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Apertura del acto por el académico Presidente Dr. Segundo V Linares Quintana La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas incorpora hoy a su claustro a su nuevo miembro de número, el doctor Félix Luna. En el nombre de esta ilustre corporación y en el propio, tengo el grato honor de dar la más cordial bienvenida a tan calificada como prestigiosa personalidad que se destaca con perfiles netos en el "ámbito sublime de los espíritus que en la peregrinación de la vida sólo tienen reposo en los valles solitarios y silenciosos de la ciencia", para emplear las inspiradas palabras de Joaquín V. González. El discurso de presentación del nuevo miembro de número estará a cargo del académicodoctor Natalio R. Botana y el recipiendario disertará sobre el tema "Fracaso y reconstrucción de un partido". Tiene la palabra el académico doctor Natalio R.Botana. 45

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Page 1: La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas En el ... · de Entre Ríos, los concurrencistas tucumanos y hasta los blo-quistas de Cantoni en San Juan. Con el mismo criterio,

Apertura del acto por el académico PresidenteDr. Segundo V Linares Quintana

La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticasincorpora hoy a su claustro a su nuevo miembro de número, eldoctor Félix Luna.

En el nombre de esta ilustre corporación y en el propio,tengo el grato honor de dar la más cordial bienvenida a tancalificada como prestigiosa personalidad que se destaca conperfiles netos en el "ámbito sublime de los espíritus que en laperegrinación de la vida sólo tienen reposo en los valles solitariosy silenciosos de la ciencia",para emplear las inspiradas palabrasde Joaquín V. González.

El discurso de presentación del nuevo miembro denúmero estará a cargo del académicodoctor Natalio R. Botana yel recipiendario disertará sobre el tema "Fracaso y reconstrucciónde un partido".

Tiene la palabra el académicodoctorNatalio R.Botana.

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con José Luis Romero; su paso por la cátedra universitaria en laUniversidad Nacional de Buenos Aires, en la Universidad deBelgrano y en la Universidad del Salvador;su incorporación a laAcademia Nacional de la Historia como miembro de número en

1992; su presencia constante en la prensa escrita, la radio y latelevisión y, por fin, esa empresa admirableque fundó en 1967y que, luego de festejar con alborozo sus primeros treinta años,ha llegado lozana hasta nuestros días: la revista "Todo esHistoria".

Soy consciente de que han quedado muchas cosas en eltintero: la poesía, la música, los premios a su labor, las funcionespúblicas que le tocó desempeñar. Y no me parece que estametáfora, que por cierto evoca un recipiente en vías de extinción,haga las veces de un lugar común o de un banal recurso retóricopara llenar el espacio de este elogio académico.Tinteros de viejosescritores. Luna, como tOdos nosotros, no los usa desde hacemuchos años. El es un escritor que golpea sobre su vieja máquinay, gallardamente,no se inclina ante una computadora. Pero es unenamorado de su oficio y lo confiesa sin vueltas en sus recuerdosy memorias que publicó en 1996 con el título de Encuentros.Dice así: "Aquí llegael momento de decir algo que el lector yahabrá percibido: me encanta escribir. Aclaro: me encanta escribircuando lo hago libremente, sin otra compulsión que la que yomismo me impongo y sobre algo que me gusta. Sólo hay unplacer comparable al placer de escribir una página como si unoestuviera transportado, como si alguien le estuviera dictando,leerla después, hacer algunapequeña corrección al texto y luegoleerla de nuevo para encontrar que está bien, salió redondo, se hadicho lo que se quería decir y se ha dicho sin nada de más o demenos".

Es un bello texto; no tanto porque en él resuene unasuerte de autocomplacencia con la propia escritura, sino por elhecho mucho más atrayente que comprueba cómo esas palabraslevantan vuelo con independencia de las intenciones de quien lasescribe y buscan encontrarse con el temperamento amigable dellector. Luna buscó siempre esa amistad secreta entre el autor y ellector, hecha de satisfacciones,críticas y malhumores. Para él, lo

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dice en los encabezamientosmensuales de "Todo es Historia", ellector es un amigo. Lo que acaso no conozcan los lectores -aun-que sin duda puedan encontrar pistas esclarecedorasen su librode recuerdos- es la permanente actitud de Luna frente a la vidahistórica. Me atrevería a decir que nuestro querido Falucho nopara nunca; está siempre al acecho, invadido por una infinitacuriosidad. La ansiedad de Luna es un motor imparable paraescribir, para decir, para transmitir o para entregarse a su otravocación de lector voraz.

Pero, me dirán ustedes, ¿por qué este historiador ocupahoy un sillón en nuestra Academia?Las respuestas posibles sonmuchas y se inscriben en la secular pesquisa en tomo a lasdimensiones de la ciencia política. Parafraseando a NorbertoBobbio y, más atrás, a Kant, podemos alegar que la teoríapolítica sin historia está ciega y la historia sin teoría carece derumbo. Éste no es un argumento banal porque da en el blanco deaquello que Raymond Aron llamó la historicidad de las cienciassociales. Creo que no estoy forzando la interpretación de lostextos de Luna si digo que, sobre todo, ellos configuran las líneasbásicas de una historia política.

Una historia política, en efecto, que si, a primera vista,conforma un relato clásico y narrativo, en una lectura másprofunda permite detectar un rico trasfondo teórico. De eseyacimiento Luna extrajo los conceptos básicos de un ensayo queconservarelevante actualidad.Me refiero a Fuerzas hegemónicasy partidospolíticos, publicado en 1988,donde el autor destaca unproblema no resuelto de la política argentina: el de la acciónrepetida de un talante hegemónico que va a contrapelo de lasreglas y principios de una democraciapluralista.

Las tradiciones hegemónicas-sean éstas de origen elitistao popular- han sido en nuestro país una de las fuentes de unaduradera crisis de legitimidad.Más de medio siglo le costó a laArgentina entender las reglas básicas de la legitimidaddemocrática. En medio de esa secuencia -casi como un signoarquetípicode esa querella que parecía interminable-hubo un añodecisivo:El 45. Este libro está a punto de cumplir treinta años yes un modelo para entender cómo se puede hacer historia

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política merced a una feliz cruza de géneros. En El 45 hay, enprimer lugar, una reconstrucción precisa de ese año en que laArgentina se partió en dos; un relato que se bifurca en doshistorias paralelas -la del gobiernoy la de la oposición-, teñidopor la hostilidad y por una curiosa paradoja: quienes serechazaban compartían sin embargoun mismo estilo para volcarlas pasiones al combate público. La intriga, así expuesta, esmateria suficiente para dejar satisfecho al lector. Pero en estareconstrucción del pasado próximo, también late, como Groussacaconsejaba a los historiadores, el discreto ejercicio de lasremembranzas personales. Es la evocación de un actor que, apesar de ser entonces un sujeto comprometido, sabe depurarsede las pasiones para convertirse en testigo y espectador.Sugestivo cambio de papeles que rara vez ocurre.

La historia política es pues multifacética. Y estapolicromía es aun más reveladora cuando está sostenida, en quienla hace, por dos sólidos arbotantes. Nuestro colega ha defendidosiempre la moral pública de un demócrata; moral tolerante yabierta que, al paso de estas décadas, ha ido limitando lasasperezas de las viejas discordias. Nunca abdicó Luna ante laprepotencia y el oportunismo, quizás porque más atrás de estasvicisitudes tuvo la dicha -la tiene ahora e intacta- de vivir con

una familia encantadora, linda e inteligentepor donde se la mire,por donde se la escuche y por donde se la lea.

Gracias Félix Luna por estar entre nosotros y regalamosesta reflexión tan esperada sobre el fracaso y la reconstrución delpartido radical en los años cuarenta.

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FRACASO Y RECONSTRUCCIÓNDE UN PARTIDO

Por el académico DR. FÉLIX LUNA

El 24 de febrero de 1946 la candidatura del coronel Juan

Domingo Perón triunfó en las elecciones generales. Fue la peorelección que hizo Perón en toda su trayectoria (51% contra el49% de la Unión Democrática) pero posibilitó que el nuevopresidente pudiera controlar todos los gobiernos provincialesmenos Corrientes, la totalidad del Senado menos dos bancas ylos dos tercios de la Cámara de Diputados.

El suceso electoral cambió la vida del país y abrió unanueva etapa política, con otros hombres, otro lenguaje y otroestilo de gobierno, muy diferentes a los que habían regido hasta1943. Se pueden formularmuchas reflexiones sobre el significadode los comicios de 1946 pero sólo me referiré a uno: el fracasoelectoraldel radicalismo.

Desde la vigencia de la ley Sáenz Peña, la UCR había sidola fuerza política generalmente mayoritaria, impuso a Hipólitoy rigoyen como presidente en 1916, le dio el triunfo a Marcelo T.de Alvear en 1922 y volvió a darle la victoria a Yrigoyen en1928, a pesar de la división que el partido había sufrido en esadécada. En 1931,en las elecciones convocadaspor el gobierno defacto, éste debió recurrir al veto de la postulación de Alvear, paraevitar el seguro triunfo del radicalismo, que por otra parte yahabía tenido lugar en la provincia de Buenos Aires en abril de ese

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mismo año, en eleccionesque, como se sabe, fueron anuladas. Yen 1937, el radicalismo fue derrotado, pero mediante laimplementación de un gigantesco fraude. En esa época, décadadel '30, los diarios llamaban al radicalismo "el partidomayoritario" y era evidente que esto era así. Ni siquiera laderrota que sufrió en la Capital Federal en las elecciones dediputados de 1942 lo privó de esta virtud, que era como un lugarcomún, una convicción indiscutible en el lenguaje y los usospolíticos de la época.

Pero en 1946 la VCR cayó derrotada. Y derrotada por unintruso de la política, un militar a quien nadie conocía tres añosatrás, que se había presentado a la lucha electoral apoyado porun heterogéneo y caótico conjunto de desertores de los partidostradicionales, de dirigentes sindicales y otros elementosapresuradamente reclutados en los más diversos sectores; unacomposición política tan improvisada que hasta último momentono tuvo candidatos firmes en muchos distritos, y cuyas peleasinternas habían sido feroces. Sin embargo, aquel hombre y estemovimiento habían derrotado al supuesto "partido mayoritario",a la respetable fuerza fundada por Leandro Alem, el movimientohistórico que había democratizadola República.

¿Qué había pasado? Para entender esto y lo que sucediódespués, es conveniente remontamos unos años atrás.

Alvear condujo el partido desde 1931. Su aspiración radi-caba en unificarlo, atrayendo a los yrigoyenistas y a los antiper-sonalistas, para solidificar una fuerza que pudiera derrotar en lasurnas al gobierno de Justo. Para ello debió repudiar los intentosrevolucionariosde algunosradicales que no se convencían de queel ejército sostenía al régimenvigente. Impulsó el levantamientode la abstención y trató, a veces con éxito, de incorporar a secto-res que se habían alejado del tronco original, como los radicalesde Entre Ríos, los concurrencistas tucumanos y hasta los blo-quistas de Cantoni en San Juan. Con el mismo criterio, Alvearasintió a que los concejalesde su partido en la Capital Federalvotaran la prórroga de la concesión de la CHADE y cerró losojos frente a las coimas que rodearon este negocio: él creía que

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este favor al poderoso "holding" del que dependía la CHADEcimentaríala respetabilidaddel radicalismoen el mundo empresa-rio y financiero, y facilitaría su acceso legalal poder. Igualmente,Alvear transigió con las "trenzas" de la Capital Federal y provin-cia de Buenos Aires, estructuras caudillescas profundamenteperversas pero que, a su juicio, eran indispensables para motori-zar el aparato partidario. Y, en coherencia con actitudes perso-nales anteriores, no compartió las posiciones neutralistas quehabía sostenido Yrigoyen y desde las vísperas de la segundaGuerra Mundial tomó una posición hostil al Eje y de ampliasimpatía por las naciones aliadas.

Esta política provocó el alejamiento silencioso de algunospróceres como Honorio Pueyrredón, Adolfo Güemes y RicardoRojas y también la resistencia de sectores juveniles. FORJA,fundada en 1935, agrupó a jóvenes universitarios que rescataronla tradición yrigoyenista, antiimperialista, antioligárquica ynacionalistadel radicalismoy llevaron adelante una amplia laborde difusión doctrinaria a través de sus célebres "Cuadernos".

Hubo otras agrupaciones en la misma sintonía, pero tanto éstascomo el movimiento revisionistade la provincia de Buenos Airesencabezado por Ricardo Balbín, entre otros, fueron aplastadospor la incontrastable autoridad de don Marcelo.

Cuando Alvear murió, en 1942, la conducción del

radicalismo quedó en manos de sus herederos políticos. Perodurante la vigencia del gobierno de facto iniciado en 1943 y alcompás de la inminente finalización de la guerra mundial, ya conla presencia revulsiva de Perón en el ruedo político, aquellosgrupos que se filiaban en la tradición yrigoyenista empezaron areunirse para preparar su entrada en el juego del poder queinevitablementese abriríaen el campo electoral.

Los de FORJA no, porque en su mayoría se pasaron alnaciente peronismo, lo mismo que los revisionistas bonaerensesque, salvo Balbín, hicieron lo propio. Pero muchos jóvenesradicales como Arturo Frondizi, Moisés Lebenhson, CrisólogoLarralde y otros, los seguidoresde Amadeo Sabattini en Córdobay el interior, los antiguos núcleos antialvearistas de la CapitalFederal, con la simpatía de Pueyrredón, Güemes, Rojas, Elpidio

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González y otras personalidades destacadas, llegaron a laconclusión de que era necesario imprimir al radicalismo uncontenidoideológico más moderno, una renovación de dirigentesy un cambio en las prácticas internas. Sólo así, pensaban, la VCRpodría ofrecer una propuesta atractiva al electorado cuandollegarael momento de una confrontación electoral con el que yase veía -estamos a principios del 45- como el candidato delrégimenmilitar.

El 5 de abril de 1945 muchos de estos dirigentes sereunieron en la ciudad de Avellaneda y dieron a conocer unmanifiesto que constituía un verdadero programa. Proclamaba lanecesidad de depurar la dirigencia partidaria, afirmaba que latierra debía ser de quien la trabajara, se pronunciaba contra losmonopolios, postulaba la nacionalizaciónde todas las fuentes deenergía natural, los servicios públicos y los monopoliosnacionales o extranjeros que trabaran el progreso económico delpaís y se oponía a que el radicalismo concertara pactos oacuerdos electorales o participara en gobiernos no surgidos desus propias filas.

La "Declaración de Avellaneda", como se la conoció,

estaba profundamente influida por el pensamiento de posguerra,el ideariodel laborismo británico y el "New Deal" y pensadorescomo Harold Laski y Karl Manheim. Era voluntarista y enmuchos temas, utópica, pero fuera como fuera, recogíaaspiraciones que flotaban en la atmósfera de ese tiempo en todoel mundo civilizado. Recordemos que en abril de 1945 la guerraestaba prácticamente terminada y en la Europa liberadaprevalecían gobiernos fuertemente estatistas con el propósito deque la reconstruccióncontemplara los grandes problemas socialesy económicosque había dejado la guerra.

En noviembrede ese mismo año 45, dirigentes de todo el

país se reunieron en Rosario y dejaron formalmente constituidoel Movimiento de Intransigencia y Renovación que, además dereafirmar la "Declaración de Avellaneda", dejó planteadas lasreformas internas que, a juicio de los asambleístas, necesitaba elradicalismo: voto directo de los afiliados para la elección decandidatos, exigencia de dos tercios para las reelecciones y

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régimen de asambleas para sacar las decisiones de manos de lastrenzas y conciliábulos de dirigentes.

Con aquel bagaje intelectual y esta organización, losintransigentes se lanzaron a la lucha interna en los últimos mesesde 1945y primero de 1946.

Se trataba de definir la estrategia partidaria de cara a laseleccionesgeneralesde febrero de 1946. La conducción nacional,de ascendencia alvearista,planteaba la convenienciade que todaslas fuerzas opositoras a Perón convergieran en una alianza"contra el nazifascismo" con el valor entendido de que lossocialistas, los demócratas progresistas, los comunistas yeventualmente los conservadores, votarían a la fórmulapresidencial que proclamara el radicalismo. Ellos concebían quesólo un gran acuerdo cívico obstruiría el intento continuista delgobierno de facto, al tropezar con el rechazo de la ciudadaníaentera a través de la totalidad del espectro de los partidostradicionales.

Por su parte, los intransigentes exaltaban la tradición deYrigoyen, que siempre se había opuesto a que el radicalismoestableciera acuerdos con otros partidos. Pero además de estefundamento histórico y doctrinario, pensaban que la propuestaunionista, en vez de sumar apoyos podía restarlos, porquepresentaría a la UCR en la indeseable compañía de todos losresabios del pasado. Frente a un Perón que bruscamenteintroducía en el escenario político un lenguaje nuevo yprovocador, un estilo nuevo y desfachatado y un elenco nuevoque contrastaba con los solemnes y acartonados hombres de laoposición, este acuerdo -sostenían los intransigentes- restabaidentidad al partido de Alem, lo comprometíacon malas juntas ylimitaba su propuesta solamente a la restauración del ordenconstitucional.

La poderosa máquina del oficialismo partidario triunfósobre los contestatarios. A fines de diciembre de 1945, laConvención Nacional de la UCR aprobó la Unión Democrática yproclamó como candidatos presidenciales a José Tamborini yEnrique Mosca, ambos escasamente carismáticos, ambosprovenientes de la línea alvearista. Contemporáneamente se

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designó presidente del partido a Miguel Laurencena, uno de losmás obstinados adversarios de Yrigoyen, y presidente de laConvención Nacional a Mario Guido, también de extracciónalvearista.

Pero los intransigentes no hicieron mal papel en estasbatallas. En las internas para elegir candidatos a legisladoresnacionales de la Capital Federal, obtuvieronuna cómoda minoría,lo que les permitió ubicar a Frondizi como tercer candidato adiputado y a Ricardo Rojas como aspirante a una de las dossenadurías.

En otros distritos tuvieron diversa suerte, pero fue en laprovincia de Buenos Aires donde el éxito los acompañó sinvuelta, con un resultado que después tendría largaproyección enla política nacional.

Sucedía que la Convención de la Provincia tenía quedesignar los candidatos a gobernador, vice y diputadosnacionales. Los intransigentes no tenían mayoría en el cuerpo,pero sí el número suficiente de delegadoscomo para bloquear elquorum. El precandidato unionista era Ernesto Boatti, caudillotradicional que había tejido durante años una red de lealtades queparecía hacerlo imbatible. Después de quince extenuantesintentos de reunir el cuerpo sin lograr nÚmeropor la obstrucciónde los intransigentes, éstos lograron su objetivo: que lasdesignaciones se efectuaran mediante el voto directo de losafiliados.

El 13de enero se realizaron los comicios internos en toda

la provincia: los intransigentes, con un enorme entusiasmo y elapoyo de muchos compañeros de causa de otras provincias y dela Capital Federal; los unionistas, seguros de que la aceitadamáquina de Boatti triunfaría sin sobresaltos. El resultado fueespectacular: el binomio intransigente compuesto por Juan Praty Crisólogo Larralde triunfó. Ajustadamente, pero triunfó.Todavía hay quien sostiene que Roberto Parry, un irlandésducho en las mañas políticas, que dirigía el estado mayorintransigenteen la provincia,se valió de la vigilanciade la policíapara evitar vuelcos de padrones y otras picardías en los puntosmás débiles...

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Así pues, contrariando la tendencia general delradicalismo,dos intransigentespujarían por la gobernación y vicede la Provincia. Y lo que es más importante, la lista de candidatosa diputados nacionales sería mayoritariamente intransigente,encabezadapor Balbín.

Por consiguiente, el desastre del 24 de febrero, que marcóla pérdida de la virtud mayoritaria del radicalismo, si bienarrastró también a los intransigentes, dejó a éstos bienposicionados para implementar el desplazamiento de la direcciónpartidaria.

Podían acusarla de haber seguido una estrategiaequivocaday de hecho lo hicieron,calificandoa los unionistas de"mariscales de la derrota". Podían achacarles haber marginado lastradiciones más caras del partido y haber torcido aquellasesencias que habían hecho del radicalismouna fuerza popular yde avanzada. Podían reclamar una reorganización general queincluyera la caducidad de las actuales autoridades. Pero además,los intransigentes habían afirmado su organizacióny su mística.y el bloque de diputados radicales en el Congreso, el célebreBloque de los 44, estaba integrado por una mayoría deintransigentes, con la presidencia de Balbín y la vicepresidenciade Frondizi, lo que garantizaba que la oposición a Perón sellevaría a cabo sobre las ideas y valores que habían agitado losintransigentes.Y, como bien se vería, el bloque sería en adelantela grande y casi única tribuna opositora con capacidad detransmitir su mensaje a la opinión pública.

El Bloque de los 44 merece un párrafo aparte. Fue tal vezel conjunto parlamentario más notable de nuestra historia. Reuníaa un grupo de hombres que, en general, tenía un alto nivel depreparación y una importante experiencia política. Entreintransigentes y unionistas reunían una temible fuerza de choque.Había en ese núcleo personalidades que servían para los másdiversos menesteres. Para la exposición doctrinaria y económica,dicha con serenidad y altura, estaba Frondizi; para el ataqueapasionado, Ernesto Sanmartino; para la denuncia resonante,Agustín Rodríguez Araya; para la reflexión de pensamiento,

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Gabriel del Mazo o Antonio Sobral. En las cuestiones agrarias sedestacaba Luis Mc Kay; en los problemas educacionales, AlfredoCalcagno; en los militares, Gregorio Pomar. Para la burla y laironía, Nerio Rojas y Luis Dellepiane. Y en la defensa de lasinstituciones republicanas y los derechos ciudadanos, Balbín. ElBloque de los 44 fue un ariete fonnidable cuyo tono sintonizabacon lo que de renovador y creativo tenía el movimiento del queprovenía la mayoría de sus integrantes.

En este nucleamiento faltaba un nombre. Moisés

Lebenhson era el virtual creador del Movimiento Intransigente enla provincia de Buenos Aires, donde había militado sobre loscuadros más jóvenes del partido. Inmensamente pobre, era lacontrafigura del dirigente radical típico, un profesional de clasemedia que dedicaba una cuota de tiempo y dinero para hacer sucursus honorum. Lebenhson, en cambio, se dedicaba a la tareapolítica con un fervor de apóstol. En autos de amigos o enasmáticos ómnibus, alojándose en casas de correligionarios o enhoteles de mala muerte, recorría infatigablemente la Provinciallevando su mensaje. Todos sabíanque a la hora de pagar la cenahabía que hacerse cargo de la parte de Lebenhson, porquesencillamente no tenía dinero para responder. Era un oradorespléndido, con una voz envolvente y seductora, y en susdiscursos sus ancestros judíos lo llevaban a predicar tiempos deredención y un destino de Epifanía para América Latina.Justamente su condición de judío había influido en la ferozborratina con que los boattistas impidieron que fuera candidato adiputado.

Este era el hombre que faltó en el Bloque de los 44. Perosu influencia en la elaboración del pensamiento y la estrategia delMovimiento Intransigente, fue enorme. Murió en 1953, despuésde haber desempeñado una sola vez un cargo electivo, en laConvención Constituyente de 1949, donde hizo un papelbrillante como presidente del bloque radical.

Cuando los intransigentes, desde marzo de 1946,reclamaban insistentementeel relevo de la conducción partidaria,estaban apelando a una vieja tradición radical. Después de una

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derrota electoral importante o después de un hecho políticotrascendente, era usual una reorganización,es decir la caducidadde las autoridades, la apertura de los padrones para una nuevaafiliacióny la elección de las direccionespartidarias.

Ahora, después de la derrota de febrero, cundía lainquietud entre la masa de afiliados y los intransigentes lacapitalizaban para desplazar a la conducción unionista.Entretanto, lograron sacar un semanario, "Provincias Unidas",como virtual órgano del movimiento, abrieron locales y susdirigentesprincipales recorrieronel país para ajustar adhesiones.Después de varios meses, la Conyención Nacional -todavía conmayoría unionista- resolvió sustituir al Comité Nacional,reemplazándolo por una Junta Nacional Ejecutiva integrada portres intransigentes y tres unionistas, con la presidencia deldiputado Gregorio Pomar, que había integrado la lista unionistade precandidatos. pero cuyos antecedentes revolucionarios en losaños 1931 y 1933 lo hacían simpático a los intransigentes. Perosi el reemplazo del Comité Nacional daba alguna satisfacción alos reclamos minoritarios y si la Intransigencia había obtenidouna virtual paridad en el nuevo organismo, en realidad laresolución de la Convención Nacional era sólo un maquillaje,pues la Junta presidida por Pomar no tenía facultades paraintervenir los distritos. Es decir que la prometida reorganizaciónsería imposible, pues en importantes provincias sus comités dedistrito estaban dirigidospor unionistas que no se resignaban aperder sus posiciones.

Después de algunos meses de forcejeos internos, los tresmiembros intransigentesde la Junta publicaron un manifiesto enel que reclamaban la caducidad de todas las autoridades dedistrito, el voto directo de los afiliados y el régimende asamblea.Ante esta crisis Pomar pidió una nueva reunión de la ConvenciónNacional. Al mismo tiempo, el Movimiento de Intransigencia yRenovación reunió una Asamblea General el mismo día en queempezaba a deliberar la Convención Nacional, en los primerosdías de enero de 1947. En esta asamblea se resolvió que losconvencionales intransigentes no asistirían a la reunión del altocuerpoy decidió una suerte de reorganización partidaria.

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Se estaba, aparentemente, al borde de la división delpartido. La Intransigencia se organizaba por su cuenta y dejabalibrada la responsabilidad de las resoluciones de la ConvenciónNacional a la mayoría unionista. En la asamblea intransigentehubo voces, entre ellas la del respetado Ricardo Rojas, queclamaban por la "refundación del radicalismo". Pero losintransigentes estaban apostando a un espectacular "bluff'. Ensus declaraciones y discursos daban la impresión de estardecididos a abandonar la estructura oficial del partido y fundarun "auténtico radicalismo" con otros hombres y otro programa,pero en los hechos sabían que esto sería suicida.

La principal fuerza opositora no podía brindar ellamentable espectáculo de una división. Ni la masa de afiliadosestaba preparada para apoyar tan drástica resolución, ni laopinión pública que apoyaba al radicalismo, sobre todo por labrillante actuación de su bloque parlamentario, toleraríasemejante fragmentación.Era favoreceral régimende Perón, cuyoautoritarismo crecía cada vez más. La estrategia intransigenteconsistía, pues, en aparentar la inminenciade una división, estirarla cuerda todo lo posible, pero quedarse dentro del partido y darla lucha por la supremacía del radicalismo en las mejorescondiciones.

La ConvenciónNacional, por su parte, resolvió ampliar laJunta Ejecutiva a 15 miembros y autorizarla a designar juntasreorganiz~dorasen los distritos pero -distinguía- "de acuerdo conlas autoridades respectivas". Esta vez, los miembrosintransigentes de la Junta Nacional Ejecutiva permanecieron enella. Nadie es tan tonto como para abandonar un partido cuyaconducción está a punto de tomaL..

A lo largo de 1947 los intransigentes desplegaron unaintensa actividad. En agosto, en el mismo local de la ciudad deAvellaneda donde se había aprobado la famosa Declaración, sereunió el Congreso Nacional del Movimiento, con delegacionesde todas las provincias. Allí se aprobaron varios documentos queserían la collU1ll1aideológicade la tendencia: la "Profesión de FeDoctrinaria", redactada por Gabriel del Mazo, las "Bases de

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Acción Política" calcadas de la "Declaración de Avellaneda" yuna declaración política escrita por Moisés Lebenhson. Sedispuso la estructura del Movimiento con autoridades nacionalesy en cada distrito, y se recomendó a los dirigentes que nocompartieran tribunas con radicales que no militaran en la líneaintransigente.

Fue una asamblea importante, no sólo porque congregóapersonalidades muy representativas sino porque precisó elpensamiento de la Intransigencia sobre los temas mástrascendentes del país. En seguida profundizaremos lasignificación de estas tomas de posición.

Pero además, en ese año 47 se fueron produciendoelecciones internas en varias provincias, que permitieron a laIntransigencia tomar el control de varios comités de distrito,como el de la Provincia de Buenos Aires -cuyo presidente seríaLebenhson-, el de Córdoba y otros. El voto directo hizo posibleestos triunfos, que quedaron homologados en la constitución delnuevo Comité Nacional, en enero de 1948, cuando Parry fueelegido presidente por una pequeña ventaja. Señalemos que elComité Nacional, órgano ejecutivo del partido, está integrado porcuatro delegadosde cada distrito o provincia; en este caso, losintransigentes habían logrado disponer de una mayoría dedistritos.

Pero fue en junio del mismo año 48 cuando la victoriaintransigente se evidenció con toda su fuerza. Esta vez, por unaamplia mayoría, fue elegido presidente de la ConvenciónNacional Ricardo Rojas. Además, la Convención Nacionalincorporó como documentos del partido, la "Profesión de FeDoctrinaria" y las "Bases de Acción Política" que habíaaprobado, casi un año antes, el Congreso del Movimiento deIntransigencia y Renovación. En lo interno, reformó la CartaOrgánica para establecer el voto directo de los afiliados en laelecciónde autoridades y candidatos, y dispuso que la juventudradical organizada debía integrar permanentemente los cuerposorgánicos del partido. También aprobó un plan agrario y definióuna política internacional basada en la neutralidad y la noparticipacióndel país en ningún bloque de naciones.

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En un proceso de sólo dos años, el radicalismo habíasacado de su propia entidad las fuerzas necesarias pararenovarse, cambiar de elencos dirigentes, de lenguaje y deprograma, para remontar el desastre de febrero de 1946 yconvertirse en una alternativa de gobierno. Pocas veces se dio ennuestra historia política una reconstrucción tan dinámica ynovedosa. Pero esa misma resurrección encerraba el germen degraves problemas que más tarde se plantearían.

¿Quiénes formaban las huestes intransigentes? Habíaalgunas personalidades históricas que, más que dedicarse a lamilitancia, prestaban sus nombres para prestigiar al movimiento.Pero en general, los cuadros estaban formados por gente joven,estudiantes o profesionales de clase media, que en todo el país ycon diversa intensidad trabajaban dentro del radicalismo en favorde su causa.

En la Capital Federal estos grupos se nucleaban alrededorde Arturo Frondizi. A los 40 años, Frondizi ya era una figuranacional respetada. Su sólida formación intelectualy, a la vez, suhabilidad política, lo convertían en un tipo nuevo dentro delpartido. Su aspecto de schollar, sus rigurosos discursos atraían amucha gente, y no solamente radicales. Al mismo tiempo, en eldistrito metropolitano la Intransigencia se apoyaba en laestructura montada por Francisco Rabanal, cuyos métodosproselitistas no diferían mucho del sistema de "punteros"barriales que usaba y había usado el unionismo.

En la provincia de Buenos Aires, dos personalidades sedisputaban sordamente la hegemonía de la Intransigencia. Unoera Lebenhson, de quien ya hemos hablado. El otro, Balbín. Suemotiva oratoria, siempre con el mechón caído sobre la frente,siempre con el cuello de la camisa arrugado, tocaba las fibras másprofundas de los corazones radicales. Activísimo en la tareapartidaria, su figura se engrandecióy convirtióse en un símbolode las libertades retaceadas por el régimende Perón cuando fuedesaforado, detenido y después recluido en la cárcel de Olmos alo largo de 1950. Crisólogo Larralde, Héctor Noblía, Oscar

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Alende y otros dirigentes también formaban el elencointransigente bonaerense.

En el interior, el hombre que gravitaba era AmadeoSabattini, cuyo austero y creativo gobierno de Córdoba, entre1936y 1940,le había granjeado una inmensa popularidad. Desdesu humilde casa de Villa María manejaba muchos hilos políticosalgunos de los cuales -según sus idólatras- llegaban hasta loscuarteles.

Otros hombres jóvenes eran los referentes naturales de laInstransigencia: en Entre Ríos, Raúl Vranga; en Tucumán,Celestino Gelsi; en Córdoba, Arturo Illia y Arturo Zanichelli; enSanta Fe, Carlos Sylvestre Begnis y Héctor Gómez Machado,después de la deserción al peronismo de Pedro Murúa, fundadorde la Intransigencia santafesina. Y muchos otros que sería largonombrar.

De este conjunto, que el tiempo y las aspiracionespersonales disgregaría, se sustentaba el movimiento que habíadado otra imagen a la VCR. Movimiento que, no olvidemos, fuela matriz donde se formaron cuatro presidentes argentinos:Arturo Frondizi, José María Guido, Arturo Illia y Raúl Alfonsín.

Omitiremos en esta reseña muchos acontecimientosocurridos en el país desde 1948: la reforma de la constitución de1949, la reelección de Perón en 1951, con la oposición de lafórmula radical Balbín-Frondizi,el fallecimiento de Eva Perón en1952, la elección de vicepresidente en 1954, el derrocamiento dePerón en 1955.

Sólo recordaremos que en 1954 Frondizi fue elegidopresidente del Comité Nacional. Dos años después, bajo elrégimende la Revolución Libertadora, fue proclamado candidatoa presidente de la Nación por la Convención Nacional reunida enTucumán. Esto provocó la separación de Balbín y susseguidores, acompañados por los unionistas y los sabattinistas.Habría mucho que hablar de estos hechos, pero me limitaré arecordar que en febrero de 1958 el candidato de la VCRIntransigente triunfó ampliamente, con el apoyo del peronismoproscripto. Frondizi asumió ello de mayo.

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y es entonces cuando apareció la vieja factura que estabapendiente desde una década atrás: el Programa.

Como se recordará, la Intransigencia, al tomar laconducción del partido en 1948, había dispuesto un programatomado en su mayor parte de la Declaración de Avellaneda de1945.Este programa se había venido reafirmandoen reuniones delos altos cuerpos partidarios, en congresos realizados sobretemas específicos, como el agrario, educativo, etc. Y además sehabía convertido en una suerte de ícono ideológicomediante laintensa prédica de los activistas. Fue el programa lo que sedujo anumerosos sectores, de diverso origen, que acompañaron lacandidaturapresidencial de Frondizi, al punto de que una de lasconsignas de la campaña fue "Frondizi y el Programa".

Pero Frondizi sabía que el Programa era inviable.Elaborado sobre el pensamiento estatista, autarquizante ynacionalista de la postguerra, no resistía ahora una realidadnacional y mundial que había cambiado totalmente. Durante sucampaña, Frondizi intentó dar algunas señales en el sentido deque no estaba dispuesto a esclavizarse a sus postulados, peroestos indicios no fueron entendidos por sus simpatizantes.

Pero ¿cómo se podría poner en marcha una "reformaagraria inmediata y profunda" cuando el campo estabapauperizado por las exacciones del régimen peronista ynecesitaba inversiones y tecnología para alcanzar rendimientosrentables? ¿Se podía pensar en una "democratización industrialcon participación de técnicos, empleados y obreros en ladirección y utilidades" de las empresas cuando de lo que setrataba era de apoyar a la industria liberándolade la importaciónde combustibles y los royalties extranjeros? ¿Era posible la"nacionalización completa del petróleo" cuando era urgentelograr a toda costa el autoabastecimiento, evitando la sangríaanual de 300 millones de dólares que costaba la importación delcombustible? ¿Podía pensarse en la "no participación en bloquespolíticos, económicos y militares" cuando el mundo vivía lasalternativasde la guerra fría?

Frondizi, al asumir la presidencia, produjo en pocosmeses políticas que contradecían totalmente el Programa. Los

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contratos con empresas privadas extranjeras para extraerpetróleo, la ley que abría la posibilidad de crear universidadesmediante la iniciativa privada, la desregulación económicaconsistenteen la abolicióndel control de cambios, la anulación desubsidios, la libre cotización del dólar, seguidos por ladesnacionalización del Frigorífico Lisandro de la Torre y laracionalización ferroviaria con clausura de ramales

improductivos, en fin, la política internacional de abierto apoyoal mundo "occidental y cristiano". Con el mismo criterio frenólas iniciativas de reparto de grandes extensiones de tierra que enla provincia de Buenos Aires promovió el gobernador Alende,bajo la inspiración de su joven Ministro de Economía AldoFerrer. ToJo ello y otras muchas iniciativas (:videnciaronque, ajuicio del presidente, el pensamiento de Avellaneda habíaquedadotrás, era obsoleto.

Frondizi hizo lo que debía hacer como gobernante, perosu súbito abandono del programa le significó un enorme costo.Perdió credibilidad, dio pábulo a que lo consideraran unmaquiaveloy deterioró la legitimidadde su investidura. En supropio partido se escucharon airadas voces disidentes, aunquelas críticasen este campo no llegaron a mayores por d afecto y laconfianza que le profesaba la mayoría de sus compañeros decausa. Pero en muchos casos, estas silenciosas discrepanciasfueron el germen de alejamientos que durante su gobierno ydespués lo fueron aislando y debilitando.

Por supuesto, el de Frondizi no es el único caso de ungobernanteque llegóal poder en alas de un programa que luegotuvoque cambiar. Recordemosa De Gaulle cuando fue llevado ala presidencia de su país en 1958 sosteniendo la necesidad deconservara Argelia en manos francesas,y a la vuelta de dos añosaccedió a la independencia de la antigua colonia. O a FelipeGonzález,que durante su campaña rechazó la entrada de Españaen el Mercado Común y luego promovió y consiguió estemgreso.

El Movimiento de Intransigenciay Renovación había sidoel motor de la resurrección radical después del fracaso históricode 1946. Pero las banderas que enarboló para su lucha interna

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fueron alzadas con tanto fervor que, cuando se declinaron, suscorreligionariossintieron una gran frustración. Era como renegarde aquellas etapas movilizadoras, audaces y optimistas asociadasa la condición del opositor puro, el que no está atado a ningúncompromiso y no tiene que enfrentarse con las disyuntivas conque tropiezan los gobernantes.En el llano se puede decir o hacercualquiercosa, pero cuando el político llegaa la responsabilidaddel poder, las cosas dejan de ser nítidas, ya no son negras oblancas y el estadista debe, muchas veces, forzar sus propiasconviccionespara hacer lo que conviene, lo que es bueno para lacomunidad.

Este fue el drama de los hombres del movimiento

intransigente. Un ideario voluntarista, casi utópico, sirvió paradinamizarlos y dar contenido a sus batallas internas y a la luchacontra Perón. Pero después, la realidad, que como decía Lenin, esobstinada, los cercó y los obligó a dejar atrás lo que habíansostenido con sinceridad. La trayectoria de estos dirigentes nosconduce al eterno tema de los fines y los medios, a la definiciónde una ética en el campo de la política y a meditar sobre lospeligros que entraña ceñirse a compromisos ideológicos quepueden convertirse en verdugos de quienes los han asumido.

Pero también la saga del Movimiento de Intransigencia yRenovación puede verse como una bella aventura en el juegopolítico argentino, y acaso merezca un análisis más profundo queel que he intentado en esta superficial reseña.

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