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KARMA. Traducido y compilado por J. Rodros. Blavatsky Editorial, México, 2005. ¿Cómo deben aplicarse entonces, los Principios Teosóficos a fin de promover la cooperación social y puedan así llevarse a cabo los verdaderos esfuerzos para el mejoramiento social? Déjame recordarte brevemente cuales son estos principios la Unidad universal y la Causalidad; la Solidaridad Humana; la Ley de Karma; la Reencarnación. Éstos son los cuatro eslabones de la cadena de oro que debe unir a la humanidad en una ola familia, en una Fraternidad universal. (H. P. B. Clave, 233. ¿Qué es el Karma? “Nosotros consideramos que Karma es la Ley Fundamental del Universo, el manantial, el origen y la fuente de todas las otras eyes que existen en toda la Naturaleza. Karma es la ley infalible que ajusta el efecto a la causa, en los planos físico, mental y espiritual del ser. Dado que ninguna causa permanece sin su debido efecto desde la más grande hasta la más insignificante, desde un disturbio cósmico hasta el movimiento de tu mano, y como lo semejante produce lo semejante, Karma es esa ley invisible y desconocida que ajusta abiamente, inteligentemente y equitativamente cada efecto a su causa, remontándose a partir de ésta última hasta el que la produjo. Aunque en sí misma es incognoscible, su acción es perceptible. . . . . aunque no sabemos lo que Karma es per se, en sí mismo y en su esencia intrínseca, sin embargo sabemos como opera, y podemos definir y describir con exactitud su modo de acción. Nosotros sólo no conocemos su causa última tal como la ilosofía moderna admite universalmente que la Causa última de algo es ‘incognoscible’. (H. P. B., Clave, 201). Definición. Karma es una palabra sanskrita, que literalmente significa “acción”. La forma más apropiada para escribir la palabra sería Karman, siendo ésta la Forma-raíz de la palabra, sin embargo comú nmente se escribe en su “caso nominativo”: Karma. “La palabra está derivada de la raíz verbal Kri que significa hacer, actuar. La doctrina filosófica de Karman enseña que todo

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KARMA.

Traducido y compilado por J. Rodros.

Blavatsky Editorial, México, 2005.

¿Cómo deben aplicarse entonces, los Principios Teosóficos a fin de promover la cooperación social y puedan así llevarse a

cabo los verdaderos esfuerzos para el mejoramiento social?

Déjame recordarte brevemente cuales son estos principios – la Unidad universal y la Causalidad; la Solidaridad Humana; la

Ley de Karma; la Reencarnación. Éstos son los cuatro eslabones de la cadena de oro que debe unir a la humanidad en una

sola familia, en una Fraternidad universal. (H. P. B. Clave, 233.

¿Qué es el Karma?

“Nosotros consideramos que Karma es la Ley Fundamental del Universo, el manantial, el origen y la fuente de todas las otras

leyes que existen en toda la Naturaleza.

Karma es la ley infalible que ajusta el efecto a la causa, en los planos físico, mental y espiritual del ser. Dado que ninguna

causa permanece sin su debido efecto desde la más grande hasta la más insignificante, desde un disturbio cósmico hasta el

movimiento de tu mano, y como lo semejante produce lo semejante, Karma es esa ley invisible y desconocida que ajusta

sabiamente, inteligentemente y equitativamente cada efecto a su causa, remontándose a partir de ésta última hasta el que la

produjo. Aunque en sí misma es incognoscible, su acción es perceptible. . .

. . . aunque no sabemos lo que Karma es per se, en sí mismo y en su esencia intrínseca, sin embargo sabemos como opera, y

podemos definir y describir con exactitud su modo de acción. Nosotros sólo no conocemos su causa última tal como la

filosofía moderna admite universalmente que la Causa última de algo es ‘incognoscible’. (H. P. B., Clave, 201).

Definición.

Karma es una palabra sanskrita, que literalmente significa “acción”. La forma más apropiada para escribir la palabra sería

Karman, siendo ésta la Forma-raíz de la palabra, sin embargo comúnmente se escribe en su “caso nominativo”: Karma.

“La palabra está derivada de la raíz verbal Kri que significa hacer, actuar. La doctrina filosófica de Karman enseña que todo

acto afecta a toda la naturaleza, interna y externa; y que la Naturaleza, cuya misma esencia es armonía y justicia, reacciona

tarde o temprano, regresándole al actor original la consecuencia de sus propios actos ya sean buenos o malos. De aquí que

Karman simplemente expresado sea ‘Así como siembres, así cosecharás’. Todo ser, desde un dios hasta un átomo, posee el

cuerpo, carácter, habilidades, y poderes que él ha construido por sí mismo por su propia elección de acción hace algún tiempo

en el pasado. A cada momento tenemos el don divino del libre albedrío para construir un mejor destino Karmico, de escoger

un sendero que desenvuelva los poderes espirituales dentro de nosotros, y así armonizar, elevar, embellecer, y glorificar todo

nuestro ser” (Judith Tyberg, Sanskrit Keys, op.cit.p.38).

Karma (SK). Físicamente significa acción: metafísicamente, es la LEY DE RETRIBUCIÓN, la Ley de causa y efecto o

Causación Ética. Es Némesis sólo en un sentido, en el de mal Karma. Es la onceava Nidâna en la concatenación de causas y

efectos en el Buddhismo ortodoxo; sin embargo es el poder que controla todas las cosas, la resultante de la acción moral, el

Samskâra metafísico, o el efecto moral de un acto cometido por el logro de algo que satisface un deseo personal. Existe el

Karma de mérito y el Karma de demérito. Karma ni castiga ni premia, es simplemente la LEY Universal una que guía

infaliblemente, y por así decirlo, ciegamente, todas las demás leyes que producen ciertos efectos a lo largo de los canales de

sus respectivas causaciones. Cuando el Buddhismo enseña que ‘Karma es ese núcleo moral (de cualquier ser) el cual es el

único que sobrevive a la muerte y continúa en la transmigración’ o reencarnación, esto simplemente significa que no

sobrevive nada después de cada Personalidad salvo las causas producidas por ella; causas que son imperecederas, es decir,

que no pueden ser eliminadas del Universo hasta que sean reemplazadas por sus legítimos efectos, y por así decirlo, sean

borradas por ellos, y tales causas – a menos de que sean compensadas con efectos adecuados durante la vida de la persona

que las produjo, seguirán al Ego reencarnante, y lo alcanzarán en su reencarnación subsecuente hasta que sea plenamente

restablecida la armonía entre los efectos y las causas. Ninguna ‘personalidad’ – la cual es un simple montón de átomos

materiales y de características instintivas y mentales – puede desde luego continuar, como tal, en el mundo del Espíritu puro.

Sólo aquello que es inmortal en su naturaleza misma y divino en su esencia, es decir, el Ego, puede existir para siempre. Y

como es ese Ego el que escoge la personalidad que va a animar, después de cada Devachan, y el que recibe a través de estas

personalidades los efectos de las causas Karmicas producidas, es por lo tanto el Ego, ese sí el cual es el ‘núcleo moral’, al que

se menciona como la personificación de Karma, ‘el cual es el único que sobrevive a la muerte’” (H. P. B., Glosario

Teosófico).

Ley de Karma y de Causa y Efecto.

El error que frecuentemente se comete, es confundir la ley general de causa y efecto con la ley de mérito y demérito. Si nos

preguntamos, por qué un animal lleva una vida fácil y otro una dura, también podríamos preguntar, ¿por qué un árbol es

cortado antes de que crezca, mientras que a otro árbol se le permite llegar a la vejez? ¿Por qué un par de zapatos se hacen

para adornar los pies de una dama en un salón de baile, y otro par para ser arrastrado en el fango por un campesino? Nadie

mantendrá que los minerales y las plantas tengan alguna responsabilidad moral. Ni tampoco los animales, los niños, los

idiotas o los locos tienen tal responsabilidad. Este es un hecho reconocido por la legislación humana. . .

La ley de Karma es una ley moral, y donde no existe responsabilidad moral, no puede haber aplicación de la ley de Karma;

pero la ley de causa y efecto se aplica a todos los departamentos de la naturaleza. Un escritor célebre dice: ‘El sufrimiento es

la medicina divina del cielo’. La ley de compensación está también activa en el mundo animal. Un perro, que tiene que

ejercer su propia sagacidad para encontrar comida, pronto desarrollará poderes psíquicos en esa dirección, que uno que no

hace nada más que comer y dormir, y la mónada individual o diferenciada del primero encontrará más pronto la condición

necesaria para entrar en el reino humano. En el reino animal se encuentran los rudimentos de la esperanza, paciencia, fe,

fidelidad, confianza, etc. Al ponerlos en ejercicio, se harán más fuertes, y como jamás se pierde ningún esfuerzo en la

naturaleza, encontrarán su uso’” (CW, VI, 236-37).

Descripción del Karma.

“Bien, ¿podría entonces decirme de una manera general, cómo describe Usted esta Ley de Karma?

Nosotros describimos a Karma como la ley de reajuste que siempre tiende a restaurar el equilibrio que ha sido disturbado en

el mundo físico, y la armonía interrumpida en el mundo moral. Nosotros decimos que Karma no siempre actúa en esta u otra

forma particular; sino que siempre actúa de manera a restaurar la Armonía y a preservar el balance del equilibrio, en virtud

del cual existe el Universo. . . Piensa por ahora en un estanque. Una piedra cae en el agua y crea ondas que la disturban. Estas

ondas oscilan hacia delante y hacia atrás, hasta que al final, debido a la operación de lo que los físicos llaman la ley de la

disipación de la energía, las ondas disminuyen hasta desaparecer, y el agua regresa a su condición de calmada tranquilidad.

De modo similar toda acción, en todo plano, produce disturbios en el equilibrio de la armonía del Universo, y las vibraciones

así producidas continuarán agitándose hacia atrás y hacia delante, si su área es limitada, hasta que se restablezca el equilibrio.

Pero dado que tal disturbio comienza desde algún punto particular, es claro que el equilibrio y la armonía solo pueden

restablecerse haciendo converger de nuevo hacia ese mismo punto todas las fuerzas que fueron puestas en movimiento por él.

Y aquí tienes la prueba de que las consecuencias de las acciones, pensamientos, etc. De un hombre deben todas reaccionar

sobre él mismo con la misma fuerza que fueron puestas en movimiento. . . . Los europeos han caído tanto en el hábito tan

arraigado de considerar lo correcto y lo equivocado, el bien y el mal, como si pertenecieran a un código de leyes arbitrarias

establecidas por los hombres, o impuestas sobre ellos por un Dios Personal. Sin embargo, nosotros los Teósofos, decidimos

que el “Bien” y la “Armonía” y el “Mal” y la “Des-armonía” son sinónimos. Además nosotros mantenemos que todo dolor y

sufrimiento son el resultado de la falta de Armonía, y que la única y terrible causa del disturbio de la Armonía es el egoísmo

en una forma u otra. De aquí que Karma le devuelva a cada hombre las consecuencias adecuadas de sus propias acciones, sin

ninguna consideración de su carácter moral; pero dado que él recibe su merecido por todo, es obvio que tendrá que reparar

todos los sufrimientos que haya causado, e igualmente cosechará en alegría y gozo los frutos de toda la felicidad que haya

ayudado a producir. Lo mejor que puedo hacer para tu beneficio, es citar ciertos pasajes de libros y artículos escritos por

nuestros Teósofos – de aquellos que tienen una idea correcta de Karma.

PREG: Ojalá lo hiciese, ya que su literatura parece estar muy escasa en este tema.

TEO: Y eso se debe a que ésta es la más difícil de todas nuestras doctrinas. Muy recientemente apareció la siguiente objeción,

escrita por un cristiano:

“Concediendo que la enseñanza en relación a la Teosofía sea correcta, y que el ‘hombre deba ser su propio salvador, y deba

dominarse a sí mismo y conquistar el mal que hay en su naturaleza dual, para obtener la emancipación de su alma, ¿qué es lo

que tiene que hacer después de que se haya ‘despertado y convertido hasta un cierto punto, abandonando el mal y la maldad?

¿Cómo logrará la emancipación, o el perdón, o cómo podrá borrar el mal o la maldad que ya hubiese cometido antes?

A esto el Sr. J. H. Conelly contesta muy pertinentemente que nadie puede esperar “hacer que la máquina teosófica corra sobre

las vías teológicas” Y dice que:

“La posibilidad de evadir la responsabilidad individual no forma parte de los conceptos de la Teosofía. En esta fe no existe

algo como el perdón o ‘el borrar el mal o la maldad que ya se haya hecho’, salvo a través del adecuado castigo del que

cometió el mal y la restauración de la armonía del universo que haya sido disturbada por el acto inicuo. Suyo ha sido el mal, y

mientras que otros deben sufrir sus consecuencias, la reparación no puede ser hecha por nadie más que por él mismo”.

“En la circunstancia supuesta, mencionada previamente. . . alguien se ‘despierta y convierte hasta un cierto punto y abandona

el mal y la maldad’; dándose cuenta de que sus acciones han sido malas y merecen castigo. Y al comprender esto, surge

inevitablemente en él, un sentido de terrible responsabilidad, en proporción al grado de su despertar y ‘conversión’. Sin

embargo, cuando ya ha logrado esto, se le pide que acepte la doctrina de la expiación de sus culpas a través de la intervención

de Jesucristo.

“Se le dice que debe arrepentirse, pero, nada es más fácil que eso. Es una agradable debilidad de la naturaleza humana, de que

seamos muy propensos a tener remordimiento de lo que hemos hecho cuando se nos llama la atención, y ya hemos sufrido

por ello o gozado de sus frutos. Posiblemente, un análisis más detenido de los sentimientos en cuestión nos mostraría que

aquello que lamentamos es mas bien el haber tenido que recurrir al mal como un medio para lograr nuestros fines egoístas,

más que el mal mismo”.

“No obstante lo atractiva que parezca esta idea para la mente ordinaria, de arrojar el peso de nuestros pecados ‘al pie de la

cruz’, para el estudiante Teosófico esto no es nada loable. Él no comprende por qué el simple hecho de que el pecador se dé

cuenta de su maldad, le amerite el perdón de sus iniquidades o que éstas se borren por ello; tampoco ent iende por qué el

arrepentimiento y una futura vida recta le den derecho a la suspensión a su favor de la ley universal de la relación entre la

causa y el efecto. Los resultados de sus malas acciones continúan existiendo; el sufrimiento que le haya causado a otros por

su maldad no puede borrarse. El estudiante Teosófico piensa que parte de este problema estriba en tomar en cuenta los

resultados de la maldad sobre los inocentes. Por ello él no solo considera al culpable sino también a sus víctimas”.

“El mal es una infracción a las leyes de armonía que gobiernan el universo, y la pena por ello debe caer sobre el mismo

violador de la ley.

Cristo profirió la advertencia, ‘Ya no peques más, no sea que te ocurra algo peor’, y Sn Pablo dijo, ‘Trabaja por tu propia

salvación porque aquello que un hombre siembre, eso también cosechará’. Lo cual, por cierto, es una bella traducción

metafórica de la frase de las Puranas que existió tiempo antes que él, que dice que – ‘todo hombre cosecha las consecuencias

de su propios actos’.

“Este es el enunciado de la ley de Karma que enseña la Teosofía. Sinnett en su ‘Buddhismo Esotérico’ tradujo Karma como

‘la ley de la causación ética’. Pero es mejor concebirla como ‘la ley de retribución’ tal como la Sra. Blavatsky traduce su

significado. Es el poder por el cual:

Justa pero misteriosamente, infaliblemente nos conduce

a través de caminos insospechados de la culpa al castigo.

“Pero hay más. Ella recompensa el mérito tan infalible y ampliamente como castiga el demérito. Es el resultado de cada acto,

pensamiento, palabra y obra, por el que los hombres amoldan ellos mismos, sus vidas y acontecimientos. La filosofía Oriental

rechaza la idea de que para cada bebé que nazca se cree una nueva alma. Ella cree en un número limitado de mónadas, que

evolucionan y crecen cada vez hacia una mayor perfección por medio de la asimilación que ellas hacen de muchas

personalidades sucesivas. Esas personalidades son el producto de Karma, y es por medio del Karma y la reencarnación que la

mónada humana, con el tiempo, regresa a su origen: la deidad absoluta”.

E. D. Walker, en su “Reencarnación”, ofrece la siguiente explicación:

“Brevemente expuesta, la doctrina del Karma dice que, nosotros mismos nos hemos hecho lo que somos ahora, a través de

nuestras acciones previas, y estamos construyendo nuestra eternidad futura por nuestras acciones presentes.

No hay ningún destino sino lo que nosotros mismos determinemos. No hay salvación o condenación salvo la que nosotros

mismos nos acarreemos. . . Dado que no ofrece refugio para las acciones culpables y requiere de una virilidad genuina, que es

poco acogida entre las naturalezas débiles que prefieren la doctrina fácil de la expiación de los pecados por medio de un

salvador, la intercesión, el perdón de los pecados y el arrepentimiento en el lecho de muerte . . . En el ámbito de la justicia

eterna la culpa y el castigo están inseparablemente conectados como el mismo acontecimiento, porque no hay una verdadera

distinción entre la acción y su resultado. . . Es Karma, o nuestros antiguos actos, los que nos traen de vuelta a la vida terrestre.

La morada del espíritu cambia de acuerdo a su Karma, y éste Karma prohíbe una larga continuidad en una condición, ya que

éste siempre está cambiando. Mientras que la acción esté gobernada por motivos materiales y egoístas, de la misma manera,

los efectos de la acción deberán de manifestarse en renacimientos físicos. Solamente el hombre perfectamente no egoísta

puede eludir la gravitación de la vida material. Son pocos los que han logrado esto, pero ésta es la meta de la humanidad.”

Y luego el escritor cita la Doctrina Secreta:

“Aquellos que creen en Karma tienen que creer en el destino, el cual, del nacimiento a la muerte, todo hombre está tejiendo,

hilo por hilo, alrededor de sí mismo, como una araña hace su telaraña, y este destino está guiado, ya sea por la voz celestial

del prototipo invisible afuera de nosotros, o por nuestro más íntimo hombre astral o interno, el cual es demasiado

frecuentemente el genio malvado de la entidad corpórea llamada hombre. Ambos conducen al hombre exterior, pero uno de

ellos debe de prevalecer; y desde el mismísimo comienzo de la refriega invisible, la severa e implacable ley de compensación

interviene y toma su curso, siguiendo fielmente las fluctuaciones. Cuando ha sido tejida la última hebra, y el hombre está

aparentemente envuelto en la red de su propia hechura, entonces él mismo se encuentra completamente bajo el imperio de su

auto forjado destino. . . Un Ocultista o un filósofo no hablará de la bondad o crueldad de la Providencia; sino que

identificándola con Karma-Némesis, él enseñará que, no obstante, ella resguarda a los buenos y cuida de ellos en esta vida así

como en las futuras; y que ella castiga al que hace el mal - ¡sí!, incluso hasta su séptimo renacimiento – o dicho en pocas

palabras, hasta que el efecto, cuya perturbación él haya provocado, incluso del más diminuto átomo en el mundo infinito de

armonía, no haya sido reajustado finalmente. Porque el único decreto de Karma – un decreto eterno e inmutable – es armonía

absoluta en el mundo de la materia como la hay en el mundo del espíritu. Karma no es entonces lo que premia o castiga, sino

que somos nosotros los que nos premiamos o nos castigamos a nosotros mismos según hayamos trabajado con la naturaleza, a

través y junto con ella, sujetándonos a las leyes de las que depende esa armonía o – quebrantándolas. Ni tampoco serían

inescrutables los derroteros de Karma si los hombres trabajaran en unión y armonía, en vez de desunión y rivalidad. Porque

nuestra ignorancia de esos derroteros – que una parte de la humanidad llama los designios de la Providencia, obscuros e

intrincados; mientras que otra ve en ellos la acción del fatalismo ciego; y una tercera simplemente la casualidad, sin que la

guíen ni dioses ni diablos – seguramente desaparecería si tan sólo atribuyéramos todo esto a su causa correcta . . . Nos

quedamos azorados ante el misterio de lo que nosotros mismos hemos hecho y los enigmas de la vida que no queremos

resolver, y luego acusamos a la gran Esfinge de devorarnos. Pero verdaderamente no hay ningún accidente en nuestras vidas,

ningún día feo, y tampoco ninguna desgracia cuyo origen no pueda remontarse a nuestras acciones en ésta u otra vida. . . . La

ley del Karma está inextricablemente entretejida con la de la reencarnación.

. . . . Es solamente esta doctrina la que puede explicarnos el misterioso problema del bien y del mal, y reconciliar al hombre

con la aparente terrible injusticia de la vida. Nada, salvo dicha seguridad puede aquietar nuestro indignado sentido de justicia.

Porque, cuando alguien que ya conoce esta noble doctrina, ve a su alrededor y observa las desigualdades de nacimiento y

fortuna, de intelecto y capacidades; cuando ve que se le rinden honores a los tontos y libertinos, a quienes la fortuna les ha

acumulado sus favores por el mero privilegio del nacimiento, y sus prójimos más cercanos, con todo su intelecto y nobles

virtudes – en toda forma mucho más merecedores – perecen de necesidad y por falta de simpatía – cuando uno ve todo esto y

tiene que darse la vuelta, incapaz de remediar el sufrimiento inmerecido, y resuenan en sus oídos los lamentos de dolor a su

alrededor, que le hacen doler el corazón – sólo ese bendito conocimiento de Karma evita que maldiga a la vida y a los

hombres al igual que a su supuesto Creador. . . . .

Esta ley, ya sea consciente o inconsciente, no predestina a nada ni a nadie. Ella existe verdaderamente desde, y en la

eternidad, ya que es la eternidad misma; y como tal, dado que ningún acto puede ser mutuamente igual con la eternidad, no

puede decirse que actúe , ya que es la acción misma. No es la ola la que ahoga al hombre, sino la acción personal del infeliz

que deliberadamente va y el mismo se pone bajo la acción impersonal de las leyes que gobiernan el movimiento del océano.

Karma no crea nada, ni tampoco idea nada. Es el hombre el que planta y crea causas, y la ley Karmica la que ajusta los

efectos, no siendo este ajuste un acto sino la armonía universal, que siempre tiende a tomar de nuevo su posición original,

como cuando una rama, cuando es doblada con demasiada fuerza, rebota con una fuerza similar. Si llegase a dislocar el brazo

del que trató de doblarla fuera de su posición natural, ¿diríamos que fue la rama la que nos fracturó nuestro brazo o que fue

nuestra propia insensatez la que nos acarreó el sufrimiento? Karma nunca ha tratado de destruir la libertad intelectual e

individual, como el dios inventado por los Monoteístas. No ha enmarañado a propósito sus decretos en la obscuridad para

dejar perplejo al hombre, ni tampoco castigará al que se atreva a escudriñar sus misterios. Por el contrario, aquel que devela a

través del estudio y la meditación sus intrincados senderos, y arroja luz en esos obscuros derroteros, en cuyos recovecos

tantos perecen debido a la ignorancia de la vida, está trabajando por el bien de sus semejantes. Karma es una ley absoluta y

eterna en el mundo de la manifestación; y como solo puede haber un Absoluto, como causa siempre presente y Eterna, los

creyentes en Karma no pueden ser considerados como ateos o materialistas, y menos aún como fatalistas, ya que Karma es

uno con lo Incognoscible, de lo cual, es un aspecto, en sus efectos en el mundo fenoménico”.

Otra hábil escritora Teosófica dice (El Propósito de la Teosofía [Purpose of Theosophy], por la Sra. P. Sinnett):

“Todo Individuo está haciendo Karma, ya sea bueno o malo en cada acción y pensamiento en el círculo de su vida cotidiana,

y al mismo tiempo está expiando en esta vida el Karma al que dieron origen sus actos y deseos de la última vida. Cuando

vemos a gentes que sufren de dolencias congénitas puede asumirse con seguridad que estas dolencias son el resultado

inevitable de causas iniciadas por ellos en un nacimiento anterior. Podría argumentarse que, dado que estas dolencias son

hereditarias, no tendrían nada que ver con una encarnación pasada; pero debe recordarse que el origen espiritual del Ego, el

verdadero hombre, la individualidad, no proviene de los padres en donde reencarna, sino que es arrastrado por las afinidades

que su modo de vida previo atrajo alrededor de él en la corriente que lo lleva, cuando llega el tiempo de reencarnar, hacia la

morada mejor preparada para el desarrollo de esas tendencias. . . Esta doctrina del Karma, cuando se la entiende

adecuadamente, tiene la posibilidad de guiar y ayudar a aquellos que se dan cuenta de su verdad, hacia un modo de vida

superior y mejor, porque no debe olvidarse que no sólo nuestros actos pero también nuestros pensamientos son

indudablemente seguidos por una multitud de circunstancias que influenciarán, para bien o para mal nuestro propio futuro, y,

lo que es aún más importante, el futuro de muchas criaturas que son nuestros hermanos. Si los pecados de omisión y de

comisión pudiesen de algún modo ser sólo de interés personal, la realidad del Karma que pesa sobre el pecador, sería un

asunto de menor consecuencia. Todo pensamiento o acto que realizamos a lo largo de la vida, lleva consigo efectos para el

bien o para el mal, que tienen una influencia similar sobre otros miembros de la familia humana, de aquí que sea tan

necesario un estricto sentido de justicia, moral y de no egoísmo para la felicidad o progreso futuros. Un crimen una vez

cometido, un mal pensamiento enviado por la mente, ya no pueden revocarse - el arrepentimiento por grande que pueda ser,

no puede eliminar sus resultados en el futuro. El arrepentimiento, si fuese sincero, evitará que alguien repita sus errores; pero

no puede salvarlo ni tampoco a los demás, de los efectos de los que ya haya producido, los cuales infaliblemente le darán

alcance, ya sea en esta vida o en el siguiente renacimiento”.

Y continuando con lo que dice el Sr. J. H. Conelly

“Los creyentes en una religión basada en semejante doctrina están dispuestos a que ésta sea comparada con una en la que el

destino del hombre por toda la eternidad está determinado por los accidentes de una sola, breve existencia terrestre, durante la

cual son alegrados por la promesa de que ‘así como cae el árbol así yacerá’; en la cual su esperanza más brillante, cuando se

‘despierta’ y reconoce su maldad, es la doctrina de la expiación de los pecados por un Salvador, aunque incluso ésta presente

algunos obstáculos, de acuerdo a la Confesión de Fe Presbiteriana, que dice:

“Esos ángeles y hombres así predestinados y predeterminados, han sido destinados particularmente e inmutablemente; y su

número es tan cierto y definido que no puede ni incrementarse ni disminuirse. . . . . Dado que Dios ha designado a los

elegidos a su gloria . . . . Ni tampoco ningún otro ha sido redimido por Cristo o llamado efectivamente, justificado, adoptado,

santificado y salvado por él, excepto únicamente los elegidos.’

Dios quiso que el resto de la humanidad, de acuerdo al inescrutable designio de su propia voluntad, por la cual él concede o

retiene su misericordia como a él le place, para gloria de su poder soberano sobre sus criaturas, quiso dispensar y ordenarlas

para el deshonor y la cólera de sus pecados, para la alabanza de su gloriosa justicia”.

Esto es lo que el hábil defensor dice. Y al igual que él, lo mejor que podemos hacer es concluir el tema, presentando una cita

de un magnífico poema. Como él dice:

“La exquisita belleza de la exposición del Karma que Edwin Arnold hace en ‘La Luz de Asia’ lo tienta a uno para

reproducirla aquí, pero es demasiado larga para hacer la cita completa. He aquí algunos cuantos versos:

Karma – todo ese gran total de un alma.

El cual es las cosas que hizo, los pensamientos que tuvo,

el ‘sí’ está tejido con una trama de tiempo impalpable

entrecruzado sobre la urdimbre invisible de los actos.

* * * * *

Antes del principio y sin fin

como el espacio eterno y ciertamente infalible,

es un Poder divino permanente que impulsa hacia el bien,

y sólo sus leyes perduran.

A nadie desdeña;

quien lo obstruye pierde y quien lo sirve gana;

el bien que oculto está, con paz y beatitud lo remunera,

el mal que oculto está, con sufrimientos.

Todo lo ve y todo lo registra;

si haces el bien - ¡te recompensa! Si un mal

tendrá que hacer una retribución igual,

aunque Dharma mucho se demore.

Desconoce la cólera y el perdón; sólo la absoluta verdad,

sus medidas reparten, su báscula impecable pesa;

los tiempos son como nada, mañana juzgará

o después de muchos días.

* * * * *

Tal es la ley que incita a la virtud,

que a la postre nadie puede desviar o apaciguar;

su corazón es amor, su fin

es paz y dulce consumación. Obedécela”.

Y ahora te aconsejo que compares nuestros puntos de vista Teosóficos sobre Karma, la ley de Retribución, y que me digas si

ambos no son más filosóficos y justos que este dogma cruel e idiótico que hace de “Dios” un demonio insensible; al decir

que, ¡sólo “los elegidos” serán salvados, mientras que el resto será condenado a la perdición eterna!

PREG: Sí, veo de manera general lo que Usted quiere decir; ¿pero ojalá pudiese darme algún ejemplo concreto de la acción

de Karma?

TEO: No puedo hacer eso. Como te he dicho antes, sólo podemos sentirnos seguros, de que nuestras vidas y circunstancias

presentes son el resultado directo de nuestras acciones y pensamientos en vidas pasadas. Pero nosotros que no somos

Videntes Espirituales o Iniciados, no podemos saber nada acerca de los detalles de las operaciones de la ley de Karma.

PREG: ¿Puede alguien, y más precisamente un Adepto o Vidente Espiritual, llevar hasta el fin este proceso Karmico de

reajuste en detalle?

TEO: Ciertamente: “Aquellos que saben “pueden hacerlo así por el ejercicio de poderes que están aún latentes en todos los

hombres.”

QUIENES SON AQUELLOS QUE SABEN.

PREG: ¿Qué esto se aplica de igual manera a nosotros que a los demás?

TEO: De igual manera. Como acabo de decirte, la misma visión limitada existe para todos, salvo para aquellos que han

alcanzado en la presente encarnación la cúspide de la visión espiritual y la clarividencia. Nosotros sólo podemos percibir que,

si las cosas debiesen de haber sido diferentes con nosotros, habrían sido diferentes; que nosotros somos lo que nosotros

mismos hemos hecho de nosotros mismos, y que solo tenemos aquello que hemos ganado por nosotros mismos.

PREG: Me temo que tal concepción sólo nos amargará la vida.

TEO: Pienso que es precisamente al revés. Es la incredulidad en la justa ley de retribución la que más probablemente

despierta toda clase de sentimientos combativos en el hombre. Un niño, al igual que un hombre, resiente un castigo, o incluso

un regaño si cree que no lo amerita, mucho más que cuando siente que merece un castigo severo. La creencia en Karma es la

razón más elevada para reconciliarse uno mismo con su suerte en la vida, y el más fuete incentivo para hacer un refuerzo para

mejorar el siguiente renacimiento. En verdad, ambos de éstos, se destruirían si supusiéramos que nuestra suerte fue el

resultado de algo que no fuese sino la estricta Ley, o que ese destino estuviese en otras manos que no fuesen las nuestras.

PREG: Usted acaba apenas de afirmar que este sistema de Reencarnación bajo la ley Karmica es muy bien acogido por la

razón, la justicia y el sentido moral. ¡Pero, si esto es así, que no es a expensas de un cierto sacrificio de las cualidades más

benévolas de simpatía y piedad, y por ello de un endurecimiento de los instintos más finos de la naturaleza humana?

TEO: Sólo aparentemente, no realmente. Nadie puede recibir más, o menos de lo que se merece sin una injusticia o

parcialidad similar hacia los demás; y una ley que pudiese ser impedida por medio de la compasión daría lugar a más miseria

de la que hubiese evitado, más irritación y maldiciones que agradecimientos. Recuerda también que si creamos causas para

sus efectos, nosotros no administramos la ley; ella se administra a sí misma; y por otro lado, que la provisión más abundante

para la manifestación de la justa compasión y misericordia, lo demuestra el estado de Devachan. (H. P. B., La Clave de la

Teosofía, pp.205-216).

Karma y el Hombre Interno.

Desde la más remota antigüedad la humanidad como un todo siempre ha estado convencida de la existencia de una entidad

espiritual personal dentro del hombre físico personal. Esta entidad interior era más o menos divina, de acuerdo a su

proximidad con la cima. Lo más estrecha la unión, lo más sereno el destino del hombre, lo menos peligrosas las condiciones

externas. Esta creencia no es ni beatería ni superstición, sino sólo un sentimiento siempre presente, e instintivo de la

proximidad de otro mundo espiritual e invisible, el cual, aunque sea subjetivo para los sentidos del hombre exterior, es

perfectamente objetivo para el ego interior. Además, ellos creían que hay condiciones externas e internas que afectan la

determinación de nuestra voluntad sobre nuestras acciones. Ellos rechazaban el fatalismo, porque el fatalismo implica un

curso ciego de algún poder aún más ciego. Pero ellos creían en el destino o Karma, el cual del nacimiento a la muerte todo

hombre está tejiendo hilo por hilo alrededor de sí mismo, como una araña hace su telaraña; y este destino está guiado por esa

presencia denominada por algunos el ángel guardián, o por nuestro más íntimo hombre interior astral, el cual es demasiado

frecuentemente el genio malvado del hombre de carne, o la personalidad. Ambos conducen al HOMBRE, pero uno de los dos

debe prevalecer; y desde el mismísimo comienzo de la refriega invisible, la severa e implacable ley de compensación y

retribución interviene y toma su curso, siguiendo fielmente las fluctuaciones del conflicto. Cuando ha sido tejida la última

hebra, y el hombre está aparentemente envuelto en la red de su propia hechura, entonces él mismo se encuentra

completamente bajo el imperio de su auto forjado destino. Este, entonces lo fija como a una concha inerte en contra de la

roca inmóvil, o como una pluma, lo avienta en un torbellino levantado por sus propias acciones”. (Isis, II, 593).

Tal es el destino del HOMBRE – el verdadero Ego, no el Autómata, la cáscara conocida por ese nombre. Está en él

convertirse en el conquistador de la materia. (H. P. B., La Clave de la Teosofía, p.182).

Karma y el Perdón de los Pecados.

TEO. “Mientras ‘que los Cristianos aceptarán cualquier absurdo, si la Iglesia lo promulga como un artículo de fe. . . los

Buddhistas mantienen que nada que contradiga a la sana razón puede ser una doctrina verdadera de Buddha’. Ellos no creen

en ningún perdón de sus pecados, excepto después de un castigo adecuado y justo por cada mala acción o pensamiento en una

futura encarnación, y una compensación proporcional a las partes agraviadas.

PREG: ¿En donde se dice esto?

TEO: En la mayor parte de sus textos sagrados. En la “Rueda de la Ley” (p.57) puedes encontrar el siguiente principio

Teosófico: - “Los Buddhistas creen que todo acto, palabra o pensamiento tiene su consecuencia, que aparecerá tarde o

temprano en el presente estado o en el futuro. Los malos actos producirán malas consecuencias, los buenos actos producirán

buenas consecuencias: prosperidad en este mundo, o nacimiento en el cielo (Devachan). . . en el estado futuro”.

PREG: ¿Los Cristianos creen en lo mismo, no es cierto?

TEO: Oh, no; ellos creen en el perdón y la remisión de todos los pecados. Se les promete que si tan solo creen en la sangre de

Cristo (¡una víctima inocente!), en la sangre que Él ofreció por la expiación de los pecados de toda la humanidad, se les

perdonará todo pecado mortal. Nosotros en cambio no creemos ni en una expiación por substitución, ni en la posibilidad de la

remisión del más mínimo pecado por ningún dios, ni siquiera por uno “Absoluto y personal” o “Infinito”, si seme jante cosa

pudiese tener alguna existencia. En lo que nosotros creemos es, en la justicia estricta e imparcial. Nuestra idea de la Deidad

Universal desconocida, representada por Karma, es que es un Poder que no puede fallar, y por lo tanto, no puede tener ni

cólera ni misericordia, sino sólo Equidad absoluta, la cual deja que toda causa, grande o pequeña, lleve a cabo sus efectos

inevitables. La máxima de Jesús que dice que “Con la medida que midas, serás medido” (Mateo, vii,2), no apunta ni en su

expresión ni en sus implicaciones, hacia ninguna esperanza en una misericordia o salvación futuras por medio de un

substituto. Es por esto que, reconociendo como nosotros lo hacemos en nuestra filosofía, la justicia de este enunciado, nunca

nos cansaremos en recomendar vehementemente la misericordia, la caridad, y el perdón de nuestras mutuas ofensas. Soporta

el mal cuando llegue y devuelve bien por mal, son preceptos Buddhistas, y fueron predicados primero, en vista de lo

implacable de la ley karmica. Porque el que el hombre tome la ley en sus manos es a todas luces una presunción sacrílega. La

Ley humana puede usar medidas restrictivas pero no punitivas; pero un hombre que, creyendo en Karma, aún abriga la

venganza y se rehúsa a perdonar toda injuria, devolviendo bien por mal; es de hecho un criminal y sólo se lastima a sí mismo.

Dado que con toda seguridad Karma castigará al hombre que lo injurió, y al buscar infligir un castigo adicional a su enemigo,

él, en vez de dejar el castigo a la gran Ley le agrega su propia pizca, para sólo engendrar con esto una causa para la

recompensa futura de su propio enemigo y un futuro castigo para él mismo. El infalible Regulador afecta en cada encarnación

la calidad de su sucesor; y lo que la determina, es la suma de mérito y demérito de las precedentes. (H. P. B. La Clave de la

Teosofía, Blavatsky Editorial, México, pp. 199-200).

TIENE DIOS EL DERECHO DE PERDONAR.

TEO: Me refiero a la Doctrina de la Redención del Hombre a partir de la sangre de Cristo; aludo a ese peligroso dogma en el

que crees, y que nos enseña que no importa qué tan enormes hayan sido nuestros crímenes en contra de las leyes de Dios y

del hombre, basta que creamos en el sacrificio que Jesús hizo de si mismo por la salvación de la humanidad, y su sangre

lavará toda mancha. Ya hace veinte años que predico en contra de este dogma, y ahora podría dirigir tu atención a un párrafo

de Isis Develada, escrito en 1875. Esto es lo que el Cristianismo enseña, y lo que nosotros combatimos:

“La misericordia de Dios es ilimitada e insondable. Es imposible concebir un pecado humano tan condenable que el precio

pagado por adelantado por la redención del mundo pecador no lo limpie aún si fuese mil veces peor. Y además, nunca es

demasiado tarde para arrepentirse. Aunque el transgresor espere hasta el último minuto de la última hora del último día de su

vida mortal, con tal de que sus pálidos labios pronuncien la confesión de fe, él podrá ir al Paraíso; el ladrón moribundo lo

hizo, y así lo podrán hacer otros tan viles como él. Éstas son las suposiciones de la Iglesia, y del Clero; suposiciones arrojadas

sobre las cabezas de tus conciudadanos por los predicadores favoritos de Inglaterra, a plena ‘luz del siglo XIX’” la más

paradójica de todas las épocas. ¿Y ahora hacia qué nos lleva?

PREG: ¿Qué esto no hace más feliz al Cristiano que al Buddhista o al Brahmin?

TEO: No; en todo caso no al hombre educado, dado que la mayoría de ellos hace mucho tiempo que han perdido virtualmente

toda creencia en este cruel dogma. Pero a los que aún creen en él, los conduce más fácilmente al umbral de todo crimen

concebible, que cualquier otro dogma que yo conozca. Déjame citarte de nuevo unos párrafos de Isis (ver Vol. II.pp.542 y

543).

“Si uno se sale fuera del pequeño círculo del credo y considera el universo como un todo equilibrado por el exquisito ajuste

de sus partes, entonces toda la sana lógica y el más leve sentido de Justicia, se rebelan en contra de esta ¡Redención del

hombre por el derramamiento de la sangre de Cristo! Si el criminal solo pecara en contra de sí mismo, y no hubiese injuriado

a nadie salvo a él mismo; si por un arrepentimiento sincero pudiese hacer que se borraran los acontecimientos pasados, no

sólo de la memoria del hombre, sino también de ese registro imperecedero, que ninguna deidad – ni siquiera la más Suprema

de las Supremas – puede hacer que desaparezca, entonces este dogma no sería incomprensible. Pero mantener que uno pueda

injuriar a sus semejantes, matar, disturbar el equilibrio de la sociedad y el orden natural de las cosas y luego – por cobardía,

esperanza, o compulsión, no importa como – sea perdonado por creer que el derramamiento de una sangre lava la otra sangre

derramada - ¡esto es absurdo!

¿Pueden borrarse los resultados de un crimen aunque el crimen mismo haya sido perdonado? Los efectos de una causa jamás

están limitados dentro de las fronteras de la causa, ni tampoco pueden confinarse los resultados del crimen en el transgresor y

su víctima. Toda acción buena al igual que mala tiene sus efectos, tan palpables como una piedra echada en aguas tranquilas.

Puede ser que el símil sea un poco trillado, pero es el mejor que jamás se haya concebido, así que permítenos que lo usemos.

Los círculos del remolino son más grandes y rápidos según sea más grande o pequeño el objeto que causó el disturbio, pero la

piedra más pequeña, si, hasta la partícula más pequeña, hacen sus ondas. Y este disturbio no es sólo visible en la superficie.

Por debajo, invisible, en toda dirección – hacia fuera y hacia abajo – una gota empuja a la otra hasta que los lados y el fondo

son tocados por la fuerza. Más aún, el aire por arriba del agua se agita también, y como los físicos nos dicen, este disturbio

pasa, de estrato en estrato hacia fuera en el espacio por siempre jamás; se le ha dado un impulso a la materia; ¡y eso nunca se

pierde, ni puede revocarse! . . .

“Así también con el crimen, y así con su opuesto. La acción puede ser instantánea, los efectos son eternos. Sólo cuando la

piedra que ya haya sido tirada al estanque, pudiésemos hacer que volviese a la mano, alisar las ondas, borrar la fuerza

gastada, restaurar las ondas etéricas a su estado previo de no ser, y limpiar todo rastro de haber arrojado el proyectil, de

manera a que ningún registro del Tiempo muestre que jamás ocurrió, entonces, y solo entonces podríamos escuchar

pacientemente a los Cristianos argumentar por la eficacia de esta Expiación de los Pecados por el Derramamiento de la

sangre de su Salvador”, y – sólo entonces dejaríamos de creer en la Ley Karmica. Tal como está ahora, apelamos a todo el

mundo para que decida, cual de nuestras dos doctrinas es la que más valora la justicia divina, y cual es la más razonable, aún

basándose en la simple evidencia humana y la lógica.

PREG: Sin embargo, millones creen en el dogma Cristiano y están felices.

TEO: Es puro sentimentalismo el que subyuga sus facultades pensantes, el cual jamás sería aceptado por ningún verdadero

filántropo o Altruista. No es ni siquiera un sueño de egoísmo, sino una pesadilla del intelecto humano. Ve hacia donde

conduce, y dime el nombre de ese país pagano en donde se cometan más fácilmente los crímenes o sean más numerosos que

en tierras Cristianas. Mira los largos y horribles registros anuales de crímenes cometidos en países europeos; y contempla a

los Estados Unidos, Protestante y Bíblico. Allí, las conversiones efectuadas en las prisiones son mucho más numerosas que

las hechas por predicadores públicos y la prédica en general.

Ve como está el saldo del libro mayor de la justicia (¡) Cristiana: Asesinos con las manos ensangrentadas, incitados por el

demonio de la lujuria, la venganza, la avaricia, el fanatismo, o la simple sed de sangre, que matan a sus víctimas, en la

mayoría de los casos, sin darles tiempo a que se arrepientan o se encomienden a Jesús. Éstos, quizás, murieron

pecadoramente, y, desde luego – consistente con la lógica teológica – encontraron la recompensa de sus grandes o pequeños

pecados.

Pero el asesino, alcanzado por la justicia humana, va a prisión, es llorado por los sentimentalistas, rezan con él y por él, luego

él pronuncia las palabras mágicas de la conversión y se dirige al cadalso, ¡como un hijo redimido de Jesús! Si no hubiese sido

por el asesinato que cometió, no hubiese rezado, ni hubiese sido redimido y perdonado. ¡Claramente este hombre hizo bien en

cometer el crimen, ya que así ganó la felicidad eterna! ¿Y qué pasó con la víctima, y su familia, parientes, dependientes y

relaciones sociales?; ¿qué la justicia no tiene recompensa para ellos? Deben sufrir en este mundo y en el siguiente, mientras

que el que los injurió se sienta junto al “santo ladrón” del Calvario, y es por siempre recompensado? Sobre esta cuestión el

clero mantiene un prudente silencio. (Isis Develada). Y ahora sabes por qué los Teósofos – cuya creencia fundamental y

esperanza es la justicia para todos, en el Cielo así como en la tierra, y en Karma – rechazan este dogma.

PREG: ¿Entonces, el destino último del hombre, no es un Cielo presidido por Dios, sino la transformación gradual de la

materia en su elemento primordial, que es el Espíritu?

TEO: Es hacia esa meta final a la que todo tiende en la naturaleza.

PREG. ¿Pero, qué no algunos de ustedes consideran esta asociación o “caída del espíritu en la materia” como un mal, y al

renacimiento como una desgracia?

TEO: Algunos así lo consideran, y por lo tanto se esfuerzan por acortar su período de probación en la tierra. Sin embargo, no

es un mal sin mezcla, dado que asegura la experiencia sobre la que subimos hacia el conocimiento y la sabiduría. Me refiero a

esa experiencia que enseña que las necesidades de nuestra naturaleza espiritual nunca pueden alcanzarse más que por medio

de la felicidad espiritual. Mientras estemos en el cuerpo, estamos sujetos al dolor, al sufrimiento y a la desilusión que

experimentamos en tantos incidentes que ocurrieron durante la vida. Por lo tanto, y para mitigar esto, adquirimos finalmente

conocimiento solo el cual puede proporcionarnos alivio y esperanza de un futuro mejor. (H. P. B. Clave, op. cit. pp. 223-26).

Karma Relativo y Distributivo

Karma Nacional

PREG: ¿Y qué es lo que dice la Teosofía con respecto a la solución de las necesidades más prácticas de la humanidad? Cual

es la explicación que da en relación al terrible sufrimiento y a la horrenda necesidad que prevalece entre las así llamadas

“clases bajas”.

TEO: Señalar, que de acuerdo a nuestra enseñanza, todos estos grandes males sociales, la distinción de clases en la Sociedad,

y de los sexos en los asuntos de la vida, la desigual distribución del capital y de la mano de obra – todos se deben a lo que

concisa pero verdaderamente denominamos KARMA.

PREG: ¿Pero, seguramente, todos estos males que parecen caer sobre las masas un poco indiscriminadamente, no son

realmente Karma merecido e INDIVIDUAL?

TEO: No, no pueden definirse tan estrictamente en sus efectos como para demostrar que cada medio ambiente individual, y

las condiciones particulares de la vida en la que se encuentra cada persona, no sean más . . . que el Karma retributivo que el

individuo generó en su vida previa. No debemos perder de vista el hecho de que cada átomo está sujeto a la ley general que

gobierna a todo el cuerpo al que pertenece y es aquí en donde entramos a una senda más amplia de la ley Karmica ¿Qué no

percibes que el agregado del Karma individual se convierte en el de la nación a la que pertenecen esos individuos, y que

además, la suma total del Karma Nacional es el del Mundo? Los males de los que hablas no son peculiares del individuo o

incluso de la Nación, ellos son más o menos universales; y es sobre esta amplia línea de interdependencia Humana que la ley

de Karma encuentra su resultado legítimo y uniforme.

PREG: ¿Debo entonces entender que la ley de Karma no es necesariamente una ley individual?

TEO: Esto es justamente lo que digo. Es imposible que Karma pueda reajustar el equilibrio del poder y del progreso en la

vida del mundo, al menos de que tenga una línea de acción amplia y general. Entre los Teósofos se considera como una

verdad, que la interdependencia de la Humanidad es la causa de lo que se llama Karma Distributivo, y es esta ley la que

proporciona la solución a la gran cuestión del sufrimiento colectivo y de su alivio. Además, es una ley oculta, que ningún

hombre, puede elevarse por arriba de sus flaquezas individuales, si no levanta, aunque sólo sea un poco, todo el cuerpo del

cual él es una parte integrante. De igual modo, nadie puede pecar, ni sufrir los efectos del pecado, sólo. En realidad el

“Estado de Separación” no existe como tal; y lo más cercano a ese estado egoísta, que permiten las leyes de la vida, está en la

intención o motivo.

PREG: ¿Y qué no existen otros medios por los cuales el Karma distributivo o nacional se pueda, por así decirlo, concentrar o

juntar, y llevarlo a su cumplimiento natural y legítimo sin todo éste sufrimiento prolongado?

TEO: Como regla general, y dentro de ciertos límites que son definidos por la época a la que pertenecemos, la ley de Karma

no puede apresurarse o retardarse en su cumplimiento. Pero de esto estoy segura, que el punto de posibilidad en cualquiera de

los dos sentidos nunca ha sido tocado todavía. Escucha la siguiente relación acerca de una fase del sufrimiento nacional, y

luego pregúntate a ti mismo, admitiendo el poder operativo del Karma individual, relativo, y distributivo, si es que no sería

posible modificar en gran medida estos males, y de lograr un alivio general. Lo que voy a leerte a continuación fue escrito por

una Salvadora Nacional, alguien que, habiendo dominado al Sí, y estando libre de escoger, ha elegido servir a la Humanidad,

cargando tanto Karma Nacional, como pueden soportar los hombros de una mujer. Esto es lo que ella dice: “¿No crees que la

naturaleza siempre habla?, yo así lo creo, sólo que a veces hacemos tanto ruido que ahogamos su voz. Es por esto que es tan

reparador el salir de la ciudad y por un momento anidarnos en los brazos de la Madre. Estoy pensando en un atardecer en

Hampstead Heath(k) cuando vimos la puesta del sol; ¡oh pero! ¡dentro de qué sufrimiento y de qué miseria se puso el Sol! Una

dama me trajo ayer un gran canasto con flores del campo, y pensé que alguien de mi familia del East-end tenía más derecho a

ellas que yo, y por ello, esta mañana las llevé a una escuela muy pobre de Whitechapel. ¡Te hubiera gustado ver cómo se

iluminaban sus pequeños pálidos rostros! Luego fui a una pequeña cocina popular y encargué algunas cenas para algunos

niños. Ésta se encontraba en una calle apartada de las vías principales, muy angosta, y apretujada de gente que se movía a

empujones; el hedor de pescado, carne y otros comestibles era indescriptible, todo humeaba bajo un sol que, en Whitechapel,

en vez de purificar, es ulcerante. La cocina popular era la quintaesencia de todos los olores. Pasteles de carne indescriptibles a

un penique, montones asquerosos de ‘comida’ y enjambres de moscas, ¡un verdadero altar de Belcebú! Por todos lados niños

pequeños rondando para comerse las sobras de comida, uno con la cara de ángel, recogía huesos de cereza como una forma

de dieta ligera y nutritiva. Me dirigí hacia el oeste, mientras que cada uno de mis nervios se estremecía y trepidaba,

preguntándome a mí misma, que quizás lo único que podría hacerse con algunas partes de Londres sería esperar a que fuesen

tragadas por la tierra en un terremoto y poblarlas con nuevos habitantes, después de sumergirlas en alguna clase de Léteo

purificante, ¡a partir del cual no emergiese ninguna memoria! Y luego pensé en Hampstead Heath, y me quedé reflexionando.

Si por alguna clase de sacrificio uno pudiese lograr el poder de salvar a esta gente, valdría la pena, pero verás ELLOS tienen

que cambiar ¿y cómo se puede lograr esto? En las condiciones en que se encuentran actualmente, no les ayudaría en nada el

que fuesen reubicados en cualquier otro medio ambiente; pero, en sus circunstancias actuales, continuarán pudriéndose. Me

rompe el corazón, esta interminable miseria sin esperanza, y la embrutecedora degradación que al mismo tiempo es su

resultado y raíz. Es como el árbol banyan; cada rama se enraiza y envía a su vez nuevos brotes. ¡Qué diferencia entre estos

sentimientos y la apacible escena en Hampstead! Y sin embargo, nosotros que somos los hermanos y hermanas de estas

pobres criaturas, sólo tenemos derecho a usar los Hampstead Heaths para recobrar nuestras fuerzas y poder salvar a los

Whitechapels” (Firmado por un nombre demasiado respetado y demasiado bien conocido como para dárselo a los burlones).

PREG: Es una carta triste pero hermosa, y creo que representa de manera patente y dolorosa las terribles operaciones de lo

que Usted ha denominado “Karma Relativo y Distributivo”. Pero por desgracia, no parece haber ninguna esperanza inmediata

de remediar esto, salvo quizás un terremoto, o una catástrofe general.

TEO: ¿Qué derecho tenemos de pensar así, mientras vemos que la otra mitad de la humanidad se encuentra en una posición

que le permitiría remediar de inmediato las privaciones que sufren sus congéneres? Sólo cuando todo individuo haya

contribuido con lo que puede al bien general, con dinero, trabajo, y pensamientos nobles, entonces, y sólo entonces habremos

alcanzado el equilibrio del Karma Nacional; mientras tanto no tenemos ningún derecho y ninguna razón para decir que la

Naturaleza no pueda soportar más vida en la tierra. Está reservado a esas almas heroicas, a los Salvadores de nuestra Raza, y

Nación, el encontrar la causa de esta desigual presión del Karma, retributivo, y por un esfuerzo supremo reajustar el

equilibrio de poder, y salvar a la gente del hundimiento moral, el cual es mil veces más desastroso y permanentemente más

malo que la catástrofe física, en la que tu pareces ver la única salida posible a esta miseria acumulada. [H. P. B., La Clave de

la Teosofía, Blavatsky Editorial, México, pp. 202-205].

Las Tres Clases de Karma.

“Si no son capaces o no están dispuestos a estudiar siquiera la idea general que contiene el término Karma, cómo pueden

comprender las refinadas distinciones involucradas en la doctrina de la reencarnación, aunque, como lo ha mostrado nuestro

venerable hermano, P. Iyaloo Naidu, de Hyderabad, [India], Karma y Reencarnación son ‘en realidad, el ABC de la Religión

de la Sabiduría’. Él lo expresa claramente en el Theosophist de enero [vol. X, enero, 1889, p.235] en donde dice que: ‘Karma

es la suma total de nuestros actos, tanto en la vida presente como en los nacimientos precedentes’. Después de enunciar que

Karma es de tres clases, él continúa:

‘Sañchita Karma, incluye los méritos y deméritos humanos acumulados en el nacimiento precedente y en todos los otros

nacimientos anteriores. Esa porción del Sañchita Karma destinada a influenciar la vida humana. . . en la presente encarnación

se le llama Prarabdha. La tercera clase de Karma es el resultado de los méritos o deméritos de los actos hechos en el

presente. Agami se extiende sobre todas tus palabras, pensamientos y actos. Aquello que piensas, aquello que dices, aquello

que haces, al igual que cualquiera que sean los resultados de tus pensamientos, palabras y actos producidos sobre ti mismo, y

sobre aquellos afectados por ellos, caen bajo la categoría de Karma presente, el cual con seguridad influirá en el equilibrio de

tu vida, para bien o para mal en tu futuro desarrollo’ [o reencarnación].

Por lo tanto Karma, es simplemente acción, una concatenación de causas y efectos. Y eso que ajusta cada efecto a su causa

directa; eso que guía invisiblemente e infaliblemente estos efectos, escogiendo como campo de su operación, a la persona

correcta en el lugar correcto, es lo que llamamos la Ley Karmica.

¿Y qué es ella? ¿La llamaríamos la mano de la providencia? No podemos hacer esto, especialmente en tierras Cristianas, ya

que el término ha sido conectado e interpretado teológicamente como, la previsión y el designio personal de un dios personal;

y porque en las leyes activas de Karma – que son Equidad absoluta – basada en la Armonía Universal, no hay ni previsión ni

deseo; y porque por otro lado, son nuestras propias acciones, pensamientos, y hechos los que guían esa ley, en vez de ser

guiada por ellos. ‘Ya que aquello que el hombre siembre, eso cosechará’ [Gal. vi,7] Es solamente una teología muy

afilosófica e ilógica la que puede hablar al mismo tiempo de libre albedrío; y de que la gracia o la condenación estén

preordenadas para todo humano desde (?) la eternidad, ¡como si la eternidad tuviese un comienzo del cual comenzar! Pero

esta cuestión podría conducirnos demasiado lejos a disquisiciones metafísicas. Basta decir que Karma nos conduce al

renacimiento, y que el renacimiento genera Karma nuevo, mientras que se deshace del viejo, Sañchita Karma. Ambos están

indisolublemente unidos, uno con el otro. Desembaracémonos de Karma, si es que queremos librarnos de las miserias de los

renacimientos o – la REENCARNACIÓN”. (CW, XI, pp.144-45).

“Karma es una palabra con muchos significados, y tiene un término especial para casi cada uno de sus aspectos. Significa,

como sinónimo de pecado, la realización de alguna acción por el logro de un objeto mundano, de aquí que sea un deseo

egoísta, el cual no puede fallar en herir a alguien. Karma es acción, la Causa; y por otro lado Karma es ‘la ley de la causación

ética’; el efecto de un acto producido egoístamente, cuando la gran ley de la armonía depende del altruismo”. (DS, II, 302n).

ACERCA DEL KARMA

El Océano de la Teosofía,

Blavatsky Editorial, A. C. México, pp. 89-98

Karma es una palabra poco conocida por los oídos Occidentales. Es el nombre adoptado por los Teósofos del siglo XIX para

una de las leyes más importantes de la naturaleza. Incesante en su operación, domina por igual a planetas, sistemas de

planetas, razas, naciones, familias, e individuos. Es la doctrina gemela de la reencarnación. Tan inextricablemente

entrelazadas están estas dos leyes que es imposible considerarlas propiamente, una aparte de la otra. Ningún lugar o ser en el

universo está exento de la operación de Karma, sino que todos están bajo su dominio, castigados por él por el error,

conducidos sin embargo benéficamente, a través de la disciplina, el reposo, y la recompensa hasta las alturas distantes de la

perfección. Es una ley tan absoluta en su amplitud, simultáneamente abarcando nuestro ser físico y moral, que es solo por

paráfrasis y por medio de copiosas explicaciones que uno puede transmitir su significado en castellano. Por esa razón se

adoptó el término sanskrito Karma para designarla.

Aplicado a la vida moral del hombre, es la ley de causalidad ética, justicia, recompensa y castigo; la causa del nacimiento y

del renacimiento, sin embargo igualmente es el medio para escapar de la encarnación. Visto desde otro punto de vista es

meramente el efecto que fluye de la causa, la acción y la reacción, el resultado exacto de todo pensamiento y acto. Es el acto

y el resultado del acto; ya que el significado literal de la palabra es acción. La Teosofía ve el Universo como un todo

inteligente, de aquí que cada movimiento en el Universo sea un acción de ese todo que conduce a resultados, los cuales ellos

mismos se convierten en causas de resultados ulteriores. Viéndolo así de manera general, los antiguos hindúes decían que

todo ser hasta Brahma estaba bajo el gobierno de Karma.

No es un ser sino una ley, la ley universal de armonía, que infaliblemente restaura todo disturbio al equilibrio. En esto la

teoría está en conflicto con el concepto ordinario de Dios, construido a partir del sistema judío, que supone que el

Todopoderoso, como una entidad pensante, externa al Cosmos, edifica su construcción, la encuentra inarmónica, fuera de

proporción, errática, y alterada, y entonces tiene que demolerla, destruirla o castigar aquello que él creó. Esto ha hecho que

miles vivan en el temor de Dios, sumisos a sus supuestos mandatos, con el objeto egoísta de obtener una recompensa,

asegurándose de escapar de su ira, o bien los ha sumido en la obscuridad que proviene de la negación de toda vida espiritual.

Pero, como para todo ser humano, claramente es evidente, y en verdad muy doloroso ver que constantemente está ocurriendo

destrucción en y alrededor de nosotros, que hay una guerra continua no solo entre los hombres sino en todas partes a través de

todo el sistema solar, causando sufrimiento en todas direcciones, la razón requiere de una solución del enigma. Los pobres,

que no ven ningún refugio o esperanza, claman en voz alta a Dios que no responde, y luego surge en ellos la envidia cuando

consideran las comodidades y las oportunidades del rico. Ellos ven a los ricos libertinos, a los ricos insensatos, divirtiéndose

sin ser castigados. Volteando al maestro de religión, al cuestionar la justicia que permite tal miseria en aquellos que no

hicieron nada para que nacieran sin medios, sin oportunidades de educación, sin capacidad para vencer los obstáculos

sociales, raciales, o circunstanciales, ellos responden simplemente que : “Es la voluntad de Dios”. Los padres producen hijos

que aman y que son llevados por la muerte a una hora muy inoportuna, justo cuando todo iba bien. Ellos tampoco tienen

respuesta alguna a la pregunta : ¿Por qué he sido castigado así? Salvo la misma referencia irracional a un Dios inaccesible

cuya voluntad arbitraria es causa de su sufrimiento. Es así como en toda clase de vida, la pérdida, lesión, persecución,

privación de oportunidades, y las propias fuerzas de la naturaleza trabajan para destruir la felicidad del hombre así como la

muerte, los reveses, las contrariedades continuamente acosan por igual a los hombres buenos y malos. Pero en ninguna parte

hay ninguna respuesta o alivio salvo en la antigua verdad de que cada hombre es el hacedor y confeccionador de su propio

destino, y el único que pone en movimiento las causas de su propia felicidad y desventura. En una vida él siembran y en la

siguiente cosecha. Es así como lo conduce hacia delante y por siempre, la ley de Karma.

Karma es una ley benéfica completamente misericordiosa, inexorablemente justa, ya que la verdadera misericordia no es

favoritismo sino justicia imparcial.

“¡Mis hermanos! Cada vida del hombre

es, de su Vida precedente el resultado;

el mal que en el pasado hicimos, produce pesares e infortunio,

el bien que en el pasado realizamos engendra felicidad. . . .

Ésta es la doctrina de Karma” *

¿Cómo es afectada la vida presente por ese acto del pasado bueno y malo, y siempre es a través del castigo? ¿Es Karma solo

el destino bajo otro nombre, un destino ya establecido y formulado del que no hay escapatoria posible, y el cual por lo tanto

nos puede hacer descuidados del acto o pensamiento, que no puede afectar el destino? Karma no es fatalismo. Todo lo que

hemos hecho en un cuerpo anterior tiene consecuencias que en el nuevo nacimiento el Ego debe gozar o sufrir, porque como

Sn Pablo dice: “Hermanos, no se engañen. Nadie se burla de Dios, porque cualquier cosa que haya sembrado el hombre, eso

también cosechará”. Ya que el efecto está en la causa, y Karma produce su manifestación en el cuerpo, cerebro, y mente

proporcionados por la reencarnación. Y como una causa producida por un hombre tiene una clara relación con él como un

centro del que ella procedió, así cada uno experimenta los resultados de sus propios actos. A veces nos parece recibir efectos

únicamente de los actos de otros, pero éste es el resultado de nuestros propios actos y pensamientos en esta vida o en alguna

anterior. Nosotros siempre realizamos nuestros actos en compañía de otros, y los actos con los pensamientos que en ellos

subyacen siempre tienen relación con otras personas y con nosotros mismos.

Ningún acto es realizado sin un pensamiento como su raíz ya sea en el tiempo de su ejecución o como conduciendo hacia

ella.

* La Luz de Asia, por Edwin Arnold.

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Estos pensamientos están alojados en esa parte del hombre que hemos llamado Manas – la mente, y allí permanecen como

eslabones sutiles pero poderosos con hilos magnéticos que enmarañan al sistema solar, y a través de los cuales se producen

varios efectos. La teoría propuesta en páginas anteriores de que todo el sistema al que pertenece este globo, esta vivo y es

consciente en cada plano, aunque sólo en el hombre manifieste conciencia de sí mismo, entra aquí en escena para explicar

cómo el pensamiento bajo la acción de esta vida puede ser la causa de resultados en éste o en el siguiente nacimiento.

Los maravillosos experimentos modernos en hipnotismo muestran que la más mínima impresión, sin importar qué tan lejos se

encuentre en la historia pasada de la persona, puede ser despertada a la vida, probando así que no está perdida sino solamente

latente. Tomemos por ejemplo el caso de un niño nacido jorobado y muy pequeño, la cabeza hundida entre los hombros, los

brazos largos y las piernas reducidas. ¿Por qué es esto? Su Karma por pensamientos y actos en una vida precedente. Él

injurió, persiguió o de otra manera lastimó a una persona deforme tan persistentemente o violentamente hasta imprimir en su

propia mente inmortal la imagen deforme de su víctima. Porque en proporción a la intensidad de su pensamiento así será la

intensidad y profundidad de su imagen. Es algo exactamente similar a la exposición de una placa fotográfica sensibilizada,

por medio de la cual, según que la exposición sea larga o corta, la impresión en la placa será débil o profunda. Así que éste

pensador y actor – el Ego – llegando de nuevo al renacimiento lleva con él esta imagen, y si la familia a la que es atraído para

nacer tiene tendencias similares en su corriente, la imagen mental hace que el nuevo cuerpo astral en formación asuma una

figura deforme por ósmosis eléctrica y magnética a través de la madre del niño. Y como todos los seres en la tierra están

indisolublemente ligados, el desgraciado niño es también el karma de los padres, una consecuencia exacta de actos y

pensamientos similares por su parte, en otras vidas. Aquí hay una exactitud en la justicia que no puede proporcionar ninguna

otra teoría.

Pero, como con frecuencia vemos que un ser humano deforme – para continuar el ejemplo meramente con el propósito de una

ilustración – tiene una disposición feliz, un intelecto excelente, un criterio firme, y toda clase de cualidades morales, este

mismo ejemplo nos lleva a la conclusión de que karma debe ser de varias y diferentes clases en cada caso individual, y que

evidentemente opera en más de un departamento de nuestro ser, con la posibilidad de que el efecto sea agradable para una

parte de nuestra naturaleza y desagradable para otra.

El Karma es de tres clases:

Primero – aquello que no ha comenzado a producir ningún efecto en nuestras vidas debido a la operación en nosotros de

algunas otras causas karmicas. Esto está bajo una ley bien conocida por los físicos, de que dos fuerzas opuestas tienden a

neutralizarse, y que una fuerza puede ser lo suficientemente fuerte como para impedir temporalmente la intervención de otra.

Esta ley opera en los planos, o esferas mentales y karmicos invisibles del ser al igual que lo hace en los materiales. La fuerza

de un cierto conjunto de facultades corporales, mentales, y físicas con sus tendencias puede inhibir totalmente la operación en

nosotros de causas con las que estamos conectados, porque toda la naturaleza de cada persona es usada para llevar a cabo esta

ley. De aquí que el débil y el mediocre proporcionen un débil afocamiento para karma, y que en ellos sea limitado el

resultado general de una vida, aunque puedan sentir que todo es muy pesado.

Pero aquella persona que tenga un carácter amplio y muy profundo y de mucha fuerza, sentirá la operación de una cantidad

mayor de karma que la persona débil.

Segundo – ese karma que estamos haciendo ahora o que estamos acumulando por nuestros pensamientos y actos, y que va a

operar en el futuro cuando el ego encarnante tome el cuerpo, mente, y medio ambiente adecuados en alguna otra vida, o toda

vez que sea eliminado el karma obstructivo.

Esto puede producirse tanto en la vida presente como en la siguiente. Porque en esta vida uno puede llegar a un punto en el

que habiendo expiado las causas anteriores, deba comenzar a obrar nuevo karma, o aquel que no se haya gastado.

A esta clase pertenecen aquello casos cuando los hombres tienen reveses repentinos de fortuna o cambios para lo mejor ya

sea en circunstancias o carácter. Esto tiene una relación importante con nuestra conducta actual. Mientras que el karma

antiguo debe ser agotado y no puede ser detenido, es sabio para el hombre que piense y actúe ahora bajo las circunstancias

actuales, sin importar lo que ellas sean, de que él no producirá causas malas o perjudiciales para su siguiente renacimiento o

para los años posteriores en esta vida. El rebelarnos es inútil, ya que la ley actúa ya sea que lloremos o nos regocijemos. El

gran ingeniero francés, de Lesseps, es un buen ejemplo de esta clase de karma. Elevado a un grado prominente de gloria y de

logro por muchos años de su vida, de repente cayó cubierto de oprobio por el escándalo del canal de Panamá. Ya sea que

haya sido inocente o culpable, él tuvo la humillación de que su nombre estuviese conectado con una empresa nacional toda

manchada por el soborno y la corrupción que involucró a altos funcionarios. Ésta fue la operación de antiguas causas

karmicas que actuaron sobre él al momento mismo en que se habían agotado aquellas que habían gobernado sus años

anteriores. Napoleón I es otro caso, porque él se elevó a una fama muy grande, y luego súbitamente cayó y murió en el exilio

y la desgracia. Muchos otros casos se le podrían ocurrir al lector reflexivo.

Tercero – ese karma que ha comenzado a producir resultados. Es el que está operando en esta vida en nosotros de causas

producidas en vidas anteriores en compañía de otros Egos. Y claramente se manifiesta, y está en operación porque es el que

mejor se adapta a la estirpe familiar al cuerpo individual, al cuerpo astral, y a las tendencias raciales de la presente

encarnación, mientras que otro karma no gastado espera su turno regular.

Estas tres clases de karma gobiernan a los hombres, a los animales, a los mundos y a los períodos de evolución. Todo efecto

fluye de una causa antecedente, y como todos los seres están renaciendo constantemente ellos están continuamente

experimentando los efectos de sus pensamientos y actos (los cuales son ellos mismos causas) de una encarnación anterior. Y

así cada uno responde, como Sn. Mateo dice, por cada palabra y pensamiento; nadie puede escapar ya sea por rezos, o favores

o fuerza o por cualquier otro intermediario.

Ahora bien, como las causas karmicas se dividen en clases, ellas deben de tener varios campos en los cuales trabajar. Ellas

operan sobre el hombre en su naturaleza mental e intelectual, en su naturaleza psíquica o alma, y en su cuerpo y

circunstancias. Karma nunca afecta la naturaleza espiritual del hombre ni opera sobre ella.

Una sola especie de karma puede actuar en los tres planos prescritos de nuestra naturaleza al mismo tiempo con el mismo

grado, o puede haber una mezcla de causas, unas en un plano y algunas en otro. Considerando a una persona deforme que

tiene una bella mente y una deficiencia en su naturaleza anímica. Aquí el karma punitivo o desagradable está actuando en su

cuerpo mientras que en su naturaleza mental e intelectual está experimentando buen karma, pero psíquicamente el karma o

causa siendo de tipo indiferente el resultado es indiferente. En otra persona aparecen otras combinaciones. Él tiene un bello

cuerpo y circunstancias favorables, pero su carácter moral es malhumorado, irritable, vengativo, mórbido y desagradable

hacia él mismo y los demás. Aquí se encuentra trabajando un buen karma físico, con muy mal karma mental, intelectual y

psíquico. A los lectores se les podrán ocurrir casos de personas nacidas en clases elevadas teniendo toda oportunidad y poder,

sin embargo que son imbéciles o que repentinamente se vuelven locos.

Y exactamente como todas estas fases de la ley de Karma influyen sobre el hombre individual, así de manera similar ellas

operan sobre razas, naciones y familias. Cada raza tiene su Karma como un todo. Si fuese bueno, esa raza irá hacia delante. Si

fuese malo desaparece – aniquilada como una raza – aunque las almas concernidas reciban su karma en otras razas y cuerpos.

Las naciones no pueden escapar a su karma nacional, y cualquier nación que haya actuado de manera malévola debe sufrir

algún día, ya sea tarde o temprano. El karma del siglo diez y nueve en el Occidente es el karma de Israel ya que el simple

aprendiz puede ver que la influencia Mosaica es la más fuerte en las naciones europeas y americanas. Los antiguos aztecas y

otros antiguos pueblos americanos se extinguieron debido a su propio karma – el resultado de su propia vida como naciones

en el pasado remoto – cayó sobre ellos, y los destruyó. Con las naciones, ésta rigurosa operación de karma es siempre por

medio de hambrunas, guerras, convulsiones de la naturaleza y esterilidad de las mujeres de la nación. La última causa llega

cerca del final y arrolla los últimos vestigios. Y al individuo en la raza o nación se le advierte a través de esta gran doctrina

que si cae en la indiferencia de pensamiento y acto, amoldándose así al karma promedio general de su raza o nación, ese

karma nacional y racial lo arrastrará finalmente junto con el destino general. Es por esto que los maestros de antaño clamaban

diciendo, “salgan y sean diferentes”.

Con la reencarnación la doctrina de karma explica la miseria y el sufrimiento del mundo no dejando lugar para acusar a la

Naturaleza de injusticia.

La miseria de cualquier nación o raza es el resultado directo de los pensamientos y actos de los Egos que constituyen la raza o

nación. En el borroso pasado actuaron malvadamente y ahora sufren. Violaron las leyes de la armonía. La regla inmutable es

que debe restaurarse la armonía, si fue violada. Así que esos Egos sufren al hacer la compensación y establecer el equilibrio

del cosmos oculto. Toda la multitud de Egos debe continuar encarnando y reencarnando en la nación o raza hasta que haya

agotado hasta el final las causas que haya producido. Aunque la nación puede por un tiempo desaparecer como una cosa

física, los Egos que la hicieron no dejan el mundo, sino que ven la luz de nuevo como forjadores de una nueva nación en la

que deben proseguir su tarea y recibir ya sea castigo o recompensa de acuerdo al karma que les corresponda. Una ilustración

de esta ley la encontramos en los antiguos egipcios. Ellos ciertamente se elevaron a un nivel prominente de desarrollo, e

indudablemente se extinguieron como nación. Pero las almas – los antiguos Egos – continúan viviendo y ahora cumplen con

su destino auto forjado como alguna otra nación ahora en nuestro período. Ellos podrían ser la nueva nación americana, o los

judíos destinados a errar por todo el mundo y sufrir mucho a manos de otros. Este proceso es perfectamente justo. Tomemos

por ejemplo, los Estados Unidos y los Indios Pieles Rojas. Estos últimos han sido tratados de una manera de lo más

vergonzosa por el nuevo pueblo conquistador, y como miembros de esa gran familia ellos mismos serán los medios para

inducir los resultados más convenientes por tales actos como los que se hicieron en contra de ellos cuando tenían cuerpos

rojos. Es así como ha acontecido antes, y así volverá a ocurrir de nuevo.

La infelicidad individual en cualquier vida se explica de la siguiente manera:

1. Es un castigo por haber hecho el mal en vidas pasadas; o (b) es una disciplina tomada por el Ego con el propósito de

eliminar defectos o adquirir fortaleza y simpatía. Cuando los defectos son eliminados es como remover la obstrucción

de un canal de irrigación que entonces permite que fluya el agua. La felicidad se explica de la misma manera: es el

resultado de vidas pasadas de bondad.

La base científica y evidente por sí misma de la verdadera ética se encuentra en ésta y en ninguna otra doctrina. Porque si la

verdadera ética tiene que ser practicada solamente por sí misma, los hombres no ven el motivo, y por esto, nunca han sido

capaces de ver la razón de por qué hacer el bien. El hombre se degrada teniendo que seguir una ética por miedo, e

indudablemente la evade; si la razón fuese el favor del Todopoderoso, y no estuviese basada en la ley o la justicia, entonces

tendremos justamente lo que actualmente prevalece – un código dado por Jesús al occidente profesado por las naciones y que

no lo practican, salvo unos cuantos que de todas formas serían virtuosos.

Acerca de este tema los Adeptos escribieron lo siguiente que se encuentra en la Doctrina Secreta: *

Ni tampoco serían inescrutables los derroteros de karma si los hombres trabajaran en unión y armonía en vez de desunión y

rivalidades. Ya que nuestra ignorancia de esos modos de obrar – que una parte de la humanidad llama los caminos de la

Providencia obscuros e intrincados mientras que otra ve en ellos la acción del fatalismo ciego, y una tercera los considera

como simple casualidad sin dioses o diablos que los guíen – ciertamente desaparecería si solo atribuyéramos todos éstos a su

causa correcta. Con conocimiento correcto, o en todo caso con una confiada convicción de que nuestros semejantes ya no nos

harán daño como tampoco pensaríamos en hacerles daño a ellos, dos tercios del mal del mundo se esfumarían en el aire. Si

ningún hombre lastimara a su hermano, Karma-Némesis no tendría una causa sobre la cual trabajar ni armas con las que

actuar. .

_________________________________________________________________________

* D. S., Vol. I, p.643

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Nosotros labramos diariamente estas numerosas tortuosidades en nuestros destinos con nuestras propias manos, mientras que

nos imaginamos que estamos prosiguiendo por una senda sobre el elevado camino real de la respetabilidad y el deber, y luego

nos quejamos de que esos derroteros sean tan intrincados y tan obscuros. Nos encontramos azorados ante el misterio de

nuestra propia hechura y de los enigmas de la vida que no resolveremos, y entonces acusamos a la gran Esfinge de

devorarnos. Pero verdaderamente no hay un accidente en nuestras vidas, ningún día afeado o una desgracia, que no se pueda

remontar a nuestras acciones en esta u otra vida. . . El Conocimiento de karma da la convicción de que si

‘la virtud en la desgracia y el vicio en el triunfo harían atea a la Humanidad’,

es solamente porque esa humanidad siempre ha cerrado sus ojos a la gran verdad de que el mismo hombre es su propio

salvador y su propio destructor; que no necesita acusar al cielo y a los dioses, al hado y a la providencia, por la injusticia

aparente que reina entre la humanidad. Pero que recuerde más bien y repita esta pizca de sabiduría griega que le advierte al

hombre de abstenerse de acusar Aquello que

‘Justo aunque misterioso, infaliblemente nos conduce

por caminos inadvertidos de la culpa al castigo’

los cuales son ahora los derroteros y el camino real por el que se mueven hacia delante las grandes naciones europeas. Toda

nación y tribu de los Aryos occidentales, así como sus hermanos orientales de la quinta raza, tuvo sus edades de Hierro, su

período de relativa irresponsabilidad, o edad Satya de pureza, mientras que ahora varias de ellas han alcanzado su edad de

Hierro, la Kali Yuga, una edad negra de horrores. Este estado durará. . . hasta que comencemos a actuar desde adentro en vez

de siempre seguir los impulsos de afuera . . . Hasta entonces el único paliativo es la unión y la armonía – una Fraternidad en

acto y altruismo no simplemente de nombre.

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