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Page 1: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando
Page 2: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo,

donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios,

sumos sacerdotes y escribas.

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese

lugar, y uno de ellos, que era doctor de la

Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Mateo

22,34-40

Page 3: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Eran muchos los preceptos que tenía

que observar el judío piadoso.

En cuanto a la pregunta misma hemos

de decir que las discusiones sobre la diversa importancia de los

mandamientos eran muy frecuentes entre los maestros de la Ley.

Esto se debía a que en la Ley escrita,

(la Torá), estaban contenidos 613 mandatos: 365 que prohibían y 248 que mandaban acciones referentes

al culto, a los sacrificios, a las fiestas, a las compras y a las

ventas, a las relaciones familiares, al matrimonio, a las relaciones

laborales, sociales y comerciales, sumados a cuestiones higiénicas,

alimenticias, funerarias, etc.

Así mismo David cuenta once (Sal 15,2-5), Isaías 6 seis (Is 33,15), Miqueas tres (Mi 6,8), Amós dos (Am 5,4) y Abacuc sólo uno (Ab

2,4).

Page 4: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Para los maestros de la Ley no todos

los preceptos eran iguales en importancia.

Los dividían en preceptos “ligeros” y “graves”. También consideraban

una jerarquía entre los últimos, de modo que podía haber unos

más graves porque superaban en importancia

a todos los demás.

La diferencia de opinión en cuanto a esta gravedad y primacía entre los mandamientos generaba no

pocas discusiones entre los maestros, dando origen a diversas

listas y clasificaciones.

Page 5: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Para el Señor el más “grave” o de mayor peso es el mandamiento

contenido en el Shemá Israel (“Escucha Israel”), primeras palabras y

nombre de una de las principales oraciones que todo israelita varón, no esclavo, ya en el tiempo de Jesús debía

recitar dos veces al día, mañana y tarde, como plegaria, todo judío piadoso

(Dt 6,5). expresando su fe en y adhesión

a un único Dios (Dt 6,4-5):

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu

alma, con todo tu ser».

“El Shema era y continúa siendo tan importante para el judaísmo como el Padre Nuestro o el Credo de los Apóstoles lo son para la Cristiandad”. Jesús lo utiliza para presentar el mandamiento de

amar a Dios. El Shema no es un mandamiento por si, pero establece los cimientos del mandamiento de amar a Dios.

Page 6: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Evidentemente para los judíos este mandato del amor de Dios sobre todo era fundamental. Sin

embargo, una equivocada comprensión del

mismo llevaba a muchos rabinos a darle

una importancia excesiva a otras cosas secundarias de la misma

Ley.

De este modo llegó a ser frecuente,

por ejemplo, que muchos rabinos pusiesen por encima de todos los

preceptos el mandamiento de sacrificar

diariamente dos corderos de un año al Señor, desvirtuando el

precepto del amor a Dios por el precepto de sus ritos.

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La respuesta de Jesús es clara, contundente y lo simplifica todo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,

con todo tu ser”. Esto es lo principal; pero “el segundo es semejante al él:

amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Page 8: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

Estos dos mandamientos que Jesús destaca poniéndolos en plano de

igualdad y de importancia se perdían en la

maraña de tantos preceptos.

Jesús señala el amor a Dios y al prójimo como el centro esencial de

la ley, algo olvidado por los escribas y

fariseos.

Jesús unifica los dos preceptos de manera que esa unidad es

indisoluble. Más aún, Jesús nos dará un único mandamiento que el llama

nuevo: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros

como yo os he amado” (Jn 13, 34).

Page 9: Jesús se encuentra en Jerusalén, precisamente en el Templo, donde se inicia un debate entre Él y sus adversarios, sumos sacerdotes y escribas. Cuando

“Amarás (griego: agapeseis – de agapao – teniendo que ver con

amor ágape) pues al Señor tu Dios

de todo tu corazón (griego: kardia),

y de toda tu alma (griego: psyche), y de toda tu mente (griego:

dianoias), y de todas tus fuerzas (griego:

ischuos)” (v. 30).

Deuteronomio 6:5 habla de amar a Dios con corazón, alma, y fuerza.

Jesús añade amar a Dios con la

mente.

Escribas y rabinos ya aman a Dios con sus mentes. Estudian las escrituras como un cateador

estudia rocas para encontrar señales de oro. Cubren el mismo terreno una y

otra vez esperando encontrar un nuevo tesoro.

El suyo es un método intelectual para acercarse a las escrituras.

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Cuando decimos con todo corazón, es con todo lo nuestro, sin reservas,

con todo tipo de sacrificios, con todo lo que nos hace vivir.

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Cuando decimos con toda el alma, es con toda la sensibilidad del amor divino.

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Cuando decimos con todas tus fuerzas es ardientemente y no con tibieza,

y añadimos para que no falte nada, con todo nuestro entendimiento,

con toda nuestra mente, con la inteligencia y la reflexión

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Amar a Dios con corazón, alma, mente, y fuerza es amar a Dios con todo lo que somos.

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El judaísmo, especialmente en tiempo

de Jesús, se debatía en el particularismo; el prójimo era el

correligionario o el simpatizante; pero de ningún

modo el extranjero y el pagano.

En cambio, para Jesús, prójimo es todo el mundo, incluido el

extranjero y hasta el desconocido.

Prójimo es cualquiera que es objeto

del amor de Dios; es decir, todos.

Ley judía (Levítico 19:18) detalla cuidadosamente nuestro

comportamiento en relación a otras personas.

Los profetas lo llevan un paso más allá, clamando por compasión y

justicia aún en las situaciones en que la ley

no aplica.

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El amor es lo que cuenta. Tanto el mensaje como el seguimiento de Cristo

es fundamentalmente amor. Encontrarse con Dios en el amor a través

de la fraternidad con nuestros semejantes. “Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”.

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Para Jesús lo único importante y decisivo es que sepamos amar a Dios y al prójimo.

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Dios es una presencia amorosa que vivifica y alienta nuestro ser y nuestro obrar.

Una fuente de vida y libertad que nos empuja a amar con hondura la vida,

las cosas, y a todas las personas.

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Movidos por ese amor a Dios nos liberamos de nosotros mismos, de nuestros egoísmos e incomprensiones, acercándonos, con sencillez, al otro y aceptarlo como es, sabiendo perdonar en

silencio y tender la mano con desinterés creando ambiente de fraternidad porque la autenticidad del amor a Dios se verifica

continuamente en el amor al prójimo.

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De esta manera, Jesús también podrá decirnos que, no estamos “lejos del reino de Dios,”

(Isaías 57:19; Ezequiel 11:15; Zacarías 6:15; 10:9; Efesios 2:13).

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