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Jean BELANGER
IMAGÉNES Y REALIDADES DEL CONDUCTISMO
(traducido del francés por Esteve FREIXA i BAQUÉ)
Este trabajo fue publicado, con el título original: IMAGES ET RÉALITÉS DU
BEHAVIORISME, en la revista Philosophiques, 5, 3-110, 1978.
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1. LA NOCION DE CONDUCTISMO
1.1. AMBIGÜEDAD DE LA NOCION
1.1.1. ¿Qué es el conductismo? A esta pregunta, se ofrece a
menudo respuestas diferentes, que no son forzosamente falsas (aunque a
veces lo sean), pero diferentes sin embargo. Esta ambigüedad respecto a su
naturaleza se debe a varios factores.
En primer lugar, existen diversas posturas, asociadas a diversos
teóricos. Ninguno de ellos ha sido verdaderamente el "creador" del
conductismo, en el sentido en que Freud lo es para el psicoanálisis. De
hecho, desde los principios del movimiento, hubo varios candidatos al
título de "primer conductista" (Watson, Meyer, Weiss, Pieron1, etc.); y esta
diversidad ha permanecido constante desde entonces. No es pues de extrañar
que se haya calificado al conductismo como "la postura más subjetiva de la
psicología", puesto que varía según el teórico2.
Esta ambigüedad de la noción de conductismo obedece también a la
falsa representación que se ha ofrecido de él, a veces incluso por parte de
los mismos conductistas. Por ende, se ha tendido a menudo a identificarlo
con su versión americana, especialmente con las teorías del aprendizaje de
Watson, Hull, Guthrie o Skinner3, o, aún, con ciertas supuestas
características de estas teorías (v.g., asociacionismo, empirismo,
ambientalismo, etc.).
Una última fuente de ambigüedad reside en la existencia de posturas
próximas al conductismo sin ser sin embargo conductistas. En psicología, es
el caso del funcionalismo. En filosofía, se ha confundido a menudo las
filosofías "conductistas" (v.g., Ryle, Wittgenstein, etc.) con la
psicología conductista. Además, ciertos teóricos (Calkins, Reisser) se han
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calificado como conductistas sin serlo y sin que nadie les haya reconocido
como tales.
1.1.2. Sin embargo, los psicólogos se ponen relativamente de
acuerdo a la hora de identificar una teoría o un teórico como conductista o
no, incluso si no son capaces siempre de precisar sus características
esenciales.
En la primera parte de este texto, vamos a intentar definir estas
características esenciales (necesarias y suficientes). Su utilización nos
debería permitir calificar de conductistas a todos aquéllos que son
reconocidos como tales por la comunidad de los psicólogos, tanto
conductistas como no. Pero estas mismas características deberían
permitirnos excluir todo psicólogo no reconocido (por sí mismo o por otros)
como tal. Finalmente, dichas características deberían permitirnos entender
por qué los conductistas pueden adoptar posturas tan variadas e incluso
contradictorias.
En una segunda parte, veremos cómo diferentes conductistas han
abordado la explicación de la conducta y qué posturas han adoptado respecto
a la noción de conceptos o entidades teóricas.
Con o sin razón, el conductismo ha sido a menudo asociado, e incluso
identificado, con diversas posturas o doctrinas filosóficas. La tercera
parte de este texto presentará pues un resumen de sus relaciones con la
filosofía.
Finalmente, en un cuarto y último apartado, analizaremos algunas de
las críticas que se le han formulado, aquéllas que le atribuyen una
incoherencia o una insuficiencia teórica fundamental.
1.2. ENUNCIADO DE LA POSICION CONDUCTISTA
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1.2.1. Objeto, objetivo, método y tesis.
1.2.1.1. Se puede caracterizar a los conductistas diciendo que
aceptan de manera explícita o implícita cuatro enunciados que definen el
objeto, el objetivo, el método de su psicología y formulan una tesis acerca
de la naturaleza de los fenómenos implicados en la explicación de la
conducta. Para ser conductista, es necesario y suficiente aceptar estos
cuatro enunciados4. Su rechazo, total o parcial, basta para que una postura
teórica no sea conductista.
Vamos ahora pues a presentar rápidamente estos cuatro enunciados, y
efectuaremos luego un análisis más detallado de ellos.
objeto: el objeto de estudio de la psicología
conductista es la conducta, animal y
humana.
objetivo: su objetivo es describir, predecir y
manipular ("to control") dicha conducta.
método: su metodología no es especial, sino la de
todas las ciencias de la naturaleza,
físicas o biológicas.
tesis: para explicar la conducta, una teoría
conductista no se apoya más que en tres
categorías de fenómenos: la situación,
la respuesta y el organismo.
Vamos pues ahora a analizar con más detalle estos enunciados
1.2.1.2. Objeto. El primer enunciado afirma que su objeto de
estudio es la conducta animal y humana. No vamos a intentar precisar
enseguida la noción conductista de conducta. Procuraremos aquí más bien
mostrar en qué manera este objeto impide la aplicación del calificativo
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BOULANGER, CONDUCTISMO
"conductista" a otras posturas. Es evidente que todas las psicologías
mentalistas tradicionales no son conductistas. Su objeto no es la conducta,
sino la mente o la conciencia para James, Wundt o Titchener, o aún la
experiencia vivida para los fenomenólogos. Existen otras psicologías que no
son mentalistas en el sentido tradicional de la palabra y que estudian la
conducta. Pero en estas psicologías, v.g., cognitivistas o psicodinámicas,
la conducta no es más que un índice, un síntoma; no es realmente el objeto
de estas psicologías, sino un medio (a veces el único) para conocer la
naturaleza de las estructuras o procesos situados detrás de la conducta.
Así, Chomsky considera que la conducta es poco interesante en sí misma.
Pero para el conductista, la conducta es un objeto de estudio en sí, es
estudiada por sí misma. El postulado de estructura o proceso interno o
teórico no es más que, como máximo, un medio para comprender la conducta, y
el valor de este postulado sólo debe ser evaluado así5.
1.2.1.3. Objetivo. Para los psicólogos conductistas, el objetivo
de la psicología es describir, predecir y controlar la conducta. Exploremos
la significación de estos términos, señalando, de momento, que la noción de
explicación no se encuentra directamente en el enunciado.
La necesidad de descripción de la conducta es a menudo implícita,
pero no por ello menos real. En el proceso de definición conductual de
objetivos pedagógicos o en la evaluación conductual en terapia, la
descripción de la conducta reviste una gran importancia. En el laboratorio,
la descripción es menos importante puesto que, a menudo, la conducta
estudiada es definida a priori (a pesar de los riesgos que ello supone).
Lo que caracteriza también al conductismo, en relación con las
psicologías mentalistas que le son inmediatamente anteriores, es su
insistencia en considerar la psicología como una ciencia práctica,
aplicada, concreta, hecha de predicción y de manipulación. En ello se opone
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al estructuralismo de Wundt y Titchener. Ciertamente, los conductistas no
son los únicos a querer desarrollar una psicología práctica. Es una
característica de toda la psicología americana; de hecho, el mismo Wundt la
llamaba "ganz amerikanisch". El funcionalismo, que precede y prepara la
llegada del conductismo, se presenta también como una psicología aplicada,
práctica, como la mayoría de las posturas psicológicas de hoy en día. Puede
pues parecer que este enunciado no es propio ni exclusivo del conductismo.
De hecho, puede incluso teóricamente imaginarse una psicología conductista
que no tuviese ninguna preocupación práctica, que se viera como una ciencia
pura. Pero el enunciado se justifica en la práctica por dos tipos de
consideraciones.
En primer lugar, la mayoría de los grandes conductistas a consagrado
una parte de su carrera a trabajos de carácter práctico. Es el caso de
Watson, Pieron, Broadbent, Skinner, etc. Y el conductista a mostrado a
menudo pretensiones revolucionarias o utópicas. El conductista no es
generalmente un contemplativo, es un "doer". La segunda consideración
consiste en que las otras psicologías, incluso las más prácticas o
aplicadas, no pretenden directamente predecir o controlar las conductas
sino predecir, cambiar o explicar estados, estructuras o procesos no
conductuales pero que gobiernan las conductas. Dichas psicologías pueden a
menudo considerar la predicción o el control como ilusorios e imposibles
(pensemos en las críticas dirigidas al sistema de definición conductual de
los objetivos pedagógicos, a la distinción de Chomsky entre ejecución y
competencia, al recurso al argumento de la libertad humana en psicología
humanista); peligrosos (pensemos al argumento de la substitución de síntoma
empleado por ciertos psicoanalistas); o inmorales y antidemocráticos
(crítica corriente hoy en día). Así, resulta probablemente justificado
conservar el enunciado del objetivo de la psicología conductista como
necesario a su definición.
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1.2.1.4. Método. Un enunciado corriente entre los conductistas es
que el método (o los métodos) de su psicología es científico. Tal enunciado
puede parecer extraño, insultante incluso para otras psicologías cuyos
métodos son tan científicos6 (incluso más científicos, según gente como
Chomsky o Koestler).
Pero para entender la "razón" del enunciado, es preciso situarlo con
respecto a otros dos tipos de afirmaciones. El primer tipo de afirmación,
típico de ciertos psicólogos mentalistas, es el de Wundt, autor para quien
la psicología es una ciencia "inmediata" con respecto a la física o a la
química que son ciencias "mediatas". En esta perspectiva, el psicólogo
alcanza directamente el objeto de su estudio, a saber, la mente, mientras
que el físico no entra en contacto directo con las entidades materiales,
puesto que debe pasar por el intermediario de los sentidos y que éstos
pueden engañarle. Este tipo de afirmación7 es pues característico de un
cierto tipo de psicología mentalista. Aparece también, bajo otra forma,
entre los fenomenólogos. El segundo tipo de afirmación es el de ciertos
especialistas de ciencias "humanas" o "sociales", quienes afirman que para
estudiar al hombre hay que emplear necesariamente un método basado en la
introspección, la empatía, la intuición o el juicio clínico.
Cuando el psicólogo conductista afirma que su método es científico,
está rechazando estas dos afirmaciones. En el estudio de la conducta, el
psicólogo no posee, según el conductista, ninguna ventaja o poder
inaccesibles por definición al físico, al químico o al biólogo. No existen
dos tipos de método científico, el de las ciencias de la naturaleza y el de
las ciencias de la conducta. Esta es, en parte, la razón por la cual el
conductista rechaza la introspección, la intuición o la empatía como método
de verificación o de prueba. No tanto por considerar que la introspección,
la intuición o la empatía no existen o no pueden, acertadamente o no,
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conducirnos a considerar ciertas proposiciones como "verdaderas"; sino
porque el raciocinio sobre el que se basan estos supuestos métodos no
corresponde al raciocinio conductista. Si la mente o los procesos mentales
existen, y existen tal como tradicionalmente se les considera, no hay duda
que la utilización de tales métodos se halla justificada, que son
necesarios y específicos de una psicología mentalista. Concuerdan con el
objeto y la tesis mentalista. Pero el raciocinio de estos métodos no
concuerda con la postura conductista.
La característica de la metodología conductista no es tanto de ser
científica sino de afirmar que no existen métodos que sean a la vez
exclusivos y necesarios a la psicología. No es que el psicólogo, ya sea
conductista o no, no utilice técnicas especiales, que le son propias y que
no se encuentran en otras ciencias como la física o la biología. De hecho,
dispone de tales técnicas o métodos, v.g., la psicometría. Pero la
psicología conductista no posee un método que le sea específico (v.g., la
introspección) a causa de la especificidad de su objeto, Y que le es
necesario porque define la psicología y que, sin él, la psicología es
imposible.
Es esta conjunción de especificidad y de necesidad esencial lo que
caracteriza la metodología de ciertas psicologías no conductistas, v.g., la
introspección para Wundt8 y Titchener, el análisis del consciente para los
fenomenólogos, la interpretación analítica para los psicoanalistas.
Quitemos estos métodos a estas psicologías y, desde su punto de vista, la
psicología se vuelve imposible. Esta es la razón por la que su metodología
les es necesaria. Además, estos métodos difieren radicalmente, a su modo de
ver, de los métodos de las ciencias de la naturaleza; no responden a los
mismos criterios de evaluación (validez, fiabilidad, etc.), se basan de
manera radicalmente distinta en el juicio intuitivo del investigador como
instrumento de medida y de prueba. Es en este sentido que debe ser
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interpretada la noción de "inmediatez" de la introspección según Wundt. A
través de estos métodos, los psicólogos entran en contacto directamente con
su objeto de estudio, mientras que el físico o el biólogo no pueden
alcanzarlo de este modo. Las nociones de incorregibilidad y de "inmediatez"
de los fenómenos mentales son exclusivas de estos fenómenos. En cambio, el
contacto con la materia es el fruto mediato de una construcción. No se
alcanza a la materia directamente, mientras que el contacto con la mente o
los fenómenos mentales es inmediato o directo. Ello no implica que el
psicólogo, según el mentalista, no pueda cometer errores; puede
equivocarse, pero dichos errores aparecen la mayor parte del tiempo como
errores aprendidos de juicio. En fenomenología, es preciso retornar a la
percepción ingenua, pura. La postura psicoanalítica es más compleja; según
Freud, el hombre no puede conocer sus procesos mentales a causa de sus
defensas, de sus conflictos inconscientes. Pero estas defensas y estos
complejos son, una vez más, adquiridos. Para Rogers, la ausencia de
congruencia entre la experiencia y el organismo es también aprendida. La
postura de ciertos psicólogos cognitivistas es todavía más compleja. En
efecto, Chomsky no supone que el hombre, incluso en condiciones ideales, es
capaz de conocer directamente, de manera inmediata e incorregible, sus
procesos psicológicos. Pero la intuición de gramaticabilidad (con respecto
a la aceptabilidad) es inmediata e incorregible (i.e., no puede ser falsa).
(Sin embargo, el individuo que posee esta intuición no puede explicar ni el
por qué de ella ni el cómo, tal tarea incumbe al psicolingüista). La
postura de los cognitivistas de la "information-processing" es mucho más
ambigua. Las verbalizaciones del sujeto son a veces utilizadas como
indicadores de los procesos mentales subyacentes y a veces consideradas
como simples conductas verbales. Ciertos teóricos de la "information-
processing" parecen oscilar entre una postura conductista y una postura
mentalista (véase el análisis que efectúa Gunderson, 1971, de la
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ambivalencia de Newell y Simon frente al conductismo y al mentalismo). Los
únicos psicólogos cognitivistas no conductistas que no utilizan un criterio
de "inmediatez" parecen ser los piagetianos.
1.2.1.5. Tesis. La tesis conductista afirma que, para explicar,
predecir o controlar la conducta, una teoría conductista no se apoya más
que en tres categorías de fenómenos: la situación, la respuesta y el
organismo. Definiremos estos términos más adelante. Hay que señalar aquí
que esta tesis puede revestir dos formas, una débil y una fuerte. El
enunciado anterior corresponde a la forma débil. La forma fuerte afirma que
estas tres categorías de conceptos o de fenómenos son necesarias y
suficientes para explicar, predecir o controlar la conducta. La forma débil
no afirma que son suficientes, afirma sólo que una teoría conductista no
puede apoyarse más que en tres categorías de fenómenos. Ello deja abierta
la posibilidad de que una teoría conductista pueda no ser más que una
explicación parcial o incompleta de la conducta. La tesis fuerte niega esta
posibilidad.
Es importante subrayar que la tesis conductista no constituye, en sí
misma, una teoría explicativa de la conducta -es demasiado general para
ello-, sino que indica el marco en el cual una teoría conductista debe
desarrollarse. Este marco está vacío; puede llenarse de múltiples maneras.
Así, una teoría conductista puede indiferentemente ser inneísta o
ambientalista, asociacionista, cognitivista, fisiológica, etc. Esto explica
la diversidad de las teorías conductistas y por qué pueden resultar
contradictorias.
Probablemente, la mejor manera de ver la tesis es considerarla como
un programa de investigaciones teóricas y empíricas, programa que puede ser
ejecutado de distintas formas9.
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La validez de la tesis fuerte es actualmente indemostrable, y quizás
lo sea siempre. Sin embargo, la tesis débil constituye el enunciado de un
programa perfectamente defendible, incluso si su éxito no está garantizado.
1.2.1.6. Recapitulación. El conductismo es pues un programa de
investigaciones cuyo objeto es la conducta. Su objetivo es describirla,
predecirla y manipularla mejor. El estudio de la conducta no supone la
necesidad de una metodología especial, específica para la psicología (o
para las ciencias del hombre) y radicalmente diferente de la metodología de
las ciencias de la naturaleza. La construcción teórica se efectúa entorno
de tres categorías de fenómenos, los de la situación, de la conducta y del
organismo.
He aquí lo esencial de la postura conductista. Cualquier teórico o
investigador cuyo trabajo se halle en acuerdo con estos cuatro enunciados
puede ser considerado como conductista, sean cuales fueren sus otras
posturas teóricas al margen (siempre y cuando, evidentemente, estas otras
posturas no se encuentren en contradicción con los cuatro enunciados).
Puede parecer sorprendente que la postura conductista se resuma a
estos cuatro únicos enunciados. Sin embargo, así es. Es cierto que diversos
teóricos conductistas adoptan otros enunciados teóricos. Pero ninguno de
estos otros enunciados parece ser aceptado por todos los conductistas. Y, a
menudo, dos teóricos conductistas pueden tomar actitudes opuestas respecto
a estos otros enunciados (v.g., el papel de la herencia, el asociacionismo,
etc.).
1.2.2. Uno puede sin embargo preguntarse si el conductismo
implica una concepción, una filosofía del hombre. Y también, cuál es la
relación entre el conductismo y el conductismo metodológico.
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1.2.1.1. ¿Implica el conductismo una concepción del hombre? No es
fácil responder a esta pregunta. En general, los teóricos no han tomado
este problema demasiado en consideración. Por otro lado, cuando han
propuesto una respuesta, ha sido más bien en función de distintas posturas
filosóficas externas al conductismo. Por ende, las tesis débiles y fuertes
(capítulo 1.2.1.5.) no implican las mismas implicaciones filosóficas o
ideológicas.
Pero, suponiendo la adopción de una tesis fuerte, y arriesgando una
interpretación (me parece dudoso que todos los conductistas que aceptan la
tesis fuerte aceptasen también esta interpretación), podría decirse lo
siguiente:
El hombre es un animal que vive en un entorno. Reacciona frente a
este entorno y actúa sobre él a través de sus conductas. De hecho, el
hombre es una parte del entorno: el de los otros, en el caso del entorno
social; y el suyo propio, puesto que el hombre es parte integrante de la
naturaleza. Sólo se puede comprender al hombre situándolo en su entorno y
viéndolo actuar en este entorno.
En la psicología tradicional o mentalista, el entorno, a menudo, no
es mas que un objeto de contemplación, y, a veces, tan poco importante, que
su realidad se pone en tela de juicio (idealismo). El hombre se halla
encerrado en sí mismo y es considerado como un espíritu aislado jugando a
sus solitarios jueguecitos mentales. Se ha acusado a menudo al conductismo
de considerar al hombre como pasivo. Tal acusación es irónica, puesto que,
a menudo, los que la lanzan sitúan la actividad en la mente del individuo
más bien que en su interacción con el entorno externo. Y cuando las
posturas mentalistas toman en cuenta el entorno, se trata de un entorno
fenomenológico, interiorizado. La percepción del entorno, en esta óptica,
es más importante que la acción sobre él. Casi se podría pensar que tales
psicologías sienten nostalgia del espíritu puro.
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La aversión del conductismo respecto a este tipo de interiorización
aparece en la acusación que Guthrie lanzaba contra Tolman, a saber, que sus
ratas estaban "buried in thoughts". Este reproche, equivocadamente
atribuido a una influencia operacionalista, positivista (círculo de Viena)
e incluso ryleana (filosofía conductista analítica inglesa), me parece
emanar más bien de esta concepción implícita del hombre que poseería el
conductista.
1.2.2.2. Conductismo versus conductismo metodológico.
Los filósofos muestran a menudo la tendencia de identificar el
conductismo de los psicólogos con su versión metodológica, o, incluso, a no
reconocer otra versión más que ésta, con detrimento de las demás. Es
necesario pues precisar la relación entre conductismo y conductismo
metodológico.
El conductismo metodológico consiste en el estudio, dentro de un
marco conductista, de las cuestiones y problemas de la psicología
tradicional o mentalista. Sostiene que, para ser científica, la psicología
debe utilizar un enfoque conductual, debe pasar por la observación de las
conductas en el estudio de las sensaciones, de las emociones, de la
inteligencia.
El conductismo es a la vez menos y más que el conductismo
metodológico. Es menos en el sentido que no supone a priori el uso de los
conceptos tradicionales de la psicología, que no implica conservar las
tareas y problemas tradicionalmente atribuidos a la psicología. Es más en
el sentido que afirma el valor intrínseco del estudio de la conducta, como
un objetivo en sí, independientemente de su pertinencia para la psicología
tradicional. En esta última, existen ciertas conductas o actos "nobles",
privilegiados, más característicos de la "naturaleza humana" que otros. Tal
preocupación exclusiva, cuyo origen es a menudo filosófico o teológico, no
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aparece en el conductismo, para quien no existen, a priori, conductas
privilegiadas.
Hay que reconocer no obstante que el conductismo y el conductismo
metodológico no son ni mucho menos incompatibles. De hecho, el conductismo
metodológico es una de las vías de desarrollo posible del conductismo, o,
para repetir una analogía anterior, una forma de rellenar el marco trazado
por la postura conductista. Desgraciadamente, la mayoría de los
conductistas han sido, históricamente, conductistas metodológicos: han
utilizado los conceptos y problemas tradicionales de la psicología como
base de partida y guía de sus investigaciones y teorías.
Esta orientación es triplemente peligrosa. En primer lugar,
justamente porque orienta la investigación y la teoría hacia una dirección
ajena al conductismo y restringe el desarrollo de conceptos y ámbitos de
investigación nuevos y quizás mejor adaptados a la nueva definición de la
psicología. Así, resulta paradójico que los conductistas hayan estudiado
tan escasamente los entornos naturales. Hubiesen podido, al igual que los
etólogos, partir desde cero, observando las conductas en el medio natural
más bien que crear en el laboratorio situaciones que permitan un estudio
conductual de los problemas psicológicos tradicionales. Es curioso que ello
no haya constituido la orientación preferida, dado que Pieron y Watson
efectuaron, al principio de sus carreras respectivas, observaciones de
estilo etológico. Además, en vez de realizar un análisis o reducción
conductista de los conceptos mentalistas, hubiesen podido estudiar la
utilización ordinaria de tales conceptos, como se hace hoy en día en los
trabajos sobre la atribución, la formación de impresiones, las teorías
implícitas de la personalidad.
En segundo lugar, dicha orientación es peligrosa a causa de un
fenómeno de "squatter's right" o "derecho del primer ocupante". En efecto,
la primera teoría que define y explora un ámbito de investigación goza de
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una gran ventaja respecto a sus competidoras ulteriores, por el simple
hecho de encontrarse ya instalada, establecida. En cierto sentido, "conoce"
mejor el ámbito, puesto que lo ha explorado, atravesado, repertoriado,
cartografiado desde hace más tiempo. Dispone de una colección impresionante
de informaciones acerca del ámbito en cuestión. Y si la exploración ha
podido modificar, adaptar la teoría, la teoría a su vez ha guiado la
exploración, indicando dónde debía mirarse y dónde no, qué debía ser
anotado y qué no debía serlo. La teoría tiende a describir el ámbito a su
imagen y semejanza; define sus características, sus problemas sus
dificultades y los tipos de soluciones aceptables. Y dichas definiciones
concuerdan evidentemente con sus posturas fundamentales. A tal punto que,
para una teoría bien establecida, la teoría y el ámbito son indisociables.
Para el profano, el ámbito parece bien definido y su mapa
relativamente claro y completo. El mapa es tal vez falso, el repertorio
quizás incompleto; pero son los únicos (o los "mejores") de que se dispone.
(¡Los cromos se han vuelto con el tiempo tan hermosos!). La formulación
resulta familiar, aceptada por todos. Y se tiende a juzgar cualquier nueva
afirmación a partir de ella.
Es difícil atacar a una teoría rival en su propio ámbito. El
contestatario aparece como un intruso, como un bárbaro, como un grosero.
Para penetrar en el ámbito, para guiarse en su interior, para comunicar con
los demás, deberá probablemente utilizar el mapa de la teoría establecida
y, en consecuencia, parte con un handicap. Si pide una reinterpretación de
varios fenómenos bien conocidos, si propone concepciones que van en contra
de "lo que todo el mundo sabe que es cierto", se expone a encontrarse en
contradicción con el mapa, o sea, consigo mismo, puesto que ha aceptado el
mapa para penetrar en el ámbito y comunicar su teoría.
Si, al contrario, rechaza totalmente el mapa establecido, aparece
como situándose fuera del ámbito, como no pertinente. Si propone un nuevo
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mapa, debe afrontar un problema. Dada la identificación de la teoría
establecida con el ámbito en cuestión, los "hechos" ya conocidos, incluso
si concuerdan con su nueva postura, parecen, por simple familiaridad,
integrarse mucho mejor con la de su rival. ¿Aporta nuevos "hechos",
anteriormente desconocidos? En tal caso, dichas novedades aparecen como
minúsculas en relación con todos los datos que la teoría reinante ha
acumulado anteriormente. ¿Proporciona resultados en contradicción con ella?
No es ninguna novedad, existían también antes, y los investigadores del
ámbito trabajan en vistas a encontrar una solución. Además, según ellos, el
intruso ignora groseramente los matices y las subtilidades que constituyen
las delicias del especialista "verdadero".
Es más, el intruso, si es conductista en un ámbito "mentalista", se
enfrenta a una geografía de lo imaginario. La crítica por la geografía de
lo imaginario consiste en criticar una teoría por el hecho de no
corresponder a su propia teoría o por no tener en cuenta las entidades
postuladas en su propia teoría. Este tipo de crítica es frecuentemente
dirigido contra el conductismo. Pero no se puede criticar un mapa por el
solo hecho de no corresponder al mapa rival. La tarea de las teorías no es
incluir en ellas o "explicar" los conceptos de una teoría rival.
Parece ser que Whithhead consideraba que los veinticinco siglos de
filosofía occidental no constituyen más que anotaciones (footnotes) del
pensamiento platónico. Esta consideración es pertinente, en el caso de la
psicología, a causa de la interpretación mentalista a la que tan fácilmente
se presta la concepción platónica del alma y del conocimiento
(contrariamente a la concepción de Aristóteles). Pero Platón no sólo ha
creado mitos en psicología.
En el Timea y el Critias, Platón señala la existencia de una tierra
lejana, la Atlántida. No la busque usted en ningún mapa geográfico moderno,
los geógrafos no han constatado nunca su existencia. No obstante, la
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búsqueda de su emplazamiento fue larga. Y aún hoy en día algunos afirman su
presencia a pesar de que la ciencia moderna la ignora. Sin embargo, nadie
impugna ni rechaza la geografía contemporánea por no tener cuenta de ella.
Pero en psicología, si usted ignora el mundo de la Mente, la
maldición de Platón le perseguirá (debería calificarse de maldición de los
faraones, puesto que parece ser que fue un sacerdote egipcio quien señaló
la existencia del primer mundo imaginario, la Atlántida). No se ha
descubierto nunca este territorio fabuloso de la Mente a pesar de que todo
el mundo parece obligado a conocer su existencia. (Parece ser que no
dispone de ubicación física aunque, curiosamente, se supone que nuestras
ideas lo atraviesan a veces). La tarea de la psicología sería pues
describir sus características, su topografía. Así pues, el conductismo, que
se desentiende completamente de tal mundo, como la geografía de la
Atlántida, se ve condenado, contrariamente a la geografía, por los
herederos de Platón. El mito de la Mente es más resistente que el de la
Atlántida. Quizás sería ya hora de abandonarlo a los amantes de leyendas
exóticas y que se dejara de criticar a las teorías psicológicas que no lo
incluyen en sus mapas justamente a causa de no incluirlo.
Y ello nos lleva a indicar la última razón por la que el conductismo
metodológico es peligroso. Es peligroso porque deja entender que un enfoque
conductista puede resolver los problemas de la psicología mentalista.
Supone, a priori, que las cuestiones, problemas y conceptos mentalistas se
reducen a (o pueden ser estudiados por) cuestiones, problemas y conceptos
de conducta. El error del conductismo metodológico (y del conductismo
filosófico, su hermano gemelo) es creer que una teoría conductista puede
hacer esto al interior mismo de la psicología mentalista, y de manera
satisfactoria para los mentalistas. Pero en las contradicciones entre las
conductas y los conceptos mentalistas, el mentalista no puede sino preferir
la evidencia de sus conceptos y afirmar con razón, desde su punto de vista,
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la insuficiencia del conductismo. Es importante comprender que la tarea del
conductismo no consiste en satisfacer a las exigencias o responder a los
criterios de una psicología mentalista. Criticar al conductismo porque el
"pensamiento" no es una conducta o una relación S-O-R, porque la
"conciencia" no es un tipo de respuesta, de estado fisiológico o de
relación con el entorno, es como criticar a la geografía porque no sitúa ni
describe la Atlántida. Puede que la Atlántida haya existido en otro sitio
que en la imaginación (¿los textos?) de Platón. Es posible también que el
pensamiento y la conciencia existan, tal y como los describe la psicología
mentalista tradicional. Pero su descripción no es ni tarea de la geografía
ni de la psicología conductista. Y toda crítica del conductismo fundada en
tales argumentos no puede más que dejar indiferente al conductista.
A pesar de todo, sin embargo, los trabajos de los conductistas
metodológicos (o filosóficos) no habrán sido quizás totalmente inútiles en
el plano teórico puesto que, paradójicamente, podrían demostrar que la
psicología mentalista se halla apartada del mundo de las conductas y que es
quizás incompatible con él. Pero los mentalistas, antiguos o nuevos, v.g.,
Chomsky, no han pretendido nunca verdaderamente predecir o controlar la
conducta, sino "explicarla" solamente. Así pues, esta "demostración" es
útil puesto que, por un lado, no se toma a menudo conciencia de la
separación que existe entre el mundo de las conductas y el de las entidades
o conceptos mentales, y que, por otro lado, los mentalistas pretenden
"explicar" la conducta, siendo ésta "causada" por las entidades mentales o
explicada (en el sentido de "razones") por los conceptos mentales. Quizás
hubiese sido preferible para la psicología mentalista que el conductismo
metodológico o filosófico hubiese triunfado. Este éxito hubiese, en cierto
sentido, sostenido la pretensión del mentalismo a una validez empírica o
conductual. El fracaso, al contrario, lo condena quizás a no ser más que la
ciencia de los espíritus (¿un nuevo espiritismo?).
-19-
BOULANGER, CONDUCTISMO
El conductismo metodológico, a causa de su popularidad10, no ha favorecido
la construcción de una teoría conductista autónoma, de una teoría de la
conducta. El reproche que podría entonces lanzársele sería el de no haber
sido suficientemente radical.
1.3. DEFINICION DE LAS NOCIONES DE CONDUCTA, SITUACION Y
ORGANISMO
Acabamos de ver que el objeto de la psicología conductista es la
conducta, y que ésta, según la tesis enunciada, debe ser explicada en
términos de conducta11, de situaciones y de organismo. Definamos ahora estos
tres términos:
1.3.1. Conducta: R
¿Qué es la conducta? A fin de facilitar la comprensión de la noción
de conducta, debemos primero distinguir diferentes niveles de análisis de
la conducta.
1.3.1.1. Condiciones necesarias
La conducta es un fenómeno biológico. Es un cambio del estado
biológico (o, a veces, el estado mismo, v.g., el sueño) de un organismo,
cambio o estado definido en términos biológicos implicando indistintamente
la musculatura, secreciones glandulares, fenómenos electroquímicos, etc.
Así, el ritmo cardíaco, el ritmo electroencefálico, pueden, según el
contexto, ser considerados como conductas.
La conducta es pues, a la base, un fenómeno biológico; pero este fenómeno,
en tanto que conducta, no es únicamente biológico; debe inscribirse
igualmente en una serie de interacciones entre el organismo y su entorno
externo. Es la presencia de la interacción quien distingue la psicología de
la conducta de la biología de la conducta. El psicólogo de la conducta, en
-20-
BOULANGER, CONDUCTISMO
tanto que psicólogo, se interesa sobre todo en la interacción (su
naturaleza, sus exigencias, sus leyes, etc.). El biólogo, en tanto que
biólogo, se interesa sobre todo en los mecanismos fisiológicos implicados
en la interacción. La noción de conducta supone pues dos condiciones
fundamentales y necesarias para la aparición de una conducta: 1) un estado
o cambio fisiológico; 2) una relación entre este estado o cambio y el
entorno exterior del organismo12.
Estas dos condiciones son pues necesarias, pero no siempre
suficientes. Ciertos conductistas afirman la necesidad de otras
condiciones. Así, para Tolman, la conducta debe ser, además, "purposive".
Para Weiss, la situación debe ser social. Sin embargo, no hay acuerdo entre
los distintos conductistas acerca de la necesidad, o la naturaleza, de las
otras condiciones. La exigencia de otras condiciones, así como su
naturaleza, parece ser función a la vez del ámbito de investigación y de la
teoría empleada por aquéllos que postulan tales otras condiciones. Y parece
dudoso que negasen la existencia de conductas que no satisficieran más que
a las dos condiciones fundamentales. Es más probable que afirmasen que se
trata de conductas, pero que dichas conductas no les interesan o no les
parecen importantes desde un punto de vista teórico.
1.3.1.2. Distinción molar-molecular
Tenemos pues cambios o estados biológicos que pueden ser o no ser,
según como se le analice, conductas; el psicólogo puede interesarse por los
detalles biológicos de la conducta y considerar la naturaleza de estos
detalles como definiendo diferentes conductas. Así, movimientos musculares
diferentes constituyen otras tantas conductas diferentes. Se habla pues de
conductas moleculares cuando las conductas son diferenciadas según sus
detalles biológicos o musculares. Guthrie, por ejemplo, define las
-21-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conductas a nivel muscular. Los etólogos diferencian también ciertas
conductas en función de la naturaleza de los movimientos musculares.
No obstante, la mayoría de conductistas se interesa más en la
interacción en cuanto tal que en su mecanismo fisiológico o que en la
estructura molecular de la conducta. Se hablará entonces de conducta molar
o de aspecto molar de la conducta. Hay que señalar sin embargo que
cualquier conducta es molar y molecular a la vez. Pero la descripción que
se hace de ella puede tender hacia el uno o el otro de los polos de la
dimensión molaridad-molecularidad. Existen igualmente diferentes grados de
molaridad o de molecularidad. Una conducta descrita en términos
fisiológicos (v.g., contracción de tales o tales músculos) puede ser
calificada de molecular1. Si la misma conducta es descrita en términos
físicos espacio-temporales, se puede hablar de molecularidad2.
Pero cuando se olvida el aspecto molecular de la conducta para
insistir en la interacción con el entorno, para colocar la conducta en un
marco situacional, entonces se está hablando de molaridad.
Diferentes conductas moleculares pueden corresponder a una misma
descripción molar. En la descripción molar, no se especifica a menudo el
detalle molecular de la conducta, que aparece como indiferente. Y una misma
descripción molecular puede, según la situación, ser colocada bajo
diferentes categorías molares.
Existen diferentes grados de molaridad. El más simple (molar1), es el
que puede ser definido por un efecto o una modificación del entorno, de la
situación física o social: abrir una puerta, apretar una palanca, subir una
escalera son ejemplos de conductas molares1. El detalle fisiológico o
físico no se halla incluido en las descripción molar de dichas conductas.
Pertenecen pues a la misma clase de conductas todas las conductas
moleculares que provocan el mismo efecto. De hecho, la conducta es a menudo
-22-
BOULANGER, CONDUCTISMO
directamente medida por la aparición del efecto o la modificación del
entorno.
Se habla igualmente de "conducta" molar (molar2) para designar
interacciones complejas entre conductas, una situación o tarea y un
organismo. (Debiérase quizás hablar de estructura, de relación o de
contexto molar más bien que de conducta). La definición de la conducta
molar2 supone una teoría de la relación entre los tres términos, y su
medida válida y fiable es imposible en ausencia de dicha teoría. Las "goal
oriented behaviors" de Tolman o la "interbehavior" de Kantor constituyen
buenos ejemplos de este último tipo de molaridad. La conducta se convierte
entonces en una entidad o concepto teórico por construir más bien que un
simple fenómeno empírico por medir. Los teóricos conductistas como Tolman,
que llevan la noción de molaridad a tal nivel de análisis, utilizan
generalmente un vocabulario con connotaciones mentalistas (actividades
intelectuales, , etc.). Pero su problema principal consiste en la
dificultad para precisar estas inter-relaciones conducta-situación-
organismo.
1.3.2. Estímulo o Situación: S
Se ha dirigido contra la noción de estímulo o de situación el mismo
reproche de ambigüedad que a la noción de conducta, y por los mismos
motivos: los psicólogos han utilizado la palabra con distintos sentidos. El
mejor análisis de la noción de estímulo ha sido realizado probablemente por
Gibson (1960). En su sentido más simple, el estímulo es todo suceso físico
manipulado por un experimentador y presentado a un sujeto. En esta
acepción, el estímulo es una variable independiente. Este estímulo puede
ser externo al organismo (v.g., un sonido, una luz), o interno (v.g., una
estimulación eléctrica del córtex). Cuando es externo, puede ser definido
como proximal (en términos de energía que actúa sobre las células
-23-
BOULANGER, CONDUCTISMO
estimuladas) o bien distal (en términos de objeto o de suceso en el
entorno). Por otro lado, el estímulo puede ser considerado de manera
"atómica", como una serie de sucesos físicos estimulantes, o como el
conjunto de estos sucesos. Este conjunto puede ser simultáneo o sucesivo.
Puede tratarse de un cambio (suceso) o de un estado estable. Puede hallarse
estructurado o no estructurado. Puede contener o no contener información.
Existen pues varias maneras de definir un estímulo manipulado por un
experimentador. Las maneras (o niveles de análisis del estímulo) no son
contradictorias, pero son diferentes. El problema del análisis del estímulo
es todavía más complejo cuando el estímulo no es manipulado o provocado por
el experimentador. En una investigación, el protocolo nos indica aunque sea
parcialmente cuáles son los aspectos pertinentes del estímulo o de la
situación. Pero en el medio natural, se hace muy difícil determinar la
naturaleza del estímulo. Se habla entonces de situación13 sin ser capaz de
precisar los estímulos o aspectos pertinentes.
En consecuencia, hay tantos niveles de análisis y de descripción de
los estímulos como los hay para las respuestas. Ello dificulta su
presentación teórica. Ciertos autores consideran que dichos análisis deben
preceder a toda edificación teórica. Pero esto es quizás un error. Parece
igualmente plausible que la edificación teórica sea anterior a tales
análisis, que el objetivo de la teoría sea justamente conocer la naturaleza
del estímulo y la naturaleza de la respuesta y establecer la relación entre
las dos.
1.3.3. Organismo: O
El último concepto sobre el que se basa la psicología conductista es
el de organismo. No se trata aquí de personalidad o de psique. Un organismo
es un individuo biológico. Esta noción de individuo biológico comprende dos
aspectos.
-24-
BOULANGER, CONDUCTISMO
1.3.3.1. El primer aspecto (Op) concierne la noción de individuo e
implica a la vez la idea de diferencias inter-individuales (el hecho de que
diferentes organismos emitirán, por ejemplo, diferentes respuestas frente a
un mismo estímulo) y la noción de unidad individual (el hecho de que un
individuo presente un conjunto de conductas, una jerarquía organizada de
conductas que pueden caracterizarle). Tales diferencias inter-individuales
y tal unidad u organización intra-individual de las conductas deben ser
explicadas en función del entorno de los individuos, de su historia
anterior y de su naturaleza biológica. El individuo psicológico o la
persona (Op), tal como la estudian las teorías de la personalidad, es una
pura construcción teórica. Esta construcción es elaborada a partir de las
nociones más "fundamentales" de conductas, entorno y organismo biológico
(Ob).
1.3.3.2. Y con ello llegamos al segundo aspecto del organismo
(Ob). El segundo aspecto se refiere a la noción de funcionamiento
biológico. El organismo es un organismo biológico, con una anatomía y una
fisiología, estructuras y procesos internos (i.e., biológicos). Y este
organismo biológico es el del biólogo, del bioquímico, del biofísico, del
farmacólogo. Si el cambio fisiológico en tanto que conducta pertenece tanto
al ámbito psicólogo como al biológico, el organismo, en tanto que
biológico, es totalmente contenido del biólogo. Es su definición del
funcionamiento biológico que el psicólogo debe aceptar en última instancia.
1.3.4. Los tres conceptos: conducta, estímulo y organismo, son
los ejes centrales de la psicología conductista. Su tarea consiste en
precisar las relaciones entre estos tres tipos de conceptos de manera a
poder predecir y controlar la conducta. La paradoja es que si estos tres
-25-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conceptos constituyen el punto de partida de la psicología conductista,
constituyen igualmente su punto de llegada, puesto que, tal psicología, una
vez completada, debería permitir una mejor definición de tales conceptos,
actualmente algo vagos, y poner en evidencia sus inter-relaciones. Dichos
conceptos, de hecho, son tan teóricos como empíricos.
2. LA EXPLICACION TEORICA EN LOS CONDUCTISTAS
2.1. Hemos dicho anteriormente que el objetivo principal de la
psicología conductista es predecir y controlar la conducta. Todos los
conductistas admiten la necesidad de describirla, predecirla y controlarla,
pero no todos admiten la necesidad de explicarla. Esta afirmación es
curiosa, pero verdadera. Si ciertos conductistas, como Hull o Tolman, han
concedido una gran importancia a la construcción teórica, otros, el más
conocido de los cuales es Skinner, han negado la utilidad de la explicación
teórica. Un primer factor es que, para algunos, la "verdadera" explicación
teórica de la conducta es biológica; Skinner afirma que una teoría de un
fenómeno hace intervenir fenómenos de orden o nivel distinto, v.g., mental
o biológico, al del fenómeno que debe ser explicado, i.e., las conductas.
Un segundo factor reside en la ambigüedad de la noción de explicación. Los
filósofos, más que nadie, han puesto en evidencia la ambigüedad de las
nociones de explicación o de causalidad.
Esta ambivalencia frente a la explicación teórica puede parecer
sorprendente. Puesto que, para buena parte de psicólogos, lo que cuenta no
es tanto la conducta como los mecanismos o procesos que la gobiernan, ya
que la conducta no es más que un efecto, siendo tales mecanismos o procesos
su causa. ¿Y quién, en la ciencia, se interesa más en los efectos que en
las causas? Podría responderse: los tecnólogos. Y sería una manera de
recalcar una característica importante de ciertos conductistas refractarios
-26-
BOULANGER, CONDUCTISMO
a las teorías. Pero tal pregunta parece en parte sesgada a un conductista.
Puesto que es a menudo formulada dentro de una óptica mentalista, en la que
se supone que los efectos son la conducta y la mente la causa.
Exploraremos pues en este capítulo diferentes aspectos de la
explicación teórica. El primero se refiere al papel de la explicación
teórica. El segundo concierne el estatus ontológico de las entidades
teóricas.
2.2. TIPOS DE EXPLICACION
La noción de explicación teórica es compleja y existen distintos usos
o sentidos de la palabra explicación. Nos interesaremos únicamente en
algunos de ellos. Cuando los conductistas, como muchos otros, hablan de
explicación de un fenómeno, se refieren a menudo a la identificación de su
causa.
2.2.1. La explicación es en este caso causal y manipulativa. Un
acontecimiento dado, observado y a veces provocado, produce otro
acontecimiento. La pelota golpea el cristal y lo rompe. ¿Por qué se ha roto
el cristal? Porque la pelota lo ha golpeado. Es claro que tal
acontecimiento surge, tal otro le sigue; constatamos que si se interviene
de tal modo, tal resultado aparece. Los niños que reciben tal educación
familiar desarrollan tal personalidad; la respuesta reforzada aumenta su
probabilidad. Nótese que esta explicación es empírica y probabilística.
Empírica, puesto que los acontecimientos son definidos de manera bastante
concreta y no abstracta. Probabilista, puesto que la relación causal es
considerada como siendo más a menudo probable que necesaria: no todas las
pelotas que golpean un cristal lo rompen; no todas las respuestas
reforzadas aumentan su frecuencia. Se admiten pues explicaciones posibles,
-27-
BOULANGER, CONDUCTISMO
pero se les conoce a menudo de manera empírica y no se sabe por qué
constituyen excepciones. Cuando se intenta explicar las excepciones, se
inicia un proceso teórico, ya sea refinando las leyes, ya sea apelando a
otros acontecimientos. Este tipo de causalidad es cercano al de la
causalidad experimental en el que la introducción de la variable
independiente provoca un cambio en la variable dependiente. Es
probablemente el tipo más primitivo de explicación: la explicación es
causal pero no teórica.
2.2.2. Un segundo tipo de explicación consiste en la explicación
teórica integrativa; y puede distinguirse dos sub-niveles de la explicación
integrativa: el nivel descriptivo y el nivel deductivo o sistemático. En el
nivel descriptivo, la explicación se hace en términos de ley, se explica
los fenómenos describiendo sus inter-relaciones bajo forma de leyes
matemáticas. Tales leyes aparecen en psicofísica (ley de Weber, de Fechner,
de la potencia, del nivel de adaptación), en psicología del aprendizaje
(v.g., modelos estocásticos, teoría informacional de Rescorla). Es en este
sub-nivel que se sitúan la mayor parte de las leyes descritas por Spence
(1948) y Berlyne (1968). Se puede entonces empezar a hablar de explicación
teórica, puesto que existe una tentativa de organización de los fenómenos.
Sin embargo, se pierde el aspecto intuitivo de la noción de causalidad (el
de que la aparición de un acontecimiento provoca la aparición de otro
acontecimiento). Pero se retorna rápidamente a esta noción intuitiva tan
pronto como se aplica la ley en circunstancias concretas, y se dispone
además de la posibilidad de efectuar nuevas predicciones, posibilidad que
no existe en el simple nivel causal manipulativo. No obstante, en el sub-
nivel integrativo descriptivo, si se dispone de leyes, dichas leyes
constituyen una colección más bien que un conjunto sistemático y coherente.
En cambio, en el sub-nivel deductivo o sistemático, se intenta tomar una
-28-
BOULANGER, CONDUCTISMO
serie de leyes y confeccionar con ellas un sistema formal deductivo,
coherente, que ponga en evidencia las inter-relaciones entre las leyes y
que reordene ciertas leyes bajo leyes más generales. Exceptuando ciertos
modelos matemáticos o cognitivos, se dispone de muy pocas de estas teorías
formales y abstractas en psicología. Las black-box y las variables
intermedias pertenecen al tipo integrativo de explicación. Piaget (1963)
intenta situar su explicación del desarrollo cognitivo, en términos de
operaciones lógicas, en el nivel deductivo o sistemático que él califica de
abstracto. A este nivel se dispone de explicaciones deductivas, formales o
matemáticas, pero que no implican un substrato de entidades teóricas
actuantes.
2.2.3. Un tercer tipo de explicación teórica corresponde a la
explicación causal reductiva; se recurre a entidades teóricas a menudo
inobservadas e inferidas que sostienen o "explican" los fenómenos
observados. Se habla en este caso de mente, de proceso cognitivo, de
mediación, de construcciones hipotéticas, de procesos neurológicos de
excitación e inhibición, etc. Aparece entonces de nuevo el aspecto
intuitivo de la causalidad, en términos de entidades actuando sobre otras
entidades.
Hay que señalar que estos tipos no son mutuamente excluyentes y que, en
diferentes partes de una misma teoría, pueden aparecer los distintos tipos
reseñados. La división de la explicación en tipos no supone que un tipo sea
intrínsecamente superior a otro. Es notable la ambivalencia de los
conductistas frente a la explicación teórica causal reductiva (la que
implica entidades distintas de los fenómenos que deben ser explicados), en
comparación con la aceptación de las explicaciones teóricas integrativas,
que no se basan en entidades de nivel distinto pero que intentan explicar a
-29-
BOULANGER, CONDUCTISMO
través de leyes o de sistemas formales abstractos. La tabla 1 presenta
estos tres tipos de explicaciones y sitúa algunos conductista
ESTA AMBIVALENCIA FRENTE A LA EXPLICACION TEORICA CAUSAL REDUCTIVA ES
IMPORTANTE ENTRE LOS CONDUCTISTAS. CIERTO NUMERO DE FILOSOFOS Y DE
PSICOLOGOS LA HAN PUESTO DE RELIEVE Y LA HAN REPROCHADO AL CONDUCTISMO.
PARA ENTENDER LA NATURALEZA DEL CONDUCTISMO ES NECESARIO ENTENDER LOS
MOTIVOS DE ESTA AMBIVALENCIA.
-----------------------
INSERIR AQUI LA TABLA 1
-----------------------
2.3. EL ESTATUS ONTOLOGICO DE LA ENTIDAD TEORICA
Ciertos filósofos han acusado al conductismo del hecho de no querer
invocar, para explicar la conducta, entidades teóricas, estructuras o
procesos internos que no pueden ser reducidos a conducta. Fodor (1968) ha
incluso definido el conductismo como una teoría que sólo acepta conceptos
explicativos que pueden ser definidos en términos de conductas. Hempel
(1965) ha presentado este aspecto del conductismo como constituyendo un
ejemplo del "dilema del teórico".
2.3.1. Es falso afirmar que el conductismo rechaza los conceptos
teóricos que no pueden ser reducidos a conductas. Para explicar la
conducta, Weiss utiliza conceptos teóricos físicos (partículas eléctricas
cargadas positiva o negativamente atrayéndose o repeliéndose). El
conductismo de Weiss, que se acompaña del materialismo monista más radical
que ha conocido la psicología conductista, intenta construir un edificio
-30-
BOULANGER, CONDUCTISMO
teórico deductivo a partir de las nociones de la física atómica de su
época. Seguramente, no se puede demostrar que la noción de partícula
atómica puede ser reducida a conducta. Lo que Weis intenta realizar es lo
contrario: demostrar que la conducta y sus leyes pueden son reductibles a
la física. Por otro lado, todos los conductistas han admitido que la
conducta posee un substrato biológico, y que una teoría completa de la
conducta deberá implicar conceptos teóricos biológicos. Tales conceptos no
son sin duda reductibles a conducta y poseen un estatus ontológico
independiente de ella.
Pero los conductistas se han mostrado ambivalentes o ambiguos frente
a los conceptos teóricos biológicos. Watson, Tolman, Kantor y Hull afirman
que la explicación de la conducta puede y debe ser efectuada a nivel no
biológico. Tal aserción resulta de distintos factores. Así, Kantor (1947,
1971) acusa a las teorías neurobiológicas de ser dualistas y emplear
conceptos que perpetúan el mentalismo tradicional. Para dicho autor, esta
neurobiología es inadecuada para la explicación de la conducta. Es preciso
crear teorías neurobiológicas no dualistas. Sólo estas nuevas teorías
podrán ser utilizadas en la explicación de la conducta. Para los otros
teóricos, lo que parece justificar la ambivalencia es la opinión implícita
de que el uso de conceptos teóricos biológicos comportaría, a término, la
desaparición de la psicología (este tipo de argumento es esgrimido a menudo
por los antireduccionistas). Ahora bien, para el conductista, la conducta
es importante por sí misma, su estudio es un objetivo en sí y no un medio
para alcanzar una realidad distinta, biológica o mental. Y existe además un
nivel de explicación de la conducta que es puramente psicológico (i.e., en
términos de interacción S-Op-R) y que no se apoya en conceptos biológicos
(se trata de teorías integrativas). La utilización de conceptos teóricos
biológicos aparece a los ojos de estos teóricos como pudiendo conllevar la
negación de la importancia intrínseca de la conducta o al rechazo de
-31-
BOULANGER, CONDUCTISMO
teorías puramente integrativas en favor de teorías causales reductivas. Tal
ambivalencia frente a los conceptos biológicos aparece claramente en Watson
cuando afirma simultáneamente que la formación de los psicólogos debería
comprender estudios de biología y que una teoría de la conducta puede ser
formulada sin recurrir a conceptos biológicos.
Esta ambivalencia parece basarse en la opinión según la cual las teorías
integrativas y las teorías causales reductivas son incompatibles, la
presencia de las segundas invalidando las primeras, como si una teoría
formal o una axiomática (que equivaldría aproximadamente a lo que llamamos
aquí teoría integrativa) fuese convertida en inútil por su modelo teórico
interpretativo (que equivaldría a la teoría causal reductiva
correspondiente). Dichos teóricos parecen pues creer, equivocadamente desde
nuestro punto de vista, que si los conceptos químicos son "reductibles" a
conceptos físicos, si los conceptos biológicos son "reductibles" a
conceptos químicos o físicos, o si los conceptos conductuales son
"reductibles" a conceptos biológicos, químicos o físicos, por vía de
consecuencia, los conceptos químicos deben desaparecer a favor de los
conceptos físicos, los conceptos biológicos a favor de los conceptos
químicos y los conceptos conductuales a favor de los conceptos biológicos.
Por vía de consecuencia asimismo, los fenómenos "reducidos" ya no
presentarían ningún interés intrínseco, y la ciencia "reducida"
desaparecería a favor de la ciencia "reductora". La ciencia "reducida"
dejaría de existir: sus conceptos, sus análisis y su objeto dejarían de ser
válidos, deberían dejar de ser empleados, desarrollados o estudiados. La
noción de reducción no es suficientemente clara como para justificar tal
temor. Y la observación de ciencias como la química o la astronomía, que
utilizan buen número de conceptos teóricos puramente físicos, demuestra que
la química y la astronomía todavía existen, que los que las practican no se
-32-
BOULANGER, CONDUCTISMO
encuentran en el paro, que se siguen formando estudiantes en estas
disciplinas.
Esta ambivalencia frente a la explicación biológica, que constituiría
una amenaza para el valor intrínseco de la noción de conducta o la validez
de las teorías conductistas integrativas, parece pues injustificada. Sin
embargo, puede ser entendida como una afirmación de la importancia
intrínseca de la conducta respecto a los cambios biológicos, del aspecto
molar respecto al aspecto molecular, del organismo-p respecto al
organismo-b.
Ello explica también en parte por qué puede acusarse, sin razón, a
los teóricos conductistas de rechazar los conceptos teóricos que no pueden
ser reducidos a conductas.
No obstante, a pesar de esta ambivalencia, no cuesta demasiado
encontrar en cualquier teórico conductista la afirmación de la importancia
de los conceptos teóricos biológicos. Skinner, quizás el autor que menos ha
utilizado tales conceptos, se niega a hacer teoría porque, para él, una
teoría de la conducta es o bien mentalista o bien biológica (i.e., causal
reductiva). La primera es ilusoria. La segunda es legítima; pero considera
que tal no es la tarea del psicólogo en tanto que psicólogo. Skinner parece
considerar que la única explicación válida de la conducta para el psicólogo
es o bien causal manipulativa ("Schedules of reinforcement") o bien
integrativa ("The behavior of organism").
Por otro lado, la teoría de Hebb es el ejemplo más evidente de una
teoría conductista basada en entidades teóricas biológicas. Sus conjuntos
celulares son postulados a partir de datos conductuales y no a partir de
observaciones neurofisiológicas. De hecho, Hebb habla del "conceptual
nervous system". Y su modelo ha sido examinado (y corregido) por Milner a
través de simulaciones más bien que a través de observaciones neuro-
fisiológicas. Otra teoría que implica entidades teóricas biológicas es la
-33-
BOULANGER, CONDUCTISMO
de Pavlov. A tal punto que se ha calificado a las teorías de Hebb y de
Pavlov de pseudo-fisiológicas. Resulta pues equivocado concluir que los
conductistas no utilizan entidades o conceptos teóricos que no pueden ser
reducidos a conducta.
2.3.2. La principal razón por la que se acusa a los psicólogos
conductistas de rechazar el uso de conceptos teóricos no reductibles a
conducta reside en su determinación de no utilizar entidades o conceptos
teóricos mentalistas. Si la acusación es inexacta, su justificación, en
este caso, es legítima: el psicólogo conductista no emplea en su teoría
entidades explicativas o conceptos mentales. ¿Por qué?
2.3.2.1. Una primera razón de este rechazo reside en la tesis
conductista que excluye este tipo de explicación por definición. Pero esta
razón no es demasiado interesante.
2.3.2.2. Ignotum per ignotius
Una segunda razón consiste en el hecho de que los conceptos
mentalistas resultan a menudo más oscuros que los fenómenos que se supone
que deben explicar. Burt (1954), hablando del físico y químico Robert
Boyle, afirma que, según Boyle, El recurso a entidades misteriosas no
constituye una explicación satisfactoria; explicar un fenómeno es deducirlo
de otro fenómeno de la naturaleza mejor comprendido o conocido que el
fenómeno que se trata de explicar. Burt cita a Boyle: "...The phenomena I
strive to explicate may be solved mechanically, that is by mechanical
affections of matter, without recourse to nature's abhorrence of a vacuum,
to substantial form, or to other incorporeal creatures." (Burt, 1954,
p.179).
-34-
BOULANGER, CONDUCTISMO
La actitud del conductista de rechazar la invocación, para explicar
las conductas, de fenómenos cuya naturaleza es obscura y cuyo estatus es
dudoso, no tiene pues nada de excéntrica. Si un punto hay en el que tiene
razón, y la historia de la filosofía y de la psicología lo demuestra
ampliamente, es el de poner en relieve la obscuridad de la noción de
entidades o procesos mentales. Y si es cierto que no se ha demostrado que
tales entidades o procesos mentales no existen o no son la causa de la
conducta, no es menos cierto que la explicación causal reductiva no vale
más que lo que vale la entidad explicativa; sólo es clara en la medida en
que es clara la naturaleza (o las propiedades) de la entidad causal
explicativa. Y aquí ha radicado siempre la gran debilidad de la explicación
mentalista tradicional: la naturaleza y las propiedades de las entidades o
procesos mentales han sido siempre oscuros.
2.3.2.3. Un argumento que suele invocarse para justificar la
existencia de entidades mentales es el papel teórico de tales entidades.
Así, en física y en biología, por ejemplo, para explicar ciertos fenómenos
(o relaciones entre fenómenos) observados, los teóricos postulan la
existencia de ciertas entidades, v.g., genes, partículas elementales, etc.
Dichas entidades son calificadas de "teóricas" a causa de su papel de
explicación causal en una teoría, y porque son inobservadas. (Pero son en
cierto modo observables en principio, su inaccesibilidad a la observación
pública es de un orden distinto al de las entidades mentales, las cuales
son o bien totalmente inobservables públicamente o bien observables
privadamente por su "propietario".) A estas entidades, se les concedería
las propiedades o características necesarias para cumplir con su misión
explicativa. No existen criterios observacionales necesarios y suficientes
para la definición de tales entidades, por lo que no pueden ser reducidas
lógica o empíricamente a dichos criterios. El estatus ontológico de la
-35-
BOULANGER, CONDUCTISMO
entidad es pues independiente del de los fenómenos observados que trata de
explicar o que le sirven de índices.
Según ciertos mentalistas14 pues, las entidades mentales serían
entidades de ese tipo. Se hallan justificadas por su papel teórico y tanto
más defendibles en la medida en que la teoría en la que aparecen "explica"
los fenómenos observados (no nos preguntaremos si la teoría mentalista
explica realmente, ni qué fenómenos observados explica). La validez de la
teoría garantiza la validez de la entidad. Sussman (1975) ha dirigido una
crítica a esta interpretación mentalista. Pero la crítica del conductista
se sitúa a otro nivel.
Cuando el físico o el biólogo postulan entidades teóricas, éstas
poseen el mismo estatus ontológico (físico o biológico) que las entidades
observadas. Son a menudo constituyentes o elementos de las entidades
observadas. Pero cuando ciertos psicólogos mentalistas tradicionales hablan
de entidades mentales, se refieren a sensaciones, sentimientos, mente,
conciencia, ideas, etc. El estatus ontológico de estas entidades es
completamente, radicalmente distinto del estatus de las entidades
observadas que tratan de explicar o que les sirven de índices (v.g., las
conductas). En el mentalismo tradicional, la naturaleza así como la
existencia de la entidad mental, son esencialmente distintas de las de las
entidades físicas, biológicas o conductuales; y tal diferencia convierte en
difícilmente admisible la analogía entre la entidad mental y la entidad
teórica tal y como se practica en el ámbito de la ciencia. Puesto que las
entidades teóricas invocadas en el ámbito de la ciencia se sitúan sobre el
mismo plano ontológico que los fenómenos observados que ellas explican (y
de los que son a menudo, de hecho, constituyentes elementales). Pero la
entidad mental tradicional no es un constituyente elemental de la conducta,
ni un tipo de relación entre el organismo, sus conductas y su entorno. Se
sitúa en un nivel distinto, "superior", trascendente. La entidad teórica
-36-
BOULANGER, CONDUCTISMO
mental reviste pues, respecto a los fenómenos conductuales y fisiológicos
que pretende explicar, un estatus ontológico diferente del que presenta la
entidad teórica física respecto a los fenómenos físicos observados. Y es
por ello que la observabilidad o la inobservabilidad de las entidades
mentales difiere de la de las entidades teóricas físicas o biológicas.
2.3.2.4. Pero esta última objeción no se aplica quizás a la
postura de Fodor y de Putnam. Sólo es válida para el mentalista tradicional
que supone la existencia de una substancia espiritual diferente de la
materia. Y tal no es el postulado de estos autores.
Bajo la influencia de Chomsky, Fodor ha reformulado la postura
mentalista. Hanson (1962) ha afirmado que la física contemporánea ha
desmaterializado la materia; Fodor parece desmentalizar la mente. Este ya
no sería a priori una substancia inmaterial; más bien sería un principio de
funcionamiento biológico rigiendo las conductas. En cierto modo, esta
postura no es novedosa, pues se acerca a la de Aristóteles, según el cual,
el alma y el cuerpo no son substancias separadas. Difiere, sin embargo, del
mentalismo dualista tradicional. Se podría entonces reprochar a Fodor o a
Putnam la utilización de los vocablos "mente", "fenómenos, estructuras o
procesos mentales" en un sentido distinto del sentido usual hoy en día.
Pero tal reproche no puede ser formulado por un conductista, puesto que
demasiados conductistas, empezando por Pieron, han utilizado un vocabulario
mentalista rehusando su connotación dualista tradicional y
reinterpretándolo funcionalmente, conductualmente o fisiológicamente.
El mentalismo de Fodor y de Putnam difiere igualmente del mentalismo
tradicional por su justificación en términos teóricos (véase el capítulo
anterior).
Pero la postura de Fodor y de Putnam, que podría calificarse de
mentalismo materialista o de materialismo funcional, difiere igualmente del
-37-
BOULANGER, CONDUCTISMO
materialismo tradicional en el sentido de que los procesos mentales, aunque
siendo "materiales", no son reductibles o idénticos a procesos
fisiológicos. Fodor (1975) utiliza la analogía del hardware y del software
en el computer. Los procesos lógicos del ordenador no son reductibles a los
procesos electrónicos del ordenador. Diferentes estructuras físicas pueden
realizar las mismas operaciones lógicas. El argumento se parece al de la
diferencia entre la estructura de un órgano y su función biológica. En
diversas especies animales, órganos de anatomías y de histologías distintas
pueden desarrollar funciones idénticas, v.g., visión, respiración,
circulación, digestión. Asimismo, un motor puede ser construido de
diferentes modos, funcionar con electricidad, gasolina, vapor. Un reloj
puede ser mecánico, electrónico o solar...
La explicación de Fodor y de Putnam es funcional. Y parece sujeta a
las ambigüedades de las explicaciones funcionales (v.g., Nagel, 1961;
Canfield, 1963; Becker, 1968). No es que la explicación funcional sea
condenada por los conductistas; al contrario, muchos conceptos conductistas
son funcionales. Pero el peligro de la explicación funcional reside en la
posibilidad de reificación de la función. Y es lo que parecen realizar
Fodor y Putnam. La entidad mental funcional parece poseer una existencia
propia y activa. Puesto que los autores en cuestión le atribuyen un papel
de explicación causal, como a la partícula elemental o a la molécula de
ADN, más bien que considerarla como describiendo un tipo de relación entre
ciertos fenómenos implicados en la función. Substancializando la función
(v.g., el Motor, el Reloj, la Inteligencia, la Digestión, la Emoción,
etc.), ¿no se retrocede hacia las formas platónicas?
2.3.2.5. Lo que es mental para Fodor y Putnam son las funciones,
procesos o estructuras. Y ellos gobiernan la conducta. Pero, ¿qué significa
la palabra "gobiernan"? Esta pregunta es importante, puesto que es este
-38-
BOULANGER, CONDUCTISMO
"gobierno interno" de la conducta que quieren estudiar los psicólogo
cognitivistas, ya sean mentalistas o no. Y, contrariamente a las
pretensiones de ciertos filósofos (Louch, 1969; Malcolm, 1971), la validez
teórica de la psicología "cognitiva" es incontestable, incluso para el
conductismo. Pero éste tiene derecho a preguntar cuál es la naturaleza de
estas estructuras o procesos internos. La respuesta puede revestir por lo
menos una u otra de las formas siguientes:
a) el proceso interno es lo que sucede "realmente" en el organismo
entre el "estímulo" y la "respuesta". (Hablaremos, en este caso, de PI1).
b) el proceso interno es el modelo teórico formal o abstracto que,
para un organismo, dado el "estímulo", permite predecir la "respuesta", o,
dada la "respuesta", permite inferir el "estímulo". (Hablaremos, en este
caso, de PI2).
Para el conductista, en el primer caso (PI1), el proceso interno es
biológico, posee una realidad "material", biológica y no "mental",
independiente del estímulo y de la respuesta. Y su estudio es biológico o
psicobiológico.
En el segundo caso (PI2), el mecanismo, estructura o proceso interno
no es estudiado realmente (en el sentido en que se estudia una célula
biológica). Sino que es construido, y construido para explicar, integrar
datos empíricos. Afirmar que se estudia el (PI2) es una metáfora que
significa que se construye, se analiza, se "examina" una teoría
psicológica. El PI2 no indica nada, o muy poco, acerca de la naturaleza del
PI1; y Fodor lo ha entendido perfectamente cuando critica el reduccionismo
fisiológico de las "estructuras" o los "procesos" psicológicos.
El mecanismo interno (PI2) sólo tiene derecho a la existencia (y a
nuestro interés) a través y en función de los datos conductuales empíricos
que explica. Si tal PI2 no corresponde a dichos datos, debe ser rechazado.
Pero no se puede hacer lo mismo con PI1. Aún en el caso en que no se vea
-39-
BOULANGER, CONDUCTISMO
ninguna relación entre PI1 y los datos conductuales, no se le puede
rechazar, puesto que posee una "existencia" autónoma, independiente de los
datos del psicólogo, cosa que no se cumple para PI2.
Cuando se habla de una estructura o de un proceso interno PI1, se
tiene derecho a exigir que sea observable "directamente". PI2 no tiene por
qué responder a esta exigencia, pero debe responder a la exigencia de
correspondencia respecto a los datos empíricos que explica o predice.
Puede buscarse una correspondencia entre PI1 y PI2. Idealmente, ello
debería ser así. Pero la no-correspondencia es aceptable puesto que los dos
tipos de procesos no poseen el mismo estatus "epistemológico" u ontológico:
PI1 es un objeto "material" de estudio; PI2 es una construcción formal,
abstracta. PI1 constituye el punto de partida de una ciencia (la biología);
PI2 constituye el punto de llegada de otra ciencia (la psicología). El
primero es algo dado; el segundo es construido. El primero está por
explicar; el segundo constituye una explicación.
En este sentido, el conductista puede afirmar que la estructura de la
mente (siendo ésta una teoría de la conducta) no es más que la estructura
de la conducta. Nada más que esto. La mente, en tanto que mecanismo,
estructura o proceso mental (PI2) explicativo sólo tiene existencia en la
conducta o en la relación S-O-R. Es sobre este particular que Bourne (1969)
insiste cuando afirma que las estructuras o procesos mentales (PI2) no se
hallan en el individuo (para hallarse en el individuo debería ser
biológicos, i.e., PI1), sino en la configuración de las conductas, en las
relaciones entre estas conductas, el organismo y las situaciones.
A pesar de sus idiosincrasias, (v.g., su postura respecto al
reduccionismo fisiológico, que se aparenta a la de Kantor en su rechazo de
trasladar al cerebro los poderes y el papel de la mente), el artículo de
Bourne constituye una de los exposiciones más brillantes del conductismo
cognitivista. Vale la pena leer la reacción de Newell consecutiva a este
-40-
BOULANGER, CONDUCTISMO
artículo. Newell, en su defensa de los procesos internos, confunde PI1 y
PI2 por un lado, puesto que justifica PI2 a través de la presencia de PI1
(p. 200), el cual no es nunca definido, observado y medido, mientras que
ofrece inmediatamente después otra justificación, en términos de
"sufficiency analysis", justificación sin embargo adecuada a PI2. Por otro
lado, Newell, como otros participantes a la discusión general que se
produce, parece substancializar PI2. Dicho PI2 es independiente de toda
característica fisiológica, pero existe sin embargo "en el interior del
organismo", siendo antecedente y causa de la conducta sin ser "reductible"
a ella. Oponiéndose a esta substancialización de PI2, Louch (1969) y
Malcolm (1971) tienen razón frente a una cierta psicología cognitiva; pero
se equivocan cuando se oponen a toda posibilidad de psicología cognitiva no
mentalista, i.e., no identificando las operaciones formales o abstractas a
entidades mentales substanciales. Esta identificación implícita, típica de
buen número de teóricos del information processing, es una forma
contemporánea de mentalismo. Newell la justifica por su carácter
heurístico. La oposición entre Bourne y Newell caracteriza pues lo que
Popper (1965) denomina el dilema del teórico.
2.4. EL DILEMA DEL TEORICO
El dilema del teórico (Popper, 1965; Tuomela, 1973) es
particularmente interesante por distintas razones. En primer lugar, para
presentarlo, Hempel cita a Hull y Skinner. De hecho, el "dilema del
teórico" sirve, a estos autores, para afirmar la autonomía de la psicología
conductista frente a la reducción mentalista o biológica, así como el valor
intrínseco de la explicación integrativa respecto a la interpretación
causal reductiva (capítulos 2.2.2 y 2.2.3). En segundo lugar, el "dilema"
-41-
BOULANGER, CONDUCTISMO
es interesante puesto que el análisis que de él realizan Hempel y Tuomela
denota una incomprensión de la postura de Hull y de Skinner.
Pero expongamos primero la naturaleza del dilema:
1) el objetivo de los conceptos teóricos y de los principios
generales de una teoría científica consiste en establecer relaciones
determinadas entre los fenómenos observados
2) los conceptos teóricos cumplen o no cumplen con su misión
3a) si la cumplen, establecen relaciones entre los fenómenos
observados
3b) pero, si la cumplen, son redundantes, puesto que las mismas
relaciones pueden ser formuladas, sin recurso a tales conceptos teóricos,
por leyes empíricas que relacionen directamente los fenómenos en cuestión
3c) así pues, los conceptos teóricos no son necesarios
4) si no la cumplen, es evidente que no son necesarios
5) luego los conceptos teóricos no son necesarios para el
establecimiento de estas relaciones.
No discutamos la validez del argumento (formalmente parece válido,
aunque pueda impugnarse la primera premisa). No discutamos la formulación
del apartado 3b a la luz del teorema de Craig o del principio de
eliminabilidad de Ramsey. No discutamos tampoco la justificación que Hempel
o Tuomela aportan a los conceptos teóricos. En efecto, nada de ello resulta
en absoluto pertinente. El dilema del teórico nos interesa a causa de la
luz que puede arrojar sobre el conductismo.
¿Por qué Hull y Skinner, tan opuestos, por otro lado, respecto al
papel y la utilidad de las teorías, han formulado este dilema? Esta es la
pregunta que nos interesa. Podría decirse que es porque son unos
positivistas enfuscados, unos empiristas "empedernidos" o unos
fenomenalistas machianos. Pero tal explicación es insuficiente. El
conductista más favorable al operacionalismo y al fenomenalismo machiano es
-42-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Tolman; y, no obstante, no parece aceptar en ningún momento el valor del
dilema.
Examinemos pues, en primer lugar, ciertos pre-supuestos implícitos en el
dilema. Un primer pre-supuesto es que existen teorías científicas adecuadas
a la conducta. Pero ello resulta extremamente discutible por lo que se
refiere a las teorías actuales, y lo era aún más en la época en que Hull
(1943) y Skinner (1949) señalaban el dilema. No es pues que Skinner o Hull,
frente al suceso de una teoría rival, quisieran reafirmar su positivismo.
Un segundo pre-supuesto es que se puede, "empíricamente", afirmar lo mismo
que afirma una teoría. Mas, ¿de qué teorías se trata? Las teorías a las que
se hallan irreductiblemente enfrentados son teorías mentalistas. Pero
parece dudoso que sostengan (o incluso que se interesen en) poder afirmar
empíricamente aquello que pueden afirmar tales teorías. La diferencia entre
sus propios enfoques y dichas teorías es demasiado grande como para
atribuirles tal intención. (Sin embargo, esta postura es casi la de Tolman,
quien, como hemos indicado, no otorga ningún valor al dilema).
Para entender por qué ciertos conductistas formularon el dilema del
teórico hay que buscar las razones en otro lugar, en la posibilidad de
formular una ciencia autónoma de la conducta.
¿Son las conductas explicables? ¿Tienen una causa, una razón? Si se
responde negativamente a estas interrogaciones es difícil concebir la
existencia de una ciencia que las prediga y las controle. Ahora bien, casi
todo el mundo acepta que las conductas son explicables, sea cual fuere la
postura filosófica que se adopte.
Las conductas no son el fruto del azar. Existen relaciones entre
ellas, el organismo que las emite y la situación. El hombre de la calle, al
igual que el mentalista, lo admiten. Ambos poseen sus propias teorías de la
conducta. Ahora bien, si se admite la posibilidad de teorías de la
conducta, sean cuales fueren su validez y su naturaleza, se admite de hecho
-43-
BOULANGER, CONDUCTISMO
la existencia de tales relaciones. Y son estas relaciones que nos importan.
La primera justificación del dilema es pues que reconoce la existencia de
las relaciones (puesto que se admite la posibilidad de teorías). Existencia
sin la cual toda ciencia conductista de la conducta resulta a priori
imposible.
Pero ello no basta, sino el argumento no iría más allá de la premisa
1. ¿Por qué persistir en rechazar al mismo tiempo la necesidad de conceptos
teóricos? ¿Para invalidar las teorías mentalistas? Tal no es el efecto del
argumento, puesto que no invalida una teoría; la convierte en innecesaria
sin impugnar su validez. Es cierto que Hull y Skinner son contrarios a las
teorías mentalistas. Pero sus argumentos contra las teorías mentalistas
presentan en general poca relación con el dilema (aunque Skinner habla de
la innecesidad de las "mental way station"). Parece mucho más probable que
el dilema es esgrimido contra un reduccionismo fisiológico radical.
Reduccionismo que comportaría efectos negativos para los conductistas. En
primer lugar, provocar la conversión de psicólogos en biólogos. En segundo
lugar, y sobre todo, hacer desaparecer la noción de conducta. Puesto que,
recordémoslo, si la conducta es un fenómeno biológico, sólo es conducta en
la medida en que este fenómeno es puesto en relación con el entorno del
organismo. Y no existen en la actualidad modelos biológicos pudiendo
incluir los tipos de relación que interesan a los conductistas. Pero, en
este caso, ¿por qué no convertirse en biólogo y desarrollar tales modelos?
Es lo que van a intentar ciertos conductistas, como Lashley y Hebb. Pero
Hull y Skinner rechazarán esta solución (totalmente legítima) para afirmar
(la cual cosa es igualmente válida y más en acuerdo con el conductismo) la
existencia de un nivel de leyes puramente psicológicas y conductuales (la
explicación teórica integrativa S-Op-R).
Completando el argumento, Skinner y Hull matan tres pájaros de un tiro:
admiten que la explicación causal reductiva (i.e., biológica) de la
-44-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conducta es posible; afirman luego la autonomía conceptual de una
psicología conductista preservando la validez de este nivel de análisis; en
fin, (y es aquí que el análisis realizado por Hempel y Tuomela de su
formulación del dilema parece "desconectar"), no consideran que las dos
teorías, integrativa conductista y causal reductiva biológica, sean
equivalentes, signifiquen lo mismo. (Recordemos que los conductistas han
adoptado diferentes posturas con respecto a la relación entre biología y
psicología y, especialmente, respecto a la naturaleza de la posible
reducción).
3. CONDUCTISMO Y FILOSOFIA
Durante mucho tiempo la psicología fue un sector de la filosofía. Por
consiguiente, revistió los pre-supuestos metafísicos, epistemológicos,
éticos o teológicos de la filosofía, sirviendo de soporte a tales pre-
supuestos. Wundt quiso hacer de ella una ciencia independiente. Pero nadie,
ni siquiera el mismo Wundt, no se libró fácilmente de la influencia de su
formación cultural. Así, se observa en muchos conductistas posturas
filosóficas ajenas al conductismo. Y es importante, contra Skinner (1974),
no confundir el conductismo con dichas posturas.
En esta tercera parte, examinaremos pues las relaciones entre el
conductismo y ciertas posturas filosóficas. En primer lugar, situaremos el
conductismo con respecto a ciertas filosofías de la mente y, luego, con
respecto a ciertas filosofías de la ciencia. Finalmente, concluiremos
respecto a la interacción entre la filosofía y el conductismo.
3.1. CONDUCTISMO Y PSICOLOGIA FILOSOFICA
-45-
BOULANGER, CONDUCTISMO
No se trata de realizar aquí una exposición exhaustiva y detallada de
las diferentes teorías filosóficas15 que existen respecto a la noción de
mente o a la psicología.
Todo intento de clasificación es arbitrario y relativo a los
criterios de clasificación. Pueden entonces ser confundidas posturas que
difieren sensiblemente respecto a otros puntos que no sean los criterios en
cuestión. Así pues, repitámoslo, la siguiente presentación no constituye en
modo alguno una exposición de la psicología filosófica; su único objetivo
es facilitar una mejor comprensión del conductismo, y, si es posible, hacer
desaparecer ciertas confusiones al respecto. Reagruparemos pues estas
teorías en dos grandes categorías: las que son compatibles con el
conductismo y las que no lo son.
3.1.1. Posturas compatibles
Existen, en psicología filosófica, varias posturas compatibles con el
conductismo. Las podemos reagrupar en dos clases, según su reacción al
problema tradicional del alma y el cuerpo: las monistas y las dualistas.
Existen varios tipos de monismos: el materialismo, el idealismo, las
teorías del doble aspecto o de la persona y los monismos neutros.
Se puede identificar numerosas variedades de materialismo, que pueden
reagruparse en dos sub-categorías: eliminador o reductor. Ambas sub-
categorías rechazan la existencia de entidades o fenómenos mentales
"autónomos". Pero difieren en su postura respecto al vocabulario
mentalista. Según el materialismo eliminador, tal vocabulario es inútil y
puede ser eliminado a favor de un vocabulario no mentalista. Dicha
eliminación no comporta ninguna pérdida (a no ser la de ilusiones o
quimeras), puesto que el vocabulario no se refiere a ningún estado,
entidad, fenómeno o propiedad, ya sea mental o de otro tipo. En el
-46-
BOULANGER, CONDUCTISMO
materialismo reductor, el vocabulario tiene referentes reales, designa algo
específico, pero este algo no es mental.
El materialismo eliminador clásico, metafísico, es el que niega la
existencia de cualquier otra entidad, propiedad, característica o fenómeno
que no sean las entidades, propiedades, características o fenómenos
materiales. Y es material todo lo que, por ejemplo, posee una extensión y
una localización. El problema del materialismo clásico, el del siglo XVII
en el ejemplo anterior, consiste en su definición de lo que es material.
Uno puede preguntarse entonces si la física moderna tiene por objeto la
materia. Pero tales definiciones tradicionales del objeto de las ciencias
(como la vida, para la biología) participan de lo que hemos denominado
anteriormente geografía de lo imaginario y constituyen una herencia
histórica, hoy en día superada en buena medida a favor de nuevos
materialismos metafísicos. No concederemos demasiada importancia a tales
formas de materialismo, cuyas preocupaciones son mucho más metafísicas que
psicológicas. Hay que recalcar que las preocupaciones del conductismo son
únicamente psicológicas. Este último no tiene nada que decir respecto a la
existencia o la no-existencia de entidades inmateriales que podrían ser
ángel o demonio, habitar otro tipo de universo o ser Formas puras. Tales
cuestiones no incumben a la psicología. Ello no ha impedido, sin embargo, a
ciertos psicólogos conductistas (v.g., Weis), adoptar un materialismo
metafísico. Pero esta adopción depende de otros factores.
En el materialismo eliminador psicológico moderno, puede distinguirse
por lo menos tres posturas16. Estas tres posturas se hallan relacionadas con
en desarrollo de la filosofía analítica: el conductismo analítico o
fisicalista (Carnap, Neurath), el conductismo de Ryle y el conductismo
criteriológico (Wittgenstein). Existen diferencias entre estas variedades
de conductismo filosófico. Pero las tres admiten que el uso de un
vocabulario mentalista "responde" a criterios físicos o conductuales. Es en
-47-
BOULANGER, CONDUCTISMO
este sentido que puede afirmarse que ciertos términos mentales no se
refieren más que a conductas; no es que quien los usa los identifica a
conductas, sino en el sentido de que su criterio de utilización es
conductual o físico. Esto constituye una simplificación, quizás exagerada,
de dichas posturas; pero admitamos, para los fines de la presente
discusión, tal simplificación. En su forma más cruda, y errónea, dicha
descripción del conductismo filosófico equivale a afirmar que el
vocabulario mental "se refiere" a conductas. Fodor (1968) define el
conductismo de la siguiente manera: a cada predicado mental empleado en una
aplicación psicológica debe corresponder lógicamente por lo menos una
descripción de conducta17.
Existen semejanzas entre el conductismo filosófico y el de los
psicólogos. Los dos conceden una importancia fundamental a la conducta
(aunque no la definan forzosamente de la misma manera). Además, ambos
presentan una actitud crítica respecto a la psicología mentalista
tradicional. La postura de Skinner puede ser descrita como implicando un
conductismo filosófico.
A pesar de todo, aparecen diferencias importantes entre las posturas
filosófica y psicológica. Para buen número de psicólogos conductistas, la
explicación filosófica parece artificial, "armchair", demasiado
especulativa y meramente verbal. El conductismo psicológico no implica la
inexistencia de entidades mentales, el conductismo filosófico sí.
Además, las variedades ryleana y criteriológica parecen refractarias
a una explicación científica en psicología (por ejemplo, en su negación de
la posibilidad de una psicología cognitiva). Por otro lado, las dos
posturas anteriormente citadas se oponen al conductismo psicológico
respecto a la importancia teórica que debe concederse al "lenguaje común":
hacen de él un criterio fundamental y determinante de la explicación,
-48-
BOULANGER, CONDUCTISMO
mientras que el psicólogo lo considera como insuficiente y a menudo
erróneo.
Contrariamente al materialismo eliminador, el materialismo reductor
reconoce que el vocabulario mentalista posee referentes reales, pero que no
son mentales. En función de la naturaleza de dichos referentes, se obtiene
por lo menos dos tipos de reducción. La primera es biológica (identity
theory, central state materialism). Se trata de la postura sostenida por
Feigl, Smart, Place y otros. Los estados, acontecimientos o procesos
mentales son idénticos a estados fisiológicos o neurofisiológicos. Lashley
et Hebb parecen adoptar a veces tal postura. (Recordemos sin embargo que
una tal identificación de lo mental a lo fisiológico es criticada por
Kantor quien la considera como una supervivencia escondida del mentalismo).
El segundo tipo de reducción es funcional. Ya hemos hablado de él cuando
hemos expuesto la postura de Fodor y de Putnam. Estos estados funcionales
son considerados como entidades teóricas. Y se prestan fácilmente a una
reificación mentalista. Si se rechaza esta reificación, el reduccionismo
funcional parece ser más o menos aceptado por Broadbent quien, no obstante,
no identifica la descripción funcional con los procesos internos que la
sostienen, siendo éstos de orden biológico (Broadbent, 1973).
El materialismo, bajo sus diferentes variedades, es pues compatible
con el conductismo. En cierto modo, puede afirmarse de este último que
constituye un materialismo. No por ser metafísico, eliminador o reductor,
sino porque su objeto de estudio, así como los conceptos explicativos
(S-O-R) que utiliza son puramente "materiales". Y este "material" no es el
del filósofo, sino el del físico, el del químico y el del biólogo18. De
hecho, sería posible, sin dejar de ser conductista, rechazar las nociones
filosóficas clásicas del materialismo del mismo modo que se rechaza el
mentalismo; la antítesis material-espiritual, material-mental es fruto de
otras épocas, en las que la materia era inerte, pasiva, reactiva, mientras
-49-
BOULANGER, CONDUCTISMO
que la Vida, la que debía estudiar el biólogo, era de esencia diferente a
la de la "Materia". La identificación conductista con el materialismo
consiste en un rechazo de estas distinciones o diferencias clásicas más que
en la afirmación de un materialismo filosófico. Y si ciertos conductistas,
por distintos motivos, pueden preconizar filosofías materialistas, el
conductismo, de por sí, no las implica en absoluto.
La postura del conductismo respecto a los otros monismos es mucho más
ambigua, a menudo a causa de la propia ambigüedad de dichos monismos. Y no
parece que haya existido ningún psicólogo conductista que defendiese una
teoría del doble aspecto o un monismo neutro.
Existen igualmente dualismos compatibles con el conductismo: el
epifenomenalismo, el paralelismo, el ocasionalismo. Eysenck (1972) se
declara epifenomenalista19. Suponer la existencia de un "mundo mental"
paralelo al de las conductas no tiene por qué ser incongruente. Y podría
admitirse una psicología mentalista.
Pero para el conductista, la existencia de dicho mundo o de dicha
psicología mentalista no es pertinente para el estudio de la conducta. Y
toda postura mentalista que no pretenda que la explicación, la predicción o
la modificación de la conducta implica postular o recurrir a entidades o
procesos mentales resulta compatible con el conductismo. Es compatible por
la sencilla razón de que no es pertinente para su tarea. Y, como corolario,
el conductismo del psicólogo es compatible con estas posturas puesto que,
de por sí, y contrariamente al conductismo del filósofo, no afirma nada
respecto a la existencia y la naturaleza de los procesos, estados o
fenómenos mentales que estas teorías dualistas implican.
El conductismo no afirma ni niega la existencia de un mundo mental o
espiritual; no supone tampoco que este último pueda o deba ser "reducido" a
conductas, procesos fisiológicos o descripciones funcionales. Su éxito o su
-50-
BOULANGER, CONDUCTISMO
fracaso no depende del éxito o del fracaso en explicar, eliminar o reducir
los
conceptos mentales sino, al contrario, de su éxito o su fracaso en
explicar, predecir y controlar las conductas. Y ello parece incomprensible
o inadmisible a mucha gente. Las cuestiones, problemas y métodos de esta
psicología son distintos e independientes lógicamente de los de la
psicología mentalista tradicional. Es por ello que tantas posturas
filosóficas resultan compatibles con el conductismo, incluso si tales
posturas han sido formuladas para resolver problemas o responder a
cuestiones de la psicología mentalista y no de la psicología de la
conducta. Se puede ser conductista sin ser materialista, paralelista,
epifenomenalista, etc. Y se puede ser materialista, paralelista,
epifenomenalista sin ser conductista.
3.1.2. Posturas incompatibles
Existen sin embargo posturas filosóficas incompatibles con el
conductismo, en la medida en que dichas posturas pretenden que la
explicación de la conducta necesita recurrir a entidades o procesos
mentales.
3.1.2.1. La primera tarea consiste en definir qué es lo que se
entiende por mentalismo. El mentalismo no consiste en el uso, dentro de la
explicación teórica, de "conceptos abstractos" (¿cómo podrían no ser
abstractos los conceptos?) o conceptos muy alejados de la conducta o de la
biología. Es posible, sin convertirse por ello en mentalista y
permaneciendo conductista, edificar una estructura teórica formal y
compleja, incluyendo conceptos que no se refieren directamente a conductas
sino a otros conceptos teóricos. Pero se deja de ser conductista si se
-51-
BOULANGER, CONDUCTISMO
substancializa dichos conceptos teóricos, sin hacerlos corresponder a
conductas o procesos fisiológicos. Repitámoslo, los modelos de
"information-processing", por ejemplo, no son incompatibles con el
conductismo, pero lo serán si las funciones u operaciones son
substancializadas sin ser identificadas con procesos fisiológicos reales o
sin considerar que no hacen más que expresar una descripción de las
relaciones S-O-R.
El mentalismo tampoco no es simplemente lo contrario del conductismo
o del materialismo. En desacuerdo con Fodor (1968, p. 55), quien afirma que
todo aquél que no es conductista es forzosamente mentalista, pensamos que
una psicología puede revestir formas distintas a las del conductismo y del
mentalismo.
Para definir la psicología mentalista, emplearemos el método
utilizado para definir el conductismo, a saber, precisar su objeto,
objetivo, método y tesis.
a) el objeto de estudio de la psicología mentalista es o bien
la experiencia vivida, o bien el pensamiento. Dicha experiencia vivida y
dicho pensamiento pueden ser completamente independientes de la conducta.
La conducta no es más que, en el mejor de los casos, un indicador indirecto
e infiel de tales procesos. La experiencia vivida es lo que uno siente. Se
trata de sentimientos, percepciones, emociones, etc. El pensamiento
corresponde a la inteligencia, a la razón. La primera es normalmente
consciente, la segunda no. La distinción es arbitraria, pero corresponde,
en la práctica, a una diferenciación de las psicologías mentalistas
(fenomenológicas vs cognitivistas). Los filósofos y psicólogos han
atribuido características distintas a los fenómenos mentales:
inmaterialidad, acceso privilegiado, "inmediatez", incorregibilidad,
intencionalidad, conciencia o perceptibilidad, etc.
-52-
BOULANGER, CONDUCTISMO
b) su objetivo consiste en explicar la experiencia vivida o el
pensamiento gracias a estructuras o procesos internos. Además, para ciertas
psicologías mentalistas, explicar significa comprender, captar
intuitivamente, en el sentido de "verstehen", por ejemplo. Tal comprensión
puede ir acompañada de un sentimiento de iluminación (el eureka del
insight), de claridad intelectual y de certeza subjetiva de la validez del
conocimiento.
c) el método de verificación y de prueba se ha basado
clásicamente en la introspección, la intuición y la empatía. Así, según
ciertos autores, para alcanzar los procesos o sucesos mentales, hay que
mirar lo que ocurre en nuestro interior. El mentalista, a no ser que niegue
toda eventualidad de conocimiento directo de sí, supone pues la posibilidad
de una percepción interna (introspección) más o menos directa y completa de
dichos fenómenos, estructuras o procesos mentales. Supone igualmente la
autenticidad, la validez del producto de este método. Lo que ve en él, en
su interior, existe realmente. Lo que afirma empática o intuitivamente es
cierto20. Tal método puede resultar más o menos fácil, puede exigir una
"formación" especial (como en el caso del estructuralismo de Titchener, la
fenomenología o el psicoanálisis), pero es posible. Este aspecto es
capital. Implica que un individuo puede conocerse a sí mismo mejor que a
los demás y mejor que los demás pueden conocerle a él. Si el individuo no
puede conocerse directamente a través de la introspección o la intuición y
no se encuentra pues en mejor situación que los demás, o si no puede
conocer directamente a los demás a través de la empatía, entonces debe
recurrir al estudio de las conductas, con todas sus vicisitudes y azares,
puesto que las conductas no son más que, en el mejor de los casos,
indicadores o índices infieles.
d) la tesis mentalista afirma: 1) existen procesos, estados,
estructuras o sucesos internos; 2) los cuales, si bien son directamente
-53-
BOULANGER, CONDUCTISMO
perceptibles, lo son únicamente para el propio sujeto; 3) no son
reductibles a procesos o estados fisiológicos ni equivalentes a
interacciones o relaciones entre dichos estados; 4) son distintos e
irreductibles a conductas o a relaciones S-O-R; 5) y constituyen la causa o
la explicación necesaria de las conductas.
Hay que señalar que tal objeto no es pertinente para el conductista,
pero no necesariamente sin validez para otro tipo de psicología. Lo mismo
puede afirmarse del objetivo y del método cuando se basan en la
introspección, la intuición y la empatía. Respecto a la tesis, el
conductista acepta el punto 1) como válido (siempre y cuando los procesos o
estructuras sean de orden biológico) o considera los puntos 1), 2), 3) y 4)
como no pertinentes. En todo caso, rechaza la conjunción de todos estos
enunciados con el punto 5). El problema reside en la introducción de esta
causalidad a nivel de las conductas. Si no fuese por el enunciado 5), el
mentalismo sería compatible con el conductismo puesto que sería totalmente
no pertinente. Mientras que el mentalismo no se interesa por la conducta,
no pretende que su explicación necesita recurrir a los conceptos
mentalistas, el conductista, a no ser que sea materialista en el terreno
filosófico, no se opone a él; le es sencillamente indiferente. Es por esta
razón que los dualismos paralelistas o epifenomenalistas son compatibles
con el conductismo psicológico.
Existen varias clases de mentalismo según, entre otros criterios, que
se incluya o no a las conductas, directamente y al mismo nivel que los
fenómenos mentales, en el objeto de tal psicología, y según que se
considere o no que la metodología conductual constituye el único medio para
conocer los fenómenos, procesos o estados mentales.
La oposición conductista a la psicología mentalista varía según la
forma de mentalismo adoptada y se explica por varios factores. Pueden
citarse, entre otros, la devaluación, por parte del mentalismo, de la
-54-
BOULANGER, CONDUCTISMO
importancia del entorno (que se interioriza) y de la postura interactiva, a
través de sus conductas, del organismo respecto al entorno. El hombre
mental parece a menudo un autista, perdido, aislado en sus pensamientos,
indiferente respecto al mundo externo concreto.
Otro factor consiste en la dificultad de realizar una psicología
mentalista coherente de los animales y la depreciación concomitante de la
psicología animal. El mentalismo va a menudo de par con un cierto
narcisismo, en el que todo aquello que parece "disminuir" al hombre (se
habla entonces de deshumanización, o, empleando la expresión de Koestler,
de ratomorfismo) es condenado en nombre de principios religiosos, éticos o
metafísicos. Es preciso que el hombre siga siendo la cima de la creación o
el sentido del universo. Puede aceptarse, más o menos, que la biología
coloque al hombre entre los animales, pero que lo haga la psicología, ¡no!;
es demasiado sacrílego.
Un tercer factor, quizás el más importante de todos, reside en lo que
anteriormente he denominado el materialismo del conductismo (que no debe
ser confundido con el materialismo eliminador conductista). Podría
señalarse aún otros factores, pero el conflicto entre las tesis de estas
dos psicologías basta por sí solo para justificar esta oposición.
Finalmente, antes de terminar esta discusión, es crucial precisar que
no debe confundirse psicología mentalista con psicología cognitiva. Los
vocablos "cognición" y "cognitivo" resultan ambiguos21 y pueden prestarse a
definiciones diferentes. E, incluso si ciertos conductistas han rechazado
la noción de cognición o de cognitivo, el conductismo, en cuanto tal, no se
opone en absoluto a la posibilidad o a la validez de una psicología
cognitiva, puesto que esta última no debe ser forzosamente mentalista. Así,
varios conductistas (Tolman, Bourne, Premack, Broadbent) pretenden realizar
una psicología cognitiva.
-55-
BOULANGER, CONDUCTISMO
3.1.2.2. La principal postura filosófica mentalista incompatible22
con el conductismo es el dualismo interactivo, puesto que afirma la
necesidad de recurrir a conceptos mentalistas para la explicación de la
conducta (o incluso de ciertos cambios fisiológicos). Hay que precisar que
no se trata aquí necesariamente de conceptos del lenguaje común, sino de
conceptos del lenguaje filosófico.
La otra postura incompatible es el idealismo, pero por motivos
diferentes. La palabra idealismo comporta distintos sentidos. La variedad
que nos interesa aquí es la que afirma que todo cuanto existe se da
solamente en cuanto idea en la mente. Tal idealismo aparece como
irreconciliable con el conductismo, puesto que el estatus del organismo, de
las conductas y del entorno se convierte en problemático. En este sentido,
por motivos metafísicos, el conductismo sería una imposibilidad o un puro
juego de la mente. Sin embargo, por paradójico que parezca, podría quizás
suponerse que una psicología conductista sería admisible por un idealista,
a condición que éste acepte la física, la química y la biología como
ciencias, y que se tenga presente que el objeto de la psicología
conductista es la conducta y no los estados mentales, el pensamiento o la
mente. Consideremos que en la mente existen ideas de mesa, de silla, de
animal, de movimientos físicos, de cambios fisiológicos. Su existencia no
es más que meramente mental. Supongamos que tales ideas puedan ser
ordenadas en un todo o sistema coherente, que existen relaciones entre
ellas y que dichas relaciones corresponden a las que describen las ciencias
de la naturaleza, que existen también ideas de diversas conductas, que una
descripción conductista de las conductas de un organismo y de su relación
con el entorno corresponde también exactamente con las relaciones entre las
ideas. En este sentido, y si el idealismo concede un cierto estatus a las
ciencias de la naturaleza (las cuales no tendrían por objeto fenómenos
exteriores a la mente sino solamente ciertas ideas de ésta), no veo por qué
-56-
BOULANGER, CONDUCTISMO
el idealismo debería rechazar a priori una ciencia de la conducta. Esta
proposición es curiosa. Y sea cual fuere la postura del idealismo respecto
al conductismo, es más que probable que los conductistas, por su parte,
rechacen el idealismo, puesto que tal concepción de la mente no tiene
sentido alguno para ellos, y que se inclinan más bien del lado de los
realistas, de los naturalistas y de los materialistas.
3.2. CONDUCTISMO Y FILOSOFIA DE LA CIENCIA
Se ha atribuido a menudo al conductismo una cierta concepción de la
ciencia, concepción objetivista, observacionalista, positivista u
operacionalista. Las afirmaciones de ciertos psicólogos, v.g., Hull,
Skinner o Tolman, se prestan fácilmente a esta interpretación. Y se ha
deducido de ello que la aparición de dicha psicología no es más que el
resultado de esta concepción de la ciencia. Sin embargo, tal deducción me
parece revelar una incomprensión del conductismo. No se trata de negar aquí
que ciertas concepciones de la ciencia han influido sobre la psicología
(aunque concepciones psicológicas han también recíprocamente influido sobre
las concepciones de la ciencia), o que ciertos psicólogos, con el fin de
justificar sus posturas, hayan recurrido a ellas. Se trata más bien de
impugnar la idea según la cual el conductismo no es más que el resultado de
dichas concepciones, de manera que, si las demolimos, se encuentra sin
justificación o sin razón de existir.
3.2.1. Consideremos, en primer lugar, el caso del
observacionismo (o inductivismo). Según Peters (1951), esta postura supone
que el objetivo de la ciencia es la colecta minuciosa de datos empíricos,
seguida de generalizaciones prudentes que no van más allá de los datos
(aunque parece difícil imaginar cómo se puede generalizar sin ir más allá
-57-
BOULANGER, CONDUCTISMO
de los datos). El método del investigador consiste en observar los
acontecimientos de la naturaleza, en medirlos de manera precisa y fiable,
en establecer correlaciones o leyes entre dichas medidas y, finalmente, en
relacionar tales leyes bajo forma de teorías. Por ende, en esta concepción,
una ciencia se define por un objeto particular, del que parte, más bien que
por un problema que la guía. Es evidente que tal concepción coincide con
los textos metodológicos del conductismo. Pero es igualmente evidente que
coincide con todas las ciencias. En toda ciencia puede encontrarse
actividades que corresponden a dicha concepción. Los físicos, los químicos,
los biólogos, los astrónomos, etc. colectan datos, intentan establecer
medidas precisas, formular leyes (¿generalizaciones prudentes?). Poseen
igualmente objetos particulares y estas actividades no se hallan
forzosamente reagrupadas entorno de un mismo "problema", (a no ser que se
formule el problema de una manera muy trivial, por ejemplo: ¿cuál es la
relación entre la luz, la electricidad, el magnetismo y las partículas
elementales?).
Tal concepción de la ciencia no es falsa, y, contrariamente a lo que
deja entender Peters (y Popper), corresponde a lo que es la ciencia, a lo
que hacen los investigadores y a lo que deben hacer. El problema de esta
concepción no es su falsedad, sino más bien que podría aparecer como
incompleta, que podría dejar de lado otros aspectos igualmente importantes
del método científico. ¿Es así o no? No es esto lo que me interesa aquí. Lo
que importa es comprender por qué los conductistas, entre otros, han
insistido sobre esta concepción.
Hay que recordar que, en el momento en que los conductistas aparecen
en la escena, la psicología es mentalista. Pero tiende a convertirse en
conductual. En efecto, incluso los psicólogos mentalistas que pretender
realizar una psicología científica adoptan cada vez más un enfoque
conductual (i.e., basado sobre la observación y el estudio de las
-58-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conductas) de los problemas mentalistas. Lo hacen porque una metodología
científica puramente mentalista se revela difícil, ambigua o incluso
imposible. Es verdad que, para ellos, la importancia de la conducta se
halla aún subordinada a la de las entidades mentales, causas de la
conducta; pero, por lo menos, estudian la conducta.
Y, estudiándola, los psicólogos científicos, ya sean conductistas o
mentalistas, empiezan a constatar que las interpretaciones mentalistas
tradicionales de la conducta no concuerdan con los datos conductuales
observados (v.g., Thorndike respecto a la inteligencia animal, la
disciplina mental; La Pierre, en sociología, respecto a las actitudes,
etc.). ¿Qué hacen entonces? Si es mentalista, el psicólogo puede
reorganizar sus conceptos o, como será a menudo el caso, considerar que los
datos no son pertinentes. Si es conductista, dirá que hay que olvidar los
conceptos y las hipótesis mentalistas, observar las conductas, estudiarlas
por sí mismas (cosa que no se había hecho demasiado en el pasado), sacar a
la luz las interrelaciones con el entorno, y formular a partir de ellas
leyes propias a la conducta (más bien que relacionadas con las cuestiones y
problemas mentalistas). El fracaso de muchos conductistas proviene
justamente de no haber rechazado suficientemente los conceptos mentalistas,
de haber efectuado la colecta de conductas en el marco de la psicología
mentalista que rechazaban en principio, al mismo tiempo que conservaban las
mismas divisiones (sensación, percepción, inteligencia, emoción, etc.) y,
paradójicamente para supuestos ambientalistas, al mismo tiempo que
continuaban a trabajar en los laboratorios creados por los mentalistas.
Habiéndose convertido, contrariamente a sus afirmaciones, en
conductistas metodológicos, no es de extrañar que Peters (1951) pueda
afirmar de sus obras de ellos que no consisten más que en una copia
insatisfactoria de la psicología que rechazaban. Pero ello no tiene nada
que ver con el hecho de que proponían un enfoque observacionalista. Puesto
-59-
BOULANGER, CONDUCTISMO
que, este enfoque, no lo han adoptado en realidad. Y el observacionalismo,
sea o no sea unas teoría adecuada de la ciencia, no constituye la razón de
la aparición del conductismo23. El observacionalismo representaba más bien
para el conductismo un medio para encontrar nuevos conceptos más adaptados
a la tarea que quería llevar a cabo. El reproche que puede formularse hoy
en día respecto a los primeros conductistas es de no haber sido
observacionalistas, puesto que si se toma en consideración aquellos que
pueden ser calificados de verdaderos observacionistas de la conducta, a
saber, los etólogos, que se sitúan en la tradición de los zoólogos
naturalistas colectores de hechos sobre el terreno, se constata que una
psicología nueva hubiese podido aparecer, como apareció entre los etólogos.
Uno puede leer, no sin cierta ironía amarga, de la pluma de Lorenz o de
Tinbergen que la etología es la ciencia objetiva de las conductas. Y la
amargura es tanto más grande cuanto sabemos que Pieron, e incluso Watson
(véase Gray, 1971), iniciaron sus carreras realizando observaciones de tipo
etológico. El error de los primeros conductistas fue pues de intentar
resolver (en un lenguaje conductista) problemas (mentalistas) más bien que
dedicarse a observar sistemáticamente las conductas, por ellas mismas y sin
prejuicios mentalistas.
3.2.2. Examinemos a continuación la relación entre el
conductismo y el positivismo. Se ha afirmado del primero que constituía la
manifestación, en el ámbito de la psicología, del segundo. Y pueden
invocarse para ello textos de Hull o de Tolman que se refieren a filosofías
neo-positivistas. Skinner ha declarado que la lectura de Russell le empujó
hacia el conductismo. El argumento, a primera vista, parece pues exacto.
No obstante, presenta ciertas dificultades. Cronológicamente, el
conductismo aparece con anterioridad a la fundación del Círculo de Viena.
Watson no puede pues haber sido influido por él. En cambio, Carnap y
-60-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Neurath, en sus primeros textos sobre psicología, mencionan de manera
elogiosa el conductismo americano. Si uno se fía pues a la cronología,
sería más bien el conductismo quien habría influido sobre el neo-
positivismo (cosa que yo no defiendo, si se entiende por influencia que uno
es producto del otro). Podría remontarse más lejos, a Comte o a Mach, para
encontrar una influencia positivista sobre el conductismo. Comte es
demasiado lejano y parece más bien negar la posibilidad de una psicología
científica que proponer un cualquier conductismo. Mach presenta el mérito
de ser más contemporáneo y, sobre todo, de ser citado por Tolman.
Desgraciadamente, el positivismo machiano es mentalista, fenomenalista. De
hecho, los verdaderos herederos del positivismo son probablemente Wundt y
Titchener, mucho más que los conductistas. Son ellos quienes quisieron
construir una ciencia positiva de la mente, separada de la metafísica. Si
el positivismo conduce al conductismo psicológico, ¿cómo explicar que
tantos positivistas sean mentalistas?
Otra característica atribuida al positivismo es su rechazo de la
metafísica. Sin embargo, ciertos conductistas, v.g., Weiss, adoptan una
postura metafísica materialista.
El positivismo afirma igualmente que la ciencia constituye la única
forma válida de conocimiento. Que ello haya agradado a numerosos
conductistas no tiene nada de extraño. Esta afirmación les ha servido para
luchar contra el mentalismo y su metodología. Del mismo modo, hoy en día,
el nuevo mentalismo invoca la reciente filosofía antipositivista para
combatir al conductismo. Es normal entre beligerantes. Pero no por ello hay
que concluir que dichas posturas psicológicas se desprenden de la filosofía
de la ciencia que han tomado tácticamente como aliada. Para defender sus
posturas, los psicólogos, conductistas o no, han a menudo aprovechado todo
lo que les pasaba entre las manos.
-61-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Una de las principales características del neo-positivismo es su
criterio de verificabilidad. Se ha dejado entender que el conductismo,
puesto que aceptaba este criterio, rechazaba ciertos conceptos por
considerarlos inadmisibles. Ello me parece una vez más como celebrar Pasqua
antes de Ramos. El conductismo rechaza ciertos conceptos, no por
contradecir el criterio de verificabilidad (recordemos que fue formulado
después de la aparición del conductismo) sino por ser mentalistas. Aunque
fuesen verificables, cosa que los conceptos mentalistas tradicionales no
son, el conductismo continuaría a rechazarlos por hallarse en contradicción
con la tesis conductista. La respuesta fraccionaria anticipatoria de Hull
(rg de Hull) parece muy poco verificable; sin embargo, los conductistas la
han aceptado, puesto que concordaba perfectamente con la tesis. Pero ya
hemos suficientemente discutido de la postura conductista respecto a las
entidades teóricas.
Se ha acusado igualmente a los conductistas de positivismo porque
rechazaban los fenómenos inobservables. Pero, ¿han exigido los conductistas
que todas las entidades teóricas sean observables? Parece que existe una
cierta confusión al respecto. Por un lado, es cierto que los conductistas
han rechazado ciertos conceptos mentalistas por ser inobservables, pero
también han utilizado conceptos teóricos inobservables (Goss, 1961). Watson
utiliza el concepto de "covert behavior". Un número importante de
conductistas recurre a la noción de "mediadores", etc.
La dificultad reside en la noción de inobservabilidad. Se puede
distinguir entre fenómenos observables y observados y fenómenos observables
pero inobservados. Puede distinguirse igualmente diferentes tipos de
inobservabilidad. Ciertos fenómenos son técnicamente inobservables; pero el
progreso de la técnica puede convertirlos un día en observables (v.g., los
microbios respecto al microscopio, la cara oculta de la luna, etc.). Otros
fenómenos serían teóricamente inobservables. Según ciertos filósofos de la
-62-
BOULANGER, CONDUCTISMO
ciencia, el átomo y las partículas elementales serían teóricamente
inobservables. Podría suponerse que los conductistas aceptarán las
entidades técnicamente inobservables y rechazar las que lo son
teóricamente. Sin embargo, Weiss construye su teoría sobre la noción de
partículas físicas sub-atómicas, partículas que serían teóricamente
inobservables según la opinión de ciertas filosofías de la ciencia. Así
pues, algunos conductistas han admitido conceptos físicos teóricamente
inobservables mientras que rechazan los conceptos mentalistas (en el
sentido estricto) a causa de su "inobservabilidad".
¿No es ello contradictorio? Para entender este rechazo y eliminar la
aparente contradicción basta con señalar que la inobservabilidad de ciertas
entidades teóricas psicológicas es muy diferente de la de las entidades
físicas. Esta diferencia reside en dos factores. El primer factor consiste
en la diferencia de estatus ontológico entre la entidad mental y los
fenómenos conductuales por ella explicados, diferencia que no existe en
física. El segundo factor reside en una particularidad específica y
paradójica de la inobservabilidad de los fenómenos mentales: son
inobservables para todos, salvo para su "poseedor". Las nociones de
"privacy", de acceso privilegiado, etc., expresan esta particularidad,
desconocida en el ámbito de las ciencias naturales. No disponemos de un
acceso privilegiado a los átomos de nuestro propio cuerpo, acceso que no
poseen los demás, por el simple hecho de que dichos átomos son "nuestros".
Hay pues que distinguir dos tipos de inobservabilidad teórica, el de
la física y el del mentalismo; los conductistas rechazan este último. Y
sería sorprendente que los físicos o los biólogos aceptaran tal tipo de
inobservabilidad si les fuese propuesto en física o en biología. Reducir el
conductismo a una clase de positivismo es pues un error, a pesar de la real
y evidente simpatía de ciertos teóricos por esta filosofía.
-63-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Si el neo-positivismo ha ejercido una influencia real y original
sobre el conductismo, influencia que no correspondía a nada que estuviese
anteriormente implícito en este último, consiste, en todo caso, en la
exigencia de formalización teórica (en Hull especialmente). Es la única
influencia, dejando aparte los aspectos verbales (i.e., el uso de
vocabulario positivista para expresar posturas que existían ya
implícitamente), que puede atribuirse al neo-positivismo. Y me parece
positiva.
3.2.3. Se considera a menudo el operacionalismo como otra de las
causas del conductismo. Skinner y Tolman pueden ser citados como ejemplo.
Pero una vez más surge el problema de la discordancia cronológica. Además,
ciertos no-conductistas, (v.g., Boring y Stevens, que son fisicalistas),
han sido favorables a esta doctrina.
No cabe duda alguna que los conductistas han considerado
favorablemente el operacionalismo. Y es fácil de entender por qué. Cuando
un conductista pide una definición operativa de conceptos psicológicos, lo
que le interesa no es tanto una cierta pureza científica sino las conductas
que dichos conceptos se supone que implican. Y son estas conductas, más que
el concepto, que desea conocer. No se es conductista por ser
operacionalista (o positivista), sino más bien lo contrario.
Diferentes reproches han sido dirigidos contra el operacionalismo. La
validez de tales reproches no me interesa. Pero uno de ellos es revelador.
Un concepto puede ser operacionalizado de distintos modos. Existe pues un
problema: si el concepto es la operación, a cada operación diferente
corresponde un concepto diferente. Incluso si, al principio, teníamos un
sólo concepto. Tomemos el caso de la ansiedad; existen test marcadamente
diferentes para medirla: pueden ser verbales, gestuales o posturales, de
atracción o de evitación, o fisiológicos. ¿A tantos tests, tantos
-64-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conceptos? ¿Y por qué no? Tal punto de vista sólo resulta chocante si se
acepta, a priori, la validez del concepto original de ansiedad. Las
diferentes medidas de ansiedad no concuerdan entre ellas (cosa muy
frecuente para diversos conceptos psicológicos). En vez de suponer que ello
podría constituir una demostración de la inadecuación de la
operacionalización en psicología, puede igualmente pensarse que ello
demuestra la inadecuación del concepto tradicional. El psicólogo cuya
teoría se basa sobre el concepto tradicional preferirá la primera hipótesis
(puesto que tal concepción preserva el concepto), mientras que el
conductista escogerá la segunda (puesto que tal concepción preserva las
conductas). Se ha aducido igualmente que ciertos conceptos no pueden ser
operacionalizados en términos de conductas. ¡Perfecto! Ello no constituye
ningún obstáculo, puesto que no se pretende que todos los conceptos puedan
ser operacionalizados. Pero, recordémoslo, lo que interesa al conductista
son las conductas. Y si rechaza ciertos conceptos, no es porque no sean
operacionalizables, sino porque no corresponden a conductas24.
La operacionalización presenta igualmente un gran mérito a los ojos
del conductista, ya que puede forzarnos a interrogarnos respecto a los
fundamentos de nuestros conceptos. Peters (1951) hace al respecto un
comentario revelador. Dice que, si la afirmación "LA INTELIGENCIA ES LO QUE
MIDE UN TEST DE INTELIGENCIA" parece tan plausible, es porque los
constructores de tests no saben lo que miden, y no porque el
operacionalismo sea válido. Hay buena parte de verdad en ello, pero la
verdad es literal: los constructores se han mostrado reticentes a
pronunciarse sobre una teoría de la inteligencia, sea cual fuere; y la
validación de sus tests ha sido empírica más que teórica. Pero añade esta
frase: "¿NO ES PUES IGUALMENTE PLAUSIBLE SUGERIR QUE LA CLEPTOMANIA ES LO
QUE EL PSIQUIATRA DIAGNOSTICA, LO QUE EL TRIBUNAL JUZGA Y NADA MAS?"
-65-
BOULANGER, CONDUCTISMO
De hecho, este tipo de afirmación es cada vez más frecuente hoy en
día. Constituye incluso la base de una nueva concepción de la enfermedad
mental y de la criminalidad, la "labelling theory" (Scheff, 1975). Dicha
teoría sostiene que muchas de las etiquetas ("label") en patología o en
criminología no son más que eso: etiquetas. Ser enfermo mental o criminal
no consiste en tener "en el fuero interno" un cierto desorden o déficit,
sino en haber recibido una etiqueta social, etiqueta atribuida en función
de normas culturales o institucionales arbitrarias. Pero si uno acepta sin
reflexión la tradicional "geografía de lo imaginario", dicha concepción,
independientemente de su validez empírica, es impensable y sacrílega, pues
podría poner en tela de juicio la propia "geografía" en su totalidad. Y
ello es lo que el conductismo aprecia, entre otras cosas, en el
operacionalismo.
Me permito insistir sobre este particular, puesto que parece tan
fácil para un no-conductista olvidarlo, lo que interesa al conductista son
las conductas. La operacionalización le proporciona un medio para buscarlas
detrás de los conceptos que se supone que las implican. La tarea del
conductista no consiste en salvar, explicitar, validar o incluso
operacionalizar los conceptos psicológicos tradicionales. Si le parecen
inadecuados, desde un punto de vista conductual o teórico (pero en el marco
de una teoría de la conducta), no debe experimentar ningún remordimiento en
abandonarlos.
El operacionalismo ha servido igualmente para otros usos. Un primer
uso es el de facilitar la comunicación entre mentalistas y conductistas;
pues la conducta es el punto de contacto entre estas dos psicologías (por
lo menos si el mentalista pretende ocuparse de conducta, sino no hay ningún
contacto posible). Un segundo uso es de orden polémico, como medio para
confrontarse con el contrincante. Y, de tales confrontaciones, ha surgido a
menudo el constato de que el mentalismo era inapropiado para intentar
-66-
BOULANGER, CONDUCTISMO
explicar la conducta. Este punto es importante porque, aunque no refuerza
la tesis conductista, disloca la del adversario. Es por ello que no es
sorprendente ver a tantos conductistas pedir a la psicología mentalista que
operacionalice sus conceptos; no porque el operacionalismo sea una
necesidad científica, sino porque constituye un punto de contacto y de
confrontación.
Los conductistas metodológicos o filosóficos han esgrimido un tercer
uso de la operacionalización. Puesto que no rechazan a priori la validez de
los conceptos tradicionales, han intentado, sin dar evidentemente
satisfacción a los mentalistas, operacionalizar sus conceptos y construir
con ellos una psicología conductista. No es pues de extrañar que Tolman o
Skinner, que han realizado una traducción conductual de muchos conceptos
tradicionales, hayan insistido tanto respecto a la operacionalización. Y si
Tolman es el más "mentalista" de los conductistas, también resulta el más
operacionalista. La conjunción de una metodología conductual y de una
teoría tradicional supone casi la operacionalización de los conceptos; es
por ello que muchos funcionalistas han visto con simpatía al
operacionalismo.
3.2.4. En conclusión de este apartado, puede afirmarse que el
conductismo no es el fruto del observacionalismo, del positivismo o del
operacionalismo anteriores. Es cierto que, a menudo, los conductistas han
acogido calurosamente estas doctrinas. Pero ello se explica por el hecho de
que ciertos enunciados de estas últimas concordaban accidentalmente con su
lucha contra el mentalismo, o también porque dichos enunciados se hallaban
ya implícitamente implicados en el conductismo. Así, Mischel (1969) subraya
cómo Tolman (1932) anticipa la postura de Wittgenstein respecto al estatus
público y social del vocabulario mentalista (el problema del "private
-67-
BOULANGER, CONDUCTISMO
language"). Hubiese podido remontar hasta 24 años antes para citar Pieron
(1908, retomado por Pieron, 1959), quien aporta el mismo tipo de argumento.
3.3. INTERACCION ENTRE LA FILOSOFIA Y EL CONDUCTISMO
3.3.1. Pragmatismo y neo-realismo americano
Los filósofos de quienes puede verdaderamente decirse que han
influido sobre los primeros conductistas americanos son probablemente los
pragmáticos y los neo-realistas americanos. Estos últimos han sido los
profesores o los colegas de estos psicólogos, v.g., James, Perry, Singer,
De Laguna. Y algunos de ellos han sido, a la vez, tanto psicólogos como
filósofos: Holt, Bode, Bawden. Recordemos que, en aquella época, la
enseñanza de la psicología transcurría en los departamentos de filosofía y
que gran parte del curriculum del estudiante de psicología era filosófico.
Watson confiesa haber recibido más clases de filosofía que de psicología.
En ello, a causa de los contactos interpersonales a menudo
cotidianos, deberían quizás buscarse las raíces filosóficas del conductismo
americano, más bien que en ciertos pre-supuestos abstractos, materialistas
o positivistas.
Es curioso constatar la poca importancia histórica25 que se atribuye
generalmente a estos filósofos. Lanzaron las bases de una filosofía
conductista bastante antes que Ryle o Wittgenstein. En efecto, en 1911,
antes incluso de la declaración de Watson, publicada en 1913, el filósofo
E.A. Singer considera "Mind as an observable object"26. Y, en 1924, publica
su libro Mind as behavior. El filósofo realista R.B. Perry, en 1922,
pronuncia una conferencia en una sesión de la Sociedad francesa de
filosofía sobre "Aplicaciones filosóficas del conductismo"; entre los
participantes a la discusión subsiguiente, se encuentra el psicólogo
-68-
BOULANGER, CONDUCTISMO
francés Henri Pieron, quien, independientemente de Watson y con cierta
anterioridad, había preconizado una psicología conductista.
El contacto entre estos filósofos y los conductistas es tan intenso que sus
influencias son recíprocas, los unos citando los otros y viceversa. Así,
Campbell (1970), en su bibliografía, coloca el libro precitado de Singer en
el capítulo de las discusiones del conductismo cuya inspiración es en
primer lugar científica más bien que filosófica. Recordémonos igualmente
del título del artículo de Perry.
3.3.2. Filosofía anglo-sajona de la mente
Bajo la influencia de Moore, de Austin, de Ryle y quizás sobre todo
de Wittgenstein, para quien la función de la filosofía consiste en una
terapia del lenguaje, numerosos filósofos se han dedicado a lo que se ha
llamado la filosofía del lenguaje ordinario. Siguiendo el camino trazado
por The concept of Mind y por las Philosophical Investigations, una parte
de su trabajo fue consagrado a la elucidación conceptual del vocabulario
psicológico tradicional. La característica de tales filósofos (cuyas
posturas, extremadamente variadas, distan mucho de ser unitarias y
coherentes) es de partir del lenguaje ordinario, que se supone es el del
no-filósofo, el del hombre de la calle, el del sentido común. La validez de
dicho lenguaje es aceptada sin gran impugnación. Y consecutivamente a
análisis puramente conceptuales y filosóficos (por oposición a empíricos),
algunos de ellos construyen sobre este lenguaje una nueva "psicología"
mentalista27. La serie "Studies in philosophical psychology", publicada por
Routledge & Kegan Paul editores, proporciona una buena ilustración de su
enfoque. Este movimiento ha adquirido una gran importancia en los círculos
filosóficos anglo-sajones, donde existe una resurgencia de una psicología
meramente filosófica.
-69-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Dicha escuela ofrece un análisis normativo de la psicología
científica y, con la salvedad del psicoanálisis, niega todos sus
fundamentos. Recordemos su oposición a la posibilidad de una psicología
cognitiva. No expondré aquí las tesis fundamentales de esta filosofía,
tesis que se orientan alrededor de temas como la noción de acción, de
persona, de intencionalidad, de agente, de racionalidad, etc. Pero teniendo
en cuenta su postura extremamente negativa respecto a la psicología
científica, es necesario analizar, aunque sea sucintamente, las bases
empíricas y filosóficas de su crítica.
3.3.2.1. Así pues, partiendo de un análisis del vocabulario
psicológico tradicional y de argumentos filosóficos, estos filósofos
formulan críticas severas respecto al psicología científica. Por ejemplo,
impugnan la noción conductista de conducta y valorizan la psicología de
sentido común a expensas de la psicología científica. Discutiré únicamente
estos aspectos.
3.3.2.1.1. Peters (1973) sólo parece aceptar como válida en la postura
skinneriana la distinción entre operante y respondiente. Paralelamente,
Hamlyn (1970) formula una distinción entre movimientos reflejos
(condicionamiento clásico) y conductas (condicionamiento instrumental u
operante). En otro artículo, titulado "Behaviour" (1953), se apoya en
Aristóteles para diferenciar los movimientos de las conductas, siendo estas
últimas inteligibles por ellas mismas, sin necesitar ninguna explicación
que implique un acontecimiento causal anterior. Su explicación es
teleológica, intencional.
No voy a intentar convencer Peters y Hamlyn de la falsedad empírica
de su distinción. Me dan la impresión de hallarse más allá de toda
posibilidad de conversión intelectual. En su marco conceptual, ningún
-70-
BOULANGER, CONDUCTISMO
argumento empírico podrá probablemente cambiar jamás sus convicciones. El
lector que no se encuentre impregnado de una "geografía de lo imaginario"
podrá quizás captar el punto de vista de la postura conductista.
La distinción entre condicionamiento clásico e instrumental28 es una
de las más "viejas" de la psicología del aprendizaje. Ha obsesionado e
intrigado a la mayoría de los teóricos. La distinción del procedimiento es
aceptada por todos: en el condicionamiento clásico, la respuesta sigue a un
estímulo, primero incondicionado (v.g., la comida), luego condicionado
(v.g., un sonido); en el condicionamiento instrumental, la relación se
halla invertida, el estímulo (v.g., la comida) sigue a la respuesta. Puede
afirmarse que, en el primer caso, la respuesta es consecuente al estímulo
manipulado por el experimentador mientras que, en el segundo, el estímulo
es consecuente a la respuesta producida por el animal. Los procedimientos
son simples y clásicos, probablemente conocidos por todos. Los teóricos se
han preguntado si a la distinción de procedimientos corresponde una
distinción teórica, en términos de procesos o de mecanismos por ejemplo.
Algunos han supuesto que sí, otros que no. La manipulación experimental de
las variables que gobiernan los dos procedimientos arroja aproximadamente
los resultados siguientes: todas las variables exploradas parecen tener los
mismos efectos en ambos procedimientos; la única diferencia reside en lo
que se llama refuerzo parcial (en el refuerzo parcial, se espera a que
varias respuestas hayan sido producidas antes de reforzar una de ellas, con
comida por ejemplo). En el condicionamiento clásico, el refuerzo parcial
(v.g., un refuerzo por siete respuestas) provoca rápidamente la extinción.
En el condicionamiento operante, el animal puede emitir docenas o centenas
de respuestas para obtener un refuerzo sin que aparezca la extinción. Se
ignora la razón de esta diferencia. Por otro lado, las investigaciones
recientes sobre el "auto-shaping", por ejemplo, muestran que las respuestas
condicionadas y operantes se encuentran estrechamente imbricadas.
-71-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Una justificación tradicional de la distinción teórica se basa en las
nociones de conductas voluntarias (sistema nervioso esquelético) y
conductas involuntarias, automáticas, reflejas (sistema nervioso autónomo).
Resultados recientes indican la posibilidad de un condicionamiento operante
del sistema nervioso autónomo29.
Actualmente, después de múltiples investigaciones, suele considerarse
que no existe distinción teórica relevante entre las dos formas de
conducta. Y la reflexión teórica se orienta hacia otros aspectos que
parecen más importantes hoy en día, como la adecuación biológica de la
respuesta a la situación, y ello sin distinción importante entre respuesta
"refleja" (condicionamiento clásico) e instrumental.
Hamlyn tiene probablemente razón cuando cita Aristóteles para
justificar la distinción teórica, pues podría muy bien ser el único tipo de
argumento posible, dado que los psicólogos no encuentran argumentos
empíricos para sostenerla.
3.2.3.1.2. La psicología tradicional abunda de términos como "agresivo,
generoso, paciente, sociable, caritativo, puntual", etc. Dichos términos se
refieren supuestamente a características intrínsecas del individuo, a
rasgos, a disposiciones. Casi toda la psicología de la personalidad se basa
sobre tales conceptos. Es más, constituyen el marco familiar de nuestro
lenguaje corriente. ¿Quién no es capaz de distinguir el valiente del
cobarde, el generoso del avaro, etc.? Si se nos pide describir
psicológicamente a nuestro cónyuge, nuestros hijos, nuestros amigos,
nuestro jefe, etc., nuestra descripción se basará sobre tales conceptos.
Por desgracia, la investigaciones recientes en psicología de la
personalidad tienden a poner en entredicho la validez empírica de tales
descripciones. Dichas investigaciones, y las teorías que a menudo les
acompañan, constituyen el aspecto más apasionante y más revolucionario de
-72-
BOULANGER, CONDUCTISMO
la psicología de la personalidad. Los debates que suscitan se centran sobre
la situacionalidad de las conductas vs la generalidad intersituacional de
los rasgos, la percepción de sí mismo y de los demás, las teorías
implícitas de la personalidad, las teorías de la atribución, entre otras30.
Estas investigaciones muestran que, en sus interacciones y sus
juicios sociales, la gente utiliza una teoría implícita de la personalidad
o de la naturaleza humana. Pero esta teoría, en función de la cual la gente
emite sus juicios interpersonales o explica sus propias conductas o aún las
de los demás, no corresponde demasiado a las conductas reales, concretas.
Por ejemplo, se proyecta un vídeo de una entrevista a un cierto número de
psicólogos y de psiquiatras. Dicha entrevista se presenta ya sea como una
entrevista de selección de personal (el sujeto está buscando un empleo), ya
como una primera visita clínica (el sujeto consulta un psiquiatra). Después
de visionar el documento, se pide a los participantes que estimen si el
sujeto de la entrevista es "normal" o no. Según el contexto de la
presentación (industrial o clínico), el individuo será percibido ya sea
como normal, ya como enfermo. Esta investigación proporciona una
demostración del efecto de "halo".
En otros trabajos, se ha reunido brevemente en una misma sala una
serie de personas que no se conocían. Permanecieron juntos menos de un
cuarto de hora y no pudieron hablarse. Se pidió luego a cada uno de ellos
que describiese psicológicamente a los otros. Debían situarlos con respecto
a una serie de rasgos (inteligente-estúpido, tranquilo-agitado, prudente-
aventurero, etc.). Se pidió asimismo a familiares que evaluasen estas
mismas personas y se compararon los dos grupos de evaluaciones. Las
relaciones entre los rasgos que emanaron de los análisis fueron las mismas
para ambos grupos, desconocidos y familiares. Parece pues que si un
individuo es percibido como poseyendo tal rasgo, automáticamente se le
atribuye tal otro. Como si existiese en "la mente" de la gente una teoría
-73-
BOULANGER, CONDUCTISMO
implícita de la relación entre los rasgos de personalidad. Dicha estructura
parece ser de orden cultural (Chomsky diría quizás innata) y varía
relativamente poco en función del evaluador. Es más, no varía o varía muy
poco, sea cual fuere la persona evaluada, tanto si el evaluador la conoce
como si no la conoce. Si se realizan correlaciones entre dichas
evaluaciones y tests de personalidad, surge una correlación netamente
positiva entre la evaluación y el test. Si se realizan correlaciones entre
las evaluaciones realizadas por otros y las auto-evaluaciones de dicha
persona, se obtiene igualmente una correlación positiva. Pero si se
correlacionan estas evaluaciones (de otros o de sí mismo) y estos tests con
las conductas sistemáticamente observadas, la correlación es mucho más
débil y a menudo estadísticamente no significativa. La conducta real de la
gente presenta a menudo muy poca relación con respecto a los rasgos o a las
disposiciones que se le atribuye.
Los sujetos de tales experiencias son "profanos"; quizás los
"expertos" sean más competentes en el uso de estos conceptos psicológicos.
Ciertos filósofos (v.g., Mischel, 1962) suponen que dichos expertos, v.g.,
los psicoanalistas o los psicólogos existenciales o humanistas, pueden
emplear tales conceptos sin cometer errores. ¿Es así? Existe una voluminosa
y descorazonante literatura acerca del juicio clínico31. Secretarias,
estudiantes, enfermeras son tan buenas (o tan malas) jueces como los
"expertos", psiquiatras o doctores en psicología clínica. La experiencia
parece incluso perjudicar a menudo, puesto que puede ir acompañada de
prejuicios sistemáticos. Por otro lado, los jueces están de acuerdo sobre
el valor predictivo de ciertos índices a pesar de que dichos índices no
tienen ninguna validez empírica. Por ende, muchos de los índices intuitivos
parecen provenir de un estereotipo cultural que los expertos comparten con
los profanos. Si se intenta corregir los resultados de los jueces, parece
ser que las correcciones y "feedbacks" no los mejoran. Proporcionar al juez
-74-
BOULANGER, CONDUCTISMO
más amplia información tampoco parece ayudarlo a aumentar la validez de su
juicio, tan sólo aumenta la confianza que deposita en dicho juicio.
Cierto es que los juicios clínicos resultan más válidos que una
predicción o una interpretación realizada según el azar más absoluto. Pero
entre la predicción o la interpretación basada en un test objetivo (i.e.,
distinto del Roscharch, este caballo de batalla del juicio clínico) y el
juicio intuitivo del experto clínico, el test resulta ser casi siempre el
predictor más válido de la conducta. Y ello, a pesar de que la validez
predictiva de los tests objetivos de personalidad sea decepcionante
comparada con la de otros tipos de test.
¿Por qué es tan poco válido el juicio clínico? En primer lugar,
porque, como todo juicio, se halla sometido a múltiples deformaciones. El
estudio de tales errores de juicio se ha convertido en una área autónoma de
investigación. Pero la razón principal consiste quizás en el hecho que los
conceptos psicológicos tradicionales, sobre los que se basan dichos
juicios, no son conductualmente válidos. Los conceptos no parecen
sencillamente referirse a conductas. Ilustremos este posibilidad recordando
el trabajo precitado sobre el efecto de halo, en el cual psicólogos y
psiquiatras visionaban grabaciones de entrevistas presentadas ya como de
selección de personal ya como clínicas. Los jueces se dividían en cuatro
grupos (2 x 2: orientación psicológica X etiqueta de la entrevista). Dos de
los grupos estaban formados por profesionales de orientación "tradicional";
los otros dos grupos por profesionales de orientación "conductual". Los
"tradicionales" juzgaron al entrevistado en función de la etiqueta
atribuida a la entrevista: cuando se presentaba como de selección
industrial, el sujeto era considerado normal; pero si la etiqueta era
clínica, los jueces consideraban al mismo sujeto como enfermo o anormal. Es
interesante subrayar que los dos grupos de profesionales "conductuales"
juzgaron al entrevistado como normal, fuera cual fuese la etiqueta
-75-
BOULANGER, CONDUCTISMO
atribuida a la entrevista (Langer y Abelson, 1974). Estos resultados son
reveladores: si uno basa sus juicios en primer lugar sobre las conductas,
cuando éstas son idénticas uno debería emitir el mismo juicio. Pero si la
propia concepción de la psicología no concede una importancia primordial a
las conductas, no las considera más que como, a lo sumo, índices infieles y
a menudo engañosos, la naturaleza de estas últimas no influirá demasiado
sobre los juicios. Los conceptos tradicionales presentan quizás otro tipo
de validez, hermenéutica por ejemplo, pero no parecen poseer ninguna
validez a nivel de la conducta32.
No se trata de decir aquí que el profesional clínico no debe emitir
juicios, o que el juicio clínico, en sí mismo, es inaceptable. Cualquier
profesional de la clínica, cualquier individuo incluso, debe emitir juicios
continuamente. Hay que buscar más bien cómo aumentar la validez y la
fiabilidad del juicio. Y para el conductista, que se interesa por las
conductas, los juicios clínicos deben basarse sobre estas últimas y no
sobre los conceptos tradicionales. El carácter vago y ambiguo de tales
conceptos aparece también claramente en el llamado "efecto Barnum". El
efecto Barnum consiste en el hecho de que, si se presenta a la gente una
descripción psicológica de "su" personalidad, la mayoría de la gente
confesará que la descripción en cuestión corresponde muy bien a su caso, a
pesar de que todos los sujetos han recibido exactamente la misma
descripción.
Los filósofos han rechazado el conductismo filosófico porque la
traducción o reducción conductual de los términos psicológicos resulta
insatisfactoria. Es verdad que el vocabulario psicológico tradicional no se
refiere a conductas. Pero, ¿debe deducirse en consecuencia que el
conductismo es imposible, o más bien que este vocabulario, como los
párrafos anteriores lo han puesto de manifiesto, no es valido? Parece pues
-76-
BOULANGER, CONDUCTISMO
necesario concluir que la psicología propuesta por los filósofos anglo-
sajones no es válida empíricamente, como mínimo para explicar la conducta.
3.3.2.2. ¿Por qué filósofos como Peters, Mischel o Hamlyn, que
parecen ser gente razonable e inteligente y cuya lectura es a menudo
cautivante (pero quizás de la misma manera que una obra de ficción es
cautivante) han, por un lado, entendido tan mal la naturaleza del
conductismo y, por otro lado, aceptado la psicología filosófica? La
respuesta me parece depender de tres factores por lo menos, factores que
caracterizan desgraciadamente demasiado a menudo a la filosofía en general.
3.3.2.2.1. El primer factor se refiere a lo que podría llamarse fijación
en el pasado. El curriculum del estudiante de filosofía consiste sobre todo
en el estudio de los grandes filósofos de la historia. Mientras que la
historia de la disciplina es a menudo descuidada en la formación
científica, constituye un elemento capital en los estudios de filosofía.
El estudiante aprende entonces clasificaciones, teorías, conceptos
que eran quizás adecuados en función de los conocimientos intelectuales de
la época en cuestión, pero que resultan hoy en día no pertinentes y
superados. Si no han olvidado nada, estos filósofos parecen no haber
tampoco aprendido nada nuevo. Permanecen impregnados de definiciones, de
problemas y de soluciones tradicionales, en función de los cuales
reinterpretan cualquier nuevo conocimiento o postura. Además, a causa de su
extrema tendencia a realizar análisis conceptuales comparativos y
taxonómicos de los sistemas teóricos, reúnen en las mismas casillas
tradicionales posturas bien diferentes bajo otros aspectos. No conozco
ningún filósofo que no haya asimilado al conductismo con alguna postura
filosófica anterior. En sí mismo, no es malo; y existen similitudes reales
entre escuelas de pensamiento a través de los tiempos. Pero el peligro
-77-
BOULANGER, CONDUCTISMO
reside en olvidar fácilmente las diferencias igualmente reales, en reducir
pura y simplemente una escuela a otra.
Un ejemplo típico consiste en la asimilación del conductismo con el
asociacionismo clásico, no siendo el primero más que el descendiente del
segundo. Se olvida que, si ciertos conductistas pueden identificarse como
asociacionistas, el conductismo en tanto que conductismo no implica postura
asociacionista alguna, y que muchos de los asociacionistas recientes son
funcionalistas más bien que conductistas (v.g., McGeogh, Robinson, Warren,
etc.).
No resulta fácil definir en qué consiste el asociacionismo. Y se
relaciona fácilmente con el empirismo filosófico. Sin embargo, estos dos
movimientos filosóficos difieren respecto al conductismo sobre aspectos
fundamentales, siendo seguramente el mentalismo el más importante de ellos.
Además, y a causa de esta diferencia, mientras que los problemas
epistemológicos tradicionales pueden ser fácilmente formulados en términos
asociacionistas o empiristas, no tienen demasiado sentido para una
psicología puramente conductista. De hecho, para darles sentido, un
conductista como Tolman se ve obligado a adoptar una postura dualista
compatible con el conductismo pero que le resulta externa. El
"asociacionismo" de la psicología conductista parece tan próximo al de la
filosofía como el "atomismo" de la física moderna lo es del atomismo de la
antigüedad.
Y si hay similitudes, es quizás mucho menos porque uno haya adoptado
al otro que porque ambos se han interesado en problemas comunes, centrados
esencialmente sobre la interacción de un individuo y de su entorno
concreto, cotidiano. No siendo historiador de la filosofía y conociendo
poco los sistemas, quizás me equivoque en la interpretación subsiguiente;
sin embargo, voy a arriesgarme a formularla. Me parece que el platonismo y
el racionalismo afirman en primer lugar el papel primordial de la mente. La
-78-
BOULANGER, CONDUCTISMO
naturaleza y el estatus del mundo exterior son dudosos en tales sistemas, y
aún por construir. El hombre de tales filósofos se sitúa, en primer lugar,
"fuera del mundo", resulta egocéntrico , mentalmente "self-contained". Su
interacción con el mundo o el entorno externo, concreto y cotidiano aparece
como secundaria respecto a otras preocupaciones. Mientras que Aristóteles,
y con él los asociacionistas y empiristas, parecen conceder mayor
importancia a la postura concreta del hombre en su entorno. El estatus de
este último es tan importante como el del primero. Y el mundo externo, el
entorno, no constituye solamente una construcción teórica de la mente. Esta
formado por sucesos concretos, precisos, específicos, independientes del
individuo. Y la acción de éste sobre su entorno es igual de concreta,
precisa y específica. No sé si tal diferenciación teórica es válida, pero
me parece que explica la similitud real entre el conductismo y el
asociacionismo. Puesto que, para los conductistas, el individuo no posee un
estatus trascendente superior al del entorno; el individuo es parte
integrante del entorno. Si uno se interesa por las relaciones y a las
interacciones entre el individuo y su entorno, me parece inevitable que,
sean cuales fueren las diferencias por otro lado, se adopte un lenguaje o
un enfoque que incluya, a un mismo nivel, las reacciones y las acciones del
individuo por un lado, y los acontecimientos del entorno por otro. Esta es
la razón por la que variables ambientales como la contigüidad temporal, la
similitud física o la proximidad espacial deban ser automáticamente tomadas
en consideración en dicho enfoque. ¿Son, sin embargo, las únicas o las
principales variables? Eso es otro asunto. Pero, de una manera o de otra,
deberán ser incluidas en la teoría y puestas en relación con las acciones
del individuo. En cambio, si uno no concede demasiada importancia al
entorno externo, dichas variables no tendrán tampoco, en consecuencia,
demasiada importancia y la teoría en cuestión no las mencionará siquiera.
La importancia relativa otorgada al individuo y al entorno externo me
-79-
BOULANGER, CONDUCTISMO
parece explicar por qué los conductista, al igual que los asociacionistas
(pero no porque sean asociacionistas), insisten sobre las relaciones entre
variables ambientales y conductuales, mientras que Platón y los
racionalistas no lo hacen. Para llegar a considerar como asociacionista la
teoría del condicionamiento clásico de Rescorla (1972), por ejemplo, o aún
la de Tolman (de quien se ha dicho que es asociacionista porque una de sus
variables teóricas importantes era la contigüidad temporal), hay que
ensanchar abusivamente el significado de esta palabra.
Los psicólogos que trabajan en el ámbito de la psicología del
aprendizaje animal no siempre confunden conductismo y asociacionismo. Vale
la pena leer sobre el particular la crítica que Weissman (1975) dirige
contra la interpretación asociacionista presentada par Mackintosh (1974),
interpretación que el autor opone a una teoría "conductista" basada en la
ley empírica del efecto. Ello demuestra la ambigüedad de los términos
"asociacionismo" y "conductismo" así como su no-identidad conceptual.
Hergenhann (1976) divide las teorías del aprendizaje en tres tipos:
funcionalistas, asociacionistas y cognitivistas. Y encuentra conductistas
en cada uno de ellas.
Si las teorías conductistas son S-R, no es en primer lugar por ser
asociacionistas, sino porque colocan al individuo y sus conductas en su
entorno. Es en parte por ello, como lo hemos señalado con anterioridad, que
un conductista no puede dejar al individuo "buried in thoughts".
Que un filósofo, con marcada formación en el ámbito de la historia de
la filosofía, encuentre similitudes entre el asociacionismo y el
conductismo, puede explicarse; pero que considere al primero como
constituyendo el origen del segundo, es simplemente un error. Un error
imperdonable, aunque una fijación en el pasado o la historia de la
filosofía puedan explicarlo en parte. Y si se tiene en cuenta esta
fijación, el hecho de que Hamlyn cite a Aristóteles para justificar su
-80-
BOULANGER, CONDUCTISMO
definición de la conducta no resulta más sorprendente que el hecho de que
los filósofos anglo-sajones de la mente acepten la validez del vocabulario
psicológico tradicional. Los fundamentalistas americanos de los estados del
sur tienen un canto. Una de sus estrofas afirma más o menos lo siguiente:
"What is good enough for Moses is good enough for me". Sustituyamos "Moses"
por "Aristóteles" y oiremos quizás cantar a Hamlyn, Peters o Mischel.
Pero dicha fijación no constituye el único factor para explicar la
confusión y la postura de los filósofos anglo-sajones de la mente.
3.3.2.2.2. Otro factor proviene de su ignorancia respecto a la ciencia
contemporánea y de su creencia en poder hacer filosofía sin tener cuenta de
los datos empíricos.
Cuando se lee a ciertos filósofos de la mente, se saca a menudo la
impresión de que, en el caso de haber leído algo de psicología científica,
han leído contados libros, y precisamente los más teóricos, los más
especulativos, los más alejados del trabajo cotidiano del psicólogo. Esta
ignorancia del quehacer del psicólogo no es exclusiva respecto a la
psicología conductista; caracteriza también su enfoque de la psicología
gestaltista, piagetiana o de los modelos cognitivos de "information-
processing". (¿Cuántos filósofos conocen la existencia y la importancia de
estos modelos?).
Esta ignorancia se traduce muy claramente en sus discusiones,
críticas o recomendaciones respecto a la psicología. Sus textos no son
generalmente pertinentes para el psicólogo, y la mayor parte del tiempo
resultan incomprensibles. Los filósofos no hablan en absoluto de lo que le
interesa o de lo que constituye sus problemas fundamentales. Sus
discusiones andan repletas de consideraciones y de distinciones ya
superadas y sin relación alguna con los conocimientos actuales. Hay que
leer sus trabajos filosóficos sobre la memoria, la percepción o la
-81-
BOULANGER, CONDUCTISMO
inteligencia para darse realmente cuenta de su anacronismo. Cuando citan
trabajos contemporáneos es principalmente para rechazarlos como
filosóficamente ingenuos.
Mitroff (1971) ha consagrado un artículo a las consecuencias, para la
filosofía, de la ignorancia respecto a las investigaciones científicas
contemporáneas. Ignorando tales investigaciones, los filósofos adoptan, y
preconizan a los psicólogos, posturas empíricamente insostenibles. Con los
neo-positivistas, es fácil pensar que buen número de los problemas
filosóficos son falsos problemas. Sencillamente, porque no presentan, para
el investigador científico, ninguna realidad empírica y se fundan sobre
argumentos o distinciones superadas por el progreso de nuestros
conocimientos. No sabría decir si la filosofía es en principio pertinente
para el psicólogo. Pero puedo afirmar que nunca he leído un solo libro de
psicología filosófica que me haya sido de la más mínima utilidad para mi
trabajo.
Hay filósofos que han sostenido que ciertos trabajos psicológicos
conciernen a la filosofía porque exigen un análisis conceptual filosófico.
Pero sus análisis no han influido sobre la psicología, ni van a hacerlo,
puesto que ignoran olímpicamente la naturaleza de los conocimientos, de los
problemas teóricos y metodológicos de esta última. Ignorando la psicología
científica contemporánea, los filósofos no pueden más que permanecer
encerrados en la "geografía de lo imaginario", que la historia de la
filosofía les ha dejado.
Así pues, no es de extrañar que la influencia actual de la filosofía
sobre la psicología sea minúscula en comparación con la de la física, la
química, las matemáticas o la biología. Podemos encontrar juntos, en los
mismos laboratorios, investigadores de estas ciencias. Pero sería inútil
buscar filósofos. No hallaríamos, salvando algunas excepciones (por
ejemplo, Patrick Suppes con los conductistas, o Jerry Fodor y Jerrold Katz
-82-
BOULANGER, CONDUCTISMO
con los mentalistas). Los tiempos de los filósofos-psicólogos del tipo
William James, John Dewey o Edwin Holt habiéndose terminado, y puesto que
pocos filósofos anglo-sajones de la mente penetran en los laboratorios de
psicología, tales filósofos se ven reducidos a no saber más de esta última
que aquello que sus lecturas meramente teóricas pueden enseñarles. Y éstas
proporcionan una imagen muy parcial de la psicología.
El acercamiento que Mischel (1969b), por ejemplo, reclama entre la
filosofía y la psicología no está por llegar. Y la culpa incumbe en gran
parte a estos mismos filósofos que la reclaman, puesto que, para ellos, tal
acercamiento significa sobre todo que es la psicología quien debe acercarse
a la filosofía de la mente, aceptando sus conceptos y sus imposiciones.
Pero no parece ocurrírseles la idea de que los filósofos podrían ir a ver
lo que hace el psicólogo en su laboratorio o su clínica, podrían
interesarse conjuntamente por los fenómenos empíricos que allí se observan.
Y esto es fundamental, puesto que la imagen que se fabrican de tales
fenómenos dista mucho de lo que son en realidad. No, el acercamiento no
está por llegar; y, teniendo en cuenta la naturaleza de la filosofía actual
de la mente, no consigo lamentar que la psicología haya abandonado el barco
de la filosofía antes de que se hunda.
3.3.2.2.3. El tercer factor que explica el apego de los filósofos anglo-
sajones a sus teorías reside en la misma naturaleza de sus métodos: el
análisis del lenguaje ordinario y la elucidación verbal del vocabulario
psicológico tradicional.
No tengo la intención de efectuar la crítica de esta nueva
escolástica. Otros lo han hecho mejor que yo (Chappell, 1964). Wittgenstein
ha escrito que el lenguaje enmascara el pensamiento. Si pudiese ver sus
presuntos herederos, diría más bien que el lenguaje enmascara la ausencia
de pensamiento. Las palabras de sus filosofías son los males de sus
-83-
BOULANGER, CONDUCTISMO
filosofías33. Se ha dicho que los que no pueden, enseñan; pensando en estos
filósofos, podría añadirse que los que no saben, filosofan. (¡Pobres
profesores de filosofía de la mente!).
Interrogarse, como lo hacen ellos, sobre el uso del vocabulario tradicional
me parece interesante aunque peligroso. Pero dictar luego a la psicología
científica sus métodos y sus conceptos me parece francamente aberrante.
Estos filósofos constituyen un buen ejemplo del proceso natural de
selección negativa que puede observarse a veces en filosofía: demasiado a
menudo se quedan como filósofos, en lugar de convertirse en científicos
cuando su ámbito ha experimentado este cambio, aquellos que parecen menos
aptos o menos interesados en hacer progresar el saber más allá de los
conocimientos de los filósofos del pasado.
3.3.3. Filosofía de las ciencias
En la medida en que ciertos filósofos de las ciencias se han
permitido dar su opinión sobre la psicología, permítanme dar la mía sobre
la filosofía de las ciencias.
El problema de la filosofía de las ciencias es el problema
tradicional de la filosofía, desde el punto de vista del investigador
científico. El es problema de la especulación "armchair", puramente lógica
o verbal (estos dos términos no debiendo ser considerados como sinónimos),
a partir de concepciones filosóficas tradicionales sin preocuparse en
verificar realmente la realidad de manera empírica. Y si Popper afirma, con
razón, que no es posible elaborar una "filosofía" de las ciencias a partir
de bases tan frágiles como la psicología o la sociología actuales, también
debería indicar, para ser coherente, que resulta aún menos justificado
construirla sobre las bases mucho más frágiles de la filosofía actual.
-84-
BOULANGER, CONDUCTISMO
La imagen que los filósofos de las ciencias reflejan de la ciencia me
parece muy simplista e inexacta. El enfoque científico es muy variado y no
tiene necesariamente por meta final y principal la elaboración de teorías.
La recolección de datos, con el único objetivo de aumentar tal colección,
constituye igualmente una tarea científica. La invención de técnicas de
manipulación de los fenómenos también representa, de por sí, un objetivo de
la ciencia. Los filósofos manifiestan un olvido extraordinario de la
importancia de la tecnología en el quehacer científico. Pero el hombre de
la calle no se equivoca cuando atribuye, con razón, este papel a la
ciencia. La medicina y la ingeniería también son ciencias, y su importancia
es tan grande para la ciencia fundamental o "pura" como puede serlo la de
ésta para las ciencias aplicadas. La variedad de investigadores científicos
es tan extensa como la de las funciones de la ciencia. Hay colectores
empedernidos de datos en astronomía, química, biología y geología. Hay
verificadores experimentales de hipótesis formuladas por otros. Hay
metodólogos, hay inventores de instrumentos de medida. Parece ser que el
físico inglés Wilson pasó la mayor parte de su carrera a mejorar su "cloud
chamber". También hay teóricos. Las relaciones entre estos tipos de
investigadores no siempre resultan fáciles, agradables o constituidas de
estima recíproca, como lo ha subrayado Mitroff (1974). Contrariamente a la
imagen de la ciencia proporcionada por los científicos "practicantes"
(v.g., Beveridge, 1950), la que ofrecen los filósofos de las ciencias
parece casi exclusivamente consagrada a la elaboración, la oposición y la
sucesión de teorías. No es difícil comprender tal estereotipo por parte de
los filósofos. Sus propias preocupaciones son exclusivamente teóricas y no
empíricas. ¿Qué filósofo de las ciencias se preocupa en verificar
empíricamente sus hipótesis? Al igual que los psicoanalistas, su método es
retrodictivo, histórico, reconstructivo e interpretativo. Conciben la
ciencia en el contexto de la filosofía, y ven sobre todo en ella sus
-85-
BOULANGER, CONDUCTISMO
orígenes filosóficos más que tecnológicos (pensemos en la utilidad práctica
que la geometría tenía para los egipcios). Como que no existe en filosofía
ninguna acumulación de datos ni manipulación alguna de fenómenos concretos,
olvidan o niegan tales aspectos. Por ende, cuando el científico o el
vulgarizador presenta un ámbito al "profano", tal presentación reviste
generalmente una forma "teórica". La imagen transmitida es así más simple y
más coherente. Una presentación factual, metodológica o incluso
teóricamente exacta resultaría demasiado fastidiosa e incomprensible. El
prestigio social e histórico favorece igualmente al teórico. No siendo él
mismo un científico "practicante", el filósofo de las ciencias tiende pues
a no ver más que la función o el aspecto teórico, a expensas de los demás.
Pero privilegiando la función teórica, la representación que efectúa de la
ciencia resulta inconsistente con las característica de esta última. El
debate entre los kuhnianos y los popperianos me parece esencialmente
provocado por el olvido que estos últimos manifiestan de los otros papeles
de la ciencia, mientras que Kuhn parece otorgarles implícitamente un
espacio en su ciencia normal. Pero incluso Kuhn insiste con demasía sobre
la función teórica: la supuesta incomunicabilidad entre paradigmas sólo
puede entenderse si se privilegia la teoría.
La ciencia ha progresado, y continuará a progresar,
independientemente de lo que los filósofos puedan decir de ella o puedan
aconsejarle. Y las normas promulgadas por los filósofos de las ciencias no
influirán sobre los investigadores. Les servirán, como mucho, de
instrumentos polémicos empleados en controversias cuyo origen es distinto.
3.4. CONCLUSIONES
Se ha forzado al conductismo a tomar partido en numerosos problemas
filosóficos. Las posturas que se le han así atribuido (y que incluso
-86-
BOULANGER, CONDUCTISMO
ciertos conductistas han adoptado) le son generalmente ajenas. Ajenas,
porque el conductismo no es una filosofía. Ajenas, porque la mayor parte de
conductistas no se ha interesado nunca por tales posturas ni por las
controversias que implican. Ajenas porque, en dichas controversias, han
adoptado a menudo posturas incompatibles entre ellas. Ajenas, puesto que
las palabras connotadas filosóficamente han sido empleadas por los
psicólogos en un sentido distinto del filosófico. Ajenas, finalmente,
porque tales posturas han tenido quizás menos influencia de la supuesta, su
invocación constituyendo la mayor parte del tiempo la racionalización de
una práctica anterior más bien que una razón de esta práctica.
El conductismo es relativamente independiente de pre-supuestos
filosóficos. Es quizás por ello que no apareció sino después de la
separación de la psicología y de la filosofía, después que la psicología
quiso transformarse en una ciencia autónoma. En una psicología filosófica,
no podía tener sentido alguno. Y solamente cuando la psicología intentó ser
científica, sintió la necesidad de convertirse en conductual (i.e.,
estudiar las conductas), solamente entonces, el conductismo pudo aparecer.
Fue la creación de psicólogos, no de filósofos. Y esto, los filósofos
deberían recordarlo; nació de las dificultades prácticas, concretas,
encontradas en el ejercicio de una nueva ciencia más bien de posturas
fundamentalmente filosóficas. Muchos filósofos y psicólogos contrarios al
conductismo han subrayado con razón que la psicología mentalista se
transformaba ella misma en conductual antes del nacimiento del conductismo.
Pero fue porque quiso ser científica que la psicología mentalista tuvo que
transformarse en conductual. Sin embargo, incluso siendo conductual, la
psicología mentalista conservaba sus prejuicios filosóficos que la hacían
mentalista. La tensión y las contradicciones entre el aspecto conductual
metodológico y el aspecto mentalista teórico no podían más que salir a la
luz. A partir de aquel momento, el nacimiento del conductismo resultaba
-87-
BOULANGER, CONDUCTISMO
inevitable. Y tuvo lugar tan pronto como se abandonaron los prejuicios
mentalistas.
Pero dicho nacimiento no fue nada fácil. El conductismo no poseía
soluciones a los problemas psicológicos tradicionales; y, nacido desnudo,
no poseía siquiera una explicación propia de la conducta. Vergonzoso de tal
desnudez, conservando el peor defecto de su "madre" la filosofía ((i.e., su
arrogancia intelectual de jamás reconocer su ignorancia), no queriendo pues
aceptar su ignorancia inicial, ciertos conductistas tomaron prestados los
hábitos de posturas filosóficas compatibles o se cubrieron con el manto del
condicionamiento clásico. Hubiese sido quizás preferible aceptar la
ignorancia, confesar: "no tenemos respuesta a vuestras preguntas", incluso
si obrando así quedaban mal. Pues si la ignorancia parece imperdonable
entre los filósofos, constituye el pan cotidiano de los investigadores
científicos.
4. EXAMEN DE CIERTAS CRITICAS AL CONDUCTISMO
Desde su nacimiento, se han dirigido numerosas críticas contra el
conductismo. Dichas críticas pueden ser clasificadas en dos grandes
categorías: las críticas puntuales y las críticas sistemáticas. Las
críticas puntuales versan sobre un aspecto presuntamente característico del
conductismo, por ejemplo, su uso de modelos mecánicos (lo que explica que
se confunda a menudo las teorías de "information-processing" con las
teorías conductistas), su hostilidad respecto a la moral o la religión, su
esterilidad intelectual y científica, su aceptación del determinismo, etc.
Las críticas sistemáticas no constituyen tanto una crítica de uno o varios
aspectos del conductismo como su rechazo global a favor de otra concepción
de la psicología, v.g., la fenomenología, el psicoanálisis, el mentalismo
chomskiano, etc. Consisten en demostrar que el conductismo constituye un
-88-
BOULANGER, CONDUCTISMO
enfoque esencialmente insuficiente de ciertos fenómenos y que debe ser
abandonado a favor de un paradigma rival.
Si la refutación de las primeras (cuando resultan falsas) resulta
relativamente fácil, la de las segundas es mucho más compleja. Implica la
comparación de sistemas opuestos, el examen de sus objetivos, métodos y
tesis. Se trata de una batalla entre paradigmas y el recurso a argumentos
empíricos resulta inadecuado porque el problema no se halla en un acuerdo
sobre los "hechos" sino en su interpretación.
4.1. CRITICAS PUNTUALES
No examinaremos más que un cierto número de críticas puntuales,
aquéllas que intentan proporcionar una demostración de la incoherencia
lógica o experiencial inherente al conductismo. Tales argumentos revisten
cuatro formas principales: el uso, por parte de los conductistas, de un
lenguaje mentalista; la demostración, a través de la conducta del
conductista, de la presencia en él de procesos mentales; su vacuidad
epistemológica y, por último, la evidencia de la conciencia y de los
fenómenos mentales.
4.1.1. El empleo del lenguaje mentalista
Los conductistas utilizan a menudo un lenguaje mentalista. Dicen:
"pienso, creo, tengo la impresión, mi idea" etc. Locke, analizando las
instrucciones que Wolpe facilita a sus pacientes en sus terapias
conductistas, encuentra expresiones como: "imagine usted, piense,
concéntrese" etc. Y Locke se pregunta: "Is behavior therapy behavioristic?"
¿No constituye el lenguaje de los conductistas la prueba de la incoherencia
del conductismo?
-89-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Importa distinguir aquí el uso corriente y el uso técnico, filosófico
o científico del lenguaje. El médico puede hablarnos de ataque de nervios
sin que hoy en día ello implique que los nervios sufran ataque alguno. El
lenguaje ordinario es metafórico y analógico. E incluso el lenguaje
mentalista ordinario se halla lleno de contradicciones. Si el pensamiento o
la mente no tienen ubicación física, ¿cómo puedo pretender que una idea ha
atravesado mi mente? Iba de norte a sur, de izquierda a derecha o de arriba
a abajo? Si nuestros actos nos pesan sobre la conciencia, ¿es su peso
inferior o superior a 100 gramos? ¿Nuestra conciencia se aplana o bien
soporta su peso sin chafarse? Que "del choque de las ideas surge la
verdad", de acuerdo; la metáfora es bonita, pero, qué estricto sin sentido
mental, puesto que, las ideas siendo privadas e inmateriales, las mías no
pueden tropezar o chocar con las suyas; y la verdad, ¿debe también ser
representada alegóricamente, tal Venus saliendo de las aguas? Si uno dice a
alguien: "mira" señalando un objeto del entorno, dicho gesto constituye un
absurdo, puesto que lo que puede verse no es un objeto físico externo sino
más bien un "sense-data" o una sensación privada y mental que el dedo no
puede señalar. En el lenguaje ordinario puede decirse fácilmente de alguien
que se ha desmayado que "ha perdido el conocimiento", pero, técnicamente,
desde el propio punto de vista filosófico o mentalista, esta expresión no
tiene sentido: el conocimiento no es una entidad que pueda perderse así.
Sin embargo, tales afirmaciones son perfectamente aceptadas en el lenguaje
ordinario del hombre de la calle, porque son claras y se refieren a
conductas relativamente fáciles a definir.
El lenguaje corriente del mentalista se halla pues también en
contradicción con sus propias posturas. Y el mundo mental que ha construido
un filósofo como Descartes es una analogía, una paramorfa inmaterial del
mundo físico. Y sobre este particular, uno no puede más que estar de
acuerdo con el poeta que afirma que el mundo mental miente monumentalmente.
-90-
BOULANGER, CONDUCTISMO
El vocabulario psicológico corriente es variado, a veces
mentalistamente connotado, a veces conductualmente. Cuando digo de alguien
que es agitado, charlatán, ágil o enérgico, no estoy hablando de sus
estados o procesos mentales; estoy designando una característica de su
conducta. Ryle (1949) ha realizado análisis parecidos para palabras menos
claramente conductuales, como inteligencia, por ejemplo. El vocabulario
psicológico que usamos para designar o explicar la conducta de otra persona
parece implicar a menudo el proceso siguiente: se observa a Pablo pegar a
alguien y se afirma que su gesto es un gesto de agresión; la conducta de
Pablo es agresiva. Si dicha conducta se repite a menudo, ya no es solamente
la conducta quien resulta agresiva, es Pablo quien es agresivo. Cuando, más
adelante, se observa de nuevo el mismo tipo de conducta, es explicada
diciendo que Pablo es agresivo. Y si Pablo es agresivo es porque existe en
él la agresividad, como los somníferos poseen virtudes somnoríficas. Tal
substantivación de los rasgos o disposiciones resulta frecuente, pero, ¿es
válida? ¿Y debe deducirse de ella la imposibilidad del conductismo?
El lenguaje psicológico ordinario contiene también términos
"fisiológicos" o de origen "fisiológico", v.g., ataque de nervios, mal
humor, histeria. También podrían encontrarse implicaciones religiosas o
morales.
La función del lenguaje corriente u ordinario, el que empleamos usted
y yo, no es científica o filosófica. Este lenguaje es demasiado metafórico
y analógico para resultar satisfactorio a tales fines. Pero son estas
mismas características las que, teniendo en cuenta nuestra ignorancia
científica o filosófica, nos permiten comunicarnos a pesar de todo, no
teniendo por ello que aceptarlas en su sentido literal.
Es peligroso atribuir al lenguaje ordinario presupuestos ontológicos
o epistemológicos. Cierto es que, analizándolo, se pueden reconstituir, por
capas sucesivas, como en ciertas ciudades antiguas excavadas por los
-91-
BOULANGER, CONDUCTISMO
arqueólogos, los restos de filosofías, religiones, reglas morales o
conocimientos prácticos o teóricos de épocas anteriores. Como la ciudad
moderna construida sobre las ruinas o las modificaciones de ciudades más
antigüas, el lenguaje ordinario guarda asimismo reliquias del pasado. Pero
resulta un grave error convertirlas en las bases de una filosofía o de una
psicología, como lo hacen ciertos filósofos anglo-sajones de la mente.
Contrariamente a ciertos biólogos materialistas, los primeros
conductistas, Watson y Pieron delante, no quisieron rechazar el empleo del
lenguaje ordinario para formula uno nuevo a base de neologismos. Aceptaron
así una ambigüedad posible, la misma que el mentalista acepta utilizando
este lenguaje. Hay que comprender que cuando el conductista habla de miedo,
no se está refiriendo a ninguna entidad causal, mental, interna al
individuo, ni siquiera a una experiencia vivida. Se refiere a una conducta
verbal "expresiva", una conducta gestual, postural o "locomotora",
reacciones fisiológicas que aparecen en un contexto. Y ello, como lo hemos
señalado anteriormente, no implica que haya adoptado el operacionalismo o
el conductismo filosófico. Cuando habla de sensaciones o de percepciones,
se refiere a un conjunto de conductas y de reacciones fisiológicas frente a
un estímulo externo. Y tal uso no es menos próximo o menos "respetuoso" del
uso ordinario de lo que pueda serlo el uso estrictamente mentalista. Si se
quiere tomar el lenguaje psicológico ordinario en su sentido literal,
resulta entonces tan incompatible con el mentalismo como con el
conductismo.
Es verdad que el lenguaje ordinario es inconsistente, no sólo con el
conductismo y el mentalismo, sino también consigo mismo. La postura de
Watson y de Pieron consistió en no intentar depurarlo inmediatamente, más
bien esperar que evolucionase de manera natural con el progreso de los
conocimientos, como ya ha evolucionado y como continuará a hacerlo.
-92-
BOULANGER, CONDUCTISMO
4.1.2. Demostración a través de la conducta del conductista de
la existencia en su fuero interno de estados o procesos mentales
Según Lovejoy (1922), "el conductismo pertenece a este grupo de
teorías que resultan absurdas tan pronto como se estructuran", porque
contienen una contradicción que las destruye. Dicho argumento reviste
distintas formas34. No las presentaremos todas, ni intentaremos refutarlas
todas. Parecen sin embargo presentar la misma estructura y basarse en pre-
supuestos del mismo tipo. Examinaremos pues esta estructura y estos pre-
supuestos.
4.1.2.1. Según Lovejoy, el conductista pretende saber o conocer.
Por ejemplo, pretende conocer la existencia del animal que está estudiando.
Pero entonces, puesto que el conocimiento o la idea constituyen entidades
mentales, el conductista está implicando la existencia en su fuero interno
de tales entidades. O, si las niega, resulta absurdo puesto que, en tal
caso, ya no puede pretender conocer y, por consiguiente, su postura no
presenta ningún valor científico. Resulta imperativo subrayar que el
argumento se basa en la asimilación de conocimiento con una entidad o
estado mental. Si el conocimiento no constituye una entidad o estado
mental, no se halla entonces necesariamente en contradicción con la
pretensión del conductista. El problema reside pues en la definición de
conocimiento.
Pero esta noción resulta imprecisa. Podemos decir que conocemos a
alguien porque nos lo hemos encontrado antes. Podemos decir que sabemos
patinar y demostrarlo patinando. Podemos decir que sabemos las tablas de
multiplicar y demostrarlo recitándolas. Podemos decir que conocemos el
dolor porque lo hemos experimentado con anterioridad. Podemos decir que
conocemos una teoría y demostrarlo explicándola o aplicándola. La palabra
-93-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conocer reviste pues significados distintos. Según Ryle, existe "Knowing
how" y "Knowing that". Bertrand Russell habla de "knowledge by
acquaintance", etc. Los filósofos, al igual que los psicólogos, tampoco no
se ponen de acuerdo sobre la naturaleza del conocimiento. Y la historia de
la filosofía, como la de la psicología, demuestra ampliamente que no se
sabe qué es saber y que no se conoce la naturaleza del conocimiento. Ryle
explica el conocimiento en términos de disposición; la definición más
frecuente entre los filósofos anglo-sajones es que se trata de un
"justified true belief"; Tomás de Aquino proporciona una definición
distinta, como Platón, Kant y otros las han proporcionado a su vez. Para
que el argumento resulte válido, hay que demostrar que el conocimiento es
mental, en el sentido técnico y filosófico, y dicha demostración nunca ha
sido realizada.
4.1.2.2. Si el conocimiento es un estado, un proceso o una entidad
mental, yo, y sólo yo, puedo saber si sé; o, por lo menos, mis pretensiones
al respecto son necesariamente más válidas que las de cualquier otra
persona, puesto que mis estados, procesos o entidades mentales resultan
inaccesibles para los demás. Si el conocimiento es mental, para saber si sé
usted tiene que preguntármelo. Y debe aceptar mi respuesta (puedo mentir
sobre mis estados mentales, simular, etc., pero usted no dispone de ningún
medio para refutar mi mentira). Mi respuesta, por el simple hecho de ser
mía, debe poseer un estatus privilegiado. Por lo menos, así debe ser si el
conocimiento es mental. Pero, en realidad, ¿qué ocurre? Frente a las
pretensiones de conocimiento de un sujeto, ¿actúa usted como si el
conocimiento fuese un estado mental, y, por lo tanto, privilegia usted sus
afirmaciones?
Si usted desea saber si sé, puede preguntármelo. Puedo contestarle
que sí. Pero usted podrá dudar, a pesar de ello, que yo posea tal
-94-
BOULANGER, CONDUCTISMO
conocimiento. Y si contesto que no, usted puede a pesar de todo pensar que
miento. En ambos casos, para estar seguro, usted deberá sondearme, hacerme
preguntas, pedirme que realice tareas relacionadas con el conocimiento en
cuestión. Si fracaso, usted concluirá, a pesar de mi sí inicial, que no
poseo tal conocimiento. Si salgo triunfante, concluirá, a pesar de mi no
inicial, que lo poseo. Cuando se dice que alguien sabe, no se le atribuye
pues una entidad mental, i.e., idea o pensamiento, que sólo él puede
alcanzar, sino la capacidad de emitir las conductas pertinentes. Tal es la
argumentación de Ryle (1949). Y parece destruir la crítica de Lovejoy.
Cuando el conductista dice "sé", no está implicando la presencia de ideas o
de pensamientos, sino la capacidad de emitir las conductas pertinentes
(i.e., describir, predecir, manipular o explicar el objeto sobre el que
sabe). Si no puede emitir tales conductas, usted se verá obligado a
concluir que no sabe. Si puede emitirlas, usted deberá reconocer que sabe.
La conducta del conductista no sólo constituye, como máximo, un indicador
de sus "ideas" o "pensamientos", siendo estas últimas el verdadero
conocimiento; tal conducta constituye, en cierto sentido, el
"conocimiento"; es su único criterio. Y ello, sean cuales fueren, por otro
lado, las "ideas" o "pensamientos" que el conductista pueda o no tener.
Puede retorcarse que, si este razonamiento resulta válido para el
conocimiento, no lo es para otros estados mentales, para sentimientos como
el miedo, el odio o el amor, por ejemplo, o para sensaciones como el dolor.
¿Es ello cierto? Durante una guerra, usted ve a alguien temblar, acurrucado
y paralizado, cada vez que se produce un bombardeo; si dicho sujeto le
asegura que no tiene miedo, ¿le creerá usted? Probablemente no; usted dirá
que miente. ¿Pero, miente en realidad? Si el miedo es un estado mental más
bien que conductas, resulta ilógico decir que sus palabras son falsas;
habría más bien que suponerse que sus reacciones fisiológicas, sus
conductas motoras son falsas, son simuladas o son independientes de su
-95-
BOULANGER, CONDUCTISMO
estado mental. Si alguien dice que le quiere, pero no busca nunca su
presencia, prefiere estar con otros, etc., ¿resultan creíbles sus
afirmaciones de amor? E incluso si fuesen ciertas, incluso si existe en su
mente un sentimiento de amor independiente y diferente de sus conductas,
¿que importancia daría usted a tal "amor"? Lo que nos importa de los demás,
¿no son sus conductas más bien que sus "estados anímicos"?
No se trata de sostener aquí ningún tipo de conductismo filosófico en
el que los estados, entidades o procesos mentales no serían más que
conductas. Se trata más bien de demostrar que los mentalistas, en la
práctica, actúan mucho más como conductistas que como mentalistas,
reaccionan en función de las conductas de los otros más bien que en función
de sus pensamientos. Es más, un mentalista consistente, cuyos actos en
relación con los demás fuesen coherentes con su teoría, sería probablemente
considerado por la gente como ligeramente "perturbado". El argumento de
autocontradicción, ¿no resulta más válido cuando se aplica al mentalista
que cuando se aplica al conductista?
4.1.2.3. En su forma más general, el argumento supone pues que,
para actuar como actúa o decir lo que dice, el conductista debe pensar. Lo
cual supone la existencia en su fuero interno de entidades como los
pensamientos o las ideas, o de procesos mentales como el razonamiento. Pero
a esta acusación de autocontradicción o de autodestrucción, la respuesta
del conductista puede revestir distintas formas. La principal consiste en
decir que no piensa (en el sentido técnico, filosófico y mental de la
palabra "pensar") y pedir a su contrincante que le muestre su
"pensamiento". El contrincante no podrá evidenciar más que conductas. Pero
tales conductas no constituyen el "pensamiento", no representan, se supone,
que su producto. El "pensamiento" es privado, inaccesible a los demás. (Ahí
reside el clásico problema de las "other mind"). El conductista puede pues
-96-
BOULANGER, CONDUCTISMO
negar que posee entidades o procesos "mentales". Y el único recurso del
mentalista consiste en apelar a las conductas del conductista.
Pero este recurso resulta inaceptable. Se funda en la confusión
continua entre el pensamiento1, como fenómeno que debe ser explicado y que
aparece en las conductas o las palabras del individuo, y el pensamiento2,
como proceso o estado "mental" explicativo del pensamiento1; en la
confusión entre el fenómeno que deber ser explicado y su explicación
(recordemos que una teoría establecida desde tiempo inmemorial tiende a
confundirse con su ámbito de aplicación). Supone además que la única
explicación posible del pensamiento1 es el pensamiento2, y que cualquier
otra explicación es falsa puesto que no explica el pensamiento sino que lo
niega. Y aquí es donde reside la confusión: negar el pensamiento2 no
implica negar el pensamiento1. Rechazar o negar la explicación no es
rechazar o negar el fenómeno que debe ser explicado35.
Esta confusión entre el fenómeno y su explicación llega a un punto
tal que, si se rechaza la explicación, dicho rechazo es interpretado como
la negación misma del fenómeno. Así, numerosos filósofos, moralistas o
teólogos han afirmado que la adopción del conductismo, del materialismo,
del epifenomenalismo, etc. provocaría cambios radicales en la gente, que se
volverían inmorales, abandonarían la Iglesia, ya no podrían escuchar o
componer música, efectuar investigaciones científicas, etc. Si hablasen,
sus sonidos ya no tendrían significado y, si se les operase no necesitarían
anestesia. Todo esto a causa de la conciencia que les sería negada. Tales
afirmaciones sólo son posibles si se realiza dicha confusión y se basan
paradójicamente en la identidad de la conducta y la conciencia. Implica que
la conciencia2 no es más que estos fenómenos, puesto que sólo en tal caso
su negación comporta la desaparición de los fenómenos, (y entonces,
evidentemente, toda teoría que niegue la utilidad de la conciencia2 es
lógicamente válida puesto que conciencia2 = conciencia1).
-97-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Sólo en el caso de que la conciencia1 difiera de la conciencia2, es
decir, sea lógicamente independiente de ella, el mentalismo podrá resultar
válido.
En ciertas psicologías se ha supuesto que, pensando1, se
experimentaban introspectivamente pensamientos2, v.g., imágenes mentales.
Sin embargo, los psicólogos de la escuela de Wurzburgo pretenden haber
demostrado la existencia de pensamiento sin imágenes. Y cuando uno piensa,
es generalmente incapaz de decir lo que ocurre en su interior. El
pensamiento2 es una construcción teórica cuya validez no ha sido
demostrada.
Criticar el enfoque conductista de la conducta porque no apela al
pensamiento2, o porque no muestra su presencia, es como criticar al biólogo
porque no muestra la vida, o no apela a ella, cuando habla de fisiología,
de anatomía o de mecanismos bioquímicos o celulares. No hay que buscar en
el organismo biológico la presencia de una entidad vital, yuxtapuesta a las
células y a los órganos y actuando sobre ellos. La vida no es más que el
funcionamiento del organismo. Y cuando éste muere, no hay una vida que se
separa de él, como puede cortarse un brazo. Un organismo vivo no posee la
vida como posee sus órganos. Asimismo, no hay que buscar en el individuo
que piensa1 un pensamiento2. Explicando las conductas se explica el
pensamiento1, de la misma manera que explicando los mecanismos e
interacciones celulares se explica la vida.
Para entender el funcionamiento o la naturaleza de un motor, no se
apela a una entidad motora, a la "Motricidad". Cuando se observa un motor
de coche, se ve una serie de elementos físicos. El motor es estos
elementos, y nada más. Cuando funciona, dichos elementos se hallan en
interacción. Y si la interacción, por una razón o por otra, no es posible,
entonces el motor no funciona. Usted podrá decir al mecánico o al ingeniero
que un motor es algo más que piezas físicas, que es incluso independiente
-98-
BOULANGER, CONDUCTISMO
de ellas puesto que, parafraseando a Fodor (1975), diferentes piezas o
distintos ensamblajes de las piezas pueden constituir un motor. Existiría
pues una Motricidad irreductible a las piezas físicas constituyentes. El
peligro de la explicación funcional proviene de la tentación de
substancializar las interrelaciones o interacciones entre las piezas. No
viendo más que piezas mecánicas en interacción, usted supone entonces que
la Motricidad debe existir. Y siendo invisible, usted la sitúa en un nivel
distinto del físico; existiría en un plano no físico, no material. Del
mismo modo, no constatando más que órganos o células biológicas, ha podido
afirmarse que la vida era inmaterial. ¿No estamos haciendo lo mismo con el
pensamiento?
Nos parece absurdo invocar la existencia de una motricidad para
explicar el funcionamiento de un motor. Hoy en día, se invoca cada vez
menos la Vida para explicar el funcionamiento biológico de los organismos.
A medida que la biología progresa, que los biólogos, bioquímicos y
genéticos reproducen en el laboratorio las "funciones vitales", la vida
pierde su misterio. Y a causa de ello, la Vida, con mayúscula, tiende a
desaparecer, a desvanecerse.
No se ha postulado nunca la existencia de la Motricidad para explicar
el funcionamiento de los motores. ¿Por qué? Porque se comprende
perfectamente el funcionamiento de los motores, y pueden ser construidos;
su construcción no implica que, en un momento dado, el Mecánico o el
Ingeniero, al igual que Dios que infundió el alma al hombre, infunda la
Motricidad al motor. Sabiendo en qué consiste un motor no se precisa la
Motricidad para nada. Sabiendo cada vez más cómo funciona el organismo
biológico, se necesita cada vez menos a la Vida. Pero en psicología, puesto
que no se sabe aún cómo explicar las conductas, se continua pues a invocar
la Mente2 y el Pensamiento2. El interés de teorías como las de Piaget o la
del "information processing" reside en el hecho de arrojar luz acerca de la
-99-
BOULANGER, CONDUCTISMO
naturaleza del pensamiento1. En este sentido, los conductistas no se
muestran en absoluto refractarios respecto a ellas, al contrario. Pero no
admiten que se substancialicen las relaciones, interacciones o "procesos"
analizados por dichas teorías, no aceptan que se haga de ellos un
pensamiento2, como una Motricidad independiente, irreductible al motor36.
Reificando el pensamiento (como reificando la motricidad), la tarea
de la psicología (o de la mecánica) ya no consiste en explicar la conducta
(o el funcionamiento del motor) sino que se transforma en explicar y
entender el pensamiento2 (o la Motricidad) que causa o regenta la conducta
(o el funcionamiento del motor). En consecuencia, el conductismo parece
forzosamente inadecuado, parece ocuparse de los efectos más bien que de las
causas, como lo insinúan los mentalistas (y lo mismo es válido para el
mecánico). Resulta fácil entonces atribuirle, injustamente, una concepción
fenomenalista o positivista de la ciencia.
4.1.2.4. Aceptemos, a pesar de todo, el argumento de auto-
destrucción tal y como es aplicado al conductismo. Se me antoja que su
aplicación pone de relieve la invalidez del mentalismo, por lo menos del
que se pretende necesario para la explicación de la conducta.
Cuando el mentalista afirma que el conductista piensa2, ello implica
que el mentalista puede demostrar la existencia del pensamiento2 en el
interior del conductista. ¿Cómo puede aportar tal prueba?
a- Una primera posibilidad consiste en que el pensamiento2 sea visible para
el público, como lo son la nariz o la conducta. Mostrando directamente la
entidad se demuestra su existencia. Pero si el mentalista puede producir
este tipo de prueba, entonces destruye su propia posición, puesto que las
entidades mentales son, por definición, privadas, de acceso privilegiado.
b- Una segunda posibilidad consiste en que infiera el pensamiento2 a partir
de la conducta o de la biología del conductista. ¿Qué es lo que funda tal
-100-
BOULANGER, CONDUCTISMO
inferencia? La inferencia puede justificarse por la existencia de una
relación lógica (analítica) entre la conducta y la biología por un lado, y
el pensamiento por otro, o por la existencia de una relación empírica.
1) Si la relación es de tipo lógico o analítico, todo el mundo
debería reconocer una relación directa entre las conductas y los
estados o fenómenos mentales correspondientes, las primeras
constituyendo los indicadores válidos, fieles y unívocos de los
segundos. Observando una conducta cualquiera, debería poderse indicar
sin dificultad su estado mental correspondiente. Sin embargo, el
mentalismo rechaza este tipo de inferencia puesto que las conductas
no constituyen, a sus ojos, más que indicadores, a menudo engañosos e
infieles, de los estados o procesos mentales. Además, si las
conductas fuesen indicadores válidos y fieles, ya que lógicos, de los
estados mentales, el conductismo filosófico sería verdad y el
mentalismo falso o inútil (y si resulta inútil, es de nuevo falso
puesto que debe proporcionar una explicación necesaria de la
conducta).
2) Si la relación entre el pensamiento y la conducta o la biología es
de tipo empírico, entonces puede y debe ser demostrada
científicamente. No ha sido así hasta el momento. Y las
investigaciones actuales parecen poco prometedoras al respecto. Pero
el fracaso de tales investigaciones podría ser debido a las
dificultades intrínsecas del estudio de los fenómenos mentales.
Cuando el mentalista denuncia la insuficiencia de los métodos de las
ciencias naturales para abordar el estudio de los fenómenos mentales,
puede que tenga razón. Pero debe entonces proponer otros métodos. El
problema metodológico del mentalismo científico es
extraordinariamente complejo. Necesita observar directamente los
estados mentales, independientemente de las conductas o procesos
-101-
BOULANGER, CONDUCTISMO
biológicos. Hasta el momento, tal observación ha resultado difícil.
Sin embargo, si podemos conocernos o comprendernos mejor de lo que
podemos conocer o comprender a los demás o los fenómenos físicos, la
metodología mentalista debería resultar mucho más fácil que la de las
ciencias de la naturaleza y el conocimiento psicológico debería
encontrarse mucho más avanzado que el de dichas ciencias. Y no es así
en realidad. Es por ello que los primeros psicólogos científicos, que
eran mentalistas, se vieron obligados a estudiar la conducta.
Admitamos sin embargo la posibilidad de métodos específicamente
mentales. Desgraciadamente, si tales métodos pueden resultar
adecuados para el estudio de los fenómenos mentales, no lo son
necesariamente para el estudio de la conducta. Y si, a pesar de todo,
el mentalista logra establecer una correlación entre fenómenos
mentales y conducta, no por ello ha establecido una relación de
causalidad. Basta con disponer paralelamente de una explicación
conductista, o incluso simplemente no mentalista, de la conducta para
que el mentalismo resulte inútil una vez más. Es más, puede abrir el
camino a las teorías de la identidad; y si éstas se revelan tan
plausibles como el mentalismo, es de nuevo inútil. La demostración de
la existencia del pensamiento2, demostración necesaria para la
aceptación del argumento, no resulta pues fácil, y presenta incluso
peligros para el mentalista.
3) Puede sin embargo esgrimir una tercera estrategia, recurriendo al
argumento tradicional en la discusión del problema de las "other's
mind", el argumento de analogía. El razonamiento por analogía
consiste en decir (es el mentalista quien habla): "poseo
pensamientos, procesos mentales, etc.; la prueba es que los veo, los
siento, los experimento. Constituyen la causa de mis conductas. Veo
gente a mi alrededor que manifiesta las mismas conductas que yo, que
-102-
BOULANGER, CONDUCTISMO
actúan o reaccionan del mismo modo en los mismos contextos. Mis
conductas siendo causadas por mis pensamientos, puedo inferir,
analógicamente, que las suyas son igualmente provocadas por sus
pensamientos, que poseen pues pensamientos2, procesos o estados
mentales2."
Pero el conductista podría contraatacar diciendo que él no posee
pensamientos2, procesos o estados mentales2, y que nadie ha logrado
demostrarle lo contrario. Le basta entonces con añadir que, los
demás, puesto que se comportan como él, tampoco no deben poseerlos.
Es más, si consigue proporcionar una explicación conductista
científicamente válida de las conductas de un individuo, el
razonamiento por analogía le permite extrapolar su explicación al
mentalismo a pesar de las protestas de éste. Y, una vez más, el
mentalismo aparece como inútil o falso.
El argumento de autodestrucción que el mentalista dirige contra
el conductista podría muy bien girarse en contra suyo si intenta
demostrar la validez de la premisa que afirma la existencia del
pensamiento2 en el fuero interno del conductista. Tal premisa es, en
efecto, necesaria: es preciso que el conductista piense2 (en vez de
piense1) para que su posición se autodestruya.
4.1.3. Autocontradicción epidemiológica del conductismo
Locke (1966) dirige una tercera crítica de incoherencia contra el
conductismo. Dicha crítica no es nueva y se aplica a todos los
determinismos37. Si el conductismo (como el determinismo) pretende conocer y
sostiene al mismo tiempo que su conducta se halla determinada, no tiene
ninguna razón de suponer que su teoría es verdadera puesto que su
aceptación estaba ya determinada por factores biológicos o situacionales.
-103-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Si afirmo la veracidad de un enunciado y mi conducta o mi
razonamiento se hallan determinados, basta con modificar los mecanismos que
me determinan para que proclame con igual convicción la falsedad del mismo
enunciado. Puesto que es independiente de mí, la verdad es pues
incompatible con un determinismo interno mío que implicaría su aceptación o
su rechazo a ciegas. Si resulta válida, la teoría del determinismo implica
pues que su aceptación no es válida, puesto que dicha aceptación se halla
determinada por otros factores, no por la verdad. Una teoría no pudiendo
ser verdadera y falsa a la vez, el determinismo debe ser rechazado por
incoherente. El determinismo es pues falso.
Pero consideremos otro argumento. Cualquier enunciado que no se halle
determinado resulta aleatorio, es fruto del puro azar; y, como todo
enunciado aleatorio, su contrario resulta igualmente aceptable, plausible o
posible. Un enunciado verdadero no puede ser tan aceptable o plausible como
un enunciado falso. El indeterminismo, al suponer la misma aceptabilidad o
plausibilidad del enunciado verdadero que de su opuesto falso, es pues
incompatible con la verdad, que no es aleatoria. Por consiguiente, el
indeterminismo es falso. Sólo el determinismo es compatible con la verdad.
Otro aún. La veracidad de un enunciado no es arbitraria, la falsedad
no puede resultar tan aceptable como la veracidad, el rechazo de un
enunciado verdadero no puede resultar tan válido como su aceptación. Sin
embargo, el libre arbitrio supone que uno puede arbitrariamente aceptar un
enunciado como verdadero o como falso, que uno puede arbitrariamente
rechazar o aceptar un enunciado verdadero; en el caso contrario, la
decisión no sería libre sino determinada. El acto de escoger libremente un
enunciado no tiene pues nada que ver con su veracidad y la aceptación de la
verdad es incompatible con el libre arbitrio.
Disponemos pues de argumentos, aparentemente tan válidos los unos
como los otros, que demuestran la incompatibilidad de la verdad con el
-104-
BOULANGER, CONDUCTISMO
determinismo y con el libre arbitrio. Pero la validez del argumento contra
el determinismo no es más que aparente. Cuando decimos de un enunciado que
es verdadero o falso, no lo hacemos arbitrariamente, al azar, nos basamos
en criterios de veracidad. Empleando dichos criterios, nuestra decisión ya
no es libre: todo enunciado que no los respete será considerado como falso
o no verdadero, y todo enunciado que los respete deberá ser considerado
como verdadero. La aplicación de los criterios imposibilita cualquier
libertad final de decisión, determina qué vamos a considerar como verdadero
o como falso. Nuestra conducta se halla pues determinada por estos
criterios.
Podría retorcarse que dichos criterios no son materiales, que se
hallan en la mente de la gente. El conductismo sigue siendo pues
incompatible con la verdad puesto que rechaza la mente. Sin embargo,
recordémoslo, la mente rechazada por el conductismo es la mente2. Y si los
criterios no son materiales (en la acepción filosófica de material), no por
ello debe concluirse que son mentales2. Son lógicos. Podemos, con la ayuda
de transistores, construir circuitos electrónicos que funcionen de acuerdo
con los criterios de la lógica (es por ello que se les denomina circuitos
lógicos). El ordenador es un ensamblaje de circuitos lógicos. Y si se
admite que la verdad proviene del acuerdo con criterios lógicos o empíricos
(y no de la correspondencia con una entidad inmaterial, la Verdad,
escondida detrás de las engañosas apariencias), debe admitirse que un
ordenador que funciona según tales criterios puede distinguir lo verdadero
de lo falso. ¿Debe en consecuencia atribuirse un Espíritu o Mente al
ordenador? ¿Una Mente inmaterial, unida al ordenador y regentando su
funcionamiento? No debe pues tampoco concluir que el conductismo es
necesariamente incompatible con la verdad por el hecho de que niegue la
existencia de la mente2.
-105-
BOULANGER, CONDUCTISMO
4.1.4. Argumento de la evidencia de la conciencia
El último argumento esgrimido para demostrar el carácter absurdo del
conductismo se basa en lo que podría llamarse el argumento de la evidencia
de la conciencia.
Según este argumento, todo individuo es consciente que hay en él
procesos o estados mentales y que, como mínimo a veces, tales estados o
procesos son la causa de su conducta. Existen pues sensaciones,
pensamientos, ideas, emociones, imágenes mentales, etc. Las experimentamos
de manera innegable. Su existencia es evidente; y entre todas las
evidencias y certezas, es seguramente la más potente38. Negarla resulta
absurdo, intelectualmente poco honrado, psicológicamente imposible. Ningún
sofisma puede hacernos aceptar su inexistencia. Como mínimo, afirma aquel
que esgrime este argumento, yo poseo esta conciencia, y, en consecuencia,
el conductismo no resulta válido, por lo menos en mi caso.
¿Qué puedo responder a tal convicción? Desde luego, no intentaré
convencerle de su carácter ilusorio. No le recordaré que tantas y tantas
evidencias o certezas históricas, basadas sobre una inmensa ignorancia o un
inmenso conformismo cultural, han resultado falsas con el tiempo.
Estoy dispuesto a captar que el argumento parece plausible, aunque
suscita ciertos problemas. En primer lugar, ¿qué es la conciencia? Las
respuestas que nos ofrecen los filósofos y los psicólogos no son demasiado
alentadoras: es descrita de maneras tan diversas y opuestas, se le
atribuyen funciones tan diferentes, naturalezas y orígenes tan distintos,
que la única conclusión posible es que aún resulta un misterio. Pero el
hecho de no comprenderla no implica su inexistencia. Recordemos, sin
embargo, que la conciencia constituye un descubrimiento (o un invento)
relativamente reciente: parece que los Griegos la ignoraban (Peters, 1973).
-106-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Pero, para el caso, postulemos, como lo hace el mentalista, la
existencia de un segundo mundo habitado por la conciencia2, las imágenes
mentales2, las sensaciones2, los deseos2, las intenciones2, etc. Este mundo
mental2 corresponde a los supuestos a, b, c y d de la tesis mentalista y se
le pueden asignar las características de "inmediatez", de acceso
privilegiado, de inmaterialidad, etc., que se le atribuyen
tradicionalmente. Este mundo2 se sitúa "al lado" de un primer mundo
"físico", el de las reacciones bioquímicas, de las células biológicas y de
las conductas.
Nótese que el conductismo, en sí, no se pronuncia sobre tal mundo
(salvo que rechaza la tesis e del mentalismo). Los fenómenos que se
encuentran en dicho mundo, tanto si existen como si no, no le conciernen.
Tampoco niega, a priori, que puedan interesar a otro tipo de psicología y
que ésta pueda hacer algo con ellos. Y precisamente porque el conductismo,
en sí, no se pronuncia al respecto, las posturas que los conductistas
tomarán, a nivel individual, frente a tal mundo serán muy variadas. Algunos
negarán su existencia y afirmarán que no es más que una ilusión, que se
cree en él como e creyó en las brujas o en los hombres-lobos. Otros lo
reducirán a estados o procesos neurofisiológicos. Tolman identifica la
conciencia con interacciones o relaciones de conductas. Bawden (1918) la
presenta como una relación (teoría relacional de la conciencia). Watson
oscila entre su negación y su aceptación. La existencia de dicho mundo2
puede pues ser aceptada, pero será impotente, sin efecto sobre la conducta,
como en el paralelismo o el epifenomenalismo.
Para entender la postura conductista, y puesto que la dificultad
parece surgir del rechazo de negar la importancia de su propia conciencia2,
de considerar que el yo pensante no constituye el centro de todo,
admitamos, al menos provisionalmente, esta conciencia2 en nuestro interior
(puesto que es en nuestro interior que la constatamos). Pero rechacémosla
-107-
BOULANGER, CONDUCTISMO
para los demás (no disponemos, de todos modos, de ningún medio para
alcanzarla).
Consideremos la conducta de los demás como la de animales o máquinas,
situados exclusivamente en un mundo1. E intentemos forjar una teoría
explicativa de tal conducta en el marco de la tesis conductista. Supongamos
que lo logramos; la tesis conductista sería pues válida para la conducta de
los demás. Tomemos ahora esta teoría (con sus conceptos, sus leyes, sus
predicciones y las manipulaciones que permite) y apliquémosla a nosotros
mismos, pidiendo a los demás que la "verifiquen" en nuestro propio caso. Si
la teoría consigue predecir y controlar mis conductas, entonces la meta del
conductismo habrá sido alcanzada.
¿Y mi conciencia? ¿Se revela ilusoria o innecesaria para la
explicación de mis conductas? Puedo clamar que soy más que lo que de mí
dice la teoría, que existe en mí algo esencial, central, trascendente, que
ha sido olvidado; y quizás tenga razón. Pero si la teoría puede predecir y
controlar la presencia o la ausencia de este "grito del corazón", como
mínimo en tanto que grito físico, me veré obligado a admitir que el
conductismo a triunfado en su propósito, incluso si queda algo esencial en
mí (la conciencia2) que le escapa39. Porque lo que interesa a la teoría no
es este algo, si es que existe, sino mi conducta.
4.2. CRITICAS SISTEMATICAS
Existen varias críticas sistemáticas del conductismo. La más
reciente, y una de las más influyentes, es la de Chomsky (1957, 1959, 1965,
1975). Chomsky pretende aportar una demostración formal40 de la
insuficiencia del conductismo. El argumento se basa en su teoría de la
gramática. Otros han intentado demostraciones de este género. Ya hemos
mencionado el postulado meta-terminal (véase nota 17) de Bever, Fodor y
-108-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Garret (1968). Martin (1971) funda la suya en la noción de equivalencia
funcional. Nelson (1969, 1975) supone que los animales son autómatas.
Tales argumentos se basan sobre dos postulados o premisas:
a) que la explicación de una clase de fenómenos (v.g., la
gramática, la equivalencia funcional, la conducta animal) exige el uso de
ciertos mecanismos, procesos o formalizaciones, sin los cuales los
fenómenos permanecen inexplicables;
b) que una teoría conductista no puede utilizar tales
mecanismos, procesos o formalizaciones. Debe concluir por lo tanto que el
conductismo presenta una insuficiencia formal.
Chomsky opera distinciones entre varios lenguajes formales. Son, por
orden creciente de potencia formal, las gramáticas regulares, las
gramáticas "context-free" y las gramáticas "context-sensitive". Las
gramáticas regulares, que son las menos potentes, corresponden a la
estructura formal de los autómatas a estados finitos ("finite-state
automata"). Chomsky pretende demostrar que esta gramática regular, como la
"context-free", que es aún más potente, no puede explicar la gramática del
inglés. Ello constituye la base de su primer postulado. El segundo
postulado consiste en afirmar que los modelos conductistas son
insuficientes para explicar la conducta de autómatas a estados finitos.
Desgraciadamente para Chomsky, la validez del primer postulado es
impugnable e impugnada. En primer lugar, hay que recordar que la teoría
chomskyana cuenta con rivales, que pretenden, con o sin razón, proporcionar
una explicación más adecuada del lenguaje, y que su teoría encuentra
dificultades empíricas. A causa de estas dificultades, Chomsky (1975)
parece haber establecido ahora una tercera versión de su teoría y
abandonado la calificada como "standard" (formulada en 1965). En segundo
lugar, y sobre todo, Reich (1969) y Daly (1972) han demostrado que una
-109-
BOULANGER, CONDUCTISMO
gramática basada sobre un autómata a estados finitos podría proporcionar
una explicación adecuada de la gramática inglesa.
Por ende, Suppes (1969a, 1969b) ha mostrado que su teoría S-R
proporciona un modelo isomorfo de un autómata finito. Nelson (1975) y
Kieras (1976) aceptan esta demostración pero afirman que la teoría S-R de
Suppes sólo resulta isomorfa respecto a ciertas clases de autómatas. Kieras
(1976) reconoce sin embargo la posibilidad de que otras teorías S-R podrían
corresponder a cualquier clase de autómata a estado finido. Este punto es
importante porque la teoría de Suppes (1969a)41 se basa en la formalización
matemática que Estes ha realizado de la teoría de Guthrie, que es la más
simple, la más elemental de todas las teorías conductistas del aprendizaje.
Como lo subraya Nelson (1975), en dicha teoría un estímulo no es
condicionable más que con respecto a una sola respuesta externa. En las
demás teorías S-R, un estímulo puede ser condicionado simultáneamente
respecto a varias respuestas, y una respuesta respecto a varios estímulos.
Hull desarrolla esta idea en su noción de familia jerárquica de hábitos.
Esta familia constituye uno de los principales conceptos teóricos
empleados por Berlyne (1965; Berlyne y Piaget, 1960) para formular una
traducción hulliana de la teoría de Piaget. Puede concluirse pues que, en
cierto sentido, el modelo de Suppes es el menos potente de todos los
modelos S-R, aunque es el único que ha sido tan rigurosamente formalizado
en un lenguaje matemático.
La reacción de Chomsky (1975, p. 158 y 247, nota 13) consiste en
proclamar que Suppes no ha entendido nada. Y para demostrar la no
pertinencia de la demostración de Suppes, remite al lector a Pylyshyn
(1973). En este artículo, el autor afirma que el objetivo del enfoque
mentalista chomskyano es de carácter epistemológico. Lo que interesa al
teórico no es la ejecución, sino la competencia. El hecho de que las
predicciones de una teoría concuerden con la conducta de los sujetos no
-110-
BOULANGER, CONDUCTISMO
implica que dicha teoría refleje una imagen adecuada de la competencia de
los sujetos. No analizaremos aquí la distinción entre ejecución y
competencia, ni su extraordinaria ambigüedad. Pero señalemos que el
objetivo del enfoque conductista no consiste en explicar o describir una
eventual competencia mental, tanto si existe como si no existe, sino en
explicar, predecir y manipular las conductas. No es Suppes quien resulta no
pertinente al mostrar que su modelo puede aportar una explicación de la
conducta, sino Chomsky al refugiarse detrás de la noción de competencia
para escapar al argumento de Suppes. Puesto que fue precisamente Chomsky42
quien afirmó que las teorías conductistas no podían proporcionar una
explicación adecuada de la conducta. Su retirada detrás de la noción de
competencia pone simplemente en evidencia que su crítica contra el
conductismo, sobre este particular por lo menos, es inadecuada. Chomsky
(1975), en tanto que típico mentalista racionalista, considera las
conductas como poco importantes. El hombre que describe se halla encerrado
en su mente. El lenguaje constituye una de sus más bellas facultades, pero
su valor parece puramente intrínseco. Que lo utilice o no para comunicar, y
cómo lo utilice, no tiene demasiada importancia. La mente parece condenada
a permanecer siempre "fuera del mundo", a actuar sólo en su propio
interior.
Pero volvamos a las otras críticas formales contra el conductismo.
Martin (1971) afirma que el conductismo no es capaz de desarrollar la
noción de equivalencia funcional. Propone pues su rechazo en favor del
lenguaje teórico TOTE desarrollado por Miller, Galanter y Pribam (1960).
Indiquemos solamente que Millenson (1967) ofrece una traducción S-R del
concepto de TOTE y que Suppes (1969b), dos años antes que Martin (1971), a
mostrado que su modelo constituye un equivalente del TOTE.
La primera crítica de Nelson (1969) fue refutada por Suppes (1979a).
La segunda crítica (1975) parece haberlo sido por Kieras (1976). Las
-111-
BOULANGER, CONDUCTISMO
demostraciones formales de insuficiencia del conductismo parecen pues
falsas. Y no es de sorprender, puesto que la validez de un silogismo se
basa igualmente en la validez empírica de sus premisas. Y en estas
demostraciones, las premisas aparecen como empíricamente no válidas.
4.3. No ha conseguido pues demostrarse, hasta ahora, la
incoherencia del conductismo. Y cada vez que se ha intentado hacerlo, el
argumento se basa en prejuicios cuya validez no ha sido demostrada,
prejuicios que implican la aceptación a priori de una teoría rival. Nos
encontramos siempre frente al mismo argumento: el conductismo es falso
porque no corresponde a mi teoría de los fenómenos.
5. CONCLUSION
Este escrito ha intentado aclarar la naturaleza del conductismo.
Intentando corregir las imágenes erróneas que la gente tiene de él, se ha
alargado desconsideradamente. Sin embargo, al releerlo, me doy cuenta que
he olvidado muchas cosas, que ciertos argumentos no se encuentran
suficientemente desarrollados, que la reacción a ciertas críticas resulta a
veces, por lo menos en el tono, demasiado agresiva. También me temo que
muestre más lo que no es el conductismo que aquello que es; y si tal es el
caso, pienso que será un fracaso relativo: el lector se verá entonces
obligado a buscar en otra parte43. Sin embargo, espero haber conseguido
hacerle entender que, aunque el conductismo no proporcione una teoría de la
mente, de la competencia, de la experiencia vivida, etc., o incluso no
corresponda a la propia "geografía de lo imaginario" del lector, no por
ello es absurdo. Su éxito o su fracaso provendrán de su capacidad a
explicar, predecir y manipular las conductas. ¿Puede hacerlo? Aún no lo
sabemos. La respuesta será empírica. Se abren las apuestas.
-112-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Departamento de Psicología,
Universidad de Quebec en Montreal
-113-
BOULANGER, CONDUCTISMO
NOTAS
1. Véase ESPER (1968); FRAISSE (1970); LITTMAN (1971). Para una lista de las
variedades, véase ROBACK (1964), pp. 535-538, y SULLIVAN (1973).
2. VEXLIARD (1968), p. 171.
3. Olvidando entonces que muchos conductistas no son americanos, ni trabajan
sobre el aprendizaje o con animales.
4. Quizás el lector no esté convencido de la exactitud de estas
afirmaciones. Un análisis histórico y crítico de la postura de los
diferentes conductistas demostraría fácilmente su validez. Por desgracia,
tal análisis, que desborda ampliamente de los límites de este trabajo, no
ha sido nunca realizado. Esta es una de las curiosidades de la
historiografía de la psicología. TILQUIN (1950) parece ser el único que lo
ha intentado. Su obra, de excelente calidad y sin equivalente en lengua
inglesa, padece sin embargo de dos defectos: en primer lugar, es antigua;
por otro lado, constituye una visión exterior del movimiento, realizada por
un filósofo dentro de un marco de interpretación filosófico. No es que el
autor no tenga simpatía por el conductismo, que lo entienda mal o que
cometa un error interpretándolo en un marco filosófico. Pero el conductismo
no es fundamentalmente una filosofía. Es la creación de psicólogos,
creación que se comprende en primer lugar en el marco de sus trabajos e
investigaciones cotidianos.
-114-
BOULANGER, CONDUCTISMO
5. Véase LE NY (1969), quien, a pesar de no ser conductista, presenta un
punto de vista similar acerca del carácter "a posteriori de las actividades
centrales".
6. No nos vamos a ocupar de la definición de la palabra "científico". Una
definición satisfactoria parece difícil por no decir imposible. Y la
palabra, en tanto que calificativo, se usa más bien para indicar la
aprobación o la desaprobación, o para otorgar un prestigio social. De todas
formas, su definición no es necesaria en el contexto de este trabajo.
7. "When we are trying to understand the mental processes of a child or a
dog or an insect as shown by conduct, an action, the outward signs of
mental processes... we must always find back upon experimental
introspection... Experimental introspection is thus our one reliable method
of knowing ourselves; it is the sole gateway to psychology." E.B.TITCHENER
(1914). A Primer of Psychology, MacMillan, p. 32. "Introspective
observation is what we have to rely on first, foremost and always." W. JAMES
(1890), Principles of Psychology, Vol.1, p. 185.
8. BLUMENTHAL (1977) discute esta descripción de la postura de Wundt. Selon
Blumenthal, la psicología desarrollada por Wundt no se basa en la
introspección sino en una metodología conductual (véase, empero, MISCHEL,
1969a).
Tal afirmación de Blumenthal (tanto si es correcta como no, ahora no
viene al caso) demuestra lo peligroso que resulta interpretar a un autor.
Las particularidades del lenguaje, la cultura intelectual y científica de
la época, las controversias a las que el autor puede haber tomado parte, su
evolución histórica, todos estos factores se combinan para dar a su obra un
sello que una época diferente o diferentes rivales podrían cambiar sin
influir quizás sobre ciertas posturas.
-115-
BOULANGER, CONDUCTISMO
Así, cuando Watson se opone a la importancia del instinto, parece más
bien que es porque su época usa y abusa de dicho concepto que a causa de un
pretendido rechazo, en tanto que conductista, de todo determinismo
genético. En efecto, en su primer libro Behavior, an introduction to
comparative psychology (1914), consagra dos capítulos a los instintos (que
acepta) y trata (muy sucintamente) del condicionamiento como de una técnica
menor. Sin embargo, en un artículo de 1916, propone esta misma "técnica"
como técnica favorita. Pero, en aquel momento, Watson parece haber caído en
la trampa de la "crítica constructiva". Si se rechaza la introspección y la
mente, ¿qué puede proponerse en su lugar, a través de qué método podrá ser
estudiado el funcionamiento psicológico de los sujetos y qué explicación se
dará en vez de la de la mente? Watson parece responder entonces: "el
condicionamiento". Más vale esto que aceptar que la existencia de la
psicología no supone la existencia de un método particular y reconocer que,
personalmente, no dispone aún de una explicación adecuada. La faceta
polemista y propagandista de Watson responderá en detrimento de la faceta
científica; y su respuesta, ad hoc, "arbitraria", lanzada bajo la
inspiración del momento, coloreará de forma definitiva la interpretación
que se desarrollará posteriormente del conductismo. Esta opción de Watson
no es sin embargo fruto del azar. Puesto que, en el momento en que Watson
intenta precisar el contenido teórico del conductismo, la sola teoría
aparentemente compatible es la postura pavloviana. (Watson rechaza la
teoría de Thorndike porque, según él, es mentalista: utiliza los conceptos
de satisfacción y de insatisfacción -"satisfaying or annoying states of
affairs"-). La postura de un teórico no constituye necesariamente un todo
(en el sentido gestaltista) sino que, a menudo, constituye más bien una
serie de elementos yuxtapuestos, en los cuales la presencia de uno de ellos
puede ser explicable por factores situacionales específicos que tienen poca
-116-
BOULANGER, CONDUCTISMO
o ninguna relación con los factores que explican la presencia de otros
elementos.
En una postura como el conductismo, que no hace más que trazar un
marco, lo que se coloca dentro del marco puede pues variar
considerablemente y ser debido a factores ajenos al conductismo del autor
en cuestión. Así, Tilquin habla del polimorfismo watsoniano. Cuando se
estudia a un autor, se incurre pues el riesgo de prejuzgar la naturaleza de
su teoría y la naturaleza del conductismo. Un sistema para reducir dicho
riesgo consiste en comparar a los autores o teóricos, sobre todo aquéllos
que se hallan expuestos a entornos intelectuales diferentes. Los
conductistas americanos, aquellos que trabajan sobre lo que podría llamarse
la "animal learning theory", presentan características que les resultan
comunes y que no aparecen entre los conductistas que trabajan en otros
ámbitos de investigación (v.g., Meyer y Weiss en percepción auditiva,
Gibson en percepción visual, Allport en psicología social, Berlyne y Bourne
en psicología cognitiva, etc.), o en otros países (Pieron en Francia,
Broadbent en Gran Bretanya). Lo que hay que buscar entonces son los
elementos comunes o similares entre estos diferentes teóricos.
Desgraciadamente, cuando se ha presentado al conductismo, siempre ha sido
refiriéndose a un solo autor o a unos pocos, ignorando a los demás. Y ello
desemboca en paradojas. Un conductista como Hunter rechaza en ciertos
momentos la etiqueta de conductista que colocan a su teoría, prefiriendo en
su lugar el nombre de antroponomía. Pieron se mostrará bastante
despreciativo respecto a la teoría watsoniana. Por otro lado, cuando se
criticará al conductismo, buen número de conductistas (v.g., SPENCE, 1948)
permanecerán indiferentes, puesto que, a menudo, la crítica no se aplica a
su postura. Ello explica igualmente que se haya anunciado por lo menos dos
veces la muerte del conductismo. La primera vez, al final de los años
-117-
BOULANGER, CONDUCTISMO
treinta (ROBACK, 1937; HARREL y HARRISON, 1938), justamente en el momento en
que la segunda generación de conductistas americanos ( Hull, Skinner,
Tolman) comenzaba a producir. La segunda nota necrológica, mucho más
reciente (KOCH, 1964; SEGAL y LACHMAN, 1972), era formulada en el momento en
que el conductismo se convertía en una postura importante en psicología de
la personalidad, en psicopatología y en terapia, en el momento también en
que un conductista (D.Broadbent) era uno de los primeros en introducir en
psicología la noción de "information-processing", enfoque que según algunos
debe suplantar al conductismo.
Esta identificación del conductismo a otras doctrinas es fácil. No se
sabe las respuestas que un teórico, si viviese en la actualidad,
proporcionaría a las preguntas que se formulan respecto a su obra en
función de los conocimientos contemporáneos. Así, se tiende a ridiculizar
la analogía pavloviana del cerebro como central telefónico (switchboard).
Se considera tal modelo como débil, superado; se le prefiere el del
computer, más potente. Pero los mismos que ridiculizan Pavlov parecen
ignorar que, en aquel entonces, su modelo era el más "potente", y que,
mañana, el modelo del computer podría ser tan superado como lo es el del
central telefónico hoy en día. Ignoran asimismo que los conductistas han
buscado y construido modelos mecánicos, eléctricos y químicos del cerebro y
de la conducta (GRAY, 1936).
9. Una analogía fructífera consiste en considerar la tesis como afirmando un
programa por rellenar, como el juramento de Helmholtz, de Bois-Reymond,
Brucke y Ludwig constituía el enunciado de otro programa, en oposición al
vitalismo biológico de aquella época: "Juramos solemnemente establecer esta
verdad: no existe en el organismo otras fuerzas distintas de las fuerzas
físico-químicas ordinarias. En aquellos casos que no pueden de momento ser
explicados por estas fuerzas, deberemos descubrir su mecanismo oculto
-118-
BOULANGER, CONDUCTISMO
gracias al método físico-matemático o postular nuevas fuerzas del mismo
tipo que las fuerzas físico-químicas inherentes a la materia y reductibles
a la fuerza de atracción y de repulsión." (AMACHER, P. -sin fecha-, "Freud's
neurological education and its influence on psychoanalytic theory",
Psychological issues 4 (4) 16, pp. 15-16, New York, International
Universities Press.).
10. La predominancia del conductismo metodológico era probablemente
inevitable. El psicólogo, como cualquier individuo, ha sido criado y vive
en una cultura impregnada de concepciones psicológicas tradicionales. Dicha
cultura define en parte la naturaleza de la psicología, sus problemas, sus
tareas y los tipos de soluciones esperados. Los primeros conceptos que
adquiere cualquier psicólogo son los de su cultura; y su manejo se
convierte en socialmente natural. El investigador en psicología debe
comunicar con investigadores en disciplinas vecinas, los cuales están
igualmente impregnados, con respecto a la psicología, de los mismos
condicionamientos culturales. Por ende, el psicólogo debe justificar
socialmente su existencia, suscitar su aceptación por parte de la sociedad
en la que vive y que le paga su sueldo, le confiere o le niega prestigio. Y
esto, el psicólogo no puede realizarlo de otro modo que respondiendo a los
deseos del grupo social en el que vive.
Además, contrariamente al etólogo, por ejemplo, el psicólogo
conductista ha sido formado en un departamento universitario inicialmente
centrado en cuestiones y problemas de la filosofía mentalista y su
reformulación a cargo de Wundt en el marco de un enfoque científico,
experimental y de laboratorio. El etólogo, en su formación de biología y de
zoología, es sometido a un condicionamiento menor respecto a la naturaleza
y a la metodología de la psicología. Cabe añadir que, en los departamentos
de psicología, el principal locutor y contrincante es el psicólogo
-119-
BOULANGER, CONDUCTISMO
mentalista. Ello explica la impresión de sombras chinas de la psicología
mentalista que ofrecen muchas de las teorías conductistas.
11. A primera vista, el hecho de explicar la conducta por la conducta puede
parecer circular, pero hay que entender que la explicación de una conducta
X puede invocar una conducta Y anterior o ulterior, una historia de
conducta, una jerarquía de conductas, una estructura de conductas, etc.
12. Los filósofos teóricos de la acción (WHITE, 1968) u otros filósofos como
HAMLYN (1953), han buscado condiciones necesarias y suficientes para
distinguir una acción o una conducta de un movimiento, o para diferenciar
acciones fundamentales ("basic") de acciones "non basic". Dada la
ambigüedad de la literatura filosófica y sus divergencias con respecto a la
noción conductista de conducta, es preciso ilustrar con ejemplos la noción
de conducta.
Supongamos un individuo completamente paralizado en una silla de
ruedas, con un enfermero que empuja la silla. El individuo no se desplaza,
es desplazado por el enfermero. El desplazamiento no es debido a una
conducta del individuo sino a la del enfermero. Supongamos ahora que el
mismo individuo posee electrodos implantados en el córtex. Los electrodos
se hallan conectados, gracias a un sistema electrónico, con un motor que
propulsa la silla. Los cambios electrónicos del córtex del individuo
controlan el motor, hacen avanzar, retroceder o girar la silla. El
desplazamiento del individuo puede ser ahora considerado como una conducta
de este individuo.
Supongamos otro individuo bajo anestesia. Sin embargo, un neurólogo
estimula el córtex motor de este individuo. La estimulación le hace
levantar el brazo. Este movimiento constituye una conducta del individuo (y
no del neurólogo). Supongamos que el neurólogo levanta el brazo del
individuo, una vez despierto de la anestesia, tomando el brazo con su
-120-
BOULANGER, CONDUCTISMO
propia mano y levantándolo. Desde el punto de vista espacio-temporal, el
movimiento del brazo que se levanta bajo el efecto de la estimulación del
córtex motor puede resultar idéntico al del brazo que se levanta porque el
neurólogo lo ha tomado con su mano y lo ha levantado. Pero sólo el primer
movimiento constituye una conducta del individuo (anestesiado). El segundo
movimiento, que le es espacio-temporalmente idéntico, no constituye una
conducta del individuo (despierto). Es la consecuencia de la conducta del
neurólogo. Para que un movimiento constituya una conducta, es necesario
pues que se trate de un fenómeno biológico (en este caso, neuromuscular).
Todo fenómeno biológico puede, bajo ciertas condiciones, constituir una
conducta. En las experiencias de biofeed-back, el aumento de las ondas alfa
y la diminución del ritmo cardíaco consecutivos al feed-back pueden
constituir conductas. La principal condición para que un cambio biológico
sea considerado como una conducta es que dicho cambio tenga una relación
con el entorno del organismo, o, más exactamente, que exista una
interacción entre el cambio biológico y el entorno.
La noción de conducta no supone intención o voluntad anterior por
parte del individuo, y la conducta puede perfectamente ser automática o
refleja. Lo que hace que un movimiento constituya una conducta es el hecho
de tener un origen biológico y un contexto situacional. Hay que señalar que
no existe una frontera clara, precisa, entre la psicología y la biología de
la conducta, sino una amplia zona de transición en la que las dos
disciplinas se codean. Ello explica por qué muchos conductistas consideran
la psicología como una rama de la biología.
Esta noción de conducta es importante. En la psicología y psiquiatría
tradicionales, existe una especialidad que se llama la "psicosomática".
Esta disciplina estudia supuestamente la influencia de las actividades de
la mente sobre el funcionamiento fisiológico del organismo. Para la
-121-
BOULANGER, CONDUCTISMO
psicología tradicional, tal influencia provoca un problema, el del dualismo
interaccionista: ¿cómo pueden las actividades mentales, i.e., espirituales
y no materiales, influir sobre los estados fisiológicos, i.e., meramente
materiales? El problema existe porque la causa es de naturaleza
radicalmente distinta al efecto. Puede admitirse sin dificultad (es
justamente lo que tal psicología supone) que los estados mentales influyan
sobre otros estados mentales, que procesos fisiológicos influyan sobre
otros procesos fisiológicos, pero resulta "anormal" que los estados
mentales influyan sobre los procesos fisiológicos.
¿Cómo se presentan, para el conductista, estos fenómenos llamados
"psicosomáticos"? No existe una teoría verdaderamente psicosomática, y ello
por dos razones. En primer lugar, sólo la oposición entre estados mentales
y procesos fisiológicos hace necesaria la noción misma de psicosomático
(sin el uno o el otro de estos dos términos, tal noción no tiene sentido).
En segundo lugar, puesto que la conducta es ante todo un fenómeno
biológico, la noción misma de fenómeno "psicosomático" es superflua. En la
historia de la psicología conductista del aprendizaje, se habla muy pronto
de condicionamiento clásico interoceptivo, en el que la respuesta
condicionada es interna, v.g., digestiva o glandular. En condicionamiento
operante, como consecuencia de los trabajos de N.E. Miller sobre el
biofeed-back, se han conseguido modificaciones de respuestas cardio-
vasculares, de secreciones renales, etc. Parece ser que un investigador
americano está incluso actualmente intentando desarrollar una nueva técnica
contraceptiva, enseñando a sus sujetos, por medio del biofeed-back, a
provocar una hipotermia del escrotum... Por otro lado, las investigaciones
en psicofarmacología conductual han puesto en evidencia la existencia de
disociación farmacológica en el aprendizaje: si se hace aprender una tarea
a un animal mientras que se encuentra bajo el efecto de una droga, tal
-122-
BOULANGER, CONDUCTISMO
aprendizaje parece completamente olvidado cuando el efecto de la droga se
ha disipado; pero si ésta es reinyectada, la respuesta aprendida reaparece
sin dificultad.
Existe en la literatura una multitud de investigaciones de este tipo.
Nunca se les ha considerado como investigaciones psicosomáticas, sino más
bien como puras investigaciones sobre aprendizaje. Y las respuestas
fisiológicas estudiadas no son consideradas como "especiales", sino como
conductas cualesquiera. Es por ello por lo que no hay conceptos
"psicosomáticos" propiamente dichos en psicología conductista; no se
necesitan puesto que cualquier cambio biológico que puede ser relacionado
con el entorno externo puede constituir, de facto, una conducta.
Ciertamente, para los filósofos de la acción, esta concepción de la
conducta puede parecer impensable. Pero es quizás su propia noción de
acción o de conducta quien resulta inaceptable. En primer lugar, porque
intentan separar radicalmente la acción o la conducta de los sucesos
fisiológicos; en segundo lugar, porque olvidan a menudo que existen
diferentes sistemas de respuestas fisiológicas y otros tipos de conducta
que aquéllos que la psicología tradicional ha admitido hasta ahora. Puesto
que esta última, así como la filosofía, ha privilegiado ciertos tipos de
conductas, paradójicamente aquellos que son visibles para los demás o que
presentan efectos, observables por los demás, sobre el entorno externo
(como si lo que es "interno" no pudiese ser más que puramente mental o
puramente biológico). Pero, probablemente, este privilegio es más bien el
fruto de la ignorancia de la existencia de las otras respuestas o conductas
y de la incapacidad técnica de observarlas directamente, que la
consecuencia de un estatus intrínsecamente superior de las respuestas
externas observables.
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BOULANGER, CONDUCTISMO
13. Se habla igualmente de situación en un contexto no experimental para
referirse a un conjunto distal y estable de estímulos, siendo dicho
conjunto, la mayor parte del tiempo, estructurado e informacional.
14. CHIHARA et FODOR (1966), PUTNAM (1967), FODOR (1975) han formulado un
enfoque mentalista de este tipo. Fodor parte sin embargo de una base
pública, el lenguaje. Putnam se basa en la psicología mentalista
tradicional de las sensaciones, de las emociones, de las ideas, etc. Esta
concepción, por otro lado, se parece parcialmente a la interpretación
"conductista" que SELLARS (1963) ha realizado de los fenómenos o procesos
mentales.
15. Los libros siguientes ofrecerán a sus lectores una buena exposición de
estas teorías: CHAPPELL, 1962; WHITE, 1967, 1968; SHAFFER, 1968; Campbell,
1970; CORNMAN, 1971; LANGFORD, 1971; ROSENTHAL, 1971; TAYLOR, 1974. Estas obras,
todas en paperback excepto la de CORNMAN, proporcionan una excelente
introducción al tema e incluyen a menudo una bibliografía selecta. Las
referencias más recientes se hallan en "The Philosopher's Index".
16. No se trata de las únicas. Véase CORNMAN (1971), ROSENTHAL (1971), LYCAN y
PAPAS (1972, 1976). No obstante, estas otras posturas han resultado, tal vez
equivocadamente, menos influyentes en psicología.
17. Una postura vecina es la del "postulado meta-terminal", formulada por
BEVER, FODOR y GARRET (1968) y amplificada por ANDERSON y BOWER (1973). El
postulado se lee como sigue: los principios asociativos son reglas
definidas a partir del vocabulario "terminal" de la teoría, i.e., del
vocabulario en el que la conducta es descrita. Cada descripción de una
multiplicidad de elementos que pueden ser asociados debe constituir una
descripción posible de una conducta actual. Según los primeros autores
citados, este postulado es inherente a las teorías S-R. Y por culpa suya,
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BOULANGER, CONDUCTISMO
tales teorías son formalmente incapaces de proporcionar una explicación
adecuada del lenguaje y de la conducta.
El argumento se halla dirigido a la vez contra el asociacionismo y
contra el conductismo. Y es utilizada a la vez para defender una forma de
mentalismo y la necesidad de "elementos" abstractos en la teoría. Este
argumento presenta varios problemas. En primer lugar, su validez es dudosa
(SUPPES, 1969b). Por otro lado, confunde asociacionismo y conductismo (a
pesar de que los asociacionistas han sido tan funcionalistas como
conductistas), y confunde explicación mental con explicación utilizando
términos abstractos. Si es verdad que, en cierto modo, las entidades
mentales son abstractas (puesto que no son simplemente entidades materiales
concretas, discretas), no por ello hay que confundir mental y abstracto,
bajo pena de transformar en mental todo lo que es abstracto. Sin embargo,
el conductismo no rechaza los conceptos abstractos. Los operadores
matemáticos son abstractos, y, no obstante, se hallan incluidos en las
teorías conductistas. Lo que el conductismo rechaza es la reificación
mentalista de los operadores o términos abstractos. En este sentido, la
reacción de los conductistas frente a la teoría de Piaget es significativa.
De entrada, no la han rechazado aunque hayan criticado ciertos aspectos de
la misma. Han aceptado la descripción empírica del desarrollo cognitivo,
pero mostrándose altamente reticentes respecto al estatus ontológico de los
procesos cognitivos. Sobre este particular, el propio Piaget es ambiguo,
pareciendo oscilar entre interpretaciones conductuales (juntamente con
Inhelder, se ha autocalificado ya de "conductista subjetivo") y biológicas
por un lado, y una interpretación mentalista (se autodefine igualmente como
un paralelista) por otro lado. Es esta ambigüedad la que indispone a muchos
conductistas (véase BEILIN, 1971, p. 86-87 y WARTOFSKY, 1971, p. 139-141).
Esta aceptación (en la que existe a veces una buena dosis de fascinación) y
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BOULANGER, CONDUCTISMO
este malestar concomitante parecen converger en la interpretación hulliana
que BERLYNE (1965) realiza de la teoría de Piaget.
18. No hay que inferir de esta afirmación el hecho que implique la "Unidad
de la Ciencia" tal y como la proponen Carnap o Neurath, la naturaleza de
esta unidad permaneciendo demasiado obscura.
19. En el séptimo capítulo de su libro, irónicamente titulado "Don't shoot
the behaviorist; he is doing his best", EYSENCK (1972) ofrece una
descripción muy cercana a la nuestra. Discute igualmente varios temas
examinados en este trabajo. Y la orientación de Eysenck, a pesar de lo que
haya podido afirmar Kaufmann en un coloquio, es indiscutiblemente
conductista. De hecho, Eysenck es uno de los más influyentes teóricos
conductistas de la personalidad. Ha sido, y continúa siendo, uno de los
grandes promotores de las terapias conductuales. Y presenta las mismas
tendencias polémicas y "evangelizadoras" que caracterizaron a Watson.
20. Así, el método chomskiano se basa esencialmente en la validez de la
intuición de gramaticalidad. Cualquier otro criterio será válido solamente
si es conforme a la intuición.
21. Es imperativo leer el texto fundamental de MOROZ (1972) respecto a la
noción de "cognición" y de "cognitivo".
22. Recordemos que el mentalismo, si no incluye el punto 5) de la tesis,
puede resultar compatible. Véase también la nota 34.
23. Peters, aunque afirma que no es la única razón, considera,
equivocadamente, que constituye sin embargo una razón o una causa de ello.
24. Recordemos que pueden admitirse conceptos teóricos que no sean
reductibles a conductas. Pero ello no implica sin embargo que deban
admitirse todos los conceptos que no son reductibles.
25. La postura de DONAGAN (1971), p. 113, parece prototípica de esta
ignorancia de los filósofos contemporáneos.
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BOULANGER, CONDUCTISMO
26. Este artículo fue publicado en una revista cuyo título The Journal of
Philosophy, Psychology and Scientific Methods es altamente evocador; esta
revista se transformará luego en The Journal of Philosophy.
27. No hay que pensar que toda la filosofía psicológica anglo-sajona es
mentalista. De hecho, dos de sus creadores, Ryle y Wittgenstein,
desarrollan cada uno por su lado una variedad de conductismo filosófico.
Pero, en general, los filósofos anglo-sajones de la mente, como Geach,
Peters, Kenny, Mischel, etc., son abiertamente mentalistas.
28. A propósito de las relaciones entre condicionamiento clásico e
instrumental, véase RESCORLA et SOLOMON (1967); SEWARD (1970); CATANIA (1971);
TERRACE (1973); MACKINTOSH (1974). The Pavlovian Journal of Biological science
(1976, II, (1), 1-66) ha publicado un simposium al respecto.
29. Tales resultados han sido luego muy controvertidos. (Nota del
traductor).
30. Sobre estos nuevos desarrollos de la psicología de la personalidad el
lector puede consultar: HASTORF, SCHNEIDER y POLEFKA (1970); BEM (1972); KELLEY
(1973); FISKE (1974); SCHWEDER (1975); SHAVER (1975); AMABILE y HASTORF (1976);
HARVEY, ICKES y KIDD (1976).
31. La literatura sobre el juicio clínico: DUNNETTE (1957); BIERI et al.
(1966); MISCHEL (1968); ROSENTHAL (1969); CHAPMAN y CHAPMAN (1971); THORNE (1972);
ROSENHAM (1973); WIGGINS (1973); FRANK (1974); LANGER y ABELSON (1974); TVERSKY y
KAHNEMAN (1974); WADE-OFFIR (1975); CARROLL y PAYNE (1976); ROSS (1977).
32. Esta investigación constituye una réplica parcial de la de TEMERLIN
(1968). (El artículo de Temerlin se encuentra reproducido en SCHEFF, 1975).
Temerlin observa un indiscutible efecto de sugestión sobre el diagnóstico.
El autor escribe:
La dificultad en obtener un acuerdo interobservador
consistente constituye uno de los más viejos y más difíciles
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BOULANGER, CONDUCTISMO
problemas de la investigación en psicología. Esta dificultad
crónica se ha visto probablemente agravada por la sugestión
prestigiosa y la naturaleza misma del concepto de enfermedad
mental. La enfermedad mental es un concepto mentalista; las
neurosis y las psicosis nunca son observadas directamente, si
no que deben ser inferidas a partir de síntomas conductuales.
Esta característica del concepto ha podido empujar a los
sujetos a realizar inferencias más bien que descripciones. Un
psiquiatra muestra esta posibilidad cuando defiende su
diagnóstico con el siguiente comentario: "Es evidente que
parece sano, pero, al fin y al cabo, la mayoría de la gente es
un poco neurótica; y, de todos modos, ¿quién se fiaría de las
apariencias solas?" (Traducción libre).
33. Juego de palabras intraducible entre "mots" (palabras) y "maux" (males),
que en francés se pronuncian igual. (Nota del traductor).
34. Véase, por ejemplo, LOVEJOY (1922); SANTAYANA (1922); HEIDBREDER (1933);
SPRAGUE (1960), p. 72; PRICE (1960), p. 80; WOLMAN (1960), pp. 83-84.
35. El razonamiento utilizado, típico del argumento por la geografía de lo
imaginario, consiste en presentar como verdadera, o como la mejor
disponible, una teoría de la mente, de la conciencia, y reforzar luego la
afirmación de su validez con ejemplos que concuerdan con ella. Una vez esta
premisa aceptada, la teoría rival puede ser presentada y demostrarse que se
halla en contradicción con la concepción de la mente o de la conciencia
anteriormente aceptada. Nótese que no se trata aquí de rechazar una teoría
porque no concuerda con los datos. En ningún momento se ha tomado una
teoría y se ha confrontado con datos empíricos para saber si algunos de
ellos estaban en contradicción con la dicha teoría. El único recurso a
datos empíricos reside en la selección de los ejemplos que sostienen la
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BOULANGER, CONDUCTISMO
posición teórica que quiere defenderse. Para refutar la teoría concurrente
tampoco no se apela a ningún dato empírico (y, a menudo, su interpretación
se halla en tela de juicio por parte de las teorías rivales), sino que se
dice: "¿ven? esta teoría es absurda puesto que no coincide con lo que
sabemos", i.e., con nuestra teoría inicial.
36. Pretender que la analogía del computer y del information-processing
(SEGAL Y LACHMAN, 1972) debe substituir al conductismo, no es sólo no entender
en qué consiste el conductismo, constituye igualmente una falta de
perspectiva histórica. Los lenguajes formales de los ordenadores actuales
harían probablemente saltar de alegría a personajes como Hull o Tolman,
pero no los interpretarían, como se hace a menudo hoy en día, en un marco
mentalista.
Cuando Hull, por ejemplo, describe un modelo electromecánico de
conducta, dicho modelo presenta dos funciones: la primera y principal es de
orden polémico; se trata de demostrar que puede proporcionarse una
explicación de la conducta que no se base en el uso de conceptos
mentalistas. Basta, en efecto, con crear "máquinas" capaces de reproducir
conductas análogas a las de los animales o a las de los humanos para
demostrar que el mentalismo no constituye a priori una necesidad teórica
para la explicación de la conducta. La segunda función es de orden teórico:
la conducta del modelo debe reproducir las mismas leyes empíricas que han
sido descubiertas en la conducta animal y humana. En este sentido
constituye una explicación de la conducta, explicación analógica quizás,
pero explicación al fin y al cabo. Pero tal explicación no es únicamente
analógica: Hull no supone que pueda encontrarse en el organismo biológico
procesos estrictamente idénticos a lo del modelo. La naturaleza de los
procesos biológicos podría ser totalmente distinta; en cierto modo, esto no
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BOULANGER, CONDUCTISMO
tiene demasiada importancia, puesto que el modelo desempeña en primer lugar
un papel teórico integrador más bien que causal reductor.
El conductismo adopta la misma postura con relación a los modelos que
implican el uso de ordenadores (i.e., los modelos de information
processing). Constituyen en efecto, por un lado, una refutación del
mentalismo tradicional, no porque puedan pretender, con o sin razón,
demostrar que los procesos "mentales" son idénticos o reductibles a los que
se observan en el ordenador, sino porque pueden pretender reproducir las
leyes empíricas que se observan en la conducta animal o humana. La primera
de estas pretensiones deja al conductista relativamente indiferente; es por
ello que no le molesta que ciertos mentalistas rechacen la identificación
de los procesos mentales con los del ordenador. Puede incluso aceptar
fácilmente que existe en la noción de procesos mentales elementos o
aspectos irreductibles a los procesos del ordenador. Recordemos que el
conductista no intenta explicar o reducir los procesos mentales, sino
explicar las conductas. Y la existencia de procesos mentales es para él,
sino ilusoria, por lo menos inútil para la explicación de la conducta.
La segunda función de los modelos que implican el uso de ordenadores
es integrativa más bien que causal reductiva. El conductista puede
aceptarlos si, y solamente si, proporcionan una descripción formal y
sistemática de las leyes de la conducta. Pero sólo los acepta por
desempeñar este papel; no supone que los procesos biológicos en el
organismo sean en consecuencia idénticos a los del ordenador; esto es un
problema distinto, que incumbe más a la biología (o a la psicobiología) que
a la psicología. Puede incluso aceptar la gramática formal de Chomsky, como
parece hacerlo Broadbent, siempre y cuando sea empíricamente válida (?)
para las conductas verbales, sin suponer por ello que representa o describe
los procesos internos del organismo y que "producen" tales conductas.
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BOULANGER, CONDUCTISMO
Para el conductista, los lenguajes de programación del ordenador, la
teoría de los autómatas, la noción de gramática formal de Chomsky se sitúan
en el mismo plano que los lenguajes matemáticos y lógicos: son instrumentos
de formalización teórica; y la teoría es, en este caso, integrativa. En
este sentido, puede reconocer sin dificultad que el invento de estos nuevos
lenguajes formales podría representar un importante progreso teórico para
la psicología, tan importante quizás como el invento del cálculo
diferencial e integral lo fue para la física newtoniana.
Pero, hay que precisarlo, estos lenguajes sólo resultan interesantes
para el conductista si consiguen describir o predecir las relaciones
S-Op-R. Y, en este caso, su aceptación no supone en modo alguno el
reconocimiento implícito de una validez cualquiera del mentalismo. Una
psicología que utilice estos nuevos lenguajes no es de por sí mentalista ni
conductista, al igual que la "psicología matemática" actual: tales
lenguajes son puramente instrumentos formales y lo que resulta conductista
o mentalista es su interpretación.
37. O'CONNOR (1971, capítulo 5) presenta un interesante análisis de esta
controversia.
38. Es imperativo leer la formulación que FEIGL (1967, p. 23, último párrafo)
ofrece de este argumento.
39. No es seguro que el conductismo resulte incompatible con el dualismo
interaccionista. Si las "respuestas" de la mente2 en interacción con el
organismo son previsibles en función del estado orgánico, de la situación,
de la historia conductual anterior del individuo, el programa conductista
podría triunfar en la práctica a pesar de la validez del dualismo
interactivo. En ello consiste el argumento de Hull y de Skinner en lo que
Hempel denomina el dilema del teórico. El éxito práctico del programa
resulta en cambio imposible si las "respuestas" de la mente2 son totalmente
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BOULANGER, CONDUCTISMO
aleatorias (v.g., ¿libre arbitrio?), o si son función de otros sucesos
mentales2 irregulares, imprevisibles. No olvidemos el importante papel que
se otorga a la constancia, a la regularidad, a la influencia de las
experiencias del pasado en la formación de la identidad de sí2. Así pues,
si los actos (u órdenes al organismo de la mente2) son previsibles en
función de sus actos anteriores, de la situación, etc., el programa podría
triunfar y sería quizás empíricamente irrefutable a pesar de "falso" puesto
que la mente2 constituiría una causa de las conductas. Pero este tipo de
"falsedad" no molesta en absoluto a ciertos conductistas, ya que se
seguiría pudiendo predecir y controlar las conductas por medio de una
teoría integrativa.
40. Una buena parte de los artículos en los que Chomsky expone formalmente
su argumento se halla publicada en LUCE, BUSH y GALANTER (1963, 1965).
41. Véase SUPPES (1969c y 1975) para conocer su concepción del conductismo,
de los fundamentos de la psicología, de la naturaleza de los procesos
cognitivos y del aprendizaje de las matemáticas.
42. Habría mucho que decir respecto a la oposición de Chomsky al
conductismo. Está relacionada también con su concepción de la ciencia, de
la psicología y con su activismo social y político.
43. Existen muchos textos excelentes sobre el conductismo. No puedo citarlos
todos. Pero a mi me gustan particularmente los de WATSON (1913); SPENCE
(1948); TILQUIN (1950); PIERON (1959); Bourne (1969); ROZEBOOM (1970); BROADBENT
(1973). BERLYNE (1968) presenta un breve resumen de la evolución americana de
las teorías conductistas y, en un artículo publicado en 1975, manifiesta su
reacción a la impugnación actual del conductismo. TURNER (1967, 1971) ofrece
una interpretación positivista del conductismo. El lector filósofo podrá
igualmente leer con provecho la excelente revista americana Behaviorism,
consagrada esencialmente a los conductismos filosófico y skinneriano.
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BOULANGER, CONDUCTISMO
MACKENZIE (1977) acaba de publicar una interesante monografía sobre el
conductismo.