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Interpretaciones filosóficas en Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana
de Pedro José Márquez
Héctor Javier González Sierra
Trabajo final- Filosofía de México
Introducción
La vida y obra de Pedro José Márquez, jesuita mexicano integrante de los pensadores
del humanismo mexicano del Siglo XVIII en la Nueva España, se desarrolló en su
mayor parte en circunstancias peculiares. Estas circunstancias que determinan el
contexto, aunado a sucesos históricos, deben tratarse en el presente trabajo para dar un
mayor entendimiento al pensamiento del padre Márquez.
Cabe decir primeramente, que la Orden religiosa de la Compañía de Jesús fue
establecida desde el siglo XVI en la Nueva España, y que su fundación como tal se
remonta a 1540 en Roma por parte del padre Ignacio de Loyola. La Compañía de Jesús
se encontró en tiempos difíciles en la segunda mitad del siglo XVII, cuando el monarca
Carlos III, el cual dirigía los destinos de España y sus colonias desde 1759 año de su
coronación, dio la orden de expulsión de la Compañía en España y todos sus territorios
en 1767. Varias son las razones que se discuten hoy en día acerca del por qué de tan
drástica medida. Explicarlas, nos llevaría, irremediablemente lejos del propósito del
presente trabajo. 1
Por ahora mencionaré el papel que tuvo la Compañía de Jesús en la Nueva España, en
especial en lo referente a la formación académica.
La Compañía desarrolló un papel importantísimo en cuanto a la educación y enseñanza
en los seminarios, colegios y conventos, instituciones eclesiásticas todas ellas las cuales
por ese entonces se encargaban de impartir la educación en las ciudades de la Nueva
España. La importancia de la Compañía de Jesús radica en que, a diferencia de lo que se
enseñaba en la Universidad Pontificia, que se basaba todavía en la Escolástica
propiciando con ello una decadencia en la producción de saberes prácticos en pos de
una especulación y falta de pensamiento crítico propios del dogmatismo más radical, la 1 Acerca de este tema sugiero se consulte el artículo de Rovira Gaspar, María del Carmen, “Filosofía y humanismo”, en Antología. Instituciones teológicas de Francisco Javier Alegre, Ejercitaciones arquitectónicas, Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana de Pedro Márquez, compilación y estudio crítico María del Carmen Rovira Gaspar y Carolina Ponce Hernández, edición bilingüe, México: UNAM- UAEM, 2007, pp. 31-62.
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educación impartida por los jesuitas incorporaba nuevos métodos y conocimientos
traídos directamente de Europa, que redundaron en nuevas brechas (en lugar de
callejones sin salida) de la ciencia y las artes. La siguiente cita puede resumir de manera
muy clara esta contraposición de posturas educativas:
“Los jesuitas trasladaron a la Nueva España los métodos educativos que les habían dado excelentes resultados en Europa. El humanismo encontró sus cauces propios en los colegios de la Compañía, y tradición y modernidad se armonizaron en un sistema ordenado, práctico y de infalible impacto psicológico.” 2
Quiero hacer énfasis en la armonización entre “tradición y modernidad” mencionada en
la cita anterior, porque el tener en cuenta esta conjunción de ambas posturas es lo que
caracteriza a la enseñanza jesuita, la cual apela a una reconciliación más que a descartar
las obras, textos y métodos antiguos. No debe verse pues, como una postura
revolucionaria que rompa las amarras con respecto al pasado, sino como una interacción
que trata de sacar provecho de ambas partes.
Este contacto con la visión más ecléctica del conocimiento, que no teme beber de la
modernidad, le dará una perspectiva innovadora al pensamiento del padre Márquez.
Durante la época en que sucede la expulsión de la Compañía de Jesús, Márquez iniciaba
sus estudios en dicha orden. Al ser parte de la misma, tuvo que emprender el penoso
destierro junto con los miembros de su congregación. El destino: Italia.
Es en tierras europeas y bajo un idioma extranjero (en su caso el italiano) 3 que el padre
Márquez publica la obra que nos ocupa en el presente trabajo: Dos antiguos
monumentos de arquitectura mexicana, la cual contiene interesantes pasajes que pueden
analizarse desde una visión filosófica.
En dicho texto, Márquez hace un estudio de manera sumamente culta de los
monumentos arqueológicos de Tajín y Xochicalco, dando cuenta de cuestiones relativas
con su construcción y descripción de sus componentes. Ante tal explicación del
contenido de la obra se podría formular la siguiente pregunta: ¿Qué de filosófico
podemos obtener de un tratado sobre arquitectura de ruinas arqueológicas?
2 GONZALBO, Pilar, El humanismo y la ecuación en la Nueva España, México: SEP-Ediciones El caballito, colección Biblioteca Pedagógica, 1985, p. 193 Digo “en su caso” porque otro gran pensador de la época, el cual también será parte de los jesuitas expulsados de la Nueva España, Francisco J. Alegre, escribe sus obras en latín. Para ver los textos de ambos pensadores en su idioma original Cfr. ALEGRE, F. J., MÁRQUEZ, P. J., “Instituciones teológicas” y “Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana” en Antología. Instituciones teológicas de Francisco Javier Alegre, Ejercitaciones arquitectónicas, Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana de Pedro Márquez, compilación y estudio crítico María del Carmen Rovira Gaspar y Carolina Ponce Hernández, edición bilingüe, México: UNAM- UAEM, 2007. PP. 100- 425, 504- 551.
2
El presente trabajo es el intento de dar respuesta a esta interrogante, que nos une
directamente con una cuestión no menos importante: ¿Cuál era el propósito de dicha
obra, realizada por un padre perteneciente a la Compañía de Jesús, expulsado de su
tierra?
Una defensa de los antiguos mexicanos frente a la cultura europea
En primer lugar puede decirse que tanto el padre Pedro Márquez como otros pensadores
de la Nueva España de su tiempo, emprenden una defensa de la cultura de la Nueva
España para así mostrar a los habitantes de Europa lo equivocados que están en su
percepción de las tierras americanas, las cuales les parecían salvajes y llenas de gente
ignorante, algo poco más que animales.
Desde el párrafo inicial de Dos antiguos monumentos…, aparece de manera directa la
refutación ante dicha creencia sostenida en el Viejo Mundo. La filosofía, nos dice
Márquez, o mejor dicho el filósofo puede formular un pensamiento sin importar las
condiciones naturales, raciales o culturales. Tampoco es impedimento la lengua, y son
las condiciones que presta una buena educación las que marcan la importancia de este
estudioso.
Así, Márquez está reconociendo de entrada un pensamiento filosófico que no distingue
como criterio principal los factores de raza, color de piel, entorno o costumbres de una
cultura para realizarse. Por el contrario señala un cosmopolitismo, esto es la idea de un
hombre universal en el sentido de su capacidad para conocer y expresar conocimiento.
Hasta entonces, a través de la historia, el hombre europeo ha sostenido el prejuicio de
una superioridad sobre el hombre americano, a la cual ha dado el estatus de natural:
“[Acerca del filósofo] Es cosmopolita, tiene a todos los hombres por compatriotas, y sabe que cualquier lengua, por más exótica que parezca, en virtud de la cultura puede llegar a ser tan docta como la griega, y que cualquier pueblo, gracias a la educación, puede llegar a ser tan pulido como aquel que se crea que lo es en mayor grado. En relación con esto, la verdadera filosofía no conoce incapacidad en ningún hombre, ni porque haya nacido blanco, o negro, ni porque se haya educado en los polos, o en la zona tórrida. Si se le brinda la conveniente instrucción (ella nos enseña esto), en cualquier clima el hombre es capaz de todo.” 4
Hay una similitud entre la idea de cosmopolitismo de Márquez y entre la siguiente
aseveración que menciona Rafael Moreno Montes de Oca. Ambos coinciden con la
necesidad de reconocer a un sujeto de pensamiento (en este caso el filósofo)
4 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 507
3
independiente a factores particulares del ser humano. Mientras que Márquez lo
transporta al terreno de la raza y las condiciones de vida de los hombres, Moreno inserta
esta idea de independencia con respecto a las tradiciones y escuelas fundadas en una
determinada cultura durante un determinado periodo histórico:
“No hay un principio o una norma de sabiduría que deba considerarse patrimonio de un solo pueblo y menos de un solo individuo. Ni siquiera los griegos, que fueron en verdad los que fundaron la cultura llamada occidental, pueden ser tenidos como creadores en un sentido absoluto. Sin embargo las verdades aparecen revestidas con el ropaje de las naciones o de los sujetos que las pensaron, pues cuando se liberan de la sujeción del tiempo y el espacio se convierten en herencia de todos los hombres, y cada pueblo, cada pensamiento, las reviven de una manera peculiar.” 5
Como ya había mencionado, Márquez pretende demostrar que el conocimiento de los
antiguos mexicanos no es despreciable como creían los europeos.
A lo largo de la obra trata de demostrar la precisión arquitectónica, los estilos y la
habilidad en la técnica con la cual contaban estas culturas americanas para realizar
verdaderos edificios comparables a los de la cultura occidental. Durante la descripción
de los monumentos, Márquez llega a compararlas en su precisión y en sus técnicas con
la arquitectura romana. 6
Márquez se basa en relaciones dadas por otros autores, esto es que el texto no está
basado en su mera experiencia, y sus conocimientos, sino en un estudio detallado de
fuentes, en la cual se aprecia un esfuerzo de estructurar y darle seriedad a la descripción.
Acerca de este punto, Márquez revela un método en su obra:
“Este segundo monumento indígena no es menos digno de la atención de los anticuarios eruditos; por el contrario, creo que recibirán con gran alegría las informaciones obtenidas de él. Al extraerlas de la relación original, y compilarlas aquí, seguiremos el método de explicar una por una las figuras de las tablas, que volvieron a ser copiadas en un orden diferente, y corregidas siguiendo la misma relación; y en seguida iremos insertando poco a poco las reflexiones necesarias, y algunas informaciones útiles.” 7
La disposición de los monumentos, unos con respecto de otros, así como su ubicación
geográfica con respecto a poblados y distancias de ciudades. Usa los testimonios de los
habitantes y crónicas de los pobladores. Da medidas y su equivalencia cuando es
necesario. Se vale de imágenes para dar a entender de mejor manera su descripción. Usa
5 MORENO Montes de Oca, Rafael, El humanismo mexicano. Líneas y tendencias., México: UNAM- FFYL, 1999, p. 1476 Cfr. MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 515, infra7 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., pp. 519, 521
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una terminología: paredes, montículos, plataformas, resquicios, niveles, cuerpos. Hace
reconstrucción de elementos que ya no se encuentran o están deteriorados.
Abundan descripciones en las que da las medidas de cada parte que compone los
monumentos, así como comentarios propios de Márquez sobre los posibles usos y
motivos que pudieron haber tenido ciertas piezas y formas al momento de ser
construidos cada espacio de los edificios que componen los monumentos. Por citar un
fragmento en donde se muestran estas características: “[Al describir una parte de los
nichos de uno de los monumentos] En la segunda especie de nichos, considero tanto los
que están en los tres lados de cada uno de los siete cuerpos, como los que, al lado de
las escaleras, están a la derecha, y a la izquierda de las mismas en los seis primeros
cuerpos, ya que en el séptimo no había más que las dos de la primera especie” 8
No es pues, una simple obra en que exalte las virtudes antiguas, sino un estudio serio a
la manera de la cultura occidental. La proeza de la construcción de los momentos, pone
de manifiesto las capacidades técnicas con las cuales contaban los antiguos mexicanos.
Márquez también demuestra en su obra, un conocimiento admirable de la historia y la
forma de vida de los antiguos pobladores de América.
Trata de desmitificar al americano como sinónimo de barbarie y atraso con respecto a la
civilización occidental, en este caso en lo referente a los sacrificios humanos. “Observo
que casi no ha habido nación en el mundo que en algún tiempo no haya usado
semejantes sacrificios: los mismos hebreos, […] los mismos romanos” 9
Deja en claro su postura de que incluso prejuicios sobre las costumbres y
comportamientos de estas culturas americanas, se podrían aplicar de igual forma en las
naciones europeas.
Nación e identidad en Pedro José Márquez: una breve interpretación
Otro aspecto que podemos rescatar, es que Márquez parte de una idea de nación anterior
a una concepción de Estado. Resulta interesante el que se refiera en todo momento a
naciones en lugar de culturas, o sociedades, basándose en un orden y desarrollo tanto
económico, político, como de conocimientos. Sin embargo creo que es sobre este punto
que Márquez fundamenta su idea de nación.
8 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 5199 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 529
5
El conocimiento, o mejor dicho los conocimientos que poseían las culturas antes de la
conquista española, les dan la categoría de naciones. Esto se conecta muy bien del inicio
de la obra: el filósofo parte de una capacidad de pensamiento universal. Una vez que ha
desarrollado este pensamiento en manifestaciones diversas, adquiere la categoría de
nación, antes que de Estado. Así los saberes astronómicos, arquitectónicos, botánicos, el
tráfico de comercio que se desarrollaron entre los mexicas, tlaxcaltecas, etc., los ponen
al nivel de otras naciones europeas.
Cabe señalar que a pesar de resaltar el imperio mexica como el más poderoso y
dominador de la cuenca de México, no por eso subordina las otras culturas a esta
nación. No se cae en una contradicción al resaltar esta nación en cuanto a su poderío
militar, sino que la pone al mismo nivel en tanto que está sujeta como las otras a un
equilibrio político basado en leyes: “En todas estas naciones, además del cultivo del
gobierno político, que las mantenía en equilibrio, y de las leyes, con las que se
conservaba el orden interno, se favorecía el comercio y se custodiaban las
propiedades; además se practicaba el estudio de las cosas científicas, tanto prácticas
como especulativas” 10
Para ilustrar esta concepción podemos usar el ejemplo del sistema de tributos: las
culturas conquistadas por el imperio mexica no perdían su autonomía de cultos,
conocimientos científicos y tradiciones, sino que eran puestas al mismo nivel que las
otras y únicamente se pedía un pago periódico ante los conquistadores.
El último tema que puede analizarse en la obra de Márquez, es el problema del criollo,
el cual se manifiesta en los pensadores jesuitas del exilio, y de la cual hay distintas
posturas. Una de ellas se pronuncia a favor de un marcado distanciamiento de parte del
criollo con respecto a los españoles y a los indígenas.
A pesar de ello no debe entenderse que esto constituya al criollo con una conciencia
absoluta de una identidad de “mexicano”. No obstante el hecho de que Márquez firma
sus obras en Italia como “mexicano”, hay argumentos para cuestionar el significado de
dicha denominación.
Comencemos por la diferenciación del criollo en relación con los españoles y los
indígenas o descendientes de los antiguos mexicanos. Por un lado las condiciones de
vida de los criollos, su entorno y la realidad que se vivía en la Nueva España, era
completamente distinta a la de los nacidos en España. Se da entonces un arraigo
particular por el aspecto territorial, en el que los criollos sienten una pertenencia no sólo
10 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., pp. 509, 511
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a su realidad física, las condiciones naturales de su lugar de residencia, sino también a
los sucesos que allí se gestaban. Puede decirse, entonces, que el criollo “vivía en otra
tierra, respiraba otra atmósfera, mirando otro paisaje; en suma, habitaba un nuevo
mundo.”11 Pero como se señaló anteriormente, su realidad era otra también. “Esta es la
imagen del nuevo pueblo con su nueva realidad, ni es aquélla de los españoles, ni
tampoco la de los indígenas, sino la realidad del pueblo que acaba de nacer, la
realidad de la nueva tierra.”12
Así podemos entender como un impacto profundo del destierro que sufren los jesuitas
con su expulsión, de la cual es parte Pedro José Márquez. Este destierro agudiza una
nostalgia por la tierra, la cual se refleja en sus obras literarias. Este reflejo se manifiesta
en la forma de una defensa de la cultura a la cual se encontraban atados los criollos en la
Nueva España, una defensa ante los europeos, la cual se explicó con anterioridad.
Pero surge la pregunta: estos criollos expulsados, en este caso Pedro José Márquez,
¿Cómo se definían ante ese destierro? ¿Qué implicaba esta identidad propia con
respecto a las condiciones particulares de la Nueva España?
La siguiente cita se podría aplicar al padre Márquez, en el sentido de que en tanto que
interesado por los temas y problemáticas de la Nueva España es de cierta forma
mexicano:
“Pero los rasgos españoles de nuestro humanismo no le impiden tener un fuerte sabor mexicano. Si los renacentistas llegaron a sentirse romanos en Europa, en México se sintieron siempre identificados con los problemas de estas tierras y fueron mexicanos a pesar de que humanizaban con verdades venidas del otro lado del mar, acicateados por la insaciable sed de acción que les dio el Renacimiento.” 13
Sin embargo, a continuación quiero cuestionar el hecho de que los jesuitas, entre ellos
Márquez, se autodenominen “mexicanos”.
Las razones que presento son las siguientes:
El padre Márquez en varias partes de sus Dos antiguos monumentos… hace referencia a
los mexicanos. Podemos encontrar, así, cuando trata de etimología de palabras,
haciendo referencia a uno de los dos monumentos: “llamado en lengua mexicana
Xochicalco” 14, mientras en otra parte menciona: “Observo, además, que el Templo
11 RAMOS, Samuel, El perfil del hombre y la cultura en México, México: Espasa Calpe Mexicana, Colección Austral, 1977, p. 3412 VARGAS Alquicira, Silvia, La singularidad novohispana en los jesuitas del siglo XVIII, México: UNAM- Instituto de Investigaciones Filológicas, 1989, p. 1613 MORENO Montes de Oca, Rafael, Op. Cit., p. 15714 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 521
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Mayor de México sirvió de fortaleza, ora a los mexicanos, ora a los españoles en los
días de la Conquista.”15
Por último, al tocar el tema de la cultura mexica que tiene paralelismos con las
civilizaciones de occidente, no obstante es considerada inferior por estas: “Los
mexicanos de hoy están destinados a hacer en la gran comedia del mundo la
representación de la plebe; pero sus antepasados estaban educados de otra manera;
tenían maestros y libros; tenían otro gobierno y, en suma, eran los amos.” 16
En todas estas afirmaciones encontramos un distanciamiento con respecto a esos
mexicanos que construyeron los monumentos de que trata Márquez como tema central
de su obra. Pareciera que hay dos usos distintos del mexicano. Por un lado este
mexicano que tiene conciencia de la historia antigua y revalora sus raíces,
presentándolas ante las otras culturas y defendiéndola de los prejuicios que estas tienen.
Por otro, el antiguo mexicano cuyos descendientes se encuentran extraviados y en cierta
forma sin una participación en la conciencia de su identidad.
La Dra. Silvia Vargas nombra a estos jesuitas como parte de un fenómeno de
“singularidad novohispana”, en detrimento de una identidad mexicana. Este fenómeno
al ser producido en la época colonial en México, durante los siglos XVI al XVIII, tiene
su tensión con una condición de habitante de una colonia gobernada por una metrópoli. 17
Todos estos factores, todos ellos discordantes los unos con los otros: el hecho de su
nacimiento en España, su condición de habitantes de una colonia y fieles al régimen
monárquico español, su amor a la Nueva España y su nueva realidad de exiliados
produce un choque. Así, la singularidad novohispana en la que “Muchos de estos
jesuitas mexicanos [entre los cuales se encontró Pedro Márquez] han hablado en sus
obras literarias de México y e los mexicanos, pero ninguno tenía una idea clara de
estas palabras” 18, cual si el término resulta complejo y vacío a la vez, dando como
resultado una autoconciencia confusa.
Este autonombrarse mexicanos, resulta en mi opinión una búsqueda por hacerse un
lugar propio, es decir elegido y no accidental. Mientras los pueblos de los antiguos
mexicanos fueron invadidos y conquistados, representados así en la Nueva España
actual como un pasado (un pasado glorioso y culto, pero a final de cuentas sólo un
15 MÁRQUEZ, P. J., Op. Cit., p. 52716 Márquez, P. J., Op. Cit., p. 53717 VARGAS Alquicira, Silvia, Op. Cit., p. 1518 VARGAS Alquicira, Silvia, Op. Cit., p. 44
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pasado19); y los españoles, por otro lado, conquistadores, dominantes de una actualidad.
Los criollos, accidentalmente nacidos en la Nueva España, producto de estos dos
grupos, buscan hacerse una identidad a futuro. 20
Por otro lado, es este choque de ambos grupos lo que les proporciona una posición
ventajosa, ya que mezclan sus experiencias de vida de las problemáticas de la Nueva
España con un panorama cercano, a la vista, el cual era la cultura europea, para
completar así una vuelta: mientras la cultura occidental partió a tierras americanas para
formar a estos criollos autonombrados mexicanos, regresa ahora con una serie de obras
y descripciones de temas de los antiguos mexicanos para enriquecer esta. Esta mezcla
da como resultado un humanismo en el cual conviven tres factores: el mundo indígena,
lo español y la cultura del Renacimiento.
En mi opinión, en Márquez y su defensa de la cultura mexicana es una forma de
manifestar esta singularidad novohispana, más no una idea de identidad independiente y
totalmente diferenciada, constituida por partes no delimitadas.
Conclusión
Para concluir me gustaría señalar que la importancia filosófica de la obra de Márquez
reside en el tratamiento, la forma y el modo de entender su pensamiento a través de la
descripción de estos antiguos monumentos. El lugar que ocupan las culturas
precolombinas y sus conocimientos con respecto a las civilizaciones europeas, su
posición como criollo en relación con ese pasado con el cual comparte ciertas
similitudes a la vez que muy marcadas diferencias, la tensión con respecto a la figura
del español peninsular que subyace y de la cual no comparte más que ciertas improntas
culturales como el idioma y un origen cultural.
Así, Pedro José Márquez no se presenta ni como un mexicano unido a los habitantes
indígenas, ni como un revolucionario que pretenda la independencia con respecto a la
metrópoli. Aparece como un conflicto entre ambas culturas, que posteriormente
constituirá, bajo distintos factores políticos, económicos, sociales e históricos, un
cuestionamiento más marcado sobre la identidad del mexicano.
19 Véase Nota n° 15 del presente trabajo. 20 “Para los jesuitas desterrados en la Nueva España, estos dos grupos (españoles e indígenas) continuaban siendo extraños y al mismo tiempo conocidos cercanos, porque gracias a la participación de ambos había sido posible el nacimiento del nuevo pueblo, ese pueblo mezclado que habitaba en la tierra que el criollo consideraba suya.” VARGAS, Silvia, Op. Cit., p. 46
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Bibliografía
MÁRQUEZ, Pedro José, “Dos antiguos monumentos de arquitectura mexicana” en
Alegre, Francisco Javier y Márquez, Pedro José, Antología. Instituciones teológicas de
Francisco Javier Alegre, Ejercitaciones arquitectónicas, Dos antiguos monumentos de
arquitectura mexicana de Pedro Márquez, compilación y estudio crítico de María del
Carmen Rovira Gaspar y Carolina Ponce Hernández, edición bilingüe, México: UNAM-
UAEM, 2007.
GONZALBO, Pilar, El humanismo y la ecuación en la Nueva España, México: SEP-
Ediciones El caballito, 1985, colección Biblioteca Pedagógica.
MORENO Montes de Oca, Rafael, El humanismo mexicano. Líneas y tendencias.,
México: UNAM- FFYL, 1999.
RAMOS, Samuel, El perfil del hombre y la cultura en México, México: Espasa Calpe
Mexicana, Colección Austral, 1977.
VARGAS Alquicira, Silvia, La singularidad novohispana en los jesuitas del siglo XVIII,
México: UNAM- Instituto de Investigaciones Filológicas, 1989.
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