investigación-acción participativa en la educación latinoamericana- un mapa de otra parte del...

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Revista Mexicana de Investigación Educativa ISSN: 1405-6666 [email protected] Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C. México Flores, Eduardo; Montoya, Juny; Suárez, Daniel H. Investigación-acción participativa en la educación latinoamericana: Un mapa de otra parte del mundo Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 14, núm. 40, enero-marzo, 2009, pp. 289-308 Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C. Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14004013 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Documento sobre la importancia de la investigación acción participativa como metodología de desarrollo comunitario.

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  • Revista Mexicana de Investigacin EducativaISSN: [email protected] Mexicano de Investigacin Educativa,A.C.Mxico

    Flores, Eduardo; Montoya, Juny; Surez, Daniel H.Investigacin-accin participativa en la educacin latinoamericana: Un mapa de otra parte del mundo

    Revista Mexicana de Investigacin Educativa, vol. 14, nm. 40, enero-marzo, 2009, pp. 289-308Consejo Mexicano de Investigacin Educativa, A.C.

    Distrito Federal, Mxico

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14004013

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    INVESTIGACIN-ACCIN PARTICIPATIVAEN LA EDUCACIN LATINOAMERICANA*Un mapa de otra parte del mundoEDUARDO FLORES-KASTANIS, JUNY MONTOYA-VARGAS Y DANIEL H. SUREZ

    En memoria de Orlando Fals-Borda (1925-2008)

    Una preocupacin temticaCmo se ha desarrollado la investigacin-accin participativa en edu-cacin (IAPE) en Amrica Latina? sta es la pregunta que tratamos

    de responder en este captulo. En los ltimos cinco aos, en revistas aca-dmicas latinoamericanas slo se ha publicado un puado de artculos(Contreras, 2002; Chavarra y Orozco, 2006; Flores, 2006; Hamel et al.,2004; Mendoza, 2003; Muoz et al., 2002; Salcedo et al., 2005), lo quecontrasta con el gran nmero de proyectos de IAPE en Amrica Latina que,desde los aos ochenta, se han presentado y discutido en conferencias, porcorreo electrnico, blogs y sitios de internet, pero que jams se han publi-cado. Nuestra preocupacin temtica es, por consiguiente: por qu la IAPEest tan notablemente ausente en las publicaciones acadmicas, pero muypresente en el campo?

    RMIE, ENERO-MARZO 2009, VOL. 14, NM. 40, PP. 289-308

    Aporte de discusin

    * El presente trabajo es la traduccin del captulo Participatory Action Research in Latin American Education:A road map to a different part of the world, incluido en Noffke, S.E. y Somekh, B. (eds.) (2009). The SAGEHandbook of Educational Action Research, Londres: SAGE (ISBN: 9781412947084). Agradecemos a los edito-res en SAGE por su autorizacin para esta publicacin. Traduccin de los autores.

    Eduardo Flores-Kastanis es profesor asociado de la Escuela de Graduados en Educacin y coordinador delgrupo de investigacin La escuela como organizacin de conocimiento del Instituto Tecnolgico y deEstudios Superiores de Monterrey (Mxico). Av. H. Colegio Militar 4700, col. Nombre de Dios, 31300,Chihuahua, Chih., CE: [email protected]

    Juny Montoya-Vargas es profesora asociada de Derecho y Educacin y directora del Centro de Investigaciny Formacin en Educacin (CIFE) en la Universidad de los Andes (Colombia). CE: [email protected]

    Daniel H. Surez es profesor adjunto del departamento de Ciencias Educativas e investigador senior delInstituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin en la Universidad de Buenos Aires (Argentina).CE: [email protected]

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    Flores-Kastanis, Montoya-Vargas y Surez

    Ms que una explicacin total o sistmica, nuestro captulo es como unmapa que registra los puntos ms visibles del terreno, dejando la mayorade lo que hay entre estos puntos en blanco, vacos para ser llenados porquienes han estado ah o aquellos dispuestos a ir y registrar lo que hay enestos espacios. Esperamos que este mapa llegue a nuestros colegas latinoa-mericanos en esos puntos intermedios, para que juntos podamos tener unmapa ms detallado, y muy necesario, de la IAPE en Amrica Latina.

    Topografa inicialEstructuramos este captulo siguiendo la lnea de razonamiento de nues-tros intercambios previos a la redaccin del texto aunque fuimos avanzan-do en varios ciclos similares a la misma investigacin-accin. Usamos unaherramienta heurstica llamada el tringulo de Foucault (Flynn, 1988),que considera todo hecho social de importancia como una respuesta a ne-cesidades ticas, polticas y epistemolgicas. Esto fue necesario porque es-tbamos tan inmersos en los aspectos polticos de la educacin y de la IAPEcomo latinoamericanos politizamos todo que perdamos de vista el pa-norama ms amplio que permite explicar mejor la IAPE en Amrica Latina,especialmente la paradoja de una forma de investigacin que es casi invisi-ble en las publicaciones acadmicas, pero muy visible en las aulas y lasescuelas.

    Empezamos presentando una muy breve perspectiva histrica de la IAPEen nuestros tres pases (Argentina, Colombia y Mxico), estableciendo elcontexto inicial de nuestro dilogo. Nos concentramos en el rasgo comnde nuestras historias, que creemos que se presenta en todos los pases deAmrica Latina: la participacin social ha sido reprimida abiertamentepor el Estado en el pasado y, aunque en menor medida, se sigue repri-miendo hoy en da. Bajo estas condiciones, muy diferentes a las de lospases ms democrticos, donde se ha escrito mucho sobre la investiga-cin-accin, la IAPE en Amrica Latina se ha movido en otra direccin,que ha respondido a los requerimientos ticos de una participacin mo-ralmente autntica y no simulada. A este respecto el trabajo de Paulo Freire,el pedagogo brasileo, es de suma importancia para entender la IAPE ennuestra regin, y se convierte en un punto de referencia importante ennuestro mapa.

    Con el tringulo de Foucault como brjula, el captulo explora despusla naturaleza poltica de la IAPE en el trabajo del socilogo colombiano

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    Investigacin-accin participativa en la educacin latinoamericana: un mapa de otra parte del mundo

    Orlando Fals-Borda, un referente ineludible en nuestra ruta. As como eltrabajo de Freire es crucial para entender la respuesta tica de la IAPE enAmrica Latina, el de Fals-Borda es seminal para entender cmo la IAPE seenfrent a los retos polticos de mejorar la vida de las personas en unaregin dnde la sociedad desconfa de la participacin comunitaria e in-tenta neutralizarla de forma activa (Fals-Borda y Rahman, 1991 y Fals-Borda, 1970). Si Freire es nuestra conciencia al hacer investigacin-accin,Fals-Borda es nuestro puo. Ninguno fue parte de la comunidad educati-va de los aos setenta. Ambos se situaron al margen de un mundo acad-mico que consideraban alineado con las formas de represin pensadas porlos gobiernos latinoamericanos con la mayor diligencia y creatividad. Siendouno abogado Freire y el otro socilogo Fals-Borda, estaban ms pre-ocupados con la participacin real de la comunidad y menos con presen-tar su trabajo en foros acadmicos. Su influencia es la causa de que, en losaos setenta y ochenta, la IAPE fuera casi clandestina en nuestra regin. Sehace mucho trabajo de campo, pero casi nada se presenta y discute enpblico. Ambos regresan a la academia veinte aos despus de haberlaabandonado, cuando ya eran Paulo Freire y Orlando Fals-Borda, y no unpar de latinoamericanos con ideas radicales. Pero la ausencia de un debatepblico en foros acadmicos y de otro tipo continu y esta ausencia es laque explica el rechazo intencional de aquellos que hacemos investigacin-accin a trabajar sobre los fundamentos epistemolgicos de la IAPE y ajustificar por qu lo que se hace est basado en el conocimiento y contri-buye a l. Ante la situacin que se da en nuestros pases, que es cualquiercosa menos democrtica, los aspectos ticos y polticos de la participacineran (y an son) ms importantes que discusiones acadmicas.

    Sin embargo, los aspectos epistemolgicos no pueden ignorarse por siemprey, de manera gradual, han empezado a aparecer desde 2000, en publica-ciones latinoamericanas presentadas por investigadores de esta regin. Unbeneficio (no intencional, pero beneficio al fin y al cabo) del movimientolatinoamericano hacia regmenes ms neo-liberales y globalizados condemocracias dbiles, es que la represin ha adoptado otras maneras, mseconomicistas y tecnocrticas, pero ms abiertas a diferentes formas departicipacin. Los que hacemos investigacin-accin hemos aprovechadoesta coyuntura, y ello le ha permitido a la IAPE empezar a aparecer en losespacios acadmicos y profesionales de Amrica Latina, ocupndose deaspectos epistemolgicos que no se haban analizado antes. Nuestro mapa

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    empieza a ampliarse hacia diferentes regiones e intereses menos definidos,ms como caminos de tierra hechos sobre veredas que se van internandoen nuevos territorios.

    En este nuevo paisaje, apenas bosquejado, presentamos, en la ltimaseccin del captulo, un plan de accin inicial para trabajar los aspectosepistemolgicos de la IAPE, en formas que sean ticamente aceptables ypolticamente viables en nuestro contexto particular, y donde invitamos aparticipar a investigadores latinoamericanos que hacen investigacin-ac-cin, partiendo de lo que ya se ha hecho en trminos epistemolgicos enotros pases sobre la IAPE, pero avanzando en nuestros propios trminos yen funcin de nuestras necesidades como latinoamericanos, y reconocien-do las contribuciones de esta regin, que no son pocas ni menores, al cam-po y prctica de la investigacin-accin.

    Una muy breve historia de la IAPE en Argentina, Colombia y MxicoNuestro dilogo acerca de cmo se ha presentado la IAPE desde finales de losaos setenta nos llev a identificar una serie de patrones comunes en nues-tros tres pases, a partir de un rango muy amplio de eventos y personasinvolucrados en la historia de la IAPE en Colombia, Mxico y Argentina.1

    Colombia siempre ha sido una democracia, pero con instituciones d-biles, al grado que la voluntad de la gente se acepta de jure, pero se ignorade facto. Esto lleva a un impasse democrtico donde diferentes grupos elgobierno, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), losparamilitares, los crteles de la droga, y tambin muchos y muy diferentesgrupos de la sociedad civil usan diversas formas (legales e ilegales) paraque se les escuche. Si la voz de un grupo es lo suficientemente fuerte y seescucha por suficiente tiempo prevalecer y, en cierta medida, ste tendracceso al poder. Y si un grupo no se mete con los dems, los otros lodejarn tranquilo. Para tener poder se debe estar en la palestra pblica sinempujar a otros fuera. El poder no se le regala a nadie. Est determinadopor la visibilidad que se tenga. Y siempre hay un peligro en esta forma dedetentar el poder. Quien tiene ms visibilidad, rara vez habla por la mayo-ra y casi siempre lo hace por un grupo selecto y pequeo.

    Mxico, por otra parte, hasta 2000 fue una de las monarquas ms exitosasdel mundo, aunque eran de seis aos. Gobernado por un mismo partidopoltico por ms de setenta aos, el Presidente en turno era como un rey,ungido en lugar de ser electo, con todos los sistemas burocrticos, legisla-

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    tivos y judiciales a su completa disposicin. Por slo seis aos. En esesexenio l jams ella poda hacer lo que quisiera. Despus elega a susucesor y se retiraba al exilio. Basado en la cooptacin, como en toda monarquagobernante, el poder es dado y quitado a voluntad del rey y su corte. Si ungrupo pareca estar ganando apoyo popular, se le ofreca un lugar en lacorte o se le ejecutaba sumariamente. La mayora de los grupos prefera (yeventualmente buscaba de manera activa) la cooptacin. Algunos dicenque en Mxico las cosas siguen igual, slo que ahora hay una nueva casareal en el poder. Slo el tiempo lo dir.

    Si se es Presidente de Argentina, la probabilidad de que no se termineel periodo para el cual fue electo (por un golpe militar, por insurreccincivil, por el propio partido o por la oposicin) es casi de 65%. Si se inclu-yen adems enfermedades o muerte natural, es casi de 70%. Por ello elgobierno se renueva regularmente, en un estado de constante flujo, por logeneral movindose de un extremo al otro del espectro poltico como unpndulo amplio, y el poder est basado en el uso de la fuerza. No slo lafuerza militar, aunque Argentina ha sufrido ms que otros pases de repre-sin militar violenta. De una manera menos obvia, pero no por ello me-nos violenta, la represin poltica, financiera, corporativa, intelectual opopular sigue siendo represin. Los grupos que buscan el cambio socialenfrentan estas formas de represin, abriendo y manteniendo espacios queles permiten actuar. El problema es que en la mayora de los casos estosgrupos deben enfrentarse a otros para mantener sus espacios con mediospropios de represin.

    Por qu decimos que la IAPE ha evolucionado de manera similar encontextos polticos que son tan diferentes? Nuestra conclusin es que loque ocurre en cada uno de nuestros pases representa una cara de un pris-ma muy irregular que eventualmente lleva al mismo resultado: un progra-ma de represin sistemtico y recurrente aunque no necesariamenteintencional que utilizan los Estados latinoamericanos para silenciar lasvoces que piden, demandan y promueven el cambio social. Las estrategiaspueden ser diferentes, pero el resultado final es el mismo. En Mxico, laIAPE fue cooptada por la Secretara de Educacin Pblica y adoptada entodos los programas de formacin docente como la manera oficial dehacer investigacin para que los maestros pudieran obtener su ttulo pro-fesional. Institucionalizar a la IAPE es la mejor manera de eliminar su pers-pectiva crtica. La mejor forma de silenciar a un grupo antagonista que

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    busca el cambio es que el grupo hegemnico que quiere mantener el statusquo sea el que patrocine la iniciativa de cambio.

    En Colombia, Orlando Fals-Borda se convirti en la voz de la IAP ypor ello cualquier otro grupo que quisiera realizarla en el campo educativoo cualquier otro tena, primero, que establecer su posicin en relacin conFals-Borda. Pero esto implica establecer la posicin con respecto a otrosproblemas, no slo la IAPE. Al tener posiciones polticas que llevan a dife-rencias irreconciliables, grupos que pudieran trabajar juntos no lo hacen,o se forjan alianzas muy frgiles e incmodas o bien, se reinventan for-mas de IAPE que, en apariencia, son lo suficientemente distintas para quese les asocie con las voces existentes, como fue el caso del MovimientoPedaggico de los ochenta y noventa (Rodrguez, 2002). Diez aos des-pus, existe una forma de IAPE en las universidades, para la formacin demaestros, que adopta sus postulados metodolgicos pero ignora sus com-promisos polticos y ticos (vila, 2005). Todas estas formas de IAPE tie-nen diferentes voces que rara vez se hablan.

    En Argentina, la IAPE se convirti en la manera de dar voz a los movi-mientos populares; grupos con poco estatus acadmico: grupos comuni-tarios, sindicatos de maestros, educadores de adultos trabajando en laalfabetizacin de sectores marginados y comunidades agrarias. Un intentotemprano, en los sesenta, de profesores e investigadores de la Universidadde Buenos Aires termin abruptamente por un golpe militar ms, que lle-v a la emigracin masiva de acadmicos al extranjero. Despus de esteintento la IAPE se convirti, en el peor de los casos, en una actividad sub-versiva (con consecuencias drsticas bajo un rgimen militar) y, en el mejor,en una actividad que careca de rigor cientfico y que no poda ser con-siderada como trabajo acadmico serio.

    Las estrategias para silenciar las voces que demandan el cambio socialse observan dentro del modelo poltico de cada uno de los pases, y cree-mos que el anlisis de otras naciones latinoamericanas nos permitiraidentificar diferentes estrategias que consiguen el mismo objetivo. Estasestrategias no se dirigen nicamente contra la IAPE. Otras actividades yformas de pensar que intentan introducir cambios sociales se silenciande la misma forma, eliminndolas del panorama poltico o forzndolas ala clandestinidad. Esto explica por qu la IAPE se ha mantenido como unmovimiento acadmico en los mrgenes. Emerge en todos nuestros pa-ses en los aos setenta, como un punto de contacto difuso entre varios

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    movimientos de educacin popular; cambios en las ciencias sociales (prin-cipalmente el ascenso de la teora crtica), graves crisis econmicas y polticasque endurecieron las posiciones de los regmenes latinoamericanos, y queprovocaron formas abiertas de oposicin y represin, y una brecha cadavez mayor entre los ricos (cada da ms ricos) y los pobres (cada da mspobres).

    La promocin de la IAPE por grupos de Izquierda llev a la cooptacin(Mxico), la represin (Argentina) o la asimilacin (Colombia). Aunquehay ejemplos de proyectos exitosos de la IAPE desde los aos setenta, soncasos locales aislados, de corta duracin por la falta de apoyo o la interfe-rencia del gobierno. En muy pocos casos han tenido permanencia los pro-yectos de IAPE y hay una lnea de trabajo basada en ella conocida por pocose ignorada por la mayora. El potencial de cambio social de la IAPE, aun-que ha sido demostrado en casos aislados, an no se cumple. Por lo menosen Amrica Latina, la doble premisa de la IAPE transformar las cienciassociales y lograr el cambio social y poltico an est por verse.

    En este contexto, lograr el cambio social y poltico es mucho ms im-portante que la transformacin de las ciencias sociales, y conseguir la trans-formacin social en Amrica Latina no es fundamentalmente un problemaeconmico o de conocimiento, sino un problema tico. Aqu es dondenuestro mapa lleva a su primer punto importante de referencia. Paulo Freire.Nuestro Paulo Freire.

    Paulo Freire y la IAPE: la tica de la participacinDesde que los primeros trabajos de Freire (La educacin como prctica dela libertad y Pedagoga del oprimido) se tradujeron al espaol, a finales delos aos setenta, sus ideas sobre investigacin participativa social y educa-tiva entre acadmicos y personas comunes y corrientes, como una parteconstitutiva de la prctica pedaggica de naturaleza emancipatoria, hanafectado profundamente el campo social y acadmico de Amrica Latina.Tambin es uno de los pocos pensadores de esta regin (Orlando Fals-Borda es otro) cuyo trabajo ha tenido una buena difusin, y ha sido co-mentado y aplicado en Estados Unidos y la mayora de los pases europeos.Su trabajo ha sido traducido del portugus a ms de 20 idiomas, con mu-chos admiradores y seguidores en todo el mundo. Se ha convertido en unhroe radical para militantes de la pedagoga crtica y de la educacinpopular de adultos, y es un personaje emblemtico para experiencias edu-

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    cativas que buscan la emancipacin, la liberacin y la transformacinradical de la sociedad (Coben, 1997). Y es latinoamericano. Es nuestroPaulo Freire, no un autor europeo o estadunidense con ideas relevantespara lo que hacemos. Por ello su influencia intelectual tambin incluye uncomponente emocional que necesita entenderse al viajar por el camino dela IAPE en nuestra parte del mundo.

    Las contribuciones de Freire a la literatura internacional vienen de susprimeros trabajos. Adoptando un eclecticismo innovador, resalt la im-portancia de articular la educacin dentro de un proyecto ms amplio deliberacin poltica y cultural, orientado a leer el mundo, y que la educa-cin popular se convirtiera en accin cultural y poltica para la transfor-macin de la sociedad, promoviendo la cooperacin, la toma de decisionesautnoma, la participacin poltica, y la responsabilidad tica. Establecicomo un requerimiento metodolgico que los educadores llevaran a caboprocesos participativos de indagacin para alinear su enseanza con el universoverbal y la forma de encontrarle sentido al mundo de la gente. En Pedago-ga del oprimido (Freire, 1975) afirma:

    [] la metodologa que defendemos exige [] que, en el flujo de la investi-

    gacin se hagan ambos sujetos de la misma, tanto los investigadores como loshombres del pueblo que, aparentemente, seran su objeto. Cuanto ms asu-

    man los hombres una postura activa en la investigacin temtica, tanto ms

    profundizan su toma de conciencia en torno de la realidad y explicitando sutemtica significativa, se apropian de ella (p. 131) [] La investigacin te-

    mtica se hace as un esfuerzo en comn de toma de conciencia de la realidad

    y auto-conciencia, que la inscribe como punto de partida del proceso educa-tivo o de la accin cultural de carcter liberador (p. 132-133) [] Investiga-

    dores profesionales y pueblo, en esta operacin simptica que es la investigacin

    del tema generador, son ambos sujetos de este proceso (p. 134).

    El nfasis de Freire es sobre las dimensiones ticas de la participacin igualitariaen la accin poltica y pedaggica, no en la dimensin epistemolgica. Sutrabajo, divulgado bajo las premisas del dilogo y la horizontalidad enlas relaciones de poder y de conocimiento y el requerimiento tico de unaparticipacin autntica, ha informado una enorme variedad de proble-mticas tericas y metodolgicas en el campo; tambin ha cuestionadoformas de intervencin orientadas a la co-participacin en la produccin

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    Investigacin-accin participativa en la educacin latinoamericana: un mapa de otra parte del mundo

    del conocimiento donde se sacrifica la horizontalidad y la participacinautntica (Anderson, 2002; Hernndez, 2007).

    El concepto freireano de participacin es muy provocativo y frtil, tras-cendiendo el campo de la educacin popular e incluso el de la investiga-cin-accin participativa. Sin embargo, es importante observar que muchasapropiaciones mal informadas y dogmticas de las ideas de Freire tienden aconvertir sus demandas ticas de participacin, al igual que otros princi-pios tericos y metodolgicos, en criterios normativos para diferenciar buenasprcticas (realmente freireanas) de aqullas que no lo son (Coben,1997). Una ortodoxia freireana delimita los mrgenes de un dilogo legtimoy define quines son interlocutores vlidos, reduciendo el campo de lainteraccin, enquistndola y excluyendo la posibilidad de dialogar de ma-nera productiva con otras tradiciones de pensamiento social y pedaggico.Es difcil evaluar qu tanta influencia tiene esta tendencia, sin embargopodemos afirmar que ha contribuido a presentar una visin proftica yromntica de Freire, que hace difusos los componentes ticos y tericos desu trabajo intelectual, reduciendo las contribuciones potenciales que pue-de hacer para revitalizar la IAPE en Amrica Latina. De manera an msperniciosa, vuelve invisible una buena parte de la produccin intelectualde Freire.

    Mas all de la interpretacin ampliamente difundida de los primerostrabajos de Freire, hay otro Freire cuya renovada y ms sugerente produc-cin intelectual viene de sus experiencias acadmicas, polticas y guberna-mentales, con frecuencia ignoradas fuera de Amrica Latina. Este trabajono ha sido suficientemente ledo, criticado y debatido en el campo de laIAPE en Amrica Latina, y mucho menos fuera de nuestra parte del mun-do. Esta produccin posterior emerge de su reflexin crtica sobre los tex-tos cannicos de su primera etapa (especialmente su Pedagoga del oprimido).Su trabajo revisa muchos de sus principios ms radicales relacionados conla participacin y las posibilidades y lmites del cambio social revolucio-nario. Freire tambin refleja su propia militancia en el Partido de los Tra-bajadores de Brasil y su experiencia como funcionario en la Secretara deEducacin de la municipalidad de San Pablo (1989-1992), compartiendonuevas contribuciones y sugerentes intuiciones tericas respecto de la en-seanza, las escuelas, y la poltica y la tica educativas.

    En sus ltimas publicaciones, especialmente en Pedagoga de la espe-ranza (1993), Pedagoga de la autonoma (1997a) y Pedagoga de la in-

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    Flores-Kastanis, Montoya-Vargas y Surez

    dignacin (1997b), Freire vira claramente sus preocupaciones hacia elcampo de la administracin de escuelas pblicas y hacia una tica de laparticipacin reformulada. Expande la base conceptual y los ambientessociales para la participacin y el dilogo e indica la necesidad de gene-rar condiciones diferentes y nuevas reglas discursivas y prcticas parauna conversacin respetuosa y plural. Una nueva forma de dilogo quereconoce las diferencias y disidencias en un marco de equidad para laparticipacin efectiva de las mayoras en el diseo, desarrollo y evalua-cin de polticas pblicas. ste parece ser el imperativo tico democrti-co del ltimo Freire, al que necesitamos reconocer y llevar a la accin sivamos a responder a las demandas epistemolgicas que actualmente se lehacen a la IAPE.

    La ortodoxia freireana, al igual que muchos acadmicos latinoameri-canos trabajando con IAPE, todava relaciona a Freire con posicionesemancipatorias extremas y con un furioso y urgente radicalismo polti-co, cuando lo cierto es que l vir hace mucho tiempo hacia posturasms democrticas derivadas de sus experiencias sociales, polticas y per-sonales durante los aos noventa. Sus ltimas intuiciones y teoras antienen que explorarse y discutirse, pero tienen el potencial de revitalizara la IAPE, estableciendo condiciones para un dilogo entre diversas y pocoortodoxas experiencias comunitarias, acadmicas y sociales que tratan dedesarrollar procesos de coparticipacin para la produccin de conoci-miento con objetivos de intervencin y metas democrticas explcitas.Estas experiencias se encuentran en los mrgenes de los sistemas educati-vos, en movimientos, redes y colectivos de educadores diseminados portoda Amrica Latina, pero tambin estn en el centro de iniciativas degobiernos locales y nacionales que intentan legitimarse en el nuevo con-texto social de esta regin. Es difcil reconocer y clasificar esas experien-cias como investigacin-accin participativa porque son excluidas porlos ortodoxos freireanos que argumentan que no son freireanas cuandoen realidad lo son.

    Si no superamos esta mutua desconfianza, nuestra necesidad de dar res-puesta a problemas epistemolgicos se ver gravemente afectada. Necesi-tamos reconocer estas experiencias diferentes de los mrgenes y del centrocon su lgica y contextos particulares, entendidas en su propio lenguaje ymodulaciones; una descripcin sumamente detallada y respetuosamentetraducida a otras reas de juego lingstico. Una nueva lectura de la tica

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    Investigacin-accin participativa en la educacin latinoamericana: un mapa de otra parte del mundo

    freireana, menos dogmtica, ms democrtica, nos ayudar en esta tarea.Y haran que Paulo se sintiera orgulloso.

    Fals-Borda y la IAP: las polticas de la participacinEn trminos de la poltica de la accin (Noffke y Brennan, 1997), pode-mos decir que para Orlando Fals-Borda, la IAP fue creada para transfor-mar no slo la esfera personal y profesional, sino todo el mbito poltico.Trabajando con grupos locales, los investigadores que hacan IAP tenancomo fin emprender proyectos de gran calado como el desarrollo de unasociologa de la liberacin, cuyo propsito era destruir las estructurasdominantes de poder y clase social, y asegurar la satisfaccin de las necesi-dades del pueblo. La participacin siempre implica la participacin pol-tica, aun cuando el proyecto en s mismo no sea poltico (Fals-Borda,1987:126).

    Fals-Borda inaugur la sociologa emprica en Colombia como funda-dor, en 1961, de la Facultad de Sociologa en la Universidad Nacional,orientada a la liberacin de la poblacin ms vulnerable de la sociedadpor medio del trabajo colectivo y organizado y el estudio de la pobreza, yhacia la modernizacin social, resumida y articulada en diferentes progra-mas de investigacin y acciones comunitarias que cada miembro en sumomento estudi y promovi (Segura y Camacho, 1999:27). Sin embar-go, a finales de la dcada, los estudios sociolgicos fueron criticados comoherederos del positivismo y pragmatismo estadunidense, que no contri-buan en nada al cambio social. Esta percepcin, aunada al malestar queme produca una academia rutinaria y alejada de la realidad, un Estadoincompetente y una izquierda dogmtica y anquilosada (Fals-Borda, cit.en Grisales, 2004:2) llev a Fals-Borda y otros acadmicos a dejar la Uni-versidad Nacional y trabajar por su cuenta.

    Fals-Borda y sus colegas desarrollaron un mtodo para sistematizar elconocimiento popular y devolvrselo a los grupos con los que trabajaban, conel fin de motivar a la accin colectiva para el cambio social y polticocontra poderes opresivos. Hacer esto se llam devolucin sistemtica ysegua ciertas reglas: devolver a los grupos de base que proporcionan lainformacin los materiales culturales e histricos locales de una manerasistemtica y acorde con su nivel de desarrollo poltico y educativo; expre-sar los resultados de los estudios en un lenguaje accesible; permitir a losgrupos de base el control de la investigacin y de la manera en que se

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    Flores-Kastanis, Montoya-Vargas y Surez

    divulgan los resultados de su trabajo. Los investigadores no deben definirlas tareas de la investigacin; sino que debe hacerse en constante consultacon la gente; reconocer la generalidad de las tcnicas cientficas y ponerlasal servicio de las personas; y, por ltimo, que los intelectuales obtenganretroalimentacin directa de las bases (Fals-Borda, 1992).

    Fals-Borda y otros cientficos sociales colombianos iniciaron la Roscade investigacin y accin social (Parra, 1983), y desarrollaron una meto-dologa llamada estudio-accin, que evolucion a investigacin participativa(IP), y despus a investigacin-accin participativa (IAP) como se la cono-ce hoy (la palabra rosca tiene una doble connotacin, una como crcu-lo y otra como un tipo de nepotismo, donde la gente slo incluye a susamigos y parientes dentro del crculo. La intencin al usar esta palabra fueuna declaracin poltica, ya que fue la primera vez que un trmino tannegativo se usaba para nombrar a un grupo de investigacin, y la primeravez que un grupo con semejante nombre tuvo personalidad jurdica). Estanueva forma de ver y tal vez es ms apropiado decir de escuchar fue loque llamamos IAP. Como pasa con las grandes cosas, no tuvo un inventor.Nadie lo descubri (Molano, 1998). Este puede ser el caso; sin embargo,la presentacin de la IAP a la comunidad internacional en el SimposioMundial de Cartagena (1977) llev a que se utilizara en muchas partes delmundo, ganado aceptacin como una perspectiva legtima para la produc-cin de conocimiento, y resultando en el reconocimiento mundial de Fals-Borda como un cientfico social (Grisales, 2004).

    Hoy en da, la versin de la IAP de Cartagena conserva muchas de suscaractersticas esenciales, como la nueva reinstalacin de la tica en losprocesos de investigacin y promocin social, la reivindicacin de la de-mocracia como fuente de inspiracin intelectual y poltica, la reivindica-cin de la relacin sujeto-sujeto en la investigacin (Segura y Camacho,1999:33). Sin embargo, tambin ha experimentado cambios importantes.En sus etapas iniciales haba una confianza excesiva en el conocimientopopular y una honda desconfianza hacia la academia. Tambin era pro-fundamente poltica, buscando el cambio poltico radical a toda costa.Con el paso de los aos estas posiciones han cambiado Yo no aceptodice Rodrguez (cit. en Fals-Borda y Rodrguez, 1987) que la IP sea unparadigma que se oponga en trminos absolutos a la investigacin acad-mica (p. 34) [] no se trata de popularizar el saber mediocrizndolo, sinode democratizar el saber que se produce en la universidad comprometindolo

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    con la causa popular (p. 38). Al paso de los aos se ha abierto a la idea deconfrontacin y coexistencia de paradigmas alternativos, y por ello a unamayor flexibilidad epistemolgica y terica. Aunque no logr sus metaspolticas, la IAP ha enriquecido las perspectivas nacionales e internacio-nales de la investigacin sociolgica (Segura y Camacho, 1999:34).

    Desde dos direcciones distintas, una que viene de una preocupacintica y otra desde una demanda poltica, la posicin de la IAPE en AmricaLatina ha cambiado en cuarenta aos al punto de que ahora es un requeri-miento tico, y una necesidad poltica, responder a las demandasepistemolgicas de la IAPE. Nuestro mapa llega a un cruce de caminos y elterreno ante nosotros es desconocido. Hacia dnde continuar es lo quepresentamos en la ltima parte de este captulo.

    Conocimiento para la IAPE: Un plan de accin inicial para Amrica LatinaAmrica Latina en su conjunto todava no ha hecho una contribucinepistemolgica que iguale las contribuciones individuales de Freire o Fals-Borda. Sin embargo, no necesitamos un nuevo hroe radical. Esto es algoque debemos hacer entre todos. Necesitamos conocimiento producido porla IAPE que pueda ser compartido y utilizado en los campos acadmicos yprcticos. Cuando especificamos y problematizamos nuestras peculiarida-des histricas, tambin reflexionamos sobre cmo el reconocer de maneracrtica nuestra especificidad puede contribuir a revitalizar y reconceptualizarla IAPE en nuestra parte del mundo. Nuestro plan de accin responde aesta necesidad epistemolgica, una nueva direccin en nuestro mapa a lu-gares an por visitar.

    Primero debemos aceptar el papel que el Estado ha representado y po-dra representar a la hora de configurar el campo cientfico en general, yde la IAPE en particular. El Estado es un actor fundamental en AmricaLatina y tiene poder para establecer qu es conocimiento vlido en lossectores cientficos y acadmicos, adems de ser un actor importante quelegitima, valida, apoya, financia y desarrolla ciertas modalidades de inves-tigacin social a expensas de otras. El Estado latinoamericano desempeun papel central en la prdida de legitimidad cientfica y poltica de laIAPE. Sin embargo, durante las ltimas dos dcadas, las polticas neoliberaleshan llevado al Estado a ceder su posicin como nico patrocinador de lacultura, educacin y ciencia, dejando el campo a los acadmicos e investi-gadores; en concreto, en trminos de qu se considera como conocimiento

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    valioso y cmo se reposicionan los principales actores e instituciones p-blicas en el mercado de produccin del conocimiento. Desde esta nuevalgica, algunas polticas gubernamentales se han orientado a la promo-cin de iniciativas sociales, de salud pblica, productivas o educativas ypara ello le han dado poder a los actores en comunidades locales, favoreci-do iniciativas aisladas de IAPE a travs de convocatorias pblicas de pro-puestas con esta orientacin o financiando estas iniciativas de forma directa.Estas polticas han generado muchas preguntas relacionadas con los dife-rentes tipos de IAPE. Dos de ellas, en las que se enfoca nuestro plan deaccin, son:

    1) Cmo responder al imperativo terico y metodolgico de la participa-cin autntica de todos los actores (investigadores y miembros de lacomunidad) en el diseo, el desarrollo y la validacin de proyectos deinvestigacin?

    2) Cmo se produce conocimiento crtico de manera efectiva que con-duzca a verdaderas transformaciones y cambios?

    Las definiciones de participacin son importantes para recuperar y re-construir crticamente experiencias donde se haya dado una participa-cin autntica y diferenciarlas de aquellas derivadas de estrategias represivasque distorsionan la relacin sujeto-sujeto. Hoy tenemos una amplia difu-sin social y dispersin de variedades de investigacin-accin y de enfo-ques sobre la construccin de conocimiento que requieren la participacinde investigadores y actores sociales (maestros, educadores populares, miembrosde comunidades, organizaciones sociales) as como ciertas orientacionespara cambiar o transformar las realidades de estos grupos, aunque seanpoco claras. Es importante entender cmo conceptualizan estos grupos laparticipacin en trminos tericos y cmo se presenta realmente la parti-cipacin. Este trabajo de reconceptualizacin, sistematizacin y recupera-cin es crtico para identificar y reconstruir verdaderas experiencias deIAPE, con independencia de que se ajusten o no a lo que est delimitadoactualmente como IAPE, o que utilicen o no el discurso aceptado de laIAPE. Ese trabajo nos puede dar indicaciones sobre cmo repensar y gene-rar un lenguaje terico y metodolgico ms razonable para nuestra regin.

    Una de las peculiaridades derivadas de la construccin histrica y pol-tica de la IAPE en Amrica Latina es que ha encontrado un importante

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    espacio para la experimentacin y el desarrollo en los campos sociales ycomunitarios, sobre todo en las iniciativas de las organizaciones popularesy de los movimientos sociales para producir conocimiento de manera co-lectiva sobre sus propios intereses, problemas y luchas, apoyados o no porel Estado, con o sin la colaboracin de investigadores. En este contexto,tiene sentido un plan de accin dirigido a consolidar procesos autnticosde participacin, y llevar a cabo de manera intencionada accionestransformadoras. Estas preocupaciones tienen primaca sobre preguntascentradas nicamente en problemas de validez epistemolgica, aspectosmetodolgicos y acerca de qu tan crtico es en realidad el conocimientogenerado por la IAPE. El primer paso para lograr esto es cambiar de manerafundamental el lenguaje que usamos cuando hablamos de y sobre la IAPE.Necesitamos hablar con trminos menos dogmticos y ms incluyentes acercade lo que hacemos y lo que pretendemos lograr, y entender la naturaleza ten-tativa del conocimiento y el imperativo tico del conocimiento en una socie-dad democrtica. Esto es algo que los latinoamericanos tenemos que aprendera hacer y necesitamos empezar a hacerlo ahora.

    Nuestra historia ha llevado a la IAPE a conformarse en una prcticasocial centrada en el cuestionamiento y la resistencia que busca cam-bios drsticos en sus manifestaciones ms extremas, o busca crear espaciosy posiciones de influencia para ciertos grupos desplazados de los procesosde toma de decisiones en sus versiones menos radicales. Ambas prcticashacen a estos grupos ms visibles e influyentes, pero hacen muy poco paralograr cambios sociales reales. Estas condiciones de produccin del cono-cimiento han llevado a un desarrollo peculiar de la IAPE en nuestros pa-ses, significativamente diferente a formas adoptadas en pases ms democrticos,donde los espacios y polticas estn enmarcados institucionalmente y don-de la IAPE est bajo el patronazgo de grupos acadmicos y universitariosque estn protegidos y que, a la vez, le proporcionan una proteccin rela-tiva a los grupos externos que participan en iniciativas de IAPE. En espa-cios protegidos un lenguaje radical es til, e incluso se espera que sea radical.En espacios desprotegidos, conduce a la exclusin y a la represin.

    Nuestra tendencia hacia el activismo y a las intervenciones polticasradicales ha causado que innumerables proyectos de IAPE desdeen el po-tencial crtico del conocimiento que generan o que acepten trabajos nomuy rigurosos. Como la IAPE prefiere prcticas polticas de resistencia,gran parte del conocimiento obtenido en el campo carece de una reflexin

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    sistemtica sobre las condiciones y criterios utilizados para generar esteconocimiento, y de las estrategias epistemolgicas que garantizan su valore impacto como conocimiento social. Esta falta de inters en reflexionar ypublicar lo que se ha hecho, o en tratar de llegar a acuerdos sobre mtodoscomunes, elimina efectivamente oportunidades para compartir prcticaspolticas y culturales que han logrado el cambio social, y para convertiresas experiencias en indagacin crtica social. La ausencia de reflexin pblicay activa hace que el conocimiento que producimos sea conceptualmentedbil, alineado con panfletos y consignas tan extremas que se vuelve in-comprensible. El conocimiento se vuelve dogmtico, perdiendo el valorcrtico que pudo tener en algn momento.

    Muchas experiencias sociales que logran la construccin colectiva deconocimiento crtico y que incluyen prcticas efectivas de transformacinen comunidades se desperdician, debido a cierta racionalidad indolen-te que afecta nuestra prctica de produccin intelectual y a la manera enque conocemos y replanteamos los problemas de investigacin en nuestraparte del mundo (Santos, 2006), porque no podemos llegar a un acuerdosobre cmo hablar de nuestro trabajo sin agitar una bandera poltica o lucirlos colores de nuestra pandilla epistemolgica. No podemos participar enconversaciones que sean recprocamente productivas con otras experien-cias, ni estamos en una posicin para disputar la verdad que las defini-ciones acadmicas institucionalizadas de la IAPE generadas en Europa y enlos pases de habla inglesa productores de conocimiento dan por hecho,pero que no representan las diferentes experiencias polticas, sociales yeducativas de Amrica Latina. Esta divisin en el campo de la IAPE entrelas experiencias sociales y acadmicas as como la ausencia de dilogoshorizontales y de traducciones adecuadas de lo social a lo acadmico yviceversa, explica por qu hoy en da la IAPE en Amrica Latina est tandesestructurada y tiene tan poca legitimidad social y acadmica para pro-ducir conocimiento de manera colaborativa, con verdadero poder polticoemancipatorio y transformativo.

    Es por esto que no es conveniente llegar a un acuerdo sobre una nicay excluyente definicin de la IAPE en Amrica Latina, que no reconozcalas experiencias heterogneas y las heterodoxias epistmicas y metodolgicasque en muchos sentidos representan estrategias contra un Estado autori-tario. Tampoco es conveniente seguir utilizando un lenguaje radical queno describe lo que la IAPE realmente ha logrado hacer, que es mucho

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    Investigacin-accin participativa en la educacin latinoamericana: un mapa de otra parte del mundo

    menos de lo que quisiramos, pero mucho ms de lo que parece a simplevista. Siguiendo a Freire, necesitamos abrir y mantener una conversa-cin dialgica horizontal entre todos los actores del campo de la IAPE,donde celebremos nuestras diferencias. Siguiendo a Fals-Borda, debe-mos hacerlo como una medida de accin poltica, no para mantener elstatu quo sino para cambiarlo.

    Nuestro plan obedece a dos motivos. Por un lado, y debido a su grado decapilarizacin social, no todas las experiencias de IAPE que ya han tenidolugar y las que se estn realizndose ahora han sido sistematizadas y pu-blicadas, y ello dificulta su identificacin. Unos grupos se resisten a identi-ficar su proyecto como de IAPE porque su trabajo no se considerar investigacinlegtima. Otros grupos que hacen IAPE como parte de iniciativas acadmicaso estatales tienen dificultades para darle voz a la participacin autntica delos actores sociales y comunitarios. Por otro lado, para poder publicar, loque se ha hecho debe reformularse para que parezca ms acadmico, y enese proceso de traduccin hacen invisibles los principios bsicos que inspi-raron la investigacin. Necesitamos hacer que se sienten en una misma mesaestos grupos que estn haciendo IAPE en la prctica con el fin de empezar ahablar sobre lo que hacemos y por qu lo hacemos, sin alienarnos los unos alos otros. Necesitamos generar un nuevo lenguaje para la IAPE, que nos per-mita hablar entre nosotros independientemente del grupo en el que esta-mos, reconociendo los intentos que se hacen desde la academia, aunque sesacrifique la participacin en aras de generar conocimiento, y los esfuerzosde los grupos sociales y comunitarios, aunque se sacrifique el conocimientogenerado en aras del cambio social. Necesitamos un lenguaje que sea menosdogmtico, menos crtico, menos ortodoxo y menos excluyente, ms incluyente,ms enfocado a encontrar territorio comn y que acepte ms la heterodoxia.Un lenguaje ms latinoamericano y menos anglo-europeo. Los opuestos enla lgica lineal tradicional chocan y se atacan mutuamente. Los opuestos en lalgica dialctica son requisito esencial para generar nuevo conocimiento dela sntesis de ambos. Por fin en Amrica Latina los opuestos son visibles. Estiempo de trabajar con ambos para crear una nueva plataforma que nospermita generar conocimiento para todos.

    Este captulo en el Manual [The SAGE Handbook of Educational ActionResearch] es la primera accin de nuestro plan. Esperamos que no sea lanica accin que llevemos a cabo. Invitamos a los investigadores latinoame-ricanos que hacen IAPE a participar en un dilogo que apenas ha comenzado

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    dentro de un contexto ms enfocado a cuestiones epistemolgicas y quetome como punto de partida los aportes de Amrica Latina al campo de latica y la poltica de la IAPE. La praxis es, despus de todo, accin informadaen el conocimiento verdadero que es, adems, ticamente justa. No pode-mos hablar de nuestras contribuciones como latinoamericanos a la episte-mologa de la IAPE, pero podemos hablar, y a viva voz, sobre los problemasticos y polticos de la accin y lo que necesitamos para que sea una accinjusta, cuando debemos enfrentar da a da lo que pasa en nuestras socieda-des latinoamericanas, que son profundamente injustas.

    Agradecimientos (para esta edicin)Agradecemos la distincin que nos hace la Revista Mexicana de InvestigacinEducativa de publicar la traduccin de este captulo que se incluye en: Noffke,S.E. y Somekh, B. (eds.) (2009). The SAGE Handbook of Educational ActionResearch, Londres: SAGE (ISBN: 9781412947084). Ms informacin sobreel Handbook puede encontrarse en la siguiente direccin: http://www.sagepub.com/booksProdDesc.nav?prodId=Book231849&

    Agradecemos tambin a nuestros editores en SAGE por permitirnos pu-blicar la traduccin, y la ayuda invaluable de Carlos F. Morales de SetinRavina de ayudarnos con la traduccin. Las ideas de este captulo estabanen espaol, pero el captulo naci en ingls, y traducirlo fue una empresams difcil de lo que pensamos. As que, Gracias Carlos!

    Este captulo representa un plan de accin para acadmicos y miem-bros de comunidades educativas latinoamericanas; el inicio de un dilogoque esperamos empiece aqu. Agradeceremos a cualquiera interesado en laInvestigacin-Accin Participativa en Educacin (IAPE) que se comuniquecon nosotros para seguir el dilogo que los tres (Eduardo, Juny y Daniel)empezamos al escribir este artculo.

    Nota1 Nota de los autores: Ofrecemos una dis-

    culpa por no dar un tratamiento histrico com-pleto a la IAPE en esta seccin. Tendramos quededicar el captulo entero, si no es que varioscaptulos del Handbook, para poder hacerlo. Loque presentamos es el resultado del dilogo conel que iniciamos nuestra colaboracin, dondehablamos mucho, como buenos latinoamerica-

    nos, de la historia de nuestros pases. Y presen-tamos este resultado de una forma poco con-vencional, para enfatizar que en ltima instancialo que hemos vivido es la misma historia, sim-plemente con atuendos y acentos diferentes: unahistoria de represin sistemtica por parte delEstado de los intentos de lograr cambios socia-les importantes.

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