la bóveda - edward martin

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  • La Bveda

    Edward Martin

  • La Bveda es un trabajo de ficcin. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son un producto de la imaginacin del autor. Cualquier similitud con una persona, vivao muerta, un evento, o un lugar real, es mera coincidencia.

    Copyright 2014 Edward Martin

    Todos los derechos reservados.

    v1.0

  • TABLE OF CONTENTS

    CAPTULO I

    CAPTULO II

    CAPTULO III

    CAPTULO IV

    CAPTULO V

    CAPTULO VI

    CAPTULO VII

    CAPTULO VIII

    CAPTULO IX

    CAPTULO X

    CAPTULO XI

    CAPTULO XII

    CAPTULO XIII

    CAPTULO XIV

    CAPTULO XV

    CAPTULO XVI

    CAPTULO XVII

    CAPTULO XVIII

    CAPTULO XIX

    CAPTULO XX

    CAPTULO XXI

    CAPTULO XXII

    CAPTULO XXIII

    CAPTULO XXIV

    CAPTULO XXV

    CAPTULO XXVI

    CAPTULO XXVII

    CAPTULO XXVIII

    CAPTULO XXIX

    CAPTULO XXX

    CAPTULO XXXI

    CAPTULO XXXI

    CAPTULO XXXII

    CAPTULO XXXIII

    CAPTULO XXXIV

    CAPTULO XXXV

    CAPTULO XXXVI

    CAPTULO XXXVII

    CAPTULO XXXVII

    CAPTULO XXXVIII

    CAPTULO XXXIX

    CAPTULO XL

    CAPTULO XLI

    CAPTULO XLII

    CAPTULO XLIII

    CAPTULO XLIV

    CAPTULO XLV

    Otros libros por Edward Martin

    Sobre el autor

  • CAPTULO I

    Esto fue una mala idea. No se lo quiero decir a mi esposa. Lo ltimo que quiero es preocuparle, pero no debimos tomar el puente para salir de la ciudad. La gente seapia en cada centmetro. El amontonamiento me hace sentir atrapado. Y mi terror es volverme hacia otro lado por un instante y perder a mi esposa y a mi hija en lamultitud. Bueno, no me da tanto miedo como ser atacado por uno de los infectados, pero por el momento parece que estamos a salvo.

    Est bien. Nos vemos all dice mi esposa en el celular y lo cuelga.

    Qu te dijeron? le pregunto.

    Que ya van camino a Saint Wayne. Mi hermana dice que la carretera est ms tranquila de aquel lado. Al parecer, el virus no atac tan fuerte como aqu.

    Eso es buena seal trato de calmar a mi esposa y a m mismo. Vamos a salir de aqu, beb le digo a mi hija Ivanna, que sostengo en mis brazos. No la hesoltado ni por un segundo desde que estamos aqu. Est seria desde que llegamos: creo que tambin siente que esto fue una psima idea. Ahora solo tenemos que salirde aqu.

    Me paro en puntas para ver por encima de las cabezas: la multitud se extiende a varios metros delante de nosotros. El puente sigue elevado: el sistema fue averiado enun amotinamiento, lo cual solo me da mala espina porque me dice que no es una zona segura.

    Te dije que tomramos la carretera me dice mi esposa con los ojos en blanco y una voz de preocupacin.

    No te preocupes, solo necesitan arreglar el sistema y vamos a poder pasar. Pone una cara de circunstancias y se me hace un nudo en el estmago. Tiene razn:debimos tomar la carretera aunque nos tomara diez, quince, veinte horas ms. Lo peor que podemos hacer en estos momentos es no movernos.

    No podemos estar aqu, Christian. No podemos estar atrapados en medio de toda esta gente. Qu tal si hay un infectado entre la gente?

    Si hubiera un infectado, ya lo sabramos no crees? trato de convencerla que todo estar bien, pero lo nico que obtengo de ella es un gruido.

    Eso no tiene nada que ver. Es peligroso, tenemos que irnos.

    Miro de nuevo por arriba de las cabezas y todo se ve igual.

    Est bien. Tienes razn. Vmonos de aqu. Ser mejor que tomemos la carretera.

    Gracias me dice en un tono aliviado. Pero cmo nos vamos a ir? No tenemos auto.

    Tendremos que pedir un aventn.

    Esto la hace pensar. Desde que el virus brot, las personas se volvieron incivilizadas. No podemos confiar en nada ni nadie. La gente no quiere subir a alguien a suautomvil por miedo a que est infectado, y esto es a pesar que el virus los convierte en menos de un minuto. La gente les apoda caminantes, infectados, locos;pero la realidad es que hay una palabra que todos conocemos y no la usamos por miedo admitir la realidad y esa es zombies. En menos de un minuto, pasas de ser unser apasionado y carioso con tu familia a querer devorarla pedazo por pedazo.

    Entonces Nos vamos?

    Un segundo, djame preguntar cmo van con el sistema del puente le digo tratando de hacer un segundo de tiempo. A pesar que esta es una mala idea, pedir unaventn es tan malo como quedarnos aqu un rato ms.

    Ya viste que no funciona, por qu tan terco? Vmonos de aqu y luego vemos qu hacemos est cansada de mi actitud.

    Un segundo le paso a Ivanna a sus brazos.

    A dnde vas? me pregunta irritada.

    Dame un segundo, voy a ver qu pasa le doy un beso a mi hija en la frente y otro a mi esposa. Esprenme aqu, no se muevan.

    Me hago paso entre los cuerpos, me mueven de un lado a otro y una que otra persona me grue por moverme a la parte de enfrente. Se lo toman como si me estuvieracolando en la fila de un concierto, y lo entiendo: los de enfrente deberan tener oportunidad de pasar primero porque llegaron antes que nosotros.

    Llego al final de la multitud frente al puente elevado donde hay varios militares resguardando el orden. El lugar est atestado, me sorprende que las personas no estallenen pnico y se marchen. Una pareja de ancianos se apoya en el barandal lateral del puente. Se muestran despreocupados, abrazndose y rindo como si nada pasara. Talvez vivieron tantos males que estn listos para marcharse. Yo no: no puedo tomarme las cosas a la ligera; no estoy listo para irme.

    Me acerco a uno de los militares.

    Disculpe. Cmo van con las reparaciones? Tiene una cara intranquila, debe ser una pregunta que le han hecho ms de mil veces esta noche.

    Estamos trabajando lo ms rpido posible. Por favor, vuelva al grupo y tenga paciencia me dice sin mirarme a los ojos. Se nota tan preocupado como nosotros. Lonoto en su mirada furtiva que busca algo entre la multitud: tal vez un infectado.

    Me alejo. Su respuesta me dej inquieto. Es tiempo de admitir que fue una mala idea venir y hay que salir de aqu. Me abro camino entre la multitud una vez ms devuelta con mi familia.

    Avanzo varios minutos entre la gente, pero no encuentro a mi familia. Perd un poco el sentido de orientacin, y el pnico que se acumula en mi pecho, me hace acelerarel paso. Si las pierdo entre toda esta gente, puede que no las vuelva a ver. El sudor cae por mi frente. Es como buscar una aguja en un pajar. Voy de persona en personabuscando el cabello rubio de Laura y la blusa azul de Ivanna. Por qu las dej solas? Estpido, sabas que eso era lo ms importante. Debemos permanecer juntostodo el tiempo, le repetiste a tu esposa. Debemos permanecer juntos, y fui el primero que rompi la regla. Voy en zigzag entre las personas y hay todo tipo de

  • rostro preocupado, desde bebs que parecen recin nacidos hasta ancianos de la edad de la pareja que vi. Y es detrs de una familia que parecen ser cubanos o deorigen latino que alcanzo a ver a mi familia de nuevo.

    Laura! le grito haciendo seas con mis manos en el aire. Se vuelve en todas direcciones buscando mi voz. Laura! Me busca entre las personas hasta quehacemos contacto visual. Los gritos estruendosos de la gente llenan el puente. Miro por arriba de las cabezas y algo parecido a una ola de personas se dirige hacianosotros, con los cuerpos apilndose unos sobre otros. El corazn me hace un vuelco. Miro a Laura; los dos sabemos qu est pasando: infectados.

    Me apresuro en llegar a ella, pero el gento me mueve de lado a lado. Los cuerpos chocan unos con otros, las personas caen al piso, y sus crneos son pisoteados por lamultitud. Con un gruido, uso todas mis fuerzas para mantenerme de pie; pero el enjambre de cuerpos es tan fuerte que soy aventado hacia atrs. Pierdo de vista a miesposa por un segundo, y el gemido de las personas en pnico me golpea con una onda de miedo que me da la fuerza para atravesar el muro de personas.

    Empujo con todas mis fuerzas usando mis codos para protegerme del choque de los cuerpos. Presiono sin parar y a unos metros alcanzo a ver el rostro lleno de miedode mi esposa. Mi hija llora, la aprieta con fuerza en mis brazos.

    A la orilla! le grito. A la orilla!

    Parece que mi esposa escuch mi grito porque se mueve hacia la orilla del puente. Hago lo mismo, pero esta vez la ola cambia de direccin. Las personas saltan delpuente, y soy empujado hacia el borde junto con ellos. Trato de mantenerme firme para alcanzar a mi familia antes que brinquen ellos; pero es intil, la fuerza de loscuerpos es tal que doy traspis de un lado a otro. Uno de ellos aparece entre la multitud. Con sus ojos negros y su gran mandbula abierta brinca sobre una mujer, la cualalla con desesperacin tratando de quitarse al infectado que le muerde el hombro. Otro hombre trata de quitrselo de encima, pero es derribado tambin. Sus cuerpos sepierden entre un mar de gente, gemidos y pisotones.

    Mi familia est a unos metros de distancia. Estiro mi brazo y Laura hace lo mismo; pero antes que podemos juntar nuestras manos, el movimiento abrupto de las masasnos arroja del puente. Vuelo por los aires y azoto con fuerza en el agua. Todo el mundo me da vueltas, y estando debajo del agua el splash de los que caen desde el cielome rodea. Salgo a superficie, trato de tomar todo el aire posible y encontrar a mi esposa. El cuerpo de un hombre gordo cae a mi lado y hace que me hunda de nuevo porunos segundos. Vuelvo a la superficie. Mi esposa est a unos metros de m, con Ivanna abrazada de su cuello.

    Laura! le grito, y ella me encuentra con su mirada.

    Nado hacia ellas. Estn a solo unos metros; pero los cuerpos que caen desde arriba me hacen detenerme y hundirme. Un cuerpo cae con fuerza frente a m, la ola queproduce me salpica los ojos y me fuerza a retroceder. Trato de nadar pero me detengo cuando una mano y una cabeza dando mordiscos sale por debajo del agua. Elinfectado trata de aruar mi cara; pero apoyo mis piernas en su pecho y lo empujo hacia atrs.

    Nado evadiendo los cuerpos; pero me detengo al ver que mi esposa mira hacia arriba con cara de espanto. Un enjambre de infectados y personas se apilan en la orilla delpuente. Cruzo la mirada con mi esposa, y por un segundo todo se vuelve un silencio. Los gemidos de las personas, los gritos de auxilio, todo desaparece en el aire.Como la calma antes de la tormenta, como si esta fuera la ltima vez que podr ver a mi familia. Sus labios se mueven, trata de decirme algo; pero ni con todo el silenciodel mundo, escucho lo que dice.

    Me muevo de nuevo, pero es demasiado tarde. Una masa de cuerpos va cayendo en el aire. Mi esposa cierra los ojos. Grito su nombre, pero ella desaparece.

    Me despierto con un aullido de pena y la cama empapada en sudor. El cuarto gris y desolado me hace volver a la realidad. Estallando en sollozos, me apoyo en un codoy me siento en la orilla de la cama. Me llevo las manos a la cabeza limpiando el sudor en mi frente. A pesar que han sido cinco aos, este sueo sigue persiguindome devez en mes. Porque solo en sueos me comunico con ellas; solo en sueos veo sus caras y me empao en sus esencias. Cinco aos han pasado, cinco aos viviendo en elmiedo y en la incertidumbre, rodeado por grandes murallas de metal que nos protegen de lo que nos quit todo. Cinco aos en la magnificencia que es Argos, o mejorconocido por sus habitantes como La Bveda.

  • CAPTULO II

    Apenas pude dormir despus de la pesadilla. La familia de mi cuada sigue dormida. Ayer escuch que discutieron hasta que me qued dormido, as que me voy atrabajar antes que despierten. Lo primero que vas a notar en Argos es el contraste pesado del sereno cielo azul y el aire fresco con la ciudad griscea y sucia, rodeada demurallas de metal oxidado. Mi vecindario sigue creciendo hacia arriba. Los departamentos donde vivo son los nicos que permanecen idnticos y, a pesar que losedificios siguen elevndose, la muralla no lo hace. No es una sorpresa que las filtraciones de infectados aumentaron en el ltimo mes.

    Llego a la estacin de tren. La gente se aglomera en el andn y espera abordar con su ticket en mano. Paso mi tarjeta de trabajador por la mquina de registro, y me lanzaun ticket color amarillo que me permite abordar por el resto del da. Claro que esto no es gratis, lo pago de mi salario. No es caro, pero apenas gano lo suficiente parasubsistir.

    Al llegar a la barra de seguridad, paso el ticket por el sensor, y con un pitido la barra se eleva dejndome pasar. Subo las escaleras para llegar al andn. Las mismas carasde todos los das, aunque el da de hoy parece que la gente est de mejor de humor que otros. Espero con la multitud hasta que el tren llega puntual a las 7:40. Laspuertas se abren con el resoplido de un pistn, y nos amontonamos en la entrada.

    El tren est abarrotado. Moverme entre las personas siempre me irrita; pero el da de hoy el sentimiento es peor porque me recuerda el sueo que tuve anoche. De ida altrabajo, casi nunca consigo un asiento. Todos estn llenos, y trato de ser caballeroso y dejar que las mujeres los usen. Ey, no porque es el fin del mundo, debes perderlos modales!

    Las puertas se cierran, y un pitido doble de tonos distintos nos indica que estamos a punto de partir. El tren avanza con rechinidos metlicos y crea una pequeamecedura de los cuerpos.

    La voz de una mujer (a la que llamamos Karla) nos habla a travs de las bocinas:

    Meftah les quiere desear la mejor de las maanas, un da provechoso a los trabajadores, y que nuestros estudiantes encuentren el conocimiento que estn buscando.Ustedes son nuestro futuro. Y recuerden: permanezcan dentro, permanezcan seguros.

    Entre la multitud, Toms se acerca tocando su guitarra y cantando sus clsicas canciones de esperanza (o lo que sea, la verdad es que no le pongo atencin). El chico meagrada, es de las pocas personas en este lugar que parece tratar de levantar el nimo de la gente a su alrededor. Canta avanzando entre la multitud pidiendo una que otramoneda, o lo que sea con lo que lo puedan ayudar. Casi nunca le dan. Yo trato de hacerlo, pero quin tiene dinero para regalar en estos tiempos?

    Toms se me acerca. Su cara no es la misma de todos los das.

    Toms le digo.

    Hola, Chris me dice desanimado.

    Guau, parece que pisaste mierda de perro. Qu pasa, chico? Est todo bien?

    Si cantar en un tren para un montn de amargados califica como estar bien, entonces s, estoy de maravilla.

    No estamos amargados le digo riendo. Estamos jodidos.

    Unos ms que otros.

    Qu pasa?

    Niega con la cabeza.

    Van a hacer recorte en la fbrica al final del mes y yo estoy en la lista.

    Mierda, amigo, malas noticias.

    Enterarte que tu novia est embarazada de otro cabrn es mala noticia; esto es una sentencia de muerte.

    Anmate, va a salir algo ms.

    Lo dudo.

    Y yo tambin. Los trabajos son limitados, y perder el tuyo en verdad puede ser una sentencia de muerte.

    Las bocinas emiten un largo y suave pitido, seguido por la voz de la mujer:

    A continuacin, las estadsticas del mes.

    En pantallas contiguas a las puertas y en unas pantallas cilndricas adheridas al techo, y que van por todo el vagn, se muestran las estadsticas del progreso de Argos.

    GOBIERNO Y ECONOMA

    GASTO DEL GOBIERNO EN SALUD AYER: $151.218.

    GASTO DEL GOBIERNO EN EDUCACIN AYER: $134.565.

    GASTO DEL GOBIERNO EN FUERZAS ARMADAS Y PROTECCIN CIVIL: $69.223.

    AGUA:

    AGUA SUMINISTRADA (LITROS POR SEGUNDO): 292 lts. / segundo.

  • AGUA DESINFECTADA (LITROS POR SEGUNDO): 276 lts. / segundo.

    AGUA CONSUMIDA ESTE AO (MILLARDOS DE LITRO): 6,8.

    Y la ms importante de todas:

    SALUD

    MUERTES CAUSADAS POR EL VIRUS ESTE AO: 0.

    No termin la carrera, Chris me dice Toms leyendo las estadsticas. Y no entiendo bien de estadstica tampoco, pero te puedo decir que estas son una mierda.

    No podra estar ms de acuerdo. Cmo es posible que se gaste esa cantidad de dinero al da en salud, y aun as la gente muera por un simple resfriado? O alguien comoyo, que tiene una Maestra en Ciencias de la Computacin, tenga un trabajo de empacador. Para qu invertir en educacin si no hay empleo para nosotros? Lo peor detodo es que omiten datos con los cuales no nos pueden engaar, como el empleo o la produccin de alimentos. Ni hablar, el gobierno miente desde pocas inmemorables.

    Toms me estrecha su mano y se marcha, sigue cantando (sobre un perro?) y las personas siguen ignorndolo.

    Llegamos al sector industrial, las personas se ponen de pie y, una vez ms, la voz nos recuerda el propsito en nuestras vidas.

    Muchas gracias por viajar con nosotros. Y recuerden

    Permanezcan dentro, permanezcan seguros murmuro.

    Salgo de la estacin y me dirijo a la fbrica. El ambiente en este sector es an ms pesado; el aire es espeso y sucio, acompaado por un olor penetrante a humo creadopor las grandes chimeneas de los edificios. La nica diferencia es que en este sector se puede ver con claridad el impresionante Elevador rojo que lleva a Urah. Se elevahasta las nubes terminando en la trascendental ciudad, que desde aqu abajo no parece ser ms que un pequeo y borroso disco. Las calles estn agrietadas, y laspersonas en uniformes, sudadas y agotadas. Esta imagen lo hace ver como el lugar ms triste de Argos. No debera ser as, es el sector de trabajo, y la sociedad avanzatrabajando; pero estas vidas fueron forzadas por eventos fuera de nuestro control. Cada quien controla su destino es una frase que fue borrada de los libros despusde La Calamidad.

    Llego a mi fbrica, una maquiladora gigantesca de armas fundada por la Corporacin Meftah. Las armas son de lo ms importante en esta poca. Lstima que no le darani a un elefante, aunque estuviera a diez metros de m.

    El recepcionista me recibe con un saludo.

    Chrisy dice Paul. Por su rostro, s que no est de buen humor (qu nuevas).

    Paul! le digo tratando de esbozar una sonrisa para este viejo cascarrabias. Cmo ests?

    Feliz, Chrisy Feliz de poder estar lejos de mi esposa en estos momentos.

    Y eso por qu?

    Ya sabes cmo son las mujeres, siempre molestando por estupideces. Pero bueno, uno se casa para siempre, no?

    Me limito a marcar mi ficha de entrada. Quisiera tener tus problemas, Paul. Quisiera tener a mi esposa, aunque me molestara todo el da. No hay un da que no laextrae. Cambiara todo lo que tengo por un da ms con ella, aunque sea en su peor faceta.

    Dejo mis cosas en los vestidores, me pongo mi uniforme azul de uso rudo y llego a mi banda de trabajo. Y es aqu donde voy a pasar las siguientes ocho a diez horas con una hora de descanso: frente a una banda de caucho, empacando piezas metlicas que son mandadas a otra fbrica para ser ensambladas.

    Barry llega un par de minutos despus, risueo como siempre, como si un buen chiste se repitiera en su cabeza una y otra vez.

    Chris, Chris me dice con entusiasmo.

    Barry, Barry le digo, pero con un tono menos entusiasta.

    Cmo va tu maana?

    Lo mismo de siempre.

    Menos mal que las cosas no estn peor, no?

    Ja! Es buena esa, Barry.

    Le gusta verle el lado bueno a las cosas. Para m es difcil. Hubo un tiempo cuando trat de inyectarle alegra al trabajo (a meter cositas en una caja), pero es demasiadoaburrido y montono. Tengo una Maestra, maldita sea, yo me prepar para hacer cosas importantes. Claro que no se lo digo a Barry porque para l cualquier trabajotiene significado.

    Escuchaste lo de Michael? me dice con un tono de voz apenado.

    Qu hay con Michael?

    Se qued sin trabajo. l y otros 200 trabajadores.

    Mierda.

    Mierda, as es.

  • Y qu va a hacer?

    No lo s. Qu opciones puede tener? Las cosas se estn yendo a la mierda.

    Lo s, y el otro da vi al gobernador Ellis en televisin diciendo que se han generado quin sabe cuntos empleos este ao.

    S, pero la misma cantidad de personas se quedan sin uno. Pobre Michael, si no consigue trabajo, se va a quedar sin su bveda.

    En un mes estar viviendo en una Bveda Comn, acurdate de m.

    No digas eso, hombre, pobre de su familia.

    Lo siento, pero es verdad, amigo. Me duele por Michael, es un buen hombre, pero eso es lo que sucede cuando pierdes tu empleo.

    Nuestras bvedas son una concesin. No pagas, no hay bveda.

    Tal vez se ponga el casco.

    Tal vez, aunque no s qu es peor: vivir en una bveda con otros 100 cabrones o trabajar en las minas.

    Y que lo digas.

    El resoplido de una chimenea de vapor nos indica que es tiempo de trabajar. La banda se mueve y nos trae las piezas a empacar.

    Bueno, amigo, hay que trabajar me dice Barry mientras se pone sus guantes de trabajo.

    Empaco, empaco y empaco, todo el santo da. Demonios, odio mi maldito trabajo, odio este maldito lugar y odio est maldita ciudad. Como quisiera que todo seterminara. Es raro que est de tan mal humor; pero el sueo que tuve anoche me recuerda lo mucho que tena y lo poco que ahora tengo. Me ando por la ciudad con unconstante peso en mi cuerpo, que me hace desear que todo esto se terminara. De no ser por la familia de mi hermana, ya lo hubiera acabado todo. Qu sentido tiene?Pero no puedo dejarlos, Laura no lo hubiera querido.

    Suena el pitido de la alarma, seguido de una luz roja intermitente que rodea todo el cuarto. Las mquinas se detienen y alguien detrs de nosotros llega soltando unalarido. Barry y yo nos volvemos para encontrarnos con la cara doliente de Lamar. De su mano escurre un chorro de sangre que cae sobre el suelo de concreto. Debidistraerse, y una de las mquinas corto sus dedos. Barry se apresura a asistirlo. A m no me importa. No lo conozco del todo, es una persona ms. Tal vez estara mejorsi la mquina le cortara todo el cuerpo. Al fin y al cabo, en este mundo no hay nada bueno por qu vivir, as que me limito a terminar con mi trabajo hasta que es la horade salida.

    ***

    Estoy exhausto. Aunque es un trabajo sencillo, sin el menor reto posible, estar de pie empacando durante un largo periodo de tiempo me drena cada gota de energa.Fuera de la fbrica es el mismo panorama: el ambiente pesado, las personas moribundas y el imponente Elevador rojo.

    Viajo de vuelta en el tren y por las ventanas las industrias se alejan hasta llegar a mi sector. Arrastro los pies camino a casa, los brazos me pesan como si llevara unamancuerna en cada mano. Me detengo frente a mi puerta y me toma unos segundos poder entrar. Solo deseo que est tranquilo y que hoy Efran y Mabelle no peleen.Por el amor de Dios, solo quiero tener una cena y una noche tranquila. Abro la puerta y un olor a estofado de pollo hace que mi cuerpo se sienta ligero una vez ms. Noes el mejor pollo del mundo; pero es mucho mejor que las latas de despensa que nos da La Compaa.

    Sintate, ya vamos a cenar me dice Mabelle.

    Dejo mis cosas en la habitacin, regreso a la cocina y me siento a esperar la comida. Minutos despus, llega mi cuado junto con Dale. Nos saludan y van a suhabitacin. Mabelle pone un plato de estofado de res y chcharos en cada lado de la mesa.

    La cena est lista! los llama Mabelle. Efran y Dale salen de la habitacin y los tres se sientan.

    Se ve bien dice Isaac; Mabelle no dice nada e Isaac pone una sonrisa nerviosa. Qu pasa? Te dije que se vea bien.

    Gracias dice Mabelle de mal humor.

    Qu genio tienes responde Efran y solo sirve para agregar ms tensin a la situacin. Me limito a ingerir mis alimentos, que en verdad s estn buenos.

    Cmo estuvo tu da? me pregunta Mabelle.

    Bien digo mientras me tapo la boca con una servilleta.

    Cmo crees que va a estar? dice Isaac. Mabelle resopla. Es lo mismo de todos los das.

    Pues s respondo. As es.

    La misma mierda.

    Me encojo de hombros.

    Corrieron a Michael le digo.

    Qu mierda dice Efran. Tambin van a correr al nio ese que canta en el tren. Cul es su nombre? Timothy.

    Toms lo corrijo.

  • Ese pobre cabrn. Me cont toda su historia en el tren.

    A m tambin.

    Muchacho molesto dice rindose.

    Como si te molestara en algo refuta Mabelle. Te la llevas hablando de todas maneras.

    Efran se re, pero un poco de tenso.

    Tal vez responde. Pero sabes de quin es la culpa?

    Del gobierno? dice Mabelle con sarcasmo.

    Del gobierno. De los Meftah.

    Mabelle rueda los ojos. Aqu vamos.

    Sigan diciendo que los empleos estn aumentando y que las condiciones de vida tambin; pero creen que nos hacen estpidos y que no nos damos cuenta. Y a la gentele da unas cuantas migajas para que se quede callada. Las becas, por ejemplo.

    Qu tienen de malo las becas? refuta Mabelle.

    Por favor dice Efran rodando los ojos.

    Dale pudo subir y no estara aqu con nosotros, corriendo el riesgo que se consiga un trabajo de mierda (como t le dices).

    A Efran se le prende la mirada cuando escucha eso, Dale y yo solo bajamos la cabeza.

    Mil veces te lo he dicho, mujer. No puedes

    Sabes qu? interrumpe Mabelle. No tengo ganas de hacer esto, mejor cmete tu comida de mierda.

    Efran espera unos segundos para continuar:

    Como les deca

    El sonido grave de la alarma lo interrumpe, rueda sus ojos y dice con fastidio: Ya conocen el ejercicio.

    Y abajo vamos. Nos ponemos de pie, dejamos los platos en el lavaplatos, movemos la mesa a un lado. En el suelo hay una alfombra color tierra que oculta un bulto quesobresale del suelo. Efran quita la alfombra para revelar lo que es nuestro refugio desde hace casi cuatro aos: la puerta gris y oxidada de una bveda que da al subsuelo,en donde nos escondemos hasta que los cazadores se encarguen de los infectados que se infiltran en Argos. Es una puerta con dos perillas: una grande en forma deestrella en el centro de la puerta y una redonda y pequea con una manivela. Efran se pone de rodillas, toma la manivela y la gira. La pequea perilla da vueltas y,despus de varios giros, la gran perilla principal le sigue despacio. Una vez que llega a cierta posicin, Efran toma la perilla principal y con gran esfuerzo la gira. Le datres vueltas, el candado se abre con un sonido metlico y la puerta se entreabre.

    Efran termina de abrirla y le dice a Mabelle:

    Primero las damas.

    Mabelle le devuelve una mirada irritada (sigue irritada por la tensa discusin que tuvimos), baja por las escaleras y se pierde en la oscuridad.

    Dale le dice mirndolo.

    Dale le sigue el paso a su mam y antes que termine de bajar, la luz se enciente en el cuarto bajo nosotros.

    Vas, concuo me dice.

    Las damas primero le digo de manera gentil. Se re y baja por las escaleras.

    Lo sigo debajo de la tierra por las escaleras que crujen con cada pisada, tomo una perilla en la parte de abajo de la puerta, la halo con fuerza y cierro la cierro sobre micabeza. Bajo una perilla que est incrustada a la puerta: esto impide que la puerta pueda abrirse por fuera. De un salto me dejo caer. La habitacin es ms o menos comolas bvedas de banco, solo que las paredes no estn hechas de metal, sino de concreto con angostos ductos de metal que salen a la superficie para brindarnos oxgeno.

    Cada quien tiene derecho a modificar su bveda al gusto; pero lo ms comn que encontrars en una de ellas son pilas de garrafones, botellas de agua, comida enlatada ycamas o, en nuestro caso, vastas mantas tendidas en el suelo que nos sirven para dormir. Un pequeo foco que cuelga del techo, con una cadena que sirve comointerruptor, nos brinda la suficiente iluminacin, y tenemos bombillas de repuesto en caso que una se funda o se rompa. No querras estar atrapado bajo tierra en totaloscuridad; creme, lo aprendimos a las malas. La iluminacin es la nica electricidad que nos brinda la compaa, as que nosotros ahorramos para comprarnos ungenerador, una de las mejores inversiones que hicimos. El calor aqu abajo es insoportable, pero contamos con aire acondicionado. Pero lo ms importante es unabombilla oblonga, que sale de la pared, que se ilumina en color verde cuando la filtracin fue contenida. Por lo pronto, el color rojo nos indica que los cazadores estnafuera haciendo su trabajo: encontrar a los infectados hasta que mueran de nuevo.

    Y ahora de qu vamos a hablar? dice Efran.

    Yo creo que nos vamos a dormir dice Mabelle. Su tono muestra que todava sigue enfadada con Efran; pero esto no es por la discusin que tuvimos hace unosmomentos, esto tiene que ver con Dale ms que con otra cosa.

    Yo tambin me quiero dormir, pap, estoy muy cansado le sigue Dale. Restriega sus ojos y deja ir un bostezo. No s si est actuando para dejar atrs estos

  • momentos de tensin o est cansado.

    Qu aguafiestas dice Efran con un tono burln.

    Preparamos nuestras camas y Mabelle y Dale se acuestan en el suelo, uno junto al otro. Yo hago lo mismo en el otro extremo de la habitacin, y Efran se tumba a milado. Por su rostro, percato que sigue con el hilo de pensamiento que tena en la cena.

    Cmo ves todo el asunto? me pregunta.

    Pues s, yo estoy en parte de acuerdo contigo, pero

    En parte? me interrumpe. Est muy claro todo

    S, en parte lo interrumpo yo. Estoy de acuerdo con lo que nos dices sobre el gobierno. S, todos sabemos que el gobierno nos tiene como estamos

    No todos agrega.

    Est bien, no todos, pero eso de hacer una revolucin Hago una mueca y encojo mis hombros. Por lo menos a m, a nosotros, aclaro no siento que noshaya beneficiado del todo.

    Cmo no! Si no fuera por Los Linces, mucha ms gente estara muriendo. Estalla, como si estuviera insultado a su persona; pero cambia su cara, me dijo algo queno deba.

    Dime, Efran, qu han hecho por ti?

    Efran se rasca la oreja y mira alrededor del cuarto. La pregunta lo incomod, y parece que quiere decirme algo que tiene atorado en el pecho desde hace tiempo; peroquiere estar seguro que Mabelle y Dale estn dormidos para que no lo puedan escuchar. Su rostro abri mi curiosidad, me pregunto si Efran es parte de los rebeldes quese apodan Los Linces Rojos. Me lo cuestiono desde que empez a ser franco sobre el tema, y no sorprendera, ya que se refiere a ellos como si fueran nuestrossalvadores. Creo que hasta Dale y Mabelle sospechan de l tanto como yo. Me aseguro que Mabelle y Dale para asegurarme estn dormidos y, aunque dudo que loestn, no creo que nos estn poniendo atencin.

    Qu pasa, Efra? Dime lo que sabes le digo a lo bajo.

    Mejor te lo muestro me dice en el mismo tono.

    Mostrarme qu?

    Maana, despus de la cena. Ahora hay que dormir.

    Efran me da la espalda, y con eso me dice que es el fin de la conversacin. La respuesta de Efran me dej con una intriga que casi me hace morderme las uas y atiborrami mente de preguntas. Qu podra mostrarme? Ser que Efran es un Lince? Y qu es lo que en verdad estn haciendo por nosotros? Maana sabr de qu demoniosest hablando.

  • CAPTULO III

    Dormimos casi toda la noche en la bveda. Salimos cuando Mabelle nos despert en medio de la madrugada para decirnos que la luz haba cambiado a color verde. En eltrabajo no pude poner atencin. Barry trat de animarme con uno que otro chiste, pero no pudo sacarme ni una sonrisa. No era aburrimiento o melancola lo que senta,mi cabeza estaba llena de dudas y preguntas que me dejaron fuera de rbita. La conversacin que tuve ayer con Efran me dej con una intriga que quiere salir por miestmago, y esper todo el da para este momento.

    La cena estuvo callada, no discutimos de nada. El rostro de Efran se vea como el mo: lleno de incertidumbre, como si no estuviera del todo seguro sobre lo que me dijoanoche y ahora se quisiera retractar. Pero no, no seor, no lo dejar. Ahora me mostrars sea lo que sea que hayas visto.

    Efran espera que sea casi media noche y que Mabelle se vaya al cuarto a dormir. Se me acerca y me dice en un tono bajo:

    Listo para irnos?

    S, a dnde vamos?

    Dale escucha nuestra conversacin y se nos une.

    A dnde van? pregunta mirando a su pap.

    Vamos a bajar por las Puertas Dobles le dice con un guio.

    Oh dice mirando al suelo con un rostro de inseguridad, como si supiera a lo que se refiere. Ya veo. Pues buena suerte, to me dice haciendo una muecainsegura, deja ir un resoplido como si recordara algo desagradable y se marcha al cuarto con su mam. La manera que respondi me abri aun ms la curiosidad.

    l sabe a dnde vamos?, lo que me vas a mostrar?

    l sabe muchas cosas me dice Efran con un tono casi burln, seguido de una risa. Vamos me dice.

    Efran no le explica a Mabelle a dnde iremos. Solo se limita a decirle que nos marchamos, toma las llaves de la casa y salimos. Las calles se iluminan con una luz tenueque viene de altos postes de concreto. En mi vecindario (y en la mayora de los barrios de bajo nivel econmico) las calles estn casi vacas, a excepcin de pandillas deadolescentes o uno que otro indigente buscando comida. No hay mucho crimen en Argos: es una ciudad segura, ya que est en constante vigilancia por cmaras deseguridad encaramadas en los postes de luz y en cada edificio. Si alguien sale a delinquir, es probable que lo identifique el sistema.

    El nico problema que tenemos son las filtraciones. Nosotros tenemos nuestra Bveda, pero muchos indigentes desaparecen cada vez que suena la alarma. Haba unsujeto llamado Emmanuel, era un buen sujeto. Solamos darle las latas de aluminio para que las vendiera por unos centavos. Y una noche, despus de una filtracin, seesfum. Lo peor de todo es que se me hizo casi normal.

    A dnde nos dirigimos? pregunto.

    Al sur. Pasando las Puertas Dobles.

    ***

    Las Puertas Dobles son dos gigantescas puertas de metal que dividen los sectores poblados del sector agrcola y militar, donde se cultivan cereales como maz, trigo,frutas y vegetales. Solo entran trabajadores y miembros del ejrcito, pero Efran soborn al guardia y nos dej pasar. Pareca que se conocan desde hace tiempo, yestoy seguro que ya estuvo aqu varias veces.

    Los edificios se ven ms nuevos que en donde vivimos. Es natural, ya que esta es un rea de alta produccin para Urah, y mantienen la infraestructura en mejor estado.

    Lo que me pone nervioso es andar a hurtadillas y agazapados de edificio a edificio. Me da miedo que algn militar nos encuentre; pero todo el terreno se ve muerto, lonico que nos acompaa es la luz de la luna. Efran se ve tan natural; pero en cinco aos, yo nunca baj a la zona sur. Cinco aos?! Es increble que desde hace cincoaos no veo una novedad.

    A dnde vamos? le pregunto a Efran.

    Por mileaba vez, Chris, ya te dije que esperes. Sabes, tienes que aprender a ser un poco paciente.

    Cmo no me voy a impacientar si aqu me tienes escondindome entre los edificios?

    Pero te gusta, no?

    S, tengo que admitir que es emocionante. No sal del norte de la ciudad en cinco aos. Cinco malditos aos haciendo lo mismo, viendo lo mismo, oliendo la mismamierda todos los das. Es un buen cambio para variar.

    Llegamos a un invernadero, un edificio alto con paredes de cristal y techo abovedado. Hay lo que creo que son plantas de maz. Estas plantas son modificadasgenticamente por la compaa. Lo hacen para que puedan germinar en nuestras condiciones; aunque no tenemos la oportunidad de comer mucho maz, ya que laproduccin es baja en comparacin a la poblacin y la mayora termina subiendo a Urah.

    Nos acercamos a la puerta de un edificio contiguo al invernadero. Efran saca dos pequeos ganchos de su bolsillo y manipula la cerradura.

    Pareces ladrn profesional le digo.

    Tal vez lo soy.

    Le da unos jalones y picoteos y bota el candado. Entramos al edificio y se me seca la boca. Ahora s que estamos en problemas, ya que la pena para los ladrones es alta.

  • Parece ser una procesadora de maz (o al menos parecen serlo por las grandes mquinas y los pequeos residuos en ellas). Es un edificio comn y corriente; No es tansofisticado como la maquila donde trabajo. Pero el entrar sin permiso y hacer algo diferente me tiene desconcertado.

    Sgueme, no tenemos mucho tiempo me dice Efran.

    Pasamos por un lado de las mquinas hasta llegar a una puerta, la franqueamos y pasamos un pequeo pasillo, que por mis nervios parece hacerse ms largo con cadapaso que damos.

    Efran llama a una puerta tres veces, con una pequea pausa en cada golpe, y un hombre peln, con cabeza redonda y cuerpo musculoso nos abre.

    Brad saluda Efran.

    Apresrate que no tenemos mucho tiempo dice Brad con un tono ronco.

    Pasamos al cuarto donde hay un grupo de jvenes. Sus caras plidas revuelven mi estmago; parecen haber visto un fantasma.

    Y este quin es? pregunta Brad.

    Christian, mi cuado responde Efran.

    Brad inspecciona mi cara de cerca. Tiene una cicatriz que va desde su ceja hasta su mentn.

    Ja! Ests seguro que lo quieres traer aqu? No parece alguien de buen estmago.

    Qu significa eso? le pregunto.

    Nada, no le hagas caso.

    Brad se re de forma burlesca.

    Anda, Brad, rpido que no podemos estar aqu todo el da.

    Entramos a otra habitacin donde hay dos hombres apoyados en un estante lleno de cajas pegado a la pared. Brad les hace una sea, y estos empujan el estante a unlado. Al mover el estante, se revela una tabla pegada a la pared. Los hombres la quitan descubriendo un tnel que va dentro del edificio. Las piernas me tiemblan. Me damala espina, pero quiero saber qu es todo esto.

    Vamos dice Efran.

    Nos metemos a la abertura y entramos a una especie de tnel. Lo atravesamos agazapados, y la oscuridad se apodera del pasillo. La luz nos abandona y, con ella, todoel valor que me quedaba, hasta que topamos con una pared. Efran mueve a un lado unos pedazos de metal revelando otro tnel. Cruzamos la nueva abertura hasta llegara una pared de tierra.

    Qu es esto? le pregunto a Efran con preocupacin en mi voz.

    Por Dios, s paciente, maldita sea.

    Efran remueve un pedazo grueso de madera arriba de su cabeza, luego otro y otro ms. Dos lneas gruesas de tierra caen desde el techo, y creo imaginarme dndeestamos. Tiene que ser: por la manera que avanzamos, no podramos estar en otro lugar.

    Efran quita otro pedazo de madera, y al fin confirmo mis sospechas. Es el cielo oscuro repleto de estrellas. Estamos fuera de Argos.

    Efran se incorpora, se toma del borde y, jalndose con sus brazos y dando un brinco, sube y desaparece de mi vista. Me toma unos segundos reaccionar; pero Efranme llama, y al fin puedo seguirlo por detrs.

    Mierda me digo a m mismo.

    El terreno es yermo, el viento susurra a nuestro alrededor, y el horizonte baado en estrellas me deja sin aliento.

    Qu pasa, se te sali? me dice rindose.

    Qu estamos haciendo aqu? le pregunto.

    Ven.

    Quiero que me digas qu hacemos aqu.

    Mejor an, te lo voy a mostrar.

    Ests loco? Esto es peligroso, tenemos que volver.

    Qu nos podra pasar? me dice encogindose de hombros.

    Entre ms contemplo el terreno, ms tiene razn: no hay nada aqu afuera ms que tierra y las paredes de Argos detrs de nosotros.

    Efran avanza unos cincuenta metros y se pone en cuclillas. Lo sigo por detrs y advierto que descubri una especie de gancho con un candado que estaba sepultadodebajo de la tierra. Saca una vez ms sus utensilios del bolsillo y manipula el candado.

    Qu mierda es todo esto, Efran?

  • Se re.

    Abre el candado, lo quita y jala el gancho que est pegado a una compuerta, la cual permaneca oculta debajo de la tierra.

    Aydame me dice haciendo esfuerzo.

    Tomo la compuerta, y entre los dos la abrimos por completo. Es una entrada grande, con una rampa lo suficientemente amplia como para que baje un auto grande.Efran baja la rampa y lo sigo.

    Abajo no hay nada ms que dos puertas: una alineada con la rampa y otra en una pared lateral. Efran abre la puerta lateral (la cual no tuvo necesidad de manipular), mepide que pase y, con el corazn en la mano, hago caso a sus instrucciones.

    La nica luz que entra a la habitacin es la de la puerta detrs de m. Est tan oscuro que ni siquiera alcanzo a ver mi mano frente a mis ojos. Pero cuando Efranenciende la luz, un aire glido viaja por toda mi espina y me congela en el sitio. Lo que estoy viendo detrs de una pared de cristal es lo ms aterrador que vi en losltimos cinco aos: un cuarto lleno de infectados.

  • CAPTULO IV

    El corazn me hace un vuelco tan fuerte que siento que el pecho me va a explotar. Me qued sin palabras para describir lo que tengo frente a m.

    Hay al menos unos quince infectados en el cuarto. Estn vestidos con andrajos y se encuentran letrgicos. Parece que no nos pueden ver porque no se percatan denuestras presencias.

    Qu mierda es todo esto? le pregunto a Efran con miedo en mi voz.

    Qu parece?

    Un montn de mierda, yo me voy de aqu.

    Escapo de la habitacin hasta llegar a afuera, trato de recuperar todo el aire que me abandon.

    Espera! me grita Efran.

    Qu mierda estamos haciendo aqu?! le pregunto colrico. Pudieron habernos matado.

    No te preocupes, es seguro.

    Un montn de infectados es seguro?

    S, es ms seguro que estar dentro.

    Qu quieres decir? digo.

    Qu crees que hacen ah?

    No lo s, ni me importa. Quiero volver a casa.

    En serio no quieres saber?

    Lo que quiero es estar lejos de ellos.

    Voy de vuelta al tnel, y lo que dice Efran me para en seco:

    Son infiltrados!

    Me toma unos segundos volverme; estoy tratando de procesar lo que acaba de decir.

    Infiltrados?

    S.

    Ellos son los que se meten a Argos?

    As es.

    Mentira.

    Entonces qu crees que hacen ah?

    No lo s. Probablemente los capturaron o algo.

    Y los metieron en un cuarto enseguida de la ciudad? me dice en un tono irnico.

    S, qu ms podra ser? Los atraparon y los pusieron ah.

    Para m es la nica opcin con sentido. Infiltrados? Es ridculo.

    Por favor, Chris, de dnde los van a atrapar?

    No lo s, llegaron a Argos y los capturaron. Qu me ests tratando de decir, Efran? le digo con desesperacin.

    Mira a tu alrededor, Chris. Aqu no hay nada, est muerto.

    En eso tiene razn, el terreno es yermo y se expande hasta el horizonte. Las nicas almas en este lugar somos Efran y yo, pero esto es ridculo.

    No me importa, Efran, yo me voy a casa.

    Camino hacia el tnel; pero las preguntas me dan un dolor de cabeza que me impide marcharme.

    Con un tono frustrado le digo:

    Qu me ests tratando de decir? Que son los mismos infectados que entran a la ciudad de vez en cuando? Y los metieron ah para luego soltarlos en la ciudad?

    S, es exactamente lo que te quiero decir.

  • Mentira. No lo creo ni por un segundo digo frustrado.

    Quin los puso ah?

    La Compaa.

    La Compaa? digo incrdulo. Los mismos que construyeron Argos y Urah? Los que nos dan refugio y comida? Esa compaa?

    As es dice seguro de su respuesta y con una pizca de furia en su voz.

    No te creo ni por un segundo. Por qu iban a hacer eso?

    Porque nos necesitan! Se le agot la paciencia, y no es por no creerle, sino por mencionar a La Compaa. Necesitan que produzcamos para que ellos puedanmantener el estilo de vida que tienen y nos mantienen con miedo para que no queramos salir de la ciudad. Djame preguntarte algo, Chris, alguna vez has salido de laciudad?

    Me toma unos segundos responder.

    No.

    Nadie sale de la ciudad.

    Para qu ibas a querer salir? No hay nada aqu afuera.

    Exacto! No hay nada aqu afuera, pero aun as no te atreves a salir. No tenemos prohibido salir de Argos, pero por qu no te atreves?

    Me quedo meditabundo unos segundos; es una pregunta que nunca me hice.

    Efran se acerca y me dice en un tono tranquilo:

    Porque tienes miedo.

    Por un segundo, todo el mundo desaparece y me congelo en el vaco. Tiene razn: tengo tanto miedo al mundo que no me atrevo a hacer nada con mi vida.

    Tienes miedo repite. Porque la Compaa te hizo creer que si sales, vas a encontrarte con algo malo y vas a morir, y que el nico lugar donde puedes vivirtranquilo es ah dentro dice sealando a Argos. Detrs de las altas murallas de metal y en tu cmoda y segura bveda debajo de la tierra.

    Y La Calamidad? digo justificndome. S que eso es cierto, yo lo viv.

    La Calamidad fue muy real. Eso todos lo vivimos y fue devastador; pero la Calamidad fue hace cinco aos y esa poca se acab.

    Quieres decir que ya no hay infectados? Que el virus desapareci? le digo sorprendido.

    Efran se encoge de hombros y seala al terreno vaco.

    Eso no lo s con certeza; pero lo que s s es que los nicos infectados que vas a tener oportunidad de ver son los que estn en esa habitacin.

    El mundo me da tanta vueltas que estoy a punto de desplomarme.

    Necesito ir a casa le digo con voz frgil.

    Entro al tnel y esta vez Efran no me detiene.

  • CAPTULO V

    Es el peor da que tuve desde que llegamos a Argos. Cuando la Corporacin Meftah anunci sobre la apertura de la Ciudad de las Grandes Murallas, fue como un rayode esperanza que nos hizo sentir como si pudiramos recuperar nuestras vidas. Por fin estaremos seguros y volveramos a la normalidad, nos dijimos a nosotrosmismos. En aquel entonces el pnico segua recorriendo lo que quedaba de las calles. Nuestra vida era ocultarnos de un lugar a otro, sin otro propsito ms que el desobrevivir. La ciudad llevaba unos meses en construccin; pero con los sobrevivientes que la habitamos, fue evolucionando a un ritmo exponencial. La ciudad de Urahtambin estaba en construccin, con unos pocos afortunados ya viviendo en los cielos. Bueno, al menos estamos protegidos, me deca a m mismo cuando mirabahacia las nubes con un sabor amargo. Pero al ver los depsitos de infectados, ya no estoy seguro de quin debemos protegernos.

    Acaso Efran tiene razn al apoyar a la rebelin que quiere derrocar al gobierno? Quin est financiando todo esto? Reconozco que Argos y Urah son proyectos queiniciaron los hermanos Meftah; pero esta ciudad se mueve por la productividad de sus habitantes. Si nosotros no trabajramos, no tendramos nada, y Los Elevados nogozaran de su estilo de vida. Ahora que lo veo desde este punto de vista, empatizo ms con Efran, y la decisin de no dejar que Dale subiera becado a Urah. Aunquetuviera un mejor estilo de vida, estara apoyando al sistema monstruoso que construyeron a expensas de nuestra ingenuidad. Me dan vuelta las tripas al solo pensar quelos ricos disfrutan de un estilo de vida lleno de seguridad y lujos mientras que nos alimentan con miedo.

    En el trabajo no pude cometer ms errores. Estoy seguro que si no trabajara en una banda, hubiera perdido los dedos de las manos y los pies. No pude mantener unaconversacin con nadie; la urgencia que senta de gritar la verdad me dejaba paralizado. Qu pasara si todos se enteraran de lo que vi anoche? Barry me creyera? Es unhombre inteligente y razonable, pero l es feliz con su vida. Qu tal los dems? Sera prudente decirles la verdad? Podran con ella? En este momento no estoy seguroque yo pueda con ella; as que mantendr mi boca cerrada hasta que pueda pensar con claridad. Toda esta rabia y confusin me hace rechinar los dientes sin cesar.

    Necesito relajarme. No quiero ir a casa porque ah tengo que ver a Efran, y solo me recordar ms sobre el asunto, as que la obvia opcin es ir al Milagros. Tal vez conunas cervezas pueda reprimir mi odio hasta lo ms profundo.

    ***

    Me bajo en la estacin del sector comercial. El ambiente aqu es ms vivaz. Es como la vieja ciudad de Las Vegas: aqu las personas no duermen y siempre hay algo quehacer. Las luces centellantes iluminan los edificios con todo tipo de colores, las personas pululan de arriba abajo, y los puestos comerciales (la mayora puestos decomida) abundan las calles. En este sector el gobierno aprovecha para bombardearnos con publicidad. Anuncios requiriendo tu servicio militar, otorgamiento de becaspara alumnos distinguidos y mi favorita: Permanezcan dentro, permanezcan seguros, acompaado de un cazador, el orgullo de Argos. Este tipo de publicidad seencuentra en todos los sectores. Puedes encontrar vallas, carteles y hasta anuncios pintados en las paredes de los edificios que nos recuerdan o nos tratan deconvencer de que Argos es el mejor lugar donde vivir en el mundo (y el nico), y todo esto gracias a la Corporacin Meftah.

    Paso entre puestos y vendedores ambulantes que tratan de detenerme y ofrecerme todo tipo de servicios, desde joyera de dudosa procedencia hasta mujeres.

    Te ves un poco triste, amigo, no te gustara pasar un buen rato con ella? me dice un hombre con un chaleco de cuero, una cadena plateada y una cresta rubiapuntiaguda. Por el rabillo del ojo alcanzo a ver la foto que tiene en su mano: una mujer asitica, delgada y desnuda de la cintura para arriba, con dos estrellas amarillasque le censuran los pezones. Te gusta? Barata, amigo. Es bien sucia, yo ya Acelero mi paso antes que el hombre pueda terminar.

    Tambin me ofrecen comida, y no la rehso porque la carne de aqu podra ser de cualquier animal (rata, paloma, perros, lo que sea que se te venga a la mente), pero esque la noticia de ayer me dej sin apetito. Solo quiero una cerveza, una maldita cerveza!

    CANTINA LOS MILAGROS se lee en un letrero ovalado con luces rojas y blancas en el borde, una de ellas descompuesta que se enciende y apaga de maneraintermitente. Las palabras son acompaadas por una copa para Martinis, y dentro de ella una aceituna atravesada por un mondadientes.

    El lugar est lleno, es uno de los ms concurridos de Argos y de mis favoritos. Es un lugar rstico con paredes y mesas de madera y un escenario al frente. El hedor aborracho es penetrante.

    Me acerco a la barra y me siento en un banquito. Filiberto, el camarero, se ve tan sucio como siempre, con su barba larga y blanca, enrollada en la punta y con un toquecaf de la suciedad que va agarrando del lugar. Le pido una cerveza.

    Tomo un trago. El sabor horrible pasa por mi garganta y agita mi cuerpo. El mejor sabor de Argos. Lo bueno es que esta noche cantara Kessey, una muchacha que tocajazz y canta con una increble voz.

    Despus de varios minutos pasando la amargura de la cerveza, una mano palpa mi hombro. Efran.

    Qu pasa, hermano? Te ves jodido me dice mientras se sienta a mi lado.

    Por arriba de su hombro, veo a Can en la puerta, otro sujeto metido en estos rollos rebeldes. Un buen sujeto, pero no confo en l.

    Nah, estoy bien respondo.

    Seguro?

    Cmo supiste que estaba aqu?

    Dnde ms ibas a estar despus de lo de anoche?

    Buen punto digo y tomo un trago.

    El lugar se queda en silencio, las luces se atenan, y del escenario sale Kessey con un vestido negro y su caracterstico rostro lastimero. Suena una tranquila meloda,seguida de su voz que deja a todo el lugar quieto.

    La escuchamos cantar por un minuto hasta que le pregunto a Efran:

    Cunto tiempo crees que pase hasta que se la lleve un rico a Urah?

  • Unas semanas? deduce Efran. O tal vez nunca. Tal vez tenga sida o algo as.

    Dios mo digo harto de su actitud.

    Tranquilo, estoy bromeando responde rindose.

    Por qu no les dicen a las personas? le pregunto con seriedad.

    Niega con la cabeza, se nota incmodo.

    Imposible.

    Qu tiene de imposible?

    Crees que se lo van a tomar a la ligera?

    T me lo enseaste a m y mrame: aqu estoy, emborrachndome le digo levantando mi cerveza.

    Hay una razn por la que te lo dije a ti.

    Y cul es esa?

    Hum dice buscando las palabras adecuadas, pero no las encuentra.

    Increble.

    Eres inteligente. Sabras cmo lidiar con la situacin.

    No creo que est lidiando bien con ella.

    La ests llevando mejor que muchos otros. Esto que vienes a hacer aqu es mejor de lo que esperaba. Crees que estas personas puedan hacerlo? Pregntate a timismo eso. Mralos dice sealando a su alrededor. Simplemente van por la vida y viven dormidos. Se despiertan, trabajan, comen, cagan, tal vez tengan sexo yvuelven a dormir.

    Es una buena vida. Por cierto, olvidaste mencionar que tambin se emborrachaban.

    Mi punto es que no estn listos. Hace una pausa, se queda meditabundo por unos instantes. Creme que lo he pensado mil veces, decirles de toda esta mierda.Pero creme aun ms cuando te digo que no puedes hacerlo. Chris, promteme que no le vas a decir a nadie.

    Que los zombis que andan sueltos somos nosotros mismos? Y que la corporacin?

    Chris.

    No te preocupes. Adems no creo que me crean.

    Te sorprenderas.

    Qu quieres decir con que soy inteligente? Se encoge de hombros y se pone de pie. Me necesitas para algo?

    En este momento no, estamos bien. Tal vez un da; pero por lo pronto tengo que hacer unas cosas con Dale. Cudate me dice dndome unas palmadas en laespalda, dejndome con una cerveza y mil preguntas.

  • CAPTULO VI

    Parto del Milagros un poco aliviado y embriagado. Su cerveza s que es milagrosa. Quin sabe cmo la hacen, pero a quin le importa?! Con que me entumezca elcerebro y me haga ver doble toooodo est bien.

    Vuelvo a la tranquilidad de mi vecindario. Despus de la msica y los raros vendedores ambulantes, el silencio me cae de maravilla. Entro a la casa y Mabelle estsentada en la mesa del comedor como si esperara a alguien. Al verme se pone de pie de un brinco. Su reaccin me sorprende y me acelera el corazn.

    Qu pasa? le pregunto preocupado.

    Y Efran y Dale? Pens que estaban contigo me dice con voz temblorosa.

    No. Los vi en el Milagros, pero salieron antes que yo.

    Vuelve a sentarse en la silla mordindose la ua del pulgar.

    Pens que venan para ac.

    No, no llegaron. Y ya son mira el reloj en su mueca ms de las dos de la maana. Esto me sorprende tanto como a ella. Aunque no tengan trabajo maana,casi nunca llegan tan tarde. No recuerdo una sola vez que llegara despus de las una de la maana. Mabelle me contagia el temor con su rostro de preocupacin.

    Los viste en la cantina? Qu dijeron? A dnde iban? farfulla.

    No me dijeron nada. Efran y yo hablamos, pero luego se marcharon.

    Y no te dijo a dnde iban?

    No, no me dijeron nada.

    Y con quin iban? Viste a alguien?

    No, no que yo recuerde. Hum le digo y me quedo meditabundo unos segundos. Creo que Can los acompaaba.

    Y no? Sus palabras son cortadas por la alarma que nos indica que es tiempo de ir bajo tierra. El rostro de Mabelle se vuelve plido como el de los infectados.

    No dice con espanto No, no, no repite mirando a todos lados.

    El corazn se me acelera. Miro furtivamente por el cuarto, pensando qu debemos hacer, pero no nos queda otra opcin.

    Tenemos que bajar le digo a Mabelle.

    No pueden estar afuera, no con la alarma, los van a

    Mabelle, tenemos que bajar.

    Y Dale?! Efran?! me dice casi llorando.

    Tenemos que bajar.

    Estn all afuera!

    Seguro estn bien, pero ahora tenemos que bajar le digo empujando la mesa a un lado.

    No voy a bajar hasta que est mi hijo aqu!

    Mabelle! le grito y la tomo de los brazos Tenemos que bajar. De nada sirve quedarse aqu arriba, es peligroso. Seguro que estn bien, deben estar en casa deCan o con alguien ms y van a ir bajo tierra le digo tratando de usar un tono ms tranquilo.

    Y si no? Y si estn ah afuera?

    Los cazadores estn afuera tambin, van a contener a los infiltrados.

    Estas palabras me hacen recordar el depsito de infiltrados, y es como recibir una patada en el estmago que me vuelca las tripas. Son el motivo de la alarma esta noche,y todo es creado por el mismo gobierno. Si mi cuado y mi sobrino mueren, ser por culpa de ellos y no de los infectados. Me hace apretar los puos hasta casi sangrar.Me da tanta rabia e impotencia; pero no puedo dejar que Mabelle sepa sobre lo que vimos.

    Los cazadores no los podrn ayudar me dice desesperada. La ltima vez les tardo ms de cinco horas hacer su trabajo, en ese lapso pueden pasar muchas cosas.Su rostro cambia como si hubiera tomado una decisin que la llena de terror. Tengo que salir me dice a lo bajo, como si se lo dijera a s misma. Tengo que salir.

    Al escuchar estas palabras el miedo me paraliza; pero no es nada comparado con el miedo que me da al decir lo siguiente, algo que nunca pens que dira en mi vida:

    No, yo ir.

    El rostro de Mabelle me dice que me quede aqu, como si quisiera detenerme; pero al mismo tiempo quiere salir a ayudar a su familia. Y la entiendo, es lo que Efranhara por m y es lo que Laura hubiese querido.

    Quito la alfombra y abro la puerta de la bveda. Al ver la oscuridad en el orificio, lo nico que quiero es saltar y refugiarme hasta que todo se acabe. Pero debo protegera mi familia. Mabelle da un paso por las escaleras y se detiene en seco para mirarme a los ojos.

  • Chris dice, y las siguientes palabras le toma unos segundos articularlas: No tienes

    No te preocupes, voy a estar bien le digo mientras pongo mis manos en sus hombros. Baja, yo los buscar.

    Nos miramos por unos segundos, una mirada que me recuerda a los viejos tiempos de la Calamidad. Es la misma mirada que le dabas a alguien cuando te despedas,como si fuera la ltima vez que lo veras.

    Mabelle me abraza del cuello. Me aprieta fuerte. Debo proteger a mi familia, me repito a m mismo. Baja con el crujido de las escaleras en cada paso, la luz de labveda se enciende, y antes que pueda cerrar la puerta, me grita desde abajo:

    Dejar el pasador abierto por si necesitas entrar.

    Miro sin sentido hacia el cuarto subterrneo y me toma varios segundos armarme de valor para cerrar la puerta.

    Aqu estoy a solas en la habitacin; lo nico que me acompaa es el pitido de la alarma que viaja por todo Argos. El cuerpo me tiembla de pies a cabeza. Desde quellegu a la ciudad no senta ese miedo: correr bajo tierra me hizo sentir protegido.

    La puerta se ve ms grande que nunca, distorsionada por mi pavor. Una maligna presencia se cierne detrs de ella. Tomo un gran respiro y trato de convencerme quetodo estar bien: Tranquilo, me digo a m mismo, Argos es enorme y las posibilidades que me encuentre con un infectado son bajas. Tambin estn los cazadorespara ayudarme por si algo sucede. Me acerco a la puerta y pongo la mano en el pomo. Estoy tan asustado que la perilla tintinea por el temblor de mi mano. Resoplo,cierro los ojos con fuerza y los vuelvo a abrir. En un solo movimiento, doy un paso hacia atrs y abro la puerta con fuerza.

    Nada. Las calles estn tranquilas y el nico sonido es el de la alarma. Trago toda la saliva que puedo y doy un paso hacia al frente. Otro paso y luego otro. Uno ms.Estoy fuera. Las calles estn vacas, como si la ciudad estuviera deshabitada. Pensaras que esto me alentara, pero es todo lo contrario. Me aterra el hecho de estar solo,sin alguien que me ayude en caso que algo sucediera. Al menos tengo a los cazadores, me digo.

    Tranquilo, no hay nadie, no hay infectados. Ahora hay que encontrar a Dale y Efran, me murmuro a m mismo. Cierro los ojos, lleno mis pulmones y trato demantener el aire lo ms que pueda, hasta que la tranquilidad llena mi cuerpo. Ahora dnde podran estar?.

    Un cacho de tierra cae a mi lado. Me vuelvo en todas direcciones con desesperacin y es cuando miro hacia arriba que lo descubro. Sentado en cuclillas sobre el techo,mirndome como un depredador, meneando su cabeza de un lado a otro con su mandbula abierta. El aire me deja por completo, y el sonido de la alarma desaparece enmi cabeza. Doy un pequeo brinco involuntario, y el infectado salta sobre m. Antes que me agarre, me arrojo de bruces dentro de la casa y me arrastro sobre el piso.

    El hombre entra a la casa arrastrando los pies, moviendo su cabeza de lado a lado. Su piel cetrina y gallas cafs me recuerdan a los rostros que cayeron sobre mi esposa.Su mandbula se abre tanto que parece estar dislocada, una gota de saliva cae de uno de sus molares. Ya no hay blanco en sus ojos, solo una capa negra, casi tan negracomo el holln. De su piel agrietada exuda un lquido negro-rojizo y pegajoso que cae hasta el piso en grandes gotas negras. Pero nada me aterroriz ms que el sonidoque hizo a continuacin: un gemido agudo y ahogado que hace vibrar mi tmpano hasta casi reventarlo, me taladra en el pecho tan fuerte que mi esternn va a partirse enmil pedazos.

    La criatura acelera y brinca sobre m, alcanzo a subir los pies y la empujo por arriba de mi cabeza. Me pongo de pie al mismo tiempo que el infectado se incorpora. Sumandbula se abre y cierra como por reflejo. Brinca hacia m pero logro escabullirme por un lado rodando por el piso. Me pongo de pie y del lavaplatos tomo unasartn. Avanza sobre m, pero lo detengo golpendolo con todas mis fuerzas en la cabeza. Esto apenas lo agita, y sigue sobre m con sus manos tratando de atraparme.Lo golpeo otra vez con la sartn y sigo con una patada en el pecho que lo tumba al suelo.

    Vuelvo a buscar en la barra y encuentro un cuchillo largo y despuntado. La criatura se abalanza sobre m y se encuentra con el cuchillo en su ojo, que se atora a mitad dela cabeza. La criatura da manotazos; pero parece estar languideciendo, como si el cuchillo apenas alcanz el cerebro, mas no es un corte profundo. Trato de hundirlohasta el fondo de su cabeza cuando otro gemido ahogado entra por la puerta.

    Un infectado me mira desde la entrada. Esta vez una mujer, vestida con andrajos y la mitad de su cabeza es el puro cuero cabelludo. Deja ir otro grito atormentado y seabalanza sobre m. Estoy perdido. Cierro los ojos y espero que caiga sobre m; pero un caonazo retumba en la casa, seguido del sonido de carne despedazndose yunas gotas que salpican en mis brazos. Abro mis ojos y la mujer est tumbada boca abajo con la mitad de su cabeza hecha mil pedazos.

    Empujo al infectado con el cuchillo y, con una patada en el esternn, lo hago caer hasta el otro lado de la habitacin. En cuanto se incorpora, otro caonazo retumba, ysu cabeza explota frente a mis ojos, sus sesos color negro-rojizo se embarran en el techo y las paredes.

    En la entrada, est el orgullo de Argos en su mximo esplendor: un cazador. Un hombre en un traje de mecnico color negro, un casco cilndrico con una delgada luz rojaque viaja en horizontal a la altura de los ojos. La armadura acorazada es ms grande en los antebrazos y los hombros, los ltimos conectados a travs de bulbos a unaespecie de mochila metlica soldada a su espalda. Porta un rifle grandsimo, tambin conectado a la mochila a travs de una manguera. Tiene dos caones, uno encima delotro: el de abajo funciona como escopeta y el de arriba, con un can ms grande, funciona como lanzallamas para quemar los cuerpos de los infectados cados.

    Quisiera decirle gracias; pero la imagen es tan imponente que me dej boquiabierto sin poder articular una frase.

    Con un sonido metlico da un paso hacia m. La habitacin retumba con cada movimiento, como si estuviera a punto de venirse abajo. El cazador se detiene frente a m.Su figura me hace sentir insignificante, como una hormiga que pisas y sigues con tu vida.

    Se inclina hacia m para mirarme de cerca y me ordena con una voz computarizada:

    Entre en su bveda. AHORA.

    No tiene que decirlo dos veces. Me tiro de rodillas y giro la manivela apresurado. Sigo temblando y mi corazn sigue latiendo a gran velocidad. Abro la puerta. Mabelleme mira desde abajo con terror en sus ojos. Se puso plida al ver al cazador detrs de m.

    ABAJO dice el cazador.

    Bajo de un salto, el cazador toma la compuerta y la azota, como si estuviera hecha de papel. Mi corazn se mueve tan rpido que siento las palpitaciones en el cerebro.

    Mabelle tiene la misma cara de circunstancias que yo. Mira mi antebrazo y sus ojos se agrandan cuando ve la viscosa sustancia rojiza.

  • Qu pas? Ests bien? me dice con su voz casi quebrndose en mil pedazos.

    S. No podemos salir ahora le digo tratando de recuperar mi aliento.

    No necesito decirle ms. Pasamos el resto de la noche en silencio hasta que la luz se vuelve verde.

  • CAPTULO VII

    Ir a buscarlos le digo a Mabelle.

    Est exhausta, pasamos toda la noche sentados en un rincn. La imagen de los infectados golpendome la cabeza una y otra vez me espant todo el sueo que pudieratener. No solo eso, pensar que Efran y Dale pasaron toda la noche afuera con esas criaturas me haca querer brincar y correr a buscarlos, pero el miedo me dej ancladoen el piso.

    A dnde irs?

    Ir con Can. l debe saber dnde estn. Seguro que estn con l.

    Salgo de la casa. Can vive a solo unas cuadras de nosotros. Es una de las primeras personas que conocimos cuando llegamos a Argos, y fuimos de los primeros enhabitar este vecindario. Llego a su casa, un pequeo edificio color blanco de una planta, con una ventana en la parte de enfrente, las paredes estn agrietadas y corrodascomo todas las de este barrio. Le rezo a Dios que estn aqu y que no estuviesen afuera cuando son la alarma. Despus de lo de anoche, ya no me siento seguro en estaciudad.

    Toco la puerta y llamo a Can:

    Can! le grito. Can! Abre la puerta, soy Christian! Sigo tocando casi tumbndole la puerta hasta que Can responde. Se ve plido. Su aspecto es cansadocon ojeras que le caen hasta las mejillas.

    Can. Dnde estn Efran y Dale? le digo mientras irrumpo en la casa buscndolos. Dnde estn? Me paro frente a l, su mirada furtiva evita mis ojos.Qu pas? Sabes dnde estn Efran y Dale? Can sigue evitando mi pregunta mirando hacia abajo y rascndose el cuello hasta que me hace estallar. Dndeestn?! le digo tomndolo de la cara.

    No estn aqu me dice por fin.

    Entonces dnde?

    Can trata de decir algo; pero lo nico que le sale son un montn de palabras masculladas. Est espantado, se ve peor que yo cuando vi el depsito.

    Cierro los ojos y respiro profundo, le digo con un tono ms tranquilo:

    Algo pas. Dmelo, Can, est bien.

    Sintate me dice, y toma asiento en uno de los sillones. Lo acompao.

    Qu sucede?

    No estoy seguro si quiero escuchar la respuesta. Algo debe estar mal, y el recuerdo del ataque de anoche me sirve para ratificarlo. Can toma un gran respiro y se ponelas manos en la cara.

    Les pas algo, verdad? le digo con miedo en mi voz.

    Y lo siguiente que me dijo me arranca el alma del cuerpo; una desesperanza que no senta desde hace cinco aos.

    Efran est muerto.

  • CAPTULO VIII

    DALE

    Mientras esperaba a su pap fuera de la cantina, Dale contemplaba uno de los cientos de carteles publicitarios del gobierno. ESTUDIA Y TRABAJA EN URAH.APLICA PARA TU BECA, deca uno. Lo miraba con un sabor agridulce. Le gustaba la idea de vivir arriba, estudiando una buena carrera y sin tener laspreocupaciones de vivir en Argos. Pero saba el engao, saba de lo que se trataba, y que su pap nunca lo permitira. Despus de todo, Dale era el hijo de su padre yseguira sus pasos sin importar qu tan radicales fueran.

    Por el rabillo del ojo miraba otro establecimiento: TATUAJES. Quera uno desde que tena memoria. No estaba seguro sobre qu pintar en su piel. Un colibr era sumejor opcin; pero tema que los dems pensaran que era un afeminado.

    Vio a su pap salir del Milagros y se acerc a l.

    Cmo est mi to? le pregunt a su pap.

    Su pap se sacudi de hombros.

    Como todos: cagado del miedo.

    Se le pasar.

    Supongo dijo Efran indiferente.

    Oye, pap dijo con nerviosismo.

    Djame adivinar: lo de los tatuajes otra vez?

    Hum S, cmo es que?

    No importa cmo lo s, lo que importa es que no lo vas a hacer.

    Por qu no? refut.

    Es desagradable, hijo. Adems es para mayores de edad.

    Tengo 18! Soy mayor de edad.

    No aqu. Aqu eres mayor de edad a los trece.

    Entonces?

    Entonces no me importa. No tatuajes.

    Pasaron a un lado del establecimiento. Un hombre, con un chaleco de cuero y sus brazos cubiertos en tinta, se sentaba fuera fumndose un cigarrillo.

    Ves? Vas a terminar como este amigo dijo Efran sealando al hombre.

    Qu? respondi el hombre Qu mierda ests diciendo?

    Efran sonro y se encogi de hombros.

    Solo estoy tratando de ensearle una leccin de vida a mi hijo.

    Vete a la mierda.

    Salieron del mercado. Se metieron entre dos edificios, a un callejn iluminado por pedazos de madera ardiendo en tambos de basura que usan los vagabundos.

    Ni siquiera est haciendo fro le dijo Dale a su padre.

    No es por el fuego, es por la luz. No quieres estar en lo oscuro en estos lugares.

    Y por qu no se van a la calle?

    Yo que voy a saber. Tengo cara de vagabundo? dijo su pap con sarcasmo. Dale gru en descontento y neg con la cabeza. Bromeo, por Dios! dijo Efransorprendido por la respuesta de su hijo. Andas muy irritado ltimamente, Dale. Efran se detuvo y dirigi su mirada a Dale: Qu pasa? Te molesta algo?

    No, estoy bien dijo Dale a lo bajo, con una mirada furtiva.

    Dime, anda, qu pasa?

    No es nada, pap, vmonos. Esta gente me pone nervioso.

    Son inofensivos. S que no es por el tatuaje porque si quisieras ponerte un tatuaje, ya te lo hubieras puesto. As que debe ser por la beca. Es por la beca, no es as?

    Dale se trag las palabras por unos segundos. No le molestaba no tener la beca, le molestaba que su pap le impuso que la rechazar. Pero algo me molestaba an ms.

    Es por mam le dijo al fin.

  • Qu tiene tu mam?

    Est molesta porque no la acept.

    Est molesta conmigo, no contigo.

    Est molesta con ambos aclar. Ahora cada vez que sale ese maldito anuncio en la televisin, no duda ni un segundo en recordarme que la cagu. Eso s, meinsiste que la tome el prximo ao.

    Pero no lo hars.

    Tienes que convencerme, pap.

    Qu significa eso? Convencerte? Qu mierda significa? dijo Efran molesto.

    T dime: crees que es lo mejor que no la acepte? Que me quede aqu abajo con ustedes?

    Si se trata de quedarte con tu familia, s, por supuesto que es mejor. Adems sabes que no se trata de eso, es sobre esos putos de los Meftah. No vas a aceptar ni unamierda de esos mentirosos, pedazos de mierda dijo con furia.

    Cada vez que su pap hablaba de los Meftah, su voz se llenaba de ira y una energa que contagiaba a Dale. Le gustaba esa pasin que senta su padre por ayudar a laspersonas, aunque en el proceso estuviera creando friccin entre su familia.

    Mira, hijo le dijo Efran, s que no vamos a poder vivir esa vida que tienen all arriba, lo s. Pero no se trata de eso. Vinimos a este mundo con nada y de estemundo nos vamos a ir con nada. Lo nico que nos va a hacer trascender es la familia y lo que hagamos con nuestras vidas. Esta gente dijo sealando a su alrededor,por ms jodida que se vea, nos necesita. Tu mam, tu to te necesitan. Yo te necesito.

    Dale tom un respiro. Llevaba semanas con esta inquietud y por fin se la sac del pecho y, una vez ms, las suaves palabras de su padre le ayudaron a sentirse mstranquilo.

    Est bien dijo asintiendo.

    Est bien?

    S. Pero vmonos de aqu porque todas estas personas me dan mala espina.

    Te digo que son inofensivos. Adems, con todo lo que est pasando, estos pobres hombres desaparecern en unas semanas.

    Atravesaron otro callejn hasta llegar a una puerta de metal con una mirilla rectangular. Efran toc tres veces.

    Venimos a este mundo con nada y nos vamos con nada? dijo Dale rindose. Suenas como un horscopo.

    Cllate le dijo rindose mientras lo agarraba de la cabeza. Horscopo? qu mierd?

    La puerta se abri. Un hombre grande y musculoso con una cresta en su cabeza, vestido de negro de pies a cabeza, les ech un vistazo.

    Mickey boy le dijo Efran.

    Qu pasa, jefe? respondi Mickey.

    Nada nuevo.

    Mickey los dej pasar.

    Conforme fueron entrando al edificio, el retumbo de una msica electrnica se fue arreciando. Llegaron a una gran pista de baile, donde el sonido de la msica estallabaen sus odos y creaba vibraciones en su pecho. Luces de nen color morado, verde y azul viajaban por el oscuro lugar. La gente con aspecto tipo punk, con tatuajes,peinados extravagantes de diferentes colores y ropa de cuero bailaban cuerpo a cuerpo.

    Dale se detuvo a contemplar el ambiente y, sin darse cuenta, empez a mover el pie al ritmo de la msica.

    Ves? grit Efran cerca de su odo. Si te pones un tatuaje, vas a terminar como estos vagos.

    No son vagos refut. Es gente comn y corriente.

    Efran se ri y neg con la cabeza.

    Entraron por un pasillo.

    Qu tiene de malo esa gente? pregunt Dale frustrado. Es gente como t y yo.

    Nadie es como tu pap refut sonriendo.

    Llegaron al final del pasillo. Dos hombres con el mismo aspecto que Mickey resguardaban una puerta.

    Ral le dijo a uno de ellos.

    Qu pas, Efran? dijo el hombre estrechando la mano.

    Aydame con una cosa. l es mi hijo Dale. Es un buen muchacho, pero dice que quiere ponerse un tatuaje. Qu le puedes decir al respecto?

  • Son para perdedores dijo rindose.

    Yo tengo un tatuaje refut el otro guardia de cabello rubio.

    Y es a eso a lo que me refiero dijo Ral.

    Se rieron.

    Vyanse a la mierda dijo el guardia frustrado.

    Oye, te anda buscando el jefe dijo Ral.

    Entraron a una habitacin tipo lounge amplia, con alfombra roja y paredes negras, unas decenas de sillas apuntaban a la misma direccin, y sillones del mismo color quela alfombra, pegados a la pared, que rodeaban el cuarto.

    A pesar de la burla, Dale estaba sorprendido de la influencia que tena su padre en este lugar. Lo llamaron jefe en la entrada y todos lo saludaban con respeto. Su papera una figura de autoridad y, por ms que le llamara la atencin vivir en Urah, quera ser como l.

    Ve a sentarte en uno de los sillones le dijo su pap sealando un rincn.

    El lugar estaba repleto de personas. Unos convivan con tranquilidad, intercambiando risas mientras que otros se vean ms tensos. Pero algo era seguro: ninguno deellos estaba tan nervioso como Dale. Su mano tamborileaba la mesa, y su pie rebotaba del piso. Era la primera vez que su pap lo traa a una reunin de este tipo, y erasignificativo, al menos para Dale.

    Vio a su pap hablar con un hombre mayor, rechoncho y lleno de canas. El hombre hablaba y hablaba y en pocos momentos se detena para escuchar lo que Efran tenaque decir. Estrecharon las manos, se rieron, y Efran volvi con Dale.

    Quin ese seor? le pregunt Dale. Es Nolan?

    No, no, es Richard.

    Quin es?

    Alguien importante. Se encarga de organizar todos estos grupos.

    Nolan va a venir?

    Nolan no ha pisado esta ciudad en ms de un ao, no va a venir a esto.

    Cundo lo voy a conocer?

    Efran solt una risita.

    A qu te refieres?

    Lo que dije: cundo voy a conocer a Nolan?

    Explcate: te quieres sentar a platicar con l?, tomarte una cerveza?, qu es? dijo Efran rindose.

    No seas ridculo le dijo Dale frustrado. Me refiero a que cundo voy a salir de Argos.

    Paciencia, muchacho, no te aceleres. Un da te va a tocar salir y conocer a Nolan, Isaac y todos esos cabrones, pero por lo pronto tmate las cosas con calma. Dalegru con frustracin. Pero no te preocupes. No ests apurado en salir al maldito desierto porque las cosas importantes suceden aqu en Argos. Efran sise.

    Ya van a empezar.

    La gente se acomod en las sillas y en un instante guardaron silencio.

    Buenas noches dijo Richard. No tenemos mucho tiempo, as que voy a ir directo al punto. Como podrn ver, el ndice de filtrajes subi en los ltimos meses. Nosabemos exactamente por qu; pero lo que s sabemos es que hay una relacin directa entre los filtrajes y la captura de nuestros grupos. Ms de treinta de nuestrosintegrantes han sido arrestados en las ltimas seis semanas. Treinta recalc. Buenos hombres, con familia. Es una maldita lstima. Quiero agradecer a todos por elapoyo que les han brindado a las familias de estos hombres. Las cosas estn duras y, seores, dijo con tono lastimero se van a poner peor.

    No estamos seguros grit un hombre en el grupo. Las personas asintieron y murmuraron. Si quieren que hagamos algo, tenemos que estar seguros que nos van acuidar.

    Y lo haremos dijo Richard. Y gracias por recordarles a todos que estamos en peligro, Brayan.

    Efran se ri.

    Seores

    Todas las voces en la habitacin callaron, y lo nico que qued fue el sonido opaco de la alarma que atravesaba las paredes. Dale sinti un escalofro subir por suspiernas. Efran lo tom del brazo y le dijo con una voz suave:

    Tranquilo.

    Las personas se impacientaron. Murmuraban los unos a los otros con preocupacin, concentrando su mirada en la puerta.

  • Mantengan la calma dijo Richard. Aqu no puede entrar nadie. No tenemos una bveda, pero el lugar est sellado por completo.

    Dale entenda lo que deca Richard, pero no lo aquietaba. Era la primera vez (y tal vez para casi todos los de ah) que pasaban una alarma fuera de su bveda. Odiabatener que ir debajo de la tierra cada vez que escuchaba el pitido, pero al menos se senta seguro.

    Seguro que no pueden entrar? le pregunt a su pap.

    S. Adems, no deben ser muchos los infiltrados, y no creo que pasen por estos rumbos, estamos ocultos.

    Pero cuando los chillidos de las personas en la pista de baile llegaron a la habitacin, la boca se le sec.

    Qu es eso? le pregunt a su pap con voz temblorosa.

    Silencio le respondi mientras siseaba.

    Richard le dio la seal a uno de los participantes, y de un cuarto adyacente sacaron rifles y pistolas. En unos instantes ms de diez hombres armados resguardaban lapuerta. No es suficiente, se dijo Dale a s mismo. Una simple mordida acabara con todos.

    Detrs de la cortina, la puerta rechino.

    El silencio inundaba la habitacin. Dale se morda las uas; senta la tensin en sus msculos.

    No disparen! dijo una voz detrs de la cortina.

    Los hombres apuntaron hacia la entrada.

    No disparen! Soy yo, Ral grit de nuevo el hombre.

    Entra aqu, Ral! grit Richard. Ral entr junto con su compaero. Qu mierda sucede all afuera?

    No estoy seguro respondi con voz temblorosa.

    Infectados?

    No lo s.

    Los gritos cesaron, y la puerta chirri una vez ms.

    No tena sentido. Recordaba el caos de la Calamidad; los gritos no podan parar as como as. Pareca que la puerta se abri como si alguien en sus cinco sentidos lo hizo.

    Alguien ah? pregunt Richard.

    Nadie contest.

    Las caras de los hombres estaban plidas; sus rifles temblaban en sus manos. Estaban atrapados.

    Alguien ah? volvi a gritar.

    Y nadie contest.

    Ral dijo Richard . Asmate.

    Ah, mierda protest Ral.

    Solo hazlo, culn le dijo un hombre del grupo.

    En la garganta de Ral se notaba como pasaba una gran gota de saliva. Su rostro estaba ms plido que el de los dems. A paso lento y con mirada furtiva, como siquisiera pedirle a alguien ms que lo hiciera por l, se acerc a la cortina.

    Quin est ah? pregunt Ral con voz temblorosa.

    Acerc su mano a la cortina; pero antes de poder tocarla, un pequeo objeto cilndrico sali por detrs.

    Granada! grit un hombre.

    Cuando la granada golpeo el piso, explot en un gran destello blanco, seguido por un estruendo ensordecedor. Dale se cubri detrs de su padre. Otro estruendo y otrodestello puso a los hombres en pnico.

    Un estallido ms y el cuarto se llen de humo.

    Polica! grito alguien mientras Dale se arrastraba debajo de la mesa.

    Un tiroteo se inici en la habitacin. Dale estaba hecho un ovillo cubrindose la cabeza mientras era aturdido por el sonido de las balas.

    Pap! grit.

    Mir a su alrededor; pero el humo era tan espeso que no vea ni a medio metro de l. El humo se meti a sus pulmones, sinti un ardor en la garganta, y la habitacin diovueltas. Tosi con fuerzas, tratando de sacar el humo de sus pulmones. Se cubri la boca con la camiseta, pero no era suficiente.

  • A travs del humo, alcanz a ver una silueta que vena hacia l.

    Pap! grit de nuevo.

    Pero no era l, era un hombre armado, vestido de negro con una mscara de gas. El guardia lo mir por unos segundos y lo tom del pie. Dale trato de patearlo; pero otrohombre apareci y juntos lo jalaron de debajo de la mesa. Dale gritaba por su padre mientras que araaba el piso tratando de sostenerse de algo.

    Sinti un fuerte golpe en la nuca que lo detuvo y afloj su cuerpo.

    Los guardias lo pusieron de pie y lo llevaron a rastras jalndolo de los hombros.

    Dale! grit su padre entre el caos de humo y personas.

    Efran sali de la multitud, apunt su arma a los guardias. Pero antes de jalar el gatillo, una lluvia de balas lo alcanz. El mundo se congel para Dale. Vio caer a su padreal piso. Toda la confusin, el dolor de cabeza y de pulmones desapareci en un instante. Vea con claridad el cuerpo su padre ensangrentado.

    PAP! aull.

    Sinti un choque de calor en su espalda que hizo todo su cuerpo temblar y paralizarse. Otro golpe en la nuca y todo desapareci.

  • CAPTULO IX

    Siento que me parten en pedazos y me llevan a un lugar vaco donde no hay salida. Cmo puede ser posible? Mi cuado muerto, mi sobrino arrestado, y lo nico quese me viene a la mente es: qu le voy a decir a Mabelle?

    Cmo puedes estar seguro?!

    Los vi, Chris.

    Mientes, ni siquiera estabas adentro.

    Vi cuando los sacaron dice con pena. Vi el cuerpo de Efran y cuando subieron a Dale a una camioneta.

    El mundo se detiene.

    Pero, Chris, eso no es todo.

    Los labios me tiemblan. Quiero que se calle, que no diga lo que sea que tenga que decir y pare con las malas noticias.

    Tenemos que salir de Argos.

    Qu? le digo confundido.

    Tenemos que irnos.

    Por qu?

    Cuando identifiquen a Efran, vendrn por ti y por Mabelle.

    Me pongo de pie de un brinco y le digo con voz crispada:

    De qu ests hablando? Por qu por nosotros? No hicimos nada malo.

    Cuando sepan que Efran formaba parte de la rebelin, se los llevarn a ustedes tambin.

    Pero si nosotros no tenemos nada que ver con eso!

    No importa. Vendrn por ustedes, as es como lo hacen me dice casi decepcionado de s mismo.

    Mentira. Yo no voy a ningn lado. Le doy la espalda, avanzando hacia la salida.

    Efran les mencion algo sobre los rebeldes?

    Su pregunta me congela en el lugar y me deja con la mano extendida frente al pomo de la puerta.

    Hablaba al respecto? Pregunta. Alguna vez mostr tendencias rebeldes? Me quedo en silencio, Can se para frente a m. Chris, alguna vez te mostralgo?

    Los depsitos se me vienen a la mente como un huracn que sacude mi cuerpo. Can cierra los ojos con un rostro de desilusin. No tengo que afirmarlo, no tengo quedecir nada: mi rostro me delata.

    Fuiste a los depsitos? Me quedo en silencio, no quiero aceptar que tendr que huir de este lugar. Lo hiciste, verdad?

    Por fin me armo de valor y asiento.

    Tienen que irse me dice a lo bajo con un tono desesperanzado. Tienen que huir. Hoy mismo.

    No me deja opcin; tengo que hacerlo antes que nos encuentren.

    Y cmo vamos a hacer eso y a dnde vamos a ir? le pregunto exasperado.

    Yo los sacar. Ve a casa, llena una maleta con ropa, comida y agua. Solo lo esencial. Saldremos hoy mismo.

    Can abre la puerta y me da unos segundos para asimilar todo lo sucedido. En un instante, pas de estar seguro en el aislamiento de la bveda a huir una vez ms por elmundo hostil. Quin sabe qu cosas me encuentre all afuera? El terreno estaba desolado cuando salimos, pero a dnde iremos?

    Pero lo peor de todo es Mabelle. Tendr que mirarla a los ojos y decirle que su esposo muri, y sabr Dios qu va a pasar con su hijo. Le fall, a ella y a Laura.

    Cuando llego a mi casa, me congelo varios minutos frente a la puerta. Repaso en mi mente lo que voy a hacer y lo que voy a decir, cmo el gobierno asesin a su esposoy tiene aprisionado a su hijo, hasta que encuentro el valor suficiente. Abro la puerta y entro a paso apurado. Mabelle brinca de su silla en el comedor.

    Qu pas? Dnde estn? me dice desesperada.

    Ando por la habitacin casi ignorndola.

    Tenemos que irnos. Es lo nico que se me ocurre decir.

    Qu?! me espeta Chris, dnde estn Efran y Dale? su voz afligida hace que me detenga. Tiene los ojos empapados de lgrimas y sus labios tiemblan sin

  • cesar.

    Dnde? Estn bien? Deben de estar bien niega con la cabeza. Paso a paso me pongo frente a ella y la tomo de los brazos. Dime que estn bien, Chris, porfavor, dime que estn bien.

    Mabelle Trato de armar las palabras en mi mente. Mi corazn me late tan fuerte que va a salir volando si abro la boca. La Compaa captur a Dale. Estabacon los rebeldes.

    No La tengo que agarrar con fuerza para que no colapse. No es verdad. l no estaba con ellos, no puede estar Se detiene como si estuviera olvidandoalgo. Y Efran?

    Se me llenan los ojos de lgrimas. Niego con la cabeza hasta que me atrevo a decirle que su esposo est muerto. Esta vez su cuerpo est tan pesado que me es imposibleevitar que se derrumbe de rodillas. Me tiro junto a su lado y la aprieto en mis brazos mientras estalla en un llanto que vaca la habitacin de lo que quedaba de vida. Sussollozos hacen temblar mi cuerpo como una locomotora. Me recuerda a los momentos cuando me derrumb pensando en mi familia, esos momentos oscuros cuandopensaba en terminar con mi vida.

    La dejo llorar por varios minutos hasta que la tomo del rostro.

    Tenemos que irnos, Mabelle.

    Mis palabras detienen sus sollozos un segundo y la llenan de confusin.

    De qu hablas?

    Vienen por nosotros.

    Quin?! me grita. Quin viene por nosotros, Christian?

    La Compaa. Tenemos que salir de la ciudad.

    Mabelle se pone de pie. Anda de un lado a otro en la habitacin, histrica.

    No me ir a ningn lado. No sin Dale, no voy a salir de aqu hasta ver a mi hijo.

    Tenemos que irnos, Mabelle.

    No! No voy a ir a ningn lado sin mi hijo!

    Me acerco a ella y la tomo del rostro.

    Vienen por nosotros, Mabelle. La Compaa. No estamos seguros aqu, tenemos que irnos.

    Y a dnde demonios vamos a ir?! me dice y me empuja las manos de su rostro.

    Can nos sacar de aqu.

    Mentira. Es imposible, no hay nada afuera. No me puedo ir, no me voy a ir sin Dale. Anda de arriba abajo en la habitacin, repitiendo una y otra vez que no puedeirse sin su hijo.

    Mabelle! Mi grito la hace detenerse de golpe. Si nos quedamos aqu, vendrn por nosotros y todo se acabar. Pero si nos vamos... Me acerco a ella y nosmiramos frente a frente. Podemos salvar a Dale.

    Se mira confundida, no me cree del todo. Yo no me lo creo del todo.

    Cmo? me dice.

    Can nos puede ayudar. Miento. No s si pueda ayudarnos a sacarlo, pero tengo que decirle algo para tranquilizarla. Can nos puede ayudar. Y, Mabelle Losiguiente no lo digo solo para tranquilizarla; es una decisin que llevar a cabo sin importar lo que me cueste Te prometo que lo sacar.

  • CAPTULO X

    Esta es una promesa que no romper. No importa lo que pase, no importa lo que tenga que hacer, voy a salvar a Dale. No me importa que Can me diga que esimposible. Yo buscar una manera de hacerlo. Lo har por Mabelle, lo har por mi familia, lo har por Laura, que s que me est viendo. No puedo perder a alguien ms:Efran ser el ltimo en irse de este horrible mundo, de esto me asegurar.

    Esperamos sentados en el comedor. Hace una hora llam a Can para que viniera por nosotros. Llenamos la maleta de lo ms bsico: ropa, comida y botellas de agua. Nos a dnde nos llevar, pero cualquier lugar es mejor que este. No estoy ni seguro que nos saque de Argos o nos mantenga escondidos en alguna bveda en la ciudad. Laincertidumbre me mata, pero no tanto como ver a Mabelle destruida.

    Tocan la puerta y ambos nos levantamos de brinco. Nos quedamos paralizados unos segundos, con Mabelle detrs de m, sus manos entrelazadas y pegadas a su pecho.Otro golpeteo en la puerta que me sobresalta, pero la voz de Can me llena de alivio.

    Chris me llama detrs de la puerta. Soy yo, Can.

    Abro la puerta. La cara de Can tom un poco de color, ya no parece estar tan aterrado.

    Estn listos? me dice mientras entra a la casa. Mira a Mabelle y se para en seco. Niega con la cabeza. Lo siento tanto se acerca a ella y la toma en sus brazos. Lo siento tanto.

    Mabelle no le devuelve el abrazo del todo. Concluimos que Can forma parte de la rebelin. Podra ser l mismo quien inici a Efran y a Dale, por eso no es fcil volvera confiar en l.

    Estamos listos. A dnde vamos? le pregunto para romper el momento incmodo.

    Vamos al norte, al sector Diamante. Conozco a alguien que nos sacar de Argos.

    Y a dnde vamos a ir? pregunta Mabelle cabreada. No hay nada all afuera, solo infectados. Es ridculo!

    Can se toma unos segundos de silencio. No se atreve a mirarnos a los ojos, como si nos estuviera escondiendo algo.

    A dnde, Can? pregunto.

    No puedo decirles en este momento. Pero vamos a salir de aqu, se los aseguro.

    Y Dale? pregunta Mabelle con un tono suspicaz. Qu va a pasar con l? Mabelle mira a Can con una cara asesina que lo inquieta.

    Lo sacaremos le digo a Mabelle con un tono tranquilo. Miro a Can con saa, Efran muri por su culpa y de la maldita rebelin; pero en este momento nopodemos hacer otra cosa ms que hacerle caso.