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Tag Archives: Juan José MIllás UN HOMBRE VICIOSO March 13, 2014 Amor , Eróticos adúlteros , Juan José MIllás El agente comercial llegó a Madrid a las diez de la mañana, se instaló en un hotel de tres estrellas, abrió el periódico por la página de contactos y llamó a una mujer cuyo reclamo decía: «Señora madura, discreta y culta para caballeros de paso que necesiten compañía». Mientras negociaba el precio y los servicios, escuchó a través del teléfono el ruido de una taza de café al reposar sobre su plato, así como el murmullo de una televisión, o quizá de una radio, con el volumen disminuido. También, muy a lo lejos, la violenta descarga de una cisterna. Parecía que la casa a la que había llamado se estaba poniendo en marcha y le excitó tanto aquella suerte de cotidianidad que pidió a Marisol (así se hacía llamar la mujer) que acudiera al hotel enseguida. —¿Cómo te gusta la ropa interior? —preguntó ella antes de colgar. —Un poco deshilacliada —respondió él—. Que no esté nueva. Mientras Marisol llegaba, el hombre hizo un par de llamadas profesionales, concertó cuatro citas, y luego vació la bolsa de viaje. Mientras colgaba las camisas para que no se arrugaran, sintió que el vacío del armario estaba también dentro de él. Se había contagiado de aquellos espacios por lo general mal empapelados a los que se asomaba en cada uno de sus viajes como a un precipicio por el que uno sabe que acabará arrojándose. Entonces le atacaron unas ganas incontenibles de llorar, como cuando de adolescente veía películas de huérfanos. Le mataba la piedad por sí mismo, algo que un vendedor no se podía permitir. Su rendimiento había comenzado a bajar desde que le acometieran aquellas debilidades que no sabía cómo combatir. Y para colmo, en lugar de contratar los servicios de una prostituta joven, despreocupada, alegre, no se le ocurría otra cosa que telefonear a una mujer madura que se llamaba, o se hacía llamar Marisol, como su madre. Sus colegas se morían por los montajes sadomasoquis-tas o por los números exóticos difíciles de encontrar en 1

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UN HOMBRE VICIOSOMarch 13, 2014Amor,Erticosadlteros,Juan Jos MIllsEl agente comercial lleg a Madrid a las diez de la maana, se instal en un hotel de tres estrellas, abri el peridico por la pgina de contactos y llam a una mujer cuyo reclamo deca: Seora madura, discreta y culta para caballeros de paso que necesiten compaa. Mientras negociaba el precio y los servicios, escuch a travs del telfono el ruido de una taza de caf al reposar sobre su plato, as como el murmullo de una televisin, o quiz de una radio, con el volumen disminuido. Tambin, muy a lo lejos, la violenta descarga de una cisterna. Pareca que la casa a la que haba llamado se estaba poniendo en marcha y le excit tanto aquella suerte de cotidianidad que pidi a Marisol (as se haca llamar la mujer) que acudiera al hotel enseguida.Cmo te gusta la ropa interior? pregunt ella antes de colgar.Un poco deshilacliada respondi l. Que no est nueva.Mientras Marisol llegaba, el hombre hizo un par de llamadas profesionales, concert cuatro citas, y luego vaci la bolsa de viaje. Mientras colgaba las camisas para que no se arrugaran, sinti que el vaco del armario estaba tambin dentro de l. Se haba contagiado de aquellos espacios por lo general mal empapelados a los que se asomaba en cada uno de sus viajes como a un precipicio por el que uno sabe que acabar arrojndose. Entonces le atacaron unas ganas incontenibles de llorar, como cuando de adolescente vea pelculas de hurfanos. Le mataba la piedad por s mismo, algo que un vendedor no se poda permitir. Su rendimiento haba comenzado a bajar desde que le acometieran aquellas debilidades que no saba cmo combatir. Y para colmo, en lugar de contratar los servicios de una prostituta joven, despreocupada, alegre, no se le ocurra otra cosa que telefonear a una mujer madura que se llamaba, o se haca llamar Marisol, como su madre.Sus colegas se moran por los montajes sadomasoquis-tas o por los nmeros exticos difciles de encontrar en provincias, pero el nico vicio de l era el amor. Le gustaba que las mujeres a las que contrataba fingieran que le amaban como aman las esposas normales, un poco dete-rioradas ya por los aos y las horas pasadas frente al televisor. Cuando lleg Marisol, comprob que era ms madura de lo que el anuncio sugera, pero se trataba de una mujer repleta de adherencias domsticas y eso le gust mucho. Ella se haba vestido para parecer una seora interesante, pero slo pareca lo que quiz era: una esposa.Me gusta que parezcas una esposa dijo l invitndola a pasar.Ella le contempl un poco asombrada pidindole que colocara el dinero a la vista antes de comenzar la sesin.Cuando yo haya visto el dinero, me explicas cmo telo montas.El hombre le pas unos billetes y luego dijo que le gustara que vieran la televisin cogidos de la mano duranteun rato.Imagnate aadi que es un domingo por la tarde y que estamos en casa t y yo solos, sin nios, viendola tele.Ella se tens un poco.No sers un perverso? pregunt.l le explic que se pasaba la vida viajando, siempre de ac para all, y que de vez en cuando le gustaba fingir que se encontraba en casa, junto a su esposa.Pues mira, eso de la tele se lo pides a tu mujer. A nosotras se nos pide un griego, un francs, en fin, cosas normales. Los locos como t empezis viendo la tele y acabis montando una escena de violencia domstica. A m no me ha puesto la mano encima ni mi marido, para que te enteres.El hombre no fue capaz de retener a la mujer, que sali de la habitacin sin haberle devuelto el dinero. Superado el mal trago, telefone a su esposa.Cmo est Madrid? pregunt ella.Mal, como siempre respondi.Pues echa una cana al aire, hombre de Dios. Te aseguro que si yo estuviera en Madrid no paraba en el hotel ni un momento. Mira que eres aburrido.Mientras ella hablaba, le lleg a travs del hilo el ruido de la aspiradora y se excit otra vez, pero luego, al colgar y verse solo en aquella habitacin con cuadros de caballos en la pared, no supo qu hacer con su excitacin y se puso a llorar. Lloraba de amor, eso es lo que pensaba l, pero a quin contrs