves:sediríaqueJohannesestáencerradoenunapajarera,sugranbúhorodeadodecuervos.Nellasaletambaleándosealsolinvernalyentonces,porfin,rompeallorarlágrimasintensasysilenciosas,apoyadaenlapared.

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Verkeerspel

Alabrirlapuertadeentradadelacasa,eldeseodehablarconMarindelestadodelazúcarylasituacióndeJohannesdesfalleceenlagargantadeNella.

Enmediodelvestíbulohayunacunade tamañonaturalque semece sobre susbalancines.Estáhechade robley taraceadaconmarqueteríade rosasymargaritas,madreselva y aciano. Tiene una capota forrada de terciopelo y con un ribete deencaje.Eseobjetohermosoyturbadoresunaréplicaexactadelacunaquehayenlacasademuñecas.

Alterada todavía por la visita a Johannes,Nella cierra la puerta. Lo que en unprimermomentoleparecióunaburla,unacunaenviadaaunamujercuyomatrimonioera una farsa, se ha convertido en una realidad. Cornelia sube corriendo desde lacocina.

—¿Quéesesto?—preguntaNella—.¿Creesquelomanda…?—No—respondeCorneliaconbrusquedad—.LahaencargadolaseñoraMarin.

HallegadodeLeidenenunembalaje.Nellatocalaestructurademaderaytienelaimpresióndequecantaalacariciarla,

yaquelamarqueteríaestáperfectamenteafinada.—Esigualquelaquememandólaminiaturista.—Yalosé.Esaquenoeranadie.En ese momento sale Marin del salón. De cerca, parece haber adquirido el

diámetrodeunroble.—Esuntrabajoextraordinario—comenta—.Justoloqueesperaba.—¿Cuántohacostadofabricarla?¿Yenviarlahastaaquí?—Nellaseimaginaque

lanubededinerodeJohannes,cadavezmásreducida,sedesvaneceporfindeltodo—.Marin,sialgúnvecinohavistollegaresto,¿quécreesquehabrápensado?

—Exactamentelomismoquetú.—¿Qué?—Nocreasquenomehedadocuentadeloquemaquinas.—Marinseleacerca

conpasospesados—.Quieresquedarteamihijo.¿Cómo sabeMarin más deprisa que nadie lo que piensan los demás? «Podría

inventarmealgo—sedice—,pero¿dequéserviría?Hesidoyolaquehadichoquenodebehabermássecretos».

—Marin,noesquequieraquedármelo…—Pero crees que sería útil —insiste su cuñada, tapándose el vientre con las

manos como si Nella fuera a arrancárselo allí mismo—. ¿El último sacrificio?Renunciaramihijopormihermano…Porti.

—JohannesestáenlaStadhuis,Marin.¿Deverdadseríatanterriblefingirduranteun tiempo que es hijo mío? Podríamos demostrar que Johannes tiene los mismosdeseos…queotroshombres.¿Noquieresqueviva?

—Deverdad,noloentiendes.

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—¿Elqué?Entiendomásquetú.—Petronella,esteniñonoseráútilenabsoluto.Esoteloaseguro.—Yalosé,Marin,yalosé.Ymientrasyotratodesalvartetededicasagastarun

dineroque,sencillamente,notenemos.Nellarecibeunbofetón,deltodoinesperado,queleardeenlacara.—Mesorprendequehayapodidoamarte—espeta,frotándoselamejilla.Crueles

yacaloradas,laspalabrasseleescapansindarletiempoareaccionar.—Puesmeamó—contestaMarin—.Meama.—Vamosatenerquebuscarunacomadrona—diceentoncesNella,concalma—.

Nopuedollevartodoelpesodeestenacimientosobremishombros.—Ja.Túnovasallevarningúnpeso.—Déjenlo,déjenlo—suplicaCornelia.—Marin,laleydice…—No.Deningunamanera.—Marindaunempujónal extremode lacuna,que

empieza amecerse sin contenido alguno, fastidiosa—. ¿Sabes quémás dice la ley,Petronella?—Sehapuestocoloradayselehasoltadoelpeloporlosladosdeltocado—.La comadronadebehacer constar la identidaddel padre.Y, si no se la damos,también lo anotará. —Detiene la cuna, jadeante—. Así pues, como con todo lodemás,meencargarédeestoyosola.

Vuelveaponerselamanoenelvientre,peroseestremececomosihubieratocadouncarbónalrojovivo.

~

Porlatarde,Nellarecorrelentamentelospasillos.Lassilenciosashabitacionesledanlaimpresióndequenohaynadiemásentodalacasa.Siguellevandolallavedelalmacéncolgadadelcuello,calientealcontactoconlapiel,másvaliosaquecualquiercollardeplataquepudierahaberencargadoJohannes.

Con la ayuda de una cuerda,Cornelia carga la cuna hasta la pequeña celda deMarin,dondeaguardaexpectanteyocupacasitodoelespaciolibreentreloscráneos,losmapasylasplumas.Laactituddelacriadaanteelsecretodesuseñorahasufridounarápidametamorfosis:ahoraelniñoesunamaravilla,uncrisolenelquearderántodos sus problemas.Cornelia inhala su presencia invisible, la respira siempre quepuede como si fuera aire fresco. Ha vuelto a limpiar y abre ventanas pese a quedetestaelfrío;ceradeabejaenlospilaresdelascamas,enlastablasdelsuelo,enlosarmarios y en los alféizares, quemadores de aceite con espliego, vinagre en lasventanas,gotasdezumodelimónenlassábanasreciénlavadas.«Enfin,siempreserámejorquetenerlaapesadumbrada»,suponeNella.

Enelcuartotraserodelaplantabaja,lejosdelasmiradasindiscretasdelacalle,

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NellaoyeaMarinyaCorneliaprepararunapartidadeverkeerspel ypiensaen lassemillasdecilantroquehacenlasvecesdefichasenlacasademuñecas,dentrodelacajademaderatalladadeformaexquisitaporlaminiaturista,yquelellegócomounmilagro fruto de la casualidad. Casi ha perdido la esperanza de recibir noticias deLucas Windelbreke desde Brujas, a cincuenta millas holandesas de distancia, porcarreteras heladas. «La carta debió de perderse», concluye,mientras se acerca consigiloalapuertaparaespiarlas.

—Micuerpodeballena—selamentaMarin.—SupequeñoJonás—contesta,alegre,lacriada.Nella aún está dolorida tras el encontronazo de lamañana. «No se encarga de

todoellasola—piensa—.¿Quiénhaidoalalmacén,alaStadhuis?».Peronotienentiempodediscutir.Eltiempoeselúltimolujoqueescasea.

¿Qué diría Agnes si viera ahora a Marin? Sin duda, Frans Meermans habrápensado en esa posibilidad todas las veces que ha estado conMarin, oculto a loságiles ojos de su mujer. ¿A ninguno de los dos le preocupaba que la naturalezasiguierasucurso?

—Dapatadas—diceMarinaCornelia,mirándoseelcuerpo—.Cuandomepongodelantedelespejo,avecessemarcadentrodemílahuelladeunpiececito.Enlavidahabíavistounacosaasí.

Nellasí,cuandosushermanospequeñospresionabanelrevestimientodelvientredesumadre,peroprefierenocontárselo,porquedisfrutardelasombrodeMarinestodaunamaravilla.

—Meencantaríaverlo—afirma,encambio,mientrasentraenelcuarto.—Si vuelve a hacerlo, te avisaré —contesta Marin—. A veces, es la cabeza.

Parecelapatitadeungato.—¿Creesqueesunniño?—Me parece que sí.—Da una palmada autoritaria al bulto de su cuerpo. Los

dedos se quedan allí, como si quisiera acariciarlo—. He leído algo —añade,señalandoEnfermedadesinfantiles,deBlankaart,encimadeunamesa.

Corneliahaceunareverenciayseva.—Yadebedequedarpoco—diceNella.—Necesitaremos agua caliente, trapos y un palo para morder —responde su

cuñada.Nella siente únicamente lástima al recordar lo que le contó Cornelia sobre la

señora Brandt: «A duras penas superó el nacimiento de la señora». ¿Tendrá ideaMarindelasangrequebrotará,delarebelióndelcuerpo,delosruidosydelmiedocalenturiento?Parecedecididaaaplicarsuprodigiosavoluntadalallegadaalmundodeeseniño,comosi,igualquelacriaturaherméticaquellevaensuinterior,estuvieraporencimadelosardidesdelmundoexterior,comosifuerainmunealsufrimiento.

—Hepensadoquepodíamosjugarunapartida—propone,ycolocalasfichasdeverkeerspelcomoquiendisponemonedas—.Puedesempezartú.

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Nella acepta esa ofrenda de paz y pone la primera ficha en el tablero. Marinvalora la jugada,estudiandoeseúnicodisco,yagita losdadoscomosi tuvieradosdientesdentrodelpuño.Luegodavueltasa la fichanegra,sinsaberquéhacerconella.

—Nomehaspreguntadoporelalmacén—recuerdaNella,ysucuñadasigueconla vista clavada en el tablero. Sin poder evitarlo, lamuchacha siente que pierde lapaciencia—.YtampocoporJohannes.

—¿Qué?—preguntaMarin,levantandolosojos.—Vana…ponerlo…enelpotrode…—Calla.—Sinonos…—¿Porquétienesquemartirizarme?Sabesperfectamentequenopuedoiraverlo.—Peronecesitotuayuda.Dostestigosrespetables,Marin.FransyAgnes.Piensa

enloqueesosignifica.Sucuñadasequedainmóvil.—Supe loquesignificabadesdeelmomentoenqueFrans llamóa lapuertade

estacasa.—Puesentonceshablaconél.Dilequevaatenerunhijo.Marindejalosdadosconmuchocuidadoeneltablerodeverkeerspel.Pareceque

lefaltaaire,arrugalascejasyaprietaloslabios.—Daslaimpresióndequemantenerunaconversaciónasíesfácil—contesta—.

Nosabesloquedices.—Sémásdeloqueimaginas.—Nellahaceunapausaytrataderecogersumal

humor para desecharlo. Con más amabilidad añade—: Meermans es un hombre.Puedehaceralgo.

—Puedehacermuypoco,créeme.—Notieneheredero,Marin…—¿Qué?¿Meproponesquenegocieconmihijo?¿Cómocreesquerecibiríaesa

noticiaAgnes?—Selevantabruscamenteyempiezaadarvueltasporelcuartito—.Tendríaaúnmásmotivosparahundirnos.Siemprecontusintromisiones…

—Noesunaintromisión.Essupervivencia.—Túnosabesnadadesupervivencia…—Séloquesucedió,Marin—espetaNella—.Corneliamelohacontado.—¿«Loquesucedió»?—Sé que Frans y tú estabais enamorados, pero Johannes impidió vuestro

matrimonio.Marin apoya una mano en la pared para sostenerse y dobla el otro brazo por

debajodesufuturohijo.—¿Qué?—Suvozesextraordinaria,unsilbidoferoz.—SéqueFranssecasóconAgnesparamortificarte,quehastaellasabequees

verdad. He visto cómo te mira ese hombre. Estoy al tanto de lo de los lechones

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salados,delacartadeamordetulibro.Nohacesmásquedecirmequenoentiendonada,peronoescierto.

—Loslechonessalados—repiteMarin.Calla,comosicontemplaseunrecuerdosumergidohacemucho tiempoen lamemoriaqueha reaparecidode repente—.¿YCorneliasehaatrevidoacontarteeso?

—Noteenfadesconella—pideNella,mirandolapuertadereojo—.Laobligué,teníaqueenterarme.Eraimportante.

Marinnodicenadaporunmomento.Exhalaexageradamenteysedejacaerenlasilla.

—Frans quiere a su mujer —dice, y cuando Nella hace ademán de protestarlevanta unamano—.Tú no sabes lo que es el amor, Petronella. Llevan doce añosjuntos,esalgoquehayquetenermuyencuenta.

—Pero…—Ytodo lodemásesunabuenahistoria,hilvanadacon los retalesqueobtenía

escuchando detrás de las puertas. Ni inventándomela habría conseguido algo tancomplejo.TendríaquehaberdadomástrabajoaCornelia.

—Noesningunahistoria…—Salgobienparada,¿verdad?Mihermanonotanto.Sinembargo, laverdades

ligeramente distinta. —Nella se fija en que le tiemblan las manos. Con tristeza,agrega—:Sí,JohannesrechazólapeticióndeFransMeermans.

—Losabía…—Porqueyoselopedí.Nella se queda mirando las fichas del tablero de verkeerspel, que parecen

deslizarse ante susojos.Loque acabadeoír no tiene sentido.La revelaciónde sucuñadaladejamuda:sucertezasetambalea.

—EstuveenamoradadeFrans,enefecto—prosigueMarin,severa—.Alostreceaños.Perojamásquisecasarmeconél.

Aunque la ve sumida en una tristeza indescriptible,Nella detecta otra emociónque surge como un sol tenue en su rostro. Intuye que es el alivio agridulce deconfesarunaverdad.

Apesardetodo,noentiendenada.Elescenarioylosactoressonconocidos,peroen papeles que no deberían estar interpretando. «Hice algo que molestó mucho aFransMeermans»,lehareconocidoJohannesenelcalabozodelaStadhuis.¿Porquéno le ha contado en ese mismo momento de qué se trataba? ¿Por qué no haaprovechadopararealizarunactodeexpiación?¿Quéesesacuerdadelealtadqueataalosdoshermanos,esacuerdatanresbaladizaqueNellanotieneesperanzasdepoderasirla?

—Alosdieciséis,yonoqueríarenunciaraquienerayaloquetenía—diceMarinen voz baja—.Ya llevaba una casa y, cuando Johannes estaba de viaje, era la quemandaba.—Aparecen entonces las lágrimas, que se acumulan en sus ojos grises.Abrelosbrazos,comosifueranalas,ungestoconocidoconelqueseñalaelcuartoen

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elqueseencuentran—.Ningunamujerteníaeso,salvolasviudas.EntoncesllegaronCorneliayOtto.«Las rejasdenuestra jaula sonobranuestra»,decía Johannes.Meprometiólibertad.Durantemuchotiempo,locreí.Meconsiderabarealmentelibre.—Lasmanosregresancorriendoalvientre.

—Marin,vasatenerunhijodeMeermans…—Y,apesardesusimperfecciones,mihermanosiempremehadejadovivirmi

vida.Él, en cambio, nopuededecir lomismodemí.—Marinhace fuerza con losdedosdebajodelosojoscomosiesofueraadetenerlaslágrimas.Esungestofútil,puesempiezanacaer,acompañadasdesollozos—.HearrebatadocosasaJohannessinestarenmiderecho.

—¿Aquéterefieres?A su cuñada cada vez le cuestamás hablar.Baja las finasmanos por la cara y

tomaairemuydespacio.—CuandoFransme pidió enmatrimonio, no supe cómo rechazarlo.No estaba

preparada para esa situación.Mepareciómejor queme creyera algo prohibido, enlugar dedescubrir esa… reticencia pormi parte.Así pues, pedí ami hermanoquecargara con la culpa. —Sus ojos han enloquecido de consternación—. Y aceptó.Johannes mintió por mí. Yo era muy joven, ¡todos éramos jóvenes! ¿Cómo iba aimaginarmequeesto se retorceríay…?—Se tapa labocacon lamano, incapazdedetener el llanto—. Se perdió toda la amistad —añade—. Toda posibilidad deentendimiento.Pormiincapacidaddetolerarelpapeldeesposa.

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Elazúcardelaesperanza

Anteelalmacéndesumarido,NellaesperaaHannayaArnoudMaakvredeconlallavecolgadadelcuello.Resuenaen sumente lanuevaverdadsobre loshermanosBrandt, un acuerdo hecho en la misma medida de luz y de sombras. El amor,convertido en un rayo de sol que a veces nubla el corazón. «Por lo visto, Marinconsideraba que al casarse renunciaría a algo—comprende Nella—,mientras quemuchasmujeres, incluidami propiamadre, creen que es la única formade ejercerinfluenciaanuestradisposición.Sesuponequeelmatrimoniosesirvedelamorparaincrementarelpoderdelamujer,pero¿escierto?Marinseconsiderabamáspoderosaestandosoltera.Noseaprovechóelamoryhansucedidocosasextraordinarias.Unniño,unaceldaenlaprisión,esverdad,perotambiénlacapacidaddeelegirylademoldearelpropiodestino».

Ayer,traslarevelaciónsobresupasado,Marinquisoocuparseenalgo,distraerse,prácticamenteloexigió,yNellaaprovechólaoportunidad.«Nofuisteinsensible—sedice, recostándosecontra lapareddel almacén—;eraunanecesidad imperiosa».Yasí,sentadaNellafrenteaella,conlamesitadelcuartotraseroentrelasdos,lejosdelas miradas indiscretas de los transeúntes, Marin accedió a escribir una carta aArnoudMaakvredeimitandolaletradeJohannes.DeacuerdoconlaideadeNella,loinvitóaprobarelazúcarconlapropuestadequesesuministraraexclusivamenteenlarepública: una venta más rápida a un público disponible. «El matrimonio me haproporcionadoalfinalgodeinfluencia»,pensólajovenconironía.

Oyementalmentelavozdesucuñada:—Estáennuestramanofijarelumbraldelbeneficio.Haymilquinientosconos

porlosque,sinosvabien,calculoquepodemossacartreintamilflorines.Empiezaporencimadelpreciodeventa.Recuerdaque,siseloquedan,ahoranostocadividirlosbeneficiosentretres,yelgruesodeldinerosiguesiendoparaFrans.

—Pero¿ysiArnoudsehaenteradodelodeJohannes?¿Ysinoquierecomprar?—Tendráqueescogerentreeldineroyladevoción—afirmóMarin—.Sólonos

queda rezar para que Arnoud Maakvrede sea más ciudadano de Ámsterdam queángel.

—Talvezsedécuentadequetenemosprisaporvender.Talvezveaelmoho.—Mantentefirme,Nella.Empiezaconunprecioaltoyqueparezcaquelehaces

undescuentoporlasesporas.NellanopudoevitaradmirarlacapacidaddeMarinparadejaraunladolatristeza

cuandohabíaalgo importanteen juego,paraadoptarunadistancia inasequibleparalosdemás.Sepreguntósilaideanolevendríagrande,siaquellonoselallevaríapordelante,sinolaahogaríasupropiaambición.Y,sinembargo,cuandoMarinhablóledijotodaslaspalabrasquequeríaoír.

—Petronella—lallamó,envozbaja.—¿Sí?

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—Noteencargasdeestotúsola.Estoyatulado.Desdeelotroextremodeltablerodeverkeerspelabandonado,lamanodeMarin

se acercó a la suya y la estrechó, y, sorprendida consigomisma, la joven tuvo laimpresióndequeibaaestallarleelcorazón.

~

Laparejaseacerca,iluminadaporunrayodeluzfría.¿Leshabrácontadoalguienlo sucedido en la Stadhuis? No parece que el escándalo de la detención de unmercaderacaudaladohayacirculadoyaporlascallesdeÁmsterdam.Cornelianohaoído nada en el canal.QuizáAalbers, haciendo gala de su decencia, haya logradomantener callados a los carceleros de la Stadhuis.De todosmodos, es cuestión detiempoquelaciudadenteraestéalcorrientedelasituacióndeJohannesBrandt.Nose puede sobornar a un fanfarrón de nueve años con lamisma facilidad que a uncarcelero convarias bocas a las quedar de comer.La superficie deÁmsterdam senutredeesosactosdevigilanciamutua,delacapacidaddeasfixiarelespíritudeunapersonaentretodossusvecinos.

Enlacalle,alasombradelalmacén,Arnoudparecemenosvisceral;eldelantalhacedidosulugaraunelegantetrajenegroyunsombrero.Nadiediríaqueeselmismoindividuo que aporreaba las bandejas de bolados; es como si el aire lo hubieraencogido.

—Señores—saludaNella,girandoyalallaveenlacerradura—.Felizañonuevoygraciasalosdosporacudir.

—Enlacartadesumaridonosemencionabaquenosrecibiríausted—contestaArnoud,incapazdedisimularlasorpresadeverallíaNellasola.

—Escierto,caballero—respondeella,sintiendolamiradaperspicazdeHanna—,peromimaridoestádeviaje.

—¿YMarinBrandt?—Haidoavisitaraunosfamiliares,señor.—Entiendo.Está claro que la juventud y el sexo de Nella inquietan a Arnoud, como si se

tratara de un truco, de una representación teatral. «Espere y verá», piensa ella,apretandolospuñosdentrodelasmangasdelabrigo.

—Acompáñenme,señores,ytengancuidadoconlospeldaños.Empieza a subir la escalera por delante de Arnoud y Hanna, pensando en la

manitadelamuñecadeAgnes.Quizáelpandeazúcarnohayaennegrecidomásenlacasademuñecas,perofueradeesemundoenminiaturahapasadoundía,otranochedefrío,otranochedehumedad.IgualqueconlamarcarojadeRezekiolarevelacióndeMarin,Nellayanosabequévaaencontrar.Loqueanteserahadejadodeser.Se

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leaceleraelcorazónaloíraArnoudestornudarunospeldañosmásabajoyaHannadargolpecitosconelpierítmicamentetrasél.

—Ahí están—anuncia, señalando lospanesde azúcar, cuando llegan al últimonivel.

—Noesperabaquehubieratantos—comentaArnoud.—Imagíneselostransformadosenflorines—respondeNella.Él arquea las cejas y ella se arrepiente de inmediato del burdo comentario.

«PiensaenMarin—sedice—.SétanatentacomoJohannes».HannaseacercaalextremocorrespondienteaSurinamyaspiraconímpetu.—¿Moho?—pregunta.—Sóloenunoscuantos—diceNella—.Elinviernonohasidoclemente.Arnoudsearrodillaconveneración,comounsacerdoteanteelaltar.—¿Mepermite?—¿Cómono?ElpasteleroretiraunconodelladodeSurinamyotromarcadoconlastrescruces

deÁmsterdam.Sacadelbolsillounanavajitaafiladayconuncortevelozyexpertoretira una buena viruta de cada uno. Las parte en dos y ofrece lamitad aHanna.CuandoseponenlamuestradeSurinamenlalengua,susmiradassecruzan.

¿Quésediránsinpalabras?Estáclaroquemantienenunaconversación.HacenlomismoconlamuestradeÁmsterdam,ladisuelvenenlabocayentranencomuniónsilenciosa.«Seacualseasuverdaderopropósito,desdeluegoelmatrimonioesalgocurioso»,piensaNella.¿QuiénhabríaemparejadoalaeleganteHannaconunpuffertorondocomoArnoudMaakvrede?OjaláestuvieraallíJohannes.Hombredemuchosidiomas, entendería el silenciode losdos comerciantes.Lavisiónde sumarido enaquellaceldaesinsoportableyNellalaentierraparaconcentrarseenelazúcar.

—Aquíhaymilquinientospanes—informa—.SetecientoscincuentaserefinaronenSurinam.Losdemás,aquí,enlaciudad.Nuestraideaesvenderlostodos.

—CreíaqueJohannesBrandtcomerciabaconproductosorientales.—Yasí es,perounaplantacióndeSurinamcontabaconunexcedenteyquería

mantenerlo dentro de la república. Tenemos otros compradores que van a venir averloestatarde—miente—.Estánmuyinteresados.

Hannaselimpiacondelicadezalascomisurasdeloslabios.—¿CuántoporellotedeÁmsterdam?—Treintamil—contestaNellatrasfingirquehacecálculosmentales.Hannaabremucholosojos,sorprendida.—Imposible—diceArnoud.—Sí,metemoquesí—confirmaHanna—.Notenemostantodinero.—Somosbastanteprósperos—murmuraArnoud—,peronoidiotas.—Nos dedicamos a hacer pasteles, no a vender azúcar —apunta Hanna,

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poniéndolemalacara—.Puedequenotengamosquevérnoslasconungremio,perocomoreposterosnodejamosdeestarsujetosaloscaprichosdelosburgomaestresyasuodioporlosídolospapistasdepandejengibre.

—Esunazúcarexcelente,comosindudahancomprobado.Solamentesucalidadya garantiza la venta. No parece que la pasión por los dulces vaya a decaer:mazapanes,pasteles,gofres—argumentaNella.MiraaArnoud,quepiensamientrascontempla los conos que llegan hasta la cubierta—. Por descontado, su reputaciónaumentaría.Nimeimaginoquéotraspuertaspodríanabrirse.

No está segura, pero le parece que Hanna reprime una sonrisa. Es muy pocoprobablequepuedangastartreintamilflorines,aunqueenÁmsterdamnuncasesabe.Setratadeunasumadesproporcionada,pero¿quéselevaahacer?Marinleindicóque pusiera un precio alto, para que Arnoud se sintiera cómodo al ir bajando.Necesitansuporcentaje,yAgneselsuyo.Nellaempiezaadesesperarse.

—Ledaremosnuevemil—diceArnoud.—Nopuedopermitirqueselleventodoesteazúcarpornuevemilflorines.—Muybien.NosllevamoscienpilonesdeÁmsterdampornovecientosflorinesy

yaleinformaremosdecómosevende.Sisacamosbeneficio,volveremospormás.Nellatratadepensardeprisa,tandeprisacomoél,quepretendecompraruncono

pornueve florines, cuandoelladeberíavenderlosmásbienporveinte. «Havenidopreparado»,sedice,ycontesta:

—Esmuypoco,caballero.Tresmilquinientos.—Ja,ja,ja.Milcien.—Dosmil.—Milquinientos—proponeél,torciendoellabio.—Muy bien, señor Maakvrede, pero tengo dos visitas más esta tarde. Puedo

darles tresdíaspara tomarunadecisiónsobreel resto,perosinosofrecenmásqueustedeshabránperdidosuoportunidad.

—Acepto.—Arnoudsecruzadebrazos.Pareceimpresionado.Lovefeliz;eslaprimeravezquesonríedelantedeella—.Porcienpilones.

ANellaledavueltaslacabeza.Nohaconseguidotantocomoesperaba,peroalmenos se pone en circulación parte de la mercancía, y en Ámsterdam, donde laspalabras son como el agua, solamente hace falta una bandeja de bollos deliciosos.Meteun conodeSurinamenuna cesta para queCornelia compruebe si es posiblesecarlos.

Arnoud le entrega mil quinientos florines en billetes nuevos. Es emocionantetocarlos;ledalasensacióndeteneropciones,demontarenunabalsasalvavidasdepapel.Mildeben irdirectamenteaAgnesyaMeermansenelPrinsengracht,comodulce incentivo para no prestar testimonio contra Johannes. Los otros quinientostienenqueservirparasobornaraJackPhilips.Yapensaránenguardaralgoparaellasmásadelante.

—¿CómoestáCornelia?—preguntaHanna,quehaempezadoacargarelazúcar

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enunacesta.«Asustada —quisiera decir Nella—, amarrada a su cocina». La ha dejado en

pleno frenesí, abriendo con esfuerzo la compacta esfera de una col de Milán ycortandoatirascebolletasypuerros.

—Bien,gracias,señoraMaakvrede.—Unos pierden estatura y otros crecen —comenta Arnoud, negando con la

cabezaantelamontañadeconos.HannaaprietalamanodeNellaparareconfortarlaantesdedecirle:—Venderemosesteazúcaryregresaremos.Yameencargaréyo.

~

Vuelve a casa a toda prisa y llega justo cuando empieza a llover. Tiene lasensacióndequelosbilletesquellevaenelbolsilloanuncianunpequeñotriunfo.Esunprincipio,yNellaconfíaenHannaMaakvrede.AunquenoseráagradablevisitaraAgnes y a Frans Meermans en el Prinsengracht, la interpretación lo es todo.Esconderásuverdaderoser,igualqueMarin.Existelaposibilidaddequealveralgúndinero se ablande el corazón de Frans Meermans, de una dureza peculiar, o sedespierte el espíritu generoso de Agnes, dormido desde hace mucho. ¿De verdadpuedendesear lamuertede Johannes?¿Cuánta amargura tienequeacumular en suinteriorquiendeseaelfindeotrapersona?

Al entrar en el vestíbulo y sacudirse las gotas de lluvia,Nella oye el llanto deCornelia.Susgemidosdisimuladosprocedendelacocinadetrabajo.SueltalacestaconelpandeazúcardeSurinamennegrecido,bajacorriendopor laescaleraycasitropiezaconsupropiafalda.

Elsueloestácubiertodepeladuras,cintasverdesyblancasdeunalmuerzoquehaacabadoendesastre.

—¿Quésucede?—preguntaNella,ylacriadaseñalaunanotaencimadelamesa—.¿Esdeella?

Le sube lamoral.«Por fin—sedice—, laminiaturistahavuelto».Seabalanzasobreelpapel.Alleerlaspalabras,unaafiladaláminademiedolecortaelalientoylosflorinesdeArnoudylaemociónporlaventadelazúcarseesfumanalinstante.

—Diosmío—exclama—.¿Hoy?—Sí.Sufisgonanorueganolohabíapredicho.

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Loshombresdebendomaralasbestiassalvajes

Los juiciosde laStadhuissecelebranenunasalacuadradadealtosventanalesconunatribunaparaobservadoresquerecorrelapartesuperior,uncruceentreunacapillay una celda excavada. No hay oro ni terciopelo, ninguna sensación de lujo, sólocuatroparedesdeunblancoresplandecienteymueblessencillosyoscuros.Elrestode la Stadhuis esmonumental, portentoso, con arcos que ascienden hasta cornisasdoradasymapamundis talladosenmármol reluciente,peroaquí,dondeseaplica laley,laatmósferaessobria.NellayCorneliasesientanenlatribunayvenlasalaasuspies.

Empiezan a entrar en fila el schout Pieter Slabbaert y seis hombres más queocupansusasientosparadarinicioalaaudienciadeJohannes.

—Seránlosmiembrosdelschepenbank—susurraNellaaCornelia,queasiente,congravesdificultadesparadejardetemblar.

Nella se fija en que esos seis hombres tienen distintas edades. Los hay queparecen más adinerados que otros, pero ninguno de ellos lleva un manto y cintascomoelschout,quepresidelasesión.LaindividualidadesenÁmsterdamunamarcanegra,yNellatemequealavistadeloscargosdequeseacusaaJohannessefundanenunamasafarisaica,unificadaporelodio.

~

LecuestaungranesfuerzomiraralschoutSlabbaert,queseparecebastanteaunsapo, con el rostro bulboso, la boca ancha y los ojos vidriosos.A su alrededor, latribunaempiezaallenarsedeespectadoresdelaciudad,entreellosvariasmujereseincluso un puñado de niños. Cree reconocer a Christoffel, el jovencito soplón queanuncióladetencióndeJohannes.

—Nodeberíantraeraloscríos—diceentredientesCornelia,alaqueincomodalapresenciadetantospececillos,comosihubieranacudidoapresenciarlacapturadeunaballena.

Asu izquierda,NelladescubreaHannayaArnoudMaakvrede.«Oseaque losaben»,piensa,ylossaludaconunasentimientoyunnudoenelestómago.Arnoudlamiraysedaunpardegolpecitosenlanariz.Nellatratadesentirsereconfortadaporesegestodecomplicidad.¿Lohasabidodesdeelprincipio?LaposibilidaddequeenefectoseamásciudadanodeÁmsterdamqueángellaconsuela,hastaqueseplanteasi, en función del resultado del juicio, tratará de quedarse el resto del azúcar a unpreciotodavíamásrebajado.

Enprimerafila,enelladocontrariodelatribuna,estáAgnesMeermans,envueltaenpieles.

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—¿Havistoquécara?—susurraCornelia.Enefecto, tienelosrasgosaúnmáspronunciadosquecuandoNella lavioenla

IglesiaViejaendiciembre;sediríaqueestáenferma,conlospómulosylascuencasdelosojosdemasiadomarcados.Contemplalasalajugueteandoconalgoqueguardaenelregazoyderepenteaferraconambasmanoslabarandillademadera,demodoqueNella alcanza a ver que tiene las uñasmuymordidas.La cinta del pelo, antesperfecta, está torcida, y los aljófares que la rodean, sin lustre; parece que se hayaechado la ropa encima de cualquier modo. Como un animal atrapado, recorre latribunaconlavistaenbuscadealgo.

—Yaledigoyoloquelepasa,señora—apuntaCornelia—.Malaconciencia,nimásnimenos.

Nellanoestátansegura.¿Quéesloquetoqueteacomounaniñapequeña?¿Quéeseseobjetodiminutoquederepenteescondeenlamanga?

DetrásdesumujerestáFransMeermansconsusombrerodealaancha.ANellalellamalaatenciónquenosehayansentadojuntos.Surostro,grandeyatractivo,estámojadopor la lluviamatutina, y se recoloca la chaqueta a tirones, como si tuvieracalor.Nella se toca el bolsillo, que contiene todavía los florines deArnoud.DebeconvenceraMeermansdequevaahaberdinero,ymucho.«Vamosaenterrarestefeoasunto,vamosadecirquenoshemosequivocado, caballero.Sinduda,yaveustedque Agnes no está en condiciones de prestar testimonio». Mientras repasa esosargumentos, Nella trata de cruzar la mirada con él, pero Meermans la aparta yprefiereconcentrarseenlapalestra,másalládelacabezadesumujer.

CuandolosguardiasentranaJohannes,lospresentessueltanungritoahogadoalunísono. Nella se cubre la boca con la mano, pero Cornelia no puede evitar unaexclamación:

—¡Señor!¡Miseñor!Johannessequitadeencimaaloshombresquelosostenían,peroapenaspuede

andar.Losmiembrosdelschepenbank loobservancongestotenso.Esevidentequehapasadoporelpotro,dondelohanmalherido,aunquesinponerenpeligrosuvida.Seinclinahaciaunlado(sustobillosapenastienenfuerzaparamoverse)yarrastraunpie trasde sí comoun trapo inerte. Johannes ledijoquehabíahorizontesentre losladrillos,perocómohacambiadosuaspectoenapenasunosdías, susojosparecenpiedras deslustradas. Lleva el manto deshilachado y, sin embargo, cuando tomaasientoloechahaciaatráscomosifueraunateladeoro.

Detodosmodos,enotrosentido labrutalidadde lospernosy lascorreasnohafuncionado.Estáclaroqueeldesgarbadoprisionerosehaaferradoasussecretos.Encasocontrario,ningunodelospresentesseencontraríaenlasaladejuicios.«¿Noleshadichonada?»,sepreguntaNella.Elpropósitodeestaaudienciaserá,enesecaso,montarunespectáculomediantelahumillaciónverbal,consusconciudadanoscomotestigos,unabrutalidaddistinta.¿QuédijoJohannesensucelda?«Cuantamásgenteparticipaenunritual,másjustificadoparece».

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Nella lo recuerda en el banquete de los plateros, con todo su encanto, susconocimientos y su ingenio, con aquella formade atraer a todo elmundo. ¿Dóndeestá ahora esa gente? ¿Por qué sólo han acudido niños y empleados a verlodefenderse?

—Deberíaandarconbastón—ledicelacriadaaloído.—No, Cornelia. Quiere que nos hagamos una idea de la brutalidad que han

empleadoconél.—Ytambiénponerapruebanuestracompasión.EslavozdeHannaMaakvrede,queacabadesentarseconellasytomaaNellade

lamano.Lastresmujeresformanunacadenaylajoventienelaimpresióndequeseleparteendoselcorazón.¡EllaquecreíaqueJohanneshabíanegadoaMarinlavidaqueanhelaba,cuandoenrealidadhabíatratadodeliberarla!Quécorazóntanfuertey,sinembargo,nohabíamásqueveradóndelohabíallevado.

OjaláMarin le devolviera ahora el favor, cuandomás falta le hace. Puede serdemasiado tarde para convencer a Jack de que se retracte o para aplacar la ira deFrans;y,ahoraqueestápormediolarepública,¿quépuedeoponersealamaquinariaindignadaquehadescubiertoaunposiblesodomitaensuseno?«Mifortunanoestangible —le dijo Johannes en una ocasión—. Está en el aire». Sin embargo, unreciénnacidoestáhechodecarnesólida.«Préstanosatufuturohijo,Marin—piensaNella—.Permítenosalmenosvivirlafarsadeserunmatrimonionormal».

Pensandoenlacunaenminiatura,enlabarriguitahinchadadeMarin,enelpande azúcar de lamano deAgnes y en la figurita intacta de Jack,Nellamaldice ensilencioalaminiaturistapornoadvertirlaatiempodeloquehabíaquehacer,deloquepodíaprevenirse.¿Dequésirveunaprofetisaquenoavisadeloinevitable?«Enfin—sedice—,¿quépodríahaberhecho?¿Quépodríahaberprevenido?».

Hannaseleacerca.—Yahemosprometidolamitaddelospanesquenoshemosllevadoestamañana,

señora.ArnoudquieremandarmásaLaHaya,dondetienefamilia.Estoyseguradeque no tardaremos en comprarle más. Téngalo en cuenta cuando vea a esas otrasvisitasqueestáninteresadas—ledice,mirándolaatentamente.

Nella tratadecontener lahumillación.No le importamentirdelantedeArnoud(quecasilopide),peroconHannaleparecequenoestábien.

—¿Algunodesusclientesconocelaprocedenciadelazúcar?—lepregunta.—Arnoud prefiere nomencionar su origen—respondeHanna, que también se

ruboriza—. Pero es un azúcar excelente, señora. Creo que, aunque proviniera delmismísimoBelcebú,mimaridonodejaríadevenderlo.

Esas palabras dan esperanzas a Nella, pero allí en la sala de juicios tiene lasensacióndequelatragediadeJohanneshacobradoimpulsoyellayanopuedehacernada.Lalluviacaeconmásfuerza,esunrugidoapagadoeneltejado.

—Buenas gentes de Ámsterdam, somos afortunados —empieza el schoutSlabbaert.

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Suvoz es grave y clara, y llega hasta lo alto, donde la gente de a pie escuchadesdelosdurosbancosdemadera.Esunhombreenlaflordelavida,enlacimadesu poder judicial, que tiene la vida de los ciudadanos en un puño. «Come bien,duermeplácidamente—calculaNella—.LoshorroresdelassalasdetorturasquehaybajosuspieslequedantanlejoscomolasislasMolucas».

—Hemoshechodelanuestraunaciudadpróspera—prosigue.Latribunaseagitaorgullosaamododeaceptacióny loshombresdelschepenbank asienten—.Hemosdomado las tierras y los mares y disfrutamos de sus riquezas. Todos ustedes sonpersonasrectas.Nosehandejadoarrastrarporlosexcesosdelabuenasuerte.

»Sinembargo…—SlabbaerthaceunapausaymantieneundedoenaltoantesdeseñalarconélaJohannes—.Heaquíunhombrequehasidovíctimadelapetulancia.Un hombre que se ha creído por encima de su propia familia, por encima de laciudad,delaIglesia,delEstado.PorencimadeDios.—Sedetienedenuevoydejaque el silencio confiera a su retórica aúnmás ímpetu—. JohannesBrandt creequepuedecomprarcualquiercosa.Paraéltodotieneunprecio.Inclusolaconcienciadeunmuchachoalquetomóparadarplaceralcuerpoycuyosilenciotratódecomprar.

Una oleada de tensión recorre la sala. «Petulancia», «placer», «cuerpo»: esaspalabrasprohibidas excitana lospresentes.Encambio,Nella sólo sienteunmiedoquesedespliegaensuinteriorcomounadelasplantasvenenosasdeMarin.

—Nopuedehacerunaacusaciónasí.—LavozdeJohannesesronca,dura—.Losmiembrosdelschepenbanknohantomadounadecisión,yustednopuedehacerloporellos.Déjelesdesempeñarsufunción,señormío.Sonhombressensatos.

Unpardelosmiembrosdelschepenbanksehinchandeprepotencia.Losdemásloobservanconunamezcladeasombroydesagrado.

—Son buenos consejeros—responde Slabbaert—, pero seré yo quien tome ladecisiónfinal.¿Niegaustedlaacusacióndeagresiónsodomítica?

Son las palabras que esperaba la tribuna. Es como si se deslizaran entre losespectadores, retando a sus cuerpos a absorberlas, a probar su sabor peculiar ytransgresor.

—Laniego—respondeJohannes,yextiendelasmaltrechaspiernas—.Apesardetodossusesfuerzos.

—Respondaconbrevedad,porfavor—pideSlabbaert,mientrasrebuscaentresuspapeles—.JackPhilipsdeBermondsey,Londres,afirmaqueeldomingoveintinuevedediciembredelañopasado,enlosalmacenesdelasIslasOrientales,ustedloatacóylo sodomizó.Enel díadelSeñor lo apaleóy lomagulló, lodejó casi incapacitadoparaandar.

Estallanloscomentariosenlatribuna.—¡Silencio!—gritaSlabbaert—.Silencioenlatribunadelasala.—Nofuiyo—respondeJohannes,levantandolavozporencimadelclamor.—HaytestigosquejuraránsobrelaSantaBibliaquelovieron.—¿Ydequémeconocenparapoderidentificarme?

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—Es usted un rostro conocido, señor Brandt. No es el momento de fingirhumildad. Es una figura rica y poderosa, un ejemplo. Se lo ve a menudo por losmuelles,losalmacenes,losembarcaderos.Eldelitoquecometió…

—Presuntamente…—Vaencontrade todo loqueesbueno,de todo loqueestábien.Suconducta

antesufamilia,suciudadysupaísespropiadeldemonio.Johannes mira el rectángulo de cielo blanco que enmarca el ventanal. Los

miembrosdelschepenbankserevuelvenensussillitas.—Tengolaconciencialimpia—dicecontranquilidad—.Todasesasacusaciones

sonmásfalsasquesudentadura.Aloírlo,losniñosdelatribunaseechanareír.—Desacatoaltribunal,ademásdesodomía…—No me importa desacatar al tribunal, señor Slabbaert. ¿Qué va a hacer?

¿Ahogarmedosvecesporponerenevidenciasuvanidad?ASlabbaert se le salende lascuencassusojosdesapo,ysusbienalimentadas

mejillassehundenconunarabiaapenascontenida.«Tencuidado,Johannes»,piensaNella.

—Cuando lehagaunapregunta—diceSlabbaert—, respóndameconel respetoquedebemostrartodociudadanoanteelimperiodelaley.

—Entonces,hágameunapreguntaquemerezcaeserespeto.Loshombresdelschepenbankparecendeleitarseconesediálogoyvanvolviendo

lacabezasegúnhablaunouotro.—¿Estácasado?—preguntaSlabbaert.—Sí.Nellaseencogeenlasilla.Agneslamiradesdeelotroladoconunasonrisaen

loslabiosqueesmásbienunamuecainescrutable.—¿Yquétipodemaridoes?—Sigodeunapieza,¿noescierto?Algunoshombresde la tribunase ríenyJohannes levanta lavista.Reconoce la

caradeCornelia,asomadaporencimadelabarandilla,ylograsonreír.—Nohacontestadoamipregunta—diceSlabbaert,elevandounpocolavoz—.

¿Esustedbuenomalmarido?—Creoserbuenmarido—respondeJohannes,encogiéndosedehombros—.Mi

esposaesfeliz.Disponederiquezasydeseguridad.—Ésaesunacontestacióndemercader.Tenerriquezasnosignificaserfeliz.—Ah, sí, olvidaba sus agonías espirituales en lo relativo al dinero, Slabbaert.

Dígaselo a un jornalero, a un hombre que mantiene esta república a flote y, sinembargo, apenas logra pagar el alquiler que le impone su casero.Dígale que tenerseguridadnodebeequivaleraserfeliz.

Seoyenunoscuantosmurmullosdeasentimientoenlatribunayunmiembrodelschepenbankanotaalgo.

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—¿Tieneustedhijos?—prosigueSlabbaert.—Todavíano.—¿Porqué?—Sólollevamoscuatromesescasados.Corneliaaprieta lamanodeNella.Sindarsecuenta, Johanneshaechadopor la

bordalaoportunidaddequeelhijodeMarinlosalvara.—¿Conquéfrecuenciayaceconella?Johannesnohabladeinmediato.Siquiereponerenevidencialaimpertinenciade

la pregunta, la grosera invasión de la intimidad de su lecho, no lo consigue. Loshombres del schepenbank se echan hacia delante, lomismo que FransMeermans.Agnesaferralabarandilla,expectantecomounacorneja.

—Siemprequepuedo—diceJohannes—.Tengoqueviajarmucho.—Sehacasadoustedtarde,caballero.—Por mi mujer valía la pena esperar —responde, mirando a la tribuna, y su

ternuraresultacreíble.Nella siente unamelancolía que recorre su cuerpo, y a su espalda dos señoras

suspiranconadmiración.—A lo largo de los años ha empleado usted a muchos aprendices en varios

gremios—observaSlabbaert.—EsmidebercomociudadanodeÁmsterdamycomomiembrodealtorangode

laVOC.Lohagocongusto.—Hayquiendiríaquecondemasiadogusto.Haempleado,decía,atodaunaserie

dejovencitos…—Simelopermite,¿nosontodoslosaprendicesjóvenespordefinición?—… cuya cantidad supera la de cualquier otro miembro de alto rango de un

gremioorepresentantedelaVOC.Tengoaquísuscifras.Johannesseencogedehombrosconelcuerpoencorvado.—Soymásricoquelamayoría—responde—.Lagentequiereaprenderconmigo.

Podríadecirseinclusoqueporesoestoyaquí.—¿Aquéserefiere?—Los cazadores más pobres siempre quieren el mayor venado. Me pregunto,

schoutSlabbaert,quiénsequedaráminegociosimueroahogado.¿Seráusted?¿LodividiráyseloguardaráenloscofresdelaStadhuis?

—¡InsultaustedalaciudaddeÁmsterdam!Nosrepugnaconsusinsinuaciones.—El schout se vuelve hacia el schepenbank—. Toma esta ciudad por un juguete,socavatodoaquelloporloquetrabajamos.

—Esonoesunhecho,sinosuopinión.—Tambiénhaempleadoaunnegro,¿noescierto?—EsdePortoNovo,enDahomey.—Lohamantenidomuycerca,lehaenseñadosuformadeactuar.Hadomadoal

salvaje.

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—¿Adóndequiereiraparar,Slabbaert?¿Quétieneenelpuntodemira?—Sencillamentequieroseñalarquesientedebilidadporloinusual,señorBrandt.

Muchos de sus colegas lo corroborarán. Llamen al demandante—ordena entoncesSlabbaert,yJohannesponelosojoscomoplatos.

—¿Al demandante?—Nella vuelve la cabeza hacia Cornelia—.Creía que hoysólosetratabadepresentarlaacusación.

En ese momento se oyen unos pasos y las dos muchachas comprueban conespantoquelosguardiashacenpasaraquienhaacusadoaJohannes.

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Elcomediante

Corneliaaprietalamanodesuseñoraalverdenuevoalinglés.ElasesinodeRezekientra en la sala. Su melena alborotada ha perdido lustre y lleva un vendajeensangrentadoenelhombro.

—Esonopuedesersusangre—musitaNella—.Laheridatienequeestarcurada.JackmirahacialatribunayNellasefijaenqueahoraesAgnesquienseencoge

enlasilla.Ante la presencia de un demonio inglés en carne y hueso, los hombres del

schepenbankseponenderechos.—¿EsustedJackPhilipsdeBermondsey,enInglaterra?—preguntaSlabbaert.El joven parece dudar por unmomento ante lasmiradas y los susurros de los

presentes.Nella,querecuerdasuconsumadaactuaciónenelvestíbulotrasapuñalaraRezeki,nosabeacienciaciertasiestáaterrorizadoosólolofinge.

—Enefecto—contestaelmuchacho.LanzalasdospalabrascomoguantesalospiesdeJohannesyelextrañoacento

conelquehablaholandésresuenaenlasala.Enlatribuna,unascuantaspersonasseburlandescaradamentedesuformadehablar.

—Que le den laBiblia—declamaSlabbaert, y un ujier se levanta y blande unvolumenpequeñoygrueso—.Pongalamanoencimayjuredecirlaverdad.

Jackcolocalosdedostemblorosossobrelacubierta.—Lojuro.ElsemblantedeJohannesesunamáscaraimpenetrable.Jackprefierenomirarlo.—¿Reconoceaestehombre?—SlabbaertseñalaaJohannes,peroJacksiguecon

la cabeza baja—.He dicho que si reconoce a este hombre.—Jack no semueve yNellasepreguntasisesienteculpable,sifingemiedoosi,sencillamente,recurreaunodelostrucosaprendidosenlosteatrosaorillasdelTámesis—.¿Esustedsordo?—insisteSlabbaert,unpocomásalto—.¿Oquizánomecomprende?

—Sí que lo comprendo —responde Jack, y dirige la vista fugazmente haciaJohannes,queseapoyaenlaspiernasdestrozadas,envueltoenelmantoharapiento.

—¿Quéacusacionespresentacontraél?—prosigueSlabbaert.—Presentolasacusacionesdeagresiónsodomítica,asaltoysoborno.Elschepenbanksusurradeemoción.—Permítameleersudeclaraciónantelasala.—Slabbaertcarraspea—.«Yo,Jack

Philips,deBermondsey,enInglaterra,residenteenunacasaconelsignodelconejoen el Kloveniersburgwal, cerca de la Bethaniënstraat, fui atacado y violentadosodomíticamente la noche del veintinueve de diciembre. Mi agresor fue JohannesMatteusBrandt,mercaderdeÁmsterdamybewindhebberdelaVOC.Meforzóymeapuñalóenelhombroporresistirme».¿Deseaañadiralgomás?—preguntaSlabbaert,mirandoporencimadeloslentes.

—No.

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—¿Ha dicho que lo apuñaló el señor? ¿Quiere eso decir que Toot no correpeligro? —pregunta Cornelia a Nella, como si le costara creerlo—. Un pequeñomilagro,señora.

Nellanoconsiguealegrarsetanto.Puedequelamentirahayaexoneradoalcriado,peroligaaúnmásaJohannesalaamenazadelamuerte.

—¿Y todo lo dicho es correcto? —pregunta Slabbaert, en referencia aldocumento.

—Sí,señor.Sóloque,cuandomeapuñaló,nomedioenelcorazónpormuypoco.—Entendido.¿Ydóndeloagredió,señorPhilips?—EnlasIslasOrientales.Trabajodevezencuandodeestibadorenlosalmacenes

delaVOC.—¿Cómosepresentóanteusted?—¿Quéquieredecir?—Bueno,¿cómosecomportóJohannesBrandtantesde…violentarlo?—Estabaenajenado.«¿CómosabeJackunapalabraasíenholandés?»,piensaNella.—¿Hablaron?LaactuacióndeJackvatomandocuerpo.Congrandominiodelapausaactoral,

callaparaque lospresentesnooigannadamásquesuspropiaselucubracionesy lalluvia.

—¿Ledirigiólapalabra?—persisteSlabbaert.—Mellamó«sobrinita»ymepreguntódóndevivía.—¿Lollamó«sobrinita»?—Slabbaertmiraalschepenbank—.Estoshombresson

antinaturales en todos los sentidos. Incluso sustraen el lenguaje de la familia y lotransformanenunamofa.¿Ledijoalgomás,señorPhilips?

—Medijoquellevabatiempoobservándome—prosigueJack—.Mepreguntósipodíamosiramicuarto,quequeríaverlo.

—¿Yustedquécontestó?—Loapartédeunempujónylepedíquemedejaraenpaz.—¿Ydespuésdeeseempujón?—Me agarró por las mangas del abrigo y me arrastró contra la pared de su

almacén.—¿Yentonces?—Jacksequedacallado,peroSlabbaertinsiste—:¿Yentonces?

¿Seaprovechódeusted?—Enefecto.—Losodomizó.—Sí.Dosmiembrosdelschepenbank tienensendosataquesdetosyarrastranlasilla.

Enla tribuna, lagentemurmura.Unodelosniñosmáspequeños,quenopasarádelostresaños,observaaNellaentrelosbarrotesdelabarandilla,atónitoyhorrorizado.

El schout se inclina hacia Jack con una tenue chispa de placer en los ojos

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anfibios.—¿Dijoalgomientrasloagredía?—Dijo…Dijoqueteníaqueposeerme.Quemedemostraríalomuchoqueamaba

asusobrinita.—¿Yustedquécontestó?Jackechaloshombroshaciaatrás,muestraelvendajeensangrentadoehinchael

pecho.—Ledijequellevabadentroaldemonio.Ledijequeeraeldemonio,peronose

detuvo.Medijoqueibaaenseñaraunmiserablecomoyoloqueeraqueloposeyeraunhombrecomoél.Medijoquesiempresesalíaconlasuyayque,sinomerendía,mepegaría.

—Tenemos un parte médico relativo al estado físico del demandante cuandopresentólaacusaciónenlaStadhuis—anunciaSlabbaert,ydistribuyeejemplaresalschepenbank—.Teapuñaló, jovencito.Unpocomásabajoy tehabríaperforadoelcorazón.

«Jovencito».Untérminocariñoso,pobrejovencito,atrapadoenlaoscuridadporel mismísimo Lucifer. Ante ésa clara demostración de las simpatías de Slabbaert,Johannesparecehundido,comosituvieraloshuesosdepiedra.

—En efecto —confirma Jack. Al oírlo, Johannes levanta la vista.Apresuradamente, Jack mira al schepenbank—. Y me dio una paliza. Me costabaandar.

—Menudasartadementiras—interrumpeJohannes.—Nopuede hablar conmigo, schout Slabbaert—afirma Jack—.Dígale que no

puedehablarconmigo.—Silencio, Brandt. Ya tendrá su oportunidad. Señor Philips, ¿está usted

completamentesegurodequeelhombrequeloviolentóaquellanochefueJohannesBrandt?

—Estoy completamente seguro —afirma Jack, pero empiezan a fallarle lasrodillas.

—El muchacho está a punto de desmayarse —dice Johannes al ver que setambalea.

—Sáquenlodeaquí—ordenaSlabbaert,señalándoloconunmovimientodemano—.Selevantalasesiónhastamañanaporlamañanaalassiete.

—Schout Slabbaert —dice Johannes—. Hoy sólo tenían que leerse lasacusaciones, pero usted ha traído a mi acusador. ¿A qué juega? ¿Cuándo será miturnodehacerpreguntas?Ustedsehadedicadoadifamarmeyaescandalizara lospresentes.Tengoderechoaintervenir.

—Yahablademasiadocuandonoletoca.Aúnnohemosescuchadoalostestigos.—Está escrito que debe ser así—dice Johannes—.Ambos debemos tener una

oportunidad. «Nomostréis parcialidad en el juicio: así al pequeño como al grandeoiréis.Lacausaqueosfueredifícil,latraeréisamí,yyolaoiré»—recita,señalando

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laBiblia,yluegoañadecondesdén—:Deuteronomio.Porsideseacomprobarlo.—Tendráustedsuoportunidad,Brandt—respondeSlabbaert—.Porelmomento,

selevantalasesión.Mañanaalassiete.Conducen a Johannes y a Jack por distintas puertas. El segundo mantiene la

cabezagacha,peroelprimeromirabrevementealatribuna,dondeCorneliayNellaya se han levantado. Su mujer lo saluda con la mano y él responde con unainclinacióndecabezaantesdequeselolleven.

Los espectadores estiran las piernas e intercambian, morbosos, expresiones desorpresa y consternación mientras rebuscan en los bolsillos para sacar bolsas defrutossecosypedazosdequesoyjamón.AgnesrecorreelpasilloatodaprisayNellasesorprendeunavezmásantesuescualidez,suspasosdepajarito.FransMeermansyahadesaparecido.Lamuchachasabequenotienemuchotiempo.

—Notardaré—anunciaaCornelia—.VuelveconMarin.LacuriosidaddeHannasedespiertadeinmediato,peroNellaselimitaadirigira

la criada una mirada de advertencia. No puede saberlo ni siquiera la pastelera.Corneliadevuelvelamiradaconunasentimientocasiimperceptible.

Al rodear la tribunahacia lapuertapor laqueha salidoAgnes,Nelladescubrequehayalgoenelsuelo,debajodelasientoqueocupaba.Enelpolvo,entrerestosdeunanaranjareciénpelada,sobresalenpordebajodelbancodospiececillosembutidosensendoszuecos.«Conozcoesospies»,piensaNella,ysearrodillaen lasuciedad.Pertenecen a una muñeca vestida de oro. En la cara ve reflejada la suya propia.Mechonesdepeloseescapandelacintadecolorazafrándelacabeza.

—Portodoslosángeles—musita.Esaversióndesímismaparecemenossorprendidaquelaquetieneenlacasade

muñecas, más serena. Instintivamente busca en ese cuerpo en miniatura algunaherida,sedicequeparaprotegersedeposiblespeligros,peroenunrincónoscuroypoco visitado de sumente sabe que lo que desea encontrar es algún rastro de unacriatura.No lo hay, no hay ningún bulto oculto.Nella aparta de sí la tristeza. «Almenosnotienesnicortesniroturas—seconsuela—.Nohallegadotumomento».

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Florinesymuñecas

«Puede haber estado en posesión deAgnes desde hacemeses.Le daba envidiamicasademuñecas—recuerdaNella—.Tras la cenadel azúcar, se inventóque teníauna, pero a la puerta de casa ellamismadescubrió sumentira y pidió aFransunamejorquelamía.Sinduda,sólopuedehabersacadomimuñecadeunlugar».Estáhechacontantamaestría,contantodetalle,queledueleaceptarqueladestinatarianofueseella.

Guardasuefigierelucienteenelbolsillo, juntoa losflorinesdeArnoud,ybajalosescalonesalacarreraenbuscadeMeermans.Lalluviahaamainadounpoco,laluzesneblinosa.Losespectadoressehanquedadorezagadosenlacallejuela,evitanloscharcos.Nelladivisalagorguerablancayanticuadayelguardapolvonegroyaltodel pastor Pellicorne. Su rostro inmaculado, su corona de pelo cano, esos ojos depredicadorenloquecido.Lagentesehaarremolinadoasualrededorcomosepeganloscadillosalalana.

—Aquíhaypecado—looyesentenciarbajoelgolpeteodelalluvia—.Sehuele.JohannesBrandthallevadounavidapecaminosa.

—Sonlasconsecuenciasdellujo—comentalamujerquetieneallado.—Pero ha ganado dinero para la ciudad—dice un individuo—.Nos ha hecho

ricos.—¿Aquiénexactamente?Ymirecómohaacabadosualma—replicaPellicorne,

que susurra la última palabra, como si con un suspiro final se deshiciera de laabominaciónqueesJohannesBrandt.

A Nella le cuesta respirar. Llegan olores a comida podrida cuando los humosdensosdelacarnedelastabernasavanzanpegadosalasparedes.Pellicornelamiradereojo.

—¿Se encuentra bien, jovencita? —pregunta una de las mujeres que loacompañan,peroellanocontesta.

—Laesposa—musitaalguien,ysevuelvenmáscabezas.«Miradme,pues—piensaNella—.Miradme».—¡Sí!—grita—.Soysuesposa.—Diosvedetrásdelaspuertas,señora—dicelaquehahabladoprimero—.Lo

vetodo.Nellacaminaendireccióncontraria,estrujandolamuñecaquellevaenelbolsillo.

TratadeimaginarselacasasinJohannes.«No—sedice,sintiendoquelavidadesumaridoseleescapadelasmanos—.Nopuedespermitirquemuera».

—SeñoraBrandt—lallamaunavoz.SedalavueltaysetopaconFransMeermans.«Tranquila,NellaElisabeth».—Loestababuscando,caballero—dice—.¿Dóndeestásumujer?—Agnesseha idoacasa—contestaMeermans,hundiéndoseelsombreroen la

cabeza— y regresarámañana. Se encuentra… trastornada desde que contempló el

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horror…—Tiene que detener esto. ¿Vale la pena matar a su amigo a cambio de unos

florines?—Vacila—.¿OhacersufrirtantoaMarin?—Johannes Brandt no es amigo mío, señora —afirma Meermans, que parece

incómodo—.YAgnesestestigoanteDiosdelosucedido.Lamentolasituacióndelaseñora Marin, pero lo que hizo su marido con ese muchacho no puede quedarimpune.

—Peronose tratade loquehizomimaridoconJack,¿verdad?,sinode loquesucedióhacedoceaños.Ustedcreequemimaridoledestrozólavida,peronofueél.

ElpechodeMeermanssehincha.—Señora…—Séloquepasó,caballero—dice,desesperada—.Marinyusted.Comprendolos

celosdeAgnes,pero…—Silencio—ordenaélentredientes—.Guárdeseesassuposicionesmaliciosas.—Hacedoceaños,Johannestomóunadecisiónqueleatañía,peroenrealidad…—Meniegoamantenerestaconversación,señora.—Miraprecipitadamenteaun

ladoyotrodelacalle,poniendomalacaraalalluviaquesigueempapándoleelaladelsombrero—.Agnesesmimujer.

—Puesnosehaterminado,señorMeermans.Yhayalgomásquedebesaber.—Nellasacalosmilflorinesylamuñequitaquelarepresentaquedadebajodelfajo—.Es parte de su dinero. Johannes ha vendido una parte sustancial de su azúcar aArnoudMaakvrede.

—¿Mil florines? ¿Siguen tomándome por tonto?—El semblante deMeermanscambia;pareceponersetensodemiedo—.¿Yesoquées?

Nella sedacuentadequemira la figuritadesencajado.Lo recuerdamarchandoporlaKalverstraatconlaMiliciadeSanJorgeymirandoelsignodelsol.

—¿Dedóndelahasacado?—susurra.—Soy…Soyyo.—Guárdela.Ahoramismo.Nella respirahondo.«Tengoquecontarle lodeMarin—decide—.Puedeser lo

únicocapazdedetenerestalocura».—Caballero—empieza—,Marinestá…—Noselaenseñeanadie.Jamás.¿Meoye?SelimpiaelaladelsombrerodeaguadelluviaysalpicaelvestidodeNella,que

semetelamuñecaenelbolsillocongestodecidido.—¿Porquéno?—pregunta,peroélguardasilencio—.¿AcasoencargóAgnesuna

casademuñecasquerepresentasuresidencia?—Una bala de cañón habría hecho menos daño a mi matrimonio que esas

dichosasminiaturas—replicaMeermansdemalamanera,y learrebataeldinero—.Voyacontarestosflorinesyluegomedespedirédeusted.

—Haymásencamino.Puedequeentoncessereplanteesuplancontramimarido.

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—Yonotengoningúnplan,señora.EslavoluntaddeDios.—¿Qué les mandó la…? ¿Qué les mandó el miniaturista?—se corrige Nella,

conscientedequeélseguramentenosabequesetratadeunamujer.Meermanslevantalosflorinessalpicadosdelluviayreplica:—¿Nodeberíapreocuparsemásbiendeencontrarotrosfajoscomoéste?Elaguaempiezaacaerconmásfuerza.Elpúblicopasacorriendoasuladopara

volver a refugiarse en la sala.Nella agarra aMeermansdel brazo e impideque seescape.

—¿Les envió elminiaturista cosas que aún no habían sucedido, caballero? ¿Ocosasqueyahabíanpasado?

—Insinuacionesmaléficasyburlasinsidiosas:ningúnholandésdeberíatenerquesoportar algo así.—Duda, pero entonces parece abandonarse a la oportunidad dehablardelasunto,alaliviodequehayaunapersonaquequizálocrea—.Escondílospaquetes y losmensajes, pero aun asíAgnes los encontró, o ellos encontraronunaformadellegarhastaAgnes.Nolahantrastocadoloscelos,señora,sinoesacasademuñecas.Sinosehubieraenteradode laexistenciade lasuya,nadadeestohabríasucedido.

—Pero¿nadadequé?¿QuélepasaaAgnes?—«Eslaverdad.Mecuentalaverdad»,nodejadedecirme.FuialaKalverstraat

paradeteneraeseminiaturista.—¿Cómodice?—Sucasademuñecaspermaneceráinacabada,señora,delmismomodoquelade

Agneshaquedado arrasada.A losburgomaestres les interesómuchodescubrir quehabía alguien que trabajaba dentro de los límites de la ciudad sin estar afiliado aningún gremio. «Miniaturista» —se mofa—. Ni siquiera es un oficio como Diosmanda.

ElmiedoparteendosaNella.Nosienteelcuerpo,solamenteveelvoluminososemblantedeMeermans,unosojoscomolosdeuncerdoyelcontornodesuanchamandíbula.

—¿Quélehahechousted?—Ése espía repugnante había huido, pero me he encargado de que no pueda

volver.HanpuestounamultacuantiosaaMarcusSmitporpermitirqueunforasteroanunciesusserviciosensulista,yesacasadelaKalverstraatlaocuparáalguiendeestaciudad.—Meermansleponelosmilflorinesdebajodelanariz—.Nosedaustedcuentadeloinsultantequeesesto,señora,dequepodríamoshaberganadocientosdemiles.LanegligenciadeBrandthaechadoportierramipatrimonio.

Cómoloobsesionaeldinero,cómodescuidatodolodemás.LasangredeNellacalientalascuerdasdesutemperamento,queechanhumoyseparten.

—HevistolospanesdeazúcardeAgnes—desvela—.Lagloriadelaqueustedse ha apropiado. No están todos podridos, pero usted sí, lo mismo que su mujer.Marinescapódeunabuenaal rechazar supeticióndematrimonio.—Meermansse

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tambalea—.Ycreoque…No.Séque,aunqueJohanneshubieravendidoyahastaelúltimocono,ustedencontraríaunaformadeverloahogarse.

—¿Cómoseatreve?Noesmásqueunasimple…—Guardeesosflorines.—Nelladamediavueltay,mirandoalcielo,sentencia—:

Queelminiaturistalospersigaalosdoshastaelinfierno.

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Lallegada

DesdelaStadhuissedirigeatodaprisaalaKalverstraat,perounospasosaceleradosylallamadadeCornelialahacendetenerseenseco.

—¡Señora,señora!—¿Porquégritas,Cornelia?HehabladoconMeermans…—¿Lehacontado…lodelaseñoraMarin?La criadamira apesadumbrada a un lado y otro de la calle.Con esa luz tenue,

entrelalluvia,tienelapielverdosa.Juntalasmanoscomosisostuvieraunramilletedefloresinvisibles.

—No.—De repente,Nella está exhausta—.Le he propuesto un trato: dinero acambiodeunavida.

—Pero ¿lo ha convencido para que no testifique? —pregunta Cornelia,desencantada.

—Le he dado mil florines como primer pago por sus preciosos cristales. Nopuedoasegurarquevayaacambiarnada,Cornelia.Loheintentado.Lehahechoalgoalaminiaturista.Mandóalosburgomaestresasucasa.Nosésilahan…

—Tienequevolveracasa.—Pero…—Ahoramismo.EselcorazóndelaseñoraMarin.

~

—Ven—diceMarin,quesaleconpasoinsegurodelapenumbraencuantolleganlasdosmuchachasycierranlapesadapuertadelaentrada—.Elcorazónmelatemuydeprisa.

Nellaponecuatrodedosenelcuellodesucuñadaynotaelpulsoapresurado,loslatidosenérgicos.Marindaungritoyseagarraaella.

—¿Quétepasa?—Meduele—contestaconunhilodevoz—.Esinsoportable.—¿Leduele, señora?—preguntaCornelia, aterrada—.Mehabíadichoqueaún

noteníadolores.Marin gime. En la falda, un líquido empapa la lana oscura y baja hacia el

dobladilloenuncírculoquevaextendiéndose.—Arriba —ordena Nella, tratando de parecer tranquila, aunque su corazón

tambiénsehaaceleradoylateconfuerza,angustiado—.Vamosamicuarto.Estámáscercadelacocina,porsihayqueirabuscaragua.

—¿Hallegadoelmomento?—preguntaMarinconlavozagudaporelmiedo.—Meparecequesí.Tenemosqueirabuscaraunacomadrona.

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—No.—Podemoscomprarsusilencio.—¿Conqué,Petronella?NoereslaúnicaquemiraenelcofredeJohannes.—Porfavor,Marin.¡Nosbastaparaunacosaasí!Tranquilízate.—NoquieroquehayanadiemásqueCorneliaytú.—Marinleaprietalamano,

comosiaferrarseaellapudierasolucionarlo todo—.Lasmujereshacenestascosasconstantemente,Petronella.Nopuedeverlonadiemásquevosotras.

—Voyporaguacaliente—diceCornelia,ybajacorriendoalacocinadetrabajo.NellasefijaenellibrodeBlankaart,abiertoencimadeunasilla.—¿Sabesloquetienesquehacer,Petronella?—Voyaintentarlo.TeníacuatroañoscuandonacióCarelynuevecuandosacaronaArabelladesu

madre.Recuerdalosgritos,losjadeosylosmugidos,comosihubieraunavacasueltapor la casa. Las sábanas manchadas de rojo, amontonadas luego en el jardín,preparadasparalapira.Laexigualuzdelrostrosudorosodesumadre,lamiradadeadmiración de su padre. Hubo otros, por descontado, los hermanos que nosobrevivieron.Entoncesyaeraalgomayor.Cierralosojosytrataderecordarloquehacíanlascomadronas,esforzándoseporolvidaraquelloscadáveresdiminutos.

—Muybien—diceMarin,peroestápálida.—Cuandoledolíamucho—recuerdaNella—,mimadreandabadeunladopara

otro.

Durante dos horas, Marin da vueltas por el primer piso, gruñendo cuando lostruenosretumbanensuinterior.NellaseacercaalaventanaypiensaenJohannesensu jergóndepaja;enJack,queconsusdotesdecomediantehasabidosalirdeunacaja cerrada con llave; en Meermans, con su orgullo mojado por la lluvia y susflorines,yenAgnes,queaguardaunmensajedelaKalverstraat.¿Dóndeestáahoralaminiaturista?Conelrabillodelojomiralacasademuñecas,quepalpitadetrásdelascortinas amarillas, repleta de personajes congelados en el tiempo. «Su casa demuñecaspermaneceráinacabada,señora».

Enlacalle,lalluviahaarreciadoaúnmás,unalluviadeenero,fríaeimplacable.Una refriega entreperros, la siluetaborrosadeungato anaranjado.De repente, unintensohedorinundalahabitaciónyNellaseapartadelaventanaparaverelgestodeterror absoluto de Marin, que contempla el montón de heces calientes yensangrentadasquehayasuspies.

—¡Dios mío!—exclama, y se tapa la cara con las manos. Nella la acompañahastalacama—.Micuerponomepertenece.Estoy…

—Nolopiensesmás.Esbuenaseñal.—Pero¿quémepasa?Medesmorono.Cuandollegueelniñoyanoquedaránada

demí.

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Nella limpiaelsueloymetela toallasuciaenuncubocontapa.AlvolverseseencuentraaMarinacurrucadadecostado.

—Nomeloimaginabaasí—reconoce,conlacarahundidaenloscojines.—No—contesta Nella, y le entrega una toalla húmeda limpia—. Nadie se lo

imaginaasí.Marinestrujaunasramitasdeespliegoconelpuñoeinhalaprofundamente.—Estoymuycansada—dice—.Nopuedomás.—Todoirábien.Nellasabequenosonmásquepalabras.Salealpasilloy respiraelaire fresco,

aliviadaporhaberescapadodelambientecargadodeldormitorio,desulentolatidodemiedo.Corneliasubeporlaescalera,latomadelamanoylesonríe.

—Hasidounabendición,señora.Sullegadaaestacasahasidounabendición.

Caelanoche,siguelloviendoylasoleadasdedolorsesucedensinpausa.Marinse retuerce en una especie de espiral. Afirma que siente una agonía intensa yprofunda.

—Soyunanubellenadesangre—murmura—.Unmoratóngigantesco,mipielserevientasindescanso.

Paraqueestécómoda,lehanquitadolafaldaynollevanadamásqueunablusadealgodónyunaenagua.

Esunvehículoparaeldoloryeseldolorensímismo.Marinnoesnadadeloquehabíasidohastaahora.CorneliayNellaleaplicancompresasenlafrenteylefrotanaceitesaromáticosenlassienesparacalmarla,ylasegundaselaimaginacomounamontaña, inmensa y anclada, inamovible.El niño que lleva dentro es un peregrinoque desciende de las alturas de sumadre, enmovimientomientras ella permaneceparalizada.Acadapasoqueda,acadaaguijonazodesubastóncontraelcostadodeMarin,acadapatada,cobramáspoder.

La parturienta chilla. Tiene el pelo pegado a la frente y la cara, habitualmentetersa, estáhinchadaycolorada.Seasomaporun lateralde lacamayvomitaen laalfombra.

—Tendríamos que ir a buscar a alguien —susurra Nella—. Mírala. Ni seenteraría.

Cornelia semuerdeel labioycontemplael semblante retorcidoyempapadodesudordesuseñora.

—Síqueseenteraría—responde,tambiénenvozbaja,conlamiradacargadademiedo y agotamiento—.No podemos.No quiere que se entere nadiemás.—EchaunatoallaencimadelasustanciaacuosaquehaexpulsadoMarinylaveempaparse—.Además,¿aquiénpodríamosllamar?

—Seguroquehayalguienen«LaListadeSmit».Nosabemos loquehacemos.¿Esnormalquevomiteasí?

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—¿Dóndesehametido?—farfullaMarin,yselimpialabocaconuncojín.Nella le da la esquina de una manopla mojada para que chupe la humedad y,

reuniéndoseconCornelia,murmura:—Vamosatenerquemirardebajodelaenagua.—Sihagoeso,mecorta lacabeza.—Lacriadapalidece—.Nisiquieramedeja

mirarlelaespaldadesnuda.—Nohaymásremedio—insisteNella—.Nosésiestedoloresnormal.—Encárgueseusted,señora.Yonopuedo.LospárpadosdeMarinpalpitanyempiezaaemitirunsonidograve,gutural,que

sevuelvemásagudoysurgedeellacomountoquedecorneta.Cuandosueltaotradeesas exhalaciones desgarradoras, Nella deja de vacilar y se pone de rodillas paralevantar el dobladillo de la enagua. Mirar entre las piernas de su cuñada es casiinconcebible.Esunablasfemia.

Introduce la cabeza en el aire recalentadoyviciadodel interior de la enaguaytratadedistinguiralgo.Eslomásextraordinarioquehavistoenlavida.Noesavenipescado, ni divino ni humano, y sin embargo, curiosamente, es todo eso almismotiempo.Enesemomentoparecequellegaalgodeotratierra.Loqueerapequeñoseensancha,sevuelvegigantesco,esunabocaenormeconel tapóndeunacabezadeniño.

Nellaveunacoronilladiminuta,sientearcadasdebidoalcalorde lassábanasysacalacabezaparatomaraire.

—Lohevisto—anuncia,eufórica.—¿Deverdad?—preguntaMarinagotada.—Ahora tienesquehacer fuerza—pideNella—.Cuando seve la coronilladel

niñohayqueempujar.—Estoymuycansada.Tendráquesalirélsolo.Nellavuelveametersedebajodelaenaguayextiendelasmanosparatocarala

criatura.—Nohasalidolanariz,Marin.Nopodrárespirar.—¡Empuje,señora,tienequeempujar!—chillaCornelia.MarinrugeyNellalecolocaunpaloentrelosdientes.—¡Vamos,empujaotravez!—laespolea.Clavando las muelas en la madera, Marin empieza a hacer fuerza y a emitir

sonidosguturales.Escupeelpaloydiceentrejadeos:—Meestádesgarrando.Lonoto.NellalevantalaenaguayCorneliasetapalosojos.—Notienesningúndesgarro—asegura,aunqueveunafisurarojaentrelamasa

de pelo amoratado, y más sangre aún. Prefiere no decir nada—. Ya sale. Sigueempujando,Marin,sigueempujando.

Corneliaseacercaalaventanaeiniciaunaoraciónlargayfebril.—Padrenuestro,queestásenlos…

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EntoncesMarin se pone a ulular, a soltar un gemido agudo e interminable detormento,deepifanía.Esunsonidocapazdedespellejaraalguien.Yentonces, sinprevioaviso,conlainmediatezdelaleteodeunpájaro,aparecetodalacabezadelacriatura.Estábocaabajo,conlanarizcontralasábana,esunamasaoscuradepeloempapado.

—¡Hasalidolacabeza!¡Empuja,Marin,empuja!Marin chilla y perfora los oídos de las otras dos. Sale mucha más sangre, un

torrente cálidoque empapa la cama.Nella se preocupa, no sabe si tienequehabertantaono.MarincasilearrancaunamanoaCorneliaalhacerfuerzaparaexpulsaralniño.LacabecitagirauncuartodecircunferenciayNellacompruebaatónitaqueeseserdiminutotratadeliberarse.

ApareceunhombroyMarinvuelvearugir.Elniñogiradenuevolacabezahacialacama.

—Empuje,señora,empuje—insisteCornelia.Marin hacemás fuerza, se entrega a la agonía, deja de oponer resistencia y la

aceptacomosuesenciamisma.Luegosequedaquieta,agotada,incapazdemoverse,sinresuello.

—Nopuedo—dice—.Elcorazón.Cornelialeponeunamanoenelpechocontemor.—Vuelveaagitarse,señora—asegura—.Dagolpes.Elcuartosesumeenelsilencio.Nelladerodillas,Corneliajuntoalaalmohada;

el cuerpo de Marin, tumbada con todas las extremidades abiertas y las rodillasdobladas, parece una estrella. Las llamas de la chimenea son escasas, habría queatizarlosúltimostroncos.Delexteriorsólollegaelruidodelalluvia.Dhanaarañaelsuelo,desesperadaporentrar.

Lasmujeres esperan. El otro hombro, como el de unamuñeca, aparece por elcenagal ensanchado de Marin, que vuelve a hacer fuerza. Cuando Nella trata deagarrar los hombros de la criatura, esa cabecita del tamaño de una taza de té, elcuerposaledeslizándoseycaeensusmanossorprendidasconunúltimochorrodesangre.Conlosdedosempapados,lajovensienteelpesodensodeeseser,quetienelosojilloscerradoscomounfilósofo,losbrazosylaspiernasempapadosyazulados,cubiertosporpegotesdeunapastablanca,bienplegadosenlaspalmastemblorosasdeNella.Lamirabien.LaperegrinadeldolordeMarinesunaniña.

—¡Ay,Marin!—dice,levantándola—.¡Mira,Marin!—¡Unaniña!—exclamaCornelia,emocionada—.¡Unaniñita!El largocordónquesaledeellaesmetálico,musculoso,yseadentracomouna

serpienteensumadre.—Traeuncuchillo—ordenaNella—.Hayquecortarlo.Corneliasealejaatodaprisa.Marinrespiraentrecortadamenteytratadelevantar

lacabezaclavandoloscodosparaverasuhija,peroalfinalsedejacaer.—Mi niña.—Apenas puede hablar. Su voz es casi un delirio, hueca—. ¿Está

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viva?Nellamiraalareciénnacida,cubiertaporunacapadelíquidoquevasecándosey

porlashuellasensangrentadasdesutía.Tieneelpelonegroyapelmazado,ylosojosaúncerrados,comosinofueraelmomentodedarseaconocer.

—Nohaceningúnruido—diceMarin—.¿Porquénohaceningúnruido?Nellaempiezaafrotarlosbrazosflácidosdelaniña,laspiernas,elpecho,conun

trapomojadoenelaguacalientedelbalde.—¿Sabesloquehaces?—Sí—respondeNella,peronoescierto.«Despierta,niñita—piensa—.Despierta».LlegaCorneliaconuncuchillode trinchar.Laniñasiguecalladayenelcuarto

tambiénhayunsilenciosepulcral:lastresesperan,rueganconelúltimoápicedesucuerpoqueseoigaunruiditodevida.

Nella entrega la niña a Cornelia y trata de cortar el cordón, pero pese a estarhechodesustanciahumanaparecemásfuertequeunroble.Tienequeserrarloyconellosalpicadesangrelassábanasyelsuelo.Dhana,quesehacoladoenelcuarto,seacercaaltroteparaversipuedecomeralgo.

Puedeserpor la llegadadelaperra,o talvezpor la torpeseccióndesucordel,perolareciénnacidaseponeallorar.

—Gracias,Diosmío—diceCornelia,ysedeshaceenunmardelágrimas.Marinsueltaelaireconunaexhalaciónirregularyprolongadaqueterminaenun

sollozo.ConlaniñacolocadaenlasmanosahuecadasdeNella,Corneliaataunlacitoazul

marino en el cabo de cordón que le ha quedado en el abdomen, y que por fin caeflácido:lacriaturahaganadofinalmentelabatalla.

Nella la frota bien con un trapo húmedo y observa fascinada que la sangreempiezaabombearporelencajedevenasquesevebajolapiel.Cornelia,quesigueasulado,asomalacabeza.

—¿Lohavisto?—susurra.—¿Elqué?—preguntaNella.—Mirebien—insistelaotra,señalandoalacriatura—.Mire.—Thea.—LasobresaltaMarin.Suvozespesadacomounapiedra—.Se llama

Thea.Seremueveincómodaenlacama.Sigueteniendoelrestodelcordónunidoasu

interior, del que aúnmana sangre. Intenta levantar losbrazos, pero estádemasiadocansada.

—Thea—repiteCornelia,observándolamientrasNellalacolocasobreelpechodeMarin.

Laniñasemuevearribayabajoconlarespiraciónentrecortadadesumadre,quele pone unos dedos trémulos en la espalda y siente su grupa, la curva felina de lacolumnavertebral.Selellenanlosojosdelágrimasyvuelveaderramarlasmientras

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Cornelia la tranquiliza acariciándole la frente. Agarra a su hija, que acurruca lacabecitaenelvalledelcuellodesumadre.Marinparecepasmada,amediocaminoentreeltriunfoyeldolor.

—¿Nella?—lallama.—¿Sí?—Gracias.Graciasalasdos.Semirana losojosmientrasCorneliahaceunfardoconlos traposy las toallas

destrozados. La respiración de Marin es por momentos un leve estertor. Al oírla,Nellanotaqueseleponelacarnedegallina,queselecontrae,ysevuelvehacialaventanaparamirarlaoscuridadquesehaapoderadodelcanal.Lalluviahacesadoalfin.Sobre los tejados, escasamente separados, las veletas y los gabletes, la luna sealzaenloaltodeuncielosurcadodeestrellas,mediacircunferenciadesigualdeluzresplandeciente.

Alver lascortinasde terciopelodelaparadorcorridas, aNella se leocurrequeJohannesseolvidódealgoalencargarla.¿QuéhasidodelcuartodeMarin,suceldadevainasde semillasymapas, de caparazonesyde especímenes?Sí están lasdoscocinas, el despacho, el salón, los dormitorios e incluso el desván. Quizá queríaprotegerasuhermana,oquizáseleolvidó.LaminiaturistanohaenviadonadaquehicierareferenciaalreductodeMarin.Sucuartosecretohaeludidotodadefinición.

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Eldelator

NellayCorneliatratandedormirunpocoendossillasdepalisandro,conelrespaldorecto, que han subido del salón. Se retuercen incómodas mientras Marin gime ysuspiraenlacama.

CuandoNella se despierta, las campanas estándando las ocho.Haquedadounolorperturbadorenelcuarto,aórganosexpuestos,heces,sangreycarnevulnerable.Sehaapagadoel fuegoyasualrededorestándesperdigadas las inútilesespigasdeespliego ya casi sin olor, junto al aguamanil de plata, derribado porMarin en suagonía.Derepente,sedacuentadequellegaconunahoraderetrasoalaaudienciadesumarido.

Descorre las cortinas con frenesí.Cornelia abre losojosy se abalanza sobre lacama.

—TengoqueiraveraJohannes.Ahoramismo—anunciaNella.—Nopuededejarmesola—suplicalacriada—.Noséquéhacer.Yesquelaalmohadadelaparturientaestáempapadadesudor.Thea,envueltaen

unamanta,duermesobresupecho.Aloírsusvoces,Marinabre losojosdegolpe.Debajo del brillo salado, su piel sigue oliendo levemente a nuezmoscada, yNellaaspiraelaroma.TienequeirsealaStadhuis,peronoquieredejarasucuñadaeneseestado.

—Ve,Nella,paracontarmequé lehacen—pideMarin,conmenos fuerzaen lavozquelanocheanterior—.Vete.Cornelia,túquédateconmigo.

Lacriadaletomalamanoylabesaconelcariñointensodeunaniña.—Porsupuesto,señora.Aquíestoy.Nellasedirigealpiedelacamaycompruebaqueunextremodelcordónsigue

dentrodeella,mientrasqueelotroestáenroscadosobreelcolchón.Tiradeél,comosiconesofueraallevarsealgopordelante,esasensacióndepavor,peroestápegadoaMarin,queprotestadedolor.

—Tienequedescansar—diceCornelia—.Deberíamosdejarla.—Sé que quieres ir a buscar ayuda, Nella, pero no debe enterarse nadie —

recuerdalaparturienta,enronquecida.SuvientresehadeshinchadounpocotraslasalidadeThea,perosiguehabiendo

unbultoenelinterior.CuandoNellaejercepresión,seestremece.«Algonovabien—piensa Nella—. Nada va bien». El bulto es duro, rígido, y por un momento seplanteasihayotracriaturaahídentro,unagemelasilenciosaqueseresisteasaliraesecaos.Legustaríatenermásconocimientos,quesumadreestuvieraallí.Jamássehabíasentidotanindefensa.

Marin jadea y la criada aparta al momento a la recién nacida. La aspereza seadentraenlasprofundidadesdelospulmonesdesumadre.

—¿Señora?—la llama Cornelia, peroMarin se limita a agitar el aire con unamano.Otroecodesuhermano.

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Aloíresosruidosextraordinarios,Theaempiezaahacerotrosporsucuenta.Sonloschillidosdesgarradores, estimulantes,brevesyanhelantesdeunavoznovísima.Alabrigodeesellanto,NellaindicaaCorneliaconungestoqueseacerque.

—Mírela,señora,mírela—susurraésta,contemplandoabatidaalaniña—.¿Quévamosahacer?

—¿Dequéestáshablando?—Nopareceposible.Nopuedeserverdad.—Busca«LaListadeSmit»—pideNellaenvozbaja,sinhacerlecaso—.Yque

vengaunamadecría,unacomadrona,alguienqueentiendaloquelepasa.Corneliamiraalaniñaaterrorizada.—PeroMarinmematará.—Haz lo que te digo, Cornelia. Johannes guarda dinero en el cofre de su

despacho.Págaleloquehagafaltaparaquenohable.Y,sinohaysuficiente,pues…vendelaplata.

—Pero,señora…Nellasalecomounaexhalación.Ladesesperaciónnolepermitedetenerse.

~

TrascorrerhastalaStadhuis,sinalientoysofocada,Nellaseencuentralatribunayaabarrotadaylasesiónenmarcha.Tienequesentarsealfondo.Lefallanlasfuerzasyestáaturdida,leduelelacabeza,notalosojosmuycansadosysecos,llevabajolasuñaselresiduooxidadodelasangredeMarin.SientedeseosdegritaraJohannesloquehalogradosuhermana,lamaravillaqueloesperaencasaasuvuelta,perosabeque no puede. «¿En qué mundo vivimos, donde el mero hecho de anunciar laexistenciadeTheapodríaperjudicarla?»,sepregunta.

Miraporencimadelascabezasdelosespectadoreslasalaquequedaasuspies.Johannesmantieneelcuerpomaltrechomuyrígidoenlasilla,conlacabezabienalta.Slabbaert está sentado a sumesa y losmiembros del schepenbank, alineados a sulado.Jackseencuentraahoraentreelpúblicodelaparteinferior,observandoaFransMeermans,encaramadoasusillaenmediodelembaldosado.

«¿PorquénoestáAgnesahíconél?—piensaNella—.¿Quémeheperdido?».DistinguelanucadelpastorPellicorne,sucuerpoinclinadohaciadelante,expectante,ansioso.

—¿YahatestificadoAgnesMeermans?—preguntaalamujerquetieneallado.—Alassiete,señora.Cómotemblabayquéraraestaba.Dabalaimpresióndeque

nopensabasoltarlaBiblia.YmuevelacabezadeunladoaotrocuandolavozdeSlabbaertyallegaaoídos

deNellacontodosuímpetu.

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—Suesposanoshacontadoporencima loquevio lanochedelveintinuevedediciembre,señorMeermans—dice—.Niporasomosemehabríaocurridoofenderlasensibilidaddeunamujer,peroahoraessuturnoymegustaríairmásallá.Cuéntenosquépresenció.

Meermans,pálidoeimponenteensusilla,asiente.—Fuimos a la parte trasera del almacén. Se oían voces. El señorBrandt había

aplastado a este joven contra el edificio, con la cara pegada a la pared. Los dosllevabanloscalzonesporlostobillos.Sussombrerosestabanenelsuelo.

Se oyen gritos ahogados ante esas palabras, ante esa imagen en que lahumillaciónyeldeseoviolentovandelamano.

—JackPhilips,ahoraséquese llamaasí, lesuplicabaquelosoltara.Nosvioypidió auxilio. Mi esposa, como comprenderá, estaba terriblemente alterada. Habíasentadoaeseindividuoasumesaalgunavez.

LavoztemblorosadeMeermansllenalasala,yNellatienelaimpresióndequelasparedesdelaStadhuisselevienenencima.

—Prosiga—pideSlabbaert.—Oímos el grito del repugnante alivio de Brandt. Me aparté de Agnes y al

dirigirme a él vi la lujuria en sus ojos. Se subió los calzones cuando ya meaproximabayempezóapegaralseñorPhilips.Conrapidez,conrabia.Aparecióunadagayloviclavárselaenelhombro.Casileatravesóelcorazón,nomiente.Ningunamujertendríaquehaberpresenciadoesaescena.Niningúnhombre.

La sala parece fascinada con el relato. Johannes ha bajado la cabeza y haencorvadoelcuerpopenosamenteenunaposturaderesistencia.

—FransMeermans—dice Slabbaert—, usted conoce a Johannes Brandt desdehacemuchosaños.Apesardelepisodioquepresenció,apesardeltestimonioquehadadosuesposatrasjurarsobrelaBiblia,tieneahoralaoportunidaddeconfirmarquehayalgobuenoenél.

—Locomprendo.—Élhaaseguradoqueustedesseconocenbien.—Dejóvenestrabajamosjuntos.—¿Yquéclasedehombreera?Meermanspareceincómodo.Nisiquieraescapazdemirarlacurvadelaespalda

deJohannesyprefiereclavarlavistaenelcononegrodesusombrero.—Astuto—responde—.Propensoasuspropiasfilosofías.—Johannes Brandt estaba vendiendo una mercancía de su propiedad. ¿No es

cierto?Nella nota una sensación que avanza poco a poco por su interior, como si su

corazónhubieraempezadoasupurarsusúltimasfuerzas.Unaacusaciónmásestáapunto de caer a los pies de sumarido: desidia en la actividad comercial, un delitonadatrivialenÁmsterdam.

—Loes.

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—Y con respecto a ese acuerdo, ¿estaba bien almacenado el azúcar? ¿HacíaBrandtsutrabajocorrectamente?

Meermansvacila.—Sí—contestaporfin—.Asíes.Nella endereza la espalda. ¿Por qué ha dicho eso? Según sus palabras, todo el

azúcarestáenbuenestado.Cuandounpardehombresdelschepenbankanotanalgo,comprende que Meermans no desea revelar la rabia que siente por Johannes. Alocultarelproblemadelazúcarsinvender, leniegalaposibilidaddeblandirlocomomotivodevenganza.Estáobstruyendosusvíasdedefensa.PretendequeseconsideresimpleyllanamenteuncasodeconductaimpíacontraDiosylarepública,nadamás.Yespocoprobable,suponeNella,queJohannesreconozcaquelehacostadovenderlamercancía,puesconesodañaríasureputación.

NellanoesperabaqueMeermansfueratancalculador.Y,sinembargo,echaunamirada a Arnoud Maakvrede y piensa que, con esa declaración pública sobre lacalidad del cargamento, puede haber puesto en bandeja a la familia Brandt laposibilidaddevenderloenelfuturo.Nellasesienteculpableporelmínimoinstantedeplacer queha experimentado al pensarloy tratade concentrarse en elmomentopresente.

—Asípues,¿diríaustedqueesbuenmercader?—preguntaSlabbaert.Meermansrespira hondo y el schout insiste—. Recuerde que ha jurado decir la verdad.Responda.

—Bajojuramento…pondríaencuestiónesaafirmación.—Entonces,¿creequeesmalmercader?—Históricamente, creo que su reputación ha encubierto su egocentrismo. No

todossuséxitossonmerecidos.—Sinembargo,leencomendólaventadesucargamento.—Miesposa…—Dejalafraseamedias.—¿Quétienequeversuesposaenesto?En ese momento, Meermans suelta el sombrero y acto seguido lo recoge del

suelo.Johanneslevantalacabezayyanoapartalamiradadesuantiguoamigo.—Brandtsiemprehaejercidosuvoluntadconunainsistenciainsolente—afirma

eltestigo,ysevuelvehaciaél—.Peronomedabacuentadehastadóndellegabatuinsolencia.Lossobornosquepagaste,lasdeudasqueacumulaste…Nosóloantemí,sinoantelosgremios,losempleadosylosamigos…

—¿Quiénes son esos hombres? ¿Es una acusación formal? ¡Enséñamelos! —demandaJohannes—.Enséñamesuslibrosdecontabilidad.

—Siestoyhoyaquíesportualma…—Notedebonada,Frans.Niatinianadie…—Diosmehahablado,Johannes.—¿Dios?—Mehadichoqueyanobastaconmisilencio.

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Hayundejedesorpresaensuvoz,comosiaélmismolepillaraporsorpresaloque ha dicho, abrumado por su propio impulso, por el sabor amargo que todo elmundodetectaensuinterpretación.

—Tú nunca has guardado silencio, Frans—asegura Johannes—, si existía unaposibilidaddedenigrarme…

—Miviejo amigo necesita salvación, schout Slabbaert. Está perdido.Vive a lasombradelDemonio.Nopodíaguardarsilenciotrasloqueviaquellanoche.NingúnciudadanodeÁmsterdamhabríapodido.

Unavezconcluidasudeclaración,Meermanslevantalacabezacomosiesperasealivio,peroenlugardeesoseencuentraaJohannesdelantedeél,conunaexpresiónquesóloreflejarepugnancia.Pocoapoco,elacusadoendereza laespaldacongrandolor.Inclusodesdeloalto,Nellaoyeloschasquidosdesushuesos.

—Todossomosdébiles,Frans—afirma—.Perounosmásqueotros.Meermansagacha lacabezaydenuevose leescapaelsombrerode lasmanos,

peroenesaocasiónlodejadondehacaído.Lavisióndesushombros,quesubenybajanconvulsos,sumealospresentesenunamudaincertidumbre.Johannescumplelafuncióndeunespejo,enelqueMeermanshavistounagujeronegroenlugardeunreflejo.Nadielotoca,nadieseacercaaconsolarlooafelicitarloporloquehahecho.

—Frans —continúa Johannes—, ¿acaso no has cazado a un sodomita, a unhombreávidoquetomaloqueseleantoja?¿Acasonohascontribuidoalimpiarloscanales y las calles de esta ciudad? Entonces, ¿por qué solamente eres capaz dellorar?

La sala estalla engritos y silbidos.Slabbaert pide silenciopara poder deliberarconelschepenbankyalcanzarunveredicto.

—¡No! —dice Johannes muy alto, y su mirada se aparta de Meermans paradirigirsealschout—.Nopuedeser.

Sehace el silencio en la sala y los espectadores de la tribuna alargan el cuelloparaveraesehombre,eleganteypeligroso,quehadesgarradolasentrañasdesubienordenadacomunidad.Johannesseponeenpieconenormedificultad,apoyándoseenlasilla.

—Escostumbrequeelacusadotomelapalabra.Slabbaertcarraspeaylocontemplasindisimularsudesprecio.—¿Deseahablar?—pregunta.Comounpájaroconlasalasrotas,Johanneslevantatantocomopuedelosbrazos.

Cuando los pliegues de su manto oscuro caen torcidos al suelo, Jack suelta unchillido.

—Ustedseponeesedisfrazporlamañana,PieterSlabbaert—empiezaJohannes—.Lomismoquetú,FransMeermans.Ylosdosescondensuspropiospecadosysusdebilidadesenunacajaqueguardandebajodelacama,conlaesperanzadequesuatuendonosdeslumbreynoshagaolvidarla.

—Habledeusted,JohannesBrandt,nodemí—ordenaSlabbaert,yelacusadolo

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mira.—¿Soyelúnicopecadordeestasala?—pregunta,dándose lavueltaymirando

lasfilasdelatribuna—.¿Elúnico?Nohayrespuesta.Elsilenciosehaapoderadodelaconcurrencia.—Trabajoparaestaciudad—diceJohannes—desdequetengolaedadnecesaria.

Heviajadoatierrasdecuyaexistencianadasabía,nisiquieraensueños.Hevistoaloshombrespelear,morirytrabajarporestarepúblicaenplayascalurosasyenaltamar, arriesgando la vida por una gloria mayor que la que les correspondía pornacimiento.Luchaban,construían,sinconfiarseniunasolavez.ElschoutSlabbaertseburlademicriadoafricano,unhombredeDahomey.¿Seimaginaalmenosdóndeestá Dahomey mientras sorbe su té azucarado o se come unos bollos? FransMeermanscriticamislibertades,peronosesienteculpablepordisfrutardelassuyas.Busquenunmapa,señores,yaprendan.

»Recogimos a una huérfana. He auspiciado a aprendices, he trabajadoincansablementecontralasolasqueamenazabanconahogarnosatodos.Yacabaránporconseguirlo,señores.Hevisto los librosdecontabilidad,hecomprobadoquelaVOC se desploma en las aguas…Pero nome he aprovechado de la necesidad deningúnhombre, jamáshehecho juraranadieen falsoacambiodeunsoborno.Hetratadodehacerfelizamimujer,comomehahechofelizellaamíeneltiempoquehemospasadojuntos.Peroelproblemaes,señores,señoras,quequienescarecendehorizontespretendenahogarlosnuestros.Notienennada,tansóloladrillosyvigas,niunápicedelgran júbilodeDios.—MiraaJack—.Loscompadezcoenelalma.Jamásdaránalarepúblicalagloriadelaquehesidotestigo.

Andandocomounanciano,JohannesseacercaaMeermans.Levantaunamanoysuacusadorseestremece,creyendoquevaagolpearlo.Johannesselimitaatocarsusagitadoshombros.

—Frans. Tienes todo mi perdón.—Meermans parece hundirse bajo la extrañafuerzadeesecontacto—.¿Ytú,JackPhilips?

JacklevantalosojosysetopaconlosdeJohannes.—¿Yo?—Eres una piedra arrojada en medio de un lago. Pero las mismas ondas que

provocasjamástepermitiránvivirtranquilo.—¡Sáquenlodeaquí!—clamaSlabbaert,señalándolo.Losmiembrosdelschepenbankcontemplanalprisioneroperplejos,comosifuera

un gigante entre hombres, un ser dotado del poder de derrumbarlos con un merocontacto. La sala se convierte en una cacofonía de murmullos y reprobaciones, yPellicornepareceenfermodetantaagitación.Lamuerterondaporlosairesyselesinsinúaa todos,consu terrorysugozo.NoquierenqueJohannessevaya,quierenretenerloallí.Noeslaprimeravezquelosricostratandeacallaralpueblo,peroniunosolohabíahechoeseusodesupoder,niprovocadosuscarcajadasalmencionarladentadurapostizadeunmagistrado.

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Sinembargo,losguardiaslosacandelasalayelschepenbanksereúneentornoaSlabbaertparaformarunamediacircunferencia,mientrasMeermanssedesplomaenunasillaapartada,blancocomoelpapelyconmocionado.ElEstadoestáapuntodeejercersupoderyloscuerpossetensan,eldeNellaincluido.Sienteunapresiónentrelaspiernas,comosiestuvieraapuntodeorinarsedemiedo.

Pasan los minutos. Diez, luego veinte, treinta. Ver a esos hombres decidir eldestinodeJohannesesespantoso.«Siempreexistelaposibilidaddelindulto»,sediceNella,peroelmurmullodeSlabbaert,agachadoenelcentrode lamedia luna,sólollegaaoídosdelosseishombresquelaforman.

Finalmente se separany regresana susasientos.Elschout avanzapesadamentehastaelrecuadrodelosasquepresidelasalayordenaquesehagaentrardenuevoaJohannesBrandt.Sinacompañamiento,elprisionero llegaapaso lento,arrastrandolospiesmagullados.Sedetieneanteelschoutylomiraalosojos.Nellaseponeenpieentrelassombrasyalzaunbrazo.

—Estoy aquí —musita, pero su marido sigue concentrado en el rostro deSlabbaert y ella no se ve capaz de hablarmás fuerte para vencer elmiedo que lainvade.

—Lohandescubierto—diceelschout—.Eldelitodesodomíapretendedestruirlavirtudylaintegridaddenuestrasociedad.EstáustedtanhenchidodeengreimientoyderiquezaquesehaolvidadodesuDios.Alguienoyóycontemplósudeseo,perotambiénsupecado.

Daunavueltaalrecuadrocentral.Johannescolocalasmanosalaespalda.AlgosurgedentrodeNella,queseasfixiaalintentarreprimirlo.

—Lamuertenos llegaa todos—proclamaSlabbaert—.Es loúnicoseguroquehayenestavida.

«No—piensaNella—.No,no,no».—Porelinmundodelitoquehacometido,debesabersequehoy,nuevedeenero

de 1687, yo, Pieter Slabbaert, schout de Ámsterdam, y estos seis miembros delschepenbank de la ciudad declaramos a Johannes Matteus Brandt culpable de laacusación de agresión sodomítica a Jack Philips, culpable de asalto ysubsiguientemente de intento de soborno. En consecuencia, decreto que su justocastigoesquese leateunpesoalcuelloyse loahogueenelmarestedomingoalatardecer.QueelnuevobautismodeJohannesBrandtsirvadeadvertenciaparatodosustedes.YqueDiosseapiadedesualmapecadora.

Hayunmomento,uninstantedelomásfugaz,enquelasalasealejadelalcancede Nella. Liberada de su cuerpo, de su mente, forcejea con el aire para tratar deimpedirquesumundosedesintegre.Luego,cuandoJohannessedesploma,eldolorquelajoventratabademantenerarayalaanega.Lasalasellenaderuidosestridentesquelaabruman,quelahunden.Tratadeoponerresistencia,deabrirsecaminoentrela

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gentedelpasillo,conlasolaideadesalirdeallíantesdedesmayarse.YalevantanaJohannes,selollevanarastras,suspiesseseparandelaslosasdelsuelo.

—Johannes—lollama—.¡Iréporti!—No—diceunavoz.Está segura de haberla oído. Es una voz demujer y procede de lo alto de los

escalonesdelatribuna.Sedalavueltaybuscaaciegasasupropietaria.Yentonceslave;unmovimientorepentino,elinconfundiblefogonazodeunamelenarubísima.

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Hijas

Su sangre canta notas tan agudas que le parecen imposibles, y Nella huye de laStadhuis.Nuncahabíacorridotandeprisa,nisiquieracuandoeraniñayperseguíaaCareloaArabellaporelbosque,porelcampo.Lagentesevuelveparamirarla,unajoven enloquecida, boquiabierta, a la que se le saltan las lágrimas…Por el viento,suponen.«¿Dóndeestá?¿Dóndesehametido?»,sepregunta.Losburgomaestresaúnno la han atrapado.Nohabía ni rastro de ella cuandohabajado a trompicones losescalonesdelatribuna,asíquehaechadoacorrerHeiligewegarribahastallegaralaKalverstraat.Nella,siempreágil,seimpulsaconunafuerzaquelahacevolar.

Noobstante,alalcanzarlacasadelaminiaturistasedetieneenseco.Lapuertasigueallí,peroelsignodelsolhadesaparecido.Alguienhamartilleado

toscamentelosladrillosparadestruirlosrayosdelastrocelestial,yellematambiénestá medio borrado. Sólo queda «por un juguete». Sobre el escalón de entrada seacumula el polvo de los ladrillos en unos montoncitos. Han dejado la puertaentornada.

Porfin,justohoy,Nellapuedeentrar.Miraaunladoyotrodelacalle.Ellanerode enfrente no aparece por ninguna parte. «Que me metan en la Spinhuis porallanamientodemorada—decide—.Quemeahoguenamítambién».

Nellaempujalapuertaypenetraenunahabitacioncilla.Sesorprendealverlatanvacía, con los tablonesdel suelo suciosyarañados,yestantesdesiertos enparedesdesnudas.¡CómolegustaríaaCorneliametermanoenesacasaconsuvinagreysuceradeabeja!Sediríaquejamáshaestadohabitada.

Hayotrocuartoalfondo,perotambiéncarecedevida.Nellaasciendeensilencioporunaescalerademadera,pensandoquesuscostillasapenaspodráncontenerunospulmonestanagitados.

Cuandollegaalprimerpisoselecortalarespiración.Alguienhaconstruidounampliobancode carpinteroquevapegado a las cuatroparedes.Esotra habitacióncuadrada,conelsuelopolvorientoylasventanasmanchadasporchurretesdelluvia.Peroencimadelbancohaytodounmundo.

Vemuebles diminutos por terminar desperdigados por un lado. Sillas ymesas,camasycunas,inclusounféretro,cómodas,marcosdecuadros,tododeroble,fresno,caobayhaya,todoamedioserrar,abandonado.Conesaspiezassepodríanamueblardiez, veinte casas de muñecas, hay reservas para toda una vida. En la chimeneaennegrecida ve minúsculos cazos de cobre e imperfectos platillos de peltre,derramados como monedas extranjeras, y los brazos de un candelero diminuto seextiendencomozarcillos.

Y luego los muñecos. Hileras e hileras de figuritas: ancianos, jovencitas,sacerdotes y milicianos, una vendedora de arenques, un muchacho con los ojos

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vendados… ¿Y ése es Arnoud Maakvrede, con su delantal y su cara redonda ycolorada?Aalgunos les falta lacabeza,aotros laspiernas,unos tienen lacarapordibujar y otros el pelo cuidadosamente rizado, con sombreritos del tamaño de lacabezadeunapolilla.

Con dedos estremecidos, Nella rebusca en la ciudad de Ámsterdam un nuevoJohannes, una última y remota esperanza de que sobreviva. «Este domingo alatardecer»:esascuatropalabrasledanvueltasporlacabezacomounamaldiciónsinfin. Divisa a un recién nacido, de la misma longitud que la uña de su pulgar,acurrucado,conlosojoscerradosyunasonrisitaenlacara.

Yentoncesseleescapaungrito.Anteellahayunacasaenminiatura,tanpequeñaque le cabe en la palma de la mano. Es la suya: con nueve habitaciones y cincofiguras humanas talladas en el interior de la estructura de madera, compleja ydetallada. Cada compartimento contiene una miniatura de las miniaturas que lemandólaartesana:lassillasverdes,ellaúd,lacuna.Perpleja,cierralamanoconsuvidaenteradentro.

Selameteenelbolsillodelabrigojuntoconelreciénnacido,ytrasvacilarunosinstantessellevatambiénaArnoud.LosvestigiosdelasupersticióndeCorneliaconrespecto a los ídolos son pertinaces, pero Nella aferra las piezas con fuerza,desesperadaporhallaralgodeconsueloenausenciadeunaminiaturadeJohannes.

A su izquierda, en un montoncito ordenado, sujetas con una pinza, hay unascuantas cartas. Las agarra con lasmanos aún trémulas y empieza a ojearlas. Una:«Por favor. He venido a verlo varias veces, pero nunca me responde». Otra: «Herecibidosuminiatura.¿Insinúaquenodeberíacasarmeconél?».Otra:«Mimaridoamenaza conponer fin a todo esto, peroyonopodría seguir viviendo».Otra: «Haenviadoungatoamihijadedoceaños;leruegoqueseabstengademandarnosnadamás».Otra: «Gracias.Llevadiez añosmuertoy lo echodemenos a diario».Otra:«¿Cómolohasabido?Sientoquelalocuraseapoderademí».Algunassonsimpleslistas:«Doscachorros,enblancoynegro,perounotienequeserenano.Unespejoenelqueseveaunrostrohermoso».

Nellarebuscahastadarconunadelassuyas.Eslaprimera,escritaenoctubredelaño pasado, al poco tiempo de llegar, cuandoMarin removía el limo y todavía nopodíaconsideraraCorneliacomounaamiga.Escribió:«Hellegadoalaconclusióndequeestáespecializadoenelartedelosobjetospequeños».Leparecequefuehaceunaeternidad.

«Todo este tiempo—piensa—me ha vigilado y protegido, me ha enseñado yprovocado».Nuncasehabíasentidotanvulnerable.Yahíestá,ocultaentremuchasotras mujeres de Ámsterdam, entre sus miedos secretos y sus esperanzas. No esdistintadelasotras.EllaesAgnesMeermans.Eslaniñadedoceaños.Eslamujerqueecharádemenosasumaridoadiario.«Somoslegiónlasmujeresesclavasdelaminiaturista—piensa—. Creía que me robaba la vida, pero en realidad abrió suscompartimentosymepermitióverloquehabíadentro».

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Sesecalosojosyencuentratodassuscartas,incluidalalargamisivaqueperdióeldíaquesepresentóJackencasa,dondelepedíaeljuegodemesa.Sigueadjuntaalpagaréporquinientosflorines.«Esperoqueconesteaceiteselubriquenlastestarudasbisagrasdelapuertadesucasa»,ledijo,perolaminiaturistanolocobró.Nisiquierahabíaaceptadosudinero.

«Debía de estar vigilándome aquel día en la IglesiaVieja—concluyeNella—,cuandoOttofuearezaryAgnesmeagarródelamanga.Sindudalaúnicaformaqueteníadesaberquequeríauntablerodeverkeerspeleraacercarseconsigiloymetermela mano en el bolsillo. Dicen que en Ámsterdam alguien vigila siempre a losvigilantes,inclusoalosquenoven».

Sinembargo, todoesohacepensarmuchoen laespíadeCorneliaypocoen laprofetisa de Nella. Olfatea las hojas, como si quisiera aprehender el aroma de laminiaturista,apinonoruego,quizá,olafraganciarefrescantedelamentajuntoaunlago, pero sólo huelen a papel seco y, vagamente, al cuarto de la propiaNella.Ladestinatariaeralaminiaturistay,dealgúnmodo,llegaronasusmanos.

En los márgenes de sus cartas hay anotaciones. «Periquito: verde. Marido: sí,JohannesBrandt. Lucha para salir a flote.Muchas puertas sin llave ymás de unaexploradora. La perra. La hermana, el criado. Mapas que no pueden abarcar sumundo.Una búsqueda constante, un tulipán plantado enmi terruño que no tendrásitio para crecer. No vuelvas. Soledad. Habla con el muchacho inglés. Hay queconseguirquevea».

«Untulipánplantadoenmiterruño»,repiteNella.Derepenteoyeenelpisodeabajoaalguienquecierralapuertadelacalleyanda

conpasofirme,conbotaspesadas.Nellabuscacondesesperounescondrijoysemetea todaprisaen lahabitación traseradelpisosuperior.Loúnicoquehayallíesunacamasinhacer,estrecha.Searrastradebajoyaguarda.

—¿Estás arriba? —pregunta una voz. Es de hombre, tenue y ligeramentequejumbrosa. Los oídos de Nella detectan algo raro, no es de esta ciudad—. Hetenido que venir.Han sido demasiadas cartas. Te advertí una y otra vez que no lohicieras.

ElhombreesperayNellatambién.Elpolvodelsueloselemeteenlanarizy,sinpoderevitarlo,estornuda.Elruidodelasbotasaumenta.Estásubiendoporlaescalerade madera. Recorre el taller, chasqueando la lengua a medida que va cogiendo ysoltando objetos, murmurando mientras rebusca entre las piezas artesanales de laminiaturista.

—Menudotalento—looyedecirlamuchacha—.Menudodesperdicio.Sedetiene.Nellasequedaparalizada,apenasrespira.—Petronella,¿porquétehasescondidodebajodelacama?—preguntadesdeel

otrocuarto.Ella no se mueve. Un escalofrío trepa por su cuerpo, la sangre le martillea la

cabeza. Se le estrecha la garganta y nota los ojos calientes. «¿Cómo sabe mi

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nombre?».—Teveo los pies—prosigue el individuo—.Vamos, niña.No tenemos tiempo

para estas cosas.—Con ese último comentario se ríe entre dientes. Nella tiene laimpresióndequevaavomitardemiedo—.Vamos,Petronella.Tenemosquehablardetodaslascosasextrañasquetehansucedido.

Suvoznocarecedecordialidad.ApesardequeNellapreferiríapasarelrestodeesedíaaciagoacurrucadadebajodelacamadesaseadadelaminiaturista,antesqueenfrentarse al mundo, la invitación, hecha con tanta delicadeza, tan tentadora, laempujaasalirdesuescondrijo.

Alveralancianoquetienedelante,seleescapaungritodesorpresa.Estanbajitoqueledalaimpresióndequeledoblalaaltura.

—¿Quiénesusted?—pregunta.Losojoslegañososdeldesconocidoseabrenmuchoydaunpasoatrás.Unaborla

solitariadepelocanocoronasucabezacualocurrenciatardía.—PeroustednoesPetronella—afirma,desconcertado.—¡Claroquesí!—exclamaella,cadavezmásatemorizada.«EresPetronella.Por

supuestoqueeresPetronella»,sedice.Ytratandodeimponersuautoridad,repite—:¿Quiénesusted?

—SoyLucasWindelbreke—contestaelanciano,mirándolaconrecelo,yNellasedeja caer en la cama—. Se ha marchado —añade, escrutando los rincones de lahabitación—.Estoyseguro.

—¿Laminiaturista?—Petronella.Nella niega con la cabeza, como si quisiera expulsar su propio nombre de sus

oídos.—¿Petronella?Perdone,¿lamujerquevivíaaquísellamabaPetronella?—Enefecto,señora.Ennuestralengua.¿Esunnombremuyinusual?Nella comprendequeno: supropiamadre se llamacomoella, yAgneshizoel

mismocomentarioenelbanquetedelosplateros.—Pero ella es noruega —recuerda, haciendo un esfuerzo para controlar su

confusión—.EsdeBergen.ElrostrodeLucasWindelbrekeseensombrece.—Sumadreeradeallí.PetronellacrecióconmigoenBrujas.—Pero¿porqué?—¿Por qué? —repite Windelbreke, mirando entristecido el cuarto—. Porque

Petronellaesmihija.Nella ha oído esa última palabra, pero no tiene sentido. Parece imposible que

alguienllameasíalaminiaturista,deunmodoqueletraerecuerdosdeAssendelft,deunamadre,deunaextrañaseguridad,delconsuelodeladebilidadhumana.

—Nomelocreo—replica—.Eslaminiaturista,nose…—Todostenemosquevenirdealgúnlado,señora.¿Creíaquehabíanacidodeun

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huevo?Lapreguntalaimpresiona.Estáconvencidadehaberlaoídoantes.—Lafamiliadesumadrenoquisoquedársela…—¿Porquéno?Windelbrekenocontestaymirahaciaotrolado.—Lemandéunacarta,caballero—dice,mareada,ysesientaenlacama.—Enesecaso,fueunademuchas.Nella mira de reojo hacia el montón de misivas visible encima del banco de

carpintero,enlaotrahabitación.—Su hija empezaba a asustarme —explica—. Pero no me contestó, y usted

tampoco.Queríasaberporquémeenviabaesosobjetos.—Para ser sincero, señora, hace años que no la veo.—Carraspea y se toca la

borladepelo,antesdedarseunaspalmaditasenelcráneocomosiquisieracontenerelsufrimientoqueseagitaparasaliralasuperficie—.Nodejabandellegarcartas.Yluegomeenterédequehabíapuestounanuncioen«LaListadeSmit».«Todoy,sinembargo,nada».

—Pero…—MecuestacreerquePetronellatrataradeasustarla.Nella piensa en Agnes, en sus uñas mordidas, en su comportamiento extraño,

ausente.—Meparecequeasustóamuchagente,caballero—replica,yélfrunceelceño.—Mihija sienteunagranpasiónporelmundo, señora,pero lo reconozco: con

frecuenciadesdeñalaformaenqueelmundosepresentaanteella.Siempredecíaquehabía algo fuerade su alcance.Lo llamaba«la eternidad fugaz».—Se sienta en elbordedelacamaylospiesnolelleganalsuelo—.¡Ojaláhubierasidofelizconlosrelojes! Pero desde pequeña deseó vivir fuera de los límites del tiempo medido.Siempredíscola,siemprecuriosa.Seburlabadelagentequeseaferraasusrelojes,que quiere tenerlo todo ordenado.Mi trabajo era demasiado limitado para ella; noobstante, lascreacionesqueconfeccionabaenmitallercasinuncasevendían.Eranextraordinarias, lo reconozco, peroyomemostraba reacio aponerlesminombreyvenderlascomomías.

—¿Yesoporqué?—¡Porquenodabanlahora!—contestaélconunasonrisa—.Medíanotrascosas,

cosasquelagentenoqueríarecordar.Lamortalidad,undesamor.Laignoranciaylalocura.Dondetendríanquehaberestadolosnúmerospintabalascarasdelosclientes,les enviaba mensajes que surgían con resortes de los relojes cuando la manecillallegabaalasdoce.Tuvequerogarlequenosiguiera.Decíaquelohacíaporqueveíaelalmadeesagente,sutiempointerior,unlugarquenoteníaencuentanihorasniminutos.Eracomodomaraunfelino.

—¿Ustedcreíaqueveíadeverdadelalmadelagente?—preguntaNella—.Dabalaimpresióndequesabíamuchasdelascosasqueibanasucederme.

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Windelbrekesefrotaelmentón.—Nomediga.—Contemplaeltallerdesuhija—.Esustedtancategóricacomo

todasesasmujeresquemeescribieron.Parecemuydispuestaacedereldominiodesímisma.

—¡No!Entodocaso,laminiaturistamehaayudadoarecuperarlo.Se queda en silencio ante la verdad de esas palabras, ante su protesta.

Windelbrekeseencogedehombros.—Ledevolvióloqueyaerasuyo.—Sonríey,consutimidez,parecesatisfecho

—.Sólopuedodecirleunacosa,señora.Mihijaestabaconvencidadequesusactosteníanunpropósito,peroyotratédeinculcarlequesudondeobservaciónteníasuslímites.Losdemásdebíandecidirsiqueríanverloqueveíaella,otodoseríainútil.Sino lecontestó, talvezcreyesequeustedcomprendería,quevería loque tratabadedecirle.

—Peroesquenolocomprendo—contestaNella,apuntodellorar.—Yonoestoytanseguro.Lamuchachasequedamirandolaslíneasdesuspropiasmanos,queseescapan

delapielparallevarlaalugaresquenolograver.Aprietalospuñosconfuerzaparaenrollaresosmapasdesímisma.

—Puedequetengarazón—reconoce.Windelbreke la pone nerviosa con sus perspicaces preguntas. Quiere regresar

corriendoacasa,alHerengracht,parareunirseconMarin,conCorneliayconThea,parasentarsejuntoaDhanayacariciarlelasorejas.PerolepreguntaránporJohannesytendráquecontárselo.«Estedomingoalatardecer».Nosabesitienefuerzas.

—Ignoroquéhabráhechotodosestosaños,quéextrañashabilidadeshaadquiridoni qué compañías ha frecuentado —asegura Lucas Windelbreke—. Mi hija es lapersonamás inteligentequehe conocido.Si lave, señora,hagael favordedecirlequevuelvaacasa.

~

Nella deja a Windelbreke, concentrado en su hija desaparecida, recogiendopausadamentesushermosasobrasdeartesaníaenunaseriedecajas.

—Nopuedoquedarmeaquí,peromeniegoatirartodoesto.EsposiblequevengaaBrujasarecogerlo—dice,ycasiparececonvencido.

La joven piensa en las mujeres de todo Ámsterdam que aguardan el próximopaquete. Algunas turbadas, muchas esperanzadas, otras con la mirada vidriosa dequienes no pueden vivir sin algomás en lo que apoyarse, sin laminiaturista y su

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esquivodon.Sequedaránalaesperadelafelicidad.Cuandonolleguenada(cuandodejen de recibir más piezas, como le pasó a ella), ¿qué harán? Esas mujeres lemandaronsuscartasy,acambio,laotraPetronellalesentrególadivisadesímismas.Sondueñasdesupropiovalorypuedenescogerentreelregateo,elacopioyelgasto.

Nella camina por la Kalverstraat sin prestar atención a las llamadas de lostenderos.«Estedomingoalatardecer».«¿Cómovoyacontárselo?—sepregunta—.¿CómovoyadecirlesqueaJohannesvanaatarleunapiedraalcuelloyvanaecharloalmar?».

Aturdida,siguerecorriendolascalleshastalaCurvadeOro.VeaCorneliaenlapuerta,esperando,yenesemomentolasnoticiasdeJohannesyelsecretodeLucasWindelbreke y laminiaturista se le deshacen en la garganta.La criada está pálida,acongojada.Parecemuyenvejecida.

—Hemoshechoalgomal—estodoloquedice—.Lohemoshechomal.

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Unapuertasecierra

El tiempo, en esos casos, no es fácil de medir. Nella surca los recuerdos másrecientes: ha dejado aMarin despierta, ha ido corriendo a laStadhuis y luego a laKalverstraat,enbuscadeunasalvaciónquenoibaa llegar.Todasesascosasenunmismo día, aunque es como si la sentencia de Slabbaert y las revelaciones deWindelbrekehubieransucedidoelañopasado.Marinsehatragadoeltiempo,yenelmapadesupielblanquecinaNellanoencuentraningunapistaqueledigacuándosehahundidonicómohadesaparecido.

LaastuciadeMarinhaperduradohastaelfinalylehapermitidomarcharsesinservista.Suespíritusehaescapadoentrelosdedosdequieneslacuidaban.Hastaensuúltimosuspirosehazafado;sehaguardadoparasíelmomentodesumuerte.

—¡No!—exclamaNella,sinpoderrespirar—.No.Marin,¿meoyes?Perosabemuybienqueyanoestá.Pegadasallecho,Corneliayellaletocanla

cara.Lacubreunapelículadehumedad,comosisehubieraexpuestoalalluvia.Temblorosa, la criada recoge el legado solitario de Marin de su pecho inerte.

SostieneelcráneodiminutodeTheacontodalamanoabiertaparalevantarla.Lahaenvueltoentantascapasdealgodónquesóloasomalacarita.Lasdosmuchachassequedanjuntoalacama;laconmociónlastienetodavíaalasórdenesdeMarin.

—Noesposible—musitaNella.—Nohepodidohacernada—diceunavozenlapuerta.Nella se sobresalta y se da la vuelta aterrada para encontrarse a una mujer

corpulentaque se les acerca arremangada.Tiene la constitucióndeunavaqueradeAssendelft.

—¿Quién…?—Lysbeth Timmers —la interrumpe la recién llegada—. Su criada me ha

encontradoen«LaListadeSmit».Deberíansacaralaniñadeaquídeinmediato.—Eralaqueestabamáscerca—explicaCorneliaasuseñora,conlavozronca,

aferrandoaThea—.Ustedmeloordenó.Nella,incapazdeapartarlosojosdeLysbethTimmers,protegeelcadáverdesu

cuñadadelaintensamiradadeladesconocida.EneseextrañomomentodecalmasedacuentadeloirresponsablequehasidoalmandaraCorneliaqueabrierasuspuertasdeparenparyexpusierasussecretos.Comounzorroenuncorral,Lysbethsequedaquietaconlosbrazosenjarras.

—Es ama de cría—añade Cornelia con un hilo de voz—, pero no aprobó elexamendecomadrona.

—Hedadoaluzacuatrohijospropios—apuntasosegadamenteLysbeth,quelahaoído.

SelesacercaagrandeszancadasyarrancaaTheadelosbrazosdeCornelia.—¡No!—chillaéstamientraselamadecríasellevaalaniñahastaelumbralyse

sientaenunasilla.

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Laexaminapordelanteypordetrás,comosifueraunaverdurasospechosaenunmercado. Tras pasarle los dedos enrojecidos por el gorrito,muy ajustado, sinmáspreámbulossebajaelcorsé,queyallevabaflojo,ylablusa.Acercaalacriaturaalpezónrosaoscuroylaalimenta.

—Nolohanhechobien—observa.—¿A qué se refiere?—pregunta la criada, con un pánico inexplicable, según

apreciaNella.—Miraqueenvolverladeestemodo…—diceLysbeth.Agotada,Nellaenfurece:—Nolepagamosporcriticar,señoraTimmers.—Mire.—Lysbethpareceimperturbable—.Aestaedadlasextremidadessonde

cera.Sise lasvendanmal,cuandocumplaelaño tendrá lacolumnadesviaday laspiernastorcidas.

ApartaaTheadelpechoyempiezaadesenvolverlacomosifueraunpaquete.Alcabodeunsegundoyalehaquitadoelgorrito.

Corneliadaunpasoalfrente,tensa,atenta.—¿Quésucede?—preguntaNella.ConlasprisasporirsealaStadhuis,aprimerahoraapenashamiradoalaniña,

peroderepenterecuerdala inquietuddeCornelia.Nopareceposible.Nopuedesercierto.Veconsuspropiosojosloquelaperplejacriadatratabadedecirleanochetraselparto.

La piel lavada deThea, con sumata de pelo negro,muy oscuro para una niñaholandesa, es del color de una nuez confitada. Ha abierto los ojos y sus iris sonpequeñascharcasdenoche.Nellaseacerca;nopuededesviarlavista.

—Thea—musitaCornelia—.Ay,Toot.Comosilahubieraentendido,lahijadeOttosevuelvehaciaellayleofreceuna

miradadereciénnacida,unmundoexclusivamentepropio.

LysbethmiraaNellayesperaquehableprimero.Mientrasseespesaelsilencioenlahabitación,laspalabrasdeMarinempiezanaarremolinarseenlacabezadesucuñada: «Este niño no será útil en absoluto», «Si sobrevive, este niño estarámanchado».Sinduda,Lysbethoyeelrepiqueteodesucorazón.Asulado,Corneliaestáparalizada.

—Recibiráunabuenarecompensa…portodasuayuda.Unfloríndiario—logradecirNella,conunavibraciónenlavozquedesvelasuasombroanteloqueve,unrostro en otro, un secreto que sale a la superficie. «Por detrás y por delante, tequiero».

Lysbethhincha lasmejillas,pensativa,yunamanobastada levespalmaditasalpelonegrodeThea;observaloscuadros,elrelojdepéndulo,elaguamanildeplata.Susojossedirigenalaenormecasademuñecasquecontienesusvidasenminiatura,

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tanopulentaenapariencia,tansuperflua,yNellaseavergüenza.—Nolodudo,señora—afirmaporfinLysbeth—.Cobrarécuatroflorinesaldía.Nella sigue demasiado aturdida para decir gran cosa, pero lleva ya bastante

tiempoenÁmsterdamysabequeelregateoempiezadesdelaprimerarespiración.Enlíneasgenerales,esunalivioqueLysbethparezcamásinteresadaporsudineroquepor sus secretos, aunque quizá esté disfrutando demasiado de su suerte repentina.«Meniegoaestarendeudaconnadie»,piensa.Parecequelacomadronasepercatadelcaosquelatebajolasuperficie,peropordesgraciatambiénsabesuprecio.

Quizá tenía razón Johannes, e incluso las cosas abstractas como el silenciopuedennegociarsecomosenegocianunapatadeciervo,unpardefaisanesounbuenpedazo de queso. Nella recuerda el cofre de florines de su marido, cada vez másvacío.«TienesqueiraveraHanna—dispone—,hayquevendertodoeseazúcar».Pero¿cuándo?Lascosashanempezadoadesbordarse,comopronosticóOtto.

—Dosflorinesaldía,señora.LysbethTimmersarrugalanariz.—Teniendoencuentalapeculiaridaddelascircunstancias,estoyseguradequelo

entenderá:tres.«Estuve a punto de decirle a FransMeermans queMarin había tenido un hijo

suyo»,piensaNella,yalgosecontraeensuinterioralimaginarseloquepodríahaberpasadosisuenemigotambiénhubieraconocidoesesecreto.

—De acuerdo, señora Timmers—contesta—. Tres florines al día. Por toda sucolaboración.

Lysbethasiente,satisfecha.—Puedeconfiarenmí—asegura—.Conlosburgomaestresnosemehaperdido

nada.—Notengoniideadeaquéserefiere,señoraTimmers.—¿Asíqueésas tenemos?—Lysbethsonríedeorejaaoreja—.Muybien.Para

mí,unpadreesunpadre.Daigual.Laniñaespreciosa,noseequivoque.—Nomeequivoco—repiteNella,tratandodemantenerarayasuturbación.«¿Lo sabrá Otto? —se pregunta—. ¿Llegaría a decírselo Marin? ¿Huyó por

eso?». Cornelia está a punto de desmayarse y Nella se plantea si sospechaba esaextraordinaria verdad. Con qué entusiasmo le contó la historia de Marin y FransMeermans,cómoalardeódesuscredencialescomoreinadelascerraduras.Ottoerasuamigo,suigualenlacasa.Haperdidolacorona.

—Lesgusta,¿sabeusted?—comentaLysbeth.—¿Sepuedesaberdequéestáhablando?—preguntaCorneliademalosmodos.—De la ropita muy apretada —responde Lysbeth secamente, rechazando la

provocación—.Lesrecuerdaalvientredesumadre.El sufrimiento y la confusión se extienden por el rostro de Cornelia. Cuando

NellapiensaenJohannesenlaStadhuisyenlacondenaqueharecibido,sedacuentadequecontarotraverdadmásalacriadaseráunalaborcasiimposible.

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EnelcuartodeMarin,entresemillasyplumas,Lysbethhaceunademostracióndel orden correcto de las vendas que han de envolver a Thea, dócil y adormilada.Luegovuelveadarleelpechoy laniñasedespiertayseaferracomosi lefuera lavidaenello,contaldeterminaciónqueNellarecuerdaasucuñadacuandoestudiabael libro de contabilidad o uno de los mapas de Johannes. Permanece allí,contemplandoeseenigmamaravilloso,elbrillodetofeydemelocotóndelapieldeThea,quesorbeunpoquitoyenroscalosdedosenunpuño.Eldibujodesurostroderecién nacida es deudor de su padre, sin duda, pero todavía es pronto para saberexactamenteenquémedidasepareceráaunooaotra.

Cornelia,que semuevecomoenun sueño,empiezaaencenderquemadoresdeaceiteportodalacasaparamantenerarayaeloloramuerto,ydalavueltaatodoslos espejos de las paredes con el fin de asegurarse de que el espíritu de su señoraencuentre el camino del cielo. No quieren que Marin se quede atascada en lachimenea, sino que su alma vuele entre las nubes por encima de los tejados deÁmsterdam.

LysbethlesdicequevanatenerquetrasladarprontoelcadáverdeMarin.ATheanoleconvieneelaireenrarecido.

—Póngaleunasábananormalycorrienteporencima,señora.—¿«Unasábananormalycorriente»?—diceNella—.Marinsemereceelmejor

damasco.—Seguramentehabríapreferidounacorriente—apuntalavocecilladeCornelia.Cuandolaniñaseduerme,Lysbethcobrasus tresflorinesyse losguardaenel

bolsillodeldelantal.—Avísenmecuandosedespierte.Novivolejos.Cuandoyasale,por lapuertade lacocina(laprincipalnoseabreparaLysbeth

Timmers, insiste Nella, por muy bien que se le pague), se detiene de nuevo y sevuelvehaciasunuevapatrona.

—¿Qué es eso que tiene ahí arriba? —pregunta—. Ese armario enorme delrincón.Enlavidahabíavistounacosaasí.

—Noesnada—respondeNella—.Unjuguete.—Menudojuguete.—SeñoraTimmers…—Tiene que bautizar a la criatura.Dese prisa, señora. Estos primeros días son

peligrosos.Nellaestáapuntodellorar.PiensaenlasúltimaspalabrasdeSlabbaert:«Queel

nuevobautismodeJohannesBrandtsirvadeadvertenciaparatodosustedes».Elamadecríalamiraconunamezcladelástimaeimpaciencia.—Ynolequitenelgorrito,señora—recomiendaenvozbaja—.Hasalidoconun

peloprecioso,creoyo,perolapobreniñatienequevivirenestascalles.Aloírla,Nellasepreguntasiesovaaserposible.PeroCorneliajamásaceptará

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deshacersedeella.

Lacriadasehaacurrucadojuntoalacuna.Estáblancacomoelpapel,ausente.Sehamarchitado,yNellarecuerdasuprimerencuentroenelvestíbulo,supetulancia,laseguridadconquemiródearribaabajoalareciénllegada.Nopareceposiblequesealamisma.

—Loheintentado,señora—asegura.—Hashechotodoloqueestabaentumano.Nella calla y escucha la casa. En el jardín, un amasijo de sábanas rígidas y

amarronadas arde y desprende ligeros copos, fibras de algodón carbonizadas queflotan en el cielo. Desde la ventana del vestíbulo, entre las llamas, reconoce elcuadrado bordado de un cojín, un vistoso nido rodeado de follaje. «Cornelia haexageradoconlosbordados».Entodomomento,lavozdeMarin.

—VamosaquedarnosaThea,¿verdad,señora?—susurraCornelia—.¿Dóndevaaestarmejorqueaquí?

—Ya estamos sobornando a alguien que no conocemos para ocultar nuestroúltimosecreto.¿Cuándoacabaráesto?—preguntaNella.

Ysupropiavozlecontestapordentro:«Cuandoyanoquededinero».—Moriríaantesdepermitirquelepasaraalgoaestaniña.Lamiradadelacriadaesfuribunda.—Cornelia, aunque haya que sacarla de aquí para llevarla a Assendelft, te

prometoquenoselaentregaremosanadie.AhoraesAssendelftloqueparecetanlejanocomoBatavia,noÁmsterdam,como

dijounavezAgnes.NellavuelveaoíraMarin,conunavozdiáfanaylosojosgrisescargadosdedesprecio:«Enelcamponohaynadaquehacer».

Lacriadaasiente.—Cuandosalgapuedellevarelpelotapado,yencasaselosoltamos.—Cornelia…—YhabráqueinformaralpastorPellicornedelfallecimientodelaseñoraMarin.

Nopodemosenterrarlaencualquierparte.NoquieroqueacabeenSanAntonio.Estádemasiadolejos.Laquieroaquí,dentrodelasmurallas…

—Voyatraertealgodecomer—proponeNella,quepercibesuhisteriacreciente—.¿Quesoyunarebanadadepan?

—Notengohambre—contestaCornelia,yse levantadeunbrinco—.Perohayqueprepararalgoyllevárseloalseñor.

Nella se queda quieta, extenuada ante el nerviosismo de la criada, incapaz deencontrar las palabras con las que contarle lo que ha sucedido esa mañana en laStadhuis.AnhelaveraJohannes,perotienenqueocuparsedeMarin,aprimerahora,despuésdedormirunpoco.Hoyesjueves.Estedomingoalatardecer,Cornelia,Theayellamismaempezaránacaerenpicado,conLysbethTimmersagarradadelafalda.

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En esa ciudad, segar una vida parece igual de fácil que levantar una ficha en untablerodeverkeerspel.

Puedequenuncahayahabidounniñoasíen todoÁmsterdam.Están los judíossefardíes,porsupuesto,losmuchachosdepielmorenadeambossexos,procedentesdeLisboa,ylosmulatostraídosporlosmercaderesportugueses,queaguardanantelasinagogadelHoutgrachtyreservanlosasientosparasusseñoras.Estánlosarmeniosque huyen de los turcos otomanos, y a saber qué pasa en las Indias, pero enÁmsterdam la gente no se mezcla: cada uno con los suyos. Por eso siempre sequedaban mirando a Otto. Y, sin embargo, he aquí una auténtica fusión de loscontrariosdelarepública,nacidanoacentenaresdemillasdedistancia,sinoenlosplieguessecretosdelamadrepatria,enlapartemásacaudaladadelaCurvadeOro.LasingularidaddeTheaesaúnmásescandalosaque lade supadreenestascallesadoquinadasyestoscanales.

«Pordetrásypordelante,tequiero».OttoyToot,elcírculocompleto,lanotaylaniñaquedejóatrás conservan su reflejo.Nella recuerda los susurrosnocturnos, laspuertas que se cerraban, la cara inexpresiva de Cornelia cuando por lamañana lepreguntabasisehabíaacostado tarde.Marin,con lágrimasen losojosen laIglesiaVieja.Otto,espantado,unassemanasdespuésenelmismolugar.¿Selohabríadichoyaella?

LoúnicoqueNellaquizállegueacomprenderdelahistoriadeOttoyMarinesThea,queasuvezseráencambiounsecretoparasímisma;sumadremuertaysupadredesaparecido.Nellapiensaenotramadre,enBergen,yenotraniñafrustradaquecrecióenBrujasconunpadremayor.¿PorquétuvoquellevarseWindelbrekealaminiaturista?«Lafaltadesueñomehacedelirar»,concluyeNella,ytratadehacermemoria, de recordar detalles que se le pasaron por alto sobre el amor de Otto yMarin,osobrelaotraPetronella.Nopuedeestarseguradesielnuevodíafacilitarálacomprensióndealgunadeesascosas.

CorneliacontemplalacaritadeThea.—Quería que fuera del señorMeermans—asegura, en voz baja—.Quería que

fueraelpadre.—¿Porqué?PeroCornelianocontesta;hastaahíllegasuconfesión.Parecíamuyconvencida

delaidentidaddelamorsecretodeMarin,conlosregalosdelechonessaladosyloscelosdeAgnes.«TendríaquehaberdadomástrabajoaCornelia»,selamentóMarin,recordandosutendenciaaadornarlashistorias.LamiradadeMeermanssiempreseposaba en ella, que en cambio nunca dio indicio alguno de interés por él. ¿Y quécontestabasilepreguntabanporeseidilio?CuandoNellaledijoqueibaatenerunhijo de Frans, su respuesta fue: «He arrebatado cosas a Johannes sin estar en miderecho».Marin «laEnigmática», como siempre, viviendo en las sombras entre lamentiraylaverdad.

—Quieroquetodoseacomoantes—dicelacriada.

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—Cornelia, tengo que hablarte de Johannes —empieza Nella con calma,tomándoladelamano.

Es consciente de que rebrota en ella el dolor, como una rosa agarrotada cuyospétalossecaendemasiadopronto.Conlosojosbienabiertos, tranquila,Corneliasesientaenlacama.

—Cuéntemelo—pide,sinsoltarla.

Nellatienelaimpresióndequelasparedesvanavenirseabajoporlafuerzadelas lágrimas de Cornelia. Thea se despierta, por descontado, y Nella levanta a lallorosa recién nacida de su nube de algodón. Es un ser fascinante, como una notanegraenvueltaenunpentagramabienblanco,unospulmoncitosquegritancontodassusfuerzas.

—¿Por qué nos ha castigado Dios, señora? ¿Lo tendría previsto desde elprincipio?

—No lo sé. Quizá él planteó la pregunta, pero nosotras somos la respuesta,Cornelia.Tenemosqueaguantar.PorelbiendeThea,nohaymásremedioquesalirdeésta.

—Pero¿cómo?¿Dequévamosavivir?—preguntalacriada,yhundelacaraenelhombrodeNella.

—VeabuscaraLysbeth.Laniñatienehambre.Calmadapor lanecesidaddecalmaraalguien,Corneliacallaanteelbarullode

Thea.Conlacarallenademanchas,abotargada,dejaasuseñoraenlacamaya lacriaturaberreandoensusbrazos.Nellasetumbaconlaniñayseleclavaalgoenlapartesuperiordelaespalda.Cuandometelamanodebajodelaalmohada,susdedosencuentranunobjetopequeñoyduro.

—Otto—diceconunhilodevoz,mirandosufigurita,consuhijaenelplieguedelotrobrazo.

Ni se había dado cuenta de que había desaparecido de la casa de muñecas.¿DormíaMarinallí,nochetrasnoche,consuamanteescondidodebajodelcuerpo,unconsueloquenosirvióparahacerlovolver?

—¿Dóndeestás?—preguntaenvozalta,comosisuspalabraspudierancumplirelpropósitodehacerloregresar,enelquecontantoestrépitofallóelmuñeco.

Theasiguellorando,pidiendoleche,ruidosoquerubíndeunmundonuevo.«Estaniñatieneunprincipio,delmismomodoqueJohannesyMarinsehantopadoconunfinal».

Envozbaja,entreelcaosdesusobrina,Nellarezaunaoraciónmuyparticular.En Assendelft, cuando la muerte de su padre los dejó sin nada, Carel escribió unmensajeparaDios,desafianteeinfantilenelbuensentidodeambaspalabras.Enesemomento,suhermanalorecuerda;llevalaspalabrasgrabadasafuegoenelcorazón.LomusitaantelaorejitadeThea,esapequeñacaracola.Esunapeticióndeconsuelo,

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undeseoderesurrección.Unaesperanzainagotable.

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Cuartosvacíos

LysbethTimmersduermeenlacocina.Alamañanasiguiente,viernes,tienelacaraempapadaporelairecargadodehumedad.

—Elcadáverdelaseñora—dice—.Necesitaránayuda.Nella siente un arrebato de gratitud. Oye mentalmente la voz de Johannes,

enfrentándose a su hermana: «Marin, ¿crees que esta casa funciona por arte demagia?».Ypiensa:«Porartedemagiano,perosígraciasagentecomoCorneliayLysbethTimmers».

La criada, cuyos dedos apenas rozaron a su señora en vida, ahora tiene queagarrarlaymoverla.

—No soportaba que la tocaran—afirma, pero Nella recuerda la existencia deThea y se pregunta hasta qué punto será cierta esa afirmación—.Ésta.—Corneliamuestra una falda negra larga.Hoy tiene ganas de hablar, como si su voz fuera aahuyentar a los demonios que llaman desde la Stadhuis. Ahora las palabras «estedomingoal atardecer» tambiéndanvueltaspor su cabeza.El corséque eligenestáforradoconpedazosdemartacibelinayardilla,yalolargodelacolumnallevaunatiradeterciopelo—.EsperfectoparalaseñoraMarin.

Nella tiene la sensaciónde estarpisandoarenamojada, apuntodehundirse encualquiermomento.Selehanempapadolasaxilasdesudorysenotalatripasuelta.

—Desdeluego—respondeconunalevesonrisa.—Escogerropaestámuybien.—Lysbethfrunceelceño—.Peroprimerohayque

prepararla.

~

Ésaeslapartemásdifícil.La sientan y Lysbeth corta la enagua y la blusa de algodón con un cuchillo

afilado.Nellasacafuerzasdeflaquezacuandolatelaseabreytratadeconcentrarseúnicamente en la labor que tienen por delante. Se le hace casi insoportable ver labolsavacíayhundidaenlaquehavividoTheadurantecasinuevemeses,einevitablefijarseenlospechosllenos,preparados.Entrelaspiernassigueestandoelcordónquelauníaasuhija,esacosaquenolograronsacar.

Corneliaseahoga;dedoloroderepugnancia,Nellanosabríadecirlo.Laentradapor la que llegó al mundo la niña parece bien cerrada, pero Nella no se atreve aacercarsedemasiado,pormiedoaquemanemássangre.LoquesíhacenesfrotarloquequedadelaceitedeespliegoenotraspartesdelcuerpodeMarin,paraatenuarelolorquedesprende,quevaintensificándoseyqueessorprendentementedulzón.

Nella y Lysbeth se tambalean al levantarla, y Cornelia le pone la falda con

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cuidadoylaatacondedosinseguros.CuandoNellaseechahaciadelante,lacabezadesucuñadacaesobreelpecho.Lacriadapasaunbrazoporelcorsé.

—Haceañosquenolavisto—dice,convozdistendidaydemasiadoaguda,peroaúnsinrespirarconnormalidad—.Lohacíasiempreellasola.

Leponeunascalzasdelanayunaszapatillasdepieldeconejobordadasconlasiniciales«M»y«B».Nellalelavalacarareverentementecontoallaslimpiasmojadasenagua.Lysbethlesueltaelpeloparahacerleunastrenzasnuevasantesderecogerloenunaelegantecofiainmaculada.

—Espere—pideNella, y corre al cuartitodeMarin, dondeduermeTheaen sucunade roble.Descuelga elmapadeÁfrica, cuyaspreguntas siguen sin respuesta:«¿Tiempo?»,«¿Comida?»,«¿Dios?».

—Deberíamos meter más posesiones suyas en el féretro, a su lado—proponeCornelia,alverloquellevasuseñora—.Lasplumasylasespecias,esoslibros.

—No—contestaNella—.Nosloquedamostodo.—¿Porqué?—PorqueundíaseráparaThea.Corneliaasienteysediríaquelaidea,lógicaperomelancólica,ladejaabrumada.

Nellaselaimaginaalcabodecuatroaños,mostrandoalaniñaelanchomundoqueen su día reunió sumadre con tanta diligencia y tanto cariño.Al ver que sus ojosazulesmirana lanada,Nellasepreguntasi tambiénestarápensandoenesefuturo:Thea,conlaspiernecillascolgandodelacama,observaesaextrañaherenciaqueleenseñalacriadaquequeríaasumadre.Másquecualquierotracosa,NellaesperaqueCorneliaseaferreaeso,unailusióndefuturoquelasaquedelespantodelpresente.

—Pareceserena—diceCornelia.Sin embargo, Nella ve en la frente de su cuñada una arruga que conoce bien,

como si hubiera estado haciendo una suma bastante compleja, o pensando en suhermano.Marinnopareceenabsolutoserena.Sediríamásbienquenoqueríamorir.

Aúnquedabamuchoporhacer.

MientrasLysbethyCorneliavanalcuartodeMarinaatenderaThea,Nellabajayabre el armario de las herramientas de Otto, que están dispuestas en estantesordenados, siempre listas, engrasadas y afiladas. Encuentra lo que busca. LosgranjerosdeAssendelftlasllamaban«destrales».Depequeñalosveíaasestarfuertesgolpesconaquellosbrazosfornidosalosárbolesenfermos.

Sube de nuevo y oye las voces de las otras dos mujeres al fondo del pasillo.Cierralapuertadesucuartoconllaveporvezprimera.

Loveallí,enelrincón,elhermosoregalodeJohannes.Enoctubreéldijoquelacasademuñecaseraunadistracción,peroNella,enelumbraldeunanuevavida,selo tomó como un insulto, dada su fragilidad. Al principio rechazó ese mundoinhabitabley luego,gradualmente, fuecreyendoquecontenía las respuestas,que la

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miniaturista era la quemostraba el camino. «Pero Johannes tenía razón, en ciertomodo—piensa—.Todolorelacionadoconestacasademuñecasera,enelfondo,unadistracción.Cuántascosashanpasadomientrasyomirabahaciaotro lado…Estabaconvencidadehabermequedadoestancadaynoveíaqueheavanzadomuchísimo».

Porfin,ahora,tieneclaroloquedebehacer.Seacercaalaparadorylevantalosbrazos, como los campesinos que daban tajos a los troncos crujientes. Unarespiracióncontenida,unmomentodetenido,yluegocaeelhacha.Atraviesaelcareyycombalamaderadeolmo,queseastilla; lasvenasdepeltreserpenteancomolasraícesdeunaplantaylascortinasdeterciopelosedesploman.Nellagolpeaunayotravezhasta destrozar la casita.Los suelos se hunden, los techos ceden, el trabajodeartesaníayeltiempo,eldetalleyelpodersedesmoronanasuspies.

Conelcorazón latiendoa todavelocidad,Nellasueltaelhachae introduceunamanoen los restosde lacasa.Arrancaelpapelde lasparedes,decuero italiano,ytambiénlostapicesylasjuntasdelsuelodemármol.Arrancalaspáginasdiminutasde los libros. Estruja la copa de esponsales cerrando el puño y el blando metalsucumbea lapresión,mientrasque laparejadelbordequedaaplastada,aniquilada.Reúnelassillasdepalisandro,lajaula,Peebo,lacajademazapanesyellaúd,ylospisotea;quedantodosirreconocibles,completamentedescuartizados.

Condedoscomogarras,NellaabreencanalelcuerpodeMeermansyhacetrizassu sombrero de ala ancha. Arranca la cabeza de Jack como si fuera una flormoribunda.ConunpedazodemaderadeolmodestrozalamanodeAgnes,quesigueaferrada al pan de azúcar ennegrecido. No perdona ni a Cornelia ni a las dosversionesdesímisma:lagrisydoradaqueleenviólaminiaturistanilaotra,laqueseolvidóAgnesenelsuelodelatribunadelaStadhuis.LastiraalmontónjuntoconlabolsadedinerodeJohannes.SolamentedejaintactosaMarinyaJohannes,quesemeteenelbolsilloconOttoylacriatura.«ParaTheacuandoseamayor—sedice—;retratosdesfasados».

NotaaArnouddentrodelbolsilloyduda.«Noesmásqueunmuñeco—piensa,maravillada todavía por la extraña alquimia de habilidad y espionaje de laminiaturista—.Noesnada».Losopesaenlapalma.Lamayorpartedelazúcaraúnestáporvender.Casidespreciándose,vuelveaguardaralreposteroenlafalda,dondenadielovea,dondenocorrapeligro.

Vacía, exhausta, no puede proseguir con su destrozo. Su regalo de bodas haquedado convertido en una pira. Se deja caer a su lado, descansa la cabeza en lasrodillas recogidas.Como no tiene a nadie que la abrace, se abraza ellamisma. Sevieneabajoentresollozos.

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Uncáncereneljardín

Esatarde,nohayformadedisuadiraCorneliaparaquenovayaaloscalabozosde laStadhuis.Presadeuna actividad febril, hapreparado empanadasdegallinayternera,aguaderosasycalabazaazucarada,repolloycarnedebuey.Huelenacasa,aunacocinacomoDiosmandaconbueninstrumental,aunacocinerasensataquellevalasriendas.

—Voy a ir, señora—afirma. La resolución le ha devuelto algo de color a lasmejillas.

—Nolecuentesloquehapasadoaquí.Corneliasepegaalcuerpoelpaquetedecomida,aúncaliente,yselellenanlos

ojosdelágrimas.—Preferiríamorirantesquehacerledaño,señora—responde,yhundeaúnmás

lasempanadaseneldelantal.—Yalosé.—PerosiledijéramoslodeThea,unacriatura,algoqueempieza…—Sentiría más pesar por la vida que está a punto de abandonar. Creo que no

podríasoportarlo.Corneliatuerceelgesto,sindudaporlasterriblesdecisionesquesevenobligadas

atomar.Nellavesufiguramelancólicaalejarsecanalarriba.Lysbethestáenlacocinadetrabajodoblandolaropitadelareciénnacida.—¿Puedequedarseconellaunpardehoras?—pideNella—.Tengoquesalir.—Encantada,señora.Sealegradequenolepregunteadónde;quédiferenciaconCornelia.Piensaenel

destrozo de su cuarto, en lo que diría el ama de cría si viera cómo ha dejado sujuguetelaniñacasadaconunhombre.

—Arribaestáelfuegoencendido—ledice—.EsmejorqueTheanopasefrío.

~

HacenpasaraNellaporlapuertadelcuartodelkerkmeester,detrásdelórganodela IglesiaVieja.ElpastorPellicorneestá sentadoa sumesade trabajo.Siha idoaverlohasidoporCornelia.EllapreferiríaenterraraMarindiscretamenteenlaiglesiadeSanAntonio,lejosdelasmiradasajenas.

—¿Noesesoloquehabríaqueridoella?—hapreguntadoalacriada.—No, señora. Ella habría querido el mayor honor que puede conceder esta

ciudad.

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Esoes lanormalidad:Corneliaapacigua la superficie.Asíperdurael legadodeMarin,yparaNellaesalentadoryamargoalavezquelapreocupaciónmásobsesivadesucuñadaseperpetúeenlacriada.

Pellicorne la mira tratando de enterrar un destello de aversión. «Sabesperfectamentequiénsoy—piensaNella,conunodiocreciente—.Estabasalapuertade la Stadhuis, pegando gritos para que te oyera todo el mundo». Ha acudidoprotegidaporsusriquezas,perolasperlasyunvestidoplateadoparecenunaendeblearmadurafrentealdesdéndePellicorne.

—He venido a informar de un fallecimiento—anuncia,mirándolo fijamente yconvozclara.

Elpastorclavaelmentónenelfrondosocuellodelacamisa.—Creíaquenoerahastaeldomingo—contesta.Acontinuaciónseacercaelgruesoregistrodeentierros,ungranlibrodetapasde

cueroquerecogetodalacirculacióndecadáveresdelaciudad,seadecaminoalcielooalinfierno.Mojalaplumaeneltintero.

Nellatomaaireconfuerzaycontrolalosnervios.—HevenidoainformardelfallecimientodeMarinBrandt.La pluma de Pellicorne se queda en el aire.Mira con curiosidad a Nella y su

rostrocurtidoselevantasobreelvolumencuandoalargaelcuello.—¿Desufallecimiento?—Ayerporlatarde.LaplumaquedadepositadaenlamesayPellicorneserecuesta.—Que Dios se apiade de su alma —dice por fin. Entrecierra los ojos—. Y,

cuénteme,¿cómoabandonóestemundonuestrahermanaMarinBrandt?Nella piensa en el cadáver de su cuñada, en las sábanas ensangrentadas, en la

recién nacida, y luego en Otto y Marin entrelazados, en el secreto oculto en lasprofundidadesdeunaMarinaúnconvida.

—Hamuertodeunasfiebres,pastor.—¿Lapeste,creeusted?—preguntaél,asustado.—No,señor.Llevabauntiempoenferma.—Cierto,nolahevistoporlaiglesiaenlasúltimassemanas.—Pellicornejunta

lasmanosyapoyalabarbillaenlaspuntasdelosdedosalargados—.Noteníaclarosiesaausenciaguardabarelaciónconsuhermano.

—Eldisgustonolahabríaayudadomucho,pastor.Estabayamuydébil—relataNella,cadavezmásllenadeunodioquecasinoladejarespirar.

—No,sindudaalguna.—Nellanolecontesta.Notieneintencióndeofreceraesehombreelestímuloqueanhela—.¿Haacudidoensuayudasugebuurte?

RecuerdaelentierrodesupadreenAssendelftya losvecinosqueacudieronaayudarasumadreenaquelmalmomento,paradesvestirlo,paraponerleuncamisón,paracolocarelcadáveryarígidoenunaplanchadehierroconunacapadepajaconelfin de que no se filtraran líquidos. Luego las jóvenes solteras del pueblo fueron a

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llevarhojasdepalma,floresylaurel.NohahabidogebuurteenelcasodeMarin,tansóloCorneliayella,presasdeldesconsueloydelpánico,yLysbeth,unamujerquenisiquiera la conoció en vida.AlmenosCornelia ha encendido esos quemadores deaceite.

LaapenalafaltadedignidadqueestásufriendoMarinunavezmuerta.Tendríaque haber habido ungebuurte, porque era buena persona, era fuerte. En otra vidapodría haber encabezado un ejército. Sin embargo, no tuvo amigos cercanos, osolamenteuno,quehadesaparecido.

—Sí,pastor—contesta—.Hanvenidolasvecinas.Perotenemosquetrasladarlapronto.Hayquetraerlaalaiglesia.

—Nosecasó—recuerdaPellicorne—.Quédesperdicio.«Paraalgunas—piensaNella—,eldesperdicioesestarcasada».Fuerayaescompletamentedenoche.Enlapartepúblicadelaiglesiaoyequeel

organistapracticayseenciendenlasantorchasparalaoraciónvespertina.Elpastorselevantaysealisalanegravestimentacomosifueraundelantal.

—Sihavenidoaenterrarlaaquí—dice—,esimposible.Hayunmomentodesilencio.Nellamantienelospiesenelsuelo,laespaldarecta.—¿Porqué,pastor?Hablaconvozpotenteyrazonable,porqueseobliga.Nopiensapermitirque le

falle,niqueladominelaemoción.Pellicornecierraelregistroylamirasorprendido,comosinotuvieracostumbredequelepidieranexplicaciones.

—Nopodemosacogerla,señora.Estámancilladaporparentesco.Lomismoqueusted.—Haceunapausaylataladraconunosojosglaciales—.Mereceustedtodamilástima,señora.

—Peroniunápicedesumisericordia.—Estamosdesbordados.Pronunciolossermonesantemásesqueletosquecarne.

Santo cielo, qué hedor—dice, para sí—.Ni todos los perfumes deArabia puedenenmascararlosefluviosdeesosholandesesenprocesodeputrefacción.—ParaNellaselimitaaañadir—:Ledoyelpésame,peronopuedoenterrarlaaquí.

—Pastor…—VayaaveraloshombresdeSanAntonio.Laayudarán.—No,pastor.Fueradelasmurallas,no.Éstaerasuiglesia.—Paralamayoríadelagente,hoyendíanoesposibleunentierrodentrodela

ciudad,señora.—DebeserloparaMarinBrandt.—Notengositio.¿Loentiende?Nella saca del bolsillo doscientos florines de Arnoud y los deja encima del

registrodePellicorne.—Siseencargausteddelalosa,delféretro,delosportadoresydeencontrarun

lugarenelsuelodelaiglesia,cuandoterminetododoblaréestasuma—anuncia.Pellicornemiraeldinero.Procededelaesposadeunsodomita.Procededeuna

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mujer.Deunmalprofundamentearraigado.Peroesunacantidadconsiderable.—Nopuedoaceptarlo—replica.—«La codicia es el cáncer que debemos extirpar» —cita Nella, con gesto

afligido.—Esomismo—dice él, y Nella se da cuenta de que se alegra de que cite su

sermón.—Usted,unhombredeDios,essindudaelqueestámejorsituadoparavigilarlo.—Anteshayquearrancarlo—respondePellicorne,mirandodereojolosbilletes.—Desdeluego.—Hacefaltamuchalimosnaparalosdesgraciadosdenuestraciudad.—Yhayquehaceralgoporellos,pastor,oelcáncerempiezaacrecer.Sequedanensilencio.—Hayunrinconcitoenelladoorientaldelaiglesia—proponeporfinPellicorne

—.Consitioparaunalosamodesta,nadamás.«Menudobufón—piensaNella—.Esunhombrecomotodoslosdemás,noestá

más cerca deDios que cualquier otro». Se pregunta qué parte de los cuatrocientosflorinesdesapareceráantesdepagaralosportadoresdelféretroylaslimosnas.¿Legustaría aMarin estar en un rincón?Ya se ha pasado la vida en un rincón, quizápreferiría la nave, aunque también es cierto que entonces la gente la pisotearía.Seguramentehayciudadanosquedeseanacabarasí,paraquenose losolvide,parapermanecer en la memoria y en las oraciones, pero Nella lo considera muy pocodignoparasucuñada.Mejorenelrincón.

—Estoydiciéndolelaverdad,señora—sostieneelpastorPellicorne—.Estátodolleno.Eserincóneslomejorquepuedoofrecerle.

—Bastará.Peroparaelféretroquierolamejormaderadeolmo.Pellicornerecogelaplumayvuelveaabrirelregistro.—Meencargarédeello.Elentierropodríacelebrarseelmartesporlatarde,trasel

servicio.—Muybien.—Esmejoraesahora.Elolorqueemanaalabrirelsueloquitalasganasderezar.—Entiendo.—¿Cuántagenteacudirá?—Nomucha—contestaNella—.Vivíabastanteretirada.Lodicecasicomoundesafío,paraversilacontradiceohacealgúncomentario

cómplicesobrelavidasecretadeMarin.«Laslibreríasquevisitaba—podríadecir—.Lascompañíasquefrecuentaba,esenegroqueexhibíaporlascalles».

Sinembargo,Pellicorneselimitaafruncirloslabios.Lareclusiónesalgomalo,Nellasabeloquesignificasuexpresión.Elespíritucívico,lavigilanciavecinal,quetodo el mundo controle a todo el mundo: así sale adelante esta ciudad, noenclaustrándoseparaevitarlasmiradasindiscretas.

—La ceremonia será breve —informa el pastor, y mete los florines entre las

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páginasdellibro.—Nosomosdadosalapompa.—Esomismo.Bueno,ademásdesunombreylasfechas,¿quéhabríaquegrabar

enlalosa?Nella cierra los ojos y se imagina a Marin con su largo vestido negro, la

perfeccióndelacofiaylospuñosdelablusa,queservíanparaocultartantoalborotointerior.Enpúblicorechazabaelazúcar,peroahurtadillascomíanuecesconfitadas,escondía las cartas de amor de Otto, anotaba países jamás visitados en losmapassustraídos a su hermano.Marin, quemostró tanto desdén por lasminiaturas, perodormíaconladeOttobajolaalmohada.Marin,quenoqueríaserlamujerdenadie,peroqueteníaelnombredeTheaesperandoenlapuntadelalengua.

Nella se siente abrumada por la pérdida inútil de la vida de su cuñada, por lasmuchas preguntas sin respuesta. Frans, Johannes, Otto: ¿la conocía ese trío dehombresmejorqueella?

—¿Ybien?—preguntaPellicorneconimpaciencia.Nellacarraspea.—T’canvekeeren—contesta.—¿Esoestodo?—Sí.«T’canvekeeren».«Lascosaspuedencambiar».

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Lavida,enmayoromenorgrado

Elsábadoporlamañana,Nellacogeunaempanadadeladespensa,creyendoqueestárellenadefrutosrojos.Semueredehambre,yaqueapenashacomidonadadesdeelveredicto.

Lacortezaesengañosa,puesresultaquecontienepescado,unchascodelomásprosaicocuandoteníalailusióndecomerfrutosinvernales.Ensuestadodenerviosactual, casi le da la sensacióndeque la comida seburla de ella.Decepcionada, sepregunta si alguna vez en la vida Cornelia volverá a escarchar algo. Las nuecesazucaradaspodríantraerrecuerdosdeMarinysusdeliciosascontradicciones.

Le resuena el estómago y decide dirigirse a la tienda de Hanna y Arnoud,amparadaporelsignodedospanesdeazúcar.

—Queremosmás—diceArnoudencuanto lave—.Vabienpara losboladosysindudaestaráusteddesesperadapordeshacersedeél.

—Noud—lo reprendeHanna—.Losiento,Nella.EnLaHayano leenseñaronbuenosmodales.

Nella sonríe. Un negocio es un negocio. «No hace falta que me caigas bien,Arnoud»,sedice,aunquedeHannasísehaencariñado:hablaconclaridad,estodauna diplomática con un delantal manchado de harina. En cuanto haya vendido elazúcar,Nellaseprometeecharlafiguritadelpasteleroenuncolmenardelaciudad,paraquelacubranlasabejasgolosas.

—Pase—diceHanna, y conun gesto la invita a sentarse en el banco lustrado,mientras Arnoud vuelve con paso pesado a la trastienda para dar golpes a susbandejas—. Pruebe esta nueva bebida de cacao con la que estoy haciendoexperimentos—proponedebuenhumor—.Hepuestounpocodesuazúcaryunascuantassemillasdevainilla.

Es realmente deliciosa. Como un recuerdo feliz de la infancia, hace queNellaentreencalor.

—¿Sehaenterado?—preguntaHanna.—¿Dequé?—Los burgomaestres han eliminado la prohibición de hacer dulces con forma

humana. Aunque los perros se vendían muy bien, me alegro de poder volver amoldear las parejitas quenospidan losque tengan la suerte de ser jóvenesy estarenamorados.Esunabuenanoticiaparalaventadesumercancía.

Agradecida,Nellarodeaconsusdedoslatazadeterracotacaliente.Esunabuenanoticia,sí,aunquenobastaparaaliviarlaabrumadoradesolaciónquesiente.

—No puedo estar demasiado rato fuera—señala, pensando en su casa, reciénremodelada,consólotreshabitantes,aunadelascualesacabadeconocer.

—Porsupuesto—contestaHanna,mirándolaconatención.«¿Se habrá enterado?—piensa Nella—. ¿O Cornelia habrá mantenido la boca

cerradaporunavez?».

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—Peroledoylasgracias—agrega—,porsuamistadyporlatransacción.—Porellaharíaloquefuera—diceHanna.Nella se las imagina a las dos en el orfanato: ¿qué pactos harían?, ¿qué

juramentosdesangre,hastaeldíadesumuerte?—Desde queme casé…—empieza Hanna, en voz baja, pero se interrumpe y

miraaArnoudvolviendolacabeza—llevarunnegocioocupatodaslashorasdeldía.—TieneustedaArnoud.—Exacto.—Hannasonríe—.Noesunhombrecruel.Niegoísta.Conmipanme

locomo.—Se inclinahaciadelantey susurra—:Ledaremoseldineroque lehacefalta.Dealgotanpequeñocomounasemillanacengrandesflores.

—Pero ¿qué dirá Arnoud? —pregunta Nella, mirando hacia la cocina—. Nopuedobajarmuchoelprecio.

—Hayformasdeconvencerlo—afirmaHanna,encogiéndosedehombros—.Eldinero también es mío. Antes de casarme gané y ahorré todo lo que pude. MihermanojugabaalaBolsaenminombreyencuantotuvebeneficiosledijequelodejara.Meescuchó,nocomootros.—Suspira—.Arnoudadmiramicapacidad,peroparecequepocoapocovaolvidándosedelorigendelamitaddesusfondos.Legustasunuevopapeldevendedordeazúcar.Lehadadoreconocimientoenelgremiodepasteleros.Puedequelonombrensupervisor.Elproductoesbueno,asíquecreenqueéltambién.—Hannasonríeconcariño—.Nuevasrecetas,unproyectodeampliación.QuiereiravenderlasiguienteremesaaDelftyaLeiden,ademásdeaLaHaya.—Unapausa—.Yohefomentadotodasesasdecisiones.

—¿Loacompañará?—Alguientienequellevarelnegocioaquí.Nosquedamostrescientospanesmás.

Ledaremosseismilflorines.Esjusto,¿verdad?Loscristalesdeazúcarmeresultanmásútilesquelosdiamantes,señoraBrandt.

¿Quéestácomprandoexactamente?¿Paz,unmomentoparadisfrutardetodosuesfuerzopersonal?NellaseemocionaaloírlacifrapropuestaporHanna.

—Alargoplazo—concluyelapastelera—,creoquesaldremostodosganando.

~

NellasemarchadelatiendadeHannayArnoudatodaprisaparadirigirsealaStadhuis.Esperaaqueelguardialadejeentrar,recorreelmismopasilloyencuentralapuertade Johannesabierta.Estavezpaga tres florinesparaquedarsemásqueelcuartodehorahabitual.Laexistenciafinitadesumaridolohaencarecido,peroellapagaría diez vecesmás si fuera necesario. Se fija en que el guardia desprende unclarooloraaguaderosasycalabaza.ElhombrecompruebaeldineroqueNellalehapuestoenlamano,asienteycierralapuertadelacelda.

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Alguien, tal vez Cornelia, ha afeitado a Johannes, con lo que aún está máscadavérico, como si el cráneo quisiera salir a la superficie. «Tendría que haberletraído una camisa—piensaNella,mirándolo en la penumbra—. La que lleva estáhechajirones».Tragasaliva,buscafuerzasparasoportaresavisión.Élestásentadoen el jergón de paja, con la cabeza apoyada en los ladrillos húmedos y las largaspiernastorcidasdeunmodoextrañoapartirdelascaderas.

SepercatadelomuchoquesepareceaMarin,altivosinpretenderlo,conciertoatractivo inclusoenesemomento.Se lecierra lagarganta.Hayexcrementosenunrincón,tapadosdecualquiermodoconpaja.Apartalavista.

«Si se lo contara todo—conjetura—, ¿quién le parecería que lo ha traicionadomás?».Recuerda losgritosde JackaOtto:«Sabequehashechoalgo».Enaquellapelea en el salón, Johannes puso en duda la devoción de Marin, y luego ellareconocióhaberarrebatadocosasasuhermanosinestarensuderecho.¿Losabíaélyprefiriónoverlo?Pareceincreíble,peroesciertoquehaymuchascosasincreíblesenél. Los dos hermanos competían con frecuencia por Otto, lo reclamaban como sifueraunterritorio,discutíansobrequiénloapreciabaolonecesitabamás.

QuedandosempanadassinprobaralladodeJohannes.—Deberíascomértelasahoraqueestánreciénhechas—recomiendaNella.—Siéntateamilado—contestaél,envozbaja.Quédébilparece, sinbrilloen lamirada.Nellacasi sientequesedesvanecesu

espíritu, que se evapora. Le entran ganas de aferrarlo, de agarrarlo a puñados, deimpedirqueseescape.

—Estoy vendiendo el azúcar —anuncia, mientras se sienta—. Me ayuda unconfitero.

—Nocreoquelocoloquéistodoantesdemañana—contestaél,conunatisbodesonrisa.

Nellareprimelasganasdellorar.Alparecer,Corneliahacumplidolapromesadeno hablar deMarin, pero ¿cómo no van a confesarle lo sucedido?Su hermana, suadversariamásamada,hamuerto.¿Cómoesposiblequenodescubraeldolorenlosrostrosdesusmujeres?

—Además,aestasalturasMeermansnoaceptaríaunsoborno—diceJohannes—.Porlovisto,eraciertoesodequehaycosasquenotienenprecio.Marinteníarazón,loabstractonosecompra.Almenoslatraición.

NellarecuerdaaLysbethTimmersnegociandosusilencio.—PeroestamosenÁmsterdam…—DondeelpéndulovadeDiosaunflorín.Fransdicequelohaceparasalvarmi

alma,peroenel fondoestá furiosoporquenohevendidoel azúcardeundíaparaotro.Alllamarme«sodomita»loquehaceeslucharporsuspanesdeazúcar.

—¿Eséseelúnicomotivo,Johannes?¿Lavenganza?LamiraenlapenumbrayNellasequedaalaexpectativa.«Ahora—sedice—.

Ahorasindudavaahablarmede lapeticióndemanodeMarinydesunegativaa

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casarse».PeroJohanneseslealhastaelfin.—EseazúcarsignificabamuchoparaFrans—dice—.Yyomemofédeélconmi

indiferencia.—¿Porquélohiciste?¿PorJack?—No. Porque notaba el sabor de la codicia de Frans yAgnes en el aire yme

repugnaba.—Peroeresmercader,nofilósofo.—Lacodicianoesrequisitoindispensableparaserbuencomerciante,Nella.Yo

reclamomuypocoparamímismo.—¿Sólopatatas?—Sólo patatas. —Su marido sonríe—. Y tienes razón: no soy filósofo. Soy

simplementeunhombrequeresultaquehaestadoenSurinam.—Dijistequeelazúcareradelicioso.Johannesmiracontristezaasualrededor.—Yhesidorecompensadoconcreces.Elsecretodelcomercioesnoimplicarse

demasiado,estarsiemprepreparadoparaperder.Porlovisto,meimpliquédemasiadoporunladoydemasiadopocoporelotro.

Laperspectivade lagranpérdidaque se le avecina a Johannes se cierne ahorasobreambos.

—Calculémal.Resquemores—prosigue—.Ahoradaigual.Vamos,nohaynadaquehacer.Corneliayamehaempapadoconsuslágrimasyahoratútambién.Podríashaberme traído una camisa. Quémala esposa eres—la reprende, apretujándole lamano—.TienesquedecirleaMarinquenopuedevenir.

Nellasientequelapenalabarrecomounamareasalobre.—Noquieroquemeveaenesteestado—añadeél.—Johannes,¿porquétetraicionóJack?—Por dinero, supongo, y por lo que significa el dinero.Tuvo que ser por eso,

porquenoencuentrootrarazón—dice,traspasarseunamanoporelpelocano.Eneldenso silencio que se forma,Nella percibe la lucha de sumarido para dominar eldolor—. Tendrías que haber oído el testimonio de Agnes. Siempre ha tenido unapersonalidadquebradiza,peroenesemomentocreoquedeverdadsepartióendos.—Habladeprisaparaalejarsedeideasmássombrías—.HaqueridoaFransdesdeelprincipio,perounexcesodeamorasípuedeserunveneno.Loquenoséeshastaquépuntohaaceptadodebuengradoseguirlelacorrienteenestecaso.CreeenDios,porsupuesto,yenelordensacrosantoquedebeacatarse.Peroeljuevesporlamañanalenoté algo raro. Parecía bastante desorientada, como si supiera perfectamente quehacíaalgomalo,peroestuvieradispuestaahacerlodetodosmodos.EsprobablequeAgnes nunca haya tenido una ideamás clara de símisma, y almismo tiempoquenuncasehayasorprendidotanto.

SeríeyNellaretieneesesonidoensuinterior.—LaopinióndeMarin sobreAgnesyFrans era acertadadesdeel principio—

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continúaél—.Sondelosquevenazúcarennegrecidoportodaspartes.Nellasediceque,desdeluego,sumaridonosiemprehasabidojuzgarelcarácter

de losdemáscon laprudenciadeseable,pero,enelcasode suhermana, sabíaquéteníadelante.Duranteañosseempapódesuesplendorydesusmomentosdemejorhumor.Quizálaviocambiar,pasardeunajovenradianteaunamujermásduraqueno encontraba el camino que había trazado en sumente. Semuestra generoso conella,yparaNellaescomosituvieranallí,entrelosdos,alasdistintasversionesdeMarin,resplandecientedeorgulloenlapenumbradelacelda.

NellanoescomoJack.NoseráellaquienarranqueelretratodeMarindelmarcoenelquecuelga.Noescapazdedecirleloquehaperdidoni,enelfondo,quéexiguoeraelconocimientoqueteníantodosdeella.

—Losodio,Johannes—dice—.Contodaelalma.—No,Nella,notemolestes.Corneliamehacontadoeltrabajoquehashechocon

ArnoudMaakvrede.Nomesorprende,peromehaalegradomuchooírlo.¡Ypensarqueelazúcarvaaquedarseaquí,enlarepública!

—Marin ha sido de mucha ayuda —responde, sintiendo la llave del almacéndebajodelablusa,pegadaalapiel.

Sehaceelsilencioyentrelazanlasmanos,comosielcontactodelacarnepudieraimpedirlallegadadelamanecer.

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Unapiedrademolino

Nella ve los centenares de barcos amarrados, sus cascos alineados en el largoembarcaderodelaVOC,quesepierdenenladistancia.Filibotesygaleotas,barcosdepesca,popascuadradas,diferentesformasypropósitos,siempreporelbiendelarepública.Casitodoslosmástilesestándesnudos,conlasjarciasylasvelasrecogidasparaprotegerlasdeloselementoshastaquellegueelmomentodevolveracalafatear,dedesplegarse,deextendersesobrelamadera.

Losquetienenvelasizadasparecenestarenflor,preparadosparaaprovecharlosvientosalisiosyllevarasutripulaciónmuylejos.Loscascoscrujen,hinchadosporlaincontenible humedad salada que tanto amarga la vida de losmarineros.El aire sepegaalalengua,huelealasaguasputrefactasquegolpeancontraelbordedelpuerto,a los despojos que las gaviotas no han podido terminarse, a cadáveres de pecespicoteados.Laluzyadecae,peroaúnpermiteverlosresiduosquelosbarcosechanalagua.

Normalmente,seríaunpanoramaimpresionante,conelbalanceoentrelasolasdeesasvastasembarcaciones,esosvehículosimperiales,esosperrosdelaguerraqueseencargandelosasuntossuciosdetodoelmundo.Sinembargo,alcaerlatardedeesedomingotodoslosojossefijanenelhombrequellevaunapiedrademolinoatadaalcuello.

Seaunabodao un entierro, enÁmsterdam las ceremonias semiran conmalosojos, los rituales pueden ser demasiado burdos, demasiado papistas, y hay queevitarlos. Pero ver ahogarse a un hombre rico es distinto, es algo jugoso desde unpunto de vista moral, con un simbolismo sacado directamente de la Biblia, y pordescontado los ciudadanos han acudido en masa. Se han ubicado a lo largo delembarcadero, muchos de ellos trabajadores de la VOC, capitanes de navío yempleados. Ahí están el pastor Pellicorne, el schout Slabbaert e incluso AgnesMeermans, sola con su cuello de pieles raído. No la acompaña su marido. Haymiembros de distintos gremios, regentes de la Stadhuis con sus mujeres, variospastoresylostresindividuossolemnesquehanescoltadoaJohannes.

Nellasehaquedadodetrásdelamuchedumbre.LamiradaseveradePellicornelepasa por encima, como si no la viera. Unos individuos contratados por él sepresentaron anoche para meter a Marin en un féretro y llevársela, y en estosmomentosaguardaenlacriptadelaIglesiaViejasuúltimoservicioreligioso.

Pellicorne se concentra en su tarea. «Qué esplendor interior tiene que estarsintiendoahora»,piensaNella.LavoluntaddelaleyyladelaIglesiasecobransusanguinariademandayélpareceasquerosamentesatisfecho.

Nella ha prometido a Johannes que acudiría esa tarde, y jamás ha tenido quecumplirunapromesapeor.Anochesequedaronenlaoscuridaddesuceldaagarradosde la mano, sentados en el catre en silencio, y el guardia los dejó en paz. EsatranquilidadyesahorateníanalgoqueNellanovolveráaexperimentar.Enelfuturo

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la llamará su primera noche de bodas, una comunión en la que no hicieron faltapalabras. Habían perdido su capacidad de enredar, de engañar, sustituida por unlenguajemásprofundo,másintenso.

Al irse, se detuvo a la puerta de la celda y Johannes sonrió y le pareciósorprendentemente joven, y ella se sintió terriblemente vieja, como si, de algúnmodo, el silencio hubiera transferido todo el sufrimiento del uno a la otra. Nellatendráquecargarconélmientrassumaridosealejavolando,vacío,livianoylibre.

En casa ha quedadoCornelia, sedada gracias a una pócima letárgica preparadacon una facilidad alarmante por Lysbeth Timmers. El ama de cría ha aparecido alamanecerparadardecomeraTheayhadecididonomarcharse.

—Puedequehoymenecesitenmás—hadicho.Se hanmirado a los ojos. Nella ha asentido sin decir palabra y, así, esa tarde

Lysbethesperaenlacocinasuregreso.Incapazdefiarsedelasolidezdelsuelo,Nellatratademantenersefirmeconlos

pies separados.El viento tempestuosode enero, afilado como las uñas de ungato,atraviesa el abrigo. Lleva capucha y una falda marrón sencilla de Cornelia. Haacudido vestida así para poder soportar la tortura, como si el disfraz pudieraprotegerladelaverdad.

Johannestambiénvadisfrazado.Lehanpuestountrajedesaténplateadoquenolesientabienyunaplumaafectadaqueéljamásllevaría,cualmordazrecordatoriodeque el atuendo es el reflejo de la persona. Nella lo vislumbra apenas entre loshombrosdelamultitud,unamangavistosacomounaarmaduraentreelcolorpardoyelnegro.De repente seapoyaen lamujerque tieneal lado,quepegaunbrincoalnotarsucontactoysedalavuelta.

—No tepreocupes,cariño—dice,alverelespantodeNella—.Nomiressinopuedessoportarlo.

Suamabilidadcasileparteelalma.¿Cómopuedeirunabuenapersonaavereseespectáculo?

SlabbaertposalamanoenelhombrodeJohannesyNelladejademirar.Selimitaa escuchar, con los ojos cerrados, con el viento en la cara, las velas que restallancomo la ropa tendida.Oye que los dos verdugos hacen rodar la piedra demolino.Johannes,atadoaella,debedeestartambaleándoseyaenelbordedelembarcadero.Pesarámediatoneladayhaceunruidoáspero,unchirridoquesecuelabajolapieldeNellaparallegarlealcentrodeloshuesos.

Lamuchedumbrecontienelarespiración,yNellasienteelchorrocálidodeorinaquelebajaimpacienteporlaspiernas,embutidasencalzas,queempapalalanayleirritalapiel.Looyehablar.Seloimaginavolviéndoseenbuscadeella,deMarin,deCornelia.«Quemevea,porfavor—suplica—.Quecreaquelemandounaoración».

Sinembargo,elvientodesvíalasúltimaspalabrasdelcondenado,quenollegan

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hastasumujer.—Johannes—susurraNella.Aguza el oído, pero la envuelven murmullos prosaicos, rezos y comentarios

triviales.Johannesestádemasiadodébilparalevantarlavozy,cuandolosbisbiseosseconviertenensilencio,yahanhechorodarlapiedrademolinohastahacerlacaerpor el borde del embarcadero. Johannes. La piedra se estrella contra la agitadasuperficiedelmarysehunde.

Nellaabrelosojos.Selevantaunagruesaola,alcanzasupuntomásaltoconuncírculoblancoydesapareceencuestióndesegundos.

Nadiesemueve.—Eraunode nuestrosmejoresmercaderes—dice por fin un individuo—.Qué

estúpidossomos.Lamuchedumbresuspira.Elvientoagitamechonesdepeloenlasfrentes.—Nohabránadaqueenterrar—añadealguien—.Nolovanasubir.Nelladamediavuelta.Enparteestáviva,yenparteno.Sehahundidoenelagua

conJohannes.Seapoyaenunapared,conlacabezagacha,ysucuerpoamenazaconvolverse del revés. ¿Cuánto tiempo tardará el mar en llenar los pulmones de sumarido?«Dateprisa—lediceensilencio—.Alcanzalalibertad».

Notaalgo.Uncosquilleoenlanuca,lasrodillasqueceden.Levantalacabezaybuscaentrelamultitudeldestellodeunamelenaclara.«Sigueaquí—piensa—.Lopresiento». Escruta las caras en busca de esamirada fría e inquisidora, un últimoinstanteparaquelaminiaturistasedespida.

Peronoesesamujerquienapareceantesusojos.Ha adelgazado, lleva la misma ropa con la que se fue, el ostentoso gabán de

brocado.Porunmomento,Nellacreequesumaridoha resurgidodelagua,queunángel le ha devuelto la vida. Pero no, se trata de un hombre inconfundible. Nellalevanta la mano en señal de reconocimiento y Otto, boquiabierto, imita su gesto.Cincodedosvacilantes,unaestrellaquerefulgeenlaoscuridad.

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CINCO

Esamismatarde,domingo12deenerode1687

«Embriaguémonosdeamoreshastalamañana.Porqueelmaridonoestáencasa,sehaidoaunlargoviaje:elsacodedinerollevóensumano;

eldíaseñaladovolveráasucasa».

Proverbios7,18-20

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NuevaHolanda

Nella se da cuenta de que Otto se ha quedado estupefacto por lo que acaba depresenciar,porquehadetirarledelamangaparallevárselodeallí,resbalandosobrelaslosas.

—Vamosacasa—dice—.Vamos.El sufrimiento es enorme. Le falta el resuello de tanto dolor. La luz se ha

desvanecido casi por completo y los rodean las tinieblas. Nella trata de borrar lavisióndelacrestadelaola,elsonidodeJohannesalserarrastradobajolasuperficiedel mar. Aprieta el paso pormiedo a que la pesadumbre la paralice, pormiedo ahacerseunovillojuntoalcanalparanomoversenuncamás.

Otto lamira aturdido y se pega el gabán de Johannes al cuerpo. Se detiene yseñalaelmuellequeacabandeabandonar.

—¿Quéhapasadoaquí,señora?—Nopuedo…Noconozcolaspalabras,Otto.Yanoestáentrenosotros.Élniegaconlacabeza,todavíaperplejo.—Noteníanoticiadequelohubierandetenido.CreíaqueyéndomeaLondreslos

protegeríaatodos,señora.Dehaberlosabido,jamásme…—Vamos.

~

CuandolleganalHerengracht,lavisióndelacasaesdemasiadoparaOtto.Agarralaaldabaenformadedelfíncomounsosténparaevitareldesmayoysurostroreflejalabatallaentrelatorturayeldominiodesímismo.LoqueestáapuntodedescubriralotroladodelapuertasedespliegacomounaflormaliciosaenelcuerpodeNella;pareceimposiblequeunapersonaseacapazdesoportaresedobledolor.Setambaleatras los pasos de Otto en ese terrible regreso al hogar; sin embargo, la calma delinteriorparecedesmentirladesaparicióndeMarin.

—Poraquí.Nellaloconducealsalón,dondeLysbethTimmershaencendidounbuenfuego

quedanzaconunaalegríaincongruente.Hacíasemanasquenadiesentíatantocalorenesacasa.Nellarecuperaunpocoelánimo.Enelfondodelasllamas,unaspuntasdepeltresedoblanhaciendounareverencia,mientrasqueplanchasdecareysepartenycrepitan.

El ama de cría está en el centro de la estancia, con Thea pegada al pecho ymirandoaOtto,quehaclavadolavistaenlaniña.

—¿Quiénes?—pregunta.Nella se vuelve hacia él sin saber si está en condiciones de presentarse, si se

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pregunta lomismo que Lysbeth Timmers. Como en un sueño,Otto se acerca a lacriaturayextiendeunasmanosexpectantes.Nellasedacuentadequeyalehavistohaceresegestoantes:tambiéntendiólasmanosabiertaseldíaenqueellallegóalacasadesumarido,cuandoleofrecióunoszuecosparaprotegersedelfrío.

Lamujerseaparta.—Lysbeth,lepresentoaOtto.Hagaelfavordeentregarlealaniña—diceNella.Su voz transmite una autoridad tan tangible que la comadrona obedece de

inmediato.—Concuidado—murmuraalentregarla.OttosellevaaTheaalpechocomosifueralavidamisma,comosiellatidodesu

corazoncitofueraamantenervivoeldesupadre.InclusoLysbethsequedasinhablaalcontemplarunapresentación tanextraña,y sinembargo tannatural, enmitaddetantadesgracia.

—Lysbeth—musitaNella—,vayaadespertaraCornelia.

~

Encuantosequedanasolas,Nellasabequetienequehablar.—SellamaThea—informa—.Otto,tengoalgoquecontarte.Peronoparecequeelcriado,concentradoenlacaritadelaniña,absortoenese

espejo,presteatención.—Otto…—LaseñoraMarindijoqueseríaunniño.Alprincipio,Nellanosabequécontestar.Pareceimposiblearticularpalabra.—Entonces,¿losabías?—preguntaalfin.Ottoasientey,cuandosusemblantesemueveanteelfuego,Nelladescubresus

lágrimas, comprende que también él está buscando la palabra adecuada, cualquierpalabraquepueda sostener unapequeñapartedel pesoqueparece llevar sobre loshombros. De repente señala el suelo sin abrillantar, las sillas de palisandropolvorientas.

—Noestá—dice,comosiesosobjetosinanimadosfueranpruebafehacientedesudesaparición.

—No. No está —confirma Nella. Traga saliva, consciente de lo cerca que seencuentrael llanto,deque llorarseráuna invasióndesudesconsuelo—.Losiento,Otto.

—Señora—empiezaél,conlavozrota,partiendolasimplepalabraporlamitad.Nella levanta lavistayOttoveenesosojos ladesolación—.Hasalvadoa laniña.Ellahabríasacrificadosuvidaparaqueestacriaturitasobreviviera.

—Pero¿porquéhatenidoqueserasí?—preguntaNella.Laslágrimasacabanpor

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caer,nopuedeimpedirlo,elesfuerzoporcontenerlassóloconsiguequesederramenmásdeprisa,conmásfuerza,ylenublenlavisión—.Empeorótanrápido.Nopude…Nopudimosrescatarla.Lointentamos,Toot,peronosabíamos…

—Locomprendo—contestaél,peroelsufrimientoqueseveensurostroindicaconclaridadqueesoesimposible.Nellanotaqueseledoblanlaspiernasysesienta.Élpermanecedepie,mirandolacoronilladeThea—.Nuncalahevistotandecididacomocuandomecontóquesehabíaquedadoenestado.Yoestabaconvencidodequeeraelfindelmundo.Lepregunté:«¿Cómoserálavidadeeseniño?».

—¿Yquérespondió?OttoabrazaconfuerzaaThea.—Quesuvidaseríaloqueélhicieradeella.—Ay,Marin.—Sabía que eramejor quememarchara, pero he tenido que volver.Tenía que

verlo.LaexistenciamismadeThea,elactodesucreación,flotaenelaire,lavidayla

muerte sedan lamano.«PuedequeOttoguardepara siempreese secreto—piensaNella—. Sin duda alguna, Cornelia lo ayudará, se comportará como si no hubierasucedidonada,comosiTheafuerainmaculadaolahubieranencontradocolgadadeunárbol.Talvezundíanoscuentecómoempezótodoentreellos,yporqué,ysielamorrepresentóparacadaunodelosdosunejerciciodepoderodeabandono,ysiintercambiaron sus corazones en libertad, sin carga alguna, o lastrados por eltiempo».

Thea,elmapadesímisma,verálosrasgosdelacaradesupadredibujadosenlasuyaysepreguntarádóndeestásumadre.«Ledarélaminiatura—resuelveNella—.Lemostraréesosojosgrises,esamuñecadelgada,inclusoelcanesúforradodepiel.Marindijoquenopodíahabermássecretos,asíquelemostraréesacurvaobservada,revelaré el regalo de la miniaturista. “Ahí dentro estabas tú, Thea. PetronellaWindelbrekevioqueestabasencaminoysupoqueesoerabueno.Hastateenvióunacuna.Empezóacontartuhistoriaantesdequenacieras,peroahoradebessertúquienlatermine”».

~

Aúnadormiladaporlavaleriana,llegaCornelia,aquienLysbethhasacadodelacama. Se queda en la puerta del salón. Su rostro es un interrogante: cada vezmásasombrada,seregalalavistaconlarespuestaquetieneantesí.

—Erestú—musita.—Soyyo—contestaél,nervioso—.HeestadoenLondres,Cornelia.Losingleses

me llamaban «moreno» y «corderito». Vivía en una posada, El Loro Esmeralda.

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Estuveapuntodeescribirteparacontártelo.Me…Unas palabras se desploman sobre otras. Otto va levantando una pared para

protegerasugranamigadelamareadedolor.Corneliaseaproximaconpasosvacilantesyletocaloscodosyloshombros,los

brazosqueaúnsostienenaThea.Letocalacara,loqueseaparacomprobarquesucarneesreal.Ledauncacheteenlanucaenunarrebatodecariño.

—Calla—pide,envolviéndolo,absorbiendosupresencia—.Calla.Nella,quesigueconelabrigopuesto,losdejaenelsalónycruzaelvestíbulode

mármolhastalapuertadelacalle,queconlasprisashaquedadosincerrar.Laabredeparenparysedetieneenelumbral,dondenotaelairefrescoenlasmejillas.Lascampanas del domingo por la tarde han empezado a doblar sobre los tejados deÁmsterdam,ylasarmoníasmetálicasdelasiglesiasalzanelvuelo.Dhanaseacercapararecibirasujovendueñayofrecelacabezaenbuscadeunacaricia.

—¿Tehandadodecomer,preciosa?—preguntaNella,restregandolasedadesushermosasorejas.

Mientras las campanas anuncian la llegada de la noche, lamuchacha divisa lapequeñalunacreciente,blancacomounauñadedama,curvadaenmitaddelcielo,yacasinegro.Corneliapasaporelvestíbulo,coneldelantalatado,y lacabezavueltahaciasucocina.

—Hacefrío,señora—dice—.Entre.Sin embargo, Nella se queda observando el tramo congelado del canal que

discurreantelacasa,encuyosbordeselhielohacomenzadoaderretirse.Aguasmáscálidas han empezado a desgastar la capa invernal del Herengracht, que la hacepensarenloshuecosdeunapuntilla,enelforrodeunacunagigantesca.

ACorneliaselecaeunacacerolaenlacocina,enelsalónalguientratadehacercallaraThea,quesehapuestoallorar.LasvocesdeLysbethydeOttoflotanasuespalda.MetelamanoenelbolsillodelabrigoparasacarlacasaenminiaturaquesellevódelaKalverstraat,peronolaencuentra.«Nopuedeser—piensa,hundiendolosdedosenlatela.Lacriaturasigueallí,lomismoquelafiguritadeArnoud—.¿Semehabrácaídoal correrpor las callesde la ciudad?¿Me ladejaría enel taller?Tú laviste—sedice—.Erareal».

Realono,yano la tiene,aunque loscincopersonajesque laminiaturistahabíametidodentropermanecenenesacasa.Lajovenviuda,elamadecría,OttoyThea,Cornelia: ¿acabarán por conocer los secretos de sus respectivas vidas? Son todoscabos sueltos… «Como siempre —piensa Nella—. Componemos un tapiz deesperanzaynohaynadiequeloteja,másquenosotrosmismos».

El crepúsculo ha dado paso por fin a la noche cerrada y llega un olor a nuezmoscada;elcuerpecillodeDhanalecalientaunladodelafalda.Elcieloesunanchomar que fluye entre los tejados, tan grande que el ojo no alcanza a ver cómo haempezado ni dónde va a terminar. Su profundidad, un cúmulo de posibilidadesinfinitasparaNella,tiradeellaylaalejadesuhogar.

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—¿Señora?—lallamaCornelia.Nella se da la vuelta y aspira el aroma de las especias. Tras dirigir una última

miradaalcielo,entraencasa.

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GlosarioholandésdelsigloXVII

Bewindhebber. Socio de la VOC. Con frecuencia tenían mucho capitalinvertidoenlacompañía.

Bolsa.Entre1609y1611seconstruyóelprimerMercadodeMateriasPrimas(oBolsa)enunapartedelcanalRokin.Consistíaenunpatiorectangularrodeadodepórticosenlosqueseefectuabanlastransacciones.

Florín(gulden).Monedadeplataintroducidaen1680,divididaen20stuiverso160duits.Existíantambiénbilletesparalasgrandescantidades.

Gebuurte.Grupovecinalencargadodevelarporelorden, laseguridady latranquilidad pública, de asistir a los ciudadanos en dificultades, deintermediar en conflictos domésticos y de ofrecer ayuda cuando seaproximabaunamuerteyenlosentierros.

Herenbrood. Literalmente, un «pan de caballeros» que comían los ricos.Estabahechoconharinadetrigo,lavadaymolida,alcontrarioqueelpandecenteno,másbarato.

Hutspot. Potaje de carne y verduras en el que todos los ingredientes seechabanenunamismaolla.

Kandeel.Bebidaconespeciashechaabasedevino,espesadoconalmendrasmolidas,féculadetrigo,frutaseca,miel,azúcaryyemasdehuevo.

Olie-koecken. Buñuelos de harina de trigo con pasas, almendras, jengibre,canela,clavoymanzana,fritosenaceiteyrebozadosenazúcar,queenEstadosUnidosdaríanlugaralosdónuts.

Puffert.Tortitaconlevaduraquesefríeenlasartén.Schepen. Si el schout era un alguacil o un corregidor, un schepen era un

concejal y magistrado. Cuando cumplían una función judicial, losschepenenrecibíanhabitualmenteladenominacióndeschepenbank.Unadelasfuncionesdelschepenbankerajuzgaralosdelincuentes,encuyocaso funcionaba como un jurado o un tribunal de magistrados. Enconsecuencia,eltérminoschepensueletraducirsecomo«magistrado»enestecontextohistórico.

Schout.Cargoequivalentealdealguacil.EraelencargadodesupervisarlosprocesoslegalesdelaStadhuis,engranmedidacomouncorregidor.

Spinhuis.Cárcel femeninadeÁmsterdaminauguradaen1597.Lasreclusasdebíantrabajarhilandoycosiendo.

Stadhuis.ElAyuntamientodeÁmsterdam,en laactualidadelPalacioReal,en la plaza Dam. Las declaraciones y las deliberaciones de los casostenían lugar en la Schoutkamer, y los calabozos y la sala de torturasestaban en el sótano.Lapena capital eradecretada en el sótanopor elschout, en presencia del acusado y de un pastor. Cualquier ciudadanopodíaescuchar la sentencia,depie enunespacio limitadode laplanta

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bajadesdeelqueseveíaesasala inferior.ElBancode IntercambiodeÁmsterdam, que también se encontraba en el sótano de la Stadhuis,guardabaabuenrecaudotodotipodemonedas,pepitasdeoroypedazosdeplata.Losdepositariosrecibíanlacantidadequivalenteenflorines.ElBancodeIntercambiorealizabaasimismotransferenciasdedinerodelacuentadeunclientealadeotro.

Trabuco (donderbus). Arma de fuego predecesora de la escopeta. Enholandés,blunderbuss;esdecir,tubodetruenos.

Verkeerspel.Antecedenteholandésdelbackgammonquesolíarepresentarseen los cuadros para recordar los peligros de ser complaciente con unomismo.Significa«juegodecambio».

Warenar. Tragicomedia de Peter Corneliszoon Hooft, publicada en 1617,sobre la moderación, la codicia y la obsesión. La joven Claartje estáembarazada ilegítimamente de un pretendiente que su padre, el avaroWarenar, no aprueba. En el siglo XVII, Ámsterdam se convirtió en elcentro del comercio internacional de libros, que no estaban demasiadosujetosalacensuragubernamental.Losqueseprohibíanenotrospaísessepublicabanenlaciudaddeloscanales.

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ComparacióndelossueldosdefinalesdelsigloXVIIenÁmsterdam

EnelúltimocuartodelsigloXVII,el0,1porcientodelosricosdeÁmsterdamposeíaaproximadamenteel42porcientodetodoelpatrimoniodelaciudad.

Elrecaudadorgeneral(máximocargogubernamental)teníaunsueldode60.000florinesanualesen1699.

UncomerciantericocomoJohannesdebíadeganarunos40.000florinesalaño,sintenerencuentasusbienes,querepresentabanotraimportantefuentedeingresos.Losmásprósperosdejabanherenciasdeincluso350.000florines.

UnschoutoalguacildeÁmsterdam(altocargodelamaquinariadelarepública)podíaganar9.000florinesanuales.

Unmédico,unos850.Un miembro de rango medio o superior de un gremio (zapatero, abacero,

panadero) podía llegar a los 650. (Los ingresos deArnoud yHanna son elevados,perohansumadosuspatrimoniosyhantenidosuerteenlaBolsa).

Untrabajadorcomúnycorrientepodíaganarunos300florinesanuales;esdecir,22stuiversdiarios.

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AlgunosgastosdomésticosdeunciudadanoadineradodeÁmsterdamafinalesdelsigloXVII

Unacamisadehombre:1florínUnadeudaconunboticario:2florinescon10stuiversUnafaldasencilla:2florinesUna rentaotorgadaporungremio a las viudasde susmiembros: 3 florines

semanalesUnpaisajeocuadrobíblicodepequeñasdimensiones:4florinesUnvestidodediario:10florinesUnadeudaconunmédico:15florinesUncuadrodeunabatallanavalconmarcodorado:20florinesUnarmariodecalidadmediaparalaropablanca:20florinesUnadeudaconunzapatero:23florinesUnpaisajedecazaitalianizadoalestilodeCuyp:35florinesUnachaquetayunchaleco:50florinesUnarmarioelegantedemaderadenogalparalaropablanca:60florinesUnvestidodedamasco:95florinesUnadeudaconunsastre:110florinesUncaballocontrineo:120florinesCienlibrasdelangosta:120florinesElingresoenunodelosgremiosmásexclusivos(plateros,orfebres,pintores,

vinateros):400florinesDocebandejasdeplata:800florinesUnacasaparaunpequeñocomercianteysufamilia:900florinesUntapizparaunacasadelHerengracht:900florinesUnasartadediamantes:2.000florinesUnacasademuñecasamuebladacon700objetosa lo largodevariosaños:

unos30.000florines

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Agradecimientos

Alosprimeroslectores:JakeArnott,LornaBeckett,MahaliaBelo,PipCarter,AnnaDavis, Emily de Peyer, Polly Findlay, Ed Griffiths, Antonia Honeywell, SusanKulkarni,HellieOgden,SophieScott,TeaselScottylasmujeresdelgrupodelecturaPageturners.Graciaspornodecirqueeraunaporqueríayporvuestroscomentarios,siempreamables,útileseimaginativos.Hetenidotantasuerteconmisamigosquesindudaenlapróximavidamereencarnaréenunmosquito.

AlasTresGracias,consusrotuladoresysussignosdeadmiración:mieditoraenel Reino Unido, Francesca Main, que ha aunado observaciones y comentariosextraordinarios con amabilidad y sensibilidad, ymis editoras en EstadosUnidos yCanadá,LeeBoudreauxyJenniferLambert,queconsuperspicaciaysuentusiasmohansacadotodoelbrilloposibleaestelibro.Muchasgraciasalastresporcreerenmíyenestasminiaturas.

EnlaeditorialPicador,muchísimasgraciasaSandraTaylor,aJodieMullishyaSaraLloydpor todovuestro trabajoyvuestrobuenhumor, aPaulBaggaleypor elrespaldopastoralyaNicholasBlakeporsudetallismo.TambiénaLineLunnemannAndersen,MartinAndersenyKatieTooke, el equipográficodePicador, y aDaveHopkinspordiseñarunacubierta tanmaravillosapara laediciónbritánica,conunacasa enminiatura de verdad.Gracias asimismo aCatrinWelz-Stein por lamágicacubiertadelaediciónestadounidense.UnagradecimientoenormeaRyanWillardyaGregVillepique,deHarperEcco.

AMargadeBoer,deLuitingh-Sijthoff,porsusfantásticasobservacionessobrelainfraestructuradeÁmsterdam,sobrelavidadelaauténticaPetronellaOortmanysumarido,Johannes,yporlasprecisioneslegalesycivilesconrespectoalaHolandadefinalesdelsigloXVII.Cualquiererrorodesvaríoesúnicamenteresponsabilidadmía,ylabiografíademiNellaesunacreacióndeficcióndeprincipioafin.

Por su asesoramiento en lo relativo a aspectos médicos, un agradecimiento aJessicaCutler,aPrasannaPuwanarajahyaVictoriaScott.Tambiénenestecaso,lasanomalíassonexclusivamenteculpamíaydemiimaginacióndesbordada.

Porsusojosdelince,graciasaGailBradley.A Edward Behrens y a Penny Freeman, que tan amablemente me permitieron

aislarme en sus respectivas casas, donde no había internet, sólo tiempo, paz ytranquilidad.Yvino.

ASashaRaskin,pormanejarLacasade lasminiaturas enEstadosUnidoscontantabrillantez.

Yporúltimo:Amiagente,JulietMushens:asesora,valedora,superestrellayamiga.Porhacer

deestaexperienciaalgotandivertidoytanmaravilloso:eresunaagenteexcepcionalyunserhumanoincreíble.

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A Linda y Edward, también conocidos como «mamá» y «papá». Por leermecuentoscuandoerapequeña,porllevarmealabibliotecayporcomprarmelibros.Pordecirme: «¿Por qué no escribes algo?» cuando estaba aburrida con seis años, condoceyconveintisiete.Porestarsiempre,siempreamilado.

AMargot, por no ser otra cosa que una bola de pelo inútil que me patea elteclado.

YaPip.Nosépordóndeempezar.Porsieteañosdeamoryamistad,reflexión,hilaridadyprodigios,gracias.Eresextraordinario.Mialmaafortunada.

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JESSIEBURTONnacióenLondresen1982.

EstudióenlaUniversidaddeOxfordyenlaCentralSchoolofSpeechandDrama,yhatrabajadodeactrizycomosecretariadedirecciónenlaCity.

EnlaactualidadviveenelsudestedeLondres.

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