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    Instituto del Pensamiento SocialistaKARL MARX

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    RUTH WERNER | FACUNDO AGUIRRE

    Insurgencia obreraen la Argentina

    1969-1976

    CLASISMO, COORDINADORAS INTERFABRILESYESTRATEGIASDELAIZQUIERDA

    H

    ediciones

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    EDICIONES IPS

    ARTEYDISEODETAPA: Hernn Aragn, con la colaboracinde Jernimo Perales y Marcos Vinci

    FOTODETAPA: Movilizacin obrera contra el Plan Rodrigo, Ensenada, junio de 1975.

    INTERIORYCOMPOSICIN: Julio Rovelli

    EDICINGENERAL: Gabriela Liszt

    2007, Ediciones IPSRiobamba 144Ciudad Autonma de Buenos Aires - C1025ABDTel.: (54-11) 4951-5445E-mail: [email protected]

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina. Printed in Argentina.

    Insurgencia obrera en la Argentina. 1969-1976. Clasismo, coordinadorasinterfabriles y estrategias de la izquierda/ Ruth Werner y Facundo Aguirre; concolaboracin de: Mnica Torraz; Walter Moretti; Andrea Robles - 1 ed.- Buenos Aires: Ediciones IPS, 2007.608 p.; 22 x 15 cm.

    ISBN 978-987-23362-0-2

    1. Historia Poltica Argentina. I. Werner, Ruth y Aguirre, Facundo II. Torraz,

    Mnica, colab. III. Moretti, Walter, colab. IV. Robles, Andrea, colab. V. TtuloCDD 320.982

    Fecha de catalogacin: 27/12/2006

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    A Martha, Martn y Malena

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    Articular histricamente el pasado no significa conocerlo

    como verdaderamente ha sido . Significa aduearse de unrecuerdo tal como este relampaguea en un instante de

    peligro. (...) El peligro amenaza tanto a la tradicin comoa aquellos que reciben tal patrimonio. Para ambos es uno

    y el mismo: el peligro de ser convertidos en un instrumento

    de la clase dominante. (...) Slo tiene derecho a encenderen el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador

    traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos

    estarn a salvo del enemigo, si este vence. Y este enemigo noha dejado de vencer.

    El sujeto del conocimiento histrico es la misma claseoprimida que combate. En Marx aparece como la ltima clase

    esclava, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de

    liberacin en nombre de las generaciones de vencidos. Estaconciencia, que ha vuelto a afirmarse por breve tiempo en el

    movimiento Spartacus, ha sido siempre desagradable para lasocialdemocracia. En el curso de treinta aos la

    socialdemocracia ha logrado apagar casi completamente el

    nombre de un Blanqui, que con su timbre metlico hacatemblar al siglo precedente. La socialdemocracia se complaca

    en asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las

    generaciones futuras. Y as cortaba el nervio principal de sufuerza. En esta escuela la clase desaprendi tanto el odio como

    la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagende los antepasados oprimidos y no de los descendientes libres.

    Walter BenjaminTesis de filosofa de la historia -VI y XII- (1940)

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    ndice

    PRESENTACIN, Ruth Werner y Facundo Aguirre ...................................................

    INTRODUCCIN ....................................................................................................

    PRIMERAPARTE. 1969-1976: UNAETAPAREVOLUCIONARIA

    Captulo I. El Cordobazo abre un perodo histrico ........................................

    Captulo II. Una crisis capitalista mundial ........................................................

    Captulo III. La decadencia del capitalismo argentino .....................................

    SEGUNDAPARTE. 1973-1975: DELASILUSIONESENELPERONISMOALAHUELGAGENERAL

    Captulo IV. De los intentos por establecer el GAN al tercer gobierno de Pern ...Captulo V. Primer ao del gobierno de Isabel ..................................................

    Captulo VI. Las Jornadas de Junio y Julio de 1975: primera huelga general

    poltica de masas contra un gobierno peronista .................................................

    Captulo VII. Huelga general y subjetividad de la clase obrera ........................

    Captulo VIII. Las Jornadas de lucha contra el Plan Mondelli y el golpe

    militar ..................................................................................................................

    TERCERAPARTE. LASCOORDINADORASINTERFABRILESDELGRANBUENOS AIRES: UNEMBRINDEDOBLEPODER

    Captulo IX. Dualidad en la organizacin obrera: sindicatos y

    comisiones internas .............................................................................................

    Captulo X. Antecedentes directos de las coordinadoras ...................................

    Captulo XI. Caractersticas de las coordinadoras del Gran Buenos Aires ........

    Captulo XII. Autoorganizacin y democracia obrera ......................................

    Captulo XIII. Programa y direccin. Un lmite ...............................................

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    CUARTAPARTE. LASESTRATEGIASDELAIZQUIERDA

    Captulo XIV. La radicalizacin poltica y la izquierda peronista ......................

    Captulo XV. El guevarismo y la revolucin latinoamericana ...........................

    Captulo XVI. El PRT-ERP: militarismo y frentepopulismo ...........................

    Captulo XVII. El PRT-LV y el PST: crtica a una poltica centrista ................

    Captulo XVIII. Poltica Obrera: una variante de la poltica centrista ..............

    CONCLUSIN. UNENSAYOGENERALREVOLUCIONARIODELACLASEOBRERAARGENTINA.......

    APARTADO

    La experiencia del clasismo cordobs,Walter Moretti y Mnica Torraz ..............

    La Triple A y la poltica represiva del gobierno peronista,Andrea Robles ..........

    ANEXO

    Documentos

    -El triunfo de la movilizacin .............................................................................

    -Un documento gremial propone medidas reivindicativas ...............................-Coordinadora La Matanza. Plan de lucha ........................................................

    -Pronunciamiento de la Coordinadora metalrgica ..........................................

    -Solidaridad con los trabajadores de Santini ......................................................

    -Declaracin de la Coordinadora Capital ..........................................................

    Cuadros.

    -Las Coordinadoras de Zona Norte, Sur, La Matanza, Oeste y La Plata,

    Berisso y Ensenada .............................................................................................

    -Corrientes de izquierda peronista y marxista en las fbricas de las

    coordinadoras ......................................................................................................

    Cronologa. Las Jornadas de Junio-Julio de 1975 ............................................

    BIBLIOGRAFA.......................................................................................................

    SIGLAS ..................................................................................................................

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    Presentacin

    Kote Tsintsadze, antiguo bolchevique, preso en los camposde concentracin de Jos Stalin, enva, a Len DavidovichTrotski, en el papel que utilizaban los detenidos paraarmar cigarrillos, la siguiente misiva: Muchos, muchsimosde nuestros amigos y de la gente cercana a nosotros,tendrn que terminar sus vidas en la crcel o la deportacin.

    Con todo, en ltima instancia, esto ser un enriquecimientode la historia revolucionaria: una nueva generacin aprenderla leccin.

    Andrs Rivera, La revolucin es un sueo eterno1.

    Nos proponemos rastrear los elementos de socialismo, democracia obrerae independencia de clase en el proceso revolucionario que vivi Argentina apartir del Cordobazo, en mayo de 1969. Queremos aportar al desplieguede una historia obrera y socialista de aquellos aos en que la pasin militantey la radicalizacin poltica de la vanguardia de la clase trabajadora y la

    juventud, constituyeron una amenaza para la dominacin de la burguesa yel imperialismo en nuestro pas.

    Buscamos poner a la luz los elementos de emancipacin poltica y socialde la clase obrera y la juventud en la dcada del 70, frente al olvido en quelas historias oficiales (y la mayora de los relatos alternativos sobre el perodo)

    han relegado al proletariado y a la perspectiva revolucionaria que se asociabaa l. Nos proponemos demostrar que las acciones independientes de lasmasas obreras y populares que quebraron a la dictadura de la llamadaRevolucin Argentina, el clasismo cordobs, las experiencias de controlobrero, las huelgas salvajes y de resistencia al Pacto Social, las comisiones

    1. Rivera, Andrs, Bs. As., Planeta, 1998, p. 175.

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    internas recuperadas de manos de las direcciones sindicales tradicionales, lahuelga general poltica que jaque a Isabel Pern y expuls del gobierno aLpez Rega, el movimiento de las coordinadoras interfabriles que dio formaembrionaria a un doble poder, y la extendida militancia radicalizada deaquellos aos, constituan la base para la reorganizacin socialista delmovimiento obrero y de la sociedad.

    Lavaloracin de la experiencia revolucionaria, decisiva en la historiaargentina, que se desarroll entre el Cordobazo y el golpe militar de marzo de1976, no puede dejar de ser una tarea militante. Los que escribimos estelibro, y los autores de los apartados, Andrea Robles, Mnica Torraz y WalterMoretti, somos activos militantes trotskistas, miembros del Partido de losTrabajadores Socialistas (PTS). La ptica del trabajo que sigue no es neutral.No se pretende una visin desapasionada y objetiva de la historia, ni tampocouna vindicacin acrtica de la militancia y lucha de clases de aquellos aos.Tenemos la pretensin de que nuestro trabajo sea polmico. Que contribuyaa que se reabra el debate estratgico sobre la experiencia de los 70. Pornuestra parte, esperamos haber conseguido regresar de nuestra inmersin en lamultitud de datos, documentos, bibliografa y testimonios personales, con la

    recompensa de alguna conclusin provechosa o, al menos, con la sugerenciacierta del campo de lecciones estratgicas que la dcada del 70 ofrece paraenriquecer, prctica y tericamente, la accin de los socialistas revolucionarios(y del activismo obrero y juvenil) en la lucha de clases contempornea y encualquier previsin de esa lucha a futuro. Las conclusiones centrales que sepresentan en este trabajo son producto de las discusiones y elaboracionescolectivas entre los autores y algunos integrantes de la direccin del PTS,sobre el proceso revolucionario argentino en la dcada del 70, sobre el papelque les cupo a las direcciones polticas y en lo que respecta al balance denuestra propia tradicin militante, el trotskismo.

    Quien lea este trabajo buscando el tipo de abordaje que caracteriza a la

    produccin acadmica, no lo hallar. Pero encontrar, junto a una exposicinde los acontecimientos que no excluye detalles y pormenores imprescindibles,un examen de los mismos en relacin con las perspectivas que abran oclausuraban en la confrontacin social, y un balance poltico de la lucha declases y de partidos, fundamental para comprender el desenlace que tuvieronlos sucesos de aquellos aos. En definitiva, una elaboracin del debate histrico-poltico desde una perspectiva de partido, algo que sabemos desusado.

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    La izquierda poltica se ha mostrado renuente a exponer su balancehistrico. Ha habido, en cambio (en forma algo soterrada o vergonzante,an hay), historias oficiales partidarias2 . La mayora del mundillo acadmicolas ignora (o las trata con la condescendencia que, segn cree, merece laingenuidad). Aunque en esta actitud se revele lo mucho que, tambin enese mbito, se rehuye la autocrtica (y la crtica de las relaciones entre elmundo de las universidades, los institutos y fundaciones y las claseshegemnicas), es preciso reconocer que no se ha hecho mucho desde laizquierda poltica por promover una verdadera polmica, por combatir porel sentido con las visiones dominantes, tanto en el campo acadmico comoen el del imaginario social ms general.

    Desde este punto de vista el presente trabajo es una novedad. Quieresalir a la luz y polemizar, tomando distancia de las catequesis internas(destinadas, como dijimos, a la devocin acrtica o al rechazo) y de losdiscursos acadmicos.

    2. Si uno analiza a los partidos de izquierda que actuaron en los 70 y que mantienenalguna continuidad en la actualidad se podr observar lo que sealamos. El Partido Comunista(PC) que en 1986, en su XVI Congreso, realiz una autocrtica partidaria por su polticaconciliadora y de apoyo hacia la dictadura videlista, nunca present un balance crtico de su

    propio accionar en los aos previos al golpe de Estado. En el caso de los partidos que sereivindican trotskistas, es notoria la ausencia de un balance terico-poltico serio y su reemplazopor explicaciones internas. En el caso de la corriente histrica orientada por Nahuel Morenoninguna de las organizaciones que se reivindican de esta tradicin ha publicado un balanceterico-poltico sobre el perodo. Recientemente, el dirigente trotskista Ernesto Gonzlez hapublicado el cuarto tomo de Historia del Trotskismo Obrero e Internacionalista en la Argentinaque abarca los aos 1969/71. En el caso del Partido Obrero (PO), continuador de PolticaObrera (PO), no existe un balance partidario aunque el historiador trotskista Osvaldo Coggiolaha realizado una historia del trotskismo argentino que se refiere brevemente al perodo.

    Con respecto a las corrientes armadas que tuvieron peso destacado en la vanguardia -comoMontoneros y el Ejrcito Revolucionario del Pueblo- existe una variada bibliografa escrita porex militantes y dirigentes de estas organizaciones as como tambin por periodistas e investigadoresque los han tomado como objeto de estudio. Con respecto al debate en torno al caso concretodel Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejrcito Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP)entre ex militantes e intelectuales que intentan rescatar su experiencia poltica, nos atrevemos adecir que tiene su raz en que la derrota de esta organizacin obliga a quienes pertenecieron a ellaa referenciarse permanentemente a su pasado para justificar cualquier visin o intento de accinpoltica en el presente. Ejemplos de esta bibliografa son: Santucho, Julio, Los ltimos guevaristas,Bs. As., Editorial Puntosur, 1986; Partido Revolucionario de los Trabajadores, Historia del PRT,Bs. As., Editorial 19 de julio, 1989; Mattini, Luis, Hombres y Mujeres del PRT-ERP/De Tucumna La Tablada, La Plata, 4 edicin, Editorial De la Campana, 1996; De Santis, Daniel (compilacin),A vencer o morir. Documentos del PRT-ERP, Bs. As., Editorial Eudeba, 1998; Gorriarn Merlo,Enrique,Memorias, Bs. As., Editorial Planeta, 2003; De Santis, Daniel, Entre tupas y perros: undebate con Eleuterio Fernndez Huidobro, Bs. As., Ediciones RyR, 2005.

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    Interesar, suponemos, a quienes sean sensibles a los indicios histricos deuna tradicin emancipadora. Y, desde luego, a quienes busquen orientar supensamiento y su accin en un sentido de continuidad de objetivosemancipatorios, que hicieron de aquel tiempo una poca revolucionaria, a quie-nes quieran apelar a la imaginacin poltica para luchar contra el capitalismo, aquienes intenten reflexionar, hallar las lecciones del pasado para recomponer lafuerza de ese sujeto revolucionario que intervino entonces y que, a travs demuchas transformaciones (todava en curso), pero contra lo que apresuradamente

    sostenan muchos, sigue conservando la capacidad de impugnar histricamenteel sistema capitalista: la clase obrera de la industria y de los servicios.

    ***

    Esta es una investigacin iniciada en el ao 2000 por Ruth Werner encolaboracin con Silvina Altvarg sobre el proceso de formacin y gestacin delas coordinadoras interfabriles durante los sucesos de junio y julio de 1975.Momento clave, en el que tuvieron origen las formas embrionarias de undoble poder. Los trabajadores se constituan en una fuerza social amenazantepara el capital. Las entrevistas con activistas y militantes de la poca, el

    empleo como fuentes de la prensa burguesa e izquierdista y el estudio de labibliografa que se detalla al final del texto, fueron recuperando muchasescenas de ese momento. En la historia de este trabajo, este fue el puntoinicial de reflexin. Una exposicin de casos, ms o menos independienteso, en todo caso, inconexos y parciales, era contraria a la propia naturaleza delos datos, que exigan ser contextuados. Eso nos condujo a intentar untratamiento que supusiese una perspectiva de conjunto de los aconteci-mientos del perodo. Esperamos haber sido equilibrados en las lneas concedidasa la descripcin de los hechos y a su comentario, y las que corresponden anuestras conclusiones, entendiendo que, por ejemplo, los pasajes referidos a laintervencin de las corrientes polticas de la izquierda radicalizada, conllevan,

    para los propsitos que antes mencionamos, un necesario tono dediscusin poltica.

    En lo referente a aquellos das iniciales de esta investigacin, cuando nosenfrentamos a la multitud de datos, queremos agradecer a Silvina Altvargquien, si bien no continu en el equipo de investigacin, fue pionera delmismo, as como a Eduardo Molina, quien por razones de su actividad militanteno pudo llegar hasta el final en la realizacin de este trabajo. Ese segundo

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    perodo de elaboracin fue llevado adelante por quienes firmamos estetrabajo. Entre vicisitudes de la militancia cotidiana y los problemas quese nos planteaban en el proceso de arribo a las distintas conclusiones, selleg a la versin definitiva, que es la que se presenta en este libro. Fuefundamental en esta etapa la colaboracin de Mnica Torraz y Walter Moretti(autores del apartado sobre el clasismo cordobs) y de Andrea Robles (autoradel apartado sobre la Triple A). Pero adems queremos agradecer la colaboracinde Ariel Mancuso, Hugo Echeverre, Hernn Aragn, nuevamente WalterMoretti, y Jorge Sobrado quienes se prestaron a posibilitar parte de lasentrevistas que hacen a la investigacin. En el caso de Walter Moretti y

    Ariel Mancuso, han sido parte de la elaboracin en lo referente a lasCoordinadoras de la Zona Oeste del Gran Buenos Aires y de La Plata,Berisso y Ensenada.

    Sealamos el aporte y la colaboracin en el seguimiento de nuestrotrabajo de Christian Castillo. Agradecemos tambin a Fredy Lizarrague.Particularmente, queremos destacar el aporte conceptual y la aguda crticade Emilio Albamonte, fundamentales para poder concluir este trabajo.

    Agradecemos tambin a todos aquellos compaeros y amigos que brindaron

    algn aporte para la realizacin del libro: Jean Baptiste Clerch de laFraccin Trotskista (Cuarta Internacional) quien posibilit la obtencin delarchivo de Poltica Obrera, ao 1975, del Centro de Estudios Revolucionariosdel Movimiento Trotskista y Revolucionario Internacional (CERMTRI) enPars, Francia. Los integrantes del Centro de Estudios Investigaciones yPublicaciones Len Trotskyy del Instituto del Pensamiento SocialistaKarl Marx nos facilitaron las tareas en su archivo, de dnde proceden lascitas deAvanzada Socialistay otras publicaciones. Por eso y por la publicacinde nuestro trabajo queremos darles nuestro reconocimiento. No queremosolvidar a Florencia Priz, por su colaboracin en el fichado de diarios yperidicos de la izquierda, a Alejandro Boyadjian por el aporte del material

    referente a la izquierda de los 70, a la Prof. Alicia Rojo del CEIP y al Lic.Juan Hernndez, por prestarse a compartir su punto de vista y acercarnosdocumentos importantes para desarrollar nuestra tarea. Lo mismo vale parael grupo Contraimagen, por el aporte de las fotos que acompaan esta ediciny en particular a Mariana Pardo, encargada de su seleccin. Expresamos elagradecimiento debido a Carlos Garechana por su dedicacin y pacienciaen la correccin de estilo, lo mismo que a Liliana Gasco y la colaboracin

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    de Andrea DAtri. Si alguien queda indebidamente fuera de esta enumeracin,pedimos las disculpas del caso.

    Por ltimo (pero de ningn modo en importancia), queremos manifestarnuestro agradecimiento a todos aquellos compaeros y compaeras que seprestaron a las entrevistas. No es necesario aclarar que ellos no son responsablespor lo que est escrito, ni comparten necesariamente las conclusiones.

    ***

    El texto de nuestro trabajo est dividido en cinco partes, subdivididas a suvez en captulos. En la primera parte, encaramos la descripcin general de lasituacin objetiva, y la formulacin de las categoras tericas que empleamospara interpretar la etapa abierta con la semiinsurreccin obrera y popularcordobesa del 29 de mayo de 1969. A nuestro modo de ver, esta accinhistrica independiente de las masas abri un ciclo revolucionario en el queestaba planteada la conquista de la independencia de clase del movimientoobrero, la lucha del partido revolucionario por la direccin de las masas, y porlo tanto la cuestin de la hegemona social, la cuestin del poder. Los avances y

    retrocesos del movimiento obrero y de su vanguardia militante van a marcar, apartir del Cordobazo, los ritmos y objetivos de la poltica argentina en uncuadro de incipiente crisis capitalista internacional, cuyos primeros sntomasse manifestaron a fines de los 60, de crisis orgnica local y agotamientohistrico del nacionalismo burgus como movimiento de presin contra elimperialismo y de contencin del movimiento obrero y de masas. Intentamosanalizar las caractersticas de este ciclo que destac a un proletariado combativoy a una juventud radicalizada, y que cobr, en gran medida, los rasgos de unaguerra civil de baja intensidad.

    La segunda parte de este trabajo, consta de un examen de la lucha declases y la situacin poltica bajo los gobiernos peronistas de Hctor Cmpora,

    Juan Domingo Pern y Mara Estela Martnez de Pern. Desarrollamos unacaracterizacin de las discusiones Pern-Lanusse, y del intento de contenciny desvo del proceso revolucionario, que tuvo al peronismo como agentepoltico. Tambin encaramos el anlisis del marco objetivo (la crisiscapitalista que se manifest abiertamente en todo el mundo a partir de 1974).Sometemos al anlisis marxista los distintos momentos del peronismoen el poder (esquemticamente: frentepopulista con Cmpora, bonapartista

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    con Pern, de ofensiva antiobrera y libre accionar de las bandas de ultraderechacon Isabel), refirindolos al enfrentamiento social y poltico que configurabael cuadro de lucha entre revolucin y contrarrevolucin que se viva enaquel perodo.

    Como aspecto fundamental, y en el marco de nuestra investigacin sobrelas coordinadoras interfabriles, remarcamos las experiencias que constituyerony foguearon a la vanguardia militante de la clase obrera, dndole sus rasgosesenciales de poca, sus caractersticas (y tambin sus dimensiones poltico-sociales), y nos centramos en las Jornadas de lucha de Junio y Julio de 1975contra el plan econmico del ministro Celestino Rodrigo. As como el papeldel activismo obrero y las coordinadoras interfabriles, consideramos el de laburocracia sindical, y sostenemos, como parte del balance histrico, que lahuelga general de julio de 1975 fue una accin independiente de las masasobreras, que planteaba la necesidad urgente de derrocar -por la intervencinrevolucionaria de las masas- al gobierno burgus debilitado de Isabel, paraimpedir el golpe, que termin por ser la salida poltica para al conjunto de la clasedominante a partir de esa accin obrera, al frustrar la aplicacin constitucional

    y gradual del reordenamiento econmico de la Argentina burguesa. Afirmamos

    que desmontar aquel movimiento de la base fabril fue el objetivo de la polticadesplegada por la burocracia sindical, poltica que determin su papelcontrarrevolucionario.

    La tercera parte, que contiene el grueso de la investigacin realizada,comprende el proceso de constitucin de las comisiones internas combativasy las coordinadoras interfabriles de Capital Federal y Gran Buenos Aires,las cuales son contrastadas con otros procesos de la experiencia histrica delproletariado internacional, y con la teora marxista, para encontrar el sentidoprofundo de este tipo de organizacin fabril, su vinculacin especfica conlos tiempos estratgicos de un perodo de choque entre la revolucin y lacontrarrevolucin. La experiencia presenta similitudes con los consejos de

    fbricadescriptos por Antonio Gramsci en el Turn de los aos 20. Discutimossu potencialidad y los lmites que presentaron para desarrollarse comoautnticos sovietso consejos obreros y de masas, con los cuales la clase obreray el pueblo pobre disputaran el poder poltico a la burguesa y sentaran lasbases de un nuevo Estado. Rescatamos las caractersticas democrticas,clasistas y combatientes de las comisiones internasy cuerpos de delegados,que fueron el ncleo central de un proceso de reorganizacin del proletariado

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    argentino impulsado por la gran mayora de la izquierda militante, socialistay peronista. Ese proceso dio origen a las Coordinadoras Interfabriles deCapital Federal y el Gran Buenos Aires, a las que consideramos la expresindel grado ms alto de constitucin de una vanguardia obrera. Esasorganizaciones embrionarias de poder fueron catalogadas como la guerrillafabril por los polticos de la burguesa y se convirtieron en objetivoscentrales para el accionar represivo de las bandas paramilitares de la Triple

    A y de los grupos de tareas de la dictadura. Describimos a su vez el accionarpoltico de las organizaciones hegemnicas en el seno de las coordinadorasy sealamos sus lmites programticos y polticos.

    La cuarta parte, centra su atencin en la formacin de los grupos y partidospolticos militantes, que extendieron su influencia al calor de la radicalizacinpoltica mundial en los 60 y 70, y que ejercieron ese influjo tambin sobre

    Argentina. Llamamos la atencin sobre los elementos de rupturacon elreformismo de tipo nacionalista, stalinista o socialdemcrata, que practicabanlas direcciones oficiales del movimiento de masas. Pero tambin observamoslos elementos de su continuidad, presentes en muchas corrientes, quebloqueaban la posibilidad de que las fuerzas as orientadas encarnaran una

    poltica revolucionaria. Entre esos lazos que cieron a muchas organizacionesestn la falta de una posicin consecuentemente clasista, la adscripcin a laspolticas de guerra popular prolongada o guerra revolucionaria, el nacionalismoestrecho y la ausencia de una teora revolucionaria que efectivamentepermitiera orientarse en la cambiante situacin en el sentido de una accinque favorezca el desarrollo del proceso revolucionario y supere los inevitablesobstculos. Por otra parte reivindicamos, en debate con las posiciones delrevolucionario argentino-cubano Ernesto Che Guevara, la teora-programade la revolucin permanente, y una estrategia proletaria independiente parala toma del poder en el proceso de la lucha de clases y la guerra civil. Si biense podrn encontrar elementos comunes en la crtica a las organizaciones de

    la izquierda setentista, nos ocupamos de las corrientes que, como Montoneros,ejercan hegemona sobre la vanguardia obrera y juvenil, pero, centralmente,de aquellas concepciones y programas que se planteaban ser una direccinsocialistadel proceso revolucionario: el guevarismo, la izquierda armada delPartido Revolucionario de los Trabajadores-Ejrcito Revolucionario del Pueblo(PRT-ERP) y la izquierda que se reivindicaba trotskista: el Partido Socialistade los Trabajadores (PST) y Poltica Obrera (PO). Sometemos a crtica los

    PresentacinH

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    programas y estrategias que estas corrientes sostuvieron en aquellos aos, ysealamos lo que consideramos sus falencias, como una de las caractersticasde la crisis de direccin revolucionaria de la clase obrera argentina. Nuestratesis central es que el proceso revolucionario en Argentina careci de unpartido revolucionario obrero y socialista dirigente, que permitiera a lavanguardia obrera y militante aprovechar de forma audaz y decisiva losmomentos de crisis y debilidad burguesa, para avanzar cualitativamente ensu lucha por derrocar el poder burgus e imponer el Estado de los trabajadores.Consideramos que los distintos intentos de poner en pie un partido deizquierda revolucionaria fracasaron por estar basados en estrategias erradas.La izquierda armada, centralmente el PRT-ERP, fracas porque orient todosu peso a la construccin del Ejrcito y, por lo tanto, subordin el papel de lalucha de clases y de la organizacin obrera a los trazados imaginarios de unasupuesta guerra revolucionaria. Despreciaba as la autoorgoanizacin y la luchacotidiana por la independencia poltica de clase. El planteo del PRT-ERP deimpulsar en una primera fase de la lucha por el poder un frente de liberacines indicador de una poltica que abandona el clasismo en pos de una alianzacon sectores burgueses y pequeoburgueses progresistas. Con respecto al trots-

    kismo, refirindonos centralmente al PST, consideramos que no cumpli conlas tareas previas para llegar al proceso revolucionario de los 70 con un partidode algunos miles de militantes y termin adaptndose a los planteamientosburocrticos o de la oposicin burguesa, en detrimento de la independenciade la clase obrera y de la lucha poltica revolucionaria. A pesar de haberconcentrado correctamente sus esfuerzos en participar organizadamente de lalucha de los trabajadores, no lo hizo desde una posicin consecuentementerevolucionaria. Pag el costo de no haberse preparado en los 60, para atraera la vanguardia militante hacia posiciones trotskistas, amoldndose a laspresionesdel castro-guevarismo, con un alto costo poltico y organizativo.

    La quinta parte, presenta las conclusiones de conjunto, sealando que el

    lmite principal que tuvo el proceso de la lucha de clases fue definido por elpeso que las direcciones oficiales (el peronismo y la burocracia sindical)mantuvieron, as como las polticas errticas y conciliadoras de la izquierdamilitante, lo que contribuy a desorientar la accin de la clase obrera y la

    juventud radicalizada. Sostenemos, asimismo, la idea de que el golpe militarno fue un acto preventivo, como crean entonces muchos grupos militantes,sino un acto tardo del Estado y la burguesa argentina. Impedidos de

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    actuar por una relacin de fuerzas que desde 1969 destacaba la iniciativa delos trabajadores, lo hicieron frente a la necesidad vital de responder a la enormecrisis que atravesaba el capitalismo y el fracaso de las polticas de contencinencarnadas en el peronismo. De ah su virulencia criminal y su carcterrapaz. La otra conclusin central -que hace a la crisis de direccin quepermiti la victoria de la burguesa y de los militares-, es que la causa de laausencia de un partido revolucionario no hay que buscarla en la falta demadurez de las masas ni de las condiciones objetivas sino en la falta de

    preparacin previa de los partidos trotskistas y en su estrategia centristafrente a los acontecimientos de la lucha de clases.

    En los apartados, se ofrece un anlisis de lo que fue el gran movimientode la vanguardia obrera, que dio origen al clasismo cordobs del Sindicatode Trabajadores de Concord-Sindicato de Trabajadores de Materfer(SiTraC-SiTraM); tambin un estudio del origen, desarrollo y carcterpoltico del terrorismo ultraderechista y paraestatal bajo los gobiernosperonistas desde 1973 a 1976, la Triple A.

    En los anexos presentamos seis documentos de las coordinadorasinterfabriles de Capital, Gran Buenos Aires y cuadros que dan cuenta de lacomposicin de las coordinadoras y la insercin de la izquierda peronista ymarxista en estas organizaciones. Incluimos adems, una cronologa de las

    Jornadas de Junio y Julio de 1975.

    ***

    Por ltimo, queremos destacar la importancia de la comprensin de lahistoria de nuestro pas, desde una perspectiva de la lucha de clases y larevolucin socialista, para las generaciones actuales. Consideramos elintento de extraer las lecciones polticas de la experiencia setentista comonuestro homenaje a los combatientes de la clase obrera y la juventud, cadosen la lucha contra el capitalismo y el imperialismo en aquel gran ensayo

    revolucionario del que fueron protagonistas. Ellos son nuestros cados, quela lucha presente y futura debe vindicar. Su pasin, su entregay tambinsus errores, son una fuente de inspiracin y aprendizaje, de preparacinrevolucionaria de las nuevas generaciones. Para nosotros, este pasado recientees una fuente de estudio y conclusiones tericas con las que pretendemosaportar -desde nuestra tarea militante- a la construccin de un partidorevolucionario en la Argentina, que sea parte viva de la lucha de clases.

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    La renuncia a profundizar la crtica sobre las orientaciones de las corrientesde la poca, da lugar a conclusiones sumarias que, atribuyendo a todas lamisma soberbia e ingenuidad, o exaltando los valores morales (del conjuntoo de alguna de las organizaciones en particular), se despliegan sobre un terrenoconceptual en el que ha sido clausurada la lucha emancipatoria. Creyendoen la necesidad de un balance poltico, ni apologtico ni meramenteliquidador, de las estrategias que se presentaban para la revolucin en la

    Argentina, asumimos su valor como experiencia poltica, que tiene algoimportante que decirnos, siempre y cuando el horizonte de la revolucin sigateniendo vigencia para nosotros.

    El esfuerzo por acercarse a los acontecimientos de los aos de pasinmilitante, ha implicado tratar de mantenerse en su terreno de virtualidades,en la consideracin de lo que eraposibleen el curso de los hechos y situacionesde la poca, de los debates y polticas que se sustentaban. La poltica suponeuna intervencin sobre condiciones dadas, pero esa intervencin tiene tambinun carcter de apuesta. Busca la emergencia de lo nuevo, en la hiptesis deque la intervencin adecuada sobre la realidad fctica revele lo que ellacontiene de posibilidad de desarrollo revolucionario. Si no se interviene (o

    se hace de modo inadecuado), la oportunidad se pierde en lo que erameramente posible, y esa posibilidad no explotada, su existencia mismacomo chance histrica, suele olvidarse o negarse, aplastada por lo efectiva-mente ocurrido. Al darse as por cierto que no existieron chances, se limanlas contradicciones que el pasado tuvo como presente, confirmando demanera conservadora lo que histricamente se ha dado, como si en vez deun resultado hubiera sido una premisa.

    Oponer a esa visin cerrada del pasado, una perspectiva de reconocimientode sus oportunidades no aprovechadas, de las posibilidades abortadas, de loscaminos no recorridos, necesariamente resulta polmico, ya que implica lavaloracin de lo que existaen potencia. Para hacer polticamente productiva,

    desde una perspectiva emancipatoria, la experiencia militante de los 70, espreciso abandonar las ubicaciones contemplativas del decurso histrico, queverifican lo que no requiere verificacin, confirman lo meramente dado, yrecluyen la experiencia revolucionaria en el olvido sumario o en el altar pstumo,volviendo, por el contrario, a considerar su existencia en el terreno vital de lalucha de clases, que no slo tiene pasado sino presente y futuro. Para que unanueva generacin se plantee el horizonte de una sociedad sin explotacin,

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    donde las banderas de libertad e igualdad, que siempre enarbolaron losmovimientos proletarios y socialistas en las grandes revoluciones de nuestrotiempo, nutran nuevamente el imaginario emancipador.

    Ruth Werner y Facundo AguirreBuenos Aires, diciembre de 2006

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    Introduccin

    Una serie de grandes embates de masas (cuya expresin ms contundente,el Cordobazo, tuvo el carcter extraordinario de una semiinsurreccin obrera ypopular) abri en 1969 un proceso revolucionario que quebr definitiva-mente al rgimen instaurado por la llamada Revolucin Libertadora.Inaugurado con ese golpe gorila en 1955, este rgimen dio lugar a unaforma particular de dominio estatal basado en la proscripcin del peronismo,en el desconocimiento de la voluntad de la mayora de la clase trabajadora yen una sucesin de gobiernos civiles y militares que intentaron establecerbases cada vez mayores para la penetracin imperialista.

    El rgimen libertador haba sido enfrentado, en sus diferentesmanifestaciones, una y otra vez por los trabajadores, pero fue el levantamientocordobs el que lo quebrant definitivamente, iniciando una fase histricaque plante la posibilidad de que la clase obrera avanzara en la ruptura conla burguesa -y con el propio peronismo-, y se enfrentara a las exigencias dela lucha por el poder poltico del Estado.

    La importancia que, al da de hoy, conserva en el imaginario poltico-culturalde la sociedad y en los debates ideolgicos, lo que se ha dado en llamarsetentismo, radica en este sustrato histrico.

    Si es cierto que la tradicin de todas las generaciones muertas oprimecomo una pesadilla el cerebro de los vivos1, al finalizar el rgimen militar

    de 1976/83, el peso de la derrota histrica (que signific para la clase obreray el pueblo la instauracin de esa dictadura), se hizo sentir en la condena deese pasado reciente, expresado en la teora alfonsinista de los dos demonios.Sin embargo, los nuevos tiempos que se impusieron en la Argentina desdela rebelin popular de diciembre de 2001 (que obligaron incluso a dejar de

    1. Marx, Karl, El 18 brumario de Luis Bonaparte, Bs. As., Anteo, 1975.

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    lado el discurso oficial de la mencionada teora), plantean la posibilidad dereevaluar la experiencia poltica y social de la dcada del 70 -y desentraarel fondo ideolgico y de clase- de las distintas perspectivas aplicadas altratamiento de aquella etapa de la historia, incluidos, en primer lugar, losdiscursos con pretensin explicativa que hallan eco en los medios decomunicacin y en los mbitos polticos e informados.

    En lneas generales podemos identificar hasta tres relatos, ms o menosextendidos o conocidos, sobre el perodo.

    El primero, constituye la base discursiva de los defensores del golpe deEstado. Podramos llamarlo, sin ser inexactos, el relato de la contrarrevolucin.La Argentina corra el riesgo de caer en manos de la subversin, a la que seidentifica con el accionar de la guerrilla. El logro de las FFAA fue derrotarla enel campo de batalla. Los actos de genocidio son calificados de errores yexcesos, en medio de una guerra justa, o necesaria.

    Para nosotros, desentraar el significado de este discurso tiene por objetivoponer en claro cul es el pensamiento de los verdugos y enemigos de la clasetrabajadora y la relacin que establece entre objetivos y declaraciones. Aunqueeste relato ha sido sometido a crtica muchas veces, resumiremos nuestra

    propia apreciacin de l.El golpe contrarrevolucionario se propona derrotar el ciclo de lucha declases que amenazaba al capitalismo argentino. Pblicamente el discurso dela dictadura sealaba como su objetivo: Restituir los valores esenciales quesirven de fundamento a la conduccin integral del Estado, enfatizando elsentido de moralidad, idoneidad y eficiencia, imprescindible para reconstruirel contenido y la imagen de la nacin, erradicar la subversin y promover eldesarrollo econmico. Se comprometan a garantizar la vigencia de losvalores de la moral cristiana, de la tradicin nacional y de la dignidad de serargentinos adems de erradicar la subversin y las causas que favorecen suexistencia2. El objetivo de la contrarrevolucin era restaurar el orden

    social, amenazado por la lucha obrera. Jos Alfredo Martnez de Hoz confiesaque, en aquel entonces, la preocupacin de los empresarios que pedan laintervencin militar, se centraba en que el accionar obrero estaba impidiendola libertad de trabajo, la produccin y la productividad; es decir, el gobierno

    2. Acta de propsitos y objetivos bsicos del Proceso de Reorganizacin Nacional, 24de marzo de 1976, firmado por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Hctor

    Agosti. En Dearriba, Alberto, El golpe, Bs. As., Sudamericana, 2001, p. 288.

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    deba asegurar la libertad y el imperio del orden sobre todas las cosas 3.El imperio del orden puede traducirse en la defensa de la propiedad privada yla impunidad para las clases y grupos dominantes, que deban abocarseapresuradamente a una reconversin que no dejaba espacio para las limitaciones

    jurdicas y polticas. Por eso fue que los empresarios (y el Departamento deEstado Norteamericano) recurrieron a los militares y sostuvieron a la dictadura.El programa tena continuidad con los que aos antes haban intentado AdalbertKrieger Vasena y Celestino Rodrigo. Pero se trataba de otra escala, que exigasu ejecucin armada sobre una derrota indiscutible del movimiento de masas.Supona quebrar una a una las conquistas histricas de la clase trabajadora. Elempresariado confiaba en que las FFAA iban a hacer realidad las palabras del

    jefe del Ejrcito, Jorge Rafael Videla, quien haba sostenido que en laArgentina debern morir todas las personas necesarias para lograr laseguridad del pas4.

    El reino de moralidad que prometi la Junta Militar entr en la historiacon el lastre del genocidio, de la apropiacin de nios, del latrocinio de losbienes de los desaparecidos y de los fondos del Estado, que acelervertiginosamente su endeudamiento. Los llamados excesos constituyeron un

    rgimen sistemtico de terror estatalpara garantizar la disciplina social y elenriquecimiento obsceno de una lite, conformada por los grandes grupos de laburguesa nacional y el capital financiero, a costa de la correlativa degradacindel nivel de vida de los trabajadores, y de la destruccin de la industria local.Termin en la capitulacin vergonzosa frente al imperialismo (ingls ynorteamericano) durantela Guerra de Malvinas. Por todo esto, el relato de lapropia dictadura, haciendo tabla rasa del pasado inmediato, se constituye enun primer relato sobre ese pasado conculcado. Pero tambin resulta insosteni-ble por el contraste entre las declaraciones y los resultados, salvo cuando, comoen el caso de Videla citado unas lneas atrs, se manifiesta explcitamente laintencin del crimen masivo. Por lo tanto, la burguesa, la justicia y los polticos

    de la democracia burguesa, que estaban obligados por ese mismo pasado agarantizar la impunidad de los represores, no hubieran podido hacerlorecurriendo al tipo de argumentos que sus cmplices de ayer seguanproclamando como vlidos. Los represores resultaban impresentables (y no

    3. Declaraciones en el Juicio a las Juntas, reproducidas en Dearriba, Alberto, op. cit., p. 199.4. Declaraciones de Jorge Rafael Videla en la XI Conferencia de Ejrcitos Americanos

    realizada en Montevideo en octubre de 1975. En Dearriba, Alberto, op. cit., p. 144.

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    dejaban de echar en cara la responsabilidad de los nuevos demcratas en laactuacin de las FFAA, desde que el golpe era un complot hasta la guerra deMalvinas). Era necesaria otra visin de lo ocurrido.

    El segundo gran relato, es el de la ya mencionada teora de los dosdemonios. Naci con el fenmeno alfonsinista y se formul con precisin ensus aos de apogeo. Es una creacin directa de la administracin de Alfonsnque, junto a otras, la democracia burguesa heredara y mantendra en uso pormucho tiempo: fue doctrina oficial y discurso pblico estatal prcticamentehasta el ao 2003. En el (ahora) antiguo prlogo del Nunca ms, se puedeleer: Durante la dcada del 70 la Argentina fue convulsionada por un terrorque provena tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda.Contina, preocupado por los posibles ataques de parcialidad: Se nos haacusado, en fin, de denunciar slo una parte de los hechos sangrientos quesufri nuestra nacin en los ltimos tiempos, silenciando los que cometi elterrorismo que precedi a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacerde ellos una tortuosa exaltacin. Por el contrario, nuestra comisin harepudiado siempre aquel terror5.

    Las lecciones de este relato se redujeron a una interpretacinconvencional: la de un enfrentamiento de bandos violentos, sin asidero en lasociedad y enfrentados especularmente. La sociedad dividida, enfrentada,conflictiva de los aos 70, pasa a ser la Argentinaconfundida, inermefrentea contendientes blindados con los que poco tiene que ver. En los tiemposde Alfonsn, la visin retrospectiva alcanzaba a divisar corporaciones ms omenos poderosas, bandas armadas, psicologas violentas que podran estaren un bando o en el otro, y un espectro incoloro que pronto recorrera losdiscursos sociales convencionales: la gente. La gente, propiamentehablando, quedaba fuera de los combates pretritos, como espectadora mso menos complaciente, ms o menos crtica, siempre aterrorizada. La luchaentre las clases sociales no era el sustrato de la violencia (y del discurso

    sobre la violencia). La lucha de clases era uno de los discursos de la violencia.Se intentaba inaugurar as, tras la restauracin de la institucionalidaddemocrticoburguesa en 1983, una nueva poca. Los antagonismos de ayerestaban fuera de lugar. El pasado reciente fue compuesto de tal modo quepoda agitarse como un fantasma. No debera (an no debe) cobrar cuerpo

    5. CONADEP, Nunca Ms. Informe de la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas,Bs.As., Eudeba, 1985, pp. 7 y 11.

    IntroduccinH

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    ni sentido nuevo en los sobrevivientes, y en las generaciones que sucedierona la dictadura.

    La vetusta Constitucin de 1853 se ofreci como panacea. Un productodel ms antiguo pasado oligrquico como piedra fundamental de un futuroarmonioso, en el terreno de un presente donde el conflicto quedaba enmarcadopor la ley. Nunca Ms fue la consigna de la democracia burguesa, no slocontra el genocidio, sino contra cualquier intento de subvertir la situacinpresente, bajo el orden del capital. La crtica central de la Comisin Nacionalsobre la Desaparicin de Personas (CONADEP) al terrorismo estatal secentraba en que la represin se aplic fuera de los marcos legales. Pero lasterribles denuncias sobre el accionar estatal que el Nunca Mscontiene,contradicen un prlogo que iguala la insurgencia y el terrorismo de Estado.Este discurso oficial del nuevo rgimen poltico cont con la colaboracin debuena parte de la intelectualidad6, que contribuy en mucho a velar la luchapoltica de la generacin setentista (expiando as los aspectos en ese momentoincmodos de su propio pasado). Se present aquel combate como una utopasangrienta, que slo poda engendrar la violencia terrorista del Estado comorespuesta. Lateora de los dos demonios constituy, en ltima instancia, elnervio central del discurso pblico con que se promovi la reconciliacinnacional y el perdn del genocidio. Fue el manto ideolgico que acompa laimpunidad para las FFAA y de seguridad, para los industriales que impulsaronel golpe y fueron cmplices de la dictadura, para los polticos patronales queavalaron, para la Iglesia Catlica que bendijo, para los dirigentes sindicales queentregaron activistas, y para muchos annimos funcionarios que fueron partede la maquinaria del terror. Todas estas responsabilidades fueron diluidas en elequilibrio simtrico de los dos males (y eludidas en el terreno de lalegalidad, leyes de impunidad mediante).

    Pero el intento de clausura del debate result asfixiante. La cerrazn deun pensamiento unnimemente acrtico, que se negaba a encontrar, en un

    6. Ejemplo paradigmtico de esta clase de servilismo intelectual fue el de Pablo Giusianni,autor de Montoneros, la soberbia armada, Bs. As., Sudamericana, 2003. Otros intelectuales quesiguieron este derrotero fueron los del Club del Pensamiento Socialista, que pasaron de reivindicarsemarxistas en los 60 y 70 a proponer una apologa de la democracia burguesa y sus partidos, enparticular el alfonsinismo. Otro autor que puede mencionarse es Cavarozzi, M., ver Derechoshumanos y cultura poltica: blandos y maximalistas, en Los derechos humanos en la democracia,Bs. As., CEAL, 1985. La literatura reciente ofrece textos cuyos autores se nuclean en la revistaPunto de Vista: ver Vezzetti, Hugo, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en Argentina, Bs.

    As., Siglo XXI, 2002; Sarlo, Beatriz, La pasin y la excepcin, Bs. As., Siglo XXI, 2003.

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    perodo dramticamente crucial de nuestra historia, ninguna leccinaprovechable para el despliegue de las perspectivas emancipatorias, comenza ser contestado con el correr de los aos. Sobre todo a partir del 24 demarzo de 1996, una parte de la produccin historiogrfica y periodsticasobre los 70 se orient a rescatar del olvido a la lucha de la generacinmilitante y a reconocer su sentido emancipatorio. Se haban atrevido adesafiar al orden, a la burguesa y al imperialismo.

    Despus del 19 y 20 de diciembre de 2001, momento en que, a nuestrojuicio, el poder simblico de derrota histrica impresa por la dictadura militarse quebr en la conciencia de las grandes masas, cierta tendencia a la reivindicacinde la poltica y la pasin militante de la dcada del 70 se agudiz. Inclusiveencontr expresin en el discurso estatal, a partir de la necesidad de la polticaburguesa de relegitimarse frente a la sociedad. El recuerdo de la militanciapasada comenz a ser frecuente en un sector de los polticos de la clase dominan-te. Los actos de Nstor Kirchner descolgando el retrato de Videla en laEscuela de Mecnica de la Armada (y entregando el predio a los organismosde derechos humanos para que all funcione un Museo de la Memoria), sonemblemticos de este giro en el discurso estatal. Aunque el pasado en el

    peronismo montonero de un nmero relativamente importante de los miembrosdel gobierno es una evocacin que no ha renegado de la funcin de gestorespolticos de la patria empresaria, es evidente que el intento de demonizar laviolencia poltica y social, no facilitaba la tarea de restaurar legitimidadinstitucional, en un pas donde la lucha de clases termin echando por laborda gran parte del lastre de las derrotas pasadas. Al momento de escribiresta introduccin, la desaparicin de Jorge Julio Lpez a manos de bandasfascistas amparadas en la impunidad estatal y la pasividad del gobierno ponenen evidencia el vaco discursivo del setentismo oficial.

    Los 70 han ganado terreno como tema, abriendo la posibilidad de plantearlos debates suspendidosdesde entonces, posibilitando una lectura crtica, que

    valore de otro modo aquella experiencia. Admitiendo, tambin, que elpresente es un momento en que parte de la dirigencia poltica busca unnuevo fundamento histrico, un nuevo papel en relacin con ese pasado,una visin oficial que reemplace a la teora de los dos demonios. Es decir,un momento de produccin ideolgica burguesa.

    En ltima instancia, las insinuaciones nacionales y populares de loque se presenta como nuevo en la poltica burguesa, se nutren de un

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    tercerrelato, alternativo a la teora de los dos demonios, que exhibe losacontecimientos del pasado en cuestin como expresiones de un momentoirrepetible. El momento en el que la voluntad de una generacin utpicalibr un combate armado sin esperanzas.

    En este relato conviven dos visiones. Una que rinde tributo a la pasinmilitante de la izquierda setentista, y centralmente a la herencia histrica de laizquierda peronista, y a los preceptos de justicia social, soberana poltica eindependencia econmica, asociados alternativamente a la conciencia utpicade los militantes, a las expectativas del pueblo o a la accin peronistagobernante7. En el conjunto, convive la predisposicin a centrar las conclusionesen los errores cometidos, con la tendencia a detenerse morosamente en lacomprobacin de cierto infantilismo en las posiciones de entonces (dandopor explicacin lo que precisamente debe ser explicado). Esta observacinsera injusta o improcedente si no se verificara, en casi todos los casos, laorientacin explcita o implcita a valuar la herencia poltica de los 70 entrminos puramente ticos, y a referirse a la lucha actual en trminos de la

    profundizacin de la democracia burguesa y de utilizacin del Estadoburgus como instrumento activo en la vida econmica y social. La democracia

    capitalista y el Estado burgus semicolonial son admitidos as como terrenosnaturales (universales) yultima ratio de la intervencin poltica.Compartiendo el ncleo comn de estos relatos de la voluntad histrica,

    cierta visin, sin embargo, reivindica sin fisuras los planteos militantes de los70, y especialmente el accionar de las organizaciones armadas, identificandoal setentismo, en bloque, con una de las formas que en esos aos tom lalucha poltica.A la izquierda, podemos decir, de la lectura anterior, compartecon ella la misma tendencia a parcializar o exagerar las representaciones deciertas lneas polticas de los 70 y, sobre todo, a subestimar la intervencinde las fuerzas sociales fundamentales. La extraordinaria intervencin de masas-obrera y popular-, en cuya existencia y dinmica radicaban las potencialidades

    revolucionarias de aquella etapa, frecuentemente queda reducida a un rolescenogrfico, en ocasiones monumental, como un mural mexicano (peroigual de inmvil), contra el que se destacan las activas subjetividades de losmilitantes armados. La lectura abreva en una interpretacin populista de la

    7. Paradigmtica de este tipo de visin es la obra de Bonasso, Miguel, El presidente que no fue,Bs. As., Planeta, 1997. Tambin Caparrs, Martn y Anguita, Eduardo, La Voluntad. Una historiade la militancia revolucionaria en la Argentina, Tomo I, II y III, Bs. As., Norma, 1997 y 1998.

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    perspectiva trazada por el guevarismo para la revolucin latinoamericana.Para los que reivindicamos la concepcin marxista sobre la lucha de clases yla revolucin social, seala un campo de delimitacin poltica respecto delbalance histrico de aquellos aos, en la medida que un balance de ese tipoes tambin una herramienta para las luchas polticas presentes y futuras.

    Tanto la visin que parece informar a los crculos cercanos al actualgobierno, como sta otra, vindicadora de la lucha armada, al asimilar lavitalidad transformadora de la lucha de clases de aquellos aos al itinerario dealguno de los sujetos polticos -el ala izquierda del peronismo o la guerrilla-, leasignan a la clase trabajadora y a su experiencia un segundo lugar, o un papelauxiliar en los acontecimientos, velando as para el presente de la clase obrerasu reconocimiento en las acciones histricas que protagoniz.

    Hablamos de tres relatos sobre los 70. Nuestro punto de atencinser precisamente ese que en las lecturas a las que acabamos de hacerreferencia aparece detrs, al costado o fuera de foco. En ese sentido, eltrabajo se propone profundizar los elementos de un cuarto relato de lapoca de referencia, en el que la intervencin directa de grandes fuerzas socialesocupe el lugar central, al que estn referidos las voluntades en lucha. Vale

    decir que la produccin historiogrfica8

    est comenzando a bucear en estaperspectiva abriendo la posibilidad de un debate promisorio que rescate lalucha de clases como centro de la accin poltica en los 70 9.

    8 Una interesante gama de la produccin histrica acadmica se ha orientado a rescatar laexperiencia obrera argentina en la dcada del 70, como parte constitutiva del proceso poltico ysocial. La tarea precursora corri por parte del Centro de Investigaciones de las Ciencias Sociales(CICSO). Vase por ejemplo, Balv, Beba; Murmis, Miguel; Marn, Juan Carlos; Aufgang, Lidia;Bar, Toms J.; Balv, Beatriz; Jacoby, Roberto y Jacob, Graciela, Lucha de calles, lucha de clases, Bs.

    As., Ediciones La Rosa Blindada, 1973; Balv, Beba y Balv, Beatriz, El 69. Huelga poltica de masas,Bs. As., Contrapunto, 1989. Puede verse adems James, Daniel, Resistencia e integracin. El peronismo

    y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Bs. As., Sudamericana,1990; Antognazzi, Irma y Ferrer,Rosa (compiladoras), Del Rosariazo a la democracia del 83, Rosario, Escuela de Historia, Facultadde Humanidades y Artes, UNR, 1995; Brennan, James P.,

    El Cordobazo. Las guerras obreras enCrdoba, 1955-1976, Bs. As., Sudamericana, 1996; Pozzi, Pablo y Schneider, Alejandro, Lossetentistas. Izquierda y clase obrera, 1969-1976, Bs. As., Eudeba, 2000; Schneider, Alejandro, Loscompaeros. Peronismo, izquierda y clase obrera, Bs. As., Eudeba, 2006; Lbbe, Hctor, La guerrilla

    fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte de Gran Buenos Aires (1975-1976),Bs. As., Ediciones RyR, 2006; Cerutti, Lenidas y Resels, Mariano, Democracia Directa y GestinObrera. El S.O.E.P.U., la Intersindical de San Lorenzo y la Coordinadora de Gremios en Lucha. 1962-1976, Rosario, Ediciones del Castillo, 2006.

    9 Nuestra corriente, el Partido de los Trabajadores Socialistas, ha intervenido en el debatehistoriogrfico sosteniendo la idea de un cuarto relato sobre la dcada del 70, en el que se preste

    IntroduccinH

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    La vieja afirmacin del materialismo marxista de que la lucha de clases esel motor de la historia, no slo vale para descalificar la imagen construidasobre los supuestos de la teora de los dos demonios, sino tambin paracontestar a las visiones alternativas, y tratar de aproximarnos a una compren-sin ms cabal del nudo de sentidos histricos que se presenta como los70. Para eso, resulta imprescindible un reconocimiento de los procesos demasas, en lo que tuvieron de particular como subjetividad viva y actuante. Se tratade aventurarse en las particularidades de la confrontacin que tuvo lugar en

    Argentina, para hacer visible lo que el aplanamiento de las estadsticas y elrelieve de las figuras tpicas no alcanza a mostrar por s, extrayendo de ello-o, al menos,intentando- lo que parece, hasta ahora, tan indeseable: experienciasy lecciones aprovechables en el terreno de la lucha emancipatoria, de lasubjetividad revolucionaria, de la actividad poltica de las clases oprimidas.

    Desde esta perspectiva, queremos ser, tal vez, provocadores, pero en todocaso categricos. El papel de las organizaciones armadas no puede serconsiderado la principal fuente de inspiracin para la recomposicin de unasubjetividad histrica. Ese papel tambin tiene que ser sometido a crtica, yaque la estrategia que conlleva remite a la derrota poltica de los planteamientos

    revolucionarios enunciados. Decir esto implica reconocer que en la ampliavanguardia que encabez la actividad proletaria en los 70, las corrientesarmadas eran hegemnicas y en ello radica la importancia de la crtica.Creemos que el verdadero poder constituyente, que tenda a emergercomofuerza capaz de disputar hegemona social, como fuerza antagnica al capital,haca pie en el movimiento de la clase obrera, que desde 1969 despleg unavasta y mltiple actividad subversiva, amenazante del rgimen burgus.

    El reconocimiento y la ponderacin de los hechos producidos por esaactividad obrera, las tendencias constituyentes en curso a su autodetermi-nacin, el itinerario especfico del enfrentamiento con el poder constituido,proporcionan, en el debey el haberde las luchas y de la derrota, elementos

    vitales para establecer un punto de partida. A las expresiones de la izquierdaarmada y populista han podido sealrseles mltiples lmites (sociales,polticos, tericos, tcticos y estratgicos), as como el intento, fatalmentefrustrado, de la sustitucin voluntarista del sujeto social.

    central atencin a la lucha de clases y a la intervencin del proletariado en los acontecimientos.Para profundizar ver Castillo, Christian, Elementos para un cuarto relato de los 70, Lucha deClases, Revista marxista de teora y poltica, II poca, N 4, Bs. As., noviembre de 2004.

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    A diferencia de quienes sostienen estos sealamientos para condenartoda violencia revolucionaria, nuestra separacin se manifiesta en el planode la teora y la estrategia acordando en la defensa de la insurgencia y lanecesidad de la violencia como instrumento revolucionario. Si es cierto quela sustitucin voluntarista fue impotente, lo que debe juzgarse no eselhorizonte revolucionario de los aos 70, sino la impotencia de una poltica,cuyo modelo de intervencin fue la sustitucin vicaria -y en ese sentido,burocrtica- de un sujeto social que tenda a emanciparse.

    La visin, sustancialmente apologtica, que propone al imaginario polticoactual tomar a la militancia armada como el actor emblemtico de los aos delucha revolucionaria, oculta, parcela o distorsiona, en el anlisis, loselementos vivos del proceso social. El carcter puramente introductorio deestas pginas de ningn modo tolera la pretensin de haber salvadoesos elementos por el mero hecho de mencionarlos o de suplantar elanlisis pormenorizado y exhaustivo del proceso histrico-social aludido. Perocontribuye a sincerar plenamente la perspectiva de este trabajo el que sealemosque ese proceso de confrontacin social, que hizo posible el despliegue de lasperspectivas revolucionarias desde 1969 hasta 1976, tuvo como protagonista

    privilegiado al proletariado argentino. Esto implicaba (para los que nosconsideramos parte de la tradicin revolucionaria y militante del trotskismo),poner en el centro de atencin de la vanguardia obrera y juvenil, la teora, laestrategia y el programa para construir un partido obrero revolucionario.

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    1969-1976: UNAETAPAREVOLUCIONARIA

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    Captulo I

    El Cordobazo abre un perodo histrico

    Las coordinadoras interfabriles que surgieron en el auge obrero dejunio-julio de 1975, constituyeron el ltimo gran movimiento social delperodo histrico abierto con el Cordobazo y cerrado por el golpe militar. Unmovimiento de autoorganizacin obrera cuyas caractersticas y contexto

    justifican (y en rigor, exigen) que se lo seale como expresin de una claseobrera que comenzaba a tomar un curso de enfrentamiento y ruptura conrespecto al peronismo y al rgimen social. Este ltimo gran acto del

    proletariado industrial argentino de la dcada del 70, fue preparado por lascontradicciones que atravesaba el capitalismo internacional y el propio pasburgus y por la radicalizacin ascendente de amplias franjas de los explotados.

    Una mirada marxista sobre las coordinadoras y los acontecimientos quelas precedieron debe comprender las divisiones que atravesaban a las distintasclases sociales, los problemas estructurales del pas burgus, la proyeccinpoltica de la lucha de clases, sus contenidos y su dinmica.

    El perodo que va del Cordobazo al golpe genocida, constituye una etaparevolucionaria que plante la necesidad de la lucha por el poder por parte dela clase obrera y el pueblo oprimido. Para hacer esta definicin -la idea de quese vivan tiempos de cambios polticos y sociales no era ajena a la izquierda en

    los 70- nos vemos obligados a remontarnos a Lenin. Fue el dirigente bolche-vique quien sintetiz, en el pensamiento marxista revolucionario del siglo

    XX, la observacin de las condiciones especiales de una situacin en un tiempodado y el contenido estratgico que de ella se desprende: Cules son, entrminos generales, los signos distintivos de una situacin revolucionaria?Estamos seguros de no equivocarnos al sealar estos tres signos principales: 1)la imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en

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    forma inmutable; tal o cual crisis en las alturas, una crisis de la poltica de laclase dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y laindignacin de las clases oprimidas. Para que estalle la revolucin no bastaque los de abajo no quieran vivir como antes, sino que hace falta tambinque los de arriba no puedan vivir como hasta entonces; 2) un agravamiento,superior a lo habitual, de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas;3) una intensificacin considerable, por las razones antes indicadas, de laactividad de las masas, que en tiempos pacficos se dejan expoliar tranquila-mente, pero que en pocas turbulentas son empujadas, tanto por la situacinde crisis en conjunto como por las alturas mismas, a una accin histricaindependiente1.

    A lo largo del trabajo intentaremos demostrar cmo las condicionesobjetivas que sealaba Lenin tienen lugar en la Argentina de aquellos aos,configurando en su conjunto unaetaparevolucionaria, ya que su desarrolloabarc el perodo que va desde 1969 a 1976. De modo general, podemosenumerar los rasgos esenciales de esa etapa:

    su dimensin internacional, tanto por el marco de una crisis capitalistaglobal que va a afectar al conjunto de la economa mundial, como por ser

    parte de un agudo ascenso regional y mundial en la lucha de clases; la existencia de unacrisis orgnicay de un agotamiento estructuraldelcapitalismo argentino;

    el carcter autnticamente de masasdel proceso.

    Se pueden distinguir en la etapa abierta, tres perodos diferenciados:1969/72: Fase de los levantamientos y las tendencias insurreccionales

    abiertas por el Cordobazo. Momento de quiebre poltico definitivo de ladictadura y el rgimen libertador.

    1972/74: Fase de desvo de los procesos insurreccionales y de extensinde las ilusiones en el retorno del peronismo al poder. Esta fase tiene su finalcon la muerte de Pern, a partir de la cual comienza a derrumbarse lapoltica de contencin de la clase trabajadora.

    1974/76: Fase de enfrentamiento abierto entre revolucin y contrarre-volucin. En el marco de una creciente crisis mundial del capitalismo y de laeconoma y poltica locales, se desarrollan combates agudos entre la clase

    1. Lenin, V. I., La bancarrota de la II Internacional, mayo-junio de 1915, ObrasCompletas, Tomo XXI, Bs. As., Cartago, 1960, p. 211.

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    obrera y las fuerzas estatales y paraestatales de la burguesa, que con lacolaboracin de la burocracia sindical bregan por la derrota de la vanguardiaobrera y de la militancia de izquierda. En este perodo, la burguesa va a dar valibre a las bandas armadas de la Triple A para liquidar a la vanguardia polticade izquierda y al activismo obrero, as como para resolver violentamente lainterna poltica con la izquierda del peronismo. Adems de ir configurando,desde luego, la salida golpista. La accin de las organizaciones armadas, central-mente Montoneros y ERP, era tambin un elemento presente en la polticanacional. Pero el proceso ms dinmico se dar en el terreno de la lucha declases: las manifestaciones de la resistencia proletaria van a pasar de las luchasaisladas y las huelgas salvajes a las grandes manifestaciones obreras y populareslocales como los Villazos y a la gran ofensiva general de junio y julio de 1975.El golpe contrarrevolucionario y genocida de 1976 dar cierre a este perodocentral de la historia de nuestra clase y nuestro pas.

    Es interesante cotejar esta caracterizacin de la etapa revolucionaria con laperspectiva que planteaba la izquierda reclamada trotskista, como el PST, ocastroguevarista, como el PRT-ERP.

    El PST sostena que despus del Cordobazo se haba abierto una etapa

    pre-revolucionaria, que estaban planteados los requisitos objetivos de larevolucin, pero debido a la direccin poltica del peronismo sobre lostrabajadores, no se poda considerar que la cuestin del poder estuviera en elhorizonte de la clase obrera. Para la corriente dirigida por Nahuel Moreno, latarea principal de la etapa era la de conquistar la independencia poltica de lostrabajadores, presentada como posibilidad a partir de la crisis del peronismo.Slo as se poda plantear la revolucin. En 1973, esta corriente determin quela salida electoral cerraba la etapa pre-revolucionaria, con lo cual clausurabansu pensamiento a la perspectiva de grandes acciones independientes de lasmasas. Desde nuestro punto de vista -que desarrollaremos en la cuarta parte deeste trabajo- la valoracin de la etapa como revolucionaria, nos conduce a

    considerar que la cuestin del poder y de la independencia de clase estnntimamente unidas en el desarrollo de los acontecimientos histricos, y que lava de resolucin comn de ambas cuestiones pasaba por el desarrollo del doblepoder y la construccin de un partido obrero revolucionario dirigente.

    El PRT-ERP se presentaba a s mismo como una superacin de la estrategiade poder de la izquierda marxista y una sntesis de distintas vertientes queabrevaban en el marxismo. Sin embargo, su estrategia de poder resultaba de una

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    simplificacin de la realidad, interpretada como el virtual campo de batalla deuna guerra revolucionaria que no contaba entre sus combatientes a las grandesmasas (salvo colateralmente), sino a ejrcitos insurgentes. El PRT-ERP no logradefinir el carcter revolucionario concreto de la etapa, al adjudicarlo al accionarmilitar de la guerrilla y no a la lucha de clases que protagonizaban los trabajadoresy el pueblo.

    Desde nuestro punto de vista la definicin de la etapa como revolucionarianos lleva a valorar las tendencias reales a la guerra civil en dos planos: el de laaccin directa de las masas y su autoorganizacin y el de la contrarrevolucin(encarnada en la Triple A y la poltica represiva del Estado) y, en consecuencia,a plantear la necesidad de una poltica militar de la clase obreray la estrategia dela insurreccin.

    Guerra civil de baja intensidad

    Cuando se habla del perodo abierto por la eclosin cordobesa, todas lasvisiones tienden a coincidir en que en aquellos aos el enfrentamiento entreciviles, la divisin en bandos de la sociedad y la dura lucha de clasesconstituan un cuadro general de violencia poltica. El fantasma de la guerracivil tomaba cuerpo en esos das metlicos, cargados con la inminencia deenfrentamientos, y fue la base sobre la que una gran mayora de los militantesy las organizaciones setentistas hizo su opcin poltica.

    Sin embargo, desde nuestro punto de vista, consideramos necesario ubicarlos acontecimientos que hilan esta proto guerra civil, en un marco cuyadinmica est dictada por la profunda lucha de clases, que cuestionaba laestructura semicolonial y la sociedad burguesa argentina. Una definicinprecisa desde una ptica marxista distinguira al perodo como de aguda luchade clases con actos y elementos de guerra civil abierta, donde estaban en pugnalas fuerzas de la clase obrera enfrentadas a la burguesa y sus instituciones. Vistoas, consideramos vlido hablar de guerra civil de baja intensidad, por suscaractersticas focalizadas e intermitentes y por la disparidad en la disposicinde las fuerzas sociales a asumir dicha empresa. Hay que sealar que esoselementos de guerra civil se venan desarrollando desde el perodo previo de lalucha de clases, a partir del golpe gorila de 19552.

    2. Antes de la concrecin del golpe de septiembre de 1955, los actos de guerra civil yaestn presentes en nuestro pas. Recordemos los bombardeos a Plaza de Mayo repleta de

    H1969-1976: Una etapa revolucionaria

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    La guerra civil es un producto de la divisin de la sociedad en bandosirreconciliables y es la confesin del fracaso de las instituciones polticas paralograr el consenso social. El Cordobazo marca el inicio de un ascenso de masasque ubica a la clase obrera como vanguardia de todo el pueblo contra ladictadura militar, haciendo ms difusa -a medida que avanzan los aconteci-mientos- la forma poltica heredada del enfrentamiento civil entre peronismo yantiperonismo. Ms tarde, el Villazo y las coordinadoras interfabriles, sernnuevos avances, que marcarn el comienzo de laescisin entre la clase obrera y elperonismo en el gobierno, as como la autoorganizacin de los trabajadores eninstituciones que tendan a expresar embrionariamente su poder social y supotencialidad poltica como fuerza independiente. Todos estos hechos hablande la irreconciliabilidad de los bandos sociales enfrentados. En este sentido, ladefinicin de guerra civil del perodo posterior al Cordobazo la entendemoscomo la de una etapa determinada de la lucha de clases cuando sta, al romperlos marcos de la legalidad, llega a situarse en el plano de un enfrentamientopblico y, en cierta medida fsico, de las fuerzas en oposicin. Concebida deesta manera, la guerra civil abarca las insurrecciones espontneas determinadaspor causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordascontrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurreccin por latoma del poder y el perodo de liquidacin de las tentativas de levantamientoscontrarrevolucionarios 3.

    Si se toma el conjunto de acontecimientos de la lucha de clases y delenfrentamiento poltico del perodo, nos encontramos -pese a los flujos yreflujos de cada fase especfica de la etapa- con la emergencia de insurrec-ciones locales (Cordobazo, Rosariazo, Viborazo, etc.), de ofensivascontrarrevolucionarias dirigidas contra los movimientos de vanguardia yfiguras destacadas de la izquierda (masacre de Trelew, Ezeiza, atentados de laTriple A, matonaje sindical armado contra el activismo obrero, etc.) y, junto aesto, hay que destacar los innumerables enfrentamientos fabriles, las

    manifestantes o la quema de iglesias realizada por los grupos ligados al rgimen peronista.Tambin vale como ejemplo de la beligerancia posterior al golpe, la resistencia con barricadasen los cordones del Gran Buenos Aires y Rosario contra la instauracin de la Libertadora, ellevantamiento del gral. Valle y su posterior fusilamiento, los caos y las acciones de sabotajede la Resistencia peronista; as como la multitud de huelgas generales y parciales que entre1956 y 1969 enfrentarn violentamente a los sucesivos gobiernos militares y civiles.

    3. Trotsky, Len, Los problemas de la insurreccin y de la guerra civil, julio de 1924. EnMandel, Ernest, Trotski: Teora y prctica de la revolucin permanente (Introduccin, notas ycompilacin), Mxico DF, Siglo XXI, 1983, p. 105.

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    ocupaciones de empresas con toma de rehenes, as como tendencias a lahuelga revolucionaria (que se expresaron con nitidez en Rosario y Crdobaen 1969 y sobre el final del perodo en las Jornadas de Junio y Julio de1975). Tambin la persistencia de las organizaciones armadas, que llevaronadelante un enfrentamiento superestructural con el Estado, es expresindeformada de las tensiones de la poca y dar el argumento para la

    justificacin estatal de la represin a la vanguardia obrera y popular, ascomo para la decisin de recurrir al mtodo de la guerra civil como formade quebrar el ascenso revolucionario4. La totalidad de estos actos pusieronen el centro a la violencia poltica como forma de alcanzar los objetivosde los grupos sociales en pugna, manifestacin evidente del quiebre de lasociedad y del antagonismo que la cruzaba5. Finalmente, habiendocolocado en el poder poltico a los militares, la burguesa pondr fin alas amenazas antagnicas recurriendo al terrorismo de Estado en granescala y al genocidio.

    4. Con respecto al recurso a la violencia paraestatal encarnada en la Triple A es particular-mente reveladora la definicin del comunista italiano Antonio Gramsci sobre el arditismo:Una organizacin estatal debilitada es como un ejrcito que ha perdido todo su vigor; entran enel campo los arditi, o sea, las organizaciones armadas privadas que tienen dos objetivos: haceruso de la ilegalidad, mientras el Estado parece permanecer en la legalidad, como medio dereorganizar al mismo Estado. Frente a ello tambin vale la advertencia que el mismo dirigentehiciera a los grupos comunistas que pretendan combatir al arditismo con el mismo modusoperandi ya que ofrece una gran similitud con la actitud tomada por las organizaciones armadasen la Argentina que llevaron adelante una guerra civil de bolsillo contra el aparato estatal: Creerque a la actividad privada ilegal se le puede contraponer otra actividad similar, es decir, combatirel arditismo con el arditismo es algo estpido: significa creer que el Estado permanecer siempreinerte, lo cual no ocurre jams. () El carcter de clase lleva una diferencia fundamental: unaclase que debe trabajar todos los das con horarios fijos no puede tener organizaciones de asaltopermanentes y especializadas como una clase que tiene amplias posibilidades financieras y noest ligada, con todos sus miembros a un horario fijo. () La tctica de los arditi no puedetener, por lo tanto, la misma importancia para una clase que para otra. Para ciertas clases esnecesaria, porque le es propia, la guerra de movimiento de maniobra que, en el caso de la luchapoltica, puede combinarse con un til y hasta indispensable uso de la tctica de los arditi. Perofijarse en un modelo militar es una tontera: la poltica debe ser, tambin aqu, superior a la partemilitar. Slo la poltica crea la posibilidad de la maniobra y del movimiento, Gramsci, Antonio,Lucha poltica y guerra militar, 1929-1930, Escritos polticos 1917-1933, Mxico DF, Siglo

    XXI, 4 edicin, 1990, p. 335.5. Como dato importante a tener en cuenta el socilogo Juan Carlos Marn seala 8.509

    hechos armados, as como 1.600 muertos productos de la violencia poltica entre 1973 y 1976.Marn, J.C., Los Hechos armados, Bs. As., Ediciones PICASO/La Rosa Blindada, 2003, pp. 73 y 92.

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    Captulo II

    Una crisis capitalista mundial

    La situacin argentina desde mediados de los 60 hasta 1976 acompaalos vaivenes de una crisis en gran escala del capitalismo internacional.

    Hacia fines de los 60 se va a asistir a una cada de la tasa media de gananciacapitalista y de la productividad del trabajo que pondrn fin al llamado boomeconmico de la segunda posguerra. Estos aos van a preanunciar la crisisgeneral del capitalismo, que se transforma en abierta en 1972, cuando laeconoma haga manifiesta una crisis de sobreproduccin que conducir al

    estancamiento primero y, posteriormente, en 1974, a la recesin de laeconoma mundial.

    A fines de la dcada del 60, muchos de los cimientos en los que se hababasado el boom de posguerra comienzan a mostrar sntomas de agotamiento.La recuperacin de los pases europeos y Japn plantea un renacer de lasdisputas interimperialistas, el fin de las ganancias extraordinarias engendradaspor las innovaciones tecnolgicas y comienza a manifestarse la crisis de sobre-produccin. Estos factores econmicos se combinan con otros de carcterpoltico que implicaron, esencialmente, cuestionamientos a la hegemonanorteamericana. El declinar de los beneficios capitalistas plante la necesidadde reducir los derechos que los trabajadores haban ganado durante la vigencia

    del llamado Estado bienestar en los pases centrales, a la vez que de inten-sificar la ofensiva imperialista sobre las semicolonias. En el terreno poltico, elempantanamiento de la guerra de Vietnam fue el emblema de la crisis de lahegemona norteamericana, acosada por la enorme resistencia popular delpequeo pas asitico. Mientras, en el seno mismo de los EEUU, las enormesmanifestaciones que exigan el retorno de las tropas agravaban el panoramainterno poniendo escollos a la continuidad de la aventura blica. En los pases

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    semicoloniales el fin del boom tambin trajo importantes secuelas. Laburguesa deba disminuir la participacin lograda por la clase obrera en larenta nacional y dar por tierra con las ilusiones de movilidad social generadasen sectores de las capas medias y obreras, lo que empuj a amplias franjaspopulares a cuestionar el orden establecido.

    Para algunos autores, la crisis comienza al final de los aos 60 en EEUUdonde la desaceleracin del crecimiento se combina con un declive de laproductividad lo que acarrea una baja en la rentabilidad del sector manufac-turero6. Este sector pasar de tener en los EEUU una capacidad instalada enuso del 92% en 1966 a un 78% en 1967 (como producto de una minirecesin) y al 65% en marzo de 1975. El aumento de la composicin orgnicadel capital, debido a las inversiones tecnolgicas durante el boom, permiti,durante un perodo, un importante alza de la plusvala relativa y las gananciasextraordinarias de los monopolios, junto al desarrollo de un mercado deconsumo de trabajadores bien pagos en las principales economas mundiales.Pero tambin fortaleci a la clase trabajadora, que no slo logr la elevacinde su nivel de vida sino una creciente confianza en sus propias fuerzas yorganizacin, cuestin que contribuy al agravamiento de la crisis del capitalgenerando un escollo importante cuando la burguesa intent descargar sucrisis sobre las espaldas de la clase obrera. Como bien seala Ernest Mandel:El largo perodo de pleno empleo fortaleci considerablemente el pesoobjetivo de la clase obrera, la fuerza de sus organizaciones de masas (ante todode sus sindicatos) y, con respecto a un ciclo autnomo de lucha de clases aescala internacional, su combatividad. De ah las dificultades crecientes conlas que se top el capital para compensar el alza de la composicin orgnicadel capital con un alza continua de la tasa de plusvala a partir de los aossesenta7. En esta situacin se produce la consecuente cada de la tasa mediade ganancia y de la productividad del trabajo8. Pero como decamos, si a fines

    6. Aracil R.; Oliver J. y Segura A., El mundo Actual. Citado en Bach, Paula, El boom dela posguerra. Un anlisis crtico de las elaboraciones de Ernest Mandel, Revista EstrategiaInternacionalN 7, Bs. As., Fraccin Trotskista (EI), marzo-abril de 1998, p. 20.

    7. Mandel, Ernest, La crisis 1974/1980, Mxico DF, Era, Serie popular, 1980, p. 34.8. Tomemos como ejemplo tan slo el descenso de la tasa media de ganancia de los Estados

    Unidos, el pas imperialista hegemnico. Tomando los sectores de capital no financieros en losEEUU durante el perodo 1961/65 se ubicaba (deduciendo los impuestos) en un promedio del8,3 %, en el perodo 1966/70 descender al 7,7%, entre 1970 y 1973 su tasa ms alta ser del5,7% y la ms baja del 5,3%. En el mismo EEUU las ganancias brutas de las sociedades poracciones (antes de los impuestos) disminuyeron de 155.000 millones de dlares en el tercer

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