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Bonjour y el Mito de lo Dado  [DRAFT] Milton Laufer – UBA / CONICET / GAF Introducción Uno de los problemas más antiguos en la epistemología es aquel acerca de si tenemos buenas razones o no para considerar que nuestras creencias empíricas son verdaderas. Cierta parte de la filosofía, por lo general en áreas distintas a la epistemología, ha tomado como un axioma que carecemos de tales razones, negando todo acceso representativo al mundo, y se aferra a lo que me agrada denominar horror mundi. Dada la proliferación de posiciones como éstas, cuyos orígenes quizás podemos rastrear en filósofos como Friedrich Nietzsche o  Wilfrid Sellars y sus desarrollos más radicales dentro del marco de la filosofía analítica en Richard Rorty 1 , un repaso por los fundamentos que se han dado a las mismas parece completamente a lugar. Por supuesto, el problema no ha sido evitado en general 2 . Dentro de las posiciones que buscan alguna respuesta a esta pregunta podemos trazar una primera división: aquellos que consideran que el sujeto tiene acceso a esas razones que lo justifican y aquellos que no toman dicho acceso como algo relevante (o, simplemente, lo niegan). Esta división establece la distinción entre internismo y externismo, respectivamente. Otra frontera que puede ser trazada es a partir de la pregunta de si hay algo como creencias básicas, creencias que en su justificación apelan a alguna relación más o menos directa con el mundo exterior, y aquellas  posiciones que niegan la posibilidad de que algo que no sea una creencia pueda contribuir a la justificación de creencias. Esta nuevo límite traza la distinción entre fundacionismo y coherentismo, también respectivamente. De estas categorías han surgido tres posiciones largamente sostenidas: el internismo fundacionista, el internismo coherentista y el externismo fundacionista 3 . Por fines prácticos, llamaré a la primera simplemente fundacionismo, a la segunda coherentismo y a la tercera externismo. 1 En el caso de Richard Rorty existe, intuyo, la posibilidad de afirmar que, si bien posteriores, son las consecuencias que extrae para el ámbito de la filosofía práctica las que, en última instancia, dan más atractivo a y, de algún modo avalan, sus tesis epistemológicas. Mi posición, que excede por mucho las posibilidades del presente trabajo, es que es posible sostener (algo de) las consecuencias políticas que este autor ha extraído sin necesidad de conservar sus premisas epistemológicas. 2 Otros grupos evitan dar respuesta a esta pregunta, a veces dando por sentado que la posición de sentido común según la cual de hecho estamos justificados debe ser cierta, y centra su atención sobre otros asuntos epistemológicos, como por ejemplo el análisis del concepto conocimiento, las condiciones de atribución de conocimiento o justificación, la resolución de paradojas, estudios formales sobre la estructura de los sistemas de creencias y otros asuntos. 3 Laurence Bonjour señala la existencia de posiciones de tipo externistas coherentistas. Sin embargo, las mismas son lo suficientemente escasas como para no considerarlas en este trabajo. 1

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Bonjour y el Mito de lo Dado [DRAFT]

Milton Laufer – UBA / CONICET / GAF

Introducción

Uno   de   los   problemas  más   antiguos   en   la   epistemología   es   aquel   acerca   de   si 

tenemos   buenas   razones   o   no   para   considerar   que   nuestras   creencias   empíricas   son 

verdaderas. Cierta parte de la filosofía, por lo general en áreas distintas a la epistemología, 

ha   tomado   como   un   axioma   que   carecemos   de   tales   razones,   negando   todo   acceso 

representativo al mundo, y se aferra a lo que me agrada denominar horror mundi. Dada la 

proliferación de posiciones como éstas, cuyos orígenes quizás podemos rastrear en filósofos 

como Friedrich Nietzsche o  Wilfrid Sellars y sus desarrollos más radicales dentro del marco 

de la filosofía analítica en Richard Rorty1, un repaso por los fundamentos que se han dado a 

las mismas parece completamente a lugar. 

Por supuesto, el problema no ha sido evitado en general2. Dentro de las posiciones 

que buscan alguna respuesta a esta pregunta podemos trazar una primera división: aquellos 

que consideran que el sujeto tiene acceso a esas razones que lo justifican y aquellos que no 

toman   dicho   acceso   como   algo   relevante   (o,   simplemente,   lo   niegan).   Esta   división 

establece la distinción entre internismo y externismo, respectivamente. Otra frontera que 

puede ser trazada es a partir de la pregunta de si hay algo como creencias básicas, creencias 

que en su justificación apelan a alguna relación más o menos directa con el mundo exterior, 

y aquellas  posiciones que niegan la posibilidad de que algo que no sea una creencia pueda 

contribuir   a   la   justificación   de   creencias.   Esta   nuevo   límite   traza   la   distinción   entre 

fundacionismo y coherentismo, también respectivamente. De estas categorías han surgido 

tres   posiciones   largamente   sostenidas:   el   internismo   fundacionista,   el   internismo 

coherentista   y   el   externismo   fundacionista3.   Por   fines   prácticos,   llamaré   a   la   primera 

simplemente fundacionismo, a la segunda coherentismo y a la tercera externismo. 

1 En el caso de Richard Rorty existe, intuyo, la posibilidad de afirmar que, si bien posteriores, son las consecuencias que extrae para el ámbito de la filosofía práctica las que, en última instancia, dan más atractivo a y, de algún modo avalan, sus tesis epistemológicas. Mi posición, que excede por mucho las posibilidades del presente trabajo, es que es posible sostener (algo de) las consecuencias políticas que este autor ha extraído sin necesidad de conservar sus premisas epistemológicas.

2 Otros grupos evitan dar respuesta a esta pregunta, a veces dando por sentado que la posición de sentido común según la cual de hecho estamos justificados debe ser cierta, y centra su atención sobre otros asuntos epistemológicos, como por ejemplo el análisis del concepto conocimiento, las condiciones de atribución de conocimiento o justificación, la resolución de paradojas, estudios formales sobre la estructura de los sistemas de creencias y otros asuntos.

3 Laurence Bonjour señala la existencia de posiciones de tipo externistas coherentistas. Sin embargo, las mismas son lo suficientemente escasas como para no considerarlas en este trabajo.

1

Mi   intuición  respecto  de  estas   tres  visiones  acerca  de   la   justificación es  que   las 

mismas   no   son   tan   incompatibles   como   se   cree,   si   bien   con   ciertas   precisiones4.   El 

coherentismo afirma lo que considero que son una serie de constricciones importantes para 

que   cierto   tipo   de   creencias   estén   justificadas   (sobre   todo   respecto   de   las   creencias 

doxásticamente más elevadas) y el externismo brinda respuestas adecuadas a cierto tipo de 

preguntas acerca de la justificación (en particular, aunque no únicamente, respecto de la 

atribución de   justificación).  Sin  embargo,  por   razones  que   sólo  podré  mencionar  aquí, 

considero  que  el   fundacionismo sigue   teniendo un papel  prioritario  en  relación con  la 

pregunta que inicia este trabajo, dado que los argumentos contra la posibilidad de que el 

coherentismo  pueda  dar   cuenta  de   la   justificación  de   las   creencias   acerca  del  mundo 

externo son muy poderosos (en particular, el argumento sobre los sistemas “aislados” y el 

argumento acerca de los múltiples sistemas compatibles5) y, por su parte, el externismo ­en 

lo que refiere a las creencias empíricas­ parece sólo tener sentido luego de garantizada de 

alguna manera nuestra relación con el mundo exterior. Por supuesto, estas afirmaciones son 

altamente discutibles y el trabajo que aquí  presento no reposa en ellas. Únicamente las 

menciono pues de  las mismas se deduce que sólo si  el   fundacionismo es sostenible mi 

intuición general lo es y, por tanto, urge en mi proyecto una defensa del fundacionismo. De 

cualquier  modo,   incluso   si   la   intuición   que   señalo   no   es   sostenible,   gran  parte   de   la 

plausibilidad de posiciones como el coherentismo y el externismo reposan en la aceptación 

de ciertas críticas que se le han realizado al fundacionismo, ante lo cual un repaso por 

dichas críticas permite evaluar el equilibrio dialéctico de estas posiciones.

El presente trabajo, por tanto, podrá verse como una defensa del fundacionismo. A 

tal fin, intentaré desarrollar la reciente posición fundacionista de Laurence Bonjour. Este 

filósofo es particularmente relevante en el debate, pues hasta hace algunos años sostuvo un 

enfoque coherentista, pero ahora se ha retractado y ha presentado una original solución a 

los problemas que usualmente se le achacaron al fundacionismo; en este sentido, podemos 

verlo como un coherentista recuperado. Estructuraré esta defensa del siguiente modo. En el 

primer  apartado,  presentaré   con  más  detalle   la  posición  fundacionista.  En  el   segundo, 

desarrollaré la crítica ­cuyo origen se remonta a Sellars­ que ataca a esta posición como una 

4 De cualquier modo, no es novcdoso sostener algo de este estilo. Sólo para mencionar algunos ejemplos, Juan Comesaña (sin publicar) defiende una posición que aúna elementos internistas y externistas. Susan Haack (1999) defiende una fusión entre el coherentismo y el fundacionismo y el propio Bonjour (2003: 35-41) sugiere cierta complementariedad entre el externismo y fundacionismo.

5 Sosa (1992).

2

que ha sucumbido al “Mito de  lo Dado”. A continuación ­tercer apartado­,  expondré   la 

respuesta que Bonjour a dado a este problema, tratando particularmente de clarificar los 

términos en los cuales esta respuesta es establecida. En el cuarto apartado desarrollaré una 

crítica que Michael Bergmann le ha realizado a la reciente posición de Bonjour, junto con 

un dilema que, en opinión de su autor, echa por tierra definitivamente la posibilidad de 

cualquier posición fundacionista. En el apartado quinto, trataré de defender a Bonjour de 

los cargos que Bergmann le imputa, apelando para ello a la reconstrucción que he realizado 

de la posición de dicho autor en el tercer apartado. Para finalizar, en la conclusión señalaré 

algunos   problemas   que,   incluso   de   ser   satisfactoria   mi   respuesta   a   Bergmann,   restan 

considerar para hacer del fundacionismo un proyecto sostenible.

1. El fundacionismo 

El   fundacionismo   pretende   detener   la   cadena   de   justificación   de   las   creencias 

empíricas en ciertas creencias usualmente denominadas “básicas”; esto es, creencias tales 

que las mismas no dependerían para su justificación de ulteriores creencias. Que esto se 

presente como una definición negativa es, por supuesto, una explicitación del hecho de que 

tal   posición   surge   primariamente   como   respuesta   al   problema   del   regreso6.   Una 

consecuencia de este carácter negativo es que con él sólo se indica la forma general de una 

posición. Esta forma general es la siguiente:

CF: S está justificado en creer que p si

1) S cree que p

2) S tiene disponible en su conciencia alguna razón R por la cual creer que p.

3) Si  p  no  es  una  creencia  básica,   la   razón  R debe  conducir,  de   forma mediata  o 

inmediata, a una creencia básica.

Por supuesto, surge entonces la pregunta de qué es lo que permite, para el caso de 

las creencias básicas, que R prescinda de ulterior justificación.  Como indica Bonjour, una 

posible  respuesta  a este   interrogante es   la  de  indicar  que para  las  creencias  básicas   la 

cuestión acerca de su justificación simplemente no surge: pero esto no parece más que la 

negación del problema. Otra salida concebible es la de afirmar que para tales creencias la 

6 No históricamente, por supuesto.

3

pregunta   por   su   justificación   no   puede   ser   enunciada   significativamente.   Esta   nueva 

respuesta no parece tampoco ser sostenible, porque la misma niega la posibilidad de un 

hecho real ­esto es, de hecho nos hacemos significativamente la pregunta por la justificación  

de tales creencias­. Asimismo, para ambas alternativas, Bonjour señala ­correctamente en mi 

opinión­ que por sí solas no pueden constituir una respuesta lícita, dado que el único modo 

mediante el cual una creencia podría justificar a otras es mediante la posesión de algo que, 

si  bien quizás no sea propiamente  justificación, de algún modo resulte equivalente a  la 

justificación y, por tanto, este factor novedoso debería por lo menos ser adecuadamente 

explicado.

Otra apelación común para el caso de las creencias básicas es la de indicar que las 

mismas   son   auto­justificativas   o,   también,   auto­evidentes.   Respecto   de   la   auto­

justificatividad, Bonjour argumenta que esta circularidad no parece llevarse bien con el 

espíritu fundacionista y que, por otra parte, aceptar ese movimiento parecería dejarnos sin 

uno de los argumentos usuales contra el coherentismo. La auto­evidencia, por su parte, es 

una   propiedad   plausible   para   cierto   tipo   de   proposiciones   en   las   cuales   la   mera 

comprensión de su contenido nos permite acceder a su verdad (sin necesidad de ulteriores 

proposiciones),  pero no parece ser  éste  el  caso de  las  creencias  básicas:   las  mismas,  a 

diferencia de las anteriores, son esencialmente contingentes y su justificación es en última 

instancia empírica. Esto último, señala Bonjour, hace más clara la dificultad para aceptar la 

auto­evidencia: indicar que la justificación de una proposición depende de la experiencia 

es, justamente, afirmar que dicha justificación depende de algo externo al contenido de la 

proposición en cuestión.

En este contexto, resta por lo menos una respuesta más a la pregunta que articula 

este apartado, respuesta según la cual las creencias básicas se verían justificadas a través de 

cierta   “aprehensión  directa”   o   “conocimiento  directo     [direct   acquaintance]”.  Como   las 

creencias   que   son   foco  de   este   trabajo   son   las   creencias   empíricas,   esta   “aprehensión 

directa” será de las características relevantes del contenido de la experiencia. Los elementos 

serían entonces:

E) Cierta experiencia sensorial.

B)   La   creencia   que,   de   algún   modo,   se   relaciona   en   su   contenido   con   dicha 

experiencia E

C)  Un   “acto  mental”   ulterior   de   aprehensión   directa   de   la   características   de   la 

4

experiencia E tal que este acto justifica la creencia B.

Con   estos   elementos   enumerados,   podemos   dar   por   concluida   una   primera 

aproximación   a   la   posición   fundacionista.   En   el   siguiente   apartado   desarrollaré   los 

problemas que surgen para esta posición.

2. El argumento “sellarsiano” contra el fundacionismo internista.

La necesidad de un elemento como C es evidente para el caso del fundacionista: es 

justamente este elemento el que oficia de base accesible al sujeto epistémico. Si negáramos 

dicho  elemento  y,   sin   embargo,   insistiéramos  en   que   la   creencia  B  está   justificada,   la 

posición pasaría ipso facto a ser externista. La clave es que la creencia B está justificada no 

por el mero hecho de que la misma describa correctamente y de un modo no accidental la 

experiencia   E,   si   no   porque   la   experiencia   E   es   cognitivamente   presentada   y 

epistémicamente aprehensible a partir de este elemento C para el sujeto en cuestión.

El   dilema   sellarsiano   que   Bonjour   encuentra   amenazando   esta   posición   surge 

exactamente aquí: ¿cuál es la naturaleza de este tercer elemento, imprescindible para el 

fundacionista? Si se entiende que C es de naturaleza conceptual, entonces es claro de qué 

manera C puede funcionar como un punto de apoyo para la fundamentación de la creencia 

“básica”, pero inevitablemente surge el problema de cómo, siendo conceptual y, de algún 

modo,   judicativo,   está   este   mismo   elemento   C   justificado.   Pues,   al   ser   conceptual,   C 

categoriza   su   contenido   como   siendo  de   algún  modo  determinado   y   puede,   entonces, 

aplicarse para él mismo la pregunta sobre si dicha categorización es realizada de manera 

correcta o incorrecta. Así, el regreso no ha sido detenido.

Si,   por   otra   parte,   la   respuesta   a   la   pregunta   acerca   de   la   naturaleza   de   este 

elemento C  le  niega carácter  conceptual,   se  evita  entonces el  problema  indicado en el 

párrafo precedente (pues la pregunta por la justificación de C ya no surge), pero sólo para 

encontrarnos con un nuevo problema: de qué modo, si alguno, es que algo que no tiene 

ningún  contenido   conceptual  o  proposicional  puede,   a   su  vez,  justificar  la   creencia  B. 

Después de todo, B ­al ser asertiva­ afirma que algo es de un modo u otro, categoriza su 

contenido como teniendo ciertas características. Pero resulta difícil ver cómo C, en caso de 

no ser ella misma asertiva o clasificatoria, podría proveer elementos para la justificación de 

la creencia B.

5

De este  modo,  vemos  que el   elemento  C,  de  vital   importancia  para  el  proyecto 

fundacionista, no parece poder cumplir la función para la cual había sido introducido.

3. La respuesta de Bonjour

En opinión de Bonjour la respuesta a la pregunta del apartado anterior es mucho 

más simple de lo que podría haberse creído; es, en sus palabras “obvia en ese particular 

modo en el cual una idea filosófica que es difícil de ver cuando es observada a través del 

lente de una persuasiva aunque finalmente errónea concepción dialéctica puede volverse 

obvia cuando es llevada al foco correcto”7. Con el fin de, justamente, producir dicho foco 

correcto, Bonjour nos propone un rodeo: ver cómo se justifica una creencia de segundo 

orden.

3.1 La justificación de las creencias de segundo orden 

Tomemos   cualquier   creencia   de   primer   orden   que   tengamos   actualmente,   por 

ejemplo, aquella ­el ejemplo es de Bonjour­ que afirma que

C1) El fundacionismo es más defendible de lo que la mayoría de los filósofos creen. 

Ahora bien, yo puedo ­a partir de esta creencia­ formar esta segunda creencia:

C2) Yo creo que el fundacionismo es más defendible de lo que mayoría de los filósofos creen.

Esta última creencia es una meta­creencia acerca de mi creencia C1. La pregunta de 

Bonjour en este caso es: ¿cuál es la justificación para esta meta­creencia C2?

Lo que intentará afirmar Bonjour es que la justificación de esta creencia C2 descansa 

en la experiencia consciente involucrada en tener la creencia de primer orden. Así, restaría 

identificar   cuál   y   cómo es   esta   experiencia.   La  primera  posibilidad  que  aparece   como 

candidata a este rol es aquella conocida como aperceptiva: uno puede ser consciente de una 

creencia particular mediante un estado de orden superior que tiene a la creencia de primer 

7 Bonjour (2003: 61).

6

orden (C1) como su objeto, pero que es metafísicamente distinta de ésta. El contenido de 

esta creencia de orden superior puede ser parafraseado como  estoy teniendo la creencia  

según la cual C1 o algo por el estilo. Sin embargo, es claro que el contenido de esta creencia 

de orden superior es el mismo que tiene la creencia C2, que es la creencia para la cual 

estábamos   buscando   justificación.  De   este   modo,   apelar   a   este   tipo   de   conciencia 

aperceptiva para justificar la creencia C2 sería circular y, por ende, infructuoso.

Otro tipo de experiencia consciente al cual uno podría echar mano es, en cambio, el 

mismísimo hecho de estar en estado mental consciente de creer C1. Por supuesto, si estar en 

ese estado mental requiriese para ser una experiencia consciente de un otro estado mental, 

entonces la apelación a C1 para justificar a C2 sería inútil. Sin embargo, por motivos en los 

cuales no puedo ahondar aquí, Bonjour descarta esta clase de teorías acerca del contenido 

consciente8,  para  proponer  en   su   lugar  otra  posición que él  denomina  de   “consciencia 

constitutiva”. Este modo de entender la experiencia consciente afirma que es intrínseco al 

hecho mismo de tener actualmente un contenido mental consciente el tener la experiencia 

de un doble aspecto del  mismo: su contenido y su modo. Así,  para el  caso de C1, ser 

consciente de dicha creencia es advertir su contenido ­el fundacionismo es más defendible de  

lo que la mayoría de los  filósofos creen­ y de su carácter asertórico (en contraposición a 

interrogativo,   apelativo,   etc).   El   punto   central   aquí   es   que,   para   esta   posición,   tener 

consciencia de un estado mental es un hecho que  presenta  el contenido de dicho estado 

8 Los dos motivos fundamentales para rechazar la teoría del contenido consciente como creencia de orden superior, teoría que debemos a David Rosenthal [1986], son -muy brevemente: 1) si tener una experiencia consciente de C1 implica tener la creencia C2, pero C2 no es ella misma consciente -pues para serlo necesita de C3- y C1 tampoco es consciente por sí misma, entonces ni C1 ni C2 son en realidad conscientes (y aquí se produce un regreso “hacia arriba”). 2) Respecto de contenidos no conceptuales complejos (la observación de un paisaje, por ejemplo), si tener consciencia de esa experiencia es tener la meta-creencia C acerca de mi experiencia no conceptual E1, entonces en realidad no es posible tener nunca la experiencia E1, dado que la meta-creencia C jamás puede ni ser una descripción lo suficientemente precisa de E1 (sin importar el “grano fino” que se utilice en la conceptualización de C) ni puede dar cuenta de la diferencia cualitativa entre experimentar E1 y describirla. Me surgen, brevemente también, dos interrogantes respecto de estas críticas. En la primera Bonjour parece usar como premisa algo que Rosenthal no aceptaría: la afirmación de que C1 no es consciente. C1 no es consciente por sí sola, pero -por definición en la posición de Rosenthal- C1 es consciente dada la existencia de C2. Por supuesto, sigue habiendo algo sospechoso en el hecho de que algo no consciente lleve a la consciencia un contenido, pero la crítica de Bonjour parece perder algo de su peso. Una razón adicional que agrega Bonjour sobre este punto es que un estado C1 no consciente puede ser, de cualquier modo, el objeto de un estado consciente C2. Pero esto no hace, en opinión de Bonjour, que C1 sea consciente, sino sólo que contenido sea parte del contenido consciente de C2. Por supuesto, en tanto argumento esto sigue siendo defectuoso, pues justamente lo que se discute es si el hecho de ser el objeto de C2 es aquello que hace consciente a C1.Sobre la segunda objeción, parece existir otra asunción que podría ser reprochada por Rosenthal: en la respuesta de Bonjour se indica que el meta-acto a partir del cual E1 se hace consciente debe ser siempre conceptual. Pero, quizás, Rosenthal podría argumentar que, en el caso de un contenido E no conceptual, el acto mental que lo hace consciente es él también no conceptual; en el ejemplo del paisaje, sería, por así decirlo, una “cámara interna” que filmara aquello que ingresa por la “cámara externa”. No intento indicar con estos comentarios que las críticas de Bonjour sean insostenibles, pero sí que quizás deberían ser pulidas algo más para que logren el resultado que se busca.

7

mental sin necesidad de un acto cognitivo ulterior. 

Por   supuesto,   el  contenido  de   C1   necesita   por   su   parte   de   justificación:   si  el  

fundacionismo es más defendible de lo que mayoría de los filósofos creen es verdadero o no, es 

una cuestión que necesita razones adicionales. Pero respecto de la conciencia de estar en el 

estado   C1   no   surge   la   pregunta   por   su   justificación:   una   vez   que   se   ha   negado   la 

plausibilidad de la teoría de la consciencia como estado aperceptivo de orden superior, sé, 

por así decirlo, que estoy en C1 ­en tanto estado consciente­ por el mero hecho de estar en 

dicho estado (dado que esto es constitutivo del mismo). 

Si retomamos la pregunta que vertebra este apartado, aquella por la justificación de 

C2, parece ahora que ­de ser correcta la posición de Bonjour respecto de los contenidos 

conscientes­ C2 se ve justificada por la mera consciencia de C1 ­consciencia que, reitero, 

presenta   su   contenido.   Como,   por   su   parte,   ser   consciente   de   C1   no   requiere   más 

justificación, la cadena se detiene aquí. La idea aquí es que C2 es una descripción de tanto el 

contenido como el  modo de C1 y,  dado el carácter constitutivo de estos dos elementos 

(modo y contenido), estar en estado consciente C1 parece darnos una posición inmejorable 

para juzgar la corrección de C29. 

Como Bonjour no presenta con total definición los términos de esta respuesta, en lo 

que sigue trataré de clarificar lo expuesto con ciertas siguientes condiciones y definiciones. 

El objetivo es, por supuesto, destacar los elementos de la propuesta del este autor a fin de 

poder brindar una respuesta más precisa a tanto el dilema de Sellars como a las objeciones 

que se presentarán luego. 

Creencias Conscientes:  un sujeto  S tiene  consciencia  de una creencia  p  con contenido 

mental C y modo M si:

1) S cree10 que p

2) S tiene cognitivamente a su disposición el contenido C en el modo M.

Tener cognitivamente a disposición un contenido C:

1) El sujeto posee el contenido C.

2) El   sujeto   puede   realizar  voluntariamente  operaciones   intelectuales   (reconocerlo, 

9 Es importante ver aquí que C2 puede, de cualquier modo, ser una mala descripción de C1 (sea por desatención, por la complejidad u oscuridad de C1, etc. -pensemos, por ejemplo, cuando C1 es una teoría completa); esto es vital, dado que como aquí nos movemos en el marco de hechos contingentes, sería sospechoso que estas creencias fueran infalibles. Pero mientras el sujeto no tenga razones para dudar de la descripción, no parece ser un problema. Sosa, en su respuesta a Bonjour, critica esta condición de “no existencia de razones para dudar” como imperfecta dado su carácter meramente negativo. Sin embargo, no entraré en este detalle de la discusión.

10 No es un error que aparezca “creer” en el definiens, pues lo que aquí se busca definir es creencia consciente, no creencia a secas, cuyo significado se da por conocido.

8

compararlo, centrar su atención, etc) con el contenido C.

Asimismo, la condición para la justificación de creencias aperceptivas es:

Justificación de Creencias Aperceptivas [JCA]: un sujeto S cree justificadamente en una 

C2 tal que C2 afirma la creencia en C1 con contenido mental C y modo M, si:

1) S cree conscientemente en C1

2) S cree conscientemente en C2

1. El contenido de C2 ­accesible, dado el cumplimiento de la condición 2­ presenta 

como creído al contenido C en el modo M.

3) S  identifica a C, en el  modo M, como aquello común entre C1 ­su contenido es 

accesible, dado 1)­ y C211.

Sin embargo, 3) sólo es aceptable para casos simples, donde el contenido que C2 

presenta   como   parte   de   su   objeto   puede   ser   el   mismo   de   que   el   de   C1   (en   nuestra 

condición, el contenido C). Pero C1 puede ser eventualmente una creencia más compleja y 

C2,  en ese caso,  caracterizará  o  describirá  a  C1,  pero ya  sin   identidad  entre  las  partes 

correspondientes del contenido de C1 y C2. Esto nos deja en lo siguiente:

Justificación para Creencias Aperceptivas sobre Contenidos Conceptuales Complejos 

[JCAC]: un sujeto S cree justificadamente en una C2 tal que C2 afirma la creencia en un 

C1C complejo y conceptual, con contenido CX y modo M, si

1) S cree conscientemente en C1C

2) S cree conscientemente en C2.

1. S comprende actualmente el contenido descriptivo de C2.

2. El contenido mental  de C2, CX'   ­accesible,  dado el cumplimiento de la 

condición 2­, presenta como creído al contenido mental CX en el modo M.

3) S  reconoce  que   CX   es   (total   o   parcialmente)   un   caso   de   aplicación   del 

contenido descriptivo de CX'12.

4) S  no cree que haya factores   ­como la  complejidad de CX o CX',   fallas  de 

atención, contextos desfavorables,  etc­  tal  que éstos puedan ser una razón 

11 3) podría interpretarse como otro modo de afirmar 2.1). En realidad, 3) es la constatación por parte del sujeto de la verdad de 2.1).

12 Esto se aclarará en la definición que sigue. Por lo pronto, 3) aquí cumple un papel análogo al 3) de la definición anterior.

9

para creer que ha habido una falla en la comprensión del contenido  CX' o en 

el reconocimiento del contenido CX.

En primera instancia, podría parecer que 2.1) es una condición algo arbitraria. Sin 

embargo, resulta difícil considerar la posibilidad de que alguien crea una proposición ­esto 

es, tener una relación mental de tipo aseverativo hacia ella­ sin comprender el contenido de 

la misma. Parece un requisito que el sujeto, al creer en dicha proposición, esté entendiendo 

de algún modo a la misma. Si esto es aceptable, un modo de definir dicha relación puede 

ser el siguiente:

 

Comprensión  de   contenido  descriptivo   [CCD]:   un   sujeto   S   comprende   el   contenido 

descriptivo de C13 si

1) S tiene actual o potencialmente a C en su dominio cognitivo.

2) S  es   capaz  de   identificar  en  qué   condiciones  C'  o  qué   contextos  C''14  ese 

contenido es verdadero o aplicable (total o parcialmente).

3) S tiene actual o potencialmente a C' o C'' en su dominio cognitivo.

Esta última definición, para la condición 2.1 anterior, se considera en su modo actual 

(dado que el sujeto tiene tanto el contenido CX como el contenido CX' en su consciencia). 

Asimismo, en  la  condición 3 anterior  (de JCAC)  lo  que se  afirma es  que  la  capacidad 

afirmada en la condición 2 de CCD se ve actualizada. En otra palabras:  lo que se está 

afirmando es que un sujeto no sólo tiene la capacidad de reconocer cuándo su proposición 

es aplicable (pues si no tuviera dicha capacidad no diríamos que lo cree, como se mencionó 

recientemente), si no que ­para estar justificado­ el sujeto reconoce que dicho contexto está 

presente. Esto, por otra parte, puede hacerlo porque ­en opinión de Bonjour­ todo aquello  

implicado en dicho reconocimiento ­los objetos de la comparación y la capacidad de realizar 

tal comparación­ está disponible para dicho sujeto. Su situación en lo que respecta a dicho 

reconocimiento es, afirma Bonjour, “inmejorable”.

3.2 La justificación de las creencias sobre contenido perceptual.

13 C es conceptual. No parece tener sentido pensar en un C no conceptual que describa.14 C' o C'', por su parte, no tienen por qué ser conceptuales.

10

¿Cómo puede aplicarse esto,  ahora, al  caso que nos  importa: el  de las creencias 

básicas? La primera aproximación que nos da Bonjour a esta pregunta es la de señalar que 

este “rodeo” nos ha mostrado cómo una meta­creencia de tipo aperceptiva (C2) puede ser 

básica o fundacional en “en el sentido de tener una razón internamente disponible acerca 

de   por   qué   [ella,   C2]   es   probablemente   verdadera   tal   que   dicha   razón   no   necesita 

justificación”.15 

Un primer paso para extender esta posición respecto de las creencias conceptuales a 

las   experiencias   perceptuales   es   el   de   dar   respuesta   antes   a   otra   complicación   “muy 

popular”, que Bonjour adjudica al menos a Carl Popper, Sellars, Donald Davidson y Rorty. 

Ésta parte de la base de que las experiencias perceptuales son de orden no conceptual y las 

creencias,   en   cambio,   son   conceptuales   o   proposicionales.   Las   creencias   se   organizan 

caracterizando   su   contenido  mediante   términos   clasificatorios,   categorías   y  universales. 

Nada de esto parece suceder en las experiencias no conceptuales. La conclusión entonces es 

que no puede existir entre ambos tipos de contenido mental ­los conceptuales y  los no 

conceptuales­ una relación de justificación, dado que nada en el contenido de unas puede 

desempeñar ningún papel en el contenido de las otras. El corolario que resta16  es que el 

único   vínculo   existente   entre   las   sensaciones   y   las   creencias   es   de   tipo  causal:   las 

sensaciones  causan  las creencias (pero no hay, sin embargo, un vínculo en la dirección 

inversa). 

Esta   objeción   es   crucial,   pues   de   ser   adecuada   es   claro   que   el   proyecto   del 

fundacionismo internista es completamente imposible: debido a la heterogeneidad de los 

elementos   involucrados,   sería   por   principio   imposible   que   los   contenidos   mentales   de 

origen  perceptual   cumplan  ningún   papel   en   la   tarea  de   dar   un   ancla   a   las   creencias 

correlativas.   Afortunadamente,   Bonjour   sugiere   una   respuesta   a   este   problema,   una 

respuesta que ­hay que decirlo­ abruma por su simplicidad: la relación entre una creencia y 

la sensación que, para autores como Davidson, sería su causa, es en realidad una relación 

descriptiva.  Esta tipo de vínculo no es, por supuesto, lógico: no hay inferencias posibles 

entre ambas clases de contenido mental. Pero esto no cancela que, sin embargo, la creencia 

pueda describir  al  contenido perceptivo en cuestión. Nótese que algo similar   fue dicho 

cuando se presentó la relación entre las creencias de segundo orden y las de primer orden: 

15 Bonjour (2003: 69).16 Bonjour no lo dice, pero -entre los autores que él mismo mencionó- este corolario sólo es sostenido por Davidson

(1989) y Rorty (no así Popper y Sellars).

11

aquéllas describían el contenido de éstas. Una ventaja de esta presentación es que deja un 

“espacio” entre lo descripto y aquello que describe, tal que es posible el error ­esto es, esta 

posición no nos compromete con el infalibilismo. Por otra parte, esta relación está sujeta a 

normatividad (pues la descripción puede ser adecuada o inadecuada): es el carácter del 

elemento no conceptual el que determinará si la descripción es correcta o incorrecta. 

 Algo relevante a destacar aquí es que por lo general se tiende a interpretar que los 

estados mentales no conceptuales tienen alguna clase de contenido (lo cual es claro, dado 

que   suele   hablarse   de  contenidos  no   conceptuales)17.   Asimismo,   este   contenido   no   es 

entendido, usualmente, como desorganizado: la experiencia perceptual no sería así un flujo 

inconexo de datos a ser estructurados (à la Kant), si no que en la misma ya habría un modo 

articulado de presentación.

De   este   modo,   estarían   las   condiciones   dadas   para   lograr   la   justificación   que 

estábamos  buscando.  La   siguiente   cita  de  Bonjour   (recurrentemente  mencionada  en   la 

bibliografía sobre este punto), ilustra cómo esta justificación funcionaría:

Por lo tanto, cuando tengo un estado consciente de experiencia sensorial, yo estoy, como 

fue argumentado, consciente del contenido sensorial específico de ese estado simplemente 

en virtud de tener esa experiencia. Y así, si una creencia aperceptiva que poseo pretende 

describir  o caracterizar conceptualmente ese contenido perceptual,  aunque sin duda de 

modo incompleto y abstracto, y si entiendo el contenido descriptivo de esa creencia, esto es, si 

entiendo   cómo   debería   ser   una   experiencia   para   satisfacer   la   descripción   conceptual, 

entonces   me   parece   estar   estar   en   una   buena,   de   hecho   ideal,   posición   para   juzgar 

directamente si la descripción conceptual es exacta tal como está, y si lo es, estar entonces 

justificado en aceptar la creencia. Aquí,  nuevamente, no hay razones para creer que el 

error es imposible y, por tanto, no hay razones para creer que tal creencia aperceptiva es 

infalible o indubitable. Pero mientras que no haya una razón especial para creer que es 

probable que haya ocurrido un error, el hecho de que tal creencia parezca, a través de una 

comparación directa, caracterizar certeramente el contenido de la experiencia consciente 

que   se  propone describir,   aparentemente  provee  una  base  enteramente  adecuada  para 

pensar   que   la   descripción   es   correcta   y   por   lo   tanto   una   base   adecuada   para   la 

justificación18.

Me permití esta extensa cita, pues en la misma aparecen todos los elementos que 

formarán parte de la discusión posterior. Siguiendo la presentación que Ernest Sosa hace de 

17 http://plato.stanford.edu/entries/content-nonconceptual/ 18 Bonjour (2003: 73-74). (Mi bastardilla.)

12

la misma19, podemos distinguir la siguientes condiciones:

Uno está fundacionalmente justificado en  t  a creer conscientemente <p> SI, en  t, 

cuatro condiciones son satisfechas:

(a)  Uno cree <p>,  lo  cual   implica  por  supuesto que uno entiende el  contenido 

descriptivo de esa creencia.

(b) Uno atraviesa la experiencia sensorial E con el contenido perceptual C.

(c) Al creer conscientemente <p>, uno está  describiendo la experiencia  E  con el 

contenido perceptual C; y

(d) No hay ninguna razón especial para sospechar que ha ocurrido un error20.

Un   buen   ejemplo   que   ilustra   negativamente   cómo   operaría   esta   posición   es   el 

siguiente:   un   sujeto   epistémico   puede   satisfacer   las   tres   primeras   condiciones   y,   sin 

embargo, no estar justificado en creer que p. Supongamos que yo veo una serie de puntos 

(condición b) y formo la creencia de que hay cien puntos (condición a), que es de hecho la 

cantidad de puntos presentes en la experiencia E. Asimismo, creo conscientemente que mi 

creencia describe la experiencia E (condición c). Sin embargo, justamente la complejidad 

de la experiencia aporta una “razón especial” que permite “sospechar” que ha ocurrido un 

error y, por tanto, mi creencia en p no logra dar con su justificación.

Si   retomamos   la   terminología  utilizada  en  este   trabajo,   esta   posición puede   ser 

descripta de modo similar a la “Justificación para Creencias Aperceptivas sobre Contenidos 

Conceptuales Complejos”, pero con ciertas precisiones:

[JCNC] Justificación para Creencias Aperceptivas sobre Contenidos No Conceptuales21: 

un sujeto S cree justificadamente en una C2 tal que C2 afirma la experiencia consciente y no 

conceptual E1, con contenido CX y modo M22, si 

1. S atraviesa la experiencia consciente23 E1 con contenido no conceptual CX

19 Sosa, (2003:. 218)20 Sosa critica fuertemente esta última condición, en Sosa (2003: 217 – 222). Sin entrar en detalles ni pronunciarme

sobre las mismas, mencionaré que sus críticas apuntan a 1) el carácter negativo de esta condición; 2) el hecho de que la misma parece dirigirse a la justificación deontológica -esto es, que no se pueda culpar al sujeto de no cumplir sus deberes si esta condición es satisfecha-, en lugar de a la justificación epistémica -en el sentido de ser guía hacia la verdad; y 3) la aparente incapacidad de esta condición, al ser ella misma normativa, de poder por tanto dar cuenta -en conjunción con las otras tres condiciones- de la normatividad epistémica.

21 Elimino la calificación de “complejo” porque, previsiblemente, una experiencia perceptual es usualmente más compleja que sus representaciones conceptuales. Sin embargo, Laura Skerk (sin publicar) discute posiciones de este estilo.

22 Mantengo la noción de “modo”, aunque admito que es más confuso cuál podría ser el modo de un contenido no conceptual.

23 Para mantener la simulación de rigor, podría introducir aquí la siguiente definición:

13

2. S cree conscientemente en C2.

1. S comprende actualmente el contenido descriptivo de C2.

2. El contenido mental de C2, CX' ­accesible, dado el cumplimiento de la condición 

2­, presenta como percibido al contenido mental CX en el modo M.

3. S  reconoce  que CX es (total o parcialmente) un caso de aplicación del  contenido 

descriptivo de CX'

4. S no cree que haya factores ­como la complejidad de CX o CX', fallas de atención, 

contextos desfavorables, etc­ tal que éstos puedan ser una razón para creer que ha 

habido una falla en la comprensión del contenido CX' o en el reconocimiento de CX.

En lo que sigue, presentaré algunas objeciones que se la han hecho a esta posición.

4.1 Más dilemas contra el internismo

Michael Bergmann, quien se clasifica a sí mismo como un externista, ha criticado en 

varios trabajos el argumento de Bonjour. Para ser más preciso, él presenta un argumento 

contra  toda  posición   fundacionista   internista,   que   toma   la   forma   de   un   dilema.   El 

argumento   tiene   algunas   semejanzas   con   el   dilema   atribuido   a   Sellars,   pero   es   lo 

suficientemente distinto como para que se justifique desarrollarlo brevemente.

Como   se  ha   indicado   con   la   condición  CF  en  apartado  1  de  este   trabajo,   todo 

fundacionista deberá indicar alguna razón R accesible a la conciencia del sujeto para creer 

en una proposición cualquiera. Lo que señala Bergmann es que esta condición puede tener 

una doble variante: el sujeto puede concebir que esa razón contribuye a la justificación de p 

o puede no concebirlo. Así,  establece dos posibles tipo de “conciencia” respecto de esta 

razón que el internista pretende justificativa:

Conciencia débil: S, si bien tiene disponible en su conciencia la razón R (conceptual o no) 

que se pretende que justifique a su creencia de que p, no es consciente además de que dicha 

razón contribuye a la justificación de p.

Conciencia fuerte: 1) S posee la razón R y 2) además es consciente de que R contribuye a 

Experiencia consciente: un sujeto S atraviesa la experiencia consciente E con contenido mental no conceptual C y modo M si

1)S atraviesa la experiencia E

2)S tiene cognitivamente a su disposición el contenido C en el modo M.

14

la justificación de que p.

El problema, para Bergmann, es que ambos tipos de conciencia llevan a un callejón 

sin salida. El segundo, en particular, lleva al problema del regreso nuevamente, pues si el 

sujeto concibe que R justifica a p, esta conciencia de dicha justificación debe ser, a su vez, 

justificada24. En el primer caso, la conciencia débil, deja al fundacionista en una situación 

algo incómoda: si el sujeto no es consciente de la capacidad de R de justificar a p, entonces 

­en lo que a sus razones internas concierne­ él está justificado en creer una proposición que 

no puede distinguir de una mera corazonada o suerte; la principal complicación que deriva 

de esto es que es justamente éste uno de los argumentos principales que los internistas 

utilizan contra el externismo. Vale hacer notar aquí que esta posición, la de la consciencia 

débil, es ­en opinión Bergmann­, la más habitual entre los internistas25, a causa del regreso 

implicado en la otra posición.

El   dilema   “sellarsiano”   presentado   anteriormente   se   diferencia   del   recién 

desarrollado en que sus cuernos refieren a la conceptualidad o no de la razón R, pero, en 

términos de Bergmann, la conciencia ­sea no conceptual, sea conceptual­ es en ambos casos 

“fuerte”. Bergmann, por su parte, sólo considera la no conceptualidad en el cuerno de la 

conciencia débil,   limitándose en el  caso de la  conciencia  fuerte a una razón R de tipo 

conceptual. Lo que es digno de mención aquí es que si el fundacionista logra dar con una 

razón de “conciencia fuerte” que solucione de algún modo el problema del regreso, esta 

respuesta le permite escapar tanto al dilema “sellarsiano” como al dilema de Bergmann.

4.2 La crítica a la aprehensión directa

Bergmann26,   probablemente   justificado   por   cierta   imprecisión   de   Bonjour   en   su 

exposición, criticó  primero a   la   solución de Bonjour   indicando que ésta  parecía oscilar 

ilegítimamente   entre   dos   posiciones   incompatibles.   No   resultaba   clara   la   posición   de 

Bonjour frente a la pregunta acerca de si era o no judicativo su componente (C), aquel 

componente   que   justificaba   la   creencia   en   cuestión  a   partir   del   establecimiento  de   la 

corrección descriptiva de ella respecto de la percepción en cuestión. La importancia es, 

24 Un detalle particular de la presentación de Bergmann, es que este regreso es negativo sobre todo porque produce una complejidad creciente. y por ende inmanejable, de las proposiciones justificatorias: cada paso del regreso deberá indicar por qué cada razón R'' justifica el hecho de que sucesora justique a la anterior, y así indefinidamente.

25 Esta afirmación, hay que decirlo, es altamente discutible. 26 Bergmann (en edición)

15

nuevamente, mayor: si  un componente no es judicativo, si  no establece que algo es de 

cierta manera, no parece posible entonces que pueda justificar un componente que sí lo es; 

por   su   parte,   si   el   componente   sí   es   judicativo,   puede   brindar   justificación   pero, 

previsiblemente,   surge  una   vez  más   la   pregunta   acerca  de   cómo  se   evita   entonces   el 

regreso. En la interpretación de Bergmann, Bonjour indicaba primero que en la justificación 

de  C  no   interviene  un   juicio  y  que   las   condiciones   (a),   (b),   (c)  y  (d)   [de  Sosa]  eran 

suficientes para la  justificación, evitando de este modo el regreso, pero luego ­frente al 

interrogante de cómo era posible  que sin un  juicio  hubiera  justificación­ agregaba una 

condición extra, (f), tal que en ella se indicaba que el sujeto S,  además,  reconozca que la 

creencia en cuestión es una satisfactoria descripción del  contenido perceptual;  con este 

último movimiento, Bonjour habría logrado volver justificativa a su posición, pero so pena 

de encontrarse otra vez ­y subrepticiamente­ frente al problema del regreso. 

Independientemente de lo adecuada de la reconstrucción de Bergmann, esta crítica 

sirvió para que Bonjour, al responder27, explicitara algo más su posición: en la misma, que 

él mismo indica como una posición de “conciencia fuerte”, existe un elemento judicativo, 

que se vincula justamente con la captación de que la creencia describe correctamente la 

percepción pero, en su opinión, este juicio no lleva al regreso. Esto es así, dado que ­en 

virtud de la reconstrucción que Bonjour hizo de cómo funcionaba la justificación de ciertas 

creencias aperceptivas y que he descripto en este trabajo­ no existe ningún elemento extra 

necesario para justificar este juicio (el cual, repito, determina la corrección de la creencia 

como   descripción   de   la   percepción):   la   justificación   del   mismo   sólo   requiere   de   la 

conciencia de los elementos que intervienen como su contenido. En sus propias palabras:

Una   objeción   posible   a   tal   posición   […]   podría   concentrarse   en   esta   aprehensión   o 

reconocimiento e  insistir  que debe ser  considerado como un posterior estado cognitivo 

independiente,   tan   en   necesidad   de   justificación   como   cualquier   otro,   y   por   esto   de 

ninguna ayuda al   fundacionista.  Pero  tal  visión me parece equivocada […].  Lo que es 

crucial   aquí   es   la  naturaleza  de   la   [consciencia  de  una  experiencia]28.    Cuando  estoy 

[consciente]   de   una   característica   experiencial,   ésta   genuinamente   se   presenta   a   mi 

consciencia. Dado que muchas otras cosas están presentes también, quizás deba enfocar 

selectivamente para extraer esa característica y llegar a ver que su carácter encaja en una 

27 Lamentablemente, sólo tenemos las citas que Bergmann hace de tal respuesta, pues el trabajo es citado como “forthcoming” y no tengo noticia de que haya sido publicado hasta el momento.

28 Como este párrafo está inserto en el comentario de Bonjour a Sosa, aquél utiliza la terminología de éste: e-awarness y e-aware.

16

descripción   particular,   pero   la   consciencia   de   ella   que   me   permite   hacer   esto   es 

simplemente la [consciencia de experiencia] misma. Insistir en que haya involucrado un 

acto cognitivamente distinto, que requiere una justificación independiente, sería en efecto 

decir que la [conciencia de experiencia] en sí misma no tiene significación cognitiva en 

absoluto, que puedo estar genuinamente consciente de esa característica pero ser incapaz 

de hacer nada más con dicha conciencia29.

Como se ve,  claramente  Bonjour   indica  que  hay aquí  un elemento último en  la 

justificación, un elemento cuyo carácter justificado reposa en una aprehensión directa de 

los contenidos respecto de los cuales establece su  juicio. Así,  hasta aquí  tenemos, en la 

consciencia de S:

E1) Una experiencia perceptiva

P1) La creencia que describe E1

P2) El reconocimiento de que E1 se adecúa a la descripción de P1

(Vale señalar, aunque luego se verá con más detalle, que P2 no es otra cosa que la 

condición 3 de JCNC. )

Ahora bien, en opinión de Bergmann, esto no evita el regreso, dado que Bonjour se 

ha comprometido con la posición de “conciencia fuerte” y en ella, recordemos, el sujeto 

debe “ser consciente de que R [su razón, P2] contribuye a la justificación” de la creencia. 

Pero, continúa Bergmann, para que esto sea satisfecho P2 debe requerir un elemento extra, 

digamos   X,   acerca   del   cual   dicho   sujeto   tiene   consciencia   de   que   contribuye   a   la 

justificación   de  P2.  Bergmann  no   ignora,   sin   embargo,   que  Bonjour   considera   que   es 

simplemente el contenido de P1 y E1 aquello de lo cual tiene que estar consciente S para 

considerar   justificado P2;  de  hecho,  por  mor  del  argumento,   se   lo   concede.  Lo  que  él 

pregunta   es:  esta  conciencia   que   le   indica   a   S   que   P1   y   E1   son   relevantes   para   la 

justificación de P2, ¿es ella una conciencia débil o una conciencia fuerte? No parece ser 

posible que sea débil, pues Bonjour ya ha concedido que la conciencia débil es insuficiente 

para la justificación. Y que, por lo tanto, sea conciencia fuerte implica que S deba de algún 

modo concebir a X como relevante para la P2. Así, esta “nueva” consciencia debe tener una 

forma como la siguiente:

P3: X (el contenido de P1 y E1) es de algún modo relevante para la justificación del juicio 

29 Bonjour (2003: 193).

17

P2. 

Esto, tal como era la intención de Bergmann, indicaría que el regreso no ha sido 

detenido. En la siguiente sección trataré de analizar cuán exitoso es, en mi opinión, este 

argumento.

5. Reconsideraciones sobre la aprehensión directa.

Una posible salida a este nuevo regreso es la indicar que P3 no está al mismo nivel  

que P1 o P2, de cuya justificación tratábamos antes. En este sentido, P3 indica un criterio 

epistemológico  con el cual  evaluar  la  justificación de enunciados del  tipo P2 y en dicha 

indicación nos informa que los contenidos de P1 y E1 son relevantes para la justificación de 

un enunciado del tipo P2. Así, de ser adecuada esta posición, si bien P3 requiere de una 

justificación, la misma es independiente respecto de casos particulares de posibles P2's y no 

debería tocar el hecho de que cualquier P2 adecuada está justificada en virtud de satisfacer 

los criterios indicados por P3.

Sin embargo, si bien estoy de acuerdo con la apreciación de que P3  es  un criterio 

para la evaluación de P2 y que, en este sentido, está en otro nivel, no creo que esta salida 

sea exitosa. En primer lugar, P2 también está en otro nivel respecto de P1, la proposición de 

cuya justificación se trató inicialmente nuestra indagación, y sin embargo no consideramos 

en ese caso que la pregunta por su justificación fuera inatinente. Por supuesto, P2 en este 

caso es el juicio de la corrección de P1 y no un criterio, y por tanto está más íntimamente 

ligada a la justificación de P1 que P3. Pero para el caso P3 también está íntimamente ligada 

a la corrección de P2, aunque P3 no sea un juicio acerca de dicha corrección. Es necesario 

que P3 sea correcta para que podamos considerar a P2 justificada (por lo menos, en los 

términos que Bonjour ha planteado el caso, dado que ­según este autor­ la corrección de P2 

está vinculada con el contenido de P1 y de E1 y esto es justamente lo indicado por P3).

Asimismo, afirmar que la   justificación de  los criterios  ­criterios  ejemplificados en 

proposiciones como P3­ es independiente de la justificación de los casos particulares, no 

detiene el regreso si no que, por decirlo de algún modo, lo posterga momentáneamente. Es 

claro que P3, al ser epistemológico, precisa de una justificación y, por tanto, el regreso sigue 

vigente,  aunque ahora en “otro”  nivel.  Pero eventualmente el   fundacionista  deberá  dar 

18

razones sobre P3.

Esto último nos lleva nuevamente a dónde nos dejó Bergmann: si el fundacionista 

requiere “consciencia fuerte”, esto es, requiere de un acceso consciente al hecho de que la 

razón   R  es   justificativa  respecto   de   la   creencia   en   cuestión,   entonces   carecer   de   una 

justificación para P3 en tanto aquello que hace que P2 esté justificada es, por supuesto, 

carecer de una justificación para P1. Si esto es así, la apelación a órdenes superiores no 

parece exitosa.

Para buscar otra salida al dilema que nos ocupa, pensemos antes en la siguiente 

inferencia:

1) p ^ q

2) por lo tanto, p

En el marco de una deducción natural, un confiabilista indicaría que aquello que 

justifica mi creencia en 2) es 1) más un proceso ­previsiblemente mental­ de tipo confiable; 

alguna virtud intelectual de tipo lógico ¿Qué podría decir, en el mismo caso, un internista? 

Concedido que sólo la consciencia fuerte puede proveer justificación, el sujeto debería tener 

una razón consciente para creer que 1) justifica 2). La única razón a la cual podría apelar 

en el  contexto de  la  deducción natural  es,   justamente,  a   la  regla de eliminación de  la 

conjunción,   la   cual   quizás   deba,   por   su   parte,   requerir   una   justificación.   Pero   parece 

evidente que dado un sujeto sin ningún entrenamiento lógico específico que deduce una 

proposición sobre la base de una conjunción que la contiene, dicho sujeto no tiene otra 

justificación que entender los términos de la proposición en cuestión. Si el sujeto entiende el 

significado de   la   conjunción,  entonces  es   consciente  de  que  está   justificado en creer   la 

proposición que ha extraído de la conjunción ­siempre que crea en la conjunción antes.

Si volvemos al caso que nos ocupa, recordemos que Bonjour ha señalado que es una 

condición para que la justificación se dé el que el sujeto entienda la descripción que realiza. 

Así, si el sujeto 

E1) Experimenta una mancha circular roja

P1) Cree que hay una mancha roja circular.

y P2) juzga que el contenido de su proposición P1 es una correcta descripción de E1

toda la justificación que el sujeto puede necesitar para P2, además del contenido de 

E1 y P1, es el de qué justificación tiene para creer que sus palabras ­o, para el caso, los 

conceptos   involucrados en  las  proposiciones­   significan  lo  que  significan.  Puesto  en  los 

19

términos  en  los  cuáles  describí   la  posición de  Bonjour,   lo  que  Bergmann ataca  es  qué 

justificación tiene el sujeto para creer en la condición 3 de JCNC, la cual afirma que:

3) S  reconoce  que CX es (total o parcialmente) un caso de aplicación del  contenido 

descriptivo de CX'

Esto es, qué justificación tiene el sujeto para afirmar que el contenido descriptivo de 

la creencia (P1) se aplica satisfactoriamente al contenido de E1; lo cual, puesto de otra 

manera, es una pregunta acerca de si el sujeto comprende el contenido de P1. Pero esto ya 

se le   había concedido a Bonjour (por lo menos, no es esto lo que Bergmann le discute), 

pues en su posición se daba por sentado que el sujeto comprendía el contenido descriptivo de 

las creencias y comprender actualmente dicho contenido incluía la capacidad de reconocer 

que   a   cierto  otro  contenido   se   le   pueda   aplicar   aquél   (condición   de   2   CCD   que   es 

actualizada en la condición 2.1 de JCNC). Parece estar en el núcleo mismo de poseer una 

capacidad   conceptual,   del   hecho   de   ser   usuarios   conceptuales   competentes,   el   poder 

reconocer   y   dar   cuenta   de   los   ámbitos   de   aplicación   de   los   conceptos.   Por   supuesto, 

Bergmann se muestra en desacuerdo respecto de que este  reconocer  o  dar cuenta  sea un 

acto mental judicativo que prescinda de justificación. Pero, a diferencia de lo que sucedía 

con la justificación de los criterios epistémicos, la justificación de este reconocimiento no es 

epistémica: la justificación de este reconocimiento parece descansar en bases semánticas o 

de habilidad conceptual. 

Es claro que la estrategia que estoy utilizando es una estrategia de “exportación”: a 

fin   de   cuentas,   lo   que   señalo   es   que   no  parece   ser   un   problema   epistemológico.   Sin 

embargo, es en mi opinión altamente plausible que no sea un movimiento ilícito, a la hora 

de dar cuenta de la justificación epistémica, simplemente dar por supuesto que el sujeto es 

competente en sus habilidades conceptuales. 

Una posible respuesta que podría dar un externista es que esta suposición que señalo 

al fin de párrafo anterior no es más que un concesión encubierta al externismo: para esta 

posición,   la   justificación   que   tenemos   respecto   de   nuestros   juicios   que   reposan   en 

habilidades de tipo conceptual  es  que estos   juicios  fueran realizados a   través de algún 

proceso mental confiable y la apelación a habilidades conceptuales es, en el fondo, una 

apelación a   estos   procesos30.   Lo  que   se  afirma,   entonces,   es  que  es   teóricamente  más 

30 El externismo de Sosa sostiene que algo es una “virtud intelectual” (o, en nuestros términos, un proceso confiable), si y sólo si produce una alta proporción de creencias verdaderas. Luego agrega que una creencia está justificada si y sólo si fue generada a través de una virtud intelectual (Sosa [2003:156]). No es difícil ver cómo puede esta posición considerar a las capacidades conceptuales como un proceso confiable (o “virtud intelectual”).

20

adecuado un señalamiento que apele a estos últimos que el realizado al fin del párrafo 

anterior.  Pero esto es altamente discutible.  En primer lugar,   las virtudes explicativas de 

ambas posiciones son, por  lo menos, muy similares:  tanto la apelación a una habilidad 

lógicamente anterior como la que apela a procesos confiables dejan sin respuesta cómo es 

que dicho proceso es llevado a cabo. Por otra parte, en mi posición no niego la posibilidad 

de que el sujeto  pueda  justificar internamente sus atribuciones conceptuales31. Sólo niego 

que   sea   tarea  de   la   epistemología   la   de   realizar   esta   justificación.   Pero   incluso,   para 

finalizar, si la justificación de nuestros juicios conceptuales sólo es posible a partir de la 

apelación a un proceso confiable que nos lleve a ellos, esto no negaría el hecho de que 

­gracias a dicho supuesto proceso­ nuestras creencias perceptivas poseen un fundamento 

epistemológico   que   cumple   con   las   condiciones   que   el   internista   necesita:   posee   una 

creencia justificada a partir de la percepción y el juicio que indica que dicha percepción 

satisface las descripción de la creencia. Todos estos elementos son accesible al sujeto y es 

únicamente este último juicio el que sería justificado mediante un proceso confiable. Podrá 

ser  una claudicación respecto de  la   justificación conceptual,  pero no de  la   justificación 

epistémica de las creencias perceptuales. Dicho de otra manera, si la pregunta interroga por 

la  posibilidad de dar una justificación epistémica  acerca de las creencias perceptuales que 

cumpla con los requerimientos fundacionistas (internistas), esta supuesta claudicación no 

parece negar que dicha meta haya sido alcanzada. 

Conclusión

He intentado otorgar plausibilidad a la justificación fundacionista de las creencias 

perceptuales, para lo cual desarrollé la posición que ha venido articulando Bonjour en sus 

últimos trabajos. Considero que la propuesta de este autor es atractiva y presenta de un 

modo bastante directo una solución a los diferentes dilemas y refutaciones que se la han 

venido realizando a la posición fundacionista. Sin embargo, incluso si mi defensa es exitosa, 

restan varios problemas respecto de los cuales no me he pronunciado en el trabajo y que, 

sin   embargo,   requieren   ­para  hacer  del   fundacionismo  un  proyecto   sostenible­  de  una 

respuesta  inmediata.  Los problemas a  los que refiero son:  en primer lugar,   la pregunta 

31 De cualquier modo, tengo que admitir que es presumible que no pueda haber justificación interna de las capacidades conceptuales que no sea, en última instancia, circular (pues, ¿cómo podría justificar un sujeto sus capacidades conceptuales sin, inevitablemente, suponerlas en el proceso mismo de hacerlo?).

21

respecto de cuán posible es que los sujetos promedio sean conscientes de que la adecuación 

descriptiva entre sus creencias y sus percepciones es una razón que justifica a las creencias 

en   cuestión   (satisfaciendo   de   este   modo   la   condición   fundacionista   que   deriva   de   la 

“conciencia   fuerte”).   Si   bien   considero   que   este   problema   no   es   irresoluble,   es 

imprescindible un desarrollo del mismo. El segundo problema, todavía más complejo y sin 

el cual gran parte de este proyecto continúa como sólo un bosquejo, es qué es aquello que 

garantiza la  inferencia de estas percepciones a la existencia del un objeto en el mundo 

como causa de las mismas. El problema es antiguo y varias soluciones se han intentado, la 

mayoría de ellas probadamente infructuosas.  Bonjour mismo, en el  capítulo  final de su 

trabajo,   intenta   señalar   algunos   lineamientos   de   cómo  debería   verse  una   respuesta   al 

problema. De cualquier modo, sea posible o no una respuesta satisfactoria a esta cuestión, 

es   claro   que   dar   una   respuesta   al   mencionado   problema   de   la   relación   entre   las 

percepciones y las creencias, el tema de este trabajo, era un paso imprescindible para que el 

problema de la inferencia al mundo exterior pudiese siquiera emerger como tal.

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Bibliografía y referencias:

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http://web.ics.purdue.edu/~bergmann/bonjour.htm

­ Bonjour, L (2003), “A Version of Internalist Foundationalism” & “Reply to Sosa” en Bonjour 

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