jesús maría ruiz carrasco - artedelrenacimiento.com · del decorativismo barroco español. una...

22
ISSN: 2340-843X pág. 99 ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120 El ACADÉMICO DE MÉRITO IGNACIO TOMÁS CAMERO COMO EJEMPLO DE LA FORMACIÓN DE LOS ARQUITECTOS EN EL SENO DE LA REAL ACADEMIA DE SAN FERNANDO Y LA DIFUSIÓN DE LOS NUEVOS IDEALES ARTÍSTICOS EN LAS PROVINCIAS DE LA CORONA ESPAÑOLA Jesús María Ruiz Carrasco* Tras la llegada de la dinastía borbónica al poder y el impulso de las nuevas ideas ilustradas, el control de la estética y del arte, como elementos vertebradores del Reino de España, pasó a ser una cuestión de Estado durante el transcurso del siglo XVIII 1 . Con el impulso de la Corona española, los nuevos ideales artísticos y culturales debían ser introducidos en una sociedad acostumbrada a la opulencia, la persuasión y el desborde del decorativismo barroco español. Una nueva concepción que no sólo abogaba por un cambio de tendencia estética, sino también por el empleo de la razón en las diferentes disciplinas artísticas, tanto a nivel teórico como práctico. El conocimiento será, por tanto, el nuevo motor que impulsará “Las Tres nobles Artes”, así como el germen de la búsqueda de la perfección y el hilo conductor de la creación en los distintos ámbitos. Bajo estas premisas y el amparo de la Corona, fue fundada en 1744 —con carácter provisional hasta su definitiva institucionalización en 1752— la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el fin de introducir en la sociedad las nuevas ideas estéticas. Para llevar a cabo los objetivos inicialmente planteados por la Academia se precisaba un control total sobre las artes, especialmente en el caso de la disciplina más representativa del Estado: la Arquitectura. Serían las obras públicas el máximo reflejo tangible del nuevo organigrama cultural, manifestado inicialmente por los modelos importados de la arquitectura de referencia en la Europa del momento. Dicha introducción fue posible gracias a la llegada de arquitectos europeos —especialmente del Piamonte italiano— para trabajar en las obras del Palacio Real de Madrid, como la de Filippo Juvarra 2 en 1735 y Juan Bautista Sachetti un año más tarde. Estos arquitectos introdujeron en Castilla las formas propias del barroco clasicista italiano del siglo XVIII, símbolo de la renovación impulsada por la nueva familia gobernante en España, contraponiéndose al abigarramiento y el ornamento del barroco tradicional español 3 . Esta nueva concepción arquitectónica no sólo constituyó la pauta para el levantamiento de edificios concretos bajo el patronazgo real, sino también el punto de partida formal para los nuevos arquitectos instruidos en el seno de la Academia de San Fernando a partir de 1744.

Upload: letuyen

Post on 03-Nov-2018

212 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

ISSN: 2340-843X pág. 99

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

El ACADÉMICO DE MÉRITO IGNACIO TOMÁS CAMERO COMO EJEMPLO DE LA

FORMACIÓN DE LOS ARQUITECTOS EN EL SENO DE LA REAL ACADEMIA DE SAN

FERNANDO Y LA DIFUSIÓN DE LOS NUEVOS IDEALES ARTÍSTICOS EN LAS PROVINCIAS

DE LA CORONA ESPAÑOLA

Jesús María Ruiz Carrasco*

Tras la llegada de la dinastía borbónica al poder y el impulso de las nuevas ideas ilustradas, el control

de la estética y del arte, como elementos vertebradores del Reino de España, pasó a ser una cuestión de Estado

durante el transcurso del siglo XVIII1. Con el impulso de la Corona española, los nuevos ideales artísticos y

culturales debían ser introducidos en una sociedad acostumbrada a la opulencia, la persuasión y el desborde

del decorativismo barroco español. Una nueva concepción que no sólo abogaba por un cambio de tendencia

estética, sino también por el empleo de la razón en las diferentes disciplinas artísticas, tanto a nivel teórico

como práctico. El conocimiento será, por tanto, el nuevo motor que impulsará “Las Tres nobles Artes”, así

como el germen de la búsqueda de la perfección y el hilo conductor de la creación en los distintos ámbitos.

Bajo estas premisas y el amparo de la Corona, fue fundada en 1744 —con carácter provisional hasta su definitiva

institucionalización en 1752— la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el fin de introducir en

la sociedad las nuevas ideas estéticas.

Para llevar a cabo los objetivos inicialmente planteados por la Academia se precisaba un control total

sobre las artes, especialmente en el caso de la disciplina más representativa del Estado: la Arquitectura. Serían

las obras públicas el máximo reflejo tangible del nuevo organigrama cultural, manifestado inicialmente por

los modelos importados de la arquitectura de referencia en la Europa del momento. Dicha introducción fue

posible gracias a la llegada de arquitectos europeos —especialmente del Piamonte italiano— para trabajar en

las obras del Palacio Real de Madrid, como la de Filippo Juvarra2 en 1735 y Juan Bautista Sachetti un año más

tarde. Estos arquitectos introdujeron en Castilla las formas propias del barroco clasicista italiano del siglo

XVIII, símbolo de la renovación impulsada por la nueva familia gobernante en España, contraponiéndose al

abigarramiento y el ornamento del barroco tradicional español3. Esta nueva concepción arquitectónica no sólo

constituyó la pauta para el levantamiento de edificios concretos bajo el patronazgo real, sino también el punto

de partida formal para los nuevos arquitectos instruidos en el seno de la Academia de San Fernando a partir

de 1744.

Autor
Autor
Doctorando en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba.
Nota 1
Nota 1
Sobre los primeros pasos en la introducción de la nueva concepción arquitectónica introducida por la dinastía borbónica, véase MUNIAIN EDERRA, Sara, El programa escultórico del Palacio Real de Madrid y la Ilustración española, Madrid, Fundación universitaria española, 2000, pp. 19-111.
Nota 2
Nota 2
A pesar de que este arquitecto italiano, figura especialmente relevante de la Arquitectura europea debido a su gran capacidad de adaptación y su marcada eficiencia, realizó trabajos en diferentes localidades, las condiciones propicias para su nivel creativo se dieron en la próspera región italiana de Piamonte. Tal y como queda recogido en NORBERG-SCHULZ, Christian, Arquitectura barroca tardía y rococó, Madrid, Aguilar, 1989.
Nota 3
Nota 3
Con la familia Churriguera como exponente contrario de la estética ilustrada, conviene revisar a RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ DE CEBALLOS, Alfonso, Los Churriguera, Madrid, Instituto Diego Velazquez, 1971.

ISSN: 2340-843X pág. 100

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

Como consecuencia de esta importación, que escenificaba la adhesión de la Corona española a la moda

arquitectónica europea, aparecieron nuevos arquitectos en España que no sólo continuaron y renovaron la senda de

los maestros italianos, sino que jugaron un papel fundamental en la formación de las generaciones futuras por medio

de la Academia de San Fernando. Especialmente destacadas serían las figuras de Diego de Villanueva (1715-1774)

y Ventura Rodríguez (1717-1785), quienes desde puntos de vista opuestos fueron capaces de otorgar relevancia al

nuevo movimiento arquitectónico. Por un lado, la labor de Villanueva fue fundamentalmente destacada como

profesor de Arquitectura de la Academia y teórico. Historicista convencido y difusor del racionalismo transmitido

por la obra de Marc-Antoine Laugier y de Carlo Lodoli4, también divulgó la necesidad del conocimiento de la

arquitectura de la Antigüedad para llevar a la práctica proyectos futuros, por lo que el estudio de los textos y la

lección de la Historia como pauta fueron para Villanueva el punto de partida de la creación arquitectónica5. Por otro

lado, tenemos la visión ecléctica de Ventura Rodríguez6, quien no abandonó las soluciones barrocas cercanas a los

dictados de la Academia de San Lucca de Roma. La obra de Rodríguez bien se puede establecer dentro de un

clasicismo culto dependiente del barroco romano7, alejado tanto de los postulados clasicistas de Ferdinando Fuga,

Nicola Salvi y Luigi Vanvitelli8 —componentes de la comisión de censura encargada de opinar sobre ciertos dibujos

mandados por la Corona para su supervisión—, como del historicismo de Villanueva. Para Rodríguez, el estudio y

aplicación de las formas clásicas no le remitían a las ruinas de la Antigüedad, puesto que no entendía la búsqueda

de sus contemporáneos sobre el sentido de dicha arquitectura y la capacidad de innovar a partir del conocimiento

de la misma. Su competencia se limitaba a la interpretación, asimilación y capacidad de llevar a la práctica —según

las distintas necesidades— el amplio elenco de conceptos arquitectónicos que ofrecía el barroco romano9,

desconocidos en España hasta la fecha.

A pesar de la aparición de estas dos tendencias enfrentadas, la influencia de los arquitectos italianos

será permanente durante la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente tras la llegada al trono de Carlos III

en 1759, quien había sido rey de Nápoles y de Sicilia. Su vinculación con Italia fue decisiva para el

nombramiento de Francisco Sabatini como arquitecto real, así como para la correspondencia de Vanvitelli con

los arquitectos de la Academia madrileña, dado que no podía trasladarse a la Península ibérica por ostentar la

dirección de la obra del palacio napolitano de Caserta10. La llegada del nuevo monarca también tuvo un papel

decisivo para garantizar la tutela que Fuga ejercía sobre los arquitectos españoles pensionados en Roma,

amparados por la Academia de San Fernando. Todo ello demuestra la influencia italiana sobre la nueva

arquitectura y la permanencia del modelo barroco del mismo origen hasta los últimos compases del siglo

XVIII11. La arquitectura formulada durante los primeros años de la Academia de San Fernando giró en torno

al recuerdo del barroco romano12, la sencilla “máscara” exterior del rococó francés13, los modelos italianos de

la época, el conocimiento de la Historia de la Arquitectura y la revalorización de la ruina como fuente de

inspiración formal14. En relación con este último factor, convendría señalar la importancia del hallazgo de las

Nota 4
Nota 4
Conocimiento recogido por BONET CORREA, Antonio, Fiesta, Poder y Arquitectura. Aproximaciones al Barroco español, Madrid, Akal, 1990, p. 116.
Nota 5
Nota 5
Ideas tomadas por Diego de Villanueva a partir de la difusión en España de las que admitían la experiencia del pasado como parte fundamental del conocimiento para poder adaptar las fórmulas pasadas a una nueva concepción de la Arquitectura. Ideas contenidas en CASTAÑEDA, Joseph, Compendio de los diez libros de Arquitectura de Vitrubio, escrito en francés. Por Claudio Perrault de la real Academia de Ciencias de Paris. Traducido al Castellano, Madrid, 1761. Prefacio. “Artículo primero. Del mérito de Vitrubio, y de su obra”.
Nota 6
Nota 6
Tal y como fue calificada por SAMBRICIO, Carlos, “Sobre la formación teórica de De Ventura Rodríguez”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, núm. 53 (1981), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, p. 131.
Nota 7
Nota 7
Para el análisis y como herramienta para desgranar las características de este periodo, nos remitimos a la brillante obra de Giulio Claudio Argan. Véase ARGAN, Giulio Carlo, El concepto del espacio arquitectónico desde el Barroco a nuestros días, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1973.
Nota 8
Nota 8
Para comprender la razón de ser de la Arquitectura de estos artistas italianos conviene revisar a WITTKOWER, Rudolf, arte y arquitectura en Italia. 1600-1750, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 377-383, 393-399.
Nota 9
Nota 9
A pesar de que niega la continuación del Barroco romano en Ventura Rodríguez durante su segundo periodo de producción, se cita su capacidad de componer sus obras por medio de variaciones estructurales y espaciales que derivaban desde “la verbosidad del Bernini hasta las voces más pastosas de Galilei”. Afirmación contenida en NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “La formación de la Arquitectura neoclásica”, La época de la Ilustración, Madrid, Espasa-Calpé, 1987, p. 665.
Nota 10
Nota 10
Trabajo que queda reflejado íntegramente en VANVITELLI, Luigi, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazzo di Caserta, Nápoles, 1756.
Nota 11
Nota 11
Para entender dicha influencia conviene revisar a SAMBRICIO, Carlos, “Luigi Vanvitelli y Francisco Sabatini: sobre la influencia de la arquitectura italiana en España”, Boletín del Seminario de Estudios de arte y Arqueología (BSAA), núm. 45 (1979), Universidad de Valladolid, pp. 427-438.
Nota 12
Nota 12
Como antes se ha mencionado en el caso de Ventura Rodríguez, la importación de elementos del barroco de Bernini y Borromini resultó decisiva a la hora de la configuración de los edificios ilustrados, tanto a nivel compositivo como decorativo. Especialmente en el caso de aquellos edificios que se disponían a partir del espacio como elemento constitutivo. Véase NORBERG-SCHULZ, Christian, Arquitectura barroca, Madrid, Aguilar, 1989, p. 182.
Nota 13
Nota 13
Una sencillez que contrasta con la opulencia de los interiores de estos palacios. Sin embargo no se pueden entender como clásicos en su exterior, pues el uso de los órdenes quedó relegado prácticamente al olvido. Características que se pueden entender a partir de las observaciones y el análisis ofrecido por MINGUET, Philippe, Estética del Rococó, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 149-160.
Nota 14
Nota 14
Sobre la necesidad de estudiar el significado de las ruinas clásicas, y como causa de las referencias a la obra racionalista de Cordemoy y Laugier, a la composición de edificios y a los nuevos textos de Arquitectura publicados por Briseux y Blondel, se hace eco RIEGER, Christiano, Elementos de toda la architectura civil, con las mas singulares observaciones de los modernos impresos en latín por el P. Christiano Rieger de la Compañía de Jesús, al presente Cosmpographo Mayor de S. M. y de su Consejo en el Real y Supremo de Indias, Maestro de Matemáticas del Colegio Imperial. Los quales, aumentados por el mismo, da traducidos al castellano el P. Miguel Buenamente, Maestro de Matemáticas en el mismo Colegio., Madrid, 1763.

ISSN: 2340-843X pág. 101

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 9-120

poblaciones romanas de Pompeya y Herculano; al igual que la promulgación de los textos publicados por

Piranesi y Winckelmann15, en los cuales se enfatiza la relevancia de las ruinas romanas como referencia para

los nuevos arquitectos. Los alumnos instruidos en la Academia durante sus tres primeras décadas de existencia,

serán quienes vivan este amplio y reformado ambiente cultural de la capital y adquieran los conceptos derivados

del mismo, transmitidos lentamente al resto de provincias.

La enseñanza de la “nueva arquitectura” durante las primeras décadas de la Academia y el inicio

del proceso de regulación de las obras públicas

Con posterioridad a la constitución de la Junta preparatoria de la Academia y la fundación provisional

de este organismo en 174416, se estimó que el personal docente del mismo debía estar constituido por “Doce

Maestros directores”, cuatro para cada una de las tres artes. De esos cuatro maestros, dos de ellos debían estar

en “posesión de ejercicio y sueldo”, mientras que los otros dos eran nombrados “ad honorem y con alternativa”17.

Alternándose en la práctica docente al finalizar cada mes, los dos maestros en ejercicio no siempre pudieron

Fig. 1: Fachada de la Real Academia de San Fernando de Madrid, realizado en el año 1773 porDiego de Villanueva. Fuente: Página web de la Real Academia de San Fernando.

Nota 15
Nota 15
Véase WINCKELMANN, Johann Joachim, Historia del arte entre los antiguos. Obra traducida del alemán al francés y de este al castellano en 1784 e ilustrado con algunas notas por Diego Antonio Rejón de Silva, Madrid, 1784.
Nota 16
Nota 16
La Junta preparatoria celebró la primera de sus sesiones el 20 de septiembre de 1744, como se asegura en CAVEDA Y NAVA, José, Memorias para la historia de la Real academia de San Fernando y de las bellas artes en España, desde el advenimiento al trono de Felipe V. hasta nuestros dias, t. 1, Madrid, 1867, p. 20.
Nota 17
Nota 17
QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1774), Madrid, Xarait, 1983, p. 37.

ISSN: 2340-843X pág. 102

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

atender las necesidades de la Academia, puesto que uno de ellos, Juan Bautista Sachetti, alegaba cierta

indisponibilidad para la enseñanza por su labor como arquitecto real. Frente a eso, el otro maestro, Jacome

Pavía, hizo frente a las ausencias de Sachetti hasta la aprobación de su sustitución definitiva por parte de

Ventura Rodríguez18. Esta falta de coordinación propició cierta desafección de los alumnos para asistir a clase

durante estos primeros años, salvo en el caso de las impartidas por Pavía, quien contaba con una destacada

admiración entre los estudiantes de la clase de arquitectura19. En este período también cabe destacar la concesión

de pensiones a alumnos de la Academia para completar sus conocimientos en Roma; ayudas que se otorgaron

por primera vez en 1745, destinadas a dos alumnos correspondientes a cada una de las artes. Las pensiones

sólo fueron percibidas por seis alumnos de arquitectura en tres únicos turnos entre 1744 y 1778 -1745, 1757

y 1778-, pasando a ser una iniciativa desestimada como consecuencia de la escasa valorización académica del

progreso de los pensionados a su vuelta20.

Tras la proclamación de la Academia como organismo Real en 1752 se aumentó la plantilla de profesores

de arquitectura a siete, tres como profesores honoríficos y cuatro como facultativos, de entre los cuales se

nombraron dos puestos de director21 y otros dos de teniente director. La división del protagonismo docente en la

figura de ambos directores provocó ciertos conflictos entre los miembros del profesorado, máxime si tenemos en

cuenta que, a partir de 1756, Diego de Villanueva y Ventura Rodríguez ocuparon dichos puestos22. Esta

circunstancia no sólo significó la división de los académicos en lo referente a la metodología, los contenidos o la

concepción arquitectónica propia de ambos directores, sino también la escenificación manifiesta de las dos

tendencias preponderantes en la arquitectura del momento23. La acentuada rivalidad personal, profesional y docente

entre Villanueva y Rodríguez marcó enemistades entre los seguidores de ambos lados, tanto en el seno de la

Academia como fuera de la misma durante la década de los cincuenta, sesenta y setenta del siglo XVIII24.

Al margen de esta división, la Academia fue aumentando su nómina de profesores proporcionalmente

a las nuevas materias que se añadieron al programa de enseñanza de arquitectura. Estas nuevas materias

correspondían con disciplinas tales como geometría, perspectiva o matemáticas que, además de nuevos

miembros del claustro de profesores, requerían la adquisición de un mayor número de libros, estampas e

instrumentos matemáticos. De los nuevos volúmenes adquiridos en 1759 tuvieron un papel primordial en la

enseñanza el Compendio mathemático de Tomás Vicente Tosca25 y la traducción del francés de Los diez Libros

de Arquitectura de Vitrubio por parte de José de Castañeda, además de los tratados de Vignola, Palladio,

Scamozzi y Pozzo, añadidos con anterioridad26. Este material docente dependía de la interpretación del

profesorado, pues la diferencia de criterios entre los directores de las clases implicaba cierta disparidad en los

Nota 18
Nota 18
LLAGUNO Y AMIROLA, Eugenio y CEAN BERMÚDEZ, Juan Agustín, Noticias de los arquitectos y architectura de España desde su Restauracion, t. 4, Madrid, 1829, p. 238.
Nota 19
Nota 19
LLAGUNO Y AMIROLA, Eugenio y CEAN BERMÚDEZ, Juan Agustín, Noticias de los arquitectos y architectura de España desde su Restauracion, t. 4, Madrid, 1829, p. 238.
Nota 20
Nota 20
Entre los seis pensionados figuraron José de Hermosilla y Juan de Villanueva, en 1745 y 1757 respectivamente. Aspecto, entre otros, contenido en SAZATORNIL RUIZ, Luis y JIMÉNO, Frédéric, El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX): Intercambios artísticos y circulación de modelos, Madrid, Casa de Velázquez, 2014, p. 104.
Nota 21
Nota 21
Para comprobar quiénes ostentaban dichos cargos y desde cuándo, consultar Distribución de los premios concedidos por el rey N.S. a los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la Real Academia de S. Fernando en la Junta general de 22 de diciembre de 1754, Madrid, 1754, pp. 96-97.
Nota 22
Nota 22
SAMBRICIO, Carlos, “José de Hermosilla y el ideal historicista en la arquitectura de la Ilustración”, Goya, núm. 159 (1980), Madrid, Fundación Lázaro Galliano, p. 147.
Nota 23
Nota 23
Aunque se han señalado con anterioridad las versiones contrarias que ofrecían estos dos arquitectos, si nos referimos a las razones fundamentales del hacer de ambos y la razón formal del conflicto, nos remitimos a MONTES SERRANO, Carlos, “El problema del estilo en la Arquitectura madrileña del siglo XVIII. A propósito de una colección de dibujos de Juan de Villanueva”, Carlos III, Alcalde de Madrid (cat. exp.), Carlos Sambricio R. Echegaray (com.), Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1988, pp. 449-455.
Nota 24
Nota 24
HERNANDO, Javier, Arquitectura en España. 1770-1900, Madrid, Cátedra, 1989, p. 39.
Nota 25
Nota 25
Véase TOSCA, Tomás Vicente, Compendio Mathematico: en que se contienen todas las materias mas principales de las Ciencias que tratan de la cantidad, Valencia, 1757.
Nota 26
Nota 26
Entre otros tantos volúmenes traducidos con posterioridad a las tres primeras décadas desde la creación de la Academia, como señala NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “Introducción al arte neoclásico en España”, Neoclasicismo, Madrid, Xarait, 1982, p. 15.

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99–120

ISSN: 2340-843X pág. 103

conocimientos adquiridos por los alumnos, así como la adhesión de éstos a una u otra concepción arquitectónica,

según la tendencia del docente.

Los alumnos académicos tenían como obligación básica la de asistir a las clases impartidas en la

Academia y entregar ciertos trabajos para certificar sus progresos, aunque también el derecho a optar a la

obtención de premios convocados por clase o niveles, cada tres años27. Estos premios se otorgaban mediante

la evaluación de un examen “de pensado”, con seis meses de antelación para realizar el tema encargado por el

profesorado; un examen “de repente”, que consistía en la elaboración de un tema durante dos o tres horas; y,

a partir de 1760, un examen teórico de la disciplina específica que cursaban28. Tales galardones constituían

una destacada distinción honorífica y una ayuda económica, destinados en su mayoría a alumnos residentes

en la capital, probablemente porque las “ayudas de costa”, incompatibles con la concesión de premios, iban a

parar fundamentalmente a los provenientes del resto de provincias. Estas ayudas servían para costear los

estudios de los alumnos —quienes además podían elegir al maestro que estimaran más oportuno—, y eran

concedidas a partir de ciertas exigencias y méritos académicos que debían ser demostrados cada mes para la

renovación de dicha ayuda29. Un sistema que no sólo permitió y fomentó la llegada de alumnos de fuera del

ámbito madrileño, sino que promovió la regularidad y competitividad entre los alumnos de las diferentes clases.

La Real Academia de San Fernando fue consciente del relevante papel que debía jugar la enseñanza de la

nueva arquitectura en el emergente cambio artístico. No obstante, los miembros de esta institución no sólo se

contentaron con impartir los conocimientos necesarios a los artistas, sino que pronto aspiraron a imponer sus

concepciones y métodos, así como a establecer un determinado control sobre los proyectos arquitectónicos llevados

a cabo en el territorio español. Para ello, los académicos tuvieron que disputar el dominio de la arquitectura a los

gremios, quienes no aceptaban que se les desposeyera de un derecho que les había otorgado tantos beneficios30. Esto

derivó en que los nuevos artistas desautorizaran a los gremios por medio de la descalificación a los artesanos, a

quienes acusaban de poseer una escasa preparación teórica y de exponer un notorio “mal gusto” en sus obras31. A

pesar de todo, desde la creación de la Real Academia, el proceso para el control de la arquitectura fue extremadamente

complejo, tanto por la fuerza que ostentaban los gremios en la sociedad —especialmente en las provincias— como

por la escasa efectividad de los métodos de control de esta institución durante sus primeras décadas.

Hasta que el organismo académico consiguió establecer un sistema de evaluación y regulación solvente

de los proyectos arquitectónicos, éste se vio envuelto en una acusada anarquía. Las competencias de los maestros

de obras, albañiles y arquitectos no quedaron definidas hasta 1757, año en el que se redactaron los estatutos

Nota 27
Nota 27
RODRÍGUEZ RUÍZ, Delfín, “Imágenes de lo posible: los proyectos de arquitectura premiados por la real Academia de San Fernando (1753-1831)”, Hacia una nueva idea de la arquitectura: Premios generales de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1753-1831) (cat. exp.), Madrid, Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1992, p. 30.
Nota 28
Nota 28
Con respecto a los distintos pormenores relacionados con los premios de Arquitectura de la Academia, consultar QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos…, 1983, pp. 85-90.
Nota 29
Nota 29
GARCÍA MELERO, José Enrique, “Orígenes del control de los proyectos de obras públicas por la Academia de San Fernando (1768-1777)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 11 (1998), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), pp. 301-302.
Nota 30
Nota 30
Incluso la Academia no fue siempre severa a la hora de oponerse a la participación de los alarifes, escultores o pintores provenientes de los gremios, pues la influencia de éstos estaba realmente incrustada en la sociedad y en el hacer de los diferentes ámbitos artísticos. Referente a ello incide GARCÍA MELERO, José Enrique, “El debate académico sobre los exámenes para las distintas profesiones de la Arquitectura (1781-1783)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 6 (1993), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), p. 368.
Nota 31
Nota 31
Ejemplo de ello fue la intensa crítica que Gregorio de Salas ejerció sobre la Arquitectura barroca española en Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor á los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta pública de 14 de Julio de 1787, Madrid, 1787, pp. 133-134.

ISSN: 2340-843X pág. 104

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

de la Academia. Este texto establecía la negativa para medir, tasar o dirigir obras a quienes no contaran con “el examen

o aprobación que le de la Academia de ser hábil y a propósito para estos ministerios”32, pues eran conscientes del

descontrol a la hora de la adjudicación de proyectos arquitectónicos. Para el cumplimiento de la orden, se decidió

nombrar a cuatro celadores -probablemente tránsfugas de alguna cofradía de albañiles-,cuyo encargo era averiguar

quiénes dirigían las construcciones de nueva planta y si estaban nombrados por el Consejo de la Academia, teniendo

que denunciar a los maestros ante dicho organismo si incumplían la norma33. En principio, las denuncias debían servir

para imponer multas e impedir la labor de los maestros que infringieran la orden, sin embargo fue notable la capacidad

de los artesanos para sortear las normas de la Academia mediante diferentes ardides. Según el corregidor de Madrid en

1764, Pedro José Valiente, las tretas para evitar el cumplimiento de dicha regla conllevaban desde exponer su

desconocimiento, hasta el encubrimiento de irregularidades por parte de los celadores34. A todo ello hubo que añadir

cómo el Consejo de Castilla apoyó las reivindicaciones de los artesanos pertenecientes a los gremios, pues no aceptaba

de buen grado la pérdida del control que este organismo ejercía sobre la arquitectura hasta la fundación de la Academia35.

Como consecuencia del fracaso que supuso este sistema para las pretensiones de los académicos, dirigieron

una súplica al rey fechada el 7 de marzo de 1761, en la que rogaban a la Corona imponer a los cabildos catedralicios

y a los ayuntamientos de las capitales el nombramiento de arquitectos aprobados por la Academia36. Fruto de esta

súplica fue la resolución adoptada por el rey el 11 de enero de 1765, mediante la cual se precisaba que los aspirantes

a los citados títulos debían de ser examinados por arquitectos aprobados por la Academia, en caso de no poder

desplazarse hasta la misma. Por otro lado, se estimó que en las poblaciones menores “no se hiciera novedad”37. A

pesar del éxito que suponía esta norma para los académicos, la presencia de arquitectos nombrados por la Academia

en las provincias resultaba insuficiente. Aunque no tenemos constancia de cuántos de ellos se encontraban esparcidos

por el territorio español, sabemos que en 1785 una estadística oficial establecida por el Consejo mencionaba la

existencia de treinta y cinco arquitectos aprobados por la Academia y repartidos por las distintas provincias38.

Presumiblemente el número de académicos veinte años antes de este escrutinio sería sensiblemente menor, por lo

que, y a pesar de los esfuerzos de la institución real encargada de regular la creación artística, la norma aprobada en

1765 no pudo llevarse a cabo a efectos prácticos.

A pesar de las contradicciones y la escasez de resultados ofrecidos por las medidas tomadas por la

Academia o la Corona a petición de ésta, el organismo regulador de las artes consiguió dar un gran paso para

el control de la arquitectura por medio de dos decretos firmados el 23 y 25 de noviembre de 1777 por el Conde

de Floridablanca39. Dichos decretos derivan de una súplica dirigida al rey el 23 de agosto de dicho año, redactada

por la junta de consiliarios días antes y titulada como “consulta al rey sobre la arquitectura de los Templos”40.

La primera de las medidas fijaba que el Consejo de Castilla debía de prevenir a todos los magistrados y

Nota 32
Nota 32
Estatutos de la Real Academia de San Fernando, Madrid, 1757, p. 88.
Nota 33
Nota 33
BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808): contribución al estudio de las influencias estilísticas y de la mentalidad artística en la España del siglo XVIII, Madrid, Fundación universitaria, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1989, p. 373.
Nota 34
Nota 34
Dichas declaraciones aparecen contenidas en la junta ordinaria de la Academia celebrada el 11 de noviembre de 1764, donde además de exponer los pormenores de dichas irregularidades, estimaba que “en estos términos la Academia podrá tomar la resolución que juzgue más oportuna para remediar un daño que tiene muy hondas raíces”. Archivo de la Real Academia de San Fernando (A.R.A.S.F.), “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo núm. 3/82, ff. 265v-266v.
Nota 35
Nota 35
Conflicto recogido por RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ DE CEBALLOS, Alfonso, Siglo XVIII. Entre tradición y academia, Madrid, Silex, 1992, p. 20 y más detalladamente por NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “Sobre titulación y competencias de los arquitectos de Madrid (1775-1825)”, Anales del Instituto de Estudios madrileños, núm. 11 (1975), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, pp. 123-136.
Nota 36
Nota 36
BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 374.
Nota 37
Nota 37
Actas de la junta ordinaria del 13 de Enero de 1765. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/82, ff. 274v-275v.
Nota 38
Nota 38
Junta particular del 4 de diciembre de 1785. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares y de gobierno”, legajo 3/123, ff. 324r.
Nota 39
Nota 39
Acerca del contenido y proceso de tramitación del real decreto conviene consultar ESCOLANO DE ARRIETA, Pedro, Práctica del Consejo Real en el despacho de los negocios consultivos, instructivos y contenciosos: con distinción de los que pertenecen al consejo pleno, ó á cada sala particular: y las fórmulas de las cédulas, provisiones y certificaciones respectivas (obra póstuma), t. II, Madrid, 1796, pp. 24-26. Por otro lado destaca la notable aportación al respecto de GARCÍA MELERO, José Enrique, “Orígenes del control de los proyectos…”, Espacio…, 1998, pp. 287-342.
Nota 40
Nota 40
Carta recogida en su totalidad en la Junta particular del 10 de agosto de 1777. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares y de gobierno”, legajo 3/123, ff. 78v-86r.

ISSN: 2340-843X pág. 105

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

ayuntamientos del Reino que, siempre que se proyectara o modificara estructuralmente una obra pública debía

ser consultada, ratificada o modificada por la Academia para su ejecución. En la misma línea se dirigió la

segunda de las medidas, pero en este caso a obispos y prelados, con el agravante de que se expresaba el deseo

del monarca de no emplear madera en la construcción de retablos, tanto para prevenir el riesgo de incendio

como para poner fin al gasto que suponía la labor de dorado de dichos retablos41.

Estos reales decretos sirvieron para formalizar el control de la arquitectura estatal por parte de la

Academia. Sin embargo, el consejo de este organismo era incapaz de examinar con presteza la enorme cantidad

de proyectos remitidos desde cada una de las provincias del reino42. La demora de la aprobación de dichos

proyectos y la, todavía existente, camaradería entre los gremios, derivó en que un copioso número de proyectos

públicos no fueran remitidos al organismo académico43. Sería Antonio Ponz, quien impulsara la creación de un

organismo específico capacitado para supervisar los proyectos mandados a la Academia para su aprobación44: la

Comisión de Arquitectura, instituida el 22 de marzo de 178645. Los resultados fueron casi inmediatos, de modo

que la Comisión examinó novecientos setenta y tres proyectos desde el año de su fundación hasta 179046,

setecientos treinta y uno entre 1790 y 179347, y trescientos noventa y tres entre 1793 y 179648. No obstante, y a

pesar de la considerable magnitud ofrecida por estas cifras, los académicos siguieron combatiendo la resistencia

de ciertos municipios a que sus obras fueran examinadas por la Comisión. Hasta el punto de que, hasta 1787 y a

pesar del incumplimiento de los reales decretos, los ayuntamientos tenían el privilegio de otorgar el título de

arquitecto —normalmente por cuestión de afinidad o interés personal49—, además de la capacidad de nombrar

al maestro mayor de obras del municipio. Todas estas dificultades no permitieron a la Academia el dominio

absoluto sobre la totalidad de los proyectos públicos del territorio nacional. Un control que dependió del criterio

artístico de los diferentes organismos provinciales, la asimilación de la nueva concepción cultural de sus

responsables y la labor de los diferentes académicos repartidos por la geografía española.

Fig. 2: Alzado del palacio de Liria de Madrid según el proyecto de Ventura Rodríguez (1740-1745). Fuente:Biblioteca Nacional de España.

Nota 41
Nota 41
GARCÍA MELERO, José Enrique, “Realizaciones arquitectónicas de la segunda mitad del siglo XVIII en los interiores de las catedrales góticas españolas”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 2 (1989), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), p. 225.
Nota 42
Nota 2
GARCÍA MELERO, José Enrique, “Arquitectura y burocracia: el proceso del proyecto en la Comisión de Arquitectura de la Academia (1786-1808)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 4 (1991), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), p. 284.
Nota 43
Nota 43
Como muestra de ello, la Junta particular del 7 de diciembre de 1788, una fecha avanzada, exponía lo siguiente: “Que no pasando de 24 los arquitectos que con título legítimo ejercen su profesión en Madrid, pasan de 40 los no aprobados, según la lista presentada: que en los ocho o diez años últimos se han hecho por ellos innumerables reconocimientos y tasaciones, y cerca de sesenta edificios de todas clases. Que de esta libertad procedía el desaliento de los arquitectos hábiles, que después de muchos años de estudio, veían las fábricas en manos de sujetos ineptos”. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares y de gobierno”, legajo 3/124, f. 101r.
Nota 44
Nota 44
Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor à los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta pública de 20 de agosto de 1793, Madrid, 1793, pp. 28-29.
Nota 45
Nota 45
Mediante una Real Cédula firmada en el Palacio del Pardo en la fecha indicada, y recogida en la Junta ordinaria de la Academia el 2 de abril de 1786. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/85, ff. 7r-11r.
Nota 46
Nota 46
Junta ordinaria del 3 de julio de 1791. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/85, f. 163r.
Nota 47
Nota 47
Distribución de los premios… 1793, 1793, p. 12.
Nota 48
Nota 48
Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor á los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta pública de 13 de Julio de 1796, Madrid, 1796, p. 20.
Nota 49
Nota 49
Irregularidades señaladas en BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 391.

ISSN: 2340-843X pág. 106

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

El académico de mérito Ignacio Tomás Camero

Formando parte de esta nómina de arquitectos académicos repartidos por la geografía española, se

encontraba Ignacio Tomás Camero, nacido entre 1744 y 174650 en la localidad catalana de Cervera,

perteneciente a la diócesis de Solsona y encuadrada en la actual provincia de Lérida. Una población sumida

en un emergente esplendor cultural, dada la instauración de una universidad en el seno de la misma a partir de

1717 como respuesta al posicionamiento del municipio a favor de Felipe V durante el transcurso de la Guerra

de Sucesión española51. Tal fue la importancia de esta fundación que fue erigida como única universidad del

ámbito catalán, pues se le transfirieron las funciones de las de Lérida, Gerona y Barcelona desde su

inauguración52. De esto deducimos que Tomás tuvo la posibilidad de disfrutar de un ambiente propicio para

cultivar sus inquietudes artísticas y culturales, a pesar de que desconocemos los datos biográficos concretos

referidos a su infancia y juventud.

Aunque no dispongamos de dichas noticias, Carlos Sambricio afirma que pudo haber sido instruido

por su padre antes de su incorporación en la Real Academia de San Fernando, estudiando la práctica de

albañilería, cantería y montería53. También estima que pudo conocer el barroco del arquitecto, escultor y

retablista Pere Costa, quien residía en Cervera y presumiblemente pudo colaborar en la construcción del edificio

universitario de esta ciudad54. Aunque Rafols no nos da noticia alguna de su actividad en su recopilación de

artistas catalanes55, Sambricio también estima la posibilidad de que Tomás trabajara en la catedral de Lérida,

bajo la dirección de Pedro Martín Cermeño56. Un contacto que podría establecer el primer vínculo entre el

joven Tomás y el nuevo ideal arquitectónico de la Academia madrileña, que pudo derivar en la necesidad de

viajar a Madrid para completar su formación.

El 31 de marzo de 1767, Ignacio Tomás57 ingresaba como alumno en la Real Academia de San

Fernando. Esta incorporación se produjo en un momento crucial para la Academia, tanto por el triunfo de

Ventura Rodríguez en la disputa teórica y personal que mantenía con Diego de Villanueva —al ser nombrado

el primero como director de la Academia (1766- 1768)58 — como por los cambios administrativos y docentes

que entraron en vigor pocos años antes. Si este nuevo nombramiento impedía a Ventura Rodríguez ejercer

correctamente su papel como maestro director del área de Arquitectura, la excelencia en la enseñanza de esta

rama se vio dificultada aun más por la ausencia docente del teniente director Francisco Subirás desde su

nombramiento en 176659. Este descontrol propiciado por la organización y el claustro de profesores de

arquitectura conllevó el incremento de la ya habitual desafección de los alumnos por la enseñanza académica.

Nota 50
Nota 50
Gerardo García León y Jesús Rivas habían establecido el nacimiento de Ignacio Tomás en 1750, así como Alicia Quintana y Sancho Corbacho en 1744. Estos últimos argumentaban que en 1769 tenía 25 años, debido a lo descrito en Distribución de los premios concedidos por el rey N.S. a los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de S. Fernando en la Junta General de 12 de Julio de 1769, Madrid, 1769, p. 33. Sin embargo, se ha constatado que en los documentos de ingreso de los alumnos de la Real Academia figura que el día de su ingreso en el organismo (31 de marzo de 1767) contaba con 21 años. A esto añadimos que en dicho documento aparece nombrado como “Ignacio Tomás Camero”. A.R.A.S.F., “Libros de matrícula de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”, legajo 3/300, f. 57r.
Nota 51
Nota 51
ALCOBERRO, Agustí (dir.), Catalunya durant la Guerra de Successió, vol. III, Barcelona, Ara Llibres, 2006, p. 252.
Nota 52
Nota 52
El listado de adhesiones a la nueva universidad de Cervera aparece contenido en MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar (coord.), La universidad novohispana en el Siglo de Oro: a cuatrocientos años de El Quijote, México, UNAM, 2006, p. 20.
Nota 53
Nota 53
SAMBRICIO, Carlos, La Arquitectura española de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1986, pp. 423-424.
Nota 54
Nota 54
CALASSANC LAPLANA I PUY, Josep de, L'Oratori de Sant Felip Neri de Barcelona i el seu patrimoni artístic i monumental, Barcelona, Publicacions de l´ Abadia de Montserrat, 1978, p. 129.
Nota 55
Nota 55
Consultar RÀFOLS, Josep Francesc, Diccionario de artistas de Cataluña, Valencia y Baleares, Barcelona, ediciones catalanes, 1980.
Nota 56
Nota 56
Para el estudio de la catedral nueva de Lérida, nos remitimos a VILA, Rafael, “Metodología y sistemas de composición geométricos en Iglesias proyectadas por los ingenieros militares en Cataluña durante el siglo XVIII”, La Ilustración en Cataluña: la obra de los ingenieros militares, Madrid, Ministerio de Defensa, 2010, pp. 100-105.
Nota 57
Nota 57
PARDO CANALIS, Enrique, Los registros de matrícula de la Academia de San Fernando, de 1752 a 1815, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1967, p. 110.
Nota 58
Nota 58
GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar y NAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Cargos y títulos académicos (1752-2014), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2014, p. 8.
Nota 59
Nota 59
Este nombramiento vino dado por el fallecimiento de José de Castañeda ese mismo año. GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar y NAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Relación de miembros pertenecientes a la Real Academia de San Fernando (1752-1983, 1984-2006), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2007, p. 409.

ISSN: 2340-843X pág. 107

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 9-120

Sirviéndose de la picaresca para incumplir los trámites y obligaciones que exigían los procedimientos

del organismo, los alumnos de la Academia aprovecharon esta anarquía a la hora de poder acceder a ayudas y

avanzar de curso con mayor facilidad. De esto fue protagonista Ignacio Tomás, quien logró obtener tres veces la

ayuda de costa de la segunda clase y otras tres veces la de la tercera, con la facilidad de, al no avanzar de clase a

su debido tiempo, podía competir con alumnos menos experimentados que él60. También obtuvo el segundo

premio de la tercera clase de Arquitectura de la Academia en 1769, tras la concesión del primero a Juan de

Barcenilla61, optando de nuevo en 1772 como miembro de la primera clase sin distinción alguna62. Su etapa

académica concluyó con su nombramiento como “Académico supernumerario por la arquitectura” el 6 de febrero

de 1774, y como “Académico de mérito por la arquitectura” justo un mes después63. Dicho nombramiento fue

aprobado por la Junta ordinaria de la Academia por veinte votos positivos de veintiuno posibles, tras la

presentación por el presidente de la junta, el conde de Baños, del proyecto de “Panteón” realizado por Tomás

para optar a dicho título64. La consecución de esta categoría marcará la trayectoria de nuestro protagonista, que

hará gala de su nombramiento a la hora de llevar a cabo sus proyectos, especialmente en las provincias.

Con posterioridad a su nombramiento y a la finalización de sus estudios en el seno de la Academia, los

datos recopilados nos permiten deducir la significativa relación que este académico de mérito tuvo con Ventura

Rodríguez. Una relación que bien pudiera derivar del momento en el que Tomás comenzó su aprendizaje en

Madrid, cuando ya era especialmente favorable a la promulgación de ideas más cercanas a Ventura Rodríguez

que a Diego de Villanueva. Sea como fuere, tenemos constancia de la participación de Tomás con afamados

arquitectos consagrados a un clasicismo más cercano al barroco romano que a la búsqueda de un conocimiento

de la Antigüedad aplicable a la nueva arquitectura. Actuó como ayudante de Ventura Rodríguez en la realización

de la escalera del palacio de Liria, fue colaborador de Antonio Pló65 en las obras de San Francisco “El Grande”

de Madrid y asistente de Sabatini en la obra del nuevo hospital de la calle de Atocha66.

Probablemente por mediación de Ventura Rodríguez, Ignacio Tomás pasó a ser, junto a su hermano

Domingo, arquitecto del infante don Luis67, hermano del rey Carlos III. Durante este periodo dirigió las labores de

construcción del palacio de la Mosquera en Arenas de San Pedro, proyecto inconcluso de Ventura Rodríguez68. En

1782, y desconociendo su procedencia, Tomás proyecta junto a su hermano un gran palacio69 que seguía la tipología

del Palacio Real y el Palacio de Liria, tanto en el empleo de métodos de articulación exterior como en la distribución

del edificio. Una obra que nos remite directamente a los modelos clásicos del barroco que empleó y promulgó

Ventura Rodríguez, con la excepción de que en esta obra Tomás incluiría uno de los elementos predilectos de su

producción, destinado a destacar sus portadas: la columna de orden gigante70. Aunque este proyecto no fuera llevado

a cabo, las características de esta obra nos permiten adelantar la considerable significación que para Tomás tuvo este

tipo de columna, presente en la gran mayoría de las fachadas que llevó a cabo a lo largo de su carrera.

Nota 60
Nota 60
Véase QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos…, 1983, pp. 92, 122-123.
Nota 61
Nota 61
Siendo el tema a examen el de “Planta y elevación geométrica del Altar Mayor de los Padres del Salvador”, Distribución de los premios… 1769, 1769, pp. 18, 32-33.
Nota 62
Nota 62
Siendo el tema de examen un “Templo para el honor y la inmortalidad” que, con 3 votos, no obtuvo premio alguno. Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor a los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta Pública de 5 de Julio de 1772, Madrid, 1772, p. 28, 40 y 42.
Nota 63
Nota 63
GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar y NAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Relación de miembros…, 2007, p. 415.
Nota 64
Nota 64
Según la Junta ordinaria del 6 de marzo de 1774: “El señor Conde presentó los diseños de un Panteón magníficamente adornado por invención y execución de D. Ignacio Tomás (…) los profesores hallaron en ellos un mérito mui singular recomendaron mucho la aplicación aprovechamiento y buenas calidades del suplicante, y el Señor Conde lo propuso para Académico de mérito en la Arquitectura. Se votó como manda el estatuto, y de veinte y un vocales, que había entonces, pues ya el señor Duque de Osuna se había retirado, veinte estuvieron a favor, y uno en contra; por lo que quedó promovido como académico de mérito”. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/83, ff. 257v-258r.
Nota 65
Nota 65
Para comprender la visión transversal de la Arquitectura según Antonio Pló conviene revisar PLÓ Y CAMÍN, Antonio, El Arquitecto práctico, civil, militar y agrimensor, Madrid, 1767.
Nota 66
Nota 66
SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, p. 423.
Nota 67
Nota 67
RODRÍGUEZ LÓPEZ-BREA, Carlos María, Don Luis de Borbón, el cardenal de los liberales (1777-1823), Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2002, p. 30.
Nota 68
Nota 68
RODRÍGUEZ LÓPEZ-BREA, Carlos María, Dos Borbones, cardenales primados en Toledo, Toledo, Universidad Castilla-La Mancha, 2001, p. 27.
Nota 69
Nota 69
SAMBRICIO, Carlos, “Datos sobre los discípulos y seguidores de D. Ventura Rodríguez”, Estudios sobre Ventura Rodriguez (1717-1785), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1985, p. 262.
Nota 70
Nota 70
En relación a la predilección de Ignacio Tomás por el orden gigante hemos de citar a colación las palabras de José Ortiz y Sanz, que dicen lo siguiente: “en las fachadas de los templos es un error insufrible poner dos o más órdenes de Arquitectura unos sobre otros, siendo cierto que dentro no hay altos (…) Los romanos introdujeron el exceso de poner un orden sobre otro (…) en cuanto a mezclar los órdenes de un edificio, no es en mi sentir, cosa digna de admiración”. ORTÍZ Y SANZ, Joseph Francisco, Los diez libros de Archîtectura de M. Vitrubio Polion, traducidos del Latín y comentados, Madrid, 1787, p. 101.

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

ISSN: 2340-843X pág. 108

A pesar de contar con el patronazgo del infante don Luis y con el favor de Ventura Rodríguez, Tomás

no pudo hacerse con el cargo de teniente arquitecto de la ciudad de Madrid en 178171. Este sería uno de tantos

escollos en la carrera de este arquitecto, que además tuvo ciertos conflictos profesionales y personales con

importantes miembros de la Academia. Este fue el caso del desafortunado encuentro con Juan de Villanueva

a raíz del examen que Tomás realizó sobre los batanes de pólvora de Ruidera en 1785 por orden de Miguel

Cuber72, obra que se estaba realizando bajo el proyecto y la dirección de Villanueva. Un desencuentro marcado

por las supuestas descalificaciones que Tomás vertió sobre la obra del arquitecto madrileño antes de reconocerla,

así como por las afirmaciones de éste, quien aseguraba de Tomás que “sea qual se quiera su mérito es evidente

no ha reconocido las obras de buena feé (…) que debe ser propia de un académico”73. Estas descalificaciones

mutuas manifestaban la rivalidad entre las corrientes dominantes en el seno de la arquitectura académica: la

visión de Tomás, perteneciente al grupo de seguidores de Ventura Rodríguez, y la de Villanueva, marcada

por la influencia de la Historia en la nueva arquitectura.

Fig. 3: Fachada del palacio de las Arenas de San Pedro, realizado por Ignacio Tomás en 1779 según diseñode Ventura Rodríguez. Fuente: SAMBRICIO, Carlos, La Arquitectura española de la Ilustración, Madrid,Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, 1986, p. 152.

Nota 71
Nota 71
Concursando frente a Mateo Guill, Manuel Machuca, Juan Pedro Arnal y Ramón Durán. SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, pp. 344 y 424.
Nota 72
Nota 72
Conflicto detalladamente expuesto en MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan de Villanueva. El proceso del proyecto, Madrid, Colegio oficial de Arquitectos de Madrid, 1988, pp. 139-141.
Nota 73
Nota 73
MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan…, 1988, p. 140.

ISSN: 2340-843X pág. 109

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

Dichas dificultades, entre otras, no impidieron que durante esta década Tomás ejerciera un papel

relevante en el panorama artístico nacional, tanto por su labor como arquitecto en varias provincias, como por

el ejercicio de su cargo de mérito en el seno de la Academia. Será comisionado para informar, inspeccionar,

tasar, proyectar o dirigir obras de diversa índole y en diferentes puntos de la geografía española. Fue tal la

cantidad de ocasiones en las que fue mandado o para las que fue comisionado que no se puede establecer un

marco de actuación concreto en la obra de Tomás durante los años ochenta del siglo XVIII, lo que constata la

confianza que la Academia depositó en este arquitecto a lo largo de la citada década. Esta confianza, atribuible

a la buena situación que disfrutaba Tomás y a la disposición de éste para desplazarse por las distintas regiones

en el ámbito del reino, pudo deberse también a su supuesta especialización como arquitecto industrial74. Este

hipotético prestigio le brindó a Tomás la posibilidad de recibir una gran cantidad de encargos en un momento

de resurgimiento especialmente significativo para las fábricas españolas75.

Por otro lado, la confianza de la Academia en Tomás fue manifiesta tanto para encargarle o

recomendarle para la realización y reparación de determinadas obras, como para sustituir a profesores de la

Academia y miembros de la Comisión de Arquitectura. Sabemos que durante estos años relevó a Juan de

Villanueva en su labor como profesor de la Sala de Geometría de la institución real, sin que éste abandonara

Fig. 4: Fachada de un gran palacio según Ignacio y Domingo Tomás (1782). Fuente: SAMBRICIO,Carlos, La Arquitectura española de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios deArquitectos de España, 1986, p. 425.

Nota 74
Nota 74
Sobre esto se hace referencia en el acta de la Junta del 22 de mayo de 1789 (núm. 51) de la Comisión de Arquitectura, donde, con respecto a la cimentación de una fábrica de “hoja de lata” en Alcaraz se expone: “lo más conveniente sería confiar este encargo al Arquitecto Académico D. Ignacio Tomás, experimentado en semejante clase de obras”. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, f. 120r.
Nota 75
Nota 75
Para comprender la importancia de este resurgimiento industrial conviene revisar la obra de ULLOA, Bernardo de, Restablecimiento de las fábricas, y comercio español: errores que se padecen en las caufales de fu decadencia, quales son los legítimos obftáculos que le deftruyen, y los medios eficaces de que florezca, Madrid, 1740.

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

ISSN: 2340-843X pág. 110

la titularidad del cargo76. Igualmente, Tomás reemplazó a determinados miembros de la Comisión de

Arquitectura durante varias de sus juntas, como las del 10 de agosto y el 9 de noviembre de 1786, así como la

del 15 de enero de 1790, entre otras77. Estas sustituciones eran habituales durante los primeros años de la

Comisión, y normalmente corrían a cargo de los académicos de mérito más destacados78. Estas labores

académicas certificaban la relevancia de los diferentes arquitectos repartidos por las provincias españolas, al

igual que incidían en la necesidad de contar con todos los miembros formados en el organismo real. Tomás

fue uno de los más destacados académicos de mérito en las diferentes facetas, distinguido con un prestigio que

le acompañó en sus obras de finales de la década de los ochenta y principios de los noventa.

En el año de 1790, Ignacio Tomás se desplazó a Córdoba con carácter permanente al instituirse la

Escuela de Dibujo de dicha ciudad por Antonio Caballero y Góngora, quien ese mismo año había sido nombrado

obispo de la diócesis79. Una fundación que emulaba la de organismos similares en otras provincias españolas,

promovidas por miembros destacados de los diferentes estamentos sociales, con el objetivo de regular las

diferentes obras del territorio en cuestión e instruir a los nuevos artistas sin necesidad de que éstos se desplazaran

a Madrid. En concreto, la creación de esta Escuela de Dibujo resulta especialmente relevante, pues si bien

representa el ejemplo más destacado de un organismo de esta índole fundado por la Iglesia, también viene

precedido de la advertencia de la Academia, que instaba a su creación de manera urgente80. El organismo

académico entendía que el origen de la decadencia del “buen gusto” en la provincia de Córdoba se debía al

desconocimiento de los artesanos cordobeses81, quienes realizaban obras “sin máximas ni principios

fundados”82. Sin embargo, los académicos podían “esperar tiempos más felices con la venida del excelentísimo

señor Don Antonio Caballero y Góngora”83, quien por medio de la citada fundación, recobró “las luces perdidas”

que tanto ansiaban recuperar desde la Real Academia de San Fernando84.

Una vez fundada la Escuela, Caballero y Góngora encomendó la dirección de dicha institución a

destacados académicos, tales como el pintor Francisco Agustín Grande, el escultor Joaquín Arali y el arquitecto

Ignacio Tomás85. A partir de este momento y hasta el final de la última década del siglo XVIII, Tomás pasó a

ser el arquitecto más destacado de la provincia de Córdoba, nombrado a su vez maestro mayor del obispado

de Córdoba el citado año86. Bajo la protección del prelado Antonio Caballero y Góngora, este arquitecto resultó

ser clave para la renovación de las obras públicas de la provincia87, tanto como director y docente de la Escuela

de Dibujo, como por su labor práctica. Este periodo fue cuando, contando con la confianza de la Academia y

el respaldo de la diócesis de Córdoba, el arzobispado de Sevilla decida comisionarlo para proyectar y examinar

distintas obras en la ciudad de Écija88. Tales construcciones pueden relacionarse con los proyectos confirmados

y atribuidos a Tomás en la provincia de Córdoba, tanto por proximidad cronológica como por razones formales.

Nota 76
Nota 76
MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan…, 1988, p. 139.
Nota 77
Nota 77
A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 40r, 45r. y 134r.
Nota 78
Nota 78
GARCÍA MELERO, José Enrique, “El arquitecto académico a finales del siglo XVIII”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 10 (1997), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), pp. 36-39.
Nota 79
Nota 79
RIVAS CARMONA, Jesús, “Notas para el Neoclásico cordobés”, Imafronte, núm. 2 (1986), Murcia, Universidad de Murcia, p. 45.
Nota 80
Nota 80
BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 417.
Nota 81
Nota 81
Sobre el gremio de plateros cordobeses en la Edad Moderna, el más importantes de cuantos llevaban a cabo su trabajo en la ciudad, véase VALVERDE FERNÁNDEZ, Francisco, El Colegio-congregación de plateros cordobeses durante la Edad Moderna, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2001.
Nota 82
Nota 82
Concretamente dicho así: “Córdoba, patria que ha sido de Profesores muy acreditados, se hallaba enteramente destituida de medios y de estímulos, que resucitasen en ella la antigua inclinación a las artes del diseño, y moviesen la aplicación de los jóvenes a cultivarlas. Muchos males se habían originado por dicha falta. El arte de plateros, floreciente en otros tiempos, había decaído del buen gusto que requieren sus artefactos y alhajas. Las obras públicas, la decoración de los Templos, y todo lo demás que pende de dicho buen gusto, se hacía sin verdaderas máximas ni principios fundados”. Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor á los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta pública de 4 de Agosto de 1790, Madrid, 1790, pp. 5-6.
Nota 83
Nota 83
PONZ, Antonio, Viage de España, t. 17, Madrid, 1791, p. 37.
Nota 84
Nota 84
Continuando la cita de la nota 82, ya referente a la fundación de la Escuela de Dibujo de Córdoba, se expone: “Inflamado el generoso y caritativo ánimo de su actual prelado el Excelentísimo Señor Don Antonio Caballero y Góngora, ha tomado la resolución de establecer, y ha establecido su Escuela de dibuxo, proveyéndola de quanto es necesario, para que por este medio se recobren las luces perdidas, se enmienden en lo posible las obras indecentes executadas ya; y las que en lo venidero se executen vayan todas por buen camino”. Distribución de los premios… 1790, 1790, p. 6.
Nota 85
Nota 85
RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIERREZ, Teodomiro, Paseos por Córdoba, Córdoba, Everest, 1973, p. 589.
Nota 86
Nota 86
RIVAS CARMONA, Jesús, “Notas para el …”, Imafronte, 1986, p. 46.
Nota 87
Nota 87
Que se llevó a cabo lentamente debido a la falta de caudales que sufría el obispado. Véase BARBADO PEDRERA, María Teresa, “La visión de una arquitectura en crisis: Córdoba en la segunda mitad del siglo XVIII. La pulsión entre la economía real y las necesidades constructivas”, Actas del Tercer Congreso de Historia de la Construcción (Sevilla, 2000), Amparo Graciani, Santiago Huerta, Enrique Rabasa. Miguel Ángel Tabales (coords.), Madrid, Instituto Juan de Herrera, CEHOPU, Universidad de Sevilla, 2000, p. 87.
Nota 88
Nota 88
Donde llevó a cabo una importante renovación arquitectónica, fundamentalmente en el campo de las construcciones de carácter religioso. Concretamente en la realización de la iglesia de Santa Bárbara y la inconclusa iglesia de San Juan Bautista de dicha localidad. Véase lo referido en SANCHO CORBACHO, Antonio, Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CISC), 1952, pp. 261-263.

ISSN: 2340-843X pág. 111

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

Ignoramos la totalidad de los encargos a los que Ignacio Tomás tuvo que hacer frente en la diócesis de Córdoba,

destacando entre los conocidos el retablo de San José de la Parroquia de San Mateo de Lucena89 y la más que

posible autoría de la fachada que precede a la ermita de la Virgen de la Salud en Córdoba90. A estas obras hay

que añadir aquellas que llevó a cabo o pudo proyectar como maestro mayor de la catedral de Córdoba, cargo

que ocupó al menos entre 1796 y 179891. De este nombramiento derivó la realización del retablo que preside

la capilla de Santa Teresa en 1798 y probablemente la del retablo de la capilla del “Espíritu Santo, San Pedro

Mártir de Verona, San Lorenzo y San Pedro Apóstol”.

Fig. 5: Retablo de San José de la iglesia parroquial de San Mateo de Lucena, obrade Ignacio Tomás.

Nota 89
Nota 89
Que ya se advirtió como obra de un artista “apellidado Tomás” en BERNIER LUQUE, Juan; NIETO CUMPLIDO, Manuel; RIVAS CARMONA, Jesús; LÓPEZ SALAMANCA, Francisco; ORTÍZ SUAREZ, Dionisio y LARA ARREBOLA, Francisco, Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba, t. V, Córdoba, Diputación de Córdoba, 1987. pp. 105-106.
Nota 90
Nota 90
Atribuida por primera vez en VALVERDE MADRID, José, Ensayo socio-histórico de retablistas cordobeses del siglo XVIII, Córdoba, Caja de ahorros Monte de Piedad, 1974, p. 297.
Nota 91
Nota 91
Asegurándose que Ignacio Tomás era, al menos, maestro mayor de obras de la catedral de Córdoba “desde dos años antes” a 1798, sin conocer la fecha exacta de su incorporación al cargo ni la fecha exacta de su salida del mismo. Véase NIETO CUMPLIDO, Manuel, La Catedral de Córdoba, Córdoba, Cajasur, p. 372.

ISSN: 2340-843X pág. 112

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

Fig. 6: Fachada de la ermita de la Virgen de la Salud de Córdoba, considerada como obra de Ignacio Tomás.

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

ISSN: 2340-843X pág. 113

Fig. 7: Retablo de la capilla del Espíritu Santo, San Pedro Mártir de Verona, San Lorenzo y San Pedro Apóstolde la catedral de Córdoba, posible obra de Ignacio Tomás.

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

ISSN: 2340-843X pág. 114

Fig. 8: Retablo de Santa Teresa de la capilla bajo la misma advocación de la catedralde Córdoba, obra de Ignacio Tomás (1798).

ISSN: 2340-843X pág. 115

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

Si bien conocemos que el periodo de Ignacio Tomás como arquitecto principal de la diócesis de

Córdoba concluyó en 1798, ignoramos la cantidad de proyectos que el académico de Cervera pudo a llevar a

cabo a partir de este momento. Aunque se ha especulado con ello, no parece que la incapacidad para adaptarse

a la novedosa estética de la emergente generación de arquitectos académicos sea el motivo por el cual no hay

proyectos de Tomás presentados a la Comisión entre 1794 y 180492. Fundamentalmente, esta teoría queda

desmontada por la constancia de que entre el 29 de marzo de 1799 y el 23 de Diciembre de 180093, así como

desde el 28 de febrero de 1805 hasta el 24 de abril de 180694, Tomás figura como miembro permanente de la

junta que componía la Comisión de Arquitectura. Evidentemente, si este académico fue miembro de la junta

fue porque contaba con el pleno apoyo de la Academia, que como ya sabemos, reservaba los puestos de

decisión para los arquitectos más influyentes. Por tanto, entendemos que la inexistencia de proyectos de Tomás

evaluados por la Comisión durante el periodo citado se debe al gran número de encargos que éste recibió en

la provincia de Córdoba y en Écija a partir de 1790 y su posterior labor como miembro de la Comisión de

Arquitectura.

El último periodo de la vida de Ignacio Tomás Camero comenzó en 1805, cuando fue aprobado su

nombramiento como director de arquitectura de la Escuela de las Tres Nobles Artes de Granada95, cargo que

ocupó hasta su defunción en 181296. Desconocemos la mayoría de las labores que llevó a cabo durante este

periodo, que coincide en gran parte con el cese de las ocupaciones de la Comisión de Arquitectura entre el 3

de noviembre de 1808 y el 17 de octubre de 181397. Esta etapa culmina la intensa labor de uno de los

académicos de mérito más destacados de cuantos difundieron los preceptos de la “nueva arquitectura” en las

provincias de la Corona española a finales del siglo XVIII. Una labor que centró la vida de Tomás, ejemplo

paradigmático del relevante papel que ejercieron los arquitectos formados en el seno de la Real Academia de

San Fernando de Madrid en el proceso renovador que modernizó estética y técnicamente las construcciones

llevadas a cabo en el Estado español.

________________________________

* Doctorando en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba.1 Sobre los primeros pasos en la introducción de la nueva concepción arquitectónica introducida por la dinastía borbónica, véaseMUNIAIN EDERRA, Sara, El programa escultórico del Palacio Real de Madrid y la Ilustración española, Madrid, Fundaciónuniversitaria española, 2000, pp. 19-111.2 A pesar de que este arquitecto italiano, figura especialmente relevante de la Arquitectura europea debido a su gran capacidad deadaptación y su marcada eficiencia, realizó trabajos en diferentes localidades, las condiciones propicias para su nivel creativo sedieron en la próspera región italiana de Piamonte. Tal y como queda recogido en NORBERG-SCHULZ, Christian, Arquitecturabarroca tardía y rococó, Madrid, Aguilar, 1989.3 Con la familia Churriguera como exponente contrario de la estética ilustrada, conviene revisar a RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ DECEBALLOS, Alfonso, Los Churriguera, Madrid, Instituto Diego Velazquez, 1971.

Nota 92
Nota 92
Sobre la dificultad de los académicos formados en los años sesenta y setenta del siglo XVIII para adaptarse a las nuevas concepciones artísticas, citando el caso concreto de Tomás, conviene señalar lo dicho por SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, pp. 427-428.
Nota 93
Nota 93
A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 307v-322r.
Nota 94
Nota 94
A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 391v-408v; legajo 3/140, ff. 1r-5r.
Nota 95
Nota 95
GUILLÉN MARCOS, Esperanza, De la Ilustración al Historicismo: Arquitectura religiosa en el arzobispado de granada (1773-1868), Granada, Diputación provincial de Granada, 1990, p. 111.
Nota 96
Nota 96
SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, p. 428.
Nota 97
Nota 97
A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/140, f. 40r.

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

ISSN: 2340-843X pág. 116

4 Conocimiento recogido por BONET CORREA, Antonio, Fiesta, Poder y Arquitectura. Aproximaciones al Barroco español,Madrid, Akal, 1990, p. 116.5 Ideas tomadas por Diego de Villanueva a partir de la difusión en España de las que admitían la experiencia del pasado como partefundamental del conocimiento para poder adaptar las fórmulas pasadas a una nueva concepción de la Arquitectura. Ideas contenidasen CASTAÑEDA, Joseph, Compendio de los diez libros de Arquitectura de Vitrubio, escrito en francés. Por Claudio Perrault dela real Academia de Ciencias de Paris. Traducido al Castellano, Madrid, 1761. Prefacio. “Artículo primero. Del mérito de Vitrubio,y de su obra”.6 Tal y como fue calificada por SAMBRICIO, Carlos, “Sobre la formación teórica de De Ventura Rodríguez”, Boletín de la RealAcademia de Bellas Artes de San Fernando, núm. 53 (1981), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, p. 131.7 Para el análisis y como herramienta para desgranar las características de este periodo, nos remitimos a la brillante obra de GiulioClaudio Argan. Véase ARGAN, Giulio Carlo, El concepto del espacio arquitectónico desde el Barroco a nuestros días, BuenosAires, Ediciones Nueva Visión, 1973.8 Para comprender la razón de ser de la Arquitectura de estos artistas italianos conviene revisar a WITTKOWER, Rudolf, arte yarquitectura en Italia. 1600-1750, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 377-383, 393-399.9 A pesar de que niega la continuación del Barroco romano en Ventura Rodríguez durante su segundo periodo de producción, se citasu capacidad de componer sus obras por medio de variaciones estructurales y espaciales que derivaban desde “la verbosidad delBernini hasta las voces más pastosas de Galilei”. Afirmación contenida en NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “La formación de laArquitectura neoclásica”, La época de la Ilustración, Madrid, Espasa-Calpé, 1987, p. 665.10 Trabajo que queda reflejado íntegramente en VANVITELLI, Luigi, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazzo di Caserta,Nápoles, 1756.11 Para entender dicha influencia conviene revisar a SAMBRICIO, Carlos, “Luigi Vanvitelli y Francisco Sabatini: sobre la influenciade la arquitectura italiana en España”, Boletín del Seminario de Estudios de arte y Arqueología (BSAA), núm. 45 (1979),Universidad de Valladolid, pp. 427-438.12 Como antes se ha mencionado en el caso de Ventura Rodríguez, la importación de elementos del barroco de Bernini y Borrominiresultó decisiva a la hora de la configuración de los edificios ilustrados, tanto a nivel compositivo como decorativo. Especialmenteen el caso de aquellos edificios que se disponían a partir del espacio como elemento constitutivo. Véase NORBERG-SCHULZ,Christian, Arquitectura barroca, Madrid, Aguilar, 1989, p. 182.13 Una sencillez que contrasta con la opulencia de los interiores de estos palacios. Sin embargo no se pueden entender como clásicosen su exterior, pues el uso de los órdenes quedó relegado prácticamente al olvido. Características que se pueden entender a partir delas observaciones y el análisis ofrecido por MINGUET, Philippe, Estética del Rococó, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 149-160.14 Sobre la necesidad de estudiar el significado de las ruinas clásicas, y como causa de las referencias a la obra racionalista deCordemoy y Laugier, a la composición de edificios y a los nuevos textos de Arquitectura publicados por Briseux y Blondel, se haceeco RIEGER, Christiano, Elementos de toda la architectura civil, con las mas singulares observaciones de los modernos impresosen latín por el P. Christiano Rieger de la Compañía de Jesús, al presente Cosmpographo Mayor de S. M. y de su Consejo en el Realy Supremo de Indias, Maestro de Matemáticas del Colegio Imperial. Los quales, aumentados por el mismo, da traducidos alcastellano el P. Miguel Buenamente, Maestro de Matemáticas en el mismo Colegio., Madrid, 1763.15 Véase WINCKELMANN, Johann Joachim, Historia del arte entre los antiguos. Obra traducida del alemán al francés y de esteal castellano en 1784 e ilustrado con algunas notas por Diego Antonio Rejón de Silva, Madrid, 1784.16 La Junta preparatoria celebró la primera de sus sesiones el 20 de septiembre de 1744, como se asegura en CAVEDA Y NAVA,José, Memorias para la historia de la Real academia de San Fernando y de las bellas artes en España, desde el advenimiento altrono de Felipe V. hasta nuestros dias, t. 1, Madrid, 1867, p. 20.17 QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando(1744-1774), Madrid, Xarait, 1983, p. 37.18 LLAGUNO Y AMIROLA, Eugenio y CEAN BERMÚDEZ, Juan Agustín, Noticias de los arquitectos y architectura de Españadesde su Restauracion, t. 4, Madrid, 1829, p. 238.19 Los incumplimientos de Sachetti y el notable valor de Pavía quedan recogidos en GARCÍA MELERO, José Enrique, arte españolde la Ilustración y del siglo XIX: En torno a la imagen del pasado, Madrid, Encuentro, 1998, p. 38.20 Entre los seis pensionados figuraron José de Hermosilla y Juan de Villanueva, en 1745 y 1757 respectivamente. Aspecto, entreotros, contenido en SAZATORNIL RUIZ, Luis y JIMÉNO, Frédéric, El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX):Intercambios artísticos y circulación de modelos, Madrid, Casa de Velázquez, 2014, p. 104.21 Para comprobar quiénes ostentaban dichos cargos y desde cuándo, consultar Distribución de los premios concedidos por el reyN.S. a los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la Real Academia de S. Fernando en la Junta general de 22 de diciembrede 1754, Madrid, 1754, pp. 96-97.22 SAMBRICIO, Carlos, “José de Hermosilla y el ideal historicista en la arquitectura de la Ilustración”, Goya, núm. 159 (1980),Madrid, Fundación Lázaro Galliano, p. 147.23Aunque se han señalado con anterioridad las versiones contrarias que ofrecían estos dos arquitectos, si nos referimos a las razonesfundamentales del hacer de ambos y la razón formal del conflicto, nos remitimos a MONTES SERRANO, Carlos, “El problema delestilo en la Arquitectura madrileña del siglo XVIII. A propósito de una colección de dibujos de Juan de Villanueva”, Carlos III,Alcalde de Madrid (cat. exp.), Carlos Sambricio R. Echegaray (com.), Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1988, pp. 449-455.24 HERNANDO, Javier, Arquitectura en España. 1770-1900, Madrid, Cátedra, 1989, p. 39.

ISSN: 2340-843X pág. 117

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

25 Véase TOSCA, Tomás Vicente, Compendio Mathematico: en que se contienen todas las materias mas principales de las Cienciasque tratan de la cantidad, Valencia, 1757.26 Entre otros tantos volúmenes traducidos con posterioridad a las tres primeras décadas desde la creación de la Academia, comoseñala NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “Introducción al arte neoclásico en España”, Neoclasicismo, Madrid, Xarait, 1982, p. 15.27 RODRÍGUEZ RUÍZ, Delfín, “Imágenes de lo posible: los proyectos de arquitectura premiados por la real Academia de SanFernando (1753-1831)”, Hacia una nueva idea de la arquitectura: Premios generales de arquitectura de la Real Academia deBellas Artes de San Fernando (1753-1831) (cat. exp.), Madrid, Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid,Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1992, p. 30.28 Con respecto a los distintos pormenores relacionados con los premios de Arquitectura de la Academia, consultar QUINTANAMARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos…, 1983, pp. 85-90.29 GARCÍA MELERO, José Enrique, “Orígenes del control de los proyectos de obras públicas por la Academia de San Fernando(1768-1777)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 11 (1998), Madrid, Universidad Nacional de Educacióna Distancia (UNED), pp. 301-302.30 Incluso la Academia no fue siempre severa a la hora de oponerse a la participación de los alarifes, escultores o pintoresprovenientes de los gremios, pues la influencia de éstos estaba realmente incrustada en la sociedad y en el hacer de los diferentesámbitos artísticos. Referente a ello incide GARCÍA MELERO, José Enrique, “El debate académico sobre los exámenes para lasdistintas profesiones de la Arquitectura (1781-1783)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 6 (1993), Madrid,Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), p. 368.31 Ejemplo de ello fue la intensa crítica que Gregorio de Salas ejerció sobre la Arquitectura barroca española en Distribución de lospremios concedidos por el rey nuestro señor á los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando enla Junta pública de 14 de Julio de 1787, Madrid, 1787, pp. 133-134.32 Estatutos de la Real Academia de San Fernando, Madrid, 1757, p. 88.33 BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808): contribución al estudio de las influenciasestilísticas y de la mentalidad artística en la España del siglo XVIII, Madrid, Fundación universitaria, Real Academia de BellasArtes de San Fernando, 1989, p. 373.34 Dichas declaraciones aparecen contenidas en la junta ordinaria de la Academia celebrada el 11 de noviembre de 1764, dondeademás de exponer los pormenores de dichas irregularidades, estimaba que “en estos términos la Academia podrá tomar laresolución que juzgue más oportuna para remediar un daño que tiene muy hondas raíces”. Archivo de la Real Academia de SanFernando (A.R.A.S.F.), “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”,legajo núm. 3/82, ff. 265v-266v.35 Conflicto recogido por RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ DE CEBALLOS, Alfonso, Siglo XVIII. Entre tradición y academia, Madrid,Silex, 1992, p. 20 y más detalladamente por NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “Sobre titulación y competencias de los arquitectosde Madrid (1775-1825)”, Anales del Instituto de Estudios madrileños, núm. 11 (1975), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños,pp. 123-136.36 BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 374.37Actas de la junta ordinaria del 13 de Enero de 1765. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales,extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/82, ff. 274v-275v.38 Junta particular del 4 de diciembre de 1785. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares y de gobierno”, legajo 3/123,ff. 324r.39Acerca del contenido y proceso de tramitación del real decreto conviene consultar ESCOLANO DE ARRIETA, Pedro, Prácticadel Consejo Real en el despacho de los negocios consultivos, instructivos y contenciosos: con distinción de los que pertenecen alconsejo pleno, ó á cada sala particular: y las fórmulas de las cédulas, provisiones y certificaciones respectivas (obra póstuma), t.II, Madrid, 1796, pp. 24-26. Por otro lado destaca la notable aportación al respecto de GARCÍA MELERO, José Enrique, “Orígenesdel control de los proyectos…”, Espacio…, 1998, pp. 287-342.40 Carta recogida en su totalidad en la Junta particular del 10 de agosto de 1777. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesionesparticulares y de gobierno”, legajo 3/123, ff. 78v-86r.41 GARCÍA MELERO, José Enrique, “Realizaciones arquitectónicas de la segunda mitad del siglo XVIII en los interiores de lascatedrales góticas españolas”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 2 (1989), Madrid, Universidad Nacionalde Educación a Distancia (UNED), p. 225.42 GARCÍA MELERO, José Enrique, “Arquitectura y burocracia: el proceso del proyecto en la Comisión de Arquitectura de laAcademia (1786-1808)”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, núm. 4 (1991), Madrid, Universidad Nacional deEducación a Distancia (UNED), p. 284.43 Como muestra de ello, la Junta particular del 7 de diciembre de 1788, una fecha avanzada, exponía lo siguiente: “Que no pasandode 24 los arquitectos que con título legítimo ejercen su profesión en Madrid, pasan de 40 los no aprobados, según la lista presentada:que en los ocho o diez años últimos se han hecho por ellos innumerables reconocimientos y tasaciones, y cerca de sesenta edificiosde todas clases. Que de esta libertad procedía el desaliento de los arquitectos hábiles, que después de muchos años de estudio, veíanlas fábricas en manos de sujetos ineptos”. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares y de gobierno”, legajo 3/124, f.101r.44 Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor à los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la RealAcademia de San Fernando en la Junta pública de 20 de agosto de 1793, Madrid, 1793, pp. 28-29.

ISSN: 2340-843X pág. 118

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

45 Mediante una Real Cédula firmada en el Palacio del Pardo en la fecha indicada, y recogida en la Junta ordinaria de la Academiael 2 de abril de 1786. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas ysolemnes”, legajo 3/85, ff. 7r-11r.46 Junta ordinaria del 3 de julio de 1791. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordi-narias, públicas y solemnes”, legajo 3/85, f. 163r.47 Distribución de los premios… 1793, 1793, p. 12.48 Distribución de los premios concedidos por el rey nuestro señor á los discípulos de las tres nobles artes, hecha por la RealAcademia de San Fernando en la Junta pública de 13 de Julio de 1796, Madrid, 1796, p. 20.49 Irregularidades señaladas en BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 391.50 Gerardo García León y Jesús Rivas habían establecido el nacimiento de Ignacio Tomás en 1750, así como Alicia Quintana ySancho Corbacho en 1744. Estos últimos argumentaban que en 1769 tenía 25 años, debido a lo descrito en Distribución de lospremios concedidos por el rey N.S. a los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de S. Fernando en la JuntaGeneral de 12 de Julio de 1769, Madrid, 1769, p. 33. Sin embargo, se ha constatado que en los documentos de ingreso de losalumnos de la Real Academia figura que el día de su ingreso en el organismo (31 de marzo de 1767) contaba con 21 años. A estoañadimos que en dicho documento aparece nombrado como “Ignacio Tomás Camero”. A.R.A.S.F., “Libros de matrícula de la RealAcademia de Bellas Artes de San Fernando”, legajo 3/300, f. 57r.51 ALCOBERRO, Agustí (dir.), Catalunya durant la Guerra de Successió, vol. III, Barcelona, Ara Llibres, 2006, p. 252.52 El listado de adhesiones a la nueva universidad de Cervera aparece contenido en MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO, María del Pilar(coord.), La universidad novohispana en el Siglo de Oro: a cuatrocientos años de El Quijote, México, UNAM, 2006, p. 20.53 SAMBRICIO, Carlos, La Arquitectura española de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos deEspaña, 1986, pp. 423-424.54 CALASSANC LAPLANA I PUY, Josep de, L'Oratori de Sant Felip Neri de Barcelona i el seu patrimoni artístic i monumental,Barcelona, Publicacions de l´ Abadia de Montserrat, 1978, p. 129.55 Consultar RÀFOLS, Josep Francesc, Diccionario de artistas de Cataluña, Valencia y Baleares, Barcelona, ediciones catalanes,1980.56 Para el estudio de la catedral nueva de Lérida, nos remitimos a VILA, Rafael, “Metodología y sistemas de composicióngeométricos en Iglesias proyectadas por los ingenieros militares en Cataluña durante el siglo XVIII”, La Ilustración en Cataluña:la obra de los ingenieros militares, Madrid, Ministerio de Defensa, 2010, pp. 100-105.57 PARDO CANALIS, Enrique, Los registros de matrícula de la Academia de San Fernando, de 1752 a 1815, Madrid, ConsejoSuperior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1967, p. 110.58 GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar y NAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Cargos y títulos académicos (1752-2014), Madrid,Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2014, p. 8.59 Este nombramiento vino dado por el fallecimiento de José de Castañeda ese mismo año. GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar yNAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Relación de miembros pertenecientes a la Real Academia de San Fernando (1752-1983,1984-2006), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2007, p. 409.60 Véase QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La Arquitectura y los arquitectos…, 1983, pp. 92, 122-123.61 Siendo el tema a examen el de “Planta y elevación geométrica del Altar Mayor de los Padres del Salvador”, Distribución de lospremios… 1769, 1769, pp. 18, 32-33.62 Siendo el tema de examen un “Templo para el honor y la inmortalidad” que, con 3 votos, no obtuvo premio alguno. Distribuciónde los premios concedidos por el rey nuestro señor a los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de SanFernando en la Junta Pública de 5 de Julio de 1772, Madrid, 1772, p. 28, 40 y 42.63 GARCÍA SEPÚLVEDA, Mª Pilar y NAVARRETE MARTÍNEZ, Esperanza, Relación de miembros…, 2007, p. 415.64 Según la Junta ordinaria del 6 de marzo de 1774: “El señor Conde presentó los diseños de un Panteón magníficamente adornadopor invención y execución de D. Ignacio Tomás (…) los profesores hallaron en ellos un mérito mui singular recomendaron muchola aplicación aprovechamiento y buenas calidades del suplicante, y el Señor Conde lo propuso para Académico de mérito en laArquitectura. Se votó como manda el estatuto, y de veinte y un vocales, que había entonces, pues ya el señor Duque de Osuna sehabía retirado, veinte estuvieron a favor, y uno en contra; por lo que quedó promovido como académico de mérito”. A.R.A.S.F.,“Libros de actas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes”, legajo 3/83, ff. 257v-258r.65 Para comprender la visión transversal de la Arquitectura según Antonio Pló conviene revisar PLÓ Y CAMÍN, Antonio, ElArquitecto práctico, civil, militar y agrimensor, Madrid, 1767.66 SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, p. 423.67 RODRÍGUEZ LÓPEZ-BREA, Carlos María, Don Luis de Borbón, el cardenal de los liberales (1777-1823), Toledo, Junta deComunidades de Castilla-La Mancha, 2002, p. 30.68 RODRÍGUEZ LÓPEZ-BREA, Carlos María, Dos Borbones, cardenales primados en Toledo, Toledo, Universidad Castilla-LaMancha, 2001, p. 27.69 SAMBRICIO, Carlos, “Datos sobre los discípulos y seguidores de D. Ventura Rodríguez”, Estudios sobre Ventura Rodriguez(1717-1785), Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1985, p. 262.70 En relación a la predilección de Ignacio Tomás por el orden gigante hemos de citar a colación las palabras de José Ortiz y Sanz,que dicen lo siguiente: “en las fachadas de los templos es un error insufrible poner dos o más órdenes de Arquitectura unos sobre

ISSN: 2340-843X pág. 119

ARS & RENOVATIO, número cuatro, 2016, pp. 99-120

mezclar los órdenes de un edificio, no es en mi sentir, cosa digna de admiración”. ORTÍZ Y SANZ, Joseph Francisco, Los diez librosde Archîtectura de M. Vitrubio Polion, traducidos del Latín y comentados, Madrid, 1787, p. 101.71 Concursando frente a Mateo Guill, Manuel Machuca, Juan Pedro Arnal y Ramón Durán. SAMBRICIO, Carlos, Arquitecturaespañola…, 1986, pp. 344 y 424.72 Conflicto detalladamente expuesto en MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan de Villanueva. El proceso delproyecto, Madrid, Colegio oficial de Arquitectos de Madrid, 1988, pp. 139-141.73 MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan…, 1988, p. 140.74 Sobre esto se hace referencia en el acta de la Junta del 22 de mayo de 1789 (núm. 51) de la Comisión de Arquitectura, donde, conrespecto a la cimentación de una fábrica de “hoja de lata” en Alcaraz se expone: “lo más conveniente sería confiar este encargo alArquitecto Académico D. Ignacio Tomás, experimentado en semejante clase de obras”. A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesionescelebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, f. 120r.75 Para comprender la importancia de este resurgimiento industrial conviene revisar la obra de ULLOA, Bernardo de, Restableci-miento de las fábricas, y comercio español: errores que se padecen en las caufales de fu decadencia, quales son los legítimosobftáculos que le deftruyen, y los medios eficaces de que florezca, Madrid, 1740.76 MOLEÓN GAVILANES, Pedro, La Arquitectura de Juan…, 1988, p. 139.77 A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 40r, 45r. y134r.78 GARCÍA MELERO, José Enrique, “El arquitecto académico a finales del siglo XVIII”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII,Historia del arte, núm. 10 (1997), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), pp. 36-39.79 RIVAS CARMONA, Jesús, “Notas para el Neoclásico cordobés”, Imafronte, núm. 2 (1986), Murcia, Universidad de Murcia, p.45.80 BÉDAT, Claude, La Real Academia de Bellas…, 1989, p. 417.81 Sobre el gremio de plateros cordobeses en la Edad Moderna, el más importantes de cuantos llevaban a cabo su trabajo en la ciudad,véase VALVERDE FERNÁNDEZ, Francisco, El Colegio-congregación de plateros cordobeses durante la Edad Moderna,Córdoba, Universidad de Córdoba, 2001.82 Concretamente dicho así: “Córdoba, patria que ha sido de Profesores muy acreditados, se hallaba enteramente destituida demedios y de estímulos, que resucitasen en ella la antigua inclinación a las artes del diseño, y moviesen la aplicación de los jóvenesa cultivarlas. Muchos males se habían originado por dicha falta. El arte de plateros, floreciente en otros tiempos, había decaído delbuen gusto que requieren sus artefactos y alhajas. Las obras públicas, la decoración de los Templos, y todo lo demás que pende dedicho buen gusto, se hacía sin verdaderas máximas ni principios fundados”. Distribución de los premios concedidos por el reynuestro señor á los discípulos de las nobles artes, hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta pública de 4 de Agostode 1790, Madrid, 1790, pp. 5-6.83 PONZ, Antonio, Viage de España, t. 17, Madrid, 1791, p. 37.84 Continuando la cita de la nota 82, ya referente a la fundación de la Escuela de Dibujo de Córdoba, se expone: “Inflamado elgeneroso y caritativo ánimo de su actual prelado el Excelentísimo Señor Don Antonio Caballero y Góngora, ha tomado la resoluciónde establecer, y ha establecido su Escuela de dibuxo, proveyéndola de quanto es necesario, para que por este medio se recobren lasluces perdidas, se enmienden en lo posible las obras indecentes executadas ya; y las que en lo venidero se executen vayan todas porbuen camino”. Distribución de los premios… 1790, 1790, p. 6.85 RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIERREZ, Teodomiro, Paseos por Córdoba, Córdoba, Everest, 1973, p. 589.86 RIVAS CARMONA, Jesús, “Notas para el …”, Imafronte, 1986, p. 46.87 Que se llevó a cabo lentamente debido a la falta de caudales que sufría el obispado. Véase BARBADO PEDRERA, María Teresa,“La visión de una arquitectura en crisis: Córdoba en la segunda mitad del siglo XVIII. La pulsión entre la economía real y lasnecesidades constructivas”, Actas del Tercer Congreso de Historia de la Construcción (Sevilla, 2000), Amparo Graciani, SantiagoHuerta, Enrique Rabasa. Miguel Ángel Tabales (coords.), Madrid, Instituto Juan de Herrera, CEHOPU, Universidad de Sevilla,2000, p. 87.88 Donde llevó a cabo una importante renovación arquitectónica, fundamentalmente en el campo de las construcciones de carácterreligioso. Concretamente en la realización de la iglesia de Santa Bárbara y la inconclusa iglesia de San Juan Bautista de dichalocalidad. Véase lo referido en SANCHO CORBACHO, Antonio, Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII, Madrid, ConsejoSuperior de Investigaciones Científicas (CISC), 1952, pp. 261-263.89 Que ya se advirtió como obra de un artista “apellidado Tomás” en BERNIER LUQUE, Juan; NIETO CUMPLIDO, Manuel;RIVAS CARMONA, Jesús; LÓPEZ SALAMANCA, Francisco; ORTÍZ SUAREZ, Dionisio y LARA ARREBOLA, Francisco,Catálogo artístico y monumental de la provincia de Córdoba, t. V, Córdoba, Diputación de Córdoba, 1987. pp. 105-106.90 Atribuida por primera vez en VALVERDE MADRID, José, Ensayo socio-histórico de retablistas cordobeses del siglo XVIII,Córdoba, Caja de ahorros Monte de Piedad, 1974, p. 297.91 Asegurándose que Ignacio Tomás era, al menos, maestro mayor de obras de la catedral de Córdoba “desde dos años antes” a 1798,sin conocer la fecha exacta de su incorporación al cargo ni la fecha exacta de su salida del mismo. Véase NIETO CUMPLIDO,Manuel, La Catedral de Córdoba, Córdoba, Cajasur, p. 372.92 Sobre la dificultad de los académicos formados en los años sesenta y setenta del siglo XVIII para adaptarse a las nuevasconcepciones artísticas, citando el caso concreto de Tomás, conviene señalar lo dicho por SAMBRICIO, Carlos, Arquitecturaespañola…, 1986, pp. 427-428.

ISSN: 2340-843X pág. 120

JESÚS MARÍA RUIZ CARRASCO

93 A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 307v-322r.94 A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/139, ff. 391v-408v;legajo 3/140, ff. 1r-5r.95 GUILLÉN MARCOS, Esperanza, De la Ilustración al Historicismo: Arquitectura religiosa en el arzobispado de granada(1773-1868), Granada, Diputación provincial de Granada, 1990, p. 111.96 SAMBRICIO, Carlos, Arquitectura española…, 1986, p. 428.97 A.R.A.S.F., “Libros de actas de las sesiones celebradas por la Comisión/Sección de Arquitectura”, legajo 3/140, f. 40r.