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1 José María Cañas: El hombre de Estado Rafael Ángel Méndez Alfaro 1 El capítulo que se presenta a continuación persigue ofrecer al lector un análisis de las condiciones históricas prevalecientes hacia mediados del siglo XIX costarricense, lapso donde se puede apreciar el ascenso a un primer plano del poder ejecutivo por parte de Juan Rafael Mora Porras, dirigente vinculado por lazos familiares y por una importante relación afectiva con el general José María Cañas. Esta circunstancia va a incidir de forma directa en el rumbo que va a tener la vida de ambos personajes como regentes primordiales en diversas instancias del gobierno local. El capítulo se divide en tres secciones. La primera de ellas procura estudiar la trayectoria de Cañas al frente de secretarías, puertos y comandancias entre 1849, momento de cambio en la administración pública, donde José María Castro abandona el poder bajo presión y 1856, año en que estalla la guerra contra William Walker y los grupos filibusteros adeptos a su causa, situación que va a desencadenar la activa participación de las tropas costarricenses. Posteriormente, se llevan a cabo un conjunto de consideraciones asociadas con el papel desempeñado por Cañas durante el conflicto bélico que se extendió hasta 1857, destacando tanto el liderazgo de Cañas, así como la percepción que distintas personalidades de la época tienen sobre el desempeño del general cuzcatleco llevado a cabo en distintos escenario de guerra. Finalmente, la tercera sección se dedica a realizar una revisión de la Costa Rica posbélica, procurando describir el impacto que la guerra causó en las condiciones de vida de la población local, período que antecede al fulminante golpe de Estado que acabó con diez años de “morismo” en el poder, en agosto de 1859. 1 Rafael A. Méndez Alfaro. Coordinador del Programa de Estudios Generales de la Universidad Estatal a Distancia (UNED). Profesor Asociado Universidad de Costa Rica (UCR). Este material constituye el capítulo II del libro del autor llamado Cañas: hombre de Estado y empresario, obra publicada en el 2012 por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED).

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Page 1: José María Cañas: El hombre de Estado - uned.ac.cr · lapso donde se puede apreciar el ascenso a un primer plano del poder ejecutivo por parte ... hombre de Estado y empresario”,

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José María Cañas: El hombre de Estado

Rafael Ángel Méndez Alfaro1

El capítulo que se presenta a continuación persigue ofrecer al lector un análisis de

las condiciones históricas prevalecientes hacia mediados del siglo XIX costarricense,

lapso donde se puede apreciar el ascenso a un primer plano del poder ejecutivo por parte

de Juan Rafael Mora Porras, dirigente vinculado por lazos familiares y por una importante

relación afectiva con el general José María Cañas. Esta circunstancia va a incidir de forma

directa en el rumbo que va a tener la vida de ambos personajes como regentes

primordiales en diversas instancias del gobierno local. El capítulo se divide en tres

secciones. La primera de ellas procura estudiar la trayectoria de Cañas al frente de

secretarías, puertos y comandancias entre 1849, momento de cambio en la

administración pública, donde José María Castro abandona el poder bajo presión y 1856,

año en que estalla la guerra contra William Walker y los grupos filibusteros adeptos a su

causa, situación que va a desencadenar la activa participación de las tropas

costarricenses. Posteriormente, se llevan a cabo un conjunto de consideraciones

asociadas con el papel desempeñado por Cañas durante el conflicto bélico que se

extendió hasta 1857, destacando tanto el liderazgo de Cañas, así como la percepción que

distintas personalidades de la época tienen sobre el desempeño del general cuzcatleco

llevado a cabo en distintos escenario de guerra. Finalmente, la tercera sección se dedica

a realizar una revisión de la Costa Rica posbélica, procurando describir el impacto que la

guerra causó en las condiciones de vida de la población local, período que antecede al

fulminante golpe de Estado que acabó con diez años de “morismo” en el poder, en agosto

de 1859.

1 Rafael A. Méndez Alfaro. Coordinador del Programa de Estudios Generales de la Universidad Estatal a

Distancia (UNED). Profesor Asociado Universidad de Costa Rica (UCR). Este material constituye el capítulo

II del libro del autor llamado “Cañas: hombre de Estado y empresario”, obra publicada en el 2012 por la

Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED).

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LA PERSPECTIVA DEL PODER

Francisco Montero Barrantes, hacia 1892, en un texto esencial por su condición

de precursor en la historiografía costarricense, ofrece una afirmación temprana sobre el

momento preciso que el militar salvadoreño iniciaba una incursión de primer orden en el

escenario político local. Al respecto Montero señaló que “El coronel don José María

Cañas comenzó a figurar en la política del país desde 1849. El 1º de junio de este año fue

nombrado por el presidente para desempeñar las carteras de Hacienda y Guerra, que a la

sazón estaban vacantes. El patriotismo del señor Cañas le hacían digno de aquel puesto

y así lo reconocía el doctor Castro al llamarle a su lado”.2 Lo expresado por Montero

Barrantes deja de manifiesto que Cañas había acumulado un importante experiencia

como figura pública para cuando Castro Madriz lo designa entre su círculo de

colaboradores. De alguna forma su nombramiento constituye una culminación natural de

un largo recorrido en instancias menores de poder en las que estuvo involucrado desde

su arribo a tierras costarricenses a inicios de la década de 1840.

Como se indicó en el capítulo precedente, Cañas llegó a esta importante función

pública en los momentos finales de complicado período de gobierno de José María Castro

Madríz. Su sucesor, Juan Rafael Mora Porras “fue elegido a principios de noviembre de

1849, pero los resultados de la elección no se hicieron públicos, sino hasta dos semanas

después, el día de la renuncia de Castro”.3 El arribo del cuñado del general cuzcatleco al

poder ejecutivo trajo consigo una serie de ajustes en el manejo de los asuntos militares.

Esta área era un asunto de manejo delicado como se podrá suponer. Para entonces los

militares, afincados en el cuartel de San José, eran constantes interventores en el juego

político de la nación y no pocas veces determinaban la forma en que se definía la

administración de los asuntos públicos del país. Mora que era conocedor del ambiente

conspirativo en el que se desenvolvían las figuras asociadas con la conducción los

asuntos de Estado, tomó decisiones audaces con el propósito de ejercer un control

efectivo del poder. En primera instancia buscó descentralizar el poderoso cuerpo de

militares agrupados hasta entonces en la capital de la nación. En este sentido, “Mora

estableció un segundo cuartel en San José, en abril de 1850 para reducir el poder del

comandante del Cuartel Principal, que en ese tiempo era José Manuel Quirós”.4 La

2

Montero, Elementos de historia de Costa Rica. Tomo I, p. 282. 3 Fallas, Elite, negocios y política, p. 35.

4 Fallas, Elite, negocios y política, p. 39.

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medida buscaba restarles margen de acción a figuras militares que para ese momento

tenían una profunda influencia en el país.

Ligado a lo anterior, Mora Porras giró otras órdenes en la misma dirección. Dio

instrucciones claras para desalojar los pertrechos militares que se encontraban en el

cuartel bajo la dirección de José Manuel Quirós y trasladarlos al nuevo cuartel bautizado

como Cuartel de Artillería. Cañones, rifles y municiones fueron sacados ante la mirada

atónita de la dirigencia militar que sentía que con aquel acto se le despojaba de los

instrumentos que le ofrecía legitimidad a su función primordial. La medida de Mora Porras

constituía casi un desafío y la reacción de la casta militar no se hizo esperar. Un grupo de

soldados encabezados por el mismo Quirós se declararon en abierta rebeldía contra el

gobierno. La revuelta fue efectivamente sofocada por las tropas de gobierno que se

encontraban en atisbos del movimiento subversivo y le otorgó al presidente la justificación

necesaria para decretar el exilio de los sediciosos. Mora en su afán de asegurarse gente

de confianza en puestos claves del gobierno, propuso a su cuñado un cambio en las

funciones que tenía a cargo. En comunicado oficial del 03 de junio de 1850 José María

Cañas abandonaba el Ministerio de Hacienda y Guerra y asumía la Comandancia de

Plaza de San José.5 En el mismo acto, el presidente designaba a Manuel José Carazo en

sustitución del general salvadoreño, reacomodo que buscaba asegurar funcionarios de

confianza en puestos claves.

Para entonces Cañas vivía en pleno centro de la capital del país, particularmente a

menos de 300 metros de la Iglesia del Carmen, frente a la casa de un militar de larga data

y que sería protagonista en el golpe de Estado ejecutado contra Mora en 1859, a saber,

Lorenzo Salazar.6 Al frente de la Comandancia de Plaza de la capital costarricense Cañas

se mantuvo en un plazo menor a los dos años. En ese período se constituyó en una figura

vital que colaboró de forma sensible en mantener a raya las componendas militares tan

usuales en la época. Parte del éxito de estos primeros años de administración morista se

debió a la capacidad del general salvadoreño por resguardar la espalda del presidente.

Otros de los méritos corresponden al valioso trabajo desplegado por el brillante Ministro

de Hacienda y Guerra, Manuel José Carazo, figura que se constituyó en el arquitecto que

diseñó la estructura legal y funcional de la Fábrica Nacional de Licores (FANAL),

dependencia gubernamental que a partir de entonces se encargó de regular la

producción y distribución de aguardiente en el país y que resultado de esta intervención,

5 ANCR. Congreso. Documento 5285, 1850, f. 7.

6 Rodríguez, Juan Rafael Mora Porras, p. 11.

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misma que generó notables resistencias, como se supondrá, generó importantes

dividendos al Estado y una evidente salud fiscal a la nación.

Para 1852 el presidente Mora estableció una nueva responsabilidad para José

María Cañas al ponerlo al mando de la Comandancia del prometedor puerto de

Puntarenas. Como se anotó en el capítulo anterior, el general ya había desarrollado en

ese litoral una importante labor al frente de la precursora Junta Litoral del Sur en la

década de los años cuarenta, pero para 1852 Puntarenas era por mucho el puerto más

importante del país, lugar donde se trasegaban toneladas de café y se recogían

renovados aranceles resultado de una creciente actividad comercial. La negociación para

trasladar a Cañas a la Comandancia de Puntarenas, zona donde era ampliamente

conocido, tanto por su pasado como funcionario de gobierno, como por los muy variados

intereses comerciales que ahí manejaba, implicó dejar a alguien de confianza a cargo de

la Comandancia de Plaza de San José. La responsabilidad recayó en una figura que

luego recibiría todo tipo de honores como dirigente en la campaña militar contra los

filibusteros y que se encontraba dentro del círculo de confianza del gobernante del país;

no era otro sino el hermano menor del presidente, José Joaquín Mora Porras.

Con un hermano del presidente en el Congreso, a saber Miguel Mora; otro al frente

de la Comandancia de Plaza, José Joaquín Mora y un grupo de colaboradores íntimos en

las secretarías de gobierno, el presidente Mora escogió a José María Cañas para dirigir la

promisoria comandancia del pacífico costarricense. Desde la comarca portuaria, no

mucho después de haberse instalado en su puesto, el general salvadoreño informaba del

destierro de que era objeto el antiguo gobernante Castro Madríz, ahora convertido en su

enemigo, por diferencias irreconciliables que preservaba con su hermano político Juan

Rafael Mora. Cañas, en nota dirigida al Ministro Manuel José Carazo señalaba lo

siguiente: “Tengo el gusto de participar a usted para conocimiento de Su Excelencia el

Benemérito Presidente de la República que hoy en cumplimiento de las órdenes que se

me han comunicado sea embarcado el Dr. Don José María Castro en la Fragata Española

“Heredia” con destino a Europa y que aunque este buque no se hará a la vela hasta el 10

del próximo (abril) permanecerá a bordo sin saltar a tierra durante este tiempo”.7

Parece claro que con la llegada de Cañas a Puntarenas se comenzaron a

evidenciar una serie de mejoras en el plano de la infraestructura. Montero Barrantes

señalaba que carencias tan considerables como las de un hospital y un faro,

experimentadas por un largo período, fueron subsanadas a inicios de la década de los

7 ANCR. Hacienda. Documento 16258, f. 1.

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años cincuenta, precisamente con el arribo de Cañas a la comarca porteña y

consecuencia directa de sus gestiones ante el presidente de la nación.8 Paralelo a su

función como delegado gubernamental de primer orden en el pacífico puntarenense, es

posible encontrar a Cañas en actividades diversas en mundo privado. En tanto gestionaba

la construcción de un hospital y un faro; a la vez, que informaba de la expulsión de su

antiguo aliado Castro Madriz; también participaba de ciertas actividades de tipo comercial

como la venta de un bergantín llamado “Helena” al señor Mariano Fernández, en una

transacción donde se registraba como vecino de Puntarenas.9 Para la misma época,

Felipe Molina destacaba a José María Cañas como funcionario de Estado en su condición

de Gobernador y Juez de Puntarenas y a su hermano, Manuel Cañas, como Contador

Mayor del Tribunal de Cuentas.10

Sin embargo, donde se puede encontrar una participación muy activa del general

salvadoreño es en el renglón de aduanas. En este particular parecía existir un viejo

problema asociado con el tema del contrabando y el efecto que este asunto provocaba en

la recaudación fiscal. El fraude que se efectuaba por medio de la introducción de

mercaderías que no pagaban ningún tipo de tributos era perceptible tanto en la zona

caribeña como en la fachada del pacífico. Dada la creciente importancia de la comarca

porteña, desde los tiempos de Braulio Carrillo en el poder, se habían levantado bajo su

auspicio los edificios en La Garita de Río Grande, así como las instalaciones de la aduana

en Puntarenas. 11 Jorge León señala que los problemas asociados con el contrabando se

encontraban a la orden del día y afectaban tanto el sector caribeño, como el paso por La

Garita, que era donde se procuraba controlar el ingreso de las mercaderías procedentes

de Puntarenas.12 El asunto adquirió mayor relevancia cuando la actividad cafetalera tuvo

un fuerte repunte y el camino al pacífico experimentó notables mejoras.

Desde finales de la década de los años cuarenta el impuesto de exportación se

había comenzado a cobrar en el puesto de La Garita. Esta iniciativa surgió de la Junta

Itineraria y fue propuesta a las autoridades de gobierno en distintos momentos hasta que

el poder ejecutivo dio la razón a los miembros de la Junta que sostenían que en La Garita

y no en la Aduana de Puntarenas, era más fácil controlar el contrabando asociado con las

exportaciones de café, dado que después de la región de Río Grande resultaba muy

8 Montero, Elementos de historia de Costa Rica. Tomo I, p. 289.

9 ANCR. Protocolos Lara y Chamorro. Documento 808, 1852, f. 19.

10 Molina, Bosquejo de la República de Costa Rica, pp. 59-60.

11 Molina, Bosquejo de la República de Costa Rica, p. 75.

12 León, Evolución del comercio exterior…, p. 71.

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difícil ejercer una efectiva vigilancia, pues existían muchos sectores donde podía

embarcarse el café sin pagar los respectivos impuestos de exportación.

Otros problemas asociados con el tema del contrabando habían sido señalados

desde una época tan temprana como 1845 por José María Cañas mientras ejercía como

funcionario de la Junta Marítima del Sur. En ese entonces el militar salvadoreño envió un

informe a José Rafael de Gallegos, Jefe de Estado de Costa Rica, en el que enumeraba

una serie de inconvenientes asociados con el trasiego ilegal de mercancías. Hacía ver la

necesidad de nombrar más personal en los puestos de control, pues de ese modo “se

logra que la amistad no haga favor con perjuicio de la renta: que los empleados tengan

miedo de venderse al interés y que los comerciantes tengan más vivamiento”.13

Ligado a lo anterior, Cañas dejaba ver que ciertas condiciones de la nación

también propiciaban el contrabando; una de ellas era la pequeñez del Estado la cual

provocaba que no pocas veces las estrechas relaciones de amistad y parentesco

incidieran en la persistencia de acciones de naturaleza fraudulenta. Llegó a recomendar a

la máxima autoridad de la nación el aumento de guardas en la época de verano, momento

de apogeo en el tráfico de carretas de café, así como el incremento de escribientes.14

Como se puede apreciar, cuestiones de muy diverso orden repercutían de modo frecuente

en la práctica de fraudes contra el fisco costarricense y en tales actividades existía toda

una combinación de factores asociados con la precariedad de las condiciones materiales

de los edificios, la familiaridad de los exportadores de café con quienes llevaban a cabo la

vigilancia del contrabando y por supuesto, los escasos estímulos económicos que se

otorgaban por el desempeño de las funciones ligadas con la custodia del trasiego ilegal de

mercancías.

Dentro del poder ejecutivo se llegó a reflexionar sobre la importancia de ofrecer

sueldos adecuados a los empleados que laboraban en la aduana de Puntarenas, puesto

que según su criterio “sin una buena dotación no es posible tener buenos empleados,

ante bien es ponerlos a procurárseles por sí con perjuicio de las ventas que administran,

los medios ilegales de cubrir sus gastos”.15 Esta claro que el asunto de los salarios era un

problema no resuelto en la administración de las aduanas en la Costa Rica del siglo XIX y

se deduce por las consideraciones que llevan a cabo las autoridades de gobierno, que

este asunto tendía a golpear la recaudación fiscal, toda vez que quienes tenían a cargo la

13

ANCR. Congreso. Documento 5015, 1845, f. 1. 14

ANCR. Congreso. Documento 5015, 1845, f. 1v. 15

ANCR. Congreso. Documento, 4994, 1845, f. 2v.

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función recaudadora no pocas veces terminaban completando sus limitados ingresos

siendo partícipes de la evasión fiscal, en cantidades y niveles imposibles de cuantificar.

El tema del contrabando no pasó desapercibido ante los ojos de los visitantes

extranjeros que hacia mediados del siglo XIX estuvieron de tránsito por Costa Rica y

heredaron sus impresiones en relatos de viajeros, luego traducidos al español. Wilhelm

Marr, transeúnte alemán que ingresó a territorio costarricense en 1853, dejó para la

posteridad un conjunto de apreciaciones sobre el ambiente, edificaciones y personajes de

la época. De su fértil y mordaz pluma la figura de José María Cañas no logró escapar y en

verdad no lo dejó muy bien posicionado. De 34 años, Marr ofrecía la bucólica imagen que

se describe a continuación: “Salvador Gutiérrez, administrador general de la aduana, es

un caballero de pequeña estatura y bien alimentado, que tiene los modales más pulidos y

coquetos, tanto en su escrupulosidad de funcionario público como en su cortesía. Este

don es incorruptible hasta donde admite el carácter novohispano la incorruptibilidad y solo

se hace de la vista gorda cuando el señor presidente Juan Rafael Mora, o su cuñado el

atolondrado y amable general don José María Cañas, el gobernador del puerto, ordenan

pasar de contrabando mercaderías por su altísima cuenta propia”.16 ¿Cómo sabía Marr el

asunto del contrabando y porqué lo asocia tan fríamente con los personajes de Mora y

Cañas? Queda la impresión que fuentes dignas de todo el crédito ante los ojos del viajero

europeo susurraron a su oído la información que con tanta naturalidad dio a conocer en

sus escritos.

Aún sin tener certeza acerca de la veracidad de los hechos descritos por Marr y

achacados a los hermanos políticos en el poder, sus valoraciones son una evidencia

importante de que el problema del contrabando era serio y parecía tocar los delicados

hilos de quienes se encontraban asociados con el manejo de los asuntos públicos. En lo

que sí parece haber un cierto consenso es que la figura de José María Cañas desempeñó

una profunda influencia en los alrededores de la comarca portuaria durante su estadía en

la región.

Thomas Francis Meagher, otro viajero europeo, éste de origen irlandés, viajando

por tierras costarricenses hacia mediados del siglo XIX, ofrecía una imagen menos

comprometedora del gobernante portuario. “El general Cañas –decía- es natural de Punta

Arenas y a su generoso impulso y espíritu público debe principalmente este lugar la

16

Marr, Wilhelm. Viaje a Centroamérica. (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2004), p. 343.

Introducción elaborada por Juan Carlos Solórzano.

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prosperidad de que disfruta”.17 Llama la atención el desconocimiento que de la patria de

origen del general salvadoreño tenía Meagher; aunque a la vez pone en evidencia la

familiaridad con que Cañas se desenvolvía en suelo costarricense. Su prolongada

presencia en suelo porteño como funcionario de gobierno, combinado con sus múltiples

actividades comerciales en la región, lo convertían sin mucho esfuerzo en un habitante

más de la nación. El viajero irlandés daba crédito de lo antes dicho cuando afirmaba que

“El general no tiene nada, absolutamente nada de militar. Sus facciones, sus modales, su

modo de andar y el estilo de su conversación son los de un paisano como hay muchos”.18

En este tipo de percepciones, como se podrá apreciar más adelante, no pocos adeptos y

adversos coincidían, pues en general afirmaban que Cañas, a pesar de ser un hombre de

armas, preservaba un liderazgo natural entre las tropas e infundía un profundo respeto

aún entre sus propios enemigos, que dada su cercanía con el presidente Mora, no podían

ser pocos.

Hasta mediados de la década de los años cincuenta Cañas se desempeñó como

Comandante y Juez de Puntarenas, período en el cual adquirió gran popularidad como

funcionario de gobierno. Ayudó mucho en este particular el apogeo de la economía

costarricense producto de la difusión que en el país estaba experimentando la actividad

cafetalera. Debido a que para entonces todo el grano se exportaba por la comarca

porteña, tal situación trajo notables mejoras en el ámbito de la infraestructura portuaria,

así como en la proliferación del comercio al menudeo, aspecto que la población local

agradecía mucho, pues inyectaba de forma regular ingresos frescos a la escasa

economía regional.

Para fines de 1855 emergió en la vecina Nicaragua un escenario que preocupó

hondamente al presidente Juan Rafael Mora. Noticias provenientes del representante

diplomático de Costa Rica ante los Estados Unidos, el señor Felipe Molina, dejaban ver el

peligro que representaba para una nación como la costarricense, la presencia de William

Walker y un grupo de adeptos denominados filibusteros, en la vecina nación de

Nicaragua. Molina en distintos momentos advirtió del riesgo que la cercanía de Walker y

los suyos acarreaba para el gobierno de Juan Rafael Mora. La respuesta del presidente

no se hizo esperar y una vez más recurrió a la persona que en todo momento le había

17

Meagher, Tomas Francis. “Vacaciones en Costa Rica”. En: Fernández Guardia, Ricardo. (Editor). Costa

Rica en el siglo XIX. Antología de viajeros. (San José: EDUCA, 1972). p. 343. La primera edición es de 1929. 18

Meagher, “Vacaciones en Costa Rica”, p. 343. El viajero europeo describía a Cañas como un hombre

modesto y reservado en extremo. Ojos claros y tranquilos. De opiniones concisas. Sumamente cortés,

bondadoso, caballero y gentil.

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resultado incondicional. Con el objetivo de resguardar la zona fronteriza con Nicaragua y

disponer de un hombre de confianza para enfrentar la amenaza de los invasores

extranjeros, el presidente nombró a José María Cañas Gobernador de la Provincia de

Moracia.19 Moracia era el nombre con que el Congreso de la República había rebautizado

al Departamento de Guanacaste, en honor, como se podrá deducir, al apellido de quien

regía los destinos del país.

Cañas, siempre dispuesto al llamado de su hermano político dejó la Comandancia

de Puntarenas, donde era querido y admirado, y acudió a la convocatoria que se le hacía

desde el poder ejecutivo. En lugar del general salvadoreño y nuevamente mostrando

mucho tacto para la escogencia de personas cercanas a su círculo de confianza, el

presidente Juan Rafael Mora designó a Manuel Cañas, hermano de José María, como

Comandante de Puntarenas. Con este nombramiento Mora Porras se aseguraba

conservar gente próxima a sus intereses en posiciones claves de gobierno.

La escogencia de José María Cañas como Gobernador de Moracia resultó ser

atinada desde todo punto de vista. Los vientos de guerra que hacia fines de 1855

soplaban en la parte más meridional de Centroamérica, fueron un preámbulo del conflicto

armado más importante del que sería partícipe activa la nación costarricense. La guerra

contra los filibusteros trajo consigo retos de primer orden y colocó en la encrucijada al

sector agroexportador costarricense, que veía seriamente amenazados sus intereses por

la presencia filibustera. Del conflicto militar emergieron diversas figuras que adquirieron

renombre y hasta el estatus de héroes. Sin embargo, en la percepción de los hombres

contemporáneos a los acontecimientos asociados a las batallas desarrolladas entre 1856

y 1857, la imagen de José María Cañas, parece preservar particular fuerza y posicionarse

entre los recuerdos vigentes derivados del conflicto bélico.

LA CAMPAÑA NACIONAL

Este un asunto estudiado con bastante detenimiento por parte de la historiografía

costarricense, más aún con la proliferación de múltiples trabajos asociados con la

temática en la conmemoración del sesquicentenario de la gesta bélica en el bienio 2006-

2007. En este apartado lejos de llevar a cabo un análisis adicional sobre personajes y

eventos involucrados en la refriega militar, se procurará demarcar la participación que

19

ANCR. Hacienda. Documento 12180, 1855, f. 1.

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dentro del mismo tuvo la figura de José María Cañas como líder indiscutible de las tropas

costarricenses en combate.

Como ya se indicó, el general salvadoreño desde 1855 se encontraba a cargo de

la Gobernación de Moracia. De hecho, desde diciembre de ese año se le nombraba al

frente de esa jurisdicción administrativa en sustitución de Rudesindo Guardia, según un

informe de Hacienda.20 Personajes contemporáneos como Lorenzo Montúfar dejan claro

el valor estratégico que tuvo el nombramiento de Cañas. El reconocido pensador liberal

guatemalteco señalaba que “El Presidente Mora había nombrado desde que principiaron

a llamarle seriamente la atención los acontecimientos de Nicaragua, al General José

María Cañas, primer jefe militar del Departamento de Guanacaste. Cañas, celoso en el

cumplimiento de su deber, tenía siempre a su Gobierno bien informado de todos los

sucesos que se verificaron en el vecino Estado”.21 Las acciones llevadas a cabo por el

militar salvadoreño fueron, sin duda, claves en la forma en que se enfrentó el ejército

costarricense a los invasores filibusteros.

Para febrero de 1856 Cañas enviaba una nota a las autoridades de gobierno

instaladas en San José donde daba por recibida comunicación que exigía la inmediata

expulsión del filibustero Luis Shlessinger, en caso de que este y sus hombres se

atrevieran a ingresar a territorio costarricense. Las instrucciones eran explícitas de parte

del poder ejecutivo y la reacción del general al respecto, se podría afirmar, era muy

natural. “”Mas sea como fuese yo siempre estoy dispuesto á cumplir fielmente las órdenes

que usted se digne comunicarme”22-señalaba Cañas en su informe al gobierno central-.

Previo a la célebre Batalla de Santa Rosa, Manuel Cañas, Comandante de Puntarenas

recibía la orden de Manuel José Carazo, Ministro de Guerra, para enviar desde la

comarca porteña un grupo de al menos 200 militares que reforzarían las posiciones

costarricenses en la región de Moracia.

José María Cañas fue la figura esencial de la organización del ejército

costarricense en la región del pacífico norte. Si bien no estuvo presente en la Batalla de

Santa Rosa efectuada el 19 de marzo de 1856, debido a que había permanecido en

Liberia, junto con casi todo el Estado Mayor, tenía bajo su dirección en esa ciudad un

contingente de entre 2000 a 2500 hombres.23 En el corazón de la región guanacasteca se

20

ANCR. Hacienda. Documento 12180, 1855, f. 173. 21

Montúfar. Walker en Centroamérica, p. 262. 22

ANCR. Guerra y Marina. Documento 8823, 1856, f. 1v. 23

Hilje, Luko. Karl Hoffman: naturalista, médico y héroe nacional. (Heredia, Editorial INBIO, 2006), p. 48.

El presidente Mora para ese entonces había designado a Hoffman como Cirujano Mayor del Ejército

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determinó, no sin que antes mediara una importante polémica entre quienes apoyaban un

regreso a la capital y los que patrocinaban una expedición al vecino país, incursionar en

territorio nicaragüense para enfrentar en ese escenario a las tropas filibusteras. En esta

nación Cañas va a adquirir un protagonismo como dirigente militar de primer orden.

La Batalla de Rivas, efectuada en el pacífico sur de Nicaragua, en un sector

próximo a la frontera costarricense, poco menos de un mes después de llevarse a cabo el

enfrentamiento en Santa Rosa, puso en evidencia el liderazgo natural del general

salvadoreño. Este enfrentamiento que constituyó la segunda derrota para las tropas

invasoras entre marzo y abril de 1856, le dio a Cañas un notable prestigio. Pedro Barillier,

soldado francés traído al campo de batalla por el Estado Mayor costarricense, en uno de

los partes de guerra expedidos después de la Batalla de Rivas, reconocía de forma

explícita el papel en el campo de guerra del general cuzcatleco. Al respecto afirmaba que

“En ese momento, y por la esquina suroeste de la plaza apareció el general José María

Cañas, secundado por varios oficiales, y a la cabeza de una columna de connotados

costarricenses. Venía Cañas a batirse con el arrojo temerario que en él fue característico

y con aquella resolución que afianza la victoria”.24 Otras informaciones procedentes del

campo de batalla concuerdan en destacar el papel protagónico que dentro del ejército

costarricense desempeñó el hombre de confianza del presidente Juan Rafael Mora.

En Rivas, tal era la importancia y el respeto que se le atribuía a José María

Cañas, que aparte del Cuartel del Estado Mayor instalado en las inmediaciones de la

plaza de la población, se estableció el denominado “Cuartel Cañas”, lugar donde se

resguardaba la pólvora que abastecía las distintas posiciones del frente costarricense.

Diversas declaraciones de excombatientes coinciden en otorgar a Cañas la paternidad de

la estrategia de la quema del Mesón y algunos, inclusive, señalan que Juan Santamaría,

el héroe costarricense caído en Rivas, formaba parte de la gente cercana al general

cuzcatleco.25 Gregorio Bustamante, autor de Historia militar de El Salvador, afirmaba

hacia mediados del siglo XX refiriéndose a la Batalla de Rivas que “Entre los que más se

distinguieron en esa acción, figuran el General José María Cañas, Coroneles don Lorenzo

Salazar, don Manuel Arguello y don Juan Alfaro Ruiz, los capitanes don Santiago Millet y

Expedicionario, nombrando como acompañantes a Cruz Alvarado, Manuel María Esquivel y Fermín Meza.

En Rivas, Nicaragua, se unirían el Dr. Andrés Sáenz Llorente, el Dr. nicaragüense Francisco Bastos, así como

el ayudante Carlos F. Moya. Ver: páginas 47-48. 24

Obregón, Costa Rica y la guerra contra los filibusteros, p. 123. 25

Méndez Alfaro, Rafael A. “Juan Santamaría y los documentos de 1891”. Revista de Historia. No. 29.

(EUNA-EUCR, Costa Rica, 1994), pp. 207-208. Gerónimo Segura, soldado del Cuartel Cañas llegó a afirmar

que era conocido el afecto que Cañas sentía por Juan Santamaría, por lo que usualmente no acostumbraba

enviarlo a misiones como la quema del conocido Mesón de Guerra.

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don Ramón Rivas”.26 Cuestiones como las señalabas son evidencia de que el trabajo de

Cañas no pasó desapercibido ante los ojos de sus contemporáneos, ni ante la mirada

regional.

Si bien es cierto la Batalla del 11 de abril de 1856, conocida como la Batalla de

Rivas, detuvo el avance filibustero hacia la parte más meridional de Centroamérica, el

costo que pagaron las tropas costarricenses fue alto. La propagación entre la soldadesca

de la mortífera enfermedad del cólera asiático, no solo diezmó el contingente militar, sino

que ante el desconocimiento que de la peste se tenía en estas tierras del trópico, el

Estado Mayor decidió movilizar las tropas hacia territorio costarricense, llevándose

consigo la peste. En esa coyuntura, José María Cañas quedó a cargo de un grupo de

hombres acantonados en Rivas. En fecha del 25 de abril de 1856 y dentro de la coyuntura

antes descrita, el presidente Mora nombró Comandante en jefe del ejército al general

salvadoreño. En esta misma dirección, Francisco Montero Barrantes hacia fines del siglo

XIX señalaba que “El general Cañas quedó allí con el mando en jefe del ejército

costarricense, debiendo cuidar a los heridos del 11 y a los atacados del cólera”.27 De

hecho, el avance de la peste fue tan letal que el general ordenó la retirada de la ciudad de

Rivas. Cañas decidió trasladar un número considerable de enfermos y heridos a San Juan

del Sur, para embarcarlos en ese puerto y enviarlos a Costa Rica.

En el transcurso de la guerra Cañas llevó a cabo acciones precisas en torno al

control de la estratégica vía de tránsito. “El 16 de octubre de 1856, cuando el país apenas

se recuperaba de la epidemia del cólera, el Congreso autorizó al Poder Ejecutivo para

proseguir la guerra. El 2 de noviembre, el general José María Cañas, a la cabeza de unos

300 efectivos, se dirigió a territorio nicaragüense y, cinco días después, tomó de nuevo el

puerto de San Juan del Sur, del cual fue desalojado por las fuerzas filibusteras el día 12.

La rápida respuesta de Walker se explica porque el objetivo básico del ejército

costarricense era controlar la vía de Tránsito, con el fin de cortar el apoyo externo a los

mercenarios y limitar la movilidad que tenían en el río San Juan y en el Lago de

Nicaragua”.28 Como se puede apreciar, mucho del trabajo desplegado por el general

salvadoreño en el teatro de la guerra tuvo que ver con su desempeño a lo largo del

pacífico sur centroamericano, ya sea en acciones bélicas desarrolladas en tierras

26

Bustamante, Historia militar de El Salvador, p. 65. 27

Montero, Elementos de Historia de Costa Rica, p. 29. 28

Molina Jiménez, Iván. La Campaña Nacional. Una visión desde el siglo XXI. (Alajuela: Museo Histórico

Cultural Juan Santamaría, 2000), p. 53.

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nicaragüenses y costarricenses, o bien, en el resguardo de la larga y compleja vía de

tránsito, zona vital de abastecimiento de pertrechos militares, hombres y alimentos.

Si bien es cierto José Joaquín Mora fue designado al frente de los ejércitos

centroamericanos que enfrentaron a Walker, algunos consideran que tal mérito le

correspondía a Cañas por su activa participación en distintos escenarios de las

operaciones bélicas. Fernández Guardia, el reconocido historiador costarricense de la

primera mitad del siglo XX señalaba en la prensa que “Celos mezquinos y vanidades

ridículas impidieron que se le diese a Cañas el mando en jefe del ejército

centroamericano. Si este gran error no se hubiera cometido, la guerra habría terminado

antes y con más lucimiento para los Aliados; porque Cañas era sin disputa el mejor

general de todos los que pelearon contra Walker en Nicaragua”.29 En la nota de

Fernández Guardia hay una referencia implícita a la gestión de José Joaquín Mora

Porras, a quien muchos califican como responsable directo de que se hubiese prolongado

el conflicto bélico, dado que cuando tuvo la oportunidad de decidir el futuro de Walker en

1857, en su condición de jefe de los ejércitos de la región, optó por entregarlo a las

autoridades norteamericanas, mismas que no tomaron ninguna acción particular para

evitar que el mismo volviera a aventurarse en expediciones militares en Centroamérica.

La guerra contra los invasores llegó a pasar la factura en el plano político al

gobierno encabezado por Juan Rafael Mora. Algunos de sus colaboradores más

cercanos, o fueron víctimas mortales del cólera asiático, tales fueron los casos de

Adolphe Marie, Subsecretario de Estado, y José María Oreamuno, Vicejefe de Estado; o

bien se apartaron sigilosamente del círculo de confianza de Mora, como fue el caso del

Ministro de Estado Manuel J. Carazo. Montúfar narra con precisión este particular cuando

afirma que señor Carazo “creyó conveniente retirarse del Ministerio, alegando motivos de

salud… La retirada de Carazo fue trascendental. Nadie creyó que él se apartara del

mando por ningún motivo de salud. Todas las personas que podían juzgar en el asunto,

opinaban que el señor Carazo no quería permanecer al lado de Mora porque la situación

en aquellos momentos era tan poco favorable, que se esperaba una manifestación contra

el gobierno”.30 La partida de uno de los hombres cercanos al presidente resultó un indicio

de desgaste de la administración “morista”, que para cuando se declaró el final de la

guerra, en 1857, ya cumplía con ocho años consecutivos en el poder. Cañas llegó a

intervenir ante Carazo para que éste desistiera de su interés por desvincularse del

29

Ricardo Fernández Guardia. La Tribuna, 22 de diciembre de 1935, p. 22. 30

Montúfar, Walker en Centroamérica, p. 253.

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gobierno, pero la decisión del hombre que años atrás había diseñado la estructura de la

Fábrica Nacional de Licores, estaba tomada y se mantendría firme hasta la caída de la

gestión de Juan Rafael Mora Porras.

En 1857 y previo a la finalización del conflicto bélico es posible observar una

creciente participación de Cañas al mando de diversos grupos de soldados. A inicios de

ese año el general salvadoreño tenía el rango de General en Jefe de la División Aliada de

Costa Rica, El Salvador y Nicaragua,31 países que tuvieron un activo papel en la guerra

contra los filibusteros. Lo anterior muestra el reconocimiento que del trabajo de Cañas se

tenía a nivel regional. Para marzo de 1857 el Estado Mayor de las fuerzas

centroamericanas tenían como Jefe Supremo a José Joaquín Mora, cargo en el que fue

propuesto por el presidente Carrera de Guatemala; segundo jefe a José María Cañas;

mayor general a J. Víctor Zavala; inspector general a Florencio Xatruch; cuartel maestre a

Fernando Chamorro y gobernador de campo a Alejandro Escalante.32 Parece natural

afirmar, a juzgar por las evidencias empíricas disponibles, que el liderazgo de Cañas fue

manifiesto y reconocido entre la dirigencia regional centroamericana, a pesar que nunca

llegó a ocupar el mando supremo de las tropas del istmo.

Como figura clave de la guerra, Cañas se desenvolvió, como se ha dicho antes,

tanto en los territorios próximos a pacífico sur centroamericano, como en la extensa

ribera del río San Juan, sector vital como ruta de abastecimiento en pleno conflicto militar.

Desde la vía de tránsito Cañas ofrecía en mayo de 1857 un informe dirigido al presidente

Mora donde se puede apreciar las grandes limitaciones económicas que contaba para el

desempeño de sus funciones. En la nota del general se percibe cierta pesadumbre y

desánimo. Sobre su esposa Guadalupe Mora, Cañas le expresa al presidente lo siguiente:

“Mucho agradezco lo que ha hecho por mi dando dinero a Lupita aún más de los que ella

necesita según ella misma me escribe”.33 No es de extrañar el trato que el presidente

otorga a la esposa de Cañas, primero por el lazo filial que lo unía con ella y segundo,

porque esa parece ser una característica que propios y extraños reconocen en la persona

de Juan Rafael Mora. El informe señala que en una semana enviaría a San José unos 20

31

ANCR. Guerra y Marina. Documento No. 13473. Un informe del 31 de enero de 1857, suscrito por Cañas

indica lo siguiente: “El 25 llegó el Ejército al Pueblo del Obrage y al amanecer del día siguiente fuimos

atacados por el enemigo quien dirigió todos sus cargos sobre los puestos que ocupaba una parte de la División

aliada de Costa Rica, El Salvador y Nicaragua que tengo el honor de mandar la que al cabo de dos horas de

combate lo rechazaron completamente”. Ver folios 1-2. 32

Obregón Loría. Costa Rica y la guerra contra los filibusteros, p. 250. 33

ANCR. Congreso. Documento No. 4754, 1857, f. 1.

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heridos perfectamente sanos y que en un plazo no mayor a un mes, no quedaría ningún

enfermo bajo su cuidado.

Su mayor desaliento se dirige a la precaria situación económica que padecen él y

los suyos. “No tengo un peso y los gastos son incesantes” –llegó a expresar con

impotencia-. Dentro de las acciones que tomó el general para afrontar la apremiante

situación definió las entre otras las siguientes pautas: “Para ahorrar algunos gastos voy a

quitar la tripulación del Vapor San Carlos y dejarlo fondeado en el fuerte solamente

tripulado el Virgen que puede mantenerlo con los fletes”.34 A la larga, el final de la guerra

vino a traer un poco de paz dentro de la tremenda inestabilidad que vivía la nación. Cubrir

diversos frentes de operaciones bélicas representó para Costa Rica ingentes gastos, que

no fue posible subsanar con facilidad.

Mientras Cañas daba informes deprimentes sobre la situación de tropas

posicionadas en la ribera del río San Juan, las noticias del fin del conflicto armado

arribaban a San José en un ambiente de optimismo ante el cese de hostilidades. La

prensa de la época pintaba así es ambiente vivido para entonces: “Al llegar al arco del

Palacio las señoras y niñas graciosamente vestidas, arrojaron desde los balcones miles

de flores, ramilletes y coronas sobre el General en Jefe y sus valientes soldados. Los

gritos de ¡Viva el Presidente! ¡Viva el General Mora! ¡Viva el General Cañas! ¡Viva Costa

Rica y sus valientes hijos! Se repetían, y se confundían con los vítores a los Generales

aliados, y a la unión, a la paz y libertad de Centroamérica”.35 La victoria militar se celebró

entre los diversos sectores de la población, aunque habría que decir que las condiciones

en que quedó la nación no eran las propicias para festejar en demasía. Más de un diez

por ciento de población costarricense había fallecido resultado directo de la propagación

de la peste del cólera asiático; cientos murieron en combates frente a los filibusteros y la

situación fiscal del país era deficitaria desde todo punto de vista.

La guerra había sido una experiencia del todo nueva para el ejército costarricense,

ayuno hasta entonces de contiendas bélicas que pusieran a prueba sus destrezas. La

denominada Campaña Nacional movilizó diversos intereses y puso en entredicho la

fragilidad del sistema político encabezado por Juan Rafael Mora. Resulta incuestionable

afirmar que la Costa Rica que antecedió al inicio de las hostilidades bélicas, era muy

distinta a la nación que requería reconstruirse moral y económicamente una vez finalizada

34

ANCR. Congreso. Documento No. 4754, 1857, f. 7. 35

Crónica de Costa Rica, 16 de mayo de 1857, pp. 2-3. En: Quesada Camacho, Juan Rafael. Clarín

Patriótico: la guerra contra los filibusteros y la nacionalidad costarricense. (Alajuela: Museo Histórico

Cultural Juan Santamaría, 2006), p. 2.

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la guerra. Juan Rafael Mora y José María Cañas una vez que retomaron sus funciones

como hombres de Estado, pasada la tempestad provocada por la guerra, debieron

enfrentarse a nuevas realidades: el campo de batalla cedió terreno al teatro político y en

este particular el resultado no fue todo lo prometedor que ambos deseaban.

LA COSTA RICA POSBÉLICA

Retomar la vida después de transcurrido un conflicto militar sin precedentes como

fue la Campaña Nacional, representó un reto de grandes implicaciones para el presidente

Mora y para la población costarricense en general. Si bien es cierto, tanto el gobernante

como su cuñado José María Cañas se habían constituido en los héroes oficiales de la

gesta bélica, toda vez que protagonizaron los principales tributos y homenajes oficiales

como los dirigentes que más descollaron, tanto en el plano político como en el militar en la

lucha armada contra las huestes filibusteras; también venía ocurriendo un natural

desgaste de dos figuras que acumulaban un extenso y continuo período en la

administración pública. Para cuando las cosas vuelven a la normalidad en 1857, Mora y

Cañas contaban con una cantidad importante de enemigos políticos acumulados en el

transcurso de la década de 1850. La guerra le había proporcionado a la administración

“morista” cierta credibilidad ante los ojos de la población y colocó al presidente y su

cuñado como héroes emergidos de un conflicto donde se promovía la defensa de la

soberanía y las instituciones de la nación. Esta situación atenuó de alguna forma la

beligerancia de los sectores opuestos al gobierno y estableció una tregua mientras los

vientos de guerra se disipaban.

Sin embargo, los enemigos del presidente y en consecuencia, de Cañas, no solo

eran muchos, sino también poderosos. De entre el grupo de opositores destacaban

figuras como el rico comerciante Vicente Aguilar Cubero, con quien Mora llegó a formar

una sociedad mercantil antes de ascender al poder, pero que al disolverse provocó agrias

disputas, querellas judiciales y todo tipo de comentarios malsanos entre las partes. Aguilar

Cubero y el presidente no escondían en lo absoluto las marcadas diferencias que los

separaban y esto ensombreció, no pocas veces, la gestión de Mora. Otro personaje

visible de la oposición era el exjefe de Estado José María Castro Madriz, a quien Mora

llegó a desterrar del país aduciendo haber participado en una conspiración que procuraba

sacarlo del poder ejecutivo. Sumado a ellos se encontraban los sobrinos de Anselmo

Llorente y La Fuente, los señores Julián Volio y Francisco María Iglesias, quienes

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adversaban a Mora, entre otras razones por disputas asociadas con el manejo de la

Fábrica Nacional de Licores; y el mismo obispo Llorente a quien el presidente exilió por

estar involucrado en una conspiración. Finalmente, en el amplio espectro de la oposición

se encontraba José María Montealegre, cuñado del presidente y perteneciente a una de

las familias de estirpe cafetalera más ricas de la nación.

Este amplio grupo de personajes fue articulándose de forma progresiva en torno al

interés manifiesto de expulsar del poder a Mora y su gente. El manejo del conflicto bélico,

si bien otorgó al presidente y a José María Cañas una destacada presencia en la prensa

oficial de la época y en los comunicados de gobierno, también acarreó importantes

críticas de la oposición, parte de la cual se manifestó desde un inicio en contra de la

expedición del ejército costarricense a territorio nicaragüense. Otros sectores les

achacaron la responsabilidad de la propagación del cólera asiático entre la población

costarricense, debido al mal manejo que del control de la peste se hizo por parte de las

autoridades y hubo quienes les inculparon porque consideraban que el conflicto se había

prolongado más de lo esperado. No faltaron las críticas que ponían en tela de duda el

liderazgo y conocimiento militar del poder ejecutivo en la sangrienta Batalla de Rivas y las

voces de la oposición se llegaron a multiplicar cuando José María Cañas, en

representación del gobierno costarricense, firmó el tratado limítrofe con Nicaragua,

acuerdo fronterizo que según sus detractores, ofrecía demasiadas ventajas al vecino país,

al negarle a Costa Rica el acceso al Lago de Nicaragua, reduciendo en exceso los

derechos de navegación del país a lo largo del río San Juan.36

Mientras diversos grupos ejercían una notable presión política para desacreditar al

“morismo” en el poder, el presidente veía reducido su círculo de colaboradores a una

pequeña expresión. Sumado a la muerte de José María Oreamuno y Adolphe Marie por el

contagio de la peste, el presidente Mora también recibió la infausta noticia de la

fulminante muerte de Felipe Molina, representante diplomático costarricense ante el

gobierno de los Estados Unidos en los tiempos del advenimiento filibustero en

36

Sobre el tema particular de la situación del río San Juan y la forma en que su condición de límite natural

afectó las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua véase: Obregón Quesada, Clotilde. El Río San Juan en la

lucha de las potencias (1821-1860). (EUNED: San José, 2001) y Sibaja Chacón, Luis Fernando. Del Cañas

Jerez al Chamorro- Bryan. La Relaciones Limítrofes entre Costa Rica y Nicaragua en la perspectiva

histórica 1858-1916. (Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2006). El documento 5199 de la

Sección Congreso del Archivo Nacional de Costa Rica documenta la participación de José María Cañas en

las negociaciones de paz y de límites con Nicaragua por parte de la República de Costa Rica, desde 1857.

En informe enviado al Congreso por el Ministro Nazario Toledo se indica: “Acredito al General Don José

María Cañas, dándole plena autorización para ceder por parte de Costa Rica, todo aquello que en justicia

pudiese acordarse a favor de Nicaragua”, fs. 3v y 4.

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Centroamérica. Molina era un hombre de amplia experiencia política y su deceso

constituyó una baja sensible en el grupo de colaboradores de Mora Porras. Otros

personajes fundamentales dentro del entramado del gobierno como Manuel José Carazo

y el prestigioso abogado guatemalteco Lorenzo Montúfar, se alejaron de puestos claves

de la administración Mora Porras sin hacer mucho ruido, pero con la evidente

complacencia de la oposición que veía en aquellos movimientos signos de debilitamiento

del gobierno.

El confinamiento de personajes destacados dentro del mundo de la sociedad y la

política costarricenses como fueron los casos de José María Castro Madriz, el doctor

guatemalteco Nazario Toledo, el Obispo Anselmo Llorente y La Fuente y Francisco María

Iglesias, entre otros, resultó un indicio incuestionable de la forma en que recursos como la

expatriación se estaban utilizando con cierta regularidad para ejercer un control efectivo

sobre fragmentos de la población opuestos a los intereses de Mora Porras. En ese

sentido, no fueron pocas las críticas que se llevaron a cabo para cuestionar una política

de gobierno tendiente a silenciar las voces que cuestionaban el manejo de la

administración pública.

La suma de diversas bajas experimentadas en la administración del presidente

Mora con una creciente oposición al gobierno, generó que el círculo de confianza del

gobernante se redujera dramáticamente a un entorno casi familiar. Es así que para inicios

de 1858, Cañas fue designado en un ministerio clave, puesto en el cual ya tenía alguna

experiencia. La nota del Palacio Nacional señalaba lo siguiente: “Habiendo regresado el

Señor General Don José María Cañas á donde pasó últimamente en comisión importante

del Gobierno y estando nombrado Ministro de Hacienda, Guerra, Marina y Caminos,

tomará posesión y entrará en ejercicio de este encargo desde el día 3 del presente mes

tengo el honor de comunicarlo a Vuestra Excelencia para los fines correspondientes”.37

Una vez más, Cañas respondía al llamado de su hermano político como respaldo en un

puesto de alto perfil gubernamental.

Otros protagonistas del linaje de los Mora preservaban posiciones destacadas de

gobierno, asunto que causaba recelo entre sus detractores. En primer lugar estaba Miguel

37

ANCR. Guerra y Marina. Documento 3220, 1858, f. 1. Thomas Francis Meahger daba expresiones muy

pintorescas en 1858 sobre el general Cañas. Al respecto señala refiriéndose a la ciudad de Puntarenas lo

siguiente: “En la plaza, en el centro de ella, se alza un obelisco de madera (una garita de hechura ordinaria y

proporciones mezquinas) conmemorativo de los servicios del general José María Cañas, quien peleó con tanto

valor y se condujo con tanta magnanimidad en la guerra contra los filibusteros”. Luego afirma: “Es modesto y

reservado en extremo. Ojos claros y tranquilos. De opiniones concisas. Sumamente cortes, bondadoso,

caballero y gentil”. Ver: Fernández Guardia, Costa Rica en el siglo XIX, p. 343.

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Mora Porras, hermano mayor del presidente fue durante la mayor parte de la década de

los años cincuenta miembro activo del Congreso y hacia el final del decenio integró la

junta directiva del Banco Nacional Costarricense, primer banco establecido en el país,

precisamente bajo la administración “morista”. Este banco que no pasó de unos pocos

meses de existencia, debido a la falta de liquidez con que operaba, pretendía ser un ente

regulador del crédito en la nación y para esos efectos el presidente llegó a colocar a uno

de sus hermanos dentro de la junta directiva del mismo, aspecto que como es de suponer,

generó cuestionamientos de todo orden.

Por otra parte se encontraba José Joaquín Mora Porras, el hermano menor del

presidente también estuvo en puestos valiosos del régimen. Fue jefe de las fuerzas

militares centroamericanas que enfrentaron la invasión filibustera, segundo jefe del

ejército costarricense, por detrás de José María Cañas, diputado del Congreso y

Comandante de Plaza de San José. En todo momento resultó fundamental en la gestión

de gobierno que llevó a cabo Juan Rafael Mora.

Finalmente y no menos importante, Manuel Argüello Mora, sobrino del presidente y

a quien este había puesto bajo su protección desde niño cuando sus padres murieron, se

desempeñaba en uno de los tribunales más importantes de la nación, en plena capital, en

su condición de Juez de Primera Instancia. Arguello Mora era un joven abogado

graduado en la Universidad de San Carlos, Guatemala. Los costos de sus estudios los

había asumido su tío Juan Rafael Mora y sentía por este una admiración que rayaba en la

idolatría. Aprovechando su posición en el poder ejecutivo, Mora ubicó estratégicamente a

su sobrino como juez josefino y con ello se ganó otra andanada de críticas que

cuestionaban la extrema juventud del magistrado y la cercanía que conservaba con el

presidente de la nación.

Como se puede apreciar, el período posterior a la guerra 1856-1857 marcó un

momento determinante donde el presidente Mora experimentó un tipo de aislamiento de

hombres de gobierno tradicionales. Ante la pérdida de credibilidad con las familias

poderosas de la nación, se percibe una tendencia donde se manifiesta una creciente

concentración de poder en el plano militar, político y jurídico, alrededor de un núcleo filial

del presidente Mora. Tal situación que refleja una pérdida de confianza de muchos de los

sectores que en principio patrocinaron el ascenso de Juan Rafael Mora al poder, sirvió de

insumo para que la oposición debatiera en torno a la conveniencia de que la cuestión

pública estuviera administrada bajo criterios de consanguinidad. La excesiva presencia de

la parentela del presidente Mora en los distintos ámbitos de poder generaba no pocas

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suspicacias en una nación donde los intereses políticos se mezclaban fácilmente con los

de carácter económico.38

Adicional a esta problemática interna que afectaba el manejo de la administración

pública, el país no dejaba de tener una preocupación latente por el interés que seguía

mostrando William Walker de retomar las incursiones filibusteras en territorio

centroamericano. En abril de 1859 José María Cañas dirigía una carta al Comandante del

buque de guerra de Su Majestad el Emperador de los franceses, solicitando su

intervención ante la amenaza de un desembarco filibustero en Centroamérica. En nota

oficial el general señalaba que “Con motivo de haber recibido avisos de que tanto en los

Estados Unidos del Norte como en California se organizan partidas de filibusteros con el

objeto de invadir a Centro América, y como es muy probable que se dirijan sobre algunos

de los puertos de esta República, victima otra vez de las incursiones de esos vándalos en

circunstancias que no es fácil sitiar en las costas fuerzas bastantes á impedir un

desembarque y que por otra parte se carece de una marina capaz de frustrar tan infames

tentativas Su Excelencia el vicepresidente de la República en ejercicio del poder Ejecutivo

persuadido del respeto que el Gobierno de Su Majestad el Emperador de los franceses ha

manifestado en todo tiempo el derecho de gentes y de su interés a favor de la humanidad,

me ha prevenido poner en manos del comandante del Puerto de Punta de Castilla la

presente nota, cerrada y sellada con el objeto de que si llegan a verificarse un

desembarco de filibusteros en las costas de su mando, la remita inmediatamente a Usted

para que se sirva prestar su cooperación y ayuda a las fuerzas nacionales a fin de

rechazar a los invasores. El Gobierno de Costa Rica espera que Usted se prestara

gustoso a la cooperación solicitada siguiendo así los principios de vigorosa justicia y de

protección á los Estados débiles que marca los actos de Su Majestad”.39 Esta nota es una

evidencia de que el tema de la política exterior era un asunto que ciertamente inquietaba

a la administración “morista”. Al igual que había ocurrido en el transcurso de la Campaña

Nacional, José María Cañas se constituía nuevamente en el líder natural que mostraba

una actitud de precaución ante la inminencia filibustera. Ciertamente la amenaza del

invasor se hizo una realidad en la región. La presencia de Walker renovó las antiguas

críticas a José Joaquín Mora, quien habiendo tenido la oportunidad de enjuiciar al

38

Sobre este particular es preciso revisar el esclarecedor trabajo de Carmen Fallas Santana Elite, negocios y

política en Costa Rica 1849-1859. (Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 2004), texto que

analiza con detenimiento la situación particular que atravesaba el presidente Mora, en el mundo de la política

y de sus negocios particulares, previo al golpe de Estado del 14 de agosto de 1859. 39

ANCR. Hacienda. Documento 14253, 1859, fs. 1-2v.

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usurpador filibustero una vez aprendido, lo entregó con docilidad a los representantes

norteamericanos que lo trasladaron a los Estados Unidos sin consecuencias inmediatas

como se puede observar.

Para mediados de 1859 la administración liderada por Juan Rafael Mora y José

María Cañas había sumado críticas y cuestionamientos de todo tipo. Un ambiente de

inestabilidad se respiraba en el mundo político josefino y el desenlace no se hizo esperar

demasiado. El elemento que desencadenó el golpe de Estado fue el intento de Juan

Rafael Mora por reelegirse nuevamente como mandatario. Un amañado proceso electoral

donde Mora llevó a cabo una serie de movimientos que le permitieron remover a algunos

delegados electorales vinculados con sus enemigos y sustituirlos por gente afín, le otorgó

la posibilidad de gobernar la nación hasta 1865. La oposición esta vez no le perdonó al

presidente su interés de mantenerse indefinidamente en el poder. Consideraban que diez

años continuos al mando del ejecutivo eran suficientes, como para que aspirara a un

nuevo mandato de seis años más. La conspiración fue efectiva y sin un solo disparo de

por medio, ni revuelta alguna ejecutada en cuarteles militares, Juan Rafael Mora se vio

obligado a entregar el mando de la nación.

Como era de esperarse todo el círculo de hombres cercanos al presidente Mora

debieron seguir la ruta del destierro. Tal fue el caso de José María Cañas, los hermanos

Mora Porras, Manuel Argüello Mora, Crisanto Medina, socio fundador del Banco Nacional

Costarricense y otras figuras más. El destino para la mayor parte de ellos fue El Salvador,

una tierra generosa acostumbrada a recibir exiliados políticos costarricenses. En esa

nación habían terminado sus días Braulio Carrillo Colina, gobernante caído tras el golpe

de Estado llevado a cabo por el caudillo hondureño Francisco Morazán y Manuel Aguilar

Chacón, padre de la esposa de Juan Rafael Mora. Aguilar también había sido víctima de

un golpe de Estado, pero su fallecimiento en El Salvador se dio bajo circunstancias

ajenas a la condición de exiliado que llegó a vivir en tierras cuzcatlecas.

Pocos días transcurrieron antes de que se hiciera efectiva la expulsión de territorio

costarricense de los antiguos inquilinos del poder. La vía utilizada era la habitual de

entonces, a saber, Puntarenas. El retorno a su nación de origen representó todo un

dilema para José María Cañas. Eran muchos años fuera de la tierra natal y resultaba

comprensible que la incertidumbre se apoderara de él. Tenía a su favor, eso sí, que en El

Salvador gobernaba un hombre forjado en el ejército “morazanista”, un buen amigo suyo;

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el general Gerardo Barrios40. En este particular Cañas sintió cierto alivio. Conocía de la

generosidad de Barrios y del trato que recibirían él, Juan Rafael Mora y el grupo de

hombres de confianza que le acompañaban en el ostracismo.

El golpe de Estado de 1859 cerraba un capítulo en su condición de hombre público

para José María Cañas. Eran casi 20 años de estar al frente de diversas instancias de

poder y esto le daba cierta nostalgia a Cañas. La última década se había desempeñado

entre gobernaciones, comandancias de plaza y ministerios de Estado. Cañas traía tras de

sí una carrera política y militar que incluía representaciones diplomáticas, tratados

internacionales y enconadas batallas en diferentes escenarios bélicos. Su historial de vida

era realmente significativo y despertaba las más diversas suspicacias entre sus

opositores. Sin embargo, desde su llegada a Costa Rica a bordo de la goleta Izalco y

acompañado de Francisco Morazán, no solo se había desenvuelto en el mundo público.

Existen fuentes históricas que dejan ver que en más de una ocasión Cañas renunció a

sus puestos de hombre de Estado por alguna de las siguientes razones: o creía que la

retribución económica que recibía por el ejercicio de sus funciones era insuficiente para

satisfacer las necesidades como cabeza de familia, o bien, sus múltiples obligaciones,

usualmente de carácter mercantil, le restaban posibilidades de atender de forma eficiente

sus responsabilidades al frente de diversas instancias de gobierno.

Al análisis de este último aspecto se dedicará el capítulo que a continuación se

presenta. Antes de revisar la experiencia de vida de José María Cañas en El Salvador, en

el año posterior a su confinamiento, nos enfocaremos a estudiar el mundo de los negocios

particulares en los que estuvo involucrado el general cuzcatleco mientras se desarollaba

como hombre de Estado. Esto no es algo que deba sorprender, claro está. Tal

combinación de funcionarios oficiales que se desenvuelven de forma paralela en el plano

comercial, no solo era frecuente en la época, sino muchas veces comprensible, dada la

familiaridad con que se trataba en Costa Rica el asunto de las “cuestiones públicas”.

Sobre este particular nos enfocaremos seguidamente.

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Gerardo Barrios. Recopilación Documental 1856-1878. (San Salvador: CONCULTURA, 2007). En 1857

Gerardo Barrios, que para entonces aún no era presidente de la nación, redactó un testamento donde afirmaba

que “Me conduce a Nicaragua no más que el amor a la independencia de Centroamérica y mi ambición está

reducida a ver el país libre, y en el camino del progreso conducido por sus propias leyes”, p. 221.

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CONCLUSIONES

Resulta incuestionable afirmar que es a partir de 1849 con el nombramiento de

José María Cañas como Ministro de Hacienda y Guerra por parte del entonces

gobernante José María Castro Madriz, que el general salvadoreño asume un

protagonismo inusitado como hombre de Estado en Costa Rica. Tal designación es

resultado directo de una dilatada experiencia de Cañas dentro de otros puestos de

gobierno a lo largo de casi una década. De igual forma, esta elección ratifica la idea de

que su promoción a la elite dirigencial de la nación es ajena e independiente al ascenso

de Juan Rafael Mora Porras, su cuñado, a la máxima magistratura del país. Cañas

contaba con un conjunto de méritos comprobados y el llamado de que es objeto por parte

de Castro Madriz solo es un reconocimiento a su fructífera trayectoria en el desempeño

de la función pública.

Es evidente, eso sí, que la gestión “morista” (1849-1859) acentuó la participación

de José María Cañas como hombre de confianza del presidente. Durante esta década se

desempeñó como comandante de plaza, ministro de Estado y gobernador, puestos claves

en los que demostró una lealtad de primer orden al régimen encabezado por Juan Rafael

Mora. Sin embargo, donde la figura de Cañas adquirió notoriedad, ya no solo en Costa

Rica, sino a nivel regional, fue con su participación en la guerra librada contra los

invasores filibusteros que tuvieron presencia en Centroamérica entre 1856 y 1857.

En efecto, la denominada Campaña Nacional, así bautizada en territorio

costarricense, constituyó el escenario donde el general salvadoreño brilló con luz propia.

Jefe militar del ejército costarricense, segundo al mando de las tropas centroamericanas,

encabezadas por José Joaquín Mora Porras, Cañas destacó en la Batalla de Rivas,

Nicaragua, donde se derrotó a los filibusteros por segunda vez en un período menor a los

treinta días, y fue un elemento fundamental en el manejo de la Vía de Tránsito, ruta de

abastecimiento utilizada por las tropas filibusteras a lo largo de los márgenes del río San

Juan y la desembocadura del Lago de Nicaragua. El liderazgo y valentía de Cañas se

encuentra reconocido en la prensa regional de la época y en los testimonios de soldados

y dirigentes que fueron partícipes de las diferentes jornadas bélicas en las que estuvo

involucrado el general salvadoreño.

Finalizado el conflicto, la economía costarricense queda en condiciones de

extrema fragilidad. Devastada por la propagación de la mortífera peste del cólera asiático

que arrasó con cerca un de un diez por ciento de la población, la nación resintió la

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disponibilidad de mano de obra para el desarrollo de sus actividades productivas.

Derivado de la guerra el país vio disminuidos sus ingresos fiscales e incrementados sus

gastos por inversiones ejecutadas en materia bélica; situación que le restó popularidad a

la gestión del presidente Mora. A pesar que hacia fines de la década de los años

cincuenta José María Cañas retomó la dirección del Ministerio de Hacienda, Guerra y

Caminos, como respaldo a la gestión “morista”, la suma de desacertadas iniciativas de

gobierno, el alejamiento de curtidos hombres de Estado al servicio del presidente Mora y

el interés manifiesto de su cuñado Juan Rafael por mantenerse indefinidamente en el

poder, provocó un fulminante golpe de Estado que acabó con dicha administración.

El resultado predecible fue el destierro de Mora, José María Cañas y el círculo de

hombres de confianza que tenían bajo su control el manejo de los asuntos públicos de la

nación. El destino de este grupo de individuos y sus familias fue El Salvador, nación

habituada a recibir en su seno a exiliados políticos costarricenses.