la antigüedad clásica

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LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Se designa Antigüedad clásica al lapso de la historia de Grecia comprendido desde aproximadamente la mitad del siglo VII a.C. hasta las conquistas de Alejandro el Grande a fines del siglo IV a.C., y la historia de Roma hasta el siglo de Augusto. El modelo fue la Grecia helena, que forjó una concepción nueva sobre la vida humana al dar importancia fundamental al espíritu del hombre. El periodo culminante de la civilización griega fue el siglo V a.C., después del triunfo de los griegos sobre los persas, que querían extender su imperio hacia Europa. En esa época, Atenas, vencedora en las guerras Médicas, estaba gobernada por Pericles, que aseguró la hegemonía de su polis. Pero la privilegiada situación de Atenas concluyó cuando las ciudades griegas unidas en la Liga del Peloponeso la atacaron y vencieron, imponiéndose la primacía de Esparta por breve tiempo, pues se produjeron guerras civiles que debilitaron a Grecia. Esta fue sometida por Filipo II de Macedonia y por su hijo Alejandro, que organizó un gran imperio y difundió la cultura helénica por Oriente. Ya en esta época, en la Península Itálica, Roma se había consolidado bajo un gobierno monárquico, remplazado en el año 509 a.C. por la República, periodo en el que se inició su expansión por el Mediterráneo. A comienzos del siglo I a.C. se produjeron luchas de clases, insurrecciones y sublevaciones de esclavos, que condujeron a la instauración de un régimen personal representado por César, quien preparó el advenimiento del Imperio. En el siglo III d.C. ese extenso imperio, amenazado por doquier, fue dividido en dos partes de acuerdo con sus propias influencias: el Occidente, latino, y el Oriente, griego. El primero cayó ante el empuje de los germanos en el siglo V. LAS CIVILIZACIONES DEL MEDITERRÁNEO ORIENTAL

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Interesante relato histórico.

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Page 1: La Antigüedad Clásica

LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

Se designa Antigüedad clásica al lapso de la historia de Grecia comprendido desde aproximadamente la mitad del siglo VII a.C. hasta las conquistas de Alejandro el Grande a fines del siglo IV a.C., y la historia de Roma hasta el siglo de Augusto.

El modelo fue la Grecia helena, que forjó una concepción nueva sobre la vida humana al dar importancia fundamental al espíritu del hombre. El periodo culminante de la civilización griega fue el siglo V a.C., después del triunfo de los griegos sobre los persas, que querían extender su imperio hacia Europa. En esa época, Atenas, vencedora en las guerras Médicas, estaba gobernada por Pericles, que aseguró la hegemonía de su polis. Pero la privilegiada situación de Atenas concluyó cuando las ciudades griegas unidas en la Liga del Peloponeso la atacaron y vencieron, imponiéndose la primacía de Esparta por breve tiempo, pues se produjeron guerras civiles que debilitaron a Grecia. Esta fue sometida por Filipo II de Macedonia y por su hijo Alejandro, que organizó un gran imperio y difundió la cultura helénica por Oriente.

Ya en esta época, en la Península Itálica, Roma se había consolidado bajo un gobierno monárquico, remplazado en el año 509 a.C. por la República, periodo en el que se inició su expansión por el Mediterráneo.

A comienzos del siglo I a.C. se produjeron luchas de clases, insurrecciones y sublevaciones de esclavos, que condujeron a la instauración de un régimen personal representado por César, quien preparó el advenimiento del Imperio.

En el siglo III d.C. ese extenso imperio, amenazado por doquier, fue dividido en dos partes de acuerdo con sus propias influencias: el Occidente, latino, y el Oriente, griego. El primero cayó ante el empuje de los germanos en el siglo V.

LAS CIVILIZACIONES DEL MEDITERRÁNEO ORIENTAL

Generalidades geográficas

Creta es la mayor de las islas del mar Egeo. Su suelo es montañoso y productivo, rico en mármol, por eso sus habitantes se dedicaron al comercio, a la navegación, a la agricultura, a la industria y al arte.

Grecia ocupa la parte meridional de la península balcánica. La Grecia antigua comenzaba en el monte Olimpo y comprendía tres regiones netamente diferenciadas: Grecia continental o Hélade, Grecia peninsular o Peloponeso y Grecia insular. Como este país tiene un relieve montañoso, pues la atraviesa la cadena del Pindo, sus comunicaciones en el interior fueron difíciles; como su clima es seco y caluroso con lluvias torrenciales y breves, su suelo es poco fértil; como sus costas ofrecen numeroso accidentes naturales y frente a ellos emerge la Grecia insular con multitud de islas a las que se arriba fácilmente sin perder de vista la tierra, sus habitantes se lanzaron al mar.

En el ámbito del mar Mediterráneo prevalecieron en la Antigüedad tres civilizaciones: la cretominoica, la griega y la romana. Estas dos últimas dominaron a los pueblos del Cercano Oriente: Grecia culturalmente y Roma políticamente.

Page 2: La Antigüedad Clásica

Cultura cretense

La isla de Creta fue el centro de la brillante civilización egea o minoica. Hasta fines del siglo XIX se ignoraron las primeras civilizaciones desarrolladas en Grecia. Solamente se tenían algunos conocimientos a través de los poemas homéricos, que se consideraban pura fantasía, pero todo varió cuando la arqueología arrojó luz sobre ese periodo oscuro, demostrando la veracidad de gran parte de La Ilíada y aportando nueva y valiosa información, las primeras excavaciones fueron realizadas en 1875 por el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, que llegó a descubrir las ruinas de Troya, Micenas y Tirinto. Seducido por estos hallazgos, el arqueólogo inglés Arthur Evans investigó en Creta, principalmente en Cnosos, pudiéndose llegar a la reconstrucción de su célebre palacio, que además de sede real era el centro de la administración de un imperio marítimo o talasocracia.

El origen de los cretenses es desconocido, si bien hoy se admite que pertenecían al tipo étnico calificado como mediterráneo, el mismo que habitaba el Asia Menor. Ellos fueron los primeros grandes marinos de la Antigüedad, comerciaban con Egipto, Grecia, islas del Egeo y Asia Menor, precediendo en esa actividad a los fenicios y griegos.

PROCESO HISTÓRICO.– La historia de Creta se inició hacia el año 3000 a.C., cuando sus habitantes comenzaron a usar los metales, por influencia egipcia, a comerciar y a desarrollar una intensa cultura.

Al iniciarse el segundo milenio a.C., construyeron los primeros palacios de Cnosos1 y de Faistos, alrededor de los cuales edificaron las ciudades que carecían de murallas, lo que indicaría que no existían rivalidades internas. Pero hacia el 1700 a.C. fueron destruidas, no se sabe con certeza si por movimientos sísmicos o por invasiones. Después de un periodo incierto fueron reconstruidas y Creta volvió a predominar en el comercio del Mediterráneo, hasta que se interrumpió hacia el 1400 a.C. con el predominio de los aqueos, invasores indoeuropeos que habían ocupado el Peloponeso.

GOBIERNO.– Estaban gobernados por un monarca o minos –de ahí el término de minoica con que se designó a esta cultura–, que residía en Cnosos y al que se consideraba supremo juez y sacerdote. Su gobierno duraba nueve años, al cabo de los cuales podía ser relegido por los sacerdotes.

COSTUMBRES.– Los cretenses eran aficionados a los deportes como la caza, la lucha, la acrobacia taurina, los juegos y competencias atléticas en las que participaban hombres y mujeres. La mujer gozaba de amplia libertad y consideración, usaba joyas de toda clase: aros, diademas, anillos, collares, brazaletes, estos últimos comunes también entre los hombres, y se maquillaba cuidadosamente.

RELIGIÓN.– Los cretenses fueron politeístas, adoraban las fuerzas de la naturaleza y a los animales. Su divinidad principal era una trinidad, encabezada por la diosa Madre cuyo culto era de origen asiático y sus dos hijos. El esposo de esta diosa era el dios toro o Minotauro. Pintaban o grababan las figuras de sus dioses y acostumbraban adorarlos bajo la forma de animales, serpiente y paloma para la diosa, toro para el dios; o bien de objetos que los simbolizaban como la doble hacha –labris– o los cuernos.

1 Este palacio constaba de un gran patio y un número grande habitaciones, muchas decoradas con hermosos motivos marinos, que se sucedían sin ninguna simetría. En un sector del palacio había habitaciones destinadas a almacenes reales, donde se encontraban tinajas de barro, algunas de más de dos metros de altura, que contenían aceite, granos, pescado seco, aceitunas.

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En general oficiaban sacerdotisas, que tributaban un culto complicado en altares que construían en los patios de los palacios, en las cuevas o en las cumbres de las montañas, y realizaban en su honor los juegos sagrados. Practicaban el culto de los muertos, dejando en sus tumbas alimentos, armas, joyas y utensilios.

ARTE.– Los cretenses sobresalieron como artistas. En arquitectura, utilizando piedras a las que superponían sin argamasa, o yeso, levantaron el magnífico palacio de Cnosos, de tres o cuatro pisos de altura, con gran número de habitaciones destinadas a oficinas, depósitos, talleres, cuarteles, sala de recepción, sala del trono o megarón, dormitorios, acueductos que proveían de agua caliente y abundante a todo el palacio. En las inmediaciones del palacio, construyeron un teatro con capacidad para cuatrocientos o quinientos espectadores.

La arquitectura cretense fue una arquitectura de tipo civil, que difiere de la egipcia y de la mesopotámica, porque no se preocupó por construir grandes tumbas y templos, sino palacios, teatros, casas, para la vida del hombre.

La escultura no atrajo mayormente al artista de Creta, en cambio la pintura alcanzó gran relieve. Se han conservado en los salones y cámaras del palacio de Cnosos, maravillosos frescos de vivos coloridos que reproducen escenas de la vida diaria, animales marinos llenos de vida, flores que aún parecen frescas.

Su cerámica alcanzó gran fama y elegancia: vasijas, platos, jarrones hechos de un vidriado tan perfecto que semejaba porcelana. También se trabajaron los metales y el marfil.

La llegada de los helenos

Mientras se desarrollaba la civilización cretense, invadieron Grecia desde el norte, en sucesivas oleadas, indoeuropeos –aqueos, dorios, jonios, eolios– que se establecieron y desarrollaron una civilización que llegó a ser brillante.

Primeramente llegaron los aqueos, que portaban el bronce y dominaron a los cretenses, de quienes asimilaron su cultura superior, originándose así la civilización cretomicénica que se difundió por el mar Egeo y tuvo como centros a las ciudades de Micenas y Tirinto.

Cultura micénica

Para el conocimiento de este periodo, que abarcó desde los años 1400 a 1200 a.C., las fuentes históricas son La Ilíada de Homero, los descubrimientos arqueológicos de Schliemann y los trabajos del arquitecto inglés Michael Ventris, que descifró una parte de la escritura micénica contenida en tablillas donde figuraban caracteres cretenses en lengua aquea (1952).

GOBIERNO Y SOCIEDAD.– Se supone que la Grecia micénica estaba integrada políticamente por una serie de reinos autónomos relacionados con Micenas por lazos de dependencia. Cada uno de ellos (Esparta, Micenas, Tirinto, Pilos), era gobernado por un rey que no tenía autoridad absoluta, pues sus poderes estaban limitados por un consejo y una asamblea de nobles que pertenecían, en definitiva, al grupo guerrero invasor.

La población sometida comprendía hombres libres dedicados a la industria y al comercio, y siervos que trabajaban las tierras de los nobles.

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La nobleza guerrera era aficionada a la caza y a los ejercicios físicos y se reunían en banquetes, amenizados con música y recitaciones poéticas.

El poder paterno fue amplio, la mujer desempeñaba un gran papel en el hogar y en la vida pública gozaba de bastante libertad, pero el matrimonio se realizaba por compra. Esta fue una cultura de predominio masculino, a diferencia de la cretense, que exaltó a la mujer.

ARTE.– En el arte tanto como en la escritura y el culto se manifestó la influencia cretense. Las ciudades presentaban recintos fortificados, rodeados de murallas de piedra, trabajadas en bloques tan enormes que los griegos posteriores, atribuyeron su construcción a una raza de gigantes o cíclopes. Eran éstos los palacios-fortalezas, siendo el de Tirinto el modelo más acabado del castillo micénico. De planta rectangular, presentaba luego de los propíleos o construcción de la entrada, un gran patio con columnas y gran número de habitaciones en torno al megaron –salón de ceremonia– y elemento esencial en los palacios micénicos. La decoración mural al fresco sobre temas guerreros fue la preferida por los artistas de Tirinto.

Los muros que protegían la fortaleza, llegaban hasta los quince metros de altura y presentaban amplias galerías abovedadas, donde los defensores de la ciudad se guarecían en caso de ataque.

Más al norte de la ciudad de Tirinto, se construyó Micenas, en torno a cuya fortaleza surgió la ciudad. Entre sus restos, sobresalen la famosa Puerta de los Leones y la Tumba de Atreo, considerado por la leyenda padre de Agamenón, el rey de Micenas que dirigió la guerra contra Troya.

Los distintos episodios de la guerra de Troya que tuvo lugar a comienzos del siglo XII a.C., fueron recordados por los aedos o poetas errantes, que cantaban poemas épicos acompañados por la lira. Se conocen dos grandes poemas épicos: La Ilíada y La Odisea, que se atribuyeron a Homero2.

LA GRECIA HOMÉRICA

Homero

La crítica histórica ha dudado de la existencia real de Homero, pues desconoce la época en que vivió y ya desde la Antigüedad, siete ciudades griegas se disputaron el honor de ser el lugar de su nacimiento. La crítica literaria ha negado que un solo poeta haya sido el autor de los poemas, por la diferencia de estilo entre las dos obras y la falta de unidad.

Sin embargo, estudios modernos aceptan que Homero vivió en el siglo VIII a.C. y escribió sobre una época anterior a él, el siglo XII a.C.; estaba emparentado con una familia de Chios llamada Homérida, que se dedicaba a recitar poemas épicos. Por lo tanto, Homero habría dado forma poética a esos cantos épicos, reuniéndolos en dos obras: La Ilíada y La Odisea.

La Ilíada relata solamente un episodio de la guerra de Troya, que se produjo en el último año de la contienda. Se inicia el poema con la ira de un jefe griego, Aquiles, contra Agamenón, rey de Micenas, porque éste le había arrebatado una esclava. Aquiles decide retirarse del combate, con lo que provoca la más grande aflicción entre los griegos.

2 El arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, apasionado lector de Homero, descubrió las ruinas de Troya en 1870 y las de Micenas, guiándose por La Ilíada.

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Patroclo, amigo de Aquiles, toma su lugar en el combate, pero es muerto por el príncipe troyano Héctor, hijo del rey Príamo de Troya. Aquiles se reconcilia entonces con los suyos y vuelve a la lucha con el propósito de matar a Héctor y lo consigue en singular combate. El cuerpo de Patroclo es arrojado a la pira mientras se celebran juegos fúnebres en su honor y Aquiles arrastra el cadáver de Héctor, atado a su carro, en torno de las murallas de Troya. Termina el poema cuando Príamo solicita a Aquiles el cadáver de su hijo.

La Odisea narra las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises, que llega a Esparta en busca de su padre y las vicisitudes de algunos griegos, cuando regresan de Troya a sus hogares y en particular los inconvenientes que tuvo Odiseo para retornar a Ítaca, tras años de ausencia.

El héroe llega a tiempo para salvar su hogar y su trono porque un centenar de nobles pretendían la mano de su esposa Penélope y ambicionaban ocupar el mando. Ulises, ayudado por su hijo y por un servidor logra vengarse, matando a todos los pretendientes y luego con la fiel Penélope gobernará la isla.

Entonces dirigí la palabra a mis compañeros con el corazón triste, y les hablé de este modo… Circe, la divina entre las dioses… Nos ordena, ante todo, rehuir la voz de las Sirenas… Manifestóme que tan sólo yo debo oírlas; pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil –para que me esté allí sin moverme– y las cuerdas líguense a él. Y en el caso de que os ruegue o mande que soltéis, atadme con más lazos todavía.

Mientras hablaba, declarando estas cosas a mis compañeros, la nave bien construida llegó muy presto a la isla de las Sirenas, pues la empujaba favorable viento. Desde aquel instante, echóse el viento, reinó sosegada calma y ningún númen adormeció las olas. Levantáronse mis compañeros, amainaron las velas y las pusieron en la cóncava nave; y habiéndome sentado nuevamente en los bancos, emblanquecían el agua, agitándola con los remos de pulimentado abeto. Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Sol Hiperiónica, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Atáronme ellos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las cuerdas al mismo; y, sentánose en los barcos, tornaron a herir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá hubiesen llegado nuestras voces, no se les encubrió a las Sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia y empezaron un sonoro canto: –¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave, para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel, sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos después de recrearse con ella y de aprender mucho; pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucos, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.

Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen; pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perimedes y Euríloco, me ataron con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las Sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que habían tapado sus oídos, y me soltaron las ligaduras.

HOMERO, La Odisea, canto XII.

Invasión doria

Los dorios habían acompañado a los aqueos en su marcha hacia el Sur de Europa, más no invadieron Grecia, quedándose en Iliria y Macedonia.

Pero hacia el año 1200 a.C. se precipitaron sobre Grecia, vencieron a los aqueos y después de destruir la civilización micénica se adueñaron del Peloponeso, imponiendo la cultura del hierro.

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Los aqueos quedaron reducidos entonces a la región de Acadia, mientras que los eoilios ocuparon Beocia y los jonios el Ática y la isla de Eubea, produciéndose también una fuerte emigración colonizadora.

Expansión griega

Cuando los dorios invadieron Grecia, hacia el año 1200 a.C., tuvo lugar una importante emigración desde Grecia y las islas al Asia Menor, donde los griegos se vincularon con las culturas orientales y de este contacto surgió en el siglo VIII a.C. una cultura original: allí nacieron la filosofía y la ciencia, la oratoria y la historia, la poesía y la prosa, el arte y la técnica, adquiriendo así la Grecia asiática predominio intelectual sobre la Grecia europea.

La expansión del 1200 a.C. determinó la constitución de tres grupos de griegos en las costas de Asia Menor:

Desde Tesalia y Beocia partieron pueblos que se establecieron en el Norte de Asia Menor, entre los Dardanelos y Esmirna, en la llamada Eólide.

Desde la Grecia peninsular emigraron al Centro de Asia Menor, en la llamada Jonia, comprendida entre Esmirna y Halicarnaso.

Los dorios también se expandieron, ubicándose en parte sur denominada Dóride.

Colonización del mar Mediterráneo

A partir del siglo VIII a.C. los griegos iniciaron la verdadera etapa colonizadora, al efectuar la colonización de las costas del mar Mediterráneo por causas económicas y demográficas.

Esta colonización tuvo carácter de empresa privada. La colonia era autónoma porque ningún vínculo político la unía a su metrópoli; sus pobladores no pagaban impuestos ni proporcionaban soldados; sin embargo la lengua, la religión y las costumbres fueron las mismas.

Antes de partir en sus expediciones, los colonizadores consultaban al dios Apolo, en el oráculo de Delfos, para saber la ruta que debía seguir y el lugar donde realizarían la fundación. Llevaban consigo tierra y fuego de la patria para esparcirla y encenderlo en la nueva colonia, como símbolo de fidelidad a la metrópoli.

Transformaciones provocadas por la colonización

Entre los siglos VIII y VI a.C., como consecuencia de la colonización se produjo un profundo cambio social en el mundo griego: así la nobleza representada por los grandes terratenientes vio disminuidos sus privilegios frente a la “burguesía” urbana, cuya prosperidad derivaba del comercio y de la industria, y a la clase de los artesanos, que crecía considerablemente en las ciudades, por las necesidades mercantiles.

La nobleza perdió también su superioridad militar, porque la caballería cedió lugar a la infantería o cuerpo de hoplitas integrada por hombres que podían comprar su armamento y luchaban a pie.

Además, desde el punto de vista político, la burguesía enriquecida aspiraba a compartir el poder con la nobleza y en el aspecto económico los campesinos luchaban por obtener tierras y los pobres y esclavos por liberarse de sus deudas.

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Tal estado de anarquía obligó a las ciudades griegas a confiar su organización a hombres prudentes y sabios, los legisladores, o a hombres enérgicos que detentaban el poder por la fuerza, los tiranos capaces unos y otros de llevar a la paz y a la prosperidad interna, condiciones indispensables para el surgimiento de la democracia.

En realidad, estas transformaciones fueron comunes en las ciudades-Estado griegas marítimas que se dedicaban al comercio; las otras mantuvieron sistemas aristocráticos.

GRECIA CLÁSICA

A partir del siglo VIII a.C. comienza la llamada civilización griega que comprende una etapa formativa en la que los griegos dominaron el mar, crearon sus instituciones y sus primeras manifestaciones intelectuales y artísticas; una etapa de esplendor o edad de oro, característica del siglo V a.C., que se destacó por su brillantez política, intelectual y artística, con las grandes ciudades como Atenas, Esparta y Tebas; y una etapa de sumisión a Macedonia cuando la civilización griega se expandió por Oriente, y que termina por la conquista romana tan sólo aparentemente porque fue tan completa esta civilización que Roma la adoptó.

Los griegos formaron los ideales y las concepciones del mundo occidental; los romanos determinaron sus leyes y costumbres.

La polis

Grecia no tuvo unidad política: estuvo integrada en una multiplicidad de ciudades-Estado. Si bien no podemos hablar de un Estado griego, sí podemos hacerlo de una nación griega identificada por un origen común, una lengua común, una religión común, una cultura común.

A veces las polis establecían alianzas político-religiosas o anfictionías, pero de ninguna manera admitían un gobierno central, porque eran soberanas.

La formación de la ciudad-Estado o polis, se debió a las condiciones geográficas de aislamiento; a que si bien los helenos pertenecían a una misma raza, respondían a grupos tribales distintos; a diferencia de intereses políticos, económicos y aún religiosos.

La polis, sinónimo de ciudad, de pueblo o de Estado, era una comunidad de hombres libres que llevaron una vida independiente. El griego lograba su plenitud en la polis; su vida no puede imaginarse fuera de ella, conocía en todos sus detalles el funcionamiento de su polis: sus leyes, su producción, su comercio, su riqueza y las posibilidades de su política exterior.

La polis ideal debía estar formada por 5.000 ciudadanos y como máximo llegar a 10.000, que con sus familias alcanzaban aproximadamente a 100.000 habitantes.

Comenzó siendo un genos o clan, luego una fratria o tribu organizada para su defensa con un jefe común y después un demos, que implica la estabilidad en el lugar y originará la polis.

La polis, que adquirió su organización definitiva a fines del siglo VI a.C., comprendía por lo general un territorio reducido y sus alrededores, cubierto de pequeñas casas, con un templo en la acrópolis o parte alta del lugar, un teatro al aire libre sobre la ladera de la colina, algún palacio sencillo y una plaza o ágora que, utilizada al principio como mercado,

Page 8: La Antigüedad Clásica

se transformó después en el lugar adonde concurrían los griegos para tratar sus problemas comunes, es decir, fue el centro de la vida urbana.

Constituían una comunidad formada por hombres de exaltado patriotismo, que gozaban de los mismos derechos y estaban sometidos a la autoridad de las mismas leyes.

El rasgo más saliente de la Grecia antigua, la razón profunda de todas sus grandezas y de todas sus debilidades, es el hecho de haber estado repartida en una infinidad de ciudades que formaban otros tantos Estados.

[…] De hecho, las condiciones geográficas de Grecia han contribuido acentuadamente a darle su aspecto histórico. Recortada por el continuado encuentro del mar y la montaña, presenta en todas partes estrechas depresiones encuadradas por alturas y que no tienen más salidas fáciles que las que presenta la costa. De esta manera se forman innumerables cantones, que son cada uno de ellos, el receptáculo natural de una pequeña sociedad. La desmembración física determina, o por lo menos facilita, la subordinación política. Hay tantos comportamientos como nacionalidades distintas […].

Gustavo Glotz, La ciudad griega

Aunque las polis tenían diversos regímenes políticos –democráticos u oligárquicos–, todas tenían tres instituciones básicas: la asamblea, el consejo y las magistraturas. Todos los asistentes a la asamblea tenían el derecho a hablar; la Grecia clásica no conocía sistema representativo, es decir que se practicaba la democracia directa.

Dentro de estas normas comunes, cada polis tenía su propia organización; Esparta y Atenas fueron modelo de aristocracia y democracia, respectivamente.

Esparta

Esparta, capital de Laconia o Lacedemonia, estaba situada en el Peloponeso, sobre la margen derecha del río Eurotas y al pie del monte Taigeto, que le servía de muralla natural.

Los espartanos pertenecían al grupo dorio, que había sometido en forma violenta a las tribus aqueas establecidas en la región.

PROCESO HISTÓRICO.– Hasta principios del siglo VI a.C., Esparta fue un Estado de gran cultura donde prosperaban la música, la poesía y el arte, pero como consecuencia de la lucha contra los mesenios, que habitaban la región al oeste de Laconia, y las agitaciones sociales entre los dominados –aqueos y prehelenos–, esas actividades cesaron, porque los espartanos tuvieron necesidad de organizarse como guerreros para imponerse a la ciudad de Mesenia y a los vencidos, muy superiores en número.

Los historiadores antiguos explicaron este cambio por acción de un legislador llamado Licurgo, que habría vivido en el siglo IX a.C.

Lo evidente es que Esparta se transformó en un Estado militarizado, donde una minoría privilegiada o ciudadanos de pleno derecho ejercían una cruel tiranía sobre los habitantes, para impedir las rebeliones y la liberación.

GOBIERNO.– La organización de Esparta ha sido atribuida por la tradición a Licurgo, personaje cuya existencia es negada por los investigadores. Estos suponen que esa organización fue el resultado de una lenta evolución que llevó de la costumbre a la ley.

Nada absolutamente puede decirse que no esté sujeto a duda acerca del legislador Licurgo, de cuyo linaje, peregrinación y muerte, y sobre todo de cuyas leyes y gobiernos, en cuanto a su establecimiento, se hacen relaciones muy diversas, siendo el tiempo en que vivió aquello en que menos se conviene…

Page 9: La Antigüedad Clásica

Embarcándose con esta determinación, se dirigió en primer lugar a Creta, donde se dio a examinar el gobierno que allí regía, y acercándose a los que tenían mayor concepto, admiró y tomó varias de sus leyes para trasladarlas y usar de ellas…

Plutarco, “Licurgo” I y IV, en Vidas paralelas

El gobierno de Esparta tuvo carácter oligárquico porque consagró el dominio de una minoría, representada por los reyes, el senado y los éforos; los demás ciudadanos formaban la asamblea popular.

Más que una monarquía Esparta fue una diarquía o gobierno de dos reyes, que impedían así el absolutismo. Eran representantes de dos familias rivales –quizá porque en el momento de la invasión, estaban divididos en dos grupos principales– cuyos poderes se transmitían por herencia y que se desempeñaban como jefes del ejército, jueces, sacerdotes supremos. Sus facultades fueron limitadas por el Senado y los éforos.

El senado o gerusía era un cuerpo de veintiocho ancianos –ciudadanos mayores de sesenta años de edad– que representaban al elemento aristocrático de la ciudad. Ejercían la función legislativa, actuaban como tribunal superior de justicia y dirigían la política general del Estado. Los reyes tenían derecho a integrar este cuerpo.

Los senadores o gerontes se elegían de la siguiente manera:Reunido el pueblo elegía ciertos hombres de probidad, los que eran encerrados en una

estancia próxima, donde, no pudiendo ni ver ni ser vistos, oían, sin embargo, la gritería de los congregados, porque era el clamor público el que decidía de la elección entre los candidatos, los cuales, no todos de una vez, sino de uno en uno por suerte daban en silencio un paso ante la justicia. Los encerrados tenían unas listas, y en ellas señalaban el punto a que respecto de cada uno subía la gritería, no sabiendo de quién se trataba, sino sólo de que fue el primero, el segundo, el tercero, u otro, según el número de los que habían ido pasando, y aquel por quien había sido de mayor número y más sostenida, era el que quedaba nombrado.

Plutarco, “Licurgo” XXIII, en Vidas paralelas

El elemento democrático de la polis era la asamblea o apella, que se reunía una vez por mes y estaba constituida por los ciudadanos mayores de treinta años.

Ninguna ley podía ser dictada sin su consentimiento, pero no podía modificar las que habían sido presentadas por el senado, sólo se le permitía aceptarlas o rechazarlas.

También había cinco funcionarios llamados éforos o inspectores, que formaban una especie de junta, cuya autoridad llegó a ser mayor que la de los reyes pues podían deponerlos. Presidían la apella, que los elegía anualmente, vigilaban la conducta de los ciudadanos y podían condenar a muerte a quienes considerasen peligrosos para la estabilidad del Estado. El primer éforo de la junta daba su nombre al año.