jueves santo 2011
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HOMILIA CON MOTIVO DEL JUEVES SANTOTRANSCRIPT
PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA
HOMILIA CON MOTIVO DEL JUEVES SANTO
D. MARIANO CABEZA PERALTA
JUEVES SANTO (PÓRTICO DEL SANTO TRIDUO PASCUAL)
Éxodo 12,1-14
Salmo 115
1 Corintios 11,23-26
Juan 13,1-15
Queridos hermanos y hermanas,
Nos situamos esta tarde ante el Santo Triduo Pascual y nos recibe su
pórtico, su entrada que es la Celebración de la Cena del Señor.
El evangelio de San Juan nos ha puesto en contexto: “antes de la fiesta de
la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la “hora” de pasar de este
mundo al Padre”.
Antes de esa hora de la pasión, de la muerte, de la sepultura y de la
resurrección, Jesús quiso reunir a sus discípulos, Iglesia incipiente, y darle
cumplimiento pleno a esa cena pascual que celebraban los judíos desde que
salieron de Egipto.
La primera lectura del libro del Éxodo nos lo recordaba en palabras del
mismo Dios: “la sangre será vuestra señal”
Donde hubiese sangre pasaría de largo el ángel de la muerte. Comerían la
carne del cordero y luego serían libres de la esclavitud del faraón y se
encaminarían hacia una tierra nueva de libertad.
Jesús quiso adelantar de forma sacramental lo que iba a ocurrir de forma
sacrificial al día siguiente.
Con los apóstoles en la mesa, les dio a beber su propia sangre, les dio a
comer su propio cuerpo. Carne y Sangre divina que los libraría de la muerte
para siempre, que sería alimento imprescindible para recorrer el camino
que lleva a la patria definitiva, a los cielos nuevos y la tierra nueva, a la
Casa del Padre donde la vida llega a su plenitud y donde se restituye todo
lo que perdimos en el paraíso.
En la segunda lectura se nos ha entregado como un precioso tesoro la
tradición más antigua del nuevo testamento sobre la Eucaristía. Este texto
es anterior incluso que los propios evangelios y nos llega de la mano de
San Pablo: “una tradición que procede del Señor. Cuerpo que se entrega
por vosotros, cáliz sellado por la sangre de Cristo”.
Si el antiguo testamento era un anuncio de lo que había de venir, la Cena
del Señor es el cumplimiento definitivo, no ya en figura sino en la persona
del mismo Dios.
Este divino sacramento eucarístico cada vez que lo celebramos, actualiza la
entrega, muerte y resurrección de Jesucristo es encomendado a la Iglesia en
la persona de los apóstoles: “Haced esto en memoria mía”.
Por este motivo damos gracias a Dios en este día por el sacramento del
sacerdocio. Cristo único, sumo y eterno Sacerdote ha tenido a bien dar
participación de ese sacerdocio a hombres pobres, débiles y pecadores y
esto, para los que ejercemos el sacerdocio ministerial, es un misterio de
confianza y de amor.
Yo os exhorto en esta tarde que pidáis mucho al Señor por el Papa, los
Obispos, los sacerdotes y los diáconos para que nuestro sacerdocio sea
como el de Cristo y no seamos piedra de tropiezo para nadie por nuestra
culpa.
La Eucaristía es entrega incondicional de Dios al hombre, el sacerdocio de
Cristo es entrega incondicional del sacerdote a Dios y a los hombres. Por
este motivo también la Eucaristía nos exige, nos compromete a todos los
que participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo a hacer de nuestra vida
donación por amor a todos.
En esta tarde que recordamos la institución del Sacramento de los
sacramentos el evangelio de San Juan nos sitúa en la escena del lavatorio
de los pies que ahora también nosotros vamos a reproducir dentro de un
instante.
En Cristo está nuestro ejemplo, nuestro centro de aprendizaje. Entrega su
vida como servicio a favor de la vida de las personas, una vida eterna y
para siempre. “No hay amor más grande que el de aquel que da la vida por
sus hermanos”.
O lo que escuchábamos en la segunda lectura del Domingo de Ramos:
“Cristo se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo” (Flp 2,6-7)
No ha venido a ser servido, no ha venido a enseñorearse, sino ha dar la vida
por todos y a favor de todos. El mandato es claro: “lo que yo he hecho con
vosotros, hacedlo también vosotros”.
Por este motivo celebramos hoy el día del AMOR FRATERNO, el día del
gran mandato, el día de la opción clara y necesaria de quien dice que es
cristiano y come y bebe de Cristo, una opción fundamental por el amor, por
el bien, por la verdad, por la justicia frente al odio, el mal, la mentira y la
injusticia.
Solo así podremos comer con dignidad el Pan de Vida eterna.
Queridos hermanos, pidamos en esta Víspera del Triduo Pascual que estos
sean nuestros sentimientos, que esta sea nuestra fe, que esta sea la
comunión plena con nuestra Cabeza que es Cristo Jesús.
Que salgamos de esta Cena del Señor agradecidos al Señor por sus muchos
dones y con el deseo ardiente de vivir en el amor y en actitud de servicio.
Que la participación en esta celebración nos fortalezca para acudir esta
noche a Getsemaní junto al Señor (en la Hora Santa) para desde allí partir
al monte Calvario donde mañana seremos testigo de su muerte (Santos
Oficios de la muerte del Señor).
Que así sea, hermanos.