la aventura de la historia - dossier045 alfonso x el sabio - la quimera de un imperio español

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1 DOSSIER pág. 71 Revolución fiscal Guillermo Castán pág. 65 Salamanca, libertad de pensar José-Luis Martín pág. 50 El sueño imperial Manuel González Dirigió equipos de traducción y redacción de obras de Derecho, Astrología, poesía y juegos; sujetó a nobleza e Iglesia al poder del rey, sentando las bases del Estado Moderno, y renovó las fuentes fiscales de ingresos de la Corona, pero fracasó en su sueño de convertirse en emperador de España. A los 750 años de su acceso al trono, dedicamos nuestro Dossier al hijo de Fernando III y a su tiempo, atrapado en las miniaturas de los libros que mandó componer ALFONSO X Alfonso X el Sabio (Tumbo A. Catedral de Santiago de Compostela). pág. 61 Bajo el signo de los astros Francisco Márquez pág. 56 La infinita biblioteca Nicasio Salvador Miguel EL S ABIO la quimera de un Imperio español LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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Page 1: La Aventura de La Historia - Dossier045 Alfonso X El Sabio - La Quimera de Un Imperio Español

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DOSSIER

pág. 71

Revolución fiscalGuillermo Castán

pág. 65

Salamanca, libertad de pensarJosé-Luis Martínpág. 50

El sueño imperialManuel González

Dirigió equipos de traducción y redacción de obras de Derecho,Astrología, poesía y juegos; sujetó a nobleza e Iglesia al poder del rey,sentando las bases del Estado Moderno, y renovó las fuentes fiscalesde ingresos de la Corona, pero fracasó en su sueño de convertirse enemperador de España. A los 750 años de su acceso al trono,dedicamos nuestro Dossier al hijo de Fernando III y a su tiempo,atrapado en las miniaturas de los libros que mandó componer

ALFONSO X

Alfonso X el Sabio (Tumbo A. Catedral de Santiago de Compostela).pág. 61

Bajo el signo de los astrosFrancisco Márquez

pág. 56

La infinita bibliotecaNicasio SalvadorMiguel

EL SABIO la quimerade un Imperio español

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fines de 1275, tras haber aban-donado Barcelona, donde ha-bía celebrado la Navidad juntoa su suegro Jaime I, Alfonso Xpernoctó en Perelada, en casadel padre del gran cronista ca-

talán Ramón Muntaner. Iba el rey cas-tellano camino del Ródano, a la villa deBelcaire, donde debía entrevistarse conel papa Gregorio X, de quien esperabaque, por fin, le coronase emperador. Elcronista catalán sigue paso a paso elviaje de Alfonso, desde su entrada casitriunfal, procedente de Murcia, en Va-lencia, hasta su llegada a Francia. Nadadice del regreso no tan triunfal del mo-narca castellano, que, tras varias entre-vistas con el Papa, sólo consiguió cier-tos privilegios de poco valor político.Pero Muntaner intuyó, con gran pers-picacia, que lo que Alfonso X buscabaen realidad no era la gloria de un Im-perio lejano y difícil de gobernar sinolograr, a través del título imperial, suverdadera ambición y sueño: “ésseremperador d’Espanya”.

Alfonso X había recibido una esme-rada educación literaria y política, y tu-vo mucho tiempo para prepararse pa-ra ser rey. Nacido en Toledo el 23 no-viembre de 1221, sucedió a su padreFernando III el 1 de junio de 1252,cumplidos ya los 30. Tuvo tiempo másque suficiente para adquirir experien-cia política y militar, y, sobre todo, pa-ra empaparse de las nuevas teorías ju-rídicas venidas de Italia. Desgraciada-mente, sabemos poco sobre los maes-tros de Alfonso X. El jurista italiano Ja-copo de Giunta, conocido en la Cortecomo Jacobo el de las Leyes, debió seruno de ellos, el más asiduo en la Cor-te y el más influyente sobre el ánimodel infante.

Las fuentes del poderLas lecturas y discusiones habidas conlos juristas de la Corte le llevaron alconvencimiento de que la monarquíacastellana debía renovar no sólo susestructuras administrativas y sus instru-mentos de Gobierno, sino hasta las ba-ses teóricas sobre las que sustentaba elpoder. Hasta su reinado, la castellanaera una típica monarquía feudal en la

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MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla.

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Alfonso X, el sueño del

IMPERIOConocido por su labor cultural, el hijo deFernando III puso, según Manuel González,los cimientos del Estado Moderno, donde el reycontrola a la nobleza y a la Iglesia, pero no logrósu sueño de convertirse en emperador de España

Alfonso X dicta a unescriba el Libro de losDados (El Escorial,Biblioteca del Monasterio).

LA QUIMERA DE UN IMPERIO ESPAÑOL

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que el rey –dotado seguramente demás poderes que sus colegas europeosy peninsulares– presidía un reino to-davía no muy bien articulado desde elpunto de vista territorial, basaba su po-der en la fuerza de su propia legitimi-dad dinástica y en el prestigio de su li-derazgo militar, y mantenía con la no-bleza en cuanto grupo y, por supues-to, con la Iglesia unas relaciones mar-cadas por una cierta ambigüedad yaque, para la primera, el monarca era,

ante todo, un caudillo militar y ellos,su séquito armado; y, para la segunda,el más eminente de sus fieles devotos,sometido a sus dictados y a su magis-terio.

Por otra parte, el monarca castella-no, como casi todos los de su tiempo,era ante todo el garante supremo de lajusticia, pero no ejercía, más allá desanciones, confirmaciones o “declara-ciones” del sentido de las leyes exis-tentes, el papel de legislador y creadorde derecho.

En este sentido, el reinado de Alfon-so X marca un antes y un después enla centenaria historia del reino. Suobra legislativa –Fuero Real, Espéculo yPartidas– fueron expresión de unaprofunda renovación no solo legislati-va sino, ante todo, política. Porque, enefecto, los principios en los que se ins-piran estas grandes compilaciones jurí-dicas eran, para la época, verdadera-mente revolucionarios.

Para empezar, el monarca fundamen-

ta su propia legitimidad y su poder nosobre el azar de una línea dinástica, pormuy prestigiosa que fuese, sino sobre elhecho de ser, en lo temporal, Vicario deCristo en la tierra, lo que le convierte encabeza del reino, elevándole sobre elresto de los súbditos, al tiempo que leindependiza del Papado, a quien sóloreconoce competencias en lo espiritual.Quiere ello decir que bajo su dominioestaban no sólo los nobles y los demássúbditos laicos, sino la Iglesia, en cuan-to organización implicada en los asun-

ros; la regulación de todo un nuevo sis-tema aduanero; la incorporación defi-nitiva al fisco regio de una parte im-portante –nada menos que dos nove-nos– del diezmo eclesiástico, y el re-curso frecuente a las contribucionesextraordinarias, conocidas con el nom-bre de “servicios de Cortes”, porque enellas se aprobaban y se autorizaba sucobro por los representantes de los tresestamentos del reino: nobleza, clero yciudades.

Igualmente positivo es el balance dela política repobladora del rey, a quiencon justo título podría llamarse “el re-poblador”. Esta obra de Alfonso X secentró especialmente en Andalucía yMurcia, es decir, en los territorios con-quistados por su padre y por él mismo.En este sentido, a Alfonso cupo la glo-ria de repoblar y organizar Sevilla, Car-mona, Niebla, Jerez, Écija y Cádiz, porcitar las principales villas y ciudadesdel reino de Sevilla, además de la capi-tal, Lorca, Orihuela, Alicante y otrasmás en el reino de Murcia. Pero su ac-tividad en este sentido no se redujo alsur. Por el contrario, se extendió, deforma más o menos intensa, por todoel reino, desde Villa Real (hoy CiudadReal) hasta Villafranca de Ordicia, enGuipúzcoa; desde Galicia a La Rioja.Especialmente intensa fue la fundaciónde “polas” o pueblas nuevas en Astu-rias –como puso de relieve en su día elprofesor Ruiz de la Peña– y las villasnuevas de Álava y Guipúzcoa.

Una cruzada fallidaA pesar de que la proyectada cruzadacontra el Magreb occidental –el llama-do “fecho de allende”– nunca se llevódel todo a efecto, Alfonso X completóla organización de la frontera de Gra-nada, en su sector occidental –desdeEstepa hasta Vejer de la Frontera, casien las puertas del Estrecho– y planteó,en el fracasado intento de conquistade Algeciras (1279), una de las másgrandes operaciones militares de laReconquista, la llamada Batalla del Es-trecho, que completaría su bisnieto Al-fonso XI con la derrota de los beni-merines en El Salado (1340) y la ocu-pación, unos años más tarde, de laciudad de Algeciras (1344).

Su fracaso político más sonado fue,sin duda, no haber podido ser corona-do emperador del Sacro Romano Im-

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tos temporales y dotada de bienes cuan-tiosos, en su mayor parte producto de lagenerosidad de la propia realeza.

En segundo lugar, Alfonso X, imbui-do del principio de derecho romanoque basaba en la voluntad del príncipela fuerza de la ley, reclama para sí elmonopolio legislativo y, en consecuen-cia, el ejercicio en exclusiva del poderjudicial. En consecuencia, nadie podríaen adelante administrar justicia, a me-nos que el rey hubiese delegado en élesta competencia. Frente a los antiguosalcaldes foreros, elegidos por los veci-nos, se irán imponiendo poco a pocolos alcaldes del rey. Por otra parte, laley, como emanación del poder delmonarca, debía ser única, válida paratodo el reino. El primer intento se hizoa través del Fuero Real de que dotó alas ciudades castellanas, a las que ibadirigido este texto jurídico basado, noen la costumbre y en las “fazañas” osentencias judiciales emitidas, en sumayor parte, por los alcaldes locales,sino en el mejor derecho tradicional eimportado de las escuelas italianas.

Un hábil políticoCon demasiada frecuencia, al referirsea Alfonso X, los manuales de Historiainsisten en la vieja idea de que el ReySabio fue, como buen intelectual, unmal político. Y esto no es del todo así.Por el contrario, analizadas de maneraglobal, y hasta en su detalle, las actua-ciones políticas del monarca, el balan-ce final es altamente positivo.

Hoy en día, los historiadores estánconvencidos de que Alfonso X pusolos cimientos, teóricos y prácticos, delEstado Moderno, como hicieron, cadauno en su ámbito y con sus peculiari-dades, otros monarcas de su época, co-mo Enrique III de Inglaterra o Luis IXde Francia. Ya hemos indicado el ca-rácter renovador de las ideas jurídicas yde la teoría política de Alfonso X, ex-presadas en sus grandes recopilacionesjurídicas: el Fuero Real, el Espéculo y,especialmente, las Siete Partidas, obraesta última fundamental del derechomedieval y moderno. A estas formula-ciones teóricas se añadieron otras deíndole práctica, igualmente decisivas:la puesta en marcha de una haciendareal sobre bases contributivas nuevas;la mesta, a través de la cual se cobra-ban los importantes impuestos ganade-

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Hizo reformas en el Estado castellanosimilares a las de Enrique III enInglaterra y Luis IX en Francia

Jaime I en su tienda, durante el asedio a Palma de Mallorca, en un pintura mural del PalacioAguilar (Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña).

Funeral de san Luis de Francia. Miniatura de Grandes Chroniques de France, de Jean deFroissart (Chantilly, Museo Condé).

Coronación de Enrique III como rey de Inglaterra, según una miniatura del siglo XIII (Londres,Museo Británico).

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ban por completo lo que hasta enton-ces había sido la norma del reino, se-gún la cual, muerto Fernando, el se-gundo de los hijos del rey, el infantedon Sancho, debería haber asumido demanera automática la condición de “hi-jo mayor y heredero”. No fue así o, almenos, no fue del todo así. Alfonso X,cogido entre la nueva legalidad y suscompromisos internacionales, por unlado, y, por otro, ante la posición deSancho y de buena parte de la opiniónpública del reino, favorable a que seaplicase el derecho tradicional, dudóen reconocer como heredero a su se-gundo hijo, cosa que no hizo hasta lasCortes de Segovia de 1278. Esto creóentre padre e hijo una cierta tensión,que acabó estallando en 1281, cuandoel rey comunicó al infante que habíadecidido, para apaciguar a Francia, de-fensora de los derechos de Alfonso dela Cerda, conceder a éste en feudo elreino de Jaén.

Sancho se negó en redondo a estasolución, afirmando que su condiciónde heredero le venía directamente deDios quien –y son las palabras que po-ne en su boca la Crónica de AlfonsoX– “mató a un mi hermano que eramayor que yo ... porque lo heredase yo[el reino] después de vuestros días”.Unos meses más tarde, en abril de1282, tuvo lugar en Valladolid unamagna asamblea, en la que Sancho fueproclamado regente del reino tras ha-berse privado a Alfonso X de todos suspoderes y competencias, excepto el tí-tulo, vacío ya de contenido, de rey. Elenfrentamiento civil que siguió a la úl-tima entrevista que mantuvieron padree hijo se prolongaría hasta la muerte deAlfonso X en Sevilla, el 4 de abril de

1284. Antes de morir, en enero de esteaño, Alfonso X ratificó el deshereda-miento y maldición de su hijo y de to-da su descendencia, pronunciada tam-bién en Sevilla en noviembre de 1282.

Algo más que un títuloEs un hecho cierto que Alfonso X pre-tendió el Imperio para algo más queadornar con un nuevo y prestigioso tí-tulo su ya extensa intitulación regia de“rey de Castilla, León, Toledo, Galicia,Sevilla, Córdoba, Jaén, Murcia y el Al-garbe”. Tras esta reclamación había, sinduda, algo más que vanidad o el deseode no renunciar al derecho que le co-rrespondía como heredero del linaje delos Staufen, al que perteneció su madreBeatriz de Suabia. Lo más probable esque pretendiese, a través del título im-perial, resucitar, sobre bases nuevas, elviejo Imperio Hispánico de Alfonso

VII. La coyuntura política, cuando el“fecho del Imperio” se planteó en mar-zo de 1256, le era bastante favorable.En efecto, acababa de hacer las pacescon su suegro Jaime I de Aragón, yTeobaldo II de Navarra y Alfonso III dePortugal, yerno del monarca castellano,estaban en cierta manera dispuestos areconocerle una cierta superioridad ho-norífica. Y, por si algo faltaba, AlfonsoX acababa de aplastar la revuelta pro-tagonizada en Andalucía y en Vizcayapor su hermano, el infante don Enri-que. Posiblemente tenía razón Munta-ner cuando afirmó que lo que de ver-dad interesaba a Alfonso X era ser, através del título imperial romano-ger-mánico, “emperador de España”. Elloexplica por qué persiguió con tantoahínco un reconocimiento que la His-toria y el Papado acabaron negándole.Ése sí que fue su gran fracaso. n

perio, para el que fue elegido en 1257.La existencia de otro emperador elec-to en la misma fecha, Ricardo de Cor-nualles, y la enemiga del Papado ha-cia el linaje de los Staufen, del que Al-fonso X era el último representante,dilataron su coronación. Implicado,por lo demás, en las luchas entre güel-fos y gibelinos en el Norte de Italia, sevio obligado a invertir cuantiosas su-mas de dinero en pagos a nobles ale-manes y a vasallos italianos, amén demúltiples embajadas a Roma y a otrascortes europeas, sin contar con elmantenimiento en Castilla de una can-cillería imperial. Todo esto generógastos inmensos que consumieron lasya mermadas rentas de la Corona yprovocaron el creciente rechazo haciauna política –conocida genéricamentepor los textos de la época como el “fe-cho del Imperio”–, que nadie entendíay que tan gravosa resultaba para loscontribuyentes.

Topar con la noblezaPero, sin duda, donde Alfonso X obtu-vo su más rotundo fracaso fue en susrelaciones con la nobleza. En la co-yuntura de la segunda mitad sigloXIII, detenidas casi por completo lasgrandes operaciones militares, que ha-bían supuesto para la nobleza unafuente permanente de ingresos, y enel inicio ya de una crisis generalizadaque estaba golpeando las puertas deEuropa, no es de extrañar que los pro-yectos de Alfonso X y sus reformas fis-cales, políticas y administrativas pro-vocasen en el seno del estamento no-biliario y en la sociedad política caste-llana, primero, la suspicacia y, mástarde, el rechazo frontal y la revuelta.

La crisis estalló en 1272 y, como resul-tado, buena parte de la nobleza, conel infante don Felipe y don NuñoGonzález de Lara a la cabeza, se exi-lió en Granada.

La crisis de 1272 se resolvió mal quebien, debiendo acceder Alfonso X amuchas de las peticiones de los noblesrebeldes. Volvería a replantearse, demanera diferente, unos años más tarde.En efecto, en 1275, estando Alfonso Xen el Imperio tratando con el Papaacerca de sus pretensiones imperiales,se produjeron, de forma casi sucesiva,dos acontecimientos importantes: la in-vasión de los benimerines y el falleci-miento en Villa Real del infante here-dero, don Fernando de la Cerda, queiban a provocar un dramático giro en lavida del reino.

La imprevista muerte del infante, a latemprana edad de 20 años, había alte-

rado por completo las previsiones su-cesorias. Según los acuerdos firmadoscon Francia al concertarse, en 1269, elmatrimonio de don Fernando conBlanca, hija de Luis IX (san Luis), Al-fonso X se había comprometido a queel hijo que naciese de esta unión debe-ría ostentar la condición de rey. Porotra parte, el propio Rey Sabio habíaincorporado a Las Partidas, con vali-dez general, un principio del derechoromano –el llamado “derecho de re-presentación”– en virtud del cual losnietos representan a su padre, en el ca-so de fallecer éste antes que el abuelo,en el testamento de éste. Lo que, tra-ducido al caso que nos ocupa, suponíaque, tras el fallecimiento de Fernandode la Cerda, su hijo mayor, Alfonso, de-bía ser reconocido como heredero deltrono de su abuelo Alfonso X.

Estas previsiones sucesorias altera-

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1221 Nace Alfonso X.Se inician las obras dela catedral de Burgos.1226 Comienza el rei-nado de san Luis.1228 Cruzada de Fe-derico II.1229-1238 Jaime Iocupa Mallorca y el rei-no de Valencia.1230 Castilla y León seunen en la persona deFernando III.1231 Pacto de filiaciónentre Jaime I de Aragón

y Sancho VII de Navarra.1232 Se inicia la cons-trucción de la Alhambrade Granada.1236-1248 FernandoIII ocupa Córdoba ySevilla.1250 Llegan a París

las obras de Averroes.Muere el emperador Fe-

derico II de Alemania.Se escribe el Poema deFernán González.1252 Alfonso X sucede aFernando III.

1253 Fundación de LaSorbona.1255 Alfonso X ordenapagar el diezmo eclesiás-tico; en esa fecha ya estáredactado el Fuero Real.1256 Se inicia la redac-ción de Las Partidas.1255-1260 Los juristasde Alfonso X redactan elEspéculo.1255-1300 Construc-ción de la Catedral góti-ca de León.1256-1275 Pisa ofrece

el trono imperial a Al-fonso X.1257-1258 Construcciónde la torre mudéjar de laCatedral de Teruel.1264 Jaime I ayuda a so-focar la sublevación delos mudéjares en Murcia.1268 Fijación de preciosy salarios en las Cortesde Jerez.1270 Luis XI de Francia(san Luis) dirige unacruzada contra Túnez ymuere.

1271 Sublevación nobi-liaria contra Alfonso X.1273 Alfonso X reúnelas mestas locales en elHonrado Concejo de laMesta de Castilla.1274 Muere santo To-más de Aquino.1284 Antes de morir, Alfonso X ratifica la maldición de su hijo y de toda su descen-dencia, pronunciada en Sevilla dos años antes.

CRONOLOGÍA DE ALFONSO X

Fernando III, miniaturadel Tumbo A.

Federico II (BibliotecaApostólica Vaticana).

Condena de Averroes,cromolitografía del s. XIX.

Alfonso X como emperador.Catedral de León.

Representación del mundorealizada en 1275.

Los cruzados atacan a un castillo defendido por musulmanes en Tierra Santa. Miniatura de unmanuscrito del siglo XIII (Madrid, Biblioteca Nacional).

Alfonso X, la reina Violante y el infante don Fernando de la Cerda. Miniatura de Toxos-Outos(Madrid, Archivo Histórico Nacional).

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ironía y la sátira, lo obsceno y lo pro-caz, pero siempre con un espléndidoingenio en el manejo de conceptos. Seburla, más o menos duramente, en al-gunas, de nobles, ricohombres y fun-cionarios que faltan a su deber, refle-jando la amargura del gobernante, yen otras vierte ataques contra eclesiás-ticos (Pero da Ponte, Vaasco Gil).

De cuando en cuando, revela unatécnica grotesca, como en el poema enque compara a una mujer con un sisón,un alacrán y un camello; o una mezclade erotismo y religiosidad, como en lacomposición en que habla de una sol-dadera que se negó a yacer con él porser la hora de la pasión de Jesús.

Mas lo realmente innovador es que427 de estas piezas (las Cantigas de

quista de Sevilla, en cuya zona reci-bieron o adquirieron posesiones. Contodo, en el terreno cultural, la conse-cuencia crucial de la estancia en Cas-tilla de los portugueses fue su contri-bución a difundir esa poesía y, portanto, al uso de esa lengua para la ex-presión lírica entre los autores nativos,de manera que, ya en la época de Fer-nando III, muchos de quienes escri-ben en gallego-portugués son gallegosy no portugueses.

Trovadores en la CorteCon tales precedentes, se entiende queAlfonso, una vez en el trono, ademásde seguir recibiendo a poetas proven-zales, de varios de los cuales (Peired'Alvernha, Cadenet) toma el estrofis-mo y las rimas para algunas de sus pie-zas en gallego-portugués, continúetambién protegiendo a trovadores yaamparados por su padre, tanto portu-

gueses (Gonçal Eanes do Vinhal, PeroGomez Barroso, Gil Perez Conde) co-mo gallegos (Afons Eanes Coton, PeroGarcia d'Ambroa, Pay Gomez Charin-ho, Roy Fernandez de Santiago), mien-tras que en la Corte existe un procesorecopilatorio de lírica gallego-portu-guesa, ya que del escritorio alfonsí pro-cede, al parecer, la copia del Cancio-neiro d'Ajuda.

Como fruto de ese ambiente, de losaños infantiles pasados en Galicia, dela consideración del gallego-portu-gués como idioma casi exclusivo de lalírica peninsular desde fines del sigloXII y del ejemplo de Fernando III, aquien se atribuye el poema Virginmadre gloriosa, no puede extrañarque el mismo Alfonso fuera un vateprolífico, del que, además de unas po-cas cantigas d'amor, sobresale un gru-po relevante de cantigas d'escarnho ede maldizer, en las que combina la

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Escriptorio medieval, donde un monje dirigeel trabajo de los copistas, que ilustra el textode apertura en el que Alfonso X ordena quese redacte el Libro de los Juegos.

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Dirigió equipos de redacción y traducción de obras de Derecho,Astrología y juegos, contribuyó a la vulgarización cultural apoyando lasustitución del latín por el romance y ensayó poesía satírica y religiosa. Nicasio Salvador analiza el asombroso legado cultural de Alfonso X

según resalta el hijo en elSetenario, hacia la músi-ca y la poesía, lo queexplica que, en su en-torno, la poesía pro-venzal, expandida en Castilladesde la época de Alfonso VII,conociera un desarrollo, si bienrelativo, porque, cuando Fer-nando comienza a reinar, ha pa-sado el período de apogeo deesa lírica, que se extiende de1150 a 1210. Caso bien distintoes el de la poesía gallego-portu-guesa, cuya circulación duranteel gobierno del Rey Santo guar-da estrecha conexión con dossucesos históricos. El primeroes la conquista del reino deMurcia, entre 1240 y 1245, conla toma de la ciudad por el in-fante Alfonso en 1243, ya queel reparto de tierras constituyóun notable aliciente para la per-manencia en el territorio caste-llano-leonés de caballeros por-tugueses.

El otro hecho transcendentehay que situarlo en 1245, cuan-do, tras la deposición de San-cho II de Portugal por el Con-cilio de Lyon, muchos caballe-ros portugueses optaron porexiliarse al reino castellano,participando luego en la con-

La infinita

BIBLIOTECA

rocedía Alfonso X de una estirpeinteresada por la cultura. Su bi-sabuelo, Alfonso VIII, y su abue-lo, Alfonso IX, habían destacadocumplidamente por sus aficio-nes poéticas y musicales; su

abuela, doña Berenguela, gran amantede las letras y protectora del Tudense,se había ocupado de proporcionar unaeducación esmerada a su hijo, Fernan-do III; y Beatriz de Suabia, la primeraesposa de Fernando, también manifes-taba atenciones culturales hasta el pun-to de pasar parte de su tiempo en LasHuelgas, donde entraba en contactocon las novedades intelectuales de Eu-ropa importadas por los francos deBurgos. Por tanto, desde su nacimientoen 1221 del matrimonio entre Fernan-do III y Beatriz, Alfonso encontrará enla Corte las condiciones para recibiruna cuidadosa formación, en la que in-tervendrá decisivamente la abuela através de su mayordomo, don Garcíade Villamayor, y su segunda esposa,doña Mayor Arias.

Música y poesía provenzalesAhora bien, las aficiones culturales deFernando III, en línea con su abuelo ysu padre, se decantaron especialmente,

NICASIO SALVADOR MIGUEL es catedrático de Literatura Medieval española en laUniversidad Complutense de Madrid.

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redactó, a petición de Fernando III,por uno de sus consejeros, hacia 1237,en torno a 1255 se le añadió el capítu-lo LXVI. En definitiva, la actitud de Al-fonso, promocionando la lengua co-mún a todos sus súbditos, engranacon la tradición vulgarizadora iniciadaaños antes, entre cuyos logros se en-cuentran asimismo las más tempranasobras del mester de clerecía, los ejem-plarios y los libros de sentencias.

Con tales premisas, no puede sor-

prender que apenas exista una facetade la tarea cultural de Alfonso cuyos ci-mientos no se pongan antes de su co-ronación. Así, si en sus años de Infantehabía ensayado ya la poesía satírica yreligiosa en gallego-portugués, al me-nos en 1250, se interesaba ya por losestudios históricos, como se desprendede la dedicatoria que le hace Guillermode la Calzada de los Rithmi de Iulia Ro-mula seu Ispalensi urbe, que se ocupade la historia de Sevilla desde su fun-dación hasta su reconquista por Fer-nando III. En el mismo año, se hacíanpatentes sus aficiones astrológicas, alordenar la primera versión del Lapida-rio, al igual que su interés por la astro-nomía, porque en mayo –el mes de lamuerte de san Fernando– se revisabanlas Tablas alfonsíes. Lo mismo cabe de-cir respecto a las obras legales, pues,además de iniciar el Setenario, llevó acabo la mayor parte de la preparacióndel Fuero Real y las Partidas y, en1251, por más que el colofón de unode los manuscritos lo sitúe diez añosmás tarde, patrocinó la versión del Ca-lila e Dimna. En suma, cuando en1252, ciñe la corona, el poder político

y las superiores disponibilidades eco-nómicas van a constituir solo nuevosacicates para una empresa en plenaevolución.

La labor en prosaTal tarea se centró en tres clases dematerias. Por un lado, la jurídica, conla que el rey pretende llenar el vacíoque suponía la inexistencia de un có-digo legal único, pues si León se regíapor el Fuero Juzgo, Castilla lo hacíapor las costumbres –es decir, por unDerecho consuetudinario de tipo ger-mánico– y varias ciudades, por susfueros específicos. Para romper esatensión, Alfonso da cima al Setenario,una especie de prontuario ético y jurí-dico, con especial interés por las ma-terias eclesiásticas; al Fuero Real, pri-mer intento de código con valor paratodo el reino; y al Espéculo, conside-rado como un primer borrador de lasPartidas, su magna obra legal, en laque regula todos los aspectos de la vi-da nacional en sus vertientes civil y re-ligiosa, centralizando el poder de de-cisión. Pero estos códigos herían losinteres de la nobleza, que se opuso a

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Dos damas de alcurnia juegan una partida de ajedrez, en una ilustración del Libro de los Juegos.

Dos musulmanes en el baño ilustran unacapitular del Lapidario.

Santa María) forman un corpus propioe independiente de la poesía gallego-portuguesa, tanto por su unidad de ins-piración y construcción como libro, yno simple compilación, como por sutemática religiosa, ya que, con un parde excepciones, pertenecientes a supadre y al propio Alfonso, constituyenel único ejemplo de poesía marianaque se conoce en la literatura gallego-portuguesa. Aunque su diversidad difi-culta las clasificaciones, entre las mis-

mas resaltan varias cantigas de loor a laVirgen y, sobre todo, las narrativas quese ocupan de leyendas milagrosas, ins-piradas en un amplísimo conocimientode las colecciones latinas o romancesde miracula, en el folclore y en su ex-periencia personal.

Gracias a estos poemas, se han sal-vado también muchos asuntos localesvinculados a santuarios de la Penínsu-

la: Nuestra Señora de Tudia (SierraMorena), Évora, Salas (Huesca), Mont-serrat, Terna (Portugal), Villasirga,Castrojeriz y Nuestra Señora del Puer-to de Santa María, aparte de cantigassueltas sobre los santuarios de Atocha(Madrid), Sigüenza, Faro, Monsaraz ySantarem (Portugal). Además de la ri-ca variedad métrica, si bien predomi-nan las cantigas de refram y la formade zéjel, hay que resaltar la música,con más de 400 melodías, cuya con-

servación resulta esencial, dada la de-saparición de casi toda la música pro-fana gallego-portuguesa; y las hermo-sas miniaturas que en el Códice Ricoilustran, mediante láminas en seis re-cuadros, los contenidos, con una ex-celente relación entre el texto verbal yel pictórico. Por más que distintos co-laboradores, como Bernardo deBrihuega, espigaran temas en obras

diversas y en la tradición oral, y aun-que músicos y juglares adaptaran los“sones” a las palabras, se trata de laactividad cultural en la que Alfonsotuvo una participación más personal.

El ejemplo de Fernando IIISi los intereses poéticos y musicalesde Alfonso deben mucho a su padre,tampoco se ha destacado suficiente-mente su eco en las restantes activida-des intelectuales del hijo, quien habíacomprobado cómo Fernando III se ro-deaba de personajes ilustrados –desdeXiménez de Rada al canciller donJuan– y cómo en su círculo se desa-rrollaba una nutrida producción en la-tín y en romance, auspiciada directa-mente por el Rey en muchos casos.Respecto a la que se sirve de la lenguavulgar, amén de un desarrollo rele-vante y muy variado, debe reiterarseque, durante el reinado de FernandoIII, uno de los rasgos llamativos con-siste en su empleo para el tratamientode materias hasta entonces reservadasal latín –o al árabe y hebreo, en su ca-so–, al tiempo que el monarca, apun-talando una corriente ininterrumpidadesde tiempos de Alfonso VIII, impu-so el empleo del castellano en la Cor-te y en los usos cancillerescos, connotable adelanto respecto a otros rei-nos peninsulares y de la Europa occi-dental. Hora es ya de desechar con es-te nuevo argumento la manida idea deA. Castro y otros, para quienes la vul-garización de la cultura que llevó a ca-bo Alfonso X, sustituyendo el latín porel romance, se debió al influjo de loscolaboradores judíos, presurosos porprescindir de la lengua litúrgica cris-tiana.

Ya E. Asensio había argüido seña-lando que en los textos jurídicos o his-tóricos no se documenta la interven-ción de ningún colaborador de esacasta, mientras que en las juderías semiraba con hostilidad a quienes “culti-vaban por gusto el castellano”. Pero,además, hoy sabemos que parte de latarea intelectual de Alfonso fue propi-ciada por su padre, a quien se debe,por caso, la iniciativa para redactar elSetenario, mientras que la conexiónentre la labor de ambos se compruebaen algún paradigma más concreto.Así, si el Libro de los doce sabios, es-pecie de prontuario de gobierno, se

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Gracias a las Cantigas se han conservadomás de 400 melodías y hermosasreproducciones de los instrumentos

Dos músicos interpretando una canción, en una ilustración de las Cantigas de Santa María (ElEscorial, Biblioteca del Monasterio).

LA INFINITA BIBLIOTECALA QUIMERA DE UN IMPERIO ESPAÑOL

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traducción de Calila e Dimna, había aus-piciado ya la del magnífico Lapidario,fechable entre 1243 y 1250. Si la ficcióndidáctico-sapiencial parece haberse e-clipsado para siempre en el proyectoalfonsí, no ocurre lo mismo con sus in-tereses científicos, adscribibles en con-junto a dos grandes períodos de activi-dad hacia el comienzo y el final del rei-

nado. Las observaciones necesarias pa-ra sus obras astronómicas debieron

de comenzar hacia 1252, pero elproyecto no se completó sino

hacia 1276. El Rey Sabio nosorprende a nadie cuandorecomienda a los reyes elconocimiento de bue-nas historias, “fechosde Dios” y gestas degrandes hombres. Es,en cambio, único ensu época cuando a-ñade a tan acostum-bradas materias mo-rales el estudio delmundo físico-natural,

que ponía bajo la de-nominación de naturas.

Perfectamente cuidado enestos terrenos, su proyecto

no tenía nada de caprichosoni de adventicio. En lugar de

partir del brillante ejemplo tole-dano, la historia intelectual de laBaja Edad Media aparece crea-doramente jalonada en Españapor importantes traducciones, engran parte orientales. Se extien-

den éstas, ya en pleno siglo XV, hasta lasde la Guía de Maimónides y la Biblia deArragel, justamente cuando la brújula in-telectual empieza a girar hacia Italia.Al igual que en Oriente, el supre-mo ejemplo de don Alfonso fuesin duda decisivo para esta-blecer el mecenazgo de lastraducciones en los estra-tos superiores de la so-ciedad de entonces. Esen dichos ambientesdonde se registra uncreador afán de reno-vación y crecimientointelectual que en va-no (o muy escasa-mente) se buscará enotras partes, y desdeluego no en escuelas niuniversidades. La verda-dera historia intelectualdel Medievo peninsular esen gran parte esta historia desus traducciones.

El paso de traducciones latinas a tra-ducciones castellanas había surgido, co-mo se sabe, en los años juveniles dedon Alfonso con una intensa preferen-cia por la literatura oriental de apólo-gos y cuentos morales. Pero, probable-mente con anterioridad a la misma

FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA es autordel libro El concepto cultural alfonsí,Madrid, Mapfre, 1994.

Menos interesado por la filosofía y la teología que otros monarcas deEuropa, Alfonso X cultivó la traducción de obras de diverso signo y se

preocupó sobre todo por incorporar la astrología a la política, a la manerade los monarcas orientales, sostiene Francisco Márquez

Bajo el signoDE LOS ASTROS

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Representación del signo zodiacal de Leoen una ilustración del Lapidario de Alfonso X

(El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

su observancia; por eso, tan solo elFuero Real se promulgó en vida de Al-fonso, mientras que las Partidas, nosancionadas hasta 1348, fueron burla-das por el propio Rey en el problemasucesorio.

En un segundo grupo, se incluyen,por un lado, los Libros de açedrex, da-dos e tablas, finalizados en 1283 comouna traducción arreglada de textosárabes, considerada como el tratadomás relevante que legó la Edad Mediasobre estos juegos y una prueba de lasrecomendaciones que hace Alfonso

sobre los “solaces honestos” que re-quiere el gobernante. Por otro, se ha-llan dieciséis textos sobre asuntos as-tronómicos y astrológicos que, recopi-lados con el nombre de Libros del sa-ber de astronomía, traducen o adap-tan textos árabes, aunque la fuente re-mota reenvía, a veces, a la literaturagriega. Si bien en la Edad Media setrata de materias a menudo intercam-biables, hay casos en que cabe esta-blecer una neta distinción: así, caendentro de la astronomía las Tablas al-fonsíes (1272), que se ocupan de los

movimientos de los planetas, la medi-da del tiempo y los eclipses, con datosque, aun partiendo de Azarquiel, serevisan de acuerdo con las observa-ciones realizadas en Toledo por loscientíficos alfonsíes. En cambio, el ca-rácter propiamente astrológico se des-cubre en el Lapidario, conjunto decuatro tratados sobre las propiedadesde las piedras según los influjos de lossignos del Zodíaco y sus fases.

En cuanto a su empresa histórica,hacia 1270, Alfonso decidió iniciar laredacción de una Estoria de Españacon el propósito de aislar los materia-les hispanos, rompiendo con la tradi-ción cristiana, que había impuesto elconcepto de historia universal comoconsecuencia del sentido expansivode su religión. Pero, más o menos porla misma fecha, puesto que en ambasse utilizan fuentes comunes, comenzótambién a componer una General es-toria, obra enciclopédica más acordecon la historiografía vigente. Tales tex-tos representan, al decir de Linehan, el“proyecto historiográfico nacional másambicioso que haya conocido la Euro-pa de su tiempo”, si bien la segundaquedó inacabada y la primera solo pu-do completarse en la corte de su hijo.

Director y autorEn esa labor hay que distinguir, por fin,dos aspectos que, a menudo, se entre-mezclan. Por un lado, la tarea de Al-fonso como impulsor de cultura y, porotro, su actividad personal como autor.Así, el rey, con una clara concepciónpolítica, sobresale por su capacidadpara dirigir equipos que trabajan sobreasuntos muy varios, con fuentes y en-foques muy distintos, si bien las obrasresultantes no destacan por la origina-lidad de contenidos, al predominar elafán exhaustivo de recopilación y elenciclopedismo, lo que no obsta paraque, aquí y allá, aparezcan rasgos no-vedosos. De enorme importancia es laaportación lingüística, que se traduceen multitud de neologismos tomadosdel latín y del árabe. En cuanto a la in-tervención personal de Alfonso, si bienes claro que seleccionaba, preparaba yorientaba los trabajos, deben desterrar-se tópicos archirrepetidos, como losque le atribuyen una corrección lin-güística de los textos y la creación deuna ortografía alfonsí. n

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Trabajo en equipo

La producción bibliográfica de la épocade Alfonso X tenía lugar en los talle-

res regios, habitualmente en torno a unmandato del rey para poner en marcha lacomposición de una obra.

La estructura de trabajo suponía habi-tualmente la convocatoria de un equipo deexpertos, que se coordinaban bajo la super-visión, al menos teórica, del monarca.

Por ejemplo, la redacción de las Tablasalfonsíes sucedió a la convocatoria de unos50 astrónomos, cristianos, árabes y judíos,de diversos reinos.

Igualmente, la composición de textosjurídicos es resultado del trabajo de equi-pos de expertos, como en equipo se llevan

a cabo las traducciones de obras de astro-nomía escritas en árabe. Habitualmentehabía una pareja de traductores: un judíoconocedor del árabe que traducía al caste-llano, y un cristiano que revisaba la tra-ducción para pulir el castellano.

En la versión final de un libro interve-nían también el encargado de dividir eltexto en capítulos, habitualmente un“maestre”, y un corrector, llamado “emen-dador”, que zanjaba los problemas de fija-ción del texto original.

En algunas obras se menciona asimismola existencia de un “ayuntador”, que se en-cargaba de seleccionar las fuentes, ensam-blarlas y organizar el contenido.

Alfonso X se hizo representar profusamente en las obras que encargaba. En esta miniatura de lasCantigas se le ve dirigiendo el trabajo de los traductores (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

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conocimiento de las necesarias infra-estructuras intelectuales, como es lapresencia de obras arábigas, cuyas tra-ducciones no se han conservado o quenunca se llevaron a cabo. La tenaz con-tinuidad, el cuidado y recursos com-prometidos en las traducciones cientí-

ficas, contra las más arduas dificulta-des técnicas, han sorprendido siemprea la crítica. Curiosamente, aparecen po-dadas en su forma románica del mate-rial anecdótico en que solían abundarlos respectivos originales y que, apar-te de la pura línea expositiva, resulta-ba allí “sobejano”. Incluso si en estamateria los conocimientos del regiopromotor debieron probablemente dedetenerse a las puertas de una riguro-

tereses científicos se concentran sobre eltrinomio –a la sazón de impecables cre-denciales científicas– astrología-astro-nomía-magia no diabólica. Don Alfon-so se ha sentido aquí investido de unamáxima responsabilidad. El Libro de lasarmellas atribuye al gran Azarquiel laidea de cómo “es la mayor causa” o másalto logro de la inteligencia humana elllegar a conocer los lugares y movi-mientos del sol, la luna y las estrellas.Dueño de una visión más clara hacialos años finales de su vida, el proyectoalfonsí se perfecciona en torno a sus ta-blas astronómicas y es posible pensarhoy en una verosímil coordinación deobservaciones y resultados científicosentre el Toledo alfonsí, Maraga –capi-tal del reino tártaro– y Pekín.

Con lógica de nuevo irreprochable,el proyecto se propuso después sacarde las tablas todo su partido, con unaserie de tratados menores para explicarla fabricación y uso del necesario ins-trumental científico, en que los andalu-síes eran maestros a mucha distanciasupremos. Si don Alfonso se esforzabapor disponer del reloj más avanzado pa-ra la tecnología de su época, no era pa-ra marcar el tiempo, sino para prever conla máxima exactitud el movimiento delos cuerpos celestes.

La órbita de MercurioPor encima de servidumbres de época,el saber alfonsí se ha incorporado contoda legitimidad a un puesto honorable(si bien no decisivo) en la historia dela ciencia. El máximo logro de laastronomía alfonsí fue el descubrimien-to de la órbita no circular de Mercurio,que más tarde había de ser reformula-do por Kepler. Alfonso X no sólo cons-tituye un hito en la aventura científicade su tiempo sino que ha podido serllamado «el más importante astrónomode la Edad Media cristiana». La historio-grafía posterior tuvo por lo tanto bue-nas razones para titularle «don Alfonsoel Astrólogo», así como la arábiga le lla-mó alguna vez «el Grande». En los últi-mos años de su vida se le censuraba a-biertamente por su afición a astrólogosy agoreros, y en 1279 el papa NicolásIII le formulaba en privado una largalista de agravios contra su autoritaria in-tromisión en asuntos eclesiásticos. Porresponder en todo esto a un modelo derey oriental más que cristiano, su fama

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sa competencia profesional, su entu-siasmo hacia ella no es la de ningúncaprichoso snob manejado por los adu-ladores judíos de su Corte.

Don Alfonso es claramente el rey desu gran designio cultural y, por encimade los necesarios asesoramientos, re-

sulta ofensivo el suponerle juguete demanos ajenas y para colmo no cristianas.La creación de una superioridad españo-la en la ciencia físico-natural era unode los estribos de su gran designio enlas Letras, mientras que, por otro lado,su misma forma de dirigir y supervisarel trabajo requiere un alto nivel –si sequiere, un mínimo alto nivel– de cono-cimientos técnicos, quizás aquí más queen otras provincias de su obra. Sus in-

Clérigo con un compás. Miniatura del Liber Deviationum, del siglo XIII (Castillo de Chantilly).

Alfonso X quería tener el reloj másavanzado de su época, para poder preverel movimiento de los cuerpos celestes

responder, conforme a la esperable ac-titud medieval, a una consolidación “au-torizada” del saber, marchaba con a-quellas obras tras el incremento reno-vador del mismo. Elegía para ello lo me-jor del saber natural de su tiempo y suverdadero fin no era sino “promocio-nar un programa de auténtica investi-gación científica”.

Beda y san IsidoroMás aún que en el caso de la fic-ción didáctica, las traduccionescientífico-filosóficas al latín tení-an ya tras de sí la brillante acti-vidad con que los traductoresdel siglo XII habían tratado de su-perar el gran punto muerto de lacultura latino-eclesiástica. Los esquemastradicionales de las siete artes libera-les ni siquiera preveían un lugar pa-ra ningún tipo de saber físico-expe-rimental. El concepto teológico-a-gustiniano había amputado al hom-bre de la naturaleza y la inviabilidadde una ciencia “cristiana” era bajoaquél poco menos que una imposi-ción metafísica.

A principios del siglo XI, el sabercientífico de Occidente permanece jus-to donde lo habían dejado san Isidoroy Beda el Venerable. Es preciso partirde dicho estiaje de la ciencia físico-na-tural de la Cristiandad para comprenderla fascinación que aquellas otras ma-nifestaciones del saber oriental ejercí-an no sobre el común, sino sobre la por-ción más selecta de los ingenios de laépoca. Se ha señalado la importanciadel mismo Pedro Alfonso en su viaje aInglaterra, donde enseñó rudimentosde astronomía, como tal vez el prime-ro en prender la llama del interés ha-cia la doctrina Arabum que predomi-naba y sólo cabía aprender en España.Para los europeos, la tierra de los li-bros era España, como para los cris-tianos españoles venía a serlo el do-minio cultural andalusí. A fines del si-glo XI, la Sevilla almorávide estaba yaacostumbrada a recibir a judíos y cris-tianos ansiosos de llevarse libros cien-tíficos, y algunos musulmanes rigoris-tas eran contrarios a que de ningúnmodo se les facilitaran.

La obra científica es tal vez el área don-de más directamente se actualiza el con-cepto cultural alfonsí. Don Juan Manuel,como se recordará, veía quintaesencia-

do en ella el propósito de instruir a susreinos. Examinada de cerca, no deja desuscitar también su gavilla de perpleji-dades. Es obvio que don Alfonso no seinteresaba en la metafísica y hasta pa-rece ignorar el florecimiento de la filo-sofía hispano-semítica que aún mante-

nía en plena producción a equipos detraductores toledanos que no parecenhaberse beneficiado (al menos en for-ma directa) de su regio mecenazgo. Di-cha ausencia constituye el gran aguje-ro de todo el proyecto cultural alfonsí,pero su mismo tamaño es prueba indi-recta de no tratarse de un hecho indi-ferente ni casual.

Sabemos ahora que el interés de lostraductores toledanos en las grandes o-bras filosóficas se intensificó bajo el ar-zobispo don Raimundo, tal vez comorespuesta a una demanda fomentada porlos medios universitarios franceses, cu-ya labor intelectual comenzaba a tomaraltura. El descaecimiento en España dedicha instancia académica, en que filo-sofía y teología eran casi inexistentes,

no ofrecía por el contrario ningúngran mercado para un producto dedicha clase. Es harto comprensibleque aquí se las considerase comoresponsabilidad de aquella cultu-ra propiamente clerical que en Es-paña nunca acababa de tomar vue-lo. A principios del siglo XII, la pa-

labra “filosofía” empezó a asumir enOccidente el sentido de un saber que

no era patrístico ni teológico, que delos griegos había pasado a los árabes ycontinuaba siendo acrecentado por és-tos. No hay que olvidar que el imán queen un principio atrajo la atención de laCristiandad sobre Toledo no fue otroque la ciencia físico-natural bajo dichoaspecto de filosofía de la naturaleza y,dentro de ésta, principalmente la astro-nomía. Filosofía y ciencia eran en al-Andalus indistintas, lo mismo en cuan-to doctrinas que en cuanto a personas,y el proyecto alfonsí no hacía sino pro-longar este rumbo originario. Si sus in-tereses eran lo que hoy llamaríamoscientíficos, y no filosóficos, se mante-nía fiel con ello a una percepción muyhispana del saber oriental y de su va-lor.

Tratados de agriculturaEl capítulo de la obra científica alfonsíse amplía conforme la labor erudita vaidentificando obras, referencias y frag-mentos. Sólo en fechas recientes se hasabido de su interés en hacer disponi-bles los mejores tratados de la agricul-tura andalusí, que había conocido un al-to grado de desarrollo durante el sigloXI. Algo similar ocurre también con el

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Representaciónde un astrolabio

en el Libro delSaber de

Astronomía deAlfonso X(Madrid,

Biblioteca,Universidad

Complutense).

Ilustración que acompaña la descripción de lapiedra del baño, en el Lapidario.

BAJO EL SIGNO DE LOS ASTROSLA QUIMERA DE UN IMPERIO ESPAÑOL

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Un religioso imparte clase, en una viñeta de las Cantigas de Santa María (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

Fundada por Alfonso IX, es el Rey Sabio quien da carácter oficial a laUniversidad de Salamanca que, según el modelo de Bolonia, dio preferenciaal Derecho, frente a la Filosofía y la Teología. José-Luis Martín describesu organización y función social en la Castilla del siglo XIII

Salamanca,

LIBERTAD de pensar

hubo de cargar también con una dosisde incomprensión que se extiende has-ta el padre Juan de Mariana: “Erat Al-fonso sublime ingenium, sed incau-tum, superbiae aures, lingua petu-lans, litteris potius, quam civilibusartibus instructus: dumque caelumconsiderat, observatque astra, te-rram amísit”.

Influencia celestialLa astrología es una presenciaconstante en la obra alfonsí, pueshasta las Siete Partidas son consi-deradas como un firmamento. La in-fluencia de los cuerpos celestes eraentonces una idea de sólidas creden-ciales científicas, y el Rey Sabio la com-partía con los grandes intelectos de laépoca (san Alberto Magno, santo To-más de Aquino), quienes discordabansólo acerca del mayor o menor gradode su capacidad determinante. Los ata-ques contemporáneos contra la as-trología no tachaban su falsedad, sinosu carácter de conocimiento impío. Losestudios astronómico-astrológicos norevestían para la época el carácter deciencia deshumanizada que hoy se lesatribuye y por lo cual no desdicen dela inclinación general de lo alfonsí ha-cia el universo de lo humano.

La fascinación de la época con el sa-ber astrológico y sus aplicaciones a to-do lo imaginable era la misma del hom-bre moderno en su fe con la tecnolo-gía y su capacidad para adueñarlo delmundo material. Un profesional com-petente y dotado de buenos medios detrabajo se volvía inmensamente pode-roso por su capacidad para realizar me-diante la astrología cualquiera de sus de-seos. Don Alfonso no oculta su creen-cia de que no fue de otro modo cómoJúpiter consiguiera gozar a Alcmena, sinmás que un concienzudo estudio astro-nómico y con extraordinarias conse-cuencias de orden eugenésico: “Mas es-to non fue al sinon que el rey Jupiter, queera muy sabio del saber de las estrellas,que puso tres dias e aun mas en catarel signo e el punto del açidente: quequando vernie a esta duenna, e que lapudiese vençer e fazer en ella tal fijocommo fue Ercules”.

De ningún modo era todo en el ReySabio desinteresado amor a la ciencia,pues se hallaba de por medio la incor-poración de la astrología a la política,

con miras a dotarla de un espaldarazo“científico”. Jerónimo de Zurita recogeuna vieja noticia, según la cual la ejecu-ción del infante don Fadrique y de donSimón Ruiz de los Cameros –el episodiomás dudoso de todo el reinado– andu-vo mezclada con ciertas predicciones as-trológicas. Todo hace pensar que laastrología judiciaria tuvo alrededor dedon Alfonso la misma ascendencia queen torno a su tío Federico II, en cuantomonarca también orientalizado. De siglosantes, los más sabios gobernantes mu-sulmanes vivían colgados de sus astro-labios y debemos al historiador Ibn Bas-sám la inestimable viñeta de al-Qádir, úl-timo rey taifa de Toledo, manipulando in-sensatamente uno de aquéllos en mo-mento de máximo peligro para su vida.

Para dichos príncipes, ese tipo gene-ral de conocimientos y el disponer deunas tablas perfeccionadas significaban,sobre todo, la posibilidad de una pre-dicción o interrogationes astrológicasmás exactas: “Porque la sciencia de laastrología es cosa que non se puede a-veriguar sinon por los rectificamientos”,reconoce en su prólogo el libro de las Ta-blas alfonsíes. El Libro de las cruzes –enque don Alfonso se tituló o dejó titular“rey despanna”– no es sino un reperto-rio utilitario de horóscopos elementalespara uso especial de gobernantes his-panos y por ello introduce un capítulo enque “Fabla en saber la soma de los gra-dos ensennoreados sobre las principales

uillas antiguas d’Espanna, et en las pla-netas sobre quales mansiones han po-derio, et las mansiones sobre quales de

las uillas d’Espanna, et en la diuersi-dad de las opiniones de los sabiossobre el signo d’Espanna qual es,et del sennorio de las planetas so-bre diuersas yentes”.

Ya el mismo prólogo de estelibro había encarecido la utilidaddel estudio de las revoluciones delos planetas, para entender “delo que significan en los compeça-

mentos de los regnos et de lossennorios”. Los libros alfonsíes so-

bre el saber de astronomía revistende esta forma el carácter de una inver-

sión al servicio de los aspectos técnica-mente más “avanzados” de su política.

Todos los campos del saberCon independencia de sus intenciones,el Rey Sabio ha penetrado de un mo-do pleno en el ámbito de la ciencia, locual equivale para un hijo del Medie-vo a un gran despertar ante la vida yal alumbramiento de una nueva sensi-bilidad. Las obras científicas represen-taban el máximo desafío en el terrenohabilitador del romance y con su bri-llante realización la lengua quedaba do-tada “de los instrumentos lingüísticosadecuados para poder tratar en espa-ñol todos los campos del saber huma-no de la época”. En el plano de la sen-sibilidad, la mirada científica ha su-puesto para él una nueva concienciadel mundo exterior que, desde las Can-tigas a los libros de astronomía, lo digni-fica y en sí mismo lo vuelve digno deamor y atención intelectual. Es un nue-vo sentido de lo material, que repercu-tió favorablemente a lo largo de todasu obra y que contribuiría a implantaren ella, frente a la rígida temática delos clérigos, los temas del niño, la vi-da familiar y los animales. La naturale-za no es para él ninguna abstracción,sino la presencia envolvente de un u-niverso de seres y de cosas concretas,por primera vez merecedor del home-naje estudioso. Como una de sus con-secuencias, y también al igual que Fe-derico II en Sicilia, trataría de comen-zar una política del medio ambiente ba-sada en la conservación de recursos bio-lógicos. Como consecuencia, naturaes una palabra crucial y de múltiple va-loración dentro de su vocabulario. n

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El signo de Géminis, según el Lapidario (ElEscorial, Biblioteca del Monasterio).

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utilizaron la dialéctica, el razonamiento.La sumisión cultural, lógica mientras laenseñanza se limitaba a la verdad reve-lada, fue sustituida por la libertad depensar, por la independencia, aunquesu triunfo no fuera total y la inercia lle-vara a veces a aceptar sin discusión loque otros habían pensado, a concedergran fuerza al principio de autoridad.

Maestros y estudiantes unidosLa tendencia a integrarse en un organis-mo común todos cuantos tienen la mis-ma profesión y forma de vida dio origenentre los siglos XII y XIII a los Estudioso Universidades, corporaciones de ma-estros y estudiantes que nacieron en lu-cha contra los poderes eclesiásticos lo-cales y contra el poder laico de reyes ymunicipios. Estudiantes y profesores te-nían la condición de clérigos y, comotales, estaban subordinados al obispodiocesano, al que competía otorgar laslicencias de enseñanza. También los re-yes pretendían controlar y utilizar en subeneficio a la organización naciente pa-ra poner los nuevos saberes al serviciode su política –recordemos, con loscronistas castellanos y leoneses, que“saber es poder”–, y los municipios no

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cimientos más allá del mundo religioso-eclesiástico.

El movimiento intelectual se inició enlos círculos eclesiásticos atraídos por lacultura clásica, considerada hasta enton-ces peligrosa, por cuanto podía conta-minar la verdad revelada. El alejamientoen el tiempo del mundo griego y roma-no hicieron que su cultura dejara de serpeligrosa o, al menos, que se considera-ran mayores las ventajas que los incon-venientes del conocimiento de estemundo clásico. Numerosos clérigos setrasladaron a los centros en los que seconservaba, a través de los filósofosárabes, el saber antiguo y difundieronestos conocimientos por toda Europa,de acuerdo con, o al margen de, la au-toridad eclesiástica.

La escuela no se situaba sólo en lascatedrales y monasterios, sino allí don-de alguien tenía alguna cosa que ense-ñar; los maestros oficiales eran abando-nados cuando su ciencia no estaba a laaltura requerida, y los estudiantes sedesplazaban siguiendo al maestro deprestigio. Más importante aún fue elnuevo espíritu que animaba a estudian-tes y maestros; unos y otros no se con-formaban con la repetición, sino que

Carta de Alfonso X a la Universidad de Salamanca, fechada en 1254, en la que se otorgan lasprimeras cátedras (Salamanca, Biblioteca de la Universidad).

Defensa de lafe y la corona

Si las Cantigas ofrecen una recons-trucción fiel del vestido, la cons-

trucción, la vida rural eclesiástica y pa-laciega de Castilla y León en el sigloXIII, no es menos importante su con-tenido ideológico. Los versos y las esce-nas que ilustran son una herramientade propaganda política y religiosa deprimer orden, un elemento nada des-deñable en una sociedad inmersa enuna pugna expansiva con los musulma-nes del Sur peninsular y cuyo enemigopor antonomasia sobre el Mediterráneoes el Islam. A veces, la Virgen ayuda alos moros cuando unos tienen una cau-sa más justa que otros, como represen-ta la primera escena por la izquierdareproducida en el desplegable. En ella,un emir de Marrakech se libra del cer-co de Abu Yusuf, en 1286, gracias a laintercesión de la Virgen, a la que sacaen procesión con ayuda de los cristia-nos de la villa. Le sigue la escena delcristiano que pasea por tierra de moros,cerca del estrecho de Gibraltar, y escondenado a morir lapidado y asaetea-do. Logra resistir hasta que se le conce-de la confesión y su alma se salva, comodemuestra el hecho de que al cadáver lecrece la barba y las aves de rapiña no lodevoran. La siguiente escena represen-ta el asedio de de Constantinopla. Losmusulmanes asaltan a los cristianos dela capital bizantina, lanzando piedrashasta hacer una brecha en la muralla.Es el momento que escoge la Virgenpara extender su manto protector sobreel lienzo de piedra. El sultán, impre-sionado, paró el combate e incluso pi-dió a san Germán, que estaba con lossitiados, que le bautizase, “pero que nosea sabido”.

Por último, vemos la milagrosa cura-ción del propio Alfonso X que, aqueja-do de una dolencia desconocida, pideun ejemplar de las Cantigas que ha or-denado componer en honor a Santa Ma-ría. En contacto con su obra, recuperarápidamente su salud, para asombro desus cortesanos, que se postran a suspies. Todo una proclama sobre el ori-gen divino del poder y una curiosa es-cena de la vida cotidiana de palacio.

l decreto “oficial” de fundación,la carta magna de la Universi-dad, es obra de Alfonso X, fe-chada en Toledo el 8 de mayode 1254, pero sus orígenes seremontan a los años de Alfonso

IX (1188-1230), el segundo y últimode los reyes privativos de León, quecrea el Estudio, la Universidad sal-mantina, leonesa-compostelana, enparte como contraposición al Estudiode Palencia, castellano-toledano, favo-recido por Alfonso VIII de Castilla.Tanto el “estudio” palentino como elde Salamanca son, hasta cierto punto,una de las consecuencias de la sepa-ración en 1157 de los reinos de Casti-lla y León.

Los reyes castellanos, y los leoneses,estaban interesados en que la cienciano estuviera ausente de su reino y poresto Alfonso VIII reunió en Palencia,maestros de todas las facultades. Pocodespués, Alfonso IX ordenó crear lasEscuelas de Salamanca y desde aqueldía tuvo más directamente en su mano

la salud de la victoria, porque en laEdad Media ciencia y poder van uni-dos, como veremos más adelante.

La ciencia y la cultura eran hasta el si-glo XII patrimonio exclusivo del clero,que había logrado mantener un ciertonivel cultural a través de las escuelasmonásticas y episcopales, pero la limita-ción al campo exclusivamente religiosoy el rígido control que la jerarquía ecle-siástica mantenía sobre la enseñanza,equiparada a la predicación, alejaban deestos centros a los laicos y hacían de lasescuelas centros de conservación, másque de creación, del saber.

El conducto árabeLos contactos con el mundo y la culturagriegos, directamente o a través de losárabes, ampliaron el campo de la cultu-ra; la difusión del derecho romano y suutilidad para las monarquías y principa-dos hicieron que su estudio fuera favo-recido por el poder civil, y la nueva si-tuación económica de Europa, con undesarrollo importante en los siglos XI yXII, permitió que un grupo relativamen-te importante de personas abandonaralas ocupaciones tradicionales para dedi-carse al estudio, para ampliar sus cono-

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Un monje en su escritorio, junto a un armario cuya puerta entreabierta permite ver su pequeñabiblioteca. Ilustración de las Cantigas (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

JOSÉ-LUIS MARTÍN es catedrático de HistoriaMedieval, UNED, Madrid. Las CANTIGAS, foto

fija del siglo XIII

Heredero de una tradición culturalriquísima, en la que se entre-

mezclaban influencias orientales y clá-sicas, Alfonso X fue un hombre queamó por encima de todo la sabiduría ylas artes. Su Corte fue cita de poetas,sabios, músicos e iluminadores de to-das partes y de toda condición: judíos ycristianos, portugueses, provenzales,italianos, castellanos y leoneses. El ReySabio fueun buen poeta. Su gran obrapoética es de carácter religioso, lasCantigas de Santa María: una extraordi-naria colección de más de 400 milagrosy loores a Nuestra Señora, en los queestá presente la mano del rey trovador,unas veces como autor y otras comoinspirador. Nos han llegado en precio-sos códices, en los que los poemas seacompañan de su música y se ilustrancon centenares de viñetas que constitu-yen un friso de la vida de la Castilla dela segunda mitad del siglo XIII. He-mos seleccionado ocho historias para eldesplegable, procedentes de los Códi-ces de Florencia y del Monasterio de ElEscorial, y que reproducimos por cor-tesía de la Editorial Edilán.

A la derecha, la primera escena re-presenta la curación milagrosa de unciego por su fe en la Virgen; le sigue lasalvación de una congregación sobrelaque cae un andamio durante la cons-trucción de una iglesia dedicada a laVirgen. Es una excelente reproducciónde las técnicas de edificación con quese alzaban iglesias y palacios góticos dela época. El burro enfermo que se salvade ir al matadero es una historia inge-nua, en la que hay un reconocimientofranciscano del amor a los animales. Lacuarta escena procede de la tradiciónpicaresca italiana. La abadesa del relatohabía quedado preñada de un hombrede Bolonia. Las monjas, que envidia-ban a su superiora, se alegraron de sucaída en pecado y fueron a acusarla alobispo. La mujer rezó a la Virgen, quehizo el milagro de sacarle el hijo porun costado. El obispo la hizo desnudarpara investigarla y, al verla intacta, ala-bó a Dios y censuró a las monjas que lahabían denunciado.

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do de tener todos los exemplarios bue-nos e correttos; un maestro de órgano yun boticario, todos ellos dirigidos y con-trolados por los conservadores del Estu-dio, cargos que recaían en el deán de lacatedral de Salamanca y en Arnal deSensaque; el salario fijado a cada maes-tro guardaba relación directa con la im-portancia de la materia que enseñaba, yse pretendía que los maestros pudieranvivir sin necesidad de cobrar cantidadalguna a los escolares, según lo dis-puesto años más tarde en la Partida Se-gunda, cuyo texto podía servir indirec-tamente para conocer la situación de Sa-lamanca.

Los juristas al servicio de Alfonso, trasdefinir el Estudio como “ayuntamientode maestros e escolares, que es hechoen algún lugar con voluntad e entendi-miento de aprender los saberes”, expli-can que el lugar donde se cree el Estu-dio “ha de ser de buen aire y de her-mosas salidas [...] porque los maestrosque muestran los saberes y los escolaresque los aprenden vivan sanos en él ypuedan holgar y recibir placer en la tar-de cuando se levantaren cansados delestudio; las escuelas deben estar situa-das en un lugar apartado de la villa, lasunas cerca de las otras. Porque los es-colares que hubieren sabor de apren-der, aína puedan tomar dos lecciones omás si quisieren; y en las cosas que du-daren puedan preguntar los unos a losotros. Pero deben ser las unas escuelastan apartadas de las otras que los maes-

tros no se embarguen, oyendo los unoslo que leen los otros”. Las escuelas quehabía de tener un Estudio General eranlas de Gramática, Lógica, Retórica, Arit-mética, Geometría, Astrología y Dere-cho, tanto Canónico como Civil, que losmaestros enseñaban leyendo los libros yexplicando su contenido.

El miedo a las cofradíasAlfonso X, en las Cortes celebradas en1258, prohibió las cofradías en cuantopodían servir para concertarse trabaja-dores y mercaderes para fijar precios osalarios, y en las Partidas recuerda có-mo los sabios antiguos prohibieron las

cofradías, “porque de ello se levantamás mal que bien”, a pesar de lo cualpermitió que maestros y escolares for-maran cofradías y se juntaran por na-ciones, “pues son extraños y de lugaresdepartidos y necesitan unirse en pro desus estudios y a amparanza de sí mis-mos y de los suyos”. Pueden y debenelegir entre ellos un mayoral o rector,cuyo cometido era muy distinto al delos rectores actuales: “debe castigar eapremiar a los escolares que no levan-ten bandos ni peleas con los hombresde los lugares do fueren los escolares,

ni entre sí mismos. Y que [...] no hagandeshonra ni tuerto a ninguno. Y defen-derles que no anden de noche, masque finquen sosegados en sus posadas,y que punen de estudiar y de aprendery de hacer vida honesta y buena. Ca losestudios para esto fueron establecidos,y no para andar de noche ni de día ar-mados trabajándose de pelear y de ha-cer otra locura o maldad, a daño de síy estorbo de los lugares do viven”.

Sin una buena biblioteca, no hay Uni-versidad, y el bibliotecario “ha de teneren sus estaciones buenos libros e legi-bles y verdaderos de texto y de glosas ocomentarios, que los loguen –alquilen–a los escolares para hacer por ellos li-bros de nuevo o para enmendar los quetuvieran escritos”. Importante es tam-bién el papel del mensajero, o bedel, dela Universidad, cuya misión es ir por laEscuelas pregonando las fiestas pormandato del mayoral, hacer de media-dor entre los que quieren vender librosy quienes desean comprarlos, y llamar a

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Gramática, Lógica, Retórica, DerechoGeometría, Aritmética y Astrología seenseñaban leyendo y explicando libros

Enseñanza de la Retórica, la Gramática y laLógica, de izquierda a derecha, según unaserie de miniaturas que ilustran escritoscientíficos y filosóficos del siglo XIII (París,Biblioteca de Sainte-Geneviève).

se resignaban a permanecer al margende las escuelas surgidas en su territoriopero fuera de su autoridad, pues la con-dición de los clérigos les sometía al fue-ro eclesiástico. Frente a estos poderes,la Universidad se defendía acogiéndoseal alto patrocinio de Roma, menos peli-groso por más alejado, y los papas fa-vorecían las pretensiones universitariasy convertían sus corporaciones en pon-tificias, lo que les permitía controlar laenseñanza y servirse de la Universidadpara afirmar la hegemonía papal sobreobispos y reyes.

Eco internacionalLa Universidad surgida en las ciudadescon carácter local o personal (en tornoa un maestro) superó rápidamente estalimitación y adquirió amplitud nacionaly en algunos casos internacional, alaceptar profesores y alumnos de toda laCristiandad a cuyo servicio estaba. Sucarácter pontificio se manifiestaba en elpredominio de la Filosofía y la Teología,a las que se añadían la Medicina y elDerecho, que, en algunos Estudios seconvirtieron en el centro del conoci-miento. Las primeras universidades, es-pontáneas, se crearon en París, Boloniay Oxford, en torno a las escuelas cate-dralicias o a la figura de determinadosmaestros, que no tenían inconvenienteen trasladarse con sus alumnos a otroslugares –desde Oxford a Cambridge en1209, desde Bolonia a Padua en 1222, ydesde París a Orleans y Angers en1230–. En otros casos, el Estudio fuecreado desde arriba, desde el poder:Roma impuso a Raimundo VII de Tou-louse la creación de escuelas para com-batir la herejía albigense; en Nápoles,Federico II creó la Universidad, conce-bida como escuela de funcionarios, en1224, y centrada especialmente en el es-tudio del Derecho; el modelo napolita-no fue aplicado siete años más tarde enSalerno, donde desde mucho antes seenseñaba Medicina...

En este ambiente surgió el estudio, laUniversidad salmantina, que encontrópronto el patrocinio de Alfonso IX y vioconfirmada y oficializada su existenciael 8 de mayo de 1254, día en el que Al-fonso X, a petición de los escolares dela Universitat del Estudio de Salamancatomó una serie de medidas económicas,eclesiásticas, académicas y estudiantiles.Entre las primeras se incluían normas

para impedir abusos en el alquiler decasas a los estudiantes y para facilitar laimportación de pan y vino dedicados alconsumo escolar. A los estudiantes seles recordaba su carácter clerical y laobediencia que debían al obispo, cuyaexcomunión habían de respetar y sincuya autorización no podían ni debíanutilizar un sello específico que garanti-zara la validez de sus actuaciones. Laautoridad episcopal se manifiestabaigualmente en el poder del obispo paraencarcelar o incluso expulsar de la ciu-dad a los estudiantes peleadores o vol-vedores que creasen problemas al Estu-dio; cualquier acción de los legos contra

los escolares era castigada por los alcal-des de la villa.

Desde el punto de vista académico, laUniversidad de Salamanca seguía elmodelo boloñés, que daba preferenciaal estudio del Derecho, Civil y Canóni-co, frente a París donde se dedicabamás atención al estudio de la Filosofía yde la Teología. Concebida la Universi-dad como centro de formación de juris-tas, Alfonso X dispuso que hubiera enSalamanca un maestro en leyes ayuda-do por un bachiller canónigo; un maes-tro en decretos y dos en decretales; dosmaestros de Lógica, dos de Gramática ydos de Física; un bibliotecario encarga-

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El siglo de las Universidades

Los estudios conventuales que se fun-daron en muchas ciudades medievales

se convirtieron en centros de educaciónsuperior. A finales del siglo XII la escuelasuperior de Bolonia se había convertido encorporación o universitas. A principios delsiglo XIII, la escuela catedralicia de Parísse convertía en corporación de profesores.Ese paso de organizarse autonómamentecomo universitas magistrorum et scholarium oUniversitas Studii es uno de los requisitospara que los estudios se convirtieran en loque hoy entendemos como universidades.

A estos dos casos citados se les unió co-mo tercer centro de primera importanciaOxford, hacia 1208-1214.

La cuarta universidad fue la de Salaman-ca, que es además la primera que no nacióespontáneamente o por fundación eclesiás-tica, sino por creación deliberada de un rey.

A lo largo del siglo XIII, se les fueronuniendo otras: Cambridge (después de1209), Montpellier (haacia 1220), Arezzo(1215), Padua (1222), Nápoles (1224),Vercelli (1228), Salerno (hacia 1231),Toulouse (1229), Orleans (hacia 1235),Angers (hacia 1250), Valladolid (segundamitad del siglo XIII) y Lisboa (1290). Lade Lérida comenzó a funcionar en 1300.

Fuente: VV. AA., Alfonso X y su época. El siglodel Rey Sabio, Barcelona, Carroggio, 2001.

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padre Mariana dice que Alfonso X fueun rey codicioso y aborrecido por supueblo, y Cavanilles cree que “bastan-te tiene don Alfonso con su errada po-lítica, con su ambición sin límites y consu entera incapacidad para gobernar”,

a Crónica de Alfonso X ha trans-mitido una idea muy negativatanto de la situación económicaque este monarca hereda comode las medidas que fue adoptan-do para superarla. Y, puesto que

la mayor parte de los historiadores handado una alta credibilidad a esa fuente,siguiéndola en muchos casos de formacasi literal, no podrá extrañar que la co-

rriente historiográfica dominante hayaconsiderado establecido que el reinadodel Rey Sabio fue una época de gravecrisis económica.

Por añadidura, sus decisiones equi-vocadas y sus errores y obstinación po-lítica habrían contribuido a agravar lasituación, de modo que, dejando de la-do las cuestiones culturales, muchosconsideran nefasto este reinado: si el

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Alfonso X ha pasado a la Historia como un monarca obstinado que agravó la crisis económica de Castilla. Guillermo Castán se aparta de este tópico y reivindica sus audaces propuestas impositivas, que le llevaron a enfrentarse con la nobleza

REVOLUCIÓNFiscal

Representación de unbarco, en una

ilustración de lasCantigas (El Escorial,

Biblioteca delMonasterio).

GUILLERMO CASTÁN LANASPA es catedráticode Historia de Enseñanza Secundaria,Salamanca.

los escolares a las reuniones convoca-das para discutir los asuntos comunaleso para hacer examinar los escolares quequieren hacer maestros, de acuerdo conlas normas previstas por los redactoresde las Partidas: el estudiante que queríaser maestro había de presentarse antelos mayorales de los Estudios, que pre-viamente y en reunión secreta analiza-ban si el solicitante era hombre de bue-nas maneras. Pasado este primer esco-llo, el candidato debía dar algunas lec-ciones de los libros de la especialidadelegida y responder a las preguntas quese le hicieran. Si pasaba la prueba, se lepedía que jurara “enseñar bien y leal-mente la su ciencia, y que no dio ni pro-metió nada a quienes le examinaron, nipersonalmente ni por mediación de otrapersona”.

Un año después del reconocimientodel Estudio por el Rey Sabio, Roma ala-bó la decisión de Alfonso, recordó quetan importante era para los reinos laabundancia de sabios y el consejo delos prudentes como el valor y la fortale-za de los combatientes y confirmaba lacreación del Estudio creado “en la ciu-dad de Salamanca, ubérrima según sedice y lugar del reino de León elegidopor la salubridad del aire y por otrasmúltiples razones”.

Para facilitar el trabajo de maestros yestudiantes, y evitar las molestias quepodrían causarles las autoridades ecle-siásticas, Alejandro IV dispuso que na-die pudiera dictar sentencia de excomu-

nión o entredicho contra la universidadde los maestros o escolares, “sin licenciaespecial de Roma”, y autorizaba al ma-estrescuela a levantar la excomunión enla que pudieran incurrir maestros y es-colares por pelearse entre sí o por heriro golpear a otros clérigos. En principio,sólo Roma podía levantar la excomu-nión, pero muchos no tenían los medioso el tiempo para viajar hasta la ciudadpapal y morían excomulgados u oculta-ban su delito para poder acceder a loscargos eclesiásticos, con lo que el casti-go producía males mayores de los queintentaba remediar, motivo por el quese autorizaba al maestrescuela salmanti-no a levantar la sanción eclesiástica.Completan los privilegios pontificios de1255 la bula por la que se concedía va-lidez a los grados salmantinos en toda laCristiandad, por la que se autorizaba alos maestros por Salamanca a enseñaren cualquier Estudio con las excepcio-nes de París y Bolonia.

Incide una vez más en la vinculaciónentre poder y saber la última de las bu-las de Alejandro IV dirigida a Alfonso X:“Pues desde siempre ciencia y miliciasuelen coincidir y donde había valientemilicia existía solemne y célebre estu-dio, interesaba a tu reino, sobradamen-te conocido por el valor militar, amar laciencia, y movido por esta razón, deacuerdo con los obispos de tu reino,creaste en la ciudad de Salamanca unEstudio General y asignaste a sus maes-tros un salario anual...”. La obra de Al-

fonso fue premiada por el pontíficeanulando la norma que prohibía a losclérigos estudiar Derecho Civil. Paraque acudiera a Salamanca un mayor nú-mero de estudiantes, se permitía estu-diar a todos, con excepción de los cléri-gos regulares, para los que seguía vi-gente la prohibición.

El saber, instrumento del poderEl interés “político” de la Universidadpara los reyes aparece claramente enlas Partidas; Alfonso X incluye el títuloDe los estudios en la Partida Segunda,que habla de los Emperadores y de losReyes y de los otros grandes Señores dela tierra, que la han de mantener enjusticia y verdad, según se indica en elprólogo. Y, al introducir el tema “uni-versitario” en el título XXXI, sitúa el Es-tudio como uno de los pilares en losque han de basarse los reyes: “De có-mo el rey y el pueblo deben amar yguardar la tierra en que viven poblán-dola y amparándola de los enemigos,dijimos asaz cumplidamente en los tí-tulos ante de éste. Y porque de loshombres sabios los hombres y las tie-rras y los Reinos se aprovechan y seguardan y se guían por el consejo deellos, por ende queremos en la fin deesta partida hablar de los estudios y delos maestros y de los escolares”.

Entre todos los maestros destacan, ló-gicamente, los que enseñan Leyes –susalario en Salamanca era mayor que elde los demás– a los que las Partidas re-servaban honores y trato especial: se lesdenominaba caballeros, Señores de le-yes y, tras veinte años de enseñanza, re-cibían la honra de condes. Si un maes-tro de leyes se presentaba en el juzga-do, el juez debía levantarse, saludarle ypedirle que le acompañase en el juicio;no hacían antesala cuando visitaban aemperadores, reyes o príncipes, y losporteros tenían orden de franquearles laentrada inmediatamente, excepto cuan-do el rey estuviera tratando asuntos degran secreto: en este caso, el porteroanunciaba su presencia y el rey decidíasi podía o no entrar. Tanto los juristascomo los demás maestros del Estudioestaban libres del pago de impuestos yno estaban obligados a ir en hueste nien cabalgada sin su placer. Con el tiem-po, la situación de los maestros del Es-tudio ha empeorado considerablemen-te, como bien sabe el lector. n

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Un grupo de jóvenes se acerca a una ciudad. Los juristas querían que las escuelas se situaranen un lugar apartado de la villa. Viñeta de las Cantigas (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

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protección a la Iglesia e incremento ex-traordinario de sus ingresos mediante launiversalización y regulación del diez-mo, intentos de normalizar las exaccio-nes fiscales señalando quién tenía dere-cho a percibir qué rentas y cuáles no, omedidas encaminadas a evitar la cares-tía, reflejan claramente que en 1252 el

tos tradicionales eran claramente insufi-cientes. De hecho, Fernando III, y elpropio Alfonso X en los primeros añosde su reinado, habían abusado de losempréstitos, pedidos, yantares y otrosimpuestos exigidos en plazos y cuantíasno contemplados en los fueros, lo queprovocaba quejas continuas y dificulta-des cada vez mayores para recaudar yhacer frente a los pagos y deudas. Estasituación empujaba a un replanteamien-to de toda la política fiscal, de toda lapolítica de rentas, que es la más sensibleen un sistema social que basa gran par-te de su legitimidad en la redistribuciónde bienes materiales y simbólicos quemarcan la distinción social.

La espiral recaudadora-redistribuido-ra exigía tanto incrementar la riquezadel reino como ampliar la base impo-nible, la masa de bienes sometida aexacción y la tasa fiscal. Ello llevó, porun lado, a desarrollar una política eco-nómica expansiva, favorecedora del in-cremento de la producción y del co-mercio mediante un intenso interven-cionismo que ha permitido a SánchezAlbornoz hablar, en este periodo, de“economía dirigida”. Por otro, a la revi-sión de exenciones y privilegios fisca-les dudosos, a la reorganización de losimpuestos existentes y la creación deotros y a la concentración de los fun-damentales para la monarquía.

Una moneda sólidaLa defensa y el incremento de los ingre-sos exigía igualmente desarrollar unapolítica monetaria capaz de garantizar lacapacidad fiscal de los pecheros, quecontrolase la evolución de los precioscorrientes, que asegurase el valor real yno puramente nominal de los ingresosfiscales a medio y largo plazo y que per-mita mantener una relación fiscalmenteinteresante entre el oro y la plata .

Justamente por eso, y a pesar de loque se lee en la Crónica –aceptado porla mayoría de los historiadores actuales–,Alfonso X no devaluó la moneda: la ex-periencia de su padre le había enseñadoque la devaluación podía sacar momen-táneamente de apuros, a costa de com-prometer los ingresos futuros y de pro-vocar fuertes carestías. En las Cortes deSevilla de 1281, el monarca “fallaba quelas rentas todas que eran menguadas, louno por el abatimiento de las monedas,que fueron abatidas en tiempo del rey

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desorden reinante obligaba a interveniren evitación de males mayores.

Pero esta política redistribuidora exigeincrementar los ingresos del monarca ydefender el patrimonio y las prerrogati-vas regias frente a los expolios de queeran objeto aquí y allá por los podero-sos, en un momento en que los impues-

La ganadería trashumante estaba minuciosamente regulada en la Corona de Castilla. Un pastorparte con su ganado en esta ilustración de las Cantigas.

La Mesta

Las mestas eran asociaciones de pasto-res, que regulaban hasta los más ínfi-

mos detalles de la ganadería lanar trashu-mante en la Corona de Castilla. En 1273,Alfonso X unificó en un Concejo todas lasmestas locales.

Los mayores propietarios de ganado la-nar eran los grandes monasterios y, a par-tir del siglo XI, también los caballeros delos concejos del valle del Duero. La finali-dad de las mestas es garantizarse zonas dedesplazamiento lo bastante amplias paraque tanto en verano como en invierno nofaltaran pastos. A menudo, el desplaza-miento de los rebaños provocaba enfrenta-mientos al paso del ganado por tierrasconcejiles, eclesiásticas o nobiliarias, que

ofrecían resistencia al disfrute gratuito desus pastos. La unificación emprendida porAlfonso X pudo tener como fin alentar eldesarrollo de la producción de paños –y depaso incrementar la hacienda real, graciasa la percepción de impuestos que pagabanlos ganados trashumantes al cruzar tierrasde realengo– o ser resultado de las presio-nes de los ganaderos, que se asociaron pa-ra protegerse de los abusos y obtuvierondel rey el reconocimiento de su pacto.

La nueva Mesta se encargaba de cuidarlos caminos especiales de tránisto del ganado y las cañadas, que iban de los in-vernaderos a los agostaderos. La regla-mentación fijaba incluso el ancho de loscaminos.

Teófilo Ruiz explica la hostilidad de lanobleza por “la mala política económi-ca” del monarca.

Pero un estudio más detallado y lautilización de la amplia documentaciónya disponible permiten matizar muchasde esas afirmaciones, rebatir otras y sa-car conclusiones diferentes.

En realidad, hoy puede afirmarseque, a pesar de situaciones adversas, lapolítica económica de Alfonso X tuvoun carácter expansivo que obtuvo in-dudables logros en cuestiones tan de-cisivas como la ganadería, el comercio,la reorganización del sistema moneta-rio o, lo que resulta más decisivo, el es-tablecimiento de un novedoso sistemafiscal que incrementaba notablementelos ingresos de la monarquía, a la vezque colocaba a esta institución en unaposición predominante en el sistemarecaudador-redistribuidor, tratando desubordinar con ello a las aristocracias.

Otra cosa es que la nobleza y el altoclero no vieran con buenos ojos el de-sarrollo de una política que robustecíala autoridad del monarca en detrimen-to de la suya propia. Tal pretensión,que se plasmaba tanto en la teoría po-lítica a través de textos legales y doctri-nales esenciales –como las Partidas, el

Espéculo o el Fuero Real– como en lapráctica política a través de una políti-ca económica y fiscal que resquebraja-ba los equilibrios de poder tradiciona-les entre el Rey y el Reino, inclinó a lasaristocracias a la rebelión y, por la con-tumacia de Alfonso X, y su misma de-posición.

Puesto que las rebeliones no se ganansólo en el terreno militar sino tambiénen el de la propaganda, los conjuradosbuscaron legitimar su acción recurrien-do a la manipulación y descrédito delmonarca, a la difusión de falsedades y ala apelación a la defensa del “bien co-

mún”. Pero el análisis de la abundantedocumentación conservada de los re-beldes pone en evidencia que, en reali-dad, la sublevación buscó quebrar lapolítica de un monarca que recortaba ydelimitaba su poder y que transformabala figura del rey, desde un primus interpares, en un auténtico Princeps, al quetodos los demás aparecían efectiva osimbólicamente subordinados.

Las metas de la noblezaLas aristocracias confundían interesa-damente el bien común con sus privi-legios tradicionales, cosa que vio clara-mente Alfonso X cuando escribió a suprimogénito Fernando sobre las razo-nes de los rebeldes: “...por querer tenersiempre los reyes apremiados, e levardellos lo suyo, pensándoles buscar ca-rrera por do los desheredasen e losdeshonrasen commo las buscaronaquellos onde ellos vienen... Esto es elfuero e el pro de la tierra que ellossiempre quisieron”. (Crónica)

Y es que, en lo que ahora nos intere-sa, la política monetaria, la política fiscaly la política económica general del ReySabio mantuvo una estricta coherencia–aun con contradicciones, avances y re-trocesos dictados por las coyunturas–dirigida al robustecimiento del poder re-al en detrimento de los equilibrios depoder tradicionales y, simultáneamente,también al mantenimiento a largo plazode la preeminencia social de los gruposdominantes, lo que no siempre fue bienentendido por éstos.

El caos económico y fiscal heredadopor Alfonso X tras un dilatado periodode guerra constante, exigía una inter-vención que asegurara el orden socialmediante el establecimiento de unasnormas que regularan los derechos y lasobligaciones de una aristocracia guerre-ra acostumbrada a no tener límites en elejercicio de su poder. Anarquía nobilia-ria que provocaba enfrentamientos en-tre facciones, destrucción de la tierra ygraves limitaciones a las actividadeseconómicas que era necesario atajar. LasCortes de 1252, 1258 y 1261, así comonumerosos documentos reales recogíantoda una serie de medidas que justa-mente trataban de salvaguardar el ordensocial: fijación de precios para los pro-ductos de lujo que marcaban la distin-ción social, normas suntuarias, incre-mento de las rentas de la alta nobleza,

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Las ilustraciones de las Cantigas contienen un amplísimo repertorio de escenas de vidacotidiana, como esta representación de un banquete en una estancia palaciega.

El clero y la nobleza no veían conbuenos ojos una política económica querobustecía la autoridad del monarca

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esencial. Establece el servicio anual, cin-co zonas de control cuyos responsablesreunían las mestas tres veces al año, seregulaba el diezmo y se confirmabanprivilegios a los pastores. Se trata de undocumento clave, anterior a los citadospor Klein como los orígenes de la Mes-ta (1273), y que culminaba una políticaque fomentaba la economía ganadera–lo que beneficiaba a los propietarios:nobleza, monasterios, caballeros villa-nos y la propia monarquía– a la vez queaclaraba y potenciaba la fiscalidad regiay limitaba la de los demás.

Comerciantes protegidosParadigmática la política ganadera, por-que del mismo modo se actuó en losdemás sectores de la economía: se in-centivó la producción, se establecieronprivilegios, se normativizó la fiscalidadaclarándola y se concentró el derechode percepción en la monarquía. Esto in-teresaba a los comerciantes, enemigosde las exacciones aleatorias y beneficia-dos por la protección real. Pero prontose vio que la finalidad última del rey eraincrementar la capacidad fiscal de esosgrupos urbanos, a los que pronto some-tería a una presión, quizás exagerada,que resquebrajaría las iniciales alianzas.

La historia de la obtención de un ser-vicio anual, recaudado sin necesidad deser autorizado cada vez por las Cortes,es ilustrativa. Alfonso X entendió que elincremento del poder de la monarquíadependía de su capacidad de recaudarmás y más autónomamente. Dejando delado algunos precedentes, en 1269 lasCortes de Burgos concedieron al mo-narca seis servicios “como una mone-da”, para que hiciese frente a necesida-des ineludibles, que se cobrarían hasta1274. Estos servicios afectaban tambiéna los vasallos del clero y de la nobleza ysuponían un incremento notable de lapresión fiscal. Si la tasa de los pedidostradicionales era del 3,33%, la del servi-cio como una moneda era del 13,33%.En 1274, terminado el plazo acordadoen Burgos, el monarca impuso cobrarun servicio anual por el tiempo queconsiderase oportuno, medida que eno-jó a las aristocracias y alarmó a los con-cejos y que, tras un duro forcejeo, reti-ró, concediendo tácticamente que lospechos se echasen del mismo modoque en tiempos de su padre (pedidos al3,33%). Esto vino acompañado de un

retroceso general en su política –porejemplo, retirada en muchos casos delFuero Real, concesiones a la nobleza...–,de modo que aparentemente los rebel-des lograron sus objetivos.

Pero en 1275, aprovechando la gravecoyuntura que se vivía por la invasiónmeriní y otros sucesos, Alfonso X inicióuna huida hacia adelante que le llevaría,primero, a obtener tres servicios y luego,tras amedrentar al reino amenazandocon pesquisas sobre los impuestos des-de 1262, a obtener de las Cortes de Bur-gos, en 1277, un servicio anual comouna moneda (vuelta a la tasa del 13,33%)durante toda la vida del rey. Nobles yprelados exigieron al rey que financiasela guerra acuñando una moneda deva-luada, a lo que Alfonso X se negó. Así sevolvió a la política anterior a 1274, loque provocó la quiebra de las alianzas,a pesar de que el monarca trató de man-tenerlas prodigando privilegios y exen-ciones selectivas a las oligarquías urba-nas, caballeros y los ricos-hombres deLeón. Pero la mera exención por deci-sión real mostraba la subordinación delque la recibía e indicaba que el serviciotenía carácter universal.

Los comerciantes se vieron duramen-te afectados: a la exagerada fiscalidadordinaria y a los servicios concedidos,se añadían otros a ciudades concretaspor incumplimientos varios, y a ello sesumaban “acuerdos” consistentes en pa-gar grandes sumas de dinero a cambiode anular pesquisas sobre fraudes en losdiezmos aduaneros, excusados, etc.

Las Cortes de Sevilla de 1281 marca-ron el punto de no retorno: Alfonso Xpretendía acuñar una moneda de pla-ta más fuerte que el vellón rico co-rriente y una de cobre para las com-pras menudas; las Cortes accedieron,pero de inmediato los procuradoresimploraron al futuro Sancho IV queimpidiese tal cosa.

Alfonso X, con su política económicay fiscal se había enajenado la voluntaddel Reino; don Sancho, que ya habíademostrado sus dotes de caudillo mili-tar, aparecía como una alternativa parael conjunto de las aristocracias: nobleza,clero y oligarquías urbanas apostaronpor él. El fracaso y la deposición delRey Sabio no tardarían en producirse.

Así la economía, en este reinado, re-sulta ser una variable subordinada de lapolítica, de las modalidades en el ejerci-cio del poder. La política económica nopuede entenderse más que como unainversión de sus términos, como econo-mía política, como proyecto social quese estrellaría ante la fuerza de unas aris-tocracias que no acabaron de entenderqué beneficios pueden ellos obtener conel fortalecimiento del poder real. n

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Interior de una farmacia, en una imagen delas Cantigas de Santa María (El Escorial,Biblioteca del Monasterio).

BELTRÁN DE HEREDIA, V., Bulario de la Univer-sidad de Salamanca (1219-1549), 3 volú-

menes, Salamanca, 1966. Id., Cartulario de laUniversidad de Salamanca, 6 vols., Salamanca1970-1973.CASTÁN LANASPA, G., Política económica y poder po-lítico. Moneda y fisco en el reinado de Alfonso X elSabio. Junta de Castilla y León, Valladolid, 2000.GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., Alfonso el Sabio 1252-1284. Diputación Provincial, Palencia, 1993LADERO QUESADA, M.A., Fiscalidad y poder real enCastilla (1252-1369), U. Complutense, Madrid,1993.O’CALLAGHAN, J. F., El Rey Sabio. El reinado de Al-fonso X de Castilla, Universidad de Sevilla, 1996.VV. AA., La Universidad de Salamanca. Historia yProyecciones, 3 vols., U. Salamanca, 1989.VV. AA., Alfonso X y su época. El siglo del Rey Sa-bio, Barcelona, Carroggio, 2001.“Alfonso X y las Órdenes Militares”, Actas de la II Semana de Estudios Alfonsíes, Alcanate, II.2000-2001.

PARA SABER MÁS

don Ferrando su padre, por el grand me-nester que ovo con los moros para lasconquistas que fizo...” (Crónica).

En coherencia con esta idea, AlfonsoX abordó la reorganización del sistemamonetario, tomando una serie de deci-siones cuyos hitos fundamentales eranla acuñación, en 1263, de los “dinerosblancos” de la primera guerra, que equi-valía respectivamente a la cuarta parte yla mitad de los “burgaleses” y “pepio-nes” circulantes, y que se convirtió en launidad de cuenta, en el referente paraseñalar el valor de las demás monedasexistentes. En 1270, superada la crisis delos años sesenta provocada por la su-blevación mudéjar, y que precisó demedidas extraordinarias tomadas en Je-rez en 1268, se acuñaron los dineros“prietos” o “negros” que tienen un valorintrínseco y legal de seis veces los blan-cos. Esta moneda suscitó la animadver-sión de la nobleza, que se quejaba deque era demasiado fuerte, demasiadoescasa y de que su valor teórico eramuy superior al real. Por otro lado, con-travenía un acuerdo arrancado al mo-narca en Jérez, en 1268, según el cualéste se comprometía a no reducir ni ele-var en el futuro el valor de las monedascirculantes.

Los “dineros blancos”Las quejas de la nobleza y la escasaaceptación del “dinero prieto” llevaronal monarca a acuñar, en 1276, una nue-va moneda, los “dineros blancos” de lasegunda guerra que, para disgusto de lanobleza, tenían el mismo valor que los“prietos”. La apuesta de Alfonso X poruna moneda fuerte en el mercado inte-rior, con el apoyo de los comerciantes,era evidente.

Por último, en 1272, acuñó una mo-neda de oro con un valor de novecien-tos “dineros” de la primera guerra; pues-to que no se impedía la salida al extran-jero de esta moneda –tan sólo se limita-ba y se regulaba, como ha ocurridosiempre– hay que suponer que su valorestaba bien calculado, y, sin embargo,hubo mercaderes que no aceptaron elcambio oficial porque creían que el orovalía más. Parece que la relación oro-plata se vio sometida a tensiones que elmonarca trató de atajar, pues entre 1268y 1272 el precio del oro respecto a laplata se había incrementado en más del25%. Por eso, Alfonso X, asesorado por

“ommes sabidores de moneda”, acuñónuevas monedas y tomó medidas conlas que aspiraba a bajar el precio de losartículos valorados en plata, los de ma-yor circulación interna, y a subir los deartículos de lujo, valorados en oro. Lamedida perjudicaba a las aristocracias,exentas de tributación, en beneficio delos comerciantes pecheros. El estableci-miento de los diezmos aduaneros, qui-zá en 1269, y de un estricto control delcomercio exterior –Ayuntamiento de Je-rez de 1268– implicaba igualmente, aunde forma indirecta, una redistribuciónde las rentas en favor del monarca.

Por tanto, la política monetaria tenía eldoble objetivo de frenar los precios delmercado interior y elevar la cantidad deoro que las aristocracias pagaban por lossignos de su distinción, y todo ello conel gran objetivo de incrementar y asegu-rar los ingresos fiscales del monarca através de los comerciantes y concejos.

La política económica, pues, tendía aregular, fomentar y proteger el comercio–creación de diecinueve ferias; al iniciodel reinado había seis, y de numerososmercados locales, eliminación de por-tazgos, acuñación de monedas más ade-

cuadas al nivel de los intercambios, uni-ficación de pesas y medidas...– y a in-crementar los recursos en manos de loscomerciantes, por lo que inicialmenteestos apoyaron decididamente al mo-narca. Esta alianza se plasmó en una se-rie de decisiones que beneficiaban ex-traordinariamente a las oligarquías urba-nas, que quedaban definitivamenteconstituidas como grupo social privile-giado en este reinado. La difusión delFuero Real con privilegios a los caballe-ros villanos –exenciones tributarias, unapaga anual de 500 sueldos y otras con-cesiones–, la extensión de estos privile-gios a las Extremaduras en 1264, la cre-ación de una fiscalidad concejil en susmanos, el fomento de la ganadería y laprotección del comercio consagraban aun grupo social que, a su vez, era la ba-se de una milicia urbana al servicio ex-clusivo del monarca.

Ferias, mercados y cecasEste incremento de la capacidad coacti-va (y de generar consenso) se reforzabamediante el ofrecimiento a los caballe-ros vasallos de los ricos-hombres de en-trar al servicio directo del rey. Alfonso Xcompetía con sus notables por la fuerzacoactiva, iniciando un camino de con-frontación muy peligroso.

Pero esta política redistribuidora–exenciones y pagas mermaban los in-gresos fiscales– exigía nuevas y cuantio-sas exacciones que el monarca veníaensayando desde muy pronto. Entre lomás destacado conviene citar, aparte delos diezmos aduaneros –que la noblezase apresuró a denostar, pues los pagabaella directamente a través de los prove-edores–, el servicio sobre el ganado,que resultaba paradigmático en la ac-tuación de Alfonso X. En 1252 y 1258,se regularon los montazgos establecien-do quién, cuánto y dónde podía cobrar-los –eliminando muchos no autoriza-dos–, en 1261, se unificaron cobrándo-los el rey de una sola vez y, en 1268, sefijaron los precios del ganado; simultá-neamente, se expidieron multitud deprivilegios que fomentaban el desarrolloganadero –limitación de dehesas, crea-ción de comunidades de pastos, elimi-nación de montazgos, privilegios a lospastores...–, culminando con el docu-mento de 1272, verdadero ordenamien-to general sobre el ganado, que reser-vaba al monarca el papel regulador

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Reverso y anverso de un “prieto” alfonsí,moneda que suscitó la oposición de la nobleza(Madrid, Museo Arqueológico Nacional).

REVOLUCIÓN FISCALLA QUIMERA DE UN IMPERIO ESPAÑOL

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