introducción a la inmunología

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1 Introducción a la Inmunología J. Peña y Loredana Goncálvez Para que el fenómeno defensivo se lleve a cabo, los organismos disponen de una serie de barreras naturales de aislamiento, como son la piel y las mucosas, y de un sistema especializado conocido como sistema inmune. Este tiene la capacidad de identificar y destruir todo lo extraño que invade nuestro organismo e incluso aquello interno que se deteriora (Figura: Sistema inmune). La inmunología es precisamente la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares implicados en la defensa de la integridad biológica del organismo a través de la identificación de las sustancias propias y la detección de las sustancias extrañas. Todo ello con el objetivo principal de destruir a los microorganismos patógenos y evitar así las infecciones (Figura: Respuesta Inmune). En su conjunto en la respuesta inmune participan: Moléculas, entre las que destacan las inmunoglobulinas (anticuerpos), las citocinas y sus receptores, el sistema de complemento, entre otras (Figura: Principales componentes del sistema inmune). Células inmunocompetentes, entre las que destacan linfocitos, monocitos, células dendríticas y otras. Órganos linfoides que es el sitio donde se agrupan las células inmunocompetentes y entre los que destacan los primarios como timo y médula ósea y los secundarios como ganglios linfáticos, bazo y tejidos linfoides asociados a mucosas y epitelios (Figura: Principales órganos y tejidos linfoideos). Las barreras naturales, las componen la piel que aísla lo interior de lo exterior otra gran cantidad de elementos naturales y las mucosas que actúan como un puesto fronterizo entre dos compartimientos y otros factores particulares como la lisozima de la saliva y las secreciones lagrimales y nasales que tienen la capacidad de romper la unión de los azúcares presentes en las paredes bacterianas, favoreciendo su destrucción. En cada organismo, los mecanismos de defensa son de tipo innato y de tipo adaptativo, que en general son muy diversos y heterogéneos aunque siempre existe una actuación integrada de todos los componentes de ambos mecanismos (Figura: Tipos de respuesta inmune).

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Page 1: Introducción a La Inmunología

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Introducción a la Inmunología

J. Peña y Loredana Goncálvez

Para que el fenómeno defensivo se lleve a cabo, los organismos disponen de una serie de

barreras naturales de aislamiento, como son la piel y las mucosas, y de un sistema

especializado conocido como sistema inmune. Este tiene la capacidad de identificar y

destruir todo lo extraño que invade nuestro organismo e incluso aquello interno que se

deteriora (Figura: Sistema inmune).

La inmunología es precisamente la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares

implicados en la defensa de la integridad biológica del organismo a través de la identificación

de las sustancias propias y la detección de las sustancias extrañas. Todo ello con el objetivo

principal de destruir a los microorganismos patógenos y evitar así las infecciones (Figura:

Respuesta Inmune).

En su conjunto en la respuesta inmune

participan:

Moléculas, entre las que destacan las

inmunoglobulinas (anticuerpos), las

citocinas y sus receptores, el sistema de

complemento, entre otras (Figura:

Principales componentes del sistema

inmune).

Células inmunocompetentes, entre las

que destacan linfocitos, monocitos, células

dendríticas y otras.

Órganos linfoides que es el sitio donde

se agrupan las células

inmunocompetentes y entre los que

destacan los primarios como timo y médula ósea y los secundarios como ganglios

linfáticos, bazo y tejidos linfoides asociados a mucosas y epitelios (Figura: Principales

órganos y tejidos linfoideos).

Las barreras naturales, las componen la piel que aísla lo interior de lo exterior otra gran

cantidad de elementos naturales y las mucosas que actúan como un puesto fronterizo entre

dos compartimientos y otros factores particulares como la lisozima de la saliva y las

secreciones lagrimales y nasales que tienen la capacidad de romper la unión de los azúcares

presentes en las paredes bacterianas, favoreciendo su destrucción.

En cada organismo, los mecanismos de defensa son de tipo innato y de tipo adaptativo,

que en general son muy diversos y heterogéneos aunque siempre existe una actuación

integrada de todos los componentes de ambos mecanismos (Figura: Tipos de respuesta

inmune).

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En la respuesta inmune innata intervienen diversas moléculas como el complemento y

ciertas citocinas; así como un conjunto de células, que en general se caracterizan por su

capacidad para actuar de manera inmediata sin requerir de un aprendizaje previo.

Además de los mecanismos de defensa innatos, existe la respuesta inmune adaptativa,

que corresponde con la siguiente línea de defensa del individuo y se caracteriza por

desarrollarse solo y específicamente frente a cada una de las sustancias extrañas que han

conseguido penetrar en el organismo y que no han sido previamente eliminadas por los

mecanismos de la respuesta innata. En esta respuesta participan prioritariamente linfocitos

T, linfocitos B y las moléculas liberadas por estas células producto de su activación, como

son los anticuerpos y las citocinas.

A diferencia de la respuesta innata, cuyas células siempre poseen un número limitado de

receptores preformados con una amplia capacidad de reconocimiento que permite que con

pocos receptores se reconozcan prácticamente la mayoría de las bacterias, en la respuesta

adaptativa los linfocitos T y los linfocitos B en su conjunto poseen receptores para la mayoría

de patógenos existentes en la naturaleza.

Por otra parte, el sistema inmune adaptativo genera memoria de un estímulo antigénico a

otro de la misma índole, debido a la permanencia por tiempos indefinidos de poblaciones

linfoides sensibilizadas luego de un estímulo antigénico y a diversos mecanismos internos de

control que permite que la intensidad de la respuesta inmune se automodule y regule.

Basado en todas estas propiedades descritas, la respuesta adaptativa a diferencia de la

respuesta innata posee las características de especificidad, clonalidad, memoria y

autorregulación. Hemos dicho que el sistema inmune defiende y preserva lo propio de lo

extraño, pero comencemos por analizar qué es “lo propio” y lo “extraño” para el sistema

inmune de cada individuo.

Concepto de lo propio

El primer gran objetivo del sistema inmune es el reconocimiento de sí mismo y la

identificación selectiva de lo extraño al objeto de neutralizarlo. Sin embargo, la estrategia de

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defensa utilizada por el “sistema inmune” no parece ser rígida; sino adaptable y flexible, ya

que en unas circunstancias ciertas bacterias son

identificadas como extrañas y destruidas, y en

otras circunstancias el organismo decide que

puede convivir con ellas e incluso utilizar las

vitaminas que producen en beneficio propio.

Los conocimientos actuales indican que cada

individuo entiende por propio todos aquellos

componentes naturales presentes en sí mismo y

que el sistema inmune del feto, aun inmaduro

comienza a identificar con precisión. Sin

embargo no resulta tan sencillo entender cómo

el sistema inmune ya desde el seno materno

comienza a diferenciar en todo momento los

componentes propios de los que no lo son a

pesar de la compleja estructura individual

compuesta de miles de millones de moléculas y

de células. Un sistema inmune que además no

“nace” con el nuevo individuo, sino que una vez

formado, en el feto y en el recién nacido va

progresivamente madurando a través de nuevas experiencias.

Componentes extraños para el sistema inmune

Se entiende por extraño todo aquello que no haya sido reconocido adecuadamente por el

sistema en su entorno durante el desarrollo fetal o en las primeras semanas de vida. Estos

componentes biológicos o sustancias extrañas se denominan antígenos y pueden formar

parte de los miles de microorganismos como bacterias, virus, parásitos y hongos que tanto

abundan en la naturaleza o incluso de un tejido u órgano proveniente de otros individuos. En

este sentido, todas las sustancias que tienen la capacidad de estimular al sistema inmune y

generar una respuesta inmune, se conocen como antígenos, mientras que las zonas o partes

del mismo que interaccionan estrechamente con el sistema inmune se denominan

determinantes antigénicos o epítopos.

Sabemos que prácticamente cualquier tipo de molécula biológica, incluyendo azúcares,

lípidos, hormonas, metabolitos intermediarios, carbohidratos complejos, fosfolípidos, ácidos

nucleicos y proteínas pueden ser antígenos. En general los antígenos son de mayor tamaño

que la zona que participa en la unión con el anticuerpo denominado determinante antigénico

o epítopo de modo que un anticuerpo solo se une a una zona muy restringida del antígeno.

La mayoría de los antígenos poseen múltiples epítopos, con lo que pueden unir múltiples

anticuerpos a la vez siempre que los epítopos estén suficientemente alejados entre ellos para

que no existan interferencias estéricas que lo impidan. Clásicamente se llamaba antígeno a

toda molécula capaz de generar un anticuerpo, pero en la actualidad se considera antígeno a

cualquier molécula capaz de unirse a un anticuerpo independientemente de que pueda, por si

sola generarlo.

Aquellas moléculas que además sean capaces de generar un anticuerpo se les denomina

inmunógenas. En este sentido existen moléculas muy pequeñas que llamamos haptenos,

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que para generar anticuerpos necesitan ir unidas a moléculas más grandes llamadas

transportadoras. Una vez que se han generado de este modo, anticuerpos contra el hapteno,

éste puede unirse a los anticuerpos. El hapteno es por lo tanto, una molécula antigénica pero

no inmunógena. La capacidad de unión antígeno-anticuerpo (Ag-Ac), es la característica más

importante y común de todas las inmunoglobulinas.

Esta unión es no covalente y débil, de tal forma que la reacción es reversible, encontrándose

los antígenos y los anticuerpos libres en equilibrio dinámico con los unidos. Tras la unión Ag-

Ac, as sustancias extrañas o antígenos son neutralizadas y posteriormente destruidas por las

inmunoglobulinas a través de mecanismos, que pueden ser diferentes según el tipo de

inmunoglobulina que participa.

Por último, debemos considerar que el sistema inmune se constituye en el elemento de

control de todo el universo bioquímico interno, tomando en cuenta el hecho de que la piel

nos sirve de primera barrera para aislar lo interior de lo exterior y las mucosas actúan como

puestos fronterizos a fin de permitir la necesaria interacción entre lo interno y lo externo.

Pero decíamos antes que a veces toleramos incluso bacterias que nos son útiles a pesar de

que no son propias, lo cual se explica porque el organismo es mucho más receptivo a lo

extraño cuando no hay una señal de alarma. En definitiva, parece que no estamos ante un

sistema exclusivamente centrado en la autodefensa frente a la amenaza de “contrarios”,

sino que más bien se trata de un sistema dedicado a la protección de la integridad biológica

vital de cada individuo, para que éste pueda sobrevivir de manera independiente en un

universo altamente biodiversificado.

Defensa del individuo y tolerancia a la especie

Los procesos moleculares y celulares implicados en cada mecanismo de defensa desarrollado por el sistema inmune, son fundamentales para la salud y por ende para la supervivencia del individuo. En ausencia de un sistema inmune eficaz y competente, muchos microorganismos pueden producir diversas infecciones que en la mayoría de los casos pueden resultar mortales. Cuando el individuo, a pesar de poseer un sistema inmune eficiente, desarrolla cuadros clínicos asociados a infecciones, generalmente es debido a que necesita tiempo para construir una respuesta fuerte contra los microorganismos invasores, lo que favorece, que estos patógenos tomen ventaja sobre todo durante la infancia o la vejez, épocas en las que el individuo es más vulnerable inmunológicamente.

Page 5: Introducción a La Inmunología

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Barreras naturales de defensa

Las barreras naturales y que son la piel y las mucosas no solamente actúan aislando al

individuo del exterior sino también por sus capacidades bactericidas y promotoras de la

inflamación debido a la presencia de múltiples moléculas, factores y células con función

defensiva en la piel y mucosas o que se pueden acumular en caso de necesidad. La piel que representa casi el 20 % del

peso corporal del individuo consta de

tres capas con funciones diferenciadas

(Figura: Piel). Son la: 1. La epidermis, que es la más

superficial y donde abundan los

queratocitos, importantes por su

capacidad de producción de linfocinas

proinflamatorias, y las células de

Langerhans, con gran capacidad

transportadora y presentadora de

antígenos. 2. La dermis que posee una importante

red de vasos linfáticos y sanguíneos y en donde se encuentran importantes células e

inmunomediadores con funciones inmunes. 3. La hipodermis que es la capa más profunda está formada por tejido graso subcutáneo en

donde puede haber diferentes tipos de celulares inmunocompetentes pero cuyas funciones

no están claramente establecidas. Las mucosas que actúan como puesto fronterizo entre el interior y exterior de la cavidad

ocular, oral, uretra, vagina, intestinal y pulmonar principalmente tiene en su conjunto una

extensión en el organismo humano equivalente a 500 metros cuadrados y que posee

diferentes mecanismos tanto microbicidas como microbiostáticos de suma importancia. Las

mucosas según su localización posee adicionalmente la capacidad de producir elementos

defensivos como es el moco que las reviste y otras sustancias con acción antimicrobiana

directa como son la lisozima, defensinas, aglutininas, histamina e incluso ciertas citocinas y

quimiocinas.

Respuesta innata

La respuesta innata forma parte de los mecanismos inespecíficos de defensa y representa el

primer sistema defensivo del organismo y es de especial significación frente a la protección

del mismo ante infecciones ya sean de tipo bacteriano o viral. Son de especialmente de

importancia en la puerta de entrada de los microorganismos, piel y mucosas.

Entre moléculas y factores de la respuesta inmune innata presentes en la piel y mucosas y

que forman parte de la respuesta inmune innata se encuentran ciertas citocinas, quimiocinas

y factores del complemento.

Page 6: Introducción a La Inmunología

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Las citocinas son prioritariamente de los tipos IL-1, 6. 7 y 15 y poseen una acción

relevante como elementos proinflamatorios e incluso contribuyendo al inicio de la respuesta

inmune adaptativa.

Las quimiocinas esenciales son IL-8 y RANTES e intervienen atrayendo nuevas células al

foco inflamatorio en caso de una agresión por patógenos por ejemplo.

El complemento, que como se sabe se encuentra preformado en cada individuo, puede

intervenir en los procesos de destrucción de microorganismos con una gran eficacia al

poseer una acción directa destructiva de los mismos o ser inductores de su destrucción por

células fagocíticas, así como por su acción quimiotáctica y anafilotóxica.

A su vez dentro de las células de

la respuesta inmune innata

presentes en la piel y mucosas

destacan los fibroblastos, las células

dendríticas, monocitos, neutrófilos,

macrófagos, células NK e incluso

linfocitos T y B. Estas células, con

la excepción de los linfocitos, se

caracterizan por su capacidad para

actuar de manera inmediata sin

requerir de un aprendizaje previo

siempre que cualquier patógeno

sobrepasa las barreras

naturales. Esto es por ejemplo lo

que ocurre, tras una herida de piel

como consecuencia de una caída en

la que se puede producir una

entrada de microorganismos

patógenos o la llegada de gérmenes a las mucosas de los pulmones (Figura: Inflamación

local).

Cuando se produce una invasión local de microorganismos o incluso un trauma de otra

naturaleza se activan una serie de componentes de la respuesta innata a nivel local

produciendo lo que se conoce como inflamación. El proceso inflamatorio es como la síntesis

de todas las actuaciones de la inmunidad innata a nivel de un foco de infección. En la

inflamación se ponen en marcha elementos que directamente interfieren con el invasor y

además se generan señales encaminadas a atraer nuevas células al foco al objeto de

contribuir de manera más eficiente la destrucción del invasor.

Entre los mecanismos directos de lisis en la respuesta inmune innata, pueden intervenir las

células NK por su acción citotóxica, pero son las células con capacidad fagocítica las que

desempeñan un papel más decisivo en la eliminación del microorganismo patógeno. La

fagocitosis se lleva a cabo en varias fases, aproximación, fagocitosis y lisis (Figura:

Fagocitosis).

Es importante realzar que este proceso de fagocitosis puede iniciarse cuando el fagocito

reconoce de alguna manera al microorganismo. En este sentido hay dos vías de suma

importancia, una es la participación del complemento, debido a los fagocitos poseen

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receptores del complemento y la otra es mediante diversos tipos de receptores presentes en

los fagocitos y que tienen la capacidad de reconocer estructuras presentes en la mayoría de

las bacterias y muchos virus y que se conocen como receptores tipo Toll (TLR).

Probablemente la fagocitosis es el principal elemento que actúa en este tipo de respuesta. La

fagocitosis se lleva a cabo en varias fases,

aproximación, fagocitosis y lisis.

En resumen, las principales características de la respuesta inmune innata se exponen a continuación y son:

• Ser la segunda línea de defensa frente a invasiones externas

• Actúa de manera inmediata al inicio de la agresión

• No está basada en la expresión clonal de linfocitos

• Intervienen receptores con muy poca variabilidad de reconocimiento

• Puede reconocer una amplia variabilidad de patógenos

Los mecanismos de defensa innata aportan un buen sistema de protección. Sin embargo, en

muchas ocasiones no son suficientes para defender eficazmente al organismo, pero por

fortuna éste dispone de la respuesta inmune adaptativa que puede actuar a continuación de

la respuesta innata si ésta no ha sido suficiente para eliminar el patógeno.

Respuesta inmune adaptativa

La respuesta inmune adaptativa se caracteriza porque es efectiva solo frente a aquellos

antígenos que iniciaron este tipo de

respuesta y es mediada por linfocitos que

cuentan con la colaboración de células

dendríticas y macrófagos principalmente.

Los linfocitos que participan en este tipo

de respuesta son de dos tipos: linfocitos

B y linfocitos T. Los linfocitos T a su

vez pueden ser de los tipos

colaborador (Th), citotóxico

(Tc) o regulador (Treg).

La respuesta inmune específica puede

ser de tipo humoral o tipo celular.

Aunque la separación de ambos tipos de respuesta es mas de tipo didáctico que real, en

general se considera que cuando los elementos implicados son los linfocitos B, se trata de

una respuesta tipo humoral mientras que cuando participan los linfocitos T , se trata de una

respuesta tipo celular. Para que se inicie la respuesta tanto humoral como celular el primer

paso es el reconocimiento del antígeno (Figura: Activación linfocitos).

Page 8: Introducción a La Inmunología

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Reconocimiento del antígeno

Los linfocitos B reconocen el antígeno

mediante inmunoglobulinas de

membrana (mIg) mientras que los

linfocitos T lo reconocen mediante el

receptor de linfocitos T (TCR) (Figura:

Receptores linfocitos). La activación de

los linfocitos B conduce a la síntesis de

Inmunoglobulinas por los mismos

mientras que cuando lo que se activan

son los linfocitos T su función prioritaria

es la producción de linfocinas o la de

lisar células respectivamente. Las inmunoglobulinas (Ig) son glicoproteínas formadas, al

menos, por cuatro cadenas mientras que el receptor de los linfocitos T (TCR) es también

una glicoproteína pero de solo dos cadenas. Ambos tipos de moléculas tienen la propiedad

de reconocer y unirse al antígeno de manera específica.

Respuesta inmune celular

La respuesta inmune de tipo celular cubre una importante función como mecanismo

inmunológico de defensa, actuando principalmente frente a virus, así como evitando la

aparición y desarrollo de células tumorales. En ella participan los linfocitos T tanto de tipo

colaborador (Th) como citotóxico (Tc).

Presentación del antígeno

Para que los linfocitos T, tal como se ha dicho anteriormente puedan reconocer el antígeno,

éste debe ser debidamente presentado.

Esta función se realiza por las células presentadoras de antígeno (APC) que expone sus

determinantes antigénicos en su superficie en el seno de las moléculas del complejo

principal de histocompatibilidad (MHC) (Figura: Respuesta celular y humoral).

Es importante destacar que las células presentadoras y en concreto las células dendríticas,

pueden también transportar el antígeno desde el foco inflamatorio a los ganglios linfáticos

regionales, lo cual es importante en el inicio de la respuesta adaptativa y una prueba más de

la colaboración entre respuesta innata y adaptativa.

Las moléculas del Complejo Mayor de Histocompatibilidad son glicoproteínas presentes en las

membranas de la mayoría las células nucleadas, entre las que se encuentran las células

inmunocompetentes.

Estas moléculas son esencialmente de dos tipos, tipo I y tipo II y tienen entre otras

funciones las de presentar el antígeno a los linfocitos así como participar en el proceso de

maduración de los linfocitos T en el timo. Las células presentadoras de antígeno (APC) tienen

como misión captar, procesar proteolíticamente en el interior de estas células y después

presentar el antígeno a los linfocitos T conjuntamente con las moléculas de

histocompatibilidad.

Page 9: Introducción a La Inmunología

9

Interacción celular

Para que la activación antigénica se lleve a

cabo se requiere que previamente se haya

producido la interacción entre las células

presentadoras y las respondedoras.

Este fenómeno se lleva a cabo

prioritariamente por las moléculas de

adhesión que son un grupo muy heterogéneo

de sustancias que se encuentran en la

superficie tanto de células presentadoras

como respondedoras del mismo y que como

se ha dicho hacen posible la adherencia entre ellas y en consecuencia permiten la

unión entre el receptor de las células T y el complejo MHC-Ag de las APCs (Figura: Moléculas

HLA).

Inmunomoduladores de la respuesta inmune

La respuesta inmune es

regulada por moléculas

conocidas como citocinas, que

son sustancias producidas por

linfocitos y otras células en

respuesta a una gran variedad de

estímulos y que son capaces de

regular el funcionamiento de

otras células del sistema inmune.

Las linfocinas actúan como señal

complementaria facilitando la

activación, proliferación y

diferenciación de los linfocitos y

en general de todas las células

implicadas en la respuesta inmune. Podemos observar el proceso de activación de linfocitos

Th y la producción de interleucinas (Figura: Citocinas y respuesta inmune).

Activación de linfocitos Th y Tc

Aunque existen excepciones, la separación de las funciones de los linfocitos Th y Tc viene

dada por el origen de los antígenos que reconocen. Los linfocitos Tc reconocen a los

antígenos presentados en superficie por moléculas MHC de clase I (Figura: Activación Th y

Tc), mientras que los linfocitos Th interaccionan con el antígeno en el contexto de moléculas

MHC de clase II.

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Asociados a las dos cadenas polipeptídicas polimórficas que constituyen el TCR se encuentra

un grupo de moléculas monomórficas de membrana llamado colectivamente CD3, formando

así el complejo TCR/CD3 y que sabemos que es imprescindible para la transmisión de la

señal del reconocimiento antigénico al interior celular.

En consecuencia se desencadena una cascada de reacciones bioquímicas en el citoplasma de

la célula T, dando así lugar al proceso de activación, proliferación y diferenciación celular.

Estos mecanismos implican la participación de una serie de sustancias intracitoplasmáticas,

conocidas como segundos mensajeros. Como consecuencia de estos eventos se producirá

finalmente la transcripción de los genes implicados en la síntesis de las proteínas y factores

implicados en una determinada función. La activación de las células Th es el núcleo central

de la respuesta celular que a su vez actúa sobre, macrófagos, células NK y linfocitos Tc que

adquieren entonces la capacidad de lisar las células que portan el antígeno que indujo su

activación.

Respuesta inmune humoral

La ausencia de este tipo

de respuesta deja al

individuo tan indefenso

frente a toda clase de

gérmenes patógenos y

otras agresiones, que es

incompatible con la vida

si no se instaura a

tiempo un tratamiento

adecuado. En la

respuesta inmune

humoral intervienen,

como pieza central, los

linfocitos B, que como se

ha dicho anteriormente reconocen al antígeno a través de las inmunoglobulinas presentes en

su membrana. Sin embargo este estímulo no es suficiente para que se inicie y desarrolle la

Page 11: Introducción a La Inmunología

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respuesta inmune humoral. Para ello es necesario que los linfocitos B, además del estímulo

antigénico, reciban el estímulo de ciertas citocinas (Figura: Respuesta celular y humoral)

producidas por los linfocitos T colaboradores.

Sólo cuando confluyen estos estímulos, el antigénico y el mediado por las citocinas, se

produce la activación,

proliferación y diferenciación

de los linfocitos B hasta la

formación de células

memoria y células

plasmáticas productoras de

inmunoglobulinas, que serán

el elemento efector final de

la respuesta humoral.

En la (Figura: Respuesta

innata y adaptativa) se

muestra un esquema con

una visión general de la

respuesta inmune tanto

innata como adaptativa con

indicación de los principales componentes celulares que participan en cada una de ellas.

Características de la respuesta inmune adaptativa

La respuesta inmune adaptativa se caracteriza por reconocer unos antígenos y no otros

(especificidad), ser de carácter clonal, desarrollar memoria y ser autorregulable. Veamos

con más detalle estas características.

Especificidad. Se sabe que cada antígeno estimula solo a aquel linfocito o grupo de

linfocitos que han desarrollado y en consecuencia poseen en su membrana los receptores

capaces de reconocer y unirse específicamente a él. Estos receptores, tal como se ha

indicado anteriormente, son las inmunoglobulinas de superficie cuando se trata de linfocitos

B o el TCR cuando se trata de linfocitos T.

Clonalidad. Cuando un linfocito o grupo de linfocitos es activado, este prolifera y se

diferencia en múltiples células derivadas, todas ellas con idénticos receptores de superficie.

Se dice entonces que todas estas células constituyen lo que se denomina clon celular. Tanto

la especificidad como la clonalidad de la respuesta inmune fueron originariamente definidos

en los años cincuenta por varios inmunólogos entre los que se encontraba Burnet y se

conoció después por la teoría de selección clonal de Burnet.

Esta teoría decía que cada antígeno estimulará a aquel linfocito o grupo de linfocitos que

poseen en su membrana receptores capaces de reconocer y unirse específicamente a él y

que como consecuencia se producía su proliferación y diferenciación en células con las

mismas características de reconocimiento que los linfocitos originales (Figura Selección

clonal). Este carácter clonal, le confiere a este tipo de respuesta el carácter de gran

eficiencia en cuanto que cada individuo solo pone en marcha aquellos elementos, celulares y

moleculares, que le son necesarios para una determinada acción.

Page 12: Introducción a La Inmunología

12

Memoria Inmunológica. Otra característica importante de este tipo de repuesta es que el

organismo mantiene memoria de un estímulo a otro cuando son de la misma índole. Eso se

debe a la permanencia de linfocitos sensibilizados de larga vida después de un estímulo

antigénico.

Autorregulación. Este tipo de respuesta dispone de mecanismos internos de control, de tal

forma que la intensidad de la misma se regula por acción de diversos tipos de moléculas

entre las que destacan las inmunoglobulinas y sobre todo las citocinas. En la (Figura: RI

primaria y secundaria) se recogen las distintas fases de la respuesta inmune.

Respuesta primaria y secundaria

Cuando por primera vez

un antígeno se pone en

contacto con el

organismo, se produce

una respuesta inmune que

se denomina respuesta

primaria. Por el contrario,

cuando al cabo de un

tiempo el mismo antígeno

vuelve a activar al sistema

inmune, se produce una

respuesta que

denominamos respuesta

secundaria o adaptativa

(Figura: RI primaria y

secundaria). Ambas respuestas son, cualitativa y cuantitativamente, diferentes. Las

diferencias esenciales son:

• En la respuesta primaria los niveles máximos de inmunoglobulinas se

alcanzan tras un largo período de latencia después del estímulo antigénico,

mientras que en la respuesta secundaria se alcanza más rápidamente. Ello se

debe a que cuando un antígeno activa por primera vez a los linfocitos B, éstos

necesitan tiempo para diferenciarse en las células plasmáticas responsables de

la síntesis de inmunoglobulinas, mientras que cuando se trata de la respuesta

secundaria, gracias a la permanencia de las células memoria, se alcanza en

menor tiempo el nivel de células plasmáticas.

• La respuesta primaria predomina la IgM, mientras que en la secundaria

predomina la IgG.

• La respuesta primaria es de menor intensidad que la secundaria. Ello se debe

al tipo de inmunoglobulina predominante y a la presencia de células memoria

predominantemente en la respuesta secundaria.

• La respuesta secundaria, al predominar en ella la IgG, de vida media más

larga que la IgM, y además por el predominio antes indicado de células

memoria, es más permanente y duradera en su acción que la primera.

Page 13: Introducción a La Inmunología

13

En su conjunto podemos decir

que el sistema inmune funciona

de forma secuencial, enviándose

intercambiándose información

entre los diferentes

compartimentos al objeto de

aumentar la eficiencia entre

ellos para eliminar los

microorganismos patógenos.

Así, una vez que entra el

patógeno superando las barreras

fisicoquímicas, se pone en

funcionamiento el sistema

inmune innato, con células y

factores solubles que van a tratar de eliminarlos.

Si este sistema falla, en los vertebrados puede ponerse en marcha el sistema inmune

adaptativo que es muy selectivo y en donde participan células con un sofisticado

procedimiento de reconocimiento y activación.

Como ejemplos de esta cooperación se encuentran el papel desempeñado por los macrófagos

como células presentadoras de antígeno a los linfocitos T; los anticuerpos IgM e IgG son

capaces de activar el sistema del complemento por la vía clásica; o la citotoxicidad

dependiente de anticuerpo por parte de las células natural killer.

Concepto de antígeno y hapteno

Se entiende por antígeno toda sustancia con capacidad para generar una respuesta inmune,

o lo que es lo mismo, que posee capacidad para ser reconocida como extraña por el sistema

inmune. Sabemos que prácticamente cualquier tipo de molécula biológica, incluyendo

azúcares, lípidos, hormonas, metabolitos intermediarios, carbohidratos complejos,

fosfolípidos, ácidos nucleicos y proteínas pueden actuar como antígenos.

Las partes del antígeno que actúan induciendo la formación de anticuerpos se conocen como

grupo determinante. Sin embargo estos

grupos no tiene capacidad inductora de

anticuerpos si no van formando parte o

unidos a otra molécula mayor. A su vez

los anticuerpos frente a los antígenos se

unen concretamente a sus grupos

determinantes a los que también se les

denominan epítopos (Figura: Ag-Ac).

Esta capacidad de unión antígeno-

anticuerpo (Ag-Ac), es la característica

más importante y común de todas las

inmunoglobulinas. Esta unión es no

Page 14: Introducción a La Inmunología

14

covalente y débil, de tal forma que la reacción es reversible, encontrándose los antígenos y

los anticuerpos libres en equilibrio dinámico con los unidos.

Es conocido que la mayoría de los antígenos poseen múltiples epítopos, con lo que pueden

unir múltiples anticuerpos a la vez siempre que los epítopos estén suficientemente alejados

entre ellos para que no existan interferencias estéricas que lo impidan. Clásicamente se

llamaba antígeno a toda molécula capaz de generar un anticuerpo. En la actualidad sin

embargo, se considera antígeno a cualquier molécula capaz de unirse a un anticuerpo

independientemente de que pueda, por si sola, generarlo.

A su vez aquellas moléculas que son capaces de generar anticuerpos se les considera que

poseen capacidad inmunógena. En este sentido las moléculas demasiado pequeñas como

son los haptenos para generar anticuerpos necesitan ir unidas a moléculas más grandes

llamadas transportadores. Una vez que se han generado de este modo, anticuerpos contra el

hapteno, éste puede unirse a los anticuerpos. El hapteno es por tanto, una molécula

antigénica pero no inmunógena.

Tras la unión antígeno-anticuerpo (Ag-Ac), las sustancias extrañas (o antígenas) son neutra-

lizadas y posteriormente destruidas por las inmunoglobulinas a través de mecanismos, que

pueden ser diferentes según el tipo de inmunoglobulina que participa.

Aportaciones y desafíos de la Inmunología

La Inmunología ha contribuido de forma notoria al progreso de la ciencia actual, primero por

aportaciones sobre bases empíricas y después sobre fundamentos sólidos, fruto del intenso

esfuerzo desplegado en el estudio de los mecanismos de actuación del sistema inmune.

Durante la fase empírica que podemos considerar anterior al comienzo del presente siglo,

la inmunología ofreció la solución a uno de los grandes problemas que ha azotado a la

humanidad, las pandemias.

Ello fue posible gracias a Jenner quien a finales del siglo XVIII y a Pasteur quien a su vez a

finales del siglo XIX, prepararon las vacunas de la viruela y de la rabia respectivamente.

Posteriormente se desarrollarían, entre otras, las vacunas antitifoidea (1898), anticólera

(1892) y antidiftérica (1913). Después, en lo que podríamos denominar fase científica, y

debido a un mejor conocimiento de las bases biológicas y celulares del sistema inmune, la

inmunología se ha desarrollado ampliamente, siendo una de las ciencias que más ha

evolucionado en los últimos años. Hasta aproximadamente los años sesenta los aspectos

inmunológicos conocidos aparecían, en el contexto de la Microbiología, como el sistema

capaz de defender al organismo frente a las infecciones.

Desde entonces, los continuos avances en el conocimiento de los mecanismos implicados en

la respuesta inmune han dotado a esta disciplina de un sólido cuerpo de conocimientos. A

este desarrollo han contribuido de manera especial la puesta a punto de técnicas modernas,

tales como los cultivos celulares, obtención de líneas de células puras e híbridos celulares,

posibilidad de obtener animales transgénicos, disponibilidad de las técnicas de biología

molecular tales como clonaje de genes, técnica de PCR, el uso del láser y la microscopía

electrónica. En consecuencia, hoy día la Inmunología posee su propia contextura interna y

puede ser firmemente considerada como ciencia independiente al tiempo que hace posible el

desarrollo de otras áreas gracias a la aplicación de reactivos y técnicas puramente

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inmunológicas, adquiriendo así una amplia proyección en Medicina, Veterinaria, Biología,

Bioquímica, Agronomía y Farmacia.

En resumen, la Inmunología ha influido en las siguientes áreas:

• Prevención de enfermedades infecciosas • Posibilidad de realizar transfusiones de órganos • Inicio de la era de los trasplantes de órganos sólidos y de médula • Contribución a la oncología en cuya área se termina de desarrollar la primera vacuna • Inmunopatología como consecuencia de las diversas alteraciones del sistema inmune • Métodos analíticos que están siendo de gran utilidad en las ciencias biosanitarias

actuales • Biotecnología, industria y farmacia permitiendo nuevos métodos diagnósticos y nuevos

inmunofármacos.

Enfermedades infecciosas: Haciendo posible la profilaxis de la mayoría de las enfermedades infecciosas mediante un progresivo y espectacular perfeccionamiento de las técnicas de vacunoterapia durante el presente siglo. Es de destacar a modo de ejemplo el descenso drástico que se observan en las tasas de morbilidad declaradas por poliomielitis,

por sarampión o que la viruela ha sido completamente erradicada.

Transfusiones sanguíneas: La Inmunología hizo posible el descubrimiento de los grupos sanguíneos y los anticuerpos séricos frente a los mismos, gracias a lo cual se pueden

realizar las transfusiones sanguíneas sin riesgo para el enfermo.

Trasplantes de órganos: Haciendo posible la prevención del rechazo de muchos de los órganos trasplantados. Eso se ha debido a un perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas pero, sobre todo, al descubrimiento de los antígenos responsables del rechazo (antígenos de histocompatibilidad) y a un mejor conocimiento de los mecanismos inmunológicos responsables del rechazo del trasplante, que están permitiendo la utilización de modernas terapias inmunosupresoras de gran efectividad en la actualidad. Los avances más recientes indican que pronto será posible el trasplante de animales al hombre (xenotrasplante) con lo cual se podrá dar solución a la escasez de donaciones de órganos.

Oncología: En donde la inmunología ha permitido un mejor conocimiento de la interrelación célula cancerosa-huésped. Estos conocimientos ya comienzan a repercutir en una mayor supervivencia de ciertos pacientes cancerosos y existen fundadas esperanzas de que en un futuro inmediato la inmunología pueda contribuir aún más, ofreciendo nuevas vías de solución a esta enfermedad. El descubrimiento reciente, por un lado, de oncogenes responsables de la malignización celular y, por otro, de los mediadores químicos de la respuesta inmune, entre los que cabe destacar las linfocinas y los interferones, ofrecen una amplia esperanza en la terapia de muchos cánceres y de sus metástasis. En la actualidad se encuentran en vía de ensayo varias vacunas terapéuticas con resultados verdaderamente alentadores.

Inmunopatología:

Métodos analíticos: Una gran variedad de métodos analíticos de gran precisión y

sensibilidad se han desarrollado gracias a los conocimientos inmunológicos. Entre

estas técnicas las más importantes que se pueden destacar son la

inmunoelectroforesis, radioinmunoensayo, hemaglutinación, etc. Hoy se puede

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considerar que, por ejemplo, la endocrinología moderna se ha podido desarrollar

gracias a la aparición de un método, el radioinmunoensayo, capaz de medir los niveles

de las distintas hormonas. También ha permitido disponer de nuevos métodos de

estudio basados en la inmunología, sin cuya existencia hubiese sido imposible alcanzar

los niveles actuales de excelencia en la investigación biosanitaria.

Biotecnología, industria y farmacia: Esto está siendo realmente posible gracias al

extraordinario grado de cooperación existente entre los inmunólogos y científicos

dedicados a la bioquímica, biología molecular, genética y farmacia, cuyos métodos

como, por ejemplo, la tecnología del DNA recombinante, hibridaciones celulares, etc.,

están permitiendo la obtención de manera industrial, de sustancias y factores de gran

interés farmacológico, entre los que podemos destacar, como más sobresaliente, los

anticuerpos monoclonales (AcMo).

Otras aportaciones. Además de lo indicado anteriormente, la inmunología ha

contribuido a la solución de otros muchos problemas. Citemos, por ejemplo, la

prevención de la eritroblastosis fetal en casos de incompatibilidad Rh entre la madre y

el feto. Otra sensible y reciente aportación de la inmunología ha sido el

esclarecimiento de la etiología de múltiples enfermedades, al descubrir una estrecha

relación entre el padecimiento de las mismas y ciertos factores genéticos relacionados

con el control del sistema inmune. También la inmunología ha aportado

conocimientos y técnicas de gran utilidad en la Medicina Legal, alguna de cuyas áreas,

como por ejemplo la identificación, se benefició ampliamente después del

descubrimiento de los grupos sanguíneos y también durante la última década, gracias

al descubrimiento de los antígenos de histocompatibilidad.

La inmunología es una ciencia que actualmente se encuentra en pleno desarrollo, por

lo que es de suponer que en el futuro siga aportando nuevos conocimientos para la

solución de muchos de los problemas que tiene planteado la medicina y biología.

¿Cuáles son los desafíos de la Inmunología?

Los grandes desafíos en el futuro de la inmunología son la supresión de enfermedades

infecciosas a escala global. Este objetivo figura entre los desafíos de la agenda de la

inmunología del siglo XXI. Para ello se requiere de un esfuerzo público importante, sobre

todo potenciando programas de vacunación. Esto es esencial en el caso de la gripe aviar,

SIDA y malaria frente a cuyas infecciones no se dispone de vacunas.

Todas estas infecciones están causando numerosas muertes al año y en consecuencia son un

desafío serio y preocupante para la inmunología. En unos casos, la dificultad se debe a la

aparición de mutantes virales que les permite escapar a la respuesta inmune del individuo;

esto es que una vez que el sistema inmune ha aprendido a luchar contra el patógeno, éste

cambia y ya no le sirve de nada el aprendizaje y tiene que comenzar de nuevo. En otros

casos se debe a la aparición de resistencias de los patógenos a los medicamentos, que

toman normalmente para curarse, en cuyo caso el medicamento no ejerce el efecto deseado.

En el caso de la gripe aviar el panorama es preocupante debido a que es capaz de infectar a

seres humanos desde los animales y aunque afortunadamente no es capaz de pasar de unos

seres humanos a otros, sí existe preocupación de que pueda combinarse con el virus de la

gripe humana y de ese modo aprender a hacerlo y dar lugar a una pandemia. No se puede

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olvidar que la pasada pandemia de gripe ocurrida en 1918 mató entre 20-40 millones de

personas. Otro de los objetivos de la inmunología del siglo XXI se centra en prevenir las

alergias.

Los investigadores están mirando actualmente la posibilidad de desarrollar vacunas contra la

mayoría de las formas de alergias. Por ejemplo, identificando las proteínas del polen o los

cacahuetes que son responsables de causar alergia y utilizándolas a muy bajas dosis poder

actuar como vacuna. Aunque es importante señalar que este caso sería una vacuna que

enseñaría al sistema inmune a no responder en vez de a responder como las vacunas

utilizadas hasta ahora contra las enfermedades infecciosas.

Encontrar mejores remedios para las enfermedades autoinmunes, figura también entre los

programas destacados de trabajo. En esta área se esperan nuevos inmunomoduladores de

gran capacidad de acción, por ejemplo en la artritis reumatoide y otras enfermedades de tipo

autoinmune. También se está trabajando en mejorar los resultados en trasplantes en donde

dos de los grandes problemas son la escasez de donantes y alcanzar mejores resultados a

largo plazo.

Hasta ahora para evitar que el individuo destruya el órgano trasplantado se le trata con

inmunosupresores que actúan disminuyendo la capacidad del sistema inmune del individuo

trasplantado de atacar el trasplante pero también de defenderse de infecciones. Por ello, uno

de los objetivos futuros es ayudar al sistema inmune para que tolere de manera selectiva el

trasplante al que ha sido sometido y evitar así las complicaciones de la inmunosupresión

tradicional, como por ejemplo son la aparición de infecciones virales, tumores y otros.

Se trataría en definitiva de copiar lo que la naturaleza ya realiza en la mujer gestante que

acepta de manera selectiva a su feto (trasplante natural) lo cual permite que éste sea

tolerado aunque lleva el componente paterno que es extraño a la madre desde el punto de

vista biológico. Por otra parte los avances más recientes indican que pronto será posible el

trasplante de animales al hombre (xenotrasplante) y el uso de células madre, que por su

gran capacidad de crecimiento multidireccional, son una gran esperanza en el futuro en

programas de terapia regenerativa de muy diversos tipos de tejidos dañados, aspectos éstos

que son tratados más extensamente en otros capítulos.

Una mayor contribución a la nueva biotecnología, figura también en la agenda de trabajo del

inmunólogo, ya que mediante la inmunotecnología será posible seguir produciendo agentes

que protejan a las personas y animales contra muchos tipos de enfermedades. Mientras

tanto, la tercera generación de vacunas empleando DNA ya ha comenzado. Hasta ahora para

desarrollar vacunas hay que purificar o producir las proteínas del patógeno lo cual es caro y

poco estable, y obliga en la mayoría de los casos a administrar varias dosis.

Todo ello dificulta por ejemplo las campañas de vacunación en países en desarrollo con

malos medios técnicos y malas comunicaciones, donde en muchos casos no es posible

administrar una segunda dosis de la vacuna. Las vacunas de DNA podrán permitir desarrollar

campañas de vacunación más baratas y estables y sin necesidad de administrar más de una

dosis. Consisten en introducir parte del DNA de un patógeno dentro de un individuo,

entonces el individuo producirá una respuesta frente a ciertos componentes del germen.

Tienen como ventaja no causar la enfermedad y de poder producirse de forma duradera.

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Alteraciones del sistema inmune

Cuando los mecanismos inmunes se alteran dan lugar a procesos patológicos, siendo en

muchos casos el sistema inmune en sí la causa de enfermedad. Esto se evidencia, por

ejemplo en lo que ocurre cuando el individuo reacciona de forma exacerbada frente a

sustancias que en principio son inocuas, como es el polen de plantas, en cuyo caso aparecen

reacciones de hipersensibilidad como las alérgicas y el asma, que cada vez son más

frecuentes en la población.

En otros casos, el sistema inmune no reacciona adecuadamente, producto de algún tipo de

inmunodeficiencia, haciendo muy vulnerable al individuo a una multitud de infecciones,

especialmente las causadas por gérmenes oportunistas. O cuando, las células encargadas de

la defensa inmune, comienzan a proliferar en grandes cantidades, llegando a producir

auténticos cánceres de células libres como son las leucemias, que incluso en tan sólo meses

pueden terminar con la vida del individuo.

En consecuencia la Inmunología debe estudiar no sólo el papel que tiene el sistema inmune

en el mantenimiento de la salud sino también en la génesis y evolución de la enfermedad.

También a veces, por razones todavía no muy bien entendidas, el sistema inmune no

reconoce como propio sus componentes, ocasionando las enfermedades por autoinmunidad,

en las que se lesionan tejidos causando graves trastornos que pueden incluso llevar a la

muerte del individuo.

Esto es por ejemplo lo que ocurre en la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide, la diabetes

tipo 1, etc., en las que el sistema inmune trata de destruir la mielina, articulaciones o las

células beta del páncreas respectivamente. Así, la inmunidad protectora y la

hipersensibilidad patológica pueden coexistir porque son manifestaciones del mismo tipo de

respuesta inmune específica, donde las diferencias entre individuos en los patrones de

respuesta inmune frente a microorganismos son determinantes importantes de la progresión

de la enfermedad y de su resultado clínico.

Esta es la razón por la que se habla de “aprendizaje”, ya que se entiende que el sistema

inmune del nuevo individuo identifica como propio todas aquellas moléculas generadas por el

feto durante su periodo de desarrollo en el seno materno son reconocidas como algo natural

de su entorno. La inmunología actual nos habla

también de que ese “aprendizaje” va unido a un

sistema más complejo de “etiquetaje” interno.

Así de la misma manera en que todos los miembros

de una especie cuentan con componentes idénticos

como son las hormonas, también cuentan con unos

componentes muy variables denominados “moléculas

de histocompatibilidad” que son diferentes de unos

individuos a otros incluso dentro de la misma especie

y en consecuencia son los verdaderos “marcadores de

lo propio de cada individuo” (Figura: Individualidad). Estas moléculas actúan a modo de “código de barras

biológico” o "carnet de identidad biológico" que si bien, se transmiten de padres a hijos,

haciendo que cada uno de nosotros seamos únicos e irrepetibles. Ello se debe al gran

número de histocompatibilidad existentes dado su alto polimorfismo y diversidad que se

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puede generar adicionalmente por mutaciones espontáneas. Así pues, podemos decir que la

especie humana es biológicamente diversa al estar formada por individuos que a su vez son

biológicamente únicos. En este contexto, también cabe preguntarse ¿Cuáles son las consecuencias de los errores de

la interpretación entre lo propio y lo extraño?. No se escapa que un serio dilema para el

sistema inmune es la necesidad de compatibilizar por una parte la defensa de cada persona,

manteniendo su individualidad, y la defensa de la especie, propiciando su diversidad. Debido

a la complejidad de esta función, existen mecanismos muy precisos de control que evitan

que sea el sistema inmune el que destruya los componentes propios del organismo donde

asienta. Sin embargo, la biología humana no está exenta de fallos, apareciendo así en ciertos

casos enfermedades, conocidas como de autoinmunidad, en las que el sistema inmune falla

en estos sistemas de reconocimiento y pierde la tolerancia que debe mantener frente a los

componentes propios.

Bibliografía

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