juan pablo ii y la cuestion ecologica - 145[1]

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. Juan Pablo II y la cuestión ecológica ROBERTO VELA M. * RESUMEN E THEOLOGICA XAVERIANA 145 (2003) 81-96 n este artículo se pretende hacer una síntesis del pensamiento de Juan Pablo II sobre la cuestión ecológica a partir de algunos de los textos más representativos del autor sobre el tema. Se comienza planteando la pregunta por el sentido del señorío del hombre sobre la creación; se continúa con el análisis de diversos aspectos relacionados con la ecología, como el desarrollo, el trabajo, la justicia social y la paz; y se concluye proponiendo algunas vías de solución, con base en la convic- ción que tiene el Papa de que “la protección del medio ambiente no es sólo una cuestión técnica, sino también y sobre todo una cuestión ética” (Ecc. As., No. 41). Palabras clave: Ecología, cuestión ecológica, creación, desarrollo, ética. Abstract This article aims at making a synthesis of the thinking of John Paul II about the “ecological issue” based on some of the most representative texts of the author about the topic. The article starts by opening the question about the key role of man over creation; it continues with the analysis of different aspects * Profesor Asistente del Departamento de Desarrollo Rural y Regional, Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Oficina: Carrera 7 No. 40-62. Correo electrónico: [email protected]

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La ecología según desde el punto de vista cristiano

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  • ROBERTO VELA M.

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    Juan Pablo IIy la cuestin ecolgica

    ROBERTO VELA M.*

    RESUMEN

    E

    THEOLOGICA XAVERIANA 145 (2003) 81-96

    n este artculo se pretende hacer una sntesis del pensamientode Juan Pablo II sobre la cuestin ecolgica a partir de algunosde los textos ms representativos del autor sobre el tema. Secomienza planteando la pregunta por el sentido del seoro delhombre sobre la creacin; se contina con el anlisis dediversos aspectos relacionados con la ecologa, como eldesarrollo, el trabajo, la justicia social y la paz; y se concluyeproponiendo algunas vas de solucin, con base en la convic-cin que tiene el Papa de que la proteccin del medioambiente no es slo una cuestin tcnica, sino tambin ysobre todo una cuestin tica (Ecc. As., No. 41).

    Palabras clave: Ecologa, cuestin ecolgica, creacin,desarrollo, tica.

    Abstract

    This article aims at making a synthesis of the thinking of JohnPaul II about the ecological issue based on some of the mostrepresentative texts of the author about the topic. The articlestarts by opening the question about the key role of man overcreation; it continues with the analysis of different aspects

    * Profesor Asistente del Departamento de Desarrollo Rural y Regional, Facultad deEstudios Ambientales y Rurales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogot. Oficina: Carrera7 No. 40-62. Correo electrnico: [email protected]

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    related to ecology, such as: development, work, social justiceand peace; it concludes by proposing some paths for solution,based on the Popes conviction that protection of theenvironment is not only a technical question, but also andmainly an ethical question (Ecc. As. No. 41)

    Keys word: Ecology, ecological issue, creation, development,ethics.

    INTRODUCCIN

    En mltiples y diversas ocasiones, en su extenso magisterio, el papa JuanPablo II se ha ocupado de la ecologa, o mejor, como l mismo lo llama, dela cuestin ecolgica.1 Esta precisin es importante porque el Papa, enninguno de sus escritos, se refiere de manera directa a la ecologa comociencia o campo del saber que se ocupa del estudio de cmo interactanlos organismos entre s y con su ambiente no vivo de energa y materia.2

    Para Juan Pablo II la ecologa interesa en cuanto se refiere a la maneracomo el hombre se relaciona con el medio natural y social en el que habitay del cual es responsable. Su principal inters es explicar, desde una pers-pectiva cristiana, el sentido del seoro del hombre sobre la naturaleza, conla intencin de contribuir a la superacin de la actual situacin de agota-miento, deterioro y mal uso de los recursos naturales y sus consecuenciaspara la vida humana social. Esta situacin se expresa, en sentido bblico, enla tensin que se produce entre la vocacin del hombre a ser dueo y seorde la creacin y su tendencia a dominar y explotar la naturaleza.

    La amplitud y la complejidad del tema no permite, en este artculo,hacer un anlisis exhaustivo y detallado de todos los textos (encclicas, ex-hortaciones apostlicas, bulas, mensajes, catequesis y homilas) en que Juan

    1. Juan Pablo II utiliza la expresin cuestin ecolgica (PDC, No. 7, 13, 15; CA, No. 37)para referirse a las causas, las consecuencias y posibles soluciones de una equivocadainterpretacin del seoro del hombre sobre la creacin, asociada a la crisis moral delhombre.

    2. El trmino ecologa fue acuado en 1869 por el bilogo alemn Ernst Haeckel a partirde dos palabras griegas: oikos, que significa casa o lugar para vivir, y logos, quesignifica estudio de. Tomado de MILLER, G.T., Ecologa y medio ambiente, Grupo EditorialIberoamrica, Mxico, 1994.

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    Pablo II ha tratado y sigue tratando, de manera profunda y esclarecedora eltema de la ecologa desde una perspectiva teolgica, tica y pastoral. Mepropongo, entonces, a riesgo de simplificar la riqueza y la amplitud de susideas, intentar una sntesis del pensamiento de Juan Pablo II sobre la cues-tin ecolgica, mediante la cita y comentario de algunos de los textos msrepresentativos en que el autor trata el tema.3 En la medida de lo posible, seseguir el orden cronolgico de publicacin de los textos, con el fin deapreciar mejor la evolucin del pensamiento del Papa sobre el tema.

    ANTECEDENTES

    Juan Pablo II es, sin duda, heredero del pensamiento cristiano que inspir ydesarroll el Concilio Vaticano II, especialmente de una nueva antropologay de una nueva concepcin de la responsabilidad social, expresada de ma-nera brillante en las constituciones conciliares y en las grandes cartasencclicas de sus antecesores, los pontfices Juan XXIII y Pablo VI.

    Para el Concilio Vaticano II, la dignidad del ser humano reside en ha-ber sido creado a imagen y semejanza del Dios creador, para gobernar almundo en justicia y santidad, sometiendo a s la tierra y todo cuanto en ellase contiene, y as orientar a Dios la propia persona y el universo entero (GS,No. 34). La dignidad del ser humano no reside nicamente en una condicinontolgica de privilegio, sino tambin, y de manera especial, en la respon-sabilidad social del ser humano de ayudar a conducir el mundo hacia el finpara el cual ha sido creado.

    Pablo VI en su carta encclica Populorum progressio (1967), en el n-mero 22, refuerza esta idea afirmando que la Biblia nos ensea que la crea-cin entera es para el hombre, al que se le exige que aplique todo su esfuer-zo inteligente para valorizarla y perfeccionarla mediante su trabajo, por de-cirlo as, ponindola a su servicio. Para Pablo VI, en palabras del recienteConcilio: Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene, para uso detodos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados,en forma equitativa, deben alcanzar a todos bajo la direccin de la justiciaacompaada por la caridad. (PP, No. 22).

    3. La referencia a los textos se indicar en los prrafos en que se citen. Ver Bibliografa alfinal del artculo. La mayora de las citas son extractos de los nmeros de los textos delPontfice.

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    La anterior doctrina ser la base sobre la cual el papa Juan Pablo IIdesarrollar su reflexin sobre la cuestin ecolgica. En ella se nos recuer-da que La responsabilidad del ser humano sobre la creacin debe estar me-diada por la justicia y la caridad. Se trata de un desarrollo social guiado porprincipios morales, en donde el trabajo humano adquiere un nuevo sentidoy una especial importancia. No se trata slo de utilizar la naturaleza como unmedio para garantizar la subsistencia del ser humano social, sin importar lasimplicaciones de esta apropiacin, sino adems de hacerlo desde un hori-zonte de sentido y desde unos principios ticos.

    EL PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIN ECOLGICAAl comenzar su pontificado, Juan Pablo II se pregunta, en su carta encclicaRedemptor hominis (1979): Por qu este mundo creado para el hombre, apesar del inmenso progreso, jams conocido, y de los grandes logros tecno-lgicos, es al mismo tiempo un mundo que gime y sufre y est esperandola manifestacin de los Hijos de Dios? l mismo responde y constata.

    El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce, es decir,por el resultado del trabajo de sus manos y ms an por el trabajo de su enten-dimiento y las tendencias de su voluntad. Los frutos de la mltiple actividadhumana se traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible en objeto dealienacin En esto parece consistir el captulo principal del drama de la exis-tencia humana contempornea en su dimensin ms amplia y universal. (RH,No. 8).

    Entonces surge otro interrogante: Por qu razn este poder, dado alhombre desde el principio poder por medio del cual deba dominar la tie-rra- se dirige contra s mismo? El hombre parece, a veces, no percibir otrossignificados de su ambiente natural, sino slo los que sirven a los fines deun inmediato uso y consumo de las cosas. En cambio, era voluntad del Crea-dor que el hombre se pusiera en contacto con la naturaleza como dueo ycustodio inteligente y noble, y no como explotador y destructor sinningn reparo (RH. No. 15).

    Juan Pablo II, en la misma lnea de sus predecesores, intuye un caminode respuesta a estos interrogantes al reconocer que el dominio de la tcnicapropio de nuestra civilizacin, exige un desarrollo proporcional de la moraly de la tica (RH, No. 15). Esta misma posicin se refuerza en el nmero 16de su encclica, en donde concluye que el sentido esencial de la realeza yde este dominio del hombre sobre el mundo visible, asignado a l como

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    cometido por el mismo Creador, consiste en la prioridad de la tica sobre latcnica, en el primado de las personas sobre las cosas, en la superioridaddel espritu sobre la materia(RH, No. 16). La cuestin ecolgica debeplantearse ms como un problema tico que como un problema tcnico.

    EL TRABAJO MEDIADOR DE LA RELACINHOMBRE - NATURALEZA

    En su encclica Laborem exercens (1981) Juan Pablo II retoma la concepcindel hombre como imagen de Dios creador que contina su obra creadora,en donde el trabajo constituye una dimensin fundamental de la existenciahumana sobre la tierra. El ser humano imita a Dios, de acuerdo con el relatobblico, trabajando y descansando, en donde el descanso remite a otro nivelde identificacin con el Creador, ms all del esfuerzo fsico. El participarcon el trabajo en la obra de Dios postula la necesidad de una espiritualidaddel trabajo que permita encontrar un camino para el encuentro con Dios enlas labores cotidianas, por cuanto el hombre trabajando imita a Dios su crea-dor (LE, No. 4,25).

    Estas reflexiones le permiten articular la preocupacin por la cuestinecolgica con el trabajo y su funcin constitutiva de la especie humana.Desde esta perspectiva, el trabajo humano, mediante el cual se relacio-na -de manera privilegiada- el hombre con la creacin, puede ser un espaciode alienacin o significacin de la naturaleza y del ser humano como tal.

    Sin embargo, para Juan Pablo II la relacin con la naturaleza no debeestar nicamente mediada por el trabajo humano. El contacto directo con ellibro de la naturaleza, a travs del ocio y la recreacin, tambin es necesa-rio para crecer en sabidura y salud, y para aprender a reconocer las maravi-llas de la creacin (Amici dilecti, No. 14). Las caminatas por las montaas nosensean a contemplar sin destruir y a aceptar la fatiga y el esfuerzo comocamino para reconocer nuestras fortalezas y debilidades.

    DESARROLLO Y ECOLOGA

    En la carta encclica Sollicitudo rei socialis (1987) Juan Pablo II retoma lareferencia al texto bblico (Gn. 1-3) en donde el hombre es colocado en eljardn para cultivarlo y custodiarlo, por encima de todos los dems seres.Pero al mismo tiempo el hombre debe someterse a la voluntad de Dios, que

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    le pone lmites en el uso y dominio de las cosas. Segn esta enseanza, eldesarrollo (econmico y social) no puede consistir nicamente en el uso,dominio y posesin indiscriminada de las cosas creadas y de los productosde la industria humana, sino ms bien en subordinar stos a la semejanzadivina del hombre y a su vocacin a la inmortalidad. (SRS, No. 29)

    Pero cuando el hombre desobedece a Dios y se niega a someterse asu potestad, entonces la naturaleza se le rebela y ya no lo reconoce comoseor, porque ha empeado en s mismo la imagen divina. La llamada aposeer y usar todo lo creado permanece siempre vlida, pero despus delpecado su ejercicio ser arduo y lleno de sufrimientos (SRS, No. 30).

    El hombre como protagonista del desarrollo debe siempre cultivar ycustodiar la naturaleza, segn unos lmites (unas exigencias morales). Ello leconfiere un carcter moral al desarrollo que no le permite prescindir delrespeto por el cosmos, ni le permite disponer de los seres vivos o inanima-dos, sin tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su conexin con elsistema a que pertenece. Adems, ha de considerar la disponibilidad futurade los recursos no renovables y los efectos de la contaminacin ambiental(SRS, No. 34).

    CONSUMISMO, AMBIENTE NATURALY AMBIENTE HUMANO

    En la carta encclica Centesimus annus (1987) Juan Pablo II llama valien-temente la atencin sobre el consumismo de las sociedades modernasdesarrolladas y su impacto negativo en el equilibrio de las relaciones de losseres humanos entre s y con la naturaleza.

    El consumismo es una de las principales causas del uso desordenadode los recursos de la tierra. Segn Juan Pablo II, en la raz de la insensatadestruccin del ambiente natural hay un error antropolgico, por desgraciamuy difundido en nuestro tiempo: el hombre cree que puede disponer arbi-trariamente de la tierra sometindola a su voluntad, como si ella no tuvieseuna fisonoma propia y un destino anterior dado por Dios. El hombre, enlugar de colaborar en la obra de la creacin, suplanta a Dios y con ello pro-voca la rebelin de la naturaleza (CA, No. 37).

    Ms grave que la destruccin del ambiente natural es la destruccin delambiente humano. Nos olvidamos de la importancia de una ecologa humana o

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    una ecologa social que destruya y sustituya las estructuras de pecado que im-piden ordenar la sociedad hacia la verdad y el bien (CA, No. 38).

    Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, comoson el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguarda no puede estarasegurada por los simples mecanismos de mercado. La guerra tiene races eninjusticias sufridas, en la miseria y en la explotacin. Por eso el otro nombre dela paz es el desarrollo. (CA, No. 52)

    Es posible y obligado construir una economa social que oriente el funciona-miento del mercado hacia el bien comn. Es necesaria una concertacin mun-dial para el desarrollo, que implique el sacrificio de las posiciones ventajosas enganancia y poder, de las que se benefician las economas ms desarrolladas. Estopuede comportar importantes cambios en los estilos de vida consolidados, conel fin de controlar el despilfarro de los recursos ambientales y humanos, y obte-ner as el enriquecimiento humano general. (CA, No. 52)

    LA CUESTIN ECOLGICA: PROBLEMATCNICO O TICO

    En el mensaje Paz con Dios creador, paz con toda la creacin, a propsitode la jornada mundial por la paz, realizada el 8 de diciembre de 1990, JuanPablo II logra expresar de manera clara y sistemtica su comprensin de lacuestin ecolgica, de sus causas, sus componentes y sus posibles solucio-nes. En esta parte se sigue muy de cerca el texto del mensaje papal, porconsiderar importante leer, en las propias palabras de Juan Pablo II, los al-cances de su reflexin sobre el tema que venimos tratando.

    El Papa inicia su reflexin recordando las pginas del Gnesis 1-3 endonde el hombre, al alejarse del designio de Dios creador, provoca undesorden que repercute inevitablemente en el resto de la creacin. Si elhombre no est en paz con Dios, la tierra misma tampoco est en paz.

    Para Juan Pablo II es evidente que la solucin adecuada a la cuestinecolgica no puede consistir simplemente en una gestin mejor o en un usomenos irracional de los recursos de la tierra. Porque aun reconociendo lautilidad prctica de tales medios, parece necesario remontarse hasta losorgenes y afrontar en su conjunto la profunda crisis moral, de la que eldeterioro ambiental es uno de los aspectos ms preocupantes (PDC, No. 5).

    La problemtica ecolgica actual

    A continuacin el Pontfice ilustra, con algunos ejemplos, por qu resultainsuficiente la solucin tcnica a la cuestin ecolgica.

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    Muchos descubrimientos recientes han producido innegables beneficios a lahumanidad; es ms, ellos manifiestan cun noble es la vocacin del hombre aparticipar responsablemente en la accin creadora de Dios en el mundo. Sinembargo, se ha constatado que la aplicacin de algunos descubrimientos en elcampo industrial y agrcola produce, a largo plazo, efectos negativos. La dismi-nucin gradual de la capa de ozono y el consecuente efecto invernadero hanalcanzado ya dimensiones crticas debido a la creciente difusin de las industrias,de las grandes concentraciones urbanas y del consumo energtico. Los residuosindustriales, los gases producidos por la combustin de carburantes fsiles, ladeforestacin incontrolada, el uso de algunos tipos de herbicidas, de refrigerantesy propulsores; todo esto, como es bien sabido, deteriora la atmsfera y el medioambiente. De ello se han seguido mltiples cambios meteorolgicos y atmosf-ricos cuyos efectos van desde los daos a la salud hasta el posible sumergimien-to futuro de las tierras bajas. (PDC, No. 6)

    Para Juan Pablo II el signo ms profundo y grave de las implicacionesmorales, inherentes a la cuestin ecolgica, es la falta de respeto a la vida,como se ve en muchos comportamientos contaminantes. Las razones de laproduccin prevalecen a menudo sobre la dignidad del trabajador, y los in-tereses econmicos se anteponen al bien de cada persona, o incluso al depoblaciones enteras. En estos casos, la contaminacin o la destruccin delambiente son fruto de una visin reductora y antinatural, que configura aveces un verdadero y propio desprecio del hombre. As mismo, los delica-dos equilibrios ecolgicos son alterados por una destruccin incontroladade las especies animales y vegetales o por una incauta explotacin de losrecursos y todo esto -conviene recordarlo- aunque se haga en nombre delprogreso y del bienestar, no redunda ciertamente en provecho de la huma-nidad (PDC, No. 7).

    Principios bsicos para la solucin del problema

    Como va de solucin, el Papa propone algunos principios bsicos que,respetando la legtima autonoma y la competencia especfica de losinvestigadores, pueden orientar la investigacin hacia soluciones idneas yduraderas. Se trata de principios esenciales para construir una sociedadpacfica, la cual no puede ignorar el respeto a la vida, ni el sentido de laintegridad de la creacin (PDC, No. 7).

    Estos principios parten del reconocimiento de que el universo tieneun orden armnico, es un verdadero cosmos, dotado de una integridad pro-pia y de un equilibrio interno y dinmico. Este orden debe ser respetado: lahumanidad est llamada a explorarlo y a descubrirlo con prudente cautela,

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    as como a hacer uso de l salvaguardando su integridad. Adems, la tierraes esencialmente una herencia comn, cuyos frutos deben ser para benefi-cio de todos. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella tiene para uso de todoel gnero humano (GS, 69). Esto tiene implicaciones directas para nuestroproblema. Es injusto que pocos privilegiados sigan acumulando bienes su-perfluos, despilfarrando los recursos disponibles, cuando una gran multitudde personas viven en condiciones de miseria en el ms bajo nivel de super-vivencia. Y es la misma dimensin dramtica del desequilibrio ecolgico laque nos ensea ahora cmo la avidez y el egosmo, individual y colectivo,son contrarios al orden de la creacin que implica tambin la mutuainterdependencia(PDC, No. 8).

    Crear un sistema de gestin de los recursos naturales

    Los conceptos de orden del universo y de herencia comn ponen de relieve lanecesidad de un sistema de gestin de los recursos de la tierra, mejor coordina-do a nivel internacional. Las dimensiones de los problemas ambientales sobre-pasan en muchos casos las fronteras de cada Estado. Su solucin, pues, no puedehallarse slo a nivel nacional. Sin embargo, corresponde a cada Estado, en elmbito del propio territorio, la funcin de prevenir el deterioro de la atmsfera yde la biosfera, controlando atentamente, entre otras cosas, los efectos de losnuevos descubrimientos tecnolgicos o cientficos, y ofreciendo a los propiosciudadanos la garanta de no verse expuestos a agentes contaminantes o a resi-duos txicos. Hoy se habla cada vez con mayor insistencia del derecho a unambiente seguro, como un derecho que debera incluirse en la carta de Dere-chos del Hombre puesta al da (PDC, No. 9).

    Promover la solidaridad con los pobres

    La crisis ecolgica pone en evidencia la urgente necesidad moral de una nuevasolidaridad, especialmente en las relaciones entre los pases en vas de desarro-llo y los pases altamente industrializados. Sin embargo, ningn plan, ningunaorganizacin podr llevar a cabo los cambios apuntados si los responsables de lasnaciones de todo el mundo no se convencen firmemente de la absoluta necesi-dad de esta nueva solidaridad que la crisis ecolgica requiere y que es esencialpara la paz. Esta exigencia ofrecer ocasiones propicias para consolidar las rela-ciones pacificas entre los Estados (PDC, No. 10).

    Es preciso aadir tambin que no se lograr el justo equilibrio ecolgicosi no se afrontan directamente las formas estructurales de pobreza existen-tes en el mundo. Cuando la tierra ya no produce, muchos campesinos semudan a otras zonas -incrementando con frecuencia el proceso de defores-tacin incontrolada-, o bien se establecen en centros urbanos que carecen

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    de estructuras y servicios. No obstante, frente a tales situaciones sera unmodo inaceptable de valorar la responsabilidad acusar solamente a los po-bres por las consecuencias ambientales negativas provocadas por ellos. Esnecesario ms bien ayudar a los pobres -a quienes la tierra ha sido confiadacomo a todos los dems- a superar su pobreza, y esto exige una decididareforma de las estructuras y nuevos esquemas en las relaciones entre losEstados y los pueblos (PDC, No. 11).

    Evitar la guerra y sus graves consecuencias

    Existe otro peligro que nos amenaza: la guerra. La ciencia moderna tiene ya, pordesgracia, la capacidad de modificar el ambiente con fines hostiles, y esta mani-pulacin podra tener a largo plazo efectos imprevisibles y ms graves an. Apesar de que determinados acuerdos internacionales prohiban la guerra qumi-ca, bacteriolgica y biolgica, de hecho en los laboratorios se sigue investigandopara el desarrollo de nuevas armas ofensivas, capaces de alterar los equilibriosnaturales. Hoy cualquier forma de guerra a escala mundial causara daosecolgicos incalculables. (PDC, No. 12)

    Educar en la responsabilidad ecolgica

    La sociedad actual no hallar una solucin al problema ecolgico si no revisaseriamente su estilo de vida. Como ya he sealado, la gravedad de la situacinecolgica demuestra cun profunda es la crisis moral del hombre. Si falta elsentido del valor de la persona y de la vida humana, aumenta el desinters porlos dems y por la tierra. Hay pues una urgente necesidad de educar en laresponsabilidad ecolgica: responsabilidad con nosotros mismos y con los de-ms, responsabilidad con el ambiente. La primera educadora, de todos modos,es la familia, en la que el nio aprende a respetar al prjimo y amar la naturaleza.(PDC, No. 13)

    Recuperar el valor esttico de la creacin

    No se debe descuidar el valor esttico de la creacin. El contacto con la natura-leza es de por si profundamente regenerador, as como la contemplacin de suesplendor de paz y serenidad. La Biblia habla a menudo de la bondad y de labelleza de la creacin, llamada a dar gloria a Dios (cfr., por ejemplo, Gn.1,4 ss.;Sal. 8,2; 104,1ss; Sab. 13, 3-5; Eclo. 39,16. 33; 43, 1.9). (PDC, No. 14)

    La cuestin ecolgica y la construccin de la paz

    Juan Pablo II concluye su mensaje en los siguientes trminos:

    Hoy la cuestin ecolgica ha tomado tales dimensiones que implica la responsa-bilidad de todos. Los verdaderos aspectos de la misma, que he ilustrado, indican

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    la necesidad de esfuerzos concordados, a fin de establecer los respectivos debe-res y los compromisos de cada uno: de los pueblos, de los Estados y de lacomunidad internacional. Al incluir la cuestin ecolgica en el ms amplio con-texto de la causa de la paz en la sociedad humana, uno se da cuenta mejor decun importante es prestar atencin a lo que nos revelan la tierra y la atmsfera:en el universo existe un orden que debe respetarse; la persona humana, dotadade la posibilidad de libre eleccin, tiene una grave responsabilidad en la conser-vacin de este orden, incluso con miras al bienestar de las futuras generaciones.(PDC, No. 15)

    La crisis ecolgica -repito una vez ms- es un problema moral. Los cristianosen particular, descubren que su cometido dentro de la creacin, as como susdeberes con la naturaleza y el Creador forman parte de su fe. Ellos por tanto, sonconscientes del amplio campo de cooperacin ecumnica e interreligiosa quese abre a sus ojos. El respeto por la vida y por la dignidad de la persona humanaincluye tambin el respeto y el cuidado de la creacin, que est llamada a unirseal hombre para glorificar a Dios (cfr., Sal. 148 y 96). (PDC, No. 15)

    La lectura atenta del mensaje de Juan Pablo II en la Jornada Mundialpor la Paz nos permite apreciar un importante desarrollo en su comprensinde la complejidad de la cuestin ecolgica, en sus causas, sus manifestacio-nes y su posible solucin. Esta interpretacin de la posible solucin a lacuestin ecolgica, todava es susceptible de ser mejorada, complementaday desarrollada, como lo veremos en seguida, desde nuevas perspectivas,por ejemplo, teolgicas, filosficas o regionales.

    LA ESPERANZA BASADA EN LA JUSTICIA DIVINA

    En la carta apostlica Tertio millennio adveniente (1994) el papa Juan PabloII, con la mirada puesta en la llegada del tercer milenio y con motivo del aojubilar judo, hace una reflexin teolgica sobre el sentido de la justiciadivina como base de la esperanza en que toda la creacin ser llevada final-mente a la plenitud de la vida de Dios. Esta creencia es contraria a la visinapocalptica del ecologismo, que lleva a la frustracin y al fatalismo sobre eldestino final del mundo.

    La justicia de Dios, como afirma el salmista, no slo librar al pobresuplicante, al desdichado y al que nadie ama; se apiadar del dbil y delpobre, el alma de los pobres salvar (Ps. 72/73, 12-13), y tambin Dioscreador, en su providencia, habiendo dado la tierra a todos los hombres,como un bien comn, como sus administradores, encargados de actuar ennombre de Dios, llevar su justicia a toda la creacin (TMA, No. 13).

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    Esta dimensin escatolgica debe llevar a los creyentes a redescubrirla virtud teologal de la esperanza, acerca de la cual fuisteis ya instruidospor la Palabra de la verdad, el Evangelio (Col. 1,5). Esta virtud mueve alcristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a su enteraexistencia y, le ofrece motivaciones slidas y profundas para el esfuerzocotidiano en la trasformacin de la realidad para hacerla conforme al pro-yecto de Dios (TMA, No. 46).

    ECOLOGA Y TICA DE LA VIDA

    En la carta encclica Evangelium vitae (1995) el papa Juan Pablo II, desde unareflexin bblica, llama la atencin sobre la necesidad de prestar una mayoratencin a la cuestin ecolgica desde el punto de vista tico del respeto ala vida. Porque el hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardn del mun-do (Gn. 2,15), tiene una responsabilidad especfica sobre el ambiente devida, o sea, sobre la creacin que Dios puso al servicio de su dignidad perso-nal, de su vida: respecto no slo al presente, sino tambin a las generacio-nes futuras (EV, No. 42).

    La cuestin ecolgica -desde la preservacin del habitat natural delas diversas especies animales y formas de vida, hasta la ecologa humanapropiamente dicha- encuentra en la Biblia una luminosa y fuerte indicacintica para una solucin respetuosa del gran bien de la vida, de toda vida. Enrealidad, el dominio confiado al hombre por el Creador no es un poderabsoluto, ni se puede hablar de libertad de usar y abusar, o de disponer delas cosas como mejor parezca. La limitacin impuesta por el mismo Creadordesde el principio, y expresada simblicamente con la prohibicin de co-mer del fruto del rbol (cfr., Gn. 2,16-17), muestra claramente que, ante lanaturaleza visible, estamos sometidos a las leyes no slo biolgicas sinotambin morales, cuya trasgresin no queda impune (EV, No. 42).

    Sin embargo, Juan Pablo II, en su carta encclica Fides et ratio (1998)es consciente de que la teologa moral, para estar de acuerdo a la verdad, yafrontar los diversos problemas de su competencia -como la paz, la justiciasocial, la familia, la defensa de la vida y del ambiente natural- del modo msadecuado y eficaz, debe adems de estar arraigada en la Palabra de Dios,recurrir a una tica filosfica orientada a la verdad del bien; a una tica,pues, que no sea subjetivista ni utilitarista. Esta tica implica y presuponeuna antropologa filosfica y una metafsica del bien. Esta visin unitaria,

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    debe estar vinculada necesariamente a la santidad cristiana y al ejercicio delas virtudes humanas y sobrenaturales (FR, No. 98).

    EL MARCO DE LA GLOBALIZACIN

    En las exhortaciones apostlicas postsinodales: Ecclesia in America (enerode 1999), Ecclesia in Asia (noviembre de 1999) y Ecclesia in Oceania (no-viembre de 2001). El papa Juan Pablo II llama nuestra atencin sobre lospeligros de la globalizacin y manifiesta explcitamente su preocupacinpor la ecologa y la necesidad de que todos los hombres de buena voluntadcolaboremos con las instancias legislativas y de gobierno para conseguiruna proteccin eficaz del medio ambiente, considerado como don de Dios.Los intereses egostas llevan a innumerables abusos con la naturaleza quetienen graves consecuencias, con sus inevitables secuelas de hambre y mi-seria. El problema se plantea, con especial intensidad, en la selva amaznica,inmenso territorio que abarca varias naciones: del Brasil a la Guayana, aSurinam, Venezuela, Colombia, Ecuador, Per y Bolivia. Es uno de los espa-cios naturales ms apreciados en el mundo por su diversidad biolgica, y esvital para el equilibrio ambiental de todo el planeta (Ecc. Am., No. 25).

    Los recursos naturales deben ser protegidos contra las polticas noci-vas de algunas naciones industrializadas o de multinacionales cada vez mspoderosas, que pueden llevar a la deforestacin, a la expropiacin de latierra, a la polucin de los ros con actividades mineras, a la pesca desenfre-nada de especies lucrativas, o a la contaminacin de los fondos marinos conescorias industriales o nucleares (Ecc. Oc., No. 31).

    Finalmente, el Papa nos recuerda que los padres sinodales solicitan demanera especial una mayor responsabilidad de parte de los gobernantes delas naciones, los legisladores, los empresarios y todos los que tienen quever con la administracin de los recursos de la tierra, porque la proteccindel medio ambiente no es slo una cuestin tcnica, sino tambin y sobretodo una cuestin tica (Ecc. As., No. 41).

    CONCLUSIONES

    En este artculo no se ha pretendido hacer un anlisis teolgico o filosficode la posicin de Juan Pablo II sobre la cuestin ecolgica. Su objetivo hasido reconstruir la lnea de pensamiento del autor, a partir algunos de los

  • JUAN PABLO II Y LA CUESTIN ECOLGICA

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    principales textos en que trata el tema, con la finalidad de explicitar suposicin y abrir la posibilidad de estudio y debate sobre la misma.

    Los textos analizados muestran una gran profundidad y responsabilidaden el tratamiento de un tema de gran complejidad y graves implicacionespara las sociedades modernas. Juan Pablo II afronta la cuestin ecolgica aldenunciar con claridad y valenta la incapacidad del ser humano paracomprender y asumir la responsabilidad de su destino nico y comn;incapacidad fundada en la falta de solidaridad, en el consumismo y en laexplotacin del hombre y de la naturaleza.

    El artculo nos muestra la evolucin de una lnea de pensamiento muydefinida, que parte del planteamiento antropolgico y bblico de la preguntasobre la actitud del hombre respecto de su medio natural y social, y encuentrauna posible respuesta en la afirmacin de las causas morales del problema.

    Para el Papa el drama de la explotacin indiscriminada, la contamina-cin y falta de cuidado del medio natural y social del hombre obedece a unerror antropolgico, por desgracia, muy difundido en nuestro tiempo (de-bido al cual) el hombre cree que puede disponer arbitrariamente de la tierrasometindola a su voluntad, como si ella no tuviese fisonoma propia y undestino anterior dado por Dios. El hombre, en lugar de colaborar en la obrade la creacin, suplanta a Dios y con ello provoca la rebelin de la naturale-za (CA, No. 37).

    El hombre, como protagonista del desarrollo, debe siempre cultivary custodiar la naturaleza, segn unos lmites (unas exigencias morales), ba-sados en los principios de respeto por el orden natural y la herencia co-mn de la creacin, con base en la conviccin de que la proteccin delmedio ambiente no es slo una cuestin tcnica, sino tambin y sobre todouna cuestin tica (Ecc. As., No. 41).

    Queda sin embargo, planteada la necesidad de buscar una respuesta ala cuestin ecolgica, desde cada contexto -local, regional o mundial-, quelleve a acciones concretas guiadas por la responsabilidad, la solidaridad, lajusticia y la bsqueda de la paz.

    Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso detodos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados,en forma equitativa, deben alcanzar para todos, bajo la direccin de la justi-cia acompaada por la caridad (PP, No. 22).

  • ROBERTO VELA M.

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  • JUAN PABLO II Y LA CUESTIN ECOLGICA

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