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Ficha 5 Filosofía moderna (II): Immanuel Kant Contenidos mínimos Immanuel Kant Contextualización: 1. Factores políticos, sociales y culturales que en el siglo XVIII conducen a la Ilustración. 2. Las nuevas ideas: progreso, educación o iluminación, humanidad, civilización, naturaleza. 3. Características de la razón ilustrada. Comprensión: 1. La idea kantiana de Ilustración. 2. La síntesis entre racionalismo y empirismo en Kant. 3. El formalismo moral.

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Ficha 5

Filosofía moderna (II):

Immanuel Kant

Contenidos mínimos Immanuel Kant

Contextualización:

1. Factores políticos, sociales y culturales que en el siglo XVIII conducen a la Ilustración.

2. Las nuevas ideas: progreso, educación o iluminación, humanidad, civilización, naturaleza.

3. Características de la razón ilustrada.

Comprensión: 1. La idea kantiana de Ilustración. 2. La síntesis entre racionalismo y empirismo en Kant. 3. El formalismo moral.

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a) Contexto histórico 1. Factores políticos, sociales y culturales que en el siglo XVIII conducen a la Ilustración.

La Ilustración fue un amplio movimiento de ideas, no sólo estrictamente filosófico, sino cultural en un sentido lato, que constituyó un “estado de espíritu” y vino a impregnar todas las actividades literarias, artísticas, históricas y religiosas.

Se extiende y desarrolla aproximadamente durante el siglo XVIII, que suele denominarse siglo de la Ilustración o de las luces, en razón justamente, de la exigencia de claridad o, mejor, de clarificación, que se propuso con respecto a todos los aspectos y dimensiones de la vida humana.

La Ilustración tiene lugar en la época de las revoluciones liberales y burguesas: desde la revolución inglesa de 1688 a la francesa de 1789. En alguna medida, el pensamiento ilustrado coadyuva en el proceso contra el Antiguo Régimen, expresa la ideología crítica de las clases medias y la concepción liberal y tolerante en todos los órdenes, y significa la “crisis de la conciencia europea”. El término “Antiguo Régimen” fue acuñado peyorativamente por los revolucionarios franceses para describir el sistema político, social y económico dominante hasta las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII, es decir, aquel por el cual una minoría privilegiada (nobleza y clero) ostenta todos los cargos públicos y no paga impuestos, mientras que la inmensa mayoría de la población (el tercer estado) paga los impuestos y no goza de ningún tipo de privilegio.

En lo político rigen las monarquías absolutas, en las que el rey tiene un poder absoluto, concentrando en su persona todos los poderes, y ello justificado por origen divino (como lo hace Bossuet). Sin embargo en el siglo XVIII las monarquías se ven influenciadas por las ideas de la Ilustración, dando lugar al despotismo ilustrado, cuyo lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, resume la búsqueda del bienestar de los súbditos de estos monarcas sin que éstos participen en las instituciones. En lo económico la burguesía es el verdadero motor de la economía, tiene el poder económico, y exige el poder político incluso mediante la fuerza (revolución).

Los países en los que la Ilustración tuvo mayor fuerza y relieve fueron Inglaterra, en donde propiamente se inició; Francia, donde adquirió mayor brillantez y donde se convirtió en el foco de irradiación, y Alemania, a donde pasó desde Francia. La Ilustración, actitud y mentalidad racionalista de

Carlos III

Luis XVI

Federico de Prusia

Catalina de

Rusia

La Ilustración política. El despotismo ilustrado.

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clarificación, se configuró y repercutió de un modo muy distinto en los diversos países.

En Inglaterra, en un marco de menor tensión socio-política, la Ilustración (Enlightenment) tuvo un carácter preponderantemente empirista-epistemológico, cultivó las ciencias de la naturaleza y cuestiones sobre la religión, en un espíritu de libertad y tolerancia. Ilustrados fueron David Hume, una gran influencia en Kant, o Newton.

En Francia, donde se conjugaba una organización autoritaria y una ascendente clase burguesa media con una progresiva tensión social, las cuestiones más relevantes son de orden moral, de derecho y del progreso histórico. Ilustrados franceses son Montesquieu, Voltaire, los enciclopedistas Diderot y D’Alambert, además de Rousseau, otra gran influencia en Kant, entre otros.

La Ilustración alemana se caracteriza por no tratar nuevos temas, sino por el análisis de la “razón”, con la idea de encontrar en ella y hacer de ella el sistema de principios que rija fundadamente y desde sí misma el saber de la naturaleza y la acción moral y política de la vida humana. Kant es la expresión más depurada y filosófica de esta actitud y exigencia de Ilustración, aunque destacan también Baumgarten y Christian Wolf, otra influencia en el filósofo de Konigsberg.

La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios pasa por ser la obra más representativa de la Ilustración francesa. Bajo las figuras, principalmente de Diderot y D’Alembert, significó una gran revolución en la cultura y el pensamiento. Sus objetivos fueron:

a) Difundir la cultura y los conocimientos, proporcionando información e instrucción.

b) Crear una opinión crítica y antidogmática c) Llevar a cabo una dura crítica de los prejuicios y de las creencias

tradicionales. 2. Las nuevas ideas: progreso, educación o iluminación, humanidad,

civilización, naturaleza. La Ilustración introduce una serie de nuevas ideas en el ámbito del

pensamiento: LA IDEA DE PROGRESO, al que ha de llegarse mediante la Ciencia en

combinación con la técnica, permite el avance de la humanidad de manera evolutiva e indefinida. La Ilustración mantiene una fe ciega en el progreso de los seres humanos y piensa que a través de las capacidades de la razón, la persona es capaz de transformar el mundo.

Ningún vehículo mejor para ello que la EDUCACIÓN, que adquiere una importancia hasta ahora desconocida. La Ilustración, por primera vez en la historia, insistió en la necesidad de poner la cultura, las ciencias y las artes al alcance de todas las capas sociales: “educación para todos”, rechazando la superstición y el dogmatismo. Gracias a esto, llegará un momento en que se logrará construir la sociedad perfecta, una especie de paraíso en la tierra. La capacidad racional del ser humano, algo que tenemos en común pese a las diferencias culturales, religiosas, lingüísticas o nacionales, lleva a que la idea de HUMANIDAD devenga en central en este momento. El contacto de los europeos con otras culturas, como la oriental, que no podían ser

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consideradas inferiores, tuvo consecuencias políticas. Los seres humanos podían entender lo que era justo e injusto racionalmente, y así todos los seres humanos, también las mujeres dirá Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, tienen derechos innatos: “Libertad, igualdad y fraternidad” será el lema de la Revolución Francesa. Las revoluciones de finales del siglo XVIII llevarían estas ideas a las constituciones (caso de la Constitución estadounidense de 1776), que reconocían los derechos de los individuos y sobre todo a la formulación de la “Declaración del Hombre y del Ciudadano” que alumbró la Revolución Francesa, inspirándose en los principios del derecho natural y el espíritu de la Ilustración en 1789. Este cosmopolitismo de fuerte raigambre estoica se plasma en la idea de CIVILIZACIÓN. El ser humano civilizado es el que se contrapone a lo bárbaro, lo salvaje o atrasado, es decir, equivale a refinamiento intelectual y a progreso. Los ilustrados conciben una única civilización como el conjunto de seres humanos civilizados conducidos por la razón. Sólo cabe una única civilización, la del conocimiento científico, la libertad, la tolerancia religiosa y la del progreso tecnológico, moral y político.

El objeto del estudio científico y origen del progreso es la NATURALEZA. Se da un deseo de descubrir, mediante la aplicación de la razón y la observación, las leyes que la rigen. El papel de la naturaleza para originar y conducir la existencia de los hombres y de todos los objetos del Universo. Según Newton "la naturaleza es considerada como una gran máquina concebida por Dios y regida por las leyes establecida por Él". Es decir, que el hombre no debe de contrariar esas leyes sino tratar de descubrirlas mediante la razón como única guía para investigar su funcionamiento. Se expresa así una posición deísta según la cual Dios creó la naturaleza de acuerdo a la razón, y por ello resulta comprensible para la nuestra, aunque este Dios es un ser trascendente y no interventor en nuestro mundo. 3. Características de la razón ilustrada

La razón ilustrada viene representada por un estado de espíritu con las siguientes características: 1. Autonomía de la Razón. La Razón ilustrada pretende sacar al hombre de su minoría de edad. Por medio de la razón sale el hombre de la minoría de edad porque no ha sido capaz de pensar por él mismo y ha hecho lo que le han dicho (la Fe, la tradición). La culpa, como dice el propio Kant, es del propio hombre. (sapere aude). La autonomía de la razón quiere decir que la razón se vale por sí misma, es suficiente por sí misma. 2. Razón con límites y analítica: Reconoce los límites de la razón y es analítica, analiza las cosas. La propia naturaleza de la razón te indica que no puedes ir más allá de lo racional ni de lo empírico. 3. Razón crítica: la razón quiere aportar capacidad clarificadora, crítica, contra los prejuicios (pues hacen que se sea ignorante), la tradición (herencia acrítica recibida del pasado), la autoridad (poder, conocimiento y leyes que se reciben del pasado por tradición), la superstición e idolatría (que representan a Dios de manera irracional). La razón crítica es tolerante pues huye del dogmatismo, y reacciona en contra del modo de entender estas cuestiones que contrarian a la exigencia de clarificación racional.

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4. Razón Analítica. Frente a la razón racionalista llena de contenidos, la razón ilustrada se entiende como la capacidad de adquirir conocimientos referidos a la experiencia sensible, como capacidad de analizar lo empírico, estableciendo una alianza entre lo empírico y lo racional. 5. Razón secular o laica. Se da una secularización del poder (teorías del origen divino del poder –teocracia- vs. Teorías contractualistas del poder –democracia-), del saber (predominio de la fe, la autoridad y la superstición –teología- vs. Cultivo de la ciencia moderna autónoma, racionalista, empirista –física-) y del deber (surge una ética autónoma, fundamentada con independencia de la religión). La capacidad secularizadora conduce a la Ilustración a una interpretación racional de la religión, e deísmo.

4. Biografía de Kant (1724-1804)

El filósofo Immanuel Kant nació en Königsberg (Prusia Oriental, ahora provincia rusa y conocida como Kaliningrado), en 1724. Hijo de unos progenitores honrados y honestos, le transmitieron los valores morales del pietismo (una escisión radical del luteranismo) y esto influye en su concepción ética. Educado en el Colegio Fridericiano hasta los 16 años, más adelante ingresa en la Universidad Albertina, y allí es iniciado en el racionalismo de Christian Wolf así como en la física newtoniana. Esta influencia se dejará notar en sus primeras obras, en las que aborda cuestiones científicas y filosóficas desde los presupuestos racionalistas. Llegó a ser profesor titular y más tarde catedrático de Lógica y Metafísica de la Universidad de Königsberg, presentando para su plaza la disertación La forma y los principios del mundo sensible e inteligible (1770), la primera piedra del edificio del criticismo. Su obra La religión dentro de los márgenes de la mera razón le hizo tener problemas con la censura prusiana, aunque no se retractó de sus ideas ante el monarca Federico Gullermo II. Murió en 1804 en su ciudad natal. Sus ideales liberales le llevaron a defender la independencia de los EEUU y los ideales de la Revolución Francesa. Era un pacifista convencido, antimilitarista, y se opuso a todo patriotismo nacionalista excluyente. 5. Obra de Kant

Su obra se suele dividir en dos grupos: los estudios precríticos y los

críticos. El periodo precrítico abarcaría toda la actividad filosófica kantiana hasta la

"Disertación" de 1770. Algunos estudiosos de Kant distinguen dos fases: la primera, hasta 1755, según unos, o 1760, según otros, en la que predominaría en Kant el interés por la física y las ciencias en general; la segunda, hasta 1770, coincidiendo con su actividad como Privatdozent en la Universidad de Königsberg, dominada por preocupaciones metafísicas y por el racionalismo.

El periodo crítico comprende toda su producción a partir del 1770, en el que desarrolla su pensamiento en una dirección distinta, cuyas líneas fundamentales expone en la Crítica de la razón pura. Destacan la Crítica de la Razón Pura (1ª edición de 1781; 2ª ed. 1787), donde expone su proyecto criticista, realiza la síntesis entre racionalismo y empirismo y reflexiona sobre si la metafísica es una ciencia, la Crítica de la Razón Práctica (1788), su obra ética más importante junto con la Fundamentación de la metafísica de las

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costumbres (1785) y la Crítica del Juicio (1790) donde analiza la facultad del juicio que permite la valoración estética. Otras obras relevantes son Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? (1784), La religión dentro de los límites de la mera razón (1793) y La paz perpetua (1795).

6. Influencias

Las influencias más relevantes en su pensamiento son el físico Isaac

Newton, el racionalista Leibniz, el empirista David Hume y el filósofo ilustrado Rousseau.

Newton marcará la concepción de la naturaleza (regida por una legalidad racional e inteligible) en el pensamiento ilustrado. Para Kant, Newton dotó a la ciencia de un acceso al conocimiento seguro, algo que Kant pretende para la metafísica.

El filósofo racionalista Leibniz tenía un seguidor en el filósofo ilustrado alemán Christian Wolf, otra influencia en Kant. Efectivamente, los escritos precríticos de Kant hasta los años 60 tienen una marcada impronta racionalista. La metafísica leibniziana está muy presente en estos primeros escritos. Cuando asume la crítica a la metafísica que hace Hume, un empirista, considerará que valerse sólo de la Razón en el conocimiento conduce al dogmatismo.

En 1762 se produce un giro en su pensamiento motivado por la lectura y meditación de las obras de David Hume. Según Kant, Hume tuvo el mérito de despertarle de su “sueño dogmático” a través de una crítica radical a los principios de la metafísica. Sin embargo, Kant quiere escapar de la salida escéptica del autor del Tratado de la Naturaleza Humana.

En los años 60 lee a los ilustrados franceses, y en especial a Rousseau, al que considera “el Newton del orden moral”. Con él coincide en la primacía de la razón práctica y en la defensa de la libertad.

b) El pensamiento kantiano

1. La idea kantiana de Ilustración

Kant es la cumbre de la Ilustración en Alemania, y pertenece al contexto cultural de este movimiento. La ilustración llegó a ese país más tardíamente que a Francia o al Reino Unido, y dentro de ese movimiento la figura de Kant pertenece a una segunda generación de ilustrados alemanes. Gracias a eso Kant pudo reflexionar sobre el significado del propio movimiento y vivir acontecimientos como la propia Revolución Francesa y la posterior llegada de Napoleón al poder en ese país.

En el 1784 Kant escribió un pequeño texto que se llama así: ¿Qué es la Ilustración? Para Kant la Ilustración es la salida del hombre de la minoría de edad en la que se encuentra por su propia culpa. El lema de la Ilustración (Sapere aude! ¡Atrévete a saber!) es la audacia, basada en el análisis y en la crítica racional, pero a partir de la experiencia. Lo único que precisamos, nos dice en el texto, es la razón y la libertad, así como la valentía, para dejar atrás la minoría de edad, y lograr la autonomía integral. Desde la reivindicación de la razón y la libertad, se abre un proyecto ético-político de mejora de la humanidad. Cabe destacar que ese optimismo descansa sobre dos bases: a) la

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creencia en la idea de progreso y b) la afirmación de la posibilidad del conocimiento objetivo: la ciencia.

Liberar al ser humano de las ataduras de la tradición y hacer de él un ser libre, pasa por ser capaces de descubrir las leyes que rigen el mundo. El conocimiento teórico y el conocimiento práctico deben ir unidos. La pregunta fundamental para Kant será: ¿Qué es el ser humano?

Buscar una definición de ser humano implica contestar tanto a la cuestión teórica: ¿Qué puedo saber?, como a la práctica ¿Qué debo hacer?, y a la teórico práctica: ¿Qué me está permitido esperar? Con la respuesta a la primera descubrimos los límites de nuestras capacidades cognoscitivas y podremos tener un criterio seguro en la búsqueda de las demás respuestas. Con la segunda nos encontraremos una regla para el obrar en el ámbito moral y político. Con la última ahondaremos en las esperanzas, deseos yy en todas aquellas facetas del ser humano que determinan para él el sentido de la vida y el universo.

Para llevar a cabo este proyecto, Kant reconoce, desde su punto de vista de filósofo ilustrado, como único instrumento la razón. Esta importancia que Kant le concede a la razón se muestra fundamentalmente en su antimilitarismo, en la defensa que hace de la Revolución Francesa y siempre en su cosmopolitismo.

2. La síntesis entre racionalismo y empirismo en Kant

2.1 Introducción En la época en la que Kant inicia sus reflexiones sobre filosofía, tanto las

ciencias de la naturaleza como las ciencias matemáticas están ya plenamente consolidadas como ciencias; avanzan progresivamente, sus descubrimientos son cada vez más numerosos y frecuentes. Y esto es así porque las ciencias físicas encontraron un criterio, un método para decidir si las soluciones dadas a sus problemas pueden ser aceptadas o no valiéndose de la Razón.

A diferencia de las ciencias, la metafísica presenta un panorama desalentador. Es ámbito de constantes propuestas, refutaciones y desacuerdos entre filósofos. No progresa, está estancada desde la Antigüedad. Su pretensión, desde entonces, de conocer lo que son en sí mismas cosas tales como el ser, la vida, la muerte, la existencia, Dios, la libertad, el alma, el universo, resultó infructuosa. Y, sin embargo, parece legítimo que el ser humano pretenda conocerlas.

Kant se pregunta: ¿por qué la ciencia avanzó en sus juicios sobre la realidad, y la metafísica no? ¿es posible la metafísica como ciencia? Estas preguntas marcarán el itinerario de su investigación filosófica, comenzando por preguntarse en qué consiste el conocimiento de las ciencias. Así como también, en definitiva, ¿qué podemos conocer? o ¿hasta dónde puede llegar nuestra razón? La pretensión de Kant es la de realizar una crítica de nuestra razón, ¿cuáles son nuestros límites? Mas la razón humana no sólo tiene un uso cognoscitivo, teórico, no limita su interés al conocimiento.

La razón tiene también un uso práctico, moral; se pregunta ¿qué debo hacer? Y es precisamente en este uso en el que la razón puede acercarse a aquellas ideas que el conocimiento teórico les niega.

La misma razón práctica que se pregunta ¿qué debo hacer? Se pregunta también por el sentido, por la finalidad del hacer del ser humano,

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¿cuál es la meta de la acción del ser humano en el mundo? ¿hacia dónde tiene que encaminar sus pasos? ¿qué podemos esperar?

Las respuestas a estas preguntas (¿Qué podemos conocer? [Crítica de la Razón Pura]; ¿Qué debo hacer? [Crítica de la Razón Práctica]; ¿Qué podemos esperar? [Crítica del Juicio] configuran la filosofía de Kant.

2.2 ¿Qué puedo conocer? El criticismo kantiano El criticismo kantiano es una síntesis que consigue superar el dualismo

racionalismo-empirismo. Kant, en los primeros años, fue un pensador racionalista. Más tarde,

influenciado por Hume, abandonó lo que llama “sueño dogmático del racionalismo”. Sin embargo, acepta el postulado racionalista de que existe una razón que nos conduce al conocimiento de los hechos y que acerca las características de universalidad y necesidad. Para nuestro autor, esta razón no puede estar aislada de la experiencia sensible. Su base y sus límites están en los hechos que observemos y en la experiencia que se deriva de la captación del objeto protagonizada por nuestros sentidos.

En una segunda etapa, Kant acepta del empirismo el hecho de que todo conocimiento debe tener su base en la experiencia sensible, si bien no está de acuerdo con el escepticismo que caracteriza sobre todo la teoría de Hume y que lo lleva a rechazar toda la metafísica y conceptos como substancia, causalidad, mundo y Dios.

Kant supera tanto el racionalismo como el empirismo a través de una tercera vía o fase de su pensamiento, que podemos llamar conocimiento crítico. Kant trata de conocer hasta dónde llegan los límites de nuestro conocimiento, y concluirá afirmando que esos límites hay que situarlos allí donde llega la experiencia sensible. Así distinguirá entre conocimiento científico, que ejemplificará en las matemáticas y la física, y conocimiento metafísico, que es aquel que va más allá de la experiencia y que se mostrará también en la moral, después de negar la posibilidad de la metafísica como ciencia. Kant afirmará que existen conceptos previos a nuestro conocimiento, que no provienen de la experiencia, como, por ejemplo: espacio y tiempo, que son formas a priori de la sensibilidad. Así es como supera las tesis racionalistas y las empiristas.

2.3 El punto de partida del pensamiento kantiano Kant trata de descubrir la posibilidad de la metafísica como ciencia.

Comienza preguntándose: ¿Es posible un conocimiento científico y riguroso sobre las realidades de las que no tenemos un conocimiento sensible? Acude a los contenidos de la metafísica de su tiempo y recoge del racionalista Wolff, discípulo de Leibniz, esos contenidos, que se reducen principalmente a tres: mundo, alma y Dios. Estas «realidades» están más allá de nuestro conocimiento sensible y son parte de lo que llama metafísica. La pregunta ahora es: ¿es posible la metafísica como ciencia?

Para contestar a esta cuestión, Kant acude al análisis de la ciencia de su tiempo (por ejemplo: la de Newton) y constata dos hechos: a) La ciencia progresa, porque observamos que en todos los campos científicos se construyen nuevas teorías, basadas, en la mayoría de los casos, en otras anteriores. Considera que en la metafísica no existe este progreso, porque se siguen debatiendo los problemas de siempre, sobre los que ya hay

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tiempo teorizaron, por ejemplo, Platón y Aristóteles, y constata que después de tanto tiempo se repiten los mismos razonamientos acerca de Dios, alma y mundo. b) Los científicos se ponen de acuerdo, y lo que uno descubre y demuestra aparece como apropiado para los demás. Los juicios de la ciencia son objetivos, universales, necesarios y nadie los puede negar. Sin embargo, en el campo de la metafísica, los pensadores se contradicen y eliminan la posibilidad de acuerdo.

Si la metafísica quiere decir ciencia, debe ser construida con el mismo rigor que se emplea en otras áreas científicas como las matemáticas o la física, y si la metafísica no es ciencia debe abandonar la pretensión de hablar científicamente sobre temas de los que no podemos tener experiencia.

Kant considera que existen dos condiciones necesarias para que sea posible el conocimiento científico: a) Condiciones empíricas. Esto se deriva del hecho de que toda ciencia se basa en datos que parten de la experiencia. b) Condiciones transcendentales o a priori. Toda ciencia se apoya en unos contenidos anteriores a la experiencia, en unas condiciones universales, necesarias, comunes a todo sujeto, que no se puede alterar. Por ejemplo, si yo digo: «Vi un farol», debemos preguntarnos irremediablemente: ¿dónde?, ¿cuándo? Si otra persona responde: «En ninguna parte» a la primera pregunta y «Nunca» a la segunda, deberemos decir: «eso es imposible». En consecuencia, es evidente que para observar un hecho necesitamos siempre de un espacio (¿dónde?) y de un tiempo (¿cuándo?) que hagan posible esa experiencia. 2.4 Teoría de los juicios: los juicios sintéticos a priori

Las dos clases de conocimiento (el sensible o vulgar y el científico) se manifiestan en proposiciones o lo que los lógicos llaman juicios. Estos unen dos términos que pueden ser cosas, propiedades o modos. El verbo «ser» hace de enlace y confiere al enunciado realidad y validez.

Kant distingue varias clases de juicios: a) Juicios analíticos. Son aquellos en los que el predicado está comprendido en la idea de sujeto. El predicado no añade información. Por ejemplo: «El triángulo tiene tres ángulos». El sujeto «triángulo» lleva implícito el «predicado» (los tres ángulos). Estos juicios se caracterizan por ser universales, necesarios, explicativos. Se basan en el principio de contradicción, porque en ellos no hay contradicción entre sujeto (triángulo) y predicado (tres ángulos). b) Juicios sintéticos. Son aquellos en los que el predicado no está comprendido en la idea de sujeto. Aquí el predicado añade un contenido nuevo, desconocido al sujeto. Por ejemplo: «Algunos cuerpos son pesados». Para conocer la verdad de este juicio o semejantes tenemos que acudir a la experiencia. Estos juicios son de dos clases:

• Juicios sintéticos a posteriori. Son aquellos en los que su verdad depende de la experiencia. Son particulares, contingentes y extensivos (amplían el conocimiento). Ejemplo: «La mesa de Andrea es verde».

• Juicios sintéticos a priori. Son aquellos que nos proporcionan información (sintéticos) y al mismo tiempo son universales y necesarios (a priori). Ejemplo: «La línea recta es la distancia más corta entre dos

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puntos», o esto «Todo lo que sucede tiene una causa». Estos juicios son universales, necesarios y extensivos. Estos juicios son los juicios propios de la ciencia, que permitirán a Kant descubrir si la metafísica es ciencia o no.

Tipos de juicios

Características

Analíticos

• Universales

• Necesarios

• Explicativos

Sintéticos a posteriori

• Se basan en la experiencia

• Particulares, contingentes

• Extensivos

Sintéticos a priori

• Se basan en el ejercicio de la razón pura

• Universales, necesarios

• Extensivos

2.5 La crítica de la razón como giro copernicano Si las ciencias avanzaron en sus conocimientos y la metafísica no lo hizo

hasta ahora, convendrá preguntarse el porqué de esta situación. ¿En qué consiste el logro de las ciencias en la época moderna? Consiste en una revolución en la forma de pensar los objetos de la naturaleza. No es la actividad del científico una actividad pasiva, a la espera de que la naturaleza le diga cosas sobre ella misma: el científico “obliga” a la naturaleza a responder a las preguntas que él mismo le suscita.

La metafísica debe seguir el mismo modo de proceder si quiere ser considerada una ciencia. También en ella el sujeto cognoscente tendrá que tomar parte activa en el conocimiento de su objeto. Mientras en la metafísica tradicional el conocimiento se entendía gobernado por los objetos (realismo), ahora Kant se pregunta si a la metafísica no le iría mejor de lo que le fue suponiendo que “son los objetos los que deben conformarse a nuestro conocimiento”. Es el “giro copernicano” en la filosofía, pues esta revolución en el modo de pensar las cosas es comparable a la realizada por Copérnico en el ámbito de la astronomía. Del mismo modo, no es el conocimiento lo que debe depender de la naturaleza de los objetos, sino más bien al contrario, es el objeto el que debe estar regido por nuestro modo de conocer; es el objeto el que debe adecuarse a nuestras facultades cognoscitivas.

La necesidad y la universalidad de las leyes de la naturaleza no están, como ya había demostrado Hume, en las cosas, en los objetos; tienen que encontrarse en el modo de conocer del sujeto, añade ahora Kant. Podemos decir que a la experiencia que tenemos de los objetos (Hume), a nuestra experiencia añade, de un modo enteramente independiente de la experiencia, es decir, a priori, “algo” que hasta ahora se suponía existente en los objetos (Kant).

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El conocimiento humano debe partir de los datos que nos acercan los sentidos (de la experiencia sensible), pero teniendo en cuenta que esos datos son captados siempre bajo las condiciones a priori que el sujeto impone al objeto. Por ejemplo, el espacio y el tiempo como «formas a priori de la sensibilidad».

El sujeto también aporta conceptos puros o categorías, que posibilitan a nuestro entendimiento la organización y sintetización de los datos que provienen de nuestra sensibilidad de una forma dispersa. Estas categorías son también a priori y, en consecuencia, universales y necesarias. Con esto, el sujeto, a través de su entendimiento, compagina la experiencia (datos que nos acercan os sentidos) y la razón (leyes universales para entender y explicar los fenómenos particulares y contingentes).

2.6 Teoría del conocimiento: posibilidad y

límites. 2.6.1. La estética transcendental: la sensibilidad

Kant llama estética a la doctrina acerca de los sentidos y de la sensibilidad. En griego aísthesis significa «sensación», «percepción sensorial». La estética transcendental estudia las estructuras de la sensibilidad, la manera como la persona recibe las sensaciones y las transforma en conocimiento sensible. En esta primera parte de la Crítica de la razón pura el autor estudia las formas sensibles de nuestro conocimiento (espacio-tiempo) y muestra cuáles son las condiciones que hacen posibles los juicios a priori en las matemáticas.

El espacio es un medio homogéneo e indefinido, en el que se sitúan los objetos sensibles. El tiempo es un medio infinito en el que se suceden los acontecimientos. Están relacionados con la geometría y la aritmética respectivamente. Kant define el espacio y el tiempo de una doble manera, como formas a priori de la sensibilidad y como intuiciones puras.

Espacio y tiempo son intuiciones porque no son conceptos elaborados por nuestro entendimiento. Son, por lo tanto, independientes del conocimiento que tenemos de las cosas. Puras, porque espacio y tiempo son unas formas vacías de contenido empírico, es decir, que se van llenando poco a poco de impresión que proviene del exterior al sujeto. Estos conceptos, que Kant hereda de Newton, suponen una condición indispensable para que podamos tener sensación, para que podamos tener conocimiento.

El espacio tiene tres dimensiones (largo, ancho, alto), es una noción cuantitativa, una intuición indivisible, imposible de conocer intelectualmente. El tiempo, que tiene tres dimensiones (pasado, presente y futuro), es irreversible e inaprensible, es decir, imposible de conocer.

Si analizamos las proposiciones de las matemáticas vemos que son sintéticas. Por ejemplo, el juicio: «entre dos puntos la línea recta es la más corta» (geometría) nos indica que la verdad de esta proposición nos entra por los sentidos. Así, si en un papel trazamos una línea recta y una curva entre dos puntos, entonces vemos y percibimos que la curva es más larga que la recta, y si la imaginamos pasará lo mismo. Lo mismo puede decirse del juicio 2 + 2 = 4 (aritmética), a primera vista parece analítico, pero la suma nos indica que juntamos y unimos dos números en uno. Si acudimos a la percepción sensible, contando con los dedos, con bolas, con puntos, etc., podemos comprobar que dos de esos objetos, por una parte, y otros dos, por otra, juntos (síntesis) nos dan la suma de cuatro. Esa percepción imaginada es la que hace la síntesis.

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Como, por un lado, la matemática es a priori y, por el otro, es sintética y se basa en la percepción, entonces debemos concluir que tiene que haber una percepción a priori como fundamento de la matemática. Ésta se basa en una intuición pura (sinónimo de «percepción a priori»). Las figuras que el geómetra construye en un papel o en la imaginación llevan consigo la necesidad del espacio. La base y condición de la geometría es el espacio. La geometría es la ciencia del espacio porque sus principios, axiomas y sus postulados son propiedades del espacio. El espacio es una intuición pura a priori.

El tiempo será la condición de la sensibilidad, tanto interna como externa, mientras que el espacio sólo lo será de la externa. Una intuición debe estar en la base de la aritmética, porque los juicios de esta ciencia son sintéticos. Esta intuición debe ser a priori, porque esos juicios, a pesar de ser sintéticos, son también universales y necesarios. La intuición pura aquí es el tiempo. Es, como el espacio, intuición y no concepto. Cuando en uno o varios objetos reales, que consideramos sucesivamente en serie, prescindimos de los mismos objetos, nos queda sólo el número, es decir, la sucesión de los momentos. La serie sucesiva objeto de la aritmética es un intervalo de tiempo; la base y la condición indispensable de la aritmética es el tiempo, y sus principios, axiomas y postulados, son propiedades del tiempo, de la sucesión. De igual manera con el espacio, el tiempo no es algo definido, sino un supuesto de la aritmética.

Para Kant, todos los juicios que emplean las matemáticas requieren la existencia del espacio y del tiempo, y por lo tanto, son juicios universales, necesarios y a priori, pero al mismo tiempo, esos juicios se pueden mostrar en la realidad, tal como es captada por nuestros sentidos. Existen, pues, en las matemáticas los juicios sintéticos a priori, y, en consecuencia, las matemáticas son ciencia.

En nuestro conocimiento existen dos elementos: un elemento material, que es lo que protagonizan las impresiones sensibles, que provienen del mundo exterior al sujeto, y un elemento formal, que son los elementos a priori (espacio y tiempo), que estructuran esa realidad que procede del exterior. El resultado es lo que Kant llama fenómeno, es decir, lo que aparece ante nosotros (la impresión sensible, que se da en nosotros a través de las categorías de espacio y tiempo). Por ejemplo, en la geometría: «la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos», y en la aritmética: 3 + 3 = 6.

2.6.2. La analítica transcendental: el entendimiento Todo conocimiento científico requiere, como las matemáticas, objetos que

conocer. La física tiene sus objetos: las propiedades generales de los cuerpos (movimiento). La química y la biología poseen cada una sus objetos de estudio. Pero entre las matemáticas y las demás ciencias hay una diferencia fundamental. Mientras que los objetos de la matemática nos son proporcionados por una intuición pura a priori, los objetos de las otras ciencias nos son proporcionados por intuiciones empíricas mediante el vehículo de los sentidos. Los objetos de la ciencia son objetos generales. La propiedad del entendimiento es la espontaneidad más la actividad.

La función propia de nuestro entendimiento es la de pensar los objetos, es decir, nuestra sensibilidad nos acerca a multitud de datos, impresiones de fenómenos, que son sensaciones dispersas. Los conceptos puros son aquellos que llevan a cabo la unificación de los fenómenos en el entendimiento.

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El pensamiento consiste, pues, en la unificación de los fenómenos mediante los conceptos puros del entendimiento o categorías. Los conceptos son el resultado de esa unificación y nos permiten comprender las percepciones sensibles. Así, por ejemplo, si digo: «veo el encerado», el concepto «encerado» me permite comprender esas percepciones que acabo de ver después de observar un objeto. Si, por el contrario, digo: «veo algo, pero no sé lo que es», me falta un concepto para identificar esas sensaciones. Así pues, nuestro conocimiento incluye los conceptos y los juicios.

La función del entendimiento es la de formar juicios, unificar y coordinar los datos que provienen de la experiencia sensible. Kant establece la siguiente clasificación de categorías, atendiendo a las doce posibles formas de juicios.

Criterio Tipos de juicios Tipos de categorías

Cantidad Universales Particulares Singulares

Unidad Pluralidad Totalidad

Calidad Afirmativos Negativos Infinitos

Realidad Negación Limitación

Relación Categóricos Hipotéticos Disyuntivos

Inherencia/subsistencia (sustancia/accidente) Causalidad/dependencia (causa/efecto) Comunidad/acción recíproca (entre agente/paciente)

Modalidad Problemáticos Asertóricos Apodícticos

Posibilidad/imposibilidad Existencia/non existencia Necesidad/contingencia

Por sí solas, las categorías no son sino reglas para introducir objetividad y certeza en el conocimiento. Por tanto, las categorías necesitan ser aplicadas a impresiones sensibles. Intuiciones y conceptos puros tienen que concurrir en la elaboración del conocimiento. Las empíricas dan el material y éstas introducen la unidad y la exactitud. Como dice Kant: «Pensamientos sin contenidos son vanos; intuiciones sin conceptos, ciegas».

Nuestro conocimiento derivará de la sensibilidad y del entendimiento. Por la primera, nos son dados los objetos, mientras que por la segunda son pensados. Ésta es, en última instancia, la propuesta que da cuenta de la postura de Kant frente al empirismo y al racionalismo: una crítica que conduce a la síntesis y a la superación en el «idealismo trascendental» kantiano.

Los juicios sintéticos a priori son posibles en la física porque los juicios que utiliza la física se refieren a las categorías. Así, por ejemplo, un juicio que emplea la física, junto a otros, es el siguiente: «Todo lo que sucede tiene una causa». Este juicio es sintético porque el predicado no está incluido en la idea de sujeto y, por lo tanto, es un juicio extensivo, es decir, que proporciona información. Por otra parte, es un juicio a priori, en cuanto se refiere a categorías o conceptos puros de nuestro entendimiento; así, en este caso, están presentes las categorías de unidad, realidad, causa/efecto y existencia. Dado que la física emplea proposiciones, que suponen la utilización de diversas categorías de nuestro entendimiento para explicar los fenómenos que

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estudia, concluimos que la física formula juicios sintéticos transcendentes y, por lo tanto, la física es ciencia.

2.6.3 La dialéctica transcendental: la razón En esta tercera parte de la Crítica de la razón pura, estudia Kant la

posibilidad o imposibilidad de los juicios sintéticos a priori en la metafísica, es decir, a partir de los argumentos que la metafísica emplea y de los juicios con los que expresa sus contenidos. Se trata de saber y descubrir si la metafísica es ciencia o no.

Kant se sirve del concepto clásico de «dialéctica» como arte sofística o arte de discusión, que vale para vencer y convencer al contrario mediante argumentos, pero no para conocer la verdad. El filósofo está persuadido de que el conocimiento metafísico clásico pretende, por medio de los conceptos puros, ir más allá de la experiencia y que por eso incurre en contradicciones, en «falsas ilusiones». Las propiedades del conocimiento de la razón son: actividad más pura y creatividad.

Kant encuentra que la metafísica, tal como se conoce en su tiempo, a través de Wolff (discípulo de Leibniz), trataba, principalmente, tres temas: a) La idea de alma, fruto de la unificación de todos los «fenómenos psíquicos». b) La idea de mundo, resultado de la unificación de todos los fenómenos físicos. c) La idea de Dios, formada por la unificación de todo lo que existe y de todo lo físico y lo psíquico.

Considera el autor que la metafísica tradicional tiene errores que proceden del hecho de que trata de servirse de las categorías, que sólo funcionan en el ámbito del mundo de los fenómenos (mundo fenoménico), para aplicarlas a los noúmenos. Por eso se produce la «ilusión de un conocimiento que no es, sin embargo, real». A esta ilusión la denomina ilusión transcendental, porque identifica el orden de las ideas con el orden de la realidad.

Kant considera que nuestro conocimiento es sólo conocimiento de fenómenos, es decir, de lo que se nos manifiesta a los sentidos. Así pues, fenómeno es todo aquello que captamos a través de los sentidos; es decir, el resultado de nuestra experiencia sensible. Los fenómenos son estudiados por las matemáticas y por la física; esto es, por los saberes «científicos». Noúmeno es «la cosa en sí», es decir, todo aquello que está fuera de la experiencia sensible, lo que es objeto de nuestra razón. Representa el mundo de las ideas, que es estudiado en la metafísica y también sirve de postulado para la moral o la ética. Ejemplo: el alma, el mundo, Dios. o Argumentos acerca de la existencia del alma

Kant analiza los argumentos y las definiciones que acompañan al alma en una parte de la metafísica que se llama psicología racional. Se encuentra con que el alma es definida como una substancia. Kant considera que todos los argumentos que se derivan de esa afirmación son paralogismos, es decir, razonamientos equivocados, porque aplican la categoría de substancia a un noúmeno, a una idea (alma).

Esto es equivocado porque, como vimos anteriormente, las categorías sólo pueden aplicarse a conceptos que tienen su base en la experiencia sensible. El alma es una idea, algo que no podemos ver y, por lo tanto, no le debemos aplicar ninguna categoría de las que corresponden al saber científico.

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o Argumentos acerca de la existencia del mundo Para Kant, la razón, al considerar el mundo como el conjunto de todos

los fenómenos (lo que se hace en una parte de la metafísica llamada cosmología), incurre en antinomias, es decir, en razonamientos o proposiciones contradictorias, en cuanto que aparece como verdadera tanto una tesis o afirmación como su contrario, la antítesis; es decir, el razonamiento parece permitirnos demostrar tanto A, como ¬A (“no A”). Así, por ejemplo, cita cuatro antinomias. Cada una de ellas consta de una tesis (afirmación) y de una antítesis (negación). o Argumentos acerca de la existencia de Dios

Kant critica las pruebas de la existencia de Dios, que aparecen en una parte de la metafísica que se denomina teología natural (posteriormente teodicea). Considera que los argumentos que se ofrecen pueden reducirse a tres: a) Critica el argumento ontológico (formulado por San Anselmo), porque confunde el orden de las ideas con el orden de la realidad (con el orden de las cosas). Del concepto «Dios» no podemos deducir el concepto o categoría de existencia, que, en este caso, está aplicado a una idea, a un noúmeno, a Dios, y no a un objeto sensible, que es su ámbito exclusivo de aplicación. b) Critica el argumento cosmológico (formulado por Tomás de Aquino), porque de la experiencia de un ser contingente no se puede concluir la existencia de un ser necesario, dado que aquí se aplica la categoría de causa a un ser que está fuera de nuestra experiencia sensible. c) Critica, por último, el argumento teleológico (formulado por Tomás de Aquino), porque lo más que se puede probar es la existencia de un ser ordenador del mundo, pero no de un creador. Imposibilidad de la metafísica como ciencia

A modo de conclusión, se puede afirmar que la metafísica como ciencia es imposible sobre todo por dos razones. Primera, porque las categorías que utiliza la metafísica sólo se pueden usar legítimamente cuando se aplican a los fenómenos, y fuera del mundo de los fenómenos no hay posibilidad de usarlas y, por lo tanto, están utilizadas fuera de contexto. Y segunda, porque los juicios que utiliza la metafísica no son juicios sintéticos a priori y, por lo tanto, la metafísica no es ciencia.

Partes Facultades

Formas a

priori Tipos de saberes

Realidad

Estética Trascendental Sensibilidad Espacio/tiempo Matemáticas

Analítica Transcendental

Entendimiento Categorías Física

Fenómenos

Lógica

Dialéctica Transcendental

Razón Ideas Metafísica Noúmenos

3. El formalismo moral

Las preguntas que no tenían respuesta en el ámbito de la razón pura, por

ejemplo, las referidas a los contenidos metafísicos del alma, Dios, mundo, la encuentra en la Crítica de la razón práctica. Después de contestar la

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pregunta: ¿qué puedo conocer?, Kant considera ahora la siguiente cuestión: ¿qué debo hacer?

La ética kantiana representa una auténtica novedad dentro de la historia de la filosofía: si antes de él todas las éticas habían sido materiales, la ética de Kant es formal.

o Crítica de las éticas materiales: el imperativo hipotético

La ética material es aquella en la que la bondad o la maldad de la conducta depende de algo que se considera un bien supremo para el ser humano. Así, por ejemplo, este bien supremo puede identificarse (según cada teoría ética) con el placer (ética epicúrea), con la felicidad (ética eudemonista aristotélica), con Dios (ética cristiana), etc. Kant critica estas éticas. Las éticas materiales tienen las siguientes características: a) Son éticas de contenido y de normas. Por ejemplo, en la ética

epicúrea, el contenido sería el placer, y una norma: “No te metas en política”. b) Son empíricas, son a posteriori, es decir, su contenido está extraído de

la experiencia. Se trata de generalizaciones a partir de la experiencia. Así, en una ética epicúrea vemos, por experiencia que desde niños buscamos el placer, y la experiencia también nos muestra que la política produce disgustos.

c) Son éticas hipotéticas, porque sus normas aparecen formuladas de manera hipotética o condicional del modo “Si`, entonces`”. Ej., si quieres que te dejen una herencia, entonces cuida a los que te la puedan dar (abuelos, padres, tíos).

d) Son heterónomas. Si la autonomía consiste en que el sujeto se dé a sí mismo la ley, en que el sujeto se determine a sí mismo a obrar, la heteronomía consiste en recibir la ley desde fuera de la propia razón. Las éticas materiales son heterónomas, según Kant, porque la voluntad es determinada a obrar de ese modo o de otro por el deseo o la inclinación.

e) Son éticas teleológicas que se basan en medios para conseguir un fin. o La ética formal: el imperativo categórico

El punto de partida de la moral kantiana es la constatación de que el sujeto tiene conciencia de su obligación moral. Ésta debe originarse en la razón, pues es lo que nos caracteriza con respecto a los animales. La ética kantiana establece cómo debemos comportarnos, qué es lo bueno y qué es lo malo. Las características de esta ética son las siguientes: a) Es una ética, vacía de contenidos, es decir, no establece ningún fin, ni tampoco medios. Ej. “Hay que ayudar a los demás”. b) Es una ética no empírica, o sea, a priori. Sus normas son universales y necesarias para todos los seres humanos. c) Es una ética categórica, esto es, sus juicios son absolutos y sin condición ninguna. Ej.: “Hay que ser honrado”. d) Es una ética autónoma, es decir, el sujeto se da a sí mismo una norma, sin que le venga impuesta por algo exterior a la propia razón. e) Es una ética deontológica o basada en el deber. No nos indica lo que debemos hacer, sino cómo lo debemos hacer. La norma moral es el deber por puro respecto al deber, sin nada a cambio. Ejemplo: “Debo cuidar al abuelo”. En las acciones hechas por deber, cobra verdadero sentido la acción moral como actuación de la razón práctica, porque en ellas el individuo demuestra la

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autonomía de su voluntad respecto a las influencias exteriores, y también respecto a los instintos y pasiones que le impone a su naturaleza. La voluntad autónoma es la expresión de la razón en la actividad práctica y en ella se funda la actividad moral, según Kant. Cuando la voluntad humana respeta la ley, que su razón captó como universal y necesaria, la voluntad es buena. La buena voluntad es lo único que se puede considerar como bueno sin restricción. Una voluntad será buena cuando obre por deber, y este obrar por deber significa ser completamente independiente de fines y condiciones, no estar sujeto a nada, sólo a la máxima personal que nos mueve a la acción, pero que uno decidió libremente. La conciencia personal se convierte entonces en el único juez posible de nuestras acciones. Éticas materiales Ética formal Tienen contenidos y normas Vacía de contenidos Empíricas, a posteriori No empírica, a priori Imperativos hipotéticos Imperativos categóricos Heterónomas Autónoma Teleológicas Deontológica o Los imperativos morales: hipotéticos y categóricos Kant hace el análisis de los distintos tipos de imperativos o mandatos que se pueden imponer a la voluntad desde el entendimiento y concluye que los imperativos morales son aquellos que hacen que algo sea necesariamente bueno, contraponiéndolos a los técnicos y pragmáticos (que dependen del fin a conseguir y son denominados hipotéticos). Los imperativos hipotéticos tienen siempre una estructura condicional (si...entonces...), por lo que no pueden ser universalmente verdaderos. En ellos la obediencia al deber aparece condicionada por algo que se quiere conseguir. Si ese fin no fuese posible el imperativo carecería de función y validez. Por ejemplo: “Si quieres que te compre una moto, tienes que aprobar”. Claro que, si no se quiere una moto`. no se ve por qué debería aprobar. Los imperativos categóricos, son aquellos en los que la acción no tiene ningún fin, están formulados con juicios y normas absolutas, sin ninguna condición, y tienen un valor universal. Ej. “Aprobar es tu deber”. Imperativos categóricos sólo los puede formular uno, ya que lo que expresa es la forma de las acciones y esa debe ser siempre la misma. Kant, sin embargo, expresa el imperativo categórico de varios modos: 1º) “Obra de acuerdo a que la máxima que puedas querer se convierta al mismo tiempo en ley universal”. 2º) “Obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquiera otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”. 3º) “Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza”. o Los postulados de la razón práctica

En la Crítica de la razón pura, Kant puso de manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia y, por lo tanto, la imposibilidad de un conocimiento acerca del alma, del mundo y de Dios. Pero Kant no niega la inmortalidad del alma, ni la existencia de Dios. Sólo afirma que no son objeto

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de conocimiento científico. Dios, el alma (la inmortalidad) y la libertad son los postulados de la razón práctica. Según Kant, existen unos postulados que son la exigencia de la razón práctica, una condición para que exista la moral. La libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son los postulados de la Crítica de la razón práctica. La libertad de la voluntad: sólo tiene sentido hablar de la moralidad desde el ámbito de la libertad, que lleva como consecuencia el concepto de responsabilidad moral. El deber moral implica poder actuar libremente con independencia de las causalidades mecánica y determinista. La inmortalidad del alma: en este mundo el tiempo es limitado y sería imposible llegar a ser auténticamente morales. Por eso necesitamos que el alma sea inmortal para proseguir en el camino de la consecución de la moralidad y ser tratados de acuerdo con esto. La existencia de Dios: en este mundo casi nunca se da el caso de que una vida virtuosa sea una vida feliz. Sin embargo, la persona moral y virtuosa es digna de ser feliz y la persona inmoral debería ser infeliz. Pero esto sólo Dios puede remediarlo. Por eso cree Kant que sería moralmente absurdo que Dios no existiese para darle a cada uno su merecido: sólo él puede reparar el sufrimiento de los justos y la alegría de los malvados. En la idea de bien supremo confluyen virtud y felicidad, es decir, en una situación ideal no habría contradicción entre el fin que persigo (felicidad) y el que debo hacer (ley moral). En efecto, Kant, como buen cristiano, cree en la idea de un orden moral del mundo. 4. ¿Qué me está permitido esperar? Uno de los mayores logros de la ética de Kant fue separar los ámbitos de la moral y de la religión. El fundamento de las acciones morales no puede residir en la creencia religiosa (no demostrada e imposible de demostrar) porque debe ser universal y necesaria, por eso debe estar basada sólo en la razón humana. Sin embargo Kant deja entrever que la religión le brinda al hombre la esperanza de que sus acciones puedan alcanzar la perfección. ¿Qué me está permitido esperar?: una vida eterna y que Dios exista como garantía de que se puede alcanzar el bien supremo. 5. A Crítica del Juicio Las tesis desarrolladas en sus obras, fundamentalmente en la Crítica de la razón pura y en la Crítica de la razón práctica, dejaban problemas abiertos. La separación que se establecía en estas obras entre fenómeno y noúmeno, se hace más importante en el terreno de la moralidad, por eso en su obra Crítica del Juicio pretende llevar a cabo una mediación entre ambos mundos: fenoménico y nouménico. En la Crítica del Juicio Kant se propone analizar una tercera facultad que será algo intermedio entre el intelecto (facultad cognoscitiva), y la razón (facultad práctica), a la que él llama facultad del juicio, que está íntimamente vinculada al sentimiento puro, y que permite la valoración estética. Kant concluye que a través del sentimiento de la belleza y lo sublime el ser humano capta en la naturaleza una finalidad que lo pone en relación con lo nouménico y que permite la realización del ser humano.

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6. Repercusiones Sin duda, la repercusión directa más clara de la filosofía kantiana la encontramos en el llamado “idealismo alemán” (Fichte, Schelling y Hegel), movimiento filosófico de la primera mitad del siglo XIX y que tiene su origen en nuestro autor. Estos filósofos siguen a Kant en algunas de sus tesis principales, radicalizando sus planteamientos; por ejemplo potencian el papel activo del sujeto cognoscente. Marx también es en cierto modo heredero de la filosofía kantiana, primero porque tomó algunos elementos importantes del idealismo alemán, en particular de Hegel (los conceptos de alienación, dialéctica,...), pero interpretándolos en un sentido materialista, y, segundo, porque la visión kantiana de la libertad y, más aún, el imperativo categórico en la fórmula general que describe al hombre como un fin final, y que prohíbe tratarlo como mera cosa, inspiró las críticas del joven Marx a la alienación y explotación económica como una forma de cosificación del hombre. Tampoco podemos olvidar la clara presencia de la filosofía kantiana en Schopenhauer, principalmente su distinción mundo fenoménico/cosa en sí, que este último autor identificará con la irracional “voluntad de vivir”, e indirectamente también en Nietzsche. Oponiéndose al idealismo que se inició en Europa con Kant, aparecieron en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX escuelas filosóficas tan importantes como el positivismo, el marxismo, el vitalismo y el existencialismo; pero la filosofía de Kant conoció aún una cierta renovación en Alemania, a partir de 1860, en el llamado neokantismo, con Cohen y Natorp, autores que influyeron en la primera etapa de Ortega y Gasset. Ya en el siglo XX, hay una cierta afinidad entre Kant y Wittgenstein, pues este filósofo también está interesado por la investigación de los límites del conocimiento, aunque en éste último autor centrada en la comprensión de los límites del lenguaje. La Escuela de Frankfurt, alemana, con Adorno, Horkheimer y Habermas retoman la filosofía crítica de Kant, y el neocontractualista John Rawls (Teoría de la Justicia, 1970) también se inspira en el formalismo kantiano, concepción ética que aun hoy tiene muchos adeptos.