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INTRODUCC16N

LA INFANCIA Y SU CONOCIMIENT0 PSICOSOCIAL

Esta obra se propone presentar al lector de forma globalizada y articu-lada una serie de reflexiones te6ricas y sobre ambi[os actuales de investiga-ci6n relativos a la infancia vistos desde la 6ptica psicosocial. Lo mas habi-tual es hal]arlos dispersos en la literatura cientifica por el hecho de formarparte de campos de inter€s aparentemente distintos, o incluso de haber na-cido en el seno de disciplinas cientificas o de practicas profesionales dife-rentes.

Esta perspectiva nos llevara al singular contraste que ofrece el hechode tratar algunos temas que tienen un corpac de conocimientos cientificosacumulados extensisimo (y que s6lo plantearemos de forma muy introduc-toria) , como pueden ser los procesos de socializaci6n o los malos tratos a lainfancia, al lado de tematicas con escasa investigaci6n y abiel.tas al debatemuy recientemente, como es el caso de los testimonios infantiles en proce-sos judiciales o la participaci6n social de la infancia. Desde nuestro plan-teamiento, se consideran relacionados entre si y pertenecientes a un mismoconjunto de conocimientos.

La singularidad de nuestro enfoque queda sintetizada en un concepto:pfz.cofocj.4/. El enfoque psicosocial, como perspectiva para el estudio delcomportamiento humano, siguiendo los plan[eamientos de Munn€ ( 1986;1995), lo defininos como aquel que se interesa por las manifestaciones in-terpersonales de dicho comportamiento, conllevando una interacci6n yuna interinfluencia. En nuestra exposici6n de temas, introduciendo unapsicosociologia de la infancia, el lecto'r encontrara el denominador comtinde nuestro objetivo de preseritar las interrelaciones que mantienen losadultos y la infancia, en el seno de los contextos sociodemograficos, socio-culturales y sot.iopoliticos mss habituates en las sociedades contempo-rineas,

Tendemos a pensar las interrelaciones entre adultos y nifios en t€rmi-nos muy eec.cro-sociales: los padres con los hijos, los maestros con los alum-nos, el pediatra con el paciente infantil, etc. En contraste, y partiendo denuestra opini6n de quc a esta tematica se le ha prestado mucha menos aten-ci6n de la que cabria esperar, vamos a subrayar que dichas interrelacionesse dan a todos los nivele§ sist€micos de la vida en sociedad.

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cC6mo se explica la idea de que la poblaci6n adulta y la infancia se in-terrelacionen a niveles 77zczcro-sociales? El concepto z.#/#/gcz.c7 dista mucho deser objetivo o universal. Par una parte porque cada sociedad, cada cultura,define explicita o imph'citamente qu€ es z.#/¢#cz.a, cuales son sus caracteris-ticas, y, en consecuencia, qu€ periodos de la vida incluye. Por otra parte,diversos historiadores y otros es[udiosos nos ham mostrado c6mo en dife-rentes momentos de la historia de una misma cultura el significado del con-cepto [ambi6n ha ido cambiando.

Finalmente, sin que ello signifique que es memos importante, la in fan-cia no es s6lo un perfodo de la vida, sino que se refiere tambien a un con-junto de poblaci6n de un territorio, qiie redne la caracterfstica de estar ental periodo. A tal conjunto de poblaci6n, en todas las culturas, se le repre-senta como un subconjunto de miembros de la colectividad Jz.f//.7¢+o, es de-cir, que configura un gran grupo social diferenciado, o, expresandolo enotras palabras, que forma parte de una categorfa social, denominada /cz z.#-/¢7zcz.4, de aquel territorio o pats. El concepto z'#/cz#c7.a se refiere mss a unconsenso social sobre una reahidad, que a una realidad social objetiva y uni-versal.

Es asi como el conjunto de los adultos de una sociedad se relacionacon el conjunto de poblaci6n infantil: representandoselo con unas caracte-risticas determinadas, con necesidades y problemas determinados, y ac-tuando sobre dicho conj.unto mas o memos coherentemente segdn lo perci-bido y lo aspirado en relaci6n con el mismo.

El inter6s por un nuevo campo interdisciplinario de estudio cientifi-co, denominado cc7/z.cJc7c7 c/e 2/z.cZcz, no ha cesado de crecer y expan§ionarsedesde su eclosi6n a finales de los afros sesenta. Las contribuciones de lapsicologia social a dicho ambito son ya muy numerosas y destacables(Blanco,1985; Casas,1989; 1996). Una caracteristica basica de la calidadde vida es que viene siendo definida como/##cz.6# Jc/ c#jo/7¢o aec!/c7z.4/ yJe/ c'#/or#o pfz.cofocz.4/ en que viven las personas. Fieles a esta tradici6n, ya nuestra personal trayectoria dentro de la misma, si bien a lo largo de estaobra mos iremos refiriendo a aspectos mss materiales o directamente ob-servables de la infancia, vamos a destacar de forma singular los aspectosmas psicosociales (es decir, interrelaciones, interacciones e interinfluen-cias), casi siempre memos directa o facilmente observables, que contex-tualizan las vidas de nifios y nifias; prestando especial atenci6n, como seviene haciendo en los estudios sobre calidad de vida desde sus inicios, alas percepciones, aspiraciones y evaluaciones de las personas acerca de lasrealidades vividas.

Nuestras reflexiones y los datos de investigaciones que aquf expon-dremos estan extraidos, en su mayoria, del contexto europeo, e incluso a

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veces se hallan restringidos al estado espafiol. Eno responde a un dobleprop6sito:

a) por una parte, dar a conocer la reahidad y los debates europeos enrelaci6n con este ambito, a menudo mucho menos accesibles que los nor-teamericanos, pero de contenidos claramente distintos, en ciertos aspectos,al menos a lo largo de la ultina d6cada;

b) por otra, poner a disposici6n de los lectores de habla latina un aba-nico de informaciones en parte quiza mss pr6ximas a sus realidades cultu-rales qiie las que se derivan de culturas anglosajonas, posibflitando de estemodo nuevos contrastes.

Sin embargo, a pesar de los beneficios imph'citos en este doble prop6-sito, no se puede ocultar al lector que por euo nuestra visi6n puede estarculturalmente sesgada. De ser asf, deseamos, no obstante, que nuestros ses-gos puedan servir de contraste y reflexi6n en relaci6n con otros posiblessesgos que, sin duda, tanbi6n existen en otros conjuntos de ]iteratura cien-tifica disponible en este ambito.

Asimismo, nuestra exposici6n tiene tambi€n el prop6sito de desarro-uar un ambito de estudio aplicado y aplicable. Hemos escrito pensando enel interes de los temas expuestos tanto para el estudioso, como para el pro-fesional, y tambien para el estudiante, y para el pdblico en general, pres-cindiendo en lo posible de terminologfa muy especializada. De nuestro in-ter€s por las aplicaciones deriva una particular preocupaci6n por larelaci6n entre investigaci6n cientifica, practica profesional y politicas de in-fancia. Consideramos que, en el inbito de la infancia, el debate sobre la re-levancia social de los conocimientos cientfficos en las ciencias humanas ysociales adquiere dimensiones. totalmente nuevas con la aprobaci6n, porparte de las Naciones Unidas, de la Convenci6n que mss parses ban ratifi-cado en la historia de la humanidad: la Convenci6n sobre los Derechos delNifio. Entendemos que en ena se contienen las bases de grandes aspiracio-nes para nuestro futuro social, internacionalmente consensuadas. Es portodo euo que, a lo largo de este hibro, iremos haciendo referencia repetida-mente a dicho texto internacional, y a los nuevos problemas prfcticos quesu aplicaci6n conneva.

En definitiva, en esta obra pretendemos transmitir iina visi6n amphiade las distintas percepciones, actitudes y representac.jones que, de formaindividual, grupal, institucional y politica, mueven a los adultos de rna so-ciedad a actuar en relaci6n con sus nifias y nifios, y que, en definitiva, con-dicionan la vida infantil, y configuran buena parte del macrocontexto psi-cosocial en el que viven.

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PRESENTACION

Esta obra se ha nutrido en buena parte de los diferentes trabajos queel autor ha realizado a lo largo de los ultimos ocho afros. AIgunos de el]osse han pubficado en revistas o en actas de congre§os, y despu€s se ban rees-crito y adaptado al presente libro. Aquel lector que quiera explorar estosantecedentes, los encontrara referenciados en la bibliografra, al final de laobra, todos ellos con el nombre inicial del mismo autor, con la salvedad delapartado 8.11, cuyos antecedentes se encuentran en el libro de Colton, Ca-sas y otros (1996).

Los tres prineros capitulos se dedican a exponer distintos aspectoscontextuales de la vida de los nifios y nifias de nuestra sociedad. En el pri-mero exponemos algunos aspectos representacionales de debate reciente enlas ciencias sociales: un debate que persigue identificar elementos basicos denuestro imaginario colectivo en relaci6n con la categoria social z.#/tz#c;.c7,equivalence jurfdicamente a los ovc#orc.f y figurativamente a /or 4zZ#-#o. Enel segundo planteamos el amplio marco demografico, relacionindolo conun sustrato comportamental: cambios en el comportamiento reproductivo,cambios en los valores y expectativas implfcitos o explicitos que guian laeducaci6n de los hijos. En el tercero exaninamos algunos aspectos psicoso-ciales de las dininicas socializadoras, tanto en la famhia, como en la vida so-cial mss amplia y en los medios de comunicaci6n, dedicando especial aten-ci6n a las percepciones y expectativas depositadas en los nifios y nifias.

Los capftulos 4 al 8 contemplan distintas realidades en que viven nifiasy nifios, particularmente los procesos de conceptualizaci6n de las mismascomo prod/cAV4 de caracter social, es decir, qiie apelan a algtin tipo de res-ponsabilidad colectlva, y, por tanto, llaman a actuaciones sociales para so-lucionar]os. En el cuarto capitulo desarrouamos un analisis hist6rico de losgrandes paradigmas que existen acerca de las formas consideradas masadecuadas para solucionar los problemas sociales de la infancia. En el quin-to planteamos una reflexi6n acerca de las diferentes situaciones de dificul-tad o crisis por las que, en ocasiones, atraviesan algunas familias con hijosmenores de edad, incidiendo, en particiilar, en el importante papel de ayu-da que, en tales situaciones, pueden desempefiar otras familias. En el sextose tratan, de una forma especifica, 1as distintas formas en que los adultos

•;ll,??,ir.;;`gr..rfT.i

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cjercen la violencia para con los nifios y nifias, tanto la fisica como ]a psico-16gica. En el s6ptimo estudiamos las diversas situaciones que pueden afec-tar los procesos de desarrollo y socializaci6n de minos y nifias y su identifi-caci6n mediante indicadores de riesgo, para poder plantear intervencionespreventivas. Y en el octavo introducimos esa sensaci6n de ser Jz/crc#/c quelas propias famflias afectadas experimentan por el hecho de tener que con-vertirse en usuarios de determinados servicios sociales para la infancia antesituac.iones de necesidad.

El capitulo Doveno analiza c6mo las sociedades humanas e incluso lasdisciplinas cientfficas, a lo largo del tiempo, van cambiando lenta pero pro-fundamente su relaci6n con la infancia. Se pasa de focalizar las preocupa-ciones en los fen6menos sociales connotados negativamente, a plantear lanecesidad de movilizar procesos contrarios, es decir, fen6menos considera-dos positivos. Los derechos de nifias y nifios, tal como quedan reflejados enla Convenci6n de Naciones Unidas, son un buen ejemplo del inter€s queexiste por superar situaciones negativas, pero tambi€n por generar dinami-cas sociales positivas en ciertas circunstancias en que, aparentemente, noexiste ningtin p/ob/cfflcz que justifique un cambio social. El cambio se fun-damenta s6lo en las 4jpz.r4cj.o77cf compartidas, por algdn tipo de consensosocial.

El capftulo 10 examina los diversos aspectos de la relaci6n de la infan-cia con los procedimientos judiciales. Tanto en lo que se refiere a la justiciade menores, como al estudio de las ninas y nifios como testimohios, ban ha-bido cuestionamientos recientes, a menudo ambivalentes, sobre la imagentradicional de la nifia o nifio como z.#czzp4z o z.#coz7apcfc'#fc. Desde la pers-

pectiva del desarrol]o moral, primero se analiza la relaci6n de menor in-fractor ante la justicia, y ante la tradicional dicotom{a juridica de z.xpz//44/co z.#z.fflpzf/cr4/c, psicol6gicamente equivalente al interrogante de si es rcif-

po#f4b/c de sus actos o no. Despu€s nos referimos a las largas polemicas,tanto en la esfera legal, como en el campo de la investigaci6n cientifica, so-bre la fiabilidad de los nifios y nifias como testinonios judiciales, dilemaque, en ocasiones, cuestiona fuertemente la competencia de los adultospara tratar con ellos de forma adecuada en contextos judiciales.

En el capitulo 11 se plantea mas intensamente un contraste entre elpresente y el futuro. Prinero se expone el concepto de calidad de vida y seanahiza su aplicabhidad para con la infancia. A continuaci6n, se considerala posici6n de nifias y nifios ante las nuevas teonologfas, particularmente laspantallas y los medio§ de comunicaci6n social. En tercer lugar se analizanlos nuevos retos sobre la participaci6n social de la infancia y la educaci6npara la responsabilidad ante un fufuro cambiante, que, aunque ya se habianplanteado con anterioridad, ban sido muy reforzados por la Convenci6n de

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|as Naciones Unidas; asi como las dudas y resistencias que ello genera en lasrepreLS:sntdaoc:o£:ismaodsulctaapsi::g:C:=:ei::E::::aT::nhc::,adimensionesma-

crosociales y politicas. En el duodecimo, repasamos ]a actividad profesio-nal en su concreci6n social y polftica, es decir, contextualizada dentro delos sistemas de protecci6n social a la infancia, destacando particurarmentelas aportaciones que puede realizar el profesional formado en psicologiasocial. En el capitulo 13 revisamos algunos de los cambios de planteamien-to en cuanto a las polfticas de infancia acaecidos en las tiltimas d€cadas ylos atin necesarios en coherencia con las nuevas dinamicas sociales y con lapropia Convenci6n.

El autor quiere dejar constancia de que esta obra esta llena de ideasque han madurado a partir de reflexiones compartidas con colegas con losque he tenido la ocasi6n de mantener constructivos debates en el seno dediversas actividades europeas. Quiero agradecer de forma particular el en-riquecimiento obtenido de los compafieros del Programa ERASMUS eu-ropeo sobre los derechos de la infancia, los de Childwatch International,los del Centro Europeo de Viena, los del Centro de Estudios del Menor deMadrid, y los del Proyecto de Politicas de Infancia de] Consejo de Europa.A todos euos les quiero expresar mi profunda gratitud. Tambi€n debo ex-presarla hacia los compafieros y amigos que me ham alentado a poner porescrito estas ideas. Un agradecimiento especial para Montse Cus6, que hatenido la paciencia de leer, corregir y comentar los manuscritos originales.

El autor aceptara con agrado cualquier comentario sobre esta obra,que debe considerarsc introductoria, y tambi€n provisional, por el hechode referirse a un area de conocimiento de reciente desarrollo y en crecien-te ebullici6n, por lo que (o al menos asi lo deseamos) vera importantesavances en un futuro pr6ximo.

FERRAN CASASBarcelona, noviembre de 1996

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CAPITULO I

REPRESENTACIONES SOBRE LA INFANCIA

i.1. LA INFANCIA COM`O CONCEPTO Y COMO REALIDAD

La palabra /.#/¢#cz.4, tan cotidiana en nuestro lenguaje, encierra unarica y singular historia conceptual. De hecho, al menos en castellano, hacereferencia a mas de un concepto, es decir, es referente de realidades distin-tas, incluso representadas con diferentes niveles de abstracci6n. Cierta-mente, todas estas realidades tienen algo en comtin: /oJ #z.#of ? /4f #j.#4j;pero corresponden a diferentes perspectivas de observaci6n y analisis deunas personas, de sus contextos de vida y de las relaciones interpersonalespara con ellas y ellos.

Asf, la z.#/tz#cj.c7 puede entenderse como un perfodo determinado de lavicla de un nifio o una nifia, predible por un intervalo de edad. Dicho inter-valo es totalmente convencional, de manera que no todo el mundo esta deacuerdo acerca de ibs afros que at)arca. A menudo se acepta como infanciael periodo de vida que va del naciniento a los 14 afios, pero hay quienes re-servan tal denominaci6n al perfodo que finaliza a los 7 afros, o a los 10, a los12, y otros que lo alargan hasta los 16. La Convenci6n sobre los Derechosdel Nifio de las Naciones Unidas considera que abarca hasta los 18 afros,salvo que la legislaci6n del pals prevea la mayorfa de edad antes. Comocontraste cabe decir que, en algunos textos legales espafioles, se considerael intervalo 0-18 como la /.#/tz#cz.cz y c7Jo/cfcc#cj.cz, en consonancia con la

i:e::L6tnin:]adsahda:;ttur:I:::[o]sencgounacj:pct°ot:d!s¥`:'usfeesrpe::fi:r:rpuonra]So°[tua:£t6o:que, mss que otra cosa, los int€rvalos de edad que comprende la infancia/.#Jz.c¢# las pautas, normas o habitos socioculturales con los que se relacio-nan un concepto y dicho intervalo.

La z.#/cz#c/.4 tambi€n puede entenderse, desde una perspectiva.d_e_po-

grffica, como el conjunto de poblaci6n de un territorio dado, que tiene laedad comprendida en el intervalo convencional aludido en el parrafo an-

- terior.

Otras perspectivas entienden como j.#/¢#c/.4 el conjunto de caracteris-ticas psicosociobiol6gicas de iinos sujetos en estado de desarrollo, hastaque Ilo alcanzan las caracteristicas consic]eradas como propias de otra eta-

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::::fset:er;:,:,dpee::s::I::o,.nE:c:it.erc;::;i`sa.cg:fdc:::ror'.6fi:c4p::::an;:::;asd,:perspectiva ha potenciado importantes investigaciones psicol6gicas, medi-cas y psicosociales, a la bdsqueda de mediciones indicarivas del desarrolloinfantil.

Finalmente, y con ello no agotamos todas las perspectivas, a un nivelmayor de abstracci6n que los anteriormente expuestos, la z.#/z7#cz.c7 tambi€nresoha sex aquello que la gente dice o cori§idera que e§ la infanaa, una\.ima,-gen colectivamente compartida, que va evolucionando hist6ricamente. Es

i:ij:',:n[:es':I:#::-::tftue]r°m`,:/a4d"o%4;r`u°;oCs':::j€fens°:cdueit::alt::,rta::;:rrollan 4#joev4';z.c4ffle#/c rna serie de asociaciones de ideas que configuranun conjunto de conocimientos /6gz.cof, compartidos por la mayorfa. demiembros de esa comunjdad; los psic6logos sociales denominamos a tal he-cho rcprcfc#/cicz.6# Jocz.cz/ (v€ase Moscovici, 1976; 1982). Las representacio-nes sociales que acerca de la infancia tiene una comunidad dada constitu-yen una conjunto de z.xp//'c/./oJ o de J44c'rer co//'Jz.c7#of resistentes al c.ambio(sean verdaderos o falsos desde cualquier disciplina cienti`fica), y tienencuerpQ .d_e rc4/z.JczJ PJ/.coJocz.c7/, ya que no s61o existen en las mentes, sino

q¥e generan procesos (interrelaciones, interacciones e interinfluencias so-ciales) que se imponen a la infancia y condicionan a nifios y nifias, linitan-do la posibilidad de experiencias o perspectivas de analisis fuera de esta /6-gz'c¢. Como ya advirtieron Thomas y Thomas en 1928: «L4f j/.f#4cz.o#cfdefinida.s como reales, son reales en sus corisecuencia5».

El concepto de !.#/tg#cz.47 puede aludir, pues, a realidades distintas. Peroademas, como seguiremos comentando con mss detaue, no son realidadescj`/¢4/cj a lo largo de los afros.

A lo largo de la historia de la humanidad, ham ido apareciendo ideasnuevas, perspectivas nuevas en relaci6n con los nifios y las nifias, y para re.ferirse a ellas ha hecho falta crear conceptos nuevos. Para poner en relaci6nuna realidad observada con los conceptos utilizables al referimos a ella,1osseres humanos necesitamos organizar informaciones contrastables, dat6s.En otras palabras, prccz.f4wof !.#Jz.c4Jorer de esa realidad (vcr Critto, 1982;Casas,1989b). Si con una misma palabra mos referimos a realidades distin-tas, a la hora de evaluarlas, nos van a exigir ser medidas con indicadoresdistintos.

La propia existencia de una realidad denominada z.#/t7#c/.4 depende dela percepci6n social de que cxz.i/c una rea]idad suficientemente relevante,que precisa de un concepto para que nos refiramos a eua. El historiadorAries (1960) puso de manifiesto quc la nQci6n de infancia que boy en diatenemos y que mos parece de una cryz.Jc#c/.4 impresionante, no ha existiclo ni

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mucho menos a lo largo de toda la historia de la humanidad, y que masbien es una creaci6n reciente, que emerge definitivamente s6lo despu6s dela revoluci6n industrial. La idea, por ejemplo, de que el nino o la nifia es un§ujeto de derecbos, a.I igual que todos los seres buinanos, no se pharne enLacancha internacional hasta 1990, con la entrada en vigor de la Convenci6nde las Naciones Unidas sobre sus derechos.

Etimol6gicamente, «in-fancia» viene del latin z.#-/a/c, el que no habla,es decir, el beb€. Pero con el tiempo fue adquiriendo el significado de c/g#c #o fz`c#c p4/44r4, es decir, el que no tiene nada interesante que dec-ir, novale la pena escucharlo. Luego se plante6 la pregunta ¢hasta cuando?,¢hasta que edad los nifios no adquieren la capacidad de expresarse r4zo#cz-4/c772c#fc? De tales cuestiones fueron surgiendo a lo largo de la historiaconcc:ptos tares corno.. uso de raz6n, discernimiento, compelencia, mddurez,y otros que veremos en capitulos posteriores.

Las representaciones sociales que sobre la infancia tiene cada sociedaden distintos momentos de su devenir hist6rico conforman buena parte delos elementos mss sutiles, pero tambi€n mas basicos del co#fex/o pjz.cofo-cz.4r/, es decir, relacional e interactivo, en que los nifios viven y crecen coti-dianamente, sumergido a su vez en un contexto sociocultural mas amplio.Visto desde otra perspectiva, cabe matizar que el contexto sociocultural enque se desenvuelven los nifios esta configurado no s6lo por elementos rna-teriales, sino tambi€n por grandes conjuntos de elementos psicosociale§(actitudes, representaciones, atribuciones, categorizaciones, estereotipos,percepciones sociales, ideologfas, valores, etc.) que los adultos de nuestrasociedad mantenemos hacia la poblaci6n infantil.

Dada la dificultad para comprobar muchos de estos elementos psico-sociales se ham desestimado durante d€cadas como objetos de inter€s parael estudio cientifico. Hay que reconocer, no obstante, que su estudio sueleser con}plejo y a menudo sigue siendo dificil, a pesar de los grandes avan-ces de las ciencias humanas y sociales. La comunidad cientffica tiene atinuna experiencia relativamente corta en lo que respecta a la recogida siste-matica y rigurosa de datos sobre aspectos psicosociales de ]as dinamicas dela sociedad que afectan especificamente a la poblaci6n infantil, con la ex-cepci6n, quiza, de algunos fen6menos considerados especialmente proble-maticos, como son la delincuencia o el consumo de drogas.

No por falta de datos o de habito en su recogida, dejan de ser reales eincluso mayoritarias determinadas pet/capcz.o#c'f y 4frz.b#cz.o#cj Toc.z.4/cf quelos adultos tenemos de la situaci6n infantil y adolescente y que resultan serin fun-dadas o €rr6neas, determinados prc/.z/z.cz`of que condicionan nuestrasinteracciones con las nifias y nifios, la existencia o inexistencia de 4Payo Jo-cz.¢/ ante determinadas necesidades o conflictos que afectan a conjuntos

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amplios de la poblaci6n infantil, de[erminadas rc4ccz.o7zcf focz.cz/cJ ante pro-

granas que pretenden mejorar los derechos de nifios y nifias. Ademas, lasideas sobre las capacidades de las nifias y nifio§ y sobre su propio desarro-no, a menudo, no se ajustan a la realidad y tienen mas forma de cffcrcojz.poffocz.a/cT compartidos que de conocimiento objetivo (D'Alessio, 1990).

Podemos afirmar que, en general, mos falta mucho par conocer sobrelos elementos que configuran las crc.c7zcz.#f y /cprcJc'#/cic;.o#cr foc!.c7/€f que dela poblaci6n infantil de cada sectoi. territorial, de sus problemas y de su ca-lidad de vida, tienen los adultos. Tat conocimiento no s6lo resulta de inte-res te6rico, sino tambi€n directamente aplicable a la soluci6n ds_j2Ioble-

gi:u:]'te:vai€q:u::t::;;::t:O:jo:srfic;:#ed;e:;ja:d%::I;c:1;:Os€p:I:::as=i,:c:0:£;d:e[ajg4ij;,!]::;I;6::Ico/ccfz.z/4f en relaci6n con los mismos, es decir,1o que de euos.se espera enel presente y en el futuro.

Los adultos de cualquier sociedad, en cualquier momento hist6rico,han sentido que sus creencias y representaciones sobre ninas y nifios eran/o'g/.cczf y c#z.Jc#Jc.J en Canto que eran compartidas por la colectividad. Para-d6jicamente, de ]as cosas evidentes se habla poco, no parece necesariocuestionarselas, y se van haciendo socialmente /.#z/z.I/.4/cf. El nero hecho deser compartidas hace que las imagenes subyacentes sean difi'ciles y lentas decambiar a pesar de que contradigan la obviedad, o, mas contemporanea-mente, la evidencia cientifica.

En cualquier caso, s6lo muy recientemente las ciencias humanas y so-ciales ham empezado a JCJco#J/r"c.r la infancia, a presentarnos pruebas deque las cosas pueden no ser como parece /o'gz.co. Pero adn estamos en losinicios de un camino de rcco#J/rz/ccz.6# Uames y Prout, 1990). Debemos to-mar la distancia necesaria y la actitud abierta y crftica suficiente para ha-cefnos nuevas e inc6modas preguntas que nos permitan comprender a ni-fios y nifias de formas nuevas; y, en consecuencia, podamos imaginarnuevas maneras de relacionarnos con ellos y ellas y de dar apoyo a sus pro-cesos de desarrollo y socializaci6n.

La z.#/fl#cz.4, como objeto de cctnociniento cientifico, ha ido amplian-do progresivamente sus perspectivas,llevandonos por una par[e hasta losmismos fundamentos filos6ficos de la adquisici6n de conocimientos sobrela infancia (tradicionalmente 4cJg///occ'#/rz.COJ), es decir, hasta la necesidadde elaborar una cP/.ffcfflo/og/`a! cZc /a z.#/4!#cz.4; y por otra, situandonos ante lanecesidad de aproximaciones interdisciplinares a nuestro singular ob].eto-sujeto de conocimiento (Ennew,1996; James y Prout,1990; Morrow,1995;Burman, 1996; Morrow y Richards, 1996; Dickenson y Jones, 1996; Free-man, 1996).

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La psicologfa social, que, como todas las ciencias sociales, ha tardadoen responder al reto de rc'co#Jjr#z.r una nueva infancia, ya ha empezado adesarrouar contribuciones destacables, si bien en frentes muy distintos, yno siempre claramente articulados. Como disciplina que se ocupa de la in-teracci6n social (Munn€, 1986; 1995), sus contribuciones te6ricas y apli-cadas pueden plantearse a distintos niveles: en las relaciones interperso-nales, en los grupos, en las organizaciones y en las din6micas sociales mssamplias. En las paginas siguientes intentaremos presentar un amplio aba-nico de dicha§ contribuciones. Empezaremos con algunos aspec[os psico-sociales que pueden ayudar a construir una visi6n globalizada: algunas

::::g::g:nfam.i.cna:t:::I:?6e:f::il:::r3:|l:.g.epni:rfec::nm:::nqt::a::io.n::na::rues infancia .

En las sociedades contemporaneas existen como minimo tres grandesespacios privilegiados para la construcci6n de imagenes sobre la infancia.Se corresponden con tres amplios campos de investigaci6n, que no s6lo sonde inter€s fundamental, sino que, ademas, deben ampliarse para poder ad-quirir mas conocimiento relevante sobre las representaciones que los adul-tos nos hacemos sobre la poblaci6n infantil:

• las relaciones y dininicas intrafamhiares (comunicaci6n padres-hijosen distintas configuraciones faniliares, esulos de crianza, expectativas y as-piraciones, sistemas de valores educativos -incluidas formas de estimular,motivar y premiar o de coaccionar, amenazar y castigar-, etc.);

• las interrelaciones generales de la poblaci6n hacia la infancia (per-cepciones, actitudes y repr.esentaciones sociales de los adultos hacia la po-blaci6n infantil en general, hacia la etapa de ]a vida considerada ninez, ha-cia los problemas de los minos y nifias, y hacia las formas de afrontarsocialmente dichos problemas);

• las imagenes que se privilegian y las pautas de relaci6n que se mode-1an por parte de los medios de comunicaci6n social (imagenes que privile-gian del nifio o la nifia, imagenes que privilegian para el pdblico infantfl,actitudes que mantienen hacia el nifio como consumidor, valores que trans-miten al nino y a ]a nina, etc.).

En algunos de los apartados siguientes trataremos, si bien de manerasomera, toda§ estas cuestiones. Sin embargo, analizaremos primero qu€ocurre cuando dos grupos sociales se relacionan entre sf, considerindosepertenecientes a categorfas distintas.

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1.2 . ATRIBUCIONES Y C^TEGORIZACIONES EN LAS RELACIONESINTERPERSONALES E INTERGRUPALES: MENORES VERSUS ADULTOS

Las imagenes mentales compartidas por un colectivo determinado es-tan generalmente relacionadas con una amplia diversidad de creencias, ac-,titudes, estereo[ipos, etc., sobre el o4y.c'/a Jocz.a/ referido, que permiten unconocimiento cofz.Jz.4#o compartido y facilitan la comunicaci6n entremiembros de un mismo entorno sociocultural acerca de dicho objeto. Esdecir, forman parte de las formas /6gz.c4f y habituales de pensar por partede los ciudadanos #o-exper/of en relaci6n con dichos objetos, buena partede los cuales se refieren a realidades de caracteristicas complejas, aludidasmediante conceptos relativamente abstractos. Si no existieran ideas 4brc-#z.4!cza!f y compartidas para referimos a dichas complejidades, la comunica-ci6n sobre lo social necesitarfa continuamente infinidad de matices y clari-ficaciones, y resultarfa muy dificultosa.

Se ham estudiado con cierto deteniniento las representaciones de ob-/.c/of focz.cz/cf tan diversos como el psicoanalisis, la locura, la inteligencia, eltiempo, el paro, el nacionalismo o la pubertad, por mencionar s`6lo unabrevisima lista de ejemplos (Ibafiez, comp.,1988; Purkhardt,1993). AIgu-mos de estos objetos sociales tienen una larga historia, pero otros obedecena conceptualizaciones recientes o incluso a nuevos descubrinientos cienti-ficos o tecnol6gicos. La psic6loga social francesa Chombart de Lauwe(1971; 1984; 1989) fue de los primeros autores que estudi6 las representa-ciones sociales acerca de la infancia y las relacion6 con las que los nifios ynifias construyen de su entomo social.

Las representaciones sociales son dinamicas, aunque no todos. sus as-pectos cambian con la misma facilidad. Las informaciones que circulan enla vida cotidiana, las contribuciones cientificas que se difunden, las discu-siones que, espontaneamente, se dan entre los ciudadanos en los distintosespacios de encuentro cotidiano, las imagenes y datos que proporcionanlos medios de comunicaci6n social, y otras fuentes, van introduciendo, conmss o menos lentitud, una serie de cambios en las representaciones mayo-ritariamente compartidas acerca de cada objeto social.

Cuando las representaciones se refieren a personas o grupos de perso-nas (por ejemplo, los gitanos, los disminuidos, los inmigi.antes magrebies)condicionan desde un primer momento la forma de relacionamos con ellas.Tambi€n es ciei.to que la relaci6n directa con las personas o4y.c'fo de raprc-rc77/4c/.o'# Jocz.4/ constituye otra fuente valiosa de informaci6n que puedecambiar la propia representaci6n acerca de las mismas.

Una pregunta interesante es siempre: ¢C6mo nos imaginamos las (inter-)relaciones con estas personas? Con los gitanos, por ejcmplo, es frecuente

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geag::;ros=:ecs[£:sednea::r::taesrfrs%Ca's°:::cTbt;edragsr::::Sc(,:;4y£Sc-„gj:a&:S|eans;|as diferencias a menudo estin muy estereotipadas. Cuando hablamos de re-|aciones adultos-nifios, en cambio, es mucho mas frecuente que inaginemosunas relaciones de td a fu; cuesta imaginar a los nifios como ## gr#po focj.4/,

:;io:nE:xr:£::s::::n;ruef::lsco„::g:;;`%:g|::J:;::dfc:"r:,;,I:S::J:i*c,ae::io:nTe:lpfi.ors:

gearrveacse:Eenmq:c€h]Odse::us[eto£:ir::ee:%nci::t::;::`sceenntcajca;so:::esputba;]aoc:interse;Varias disciplinas cientificas han hecho inportantes contribuciones acercade estos aspectos. AIgunas ideas tomadas de microteorfas psicosociales,

:euai]ddeand£:Cfj:::da:au:e£::i€:#::i:t:dse°nbcr[eosda£S::rtoasd:c¥tevnas[:°nn:[Srde:::nocimiento de los derechos de la infancia en las sociedade.s denominadasoccidentales, y, en consecuencia, tienen una importante influencia en el de-sarrollo de las Po/z`fj.cczJ Jocz.4/cJ Je z.#/¢#cj.cz. Las propias polfticas de infanciaconfiguran en si mismas, en dltima instancia, formas de interrelaci6n entrela infancia y los adultos como grupos o categorfas sociales.

Cuando hablamos de politicas sociales generalmente lo hacemospara referimos a la positiilidad de desarrollar cambios sociales intencio-nales: queremos conocer la realidad para transformarla, con el objeto demejorarla, lo cual, obviamente, implicara ir mss alla de la ciencia, paraasumir criterios de valor. Mc/.or4r la situaci6n de la infancia, c4fflbz.4r /c!fcof4f 4 eec/.or para nifios y nifias, dista mucho de significar lo mismo paradistintas personas (Casas, 1989b). Epistemol6gicamente hablando, loplanteamos dando por sentado que el conocimiento denominado G4'fz.co

;:npo#aene£:::ie,ms:dco°eT:::8:i;:edn[teont¢e,,?pd4e,Sac:,%e„::a„d(°B::::,q]uge86;:un conociniento cientifico-aplicado y tecnol6gico, que en nuestro casointenta situarse en la perspectiva del nifio o nifia y de su superior inter€s,sin ignorar los contextos ideol6gicos y de valores en que el conocimien-to cientifico se produce.

El inter€s por el estudio de muchas realdades sociales susceptible§ deintervenci6n p4/4 c¢ee4/.4r 4 ore/.or, en la historia de la humanidad, parecehaber seguido unas tendencias mayoritarias (aunque con excepciones) quese podrfan esquematizar de la siguiente manera:

a) en una primera fase el inter6s se centra en discemir c6mo funcionay c6mo se puec]e afrontar c/P/ob/c77z4, los aspectos considerados negativosdelarealidad; `

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b) en una segunda fase interesa conocer c6mo nace el problema yc6mo se puede evitar. Preocupan las causas y la explicaci6n de c677?o/##-cz.o#4 el fen6meno. Aparecen las ideas de planificaci6n de la intervenci6n yde prevenci6n social;

c) en una tercera fase se reflexiona sobre /of 4#/o'#z."of del problema,y los aspectos positivos de las dinamicas sociales. Aparece la promoci6n so-cial y se trabaja en la direcci6n de los conceptos con connotaciones positi-vas (progreso, t]ienestar, calidad de vida, etc.) y de forma globalizada (pla-nes integrales, interdisciplinariedad, etc.).

Para ejemplificar lo dicho, pi6nsese en los siglos que la medicina ha de-dicado principalmente al estudio de la e#/cr772cc/c!J, y en las pocas d6cadasque ha empleado en desarrollar decididamente estudios para la pro"ocj.6#de /¢ Tcz/#cZ. 0, en el campo social, las d€cadas de estudio de los prozi/c7#czfJoc7.4/cJ, y lo recientes que son los estudios cientificos sobre el bienestar psi-col6gico, la competencia conductual, las dimensiones psicosociales de lacalidad de vida, etc.

No podemos soslayar la cuesti6n de fondo que en consecuencia se nosplantea: cuando estamos de acuerdo /c6/z.c4fflc#fe en que hay que c4ee4z.a!r4 ovc/.o* €qui€nes deben tc)mar la iniciativa del cambio?: €1os afectados porel p/ob/cee4?, ¢los politicos?, €las administraciones pdbficas? Ha sido fre-ciiente pretender que existe zf/z z/'#z.co rcfpo#f4C)/c (personal o institucional)de tomar la iniciativa para lograr cambios 'sociales.

Los estudiosos de los problemas sociales, y particularmente los inter-accionistas simb6licos (v€ase Rubington y Weinberg, 1989), ya sefialaronque para que se desarrouen programas pdblicos de intervenci6n social hacefalta que la necesidad de cambio tenga iin cier[o reconocimiento colectivo,es decir, exista un pro4/c#4 /cg/./j.#czJo. En un primer nivel, un sentimientode /cfpo#f44/./7.J4J co/cc/z.z/cr para promover el cambio puede emerger es-pontineamente en grupos pequefios (vecinos, familiares, miembros de unmismo clan; en las sociedades coritemporaneas podemos incluir tambi€naqui las organizaciones no gubernamentales -ONGs-locales); la convic-ci6n de que es preciso un cambio y la puesta en practica del mismo apare-cen en este caso muy pr6ximas y entrelazadas.

En las sociedades tradicionales puede que la iniciativa del cambio se lesuponga al responsable de la colectividad (brujo, jefe). En ]os estados de-mocr6ticos, tal iniciativa a menudo se le supone a la Administi.aci6n ptibli-ca competente en cada materia, como responsable de actuar en pro delbien comrin.

El rcrco#oc./.77zz.c;7fo social de que un P;.ob/c"4 existe y de que apela auna /.cjpo#T44z./z.J4d co/c'c/z.z/a!, es decir, a que hay qiie actuar en nombre de

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|a colectividad, obedece a dininicas muy complejas. Las corrientes te6ri-cas mas antiguas que se dedicaron al estudio de los problemas sociales secentraron en o4y.c/z.4i¢r el prot]lema. Ma§ recientemente se fue aceptandoque existe una interacci6n entre c6mo cJ una realidad problematica (oc6mo son y actdan las personas supuestamente portadoras de un proble-rna) y c6mo perciben o imaginan el problema la mayoria de los miembrosde cada colectividad -a veces una comunidad puede percibir un grave pro~blema, del que deriva alarma social, en algo obj.etivamente inexistente„.pero las consecuencias de tal percepci6n son reales (v€ase de nuevo Ru-bington y Weinberg,1989).

Cuando un colectivo se plantea 4d!ccr 4/go P4r4 c¢772Z7z.4r /4f cofczf , el es-tudioso debe considerar analfticamente como minimo tres conjuntos de per-cepciones e imagenes mentales diferenciables, aunque vinculadas entre si:

a) representaciones sobre el supuesto p/OZJ/€"4 que se debe solucionar.Es decir, existe un oZ7y.c/o Jocz`¢/, que el colectivo considera necesario o po-sitivo cambiar a otro estado, el cual representa un logro pretendido (obje-tivo u aspiraci6n); la situaci6n-reto que se desea alcanzar se considera fflc-/.or que la inicial;

b) representaciones sobre las caracteristicas de los sujetos, es decir, las

pe-rsonas afectadas o por4#czorcH del problema;c) representaciones sobre las/or77z¢f cZc 4cfz/4c;.c5#, es decir, las acciones

que se consideran adecuadas para afrontar o solucionar el problema social.En otras palabras, sobre las tecnicas y procedimientos que permiten alcan-zar con eficacia los logros pretendidos.

Estas representaciones no siempre son explicitas, y por ello a veces re-sultan diffciles de identificar y definir. Como dice Moscovici (1981): «.„ lasrepresentaciones sociales se basan en informaciones, las cuales alimentanactitudes, que a su vez protegen un campo representacional con un ZZG;c/co/z.gz#czfz.oo 77z#p rcTz.f/ct#/c cz /of cc7ovbz.of^>. La dinamica que implica la estruc-turaci6n de e§tas representaciones conlleva la construcci6n de un fc7¢/z.deccj#z%'#, es decir, de rna /o'gz.c4 coxp4r/z.cZ4 sobre c6mo hay que proceder,

que origina resis[encias a plantearse las cosas de otras maneras (hay que ha-cer lan cosa;sj como se bari becbo toda la vida, coma Dios manda, ctc`) `

Otro aspecto te6rico que se deb€ considerar es el de las dinamicas in-tergrupales en las que se establecen procesos de diferenciaci6n categorial.

Se ha observado que cuando grupos distintos viven refiriendose fre-cuentemente el uno al otro, llegan a adquirir al menos parte de su identi-dad por contraste al grupo de comparaci6n (o de competici6n, en algunoscasos). A los miembros pertenecientes a cada uno de los grupos en con-

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traste se les atribuyen categorfas de distintas caracteristicas. Doise (1976)defini6 los procesos de diferenciaci6n categorial como «proccjo5 pJz.coJo-ciale§ que relacionan activida;des individua;les con actividades colectiva§, me-diante evalttaciones intergrupale§ y representacicine§». Segin a,1as repre-sentaciones intergrupales se caracterizan por tener tres funciones:

• §eleccionar caracterfsticas para compararlas diferencialmente;• justificar la diferenciaci6n y sus efectos (distancia social, posible hos-

tilidad, etc.);• anticipar la interacci6n.

Si tomamos a /of adz///of como grupo social, por contraste con /or #z.-#-oj y #z.#-cj, podrfamos considerar las relaciones intergrupo como un parti-

:*rtfrc°ociso°]g:dd::;::nDC;a]::6(nDCoa,::?%r:?:hca°:pSsu;#::]ne;,[rngt:;;?]na£Cvfe°]nda:representaciones, nivel evaluativo y nivel de €9appg|taap.i€nt_cL1±inpli-6n-d°.Seia::i:i_:dEr::I::dq::oasc;bnaipo%Sc:e=a6P=ut-;:;sociales,siguiendoaTaj-

fel (1981) parece planteable la tesis de que los miembros de cada uno de di-chas grupas se sienten comprometido§ en el mi§mo en la medida en qexe setpertenencia contril?trye a §u sentimiento de identidad, Social positiva. ALun-que, al menos en nuestra cultura, tanbi€n parece existir rna especie de J#J-/rt!fo que hace envidiable para los miembros de cada grupo el pertenecerde alguna manera al otro, porque se perciben ventajas. Pertenencia e iden.tificaci6n categorial al grupo infancia nos permiten volver a analizar en t6r-minos de cooperaci6n o competitividad y conflicto (en la perspectiva deTurner,1981) algunos aspectos de la discutida crisis de la adolescencia; cri-sis en que la comunicaci6n intergrupal (adultos-adolescentes) desempefiaun papel clave.

Una de las principales consecuencias de muchos procesos de diferen-ciaciL6n categor:izih es cTHe enf atizan las dif erencias intergrttpales y la5 sirnili-fz/clef !.7g/r4grz{pc7/cf (Doise, Deschamps y Mugny, 1980). Veamos ahora en

qu6 pueden resultar productivas todas estas ideas al aphicarlas a la pobla-ci6n infantil.

1.3.REPRESEJTACIONES SOCIALES S0BRE LA INFANCIA

En nuestra cul[ura la noci6n de /.#/¢#c/.a ha sido mucho mss variable alo largo de la historia de lo que nos parece comdnmente (Aries, 1960; Ca-sas,1992a). U.na de las acepciones utilizadas se refiere a una c4/cgor;'4 de

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.ewg7/of Jc /4f coee#/?/.J4JCJ 4z/ee4#4J (Chombart de Lauwe,1971 ; 1984;

vortrup,1987; 1990; Casas,1994b; 1994c). Aunque utilizando distintosrminos-, parece que, al menos en las sociedades denominadas occidenta-

hemos-compartido una muy antigua necesidad de diferenciar entre dosr;ndes grupos de miembros de nuestras colectividades: 1os adultos y losS,

cw#f,-percibidos y clasificados como categorias de personas bien dife

Como algunos autores ham sefialado, el ndcleo figurativo de las representaciones sociales adultas sobre la infancia en nuestra cultura parece ha-berse centrado en la idea de /of 4z;#-J7o (Qvortrup, 1990; Verhellen, 1992;Casas, 1994e), que en el fondo resulta una idea excluyente en relaci6n cone| grupo o ca!egoria social al que corresponden los y4-f/'. Esquematicanen-e -podemos ilustrar estas ideas de la siguiente forma:

Esquema 1. Representaciones sociales de la infancia.

Ntllcleofigurativo:

Aclilude§:

Inforl7laciorles:

«Adn-no.»-Air-nci ac]ultos.- Adn-no responsables.-Air-no capaces.-Air-no competentes.-Adn-no con los mismos clerechos.-Adn-no con suflcientes conocimientos.-Air-no fiables.-etc.

«Alto consenso y baja intensidad.»-No hay oposici6n conceptual.-Nunca es un tema prioritario. La iniciativa siempre

corresponde a otros. Sin proactividad.-Arraigo de «sentido comdn» rcferido a que la in fan-

cia es una cuesti6n (o problema) privada, de cada fa-milia.

-Poca sensaci6n de que hay responsabilidad colectiva.-Preocupa mss como futuro que como prcsente, y aun

asi, apenas se percibe como pertencciente a un futurosocial comdn.

- etc.

«A menudo no disponibles para soluciones concretas.»-No se les presta atenci6n.-No se interiorizan.-etc.

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La percepci6n mayoritaria de la infancia como categoria social clara-mente cZ/.Jf/.#fc7 integra, de alguna manera, una z.77zczgc7¢ czcfc4/z/z.c4Jort7 de lamisma co/7zo grz/Po Jocf'4/, a pesar de que se asuma y verbalice que tambi€ntiene aspectos positivos, incluso idflicos. Esta visi6n conlleva que en esca-sas ocasiones se represente a la infancia como algo valioso en si mismo, in-cluso en el futuro social colectivo (#;/cj`fro futuro). A lo sumo, fc /cz eJ4/orcgsocialmente por lo que ]erd a llegard a §er, no pot lo que es., de forma qua ill-gunos autores hat]lan de que se la concibe como una 77¢o7.¢forz.cz Joc/.c7/ encuanto a su reconocimiento (Verheuen,1994).

Todo el mundo esta de acuerdo en que ]a infancia merece una atenci6nespecial, y a este hecho lo hemos denominado cz/jo co#Jc#Jo. No parecenexistir movimientos ideol6gicamente muy elaborados que se manifiesten encontra de este principio (excepto, quizas, aunque no tengan mucha z.deo/o-gj'c3 escrita,1os escuadrones de la muerte en Latinoam6rica). Euo se reflejaen el hecho de que la Convenci6n sobre los Derechos del Nifio sea el acuer-do internacional que mss paises han ratificado en toda la historia.

Sin embargo, este acuerdo te6rico no parece estar /C;gz.cc777z6'#/c conec-tado con una responsabilidad colectiva de ser proactivos para que las con-diciones de vida de la infancia mejoren. En la practica, parece que actuaren favor de la poblaci6n infantil, o bien corresponde a o//of, o bien #o cfprz.orz./¢rz.o, puede esperar, porque se trata de los 4zf#-#o.

La consecuencia de todo ello es que, o bien no circula la informaci6nsobre c6mo actuar en caso de necesidad, o bien, si circula, no se rc'gz.ffr4,porque muchos adultos no se sienten interpelados ni implicados en lo querespecta a los temas de infancia (salvo, naturalmente, que se trate de lospropios hijos) (v€ase apartado 3 .5).

Recalquemos, para no incitar a confusi6n, que estamos enfatizando lafuerte discrepancia que se observa entre las relaciones cuando se dan en elnivel adz//fo co#crcJo -#z.¢o o #z.#~4 co7?crcjo (por ejemplo, en las relacionespadres-hijos), y cuando se dan en el nivel c7c7#//oJ c# gc#c#4/ -z.#/¢#c/.c3. Masadelante iremos viendo otros aspectos de este esquema con mayor detalle.

1.4, REPRESENTACIONES SOBRE LOS PROBLEMAS DE LA INFANCIA

En las sociedades occidentales la figura tradicional del derecho roma-no de la p¢/7.z.4 pofcff4c/ ha condicionado durante siglos la /6gz.c¢ con la quelos {idultos en general perciben a la infancia y sus problemas: el nifio o nifiapertenece al padre, a lo sumo es prapz.c'd4J de la familia; sus problemas sonproblema de su familia; en consecuencia, los problemas de la infancia noapelan a ninguna responsabilidad colectiva: son asunto privado de las fa-

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rni|ias (v€ase, como ejemplo, la investigaci6n de Aguinaga y Comas,1991,con una muestra espafiola).

Esta representaci6n compartida conlleva la imagen del nino como su-

;%°:S:i:?:i;eh¥nbpl£:ut:a;;:ea!esi[l::ra:ci:yJ:oe!,::eas:tt:ai€[e:C:h:oa:een::ufyhm:in::°:rt)e::d%issal?eh::timonios infantiles siempre ham sido considerados de poca validez o sospe-chosos, porque el eec#or no era una persona/z.4b/c (Casas,1995f)(v6ase ca-Pftu[€o]n°)f.recuencia|ainvestigaci6ncientificasehaaliadoconestavlsi6n

de los nifios como personas /.#c4P4ccJ o 4zf/z-#o cofflpc/c#jcf para manifes-[arse en relaci6n con los problemas que les afectan. Los datos de cuestio-narios o los de entrevistas obtenidos de nifeos o nifias ban sido criticados ennumerosas ocasiones, por ser considerados poco validos o fiables (Casas,1995f; 1996f).

S6lo recientemente se han alzado las voces de algunos cientificos emi-nentes para discutir estas actitudes (v€ase Garbarino, Stott y otros, 1989):la. com|)etencia y la orientaci6n de los adultos son las que marcan la diferen-c;.4 de la competencia de los nifios y nifias al proporcionar datos relevantes,incluso en procesos judiciales. En otras palabras, el problema que, tradi-cionalmente, se atribufa a la z.#ctap4cz.JczcJ de los nifios o nifias, se esta desve-lando como un problema de falta de adecuada competencia para relacio-narse con euas y ellos por parte de jueces, abogados, investigadores oprofesionales en general (v€ase capitulo 10).

Cuadro 1. Distribuci6n de los riesgos percibidos par los padres, segrin el sexo.

S6lo cbicos S6lo cbicas Ambos NS /NC

El alcoholLas drogasSer dchacucnteSer victima de un delitoTener un accidentePadecer una enfermedad(Ocasionar) Embarazo

no deseadoFracaso escolarNo encontrar trabajo

Fuentc: Encues[a lnfrmcjo y Adolesccncia. C.I.S„ 1989.No.a: las cifras expresan porcen[ajes horizon[ales.

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36 INFANCI^: PERSPECTIV^S PSICOSOCIALES

Cuadro 2. Grado de preocupaci6n en una escala de 1 a 10 por loscomportamientos de un hijo var6n o urn hija adolescentes.

Hijo Hija

Que sacara malas notasQue fumara porros ocasionalmen[eQue tuviera relaciones sexualesQue formara parte de algdn grupo

juvenil (punki, heavy, rock)Que per[eneciera a una sectaQue dejara a una amiga/

que quedara embarazadaQue fuera homosexual

N = 2500Fucn[e: Juste, Rtlmfrez y Barbadillo, 1991.

No[a: dfltos expresaclos en h medifl de la rcspues[a.

Una de las diversas formas que actualmente se estan explorando paraestudiar aspectos de las representaciones compartidas sobre los problemasde la infancia, consiste en analizar las pc'rcc'pcz.o#cJ cJe rz.cJgo c7c /of pc7Jrcf a

que sus propios hijos o hijas tengan cz/gzz/¢ prod/c"c7. Los datos obtenidosde las escasas investigaciones espafiolas presentan un claro sesgo segdn setrate de un hijo o una hija. Se percibe mucho mss riesgo de que una hija seinplique en un embarazo no deseado, que un hijo; pero tambi€n de que seala hija la vfctima de alg`in delito o de que se ponga enferma. En cambio,

preocupa mucho mss que un hijo var6n cometa delitos, no consiga encon-trar trabajo, o consuma drogas (C.I.S„ 1989)(cuadro 1).

En otra encuesta se evit6 hablar de rz.cJgoJ para centrarse en las prco-cz/p4czb#cJ de los padres en relaci6n con los hijos. En este caso tambi€naparecieron diferencias segdn el sexo, aunque menos acusadas Uuste, Ra-mirez y Barbadino,1991)(cuadro 2).

Un punto ci`itico de las representaciones sobre los problemas de lainfancia se identifica al dar el paso de considerar un problema cze /4/¢ovz.-/z.cz a considerarlo Joc€.4/, es decir, a considerar que apela a responsabili-dades colectivas,llamando a una actuaci6n social. €En qu€ circ.unstanciaslos problemas de la infancia pasan a ser considerados problemas socialis?En apartados posteriores analizaremos los diversos procesos que hancontribuido a la construcci6n social de un fen6meno como problema co-lectivo. En el momento hist6rico presente, no cabe duda que los medios

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de comunicaci6n social ,(MCS) , y particularmente la televisi6n, se han ida

:°ennf::i::nadd°ui::smt?e::nc::ti:a[Pnuf:::i:nyti:assu:mpfr:ebi:igs:esftnraed:Cb[:rnga::corno veremos en el capitulo 11, desafortunadamente, en los medios decomunicaci6n social, en general s6lo se presenta al nifio o nifia como vic-tima, en los noticiarios, y el nifio o nifia idflicos en la publicidad, intere-sandose muy raramente por el nifio o la nifia #oror¢/} corrz.c#jc o bien porlos derechos de la infancia.

1 .5 . REPRESENTACIONES S0BRE LAS FORMAS DE SOLUCIONARLOS PROBLEMAS DE LA INFANCIA

Si la consideraci6n de determinados problemas de la infancia como Jo-cz.4/cf ha cambiado mucho a lo largo de la historia, mss adn lo ban hecho lasideas sobre las formas czdec#4cJ4f de tratar tales problemas. Euo parece es-perable, dado qiie las representaciones sobre las formas de solucionar pro-blemas estan obviamente influenciadas por las representaciones sociales so-bre la infancia y por la representaciones compartidas sobre los problemassociales acerca de la infancia. A este tema vamos a dedicar todo el capitulocuarto; pero aquf queremos anticipar que la /6g/.c4 imperante en cada so-ciedad acerca de c6mo actuar parece caracterizada por una inercia: muypocos se cuestionan /o g#c fc 4cz bccbo fz.cfflprc y a pocos les parece proble-matico el fundamental desinter€s que se observa por la infancia como con-junto de poblaci6n.

En la ultima d€cada, en algunas investigaciones se ban introducidopreguntas relativas al conocimiento de las actuaciones que se deben reahi-zar o de los servicios existentes para atender los problemas de nifios o ni-fias. Segtin las investigaciones espafiolas, entre un 800/o y mas de un 900/ode la poblaci6n no conoce ningdn servicio destinado a atender algdn pro-blema o necesidad infantil en su barrio o municipio, siendo mucho mayorel ntimero de hombres que de mujeres que carecen de tal informaci6n(Aguinaga y Comas,1991; GES,1991; Casas y Duran,1996).

En casos de evidente gravedad, por ejemplo ante la certeza de que unnifio del vecindario esta siendo maltratado fisicamente, las actuaciones quemanifiestan distintas muestras de adultos son altamente heterog6neas, ca-racteristicas de una poblaci6n carente de criterios miiy elaborados. En la

;novse:::.arc::nald2osojo?cch.enzu#nr:d(al3:::.I::i::i:u|e4S,;ao'.S:eacpueTs:naanseqnugT:harfan nada por considerar que uno no det]e interferir en los asuntos pri-vados de otras familias (cuadro 3).

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Cuadro 3. cQue haria usted si tuviera conocimiento de que iin nifio esta siendomaltra[ado?

-No s€ c6mo reaccionarfa, porque no conozco recursos o cauces-Tratarfa de hablar con los padres- Lo denunciarfa a la pollcia-Lo pondrfa en conocimiento de algdn servicio social o personal

que pudiera intervenir-Nada, no se puede intervenir en los asuntos privados de la familia

N = 1200

Fuen[e: Sarichez Moro, 1988.

1.6. LA ACTUAL CRISIS DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES ADULTAS

SOBRE LA INFANCIA

Afro tras afro, un buen ndmero de los antiguos esquemas con que losadultos nos hemos representado lo que es la infancia se van desmoronan-do. La 16gica maniquea de los sistemas penales tradicionales, en los queuna persona pasa de rcpc#/c de no tener competencias o responsabilidadesa tenerlas, ya no se puede mantener a partir de los conocinientos acumu-lados por la psicologia evolutiva, que ha demostrado c6mo los humanosnos desarrollamos siguiendo` procesos que pasan por diversas fases; y quemuchas fases no estan netanente ligadas a la edad (por ejemplo, en el de-sarrollo moral, en el que para algunas etapas el desarrollo cognitivo es con-dici6n necesaria pero no suficiente; Kohlberg, 1976; 1992).

Algunos autores han puesto especial €nfasis en resaltar que los mayo-res cambios representacionales sobre el mundo en que vivimos se generancon las herramientas tecnol6gicas culturalmente dominantes en cada pe-rfodo hist6rico. Igual que la imprenta o el tel€grafo conllevaron, hace si-glos, enormes cambios en nuestra cultura, incluyendo cambios sobre laimagen de la infancia y lo que se esperaba de nifios y nifias, hoy asistimos anuevos cambios, lentos, a veces incluso imperceptibles, pero profundos,debido a la televisi6n y demas medios de comunicaci6n audiovisual (I'ost-man, 1982), en los que ya participa la informatica; hemos entrado de llenoen lo que se viene denominando la czf/jz„4 j.co'#z.c4.

No s6lo los adultos se van representando la infancia de otras maneras;tambi€n los medios cle comunicaci6n social la presentan de formas distin-tas. Muchas representaciones se construyen a trav€s de las pantallas o a sualrededor. Ademas, las pantallas inciden en la aparici6n de nuevas repre-sentaciones del mundo por su influencia directa sobre los propios nifios y

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:o|fro`s, soto[e las nueva§ me_nte§ emergepte5 de nuest`ro tiempo (I)ct RI!o,`|993 ); en otras palabras, influyen sobre las rcprcjc#/4cz.o#cf gz# #/.#-c" } #z.-

„~of /f.c#c# del mundo, de los adultos, y de /4 prapj.¢ z.#/¢#c!.4 y de sus fun-:,ciones, dentro del contexto sociocultural en que viven.

Una creencia adulta tradicional muy compartida, por ejemplo, se refe-ria a la inconveniencia de ciertas informaciones que se les pueden propor-cionar a los nifros y nifias. Incluia el supuesto de que determinadas infor-maciones sobre /cz zJz.Jcz deben reservarse a los adulto§, dado que los nifiosno pueden entenderlas o asimflarlas adecuadamente. El fc#/!.de coorz/'#mantenia que unas informaciones #o deben d6rseles y otras f6/o deben dar-seles adaptadas a sils capacidades de asimilaci6n y comprensi6n.

Hoy en di'a, la universalidad de los medios de comunicaci6n social,

;a::b!L:t::6ao:i:f:all:ts:Cad:e:ui£:::I:S:::n:b:rt:i;s::uu:e::£ai:::ea:a::;:S::C¥:8::r::cSo::senso acerca de el posible perjuicio para su bienestar: violencia, determi-nadas escenas sexuales, consumismo desmedido, etc.), sino que a menudodispone de mss informaci6n que muchos adultos sobre determinados as-

:se.C::;I:se[n:duanfe°s'persepc:acffe:::taeds£:or:,:]s;eac:£ednet:a;andur::ays:eac:r°e]s:gsf:ban sentido impotentes ante esta avalancha de mensajes y conocimientosnuevos, y se ham /c#Jz.de a la televisi6n o a las nuevas tecnologfas (video-juegos, por ejemplo), interactuando poco o nada con los nifios y nifias enrelaci6n con aquellas, o s6lo para regular su uso, a veces incluso de formarepresiva. Ello se suma a las consabidas dificultades de comunicaci6n entrepadre,s e hijos, sobre todo en aspectos lddicos, que a menudo se agravan•durante ]a adolescencia.

Algdn aspecto de la identidad colectiva de los adultos parece haberseconstruido por oposici6n a la infancia, en vez de co# /a z.#/&#cj.4. No cs ex-trafio, en determinadas circunstancias, oir a un adulto decir con orgullo«yo y4 #o Jay co"o g" #z.fo»; aunque secretamente se guarden algunas mos-talgias acerca de los valores de ser nino. A Ios nifios tambi6n les afecta estaanbivalencia: a veces desean rc>r co#o /of ee4yorcf; pero rcr "4?6r da cier-to miedo, porque §e asocia a la sensaci6n de p€rdida de algo importante. Yresulta que en nuestras sociedades hay que ser lo uno o lo otro.

Para Postman (1982) la infancia, tal como la entendfamos tradicional-mente, esta desapareciendo. La nueva infancia es mucho mss competenteque la anterior en muchos inbitos, especialmente ante algums nuevas tec-nologfas, hasta el punto que sus habilidades ante las mismas superan a me-nudo las de sus padres. Las representaciones adultas sobre la infancia de-beran cambiar necesariamente para integrar todas estas nuevas evidencias.

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1.7. CONCLUSIONES

Sea o no exac[o que nuestras tradicionales representaciones socialessobre la infancia se estan tambaleando, lo cierto es que tambien en las dosdltimas d€cadas los cientificos estan crecien[emente de ac~u_erdo en que esnecesario presumir caaTa-va2 mss y mayor competencia en los nifios y nifiasen muchos inbitos, por. ejemplo, en el judicial, cuando actdan como testi-gos, a partir del momento en que el adulto es capaz de facilitar los mediosadecuados y de adaptarse a la perspectiva del nifio o nifia (Garbarino, Stotty ot.ros,1989; Sc.hneider,1993).

La cuesti6n no era tanto, o no era s6lo, la falta de capacidades y com-petencias de los 77¢c#orcJ, sino las debflidades y limitaciones de las cienciassociales y humanas para estudiarlas; en ultima instancia, era mas un pro-blema de /of fflcz7o7c.f, que de los ninos.

Resulta urgente conocer y deconstruir aquellas representaciones adul-tas socialmente compartidas, a veces muy arraigadas e inflexibles, que seresisten a reconocer las capacidades y los derechos de la infancia, y su ej.er-cicio (quiza porque ello hiere un cierto orguuo adulto). Nuestra actual eta-pa hist6rica exige abocarnos de lleno a una promoci6n de los derechos detoda la poblaci6n infan[il, a un reconocimiento de la infancia desde la pro-pia perspectiva de la infancia. S6lo una infancia consciente de sus derechosy responsable para con los mismos va a poder ser la nueva infancia hacia laque esta apuntando la Convenci6n de las Naciones Unidas.

Ciertamente, el conjunto de datos fundamentados en estudios cientffi-cos de que disponemos acerca de las representaciones sociales sobre la in-fancia es atin insuficiente, y, sobre todo, heterog6neo y desconexo.

Con todo, los elementos representacionales que van apareciendo enlos estudios desarrollados a los nive]es familiar, de actitud de toda la po-blaci6n y de los ov¢ff ovc'dz.cz, mos sugieren nuevas explicaciones e hip6tesisde investigaci6n y de trabajo acerca de los factores psicosociales que inci-den sobre la legitimaci6n de necesidades y problemas sociales de la infan-cia. Un mayor conocimiento de dichos factores tiene un importante inter€stanto te6rico como aplicado, ya que puede ayudar a explicar la 4c7/.a z.#/c#-j.z.cJ4d de acci6n que a menudo se observa para superar problemas que afec-tan a muchos ninos y nifias de nuestro tiempo, a pesar de tratarse de cues-tiones de 4!xp/z.o co#Jc#fo en cuanto a la necesidad de encontrar soluciones.Para ello, es preciso investigar en profundidad estos objetivos, y, ademas,recopilar y reinterpretar en esa direcci6n los datos que se derivan de pers-pectivas y actividades disciplinares distintas.

For lo que respecta a la acci6n social, el mayor conociniento de talesfactores permitirfa solucionar muchos problemas prac[icos que, con fre-

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cuencia, entran en via muerta, y ocasionan un gran desgaste entre los pro-fesionales de la intervenci6n social. En primer lugar, podria sugerir vfas desiiperaci6n ante situaciones de reacci6n social que la presencia de serviciosde protecci6n a menores desfavorecidos ham generado en distintos contex-tos comunital.ios. En segunclo lugar, podria abrir nuevas perspec[ivas deposibles intervenciones sociales para desarrollar programas de prevenci6n

i;!s:e::;:t:::I:a:;;°a!e;;:::;:i;a;:a;r£];::a:::n:::ss:::S:;:d:e:iii::!e:vac#ai;ie:I::::ji:[¥i;°;a;r;:

;uanc::sd:eni¥::dyans'ofic°ii::r°anicoesd::1:,Ss:gag:rs:r:toa£°e:[tsome°v:]nu:£3::¥e°nsgeas:yacfirot3:sC:sTapse:::icjisi.dadeshacenpensarqueelconceptoc4/;J4#"ZJ4

!.#/4#/z./ podria dejar de ser un puro traslado de opiniones y aspiracionesadultas superpuesto al mundo infantfl, para ser utilizado de forma mss fiela sus orfgenes psicosociales (Casas, 1989b; 1991b), teniendo mas en cuen-ta las percepciones, aspiraciones, evaluaciopes y satisfacciones de los pro-pios nifios y nifias, es decir, su bienestar psicol6gico.